Story Transcript
Táboa Redonda
Domingo 27 de decembro de 2015
|
Número 15
|
@taboaredonda
2
Irmás Mitford
4
Francisco Franco
5 La saxo tenor
7
Cirque du Soleil
TOLEMIA MITFORD
As irmás Mitford viviron os acontecementos máis destacados do século XX ao carón dos seus protagonistas, fosen Hitler ou Churchill. María Piñeiro achéganos o seu misterio e o seu peculiar humor. Importante tamén foi Francisco Franco, que centra o comentario ensaístico de Javier Nogueira. Ramón Rozas salienta a loita contra o monstro a raíz da película sobre o baleeiro Essex que inspirou a Henry Melville. Nieves Neira reflexiona sobre o espazo máis reservado para ler. Quinito Mourelle interésase polo orixinal e a copia. Para Camilo Franco, o éxito do Cirque du Soleil consiste en seguir a estratexia de Walt Disney. Portorosa fala de frustracións paternas e Jaureguizar, sobre o sono que provoca o exercicio lexislativo.
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
2
por
María Piñeiro
Ovejas rojas y camisas negras «Yo soy normal, mi mujer es normal pero mis hijas son cada una más tonta que la otra», se lamentaba Lord Redesdale de su descendencia. Tenía de todo: una escritora mordaz, dos fascistas muy amigas de Hitler, una comunista que se fugó a España con el sobrino de Churchill, una devota de la vida rural y una duquesa. Lo que no tenía, cierto, es ninguna muy normal.
L
LA EXISTENCIA de las Mitford bien merece robar al historiador Eric Hobsbawn el título de su autobiografía: ‘Años interesantes: una vida en el siglo XX’. Las seis mujeres nacidas entre 1904 y 1920 hicieron de todo, les pasó de todo, lo documentaron todo y ese todo, que fue tanto, tuvo lugar en el mismo cogollo de la Historia a lo largo de un siglo doloroso y trepidante. Pese al efervescente tránsito de su vida adulta, a las huellas que estamparon junto a personajes sin los que el mundo ahora sería otro, a cómo contaron con ligereza y tronchante humor sus alegrías y tragedias en libros y cartas, lo que convierte a un no iniciado en mitfordiano perdido es su infancia: un fresco de la mejor excentricidad inglesa, a la que, para lamento de sus padres, sacaron partido editorial. Nancy, Pamela; el único chico, Tom; Diana, Unity, Jessica y Deborah eran hijos de David Mitford, segundo barón de Redesdale, un título inesperado que heredó tras la muerte de su hermano mayor. Era uno de esos aristócratas sin un duro que se sentía feliz cazando y pescando, por momentos iracundo y sin ninguna clase de pasión intelectual. Cuenta Nancy, escritora brillante y lengua viperina más brillante aún, que su padre solo había leído un libro: ‘Tess D’Uberville’. En realidad, se lo había leído su mujer en la luna de miel y él lloraba amargamente con las últimas y trágicas páginas cuando le pidió que se calmara, que solo era una historia. «¡¡¡¿¿Quieres decir que ese idiota se lo ha inventado todo??!!!», gritó a su estupefacta esposa y dejó la lectura para siempre. Pasó la infancia de sus hijas protagonizando duelos dialécticos con la mayor y dejándose hacer por las pequeñas lo que fuera que tocase. Jessica le zarandeaba la mano con la que sostenía el té para, decía, prepararlo de cara a los temblores de la vejez y Unity y ella se reían de su querencia de retirarse a su despacho a ‘cerrar’ los ojos. Convencidas de que allí tendría lugar su cierre de ojos definitivo de tanto tiempo que pasaba entregado a esa tarea, empezaron a llamar a esa estancia habitación ‘del cierre’ y lograron que hasta el servicio adoptara esa costumbre y le anunciara las visitas con un «Señor, le esperan en la habitación del cierre», lo que lo enervaba. La madre, Sydney Bowles, fue una mujer frecuentemente descrita como fría, a la que incluso se atribuye la anécdota de seguir escribiendo una carta después de que le alertaran de que una de sus hijas menores estaba subida al tejado y amenazaba con tirarse. «Pobrecilla, espero que no haga tal cosa», dijo con flema. Nancy fue la mayor y la primera en retratar las peculiares constumbres familiares en dos libros (‘A la caza del amor’ y ‘Amor en clima frío’, Libros del Asteroide) que son sus mejores novelas y ejemplos virtuosos de autoficción. Sentía verdadera aversión hacia la posibilidad
Diana Mitford se casó con el líder de los ‘camisas negras’ británicos en una ceremonia celebrada en casa de Goebbels y con Hitler como invitado de aburrir al lector o a su interlocutor, algo que consiguió evitar en sus libros y en la vida. Pese a la máscara de frivolidad y ligereza, era una romántica empedernida y poco espabilada en los asuntos del corazón. Durante cinco años estuvo loca por un amigo de su hermano empeñándose en ignorar que era homosexual aunque el propio Tom le advirtió de que había tenido un escarceo con él en Oxford. Cuando se convenció, se casó con Peter Rodd, del que tenía claro que le gustaban las mujeres; prácticamente todas. Era alcohólico y un pesado que se las daba de entendido universal. Las hermanas menores de Nancy se tronchaban por su coletilla: «Sí, ya sé, ya sé... como soy abogado», «Sí, ya sé, ya sé... como soy cazador» y juran que llegó a decir, arrastrado