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1 Viejas y nuevas fuentes documentales de la Revolución mexicana.
Mtra. Patricia Irigoyen Millán INEHRM
Es por todos sabido que el 20 de noviembre se cumplirán 97 años del inicio del movimiento social que concluyó con la política del general Porfirio Díaz, el presidente que se creyó indispensable en el desarrollo nacional.
La Revolución mexicana ha sido conceptualizada como el movimiento que “contribuyó a formar el México contemporáneo, —que— no tuvo un carácter homogéneo, —consistente— en una serie de revoluciones y conflictos internos, protagonizados por distintos jefes políticos y militares que se fueron sucediendo en el gobierno de una nación”.
Viejas fuentes
A los actores políticos y militares los podemos encontrar en lo que yo he llamado fuentes viejas, las cuales nos remiten a personajes como Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, entre otros más. Estas fuentes clásicas son los manifiestos, correspondencia, ideología, planes políticos, programas y decretos expedidos antes, durante y después de la lucha armada. Estos documentos fueron determinando las etapas y los procesos históricos de la Revolución mexicana, de ahí que en base a ellos se fueron conformando nuestros personajes heroicos héroes y la historia de nuestro país, que quizá como ninguna otra “está escrita a base de; planes políticos que habrían de dar origen paulatinamente a las sucesivas etapas que han venido conformando nuestra nacionalidad”.
No pretendo narrar todo el proceso revolucionario, pero sí mostrar la importancia de las fuentes que he llamado viejas, siendo los tratados, planes y/o programas que han ayudado para dar la primera interpretación de tal hecho histórico, por lo que puedo decir, que:
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El estallido de la Revolución mexicana fue el resultado de varios factores surgidos durante el porfiriato, gobierno determinado por la dictadura y desequilibrio en la distribución de la propiedad agraria. Estos años fueron caracterizados por el lema “poca política y mucha administración”.
La primera gran manifestación en contra de la dictadura de Porfirio Díaz fue el Programa del Partido Liberal, redactado en 1906, que proponía “establecer un gobierno honrado que —hiciera— más tarde la felicidad del país”. Este movimiento fue de índole obrera, encabezado por los hermanos Flores Magón que al tiempo se vieron disminuidos con las represiones de Río Blanco y Cananea. Uno de los mayores errores magonistas, fue la estrategia de convocar a armas el mismo año que se dio la famosa entrevista del periodista James Creelman con el presidente Díaz, en 1908. Esta entrevista dio la pauta a un “optimismo democrático”, seguido del Plan de San Luis Potosí proclamado por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910, que marcaba las condiciones para el inicio de la Revolución mexicana.
Madero realizó varias giras por todo el país, demostrando su gran capacidad política y ganando poco a poco partidarios. Fue con otro documento importante, que se pactó, que el general Porfirio Díaz fuera sustituido por Francisco León de la Barra, dicho documento fueron los Tratados de Ciudad Juárez. Al tiempo que León de la Barra se encargó del desarme de las fuerzas rebeldes y convocó a nuevas elecciones.
Al llegar a la presidencia Francisco I. Madero no dio pronta respuesta a las peticiones agrarias y sociales, por lo que surgieron nuevamente los planes políticos como instrumento de cambio, entre los que se encuentran: el de Texcoco, el de la Empacadora, el de La Soledad, el Felicista y uno de los más importantes, el plan político-social de Ayala salido a la luz en noviembre de 1911, donde Emiliano Zapata pedía la restitución inmediata de las tierras a los campesinos.
3 Sin embargo, es bien sabido que Madero no pudo resolver los problemas agrarios tan rápido como hubieran querido las facciones revolucionarias encabezadas por Villa y Zapata, además de que su gobierno fue tan fugaz por las intrigas que pudieron desatarse junto con el plan de La Ciudadela o también conocido como Pacto de la Embajada, donde Victoriano Huerta al final logró el asesinato del Presidente y Vicepresidente José María Pino Suárez, surgiendo en el escenario, más planes políticos en defensa de los reclamos revolucionarios, como lo fue el Plan de Guadalupe, promulgado el 23 de marzo de 1913, el cual pretendía el derrocamiento de Huerta y el nombramiento del Primer Jefe del Estado Constitucionalista que a la postre sería Venustiano Carranza.
