A FERNANDO VII EN 1817

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJANDRO I A FERNANDO VII EN 1817 Por Antonio Alemparte Guerrero CUADERNOS MO

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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

LA ESCUADRA RUSA

VENDIDA POR ALEJANDRO I

A FERNANDO VII EN 1817 Por

Antonio Alemparte Guerrero

CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL, N.° 36 MADRID, 2001

Cubierta: Ivan Aiwasowski. La gran rada de Kronstad, 1836.

Óleos/lienzo, 71'5 x 93 cm. Museo Ruso. San Petersburgo.

Primera edición. 2001

© Instituto de Historia y Cultura Naval, 2001 Impreso en España - Printed ín Spain

ÑIPO: 076-01-024-X 1SSN: 0212-467-X

Depósito Legal: M. 16.854-1983 Imprime: Gráficas Lormo. S. A. Isabel Méndez. 15 - 28038 Madrid

A María Teresa Roe Abadía, mi esposa

PRESENTACIÓN

Uno de los asuntos más confusos del controvertido reinado de Fernando VII, es el de la famosa compra de los navios rusos en 1817, que debían mejorar

las exiguas fuerzas navales españolas en la lucha por el sostenimiento de los virreinatos hispanoamericanos, que resultó un completo fiasco ante el ruinoso estado de los buques adquiridos, y del que devino un formidable escándalo de sobornos, corruptelas y tráfico de influencias, en los que la Marina española no sólo permaneció ajena, sino que sus más preclaros hombres que no se prestaron a los enjuagues de la "camarilla" fueron perseguidos y malquistos por el rencoroso Fernando VII.

Aunque no es poco lo que se ha escrito de tal fraude, ningún trabajo alcanza la dimensión y calidad de este libro de Antonio Alemparte, en el que tras una

rigurosa investigación de primerísima mano, y en consultas los archivos y biblio tecas prácticamente inaccesibles, ha logrado un documento excepcional que no

sólo aclara datos y pone las cosas "en su sitio", sino que ofrece además una com pleta panorámica de aquella España convulsa y de su Marina "poca y mal paga da", pero con el honor de sus hombres a salvo de toda mancha. El escándalo fraude de los navios rusos, señalará en estos primeros años de reacción absolutista, el estado de inoperancia, corrupción, desconciertos y peli grosa imprevisión que ajenas circunstancias condicionaran a la Armada. El aldabonazo de las insurrecciones coloniales reclama cada vez más insistentemente la presencia de buques de guerra para aquellas aguas, y so pretexto de ello fue el increíble tratado o acta de venta de una escuadra que el emperador de Rusia

transfería mediante pago al rey de España, y cuyos efectos y consecuencias tan acertadamente expone Alemparte en su documentado estudio. Lo insólito del caso es que dicha escuadra, en cuya compra intervinieron personas totalmente ajenas a la Marina, se hizo contra el dictamen de los más prestigiosos jefes de la Armada, y fue simple y sencillamente "el timo de los navios", como llegó a conocerse en términos populares, no pudiendo impedir el

fraude el hecho de que el ministro Vázquez de Figueroa pusiera en manos del Rey el original del reconocimiento de los buques que llevaron a cabo los ingenie ros y en cuyo documento se hacía constar la inutilidad absoluta del material com prado. La cólera real se dejó sentir. Vázquez de Figueroa fue desterrado a Santia go de Compostela y sustituido por don Baltasar Hidalgo de Cisneros, más acomo daticio con la voluntad real, y los brigadieres Francisco Beranguer y Roque Guruceta, que también se significaron en las protestas, fueron dados de baja en el

escalafón disolviéndose igualmente el Almirantazgo, por los reparos y objecio nes que opuso a tan descarada y ruinosa negociación hecha a sus espaldas. Pero de todo ello, con la autoridad y solvencia que Alemparte pone en juego en este espléndido trabajo, tendrá cumplida noticia el lector a través de sus

páginas en las que la amenidad no está reñida con la erudición, y en sus plantea mientos y deducciones los árboles esta vez "si dejan ver el bosque". Porque el libro tiene, en mi opinión, un valor inapreciable, en la amplia y abierta perspecti va para el enfoque de otros temas de mayor cuantía, a los que el autor genero

samente abre el caudal de sus conocimientos sobre hechos y actitudes más allá del tema, que abren unas posibilidades interpretativas tan estimables como sugestivas. José Cervera Pery

GRATITUD

Concluido el relato ha llegado el momento de manifestar mi gratitud a quienes, de una forma u otra, me han facilitado la tarea, convirtiéndola en ligera. Existen lamentables omisiones, causadas por olvido o ignorancia de identidades. De ello solicito perdón. Sean mis primeras líneas para resaltar la deferente y competente asistencia de todos cuantos componen los diferentes cuerpos y escalas de los funcionarios de Archivos y Bibliotecas. Sin ellos, lo confieso, no hubiese conseguido todos los

objetivos que me propuse; a su preparación específica, unen estos hombres y mujeres, un afán de ser útiles, de colaborar y facilitar el trabajo, a veces arduo e incluso estéril -pero siempre apasionante- de los investigadores y estudiosos. Y nada mejor para expresar mi reconocimiento que partir de una perspectiva geográfica. Vayan mis mejores saludos y profunda gratitud -en Cádiz- a Ignacio y José Manuel Fernández Tirado, del Archivo Histórico Municipal; a Esperanza

Salas de Unicaja, "Biblioteca de temas gaditanos", y en la Municipal, a Gustavo. En Granada, de la Biblioteca del Hospital Real y del Rectorado, a Emilio y Celia. ¿Qué decir del

Viso del Marqués? Allí conocen perfectamente mis

sentimientos. Desde Ángel Tortosa, el director, a Silvia López, pasando por Vicente y su padre Juan del Campo -aunque retirado, sigo contando con él, por cierto autor de un bello librito del Archivo y Palacio-, Yago Rumeu Casares y

Miguel Ángel de Benito, cuyas sugerencias y ayudas me son de gran valía. En Zaragoza a Carmen y Esperanza del Archivo Histórico Municipal, y en la magnífica biblioteca de la Academia General Militar, a Pilar Belenguer. En lo que yo llamo "grandes" Archivos, las relaciones -salvo personas que

los frecuenten con mucha asiduidad- carecen, por lógica, de esa familiaridad que brota donde no existen ni tantos investigadores ni funcionarios, todo ello sin menoscabo de la atención. Pero para que un libro -al menos en mi caso- vea la luz, se exige un largo proceso con intervención de otras personas cuya labor es determinante: quienes,

en los ordenadores, le dan forma y vida. Por ello expreso mi gratitud a mi yerno Juan M. Amador Hernández-Sito, que no dudó en desprenderse de muchas horas de su tiempo libre para encargarse de un anterior relato, padre del actual. Y de nuevo en Granada, mi reconocimiento más absoluto a María Aránzazu García Jiménez, la joven Ingeniero Químico, quien, sacrificando muchas horas de

descanso simultaneó el duro quehacer de la elaboración de su Proyecto Fin de Carrera con la larga y monótona escritura de este relato, transformando un montón de hojas, cuadernos, apuntes, notas, llamadas e incluso manejando los caracteres cirílicos -es decir, un verdadero batiburrillo- en un bello y atractivo libro de excelente presentación. Mi agradecimiento y el de mi mujer también alcanza a sus padres,

Pepe

y

Carmen,

nuestros

entrañables

amigos,

por

su

paciencia

compartida.

