A BLANCO Y NEGRO MARLYN BECERRA BERDUGO

1 A BLANCO Y NEGRO MARLYN BECERRA BERDUGO 2 Dedicado a Silvestre Francisco Dangond Corrales. (Colombia - año 2016). “Hasta un escritor puede en

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Story Transcript

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A BLANCO Y NEGRO

MARLYN BECERRA BERDUGO

2

Dedicado a Silvestre Francisco Dangond Corrales. (Colombia - año 2016).

“Hasta un escritor puede enamorarse de un personaje que ha soñado y creado, lo terrible es conocerlo en la vida real y luego tener que dejarlo ir.” B.B. MAY.

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Desde niño me sentí escritor, solía imaginar personajes y los veía sufrir, gemir, reír, sentir como si estuvieran dentro de

mí, a muchos de ellos los vi morir,

contemplando

impávido

cómo

los

sepultureros

grotescos, acudían al llamado de mi imaginación, con enormes palas de hierro para enterrar el último muerto del día. Nunca me quedé a examinar el proceso de descomposición de los cadáveres de mis creaciones, prefería recordarlos con dolor y quedarme con lo mejor de cada uno, como si en realidad hubieran existido, viviendo de la nostalgia cuando la historia terminaba y sufriendo la perdida incluso de los personajes que quedaban con vida en mis relatos.

Sin embargo, en ese mundo imaginario, donde he sido feliz e infeliz, hice de mi arte una profesión muy difícil, he hablado conmigo mismo más del 50% de mi vida, desconectándome de la realidad al escribir. Alejándome de todo lo que no me inspirara una línea literaria, incluso de mujeres inertes y marchitas por dentro, aunque por fuera, parecieran princesas y hadas.

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Si algo es cierto en la vida de un escritor, es que le damos características ficticias y absurdas a quienes nos rodean en la vida real, como si a ellos les hiciera falta ser parte de nuestra irrealidad. Recuperamos en efigies a nuestros seres queridos que han muerto, e incluso soplamos sobre el recuerdo de nuestras mascotas de la infancia, recreando momentos que jamás ocurrieron, pero que hubiéramos dado la vida por su realidad. Qué doloroso es ser escritor, porque debemos recordar lo peor de nuestras vidas para entregarlas a los lectores, en un intento desesperado por atraparlos de una vez y para siempre.

En mi tarea de escritor consumado a temprana edad y con un contrato nada desdeñable, con una de las mejores editoriales del país, redactaba mi novela romántica inédita, en una época en que éramos jóvenes e inexpertos en materias tan nobles como la del amor, corría el año de 1998, a pocos mesesdel Mundial de Francia, en el cual nuestra selección se enfrentaría en duelo a muerte con Rumania, Túnez e Inglaterra

para

pasar

a

octavos

de

final.Una

verdadera época de oro en materia de tecnología para la nación, donde el “Discman” y el “CD” se

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abrían pasos agigantados, relevando a nuestros amados“Casetes” y“Walkman”, aunque algunos nos aferrábamos a los discos enormes de vinilo, sobre todo si eran de los grabados por Elvis Presley en Memphis-Tennessee, en Estados Unidos. Aquella noche me asombró ver fotos gigantescas del Rey del Rock and Roll y de diferentes estrellas de Hollywood en el bar de encuentro con José Ignacio, no sabía que aun existieran locales al estilo de los 70.Me

sentí

cómodo

siendo

observado

por

los

retratos de varias actrices al bajar las escaleras hasta las mesas del bar, llamándome especial atención una jovenSharon Stone, la cual me miraba con sus preciosos ojos azules. Estaba allí para acompañar a mi amigo José Ignacio, quien estoicamente había decidido tener una cita a ciegas, o más bien acordada por un tercero. En ese entonces Bogotá era una ciudad extremadamente fría y gris, pero con un innegable incremento poblacional, era una época de recrudecimiento de la violencia en el país, aunque las zonas más afectadas no eran en la capital, la inseguridad estaba en un tope intolerable, así que acudíamos a lugares como aquel, apenas se

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ocultara el sol, pues a las 11:00 de la noche, ya eran cerrados por la Policía Nacional. En ese mar de gentes solo éramos dos jóvenes nativos de un pueblito de Medellín, que buscaban crecer económicamente y tal vez un poco de afecto entre las chicas de la ciudad. Para la ocasión, mi amigo iba vestido a la moda, con su chaqueta negra y Jeans ajustados, yo por mi parte usé mi chaqueta de cuero favorita y mi estilo despreocupado de siempre. - ¿Qué hacemos si ella no viene? Preguntó José Ignacio. - Pues, tomar cervezas.Tranquilo, ella vendrá. Dije guiñándole un ojo. - Me sudan las manos. ¿Qué haré si es fea? Tan fea que no pueda sostenerle la mirada. - Pues,

tendrás

que

comportarte

como

nos

enseñaron en casa. Dije mientras limpiaba mis lentes cuadrados para ver mejor.Con respeto y disimulo, ni que fueras estrella de rock, hombre inconforme, ni la has visto y ya le adjudicaste un rechazo absurdo.Míralo de esta forma, si es bonita, será ella la que se va a desencantar.

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Caminé alegremente hasta una mesa donde pudiera observar la cita.Desde joven sufría una gran miopía y aunque no me gustaba usar mis lentes en público a menos que fueran de sol, no quería perderme ni un detalle, así que los utilicé. La música era atrayente, canciones en inglés de los años 60 y 70, recuerdo que en ese preciso instante sonaba en el bar “Hounddog” del Rey Elvis Presley. Las meseras eran preciosas, una sensual rubia me brindó una radiante sonrisa, me entregó el menú y en segundos me trajo mi cerveza al clima. La música era perfecta para la gente, que al igual que yo, añoraba una época que no nos tocó vivir,

pero

que

gracias

a

casetes

y

discos,

deseábamos haber sido parte de ella. Para mí era normal que José Ignacio me pidiera ese tipo de favores de acompañamiento, antes se había demorado

en

hacerlo,

nuestra

amistad

estaba

enraizada en una infancia lejana por las calles del pueblito antioqueño de “La Ceja”. La novela que intentaba escribir en ese tiempo únicamente contaba con la estructura de la protagonista, una mujer de cabellos largos, delgada de piel trigueña, con rasgos bien definidos, pómulos perfectos y con un aura especial.

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Quería trabajar el alma de un personaje que pudiera comprender

a

los

hombres,

sobre

todo

si

el

protagonista con el que viviría el tormento del amor, se parecía a mí, era un argumento que no estaba definido aún, pero ella era tan divertida y creativa, que me era inevitable querer presentarme a mi propia audición de personajes imaginarios, razón por la cual, me pareció atractiva la idea de acompañar a José en su cita, tal vez, en aquel bar, consiguiera elementos de provecho para mi obra. Una amiga de José Ignacio había acordado encuentro, que creíamos en

el

principio una locura,

pero ya que mi amigo necesitaba con urgencia conocer mujeres, no encontramos un método menos ortodoxo, que el de una cita a ciegas en un bar cercano a nuestro domicilio, para no gastar dinero en demasía. Había la posibilidad que con lo tímido que era José, necesitáramos el lugar un par de ocasiones. Saqué papel y lápiz del bolsillo de mi chaqueta, siempre los cargaba, porque uno nunca sabe en qué momento llegará el argumento decisivo de una historia. En ese instante absorto en mi próximo libro, quise encontrar el título ideal. Qué rebelde es la memoria de un escritor, sabes que allí, en algún lugar de los hemisferios del cerebro está el nombre que 9

necesitas, pero él juega contigo y te dice: “A que no te lo digo”. Observé al cabizbajo de mi amigo en su mesa, tenía la mirada clavada en el menú, examinándolo por enésima vez. La chica de la cita no se dignaba a llegar. Las luces y la música se atenuaron en el local, al parecer habría una presentación en vivo esa noche. Yo ansioso por escribir, me tomé de un sorbo mi cerveza, pero no logréhacer ni una mínima línea, apagaron las luces, y solo un foco iluminó el centro del escenario, frustrado por no poder escribir,eché un vistazo hacia la luz. Una vez leí que los deseos se hacen realidad, y que vivimos en un mundo tan esplendido, que cualquier cosa puede suceder. Recuerdo que quedé hipnotizado al verla.Ante mí una joven de piel trigueña y mejillas sonrosadas, llevaba el cabello largo hasta las caderas y

un

flequillo

que

le

cubría

parte

del

rostro.

