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Apéndice B Cálculo de derivadas Versión: 3 de noviembre de 2015 B.1 Derivadas de las funciones elementales La derivada de las funciones elementale

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BIBLIOTECA JURÍDICA DE

AUTORES ESPAÑOLES YOL.

6"

LECCIONES SOBRE LA

iiisTORii

DEL

mmm

y iecislacií

DE ESPAÑA (DESDE LOS TIEMPOS PRIMITIVOS HASTA LA RECONQUISTA)

pronunciadas

en

el

Ateneo

de

Madrid

en

los

años

de

1841

y

1842

POR

D.

PEDRO JOSÉ PIDAL MARQUÉS DE

PIDAL.

AHORA POR PRIMERA TEZ DADAS A

LUZ.

-%ISI^-

MADRID IMPRENTA DE LA REVISTA DE LEGISLACIÓN á cargo de M. Ramos,

Ronda de Atocha, núm. 1880

lo.

PRÓLOGO

En

]os

primeros dias de Noviembre de 1840, pocos

meses después del alzamiento de Espartero, Gobierno del Ateneo de Madrid, invitó

al

la

Junta de

autor de estas

lecciones á que desempeñase la cátedra de Historia del

Gobierno y Legislación de España, proposición que fué aceptada por éste, principiando sus explicaciones en los primeros meses del año siguiente de 1841. Interrumpidas á fines de Julio de dicho año, por haber tenido

el

que ausentarse de España, volvió á reanudarlas á

autor princi-

píos de Marzo de 1842, continuándolas hasta que su parti-

cipación en los sucesos políticos ú otras causas,

le obliga-

ron á suspenderlas indefinidamente. Sólo una de estas lecciones, la primera, verdadera in-

troducción y programa de todas ellas, habia sido revisada por el y publicada en la Revista de Madrid. Los apuntes ó borradores

de las demás, han sido hallados á su

fallecimiento, dispersos

entrado en su ánimo

entre sus papeles, no habiendo

la idea

de publicarlos en

la colec-

ción que de sus obras sueltas pensó hacer en vida.

hemos

creído,

sin

embargo

prohibición indirecta; pues

si

,

No

deber someternos á esta

bien es verdad que estas lee-

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

YI

clones, según declaración expresa de su autor

(1),

y según

demuestran frecuentemente sus apuntes, fueron redactadas y pronunciadas con premura y para hacer frente á una necesidad del momento; si bien es cierto que quedaron incompletas abrazando sólo tres períodos y uno de ellos no del todo terminado, de los siete las explicaciones;

si

que debian comprender

á partir de la mitad de la segunda

lección, dejan de estar redactados los borradores en

forma

de lección dispuesta para ser publicada y no encontramos En una nota que acompaña á la publicación de la Lección pri(1) mera en la Revista de Madrid (Agosto de Í8i1), se lee lo siguiente: «Hé aquí el motivo y origen de este discurso y de las lecciones de que fué seguido. Uno de los caracteres que más distinguieron á la revolución de Setiembre, fué un odio ciego y apasionado contra las cien-

apenas hubo sabio,

cias y el saber;

literato, poeta, profesor, anticuario

ó escritor distinguido que no hubiese sido lanzado de su destino,

si

al-

obtenía, de su cátedra, de su archivo ó de su biblioteca, ó que de

guno

cualquier otro

modo no hubiese

pacifica é inofensiva del ciencias,

no podia

ser

sido vejado ó incomodado.

Ateneo á que tanto deben

excepción de

la

la

La reunión

ilustración y las

regla general: su existencia es-

muy seriamente amenazada; y si aún subsiste se debe á la noble firmeza con que algunos de sus socios se opusieron en aquellos dias de

tuvo

azar y de peligro, á los que

allí,

como en

otras partes, siendo los

me-

nos, querían dar la ley á los más, fiados en las circunstancias y en la

protección indebida de la autoridad. Con este motivo, con la ausencia del ilustre Presidente de la Corporación

y con

la

dispersión y

el

des-

más distinguidos profesores, el Ateneo, antes tan concury brillante, se halló al comenzar los cursos del año anterior sin

tierro de sus

rido

el público defraudado de la sólida instrucción y enseencontraba en años anteriores. Entonces su Junta interina de gobierno trató, por todos los medios que le sugirió su celo, de sostener el establecimiento, y uno de ellos fué el invitar á varios so-

sus cátedras, y

ñanza que

allí

que abriesen enseñanzas que reemplazasen las muchas que hablan cesado: yo fui uno de los invitados, y aunque en otras circunstancias me hubiera abstenido de emprender una tarea para la que ni me sentia con fuerzas ni estaba debidamente preparado, en aquella coyuntura reputé como un deber el aceptar la invitación, y empecé del modo que

cios á

que sirvió de introducción el presente discurso. Al publicarle, he creido oportuno hacer esta advertencia por más de un motivo que comprenderán fácilmente los lectores.»

pude

las lecciones á

PROLOGO

VII

en casi todas las restantes, más que las indicaciones y apuntos que servían al autor para pronunciarlas y aun

muchos de jes;

es

si

ellos

incompletos ú oscuros en algunos pasa-

verdad que ha trascurrido largo tiempo desde

redacción de estos apuntes y que mientras tanto se han hecho grandes progresos en los estudios históricos y juríla

dicos y especialmente en los períodos que estas lecciones

comprenden; con eso y todo y por las razones que vamos á exponer, no creen los que las publican ni haberse deja-

do arrastrar

al

hacerlo por ningún irreflexivo sentimiento

individual, ni haber cedido inconsideradamente á las ins-

tancias del ilustrado editor de esta Biblioteca, ni

aun ha-

ber desagradado á los suscritores de ella y á los que, movidos por

el

nombre

del autor ó por la materia de

que

tra-

ta esta obra, quisieran conocerla.

Es en efecto,

cierto,

que estas lecciones fueron orde-

nadas y pronunciadas interrumpida y precipitadamente, y en medio de otros trabajos periodísticos, literarios y políticos en

toria

soberanamente y condenaba como errores lo que quizá habia sido sancionado como una verdad importante por la rafallaba

zón, el saber y la experiencia de

una

larg-a serie

de fí^enera-

¡Cuánto g-drmen de error, de subversión y de trastorno, no habia, señores, encerrado en esta famosa duda!... Y á pesar de su celebridad y fama, su base era falsa,

y de

cioncs

sig'los.

porque era imposible que Descartes dudase de todo

lo

que

ó\

habia resuelto dudar, y que pudiese prescindir de los grandes conocimientos que en filosofía, en física y en matemáticas le

habian leg-ado

antiguos á quienes tanto afectaba des-

los

verdades morales

preciar.

Su duda además extendida á

como

extendieron lueg-o los filósofos del siguiente siglo, era

la

peligrosa

y

las

funesta, porque anulaba las obras de la

humani-

dad, porque derogaba todos los códigos que habia ido forman-

do en su marcha experimental y progresiva, porque trastornaba los grandes sistemas morales, religiosos y políticos en que

sagrado depósito de la experiencia y Indudablemente esta emancipación com-

se hallaba encerrado el

del saber

humano.



pleta del entendimiento, en medio de mil errores, podia

tam-

bién dar lugar al descubrimiento de algunas verdades; pero

en nada la naturaleza y la índole de la nueva La Alquimia proporcionó á las ciencias naturales

esto no alteraba filosofía.

grandes é importantes descubrimientos, y á pesar de Alquimia no dejó de ser Alquimia.

No abandonaré,

ellos la

señores, todavía esta materia, sin hacer

una observación que me parece importante j

curiosa.

Los

partidarios de la filosofía del siglo pasado, en prueba de su

mérito, suelen citarnos los grandes adelantos hechos por aquel siglo

mos

en las ciencias

físicas

igual resultado en las

concedemos

los

y matemáticas, y cuando les negapolíticas y morales, nos dicen que

primeros adelantamientos, porque son paten-

segundos porque pertenecen á una esfera de verdades, en que las demostraciones jamás pueden

tes é innegables,

y no

ser tan concluyentes,

versia

y

disputa.

los

y en que todo

—Pero la

se

verdad en

puede reducir á contro-

esto, señores, es

que en

y xviii se siguió, para las ciencias físicas y matemáticas, un método inverso y del todo contrario al que se ha

el siglo XVII

— DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

8

seg'uido para las morales allí

políticas.

y

La

física

enseñada hasta

por medio de sitemas teóricos y abstractos, y sin tomar

apenas en cuenta

hechos de

los

la naturaleza,

descendió en-

tonces á los gabinetes y laboratorios, reprodujo, analizó y vol-

y analizar los fenómenos naturales, y en una hizo una ciencia experimental: de este modo, es

vió á reproducir

palabra se

hechos y deduciendo de ellos las teorías, que á su vez confirmaba con nuevos hechos y experimentos, decir,

pudo el

observando

la física

los

encontrar muchas verdades nuevas, y aumentar

mundo

catálogo de las leyes del

cias morales, al contrario, se

se

desdeñó

material. Pero en las cien-

pyrdieron de vista los hechos,

de los fenómenos del

la observación

que en todas sus páginas nos presenta á príori sistemas que no sultados,

se trataron de

y en una palabra,

al

mundo moral^

la historia, se forjaron

comprobar con

mismo tiempo que

los re-

las ciencias

naturales se hacian experimentales y observadoras de los hechos, las morales y políticas se hacian enteramente teóricas

sistemáticas historia,

,

y desdeñaban

donde

el

se hallan los

y

gran campo experimental de la resultados de todos los sistemas

ensayados en una larga y dilatada serie de siglos y de generaciones. Inde mali labes. De aquí se ha originado esa contrariedad en los resultados de unas y otras ciencias que tanto

admira á primera

vista,

y de aquí

se

ha deducido también

la

necesidad de volver la atención hácta la constante observación de los hechos históricos, y la de enlazar su estudio con el

de las ciencias políticas y morales.

Pero

al volver el

entendimiento

humano

su atención prin-

cipal á los hechos históricos, debieron éstos presentarse á sus ojos bajo

un muy nuevo y

diferente aspecto.