A tres personas del Instituto de Historia y Cultura Naval deseo hacer extensivo mi reconocimiento: al general auditor José Cervera Pery, por la deferencia que ha mostrado al hacer la presentación de este cuaderno; al coronel Rafael Estrada, quien no dudó en brindarme su ayuda con sugerencias, datos y

consejos para mí muy valiosos; y al coronel José Antonio Ocampo por su celo e interés en darle forma a este trabajo transformando e ilustrando el original hasta

conseguir un libro digno y agradable a los ojos de los lectores potenciales. Vaya al mismo tiempo mi gratitud al almirante José Ignacio González-Aller,

a cuya iniciativa se debe que un breve relato se haya transformado en un libro. En América mi más reconocida gratitud, en Chile, a mi querida parienta la escritora María de la Luz Alemparte Pohlhammer y en Buenos Aires, al capitán de

fragata Jorge Andrés Reto, jefe del Departamento de Estudios Históricos Navales. A la una y al otro -a quienes mando un abrazo- debo toda la documentación

referente a las vicisitudes de la Reina María Isabel, tras su apresamiento en Talcahuano.

Concluyo; pero esta vez el agradecimiento se relaciona con cinco personas que, en mi trabajo, nada han aportado, pero... han soportado mis conversaciones

sobre lo que ellos llaman "Antonio y los barcos rusos". Son nuestros amigos de sendas, trochas, caminos, valles y montañas, soles y vientos, sierras y vegas, bocadillos y bordones...: Juan Muñoz González, Guillermo Rey Rodríguez,

Antonio Rodríguez Osuna y las esposas de estos dos últimos, Charo Merino y Elvira Roca.

A todos mi gratitud.

índice por capítulos

CAPÍTULO

I

CAPITULO

II

Las relaciones hispano-rusas a finales del s. VXIII La camarilla, su composición y la influencia de Tatischev

CAPÍTULO

III

37

Visita de las autoridades civiles gaditanas al contral mirante Muller

CAPÍTULO

IV

V

VI

VII

85

Destino de las naves convoyadas por la Reina María Isabel

CAPITULO

67

La Reina María Isabel continúa su navegación hacia Talcahuano

CAPÍTULO

51

Salida para Lima de una expedición militar convoyada por la Reina María Isabel

CAPÍTULO

13

:

105

Salida de la expedición de Porlier para América

127

CAPÍTULO VIH

Estado de los barcos en 1820

147

CAPÍTULO

Pérdida de Chiloé, último bastión español en Chile

171

IX

BIBLIOGRAFÍA

185

INTRODUCCIÓN

El episodio que da lugar al presente libro se desarrolla en el período que los historiadores denominan "contemporáneo a los enfrentamientos peninsulares entre liberales y absolutistas". Concluida la Guerra de la Independencia -a cuya sombra y oportunidad surgieron los movimientos emancipadores- Fernando VII y su gobierno, conscientes del inminente riesgo que corrían los territorios ultramarinos de América, llegaron a la conclusión que, únicamente con el envío de un poderoso y bien preparado ejército, auxiliado y protegido por una potente escuadra dotada de modernas naves, sería factible recobrar el terreno conquistado por los patriotas. A pesar de que en 1816 parecía que la restitución del espacio perdido era cuestión de meses, no tardó en imponerse la cruel realidad, obligando al soberano a

potenciar de inmediato una debilitada Marina. Fernando VII entabló con Alejandro I unas negociaciones que desembocaron en el "Convenio de compra de la escuadra" de agosto de 1817, según el cual

Rusia vendía a España por la suma de 13.600.000

rublos, una escuadra compuesta de cinco navios y tres fragatas. Los barcos llegaron a Cádiz el 21 de febrero de 1818. Posteriormente, en octubre siguiente, arribaron al citado puerto tres fragatas, cedidas a España por el Emperador, sin ninguna contraprestación. Para general sorpresa, en estas conversaciones -llevadas en secreto por decisión real- no participaron ni el ministro de Estado ni los de Economía y Marina, pero sí, paradójicamente, el de Guerra. Decidido el soberano a formar una Gran Expedición, dieron comienzo los

trabajos para reunir una numerosa escuadra y un potente ejército de unos 20.000 a 22.000 hombres. Por causas económicas, políticas y de infraestructura, la partida fue dilatándose, siendo cancelada con carácter definitivo a principios de 1820, como

resultado del levantamiento en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) protagonizado por el comandante del Riego. El saldo obtenido no estuvo en armonía con las esperanzas depositadas; rotundamente puede afirmarse que resultó decepcionante en extremo. Salvo la Reina

María Isabel -protagonista de varios capítulos de este libro- apresada en Chile, el resto se limitó, en el mejor de los casos, a desempeñar irrelevantes servicios en España o América, e incluso a tres navios y dos fragatas jamás se les conoció actividad alguna. 1 1

Retrato de Fernando Vil. realizado entre 1815 y 1820 (Óleo sobre lienzo, 107 x 83 cm, obra de Carlos Blanco. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Medicina, n.° de invt.° 841).

12

CAPITULO

I

Las relaciones hispano-rusas a finales del siglo XVIII. - Pablo I y la cuestión del Maestrazgo de la Orden de Malta. - Declaración de guerra de Rusia a España en 1799. Respuesta de Carlos IV. - Alejandro I y la paz de 1801. - Intentos de lograr un matrimonio entre Fernando VII y una Gran Duquesa rusa. - Tropas españolas, encuadradas en la "Grande-

Armée", luchan en Rusia. - Formación, en San Petersburgo, del "Regimiento Imperial Ale jandro" con soldados españoles. - El coronel Alejandro O'Donnell. - El tratado de Velikie - Luki y el reconocimiento de las Cortes de Cádiz y su Constitución. - Dmítri P. Tatíschev, Ministro

Plenipotenciario de la Corte rusa en Madrid. - Su influencia en la política hispana. - Situa ción de la Marina a principios de siglo. - Los movimientos secesionistas en Hispano - Améri ca. - Francisco de Miranda. - El cura Morelos. - El general San Martín. - Dramática situa

ción económica de los marinos y sus familias. - Intervenciones en las Cortes tratando de poner remedio a sus males.

La historia de España, como la de cualquier otra vieja nación, encierra en sus páginas una serie de capítulos, donde se relatan episodios de toda condición y

género, entre los que se encuentran aquellos que muy bien podrían ser considera dos como arquetipos de la irresponsabilidad y la trapacería; calificativos que, a mi entender, encajan perfectamente en el caso de los navios comprados por Fer nando VII al Zar Alejandro I en 1817. Juzgo prudente que antes de tocar el tema echemos una ojeada a las relacio nes hispano-rusas, que, por cierto, cuando alborea el siglo XIX no pueden alcanzar un mayor grado de enemistad. Fallecida Catalina II la Grande en 1796,

subió al trono su hijo Pablo I. Enemigo de la Revolución francesa, se preveía hiciese todo cuanto estuviera a su alcance para destruir su gobierno y restaurar la monarquía borbónica. Deseoso de atraer a Carlos IV a su sistema político, le ofreció tropas, navios, dinero y ventajas para la marina y el comercio, con tal que aceptase romper la alianza con Francia. La respuesta se tradujo en una lógica negativa.