Permanecíestupefacto, su parecido a la chica de mi novela era extraordinario, tal cual la había imaginado. Comenzó

su

interpretación

cantando

el

bolero

“Bésame mucho”, tocando con su voz todos mis sentidos.Se me antojó como una delicada muñeca de porcelana

vestida

de

azul,

ella

al

cantar

se

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acariciólentamente el rostro, los labios, el cuello, con una sensualidad que la mostraba humana y real, no un personaje de novela. Pensé de inmediato en enviarle una nota con la mesera, por lo que rompí en varios pedazos mi hoja de papel, sin saber qué escribir. Estaba aturdido, arrugué algunos trozos de papel colocando frases terribles en plena oscuridad, hasta que de pronto iluminado

por

la

divina

providencia,

supe

exactamente qué escribir. Dos

canciones

después

cuando

encendieron

las

luces,la mesera le entregaba mi mensaje, señalando hacia mi mesa. La sangre se me amontonó en la cabeza cuando ella me miró directamente a los ojos. Terminó de interpretar tres canciones más,para luego acercarse, sentí la fuerza magnética de cómo el destino, la traía hacía mí. La mesera a petición de la cantante dejó una copa de vino y otra cerveza, me levanté torpemente y estreché su mano. “Eres suave en la realidad” pensé. Su cabello era oscuro y sus brillantes ojos eran claros, un tono más claro al de mi novela, eran perfectos.

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- ¡Soy Marie Novoa! ¿A qué debo su nota? Preguntó ella. - Es un placer, mi nombre es Francisco Alzate. Señorita, necesito conocerla. - Sí, eso dice su nota, pero por qué. - ¡Soy escritor! Dije retirando una silla para que tomara asiento. Y no sé si pueda creerme, pero Usted es idéntica a un personaje de mi próxima novela ¿Creé Usted en el destino señorita? Se llevó la copa a sus labios sonrosados y carnosos y sonrió. Supe en ese momento que me había creído, o por lo menos, no se había ofendido con mis palabras. - Entonces quiere hacerme un personaje real de su libro. - No quiero señorita Marié, Usted ya lo es y desde hace mucho tiempo, le repito no sé si pueda creer en mí, Usted está en mi novela. - No se pronuncia “Marié”, se pronuncia “Mary” como en inglés, aunque se escriba así Marie, pero sin acento. - Disculpe Mary. - Señor

Alzate

¿Cómo

se

llama

la

novela?

Preguntó cerrando sus ojos, como hacen los

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gatos, quizás no se había ofendido, pero era claro que no me creía. Me sentí avergonzado de haberle hablado de la novela, cuando ni siquiera tenía el título de la obra, no conocía el nombre de los personajes aún, ni su argumento, ni qué giros daría la historia, nada, solo tenía su rostro. - Disculpe señorita, ¿De qué color son sus ojos? - Amarillos. Respondió frunciendo el entrecejo. - ¡Son hermosos! Exclamé. - Gracias señor Alzate, pero no ha respondido mi pregunta. - Disculpe, tiene razón, tal vez lleve su nombre. Mentí descaradamente. Eso lo sabré al conocerla mejor. - ¡Entiendo!

Dijo y

se

quedó

observándome.

Bonita chaqueta. Pasó uno de sus delicados dedos por mi brazo izquierdo. De pronto se acercó José Ignacio, indicando que nos teníamos que ir, que todo había sido una mala idea y que no sentía ganas de tomar nada. No supe qué decir, conocía el orgullo de mi amigo y sabía que se había quebrantado, pero necesitaba conocer a Marié. Ella entendió mi mirada y me dijo que podía irme tras 13

él, que estaría todas las noches de martes a sábado y podía visitarla. Dejé un billete en la mesa para pagar la cuenta y al despedirme me acerqué a su mejilla para un beso, pero ella movió el rostro y me besó en la boca. - Para su novela. Dijo sonriente. Me marché detrás de José Ignacio, pero caminé, como si no me encontrara dentro de mi cuerpo. El beso de Marie fue tan inesperado, que llegué a pensar que lo había imaginado.

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Mayo de 1998 La conocí una fría noche de mayo, un 12 para ser exactos. “Marié” como yo pronunciaba su nombre, fue el personaje central de mis libros, como lo había supuesto. Ahora que su ausencia pesa sobre mi existencia, intento comprender por qué la perdí, intento entender por qué hoy ya no está a mi lado, y no hayo las respuestas, hay noches en que me siento culpable, hay otras en que creo, que contestar una llamada no hubiera cambiado absolutamente nada y que por más que la amara, existieron circunstancias que me obligaron a tener que aceptar nuestra separación, continuar mi vida, y solo soñarla por las noches. Pero no nos adelantemos. Como era de esperarse, regresé al día siguiente al bar, para mi sorpresa ella no se acercó a la mesa como la noche anterior, debí esperar.Cuando entró en escena, muyen el fondo, yo esperaba que me dedicara una canción. En mi vida, me había sentido tan ignorado, ni siquiera me miró.

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Acudí a mi mesera del día anterior, ofreciéndole una considerable propina, con tal de ver a Marié, a lo cual accedió sin pudor alguno.Me condujo por un pasillo oscurohasta una puerta y me pidió que esperara adentro. Era una especie de camerino con un enorme espejo y bombillas de luz blanca a su alrededor, vi mí imagen, no iba tan desarreglado como de costumbre, en esa oportunidad estaba debidamente peinado, llevaba puesto un suéter negro de cuello alto y jeans negro.Me negué a asistir con los lentes puestos, preferí mantenerlos en el bolsillo del suéter. Minutos después a mi espalda crujió el pomo de la puerta. Giré mis pasos hacía ella, la tomé de la mano y cerré la puerta, sin control de mí mismo, la sujeté por la cintura. Su aliento a menta me despejó la mente, el olor que emanaba de su piel alertó mis sentidos, como lo hiciera su voz la noche anterior. “Huele a fresco, a océano” Pensé. - Señor escritor, es Usted impaciente. Dijo Marié. ¿Usted quiere escribir una novela o vivir una? - Te quiero a ti. Susurré a su oído. Sujetándola con fuerza. No puedo mentir, me mostraba seguro de mí mismo, pero en realidad apenas si podía coordinar mis

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movimientos,

tenerla

tan

cerca

fue

fatal.

Sus

hermosos ojos ambarinos, nada en la vida, me resultótan perfecto, como los ojos de ella, me sentía confundido.Por un instante vi dudas en su mirada, no se veía tan segura de sí misma, como la noche anterior. - ¿Por qué no me invitas a ver las estrellas? Preguntó ella. Conozco un lugar dónde ponemos ir a esta hora, además tengo mi moto en el estacionamiento. Mariérespiró

mejor

alejándose

de

mí,

y

habló

calmadamente, me comentó que ya había terminado su turno en el bar, así que disponíamos de tiempo y espacio para los dos. Acepté de inmediato y me pidió que la esperara en el estacionamiento mientras se cambiaba el vestido. Salí por la puerta trasera del local. Cuando el frío de la noche me golpeó en el rostro,

me

sentí

como

quien

despierta

de

un

encantamiento. Aguardé a que saliera, escondiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón. - ¡Yo conduzco! Dije al verla salir del bar. Y me coloqué los lentes para ver mejor. - ¡Típico! El machismo pasará sin problemas al nuevo milenio. Dijo dándome la llave de la 17

motoy un casco. Ella se había puesto una chaqueta negra y unos jeans oscuros. - Es una moto algo grande para ti. Señalé al abordarla. - Me gusta la velocidad. Dijo sujetándose a mí con fuerza. Fue agradable sentir su cuerpo junto al mío, era cálida, y el frió de Bogotá no fue suficiente para dejar de sentir su calor. Quería que subiéramos al mirador conocido como el de “La Calera” y allí la llevé, sin prisa y con cuidado,sentía que a mis espaldas portaba algo muy valioso. - ¿Por qué te detienes? Preguntó ella minutos después. - ¡Por Dios! Marié el semáforo está en rojo. - Pero no viene nadie, apresúrate o se nos irán las estrellas. Y mi nombre se pronuncia “Mary”. - No insistas para mí eres Marié. Y no puedo complacerte, soy un hombre prudente. En realidad le tenía pánico a un accidente de moto, que regularmente, son aparatosos y las cosas pueden salir bastante mal, creo que mi temor a ellas, fue cuando supe que habían recogido con una cuchara,

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los sesos en la carretera, de un tío que había chocado de frente con un camión. Conduje con cuidado mientras ella se apoyaba en mi espalda. Cuando llegamos a nuestro destino una señora vendía café a las parejas que contemplaban las luces de la ciudad, compré uno grande para mí y un café pequeño para ella. - Allí están tus estrellas. Dije al sentarnos en la hierba lejos de las demás parejas. Ella tomaba su café sujetando el vaso con ambas manos. Es la primera vez que una chica quiere ver las estrellas conmigo; es decir, las estrellas del firmamento. Sonreí. - Estimado

escritor

creo

que

tienes

el

ego

elevado. - ¡Siempre! Exclamé. Es algo que me lo autoriza el hecho de ser escritor, todo lo puedo, todo lo soy, todo lo creo y todo lo tengo. - ¿Eres dueño del destino de tus personajes? - El dueño absoluto, jamás lo dudes. Sonreí. Cuando desarrollas una historia no puedes tener piedad, debes contar lo que vas a contar, así deban morir todos los personajes, eso es lo que más

admiro

en

Shakespeare,

no

tenía

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compasión, era el dueño de sus creaciones, aunque todo fuera una tragedia. Se acurrucó a mi lado buscando un poco de calor, sus mejillas estaban sonrojadas por el frío, su boca temblaba ligeramente, se me antojó frágil, aunque ella quisiera mostrar en todo momento que era muy fuerte, me parecía lo contrario. Creo que es una de las cosas más llamativas de las mujeres, “con ellas todo es un misterio”. Pensé. - ¡Me gustas! Susurró mirándome fijamente a los ojos. Y mis labios buscaron los suyos.Allí delante del precipicio nos besamos a la luz de una ciudad helada y enorme. Al besarnos gimió ligeramente y el tiempo se detuvo. Marié era perfecta no solo físicamente, sino que irradiaba destellos de una pasión apremiante que me enloquecía.