Porque

al

descen-

der de la región de las teorías filosóficas al terreno práctico

y

experimental de las aplicaciones, se habian tenidb que reco-

muchas verdades ligera o inconsideradamente negadas, se habian palpado muchos errores, y se habian disipado un sin número de ilusiones; y los que con esta gran cer de nuevo

suma de conocimientos y de desengaños

volvían la vista á los

iicontecimientos históricos, á los hechos que constituyen la vida

del genero

humano, no podían ya

verlos de la

misma manera

LKCCION Plil.MKRA iii

bajo

(^1

con

iiiismo Mspccto

O

(inc jíiitcs los

habían visto y

coji-

siclcrado. ¿(,)uu^ii

dia, la

ve ya lioy, por ojeinplo, hi historia do hi edad

do su civilización, empresas y afecciones, bajo

punto de vista en que

influencia del Cristianismo })rincipio

de

y de la

la

g'rando y civilizadora

la Iglesia?

unidad

social,

¿Quien

que entonces, en

el

fecundo

que lleva en su

seno la magnífica institución de la monarquía? señores, ¿quien no

mismo

la vio la falsa filosofia del sij^lo pasado':*

¿Quién considera ya del mismo modo

y progresivo

el

iiu;-

Y

finalmente,

reconoce ya y confiesa en la actualidad pasado, se cometió una gran

el siglo

falsifi-

cación histórica, queriendo violentar los hechos de la humani-

dad en toda su dilatada

e

inmensa carrera, para forzarlos á

que viniesen á servir de prueba y confirmación auna filosofía, reciente en su fecha, mezquina y material en sus concepciones, vana y peligrosa en sus aplicaciones, completa disonancia con aquellos hechos?

Seguramente no

se

ha vuelto á

la

y sobre todo en

época de

las necias cre-

dulidades y patrañas, de las más ó menos interesadas invenciones, ni á la de las falsas y pueriles razones con que en al-

gún tiempo

se

ha pervertido

queriendo también

la historia,

hacerla servir á miras falsas é interesadas; pero no se negará,

con todo, que

los

grandes historiadores actuales, más se apro-

ximan en sus obras

á las consideraciones ámpliiis

y elevadas, al sistema religioso y providencial de Bossuet^ que al método imperfecto, manco y parcial, y á la estrechez y mezquindad de miras con que se ha desfigurado y depravado el gran mérito

que por otra parte tiene

escuela filosófica,

el

la principal

Ensayo sobre

obra histórica de la

la índole

y costumbres de

las

naciones.

No es esto decir, señores, que se haya vuelto atrás, que haya se retrogradado. No; el verdadero saber es siempre progresivo; sólo el vano y falso saber es el que, bajo las apariencias del adelantamiento

y del progreso nos quiere forzar á rey oscuros tiempos de la ciencia y de la sociedad, á despreciar los trabajos intelectuales y los adelantos de millares de siglos, y á construir de nuevo desde sus pri-

troceder á los primeros

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

10

meros cimientos

ciencias,

las

como Descartes

en

se proponía

su famosa duda.

La

historia,

como todos

los

gTandes ramos del saber, ha

dado un gran paso: ha llevado sus investigaciones á objetos nuevos, á relaciones desconocidas y á regiones

muy

elevadas,

pero sin abandonar nunca, ni soltar por un solo instante,

De

el

manera ha podido sin riesgo tomar una dilatada extensión y elevarse á una glande altura. Antes de ahora, por lo general, sólo se ocupaba la historia de los

hilo de los hechos.

esta

grandes acontecimientos de

la vida, por decirlo así, activa

militante de las naciones, de sus conquistas

revoluciones

y

vicisitudes; pero por lo

ban debidamente, dole

y

el

ni

y

batallas, de sus

común no

llamaban cual debiera

desarrollo de las causas ocultas,

y

se aprecia-

la atención, la ín-

cuya acción produ-

y cuyo desenvolvimiento cambiaba tarda aspecto y la faz de las sociedades y de los

cía aquellos sucesos^

y lentamente

En

el

de la naturaleza y progresos de estas causas ocultas y de estos hechos, por decirlo

pueblos.

la actualidad, el estudio

así, interiores,

forma uno de

ria de las naciones.

los principales

Por eso es hoy

ramos de

la histo-

la historia tan importante;

por eso comprende y abarca en sus extensos dominios

men

el

exa-

y experimental de todas las verdades que interesan más directamente á la humanidad; la mayor parte de las práctico

ciencias políticas

y morales, que sirven de guía

Estado y á la sociedad. Por esta razón creo que

el

principal

hombre,

al

estudio de la historia en general

más provechosos é instructivos, hacia que debe dirigirse hoy la atención de nues-

es en la actualidad

y

el

al

uno de

los

y estudiosa juventud, de quien tanto se promete, y con razón, la patria para el dia en que la encomiende la ditra brillante

rección de sus destinos.

Convencido yo de esta verdad, y deseando contribuir por otra parte, en cuanto mis escasas fuerzas lo permitiesen, al sostenimiento del Ateneo y á su mayor lustre y utilidad, no

he dudado un momento en prestarme á

la invitación

que

me

ha hecho su Junta de Gobierno, y en dedicarme á ensayar en estas lecciones la aplicación del

método actual de estudiar y

-

LKCCION PRIMIORA do escribir

la liiptorin.

la dol í>ol)iorno



I

y

d(; la Icg'isliicion

I

do

lpaña.

VMc

iiH^todo,

unir y enlazar la i)arte

el

como

señores,

indicado ya, consisto en

lio

la teoría, el suceso

hecho y

y

la aplicación,

narrativa y la parte filosófica de los acontecimientos

y fenómenos del mundo moral, para ded'ucir de esta observación constante é imparcial las le^^es que le dirig-en, como de la observación ilustrada de los fenómenos naturales se han deducido las leyes del

mismo nuestro

mundo

físico

ó material. Constará por lo

estudio de dos partes harto diferentes,

aunque

estrechamente unidas y enlazadas entre sí. La exposición de los hechos, y la indag-acion de sus causas y resultados; la parte

puramente histórica y

la parte filosófica; la parte exterror

manifiesta de los acontecimientos,

que

dá causa y origen. Aplicando esta teoría á

y

la parte interior

3'

y

oculta

les

la historia del

gobierno y de la

le-

gislación de nuestra patria, no nos contentaremos con hacer la historia de los diversos

traciones que en ella

géneros de Gobiernos y de Adminis-

han regido;

con describir

ni

el

origen,

progresos y vicisitudes de sus leyes y de sus códigos legales:

haremos más; procuraremos indagar las variaciones

naturaleza de dad,

y

el

y

las

causas y motivos de

vicisitudes de sus instituciones, la índole

ellas, sus

resultados en

el

y

bienestar de la socie-

recíproco influjo de las leyes en los pueblos,

y de

los

pueblos en las leyes. Sin este examen, la historia del gobier-

no y de

la legislación

infructífero,

y

del

de España sería un estudio material é

que pocos ó ningunos resultados

útiles po-

drían esperarse. Al examinar, por ejemplo, la historia de la

le-

no nos limitaremos solamente á la de sus códigos, ha hecho por lo común. Por este método sólo se con-

gislación,

como

se

siguen ideas imperfectas equivocadas y falsas. Cuando la legislación de un pueblo se consigna en un código, llega, sí, á ser d(^

un hecho público y

exterior; pero dnies se

y preparando lentamente en

ducido en la sociedad grandes ser causa de

nuevas leyes

el silencio,

efeo-tos,

ha

ido elaboran

j después ha pro-

que á su vez vuelven á

é instituciones,

que se consignan en

otro código, distante del primero algunos siglos. Estos dos có-

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

12 (lig'os,

que tan lejanos aparecen uno de

otro, están, sin

go, unidos por ocultos é interiores enlaces;

detención

el

origen y

el

embar-

y observando con

resultado de las leyes que contienen,

y descubren sus relaciones y puntos de contacto, aun en lo que más discordes y desemejantes aparecen. Todo en legislación, como en otras muchas cosas, es á la vez causa y efecto; y para comprender bien el gran todo de esta serie de acontecimientos, de esta cadena en que todos los hechos de la humanidad se dan la mano, es preciso recorrerla toda de eslase hallan

bón en eslabón, seguirla en sus vueltas y recodos, en sus apariciones y desapariciones, y no fijarse precisamente en sus puntos más sobresalientes y culminantes, sino para explorar desde su elevación la naturaleza del camino andado, y la del

que aún hay que recorrer, á viajeros,

que hacen

alto

en

la

manera que

los parajes

plar el país que acaban de atravesar,

idea

más amplia y general de

tensión, que la que en

vano

lo

suelen hacer los

elevados para contem-

y para formar de

él

su naturaleza, accidentes

se

una

y ex-

hubieran esforzado en formar,

mientras que sumidos en las hondonadas, sólo podian ver

examinar

detalles

y

y pormenores.

Al examinar de esta manera

gobierno y de juzgar sus buenos ó ma-

la historia del

las instituciones de nuestra patria, al

en la sociedad, y al indagar las causas de los efectos que han producido en ella necesariamente, tropezarelos resultados

mos con

las cuestiones

más graves y fundamentales de

la filo-

y de la política; necesariamente tendremos que detenernos á examinar muchas de las grandes verdades que más directamente interesan á la humanidad y á sofía moral, de la legislación

su buen régimen y dirección. Para juzgar un hecho, para la apreciación moral de

una

institución,

to histórico de las razones actuales

sa

y

origen, necesitamos también

además

del conocimien-

que han podido ser su cau-

una

regla,

una norma que

guie nuestro juicio, una piedra de toque por cuyo medio dis-

tingamos

lo

verdadero de

lo falso, lo sólido

de lo especioso, el

oro de la alquimia. Esta regla será nuestro sistema, nuestra doctrina, nuestra teoría en las cuestiones que se debatan tilen;

y aunque

es

muy

difícil, si

y ven-

acaso no es del todo imposi-

I.Kf'f'IOX

proscindir do las ideas

l)lo,

ve

PIUIMMRA

y ináxiinas

V.l

d(d sigdo

que se

oii

vi-

tratar de jir/f^-nr á los si^dos anteriores, todavía nos es-

al

forzaremos en deducir esta teoría, esta doctrina, de la ol)servacion ilustrada orí

demás encargados de esta etc., eran nombrados por los

especie,

los

\

[¡or

de los

la provincia,

in-

como

pr(vs¿des\

Au-

que

los

[Junto general en sus ])r()vinc¡a3

gobernador y despuds los nombraron los empíu-adores, llamándose entc3nces procuratores rerum piibUcarum y

nombrase

el

^

más adelante, cuando monio propio en

aunque á

los

emperadores tenían rentas y patri-

las provincias, procuratores rerítmprívatai'nm,

voz administraban también las públicas

la

Recaudaban

las rentas públicas, las

(')

fiscales.

administraban y dis-

y en una palabra, eran los jefes económicos los iii* de las provincias. Tenían también tribunal propio en

tribuían, íeudcíiúes

los asuntos

de su especialidad; y en tiempo de Adriano se creó

un ahogado

del fisco

que defendía sus derechos en

el

tribunal

del procurador.

