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INSTITUTO DE TEOLOGÍA PARA RELIGIOSOS ESCUELA DE TEOLOGÍA

PROFESOR: FIGUEROA, YOLBAN. ALUMNO: ARGUINZONES, ALLAN.

ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA II. CARÁCTER: CONTROL DE LECTURA.

CARACAS, 3 DE OCTUBRE DE 2022.

ARTÍCULO: “El sobrenatural” de Giusepe Colombo. Hasta ahora hemos podido introducir el tema de la condición creatural del hombre, hecho por Dios a su imagen y semejanza, lo que viene a ser lo mismo que ha sido creado como persona con ciertas características naturales o materiales como lo pueden ser el cuerpo, pero también con la posibilidad de participar de realidades que sobrepasan esos límites corpóreos y que le permite tener acceso a categorías metahistóricas de las que forma parte esencialmente. La discusión acerca de lo sobrenatural en el hombre se suscita a partir de la cuestión de la inserción de la divinización en el hombre y su naturaleza cuyo fin último es Dios, pero que tal empresa no puede provenir del propio hombre1. Colombo suscribe la idea de de Lubac de que la idea del sobrenatural es esencial al cristianismo, y en parte tiene sentido sólo si partimos de que las realidades a las que están sometidos los hombres de fe no responden a las categorías de la historia en su sentido más estricto sino que se extrapolan a un plano más espiritual desde donde mana la visión beatífica de la salvación a la que tiene acceso el hombre creyente, pero esta idea plantea un problema –según el autor– y es que el sobrenatural es una idea ofrecida al hombre como si éste fuese una especie de agente pasivo y esto origina un problema en cuanto a la gratuidad del don de Dios que queda debiéndole dicha gracia al hombre para que éste esté completo, pero, si no lo necesita, entonces efectivamente se convierte en una gracia superpuesta que no lo modificaría sustancialmente. El autor también menciona válidamente que “la gracia, que expresa el don de Dios, es primero una acción de Dios y no una cualidad del hombre” dando a a entender que todo comienza desde Dios y no del hombre, tanto como la Revelación misma ya que el ser humano haya su principio y asidero en el mismo Jesucristo, como nos lo recuerda el Concilio Vaticano II2.

RUIZ DE LA PEÑA, Juan L. El don de Dios. Antropología teológica especial. Editorial Sal Terrae, Santander, 1991, pág. 22. 2 GAUDIUM ET SPES, 22.





















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INSTITUTO DE TEOLOGÍA PARA RELIGIOSOS ESCUELA DE TEOLOGÍA

PROFESOR: FIGUEROA, YOLBAN. ALUMNO: ARGUINZONES, ALLAN.

ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA II. CARÁCTER: CONTROL DE LECTURA.

CARACAS, 17 DE OCTUBRE DE 2022.

ARTÍCULO: “Un pecado tipo: el pecado de Adán y Eva” de Xavier Thévenot. Hablar del pecado es hablar de una realidad cuya discusión no se agota fácilmente puesto que se deriva de la relación entre el hombre y Dios afectada por la fractura de ésta1 y que no se limita al ámbito de lo espiritual sino que toca también la realidad histórica de la humanidad. Tiene sentido que la reflexión acerca del pecado encuentre su génesis en el Antiguo Testamento fundamentalmente porque esta noción nace relativamente con el mismísimo origen de Adán y Eva que, habiendo sido llamados a la vida y actuando libremente, transgreden las órdenes de su creador al comer del árbol del conocimiento del que expresamente tenían prohibido comer, lo que va en detrimento de la propia naturaleza con que fueron creados por lo que no se puede dudar de la afirmación de que el pecado desdice de la condición humana. Y, aunque el relato de Gn 2-3 no es más que una narración inspirada, sí que el pecado es una realidad histórica y es completa responsabilidad del hombre. El autor presenta una serie de elementos antropológicos que revisten el relato de la transgresión con una gran aproximación a la realidad humana. El engaño como la forma en que la serpiente convence a Eva partiendo de la mala interpretación de las palabras de Yahvé2 (entredicho fundador); el deseo solapado de omnipotencia que se esconde en lo más profundo del ser humano que sucumbe ante la posibilidad de superación de la condición de criatura; el doble efecto a posteriori de la ingesta del fruto prohibido como la vulnerabilidad representada en la desnudez de las que son ahora conscientes Adán y Eva y que buscan de ocultar(se) y la reprensión de Yahvé sobre los tres personajes involucrados cuyos destinos quedan delimitados en virtud de sus acciones dándoles un nuevo estado a su condición. Este destino se extenderá al pueblo de Israel que reiteradas veces se desviará de los designios de Yahvé, pese a la intervención, incluso, de los profetas y los prodigios de lo que serán testigos. En atención a estos y otros elementos, los creyentes de este siglo pudiéramos advertir con mayor agudeza la presencia de la tentación en la vida cotidiana, especialmente porque el ser humano es proclive al pecado3 ya que se trata de una realidad natural en él como lo menciona en apóstol en St 1, 14-15 y Pablo los ejemplifica en Rm 7, 21-24, pero no porque sea natural, hemos de dejarnos seducir. LADARIA, Luis F. Teología del pecado original y de la gracia. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1993, pág. 57. 2 GAUDIUM ET SPES, 13. 3 RUIZ DE LA PEÑA, Juan L. El don de Dios. Antropología teológica especial. Editorial Sal Terrae, Santander, 1991, pág. 22.



