por el entusiasmo de lucirse, «Sí, ya sé, ya sé... como soy el Papa». Acabó divorciándose y, tras ‘A la caza del amor’ se trasladó a vivir a París. Vivió permanentemente enamorada y pendiente de Gaston Palewski, la mano derecha de De Gaulle, que sintió por ella un interés muy irregular. Nancy era especialmente malvada con su hermana Pamela, a la que la polio infantil dejó una levísima cojera y un carácter tranquilo, una rareza en esa familia. Capaz de asociar cada lugar que había visitado con el menú que le habían servido, era la única interesada por asuntos domésticos. Diana fue, desde su mismo nacimiento, una belleza de esas de retener el aliento en su presencia. Se casó jovencísima con el millonario Peter Guinness y se dedicó al ‘dolce far niente’: fiestas de disfraces, viajes y remodelaciones de
casas, h a s t a que conoció a Oswald Mosley, fundador de la Unión Británica de Fascistas, los ‘camisas negras’, del que se enamoró sin medida. Dejó a su marido y se hizo amante de Mosley —también casado— para dolor de sus padres y escándalo de todo el Reino Unido. Con el tiempo, se divorció y se casó con Mosley en una ceremonia celebrada en casa de Goebbels y con Hitler como invitado. Conoció al Fürher gracias a su hermana menor Unity, que, como tantos otros ingleses de entreguerras, estaba seducida por el nazismo. La joven convenció a sus padres de que la dejaran ir a Munich a estudiar alemán y empezó a acosar a Hitler con un comportamiento que tenía mucho de fan arrebatada de grupo pop. Hacía guardia en el restaurante al que iba a comer y, a su paso, como las señoritas dejaban caer su pañuelo, ella arrojaba un libro al suelo. Finalmente, el Fürher pidió que se la presentaran y se hicieron amigos. La prensa llegó a decir que habían tenido un hijo aunque los biógrafos mitfordianos creen que su relación fue puramente platónica y que ella murió virgen. Unity debió ser la única que nunca creyó que Inglaterra y Alemania entrarían en guerra. Cuando se declaró, usó una pistola que Hitler
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
3
nobles y rebeldes
Jessica Mitford
Editorial Libros del Asteroide Páginas 318 Precio 13,99 €
le había regalado para pegarse un tiro, del que milagrosamente sobrevivió. Jessica pasó la guerra en Estados Unidos. Comunista convencida, se reconocía como la ‘oveja roja’ de la familia. Era uña y carne con Unity y con ella compartía una habitación con la mitad de las paredes cubiertas con esvásticas y la otra mitad, con hoces y martillos. Con 19 años huyó a España para trabajar por la República, con su primo Esmond Romilly, sobrino rojo de Churchill, con el que acabó casándose. Poco antes de la guerra embarcaron para
América. Romilly volvió después de la declaración de guerra para combatir como piloto en Europa, donde murió. Jessica se quedó a vivir en Estados Unidos, donde se afilió al Partido Comunista, fue perseguida en la ‘caza de brujas’ de McCarthy y se hizo periodista. Su primer libro ‘The american way of death’ sacudió tan profundamente a la industria funeraria, a los que acusaba de endosar a los dolidos familiares gastos inflados e innecesarios, que incluso cuando Kennedy fue asesinado, su hermano eligió para enterrarlo el modelo más barato de ataud, impresionado con el contenido del libro. Deborah, la menor de las hermanas, duque-
sa de Devonshire, fue el centro de comunicaciones de la familia en los últimos años, cuando siempre había un sector que no se hablaba con el otro. Las Mitford llenaron los periódicos de disparatadas historias en vida, cuando las señoritas solo debían aparecer en ellos por tres motivos: su nacimiento, su matrimonio y su muerte. Su madre les decía, apesadumbrada: «Hijas mías, cuando leo en un titular ‘la hija de un miembro de la Cámara de los Lores’ ya sé que hablan de alguna de vosotras». Ahora llenan las bibliotecas de las más exprimidas y alocadas biografías y de recopilaciones epistolares burbujeantes. En ellas, siempre hay humor, siempre hay la suficiente distancia como para hacer bromas plenas y sin corrección política y, quien sabe cómo lo hacen, siempre resultan apasionantes, aunque hablen de la cría de gallinas o del virtuosismo de Hitler imitando a Mussolini. Empezar a tirar del hilito de uno de sus libros es enmarañarse para siempre en la madeja de unas mujeres de las que se atesoran anécdotas como se aprenden aforismos chinos. Se lo aseguro, son de aplicación universal: siempre tendrán una para cada circunstancia.
La autobiografía de Jessica Mitford se centra en su alocada infancia y en su juventud, en los años compartidos con su primer marido, Esmond Romilly, con el que pulió sus convicciones comunistas, trabajadas desde la niñez. Ayuda a hacerse una idea de las excentricidades de la familia y también de las dolorosas rupturas que acaban provocando las diferencias ideológicas. Está considerado por algunos biógrafos una obra injusta con Lord y Lady Redesdale: ni ellos fueron tan ajenos a las inquietudes de su sexta hija, ni ella fue tan infeliz en su infancia, pero nadie le resta méritos. Es una lectura apasionante de una vida exprimidísima.