Si bien, como vemos, la alianza española -nacida más del temor a la Francia revolucionaria que del amor- con el Directorio incomodaba al Zar, otro fue el

13

móvil que agrió las relaciones entre ambos monarcas hasta el punto de desembo car en una declaración de guerra.

En 1798 las tropas napoleónicas invadieron y ocuparon la isla de Malta, poniendo en fuga al Gran Maestre de la Orden, Fernando de Hompechs. Los caballeros del Gran Priorato de Rusia -usufructuarios de múltiples prerrogativas y subsidios- reunidos en San Petersburgo protestaron ante Dios y los hombres

contra la usurpación, declarando privados de sus honores y dignidades a todos los que habían aceptado o consentido el infame Tratado de Campo - Formio que

había permitido la entrega de la isla. Tras despojar a Fernando de Hompechs de todos sus derechos a la honrosa dignidad, concluyeron manifestando que se echa ban en brazos de su augusto soberano y protector Pablo I, confiados en su justi cia, sentimientos y favores. Satisfecho éste, aseguró que tomaba la Orden bajo su protección; corres

pondieron los caballeros proclamándolo Gran Maestre, título que aceptó "con

la promesa de elevar al más alto rango la grandeza de esta institución mili tar" (1).

Obviamente los soberanos católicos no podían aceptar -ni les beneficiaba políticamente- que sus vasallos reconocieran como cabeza de una Orden católica

a un monarca que ni siquiera profesaba la religión romana. No fue la negativa del Rey de España a declararse enemigo de Francia, sino su rechazo y el de los prioratos españoles a concederle el tratamiento y reconocimiento de Gran Maestre, lo que provocó la destemplada irritación del Zar; despecho que se tradujo en una decla ración de guerra, silenciando el verdadero móvil y haciéndolo recaer en una su puesta ciega obediencia a nuestros vecinos pirenaicos.

La proclamación del estado de guerra resumido, dice así: "Nos, Pablo I, por la gracia de Dios ... hacemos saber a nuestros fieles vasallos: Nos y nuestros aliados hemos resuelto destruir al Gobierno ... que actualmente reina en Fran

cia ... Entre el pequeño número de potencias extranjeras... ha mostrado la España más que todas su miedo y sumisión a la Francia ... mandando salir de nuestros

Estados a su Encargado de Negocios en nuestra Corte; habiendo sabido ahora que nuestro Encargado de Negocios ha sido también forzado a alejarse de los Es tados del Rey en un cierto término que se le ha fijado ... le declaramos la guerra ... para lo cual mandamos que se secuestren y confisquen todos los barcos mer

cantes españoles ... se envíe orden a todos los comandantes de nuestras fuerzas de mar y tierra para que obren ofensivamente contra todos los vasallos del Rey de España. Dado en Peterhof (hoy Petrodvórets) el 15 de julio de 1799". Carlos IV, desde San Ildefonso, el 11 de septiembre del mismo año, ordena

(1)

14

Muriel, Andrés: Historia de Carlos IV. Ediciones Atlas.- B. A. E.- S. d., pág. 249.

publicar una Real Cédula, por la que promulga su Decreto declarando la guerra a Rusia. En él, el Soberano señala con el dedo las verdaderas causas por las cuales

el Emperador dispone "se obre ofensivamente, en todas partes, contra los vasallos del Rey de España".

"Don Carlos, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Aragón... la religiosa escrupulosidad con que he procurado y procuraré mantener la alianza que contraté con la República Francesa y los vínculos de amistad y buena inteli

gencia que subsisten felizmente entre los dos países ... han excitado los celos de algunas potencias ... Entre ellas ha querido señalarse particularmente conmigo Rusia, cuyo Emperador, no contento con arrogarse títulos que de ningún modo pueden corresponderle, y de manifestar en ellos sus objetivos, tal vez por no

haber hallado la condescendencia que esperaría de mi parte, acaba de expedir el Decreto de declaración de guerra, cuya publicación sola basta para conocer el

fondo de su falta de justicia. Dice así traducido literalmente: (Sigue el texto del Decreto de Pablo I).

He visto sin sorpresa esta declaración, porque la conducta observada con mi Encargado de Negocios, y otros procedimientos no menos extraños de aquel So berano, hacía tiempo me anunciaban que llegaría este caso. Así, en haber ordena

do al Encargado de Rusia, la salida de mi Corte y Estados, tuvo mucha menor parte del resentimiento que en las consideraciones imperiosas de mi dignidad ... y noticiándoles esta declaración de guerra les autorizo [a mis vasallos] a que obren hostilmente contra Rusia, sus posesiones y habitantes".

Ni que decir tiene que esta "contienda", en ningún caso, se materializó en confrontación armada

Acerca de ella, hace aproximadamente unos veinte años, en Sevilla, me con taba jocosamente un conocido hispanista ruso, el profesor Plaschkin, que el úni co incidente con cierto tinte de violencia, lo protagonizó en los muelles de San Petersburgo, un joven marinero español enrolado en un barco inglés. Perseguido por dos policías, trataba, huyendo de la justicia, con bastante más voluntad que

acierto, de alcanzar las salvadoras escalerillas de su embarcación. A menos de 200 metros, cuatro manos lo tomaron por la espalda, siendo conducido, entre una lluvia de golpes, al cuartel de la policía. Lo singular era que los agentes ignora ban la identidad y nacionalidad del detenido y su arresto se debía, lisa y llana mente, al más que regular escándalo provocado por un marinero excitado bajo los efectos de una borrachera de vodka.

Asesinado en extrañas circunstancias Pablo I, entronizado su hijo Alejan

dro, recobrada la cordura, se convino entre ambos monarcas un tratado de paz firmado en París el 4 de octubre de 1801. En su Art.° 1.° se pedía "hubiese desde 15

ese instante paz, amistad y buena inteligencia entre S.M. el Emperador de todas las Rusias y S.M. el Rey de España". ¡Rusos y españoles pudieron ya dormir tranquilos! No resulta nada aventu rado pensar que la casi totalidad de los subditos de ambos soberanos -recorde

mos que en 1803 el 94 por cien de los españoles eran analfabetos- en su vida, más bien perra que otra cosa, jamás oyó hablar de ruptura de relaciones diplomá ticas o declaración de guerra entre una y otra nación.

En julio de 1811 la Regencia, sin explorar previamente la voluntad del toda vía príncipe de Asturias en un asunto tan delicado como personal, intenta concer

tar su matrimonio con la Gran Duquesa Ana Pavlóvna, hermana menor del Zar, nacida en 1795. y, según aseguran los que la conocieron, dotada de una bella presencia física.

