Volumen LXXI Nº 252 CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Volumen LXXI Nº 252 mayo-agosto 2011 Madrid (España) ISSN: 0034-8341 Instituto de Historia CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS rev

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Grasasyaceites Grasasyaceites International Journal of Fats and Oils International Journal of Fats and Oils Volumen 62 abril-junio 2011 N.º 2 11

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29 CIUDAD R E A L INSTITUTO DE ESTUDIOS MANCHEGOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENT[ FICAS Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Cuade

ANEXO I CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
ANEXO I CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Expte. CENTRO APELL-1 06/0072/03 Instituto de Historia (IH) TARRAGA TITULO APELL-2 NOMBR

Víctor Peralta Ruiz Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
Vol. 4, No. 3, Spring 2007, 166-170 www.ncsu.edu/project/acontracorriente Review/Reseña John Lynch, Simón Bolívar. A Life. New Haven and London: Yale

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Volumen LXXI

Nº 252

mayo-agosto 2011

Madrid (España)

ISSN: 0034-8341

Instituto de Historia

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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INDIAS Volumen LXXI

N.o 252

mayo-agosto 2011

GOBIERNO DE ESPAÑA

Madrid (España)

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MINISTERIO DE CIENCIA E INNOVACIÓN

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Volumen LXXI

N.o 252

mayo-agosto 2011

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REVISTA DE INDIAS Revista publicada por el Instituto de Historia, CCHS, CSIC Con una larga y consolidada tradición Revista de Indias (1940-) fue y continúa siendo un foro de debate de la historia de América. Con una periodicidad cuatrimestral, está destinada a un público especializado en Historia de América, por lo que su objetivo es la publicación de artículos originales que, además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el debate entre los investigadores, y recojan las corrientes historiográficas del momento. Las temáticas están abiertas a distintos aspectos como son los sociales, culturales, políticos y económicos, abarcando desde el mundo prehispánico a la actualidad de Iberoamérica. Los idiomas de publicación son el español, inglés y portugués. Junto a los números misceláneos, se publica un monográfico al año. Edición electrónica: http://revistadeindias.revistas.csis.es

With a long and consolidated tradition, Revista de Indias (1940-) has been and still is a a wellknown forum for debates in the History of America. It is published every four months and targeted to readers specialized in History of America. It publishes original articles aimed at improving knowledge, encouraging scientifical debates among researchers, and promoting the development and diffusion of state-of-the-art investigation in the field of the History of America. The contents are open to different topics and study areas such as social, cultural, political and economical, encompassing from the Prehispanic world to the present Ibero-American issues. The review harbors articles in Spanish, English and Portuguese. Besides the miscellany volumes, one monographical number is published every year. Electronic edition: http://revistadeindias.revistas.csic.es

Director: Alfredo Moreno Cebrián (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Secretaria: Consuelo Naranjo Orovio (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Consejo de Bernabéu Albert, Salvador (Escuela de Estudios Hispanoamericanos, CSIC) Bustamante García, Jesús (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) González Leandri, Ricardo (Instituto de HistoriaCCHS, CSIC) González Martínez, Elda Evangelina (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) González-Ripoll Navarro, M.ª Dolores (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Hilton, Sylvia L. (Universidad Complutense de Madrid) Irurozqui Victoriano, Marta (Instituto de HistoriaCCHS, CSIC)

Redacción: Martínez Riaza, Ascensión (Universidad Complutense de Madrid) Mena García, Carmen (Universidad de Sevilla) Moreno Cebrián, Alfredo (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Naranjo Orovio, Consuelo (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Paz Sánchez, Manuel de (Universidad de La Laguna) Piqueras Arenas, José Antonio (Universitat Jaume I) Quijada Mauriño, Mónica (Instituto de Historia-CCHS, CSIC)

Consejo Asesor: Acosta, Antonio (Universidad de Sevilla) Menegus, Margarita (Universidad Nacional Autónoma de México) Bravo Guerreira, Concepción (Universidad Complutense de Madrid) Millar, René (Universidad Católica de Chile) Cañedo-Argüelles, Teresa (Universidad de Alcalá) Opatrný, Josef (Universidad Carolina de Praga) Casáus Arzú, Marta (Universidad Autónoma de Madrid) Peralta, Víctor (Instituto de Historia-CCHS, CSIC) Castillero, Alfredo (Universidad de Panamá) Pietschmann, Horst (Universität Hamburg) Elliott, Sir John (University of Oxford) Puente, José de la (Instituto Riva-Agüero, Lima) Fisher, John (The University of Liverpool) Puig-Samper Mulero, Miguel Angel (Instituto de HisGarcía Añoveros, Jesús M.ª (Instituto de Histotoria-CCHS, CSIC) ria-CCHS, CSIC) Radding, Cynthia (The University of North Carolina) García Jordán, Pilar (Universitat de Barcelona) Sábato, Hilda (Universidad de Buenos Aires) Gutiérrez Estévez, Manuel (Universidad Complutense Sagredo, Rafael (Universidad Católica de Chile) de Madrid) Schwartz, Stuart (Yale University) Harwich, Nikita (Université de Paris X) Taylor, William (University of California, Berkeley) Lavallé, Bernard (Université Paris III) Lida, Clara E. (Colegio de México, México, D.F.) Varela, Consuelo (Escuela de Estudios Hispanoamericanos, CSIC) Marichal, Carlos (Colegio de México) Coordinación y gestión editorial: Unidad de Apoyo a la Edición de Revistas (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC)

REDACCIÓN E INTERCAMBIO Revista de Indias Unidad de Apoyo a la Edición de Revistas Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC Albasanz, 26-28 28037 Madrid. España Tfno.: +34 916 022 602 Fax: +34 916 022 971 E-mail: [email protected] www.cchs.csic.es DISTRIBUCIÓN, SUSCRIPCIÓN Y VENTA Departamento de Publicaciones Vitruvio, 8 28006 Madrid Tfnos.: +34 915 612 833 +34 915 681 619/620/640 Fax: +34 915 629 634 E-mail: [email protected]

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SERVICIOS DE INFORMACIÓN Revista de Indias es recogida sistemáticamente por distintas Bases de Datos, entre otras: Arts & Humanities Citation Index, A&HCI (ISI, USA); Social Sciences Citation Index, SSCI (ISI, USA); Current Contents, CC (ISI, USA); Hispanic American Periodical Index, HAPI (UCLA, USA); Handbook of Latin America Studies, HLAS (Library of Congress, USA); Francis (CNRS-INIST, FRA); Ulrich’s Periodicals Directory (ProQuest, UK); International Bibliography of the Social Sciences, IBSS (BIDS-JISC, UK); SCOPUS (Elsevier B.V., NL); Historical Abstracts, HA (ABC CLIO, USA); Periodical Index Online, PIO (Chadwick-Healey, ProQuest, UK) e ISOC (CSIC, SPA). Presente en Latindex (en Catálogo) y European Reference Index for the Humanities, ERIH (ESF). Más información en http://revistadeindias.revistas.csic.es © CSIC, 2011 Cubierta: Adaptación a partir de la obra de Augustus Earle, Punishing negroes at Calabouço (c.1822), acuarela, National Library of Australia. Imagen publicada en el libro de Pedro da Cunha e Menezes (ed.), O Rio de Janeiro na Rota dos Mares do Sul. São Paulo, Andréa Jakobsson Estúdio, 2006, p. 83. Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas no se hace responsable, en ningún caso, de la credibilidad y autenticidad de los trabajos. Los originales de la Revista de Indias, publicados en papel y en versión electrónica son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total.

The opinions and facts stated in each article are the exclusive responsibility of the authors. The Consejo Superior de Investigaciones Científicas is not responsible in any case for the credibility and authenticity of the studies. Original texts published in both the printed and online versions of the journal Revista de Indias are the property of the Consejo Superior de Investigaciones Científicas, and this source must be cited for any partial or full reproduction.

ISSN: 0034-8341 eISSN: 1988-3188 NIPO (en papel): 472-11-064-9 NIPO (en línea): 472-11-063-3 Depósito legal: M-540-1958 Impreso en España - Printed in Spain Composición e impresión: Sociedad Anónima de Fotocomposición Talisio, 9 28027 Madrid

Volumen LXXI

N.o 252

mayo-agosto 2011

Madrid (España)

ISSN: 0034-8341

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INDIAS SUMARIO Páginas

ARTÍCULOS GUILLERMO SERÉS: Ariosto, los Reyes Católicos y la Monarchia Christianorum carolina / Ariosto, the Catholic Monarchs and the Caroline Monarchia Christianorum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

331-364

MIGUEL MOLINA MARTÍNEZ: Eficacia política, ética y corrupción en el gobierno de Guayaquil (1779-1790) / Political efficiency, ethics and corruption in the Guayaquil government (1779-1790) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

365-390

BERNARD LAVALLÉ: Hacia un nuevo clero en los Andes a finales del siglo XVIII: La ordenación a título de lengua en el arzobispado de Lima / Towards a new clergy in the Andes at the end of the 18th century: Ordination by way of language in the archbishopric of Lima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

391-414

MARTA M.ª MANCHADO LÓPEZ: «Desamparo en que con la vida, se pierde el alma». Las controversias en torno a la obra Pía del Abad Sidoti para la recogida de niños chinos abandonados (Filipinas, 1705-1740) /Abandonment in which with life, the soul is lost. The controversies surrounding the pious works of Abbot Sidoti in the rescue of abandoned Chinese children (The Philippines, 1705-1740). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

415-448

JOSÉ ALFREDO URIBE SALAS y RUBÉN DARÍO NÚÑEZ ALTAMIRANO: Depreciación de la plata, políticas públicas y desarrollo empresarial. Las pequeñas y medianas empresas mineras mexicanas de Pachuca y Real del Monte / Silver depreciation, public policies and business development. Small and medium-sized Mexican mining enterprises of Pachuca and Real del Monte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

449-480

C. RENÉ DE LEÓN MEZA: Los reales de minas de la caja de Guadalajara durante el siglo XVIII: circuitos comerciales y producción de plata / Reales de minas (groups of mines) of the «Caja de Guadalajara» during the 18th century: trade routes and silver production . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

481-508

Páginas

GUSTAVO VALLEJO: Biotecnología en las pampas: ciencia y política en la Argentina de la última reinstauración democrática / Biotechnology in the pampas: science and politics in the Argentina of the last democratic restoration

509-544

CLAUDIA SALOMÓN TARQUINI: Procesos de subalternización de la población indígena en Argentina: los ranqueles en La Pampa, 1870-1970 / Subalternation processes of the indigenous population in Argentina: ranqueles in the Pampa, 1870-1970 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

545-570

VIVIAN GAVILÁN, PATRICIA VIGUERAS, MICHEL PARRA, CARLOS MADARIAGA, NICOLÁS MORALES, ALEJANDRA ARRATIA y ROSA ANDRADE: La sociedad y la cultura andina contemporánea: estudio de los saberes para la salud y la enfermedad en los pueblos originarios del norte de Chile / Contemporary Andean society and culture: a study of the knowledge of health and disease in the indigenous villages of northern Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

571-600

SERGIO PAOLO SOLANO D. y ROICER FLÓREZ BOLÍVAR: Historia social y literatura en Colombia a comienzos del siglo XX. Los sectores sociales medios en la novela Cosme de José Félix Fuenmayor / Social history and literature in early-20th century Colombia. The middle class in José Félix Fuenmayor’s novel Cosme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

601-622

PUBLICACIONES RECIBIDAS

ARTÍCULOS

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

Ariosto, los Reyes Católicos y la Monarchia Christianorum carolina* por

Guillermo Serés Universidad Autónoma de Barcelona

En la tercera redacción del Orlando furioso, Ariosto añade unos versos para dejar constancia de las buenas relaciones hispano-italianas. Es un texto de tipo providencialista en que se ensalza a Carlos V como sucesor de Augusto y autor de una especie de «pax Hispana», que vincula el viejo con el nuevo mundo. Lo interpreto a la luz de una exposición de Luis Vives sobre la Edad de Oro, a partir, a su vez, de un texto de Virgilio, y lo comparo con algunos historiadores del humanismo italiano, que no comparten aquel uniformismo que preside la mayor parte de crónicas españolas. PALABRAS CLAVE: Imperium; providencialismo; uniformismo; Edad de Oro; Nuevo Mundo.

LA PROFECÍA DE ARIOSTO Y LA INTERPRETACIÓN DE VIVES Las octavas 18-36 del canto XV de la tercera redacción (C, 1532) del Orlando furioso ilustran el favorable momento de las relaciones entre Ferrara y Carlos V, que fue coronado poco antes, en 1529, emperador en Bolonia, como evoca especialmente en las octavas 32-33. Un poco antes, en los versos de las octavas 21-27 (véanse unas y otras más abajo), nos describe Ariosto las profecías de Astolfo, impregnadas de un providencialismo protagonizado por Carlos V, cuyo dominium mundi se caracterizará por la pax y la iustitia. Lo recuerda la mítica Astrea (XV, 25, 5), o sea, la Justicia (hija de Astreo y Temis, la Ley), que fue la última en abandonar la tierra1, y que cuando llegó al cielo, * Este estudio se inscribe en el marco del proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia e Investigación «La justicia en la América colonial: textos e historia» (FFI200806200/FILO). 1 Lo traen, entre muchos otros, Ovidio: «victa iacet pietas, et virgo caede madentis / ulti-

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GUILLERMO SERÉS

se convirtió en la constelación de Virgo; simbolizaba la desaparición de la Edad de Oro y, por ende, la irrupción de la injusticia. El descubrimiento de América, así, el Astolfo del Orlando lo contempla como una vindicación de Astrea, que volverá de su exilio (XV, 25, 8) para sentar allí sus reales, pues el camino a aquel continente, escondido por Dios durante siglos (XV, 24, 1-2), ha sido providencialmente descubierto en tiempos de los Reyes Católicos (XV, 21, 3-4) y será totalmente conquistado y evangelizado en los de su nieto el Emperador, «sangue d’Austria e d’Aragon» (XV, 25, 1). De este modo, el destino de Carlos V está indefectiblemente marcado como portador de la paz y la justicia a Ultramar, digno sucesor de Augusto (XV, 24, 8; 26, 4) y el único capaz de gobernar armoniosamente los dos Mundos, como recuerda con Juan, 10, 16: «e vuol che sotto a questo imperatore / solo un ovile sia, solo un pastore» (XV, 26, 7-8)2. Ariosto hace hincapié en que este Nuevo Mundo, desconocido por los romanos, porque está más allá de las columnas de Hércules, forma parte de un plan divino y ha sido providencialmente descubierto en tiempos del que deberá ser Dominus mundi en un sentido nuevo: devolver la justicia y la paz, o sea, ejercer las virtudes imperiales que en otro tiempo ostentó el citado Augusto (véase abajo). Esta consideración «figural» [y evangélica] del Emperador la van a llevar todos los miembros de la casa de Austria, también dignos sucesores de Eneas, como más abajo señalo3. Transcribo el texto italiano y, después ma caelestrum terras Astrea reliquit» (Metamorfosis, I, 149-150), Juvenal (Sátiras, VI, 19-20) o Arato (Phaenomena, 102-136). En el Orlando mismo (III, 51, 5-8) también aparece la relación con Alfonso de Aragón, a cuyas órdenes militó Hércules de Este, señor de Ariosto: «Alfonso è quel che col saper accopia / sì la bontà, ch’al secolo futuro / la gente crederá che sia dal cielo / tornata Astrea dove può il caldo e il gielo». En XV, 23, 6, vuelve a citar los futuros reinos súbditos del de Aragón. En general, De Armas, 1986: 24-25. 2 Esta evocación bíblica, «et fiet unum ovile et unus pastor» (Juan, 10, 16), adquirirá un carácter formular y reaparecerá en muchísimas obras épicas: «que debajo de ti cien mil rebaños / tendrán solo un pastor, solo un cayado» (Luis Zapata, Carlo famoso, VIII, 44, 3-4); «tiempo vendrá en que el mundo dé aposento / a un pastor solo y a una monarquía» (Juan Rufo, La Austriada, XXIV, 95-96); especialmente, el célebre soneto que Hernando de Acuña dedicará al Emperador tras la batalla de Mühlberg (1547), aunque otros atribuyen a Juan Latino, a Felipe II tras la de Lepanto (1571): «Ya se acerca, Señor, o es ya llegada / la edad gloriosa en que promete el Cielo / una grey y un pastor solo en el suelo, / por suerte a vuestros tiempos reservada./ Ya tan alto principio en tal jornada / os muestra el fin de vuestro santo celo,/ y anuncia al mundo para más consuelo / un monarca, un imperio y una espada. / Ya el orbe de la tierra siente en parte / y espera en todo vuestra monarquía, / conquistada por vos en justa guerra: / que a quien ha dado Cristo su estandarte, / dará el segundo más dichosos día / en que vencido el mar, venza la tierra». Sea quien sea el autor, recuerda a la profecía ariostesca. Cf. Chevalier, 1966: 164-169. Maurer, 1993. 3 Para el mesianismo del Emperador y de los Austrias en general, véanse los trabajos de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

ARIOSTO, LOS REYES CATÓLICOS Y LA MONARCHIA CHRISTIANORUM CAROLINA

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de cada octava ariostesca, incluyo el texto de la versión española de Jerónimo de Urrea (1549), reeditada muchísimas veces entre 1549 y 15834, lo que le dio una inmensa popularidad: XV, 21 Ma volgendosi gli anni, io veggio uscire da l’estreme contrade di ponente nuovi argonauti e nuovi Tifi: e aprire la strada ignota enfin al dì presente: altri volteggiar l’Africa, e seguire tanto la costa de la negra gente, che passino quel segno onde ritorno fa il Sole a noi, lasciando il Capricorno; Mas, los años rodando, veo salirse de las extremas partes del Poniente nuevos pilotos; veo también abrirse camino ignoto hasta el día presente; otros rodear a África y seguirse tanto la costa de la negra gente, que pasen del señal que el sol, rodando, viene al Capricornio atrás dejando.

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Los «nuovi argonauti» («nuevos pilotos») son un claro eco de los virgilianos «Alter erit tum Thiphys, et altera quae vehat Argo / delectos heroas...» de las Bucólicas, IV, 34-35, de Virgilio5, porque el primer piloto de la nave Argo, Tifis (cuyo viaje mítico llegó a las Cólquides), simboliza a los grandes navegantes que descubrieron América o que circunnavegaron África. Antes de seguir adelante con las demás octavas de Ariosto, quiero traer el comentario Luis Vives a este pasaje de Virgilio en su Bucolicarum Virgilii exParker, que se extiende muy especialmente en la doble consideración de rex y sacerdos. Del sueño cristiano de la unidad del mundo se ocupa Prosperi, 1992: 284-285. En realidad, la idea de este mesianismo arranca de su consjero Gattinara, que, en 1527 le llega a pedir a Erasmo que prepare una edición de la Monarchia, de Dante, como un servicio a la causa imperial; cf. Yates, 1975: 26. Headley, 1980; 1992; 1998. 4 Se reeditó unas dieciocho, al decir de Chevalier, 1966: 74-75. También tradujeron a Ariosto Hernando Alcocer (1550) y Diego Vázquez de Contreras (1585). 5 Muy cercano al de Ariosto son también los célebres versos de Séneca: «Venient annis saecula seris, / quibus Oceanus uincula rerum / laxet, et ingens pateat tellus, / Typhysque nouos detegat orbes, / nec sit terris ultima Thule» (Séneca, Medea, versos 375-379). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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positio potissimum allegorica, donde interpreta el texto dividido en las cuatro edades del hombre (a partir del v. 37, la edad adulta)6, en lo que a veces se ha considerado un vaticinio de la vuelta a la Edad de Oro con Carlos V, cuyo título de emperador presta la oportunidad de reivindicar el título de dominus mundi. Más amplia que la referencia de Ariosto y más alejada de la interpretación virgiliana, la exposición alegórica de Luis Vives de un pasaje un poco más amplio de las Bucólicas (égloga IV, 31-63)7 es la de quien ve crecer y desarrollarse el reino de Dios, la Iglesia, en el mundo, en un momento de expansión8, merced al recién descubierto continente americano: Quedarán, con todo, unos pocos vestigios de antiguo fraude9, que llevarán a tantear con las naves a Tetis, a ceñir las ciudades con muros y a hender surcos en la tierra. Habrá entonces otro Tifis y otra Argo, que conducirá héroes escogidos; habrá también otras guerras10 y otra vez será enviado a Troya un gran Aquiles. Después, cuando la edad ya te haya hecho hombre maduro11, 6

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Véase, simplemente, Burrow 1986:s.v. «Pauca tamen suberunt priscae vestigia fraudis, / quae temptare Thetin ratibus, quae cingere muris / oppida, quae iubeant telluri infindere sulcos./ Alter erit tum Tiphys, et altera quae vehat Argo / delectos heroas; erunt etiam altera bella (35) / atque iterum ad Troiam magnus mittetur Achilles. / Hinc, ubi iam firmata virum te fecerit aetas, / cedet et ipse mari vector nec nautica pinus. /.../ “Talia saecla” suis dixerunt “currite” fusis /concordes stabili fatorum numine Parcae. / Adgredere o magnos —aderit iam tempus— honores, /cara deum suboles, magnum Iovis incrementum!/ Aspice convexo nutantem pondere mundum, (50) / terrasque tractusque maris caelumque profundum; / aspice, venturo laetantur ut omnia saeclo./ O mihi tum longae maneat pars ultima vitae,/ spiritus et quantum sat erit tua dicere facta:/ non me carminibus vincat nec Thracius Orpheus, (55)/ nec Linus, huic mater quamvis atque huic pater adsit,/ Orphei Calliopea, Lino formosus Apollo!/ Pan etiam, Arcadia mecum si iudice certet,/ Pan etiam Arcadia dicat se iudice victum./ Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem; (60) / matri longa decem tulerunt fastidia menses. / Incipe, parve puer, qui non risere parenti,/ nec deus hunc mensa dea nec dignata cubili est». 8 Para la interpretación alegórica de Vives a la obra virgiliana, Rodríguez Peregrina, 1991. Mañas, 1993. López de Ayala-Genovés, 1996. 9 La interpretación de Vives de este verso 31 reza: «No podrá el cristianismo penetrar en las almas de los hombres sin que permanezcan todavía muchas huellas de antiguos errores: la desconfianza, la avaricia, las enemistades, la guerra, la crueldad, la ambición y la arrogancia. De ahí nacerá el deseo de navegar, de intercambiar mercancías para obtener ganancias; de ahí las murallas para las ciudades, a causa de las luchas internas y la desconfianza; de ahí el cultivo interesado de los campos. Porque todo esto por sí mismo no es malo, sino que lo malo es nuestro afecto a estas cosas». Sigo la traducción de J. Esteve Forriel que cito en la bibliografía. 10 Vives sobre el v. 35: «Volverán los inconvenientes antiguos de las navegaciones y de las guerras, de donde tantos males se siguen al género humano». 11 Vives sobre el v. 37: «La Sibila afirma esto de la felicidad del cielo o de los cristianos 7

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ARIOSTO, LOS REYES CATÓLICOS Y LA MONARCHIA CHRISTIANORUM CAROLINA

se retirará el navegante del mar y la nave de pino. ............ «Hilad siglos tales, corriendo»12, dijeron a sus husos las Parcas, acordes con la estable voluntad de los hados13. ¡Oh, emprende la carrera de grandes honores14 (llegarán a su tiempo), linaje caro a los dioses, renuevo grande de Júpiter!15 Contempla, conmoviéndose, el mundo con su peso curvado16: las tierras y la amplitud del mar y del cielo profundo; contempla cómo todos se alegran ante el siglo que llega17. ¡Oh, résteme entonces a mí parte final de vida tan larga18

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perfectos, cuyas almas gozan de increíble tranquilidad y viven una época de oro. No se emplearán entonces los bienes de la naturaleza para abandonarse a las pasiones, sino para las necesidades imprescindibles, como Pablo, que fabricaba tiendas de campaña [Hechos de los Apóstoles, 18, 3], y los Padres, que en Egipto trabajaban la tierra. Tampoco estarán preocupados por estas cosas de poco precio, sino que “su actividad en la vida discurrirá como en el cielo” [San Pablo, Filipenses 3, 20], satisfechos con usar bienes cualesquiera, tal como se ofrecen al alcance y fáciles de adquirir. Con ello sucederá que habrá abundancia de todas las cosas, puesto que cada uno las tomará para sus usos y no las pondrá al servicio de malas pasiones». Las referencias de la Biblia entre paréntesis cuadrados son del traductor J. Esteve Forriel. 12 Vives sobre el v. 46: «O bien han dicho esto los hados, siguiendo los deseos de los hombres, para que fueran tales estos siglos, o bien por sí mismos ellos lo han ordenado así, “porque el reino de Cristo es reino de todos los siglos” [cf. Psalmo 145 (144), 13] y nunca tendrá fin, puesto que el Hado es voluntad y mandato de Dios». 13 Vives sobre el v. 47: «Quizá pudiéramos parecer sutiles en exceso, si dijéramos que por medio de estas Parcas, acordes con la disposición y voluntad de los hados, la Sibila había querido dar a entender las tres personas en la divinidad; pero no abordemos estas cuestiones, no sea que nos ensordezcan los gritos y llamadas de socorro de los impíos o de los rigurosos». 14 Vives sobre el v. 48: «Desea que llegue el comienzo de obras tan grandes y dice que apremia ese tiempo, ya sea que ese tiempo haya sido señalado de antemano por la Sibila o que la ocasión para realizar aquellas empresas venga dada por la diversa condición de las circunstancias». 15 Vives sobre el v. 49: «Nada puede decirse con mayor claridad de Cristo, linaje amado de Dios y crecimiento del Padre. Porque ¿de qué mortal puede decirse que sea “crecimiento” de Júpiter? ¿Quién puede dar crecimiento a Dios? Sin embargo, Cristo es Dios, Hijo de Dios y gloria del Padre, porque es sabiduría y virtud suya». 16 Vives sobre el v. 50: «Es tiempo de remediar, una vez que ya se ha arruinado todo y urge el peligro extremo, en el que estaba ya el género humano, completamente postrado y afligido; éste es el tiempo del que yo hablaba poco antes». 17 Vives sobre el v. 52: «[Mira] cómo no sólo los hombres, sino los ángeles y hasta los seres insensibles se alegran con la venida de Cristo, “puesto que en su totalidad el mundo”, como dice Pablo [Romanos 8, 21], “será liberado de la esclavitud de la corrupción”». 18 Vives sobre el v. 53: «Innumerables e indecibles son las obras de Cristo; haría falta una vida larguísima para explicarlas: “¡Ojalá viva yo tanto para cantar tus acciones!”. O es que desea para sí una larga vida para poder escribir acerca de una materia como la presente: “Pero ¿es ésta la confianza que tienes en tu ingenio?”». Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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aliento que baste a cantar tus proezas: no me vencerá con sus cantos el tracio Orfeo19, ni Lino, por más que acompañen a éste su madre y a aquél su padre, con Orfeo Calíope y con Lino Apolo, el Hermoso! Que Pan también, si compitiera conmigo y nos juzgara la Arcadia20, también Pan se diría vencido por mí, aunque juzgara la Arcadia. Empieza, pequeño, a reconocer por la sonrisa a tu madre21 (a tu madre largas molestias los diez meses le habrán ya causado); empieza, pequeño, que a quien los antepasados no han sonreído22, ni un dios con su mesa lo honra ni con su lecho una diosa.

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Sin meterse en tales honduras alegórico-figurales, Ariosto trae las palabras de Virgilio como referente premonitorio del descubrimiento y para asentar los siguientes versos de la tercera redacción. El ferrarés alude a otros hechos, a otras ideas: las contiguas a la noción de imperio y a su renovación, personalizada en Carlos V, quien, a la pacificación y extensión territorial alcanzada por sus abuelos, los Reyes Católicos, va a añadir la restitución del imperio, como si fuera otro Augusto (XV, 26, 4): XV, 22 e ritrovar del lungo tratto il fine, che questo fa parer dui mar diversi; e scorrer tutti i liti e le vicine 19

Vives sobre el v. 55: «Cantando una materia como ésta, no me vencerá Orfeo ni Lino o Pan. Porque ¿qué son los asuntos que ellos cantan en comparación con éstos. La confianza tranquila en sí mismo la da la materia, no el ingenio». 20 Vives sobre el v. 58: «No se ha olvidado [el poeta] del decoro debido, porque para un pastor Pan es mayor y tiene más prestancia que Calíope o Febo; y así con él ya ha llegado a lo más alto y no le parece que pueda añadírsele nada, después de haber nombrado al dios de los pastores». 21 Vives sobre el v. 60: «Aquello en otro tiempo [dice el poeta] eran predicciones futuras, ciertas y puestas fuera de duda; pero ahora comienza a alegrar con tu sonrisa a tu madre, no la disgustes con tristeza alguna tuya, que bastantes molestias tuvo en los diez meses que te llevó en su seno». 22 Vives sobre el v. 62: «Los intérpretes tratan de estos versos con bastante amplitud y también nosotros, comentando a Agustín, pero, dicho brevemente, en mi opinión, es conveniente entender como “dios” al Genio, al que se le preparaba una mesa, de donde venía el “dejarse llevar por el Genio”; y entender como diosa a Juno, para quien se le disponía un lecho, cuando se destetaba a un niño. Indica que con su tristeza la vida de los niños corre peligro, porque sus dioses tutelares a los niños muy pequeños no los favorecen. Y esto así sucedió, porque también este nuestro niñito pereció pronto y Dios no permitió que viviera aquel en quien un poeta de gran autoridad [Virgilio] había trasladado lo que la profetisa [la Sibila] había dicho del Hijo de Dios. Y, además, sospecho que estos últimos versos fueron añadidos después de la muerte de este niño». Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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isole d’Indi, d’Arabi e di Persi: altri lasciar le destre e le mancine rive che due per opra Herculea fêrsi; e del sole imitando il camin tondo, ritrovar nuove terre e nuovo mondo. El fin hallar tan lejos apartado, hará pensar que hay mares dos aparte23; una ribera y otra habrán tocado, con islas de India, Arabia y Persia en parte; y la diestra y siniestra navegado, riberas que hizo Hércules por arte24, y así redondo el claro sol siguiendo, tierra irá nueva y mundo descubriendo.

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XV, 23 Veggio la santa croce, e veggio i segni imperiali nel verde lito eretti: veggio altri a guardia de i battuti Leoni, altri all’acquisto del paese eletti: veggio da dieci cacciar mille, e i regni di là da l’India ad Aragon suggetti; e veggio i capitan di Carlo Quinto, dovunque vanno, haver per tutto vinto. Veo la santa cruz, veo señales d’España en mil riberas poner retos25; otros veo regir navíos reales; otros a conquistar reinos eletos26. Diez veo a mil vencer, y principales

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23 Los océanos Atlántico e Índico, porque desde el cabo de Buena Esperanza parecía verse un solo océano. 24 O sea, las costas de España y África, cuya separación la leyenda atribuía a Hércules. Basta ver los clásicos trabajos de Bataillon, 1960. Rosenthal, 1971: 221-222. Yates, 1975: 20-28. 25 Son las insignias de Carlos V. Compruébese cómo en el original italiano figura el sintagma «i segni imperiali» y Urrea traduce «d’España», evidenciando la equivalencia entre aquel imperium y la pax Hispanica (véase abajo). Para la relación de Ariosto con el Emperador, Nicolopulos, 2000: 78-83. 26 Se refiere a los «nuevos» reinos, o sea, los providencialmente «elegidos» para ser descubiertos.

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reinos en mar por Aragón sujetos; y capitanes del gran Carlos quinto, por do irán, de victorias dejar tinto.

XV, 24 Dio vuol ch’ascosa antiquamente questa strada sia stata, e anchor gran tempo stia; né che prima si sappia, che la sesta e la settima età passata sia: e serba a farla al tempo manifesta, che vorrà porre il mondo a monarchia, sotto il più saggio imperatore e giusto che sia stato o sara mai dopo Augusto. Dios quiso antiguamente esconder esta vía, y que por gran tiempo ciega sea27, hasta que pase toda la edad sexta, y en séptima tampoco no se vea28. Espera hacerla a tiempo manifiesta, que el mundo en monarquía lo provea bajo el más sabio emperador y justo, que fue, ni será ya, después de Augusto.

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XV, 25 Del sangue d’Austria e d’Aragon io veggio nascer sul Reno alla sinistra riva un principe, al valor del qual pareggio nessun valor, di cui si parli o scriva. Astrea veggio per lui riposta in seggio, anzi di morta ritornata viva; e le virtù che cacciò il mondo, quando lei cacciò ancora, uscir per lui di bando. 27

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Como el descubrimiento de América se presenta como una profecía, el verso indica que siga oculta (ciega) por mucho tiempo. 28 Las edades son los siglos VI y VII, o sea, los que separan el descubrimiento del reinado de Carlomagno. Tampoco se debe descartar la coincidencia con la séptima edad del mundo de Joaquín del Fiore y otros utopistas y milenaristas; véase Reeves, 1999: 23-25, y nota 47. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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De sangre d’Austria y d’Aragón yo veo nacer del Reno al a siniestra riba un príncipe29, al valor del cual yo creo ningún valor iguale que se escriba. A Astra30 veo en su silla, y su deseo cumplido, y veo de muerta que reviva, y a la virtud, que echó este mundo cuando a ella echó, salir por él de bando31.

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XV, 26 Per questi merti la Bontà suprema non solamente di quel grande impero ha disegnato ch’abbia dïadema ch’ebbe Augusto, Traian, Marco e Severo; ma d’ogni terra e quinci e quindi estrema, che mai né al sol né all’anno apre il sentiero; e vuol che sotto a questo imperatore solo un ovile sia, solo un pastore. Por tal obra, la Voluntad suprema32, no solamente d’este Imperio entero, tiene ordenado que haya la diadema que hubo Augusto, Traján, Marco y Severo; mas de toda la tierra, acá y extrema, do nunca el sol ni el año abre sendero33: debajo este monarca quiere a punto que haya sólo un rebaño y pastor junto.

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Carlos V nació en Gante, o sea, a orillas del Rin. «Astrea». 31 «Volver, por obra suya, del exilio». 32 La traducción de «Bontà» por «Voluntad» tampoco es gratuita, sino que incide en el providencialismo que preside toda esta parte y la idea mesiánica del Emperador. 33 El verso tiene claras reminiscencias virgilianas: «... iacet extra sidera tellus, / extra anni solisque uias...» (Eneida, VI: 795-796), porque los reinos de Carlos V eran tan grandes, que nunca se ponía el sol. 30

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XV, 27 E perch’abbian più facile successo gli ordini in cielo eternamente scritti, gli pon la somma Providentia appresso in mare e in terra capitani invitti. Veggio Hernando Cortese, il quale ha messo nuove città sotto i cesarei editti, e regni in Oriente sì remoti, ch’a noi, che siamo in India, non son noti. Porque el suceso fácil venga en esto, arriba lo ordenó para en eterno la suma Providencia, y da para esto los capitanes de valor superno. Veo Hernando Cortés, el cual ha puesto nuevas ciudades so español gobierno, que en reinos del Oriente no entendemos, ni nosotros de India los sabemos.

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Más abajo se nos refiere la llegada del Emperador a Génova, en 1529, para ser coronado en Bolonia; el capitán que le abre la puerta a tal efecto es Andrea Doria y el «premio» que recibió de aquél es el protectorado de Génova, que acabó restituyendo a la República: XV, 32 Sotto la fede entrar, sotto la scorta di questo capitan di ch’io ti parlo, veggio in Italia, ove da lui la porta gli sarà aperta, alla corona Carlo, veggio che ’l premio che di ciò reporta non tien per sé, ma fa alla patria darlo: con prieghi ottien ch’in libertà la metta, dove altri a sé l’avria forse suggetta. Debajo de la fe y la guarda pura deste gran capitán, digno de amarlo, veo entrar en Italia y dar segura la puerta por do se corona Carlo. Veo que el premio desta su ventura no lo quiere, por a su patria darlo: con ruegos hace en libertad se meta, que otro la tuviera así sujeta. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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XV, 33 Questa pietà ch’egli alla patria mostra è degna di più onor d’ogni battaglia ch’in Francia o in Spagna o ne la terra vostra vincesse Iulio, o in Africa o in Tessaglia. Né il grande Ottavio, né chi seco giostra di par, Antonio, in più onoranza saglia pei gesti suoi; ch’ogni lor laude amorza l’avere usato alla lor patria forza. Esta piedad, cual a su patria muestra, tan digna de honra es más que no batalla que en Francia, España o en la tierra nuestra venciese Julio, en África o Tesalla. Y el grande Octavio, y aun quien va a la diestra34, Antonio, sé que de vergüenza calla por sus hechos y deshonrada guerra, con que a su patria sujetó y su tierra.

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Nótese cómo en los vv. 5-6 hace «justar» a Octavio Augusto y Antonio (que no recoge la traducción de Urrea), seguramente refiriéndose a la batalla de Actium35. HISTORIADORES Y HUMANISTAS ESPAÑOLES E ITALIANOS Parecería un paradoja que el imperialismo vaya de la mano de un universalismo humanista y racionalista, pero esa aparente contradicción es muy frecuente en la historiografía del humanismo español del siglo XVI36. Subrayo el adjetivo «español», porque, a diferencia de los italianos, «republicanos», que no podían entender la monarquía (a salvo los escasos versos de circunstancias que Ariosto incluye en su Orlando y acabo de transcribir), los humanistas es34 El original afirma «ni quien con él justa»; cf. Petrarca, Triumphus Fame, III, 17: «Il Mantovan, che di par seco giostra». 35 Lawrance, 2008: 17, sugiere la analogía con los Reyes Católicos, pues, como aquél, pacificaron «a country ravaged by civil war» y vencieron «an Oriental enemy». 36 Es una de las tesis centrales del libro de Carman, 2006, que puede completarse con la profética o «virgiliana» de Nicolopulos, 2000, y con Hillgarth, 2000. Complétese con Nieto Soria, 1988. Headley, 1998. Biersack, 2009; para la ladera más «simbólica», Jiménez Calvente, 2000. Gómez Moreno-Jiménez Calvente, 2002. Lawrance, 2008. Rivero, 2008: 30-39, describe, en fin, el concepto de monarquía universal y el dominium mundi del Emperador.

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pañoles la conocen y la apoyan, como Nebrija, en sus tempranas Décadas, señalaba defensivamente37. Análogo es el sentido del Paralipomenon Hispaniae, de Joan Margarit, con su dedicatoria a los Reyes Católicos, sus referencias a la unión de la Hispania citerior y la ulterior38, las arengas de César a las levantiscas tribus ibéricas y la política de Augusto, con la que se cierra el libro, concluyendo de forma más o menos explícita que la pax Hispanica viene a ser una actualización de la pax augusta. Ambos contraponen su historia de España, marcada por la herencia de los godos, y el espíritu de cruzada39, con la de Lorenzo Valla, cuyo De rebus a Ferdinandus Aragoniae rege gestis libri tres (impresa en Roma, 1520) sitúa las actividades del reinado de Fernando e Isabel en el contexto de la historia imperial romana40. No era en balde, así, la insistencia de Ariosto en la casa de Aragón. Lucio Marineo Sículo, también italiano, omite la obligada laus a los visigodos y, en flagrante contradicción con Nebrija, ve a Roma como la madre del idioma, las leyes y las costumbres españolas, y a los castellanos, como descendientes de los castellani romanos, de modo que «quicquid in Hispania memorabile vidimus, Romanorum esse minime dubitamus». Obviamente, la sombra de Roma se proyecta más allá de los límites de la península. Hasta el punto de afirmar que los descubridores españoles encontraron una moneda acuñada del emperador Augusto en las playas de América41. A lo largo del De laudibus, del De genealogía y del De rebus, Marineo compone una síntesis humanista y providencial del reinado de los Católicos, pero sin limar las aristas morales de los romanos, como hacía Nebrija42. Pietro Martire d’Anghiera (o sea, Mártir 37 Se sumaba al discurso de que los griegos, según Marco Catón, corrompían a los romanos: «Quodque Marco Cato ad filium de Graecis scribit, possumus et nos de Italia dicere, quandocunque gens ista nobis litteras dabit, omnia corrumpet» (Nebrija, 1545, cf. Schott, 16031605, I: 787). Para la extensión de este discurso a América, véase Cro 1996, donde explicita la intervención de Nebrija en las Décadas de Pedro Mártir. 38 «Cum descripsissem libris decem obliterata Hispaniae, quibus illa dignius consecrare potui quam uobis Serenissimis Ferdinando et Helisabet Regi et Reginae Castellae et Aragonum qui, succedentes paternis et auitis regnis, ipsa coniugali copula utriusque Hispaniae, Citerioris et Vlterioris, unionem fecistis, quae a Romanorum et Gothorum temporibus semper diuisae nunquam sub eodem imperio perstiterunt?» (Paralipomenon, «dedicatio»). 39 Véase simplemente Bogliolo, 1995: 16-22, donde se centra en la exaltación que del Rey Católico hizo Diego de Valera en varios lugares; complétese con Fernández Albadalejo, 1992: 61-63; 1995. Mingote, 2005: 209-213, por su parte, recuerda que se le comparó con Alejandro Magno para ensalzar su imagen de paladín contra el turco y, en general, contra el Islam; lo ilustra con la traducción de las Bucólicas de Juan del Encina. 40 Para las relaciones de los humanistas italianos con los Reyes Católicos, Ribot, 2003; últimamente, Paolini, 2008. 41 De rebus memorabilibus, en Schott, 1603-1605, I: 318, 320, 331 y 478. 42 «Quicquid enim historiarum scriptores tradiderunt, quicquid vates carminibus cecine-

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de Anglería), a su vez, insiste una y otra vez en que los españoles vienen a ser, en la nueva época, equivalentes a lo que los antiguos romanos fueron en su mundo43, por la divina Providencia44. En línea con Nebrija, Gonzalo Fernández de Oviedo vincula directamente las virtudes de Carlomagno con las de los godos45, avivando el mito goticista. que Vuestra Cesárea Majestad sea glorificado con los bienaventurados rey Ricaredo, primero de tal nombre, y su hermano Sanct Hemergildo, mártir, de los cuales, tan larga dependencia y origen trae vuestra real prosapia e silla de España46.

Francisco Cervantes de Salazar, sin embargo, retoma el providencialismo de Marineo, haciéndolo extensivo a Felipe II, sin entrar en innecesarios goticismos: runt, quicquid fabularum inventores fingere potuere; non mirabile quidem sed quid exiguum Viteri debet omnino sub comparatione facinorum quae nostri principes egregia fecere... haec unquam, haec nostrorum principum immortalis facinora tota mente nec sine summon stupore contemplemur quae Deus omnipotens per principes nostros Ferdinandum et Helisaben christianissimos velut per suos legatos atque duces geri permisit in terris... Ferdinandi namque simul et Helizabes virtutibus maximis et meritis innumeris nobis illa quam fuisse Saturni tempore vates prisci testantur Hispaniae rediit summa fertilitas quando enim Hispaniae rerum omnium abundantia maior ea quae nostris datur temporibus» (Marineo Siculo, 1497: 38). En general, Cepeda, 1950. 43 Pérez-Prendes, 2008: 152-154, señala que el milanés sigue el modelo homérico. González Echevarría 1995, por su parte, habla del «segundo descubrimiento de América» por Mártir de Anglería, en tanto que es el primer autor que quiere redactar una historia del continente recién descubierto. 44 «Servavit divina Providentia, ex quo fabricare universum constituit, immensae vastitatis occidentalis Oceani agnitionem ad nostra usque tempora, in quibus tibi, potentissime rex, maternoru,m avorum felicibus auspiciis patefacta est»; los abuelos maternos a que alude son, claro, los Reyes Católicos, pues la obra la dedica al Emperador. El descubrimiento sería (apunta a continuación) una consecuencia lógica del final de la Reconquista: «Purgata, Straits hostibus, Hispania, Mauroque malo gramine exstirpato...» («una vez fue España purificada, el enemigo fuera de combate, el mal grano moro extirpado...»). 45 Según Tate, 1970: 296, «el recuerdo de Roma y de los godos combínanse... para infundir un espíritu de realización épica que la distingue de obras semejantes en el resto de Europa. En términos de Nebrija, con los Reyes Católicos, “Hispania tota sibi restituta est”»; en otro sentido, Maravall, 1960: caps. III y IV. Baraibar, 2010: 1921. Véase el excelente resumen de Gargano, 2008. 46 Fernández de Oviedo, 1959, I: 13. La referencia a Recaredo la explica excelentemente Fernández Albadalejo, 1995: 116, que recuerda cómo, a principios del siglo XVII, se cita al rey godo para superar el significado histórico de los Reyes Católicos y «Recaredo, más que Fernando, venía a constituir ahora la referencia de partida». Cf. Yates, 1975. Sobre el mito goticista, sigue siendo válido el estudio de Clavería, 1960. Binotti, 1994-1996; 2009: 40-43. Hillgarth, 2000. Cf. Kohut, 1992: 43-46. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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Cosa es maravillosa y no digna de pasar en silencio que como Dios, por su inefable y oculto juicio, tenía determinado, no antes ni después, ni en vida de otros reyes, sino de los católicos César y Filipo, en tan dichosos y bienaventurados tiempos alumbrar a tan innumerables gentes como en este Nuevo Mundo había, fue servido como por figura dar a entender al divino Platón y a Séneca, auctor de las Tragedias, que después del mar Océano de España había otras tierras y gentes con otro mar que, por su grandeza, el mismo Platón le llama el Mar Grande47.

Recuérdese que Felipe II será el mayor ideólogo de la teocracia de la edad moderna; el restaurador del imperio romano desde el Este hasta el Oeste, mediante un sincretismo de las tradiciones grecolatina y judeocristiana. Asumirá la piedad de Eneas como una virtud de los Austrias, como referente mitológico a Apolo, pues en su reino no se ponía el sol (de ahí el emblema «iam illustrabit omnia»), y, como corolario de su destino mesiánico, se identificará con Salomón, parangonando el templo de Jerusalén con El Escorial48. Se vanagloriará, en fin, de haber cimentado las bases de la justificación profética y providencial del dominio de España, la nación elegida por Dios para suceder a Roma e instaurar la fe católica en todo el mundo49. Porque a ella le correspondió llevar a cabo la Reconquista, que, en palabras de Ambrosio de Morales, supuso la recuperación de la dignitas hominis, y la libertad, que nunca habían perdido los moradores de Asturias, Galicia y otras partes a las que no habían llegado los moros: Los que se habían acogido a las Asturias [...] nunca perdieron su libertad y ellos eligieron presto entre sí al infante por rey que les gobernase, y en religión y en gobierno y en aprovechamiento de la tierra, y su labor y granjería, hacían a su voluntad como antes de la destrucción solían. [...] Los sujetos a los moros estaban más o menos oprimidos, según habían hecho sus partidos o asientos con ellos. [...] Los seglares labraban la tierra y pagaban su tributo, sirviendo también en lo que se les mandaba, como gente tan sujeta y medio esclava50. 47

Cervantes de Salazar, 1971, II: 111. Véanse simplemente las reveladoras páginas de Tanner, 1993:162-248 y passim, que se dejan completar con las de Bouza, 1998: 168-185 y passim, y las recientes de Kagan, 2010: 141-179. Wright, 2008, por su parte, analiza excelentemente los ecos impresos de la analogía entre la expansión romana y la española. 49 De raíces claramente joaquinita, esta noción mesiánica del imperialismo fue «un sueño complejo de hegemonía española, de unidad cristiana y de reforma general» (Bataillon, 1937/66: 226); véanse también los clásicos trabajos de Menéndez Pidal, 1940. Sánchez Montes, 1951. Maravall, 1960. Headley, 1998: 46, apostilla que, de acuerdo con la tradición profética de Daniel, se quería alcanzar «the Age of the Spirit with its profound sense of renovatio, renewal». Véase nota 27. 50 Morales, 1574, II: 412-414. 48

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Nótese que no ve la Reconquista como una guerra de religión, sino como una lucha por recobrar la libertad y la soberanía51. Antonio de Herrera seguirá esta línea, dedicando uno de sus Discursos a demostrar que la monarquía española, en el punto culminante de su apogeo, ha llegado a esa situación por los mismos medios que Roma, hasta tal punto, que «no son todas las cosas de nuestros antiguos ni mejor ordenadas ni en todo mejores de lo que hoy se usan; antes se han inventado en estos tiempos muchas dignas de ser loadas e imitadas de nuestros sucesores»52. Solórzano Pereira, entre muchos otros, desarrolló ampliamente esta tesis providencialista, vinculada con las profecías bíblicas: Hemos mostrado con suficiencia... que no se encuentra en la antigüedad, en autores sagrados o profanos, ninguna noticia cierta de este Nuevo Mundo ni huellas del Evangelio predicado en él; apenas, sin embargo, podemos negar que son numerosos los vaticinios de la Sagrada Escritura en los que parece predecirse, ya muchos siglos antes... la gloria de tan importante descubrimiento y conversión, y lo que es más, reservarse a los reyes y gentes de España53,

teniendo a gala haber recopilado todas las demostraciones para argumentar jurídicamente la translatio religionis e imperii (véase abajo) al Nuevo Mundo: Baste ya lo dicho sobre los vaticinios y oráculos de los libros sagrados que más particularmente parecen anunciar muchos siglos antes que se había de sembrar en este Nuevo Mundo por medio de los españoles la semilla de la fe y a la vez del imperio. En la compilación y exposición de ellos creo no haber trabajado en balde. [...] A quienes preparamos el tratado de la defensa y consolidación del derecho de nuestros reyes en la ocupación y retención de este mismo Mundo, se nos reconocerá haber logrado no poco, si hemos reforzado estos cimientos de la llamada divina54.

Con palabras contundentes e inequívocas lo expondrá fray Juan de Salazar en su Política española (1619): «El asiento y silla de este imperio y monarquía universal de los fieles hijos del Altísimo que se precian del nombre de cristianos ha de ser nuestra España, y quienes la han de administrar, los Reyes Católicos»55. Aduce seis razones de peso; y no es la menor la del des51

Véanse Ríos Saloma, 2005: 386. Woolard, 2004. Binotti, 2009: 55-56. Herrera, 1804: 205-206. Cf. Iñurrítegui, 1995. 53 Solórzano Pereira, 1777, I, xv, 1-2: 541. 54 Ibidem, I, xv, 63: 565, cursiva del autor. 55 En la página 22. Como monarca universal, al Emperador, nieto de los Reyes Católicos, le corresponde «to preserve peace and welfare in Christendom, to augment and defend the faith, and to eliminate the menace of Turk» (Bosbach, 1998:88); además de ser «the guardian 52

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plazamiento del poder que ya exponía en el prólogo al lector y es el fundamento del libro: Como el mundo es circular y el Sol (regla y medida de todas las acciones inferiores y humanas) le da la vuelta, también la han de dar las cosas que en él se encierran. Confírmalo que, comenzando la monarquía universal en el Oriente, de las manos de asirios, medos y persas, griegos y romanos, vino a parar en el Occidente en las de españoles, a quienes la voluntad divina se la concedió con mayores ventajas que a los predecesores, perteneciéndoles, por el círculo de las cosas humanas y habitar el finis terrae y poseer lo último del Poniente56.

Está en la línea del De Hispanorum monarchia ab Adam (1595), de Juan de Garnica, dedicado al futuro Felipe III y con una prologal «Epistola ad Hispanos», donde exalta la española labor de proa: teger a la Iglesia; o en la de Jean-Jacques Chifflet y su Vindiciae Hispanicae (Balthasar Moretus, Amberes, 1647), dirigido a Felipe IV como rey de reyes, archirrey del Viejo Mundo y emperador del Nuevo57.

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IMPERIAL Y GUERRA JUSTA.

EL «UNIFORMISMO»

En el contexto de la polémica entre antiguos y modernos, entre el legado romano y la aportación española, Herrera y Salazar están señalando el concepto de renovatio imperii58, pero asumiendo, como Nebrija, sólo una parte del legado romano. La renovatio de la idea imperial —que, recíprocamente, presupone la renovatio individual y nacional— es un concepto político del que encontramos ilustres precedentes en el Policraticus (II, 124; translatio en IV, 12), de Juan de Salisbury; el De monarchia, de Dante, o en Petrarca, desembocando en el quimérico ideal de Cola di Rienzo, que habla de una renovatio liteand expositor of Roman law..., who as dominus mundi champions justice and the law..., but does not impose them by force» (Headley, 1998: 49-51). Cf. Ribot, 2003. 56 Salazar, 1945: 19. 57 Entre otras muchas obras afines o contiguas, pueden verse las de López Madera, 1597. Borrell, 1611. Puente, 1612. 58 La idea constante que se utiliza por los ideólogos para definir el sentido del imperio medieval occidental es la de restauración o renovación del imperio romano; posiblemente sea Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, quien mejor ha definido los fundamentos teóricos del ideal imperial: el emperador, como vicario de Cristo, hará de Roma la sede de un imperio universal que debería tener las mismas fronteras que había alcanzado en los tiempos de Trajano o Constantino. Los carolingios, al querer restaurar la romanidad tomaron como referencia obligada la figura de Constantino; los otonianos se fijarán en el que había sido considerado el «novus Constantinus», Carlomagno. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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ral de la hegemonía romana59, o en Bodin60. Ya estaba explícito en el pensamiento agustiniano (De civitate Dei, XV-XIX), para quien implicaba una síntesis del pasado, enfilada hacia una meta definida y deseable en el futuro61; lo retomó el agustino neoplatónico Egidio de Viterbo en su providencialista y sincrética Historia viginti saeculorum per totidem psalmos conscripta62. Pero entre los pensadores españoles predominó la idea de que si el imperio ha degenerado, hay que proclamar la renovatio, como apunta Juan de Mariana en De rege et regis institutione63. De modo que el Emperador, corrigiendo el legado romano (recuérdese el «sacco di Roma»), encarne la idea de la monarchia christianorum64, pues en su reinado los cristianos estaban llamados a conseguir juntos la plenitudo temporum, la plenitudo gentium y la plenitudo doctrinae65. Así, hasta la ultima América, como explicita el citado Jean Bodin, trayendo el concepto de «monarca señoril»: 59

Todo esto hay que vincularlo con la relectura que durante el siglo XVI se hizo de la leyenda mesiánica del último emperador que dominará el mundo bajo el signo de la Cruz (instaurando, por lo tanto, una nueva edad de oro: véase abajo) antes del retorno de Cristo a la tierra; véanse Cf. Kurze, 1958. Reeves, 1961. La leyenda, claro, no dejó de vincularse al descubrimiento de América y, por extensión, a la imagen de Carlos V y el imperio hispánico; véanse a este respecto Bataillon, 1954. Prosperi, 1976; 1992. Romm, 1994. 60 Cf. Quaglioni, 1992. 61 Que recuerda los versos de Lucrecio «Navigia atque agri culturas moenia leges /arma vias vestes et cetera de genere horum, / praemia, delicias quoque vitae funditus omnis, / carmina, picturas et daedala signa polita / usus et impigrae simul experientia mentis / paulatim docuit pedetemptim progredientis» (V: 1443-1448). 62 Roma, Biblioteca Angelica, Cod. Lat. 351. Véase simplemente Reeves, 1992. 63 Lewy, 1960. Véase ahora el bien documentado estudio de Binotti, 2009. 64 Para los historiadores humanistas en general, «la figura de Carlos V hunde sus raíces en la figura de los Emperadores romanos y tal como aquéllos trabajaron por el engrandecimiento de Roma, del mismo modo Carlos V había sido el campeón de la Cristiandad, subrayando, no obstante, que todo ello gracias tanto a ser Emperador como cabeza de la Monarquía Católica, que cobraba de este modo dimensiones universales. Ésta es la razón por la cual los cronistas de Carlos V retoman el goticismo de los cronistas del s. XV, más atentos a la idea de restitución de aquella Historia goda, íntegra e independiente, como la de los Reyes Católicos, que a la Hispania romana, provincia, al fin y al cabo, de un Imperio» (Cuart Moner, 1994: 47). Véanse también los estudios de Jiménez Calvente, 2000. Gómez Moreno-Jiménez Calvente, 2002. Lawrance, 2008; para el desarrollo posterior de la idea, Headley, 1997: 197-204. 65 Reeves, 1999: 104-107. Es una noción que recorre la Relectio de indis, del padre Vitoria, que opone sistemáticamente a la de dominium, que «no puede ser sino de derecho natural o divino o humano; ahora bien, por ninguno de ellos el Emperador es señor del orbe. [...] Lo sería por la sola autoridad de una ley; pero no existe ninguna tal ley, pues la ley presupone la jurisdicción» (1989: 76 y 80). Fray Domingo de Soto lo corrobora con los emperadores romanos, que no pudieron transferir a Carlos V su imperio, «y aun dando por supuesto que los romanos tuvieran deRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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El emperador Carlos V, habiendo conquistado el reino del Perú, se hizo monarca señoril, porque los súbditos no tienen los bienes sino por arrendamiento o de por vida. Ésta fue una treta política del doctor de Lagasca, lugarteniente por el emperador del Perú, después de haberse deshecho los pizarreses que habían ocupado el estado, para tener los súbditos en mayor obediencia... donde no hay superior que manda, la fuerza es tenida por justa... [por eso] las monarquías señoriles han sido grandes y durables. Como las antiguas de los asirios, medos, persas y egipcios, y en nuestros tiempos, la de Ethiopía.

Un poco más abajo explicita las virtudes de la «monarquía señoril»: la razón de que la señoril monarquía sea más durable que las otras es por ser más augusta y que tiene no sé qué de mayor majestad en sí, reconociendo los súbditos, la vida, los bienes, la libertad de mano del príncipe supremo, que con justo título los conquistó. Y humilla y aniquila mucho los ánimos de los súbditos, casi de la manera que el esclavo, conociendo su condición y grado, se encoge y se apoca y se convierte en un corazón servil. Y por el contrario, los hombres libres y señores de sus haciendas se resienten si se las toman, y si les agravian hacen demostración y revelan, teniendo generosos aquellos corazones criados en libertad y franqueza, y no abastardados en bajeza de servidumbre66.

La conservación de la monarquía se debe, por lo tanto, a la aplicación del modelo europeo del rey piadoso, cuyo modelo será el Eneas virgiliano (véase abajo), y prudente, escrupuloso defensor de la guerra justa67. Es el llamado «uniformismo»68, que refleja algunos pasos del De iure naturali et gentium de John Selden69. Tampoco se puede descartar que tuviese presente el Methodus ad facilem historiarum cognitionem (París, 1566), del ya citado Jean Bodin, donde insiste en que no encuentra ningún modelo de legitima recho sobre algunas naciones, Julio César... obtuvo el imperio tiránicamente y por medio de la discordia civil...; empero, los romanos nunca tuvieron el imperio de todo el orbe...; por consiguiente, porque no lo tenían, no pudieron los romanos entregar a alguien el imperio de estas naciones [las recién descubiertas]... Esta verdad, que el Emperador no es señor del orbe, se confirma también por las leyes civiles y canónicas» (Fray Domingo de Soto, De dominio: 165 y 167). 66 Bodin, 1992, II, 2: 407-408. 67 Cf. Fernández Santamaría, 1977: 134-148. 68 Traduzco el «uniformitiarism» de Lovejoy, 1960: 79-82; con el que quiere apostillar que «they could not be known to races living on this or other globes whom the report of such events did not reach» (81). 69 «Iam vero naturalis vocabulum... id tantum indicat quod, ex Ebraeorum, seu Ecclesiae aut Reipublicae veteris Ebraicae, placitis, sententiis, moribusque, tam in foro quam in scholis, receptis avitisque, pro iure mundi seu omnium hominum omnimodarumque tam gentium tam aetatum communi, etiam ab ipso rerum conditu est habitum, ut scilicet a Totius Naturae creatae Autore seu Numine sanctissimo, humano generi, simulatque creatum est, indicatum infusum imperatumque» (Selden, 1712: 32r.). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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societas en la llamada Edad de Oro, sino el predominio de la fuerza, la fiereza y la barbarie70. DE LA ESTIRPE DE ENEAS La descendencia, real o moral, de Eneas ya la habían propalado, aplicada a los Reyes Católicos71, los teóricos de varias disciplinas, como el mismísimo Nebrija, cuyos versos prologales, «ad lectorem», del De bello navariense son muy significativos: Si primos aditus elementaque cosmographiae scire cupis, fuerint haec tibi pauca satis. Si maiora voles cognoscere, perlege libros quos scripsit Strabo, Plinius atque Mela, quos artis princeps Ptholomaeus quodque latinum ex graeco Priscus carmine fecit opus, quos pius Aeneas, quos Antoninus et illud in quo Solinus prodigiosa refert, historicosque omnes, nam designatio terrae maximus est illis praecipuusque labor...

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Alude, obviamente, a los historiadores como él, que, aun teniendo presentes los prodigios y las profecías de la progenie de Eneas que han referido Solino y otros, las confirmarán con datos, en el contexto del reinado de los Reyes Católicos, con la completa «designatio terrae» que se llevará a efecto con su patrocinio. No es casual, por lo tanto, esta vinculación del «pius Aeneas» con Isabel y Fernando, porque Nebrija ya los considera «orbis moderatores», obvios herederos, por la translatio imperii72, de un título regio cuyo origen se si70 «Quatuor, aut etiam plures, aetates statuunt [...], sed minuenda haec opinio est, nam si quis historicorum, non poetarum excutiat intelligentiam, profecto iudicabit parem esse in rebus humanis, atque in omnium rerum natura conversionem, nec aliquid sub sole, ut ait ille sapientiae magíster, novum esse, nam aetas illa quam auream vocant, si ad nostram conseratur ferrea videri possit, quis enim dubitat, quin eluvium terrarum divinitus contigerit propter hominum scelera, quae tot ac tanta fuerunt, ut Deum ipsum poenituerit hominis creati? [...] Quae autem innocentia fuit in Camese, qui parentis optimi pudorem nova quídam et insigni contumelia violavit? [...] Haec fuerunt aurea et argentea secula, quibus homines ferarum more in agris ac silvis dispersi, tantum haberent quantum per vim et nefas retinere possent, quosque paulatim ab illa feritate ac barbarie sunt ad hanc, quam videmus, morum humanitatem ac legitimam societatem revocati». Bodin, 1972: 316 y 319. Cf. Strosetzki, 2009: 447-448. 71 En general, Tanner, 1993; para las profecías virgilianas relativas a Eneas, Nicolopulos, 2000: 55-72. 72 Como es sabido, la translatio imperii siempre implicaba una translatio studii: la más

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túa cerca del Jardín del Edén, que fue transferido posteriormente de los asirios a los romanos y que, finalmente, ha recaído en los españoles, a pesar de los alemanes, pues el núcleo real del Sacro Imperio Romano es España, que, a su vez, está trasladando su imperium, a África, a Italia (donde está el studium que venía de Egipto, Grecia, Roma, etc.) y a América, para llevar su poder, su moral y su saber a través del océano. A lo largo de un cuarto de siglo, desde el prólogo a la Gramática castellana hasta este De bello navariense73, Nebrija se presenta como defensor de las fronteras de la Hispania antigua y la expansión marítima hacia el Nuevo mundo74. Como también apostillará en sus Décadas, su versión latina de la crónica de Pulgar (p. 790), aunque se basa en un concepto que, desarrollado por Plutarco en su De fortuna Romanorum, hicieron suyo más tarde autores como Maquiavelo o Campanella75, que justificaba abiertamente que el imperium haya llegado a España. Ya en la dedicatoria de la Monarchia di Spagna se refiere explícitamente a la translatio imperii: Con su celestial favor [de la Virgen], las fuertes armas de la noble España, poniendo «plus ultra» en las columnas y a las fuerzas de Hércules, abrieron por mar y tierra puertas y caminos a la conquista y conversión de las opulentas provincias del Perú, en que bien así los victoriosos leones de Castilla deben mucho a tan soberana Señora por haberlos hecho señores de la principal parte del Nuevo Mundo, la cuarta y mayor del orbe, con hazañas y proezas más grandiosas y heroicas que las de los Alejandros de Grecia y Césares de Roma76.

Era una noción incardinada en la de monarquía desde muy temprano, máxime en la española, heredera de los godos y, al decir de todos los cronistas e ideólogos, habitual iba desde Caldea y Mesopotamia hasta España, pasando por Egipto, Grecia, Roma y la Francia de Carlomagno. El paso importante es de Egipto a Grecia: allí, a Egipto, llevó el saber Abraham, y entre los griegos conoció un esplendor inusitado, especialmente en el studium ateniense. Véase Fenzi, 2008. 73 Donde se centra, claro, en la conquista de Navarra por Fernando el Católico y la se encaja en el contexto bíblico de las conquistas israelitas; se interpreta como una manifestación de la voluntad de Dios, en tanto que restaura la frontera norte de la Hispania visigoda. Como apunta Tate, Nebrija «ha puesto su erudición al servicio de una causa política, y a las pruebas sacadas de los clásicos añade la dispensación de Dios, ya que, según su opinión, la Providencia había querido siempre que Navarra fuese de Castilla». Tate, 1970: 205. 74 «Estos dos aspectos corresponden a una parte del doble proyecto historiográfico de los Reyes Católicos, la herencia goda como mito político». Deyermond, 2003: 970. Cf. Maravall, 1981. Rico, 1983. Conde, 1999. 75 Headley 1997. Se pregunta Pagden, 1990: 51, por qué elige Campanella España, y responde que «in part because the Regnum Italicum, the natural candidate for any world empire, had already passed into political decline and history had show that no empire can ever recover its former power». 76 Campanella, 1991: 74-75, cursiva mía. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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providencialmente escogida para la cruzada peninsular contra los moros y el descubrimiento de América, que, finalmente, se llevarían a término durante el reinado de los Reyes Católicos, como, entre otros muchos, señalaba Diego de Valera, haciéndose eco de una supuesta profecía, dirigida a Fernando el Católico: Serenísimo rey e señor: Claramente se muestra nuestro Señor querer poner en obra lo que de muchos siglos acá está profetizado de vuestra ecelente y esclarecida persona, es a saber, que no solamente estas Españas pornés debajo de vuestro cetro real, mas las partes ultramarinas sojuzgarés en gloria y ensalzamiento de nuestro Redentor e acrecentamiento de la cristiana religión y en grande honor y ecelencia de vuestra corona real. [...] Pues ¿qué diremos sino que Dios es con vos y en virtud vuestra e de la serenísima princesa doña Isabel, reina e señora nuestra, quiere destruir e desolar la pérfida mahomética seta? [...] Así, señor, es de creer que Dios vos ama e vos fizo tales nacer, no solamente para restaurar, reformar e defender estos reinos, mas para debelar e destruir a todos los enemigos de la sancta fe católica77.

No mucho más tarde Diego Guillén de Ávila, en el Panegírico a la reina doña Isabel (acabado en 1500), donde el hada Lachuis augura que serán los reyes que ganarán «Jerusalén / y el santo sepulcro, que tanto arrea». La idea se aplica también a su nieto el Emperador, otro Alejandro, como reza el romance compuesto, seguramente, a raíz de la toma de Túnez, en 1535: Y aqueste nuestro gran César todo lo ha de conquistar, pues hasta el monte Calvario ha en persona de llegar. Ganadas las tres Armenias, Arabia no ha de dejar; Egipto, Siria, las Indias todos se le han de dar; agarenos, ismaelitas también ha de conquistar, más dichoso que Alejandre, por la tierra y por la mar. A todos en un aprisco él los tiene de encerrar; los sacramentos son pasto con que los ha de pastar .... Y aquesto siendo acabado, don Carlos tiene de estar abrazado con la cruz que Dios nos mandó abrazar, en el monte donde Cristo a la nona fue a expirar...78

La comparación con Alejandro se completa con el desenlace en Jerusalén, reservado al último rey de Romanos, según la profecía del Pseudo-Metodio y la Sibila Tiburtina79. 77

«Epístola [...] al rey don Fernando [...] después que hobo tomado la ciudad de Ronda», en Penna, 1959: 31. De la historiografía de Valera en general se ocupa Moya García, 2008; para la de los contemporánea, siguen siendo imprescindibles los estudios de Tate, 1970; 1976; véase ahora la excelente síntesis de Gargano, 2008. 78 Durán, 1945, núm. 1150: 151. Cf. Gil, 1978: 153. 79 Glosó con entusiasmo el romance Antonio de Honcala en el Epinicion de 1536, que lueRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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La especie alcanza hasta humanistas tan rigurosos como Fernán Pérez de Oliva, que, aparte de subrayar la centralidad de España y la necesidad de completar la cruzada, confía en que bajo el Emperador también se verá el «cumplimiento», o sea, se acabará de descubrir todo el mundo: Antes ocupábamos el fin del mundo y ahora estamos en el medio, con mudanza de fortuna cual nunca otras se vio. Hércules, queriendo andar el mundo, en Gibraltar puso fin. [...] Ahora ya pasa sus columnas el gran poder de nuestros príncipes. [...] Tierras y gentes sin fin que de nosotros tomarán religión, leyes y lengua. [...] Así que el peso del mundo y la conversación de las gentes a esta tierra acuesta. [...] Al principio del mundo fue el señorío en Oriente, después más abajo en la Asia; después lo hobieron persas y caldeos; de ahí vino a Egipto, de ahí a Grecia y después a Italia; postrero a Francia. Agora, de grado en grado viniendo a Occidente, pareció en España, y ha habido crecimiento en pocos días tan grande, que esperamos ver su cumplimiento [...] sin partir ya de aquí, do lo ataja el mar y será tan bien guardado, que no pueda huir80.

Tampoco faltaron defensores extranjeros de la primacía traslaticia de la monarquía española, como el entusiasta Campanella. Se cumplía, así, un designio o plan divino que algunos ya habían creído leer en San Agustín, que no se cansa de afirmar que «todo está encerrado dentro del orden» (totum igitur ordine includitur, De ordine, I, vii, 19), incluyendo el «reliquo huic nostro hemispherio e regione opposito, quod incolunt antichthones», a que alude Nebrija en el Isagogicon cosmographiae, o en las Res a Fernando et Elisabe gestae, de 1509: Prima monarchia in Assyrios [...] et a Romanis in Gallos Germanosque cum caeli conversiones translata est. Quis est qui non intelligat, quamquam titulus imperii sit in Germania, rem tamen ipsam esse penes Hispanos principes, qui Italiaa magnae partis atque maris nostri insularum domini iam moliuntur bella in Aphricam transmitiere atque missis classibus caeli motum secuti iam pertingunt insulas Indorum populis adiacentes? Neque eo contenti, alterius Orbis magna parte explorata, parum abest ut Hispania atque Aphricae finis occiduus cum orbis terrarum fronte Orientale adiunguntur81. go incorporó como libro cuarto de su Pentaplon Christianae pietatis; las palabras iniciales nos dan una imagen piadosa del Emperador: «optabile nobis plurimum ut sit Carolus noster uir ille tanta pietate insignis tantisque uiribus potens, qui uotis piorum, annuente Deo, impios Agarenos inimicos crucis Christi et nobis permolestos...., quique ut illorum reliquias ab Hispano orbe procul exclusit, ita et a mundano penitus profliget»; en las finales le apostrofa: «augetur et nobis haec tanta spes quod Carolus ab euersa Hispania primus regus Hispanorum uictricia Christi signa per se ipsum in Africam transtulit, idque felici optatae uictoriae euentu, tamquam quidam futurarum delibamento uictoriarum» (91). Véase nota 53 y Rosenthal, 1971: 215-216. 80 Apud Pérez, 1995: 29. 81 Nebrija, 1545: 4r-5v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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No solo los autores españoles, sino también algunos italianos, como Pietro Martire d’Anghiera, en los preliminares de su Occeanea decas, (ca. 1506), recoge la idea: Accipito haec, lector, brevibus compacta libellis principibus variis scripta. Hic nova multa videbis —Oceani ingentes terras, vasta aequora, linguas hactenus ignotas—, atque aurea saecula nosces, et gentes nudas expertes seminis atri mortiferi nummi, populisque auroque feracem torrentem zonam. Parcat veneranda vetustas!82

En su caso, no obstante, los aurea saecula son de corte hesiódico83, o sea, retrospectivas; por eso, en parte, pide disculpas, en el último verso: «¡que la venerable antigüedad nos perdone!»84. Al igual que en Virgilio (a la vista de la propaganda imperialista subyacente en su obra), el nuevo sentido del mito de la edad de oro guarda una evidente relación con un nuevo régimen político, cimentado en la guerra y la conquista, de modo que el vínculo entre la figura imperial y la aurea aetas acabaría poco a poco consolidándose, hasta convertirse en un lugar común de la propaganda política española, vinculado a los Austrias85, como vimos que apuntaba Luis Vives en su alegoría de la égloga IV de Virgilio. Lejos quedaba la concepción de América según la noción de las divites insulas de las que hablara Horacio en el tan difundido Epodo XVI: 82

El texto es de la edición de 1511 (H); en las reediciones de 1516 y 1530 (AC) reza el siguiente: «Siste pedem, lector, bevibus compacta libellis / haec lege, principibus variis decimoque Leoni / Pontifici Summo inscripta. Hic nova multa videbis,/ Oceani magnas terras, vasta aequora, lenguas / hactenus ignotas atque aurea saecula nosces,/ et gentes nudas expertes seminis atri / mortiferi nummi, gemmisque auroque feracem / torrentem zonam. Parcat veneranda vetustas!». Cito por Gauvin, 2003: 13. 83 Cf. Lawrance, 2008. 84 Disculpas que no le impidieron redactar la primera descripción de las Antillas, que se hizo célebre, bajo la especie aurisecular: «compertum est apud eos, velut solem et aquam, terram esse communem, neque meum aut tuum, malorum omnium semina, cadere inter ipsos. Sunt enim parvo contenti, quod in ea ampla tellure magis agri supersint, quam quicquam desit. Aetas est illis aurea: neque fossis, neque parietibus aut sepibus predia sepiunt. Apertis vivunt hortis. Sine legibus, sine libris, sine iudicibus suapte natura rectum colunt. Malum ac scelestum iudicant, qui inferre cuiquam iniuriam delectatur» (I, 3: 37). Cf. Cantù, 1979: 235. Gauvin, 2003: XXXII-LXIV. 85 Especialmente desde Gattinara, como recuerda Headley, 1980; 1992, y subraya especialmente Pagden, 1990: 13-64; en Serés, 2010b, analizo la versión virgiliana de la edad de oro en los Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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Vos, quibus est virtus, muliebrem tollite luctum, Etrusca praeter et volate litora. Nos manet Oceanus circum vagus: arva beata petamus, arva divites et insulas, reddit ubi cererem tellus inarata quotannis et inputata floret usque vinea, ............ Non huc Argo contendit remige pinus neque impudica Colchis intulit pedem, non huc Sidonii torserunt cornua nautae, laboriosa nec cohors Vlixei. .......... Iuppiter illa piae secrevit litora genti, ut inquinavit aere tempus aureum, aere, dehinc ferro duravit saecula, quorum piis secunda vate me datur fuga86.

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Prevalecieron las nociones que al principio ilustraba con Ariosto y Vives, ideológica y proféticamente emparentados entre sí y con la idea virgiliana de una Edad de Oro aún no alcanzada, pero que pasaba, indefectiblemente, por la monarchia christianorum, auspiciada por la mayor parte de sectores del cristianismo y personalizada en Carlos V, heredero de los Reyes Católicos, que recuperaron la soberanía territorial y, supuestamente, la dignidad individual y libertad para todos sus súbditos, con afán de trasladar a América, mediante su nieto, el Emperador, ese modelo de convivencia que es, en palabras de Jean Bodin, la «monarquía señoril», la que, en principio, respeta a los súbditos, «no abastardados en bajeza de servidumbre».

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[«Vosotros, en quienes reside el valor, no os entreguéis al llanto, como las mujeres, y volad lejos de las playas etruscas. El inmenso Océano nos llama; busquemos a través de sus olas los campos venturosos y las islas afortunadas, donde la tierra, sin ser arada, produce todos los años abundancia de espigas, y la viña no podada florece con la mayor lozanía. [...] Nunca a fuerza de remos llegó la nave de los argonautas, ni la impúdica joven de Colcos [Medea] pudo imprimir sus huellas, ni los marinos de Sidón o la chusma trabajada de Ulises enderezaron allí sus proas. [...] Júpiter consagró estas playas a gentes piadosas, cuando el bronce vino a manchar la pureza de la edad de oro. Tras el bronce corrieron los siglos aún más duros del hierro, de los cuales una fácil huida brindo yo, visionario poeta, a los hombres piadosos»]. Cito por la traducción de López, 1985: 58-59. Cf. Levin, 1969: 58-59. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

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Ariosto, the Catholic Monarchs and the Caroline Monarchia Christianorum

In the third version of Orlando furioso, Ariosto adds a few lines to highlight the good relations that existed between Spain and Italy. It is a providentialist-style text which extols Charles V as the successor of Augustus and the creator of a kind of «pax Hispana» which linked the Old World with the New. I interpret this in the light of an exhibition by Luis Vives on the Golden Age which was based on a text by Virgil, and I compare this with some of the Italian humanist historians, who do not share the uniformitarianism that exists in most of the Spanish chronicles. KEY WORDS: Imperium; Providentialism; uniformitarianism; Golden Age; New World.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 331-364, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.011

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

Eficacia política, ética y corrupción en el Gobierno de Guayaquil (1779-1790)* por

Miguel Molina Martínez Catedrático de Historia de América Departamento de Historia Moderna y de América Universidad de Granada

El gobierno de Ramón García de León y Pizarro en Guayaquil mereció los elogios de la Corona y más tarde de la investigación histórica. Sin embargo, algunos de sus actos podrían ser cuestionados por su dudosa ética y moralidad. Las amenazas, sobornos, medidas de presión, favoritismos, etc. formaron parte de su práctica política en beneficio propio y el de su clan. Este artículo analiza algunos de esos comportamientos irregulares en el contexto del debate sobre la corrupción de la burocracia colonial. PALABRAS CLAVE: Guayaquil; siglo XVIII; corrupción; administración colonial.

Existe hoy bastante consenso en aceptar la idea de que el fenómeno de la corrupción en la administración colonial española, lejos de ser un hecho marginal, era en sí mismo parte constituyente del sistema. Fue Horst Pietschman quien, a partir de los años de 1980, abordó de forma sistemática esta cuestión abriendo una fructífera línea de investigación todavía no agotada en la actualidad1. A sus planteamientos siguieron, entre otros, los trabajos de Kenneth Andrien2, Eduardo Saguier3, Alejandro Cañeque4, Alfredo Moreno y Nuria Sa* Este artículo forma parte del Proyecto I+D HAR2009-10094 (subprograma HIST) del Ministerio de Ciencia e Innovación, con el título «Compra de cargos públicos, ejercicio del poder y redes sociales en el espacio de la Audiencia de Quito (1655-1797)». 1 Pietschman, Horst, 1982: 11-37; 1989 (Particularmente el capítulo «Sobre el Estado patrimonial»: 163-181); 2003: 47-84. 2 Kenneth, 1984: 1-20; 1986: 493-521. 3 Saguier, 1989: 269-303. 4 Cañeque, 2001: 5-57.

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la5, Tamar Herzog6 o Scarlett O’Phelan7 quienes desde diferentes perspectivas, épocas y regiones han contribuido a una mejor comprensión de dicho fenómeno. Dejando al margen los aspectos metodológicos y conceptuales inherentes al tema8, pueden aceptarse una serie de pautas y elementos definitorios de la práctica corrupta de los administradores. La propuesta de Pietschman incluía el contrabando, el cohecho, los sobornos, el favoritismo cortesano, el clientelismo y la venta de oficios entre los mecanismos de la corrupción a la que identificaba como una «trasgresión de los preceptos legales y normativos con fines propios o de grupo»9. Por su parte, Torres Arancivia concluyó que para la existencia de una situación de corrupción debían de darse tres condiciones: que la justicia del rey fuera desvirtuada, que la ley fuera violentada y que surgiera la protesta del sector social perjudicado o amenazado10. En sintonía con tales planteamientos, este artículo pretende exponer algunos comportamientos del gobernador de Guayaquil, Ramón García de León y Pizarro, que pueden arrojar nueva información sobre este tema. Abel Romeo Castillo, gran estudioso de la historia de la gobernación de Guayaquil en la segunda mitad del siglo XVIII, trazó una sucinta panorámica de la labor desempeñada por Ramón García de León y Pizarro en el tiempo de su mandato entre 1779 y 1790. Destacó sus esfuerzos en la promoción de la ciudad visible a través de un importante programa de obras públicas y puso de manifiesto los positivos resultados de su gestión económica11. Abundando en esta opinión, Filemón Arribas lo definió como un «magnífico ejemplo de la actividad colonizadora de un militar español con dotes de buen gobernante»12. La evidencia de que su actuación satisfizo las expectativas de la Corona la ofrece su ascendente carrera que le llevó desde el gobierno de Guayaquil, al de Salta y, finalmente, a la presidencia de la Audiencia de La Plata. A la extensa relación de condecoraciones sumó en 1812 la del Título de Castilla13. 5

Moreno Cebrián y Sala i Vila, 2004. Herzog, 2004. 7 O’Phelan, 2005: 13-33. 8 Torres Arancivia, 2007. Pietschmann, 1998: 31-52. 9 Pietschmann, 1989: 163-181. 10 Torres Arancivia, 2006. 11 Castillo, 1978: 220-224. 12 Arribas, 1970: 45. 13 Dicha concesión se incluye en la Orden de 11 de agosto de 1812. Carta de Fernando de Abascal al ministro de Gracia y Justicia, Lima, 31 de marzo de 1813, Archivo General de Indias (AGI), Lima, legajo 744. En ella el virrey informa haber comunicado al propio interesado la obtención de aquel Título. 6

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

EFICACIA POLÍTICA, ÉTICA Y CORRUPCIÓN EN EL GOBIERNO DE GUAYAQUIL (1779-1790)

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Pese a lo que pudiera desprenderse de tan magnífica hoja de servicios, su paso por la gobernación de Guayaquil no fue en modo alguno tranquilo. Durante la década que estuvo al frente de la misma se sucedieron frecuentes enfrentamientos con otras instituciones y con personalidades relevantes de la ciudad, que trascendieron hasta la misma Corte. El resultado fue la puesta en marcha de un proceso dirigido a esclarecer los diferentes cargos de los que se le acusaba y determinar su veracidad o falsedad. El desarrollo del mismo dio origen, a su vez, a nuevos conflictos que pusieron de relieve la rivalidad existente entre los diferentes bandos radicados en Guayaquil y, por extensión, en Quito14. Debe tenerse en cuenta que el gobernador de Guayaquil era hermano del presidente-regente de la Audiencia, José García de León y Pizarro, a quien en gran medida debía su cargo. El proceso demostró que las críticas alcanzaban a toda la familia y que formaban parte de un movimiento de reacción ante los modos y comportamientos políticos de los García de León y Pizarro, tachados de corruptos o de dudosa moralidad. Fue en 1787 cuando la Corona tuvo conocimiento del malestar existente en Guayaquil a través de los escritos representados por tres vecinos de la ciudad15. En ellos se contenían graves acusaciones contra el gobernador. Sus autores coincidían en responsabilizar de la lamentable situación que vivía Guayaquil a la pésima política del gobernador y de su teniente Mexía, confabulados con otros individuos en la defensa de intereses personales. Abuso de poder, extorsión, fraude o manipulación de la justicia eran, entre otras, las acusaciones que abiertamente se exponían en estas representaciones, lo que equivalía a considerar su gestión directamente como corrupta16. Tal información debió sorprender al rey ya que hasta entonces sólo tenía constancia del excelente trabajo desarrollado por el gobernador, traducido en ascensos y condecoraciones. El propio Ramón García de León y Pizarro se había encargado de hacer llegar al monarca sus méritos a través de un Memorial donde enumeraba sus desvelos para aliviar los problemas defensivos de Guayaquil, mejorar las arcas rea14 El problema salpicó a la Real Audiencia, cuyos ministros adoptaron posiciones encontradas. Véase Molina Martínez, 2008: 153-173. 15 Representación de Joaquín Pareja al Rey, Guayaquil, 4 de diciembre de 1787, AGI, Quito, legajo 271; Representación de Antonio Marcos al Rey, Guayaquil, 19 de diciembre de 1787, AGI, Quito, legajo 271; Representación anónima sobre los negocios del gobernador de Guayaquil, Guayaquil, 4 de diciembre de 1787, AGI, Quito, legajo 380. 16 La representación de Joaquín Pareja era la más extensa y dura. El extracto que de ella hizo el Consejo tiene 31 folios. En ella también se recogen críticas a José García de León y Pizarro por lo realizado durante su visita a Guayaquil. 17 Memorial de Ramón García de León y Pizarro a Su Majestad, Guayaquil, 30 de abril de 1780, Archivo General de Simancas (AGS), SGU, legajo 6828.

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les y agilizar la administración de justicia17. Particular énfasis puso en resaltar las cuestiones defensivas, hecho lógico dado el estado de guerra con Inglaterra en aquellos días y la precariedad de medios disponibles para afrontar un eventual ataque. Con orgullo presumía de las medidas adoptadas en estos términos: «He trabajado incesantemente en la disposición de las Milicias, que no tenían instrucción alguna... He reparado todos los pertrechos de guerra, que se hallaban abandonados e inútiles y tengo ya montada y de servicio bastante artillería... He construido y acabado un baluarte y dos baterías con que está guardada la ciudad por la parte del río... “Y aunque su costo —señalaba refiriéndose al baluarte de San Carlos— pase de siete mil pesos, no se ha impedido un solo maravedí de la Real Hacienda: Por mis estímulos, lo han ejecutado todo algunos vecinos de honor a sus expensas bajo de mi dirección... En la misma forma, y sin gasto alguno de la Real Hacienda, se han construido dos baterías”»18.

El Memorial contaba con el refrendo del tesorero y el contador de las Cajas Reales que se hacían eco, además, de otros méritos y servicios19. No quedó a la zaga el presidente de Quito en ponderar el esfuerzo de su hermano. En reiteradas cartas dejó constancia de su benéfica gestión en la defensa de Guayaquil y en otras actuaciones dentro de la ciudad20. En consecuencia Carlos III declaró estar «muy satisfecho de su celo y actividad», concediéndole en 1783 por estos servicios el grado de coronel21. Sin embargo, la expresada autocomplacencia del gobernador no era compartida por todo el vecindario, como tampoco suscitaban simpatía las estrategias de que se valió para su gestión. En concreto, Joaquín Pareja denunció en su representación que Pizarro había utilizado las obras de fortificación de la ciudad para su enriquecimiento personal. Señaló que ocupó en ellas a la tropa y a los indios y obligó a los pueblos cercanos a que proporcionasen con su propio dinero los materiales necesarios, imponiendo multas cuyo montante se apropiaba. Además, lamentó el crecido gasto ocasionado por la estancia de las tropas que su propio hermano le había enviado y que no llegaron intervenir porque finalmente la armada inglesa nunca atacó. La denuncia de Pareja ponía al descubierto que la conducta del gobernador no había sido tan ejemplar como reflejaban otros testimonios. Si Pizarro presumía de buen gobierno por el ahorro conseguido para las arcas reales en las obras de fortificación, Pareja 18

Idem. Certificación de Luis Ariza y Gabriel Fernández Urbina, Guayaquil, 30 de abril de 1780, AGS, SGU, legajo 6828. 20 Cartas de José García de León y Pizarro a José de Gálvez, Quito, 18 de marzo de 1780; 18 de mayo de 1780; 17 de febrero de 1781, AGS, SGU, legajo, 7051. 21 Título de coronel graduado de infantería a Ramón García de León y Pizarro, San Ildefonso, 17 de septiembre de 1783, AGS, SGU, legajo 6828. 19

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denunciaba que las contribuciones del vecindario no fueron tan inocentes y altruistas, como se quería hacer ver, sino que se realizaron bajo presión y amenazas. Joaquín Pareja presentó testimonios que avalaban sus afirmaciones. Algunos de ellos, firmados por el mismo gobernador, demostraban que hubo amenazas a la población para que contribuyese gratuitamente con maderas a las obras de fortificación. Así se desprende de una carta dirigida por Pizarro a Antonio de los Ríos, vecino de Guayaquil y dueño de la hacienda La Candelaria, en la que le hacía comprender la necesidad de proporcionar madera de todo tipo para la defensa del puerto y le consideraba «obligado a este importante servicio de Su Majestad». Finalmente le instaba a él y a otros vecinos a que ayudasen a esta empresa de forma que «a ninguno le será admitida la más leve excusa, ni pretexto para contribuir a esta labor con sus personas y herramientas, so la pena de que el comisionado los remita bien asegurados a esta Real Cárcel donde se le dé el castigo correspondiente; y por el contrario, portándose fieles servidores del Soberano, se les dará en su Real Nombre las gracias por el servicio que en este tan importante asunto le rindan»22.