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
4
Javier Nogueira
O camiño trillado
a
O MELLOR non lles gusta o meu traballo como crítico. Hai tempo co teño asumido e non é algo que me moleste. Pode que prefiran outras seleccións ou que o estilo lles pareza barroco de máis. Pero non poderán negar que son un hermeneuta xentil e isto por unha razón: trato de evitarlles críticas de actualidade, eses eventos consuetudinarios que nos últimos tempos resultan bastante atafegantes. Hai pouco máis dun mes que se celebrou o cuadraxésimo cabodano do pasamento de Francisco Franco. A ocasión deu para as tradicionais polémicas e para comprobar que o réxime sobrevive a pesares da democracia. Está vivo porque os españois somos incapaces sequera de escribir a nosa propia historia. Aínda estou agardando a que unha editorial da pel de toro decida traducir ‘Endgame for Eta: elusive peace in the Basque Country’, de Teresa Whitfield. O libro foi publicado no Reino Unido por unha editorial practicamente clandestina: Oxford University Press. Outra proba disto é o feito de que as mellores biografías dos principais personaxes do século XX en España sexan obra de hispanistas —con algunha recente e honrosa excepción como Negrín e Moradiellos— e que as tentativas do país teñan sido saudadas con enorme polémica. Máis de vinte anos despois da súa publicación, a biografía de Francisco Franco escrita por Paul Preston mantense nun altar do que será practicamente imposíbel derrubala. A editorial Debate, tirando proveito da efeméride, reedítaa con dous engadidos de grande valor. O primeiro, unha reflexión sobre os distintos enfoques das biografías do ditador e a pegada dos mitos
franquistas na nosa sociedade hoxe en día; o segundo, un breve análise sobre un aspecto pouco estudiado ata o momento: o antisemitismo de Franco, abrandado só polo feito evidente de que poucos membros do pobo escollido quedaban en España cando desatou a violencia contra o réxime legalmente constituído da República. Nun breve prólogo escúsase o autor doutras dúas fallas, xa sinaladas en anteriores edicións da obra. A atención a traxectoria persoal do militar e as evidentes limitacións de espazo —a realidade é que para estudar unha figura tan complexa sería preciso unha serie como a que levou a cabo Luis Suárez, só que sen o fedor ultradereitista do haxiógrafo— supuxeron que dous aspectos quedasen fóra do seu alcance: a represión e a corrupción. Poucas veces dúas carencias foron tan prolíficas para a cultura española. A primeira deu orixe a ‘El Holocausto español’, convertido en clásico instantáneo sobre a morte na Guerra Civil; Preston prometeu abordar a segunda no seu próximo libro: unha historia do século XX español a través da corrupción política. O que non aclarou o hispanista de Merseyside é se precisaremos algún medio de transporte para sacar tal volume das librarías correspondentes. A narración da historia de Franco nestes momentos non é máis ca un camiño trillado. Moitos pasaron por el e xa hai un consenso do que só fuxe a ultradereita, protexida polas leis
Os libros do retrete por
NIEVES NEIRA
A linguaxe é abstracción. O retrete tamén. Por iso, a miña amiga Cris abstráese nel cando non pode máis na casa.
L
UGAR silencioso’, en alemán, tamén significa, de xeito eufemísitico, ‘retrete’. Así se titula o último libro de Peter Handke: ‘Ensaio sobre o lugar silencioso’. Handke fala dos retretes, dos retretes que lle serviron como refuxio dende aquel no que se agochou durante horas na primeira noite no internado. A función dese lugar silencioso é, paradoxalmente, para Handke, a de recuperar a fala, a fala que se perde cando a palabra non se pode compartir cos outros, cando a nosa relación co entorno enmudece. A linguaxe é abstracción. O retrete tamén. Por iso a miña amiga Cris abstráese nel cando
FRANCO. cAUDILLO DE ESPAÑA
Paul Preston
Editorial Debate Páxinas 1.088 Prezo 32,90 €
non pode máis na casa. Cando non pode máis ser para os outros. Coma moitas outras mulleres e homes que coñezo. Coma eu mesma. «Sou um poeta macho/ tenho um gabinete/ Sou uma poetisa fêmea/ escrevo no retrete», escribe a poeta Adília Lopes. Silencio. Retrete. Abstracción. Linguaxe. Sempre lembrei ese pensamento do protagonista de ‘O estranxeiro’, de Camus, que despois de entrar no cárcere pensa que un día, un só día da vida é tan infindo que sería suficiente para recrearse nel entre muros, sen que se esgotara. A limitación do espazo está relacionada neste caso coa infinitude do pensamento, coa capacidade de ensoño. Chámanos o baleiro, coma se fose posible parar o tempo, como se a vida fose de máis ou de menos para nós, e porque, como pensaba un dos poetas de Pessoa, Alberto Caeiro, «faltame a simplicidade divina de ser todo eu o meu exterior». O home é o único asceta da vida, dicía Max Scheler. Ou o contrario. Non coincidimos exactamente co noso corpo. No seu último ensaio, ‘Eros. Poética do de-
de punto final da Transición. Pero esta non deixa de ser a perspectiva do intelectual, tanto escritor como lector. As novas xeracións —evitemos o escarnio e maldizer— teñen no mellor dos casos a imaxe dun ancián impotente —por cada documental ou libro sobre os anos corenta pode haber ducias sobre os setenta— e no peor... ningún coñecemento da ditadura. Por iso a obra de Paul Preston, alomenos en fragmentos, debería ser lectura obrigada nas escolas españolas. O mesmo autor afirma que hai aspectos do personaxe que caen nas sombras pola súa personalidade, mais todos aqueles que poden recibir luz, recíbena. Vemos a un Francisco Franco de ascenso meteórico nun exército no que aprendeu a crueldade, os seus triunfos na dobre fronte da Guerra Civil (purga de republicanos e posíbeis rivais), o período fascista máis auténtico e o interesado xiro cara o bloque anticomunista coa inestimábel axuda da desmemoria estadounidense. E por todas partes a dolorosa realidade: un ditador á medida dun país, inculto e arteiro pero cunha capacidade de supervivencia política asombrosa.
