Violencia infantil y juvenil

Psicología. Sociología. Infancia. Juventud. Trastornos de conducta. Educación familiar. Delincuencia. Desarrollo emocional patológico

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Introducción Con respecto al tema a desarrollar nos gustaría explicar el enfoque en particular que decidimos darle. Antes que nada nos propusimos buscar la etimología del término violencia para ver en que proporción podía llegar a diferir nuestra concepción, de la planteada en un diccionario/enciclopedia, o libro específico del tema. Con relación a la violencia infantil, nos encontramos ya de un primer momento inmersos en la polémica sobre la verdadera tarea de los medios de comunicación y la educación como principal factor determinante del comportamiento de los niños. Así que decidimos darle al tema un enfoque que resumiera todas las causas de una manera en la cual no se perdiera ningún dato de relevancia y analizar el desarrollo de la conducta y las posibles apariciones de comportamientos violentos en los años preescolares y escolares, lo que abarcaría mas o menos desde los 5 hasta los 12 años de edad. Al llegar al problema de la violencia juvenil, toda la bibliografía consultada, se refería a este tipo de agresión asociándola con la delincuencia (una de sus consecuencias), por lo que decidimos plantear el tema desde ese enfoque en particular, sabiendo que la delincuencia además es un tema que encabeza la lista de preocupaciones hoy en día. La crisis del post − modernismo, encuentra entre los niños, pre − adolescentes y adolescentes, su máximo exponente. La actual cultura de la inmediatez, sumada a las presiones socio − económicas por las que atraviesan los adultos, resta tiempo para dedicarles, por lo que existe un vacío de referentes válidos, que son fácilmente sustituidos por falsos ídolos, que lejos de conducirlos hacia un camino futuro, eliminan las pocas expectativas que puedan tener. No queda la educación fuera de esta crisis, y por otra parte, es imposible que los docentes reviertan en un promedio de cuatro horas diarias, los aprendizajes de las veinte restantes. Creemos firmemente que para solucionar el problema de la violencia/delincuencia tanto infantil como juvenil, es necesario un esfuerzo conjunto de la sociedad, no tan sólo de gobernantes, padres, y docentes. La Violencia Infanto−Juvenil Antes de comenzar a tratar el tema de la violencia conviene plantear la definición del término en orden de esclarecer posibles dudas en cuanto a su significado real. Según el diccionario, la violencia puede ser definida como un abuso de fuerza, aunque no toda fuerza sea, necesariamente, violencia. El término violencia es una traducción del vocablo latino violencia, derivado de la raíz violo, que quiere decir atentar, violar. El ser humano ha hecho uso de la fuerza física para sobrevivir por lo que cabe preguntarnos ¿dónde termina la legítima defensa, para dar comienzo a la agresión gratuita? ¿Cuál es el límite? En las últimas décadas, la violencia parece acrecentarse cada día más, y especialmente en los adolescentes, pero la mayoría de los adultos parece atribuirle la causa a los tiempos que corren y no específicamente a algunos factores que son los que principalmente inciden en este tema. Además, la violencia hoy en día parece extenderse a todos los niveles socioculturales, incluidos los niños. Este comportamiento puede incluir una amplia gama de comportamientos: explosivos episodios de ira, agresión física, peleas, amenazas o intentos de herir a otros (inclusive pensamientos homicidas), uso de armas de fuego y cosas peores que cada vez son más vistas, como las violaciones y los asesinatos, por citar solamente dos. A partir de esto, nos gustaría plantear a continuación, los factores que aumentan el riesgo de 1

un comportamiento violento tanto en niños como en adolescentes, según lo demuestran la mayoría de las investigaciones: • Comportamiento agresivo o violencia previa; • Ser la víctima de un abuso físico y/o sexual; • Exposición a la violencia en el hogar y/o la comunidad; • Factores genéticos (hereditarios de la familia); • Exposición a la violencia en los medios de comunicación masiva (televisión, radio, etc.): • Uso de drogas y/o alcohol; • Presencia de armas de fuego en la casa; • Combinación de factores de estrés socioeconómico en la familia (pobreza, carencia de recursos, privación severa); • Separación matrimonial, divorcio, padre/madre soltero, desempleo, y falta de apoyo por parte de la familia; • Daño cerebral debido a alguna herida en la cabeza Ahora bien, cuando hablamos de la violencia en los niños parece