Vivir vidas santas (1 Tesalonicenses 4:1-12)

Cartas a los Tesalonicenses Capítulo 7 Vivir vidas santas (1 Tesalonicenses 4:1-12) L os primeros tres capítulos de 1 Tesalonicenses están concent

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1 Tesalonicenses Edición 2007 Dr. Thomas L. Constable
Notas sobre 1 Tesalonicenses E d i c i ó n 2 0 0 7 Dr. Thomas L. Constable Traducido en colaboración con el ministerio Ecuador Para Cristo Introdu

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Cartas a los Tesalonicenses

Capítulo 7

Vivir vidas santas (1 Tesalonicenses 4:1-12)

L

os primeros tres capítulos de 1 Tesalonicenses están concentrados, principalmente, en el pasado. Pablo escribió acerca de lo sucedido durante su primera visita y después de ella. En los capítulos 4 y 5, sin embargo, Pablo se vuelve, del pasado, al futuro. La fe de los creyentes tesalonicenses era deficiente, en cierta forma (1 Tesalonicenses 3:10), y Pablo quiere ayudarlos a remediar esas deficiencias. La carta comenzaría el proceso, pero el proyecto no sería completo hasta que Pablo viera a los tesalonicenses otra vez en persona. La oración de Pablo, en 1 Tesalonicenses 3:11 al 13, resume los tres primeros capítulos de la carta. Pero también adelanta los temas de los capítulos 4 y 5: “abundar”, “santificación”, segunda venida y amor mutuo. La oración es como un puente que lleva a los tesalonicenses, y a los lectores posteriores, a los puntos que Pablo procura presentar ahora. 1 Tesalonicenses 4:1, 2 1

Por lo tanto, finalmente, hermanos, les pedimos y los animamos en el Señor Jesús, que como lo han recibido de nosotros cuánto es necesario que ustedes caminen y agraden a Dios, © Recursos Escuela Sabática

como están caminando continuamente, que sobresalgan en esto más y más. 2 Porque ustedes saben qué clase de instrucción les dimos a ustedes por medio del Señor Jesús. Con “por lo tanto, finalmente”, Pablo avanza del aperitivo al plato principal del cristianismo práctico. En un sentido, los dos primeros versículos del capítulo 4 constituyen un resumen introductorio de todo el capítulo 4 y el 5. El punto básico, o tema, es la línea “los animamos a abundar más y más en lo que ya están haciendo”. La palabra “caminar”, en el versículo 1, traduce una palabra griega, peripatéo, que básicamente significa “andar por allí”. En castellano, tenemos la palabra “peripatético”, a partir de esta raíz. Una persona que es peripatética emplea mucho tiempo “dando vueltas”. Yo puedo ser una de esas personas: no puedo resistir estar en una oficina todo el día. Cuando tengo una cita personal con alguien, a menudo le pregunto si le gustaría caminar por el vecindario, mientras hablamos. Encuentro que nuestra mente trabaja mejor y logramos más cuando caminamos que cuando estamos sentados en una oficina. Pero, hay algo más en el uso de Pablo de ese término. En el lenguaje y la cultura hebrea antiguos, “caminar por allí” era una metáfora para la vida diaria. En el versículo 1, Pablo conecta el “caminar” con el agradar a Dios. Como afirma el título del capítulo, Pablo da muchos consejos prácticos sobre cómo deben vivir los cristianos urbanos. Ese consejo continúa siendo válido hoy. En otras palabras, este pasaje proporciona una ventana a la clase de adiestramiento práctico que Pablo brindó a quienes llegaron a ser cristianos por sus esfuerzos. Nuestro Padre celestial se agrada cuando nuestro carácter y conducta se parecen a los suyos. Cuando somos bondadosos y amables, reflejamos la bondad y la gracia del carácter de Dios. Cuando nos abstenemos de inmoralidad sexual, mostramos respeto por el valor que Dios ve en las demás personas, y él se agrada cuando elegimos valorar lo que él valora. Los tesalonicenses ya estaban agradando a Dios con su conducta y su carácter. En el versículo 1, Pablo los anima a hacer “más y más” lo que ya están haciendo. La vida cristiana ha de ser una relación siempre creciente con Dios. Esto es realista y práctico. Pablo sabe que los nuevos creyentes no pueden alcanzar las alturas de la “santificación” –una palabra que usa varias veces en el pasaje– de la noche a la mañana; es realmente “una bata© Recursos Escuela Sabática