sexo’, Anne Carson persigue a idea de Eros a través da poesía occidental, sobre todo no seu nacemento, coa poesía grega. Para cazar a Eros, ten que falar do alfabeto grego. Da abstracción que supuxo, por primeira vez na historia, dividir as unidades de son en vocais e consoantes; crear un ‘t’ ou ‘k’ dende calquera cousa que poda escoitar o oído, e combinar iso, impronunciable por si mesmo, coas vocais. E tamén ten que falar da transformación que supuxo para o corpo a lectura e a escritura, dese esforzo concentrado na vista que resta espazo aos outros sentidos, e polo tanto, que resta espazo ao mundo que se percibe a través deles, gañando espazo a interioridade. Que ten que ver isto con Eros? Anne Carson fala dese Eros que, no seu debrocarse cara o outro, non fai senón amosar os lindes do eu; na súa afasia perante o ser amado, volve a si para recuperar a fala. Ese Eros, fillo de Penia (pobreza) e Poros (abundancia), que volve ao lugar da ausencia, para dende aí, de novo, buscar outra fala. Ao apuntar cara o outro, a frecha do amante
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
5
por
Ramón Rozas
Por alí resopra! Cada certo tempo a historia do ataque dunha balea branca ao Essex, o feito que inspirou a escrita de ‘Moby Dick’, xorde das augas para volvernos a enfrontar a un relato cheo de épica e sentimento. Desta volta un filme e un libro pescudan nese relato mítico.
N
ANTUCKET era, a comezos do século XIX, a capital mundial da caza de baleas. Unha illa, poderosa economicamente, situada a 24 millas da costa do sur de Nova Inglaterra cunha gran actividade baseada na necesidade das novas cidades de alumear as súas rúas. A graxa das baleas, e especialmente a dos cachalotes, coñecida como ‘espermaceti’, era moi demandada pola súa calidade como combustible para manter acesos eses farois. Pero Nantucket tamén foi o porto do Essex, o barco que naufragou atacado por un cachalote de cor branca, un exemplar mítico que levou ao escritor Herman Melville a escribir un deses relatos lexendarios na historia da literatura. Unha das grandes novelas do século XIX tomou o nome de ‘Moby Dick’ para narrar a loita do home contra a natureza, a vinganza do ser humano, pero tamén o desafío establecido por un novo tempo e un novo mundo. Dende entón o Essex coñeceuse como o Pequod, debido ao éxito da novela de Melville, un éxito renovado cada certo tempo coas novas edicións da novela, moitas delas ilustradas, a estrea de películas, ou a publicación de estudos ou revistas arredor daqueles feitos. Neste final de ano volvémenos a atopar con novas miradas arredor do que aconteceu co Essex, dende a literatura e o cinema. A publicación pola editorial Seix Barral da novela‘En el corazón del mar’, escrita por Nathaniel Philbrick, e a súa recente estrea como película co mesmo título a cargo do prestixioso Ron Howard, ponnos ante o complemento perfecto para os que amamos o relato de Melville como un territorio de aventuras cheo de fascinantes capítulos e que tamén ten outro momento cume no cinema coa adaptación feita por John Houston en 1956 inesqueciblemente interpretada por Gre-
volve a si, e o conduce ao lugar silencioso. A poesía faise no retrete, nese lugar de abstracción, que tanto ten que ver coa linguaxe. Por algo os retretes de medio mundo están escritos. Por algo hai tantos corazóns pintados nos retretes. Nese espazo de silencio cun mesmo, prepárase o encontro. «O ser que se agocha, o ser que se centra na súa concha, prepara unha saída», di Bachelard, na súa ‘Poética do espazo’. Handke reivindica esos lugares, esas conchas, e faino hoxe, nunha sociedade do hipercontacto e a hiperexposición, que torna febles os muros dos retretes. En ‘A agonía do Eros’, Byung Chul Han resalta o carácter atópico do amor. «O outro, que eu desexo e me fascina, carece de lugar». E precisamente por iso esta sociedade cada vez o tolera menos, o posibilita menos: ao carecer de lugar, o Eros non é asible, consumible. Ese consumo priva da distancia necesaria para que o outro sexa outro, esa distancia que para Byung-Chul Han constitúe «a condición da posibilidade de alteridade». Ese aparente achegamento ao outro,
gory Peck. As revisión feita nestes últimos tempos aporta novas achegas respecto ao relato de Melville centrado na loita casi enfermiza do Capitán Ahab para dar caza a ese animal que o deixara mutilado nun encontro anterior. O texto de Nathaniel Philbrick engade unha segunda novela, a historia dos sobreviventes do naufraxio, á deriva nas pequenas barcas necesarias para a caza dos cachalotes ao longo de moitos días nos que chegaron a acontecer actos de canibalismo para acadar a sobrevivencia. Este texto xorde directamente das narracións escritas por dous sobreviventes, especialmente a do grumete, Thomas Nickerson, perdida durante moitos anos, tantos, que só se soubo dela en 1960, e non chegou a ser publicada ata 1984, e tamén do primeiro oficial Owen Chase. A novela ‘En el corazón del mar’ amósase como un extraordinario relato, no que o seu autor artella un texto entre o xornalístico e o puramente novelístico, no que se conta como era a vida desa cidade de Nantucket, os intereses económicos, pero tamén como era a navegación naqueles barcos, o avistamento das baleas ao berro de «Por alí resopra!», as mano-
cada vez por máis medios, produciría entón máis afastamento, pois privaría da soidade precisa para o encontro, do camiño que se fai na distancia, do soño creativo do amor producido pola distancia e polos muros dos lugares silenciosos. É preciso soñar para tocar, como suxire Novoneyra: «Amar. ¿I el para amar/ fora preciso amarte/ nin preciso soñar/ ate onde un foi soñarte?». ‘Muller pra lonxe’ titúlase precisamente o libro que recolle a súa poesía amorosa, coma se a distancia crease o tempo, e o tempo o amor. Pero o amor, «na medida en que hoxe non significa senón necesidade, satisfacción e pracer, é incompatible coa subtracción e a demora do outro», di Byung Chul; esa subtracción e demora que posibilitan os lugares silenciosos. A parede
