William San Martín Aedo

Publicado en Memoria Chilena (www.memoriachilena.cl), Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) y Biblioteca Nacional de Chile. Disponible d

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Publicado en Memoria Chilena (www.memoriachilena.cl), Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) y Biblioteca Nacional de Chile. Disponible durante el mes de Agosto de 2008 a propósito del aniversario número 185 de la declaración de la abolición de la esclavitud en Chile.

ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD. SER ESCLAVO Y SER LIBRE EN CHILE TARDO COLONIAL. William San Martín Aedo ∗

La abolición de la esclavitud no significa lo mismo en toda Latinoamérica. Si bien, por el contexto que vive la región parece existir un discurso más o menos común y los valores y argumentos a los que se apelan son similares, lo que significa ser esclavo y ser libre es distinto en cada contexto desde las condiciones sociales y culturales que sustentan aquellas categorías. En este sentido el preguntarse por la abolición de la esclavitud y el proceso que la llevó acabo, requiere también el interrogarse por el qué significa la libertad y la esclavitud en el contexto, para los distintos actores y mirando más allá de los discursos oficiales que la proclaman. El caso chileno siempre ha sido visto como un caso particular. Por mucho tiempo se ha creído inexistente la presencia negra como parte de su formación histórica, y de hecho la primera historiografía que abordó la construcción social y cultural del país terminó por plasmar una imagen que desestima su importancia demográfica, económica, social y –por lo tanto- también cultural. El valor de la constitución pluriétnica y pluricultural de nuestra sociedad desde sus orígenes coloniales ha desestimado el aporte afro y ha resaltado una imagen del mestizaje de corte más bien dual, restrictiva y artificial: lo español y lo indígena. 1 Si miramos aproximaciones numéricas a la composición social como las otorgadas por el censo del Obispado de Santiago de 1777-78 y el análisis que de él proponen Carmagnani y Klein, podemos advertir cómo a fines del siglo XVIII la presencia de afrodescendientes no es menor. Los autores proponen (pese a la variedad en la distribución geográfica y que la catalogación etnicosocial -españoles, indios, mestizos, negros o mulatos- corresponde a una nominación hecha por el párroco sin diferenciar libres o esclavos) un número que rodea el 12% que incluye negros y mulatos y que agrupa los Corregimientos de Coquimbo, Quillota, Aconcagua, Melipilla, Santiago, Rancagua, Colchagua y Maule. Ahora bien, las diferencias por corregimiento entregan a Coquimbo algo más de un 20% de negros y mulatos, a Santiago, 18%, y en amplia disminución hacia el sur, teniendo Maule en las mismas categorías sólo un 8%. 2 Tal situación significa un problema, no sólo para la historiografía, sino también y principalmente para las ideas que tenemos en torno a nuestra identidad y su formación histórica. Existe una percepción arraigada que la presencia negra pasó sin dejar rastro de ∗

Magíster© en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Celia Cussen desarrolla aquella desaparición numérica de los afrodescendientes de la historia de Chile, con especial atención en Diego Barros Arana y Francisco Encina quienes de alguna manera cimentaron cierta imagen de la construcción social y cultural de Chile, destacando la poca importancia demográfica, económica y social de estos sujetos. Ver: Celia Cussen (2006) “El paso de los negros por la historia de Chile”. Cuadernos de Historia. 25. Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile. 2 Ver: Carmagnani, M. y Klein, H. (1965). Demografía Histórica: La población del Obispado de Santiago. 1777-1778. Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 72. 1