Estos procuradores hicieron grandes esfuerzos para extender su jurisdicción

bernadores. los

En

y mando, poniéndose en pugna con

tiempo de Claudio se

les igualó

los

go-

en categoría á

procónsules y demás magistrados superiores, y á veces

acumulaban en sus personas

cargos de gobernadores, y reunían las funciones gubernativas fiscales y aun adminislos

,

trativas: así

vemos á Poncio

Pílate, procurador de la Judea,

condenar á muerte á Jesucristo en virtud de esta autoridad colectiva,

que según Tácito se extendía á muchas provincias

gobernadas exclusivamente por estos magistrados hasta vemos colocados á veces

al frente

ho^ frumentarios en su origen

,

,

á quienes

de los ejércitos.

en tiempo de los empera-

dores, eran los encargados de recorrer las provincias en busca del trigo con

que debían contribuir á

las legiones

conducir á los almacenes y á los ejércitos.

y á menudo pasaba, el gobierno y

ferentes veces

las provincias

ellas

los

noticias;

y

después

se hicieron

les

Como

emperadores

les

pedían datos

y

encargaron ya remitirlos periódicamente

una especie de

espías de los emperadores; se los

comunicaban sus delaciones

órdenes.

recorrían di-

y sabían cuanto en

confió la administración de los correos públicos,

dio

y hacerlo

al

y

por su me-

emperador y recibían sus

DEL GOBIERx\0 Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

80

Como

se vé, las funciones de policía

que ejercían estos fun-

cionarios eran ocasionales, pero pronto fueron las efectivas v principales de su cargo, ejerciendo autoridad

y

y causando

celos

sospechas á los gobernadores de quienes no dependían,

hi2i frumentarios

^'á.-

de varias clases, pero todos formaban la po-

y eran odiados de las autoridades y de los pueFueron suprimidos con grande aplauso por Diocleciano.

licía secreta

blos.

Tal fué en general

y en

particular el de

tantino, rio

el

gobierno de las provincias romanas,

España hasta Diocleciano. Este y Cons-

como veremos, hicieron en

la Constitución del

grandes alteraciones que refluyeron en

provincias, y por lo tanto en tal á la dominación romana.

el

el

impe-

gobierno de las

de la Península, sujeta como

-^J^^r^n^^í^-^-''--

^EXTA

LECCIÓN

Goliei'iio

político.



Diocleciaiio.

las variaciones en el rég-imen político del imperio.— Medio55 de dominación de Augusto: su política; sus sucesores en el imperio.— Anarquía militar: los Antoninos: los pretorianos: origen y apogeo de su influencia en el imperio: los prefectos del Pretorio: sucesión de los emperadores hasta Diocleciano.— Política de este emperador; variaciones y reformas que introduce: divide el imperio: priva de su capitalidad á Roma: introduce la i)ompa oriental; abate á los pretoriano.s y al Senado: crea los Augustos y los Cesares: s\i5 sucesores: Constantino concluye cou el poder de los pretorianos.

Caupas que produjeron

El r(^g'imen que acabamos de describir siguió en la apariencia hasta Diocleciano, en cu^'o tiempo rolló

y

un nuevo orden de cosas

,

empezó

ó se desar-

perfeccionado por Constantino

sus sucesores.

Para comprender esta variación, hay que examinar

las cau-

sas que la produjeron. Este estudio histórico tiene importancia en



mismo; pero no entrariamos ahora en

él, sino tuvie-

ra enlace con nuestras lecciones por haber sido

España una

provincia del imperio romano; y porque además se hace necesario para

godos.

La

comprender muchas instituciones adoptadas por

los

Constitución romana, hollada y rota por César bajo

apariencias de legalidad y de libertad, fué acabada de destro-

zar por los triunviros, quedando Octavio único dueño del destino del

mundo.

Veamos ahora

cuáles fueron sus medios de dominación.

Estaba, en primer lugar, á la cabeza de 44 legiones (cerca de

270.000 hombres), legiones compuestas de veteranos envanecidos con sus triunfos

y su

fuerza, acostumbrados á la vida

6

li-

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

82

bre de los campamentos, á derramar la sangre de sus conciu-

dadanos en

las

guerras

civiles, llenos

deres públicos

y hacia

la Constitución

de desprecio hacia los podel Estado,

y decididos

por Octavio de quien habian recibido tantas recompensas y es-

peraban recibir aún más.

Después

Senado, aquel Cuerpo respetable que pudiera

el

contrabalancear su autoridad, estaba lleno de militares elevados en las discordias civiles y aun de bárbaros; obra astuta de J. César, llevada á

cabo con

doble objeto de quitar á este

el

Cuerpo su prestigio y de tenerle á su disposición. Al mismotiempo las familias históricas de Roma, defensoras de la libertad, habian sido exterminadas,

muertos en

las discordias civiles.

y

los

republicanos celosos

Por último,

el

cansancio de

todos por tanto desorden; las provincias contentas con el aba-

timiento de la orguUosa ciudad, y

el

bajo pueblo ganado por

y distribuciones, y satisfecho además con el abatimiento de la aristocracia sirvieron también á sus fines.

los donativos

Augusto, pues, no tenía ya enemigos

,

y desde

mo-

este

que derramó tanta sangre; hasta deja el nombre de Octavio, que podia recordar sus excesos, y se hace dar el de Augusto co-

mento cambia de conducta

:

no es ya

el feroz

triunviro

,

nociendo con todo esto que efectuada la revolución

,

para

afir-

marla eran necesarios otros medios. Sin perder de vista los intereses de su dominación, dá realce

y decoro

al

Senado espeliendo de

él á los

senadores que le

desacreditaban; se hace dar por este Cuerpo

Princeps Sena tus

acostumbrada

dictado de

nombre ya conocido; toma en

el título

cio ó de tribuno

cuando

,

el

de cónsul; retiene

perpetuo

éste era su jefe,

y

,

el

cargo dado por

se alza así

la

forma

derecho tribuniel

pueblo á César

con la principal autori-

y comparte con el Senado el gobierno de las provincias; vive como cualquiera senador opulento, yon una palabra, establece un régimen absoluto badad. Afecta después renunciar á

ella,

y apariencias republicanas, poniendo su empeñO' más bien que en hacer ostentación de su poder.

jo las formas

en ocultar,

Esta política era sabia y prudente, faltaba sólo completarla dándola estabilidad. Es siempre un momento crítico en las

83

LECCIÓN SEXTA

monarquías

la

clcctivaí?,

esto la g-ran ventaja de

\i\i^

no podia establecer un

g*o,

muerto del príncipe; no tienen en hereditarias. ])od(;r

Augusto,

sin enibar-

romanos no

hereditario; los

hubieran ])odido com])rend(Tlo y aceptarlo, ¡cuántos males no se hu])icran ahorrado al iinindo! Idea entonces el medio de la adopción en la familia y de la

le

hubieran comprendido,

asociación en

(d

si

mando. Así

le sucedía

Tiberio con grandes pre-

cauciones, y con una autoridad incierta y mal definida, origen en g'ran parte de sus actos crueles y pdrfidos, y recibe la autoridad del Senado y del ejército, afectando también rehusarla. Tiberio aca])a con los comicios populares, cuya forma aún so

conservaba; así pagM5

la familia

de los Ce'sares

al

pueblo que

había elevado. Calígula, Claudio y Nerón, tres monstruos

los

aborrecible?, sucedieron á Tiberio en su autoridad; pero sus

crímenes, y señaladamente los del último, suscitaron varias rebeliones en las provincias, dando ocasión y origen á la lla-

ínada anarquía militar que prevaleció durante

mando de

el

Galba, Otón, y Vitelio. Entonces se vio ya que la Constitución

no tenía fuerza, que tente

el graii

el

poder militar era

el

todo,

y

se hizo pa-

secreto del Estado, á saber: que podia procla-

marse un emperador fuera de Roma. «Evulgato

iriiperii

arca-

no.» Otro g-obernador de provincia, Vespasiano, se apodera

por

fin del

imperio ó principado; restablece

el

modo de

suce-

der por adopción, y dá principio á la e'poca de los Trajanos,

Antoninos y Marco Aurelios, e'poca relativamente feliz sólo interrumpida por el bárbaro y feroz Domiciano. Prevalecía, pues, el sistema de la adopción,

reñejo pálido de la sucesión

hereditaria, hasta que vino á suprimirle la muerte de

Cóm-

modo. Este emperador cruel y feroz-perece víctima de una conspiración palaciega dirigida por el prefecto del pretorio Leto: los

conjurados y Leto á la cabeza, deseando asegurar su auto-

ridad, presentan á Pertinax, les

hacen creer en

la

uno de

ellos,

á los pretoriauos,

muerte natural de Cómmodo,

les ofrecen

una gratificación ó premio crecido, y les persuaden á que proclamen emperador á su candidato: así lo hacen, llevándole al

Senado, que se

ve'

forzado á ratificar la elección. T.os preto-

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

94^

ríanos comprendieron entonces toda su fuerza é importancia;

conocieron que tenían en sus manos

imperio del

el

mundo y

grandes provechos. Esta

la facultad de sacar al adjudicarle

teoría quisieron luego reducirla á la práctica: á los ochenta

y

cuatro dias asesinan á Pertinax, se encierran en su campo,

y

desde

lo alto

de sus muros anuncian que darán el imperio al

mejor postor,

al

que



les

más por

él:

se presentan varios lí-

cada pre-

citadores, pero Didio Juliano, rico Senador, ofreció á

toriano 6.250 dracmas,

más de 20.000

rs.,

y

proclaman em-

le

perador, le ponen á su frente, atraviesan con le

ciudad y

él la

llevan al Senado, que ratifica la elección.

Veamos ahora aquí

lo

que eran

fectos del Pretorio. Aug'usto,

los pretorianos

y

los pre-

temiendo ser asesinado como

fué Julio Césai% obtiene del Senado, contra las

máximas

lo

anti-

una guardia para su persona, da á los que la componían doble paga que á los leg-ionarios ó demás soldados, y además varios privilegios, estableciéndolos en un campo atiincherado colocado en un sitio desde donde dominaguas de

ban á

la República,

la ciudad.