Retrocedamos unos años. La brillante investigadora -a mi parecer máxima autoridad en estos temas- Ana María Schop Soler, nos cuenta que Godoy, en una carta redactada en francés como era al uso de la época, dirigida al Ministro Ple

nipotenciario de Alejandro I en Madrid, barón Stroganov "inicia su viraje de octubre de 1806". En efecto, el 5 de octubre, el príncipe de la Paz hizo esta sensa

cional declaración al enviado ruso: "... el rey, ansiando una intimidad aún más estrecha con el Emperador Alejandro, cree llegado el momento de exponer los medios de cimentarla. España, dominadora del Perú y más poderosa en América que en Europa, no debe perder de vista los recursos que aún posee para mantener

su rango. El Rey, determinado a crear un reino en América, ha designado para ocuparlo al infante de 13 años, don Francisco. Usted lo conoce; posee mucho ingenio natural, vivacidad y, yo diría, que incluso talento y por su educación está destinado a ocupar un poderoso trono. Una alianza alcanzada por la unión de este príncipe con la Gran Duquesa

Ana (de 11 años entonces) colmaría la felicidad del Rey; propóngaselo a S.M. el Emperador, y unámonos para una triple alianza entre Rusia, Inglaterra y España, a la que se adherirán las potencias de América y nosotros tres contrabalancearemos

todos los proyectos gigantescos del conquistador francés; tales son las intencio nes que el Rey somete a la opinión del Emperador, vuestro Señor" (2). La propuesta naufragó cuando el barón Stroganov llegó a la conclusión que

la verdadera motivación de aquel inesperado cambio de rumbo político se debía

(2)

Schop Soler, Ana M.1: Las relaciones entre Rusia v España en la época de Carlos IV.

Universidad de Lleida. Barcelona, 1971, p. 137. Traducción del autor.

10

M

Alejandro I

17

al descalabro sufrido por las tropas españolas en el Virreinato de la Plata, al rendirse la plaza de Buenos Aires a Sir Home Popham (3). Tras este inciso volvamos a las gestiones de la Regencia. José de Luyando (4) remitió a Zea Bermúdez dos cartas escritas en francés. Una del Presidente de la Regencia, tenía como destinatario al Emperador; la otra, suya propia, al Con sejero Koschelov donde le hacía saber que la urgencia en escribirle se debía "al muy

vivo deseo que tengo de alcanzar el momento deseado por mí de unir a nuestros dos soberanos por lazos indisolubles". Y en una tercera, personal, manifestaba a Zea

que "la Regencia tendría la mayor satisfacción y haría cuanto estuviese de su parte para inclinar a S.M. a que pidiese por esposa a la princesa hermana de S.M. el emperador Alejandro", añadiendo líneas después: "contrayendo dicho enla ce... asegurábamos la unión y perpetua amistad con Rusia, que, al sentir de la Regencia y en el mío, es el que más conviene a la España independiente" (5). Las gestiones encomendadas a Zea resultaron infructuosas. Alejandro I se reservó repetidamente comprometerse a dar una respuesta en uno u otro sentido

hasta no ver concluidas las negociaciones de paz con una Turquía muy influenciada por Francia y "que hasta entonces permaneciesen secretos los tratados que seguía con España y sus aliados" (6). Incorporado a San Petersburgo, como ministro Plenipotenciario, Eusebio de

Bardají (7), tras el tratado de Vielikie-Luki (del cuál se hablará con posteriori-

(3)

Popham, Home Riggs: 1762. Hizo sus estudios en Cambridge. Se alistó a la Marina

distinguiéndose en la batalla del cabo San Vicente. Explorador marino en la India, al estallar la Revolución francesa se incorporó a la Marina de su país, zarpando con 11 naves rumbo a La Plata;

apresó, como pirata, un barco español, torturando cruelmente a la tripulación para obtener noticias acerca de la situación en que se encontraba Buenos Aires, que, por cierto, había sido desalojado de tropas ya que el virrey, Sobremonte, creyó conveniente concentrarlas en Montevideo. Popham ocupó aquella

capital, incautándose del Tesoro nacional y permitiendo que sus hombres se entregasen al pillaje. Auxiliado por refuerzos ocupó el puerto de Maldonado, para seguidamente atacar por mar a Buenos

Aires, pero, tras una épica lucha, quedó completamente derrotado, siendo juzgado por un consejo de guerra en Londres; tras amonestarlo severamente, quedó absuelto. Falleció en 1820. (4)

Luyando, José de: Marino español nacido en Méjico en 1773. Sentó plaza de guardiamarina

en 1788. Navegó más de una década por mares de Europa y América. Destinado en 1805 a la sección hidrográfica, se le nombró secretario del Almirantazgo en 1807. Cuatro años después quedó encargado de la Secretaría del Consejo de Estado y dos años más tarde secretario del mismo. Fue más tarde cónsul en Marruecos y en 1823 recibió el nombramiento de ministro de Estado. Desempeñó diversas comisiones científicas y reorganizó el observatorio astronómico de la Marina. Autor de numerosas obras.

(5)

Bécker, Jerónimo: Historia de las relaciones de España en el siglo XIX. Establecimiento

tipográfico de Jaime Ratés. Madrid, 1924, tomo I, p. 259. (6)

Martínez de la Rosa, Francisco: Bosquejo histórico de la política de España desde los

tiempos de los RR. CC. hasta nuestros días. Imprenta y estereotipia de Rivadeneyra. Madrid, 1857, tomo I, p. 269. (7)

Bardají y Azara, Eusebio de: Graus (Huesca), 1766. Licenciado en Derecho por la

Universidad de Zaragoza. Secretario de embajada en París y Viena. Entre 1810 - 12, presidente del gabinete de ministros. De nuevo destinado a Turín, Londres y París. Ante la negativa de Espartero a

18

dad), y nombrado Zea cónsul general en Rusia, el ministro de Estado notifica al

primero las instrucciones necesarias para reanudar las negociaciones matrimo niales. Desconocidas son las razones que sostuvo la Regencia -si bien se entrevén-

para intentar esta unión; cierto, a ninguna otra nación europea, en aquellos mo mentos debía tanta gratitud la nuestra como a Rusia. En una carta particular,

Bardají expresaba a Luyando "el decoro de España exigía se le diese [a Rusia] públicas muestras de reconocimiento por lo mucho que ha hecho en favor de los soldados españoles, pudiendo decirse que ha salvado a más de 3.000 de la horro

rosa miseria y nos ha prestado los auxilios más eficaces para vestirlos y mante nerlos de un modo tan generoso que no hay palabras para encarecerlo" (8). Casi de inmediato, de forma brevísima, se relatará este escasamente divul gado episodio que bien mereció nuestro más espontáneo y sincero agradecimien

to al zar Alejandro I. Bardají, cumpliendo órdenes, se valió de una visita a la Emperatriz madre con objeto de agradecerle sus muestras de condolencia recibidas con motivo del fallecimiento de su esposa, para transmitirle el contenido de la misión que le había sido confiada, comprometiéndose aquélla ha hacerlo llegar a su hijo. Pero la oscilante situación política obligó a nuestra diplomacia a alterar los planes previstos; contados días antes del regreso de Fernando VII, el nuevo secretario de Estado, duque de San Carlos (9) ordenó a Bardají "suspendiese toda gestión res pecto al enlace hasta que S.M. resolviese" (10). Durante ese compás de espera, el mariscal Saltikov, antiguo ayo del Empe

rador, ajeno a las órdenes de Madrid, en conversaciones privadas con nuestro ministro Plenipotenciario, dejó adivinar que Alejandro había respondido al sondeo de su madre de forma que "permitía plantear francamente la negocia ción" (11). Informado S.M. de la gestión y su probable respuesta afirmativa, dio su aprobación. El duque de San Carlos comunicó a San Petersburgo dicha resolu

ción en una nota donde se leía: "S.M. ha resuelto se lleve adelante la negocia-

María Cristina de formar gobierno, éste recae en Bardají, que ocupará la presidencia conjuntamente con el ministerio de Estado, donde se mantuvo hasta 1837. Tras su caída se retiró de la vida pública, falleciendo en Huete (Cuenca) en 1842. (8)

Bécker, Jerónimo: Opus cit., p. 357.