bras para darlles caza, a relación cos familiares dos que se afastaban durante varios anos… en definitiva, que ademais do puramente aventureiro hai moito tamén de comprensión dun tempo e dunhas persoas adicadas a unha actividade chea de dureza e sacrificios. Este libro, gañador do prestixioso National Book Award, era unha ocasión que o director Ron Howard no podía deixar escapar. El, que dirixira outra epopea americana, como foi a viaxe do ‘Apolo XIII’ (1995), ou unha visión sobre o caso Watergate en ‘Frost/Nixon’ (2008), tiña enfronte a gran historia da navegación americana cun texto cheo de buratos polos que poder amosar un deses capítulos que alicerzan unha nación a través do espíritu de conquista e o risco do ser humano. A película é moi respectuosa co libro e arrinca coa chegada a Nantuteck de Herman Melville na procura dunha historia da que oiu falar. A historia dun cachalote que ataca aos barcos na defensa dos seus conxéneres, amosando unha intelixencia engadida a unha forza descomunal, pero o que se vai a atopar é un reto, o de ser quen de explorar os seus propios límites como escritor á hora de narrar unha historia. A historia do Essex.
dun bar do Courel, ao que tamén me retirei nalgunha ocasión. Tiña unha xanela dende a que se vía o monte da Pinza. Nel entraba do retrete é unha fronteira, coma unha segunda o balbordo dos homes comendo. pel dende a que podemos dar un paso atrás, pre- Del saía a miña visión despedida sentir a pel do outro, dar un paso adiante. pola xanela, nesa privilexiada viAo ler a Peter Handke e o seu ensaio sobre o sión. Dende ese baño, eu aprendín lugar silencioso, véuseme á mente aquel baño tamén a amar unha montaña.
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
6
por Quinito Mourelle
Trompos y estrictina
n
O TENGO por costumbre reproducir máximas, por la sencilla razón de que, dependiendo del contexto, pueden convertirse en mínimas, pero hoy me gustaría encabezar esta perorata regalándoles una paráfrasis o variación de una que acuñó Jean Cocteau: «La estupidez es la única moda que no pasa de moda». La variación, como género y ejercicio intelectual, consiste en desarrollar un juego de imitación y transformación de un material preexistente. Los compositores de antaño —y excluimos aquí las variaciones sobre temas propios, como es el caso de las ‘Variaciones Goldberg’, de Bach— tenían la sana costumbre de citar al autor original a la hora de interpretar, publicar o legar sus obras a la posteridad. Nadie les hubiese permitido haberse apropiado de la creación ajena, ya fuese en una variación o en otro tipo de cita musical, sin indicarlo. ¿Qué pensaríamos de Charles Gounod si nos hubiese intentado colar su ‘Ave Maria’ como gesta original, cuando tan sólo se limitó a componer una melodía para que encajase sobre el primer preludio de ‘El clave bien temperado’, de Bach? En el siglo I antes de Cristo, Dioniso de Halicarnaso tomaba partido por el aticismo, en contraposición al asianismo, en su ensayo de crítica literaria titulado ‘La imitación’. La corriente por la que abogaba pretendía emular los logros de los prosistas de centurias anteriores, mientras que la segunda había prorrumpido en la escena literaria con aires revolucionarios. En su defensa de la imitación de los clásicos como receta para justificar lo que en castella-
no hemos resumido con el refrán «de lo que se come se cría», el bueno de Dionisio contaba la fábula de un campesino muy feo que temía que su descendencia heredase sus facciones y, para evitarlo, había obligado a su mujer a observar reiteradamente estatuas de hombres bellos, consiguiendo así finalmente procrear criaturas hermosas. El sesudo ensayista nunca supo dar explicación cabal, en cambio, a la actitud de su sobrino, quien madrugaba para ir a hacer trompos con su automóvil en la explanada de un centro comercial. Quizá también estuviese imitando algún romance de amor cortés la esposa del compositor Johann Kaspar Mertz cuando le suministró a su marido una dosis elevadísima de estricnina con el fin de acelerar el tratamiento de su enfermedad, pensando acaso que ventilarse el frasco entero de una sola vez resultaría más expeditivo que dosificarlo en múltiples tomas. Por muy maliciosos que queramos ser, aquel incidente que casi lleva a la tumba al compositor del maravilloso ‘Lied
{El vicio solitario}
La saxo soprano por
Portorosa
«Hay un tipo de personas que cuando se levantan con sueño pueden recordarse a sí mismas lo que han conseguido, lo que tienen»
l
LEGA UN momento, conforme va pasando el tiempo y un súbito aumento de metas alcanzadas parece cada vez menos probable, en que la medida de las miras de alguien viene dada por la cantidad y calidad de sus frustraciones. Supongo que hay quien no tiene problemas para medir su éxito por sus logros. Que hay un tipo de personas —llamémoslas triunfadoras, todo el mundo lo hace— que cuando se levantan con sueño pueden recordarse a sí mismas lo que han conseguido, lo que tienen, lo que son y lo mucho que las admiran. Otras, en cambio, aunque el tener cubiertos los escalones bajos de
Originalidad e imitación rivalizan desde tiempos añejos por constituir el dogma a seguir por crítica y público. Artistas de cualquier disciplina y época pueden alinearse en una u otra de esas dos facciones, pero ¿qué significado y alcance tienen hoy?