lla y una marcha”, que dura una vida entera. Aun los creyentes más maduros se chasquean diariamente con algún aspecto de su conducta. Así que, en vez de aconsejarnos que nos centremos en un buen acto ocasional, o en uno malo, Pablo nos anima a prestar atención a la tendencia de nuestras vidas, y a hacerlo en la plena seguridad de que Dios nos ama como una madre ama a un hijo recién nacido. Los buenos padres no castigan a los niños de tres meses de edad por no saber cómo caminar. Los animan a hacer lo que puedan, y a hacerlo más y más. Con el tiempo, los niños aprenderán a gatear y luego a caminar, y más tarde a correr, ¡y grande es la alegría cuando esto sucede! “Más y más” es la palabra. El versículo 2 es más fácil de traducir que el versículo 1. Pero el versículo 2 contiene un punto de incertidumbre: la cuestión de qué quiso decir Pablo cuando escribió: “por medio del Señor Jesús”. ¿Cuál era su percepción de la conexión entre su consejo de conducta y Jesús? La versión griega de 1 Tesalonicenses revela que Pablo usaba muchas expresiones que recuerdan, al lector conocedor, los dichos de Jesús en los cuatro Evangelios. Siendo que es probable que ninguno de esos Evangelios hubiese sido escrito cuando Pablo escribió a los tesalonicenses, parece probable que él aprendió lo que Jesús enseñó de los discípulos y otros seguidores de Jesús. Él se habría valido de los líderes en Jerusalén, tales como Bernabé y Silas, como libros de referencia. Aunque Pablo pudo no haber visto a Jesús en persona durante su ministerio terrenal (1 Corintios 15:3–8), estaba muy atento a la tradición oral que otros habían recibido, y que más tarde sería registrada en los cuatro Evangelios. Así que, en los capítulos 4 y 5 de 1 Tesalonicenses, Pablo estaba ofreciendo más que su propio buen consejo. No solo estaba compartiendo su propia teología con ellos, sino también estaba trasmitiendo la tradición de las propias palabras de Jesús. Jesús mismo había pedido ciertas conductas que Pablo ahora estaba estimulando. De este modo, las enseñanzas en nuestro pasaje se dan con la más elevada autoridad posible: la autoridad de Dios hecho carne. 1 Tesalonicenses 4:3–8 3

Porque esta es la voluntad de Dios la santificación (santidad) de ustedes, mantenerse alejado de la inmoralidad sexual. 4 saber (cada uno de ustedes) © Recursos Escuela Sabática

cómo adquirir su propio vaso en santidad y honra, 5 no en pasión de lujuria como los gentiles que no conocen a Dios: 6 para que ninguno transgreda y defraude a su hermano en este asunto porque el Señor es un vengador con respecto a todas estas cosas, así como les contamos a ustedes y les advertimos con anticipación. 7 Porque Dios no nos llamó a inmundicia sino a santidad. 8 En consecuencia, quienquiera rechace (esta instrucción) no rechaza a hombre sino a Dios quien nos da su Espíritu Santo. La palabra clave, en ese pasaje (versículos 3–8), es “santidad”, o “santificación”. Esta es la voluntad de Dios para nosotros. Algo llega a ser santo cuando es dedicado, puesto aparte, consagrado a un uso especial. La forma de la palabra “santidad” que Pablo usa es la de un sustantivo de acción. Pablo enfatiza el proceso de llegar a ser santo, en vez del resultado. Lo que quiere significar con santificación, en este contexto, está explicado por la cláusula que sigue: mantenerse alejado de la inmoralidad sexual. Los que creen que Pablo está promoviendo un evangelio “libre de la ley” encontrarán, en 1 Tesalonicenses 4:3 al 8, un texto que los desafía. Pablo expone algunos requerimientos de conducta muy estrictos, para quienes están en Cristo. El versículo 4 ha sido, por mucho tiempo, un enigma para los estudiantes de la Biblia. La frase “adquiera su propio vaso” puede significar por lo menos dos cosas diferentes. De modo que profundicemos. La palabra traducida “adquirir” es un verbo que puede denotar el principio de una acción (adquirir algo que no tenías antes) o a una etapa posterior de la acción (mantener o controlar algo que ya tienes). La palabra traducida “vaso” puede significar un cuerpo o una persona, en general (ver Hechos 9:15; Romanos 9:21; 2 Timoteo 2:21), o una mujer en particular (el “vaso más frágil”, 1 Pedro 3:7). De este modo, las dos mejores traducciones son “adquirir una mujer [esposa] para ti mismo” o “controlar tu propio cuerpo/tus © Recursos Escuela Sabática