Augusto, procediendo en todo con modera-

ción, la formó sólo con 9 á 10.000

vidió en

nueve cohortes, dejando

hombres, j aun éstos sólo tres en

en las ciudades vecinas; pero Tiberio Vitelio

Roma y

los trajo todos

y de

la elección

el resto

áRoma, y

aumentó su número hasta 16.000. Después de

te de Calígula

los di-

la

muer-

de Cómmodo, en que tuvie-

ron ya harta inñuencia, empezaron á conocer los pretorianos

que

la capital del imperio,

el

Senado,

el

Tesoro público, todo

en realidad, estaba en su poder, y comenzaron á sentir su importancia; se les trataba con indulgencia,

de un emperador se les repartía tener derecho. Sin embargo,

el

y

al

advenimiento

donatívum, á que creían ya

como Augusto, aunque

estable-

ciendo su poder militar había afectado siempre ejercer una au-

y como sus órdenes se expedían bajo la majestad y autoridad de este cuerpo, como para los lances críticos de faltar un emperador se habia ideado toridad

el

civil,

recibida del Senado,

medio pacífico de

las adopciones, tardaron los pretorianos

en descubrir toda su fuerza y toda la flaqueza de civil,

principalmente en

el

tiempo do

la autoridavl

los Antonínos, tan

que-

LKCCION SKXTA rcsixitudus dol piKíhlo y ávA

y

ridos

muerte do Periiiuix vinieron á

el

comandante

(imi)ezaron á

s(m*

y más tarde

do,

rev(darl(ís piitontenicnte

este

en su orígon fué sola-

ó jefe militar de esta fuerza, pero ludgo

más importantes

funcionarios de los

la

elccciou y ia

¡iiiixü'io. Lii

fatal secreto. líl i)refecto del Pretorio

mente

85

segunda persona de

di.

Tal era

la

del Estamilicia

y

que elevaron á Didio Juliano.

el jefe

Cuando en Roma y en con que

los prctorianos

las provincias se

supo

la

ignominia

habían elegido á Didio Juliano, de

los gobcrnado-ies

dignación no tuvo límites:

la in-

las provincias

negaron á reconocer á semejante emperador, y el de la Iliria. Severo marcha con sus legiones sobre Roma. Juliano, desamse

parado de todos, paga con la vida su necia ambición, y el Senado ratifica el mando de Severo. Este castiga á los prctorianos y los disuelve y destierra; pero esto, que debiera haber acabado con ellos, sólo sirvió para darles más influencia é importancia. Severo los organiza bajo

más amplia

sólo italianos; desde entonces se

tomaron de

paña y

otras provincias; antes eran

y quedaron como

los

la

Macedonia, Es-

un cuerpo separado de

legiones; ahora se sacaron de ellas, fueron el las,

base: antes eran

las

modo de premiar-

representantes del orden militar en

más 16.000 hombres; Severo quería de este modo tener cerca

la cabeza del imperio: antes eran á lo

ahora fueron 50.000. de



un

ejército adicto

que

le

sostuviese contra los gobernado-

res de las provincias, que por experiencia sabía podían destronarle,

y porque además ya meditaba asegurar

el

trono en su

familia.

El prefecto del Pretorio fué entonces Plautiano, grande

amigo y después yerno de Severo. Esta circunstancia y el desprecio que Severo, criado y elevado éntrela milicia tenia hacia el Sqnado, quitándole el conocimiento de muchos asuntos que le habían dejado los demás emperadores, aumentó extraordinariamente la autoridad del prefecto del Pretorio, de suerte que éste vino á ser la

ba

al frente

do

las rentas

segunda persona

del Estado,

y no

sólo esta-

de la milicia, sino de la administración de justicia,

y aun de

la legislación

,

pues Alejandro Severo

concedió fuerza de ley en ciertos casos á los edictos promulga-

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

86

Eu una

dos por los prefectos del Pretorio.

palabra, era ya tal

su poder, que siendo Plautiano amigo y yerno de Severo, cuando éste quiso deponerle por sus tramas, no ¡Judo, aunque lo

deseaba mucho, conservarle la vida.

Desde licia

este

momento

es tan importante la institución ó

mi-

de los pretorianos, que no se puede perder de vista un mo-

mento en

la historia del

gobierno del imperio romano. Severo,

siguiendo la política de los sucesores de Augusto, pero exagerándola, se asocia á sus dos hijos Caracalla y Geta,

y

el

impe-

mandado por tres emperadores que ocupaban de conformidad un mismo trono. Caracalla y Geta suceden á su padre, pero el primero asesina á su hermano Geta en los brazos de su madre, y como Geta era el ídolo de

rio

t^e

vé por primera vez

derrama Caracalla entre

los pretorianos,

los, los tesoros del

á todo

paguen

los tributos,

las herencias,

para contener-

ellos,

Estado, y no siendo esto suficiente extiende

orbe romano

el

,

el

derecho de ciudadanía para que todos

elevando

al 10

el

impuesto sobre

al 5

por 100; hecho

por 100

que antes ascendia sólo

importantísimo y trascendental, de que en sivas trataremos con más detenimiento.

lecciones suce-

jlas

Caracalla es asesinado en Asia por los conspiradores diri-

gidos por

el

prefecto del Pretorio,

Máximo, quien

gido por los pretorianos y aprobando su elección

á su pesar, porque

el

le

el

sucede ele-

Senado, bien

elegido no era del orden senatorio.

pudo continuar Máximo

las locas profusiones

No

de Caracalla,

y

abandonan y dan muerte, proclamando en su lugar á Eleogábalo; asesinan después también á éste y eligen á Alejandro Severo, quien valiéndose del prefecto del Preasí los pretorianos le

torio, el célebre jurisconsulto

Ulpiano, trata de regularizar é

introducir reformas en la organización de los pretorianos. Estos

y más tarde al mismo Alejandro, y eligen al bárbaro y gigantesco Maximino, cuyos excesos y atrocidades sublevan contra él las provincias, el pueblo y el Senado que le declara traidor á la patria y elige en lugar suyo á los emperadores Máximo j Balbino. En la guerra asesinan en sus brazos á Ulpiano

,

,

civil

suscitada con este motivo, los soldados abandonan á la

muerte á Maximino y se unen álos emperadores del Senado.

87

IJÍCCION SKXTA V]\

Senado

rccoljra cntiMHu^s su

autoridad anticua

,

rcua-

un orden de cosas más estable; ])ero celosos de la autoridad del Senado, se suble-

'ionarios O

se retiraban á sus lioo:aO

y entraban en el orden civil; pero cuando cambió la forde gobierno, cambió también el sistema militar Aug-usto

al organizarlo

con arreglo á sus

fines,

estableció veintiocho

legiones perpetuas ó permanentes para defender los límites del imperio, después se fué

aumentando su número, y

se esta-

LKCCMON OCTAVA l)loc¡oron SüdoiitiiriaiiuMite cu

1:ih

107

(lilahuliis

íVi)iil,(;r;i8 (1(í

do-

la

niiiiacion roinann.

Kn

do Adriano

tiíMiipo

lial)ia

treinta Icí^iones colocadas do

nunu^ra: tros en Hrotaüa, dioz

r»ii\

nubio, ocho cífica

ya y

en

ol Uliin

y

ol

Da-

Eufrates, una en África, otra en líspaña, pa-

Vil ol

lejos

sois

y

de las fronteras, y otra,

])nv

último, en Italia.

que componen un

]ín todo treiiita le-iones,

total

de 375.000

Fué después aumentándose en número hasta cincuenta y ocho, y cuando ya no bastaron, se tomaron á sueldo á los mismos bárbaros que acabaron así por invadir y destruir liombres.

fácilmente lOn

el

imperio.

cuanto á marina, los romanos nunca tuvieron una ar-

mada proporcionada durante

en

los

las

á su poder, pues aunque la aumentaron

guerra? con Cartago y demás naciones marítimas,

tiempos del imperio tenian solamente dos classes ó ar-

madas en

el

Mediterrano

bahia de Ñapóles.

En

los

,

una en

grandes

el

rios

y otra en

Adriático

la

de los confines del im-

perio habia apostaderos de las naves, que Yegecio

y

Código

el

Teodosiano llaman Insorias. Si á esta fuerza de las

legiones se anadian los pretorianos

primero, y después los cuerpos comitatenses ó que acompa-

ñaban -á

al

emperador

,

los cohortales ó

prefectos, vicarios

los

y

presides,

gendarmería que

según hemos

bárbaros á sueldo, la marina, y otros, no bajaba

el

asistia

visto

,

los

cuerpo mi-

romano de 450 á 500.000 hombres (1). Pasemos ahora á estudiar la organización económica y

litar

fi-

nanciera del imperio.

El sistema tributario de

Roma

no padeció en esta época

como el político. Augusto, al establecer su nuevo plan de gobierno sobre la ruina de la república, lo mismo que alteró el sistema político y el militar, alteró también el tantas alteraciones

-económico, pero

(1)

libro

En VII

Veg-ecio,

del Códig-o

le

estableció sobre bases tan sólidas que sus

en Frontino y Eliano, y en

Teodosiano de Re

milíLaris,

el

Perantliton de Godofi-edo al

y en sus

cias el que desee enterarse á fondo de esta materia.

leyes, hallará

más

noti-

LEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

108

más que ampliarle y

sucesores no hicieron

modificarle seguii

las exigencias de los tiempos.

Para

esto hizo formar el

en

la estadística

el

sentido que

casi toda su latitud,

seia

y

lo

famoso Censo, en que

y en

el

hoy damos á

que constaba

lo

se contenia

esta palabra en

que cada uno po-

que debia pagar por tributos, obra inmensa que

sirvió

siempre de base para las operaciones sucesivas: como este censo coincidió con el nacimiento de Jesucristo,

de

hay larga mención

en todas las historias eclesiásticas y en los Evangelistas. debe confundirse con el Lihdlum que según Tácito (1) le-

él

No

gó Augusto

Senado, y en

al

el

que

él

mismo habia

inscrito la

fuerza, legiones, socios, los impuestos, etc., del imperio. Este

documento, cuya pérdida con tanta razón

grandemente

ría

útil

se deplora, nos se-

para poder adquirir nociones algo ciertas

sobre puntos de tanto interés, nociones que de otro

pueden

fijarse

aproximadamente

sin recurrir á

modo no

grandes digre-

siones incompatibles con el fin que nos proponemos en estos estudios: sólo daremos, pues, algunas ideas generales, primero acerca de los gastos, después acerca de los rendimientos del

imperio.

Los principales gastos eran

el

500.000 soldados en tiempo de paz y

que habia en lumentos,

el

el

de las diversas armadas

Mediterráneo y en los rios fausto y lujo de los vicarios, el

toridades provinciales,

menso boato de de armas,

sostenimiento de 450 á

la

y de

emoy demás au-

fronterizos,* los

fríBses,

sus largos oficios ú oficinas; el in«

casa imperial; las postas, caminos, fábricas

edificios, etc.; los

gastos del culto déla religión del

Estado y las distribuciones de trigo y otros artículos hechas al pueblo de Roma primero, y después al de Constantinopla, antes de César eran 300.000

balde, después se

hombres

los

que recibian

el trigo

de

aumentó extraordinariamente su número.