También esclarecedor era el testimonio de Juan Antonio Caamaño quien, habiendo sido condenado a proporcionar hasta 300 estacas de madera, se mostraba totalmente dispuesto a facilitarlas, incluso en mayor cantidad, con tal de eludir la prisión 23. En otra carta Pizarro pedía a los vecinos del pueblo de Baba, a través de su teniente de gobernación, que contribuyeran con diferentes cantidades de maderas para la misma finalidad de forma «desinteresada, como lo han hecho en las demás poblaciones» y que entendieran aquello como un servicio al rey por el que se les daría «las más debidas gracias»24. Si este comportamiento levantó suspicacias y recelos entre los vecinos ya desde los primeros meses de gobierno, los roces con el ayuntamiento, que fueron constantes desde su toma de posesión, tampoco contribuyeron a la tranquilidad de la ciudad. Su afán por imponer su criterio en todas las deliberaciones y forzar las elecciones a su conveniencia molestó sobremanera al Cabildo, celoso de sus fueros y jurisdicción25. Polémicas provocadas a causa de si los ca22

Carta de Ramón García de León y Pizarro a Antonio de los Ríos, Guayaquil, 27 de noviembre de 1779. AGI, Quito, legajo 380. 23 Carta de Juan Antonio Caamaño a Ramón García de León y Pizarro, Guayaquil, 31 de diciembre de 1779, AGI. Quito, legajo 380. 24 Carta de Ramón García de León y Pizarro al teniente de gobernado de Baba, Guayaquil, 4 de enero de 1780. AGI, Quito, legajo 380. 25 En realidad las tensiones se remontaban al anterior gobernador, el coronel Francisco Ugarte, que había encarcelado a dos regidores y en nada había contribuido al buen entendimiento institucional. Véase Castillo, 1978: 185 y ss. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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pitulares debían acompañar o no al gobernador a su casa los días de cabildo, enfrentamientos sobre el señalamiento de sitio para sentarse en las sesiones, en las procesiones o funciones públicas, así como otras disputas por rivalidades entre grupos enrarecieron ostensiblemente el ambiente de Guayaquil26. Uno de los conflictos, que alcanzó gran resonancia e incluso fue debatido en Quito por los oidores de la Real Audiencia, fue el originado por la actuación de los músicos de la ciudad con motivo de la festividad de Santiago Apóstol en 1781. En esta ocasión el problema surgió cuando el teniente asesor de Pizarro, José Mexía, arrestó a los músicos que tocaban en la casa capitular. Les acusó de desaire al gobernador por no haber acudido antes a su casa a tocar. Era costumbre que la víspera de Santiago se celebrara una función de homenaje al Estandarte Real que se custodiaba en el Ayuntamiento y que con tal motivo actuaran en ella los músicos. Sorprendentemente, Mexía, ejerciendo la máxima autoridad porque el gobernador se hallaba fuera de la ciudad recuperándose de una dolencia, ordenó la prisión de los músicos. De nada sirvieron los llamamientos de Marcos de Abellán —regidor decano— para que desistiera de su actitud al considerarla un grave menosprecio al rey, representado en el Estandarte. A las nueve de la noche un piquete de soldados entró en la casa capitular e hizo prisioneros a los músicos. Abellán ordenó que Baltasar de Avilés y Alejo Guiraldes Pereira, depositario general y escribano respectivamente, que presenciaron la escena, levantasen acta de lo acontecido para elevar la queja a los tribunales superiores. La certificación de éstos es bastante prolija y se extiende en todo lujo de detalles sobre el altercado27. Por ella sabemos de las negociaciones realizadas para evitar la prisión y de su fracaso para mayor escándalo de la población. Toda la responsabilidad de lo sucedido recayó sobre José Mexía, que desoyó las voces que le aconsejaban no interrumpir los honores que se dispensaban al monarca a través de su Estandarte. El capitán Jacinto Bejarano, a cuyo mando estaban los soldados que intervinieron, no dudó en culpar del suceso al teniente de gobernador con quien no mantenía buenas relaciones. Para justificar su intervención arremetió contra éste afirmando que «trató con el mayor desprecio al Real Estandarte» y que era notorio su «ardimiento y fogosidad». Pedía a las autoridades que tomaran medidas «de modo que no abuse de la real jurisdicción y que causas tan inocentes no se inviertan por este ministro ni se caractericen de alborotos», y concluía que «a mí no se me siga el deshonor de 26 Los conflictos entre las autoridades y los mismos miembros del cabildo venían siendo una constante en la región. Véase Ramos Gómez, 1992: 179-196; 1993: 249-272; 2005: 53-77. Ruigómez Gómez, 2004-2007: 77-92. 27 Certificación de Baltasar de Avilés y Alejo Guiraldes Pereira y Castro, Guayaquil, 25 de julio de 1781, AGI, Quito, legajo 380.

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haber prestado auxilio»28. Los ministros de la Audiencia decidieron abrir una investigación requiriendo a los alcaldes ordinarios de Guayaquil para que presentaran informes que esclarecieran lo ocurrido y así lo cumplieron haciendo comparecer a músicos y soldados para que dieran testimonio de los hechos. Las declaraciones tuvieron lugar a lo largo del día 23 de agosto y nada nuevo arrojaron sobre lo ya conocido29. Los músicos corroboraron los informes anteriores30. Los soldados reconocieron los hechos pero declararon que actuaron a las órdenes de Jacinto Bejarano, autoridad militar en ausencia del gobernador, y que exhibía una orden de José Mexía. Concluyeron que apresaron a los músicos porque cumplían órdenes. Hasta finales de 1781 no hubo pronunciamiento de la Real Audiencia y cuando se produjo fue para censurar el comportamiento de Mexía. Amparándose en las leyes existentes, que recomendaban la mayor autoridad y honra para el pendón real, el fiscal sostenía que «debió el teniente general de Guayaquil dejar en su antiguo estilo la celebridad que aquella ciudad hace colocando el pendón real en las casas del cabildo sin precisar a los músicos a que desertasen, mayormente estando excusado de llevarlos a las casas del gobernador porque se hallaba ausente. Menos pudo arrestarlos como lo hizo con notable escándalo y desairando al alférez real, al mismo cabildo, y al Real Estandarte»31.

Y concluía: «Queda advertido el teniente de guerra del desagrado con que en este tribunal se ha visto su procedimiento ajeno de la reflexión y prudencia que demandaba el caso 28

Carta de Jacinto Bejarano a la Audiencia de Quito, Guayaquil, 30 de julio de 1781. AGI, Quito, legajo 380. 29 Representación de Manuel Ximénez Palacios y Tomás Francisco Calvo, alcaldes ordinarios, a la Real Audiencia. Guayaquil, 25 de agosto de 1781. AGI, Quito, legajo 380. 30 Como ejemplo, véase el testimonio del violinista Damián Morales. Dijo éste que acudió a las seis y media de la tarde junto al resto de los músicos a tocar a la Casa consistorial, como era la costumbre y rendir honor al Estandarte Real. Tocaron hasta las nueve de la noche en presencia del regidor decano, Marcos Abellán, y el depositario general, Baltasar de Avilés. A esa hora se presentó un soldado de orden del teniente general diciéndoles que estaban presos. El regidor decano medió en el asunto pero sin éxito. El depositario general se ofreció para dialogar personalmente con el teniente general Mexía, lo que hizo también sin éxito. Finalmente acudió un grupo de soldados milicianos de la sierra siguiendo las órdenes de Mexía y los músicos fueron encarcelados. Al día siguiente fueron puestos en libertad para que tocaran en la fiesta en honor de Santiago y concluida ésta fueron de nuevo arrestados y en prisión estuvieron hasta las cinco de aquella tarde. Luego fueron llamados ante la presencia de Mexía quien les reprendió por no haber ido a la casa del gobernador a tocar antes que al Cabildo. 31 Informe del fiscal de la Real Audiencia, Quito, 11 de diciembre de 1781, AGI, Quito, legajo 380. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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y juntamente se le aperciba que en lo sucesivo guarde buena armonía con los regidores para conservar la paz pública que debe ser uno de los principales objetos de los magistrados y evitar nuevos recursos... debiendo dichos regidores observar lo mismo con el teniente general»32.

Aunque formalmente aparentase acatar la resolución de la Audiencia, el gobernador Pizarro tomó partido por Mexía y defendió su comportamiento. Por ello, trató de zanjar el asunto de la forma más rápida y velada posible; intencionadamente eludió comunicar al Cabildo la resolución de la Audiencia, por más que fuera invitado en varias sesiones a que la hiciera pública para desagravio de la propia institución. Sin embargo, tantas excusas y evasivas por parte de Pizarro tuvieron el efecto contrario al deseado. Lejos de olvidarse, el contencioso de los músicos seguía aún sin resolverse en 1789, fecha en la que volvió a plantearse a propósito de un nuevo conflicto que enfrentó a los mismos protagonistas. En ese año, al debatirse en sesión capitular la fijación de la fecha y actos con que la ciudad debía festejar la proclamación de Carlos IV, Joaquín Pareja recordó al gobernador que aún no había hecho pública al Cabildo la provisión de la Audiencia de 1782 y vinculó su notificación a la celebración de dichos actos. Argumentaba que la institución seguía estando agraviada mientras no se le presentara oficialmente el documento que reprobaba a Mexía por el ultraje al Estandarte Real y consideraba, por tanto, coherente retrasar su participación en aquella solemnidad hasta que se resolviera el contencioso. El incidente puso de manifiesto que las relaciones entre el gobierno y los regidores eran bastante tensas. El gobierno, tratando de ejercer su autoridad a costa de controlar las iniciativas de los capitulares; éstos, defendiendo su autonomía y las viejas libertades que caracterizaron al órgano municipal. Un terreno abonado para que las rivalidades y odios personales afloraran con inusitada dureza y así ocurrió entre el teniente de gobernador Mexía y el regidor Pareja. El primero se apresuró a denunciar a Pareja por su actitud irresponsable y por oponerse a una «diligencia tan necesaria como obligatoria», señalando que el único móvil que le impulsaba era el ataque personal: «Sólo por contentar —decía— su genio turbulento y lograr la criminal satisfacción de inquietarme y ultrajar mi respeto y autoridad»33. Desde su punto de vista, el contencioso del Estandarte Real no era excusa suficiente para «diferir por un solo día el reconocimiento auténtico y público de la soberanía del nuevo Rey, que debe 32 La Audiencia hizo suyo este dictamen y así lo remitió a Ramón Pizarro para que se lo notificase a su teniente de gobernador. Real Provisión de la Audiencia de Quito, Quito, 15 de enero de 1782. AGI, Quito, legajo 380. 33 Representación de José Mexía a la Real Audiencia, Guayaquil, 4 de agosto de 1789. AGI, Quito, legajo 380.

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hacerse inmediatamente en esta ciudad». Estaba convencido de que Pareja actuaba impulsado más por motivos inconfesables que por la exaltación del monarca y la fidelidad de los vasallos. Le calificaba de «hombre inquieto, insubordinado y turbulento», que había removido un viejo asunto ya olvidado con el único fin de desprestigiarle y saciar su venganza. Su conducta manifestaba «el veneno de su corazón, el rencor inextinguible de que hace una ostentación vergonzosa y el respeto e insubordinación a sus superiores de que con no menos delito se gloria». Llamaba la atención sobre el hecho de que Pareja en todos sus escritos le negaba el título de «señor», que por otra parte prodigaba entre sus compañeros regidores, para demostrar que todo cuanto hacía llevaba «la impresión del orgullo y la falta de respeto a las superioridades». Sobre la cuestión del Estandarte Real y los músicos, Mexía afirmaba que ya estaba zanjada toda vez que la Real Audiencia emitió su veredicto y que él recibió «con sumisión y la mayor resignación», a pesar de que hubiera podido apelar pues, en su opinión, los informes elaborados en su momento por los alcaldes ordinarios carecían de «la imparcialidad que exige la justicia» y habían sido dirigidos «por el consejo de mis enemigos». Por todo ello, solicitaba que el Cabildo no postergara la solemnidad de la entronización del monarca y que Pareja fuera castigado por «sus excesos y comportamiento incorregible». La réplica de éste no se hizo esperar, haciendo ver a la Audiencia, en términos bastante duros, las falsedades vertidas por Mexía en su escrito, redactado sólo con el «depravado intento de quedar impune en el escandaloso crimen que ha incurrido ultrajando el Real Estandarte»34. Se atrevió a descalificarlo con los más siniestros trazos: «Es un tirano de la paz —escribió— y versa mal su oficio fomentando discordias porque de ellas le resulta su bienestar; que tiene sed de la sangre humana; que es un hombre libertino, que desnudo enteramente de los sentimientos de religión sirve escandalosamente y como si no hubiese rey; que su soberbia y erguidez le han hecho creerse deidad, siendo en realidad ídolo por cuya boca solo salen malignos influjos y crueles vaticinios; que es un monstruo que cuanto respira es veneno, cuanto vierte ira y cuanto exercita son artificios, inventivas y fraudes con que destruye a todos aquellos que no le rinden adoraciones... hombre sangriento y criminal que se juzga tan independiente que hace delincuente ostentación de que cuando toma la pluma corre por sus dedos fuego y azufre y que últimamente este hombre es el origen y causa primaria de cuantos males se han experimentado en esta ciudad que cada día se aumentan sin término»35. 34

Representación de Joaquín Pareja a la Real Audiencia, Guayaquil, 27 de septiembre de 1789. AGI, Quito, legajo 380. 35 Idem. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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La Real Audiencia, a la vista del informe fiscal, consideró que era prioritario rendir homenaje al rey y ordenó al ayuntamiento que procediera a ello «con la solemnidad acostumbrada sin diferirla con ningún pretexto». No obstante, para satisfacer la petición municipal y descartar cualquier excusa, ordenó también que el gobernador Pizarro exhibiera en una próxima sesión de los capitulares la providencia objeto de la polémica36. Conocida esta resolución, el Cabildo la acató y procedió a fijar el día para la conmemoración, recordando al gobernador que también cumpliese su parte. Sorprendentemente éste se excusó de hacerlo diciendo que lo haría en una próxima sesión y lo mismo repitió en las sucesivas reuniones. Esta negativa a dar cuenta del documento alentó la idea de que había sido destruido y, en todo caso, que Pizarro y Mexía pretendían que se llevara a cabo la proclamación real sin que el Cabildo fuese desagraviado, en el convencimiento de que una vez finalizada la celebración sería olvidada la polémica. No estaban los regidores, y menos Pareja, dispuestos a quedar nuevamente desairados y, por consiguiente, «llena de ensanches la soberbia del teniente gobernador y burladas las superiores determinaciones de Vuestra Alteza»37. Firmes en esta determinación, solicitaron a la Real Audiencia que expidiera una copia de la provisión de 1782 para remitirla directamente al Cabildo y que previniera al gobernador de abstenerse de negar la convocatoria de una sesión en que aquélla se hiciera pública38. Como quiera que Pareja elevara su recurso hasta el virrey, también éste hubo de pronunciarse y lo hizo confirmando las pretensiones del ayuntamiento. Por un lado, declaró que por ningún motivo se retrasara más la función de proclamación del rey «antes bien se resuelva y execute con la mayor brevedad y con todo el decoro, pompa y majestad que corresponde»; por otro lado, que en el primer cabildo que se celebrara se dejara constancia de la provisión. Todavía satisfizo más los ánimos de los capitulares la conclusión final de que los comportamientos de Mexía fueron los que ocasionaron aquel suceso «por haber obrado con menos circunspección de la que debiera»39. Finalmente la proclamación de Carlos IV se celebró en Guayaquil el 13 de diciembre de 1789, casi tres meses después que en Quito, quedando expuesto el Estandarte Real en una tribuna frente a la puerta del ayuntamiento. Los enfrentamientos entre Pizarro y el Cabildo de Guayaquil no cesaron por una causa u otra. Las presiones ejercidas por el gobernador con motivo de 36 Real Provisión de la Audiencia de Quito, Quito, 4 de septiembre de 1789. AGI, Quito, legajo 380. 37 Idem. 38 La Audiencia aceptó en estos mismos términos lo solicitado, según consta en la Real Provisión de 9 de octubre de 1789. AGI, Quito, legajo 380. 39 Despacho del virrey de Santa Fe, Santa Fe, 25 de noviembre de 1789. AGI, Quito, legajo 380.

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la elección de alcaldes ordinarios dieron pie a nuevas quejas. Fue otra vez Joaquín Pareja quien acusó a Pizarro de intervenir en ese proceso pidiendo descaradamente los votos para sus protegidos o el cobro de hasta 500 ó 1.000 pesos a quienes pretendían los empleos. Aún más, sostuvo que aquél cercaba la casa capitular con soldados para presionar e intimidar en los días señalados para las elecciones. Asimismo consideró un menoscabo de la jurisdicción del Cabildo el que se le prohibiera celebrar sesión alguna sin la presencia del gobernador o su teniente y que con motivo de tales ocasiones los regidores hubieran de acompañar a su casa a la autoridad40. No era ninguna novedad que el gobernador Pizarro deseaba consolidar su control sobre la institución. En realidad era una política acorde con las directrices centralistas de José de Gálvez. Fue precisamente su hermano José García de León y Pizarro, como visitador general y presidente de Quito, el que dio los primeros pasos en tal sentido. Aprovechando la supresión de los corregimientos y que las atribuciones de los corregidores pasaron a la autoridad superior, implementó una serie de medidas dirigidas a la adecuación del funcionamiento de los Cabildos a la nueva normativa. Con tal fin elaboró en 1782 una Instrucción que en sus 10 capítulos venía a limitar la autonomía municipal en beneficio del superior gobierno41. Su aplicación en Quito levantó las protestas del Cabildo de la ciudad pero sus regidores no lograron imponer sus argumentos42. Otro tanto quiso hacer el de Guayaquil con la movilización del alférez Pareja y un grupo de regidores pero tal iniciativa estaba condenada al fracaso. La Instrucción había sido aprobada por la Corona y la propia Real Audiencia respaldaba el proceder del gobernador al encomendarle que era «muy conveniente al servicio del Rey y tranquilidad pública asista a los cabildos que se hubiesen de celebrar en aquella ciudad y que cuando no, lo execute su teniente auditor de guerra previniendo al Ayuntamiento no proceda a celebrar ninguno sin asistencia de uno o de otro»43. En medio de este ambiente hostil resulta extraño que el Cabildo se mostrara en 1783 sumamente elogioso hacia el gobernador. Lo retrataba en esta ocasión como un «genio audaz y laborioso» que había «desempeñado todos los deberes con una satisfacción increíble», enumerándolos con gran detalle y jú40

Representación de Joaquín Pareja al Rey, Guayaquil, 4 de diciembre de 1787, AGI, Quito, legajo 271. 41 Instrucción para el mejor gobierno y dirección del Cabildo», Quito 21 de agosto de 1782, AGI, Quito, legajo 370. 42 Sobre esta cuestión véase Molina Martínez, 2009: 531-545. 43 Real Provisión de la Audiencia de Quito, Quito, 7 de febrero de 1782, AGI, Quito, legajo 380. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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bilo44. Como ya ocurriera en 1780, los esfuerzos realizados para la defensa y fortificación de Guayaquil merecieron la más alta valoración: «Solamente ahora se sabe que Guayaquil está en disposición de una vigorosa defensa. Desde que gobierna este Señor hemos visto por nuestros propios ojos los admirables efectos del fuego de que no se tenía sino una noticia confusa... La eficacia del Señor Don Ramón García de León y Pizarro es quien ha sacado a esta ciudad del ser, como suele decirse, de la nada. Su vigilancia indeclinable ha logrado colocarla en el rango de las plazas más fuertes... Atento al bien público, pospone sus comodidades a lo que puede hacer feliz y lucido este vecindario de su cargo»45.

Se congratulaban los regidores de que tanto adelanto se hubiera llevado a cabo con gran economía de gasto. De los casi 57.000 pesos gastados en las obras de fortificación y los 47.543 pesos a que ascendió la construcción de puentes, empedrado de calles, alameda y obelisco la Real Hacienda sólo aportó poco más de 7.000 pesos. El resto «se debe a los legales arbitrios e económico desvelo de su genio superior..., multas y donaciones particulares». Ante tanto celo concluían que «no será bastantemente alabado un hombre que después de haber formado una nueva ciudad suntuosa; después de haber sacado del lodo, digámoslo así, a Guayaquil; después de dejar a la posterioridad unos monumentos sólidos cuyo mudo lenguaje hablará para siempre en elogios de su autor; después de todo esto, lejos de presentar una planilla de gastos considerables, proporcionados a las obras, muestra, por el contrario, un estado general de ahorros particulares... Tanta es la ventaja de un Jefe cuya conducta es conforme a la intenciones de Su Majestad, respecto de los otros. Nunca más a propósito deberá decirse que un magistrado cabal es el placer y las delicias de un pueblo instruido y sensato»46.

En el ámbito de la administración de justicia tampoco escatimaban elogios y se felicitaban de que «por medio de su conducta en esta parte principal, se goza de una tranquilidad perfecta en Guayaquil y su jurisdicción». Asimismo, resaltaban su interés en la rehabilitación de viviendas para la gente más pobre. «El Señor Gobernador —decían— halló recursos extraordinarios en su gran caridad, socorriendo a un número increíble de poseedoras destituidas [señoras viudas, pobres o miserables] con cantidades sacadas de la renta de Su Señoría... y aún con jornales pagados de su sueldo». Tales afirmaciones estaban rubricadas por los regidores José Carbo y Unzueta, Miguel Antonio de Anzoátegui, José Gorostiza, Baltasar de Avilés, 44

Certificación del Cabildo de Guayaquil, Guayaquil, 5 de agosto de 1783, AGS, SGU, legajo 6828. 45 Idem. 46 Idem. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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Juan de las Veneras y Cevallos, Manuel Ignacio Moreno y Santisteban, doctor Antonio Marcos, Jacinto Sumalave, doctor Domingo Espantoso y Castro el escribano Alejo Guiraldes Pereyra y Castro. Teniendo en cuenta los frecuentes desencuentros entre capitulares y gobernador y a la vista de algunos de los firmantes de ese documento, sorprende que aquellas manifestaciones fuesen iniciativa del Cabildo; más bien parecen forzadas por el propio Pizarro en un ejemplo más de su presión y control sobre la institución. No termina de explicarse bien el cambio de opinión tan brusco realizado por parte de algunos capitulares. Por ejemplo, Baltasar de Avilés y el escribano habían puesto en evidencia el despropósito de José Mexía en el episodio de los músicos; el doctor Antonio Marcos, como se sabe, fue el autor de una dura representación contra Pizarro; otros, en cambio, fueron luego recusados para testificar en la residencia al ser considerados enemigos del gobernador. Sin embargo, una vez más, la declaración oficial escondía comportamientos del gobierno poco éticas. Así, lo que en aquella certificación se catalogaba como una obra de gran utilidad para la ciudad, esto es, la construcción en la plaza de unos galpones en los que se levantaron hasta 52 covachas para la venta de alimentos, legumbres, etc., fue denunciado como una actuación lucrativa más del gobernador y perjudicial para los vecinos. La representación de Joaquín Pareja arrojaba datos preocupantes en este sentido. Entre ellos, que las covachas eran alquiladas por cuatro pesos, de los que uno recaudaba el Cabildo y los tres restantes se los quedaba Pizarro. Según Pareja, con estos ingresos acabó fundado un mayorazgo de cerca de 2.000 pesos anuales en detrimento de los propios de la ciudad. Similares perjuicios venía ocasionando al Cabildo el recién creado estanco de la cal cuyos beneficios se apropiaba asimismo el gobernador. Las críticas de corrupción se extendían también a la usurpación que Pizarro y su grupo hicieran a la ciudad del comercio del cacao en beneficio propio. El autor de la representación anónima afirmaba que el principal sustento económico de Guayaquil estaba monopolizado por el gobernador y su teniente Pedro Mexía, con la complicidad del comandante de milicias, Manuel de Guevara, el administrador de alcabalas, Miguel García, el administrador de la renta del tabaco, Francisco Garaicoa y su contador, Nicolás Cornejo. Este clan presionaba a los productores de cacao para que les vendiesen el producto a precios inferiores a los del mercado, con el inevitable perjuicio para éstos. Por su parte, Antonio Marcos denunciaba que con semejantes prácticas Pizarro y Mexía habían obtenido sumas cercanas a los 20.000 y 14.000 pesos respectivamente. La queja estaba fundada en el hecho de que los beneficios del cacao debían recaer en la propia ciudad de Guayaquil, en virtud de la gracia que obtuvo del rey para exportar a Acapulco 10.000 fanegas anuales para paliar las pérdidas ocaRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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sionadas por el incendio de 1764, y no en determinados particulares como ocurría en la práctica47. Sobre estas conductas irregulares, ilustra bastante lo sucedido a raíz de la iniciativa tomada por Damián de Arteta. Este propuso al Cabildo que se le cediese por cuatro años la real gracia que tenía la ciudad de llevar a Acapulco las mencionadas 10.000 fanegas de cacao a cambio de contribuir con 100.000 pesos, que se destinarían a la construcción de un colegio de niñas y con otra elevada suma para levantar una casa de niños huérfanos. El Cabildo consideró positiva la iniciativa y para darle mayor respaldo propuso que el vecindario la apoyara con su firma. Lo cual no agradó al gobernador quien ordenó la paralización de la recogida de firmas y forzó la situación para que Joaquín Pareja no hiciese la defensa del proyecto de Arteta. Sin embargo, lejos de amedrentarse, el alférez real elevó al presidente de la Real Audiencia un escrito en el que exponía todos los pormenores del caso y acusaba al gobernador, por un lado, de la «opresión que padece el pueblo por privarlo de la gracia de remisión de cacaos» y, por otro, del «desaire de haber desaforado a la ciudad (a quien se concedió la gracia) de su distribución»48. Joaquín Pareja exhibió toda clase de documentos para corroborar sus afirmaciones. Uno de ellos, la correspondencia mantenida por Manuel de Guevara con productores de cacao, se ofrece como un buen testimonio de las prácticas monopolistas del grupo de Pizarro, al demostrar que los productores de cacao se veían forzados a la venta de la mercancía a un precio inferior al del mercado. Una carta escrita por la misma esposa del gobernador, Mariana Zaldúa, al propio Joaquín Pareja revela suficientes pistas sobre aquellas prácticas. En ella podía leerse lo siguiente: «Con el dador de ésta, D. Antonio Cornejo, remito a vuesamerced trescientos pesos para que me haga el favor de comprarme para el año que viene 100 cargas de cacao y si pudiese comprar más barato mejor, pero en caso de que ni aún a los tres pesos carga se pudiese comprar, puede vuesamerced pagarlo aunque sea dos reales más... que yo satisfaré a vuesamerced lo que faltase, pero espero de la eficacia y diligencia de vuesamerced que no será menester... pues no dudo me servirá en esto 47

Los incendios eran una amenaza constante en Guayaquil y por ello merecieron la atención de los gobernantes. De la época que nos ocupa data una Instrucción formada por el visitador José García de León y Pizarro en 1778, luego completada por José Mexía con nuevos artículos. Su contenido puede consultarse en Loor Jara, 2006: 217-229. Un acercamiento general a los efectos del fuego en Guayaquil lo ofrece Laviana Cuetos, 2007-2008: 81-101. 48 Así consta en la Representación que Pareja envió al Rey el 4 de diciembre de 1787. El presidente de la Real Audiencia le respondió lacónicamente el 19 de octubre de 1787 informándole que se había «juntado su representación al expediente que allí pendía sobre el asunto». Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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como si fuera negocio propio y le suplico sea con todo sigilo porque me importa así»49.

Más allá de la excelente imagen que algunos de sus allegados transmitieron del gobernador de Guayaquil y del éxito que para la Real Hacienda alcanzó su gestión, lo cierto es que levantó las protestas y las denuncias de un sector de la población, que creyó que la justicia del rey no era aplicada y que las leyes eran violentadas en su ejecución. Las tres representaciones críticas con la forma de gobierno de Pizarro que llegaron a manos del rey en 1787 eran la expresión del descontento de un sector de vecinos. Uno de ellos, Antonio Marcos, resumía la situación con este desolador panorama: «De todos los ramos hacen pillaje. La justicia se vende al mejor postor. Las rentas reales son unas prensas en las que se exprime al vasallo hasta extraer la última gota de sangre para mantener el lujo de una multitud de empleados... Su método de gobierno es absolutamente despótico. El gobernador lo ejerce al descubierto. Mexía con inaudita simulación, pues abusa de sus luces para honestar sus iniquidades... Ejecuta el mal por segundas manos y resortes ocultos para ser juez de sus propias venganzas... Todos los que no le rinden adoración son sus enemigos capitales a quienes persigue de muerte. Tiene formadas a prevención sumarias de los más atroces cargos para taparles la boca si hacen semblante de quejarse, o destruirlos. Así van perdidos ya muchos vecinos honrados. Una general opresión es el resultado de sus políticas máximas. Dispone a su antojo de la fe de los escribanos y de los testigos. Solamente aparece en juicio lo que quiere. Su voluntad es la suprema ley. Los recursos de queja se hallan interceptados. Es preciso padecer o morir. Las haciendas y las vidas de los súbditos son el juguete de las pasiones de los dos. Los adúlteros, depresores, usureros y demás son los únicos que logran su confianza y los ministros fieles a sus designios. Todo el rigor se guarda para los casados, las viudas y los huérfanos»50.

Por su parte, la representación anónima apostillaba: «El mayor perjuicio que sufre la ciudad para su destrucción es la falta de verdadera justicia administrada conforme al espíritu de las leyes. Aquí se hace un comercio público de los caudales de los vecinos, sujetándolos a interminables pleitos, porque de aquí les proviene una crecida ganancia al gobernador y su teniente... Las rentas que V.M. les da de su Real Erario no exceden de lo necesario para una sobresaliente decencia; pues ellos se hacen de tantos miles de dinero y alhajas que el mercader más grueso no alcanza a sus pisadas ni de lejos»51. 49

Carta de Mariana Zaldúa a Joaquín Pareja, Guayaquil, 18 de julio de 1781, AGI, Quito, legajo 380. 50 Representación de Antonio Marcos al rey, Guayaquil, 19 de diciembre de 1787, AGI, Quito, legajo 271. 51 Representación anónima sobre los negocios del gobernador de Guayaquil, Guayaquil, 4 de diciembre de 1787. AGI, Quito, legajo 271. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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La Corona intervino para esclarecer el alcance de semejantes testimonios. La misión fue encomendada inicialmente al oidor de la Real Audiencia de Quito, Fernando Cuadrado, pero fue cerrada en falso en medio de una gran polémica con el presidente Juan José de Villalengua y entre los mismos oidores52. Del mismo modo, resultó frustrada la residencia encomendada a principios de 1790 a Juan Moreno Avendaño, al quedar manifiesta una notoria inclinación de éste por el partido de los García de León y Pizarro53. Finalmente, la designación recayó sobre Anacleto de Casas y Alcalde según providencia de Estanislao Joaquín de Andino, regente de la Audiencia quiteña, quien a su vez había sido requerido para ello por el virrey José de Ezpeleta54. Andino vio en Casas «un sujeto de imparcialidad y rectitud y libre de nota» y, convencido de que se trataba de la persona más indicada, firmó su nombramiento el 21 de junio de 179155. El Cabildo de Guayaquil le reconoció como juez de residencia pocos días después y sin mayor dilación dio inicio a las pesquisas, actuando como escribano Pedro Monteserín y Estrada, procedente de Cuenca, toda vez que los tres escribanos de Guayaquil habían servido durante el gobierno de Pizarro y eran también objeto de la residencia. Dirigió el juez sus primeras medidas a establecer la autoría de las representaciones enviadas a la Corte contra García de León y Pizarro. Para ello hizo comparecer al alférez real, Joaquín Pareja, firmante de una de ellas, quien bajo juramento confirmó ser responsable del texto y justificó su proceder «como buen patriótico y en defensa de los de los reales intereses, que veía defraudados». Aún más, dijo estar dispuesto a demostrar que era cierto todo cuanto en ella se afirmaba y a documentar cuanto fuera necesario «para hacer ver se movió con verdad para hacer dicha denuncia» 56. Considerando el juez que el contenido de su representación tenía bastantes puntos comunes con la de Antonio Marcos y la anónima, decidió no citar a estos últimos, máxime cuando el primero estaba 52

Molina Martínez, 2008: 153-173. El entonces presidente de la Audiencia, Mon y Velarde, confesaba al virrey lo inoportuno de aquella designación por recaer en una persona «no bien libre de imparcialidad por su particular adherencia al denunciado y decidida estimación de toda su familia» (Carta de Antonio Mon y Velarde a José de Ezpeleta, Quito, 18 de julio de 1790, AGI, Quito, legajo 270). 54 La Real Orden de 23 de noviembre de 1790 instaba al virrey Ezpeleta a que tomase las medidas oportunas para indagar sobre los cargos formulados contra el gobernador Ramón García de León y Pizarro; aquél trasladó el encargo, mediante Orden de 31 de marzo de 1791, a Estanislao Joaquín de Andino. 55 Orden del regente de la Real Audiencia al juez de residencia Anacleto de Casas y Alcalde, Quito, 30 de junio de 1791, AGI, Quito, legajo 380. 56 Certificación de Pedro Monteserín y Estrada, Guayaquil, 19 de agosto de 1791. AGI, Quito, legajo 380. 53

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avecindado en la ciudad de Cuenca y del segundo, por razones obvias, carecía de pistas para su identificación. Para Casas y Alcalde no había ninguna duda de que estas dos últimas representaciones ofrecían muchos puntos afines y podían situarse sin dificultad en el ámbito de influencia del alférez Pareja. El interés de éste en corroborar sus denuncias llegó al extremo de proporcionar al juez una relación de vecinos que estarían dispuestos declarar en el mismo sentido. De los sujetos propuestos, unos lo fueron para que dejaran constancia de las cantidades de dinero que habían pagado al gobernador, ya fuera para que se les eximiese de la milicia, ya fuera para que se le diese algún empleo en ella. Otros para que enumeraran los perjuicios de que habían sido objeto con motivo y pretexto de la construcción del galpón de San Carlos, si se pagó a los trabajadores empleados y qué trato se dispensó a los presos, soldados e indios ocupados en las obras. Otros para que expresaran las cantidades de madera que estuvieron obligados a contribuir sin remuneración alguna. Otros para que confirmaran las multas de que fueron víctimas y sus razones. A Juan Ignacio de Vera y a José Ignacio de Aguilar se les citó para que hablaran del dinero que habían desembolsado para que se les nombrara jueces pedáneos. En el mismo sentido, se requería a Pablo Mendiota para que detallara la cantidad de dinero que había abonado para obtener una vara de teniente de alcalde de Hermandad y a José Bustamante para que confirmara si pagó entre 400 y 500 pesos por el empleo de teniente del pueblo de Palenque. A otros se les instaba a que dijeran si realizaron compras de cacao por la mitad del precio de su verdadero valor. Al regidor Andrés Campuzano se le pedía que declarara qué tipo de contrata firmó con el gobernador y con qué finalidad. Damián de Arteta, por su parte, debía detallar las sumas de dinero, plata labrada y otros efectos que entregó a Pizarro como resultado de la venta del cacao remitido a México; también si era cierto que Bruno Polanco envió al gobernador 7.000 pesos de ropas para que fueran entregados al comandante Bernardo Roca. Por si ello no fuera suficiente, el ofrecimiento de Joaquín Pareja comprometía también al mismo Cabildo al que instaba a que declarase sobre la compra de votos para acceder a las plazas de alcaldes ordinarios y otros oficios concejiles y sobre el precio con que se alquilaban las covachas instaladas en la plaza y lo que se cobraba realmente por ellas57. Evidentemente todas las personas incluidas en aquella relación formaban parte de su entorno más cercano Personajes como Francisco y Andrés Campuzano, Juan Millán y Pinto, Martín de Icaza, Miguel García, José Crespo 57 Petición de Joaquín Pareja a Anacleto de Casas y Alcalde, Guayaquil, 19 de agosto de 1791. AGI, Quito, legajo 380.

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Avilés, Severino Franco, Antonio Juárez, Antonio Parames, Ignacio Ruiz, José Merino, Nicolás Campe, Juan Casilari, José Paredes, Andrés Anzoátegui, Cristóbal Holguín o Antonio Campián no dudarían en ratificar punto por punto las críticas de Pareja. El propio juez de residencia era consciente de esta circunstancia y por ello rechazó algunas de las comparecencias solicitadas. Por otro lado, la intervención de Agustín de Oramás al censurar y declarar nulos los testigos propuestos por Pareja terminó por frustrar la estrategia del alférez real. Oramás, vecino de Guayaquil, capitán de infantería del regimiento de milicias y administrador de Temporalidades, era una persona estrechamente vinculada al gobernador y al que éste le había confiado su defensa en el juicio de residencia. Según Oramás aquellas personas no podían testificar porque «son tenidos como odiosos y sospechosos» y ser notoria «la enemistad y ofensa que tienen hacia Pizarro»58. Los argumentos de su exclusión eran de diversa índole; unos aludían al hecho de tratarse de personas encausadas por el gobernador durante su mandato lo que hacía presumir que su testimonio sería interesado; otros, por su parte, se centraban en la existencia de relaciones de parentesco o compadrazgo con Pareja, lo que, del mismo modo, era considerado como factor que restaba imparcialidad a las declaraciones. El cuadro I detalla las personas que, según Oramás, se encontraban en esta situación y, por tanto, descalificadas para ser tenidas en cuenta en el proceso. CUADRO I.

RELACIÓN DE OPOSITORES AL GOBIERNO DE PIZARRO

Joaquín Pareja

Cabeza de la oposición a Pizarro y principal capitulante

Sus hijos, criados, ahijados, comadres Dr. Ignacio Pareja

Hermano de Pareja

Josefa Pareja

Hermana de Pareja y viuda de Antonio Maxim, un capitulante

Manuel Avilés y sus tres hermanos y criados

Yerno de Pareja

Bernardo Echeves

Yerno de Pareja

Alonso Aceval

Yerno de Echeves.

José Morán y todos sus hermanos y criados

Capitulante y sobrino de Pareja

Jacinto Coello y sirvientes

Cuñado de Pareja

58 Petición de Agustín de Oramás Romero a Anacleto de Casas y Alcalde, Quito, 16 de agosto de 1791. AGI, Quito, legajo 380.

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CUADRO I.

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RELACIÓN DE OPOSITORES AL GOBIERNO DE PIZARRO (Continuación)

Gaspar Gutiérrez y sirvientes

Cuñado de Pareja

José del Campo

Capitulante e íntimo de Pareja

José Gorostiza, alguacil mayor

Capitulante e íntimo de Pareja

Alejo Guiraldes, escribano de cabildo

Capitulante

Manuel Ignacio Moreno, regidor

Capitulante e íntimo de Pareja

Francisco Catoyna, regidor

Capitulante e íntimo de Pareja

Manuel Ruiz, comerciante

Amigo de Pareja

Manuel Argandeña

Concuñado de Manuel Ruiz

Pedro Santander

Cuñado de los dos anteriores

Dr. Domingo Espantoso

Consultor y abogado de Pareja

Santiago Espantoso

Padre del anterior

Antonio Alonso Parames

Cuñado de Espantoso y amigo de Pareja

Damián de Arteta

Íntimo de Pareja, inculpado en asuntos de cacao

Miguel Anzoátegui

Amigo de Pareja y acreedor suyo

Ignacio Cortázar, vicario de Guayaquil

Amigo de Pareja y enemigo declarado de Pizarro

Juan Bautista Elizalde, mercader

Casado con una sobrina de Ignacio Cortázar

Miguel García de Cáceres, administrador de Íntimo de Pareja, con expedientes abiertos Aduana Gabriel de Labayen

Suegro del anterior e íntimo de Pareja

Pablo Labayen

Hijo del anterior y cuñado de Miguel García

Martín de Icaza

Íntimo de Pareja

Dr. Isidro Figuerola

Íntimo de Pareja y de Ignacio Cortázar

José Crespo y sus hijos

Íntimo de Miguel García

Juan Millán y Pinto

Oráculo de Miguel García

Dr. Alonso Cepeda

Íntimo de Ignacio Cortázar

José Paredes

Amigo de Pareja

Pablo Engracia

Enemigo declarado del gobernador

Nicolás Cornejo y Flor

Íntimo de Pareja

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384 CUADRO I.

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RELACIÓN DE OPOSITORES AL GOBIERNO DE PIZARRO (Continuación)

Antonio Cornejo

Hermano del anterior y deudo de Damián Arteta

Antonio Campián

Apremiado a salir de la ciudad por extranjero

Familia de los Plazartes

Reprehendidos por el gobernador

Rvdo. Padre Maestro Ávila

Reprehendido por el gobernador

Rupercio Robles

Íntimo de Pareja

Joaquín Coello

Marido de la Penedo, encausado por el gobernador

Félix Rubio de Benito

Adverso al gobernador

Toda la familia Vera

Adversa al gobernador y encausada

Francisco Campuzano

Íntimo de Pareja

Andrés Campuzano

Hijo del anterior y regidor, íntimo de Pareja

Francisco Campuzano

Hermano del anterior

Nicolás Campe

Encausado

Santiago Vítores

Yerno del anterior

Severino Franco

Íntimo de Pareja

Manuel Córdoba y su hijo

Íntimos de Pareja

Dr. Jacinto Bodero

Encausado por el gobernador

Ignacio Ruiz Romera, teniente de la Cía. Fija Íntimo de Pareja Antonio Juárez, alférez de la misma Cía.

Íntimo de Pareja

Juan Indabur, capitán de la misma Cía.

Íntimo de Pareja

José Merino

Parcial de Pareja

Dr. Pedro Alcántara Bruno

Parcial de Pareja

Dr. Ignacio Casaus

Parcial de Pareja

Dr. Fermín Llorente

Parcial de Pareja

Guillermo Salcedo

Parcial de Pareja

José Gago

Parcial de Pareja

Agustín López

Parcial de Pareja

Juan de la Torre

Parcial de Pareja

Manuel Iturralde

Parcial de Pareja

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Anacleto de Casas y Alcalde admitió la recusación presentada por Agustín de Oramás, pero al mismo tiempo, y por similares motivos, también excluyó a los individuos propuestos por éste para la defensa del gobernador59. Esta circunstancia complicó el desarrollo de la residencia y dejó patente la frustración y el malestar del juez, quien llegaría a reconocer que, «cualquier examen de los testigos era un medio poco seguro para el descubrimiento de la verdad y que la averiguación era si no imposible, por lo menos muy dificultosa»60. Sin embargo, no eran éstas las únicas presiones y anomalías que pudo observar en el desempeño de su labor. No pocas dificultades encontró por parte de los escribanos de cabildo y de gobierno, reacios a colaborar en la residencia, descubriendo que hacían causa común con Pizarro y Mexía. Le llamó particularmente la atención al juez el cambio de actitud del escribano de cabildo, Alejo Guiraldes Pereira, que antes había avalado con su firma la crítica representación de Pareja y ahora defendía a José Mexía hasta el «extremo de prostituir la religión del juramento y la legalidad de su oficio para favorecerle»61. En cambio, nada le sorprendieron las trabas y evasivas en la entrega de documentación por parte del escribano de gobierno, José Vázquez Meléndez, ya que sobre él recaían varias acusaciones de fraude en la recaudación de las penas de cámara. Pero la mayor oposición la encontró Casas en José Mexía. La sorda labor llevada a cabo por éste, presionando a los vecinos de Guayaquil con el beneplácito de un sector importante de la Audiencia de Quito, entonces presidida por Juan José de Villalengua, familiar de Ramón Pizarro, logró sus objetivos y terminó minando la fortaleza del juez. Con desánimo admitió éste que hasta aquellos individuos que él consideraba imparciales y competentes para declarar le habían suplicado que «no se valiera de ellos para testigos porque no querían sonar en la residencia, intimidados de la protección que suponían tenía el teniente Mexía de algunos ministros de esta Real Audiencia»62. Ya fuera por la intimidación referida, ya fuera por el alivio de encontrarse el gobernador por entonces lejos de Guayaquil, lo cierto es que las demandas presentadas contra Pizarro fueron muy pocas y, como observó Casas, en Guayaquil estaba muy extendida la opinión de que a sus vecinos ya no les importaba nada el juicio de residencia y que decían sentirse satisfechos tras la partida 59 Auto de Anacleto de Casas y Alcalde, Guayaquil, 25 de agosto de 1791. AGI, Quito, legajo 380. 60 Informe de Anacleto de Casas y Alcalde al Rey, Quito, 15 de abril de 1792. AGI, Quito, legajo 380. 61 Idem. 62 Idem.

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del gobernador Pizarro a Salta y de su teniente Mexía a Quito63. Un dato revelador de esta nueva situación lo brinda el propio Joaquín Pareja, antes tan crítico con Pizarro y Mexía. Refiere Casas que en más de una ocasión aquél le había trasladado su opinión de que lo mejor hubiera sido abstenerse de hacer reclamación alguna en el juicio de residencia; pero el hecho de ser citado a declarar y el impulso de demostrar la veracidad de las denuncias, que había interpuesto en su día contra el gobernador y su círculo, le obligaron a personarse en la causa como el vecino más beligerante64. Anacleto de Casas cerró el juicio de residencia convencido de no haber llegado hasta el fondo de la cuestión y, todavía más grave, con el sentimiento de haber sido desautorizado por autoridades no competentes en el caso. Así ocurrió con las penas impuestas a Pedro Mexía y al escribano Vázquez Meléndez; al primero, una multa de más de 6.000 pesos; al segundo, tras declararlo «escribano falsario, infame e inhábil», lo acusó del delito de falsedad en la documentación con la obligación de personarse como reo ante el Consejo de Indias para que éste, a la vista de los autos, dictase la pena que correspondiera65. Ambas sentencias fueron recurridas por los interesados en la Audiencia de Quito. Como resultado de estas providencias, Meléndez fue indultado de acudir a España y que el Consejo se pronunciara sobre los autos; Mexía, por su parte, logró que no se ejecutase la multa a la que se le condenó. Ante esta circunstancia Casas no ocultó su pesar al monarca poniendo de manifiesto el agravio de que había sido objeto y la burla a la justicia perpetrada en los mismos tribunales. Después de considerar aquellos recursos contra «mis justos y moderados procedimientos en el juicio de residencia» como indebidos, calificó las providencias de la Audiencia como una «ofensa a la autoridad y jurisdicción de Vuestro Supremo Consejo de las Indias... con desaire y sonrojo de mi persona»66. No le faltaba razón, ya que era a él y no a la Audiencia a quien competía conocer y juzgar en el juicio de residencia. Sin embargo, como demostró Tamar Herzog, el alto organismo de justicia gozaba de una amplia consideración social, toda vez que se le identificó con el monarca. Respeto que, pese a las acusaciones de nepotismo, corrupción o intereses de partido de sus oidores nunca llegó a ser menoscabado. Su conclusión de que la práctica judicial fue mediatizada por protagonistas influyentes o por elites locales concretas, reduciendo al mínimo la separación entre los intereses reales y los de los particulares, puede aplicarse también en este 63 64 65 66

Idem. Idem. Idem. Idem.

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caso, aunque tuviera lugar unas décadas más tarde del marco cronológico fijado en su monografía67. El papel desempeñado por la Audiencia parece demostrar que las relaciones de amistad, compadrazgo o simple compromiso tuvieron prioridad sobre las decisiones estrictamente judiciales en beneficio de intereses particulares. En cuanto a Ramón García de León y Pizarro, como se ha dicho, apenas fueron presentados cargos contra él. Únicamente trece testigos, «pobres menestrales», como reconocía Casas al rey, acudieron a la causa. La mayoría lo hizo para demandar ciertas cantidades a cuenta de la madera adelantada para las obras de fortificación y los jornales ejecutados en aquella obra. En ninguna de ellas encontró Anacleto de Casas suficiente consistencia y desistió de darles curso68. Los únicos dos cargos que prosperaron contra el gobernador fueron la indolencia con que procedió en la recaudación, cuenta y reintegro del ramo de penas de cámara y la desidia con que practicó la visita a la cárcel, no más de dos veces al año. A la vista de ello el Consejo de Indias absolvió a Pizarro y atenuó las penas impuestas a su teniente gobernador, Mexía, y a su escribano, Vázquez Meléndez69. Lo expuesto hasta aquí ilustra bien sobre determinados comportamientos de la burocracia colonial, sus actitudes y formas de afrontar el ejercicio del poder. Comportamientos que, aun estando dentro de la estricta legalidad, podrían ser cuestionados por su dudosa ética y moralidad. Las amenazas, sobornos, medidas de presión, favoritismos, etc. no fueron ajenos a la práctica política ejercida por Ramón Pizarro y parecen tan obvios como viejos en el tiempo. Puede resultar curioso que una sentencia absolutoria viniera a poner fin a tantos expedientes que comprometían la rectitud de su gobierno y similar valoración cabría hacer también de la actuación de su hermano José y otros ministros. Parece que a la Corona sólo le interesó que sus gobernantes obtuvieran los resultados que se esperaban del programa político encomendado, sin reparar demasiado en conductas personales, estrategias o planteamientos morales. El desempeño ético del cargo no importaría tanto como la presentación de un balance positivo de las arcas reales o el logro de los objetivos diseñados por el reformismo. Es evidente que muchas de las críticas formuladas contra Ramón 67

Herzog, 2004. Interesa especialmente la lectura de los capítulos 3 (Officers and society) y 4 (Society and the Adminsitration of Justice): 127-179. 68 Informe de Anacleto de Casas y Alcalde al Rey, Quito, 15 de abril de 1792, AGI, Quito, legajo, 380. 69 Castillo, 1978: 252. La sentencia final absolutoria fue dada por el Consejo de Indias el 6 de octubre de 1794. El expediente completo sobre el juicio de residencia se halla en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección Consejo de Indias, legajos, 20.621 y 20.622. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

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Pizarro sobre su gestión en Guayaquil provenían de sus adversarios o de individuos simplemente perjudicados por las nuevas directrices políticas puestas en marcha; pero también lo es que, tras esas quejas, abundan las evidencias de prácticas irregulares, impropias y hasta corruptas que aquel gobernante puso en práctica buscando el beneficio propio y, desde luego, amparado en una tradición bien consolidada. En definitiva, lo planteado en nuestro texto viene a sustentar la tesis de cómo el desempeño de un cargo dentro de la burocracia colonial fue utilizado como un «patrimonio» personal que facultaba para disponer con libertad de ciertas preeminencias, obtener beneficios ilícitos o ganar voluntades. De alguna manera, la función pública devino en una forma de inversión privada por medio de la cual el titular, además de lograr ganancias económicas, podía aumentar sus privilegios, extender su red influencias y, por lo tanto, su poder.

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EFICACIA POLÍTICA, ÉTICA Y CORRUPCIÓN EN EL GOBIERNO DE GUAYAQUIL (1779-1790)

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Political efficiency, ethics and corruption in the Guayaquil government (1779-1790)

The government of Ramón García de León y Pizarro received praise from the Crown and, later on, from the ranks of historical research. However, some of his acts raise questions for their dubious ethics and morality. Threats, bribes, strong-arm tactics, favoritism, etc. were prevalent among his political practices and for his own benefit, as well as the benefit of his clan. This article analyses some of these irregular behaviors in the context of a debate on corruption in colonial bureaucracy. KEY WORDS: Guayaquil; 18th century; corruption; colonial administration.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 365-390, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.012

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

Hacia un nuevo clero en los Andes a finales del siglo XVIII: la ordenación A título de lengua en el Arzobispado de Lima por

Bernard Lavallé Université de la Sorbonne nouvelle-Paris III

En el arzobispado de Lima, como en otros, a finales del siglo XVIII se nota un cambio sustancial en el reclutamiento del clero secular para las doctrinas. Se privilegia entonces a los lenguaraces, conocedores de la lengua indígena, pasando ese requisito por encima de los demás. Eso tuvo consecuencias notables sobre la preparacion pero también el origen social y étnico de esos sacerdotes, obligados a trabajar con estatuto fragilizado, sin posibilidad de promocion ni cambio de destino, desembocando todo eso en la aparicion de un verdadero bajo clero. PALABRAS CLAVES: Doctrinas; bajo clero; clero indígena; mestizos.

En el clero secular colonial, el acceso a las sagradas órdenes suponía por supuesto el cumplimiento de ciertas condiciones previas. Había, por una parte, el examen de la formación intelectual, de los conocimientos teológicos y eclesiásticos de los candidatos. Por otra, se diligenciaba una especie de investigación encargada al cura del que era feligrés el futuro ordenando. Esa pesquisa no debía revelar ningún impedimento en cuanto a «las buenas costumbres», y se requería averiguar que la persona en cuestión había nacido dentro de una unión legítima de «cristianos viejos, limpios de toda mala raza de herejes, moros, judíos y de los recién convertidos a nuestra santa fe», fórmula que de manera evidente procedía directamente del rancio prejuicio hispano de la limpieza de sangre. El candidato a ordenante también tenía que justificar que poseía medios de subsistencia que le aseguraban una renta anual de por lo menos 200 pesos, la llamada congrua sustentación. Dicha renta provenía a menudo de un patrimo-

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nio constituido por una herencia, una donación de los padres, de algún familiar o persona cercana. Dado el sistema de cálculo entonces vigente (esto es una rentabilidad del 5%), esta exigencia correspondía a una fortuna de por lo menos 4.000 pesos. En este caso, la persona era ordenada a título de patrimonio. La realidad de esos bienes era comprobada y certificada por documentos notariales en los que se daba una constancia oficial de su existencia y valor, a veces de manera muy pormenorizada, y esos papeles se adjuntaban a la solicitud del candidato. En el caso, además frecuente, de que la propiedad del ordenante sólo se hiciese efectiva a la muerte de sus padres o de los donantes, éstos se comprometían mientras vivieran a abonar a su hijo la renta correspondiente a la cantidad declarada. El mínimo de los doscientos pesos anuales se podía garantizar también con el servicio de una o varias capellanías instituidas por piadosos testadores preocupados por el eterno descanso de su alma (que figuraba entonces entre los herederos oficiales) y/o deseosos de asegurar la subsistencia, generación tras generación, de algún miembro de su descendencia. La ordenación se hacía entonces a título de capellanía. Esas capellanías consistían en la celebración de cierto número de misas cada año. Se calculaba entonces su monto, y el del pago correspondiente, en función de la cantidad prevista de misas cantadas o rezadas (de valor diferente) que se habían de celebrar y abonar sobre lo que rentaban los bienes del testador destinados a ese efecto. Ese servicio se cumpliría «perpetuamente». Esto significaba que las capellanías se transferían y heredaban con el paso del tiempo, lo cual comprometía a los sucesores de los testadores, a veces de manera bastante gravosa en la medida en que había capellanías muy pingües y éstas tendían a acumularse generación tras generación. Sin embargo, ese requisito económico no era absoluto. Cuando no se podía cumplir, a la vez por no desalentar a vocaciones interesantes y no privarse de su colaboración, la Iglesia había previsto que no estaba prohibido ordenar también a candidatos con formación universitaria (abogados, doctores, docentes de diversos niveles, etc.), estudios en colegios religiosos, de comprobada experiencia en la administración, o bien con reconocidas cualidades particulares entre ellas largos servicios en funciones eclesiásticas subalternas (sacristán, organista, catequista, cantor o maestro de capilla, ayudante de cura) que merecían ver premiados de esa manera sus capacidades atestiguadas. Era la llamada ordenación a título de suficiencia1. 1 Para más detalles sobre los diversos tipos de ordenaciones, Ganster, 1974: 6-14, y O’Phelan Godoy, 2002: 311-329.

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En el contexto americano colonial, esta última posibilidad se había ampliado a otro tipo de aptitud: el conocimiento de una lengua indígena (era la ordenación a título de lengua), fundamental —e incluso obligatoria según la reglamentación en vigor— para el trabajo en las doctrinas indígenas. Desde fecha muy temprana, los obispos del Perú, como antes de ellos los de Nueva España, habían recurrido a ese tipo de ordenaciones, tanto para candidatos al sacerdocio como para aquéllos que, por lo menos en un primer tiempo, sólo solicitaban las órdenes menores. El tercer concilio de Lima, tan importante y decisivo en las orientaciones definitivas del catolicismo andino colonial, había ratificado de manera oficial esta posibilidad en 15832. En adelante, el manejo de una lengua indígena se encontró en diversas ocasiones en el corazón de debates importantes en el seno la Iglesia peruana. Cuando a finales del siglo XVI los obispos se vieron desbordados por el aflujo de candidatos al sacerdocio a los que no podían dar condiciones de vida decentes por la falta de curatos disponibles, algunos tomaron la decisión de ordenar sólo a título de indios, esto es con el compromiso por parte de los ordenantes de ir a servir alguna doctrina, pero también por supuesto de saber previamente la lengua de sus futuros feligreses. Este último punto había sido también uno de los argumentos esenciales alrededor de los cuales había girado la primera reivindicación criolla, ya desde la década de 1570. Prácticamente en todo el virreinato, los sacerdotes hijos de la tierra (como entonces se autodefinían) habían comenzado a reclamar el servicio —y los ingresos oficiales o anexos— de las doctrinas hasta la fecha servidas en la casi totalidad de los casos por sacerdotes venidos de la Península. Los criollos consideraban esos cargos como bienes patrimoniales de su tierra que, en virtud de la prelación, viejo principio medieval del derecho eclesiástico hispano, habían de recaer en prioridad en los nacidos en esos obispados, tanto más cuanto que éstos tenían relativamente a los sacerdotes venidos de España la ventaja decisiva de ser lenguaraces, esto es de conocer bien el idioma de los indios pues lo habían manejado desde niños3. Más tarde en el siglo XVII, el debate había de resurgir, a veces de manera bastante acalorada con ese mismo argumento central, cuando los largos y repetidos enfrentamientos entre regulares y seculares a propósito de las doctrinas. Aquéllos, celosos de su independencia frente a los obispos, se negaban a menudo a someterse al examen de lengua indígena con el que debían cumplir los futuros doctrineros ante las autoridades episcopales. Efectivamente, podía ser 2

Para las decisiones al respecto en tiempos del tercer concilio de Lima, Lisi, 1990, y Estenssoro Fuchs, 2003: 261-268. 3 Lavallé, 1993: 63-78. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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para el ordinario una manera indirecta de controlar los nombramientos que las órdenes hacían en dichas doctrinas después de los capítulos provinciales trienales, a menudo en un contexto de mero reparto de las fuentes de ingreso y de retribución entre miembros de un mismo bando, que de consideración del servicio de la evangelización4. LA ORDENACIÓN

A TÍTULO DE LENGUA, UNA VÍA ALTERNATIVA Y MINORITARIA

A comienzos del siglo XVIII, en el arzobispado de Lima la ordenación a título de lengua no era excepcional pero seguía siendo un fenómeno muy minoritario. Lo prueba el que durante los años 1700-1704 el ordinario había aceptado 19 de ellas de un total de casi 190 ordenaciones, o sea apenas un 10%. Medio siglo después, entre 1750 y 1753, ese porcentaje incluso había bajado, ya que sólo se contaron siete (más uno ordenado a título de capellanía y lenguaraz) o sea alrededor de un 8% del total5. En lo que al último tercio del siglo se refiere, los primeros años (17701775) parecen seguir el mismo camino. De las casi 130 ordenaciones, un poco menos del 40% se habían aceptado a título de capellanía, y no llegaban al 25% aquéllas que se habían concedido en vista de una congrua suficiente. Si ninguna presenta como suficiencia el solo hecho de ser lenguaraz, algunas pocas evocan esa especificidad como de añadidura, para compensar una formación teórica o antecedentes de carrera tal vez discutibles y que podrían parecer un poco ligeros. Así, en 1772, un tal Casiano Balcázar, oriundo del valle de Chancay en la costa norte de Lima, presentaba su solicitud: Hallándo[se]) con instrucción mediana en latinidad y materias morales y expedición en la lengua quichua y edad de más de la necessaria y patrimonio sobrado...

Al año siguiente, Domingo Víctor de la Vega y Rodríguez, de Carhuaz, en el andino callejón de Huaylas, no dudaba de que como las veces pasadas (porque ya había sido rechazado) se iba a argüir en contra de su candidatura su edad (tenía 35 años), la imposibilidad de encontrar su partida de bautismo (lo cual podía infundir sospechas en cuanto a sus orígenes pues era la acostumbrada coartada de aquéllos que querían ocultar algo al respecto) y por fin el hecho 4

Lavallé, 1999: 267-278. La documentación inédita utilizada en este estudio procede de la serie Ordenaciones sacerdotales del Archivo Arzobispal de Lima que hemos analizado sistemáticamente para los años 1770-1799 (legajos 77-96). Como los expedientes están clasificados de manera cronológica, daremos para cada uno el nombre de la persona y el año en que está clasificado. 5

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de que era viudo de una india. Por lo tanto, y aunque pudiese justificar una capellanía de renta suficiente, insistía primero sobre el peculiar interés para la Iglesia de su eventual colaboración en el clero: ... Y asimismo ser mui esperto el suplicante en la lengua índica que es tan necessaria en este reyno, pues por este título an asendido muchos a los sacros órdenes, demás de gozar suficiente patrimonio para ingressar a los órdenes menores como a mayores.

En la segunda mitad de la década, las ordenaciones a título de lengua continuaron siendo poco numerosas, y eso es tanto más de notar que el total de los candidatos oriundos de las zonas andinas —y por consiguiente predominantemente indígenas— del arzobispado crecía de manera ya significativa. Algunos expedientes revelan además que el problema del servicio de las doctrinas (que incluía pues el manejo de la lengua de los indios) se planteaba en términos ya muy claros. En 1776, Jacinto Pacheco, estudiante pobre (manteista) en el seminario pedía una dispensa por no tener todavía la edad mínima requerida para las órdenes mayores. Aducía para ello la gran y preocupante escasez de sacerdotes en su región natal (Oyón, en Sierra limeña de Cajatambo) y la apremiante necesidad de que éstos fuesen oriundos de esa zona. Hablaba de: ... el interés espiritual de [su] Patria y de los lugares circunvecinos en los que, por la carencia de sacerdotes, es notoria la falta de pasto espiritual así por que los párrocos solos no pueden atender a tanto como por no haver sacerdotes patricios.

En 1777, para apoyar la candidatura de Mariano de Arias y Ulloa, también alumno del seminario de Lima y de la misma procedencia que el anterior (doctrina de Churín, en la Asunción de Oyón) el cura de Cajatambo escribió al arzobispo: Se digne dar sacerdote a esta doctrina por no haver ninguno del lugar, y padecen los havitadores lo que hasta hoy, pues por defiscencia de operarios no está la viña del Señor como devía estar, lo que lastima el corazón.

Ese mismo año, Francisco de Amaya, nacido en Andalucía, en Ronda, donde había sido estudiante antes de pasar al Perú para trabajar un tiempo, como muchos jóvenes peninsulares de la época, en el comercio con un pariente, solicitaba también las órdenes mayores. Aunque podía probar una congrua suficiente, hacía hincapié en que había ayudado en Lima al capellán del hospital de Santa María de la Caridad reservado a las mujeres, y sobre todo que había vivido más de dos años en la Sierra «en cuio tiempo se dedicó al ydioma yndico en el que adquirió perfecta instrucción, lo que hará constar ante cualquier persona que profese esta facultad, si V. S. lo tubiese por conveniente». Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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LA FALTA DE SACERDOTES EN LAS

DOCTRINAS DE LA

SIERRA

Durante la década de los años 1780, las órdenes siguieron mayoritariamente concedidas a candidatos cuya situación material estaba asegurada por une capellanía (casi el 50% de los casos), gracias a una congrua suficiente (más del 30%) o aduciendo variadas suficiencias (casi el 10%). En cuanto a las ordenaciones a título de lengua, estamos entonces en una época bisagra. Éstas eran todavía más bien excepcionales (menos de una decena) a lo largo de la primera mitad de esa década, pero en los expedientes de los candidatos no sólo menudean ya las alusiones a la falta de curas en las zonas andinas sino que éstas se hacen cada vez más explícitas y apremiantes. Así, Mariano Avellaneda en 1780 habla de «la gran carencia de eclesiásticos que hay en la villa de Pasco donde resid[e]» y de «la copia de fieles que moran en aquellas partes remotas y perecen tal vez sin la administración de sacramentos». En 1785, Josef Pantaleón Malpartida, nacido en la doctrina de San Pedro y San Pablo de Piscobamba (Conchucos) y poseedor de un patrimonio considerable (16.000 pesos) que le permitía vivir muy holgadamente, era sin embargo recomendado por el cura de su doctrina: por la mucha escasez de sacerdotes en que se alla esta doctrina, que en estos años han fallecido dos que eran los que más serbían de alivio, y oy es mui dificultoso el hallarlos por que aunque en la provincia de Huailas los ai en abundancia, éstos por no dejar su tierra, ni para cuaresmeros, no quieren salir de ella, por lo que hallo por conveniente que al pretendiente se le havilite para que luego benga a serbir en esta doctrina.

Hay que reconocer, sin embargo, que las regiones andinas no eran la únicas en suscitar ese tipo de quejas. En 1780, Josef Mariano Ligero, de Pisco en la Costa Sur, que en un primer tiempo había solicitado las órdenes con «incesante deceo y aplicación», pero falto de congrua, antes de que una persona piadosa se la diera, puntualizaba también en su carta de candidatura que su comarca natal estaba «escasíssima de sacerdotes para el pasto espiritual en circunstancias de ser mui necesarios por la multitud de haciendas abitadas de esclabos y sirvientes para quienes es mui difícil el recurso a lo parroquial, y por eso cualquiera de los que en ella abitan es útil a beneficio espiritual de esa parte de grey». La mayoría de las veces, los documentos que aluden a ese problema establecen un paralelo entre la gran necesidad de sacerdotes que sepan el quechua y el interés de la Iglesia en ordenar personas de la región, lenguaraces por su origen y que por sus vínculos familiares no tratarán de abandonar su destino para irse a zonas menos apartadas y desfavorecidas, como sin duda pasaba con sacerdotes procedentes de las ciudades. En 1784, Francisco Sánchez, de HuaRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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raz (Conchucos), aunque había estudiado en colegio y gozaba de una renta que le servía su madre, esperaba compensar la ilegitimidad de su nacimiento por el hecho de que su vocación contribuiría a contrarrestar los desastrosos efectos de «la inopia que en aquellos lugares hay de sujetos peritos en el idioma índico y materno para que los señores curas que la ignoran exoneren su conciencia con tener compañeros lenguaraces». El mismo año, Josef María Diestra, de Santo Domingo de Jauja, escribía al arzobispo: Desde mi tierna edad, por vocación que he tenido al esttado eclesiástico, me he empleado en el estudio de la latinidad, moral y lengua general, a cuyos títulos y el de ser intter en aquellos territorios pido a Vuestra Illustrísima me admita a las sagradas órdenes.

El cura entonces en funciones en esa doctrina, D. Vicente Rubín de Celis, retomaba esos argumentos en una carta de apoyo, y pintaba de manera preocupante las consecuencias de semejante situación que él vivía diariamente: En aquel territorio ay una conozida escasez de operarios para ayudar a los curas, siendo forzoso, y con no pequeña dificultad, hechar mano de los regulares que muchas vezes no se encuentran porque quizás no es conveniente el desttinarlo, biéndose los párrocos impelidos muchas vezes a estte ocurso por la necesidad que se padeze a recurrir a provincias extrañas de las que se logran sino compañeros por poco tiempo6.

Esa solicitud tuvo una respuesta favorable. El arzobispo aceptó ordenar a Josef María Diestra «a título de suficiencia en el ydioma general yndio», y precisó la razón expresa de su decisión: que pasara a ocuparse de dicha doctrina: ... logrando el prettendiente las órdenes ha que aspira, se probee aquella doctrina de un ínter perpetuo como tanto propende ha residir en su territorio.

En 1785, Fernando García y Calvo, de Huaraz, que reconocía no había estudiado mucho, pidió sin embargo ser ordenado a título de patrimonio, lo que finalmente consiguió, pero en su solicitud había expresado lo siguien6

Este documento no es el único en que los doctrineros afirmaban sentir mucho la obligación en que se veían de recurrir a ayudantes (compañeros) regulares por falta de seculares (v. por ejemplo, en 1793, el expediente de Luis de Silva Albornoz de Baños, Huamalíes). Era efectivamente un colmo en la medida en que las últimas doctrinas servidas por los frailes habían sido secularizadas a mediados de siglo, en la mayoría de los casos después de largos y duros enfrentamientos. Entonces, entre las razones aducidas por la Corona para sacar a los frailes de las doctrinas, figuraba la acusación de que éstos solían conocer bastante mal el idioma nativo. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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te, pensando sin duda que sería una argumento grato y decisivo para el prelado: ... a efecto de contribuir por mi parte al mejor servicio de Nuestro Señor y bien de las almas, especialmente en las doctrinas de Sierra en las que, sin embargo de ser mucha la mies, los operarios muy pocos ya porque no se acomodan a lo ríjido de estos climas los que no han nacido en ellos, ya porque no entienden ni saben hablar la lengua índica, sin la qual de ningún modo pueden administrar rectamente los santos sacramentos, como experimentadamente lo reconoció Vuestra Illustrísima quando hizo la visita de esta provincia.

El conocimiento del quechua era presentado como una cualidad evidentemente apreciable, por no decir imprescindible, que venía a sumarse a las demás. En 1784, Juan Agustín de Santibáñez, de Hatun Jauja, exalumno del colegio de Huamanga y después de San Ildefonso en Lima, con congrua suficiente, lo exponía claramente. Solicitaba las sagradas órdenes «a título de dicha congrua, además de la qual es recomendable el ser lenguarás en el ydioma yndico». Dicho de otra forma, como en los casos precedentes, se trataba pues de una ordenación hecha a doble título, el goce de un patrimonio o de una capellanía, y el conocimiento de la lengua indígena, opción que durante esos años se encuentra algunas veces. En cambio, las ordenaciones fundadas sobre las solas capacidades lingüísticas de los candidatos seguían siendo excepcionales en esa época7. Sin embargo la insistencia de ciertos pretendientes sobre ese aspecto de su solicitud correspondía sin duda al hecho de que el arzobispo lo consideraba ya con más interés y benevolencia que antes, dada la situación preocupante de las lejanas doctrinas serranas. Lo prueba una carta adjunta al expediente de Josef López de Olaz (1783) de San Sebastián de Huaraz. Una persona que escribía, según se solía hacer, para confirmar las buenas disposiciones del candidato, daba por supuesto un parecer muy favorable, y añadía las siguientes consideraciones muy reveladoras «y como la mente de nuestro illustrísimo prelado es ordenar a los de la tierra por rasón de ser lenguaraces...». Del mismo modo, en 1785, el superior del seminario de Lima proponía que se ordenara a tres de sus estudiantes, precisando bien que dos de ellos sabían el quechua. Un año antes, 7 Por ejemplo, en 1786, Mariano Cabanillas, de la doctrina de Santo Domingo, escribía al arzobispo: «Sin otra congrua que la de su piedad y misericordia, asimismo la instrucción en la Lengua me sirve de un apoyo que me hace recomendable por falta de ministros en aquellos lugares y que acaso por esto carecen del mejor conocimiento de los principales rudimentos de nuestra Religión christiana». En 1788, Atanasio Caldas, oriundo de Ambar insistía sobre «su perfecsión y peritia en la lengua o idioma yndico del paíz, no sólo por haverlo aprehendido sino también tenerlo con la primera leche de mi infancia. A este título apreciable, solicito de la piedad de Vuestra Señoría Illustrísima las órdenes sagradas hasta el de presbítero».

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se había mostrado muy severo en cuando a la candidatura de otro de ellos («no da más de sí»), pero a continuación había matizado su juicio en un sentido positivo, insistiendo precisamente sobre su origen y sus aptitudes lingüísticas («es serrano, sabe lengua y puede ser útil»). LA NUEVA POLÍTICA EPISCOPAL DE ORDENACIONES (1789) Esa evolución fue de alguna manera oficializada a finales de la década. Entre octubre y noviembre de 1789 el arzobispo aceptó ordenar a una serie de candidatos pero, cosa nueva, su firma iba acompañada de un texto que precisaba bien las condiciones, y restricciones, de dichas ordenaciones. Demos un ejemplo: a propósito de Juan Amancio Alcayde de Monge, oriundo de Jauja, que no tenía patrimonio ni capellanía pero «esta[ba] bien impuesto en el ydioma índico», el prelado indicaba expresamente lo siguiente en su carta de aceptación: Admítase en atención a hallarse en esta ciudad los curas de las doctrinas inmediatas al lugar de donde es oriundo, recívasele con éstos la información de vida et moribus, comparesca a examen al tiempo oportuno y haga los ejercicios acostumbrados, haciéndole saber queda obligado a salir de ynter de cualquiera doctrina cada y cuando sea necesario se heche mano de él, lo que hay que executar con toda obediencia y sin escusa alguna, y para evitar inconvenientes que puedan ocurrir sobre este asunto se le hará firmar con el puño la diligencia y se haga constar si está llano a recibir los sagrados órdenes sólo de esta calidad.

Como se ve el arzobispo andaba con cuidado. Justificaba su decisión considerando de manera prioritaria el aspecto lingüístico de la candidatura, pero también tomaba sus precauciones para que, una vez ordenado el candidato cumpliera efectivamente con lo que se esperaba de él por ese motivo. La práctica iba a demostrar, efectivamente, que una vez conseguida la tan ansiada ordenación, algunos de esos lenguaraces tendían a evadirse de su obligación. Trataban de postergar, sin duda lo más posible, su salida para las altas tierras serranas y condiciones de vida sin duda mucho menos llevaderas que las que tenían en Lima. Así, en 1791, Francisco Pardo pidió una prórroga de un par de meses para ir a reunirse con sus feligreses porque, decía, «están crecidos los ríos que tengo que pasar, cuias crecientes amenasan de aoga en los caminantes y no tener puente de que valerse, lo que me tiene consternado». Otros, no bien estaban en su doctrina, iniciaban trámites para regresar a Lima, como Juan José de Alva, en 1790. Destinado como interino en la doctrina de Santa Inés de Matucana, en la Sierra de Lima, pidió dos veces que se le permitiese volver a la capital, Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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según afirmaba para ocuparse de su madre ya anciana y de sus dos hermanas desprovistas de medios de subsistencia. En ambas oportunidades la autoridad episcopal se mantuvo firme y, haciendo hincapié en las condiciones del ordenamiento, como hemos visto explícitamente aceptadas por el candidato, le negó el traslado solicitado. En adelante, las líneas arriba citadas acompañaban todas las decisiones del arzobispo cuando aceptaba ordenar a alguien a título de lengua. Su resultado fue que no creaban un cuerpo intermediario de doctrineros, pero sí de hecho ratificaba su existencia: el de unos sacerdotes únicamente destinados al trabajo en las regiones indígenas en vista de sus conocimientos lingüísticos, en calidad de ayudantes o adjuntos (se los llamaba tenientes o compañeros del sacerdote titular, o ínter —esto es interinos), susceptibles de ser desplazados según las necesidades, que no podían negarse a ir al destino que se les habría indicado y sin perspectiva de carrera ni ascenso. Como se ve, fuera del trabajo en zonas indígenas, esos interinos tenían poco en común con los curas doctrineros, considerados como titulares (ellos decían significativamente propietarios) de su puesto que habían conseguido por concurso (oposición). En los años sucesivos, esta disposición iba a extenderse a otros obispados peruanos, como hemos mostrado hace algunos años en el caso del de Arequipa en el Sur del país8. Otro elemento de notar a propósito de la decisión arzobispal, y prueba manifiesta de su voluntad de orientar de manera significativa la política a seguir en cuanto a ordenaciones se refería: en una serie de aceptaciones firmadas en aquel entonces, todas las que concernían a individuos nacidos en comarcas andinas lo son con la restricción arriba indicada, aun cuando los candidatos gozaban de una capellanía o un patrimonio suficiente que por sí solo habrían autorizado la ordenación. Eran entonces ordenados a doble título, de lengua —primero— y de patrimonio —en segundo lugar—. De esta forma, si bien se reconocía la «normalidad» de su situación material, su primera calificación los designaba de forma automática e ineludible para el trabajo en doctrinas serranas y eso aun en los casos en que no habían insistido en su solicitud sobre su aptitud de lenguaraces. Un ejemplo: el ya citado Gregorio Miguel Fialo, de la doctrina de Santa Ana de Tarma donde ya había ayudado al cura, ordenado de menores en 1787 a título de una capellanía sobradamente suficiente (6.000 pesos), pero que entonces había insistido en su manejo del quechua, recibió dos años más tarde, 8

Lavallé, 1999: 331-354.

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en 1789, las órdenes mayores, pero a título de lengua, y con las obligaciones y restricciones arribas indicadas9. Mientras tanto, los candidatos limeños, o más generalmente costeños, seguían siendo ordenados de la misma manera que antes, sin las restricciones y obligaciones impuestas a los andinos desde finales del año de 178910. Esa nueva orientación dada a las ordenaciones seculares no tardó en tener una serie de consecuencias. Primero, según los documentos conservados en al Archivo Arzobispal de Lima, el número de solicitudes aumentó en notables proporciones. Se pasó de unos 275 expedientes para los años 1780-1789 a casi 450 para la última década del siglo. Entre éstos, los pedidos de ordenación a título de capellanía ya sólo representaban un poco más del 20% del total, y la a título de patrimonio o de congrua suficiente menos del 10%. En cambio, las ordenaciones de lenguaraces, unas 240, superaban el 50%, porcentaje comparable con el que se podía notar en el obispado de Arequipa en la misma época11. Fuera del virreinato limeño, esa evolución también existía, pero al parecer en proporciones y contextos algo diferentes. En esa misma época (1791), David Brading cita un censo del clero secular de Michoacán cuyos resultados son difíciles de comparar con nuestras cifras. Se observa que allí hacia dicha fecha, las 107 ordenaciones a título de idioma (como se decía en Nueva España) eran un poco menos numerosas que las que se habían concedido a título de pura administración en castellano (144) pero seguían rebasando apenas la mitad de las aceptadas a título de capellanía (203)12. 9

Casos iguales fueron los de Juan Miranda, de la doctrina de Sihuas (Conchucos) que recibió las órdenes menores en 1785 gracias a una capellanía, y fue ordenado sacerdote en 1792 a título de lengua, o el de Francisco Tafur, respectivamente en 1787 y 1792. Éste es interesante porque era limeño (de la parroquia de San Marceo) e hijos de padres nacidos en España. Antiguo sacristán de la parroquia del Sagrario y de la viceparroquia de los Huérfanos (de ahí su primera ordenación a título de suficiencia) indica que había hecho el esfuerzo de aprender el quechua («con la siempre suficiencia de la lengua yndica que poseo por haverme dedicado a ella») sin duda para poder acceder al estado eclesiástico. 10 Más tarde, en 1799, José de Cárdenas, que tenía congrua suficiente, oriundo del asiento de San Juan de Marcabal en la sierra de Trujillo pero exalumno del colegio de San Ildefonso en Lima, pidió sin embargo su ordenación a título de lengua porque, según afirmaba, el arzobispo había firmado un edicto según el cual los de fuera, esto no nacidos en el arzobispado, sólo podían ser ordenados como lenguaraces. 11 V. nuestro trabajo aludido en la nota 8. 12 Brading, 1994: 125-126. Es de notar, entre otras dificultades para hacer comparaciones con Lima, que se desconoce el motivo de la ordenación de una proporción importante del clero (126) y que las cifras de Michoacán conciernen sólo a los sacerdotes. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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En el obispado novohispano de Guadalajara las ordenaciones a título de idioma conocieron también entonces un notable incremento pero, como advierte William B. Taylor, en un contexto bastante complicado que limitó notablemente el efecto y alcance de la evolución13. Sin embargo, tenemos un buen indicador del atractivo, pero también de las reticencias, que podía suscitar entonces en México ese tipo de ordenación. Cuando el famoso Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi trata, mal que bien y con muchas dudas, de elegir un destino honrado, un amigo suyo le da el siguiente consejo: ... Ordénate a título de idioma; ello es malo, porque los pobres vicarios son unos criados de los curas, tales hay que les hacen hasta la cama, pero esto es poco, respecto a las ventajas que se logran...

Informado de tal perspectiva su padre le recuerda entonces la necesidad de enfrascarse en el estudio de una de las diversas lenguas indígenas, pero sobre todo le pinta de manera detallada, y espeluznantemente caricaturesca, lo que le esperaba en alguna remota doctrina: «... debes ir sin réplica donde te mandare tu prelado, aunque sea al peor pueblo de la Tierra caliente, aunque no te guste o sea perjudicial para tu salud, pues mientras más trabajo pases en la carrera de vicario, tantos mayores méritos contraerás para ser cura algún día» y le citaba a continuación el mucho calor, «la poca o ninguna sociedad si no es de indios mazorrales», las confesiones a todas horas, los soles ardientes, los fuertes aguaceros, las continuas desveladas o vigilias, «los alacranes, turicatas, tlalages, pinotillo, garrapatas, jejenes, zancudos y otro insectos venenosos de esta clase que te beberán la sangre», sin contar, posiblemente, con un cura «tétrico, necio y regañón [...] y si topas con un flojo y regalón, cargará sobre ti todo el trabajo, siendo para él lo pingüe de los emolumentos...»14. En cuanto al Perú se refiere, muchos candidatos pensaban ya que la sola calidad de lenguaraz bastaba para aspirar al estado clerical. En 1792, Lorenzo Soria, de Huánuco, escribía en su solicitud: «...desde que Vuestra Illustrísima avrió la conducta que los lenguaraces pueden ordenarse sin más título que éste, he procurado con más anhelo de ilustrarme tanto en latinidad como en el moral», y en 1799, hablando de sí mismo, Pedro Carrasco, oriundo de la doctrina de Macate (Huaylas), precisaba después de confesar la insuficiencia de su patrimonio para tener la congrua necesaria: 13 14

Taylor, 1999: vol. 1, 131-133. Fernández de Lizardi, 2006: 64-69.

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... le suplirá por la lengua yndica nativa que rreside en mi persona y que ésta a sido bastante título y caudal en otros candidatos para conferirles dichos órdenes en estos dominios, por ser ella necesaria para darse a entender con los yndios.

Tal afirmación no era una exageración. Ese mismo año, en un edicto que pedía a los candidatos manifestarse, el propio arzobispo había puntualizado: Los que no tuvieren congrua suficiente para su manutención y que en otro caso desesperarían de poder ingresar en los sagrados órdenes que están para celebrarse en el día, se les franquea caritativamente con la sola calidad [de lenguaraz]15.

LAS CONSECUENCIAS DE LAS ORDENACIONES

A TÍTULO DE LENGUA

El manejo de la lengua indígena se había convertido pues en una especie de sésamo para ser ordenado. Entre los candidatos, cierto número de aquéllos que la sabían habían seguido, particularmente en Lima, las clases de algún colegio o del seminario, pero es de notar que progresivamente, hacia finales del siglo, conforme se fueron multiplicando las ordenaciones a título de lengua, el porcentaje de excolegiales o seminaristas fue bajando de manera sensible. Representaban un poco más del 20% del total en la década de 1780-1789, y sólo alrededor del 15% durante los últimos cinco años del siglo. La gran mayoría indicaban haberse formado al contacto de algún sacerdote al que habían ayudado, a veces durante un largo período, en su parroquia o doctrina de origen. No es pues arriesgado pensar que la «oleada» de ordenaciones a título de lengua significó una baja sin duda notable del nivel de los ordenantes. Este problema, quizás nuevo en el Perú, se había discutido algunos decenios antes en Nueva España cuando también allí se había seguido el mismo camino. En 1766, en su primera carta pastoral al clero secular, el célebre arzobispo Lorenzana había reconocido el valor del conocimiento del idioma indígena, pero afirmó que ese requisito no debía prevalecer en ningún caso sobre las demás cualidades (personales e intelectuales) exigibles de un sacerdote. De no hacerse así, se corría el gran peligro de reclutar para cargos tan importantes a personas no muy adecuadas a su misión, y esto explica por qué el prelado llegó a desalentar ese tipo de ordenaciones. Pocos años después, la misma Corona intervino en el debate con una Real Cédula del 16 de abril de 1770, recordando los requisitos prioritarios que se debían valorar en los ordenandos, re15

Expediente de José Norambuena, de la doctrina de Huaraz, 1799. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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quisitos a los que el solo manejo de una lengua indígena no había de anteponerse de ninguna forma16. Otra consecuencia notable fue una modificación profunda del origen regional del clero secular. A comienzos de los años de 1770, los limeños y los costeños, de una manera general, constituían casi la mitad de los candidatos a las sagradas órdenes cuyo lugar de nacimiento y residencia conocemos. Entre 1780 y 1789, hasta llegaron a más del 60%. Durante el decenio siguiente, los serranos representaban ya el 66% de los ordenantes, mientras que los limeños habían bajado a un 22%, y los costeños globalmente al 32%. La inversión de la tendencia se acentuó aún más a lo largo de los últimos cinco años del siglo, pues los candidatos oriundos de la capital virreinal ya no fueron más que el 22% del total, correspondiendo otros 6% a los demás ordenantes costeños. En las altas tierras andinas de las que procedían ahora la gran mayoría de aquellos que solicitaban las sagradas órdenes, las provincias mejor representadas eran las de la Sierra norte donde «españoles» y mestizos eran proporcionalmente los más numerosos según los censos de la época: Huaylas (20%), Tarma/Huánuco (12%), Conchucos (11%), hasta en la Sierra central, Jauja con un 5%. En cambio, las comarcas andinas de la parte sur del arzobispado, tradicionalmente mucho más marginadas y de población más densamente indígena (Yauyos, Huarochirí) parecen haberse quedado fuera de ese movimiento. Como la lengua índica se había convertido en un elemento central de las candidaturas y estaba pues en el centro de las preocupaciones de los aspirantes al estado clerical, éstos le dedican en sus cartas de solicitud pasajes que consideraban como esenciales, pues constituía, según pensaban, el medio más seguro y eficaz para conseguir aquello a que aspiraban. De lengua de los vencidos, el quechua ya valorizado venía a ser «recomendable», según puntualizan varios candidatos. Insisten —y es difícil decir si lo hacen con un sentimiento de legítimo orgullo o por mero cálculo circunstancial— que se trata para ellos de su «ydioma natural», o que son «natibo lenguarás» en «la lengua patria índica». Hablan de su «lengua nacional» (esto es de donde habían nacido, materna) indicando que en su región natal «todos usan de este lenguaje», como precisaba Juan Gabriel Herrera, de Huánuco, en 1799. De lengua vernácula, sin duda despreciada en Lima, el idioma indio se convertía así en el objeto de estudios específicos, al que los candidatos a veces dedicaban esfuerzos particulares por su ya reconocida utilidad y su uso generalizado en la Sierra. Hemos visto el caso de Miguel Tafur, en 1792, pero se podría citar también el de José Felipe Espiridión Huidobro, de Lima, que ha16

Taylor, 1999: vol. 1, 133.