la pirámide de Marslow les permite plantearse estas cosas, logros, logros de ese tipo, de los que a uno le gustaría poder contar en un encuentro con antiguos compañeros de estudios —¿qué tal?, ¿cómo te ha ido durante todo este tiempo?— o en esporádicas reuniones familiares donde las comparaciones comienzan al aparcar, han llegado a ver pocos. Luego está el resto, claro, los que no están para tonterías; a los que ya les gustaría poder sentirse frustrados, por ejemplo, porque el trabajo no les llena. Yo soy del grupo intermedio: me puedo permitir tener frustraciones, y además valen bastante la pena y las tengo de todo tipo. Y aun encima me gusta hablar de ellas. Una de las cosas que no hago, y querría, es tocar un instrumento. Mis dos hijos, en cambio, estudian en el conservatorio. ¿Cómo? ¿Que yo…? ¡Ah, no! ¿Hijos compensando las insatisfacciones de los padres? Se equivocan. ¡Lo mío es distinto, no es lo que parece! Esto fue casualidad, salió de ellos… El caso es que aprenden música, y ya son capaces de hablar de cosas que no entiendo.
ohne Worte’, tan sólo fue la torpeza de una abnegada esposa, pianista y poco espabilada para la farmacia, entre otras señas. El debate entre la originalidad y la imitación alimenta el desarrollo de las Artes desde que el hombre presume de sapiens, aunque hoy día parece obsoleto. Hemos convenido que, una vez asimiladas las vanguardias y reconocido el valor de todos los creadores geniales que han visitado nuestro plantea, una obra original es siempre superior a la que imita unos cánones preestablecidos. Convencidos de esa premisa, el problema estriba en la actualidad en que, cegados por el aborregamiento, consideramos original lo que no es más que una imitación, a menudo mal trazada, o incluso un plagio deshonroso y descarado. Si la suerte de imitación que propugnaba Dionisio de Halicarnaso, como «acto de reproducir el modelo conforme a las reglas», no favorecía ni el avance ni la conquista de nuevas latitudes, al menos sí pretendía perpetuar la belleza alcanzada por algunos de sus más insignes predecesores. Se imitaba a Homero por su excelencia y no por otra cosa. Ahora, por el contrario, aquel que no tiene un discurso personal que ofrecer, aquel que busca desesperadamente en los demás el hilo de su creatividad, ya no encuentra la solución a su impotencia en la imitación del modelo que brilla por su perfección, sino en la del que lo hace por su éxito, independientemente de la calidad. Ese es el gato por liebre que surte nuestras despensas. Desconozco cómo serían los centros comerciales antes de Cristo, pero la imagen del nieto de Dionisio afanado a primera hora de la mañana en girar sobre sí mismo podría ser la metáfora del atolladero en que se halla la cultura. Por esa razón la estupidez me parece la excepción a la regla observada por Cocteau.
Como las que oigo durante las numerosas horas que me paso cada semana en el vestíbulo del Xan Viaño de Ferrol. Les aseguro, bromas aparte, que siempre pensé encontrarme un sitio lleno de niños obligados, hijos de, en fin, frustrados como yo; razón por la que nunca lo propuse e incluso con mi hija mayor hice de abogado del diablo. Pero nada más lejos de la realidad: niños y adolescentes normales y corrientes llenan los pasillos charlando, tonteando, alborotando, cotilleando y discutiendo con interés si era un dos por cuatro o un seis por ocho. La semana pasada, en nuestro flamante auditorio municipal —cada tarde me maravilla el bloque verde de pizarra recortado contra el cielo—, entre otras cosas escuché a mi hija tocar con la banda. Y, a pesar de haberla visto en muchas audiciones, fue impresionante: ya parecen de verdad. Paula toca el saxo, pero al ser un soprano estaba con los clarinetes, sentada a la izquierda, de negro, levantando de vez en cuando la vista del atril hacia el director. Pasmoso. Y todo un logro. Suyo.
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
7
{Fatiga ocular} por Camilo
Franco
Walt Disney traballando nun circo Aforro e animais son dúas cousas que non se encontran no Cirque du Soleil. Nin moito do espírito do vello circo e non se pode dicir que sexa para mal. O Circo do Sol chega por Nadal a Galicia e pode deixar esa confusión de non saber se é o circo o que se repite ou son as festas as que sempre son iguais.