propios órganos sexuales”. ¿Es su consejo muy específico: que los hombres satisfagan sus deseos sexuales adquiriendo una esposa (ver también 1 Corintios 7:36–38)? ¿O está solamente haciendo una declaración más general de que debemos controlar nuestros apetitos sexuales? La frase puede leerse de las dos maneras y, de ambas maneras, el punto es que el cristiano no debe relacionarse con las “pasiones de concupiscencia” de la manera en que la mayoría de los gentiles lo hacía entonces. En el versículo 6, Pablo presenta una idea que es singular dentro de la Escritura. Afirma que la inmoralidad sexual “defrauda” al “hermano” de uno. Defraudar significa aprovecharse o hacer trampa a alguien; tomar algo que no es nuestro por derecho. La palabra está relacionada con la codicia, desear algo que no nos pertenece. Para Pablo, la mejor definición de “hermano” es alguien por quien Cristo murió (Romanos 14:15; 1 Corintios 8:11). “Hermano”, aquí, incluiría a cualquiera –varón o mujer– que es afectado por nuestras acciones sexuales. En este pasaje, Pablo nos está diciendo algo que la industria cinematográfica rara vez comunica. Está diciendo que la misma idea de “sexo casual” es una fantasía; el sexo promiscuo daña profundamente a ambas partes. Ahora sabemos que el tocar casualmente las partes privadas de alguien, en la niñez, puede afectar todo lo que la persona piense y haga durante toda su vida. Cuánto más, entonces, la invasión profunda de la sexualidad explícita afecta el núcleo mismo del ser de una persona. Un vínculo entre dos personas implica que nunca puede ser meramente casual. Desde ese día en adelante, los sentimientos quedan confundidos y, cuando se los suprime, como a menudo ocurre, van a ejercer un daño interno, sea que la persona lo perciba o no. Pero aún hay más. En Mateo 25:40, el “hermano” es también el “hermano” de Cristo. Así que la cuestión del sexo no es solo acerca de cómo tratamos a otros seres humanos, sino también cómo tratamos a Cristo, en la persona de ese “hermano”. El sexo, en última instancia, comprende nuestra relación con Dios. Los gentiles, que no conocen a Dios, viven vidas de lujuria apasionada (1 Tesalonicenses 4:5). La ignorancia de Dios es la que produce una conducta inmoral. Quienes ignoran las enseñanzas de la Biblia sobre este tema no solo rechazan esas enseñanzas, sino también a Dios mismo (versículo 8; ver también 1 Corintios 6:19, 20). De modo que el “sexo casual” no es una opción para los cristianos. Sin embargo, por otro lado, cuando dos personas practican el sexo de acuerdo con los designios de Dios, llega a ser una hermosa “ilustración” del amor abnegado que Dios derramó sobre nosotros, en Cristo (ver Juan 13:34, 35). Por lo tanto, la © Recursos Escuela Sabática

cuestión de cómo nos relacionamos con el sexo llega a ser una cuestión referente a lo que haremos con Cristo, en la persona del “hermano”. ¡Aunque los santos no debieran vivir sin sexo, tampoco el sexo tiene que ser sin santidad! El sexo es santo, puesto aparte para el matrimonio. El mayor gozo conocido para el ser humano se encuentra en la íntima libertad de la sexualidad, gozada de acuerdo con los designios de Dios.

