VIOLENCIA DE GÉNERO: PREVENCIÓN EN LA ADOLESCENCIA

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Violencia de género: prevención en la adolescencia – María Luisa Rivero Moreno – ISSN: 1989-9041, Autodidacta ©

VIOLENCIA DE GÉNERO: PREVENCIÓN EN LA ADOLESCENCIA María Luisa Rivero Moreno Licenciada en Psicopedagogía. e-mail: [email protected]

Con una frecuencia casi pasmosa los medios de comunicación ponen ante nuestros ojos la existencia de la violencia de género y del maltrato en nuestra sociedad. Se ha convertido en algo “visible” desde la calle y, poco a poco, en “problema social” grave, amplio (puesto que es frecuente en el trabajo, en el ámbito familiar, en el educativo, y en la sociedad en general) y de enorme complejidad. Nuestra sociedad comienza a reaccionar de manera firme y efectiva, pero a la vista está que no es suficiente. Para acabar con los brotes de violencia es necesario tratar de descubrir y eliminar las causas de estas conductas, interviniendo de un modo global y desde distintos ámbitos, legislativo y judicial por supuesto, pero también desde el ámbito educativo. Es por esto que las últimas investigaciones realizadas se centran en conocer las causas próximas y remotas, personales y culturales de los comportamientos violentos para, posteriormente, poder intervenir. Se hace preciso descubrir las características y exigencias de una educación que prevenga y elimine esta manera defectuosa de tratarnos. 1- VIOLENCIA DE GÉNERO Actualmente se sabe que la violencia en la pareja es un proceso que puede darse antes, durante y después del establecimiento de una relación formal o matrimonio entre dos personas (de distinto o del mismo sexo) y puede asimismo acontecer dentro o fuera del espacio físico y social delimitado por los territorios “doméstico”, “familiar”, “conyugal” o del “género” (Cantera, 2004). De esta forma podemos afirmar que: “Toda forma de maltrato o violencia en el seno de la pareja conlleva una determinada forma de recurso a la fuerza (física o simbólica, económica, social, moral o sexual) en un contexto de relaciones de poder, en el seno de un determinado orden social y cultural, sustentado por una ideología (pseudolegitimadora de la acción), en un marco de desigualdad de recursos, de cara a obtener un efecto final de control de la persona maltratada por la maltratadora, (Blanch, 2005), atentando así contra su libertad y su derecho a desarrollarse como tal persona” (Cantera, 2005). Como se deduce de esta definición, el maltrato en la pareja puede adoptar múltiples formas (activas o pasivas) y desarrollarse a múltiples niveles. Entre las principales manifestaciones “activas” de esta violencia sobresalen la física, la emocional o psíquica, la sexual y la institucional. Sin embargo, desde el ámbito educativo

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habitualmente enfocamos la prevención de violencia de género restringiendo dicha actuación, tan solo, a la dimensión física del maltrato, manteniendo de esta forma, un esquema tradicional de hombre-mujer, que conviven bajo el vínculo del matrimonio, y donde las conductas de abuso de poder que representan los malos tratos quedan atribuidas al hombre en concepto de su superioridad física (Blázquez, Moreno y García-Baamonde, 2009). Pero los últimos estudios (Blázquez, 2010; Pozo, Martos y Alonso, 2010; Sáez, 2011) nos muestran que ejercer control sobre la pareja es una cuestión que trasciende a la mera agresión física, que puede darse de forma recíproca y bidireccional, y que la expresión de ésta en el seno del matrimonio es producto del incremento progresivo de patrones de interacción dominante-celosa, aparecidos en etapas precedentes a la consolidación de la pareja, es decir, durante el noviazgo. En 2010, el Ministerio de Igualdad publicó un estudio sobre la situación de la violencia de género en adolescentes. Una de sus conclusiones fue que uno de cada tres chicos corría el riesgo de convertirse en maltratador. De hecho, casi el 5% de las adolescentes encuestadas afirmaba haber sido ya víctima de algún tipo de violencia física o psicológica por parte del sexo opuesto. El 18,90% de las chicas encuestadas justifica la violencia como reacción a una agresión. El 7% de ellas declara haber sido controlada por su pareja. El 12,2% de los chicos cree que para que haya una buena relación de pareja, ellas no deben llevar la contraria. Y el 10,9% de los chicos piensa que si una víctima no abandona a su maltratador es porque no le disgusta la situación. Pero, ¿por qué una generación educada en valores no sexistas (en teoría), siguen en la práctica apegados a las ideas sobre el amor romántico que subyacen al maltrato? En los últimos años muchos de los estudios sobre violencia de género se centran en jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y los 23 años, en alumnos tanto de Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O) y Bachillerato, como de Universidad, para tratar de esclarecer cuándo comienza la espiral de maltrato, cuándo brotan las primeras ideas machistas. Las actitudes sexistas entre nuestros jóvenes han sufrido un largo proceso de cambio, dando lugar a nuevas formas de sexismo mucho más complejas y menos evidentes, y por ello, son necesarias distintas herramientas que ayuden a comprender esos mecanismos. Muchos de nuestros jóvenes son conscientes de que no está bien visto por esta sociedad manifestar actitudes discriminatorias, pero sin embargo, mantienen unos roles estereotipados de género, mucho más sutiles que en épocas pasadas, referidos por ejemplo a pautas de seducción, asociando a los hombres la idea de que sólo les interesa ligar o enrollarse con muchas, sin importar nada más, ellos, rol de conquistadores y ellas las conquistadas. O asocian unos rasgos estereotipados de género a las mujeres, como por ejemplo la sensibilidad, la delicadeza, la fragilidad, ser coquetas, la superficialidad, el ser sufridoras, la empatía, la capacidad de escucha... Y asociados a hombres, la insensibilidad, sin capacidad de escucha, despreocupado, vividor, o incluso protector. Según De La Peña, (2009), los adolescentes también mantienen unas expectativas estereotipadas en función del género: piensan en proyectos de futuro para las mujeres más centrados en lo familiar y doméstico que en lo profesional, y al hombre lo asocian siempre con el rol de proveedor y vinculado a las funciones productivas. 2- IDEAL DE “AMOR ROMÁNTICO” Diferentes estudios apuntan a que en los jóvenes de hoy en día se encuentra muy arraigado el ideal de “Amor Romántico” que nos ofrece la cultura occidental (Sampedro, 2004). Es un modelo de amor que describe la conducta amorosa que han de seguir hombres y mujeres a partir de una educación sentimental, de nuevo, diferencial. El proyecto de amor para el hombre se presenta como una faceta más en