Las facciones revolucionarias no habían logrado la unión, por lo que la División del Norte encabezada por Francisco Villa originó otro documento importante como lo fue el Pacto de Torreón, en julio de 1914, con la finalidad de solucionar las dificultades surgidas “entre los jefes de la División del Norte y el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. Gracias a este acuerdo, Villa seguiría siendo elemento fundamental en la lucha contra Huerta.
La victoria de los constitucionalistas contra Huerta, dio inicio a otra etapa de la Revolución mexicana, marcada con otro documento como lo fueron los Tratados de Teoloyucan, de agosto de 1914, donde el general Álvaro Obregón fue el protagonista principal obteniendo las armas del Ejército Federal.
Parecía
que
la
lucha
armada
terminaría,
pero
las
facciones
revolucionarias de Zapata, Villa y Carranza no pudieron ponerse de acuerdo en la llamada Convención. Los bandos “habían quedado definidos: los obregonistas decidieron posponer sus ambiciones (…) permaneciendo como subalternos del carrancismo”. Mientras que los villistas y los zapatistas creyeron poder aliarse firmando el Pacto de Xochimilco, pero los resultados no fueron favorecedores para ellos. Los constitucionalistas los derrotaron y así los reclamos revolucionarios, se canalizaron en demandas sociales, quedando plasmados en la Carta Magna.
4 La Constitución de 1917 se convirtió entonces, en la bandera de la facción ganadora y garantizó la estabilidad social, además de que con ella, se terminaba una etapa más del movimiento revolucionario. Los problemas militares no se terminaron ahí y la misión de Carranza fue pacificar al país, así como reducir las fuerzas villistas y zapatistas, e iniciar las campañas contra los cedillistas en San Luis Potosí y los arenistas en Tlaxcala.
Ya se había hecho costumbre proclamar planes para derrocar al gobierno en turno, y Carranza no fue la excepción, el 23 de abril de 1920 se promulgó el Plan de Agua Prieta, desconociéndolo como presidente por intentar imponer a su candidato para las elecciones presidenciales, al Ingeniero Ignacio Bonillas.
Así la historia de la Revolución mexicana se había construido por medio de los planes políticos y otros documentos también de carácter político. Después de los veinte, los planes políticos no desaparecieron, sino que fueron perdiendo fuerza, es decir, dejaron de ser un “elemento primordial de lucha de las facciones”.
En estas fuentes documentales podemos encontrar las “raíces ideológicas de la Revolución”. Gracias a ellos se habían podido ver las causas, objetivos y conclusiones del movimiento armado de forma política y militar, siendo que en la actualidad la Revolución mexicana ha sido estudiada desde varios puntos de vista y no como la presentan los documentos clásicos que exaltan a los héroes por sus victorias.
Los vencedores del movimiento armado habían hecho su historia política, económica, social y hasta cultural con la finalidad de que surgiera un nuevo sistema político, pero seguían sin contemplar las diversidades y pluralidades sociales del México revolucionario.
Nuevas fuentes
5 Hasta hace pocas décadas la historia de la Revolución se fue reconstruyendo con las nuevas fuentes documentales. Los hechos históricos debían basarse en fuentes originales e interpretaciones fundamentales en el análisis y la crítica. Existieron historiadores profesionales extranjeros que estudiaron con ahínco diversos aspectos de la historia mexicana, provenientes de Estados Unidos y Europa, que introdujeron temas, enfoques, interpretaciones, tendencias, fuentes y técnicas, especialmente concentrados en la Revolución y el periodo contemporáneo.
Las nuevas fuentes documentales para la interpretación de la Revolución mexicana se dieron gracias a las historias locales, a la historia de la vida cotidiana, las imágenes, la historia oral y la historia internacional. En los ochenta y noventa se dio una promoción a la apertura de archivos municipales y estatales, además de que la
historiografía regional cobró un renovado
impulso a partir de las políticas de descentralización estimuladas por el gobierno federal. La creación y apoyo a proyectos institucionales de formación, profesionalización y especialización en historia y ciencias sociales en los estados de la República, en estímulo a nuevos centros de investigación y universidades estatales, se brindó la posibilidad para renovar a los regionalistas y revisionistas desde los estados y regiones.