Estos gastos ascendian á cantidades inmensas, ya en especie,

(1)

ya en dinero.

Opes

publicff,

continehanlur quantum civium sociorumque in armis:

na, provinlia, tributa, aut vcstigalia, et necessilales ac largitiones;

perscripserat Aiiguslus. Tac.

Ann.

qmt

classes, reir-

qua cunda sua mamt

LECCIÓN OCTAVA iiíiriujihii ({110 la

Vosi)Jis¡aiio (1)

K'cjjúhlica

iiorso sin

una ronta anual de cuarenta

ciof», (lue

viíMKMi

Hay que

;í.

(lobo leerse

1(m*

qutí

podía sost(!-

j)l''MiA'o, lo qiíe' nadie i^¿i)u'tárá'iniposíblé'(iV/^e/'A.)-

bitant.es 'Cia

_Generítlmonte se f leñen l\oypór|-ñuy eXa¿-érado§ to.dps eptos cálculo?. \N.

ikl.C.y-

,

I.KCCION lista

prosperidad luó en

DUüDKCIMA

ainii(3nt()

en

los

K).")

últimos tiempos de

y primeros sig'los del imptírio, pín'o (!m[)cz(j á terminar la dominaeion de los Antoninos y tomar

la rei)úl)li(*a

d(í-

caer

in-

al

cremento

el

desg'obierno y

l;i

anar(|uía militar. Aquídlas ciu-

dades ílorecieutes y populosas que existian en ^ran número en las costas del ()c('ano meridional y d(d Mediterráneo en los primeros siglos del imperio, l)leto

on

el sig'lo iv,

desaparecido casi por com-

lial)ian

seg'un el testimonio de Fcsto Avieno en su

l)oema de la Descripción de las costas

De

mar i timas.

Cádiz, dice este poeta, á quien se tiane generalmente

por español, que opulenta esta ciudad en otro tiempo, era en el

suyo poco menos que un montón de ruinas.

«Malta

el

oimleus civitas

Aevo vetusto,

Nuuc

A

iiunc egeiía,

nunc brevis,

nunc ruinarum, ager

destituid,

est.»

de Málaga á Cartagena, tan habitadas y queridas de los fenicios, las presenta convertidas en arenales y las costas

desiertos incultos.

«

Porro in

isto littore

Stetcre, crehrce civilates antea

Posnisque

muí tus hahuit hos p'idem

locos

Inhospitales nunc arenas porrigit

Deserta tellus

:

orha cultorum sola

Squalent jacentqite

A

»

Ebro, abandonada y despoblada, y convertida en un mar de lagos y pantanos. la

antigua Hemeroscopio junto

«Hahitata pridem

Me

civitas,

al

numjam

solum

Vactium incolartcm, lánguido stagno madet.»

A

Labedoncia, junto

asilo de reptiles

y de

al

fieras.

Llobregat, abandonada también

y

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

166

«Adstabat istwm civitas Lehedontia Priore sc^culOy

mmc ager

vacuus lare

Lustra etferarihm smtínet

Y

así á varias otras.

ciibilia.»

Pero esta decadencia cuyas causas

principales he expuesto en otras lecciones, no desmiente, antes

atestigua

el

España tares,

gran desarrollo anterior. se hallaba atravesada por magníficas

que enlazándose en

el

vias mili-

Pirineo con el gran sistema

de caminos del Imperio se defendían y dilataban por los

ámbitos de

la

Península. Los puntos principales de unión de

nuestro sistema de comunicaciones con

el del

Imperio, cuyos

importantes y en gran manera utilizables pormenores, nos ha conservado el Itinerario de Antonino^ eran dos, Figueras en

Cataluña y Jaca en Aragón. El camino de Figueras, que se difundía en diferentes y variadas ramificaciones pasando por Barcelona, Tarragona, Málaga, Cádiz, Córdoba, parte de la

Eoma

etc.,

famosa vía Aurelia^ llamada así porque

por la puerta Aurelia. Desde Jaca se difundía

do en varios ramales Castilla,

^

formaba salia

el

de

segun-

que pasaban por Zaragoza, Navarra,

León, Astorga, Galicia,

y

etc.,

todas se entretejían

con otros caminos trasversales que surcaban la España en todas direcciones, ocupando entre unos y otros grandísima extensión según

quedan aún

el

cálculo de Bergíer

restos soberbios en los

(1).

que

De

estos

caminos

se vé todavía su

gran-

deza y solidez, y la cuasi loca profusión con que, por valerme de la expresión de Andrés Resende, empleaban en ellos los

y piedras de cantería quadratis pene insana, jn'oflisio. Muchos de estos caminos tenían que atravesar grandes montañas ó profundos y anchosrios,y entonces unas veces grandes

sillares

,

Setecientas miliarias (piedras) itálicas de caminos reales que equivalen semismo autor á 3850 leguas francesas. {N. del A.)— Sohve este particular como sobre todo lo referente á las vías romanas en España, véase el discurso magistral de D. Eduardo Saavedra al entrar en la Academia déla Historia, con el mapa que (1)

gún

le

(^.

el

acompaña, y del C.)

la erudita

contestación de D. Aureliano Fernandez Guerra

LKCCIOX

DI

ODKC'I.MA

montañas, otras

s(»

horadaban

S(í

lanzaban sobre las corrientes de

bios

y

las

niag'nííícos

síí

í)7

J

cortal)an y allanaban,

los ríos esos

puentes

y

Süb(;r-

que aun boy son objeto de adniiraeion y de

envidia.

Las ciudades estaban cercadas do fuertes murallas, y los teatros, los circos, las naumaíiuias, los anfiteatros, templos y

mundo

y gigantescas ideas de aquella sociedad, líl i)uente de Alcántara, deque babl(^ dias pasados al recordar su pomposa y arrof^ante inscrip-

acueductos, revelaban

al

las g-raudcs

ción; el teatro de Sagunto, en que cabían diez mil espectadores

sentados, y hecho con tan gran conocimiento de la acústica,

que todos oian perfectamente

mo comprobaron Manuel do en

el

Martí,

el P.

la

Miñanay

y como

se

voz natural de los actores, coel

célebre deán de Alicante don

puso aún en mayor evidencia cuan-

año de 1785 se representaron en

el anfiteatro

él

varias comedias;

de Itálica, tan célebre y conocido por la magní-

canción de Rioja compuesta sobre otra de Rodrig'o Ca-

fica

admirable y portentoso acueducto de Segovia con sus ciento sesenta y un arcos y su extensión de

y finalmente,

ro,

tres millas,

viendo los

el

que después de tantos siglos aún continúa

al objeto

para que fué levantado, bastan por

para manifestar la altura á que habían llegado

rollo material, las artes

mecánicas,

los

el

sir-



so-

desar-

conocimientos mate-

y poder de los pueblos que levantaron obras tan portentosas, y sobre todo el fondo de grandeza y elevación que fermentaba en el seno de la sociedad romanoespañola. Estos edificios son hoy libros abiertos, páginas elomáticos, la riqueza

,

cuentes en las que los que saben leer en ellas encuentran co-

nocimientos y revelaciones que se esconden á la superficial

mirada del valgo.

Un

poeta extranjero ha dicho con

suma

exactitud de una catedral antigua, que era una crómica dejpie(Ira,

y

otro nacional

y moderno ha deducido con razón de

la

obra portentosa del acueducto de Segovia la altura de miras

entonces, dice Chorea, á mirar pste cuadro

Júpiter y Danac), en

el

que se usaba una

((d

do

semejante á

ficción

que yo iba á poner por obra, y el ejcímplo de un dios trasformado en hombre y deslizándose furtivamente por las vivi(;nla

das y tejados de

para seducir á una mujer agcna,

la ciudad,

causó animación y

me

¡Y cuál dios! Nada míanos que

aleg-ría.

aquel que con la voz del trueno conmueve la bóveda celeste.

Y

yo,

mísero homl)recillo, ¿no liabia de atreverme á hacer

otro tanto? Sí

que

lo haré,

y

sin

ningún reparo.»

¿F(/o liomuncio hoc non facer em?

Fgo

illud vero

itafaciam ac lubens.»

déla fuerza y verdad del argumento de Cherea, y que esto se decia en un teatro público y en medio de lo más culto y floreciente de la sociedad romana, conoce* Si reflexionamos acerca

remos

la influencia

y trascendencia de

los

ejemplos de los dio-

ses del gentilismo. El politeísmo es contrario tanil)ien al des-

humano, porque es incompatible con éste, porque entre los dos hay entablada una lucha á muerte. Cuando en ella vence el politeísmo, condena á Sócrates á beber la cicuta para sofocar los arrollo intelectual



grandes vuelos del el

los

progresos del

espíritu;

politeísmo muere.

Y

filósofos, los estadistas

cuando

así sucedió

esj)íritu

éste es el

en

que prevalece,

efecto,- los

sabios,

los

de la República y del Imperio, se bur-

laban en secreto y aun en público y en sus escritos, del politeísmo, llegando hasta el exceso de confundir con él en sus burlas, las grandes verdades que

como

religión,

aunque

falsa,

encerraba. Cicerón, en sus Tusculanas, hablando de la vida futura, dice por boca de

uno de

los interlocutores:

«¿me juzgas

por ventura tan necio, que crea yo en esas cosas?» Salustío nos ha conservado

la oración

de César en

Senado defendien-

el

do á los cómplices de Catilina, y en ella abiertamente se predica el materialismo y se contradice la inmortalidad del alma

El poema de Lucrecio, de Rcrxim Natura,

es todo él

un curso

de ateísmo, y tan extendido estaba ya en tiempo de Juvenal el

descrédito del politeísmo, que este célebre escritor escla-

maba:

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

]86

Esse alíquot manes

Nec piterí credimt Esta

falta

la

nisi

nóndum

regna

ere lahantur.

de creencias fundamentales, aumentaba la des-

moralización que

gar á

et subterránea

el

politeismo' habia creado

,

y

da lu-

esto

corrupción general de costumbres de que hablé en la

lección anterior, la literatura,

y

y de que son buena prueba

la

obscenidad de

las infamias de la familia imperial de Tiberio,

Nerón, Mesalina, Eliogábalo y tantos otros. La degradación moral del hombre romano, la carencia de sentimientos nobles

y

elevados, después que con la república acabaron los gran-

des resortes que constituyeron la

gran pasión por

mente por

los

el

patriotismo de aquella época,

goces materiales, todo se esplica

estos antecedentes.