sí; la abolición se dio sin problemas por la escasa importancia de la esclavitud y del valor del contingente afro; y Chile no tubo problemas étnicos a diferencia del resto de Latinoamérica. Como afirmaba Rolando Mellafe la esclavitud negra en Chile se desarrolló y murió en Chile sin dejar problemas raciales. 3 Es esta visión la que creemos que reproduciendo los discursos oficiales de la época fue plasmada por la historia de la abolición y de la formación sociocultural y política del país. Lo que sucede en el contexto y se reproduce en la historiografía posterior es destacar por una parte la inexistencia o la débil presencia del contingente negro (recordemos que además de ser esclavo se asocian una serie de cargas morales negativas al afrodescendiente, por tanto el negar la esclavitud pasa también por negar la misma presencia de negros); y por otra, el condenar la esclavitud como un ‘sistema’ inhumano de opresión asociado a sobrevalorar el acto ‘ilustrado’ y ‘moderno’ de abolir aquella ‘institución’. Feliú Cruz por ejemplo, reproduciendo la visión del contexto de la abolición, cristaliza a la esclavitud como una institución (un sistema orgánico) de dominación ‘premoderna’. Ensalzando la temprana abolición de la esclavitud en Chile, afirma lo siguiente: “Un hecho histórico de la evolución social chilena, que honra al país, enaltece a los individuos que lo concibieron y llevaron acabo, y que colocó el nombre de la República, cuando todavía apenas nacía a la vida independiente, en el lugar de la segunda nación del orbe que abolió la esclavitud”. 4 Feliú analizando el proceso de abolición en Chile, principalmente desde los actores que le dieron forma legal y jurídica, intenta dar cuenta de un proceso de modernización ilustrado en las ideas y en la política, inserto en “el siglo de la libertad”, “de la dignificación del individuo” y del “racionalismo”. 5 El contexto internacional es clave. Recordemos que en este contexto Hispanoamérica se presenta ante el desafío de los proyectos liberales y de la formación de un sistema republicano. El quiebre de la monarquía vino a presentar una serie de desafíos e ideales en la formación de los Estados y naciones de la América hispana. De este modo el abolir la esclavitud implica también el dar una ‘señal’ a la sociedad chilena y a las ‘naciones ilustradas’ que se veían como modelos. Chile avanzaba de acuerdo al ‘signo de los tiempos’. En este sentido, es que ocurren tres situaciones: se destaca la abolición bajo las ‘luces’ que la orientan (el contexto y los nuevos proyectos políticos y sociales); se carga a la esclavitud de un sentido único de opresión e injusticia (asociado a todo el sistema colonial como un pasado corrupto y tiránico); y por otra parte se enfatiza la relativa tranquilidad del proceso (a diferencia de otros lugares de América) donde el orden y la jerarquía de la sociedad chilena tardo colonial tienen mucho que explicar. Feliú Cruz afirma: “El carácter jerárquico y aristocrático de la organización social de la antigua Capitanía General, la preservó de los inconvenientes que en otros países produjo la extinción de este sistema inicuo de opresión”. 6 De este modo, el discurso oficial presenta el proceso de abolición como una instancia dirigida por el naciente Estado chileno, su institucionalidad y sus principales actores. La abolición se habría dado tranquilamente por una suerte de consenso en la 3

El autor fue un gran aporte a la historia del contingente negro en Chile, sin embargo, creo que en este punto reproduce una visión más bien clásica. Ver: Mellafe, R. (1959). La introducción de la esclavitud en Chile. Tráfico y Ruta., Santiago. Universidad de Chile. 4 Feliú, G. (1973). La abolición de la esclavitud en Chile, Santiago. Ed. Universitaria. 1973. P. 15. 5 Ibid. P. 16 6 Ibid. P. 18