El fin de semana la llevé a conocer mi casa, quedaba a tres cuadras del Bar donde ella trabajaba. Fue curioso verla observar mi biblioteca, era como si tratara de ver en ellos, quién era yo. Pasó sus dedos por mis discos de vinil debidamente ordenados en

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una parte de la biblioteca, donde además había cientos de casetes. Debí explicarle que era fanático de Elvis Presley, desde que mi madre que obsequiara mi primer disco cuando cumplí los seis años, aún conservaba intacto el álbum. Ella es de esas fanáticas que acompañan a su artista hasta después de la muerte. - De este álbum ¿Cuál es tu favorita? - “Blue suedeshoes”. Respondí de inmediato. - ¿Y qué tan fanático eres? - El compositor de la canción fue Carl Perkins. Contesté.

Que

fuera

publicada

en

1955

y

grabada al año siguiente en ese álbum de debut de Elvis, considerada una de las primeras grabaciones de Rock and roll, fue todo un éxito la versión del Rey. - Okey, no he preguntado nada. Dijo arrugando el entrecejo y levantando ambas manos. - Lo siento Marié, me gusta mucho su música. - Tu colección de discos en vinilo y casetes es impresionante, lástima que solo sean reliquias, con esto del CD, serán historia. Marié estaba en lo cierto, pasábamos por días tecnológicos, nuestros padres solicitaban que se les

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volteara el CD, como si se tratara de un disco de acetato o vinil con cara A y B. Y ni mencionar cuando los reproductores comenzaron a salir con 3 espacios de CD, una vez un primo, que después de comprarse uno, que le costó un ojo de la cara, cuando el aparato hizo open, el metió rápidamente la mano creyendo que se caerían los CDS, hoy aún nos reímos de él. Yo por mi parte me negaba a cambiar de siglo, no quería sucumbir ante el eminente futuro; y prefería escuchar música en mi toca disco “Aiwa” aunque me tildaran de desfasado, eran tiempos del Rock en Español, pero yo me encontraba atado al Rock and Roll. Viví un sentimiento que estaba por encima de las ardores de mi juventud, Marié formó parte de mí, una parte perdida y que solo creía posible en un mundo imaginario de escritor. Había salido con muchas mujeres antes de Marié, pero ninguna llegó a pasar de una etapa de sexo intenso y nada más.Las mujeres de nuestra época deseaban más libertad, que las que tuvieron sus madres. Y Marié a diferencia de mis ex parejas, deseaba quedarse a mi lado sin pedir nada a cambio, o por lo menos, era lo que yo

22

sentía, ella no tenía miedo de perder su libertad en un amor. Ese día leí para ella algunos pasajes del Amor en los tiempos del Cólera de Gabriel García Márquez, mi mundo a su lado era perfecto, no se aburría de mis largas

lecturas,

ni

la

incomodaban

mis

largas

disertaciones sobre algún autor o libro. Por las mañanas intentaba inútilmente concentrarme en mi novela, sintiéndome cada día más distraído.Por las tardes con más éxito trabajaba en la agencia de viajes del papá de José Ignacio, vendiendo paquetes promocionales a “La costa” no había nada más productivo, que mandar a la gente a Santa Marta, Barranquilla o Cartagena, sobre todo por los actos de violencia en carreteras, la gente prefería vacacionar con un paquete de turista, aumentando la demanda de viajes aéreos, que resultaban “más seguros” que viajar por tierra. Lo digo entre paréntesis, ya que en esa época un personaje político de izquierda, fue asesinado por un sicario dentro del avión, un hecho increíble pero cierto. Por las noches el mundo era otro, caminaba tres cuadras por la calle envuelto por un frió espantoso, con el único propósito de verla a ella. Entraba 23

apresurado al bar y me sentaba en la mesa de siempre, pedía una única cerveza y contemplaba a la mejor cantante de todos los tiempos, interpretando canciones románticas de los años 80. Esa noche de mayo para mi sorpresa cantó una canción en francés y juro que sentí unos celos terribles, cuando un hombre le entregó una rosa roja. Yo me creí el único que podía tener un detalle así, me levanté y protesté, la mesera que me atendía me contuvo y el hecho no paso a mayores, gracias a ella. Esa noche, Marié condujo la moto por las calles de Bogotá, conmi solicitud expresa de no correr y ser prudente en los semáforos. Después de unos quince minutos nos detuvimos en una callejuela, estacionó la moto en un parqueadero del edificio y subimos unas cuantas escaleras. - ¡Llegamos! aquí vivo. Dijo ella. Algo

dentro

de

mi

organismo

se

desajustó,

probablemente todo mi ser, no habíamos encendido la luz cuando nos enlazamos en un beso prolongado, la toqué con apremio, hasta que ella me pidió “un segundo”. Encendió una pequeña lamparita en el piso y pude ver lo sencilla de su habitación, el colchón en el suelo con sábanas y almohadas, la puerta del baño 24

y una cocinita improvisada en un rincón. En otra esquina vi dos sillas con un palo de escoba a forma de colgadero de ropa. Su condición era humilde pero ordenada. Me distraje observando cada detalle, no había muebles ni libros. No

reparé

en

qué

momento

Marié

se

había

desnudado. Se acercó a mí y contemplé su piel en la tenue luz.Era suave, sus pechos perfectos,“dulces” como pude probar. - ¡Te necesito! Susurró ella. Besándome muy despacio. En realidad nos necesitábamos el uno al otro, tal vez enamorados, tal vez no. Me quitó la camisa y fue ella quien me desnudó, yo me sentí torpe y un pésimo amante. Fue ella la que me dio confianza con sus susurros. Fanático de su olor de mujer, el más pendejo de todos los hombres sobre la tierra. Fue Marié quien me haló hacia ella, mi pecho se unió a su pecho, mi cuerpo se unió a su cuerpo en un vaivén exquisito. - ¡Mírame! Exigió ella. Temblaba ligeramente entre mis brazos, me sentí su dueño absoluto, como si nada ni nadie pudiera 25

quitármela. Nos amamos durante lo que pareció una eternidad,

sin

prisas,

sin

buscar

satisfacciones

individuales, lo único valioso en ese momento era tocarnos, sentirnos, fundidos en una única existencia. Hubo instantes donde ella gimió intencionalmente para seducirme. Era una mujer que sabía cómo amar a un hombre, cómo arrastrarlo al abismo y entregarlo a su destino. Exhaustos nos ocultamos en las sábanas, quedándonos sutilmente dormidos. Cuando desperté con la sensación de haber dormido siglos, Marié me miraba fijamente, verla con mi chaqueta puesta como única prenda de vestir y el cabello despeinado, se me antojó más al personaje del libro, que a un ser real. En sus manos una taza humeante de café para mí, con una sonrisa que destilaba serenidad, uno de muchos de los detalles que tendría conmigo en muy poco tiempo. Mientras preparó un improvisado desayuno, murmuraba una canción, lo que me hizo desearla y lacomida tuvo que esperar, incluso por mí culpa, se quemaron un par de huevos. Durante

el

mes

de

mayo

salimos

en

varias

oportunidades a caminar por las calles de Bogotá, a ella le gustaba absolutamente todo, el frío, las

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caminatas, tomar café en la calle, leer, el cine.Una noche me obligó a ver “Titanic”, yo me negaba a ir, pues era una actividad que adoraba en solitario, para poder

contemplar

las

historias

en

la

pantalla

grande.Para mí ver una película, era una forma de alimentar mi arte de escritor, pero ir a su lado fue gratificante e íntimo, en varias oportunidades sus ojos brillaron en la oscuridad y al final de la película unas cuantas lágrimas brotaron de sus ojos.

27

Junio de 1998 Fueron días difíciles para la creación de mi novela, me encontraba absorto en mi relación con Marié, y ese estado de ánimo, me alejó principalmente del computador,

llegando

a

la

conclusión

de

que

únicamente podría escribir cuando ella no estuviera en mi vida, un pensamiento que a la vez fue doloroso, no podía imaginar qué me ocurriría si ella no estuviera. José Ignacio ya recuperado en su orgullo me invitó unas cervezas una noche en su apartamento, no hizo más que reírse de mi historia con Marié. - Vas a parar en loco Francisco, te lo he dicho la vida está fuera de los libros, no en ellos ¡Despierta! - ¡Te equivocas! El hecho que no comprendas de casualidades o destino, no quiere decir que no suceda. Pero dime, al final qué pasó con tu cita. - Nada

malo,

solo

es

médico,

tuvo

una

emergencia y lo dejamos para otro día. - Bueno, espero que para ese momento creas más en el destino.