(9)

Carvajal y Manrique, José Miguel de, duque de San Carlos. Lima, 1771. En 1802 era

teniente general. En el motín de Aranjuez tomó partido por Fernando VII al que siempre estuvo muy

ligado. Fue uno de los firmantes del tratado de Valencay que devolvió la corona a aquél. En 1814 secretario de Estado. Tras su salida del gobierno continuó gozando de la confianza del monarca:

consejero de Estado, embajador en Viena, París, Londres y Lisboa. Falleció en París en 1828. (10)

Opus cit., p. 358.

(11)

Ibidem.

19

ción... y la única condición que debe existir y sin la cuál de ningún modo saldrá adelante, es abjurar de su religión y abrazar la nuestra" (12).

En una posterior entrevista entre Bardají y el canciller Nesserolde (13), éste le manifiesta que con tales exigencias continuar las gestiones era absolutamente inútil, toda vez que, a lo más que podrían condescender es a que "la Gran Duque sa perseverara en su religión, tuviese una capilla privada en su cuarto y asistiese públicamente a todas las funciones de la iglesia de nuestro culto; que de este modo se podrían salvar todos los inconvenientes de una y otra parte como se había hecho siempre que se había casado una Gran Duquesa rusa" (14). A estas razones deberían sumarse otras que, es posible, nos revelan la clave de la oposición rusa: la pésima imagen que toda la familia imperial mantenía a

cerca del sistema político español "pues suponen al gobierno español bajo la influencia del clero y los frailes y piensan que éstos ejercen tal imperio sobre la nación que la misma persona de la Gran Duquesa no estaría segura ni aún cuando

abjurase" (15). Incluso Catalina se había expresado ante Talleyrand "en términos harto inconvenientes respecto al Rey, a su hermano el infante D. Carlos y a su tío el infante D. Antonio" (16). Frustrado el ilusionante proyecto, el propio Fernando VII ordenó ensayar una nueva unión, esta vez con la Gran Duquesa Catalina, hermana de Ana. ¡Vano intento! Llegadas las negociaciones a un callejón sin salida, el Gobierno encargó al embajador en Viena, Gómez Labrador (17), se informase del carácter de cada una de las archiduquesas que se hallaban en situación de poder convertirse en esposas

de Fernando. Con ello alcanzan su final unas negociaciones que ni la Regencia ni el Rey pudieron conducir a buen puerto.

(12)

Bécker, Jerónimo: Opus cit., p. 359.

(13)

Nesserolde, Karl Robert, conde de. Estadista ruso de origen alemán. Lisboa 1780. Su

padre era embajador ruso en esta capital. Participó en la conferencia de Erfurt entre Napoleón y Alejandro I. Canciller del Imperio, impuso a Rusia su política exterior. Participó en el congreso de Viena; nombrado ministro de Asuntos Exteriores en

1816, asistió a los congresos de Aquisgrán,

Troppau, Leibach y Verona. En 1856 renuncia a sus cargos conservando tan sólo un puesto en el consejo ministerial. Su autografía, en francés, consta de 11 volúmenes. (14)

Bécker, Jerónimo: Ibidem.

(15)

Bécker, Jerónimo: Ibidem.

(16)

Villa - Urrutia, Wenceslao Ramírez de, primer marqués de: Fernando Vil rey constitu

cional. Francisco Beltrán. Madrid, s. d.. p. 196. (17)

Gómez Labrador, Pedro: Valencia de Alcántara (Cáceres), 1775. Estudió Leyes en

Salamanca, oficial en 1792 de la secretaría de Estado. En 1798 encargado de negocios en Florencia, embajador ante la Santa Sede. Preso a Dijon por negarse a reconocer a José Bonaparte como rey de España, logró huir presentándose al gobierno de Cádiz. Participó en el congreso de Viena siendo criticado unánimemente. A la muerte de S. M. optó por la causa carlista, considerando que el rey había deshonrado la corona al pactar con los franceses en 1823. Falleció en París en 1852.

20

En septiembre de 1816, en Cádiz y por poderes, Fernando VII y su sobrina

la princesa Isabel de Braganza, celebran sus esponsales. La aventura de encontrar una esposa en Rusia, había concluido. Pero, curiosamente, ¿qué fue de una y

otra? La Gaceta de Madrid nos despeja las incógnitas: "Petersburgo, 30 de di ciembre de 1815. El desposorio de S.A.I. la gran Duquesa Catalina, viuda el príncipe de Oldemburgo y S.A.R. el príncipe Real de Wurtemburgo, se realizará el 8 de junio" (18). En cuanto a Ana: "Haya, 9 de marzo de 1816. Esta mañana llegó aquí el

Coronel Knyff, que viene de San Petersburgo con la agradable noticia que el matrimonio de S.A.R. la Gran Duquesa Ana Pavlovna se celebró el día 21 de

febrero último. Los augustos esposos recibieron por la mañana la bendición nup cial en la capilla del palacio imperial según el rito griego y en seguida este acto fue confirmado en una de las salas del palacio por M. de la Saussaie, cura de la iglesia reformada de Wallone, en presencia de SS.MM.II. y del cuerpo di plomático" (19).

Cabe preguntarse, ¿a qué venían tantos impedimentos rusos? ¿Eran tan tras cendentales y excluyentes sus principios religiosos?

o Anteriormente se mencionaba una carta particular del señor Bardají en la que se leía que Alejandro I había salvado a más de 3.000 soldados españoles en Rusia. ¿Qué hacían allí?, ¿quiénes eran? o, ¿cómo llegaron a esta soñadora tierra

tan distante? Responder a estas preguntas exige condensar en un par de páginas lo que bien merece un libro. Me esforzaré en hacer el resumen. Retrotraigámonos a 1807. Una de las

clausulas del Tratado de San Ildefonso (1796), "que Perignon, embajador del Directorio en Madrid, arrancó gracias a la incapacidad de Carlos IV, a la presun ción, ligereza y posiblemente venalidad de Godoy" (20), exigía que en caso de que una de las dos grandes potencias entrase en guerra "previa petición de la primera, la otra debía enviar 25 barcos de guerra o, en su defecto, 24.000 hom

bres, así como sustituir las bajas que tuviese en este ejército" (21). Aquel mismo año, Napoleón, escudándose en la citada norma, presiona al Gobierno español para que la ponga en práctica. A pesar de nuestras reticencias y

(18)

Gaceta de Madrid, n.° 19 de 10/02/1816.