Varios
gobiernos
estatales
dieron
apoyos
a
la
organización,
funcionamiento y modernización de archivos y bibliotecas municipales y estatales. Varias iniciativas permitieron la operación de importantes archivos privados en los estados y en la ciudad de México.
Las historias estatales y generales, fueron el inicio de un proceso de fragmentación dentro de la historia de México y sobre todo de la Revolución mexicana, que fue reflejando la pluralidad y complejidad de la historia.
Gracias a los archivos judiciales hemos podido comprender la vida cotidiana de los obreros, campesinos, mujeres, niños, vagos y mendigos, así como de todo tipo de gente común que vivió durante la Revolución mexicana y participó activamente en ella, como de los que observaron el movimiento no
6 desde la política, sino desde su vida misma. Los procesos judiciales son fuentes de suma importancia para os historiadores porque nos remiten al pensamiento de los individuos y su realidad.
Otra de las nuevas fuentes, son las imágenes, ya sean caricaturas o fotografías que nos han demostrado la diversidad cultural y modos de vida de los mexicanos durante el movimiento armado. Estas fuentes se complementan con los recursos sonoros y visuales, es decir, los videos que se tomaban de la época, que nos permiten ver las condiciones reales, en las que vivía la población.
Se ha podido realizar historia local de la Revolución mexicana, gracias a la apertura de los archivos y centros de investigación municipales y judiciales de los Estados. También se han podido ver los puntos de vista de historiadores extranjeros, así como hacer una revisión de los archivos en Estados Unidos, Europa, Asía y América Latina encontrándose información valiosa en sus registros.
En las décadas de los ochenta y noventa también se dio impulso a los archivos particulares de los revolucionarios, lo que permitió encontrar información personal y correspondencia entre los principales actores políticos y sociales de la época, así como reclamos o felicitaciones de grupos sociales.
En el auge de las nuevas fuentes podemos ver, por ejemplo el impulso a la historia empresarial, al encontrar fuentes documentales que no solamente hablaban de la economía en cifras, sino que también se puede observar cómo la economía perjudicaba a la sociedad obrera o cómo los trabajadores en general tuvieron que adaptarse al cambio tecnológico, el proceso de trabajo, la calificación obrera, el mercado laboral con el cual contaban, condiciones de trabajo, enfermedades, accidentes, nivel de vida y producción, entre otros muchos factores de estudio. Del mismo modo los empresarios ya no son estudiados conforme a las altas o bajas económicas de su empresa, sino también los negocios locales, la especulación, los servicios, huelgas, protestas obreras, conflictos políticos, etc.
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La vida cotidiana ayuda a ver la conformación de las familias como eran, también se prestó mayor atención a la investigación de la educación, al campesino como trabajador y no como parte de la producción agrícola. En general se observan los grupos sociales como individuos de un México cambiante y pluricultural. Al tiempo se han podido desarrollar la historia de género y urbana.
Los videos, fotografías, reportajes y columnas periodísticas sirven para ver lo que en realidad opinaba el pueblo.
En la actualidad gracias a los medios de comunicación se han producido videos, series televisivas, publicaciones, vida cultural, artística de todo el proceso revolucionario, realizándose una historia de la Revolución mexicana más incluyente, crítica, plural, profesional y alejada del poder y de los mitos creados por el gobierno.
Además es interesante poder hacer una historia que abarque la política tradicional basada en las fuentes documentales viejas como lo serían los planes y programas políticos, así como utilizar la historia oral, historia de las mentalidades, la historia de género y la utilización de los recursos fotográficos y de video.
Para poder comprender los hechos revolucionarios se necesita de un arduo trabajo por parte de los gobiernos estatales para modernizar y actualizar los archivos municipales y estatales, así como de los historiadores, para poder analizar y comprender cómo se ha fragmentado la historia, con todas las nuevas fuentes que da la apertura de los archivos, que nos llenan de retos, tareas y trabajo que tiene que ser realizado por los estudiosos con responsabilidad histórica.