Habia, pues, necesidad de una reacción que llenase

que en

cío

fácil-

el

el

va-

corazón del hombre dejan siempre la falta de re-

y de creencias, la carencia de sentimientos elevados; y como cuando la exigencia de una reacción está en el fondo ligión

délas cosas se revela por todas partes, esta se

reflejó

en la

grande ensayo y último esfuerzo del hombre que aun elevándose apoyado únicamente en sus fuerzas, pro-

fílosofía estoica,

duce grandes caracteres, como Catón, Marco Aurelio, toninos. Pero el estoicismo era insuficiente;

los

An-

para restituir al

hombre su grandeza y su elevación moral, para

llenar el gran

vacío de los corazones, era necesario el cristianismo, eran necesarios sus

dogmas sublimes sobre

la naturaleza

de la divini-

dad y los preceptos y enseñanzas de su moral purísima. ¡Fenómeno único en la historia de las naciones! Una gión nueva, como

el cristianismo,

mina y acaba con

el

rico

y poderoso, y

reli-

nace y se desarrolla y doculto establecido en un pueblo civilizado

esto precisamente

en

el

período de

mayor

esplendor de este pueblo.

«Después de haber predicado

el

Evangelio, dice Chateau-

briand, deja Jesucristo su cruz sobre la tierra,

numento de

la civilización

y en

ella el

mo-

moderna. Del pié de esta cruz, plan-

tada en Jerusalem, parten doce legisladores pobres, desnudos,

LECCIÓN DÉCIMA TKUCERA

un báculo en

coii

renovar

la faz

de

l;v

iiiiino,

v van á (Miseñar

Un

los imjx'rioH.

carpintero de vug'os y

d(í

arados,

1S7 á.

])(;s(íador,

las

naciouoH y á

enviado por un

establece en

Capitolio

el

que cuenta ya diez y oclio sigdos de duración, y que seg-un sus profecías debe durar liasta la consumación de

este imi)erio

tiempos.»

los



aquí, en pocas palabras, la historia, la misión

y

por-

el

venir del cristianismo. Jesucristo nace en un i)ueblo despre-

como conservador

ciado de los demás, porque este pueblo

gran principio de

la

unidad de Dios, maldecia

el

del

politeísmo,

y

nace pobre, de clase humilde, y muere en un patíbulo afrentoso. ¡Extraño maestro, en verdad, para el pueblo re^^ y para los sucesores de los Césares! Sus discípulos se esparcen porel orbe

á predicar

el

Evangelio,

3^

á poner en ejecución la fuerza ex-

pansiva de su doctrina. Esta llenaba nes, predicando los

turaleza divina, la

el

vacío de los corazo-

dogmas más sublimes respecto de la namoral más pura respecto del hombre y por

estas causas, no por las que supone puerilmente Gibbon, hace

grandes progresos, exclama:

«^A^^

ilsí,

San Justino, á principios del siglo

nnnquidem Natío,

üliena está Jesu Crucifixi nomine

act iones in ea (Urígantur ad

que

floreció

en

el siglo

iii

,

vcl Greca,

tu nec preces, ñeque gratar um

omnium

(202),

11,

vd Bárbara, jam



nombre y oficio tonuulos del re'í^-imeii iinpíü-iul Koniano así como los duces y comités do ig-ual procedencia y origen; los concilios nacionales, supuesto que en una ú otra ojíelo j)al(tUno^ ,

forma es indudable que intervenían

(íii

las cosas civiles

y daban leyes do gran trascendencia en

porales,

el

y tem-

Estado; y

por último, la Iglesia, representada por los obispos que com-

daban

y autoridad de que gozaban. De modo que desde luego podemos afirmar sin temor ponían

y

los concilios,

de equivocarnos, que

una monarquía con

les

el

gobierno de

examinaremos

blo tenía

más

idea

los

godos en España, era

mezclada y templada más ó mdnos, y militar y con la eclesiástica. Dcs-

electiva,

la aristocracia civil

pue's

la fuerza

,

que hoy

si lo

alguna parte en

el

se

llama democracia, ó pue-

gobierno. Ahora nos

falta,

dar una

circunstanciada, de la importancia de cada uno de

tos elementos,

y de

(-s-

su influencia en la combinación general

usando del lenguaje moderno, en

del gobierno, es decir,

la

constitución política de la monarquía, según las diversas fases

de su desarrollo histórico, porque no debemos olvidar que de historia

y no de

otra cosa estamos hablando.

Al examinar, pues

,

esta Constitución

presenta y descuella es la monarquía,

,

lo

primero que se

el trono, ó

como ahora

decimos, la corona, la dignidad real.

La monarquía ha representado siempre un gran papel en la historia,

del

mos

mundo

no solo de nuestra patria, sino en entero.

establecida ó

es el de creer siempre

¿En qué

instinto

los

gobiernos no monárquicos,

que van á ser sustituidos por

la

monar-

consiste la generalidad de esta institución,

que hace conocer, que nacerá

Espíritus frivolos

y

superficiales lo

ción, pero necesario es

allí

y

el

donde no existe?

han achacado á causas

mezquinas, como la ambición personal,

y

de Europa

y Adonde quiera que volvamos los ojos lavepróxima á establecerse. El temor, la pre-

ocupación constante de todos

quía.

la

la fuerza, la corrup-

que haya para este hecho tan notable

general alguna otra razón que este más en

el

fondo de las

como observa Mr. Guizot, que tenga alguna grande analogía, ó con la naturaleza del hombre individual, ó con la naturaleza de la sociedad humana. cosas, preciso es,

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

240

Como

esta institución es de todos los tiempos

afectado siempre cualidades acomodadas á ellos

,

y países, ha y su índole y

naturaleza ha estado en armonía con las sociedades que regia,

conservando su forma exterior siempre natural y sencilla.

que

La monarquía en

es la personificación del

es decir,

el

poder

la

misma, siempre tan puede decirse

general,

social,

que es

la soberanía,

poder de derecho encarnado ó hecho hombre. Así,

pues, según sea la sociedad, así será la monarquía

que

la

unas veces bárbara y guerrera, otras pacífica y culta; siempre acomodándose á todas las situaciones por diferepresenta,

rentes que sean,

mas, con

el teocrático,

por ííltimo, con representa por

hay

siempre mezclándose con todos

juicios

el

lo

con

aristocrático,

el

democrático.

mismo

con

La palabra rey

los

siste-

el feudal,

una idea diversa, y no que se forman aplicando á

casi siempre

más errados que

los

tiempos diferentes la idea actual de las cosas que tienen

mismo nombre; mos de la idea

si

al

y

ó monarquía,

el

hablar de los reyes godos no prescindi-

actual que

damos á

la palabra rey,

jamás po-

dremos formarnos una idea de aquella monarquía. Esta idea es preciso buscarla en los hechos.

En

efecto, á

poco que se reflexione sobre

los

hechos que

llevamos expuestos, observaremos, que la monarquía goda entre nosotros,

ha debido formarse de

los

mismos elementos que

y sus instituciones, es decir del elemento germánico, del romano j del católico. De las ideas que de la monarquía imperial romana tenian los españoles, y de las que de sus monarquías germánicas tenian los godos ha debido nacer la nueva monarquía, modificada por las ideas cristianas acerca

la sociedad

de

la potestad real ó social.

Si

recordamos nuestras anteriores explicaciones, tendremos

presente que la monarquía imperial representaba la legación del

Senado y del pueblo romano, que todas

que

éste

las facultades

originariamente tenia y depositaba 6 delegaba en

sus funcionarios, se suponia que hablan sido delegadas por la

Lex Regia^

entie'ndase

como quiera

esta ley, en los empera-

dores, consistiendo por lo tanto, la legitimidad del poder de óstos,

en aquélla delegación. Sin embargo, desde Constantino

LE(X!I0N DÉCIMA SKTIMA lia])¡an

empezado

oríg'on

más

elevado,

que

establece,

los

241-

cmpcradoros, á mirar su jjodcr como do sej^'iin la

g'rande idea del cristianismo

la sociedad, el pod,er social

en

f|U(í

mismo no



es

obra de los hombres, sino de oríg-en superior ó divino.

Los g;ermanos á su vez tenian otra idea de

un rey entre

i^Uos

no era otra cosa que

monarquía:

la i)ersona eleg-ida

ó por sus caudillos, para regirlos

las tribus

la

por

y mandarlos en

y espediciones. Así, pues, la elección era el carácdistintivo de las monarquías germánicas, á diferencia de emperadores romanos, que nunca fueron hijos de una ver-

sus g-uerras ter los

dadera elección, sino de

la

designación del mismo emperador,

6 de las sublevaciones militares. Si alguna vez eligió el Sena-

do

los

emperadores, fué más bien de un modo extraordinario, uso de un derecho reconocido. Los germanos según

que por

el

Tácito,

tomaban sus reyes de

las familias nobles, á diferencia

de los otros caudillos "que los elegían por sus cualidades personales. Reges ex noHlltate^ Diices ex virtute siimumt,

descu-

briéndose en esto, un germen de régimen hereditario, que en

España

A

embargo, permaneció por mucho tiempo oculto.

sin

diferencia de la

monarquía imperial que era absoluta,

la

germánica era limitada y circunscrita^ nec regihus inünita aut

y tal era en efecConciUum en el que se

liberado tes tas; este límite suponía otro poder to la

junta ó asamblea nacional,

el

ventilaban y decidían los asuntos principales rel)us

Príncipes consultant de majoribus omnes

elección

y

la limitación

distintivos

en

y generales de

el

las

.

de minorihus

,

Así, pues, la

poder, eran los dos caracteres

monarquías germánicas.