que encontrar los primeros síntomas, es una tarea un tanto más difícil que hacerlo en los adolescentes, por lo tanto, habría que preguntarse ¿cuáles son las señales de alerta de la violencia infantil? Los principales síntomas de una actitud violenta generalmente suelen ser: • Ira intensa • Ataques de furia o pataletas • Irritabilidad extrema • Impulsividad extrema • Frustración con facilidad Muchos padres y docentes suelen tomar estas actitudes como insignificantes (el famoso ¡son chicos!), lo cual constituye una acción errada, ya que lo ideal sería comenzar la prevención a partir de esos años en que los chicos comienzan a relacionarse con los demás, donde estos factores se encuentran más expuestos; recordemos que la violencia fomenta la violencia. A continuación, pasaremos a desarrollar más detalladamente, los casos de violencia infantil en las diferentes etapas escolares, para luego tratar el tema de los adolescentes. Los niños que crecen con la violencia, están expuestos, con frecuencia, a la posibilidad de un desarrollo emocional patológico. Durante los primeros años de vida, la tarea principal del niño es aprender a tener confianza en los demás, ésta crea la base para la confianza propia y el respeto a sí mismo. La capacidad de una criatura de tenerle confianza a la gente depende de la capacidad de la familia de ofrecerle de proveer un nivel de cuidado constante y de responder a las necesidades del niño con cariño y estimulación. En un ambiente en el cual un niño vive constantemente afectado por la violencia, estas responsabilidades van dejándose de lado, sobre todo cuando se teme por la seguridad física. Cuando los niños cumplen aproximadamente dos años, comienza ese impulso interior de experimentar las habilidades adquiridas en la infancia, como por ejemplo caminar, saltar y trepar. Estas habilidades se practican mejor en lugares de recreo o parques, sin embargo, hoy en día muchos niños crecen en comunidades con un alto índice de criminalidad, que con frecuencia, no les permite a los padres sentirse seguros con él afuera. Así, comienzan a ponerse restricciones necesarias para su seguridad, pero que dificultan el desarrollo de sus potencialidades en su totalidad, logrando únicamente que el niño no entienda las razones y entre en una actitud que puede provocar tensiones dentro de la familia. De esta manera, casi inconscientemente se lo está rodeando al chico de restricciones que él considera 2

violentas, dado que no permiten la plena satisfacción de sus deseos. Pero tampoco es cuestión de darle todos los gustos, en una familia, la relación entre derechos y responsabilidades debe ser justa para asegurar el equilibrio interno de sus integrantes. Este peligro de adquirir actitudes violentas, se acrecienta en el periodo escolar. Aunque los primeros años son importantes, los escolares son aquellos que determinarán el completo desarrollo de las potencialidades del individuo, por lo que la violencia en este ámbito es de suma importancia ya que su efecto negativo podría afectar gravemente el desarrollo del niño. Así, por ejemplo, los niños que poseen miedos generados por la violencia, tienen mayores dificultades en la escuela e incluso pueden llegar a padecer de una memoria distorsionada. De aquí la importancia de los medios de comunicación de masas a los que tanto se ven expuestos los niños en esta etapa. La polémica por los medios de comunicación es muy larga, pero simple de explicar: Si la tarea real de éstos es guiar a los niños/adolescentes en el proceso de aprendizaje, no deberían fomentar las actitudes violentas como lo hacen actualmente. Mientras la discusión alcanza mesas de debate, seminarios y congresos una realidad azota los hogares cada día: una situación de violencia cada tres minutos acompaña a los chicos desde los televisores. Investigaciones realizadas recientemente arrojan los siguientes resultados: • día lunes: 12,1%. • martes: 12,1% • miércoles: 9,1% • jueves: 7,6% • viernes: 15,2% • sábado: 21,1% • domingo: 22,7% Fácil es advertir que las escenas de violencia se incrementan entre un 100 y un 150% precisamente los fines de semana, cuando los menores transcurren mas horas frente a la pantalla. Escenas violentas según franja horaria: 9 a 12 hs.: 29%; 14 a 18 hs. : 32,3% y de 19 a 22 hs. (comienzo de horario de protección al menor), 38,7%, cabe aclarar que muchos menores no se retiran a dormir antes de ésta hora, a partir de la cual se acrecienta el porcentaje de escenas con sexo explícito y violencia. El estudio también incluye las categorías de escenas violentas: • Violencia mayor: física extrema, muertes o heridos de