M
EU PAI estaba a favor do aforro e en contra do circo. Non eran as súas únicas manías. Tiña un catálogo completo ata o punto de que máis que estudar EXB, pasei a infancia memorizando os seus hábitos como un opositor memoriza a constitución española: sabendo que todo é inútil e que algún día haberá que cambiala. A favor do aforro e en contra do circo. Había unha conexión entre as dúas cousas porque os circos pasaban por Ourense e nós nunca. Meu pai dicía unha e outra vez diante dos carteis con tigres brancos, focas negras e pallasos moi maquillados: circos, visto un, vistos todos. A sentenza era francamente lóxica no seu caso. Pero eu non fora nunca a un circo. Os anos pasan e o circo cambiou moito máis do que din que cambiou Galicia. Desapareceron as feras, foron desaparecendo as carpas, incluso desapareceron os solares baleiros do centro das cidades nos que se instalaba o circo. Tiveron que emigrar ao extrarradio e isto, en calquera cidade, é síntoma de fracaso agás para os centros comerciais. O circo perdeu o carácter sentimental e os seus artistas foron buscando abeiro nos teatros, nas casas de cultura ou na animación de rúa con gorra, e tiveron que ir afacéndose ao que os novos espazos requirían. Unha pista pide espectáculo e un teatro pide argumentos. Así que por unha banda os circos que quedaron tiñan que facerse máis espectaculares (aínda que non o sexan) e os artistas de circo buscaron historias nas que ir encadrando os malabares, as acrobacias, os trapecios. Sen cortarse: desde a comedia ata a danza contemporánea. Polo medio da historia naceu o Cirque du Soleil como nacen todas esas cousas que teñen un resto do hippismo. Naceu quizais para rescatar os valores sentimentais do circo, esa idea destinada a que os rapaces pensen que as pistas con osos son un territorio mítico, de fantasía. Os mesmos rapaces que poden matar 100 osos por
hora non ben poñen ‘Far cry 4’ na consola. Non é cousa do circo, pero a sentimentalidade cambiou moito máis do que din que cambiou Galicia nos últimos. En consecuencia, o circo converteuse nun espectáculo cada vez máis familiar e a onde cada vez os pais levan nenos máis cativos. Porque a fantasía dos que van no camiño da adolescencia xa non xoga con animais, nin con acróbatas chineses. Digamos que antes de antes o circo estimulaba certa ilusión de exotismo, de cousas inusuais, algo que era case o contrario ao de todos os días. Pero o que é de a diario agora está marcado pola televisión. Por exemplo: se alguén mira con frecuencia a segunda cadea de TVE coñecerá moito mellor o Serengeti que a Terra Chá. A non ser que sexa chareigo e aínda así. As feras son como de andar por casa. Tamén cambiou moito o asombro diante das cousas difíciles. Facer malabares ou tragar sables era un asunto que parecía imposible. O territorio dos imposibles están agora noutro lado. Na supervivencia tamén. O Nadal converteuse nun tempo circense. Chegan a Galicia eses circos que son un pouco de circo de fondo, un musical non sempre disimulado, moitos efectos visuais e toda unha maquinaria escénica que tenta facer máis grande o espectáculo mentres empequenece aos artistas. Son circos para toda a familia, porque a familia é o gran mercado para os espectáculos grandes. Están baseados nunha idea da fantasía que consiste en sorprender ao público aínda que sai-
ba exactamente que vai ver. Parece un costume que o Circo do Sol chegue a Galicia no tempo do turrón. É un circo familiar nunha época de consumo familiar. Son contas que cadran. É un circo colorido, con elencos inmensos e con un operativo que igual valía para unha superbanda de rock, desas que tamén chama cada vez máis por levar público familiar aos seus concertos: varias xeracións e todo iso. É un circo baseado na precisión ximnástica dos números, na sucesión continuada de acrobacias e en darlle ao espectador todo a un tamaño que xustifique a inversión. A precisión con que traballan pode chegar a resultar asombrosa, pero queda algo no empaquetado que quizais non empate de todo co espírito, ni co navideño nin co do circo. Se Walt Disney ou o seus herdeiros fixeran circo, farían o Circo do Sol. Todo medido, todo correcto. Todo animado na súa xusta medida. Creo que o mundo do entretemento aínda non calculou canto ten influído Walt Disney sobre os públicos e sobre os xéneros. Foi Disney quen inventou este concepto do público familiar e tamén foi quen lle deu dimensión moral. Estableceu que procedía e que non para ese público. Todo atado moi curto. Tamén parece que Disney inventara o Nadal como inventou un xénero de películas propias das dúas semanas estas. Digamos que inventou un sector de público e aí está todo o mundo competindo por meterse nel. Desde U2 ao Circo de Nadal. Meu pai estaba a favor do aforro e en contra do circo. E cando miro a cartelería e as billeteiras do Cirque du Soleil arrepíntome algo de terlle reprochado esa manía.