Los godos estaban comprendidos en esta ley general. Al principio

y antes de

llos ó jefes

la

reunión de las razas tenian sólo caudi-

de cada una de

ellas,

y

sólo

cuerpo de nación tuvieron reyes; así

cuando formaron un

lo testifica

San

Isidoro,

cuando dice j;^r midta quilpe o'etro sécula ducibnsusi siínt,i)ostea regibwi. Después, cuando se hallaban establecidos al otro lado del Danubio, salían sus reyes de dos familias reales, al parecer

€ibezas de dos grandes parcialidades thos.

de

la

Así

al

,

los

Ámalos y

los

Bal^

levantarse los godos contra los romaaos, después

muerte del gran Teodosio, eligieron rey á Alarico de la 16

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

242

y después á su yerno Ataúlfo en Cosenza, á Walia en Barcelona, y á los llamados reyes de Tolosa en esta ciudad. Sin embargo, la autoridad real, que era ya mayor entre los godos que entre los francos y las demás tribus germánicas, se fué sucesivamente aumentando, ya por las causas generales que produjeron este resultado en las demás naciones sometidas á los bárbaros, como por el empeño especial que familia de los Balthos,

pusieron los reyes godos, en

s(3r

en

lo posible, los

emperadores romanos. Teodorico,

res de los

el.

continuado-

célebre rey de

godos orientales ú ostrogodos, adoptó francamente este ca-

los

mino en

Italia,

sustituyéndose en un todo en lugar del empe-

rador, dejando subsistente la

misma administración

del impe-

y rigiendo por un común derecho á godos y á romanos. En España, los visigodos no pudieron obrar tan á las claras; el romanismo de Ataúlfo le habia costado la vida y todo indica que habia entre ellos un gran partido contrario á los rorio,

manos y á sus costumbres. Sin embargo, veria,

del

naturalmente en

Emperador, y

el

el rey,

rey godo,

el

el

pueblo vencido

sucesor de los derechos

por su parte, llevaba en ello dema-

siadas ventajas, para no secundar esta idea que al fín

y

cabo

al

tenia que prevalecer en gran parte. Pero esto no se verificó

y á través de grandes revoluciones y trastornos, que manifestaron lo mismo entre nosotros, como en el Imperio romano, y en otras naciones, lo difícil que es, erigir un sino lentamente,

poder público aclamado y venerado por todos, cuando el respeto tradicional no le engrandece, y cuando instituciones secundarias, sabiamente combinadas, no

Descendamos ahora á ria

los

le

sostienen

y apoyan.

hechos particulares que

la histo-

más elocuentes que cuanto yo pupara comprender la índole y naturaleza de la mo-

cons'gna, que ellos son

diera añadir,

narquía visigoda en España. Alarico

y

los

primeros reyes de los godos, desde su suble-

vación contra los romanos, más bien que jefes ó magistrados civiles,

eran los generales ó caudillos militares de una nación

que entonces sólo se ocupaba en combatir. Apoyados eo

los

principales jefes de su ejército, que los habian elevado libre-

mente

al

mando, su autoridad dependia, en gran parte, de sus

LECCIÓN DÉCIMA SKTIMA cualidades personales;

como

lo

1)0 (le

g-uerra.

i)cro

243

debía ser necesarianicntc extensa,

era entre las tribus g-ermánicas,

el

jefe ó rey, en tiein-

Ahora, cuando los g'odos se fijaron en

las Gallas

y en España, y comenzaron á diseminarse en el país y 5i perder, en cierto modo, la org-anizacion g'uerrera, todo debió necesariamente cambiar V]\ poder real quedaba disminuido entre los górmanos en tiemi)o de paz, y la nueva situación en medio de pueblos enemig-os, aunque sometidos, aumentaba los obstá.

culos y no permitía ejercer autoridad estable

El trono, en

este estado, era

y duradera.

un puesto tan peligroso como

Imperio en tiempo de la anarquía de los pretorianos, y quizá por causas análogas ó semejantes, servia de escalón para el del

el cadalso.

como

En

Los reyes godos,

los gladiadores

al ser elegidos,

romanos en

el circo,

podian exclamar

moríturi

te

salutant.

y muerque le su-

efecto; Ataúlfo, sucesor de Alarico, fué destronado

en Barcelona por una conspiración, y Sigerico, cedió, tuvo el mismo fin, álos ocho dias de su elección. Valía,

to

en cambio que siguió despue's, ilustrado por sus grandes

vic-

y político, no sólo escapó á la suerte de sus antecesores, sino que logró dejar el mando á su más inmediato pariente Teodoredo, comenzando á establecer una especie de familia real que destorias contra los bárbaros

y por su

g-ran talento militar

graciadamente desapareció bien pronto. Pereció Teodoredo en

campos cataláunicos contra Atila, sucediéndole su hijo Turismundo, destronado y muerto por su hermano Teodorico, que á su vez tuvo la misma suerte, á manos de

la batalla de los

E úrico.

Este rey ilustre y poderoso con sus victorias, primer legislador de los visigodos, y el pri-

su otro hermano

el

célebre

mero también, que empezó á mandar en España en nombre romanos, reinó pacíficamente y dejó el trono á su hijo Alarico, que murió en la célebre batalla de Poi-

propio,

tiers

y no de

los

contra Clodoveo

Ya en

y

los

Francos.

este tiempo valia tanto el derecho de familia,

que

el

trono fué disputado entre un hijo bastardo de Alarico llamado

Gesaleicoy otro legítimo, pero niño de corta edad, Amalarico. Gesaleico prevaleció por el pronto, pero auxiliado Amalarico por su abuelo,

el

célebre Teodorico rey de los ostrogodos que

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

244

mandaba, como hemos dicho, en

Italia, fué Gesaleico destro-

nado y muerto, y declarado sucesor Amalarico, aunque mientras estuvo en la menor edad reinó su abuelo Teodorico por medio de sus lug^artenientes.

Muerto luego Amalarico á manos de sus soldados, en

él

acaba la familia real fundada por Teodoredo, convirtiéndose desde entonces todo en la mayor anarquía. Teudis,

de Amalarico muere asesinado; Teudiselo que es destronado

y muerto en una conspiración;

en seguida, se vio envuelto en guerras

le

el

reemplaza,

Ag-ila,

civiles

y

sucesor

nombrado

es por último

asesinado también por sus soldados; i^tanag'ildo, jefe del par-

dominante que

tido

se habia

unido con las tropas del Empera-

dor Justiniano, cediéndoles parte de la España,

le

sucede y á

su muerte, que esta vez fué natural, quedó el Gobierno en

anarquía

tal,

que durante

seis

meses estuvo vacante

una

el

trono

al

famo-

por falta de acuerdo entre los electores.

De modo que de

los catorce reyes

que sucedieron

nueve fueron destronados y muertos por conspiraciones intestinas, dos murieron en guerras con los extranjeso Alarico,

ros,

y

sólo tres, Valía, Eurico

y Atanagildo, lograron morir en

el trono.

Los historiadores de estos tiempos son lacónicos y descien-^ den á pocos pormenores, pero tampoco son éstos necesarios, pues

los

hechos que hemos apuntado, revelan por



solos la

anarquía, la disolución social, los horrores que necesariamente

habrian de acompañarlos. Parecia haberse reproducido la

anarquía del tiempo de los pretorianos, y ocupada la España oriental por sus antiguos dueños, los imperiales,

de destruir

el reino

que acababan

de los vándalos en África, y alzándose por

todas partes los naturales contra los godos, ó éstos tenían que

sucumbir, ó tenia que aparecer en la escena un hombre superior,

gor el

que supiese hacer frente á

dando fuerza y vitrono, un hombre que fuese

la situación,

poder real y consistencia al Diocleciano, que acabase con esta nueva anarquía militar. al

Este hombre se presentó, por quien con su hijo Recaredo, fué

monarquía goda, pues antes

fin,

el

en

el

célebre Leovigildo,

verdadero fundador de la

los reyes

eran solo los jefes de

LECCIÓN DÉCIMA SKTIMA tribus iiulisc¡])lin!i(Ias y •^•uerroras.

245

Su advenimiento al poder 8c

marca ya por un hecho notable: su hermano, (íesor le

el

rey Liuva, su-

de Atanagildo, á ejemplo de los cmjjoradorrs romanos,

mando y

asocia al

dándose Liuva con

el

encarg-a

le

el

diios cepií

(1(í

Plspaña

(pi(;-

de las Galias. San Isidoro no ])uede me-

nos de manifestar la extrañeza que

regmim

g'obierno

causa este suceso,

le

diim milla jpoíestas consoríis

sit,

sic

y todos con-

vienen en que este acto de resolución fué obra del mismo Lco-

y no de Liuva, á quien hombre de ánimo apocado. vigildo,

Heredero de te

allí

á poco tiempo de todo

de su hermano, somete Leovigildo á

eran libres en España, contiene á

generalmente como

se pinta

los

el

los

reino por la

muer-

pueblos que aún

imperiales, incorpora á

y extiende de este modo la dominación goda en España, que antes de é\, como hemos visto, decia San Isidoro, aiigmtis itnihus arctabatur. Ilustrado su poder y su nombre con tantas victorias, trata de dar solidez y esplendor al trono de los godos; fijó para ello la corte permanentemente en Toledo, y dio una capital cierta á su reino,

la

corona

el

reino de los suevos,

acontecimiento siempre importante en la vida de las naciones;

exornó

y

primero su persona con pompa y vestiduras reales,

el

se sentó

en

las

Asambleas públicas en

solio regio, siendo

como los demás del pueblo y se sentaban en común con él; aumentó el fisco y el erario, creándose un tesoro que le sirviese para todas sus empresas; mandó por primera vez entre los reyes godos acuñar así

que hasta entonces

los rej'es

vestian

monedas, haciéndose representar en

ellas

con la corona en la

y reformó la legislación goda de Eurico, acomodándola como era natural al nuevo orden de cosas que establecia. Hallando después un gran obstáculo á sus ideas en la cabeza

(I),

diversidad de religión de sus subditos, quiso suprimirle,

para

ello

de acomodamiento entre

damiento funesto para

(1)

y

hace adoptar en un sínodo de obispos, una especie

Una moneda

roz, pu':;de ser de!

el

arrianismo v

éste,

el

pues según

catolicismo, acomo-

el

Biclarense, iban á

de Liuva que í=e conoce, además de ser so?ppchusa según Flotiempo en que estaba asociado al mando con Leovig-ildo.

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

246 parar

muchos

católicos por este caraÍDO al arriaaismo;

i)er lianc

seductionem plurimi nostrormn in A.rianwm dogma declivant,

Pero en esta empresa tuvo que sucumbir completamente des-

pués de tuar

el

los

mayores esfuerzos. Por último, queriendo perpe-

mando, y declara por Hermenegildo, y Recaredo,

poder en su familia, se asocia

sucesores suyos, á sus dos hijos

aspirando ya á perpetuar

el

que remediaban en parte

al

procedimiento de las asociaciones,

los inconvenientes de la

monarquía

electiva.

Estas graves alteraciones, en una nación tan celosa de sus

costumbres y libertades, debieron suscitar grandes oposiciones, pero Leovigildo las venció todas con la energía y cruel-

muerte y desterró, confiscándoles varones de más poder e influencia entre los

dad de su carácter: los bienes, á los

así dio

godos, qíioscitmque nobíUssimos ac ]jotentissimos vidil, aut capíte

trimcavit, aut of^ihus aMatís p'oscri])sity et proscriptos in exi-

Umn jo

missit.