28

José Ignacio solía enamorarse de las mujeres, de forma inconsolable cuando lo abandonaban.Era un buen hombre, con mala suerte para elegir novia.Yo deseaba de corazón, que lo que tanto anhelaba en la vida loalcanzara, su familia me había apoyado al llegar a Bogotá, tal cual como si fuera el propio José Ignacio y me sentía responsable de mi amigo. Por aquellos días Marié me comentó que deseaba ir a caminar a una montaña, con la ayuda de José Ignacio, elegí un paquete de viaje de ida y vuelta para dos personas a Medellín, me la llevétodo un fin de semana a “La Ceja”, mi pueblo natal. Me decidí por el “Cerro del Capiro”, una montaña desde la cual se puede ver el Valle de San Nicolás. Estando en el colegio solíamos ir a caminar por el bosque con amigos, desde entonces ya me gustaba la literatura y este bosque originó uno de mis primeros cuentos cortos, sobre una joven de dorados cabellos que corría entre los árboles a reunirse con sus familiares y su mejor amiga, celebraban fiestas paganas y Nabia deseaba conocer a la Tribu más temida por las leyendas que hablaban, que esas gentes

se

había

perdido

en

el

tiempo,

por

imprudencia de su juventud se alejaron de las

29

familias y por culpa de Nabia, Aíme su mejor amiga, fue prisionera de la tribu de brujos y apóstatas.Es un gran cuento que sucede en la Península Ibérica, pero en realidad, todo había sucedido en ese Bosque de Antioquia en Colombia. - ¿Te vas a pasar el día entero escribiendo mi amor? Preguntó Marié - Tengo

algunas

ideas

que

quiero

anotar,

descansa hoy y te prometo que ya mañana te llevo a subir la montaña. Dije sin quitarme los lentes de lectura, intentaba plasmar en mi cuaderno de apuntes una idea que se me había venido a la cabeza al amanecer. - Vamos no perdamos más tiempo Francisco. - Mi amor. Dije levantando la mirada. Para esa montaña necesitas fuerzas, y te ves a veces tan frágil, descansa, duerme bien y vamos mañana. - Parezco frágil, pero no lo soy. Protestó ella. - Lo sé, eres mi personaje, yo te creé. - Pues levántate, vamos vive la vida y suelta esa novela, ya me podrás tener en ella, solo déjame a mí tenerte aquí y ahora. - ¡Buen argumento! Dije sonriente. - Estas derrotado, vamos a subir esa montaña ¡Ya!, dijo triunfante. 30

No la culpé, era un lugar fascinante, se asomaba por los ventanales cada dos minutos. Nos habíamos hospedado cabañas, habitación

en

un

hotel

rodeados había

por

una

conformado dos

por

lagos.Dentro

chimenea

y

leña

varias de

la

por

si

sentíamos frío por la noche. Desayunamos huevos fritos con tocino, queso, pan, café y jugo de naranja. Preparamos las mochilas pequeñas con agua, jugo, galletas y algunos dulces. - ¿Nos vamos? Preguntó con una sonrisa lobuna. - ¡Terca mi mula! Dije pasando mi brazo por sus hombros, colocándome mis lentes de soy tipo aviador. Hicimos un primer recorrido en el automóvil que habíamos alquilado al llegar al aeropuerto, hasta la falda de la montaña, nos estacionamos y comenzó el ascenso.El clima era exquisito, ni demasiado frio ni demasiado calor, sencillamente perfecto. Subimos sin prisa, ella observaba cada detalle a su alrededor.En varias oportunidades nos detuvimos para que Marié viera las ardillas rojizas o agarrara una ramita de eucalipto de vez en cuando. Yo había soltado a una niña en el paraíso. El sol destellaba en sus ojos

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amarillos, no sé si por su color o por lo feliz que se veía ese día. - Solo te falta ver un árbol de manzanas de oro cuidado por Hespérides. Ella sonrió y con la mirada esperó mi explicación mientras

caminábamos,

le

expliqué

que

en

la

mitología griega eran ninfas de los árboles, que las Hespérides cuidaban de esas manzanas, según la “Teogonía” de Hesíodo. Le conté lo mucho que me gustaban los clásicos griegos en especial, la tragedia griega y la mitología. - Hace

años

me

Batracomiomaquia,

reí una

solo obra

de

leyendo Homero

diferente a todo lo que había leído, jamás te imaginarias a ratones y ranas clamando a los Dioses del Olimpo y enzarzados en la más cruel batalla de todos los tiempos. - No, no puedo imaginar algo así. Dijo sonriente. Horas más tardes llegamos hasta el mirador a donde quería llevarla, ella sonriente, llena de vida y yo casi muerto, con las manos en las rodillas tratando de respirar.El frágil había sido otro, no me justifico, solo que, en la ciudad te acostumbras al transporte

32

público. Ella soltó la mochila y buscó una sombra bajo un árbol enorme, allí extendió una sábana de cuadros rojos y acampamos, yo en realidad me lancé a morir sobre la hierba. Ella me quitó los zapatos y con sus pequeñas manos me hizo masajes hasta que me dominó el cansancio y me quedé profundamente dormido. Soñé con los personajes de otro de mis relatos cortos, en “Las Horas de Ana”, la chica estaba enferma del corazón, quien se enamora de Josua, otro moribundo que conoció en el hospital, estaban juntos en un día de campo, una escena que no ocurre en el relato, ya que la que acampa es Ana con su perro negro, Cuarzo. Al despertar sentí nostalgia por ellos, aunque en mis sueños las escenas solían cambiar constantemente a lo que yo había escrito. Mi cabeza estaba recostada en las piernas de Marié, ella escribía algo en un cuaderno, me miró y acarició mi frente con ternura. Merendamos, hablamos, nos besamos infinidad de veces y guardamos largos momentos de silencio. Me dio las gracias por llevarla hasta allí con dulces besos, me dijo que había sido una experiencia especial para ella.

Fue entonces

cuando le conté sobre mi vida de niño en aquel bosque y las cosas que solía imaginar, intenté explicarle que cuando niño pensaba que tenía un 33

serio problema mental, pero que cuando empecé a escribir mi primer libro “Nabusimake”, entendí que no veía cosas, solo las imaginaba, algo que alivio mi alma, no estaba loco, solo era escritor. - Es en Arhuaco esa palabra, si no me equivoco ¿Qué significa? Preguntó ella. - Donde nace el sol. - Me gustaría leerlo. Dijo y volvió a besarme. Cuando recogimos las cosas para irnos, se me colgó al cuello y me besó tan apasionadamente, en ese instante solo pensé en llegar al hotel y hacerle el amor, mil veces. Me desperté de madrugada, el frío en la habitación me hizo levantarme con cuidado, busqué mis lentes en la mesa de noche, y fui hasta la chimenea para avivar el fuego. Mientras la madera comenzaba a arder me senté enfrente viendo cómo los carbones que quedaban del fuego anterior se enrojecían. En la cama, Marie dormía bien abrigada. Pensé en la mirada de Marié, algo no encajaba en nuestra historia, ella se vio tentada a contarme algo ese día, pero luego me dijo que no era nada, me

34

sentía preocupado. “Hay algo que no me has dicho Marié”. Pensé.“Un secreto”.

35

Julio de 1998 Me sentí inspirado en este nuevo mes, tal vez por el hecho de haberme enamorado de mi personaje, sea como fuere, debía encontrar el título perfecto que llevaría la obra, llegué a pensar que la novela se llamaría “Solo para ti” recordando una hermosa canción vallenata, nombre que descarté al recordar que su compositor había sido asesinado, era un recuerdo demasiado triste. Luego se me vino a la mente “Sin tu amor”, pero después de meditarlo por más de dos horas, consideré que estaba siendo demasiado “revelador” el título, revelador del amor infinito que sentía por Marié, preferí calmar mis ansias y acudí al Rey, el resto de la mañana me dediqué a tomar café y a escuchar a Elvis Presley en el toca disco. De pronto escuché una canción a la cual no le había puesto la debida atención, precisamente por su carácter romántico, pero en mis condiciones, estaba preparado para poner cuidado. ¡El Rey, es el Rey! Dije al escuchar “How do i live without you”. Definitivamente era una canción para Marié, cada vez que la escucho, pienso en ella.

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Esa semana me reuní con mi editora, un encuentro que había pospuesto por no tener nada en concreto que presentarle, por estar entregado al amor y no a la escritura. En un café del centro de Bogotá esperé a Marcela, una mujer extraordinaria y letal con un bendito bolígrafo rojo que solía hacerme sentir idiota, no tenía compasión no solo con los errores ortográficos, sino con sus comentarios a pie de página que prácticamente

destruían

mis

más

grandes

argumentos, podía desbaratarme una historia solo con una pregunta.Era asertiva, de unos treinta y tanto años de edad y solíamos entendernos a la perfección al momento de contar una historia. Fue ella quien determinó que se me daban mejor los personajes de hombres que los de mujeres, que allí estaba mi talón de Aquiles. Según ella todas las correcciones, se daban cuando el personaje era femenino, nunca estaba conforme con las heroínas, pocas veces dejaba intacta la historia, tal cual como había sido concebida. El único libro en el que no hubo objeción fue cuando todos los personajes fueron animales en “Las Nucitas y el Ladrón de Pulgas”.