(19)

Gaceta de Madrid, n.° 43 de 02/04/1816.

(20)

Boppe, Paúl: Los españoles en el ejército napoleónico. Ed. Algazara. Málaga, 1995. P. 14.

(21)

Boppe, Paúl: Opus cit., p. 15.

21

demoras, desde Etruria (22), donde gobernaba la reina viuda María Luisa, salie ron 6.000 soldados españoles que ésta había solicitado a su padre, Carlos IV, en

apoyo de la situación política que su ficticio estado demandaba. Los restantes, hasta alcanzar la cifra de 15.000, partieron desde España, concentrándose ambos cuerpos de ejército en Hamburgo bajo el mando del marqués de la Romana, sien do distribuidos entre Dinamarca continental e insular, formando parte de las fuer zas francesas encargadas de vigilar el bloqueo naval contra Inglaterra. Para alcanzar los 24.000 combatientes convenidos aún restaban 9.000; los dos vecinos pirenaicos acordaron que los 30.000 soldados españoles puestos a

disposición del Emperador en su aventura ibérica contra Portugal, suplían con creces la cifra estipulada. Distribuidas ya las unidades españolas en Dinamarca, en agosto del siguien te año (1808), conocido el levantamiento del 2 de mayo en Madrid -a pesar del férreo control del correo español impuesto por Napoleón- y la invasión, puestos de acuerdo, meses después, el contralmirante inglés Keats y el marqués de la Romana, se realizó la fuga en barco de más de la mitad de nuestras tropas con su general al frente "quedando en tierras danesas 5.175 hombres" (23), a los que le aguardaban en verdad tiempos difíciles.

En efecto, de inmediato, "en cumplimiento de una orden del Emperador Napoleón, indicando que se sometiese a vigilancia extrema a los oficiales, sub

oficiales y tropa de los Regimientos de Inf.a de "Asturias" y "Guadalajara", más el "Algarve" de Cab.a, fueron desarmados en Dinamarca y diseminados como prisioneros de guerra en unas determinadas plazas francesas elegidas entre las que tenían guarnición" (24). El 13 de febrero de 1809 se formó "por enrolamiento voluntario, contratado por 4 años, un regimiento español de infantería con el nombre de "José

Bonaparte", provisionalmente costeado por nuestro Tesoro Público, hasta su vuelta a España" (25). El mando recayó en el mariscal de campo Juan de

Kindelan (26) y el 27 de septiembre contaba con unos efectivos de 57 oficia-

(22)

Etruria: reino creado por Napoleón, cedido en 1801 por el Tratado de Luneville, al príncipe

heredero Luis de Parma. A su fallecimiento la corona recayó en la hija de Carlos IV, María Luisa, como tutora de su hijo Carlos Luis II. En 1808 Francia se anexionó el pequeño reino, cuyo perímetro venía a coincidir, poco más o menos, con la actual Toscana. (23)

Gómez de Arteche, Manuel: Guerra de la Independencia. Imprenta y Litografía del

Depósito de la Guerra. Madrid, 1875, tomo I, apéndice n.° 10, p. 496. (24)

Boppe, Paúl: Opus cit., p. 105.

(25)

Boppe, Paúl: Opus cit., p. 116.

(26)

Kindelan, Juan. De origen irlandés, nació en Pontevedra en 1759. Fue educado -al igual

que otros militares de su tiempo- en el célebre colegio francés de Sorréze. A los 8 años Carlos III le nombró -nada inusual entonces- subteniente del Rgto. de Irlanda; capitán titular en 1775, coronel en

1793, brigadier en 1795, mariscal de campo en 1802. Segundo jefe de las tropas enviadas a Dinamarca

22

les y 1.016 suboficiales y tropa, encuadrados en la II División del I Cuerpo de Ejército. Transcurridos dos años, a finales de 1811, la unidad, ahora con 5 batallones, se hallaba en Rostock (Alemania); en enero del siguiente, Kindelan -por razones de salud y edad- solicitó y obtuvo la baja en el mando, siendo sustituido por el mayor francés Tschudy (27). En junio, los batallones I y II partieron de Dantzig,

dentro de la División Friand de la "Grande-Armée", destinada a invadir Rusia. En su agotador avance -nunca olvidaron batallas tan duras y cruentas como la de Smolenko- alcanzaron la hoy capital de Rusia el 14 de septiembre de 1812, per

diendo en combate 14 oficiales y 340 suboficiales y tropa. Luego surgió lo inesperado: los españoles, prisioneros, heridos o deserto res, de acuerdo con "proclamas en castellano que se introdujeron en el campo enemigo" donde Alejandro "no sólo aseguró que serían bien recibidos, sino que extendió su generosidad a mantenerlos y vestirlos hasta que en la buena estación pudieran regresar a continuar sus servicios en los ejércitos españoles" (28). Alejandro, caballerosamente, cumplió sus promesas. Pero como la breve

dad impone sus rígidas leyes, daremos un salto cronológico trasladándonos a mayo de 1813. El diario de San Petersburgo, en lengua francesa, El Conservador Imparcial abre su primera página escribiendo: "el 2 -la fecha no es aleatoria, se

buscó expresamente coincidiendo con el quinto aniversario del levantamiento popular en Madrid- de este mes Tsárkoe-Seló ha sido escenario de una fiesta que pertenece a la historia contemporánea. Los españoles... han prestado juramento a

las orillas del Neva a su legítimo rey... Concluida la revista... desfilaron los espa ñoles ante el retrato de Fernando VII, haciéndose oír los gritos de ¡Viva España!

El caballero Azara [nuestro ministro Plenipotenciario Bardají y Azara] dirigió a los militares españoles -este acto se celebró conjuntamente con tropas portugue sas- un discurso en su lengua materna, declarándoles que su regimiento llevaría, en recuerdo de su estancia en Rusia, el nombre de "Imperial Alejandro". San

Petersburgo 29 abril / 4 mayo de 1813" (29). La primera cifra indica la fecha según el viejo calendario ruso, la segunda de acuerdo con el gregoriano.

en 1807. No regresó más a España. Admitido en ejército francés con el grado de general de División, se naturalizó en mayo de 1816, habiendo tomado parte en las campañas de Ceuta, islas Canarias, Pirineos y Pomerania sueca. Falleció en París en 1822. (27)

Jean Baptiste, Marie Joseph: barón de Tschudy. Nació en Pont-a-Mousson en 1774, de

padre de origen suizo. Se incorporó al ejército de Conde en 1791. Estuvo en Egipto en 1801 para pasar al servicio de Portugal donde permaneció, como jefe de batallón de la legión portuguesa desde 1802 a 1805. Vuelto a Francia se le nombró mayor jefe del Regimiento "José Napoleón". Con él hizo la campaña de Rusia. En 1814 era coronel del Rgto. n.° 131, comandante de la Plaza de Burdeos en 1825, teniente del Rey en Bayona en 1828. Miembro de legión de Honor, falleció en marzo de 1834. (28)

Diaria de Zaragoza, n.° 104, de 24/10/1813.