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bía aprovechado una larga estancia en la Sierra adonde había ido a curar una tuberculosis, para aprender el quechua. El mismo año, Miguel Núñez, él también limeño, hijo de padres oriundos de España y bachiller en teología, se había formado en esa lengua estudiándola con un racionero de la catedral. Tampoco faltan candidatos serranos que también indiquen que han hecho el verdadero esfuerzo de estudiar sistemáticamente el quechua y no se han contentado con el conocimiento empírico que les había facilitado su nacimiento y niñez en los Andes (Juan Valentín Navarro, de Oruro, 1790, Ramón Alcayde de Monge, de la Concepción de Jauja, 1790, Cayetano Requena, de Cochas, Cajatambo, 799). Otros ponían especial énfasis en el hecho de que sabían un idioma muy particular, esto es diferente de la lengua general, y por lo tanto muy útil para la labor con los indígenas de las comarcas donde se practicaba. Podía ser el dialecto de tal o cual región natal (Juan Antonio Bermudes, de San Juan de la Pallasca (Conchucos), 1799), la lengua culle hoy desaparecida, no emparentada con el quechua, y que se hablaba en algunos sectores de la Sierra desde Cajabamba hasta Pallasca (Jerónimo Osorio, de la doctrina de Jauca, Conchucos, y Antonio Bocanegra, de la misma región, 1793), o la lengua chinchaysuyo, esto es el quechua del norte sensiblemente diferente del cuzqueño que se consideraba entonces como la norma (Valentín Tello de Guzmán, Tarma, 1799). Estos expedientes son también interesantes en lo que concierne al origen étnico de los candidatos. Su pertenencia al mundo indígena ya no planteaba problema. Muchos de los que querían beneficiarse de una ordenación a título de lengua habían nacido en una doctrina, esto es en un medio indígena, por lo menos en aquella época predominantemente indígena, y se especificaba que su partida de bautismo, pieza indispensable en el expediente, se había copiado del libro de los naturales, reservado en principio a los indios, pero entonces también a los mestizos. Esto hacía que a veces el cura de la doctrina juzgaba necesario de precisar que los padres y abuelos del recién nacido eran, sin embargo, «españoles» (Joseph Martín de Solís de las Casas, doctrina de Santa Fe de Hatun Jauja, 1784). Otras veces, una mano anónima, pero sin duda la del párroco, había puesto el mismo añadido (¿o corrección?) en la partida. El vínculo de ese tipo de «españoles» con la sociedad indígena en que vivían era evidente. Citaremos un caso, entre muchos: las personas que atestiguaron el origen español de Manuel Josef Teodoro de Cazeda y Domínguez, de la doctrina de San Mateo de Huanchor, Huarochirí, en 1791, eran el cacique del pueblo y varios mestizos de apellidos típicamente indígenas. En la mayoría de los casos de origen mestizo, éste es sencillamente anotado, y no parece haber suscitado reparo de las autoridades episcopales (Fernando Palacios, Huyalas, 1780, Josef Marí Diestra, Santo Domingo de Jauja, Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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1784, Jerónimo Osorio, Conchucos, 1792, Mnuel de Orué, Conchucos, 1793, Agustín de la Rosa Sánchez, de Hatun Huaylas, declarado misto en 1797, Manuel Jorge Tamarís, de la doctrina de San Ildefonso de Caraz, Juan Antonio Bermudes, de San Juan Bautista de la Pallasca, 1799, sobre el cual nada está especificado, pero cuyos dos padres son especificados como mestizos. Como muchas veces en aquella época, la determinación étnica era sujeta a no pocas incertidumbres o borrosidades. Era el caso en 1799 de Antonio Bocanegra, de la doctrina de Cabana, Conchucos. Su madre se llamaba Marías Juliana Canchas en la partida, pero sus apellidos completos, según otros documentos, eran Canchas Pillao (el segundo notoriamente indio) y no obstante declarada española. En cuanto a Ciriaco Guerrero, de Piscobamba, 1793, del que no se decía nada en especial sobre su origen, era hijo de Jacoba Lunaguanca. Esas pequeñas maniobras para silenciar u olvidar posibles raíces indígenas no eran propia del arzobispado de Lima. Eran características de una sociedad en la que, a pesar del paso del tiempo y de las notables evoluciones al respecto del mundo colonial a finales del XVIII, el elemento «pigmentocrático» seguía en pie de manera más o menos subliminal. Pero, repitámoslo, el mestizaje ya no parece haber sido, en principio, un obstáculo dirimente para el acceso a las sagradas órdenes. Como recuerda Scarlett O’Phelan Godoy, una Real Orden de 1769 había indicado que en adelante los seminarios deberían contar entre sus estudiantes con una proporción de indios y mestizos situada entre la tercera y la cuarta parte del total efectivo «para que estos naturales se arraiguen en el amor de la fe católica cuando vean a sus hijos y parientes incorporados en el clero»17. A esa decisión se refería sin duda Timoteo Méndez, oriundo de San Marcos de Llapo, Conchucos, en 1799. Precisaba que tenía parientes «mestizos de indio y español» y que su padre era «cuarterón de español». Solicitaba ser ordenado a título de lengua aunque había estudiado latín y teología moral, pero fundaba también su pedido refiriéndose expresamente a «las Reales Órdenes de Su Magestad con respecto a los mestizos de español e yndico». Durante los últimos treinta años del siglo, una docena larga de pretendientes eran hijos de familias de caciques, cifra que llega a más de veinte si incluimos en la lista a aquéllos que declaraban ser hijos de yndios nobles, sin más precisiones18. En otros casos, es de notar también que el patrimonio necesario de los candidatos se había constituido, en totalidad o en parte, gracias a la generosidad del cacique de su pueblo o e indios «principales», lo cual prueba que 17

O’Phelan Godoy, 2002: 323. Para las ordenaciones de caciques ya desde mediados del siglo XVIII, v. el artículo ya citado de Scarlett O’Phelan Godoy, y de la misma, 1995: 60-63. 18

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su familia estaba muy vinculada con él (Ambrosio de Miranda, 1781, San Juan Bautista de la Pallasca, Conchucos, niño español, según el libro de bautismo del pueblo y Gregorio Coronel de Macedo, 1781, Huaraz, hijo de españoles). Algunos de esos hijos de caciques eran de familias muy acomodadas. Josef Pantaleón Malpartida (1785, San Pedro y San Pablo de Piscobamba, Conchucos) probaba un patrimonio de 16.000 pesos, Gabriel Calquipuma (1773, San Pedro de Tapacocha, repartimiento de Marca, Huaylas) anunciaba él 8.300 pesos. Otros, oriundos de Lima, eran hijos de lo que se podría llamar la aristocracia indígena de la capital. Matías Chávez (1781), nacido en la parroquia de Santa Ana, tenía por padre un coronel del regimiento de mi nación, como él decía. El de Francisco Bruno Cárdenas y Colorado (1781), del Cercado —barrio indígena de Lima— y que había sido estudiante del colegio de San Pedro Nolasco, era capitán de la compañía de fusileros del primer batallón de naturales y además intérprete general del distrito de esta Audiencia, cargo que ejercía asimismo el de Juan de Dios Cárdenas y Vargas (1797) también alcalde ordinario del Cercado, propietario de tiendas y casas en dicho barrio. Los pretendientes que procedían de regiones andinas podían ser hijos de caciques gobernadores, esto es, de la autoridad máxima entre los indígenas a nivel local: Cecilio Ignacio Barba Huaranga o CajaHuaranga según los documentos, estudiante en el colegio San Judas Tadeo de Huaraz (1778 para órdenes menores y 1781 para las mayores, San Jerónimo de Pampas, Huaylas), Tomás Collas de Morales (Hatun Huaylas que precisaba «mi calidad es notoriamente distinguida entre los de mi nación, como podré justificar»), Manuel Inocente Yarusparia (1799, doctrina de Aija, Huaylas, que había estudiado gramática en el colegio de Huaraz). En cuanto a Juan Domingo Florencio (1775, San Pedro de Carhuaz) hijo de los caciques del pueblo precisaba, con orgullo, que era «indio noble legítimo descendiente del Inga». Otros parecen no haber sido de tanta alcurnia: José Túpac Yupanqui que se había formado en el célebre colegio del Príncipe en Lima19 (1787) era hijo del cacique «segunda persona» de San Jerónimo de Tunán (Yauyos), Hermenegildo Huamán y Aguilar (1784, Conchucos) exalumno del colegio de San Pablo en Lima y con capellanía era, sólo, hijo de padre y madre indios principales, como Pedro Luis Cusihuallpa (1789, doctrina de Santa María del Valle, Huánuco) que además insistía en su expediente sobre su pobreza, Francisco Cipriano Gómez (1797, Chancay). 19 Sobre el papel de ese colegio en la educación de los hijos de caciques y sus problemas, Alaperrine Bouyer, 2007: cap. 10. En realidad el documento relativo a José Túpac Yupanqui es un pedido de beca para estudiar en el colegio con vista a ser ordenado de menores.

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Algunos inclusive, aunque insisten en su calidad de caciques o emparentados con caciques, aparecen como españoles en otros documentos. Miguel Guerrero (1792, doctrina de San Pedro y San Pablo de Piscobamba, Conchucos) y Ambrosio de Miranda (1781, San Juan Bautista de la Pallasca, Conchucos) figuran como esa «calidad» en su partida de bautismo, y Josef Pantaleón Malpartida (1785, doctrina de San Pedro y San Pablo de Piscobamba) hijo del cacique del pueblo, precisaba que «dichos [sus] padres han sido y son christianos viejos y limpios de toda mala raza y asimismo españoles legítimos y de notoria onradez». Esas citas se deben relacionar con las ambigüedades de la situación y origen de no pocos caciques, así como de lo borroso, incierto y manipulable, en aquella época, de categorías seudoétnicas, como la de español. En sus solicitudes, ciertos candidatos insisten además sobre el hecho de que su pertenencia al grupo de los caciques era un argumento suplementario y fuerte en favor de su pedido. En 1781, Francisco Bruno Cárdenas y Colorado (de Lima) especificaba que: Como yndio noble devo goçar de todos los privilegios, exepciones y prerrogativas que Su Magestad se ha servido dispensar a los de mi clase por leyes y cédulas novísimas, señaladamente las de 11 de septiembre de 766, siendo uno de sus capítulos el que los yndios nobles se admitan sin embargo alguno al estado eclesiástico.

Indicaba que esas disposiciones eran efectivas en el Perú desde el 20 de diciembre de 1774. Sin embargo, antes de esa última fecha, en 1773, Gabriel Calquipuma ya había terminado su carta de solicitud, después de enumerar sus méritos, con la siguiente acotación: El suplicante cuia naturaleza distinguida en qualidad de yndio noble, se hace muy recomendable y meritoria a su pretención mediante el Real amparo con que Su Magestad favorece a los de esta distinguida clase y naturaleza.

En el expediente, un tío suyo que le había constituido el patrimonio necesario, volvía en una carta sobre ese aspecto de la voluntad real manifestada por une serie de decisiones que tendían a equipara a los caciques con los nobles españoles. Insistía en que los hijos de caciques: ... puedan ser aceptados, a semejanza de cómo debe acontecer con los españoles, a quienes les equipara en cada una de sus clases.

Otros, en cambio, para dar más fuerza a su solicitud se las arreglaban para que el doctrinero la hiciese apoyar por el común del pueblo reunido en la iglesia20. 20 V. por ejemplo, lo que escribe Manuel Solórzano, teniente de cura en la doctrina de Marca (Huaylas) a propósito de la candidatura de Manuel Padilla (1793): «El día próccimamente pasado en que concurrieron todos los yndios de los anexsos ha quien advertí la obliga-

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Sin embargo, fue necesario esperar los últimos años del siglo para que un origen indígena popular fuera netamente indicado y no suscitara por ello ningún reparo de la administración episcopal. Ese tipo de aceptaciones debía de existir sin duda desde hacía cierto tiempo. El arzobispado, probablemente, había preferido hacer como si nada y dejar que obrara el tiempo. Los silencios o las omisiones de las partidas copiadas en los libros de las doctrinas, las declaraciones unánimes de los testigos llamados a declarar por los curas —que no engañaban a nadie— sin duda lo habían permitido, tanto más cuanto que la legislación ya no veía en esto ningún impedimento. Pero ¿podía decirse lo mismo de los antiguos prejuicios que por supuesto no habían desaparecido y de las prácticas sociales que seguían tan arraigadas como antes? En 1798, Matías Ramos, de Pampas y Cajamarquilla (Huaylas) es calificado en su partida de yndio hijo de yndio ordinario, y de una yndia, y en el caso de Lorenzo Franco, de Huancayo, todos los testigos de la doctrina atribuyen a su padre, Francisco Franco Yupari, la calidad índica. Añaden que su madre, María Laso de la Vega era «mestiza y conocida por tal». ¿Otros casos? Pedro Guamanrraga, de San Juan Bautista de la Pallasca (1799), indio según su partida, el mismo año Juan Ignacio (Huata, doctrina de Caraz, Huaylas), también clasificado como yndio. En cuanto a Tiburcio de los Reyes (1795) bautizado en la catedral de Lima, que había estudiado latín y teología moral, todos, sus padres y parientes eran de ese mismo origen como probaban los documentos aducidos en el expediente. Él incluso reivindicó esa ascendencia cuando afirmó en su solicitud de ordenación que cumplía con todos los requisitos exigidos: «su legitimidad, nación índica y edad de veinte y cuatros años». Por supuesto una lectura fina revela prácticas prudentes en cuanto al manejo del origen étnico par algunos candidatos. Hemos visto la omisión del segundo apellido cuando era indígena (práctica que se nota hasta en algunos expedientes de caciques) o la evocación de sólo la parte española de la familia, pero una ascendencia indígena abiertamente afirmada parece no haber sido ya un obstáculo para la ordenación. Además a ese respecto no hemos encontrado las manipulaciones, a veces un tanto burdas, destinadas a veces a ocultarla que se podían constatar en la misma época en el obispado de Arequipa21. De hecho, los pedidos de averiguaciones del arzobispado parecen haberse dirigido sobre todo, al parecer, a indagar eventuales vínculos familiares de los ción y pena a que encurrían sino manifestaban si lo comprendía alguna cosa de lo contenido en el edicto, halo qual respondieron todos a una vos que nada, antes bien, mui moderado en el hablar, recojido del bullicio y muy aplicado a la yglecia y freqüentar los sacramentos». 21 V. nuestro artículo citado en la nota 8. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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candidatos con el mundo afroamericano. Lo prueba una investigación llevada a cabo por el cura de Huánuco, en 1792, a propósito de un tal Juan Lastra. Lo había declarado descendiente de «españoles legítimos, sin mezcla de zambo, moro, judío ni de otra sexta (sic)», lo cual no dejaba de parecer extraño —y tal vez sospechoso— dado que el texto episcopal, como hemos visto a comienzos de este artículo, no concernía de ningún modo el segundo elemento indicado por el sacerdote22. Los únicos casos documentados —muy pocos además— en los que las respuestas de los curas interrogados por el arzobispo suscitaron una verdadera encuesta revelan a las claras reticencias ante posibles orígenes negros de los candidatos23. En 1791, Francisco Pardo, de la doctrina de Tapu, parece haber preocupado bastante al prelado que encargó al doctrinero una indagación que, a diferencia de lo que se solía hacer no fue sólo formal. El doctrinero tuvo que confesar sus dudas en cuanto a la realidad del caso. Al padre del candidato, dice el sacerdote, «unos lo hazen español y otros mestizos», mientras que otros «asientan ser el citado Nicolás Pardo de casta pardo y como que en realidad manifiesta su color y por tal es tenido en la doctrina». Otros, según el sacerdote, no vacilaban en afirmar que el padre era un zambo y de la madre se precisaba «cuya casta no se ha podido averiguar». Como la iglesia de la doctrina se había quemado, ya no era posible remitirse a ningún documento oficial... Ante lo dudoso de las conclusiones a que llegaba por cuenta propia, el cura convocó oficialmente a nada menos que seis testigos, lo que demuestra que el asunto era para él de importancia. Las respuestas recibidas no aportaron solución alguna porque fueron muy variables, prueba de la dificultad cuando en aquella época se quería establecer con seguridad a qué grupo étnico pertenecía tal o cual persona. Un primer testigo, él mismo mestizo, afirmó que el abuelo paterno de Francisco Pardo era español, lo cual significaba blanco, su abuela mestiza y sus abuelos maternos indios. Otro declarante que se autodefinía como español, había escuchado decir que el abuelo paterno era efectivamente «un hombre blanco» y la madre una mestiza. Una tercera persona (mestiza) dijo a propósito del padre de Francisco Pardo que «éste le pareze mestizo» y que la madre «hera yndia». En fin, otros dos testigos (un mestizo y un indio) confirmaban que el padre del tal vez futuro ordenante era... pardo. En todo 22 Esa investigación «espontánea» de posibles antecedentes africanos entre algunos candidatos también aparece en algunos expedientes de Arequipa. V. Lavallé, 1999: 348. 23 Para la obsesión, en esa época, por indagar orígenes africanos en las partes adversas cuando los demás prejuicios étnicos parecen entonces no pasar a menudo de meros argumentos formales, Lavallé, 2003: 231-252.

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caso, tal vez en vista de lo difícil de la averiguación, Francisco Pardo fue ordenado sacerdote. Las cosas parecen haber sido más sencillas en contra de Mariano Montes, de Yungay, en 1793. Los testigos de la acostumbrada (y sencilla) encuesta precisaban que el padre de Mariano era «hombre limpio y español conocido». Por esa parte no había pues problema. En cuanto a la madre se la describía «libre dese su nacimiento; siendo una mujer muy blanca y de buen porte». Era pues blanca, eso sí, pero ¿qué significaba la expresión bien extraña para una blanca «libre desde su nacimiento»? Pues el cura que transmitía esos documentos daba la clave. En una carta muy reservada destinada sólo al arzobispo, mandada aparte, y en la que daba su parecer libremente, esto es fuera de cualquier presión local, el párroco insistía sobre el hecho de que esa familia dejaba mucho que desear. La abuela era «una mulata abatida de bajas obligaciones que después de aber dado a luz a la referida María Barrera [la madre de Montes] se casó con un negro puro». Por si no fuera poco, la tal María Barrera había sido esclava hasta poco antes de su casamiento y era hermana de «zambos esclavos». La solicitud de Montes al parecer no prosperó, pero las razones tal vez no fueron únicamente étnicas. Por supuesto su padre era «de nacimiento limpio y honrado» pero «de muy mala opinión». Acusado de homicidio, había sido azotado públicamente. Los tíos zambos eran malhechores muertos a balazos o de estocadas. En cuanto al propio solicitante, tampoco estaba exento de reproches. Una mujer le había acusado nada menos que de haber sido corrompida por él. Es de precisar que los motivos de respuesta negativa del arzobispo a las solicitudes de los candidatos eran en general pocos. Podían fundarse sobre razones médicas. Por ejemplo, en 1773, el diácono Mariano Suárez, de Tarma, que pedía las órdenes mayores desde Lima donde estaba y anunciaba que si las conseguía volvería a su tierra para ayudar a su familia que vivía en un estado de gran pobreza. Enfermo de tercianas, fue rechazado de manera tajante y definitiva («No ha lugar y no se le admita ecepto ni representación sobre el asumpto»). En general las causas tenían más bien que ver con el pasado personal de los pretendientes. Ese mismo año, a Rafael de Loyola y Lovera, de Ica, en la Costa, se le fue denegada la autorización a pesar de que gozaba de «un patrimonio considerable y capellanía» y había estudiado en un colegio, porque en su respuesta a la encuesta previa el cura del pueblo, confirmado por otros testigos llamados a declarar, había indicado que, según sus antecedentes, no se podía esperar de él nada conforme con las obligaciones de la misión a que pretendía («Ha vivido con libertad [...] nunca ha sido aplicado al estado ecleRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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siástico sino a la mercancía, a lo galeno y al paseo y ésta ha sido la nota de su persona»). En cuanto a Domingo Víctor de la Vega y Rodíguez, con 35 años, de San Pedro de Carhuas, a pesar de ser, según puntualizaba «mui esperto en la lengua índica que es tan necessaria en este Reyno [...] demás de gozar suficiente patrimonio para ingressar a los órdenes menores como a los mayores» el arzobispo dio un parecer negativo. El motivo fue que se había casado con una india de Santa Olaya (Huarochirí) de la que había enviudado. El solicitante trató, pero en vano, de demostrar que ese casamiento no podía constituir un impedimento: se había casado con ella a los 14 años (esto es sin saber realmente lo que hacía), y sobre todo su esposa «estaba exempta del mundo», como probaba sobradamente el hecho de que, cuando se había unido con ella, a pesar de ser ya viuda de un anterior matrimonio seguía siendo virgen. Los cambios que tuvieron lugar en el acceso al clero secular peruano a finales del siglo XVIII como en otras partes del Imperio marcan un hito importante en la historia de la Iglesia colonial. Ya preparados sin duda por evoluciones no oficiales pero no obstante reales y concretas en las prácticas anteriores de las ordenaciones, su reconocimiento oficial y las nuevas normas fijadas en vísperas del último decenio del siglo favorecieron, en proporciones importantes en las regiones predominantemente indígenas, la aparición de un verdadero bajo clero. Más cercano a sus feligreses, y incluso a menudo identificado con ellos por su procedencia geográfica pero también social, cultural y étnica, de formación en no pocos casos más bien limitada, era admitido a las sagradas órdenes con tal que se dedicase exclusivamente al servicio de las doctrinas, sin perspectiva de ascenso ni cambio de destino. Tal evolución tendría consecuencias nada despreciables en el siglo siguiente, pero sin que por eso desapareciera lo esencial del lastre de antiguas costumbres heredadas de la explotación colonial de los feligreses indígenas por sus doctrineros. Los expedientes examinados son también interesantes desde otro punto de vista. Revelan a las claras en los pequeños poblados del interior andino como en las doctrinas, originalmente y en principio indígenas, la existencia de una sociedad cuyos diversos componentes estaban mucho más compenetrados de lo que se cree generalmente en base a realidades y reglamentos venidos de siglos atrás. Si bien las tácticas redaccionales de dichos expedientes no carecen de prudencia, de omisiones reveladoras y significantes, a veces de cierta doblez, dan sin embargo una prueba más del hecho de que, en aquella época finisecular, muchas reglas antiguas de la convivencia pluriétnica y jerarquizada ya eran obsoletas por inaplicables dada la tendencia a la porosidad y borrosidad de las Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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fronteras internas de una sociedad cuya complejidad, ya muy distante de los encasillamientos estancos que había querido imponer el sistema colonial, se hacía cada vez más contradictoria. BIBLIOGRAFÍA Alaperrine Bouyer, Monique, La educación de las élites indígenas en el Perú colonial, Lima, IFEA-IRA, 2007. Brading, David, Una Iglesia asediada: el obispado de Michoacán, 1749-1810, México, FCE, 1994. Estenssoro Fuchs, Juan Carlos, Del paganismo a la santidad, la incorporación de los indios del Perú al catolicismo 1532-1750, Lima, IFEA-PUCP, 2003. Fernández de Lizardi, José Joaquín, El Periquillo sarniento, México, Editores Mexicanos Unidos SA, 2006. Ganster, Paul Bentley, A social history of the secular clergy of Lima during the middle decades of eighteenth century, Los Angeles, Univ. of California Press, 1974. Lavallé, Bernard, «Evangelización y protocriollismo, la cuestión de las doctrinas regulares en el siglo XVI», Las promesas ambiguas, ensayos sobre el criollismo colonial en los Andes, Lima, PUCP-Instituto Riva Agüero, 1993: 63-77. Lavallé Bernard, «Las doctrinas de indígenas, núcleos de explotación colonial (siglos XVI-XVII)», Amor y opresión en los Andes coloniales, Lima, IFEA-IEP, 1999: 267-289. Lavallé, Bernard, «Nuevos rasgos del bajo clero en el obispado de Arequipa a finales del siglo XVIII», Las promesas ambiguas, ensayos sobre el criollismo colonial en los Andes, Lima, PUCP-Instituto Riva Agüero, 1993: 331-354. Lavallé, Bernard, «El argumento de la notoria desigualdad en la relación de pareja (Lima y Quito, siglos XVII-XVIII», Familia y vida cotidiana en América latina, siglos XVIII-XX, Lima PUCP-IFEA, 2003: 231-252. Lisi, Francesco Leonardo, El tercer concilio limense y la aculturación de los indígenas de Sudamérica, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1990. O’Phelan Godoy, Scarlett, La gran rebelión en los Andes, De Túpac Amaru a Túpac Katari, Cuzco, CBC, 1995. O’Phelan Godoy, Scarlett, «Ascender al estado eclesiástico. La ordenación de indios en Lima a mediados del siglo XVIII», Incas e indios cristianos, élites indígenas e identidades cristianas en los Andes coloniales, Cuzco, CBC-IFEA, 2002: 311-330. Taylor William B., Ministros de lo sagrado, sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII, Zamora, El Colegio de Michoacán-El Colegio de México, 1999, 2 vol. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 391-414, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.013

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Fecha de recepción: 1 de septiembre de 2010 Fecha de aceptación: 6 de octubre de 2010

Towards a new clergy in the Andes at the end of the 18th century: Ordination by way of language in the archbishopric of Lima

In the archbishopric of Lima, as well as in others, there is a significant change in the recruitment of secular clergy for parishes towards the end of the 18th century. The lenguaraces, those who know the indigenous language, are granted privilege by favoring that prerequisite above all others. This had notable consequences on their preparation, as well as the social and ethnic background of these priests, who were forced to work with a fragile status, with no possibility of relocation or promotion, all of which led to the appearance of a true lower clergy. KEY WORDS: Parishes; lower clergy; indigenous clergy; mestizo.

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Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

«Desamparo en que con la vida, se pierde el alma»1. Las controversias en torno a la obra pía del Abad Sidoti para la recogida de niños chinos abandonados (Filipinas, 1705-1740) por

Marta M.ª Manchado López Universidad de Córdoba

El presente estudio se centra en la obra pía fundada en 1705 en Manila por el clérigo italiano Juan Bautista Sidoti, destinada al rescate de niños abandonados por sus padres en China. Se ha realizado a partir de documentación inédita procedente de los fondos del Archivo General de Indias. El objetivo de esta investigación ha sido explicar el origen y características de dicha fundación, así como las vicisitudes que sufrió a lo largo de los años y que obstaculizaron su aplicación, iniciada en fechas ya tardías. PALABRAS CLAVE: Obras pías; Franciscanos; China; Manila; Juan Bautista Sidoti.

INTRODUCCIÓN El presente estudio está centrado en una de las obras pías fundadas en Manila a instancias del abad italiano Juan Bautista Sidoti; en concreto, aquélla destinada al rescate de niños abandonados por sus padres en la China, a los que se pretendía salvar de una muerte segura y ofrecer sustento, educación y formación cristiana. Forma parte de un proyecto de investigación personal cuyo objetivo es estudiar las obras pías fundadas por los españoles de Manila entre los siglos XVI y XVIII. La complejidad del tema y el amplio periodo abarcado obligan a abordar aquí sólo dos aspectos de esta obra pía para el rescate de niños expósitos: los 1 Memorial impreso de fray José Torrubia, procurador general de la Provincia de San Gregorio, al ministro general de la orden de San Francisco, s.f. (probablemente 1733). Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Filipinas, 226, N.1.

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relativos al origen y características de dicha fundación, así como a las vicisitudes que sufrió a lo largo de los años y que obstaculizaron su aplicación, iniciada en fechas ya tardías. El tema de las obras pías en Filipinas no ha atraído apenas la atención de los investigadores, por lo que existen contados estudios y referencias dispersas en obras de temáticas diversas2. Es preciso, pues, realizar un estudio detenido de cada una de ellas para, en una fase ulterior de investigación, hacer una evaluación fundamentada de su significado e impacto en la sociedad filipina. Éste es el contexto en el que se sitúa la presente investigación, cuyo objetivo es comprender el sentido y la viabilidad de la fundación de Sidoti en un contexto, la sociedad española de Manila, acuciada por múltiples necesidades y por una recurrente falta de recursos con que afrontarlas. La documentación a partir de la que se ha realizado este trabajo procede de los fondos del Archivo General de Indias (Sevilla) y se trata de una documentación hasta ahora inédita, a partir de la cual se pretende explicar la naturaleza de dicha fundación y las razones por las cuales su cumplimiento se fue dilatando en el tiempo.

LA FIGURA DEL ABAD SIDOTI Y SU ESTANCIA EN MANILA Son muy escasos los datos conocidos a ciencia cierta sobre el abad Juan Bautista Sidoti, a pesar de la extraordinaria actividad que desarrolló en su corta estancia en el archipiélago filipino. Natural de Palermo (Italia), donde nació en el seno de una familia noble (1668), sintió la llamada misionera y en 1702 recibió del Papa Clemente XI el encargo de reabrir las misiones en Japón3. Probablemente su deseo evangelizador fuera previo a la encomienda papal, puesto que él mismo explica que antes de abandonar su patria había dedicado tres años al estudio del japonés, empeño que continuó durante su obligada estancia en Filipinas. Se embarcó en el séquito de monseñor Charles-Thomas Maillard de Tournon, patriarca de Antioquía, legado a latere del Papa y visitador apostólico de las misiones de China, que partió con destino a Macao para 2

Esta circunstancia impide realizar una evaluación (sugerida por un revisor anónimo) del contexto historiográfico en el que el presente trabajo se inserta. Los estudios existentes sobre la materia aquí abordada son citados y comentados brevemente en las correspondientes notas pero no constituyen una tradición historiográfica significativa. Este trabajo es el intento de desbrozar un territorio que se puede considerar historiográficamente aún virgen. 3 Tollini, XIV/42 (Manila, 1979): 501. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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estudiar in situ los problemas derivados de la cuestión de los ritos chinos. Su llegada forzada a Manila, a causa de la arribada de su nao, se produjo el día 22 de septiembre de 17044. Rubio Merino, recogiendo testimonios del arzobispo de Manila Camacho y Ávila, dice del abad que era un hombre imbuido de celo apostólico, trabajador infatigable y cuya vida de penitencia y pobreza le granjearon la estima de la sociedad manileña pero también la oposición de los religiosos5. Poseía las cualidades propias de un hábil negociador y fruto de la eficacia de sus dotes diplomáticas fue el desbloqueo del proyecto de seminario diocesano, paralizado por la oposición del entonces gobernador de las islas, don Domingo de Zabalburu6. El abad Sidoti permaneció en Manila, tras la marcha del mencionado patriarca, en espera de la ocasión propicia para ir a Japón a predicar el Evangelio; esto le supuso una demora de casi cuatro años, en los que desarrolló una intensa labor pastoral, además de asumir la gestión de asuntos que, como el del seminario diocesano, se hallaban atascados desde tiempo atrás. Según afirma el padre Puga, quien le trató durante su corta estancia en Manila, Sidoti era terciario franciscano y esta circunstancia explicaría, en opinión de Abad Pérez, ciertas características de las obras pías que fundó, particularmente de la que aquí se estudia7. Contrariamente a los infundios que la maledicencia hizo llegar incluso a la corte, intentó en tres ocasiones alcanzar su objetivo de entrar en Japón, pero naufragó dos veces y tuvo que posponer su propósito8. El penúltimo de sus intentos tuvo lugar el 22 de agosto de 1708, cuando se embarcó a las 8 de la ma4

Carta del arzobispo Camacho y Ávila al rey, Manila, 20 de junio de 1704, AGI, Filipinas, 308. Cita tomada de Rubio Merino, 1958: 408. 5 Camacho y Ávila al rey, Aguas Calientes, 14 de septiembre de 1709, AGI, Filipinas, 302; Camacho y Ávila al rey, Manila, 16 de octubre de 1707, AGI, Filipinas, 290. Citadas por Rubio Merino, 1958: 410, notas 27 y 28. 6 Sobre este seminario, cuyo reglamento fue obra del propio Sidoti, véase Rubio Merino, 1958: 410-433. 7 Puga, Manuel de San Juan Bautista, O.F.M., Historia Philipica, apostólica, evangélica. Chrónica de la única Provincia de San Gregorio de Philipinas, parte IV (ms), folio 380, Archivo Franciscano Ibero Oriental, Madrid (AFIO), F. 12/2. Cita tomada de Abad Pérez, XL/117 (Madrid, 1983): 112. 8 Noticias privadas de Manila sobre las operaciones del abad Sidoti, Manila, 22 de junio de 1707, AGI, Filipinas, 308, N.6. En este durísimo documento contra Sidoti se afirma, entre otras cosas: «es un extranjero de bastantes ideas y reparos, aunque vino con las campanadas de misionero apostólico, con bendición para pasar al Japón, pero se quedó tan de asiento en Manila, que en tres años nunca ha hallado camino, o no lo quiere hallar». Cita tomada de Rubio Merino, 1958: 425. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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ñana en el Santísima Trinidad; no obstante, los vientos contrarios forzaron a retrasar de nuevo el viaje, que finalmente se realizó el día 25 del mismo mes9. El día 10 de octubre desembarcó vestido al modo japonés en Matsushita, en la costa sur de Yakushima, siendo apresado inmediatamente y trasladado a Nagasaki (adonde llegó el 20 de diciembre); aquí permanecería hasta el 27 de octubre del siguiente año, cuando después de insistir en su deseo de ir a la capital, Edo (Tokio), fue trasladado allí en un palanquín, llegando en torno a mediados de diciembre de 170910. Aquí fue encarcelado en el Kirishitan-yashiki, es decir, la cárcel de los cristianos, donde fue interrogado a través de intérpretes holandeses, manteniéndosele en una reclusión que se hizo más estrecha cuando llegó a conocimiento del gobernador que había convertido a la familia de sus carceleros. Este hecho precipitó los acontecimientos y su martirio en 1715; contaba entonces 47 años de edad, y habían transcurrido siete desde su tan deseada llegada a Japón11. Fray Juan Ferrando recoge ciertas noticias que habían corrido sobre la muerte del abad Sidoti, a quien califica de «hombre extraordinario» y «sacerdote muy edificante y ejemplar», que dejó a su partida de Manila fama de santidad. Según tales noticias, fue introducido «en un hoyo, en donde le suministraban el necesario sustento por un pequeño agujero, hasta que murió consumido por la putrefacción»12. Pocos años después de su muerte, el padre comisario general de Indias valoraría la obra pía fundada en Manila antes de su partida a Japón, como «hija de su ardiente celo y deseo de dilatar la fe católica, por cuya defensa se entró con santa intrepidez en el reino del Japón, a firmar con su sangre el Santo Evangelio y sus verdades»13. 9

Según carta remitida por la Mesa de la Misericordia al rey, fue «conducido del general don Miguel de Elorriaga, que lo llevó a su propia costa». Manila, 22 de junio de 1719, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 14r. Este particular también aparece recogido en la relación de méritos y servicios de dicho general (12 de febrero de 1712), AGI, Indiferente General, 141, N.12. 10 Sobre el viaje y su experiencia en Japón, véase Tollini, XIV/42 (Manila, 1979): 496-508; XV/45 (Manila, 1980): 471-475. Este autor señala el 22 de agosto como la fecha de la salida efectiva para Japón. Tollini, XVII/51 (Manila, 1982): 132. Lorenzo Pérez fecha su desembarco el día 13 de octubre [XXXII/5:29 (Madrid, 1929): 201-202, nota 106]. 11 Murió mártir el día 15 de diciembre de 1715. Pérez, XXXIII/17:97 (Madrid, 1930): 212. Véase, también Daigaku, 5/1 (Tokio, 1942): 246-253. Sobre su estancia en prisión y el contexto general de las relaciones entre Japón y Occidente, véase Bodart-Bailey y Massarella, 1995. 12 Ferrando, 1870: 310. 13 Carta del comisario general de Indias, Fray José Sanz, al fiscal del Consejo, don Andrés de Escorobarrutia y Zupide, Madrid, 12 de octubre de 1721, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 31r-31v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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LA FUNDACIÓN DE LA OBRA PÍA Y SUS CARACTERÍSTICAS Cuando creía próximo el momento de su partida de las islas hacia Japón, el abad Sidoti redactó en Manila las condiciones de una obra pía cuya administración se encomendaba a la Mesa de la Misericordia, corría el año 170514. Los fondos con los que contaba procedían de las limosnas entregadas por vecinos de Manila y que el abad había confiado al cuidado del general don Miguel de Elorriaga15. Esta suma ascendía a 8.000 pesos, de los que se disponía en efectivo, y que se esperaba poder aumentar hasta los 12.000 pesos. En realidad y aunque es dicho abad quien realiza el acto jurídico de constitución de la obra pía, los fundadores eran los bienhechores vecinos de Manila16. Conocemos las condiciones fijadas en su establecimiento por una copia del documento con que se solicitó la aprobación real y papal de la misma y que reproduce el tenor literal del escrito de constitución de la obra pía original17. La primera cláusula contiene la súplica dirigida al proveedor y diputados de la Mesa de la Santa Misericordia, a fin de que recibieran el depósito de los 12.000 pesos y se comprometieran a gestionarlos. Bien conocía Sidoti que dicha institución contaba con otros muchos encargos y que la obra pía que ahora se constituía era posterior en el tiempo. Pese a ello, insiste en que debía dárse14 Esta institución fue fundada a fines del siglo XVI; sus constituciones fueron aprobadas por el gobernador Luis Pérez Dasmariñas. Véase Mesquida, 2/2 (Tustin, C.A., 2003): 423-462. 15 Don Miguel de Elorriaga, famoso por dirigir en 1709 una expedición a las islas Palaos, había servido al rey en la carrera de Acapulco y ejerció como compromisario del comercio de Manila en el puerto de Cavite y como representante de la ciudad en la corte de España. Fue teniente de gobernador y capitán general de las provincias de Leyte, Albay, Camarines, Tayabas y jurisdicción de Mindoro. Compró el oficio de regidor de Manila (Real Provisión, Madrid, 13 de febrero de 1710, AGI, Filipinas, 341, L.9, fols. 290v-294v) y, posteriormente, el de alcalde mayor de Calamianes (Real Provisión, Madrid, 3 de febrero de 1716, AGI, Filipinas, 342, L.9, fols. 20v-21v). Un año después obtuvo una encomienda en el pueblo de Calasiao, provincia de Pangasinán (AGI, Filipinas, 278, N.2). En 1720 ocupaba la plaza de castellano del Puerto de Cavite y poco después sería propuesto como gobernador de las islas Marianas. 16 Según el procurador general de la provincia de San Gregorio de Filipinas, fray Agustín de Madrid, se habían recogido limosnas también en México. Memorial impreso, s.f., AGI, Filipinas, 226, N.1. 17 Copia de la obra pía que fundó el muy devoto y venerable Abad don Juan Bautista Sidoti, misionero apostólico del Reino del Japón, cuya administración encomendó al cuidado de la Mesa de la Santa Misericordia de esta ciudad de Manila que se hizo cargo de ella, Manila, 29 de octubre de 1705, AGI, Filipinas, 226, N.1, fos. 38r-40v. En adelante este documento se citará así: Copia de la obra pía...

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le primacía ya que perseguía la difusión de la fe en las islas Filipinas y en todo el Oriente. El resto de las cláusulas de este documento, hasta la última que hace el número de 17, se dedican a pormenorizar los detalles de la gestión del capital y de los eventuales beneficios obtenidos, así como a determinar los destinos que habría de tener dicha obra pía. En cuanto a la gestión del capital, se pide a la Mesa que haga subir la cifra de 12.000 pesos, con la que se constituye la obra pía, hasta 36.000, dando a corresponder cada año la tercera parte del capital disponible (computándose el principal, los beneficios obtenidos de las negociaciones precedentes y las posibles futuras limosnas de nuevos benefactores); el objetivo era obtener la mayor ganancia posible y para eso se distribuiría la mitad para la costa y la otra para la China18. La obra pía en realidad no comenzaría a cumplirse en tanto no se alcanzaran los 36.000 pesos, puesto que hasta entonces no debía sacarse cantidad alguna, sino sólo aquéllas que venían exigidas por la propia negociación del capital en las correspondencias hechas para su aumento. Una vez conseguidos los 36.000 pesos señalados, se debían invertir cada año 12.000 pesos en el comercio del galeón, al 50% de interés o según las condiciones vigentes en cada ocasión19. El empeño era que la obra pía estuviera siempre corriente, aun en tiempos difíciles, en los que habría que tomar medidas complementarias (cláusula cuarta20). En caso de que no fuera posible dar el dinero a corresponder para la Nueva España (por falta de galeón u otra circunstancia sobrevenida), se indica que la mitad de dicha suma se aplicaría a la costa y la otra mitad a China, pero dividiendo los riesgos en diferentes embarcaciones. Buena muestra de la prudencia con que se exige se manejen los capitales es la cláusula 15, en la que se establece que las ganancias obtenidas de la tercera 18

Se refiere a la Costa de Coromandel (costa occidental del Golfo de Bengala), con la que se mantenía desde la fundación de Manila un importante comercio. Díaz-Trechuelo, 1984: 135-137. Las forma en la que Sidoti organiza la inversión del capital de la obra pía demuestra que en su corta estancia en las Filipinas se había familiarizado con los circuitos comerciales y su dinámica financiera. Véase también Schurtz, 1992: 170-184. 19 Desde la segunda mitad del siglo XVII la Casa de la Misericordia se había introducido en el comercio del galeón, a través de las llamadas «obras de correspondencia». Esto provocó un cambio en la propia vida de la Casa, al convertirla en una institución de crédito que participaba en la financiación del comercio de Filipinas. Véase Díaz-Trechuelo, LIII/107 (Madrid, 2001): 361. Una relación de las 51 obras de correspondencia fundadas entre 1668 y 1778 se encuentra en Díaz-Trechuelo, 1997: 89-90. 20 Se contempla una reducción del 5% en el interés a cobrar por el dinero prestado, con respecto al resto de créditos concedidos por la Mesa. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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parte invertida en el comercio con Coromandel y China (una vez que el caudal hubiere alcanzado la cifra de 36.000 pesos), debían reservarse un año en el tesoro de la Mesa de la Misericordia, a fin de tener con qué resarcir las pérdidas de la parte dada a corresponder a la Nueva España, en caso de producirse éstas. Una vez terminado el riesgo, al año siguiente, dichos capitales se distribuirían en cuatro partes, según este orden: la catedral de Manila y su Archicofradía del Santísimo Sacramento, el mantenimiento de los 72 colegiales del Seminario de San Clemente recién fundado (en caso de no ser suficiente la renta señalada por el rey para este fin y tampoco los réditos aplicados a esta obra pía) y la enfermería del hospital de San Juan de Dios. La cuarta parte restante se depositaría en el tesoro de la Mesa de la Misericordia, hasta que hubiera cantidad suficiente para comprar una casa, que se destinaría a recoger a las mujeres depositadas por el juzgado eclesiástico21. En el caso de que no fuera precisa la asignación a los colegiales del seminario, por tener asegurado su sustento, esta cantidad se redistribuiría entre las otras tres obras arriba mencionadas. Las eventuales pérdidas que se produjeran en el capital principal deberían enjugarse en sucesivas correspondencias (empleando siempre un tercio del monto restante) y aplicando la mitad de los réditos obtenidos a la recuperación de dicho principal (que debía quedar depositado en el tesoro de la Mesa), mientras que la otra mitad se distribuiría a prorrateo entre las diversas obras pías señaladas en la fundación de Sidoti. Lo mismo habría que hacer con el fruto de las cantidades dadas a corresponder para la costa y China. Asimismo, en los años en que el fruto de la correspondencia de Nueva España fuera inferior al 50%, todos los legados debían prorratearse, a excepción de los que administraba la Mesa de la Misericordia, en atención a que era precisamente esta institución la responsable de la gestión de los fondos de la obra pía. En realidad, la finalidad de esta obra pía no es única ya que no cuenta con un único beneficiario, de ahí que podríamos decir que no se constituye una sola obra pía, sino varias. Entre los beneficiarios señalados se cuentan instituciones existentes en Manila (alguna de muy reciente creación), pero también proyectos de diversa naturaleza concebidos para atender a necesidades no cubiertas, tanto en las islas como fuera de ellas. El primer beneficiario es el colegio de Santa Isabel y el resto de las obras pías patrocinadas por la Mesa de la Misericordia, a las cuales se les asignan 200 pesos anuales cuya distribución se confiaba al criterio de la propia Mesa22. Este legado siempre se había de 21 Esta cantidad se sumaría a las que en otra cláusula de este documento se asignan asimismo a este fin. 22 El colegio de Santa Isabel, fue fundado en 1632 por la Hermandad de la Misericordia y

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preferir a todos los demás y debía cumplirse completamente y sin prorrateo alguno. Era, evidentemente, una forma de compensar a esta institución por la gestión de los fondos de la obra pía que ahora asume. Las otras instituciones beneficiadas por esta obra pía son el hospital de San Juan de Dios, el seminario de San Clemente y la Archicofradía del Santísimo Sacramento. Las obras pías a las que se destinan las mayores cantidades son dos, ambas vinculadas a la orden de San Francisco. A ellas se dedican la mayor parte de las cláusulas, lo que indica que el abad Sidoti tenía mucho interés en que todos los particulares relacionados con ambas quedaran muy claros. A pesar de ello, su cumplimiento fue enormemente problemático dando lugar a sendos pleitos cuya resolución se dilató a lo largo de los años. Aquélla a la que se dedica una mayor cantidad de dinero (2.200 pesos) es el sostenimiento de 30 misioneros para los montes de Filipinas y otras partes de Oriente. En cuanto a la obra pía objeto de este estudio, a la que se aplicaban 1.600 pesos anuales, tenía como destino las misiones existentes en China, pero también las futuras misiones del Japón (cuya apertura era el objeto del viaje de Sidoti a Oriente)23. Su finalidad era «el recogimiento y crianza y educación de los niños y niñas desamparadas y arrojadas al campo o a las calles, según se estila en dichos reinos, por la pobreza de sus padres infieles»24. Quienes se encargarían de cumplir esta misión y velar por el cuidado material y espiritual de los niños recogidos, serían veinte misioneros «apostólicos menores observantes, diputados por la Sagrada Congregación de Propaganda Fide o del reverendísimo general de la Orden o del dicho padre Comisario General de Nueva España, súbditos de Su Santidad o del Rey nuestro señor»25. Será precisamente este uno de los aspectos más conflictivos, puesto que podía entenderse que contravenía al Real Patronato, al señalarse a misioneros «súbditos» del Papa. Se añadía a ésta otra precisión que, como se verá más adelante, sumaba motivos de recelo sobre la fundación: «y no por esto entiendan los fundadores por esta disposición que se les da ningún derecho a la religión ni religiosos, ni en la propiedad ni el usufructo, [el cual] refunde y radique en la Santa Sede Apostólica, en conformidad de las bulas y constituciones pontificias, a beneficio de dichos niños, con ministerio y cuidado de los RR.PP. misioneros observantes, dedicado a la educación de niñas españolas. Cabrero Fernández, Luque Talaván y Palanco Aguado, 2008, vol. I: 276. 23 Sobre la situación de las misiones en ambas zonas: Sánchez Fuertes y Abad Pérez, LIX/234 (Madrid, 1999): 457-788. Boxer, 1993. 24 Copia de la obra pía..., cláusula octava, fol.39r. 25 Ibídem. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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y no de otra manera»26. El dinero debía ser entregado al síndico apostólico de los «misioneros apostólicos menores observantes», nombrado por el comisario general de la Nueva España. Dicho síndico remitiría esta suma al padre superior de las misiones en China y en Japón, sin que fuera necesaria una orden expresa del superior. En caso de que no pudiera realizarse esta obra pía, los 1.600 pesos serían entregados por el mencionado síndico al padre superior de los menores observantes en China y Japón, a fin de utilizarlos en la fundación de un colegio público «en la manera que le sea posible», destinado a «recoger, mantener y educar en él los niños y niñas desamparados y arrojados en las calles de dichos reinos, y que estén debajo de la dirección y gobierno de dichos Menores Observantes». Si tampoco esto era posible realizarlo por haber cesado las misiones en ambos reinos, se destinaría el dinero al sustento del colegio de los armenios católicos que los padres menores observantes mantenían en Jerusalén. Aquí habría de enviar el síndico el dinero en la nao de Nueva España, a través de vales o letras, a fin de evitar los riesgos de un viaje tan largo. Esto debería hacerse en tanto se mantuviera la esperanza de que pudieran reabrirse las misiones en China y Japón; en caso contrario, también se remitiría al mencionado colegio de los armenios el principal que correspondía a los 1.600 pesos de réditos. El documento que recoge la constitución de la obra pía concluye con el deseo de que no se introdujeran modificaciones en la voluntad expresada por los fundadores; en caso de que no fuera posible respetarla, se debían seguir las indicaciones precisadas en las cláusulas condicionales y, si esto tampoco era viable, se reintegraría el capital a los fundadores o a sus herederos, o se aplicaría la mitad a la Mesa de la Misericordia, a fin de que lo destinara a dotes de doncellas familiares de los fundadores (y de no haberlas, a las que se formaban en su colegio de Santa Isabel); la otra mitad se aplicaría a la catedral de Manila. Más adelante, el 7 de septiembre de 1707, el abad Sidoti concurrió ante la Mesa de la Misericordia para incorporar una nueva cláusula por la que concedía a dicha institución la facultad de introducir modificaciones en los destinos de la obra pía. declaró que en prevención de cualquiera contingencia o accidente que sucediese en lo venidero sobre lo dispuesto en la obra que había fundado, concedía a la Mesa el que pueda disponer en todo o en cualquiera parte que se ofreciere disponer alguna particularidad que no se hallare dispuesta o prevenida por alguna circunstancia que por razón del tiempo no se hallare practicable. Y por último, que pueda la Mesa disponer en dicha obra según Dios y como públicamente se sabe procede, santamente 26

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en la loable observancia de sus santas ordenanza: Y que en algún accidente de hallarse el tesorero con necesidad de reales para el sustento de las hijas de este nuestro colegio de Santa Isabel, pueda asimismo la Mesa, sin perjuicio del principal de su obra y hallándose cumplida a los 36.000 pesos de su dotación, aplicar al fin del sustento de las dichas hijas del colegio lo que le pareciere de la correspondencia, sin perjuicio de las obras declaradas en la disposición de la referida obra, con el procedimiento loable que observa la Mesa en consultar27.

El 15 de septiembre de 1707 un nuevo escrito presentado ante la Mesa de la Misericordia por el propio abad Sidoti introducía modificaciones en la primitiva fundación. Según afirma en él, tenía en su poder nuevas donaciones que ascendían a la cantidad de 4.000 pesos; 2.000 de ellos procedían de vecinos del reino del Perú y habían llegado a Filipinas en el galeón Nuestra Señora del Rosario, en el que viajaba el padre Teodorico Pedrini, misionero apostólico de Propaganda, a quien dichos vecinos se los habían confiado. Además, tenía el abad fundadas esperanzas de recibir nuevas cantidades en los dos galeones que llegarían en 1708. La voluntad de los bienhechores que habían entregado estas sumas era que se aplicaran al aumento de la renta de los misioneros arriba mencionados, para que ascendiera a 100 pesos. Este aumento beneficiaría a los clérigos y regulares enviados por la Santa Sede a Oriente, excluidos los misioneros apostólicos menores observantes. Por lo tanto, suplica Sidoti que la Mesa de la Misericordia recibiera los 4.000 pesos, de los cuales 2.500 serían entregados al contado y los restantes según la memoria que se habían comprometido a dejar varios benefactores de Manila. También se incluían 200 pesos que recibió la Mesa de los albaceas del sargento mayor don Francisco de Moya y Torres. De este modo, la fundación que antes era de 36.000 pesos, pasaba a 40.000 y se podría entregar a los mencionados misioneros, en vez de los 72 pesos, 2 reales y 8 granos que tenían asignados, 100 pesos. En caso de que no hubiera suficiente, «se multiplicará la cantidad que se reconociere ser necesario para dicho cabimiento». Si no hubiera el número de treinta misioneros, se concedía facultad a la Mesa de la Misericordia para que la cantidad excedente de los 3.000 pesos, una vez pagados los correspondientes estipendios, fuese destinada a otros fines piadosos, según el siguiente criterio: se harían cinco partes, de las que cuatro se aplicarían al seminario de San Clemente, al hospital de San Juan de Dios, a la Archicofradía del Santísimo Sacramento (o de no existir ésta, a la catedral) y a la casa de mujeres depositadas. La quinta parte restante se destinaría 27 Certificación del escribano de la Mesa de la Misericordia relativo al acuerdo adoptado por dicha institución en su sesión de 7 de septiembre de 1707, Manila, 19 de septiembre de 1735, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 200v-201r.

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a las necesidades de las niñas del colegio de Santa Isabel, según el parecer de la propia Mesa28.

LAS CONTROVERSIAS ENTRE FRANCISCANOS OBSERVANTES Y DESCALZOS En 22 de junio de 1719, la Mesa de la Santa Misericordia notificó al padre comisario general de la orden de San Francisco en la Nueva España, fray Agustín Mesones, que el capital de la obra pía se había completado el año anterior, tras alcanzar la suma de 40.800 pesos, por lo que procedía comenzar a realizar las aplicaciones señaladas por el fundador29. Le pedía que tomara las medidas oportunas a tal efecto, a fin de que se cumplieran las cláusulas octava, novena y décima; es decir, las relativas al envío de 20 misioneros observantes a China destinados a la recogida y cuidado de niños abandonados. Este fue el inicio de un contencioso que enfrentaría a franciscanos observantes y descalzos y que no se resolvería hasta el año 1740. La posibilidad de que se pusiera en ejecución esta disposición (y la relativa a los 30 misioneros que habría que destinar para los montes de Filipinas y otras partes de Oriente) fue considerada una seria amenaza por la comunidad franciscana de las islas que conservaba vivo en la memoria el recuerdo de las amargas disputas mantenidas con los franciscanos observantes mexicanos en la centuria anterior. Tales disputas tuvieron su origen en el deseo de los observantes de constituir una provincia propia en Filipinas (la Purísima Concepción), dividiendo en dos la de los descalzos (San Gregorio) que les había acogido, pese a la prohibición contenida en un breve de Urbano VIII30. Este conflicto se planteó abiertamente cuando el virrey de México, a instancias del comisario general de Indias (fray Alonso de Prado), envió a cinco padres observantes con su superior, fray Bartolomé de Letona, que era portador de documentos que eximían a los observantes de la obediencia al provincial de los descalzos y ordenaban que se les entregaran doce conventos, entre los que se contaba el de Santa Clara de Manila. Este intento de erigir una nueva provincia o custodia apuntaba más le28

Escrito del abad Juan Bautista Sidoti presentado ante la Mesa de la Misericordia, Manila, 15 de septiembre de 1707, AGI, Filipinas, 226, N. 1, fol. 41r. 29 El padre Agustín de Mesones desempeñó este oficio entre 1717 y 1723, siendo sucedido por el padre Fernando Alonso González. Abad Pérez, 1992: 90. Sobre la gestión financiera de las obras pías por parte de la Misericordia, véase Cushner, 1971: 139-152. 30 Carta del provincial y definidores de la Provincia de San Gregorio, Manila, 20 de junio de 1621, AGI, Filipinas, 80, N.67. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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jos, como lo indicaba su petición de que en el futuro no se permitiera el envío de misioneros desde la península, sino sólo desde tierras americanas. De conseguirlo, únicamente se establecerían en las islas religiosos observantes ya que los descalzos contaban con una sola provincia, en México, que padecía de una crónica escasez de miembros. Esto supuso un enfrentamiento entre ambas comunidades que finalizaría cuando la Audiencia ordenó recoger tales documentos, alegando ser contrarios al breve de Urbano VIII y no haber sido autorizados por el Consejo de Indias. El conflicto fue zanjado por una real cédula firmada en Madrid, a 30 de agosto de 1652, por la que se ordenaba el regreso de los observantes a Nueva España y que no se aceptaran frailes observantes en Filipinas, si no habían profesado antes como descalzos. La disputa fue lo suficientemente grave como para hacer temer a los descalzos la desaparición de su provincia31. Habida cuenta de estos antecedentes, se comprende la rápida reacción del procurador general de los descalzos, fray Agustín de Madrid, quien presentó un memorial al rey exponiendo los perjuicios que acarrearía a la Provincia de San Gregorio y a sus conventos y misiones el envío de los observantes. En él asegura asimismo que se atentaría contra la paz y sosiego de las islas y se perjudicarían los intereses de la corona y de su real hacienda, además de contravenir las leyes y dificultar las labores de propagación de la fe. Entendía que tras esta obra pía se escondía el intento de establecer una nueva orden religiosa en Filipinas, lo que dañaba a las establecidas allí, habida cuenta de la pobreza en que vivían32. Siendo todo esto así, la mejor solución era confiar la obra pía a la Provincia de San Gregorio o a otra cualquiera de las órdenes religiosas establecidas en las islas, ya que todas ellas tenían, según afirmaba faltando a la verdad, número suficiente de misioneros «y muchos de ellos dedicados al mismo fin que expresa la fundación»33. La respuesta a este memorial fue presentada al Consejo de Indias por fray Francisco Seco, procurador general de todas las provincias de Indias de la orden franciscana. En su escrito atribuyó a la ambición y mala fe las afirmaciones vertidas por el procurador general de los descalzos. Destacó que la obra 31

Montero y Vidal, 1894: 283-284. Esta preocupación por los efectos económicos que las nuevas fundaciones podían acarrear a las órdenes religiosas ya establecidas y a las instituciones que, de una forma u otra, dependían de ellas, es constante en la historia de la Iglesia en Filipinas. Manchado López, LIX/215 (Madrid, 1999): 173-202. 33 Memorial impreso de fray Agustín de Madrid, procurador general de la Provincia de San Gregorio de Filipinas, s.f., AGI, Filipinas, 226, N.1. Este memorial fue visto en el Consejo, en 27 de mayo de 1721. Sobre la situación de las órdenes religiosas, véase García de los Arcos, 1988. 32

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pía habría de fundarse en China y Japón, pero no en Filipinas y, por tanto, todas las prohibiciones alegadas carecían de aplicación. Tampoco podría perjudicar a las órdenes religiosas establecidas en las islas que los veinte misioneros observantes residieran en China; todo lo contrario, la aplicación de los fondos de la obra pía permitiría liberar a la real hacienda del gasto que suponía su mantenimiento, al tiempo que se ganarían nuevos súbditos para la corona puesto que los niños recogidos pasarían a serlo. El bien material o temporal iba, por tanto, de la mano del bien espiritual que derivaría de la propagación de la fe entre los niños expósitos. En cualquier caso, si no se daba cumplimiento a esta obra pía, se debía subrogar en la forma señalada por el abad en el escrito de constitución de la misma, y no cabía darle un destino diferente, como proponía de modo interesado y «siniestro» el mencionado procurador general, porque, de hacerse, muchos fieles dejarían de establecer fundaciones semejantes. Este segundo memorial fue visto el día 3 de septiembre de 1721 en el Consejo, que consideró procedente pedir su parecer al comisario general de Indias, antes de tomar una decisión sobre el asunto. Así se hizo, en 8 de octubre, obteniéndose la respuesta demandada cuatro días después. En ella, fray José Sanz asumía los argumentos del procurador general de las provincias de Indias de la orden de San Francisco e insistía en que no podían los franciscanos de Filipinas asumir esta nueva carga puesto que el propio fray Agustín de Madrid se encontraba gestionando el envío de más misioneros a las islas34. Resultaba a todas luces imposible que la Provincia de San Gregorio se ofreciera para cumplir la obra pía, cuando al mismo tiempo estaba reclamando más operarios para las misiones filipinas35. Recibida la respuesta del comisario general de Indias, el asunto fue sometido a dictamen del fiscal del Consejo. En 21 de octubre del mismo año, se evacuó el correspondiente informe que resultó favorable al cumplimiento de las cláusulas octava, novena y décima de la obra pía de Sidoti, es decir, las referidas a la recogida de niños chinos abandonados que se confiaba a los franciscanos observantes. Este informe fue visto por el Consejo en 23 de octubre y se dispuso que el fiscal volviera a estudiar el caso, tomando esta vez en consideración el pase concedido al cardenal Tournon para la China (en cuyo séquito había llegado Sidoti) y los «efectos de su comisión, así en aquellos dominios, 34 El padre José Sanz desempeñó este oficio entre 1710 y 1722, siendo sucedido en esta comisión por el padre Juan de Soto. Abad Pérez, 1992: 89. 35 El comisario general de Indias, fray José Sanz, al fiscal del Consejo, don Andrés de Escorobarrutia y Zupide, Madrid, 12 de octubre de 1721, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 31r-34r.

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como en Filipinas». Así lo hizo el fiscal, incluyendo ahora además dos nuevos memoriales presentados por fray Agustín de Madrid, acompañando algunos documentos con los que pretendía asentar aún más su postura. Siendo la documentación a estudiar cada vez más prolija, su dictamen se retrasó mucho en el tiempo, apareciendo fechado en 22 de octubre del siguiente año; con todo, no modificó su sentir, sino que reprodujo la respuesta dada anteriormente36. El Consejo, en su sesión del día 29 de octubre de 1722, asumió el parecer del fiscal, añadiendo únicamente que el transporte de los religiosos observantes de la misión de la China se hiciera a costa del producto de la renta de la obra pía y no de la hacienda real. Esta decisión del Consejo no hizo desistir de su empeño al procurador de la provincia de San Gregorio, quien siguió presentando memoriales y llegó incluso a desempolvar la vieja disputa entre observantes y descalzos suscitada en las islas a comienzos de la centuria anterior. Con todo, no consiguió torcer el criterio del fiscal, atareado en revisar una y otra vez la causa. La real cédula dirigida al marqués de Torrecampo, gobernador a la sazón de Filipinas, está firmada en Madrid, a 29 de mayo de 172337. En ella el rey asume el parecer del Consejo, favorable al procurador general de San Francisco para las provincias de Indias. De este modo, se ordena el cumplimiento de las cláusulas de la obra pía fundada por Sidoti, a condición de que los misioneros menores observantes que pasaran a China fueran españoles, obtuvieran la pertinente licencia y sufragaran los gastos de su viaje con el producto de la propia obra pía.

LA INTERVENCIÓN DEL NUNCIO PAPAL Esta causa terminó por adquirir mayores dimensiones al implicarse el nuncio papal en un intento de la Santa Sede por recuperar el control de las misiones, amago que sería abortado sin contemplaciones por el Consejo de Indias. Las tensiones entre la corona y el papado a cuenta del alcance y naturaleza del Real Patronato se habían ido intensificando ante la negativa romana a conceder el patriarcado efectivo de la Iglesia indiana. El surgimiento de la tesis vicarial y, posteriormente, del Regalismo tensó aún más la situación38. En este con36 Vista del fiscal del Consejo, Madrid, 22 de octubre de 1722, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 36r-36v. 37 Testimonio de la real cédula al marqués de Torre Campo, Madrid, 29 de mayo de 1723, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 55r-58r. 38 Lopetegui y Zubillaga, MCMLXV: 152-163.

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texto, el intento de controlar la obra pía de Sidoti estaba llamado a fracasar puesto que la corona no había de transigir con las maniobras pontificias. Efectivamente, el nuncio remitió al monarca un escrito de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, pidiendo que se giraran las órdenes pertinentes al gobernador de Manila para que no obstaculizara el cumplimiento de la obra pía, en los términos establecidos en su fundación. Para facilitar dicho cumplimiento, pedía se prestara asistencia a Francisco Rayo y Doria, arcediano de la Catedral de Manila y procurador de la Sagrada Congregación. El Consejo de Indias, reunido con carácter extraordinario, respondió que no se podía emitir orden alguna sin conocer las que la Congregación de Propaganda Fide había expedido a don Francisco Rayo Doria en el asunto tratado, y menos aún siendo una cuestión aún pendiente en el Consejo a instancia de partes39. Más de un año después de la firma de la real cédula dirigida al gobernador de Filipinas, un nuevo escrito del nuncio llegaba al Consejo de Indias acompañando una petición de la Congregación de Propaganda Fide para que el rey autorizara la modificación del contenido de algunas cláusulas de la fundación del abad Sidoti. La razón que explica el envío de este escrito es el deseo de cohonestar ciertas decisiones que dicha institución había adoptado y que chocaban frontalmente con lo dispuesto en la fundación y que podían, además, interpretarse como una intromisión en el Patronato Regio del monarca español. Efectivamente, la Congregación afirmaba que había enviado en los últimos tiempos muchos misioneros, especialmente a la China, y que esto le había supuesto un considerable gasto; por ello, entendía que podía darse por cumplida la intención del fundador. De este modo, en vez de mandar nuevos misioneros que se mantuvieran con los frutos de dicha obra pía, estas cantidades se debían aplicar al mantenimiento de los que ya estaban instalados allí. Sin embargo, el escrito de la Congregación no contiene únicamente una petición y las razones en que se fundaba, va más allá al informar de que, de hecho, a fines del año 1721 ya había enviado instrucciones al visitador general en las Indias Orientales para que se aplicaran las rentas de la fundación de Sidoti no al envío de nuevos misioneros desde Europa, sino a la subsistencia de los que ya se encontraban misionando. Añadía que, puesto que Sidoti no había fijado ninguna cantidad concreta para el sustento de los misioneros que debían enviarse desde Europa al reino de China, era justo enviar órdenes para que el procurador de Manila remitiera al de Cantón (donde se encontraba establecida la Caja General de las Misiones) «todas las rentas hasta ahora corridas no co39

El escrito del nuncio fue remitido por el marqués de Gimaldi al Consejo, desde Lerma, en 23 de diciembre de 1721. El Consejo celebró sesión extraordinaria el día 26 siguiente e inmediatamente remitió su respuesta. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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bradas y que se devengasen, y que en adelante se hubiesen de cobrar; y que el mismo procurador del Cantón bajase aquella porción que considerase necesaria para el mantenimiento que se hubiese de suministrar, según las ocurrencias, a los misioneros que se alimentasen con la dicha fundación del Sidoti». Pero resultaba evidente a la propia Congregación que «semejantes determinaciones suyas, a lo menos en la exterior apariencia, no parecen enteramente conformes con el intento que quiso el sacerdote Sidoti» y, por tanto, podían provocar el rechazo de la Mesa de la Misericordia y de las autoridades de Manila. Para obviar este inconveniente, y entendiendo que, pese a todo, las modificaciones introducidas cumplían los fines de la obra pía, reitera de nuevo al rey su petición de que girara las órdenes precisas para que se aceptara lo dispuesto por la Sagrada Congregación de Propaganda y se asistiera en todo lo necesario para su ejecución al procurador de dicha Congregación, don Francisco Rayo. Sometido este asunto al parecer del Consejo, pasó a informe del fiscal. Éste fue contrario a la modificación de lo ya determinado por la real cédula de 29 de mayo de 1723. Acceder a las pretensiones del nuncio suponía dejar de cumplir el deseo de Sidoti de que las rentas se aplicaran al aumento del número de misioneros; por otro lado, si se resolviera a su favor, las nuevas órdenes llegarían a Filipinas cuando ya se hubiera puesto en ejecución la mencionada real cédula, es decir, cuando ya se hubieran enviado los nuevos misioneros40. El Consejo se conformó con el dictamen del fiscal y en 24 de julio pasó el asunto a consulta; tres días más tarde era ratificada en su tenor por el rey. La real cédula correspondiente fue firmada en San Lorenzo, a 16 de noviembre de 1726 y en ella se prohibía expresamente cualquier innovación con respecto a lo ordenado en la anterior de 172341. LOS OBSTÁCULOS PARA EL CUMPLIMIENTO DE LA OBRA PÍA. DE LOS FRANCISCANOS DE FILIPINAS

LOS ALEGATOS

No conocemos el momento en que llegó a manos del gobernador de las islas la real cédula de 29 de mayo de 1723, pero sí que, remitida al fiscal de la Audiencia para su informe, éste hizo notar que carecía de la firma del secretario del Consejo y, por tanto, no procedía su ejecución. Conformándose con su 40

Vista del fiscal del Consejo, Madrid, 23 de julio de 1724, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 59v-63v. 41 Real cédula al gobernador de Filipinas, San Lorenzo, 16 de noviembre de 1726, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 99r-105r. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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dictamen, el gobernador la devolvió con el correspondiente informe42. El asunto quedó en suspenso en tanto se recibían nuevas órdenes reales, si bien se pidió a la Mesa de la Misericordia que explicara el estado de la obra pía. El informe de la Mesa de la Misericordia señalaba que la cantidad disponible para el traslado de los 20 misioneros, su mantenimiento en China y el rescate de los niños abandonados, ascendía sólo a 8.944 pesos y 7 reales. Entendía la Mesa que era una cantidad notablemente insuficiente para afrontar todos los gastos; también lo eran los 1.600 pesos anuales asignados por el fundador para el mantenimiento en China de los misioneros y el cuidado de los niños, a lo que se sumaba «la falla en las correspondencias de este caudal que puede acaecer, o de otros accidentes»43. Este informe de la Mesa de la Misericordia proporcionó argumentos a los franciscanos de Filipinas, contrarios a que se confiara el cumplimiento de la obra pía a misioneros observantes y, por tanto, contrarios a la real cédula de 29 de mayo de 1723. Efectivamente, temerosos de que finalmente el gobernador ejecutara las órdenes reales, elevaron un escrito al rey pidiendo una nueva disposición que garantizara la «quietud de las islas». Aseguraban que no sólo era inviable el cumplimiento exacto de la disposición de Sidoti, sino que, de intentar hacerlo, se verían perjudicadas seriamente el resto de las órdenes religiosas de las islas, que vivían en gran pobreza. Subyacía a esta afirmación la convicción, más o menos sincera, de que la imposibilidad de garantizar el sustento de los nuevos misioneros en China supondría su retirada a Filipinas y el establecimiento aquí de una nueva corporación religiosa cuyo mantenimiento gravaría la hacienda real y los mermados bolsillos de los españoles. Con ella llegarían también pleitos y disputas, peligro que se conjuraría si se confiara la obra pía a los franciscanos descalzos de Filipinas, o a los frailes de esta misma orden que ya se encontraban evangelizando en China y Japón44. El escrito del comisario general de la Nueva España dirigido a la Mesa de la Misericordia pidiendo se pusiera en ejecución la obra pía, alarmó más aún a 42 Decreto del gobernador ordenando el informe del fiscal, Manila, 4 de abril de 1726. El dictamen del fiscal fue evacuado dos días después. El día 8 de abril el gobernador pidió informes a la Mesa de la Misericordia. Todos estos documentos están en AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 88r-88v. 43 Respuesta de la Mesa de la Misericordia al decreto del gobernador de 8 de abril de 1726, s.f., AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 92v. 44 Fray Bernardo de Santa María, procurador general de todas las provincias descalzas de San Francisco de los reinos de España, al rey, s.f., AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 187r-189r. Sobre la presencia franciscana en China, véase Sánchez Fuertes y Abad Pérez, LIX/234 (Madrid, 1999): 457-788.

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los franciscanos de Filipinas45. Así, en 26 de junio de 1727, su provincial escribía al rey sobre el asunto, insistiendo en los mismos argumentos expuestos anteriormente por su procurador en la corte. En esta ocasión, las previsibles dificultades económicas derivadas de los azares del comercio del galeón son consideradas en relación con la cláusula 17 de la fundación. Según el provincial de los franciscanos de Filipinas, de producirse pérdidas en los riesgos a causa de accidentes sobrevenidos a las embarcaciones, los destinos quedarían en suspenso en tanto se reintegraba el principal perdido. Esto supondría que los misioneros quedarían sin sus estipendios y sin recursos para mantenerse a sí mismos y a los niños recogidos, y sin posibilidad de obtenerlos en China. Su única alternativa sería refugiarse en Filipinas, en tanto mejoraban las circunstancias. Pero aquí no tenían ni conventos ni residencias en que alojarse y constituirían una carga extraordinaria para la comunidad española y un perjuicio para las órdenes religiosas establecidas en el archipiélago. Ésta era una vieja polémica que se retrotraía a los primeros tiempos de la evangelización de las islas, cuando el rey hubo de intervenir para poner orden en la distribución de las áreas de acción de cada una de ellas y, posteriormente, prohibir la instalación de nuevas corporaciones religiosas, atendiendo a la parvedad de recursos de los españoles para subvenir a las demandas de aquellas instituciones que se sostenían de la caridad pública. El provincial de los franciscanos denuncia abiertamente que en realidad lo que subyacía al empeño de fray Francisco Seco era «la antigua que han tenido los padres observantes de introducirse en estas islas»; es decir, el deseo de instalarse en Filipinas, para lo que no dudaban en valerse de la obra pía, a fin de hacerlo por la puerta de atrás, saltándose por la vía de los hechos consumados y de las circunstancias sobrevenidas, la legislación real en esta materia. Que los nuevos misioneros no obtendrían recursos en China resultaba evidente, habida cuenta de que era la pobreza la que empujaba a las familias a abandonar a sus propios hijos o a venderlos. Por otro lado, la experiencia de los misioneros establecidos desde tiempo atrás en China manifestaba bien a las claras que no eran suficientes las cantidades asignadas para la obra pía en cuestión; podría admitirse que con los 8.000 pesos disponibles se podría sufragar los gastos del viaje de los 20 misioneros observantes, pero los 1.600 pesos anuales asignados eran notablemente insuficientes para el envío de nuevos misioneros y para garantizar su mantenimiento y el de los niños46. La propuesta 45

El comisario general de la Nueva España, fray Fernando Alonso González, a la Mesa de la Misericordia, convento de Santa Mesa La Redonda de México, 5 de marzo de 1725, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 88v-89v. 46 Sobre la situación de las misiones de China, véase Gutiérrez, 1992: 221-253. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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del provincial de los franciscanos de Filipinas era que se encargara a la Provincia de San Gregorio el cumplimiento de esta obra pía, lo que fácilmente podrían hacer los misioneros que tenían ya en China. De este modo, la renta anual de 1.600 pesos se destinaría íntegramente al rescate y manutención de los niños expósitos, ya que los misioneros se seguirían manteniendo, como hasta entonces, a expensas de la propia orden. ... a pocos pasos se irían descubriendo tantos tropiezos que dificultarían en un todo el fin principal del rescate de aquellos niños; porque es indubitable el desamparo en que éstos quedarían si faltasen los religiosos misioneros que les habían educado; y cuando por los accidentes de muerte, por falta de medios o por otros inconvenientes, dejasen de venir de Nueva España otros misioneros, en el interin aquellos niños, olvidados de las costumbres religiosas en que se les había impuesto, con facilidad volverían a los ritos de sus mayores y se perdería el dinero, el trabajo y el fruto, lo que no sucederá encomendada esta piadosa obra a los misioneros de esta provincia; porque cuando faltasen uno o más de los destinados en la China, ocurrirían los prelados de estas islas con brevedad a subrogar otros en su lugar, por el fácil trajino de estas islas a aquel reino47.

La devolución de la real cédula de 29 de mayo de 1723 supuso un aplazamiento considerable ya que la nueva disposición real fue la ya mencionada cédula firmada en San Lorenzo, en 16 de noviembre de 1726. Ésta llegaría a manos del gobernador, don Toribio José de Cosío y Campo, en el galeón La Sacra Familia, en julio del año 172848. Previo al cumplimiento del contenido de dicha real cédula, el dictamen del fiscal (firmado en 23 de agosto de 1728) sugería pedir informes a la Mesa de la Misericordia acerca del estado de la renta de la fundación. Así lo ordenó el gobernador mediante decreto firmado en 26 de agosto. Probablemente debido a los trámites burocráticos exigidos por la devolución de la real cédula anterior, el asunto se fue dilatando. Finalmente, los informes pedidos por el rey fueron remitidos, acompañados de un decreto del gobernador, fechado en 22 de junio de 1729. El último día de junio, el marqués de Torre Campo daba cuenta al rey de la suspensión de todas las diligencias, a causa de la recepción de la citada real cédula de 16 de noviembre. 47

El provincial de San Gregorio de Filipinas, fray Francisco de San Juan, al rey, Manila, 26 de junio de 1727, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 186r-186v. En realidad, la cláusula mencionada establecía la retención de la mitad de los réditos obtenidos, para la recuperación del principal, mientras que la otra mitad se aplicaría a la obra pía. En cualquier caso, si eran insuficientes los 1.600 pesos, más aún resultaría la mitad de dicha suma. 48 Don Toribio José de Cosío y Campo, marqués de Torre Campo, tomó posesión como gobernador en 6 de agosto de 1721. Sucedió al arzobispo Cuesta, quien había asumido este cargo con carácter interino. El auto de obedecimiento de la real cédula citada tuvo lugar en Manila, el 29 de julio de 1728, pasando inmediatamente a informe del fiscal. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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Aproximadamente por estas mismas fechas, el memorial de fray Bernardo de Santa María, procurador general de las provincias descalzas de San Francisco, ya comentado arriba, tuvo entrada en el Consejo de Indias, que resolvió esperar a los informes solicitados en la real cédula de 16 de noviembre de 1726, al arzobispo y al gobernador de Filipinas. Con todo, del dictamen del fiscal del Consejo se desprende claramente que su opinión con respecto a la aplicación de la obra pía a los franciscanos descalzos había cambiado y que ahora asumía las alegaciones que aquéllos habían presentado, hasta el punto de reconocer que la propuesta de los descalzos «podía poner en práctica fácilmente la voluntad del testador»49. Obviamente, esto podría ser así en lo relativo al rescate de los niños y a su cuidado, pero no en cuanto a que Sidoti había dejado claramente establecido que este trabajo debían realizarlo misioneros «apostólicos observantes» y, de no ser posible, se procediera a la creación de un colegio que, destinado a este mismo fin, también estuviera en manos de los mismos religiosos. En abril de 1734 una nueva real cédula dirigida al arzobispo de Manila, al gobernador y a la Audiencia, sobrecartaba la anterior de 16 de noviembre de 1726 y pedía informes sobre lo alegado por fray Bernardo de Santa María y por fray Francisco de San Juan, provincial de los franciscanos de Filipinas. También pedía informes sobre el estado de las cuentas de la obra pía50. Esta real cédula llegó a Manila en julio de 1735. Entonces la sede metropolitana atravesaba una de sus frecuentes vacantes y el cabildo alegó que no disponía de tiempo suficiente para emitir los informes antes de la salida del galeón para la Nueva España; simplemente, acusó recibo del documento y avisó de que remitiría los informes en la primera ocasión que se ofreciera. Esto suponía diferir el asunto un año más51. En cuanto a la Audiencia, entrado el mes de noviembre aún no había concluido los trámites previos a la emisión de su informe. Lo mismo sucedió con el gobernador de las islas, entonces don Fernando Valdés Tamón, quien envió al rey el suyo con fecha de 9 de julio de 173652. 49 El memorial de fray Bernardo de Santa María fue visto en el Consejo en 23 de julio de 1729. El dictamen del fiscal está fechado en Madrid, a 5 de octubre del mismo año; cinco días después, el Consejo lo asumió. AGI, Filipinas, 226, N.1, fol.96r. 50 Traslado auténtico de real cédula, Buen Retiro, 15 de abril de 1734, AGI, Filipinas, 226, N.1. La carta de fray Francisco de San Juan estaba fechada en 26 de junio de 1727 y fue presentada por fray Bernardo para fundamentar sus alegatos. Traslados de dicha cédula se encuentran en AGI, Filipinas, 333, L.13, fols1.151r-154r. 51 El cabildo eclesiástico de Manila, al rey, sala capitular de Manila, 10 de julio de 1735, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 156r-157r. Esta carta fue vista en el Consejo en 27 de octubre de 1736, acordándose esperar los informes. 52 La real cédula llegó a manos del gobernador en 8 de agosto de 1735; la vista del fiscal

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Antes de hacerlo, pidió información detallada sobre el estado de las rentas de la obra pía, en cuya gestión se habían introducido importantes novedades. Según el informe de la Mesa de la Misericordia, esta institución había decidido (en su acuerdo celebrado el día 3 de noviembre de 1730), previo parecer de las dos universidades de Manila, que todas las cantidades retenidas en el tesoro de la Hermandad correspondientes a la obra pía de los niños expósitos se distribuyeran entre la catedral y la propia Casa de la Santa Misericordia (que lo aplicaría a su colegio de Santa Isabel)53. La cantidad repartida ascendía a 10.489 pesos, 3 tomines y 3 granos. Esta práctica se había continuado en los años sucesivos, lo que explicaba que en el momento de responder a la petición de informes del gobernador y la Audiencia, no hubiera disponible más que lo que se percibiera del riesgo vencido del año anterior de 1734. En este punto, la Mesa de la Misericordia había obviado lo estipulado por el abad en la propia cláusula octava de la fundación, para el caso de que no fuera posible el cumplimiento de la obra pía de recogida de niños expósitos chinos. Había encontrado justificación para ello en la cláusula decimaséptima de la fundación, según la cual no se debía introducir modificación en la voluntad expresada por los fundadores, pero sí se admitían en las cláusulas condicionales; también, en la última disposición adoptada por Sidoti en 7 de septiembre de 1707. En cualquier caso, no se explica por qué se desechó la posibilidad de fundar el colegio en China y Japón donde debían recogerse los niños abandonados, y también el envío de los capitales al colegio de los armenios católicos en Tierra Santa. Tampoco parece haberse contemplado la posibilidad de restituir el dinero a los fundadores o sus herederos, como igualmente se recogía en la cláusula final de la fundación54. El informe de la Mesa de la Misericordia llegó a manos del gobernador en octubre de 1735. Remitido al fiscal, éste consideró que debía pedirse otro al provincial de los franciscanos, fray Juan Rino de Brozas55. Su respuesta fue un está fechada en 17 del mismo mes y al día siguiente el gobernador firmó el decreto ordenando su cumplimiento. La certificación del escribano de la Mesa de la Misericordia está fechada en 19 de septiembre. 53 Se refiere a la universidad de Santo Tomás, fundación dominica, y al colegio de San José, de los jesuitas. 54 «Y, teniendo también ellas alguna dificultad o en parte o en todo, se restituya a dichos fundadores o sus herederos, o se aplique la mitad a esta dicha Mesa para dotes de doncellas de dichas familias, y de no haberlas, de las de su colegio; y la otra mitad para la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad». Copia de la obra pía..., AGI, Filipinas, 226, N.1, fol.40v. 55 El decreto del gobernador remitiendo el asunto al fiscal está fechado en Manila a 14 de octubre de 1735; tres días más tarde el oidor fiscal firmó su respuesta. El nuevo decreto del goRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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extensísimo memorial en el que se hilvanan argumentos de todo tipo para apoyar las pretensiones de la provincia de San Gregorio con respecto a la obra pía. Entre ellos destaca particularmente el énfasis puesto en la presencia de miembros de su provincia en China y en el trabajo de rescate de niños abandonados que venían desarrollando con notable eficacia desde su establecimiento allí. Estas circunstancias garantizaban que se sacaría el máximo partido al dinero y que, además, se tendría información cumplida del número de niños rescatados y de los que sobrevivían al abandono y eran mantenidos por los religiosos. A modo de ejemplo, aduce los 114 niños comprados o recogidos en los años 1733 y 1734 por los misioneros franciscanos de China y que eran mantenidos con sus propios estipendios y con alguna ayuda que ciertos particulares hacían llegar desde Manila. En su opinión, el cumplimiento de la obra pía en el modo establecido, es decir, con religiosos observantes, provocaría disputas entre las órdenes religiosas establecidas en las islas y la nueva. Es interesante señalar cómo a los franciscanos observantes se les considera una orden religiosa diferente o se les asimila prácticamente con los descalzos, según lo requiera el momento; esto es, según la naturaleza de los argumentos esgrimidos. Así, los franciscanos descalzos son denominados religiosos «de más estrecha y rigurosa observancia» y se esgrime el argumento de que las jerarquías de ambos son comunes. Sin embargo, lo más recurrente es afirmar que se trata de órdenes distintas y que el envío de observantes a China ocultaba en realidad su deseo de establecerse en Filipinas, lo que suponía volver a las controversias provocadas en la centuria anterior. Del memorial de fray Juan Rino (y de los escritos de los miembros de su orden cuyos argumentos asume y desarrolla) se desprende una clara suspicacia ante esta posibilidad. Abundaba más en esto el hecho de que, según denuncia, la idea de confiar esta obra pía a los observantes le había sido sugerida a Sidoti por un franciscano observante napolitano, fray Juan Bautista Iliceto, a cuya diligencia se debía la recogida de limosnas para dicho fin, tanto en Nueva España como en Filipinas; también, las gestiones que había llevado a cabo para conseguir autorización real para que los misioneros observantes residentes en China, en caso de necesidad, pudieran retirarse a Manila. Alimentaba estas suspicacias el hecho de que se condicionara la ejecución de la obra pía a la existencia de misioneros observantes y que, de no ser así, se aplicaran los fondos al colegio de armenios católicos de Tierra Santa, de cuya existencia afirma bernador pidiendo informes al provincial de San Gregorio fue firmado en 20 de octubre y la correspondiente notificación tuvo lugar en Dilao, en 22 del mismo mes. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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no tener noticia. Esta disposición evidenciaba, a su parecer, que el fin último de dicha fundación no había sido el rescate de los niños expósitos, sino el establecimiento de misiones de observantes en China y, por extensión, también en Filipinas. Esto era así por cuanto existían, y así constaba a todos, no sólo misiones de descalzos en suelo del Celeste Imperio, sino también de otras órdenes religiosas, a las que se podía haber señalado como subrogadas en dicha fundación. En última instancia, lo que se manifestaba cada vez más a las claras, si se reflexionaba sobre las características de esta fundación, era un empeño por introducir por la puerta de atrás a los observantes. Por otra parte, el hecho de que en la cláusula octava de la fundación, la relativa a la recogida de los niños expósitos, no se contemplaba estipendio alguno para los misioneros, que tendrían que ser mantenidos por otros medios, denunciaba en su opinión intenciones ocultas56. También aprovecha fray Juan Rino para denunciar la presencia en las islas de individuos que, so capa de celo cristiano, recogían limosnas destinadas a fines poco claros: ... la facilidad con que en estas islas se han introducido varios extranjeros, extrayendo, a título de obras pías de misas y otras dependencias, tales cantidades muy considerables sólo porque se colorean con el precioso título de piadosas y para misioneros de los reinos gentiles del Oriente, sin más fundamento que el dicho simple de unas personas extranjeras y no conocidas. Y como no es nuevo introducirse mercenarios con título de pastores en la Iglesia de Dios y sembrar cizaña entre el grano puro de la doctrina evangélica, será cosa lastimosa que, tal vez, semejantes obras y limosnas se empleen en mantener tales fingidos pastores, teniéndolos tan verdaderos, limpios y obedientes a la Santa Iglesia Romana, nuestra nación española, en quien pudieran emplearse tales obras con más seguridad y menos peligro de frustrarse el fin piadoso57.