La tentación de la atracción ¿Por qué un creyente defraudaría a otro? ¿Por qué algún cónyuge comprometido se apartaría del objeto de su afecto, para buscar afecto en otra parte? (Los lectores que deseen evitar la franca descripción de la tentación sexual que sigue pueden pasar directamente a la página 81 y comenzar a leer otra vez mi traducción de la siguiente sección de la carta de Pablo, 1 Tesalonicenses 4:9–12.) Yo pienso que la seriedad de lo que Pablo escribió en los versículos 3 al 8 nos invita a examinar con cuidado, lo que sucede cuando los cristianos se comportan en forma promiscua. La sexualidad humana forma parte del diseño de Dios. De acuerdo con el Génesis, Dios creó al hombre y a la mujer para ser atraídos mutuamente. Sentir una atracción por un miembro del sexo opuesto no es un pecado: es un don de Dios. La mayoría de la gente, si no toda, nace con la capacidad de cierto grado de atracción hacia los miembros del sexo opuesto. Las experiencias de la vida pueden fortalecer o disminuir este sentido de atracción, pero, hasta cierto punto, es natural e innato. Dios diseñó la sexualidad para nuestro beneficio. Pero, el enemigo procura destruir ese designio, y el arma que usa se llama tentación. Cada tanto, cuando te encuentras con otra persona, sientes un sentido de atracción intensificado. No importa si eres casado ante Dios, las sustancias químicas hacen su trabajo, y tú sientes lo que la gente llama “amor a primera vista”. Estar cerca de esta persona, de quien estás fuertemente atraído, no es lo que la Biblia llama pecado; pero cómo manejas la situación es lo crítico. Definitivamente, has llegado a una encrucijada. La sabiduría del mundo dice: “Acéptalo”; la Palabra de Dios aconseja otra cosa. ¿Qué te recomendaría Pablo que hicieras, en esa situación? Yo no creo que él quisiera que negaras la atracción y actuaras como si no estuviera allí. Es más seguro reconocer lo que sucede y confrontarlo, trayéndolo a la conciencia. Pregúntate por qué eres tan atraído por esta persona. ¿Tienes necesidades no satisfechas? ¿Existen problemas que necesitas conversar con tu cónyuge? El haber cedido a la tentación sexual previamente aumenta el deseo sexual de la persona. ¿Es este un factor que está presente? Lo mejor © Recursos Escuela Sabática

que puedas, usa la razón para controlar tus sentimientos. Encuentra a alguien –otro creyente, en quien confías– que se asocie contigo y que te controle; eso puede fortalecer el poder de la razón. Relatar a esa persona lo que estás sintiendo, a menudo, quita mucho de la “aventura” a la situación; el saber que un amigo te está observando puede hacerte sentir necio en todo el asunto, lo que es, tal vez, más próximo a la realidad que la tentación misma. La acción más útil que puedes hacer es ponderar el costo cuidadosamente, antes de ceder a tal tentación. Reconoce que cometer un pecado sexual desagrada a Dios (1 Tesalonicenses 4:1). También, traiciona a quienes amas (Génesis 39:8, 9; 1 Tesalonicenses 4:5) y defrauda a la persona hacia quien fuiste atraído (1 Tesalonicenses 4:6). Además, más adelante en el camino, habrá mayores consecuencias para ti también (4:6). Un sabio pastor escribió la siguiente “nota para sí mismo”: “Si sigo por este camino [de la tentación sexual], probablemente causaré dolor a quien me redimió. Probablemente arrastraré su nombre sagrado por el barro [...]. Un día tendré que mirar en el rostro a Jesús, el justo Salvador, y dar cuenta de mis acciones. Si voy más allá, probablemente produciré un dolor enorme a mi esposa, que es mi mejor amiga y quien me ha sido fiel. Perderé el respeto y la confianza de mi esposa; heriré a mis amadas hijas. Destruiré mi ejemplo y credibilidad ante mis hijos. Podría perder a mi esposa y a mis hijos para siempre. Podría causar vergüenza a mi familia. Podría perder mi respeto propio. Podría llegar a tener una forma de culpabilidad terriblemente difícil de eliminar. Aun cuando Dios me perdonara, ¿podría alguna vez perdonarme a mí mismo? Podría dejar recuerdos y escenas retrospectivas mentales que podrían dañar la intimidad futura con mi esposa. Podría amontonar juicios y un sin fin de dificultades a la persona con quien cometa adulterio. Posiblemente, podría cosechar las consecuencias de enfermedades como la gonorrea, la sífilis, el herpes o el sida. Tal vez, pueda causar un embarazo, y eso sería un recuerdo de mi pecado para toda la vida. Tal vez, invoque vergüenza y turbación sobre mí mismo. 1 Las dos opciones parecen un poco diferentes desde esa perspectiva, ¿verdad? Pero, algunos cristianos están listos para asumir riesgos, por un poco de “diversión” o de “aventura”. ¿Qué sucede si no te alejas de la atracción sexual? Comienzas a fantasear acerca de esa persona, imaginar cómo sería la vida con ella. Te preguntas si ella se siente tan atraída a ti como tú hacia ella. Deliberadamente, alteras tu ruta para ir hasta la oficina, para pasar frente a su puerta de modo que puedas verla, ver cómo se ve hoy. Aprendes su horario, y “casualmente” estás por allí cuando esa persona aparece. © Recursos Escuela Sabática