Táboa Redonda Domingo 27 de decembro de 2015 elpRogreso
8
por
Santiago Jaureguizar
O Ano Próspero de Jesús Pérez Varela
m
IGUEL ANXO Fernán Vello está na Semana Fantástica. A investigadora Teresa Seara presentou unha tese sobre a súa obra a uns días de ter gañado o premio Afundación. Pero Fernán Vello ten a singular rutina de gañar cartos e prestixio coa poesía. O luns pasado, cando o Congreso dos Deputados se transformou no Avispeiro dos Balcáns, chameino para felicitalo porque fora elexido polo terzo provincial de Lugo. Teño moitas dúbidas de que sexa o mellor destino para un escritor. A oratoria parlamentaria española envilece o estilo literario por ser elemental nos contidos e inzada de anglicismos torpes na forma. Entendo que Miguel Anxo aceptou que o único que os únicos que cambiaron o mundo cun libro foron Xesucristo —aínda que soamente o protagonizaba— e Karl Marx. Así que accedeu ao Bundestag de Guadalix de la Sierra que temos para mudar unha porción de mundo coa actividade lexislativa. Recomendaríalle ver a serie ‘House of cards’, co retranqueiro Kevin Spacey facendo de congresista norteamericano, para que reparase en que a política é un escenario inmutado polo que van pasando actores e actores, e no que soamente permanecen os encargados da tramoia. Supoño que, cando pase un tempo, sentirase como «un animal sin instinto», como define Sánchez Ferlosio aos escritores que senten o advento da res pública e as dieta parlamentaria. Cando menos, en Madrid, o noso congresista alternará museos e concertos; aínda que se escandalizará como eu pola cesión do Real para ‘Dido e Eneas, a hipster tale’. Aínda non comprendín que vella débeda de sangue ten a estirpe do compositor Henry Purcell (1659- 1695), con Rafael Villalobos para que convirta á raíña de Cartago Dido nunha usuaria indiscriminada do termo ‘cuqui’ e o heroe troiano Eneas nun rapaz que se pasea coa barba ao vento ridículo da bicicleta. Unha vez sobreposto da impresión, houben
de superar o temor que me impón Fernán Vello cando se trata de felicitalo. No Nadal de 2004, sendo Jesús Pérez Varela prefecto na Consellería de Cultura, ocorreouseme a humorada de felicitar coa mensaxe: «Que Pérez Varela nos traia un Ano Próspero». Ao director de Espiral Maior non lle fixo chiste e chamoume para explicarmo. A broma sería impertinente, pero non lle pertencía a ira. Mandara o mesmo texto a outros 49 escritores e editores. Aínda así, telefoneino o día postelectoral para desexarlle ventura, pero un voceiro seu explicoume que estaba botando a sesta para recompoñer o corpo tras a longa noite de pedra das enquisas andorranas e israelitas. Agradecín a Fernán Vello o detalle de que vaia ao Congreso coa sesta durmida da casa. Todo un xesto da nova política. Disgustaríame que lle acontecese como a Camilo José Cela. Na toma de posesión como senador ergueuse no escano para manifestar: «Presidentes, senatrices y senadores. Me van a sobrar ocho minutos, que les regalo a ustedes». Sentou cruzou os brazos, apoiu a cabeza e botouse a durmir. O tamén senador e sacerdote Lluís María Xirinacs espertouno dous anos máis tarde, mediada a lexislatura. «Estaba usted dormido, señor Cela». «No, mosén, estaba durmiendo. No es lo mismo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo». O domingo acompañei o meu cativo, que estaba excitadísimo pola ilusión, ao cine para ver ‘El despertar de la fuerza’. O título deulle campo aberto para criticarme por administrar as dúas horas de proxección entre
Un ano ocorréuseme felicitar as festas cunha broma que non todos os receptores entenderon. Neste Nadal procurarei ser máis discreto e limitarme ás fórmulas manidas
soneca e soneca. Sen pixama nin ouriñal. O director, J. J. Abrams, cometeu a crueldade de encargar a Harrison Ford pegar tiros con 73 anos. O contrabadista fascinante da película de 1977 queda rebaixado a un animal sen instinto nesta. T. S. Elliot impúxonos a carga moral de que «a nosa responsabilidade empeza nos soños», pero, cada vez que espertaba, atopaba na pantalla un corredor longuísimo e padecía pensando no espazo de nave desperdiciado, co ben que o aproveitaría a miña muller para unha sala de estar. Pero ‘Star Wars’ non é unha película sobre deseño de interiores, senón unha crónica de loita polo poder entre os malos e os aburridos. Kevin Spacey relaciona en ‘House of cards’ as inmobiliarias coa política. «O teu valor é como o dun piso: non depen de do contido, senón de onde esteas situado», afirma. Fernán Vello ten un contido valioso en talento e cultura, pero desconfío de que a política sexa ámbito para que a sociedade aproveite a súa capacidade. Non dubido de que o noso deputado vai esforzarse, á diferenza do que fixo Cela. O escritor de Padrón horrorizouse ao comprobar que a actividade como senador entorpecíalle a sesta «de pijama, padrenuestro y orinal». O meu tío Santiago, que cargaba con 120 kilogramos de peso nun físico celiano, levaba a mesma rutina. O rezo éralle importante; de feito, tiña moitos amigos sacerdotes. O seu funeral provócame envexa porque foi oficiado en latín por once curas que cantaron o ‘Kyrie eleison’ de xeito glorioso. Eu, a maiores, quero uns músicos interpretando a tambor e trompeta ‘Música para o funeral da raíña Mary’, de Henry Purcell,que soou en 1695, cando un séquito conducía o cadáver real á abadía de Westminster. Soamente teño dous atrancos. Non son carlista e firmemente crente como o meu tío, e non dou evitado lembrar que esa composición de Purcell acompaña as imaxes de ‘A laranxa mecánica’, de Stanley Kubrick, cando remata o asalto dos drugos á casa do escritor. Esa película fala do poder que xenera a violencia e da violencia coa que pode contestar o poder. Unha dialéctica terrible que debe coñecer todo candidato a gobernar. Mesmo nun plano simbólico.