El informe del provincial de los franciscanos fue entregado al fiscal de la Audiencia y éste, en 9 de noviembre de 1735, pidió la incorporación al expediente de las cartas a las que hacía referencia. Así se hizo y a través del traslado de las misivas conocemos la situación de las misiones franciscanas en China, particularmente en los años inmediatamente anteriores. Además de la actividad evangelizadora de los misioneros, reflejan las dificultades a que tenían que hacer frente en medio de las persecuciones religiosas; también, refie56

Fue incorporado al expediente el testimonio de la carta remitida al comisario general de Nueva España, fray Juan de la Cruz, por el citado fray Juan Bautista Iliceto (Macao, 20 de marzo de 1708). En ella afirmaba abiertamente que la mención a Tierra Santa respondía al deseo de «preeludir el camino a las murmuraciones y tapar la boca de nuestros domésticos enemigos». En AGI, Filipinas, 226, N.1, fol.484v. 57 Informe del provincial de San Gregorio, fray Juan Rino de Brozas, convento de Tanay, 31 de octubre de 1735, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 216r-216v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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ren el rescate de niños abandonados, una realidad que no por frecuente dejaba de conmover a quienes tantas desgracias y atrocidades contemplaban a diario. El testimonio de fray Alejandro Anguiano es un buen ejemplo de ello: había recogido a diez niños abandonados por sus padres en el año 1734. ... y uno de ellos estuvo siete días con sus noches en la plaza que llaman de Toilo, tendido en el suelo, resistiendo el calor del sol (que en este reino es insufrible) y el sereno de la noche, dándole de mamar algunas mujeres gentiles que iban a comprar y vender. Tuve noticia de esta desamparada criatura, mandé traerla a mi iglesia, bauticéla, púsele por nombre Andrés. Estaba tan flaco y miserable que sólo al mirarlo corrían apresuradas las lágrimas de mis ojos, pues sólo verlo podía ablandar un corazón de piedra [...] vivió diez días58.

Estas cartas recibidas de las misiones de China constituyen un alegato de enorme poder persuasivo a favor de la postura de la provincia de San Gregorio. Así lo reconoció el gobernador en el informe con que contestaba a la real cédula de 15 de abril de 1734. Efectivamente, don Fernando Valdés Tamón asumió como propia la argumentación de los franciscanos y aconsejó subrogarles en la obra pía. Entendía que empeñarse en enviar misioneros observantes frustraría el proyecto que contaba con financiación escasa e impredecible; esto equivalía a exponerles a situaciones muy difíciles e incluso a perecer «en un reino tan extraño como el de la China, en donde ni aun con los propios hijos se practica la caridad, matándolos o echándolos de sus casas»59. También la Audiencia fue favorable a las tesis de los franciscanos y sensible a sus desvelos a favor de los niños abandonados, a quienes mantenían a costa de grandes sacrificios: «cercenándose sus alimentos y teniendo por esto crecida cristiandad en un reino de infieles»60. En opinión de este tribunal, no importaba que no fueran observantes, ya que era éste el medio seguro para garantizar el cumplimiento de la voluntad del fundador de la obra pía, que era recoger y criar a los niños, y fomentar la propagación de la fe cristiana. Únicamente el cabildo de la catedral mantuvo una posición diferente, radicalmente contraria a cambiar las subrogaciones hechas en la obra pía: aseguró que ésta había sido fruto de la generosidad de los vecinos de Manila (y no del abad Sidoti) y que el fin que habían perseguido era el bienestar de la república, 58

Carta de fray Alejandro Anguiano al padre comisario de la misión de China, corte de la Cochinchina, 25 de julio de 1734, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 219v. 59 El gobernador de Filipinas, brigadier don Fernando Valdés Tamón, al rey, Manila, 9 de julio de 1736, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol.175v. Fue visto en el Consejo de Indias en 13 de septiembre de 1737. 60 La Audiencia, al rey, Manila, 19 de junio de 1736, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 233v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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lo que se estaba consiguiendo con las aplicaciones de las rentas en curso61. Resulta evidente que esta postura está condicionada por el interés ya que la mitad de los fondos de la obra pía se habían aplicado a la catedral, constituyendo un alivio para las tradicionalmente maltrechas cuentas del cabildo.

LA REVISIÓN DEL ASUNTO EN EL CONSEJO DE INDIAS. LA PRESIÓN DE LOS FRANCISCANOS DE FILIPINAS Y LA SOLUCIÓN DEL CONTENCIOSO Los tres informes arriba mencionados llegaron al Consejo de Indias cuando el año 1737 se acercaba a su fin. El fiscal dictaminó que la Mesa de la Misericordia se había extralimitado al proceder a las subrogaciones porque sabía que el asunto estaba pendiente en el Consejo y porque había ignorado las disposiciones contenidas en las cláusulas 9 y 10 de la fundación, referidas a aquellos subrogados con mejor derecho62. Entendía que la discrepancia del cabildo eclesiástico se debía al interés, por los beneficios que recibía al haber entrado a disfrutar parte de las rentas, y que, por tanto, la Mesa debía reintegrar la totalidad del dinero producido por los 1.600 pesos de la obra pía en los años transcurridos desde 1718. Esta cantidad, que estima debía ascender a 30.000 pesos aproximadamente, debía aplicarse a la redención de los niños expósitos. El Consejo asumió el parecer del fiscal en 6 de septiembre del siguiente año y resolvió ordenar la modificación del texto de la real cédula firmada en 7 de mayo de 1737 para hacer constar que se habían recibido los informes pedidos a la Audiencia, al gobernador y al cabildo catedral, y que, tras su estudio, se ordenaba el reintegro del capital distribuido desde el año 1718, avisando del próximo envío de otra real cédula en este sentido. Sin embargo, la fuerza de los hechos se impondría y tres días más tarde, un nuevo acuerdo cambiaba el anterior: la real cédula citada ya había sido enviada a las islas y no era posible modificar su contenido. La cédula de 7 de mayo de 1737 había ordenado de modo taxativo el reintegro del dinero distribuido, al tesoro de la Mesa. Según la estimación hecha por el fiscal y asumida por el Consejo, en los 15 años transcurridos la suma debía ascender a unos 30.000 pesos. Éstos debían agregarse al caudal de la pri61

El cabildo eclesiástico sede vacante, al rey, Manila, sala capitular, 10 de julio de 1736, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 513r-514r. 62 Se refería a los observantes de China y Japón, que debían fundar un colegio para niños abandonados, y a los observantes que dirigieran el colegio de católicos armenios de Tierra Santa. Vista del fiscal del Consejo de Indias, Madrid, 19 de noviembre de 1737, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 515r-516r. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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mera fundación para formar un nuevo principal que debía darse «a corresponder guardando el mismo método y forma que previno el fundador». Las rentas que produjera anualmente debían entregarse a la Provincia de San Gregorio de Filipinas para su empleo «en la compra, manutención y enseñanza de los niños arrojados por sus padres en los expresados reinos gentiles de la China y adyacentes, por cuyo medio será más copiosa y abundante la redención de dichos niños»63. Este documento es fundamental en la historia del contencioso que enfrentaba a observantes y descalzos por la gestión de la obra pía; supone el punto de inflexión ya que recoge el cambio de criterio del Consejo de Indias con respecto a las reclamaciones de los franciscanos de Filipinas. En este cambio radical de actitud jugó un papel fundamental la habilidad del procurador de la Provincia de San Gregorio en la corte de Madrid. Efectivamente, fray José Torrubia supo encauzar el problema hacia una solución eficaz apelando al ministro general de la orden franciscana y obteniendo de él una concordata que cerró definitivamente las disputas entre quienes, en última instancia, eran miembros de la misma familia franciscana. El memorial que remitió fray José Torrubia al ministro general de la orden hilvana argumentos dictados por el sentido común, reflexiones acerca de la intención que había movido al abad Sidoti y consideraciones jurídicas; todo para terminar afirmando que la única forma de llevar a cumplimiento la obra pía era confiarla a los franciscanos descalzos que misionaban en China y que, desde su establecimiento en dichas tierras, venían rescatando de una muerte segura a cientos de niños abandonados. Resultaba lastimoso que, por no haberse puesto en ejecución dicha obra pía, se hubieran dejado de salvar muchos niños, pues calcula que con los 1.600 pesos asignados se podría haber rescatado a 200 anualmente64. La respuesta del ministro general de la orden determinó que dentro de la denominación «menores observantes» incluida por Sidoti en el texto de la fundación, debían incluirse todos los frailes menores que seguían la regla de San Francisco sin importar su división en familias (observancia regular y observancia más estrecha), ya que todos constituían el cuerpo de la Observancia y todos estaban bajo la autoridad del ministro general de la Orden de los Menores. También, que los 1.600 pesos se entregaran a los «padres observantes descalzos» o «de la observancia más estrecha» para que ejecutaran la voluntad del 63 Real cédula, Aranjuez, 7 de mayo de 1737, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 547v-548r. También en AGI, México, 1.108, l.60, fol.161. 64 Memorial impreso de fray José Torrubia, procurador general de la Provincia de San Gregorio, al ministro general de la orden de San Francisco, s.f. (probablemente 1733), AGI, Filipinas, 226, N.1.

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fundador, sin que se entendiera que los observantes quedaban excluidos si, andando el tiempo, las circunstancias hacían más conveniente que fueran ellos los que asumieran esta obra pía. Este dinero no podía aplicarse a otro fin y, en caso de resultar imposible el rescate de los niños, era necesario consultar al ministro general antes de adoptar cualquier determinación65. El Consejo de Indias aceptó la concordata pero tuvo que enfrentar de modo realista el hecho consumado de la subrogación realizada por la Mesa de la Misericordia y la consecuente distribución del caudal de la obra pía cuyo monto, transcurrido tanto tiempo, había llegado a ser considerable; de ahí los intereses de las partes subrogadas en que se aprobara lo ejecutado y se mantuviera dicha aplicación de fondos tal y como venía corriendo durante más de una década. El Consejo reconoció que era imposible ejecutar la devolución del capital ya gastado, que la Mesa tenía libre administración de la obra pía (gracias a las últimas disposiciones de Sidoti), que la cláusula 12 de la fundación señalaba destinos subrogados y que había habido un enorme retraso en la adopción por parte del propio Consejo de Indias de una resolución sobre este asunto. Todas estas razones alegó para cambiar su decisión anterior, desvinculándose del parecer del fiscal en lo relativo al reembolso de los fondos de la obra pía subrogados. Así pues, la nueva real cédula que se anuncia ordena la suspensión de dichas aplicaciones y el envío de informes sobre el estado de las cuentas. Asimismo, exigía que la Audiencia justificara que se hubieran hecho dichas subrogaciones sin esperar la resolución del Consejo. La real cédula de 16 de noviembre de 1738 ordenaba que lo dispuesto en la anterior de 7 de mayo de 1737 con respecto a los fondos de la obra pía, se entendiera únicamente en cuanto a las cantidades existentes en el tesoro de la Mesa en el momento de recibir el documento real, de lo cual debían remitirse informes a la corte66.

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Concordata firmada por el ministro general de la orden de San Francisco, fray Juan Bermejo, Madrid, convento de San Francisco, 14 de diciembre de 1736, AGI, Filipinas, 226, N.1. 66 Real cédula al gobernador de Filipinas, San Lorenzo el Real, 16 de noviembre de 1738, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 608r-609r. La real cédula destinada al deán y cabildo se encuentra en AGI, México, 1.083, L.54, fols. 316v-325r; la destinada al arzobispo está en AGI, México, 1.083, L.54, fols. 325r-332v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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LA GESTIÓN DE LAS ÓRDENES REALES EN MANILA La lejanía de las islas y el retraso en la tramitación de un expediente que se iba haciendo más complejo con el paso de los años, dificultó la ejecución de la obra pía. La real cédula de 7 de mayo de 1737 llegó a Filipinas en agosto del siguiente año. El entonces gobernador, don Fernando Valdés Tamón, pidió informes a la Mesa de la Misericordia sobre el estado de la obra pía y sus caudales; en respuesta, el proveedor y diputados de la institución le remitieron un extenso informe. En él se reconocía que habiendo sobrepasado el fruto de la obra pía los 10.000 pesos, la institución preguntó a las universidades de las islas qué procedía hacer. La respuesta a esta consulta, realizada en 18 de septiembre de 1730, fue que la Mesa podía aplicar dichos fondos a otros destinos subrogados usando de la libertad que le fue concedida por el abad Sidoti en su última disposición. La catedral de Manila solicitó en 25 de mayo del año siguiente la mitad de dicha cantidad, alegando sus derechos de parte subrogada según el documento de fundación de la obra pía. De este modo consiguió que se le aplicara la mitad del dinero disponible, práctica que se siguió en los años sucesivos. Posteriormente, en 1738, la Mesa se encontró con «urgente necesidad de medios» para hacer frente a deudas contraídas en la manutención del crecido número de niñas del colegio de Santa Isabel. Una nueva consulta a las universidades sobre si podía aplicar a este destino la correspondencia del riesgo vencido el año de 1736 disipó todas las dudas y le permitió aplicar una parte a este fin67. Estas circunstancias explicaban que en el momento de redactar el informe, no hubiera en el tesoro más que los 1.600 pesos, que se guardaban para el momento en que llegaran los misioneros; siendo esto así, el cumplimiento de lo dispuesto en la real cédula resultaba imposible. Este informe no sólo ilustra acerca del estado de las cuentas de la obra pía sino también sobre la forma en que la Mesa valoraba las prioridades en lo relativo a los beneficiarios de la obra pía: así, afirma que puesto que Sidoti autorizó a la institución a modificar los destinos de los caudales, no sólo era lícito aplicarlos al mantenimiento del colegio de Santa Isabel sino que, hecho esto, cesaba la obligación del legado destinado a la recogida de niños expósitos. De este modo, la atención a los gastos del centro educativo suplantaba al rescate y mantenimiento de los niños expósitos chinos. 67 Informe de la Mesa de la Misericordia, sala del despacho, Manila, 20 de septiembre de 1738, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 579r-585r.

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Este informe fue notificado a los prelados de las órdenes religiosas de Filipinas y entre ellos, lógicamente, al más interesado en el asunto. El provincial de los franciscanos, fray Alonso de Jesús María, se mostró dispuesto a aceptar el legado de los 1.600 pesos (o la cantidad que se le entregara) para remitirlo a los misioneros que la provincia de San Gregorio mantenía en tierras chinas68. Pero esto no suponía que aceptara los planteamientos de la Mesa de la Misericordia; en su opinión no era posible alterar el destino de la obra pía y contravenir el deseo expreso de su fundador, por más que la Mesa hubiera querido encontrar justificación al empleo de los fondos en los informes de las universidades, interpretados del modo que más convenía a sus intereses. En cualquier caso y hecha esta importante puntualización, el provincial de los franciscanos se comprometió a no discutir si la cantidad que se le entregaba debía ser mayor o ser una renta fija y anual69. También el fiscal de la Audiencia se mostró receloso ante el informe de la Mesa de la Misericordia y consideró que debía acreditar documentalmente las razones por las cuales modificó los destinos de la obra pía, alteración que impedía la ejecución de la real cédula70. En cualquier caso, una certificación firmada por el escribano de la Mesa, en mayo de 1740, daba fe de que en el tesoro de la institución sólo había 1.600 pesos correspondientes a la obra pía de los niños expósitos. Muy probablemente, los réditos producidos por la negociación de los fondos de dicha fundación continuaron aplicándose a los beneficiados subrogados. Esta situación explicaría la petición dirigida al gobernador por parte del procurador general de la Provincia de San Gregorio, para que ordenara a la Mesa abstenerse de tomar cualquier disposición sobre dicha obra pía y para que entregara a su orden el dinero destinado al rescate de los niños, suspendiendo la ejecución de los subrogados71. Cuando se estaban tratando estos asuntos, llegó a las islas la nueva real cédula de 16 de noviembre de 1738. El entonces gobernador, don Gaspar de la Torre, presidió la ceremonia de acatamiento en 27 de agosto de 1740; pocos 68

Decreto del gobernador, Manila, 13 de noviembre de 1738, AGI, Filipinas, 226, N.1. Fue notificado al provincial de franciscanos seis días después. 69 Respuesta del provincial de San Gregorio, convento de Nuestra Señora de los Ángeles, 19 de noviembre de 1738, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 586v-590r. 70 Vista del fiscal de la audiencia, Manila, 25 de junio de 1739. Dos días más tarde el gobernador firmó el decreto solicitando a la Mesa los documentos pertinentes. AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 598r y 598v. 71 Certificación del capitán don Agustín García de Searez, regidor y procurador general de la ciudad de Manila, escribano de la Mesa de la Misericordia, Manila, 22 de mayo de 1740, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 601r-601v. Escrito de fray Roque de la Purificación, procurador general de la Provincia de San Gregorio, s. f., AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 601v-603v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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días después, el fiscal de la Audiencia dictaminó a favor de su cumplimiento. En realidad, una vez asumida por el rey la aplicación de los capitales hecha por la Mesa a beneficiarios subrogados y suspendida, por tanto, la orden de reintegrarlos a la obra pía, quedaba expedito el camino para el definitivo cumplimiento del deseo de Sidoti. Lamentablemente, se había retrasado mucho su ejecución y en el momento de iniciarse sólo se contaba con los 1.600 pesos de principal, de cuyo empleo debía dar cuenta el provincial de los franciscanos anualmente72. El acuerdo de la Audiencia fue notificado en 26 de noviembre al escribano de la Mesa, dándose así el primer paso para el cumplimiento efectivo de la orden real y de la voluntad del fundador de la obra pía. En junio del siguiente año, al tiempo de la salida del galeón, el gobernador informó al rey de lo actuado en el asunto. Esta carta llegaría al Consejo de Indias casi dos años después, en marzo de 174373; en septiembre del mismo año acordó remitir una nueva real cédula aprobando todo lo ejecutado y pidiendo informes periódicos y pormenorizados sobre el caudal de la obra pía, en los que se debía dar cuenta «de lo que practican los religiosos con los niños expósitos que rescatan en la China y de la destinación y paradero que tienen después de su rescate»74. CONCLUSIONES El largo contencioso en torno a la obra pía para el rescate de niños expósitos chinos se encaminó a su definitiva solución, una vez aclarada la cuestión fundamental relativa a qué rama de la orden franciscana debía asumirla. La indefinición en este punto crucial no sólo dilató la ejecución de la voluntad de los fundadores, sino que propició la aplicación de los capitales acumulados a fines bien distintos de los contemplados inicialmente por el abad Sidoti. Ciertamente, éste había autorizado a la Mesa de la Misericordia a actuar con libertad si no era posible cumplir con el destino señalado, pero dicha institución no justificó, como se le había pedido, su decisión de ignorar los destinatarios que debían subrogarse, según la voluntad del fundador; se escudó en los informes 72 Vista del fiscal de la Audiencia, Manila, 13 de septiembre de 1740, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 212r. y real acuerdo ordinario de la Audiencia, Manila, 13 de octubre de 1740, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 613r. 73 El gobernador de Filipinas, brigadier don Gaspar de la Torre, al rey, Manila, 26 de junio de 1741, AGI, Filipinas, 226, N.1, fols. 555r-558r. 74 Acuerdo del Consejo de Indias, Madrid, 9 de septiembre de 1745, AGI, Filipinas, 226, N.1, fol. 556v. La correspondiente real cédula fue firmada en El Escorial, en 24 de octubre del mismo año. AGI, Filipinas, 334, L.15, fols. 405r-407r.

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de jesuitas y dominicos (que no fueron incorporados al expediente) y procedió a distribuir el capital acumulado que había alcanzado una cifra considerable. Hasta donde los documentos informan, los destinos a que se aplicaron los fondos de la obra pía para el rescate de niños expósitos cubrían necesidades de la Iglesia y la sociedad de Manila, pero estaban lejos de la intención del abad Sidoti, centrada en la labor pastoral y asistencial de la orden franciscana en China75. La aplicación de los fondos generados por la obra pía a otros destinos en Manila alivió las necesidades de una sociedad agobiada por la recurrente falta de recursos económicos; esta circunstancia favoreció la aceptación de las decisiones de la Mesa de la Misericordia. En cualquier caso, finalmente el producto de la obra pía terminó por destinarse al rescate de los niños chinos; fray Lorenzo Pérez, quien atribuye el retraso en el cumplimiento del destino de la obra pía a la falta de fondos, señala que a la fundación de Sidoti se agregó otra, establecida también en Manila por un particular en 1728 y que comenzó a dar sus frutos un año después76. Con el producto de ambas, los franciscanos de la provincia de San Gregorio de Filipinas dieron cumplimiento a la voluntad de los fundadores, continuando con una labor que en realidad venían desarrollando desde su entrada en tierras chinas77.

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Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

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«Abandonment in which with life, the soul is lost». The controversies surrounding the pious works of Abbot Sidoti in the rescue of abandoned Chinese children (The Philippines, 1705-1740)

This study focuses on the pious work founded by the Italian cleric Juan Bautista Sidoti in Manila in 1705, aimed at rescuing children that were abandoned by their parents in China. The objective of this investigation was to explain the origin and characteristics of said foundation, as well as the trials and tribulations it suffered throughout the years that hindered its application in later years. KEY WORDS: Pious works; Franciscans; China; Manila; Juan Bautista Sidoti.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 415-448, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.014

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

Depreciación de la plata, políticas públicas y desarrollo empresarial. Las pequeñas y medianas empresas mineras mexicanas de Pachuca y Real del Monte1 por

José Alfredo Uribe Salas División de Estudios de Posgrado, FH/UMSNH

Rubén Darío Núñez Altamirano Programa de Doctorado en Ciencias del Desarrollo Regional, ININEE/UMSNH

Se estudian las estrategias empresariales y la capacidad de las pequeñas y medianas empresas mineras que operaron en el Distrito de Real del Monte y Pachuca para obtener ventajas relativas tanto de la depreciación de la plata en los mercados internacionales como de las políticas públicas establecidas por los gobiernos mexicanos después de 1873 para paliar la caída del valor argentífero, en un contexto de monopolio minero-metalúrgico promovido por la Compañía de Minas Pachuca y Real del Monte. Se analiza cómo algunos pequeños y medianos empresarios locales dieron nuevos bríos a la actividad minera y cómo se vieron beneficiados con la situación internacional. Se concluye que fueron las pequeñas y medianas empresas las que sustentaron el desarrollo productivo y empresarial que caracterizó el auge minero en la región de estudio durante periodo porfirista en México. PALABRAS CLAVE: Pequeñas y medianas empresas mineras en el distrito de Pachuca y Real del Monte; depreciación de la plata; políticas públicas; desarrollo empresarial.

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La presente investigación contó con el apoyo del proyecto científico: Viajes científicos europeos en el Mundo Hispánico. De la visión armónica de la Naturaleza a las tesis evolucionistas, y forma pare de los resultados del mismo. Investigador principal Dr. Miguel Ángel Puig-Samper, Instituto de Historia-CCHS del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid (España), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR201021333-C03-02).

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JOSÉ ALFREDO URIBE SALAS Y RUBÉN DARÍO NÚÑEZ ALTAMIRANO

La depreciación de la plata ha sido identificada por la historiografía mexicana como uno de los obstáculos más importantes que enfrentó el sector minero que produjo dicho metal durante el porfiriato. Pero antes de la brutal caída de los precios internacionales, acaecida en la década de 1870, el Estado mexicano había puesto mucha atención a lo que estaba sucediendo en el mundo con la plata, el principal producto de exportación de la época. En la primera mitad del siglo XIX, cuando la mayoría de las economías con las que se tenía relaciones comerciales destituyeron el uso fiduciario del metal blanco, las políticas monetarias de México, tanto al interior como al exterior, pugnaron por mantener firme el sistema bimetalista (sustentado a nivel de circulación en las monedas plata). Durante algunas décadas más el gobierno logró su cometido y las empresas productoras del metal, por su parte, correspondieron al impulso de las políticas públicas con el incremento de sus inversiones y elevando sus niveles de extracción. Estas acciones, sin embargo, en muchos casos fueron frustradas por las repetidas complicaciones militares que enfrentó el país, así como por el desenvolvimiento de los mercados y las economías globales. No obstante fue en la consabida estabilidad política del porfirismo cuando las empresas mineras mejoraron su situación financiera y lograron sacar algunas ventajas de la devaluación de la plata. EL FENÓMENO DE LA DEPRECIACIÓN En el siglo de la conquista de América, el desarrollo comercial de Occidente confluyó en un mercado internacional que se sustentó en un amplio uso del sistema de intercambio monetarista. Este fenómeno permitió que el valor de la plata se mantuviera a la alza en años posteriores, gracias a su posición fiduciaria y de reserva de valor global2. Fue hasta los inicios del siglo XIX cuando el precio de dicho metal comenzó a descender. Inglaterra, que en el curso de las guerras napoleónicas había sacado las mayores ventajas del sistema monetario bimetalista, decidió tomar la batuta de la desmonetización del metal blanco al decretar en 1816 que la li2 Los orígenes del uso de la moneda como medio de intercambio provienen de los años últimos de la cultura griega (siglo VI a. de C.), pero entonces la economía monetaria tuvo un desarrollo localista, tal como pasó en el periodo de la Edad Media cristiana. Esto se debió al excesivo atesoramiento de las monedas y a que la relación de valor entre el oro y la plata no estuvo regulada debido a lo ecléctico de las emisiones. Ya en el siglo XVI, el numerario constituyó el eje central de la riqueza y del intercambio comercial, mismo que empezó a ampliar sus dominios. La moneda de plata en particular fue notablemente utilizada en los mercados europeos y del Medio Oriente. Vilar, 1974: 34-35.

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DEPRECIACIÓN DE LA PLATA, POLÍTICAS PÚBLICAS Y DESARROLLO EMPRESARIAL ...

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bra esterlina sería acuñada solamente en oro. Evidentemente esta política no tuvo un eco inmediato en las economías europeas, pero sí redefinió, al paso del tiempo, la postura financiera de muchos países, debido a los fuertes nexos comerciales o coloniales que los unían con la entonces omnipotente Gran Bretaña. Para contrarrestar el avance del monometalismo áureo, un grupo de países europeos creó la Unión Monetaria Latina con el fin de reforzar el sistema monetario «tradicional», fundamentado en el uso simultáneo de la plata y del oro3. Dicho proyecto mantuvo estable el empleo de la plata en varios sistemas monetarios, incluido el mexicano, y coadyuvó a mejorar la apreciación de ese metal en los mercados internacionales. Hacia 1860 la Unión Monetaria Latina había puesto todas sus esperanzas en el imperio de Maximiliano de Habsburgo en México, para que otorgase la plata suficiente para sostener el patrón dúo metálico, pero el deceso del gobernante y principalmente la guerra de Francia con Prusia ocurrida en 1870, ofuscó las pretensiones del organismo, mismo que fue disuelto4. A partir de entonces la relación de valor entre ambos metales habría de sufrir la mayor variación hasta entonces conocida5. Asimismo la aprobación de Estados Unidos y Alemania para modificar sus sistemas monetarios en la década de 1870, que poco después secundaron los gobiernos austriaco, italiano, francés, suizo, belga y escandinavo6, provocaron una perturbación mayor en los precios7. El resultado más evidente de esta dis3 Los países que formaron esta institución fueron Francia, Bélgica, Italia y Suiza. García Solórzano, 1963: 79. 4 Tras el derrocamiento de Napoleón III, Francia se enfrascó en conflictos internos que acabaron desintegrando al grupo pro bimetalista. De Lucio, 147 (México, 1987): 17-18. 5 Muchos factores coadyuvaron para que se gestara dicho cambio. La economía mundial sufrió un revés histórico en los años de 1873 y 1874 y existió también un importante incremento en la explotación de la plata, a la par de un decremento en los costos de producción gracias a los nuevos descubrimientos de yacimientos de mercurio y a ligeros perfeccionamientos en los sistemas de beneficio. Uribe Salas, 1999: 293-295. 6 Estos países eran parte de la Unión Monetaria Latina, o la apoyaban, y así como habían sido reacios defensores del bimetalismo, lo desaparecieron al adoptar el patrón oro y desmonetizar sus piezas plata entre 1874 y 1879. Otros países de Europa que no pertenecían a la Unión, hicieron lo propio en los años mencionados. Quintana, 1931: 32-38. 7 Según el funcionario porfiriano Joaquín Casasús, el cambio monetario del imperio alemán fue la punta de lanza de la depreciación de la plata, por la gran cantidad de moneda de plata que envió al mercado. Después de la guerra franco-prusiana (1870-1871) Alemania desmonetizó sus caudales argénteos completamente, mientras que Estados Unidos, gracias a la ley Bland Act, continuó comprando plata pero no detuvo la depreciación. Casasús, 1886: 211-212, 244-245. Baumhauer et al., 1956: 539-542. Quintana, 1931: 33-43.

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gregación fue el exceso de moneda de plata que se ofertó en los mercados orientales, fenómeno que creó más desvalorización en dicho metal8. GRÁFICA I.

FLUCTUACIONES DEL VALOR DE LA PLATA EN EL SIGLO XIX (1864-1902)

Valor de la onza de plata, en moneda inglesa

70 60 50 40 30 20 10

1900

1897

1894

1891

1888

1885

1882

1879

1876

1873

1870

1867

1864

0

Años

Fuente: Limantour, 1909: 576.

En lo que respecta a la economía nacional, hubo crisis en el comercio de la plata debido a que la cuantiosa demanda china de moneda mexicana disminuyó paulatinamente por la caída de los precios y por la participación en el comercio de otros grandes productores de moneda de plata, como Estados Unidos y Australia9. En términos monetarios, la economía mexicana resintió verdaderamente la baja de la plata en 187510, y desde entones existieron fuertes crisis económicas en el país asociadas con la depreciación monetaria11.

8 La importancia del mercado oriental llegó a ser tanta, que la demanda o sobreoferta de metal blanco existente en aquellas latitudes fue determinante en los precios de la plata a nivel mundial; Marx, Engels, vol. 30 (México, 1972): 53-57. Nava Oteo, 1974: 205. 9 McMaster, VIII/3 (México, 1959): pp. 391-393. 10 En 1875 el peso mexicano valía, con respecto del dólar, $1,01; para 1903 la paridad era de $2,38. Del Cueto, 1959: 9-11. 11 La mayoría de ellas provocadas por crisis agrícolas, Mason Hart, 1997: 243-244.

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LAS POLÍTICAS DE ESTADO EN TORNO A LA DEPRECIACIÓN Aunque desde la época colonial ya había existido depreciación en la moneda de plata, las ligeras variaciones monetarias que se presentaron a lo largo de los tres siglos de dominio español no preocuparon demasiado a las autoridades en la materia12. Fue en los gobiernos de Benito Juárez, Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz cuando hubo un importante impulso a las políticas públicas para atender el problema de la devaluación de este metal. En 1876 los gobiernos locales productores del mismo prohibieron la exportación de plata en pasta, con la intención de disminuir la oferta en el mercado mundial y coadyuvar a la recuperación de los precios13. Años después, el Estado porfiriano previó que la única solución al problema era sostener y extender, a toda costa, el compromiso que la Unión Latina había estipulado años antes. Este acuerdo consistía en mantener la demanda del metal blanco, vigilar la paridad entre el oro y la plata mediante un fondo de reserva internacional —junto con la realización de convenios bilaterales—, y mantener el uso monetario de la plata en ciertos países14. La disposición de los gobiernos en turno, favorable a la defensa del sistema monetario bimetalista, fue determinada por el crecimiento en las exportaciones de plata, que estimularon la economía mexicana. Sin embargo, la perdurabilidad del sistema monetario mexicano afectó el poder adquisitivo por la inflación y las finanzas federales, al minimizar el ingreso público por derechos de importación. Por esta razón se empezaron a escuchar voces de quienes clamaban que eran mayores los problemas que traía consigo el sostenimiento del patrón plata, que los «beneficios» de mantener una moneda devaluada. Ante esta realidad, el gobierno de Manuel González reconoció en 1883, año de una fuerte depresión mercantil, que a pesar de que el equilibrio comercial de la nación se había sostenido con la exportación de moneda de plata, «la depreciación hacía cada vez más difícil esa estabilización»15. Pero lejos de considerar la desaparición del sistema bimetalista, en el segundo periodo de gobierno de Porfirio Díaz se promulgó la Ley Minera de 1884, pensada como un contrapeso a la depreciación de la plata16. Las refor12 En la colonia el peso de plata sufrió una depreciación de 33% con respecto del oro, pero esta devaluación se dio en poco más de 300 años. Torres Gaytán, 1990: 39. 13 Velasco Ávila et al., 1988: 298-299. 14 Ibidem: 300-301. 15 Secretaría de Fomento, 1886: 342. 16 En realidad la regulación de los impuestos realizada por el Estado porfiriano era descendiente directa de la modificación fiscal de Matías Romero establecida en 1869, durante el gobierno juarista, la cual se caracterizó por disminuir impuestos a la minería (que antes de las

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mas legislativas del nuevo código fueron creadas para aligerar los «excesivos» impuestos a la minería, así como para auxiliar y garantizar el trabajo de los propietarios de las minas de plata; pero también incidieron para que el alza de los cambios no afectara demasiado la producción de dicho metal17. La protección del gobierno porfiriano a la minería de la plata se vio reforzada por la actividad diplomática de Matías Romero, quien había sido secretario de Hacienda en el gobierno de Benito Juárez y desempeñaba el mismo cargo en el gabinete de Díaz, antes de hacerse compadre y suegro de Porfirio Díaz. Este personaje fue un activo defensor del bimetalismo, y él mismo ideó en 1886 un proyecto de convención monetaria conjunto con Norteamérica, para «establecer el precio de la plata y aumentar el comercio de Estados Unidos con México». La propuesta incluía la creación de un gran mercado americano que, con la batuta de Estados Unidos, haría frente al dominio monetario europeo, integrando a Latinoamérica en un gran conglomerado monometalista de plata, que nunca se efectuó. Un convenio de política exterior que sí fue operante se llevó a cabo con el gobierno chino para que se aceptase libremente la plata mexicana en las transacciones comerciales con nuestro país, aunque dicho tratado tuvo vida efímera18. Por otro lado, y como complemento del código de 1884, el Congreso reformó la ley de impuestos a la minería en junio de 1887, al disminuir a 2%, el impuesto de extracción a metales preciosos (que anteriormente era de 3%). También prohibió cualquier otro tipo de cargas fiscales, incluidas las que establecían los gobiernos estatales y que eran imposiciones pesadas para los empresarios mineros19. Poco después, en 1891, México experimentó un fuerte déficit en el comercio exterior, lo cual aumentó la deuda externa del gobierno y fue un reflejo de la depreciación, que provocó una vez más una fuerte merma en los ingresos federales por concepto de aranceles20. Envuelto en esta difícil situación, el país reformas de Romero se estimaban hasta en 25% con respecto del valor total de la producción de las minas), y en destituir los impuestos a la exportación de plata y oro, tanto en moneda como en pasta. Romero, 1992: 285-299. 17 Limantour, 1909: 602-603. 18 Romero, 1996: 135-162. Valdés Larowsky, vol. 9 (México, 1983): 16-17. 19 Bernstein, 1964: 19. 20 Fueron años difíciles para las importaciones, pues mientras en el año fiscal de 1892-1893 el valor de éstas fue de 66.042.622 pesos, en el periodo de 1893-1894 —tiempos en los que aunque con menos intensidad continuó la baja en la plata—, disminuyó a 56.182.942 pesos. Asimismo la exportación argéntea bajó de 47,8 millones a 35,1 millones en los años fiscales. Gurza, 1902: 9. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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enfrentó una grave crisis agrícola y comercial al año siguiente, la cual se hizo más intensa por una fuerte depreciación de la plata ocurrida ese mismo año21. Desde mediados del siglo XIX la plata representó aproximadamente 77% del total de las exportaciones, y se utilizaba esta moneda en prácticamente todas las transacciones comerciales, por eso con esta importante crisis la economía mexicana presenció fuertes altibajos en su comercio interno22. Además, en la década de 1890 como nunca antes, los comerciantes comenzaron a comprar en mayores cantidades la plata en barras o en pasta. Los empresarios mineros por su parte, tratando de evitar los altos impuestos de amonedación, vendieron casi la totalidad de su producción a estos agentes, mientras que los exportadores mexicanos prescindieron de la amonedación y los impuestos que representaba. Este hecho provocó que las casas regionales de moneda se enfrentaran a fuertes crisis, que en la mayoría de los casos dictaminaron su desaparición23. Esta cuestión preocupó al gobierno porfiriano porque el decremento en los envíos de plata a las casas de moneda significaba una fuerte caída en los impuestos de acuñación. Tratando de aliviar la escasa entrada de minerales a sus oficinas, el Estado redujo el impuesto de amonedación de la plata en marzo de 1897, a sólo 1%, y a 0,25% el de oro24. Esta acción provocó un repunte en la fabricación de monedas e intentó fortalecer el comercio de pesos plata, pero era evidente que el antiguo y caro sistema de amonedación centralizado por el Estado había sido rebasado por las nuevas necesidades del mercado internacional. Como se observa en la gráfica II, el negocio de venta de plata en moneda decayó desde 1885. Esto se debió principalmente a la disminución de su uso en las transacciones comerciales en el mundo. Es muy probable que esta situación fuera un signo de alarma para algunos sectores del gobierno, al representar un adelgazamiento del poder estatal y una renuncia a los impuestos y al arrendamiento de la emisión monetaria, ya que frecuentemente las casas de moneda se rentaban a particulares25. 21

Roeder, 1973, tomo II: 86, 87, 94. La crisis agrícola se debió a una disminución en la producción de maíz. Sánchez Díaz, 1988: 213. 22 Nava Oteo, 1980: 366. 23 Después de la gran depreciación de 1892, entre 1893 y 1895 siete casas de moneda cerraron sus puertas, éstas fueron las de Oaxaca, Oax.; Álamos, Son.; Chihuahua, Chih.; Durango, Dgo.; Guadalajara, Jal.; Hermosillo, Son.; y San Luis Potosí, S.L.P. Bátiz Vázquez, 1980: 181. 24 Limantour, 1904: p. 162. Nava Oteo, 1980: 339-343. 25 Ortiz Peralta, 1988: 131-153. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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Conjuntamente, y desde la época colonial, la población veía en las monedas circulantes una forma de inversión redituable, ya que regularmente se atesoraban y se sacaban a la venta cuando subía el precio de la plata. Este fenómeno provocaba un caos en la circulación monetaria interna que ya sufría de falta de circulante, y se agravaba con la aceptando «tlacos» y, nuevas denominaciones de origen bancario hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX26. GRÁFICA II.

RETROCESO DE LAS EXPORTACIONES MEXICANAS DE MONEDA DE PLATA EN EL SIGLO XIX (1871-1901)

Valor en libras esterlinas

4.000.000 3.500.000 3.000.000 2.500.000 2.000.000 1.500.000 1.000.000 500.000 0 1865

1870

1875

1880

1885

1890

1895

1900

1905

Años

Fuente: Limantour, 1909: 576.

De todos modos, la mayor parte del gabinete porfiriano siguió recomendando no destituir el patrón de plata, entre otras razones para reforzar la utilización de las monedas de plata por medios legislativos, imponer el curso forzoso de las mismas e introducir el metal sobrante al sistema monetario. Para este efecto y opuestamente a lo que estaban realizando la mayoría de los sistemas monetarios internacionales, se suspendió la acuñación de monedas 26

Comerciantes, miembros del clero y gente común, guardaban sus monedas mientras seguían aceptando moneda en especie o «tlacos», es decir, desde pagarés emitidos por particulares hasta granos. La introducción de billetes a la circulación en forma masiva se dio sobre todo con la formación del Banco Nacional de México y del Banco Mercantil en 1882, y con la emisión de billetes que llevó a cabo el Nacional Monte de Piedad. Ludlow y Marichal, 1998. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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fraccionarias de cinco pesos hechas con oro y se cambiaron por monedas de plata27. No obstante, las políticas públicas darían un tremendo vuelco al iniciar el siglo XX. Al finalizar el siglo XIX factores de orden externo dieron un golpe de muerte al comercio monetario mexicano, sobre todo con la clausura de las casas de moneda de la India y la derogación de la Sherman Silver Purchase Act (legislación creada en Estados Unidos para permitir la compra de cuatro millones de onzas de plata al mes)28. A partir de entonces este sector del comercio exterior dependió casi exclusivamente del mercado chino. Pero como vimos anteriormente, la demanda oriental de moneda mexicana se debilitó en esta época debido a la saturación del mercado internacional de plata29. A partir de entonces el gobierno buscó disminuir la enorme dependencia que tenían las finanzas públicas con la exportación argentífera. Por ello, las políticas de fomento comenzaron a desviarse de la minería de la plata hacia industrias como la agrícola, la textil, de comunicaciones y la minera misma, pero aquélla que combinara la explotación de oro y plata con la extracción de metales industriales30. El fin de la política proteccionista al patrón monetario bimetálico pronto dio resultados, cuando se modificó dicho sistema en 1905 por el patrón oro. El resultado de esta decisión de Estado fue un gran conflicto entre quienes tenían intereses en la producción y el comercio de la plata, y el gobierno porfirista. A fin de cuentas este cambio en las políticas públicas fue más determinante para afectar a las empresas mineras que la depreciación, aunque sería el propio mercado internacional el que se encargaría de desbaratar las pretensiones monetarias gubernamentales, una vez que la plata comenzó a subir de precio y el oro se encareció con la crisis de 1907.

27 El proyecto de ley se emitió el 11 de diciembre de 1886, impedía la acuñación de monedas de oro de menos de 5 pesos, pero el curso forzoso de las monedas de plata no se llevó a cabo por el crecimiento regional de los bancos de emisión, quienes en billetes fraccionaban demasiado el valor del oro, lo cual, causaba mayor ganancia, pues no tenían el capital suficiente en plata para emitir moneda; Secretaría de Fomento, 1886, pp. 398-402. 28 Ley que se estableció en los Estados Unidos en 1890, después de la prohibición de acuñación argéntea; aunque el gobierno norteamericano compró cantidades importantes de plata a México, la ley Sherman ocasionó especulación por parte del Tesoro Federal yanqui y una mayor desconfianza pública en ese país para con las monedas de plata. García, 1970: 214. 29 McMaster, John, 1959: 391-393. 30 Uribe Salas, 2000: 318-319.

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AÑOS DE DEPRECIACIÓN Y DESARROLLO INDUSTRIAL EN LAS PEQUEÑAS Y MEDIANAS EMPRESAS DE PACHUCA Y REAL DEL MONTE Los fuertes cambios que recién se estaban suscitando en los mercados internacionales con respecto del valor de la plata, no tuvieron un impacto directo en la mayoría de las empresas mineras del centro de México. Quienes producían plata no necesitaron implementar reformas radicales en sus minas y continuaron empleando los tradicionales métodos de extracción de mineral, mientras sus niveles productivos crecían progresivamente. De hecho en Pachuca y Real del Monte la década de 1870 fue de auge en los denuncios de minas, y fue también cuando se conformaron las compañías mineras más exitosas durante el porfiriato. Ello no quiere decir que fueran tiempos idóneos para la inversión. La polaridad política que enfrentó el gobierno de Lerdo de Tejada en sus últimos meses de gobierno tuvo su punto cumbre a finales de 1876, cuando el movimiento tuxtepecano, comandado por Porfirio Díaz y particularmente en la región de Pachuca y Real del Monte por el General Rafael Cravioto, desconoció la administración lerdista. Precisamente en noviembre los sublevados, dirigidos por los coroneles Guillermo Pascoe y Pablo Durán, enfrentaron fuertes luchas contra el ejército federal, cerca de Pachuca, creando una vez más un fuerte ajetreo militar31. Sin embargo, y a pesar del enrarecido clima político, los inversionistas locales emprendieron diversos proyectos para impulsar la extracción minera de la zona. En este sentido podemos destacar dos fenómenos que posibilitaron el desarrollo empresarial de las minas. El primero tiene que ver con el impulso directivo de mineros de la región que, mediante arrendamientos de minas y participaciones de capital, solucionaron problemas económicos y técnicos de las pequeñas y medianas empresas. Otro factor decisivo fueron los nexos que estos empresarios tenían con políticos e industriales de nivel nacional y que les permitieron crear redes económicas y políticas que coadyuvaron en el financiamiento de las explotaciones y en la creación de nuevas empresas. Entre los casos destacados de entidades industriales que nacieron a la luz de la depreciación, tenemos a La Blanca y anexas, creada en 1876 por tres insignes residentes pachuqueños: el minero Tomás Mancera, el exdirectivo de la Compañía Real del Monte Francisco Rule y el inversionista José Pérez. Estos señores mantuvieron fuertes vínculos comerciales y mineros en la región, cuestión que les permitió explotar eficientemente las minas de La Blanca en 31

Manzano, 1927: 521.

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los años venideros32. Hacia finales del porfiriato, esta empresa contaba con una importante inversión en tecnología y pertenecían a ella un buen número de minas, ubicadas en su mayoría en los minerales de Pachuca y El Chico33. Otra de las empresas más importantes tuvo su origen en el descubrimiento de la mina Santa Gertrudis, en 187434. La gran riqueza aparente del filón de inmediato creó expectativas en Pachuca. Quienes lograron adquirirla fueron miembros de la familia Almaraz, tradicionalmente dedicados a la minería en dicha ciudad. A pesar del grandioso futuro que le auguraban a la mina, los Almaraz no tuvieron el capital suficiente para explotarla adecuadamente, aunque lograron mantenerla en amparo hasta 1879. Pero fue entonces cuando la atinada dirección del ingeniero minero Bolland, que había llegado en los últimos años de vida de la Compañía de Aventureros de Real del Monte, produjo que la empresa aviadora de la mina Santa Gertrudis y Anexas, se convirtiera en la más productiva de la región, al extraerse semanalmente 1.576 toneladas de mineral. Esta cifra es muy ilustrativa de la importancia productiva de la empresa, ya que otras minas producían 210 toneladas en promedio en el mismo lapso35. La empresa San Rafael y Anexas fue fundada en Pachuca el 31 de agosto de 1874, con el denuncio de las minas Trinidad, San Rafael y Sorpresa. En esta época tales propiedades eran trabajadas con poco éxito por lo que pronto el accionista principal de la sociedad, el licenciado pachuqueño José María Barros, contrató diversos créditos que permitieron a la postre mejorar las actividades de la compañía, y así en pocos años la Cía. San Rafael se convirtió en la empresa mediana más importante del distrito de Pachuca36. Para resumir el conteo de las pequeñas y medianas empresas pachuqueñas, en el cuadro siguiente podemos apreciar la creación de otras compañías en la década de 1870. Entre los socios que las formaron encontramos tanto a mineros locales, como políticos y empresarios notables. En este punto cabe destacar la acción promotora de los empresarios de la región con agentes económicos y políticos del centro del país y extranjeros avecinados en la región. 32 La empresa se dividió en 12.500 acciones y se le otorgó un capital social de 2.500.000 pesos; González et al. 1911: 62. García, vol. XIX (México, 1925): 7-13. 33 En esta compañía, los vínculos financieros de sus directivos se remontaron hasta Guanajuato. Ibidem: 31. 34 Ibidem: 56. 35 Las pequeñas compañías Fresnillo y Sacramento producían esta cantidad en 1882; Dahlgren, 1887: 212-213. 36 Southworth, 1905, tomo IX: 138.

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TABLA I. Año de denuncio

CREACIÓN DE COMPAÑÍAS DE MINAS, EN LA REGIÓN DE PACHUCA Y REAL DEL MONTE (1875-1877) Mina y/o empresa

Antiguos Dueños

Socios

Ubicación

Alfredo Snell y socios

Real del Monte

San José de los Doradores

Santiago Ramírez y socios

Real del Monte

16/10/1875

Cía. Aviadora de la mina Esperanza

Pablo Téllez y socios

Omitlán

11/09/1876

Jesús María

Ignacio Symonds, Víctor Pérez y socios

Real del Monte

7/07/1877

San José y San Nicolás

Isidoro Salcedo y socios

Pachuca

13/10/1877

La Trinidad

Antonia y Piedad Islas

Pachuca

G. Mancera Gregorio y Pablo Martínez del Río, Matías Romero, Manuel F. Soto y socios

El Chico

14/02/1875

¿/1875

Victoria

Jesús y San 27/10/1877 Rafael y Anexas (emiten o renuevan sus certificados de acciones)

Nicolás y Enrique Grose y Guillermo Barclay

Vicente Dávalos

Fuente: Periódico Oficial del Estado de Hidalgo, T. VIII, Núm. 1, 8 de enero de 1876: 8; Periódico Oficial del Estado de Hidalgo, T. IX, 7 de julio de 1877: 26; Periódico Oficial del Estado de Hidalgo, T. IX, Núm. 36, 27 de octubre de 1877: 8.

Los nombres de Santiago Ramírez y Matías Romero (el primero un importante ingeniero de minas que trabajó por años para la Secretaría de Fomento, y del segundo ya hemos reseñado su papel político-administrativo en los gobiernos liberales), denotan los nexos políticos que tuvieron algunos empresarios pachuqueños como Gabriel Mancera. Además la aportación accionaria de los hermanos Martínez del Río es un ejemplo de cómo los empresarios más importantes del México decimonónico fueron invitados a invertir en las minas de Pachuca, dando por resultado la creación de nuevas empresas37. Por su parte, Pablo Téllez, Alfredo Snell y el político Manuel F. Soto, fueron integrantes del círculo de inversionistas locales que siguieron interesándose en las minas de plata de la región. 37

El caso de los Martínez del Río, una de las familias con más abolengo, es notable. Estos empresarios tenían comercios, compañías de transportes, de textiles, de bienes inmuebles y, por supuesto, empresas mineras en buena parte del territorio mexicano, aunque para 1870 sus negocios estaban sufriendo graves pérdidas. Walter, 1991. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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En este momento habría que hacer un paréntesis para apuntar cuáles minas fueron trabajadas realmente. Y es que es común arribar a conclusiones sobre empresas que suponemos fueron productivas porque se encuentran en fuentes como los censos de la Secretaría de Fomento, cuando en realidad, en muchos casos, las propiedades mineras ahí citadas trabajaron poco o nada y únicamente se ampararon. Pachuca, por ejemplo, fue el distrito en el que más denuncios se registraron por esos años, pero también fue el municipio en el que existieron más amparos. Sin embargo, desde nuestra percepción, esta discusión de corte hermenéutico no invalida la aseveración de que las empresas de la plata vivieron un gran impulso durante el último tercio del siglo XIX. Aun con los amparos en la capital del estado de Hidalgo hubo un número importante de empresas que realmente trabajaron sus minas, algunas con muy buenos resultados y otras más apenas sobrellevando sus gastos, pero en ambos casos se continuó estimulando la inversión en la actividad minera. Entre los casos más gráficos del repunte productivo de las empresas tenemos las compañías aviadoras de las minas Jacal, Corteza, Rosario, Valenciana, San Buenaventura y, sobre todo, San Pedro, Guactimotzin y Maravillas, que obtuvieron la mayor parte de la producción que el distrito de Pachuca presentó ante Hacienda. Las minas de las empresas Jacal, San Pedro y Guactimotzin habían sido trabajadas por la Cía. Pachuca y Real del Monte mediante contratos de avíos, durante la bonanza de la mina Rosario. Pero ante las dificultades económicas que atravesó dicha empresa en la década de 1870, se vendieron o regresaron los avíos después de 1872. Para entonces había acabado la bonanza de la mina Guactimotzin, que previamente había salvado de la bancarrota a la Cía. Real del Monte, durante una gran crisis ocurrida en 1868. Además, otros avíos que esta gran empresa tenía con pequeñas compañías, como La Luz y Xacal, terminaron38. Contrariamente a lo que pudiera suponerse, el regreso de las administraciones aviadas a sus antiguos dueños no significó un retroceso en la conducción de las empresas medianas y pequeñas. A pesar del retiro del capital y de los bienes que prestaba la Real del Monte a dichas negociaciones, los trabajos que se llevaron a cabo en esta época redundaron en buenos resultados productivos. En contraparte, la crisis económica que entonces estaba viviendo la Cía. Real del Monte, propició que los administradores de las minas arrendadas restringieran la explotación para pagar menos trabajadores39. Esta acción, lejos de contribuir a la mejora de la economía de la negociación en cuestión, aminora38 39

Ruiz de la Barrera, 1995: 132. Ibidem: 230. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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ba las posibilidades de encontrar nuevas bonanzas y produjo malestar entre empleados y trabajadores, quienes en respuesta desarrollaron acciones de huelgas. GRÁFICA III.

PRODUCCIÓN DE LAS MINAS DEL DISTRITO DE PACHUCA EN 1875

San Pedro Las Tres Marías Guadalupe El Sacramento El Encino, Tajo y Dolores San José de Gracia El Trompillo El Lobo Santiago San Agustín

Empresas

El Pabellón La Zorra San Buenaventura Maravillas y San Eugenio Guadalupe (Fresnillo) La Fortuna El Porvenir El Candado La Luz y San Miguel Guactimotzin San Cristóbal y El Balcón Dolores San Francisco y San Anselmo Valenciana El Jacal y Xomulco La Corteza El Rosario 0

500.000

1.000.000 1.500.000 2.000.000 2.500.000 3.000.000 3.500.000 4.000.000 4.500.000 Kilogramos

Fuente: Busto, 1880, T. II: 160-163.

La gráfica III nos da una idea de la producción emitida por las pequeñas y medianas empresas de Pachuca, que no fue poca, sobre todo tomando los casos de La Luz y Guactimotzin. Cabe destacar que algunas empresas expuestas en la gráfica, como las de Jacal y San Pedro, tuvieron importantes aportaciones por acciones de familiares de eminentes empresarios mineros, como los Escandón y los Béistegui, dueños de la Cía. Real del Monte40. De tal forma, en 40 Sobre todo de familiares cercanos, mayoritariamente hermanos; Urías y Meyer, 1987: 25-56 y 108-139.

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las década de 1870 y 1880, varias de las compañías medianas acrecentaron sus actividades de extracción y beneficio favorecidas por la integración de nuevos accionistas y capitales, situación que nos permite considerar a las medianas y pequeñas negociaciones mineras con características similares a las de grandes empresas41, sobre todo si comparamos sus números con los de otras compañías de sitios mineros distantes42. Pero si analizamos el mismo fenómeno desde el punto de vista regional, observaremos que la enorme extensión física y productiva que tuvo la Compañía de Minas Pachuca y Real del Monte, sin cotejo en la comarca, nos permite definir cualquier otra empresa de la zona como mediana o pequeña, en razón de su producción, número de empleados, inventario físico y capital, siempre menor a la que llegó a ser la empresa minera más grande de México43. Regresando al problema de las consecuencias de la crisis mundial del metal blanco en las empresas mineras, la historiografía unánimemente establece que la minería mexicana se debilitó más durante la década de 1880, puesto que muchas compañías mineras suspendieron operaciones debido principalmente a la depreciación y a una fuerte emigración de capitales externos44. Este suceso dio pie a una era de mayor escasez de recursos, en la que el capital local tuvo, cada vez más, una fuerte presencia en la minería regional45. 41

Tal es el caso de las empresas San Rafael y Maravillas y anexas, que incluso llegaron a cotizar en la bolsa con valoraciones muy altas de sus acciones. Véase: El progreso latino, tomo VI/1-24 (México, 1907). 42 Comparando los costos de las acciones de las empresas precedentes con los de la guanajuatense Cinco Señores, por ejemplo, encontraremos diferencias de entre 600 y 700 pesos. Idem. 43 Para una referencia más amplia: Herrera Canales, IV/8 (México, julio-diciembre 1989): 106-115. 44 Roeder, 1973: 87. Leal, 1972: 88. Capitales ingleses emigraron a fines del siglo XIX, no sólo debido a la crisis de la plata, también las colonias del país anglosajón necesitaron mayor atención económica, sin que esto significase la completa salida del capital inglés. Compañías como El Refugio Mining, El Oro Mining and Railway Co. Ltd, La Esperanza Mining Co., entre otras, además de las líneas férreas de capital inglés, continuaron operaciones en la geografía mexicana. D’Olwer, 1974: 1131. 45 Meyer Cosío, 1998: 27-30. Aunque la periodización de la etapa de dominio de inversores nacionales en la minería que propone este autor (1892-1898) corresponde al estado de Guanajuato, nos proporciona una idea de la situación minera nacional de entonces. Cabe destacar que el capital inglés regresó con fuerza al país desde 1886, y por esos años también las inversiones norteamericanas se empezaban a gestar, pero en el norte del país (véase en D’Olwer, 1965: 1015, y Berestein, 1964: 27-29) existen otras investigaciones que documentan la presencia nacional en años de continua presencia extranjera en la minería, y que concuerdan con la periodización guanajuatense. Uribe Salas, vol. I, 2002: 159-186. Miranda Arrieta, 1994: 68-72. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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En Pachuca y Real del Monte, por el contrario, el impulso que venía de la década de 1870 no se detuvo; continuaron creándose pequeñas y medianas empresas y las ya establecidas aumentaron sus niveles de extracción. Por ello, entre 1880 y los inicios del siglo XX, la actividad minera tuvo importante influencia en el crecimiento de la economía, de la infraestructura de comunicaciones y de los núcleos poblacionales de la zona46. La Compañía de Maravillas incrementó notablemente su producción y se mantuvo en ascenso; mientras en 1875 producía poco más de tres toneladas de mineral, en 1886 extrajo 6.240 toneladas, y hacia 1900 obtuvo cifras mayores a las 20.000 toneladas en promedio. Esta empresa incrementó también el número de trabajadores empleados hasta mantener una media de poco más de 800 hombres47. No obstante los minerales que extraía se vendían en el mismo patio de las minas, sin mayor beneficio, ya que no contaba con una planta de fundición y ensaye. Este sistema industrial evitaba costos de transacción pero a la vez eliminaba la posibilidad de obtener rendimientos mayores al ingresar al mercado fiduciario y de exportación. La Blanca y Anexas, fue una de las empresas más preocupadas por invertir en tecnología a finales del siglo XIX. Contaba con mil operarios y además pagaba salarios relativamente altos, que iban de uno a tres pesos el jornal o destajo, según la capacidad técnica de los trabajadores48. Ciertamente el hecho de que la contratación de mano de obra fuera un problema para la mayoría de las compañías mineras, explica la existencia de estos salarios. Pero ello no exime la capacidad que tuvo esta compañía para ofrecer tales liquidaciones y mantener estable la producción, puesto que otras negociaciones casas suspendieron sus labores a causa de su incapacidad de pago49. Así, por las situaciones enunciadas, La Blanca y Anexas fue una empresa mediana que figuró como una de las más importantes de la escena minera pachuqueña. Muchas de las minas que explotó la empresa San Rafael y Anexas formaron parte de la extensa veta Vizcaína, de la que se extrajeron grandes cantidades de mineral. Aunado a ello, la gran empresa Cía. Real del Monte mantuvo una estrecha relación con la San Rafael para explotar minas en conjunto, repartiéndose los costos de explotación y transacción, lo que proporcionó a la empresa mediana la posibilidad de mejorar sus finanzas. La empresa San Ra46

Herrera Canales, Ortiz Peralta, 1994: 30-31. Busto, 1880: 160-163. Dahlgren, 1887: 213. 48 A lo largo de su vida productiva esta empresa compró motores Westinghouse, quebradoras Sandycroft, molinos tubulares Krupp, Mazos, etc., que eran vanguardia en tecnología minera; González et al., 1911: 63-64. 49 Romero Gil, 1998: 123. 47

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fael también tuvo la capacidad de controlar, por medio de avío, a las empresas Nuevo Cuauhtemoctzín, Demasías y Previsora50. La Cía. San Rafael y Anexas fue una empresa que si bien no extendió demasiado el uso de tecnología moderna en sus minas (al acabar la era porfiriana continuaba usando mano de obra para desaguar algunos yacimientos)51, su directiva tuvo una capacidad de organización muy exitosa y supo hacer inversiones que la convirtieron en una de las más competitivas de la región. Después de analizar estos notables ejemplos y citando la tesis de natalidad empresarial, es evidente que la región pachuqueña presentó condiciones favorables para la creación de empresas52. En este sentido Nava Oteo señaló, con respecto de la región central, que los estados de Hidalgo, Guanajuato y Jalisco fueron lugares en los que un amplio sector de los empresarios mineros tuvo considerables posibilidades de inversión, tanto en haciendas de beneficio como en minas53. En Pachuca y Real del Monte la riqueza de las vetas, la capacidad empresarial de compañías como la Real del Monte, Santa Gertrudis y San Rafael, ciertas condiciones legislativas favorables54 y elementos externos al proceso productivo, dieron nuevos bríos a la minería lugareña (principalmente en la construcción de grandes líneas del ferrocarril que se instauraron desde 1872 y que terminaron de edificarse en 1883, abaratando los costos de transportación y permitiendo la explotación de minas antes no trabajadas)55. Evidentemente los denuncios de minas crecieron paulatinamente y la incidencia negativa que tuvo la depreciación de la plata en los mercados mundiales no fue tal en el interior de las empresas, donde más bien fue un aliciente para hacer más eficientes las técnicas de trabajo y reducir costos. De hecho la producción nacional del metal blanco sobrepasó con mucho los números de extracción efectuados antes de la depreciación56. 50

Ibidem: 130-159. González et al., 1911: 76. 52 Véase Cerutti, 2002: 2-4. 53 Nava Oteo, 1974: 274-278. 54 «Código de Minería del estado de Hidalgo», Hidalgo, octubre de 1881, en Legislación Minera Mexicana, México, Consejo de Recursos no Renovables, vol. II, 1964: 4-32. 55 Véase, Ortega Morel, 2000: 85-159. Marichal, 1989: 160-174. Coatsworth, 1990: 180-182, 198-206. 56 Con ello no queremos expresar que el aumento de la producción de la plata tuviera un efecto directamente proporcional en la depreciación de la misma. Según Casasús no había una relación directa entre el incremento de existencia del metal y la baja del precio, pues la demanda, aunque reducida, se mantuvo. Y es que, ciertamente, los metales preciosos no pueden analizarse completamente con la teoría de la oferta-demanda (basada en la «soberanía del consumidor» en un sistema de mercado, la teoría de la oferta-demanda plantea que la demanda y el pre51

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GRÁFICA IV.

PRODUCCIÓN DE PLATA MEXICANA (1876-1893)

1.400.000 1.200.000 1.000.000 800.000 600.000 400.000 200.000 0

1876

1878

1880

1882

1884

1886

1888

1890

1892

Plata

Fuente: Herrera Canales (México, julio-diciembre 1989): 122-123.

Contribuyó a ello el que la baja de la plata produjera, al menos hasta el decenio de 1890, un efecto favorable en el comercio de exportación del metal blanco, que encontró en los mercados europeos una ganancia de 20 a 30% con respecto de los precios anteriores a 187357, y el que los costos de producción se pagaran en plata y no en oro58. Fue decisivo también el hecho de que la libre acuñación permitida por el sistema monetario bimetalista mexicano se tradujera en un importante consumo de plata tanto para necesidades internas como para la exportación de moneda. cio de las mercancías se basan en la preferencia de los consumidores, la oferta en los costos de las empresas, y ambas —oferta, demanda— son equilibradas por los precios de los bienes), pues aunque mercancías, los metales preciosos desempeñan oficio de moneda, con lo cual muchas veces no se insertan a los vaivenes de las transacciones mercantiles, ya que es continuo su atesoramiento, lo que mantiene su mercado aun en épocas de crisis en la cotización. Casasús, 1886: 215-216. Samuelson, Nordhaus, 1986: 71-87. Benetti, 1990: 11-23. 57 Casasús, 1886: 35. 58 Sariego, 1988: 52. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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ESTRATEGIAS DEL EMPRESARIO LOCAL Es indudable que los mineros aprovecharon los progresos tecnológicos que trajeron las nuevas inversiones de empresas extranjeras como el ferrocarril, así como la política de disminución de impuestos del Estado porfiriano59. En muchos casos, el aumento de la producción argentífera se cifró en la entrada de empresas extranjeras que introdujeron más y mejores métodos de beneficio en lugares tradicionalmente productores de plata60. Pero en zonas como Pachuca y Real del Monte, que entraron tardíamente a los «beneficios» de la modernización tecnológica norteamericana, es imposible soslayar el papel del empresariado minero local y los medios que se utilizaron para incrementar la producción de plata. En la región que nos ocupa, desde mediados del siglo XIX el empresario minero estaba entrelazado con residentes extranjeros, la mayoría de origen británico, que establecieron su residencia en la zona y que posteriormente adquirieron la nacionalidad mexicana. La unión de estos personajes con inversionistas nativos conformó un empresariado regional que supo sortear los embates del mercado internacional. Uno de los casos más representativos de este proceso fue el empresario Francisco Rule, originario de la región inglesa de Cornish, y del cual hemos reseñado ya su fuerte participación accionaria en las empresas Santa Ana, La Blanca y Santa Gertrudis. Estas empresas, junto con las compañías de Maravillas, Pabellón y Marcial Islas, promovieron el crecimiento productivo del distrito pachuqueño, donde se beneficiaban hacia 1892, un total de 2.100 toneladas de mineral semanalmente. Las modificaciones técnicas fueron las actividades empresariales que más incidieron en la producción de plata. La combinación de métodos tradicionales y modernos en la explotación fue muy recurrida para realizar una organización certera del trabajo y para adaptar las técnicas y tecnologías mineras a las con59 En los inicios de la República mexicana los ingleses invirtieron 12.000.000 de pesos en las minas (Ward, 1981: 355-356), inversión que incidió de sobremanera para que subieran las exportaciones de metales preciosos, de 1.324.970 pesos en 1823, a 13.591.467 pesos en 1836, y para que los mineros mexicanos que retomaron tales minas a mediados de siglo continuaran realizando altas producciones (Herrera Canales, 1977: 60-62). Con la oleada de inversiones externas en los años últimos del gobierno porfiriano, entre 1894 y 1901, crecieron los registros de minas explotadas, muchas de ellas subsidiarias de las grandes fundidoras extranjeras. En lugares como Aguascalientes ensayaron muchos más metales, de un millón de pesos en 1895 subieron a 25 millones en 1908; precisamente Aguascalientes y Monterrey beneficiaron 50% de la plata en 1908. Velasco Ávila et al., 1998: 174-175. 60 Como Real del Monte, Zacatecas, Guanajuato, El Oro y Tlalpujahua, entre otros. Uribe Salas, 1998: 95-108.

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GRÁFICA V. PRODUCCIÓN DE PLATA EN LAS EMPRESAS MEDIANAS Y PEQUEÑAS DE PACHUCA (1892)

Santa Ana Marcial Islas

San Rafael La Blanca

Pabellón Maravillas

Santa Gertrudis 0

200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

Gramos por tonelada tratada

Fuente: Soto Oliver, 1985: 198-199.

diciones de infraestructura locales. En este sentido, tanto en la empresa más grande —la Real del Monte— como en la mediana San Rafael, se utilizaron conjuntamente el «antiguo» sistema de beneficio de patio y el «moderno» sistema de toneles, hasta inicios del siglo XX61. Por otra parte, la Cía. Real del Monte incursionó en la producción de sal que tanto utilizaban los sistemas tradicionales62. Los mineros dueños de empresas medianas también tuvieron la capacidad de producir algunos de los insumos necesarios para la explotación minera, tal como sucedió entre las negociaciones Santa Ana y La Blanca y Anexas, que explotaron conjuntamente una mina de pólvora63. A la postre, los esfuerzos por mejorar las cuestiones técni61

Herrera Canales, IV/8 (México, julio-diciembre 1989): 103-105. González et al. 1911,

p. 76. 62

Ortiz Peralta, núm. 14 (México, julio-diciembre 1991): 79. Archivo Histórico de la Compañía de Minas Real del Monte (en adelante AHCMRM), Fondo Compañías Filiales, Sección Santa Ana, Serie Correspondencia, vol. 157, exp. 71. 63

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cas y de abasto no sólo mejoraron la situación de las empresas sino que también atrajeron mayores inversiones en la región64. Otras modalidades que se llevaron a cabo para aminorar los efectos de la depreciación fueron la reducción de labores de exploración, de empleados y el otorgar a los trabajadores pagos en especie65. A diferencia de lo que pasó en el norte del país, donde se pagaron salarios doblemente altos66, en el centro de México la continuidad en las explotaciones también dependió de la reducción en los montos por pagos de jornales. Y aunque los métodos productivos mexicanos tradicionales exigían un número mayor de trabajadores que aquéllos que utilizaban tecnología más avanzada, muchas empresas nacionales no gastaron demasiado en este rubro. Por ejemplo el trabajo de los pepenadores, esencial para extraer el mineral del «tepetate», era relativamente barato pues su salario no era mayor de 50 centavos diarios67. Sin embargo es muy arriesgado hacer generalizaciones al respecto, puesto que en las zonas más alejadas de las ciudades, como el caso del distrito El Chico —que estaba más retirado de Pachuca—, se pagaron salarios más altos. En este lugar el salario de los pepenadores iba de 75 centavos a 1,50 pesos, aunque debemos advertir que el pago de jornales elevados también fue parte de una estrategia empresarial para retener trabajadores, que escaseaban desde los años de la colonia. Para muchas empresas un paliativo a las fluctuaciones de la plata en los mercados internacionales fue la explotación paralela de minería y agricultura68. La dualidad agrominera fue un binomio rentable, puesto que conforme la depreciación de la plata aumentaba la agricultura de exportación obtenía una prima considerable al recibir los pagos de estos productos en el exterior en oro, que al cambiarlo en el país por pesos plata duplicaba las ganancias. En la industria minera, la depreciación de la plata, según Matías Romero, alentó la producción de otros metales, pero la industria agroexportadora fue quizá el sector económico más beneficiado con la misma. Por otro lado las altas tasas de interés provocaron proteccionismo en el sector de las manufacturas, porque el pago en oro de las mercancías exteriores disminuía las importaciones69. 64

Véase Staples, 1994: 40-50, 200-203. Flores Clair, núm. 13 (México, abril-junio 1986): 51, 65. 66 Y en Estados Unidos hasta 10 veces más; véase «Algunos puntos de comparación entre el funcionamiento de la minería en México y los Estados Unidos», Sariego et al., 1988: 388-390. 67 Salarios mantenidos gracias a la existencia de policía montada e incluso de militares que las entidades federativas ponían a disposición de los mineros, Guanajuato Consolidated Mining & Milling Co. Sariego et al., 1988: 385-388. 68 Serrano, 1951: 28. 69 Estas palabras de Matías Romero son citadas en: Argudín Luna, XVII/67 y 68 (México, 1996): 174-176. 65

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Indudablemente las políticas de reducción de costos fueron responsables del crecimiento empresarial de la región. Pero también la inversión jugó un papel primordial en el crecimiento de las empresas mineras. En Pachuca, la compañía Santa Gertrudis gastaba en las dos minas que operaba —San Guillermo y San Francisco— un millón de pesos anualmente durante la década de 1880. Este presupuesto fue muy elevado, sobre todo si lo comparamos con los dispendios de la Pachuca y Real del Monte, que con sólo el doble de dinero mantenía sus 50 minas70. Cabe decir que así como la existencia de un gran número de empresas y de minas no necesariamente es sinónimo de un desarrollo industrial sustentable, el hecho de mantener una gran producción de minerales no significa la existencia de un número alto de empresas en producción. Es decir, con la combinación de una buena bonanza y una inversión decorosa, una o dos minas podían producir más que 20 en conjunto71. Precisamente éste fue el caso de Santa Gertrudis a inicios del siglo XX, porque en 1903 esta mina produjo 193.120.475 toneladas de mineral72. Con ello no queremos «derribar» la discusión precedente con respecto del auge empresarial de Pachuca y Real del Monte. Sólo queremos señalar que en el ámbito de una compañía minera, más que el servicio de maquila de minerales o la disminución planificada de los costos, la riqueza interna de una veta podía remediar súbitamente los problemas económicos de una empresa. De igual manera la abundancia de mineral con altos contenidos de oro y plata incidió para que muchas empresas mineras continuaran siendo monoproductoras de estos metales y se esmeraran más en aumentar su producción que en diversificarla. Las empresas productoras de plata, grandes, medianas y pequeñas, hicieron más eficientes los mecanismos tradicionales de producción y beneficio, combinando en tales procesos el uso de tracción animal, maquinaria de energía hidráulica y de vapor73. Además comenzaron a introducir otras innovaciones técnicas, como el uso de dinamita para perforar los tiros, de quebradoras de metal importadas, de pequeñas líneas férreas en los centros mineros, de maquinaria de combustión interna y eléctrica74. Así las cosas, a finales del siglo XIX la gestión administrativa de los empresarios mineros se mostró mucho más preocupada por mejorar la economía de las empresas y por modernizar las actividades de producción. 70

Ruiz de la Barrera, 1995: 278. La misma Rocío Ruiz, apunta que la PYRM obtenía 90% de sus utilidades de escasas seis minas. Ibidem: 279. 72 Southworth, 1905: 135. 73 Herrera Canales y Rina Ortiz, 1994: 36. 74 Ibidem: 37. 71

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Antes del ingreso del capital norteamericano en la zona, las compañías mineras locales consideraron prioritario vender acciones en el exterior para obtener recursos foráneos. La Santa Gertrudis, en los años de 1893 a 1895, abrió sus puertas a accionistas de origen inglés que impulsaron los trabajos de la compañía y fueron un factor decisivo para mejorar la extracción; entonces producía 25.000 toneladas anuales de mineral y ocupaba más de mil trabajadores75. Con tales números esta sociedad aviadora atrajo la atención de los mineros locales más importantes, como el director de la Cía. Real del Monte, José Landero y Cos, quien se convirtió en el presidente de la Cía. Santa Gertrudis. Este minero impulsó el exitoso rendimiento de las minas San Juan, Los Italianos, San Francisco, San Guillermo y San Miguel, y a través de su puesto mantuvo una intensa relación de avío y venta de minerales con la Real del Monte, hasta el año de 190676; aunque no permitió que la empresa Santa Gertrudis se convirtiera en filial de esta última, como lo hicieron entonces muchas compañías mineras77. Con la dirección de Landero y Cos, esta empresa también sufragó cantidades importantes para modernizar sus minas y trabajos de extracción acuífera. El siguiente paso era mejorar la planta productiva de la compañía, y para ello se llegó a un arreglo con Gabriel Revilla para comprar la Hacienda de Beneficio Guadalupe, de la cual él mismo era socio. La transacción fue costosa, pues se organizó con un capital de 200.000 pesos, pero desde entonces las ganancias de la Santa Gertrudis se elevaron, ya que sólo en el año de 1903 se registraron utilidades de 417.038,95 pesos78. La importancia productiva de la región pachuqueña a fines de siglo, expresada a través de la capacidad y el número de las haciendas de beneficio existentes, mucho debió a los movimientos empresariales que realizaron las compañías medianas para aminorar los costos de transacción, al construir o comprar sus propias instalaciones de beneficio. Por su parte, las empresas de menor tamaño buscaron establecer contratos con las «nuevas» beneficiadoras, con la finalidad de vender sus productos a un mejor precio o bajar el gasto de sus ensayes, según el caso. Además los gambusinos o pequeños mineros vendieron su mineral a las plantas de beneficio, enriqueciendo los porcentajes de producción de éstas79. La compañía San Rafael, por ejemplo, adquirió desde su Hacienda de beneficio, la mayor parte 75 76 77 78 79

Southworth, 1905: 134. Ruiz de la Barrera, 1995: 42. Ver: Oviedo Gámez, 1993: 176-189. Southworth, 1905: 136. Uribe Salas, 1999: 296-302. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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del mineral que producía la compañía Santa Ana por medio de diversos convenios80. El crecimiento de las compañías permitió que las transacciones comerciales y de compra-venta de minas se efectuaran cada vez más entre los mineros locales, que compraban, vendían o arrendaban las propiedades según la buena o mala suerte de sus negocios. Si en la segunda mitad del siglo XIX podemos decir que la Cía. Pachuca y Real del Monte monopolizó los contratos de arrendamiento de empresa a empresa, a finales de esa centuria, las pequeñas y medianas empresas de la región también comenzaron a refaccionar y aviar a otras negociaciones. La pequeña empresa Santa Ana y la mediana San Rafael, por ejemplo, realizaron contratos de avíos de minas entre sí y de compra-venta de minas81. También las compañías que tenían menos recursos, por medio de contratos, permitían que una empresa con mayor capital costeara los gastos de exploración, desagüe o extracción, a cambio de acciones o mineral en bruto82. Por otra parte la inversión estadounidense, que ya tenía tiempo materializándose en la región mediante algunas proveedoras de servicios e insumos, llegó a finales del porfiriato a la minería pachuqueña. Sin embargo la naturaleza de sus minerales, básicamente compuestos de plata y plomo, interesó en menor medida a los mineros norteamericanos, que entonces buscaban la explotación de metales industriales. Este suceso permitió que las pequeñas y medianas empresas locales aprovecharan el desinterés de los estadunidenses, para invertir dinero en la mejora de ciertas áreas de la actividad productiva y continuar extrayendo grandes cantidades de plata hasta avanzado el siglo XX. A manera de conclusión podemos decir que ejemplos de pequeñas y medianas empresas como las negociaciones mineras San Rafael y Anexas y Santa Gertrudis, impiden realizar la generalización historiográfica que describe al periodo final del porfirismo como un proceso de especulación, abandono de minas y venta de empresas mexicanas. Para el caso del distrito de Pachuca y Real del Monte en particular, es evidente que la riqueza de las vetas, la capacidad empresarial de las compañías y las políticas públicas favorables a la minería de la plata83, dieron nuevos bríos a las empresas, aún con la depreciación de 80 AHCMRM, Fondo Compañías Filiales, Sección Santa Ana, Serie Relaciones Externas, vol. 152, exp. 1, 15 y 18. 81 AHCMRM, Fondo Compañías Filiales, Sección Santa Ana, Serie Relaciones Externas, vol. 152, exp. 1 y 15. 82 AHCMRM, Fondo Compañías Filiales, Sección Santa Ana, Serie Relaciones Externas, vol. 153, exp. 27. 83 Véase la temprana legislación minera que realizó este estado, mejorando las condiciones fiscales en dicho territorio, a diferencia de lo que pasaba en el centro del país, que seguía

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este mineral. Cabe destacar que muchos mineros se vieron beneficiados con la situación internacional, al producir con sus metales moneda que en el intercambio del comercio internacional proporcionaban un valor agregado al interior. Pero también es significativo señalar que la presencia y desempeño de las medianas y pequeñas empresas mineras durante el largo gobierno del general Porfirio Díaz se dio en un contexto de monopolio minero-metalúrgico promovido por la Compañía de Minas Pachuca y Real del Monte. En ese escenario la estrategia que implementaron las empresas mineras locales para no caer en una red de dependencia y ser absorbidas por la gran empresa minera de Real del Monte y Pachuca, tanto en su etapa mexicana como estadounidense, recayó en tres aspectos básicos: modernización del área contable, que les permitió visualizar los costos-beneficios en cada circunstancia política o económica; ampliación de los estudios de prospección geológica que aseguró el conocimiento sobre la naturaleza de las zonas mineralizadas, su potencial y ley, y facilitó la adaptación de sistemas de beneficio tradicional y moderno; y por último, la aplicación de una política de bajos salarios, como ocurrió en muchos otros centros mineros de México, que abonaría al descontento de los trabajadores. Efectivamente, la conjugación de éstos y otros elementos aseguró la permanencia de las empresas locales en un medio altamente competitivo. Pero el aumento de la producción que se registra descansó indudablemente en la explotación de la mano de obra, que inhibió al mismo tiempo la reconversión del aparato productivo o la necesidad de inversiones fuertes en tecnología. A su vez los bajos salarios pagados a los trabajadores impactaron en los costos de producción, situación que garantizó ganancias y utilidades no despreciables a los medianos y pequeños empresarios mineros. Por último, es interesante observar que la bonanza minera que registra la región de Pachuca y Real del Monte en el periodo de estudio, tuvo en los inversionistas locales, a través de pequeñas y medianas empresas, un elemento dinamizador de su desarrollo productivo y tejido empresarial, escasamente estudiado por los especialistas. Ciertamente se redujeron los costos de producción sobre la base de salarios bajos sin que el Estado mexicano se preocupara por ello, al menos hasta iniciar el siglo XX. Pero éste modelo de organización de la producción mostraría sus fisuras y debilidades en las décadas de 1910 y 1920; primero con el movimiento social de reivindicación contenido en los imponiendo un código minero caduco de orden colonial, en «Código de Minería del estado de Hidalgo», 1964, vol. II: 4-32. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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programas de la Revolución Mexicana; y más tarde, con la gran depresión económica de 1929-1932 que arrastraría tras de sí a la minería tradicional mexicana, productora de metales preciosos, y con el viejo artilugio de compite reduciendo el salario. BIBLIOGRAFÍA Argudín, Luna, «La reforma monetaria Limanturiana», Relaciones, XVII/67-68, El Colegio de Michoacán (México, 1996): 173-201. Bátiz Vázquez, José Antonio, «Aspectos financieros y monetarios», Ciro Cardoso (coord.), México en el siglo XIX. Historia económica y estructura social (1821-1910), México, Editorial Nueva Imagen, 1980: 167-192. Baumhauer, Hermann, et al., Historia universal, Barcelona, Editorial Labor, 1956. Benetti, Carlo, Moneda y teoría del valor, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, 1990. Bernstein, Marvin D., The Mexican Mining Industry, 1890-1950: a Study of the Interaction of Politics Economics, and Technology, New York, USA, State University, 1964. Busto, Emiliano, «Estadística de la República mexicana, estado que guardan la agricultura, industria, minería y comercio» (anexo), Memoria de Hacienda del año económico de 1877-1878, México, 2 tomos, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1880. Casasús, Joaquín, La cuestión de la plata en México: el problema monetario, la depreciación de la plata y sus remedios, Historia de los impuestos sobre el oro y la plata, México, Tipografía de la oficina impresora del timbre, 1886. Cerutti, Mario, «Natalidad empresarial en Monterrey, 1885-1930», Tercer Seminario Nacional sobre Empresas y Empresarios del centro y norte de México, siglos XIX y XX, Morelia, UMSNH, 2002 (ponencia), pp. 1-29. Coatsworth, John H., Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México, Alianza, 1990. «Código de Minería del estado de Hidalgo», Hidalgo, octubre de 1881, en Legislación Minera Mexicana, México, Consejo de Recursos no Renovables, V. II, 1964: 4-32. Dahlgren, Charles Bunker, Minas históricas de la República mexicana, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1887. De Lucio, Felipe P., «La plata y la deuda externa», Geomimet, núm. 147 (México, mayo-junio 1987): 17-31. Del Cueto, Héctor Hugo, Cuando el peso valía más que el dólar, ensayo histórico de las devaluaciones monetarias en México, México, Impresora Juan Pablo, 1959. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 449-480, ISSN: 0034-8341 doi: 10.3989/revindias.2011.015

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Silver depreciation, public policies and business development. Small and medium-sized Mexican mining enterprises of Pachuca and Real del Monte

This article studies the business strategies and capacity of small and medium-sized mining enterprises that operated in the Pachuca-Real del Monte mining district in Mexico in the late 19th century. In a regional economic context dominated by the monopoly of the Compañía de Minas Real del Monte y Pachuca, small and medium-sized enterprises managed to obtain advantages from both the silver depreciation in the international currency markets and the Mexican public policies focused precisely on mitigating the fall in the price of silver after 1873. The way that some minor and medium-sized local entrepreneurs injected new life into mining activities in the region, thereby actually benefiting from the international circumstances, is analysed. In sum, it was the small and medium-sized mining companies that supported the productive and business development that characterized the period of mining growth in the district during the dictatorship of President Porfirio Díaz. KEY WORDS: Small and medium-sized mining companies in the Pachuca-Real del Monte district; silver depreciation; public policy; business development.

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Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

Los reales de minas de la caja de Guadalajara durante el siglo XVIII: Circuitos comerciales y producción de plata1 por

C. René de León Meza Universidad de Guadalajara, CUCEA Departamento de Sociales y Jurídicas

Este artículo da a conocer la importancia económica que tuvo un conjunto de reales de minas que perteneció a la jurisdicción de la caja de Guadalajara. Es novedoso porque por primera vez son estudiados aquéllos que la historiografía local ha considerado erróneamente como «pequeños reales de minas». Estas explotaciones fueron el eje articulador de la economía en una vasta región que impulsó el desarrollo de la ganadería, agricultura y comercio. Vincula las fluctuaciones en la producción de plata con sucesos ocurridos en Europa. PALABRAS CLAVES: Plata; aviadores; mineros; comercio; mercurio.

INTRODUCCIÓN Apenas concluida la guerra de conquista de Nuño Beltrán de Guzmán por el territorio que después sería conocido como reino de la Nueva Galicia2, algunos de sus capitanes iniciaron una nueva cruzada para obtener de las entrañas de la tierra oro y plata. En la década de 1540 a 1550 se descubrieron ricos yacimientos de esos metales. Desde el primer año de explotación minera y debido a la cantidad de plata que se sacaba, la corona española ordenó el establecimiento de una caja real en la ciudad de Compostela para que ahí acudieran los 1 Dedicado al Dr. Antonio Ibarra como agradecimiento por la inmensurable confianza que siempre ha depositado en mi trabajo. 2 Ese reino comprendía lo que ahora son los estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes y parte de Sinaloa.