Puedes pensar que el mundo de la fantasía es seguro, porque nadie sabe que lo estás viviendo (aunque, por supuesto, Dios sí lo sabe). Pero, aun en esa etapa de la fantasía, te estás haciendo daño. Tú estás perdiendo tiempo, que sería mejor usarlo con tu cónyuge o en tu relación con Dios. Además, cuanto más tiempo pases en el país de la fantasía, más difícil será entrar en relaciones legítimas. Y, siendo que la realidad nunca puede ser como la fantasía, te estás adiestrando para fracasar en las relaciones que consideras las más importantes. En este punto, todavía puedes dar la vuelta; pero muchas personas siguen al paso siguiente. El siguiente paso es el flirteo. Tú le dices algo a esa persona que tiene doble sentido, solo para ver cómo reaccionará. Compartes confidencias con ella, que no tienes por qué compartir con otra persona que con tu esposa. Permites que tus dedos acaricien sus cabellos mientras intercambian un objeto o un sobre, esperando una reacción que indique si ella está interesada en ti como tú en ella. Sentir la atracción de otra persona en ti produce una emoción que te llama a profundizar la relación. A menos que los sucesos se detengan en este punto, las cosas solo pueden ir en bajada desde aquí. Si eres cristiano, probablemente tienes dificultad en creer que podrías cruzar la línea con alguien que no es tu cónyuge, de modo que, al principio, buscas excusas para estar juntos, tales como trabajar juntos en un proyecto o estudiar juntos la Biblia. Pero, en el fondo, el verdadero motivo para desarrollar la relación es la atracción. Entonces, la fantasía comienza a ser realidad, y tomas una decisión consciente de pasar tiempo con esta persona, fuera de los límites del plan de Dios. El pecado sexual no comienza con la fornicación o el adulterio; termina en eso, en última instancia. Y, cuando la fantasía llega a ser realidad, siempre deja un sabor amargo. Las películas y la televisión rara vez muestran esto. La gente que comete pecados sexuales está profundamente herida por esa experiencia, aun cuándo lo nieguen a otros, o a sí mismos. Acepta un consejo de Pablo: si estás jugando con la tentación sexual ahora mismo detente, toma una ducha fría, memoriza 1 Tesalonicenses 4:1 al 8, busca a un amigo de confianza, piensa en las consecuencias y haz lo que sea necesario para salir de esa situación. Si tu fantasía ya ha llegado a ser realidad, tienes un camino largo y duro delante de ti, pero puedes romper esa relación; realizar todo lo que puedas con la intención de hacer restitución a todas las personas involucradas (incluyendo hacer lo mejor que puedas con el bebé, si has ido tan lejos). Pide perdón a todos los que hayas herido con tus acciones, y arrójate a la abundante misericordia de Dios. Tu vida nunca será la misma, pero puedes hacer mucho para limitar el daño. © Recursos Escuela Sabática