(29)

Le Consen'ateur Impartial, n.° 34 de 5 de mayo. Traducción del autor.

23

Varias semanas después, el mismo diario nos informa: "el 7 de este mes ha tenido lugar la ceremonia de bendición de una bandera del regimiento español "Imperial Alejandro"... El nuevo regimiento, compuesto de 1.300 hombres y di

vidido en tres batallones ... fueron [los soldados españoles] arrojados por Napoleón sobre suelo ruso y este mismo año los encontramos en medio de nuestro pueblo, pero no como enemigos, sino como otros tantos amigos y aliados" (30). Con exasperante lentitud -por ausencia de barcos y dinero- fueron regre

sando a España en diferentes expediciones. La primera salió de Cronstadt el 1 de septiembre, llegando a Santander el 3 de octubre. En un estadillo firmado por el coronel Alejandro O'Donnell, bajo cuyo mando estuvo el regimiento en Rusia, en una columna unida al estado de fuerza, se consigna: "mujeres de tropa: 13". En los fríos guarismos de un parte, estas mujeres carecen de nombres y apellidos, más a pesar de su forzoso anonimato, nada nos impide que les dediquemos estas líneas como sincero tributo de respeto y admiración, máxime si tenemos en cuen

ta que algunas de ellas venían acompañando a sus maridos desde 1807, cuando éstos formaban parte de la expedición del marqués de la Romana.

Cerraré este episodio reseñando que todavía el 3 de agosto de 1815, según

documentos que se custodian en el Archivo General Militar de Segovia, "... verá V.E. que aún existen en aquel imperio, un depósito de 400 hombres del regimien to "Imperial Alejandro" (31).

1810. En este año, el consejero de Hacienda, Antonio Ranz Romanillos (32) insta al Gobierno a que "se enviasen sujetos hábiles y zelosos a ellas [otra nacio nes], bajo el pretexto de comercio vieran de acercarse a los Gabinetes extranjeros ... de forma de interesarles por una causa [la Guerra de la Independencia] que era imposible dejase de parecerles justa y recomendable ... y muy particularmente se adoptase este medio para la Corte de Rusia" (33).

(30)

Le Conservateur Impartial, n.° 58 de 8 de agosto. Traducción del autor.

(31)

Archivo General Militar. Segovia. Sección 2.a, Div. 1." Legajo 136.

(32)

Ranz Romanillos, Antonio: 1759. Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza,

en 1800 obtuvo un puesto en la Secretaría de Estado.

Colaboró con el gobierno de José I en la

elaboración de la Constitución de Bayona. En 1808 era consejero de Estado y Hacienda y tras la derrota francesa en Bailen, abandonó la causa de José I, trasladándose en 1809 a Londres encargado de una misión diplomática. Escribió unas "Memorias" que le permitieron justificarse de su pasado afrancesado, siendo admitido en las Cortes de Cádiz. Ocupó en 1812 la cartera de Hacienda y en abril de 1820 pasó al consejo de Estado, hasta el 23 en que se trasladó a Sevilla y dejó la política activa. Falleció en 1830. (33)

Arcas, Matías Jorge de: Memoria sobre la alianza de España con Rusia. Imprenta de D.

Francisco de la Parte. Madrid, 1814, p. 8.

24

El 30 de abril se creó una Comisión, designando a Zea para desempeñarla en San Petersburgo, desde donde, en enero del siguiente, escribe: "en el caso afortu nado de obtener una resolución decisivamente favorable de este Gobierno [el ruso] me pondré luego en camino para esa, a fin de no exponer a la pluma tan importante nueva..." (34).

Tras laboriosas gestiones a las que Zea dedicó admirable tesón y acierto, el Emperador se comprometió a declarar la guerra a Francia, promesa cumplida

pocos días antes de la firma del Tratado de Vilikie-Luki (pequeña ciudad situada entre Moscú y San Petersburgo y cuya traducción es, curiosamente, "grandes arcos" de tiro, con flecha, etc. y también "grandes cebollas") el 20 de julio de 1812. Tratado de "amistad y sincera unión y alianza", en su artículo 3.° estable cía: "S.M. el Emperador de todas las Rusias, reconoce por legítimas las Cortes generales y extraordinarias reunidas actualmente en Cádiz, como también la Cons

titución que éstas han declarado".

Sin la menor vacilación un éxito diplomático de España -y un triunfo perso nal de Zea- ante un Soberano autocrático como Alejandro I, quien pocos años

antes (1808) se había opuesto a refrendar una Constitución amañada que él mis mo había ordenado redactar a su Secretario de Estado Mijaíl Speranski, de inme

diato exonerado y condenado al destierro por algunos años como consecuencia del rechazo del Zar a la proyectada ley de leyes. Nuestro gobierno recompensó los notables servicios de Zea "con algunas

gracias y el nombramiento de cónsul general en Rusia; pero no llenó los deseos del Emperador, quién, por dos veces, insinuó que deseaba se le diese el Ministe

rio de nuestra Corte cerca de su persona. Y en esto hay de singular que quiso [el Gobierno] tener la delicadeza de preguntar a S.M.I. quién le sería agradable y

después se faltó a ella nombrando ministro [Eusebio de Bardají y Azara] sin aguardar a que llegase su respuesta" (35).

En Madrid, a partir de la firma del Tratado, las victorias de Alejandro I "contra las huestes del tirano de la Europa" suscitaron tanto entusiasmo que el Gobierno, por decreto de 16 de febrero de 1813, ordenó "que en celebridad de tan gloriosos sucesos se cante en esta capital y en las demás ciudades y pueblos de España, un solemne Tedeum y que haya iluminación, salvas de artillería y repi que general de campanas".

(34)

Arcas, Matías Jorge de: Opus cit. P. 16.

(35)

Arcas, Matías Jorge de: Opus cit. P. 18.

En 1808 el barón Stroganov, ministro plenipotenciario ruso, abandona Es paña y hasta transcurridos cuatro largos años no se nombra un sustituto: Dmítri

Pávlovich Tátischev. Nacido en 1767 en el seno de una de las más antiguas fami lias -larga en prosapia, corta en fortuna- ingresó muy joven en el Ejército para no mucho tiempo después ocupar cargos diplomáticos, como embajador en el reino de Ñapóles en 1808 y ser acreditado como ministro en la Corte de Madrid en septiembre de 1812.

Con antelación a su toma de posesión, Bardají, escribía desde San Petersburgo acerca de él: "no posee sino muy pocos bienes; es muy ambicioso de dinero y honores y como gasta siempre más de lo que tiene, se ha visto apurado para salir de aquí ... pondrá el mejor empeño en el artículo dinero, porque además de ser

muy preciso se presenta desde luego a la vista y deja siempre algo entre las ma nos de los que lo manejan".

El marqués de Villa-Urrutia, historiador serio y concienzudo pero proclive a no dejar títere con cabeza, escribe, que, según la voz pública "estaba casado con una bellísima polaca que contribuyó en buena medida al favor que gozaba su marido de un Soberano tan mujeriego como el emperador Alejandro" (36).