élite en torno a los nuevos valores, a lo condenable de aquella institución colonial y a la supuesta poca importancia de la esclavitud y de la presencia negra en el Chile de entonces. Recordemos que a diferencia de algunas zonas de economía de plantación, la economía chilena no estaba basada en el trabajo esclavo. Si bien ese 12, 18 o 20 por ciento estaba disperso en las más variadas actividades, no se constituyeron como grupo y no se agruparon en solo un área económica. Lo que nos habla del amplio (afro)mestizaje provocado y su integración silenciosa a la sociedad chilena, y por tanto, el presentar a Chile como una ‘sociedad con esclavos’ y no como una ‘sociedad esclavista’. 7 Ahora bien, una cosa es el discurso de la época y cómo ha sido propuesto por la historiografía, que es además la primera que empezó a trabajar el problema de la presencia negra en Chile. No se han hecho estudios posteriores que analicen estos discursos nuevamente desde nuevas perspectivas o enfoques. Lo que sabemos de la abolición es esencialmente lo que nos dice Feliú. Lo que se ha hecho posteriormente va más ligado a analizar las condiciones sociales, identificar números, actividades, y ver como los esclavos participan de un proceso de ‘autoliberación’. Es decir, ver la otra cara de esos discursos y ampliar el enfoque a la ahora de dimensionar actores y la complejidad del proceso, donde no todo necesariamente parece girar entorno a la libertad y la liberación. Es importante aquí señalar que sobre las repercusiones sociales de la abolición se ha creído que tras la ley, los esclavos se acaban pues desaparecen de la documentación. Su presencia es señalada más bien dispersamente y en distintas fuentes, pero siempre en relación a la participación de negros en los ejércitos independentistas bajo la promesa de la libertad, más allá de esto (que tampoco ha sido retomado por estudios sistemáticos) su presencia se difumina. Creemos, sin embargo, que tal desaparición de las fuentes es más bien un problema metodológico que una realidad histórica. Resulta que la gran cantidad de documentos que tenemos para analizar la esclavitud y las condiciones sociales de afromestizos -negros, mulatos, pardos y zambos- se concentran en la segunda mitad del siglo XVIII y son principalmente demandas judiciales llevadas a cabo por ellos o por sus amos. Las demandas para pedir la libertad o cambiar de amo se acrecientan significativamente en este periodo, lo que ha llevado a pensar a los historiadores en un proceso de ‘autoliberación’, de creación de una meta narrativa de la libertad o el presentar a estos sujetos, como lo ha señalado Carlos Aguirre para el caso peruano, como ‘agentes de su propia libertad’. 8

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Como ha afirmado Jean Paul Zúñiga, la concentración laboral en zonas de economía de plantación es una de las principales instancias que permitieron la constitución de grupo –en un sentido sociológico– de estos sujetos, y con esto la posibilidad de una permanencia que ha permitido hoy poseer una importancia no menor en la constitución social y cultural de esas sociedades. La inexistencia de una estructura económica en Chile que posibilitara aquella constitución sociocultural en las mismas dimensiones con que se desarrolló en otras regiones de América, trajo consigo un proceso de “atomización”, un escenario de “extrema dispersión” y la imposibilidad de presentar el ‘contingente negro’ en Chile como un “conglomerado homogéneo”. Zuñiga, J. (2007) Huellas de una ausencia. Auge y evolución de la población africana en Chile: apuntes para una encuesta. Ponencia presentada en el Coloquio Internacional: Huellas de África en América: perspectivas para Chile. Organizado por el Seminario Permanente “Negros y castas en América” del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma Universidad. 8 Ver: Carlos Aguirre (1993). Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud 1821-1854, Perú, PUCP. Para el caso chileno Carolina González ha desarrollado profundamente el tema, ver por ejemplo: Carolina González (2007), “En busca de la libertad: la petición

El cambio de estatus legal hace desaparecer de la documentación oficial a estos personajes, sin embargo hay que preguntarse si esto realmente significa tal magna repercusión a nivel social. Qué pasa con ese porcentaje de negros que no estaban de paso por Chile, que conviven en ella y que manejaron sus códigos culturales a fin de utilizar por ejemplo el sistema judicial. Tal rico material no sólo da cuenta de un interesante proceso de acercamiento a la justicia formal, y de una suerte de historia del ‘peticionismo judicial’ esclavo, sino también nos muestra la amplia gama de posibilidades que pudo vivir el esclavo (las que van más allá de aquella imagen de institución meramente opresora que nos reproducía Feliú en torno al discurso oficial). Veamos ahora qué nos dicen estos documentos sobre la libertad, sobre el ser esclavo y el ser libre. Parece existir por la gran cantidad de litigios solicitados por estos grupos y por algunos puntos contenidos en ellos (particularmente en la medida que se acerca el siglo XIX) que un discurso sobre el valor de la libertad como valor y como valor universal se va desarrollando. 9 La esclava Rosa Villalon, por ejemplo, afirmaba para evitar que sea vendida fuera del reino respecto a lo que su amo había señalado con anterioridad que: “todo su escrito se reduce a decir que me compro para ganar y adelantar su caudal con mi venta, a costa de extraerme de mi propia patria y de mis padres, condenandome a una muerte civil y a un perpetuo destierro, y aun a la muerte natural por mi sexo exponiendome al manifiesto peligro de navegar, y esto es poco menos que un acto de inumana crueldad, lo que no a de permitir la Christiana Piedad y justicia de Vssa. Pues aunque dijo el dicho mi amo que esto se executa con cualquier especie de comercio, pero esto sera con las especies insensibles, pero no con los racionales christianos nacidos en una patria, que haya christiano que compre otro para estrañarlo de su patria y echarlo fuera de el lado de sus padres por ganar y adelantar su caudal con ellos” 10 .