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su vida donde priman variables como el esfuerzo por satisfacer sus propias necesidades de pertenencia y obtener el prestigio social en su grupo más inmediato (Altable, 1998), para la mujer debe ser el centro de gravedad de su existencia (Ortiz, 1997). De acuerdo a este modelo social, mientras la ruptura de la relación de pareja para el hombre puede suponer la pérdida funcional de un aspecto importante de su vida, para la mujer significa quedarse sin vida directamente (Blázquez et al, 2009). Si a esto le añadimos la extraña concepción de amor romántico transmitida por algunas obras literarias como “Calixto y Melibea” o “Romeo y Julieta” donde el amor va asociado a la idealización del amor y de la persona a la que se ama (De Rougemont, 1979) y al dolor y sufrimiento de los cónyuges con frases como: “Sin ti no soy nada” o “sin ti me moriré”, nos acercamos más a la comprensión de una relación de pareja donde los episodios de maltrato aparecen identificados como parte de una pasional historia de amor (Sampedro, 2004). Todo esto conlleva a que manifestaciones “invisibles” (Asensi, 2008) de maltrato psicológico como la demanda permanente de sacrificios personales que conducen a la otra persona a la anulación personal, conductas de “bondad aparente” (Taberniers, 2001) y control desmedido, contribuyen a crear una relación asfixiante que se interpreta como pruebas que atestiguan el amor que se profesan (González y Santana, 2001). Actualmente, un estudio del Instituto Andaluz de la Mujer pone de manifiesto que libros y películas con un gran número de seguidores adolescentes en nuestro país, como son la saga “Crepúsculo”, “Perdona si te llamo amor” o la española “Tres metros sobre el cielo” glorifican los celos, la obsesión y la posesión como prueba de amor. Y canciones tan conocidas como “Nada valgo sin tu amor” de Juanes, “Sin ti no soy nada” de Amaral, o “Ciega sordomuda” de Shakira, llevan implícitos numerosos mitos y falacias acerca del amor que permanecen en el inconsciente de nuestros alumnos, como por ejemplo, concebir el amor como posesión, como una entrega total de la persona, o donde los celos son una prueba fehaciente de amor, y se considera que solo hay una “media naranja” en la vida, con el consecuente sentimiento de desesperación ante la idea de pérdida de la pareja. O también existen canciones muy actuales que aún introducen en sus letras de manera explícita roles estereotipados de género, como por ejemplo, en otra canción de Shakira, “Contigo”, en la que aparecen frases como “Tú sabes mi vida, estoy a tus pies...”, donde se da una relación de desequilibrio de poderes, o en “Búscate un hombre que te quiera”, de El Arrebato, cuya letra sigue diciendo: “...que te tenga llenita la nevera...”, donde claramente se asocia al hombre con el rol tradicional de proveedor, protector y vinculado a las funciones productivas, y a las mujeres con la delicadeza, fragilidad, sensibilidad y dependencia. Todas estas canciones se pueden llevar al aula para ser debatidas con los jóvenes y desentrañar así lo que conllevan estas frases tan cantadas por ellos mismos. Por otro lado, muchos adolescentes y jóvenes consideran que la violencia en la pareja es un fenómeno que afecta a parejas adultas, por lo que les cuesta reconocer que son víctimas de maltrato. En esta misma línea de trabajo, algunos estudios comienzan a centrarse en unas manifestaciones y/o indicadores asociados al maltrato psicológico, que a menudo suelen pasar desapercibidas porque son llevadas a cabo con sutileza, y que son sobre todo desconocidas por estudiantes adolescentes y universitarios, pero que están presentes en sus relaciones de noviazgo y en las que, si no se interviene a tiempo, pueden llegar a consolidarse como forma habitual de convivencia.