1 Tesalonicenses 4:9–12 9

Ahora con respecto al amor fraternal no tienen necesidad de que les escriba, porque ustedes mismos fueron enseñados por Dios a amarse unos a otros, 10 porque eso es en realidad cómo se conducen hacia todos los hermanos por toda Macedonia. Pero les exhortamos, hermanos, a hacer esto más y más, y 11 aspirar a vivir tranquilamente, y ocuparse de sus propios asuntos, y trabajar con sus propias manos, así como les enseñamos, 12 para que puedan andar adecuadamente en relación con los que son de afuera, y que ninguno tenga necesidad. Los griegos tenían varias palabras para amor, tres de las cuales aparecen en el Nuevo Testamento. Éros es la palabra griega de la que se deriva la palabra erótico. Éros se refiere al lado sexual del amor. Agápe es la palabra griega para amor que más se emplea en el Nuevo Testamento. Se refiere al amor abnegado, y es la palabra que se utiliza para el amor de Cristo hacia nosotros, manifestado en la cruz. La tercera palabra griega para amor que se usa en el Nuevo Testamento esfiléo. Es la palabra traducida como “amor fraternal”, en el pasaje anterior. En el mundo gentil, esta palabra se refería al amor de las personas por sus parientes de sangre, pero la iglesia extendió su significado para denotar el amor hacia los compañeros creyentes, la familia cristiana por elección. Dios llama a tener esta clase de amor familiar y, siempre que ocurre, es un milagro de su gracia. La frase inicial del versículo, “ahora con respecto”, sugiere que Pablo escribió los versículos 9 al 12 en respuesta a preguntas que la iglesia planteó a Timoteo. Ellos comprendieron el principio del amor fraternal, pero no sabían cómo usarlo en la vida real. Pablo se vuelve específico en los versículos 10 al 12, señalando a los tesalonicenses que debían expresar el amor fraternal de tres maneras: debían aspirar a vivir vidas tranquilas, debían ocuparse de sus propios asuntos y debían trabajar con sus manos. Es© Recursos Escuela Sabática

tas tres formas están todas relacionadas. En el mundo antiguo, la labor manual era el principal medio de sostén propio. La raíz para el amor a nuestros “hermanos” es ocuparnos de nosotros mismos primero, llevar nuestro propio peso, asegurándonos de que no dependemos de otros. El entusiasmo por la segunda venida de Jesús pudo haber llevado a algunos creyentes tesalonicenses a abandonar sus trabajos y llegar a depender de sus vecinos gentiles. Esto haría que sus vecinos los consideraran perezosos y perturbadores, al esperar que otros se hicieran cargo de ellos; y esta percepción habría dado una mala reputación a la iglesia naciente. En el mundo actual, Pablo podría aconsejar: “Sosténganse con su familia y guarden un poco extra para ayudar a los que tienen una necesidad legítima”. También, probablemente, diría que estar listos para testificar en todo tiempo significaba no ser perturbadores, metidos en asuntos ajenos o perezosos en el trabajo. Para algunos de afuera, la conducta en las vidas diarias de los cristianos que conocen puede constituir la única vez que vean a la iglesia. ¿Cómo puedes vivir una “vida tranquila” en medio de una ciudad, hoy? En 2006, volví a la ciudad de Nueva York para asistir a un curso. Habiendo crecido allí, esperaba con ansias las tres semanas de clases intensivas, que se darían en una sala a una cuadra o dos de Times Square, en el corazón mismo de Manhattan. Estimaba que unas veinte mil personas por hora caminaban por la acera frente al aula. Lo que me llamó la atención, acerca de la gente que se apresuraba a ir a alguna parte, era la mirada de dolor y de estrés en casi cada rostro. La agitada gran ciudad daba a la gente su propio molde. Yo creo que si Pablo estuviera hablándonos hoy nos animaría a poner la vida en la ciudad en verdadera perspectiva. La gente corre a fin de cumplir sus objetivos, de un valor solo temporario, en el mejor de los casos. La búsqueda de dinero, de cosas, de relaciones terrenales: todas esas pueden ser de la máxima importancia en algún momento dado; no obstante, a largo plazo, no satisfacen. Solo los valores eternos pueden proveer la paz, en medio del trajín de la vida de la ciudad. Solo una vida que está cimentada hora tras hora y día tras día en la perspectiva divina de las cosas puede ser realmente una “vida tranquila”. La ciudad nos llama a ocuparnos de nuestros caminos y preocupaciones; pero nuestros caminos no son los caminos de Dios (Isaías 55:8, 9). Referencias 1

Citado por Bill Hybels, Christians in a Sex–Crazed Culture: A Frank Look at God’s Good Gift (Colorado Springs, Col.: Chariot Victor Publishing, 1989), pp. 17, 18.

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