sangre; 987. • Violencia media: física sin muerte, con trompadas, golpes, etc. 1.189. • Violencia menor: peleas físicas, cachetadas, patadas y golpes: 1.424. • Discusiones: agresivas pero sin contacto físico, con insultos, amenazas y descalificaciones: 1.103. La conclusión es que los menores argentinos al cabo de un año, llegan a presenciar 14.235 escenas violentas. Así, la sobreestimulación sensorial redunda en una disminución de la sensibilidad frente a los estímulos y ello se traduce en una insensibilidad progresiva frente a las escenas de violencia y se termina aceptándola como un dato más de la realidad. A continuación, trataremos de plantear el problema del desarrollo de la violencia infantil en las distintas etapas que atraviesa el niño. Para comprender el desarrollo de la violencia en niños durante los años escolares, es necesario comprender los métodos de defensa que utilizan. Por ejemplo, los niños que han sido víctimas o que han visto a otras víctimas de la violencia, tienen mayores dificultades en la escuela ya que ese es su manera de defenderse; asimismo, 3

para controlar sus miedos es posible que los niños que viven en un ámbito de violencia, repriman sus sentimientos. Esto puede interferir en su capacidad de comprensión e interacción con otras personas de maneras significativa y hasta en sentir empatía por ellas. Los individuos que no pueden sentir empatía por los demás y sus sentimientos tienen una probabilidad menor de poder reprimir su propia agresión, suelen volverse insensibles a la brutalidad en general. Saber como algunos jóvenes terminan en un estado de bancarrota emocional, nos ayuda a comprender por que se preocupan tan poco por su propia vida y su vida ajena. Citando otro ejemplo, un grupo de estudiantes que fueron raptados terminaron siendo rehenes en su micro escolar, manifestaron un panorama limitado de su vida futura y con frecuencia anticipaban un futuro desastroso. Los niños que no ven un futuro positivo para ellos mismos, tienen dificultad en concentrarse en las tareas inmediatas como en el aprendizaje y la socialización. De todos modos, no todos los niños responden de manera igual a las situaciones difíciles; hay muchos factores que influyen en las capacidades de tolerar situaciones adversas como por ejemplo la edad, la reacción de la familia ante la presión y el temperamento del niño. Los niños menores tienen una tendencia mayor a rendirse ante la presión que los niños de edad escolar o los adolescentes. Los niños menores pueden ser protegidos de las fuerzas ajenas si los que los cuidan son fuertes, psicológicamente, y disponibles para ellos. Los niños que viven en un hogar estable, donde hay mucho apoyo emocional, tienen una probabilidad mayor de aprender a tolerar las situaciones contrarias en su vida porque tienen a su disposición a seres adultos caritativos. Si los adultos están dispuestos a escuchar a los niños, especialmente cuando hablan de sus miedos, y ser fuente de estabilidad para ellos, ellos podrán tratar con sus propios problemas mucho mejor. Los niños son más flexibles si nacen con un temperamento moderado y están de buena salud mental. Si tienen suficiente suerte de tener padres fuertes, quienes puedan tolerar la presión de la pobreza y la violencia en la comunidad, los niños tienen una probabilidad mayor de llegar a ser adultos felices y productivos. También es importante el tema de la adaptabilidad en los niños. Aunque lo que les acontece en los primeros años de la vida es de gran importancia, muchos niños son capaces de sobrellevarse los dolores y miedos de su vida temprana. Para los niños quienes viven en una atmósfera de presión y violencia, la capacidad de formar relaciones y obtener de los demás lo que les falta a ellos en su propia familia y comunidad es de gran importancia en términos de un desarrollo saludable. Los miembros del personal de escuelas, guarderías y programas de recreo físico, pueden ser un recurso importante para los niños. Ellos pueden ofrecerles otras perspectivas de sí mismos, además de enseñarles las habilidades necesarias para tener éxito en el mundo. Con tiempo, esfuerzo y destreza, estos profesionales pueden ofrecerle a los niños una oportunidad para desafiar lo negativo y cambiar el rumbo de su vida hacia lo positivo. En suma, la violencia infantil no es más que el producto de la combinación de dos factores: uno interno, como los caracteres genéticos, adquiridos a través de la herencia (genotipo), y otro externo y preponderante como es la influencia de quienes lo rodean y guían en el proceso de aprendizaje, destacando la acción de los padres, maestros y en