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Estos indicadores son, siguiendo la clasificación realizada por Taverniers (2001): 

Desvalorización: Ridiculización o descalificaciones, utilizando frases como “no me extraña que te diesen el trabajo, con esa falda...”. Trivializaciones (como por ejemplo, desconsiderando las emociones de la otra persona “no sé por qué lloras por esto” o dando a entender que lo que dice no tiene importancia) Oposiciones (“¡No quiero que estudies una carrera!”) Humillaciones o desprecios, en privado o en presencia de amistades, con frases como éstas: “Qué tontería eso que has dicho”, o “no vales para nada”, “todo lo haces mal”. También utilizar juegos mentales e ironías para confundir o poner en tela de juicio la cordura de la víctima.



Hostilidad: Reproches Insultos Amenazas (bien con suicidarse o marcharse de casa, divorciarse, llevarse a los niños, etc.)



Indiferencia: Sin empatía ni apoyo (no muestra interés por lo que le cuenta su pareja) Tomar decisiones importantes sin consultar.



Monopolización de la víctima: Bloqueo social (procurando que exista un aislamiento, impidiendo cultivar sus amistades o restringiendo las relaciones familiares) Control absoluto de los recursos económicos de la víctima o impedirle trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia.



Intimidación: Juzgar, criticar, corregir, posturas y gestos amenazantes o conductas destructivas (por ejemplo, romper alguna pertenencia valorada por la pareja).



Imposición de conductas: Órdenes Desviaciones (cambiar de tema cuando la víctima trata de hablar de algo importante para ella) Insistencia abusiva o peticiones reiteradas de sus propios deseo hasta que la víctima cede, desistiendo de sus propios deseos.

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Invasiones en la privacidad (escuchando conversaciones o fisgoneando en su móvil o en el correo electrónico) o sabotajes (borrando mensajes para que no acuda a algún encuentro). 

Culpabilización: Acusaciones, “Luz de Gas” o negación, por ejemplo, hacerle creer al miembro de la pareja que tiene problemas mentales, que nada de lo que percibe es verdad.



Bondad aparente: Manipulación de la realidad con frase como por ejemplo “Me preocupa que salgas esta noche con tus amigas, puede pasarte algo...” “Es por tu bien”.

En cualquiera de sus modalidades, ya sean de forma combinada o empleando tan sólo una de ellas, lo que caracteriza fundamentalmente al abuso emocional o maltrato psicológico es su carácter sistemático y continuo, de manera que, aún cuando no existe violencia física, provoca consecuencias muy graves desde el punto de vista de la salud mental de las víctimas, llevándolas a un estado de intimidación, desvalorización, baja autoestima, sentimientos de culpa, sufrimiento o depresión, semejantes a un shock post-traumático. 3-. PREVENCIÓN Todas estas líneas de investigación concluyen en que la prevención desde edades tempranas, donde los pilares que van a sostener la relación está aún sin consolidar, es la mejor forma de erradicar el problema de la violencia de género. En primer lugar resulta imprescindible una educación basada en la igualdad y no en la supremacía de un sexo sobre otro. La aceptación de unos roles tradicionales de género sostiene, legitima y promueve relaciones de poder asimétricas entre hombre y mujer y, aunque no es necesariamente causa directa de violencia de género, puede sentar las bases para su aparición. No cabe duda de que las actitudes sexistas entre nuestros jóvenes han sufrido un largo proceso de cambio, la mayoría de ellos ya son conscientes de que no está bien visto por esta sociedad manifestar actitudes discriminatorias, pero esto ha dado lugar a nuevas formas de sexismo mucho más complejas y menos evidentes, manteniendo unos roles estereotipados de género, mucho más sutiles que en épocas pasadas. Según De La Peña, (2009), si nos referimos, por ejemplo, a pautas de seducción, los adolescentes asocian a los hombres la idea de que sólo les interesa ligar o enrollarse con muchas, sin importar nada más, ellos, rol de conquistadores y ellas, las conquistadas. Siguen manteniendo unos rasgos estereotipados de género para las mujeres, como por ejemplo la sensibilidad, la delicadeza, la fragilidad, ser coquetas, la superficialidad, el ser sufridoras, la empatía, la capacidad de escucha... Y asociados a hombres, la insensibilidad, sin capacidad de escucha, despreocupado, vividor, o incluso protector. E incluso también mantienen unas expectativas de proyectos de futuro estereotipadas en función del género: piensan, para las mujeres, proyectos más centrados en lo familiar y doméstico que en lo profesional, y al hombre lo asocian siempre con el rol de proveedor y vinculado a las funciones productivas. Como podemos comprobar, no está todo hecho en este aspecto todavía. Y en segundo lugar, se considera de vital importancia poner en marcha programas, especialmente con jóvenes de Secundaria, que incidan en el entrenamiento de las emociones (Blázquez, 2010), aprendiendo a gestionar la rabia cuando se sientan