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PROFESOR: FIGUEROA, YOLBAN. ALUMNO: ARGUINZONES, ALLAN.

ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA II. CARÁCTER: CONTROL DE LECTURA.

CARACAS, 31 DE OCTUBRE DE 2022.

ARTÍCULO: “La visión cristiana de la culpabilidad humana” de Marciano Vidal. El pecado como objeto de reflexión teológica puede llegar a ser vasto si se toma en cuenta en la medida en que lo hace la antropología teológica que le reviste el tema de una connotación elevada en tanto que es un aspecto que afecta de forma neurálgica al hombre creado por Dios. No obstante, el planteamiento que hace nuestro autor, Marciano Vidal, parte desde el diálogo franco con el mundo transido por el pecado desde su origen y que de cierta manera no es capaz de reconocerse tocado por este hecho por el hecho de considerarlo un mero acontecimiento religioso que sólo afecta a los hombres de fe. Este planteamiento pastoral parte de la Revelación ya que sólo desde ella podemos contemplar las especificidades del pecado y cómo éste afecta al hombre, aunque Vidal no se detiene en los conceptos ni en los aspectos sistemáticos del tema. Lo primero que apunta el autor es la presencia del pecado en el Antiguo Testamento sin hacer, si quiera, mención de los acontecimientos del libro del Génesis (Cfr. cc. 2-3); y, aunque en la primera clase quedó claro que la expresión “pecado” no aparece propiamente dicha en este tiempo, sí se entiende éste como equivocación, ruptura o perversión de la relación del hombre con la Alianza con Dios. A diferencia de Ruiz de La Peña y Ladaria, Marciano Vidal no propone un esquema para explicar la participación protagónica de Adán como inaugurador de esta condición del hombre, pero sí ofrece una categorización partiendo de una tríada de dimensiones: religiosa, intrahistórica y comunitaria; las cuales pudiéramos correlacionar perfectamente con los aspectos que ya hemos estudiado. A saber, esta correlación sería: • La dimensión religiosa - La gracia. • La dimensión intrahistoria - La responsabilidad personal • La dimensión comunitaria - La solidaridad.

























También el autor introduce en la reflexión el tema de la fe como fuerza, lo que le da una especie de dinamismo que ha generado en el hombre ciertos movimientos internos que han repercutido en su propia historia. De ello encontramos testimonios en los profetas, en los libros sapienciales y también en la literatura neotestamentaria. A diferencia de la tradición veterotestamentaria, los evangelios sinópticos sí introducen –pudiéramos decir que Jesús lo hace– la noción de “pecado” propiamente dicho, y, en cuanto a éste, mencionan los múltiples efectos que origina en el hombre como su anidación en el corazón, la ofensa que produce en el mismísimo hombre pecador y en general en actitudes no evangélicas. En el corpus paulinum se rescata la imagen de Adán como el primer trasgresor por el cual entró el pecado en el mundo (Cfr. Rm 5,12-21) y con él, se abre nuevamente la brecha de la muerte como efecto del pecado

como lo mencionaron los profetas en el AT. Finalmente la literatura jóanica singulariza el pecado como una acción puramente diabólica en cuanto a su contraposición con la vida de gracia de la justicia original por la cual el hombre fue creado en santidad y justicia.



Ya sea el pecado original originante u originado, el caso es que es un acontecimiento que ha tergiversado la real condición del hombre creado y que se ha propagado a todos los hombres a lo largo de la historia de la humanidad

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PROFESOR: FIGUEROA, YOLBAN. ALUMNO: ARGUINZONES, ALLAN.

ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA II. CARÁCTER: CONTROL DE LECTURA.

CARACAS, 22 DE NOVIEMBRE DE 2022.