37

- Te estas demorando Francisco, tu contrato con la editorial establece en la cláusula 8va, un libro por año, o es que estas esperando que nos demanden por incumplimiento, si es así me avisas y no me doy dolores de cabeza. Mi tiempo vale oro. - Marcelita, confía en mí. - Siempre lo he hecho, pero a estas alturas, yo debería estar tachando algunos párrafos. - Cosa que detesto que hagas. Apunté. - En fin, solo apresúrate, o ni tu madre va a leerte. - Mi madre no lee mis libros. - ¡Estamos jodidos! Ni tu madre nos leerá. Solo dedícale más tiempo ¿Sí? - Eso hago, te lo juro. Ciertamente le dedicaba más tiempo, no al libro en sí, sino a “Marié”. Que pensándolo bien era un nombre hermoso para la novela, pero yo deseaba algo más.Para mí, el título de un libro es decisivo para llamar la atención inicial del lector. - ¿Tienes el título definido? Preguntó luego de terminar su café. - “Marié” contesté para tener algo que decir.

38

- O sea trata de una mujer como personaje principal. - ¡Sí! - Que desgracia, Francisco los personajes de mujer no son tu fuerte. - Eso va a cambiar, digamos que es el reto, creo que ya es tiempo que los domine. - Eso no es tan malo, pero por favor métete en el personaje, intenta ser delicado, suave, ya te lo he dicho, a veces creo que tus mujeres son ridículas,

y

las

mujeres

somos

sensibles,

delicadas y románticas. - Aunque Marcela no lo supiera, el escritor al enamorarse puede comprender perfectamente lo que ella trataba de inculcarme.Ese era el detalle, solo que hasta ese momento, no me había enamorado, por eso la nueva novela sería muy diferente, a todo lo que había escrito. Una noche el semblante de Marié sufrió un pequeño cambio, cuando le presenté a mis amigas, decidí que era tiempo para que Marié conocieraa Natalia y a Camila, mis compañeras eternas de la universidad, dos jóvenes hermanas, muy modernas y de cabellos ondulados, Marié resultó ser temiblemente celosa, y no me sentí capaz de llevarle la contraria, intenté 39

durante días convencerla de que eran como unas hermanitas para mí, pero el resultado fue el mismo, celos por toda la casa, todo era en vano, no lograba que

regresara,

la

niña

de

la

que

me

había

enamorado. Por lo que, para evitar más peleas que no terminaban en la cama, preferí por el momento, solo fuéramos ella y yo. Por aquellos días, yo insistía en leer “Ulises” de James Joyce,un libro extremadamente complejo, que por más que resaltaba línea a línea me sentía perdido, no solo en mi vida real, sino además en mi vida literaria. Releía, intentaba no rendirme, lo había estudiado en la universidad y en esa primera lectura todo fue un rotundo fracaso, por eso la relectura debería haberme iluminado. En mi vida he llegado a leerlo tres veces y siempre he fracasado en mi intento de entender qué quiso decir James, algunos días intenté prestar atención a cada una de mis acciones para ejercitarme para “Ulises”, desistí al investigar que una persona tiene noventa mil pensamientos por día, Joyce había sido

extraordinario

pensamientos

o

para se

no

perdió

perderse y

el

en

sus

libro

es

incomprensible.

40

Durante ese mes Marié se mostró esquiva, pero la cita

a

ciegas

de

José

Ignacio

colaboró

en

el

mejoramiento de nuestra etapa de desavenencias. Aunque en principio me negué, posteriormente vi la posibilidad de que Marié me acompañara. Por fin tuvimos una tregua. - ¿Apostamos que es bonita? Preguntó Marié al otro lado de la mesa en el bar. - Yo creo que es horrible. Mentí queriendo seguirle el juego. Si es fea, al menos José Ignacio dejará la pendejada de buscar citas como ésta. - Es un desagradecido señor escritor. - Sí, yo sé que a esta cita le debo… Me quedé sin palabras al ver a la joven que se acercaba a mi amigo, una niña preciosa y muy alta, de cabellos rojizos y pecas en las mejillas. Al verme Marié con la boca abierta, sonrió y murmuró “Te gané”. Intentamos no mirar en demasía a la pareja de la cita a ciegas, pero nos resultaba imposible, él se encontraba

radiante

y

hablaba

con

soltura

espectacular y ella se veía en realidad cómoda con su cita.

Marié

y

yo

intercambiábamos

miradas

de

complicidad entre cervezas. Después que cantara, ycuando el bar estaba por cerrar, la nueva pareja se

41

retiró agarrada de la mano y José Ignacio apenas si me guiñó un ojo al irse. - Es muy linda, así que perdiste la apuesta. Dijo Marié. Quiero que conozcas a mi familia. La cerveza se me vino por la nariz y me atraganté, si algo detestaba en mí vida, era conocer los padres de mis novias.Su propuesta fue frontal.Me sentí entre la espada y la pared, no hubo un argumento de defensa, que no me hiciera ver como el hombre más imbécil de la historia. Tenía que hacerlo, no existía escape alguno. Fui acorralado como una rata.

42

Agosto de 1998 La casa de la familia de Marié, era una calle humilde del barrio de Suba Rincón de Bogotá, ese día cruzamos

la

ciudad

en

transporte

público

para

conversar con calma por el camino, subimos unas cuantas escaleras, nos aguardaban en la terraza.Fue encantador ver en la puerta a una anciana de hermosos ojos amarillos, me hizo pensar cómo sería Marié de viejita. Enérgica y llena de vida, nos invitó a subir hasta que se acabaran las escaleras, donde un montón de tíos, tías, primos y primas nos recibieron con calidez familiar. La anciana que se parecía a Marié era una tía abuela, se veía radiante con vestido hasta los tobillos, botas y sombrero de paja. - Así te imagino de viejita. Susurré a su oído. - Yo moriré joven amor mío. Fue su respuesta y se agachó a jugar con Pedro, el niño más pequeño de la familia Novoa. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, su comentario me llenó de temores, me sentí incómodo dentro del cuerpo y mi mente bloqueó de inmediato semejante idea. Al verla jugar con el pequeño, vino a mi mente otra visión, la imaginé con nuestro hijo en 43

brazos, me era inevitable, desde niño me acostumbré a ver cosas como aquellas, era como imaginar la vida que exactamente quería para mí y hasta entonces había funcionado. Una vez siendo pequeño me imaginé una biblioteca llena de libros, y hoy por hoy cuento con una cantidad

suficiente

de

libros

que

me

muestran

realizado sueño de infancia. Cuando joven me vi siendo un gran escritor con lentes negros, por ello cuando llegó la miopía no dudé en elegir los lentes de mis sueños, era ver al escritor que había imaginado que sería. Creo firmemente que si te permites imaginar las cosas, ellas tarde o temprano pueden llegar a suceder. Tal cual cómo conocí a Marié. Revisando algunos escritos, era concurrente hablar sobre la mujer de la que me enamoraría, alguien que aceptaría mi forma de ser, pero ante todo, una mujer que alimentaría con su personalidad, mi mundo de escritor. En el mes de agosto mi amada amante, me levantó el castigo de su indiferencia, y regresó a mí, todo fue como la primera noche, durante todos estos meses había planeado mentalmente todas las escenas de mi novela, solo necesitaba sentarme a escribir.Todo 44

estaba listo para “crear”, pero al llegar septiembre, mi Marié tenía planes para nuestro romance, que terminarían por posponer mi creación literaria. El domingo por la noche, ella llegó al umbral de mi puerta con el libro “El Banquete” de Platón. Me asombró que leyera precisamente un autor Filosofo, pero no hice comentario alguno. Cenamos pizza esa noche con un poco de vino y luego nos acostamos a leer en el sofá, arropados con una cobija de lana. Yo seguía empecinado en entender “Ulises”. Cuando no pude más, cerré el libro marcando con el bolígrafo hasta donde había logrado llegar. Me quedé absorto viendo a Marié leer con el ceño fruncido. - ¿De qué trata? Pregunté. - ¡Del amor! - En serio, de qué trata. Insistí. - Francisco, el hecho de que sea Filosofía, no es motivo para que creas que no se habla de amor. Deberías leerlo algún día. Sonreí

incrédulo

comentario

de

alguno

su me

respuesta, abracé

a

y

sin

su

hacer cuerpo,

quedándome profundamente dormido al sonido de su respiración. Soñé que caminaba por una calle oscura y sombría, escuchando únicamente mis pasos, me 45

sentí observado en la oscuridad, caminé con miedo y el frío me heló la sangre. Paso a paso, mi temor fue aumentando, no obstante mantuve la calma y seguí mi camino. Sentí el rostro congelado y oculté mis manos en los bolsillos, y continué. Al llegar a un callejón sentí cómo las tinieblas me arroparon, despavorido corrí en sentido contrario como si se me fuera la vida en ello, tropecé y caí en un abismo sin poder evitarlo, cuando caí sobre tierra negra, alguien se subió sobre mi cuerpo y colocó sus gélidas manos sobre mi pecho, sea lo que fuera, no tenía rostro. - ¡No!, grité desesperado en el sueño. Desperté muy agitado. Marié estaba a mi lado dormida con “El Banquete” de Platón sobre el pecho. Suavemente lo retiré para colocarlo en una mesita. Respiré con más calma y tranquilicé mi alma. Solo había sido una pesadilla. Algunas noches el sueño se repitió y aún mi pesadilla no tenía rostro. Siempre caminaba por la misma calle,

sintiendo

un

temor

inimaginable,

me

incomodaba estar siempre en la misma pesadilla.