la etapa escolar, compañeros. La relación violencia juvenil/delincuencia está muy estrechada y parece inevitable hablar de una sin la otra. Plantear el tema de la violencia juvenil parece siempre desembocar en la temática de la delincuencia, es por eso que a partir de ahora analizaremos la violencia referida exclusivamente referida a sus consecuencias dentro de ese ámbito. Al tratar de encontrar las causas de la delincuencia, la mayoría de las personas parece atribuirle el origen a la inmadurez, y a pesar de ser esta una causa eficiente, no es la principal, como veremos mas adelante. Las actividades ilegales que desarrollan jóvenes, cuya conducta no discurre por unas causas sociales aceptadas ni sigue las mismas pautas de integración que la mayoría, no surgen repetidamente, sino que forman parte de 4

un proceso gradual de socialización desviada que poco a poco se va agravando. Este proceso se manifiesta más agudamente en la adolescencia, cuando el joven está más capacitado para realizar acciones por cuenta propia. Entre adolescentes no podemos considerar la existencia de un solo tipo de delincuente, ya que se observan entre ellos diferentes modos de comportamiento y actos de distinta gravedad. En algunos jóvenes, la delincuencia es algo transitoria, utilizado para llamar la atención a falta de autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más joven sea el delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su vez son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos. Es importante el aumento experimentado por la delincuencia juvenil en los últimos años. Unas de las razones por las que la delincuencia alcanza su máxima frecuencia entre la adolescencia media y la final es que, en esta época, muchos jóvenes son capaces de aprender a adaptarse por sí mismos, sin el auxilio de padres o tutores Aunque la delincuencia continúa ligada a la miseria, su practica se ha extendido últimamente a los grupos socioeconómicos medios y altos. Entre los nuevos casos de delincuencia juvenil, estudiados actualmente en diversas zonas del País, cabe distinguir los que son producto de la aparición de nuevas oportunidades de delincuencia, no difieren en lo esencial de las formas tradicionales. Se considera que la delincuencia comienza entre los 8 − 15 años de edad. Cuando se fija una edad más tardía con frecuencia no se dispone de datos a cerca del número de niños que comparecen ante los Tribunales Tutelares de Menores u otro tipo de Organismo encargado de los niños difíciles. La delincuencia alcanza, de ordinario, su punto máximo entre los 13 y 15 años de edad; pues, es un periodo en el cual el menor tiende particularmente a relacionarse con los otros chicos de su edad. La banda de adolescentes sirve a la vez como lazo social para jóvenes desarrollados y como agente canalizador de su agresividad hacia los adultos. A semejanza del mundo animal, en la banda juvenil se da la seguridad de un territorio. La obsesión de la seguridad se garantiza por la integridad en el territorio y la lealtad respecto al grupo, que a menudo se convierte en temeridad. Los menores de 13 a 14 años dirigen la mayoría de sus actos delictivos contra la propiedad; en la adolescencia final por el contrario, los mismos afectan con más frecuencia a las personas. En el medio rural los actos son, en su mayoría, individuales, en cambio en el medio urbano suelen realizarse en grupo, respaldos por el apoyo mutuo que encuentran los jóvenes en la banda. La influencia del medio en el desarrollo de la delincuencia juvenil es también muy importante, los niños colocados en un medio muy pobre o que viven en condiciones difíciles están fuertemente tentados de descifrar su existencia por el robo o por la búsqueda de consuelos dudosos. Estas son una de las razones del enorme número de condenas por delincuencia juvenil durante la guerra. Las privaciones, los cambios del medio social y la inquietud han ejercido una influencia disolvente y han dado un golpe a la vida moral, de la cual todavía no se ha repuesto en los ambientes donde hay malas viviendas, donde reina la promiscuidad y la miseria, es donde se encuentran la mayor proporción de delincuentes juveniles. Hoy en día existe una gran proporción de delincuentes en todos los ámbitos. Esto es debido a ciertos dramas familiares y a que los niños disponen de mucho más dinero y comodidades de todas clases y a que la sociedad hace nacer nuevas necesidades que no pueden ser satisfechas de momento más que por actos reprensibles. Estos actos nos lleva naturalmente a denunciar los errores de educación como causa esencial de la delincuencia juvenil.