ARTÍCULO: “La teología de la Gracia según san Pablo” de Lucien Cerfaux. Llama poderosamente la atención que un concepto tan importante como lo es el de «gracia» no se halle presente en las Sagradas Escrituras desde principio a fin, amén de que la historia de la salvación se fundamenta, de alguna manera, sobre esta realidad, que, aunque no se mencione directa o indirectamente quizás porque no tiene la relevancia necesaria en sentido escriturístico, sí es cierto que Israel como pueblo escogido está marcado por la experiencia de un Dios que ha buscado por todos los medios ofrecerle la posibilidad de acabar con los padecimientos de la vida desgraciada por el pecado, y en Israel, todos los hombres que en la tradición veterotestamentaria abrazaron la fe en Jesucristo tal y como Pablo fomentó. Con esto es bueno dejar claro que no es la intención transcribir todas las citas bíblicas que expone Lucien Cerfaux. Para profundizar acerca del tema, es necesario partir de una serie de elementos presentes en el corpus paulino. El primero que podemos mencionar es ubicar la realidad del hombre frente al acontecimiento de la encarnación de Cristo Jesús como centro gravitacional de la gracia y con toda razón puesto que sólo en él tiene plenitud el hecho “agraciador” del que todos los hombres son susceptibles, en particular por la misma naturaleza de su misión. ¿Qué necesidad podría empujar a Dios a tomar la decisión de enviar a su hijo único al mundo? Pues la necesidad de que todo el género humano se salve luego de que el pecado se colara y desgraciara a todos los hombres después de Adán. Otro elemento es que la gracia introduce una nueva vida completamente diferente a la anterior condición del hombre adámico. Esta primicia de la que el sacramento del Bautismo nos muestra con más claridad viene a ser lo que al autor titula una dialéctica de muerte-resurreción. Sólo por medio de la muerte, Cristo logró vencer los poderes de este mundo para inaugurar una reino novedoso, no porque lo haya creado él con su pasión, muerte y resurrección sino que se hace novedoso para el hombre que hasta el momento no había tenido acceso a esta realidad de cercanía con Dios que lo hace reconfigurar su propia historia teniéndolo a él presente como si de una fuente inagotable de gracia fluyera de él.



















La gratuidad de Dios es un elemento fundamental en la reflexión que nos ocupa porque no cabe duda de que la gracia es un don. Porque de la misma manera en que Dios nos da a Cristo generosamente, en esa misma medida nos es dada una nueva vida en Cristo totalmente, sin discriminación de ninguna clase ni mezquindad para darse por entero para justificar a los hombres que verdaderamente tienen fe; es decir, que han aceptado esta vida nueva dejándose transformar en verdaderos “hombres nuevos” (Cfr. Ef 4,24) tal y como Cristo mismo es modelo de esta novedad particular que adelanta la configuración del reino de los cielos. La eficacia

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ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA II. CARÁCTER: CONTROL DE LECTURA.

CARACAS, 28 DE NOVIEMBRE DE 2022.

ARTÍCULO: “Gracia” de Ricardo Sanlés Olivares. Estudiar el recorrido histórico de cualquier acontecimiento, fenómeno o idea siempre supone un proceso evolutivo que naturalmente es consecutivo y a la vez concorde con las eras en que dicho objeto es estudiado. La Iglesia como institución es el mejor ejemplo de ello, pero cuando ponemos la lupa en ciertos contenidos de la fe, descubrimos que este tránsito histórico no resulta del todo fluido. El tema de la gracia comporta una dificultad teórica que evita desarrollar una reflexión sistemática lo suficientemente ordenada debido a las imprecisiones con el término que datan, incluso, del Antiguo Testamento en el que no hay presencia alguna de ningún concepto que dé cuenta de esta realidad trascendente. Y, aunque el Nuevo Testamento se acerque a una conceptualización más concreta gracias a los aportes del evangelio de Juan y la literatura paulina, no es suficiente para abarcar la totalidad del acontecimiento agraciador que toca al hombre totalmente. A esto también se le añade la problemática polisémica de la expresión que, sólo en español, tiene al rededor de quince acepciones. Ahora bien, podemos afirmar como el autor del artículo que la reflexión acerca de la gracia parte del hecho de que “Dios y el hombre no son competidores sino personas llamadas al encuentro y a la comunión”, afirmación que se da debido a las disputas planteadas principalmente por el pelagianismo y el semipelagianismo por los cuales la Iglesia se dio –y sigue dando– la tarea de dar respuestas sobre todo porque estos planteamientos teológicos dejan entrever una ruptura entre la voluntad de Dios y la voluntad del hombre, haciendo ver como que la voluntad del primero es en cuanto tal supresora de la del segundo, y no. El obispo Agustín de Hipona refutará estas tesis partiendo del hecho de que el auxilio que brinda la gracia es, en primer lugar, un don gratuito de Dios y segundo, que busca liberar la libertad del hombre esclavizada por el pecado de Adán del que todos somos herederos, y la manera en que lo logra es porque el efecto de la gracia es sustituir la delectación concupiscente por la delectación victoriosa por la que los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad.





















“Agustín hace valer la primacía de la gracia que suscita la respuesta en el hombre”, por lo que sus conclusiones de cara a la idea de Pelagio son: a) el hombre no puede salvarse solo, necesita ser salvado por Dios; b) la salvación es gracia que libera la libertad suscitando en el ser humano la atracción y el gusto por bueno y lo correcto; c) Todo es una iniciativa de Dios, y d) las nociones de libertad y gracia no se contraponen, no son antagónicas.

Con el semipelagianismo debemos mirar con buen ojo puesto que esta doctrina del siglo V aun prevalece mimetizado en el pensamiento actual, en especial porque parte de una reconciliación acomodada entre el libre albedrío del hombre por el cual puede comenzar en la fe, y la obra de Dios por la que esa fe es aumentada, peor como si esta fuera un ejemplo dado por Jesucristo particularmente hablando.

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