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mineros a pagar los impuestos correspondientes de sus metales. Pocos años después, en 1560, la caja real se trasladó a la ciudad de Guadalajara al convertirse en la capital del reino de la Nueva Galicia y ahí permaneció hasta el fin de la dominación española. La primera mina explotada en territorio neogallego fue la del Espíritu Santo, descubierta en 1540 (cercana a la ciudad de Compostela) y famosa por la calidad de su plata, aunque también se sacaba oro. Tres años después, Cristóbal de Oñate descubrió las minas de oro de Xaltepec, mientras que Juan Fernández de Hijar inició una serie de explotaciones en Guachinango, Etzatlán, Guajacatlán, Xocotlán y La Purificación. En los años postreros de esa década fueron descubiertas otras en Jora, San Pedro Analco, Ameca, Chimaltitán, Ocotitlán, Los Frailes, El Rojo, Tinamache, Hostotipaquillo y Ostotipac. La característica de esa primera bonanza en aquellas minas fue la abundante cantidad y calidad de sus metales. La propietaria de la mina del Espíritu Santo amasó durante los primeros cinco años de explotación una considerable fortuna que le permitió dotar a cada una de sus tres hijas con cien mil pesos al casarlas. Gracias a la plata de esa mina, un nieto de la primera dueña logró comprar el título de conde de Miravalle (único título de nobleza adquirido gracias a la riqueza de las minas de la caja de Guadalajara). Fray Antonio Tello escribió que «era tanta la plata que de aquellas minas se sacaba, que llevaban recuas cargadas a México, de la misma manera como agora se trajina la sal y el pescado»3. Fray Diego Muñoz en su Descripción de las provincias de San Pedro y San Pablo, escrita en 1583, mencionaba que de esas minas «se ha sacado mucha y rica plata que tocaba en oro»4. Por su parte, los reales de Guachinango, Guajacatlán, Etzatlán y Taotlán rindieron durante los primeros 30 años de explotación «más de dos millones a su majestad por sus reales derechos»5. En las minas de Xocotlán, la primera veta descubierta rindió de 5 a 6 marcos por quintal entre 1560 y 16806. El registro fiscal más antiguo de la real caja de Guadalajara nos da una reminiscencia de aquella riqueza al indicar que en 1568 se recaudaron 176 mil 445 pesos por concepto de diezmo y quinto de plata7. Esta riqueza y abundancia de las minas en la caja de Guadalajara declinó a fines del siglo XVI y jamás volvió a repetirse; pero eso no impidió que se 3

Tello, 1968: 390-391. Muñoz, 1950: 56. 5 Esta información la dio a conocer el intendente de Guadalajara, Antonio Gutiérrez y Ulloa, en un informe que escribió a la corona española en 1816. Gutiérrez y Ulloa, 1983: 129. 6 Lang, 1977: 215. 7 Tepaske y Kleín, 1986, vol. 1: 1. 4

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mantuvieran en explotación a lo largo de los siguientes dos siglos con sus respectivas bonanzas y borrascas, según las circunstancias y habilidades de los mineros8. Es justamente la larga duración en las explotaciones de estos reales de minas y su producción en conjunto, lo que me lleva a escribir este artículo con el objeto de analizar el papel que jugaron como articuladores de una amplia red comercial que vinculaba no sólo a los comerciantes, sino a hacendados, clérigos, militares, funcionarios públicos, etc. La importancia económica de estos reales de minas radicó en que su producción conjunta sirvió como abastecedora de circulante (en moneda o en barras) a los distintos mercados regionales de la provincia de Guadalajara. Algunos aspectos importantes que se destacarán en este artículo serán la estructura productiva, el funcionamiento de los reales de minas, su gran dependencia de los créditos suministrados en especie por los aviadores y la producción anual de plata calculada a partir del impuesto del 1% y diezmo cobrado en la caja de Guadalajara. El estimado de producción de plata a partir de esas cuentas fiscales no representa el monto global obtenido de ese metal, pues existieron muchas formas de evasión de impuestos. La más común e importante fue la que establecieron los mineros y comerciantes, basada en la transacción de plata en barras que muchas veces no pagaba impuesto. Aun así, las cifras obtenidas de impuesto registradas confirman que la industria minera fue la principal fuente de ingresos fiscales en esa región.

ESTRUCTURA PRODUCTIVA Y FUNCIONAMIENTO La estructura productiva de la plata en la jurisdicción de la caja de Guadalajara a lo largo del siglo XVIII provenía de la explotación intensiva de más de doscientas minas agrupadas en una veintena de reales de minas y aproximadamente unas 40 haciendas de beneficio. Los reales de minas que aquí se estudian son los de Guachinango, Amatlán de Cañas, San Joaquín, San Nicolás, San Miguel de Atenguillo, Jora, Hostotipaquillo, El Limón, Etzatlán, Ahualulco, San Pedro Analco, Ostotipac, San Sebastián, San Rafael de Tapalpa, Ameca, Mascota, Chimaltitán, Jolapa, La Yesca, Los Reyes, Santa María Tequepexpan, Guajacatlán, El Carrizalillo, Acaponeta, Pijinto y Chiquilistlán9. 8 Varios de los centros mineros aquí estudiados continuaron explotándose hasta la cuarta década del siglo XX, logrando que el estado de Jalisco ocupara en esos año, los primeros lugares en producción de plata y oro. 9 Una descripción de esos reales de minas hecha en la última década del siglo XVIII nos permite conocer la ley de sus metales. En Guachinango, que se encontraba en decadencia y po-

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Es indudable que cada uno de estos reales de minas por sí solos, no tuvieron la importancia de otros como Zacatecas, Real del Monte, Guanajuato o Bolaños. La relevancia está al estudiarlos en conjunto y ver las cantidades que año con año aportaban por concepto de impuestos a la caja real. La plata que producían alentó a distintos personajes a participar en esta industria ya fuera de manera directa o como aviadores de los mineros. Esto propició la articulación de una amplia red comercial que involucraba a hacendados, mineros, comerciantes, autoridades civiles, eclesiásticas y militares, por la cual circulaban grandes cantidades de plata en barras o amonedada y una gran variedad de insumos. Una característica de estos reales de minas fue la continuidad que tuvieron a lo largo de todo el siglo a pesar de una serie de adversidades o perjuicios que no había en otros reales de la Nueva España. El reparto de azogue es un claro ejemplo, pues aparte de que se daba preferencia a los grandes reales de minas en detrimento de los pequeños, éste llegaba en pocas cantidades y además se les exigía a los mineros una mayor cantidad de marcos quintados de plata por cada quintal de mercurio vendido. A los de la caja de Guadalajara se les exigían 125 marcos de plata por cada quintal de azogue. Esto significaba una desventaja al momento de querer comprar más azogue ya que si presentaban una cantidad menor, se le vendería menos en la siguiente asignación10. Esta tarifa existente desde el siglo XVII, significaba para los mineros del siglo XVIII que el costo por producir un marco de plata fuera más costoso. Además, el precio del azogue les resultaba mucho más alto debido a los gastos de traslado desde la superintendencia de azogues a la caja de Guadalajara y de ahí a los distintos reales de minas. Pero sobre todo, ninguno de esos reales gozó nunca de las exenciones o beneficios fiscales que la corona otorgó a mineros importantes de la Nueva España. Por último, la ubicación geográfica de ellos, lejanos de la ciudad de Guadalajara, ocasionaba que los insumos fueran más gravosos, reduciendo por consiguiente la ganancia de los mineros. Resultaba menos costoso obtener un marco de plata en Pachuca que en Ostotipac por ejemplo.

breza debido a su baja ley, se obtenían de 2 a 2,5 onzas de plata por carga. En San Joaquín su ley rica era de 5 onzas por carga. En El Rojo de 2 a 4 onzas. En San Sebastián 4 onzas a lo mucho, mientras que en Chimaltitán el promedio estaba entre 4 y 6 onzas por carga. Menéndez Valdés, 1980: 79-98. 10 Los mineros de Guanajuato, Durango y Guadalajara eran los que más cantidad de marcos de plata tenían que quintar por un quintal de Azogue. A los de Zacatecas, Sichu, Pachuca se les pedían 100 marcos y a otros, cantidades todavía menores. Lang, 1977: 215. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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El funcionamiento de esos reales de minas estaba basado en el crédito que los mineros obtenían de un grupo heterogéneo de prestamistas encabezados por casi todos los comerciantes de Guadalajara, aunque también los hubo de otras ciudades como México, Guanajuato y Zacatecas. En menor medida que los comerciantes, otro conjunto de aviadores lo conformaron los hacendados, clérigos, militares y funcionarios públicos. La participación de los mercaderes como aviadores se distinguía porque no se involucraban como socios de los mineros, eran únicamente sus prestamistas. Si al minero le iba mal y no pagaba su deuda, perdía su propiedad para que el comerciante recuperara el dinero que había prestado. Por el contrario, los otros aviadores se involucraban como socios capitalistas en donde a cambio de un préstamo, recibían acciones de una mina o hacienda de beneficio. Si ésta no redituaba ganancias, perdían lo invertido o prestado. La relación minero-aviador era de mutua dependencia pues los reales de minas representaban un mercado consumidor seguro de las mercancías de los comerciantes y hacendados. La mayoría de estos convenios iniciaba cuando algún ciudadano descubría algún mineral que prometía tener buena y abundante ley. Después de denunciar su hallazgo y obtener la posesión, inmediatamente buscaba algún comerciante o persona con dinero que financiara su proyecto. El aviador exigía como primer requisito que el solicitante tuviera alguna propiedad con que respaldar la cantidad prestada y posteriormente se establecían los plazos a pagar, con un interés anual del 5%. En general los préstamos eran por cantidades que fluctuaron entre los 5 y 10 mil pesos, muy pocos alcanzaron los 25 mil pesos y al menos dos casos, superaron la suma de cincuenta mil pesos. A cambio de estos préstamos, los dueños de minas o haciendas de beneficio debían hipotecar algunas propiedades agrícolas o ganaderas y aun sus explotaciones mineras. Cuando los plazos para pagar se cumplían y el deudor no cubría el monto, se daban dos situaciones mediante las cuales los aviadores recuperaban toda o la mayor parte de su dinero. Una de ellas era la de establecer un acuerdo mediante el cual el deudor cedía sus instalaciones a su acreedor para que éste las trabajara durante un tiempo determinado y así con la plata beneficiada recuperara lo que había prestado con sus respectivos intereses. Un ejemplo puede ilustrar mejor esta situación. El minero Juan José Indiano era dueño de una rica mina en el real de La Yesca, jurisdicción de Hostotipaquillo. En ese lugar poseía una hacienda de beneficio por el sistema de fuego. Durante varios años estuvo recibiendo préstamos del comerciante Andrés Ignacio de Arzamendi. En 1782, cuando la deuda alcanzó la cantidad de 65.289 pesos, llegaron al acuerdo de que el minero le cediera la administración de la mina y hacienda hasta que la plata producida cubriera la deuda. Gracias a «la buena ley y abundancia de metales en su Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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mina» la deuda se cubrió en el tiempo de un año 3 meses y las propiedades fueron devueltas a su propietario11. La otra forma que se daba para que los aviadores recuperaran el dinero prestado, era mediante el embargo de sus propiedades para luego rematarlas a otros mineros con los cuales iniciaban una nueva relación crediticia. Así actuaba el almacenero de la ciudad de México Juan Martínez de Viedma, que era uno de los principales aviadores de mineros a mediados del siglo XVIII. En una ocasión en 1736, despojó a un minero de tres haciendas de beneficio y una mina ubicadas en el real de Guachinango y se las vendió a otra persona. Por eso, una de las características de esos reales era la de un constante cambio de dueños en las instalaciones sin que se suspendieran las labores. Esta relación convenía a ambas partes. A los mineros porque los avíos que requerían les eran entregados en sus mismas instalaciones casi siempre a crédito y pagaban hasta que tenían la plata en barras. Los comerciantes, en cambio, obtenían la exclusiva de instalar una tienda para vender sus mercancías también a los trabajadores asegurando así la obtención de la plata tanto de los trabajadores como de los dueños de las minas cuando pagaban sus deudas. Su negocio era vender a altos precios y recibir la plata beneficiada por debajo de su valor real. El aviador por lo general, tomaba la plata de los mineros a razón de siete pesos el marco, pero hubo casos en que la recibía a seis pesos y medio y a 5,5 pesos12. Este acuerdo en apariencia tan desventajoso para el minero, no lo era tanto si calculamos los gastos y riesgos que tendría que solventar al llevar su plata a quintar directamente a la caja real de Guadalajara. Pago de arrieros, esperar el tiempo en que la plata llegara a esa ciudad, el riesgo de que le fuera robada en los caminos que estaban infestados de asaltantes, pero sobre todo, el tiempo que esperaban para que su plata fuera enviada a acuñar a la casa de moneda de México y su regreso. Por esos inconvenientes, creo que preferían hacer la transacción directamente con los comerciantes aunque se las tomaran a un precio menor de su valor. Es por ello que, al momento de calcular los montos de producción a partir de los ingresos fiscales, se debe tomar en cuenta esa plata en barras que pasaba a manos de los comerciantes y que no llegaba a la caja real. 11

La plata producida le fue tomada al minero a razón de 6-6-0 pesos el marco. Acuerdo para pago de deuda, Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Real Audiencia de Guadalajara (BPEJ-RAG), Ramo Civil, expediente 118-2-1260. 12 En 1736 por ejemplo, el comerciante de Guadalajara le prestó a un minero del real de Las Mojarras la cantidad de 25,247 pesos con la condición expresa de que se los pagara con la plata producida a razón de siete pesos por cada marco. Contrato de avío, Archivo de Instrumentos Públicos de Guadalajara (AIPG), Manuel de Mena, vol. 24, f. 271f-275v. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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MAPA 1.

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REALES DE MINAS DE LA NUEVA GALICIA EN EL SIGLO XVIII*

Fuente: Acuña, 1988: 9. * El mapa y los gráficos de este artículo fueron elaborados por Elisabeth Hinojosa López.

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Un rasgo distintivo de la relación minero-aviador en esas minas fue que normalmente un aviador financiaba al mismo tiempo a varios mineros en diferentes reales, probablemente porque uno sólo no representaba la obtención de ganancias considerables. Entre 1730 y 1740, el rico mercader Francisco de Castro había prestado a distintos mineros de Hostotipaquillo, Tequepexpan, Tequila, Guajacatán y Etzatlán la cantidad de 41.962 pesos. Los numerosos contratos de avíos para mineros que se resguardan en los libros de notarios de Guadalajara refutan lo que la historiadora Linda Grenow afirmó respecto a que los mineros de la Nueva Galicia durante el siglo XVIII no fueron grandes solicitantes de crédito, excepto en los años de 1760-70 cuando esos préstamos sirvieron para financiar las inversiones mineras en Bolaños y Zacatecas13. Si sumamos las cantidades de 49 contratos de avíos para mineros de la caja de Guadalajara y los comparamos con los que la historiadora aporta, los resultados son muy diferentes como se puede observar en la siguiente gráfica. GRÁFICA 1.

DINERO PRESTADO A MINEROS DE GUADALAJARA EN EL SIGLO XVIII.

Pesos 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000 0 Décadas

17011710

17111720

17211730

17311740

René de León

17411750

17511760

Linda Grenow

Fuente: AIPG, Grenow, 1980: 70-71.

13

17611770

Grenow, 3 (Guadalajara, octubre-diciembre 1980): 70-71.

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17711780

17811790

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No siempre las relaciones mineros-aviadores terminaban con la pérdida de las propiedades de los primeros. Hubo casos de hábiles mineros que supieron conjuntar muy bien las facilidades ofrecidas por el crédito, los conocimientos teóricos con la práctica que se reflejaron en las obras y tecnología aplicada en las minas y utilizar las relaciones familiares como estrategias comerciales para convertir a la industria minera en la fuente de ingresos fiscales más importante de la real caja de Guadalajara durante la centuria aquí estudiada. Uno de esos mineros fue Juan Eugenio Santelises Pablo, propietario de todas las minas y haciendas de beneficio en el real de San Rafael de Tapalpa, en la alcaldía mayor de Sayula. Su participación en ese real inició como aviador de varios mineros, después, los dueños le fueron donando acciones en varias de ellas como forma de pago, hasta que finalmente les compró el resto de las acciones. Santelises estaba convencido de que la única manera de lograr que su empresa fuera redituable era la de realizar fuertes inversiones en infraestructura minera. Para evitar las inundaciones de sus minas, desvió el cauce de un río que pasaba justo debajo de la veta principal, construyó un dique de piedra para contener sus aguas, perforó varios tiros, unos con la finalidad de desaguar las minas (uno de ellos de más de 300 varas) y otros para la saca del mineral. En estos últimos instaló varios malacates. En algunas de sus minas realizó nuevas tientas y excavaciones, perforándolas más de 25 metros de lo que ya tenían. Ademó los tiros y socavones, construyó lumbreras, fabricó y equipó tres haciendas de beneficio, dos de azogue y una de fuego14. Casi cien años después de estas obras, en 1879, la compañía encargada de la explotación de metales en el real de San Rafael encargó al ingeniero Juan Ignacio Matute un estudio sobre las minas que se habían trabajado antiguamente. En su informe final, Matute escribió sobre la desviación del cauce del río: «esa obra debe de haber tenido algunas pintas de grande interés, puesto que dio motivo á los antiguos mineros á acometer una obra costosa, muy imprudente y no de grandes resultados, pues según la tradición les fue funesta: me refiero al tajo que hicieron para desviar el curso del arroyo, la construcción de un muro de mampostería de cincuenta metros de largo, cinco de ancho y tres de espesor, el paso o bocamina que abrieron en el mismo lecho del arroyo, el cual en una creciente extraordinaria, invadió el pozo y sepultó en él a varios operarios»15. Efectivamente, como señalaba Matute, estas obras le resultaron caras a Santelises, puesto que gastó 50.000 pesos para llevarlas a cabo; aunque se equivocó respecto al éxito de las mismas, porque de acuerdo 14

Obras en las minas de Tapalpa, AIPG, Nicolás López Padilla, vol. 1, f. 23v-29f; mismo notario, vol. 5, f. 5f-12f. 15 Matute, 1879: 5. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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al testimonio del minero, le dio tan buenos dividendos que al término de dos años cubrió todos los gastos16. El mismo Santelises informaba que gastaba 80.000 pesos anuales en la habilitación de sus minas y haciendas de beneficio, las cuales dejaban anualmente a la corona una ganancia de 40.000 pesos por cuestiones de impuestos17. Para poder realizar estas inversiones, Santelises contó con el crédito de importantes personajes e instituciones de la Nueva Galicia y de la ciudad México. Tan sólo uno de ellos, el rico hacendado Manuel Calixto Cañedo, le prestó en una sola exhibición 50.000 pesos18. Con el tiempo este personaje llegó a ser un importante funcionario en el Tribunal de Minería, siendo primero, uno de los cuatro consultores de ese organismo y después, fiscal del mismo hasta su muerte. Era muy difícil para los mineros lograr un verdadero éxito en la industria minera. Sobre todo porque nunca se dio una asociación entre ellos para explotar una mina o trabajar una hacienda de beneficio. Siempre era de forma individual, lo que hacía más débil su permanencia en el negocio. Llegaron a existir lo que llamo empresas familiares mineras que utilizaron los lazos consanguíneos como estrategias comerciales para lograr una mejor estabilidad, funcionamiento y éxito en sus explotaciones. Los numerosos ejemplos de estas familias, demuestran que las explotaciones que se dieron en conjunto lograron una mayor estabilidad y duración al frente de una mina o hacienda de beneficio. Algunas familias formaron una tradición minera que abarcó hasta tres o cuatro generaciones. La división y asignación de actividades a cada uno de los miembros de la familia redituó mayores éxitos y solidez a la empresa. Uno era administrador general, otro azoguero, uno más el encargado de establecer contratos de avíos, otro podía desempeñarse como abastecedor de algunos insumos provenientes de alguna hacienda agrícola o ganadera. Aun las mujeres de la familia participaban activamente en los negocios mineros. Estas empresas son las que sostuvieron en buena medida esa industria. Una de esas familias mineras, la Ramos Jiménez, se mantuvo durante la mayor parte del s. XVIII como propietaria de casi todas las minas de Ostoti16

Pago de deuda adquirida por Santelises Pablo, AIPG, Antonio de Berroa, Vol. 11 fjs. 344f-348f. Según una visita realizada en 1789, se calculaba que en los años que Santelises explotó esas minas, la ley de los metales era de 6 marcos por carga. Menéndez Valdés, 1980: 99. 17 Solicitud de préstamo presentada por Santelises Pablo, Archivo General de la Nación (AGN), General de Parte, Vol. 44 exp. 183, fojas 174v-175v. 18 Otros de sus acreedores fueron el comandante del presidio de Nayarit, el juzgado de bienes de difuntos de la audiencia de Guadalajara, la oficina del estanco de tabaco de Guadalajara, el juzgado de capellanías del arzobispado de México, el marqués del Apartado, entre otros. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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pac. Para 1709, Nicolás Ramos Jiménez y dos de sus hermanos eran los mineros más prominentes de ese real. Nicolás tenía 6 hijos legítimos. Uno de ellos, el doctor Basilio Ramos Jiménez, cura del santuario de Zapopan era el encargado de comprar el azogue en la caja de Guadalajara; aunque a veces esta función la realizaba una hija. Otro hijo, cura en Compostela, se dedicaba a comprar granos y animales para la hacienda de beneficio de su padre. Un tercer hijo se desempeñaba como el azoguero de la hacienda. A mediados del siglo, con la muerte del fundador de esta extirpe minera, otro de sus hijos que había fungido como el administrador, se hizo cargo de la empresa. Todavía en 1773, dos de los nietos eran los propietarios de las principales minas de ese real19. Varias familias destacaron en otros reales como los Robles y Sánchez Calderón en Etzatlán; los Zuzuarregui, Espinoza de los Monteros, Zertucha y Mazariegos en Hostotipaquillo; los López Portillo en Jolapa, El Rosario y Chimaltitán. La estructura productiva de la plata necesitó grandes inversiones destinadas a la excavación de tiros y socavones, construcción de pilares, ademar las paredes y techos de los túneles; pero, sobre todo, requirió de la construcción de haciendas donde se beneficiara el mineral. No todos los mineros tuvieron la capacidad económica para contar con una, esto hizo que tuvieran que llevar su mineral a moler y beneficiar a otras, o bien rentar alguna, con el inminente aumento en los gastos de obtención de plata. Existieron muchos propietarios de pequeñas haciendas de beneficio que prácticamente se dedicaban a la renta de sus instalaciones. Algunos cuando decidían hacer mejoras a sus propiedades, las rentaban a cambio de que el arrendatario pagara la renta con la construcción de casas, acequias, molinos, etc. El precio promedio anual de la renta de estos pequeños molinos oscilaba entre los 500 y 600 pesos. Las haciendas más grandes se dedicaban a moler los minerales de un conjunto de mineros a cambio de un porcentaje de la plata obtenida o mediante la fijación de un costo que era pagado en efectivo. En los primeros años del siglo XVIII, el dueño de la hacienda de Amasaque cobraba 6 pesos de oro común por la molienda de cada 15 quintales de mineral y el trabajo requerido en la obtención de la plata. El dueño del metal tenía que pagar aparte, el consumo de azogue, sal y magistral20. El real de Guachinango fue el que más haciendas de beneficio mantuvo trabajando y el que concentró la mayor cantidad de molienda de mineral proveniente de numerosas minas. Durante la tercera década de ese siglo, el dueño de la hacienda de Santiago del Parnaso 19

Libro de repartimiento de azogues en la caja de Guadalajara, BPEJ-RAG, Ramo Fiscal, expediente 25-1749. 20 Contrato para moler metales, BPEJ-RAG, Ramo Civil, expediente 59-2-747. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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beneficiaba los minerales de 5 minas diferentes. En ese distrito minero existieron un total de 7 haciendas de beneficio que cubrían las necesidades de unas 35 minas aproximadamente. La hacienda de San Nicolás en el distrito minero de Ahualulco, molía los minerales de 6 minas, mientras que las dos existentes en Etzatlán hacían lo mismo con 11 minas. En Hostotipaquillo y Jora existieron sólo 4 haciendas que beneficiaban los metales de todas las minas de ese distrito. La infraestructura de las haciendas de beneficio estuvo determinada por las condiciones geográficas donde se encontraban. La mayoría de ellas estaban ubicadas en las cercanías de ríos o afluentes lo que fijaba el tipo de fuerza motriz utilizada. Era obvio que en los reales de minas situados al norte de la Nueva España donde el agua no era muy abundante, se utilizara más la fuerza animal que la hidráulica, mientras que en los que aquí estudiamos es más común ésta que la animal, sobre todo en las haciendas de beneficio. Aunque una de las más importantes, como fue la de La Mololoa en Hostotipaquillo, utilizaba exclusivamente la fuerza animal para su mortero y tahonas21. La tecnología estuvo muy adelantada en algunos aspectos, por ejemplo en la utilización de tahonas para una mejor molienda, mientras que en otros reales como el de Real del Monte, a pesar de su riqueza e importancia, todavía no los conocían22. Todas las haciendas de beneficio contaban al menos con una tahona, su patio de beneficio, sus lavaderos, acequias, tomas de agua, casa de azoguería, casas para los trabajadores y bodegas donde se guardaba la herramienta, la sal y el azogue.

ABASTECIMIENTO DE INSUMOS La constante explotación de esas minas trajo como consecuencia la formación de circuitos comerciales en los que participaba un grupo heterogéneo de abastecedores. Los hacendados agrícolas y ganaderos surtían de granos y ganados, los indígenas llevaban a vender una gran cantidad de productos como loza, frutas, legumbres, maderas, leña, carbón, aves, mieles, pescados y mariscos. Un grupo numeroso de comerciantes los surtía de una variedad de géneros que provenían de toda la Nueva España, Europa y Asia: 21 Fuerza motriz en la hacienda La Mololoa, AIPG, Manuel de Mena, vol. 10, f 625v-628f. 22 A principios del siglo XIX, Humboldt escribió que «en algunas principales haciendas de plata de Nueva España, por ejemplo en Regla, no se conocen aún las atahonas; se contentan todavía con el uso de los mazos...» Humboldt, 1991: 375.

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ropa, azúcar, sal, aceite, herramientas de fierro, sogas, telas, ropa, vino de Castilla, vino mezcal, tabaco, especias, etcétera. La corona por su parte, controlaba el mayor y más importante circuito comercial: el abasto de azogue. La explicación y funcionamiento de cada una de estas redes de abastecimiento requiere de un mayor espacio que un artículo, por eso me enfocaré en abordar en específico el abastecimiento de azogue a la caja real de Guadalajara. El azogue consumido en las minas de la caja de Guadalajara durante el siglo XVIII provino principalmente de las minas de Almaden. Cuando esas minas entraban en crisis, era necesario recurrir a las minas de Huancavelica en el Perú. Los mineros de la región aquí estudiada recurrieron sólo en tres ocasiones (1700, 1741 y 1754) a ese producto que no era muy requerido debido a que resultaba más caro y rendía menos que el de Almaden23. A partir de 1786 y hasta 1804 una buena parte del azogue consumido en esas minas llegó también de Alemania. El azogue, una vez depositado en Veracruz, era trasladado a la sede de la superintendencia de azogues que estuvo en la ciudad de Puebla desde 1709 hasta 1740 ya que al año siguiente fue trasladada a la ciudad de México. El administrador general era el encargado de decidir las cantidades que se repartirían a cada caja real después de analizar las necesidades de cada centro minero, pero sobre todo, la cantidad entregada a cada caja real dependía de la cantidad de azogue que llegaba a la Nueva España, tratando siempre de cubrir en primer lugar las demandas de los centros mineros más importantes. Por eso las cantidades de azogue para la caja de Guadalajara no son uniformes, son muy desiguales como se puede observar en la siguiente gráfica. El cuadro que sigue a la gráfica presenta el porcentaje de azogue que se destinó a la caja de Guadalajara respecto a las otras cajas reales. Cuando el azogue se encontraba en la caja de Guadalajara, acudían a ella todos los mineros o sus apoderados para comprarlo. Las cantidades de azogue vendidas a cada minero estaban determinadas por la cantidad de marcos de plata que cada uno de ellos presentaba a quintar conforme al monto anterior de mercurio que se le había vendido. Esta es la razón por la cual aparecen separados los impuestos recaudados de ambas platas aunque pagaran lo mismo. Los de la caja de Guadalajara estuvieron obligados a diezmar 125 marcos de plata por cada quintal que se les había repartido y a partir de 1740, se les rebajó esa cantidad a 115 marcos. Una cantidad demasiado alta si tomamos en cuenta lo que se les exigía a los de otras jurisdic23

Lang, XLVIII / 4 (Durham, USA, 1968): 640. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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GRÁFICA 2.

AZOGUE ENTREGADO EN LA CAJA DE GUADALAJARA 1709-1753

Quintales 3.000 2.600

2.500

2.000 1.600

1.500

1.000

1209 1095 1053

1.000 900 900 900

800 600

500

500

859 702

600 600

501

456 474 400

300

741

732

687

765

462 381

300 249

1709-... 1716 1719 1722 1724 1726 1728 1729 1730 1731 1732 1733 1734 1737 1738 1739 1740 1741 1742 1743 1744 1745 1746 1747 1748 1749 1750 1751 1752 1753

0

Años

Fuente: Heredia Herrera, 1978: 243-244.

CUADRO 1.

DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE LOS REPARTOS DE AZOGUE A LA CAJA DE GUADALAJARA 1755-1805 Año

Porcentaje

1755 1760 1765 1770 1775 1780 1785 1790 1795 1800 1805

10,3 7,7 21,3 10,4 11,4 n.i 7,6 6 6 6,6 4

Fuente: Sánchez Gómez, 1997: 443.

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ciones. Por ejemplo los de Zacatecas, Sombrerete y Pachuca tenían que presentar 100 marcos por quintal, a los de Taxco, Chautla de la Sal, Zacualpa, Tlalpujagua y Guautla 90 marcos, a los de Temascaltepec 85 marcos. Sólo a los de Guanajuato y Comanja se les pedía más que a los de Guadalajara: 125 marcos. El azogue se vendía siempre a crédito con un plazo de 6 meses, mediante la firma de una libranza. El minero pagaba el monto con plata en pasta a un receptor que acudía a cada real a realizar el cobro. El plazo de 6 meses estaba determinado porque era el tiempo calculado en que tardaba el minero en beneficiar su mineral y obtener la plata en pasta. La venta sólo se le hacía a los mineros o a sus apoderados que eran además sus aviadores. El precio por quintal permaneció fijo desde 1627 hasta 1767 en 60 ducados de Castilla que equivalían a 82 pesos 5 tomines 9 granos. A este importe se le agregaban los costos de traslado desde la superintendencia de azogues a la caja real, que eran absorbidos por los mineros. De modo que el precio de cada quintal vendido en Guadalajara era de 90 pesos el de Almaden y 111-7-6 el de Perú. Todavía falta agregar el costo de traslado a cada real de minas. A partir de 1768 el costo por quintal puesto en la superintendencia de azogues bajó a 62 pesos 4 granos. Esta rebaja se dio dentro de las reformas impulsadas por el visitador José de Gálvez24. Si comparamos la entrega de azogue con los ingresos exclusivos de plata de azogue, podemos ver que hay una correspondencia en donde a mayor azogue entregado, mayor recaudación y viceversa. La siguiente gráfica muestra las cantidades que ingresaron a la caja de Guadalajara por concepto de la venta del azogue. El abasto de azogue a los distintos reales de minas benefició de gran manera a los arrieros que eran contratados para su traslado, pues aprovechaban el viaje para llevar a vender otra serie de mercancías. Pero sobre todo, creo que se beneficiaron mucho con el tráfico ilegal que hacían del mercurio ante la gran demanda que tenía por su escasez. Cuando ellos declaraban la pérdida de alguno o varios quintales, la corona les cobraba exclusivamente el valor de cada quintal. Es lógico suponer que lo escondían durante el trayecto para luego revenderlo a los mineros.

24

Velasco Ávila, 1987: 68. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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GRÁFICA 3.

PESOS RECAUDADOS EN LA CAJA DE GUADALAJARA POR VENTA DE AZOGUE 1700-1804

Pesos 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000

1801

1793

1797

1785

1789

1777

1781

1769

1773

1761

1765

1753

1757

1745

1749

1737

1741

1729

1733

1721

1725

1713

1717

1705

1709

1700-01

0

Azogues

Fuente: Archivo General de Indias (AGI), Contaduría, 872.

PRODUCCIÓN DE PLATA Las minas de la caja de Guadalajara fueron principalmente de plata y aunque se sacaba oro, la presencia de éste alcanzó relativa importancia en la segunda mitad del siglo XVIII. El propósito de este apartado es dar a conocer una serie de datos fiscales que nos permitan imaginar las cantidades que esas explotaciones produjeron durante el siglo XVIII y que convirtieron a la industria minera en la principal fuente de ingresos de aquella receptoría en todo ese siglo. Para ello utilizo las cifras recaudadas en la caja real de Guadalajara de todos los impuestos de plata y oro (1% y diezmo de ambas platas, 1,5% y quinto del oro, señoreaje de oro y plata, plata y oro labrado) y lo cobrado por concepto de venta de azogue. La contabilidad corresponde desde 1703 hasta 1804 en años fiscales de 12 meses que van de enero a diciembre. Sólo los de 1700-1701 y 1701-1702 comprenden 18 meses. Como complemento, añado algunos detalles sobre la producción de algunas minas o reales y la calidad de sus metales. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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El total recaudado en aquella caja durante 105 años fue de 50.657,400 pesos de ocho reales, de los cuales 15.830,094 pesos correspondieron a los conceptos arriba señalados. En la siguiente gráfica se puede apreciar el alto porcentaje (31%) de ingresos que se obtuvieron directamente de la minería. Esta industria tuvo también una influencia considerable en los ingresos provenientes del apartado «varias entradas», debido a la actividad comercial que generó la demanda de diversos productos en los reales de minas y que influyó en el apartado de alcabalas y, sobre todo, en los de vino mezcal y tabaco. Al menos durante los primeros 60 años de ese siglo, el porcentaje de ingresos provenientes de la minería fue mucho más alto. De hecho en varios años, lo recaudado por esa industria superó los ingresos de todos los otros ramos juntos. Lo sucedido después fue que algunos productos alcanzaron gran importancia comercial generando altas sumas de ingresos fiscales que ocasionaron que la brecha porcentual entre minería y «varias entradas» se ampliara. Me refiero en específico a los ingresos obtenidos en el último tercio de esa centuria, de los ramos de vino mezcal y de tabaco. La gráfica 5 demuestra cómo en la última parte del siglo, el porcentaje de ingresos provenientes de la minería disminuyó considerablemente, pero no debido al agotamiento de las vetas25. El cálculo de la producción de plata en los reales de minas de la caja de Guadalajara lo hice exclusivamente con las cantidades recaudadas por concepto del impuesto del diezmo y 1% que se cobraba sobre la plata presentada a los oficiales reales. No tomo en cuenta otro tipo de impuestos porque considero que no son indicadores de lo producido en ellas. Ruiz Medrano señala que el derecho de vajilla o plata labrada puede ser un indicativo de lo producido en la minería26. No coincido con el autor porque no hay una correlación entre la cantidad de plata labrada y la producida. Además, la plata presentada en la caja de Guadalajara para ser labrada no era necesariamente originaria de los reales de minas de esa jurisdicción. El impuesto de señoreaje que me permite conocer las cantidades de marcos de plata amonedados, tampoco me ayuda a calcular la producción de plata porque no toda se amonedaba. 25

La caída en la recaudación a fines del siglo XVIII y primeros años del XIX tiene su explicación en la crisis provocada por la escasez de azogue a causa de las guerras de España con Inglaterra, como más adelante se explicará. 26 Ruiz Medrano, 2002: 112-113. Este autor señala que el derecho de vajilla o plata labrada comenzó a cobrarse en 1754, pero en los libros de cartas cuentas consultados, este impuesto está ya desde 1707. Ver Tepaske y Klein, 1986, Vol. 1: 61 y ss. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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GRÁFICA 4.

PORCENTAJE DE RECAUDACIÓN EN LA CAJA DE GUADALAJARA 1700-1804 Concepto de minería 24% Varias entradas 76%

Fuente: Tepaske y Klein, 1986, vol. 1: 58-127.

GRÁFICA 5.

INGRESOS DE LA CAJA DE GUADALAJARA PROVENIENTES DE MINERÍA Y OTROS RAMOS

Pesos 2.500.000 2.000.000 1.500.000 1.000.000 500.000

1801

1793

1797

1785

1789

1777

1781

1769

1773

1761

Total de minería

1765

1753

1757

1745

1749

1737

1741

1729

1733

1721

1725

1713

1717

1705

1709

1700-01

0 Años

Otros ramos

Fuente: Tepaske y Klein, 1986, vol. 1: 57-127.

Se observa cómo a partir de la segunda mitad del siglo hay un aumento considerable en la recaudación del diezmo. Esto obedece a varias razones. Una de ellas es que a partir de 1740, se les rebajó a los mineros la cantidad de marcos exigidos a diezmar por cada quintal de azogue que se les había vendido. Anteriormente era de 125 marcos y después de ese año quedó en Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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115. Esto ocasionó que a los mineros les fueran vendidas mayores cantidades de azogue. Además es un periodo en donde se descubrieron nuevas y ricas vetas de plata. GRÁFICA 6.

1%

Y DIEZMO COBRADO EN LA CAJA DE

GUADALAJARA 1700-1804

Pesos 200.000 180.000 160.000 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000

1801

1793

1797

1785

1789

1777

1781

1769

1773

1761

1765

1753

1757

1745

1749

1737

1741

1729

1733

1721

1725

1713

1717

1705

1709

1700-01

0

Fuente: AGI, Contaduría 442-447 y 872.

La presencia de una considerable cantidad de dinero proveniente del impuesto de la plata de fuego en la caja de Guadalajara podría analizarse a partir de la inconsistencia en los repartos de azogue a esa caja, que orillaba a muchos mineros a utilizar hornos de fundición con el fin de que el mineral extraído no se mantuviera sin beneficio y recuperar al menos parte de la inversión, aun a sabiendas de que mucha plata se desperdiciaba por este método. Por consiguiente, cuando el suministro de azogue era abundante, la producción de plata de fuego disminuía considerablemente. La gráfica siguiente muestra claramente tres momentos que confirman este sustento. A principios de la década de 1760, el mercurio llegó en abundancia a las minas de Guadalajara ocasionando un aumento en el beneficio de plata por este método y el desplome en la obtención de la de fuego. Cuando en 1784 hubo escasez de mercurio la producción de plata de fuego aumentó. Igual ocurrió en 1791, cuando la recaudación por concepto de plata de fuego superó a la de azogue. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

500 GRÁFICA 7.

1%

Y DIEZMO COBRADO POR PLATA DE FUEGO Y AZOGUE EN GUADALAJARA

1700-01

1719

1725

C. RENÉ DE LEÓN MEZA

Pesos 180.000 160.000 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000

Plata azogue

1803

1797

1791

1785

1779

1773

1767

1761

1755

1743

1737

1731

1713

1707

0 Años

Plata fuego

Fuente: AGI, Contaduría, 442-447 y 872.

Se debe tomar en cuenta la existencia de minerales de alta ley en esas minas, pues de 40 haciendas de beneficio, al menos ocho utilizaban el método de fuego o fundición. Además de la presencia de una gran cantidad de pequeñas fundiciones que se localizaban en las inmediaciones de las minas. Estos factores pueden explicar el alto porcentaje en la recaudación por concepto de plata de fuego. Del total de impuestos captados por ambas platas, el 22% corresponde a ésta y el resto a la de azogue. Algunas de las fluctuaciones en la recaudación de impuestos de la plata se explican a partir de la escasez de azogue. Por ejemplo, la baja en el último año del siglo XVIII y los primeros tres del siguiente, se debieron a que no llegaba el azogue necesario para cubrir las necesidades de las minas. Ante la falta de azogue, muchas minas y haciendas de beneficio se vieron precisadas a parar sus trabajos, lo que obligó a las autoridades virreinales a tomar una serie de medidas favorables a los mineros. El virrey Miguel de Azanza decretó que los dueños de las minas que estuvieran despobladas a causa de la falta del mercurio no se verían perjudicados en la posesión de las minas y ésRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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tas no podrían ser denunciadas por otras personas27. En 1801, la corona eximió del pago del impuesto del 1% y diezmo de la plata de fuego, buscando de esta forma compensar la caída en la producción de la plata de azogue y mantener trabajando la mayor cantidad posible de minas para que la crisis no se extendiera a otras ramas de la economía como la agricultura, ganadería o el comercio28. La causa de esta situación había sido provocada por la guerra que sostenía España con Inglaterra. En 1802, cuando la crisis alcanzó su mayor apogeo debido al bloqueo naval británico provocado por la alianza de España con Napoleón, el rey otorgó a la minería la reducción de la mitad de los pagos de impuestos por la plata de azogue; aunque esta medida sólo duró siete meses, pues en julio de 1802, la Nueva España comenzó a recibir grandes remesas de azogue y este decreto fue revocado29. La minería se fue recuperando a partir del segundo semestre de 1802, cuando llegaron un total de 13.593 quintales en dos remesas y mejoró aún más el año siguiente debido a que en enero de 1803 llegaron desde Almaden, 12.000 quintales30. La producción en conjunto de estos «realitos» y su explotación continuaría a lo largo del siglo XVIII, fueron factores fundamentales para la consolidación de la economía regional de la Nueva Galicia al crear redes mercantiles que impulsaron a otras industrias como la agricultura, la ganadería y sobre todo al comercio. Las cifras producidas año con año en esos reales demuestran lo equivocados que están diferentes historiadores locales cuando afirman que la minería en la región de Guadalajara no tuvo mucha importancia. La producción constante demuestra que esa industria no vivió graves crisis como en otras cajas reales. Esto se explica en razón de que mientras algunos reales entraban en periodos de borrasca, surgían nuevos descubrimientos que permitían mantener un promedio constante en la recaudación de impuestos. 27

Decreto librado en 1797 por el virrey Miguel de Azanza, referente a que el despueble de las minas por falta de azogue no perjudica a los mineros en la posesión de sus minas. Archivo Histórico del Palacio de Minería (AHPM), 1800/I/104/d.37. 28 Sobre exención del diezmo y uno por ciento de las platas beneficiadas por fuego. México, a 2 de diciembre de 1801, (AHPM) 1801/III/111/d.28. 29 Condonación que el rey otorgó a la minería de los medios derechos de diezmo y el 1% en todas las platas, del 1.º de enero al 31 de julio de 1802. Zitácuaro, a 28 de noviembre de 1803, (AHPM) 1803/III/121/d.10. 30 Sobre la llegada de 5,592 quintales de azogue al puerto de Veracruz, en la urca nombrada la Brújula. Tlalpujahua, a 12 de junio de 1802, (AHPM) 1802/IV/116/d.3; Repartimiento de ocho mil y un quintal de azogue. México, a 6 de febrero de 1802 (AHPM) 1802/VI/ 118/d.28; Llegada de 12000 quintales en los navíos San Julián, El Miño y Presentación, a Veracruz. Zacualpan, a 12 de enero de 1803, (AHPM) 1803/III/121/d.34. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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C. RENÉ DE LEÓN MEZA

GRÁFICA 8.

PRODUCCIÓN DE PLATA EN LA CAJA DE GUADALAJARA 1700-1804

Pesos 1.800.000 1.600.000 1.400.000 1.200.000 1.000.000 800.000 600.000 400.000 200.000

1801

1793

1797

1785

1789

1777

1781

1769

1773

1761

1765

1753

1757

1745

1749

1737

1741

1729

1733

1721

1725

1713

1717

1705

1709

1700-01

0 Años

Plata producida

Fuente: Calculada a partir del 1% y diezmo pagado.

Por una descripción que se hizo de algunos reales de minas entre 1789 y 1793 se puede conocer un aproximado de lo que producían algunas minas por jurisdicción. Las de San Sebastián que incluían cuatro reales, eran las más ricas pues rendían de 50 a 60 mil marcos de plata. Tan sólo de un ojo de metal que fue encontrado en 1788 se sacaron en tres semanas más de doscientos mil pesos, aunque se agotó inmediatamente. De Tres pequeños reales de la jurisdicción de Acaponeta (Motage, Tule y Frontal) se obtenían entre 4 y 5 mil marcos. Los de Chimaltitán, Acuitapilco y El Liso en la jurisdicción de Santa María del Oro rendían 4 mil marcos. El real de Hostotipaquillo de 6 a 8 mil marcos. Las de San Pedro Analco en Tequila, 1.300 marcos. Las de Etzatlán 20.000 marcos31. La suma y conversión de estos marcos en pesos nos daría un estimado de 767.550 pesos anuales. Tomando en cuenta que el visitador no aportó datos para otros reales como Guachinango, calculo que la producción anual de todos esos reales estaría entre los 850 y 900 mil pesos. Gracias a los libros de libranzas de azogue que se encuentran en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, podemos hacer un ejercicio para estimar lo que un real de minas producía, tomando como base mínima los 115 marcos de 31

Menéndez Valdés, 1980: 79-98.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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plata que se les exigían por cada quintal de azogue. Veamos por ejemplo, al real de Ostotipac que fue uno de los más ricos y de los que mayor cantidad de azogue recibieron. En 28 años a ese real se le vendieron 1.987,5 quintales que debieron producir como mínimo 228,562 marcos de plata que multiplicados por 8,5 pesos (valor de cada marco), nos da un estimado de 1.942,781 pesos que divididos entre los 28 años, promedia anualmente 69.000.385 pesos. El impuesto de señoreaje nos permite conocer las cantidades de marcos de plata amonedados y, por consiguiente, el circulante en moneda que llegaba a Guadalajara y se distribuía en las distintas regiones. Esta moneda junto con la plata marcada, utilizada por los mineros para pagar a los comerciantes, contribuyó a la consolidación de la economía regional de la intendencia de Guadalajara32. El gravamen de señoreaje aparece asentado por primera vez en los libros fiscales de la caja de Guadalajara en 1700 y llega hasta el año de 1766, cuando se cobró por última ocasión en las cajas reales. Tenemos que si por cada marco de plata destinado a ser amonedado se cobraba un real, la cantidad de pesos recaudada por este impuesto la multiplicamos por 8 que es el número de reales que componen un peso y el resultado es la cantidad de marcos amonedados. Multiplicada esa cantidad de marcos por 8.5 pesos (valor de cada marco) tenemos el total de pesos amonedados. Las siguientes cuatro gráficas muestran los pesos recaudados por el impuesto de señoreaje, la cantidad de marcos amonedados, el valor en pesos de la plata amonedada y el porcentaje de la plata destinada a amonedarse y la que tenía otro destino33. Calculando el porcentaje de plata que se amonedaba de la que se producía (a partir del estimado que hice) vemos como un 85% aproximadamente se destinaba a ese fin. La siguiente gráfica muestra ese porcentaje desde el año de 1700 en que aparece por primera vez el impuesto de señoreaje hasta 1766 en que fue la última vez que se cobró en la caja de Guadalajara, con el estimado realizado de producción total de plata durante esos años34. El total calculado de plata producida de 1700 a 1766 fue de 48,626,908 pesos. Lo que se destinó para amonedarse ascendió a 41,220852 pesos.

32

Ante la alta circulación de plata en barras, la corona implementó el sistema mediante el cual un funcionario llamado receptor acudía a los reales de minas para sellar la plata extraída y que ésta pudiera circular libremente aunque todavía no hubiera pagado el diezmo. Pérez Herrero, 1988, p. 113. 33 No se incluyen los años de 1724 y 1725 debido a que ese impuesto se incluyó en el monto total del impuesto del diezmo de plata. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

504 GRÁFICA 9.

IMPUESTO DE SEÑOREAJE DE PLATA COBRADO EN LA CAJA DE GUADALAJARA 1700-1766

1700-01

1713

C. RENÉ DE LEÓN MEZA

Pesos 20.000 18.000 16.000 14.000 12.000 10.000 8.000 6.000 4.000 2.000

1764

1761

1758

1752

1755

1749

1743

1746

1740

1737

1731

1734

1728

1722

1725

1719

1716

1710

1707

1704

0

Años

Fuente: AGI, Contaduría, 442-447 y 872.

GRÁFICA 10.

MARCOS DE PLATA ENVIADOS A AMONEDAR DESDE LA CAJA DE GUADALAJARA 1700-1766

160.000 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000

Marcos de plata

Calculado a partir de los pesos ingresados por el impuesto de señoreaje. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

1764

1761

1755

1758

1752

1749

1743

1746

1740

1734

1737

1731

1728

1722

1725

1719

1713

1716

1710

1707

1704

1700-01

0 Años

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GRÁFICA 11. PESOS AMONEDADOS DE PLATA PARA LA CAJA DE GUADALAJARA 1700-1760 Pesos

1.400.000 1.200.000 1.000.000 800.000 600.000 400.000 200.000

1764

1761

1755

1758

1752

1749

1743

1746

1740

1734

1737

1731

1728

1722

1725

1719

1713

1716

1710

1707

1704

1700-01

0 Años

Pesos amonedados

Calculado a partir de los marcos enviados a amonedar.

GRÁFICA 12.

PORCENTAJE DEL DESTINO DE LA PLATA PRESENTADA EN LA CAJA DE GUADALAJARA

Plata otro destino 15 %

Plata a Amonedar 85 %

Fuente: AGI, Contaduría, 442-447 y 872.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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REFLEXIÓN FINAL Resumir en un artículo el funcionamiento de una considerable cantidad de reales de minas y haciendas de beneficio que existieron a lo largo del siglo XVIII en la jurisdicción de la caja de Guadalajara, nos obliga a dejar de lado una serie de temas relevantes de esa industria, ya que su estudio o análisis requeriría un espacio mayor. Este trabajo se une (lamentablemente) a la larga lista de estudios que tratan exclusivamente la producción de plata, dejando de lado el estudio de la industria del oro. De momento, sólo puedo señalar que en los distritos aquí estudiados hubo una constante explotación de ese metal que produjo tan sólo por concepto de impuestos 274.428 pesos en el periodo de 1700 a 1766 cuando se cobraba el 1.5% y diezmo. Al año siguiente se modificó el porcentaje de impuesto quedando establecido en 3%, generando para la corona por ese concepto 24.948 pesos en el lapso de 1767-1804. Otro tema que quedó sin tratar fue el de la mano de obra. A diferencia de la primera mitad del siglo XVII en donde la minería de la Nueva Galicia sufrió una grave crisis a consecuencia de la casi desaparición de los indios, durante el siglo XVIII la influencia de esta mano de obra merece ser estudiada en sus diferentes acepciones: libre asalariada, retención por deudas y por repartimiento forzado. La alta concentración de mano de obra esclava merece un estudio individual, lo mismo que el análisis de la presencia de mujeres trabajadoras. El estudio de los circuitos comerciales implementados a partir del desarrollo de la industria minera puede ser abordado a partir del análisis de un determinado producto como la sal, vino mezcal, mariscos y pescados, ganado o algún producto agrícola. El tema de los arrieros y su importancia como distribuidores de los insumos necesarios para la minería y costos de traslado también queda pendiente. La formación de complejos minero-agroganaderos que permitieron a varios propietarios de minas amasar una gran fortuna y llegar a formar parte de la elite de Guadalajara y su región, merece un artículo aparte. BIBLIOGRAFÍA Grenow, Linda, «Dimensiones espaciales del mercado de crédito en la nueva Galicia del siglo XVIII», Revista Jalisco, núm. 3, Guadalajara, 1980: 69-75. Gutiérrez y Ulloa, Antonio, Ensayo histórico político del reino de la Nueva Galicia, con notas políticas y estadísticas de la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara, 1983. Heredia Herrera, Antonia, La renta del azogue en Nueva España (1709-1751), Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1978. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

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Reales de minas (groups of mines) of the «Caja de Guadalajara» during the 18th century: trade routes and silver production

This article shows the economic significance of the group of mines that belonged to the jurisdiction of the «Caja de Guadalajara». The novelty lies in that local historiography had erroneously labeled these mining camps as being small. Recent studies show that they were not so small after all. These groups of mines were the focal point of the economy of a vast region and triggered the development of agriculture, livestock and trade activities. This article reveals the nexus between the fluctuations in silver production and events in Europe. KEY WORDS: Silver; aviators; miners; trade; mercury.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 481-508, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.016

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

Biotecnología en las pampas: ciencia y política en la Argentina de la última reinstauración democrática por

Gustavo Vallejo CONICET

El trabajo indaga relaciones entabladas entre gestión científica y política en la Argentina durante las décadas del ‘80 y ‘90 del siglo XX, en torno a la creación de lo que debía ser el principal Instituto de biotecnología, el INTECH. A partir de ese hecho se interroga la mirada de la ciencia enunciada desde poder público para impulsar acciones como el retorno de investigadores expatriados, convocando a un Premio Nobel, o luego a una figura de amplia popularidad en los mass media. Dentro de esta problemática se sitúan coyunturas políticas y económicas de la última restauración democrática que plantearon precisas condiciones de posibilidad para el desarrollo de la ciencia en la Argentina. PALABRAS CLAVES: Ciencia y política; Argentina; CONICET; INTECH; Alfonsín; Menem; Milstein.

1.

CHASCOMÚS, ALFONSÍN Y LA CIENCIA AL SUR DE BUENOS AIRES

El retorno de la democracia en la Argentina trajo consigo, a fines de 1983, desbordantes muestras de entusiasmo por lo que se consideraba un momento fundacional en la vida política del país. La ilusión por el inicio de la nueva etapa alimentó también grandes inquietudes culturales, dentro de las cuales fue problematizado el papel que debía ocupar la ciencia en la sociedad, al punto de integrar una nueva agenda que atravesó la gestión de gobierno para involucrar también a distintos actores sociales. * Este trabajo forma parte de tareas enmarcadas en el PIP CONICET 114-200801-00258 y en PICT ANPCyT 01559-2007, ambos con sede en el IIB-INTECH/CONICET-UNSAM.

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En esa singular coyuntura histórica se sitúa la creación y puesta en funcionamiento de un ámbito científico en el corazón de la llanura pampeana, en la pequeña localidad de Chascomús. Sus particularidades exceden ese hecho en sí para involucrar al momento de efervescencia cultural que precedió su gestación, y las poco propicias condiciones de posibilidad con las que se encontraría entre la «década perdida» de los ‘801 y la primera parte de la larga década del ‘902. Y a su vez se entroncan con un clima epocal que suscitó debates en torno al rol que debía cumplir la ciencia como vía de emancipación económica, apelando para ello a la oportunidad advertida por quienes llegaron a avizorar el fin de todo determinismo, para luego derivar en consideraciones subordinadas a los mandatos de la ortodoxia económica y una división internacional del trabajo que naturalizó las diferencias entre ricos y pobres e impregnó las decisiones de un Estado que, con desdén, dejó latente la pregunta: ¿por qué sostener la ciencia en un país subdesarrollado? La localidad de Chascomús está situada 120 kilómetros al sur de Buenos Aires, y su población a fines de la década de 1980 ascendía a 25.000 habitantes. Integra una zona característica de la pampa húmeda, inscripta en la cuenca del río Salado y compuesta de campos bajos y un sistema de lagunas encadenadas. Chascomús, denominación derivada de vocablos en lenguas nativas que aluden a un «territorio de lagunas saladas», nació justamente a la vera de una gran laguna de 3.000 hectáreas de superficie, luego de crearse el Virreinato del Río de la Plata en 1776 y constituirse en la aplicación inicial de un plan consistente en la fundación de fuertes y una frontera móvil tendiente a avanzar sucesivamente sobre un territorio dominado por los «indios». Tras la ruptura de la dominación española, el modesto caserío colonial cobró impulso al desplazarse la primacía de las funciones militares hacia la explotación agropecuaria de tierras extraurbanas. En 1825, Chascomús fue escenario de los primeros descubrimientos paleontológicos del médico y naturalista Francisco Muñiz, 1 «La década perdida» es una expresión con la que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) caracterizó a Latinoamérica durante el periodo desarrollado entre 1981 y 1989. En ese lapso el PBI cayó, en promedio, un 8,3%. La Argentina registró uno de los peores índices con una caída de su PBI del 23,5%. Ansaldi, 2006: 27. 2 Con la larga década del ‘90, identificamos un proceso histórico signado en Argentina por el uso de todas las formas posibles para sostener un modelo de crecimiento hacia fuera, acompañado con la drástica retracción de lo público en favor de lo privado. Como la «década infame», denominación acuñada para caracterizar un periodo signado por la utilización sistemática del fraude electoral como vía de legitimación de gobiernos cívico-militares entre 1930 y 1943, la larga década del ‘90 duró más de 10 años. Comenzó en 1989 con la asunción de Carlos Menem a la presidencia y se prolongó hasta desplomarse en la crisis desatada a fines de 2001 y comienzos de 2002, cuando el país, sin reservas monetarias, entró en default con organismos financieros internacionales.

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continuados con hallazgos que serían valorados especialmente por Charles Darwin, en su paso por la región pampeana. En tiempos de Juan Manuel de Rosas, Chascomús poseía estancias que se situaron entre las más importantes de la Provincia de Buenos Aires. En la estancia «Santa María», el inglés Richard Newton introdujo en 1845 el uso del alambrado, cuya posterior popularización marcaría a fines del siglo XIX el fin del gaucho errante y sentaría las bases de las nuevas formas de producción y organización espacial del territorio pampeano. El «disciplinamiento» del gaucho y la eliminación del «problema indígena» con la «campaña al desierto» de 1880, que acompañaron el proceso de fijación en centros urbanos de la región, incidirían en el crecimiento de Chascomús, objeto de rectificaciones en su traza hasta devenir en una singular cuadrícula con amplios bulevares arbolados. Entrado el siglo XX, la laguna que inicialmente había tenido funciones defensivas se vinculó a la actividad pesquera y a su aprovechamiento para el esparcimiento y el turismo. Aunque también volvió a tener funciones militares cuando, en las décadas de 1940 y 1950, fue utilizada para el aterrizaje de hidroaviones de las Fuerzas Armadas. En esa apacible localidad el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) decidió llevar a cabo la creación del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH) en 1986. Enclavado así en un territorio particularmente apto para la ganadería extensiva y la pesca, el INTECH nacería bajo el propósito de generar ciencia y tecnología para su transferencia directa al sector primario, confiando en el valor agregado que proveerían a la producción las investigaciones en biotecnología y ecología ambiental. Su localización reflejaba, en buena medida, las expectativas puestas entonces en el desarrollo regional, exaltadas tanto por el fuerte elemento identitario natural que connotaba la ubicación del emprendimiento, en especial su relación con una laguna de fuerte referencialidad en la llanura pampeana, como por la búsqueda de desplazar el baricentro del saber científico hacia el sur, acompañando la tendencia a otorgar un nuevo protagonismo a territorios australes del país. Precisamente Alfonsín había lanzado el «Plan Austral», primer programa económico antiinflacionario de su gobierno, y en 1986 anunció el proyecto de traslado de la Capital de Buenos Aires a Viedma, ciudad situada 1.000 kilómetros al sur de la gran metrópolis argentina sobre las márgenes del caudaloso río Negro, donde termina la pampa húmeda y comienza la región patagónica. En esta última iniciativa confluyeron propósitos descentralizadores y la voluntad de saldar una larga historia de desencuentros entre la riqueza de Buenos Aires y la postergación de regiones despobladas de la Argentina3. 3

El proyecto de traslado de la Capital tenía como antecedente a la creación de Brasilia, deRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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En cualquier caso, la pequeña localidad de Chascomús, situada en el corazón de la pampa podía participar de esta nueva avanzada hacia el sur. Ahora, mediante un emprendimiento científico que acompañara la orientación hacia aquella región que, tras la «solución final» implementada sobre el indígena, aun poseía bajísima densidad poblacional y muy escasos ámbitos para la formación de conocimiento. Otro dato, no menor, es que Chascomús fuera el sitio donde Alfonsín nació y vivió. 2.

DEMOCRACIA E INDETERMINISMO

La gestación del nuevo espacio para la formación de conocimiento en Chascomús, quedó inmersa en una política científica que enunciaba insistentemente la necesidad de acrecentar la autonomía económica. Durante la campaña electoral, Alfonsín había puesto el tema en discurso al destacar que el atraso científico y tecnológico producido en la Argentina durante años de «apagón cultural», retroalimentaba el «círculo vicioso del subdesarrollo». Para romper la dependencia económica, era necesario dar un fuerte impulso a la ciencia y atribuirle un nuevo papel social al sistema tecnológico4. Tras ser ungido Presidente, Alfonsín explicitaba aún más estas ideas sosteniendo que: la independencia depende hoy de la tecnología más que ningún otro factor, y esta es una de las grandes ideas que el país debe discutir y revisar, porque a pesar de que hasta en el terreno doloroso de la guerra (de Malvinas) hemos sufrido los testimonios de esta verdad, no hemos terminado de aceptar la experiencia5. cidida en 1956 por el presidente Juscelino Kubitschek para que, frente a la tradicional ocupación del borde costero del Brasil, surgiera otro estímulo en la zona central. En Argentina, los desencuentros entre Buenos Aires y el interior tuvieron una larga historia. En ella cabe inscribir los cuestionamientos a la consagración de esa ciudad como Capital de la nación, vertidos en 1881 por Leandro Alem, uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical (UCR), partido que en 1983 llegaba al poder a través de Alfonsín. Durante la década de 1930, cuando las migraciones internas acentuaron el crecimiento de Buenos Aires a expensas del debilitamiento de otras regiones —proceso que ya no se interrumpiría —, Ezequiel Martínez Estrada, desde un plano culturalista, formuló ácidos cuestionamientos a la condición «macrocefálica» de la Capital argentina. Ver Martínez Estrada, 1981; 1993. Más tarde el nacionalismo geográfico vincularía esas dos realidades —Buenos Aires y el interior del país— a la problematización de la extensión territorial para convertir su ocupación —especialmente de la Patagonia— en una cuestión geopolítica central. En 1971, durante el gobierno del General Agustín Lanusse, el Ministro Arturo Mor Roig —perteneciente a la UCR— realizó un proyecto de traslado de la Capital. Roulet, 1987. 4 Alfonsín, 1984: 5-9. 5 Alfonsín, 1985: p. XI. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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Por entonces, la salida de la dictadura militar, junto a los efectos de la más terrible herencia en todos los órdenes imaginables, había traído aparejado un optimismo que instaba a advertir, toda una oportunidad para revitalizar la cultura y la ciencia. Sobre esta situación que sustentaba los anhelos de Alfonsín, se asentarían estímulos oficiales que su gobierno buscó dar al tema, aunque muchas veces por razones económicas vinculadas a un extendida etapa de recesión, ellos quedaran en un plano más declamatorio que real y tuvieran otros condicionamientos como el que marcó el inicio de la gestión de gobierno: Alfonsín no recibió a Julio Cortazar cuando, luego de largos años de verse impedido de regresar a la Argentina por razones políticas, el autor de Rayuela arribó a Buenos Aires en diciembre de 1983. La que sería su última visita a la Argentina pasó desapercibida para la mayoría de los medios y para el gobierno (aunque Cortázar recordaría con gran emoción el reconocimiento espontáneo de jóvenes en la calle que corrían a abrazarlo)6, y finalmente regresó a París, donde falleció el 12 de febrero de 19847. Su manifiesta adhesión a las revoluciones cubana y nicaragüense, agitó entonces, en el entorno de Alfonsín, temores por represalias como las que había recibido antes otro presidente democrático, Arturo Frondizi (1958-1962), 6

Cuando en Buenos Aires Cortázar fue a ver el film No habrá más penas ni olvidos —basado en una novela de Osvaldo Soriano—, ocasionalmente se cruzó con una manifestación por los derechos humanos. De ese hecho recordaría que «la forma en que fui asediado, rodeado y acompañado por la gente de Buenos Aires sobrepasa todo lo que hubiera podido imaginar. Pensé que 10 años de silencio forzado me habían borrado de la mente de los jóvenes, que tenían 10 años cuando desaparecí de la Argentina en el ‘73. Pero por un mecanismo que en gran parte se me escapa, mi imagen quedó allá, no sólo en los viejos, lo cual es explicable, sino en los pibes». Julio Cortázar cfr. Delgado, 2006b: 128. 7 Osvaldo Soriano describió el frustrado último intento de reunión con Alfonsín, a través de la mediación de su asesor Hipólito Solari Yrigoyen: «a él (Cortázar) no le importaba que lo recibieran, nunca tuvo esa cosa de figurón. Como buen antiperonista, estaba contento del triunfo alfonsinista y le hubiera gustado hablar con el Presidente porque tenía de él la idea de que era un hombre sensible. Julio no pidió entrevista, pero le parecía interesante equilibrar o contrarrestar la presencia del los Sábato y de los extremadamente moderados en el gobierno, o de gente que había estado durante la dictadura. La idea era que alguien que había estado afuera, en el centro de la famosa campaña antiargentina, pudiera ser recibido por el flamante Presidente como una señal de que esto iba a ser una cosa abierta. De ahí el fuerte significado político de este episodio, que todavía no ha sido investigado cabalmente. Recuerdo la última madrugada de Julio en Buenos Aires. Esquina de San Martín y Tucumán, paraditos, la cara triste de Solari (Hipólito Solari Yrigoyen) que, abochornado, no había conseguido no solo que recibieran a Julio, sino que ni siquiera le hubiesen mandado un mensaje, alguien que le diera la mano en nombre del Presidente. Por lo tanto, fue un rechazo total. No querían mezclar nada, no querían recibirlo. Era patético ver a Julio consolando a Solari: “no es nada, hombre, visita más o menos, lo que quisiera es que le vaya bien, que maneje bien el gobierno”. Solari había compartido el exilio en París y entendía bien el significado de este episodio». Osvaldo Soriano, cfr. Delgado, 2006b: 130. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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quien poco después de entrevistarse con Ernesto «Che» Guevara en carácter de funcionario del gobierno cubano, fue depuesto por un golpe militar. Aquel fantasma sobrevolaría las particulares formas de relación del nuevo gobierno con las Fuerzas Armadas, sobre todo a partir de la trascendencia que alcanzaría el anuncio del enjuiciamiento a las Juntas militares que habían conducido el país entre 1976 y 1983. Pero aun allí, el inicio de ese proceso con la creación de la Comisión Nacional por Desaparición de Personas (CONADEP) que proveería de información clave a la Justicia, estuvo signada por su vinculación buscada con la cultura, emblematizada a través de la designación de Ernesto Sabato como Presidente de dicha Comisión8. Por su parte, sobre la estructura científica se produjeron importantes cambios. En reemplazo de la Subsecretaría de Ciencia y Técnica, dependiente de la Secretaría de Planeamiento de la Presidencia, se creó la Secretaría de Ciencia y Técnica (SECYT), dentro de la órbita del Ministerio de Educación y Justicia. El nombramiento de Manuel Sadosky al frente de la SECYT, introdujo desde el inicio del gobierno de Alfonsín una perspectiva científica y política a la vez. Sadosky era la figura más relevante dentro del campo de las matemáticas aplicadas, considerado el padre de la computación en Argentina9, y como 8

Ernesto Sabato nació en 1911. Durante la década de 1930 ocupó destacados lugares en el Partido comunista argentino. Por entonces realizaba estudios en Física, disciplina en la que se doctoró. En 1938 gracias a una Beca gestionada por Bernardo Houssay se desempeñó en el Laboratorio Curie, en París, y luego en el Massachusetts Institute of Technology. En 1940 regresó al país y poco después reorientaría su carrera profesional hacia la literatura —su relación previa con Henríquez Ureña en La Plata resultó clave—, a la vez que abandonaba su anterior filiación política. Sabato alcanzaría notable trascendencia en las letras (recibió el Premio Cervantes de 1984) y también como militante de la idea democrática —cultivando una particular moderación—, aun cuando muchos recordaran que, tras el golpe de 1976, se reunió junto a Jorge Luis Borges con el dictador Jorge Rafael Videla. Luego, en carácter de Presidente de la CONADEP, prologó el informe Nunca Mas, que sirvió de elemento de prueba en los juicios contra las Juntas militares. 9 Manuel Sadosky (1914-2005) obtuvo en 1947 una beca del gobierno francés (De Gaulle había ofrecido mil en todo el mundo) que le permitió viajar a Francia y conocer qué era una computadora. Obtuvo luego otra beca con la que ingresó, en 1948, al Istituto Nazionale per le Applicazioni del Calcolo de Roma, donde se familiarizó con el uso de máquinas de calcular. Luego escribió el primer libro de análisis matemático en español. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires entre 1958 y 1966 y en ese carácter creó los primeros espacios académicos de matemática aplicada: el Centro de investigación, la Carrera universitaria y la Asociación profesional de lo que poco después se llamaría informática. También introdujo en el país la primera computadora universitaria de América Latina, adquirida con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Con aquella computadora, bautizada Clementina, se hicieron innumerables investigaciones matemáticas, pero también sociales y económicas. En 1966 Sadosky debió dejar el país por razones políticas y Clementina fue desarmada. Véase Babini, 2005: 202-210. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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se esperaba, la impronta de su gestión quedaría signada por una inquietud dirigida a dar un amplio impulso a la informática, aunque ello también iría en paralelo con la promoción de la biotecnología, creando un innovador Programa dentro de ese área del conocimiento. Pero Sadosky también asumió un fuerte compromiso con la búsqueda de reparar situaciones de discriminación ideológica en el ámbito académico, de ahí que una de las primeras resoluciones de la SECYT consistiera en reincorporar investigadores y técnicos separados de sus tareas durante la dictadura sin debido proceso legal. En una oportunidad, Sadosky recordaba que el Profesor brasileño Carlos Chagas, Presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, me comentó que con la cantidad de matemáticos, físicos, químicos, sociólogos, biólogos y economistas argentinos que él había conocido en el hemisferio norte, se podían integrar los cuadros académicos no de una sino de varias universidades completas de categoría internacional. Todos sabemos que eso es rigurosamente cierto10.

Convencido de la necesidad de favorecer el regreso de investigadores, Sadosky desplegaría intensas gestiones en ese sentido a lo largo de toda su gestión, la cual se extendió interrumpidamente hasta la finalización del gobierno de Afonsín en 1989. Fuera de la esfera oficial, el impulso a la ciencia tuvo una complementaria y muy importante vía de divulgación a través de Rodolfo Terragno y su éxito editorial alcanzado con La Argentina del Siglo XXI, un verdadero best seller del que se hicieron varias reediciones en pocos meses. Se trataba de una llamada de atención respecto a la necesidad de dar un salto al futuro, a tono con la perspectiva optimista de Alvin Toffler11. Influenciado por aquel futurismo desarrollista, Terragno (un abogado que ejercía el periodismo y retornaba de su exilio en el Reino Unido), describía cambios provenientes de una nueva era signada por el papel central de las llamadas «tecnologías de punta» y remarcaba las potencialidades que poseía la Argentina para incorporarse rápidamente a esa nueva era12. Desde esta perspectiva el advenimiento de la sociedad post-industrial, o bien de la «tercera ola», abría oportunidades a países como la Argentina que quedaron rezagados en la sociedad industrial y ahora podían asumir un nuevo rol en el concierto de las naciones apostando al conocimiento. Terragno desa10

Sadosky, 1984: 12. Toffler, 1972: 1982. 12 La perspectiva futurista y desarrollista de Terragno, priorizando el papel de la ciencia y la tecnología por sobre otros factores intervinientes en la construcción de poder, fue cuestionada por Gilbert, 1986. 11

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fiaba las limitaciones autoimpuestas apelando a recientes avances de la ciencia para obtener datos que alimentaban su optimismo. Y al hacerlo se involucraba fuertemente en la cultura científica para revertir los usos de la biología moderna que habían hecho precursores de la sociología argentina en torno al 1900, como Carlos O. Bunge, para quien el darwinismo sustentaba su visión determinista sobre la inferioridad que aquejaba a los pueblos hispanoamericanos, y por contraste legitimaba la supuesta superioridad del pueblo inglés que le permitía llevar a cabo conquistas e imponerse en la struggle for life13. Terragno, en cambio, formulaba a comienzos de la década de 1980 un nuevo programa a partir de la gran transformación que él advertía en la «crisis del determinismo biológico», provocada por «los últimos descubrimientos de la biología». Esto significaría, sin más, el fin de la idea de que la inequidad en la sociedad y en las relaciones internacionales era el reflejo de desigualdades naturales, algo que suponía habría de derivar en un cambio fundamental para la organización social del futuro: los individuos, es cierto, son diferentes en aptitudes. Lo que importa es saber si cada uno podría ser distinto de cómo es (...). Según la idea clásica (...) la providencia diseñaba sus arquetipos, y en cada parto entregaba las piezas necesarias para armar un modelo. Eso era la herencia. Ahora hay motivos para creer que, en realidad, la herencia es como un juego de Lego: un conjunto de piezas que, según como se dispongan, sirven para armar diversos modelos14.

Así, aludía a una «teoría combinatoria de la herencia» que instaba a apartarse del determinismo biológico, pero también de cierto idealismo que procuró negar la diversidad genética»15. «A la luz del conocimiento actual, la concepción dinástica de la herencia es insostenible. Hoy sabemos que los arquetipos no son heredables. Sólo heredamos genes: ladrillos de Lego»16. Como se creía, con los hallazgos recientes de la biología se echaría por tierra al determinismo biológico y se sentarían las bases de nuevos sistemas de organización social a partir del rechazo al darwinismo social y sus usos para justificar el statu quo. En consecuencia, sólo cabía ser profundamente optimista ante un futuro que estaría signado por el indeterminismo como reacción a 13 Oscar Terán ha utilizado el concepto de cultura científica para aludir a una difusa amalgama de intervenciones teóricas que reconocen el prestigio de la ciencia proveyendo legitimidad a sus argumentaciones. Ese concepto es invocado en Vallejo, 2007. Sobre Bunge, como exponente central de la cultura científica argentina del 1900, puede verse Terán, 2000: 135206; Miranda y Vallejo, 2006: pp. 57-77. 14 Terragno, 1985a: 25. La cursiva es de Terragno. 15 Ibidem: 27. 16 Ibidem: 28.

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aquel fatalismo social y geográfico que instaba a creer que ciertos pueblos fueron beneficiados por la naturaleza para poder realizar empresas importantes. De estas apreciaciones podía deducirse que también la Argentina podía hacerse un lugar entre los principales países productores de ciencia. La biología ahora avalaba ese optimismo. El propio Alfonsín, atraído por la sorprendente recepción de ese mensaje en la sociedad, convocaría a Terragno a participar de su gobierno asignándole la conducción de un ministerio. Sus ideas servían a la vez de puesta a punto del «desarrollismo» de los años ‘60, en una clave que ahora lo hacían partícipe de constantes diálogos con un difundido discurso emancipatorio, donde la ciencia se imbricaba con los intentos de resolver los problemas ocasionados por el endeudamiento externo y los condicionamientos que ello generaba en el bienestar de la sociedad. Los vínculos que el «desarrollismo» había tejido entre ciencia y transferencia tecnológica, se remontan a tiempos inmediatamente posteriores a la caída del peronismo. En un breve lapso nació el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)17, por impulso de Bernardo Houssay, Premio Nobel en 194718. El CONICET comenzó a funcionar en febrero de 1958, en relación directa con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la UNESCO, la OEA y el Consejo Internacional de Uniones Científicas. Su estructura reconocía los antecedentes de Consejos científicos como el CSIC de España (creado en 1939 a partir de la Junta para la Ampliación de Estudios y la Institución Libre de Enseñanza), el CNRS de Francia (1939), el INIC de México (1950) y el CNPq de Brasil (1951). Del momento fundacional del CONICET data también el relanzamiento de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)19 17 El antecedente directo del CONICET, lo constituyó la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas creada en 1950 por el gobierno de Juan Domingo Perón. Luego fue Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas que, tras el golpe de 1955 pasó al Ministerio de Educación y Justicia aportando su estructura, personal administrativo y bienes materiales al naciente CONICET. Hurtado y Feld, 2008: 2. 18 Bernardo Houssay (1887-1971) fue el fundador y primer Presidente del CONICET. Había creado la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias en 1933 —dedicada a proporcionar becas para que investigadores argentinos perfeccionaran su capacitación en el exterior dentro de las ciencias básicas—. Houssay fue galardonado en 1947 con el Premio Nobel en Fisiología y Medicina por su descubrimiento del papel de la hormona liberada por la hipófisis en el metabolismo de los azúcares. 19 La CNEA fue creada durante el gobierno de Juan Domingo Perón como organismo autárquico dependiente de la Presidencia de la Nación. De ella surgieron en mayo de 1951 tres instituciones: la Planta Nacional de Energía Atómica en Bariloche, el Laboratorio Nacional de Energía Atómica y la Dirección Nacional de Energía Atómica. Esta estructura quedó subordinada al proyecto que Ronald Richter, científico alemán contratado especialmente por el gobier-

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y el nacimiento del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y del Instituto Nacional de Tecnología Industrial. La nueva estructura científica gestada luego de 1955, supuso el ascenso de figuras relegadas por el peronismo durante una década, emergiendo dos orientaciones bien marcadas: una proveniente del área biomédica, liderada por Houssay y Braun Menéndez, que era academicista y cultora de la ciencia como hecho autónomo, y otra surgida de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), integrada, entre otros, por Rolando García e Ignacio Pirosky, y para la cual era perentorio vincular el desarrollo científico a un programa más amplio de necesidades sociales20. El primer grupo mantendría inalterable su hegemonía tras los sucesivos golpes de Estado que se sucedieron en la Argentina, consolidando el liderazgo de Houssay, el cual se prolongó hasta su fallecimiento en 1971 sin que lo conmoviera, como sí a muchos otros científicos, los golpes militares de 1962 y de 1966. Y del segundo grupo, del que derivó buena parte del conjunto de científicos emigrados del país en las décadas de 1960 y 1970, provendrían figuras como Sadosky quien, tras largos años de exilio, retornaba en 1983 para gestionar la ciencia en la naciente democracia.

3.

EL PROYECTO INTECH

El gobierno de Alfonsín buscó ampliar los alcances que tenían en la Argentina la investigación y su transferencia al sector productivo. A las instituciones científicas existentes se sumarían ahora dos importantes iniciativas dirigidas a abordar las ciencias matemáticas y las biológicas: ellas eran la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (ESLAI) y el INTECH. En 1986 fue planificada la creación de ambas instituciones desde la SECYT, bajo un plan que pasó a coordinar Rebeca Cherep de Guber, discípula y luego compañera de las actividades académicas empredidas por Sadosky. La ESLAI fue inaugurada en el mismo año de 1986, gracias a un convenio de la SECYT con la Provincia de Buenos Aires por el cual ésta prestó por 6 años —prorrogables— las instalaciones. Ellas se situaban en el caso de la estancia «Santa Rosa» —hoy Parque no argentino, desarrolló en la Isla Huemul (Bariloche) a fin de que la Argentina fuera el primer país del mundo en producir energía atómica por fusión nuclear. Tras el fracaso del proyecto, los científicos y la capacidad instalada, permitieron luego alcanzar importantes logros: en 1957 la CNEA instaló el primer reactor nuclear, con la particularidad de haber sido totalmente construido en el país. Su puesta en funcionamiento, en 1958, representó el primer acontecimiento de su tipo en América Latina. Lattuada y Girbal Blacha, 2006: 35. 20 Hurtado y Feld, 2008: 3. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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Pereyra Iraola—, a 40 km. de La Plata y pertenece al Estado desde que aquella estancia fuera expropiada en 1947 por el gobierno del General Perón para crear el Parque «Derechos de la Ancianidad». La ESLAI fue una experiencia única en el contexto sudamericano, por tratarse de un ámbito para la alta capacitación en un área estratégica que, acompañada de inversiones en el sector, como se esperaba, podía en poco tiempo convertir a la Argentina en exportadora de productos informáticos. El modelo tomado era el del Instituto Balseiro, en Bariloche, creado tras las controvertidas inversiones en física nuclear llevadas a cabo por el peronismo cuando, al quedar desmontado el «experimento Richter», la infraestructura fue reconvertida en un centro de excelencia que alcanzó un rápido reconocimiento internacional. En el caso de la ESLAI el propósito era también estrechar lazos con países latinoamericanos y europeos, de donde provenía un prestigioso staff de profesores21. Con el primer logro que significó la puesta en marcha de la ESLAI, la SECYT encaró su más ambicioso programa para el desarrollo de la ciencia en el corazón de la pampa: la creación del INTECH. Allí se esperaba albergar la representación nacional de la FAO, organismo que desde 1945 conduce las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre en distintos países. La Argentina participaba en la FAO desde 1951 y había acentuado sus vínculos tras la creación del CONICET. El naciente INTECH ofrecía la oportunidad de establecer una sede para ese organismo en el país, articulando su capacidad edilicia con un programa de formación de becarios argentinos y extranjeros en las disciplinas científicas vinculadas al mejoramiento de las actividades agrícolas, forestales y pesqueras, con el fin de formar y aplicar conocimientos para combatir la desnutrición. Estas inquietudes, que orientaban la valoración del conocimiento desde la preponderancia asignada a la «ciencia aplicada», también se vieron atravesadas por el debate abierto en torno a la importancia de investigaciones en «ciencia pura». Los beneficios de este área del conocimiento formaban parte de la exaltación de «los milagros de la biotecnología», a los que se llegaba de un modo en que habitualmente no era abordado el problema de la ciencia en la región: ¿Cuál es el tipo de ciencia que necesita América Latina? Esta equívoca pregunta sigue llamando a debates ociosos y demorando decisiones urgentes. La respuesta más oída es, quizás, la de quienes repiten que América Latina no puede «malgastar» 21

La ESLAI fue colocada bajo la órbita de la Universidad de Luján, que aunque carente de antecedentes en ese área de conocimiento, fue preferida a la cercana UNLP. Esta última era una institución que poseía tradición en el tema aunque a la vez brindaba una capacitación informática considerada de un nivel inferior al promovido. Arias, 2009. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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sus escasos recursos en «abstracciones», un «lujo» reservado a economías más prósperas. En el campo científico, los países del área deberían —según quienes responden de ese modo— organizar sus inversiones con criterio utilitario: desarrollar, únicamente, actividades capaces de producir beneficios tangibles e inmediatos. Estimular, no la ciencia «pura», sino la ciencia «aplicada»; o, lo que es casi un sinónimo, la tecnología. (...) Detrás de las críticas a la ciencia «pura» (y al «cientificismo») suele haber, más que un criterio de emergencia, una concepción distorsionada y peligrosa. La ignorancia hace imaginar esa ciencia «pura» como un ejercicio por lo común estéril, cuyos frutos —cuando los da— pueden ser cosechados tanto por los cultivadores como por los ajenos. Semejante superstición obliga a que el científico interesado en descifrar, por ejemplo, cómo las enzimas leen las bases de los nucleótidos, emigre a Cambridge, Massachussets o Standford. Es lo que han estado haciendo los mejores biólogos moleculares de América Latina. Los movimientos migratorios no son perversos en sí: los desplazamientos de un científico son, con frecuencia, imprescindibles para extender el horizonte. La perversidad está en que ese biólogo molecular que emigra sentirá, en algún momento, que sus amarras con América Latina se han cortado. Ocurrirá cuando, entre otras cosas, descubra que a su sociedad —a diferencia de lo que ocurre con las sociedades europeas y norteamericanas— no le importa la biología molecular (como no le importa, en general, la ciencia «pura») porque cree que no le concierne. Cuando se decreta que un país periférico debe renunciar a la ciencia «pura», se lo condena a ser un mero consumidor. Se lo hace desistir de la cibernética, y limitarse a comprar computadoras. Se lo hace ignorar la biología molecular, y limitarse a comprar productos de ingeniería genética. Se lo reduce a la condición de mercado. El desarrollo científico desigual coloca a los países rezagados en una situación de extrema dependencia respecto de los centros mundiales de investigación. La relación es equiparable a la del niño con el adulto, en la cual ambos pueden gozar de los mismos bienes, pero sólo el adulto los comprende y los controla. No se trata sólo de la dependencia económica, sino de una subordinación integral22.

Para ejemplificar más aún el problema del desinterés por la «ciencia pura» y sus consecuencias económicas, Terragno recurría a un caso concreto: César Milstein «es un argentino que debió emigrar de su país, donde su trabajo parecía no interesar. En 1984 obtuvo el Premio Nobel. Argentina será importadora de productos fabricados a partir de anticuerpos monoclonales (el descubrimiento por el que Milstein obtuvo el Premio Nobel), o acaso pague regalías para aplicar la técnica»23. La distinción a Milstein, efectivamente, tuvo una fuerte reverberancia más allá de lo estrictamente vinculado al campo científico, por encarnar en su figura a toda una generación intelectual instada a dejar el país tras los golpes militares que sobrevinieron desde 1962. Milstein había inaugurado en 1961 el De22

Terragno, 1985b: 112-115. La cursiva es de Terragno. La importancia de la «ciencia pura» y el «caso Milstein», son retomados en Terragno, 1985a: 42-45. 23

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partamento de Biología Molecular del Instituto Malbrán de Buenos Aires24, cuando se incorporó al CONICET como investigador científico25. Al año siguiente, tras el golpe de Estado, Milstein abandonó la Argentina al ser desmantelado aquel Instituto y exigírsele un certificado de buena conducta que nunca pudo obtener: lo expedía la Policía Federal y Milstein, de origen judío, había sido anarquista26. El ataque al Instituto Malbrán fue un episodio muy significativo por tratarse del cierre de un vasto programa de producción de sueros y vacunas que el país requería y laboratorios internacionales estaban dispuestos a proveer. El director y responsable de esas líneas de investigación —a las que el joven Milstein se sumó—, era Ignacio Pirosky, quien por sus inquietudes sociales resultaba controversial para la corriente biomédica que postulaba una ciencia autónoma y mucho más aún para militares empeñados en coartar todo posible riesgo de «brote izquierdista». Cuando Milstein dejó el país, Pirosky, fue sumariado y luego destituido. El caso de Milstein se multiplicó tras el golpe de estado de 1966 que generó la «noche de los bastones largos», episodio en el que las fuerzas de seguridad irrumpieron en la Universidad de Buenos Aires obedeciendo un decreto-ley del General Juan Carlos Onganía, que instaba a «eliminar las causas de la acción subversiva» en la Universidad. Entre simulacros de fusilamiento fueron sacados a bastonazos, autoridades y profesores en ejercicio de sus funciones para ser encarcelados por unos días y finalmente reemplazados. El saldo fue la salida del país de más de trescientos investigadores, de los cuales la mitad se instaló en universidades latinoamericanas y la otra mitad se repartió entre universidades de los Estados Unidos, Canadá e instituciones científicas europeas. Milstein luego caracterizaría a los episodios sufridos en 1962 en el Instituto Malbrán como una especie de inicio de una «noche de los bastones largos anticipada y gradual»27. En adelante, la ciencia argentina lograría sostener espacios para la investigación, cuando ellos se mostraban absolutamente ascéticos a problemas políti24 El Instituto Malbrán —llamado así por su impulsor, Carlos G. Malbrán—, nació en 1916 con el fin de elaborar productos biológicos para el diagnóstico, tratamiento y profilaxis de enfermedades infectocontagiosas, convirtiéndose, en poco tiempo, en un organismo pionero en la investigación para el control de enfermedades en América Latina. 25 César Milstein nació en Bahía Blanca en 1927. Antes de montar el Departamento de Biología Molecular del Instituto Malbrán, se había desempeñado en Cambridge en el Laboratorio de bioquímica entre 1958 y 1961, donde obtuvo un posdoctoral fellow y un Ph D. Por impulso de Frederik Sanger (científico inglés dos veces laureado con el Premio Nobel —1958 y 1980—) en 1962 retornó a Cambridge donde continuó su carrera. 26 Mario Bunge cfr. Kohn Loncarica y Sánchez, 2002: 15. 27 Kohn Loncarica y Sánchez, 2002: 12.