Y

finalmente, hallando oposición en su

Hermenegildo á sus proyectos

poco, y

le

religiosos,

no

mismo

se detuvo

hi-

tam-

como es sabido. hombre que entre los godos cambió

hizo morir también,

Tal fué, señores,

el

sustancialmente las cosas del gobierno, y dio fuerza y solidez á la dignidad Real

Una gran de

la

dificultad, sin

religión,

y

embargo, quedó por resolver,

la

como veremos en

la

ésta quedó reservada,

lección sucesiva, á su hijo Recaredo.

^?6s3=^*

La

OCTAVA

DÉCIMA

LECCIÓN

MoMi'íiiiía

visigoda

j

Caiolicisiiiti.

fl

"Necesidad de que la monarquía se hiciese nacional.— Obstáculos que lo impedían; Fuerza social y la resistencia de la raza vencida y la diversidad de religión.



política del catolicismo en

España.— Dificultades que

esto produce á Leovig-ildo.

—Conversión de Recaredo; ventajas que de ella reportó la monarquía visigoda. —Narración de este suceso según los escritores coetáneos.— Concilio ni de Toledo: discurso del rey: profesión de fé: homilía de San Leandro.— Reyes godos sucesivos: apoyo que recibieron de los Concilios.— Sisenando y el Ponlificale Dccretum.—ülümos reyes godos.

Hemos el

visto

que Leovigñldo con sus innovaciones, aumentó

poder real entre

los

godos

,

es decir,

que

el

pueblo domi-

nante logTÓ constituirse vigorosa y sólidamente bajo un trono fuerte y respetado; pero respecto á la masa de la nación espa-

monarquía seguía siendo parcial y tiránica, de raza y de privilegio. Habia, pues, aún un gran paso que dar, un gran ñola, la

progreso que llevar á cabo, nal,

y que

el

trono fuese

el

de hacer á la monarquía nacio-

así, la

fuerza

raza, sino de las dos razas, no de

una

y

casta, sino de la nación

toda. Esta era la tendencia general de la

Europa, porque esta tendencia estaba, en le

amparo, no de una

el

monarquía en toda

la

naturaleza é índo-

de este poder, y en sus mismos intereses, pero era repugna-

da por

germánica, que tenía interés

la nobleza ó aristocracia

en ser privilegiada, respecto de

cada paso que daba

la

la

nación vencida. Así, pues,

monarquía, era un paso hacia

nalidad, hacia la imparcialidad

y

la justicia

en

el

la nacio-

gobierno.

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

248

Pero además de

los celos de la raza

germánica, habia otro grande obstáculo, gión, obstáculo

En

mayor en nuestra

aristocracia

y

goda 6

la diversidad de reli-

patria que en otros países.

efecto, la religión católica estaba

en España

muy

arraiga-

da y sostenida, por el gran mérito y saber de los obispos españoles, los Osios, Leandros, Fulgencios, Eugenios, Isidoros,

Además, la tardanza de los godos en convertirse habia dado mayor influencia á los obispos la nación española, como ya he dicho, se habia agrupado al rededor de ellos,

y

Julianes.

,

habia seguido sus consejos,

dignidad

en una palabra,

,

los

la

misma

habia ella

elevado á su

nación vencida se había organi-

zado en Iglesia, y tenía una fuerza mucho mayor, que si el catolicismo fuese sólo una creencia individual. Las circunstancias exteriores venian á

Los españoles

aumentar

lo

se ligaban fácilmente

riales, á los francos,

natural de esta situación.

y

pasaban á

se

impe-

los

á los suevos, á los españoles aun indepen-

y todos enemigos de los godos, que eran mirados y detestados como herejes. Esto aumentaba los recelos y los odios entre los dos pueblos separados ya por dientes, todos católicos

tantos motivos.

Leovigildo conoció estos inconvenientes, que se oponían á

su g^ran plan, de dar unidad y consistencia á la nación, y fuerza y estabilidad al trono, y trató de superarlos. Al efecto, sos-

tuvo guerras con los imperiales católicos,

con

los

suevos, á

quienes somete, con los españoles independientes, á quienes

también vence, persiguiendo también católicos

,

al

mismo tiempo

á los

bajo diferentes pretextos. Pero quedaba siempre en

pié la principal dificultad, la diversidad de religión.

Tres medios ó caminos habia para vencer este obstáculo,-

que

los

españoles adoptaran

el

aun humanamente hablando

,

y esto hubiera sido, un gran mal para ellos ven-

arrianismo,

,

cidos hasta en eso, y privados de su natural dirección y protección, la de los obispos católicos; que los godos se hicieraii católicos,

y

modo, la supremacía importancia ya grande del episcopado,.

esto era reconocer en cierto

del vencido, elevar la

y sancionar

la ruina ó abolición

dominante,

lo

de los privilegios de

que debia ser á ésta

muy

hi

raza

duro; ó que se adop-

I.ECX'ION

un

taso

t(5riiiiiio

DÉCIMA OCTAVA

medio que, conciliaiido

los

24Í)

extremos, no

al-

terase sustaiicialmente las relaciones de los dos puel)los. VA

medio era imposible,

])rimer lo

reconoció

tiblo

,

con

el el

mismo

las

i)or

causas ya dichas, y así

Leovig-ildo; el seg'undo, no era comjja-

violento é imperioso del

ia y á la nación vencida, de quien era representante, un lugar determitite genils Gothoriim^ dicen,

nado y cierto en la constitución del Estado. A este fin los obispos se proclaman defensores y protectores de los pueblos, y se

imponen

el

deber de proteger á los pobres gestionando en su

favor con los jueces

y autoridades

caso cuenta al rey. Episcopus dendis impositam a Deo sibi

canon 32 de este que

ro

el

y

y dando en su

p'olcqendis populis ac defen-

curam non ambigabit.

los obispos

pi*ácticas diferentes,

ordena

sean nombrados sucesivamente por

pueblo de la diócesis; de

pueblo eran elegidos por

el

modo que

los

con-

el cle-

pueblo mismo. Quejándose de los

establecen que se reúnan dos veces al año, ó á si

el

protectores del

males que se siguen déla tardanza en celebrar

y que

etc., dice el

concilio.

Condenando abusos y cilio

lii

inferiores,

los concilios,

lo

me'nos una,

fuese para tratar asuntos de fe ó algún otro de interés

general de la Iglesia, se reúna un sínodo general de toda Es-

paña y de

Narbonense, y si no, particular de cada provincia. Donde se ve que los obispos, elegidos por el pueblo

y

la Galia

protectores del pueblo, ordenan su reunión periódica

ran á

influir

por

mismo en su gobierno. A

lo

regularmente en

la protección

este fin

aspi-

los pueblos,

y

decretan que todos los

que tengan causas adversus Episcopos, aut tes jant

de

y

jicdices,

au ó poten-

contra quosUbet alíos, concurran al concilio, para que

DEL GOBIERNO Y LEGISLACIÓN DE ESPAÑA

278

examinando

si

hay alguna cosa a

ciuihuslihet frave tisíirimta,

se reforme devolviéndola á su legítimo dueño, por

ejecutor Real,

Regü executoris

obligar á los jueces

y demás

instantia, á

orden del

cuyo efecto y para

seculares á venir al sínodo, los

un ejecutor Real, lo que ya suponía y les daba gran influencia. Determinan también el modo y solemnidad con que se han de celebrar estas

metropolitanos pidan al rey por

el

canon

Asambleas, preparan ya la admisión en

que nadie sea osado á disolver

y

de los nobles go-

el concilio laici

qui

merueriMí^ y finalmente, establecen

electione concilii interesse

cluidos los asuntos

ellas

puedan entrar en

dos, estableciendo que



el concilio

hasta que estén con-

suscritas por todos los obispos las delibe-

raciones. Establecen también de acuerdo con los godos que en lo sucesivo

tendrán voto

los obispos

en

la elección de los reyes.

Es imposible dejar de ver en todas estas disposiciones del Concilio IV de Toledo una gran reforma política, una gran revolución legal. La situación interior de España, las relaciones y respectiva influencia de los dos pueblos que la ocupaban se iban traduciendo en sucesos exteriores, se iban convirtiendo

en hechos legales. La nación vencida, hasta influjo ni participación

en

el

la elección de los reyes,

y magistrados

menor

gobierno del Estado, elige ahora

sus representantes los olnspos,

ye á

allí sin el

y por medio de

reprime

los

ellos contribu-

abusos de los jueces

godos, celebra juntas periódicas, en las que se

ocupsin en proteger á los pueblos y á los desvalidos,

que de ud modo más ó menos directo

y en

se establecen leyes

las

bené-

y sobre todo equitativas é imparciales. Algunos escritores modernos se han ensañado contra

ficas

clero con motivos de este Concilio; ¿con qué derecho

,

el

dicen,

Con qué derecho los Concilios se atribuian autoridad sobre los jueces y magistrados civiles? Todo esto es juzgar las cosas y hechos antiguos como si se tratara de los modernos y de nuestros tiemse entrometía éste

pos,

como

si

los

aquella época, y

en

el

gobierno del Estado?

¿

derechos estuvieran del todo deslindados en

como

si

en la formación de

la

nacionalidad

de la monarquía, que estaba entonces aún en embrión, no

pudieran sus elementos sociales desarrollarse naturalmente

y

LECC10^ VIGÉSIMA tener en ella la situación y

de

reclamaba.

la sociedad

preg'untar,

^.y

que

el inílujo

Y

estado y la índole

el

otra parte, no ])udi(^ramo3

])or

con qud derecho

279



la

nación goda dominaba en

ICspaña y tenía sometida á la española indígena?..

derecho

la despojó

.

¿Con qué

de las dos terceras partes de las tierras?...

¿Con qué derecho se atribuía su exclusiva facultad de nombrar

demás funcionarios del Estado ?... Kl representando á la masa general de la nación, no al rey

y á

los

sino que fud

muy

ridad que, en

clero, pues,

sólo pudo,

conveniente que pudiese ejercer una auto-

hecho mismo de otorgársele, prueba que era

el

y de la época. Esto en cuanto fondo íntimo del asunto, que si atendemos á lo exterior, lo

lina necesidad de la situación al

bailaremos todo arreglado á las formas reconocidas, y todo propuesto, ordenado ó aprobado por el rey y por la nación g'oda.

En

imperüs

efecto,

mandato

Concilio se reúne por

el

quien asiste con los no-

atqiie jiissís Slseuaiiclí Ilegis,

bles godos á la apertura

y

le

excita

del rey,

y autoriza para

tratar

de

costumbres y restaurar los antig-uos derechos Iglesia. Además, cuando resuelven alguna cosa que tie-

la corrección de

de

la

ne roce con

los

lo, j;;W2j;¿>;¿^í?

^Inii Regís

negocios temporales, protestan siempre hacer-

Domino Sisenando Rege

{

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