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En primer lugar, la severidad excesiva demuestra que cuando los padres son muy exigentes o estropean al niño a fuerza de quererlo hacer perfecto, o hacen nacer la rebeldía en vez de favorecer la honradez y la delincuencia. Y así vemos a estas víctimas de la disciplina fría o brutal como aprovechen la primera ocasión favorable para liberarse de toda tutela y hacer lo que les da la gana. Hay padres demasiados débiles. La disciplina personal, especialmente el poder de retenerse, de actuar o de privarse de una cosa deseada, debe ser inculcado al niño en el curso de los dos primeros años de su existencia. Del 70 al 80 por ciento de los delincuentes proceden de familias disociadas, (por divorcio, muerte o abandono) o de familias cuyos padres no se entienden. El niño que ve a su padre y a su madre disputar entre sí, juzga la sociedad en su conjunto sobre el mismo modelo, y llega a creer que él también debe defender violentamente su punto de vista si no quiere ser aplastado. Puede suceder que aunque la familia este relativamente unida, las ocupaciones de los padres dejan a los niños muchos ratos libres, y una libertad que, al perder la vergüenza, se vuelve libertinaje. La delincuencia juvenil, toma un aspecto mucho más grave cuando los jóvenes forman bandas y pandillas. Se estimulan por la audiencia tanto más buscada cuanto más esconde un verdadero miedo y tanto más mantenida cuanto más prestigioso se hace uno de la pandilla, atreviéndose a lo que los demás no se atreven. Todos saben hasta que punto las malas lecturas y el mal cine pueden desviar a los jóvenes del camino. El televisor ejerce una verdadera fascinación, sobre todo para los que permanecen frente a él varias horas al día, esto basta para falsear su sentido de la realidad. Los filmes peligrosos son los que representan las manifestaciones de malos rasgos del carácter, especialmente cuando la acción se desenvuelve en medio del lujo y la vida fácil. En la mayoría de los filmes las proporciones esenciales de los personajes se relacionan con el erotismo y el crimen. Se diría que la mayor parte de las series que se emiten están destinadas a enseñar al espectador la técnica de la seducción o de los asesinatos. Las fuentes de una actitud violenta que en la mayoría de los casos termina en delincuencia son variadas. Uno de los factores que se une en multitud de ocasiones a este proceso es la presión social emanada de un medio o unas condiciones de vida estresantes, el ambiente enrarecido de la marginalidad sin otras alternativas culturales o la progresiva frustración a lo largo del desarrollo, que va generando niveles de respuesta violenta imposibles de contener al llegar a la adolescencia. Los modelos sociales, a veces presentados en la misma familia, constituyen así mismo otra importante fuente de la delincuencia juvenil. No hay que olvidar lo susceptible que es el muchacho a la imitación y a la influencia que está puede ejercer como método de afirmación personal, capaz de superar al propio modelo. Por otro lado las causas orgánicas se hallan inscritas en la anatomía del delincuente desde su nacimiento. La herencia no siempre es decisiva, pero ejerce constantemente una influencia más o menos favorable, confirmada por los muchos ejemplos ofrecidos por la misma familia. También se le atribuye culpabilidad a las alteraciones física ó perturbaciones afectivas o de personalidad. Sin embargo, parece más oportuno tener en cuenta el conjunto de los diversos factores que afectan a la conducta del delincuente, y poner de relieve la interrelación de todas las fuerzas y condiciones, internas y externas, que intervienen en su desarrollo. Los factores sociales son importantes ya que el individuo aislado no existe, toda persona es un ser social. Dentro del conjunto de factores que afectan la conducta del individuo, existe un grupo de causas remotas o bio−psico−sociales que forman la estructura de vida social y que condicionan en gran medida las 6