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cos y/o ideológicos. En ese marco la Fundación Campomar28, integrada por discípulos de Houssay gozaría de una amplia libertad, que a la postre redundaría en extraordinarios reconocimientos internacionales, como el que alcanzó en 1970, su Director, Federico Leloir, al obtener el Premio Nobel de Química29. Pero paralelamente a estos logros de la ciencia argentina, fue incrementándose la emigración de investigadores, evidenciando dos cosas: situaciones inicialmente favorables para la formación de recursos humanos que eran internacionalmente muy valorados y condiciones poco propicias para que esos recursos formados se desempeñaran en el país. La «fuga de cerebros» se incrementó notablemente a partir de 1976, cuando la última dictadura militar llevó al paroxismo la intolerancia y la salida del país llegó a ser para muchos —ya no sólo intelectuales— más que la oportunidad para obtener mejores condiciones laborales una verdadera cuestión de supervivencia. En la nueva etapa política iniciada en 1983, cabía volver la mirada sobre aquellas situaciones que llegaron a ubicar a la Argentina en un lamentable puesto de vanguardia en el mundo por su relación entre habitantes y científicos emigrados. Era entonces menester revertir esa tendencia garantizando las condiciones para que los científicos argentinos pudieran desarrollar sus tareas dentro del país. El caso de Milstein resultaba ejemplar por representar en su brillante carrera profesional desarrollada en Cambridge, la diáspora ocasionada por motivos que podían ser de índole política, económica, de falta de estabilidad, o bien por la confluencia de todos aquellos factores. Manuel Sadosky, uno de los tantos investigadores que emigraron tras la «noche de los bastones largos» de 1966, invitó desde la SECYT a Milstein a que retornara definitivamente y nunca perdió las esperanzas de convencerlo para que organizara y capacitara en Argentina grupos científicos de alto nivel internacional30. Antes aun de que obtuviera su máximo galardón internacional y en respuesta a aque28

Luego de que Houssay recibiera el Premio Nobel, el empresario textil Jaime Campomar realizó una importante donación para apoyar investigaciones en ciencias básicas. De allí nació el Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar. Al fallecer Campomar en 1956, sus colaboraciones fueron reemplazadas por subsidios de la Fundación Rockefeller, Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y por aportes locales del CONICET. 29 Federico Leloir nació el 6 de setiembre de 1906 en París, donde sus padres pasaban las vacaciones. Su investigación más relevante, y por la cual obtuvo la distinción que le otorgó fama internacional, se centra en los nucleótidos de azúcar, y el rol que cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono. Tras su hallazgo se lograron entender de forma acabada los pormenores de la enfermedad congénita llamada galactosemia, que resultaba fatal en recién nacidos. A instancias de Houssay quedó a cargo de la Fundación Campomar, donde se desempeño hasta producirse su muerte el 17 de diciembre de 1987. 30 Kohn Loncarica y Sánchez, 2002: 14. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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lla invitación, Milstein se comprometió desinteresadamente con la realización de actividades académicas que supusieron un importante estímulo para la producción científica en áreas aún incipientes en la Argentina. En 1984 Milstein brindó conferencias en la UBA y se involucró en el desarrollo del Programa Nacional de Biotecnología recientemente creado, como culminación de contactos que venía manteniendo con Sadosky desde fines de diciembre de 198331. Tras obtener el Premio Nobel, Milstein volvió a participar de actividades académicas en la Argentina, permitiendo afianzar el hilo conductor de investigaciones que alcanzaron los mayores reconocimientos internacionales. El Programa Nacional de Biotecnología era el espacio para afianzar un área del conocimiento con las contribuciones que seguían formulando Leloir y Milstein. A su vez, Alfonsín se encargaba de enfatizar especialmente el rol de la ciencia en la atención inmediata a las urgencias alimentarias de la sociedad, como en la búsqueda de nuevos mercados internacionales. De esa manera, en el INTECH confluirían entonces las dos tendencias de la ciencia, la pura y la aplicada, haciendo que Chascomús, en cierto modo, se constituyera una versión aplicable a la realidad pampeana de las «tecno-ciudades», con sus funciones de «ligar producción y ciencia, dar dinamismo a la economía, descentralizar, revertir la emigración en migración interior y crear núcleos de población asociados al futuro»32. Sería el núcleo de un Parque Industrial Biotecnológico, que habría de desarrollarse en torno suyo para sentar las bases de una acción a ser seguida en distintas regiones, por representar «para el país un modelo novedoso para el desarrollo de una tecnología de punta»33. Pero la creación y efectiva integración del INTECH al sistema científico no resultó sencilla. Desde los largos años que Houssay condujo al CONICET, éste se había constituido en un mundo autosuficiente, alejado de la Universidad y sus conflictos, con investigadores y centros de investigación propios. La contracara de los beneficios que ese funcionamiento autónomo generaba, fue su tendencia a una ghettificación que favoreció el control ideológico, acrecentado desde 1976, y se combinó con estafas en institutos administrados por asociaciones y fundaciones creadas para la intermediación en el manejo de fondos, disimulados como «subsidios de investigación»34. El retorno de la democracia, entonces, encontraba al CONICET convertido en un organismo que 31 32 33 34

«Visita al país del Dr. César Milstein», 1984: 33. Terragno, 1985b. «Argentina abre un nuevo Centro de excelencia», 1987: 30. Hurtado y Feld, 2008: 5. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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había internalizado formas de funcionamiento poco proclives a admitir los cambios experimentados a partir de la democratización de la sociedad. Las resistencias halladas en el CONICET a aceptar los nuevos lineamientos de la política científica, hicieron que el nuevo INTECH fuera concebido por fuera de esa estructura, como un organismo autárquico y dependiente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Para su concreción, el Estado se valió de un predio de 1.100 hectáreas que pertenecían a las Fuerzas Armadas —todo un gesto del inicio de la restauración democrática—, situadas frente a la gran laguna y a unos 5 kilómetros de la propia ciudad. Esas tierras habían sido utilizadas como Estación Aeronaval desde 1944, aunque llevaban ya muchos años de desuso. Por su parte, los recursos económicos para levantar el edificio que tendría cerca de 5.000 metros cuadrados y un equipamiento inusual para la Argentina de entonces, provinieron del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a través de un acuerdo suscripto entre Argentina y las Naciones Unidas35.

4.

DESTIEMPOS: EL NACIMIENTO DEL INTECH

La nueva democracia alimentó una valoración especial de la ciencia que pronto se difuminó para despertar amplias expectativas en la sociedad. Tanto optimismo no podía sino empalmar perfectamente con un indeterminismo que se volvía contra las limitaciones que tradicionalmente recayeron sobre las capacidades de ciertas naciones. Esta perspectiva también tendría inesperadas reapropiaciones dentro del campo político y social hasta llegar a volverse, a partir de un episodio singular, como un boomerang, contra el propio gobierno de Alfonsín. Si la ciencia estaba instalada en la agenda política, y la sociedad recibía un mensaje que asignaba a ella la capacidad de brindar al país una mayor independencia en la toma de decisiones, esa instancia de comunicación abierta se magnificó al atravesar cuestiones de salud pública. En ese área habían soplado nuevos vientos con una propuesta sorprendentemente avanzada para una sociedad que salía de un régimen represivo. Se trataba del Seguro de Salud para garantizar la igualitaria disponibilidad a las 35

El primer convenio se firmó entre el Subsecretario de Cooperación Internacional de la Argentina, Oscar Yujnovsky y Eduardo Gutiérrez por el PNUD. Era de 18 meses a partir del 21 de octubre de 1986 e involucraba un monto total de U$S 3.000.000. En febrero de 1988 el convenio fue revisado, firmándose una prórroga hasta 1993 entre Yujnovsky e Ignacio Pérez Salgado por el PNUD, ampliándose el presupuesto a U$S 5.000.000, más el equipamiento. Ruiz, 1991. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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prestaciones para toda la población, que proyectó el ministro Aldo Neri. La propuesta fue rechazada por sectores de la corporación médica que aducían pérdida de facultades y por la Confederación General del Trabajo (CGT), para la que constituía una inaceptable intromisión del Estado en una esfera gestionada por el brazo sindical del peronismo. Finalmente tanto el Seguro de Salud como su impulsor perdieron sustento y en abril de 1986 Alfonsín designó en lugar de Neri a Conrado Storani. A poco de producirse el recambio ministerial tuvo lugar un singular episodio. El 7 de julio de ese año, el doctor Luis Costa, anunció el descubrimiento de una droga con propiedades curativas sobre el cáncer. Era la Crotoxina, un complejo enzimático derivado del veneno de la víbora de cascabel36. La noticia inmediatamente pobló los titulares de los mass media, junto a las motivaciones que habían llevado a presentar públicamente el tema. Costa en realidad trabajaba en un equipo dentro del Instituto de Neurobiología perteneciente al CONICET, y la exaltación de los beneficios de la droga, que aseguraba comprobados, iba en paralelo con la protesta por la negativa de la dirección de dicho Instituto a seguir suministrándola. La cuestión pronto fue planteada hipersimplificadamente por los mass media, reduciéndose a atribuirle al gobierno argentino el desinterés por un descubrimiento de trascendencia mundial y la insensibilidad hacia pacientes oncológicos impedidos de continuar su tratamiento. En verdad, todo se originó en la disputa por la patente que mantuvieron el Director del Instituto, Juan Tramezzani y Juan Carlos Vidal quien dirigía al equipo de investigación37. Los conflictos surgidos en el seno del Instituto derivaron en una tensa situación que terminó colocando a la sociedad como árbitro de un experimento científico. Dar la droga a los enfermos o no hacerlo, se convirtió en una disyuntiva que atravesó al país. Tras ella se tramaron manipulaciones políticas y una visión conspirativa de una parte importante de la sociedad que, movilizada por los mass media, vio en el campo científico que cuestionaba la legitimidad del anuncio y en el propio Alfonsín, a un poder claudicante frente a supuestas presiones económicas internacionales. Las movilizaciones de pacientes oncológicos fueron creciendo, acompañadas por diversos sectores políticos y sociales. De hecho, una de las 13 huelgas generales realizadas por la CGT al gobierno de Alfonsín, tuvo precisamente aquella motivación. Pero esa respuesta social era abiertamente antagónica a la del campo científico que, claro está, desconfiará siempre de quien busque aprobación en la prensa antes que en una revista científica y utilice formas de auto-divulgación para dar publicidad a una investigación38. 36 37 38

Del Ípola, Emilio, 2002. Idem. Bourdieu, 2000: 19. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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Además, los informes científicos encargados por el CONICET desmentían los efectos benéficos atribuidos a la droga y, más aún, revelaban graves falseamientos en los documentos probatorios. Luego de dos meses de absoluto protagonismo, el tema Crotoxina fue diluyéndose, aunque su efecto perduró como factor justificatorio del descreimiento hacia Alfonsín, pero también hacia las instituciones y el campo científico. Juan Carlos Vidal, el mentor de la Crotoxina renunció al CONICET, abandonó la Argentina antes de ser sumariado por cometer graves irregularidades y por obra de los mass media, fue presentado como un nuevo caso de intolerancia equiparable a los que anteriormente alimentaron la «fuga de cerebros». Finalizando la gestión de Alfonsín, aquel optimismo por los usos de la ciencia iba dejando paso a un fuerte desencanto popular. El «affaire Crotoxina» retroalimentó así un clima de decepción generalizado que pasó a ser, en distintos órdenes, el rasgo saliente del último tramo del gobierno de Alfonsín. En ese marco poco propicio, se produciría la inauguración del INTECH. Un rápido repaso de esa etapa nos ubica ante un gobierno con muchos frentes irresueltos y ya en plena campaña por las elecciones presidenciales que se llevarían a cabo el 14 de mayo de 1989. A esa altura, la gestión de Alfonsín se desvanecía tras las frustradas iniciativas lanzadas en la primera etapa y los insatisfactorios resultados alcanzados en la segunda, cuando la voluntad propositiva cedió a la política de acuerdos cortoplacistas con cada grupo de presión. Esa lógica se acentuó tras la derrota del oficialismo en las elecciones parlamentarias de 1987, cuando su lectura como una irremediable pérdida de poder derivó en la preponderancia asignada a un crudo pragmatismo político, que no haría más que agudizar su desgaste. Las leyes de «Punto final» y «Obediencia debida» (colocando un plazo para la apertura de causas y delimitando la imputabilidad en las jerarquías más altas) aseguraron la libertad de numerosos militares que venían siendo juzgados, pero ello no impidió que Alfonsín siguiera jaqueado por las Fuerzas Armadas. De hecho en 1988 ellas protagonizaron un segundo episodio de rebeldía a los mandos (el primero había sido en la Semana Santa de 1987) y como una inesperada reacción a aquello, se produjo el copamiento de un Regimiento militar protagonizado por grupos de ultraizquierda. Por su parte, el fracaso del primer plan económico de corte keynesiano había asestado un duro golpe. El ministro Bernardo Grispun había pretendido condicionar el pago de la deuda externa, investigando el origen de esa deuda a fin de determinar cuánto de ella era «ílegítima» —y por esa razón desechada de las obligaciones de pago— y colocando las demandas sociales por encima del cumplimiento con acreedores internacionales. Pero tras poco más de un año en el que aquellas medidas no lograron la reactivación esperada ni pudieRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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ron sacar a la economía de los umbrales de la hiperinflación —la inflación mensual superaba el 30%—, aunque sí irritaron al FMI, se impuso un cambio de rumbo donde la consigna del nuevo ministro, Juan Vital Sourrouille, fue controlar la inflación a cualquier costo y buscar nuevos acuerdos con organismos financieros internacionales bajo el compromiso de pagar toda la deuda39. Luego de un efímero éxito, la inflación igualmente volvió a crecer provocando el fin del «Plan austral» y el inicio del «Plan primavera», un nuevo programa económico antiinflacionario sostenido por el apoyo de sectores de mayor concentración económica. Sin embargo ese nuevo respaldo no sería duradero. De hecho, aquellos sectores anticiparían su decisión en las futuras elecciones a través de un episodio producido en la Sociedad Rural: invitado a inaugurar la Exposición Rural de 1988, el presidente fue abucheado mientras permaneció en el acto por implantar un régimen impositivo de retenciones a las exportaciones del agro. Asimismo, tras la derrota en las elecciones legislativas de 1987, el gobierno abandonó el proyecto de traslado de la Capital, a pesar de haber obtenido la correspondiente aprobación parlamentaria de todas las esferas involucradas. Y, en el marco de la política de acuerdos, también desistió de avanzar contra monopolios y latifundios, archivando proyectos para regular la radiodifusión y para instaurar un impuesto a la tierra libre de mejoras. Dentro de un cuadro general de contracción de la economía —la caída de los precios internacionales de granos y la suba en los intereses de la deuda complicaban todo aún más— seguían favoreciéndose los grupos de mayor concentración, quedando en claro que la «cuestión social» sería un constante motivo de conflictos. Ellos no pudieron ser paliados con la creación de programas sociales y así, ante la imposibilidad de satisfacer reclamos que tenían larga data, quedaba siempre latente la realización de una nueva huelga general convocada por la CGT. El problema de la deuda externa repercutía también en la imposibilidad de que, en el plano educativo, la masividad estimulada tuviera un correlativo crecimiento presupuestario para contenerla. El ingreso irrestricto a las 29 Universidades Nacionales existentes, tuvo notables signos positivos, entre ellos, la composición del estudiantado que como en muy pocos momentos históricos registraba una procedencia equiparable de las distintas clases sociales40. Su contratara eran los 39 Sobre el primer plan económico del gobierno de Alfonsín, véase: Pesce, 2006. Sobre las políticas económicas implementadas después de la salida de Grispun, véase: Ortiz y Schorr, 2006; Castellani, 2006. 40 Una encuesta del Instituto de Sociología de la UBA sobre 2.500 alumnos, arrojaba las siguientes proporciones en el origen de clase: 16% alta, 33% media alta, 33% media baja y 18% baja. Pérez Lindo, 1989: 86.

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signos de inviabilidad de esa Universidad por un desborde vinculado a la falta de infraestructura y a salarios docentes tan bajos41 que motivaban recurrentes huelgas. También en el plano educativo, fue lanzado en 1988 el Congreso Pedagógico por el Ministro Jorge Sabato —hijo de Ernesto—, buscando retomar el espíritu del primer evento de ese tipo que impulsó la «Generación del ‘80» en 1882 y del que derivó un sistema laico, gratuito y obligatorio. Sin embargo, la nueva convocatoria fue mayormente incomprendida por el ciudadano común y estuvo respaldada tan sólo por una militancia católica empeñada en evitar modificaciones a un injusto régimen de subvenciones estatales a escuelas religiosas y en reposicionarse como grupo de presión, tras sobrellevar el impacto que significó la aprobación de la ley de divorcio en 1987. Por su parte, el sector energético padeció la crisis de la deuda externa y además la oposición del peronismo en el Congreso que impidió introducir capitales extranjeros en empresas públicas nacionales, como lo propendía especialmente Terragno desde el Ministerio de Obras Públicas, cuando éste quedó a su cargo. Incluso también allí se desvaneció la última alternativa para obtener, de esa forma, recursos que permitieran dar un decidido impulso al desarrollo de tecnologías de punta. La desinversión en las empresas públicas derivó en una inédita crisis energética desatada a comienzos de 1989. Dentro de este contexto, llegaba el fin de un gobierno con grandes expectativas incumplidas y un autocomplaciente balance que tenía al cumplimiento de la «transición democrática» como objetivo central. Y, en la medida en que iba perdiendo grupos económicos aliados, ello se traducía en crecientes complicaciones. Los subsidios a la radicación industrial en las provincias menos desarrolladas económicamente —concebidos desde un criterio federalista afín al que animó el proyecto de traslado de la capital—, antes que derivar en mayor producción y una redistribución poblacional, redundaban en el aumento de poder de caudillos locales. Uno de ellos, precisamente, sería el principal opositor, Carlos Saúl Menem, quien, ya lanzado a la campaña electoral desde la lejana provincia de La Rioja, aumentaba la preferencia en las encuestas a expensas del malhumor ciudadano por el aumento de precios y los cortes de luz, mientras trazaba alianzas con militares golpistas —que reclamaban la liberación de camaradas detenidos por cometer graves violaciones a los derechos humanos y exigían una reivindicación de su «lucha contra la subversión»—, al tiempo que agitaba las tradicionales banderas del peronismo para contener a su 41 Los salarios de los docentes universitarios se deterioraron entre 1983 y comienzos de 1989 —cuando aún no había estallado la hiperinflación— un 40%. Pérez Lindo, 1989: 90.

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militancia y a la CGT. A la vez invocaba la «libertad de mercado» para complacer al FMI y a la Sociedad Rural y la UIA. En ese marco general tendría lugar la inauguración del INTECH. El evento fue precedido por otro, denominado «Primer Encuentro para la Consolidación del Patrimonio Cultural», que se desarrolló en Buenos Aires el 21 de marzo de 1989 y contó con la participación de César Milstein. Allí la noción de patrimonio que buscaba consolidarse, se asociaba a la defensa de la cultura en general, que el alfonsinismo veía seriamente amenazada por la posibilidad concreta del acceso al poder de Menem. Y a su vez se articulaba en ese evento particular con la participación protagónica del último Premio Nobel argentino, para dar un mensaje dirigido a la repatriación de científicos y al estímulo de quienes se iniciaban en esa actividad en el país. Además de publicitar los anhelos de la saliente gestión presidencial en materia de promoción de la ciencia, aquel encuentro organizado en la antesala del nacimiento del INTECH, dio lugar a cuestionamientos formulados por docentes universitarios que veían afectadas su tareas en investigación debido a los magros salarios que percibían y por el propio Milstein, para quien el sistema universitario se encontraba desbordado y necesitado de límites que garantizaran la excelencia académica42. Milstein consideraba que la educación universitaria estaba «deteriorada» y era «necesario mejorarla», «para ello los profesores deberán aceptar ser sometidos a un riguroso examen de nivel internacional, para mejorar el nivel de la enseñanza y de la investigación»43. A su vez reclamaba un compromiso por evitar «el éxodo científico» provocado por el desánimo que causa a los científicos e investigadores argentinos «la inseguridad, el no saber si lo que inician hoy tendrá vigencia dentro de 3 años»44. La presencia de Milstein en actividades de divulgación científica, debía mucho a la insistencia de Sadosky, quien aún abrigaba alguna esperanza de lograr que el sabio reconocido con el Premio Nobel dirigiera un Instituto en la Argentina. Y el INTECH representaba una oportunidad para ello45. Milstein integró la reunión constitutiva del Consejo Científico del INTECH, del cual él mismo sería su Presidente Honorario. Participaban de ese espacio académico, además, figuras centrales en la elaboración del proyecto científico puesto en marcha con el INTECH, como el propio Manuel Sadoski y Rodolfo Ugalde —discípulo de Federico Leloir—, quien a la postre sería el primer Director del establecimiento de Chascomús. 42 43 44 45

«Reclaman fondos para la investigación», 1989: 9. «Milstein y las razones del éxodo científico», 1989: 9. Idem. Kohn Loncarica y Sánchez, 2002: 15. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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A su vez, en torno a la inauguración del nuevo instituto, fueron explicitadas las funciones previstas: comprendería biotecnología animal y vegetal, ecología de la cuenca del río Salado, previéndose para una primera etapa la implementación de cuatro programas de investigación en colaboración con laboratorios extranjeros que serán parcialmente financiados por la Comunidad Económica Europea46. El esquema organizativo incluía 7 grupos y una dotación aproximada de 60 investigadores, becarios y técnicos, dándose especial preferencia a la incorporación de investigadores formados que desearan retornar a la Argentina. Asimismo se conformó un Consejo Asesor Externo, del cual Milstein era su Presidente. Los otros 7 integrantes eran: Francisco Barralle (Director Científico del Instituto Seroterápico Milanese, Belfanti, Italia); Rita Colwell (Jefa del Departamento de Microbiología, Universidad de Maryland, USA); Francesco Di Castri (Director del Centre d’Etudes Phytosociologiques el Écologiques Louis Emberger CEP Montpellier, France); Paolo Fasella (Director General para iencia, Investigación y Desarrollo. Comisión Comunidades Europeas, Bruselas, Bélgica); Luis Herrera Estrella (Coordinador del Área de Ingeniería Genética del Centro de Investigación y Estudios Avanzados IPN Irapuato, México); Norberto Palleroni (Profesor de Microbiogía. New York University. USA); Otto Solbrig (Ecólogo y Profesor Titular de Biología. Harvard University. USA). Este Consejo se encargaría de proponer la designación del Director del Instituto, supervisar la elección del personal científico con categoría de Jefe de Grupo, evaluar planes de trabajo y asesorar sobre el desempeño del Instituto. Asimismo, el manejo financiero del INTECH se realizaría a través de la Fundación Biociencia, bajo la dirección del reconocido economista Aldo Ferrer, muy cercano a Alfonsín aunque, junto a su orientación keynesiana, fuera desplazado del centro de la escena por quienes impulsaron planes antiinflacionarios basados en acuerdos con organismos internacionales. A Ferrer, Milstein le solicitaba que se concretaran «lo antes posible los nombramientos del personal y soluciones al problema habitacional de quienes tendrán que residir en Chascomús»47, completando el proyecto general que comprendía la realización de viviendas para 50 profesionales. El 23 de marzo de 1989 Alfonsín finalmente pudo inaugurar el INTECH. Participaron del acto el propio presidente, además de Jorge Sabato, Manuel Sadosky, Rebeca Cherep de Guber, Aldo Ferrer, Rodolfo Ugalde y César Milstein. Alfonsín se refirió «la modernización» como horizonte demandante del 46 47

«Inaugurará Alfonsín un instituto tecnológico en Chascomús», 1989: 13. «Milstein y las razones del éxodo científico», 1989: 9.

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profundo cambio de pensamiento y actitud de nuestra sociedad, para que valorice al conocimiento científico-tecnológico como variable fundamental del proceso de crecimiento económico. Es imperativo entender que sólo sociedades avanzadas y con autonomía tecnológica y económica serán los mercados de productos y tecnologías del próximo siglo. Por ello se creó el INTECH, como centro de excelencia destinado a profundizar los estudios sobre biotecnología y a vincularlos con el proceso productivo48.

Para Milstein se trataba del «momento en cual es perfectamente posible subirse al tren de la biotecnología y eso es lo que intenta hacer el INTECH», en tanto que Sadosky exhortó a los jóvenes a que trataran de convertir sus vocaciones en profesiones, para poder vivir de lo que les gusta en su país, evitando el éxodo de futuros investigadores al exterior49. La creación del INTECH también permitió que los mass media exhibieran el humor de la derecha, siempre tendiente a obtener crecientes concesiones de Alfonsín o cuanto menos a colocar un límite a la inclusión de la izquierda al campo político. Mientras Sadosky podía insólitamente ser acusado de transformar al CONICET en un ámbito de «subversivos» y «ultramarxistas»50, el evento llegó a ser minimizado por alusiones al clima de distensión en el que se disimuló un sorpresivo corte de luz51. Tras el feriado de Semana Santa, los últimos días de marzo de 1989 pondrían en evidencia la inestabilidad en la que se encontraba la economía, motivando la renuncia del ministro Sourrouille. Su plan se desplomó al agotarse las reservas del Banco Central de la Nación en el afán de detener una corrida hacia la compra de dólares y la situación se agravó cuando el Banco Mundial suspendió nuevos desembolsos. El valor del dólar trepó 40 veces en el primer semestre, generándose el más grande proceso hiperinflacionario de la historia argentina, con una suba de los precios minoristas del 4.923,9% en 198952. El 14 de mayo se imponía en las elecciones Carlos Saúl Menem, acentuando la situación de debilidad política del gobierno, que no podía controlar el desborde económico ni sus repercusiones sociales que culminaron con el establecimiento del estado de sitio. Ante esa situación, Alfonsín adelantó el traspaso del gobierno y en julio daba comienzo la nueva gestión presidencial. Llegaba Menem al poder, y con él se establecía un programa ultraliberal conducido por figuras de destacada participación en la última dictadura militar y que ahora parecían proponerse retomar aquella tarea inconclusa en materia 48 49 50 51 52

«Alfonsín abogó por los cambios en la enseñanza», 1989. Idem. «Conicet y La Tablada», 1989: 1. «Alfonsín habló en Chascomús sobre logros en educación», 1989. Ortiz y Schorr, 2006: 300. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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de eliminación de todos los resortes de control que quedaban en manos del Estado. El consenso inicial le permitió poner en marcha lo que llamaría «cirugía mayor sin anestesia», esto es, un ajuste estructural que tenía la novedad de aplicarse sin que hiciera falta convocar a las Fuerzas Armadas. La crisis económica en la «década perdida» de los ‘80, vinculada al pago de intereses de una deuda externa que se conformó, mayoritariamente, por la estatización de los pasivos adquiridos por empresas privadas al colocar sus fondos en la especulación, y por la fuga al exterior de capitales que esas mismas empresas llevaron a cabo durante el gobierno de Alfonsín al tiempo que recibían distintos tipos de subsidios, fue leída, sin más, desde una lógica extremadamente simplista: la única causa de la inflación era la dimensión del Estado y el exagerado gasto público. En consecuencia, la reducción del gasto público se convirtió en una cuestión de Estado. Pronto quedaría en claro que ese gasto involucraba la educación, la cultura y la ciencia, áreas a las que la nueva perspectiva monetarista sólo vería como generadoras de déficit. De ese modo, el nacimiento del INTECH, pareció ser un último canto de cisne de la realidad política y científica imaginada al despuntar el gobierno de Alfonsín. Comenzaba la larga década del ‘90. 5.

NEOLIBERALISMO Y DETERMINISMO

Del fin de la experiencia alfonsinista, Menem tomó debida cuenta. La moderación general que signó la lógica del gobierno saliente, volviendo sobre sus pasos ante cada reclamo corporativo, lejos estuvo de garantizarle gobernabilidad, estabilidad económica y popularidad. En consecuencia, el nuevo gobierno buscó evitar ese desgaste y, antes que confrontar y acordar, decidió ceder desde un principio lo que cada grupo de poder identificado con precisas fuentes de conflictividad reclamaba para sí. Bien representativo de ello será el indulto presidencial y la reivindicación de militares condenados, como también la total liberalización de la economía que incluyó la privatización (muchas veces a precio vil) de las principales empresas del Estado e importantes medios de comunicación que pasaron a manos de grandes monopolios. Siguiendo al pie de la letra el Consenso de Washington53, la prioridad se restringía en sostener un tipo de cambio que favorecía la importación de bie53 Se trató de un decálogo de medidas enunciadas en 1989 por organismos económicos internacionales para que fueran aplicadas en países latinoamericanos. Comprendían: 1) disciplina fiscal, 2) Reducción del gasto público, 3) Reforma impositiva, 4) Liberalización de tasas de in-

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nes de consumo —ello ayudó a controlar la inflación al costo asestar un nuevo golpe a la alicaída industria nacional—, aplicando taxativamente aquel determinismo que Terragno había instado a abandonar en la región. Ahora a través de un programa atento al lugar que en el concierto de las naciones fatalmente le correspondía ocupar a la Argentina y al tradicional papel de «las oligarquías urbanas, de países atrasados, que suelen tener más interés en importar que en producir: manufacturas o ciencia»54. Domingo Cavallo, responsable en la última parte de la dictadura de estatizar la deuda adquirida por empresas privadas en la especulación financiera y desde 1990 Ministro de Economía —con casi ilimitadas facultades—, explicitará en una declaración pública las prevalecientes consideraciones sobre la ciencia durante un homogéneo periodo: en setiembre de 1994, enfurecido con datos de una investigadora del CONICET que daban cuenta del gran incremento en el índice de desocupación, se dirigió a ella para «mandarla a lavar los platos»55. La política científica en los primeros años del menemismo actuó consecuentemente con aquel destino manifiesto autoasignado por la Argentina, el cual sería orgullosamente presentado por el Canciller Guido Di Tella como fruto de las «relaciones carnales» mantenidas con Estados Unidos. Consumir manufacturas y ciencia y proveer materia de prima al mundo desarrollado había sido en los umbrales del siglo XX una exitosa fórmula que el neoliberalismo podía ahora desempolvar y maquillarla con nuevos tips para convertirla en emblema de la modernización de un nuevo fin-de-siglo. Raúl Matera quedó al frente de la SECYT y a la vez del CONICET, dejando en claro desde un principio el rumbo que seguiría la gestión científica. Matera era un reconocido neurocirujano, formado dentro del catolicismo social y la derecha peronista. En su primer documento oficial, entre invocaciones a San Agustín y Santo Tomás, exaltaba como modelo científico la «Iniciativa para la Defensa Estratégica» lanzada en 1983 por Ronald Reagan (también conocida como «Guerra de las Galaxias»), por dirigirse a contrarrestar a la URSS y coadyuvar al fin del comunismo. El futuro de la ciencia estaría en la creación de colonias espaciales con capacidad autárquica y cuando eso sucediera «la terés, 5) Tipo de cambio competitivo, 6) Liberalización del comercio internacional, 7) Liberalización del ingreso de inversiones extranjeras, 8) Privatización, 9) Desregulación, 10) Seguridad de los Derechos de propiedad. 54 Terragno, 1985a: 82. 55 La desafortunada frase emitida en una entrevista el 24 de setiembre de 1994, tuvo como destinataria a la investigadora Susana Torrado. Lejos de quedar un exabrupto no meditado, fue ratificada en sucesivas entrevistas en las que Cavallo hizo extensiva esa función a los demás investigadores de las Ciencias Sociales y Humanas del CONICET. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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humanidad podrá optar, por ejemplo, entre colonizar la Luna y Marte o poblar los desiertos de la Tierra, incluso hacer ambas cosas a la vez»56, y creyendo hallarse en los umbrales de la sociedad descripta por Blade Runner (1982)57, Menem reinterpretaría todo aquello libremente para anunciar en 1996, desde una humilde escuela situada en la muy pobre localidad norteña de Tartagal, el inicio en Argentina de un sistema de «vuelos a la estratosfera»58. La reinvocación del determinismo desde la naturalización de las desigualdades, a la que podía llegarse por la hipercompetitividad del ultraliberalismo o por el fundamentalismo religioso —como el que profesaban quienes pasaron a conducir la ciencia en 1989—, hacía ahora aceptar el rol fijado en las relaciones internacionales establecidas y, dentro de ese marco, pensar la ciencia desde la Argentina quedaba reducido a poco menos que un despropósito. De la misma forma resultaba ya inefable sostener, como lo hacía Milstein —recordando a Kropotkin—, la necesaria solidaridad entre individuos de la misma especie para hacer frente a la lucha por la vida planteada por Darwin59. El 9 de agosto de 1989, Aldo Ferrer manifestó a Matera su voluntad de asumir la gestión del INTECH a través de la Fundación Biociencia, para lo que ya había sido firmado un convenio. Ante la falta de respuesta, Ferrer insistió el 19 de octubre de ese año, recordándole que su Fundación tenía la misión de contribuir al desarrollo de la investigación pura y aplicada en el campo de la biotecnología. Al celebrar el convenio hemos pensado que nuestra participación ofrecía la ventaja de una administración ágil, la posibilidad de obtener aportes privados y la garantía de continuidad a largo plazo que requiere toda labor científica. En el convenio se estableció que los aportes que obtuviera con el NTECH serían destinados exclusivamente a su operatoria, y que un Consejo Asesor integrado por personalidades de prestigio mundial tendría a su cargo el control científico de las actividades y designaciones. Es obvio que esta tarea no podría llevarse a cabo sin el acuerdo de la 56

Matera, 1992: 21. El Film, dirigido por Ridley Scott describe la sociedad del futuro, con seres fabricados por la ingeniería genética y colonias espaciales. Está basado en la novela de Philip K. Dick, Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968). 58 Inaugurando el inicio de clases desde Tartagal, Menem el 5 de marzo de 1996 dio un mensaje televisivo en el que anunció que en breve se licitaría un sistema de vuelos estratosféricos: «desde una plataforma que quizás se instale en la provincia de Córdoba. Esas naves espaciales van a salir de la atmósfera, van a remontar a la estratosfera y desde ahí elegir el lugar donde quieran ir de tal forma que en una hora y media podamos, desde Argentina, estar en Japón, en Corea o en cualquier parte». Durante el resto de la gestión de Menem y la de su sucesor, De la Rua, Tartagal, sólo volvería a ser noticia por las muertes causadas por represiones a desocupados ordenadas por el Estado nacional. 59 Delgado, 2006a: 110. 57

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Secretaría de Ciencia y Tecnología. (...) Por consiguiente, si el Señor Secretario desea encarar de otro modo la gestión del Instituto, esta Fundación está dispuesta a aceptar la rescisión del convenio60.

La última parte de la carta fue tomada al pie de la letra y toda la estructura organizada pronto se desmoronó. La situación hizo que Milstein en diciembre expusiera a Matera su malestar y las dudas por el futuro del sistema científico argentino. En su carta me menciona algunos cambios en la administración del INTECH. Como Ud. sabrá yo formo (o debería decir formaba?) parte del Consejo Científico del INTECH. Si mi información es correcta ese Consejo Científico era dependiente de la Fundación Biociencia. En su carta Ud. me da a entender que ha anulado el acuerdo entre la Fundación y el INTECH dado que me dice que el INTECH va a ser una dependencia de la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Eso significaría que el Consejo Científico pierde su vigencia. Lo cual explicaría por qué entre los puntos del programa de la visita que Ud. propone no figura una reunión de ese Consejo Científico. Creo que sería correcto que esa situación sea explicada y aclarada a todos los miembros del Consejo Científico. Yo en particular quisiera tener una notificación oficial de mi situación61.

Tras remarcar que tampoco estaba interesado en tener en la Argentina una presencia destacada en los mass media, cuya notable influencia en la cultura de los ‘90 comenzaba a perfilarse, Milstein solicitaba que cuanto menos dejara fuera de las disputas políticas la valoración académica de Rodolfo Ugalde, asegurándole su continuidad al frente del INTECH. La epístola se cerraba resumiendo las expectativas depositadas en el INTECH, al que entendía como punta de lanza del desarrollo científico: El INTECH representa para la Argentina una oportunidad única de colocarse sino al nivel de los países desarrollados por lo menos (y por qué no a un nivel superior?) al nivel de otros países latinoamericanos que como el Brasil están avanzando a pasos agigantados62.

En adelante, la trayectoria de Milstein se situaría en el punto más divergente de la Argentina desde su exilio de 1962. La SECYT, por su parte, al utilizar nombres de científicos para bautizar Programas, se encargaría celosamente de evitar que se filtrara el de quien fuera el último Nobel latinoamericano. Ya el INTECH, como la ciencia argentina en general, había entrado en una etapa turbulenta. Romero describiría ácidamente la situación que pasó a vivir el CONICET, desde 1989, cuando «en medio de cambios de rumbo erráticos 60 61 62

Carta de Aldo Ferrer a Raúl Matera, 1989. Carta de César Milstein a Raúl Matera, 1989. Idem. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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pero violentos, han reaparecido prácticas y personajes tenebrosos»63. El destino previsto para el INTECH se correspondería con el de la ESLAI, creada también por Sadosky y Rebeca Cherep de Guber. En ambos casos las nuevas autoridades denegaron partidas presupuestarias para su funcionamiento y buscaron reemplazar las respectivas Fundaciones que administraban sus fondos por otras que incluyeran a funcionarios de la SECYT y empresarios cercanos al poder político. Pero en la ESLAI las condiciones resultaron ser más desfavorables aún por carecer de un edificio propio —vencidos los 6 años del préstamo de las instalaciones que utilizaba, el convenio no fue prorrogado—. En consecuencia, no tardó en sobrevenir el cierre definitivo. Es que a la decisión política de reducir el gasto público se sumaba el hecho de que la SECYT quedara a cargo de figuras provenientes de la ultraderechista agrupación «Guardia de Hierro», para quienes las iniciativas de la gestión de Sadosky era despreciadas por ser obra de «zurdos» y «judíos»64. Algo que también quedaba en claro en la incomodidad que pasó a causar el propio Milstein. Con el fin de la ESLAI, las perspectivas futuras del INTECH fueron más sombrías. La Fundación Biociencia, creada para administrar el INTECH, y el Consejo Asesor Externo fueron disueltos, poniéndose en duda la continuidad de todos los cargos. Y es que ni aún el propio CONICET, logró encontrar garantizado su funcionamiento «normal», subsistiendo con un presupuesto ínfimo. Si el «affaire Crotoxima» había asestado un duro golpe al gobierno de Alfonsín y también al CONICET, el «populismo de mercado» de Menem, instaba a mirar la ciencia desde las encuestas de popularidad y, bajo esa perspectiva, Matera reinstaló aquel tema, logrando desactivar el juicio académico y las acciones penales iniciadas contra el investigador responsable, Vidal. Mientras ello ocurría, la SECYT se desentendía del INTECH, aduciendo la imposibilidad de afrontar los compromisos internacionales contraídos65. Esta complicada situación derivaba también en una realidad que distaba de ser la esperada: de los más de 50 investigadores previstos para el funcionamiento del INTECH, estaban en actividad, con contratos precarios y escasos insumos, sólo cinco. Uno de ellos era Rodolfo Ugalde, el Director. Las dificultades del INTECH también originaron la aparición de un actor inesperado. Se trataba de COVIARA, institución civil de la Armada Nacional, que recordaba la pertenencia anterior a esa fuerza de las tierras en las que se 63

Romero, 1996: 104. Arias, 2009: 59. 65 En julio de 1989 la deuda con el PNUD por el INTECH ascendía a U$S 300.000. Al año siguiente los intereses llevaron la deuda impaga a U$S 500.000. Ruiz, 1991. 64

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levantó el INTECH, para el caso de incumplirse con las funciones previstas por el establecimiento científico. Cabe destacar también las muy disímiles relaciones entre la gestión de gobierno y el poder militar que, después de Alfonsín, impulsaba ahora Menem. El cuadro se completó con iniciativas situadas en una particular sintonía con la tendencia política general, como la propuesta de Guillermo Alchourrón, Presidente de la Sociedad Rural, de privatizar el INTECH y dejar que la deuda y los beneficios pasaran a ser gestionados por empresarios del sector agroexportador que él representaba. La incertidumbre continuó hasta que en 1992 el Estado obtuvo financiamiento externo y canceló las deudas, aceptando además un proyecto elevado por organizaciones locales que conformaron el Centro Regional de la Producción (COREPRO). A través de su gestión el INTECH pudo seguir en funciones y, al terminar de recibir las partidas correspondientes a la ejecución del PNUD, en 1994 se integró al CONICET. Precisamente en 1994 falleció Matera y lo sucedió Domingo Liotta al frente de la SECYT. Liotta había sido Jefe de la Junta Médica Presidencial y Secretario de Estado de Salud Pública, durante el último gobierno de Perón. Acreditaba importantes antecedentes internacionales en cirugía cardiovascular, aunque lejanos en el tiempo y a una distancia temporal que parecía agigantarse en su visión del mundo. Profundamente afecto al tomismo y a cierto misticismo oriental, menospreciaba las reglas específicas del campo científico ubicando la medicina aplicada como único constructo valorable dentro de una razón moderna que veía como el producto de la «perversa» celebración evolucionista del azar66. La Argentina destinaba en ciencia el 0,17% de su PBI, una inversión sensiblemente inferior al 3% que hacían países desarrollados, pero que también estaba por debajo de lo que invertían países sudamericanos y Estados dentro de esos países, como San Pablo. Por entonces, entre la mitad y los dos tercios de los científicos argentinos estaban radicados en el exterior. Pero a diferencia de Sadosky, Liotta no se mostraba preocupado por esos datos, como lo hizo saber ante una reunión impulsada por la sociedad de científicos argentinos de Estados Unidos (la ANACITEC), donde los reclamos por aumento de presupuesto y apertura de la carrera del investigador del CONICET, tuvieron como respuesta la exposición de una inmodificable orientación decidida. Liotta esperaba que las empresas privadas invirtieran en ciencia, sólo crearía pequeñas unidades de investigación ligadas a industrias y se construiría la «ciudad de la ciencia» en predios aledaños a la ciudad universitaria de Buenos Aires67. En 66 67

Liotta, 1988; 1993. Penchazadeh, 1994, 10. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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tanto que el parecer sobre aquéllos que pretendieran retornar, fue aclarado por un asesor de Liotta que, en tono amenazante, advertía a quienes tomaran esa decisión que deberían «recomenzar sus carreras en el punto en el que las dejaron»68. La continuidad de la gestión de Matera se expresó en los intereses comunes evidenciados por Liotta, que incluyeron el estímulo a las investigaciones sobre Crotoxina, con la reincorporación de Vidal al CONICET. Mientras numerosos investigadores debían abandonar el país, la designación de Vidal y los subsidios asignados, se produjeron a pesar del dictamen desfavorable que realizó la Comisión de Ciencias Médicas del propio CONICET. Liotta incluso llegó a anunciar que la Argentina exportaría Crotoxina y, con el aval de Menem, su plan se completó asignando un preciso destino para Vidal: sería en el INTECH, aquel verdadero ícono de la ciencia gestado por Alfonsín. Bajo estas particulares circunstancias, en las que lo político sobrepasaba largamente lo científico, el INTECH lograba consolidar su existencia. Cuando Vidal llegó al INTECH existía un grupo de trabajo que llevaba la impronta dejada por el primer Director, Rodolfo Ugalde. Becario de Leloir, Ugalde se había formado en la Fundación Campomar, una de las prestigiosas instituciones que a pedido del CONICET se expidieron sobre el «affaire Crotoxina» formulando severas imputaciones contra Vidal. Pero antes de que esta situación llegara a derivar en tensiones internas, se precipitaron los acontecimientos que determinaron el fin por obra del propio Vidal. Aquella apuesta del Estado destinada a obtener un logro de la ciencia argentina que oficiara a su vez de reparación histórica, terminó en un estrepitoso fracaso: Vidal debió dejar el INTECH y el CONICET bajo nuevas acusaciones de violación a los protocolos de la ciencia básica. Pero si el INTECH no podía reparar los «errores» atribuidos a Alfonsín, serviría en cambio como instrumento legitimador de otras acciones. De tal forma, el propio Liotta y Menem, levantarían en sus respectivos pueblos natales nuevos establecimientos con ingerencias presidenciales en la designación del personal que derivarían en renuncias de altos funcionarios del CONICET. Primero en Diamante, Entre Ríos, y luego en Anillaco, una apacible localidad riojana de 1.000 habitantes, que pasó de pronto a contar con su Instituto del CONICET y una moderna pista de aterrizaje para vuelos internacionales. Ambos, levantados con fondos provenientes del presupuesto de becas y subsidios. Los sucesivos escándalos tuvieron un efecto movilizador en la comunidad científica, derivando en cambios importantes. Liotta dejó su cargo, siendo 68

Penchazadeh, 1994, 10.

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reemplazado por Juan Carlos del Bello, funcionario de carrera dentro de la gestión universitaria, vinculado al Banco Mundial y buen conocedor del sistema científico norteamericano, que se instaló como marco referencial. Una amplia reestructuración dio comienzo con la derogación del Decreto que brindaba amplias facultades a la SECYT sobre el CONICET. Tras casi diez años fue reabierta la carrera del CONICET, acrecentándose masa crítica y las autoridades pasaron a ser elegidas por los propios investigadores69. Las mejoras, no impidieron que igualmente persistieran situaciones complicadas para el sistema científico. El Instituto Malbrán que en 1962 fue objeto de acciones que derivaron en el exilio de Milstein, en 1996 quedó inmerso en la Segunda Reforma del Estado del gobierno de Menem, que motivó 202 días de paro con la permanencia de los investigadores ocupando el edificio hasta confirmarse que no se desmantelaría para una futura privatización. Promediando la década del ‘90, otras razones volvieron valorable la biotecnología, aunque no para alentar una independencia tecnológica como había sido pensada desde el Programa Nacional de Biotecnología apoyado por Milstein. La Argentina en poco tiempo se convirtió en el segundo productor mundial de soja transgénica —a raíz de la ausencia de controles estatales para la utilización de agroquímicos de enorme toxicidad que sólo toleraban cultivos con modificaciones genéticas— y las demandas de nuevos mercados que impulsaron explotaciones extensivas. Bajo el paraguas de la atracción económica que generaba esta nueva biotecnología, el INTECH y el CONICET pudieron encontrar cierto reconocimiento dentro del poder público. Igualmente, ello no cambió la postergación presupuestaria, ni libró a la ciencia argentina de padecer nuevas turbulencias. Menem fue sucedido en el gobierno por Fernando de la Rua (1999-2001), procedente del partido de Alfonsín, aunque en los lineamientos centrales no se evidenciara alternancia alguna. La realidad exhibió rápidamente una imagen muy distinta de la esperada, por ejemplo, por Terragno, autor en 1999 de una nueva versión comentada de La Argentina del Siglo XXI, donde buscaba exponer las cosas que aún podían hacerse para retomar aquel proyecto planteado 15 años antes. Aunque su discurso cientificista ya había dejado de aunar emancipación económica y desarrollo, fue el primer Ministro despedido. Al mismo tiempo, la ahora Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SECTIP) a cargo de Dante Caputo, elaboró un programa de reestructuración del sistema científico. El tema motivó en julio de 2000 la renuncia del presidente del CONICET, Pablo Jacovkys —matemático formado en 69

Lattuada y Girbal Blacha, 2006: 53-55. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 509-544, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.017

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los cambios introducidos por Sadosky antes de 1966—70, planteándose la posibilidad cierta de que la SETCIP ejecutara un plan consistente en el cierre del CONICET y la eventual absorción de investigadores por universidades públicas, las cuales ahora resultaban más proclives a entablar negociaciones con el poder político. Entre recortes derivados de nuevos compromisos asumidos por Domingo Cavallo, otra vez dotado de facultades extraordinarias para conducir la economía nacional, la subsistencia del CONICET le debía mucho al azar. En 2000 nacía el Plan Fénix, por impulso de Aldo Ferrer, el economista que creó la Fundación Biociencia para administrar al INTECH. El propósito que animaba a Ferrer podían sintetizarse en el título mismo de su texto escrito en 1983 y reeditado en 2001, en franca oposición a la espiral interminable de endeudamiento externo como estrategia de desarrollo de la economía: Vivir con lo nuestro71. Sin embargo, el camino elegido no se movió de establecido por el Consenso de Washington y ni el endeudamiento externo ni el ajuste interno impidieron a la Argentina caer en la peor crisis de su historia. En ese momento la comunidad científica podía exhibir como un verdadero logro la continuidad del CONICET, quedando sus dificultades situadas ahora en un plano presupuestario. Pero tanta preponderancia asumida por la coyuntura dejaría sus secuelas: César Milstein, el último Nobel Latinoamericano, forzado a dejar su país por una dictadura y removido en democracia, tras interesarse en hacer del INTECH un Instituto de referencia internacional, moría en 2002 en Cambridge y la noticia entonces pasaba casi inadvertida en Argentina.

BIBLIOGRAFÍA «Alfonsín abogó por los cambios en la enseñanza», La Nación, Buenos Aires, 25-3-1989. «Alfonsín habló en Chascomús sobre logros en educación», La Prensa, Buenos Aires, 25-3-1989. Alfonsín, Raúl, «Palabras del Dr. Raúl Alfonsín (12 de octubre de 1983)», Boletín de la SECYT, 1 (Buenos Aires, 1984): 5-9. Alfonsín, Raúl, Mensaje presidencial a la Honorable Asamblea Legislativa, 1 de mayo de 1985, Imprenta del Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1985. 70 71

Lattuada y Girbal Blacha, 2006: 59. Ferrer, 2001.

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Biotechnology in the pampas: science and politics in the Argentina of the last democratic restoration

This paper explores the relationships between scientific management and politics in Argentina during the 1980s and 1990s, in regards to the foundation of what was to be the main Institute of Biotechnology, the INTECH. Based on this reality, it focuses on the scientific perspectives of authorities looking to promote specific actions, such as bringing back expatriated researchers, e.g., summoning a Nobel Prize recipient, as well as a figure of widespread popularity in the mass media. In this context, there were particular political and economic positions that determined the possibility of development of science in Argentina. KEY WORDS: Science and politics; Argentina; CONICET; INTECH; Alfonsín; Menem; Milstein.

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Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

Procesos de subalternización de la población indígena en Argentina: los ranqueles en La Pampa, 1870-1970 por

Claudia Salomón Tarquini CONICET-Instituto de Estudios Sociohistóricos-Universidad Nacional de La Pampa

A partir de las campañas militares de 1878-1885, conocidas en Argentina como «Conquista del Desierto», las poblaciones indígenas ensayaron distintas estrategias para enfrentar las condiciones adversas y las políticas que pretendían su subalternización e invisibilización. Este trabajo explora las particularidades del proceso protagonizado por el grupo étnico ranquel en La Pampa (primero Territorio Nacional y luego provincia a partir de 1952) desde los últimos años de su autonomía y hasta la década de 1970. El estudio se basa en una triangulación de fuentes de diverso tipo que, reduciendo la escala de análisis, toma como ejemplo la trayectoria de las agrupaciones ligadas al cacique Ramón Cabral, El Platero. PALABRAS CLAVE: Pampa; poblaciones indígenas; estudios subalternos; estrategias de resistencia

1.

INTRODUCCIÓN

Durante la última década, se han experimentado avances de importancia en los estudios relativos a los procesos de invisibilización y asimilación de las poblaciones indígenas en Argentina en el marco de construcción de los estados nacionales modernos y, a su vez, en la indagación en torno a las estrategias elaboradas por estos actores en distintos contextos1. Desde nuestra 1 Para un estudio de tipo general véase Mases 2002, y sobre los procesos de invisibilización de la población indígena, Quijada 1998 y 2003. Respecto de la discusión en el ámbito del Congreso acerca de la situación de los indígenas, Lenton 1997; las políticas oficiales en Chile hacia los indígenas en Boccara y Seguel-Boccara 1999. Pinto Rodríguez 2001; para un análisis de la subalternización en Neuquén, Sánchez 2003. En Río Negro, Argeri 2005. En Nordpatagonia, Briones y Delrio 2002, Delrio 2002 y 2005 y Nicoletti 2008; en provincia de Buenos

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perspectiva, analizar las modalidades adquiridas por la subalternización requiere conocer las cantidades de población existentes en distintos espacios, sus ciclos migratorios y las redes de relaciones familiares que podrían haber operado para amortiguar el impacto de políticas sumamente hostiles que pretendían la completa desarticulación de los grupos tribales. En ese sentido, daremos cuenta aquí no sólo de las condiciones de subalternización y asimilación, sino de las estrategias de los actores indígenas en Argentina, particularmente en el Territorio Nacional de La Pampa —actual Provincia de La Pampa—2 y con respecto al grupo étnico conocido como ranquel3 entre fines del siglo XIX y mediados del XX. Cuando se requieran ejemplos, traeremos a colación principalmente la trayectoria familiar de los descendientes del cacique Ramón Cabral, El Platero4, cuya parcialidad perdió autonomía en tiempos anteriores a las campañas militares de 1878-1879, pues se trata de uno de los grupos respecto de los cuales se cuenta con mayor documentación disponible. El concepto de subalternidad, ampliamente discutido en el propio campo de los estudios subalternos (Rodríguez 1998), permite asimismo el abordaje de procesos históricos protagonizados por sectores5, como los pueblos originaAires, Hernández 1993. La situación del Chaco, donde se observan similitudes con pampa y norte de Patagonia en el mismo periodo, Lagos 1998, y para el área de la actual provincia de La Pampa, Prins 1987. Villar 1993. Depetris y Cazenave 1998. Depetris & Vigne 2000. Lluch 2002. Depetris 2003. 2 De aquí en adelante, las referencias geográficas que se mencionan en este trabajo podrán visualizarse en la Figura 1. 3 Las primeras noticias documentales de los ranqueles, rankeles (o rankülche como se autodenominan en la actualidad) los ubican desde la década de 1770 en el área que se denominaba Mamüll Mapu (País del Monte), es decir, el «... monte pampeano —dominio del caldén (Prosopis caldenia) y del algarrobo (Prosopis alba)— que se extiende bajo la forma de una cuña orientada del Nordoeste al Sudeste, sobre todo al oriente del sistema fluvial actualmente denominado Atuel-Salado-Chadileuvú-Curaco —tributario del Río Colorado— y va desapareciendo gradualmente al encontrarse con la llanura herbácea del Este, es decir, la pampa bonaerense». Villar y Jiménez 2003: 17. 4 Apodado de esta forma por su habilidad en la orfebrería de la plata, una artesanía típicamente masculina en los grupos del centro sur de Chile y de la región pampeana. 5 Ileana Rodríguez participó de la reunión de intelectuales conocida como Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos (GLES), cuyo Manifiesto Inaugural sostenía que «... El subalterno no es una sola cosa. Se trata, insistimos, de un sujeto mutante y migrante. Aun si concordamos básicamente con el concepto general del subalterno como masa de la población trabajadora y de los estratos intermedios, no podemos excluir a los sujetos “improductivos”, a riesgo de repetir el error del marxismo clásico respecto al modo en que se constituye la subjetividad social. Necesitamos acceder al vasto y siempre cambiante espectro de las masas: campesinos, proletarios, sector formal e informal, subempleados, vendedores ambulantes, gentes al Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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rios, largamente ignorados por las historiografías nacionales, sin limitar el análisis de su incorporación al estado nación únicamente a las condiciones de subordinación económica. En este artículo, consideramos a la subalternización como el proceso mediante el cual ciertas políticas promovidas por el estado-nación argentino tendieron a lograr que los grupos indígenas pasaran a convertirse en sectores subordinados. Este proceso requirió no sólo su previa derrota militar, sino también una serie de medidas orientadas a deslegitimar su control territorial y —mediante discursos ampliamente difundidos en la sociedad hegemónica— a decretar su «inviabilidad» como sociedad al interior de la nación argentina. Si bien fueron discutidas la posibilidad de asimilación, los rasgos que la distinguían, y la calidad y cantidad de medios afectados al objetivo de llevarla a cabo, todas las soluciones ensayadas partieron de la irreversibilidad de su inclusión en condiciones de subordinación, anclada en una noción de aboriginalidad —elaborada ya a principios del siglo XIX— que confinaba a los indígenas a un pasado remoto y superado, y los condenaba a una segura extinción (Briones 2004). Las relocalizaciones masivas que conllevaron la separación de familias entre sí y la anulación de sus liderazgos fueron las principales prácticas que, en los planes de las elites dirigentes, asegurarían —aunque no su desaparición física— sí la existencia misma de los sujetos de tales políticas como grupos sociales. No obstante, es notable ver cómo estos últimos buscaron revertir los efectos adversos que recaían sobre ellos, reconstruyendo vínculos perdidos y estableciendo otros nuevos con sus paisanos (población nativa del mismo lugar de origen), a lo largo de las décadas subsiguientes a la debacle. Esas iniciativas subalternas de contestación, silenciosas y necesariamente fragmentadas (Gramsci 1998: 361), pueden ser rastreadas en los archivos a través —por ejemplo— del análisis de las redes sociales tejidas en estas circunstancias y su anclaje en relaciones previas establecidas desde antes de la pérdida de autonomía. margen de la economía del dinero, lumpen y ex-lumpen de todo tipo, niños, desamparados, etc.» (GLES 1998: 8). Varias han sido las discusiones en torno a los alcances de la subalternidad como herramienta conceptual para dar cuenta no sólo de procesos sociales que el marxismo ortodoxo y las historiografías nacionales habían descuidado, sino también de las propias situaciones de desigualdad entre las academias de países dominantes y los colonizados (como los de América Latina y del sur asiático). Por razones de espacio, no podemos detenernos aquí en estos debates sobre subalternidad y poscolonialismo, que pueden seguirse en los aportes de Mallon, 1995. Moraña, 1998. Chakrabarty, 2000. Beverley, 2001. Rodríguez, 2001. Guha, 2002. Mezzadra, 2008. Moraña, Dussel y Jáuregui, 2008, entre otros. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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FIGURA 1.

MAPA CON LAS PRINCIPALES REFERENCIAS GEOGRÁFICAS

Fuente: www.mapasdeargentina.com.ar Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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Por ello, en cuanto a las fuentes, metodología y técnicas utilizadas en este tipo de análisis, cabe sostener que para actores subalternos, cuyos registros son apenas indiciarios, el espectro de fuentes es necesariamente amplio: aquí se realiza una triangulación de los datos obtenidos en el diario de Lucio V. Mansilla6, los registros de los sacerdotes franciscanos y salesianos, registros civiles y electorales, informes de inspección de tierras, informes de viajeros, y testimonios orales. Hemos reducido la escala de análisis pues el enfoque microanalítico nos permite observar dinámicas que pasan desapercibidas en un contexto más amplio como el de la totalidad de la población pampeana. Los datos nominativos7 fueron procesados con los programas Access (bases de datos) y Genopro (genealogías) para la reconstrucción de trayectorias. 2. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE AUTONOMÍA (1850-1878) Para comprender el proceso mediante el cual los ranqueles pasaron a convertirse en sectores subalternos, es necesario que repasemos, en primer lugar, los momentos previos a las campañas militares —conocidas como «Conquista del Desierto»—, particularmente virulentas para aquéllos en su primera etapa, es decir, durante los años 1878 y 1879. Hacia mediados del siglo XIX, tres grupos se destacaban en la región de pampa y nordpatagonia en términos de capacidad bélica e importancia demo6 «De personalidad multifacética (1831-1913) se destacó como militar y escritor, ocupaciones que alternó con largos viajes, compromisos políticos, intensa labor periodística y una activa vida mundana. “Enfant terrible” de su época y de su sociedad, fue un observador escéptico, risueño y a menudo mordaz. Murió en Europa desempeñando tareas diplomáticas». Mandrini, 1984. En 1870, mientras se encontraba a cargo de la comandancia militar de la frontera de Río Cuarto, realizó un viaje a los principales asentamientos ranqueles con motivo de la firma de un tratado de paz, y escribió los relatos conocidos como Una excursión a los indios ranqueles, un «clásico» del que existen varias ediciones en Argentina. En este trabajo, las citas corresponden a Mansilla 1980. 7 Registros de nacimiento, matrimonio y defunción en la Dirección de Registro Civil de la Provincia de La Pampa, y fichas individuales (conocidas como formularios F5) en el archivo de la Secretaría Electoral del Juzgado Federal de Santa Rosa, La Pampa (en adelante JFSR). Estas fichas —que se utilizan hasta la actualidad como insumo para la elaboración de los padrones electorales— tienen la particularidad de incluir los datos filiatorios y todos los cambios de domicilio y ocupación que registra una persona a lo largo de su vida desde los 16 años. Muchos de los datos obtenidos para las primeras generaciones se ajustaron en función del contenido de doce testimonios orales recibidos a personas apellidadas Cabral, en un relevamiento realizado por personal del Archivo Histórico Provincial de La Pampa (en adelante AHP) en 1997, con la colaboración de familiares (por lo general nietos o sobrinos) de los informantes, cuyas grabaciones y transcripciones se encuentran reservadas en ese repositorio.

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gráfica: los ranqueles (cuyos líderes más prominentes entre 1830 y 1878 fueron sucesivamente Yanquetruz, Pichuiñ, Painé, Panghitruz-Guor —Mariano Rosas—, Epugner Rosas, Ramón Cabral y Baigorrita), los salineros (encabezados, aproximadamente dentro del mismo periodo, por los caciques Calfucurá y Namuncurá) y el grupo de Pincén. Estas jefaturas indígenas se apoyaron en una serie de agrupamientos y redes de alianzas fluctuantes, en la que líderes como Mariano Rosas o Calfucurá no siempre lograban concertarse con otros grupos, ni tenían plenamente garantizada la lealtad permanente de sus propios konas8. En esas redes no sólo tenían peso los vínculos más o menos estables que se procuraran establecer (a través de los matrimonios por ejemplo), sino también las lecturas del contexto geopolítico que cada líder podía hacer en base a los abundantes datos que recababan como nodos centralizadores de información9, y las políticas estatales que mediante diversos dispositivos de poder pretendieron —y en cierta medida lograron— intervenir sobre la conformación de alianzas políticas indígenas10. A principios de la década de 1870, tres circunstancias contribuirían a minar la capacidad bélica de los indígenas en general y de los ranqueles en particular: la desarticulación de las montoneras provinciales (con las que éstos tenían firmes alianzas), la finalización de la guerra contra el Paraguay (1865-1870) y el avance de la frontera sur de Córdoba hasta el Río Quinto. Así, en 1872, a la novedosa utilización del telégrafo para mejorar la capacidad de comunicación de las guarniciones militares y al tendido ferroviario que había llegado hasta Río Cuarto, se le sumaron algunas campañas sobre las tolderías ranqueles en 1871 y 1872 —que demostraron la asimetría militar existente—, la designación de Julio Argentino Roca como jefe militar a la frontera de Río Cuarto, con planes más ofensivos, y la llegada de las tropas que habían combatido en el Paraguay, con una clara conciencia de subordinación a la autoridad nacional11. De aquí en más, la nueva situación planteada y las estrategias del gobierno nacional no harían sino fomentar constantes divisiones y diferencias entre los grupos indígenas y promoverían la reducción de algunos contingentes ranqueles, como veremos más adelante. 8

En mapudungun, la lengua hablada en los siglos XVIII y XIX por las poblaciones indígenas de la zona, el término kona hacía referencia a los hombres adultos capacitados para tomar las armas. 9 Bechis, 1999: 17. 10 Sobre el papel del estado y las políticas de alianzas de los ranqueles véase Pérez Zavala 2007 y de los salineros, De Jong 2007. 11 Pérez Zavala, 2007: 75-77. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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Cuando en su famosa «excursión» de 1870, el coronel Lucio V. Mansilla recorría los asentamientos de Mariano Rosas, Baigorrita y Ramón Cabral, se sorprendió por la prosperidad que encontró en las tolderías de este último, ubicadas en Carrilobo (ó Carriloo), y señalaba: «La familia del Cacique consta de cinco concubinas, de distintas edades, una cristiana y cuatro indias, de siete hijos varones y de tres hijas mujeres, dos de ellas púberas ya. /.../ No hay indio ranquel más rico que Ramón, como que es estanciero, labrador y platero. Su familia gasta lujo. Ostentaban hermosos prendedores de pecho, zarcillos, pulseras y collares, todo de plata maciza y pura, hecho a martillo y cincelado por Ramón; mantas, fajas y pilquenes de ricos tejidos pampas»12. Sin embargo, esa pujanza tenía lugar en un contexto de creciente debilidad que desembocaría en una serie de opciones de difícil resolución: resistir los ataques militares cada vez más frecuentes, negociar con las autoridades nacionales, reducirse en calidad de indios amigos, o bien replegarse a zonas que los ejércitos nacionales aún no controlaban. Estas posibilidades fueron utilizadas alternativamente por los distintos grupos, marcando puntos de irreversibilidad en las relaciones. Un incierto futuro, la gravosa incidencia de enfermedades mortales y de una progresiva escasez de recursos impregnarían a esas decisiones de perdurables efectos que se proyectarían más tarde sobre las configuraciones de los sobrevivientes a las campañas militares iniciadas en 1878 y finalizadas en Patagonia hacia 1885. Los tratados de paz con los ranqueles, y en particular el de 1872, al tiempo que reflejaban las crecientes condiciones de asimetría entre el estado nacional y los contingentes indígenas, generaban disputas al interior de éstos o profundizaban las rivalidades existentes, debilitando aún más las capacidades de negociación (Tamagnini & Pérez Zavala 2002). El grupo de Ramón Cabral fue uno de los principales afectados por el avance de la frontera sur de Córdoba: la viruela, los constantes ataques militares que tenían como único fin quitarle personas y ganado y el fantasma del hambre comenzaron a mermar sus fuerzas. En esas condiciones se produjeron tres desmembramientos importantes entre su gente: el primero de ellos tuvo lugar en 1872, con la presentación ante la comandancia militar de las familias —catorce en total— del capitanejo Simón Martín, el lenguaraz Francisco Mora y Martín López; el segundo, a partir de mayo de 1874, momento en que se presentaron en Fuerte Sarmiento el capitanejo Bustos (con 6 indios y siete chinas), Juan Villarreal (con 64 personas) y Santos Morales (con 14) y —en agosto del mismo año— Linconao Cabral —hermano del cacique Ramón Ca12

Mansilla, 1980: II-174. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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bral. Finalmente —y aunque se había procurado convencerlo de instalarse entre los criollos desde 1874— no fue sino hasta 1877 en que el propio Platero «aceptó» resignar su autonomía13. Una vez instalados en los puestos militares fronterizos, y pese a las promesas en contrario, los racionamientos comenzaron a demorarse, las semillas e instrumentos de labranza no llegaron (o lo hicieron de forma muy esporádica) y se les presionó cada vez más hasta exigírseles prestar servicio militar en las campañas de 1878-1879 contra quienes habían quedado en Tierra Adentro14. Estas campañas destruyeron la existencia autónoma de las poblaciones indígenas al norte del río Colorado y fueron seguidas por la desarticulación de las formas de vida y organización de los sobrevivientes, basada en dos políticas claramente complementarias. Por un lado, se implementó la dispersión de familias, confinando a los varones adultos en prisión (por ejemplo, la isla Martín García, cercana a la costa uruguaya del Río de la Plata), o enviándolos a las distantes zafras azucarera, yerbatera y algodonera, o incorporándolos a la policía, ejército y marina, y afectando niños y mujeres al servicio doméstico en distintas ciudades del país. Por otro lado, autoridades de distinto tipo —en especial las de Territorios Nacionales— se negaron sistemáticamente a entregar tierras a quienes las solicitaran, lo cual implicaba no sólo un desconocimiento de los liderazgos previos sino también el impedimento para asentarse en forma concentrada en determinados lugares. El cambio de su status en relación al estado-nación se completó con una progresiva subordinación que, según Delrio, se revela en la secuencia de las categorías sociales construidas a lo largo del proceso de incorporación: «indios amigos», «indios salvajes», «argentinos» o «rebeldes». La primera de ellas se aplicó en algunos casos, hacia mediados del siglo XIX, cuando el estado todavía no se encontraba en condiciones de encarar la disputa franca de los 13

«En 1877, el teniente Alberto Capdevilla fue destacado para arrebatar las caballadas al cacique Ramón. Las tropas del Fuerte Sarmiento salieron, pues, “en persecución de indios que habían robado la caballada del Regimiento 4.º” y el 18 de septiembre de 1877, volvieron con 600 animales que habían pertenecido al cacique Ramón. Este se presentó de inmediato en la Comandancia para reclamarlos. Pero el coronel Racedo, quien había previsto el jaque de la maniobra, le impuso como condición de la entrega de los animales, que se viniera con su tribu a vivir en la zona denominado [sic] “Sarmiento Nuevo”, prometiéndole paz, tierras y más animales. El cacique, después de reflexionar un rato, aceptó la propuesta, porque de lo contrario iba a exponerse a nuevos ataques y a la creciente pobreza. Tan sólo pidió una escolta de protección para venirse /.../ El coronel Racedo salió a su encuentro con unos 300 hombres y el cacique trajo más de 400 indios al Fuerte». Hux, 1991: 151. 14 Para más detalles sobre el proceso de reducción y las estrategias indígenas en ese contexto, ver Tamagnini & Pérez Zavala, 2005 y 2007, y Salomón Tarquini, 2005. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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territorios nativos y se veía obligado a tratar paces; la segunda, en el contexto de las campañas militares de 1878-1885 para estigmatizar al enemigo, luego transformado en «argentinos» o «rebeldes», según se sometieran y aceptaran una localización espacial determinada, o persistieran en el camino de la guerra. En adelante, la resistencia a la invasión de sus territorios no sería entendida como un acto bélico, sino criminalizada, y en los años próximos, «lejos de producirse la homogeneización anunciada se cristalizó la construcción del permanente estado de desaparición de los grupos indígenas —o su «dilución» en la «civilización» /.../ Para los pueblos originarios la incorporación al estado-nación se caracterizó por medidas especiales que los separaban del conjunto de ciudadanos, aun de aquellos sin plenos derechos políticos» (Delrio 2002: 238-239). Entre estas medidas se encontraban el cambio de sus nombres por otros de origen hispano-criollo, la prohibición de hablar su lengua, la omisión de consignar su origen étnico en los recuentos censales (Otero 1998) y la criminalización de sus prácticas culturales.

3.

REORGANIZACIÓN DE LOS

RANQUELES

(1878-1900)

En el marco de esas políticas, la instalación de grupos indígenas en el ahora Territorio Nacional de La Pampa15 en los últimos años del siglo XIX no respondió a sus propias motivaciones, sino a una serie de traslados forzados de contingentes militarizados pocos años antes de las campañas militares. Por otra parte, eludiendo las políticas oficiales de dispersión, un número de indígenas que resulta difícil estimar con precisión volvió a las tierras ocupadas antes de las campañas militares, desde las zonas seguras a las que se habían replegado durante la ofensiva o luego de fugarse tras su captura. Algunos de los destinos impuestos más importantes de esta etapa de traslados fueron Victorica, General Acha y La Blanca, aunque por esos años se verifica la presencia de población —en menor proporción— en otras localidades del Territorio, sobre el área occidental o centro-occidental16. Durante esos desplazamientos, distintos grupos fueron reuniendo hacienda y recuperando los lazos familiares, mientras solicitaban tierras a los gobiernos 15

Tras la finalización de las campañas militares de 1878-1879, el espacio que actualmente comprende la provincia de La Pampa pasó a ser incorporado al estado nacional a partir de la sanción de la Ley n.º 1532 de 1884. Sobre la creación de los Territorios Nacionales en Argentina y en particular el de La Pampa, véase Moroni, 2007. 16 En particular en localidades tales como Santa Rosa, Bernasconi, Jacinto Aráuz, Caleufú, Anguil General Manuel Campos, La Reforma, Luan Toro, Remecó y Rolón. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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nacionales y territorianos para asentarse. Sin embargo, la cantidad de ganado disponible —que aseguraba un mejor pasar— y el hecho de que algunos de ellos conservaran aún a principios de la década de 1890 sus grados militares no garantizaba, al menos en la percepción de los indígenas, la estabilidad del grupo, ni la posibilidad de evitar la desintegración de las familias. En 1891, por ejemplo, llamó la atención a uno de los sacerdotes franciscanos el temor que causaba a los indígenas la concentración de muchas familias. Pocos años antes, esa había sido la oportunidad en que los niños fueron arrebatados a sus padres. A su llegada a General Acha, los franciscanos le pidieron a Linconao Cabral que reuniera a la gente para bautizarla: «éste pronto se puso a la obra, pero al proponérselo a sus hermanos, se encontró con alguna dificultad, que aquéllos temían que al bautizar a sus hijitos, los padrinos se los arrebataran, como les sucedió estando en Sarmiento, muchos años ha, habiendo bautizado a muchos indiecitos, los padrinos se apoderaron de ellos, arrancándolos de los brazos de sus padres, lo que fue una verdadera barbarie» [Pocos días más tarde], «... vimos venir al Mayor Linconao a la cabeza de la indiada, en número como de 150. Fue sumamente conmovedor ver a tantos pobres indios, los mismos que años no muy lejanos habían sido el terror de todos, ahora se presentaban humildes y sumisos, previa recomendación que no le quitaran los hijitos que tan entrañablemente querían...»17.

Los hombres de Ramón Cabral constituyeron el grueso del «Escuadrón Ranqueles», trasladado con motivo de la fundación de las primeras localidades del ahora Territorio Nacional de La Pampa Central (Victorica y General Acha, ambas fundadas en 1882). En ese año, llegó a Victorica el primer contingente, quedando parte de la población indígena en las reducciones de Sarmiento y Villa Mercedes (al sur de Córdoba y San Luis respectivamente) y en condiciones paupérrimas18. En 1886, se les sumaron forzadamente otros ranqueles traídos 17

Crónica de la misión de los padres Herrera y Quaranta. General Acha, junio de 1891, citado en Depetris & Cazenave, 1998: 38, mis resaltados. 18 Según el informe del sacerdote franciscano Quirico Porreca, prefecto de Misiones, al padre guardián del convento de Río Cuarto, en 1883 «el prefecto decide visitar las familias de indios situados en Victorica, pero no puede asistir por diversas causas, entonces decide recorrer los fuertes de Sarmiento y Villa Mercedes /.../ al llegar a aquella guarnición observa que los indios parecían cadáveres. Los chicos de éstos morían atacados por una doble enfermedad: el sarampión y la disentería, motivados por el hambre. Causado éste por la avaricia de los jefes, que insaciables para conseguir riquezas para hacerse opulentos y conservar sus vicios, quitan el pan de la boca a esos desgraciados indios /.../» (citado en Depetris & Cazenave 1998: 39). Al parecer, a raíz de estos hechos, el gobierno «se ve obligado a levantar un sumario a los jefes por robos de sueldos, raciones y otras yerbas cometidas contra los indios reducidos». Depetris & Cazenave, 1998: 39. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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desde Villa Mercedes y Sarmiento Nuevo hasta la localidad de General Acha19. Asimismo, sobre fines de la década de 1890, una parte de este grupo fue llevado a La Blanca, un establecimiento rural en el Departamento Loventué y Conhello, diez kilómetros al este de Luan Toro. Luego de trabajosas gestiones de algunos líderes surgidos en esta etapa —entre los cuales se cuentan fundamentalmente Santos Morales (cuyo nombre indígena era Katrenao), Lucho Baigorrita (hermano del cacique Manuel Baigorrita, muerto en la campaña militar) y Francisco Ñankufil Calderón—, se obtuvieron tierras en las colonias pastoriles Emilio Mitre y Los Puelches (ambas fundadas en el año 1900), donde se congregaron varias familias del área ranquelina. Ramón Cabral no llegaría a ver a su gente reunida, pues había fallecido en mayo de 1890. Según el censo de 1895, Pichañá Antipán, mujer principal de El Platero, que por entonces tenía 70 años, se encontraba en el Departamento 7.º (área de Victorica), con su hijo Curunao Cabral, y sus nietos Luis, Antonino, Bonifacio y Catalina20. Cuando en adelante hagamos referencia a Antonino Cabral se tratará de este hijo de Curunao y por lo tanto, nieto de Ramón El Platero, que había nacido en La Blanca el 23 de diciembre de 1889. Su línea de descendencia ha podido reconstruirse con 34 de sus miembros más sus cónyuges.

4. UNA AUTONOMÍA LIMITADA (1900-1950) Las tierras de las colonias Emilio Mitre y Los Puelches pronto se revelaron insuficientes: con una unidad mínima de productividad calculada actualmente en 5.000 has se les asignaron por entonces lotes de 625 has a cada familia, sin proveérseles medios de subsistencia adicionales. La ley número 1501 de Concesión de tierras públicas para ganadería (conocida como Ley Argentina del Hogar), a cuyo amparo se adjudicaron los lotes, prescribía la obligación de poblar (con ganados, cultivos y plantaciones) durante cinco años en forma ininterrumpida, levantar edificaciones e introducir hacienda por un capital aproximado de $250, tras lo cual se entregarían los títulos de propiedad. Las 19

«A fines de febrero de 1886, el general Ayala abandona a Villa Mercedes, para dirigirse a la capital de La Pampa. Su viaje, a través de los arenales y desiertos puntanos y pampeanos, adquirió los contornos y características de un verdadero éxodo. La expedición estaba compuesta por treinta y seis carretas y crecido número de familias ranquelinas, reducidas hasta entonces en el pueblo fundado por fray Marcos Donati, en Villa Mercedes». Massa, 1967: I-320. 20 Según datos en Depetris, 2003: 71. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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fracciones asignadas eran además claramente inaptas para instalar en ellas una colonia pastoril. Desde el punto de vista fisiográfico, la zona central de los emplazamientos (que abarca el departamento Chalileo, oeste de los departamentos Loventué y Rancul y casi todo el departamento Limay Mahuida) se corresponde con un clima semiárido y su paisaje está compuesto por médanos, cordones arenosos, planicies arenosas y mesetas residuales. En colonia Emilio Mitre, los funcionarios encargados de la medición y asignación de los lotes distinguieron «la tribu de Santos Morales» y «la tribu de Ramón Cabral»21. En el caso del primero, se enumeraban sesenta y cinco cabezas de familia como solicitantes y cincuenta y cinco en el caso del segundo. En términos generales, a las familias Cabral y Carripilón se les asignaron lotes en el ángulo noroeste de la Colonia y a una parte del grupo de Santos Morales lotes en el centro-sur, aunque a éstos en forma dispersa dentro de la zona. Esa distribución inicial se vio modificada por progresivos reagrupamientos de las unidades domésticas según la disponibilidad de recursos —en particular el agua y las pasturas para haciendas— y vinculada claramente a relaciones de parentesco que, en diferentes grados, permitían por un lado la utilización en común de recursos naturales como las aguadas22, y por otro, evitaban la excesiva subdivisión transgeneracional de las fracciones. Los hijos de Ramón Cabral —Ramón Caleo y Curunao— se vincularán por matrimonio a las familias Canué, Lima y Carripilón en segunda o tercera generación. La contigüidad de los lotes ocupados da cuenta de una construcción social basada en la constitución de una red de parentesco. En el extremo noroeste de las tierras de la colonia (lotes 1 a 13 especialmente), esta relación se verifica especialmente23. Pese a las dificultades existentes para asegurar la subsistencia, es21 Ver duplicado de mensura del año 1899, Expediente número 518, Colonia Emilio Mitre, Dirección General de Catastro, provincia de La Pampa. 22 En aquellos casos que los inspectores de tierras registraban que el adjudicatario de un lote no daba de beber a su hacienda en su parcela, solían señalar que utilizaban las aguadas de parientes. También los registros de marca de hacienda se prestaban entre parientes: en 1909, por ejemplo, Ramón Caleo Cabral, uno de los hijos del cacique Ramón, facilitó su marca a Coche Cabral, Nicolás Cabral y Sandalio Fernández, ubicados respectivamente en los lotes cinco, seis y siete, contiguos entre sí. (Informe de Inspección de Tierras, 1909, Fondo Tierras, AHP). 23 He aquí algunos ejemplos, según datos obtenidos de los informes de Inspección de Tierras. Lote 1: adjudicado a Quintré Carripilón, casado con Cuché Comeñé, hija de Ramón Cabral, El Platero, y hermana de Curunao (lote 16 y de Ramón Caleo, lote 15); lote 8: adjudicado a Francisco Cabral en 1900, es ocupado al menos desde 1905 por Bonifacio Rosas, casado con Teresa Cabral, hija de El Platero (sobrina de Levinao); lote 9: adjudicado a Levinao Cabral, hermano de Ramón Cabral, es ocupado por éste hasta su muerte, tras la cual sigue ocupándolo su viuda, Tomasa ó Marcelina Miranda. Años después, Pablo Videla (de 26 años, hijo de Blas Videla) se encuentra ocupando el Lote 9 junto con Luisa Cabral, hija de Marcelina y Levinao;

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tas estrategias permitieron la permanencia en el lugar y, hacia 1913, los integrantes del principal núcleo —constituido por Ramón Caleo Cabral, Curunao Cabral, Coché Cabral y Blas Videla— lograron escriturar sus chacras. En esos espacios trabajosamente construidos, tanto ellos como otros indígenas combinaron la cría de animales (especialmente lanares y chivos y algunas aves de corral como gallinas y pavos), la recolección de frutos (en particular del piquillín, chañar y algarrobo) y huevos de ñandú o de patos, y la caza de avestruces, vizcachas, piches, zorros, «y de cualquier carne que viniera», no sólo para consumo, sino también para la venta de cueros y plumas. Los chivos proveían carne de consumo propio, leche (para tomar, mezclar con maíz pisado, elaborar quesos y cuajar como alimento de gallinas y pavos) y podían ser vendidos a los «chivateros» que recorrían la zona. Las ovejas, además de carne, proporcionaban lana que, hilada y teñida con pigmentos de plantas de la zona, servía para tejer matras, ponchos, fajas y peleros comercializados con los «mercachifles» o vendedores ambulantes. Otra opción para obtener dinero fueron los trabajos asalariados por temporadas, de los cuales el más frecuente consistía en la formación de «comparsas» de esquiladores/as (compuestas por mujeres, hombres y niños mayores). Por ejemplo, Antonino Cabral, nieto de El Platero, fue capataz de una comparsa de esquiladores en la que participó su nieta, Perfecta Cabral, quien recuerda que se trasladaban hasta provincia de Buenos Aires a raíz de esa actividad24. Otras formas de trabajo asalariado estaban constituidas por las actividades como jornaleros en los establecimientos rurales, o como hacheros en los obrajes madereros del centro del territorio (de allí —suponemos— el traslado de estos trabajadores a la zona de Luan Toro y al departamento Conelo). A su vez, las mujeres se empleaban como lavanderas o niñeras en el servicio doméstico, abandonando los puestos en que habían habitado, ya sea en forma periódica o definitiva.

lote 10: adjudicado a Blas Videla, casado con Pichicaiún Cabral, hija de El Platero; lote 15: adjudicado a Ramón Caleo Cabral, hijo de Ramón Cabral El Platero, hermano de Teresa y Curunao, sobrino de Levinao; lote 16: adjudicado a Curunao Cabral, hijo de El Platero, hermano de Teresa y Ramón Caleo, sobrino de Levinao. Según datos de fichas individuales en Secretaría Electoral del Juzgado Federal de Santa Rosa, e las primeras décadas del siglo XX, Antonino Cabral, hijo de Curunao Cabral y nieto de Ramón El Platero, registrará como domicilio el lote 17, fracción D, Sección XVIII, al suroeste del Departamento Chalileo, junto con sus hijas Catalina, Desposaria, Luisa y Beneranda, todas nacidas en Emilio Mitre entre 1913 y 1924. 24 Testimonio en cinta 94, lado A, Fondo Rankel, AHP. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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5.

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LA DISPERSIÓN DE LA POBLACIÓN INDÍGENA (1948-1970)

Los ciclos de migración hacia las ciudades se iniciaron a mediados del siglo XX, a partir de experiencias previas de circulación motivadas por el desempeño de actividades laborales extraprediales que en ocasiones comenzaron siendo estacionales o temporales (para convertirse más tarde en permanentes). La esquila, la vendimia y otras tareas rurales (entre ellas la de alambrar y trasladar ganado), y el empleo doméstico se contaron entre las más habituales. Estas migraciones comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes a partir de mediados del siglo XX, cuando dos factores impulsaron el mayor éxodo de población desde el Oeste de La Pampa: por un lado, el incremento de los controles —tanto estatal como privado— de los espacios situados hacia el oeste; y por otro la desertificación de las áreas cercanas al río Chadileuvú a partir de la construcción del dique El Nihuil en la provincia de Mendoza. En cuanto al primero de los factores, cabe aclarar que hacia la década de 1950 comenzaban a notarse los efectos de las políticas de los gobiernos territorianos de Evaristo Pérez Virasoro (1933-1939) y Miguel Duval (1939-1946), que buscaban un mayor control sobre áreas marginales del territorio. Esta política se reflejó en una vasta ampliación y mejora de las rutas existentes y —junto a ellas— la extensión de los alambrados por parte de propietarios privados. Para la población indígena, los cercamientos implicaban la limitación al acceso a recursos críticos tales como el agua, la leña y las pasturas para el ganado. Basilio Cabral, un habitante de Emilio Mitre, lo señala claramente: «¿Qué no llovía? Algunas temporadas sí, años pasaron que no llovía. Pero se mantenía la gente ¡sabe por qué? Porque la gente iba, siempre buscó una sierra pa cortar leña. Porque yo cuando vine acá, nadie hacíamos palo de leña. Iba a cualquier campo, cortaba leña y no te decía[n] nada. Pero después empezaron a corregirse las cosas. Este campo es mío y le voy a cerrar y bueno. Cerrado el campo igual le tenían que pedir permiso para sacar un poco de leña. Y hoy no porque hoy en realidad hay campos, están, todos los campos están cerrados y hay que pedir permiso para poder sacar leña y no te dan tampoco, te venden la leña. Y antes no se vendía, se daba la leña»25.

En cuanto al segundo, debemos tener presente que el oeste pampeano fue —y sigue siendo— una de las zonas más áridas del Territorio, con regímenes pluviales muy por debajo de los característicos en los departamentos orientales. Esta aridez era apenas atenuada por las zonas de influencia del río Atuel, su brazo occidental el Arroyo de la Barda y el río Chadileuvú (donde desem25 Testimonio de Basilio Cabral, tomado en Colonia Emilio Mitre, 2 de agosto de 1997, T104, lado A, Fondo Rankel, AHP.

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boca el Atuel) que integran la cuenca del Desaguadero. Ya durante la primera mitad del siglo fueron frecuentes las quejas de los inspectores de tierras acerca del uso que daban aguas arriba, en jurisdicción de la provincia de Mendoza, a los ríos Atuel y Chadileuvú, mermando —mediante embalses y desvíos para riego— los caudales de ambos. Sin embargo, la obra que determinó la profundización del proceso de desertización y el despoblamiento del área fue la construcción del dique El Nihuil, oficialmente inaugurado en 1948, pero que había comenzado a funcionar en los últimos meses del año 194726. Esta interrupción del curso del Atuel no sólo afectó sus tramos posteriores que recorrían el sector septentrional del departamento Chalileo, sino también el curso del Arroyo de la Barda que beneficiaba al sector oriental del departamento Chicalcó, y el mismo Río Salado, disminuido no sólo en su régimen sino en la calidad de sus aguas, ahora más salinizadas27. Las migraciones fueron importantes por esos momentos: entre 1947 y 1960 todos los departamentos oesteños (a excepción de Puelén, el menos vinculado a la cuenca del Chadileuvú, y que además contaba con una población importante en la localidad de 25 de Mayo, atractora de los migrantes rurales y cuyas actividades económicas estaban más ligadas a la cuenca del río Colorado) experimentaron un brusca caída en sus niveles poblacionales, tal como se observa en el cuadro 1. Los pobladores que lograron quedarse en la zona experimentaron una merma importante de los rebaños28 y un empeoramiento de las condiciones de vida. Entre este grupo de familias se encontraban los Cabral-Carripilón, que 26

Más detalles sobre las características de los diques sobre el río Atuel en Sarafian

2006. 27

Cabe aclarar que las dificultades en torno al control de este recurso continúan hasta la actualidad. Las provincias de Mendoza y La Pampa se encuentran enfrentadas judicialmente a través de las presentaciones que se hicieron desde mediados del siglo XX y hasta una última hecha por dos ONG a mediados del año 2007. Y es que el uso interprovincial no compartido ni coordinado causa graves consecuencias a los pobladores oesteños en general: cuando el caudal supera las cotas necesarias para riego se abren las compuertas mendocinas y los campos de abajo se inundan (como sucedió cuando las aguas llegaron hasta la localidad de Algarrobo del Aguila en el año 2007), en caso contrario, los cauces desaparecen, secando por completo los lechos y salinizándolos. 28 «I-Después el asunto con los ríos, se secaron los ríos. Bueno, en el año ’47 fue una sequía muy grande y la gente de aquí al sur se quedaron todos sin animales porque no tenían agua /.../ no, no había agua... Había remansos ¿vio?, remansos que se hacen por ahí pero el agua salada. E-¿Siempre fue salada así el agua? I-Se pone salada porque el agua está quieta. No como el agua que va corriendo porque el agua que va corriendo va limpiando todo. Y esos remansos no, porque el remanso se detiene el agua y agua detenida ese es malísima, cuando toma el animal se muere.» Testimonio de Basilio Cabral, cinta 104, Fondo Rankel, AHP. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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CLAUDIA SALOMÓN TARQUINI

CUADRO 1.