La inhumana crueldad, la patria, el ser racionales cristianos son aspectos a los que se apelan, sin embargo, hay que tener cuidado con asociar estos escritos directamente con los dichos y creencias de la esclava y entenderlos sólo como un acto dirigido a conseguir la libertad. En este caso como en otros el despliegue de argumentos que siguen el proceso es bastante poco claro respecto a los objetivos, transita entre el cambiar de amo, evitar su venta, maltratos o su venta fuera del reino, conseguir algunas libertades para “salir a buscar amo a su satisfacción”, o su libertad. En este sentido, si bien es cierto que existen más demandas, es necesario aclarar que éstas no son privativas de este grupo y no señalan necesariamente el pensamiento de los esclavos en torno a un ideal de libertad supremo. Por otro lado, esta misma documentación da cuenta que los niveles de negociación y de actividades de los esclavos son bastante amplios, con los amos y con el resto de la sociedad (son esclavos domésticos que conviven en la casa con el resto de los criados, trabajan en la chacra o están a cargo de las pulperías de sus amos; a la vez

judicial como estrategia política. El caso de las esclavas negras (1750-1823)”, Tomás y Carolina González (eds.), Justicia, Poder y sociedad: recorridos históricos, UDP, Santiago. 9

Es necesario considerar que el aumento de litigios es también un fenómeno más o menos transversal a toda la sociedad chilena, lo que puede asociarse a las Reformas Borbónicas y a un mayor acercamiento entre la sociedad y la administración de justicia. 10 Archivo Nacional, Fondo Capitanía General, La esclava Rosa Villalon con el Maestre de Campo Francisco Cortés i Cartavio, solicita su libertad. 1757. Vol. XCIX. f. 309-324v.

que pueden ser jornaleros que trabajan como libres y que le entregan una cierta cantidad de dinero al amo). Existe por tanto, una suerte de estatus maleable de la esclavitud, el esclavo encontró formas de ‘vivir como libre’, y aún consiguiendo la libertad existen instancias en que siguen viviendo relaciones de subordinación con los ex amos. De este modo, advertimos que el ser esclavo y el ser libre para el caso chileno a fines del período colonial no podrían ser entendidos como realidades totalmente contrarias, el salto es bastante ambiguo y maleable, más aún si consideramos que gran parte de las negociaciones con los amos no están documentadas porque no llegaban a manos de la justicia formal. La dispersión del contingente negro en Chile y este complejo engranaje sociopolítico (donde los esclavos no son tan esclavos y los libres tampoco lo son tanto), podrían explicar o entregar luces importantes a la relativa tranquilidad de la abolición de la esclavitud y a su adelantamiento en relación al resto de las nacientes naciones hispanoamericanas, y no necesariamente el supuesto pensamiento liberal e ilustrado de las élites dirigentes que remarca el discurso oficial y la historiografía fundacional sobre el problema en Chile. De este modo, no sólo se requieren nuevas miradas al proceso de abolición, a los discursos y objetivos políticos que lo rodearon, sino también a las formas en que la población esclava y afrodescendiente libre participó del proceso. A la vez que debemos considerar que más allá de la ‘desaparición documental’ del ‘afromestizo’, estamos en momentos en que en las puertas del siglo XIX la sociedad afrodescendiente está viviendo un complicado proceso de invisibilización, en que los llamados “negros” y “esclavos” pasan a ser “sirvientes” y “criados” de una comunidad que desdibuja los colores de la esclavitud, para dar paso en el siglo entrante a un abirragado mundo ‘popular’ en formación.

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