46

Una noche, el ser que me colocaba las manos encima, tuvo rostro, el de Marié. En el desayuno, mi novia se veía cansada, como si hubiera

tenido

pesadillas

al

igual

que

yo,

al

preguntarle si algo le preocupaba, su respuesta fue una sonrisa. Comprendí que no me quería contar sus sueños y yo no quise preocuparla con los míos, atribuí las causas a la comida pesada de las noches o al vino en mi organismo, decidí no contar nada y esperar

que

mi

subconsciente

dejara

de

atormentarme. - ¿Me amas? Preguntó ella en la mesa. Tomé con fuerza sus manos entre las mías y la miré con el amor que sentía por ella, pero no respondí a su pregunta en voz alta, ella sonrió me soltó las manos y comió tranquilamente, ella sabía leerme la mirada. “Te amo, siempre te voy amar” Pensé. - ¿Me prestarás El Banquete? Pregunté. - Tendrás que esperar joven de ojos glaucos. Marié es la única persona a la que le he escuchado decir esa palabra, al referirse a mis ojos.Tiempo después supe, que se refería a “verde claro” o “verde mar”. 47

Una tarde la llevé a ver el árbol que canta en el parque, ella incrédula de lo que yo le decía me acompañó con recelo. Al atardecer existe un árbol pequeño, donde cientos de aves van a dormir a sus ramas,

pero

mientras

se

acomodan

hacen

un

escándalo tal, que pareciera que el árbol es quien canta. Cuando regresábamos a casa, un torrencial aguacero se nos vino encima y corrimos por las calles de Bogotá, así como cuando de niño te daban permiso de jugar en la lluvia. Corrimos muertos de frío y llegamos a mi casa, riéndonos a carcajadas, ambos empapados de pies a cabeza. Marié en sus actitudes, que a veces me tomaban por sorpresa, se desnudó y fue incontenible no amarla, estaba rendido ante su pasión.

48

Septiembre de 1998 Para aquella época de mi vida, me sentía un escritor creativo en su mejor momento, mis finanzas no estaban nada mal, y tenía un proyecto de vida al lado de la mujer que amaba. Y me pregunto ¿Cuántas veces fue mía? Septiembre fue un mes de entrega absoluta. Me vi sorprendido por su disposición a tener relaciones sexuales, las mujeres suelen ser menos solícitas, ya sea por dolencias corporales o estados de ánimos, reales o imaginarios. Es más común un frecuente “Hoy no”, que esperarte desnudas en casa, como lo hacía ella. Fue un mes en que dejó de ser mi novia y asumió con hidalguía la posición de amante. Había comenzado a recogerse

el

cabello

en

una

enorme

cola

de

caballo.Cada día más bonita para mí, y eso me perturbaba, solo quería que llegaran las horas de la noche para poder verla, si esto se trataba de un plan de seducción por su parte, dio total resultado. Una noche llevaba en el bolso fresas con crema, otra, aceites aromáticos, yo en realidad no sabía a ciencia cierta con qué sorpresa me tomaría una noche.Por mi parte traté de ser el hombre más romántico del 49

mundo, si había luna llena, nos asomábamos por mi ventana y le regalaba la luna. Cociné para ella casi todas las noches. Ante todo le pedí que desde entonces viviera conmigo, a lo cual accedió con solícito amor. Lo que más nos gustaba a ambos, era realmente dormir abrazados. Era la novia perfecta.

50

Octubre de 1998 A principio de octubre caminé sin rumbo por las calles del centro de Bogotá, pensando en mi propuesta para Marié, había decidido pedirle que se casara conmigo, en definitiva.“Qué escritor tiene la dicha de imaginar una mujer, luego conocerla, enamorarse de ella y casarse” pensé. Ni uno en un millón. Compré con algunos ahorros de los últimos viajes vendidos en la agencia, un anillo sencillo de compromiso, y lo guardé hasta que llegara el momento oportuno para hacerle la gran pregunta. Intenté imaginar el mejor momento, pero no lograba encontrar el más apropiado, llegué a pensar que podía ser mientras hiciéramos el amor, pero me pareció bastante aparatoso en realidad. En otra oportunidad mientras ella hacía un desayuno exquisito un día domingo, me vi tentado a hacerlo y no fui capaz. Así trascurrieron los días y ya me sentía incómodo, nada me resultaba suficientemente bueno para pedirle que fuera mía para siempre. Por su parte, mi editora me regañaba cada dos o tres días, solicitando el borrador de la novela aun no

51

escrita. José Ignacio hizo su queja respectiva por lo poco que nos veíamos, ya que desde hace tiempo quería que Marié y yo conociéramos a su novia, la cita a ciegas había resultado un excito y propuse que ese mismo domingo por la noche fueranos a cenar los cuatro. Marié aceptó encantada, fue una reunión muy fluida. Pamela, era Médico, hermosa e inteligente, pero a la vez una mujer muy sencilla, así que las chicas se entendieron de mil maravillas, lo cual le dio paz a mi alma, no hubiera soportado que la mujer celosa emergiera de las entrañas de la tierra y me quitara la cabeza de un tajo. Conversamos de muchas cosas, entre ellas sobre el auge de la telefonía móvil, los nuevos computadores y toda la tecnología que se preparaba a nivel mundial para recibir el nuevo milenio, todos estábamos encantados con los avances venideros. Tomamos algunas

botellas

de

vino,

siendo

una

velada

excelente, la única en que compartimos con otras personas. Marié al llegar a casa comenzó a cantar en francés y quise saber qué canción era, “La vida rosa”, con el

52

tiempo

supe

que

era

un

clásico

en

Francia,

prácticamente un himno. Una noche, Marié me observó leyendo “Ulises” de James

Joyce,

cuando

de

pronto

se

acercó

al

reproductor y colocó uno de mis casetes de Elvis, sonó una canción romántica, la que yo había dicho que era para ella, nunca supe cómo lo adivinó.Solté el libro y la invité a bailar, ella me dio su suave mano aceptando de inmediato mi propuesta, ella llevaba puesto un vestidito estampado con azucenas, hecho por su tía abuela, me sentí bailando al compás de la canción del blanco con voz de negro, como solían decir del Rey.Con Marié en mis brazos, su aliento de menta, tan cerca de mí, aun percibo el olor de su piel en mis recuerdos. - ¿Siempre vas a amarme? Preguntó esa noche al bailar conmigo. - Siempre te amaré. Contesté entonces y la estreché cómo si mi alma supiera que íbamos a separarnos. Ella me besó con ternura y sus ojos amarillos brillaron para mí.

53

Noviembre de 1998 Marié había escrito en un cuaderno rojo algunos apuntes, pero no me dejaba verlos bajo ningún concepto.

Intenté

entonces

animarla

a

escribir,

alegando que no existía en el universo algo tan maravilloso como ser escritor, creyendo que ese era el motivo por el cual me escondía sus escritos. “Solo siendo escritor se vive en realidad.” Pensé. Marié guardó su secreto. Cada mañana después del café, me sentaba en frente del computador, y aunque apenas si escribía algunos apuntes de la novela, me recreaba reviviendo cada frase de ella. Todo venía a mí en cámara lenta y lo disfruté tanto que mis dedos teclearon una frase: “El amor no existe hasta que te golpea y despiertas”. Me quedé observando la pantalla, era como si mi propio ser quisiera decir algo que yo desconocía, porque no entendía a qué me estaba refiriendo.Para mí, el amor está en nosotros desde que nacemos, por ello apagué el computador y preferí esperar un poco más, mi yo de escritor no estaba acorde con mi yo de 54

enamorado, existía un conflicto de intereses entre ambos. La noche del 11 de noviembre llegué a casa después de Marié, ella me había solicitado que llegara a las doce de la noche, por lo que regresaba de conversar con José Ignacio.Era evidente que me aguardaba una sorpresa. Giré el pomo de la puerta de mi casa, las luces estaban apagadas y solo había encendidas algunas velas y faroles de peltre, en el ambiente había un olor a incienso dulce, y sonreí al verla. Llevaba puesto un hermoso vestido rojo de algodón que llegaba a rastras del suelo, estaba descalza, sin maquillaje y con su hermoso cabello suelto. Se acercó a mí con la ternura de siempre, sonrió y me deseó feliz aniversario, ya eran pasadas las doce de la medianoche, cumplíamos seis meses de habernos conocido, fue entonces cuando sentí que era el momento que tanto había esperado. Le pediría matrimonio de rodillas. - Espera un poco Marié. Dije y salí corriendo a mi habitación.