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE CUATRO DEPARTAMENTOS DEL OESTE DE LA PAMPA 1895-2000

3.000 2.500 2.000 1.500 1.000 500 0 1895 1914 1920 1935 1942 1947 1960 1965 1970 1980 1990 2001

CURACO

CHICALCO

CHALILEO

LIMA Y MAHUIDA

Fuente: Elaboración propia en base a censos nacionales, territorianos y provinciales entre 1895 y 2001.

fueron identificados en sucesivos estudios lingüísticos y antropológicos de las décadas de 1970 a 1990 como el núcleo del «Pueblito Cabral»29. A la vez, las migraciones hacia medios urbanos se caracterizaron inicialmente por un desplazamiento a los poblados más cercanos a su lugar de residencia, ya sea porque quedaban familiares en los puestos (por lo general adultos mayores) a quienes brindar cuidados puntuales o asistencia, o bien porque sus marcos de referencia y mayor cantidad de paisanos30 estaban resi29 Nos referimos a los trabajos de Casamiquela & Giordano 1975. Fernández Garay 1988. Poduje, Fernández Garay & Crochetti 1993: 18-19. Medus y Poduje 1997. Poduje 2001. Fernández Garay 2002. 30 Entre los pobladores oesteños, el término paisano es marcadamente polisémico: a veces designa a personas residentes en áreas cercanas (coterráneos) o a parientes; en ocasiones, sostener que alguien es «paisano paisano» equivale a decir que es bien indio, en el sentido de que exhibe ciertos rasgos fisonómicos estereotipados, pero asimismo que posee ascendencia indí-

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diendo en esas localidades. Recién en una etapa posterior, progresivamente se encaminaron hacia pueblos y ciudades más alejadas. De esta manera, los destinos no fueron azarosos: estos ciclos de migración estuvieron asentados en las experiencias previas de circulación a partir de actividades laborales extraprediales, que de ser ocasionales comenzaron a convertirse en permanentes. Los patrones de movilidad territorial indican que las familias no migraron en forma aislada (como no se movilizaban tampoco en forma aislada en las actividades laborales, sino a partir de información que circulaba a través de vínculos de parentesco o en ámbitos de sociabilidad frecuentados por los oesteños). Los destinos habituales de los pobladores de la zona de Emilio Mitre fueron las localidades de Santa Isabel, Victorica y Telén en un primer momento, y más tarde Santa Rosa, capital del territorio y de la provincia. Por otro lado, los pobladores de la zona de Puelches migraron en su mayoría en un trayecto que se iniciaba en General Acha y podía continuar por Quehué y Toay hasta Santa Rosa, o bien desde aquélla directamente a esta última. De esta manera, la mayoría de los nietos y bisnietos de Antonino Cabral (21 de los 25 que hemos hallado hasta ahora) nacieron y crecieron en Santa Isabel y Victorica (Departamentos Chalileo y Loventué respectivamente) y, en menor medida, en Santa Rosa. El resto de las personas de apellido Cabral —la mayoría de las cuales proviene del Departamento Chalileo, donde se encuentra Emilio Mitre—, según los procesamientos de datos generales, muestran tendencias similares: hemos registrado 1181 cambios de domicilios (que pueden corresponder en varias ocasiones a las mismas personas) y los hemos agrupado por décadas. A partir de la década de 1950 comienza a notarse una tendencia a la concentración de los Cabral en centros urbanos como Telén, Victorica y Santa Rosa que se profundizará en la década de 1970 y no cesará hasta nuestros días, tal como se observa en el cuadro 2 (ver página siguiente). Por otro lado, los migrantes oesteños que arribaron entre las décadas de 1940 y 1960 se encontraron en una de las ciudades que registraba el mayor crecimiento en la provincia, pero con fuertes rasgos rurales: aunque estas características comenzarían a modificarse hacia fines de los ’60 y principios de los ’70, en los barrios marginales aún había terrenos amplios y era posible combinar los trabajos rurales en campos cercanos, con empleos urbanos más o menos estables, y obtener leña y pastaje para animales de trabajo en los alrededores. gena comprobada. Por otra parte, hablar en paisano significa claramente hablar la lengua indígena (sea mapu-dungum, de los mapuche o che-dungum, de los rankülche). Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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EVOLUCIÓN DE CAMBIOS DE DOMICILIOS POR DEPARTAMENTOS, 1930-2000

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Fuente: Elaboración propia en base a fichas electorales individuales, Secretaría Electoral, JFSR. Referencias: Cha = Chalileo, Cap = Capital, Lov = Loventue, Co = Conelo, Lim = Limay Mahuida, Mar = Maraco, U = Utracán, Gu = Guatraché, Ra = Rancul, Cha = Chapaleufú, Cu = Curacó, At = Atreucó, QQ = Quemú Quemú, Re = Realicó, To = Toay, Pu = Puelén, Cat = Catriló, Tr = Trenel, Lih = Lihuel Calel.

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CUADRO 2.

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PROCESOS DE SUBALTERNIZACIÓN DE LA POBLACIÓN INDÍGENA EN ARGENTINA...

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La instalación de los migrantes incluía varias etapas: aunque la llegada podía hacerse en forma aislada casi siempre se migraba hacia lugares donde hubiera parientes que facilitaran la ocupación de un terreno, colaboraran en la construcción de una vivienda precaria o bien brindaran hospedaje en la propia. La segunda etapa, de instalación definitiva, dependía de la combinación de una serie de factores entre los que se cuentan: el capital con que se arribaba, la posibilidad de conseguir vivienda y un empleo relativamente estable, la cercanía con paisanos que colaboraran en la resolución de problemas cotidianos (como cuidar los niños en horarios de trabajo), y la etapa del ciclo vital del núcleo familiar, entre otros. Esta combinación de factores debía asegurar la cobertura de las necesidades básicas de alimentación y vivienda. La primera de ellas se lograba en base a la combinación de una serie de actividades como la caza de pequeños animales silvestres y la recolección en los montes cercanos a estos barrios, la cría de gallinas, el acceso a alimentos gratuitos (en muy escasa proporción) o la compra de comida barata a través de los ingresos obtenidos por trabajos asalariados. Estos trabajos eran normalmente los de hachero y jornalero en tareas rurales en el caso de los hombres (en los que colaboraban eventualmente las mujeres). En ámbitos urbanos las mujeres trabajaban como lavanderas, planchadoras, niñeras, y empleadas permanentes en casa de familia, mientras que los varones adultos lo hacían en el molino harinero cercano, en corralones, fletes de leña y/o materiales de construcción, albañilería y limpieza de terrenos. En todos los casos se trataba de tareas escasamente remuneradas que requerían baja calificación. La necesidad de que el trabajo infantil aportase a los ingresos del hogar conspiraba contra la permanencia de los niños en el sistema de educación formal, más allá de los primeros años de escolarización. La segunda de estas necesidades básicas, la vivienda, era cubierta con todos los materiales a los que se pudiera acceder: bolsas de arpillera o nylon (de envase de frutas, verduras o cereales), maderas sacadas de cajones de frutas o de los comercios, chapas de descarte, ramas, palos (tomados de los árboles de los montes cercanos), cueros (de distinto tipo de animales) y todo aquel elemento que sirviera para cubrirse. A lo largo de la instalación, los pobladores procuraban construir con materiales como adobe y ladrillos, y cercar con alambre el lugar, aunque no fuera de propiedad privada ya que pese a la existencia de compra-ventas de terrenos, éstas no eran formalizadas por contrato y mucho menos mediante escrituras notariales. Estas condiciones de hacinamiento, excesivo frío o calor, escasa agua potable, y como hemos visto, una muy precaria alimentación y falta de acceso a recursos sanitarios, parecen haber estado en la base de la proliferación de enfermedades infecciosas que en Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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ocasiones hacía que los niños fueran internados durante un tiempo (seguramente para recuperar su estado nutricional hasta niveles aceptables). En tales contextos de inestabilidad laboral como una característica estructural, las prácticas reciprocitarias tendían a asegurar la provisión de los bienes necesarios para la subsistencia, y en este marco, se privilegiaba a los integrantes de la familia (nuclear o extensa) por sobre otros vínculos. Estos lazos reciprocitarios se reforzaban con el arribo periódico de trabajadores o parientes o conocidos de áreas rurales. En estas ocasiones, cuando se realizaban fiestas, todos los integrantes del barrio31 se reunían. Además, se aprovechaban los ámbitos de sociabilidad con personas de mejor posición económica (partidos de fútbol, charlas en cafés, trabajos en casas de familias acomodadas) como medio de obtener información sobre potenciales empleos para parientes y amigos, que solía circular por esos canales: ser paisano, entonces, también implicaba la posibilidad de asegurarse temporariamente la subsistencia.

6.

EPÍLOGO

Los indios «... que existen en el territorio —informaba el gobernador del Territorio Juan Ayala al ministro del interior en su Memoria de 1888— ascienden al número aproximado de ochocientos de todas las edades. Dependieron de la fuerza militar hasta el mes de junio del año ppdo. en que por el Ministerio de Guerra se decretó la suspensión del racionamiento con que se les atendía. La gobernación no teniendo recurso con que sostenerlos, se vio en el deber de adoptar medidas excepcionales en previsión de los perjuicios que podrían resultar para los habitantes del territorio /.../ Para el efecto, se dispuso su distribución por familias en los muchos establecimientos de campo que mejores ventajas les ofrecían, colocándose los demás, ya como postillones al servicio de las diversas mensajerias que cruzan el territorio ya en las diferentes industrias de los centros urbanos, con contratos equitativos, con lo que se logró asegurar la subsistencia de todos é inspirarles hábitos de trabajo. Al presente los indios no constituyen agrupación alguna, mezclados con los restantes de la población por toda la superficie del territorio»32. 31 Los principales barrios de Santa Rosa a los que arribó población indígena fueron Zona Norte, Villa Parque y El Salitral. Este último se constituyó en uno de los principales ámbitos de sociabilidad y circulación de información entre descendientes indígenas desde mediados del siglo XX. 32 Citado en Lluch 2005: 21.

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El discurso triunfalista de Ayala en cuanto a que los indios de su época no constituyeran agrupación alguna sería desmentido por los hechos pocos años más tarde. Parece claro, al menos, que los Cabral procuraron volver a reunirse en inmediaciones de Emilio Mitre y en todo el Departamento Chalileo a pesar de que habían sido llevados en forma forzada hacia General Acha. A la vez, sus patrones migratorios desde el oeste hacia las zonas urbanas a partir de la década de 1950 muestran regularidades en cuanto a los destinos: se concentrarán en Santa Isabel, Telén, Victorica y Santa Rosa, mientras que otros centros urbanos importantes como General Pico no resultarían de interés. Estas tendencias se verifican incluso hasta la actualidad. Según el padrón electoral del año 2003, hay en Santa Rosa 240 personas portadoras del apellido Cabral claramente concentradas en la zona norte de la ciudad, una de las más humildes y estigmatizadas33. La mayoría de ellos (especialmente las generaciones nacidas en las décadas de 1960 a 1980) son oriundos de la misma capital, pero las segundas áreas en importancia de procedencia de los Cabral residentes en Santa Rosa son los Departamentos de Loventué y Chalileo34. Todo parece indicar que los Cabral, tanto mientras se encontraban radicados en áreas rurales, como cuando las abandonaron para migrar a las ciudades continuaron agrupándose en vecindad, ocupando determinados espacios urbanos. Sin embargo, el discurso de Ayala contiene un dato innegable: la dispersión temprana como mano de obra asalariada de los indios amigos —entre los que se encontraban los integrantes del «Escuadrón Ranqueles». Esta fue la amarga y única recompensa que quiso dar la sociedad mayoritaria a cambio de las difíciles condiciones que —perdida su autonomía en momentos previos a las campañas militares de 1878-1885— debieron atravesar los indígenas. Como hemos visto a lo largo del caso que tomamos como ejemplo para este estudio, Ramón Cabral y los suyos enfrentaron varias situaciones adversas para sobrevivir como grupo: primero, las incursiones de los grupos militares en la frontera de Córdoba, luego el hambre y la viruela, más tarde la escasez de recursos y poca productividad de las tierras que les habían otorgado, posteriormente el control y las sequías sumado al corte de los ríos, y por fin las difíciles condiciones de vida en las ciudades. Estas condiciones, sin embargo, no 33

De esta población (un universo de 230 que declararon ocupación al momento de enrolarse o hacer cambios de domicilio), la mayoría de las mujeres declaran ser amas de casa y empleadas, aunque en algunos casos esta declaración podría encubrir el trabajo en servicio doméstico en forma permanente. Entre los hombres por otra parte, es muy clara la tendencia al trabajo como jornaleros y albañiles. 34 Según la información que puede encontrarse en sus fichas individuales en Secretaría Electoral, JFSR. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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eran muy distintas de aquéllas que debieron atravesar —y ante las cuales elaboraron diferentes estrategias—, el resto de las poblaciones indígenas subalternizadas desde fines del siglo XIX en Argentina. BIBLIOGRAFÍA Argeri, María E., De guerreros a delincuentes. La desarticulación de las jefaturas indígenas y el poder judicial: Norpatagonia, 1880-1930, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005. Bechis, Martha, «Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿poder o autoridad?», María de Hoyos (coord.), Etnohistoria, Número especial de la revista Noticias de Arqueología y Antropología (Naya), editado en disco compacto, 1999. Beverley, John, «La persistencia del subalterno», Nómadas, n.º 17 (Bogotá, octubre de 2002): 48-56. Boccara, Guillaume e Ingrid Seguel-Boccara, «Políticas indígenas en Chile (Siglos XIX y XX). De la asimilación al pluralismo (El caso mapuche)», Revista de Indias, vol. LIX, n.º 217 (Madrid, 1999): 741-774. Briones, Claudia, «Construcciones de aboriginalidad en Argentina», Société suisse des Américanistes/Schweizerische Amerikanisten-Gesellschaft, Bulletin 68 (Ginebra, 2004): 73-90. Briones, Claudia y Walter Delrio, «Patria sí, colonias también. Estrategias diferenciadas de radicación de indígenas en Pampa y Patagonia», Ana Teruel, Mónica Lacarrieu y Omar Jerez (comps.), Fronteras, ciudades y estados, Córdoba, Alción Editora, 2002: 45-78. Casamiquela, Rodolfo y Amanda Giordano, Informe Colonia General Emilio Mitre, Santa Rosa (mimeo, depositado en Archivo Histórico Provincial), 1975. Chakrabarty, Dipesh, «Una pequeña historia de los Estudios Subalternos», versión online disponible en Laboratorio de Desclasificación Comparada: http://www.desclasificacion.org/doc_comp.html, 2000. De Jong, Ingrid, «Armado y desarmado de una Confederación: el liderazgo de Calfucurá en el periodo de la organización nacional (1852-1873)», ponencia presentada al simposio El liderazgo indígena en los espacios fronterizos americanos (siglos XVIII-XIX), Buenos Aires, 2 y 3 de agosto de 2007. Delrio, Walter, Memorias de Expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia, 1872-1943, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2005. Delrio, Walter, «Indios amigos, salvajes o argentinos. Procesos de construcción de categorías sociales en la incorporación de los pueblos originarios al estado-nación Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 545-570, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.018

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Subalternation processes of the indigenous population in Argentina: Ranqueles in The Pampa, 1870-1970

As a result of the military campaigns of 1878-1885, known in Argentina as “The Conquest of the Desert”, the indigenous populations tried different strategies to face the adverse conditions and the policies that sought their subalternization and invisibilization. This work explores the peculiarities of the process carried out by the ranquel ethnic group, in the Pampa (initially a National Territory that later became a province in 1952) from the last years of their autonomy up until the 1970s. The study is based on the cross-checking of different sources that, reducing the range of the analysis uses the trajectory of the groups that were tied to the cacique Ramon Cabral, El Platero, as an example of such processes. KEY WORDS: Pampa; indigenous populations; subaltern studies; resistance strategies.

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Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

La sociedad y la cultura andina contemporánea: estudio de los saberes para la salud y la enfermedad en los pueblos originarios del norte de Chile POR

Vivian Gavilán. Universidad de Tarapacá / Patricia Vigueras, Michel Parra. Universidad Arturo Prat / Carlos Madariaga. Universidad de Chile / Nicolás Morales. CIESAS / Alejandra Arratia. Taller de Estudios Andinos / Rosa Andrade. Taller de Estudios Andinos

A J. y S. (Q.E.P.D.) por su amistad e invitación a la reflexión sobre la vida y la muerte, relación inacabada, lugar donde las diferencias se pierden en la camanchaca del amanecer andino

El estudio de los saberes para la salud y la enfermedad y de las prácticas médicas en la población de origen indígena plantea desafíos teóricos, sociales y políticos. Desde el punto de vista del análisis, la heterogeneidad cultural en la que se encuentra obliga a considerar los procesos de modernización, lo cual implica asumir una perspectiva histórica que no siempre consideran las investigaciones sobre la sociedad y cultura andina contemporánea. Este artículo pretende avanzar en este sentido. Planteamos que el peso de la escolaridad es gravitante en la diferenciación social y cultural y por lo tanto el nivel alcanzado incide en la comprensión de la naturaleza del cuerpo y su funcionamiento y en las prácticas para la salud. Los datos coinciden en gran parte con los informados por otros investigadores; a partir de estos, proponemos que es preciso ampliar el debate sobre la cuestión de la materialidad-inmaterialidad de las bases teóricas del pensamiento médico andino. PALABRAS CLAVE: Sociedad y cultura andina contemporánea; medicina andina; conocimiento indígena; salud y pueblos originarios.

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INTRODUCCIÓN Nuestro interés por el estudio de las prácticas médicas en la población de origen indígena en la región de Tarapacá partió de un hecho al cual nos enfrentamos en diciembre de 2004. Se trató de un caso problemático para el servicio de siquiatría del Hospital E. Torres G. de Iquique. Los diagnósticos elaborados para explicar y o comprender la enfermedad de un joven de 18 años (S.), residente en Pozo Almonte, pequeña ciudad del desierto tarapaqueño, y con padres provenientes de las comunidades de la zona altiplánica, diferían notablemente entre la familia y los equipos de salud. Los padres y abuelos argumentaron que estaba agarrado por Seren T’alla, entidad demoníaca (supay) a la cual se le pide el don de la armonía musical y cuya morada es una vertiente. Es frecuente que las personas de estas comunidades consideren que la biomedicina1 no tiene eficacia para sanar esta enfermedad, que en lengua aymara se nombra katjata, ¿Por qué, entonces, decidieron concurrir a la posta local, a la clínica privada y al hospital en busca de sanidad? De manera alternativa, acudieron a la medicina indígena. Después de varias semanas sin mejoría, la familia tomó la decisión de llevarlo a casa para compartir sus últimos días. A fines de enero de 2005, S. muere. La única interpretación que tuvimos de este acontecimiento fue que ninguno de los sistemas médicos, en los cuales confió esta familia, pudo salvar la vida de S., recién graduado de enseñanza media. El caso planteó y plantea un desafío a las ciencias sociales, a las ciencias de la salud y obviamente, a los planificadores en salud pública. Una de las interrogantes que formulamos fue ¿cómo se articulan modelos médicos tan diferentes como son el biomédico y el basado en la religiosidad andina? El proceso de investigación, con enfoque cualitativo, nos llevó a indagar sobre los fundamentos ontológicos y epistémicos del proceso salud-enfermedad-atención de las personas que se adscriben a los pueblos originarios. Adelantamos aquí avances acerca de los saberes y representaciones del funcionamiento del cuerpo y de las prácticas médicas, en un contexto de gran heterogeneidad cultural y en un momento en el que los mismos parecen ser reemplazados —o al menos resignificados— por la biología. Nos pareció importante definir un marco 1

«Biomedicina [Biomedicine o Western-medicine]: también llamada medicina occidental, científica, alopática, cosmopolita o etnomedicina fisiológicamente orientada. Designa al sistema médico desarrollado en Occidente desde la Ilustración y que se caracteriza por asumir la distinción cartesiana entre cuerpo y mente y por su comprensión de las enfermedades en tanto que entidades definidas producidas por causas únicas. Ver Modelo Médico Hegemónico». Comelles y Martínez, 1993:85. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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teórico que facilitara la comprensión de las dinámicas históricas a fin de abordar tanto las continuidades como las discontinuidades culturales en la medicina indígena. Como ha señalado E. Menéndez, ello es importante, mas no suficiente. Intentamos asumir un concepto de salud que reconozca su múltiple dimensionalidad y que se oriente a buscar soluciones concretas al abatimiento/no abatimiento de los daños a la salud, dadas las condiciones sanitarias desiguales en la que se encuentra la población de origen indígena, en Tarapacá y en el país2. Entre los resultados obtenidos se halla el gran peso que adquiere la escolaridad en la heterogeneidad al interior de la colectividad que se adscribe étnicamente al pueblo aymara. Aquellas personas que alcanzaron mayores niveles presentan más apego a la biología como marco referencial para comprender la ontología del cuerpo humano. En consecuencia, menor importancia de los conocimientos y acciones para la salud y la enfermedad transmitidas por las generaciones anteriores y mayor acercamiento a la biomedicina. Otro hallazgo relevante es que la adscripción religiosa y la influencia de los medios de comunicación son también factores que inciden en una mayor o menor influencia del saber oficial del cuerpo y la salud, pero éstos son menos importantes que la escolaridad. Como veremos, las representaciones del proceso salud-enfermedad-atención se basan en un conjunto de relaciones entre lo empírico, una lógica y una racionalidad que se debe investigar. Observamos que en las personas con menor escolaridad las prácticas médicas siguen una racionalidad basada en conceptos cuyos contenidos se orientan a comprender la naturaleza del cuerpo humano en su materialidad e inmaterialidad. Su estructura orgánica operaría sobre procesos que van más allá de lo estrictamente biológico. Por otra parte, los datos muestran que el sistema médico indígena se encuentra en una situación crítica porque los procesos de dominación económica y cultural imponen un proyecto civilizatorio que tiende a valorar la biomedicina y a subvalorar los conocimientos y prácticas médicas que han restaurado la salud de las colectividades étnicas y que podrían contribuir a resolver problemas de salud en otros grupos sociales. Exponemos en primer lugar, los antecedentes metodológicos de la investigación; sigue una revisión crítica de los estudios acerca de la medicina andina a fin de posicionarnos en el debate. En tercer lugar, realizamos una evaluación de la situación de las prácticas médicas en la región que avalan la expansión de los saberes de la medicina moderna. El cuarto apartado se refiere a los sabe2

Menéndez, 7 (México D.F., 1994): 74. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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res y representaciones que muestran continuidades culturales y la especificidad de las prácticas médicas de origen indígena las que se asemejan a la data etnográfica referida a comunidades de Bolivia y Perú. El quinto y último tópico intenta unir los fragmentos para recuperar la forma de concebir la vida.

ANTECEDENTES METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN Entre los años 2006 y 20083 iniciamos el trabajo en la comuna de Alto Hospicio4, distinguiendo cuatro colectividades a partir de los datos sobre migraciones entregados por el censo 2002: aymara (chilenos), inmigrante transfronterizo (peruanos y bolivianos), colectividad del centro y sur del país y nortinos no indígenas (Arica-Ovalle). Entrevistamos a 49 personas, 11 de ellas se adscribieron étnicamente al pueblo aymara, con diversos niveles de escolaridad (de educación básica incompleta a universitaria completa), con adscripción a las iglesias católica y pentecostal y con residencia más estable en la ciudad. Durante la primera mitad de 2009 continuamos con una corta investigación acerca de los saberes médicos a fin de rescatar el patrimonio cultural en salud de los pueblos originarios en Tarapacá5. En este caso entrevistamos a 14 personas residentes o multiresidentes en las comunas de la Provincia del Tamarugal y en la comuna de Alto Hospicio. Sólo dos de ellas cuentan con enseñanza media completa técnica profesional, en tanto que las restantes cursaron enseñanza básica. Seis ofician como sanador-a (qolliri-yatiri), tres se desempeñan como promotoras de salud y cinco hacen uso frecuente de este tipo de atención médica. Según adscripción étnica, diez dicen formar parte del pueblo aymara, tres declaran pertenecer al pueblo chipaya y una se adscribe al pueblo quechua. Aunque las pautas de entrevistas no fueron las mismas en ambas investigaciones se incluyeron dos apartados en común: representaciones del proceso salud-enfermedad-atención y prácticas de autoatención6. Una de las modalidades 3

Proyecto Fondo de Investigación en Salud (FONIS-CONICYT): «Estudio y funcionamiento del sistema de atención primaria de la comuna de Alto Hospicio desde un enfoque intercultural» 2006. 4 Se trata de un territorio recientemente poblado y declarado comuna, unidad mínima de la administración política del país. Residen allí, en medio del desierto, 80.000 personas aproximadamente, en su mayoría inmigrantes. 5 Proyecto FONDART «Suma Kamaña»: estudio y valoración de las prácticas de salud y enfermedad en las comunidades de origen indígena en la Provincia del Tamarugal, 2009. 6 Por prácticas de autoatención entendemos aquellas formas de atención diversas que los sujetos y grupos sociales no sólo usan, sino que las sintetizan, articulan, mezclan o yuxtaponen. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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de recolección de datos más ricas sobre los saberes para la salud y la enfermedad fue la realización de un encuentro de sanadores en el que aplicamos entrevistas colectivas y conversaciones fluidas. La participación en éste de sanadores y usuarios chipaya, aymara, de la zona de valles y del altiplano y residentes también en las ciudades, ofreció un espacio de intercambio y debate de gran interés para el conocimiento del sistema médico andino y para evaluar la posición subalterna en la que se encuentra. LOS ESTUDIOS DE LA MEDICINA ANDINA Gundermann y González7 afirman que la medicina andina o el conjunto de conocimientos, prácticas, actores y sistemas médicos en el norte grande de Chile podría ser uno de cuatro temas de un posible programa de investigaciones sobre la cultura andina regional, dirigido a llenar un vacío actualmente existente en este ámbito. ¿Por qué privilegiar este aspecto de la vida de las familias de origen indígena para conocer la cultura andina en este territorio? Argumentan que se trataría de prácticas culturales institucionalizadas que habrían mantenido una notable continuidad, aun cuando éstas se han transformado y complejizado, mantendrían una considerable fidelidad cultural. Los autores no justifican por qué estas prácticas expresarían continuidades sobre otros campos de estudio, tales como los procesos de socialización, relaciones familiares, etc. María Ester Grebe propone la existencia de dicha continuidad y estabilidad en los modos de observar, conocer y representar el mundo que rodea a los pueblos originarios. Sugiere que sus patrones cognitivos y simbólicos persisten aún después de cuatro siglos de conquista y colonización a pesar de factores geográficos, históricos, sociales y lingüísticos que inciden en la generación de influencias contrarias, las cuales podrían haberlos debilitado o destruido. Estos patrones habrían sobrevivido más allá del debilitamiento, hibridación o extinción de sus propias lenguas indígenas: serían supraligüísticos. De este modo, en el camSe funda en una concepción de prácticas de sanación desde la experiencia social de los grupos humanos y no de sujetos aislados; resalta la dimensión de lo colectivo en tanto escenario relacional que produce formas concretas de intervención individual, más o menos características de cada grupo, para abordar el «padecimiento» y no sólo la enfermedad al interior de los microgrupos familiares. En este sentido, «la autoatención constituye no solo la forma de atención más constante sino el principal núcleo de articulación práctica de las diferentes formas de atención, la mayoría de las cuales no pueden funcionar completamente si no se articula con el proceso de autoatención» (Menéndez, 2003: 190-191). 7 Gundermann y González, 41/1 (Arica, 2009): 134 Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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po de la medicina aymara, esta autora sostiene que estaría unida a conocimientos, creencias y prácticas que denotan gran antigüedad8. Una posición radical la hallamos entre quienes sostienen que existiría un sistema de salud aymara y un sistema occidental cosmopolita o moderno en franca oposición y que la vigencia del primero sería una prueba de la resistencia cultural de los andinos frente al sistema biomédico. Existirían diferencias que dan lugar a choques culturales entre dos sistemas de salud9. J. van Kessel, quien se ha interesado especialmente en este tema, ha argumentado que el sistema económico y cultural dominante socava permanentemente los saberes y tecnologías médicas de los aymaras; aun así, persistiría la unidad cuerpo-cosmos. Para este autor, el ayllu y la familia representa la concreción del cosmos andino por lo cual su estudio es importante para entender la concepción de salud-enfermedad y el ritual terapéutico. Sostiene que la enfermedad era y sigue siendo importante no por sí misma sino por su significación espiritual, trascendental; tendría tres dimensiones: la ética, la religiosa y la social. Las causas de la enfermedad y, por lo tanto, el método de curar, se encuentran en lo espiritual y lo sobrenatural. Aunque en su nosología habría que pensar en enfermedades somáticas, psicosomáticas, endémicas y epidémicas, en su terapia hay que incluir no sólo los fármacos, dietas y demás elementos de una tecnología médica positiva y empírica, sino también su ambientación social, su montaje ritual, sus elementos sicológicos y su sistema comunicativo que incluye a curandero, enfermo, parientes y divinidades10. Guerrero sigue la misma perspectiva, a través del estudio del acto médico en su dimensión simbólica y compara la medicina andina (expresada en el agente principal, yatiri en lengua aymara) con la medicina pentecostal (expresada en su líder, el pastor). La continuidad de la tradición se observaría en los elementos simbólicos de la curación de las enfermedades, pues concurren elementos míticos-religiosos derivados de una particular interpretación de la Biblia. En tanto que la ruptura se observaría en diferencias basadas en horizontes culturales e ideológicos distintos, las que se plantean en el ámbito de la etiología, la formación de los agentes y la naturaleza de los tratamientos (el pastor utiliza la Biblia, el yatiri, utiliza hierbas). Concluye en que el estudio comparativo entre ambos agentes muestra que se trata de una transición de una nueva praxis médica, pero praxis que tiene sus raíces en la cultura andina11. Se ha propuesto, también, que los andinos combinan su propio sistema médico con la medicina moderna, conviviendo paralelamente o articulándose allí 8 9 10 11

Grebe Vicuña, 10 (Arica, 1983): 163; 1998: 73-74. Arnold y otros, 1999: 17. Kessel, 10 (Arica, 1983): 24; 13 (Iquique, 1985): 9. Guerrero Jiménez, XXVII/2 (Arica, 1995): 164.

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donde son compatibles. Chamorro y Tocornal estudian la medicina atacameña y ratifican la idea de Kessel y Guerrero al postular que la religiosidad cumple un rol fundamental en el itinerario terapéutico12. La salud se restituye a partir de la fe, misma que estaría presente en el uso de la medicina moderna. La fe sería el elemento que vincula a la biomedicina con el modelo propiamente atacameño. Siguiendo la propuesta de Foster, las autoras sugieren que ambos modelos coincidirían en la concepción de las enfermedades «naturalistas» basadas en el modelo hipocrático del cuerpo y el entorno. Concluyen que la ontología del cuerpo y del ambiente se encuentra más cerca de la relación con el medio y las tradiciones propias del mundo andino que de la conceptualización de la vida y la muerte presente en el modelo médico basado en la biomedicina. En tanto que las enfermedades «personalistas y emocionales» se tratan preferentemente por la medicina tradicional atacameña, debido al componente mágico-religioso que involucra el tratamiento13. Del mismo modo, G. Fernández encuentra en las comunidades de Bolivia una cosmovisión andina de la salud que convive con la biomedicina. Es indicada por los yatiris cuando éstos comprenden que no pueden tratarlas y deben ser derivadas al médico. Postula que para los aymaras el objeto de atención no es el paciente o el órgano enfermo aislado del resto del cuerpo y de sus relaciones sociales y familiares, al contrario, le interesa la persona íntegra, física, social, cultural, en consonancia con la memoria histórica y con sus relaciones comunitarias. Las enfermedades se producen por el descontento de los seres tutelares hambrientos a los que no se les ha alimentado con el ayni culinario, mesas, rituales, libaciones bajo el principio de reciprocidad. Se producen enfermedades por estar en lugares fuertes o en malas horas (saxra ura)14. Con algunos matices, la mayoría de los autores exponen datos etnográficos similares, sin embargo difieren en sus interpretaciones. Vemos, por una parte, cierta tendencia a enfatizar en la permanencia de principios precolombinos, olvidando los cambios y los efectos de los procesos de colonización cultural en el que las comunidades indígenas se inscriben. Un ejemplo de las discontinuidades es la existencia del ayllu como entidad corporativa que agrupa a varias 12 Se entiende por itinerario terapéutico aquel patrón de búsqueda de atención que remite a la trayectoria que un individuo o grupo social realiza con el fin de dar respuesta a una demanda de salud. Diversos autores han empleado diferentes términos para dar cuenta de estas estrategias: carrera curativa (Freidson, 1978), conductas de búsqueda de atención (Kleinman, 1980: 52), itinerario terapéutico (Citarella, 1995: 515), entre otros. 13 Chamorro y Tocornal, 30 (San Pedro de Atacama, 2005). Las autoras se basan en la clasificación propuesta por Foster & Anderson (1978). 14 Fernández Juárez, 28 (Madrid, 1998): 259-282.

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unidades domésticas. En el caso de las comunidades históricas del norte chileno, si bien se halla presente en la memoria, no tiene existencia real y no cumple funciones a nivel de la organización. Los cambios ocurridos han llevado a un incremento de la autonomía y el poder de las unidades domésticas y los grupos correspondientes a las líneas parentales más inmediatas respecto del conjunto de la comunidad15. En relación a las formas de autoatención en salud, el uso creciente de medicinas de la industria farmacéutica y en el orden de los fundamentos epistémicos la incidencia de los procesos de secularización generados por el aumento de las tasas de escolarización. Por otra parte, la literatura muestra cierta tendencia a estudiar el fenómeno de la salud en su dimensión simbólica como resultado de investigaciones sobre religiosidad, lo cual resta importancia al estudio de la misma en su dimensión material, que junto a la inmaterial, opera en el concepto de salud en la tradición andina. Esta relación cuestiona la clasificación de las enfermedades en naturalistas y personalistas, ya que ésta tiende a reproducir un dualismo etiológico entre una «naturaleza» y un dominio «mágico-religioso» que reduce cualquier agencia social a un fenómeno mágico y asimila toda idea de «naturaleza» a un modelo humoral hipocrático desconociendo las especificidades de la ontología andina16. Los resultados de esta investigación muestran continuidades y discontinuidades en las prácticas médicas y sus bases teóricas como cualquier otra actividad de los sujetos que hoy se adscriben étnicamente. Con otras palabras, la medicina de los pueblos originarios no difiere de otras prácticas de la vida de los mismos. En realidad, el conocimiento de cualquier sistema médico y sus fundamentos ontológicos y epistémicos depende de los conceptos de sociedad y cultura que asumamos. Frecuentemente, los estudios regionales no explicitan su orientación teórica. Concordamos con González y Gundermann en que ha existido cierta tendencia a deshistorizar la realidad en la que las colectividades étnicas se desenvuelven. Tanto indígenas como no indígenas formamos parte de los procesos sociohistióricos que han ocurrido en este territorio. En este sentido, las transformaciones impulsadas durante los siglos XIX y XX son fundamentales para comprender los procesos étnicos e interétnicos que emergieron con los procesos de modernización y sus efectos en la dinámica cultural17. Siguiendo a Bastide, Cuche nos recuerda que lo cultural no puede estudiarse independientemente de lo social; por lo tanto, las relaciones culturales deben ser 15 16 17

Cf. Gundermann Kroll, 2001: 29. Augé, 26/97 (París, 1986): 82-3. Ibidem: 139.

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analizadas en el interior de los diferentes marcos de relaciones sociales, entre las cuales las relaciones de poder son centrales. Para este autor los elementos que componen una cultura —dado que provienen de fuentes diversas en el espacio y en el tiempo— no están nunca integrados unos a otros. Esto abre la posibilidad al cambio, mismo que sería más marcado en contextos de modernización planificada. Es en este contexto que se desliza la libertad de los individuos y de los grupos para manipular la cultura. Por consiguiente, no habría —de un lado— culturas puras y —del otro— culturas mestizas. Todas por el hecho universal de los contactos culturales son «mixtas», hechas de continuidades y discontinuidades. La discontinuidad cultural debería buscarse más en el orden temporal que en el orden espacial. La continuidad afirmada de una cultura dada es, con frecuencia, más ideología que realidad. Y esta pretendida continuidad será tanto más afirmada cuando la discontinuidad estalla en los hechos: en los momentos de ruptura, el discurso de la continuidad es una ideología de la compensación. Cuche propone que a menudo hay mayor continuidad entre dos culturas que están en contacto prolongado que entre los diferentes estados de un mismo sistema cultural tomado en momentos distintos de su evolución histórica18. Desde esta perspectiva, en la región no hay un sistema médico andino puro y otro mestizo, menos una «medicina tradicional» y «una medicina occidental» proveniente de la sociedad occidental como entidad metafísica. La medicina andina se ha apropiado de conceptos y prácticas de la medicina occidental, como efecto de los procesos de colonización. La oposición medicina occidental/medicina indígena simplifica una realidad mucho más compleja. La medicina occidental de los siglos XVI, XVII y XVIII tiene similitudes con la actual medicina andina. Asimismo, el pensamiento médico de los pueblos originarios no se detiene, ha evolucionado. La historia de la medicina de occidente es mucho más que la medicina moderna y la biomedicina sólo es una entre otras aproximaciones epistémicas de la modernidad. Ésta es producto del desarrollo histórico europeo que se expandió en un contexto de relaciones capitalistas de producción que busca extender el conocimiento y la posesión de la naturaleza, la producción, la circulación y el consumo de los bienes motivado preferentemente por el incremento del lucro19. La población andina ha sabido articular diferentes tipos de propuestas médicas a partir de teorías y praxis mixtas, las que constituyen un acervo cultural de gran valor para la salud de los pueblos. Este ángulo de mirada coincide con lo señalado por E. Menéndez, esto es, que la «medicina tradicional» no debiera ser analizada «en sí», sino referida al sistema cultural dentro del cual el grupo utiliza un espectro de representacio18 19

Cuche Denys, 2002: 82. Larraín, 66 (Santiago, 1997): 32. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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nes y prácticas producto no sólo de dicha «medicina», sino de un conjunto de saberes que redefinen continuamente el sentido, significado y uso de la misma. Ello implica asumir una perspectiva relacional, es decir, analizar el sistema de representaciones y de prácticas que opera un grupo determinado en su trato con el enfermo, ya sea referido a un padecimiento tradicional como el «empacho» o a una enfermedad definida en términos alopáticos como la gastroenteritis. El autor cita a Cosminsky (1986) para señalar que ello permitiría observar los procesos de síntesis, de yuxtaposición o de exclusión de prácticas y representaciones procedentes de diferentes saberes, pero que, en los conjuntos sociales, se organizan de una determinada manera. Es en la descripción y análisis de estos procesos relacionales que observaremos el lugar que ocupan lo «tradicional» o lo «científico», pero lo haremos en términos del sistema de prácticas y representaciones que está teniendo lugar en la realidad de un enfermo atendido en el hogar, o por una hierbera, o por un médico alópata, o por un espiritualista o, como puede ocurrir, por todos ellos en forma sucesiva20. Menéndez acierta al proponer que las interpretaciones y usos del «saber médico tradicional» deberían ser estudiados en su relación con el proceso salud-enfermedad-atención asumido, y no sólo en términos de continuidad/discontinuidad cultural, sino en términos de abatimiento/no abatimiento de los daños a la salud, dadas las condiciones negativas que operan sobre la salud, la enfermedad y la muerte en los grupos indígenas americanos.

LA SITUACIÓN ACTUAL DE LAS PRÁCTICAS MÉDICAS EN LA POBLACIÓN DE ORIGEN INDÍGENA

Uno de los resultados de los procesos sociohistóricos ocurridos en Tarapacá es la presencia de tres pueblos originarios: aymara, quechua y chipaya21. Se registran dos lenguas: aymara y chipaya, correspondientes a las colectividades étnicas aymara y chipaya. En ambas, se observan nociones similares referentes al proceso salud-enfermedad-atención, que hablan de tradiciones comunes. Ello se refleja en términos lingüísticos compartidos, pero la lengua chipaya22 20

Menéndez, 7 (México D.F., 1994). Aunque no contamos con cifras que nos informen sobre el número de población chipaya en Tarapacá, existe un gran número de familias instaladas en las comunas de Alto Hospicio, Camiña, Pozo Almonte, Pica y Antofagasta. Gran parte de las mismas buscan la residencia definitiva, sin embargo continúan con fuertes lazos con su comunidad de origen. 22 Las lenguas chipaya y aymara han estado históricamente en contacto y por lo tanto se han producido intercambios lingüísticos importantes. El profesor Elías Ticuna propone que la 21

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considera especificidades evidentes. Sin embargo, la lengua quechua está débilmente representada. Se cumple la constante que la lengua no agota la cultura y que ésta no es lo mismo que etnicidad. Las personas que se adscriben étnicamente a los pueblos quechua y aymara argumentan distinciones que se expresan en las prácticas religiosas, hábitos de alimentación, etc. y en las historias locales. En tanto las personas adscritas al pueblo chipaya se consideran distantes de los anteriores como grupo étnico y como colectividad nacional23. Como hemos señalado, este estudio así como otros referidos a la religiosidad y a la construcción simbólica del género24, muestran que las prácticas médicas y sus fundamentos teóricos dependen menos de la residencia (multiresidencia) urbano-rural que de los niveles de escolaridad alcanzados. De esta manera, quienes tienen doce y más años de estudio tienden a vincularse más con la medicina alopática. Aunque la adscripción religiosa y el acceso a los medios de comunicación inciden también en un mayor uso de la medicina moderna, tienen un peso menor que la escolaridad. La escuela ha promovido la secularización y la racionalización de la vida social y un individualismo creciente. En Tarapacá la escolarización ha avanzado de manera diferenciada territorialmente. Los últimos en disminuir las tasas de anafalbetismo y aumentar los años de estudio son las comunidades del altiplano. Si bien la mayoría de los hogares se integraron a los mercados regionales durante el siglo XIX, es sólo después de 1950 que la escolaridad se masifica. La institucionalidad de la salud pública fue, y sigue siendo, el otro sistema que actuó como agente estatal de transformación, sin embargo, son escasos los estudios que nos informen sobre el impacto de la acción pública en la vida social y cultural de las comunidades. Como se verá más adelante, los pueblos indígenas de Tarapacá son poseedores de un vasto conocimiento, tecnologías y agentes especializados sobre los cuales se erige un sistema médico complejo, y, lo que es más importante, se trata de un tipo de medicina que es necesaria para la salud de los mismos. variante de la lengua aymara de las comunidades altiplánicas sería un aymara «chipallizada», lo que las distinguiría de las comunidades hablantes de Bolivia y de la zona norte (Comunicación Personal, 2005). 23 De acuerdo a nuestros datos, la emergencia del pueblo quechua en Mamiña estaría asociado a conflictos con la dirigencia aymara, especialmente con personas provenientes de las comunidades del altiplano. Al mismo tiempo se observa la afirmación de la identidad local a través de argumentos vinculados a la pasada adscripción peruana de las generaciones anteriores. Proyecto FONDECYT N.º 1050143 «Identidades sociales en Tarapacá. Conflictos Interétnicos y nacionalismos en la Sociedad Regional Contemporánea» CIHDE-UNAP. 24 Gavilán y Carrasco 2009, 41/1 (Arica, 2009): 103. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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Sin embargo, estos saberes y estas prácticas no son homogéneos en la población que se adscribe étnicamente. En la zona de valles se ha producido un proceso más acelerado de reemplazo del sistema médico propio de los pueblos rurales por la medicina moderna. En estas localidades se concentró la población hasta mediados del siglo XIX y en la mitad del siglo XX la mayoría de las familias de la región de Tarapacá residían en las ciudades de la costa. Es posible observar, por ejemplo, la desaparición paulatina de sanadores. En algunos casos son reemplazados por las nuevas generaciones, pero ahora como profesionales del sistema público de salud; en otros, por sanadores de la zona altiplánica. Se observa así, una disminución del uso de la medicina tradicional. Si bien las comunidades del altiplano tienden a adoptar la medicina moderna siguiendo el mismo proceso, la presencia más nítida de sanadores ejerciendo una praxis cotidiana habla de una mayor vigencia del sistema médico andino. Pero esta tendencia no se detiene. En Isluga, comunidad altiplánica, se observa la desaparición de yatiris mujeres. Esta pérdida paulatina se expresa sobre todo en la desaparición del «chiriguano», sanador que se asemeja al personaje mítico ekeko, que solía caminar por los pueblos ofreciendo sus servicios de sanación. En el mismo sentido, se contaría únicamente con un «waytiri» (de origen chipaya), sanador de alto prestigio provisto de saberes y técnicas de sanación para problemas complejos. En tanto que los chipaya dispersos por el norte grande chileno, tienden a utilizar a sus propios sanadores y el sistema público de salud. Es probable que el número de sanadores esté en franco retroceso y las nuevas generaciones se integran cada vez más a la sociedad moderna. Otro aspecto visible del desplazamiento del sistema médico andino y reconocido por los sanadores se observa en la atención del parto. Los partos que fueron atendidos en casa hasta fines del siglo XX, hoy tienden a ser atendidos en el hospital. En ello ha habido una clara incidencia del Estado, dada la prohibición del parto domiciliario25. Por otra parte, una cuestión crítica es el no uso de las lenguas, el desplazamiento de las mismas por el castellano es un aspecto que juega en contra de la preservación del conocimiento en salud. 25

Durante los años ochenta se instala la primera paramédica en la Comuna de Colchane. Ella tenía por misión promover el control del embarazo y traslado de las mujeres al hospital de Iquique. En esa época, también por primera vez, las familias comenzaron a recibir los subsidios estatales. Ello ayudó a un mayor control. Las mujeres aceptaron el control del embarazo como una forma para acceder al beneficio, pero eludían el traslado a Iquique. Muchas se iban a parir a lugares de pastoreo o se ocultaban en sus casas, bajo candado para engañar a la profesional. Ellas se resistían por miedo a la forma de ser atendidas, que no respetaran su modelo obstétrico, a ser maltratadas y o por el gasto económico que implicaba el traslado a la ciudad. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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Aquellas personas que se relacionan comúnmente con el aparato estatal, han adoptado un concepto de medicina «occidental» que la reduce a la biomedicina. Ello se entiende en el contexto de la lucha de las reivindicaciones étnicas regionales que buscan afirmar las diferencias culturales; pero también por la fuerte incidencia de las acciones del Ministerio de Salud a través del programa de salud y pueblos indígenas. El interés que manifiesta el Estado por la incorporación del sistema médico indígena al sistema público se limita a incorporar a algunos agentes de salud en sus dispositivos rurales. Ello ha sido reconocido como un signo positivo por la comunidad; no obstante, ha significado la posibilidad de ingresos antes no vistos. De aquí emerge cierta competencia por acceder a ellos, a un empleo remunerado. Es legítimo, pero el problema radica en la improvisación de sanadores, lo cual preocupa a la comunidad y no contribuye al reconocimiento del patrimonio cultural en salud. Siguiendo a J. Breilh, en Chile se empieza a tener conciencia de la diversidad cultural, pero en el campo de la salud va más ligada a la visibilización de concepciones terapéuticas alternativas antes que al reconocimiento de la múltiple dimensionalidad de la salud desde una perspectiva epistemológica renovada26. Estos resultados nos permiten afirmar que el sistema médico indígena se encuentra en una situación crítica porque los procesos de dominación económica y cultural imponen un proyecto civilizatorio que tiende a valorar la biomedicina y a subvalorar los conocimientos y prácticas médicas de los pueblos originarios. El sistema educacional es el que incide en el proceso de regresión de las tradiciones médicas indígenas. A mayor escolaridad, mayor peso de la biología en la ontología del cuerpo humano, menor importancia de los conocimientos y acciones médicas de las generaciones anteriores y en consecuencia mayor acercamiento a la medicina moderna. El estudio comparativo entre grupos que se adscriben étnicamente y aquéllos que declaran no descender de pueblos originarios con los mismos niveles de escolaridad, indica que los conocimientos y praxis médica de los primeros tienden a ser diversas y ricas en conocimientos de herbolaria, de minerales y sustancias provenientes de animales propias de la región. En tanto que los segundos exponen conocimientos y prácticas de auto-atención más restringidas en herbolaria y apegadas a la medicina moderna. No obstante, al comparar los resultados obtenidos por niveles de escolaridad al interior del grupo que declara pertenecer a algún pueblo originario se observa que quienes tienen más años de estudio poseen pocos conocimientos sobre el sistema médico indígena, in26

Breilh, 2003: 47. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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cluyen fármacos en sus prácticas de auto atención y se vinculan más al sistema público de salud. Por otra parte, la adscripción religiosa a las iglesias evangélicas incide en un distanciamiento de las formas de atención vinculadas a los yatiris, agentes de sanación para un tipo dolencias específicas, para centrarse en el pastor y a combinar tecnología médica andina con las creencias de estas opciones religiosas. Las personas que declaran pertenecer a esta opción religiosa ponen énfasis en la condición demoníaca y maligna de las antiguas divinidades. En cambio, quienes se adscriben a la iglesia católica tienden a acudir a los servicios del yatiri o waytiri, y en ocasiones, también al pastor evangélico27. Los medios de comunicación (radio y televisión) inciden tanto en los discursos sobre dietas alimenticias «saludables», como en el uso de fármacos ofrecidos en los publicitarios. Esto es más fácil de «consumir» entre las personas que tienen más contacto con el servicio de salud pública. Las entrevistas constatan argumentos como «una alimentación equilibrada» en base a frutas, verduras, yogur, leche, etc., y entre los medicamentos aparece el uso de dipirona, ibuprofeno y amoxicilina. De este modo, las formas de autoatención combinan la automedicación (medicinas de la industria farmacéutica), hierbas medicinales, medicinas elaboradas artesanalmente por los sanadores, por laboratorios peruanos y bolivianos en base a materias primas provenientes de la selva y rituales de sanación.

LOS SABERES ACERCA DEL CUERPO Y SU FUNCIONAMIENTO En la base del concepto de salud se hallan las representaciones del cuerpo. Le Breton ha señalado que los saberes acerca de él son la expresión de un estado social y van transformándose a través del tiempo. En las sociedades modernas se produce una ruptura entre el sujeto y el cosmos, el cuerpo es la parte indivisible del sujeto, el factor de individuación. Las actuales concepciones del cuerpo están vinculadas con el ascenso del individualismo como estructura social y con la emergencia de las ciencias28. Si los pueblos indígenas son partícipes de los procesos de modernización, ¿Cómo se produce el proceso de separación entre el sujeto y el cosmos? 27 Este es el caso de la familia del joven que falleció producto de la enfermedad kajta o agarrado por seren t’alla. Los padres y abuelos decidieron «entregarlo» a Dios en la iglesia pentecostal antes de morir, a pesar de su firme decisión de permanecer entre los católicos. 28 Le Breton, 1999.

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La secularización de los campos culturales y de las prácticas simbólicas ha ido más lento en la población indígena que en la no indígena. Ha ido avanzando a medida que la escolarización se expande, pero ésta se ha extendido de manera diferenciada según los grupos sociales que componen la población tarapaqueña. Es posible distinguir variaciones por estatus socio-económicos, por género y/o por pertenencia a las familias que descienden de la población indígena. El sistema escolar ha intervenido en el campo del conocimiento del cuerpo y su funcionamiento a través de la transmisión de los saberes de la biología. Por ello es que a mayor información y comprensión de las explicaciones que otorga esta disciplina, mayor es la separación entre cuerpo y cosmos. Entre quienes han cursado sólo enseñanza básica los saberes acerca de la dinámica corporal tiende a no separar cuerpo y cosmos, independientemente de su adscripción religiosa. Al mismo tiempo, se observa que en las personas con mayor escolaridad y/o con fuerte influencia de los medios de comunicación y residencia urbana permanente, se produciría la superposición de saberes entre los que la biología y el saber popular no indígena predominan sobre aquéllos que devienen de la historia de la medicina andina. En el otro extremo, entre las personas con menor escolaridad y con multiresidencia (rural-urbana) existiría un razonamiento positivo y religioso sobre la naturaleza y el universo; las concepciones del cuerpo tenderán a ser tributarias de la concepción de persona. La forma de concebir el proceso salud-enfermedad-atención se acerca a lo que han señalado otros autores para el sur andino. La lengua aymara y chipaya actual no registra el término cuerpo, sólo se encuentra una aymarización de la palabra en español (kurpu). D. Arnold et. al. señalan que es difícil traducir el concepto de cuerpo en las lenguas andinas, lo cual se debería a que su epistemología no reconoce el concepto de un cuerpo distinto e individualizado. «No se piensa del cuerpo como algo que crece naturalmente sino algo producido por otros, en la acumulación corporal de conocimiento, sabiduría, alma, comida, etc. Por eso es más común utilizar conceptos como piel para describir la interfaz entre persona y ambiente. O se usan términos como qama para describir todo el complejo de nociones somáticas que engloban a la vida (ocupación, barriga, coraje, fuerza, sustento, descanso, placenta, y sangre menstrual) en una epistemología basada en los procesos de intercambio muy distinta de aquella de la medicina moderna»29. Sin embargo, se identifican lingüísticamente órganos articulados. En Tarapacá, la vida humana se compara anatómica y fisiológicamente a la vida animal, aun cuando se identifican ciertas particularidades. La comparación busca similitudes y dife29

Ibidem: 29. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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rencias, las que se asientan en una perspectiva de unidad en cuanto a lo esencial que une a estos dos seres (el ser humano y el animal); esto es que lo esencial está dado por la existencia —dentro del cuerpo— de un conjunto de órganos, relacionados entre sí, con ciertas funciones. Los matices diferenciadores entre unos animales y otros no escinden sino, por el contrario, interrelacionan, contribuyen a connotar una misma naturaleza, que es la que explica en todos los seres vivos el funcionamiento de los cuerpos concretos. Se observa cierta categorización de un adentro y un afuera. Arnold y Yapita registran la distinción entre el cuerpo «físico» (lit.el «cuerpo superficial», patxa kurpu) y el cuerpo «espiritual» (lit. el cuerpo dentro manqha kurpu), que exige la aplicación de diferentes técnicas de curación, psicológica/ritual o física30. No obstante, los antecedentes acopiados, hasta ahora, en nuestra región no confirman la asociación adentro = cuerpo espiritual, afuera = cuerpo físico. La parte interior, adentro, enfatiza en las vísceras cuya dinámica es lo más relevante para el funcionamiento del cuerpo. En aymara se llama lluqu al corazón propiamente tal. Existe consenso en que «el corazón» (chïma) está compuesto de tres partes; el bofe (pulmones), el hígado y el corazón. Éstos se vinculan a la cabeza, al cerebro por su relación con el pensamiento. La influencia de la biología se presenta en algunos casos a través de la duda, de la combinación de ideas. La persona de origen chipaya con enseñanza media completa, argumenta que el corazón es por la sangre no tanto con el pensamiento, luego reflexiona y formula que en el cerebro hay un pensamiento, un animu. Los sanadores dicen que el corazón (lluqu), los pulmones (chïma), el hígado (k’iucha) son fundamentales para la vida, acercándose más a lo propuesto por J. Bastien. Este autor, sostiene que los andinos contemporáneos no creen en un alma o espíritu que sea inmaterial y esté agregado a sus cuerpos, tales como los conceptos post platónicos de un patrón ideal o las ideas cristianas de una forma inmortal. Ellos creen que el alma o ánima no es un ser, sino un fluido-físico, que a veces se describe como vapor o resuello. Nos informa que un análisis etnohistórico de las partes del cuerpo muestra que lo conceptualizan como principalmente constituido por un corazón (un sistema orgánico responsable de las funciones cognoscitiva, nutritiva y de bombeo) y samay, esto es un sistema orgánico responsable de la respiración. Argumenta que alma y animo /animu/ se utilizan el uno por el otro para referirse a las emociones, el vapor y el aliento que fluye a través del cuerpo. De este modo, concluye que los andinos conciben el cuerpo en términos de procesos orgánico y respiratorio que hacen circular sustancias vitales (sangre, alimentos, la respiración y 30

Ibidem: 28.

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las emociones). Estas sustancias son físicas, aunque no se puedan ver directamente31. G. Fernández, por su parte, señala que el corazón (chuyma), es considerado uno de los órganos más importantes del cuerpo humano. Este sería el centro de la persona, puesto que en él se ubicarían las tres sombras o las tres almas: mä ayu (primer ajayu) o Ajayu, pä ajayu (segundo ajayu), o ánimu, kimsa ajayu (tercer ajayu) o coraje. Agrega que el corazón es un lugar inespecífico dentro del organismo que facilita el contacto con los principales órganos corporales del ser humano, potenciando el intercambio de fluidos corporales. En el corazón se ubica todo lo relativo al ánimo, como también las vísceras y las entrañas del cuerpo, es decir, lo que está dentro del individuo32. Los andinos de Tarapacá coinciden en que el cuerpo humano y animal está compuesto por un elemento central para su funcionamiento: el animu. También se le puede llamar ispiritu. Se trataría de un componente material e inmaterial para el buen funcionamiento del organismo. Se puede ubicar en todo el cuerpo, aunque también se reconocen dos localizaciones específicas: la cabeza y el corazón. La reproducción humana se representa en el cuerpo femenino en la figura de la matriz. En el cuerpo masculino su equivalente es el padre (asociado en términos modernos a la próstata). El embarazo se percibe en el cuerpo femenino cuando «salta la matriz». La placenta presenta una connotación de peligro para la madre si queda dentro del cuerpo y debe enterrarse luego del parto. Se observan diferencias en los cuerpos femeninos y masculinos. Argumentan que los hombres son de fierro y las mujeres de barro: las mujeres se gastan más luego. Por eso los hombres se demoran más en criarse. Las partes más sensibles en el hombre son la próstata, los riñones, pulmones, dolores de músculos o huesos. Se enferman por el frío, el consumo de alcohol, la comida salada. Las mujeres es algo parecido, pero lo más sensible es la matriz. Ellas se enferman del cerebro, corazón, recaída de la matriz, los riñones, matriz pasada de frío. Su estómago es más firme que el del hombre, sus huesos se vuelven blandos por amamantar, pérdida de calcio. El trabajo sexual hace debilitar a los hombres por pérdida del semen. El cuerpo sano es aquél en el que la circulación de la sangre es adecuada. No todas las personas son iguales en este sentido, lo que se observa, empíricamente, en la temperatura corporal y ésta se percibe en la vena palpando el pulso e interpretando su condición a través de tres categorías: chuñuri (fría), 31 32

Bastien, 1986: 8. Fernández Juárez, 2004: 283. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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junt’u, cálida, junt’uptat (tibio). La otra sustancia esencial es la grasa. J. Bastien sostiene que la distribución de la grasa es, junto a la circulación de la sangre, a la unión de un fluido aglutinante (animu) y a la eliminación de fluidos tóxicos, los componentes básicos para la salud33. Nuestra interpretación de los datos sostiene que chïma expresaría un concepto clave para comprender la naturaleza del cuerpo humano. Si los órganos se especifican a través de términos lingüísticos propios, chïma no podría equivaler a corazón propiamente. La relación que se establece entre los órganos principales (lluqu, k’iucha, chïma) y a la acción de sentir-pensar nos dice que se trataría de un concepto complejo, de un nivel de abstracción mayor. Esta idea puede sostenerse también si analizamos otros campos semánticos, como el que se observa en la textilería o en la concepción del territorio. Chïma sería el centro del espacio textil tripartito, configurando un cuerpo animal, con referencia a su interior (adentro y profundo)34. Otra analogía utilizada para la representación del cuerpo en la que aparece el concepto de chïma se encuentra en la concepción del espacio que habitan. Éste se concibe como la anatomía del cuerpo humano concebido en tres partes unidas orgánicamente a través de las entrañas, chïma35. Otra lectura posible es que si chïma nombra a los pulmones36, el centro de las cosas y de las personas, la función que cumple este «órgano» para dar vida se relacionaría con el sistema respiratorio y el aliento vital como dimensión principal del animu (ver infra). Una interpretación como ésta plantea la cuestión de por qué se traduce y o define como corazón. Se puede suponer que fue y es una equivalencia realizada para comprender la idea de la centralidad del corazón para la medicina colonialista. Sea una u otra idea la más acertada, podemos decir que la estructura orgánica del cuerpo (de los cuerpos) opera sobre procesos que van más allá de lo estrictamente biológico, garantizando la armonía general del todo corporal. Se desprende una determinada fisiología del cuerpo, con base en una condición energética (motor) y en una correcta coordinación y sincronía de sus segmentos o partes constitutivas. EL ANIMU

ELEMENTO SUSTANTIVO E INMANENTE DE LA VIDA

La comprensión de los fundamentos ontológicos y epistémicos de la teoría de la vida para los andinos no secularizados pasa por entender el concepto de 33 34 35 36

Bastien, 1986: 14. Cf. Cereceda 33/5-6 (Paris, 1978): 1030. Gavilán Vega, 30 (Arica, 2005): 140. García Choque, 2005: 36.

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animu. Es una parte del cuerpo cuya naturaleza no es fácil de entender. Sólo una interpretación ligera podría argumentar que este concepto equivale al de ánimo, al de alma y/o al de espíritu; no obstante sus estrechas relaciones. Contiene referencias materiales e inmateriales y se halla en la base del modelo etiológico-terapéutico del sistema médico indígena.

ACERCA DEL CONCEPTO DE ANIMU Es posible identificar dos aproximaciones a los contenidos de este concepto. Una de ellas sostiene que el animu sería un componente del organismo de las personas, animales y vegetales, de las entidades animadas (fuentes de agua, montañas) cuya naturaleza es material e inmaterial al mismo tiempo. La otra se inclina por enfatizar en su inmaterialidad. La Riva es una de las autoras que ha investigado especialmente sobre sus significados. A partir de data etnográfica de la región del Cuzco y de fuentes etnohistóricas concluye que el animu sería una «fuerza anímica» no sólo humana. También recibe el nombre de ispiritu y sería la entidad que da vida al cuerpo (principio vital). Una vez que la persona fallece, se denomina alma al animu del muerto, y se encuentra íntimamente asociado al aya (cadáver). Esta autora constata que no hay una concepción única ni unívoca de animu, sino una pluralidad de representaciones y una variación en el número de entidades anímicas que involucra tanto diferencias regionales, como de género. Varía a lo largo del ciclo de vida de un individuo en un proceso paulatino de adquisición de fuerza anímica y fijación de la misma en el cuerpo para decrecer con la edad hasta la pérdida total con la muerte. Respecto de su localización, argumenta que este se encuentra repartido por todo el cuerpo; no obstante, un análisis más detallado muestra que el animu se puede concentrar en ciertas zonas y sustancias corporales: en el «corazón» sunqu, en la «cabeza» uma, en la «sangre» yawar, así como en el mismo nombre de la persona, entre otros. Agrega que el animu es también identificado o comparado con la sombra de un individuo, que aparece como su manifestación visible. Se identifica con sonidos o formas de animales alados como las mariposas, luciérnagas, moscas o pajaritos, especialmente cuando los sanadores lo reintegran al cuerpo a través de un tratamiento terapéutico37. Hemos visto que J. Bastien marca la dimensión material del animu. Cita a Oblitas para recuperar la idea de fluido que da consistencia al cuerpo: «Él quiere 37

La Riva, 41 (Cuzco, 2005): 64. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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decir que es un fluido que psicológicamente liga todo el cuerpo. El animo se llama juchuy ajayu (ajayu pequeño) y el alma se llama jatun ajayu (grande). Cuando una persona pierde su ajayu pequeño se enferma, se desorganiza y su cuerpo empieza a secarse (la sangre se vuelve delgada, la piel empalidece, se manifiesta una extenuación general). Cuando una persona pierde su jatun ajayu, la persona muere, porque su cuerpo se seca38. Dicho de otro modo, agrega: «Los qollahuayas (sic) consideran al animo y al alma como fluidos que fluyen a través del cuerpo, en forma análoga a la energía eléctrica que es invisible, pero que conecta todas las partes con una sustancia cargada. Ellos distinguen el animo del alma, en que el animo es utilizado para describir la partida temporal de este fluido, pero el cuerpo está todavía en el ciclo húmedo y seco. En otras palabras, el fluido puede retornar al cuerpo seco. El alma se refiere al fluido que se separa del cuerpo en el momento de la muerte, de suerte que el cuerpo permanece en el ciclo seco y el alma en el ciclo húmedo. El animo y el alma no se consideran seres sino fluidos dentro de los ciclos húmedo y seco del cuerpo»39. Entre aquéllos que tienden a considerar que se trataría de un componente inmaterial, hallamos a G. Fernández, a Arnold y Yapita y a X. Albó. Fernández señala que entre los campesinos aymaras del área de Jesús de Machaqa, así como los del sector lacustre de Santiago de Huata y Achacachi (provincia Omasuyo, departamento de La Paz) las entidades anímicas que poseen los seres humanos en el altiplano reciben la denominación de ch`iwi, «sombra», y son tres (kimsa ch`iwi) las entidades que poseen la característica de ser sombras gemelas entre sí y con respecto a su propietario, por cuanto constituyen su «doble». Cada una de estas tres «sombras» recibe una denominación específica: la primera y más importante es conocida como ajayu, término antiguo recogido por Bertonio40 que lo define como «la sombra de todas las cosas». El ajayu es la sombra principal, su pérdida implica la muerte irreparable del doliente. Las otras «sombras» reciben denominaciones prestadas del castellano; tal es el caso del animu, «animo», de carácter secundario frente a la primera. La tercera de las «sombras» recibe la denominación de kuraji, «coraje» y su pérdida resulta solo un episodio sin importancia». En el cruce semántico de sombra y animu, atribuye a las sombras una existencia dual: por un lado, en el interior de la persona, en su corazón, chuyma, por otro, en la «sombra» externa, ch’iwi, sobre la que se aprecia el contraste de matices que la luz provoca entre el ajayu interno y el «coraje» externo41. 38 39 40 41

Oblitas 1963: 32-33, en Bastien, 1 (Perú, 1986): 13. Ibidem: 13. Bertonio Ludovico, 1612/1984, II: 108. Fernández Juárez, 2004: 279-280-281.

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Arnold y otros definen el término ajayu como sinónimo de ispiritu y como lo que va junto con la persona, cuidándola como «ángel de la guarda». Dicen que el animo o espíritu suele dejar el cuerpo de la parturienta durante el parto dejándoles sin fuerzas42. Por su parte, X. Albó nos dice que la palabra espíritu, que trató de imponerse a los andinos, sólo se usa en contextos muy específicos: para referirse al Tata Espíritu, pero no en una identificación con el espíritu santo, sino como un día dentro del ciclo agrícola, el «día de pentecostés» en que se realiza la fiesta de los productos recién cosechados y se marca el inicio de la estación del «hambre». El otro uso de espíritu, lo cual equivale a animu, es para referirse a un arquetipo germinal, el aliento vital. Según este autor existe una distinción básica entre los términos animu y alma: animu se refiere al espíritu de lo vivo, mientras que alma se utiliza más para referirse al de los muertos. Existirían tres espíritus vitales que se clasifican según su capacidad de desprenderse del cuerpo: estos son animu, ajayu y coraje. El elemento que permite referirse a los tres es «chiwi», vale decir sombras, tanto en el sentido de la sombra material proyectada por los cuerpos, pero también en el sentido de todo lo que anteriormente se llamaba supay (demonios). Estos tres espíritus pueden abandonar el cuerpo incluso en vida, generando enfermedades, por lo cual se requiere rituales capaces de devolverlos a su lugar43. En un estudio sobre la concepción de la vida y la muerte en Isluga, norte chileno, M. Ortega se refiere a la existencia de tres almas. Alma sería equivalente a los contenidos asignados al de animu o ajayu por estos autores, pero los significados difieren toda vez que estos serían exclusivamente metafísicos y desvinculados de su naturaleza material. Sin embargo, es posible que las referencias a las ideas cristianas impuestas para evangelizar tengan alguna relación44. EL CONCEPTO DE ANIMU

EN

TARAPACÁ: FRAGMENTOS DE LA HISTORIA

Los significados identificados no son unívocos en los entrevistados. Coinciden en la importancia superlativa que le asignan al animu en el bienestar de las personas. No se registró el término ajayu. Los sanadores explican que el cuerpo incluye tres sombras que nos acompañan siempre, ch’ïju. Un animu. Cuando las personas mueren el animu se convierte en alma. Éstas no se ven, 42 43 44

Ibidem: 57. Albó, 2000. Ortega Perrier XXXIII/2 (Arica, 2001): 255. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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sólo se sienten. La señora chipaya argumenta «es como el ángel de la guarda que tiene uno». Las personas que no están bautizadas arriesgan a que su animu sea llevado por los gentiles o chullpas, especialmente cuando tienen hambre. Estos no son cristianos y están asociados a mallku-t’alla, deidades masculina y femenina, que protegen y dictan las normas, la ética. Una persona con buen comportamiento protege su animu. Aquél que rompe las reglas corre el riesgo de perder el animu. Si el animu se escapa, por acción de gentiles y demonios-divinidades con quienes comparten la vida, afecta especialmente al pensamiento y provoca circulación alta. La posibilidad de la muerte o de enfermarse en forma crónica e irrecuperable (como volverse loco, p.ej) depende de la capacidad del sanador (yatiri o waytiri) para hacer retornar el animu al cuerpo; mientras más tiempo pasa o más lejos se va el ánimu, se reducen las posibilidades de curación, ya que puede ser capturado definitivamente por los malignos. Subyace una concepción de «urgencia crítica» respecto de estas formas de enfermar, en las cuales la oportunidad de intervención del yatiri es clave para un pronóstico. El animu viene de la tierra (pacha), se va al cielo cuando la persona muere, pero no se va de inmediato, viaja, no se transforma en alma automáticamente, es un viaje costoso, que requiere de esfuerzos. Por otra parte, se trata de un elemento que recorre el cuerpo: Sube o baja dentro del cuerpo, se sube al cerebro o baja al corazón. Su función, es el pensamiento, la capacidad de razonar, de permitir una buena circulación de la sangre y de aquí al bienestar. Sin animu, la persona se vuelve tonta. Pisi chïma, en Isluga significa poca inteligencia45. La utilización del concepto «pensamiento» admite la posibilidad de entenderlo como un sinónimo de «conciencia», se necesita de la conciencia para que uno tenga ánimo (estado de ánimo). Pero, ella se hallaría articulada a «las entrañas». El razonamiento no abstrae la materia, al contrario, enfatiza en la intrincada materialidad de la vida. Chïma, término equivalente a chuyma en la lengua aymara que se habla en la región de Arica y Bolivia se halla en el diccionario de Bertonio con muchas acepciones Una de ellas dice: «los bofes propiamente, aunque se aplica al corazón y al estómago y a casi todo lo interior del cuerpo». Y que chuyma amajasitu significa acordarse; y, memoria, como potencia del alma se nombra como Chuyma amajasiña, amutaña. El pensamiento también requiere o se posiciona en el corazón, por ejemplo, cuando uno se enamora; sin el corazón funcionando no puede haber pensamiento, uno piensa con el cerebro pero también con el corazón. El animu está vinculado a la cabeza, al ce45

García Choque, 2005: 36.

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rebro, al corazón, no tanto en términos de órganos sino en términos de relación: una ligación que se expresa en el pensamiento. La acción de consolar se expresa en Isluga como chimacht’aña46. Chuyma churasiña, nos dice Bertonio significaba poner su corazón o pensamiento en alguna cosa; chuyma «todo lo perteneciente al estado interior del [animo], bueno o malo, virtud o vicio, según lo que le precediere». De este modo, su registro identifica aspectos relacionados al carácter de las personas y/o a estados de ánimo (soberbio, terco, enojadizo, amar, suspiros de mozos por su enamorado) y a la imaginación. La idea del «carácter» entendido como proceso que se cultiva social y «biológicamente» está presente en el concepto de ciclo vital; lo cual se relaciona con lo señalado por La Riva. En Isluga, el curso de la vida se representa como un proceso que exige varios ritos de pasaje: bautizos, matrimonio, pasante de las fiestas patronales, cacicazgo47. Las exigencias sociales que otorgan prestigio y dan centralidad a la persona (Jaqui) se relacionan con la pertenencia a una comunidad. Esta condición sólo se logra con el matrimonio. De aquí en adelante se debe cultivar el corazón, el pensamiento48 a través del cumplimiento de las costumbres. Una persona que ha cumplido correctamente a lo largo de su vida con el ideal de una persona tiene «corazón» y exitosamente cultivado. Al contrario, un niño no tiene «corazón», los jóvenes lo están formando49. Los jóvenes suelen enfermar de pensamiento cuando no son correspondidos en el amor. Se trata de una fase crítica en la formación personal. La pérdida del animu es más fácil en los niños y jóvenes que en los adultos, estos tienen mayor capacidad de razonar, mayor inteligencia; es más fácil en las personas cuyos comportamientos éticos no son correctos (el corazón para alguno, el cerebro para otros). Dicen las abuelas, relata una mujer, que estas tienen siete pensamientos y los hombres solo dos, argumento que se acerca a la información recogida en Cuzco, donde se considera que las mujeres poseen más animu que los hombres, dándose la cifra de siete para el género femenino y de tres o uno para el masculino»50.

46

Ibidem: 118. Las fiestas que celebran el término de los estudios de enseñanza media adquieren un carácter similar. 48 Bertonio propone que Jaquikanka significaba la persona, existencia del hombre (humanidad). 49 Gavilán Vega, 30 (San Pedro de Atacama, 2005): 142. 50 La Riva, 41 (Cuzco, 2005): 82. 47

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LA VIDA-EL CUERPO: LA SALUD-LA ENFERMEDAD Es posible argumentar que el pensamiento indígena sostiene que el desequilibrio de la temperatura afecta la salud provocando diferentes padecimientos. Una aproximación certera al enfermo es aquélla que da cuenta de su condición cálida, fría o cálido-fría. Es por ello que se insiste en el examen físico a través de la palpación del pulso y se mira con desconfianza el proceder de algunos médicos que no se dignan en examinar a sus consultantes. No procede a la manera del exorcismo alopático intentando erradicar de un solo golpe todo mal, sino pausadamente acompañar al enfermo en su recuperación facilitando el proceso mórbido en su curso. Las sanadoras y los sanadores expresan su conocimiento del funcionamiento del cuerpo a través del ritmo de la circulación de la sangre en las venas, lo cual se relaciona con el corazón chïma-animu. Al parecer lo que las personas ingieren afecta a la sangre, como sustancia y a la circulación. Una mala circulación de la sangre afecta a todo el organismo. Las pastillas e inyecciones mal administradas cortan o interrumpen la circulación de la sangre, produciendo «encogimiento», algo así como parálisis del cuerpo. Interrumpe procesos biológicos básicos y en algunos casos puede producir la muerte. La idea de la circulación intracorpórea como un proceso en el que sustancias y fluidos se desplazan por un sistema de tubos o canales internos impregna gran parte de la explicación del enfermar, del desplazamiento interno de la enfermedad y, por tanto, de su localización final en la topografía o anatomía del cuerpo. La sangre, que circula por las venas hacia todo el cuerpo, partiendo del corazón, es el elemento capital; su curso es posible seguirlo con una palpación fina siguiendo el trayecto de los vasos sanguíneos de la superficie, también las características de grosor, fuerza, velocidad de sus pulsaciones clarifican aspectos diagnósticos centrales. Fluyen o se desplazan a modo de circulación o de tránsito interno otros componentes: la respiración y sus secreciones, los alimentos por el lumen digestivo, la menstruación por el aparato genital, fluyen sensaciones y corrientes por el nervio. Se enferma todo aquello que presenta una obstaculización de dicho tránsito: alimentos y elementos extraños que tapan las tripas; las secreciones bronquiales que se estancan y no fluyen, la pérdida del flujo menstrual por enfriamiento de la matriz o por embarazo, etc. Subyace aquí una representación muy dinámica de flujos dentro de sistemas o circuitos internos pensados según una lógica de equilibrio interno en el que el concepto de cálido, frío, cálido-frío opera de manera importante. De este modo, la medicina andina se esfuerza por eliminar todo lo que entorpece los flujos, saca sustancias tóxicas del cuerpo, favorece la circulación de la sangre restableciendo equilibrio frío/calor, limpia el interior del tubo digestivo obstruido, masajea el Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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nervio doliente, etc. En esta parte de su tarea el médico aymara se asemeja a la imagen del médico del sistema de salud: en tanto sujeto con cuyos conocimientos está interviniendo directamente sobre determinados órganos y procesos internos con el fin de establecer la cura de la enfermedad; éste es el momento del acto médico en el cual se analizan síntomas, se explora irregularidades, se prescriben tratamientos, como hace el doctor. La tendencia a buscar equivalencias para comprender los diferentes pensamientos médicos está presente también en los sanadores. Algunos de ellos intentan comparar su propia perspectiva anátomo-fisiológica con la que podría mostrarle la moderna imagenología del cuerpo que ofrece la ciencia médica. Buscan las imperfecciones que a esta última le impide reconocer la simplicidad con la que ellos se explican ciertos procesos internos como el parto, por ejemplo. Desde su modelo médico explicativo se entienden estos procesos de manera similar a lo que la sociedad moderna entiende como fisiología. Sin embargo, las correspondencias que el pensamiento andino establece entre el cuerpo (individual-colectivo) el territorio y el cosmos nos hablan de un modelo relacional. En consecuencia, sería un error realizar esta equivalencia pues el modelo anátomo-fisiológico que subyace en la medicina moderna naturaliza al cuerpo humano; es decir, lo separa de su realidad social. Si bien es cierto los sanadores apuntan a explicaciones «fisiológicas», se diferencian del positivismo en que no pierden la conciencia de totalidad. Estas relaciones son posibles por la fuerza interna, que es la que está comprometida en la interioridad de estos procesos, y que es la responsable en última instancia de la vida humana. Fuerza interna vinculada al cosmos a través del animu. La vida sería un proceso que el médico aymara reconoce y describe en la materialidad del cuerpo, como condición necesaria pero no suficiente, pues la humanidad se debe a las generaciones anteriores (achachilas, mallkus-t’allas), quienes dictaron las normas y ética del buen vivir. Las generaciones pasadas, presentes y futuras se integran en lo material e inmaterial, inscritos en un territorio tan conocido como un cuerpo viviente, todas forman parte de un universo en el que la vida humana no se escinde de aquello que la hacen posible. REFLEXIONES FINALES Hemos planteado que un camino para el estudio de los saberes para la salud y la enfermedad y de las prácticas médicas en la sociedad y cultura andinas que considere la perspectiva histórica debería situar la investigación empírica en el contexto del proceso salud-enfermedad-atención experimentado por los Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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grupos sociales concretos. En este marco ha sido posible acceder a información valiosa que nos informa que un punto de articulación entre la medicina andina tarapaqueña y la biomedicina es la equivalencia que existiría del cuerpo como conjunto de órganos relacionados entre sí que cumplen determinadas funciones. En ambos casos la materialidad del cuerpo humano y su funcionamiento están siempre presentes en los diagnósticos y en los pronósticos. En este sentido, las clasificaciones realizadas en términos de enfermedades mágico-religiosas exclusivamente referidas a causas sobrenaturales simplifican algunas de las prácticas médicas identificadas aquí. Si bien la religiosidad invade el campo de la salud en la mayoría de los grupos sociales como una forma de aliviar la incertidumbre, observamos que entre los aymaras menos secularizados, a diferencia del cristianismo en su forma hegemónica, asignan materialidad a las fuerzas metafísicas. La restauración de la salud promueve diversas estrategias de atención, cuya lógica es conciliar las diferentes formas de concebir la vida y la muerte en un contexto en el que la confianza suele ponerse entre paréntesis hasta obtener resultados concretos. En el caso de S. podríamos adelantar una respuesta, igualmente tentativa. La celeridad que exige el tratamiento de la huida del animu, producto de la coyuntura —debilidad del joven y la época en que las entidades del pasado (Supay) vuelven— no se pudo cumplir por dos razones. Por una parte, sus padres desconocían las andanzas del hijo adolescente, enamorado, con escaso conocimiento de los lugares peligrosos del altiplano. Por la otra, no había en ese momento un especialista para acudir. El agravamiento de S. llevó a sus padres a buscar solución en la medicina moderna, pero ésta no pudo satisfacer sus necesidades. Las explicaciones al desarrollo de la enfermedad se dieron, silenciosamente, por vías paralelas. Los equipos de profesionales del sistema de salud público realizaron una lectura unilateral del problema. No comprendieron las interpretaciones que la familia de S. realizaba de su padecimiento, impidiendo un eventual encuentro de saberes puestos en tensión. Es probable que los neurólogos encargados no se informaran del desenlace final del proceso mórbido: la muerte del joven. Esta situación grafica la distancia real con que intervinieron unos sanadores y otros en este proceso. Por otra parte, el no seguimiento del caso, una vez dado de alta y la carencia de un concepto claro de continuidad de cuidados y cuidados compartidos, propios del modelo comunitario en salud, refleja la ausencia de recursos humanos y materiales con que opera el equipo de salud para asegurar este seguimiento clínico y bajo la perspectiva de colaboración intercultural. En un contexto en el que las políticas neoliberales se manifiestan en un proceso de reformas sanitarias privatizadoras, resulta aún más difícil enfrentar los problemas de salud de los grupos subalternos. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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En tanto, la comunidad étnica reafirmaba sus convicciones: S. falleció engullido por Seren T’alla, entidad peligrosa particularmente por su voracidad, por su «hambre-deseo» de sangre y grasa, llevando consigo su animu. Extrajo la fuerza vital de S., como si Seren T’alla estuviese premunida de una intensa materialidad, tal como la tuvo S. Este hecho removió la conciencia de las personas que se estaban distanciando de estos razonamientos para profundizar la tensión entre las argumentaciones del sistema médico andino y las de la biomedicina. Pero esta tensión va desapareciendo a medida que las personas adhieren a las explicaciones de la biología y por lo tanto han separado cuerpo y cosmos. Así, podríamos señalar que las continuidades y o «la fidelidad cultural» en salud tienden a estar presente en el grupo que ha participado escasamente en el sistema público de educación. De aquí que el campo de la salud no es en sí mismo un espacio privilegiado para estudiar la cultura andina en Tarapacá. De acuerdo a los datos acopiados, un lugar apropiado para el estudio de las continuidades culturales es el grupo de menor escolarización al interior de la colectividad de origen indígena o entre aquellos que han tardado en incorporarse a la modernidad; pues poseen un gran bagaje de conocimientos, tecnologías y experiencias legadas por sus antepasados, pero también acumuladas por su propia agencia. Son los agentes comunitarios para la salud en sus diversas especialidades, quienes exponen saberes provenientes de diferentes fuentes y continúan experimentando nuevas estrategias de sanación para ofrecer sus servicios a un sector de la población de origen indígena. Si bien es preciso continuar la investigación empírica sobre este sistema médico particular, no se debería dejar de lado el estudio del proceso de transformaciones; específicamente los saberes y prácticas médicas en aquel segmento con mayor escolaridad a fin de observar el proceso de acercamiento a la biomedicina y el alejamiento del modelo médico andino. La focalización en uno u otro grupo es importante para contar con mejores herramientas para promover el respeto por un tipo de conocimiento y experiencia milenaria y el controvertido diálogo intercultural, pues en el mejor de los casos este sigue siendo una aspiración o un deseo y en el peor de ellos, sólo otra estrategia para continuar con la relación de dominación cultural del modelo biomédico promovida por el sistema de salud público. Con todo, las prácticas médicas seguidas por la población con ascendencia indígena en la región continúan aliviando malestares y sanando enfermedades reales o imaginarias, es decir entregando soluciones a problemas de salud que no son resueltos por otras propuestas médicas; pero sobre todo, proporcionando sentido de pertenencia a una colectividad, fortaleciendo sus vínculos con el pasado para comprender el mundo moderno. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

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Ortega Perrier, Marietta, «Escatología andina: metáforas del Alma», Chungara, XXXIII/2 (Arica 2001): 253-258.

AGRADECIMIENTOS Agradecemos a los yatiris y qolliris y a las amigas y amigos que compartieron sus conocimientos, sus reflexiones e inquietudes; por su acogida en los patios de sus hogares, entre montañas majestuosas. Fecha de recepción: 29-12-2009 Fecha de aceptación: 11-11-2010

Contemporary Andean society and culture: a study of the knowledge of health and disease in the indigenous villages of northern Chile

The study of the knowledge of health and disease and of medical practices among the people of indigenous origin raises theoretical, social and political challenges. From the analysis point of view, their cultural heterogeneity makes it necessary to consider the modernization process. Said process involves taking a historical perspective that is not always taken into account in research on contemporary Andean society and culture. This paper seeks to move in this direction. We propose that the weight of schooling is gravitating towards social and cultural differentiation and therefore affects the level achieved in understanding the nature of the body and how it works, as well as health practices. The data gathered largely coincides with that reported by other researchers. Based on this, we propose that it is necessary to extend the debate on the issue of materiality-immateriality of the theoretical foundations of Andean medical thought. KEY WORDS: Contemporary Andean Society and Culture; Andean Medicine; Indigenous knowledge; Health and Indigenous Peoples.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 571-600, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.019

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

Historia social y literatura en Colombia a comienzos del siglo XX. Los sectores sociales medios en la novela Cosme de José Félix Fuenmayor por

Sergio Paolo Solano D.* Roicer Flórez Bolívar** Universidad de Cartagena de Indias

Basado en el método indicial propuesto por Carlos Ginzburg este artículo se centra en la novela Cosme para analizar aspectos del contexto social que subyace en la obra. Desde los círculos concéntricos exteriores formados por lo poco que conocemos sobre la vida de José Félix Fuenmayor, los autores se desplazan hasta el mundo de los personajes de la novela, mostrando que en esta existen ciertos aspectos muy allegados a la vida personal y familiar del autor. Reconstruyen algunos aspectos del tejido sociocultural de la Barranquilla de comienzos del siglo XX, en especial de unas capas medias organizadas alrededor de un estilo de vida en el que la proyección de una imagen valorada socialmente era esencial. PALABRAS CLAVE: Novela; historia; estilos de vida; honor; capitalismo; capas medias; oficios artesanales; Barranquilla.