posibilidades, actividades y conducta de los jóvenes. La injusta distribución de los bienes, la manipulación de la educación y la cultura. La existencia de estructuras sociales basadas en el lucro, la organización autoritaria de la sociedad y de la vida, son aspectos que influyen en éste sentido. Como causas que pueden facilitar la aparición de conductas inadaptadas podemos citar, la existencia de un medio urbano deshumanizado en gran parte, donde se mezclan inextricablemente la falta de espacios adecuados para la expansión y el ocio, por un lado, y agitación y el ritmo de vida trepidantes de la sociedad actual por otro. El aumento demográfico y la inmigración masiva hacia las grandes ciudades contribuyendo a empeorar las condiciones de existencia y de trabajo de las familias proletarias. El hacinamiento en que se ve obligado a vivir la gran masa de inmigrantes internos o externos, en los grandes centros industriales le acarrea una mayor incomunicación y una progresiva pérdida de identidad. Todas estas características negativas tienen un efecto desintegrado sobre la familia. De la misma manera las encuestas señalan los mayores índices de delincuencia juvenil en las grandes ciudades, también se constata fácilmente que la mayoría de los delincuentes pertenecen a grupos sociales en los que existen mayores dificultades económicas. No es de extrañar, que los principales focos de delincuencia están en los barrios, en zonas desamparadas y sin servicios, que están constituidos, en su mayor parte, por jóvenes desarraigados del sistema. Asimismo, los factores familiares son también relevantes ya que la familia conforma el entorno afectivo más próximo del individuo, y la carencia de afecto dentro de ella, constituye una falta grave, que atenta contra la integridad de la persona. Se ha puesto en tela de juicio los papeles de los padres. La autoridad del padre y del simple papel de apoyo de la madre no se considera hoy validos. Los cambios en la filosofía de valores y de vida hacen surgir un cumulo de problemas y de nuevos conflictos en el panorama familiar. En otro orden de ideas, la vida matrimonial y familiar se encuentra frecuentemente desgarrada por problemas intensos de diversa índole que hacen vivir a los hijos en un estado de abandono o temor permanente, así como descuidados en el aspecto educativo. Es en estos casos, en los cuales las tareas y problemas de los padres repercuten necesariamente sobre los hijos. Gran número de los delincuentes juveniles habituales se ven expuestos a relaciones familiares altamente conflictiva, originadas por la conducta patológica de unos padres con frecuentes trastornos de personalidad y sobre todo por unas malas relaciones madre − hijo, durante el primer año de vida del niño, relaciones que al tratarse de la primera experiencia social de éste, resultan de casa a su futura adaptación social. Esta falta de cariño y compresión puede traducirse en una fuerte hostilidad hacia los padres y posteriormente hacia la sociedad. Ahora bien, ante semejante problema, cabe preguntarse si el problema no radica en una falla de los medios educativos. Los niños consentidos o semi−abandonados, así mismo no aprenden a establecer los límites adecuados en sus relaciones con los demás, y crecen con aptitud para tolerar cualquier frustración. La ausencia de reglas y control puede producir indecisión e inseguridad, y la ansiedad de éste proceso puede producir también en el niño agresividad e inadaptación; de ahí la búsqueda ulterior de compensación y el 7