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frustrados sin invadir el espacio de los demás. Muestra de ello son los trabajos de Goleman (1997), donde las personas con bajos índices de Inteligencia Emocional presentaban menores indicadores de éxito en sus relaciones que aquellos que contaban con índices elevados, disfrutando estos últimos en mayor medida de sus parejas, amigos e hijos. Para profesores como Compairé (2011), es importante cultivar también entre nuestros alumnos el refuerzo individual y la asertividad dentro del grupo, es decir, aprender a expresar lo que yo realmente quiero sin dejarme influir por el resto. Otro programa, muy en la línea de todo lo comentado anteriormente, es el elaborado por Ángel Hernando (2007), que va encaminado a conseguir cambios en las actitudes individuales, los conocimientos y las habilidades de los estudiantes, con los objetivos de lograr eliminar los mitos e ideas erróneas subyacentes al fenómeno de la violencia de género, así como capacitar al alumnado para detectar y reconocer el maltrato físico, psicológico y sexual. O también podemos recurrir al programa elaborado por Eva Mª de la Peña Palacios, desde el Instituto Canario de la Mujer, “Mp3, Mp4 ¿reproduces sexismo? y Sms ¡sin machismo! Pásalo”, tres guías en una que pretenden sensibilizar e informar a los jóvenes y adolescentes para prevenir la violencia de género, de una forma muy completa, atractiva y llamativa para esta franja de población, mediante un juego de palabras relacionadas con el ámbito de las nuevas tecnologías que tanto atraen a la gente joven. Se trabajan contenidos tales como el sexismo interiorizado, los rasgos estereotipados de género que la generación actual continúa asociando a mujeres (ternura, sensibilidad, fragilidad...), y a hombres (agresividad o liderazgo), y también los mitos y falacias del amor romántico (como el mito de “Todo vale por amor”, el mito de “Entrega o total” o el de “Sin celos no hay amor”). Trabajando estos conceptos con nuestros jóvenes, permitimos hacer visible lo que, a veces, por cotidiano, resulta aceptable, cuando en realidad es la herencia de una historia de siglos de desigualdad. BIBLIOGRAFÍA BLÁZQUEZ, M., MORENO, J.M., GARCÍA-BAAMONDE, M.E. (2009). Inteligencia emocional como alternativa para la prevención del maltrato psicológico en la pareja. Anales de psicología, 25 (2), 250-260. BLÁZQUEZ, M. (2010). Maltrato psicológico en la pareja y dimensiones de la inteligencia emocional. Estudio de la interacción coactiva en las relaciones de noviazgo de estudiantes universitarios/as. Tesis doctoral. Universidad de Extremadura. CANTERA, L. (2004). Más allá del género. Nuevos enfoques de “nuevas” dimensiones y direcciones de la violencia en la pareja. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona. CANTERA, L. (2005) Violencia en la pareja: fenómenos, procesos y teorías. En Maltrato de género, infantil y de ancianos (pp. 55-94). Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca.

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DE LA PEÑA, E. M. (2009) Mp3, Mp4 ¿reproduces sexismo? y Sms ¡sin machismo! Pásalo. Gobierno de Canarias: Instituto Canario de la Mujer. HERNANDO, A. (2007) La prevención de la violencia de género en adolescentes. Una experiencia en el ámbito educativo. Apuntes de psicología, 25 (3), 325-340. POZO, C., MARTOS, M.J., ALONSO, E. (2010). ¿Manifiesta actitudes sexistas el alumnado de Educación Secundaria? Electronic Journal of Research in Educational Psychology, 8 (2), 541-560. SAEZ, J.S. (2011). Factores predictivos de la violencia de género y las tácticas dominantes-celosas en las relaciones de noviazgo durante la adolescencia. Tesis doctoral. Universidad Camilo José Cela.

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