¿Dónde

está?

No

lo

recordaba.

¡Bendito sea Dios!¿Dónde? Recuerda, recuerda. Estaba

tan

acelerado

que

revolví

algunos

55

cajones, hasta que por ayuda de la divina providencia lo recordé. ¡La chaqueta! Me dije a mí mismo. Con el anillo de compromiso en mano, corrí a su lado y le pedí que cerrara los ojos, ella obedeció. Me arrodille no solo en cuerpo y alma, ante ella estaba arrodillado su soñador, su creador.Quería ser su esposo. - Helena Marié Novoa ¿Te casarías conmigo? Ella abrió los ojos como platos, y sin decir nada, absolutamente nada, se arrojó a mis brazos. Caímos al piso frío de la casa y me besó una y otra vez.Allí sin decir nada más, nos amamos.No supe en qué momento le puse el anillo, no hubo un sí por respuesta, no hizo falta, ella era completamente mía. La vida me resultó esplendida. En la mañana desperté de un largo sueño, me sentía pleno, lleno de ideas, de ilusiones, de planes que ejecutaríamos mi prometida y yo. La busqué en la cama. No estaba.

56

Me levanté y salí a por ella y solo encontré un regalo sobre el comedor con una nota. “Léeme” Rompí el papel de regalo, era exactamente lo que tanto quería recibir de Marié, el cuaderno donde escribía. Lo abrí con curiosidad de inmediato, para mi sorpresa había muchas palabras tachadas e ilegibles, al parecer nada de lo que escribía era lo que ella deseaba. Hasta que, encontré el siguiente escrito: Para Francisco.Querido

escritor,

no

tengo

ni

tendré

como

agradecerle haberme creado en su mente, pues debido a ello, he vivido días mágicos a su lado. Pero esto no es una nota de agradecimiento, es una carta

de

confesión,

porque

debo

contarle

un

secreto, que ruego a Dios no le haga odiarme. Yo no soy la mujer que Usted creé conocer, incluso tal vez sea todo lo contrario a su sueño. Me tiemblan las manos, porque es posible que desde este mismo instante lo haya perdido para siempre, pero ya no puedo callar. Me entrego a mi destino, se lo entrego a Usted.

57

No soy una mujer que vea las estrellas por las noches, hago ejercicio pero no soy de las que suben montañas, no soy en lo absoluto celosa, ni detallista, incluso considero que soy como dirían mis

familiares

“una

mujer

aburrida”,

no

me

considero sexy ni bonita, soy frágil ya que mi autoestima siempre tiene desniveles, más bajos que altos. Y debo confesarle que le tengo miedo a la velocidad, si uso la moto de mi tío, es por necesidad,

así

es

tenía

razón,

es

una

moto

demasiado grande para ser mía. Querido escritor, Usted ha creado a la Marié de sus sueños, porque la noche en que lo vi entrar en el Bar, me pareció el hombre más hermoso del mundo, con su caminar varonil, sus hermosos ojos claros y su piel dorada. Me enamoré de Usted a primera vista, mis canciones fueron todas para Usted,

pero

jamás

creí

que

pudiera

conocerlo.Entenderá a mi corazón cuando recibí su nota “Necesito conocerla”, ¡Por Dios ni siquiera tomo vino!, solo quería parecerme a una actriz como las de Hollywood en las paredes del bar. Por favor entiéndame, siempre le presento otra cara a los clientes del bar, Usted no fue la

58

excepción, y cuando dijo que yo era el personaje de su libro, yo no pude mostrarme tal cual era. Por poco lo vomito de los nervios al besarlo, no lo hice por sensualidad sino por interpretar un papel.Desde ese mismo instante, ya no era Helena Mary, sino Marié. Tengo tanto miedo de que Usted me juzgue, pero lo amo tanto, y amo la mujer que hace de mí, cuando soy su personaje de novela. No me interprete mal, lo que le he confesado, no ha sido un engaño. Porque mi amor por Usted es verdadero y aunque he sido otra mujer, lo he hecho por su amor. Siendo Marié, me atreví a besarlo, a amarlo, a ser una mujer capaz de hacer realidad su sueño de escritor. Pero comprenda que si Usted me odiara por lo que hice, no puede dejar de amar al personaje de Marié, yo soy mortal pero Marié no lo será, no puede serlo, no lo permita. Escriba, escriba por siempre, porque yo viviré por sus letras. Hice mil veces esta carta, cada mes intentaba terminarla y cada mes fue más y más difícil. Verlo dormir para mí ha sido la gloria de amar, por las noches intentaba pensar cómo sorprenderlo al día siguiente e inspirarle los capítulos más hermosos, 59

por ello me entregué en cuerpo y alma, intentando que encontrara al hacer el amor conmigo, todo lo que una mujer debe entregar al hombre que ama, por eso no hubo límites, dolor ni cansancio, que me impidiera ser completamente suya. Amado escritor, antes de conocerlo, mi vida era a blanco y negro, desde que tengo uso de razón soy depresiva,

en

el

pasado

había

querido

morir

muchas veces, me era inevitable estar triste, por eso cuando la administradora del Bar quiso hacer otra mujer de mí, yo accedí a ser “Mary”, la cantante, aunque terminara en el colchón de mi habitación llorando por las depresiones de una vida vacía. A Usted le debo un mundo lleno de colores, para mí, esforzarme por ser su personaje de novela me quitó las tristezas y sus besos, han sido la razón de mi vida. Comprendo lo maravilloso que es el mundo de un escritor, sus personajes son divertidos, porque debo confesarle que por las tardes mientras Usted trabajaba yo me dedicaba a leer sus libros, página a página descubrí al creador de mi nueva vida, y

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me resultó mucho más encantador que en la vida real, terminé siendo una fans de sus escritos. La música que me encanta no es la romántica y menos la música en inglés como a Usted, amo el vallenato, aunque mi voz sea tan finita como para cantar mis melodías favoritas, eso también le dio a Marié, la música de Elvis Presley.No tiene idea de cuantas horas he pasado intentando aprenderme canciones como “Can’ help falling in love”, pero soy terrible cantando en inglés en público, por eso adjunto al presente regalo un casete, cantándola a guitarra con la ayuda de Ernesto el guitarrista del bar, ese es mi verdadero regalo de aniversario. Posdata: espero poder bailarla con Usted esta noche y que como escritor perdone la forma en que decidí amarlo.O como dice el Rey del Rock and Roll que tanto le gusta: “No puedo evitar enamorarme”. Eternamente Suya Helena Mary.

61

Me senté en el suelo frío de la sala donde la noche anterior habíamos hecho el amor, me sentí como si la mujer

que

amaba

hubiera

muerto,

me

sentí

engañado, y no comprendía sus palabras, ni sus mentiras, por más que dentro de mí traté de que alguien me auxiliara, mi ego no lo permitió. Mi móvil vibró en sobre la mesa, lo tomé en mis manos y vi el nombre de ella, la mujer que no existía, no quise contestar, algo se había roto entre nosotros. - No tenía que mentirme. Murmuré. Me levanté y fui a bañarme, me sentía herido en mi orgullo, como si ella hubiera jugado conmigo, cuando fui yo el que había empezado un juego, al decirle que era un personaje de novela. Pensé que podríamos hablar por la noche y aclarar las cosas, en ese instante después de seis meses de amor, no quise saber nada de Marié. Esa tarde no fui a trabajar, me encerré a escribir en el

computador,

un

escrito que borré

tres días

después. A las 11:00 de la noche recibí una llamada de José Ignacio, la cual contesté para ver de qué se

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trataba, ya me había marcado cinco veces una hora antes. - Francisco, por amor de Dios por fin contestas. - No estoy de humor, qué ocurre. - Es Marié, estoy en el hospital donde trabaja Pamela, ella me aviso, hemos tratado… - ¿Qué paso? Pregunté enojado. Pero la respuesta me fue confusa, José Ignacio, estaba

alterado,

y

solo

entendí

“La

moto”

“Accidente”. Busqué mi chaqueta, mi billetera y salí a buscar un taxi. El camino al hospital fue eterno, no podía contener las lágrimas, ella me había llamado todo el día y yo no le había querido contestar. “Imbécil, eres un imbécil” dijo mi voz interior. Cuando llegué José me esperaba en la sala de emergencias. Por lo que recuerdo de ese día Jueves 12 de noviembre de 1998, Marié había tenido un accidente terrible, un automóvil había pasado la luz roja a toda velocidad y se la había llevado por el medio, según Pamela iban a operarla de emergencia. El conductor se volcó en el auto, y éste explotó en el