refugio en la banda delincuente. El fenómeno de la aparición de bandas de delincuentes es típico en los grandes núcleos urbanos, y más propio de las barriadas periféricas y suburbios marginales, donde se alcanza un alto grado de desorganización social frente al mundo de valores considerados normales. Un papel preponderante como núcleo generador de violencia lo poseen los grupos o bandas. Las bandas delincuentes son un fenómeno cultural típico de las clases bajas, las bandas constituirán para el adolescente el instrumento sustitutivo, a través del cual puede realizar lo que ha sido negado a su clase social y rechazar, al mismo tiempo, los valores de las medias a los que el delincuente responsabilizará de su marginación. Según otra teoría, las bandas delincuentes pueden derivar de los conflictos personales sufridos por el adolescente al pasar de la infancia a la edad adulta. La banda adquiere un sustitutivo papel de la familia, que ha fallado en los procesos de integración inicial, el joven puede encontrar en la banda unos intereses comunes y unas relaciones internas muy fuerte, necesarias para mantener la cohesión del grupo. Existe también otro tipo de clasificación de delincuentes juveniles, según el tipo de actividad que desarrollan. La plantaremos a continuación: • Delincuente activo: Integraría el grupo que comete actos legalmente delictivos de cierta importancia. Normalmente suelen tener entre 15 y 20 años. En general, constituyen grupos en los que hay algunos jóvenes con un alto índice de conflictos de personalidad. Sin que el inicio sea uniforme, constituyen un tipo de grupo que acabará tendiendo a la delincuencia activa como habito de conducta normalizada y propia del grupo. • Disocial paraviolento: se distingue del anterior porque este tipo de delincuentes o pre−delincuentes suelen tener un comportamiento socialmente agresivo. A pesar de que este grupo está formado generalmente por jóvenes con edades comprendidas entre los 14 − 17 años, son fácilmente recuperables una vez que se incorporan a la vida laboral. • Joven marginal: constituye un sector social muy amplio, que engloba a los dos anteriores. Suelen ser hijos de inmigrantes provinciales, chicos con fracaso escolar. Son el producto de las crisis de los barrios. El consumo de drogas tiene, entre ellos, un carácter marcadamente diferente del que tiene en el joven contracultural. Constituye una especie de toxicomania social, destinada a mejorar la visión que la cruel vida diaria proporciona. • Niños y preadolescentes disociales y marginales: el problema de este grupo radica en la edad, de 6 −9 años, su intención se basa en copiar la actuación de niños de mas edad. Poseen gran apego a la calle, mas que a la propia familia. Además, hay ciertas claves de la personalidad, que son afines en todos los casos. Estas son: • Inmadurez: es lógica por su edad, no hace eco de tener madurez para desenvolverse de forma racional en la vida. • Vacío de sí mismo: no asumen su propia historia personal. Rechazan su pasado. El presente es vivir aquí y ahora, no aprenden de sus errores. No tienen muchas expectativas. • Comportamiento contradictorio: son chicos muy metidos en su vida, y no se paran a analizarla. Tienen una sorprendente capacidad de adaptación. • Inseguridad: desconfianza con respecto a las demás personas que no encajen en su mismo tipo. Conclusión Como hemos podido ver, el problema de la violencia en general es un tema de suma actualidad. Los 8

problemas generados por los casos de violencia en el país son múltiples, y en un lugar donde no existe una buena distribución de los recursos, el tema parece agravarse cada día más; lo vemos todos los días: la sensación de inseguridad de la gente tanto en Argentina como a nivel mundial es algo corriente. Pero frente a esto, cabe plantearse ¿dónde está la raíz del problema? ¿existe una solución? Lamentablemente la respuesta parece ser no, por ahora, o al menos no de una manera eficiente; como ya quedó planteado en el desarrollo del trabajo, los factores que desencadenan los casos de violencia son muy variados y sin una actitud de compromiso con la sociedad, nunca podrá solucionarse. Es más, quizás lo más preocupante sea el aumento de casos de violencia y delincuencia en niños de 6 a 12 años, si pensamos que el día de mañana serán adultos, ¿qué es lo que les espera? Pero la mayoría de la población parece mirar para otro lado cuando se habla del tema, a mi hijo no le va a pasar es la respuesta de muchos. Es claro que es un problema de índole social en el cual la