* Profesor Asociado del Programa de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena de Indias, Colombia. Miembro del grupo de investigaciones Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica (categoría A-1 en clasificación de Colciencias). [email protected]. ** Profesor Asistente del Programa de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena de Indias, Colombia. Miembro del Grupo de Investigaciones Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica. [email protected]

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PRESENTACIÓN En una modesta edición realizada en Bogotá en 1927 vio la luz pública la novela Cosme de José Félix Fuenmayor. Oriundo de Barranquilla, ciudad de la región Caribe colombiana, Fuenmayor (1885-1966) alcanzó el reconocimiento nacional e internacional solo en los tres últimos decenios del siglo XX, debido al auge tomado por la obra de Gabriel García Márquez y por los estudios sobre el llamado «Grupo de Barranquilla», formado por intelectuales en los años 1950 y la siguiente década1. Hasta entonces su obra había sido opacada por el auge de las novelas Pax de Lorenzo Marroquín (1900) y La Vorágine de José Eustasio Rivera (1924), las que concentraban la atención del mundo letrado colombiano. El escaso interés que despertó la obra de este autor se debió a que estaba en contravía con las expectativas de los lectores de un país que, después de la guerra de los Mil Días (1899-1902) y de la separación de Panamá (1903), se esforzaba por afirmar una mentalidad pragmática sobre la vida, los estudios y la vida intelectual, achacando buena parte de sus males al apego de los intelectuales y políticos a la escolástica especulativa y al doctrinarismo político. En consecuencia, poetas, gramáticos, clasicistas y latinistas, que habían estado en el centro de la vida política nacional, regional y local, fueron vistos como los culpables el atraso del país2. Solo hasta mediados del decenio de 1970 fue que se rastrearon algunas facetas de la creación literaria de Fuenmayor en la producción literaria de García Márquez. Luego las investigaciones sobre aquel autor adquirieron independencia con relación a las del segundo, lo que ha permitido señalar tres aportes de Fuenmayor a la literatura colombiana. 1) En contraste con las mencionadas novelas contemporáneas, se considera que Cosme inauguró la recreación literaria del mundo social urbano colombiano3. 2) Al versar sobre el mundo urbano fue la primera novela en tratar las relaciones entre los hombres, convirtiéndose en un proyecto pedagógico que relaciona los valores familiares en que crece el personaje y el medio social que estaba cambiando rápidamente4. 3) La 1

Fuenmayor, 1978. Gilard, 50/128-129 (Pittsburgh, 1984): 906-935; 1989: 175-231. Deas, 1993: 25-60. Brown, 30 (Bogotá 1995): 5-25. Solano, 4 (Cartagena, 1996): 61-76. Padilla, 2008. 3 Lejos del mar (Víctor M. García Herreros, 1921), Náufragos en la tierra (Gregorio Castañeda Aragón, 1923), La Vorágine (José Eustacio Rivera, 1924), Quibdó (Pedro Sondereguer, 1927), La Marquesa de Yolombó (Tomás Carrasquilla, 1927) y Tóa (César Uribe Piedrahíta, 1933), fueron novelas que recrearon las relaciones del hombre con la naturaleza. Williams, 1991: 135-143. Bacca, 1998: 45-81. Pöppel, 2000: 14, 178. Guerrieri, 2004: 268-302. 4 Ardila, 2005: 382-290. Ortega, 17 (Barranquilla, 2004). 2

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obra recrea de manera hábil el contexto social y cultural de la ciudad de Barranquilla del decenio de 1920, una sociedad sometida a tensiones entre los elementos modernos que estaban surgiendo y los hábitos y costumbre sociales de corte tradicional de sus habitantes5. Sin embargo, creemos que lo dicho hasta el momento sobre el tercer aporte no ha agotado el tema, y que es posible volver a explorar nuevos aspectos de las relaciones entre la novela y el contexto urbano y social de la época. El ejercicio que nos proponemos realizar es contrastar algunos elementos de la vida de la familia del autor para analizar el contexto social que subyace en la obra, y así indicar que en Cosme están presentes ciertos aspectos muy allegados a la vida personal y familiar de Fuenmayor. Mostramos que la novela permite estudiar las transformaciones operadas en el estilo de vida de los sectores medios o «gente decente» de la sociedad urbana de la región Caribe colombiana debido a los cambios económicos, sociales y culturales que se estaban desarrollando6. En esta dirección, seguiremos algunas pistas de la vida del autor que nos permitan, siempre con riesgos, acercarnos a algunas relaciones con su novela. Así, iremos desplazándonos desde los círculos concéntricos exteriores formados por lo poco que conocemos sobre la vida de Fuenmayor hasta el mundo de los personajes de la novela. En efecto, a través de la historia de la familia de Cosme, Fuenmayor recreó el mundo de algunos sectores sociales que a comienzos del siglo XX vieron desmoronarse parte importante de sus estilos de vida debido a los efectos corrosivos de los avances del capitalismo en esta región. Este redujo la consideración social de que gozaban a los raseros de la rentabilidad y de la riqueza material, al tiempo que no alteró los factores de discriminación y exclusión social del orden social tradicional con el que convivía sin dificultades. El tema no era exótico al mundo de las letras pues ocho años antes de la primera edición de Cosme, el barranquillero Adolfo Sundheim publicó la novela Fruta Tropical (1919), la que también trata sobre la pérdida del mundo valorativo frente a los avances de la mercantilización de todos los aspectos de la vida7. Sin embargo, contrario a los personajes padecientes de la novela de Fuenmayor, los de Sundheim representan el mundo de quienes en un contexto de afirmación de la mentalidad del hombre práctico y triunfante, encuentran que valores sociales como el honor, la honradez y la dignidad constituyen obstáculos para poder «triunfar» en la vida. En consecuencia, les es fácil desprenderse de esas valoraciones o acomodarlas a las exigencias del triunfo material, de la 5 6 7

Bell, 2, (Barranquilla, 1981): 45-81. Solano, 3/6 (Santa Marta, 2009): 193-213. Sobre este escritor ver: Peña, 17 (Medellín, 2009): 97-119. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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buena vida; el apotegma que orienta la vida del personaje central de Fruta tropical es: «Has dinero honradamente, y si no puedes, has dinero»8.

EL CONTEXTO SOCIAL: LOS EMPLEADOS DEL COMERCIO En la novela el mundo laboral ocupa un lugar central a través de un discurso sobre las relaciones entre patrón y trabajador, el salario, sobre la movilidad laboral, la justicia y la ética laboral. Las limitaciones de la familia para continuar educando a Cosme, la crisis económica en que cae don Damián, y en consecuencia, las aspiraciones de este para lograr una ocupación decorosa para su joven hijo, llevan a que buena parte de las páginas de la novela de Fuenmayor estén dedicadas al tema del trabajo. También se evidencia la existencia de relaciones entre ciertas ocupaciones laborales, los estilos de vida de sus ejercitantes, y las tensiones a que se vieron sometidas en el contexto del tránsito al capitalismo. Este aspecto no era ajeno a Fuenmayor, pues en una ciudad centro de actividades portuarias y comerciales, al igual muchos jóvenes de unas capas medias organizadas más por estilos de vida en torno a la prestancia social que por poseer generosos recursos económicos, se aplicó al estudio de los sistemas contables y se convirtió en contador de oficio o juramentado. Esta inclinación se debía a que dada la condición portuaria de sus principales centros urbanos, por las limitaciones de las oportunidades ocupacionales y las actitudes sociales e institucionales frente a la creación intelectual, a lo largo de su historia colonial y republicana en la región costeña las relaciones entre los intelectuales y el comercio fueron frecuentes, en vista de que el tráfico de objetos materiales también movilizaba libros e ideas. Miembros de familias prestantes atraídos por el estudio en una época en que se valoraba el conocimiento como señal de distinción, crecieron detrás de los mostradores de las casas comerciales en calidad de dependientes, contabilistas y administradores, y ahí entablaron intensas relaciones con los empleados de menor rango que luchaban por granjearse la consideración social de los demás. Fuenmayor había estado cerca de los empleados (en 1910 fue secretario del pequeño Banco Comercial de Barranquilla que dirigía su tío José Fuenmayor Reyes, y luego fue contabilista de casas comerciales) y conocía de los procedimientos utilizados por el capital para arrebatarle los bienes a los deudores imposibilitados para cumplir con las cargas contraídas. Por otra parte, su padre 8

Sundheim, 1919: 80-87. Solano, 9 (Cartagena, 2008): 126-145.

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fue médico y boticario, y por esta vía estaba relacionando con el mundo de las valoraciones artesanales, pues la botica clasificaba en el ámbito de las artes manuales calificadas y compartía el universo valorativo y las formas de vida de otros oficios que por los conocimientos exigidos y por la nobleza de los materiales con que se trabajaba se granjeaban la consideración social de los demás. Además, el ejercicio del periodismo de oposición, su adscripción al liberalismo, partido que por esos años contaba con sectores militantes que empezaban a recoger toda la inconformidad suscitada por la llamada «cuestión social» de los trabajadores, y su formación intelectual, le permitió conocer las adversidades de gruesas franjas de la población barranquillera. Finalizando el decenio de 1910 colaboró en la fundación de la Asociación de Empleados de Comercio de Barranquilla (Adeco), organización mutuaria creada con el fin de socorrerse y para resistir las arbitrariedades de los patronos y administradores, hasta tal punto que para finales del siguiente decenio su presidente, Gualberto Barba (originó el nombre de don Barbo, ¿personaje de la novela?), declaraba que el propósito de ese gremio era conseguir un trato justo y digno para los empleados, quienes por sus conocimientos y por el desempeño de cargos de confianza merecían respeto y consideración9. Además, a partir de los años de 1920 la sede de la Adeco se convirtió en centro de encuentro de los intelectuales, en espacio de tertulias en el que los ilustrados exponían sus puntos de vistas sobre muchos temas culturales, y porque compartían una visión de la vida social y de la persona muy afín. Por testimonios directos de viejos empleados de casas comerciales en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX y por denuncias que aparecen en la prensa de la época, se infiere que estos soportaban una de las condiciones laborales más adversas entre el sector de los empleados y trabajadores, lo que contrastaba con la posesión de ese capital simbólico representado en sus conocimientos, experiencias, inventivas, seriedad y la honradez. Las luchas reivindicativas adelantadas a comienzos de ese siglo señalan que en muchos casos el vínculo laboral no aparecía como una simple relación económica erigida sobre la independencia de las partes contratantes, resultado a la vez del libre juego entre la oferta y la demanda en el mercado laboral, sino como una relación de dependencia personal del trabajador respecto del empresario o su representante. Puede pensarse que la denominación de «dependientes» que aún hoy día se da a estos trabajadores, es la supervivencia de un vínculo de subordinación que estaba más allá de lo económico. Trabajar en el comercio requería de recomendaciones de personas fiables, lo que creaba compromisos personales entre 9

Don Ramiro, 1928: 122-123. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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el trabajador y su familia y quien lo recomendaba. Mientras que en otras áreas las relaciones laborales podían ser más desenvueltas y solo requerían la certificación del anterior empleador, en el comercio eran más complicadas viéndose los trabajadores sometidos a maltratos y atropellos. El control del comerciante sobre el reducido número de personas que trabajaban en su almacén era abrumador, tal como se observa en la novela que comentamos. Un periódico de 1910 editado en Magangué, puerto fluvial en ascenso por esos años, describe los esfuerzos de muchos dependientes de casas comerciales como un sostenido esfuerzo de padres e hijo: «Consagrar su hijo al comercio, principiando por la dependencia, el barrido, hechura de paquetes, para que más tarde empiece a aprender contabilidad, liquidar facturas, conocer el giro bancario, las tallas, los mercados... todo...»10. Un relato del mulato cartagenero Juan Coronel contenido en su autobiografía editada en Guatemala en 1894, cuenta con detalles los padecimientos de este sector laboral, por lo que vale la pena citarlo en extenso: Suspendida más tarde la elaboración de fósforos, pasé a sufrir la humillación de mi naciente dignidad, sirviendo como empleado a un comerciante que desconfiaba de cuanto viviera bajo el sol... me despidió de su servicio, por esta ocurrencia: en Cartagena hay el hábito cursi de anteponer el calificativo niño, al nombre del hijo de padres acomodados, y se oye a los criados llamar niño Pedro a un hombrunazo que tiene más pelos en la barba que lanas un borrego. Si algo exaltó siempre mi pacífico carácter, fue esa ridiculez de la aristocracia cartagenera, y al insinuarme el mercader en cuestión, que debía decirle niño Rafael al mayor de sus retoños, le espeté la más calurosa improvisación que ha salido de mis labios contra las pretensiones nobiliarias11.

Frente a los maltratos las alternativas que tenía el empleado dependían de la oferta de empleos y de las necesidades del trabajador y del sentido de dignidad del mismo. En muchos casos abandonaba el trabajo, en otros se llenaba de una paciencia bíblica y soportaba estoicamente, y en algunos optaban por lo que hizo Juan Coronel: «Comprendí que necesitaba la fuerza del dinero o la de la instrucción para hacer respetar mis derecho»12. Estas actitudes frente al maltrato era resultado del hecho de que los empleados del comercio, al igual que los pequeños comerciantes, profesionales de extracción humilde, maestros artesanos, media y baja burocracia oficial, pertenecían al nivel medio de la sociedad. Pese a la diversidad de sus orígenes 10 A los padres de familia. Polo Norte. Magangué, septiembre 11 de 1910, Archivo Histórico de Cartagena, Colombia (AHC). 11 Coronel, 1947: 8-9. 12 Coronel, 1947: 9.

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y características este sector se agrupaba en torno a unos estilos de vida valorados socialmente. Las gradaciones en la valoración se debía a que el honor constituía un capital simbólico desigualmente distribuido al también depender de la condición étnica, de la procedencia familiar, la educación, la estimación de los oficios, de la pertenencia a redes políticas y de otros factores. Sin embargo, por encima de estas y de ciertos desniveles en la vida material, diversos sectores sociocupacionales compartían formas de vivir, valoraciones acerca de la vida personal, familiar y pública construidas alrededor de la proyección de una imagen positiva que les granjeaba el respeto y la consideración de los demás13. Hasta donde la investigación histórica arroja luces, los orígenes de este estilo de vida se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII cuando sectores de mestizos, negros libres y blancos pobres comenzaron a presionar para que la honorabilidad no fuese medida solo con base en el rasero del nacimiento, es decir, por la limpieza de sangre, la condición étnica blanca y por pertenecer a una familia prestante. Exigían estos sectores que al lado de estas formas tradicionales de prestancia social, también se valorara el esfuerzo personal y familiar de aquellos que llevaban una vida decorosa y construida con esfuerzos, con trabajo. «Hijo de su propio esfuerzo» fue una expresión muy común a lo largo del periodo estudiado para referirse a estas personas. Esos sectores participaron en la lucha por la república con la aspiración de conseguir los espacios que bajo el régimen colonial les costaba ingentes trabajos. La ciudadanía fue la aspiración que los motivó y bajo el diseño de estrategias personales y familiares14, abrieron brechas al orden social para permitirse la movilidad social en un sentido muy preciso: salir del estado de indiferenciación social que supone el calificativo de plebeyo y/o popular y ganarse un estatus de reconocimiento y de diferencia. La existencia de este sector social es evidente a través de una información dispersa y múltiple. Las notas necrológicas aparecidas en la prensa comercial y política de esa centuria exaltan la consideración social que se había granjeado el difunto gracias a la práctica de unos valores y virtudes sociales, entre las que siempre se subraya el hecho de que era hijo de su propio esfuerzo y a una conducta social considerada por los demás como virtuosa y decorosa. Muchas de estas notas se refieren a artesanos, empleados de casas comerciales y de empresas modernas de transporte, oficialidad de vapores fluviales, mecánicos y técnicos, oficialidad media de las milicias, pequeños comerciantes, funcio13 14

Garrido, 1999: 99-121. Helg, 2005: 319-364. Parker, 1995: 161-185. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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narios públicos medios y menores, profesionales de extracción humilde, tipógrafos, boticarios, maestros de escuelas y colegios y otras personas. A muchos de estos a menudo se les tropieza en la prensa oficial de la época ejerciendo cargos públicos por designación o representación; otros resaltan por los rangos de sargentos, tenientes, coroneles, capitanes y en algunos casos generales de las milicias. Firman manifiestos y organizan sociedades políticas y de beneficencia, al tiempo que forman parte de las cofradías religiosas y se les registran en los listados de las logias masónicas. Otros elevan representaciones ante las autoridades, y con estas contratan la construcción y refacción de bienes muebles e inmuebles públicos. Igualmente rematan pequeños impuestos municipales y provinciales y se les reconoce el respeto social al aceptárseles en calidad de fiadores en los contratos públicos. No pocos hacen de la prensa una tribuna para expresar sus ideas y puntos de vista sobre la situación política y económica y la administración pública. También forman parte de los directorios políticos municipales, provinciales y regionales, y a comienzos del siglo XX se colocan al frente de la protesta y de la organización de los trabajadores. Su influencia en la vida social, cultural y política es más significativa de lo que a menudo se reconoce, hasta el punto de que muchos elementos de sus estilos de vida se constituyeron en el patrimonio de grandes sectores de la población de los principales epicentros urbanos de Colombia, en especial de las modernas capas medias que se fueron formando con el transcurso del siglo XX. En una sociedad como la del Caribe colombiano que apenas cincuenta años atrás acababa de abolir la esclavitud, y en la que sectores de mestizos y negros libres venían luchando desde la segunda mitad del siglo XVIII para que a la pequeña sociedad de gentes notables pertenecieran no solo a los que gozaban de prestancia por nacimiento y color, sino también quienes por llevar una vida digna y honorable se merecían el reconocimiento y la consideración positiva de los demás, ese capital simbólico personal y familiar diariamente era puesto en entredicho, por lo que quienes lo usufructuaban tenían que defenderlo contra cualquier intento de menoscabo. El recurso de la protesta colectiva y ruidosa para hacer valer esa consideración no era usual entre estos sectores que habían crecido con un profundo temor al escándalo público. Ahora bien, hasta finales de los años de 1910 los empleados del comercio constituían un grupo laboral muy desarticulado, por lo que su usual forma de protesta asumió la vía individual de abandono del trabajo, la que era propia del mismo mundo social y cultural que compartían los artesanos, dependientes comerciales y trabajadores calificados del transporte y de la naciente moderna industria. En este mundo (al menos en el caso de los sectores de trabajadores «más visibles» que la información disponible nos permiten analizar), la digniRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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dad personal y familiar era una de las columnas vertebrales en torno al cual se anudaban el resto de valoraciones, producto de una independencia que los colocaba en condición de poder contratar y trabajar como personas independientes, ya fuera en sus talleres, a domicilio o en una empresa. Ese cosmos social y cultural se jugaba su suerte a cada rato, y la novela Cosme es un buen retrato de la situación que vivieron algunos sectores de artesanos a comienzos del siglo XX15. Garantizar la independencia se constituyó en el norte de muchas familias de empleados, artesanos y trabajadores notables, pues ahí estaba el quid de la prestancia y consideración social. La Ley 46 de 1883 del Estado de Bolívar consagraba que para poder ser miembro de jurado de revisión judicial se debía «Tener algún oficio, profesión o industria, que de garantías de independencia personal». Y esto fue así en todas las esferas de la vida pública a lo largo del siglo XIX. Cuando pasaban a la condición de dependientes económicos, se resistían a la subordinación, por lo que en sus exigencias siempre estuvo presente un «trato digno y justo» por parte de los empresarios y sus administradores. Esta fue una de las peticiones centrales de las asociaciones de empleados del comercio de Santa Marta, Cartagena y Barranquilla16. Pues bien, este fue un mundo que conoció muy bien José Félix Fuenmayor al igual que muchos otros escritores colombianos de comienzos del siglo XX que crecieron en los establecimientos comerciales paternos o ajenos, como fueron los casos de Luis Carlos López, Manuel Cervera, Gregorio Castañeda Aragón, Adolfo Sundheim, el catalán Ramón Vinyes, el filósofo Julio Enrique Blanco, Miguel Rasch Isla, Enrique Restrepo, Leopoldo de la Rosa, como también el bogotano Clímaco Soto Borda entre otros. Él sabía lo que ahí se padecía, y conocía de los procedimientos fraudulentos de muchos empresarios como lo pone de presente en el caso del empresario Pechuga y del capitán Truco17. Por eso, y por una herencia española que ha puesto de presente el historiador Jaime Jaramillo Uribe, en medio del ambiente cultural de la época de la 15

Don Ramiro, 1928: 6-7. Goenaga, 1953: 10. Recopilación, 1876: 163. 17 Los indicios hacen pensar que algunos personajes de la novela de Fuenmayor los tomó de la realidad social regional. El capitán Truco parece reproducir los comportamientos del empresario cartagenero Juan Bautista Mainero y Trucco, famoso por sus constantes pleitos y problemas con quienes se le acercaban en planes de negocios, y quien a finales del siglo XIX mantuvo una fuerte polémica con Francisco Javier Cisneros a través de las páginas de el periódico El Porvenir por motivo de las luchas portuarias y comerciales entre Cartagena y Barranquilla. Boca, hombre de desmedidas ambiciones parece tomado del empresario Roca, de Barranquilla, quien por los años 1920 montó las importaciones de medicamentos en gran escala, lo que arruinó a los boticarios. 16

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hegemonía conservadora muchos escritores desarrollaron un claro carácter antiburgués en sus escritos, que los diferencia de lo sucedido en otras partes del mundo donde el empresario se convirtió en héroe. Ello se observa en las novelas A Fuego Lento (1902) del cubano Emilio Bobadilla (Fray Candil), la ya mencionada Fruta Tropical, en Cosme de Fuenmayor, en toda la obra poética de Luis Carlos López o en una obra teatral como Secundino el Zapatero de Candelario Obeso. Por eso, en las obras que ponen en relación al individuo con las tendencias predominantes de la sociedad se puede respirar cierto escepticismo, un aire de desesperanza y de crítica mordaz. Desde la perspectiva del arribista lo planteó muy bien Adolfo Sundheim en su citada novela de 1919 a la que nos hemos referido algunas páginas atrás. EL CONTEXTO FAMILIAR. LA BOTICA Y EL AMBIENTE INTELECTUAL Pero la relación de Fuenmayor con el mundo del pequeño comercio y con el universo simbólico de los artesanos también provenía por el lado de su padre, Heliodoro Fuenmayor Reyes, médico autodidacta, boticario y perteneciente a una familia de liberales radicales que pagaron con cárcel la oposición que ejercieron al régimen regenerador (1886-1899). La formación de Heliodoro Fuenmayor R. en ciencias médicas la debió a que por línea paterna provenía de una familia nativa de Maracaibo (Venezuela) que había sobresalido por la dedicación de sus miembros al estudio. Su padre, el general José Félix Fuenmayor Parra (1827-1916), quien llegó a Barranquilla en 1876 proveniente de Maracaibo, su ciudad natal. En esta ciudad se acreditó la fama de ser un hombre versado en varias disciplinas y de educar a sus hijos con rigor y apegados al estudio. En una época en que las únicas alternativas que tenían los jóvenes era combinar la dedicación a la jurisprudencia o la medicina con los negocios y la política, Heliodoro Fuenmayor R. ejerció la medicina aprovechando que una ley del Estado de Bolívar expedida en 1882, suprimió los títulos universitarios para el ejercicio de los conocimientos en medicina y abogacía. Cuando para comienzos del decenio de 1890 fue abolida tal liberalidad y se restableció la exigencia del título, no tuvo ningún problema para presentarse ante un jurado de galenos examinadores para que avalaran sus conocimientos y destrezas en el oficio. Quienes ejercían la medicina en esa época usualmente poseían una botica para preparar los medicamentos recetados a los pacientes. Asimismo, el complemento ideal del apego al cultivo del intelecto era ser publicista, editar un órgano informativo o poseer una imprenta. El padre del autor de Cosme tuvo Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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la fortuna de poseer ambos corolarios, y su botica editaba un pequeño boletín que contenía propagandas comerciales, noticias y temas culturales y científicos. Por la descripción hecha por Emilio Bobadilla en su citada novela, ese pequeño negocio era lugar de encuentro de librepensadores, como también debían ser otros talleres, oficinas de profesionales liberales, tiendas y sitios de esparcimiento público, algo muy usual en la época. Para efectos de estas líneas, es bueno tener presente que las boticas guardaban significativas diferencias con las farmacias actuales, pues quienes las administraban eran personas con conocimientos de medicina, química y herbología, y recetaban los medicamentos que elaboraban. En 1893, con el propósito de aclarar las tarifas de impuestos a los establecimientos comerciales, la gobernación del departamento de Bolívar anotó que se entendía por botica el establecimiento de un boticario, entendido este como «... el profesor de farmacia que prepara y expende las medicinas». No queda claro a que se refiere la disposición de la gobernación cuando asocia el boticario a la condición de «profesor», pero sí debe tenerse presente que el gobernador del momento era Henrique L. Román, hijo de Manuel Román y Picón, propietario de la farmacia y laboratorio Román y profesor de química durante varios años en la carrera de medicina de la Universidad de Cartagena. Es el negocio de esta familia el que se encargó de difundir el concepto de farmaceuta que fue desplazando al de boticario hasta el punto que por el decreto citado se vieron obligados a aclarar este último con fines fiscales18. Aunque a nivel internacional se estaba operando una separación entre el ejercicio de la medicina y la elaboración de medicamento por los boticarios, en Colombia, como en muchas otras partes del mundo, el médico usualmente preparaba los remedios que recomendaba a sus pacientes, o trabajaba de la mano con algunas boticas. En algunas ocasiones los médicos estaban en disputa con los propietarios de estos establecimientos que sin tener aquella condición recetaban. En estos casos las boticas eran unos pequeños laboratorios en los que se preparaban medicamentos, y el oficio y/o profesión estaba cerca de lo que en el lenguaje del antiguo régimen se conocía como bellas artes en la medida en que su dominio requería de una aplicación al aprendizaje de las reglas del arte que al mismo tiempo eran reglas para la vida. En el proceso de aprendizaje y en el ejercicio del oficio que comportaba trabajo manual, el boticario no estaba lejos del mundo de los oficios 18 Qué se entiende por botica, Registro de Bolívar. Cartagena, junio 29 de 1893, AHC; sobre el empleo del concepto de farmaceuta ver Registro definitivo de las personas obligadas a pagar la contribución directa en el distrito de Cartagena, Diario de Bolívar. Cartagena, 4 de abril de 1877, AHC.

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artesanales calificados que se habían granjeado la consideración y el respeto social19. El ambiente de la botica y de la contabilidad de los negocios marcó en varios sentidos a J. F. Fuenmayor. En una carta de su hijo Alfonso a su madre firmada en Bogotá en 1936, se dejan ver los conocimientos de aquel sobre medicamentos y química. Los nombres Damián y Cosme, muy familiares al mundo de los boticarios, corresponden a los patronos de la medicina y de la farmacia. Con toda seguridad que entre los morteros, matraces, pipetas, frascos, los olores de químicos y vegetales, libros y revistas de ciencias y entre las conversaciones de su padre con los contertulios que todas las tardes acudían a la botica, transcurrió la infancia y pubertad del escritor. De igual manera, las vicisitudes en que se vieron envueltas las boticas de la época también dejaron su impronta en el escritor, pues desde comienzos del siglo XX tuvieron que afrontar la competencia de empresarios que comenzaban a importar drogas alemanas y norteamericanas que se producían en serie. Estas importaciones estimularon la creación de importantes farmacias, como la de la familia Roca, en las que al lado de la producción manual de drogas se comercializaba en grandes cantidades productos farmacéuticos importados gracias a que los años de «prosperidad a debe» permitieron traer gruesas remesas de artículos de drogas patentadas. Estas familias estaban vinculadas a los círculos del poder y para mediados del decenio de 1930 ligaron sus intereses en la afamada firma farmacéutica Blanco y Roca, la que concentró buena parte de la clientela barranquillera20, y laboratorio Román en el caso de Cartagena. De todas las farmacias que empezaron a competir con las boticas la más aventajada fue el laboratorio Román que para el penúltimo tránsito finisecular estaba bajo la administración de Henrique L. Román, miembro de los círculos sociales más importantes de la ciudad, político que se había visto favorecido por los gobiernos regeneradores gracias a sus entronques familiares con Rafael Núñez (cuatro veces presidente de Colombia 1882-1894), los Vélez y los de la Vega. Gracias a sus recursos, influencias y solidez de su negocio se consiguió patentes de productos de tocador y de drogas de consumo masivo. Para 1916 ya tenía una enorme ventaja sobre el resto de farmacias y mucho más sobre las boticas cartageneras, produciendo cuarenta y siete especialidades. A esto hay que agregar que la condición de puertos de importación, la existencia de núcleos de extranjeros, los continuos viajes al exterior y la proximidad del Canal de Panamá (dado al servicio en 1914) con sus hospitales y gale19 20

Sewell, 1992: 37-50. Rivero, 2005: 22-29. García, 2000.

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nos estadounidenses, crearon las condiciones para que sectores de las elites de esta región tuvieran una inclinación por los servicios médicos y las farmacopea extranjera, la que en ese tránsito de siglos comenzaba a vivir una de las transformaciones más significativa gracias a su industrialización que permitió producir drogas en grandes cantidades. Una revisión de la prensa cartagenera y barranquillera del segundo decenio del siglo XX en adelante, muestra que las personas prestantes acudían con mucha facilidad a la zona del canal de Panamá para tratarse los achaques de salud de alguna consideración. Todo esto estuvo coronado por unas campañas sistemáticas de la medicina alopática contra la medicina tradicional y la homeopática, la presencia de los estudios de medicina en la Universidad de Cartagena y unos empresarios (algunos de ellos médicos) a la caza de negocios rentables, empezaron a transformar y acorralar a médicos y/o boticarios. Estas circunstancias ayudaron a introducir gradaciones en el comercio de drogas que iban de los grandes establecimientos que importaban y distribuían drogas extranjeras, preparaban específicos, ungüentos, tónicos y otros remedios, pasando por medianos negocios que no importaban pero si redistribuían los medicamentos que los anteriores les suministraban, hasta llegar a los boticarios tradicionales que con materias primas importadas y plantas medicinales del medio preparaban pociones pata los enfermos que los consultaban. Pues bien, ya para comienzos del siglo XX empresarios de ambos puertos importaban drogas en grandes cantidades y se establecieron farmacias como negocios independientes del ejercicio de la medicina. Precisamente, a finales del decenio de 1920 los Blanco con los Roca Niz se asociaron y crearon la droguería y farmacia Blanco & Roca que se convirtió en la principal empresa distribuidora de productos en la Costa. LAS VALORACIONES SOCIALES Y LOS ESTILOS DE VIDA Hasta aquí hemos intentando mostrar que la comprensión de la obra se hace mucho más rica cuando se desplaza el lente de análisis hacia la familia de Cosme, pues se manifiesta el mundo social y cultural de la época que no se percibe cuando solo se analiza la relación entre el personaje central y las transformaciones sociales que se estaban operando. El universo social representado en la novela se caracteriza por su fragilidad, pues cualquier persona y su familia podían ser arrojadas por un traspié que colocara en entredicho una honorabilidad lograda con dificultad, con muchos sacrificios y mantenida con mucha desazón. Esta fragilidad es la que sostiene buena parte de la tragedia escenificada en la novela Cosme. Lo primero que salta a los sentidos es que la vida de Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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sus progenitores es un rosario de incertidumbres frente al porvenir que espera a su hijo, como también de padecimientos materiales. En medio de una situación profundamente adversa se sumen en un ambiente distópico, en la ausencia de proyectos de vida, y sin oponer resistencia transitan de la condición de «pobres vergonzantes» que soportan todas las privaciones habidas y por haber a la de miserables, distinción de gran valía en la construcción del orden social de ese entonces. No se atreven a declararse «pobres de solemnidad», figura que les hubiese permitido recibir una pequeña caridad de las autoridades municipales, pues las valoraciones que estructuran su forma de vida provienen de un mundo donde el honor y la dignidad son piedras axiales. Las limitaciones solo las conoce el médico Patagato y Surita, la empleada doméstica, quien soluciona las apremiantes necesidades mientras que los patronos están paralizados, inertes frente a las calamidades. Si «orgullo con hambre» y «pobre pero honrado» fueron los apotegmas que durante muchos años orientaron su existencia, ahora comienzan a desmoronarse frente a una fatalidad que los deja en la calle por efecto de una hipoteca sobre la casa y de un préstamo sobre la botica. Frente a este cuadro de infortunios la única salida que queda es la muerte: doña Ramona se desmorona ineluctablemente y fallece sin tener ninguna conexión con la realidad, don Damián se suicida y Cosme termina por abandonarse por completo ante las desventuras y muere violentamente en una situación absurda. La pérdida de esperanzas y el abandono no era nada nuevo para los sectores sociales que veían como era despedazada esa forma de vida que les granjeaba una consideración social, cayendo en la ausencia de proyectos positivos. En una reciente obra que analiza las variaciones en los discursos del artesanado colombiano de mediados del siglo XIX acorde con los cambios en la situación política y en la correlación de las fuerzas sociales en pugnas en el marco de la aplicación de las reformas liberales, se señala que después de la caída de José María Melo en 1854, sectores importantes de este grupo social se retrotrajeron de la vida pública y en determinadas circunstancias no poseyeron la capacidad para sobreponerse a las circunstancias adversas21. Ese desaliento fue común entre los miembros del sector de los artesanos notables calificados, de los pequeños comerciantes al menudeo y de profesionales de extracción humilde que no veían prosperar sus negocios, talleres y consultorios, siendo lo más usual vivir en una continua zozobra ante el riesgo de ser empujados cuesta abajo dado que al borde de las puntas de sus pies esta21

Gutiérrez, 1995: 97-101.

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ba el precipicio de la miseria, como se observa al leer los poemas de Cosme cuando se percata que la mujer amada se siente atraída por otro joven. El tema del carácter, de la personalidad, de los atributos morales para «triunfar en la vida» que tiene que ver a contraluz con las características de Cosme, o de cualquier otra novela del tránsito del siglo XIX al XX, estuvo en el centro de las discusiones de la época y sectores de las capas medias de la sociedad colombiana de ese entonces no fueron ajenas. Obras como El propio esfuerzo de Samuel Smiles, traducida al español por el cartagenero Eduardo Gutiérrez de Piñeres, fue moneda corriente en estos sectores a comienzos de la penúltima centuria. Las discusiones disciplinarias de la sicología, la sociología, la literatura, la política, la economía y desde las ideas esotéricas como la masonería, espiritismo y rosacrucismo22, apuntaban a señalar la necesidad de formar los aspectos del hombre práctico. Los trabajos de Max Nordeau, Alan Kardec, Maximiliano Avilés (Fuerza de Acción), José E. Rodó (Motivos de Proteo) que exaltan el papel de la voluntad en la construcción del mundo, como también apartes de la obra de Miguel de Unamuno que se referían al tema, fueron leídos por estos sectores. En la parte inicial de la novela, Fuenmayor hace del doctor Patagato en vocero de disquisiciones psicofisiológicas de esta naturaleza, tema que estaba en boga a comienzos del siglo XX, como también lo pone en boca del profesor Colón, quien señala a los familiares de Cosme que su pedagogía estaba fundamentada en la fisiología, pues a partir del funcionamiento del cuerpo humano explicaba química, física, matemática, astronomía, y otras disciplinas que se aprendían en los estudios de bachillerato. La colección completa de la revista Voces (1917-1920), recientemente reeditada muestra la pasión por estos temas. Aun desde las ideologías contestatarias se insistían en el papel de la acción en la construcción del mundo. Una literatura de carácter voluntarista que empezando en la filosofía y pasando por lo esotérico terminaba en la poesía y la novela, también permitía colegir las características de lo que José Ingenieros llamó «el hombre mediocre»: la inactividad, la falta de carácter, de ingenio, de persistencia, de propósitos, la ausencia de ilusión. En fin, el ambiente cultural letrado de la época discutía sobre el hombre que requería el nuevo siglo y eso guardaba estrecha relación con los estilos de vida de vieja y nueva data que hacían presencia en el mundo urbano colombiano y costeño.

22

Bacca, 1998: 7-24. Solano, 1999: 167-180. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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MANERA DE CONCLUSIÓN: FORMAS DE VIDA QUE DESAPARECEN

La lectura de la novela muestra que Cosme es un extraño puente entre unas formas de vida que se hunden y otras que emergen. El pequeño mundo de Don Damián, su familia y del doctor Patagato, erigido en torno a un estilo de vida que exalta el honor, la dignidad, el autoesfuerzo, el trabajo, la educación, la conducta decorosa, el rechazo al escarnio público. Estos personajes, al tiempo que pueden compartir con las gentes de más abajo muchos aspectos sociales y culturales, se diferencian por ese estilo de vida más acabado y elaborado. En la actitud de Don Damián frente a la voracidad del capital que lo despoja de su pequeño negocio y de los utensilios que empleaba en la elaboración de las fórmulas médicas para los pacientes del doctor Patagato, se puede leer las actitudes de esos actores sociales que entraban en crisis y veían desaparecer los estilos de vida en que habían crecido. El progenitor de Cosme no escucha las sugerencias del médico amigo para que entablara pleito y prefirió asumir con mucha resignación el despojo que llevó a cabo la casa comercial Richardson and Williamson. Pero su reacción también denota el profundo temor que sentían algunos sectores sociales frente al escándalo público pues ello traía el desmedro de la consideración social de los demás. Germán Colmenares lo advirtió hace más de tres lustros al señalar que el orden social colonial en buena medida estaba construido sobre ese temor, pues el escándalo convertía en hecho público las conductas familiares y privadas, y con ello se desmoronaba el frágil reconocimiento social alcanzado a través de ingentes sacrificios personales y familiares. El escándalo público estaba en contravía con unas formas muy particulares de valorar la vida en sociedad y la valía individual de las personas y por consiguiente de las familias, pues en esa época no se distinguía entre individuo y su forma societaria más inmediata, el núcleo familiar. Todo lo que afectara el reconocimiento social del individuo tocaba la fibra más íntima de la consideración social alcanzada por la familia por medio de un sostenido forcejeo de varias generaciones que se habían esforzado en granjearse una posición digna y honorable en el concierto social. Se trata de unos estilos de vida de familias enteras que se movían con dificultad en el límite de la sutil línea que separaba el reconocimiento decoroso de la caída en desgracia. Les ha costado ingentes esfuerzos ganarse el aceptación de los de arriba, de sus similares y el respeto de los de abajo, y frente a unos como a los otros, diariamente enfatizaban en el honor, la dignidad y reaccionaban con mucha preocupación ante todo aquello que amenazara con colocarlo en entredicho. Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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Sobre estas formas de vida la novela también expone otras aristas del mundo social de ese sector social medio que representaba Don Damián. Él, doña Ramona, madre de Cosme, y el doctor Patagato, su padrino de bautismo, muestran una permanente preocupación por la educación del niño, por la selección del colegio, por inculcarle unos valores en los que la educación desempeña un papel central. Las recientes investigaciones de la historia social subrayan las actitudes de esos sectores medios y de algunas franjas de los sectores bajos por procurarse los mecanismos de movilidad social como la educación en el primer siglo de vida republica que podía garantizar la consideración de los demás. «Solo quien estudia llega a ser alguien en la vida», era un apotegma que estaba muy presente en aquellos sectores que hacían gala de ingentes esfuerzos («hacer de tripas corazones» como se dice en Colombia) por educar a sus hijos. Es una actitud que se refiere directamente al refrán «estudie para que sea alguien en la vida». Frente a la degradación de este estilo de vida las reacciones fueron diversas acorde con la procedencia familiar, la condición étnica, el estatus de sus oficios, las aspiraciones, sus proximidades o lejanías con los sectores de más abajo y con las elites, en fin, en concordancia con la diversidad del capital simbólico que se poseyera. Esa defensa tuvo una gradación en concordancia con los cambios que se venían operando, pues por una parte el primer lustro de los años de 1920 fueron los de la llamada «prosperidad a debe» y se produjo una movilidad social fundada en la riqueza material, la que era muy mal vista por las elites tradicionales. Además, son los años de un crecimiento demográfico gracias a los sectores de población del campo de casi todo el país, y esto imposibilitó conocer la ascendencia de los recién llegados, grave problema para sectores raizales habituados a tener ese conocimiento pendiente al momento de catalogar socialmente a personas, familias y grupos. Los nuevos canales de movilidad social y política que se abrieron gracias a la riqueza material y a que los recién llegados ingresaron a las redes de clientela de nuevos actores de la vida política, entre los sectores que empezaron a sentirse amenazados y desplazados pudo haber afianzado una lectura del orden social basada en la prestancia, con sus correlativas prácticas de exclusión y marginación. Durante varios decenios muchas familias se apertrecharon en esa escala de valoraciones sociales y defendieron sus estatus sociales frente a la nueva prestancia por riqueza material, a la que siempre contraponían lo que consideraban el mayor patrimonio de cualquier ser humano: dignidad, honradez, esfuerzo familiar, trabajo, estudio, decoro, el no escandalizar a la sociedad. Así se conservaron con orgullo y altivez, sin someterse y sin aceptar afrentas. Otras que formaban la franja de los parientes pobres de las elites, vivieron con unas prestancias prestadas y a la sombra de sus consanguíneos coRevista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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laterales, y se caracterizaron por su arribismo y por sus actitudes ofensivas frente a los demás, y constituyeron un baluarte en la defensa de la prestancia por nacimiento. Muchas otras cayeron en desgracia y trasegaron de la pobreza a la miseria sin oponer tenaz resistencia, estados que marcaban una diferencia significativa en una época en la que con mucha vergüenza algunos sectores aceptaban ser declarados «pobres de solemnidad» para poder recibir una pequeña ayuda de las autoridades y así evitar caer en la condición de miserables, el último peldaño de la estratificación social. En lo esencial se trataba de un frágil estatus de índole familiar conservado con mucho celo y que implicaba diseñar estrategias colectivas para mantenerlo y/o mejorarlo. Estudio, trabajo, procesos de desnegramiento entre las familias de color mediante las conocidas estrategias de «mejorar la raza», de «lavarse», como se estila decir aún hoy, a través de matrimonios con personas de menos pigmentación en la piel, o de aclararse a la sombra, fueron algunos de los mecanismos empleados para mantener o mejorar un poco esa calidad social. La variada escala de pigmentación que entre el negro y el blanco establecía una amplia gama de matices constituía un acervo del que echaban mano diversos sectores para defender sus estatus sociales. Si esto se acompañaba con la puesta en escena de una vida pública virtuosa (trabajo, educación, buenas maneras, recato, etc.) mucho mejor. El traspié de algún miembro de la familia podía enlodar la dignidad de la misma y llevarla a perder la consideración y estima de los demás. Debido a esto muchas cabezas de familia se mantenían en continua guardia y levantaban a sus hijos y parientes con rigor, con mano dura, pues, para ilustrar con un ejemplo, en un medio social en el que primaba las uniones libres siempre se corría el riesgo de que una joven de la familia se «saliera a vivir» con un fulano de tal considerado de menos condición social y que esta decisión arrastrara a la deshonra a sus parientes. De ahí que «la legitima defensa del honor personal y familiar» era una figura contemplada en la legislación penal que en ciertos casos permitía que los mayores procedieran por vías de hecho contra quienes mancillaban la dignidad. La novela Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez está construida en torno al drama que vive un hombre recién casado que siente ultrajada su hombría porque su esposa no llega virgen al matrimonio, y la tragedia que suscita la familia de esta con el asesinato del hombre que les ultrajó el honor, lo que constituía un acto simbólico para el resto de la sociedad que esperaba de esta manera que la familia mancillada mantuviera la consideración de los demás. En fin, podemos concluir que la novela Cosme plantea aspectos básicos para quienes se interesan en la historia social urbana del Caribe colombiano de penúltimo tránsito finisecular, al sugerir la existencia de unas relaciones entre Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 601-622, ISSN: 0034-8341 doi:10.3989/revindias.2011.020

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las ocupaciones laborales, los estilos de vida y las trasformaciones que estas vivieron en el contexto de tránsito a la sociedad capitalista en los centros urbanos costeños. Se trata de un aspecto de vital importancia para entender cómo ha sido el proceso de configuración de la sociedad moderna en la región Caribe colombiana, dado que su estudio muestra una parte importante de la dinámica que asume lo popular como un campo de fuerzas que continuamente colisionan, originando procesos que ayudan a construirlo como un hecho social polisémico, con tensiones y conflictos en torno a los significados que se le dé, como también de los sectores sociales calificados y autocalificados como tales, y de los esfuerzos realizados por algunas franjas de la población para salir del estado de indiferenciación social que ese concepto implica, o por no caer en ella.

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SERGIO PAOLO SOLANO D. Y ROICER FLÓREZ BOLÍVAR

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HISTORIA SOCIAL Y LITERATURA EN COLOMBIA A COMIENZOS DEL SIGLO XX ...

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Social history and literature in early-20th century Colombia. The middle class in José Félix Fuenmayor’s novel Cosme

Based on the indexical method proposed by Carlo Ginzburg, this article focuses on the novel Cosme in order to analyze the aspects of the underlying social context within the novel. From the outer concentric circles made by what little we know about the life of José Félix Fuenmayor, the authors travel to the world of the characters in the novel, showing that there are certain aspects which are very close to the author’s personal and family life. They reconstruct certain aspects of the sociocultural fabric of Barranquilla in the early 20th century, especially the middle class layers that were organized around a lifestyle in which the projection of a socially valued image was essential. KEY WORDS: Novel; history; life styles; honor; capitalism; middle class layers; handcraft trades; Barranquilla.

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PUBLICACIONES RECIBIDAS

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, núm. 252 Págs. 625-626, ISSN: 0034-8341

CELESTINO DE ALMEIDA, Regina, Os índios na História do Brasil, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2010, 164 pp. DONOSO, Miguel; Mariela INSÚA y Carlos MATA (eds.), El cautiverio en la literatura del Nuevo Mundo, Madrid y Frankfurt, Universidad de Navarra, Iberoamericana, Vervuert (Col. Biblioteca Inciana, 27), 2011, 287 pp. FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo, Sumario de la Natural Historia de las Indias, edición de Álvaro Baraibar, Madrid y Frankfurt, Universidad de Navarra, Iberoamericana, Vervuert (Col. Biblioteca Indiana, 26), 2010, 377 pp. GARCÍA, Susana V., Enseñanza científica y cultura académica. La Universidad de La Plata y las Ciencias Naturales (1900-1930), Rosario, Prohistoria Ediciones (Col. Historia de la Ciencia, 3), 2010, 314 pp. MAGASICH, Jorge (coord.), Fuerzas armadas, legalismo y democracia en América Latina, Bruxelles, Université Libre de Bruxelles-Centre d’Etude des Relations entre l’Union Européene et l’Amérique Latine (CERCAL) (Europa & America Latina, Revue n.º 5), 2010, 161 pp. MANCHADO LÓPEZ, Marta María y Miguel LUQUE TALAVÁN (coords.), Fronteras del mundo hispánico: filipinas en el contexto de las regiones liminares novohispanas, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2011, 424 pp. MIRANDA, Marisa, Controlar lo incontrolable. Una historia de la sexualidad en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2011, 241 pp. PODGORNY, Irina, Los viajes en Bolivia de la Comisión Científica Médico-Quirúrgica italiana, Santa Cruz (Bolivia), Fundación Nova, ATENEA marketing y publicidad, 2011, 306 pp. ORTIZ ESCAMILLA, Juan y José Antonio SERRANO ORTEGA (eds.), Ayuntamientos y liberalismo gaditano en México, Zamora (Mich.), El Colegio de Michoacán y Universidad Veracruzana, 2009, 504 pp. RIEZNIK, Marina, Los cielos del sur. Los observatorios astronómicos de Córdoba y de La Plata, 1870-1920, Rosario, Prohistoria Ediciones (Col. Historia de la Ciencia, 4), 2011, 220 pp. SAN MIGUEL DE PIURA, primera fundación española en el Perú. Informe de Bases y avance del Plan Director del sitio arqueológico de Piura la Vieja, La Matanza (Piura, Perú), Madrid, Universidad de Piura, Universidad Politécnica de Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), 2010, formato DVD.

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PUBLICACIONES RECIBIDAS

SERRANO ORTEGA, José Antonio (coord.), La guerra de independencia en el obispado de Michoacán, Zamora (Mich.), El Colegio de Michoacán y la Secretaría de Cultura del Gobierno de Michoacán, 2010, 282 pp. TERÁN, Marta y José Antonio SERRANO ORTEGA (eds.), Las guerras de independencia en la América española, Zamora (Mich.), El Colegio de Michoacán, INAH y Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2010, 595 pp. VAL JULIÁN, Carmen, La realidad y el deseo. Toponymie du découvreur en Amérique espagnole (1492-1520), suivi de textes en hommage à l’auteur, sous la direction de Julien Roger, Marie-Linda Ortega et Marina Maestre-Zaragoza, Lyon, Ens Édtions, 2011, 384 pp.

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO DE HISTORIA: HISTORIA DE AMÉRICA Adquisiciones: Librería Científica. C/ Duque de Medinaceli, 6. 28014 Madrid Por Correo: Departamento de Publicaciones, CSIC. C/ Vitruvio, 8. 28006 Madrid. E-Mail: [email protected] - http://www.publicaciones.csic.es Precios en España: + 4% IVA; fuera de España: + gastos de envío

COLECCIÓN AMÉRICA 1. 2. 3. 4. 5.

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8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16.

Víctor PERALTA RUIZ. Patrones, clientes y amigos. El poder burocrático indiano en la España del siglo XVIII, Madrid, CSIC, 2006, 289 págs., 28,85 € Susana María RAMÍREZ MARTÍN. El terremoto de Manila de 1863. Medidas políticas y económicas, Madrid, CSIC, 2006, 155 págs., 17,31 € Ana CRESPO SOLANA. América desde otra frontera. La Guayana Holandesa (Surinam): 1680-1795, Madrid, CSIC, 2006, 283 págs., 25,96 € Ascensión MARTÍNEZ RIAZA. «A pesar del gobierno» Españoles en el Perú, 1879-1939, Madrid, CSIC, 2006, 412 págs., 37,50 € Igor GOICOVIC DONOSO. Relaciones de Solidaridad y Estrategia de Reproducción Social en la Familia Popular del Chile Tradicional (1750-1860), Madrid, CSIC, 2006, 543 págs., 47,12 € Claudia GARCÍA. Etnogénesis, hibridación y consolidación de la identidad del pueblo miskitu, Madrid, 2007, 160 págs., 15,38 € Augusto SAMANIEGO MESÍAS y Carlos RUIZ RODRÍGUEZ. Mentalidades y políticas wingka, pueblo mapuche, entre «golpe y golpe» (de Ibáñez a Pinochet), Madrid, 2007, 440 págs., 28,85 € Inés ROLDÁN DE MONTAUD (Ed.). Las Haciendas públicas en el Caribe hispano durante el siglo XIX, Madrid, 2007, 414 págs., 36,54 € M.ª Asunción MERINO HERNANDO y Elda GONZÁLEZ MARTÍNEZ. Historias de acá. Trayectoria migratoria de los argentinos en España, Madrid, 2007, 202 págs., 21,15 € Martha BECHIS. Piezas de etnohistoria del sur sudamericano, Madrid, 2008, 440 págs., 37,50 € Gustavo H. PRADO. Rafael Altamira en América (1909-1910). Historia e Historiografía del proyecto americanista de la Universidad de Oviedo, Madrid, 2008, 383 págs., 31,73 € Manuel CHUST e Ivana FRASQUET (Eds.). Los colores de las independencias iberoamericanas. Liberalismo, etnia y raza, Madrid, 2009, 291 págs., 24,04 € Ángel SANZ TAPIA. ¿Corrupción o necesidad? La venta de cargos de Gobierno americanos bajo Carlos II (1674-1700), Madrid, 2009, 467 págs., 35,58 € Nadia Andrea CRISTÓFORIS de. Proa al Plata: Las migraciones de gallegos y asturianos a Buenos Aires (fines del siglo XVIII y comienzos del XIX), Madrid, 2009, 318 págs., 26,92 € Manuel CHUST CALERO e Ivana FRASQUET MIGUEL. Los colores de las independencias iberoamericanas, Madrid, 2009, 292 págs., 24,04 € Alejandro PIZARROSO QUINTERO. Diplomáticos, propagandistas y espías, Madrid, 2009, 256 págs., 20,19 € (Continúa)

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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)

COLECCIÓN AMÉRICA (Cont.)

17.

Fabián ALMONACID ZAPATA. La agricultura chilena discriminada (1910-1960), Madrid, 2009, 480 págs., 27,88 € 18. Gabriela DALLA CORTE-CABALLERO. Lealtades firmes, Madrid, 2009, 584 págs., 33,65 € 19. Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI, Pilar GONZÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS y Juan SURIANO. La temprana cuestión social, Madrid, 2010, 226 págs., 21,15 €

BIBLIOTECA DE HISTORIA DE AMÉRICA 1.

2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.

12. 13. 14. 15.

Esclavitud y derechos humanos. La lucha por la libertad del negro en el siglo XIX. Actas de Coloquio Internacional sobre Abolición de la Esclavitud (Madrid, diciembre 1986). Madrid, 1990, 634 págs. 21,04 € Francisco de SOLANO. Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios. Madrid, 1990, 423 págs. 21,04 € Marie Laure RIEU-MILLAN. Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz. Madrid, 1990, 438 págs., 21,04 € Eduardo L. MOYANO. La nueva frontera del azúcar: el ferrocarril y la economía cubana en el siglo XIX. Madrid, 1991, 404 págs., 21,04 € Marisa GONZÁLEZ MONTERO DE ESPINOSA. La Ilustración y el hombre americano. Madrid, 1992, 181 págs., 12,02 € Berta ARES, Jesús BUSTAMANTE, Francisco CASTILLA y Fermín del PINO. Humanismo y visión del otro en la España moderna. Madrid, 1992, 429 págs., 18,03 € Guillermo LOHMANN VILLENA. Los americanos en las órdenes nobiliarias. 2 tomos. Madrid, 1993, 476 + 540 págs., 36,06 € Aurora PÉREZ MIGUEL. Impacto ecológico en la costa noroeste de América (siglos XVIII a XX). Madrid, 1993, 207 págs., 15,03 € Francisco de SOLANO. Las voces de la ciudad. México a través de sus impresos. Madrid, 1994, LXX + 330 págs., 29,17 € España a través de los informes diplomáticos chilenos. Introducción de J. E. VARGAS, J. R. KOUYOUMDJIA y D. G. DUHART. Santiago, 1994, 423 págs., 29,17 € Diario de don Francisco de Paula Martínez y Sáez miembro de la Comisión Científica del pacífico (1862-1865). Edición crítica de M.ª Ángeles CALATAYUD. Madrid, 1995, 334 págs., 23,11 € Fermín del PINO y Carlos LÁZARO (Coords.). Visión de los otros y visión de sí mismos. Madrid, 1995, 373 págs., 19,65 € Francisco de SOLANO. Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana, 1492-1600. Madrid, 1995, 290 págs. 17,34 € Victoria YEPES. Historia Natural de las Islas Bisayas. Madrid, 1996, 392 págs., 31,79 € Victoria YEPES. Una etnografía de los indios Bisayas del siglo XVII. Madrid, 1996, 295 págs., 26 € (Continúa)

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BIBLIOTECA DE HISTORIA DE AMÉRICA 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.

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Francisco de SOLANO. Normas y Leyes de la ciudad hispanoamericana 1501-1821 (II). Madrid, 1996, 296 págs., 17,34 € Beatriz VITAR. Guerra y Misiones en la frontera chaqueña del Tucumán (1700-1767). Madrid, 1997, 372 págs., 26,01 € Victoria YEPES. Historia sobrenatural de los indios bisayas, del padre Alzina. Madrid, 1998, 258 págs., 28,90 € Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI. Curar, persuadir, gobernar: la construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires, 1852-1886. Madrid, 1999, 259 págs., 17,34 € Ignacio GONZÁLEZ CASANOVAS. Las dudas de la Corona. La política de repartimientos para la minería de Potosí (1680-1732). Madrid, 2000, 475 págs., 26,01 € Mariano PLOTKIN y Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI (eds.). Localismo y globalización: aportaciones para una historia de los intelectuales en Iberoámerica. Madrid, 2000, 302 págs., 20,22 € Nuria SALA I VILA. Selva y Andes. Ayacucho (1780-1929) historia de una región en la encrucijada. Madrid, 2001, 260 págs., 19,65 € M.ª Asunción MERINO HERNANDO. Historia de los inmigrantes peruanos en España. Dinámica de una exclusión e inclusión en una Europa globalizadora. Madrid, 2002, 248 págs., 20,23 € María Silvia DI LISCIA. Saberes, Terapias y Prácticas médicas en Argentina (1750-1910). Madrid, 2003, 372 págs., 28,37 € Víctor PERALTA. En defensa de la autoridad. Política y cultura bajo el gobierno del Virrey Abascal. Perú 1806-1816. Madrid, 2002, 200 págs., 16,34 € Miguel LUQUE TALAVÁN. Un universo de opiniones. La literatura jurídica indiana, Madrid, 2003, 800 págs., 48,08 € Gonzalo DÍAZ DE YRAOLA. La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna (18031810). Madrid, 2003, 132 págs., 23,08 € Elda GONZÁLEZ. La inmigración esperada: la política migratoria brasileña desde Joao VI hasta Getúlio Vargas. Madrid, 2003, 262 págs., 20,19 € Víctor MÍNGUEZ y Manuel CHUST (Eds.). El Imperio sublevado. Monarquía y naciones en España e Hispanoamérica. Madrid, CSIC, 2004, 324 págs. Teresa CAÑEDO-ARGÜELLES FÁBREGA (coord.). Al sur del margen. Avatares y límites de una región postergada. Moquegua (Perú). Madrid, CSIC, 2004, 498 págs., 38,46 € Alejandro FERNÁNDEZ. Un «mercado étnico» en la Plata. Emigración y exportaciones españolas a la Argentina, 1880-1935, Madrid, CSIC, 2004, 294 págs., 24,4 € Susana RAMÍREZ et al. La real expedición filantrópica de la vacuna. Doscientos años de lucha contra la viruela. Madrid, CSIC, 2004, 410 págs., 30,77 € Alfredo MORENO y Núria SALA. El «premio» de ser virrey. Los intereses públicos y privados del gobierno virreinal en el Perú de Felipe V, Madrid, CSIC, 2004, 335 págs., con índice, 25 € Rosario SEVILLA SOLER. La Revolución Mexicana y la opinión pública española. La prensa sevillana frente al proceso de insurrección. Madrid, CSIC, 2005, 249 págs., 25,96 € Marta IRUROZQUI VICTORIANO (ed.). La mirada esquiva. Reflexiones históricas sobre la interacción del estado y la ciudadanía en los Andes (Bolivia, Ecuador y Perú), siglo XIX. Madrid, CSIC, 2005, 385 págs., 33,65 € José Antonio VIDAL RODRÍGUEZ. La emigración gallega a Cuba: trayectos migratorios, inserción y movilidad laboral, 1898-1968. Madrid, CSIC, 2005, 322 págs., 36,54 €

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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)

MONUMENTA HISPANO-INDIANA V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA 1.

Bernal DÍAZ DEL CASTILLO. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España. Edición crítica por Carmelo SAÉNZ DE SANTAMARÍA, 2 tomos, Madrid, 1982, XXXVII + 687 págs. y 135 págs. 2. Pedro CIEZA DE LEÓN. Obras completas. Edición crítica, notas, comentarios e índices por Carmelo SÁENZ DE SANTAMARÍA: Tomo 1: La crónica del Perú. Las Guerras Civiles peruanas, Madrid, 1984, 382 págs., 21,04 € Tomo 2: Las Guerras Civiles Peruanas: La Guerra de Salinas, La Guerra de Chupas, La Guerra de Quito. Madrid, 1985, 609 págs., 36,06 € Tomo 3: Estudio bio-bibliográfico. Cieza de León: Su persona y su obra. Índice analítico general. Madrid, 1985, 137 págs., 15,03 € 3. Francisco PIZARRO. Testimonio. Documentos oficiales, cartas y escritos varios. Edición preparada por Guillermo LOHMANN VILLENA. Introducción de Francisco de SOLANO. Madrid, 1986, 404 págs., 36,06 €

COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14.

Demetrio RAMOS. Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate. Valladolid, 1981, 626 págs. Jaime GONZÁLEZ. La idea de Roma en la historiografía indiana (1492-1550). Madrid, 1981, 225 págs., 6,01 € Íñigo ABBAD Y LASIERRA. Descripción de las costas de California. Edición y estudio de Sylvia L. HILTON. Madrid, 1981, 231 págs. 4,21 € Agustín de JÁUREGUI. Relación de Gobierno. Perú (1780-1784). Edición y estudio de Remedios CONTRERAS, Madrid, 1982, 320 págs., 7,21 € Luis ARRANZ. Don Diego Colón. Tomo 1. Madrid, 1982, 392 págs., 6,61 € Paulino CASTAÑEDA. Los memoriales del padre Silva sobre la predicación pacífica y los repartimientos. Madrid, 1983, XV + 402 págs., 12,02 € Sínodo de Santiago de Cuba de 1681. Madrid-Salamanca, 1982, XXVI + 220 págs., 6,01 € Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 1. Madrid, 1983, 480 págs., 10,22 € Sínodos de Santiago de Chile, 1688 y 1763. Madrid-Salamanca, 1983, XIX + 422 págs., 9,62 € José A. MANSO DE VELASCO. Conde de Superunda. Relación de gobierno. Perú 1745-1761. Edición y estudio de Alfredo MORENO CEBRIÁN. Madrid, 1983, 493 págs., 15,03 € Juan PÉREZ DE TUDELA. Mirabilis in altis. Madrid, 1983, 429 págs., 15,03 € María de los Ángeles CALATAYUD ARINERO. Catálogo de las expediciones y viajes científicos españoles a América y Filipinas (siglos XVIII y XIX). Madrid, 1984. AGOTADO. Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 2. Madrid, 1984, 400 págs., 18,03 € Carmelo SÁEZ DE SANTAMARÍA. Historia de una historia. (Bernal Díaz del Castillo). Madrid, 1984, 246 págs., 12,02 € (Continúa)

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COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO

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15. Sínodos de Concepción, Chile, 1744. Madrid-Salamanca, 1984, 52 + 256 págs. 9,62 € 16. Luis J. RAMOS GÓMEZ. Época, génesis y texto de las «Noticias secretas de América» de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Tomo 1. Madrid, 1985, XV + 440 págs., 15,03 € 17. Luis J. RAMOS GÓMEZ. Las «Noticias secretas de América» de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Tomo 2. Madrid, 1985, 664 págs., 18,03 € 18. Sínodo de San Juan de Puerto Rico, 1645. Madrid-Salamanca, 1986, LXXXI + 169 págs., 9,62 € 19. Sínodo de Santiago de León de Caracas de 1687. Madrid-Salamanca, 1986, LXVI + 486 págs., 15,03 € 20. Salvador BERNABÉU ALBERT. 1892 El IV Centenario del Descubrimiento de América en España. Madrid, 1987, 206 págs., 10,82 € 21. Leoncio LÓPEZ-OCÓN. Biografía de «La América». Una crónica hispanoamericana del liberalismo democrático español (1857-1886). Madrid, 1987, 215 págs., 9,02 € 22. Sínodos de Lima de 1613 y de 1636. Madrid-Salamanca, 1987, CIII + 457 págs., 13,82 € 23. Teresa CAÑEDO ARGÜELLES. Un modelo de colonización en el Alto de Paraná. La provincia de Corrientes en los siglos XVI y XVII. Madrid, 1988, 257 págs., 15,03 € 24. Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba, otro escenario de lucha. La guerra civil y el exilio republicano español. Madrid, 1988, 335 págs., 18,03 € 25. Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias. Siglos XVI-XIX. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1988, CXXIX + 234 págs., 18,03 € 26. Sínodos de Mérida y Maracaibo de 1817, 1819 y 1822. Madrid, 1988, 291 págs., 12,02 € 27. Sínodo de Manila de 1582. Madrid, 1988, 408 págs., 15,03 € 28. Relaciones Geográficas del Arzobispado de México, 1743. 2 tomos. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1988, 553 págs., 30,05 € 29. Tomás LÓPEZ MEDEL. Visita de la gobernación de Popayán. Libro de tributos (1558-1559). Edición y estudio de Berta ARES QUEIJA. Madrid, 1989, XIII + 325 págs., 18,03 € 30. Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito. Siglos XVI-XIX. 2 tomos. Edición Pilar PONCE LEIVA. Madrid, 1991, LXVI + 666 págs. y 1992, 785 págs., 39,07 € y 42,07 € 31. Relaciones topográficas de Venezuela, 1815-1819. Transcripción, estudio y edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1991, 420 págs., 21,04 € 32. Documentos sobre Política Lingüística en Hispanoamérica 1492-1800. Edición Francisco de SOLANO. Madrid, 1991, 287 págs. 33,06 € 33. Relaciones Geográficas del Reino de Chile, 1756. Edición de Francisco de SOLANO. Santiago de Chile-Madrid, 1994, 303 págs., 17,34 € 34. Relaciones Económicas del Reino de Chile, 1780. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1994, 268 págs., 23,34 € 35. Carlos LÁZARO. Las fronteras de América y los «Flandes Indianos». Madrid, 1997, 135 págs., 11,56 € 36. Juan José R. VILLARÍAS ROBLES. El sistema económico del imperio inca. Historia crítica de una controversia. Madrid, 1998, 362 págs., 26,58 € 37. Consuelo NARANJO OROVIO y Carlos SERRANO (eds.). Imágenes e imaginarios nacionales en el Ultramar español. Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1999, 391 págs., 26,01 € 38. M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO. Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815). Madrid, 1999, 259 págs., 23,11 € (Continúa)

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 627-634, ISSN: 0034-8341

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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)

COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46.

47. 48. 49. 50.

51. 52.

(Cont.)

Salvador BERNABÉU ALBERT (ed.). El Septentrión Novohispano: Ecohistoria, Sociedades e Imágenes de Frontera. Madrid, 2000, 196 págs., 16,18 € Inés ROLDÁN DE MONTAUD. La Restauración en Cuba. El fracaso de un proceso reformista. Madrid, 2000, 653 págs., 54,90 € Víctor PERALTA RUIZ y Marta IRUROZQUI VICTORIANO. Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880. Madrid, 2000, 277 págs., 20,22 € Mónica QUIJADA, Carmen BERNAND y Arnd SCHNEIDER. Homogeneidad y nación. Con un estudio de caso: Argentina, siglos XIX y XX. Madrid, 2000, 260 págs., 21,96 € Miguel CABELLO BALBOA. Descripción de la provincia de Esmeraldas. Edic., Introducción y notas de José Alcina Franch. Madrid, 2001, 134 págs., 19,36 € Fernando MONGE. En la Costa de la Niebla. El paisaje y el discurso etnográfico ilustrado de La Expedición Malaspina en el Pacífico. Madrid, 2002, 238 págs., 22,12 € Mónica QUIJADA y Jesús BUSTAMANTE (eds.). Elites intelectuales y modelos colectivos. Mundo Ibérico (siglos XVI-XIX). Madrid, 2002, 390 págs., 25,03 € Consuelo NARANJO, M.ª Dolores LUQUE y Miguel Ángel PUIG-SAMPER (Eds.). Los lazos de la cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico, 1916-1939. Madrid, CSIC-Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 2002, 412 págs., 27,53 € Imilcy BALBOA. La protesta rural en Cuba. Resistencia cotidiana, bandolerismo y reducción (1878-1902). Madrid, 2003, 254 págs., 22,12 € Luis Ángel SÁNCHEZ GÓMEZ. Un imperio en la vitrina. El colonialismo español en el Pacífico y la Exposición de Filipinas de 1887. Madrid, 2003, 396 págs., 28,63 € Antonio SANTAMARÍA y Alejandro GARCÍA. Economía y colonia. La economía cubana y las relaciones con España, 1765-1902, Madrid, CSIC, 2004, 492 págs. con índice, 31,73 € M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL, Consuelo NARANJO, Ada FERRER, Gloria GARCÍA y Josef OPATRNÝ. El rumor de Haitien Cuba: terror, raza y rebeldía, 1789-1814, Madrid, CSIC, 2004, 444 págs. + índices, 29,81 €. María E. ARGERI. De guerreros a delincuentes. La desarticulación de las jefaturas indígenas y el poder judicial. Norpatagonia. 1880-1930. Madrid, CSIC, 2005, 331 págs., 24,4 € Leida FERNÁNDEZ PRIETO. Cuba agrícola: Mito y tradición, 1878-1920. Madrid, CSIC, 2005, 348 págs. + índices, 25,96 €

ANEXOS DE REVISTA DE INDIAS 1. Ensayos de Metodología Histórica en el campo americanista, coordinados por Fermín del PINO. Madrid, 1984, 178 págs., 7,21 € 2. Estudios sobre la abolición de la esclavitud, coordinados por Francisco de SOLANO. Madrid, 1985, 257 págs., AGOTADO. 3. Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba vista por el emigrante español (1900-1959). Un ensayo de Historia Oral. Madrid, 1987, 164 págs., 7,21 € 4. Estudios (nuevos y viejos) sobre la Frontera. Coordinados por Francisco de SOLANO y Salvador BERNABÉU. Madrid, 1991, 419 págs., 30,05 €

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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)

PUBLICACIONES DEL CSIC

COLECCIÓN CORPUS HISPANORUM DE PACE (Segunda Serie) 1.

2 y 3.

4. 5.

6.

7.

8.

9.

10. 11.

12.

13.

Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure Lib. III: De retentione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, F. CANTELAR, A. GARCÍA, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, F. MASEDA, L. PEREÑA, J. M. PÉREZ-PRENDES, Madrid, CSIC, 1994, 521 págs., 26,25 € Alonso DE LA PEÑA MONTENEGRO. Itinerario para párrocos de indios. Edición crítica por C. BACIERO, M. CORRALES, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y F. MASEDA: Tomo I (Libros I-II), Madrid, CSIC, 1995, 698 págs. Tomo II (Libros III-V), Madrid, CSIC, 1996, 663 págs., 28,29 € Alonso DE VERACRUZ. De iusto bello contra indios. Edición crítica bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, F. MASEDA y L. PEREÑA, Madrid, CSIC, 1997, 365 págs., 26,01 € Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO y J. USCATESCU. Capítulos 1-15, Madrid, CSIC, 1999, 586 págs., 27,74 € Jesús María GARCÍA AÑOVEROS. El pensamiento y los argumentos sobre la esclavitud en Europa en el siglo XVI y su aplicación a los indios americanos y a los negros africanos, Madrid, CSIC, 2000, 235 págs., 16,18 € Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO Y J. USCATESCU. Capítulos 16-25, Madrid, CSIC, 2000, 561 págs., 28,90 € Juan de SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. I: De inquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M. SOTO, Madrid, CSIC, 2001, 646 págs., 38,86 € Pedro CORTÉS Y LARRAZ. Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala. Edición de JULIO MARTÍN BLASCO Y JESÚS MARÍA GARCÍA AÑOVEROS, Madrid, CSIC, 2001, 542 págs. + III láminas, 42,48 € Luis RESINES. Catecismo del Sacromonte y Doctrina Christiana de Fr. Pedro de Feria. Conversión y evangelización de moriscos e indios. Madrid, CSIC, 2002, 406 págs., 27 € Francisco José DE JACA. Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado de paganos y después ya cristianos. La primera condena de la esclavitud en el pensamiento hispano. Edición crítica de M. A. PENA GONZÁLEZ, Madrid, CSIC, 2002, 389 págs., 29,81 € Juan ZAPATA Y SANDOVAL. De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita disceptatio. Los derechos de los nacidos en el Nuevo Mundo a los cargos y oficios civiles y eclesiásticos. Edición Bilingüe de C. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO, Madrid, CSIC, 2004, 455 págs., 34,62 € Gregorio GARCÍA. Origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales, (1607), Edición crítica de C. BACIERO, A. M. BARRERO, P. BORGES, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO RÁBANOS, Madrid, CSIC, 2005, 372 págs., 24,04 € (Continúa)

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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)

COLECCIÓN CORPUS HISPANORUM DE PACE (Segunda Serie) (Cont.)

14.

Miguel Anxo PENA GONZÁLEZ y Epifanio 2007, 324 págs., 19,23 €

DE

MOIRAINS. Siervos libres, Madrid, CSIC,

Francisco DE VITORIA. Relectio de potestate civili, edición crítica de Jesús CORDERO PANDO, Madrid, CSIC, 2008, 542 págs., 38,46 € 16. Francisco SUÁREZ. Tractatus de legibus ac deo legislatore, (1612-3), edición crítica de C. BACIERO GONZÁLEZ, A. M. BARRERO GARCÍA, J. M. GARCÍA AÑOVEROS y J. M. SOTO RÁBANOS, Madrid, CSIC, 2010, 33,65 €

15.

Revista de Indias, 2011, vol. LXXI, n.º 252, 627-634, ISSN: 0034-8341

Normas para los colaboradores de la Revista de Indias Revista de Indias es una publicación científica destinada a un público especializado en historia de América. Publica artículos originales e inéditos que además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el debate entre los investigadores y recojan las corrientes historiográficas del momento. Los temas cubren aspectos sociales, culturales, políticos y económicos, abarcando cronológicamente los períodos prehispánico, colonial y contemporáneo. Junto a los números misceláneos, se publica un monográfico al año, así como dosieres dedicados a cuestiones de interés específico. I. Los originales recibidos son enviados a varios evaluadores externos. El método de evaluación empleado es «doble ciego», manteniendo el anonimato tanto del autor como de los evaluadores. La decisión final se le comunica al autor en un plazo máximo de ocho meses. En caso de ser aceptado, el tiempo máximo transcurrido entre la aceptación del artículo y su publicación es de un año, aunque éste puede dilatarse en función de la programación de la Revista. Al final de cada artículo figuran las fechas de recepción y aprobación del mismo, excepto, en algunas ocasiones, cuando se trate de un monográfico o dosier. II. La Revista de Indias publica artículos en español, inglés, francés y portugués. La Revista se compone de tres secciones: Artículos, Notas e Información Bibliográfica. Los Artículos serán originales e inéditos, referidos a una investigación propia de interés americanista y tendrán una extensión máxima de 25 páginas (DIN A-4), utilizando tipos Times New Roman o Arial 11, a espacio y medio, incluyendo las notas, gráficos, cuadros e ilustraciones. III. Las citas y bibliografía deberán ajustarse a las indicaciones siguientes: 1. CITAS A PIE DE PÁGINA: Las referencias a obras citadas aparecerán sólo a pie de página de manera resumida. 1. Las referencias de diferentes autores y obras se separarán con un punto: Olivera Gutiérrez, 1992: 20-49. López de Hoyos, 2006: 23-45. Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. 2. Las referencias de diferentes obras del mismo autor se separarán con un punto y coma, sin volver a indicar el apellido del autor: Olivera Gutiérrez, 1999: 37-79; 2001: 56-98; 2006: 3-45. 3. Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, las obras se diferenciarán añadiendo a cada año de edición una letra del abecedario: Olivera Gutiérrez, 1994a: 60-99; 1994b: 2-35. A) Cuando se cite una Monografía o Capítulo de libro se indicará el apellido o apellidos del autor/es, seguido del año de publicación, el volumen o tomo si lo hubiera y las páginas citadas. González, Gutiérrez y Mañach, 1991: 82-99. Jiménez Pidal, 1915, vol. 1: 65-43. B) Cuando se cite un Artículo de revista o periódico se indicará el apellido o apellidos del autor, seguido por el volumen, número, y, entre paréntesis, lugar y año de publicación, o si fuera necesario el mes de la publicación, seguido de las páginas citadas: Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. López Paz, XV / 2 (Santiago de Chile, septiembre 2006): 10-43. C) En el caso de Fuentes primarias se citará el nombre del documento en cursiva, seguido del nombre del archivo y el lugar de localización, el fondo, legajo y expediente. Entre paréntesis, se indicará la abreviatura que se utilizará en las citas siguientes: Carta del marqués de Someruelos al secretario de Estado español, 16 de octubre de 1804, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, legajo 6366, exp. 95. D) En las citas a pie de página también se incluirán los comentarios o aclaraciones al texto.

2. BIBLIOGRAFÍA: 1. Al final del artículo se incluirá la relación bibliográfica por orden alfabético de autores (apellido y nombre en minúscula) y, en caso de varias obras de un mismo autor, éstas se ordenarán por orden cronológico. Abbad, Santiago, Revisiones de la historia, La Habana, Casa de las Américas, 2003. 2. Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, éstas se enumerarán siguiendo un orden alfabético y se añadirá al año de edición una letra del abecedario: Olivera Gutiérrez, Ana, El chocolate y el cacao, Bolivia, Universidad de La Paz, 1994a. Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994b. Olivera Gutiérrez, Ana, Violencia en los Andes, Madrid, Espasa-Calpe, 1994c. A) En caso de Monografías se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del libro en cursiva, el lugar de edición, la editorial y el año de publicación: Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994. B) En caso de Obras colectivas se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del capítulo de libro entre comillas, y nombre y apellido del coordinador/es o editor/es de la obra, indicando entre paréntesis y de forma abreviada si son editores o coordinadores, seguido del título del libro en cursiva, el lugar de edición, la editorial y el año de publicación y las páginas de dicho capítulo: Núñez Sánchez, Carlos, «Relaciones comerciales entre Sevilla y América, 1600-1670», Ana Olivera Gutiérrez (ed.), Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994: 378-420. — En caso de varios autores los nombres irán separados por comas, excepto el último: Pérez, Antonia, Carvajal, Luis y Sánchez, Ricardo, Las fuentes para el estudio de la agricultura en el Caribe, Madrid, CSIC, 2005. C) En caso de Artículos de revistas o periódicos se indicarán los apellidos y nombre del autor, el título del artículo entre comillas, seguido del nombre de la revista en cursiva, el volumen, número, lugar de edición, año de publicación y páginas: Flores Ortiz, Margarita, «El arte prehispánico», Revista Peruana, VI / 13 (Lima, 2002): 12-36. IV. Junto a los artículos se enviará un resumen de unas 6 líneas, y las palabras clave (entre 4 y 6), en español e inglés. En el resumen se especificarán los objetivos, fuentes, métodos y resultados reales de la investigación. Asimismo, los autores facilitarán el nombre de la Institución donde trabajan y su situación profesional, con indicación de su dirección oficial y/o particular a la que dirigirles la correspondencia, teléfono, fax y correo electrónico. Si el artículo no se envía por e-mail, es imprescindible mandar el texto en papel y en soporte informático (PC Word). V. Las Notas tendrán una extensión máxima de 15 páginas, en ellas tienen cabida artículos breves. VI. La Información Bibliográfica consta de dos partes, Estudios bibliográficos, que tienen una extensión máxima de 10 páginas (DIN A-4) y hacen referencia a varios libros de un mismo tema o autor, y Reseñas bibliográficas, de una extensión máxima de 3 páginas y dedicadas al comentario de una o varias obras publicadas recientemente. Los autores o las editoriales deberán enviar para este fin 2 ejemplares. VII. Los originales publicados en papel y en versión electrónica por la Revista de Indias son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total. Los autores recibirán un ejemplar de la Revista y un PDF de su artículo.

REGULATIONS FOR CONTRIBUTORS OF REVISTA DE INDIAS Revista de Indias is a scientific publication aimed at readers specialised in the history of America. Original and unpublished articles are published, which besides contributing to the knowledge of America, encourage the debate among investigators and include current historiographic trends. Subjects include social, cultural, political and economical aspects, and cover chronologically the pre-Hispanic, colonial and contemporary periods. Together with the miscellaneous numbers, a special edition is published every year, as well as dossiers about issues of specific interest. I. The originals received are sent to various external assessors. The method of assessment used is «double blind», as both the author and the assessors remain anonymous. The final decision is announced to the author within eight months at most. In case of being accepted, the maximum elapsed time between the acceptation of the paper and its publishing is one year, although this period may be extended according to the Journal planning. The dates of reception and approval of the article are stated at the end of each paper, except for the occasional cases of monographs or dossiers. II. Revista de Indias publishes articles in Spanish, English, French and Portuguese and it is made up by three sections: Articles, Notes and Bibliographic Information. The Articles should be original and unpublished, regarding an investigation of Americanist interest, with a maximum length of 25 pages (DIN A-4), usomg types Times New Roman or Arial 11, 1.5 space between lines, including notes, charts, diagrams and pictures. III. Quotations and bibliography should follow the directions below: 1. FOOTNOTES QUOTATIONS References to quoted works should be briefly stated as a footnote: 1. References of different authors and works should be clearly separated with a dot: Olivera Gutiérrez, 1992: 20-49. López Hoyos, 2006: 23-45. Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. 2. References to different works by the same author will be separated with a semicolon, without mentioning once again the author’s surname: Olivera Gutiérrez, 1999: 37-79; 2001: 56-98; 2006: 3-45. 3. When an author with several works published in the same year is quoted, the works will be differentiated by adding a letter of the alphabet after each year of publishing: Olivera Gutiérrez, 1994a: 60-99; 1994b: 2-35. A) When a Monograph or Chapter of a book is quoted, the surname(s) of the author(s) should be stated in capital letters, followed by the year of publishing, the volume –if any– and the quoted pages. González, Gutiérrez y Mañach, 1991: 82-99. Jiménez Pidal, 1915, vol. 1: 65-43. B) When a journal or newspaper Article is quoted, the author’s surname(s) should be stated, followed by the volume, number and in brackets, the place and year of publishing, or if necessary, the month of publishing, and finally the quoted pages: Ruiz Gutiérrez, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. López Paz, XV / 2 (Santiago de Chile, septiembre 2006): 10-43. C) In case of primary sources, the name of the document will be mentioned in italics, followed by the name of the archive and the place of location, the collection, file and record. The abbreviation which will be used in the forthcoming quotations will be stated in brackets: Carta del marqués de Someruelos al secretario de Estado español, 16 de Octubre de 1804, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, legajo 6366, exp. 95. D) Footnote quotations will also include any comments or clarifications to the text.

2. BIBLIOGRAPHY: 1. At the end of the article, the bibliographic list will be included ordering the authors in alphabetic order, and if there are several works by the same author, they will be ordered by chronological order. 2. When an author with several published works is quoted, the author’s surnames and name willl only be stated the first time, using a continuous line for the forthcoming references: Abbad, Santiago, Revisiones de la historia, La Habana, Casa de las Américas, 2003. ______, Métodos de escritura, Santiago, Universidad de Oriente, 2006. 3. When an author with several works published in the same year is quoted, such works will be listed following an alphabetical order, adding a letter of the alphabet after the publishing year. Olivera Gutiérrez, Ana, El chocolate y el cacao, Bolivia, Universidad de La Paz, 1994a. Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994b. Olivera Gutiérrez, Ana, Violencia en los Andes, Madrid, Espasa-Calpe, 1994c. A) In case of Monographs, the author’s surnames should be stated in capital letters, followed by the name in small letters, including as well the title of the book in italics, the place of publishing, the publishing house and the year of publishing: Olivera Gutiérrez, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994. B) In case of Collective Works, the author’s surnames should be stated in capital letters, followed by the name in small letters, the title of the chapter of the book in inverted commas, and the names and surnames of the coordinators or publishers of the work in small letters, stating in brackets and abbreviatedly whether they are publishers or coordinators, followed by the title of the book in italics, the place of publishing, the publishing house, the year of publishing and the pages of the corresponding chapter: Núñez Sánchez, Carlos, «Relaciones comerciales entre Sevilla y América, 1600-1670», Ana Olivera Gutiérrez (ed.), Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994: 378-420. — In case of several authors, the names should be separated by commas, except for the last one: Pérez, Antonia, Carvajal, Luis y Sánchez, Ricardo, Las fuentes para el estudio de la agricultura en el Caribe, Madrid, CSIC, 2005. C) In case of journal or newspaper Articles, the author’s surnames will be stated in capital letters, followed by the name in small letters, the title of the article in inverted commas, followed by the name of the journal in italics, the volume, number, place of publishing, publishing year and pages: Flores Ortiz, Margarita, «El arte prehispánico», Revista Peruana, VI/13 (Lima, 2002): 12-36. IV. Together with the articles, a 6-line summary and keywords (between 4 and 6) should also be sent, in both Spanish and English. The summary should include the objectives, sources, methods and real results of the investigation. Moreover, the authors will provide the name of the Institution they work for and their professional status, stating as well their official and/or private address to which correspondence should be addressed, as well as their telephone and fax number and email. If the article is not sent by email, it is compulsory to send the text printed as well as its electronic version (PC Word). V. Notes should have a maximum length of 15 pages, and may include short articles. VI. Bibliographic Information is made up by two parts: bibliographic studies, which have a maximum length of 10 pages (DIN A-4) and refer to several books of the same subject or author and bibliographic reviews, with a maximum length of 3 pages and regarding the comment of one or several recently published works. The authors or publishing houses should send 2 copies for this purpose. VII. The originals which are published, both printed and in electronic version, by Revista de Indias are the property of the Consejo Superior de Investigaciones Científicas, being necessary to quote the origin in any either partial or total reproduction. The authors will receive a copy of the journal and a PDF copy of their article.

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Volumen LXXI

Nº 252

Sumario

mayo-agosto 2011

320 págs.

ISSN: 0034-8341

Guillermo Serés.- Ariosto, los Reyes Católicos y la Monarchia Christianorum carolina / Ariosto, the Catholic Monarchs and the Caroline Monarchia Christianorum Miguel Molina Martínez.- Eficacia política, ética y corrupción en el gobierno de Guayaquil (1779-1790) / Political efficiency, ethics and corruption in the Guayaquil government (17791790) Bernard Lavallé.- Hacia un nuevo clero en los Andes a finales del siglo XVIII: La ordenación a título de lengua en el arzobispado de Lima / Towards a new clergy in the Andes at the end of the 18th century: Ordination by way of language in the archbishopric of Lima Marta M.ª Manchado López.- «Desamparo en que con la vida, se pierde el alma». Las controversias en torno a la obra Pía del Abad Sidoti para la recogida de niños chinos abandonados (Filipinas, 1705-1740) /Abandonment in which with life, the soul is lost. The controversies surrounding the pious works of Abbot Sidoti in the rescue of abandoned Chinese children (The Philippines, 1705-1740) José Alfredo Uribe Salas y Rubén Darío Núñez Altamirano.- Depreciación de la plata, políticas públicas y desarrollo empresarial. Las pequeñas y medianas empresas mineras mexicanas de Pachuca y Real del Monte / Silver depreciation, public policies and business development. Small and medium-sized Mexican mining enterprises of Pachuca and Real del Monte C. René de León Meza.- Los reales de minas de la caja de Guadalajara durante el siglo XVIII: circuitos comerciales y producción de plata / Reales de minas (groups of mines) of the «Caja de Guadalajara» during the 18th century: trade routes and silver production Gustavo Vallejo.- Biotecnología en las pampas: ciencia y política en la Argentina de la última reinstauración democrática / Biotechnology in the pampas: science and politics in the Argentina of the last democratic restoration Claudia Salomón Tarquini.- Procesos de subalternización de la población indígena en Argentina: los ranqueles en La Pampa, 1870-1970 / Subalternation processes of the indigenous population in Argentina: ranqueles in the Pampa, 1870-1970 Vivian Gavilán, Patricia Vigueras, Michel Parra, Carlos Madariaga, Nicolás Morales, Alejandra Arratia y Rosa Andrade.- La sociedad y la cultura andina contemporánea: estudio de los saberes para la salud y la enfermedad en los pueblos originarios del norte de Chile / Contemporary Andean society and culture: a study of the knowledge of health and disease in the indigenous villages of northern Chile Sergio Paolo Solano D. y Roicer Flórez Bolívar.- Historia social y literatura en Colombia a comienzos del siglo XX. Los sectores sociales medios en la novela Cosme de José Félix Fuenmayor / Social history and literature in early-20th century Colombia. The middle class in José Félix Fuenmayor’s novel Cosme

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