63

acto. Recordé el sueño lúgubre con el rostro de Marié y entendí todo. - Está muy delicada, no puedes verla. - Por favor Pamela, solo un instante, supliqué a punto de perder la razón. - Veré qué puedo hacer. Debes calmarte, así no nos ayudas en nada. Me

dejaron

verla,

pero

antes

debí

ponerme

indumentaria de clínica para entrar. Las piernas me temblaban, esto ya no era una novela, era una espantosa realidad. Pamela no me soltaba el brazo y me decía cosas que hoy no recuerdo. Solo tengo grabada la imagen de Marié, frágil en una camilla, herida por todas partes y con el cabello y el rostro empapado de sangre. Tomé su mano derecha, aún tenía el anillo de compromiso puesto, estaba muy maltratada. Mi muñeca de porcelana estaba rota. - Te amo tal cual eres Helena Marié. Mi voz se quebró. Entraron los enfermeros o los doctores, no lo recuerdo bien, solo sé que se la llevaron. Pamela, José Ignacio y yo aguardamos, pero no pasaron cinco minutos cuando Pamela salió corriendo, 64

yo quise seguirla, pero José no me dejó. Lo único que pude hacer fue sentarme y ponerme a llorar. No sé a ciencia cierta cuándo salió a sala, la novia de mi amigo, pero cuando vi sus ojos llenos de lágrimas, ella no tuvo que decir nada, fui yo quien dijo en voz ronca a José Ignacio: ¡Está muerta! Fue el momento más oscuro de toda mi vida, Marié solo tenía 19 años, es inexplicable el dolor que sentí durante esos días, recuerdo que no quise verla muerta, fue algo que no soporté y solo me acerqué a su féretro cuando ya estaba bajo tierra. Tres días en los que no recuerdo nada de mi vida, solo que siempre estaban allí Pamela y José Ignacio. Coloqué una rosa blanca encima del resto de rosas y me mantuve allí de pie, la protagonista de mi vida había muerto, pero el personaje no, como ella misma me lo pidiera en su escrito, Marié, ha vivido en todos mis libros desde entonces. Cuando ella murió, me costó guardar todas sus cosas, desde septiembre todo lo que ella poseía estaba en mi casa, había entregado su habitación y cada una de sus pertenencia tenía un lugar en nuestra habitación. Era insoportablemente doloroso

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ver su ropa en el armario, su cepillo de dientes en el baño, sus zapatos debajo de la cama, creía que en cualquier

momento

la

vería

peinando

su

larga

caballera en el gran espejo de la sala, o haciendo café en la cocina, o en la biblioteca ojeando libros y discos. Una noche soñé que estábamos sentados y tomados de la mano en un lugar incierto, ella sonreía como siempre, yo la miraba con un amor que jamás había sentido antes, ella me preguntaba sobre el objetivo de mi novela y yo esquivaba la pregunta. Recuerdo que en el sueño la agarraba fuertemente ambas manos y le pedía que regresara a mi lado. Ella insistía que el libro debía tener algún propósito. - ¡Amor mío! Susurré al besarla. - Francisco es enserio, los lectores anhelamos que el libro que leemos nos estregue algo, alegría, esperanza, ilusiones, dale una razón de ser al libro. - ¿Cómo voy a dar lo que no tengo? Pregunté enojado a punto de quebrarme en llanto. - ¿Tu amor hacía mí ha muerto? Preguntó ella.

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Desperté con las manos dormidas, me dolió la mano derecha, un espantoso calambre me terminó de avivar. Me levanté de inmediato y abrí de par en par todas las ventanas de la casa y el frío del amanecer se coló por todas partes. Me sentí helado pero tranquilo. Preparé café, me senté en el escritorio y encendí el computador, todo el dolor fluyó cuando mis dedos se precipitaron hacia el teclado y fue cuando escribí “A Blanco y Negro”. Escribí todo el día hasta el amanecer del día siguiente, solo me levantaba a ir al baño o por algo de beber o comer, me desconecté del mundo real vi cómo podía describir a la mujer que amaba, porque necesitaba escribir que mi amor por ella no había muerto ni moriría. Durante días cambié las cosas de lugar, desde los muebles hasta la cama, respiré profundamente y abrí la maleta de Marié, coloqué cada una de sus cosas, acomodando todo como si doblara mis recuerdos y los colocaras allí adentro, lo más doloroso fue su colonia, DavidoffCoolWatter (1996), la destapé y disparé su espray al aire. Cerré los ojos, olor a océano, azucenas, lirios y madera, su olor, como si estuviera ante mí. Abrí los ojos, yo estaba solo.

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Seguí mi cometido, solo eran cosas materiales, pero cuando vi “El Banquete” de Platón, no supe si guardarlo o leerlo de una vez, al terminar de empacar hasta el cepillo de dientes, me quedé con el libro. Llevé la maleta a un armario acomodándola de tal forma que no la tuviera que verla siempre. Me acosté cansado sobre la cama. Me quité los lentes, sentía la vista cansada, pero volví a colocármelos decidido a leer el libro de Marié. Al leer “El Banquete” me sumergí en toda una obra que habla de amor, la noche en que ella me lo dijo, no le creí, pero al leerla, únicamente se hablaba de amor y Diótima enseñando a Sócrates le dijo: “Entonces, el amor es, en resumen, el deseo de poseer siempre el bien”. Cuando terminé de leerlo, la filosofía sobre el amor me despejó la mente, y entendí la pregunta en mi sueño. “¿Tu amor hacia mí ha muero?” - No Marié no ha muerto, ni morirá mientras esté yo vivo, y más allá de la muerte Dios me permita seguir amándote y volver a poseer tu amor.

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Noviembre del 2018 Hace 20 años me enamoré de la mujer más hermosa del cosmos, ydesde entonces no he dejado de escribir un día de mi vida, y aunque no lo quiera, ella siempre aparece

como

personaje

con

características

y

personalidades diferentes, pero yo en el fondo sé que se trata de ella. Han sido infinitos los nombres que he usado para verla como antagonista, como personaje secundario o apenas en un capítulo de cualquiera de mis novelas. A

veces

puedo

sentir

su

presencia

por

la

noche.Noches en las que termino soñando con ella, haciendo las cosas que hacíamos, tan reales, tan perfectas que olvidaba en los sueños que ella había muerto. Con el tiempo comprendí que debía vivir la vida como ella, creyendo que era un personaje de mis libros, ello me llevó a lugares distantes del continente, me volví más atrevido y si deseaba escribir sobre leones iba y buscaba un lugar lleno de leones.Aún conservo mi walkman viejo y el casete como recuerdo, una única canción que hice grabar en digital para no perderla jamás, la voz de Marié cantando para mi 69

“Can’ help falling in love”.Una canción que solo pude escuchar el día que recogí sus cosas para guardarlas en un lugar donde aún están. A veces cuando me vencen los recuerdos, me tomo mi tiempo para escuchar a Elvis Presley, alguien que para mí había muerto demasiado joven, y aunque murió en agosto de 1977, un año antes de que yo naciera, había sido alguien que desde pequeño había estado vivo para mí en sus canciones.Así Marié en su única canción grabada, ha vivido para mí de una forma inimaginable. La ausencia de mi artista favorito me

preparó

para

la

ausencia

de

Marié,

y

precisamente ella me dejó en su voz una canción del Rey. Hice la novela de Marié tal cual como ella lo hubiera deseado, y fue tal cual ella se había mostrado, lo único es que el título de la novela no lo coloqué yo, sino ella, pues, mi vida después de Marié quedó “A Blanco y Negro”. Esa es la Marié que vive, como la dama que canta canciones, la que me enseñó que “El amor no existe hasta que te golpea y despiertas”.

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Ese día 12 de noviembre de 2018, contra toda promesa de no sentirme triste por su ausencia, fui al cementerio en las afueras de Bogotá busqué su lápida, “Aquí yace la mujer más hermosa del cosmos” mandé a escribir en su epitafio. Dando dos golpes a su tumba, la dejé partir.Después de veinte años, estaba listo para dejarla ir de verdad. No me enamoré de un personaje, me enamoré de una mujer real, quién me dio lo mejor de sí misma, porque me amó sin importar mis defectos, y en muy poco tiempo me enseñó lo grande que era amar, aunque no estuviera a mi lado. Me enamoré de una mujer que me enseñó con su forma de ser, que siempre podemos tener esperanza por más triste que sea nuestra vida, que no solo podemos vivir de los sueños, sino que estamos obligados a realizarlos. Un día cualquiera, podemos llegar a ser un personaje fundamental en la vida de otra persona, y darle la felicidad que otro lesnegó. Que debemos vivir con fe en que nos aguardan momentos

resplandecientes,

aunque

estemos

sumidos en la oscuridad. Que es cierto que nuestras vidas pueden estar a blanco y negro por mucho tiempo, pero llegará el momento en que podamos

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pintar con luz nuestra vida, porque esa luz, está dentro de nosotros mismos.

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