educación tiene un papel extremadamente importante, dado que constituye la base del desarrollo del individuo, y funciona como guía en el proceso de aprendizaje, no puede ser deficiente y debería figurar entre las mayores prioridades a considerar y a solucionar dentro de un país. Creemos firmemente que a la violencia debe ser tratada desde la prevención, comenzando por los hogares. Si los padres o responsables a cargo de un niño, no solo no se interesan por lo que éste recibe del medio, sino que no ejercen ningún control sobre lo que recibe durante el tiempo que permanece frente al televisor, no podemos pretender que luego el chico no sea violento o padezca algún otro trastorno de personalidad, la mayoría de las veces, la violencia tanto en niños como en adolescentes, es el resultado entre otras causas, como la falla del núcleo familiar, de la falta de preocupación de los padres que debido a las exigencias de una sociedad de consumo, cada vez encuentran menos tiempo libre en un mundo cuyas exigencias son más fuertes cada día. No se trata sólo de educar correctamente a los niños o de tratar de reformar a los jóvenes sino de tener conciencia de que es un problema que nos afecta a todos y como tal, empezar a tratarlo, comenzando en los hogares, las escuelas, los clubes, agrupaciones religiosas o de otra índole, que se hallan en contacto con la comunidad. La situación que se desea mejorar parte del hecho de que un amplio sector de la población joven − en particular los de menores recursos − se hallan altamente expuestos a la violencia. La violencia sólo genera más violencia, y una vez que el niño o el adolescente ingresa en ese circuito, lo cual es sumamente más fácil de lo que parece, luego les es muy difícil salir debido a las pocas posibilidades de insertarse en la sociedad y lograr una mejor calidad de vida fuera de ese ámbito. Esto se da mucho más en los jóvenes, quienes ante un futuro para nada prometedor, falto de proyectos y expectativas, optan por caer en un último recurso: la delincuencia. Tampoco podemos atribuirle toda la culpa a los medios de comunicación de masas, ya que nadie desde el estado garantiza la seguridad de los contenidos de un programa, a pesar de no estar en horario de protección al menor. Considerando que la salud, tanto el estado de bienestar físico, psíquico y social, es producto de la interacción (en cada momento histórico y circunstancia socio − cultural determinada) entre el individuo y su ambiente, creemos que una estrategia eficaz, de diversas problemáticas socio − culturales, consiste en generar un proceso de habilitación, capacitación e intervención de diferentes sectores de la población, que les permita incrementar y facilitar los cambios de conducta. Los cambios tecnológicos, sociales, culturales, etc. habidos en nuestra sociedad contemporánea, darán lugar a la aparición de un fenómeno desconocido antes, y que, aunque podríamos incluir como parte de un campo más vasto, como la violencia, está rodeado de ciertas especificidades. Estamos hablando de la delincuencia infanto − juvenil, que podríamos definir como una serie de procesos en los que interactuan de manera compleja, conflictiva y contradictoria, un sujeto y su contexto sociocultural. A través de ello se expresarían un conjunto de dolencias de distinta gravedad cuyas causas pueden ser 9

variables, aunque su principal síntoma sería la organización de la vida cotidiana. Bibliografía • TIECHE, Mauricio. Guía de educación Familiar. Tercera Edición. • Varios autores. La Marginalidad y los Jóvenes con Trastornos de Conducta. • Dr. ROURAT, Julián. Psicología de la Pubertad. Editorial Luis Miracles. • Jaime Funes. La nueva delincuencia infantil y juvenil. Ed Paidós Educador. • Garrido Genovés, Vicente. Pedagogia de la delincuencia juvenil Ed. Ceac. • Ortega, A. Violencia y delincuencia juvenil. Ed. Amarú. • Revista Consultorio de Salud, correspondiente al mes de Septiembre de 1999, Ed. Equipos argentinos de salud.

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