Afincado el ruso en la capital de España no le fue necesario mucho tiempo ni sufrió grandes dificultades para entrar a formar parte de la denostada "camari lla". Con él, según Ana María Schop "se inicia la etapa conocida por la interfe rencia rusa en los asuntos españoles ...; los años 1814-20 son los de predominio ruso en España, plasmados ante todo en la accesión de Fernando VII al tratado de la Santa Alianza y sobre todo al intento ruso de mediar en el espinoso asunto colonial" (37).

Astutamente multiplicó sus encuentros con Ceballos (38) para exponerle las ventajas derivadas de una más íntima relación entre sus países, lo que conllevaba la pérdida progresiva de la influencia -entonces de extraordinaria importancia-

del embajador de Inglaterra en Madrid y cuyo gobierno observaba con creciente recelo el estrechamiento de la amistad hispano-rusa.

Su persona y su obra en España han sido juzgadas invariablemente como dañinas para nuestros intereses, si bien, asimismo, se le atribuyen ciertas virtu-

(36)

Villa Urrutia: Opus cit. P. 197.

(37)

Schop Soler. Las relaciones entre España y Rusia en la época de Fernando VII. Ediciones

de la universidad. Imprenta Fidel. Barcelona, 1975, p. 6. (38)

Ceballos, Pedro: 1764 - 1840. Secretario de Embajada en Lisboa, accedió rápidamente al

consejo de Hacienda gracias a su matrimonio con una prima de Godoy. Presidente del Consejo en 1800.

Defensor de los intereses de Fernando Vil, tras el motín de Aranjuez es nombrado ministro de Estado. Firmó la Constitución de Bayona y se le nombró ministro de Negocios Extranjeros, pero rápidamente pasó al bando antifrancés. Ministro de Estado y de Gracia y Justicia entre 1814 y 16. En este año dejó el gobierno siendo nombrado embajador en Ñapóles y posteriormente en Viena.

26

des. El marqués de Villa-Urrutia se expresa así: "este hombre inteligente, con talento y habilidad sabía manejar los asuntos de su competencia como diplomáti co. Dotado de desmedida ambición, poseía una extraordinaria maña para hacerse

valer y aprovechar cuanto le pudiera servir para su más rápido encumbra

miento. Le perdían sus grandes defectos: sus trampas y su docilidad por las ma las compañías" (39).

En concepto de Martínez de la Rosa: "en tanto la camarilla, mudándose varios de los que la formaban, seguía ejerciendo su fuerte influencia y, para col

mo de deshonra y daño, se le había introducido en ella y casi la gobernaba Tatischev, hombre hábil y astuto" (40).

Tan fuera de lo común debió ser el influjo de este diplomático, cuando García de León y Pizarro lo enjuicia así: "siguiendo [la camarilla] un plan de amistosa

confianza con los rusos, se le comunicaban, con las debidas reservas, los despa chos recibidos sobre los asuntos y se le consultaban las resoluciones y notas que se pasaban en consecuencia" (41).

Insuficientemente retribuido -dado el tren de vida que amaba llevar- goza ba de fama de cínico. Conocido es el caso, repetido anualmente el día de la ono mástica del Zar, fiesta nacional rusa: los miembros del gobierno, cuerpo diplomá tico, autoridades y personalidades, recibían, escrito en francés, un billete impreso

notificándoles: "el Ministro de Rusia ruega al señor X le disculpe si no celebra una recepción en su residencia por carecer de dinero".

Con escasas diferencias, los juicios sobre este personaje parecen correr pa ralelos, pero en lo que todos que lo conocieron o lo estudiaron a fondo existe unanimidad, es en afirmar que durante sus seis años de estancia entre nosotros,

Tatischev fue el verdadero ministro de Estado y arbitro de la política exterior española.

A pesar de que Mazarredo (42) -ministro de Marina con José Bonaparte-

había tenido la habilidad de frenar por algunos años la decadencia del ramo de su

(39)

Villa-Urrutia: Fernando Vil rey constitucional, p. 219.

(40)

Martínez de la Rosa: Historia de España desde los tiempos primitivos hasta la

mayoría de la Reina doña Isabel. Imprenta de la Sociedad Literaria y Tipográfica. Madrid, 1846, tomo VII, p. 51.

(41)

García de León y Pizarro, José: Recuerdos de la vida del Excmo. Sr. ... escritos por él

mismo. Establecimiento Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1894. P. 159.

(42)

Mazarredo, José de: Bilbao, 1745. Se le considera como uno de los más ilustres marinos,

dotado de sólidos y amplios conocimientos culturales. Siendo todavía guardiamarina salvó a un pequeño

27

Ministerio, la lucha contra la Francia revolucionaria supuso graves pérdidas para

nuestra Flota. En 1795 poseíamos 46 navios, 52 fragatas, 20 corbetas y 140 uni dades menores, si bien, en su mayor parte, carecían de adecuadas dotaciones, eran viejos y se hallaban insuficientemente pertrechados. La derrota de Trafalgar (1805) representó para Inglaterra la conquista de la

hegemonía de los mares y para nuestra nación la anulación como potencia marí tima, iniciándose la decadencia que aún tardó 10 años en consumarse. Al estallar la Guerra de la Independencia contaba la Marina con 2.328 jefes y oficiales, 3.080 suboficiales y artilleros y 12.096 infantes; en cuanto a las embarcaciones,

42 navios, 30 fragatas, 20 corbetas y más de 130 buques auxiliares con cuatro bases navales intactas. Una Marina milagrosamente aún valiosa pero debilitada por el abandono, la animadversión de un soberano incapacitado para enterrar las

justas manifestaciones de desagrado de algunos de sus generales en tiempos de la Regencia o las Cortes de Cádiz -a él se atribuye la frase: "tengamos poca Marina, pero mal pagada"- y a esos graves problemas había que sumar otro no menos desdeñable que incidió de forma directa en las desvalidas familias: el hambre.

Las pagas eran pocas y cortas; mal endémico que se extendió a lo largo de casi todo este reinado en que al personal con derecho a percibir un sueldo, se llegó a adeudarle años de retribuciones. Como esta etapa afecta directamente a innumerables marinos, familias, viu

das y huérfanos, no dejaré de comentarlo posteriormente con relativa amplitud. Y ahora regresemos con la desamparada Marina y sus dolencias. Ya en 1812 Vázquez de Figueroa había puesto el dedo en la llaga denun

ciando el deplorable estado de su Ministerio; una Marina olvidada y sacrificada a lo largo de toda la Guerra de la Independencia, cuando un número significativo de sus hombres pasaron a prestar valiosos servicios en unidades del ejército de tierra, alcanzando, un buen puñado de ellos, los más altos grados de la milicia al

final de sus brillantes carreras: Pablo Morillo, los hermanos Juan y Antonio Van Halen, Díaz Porlier, Pascual de Enrile, el marqués de la Romana, etc. Invadida nuestra patria por las fuerzas napoleónicas, con tropas de Marina se crearon 6 regimientos, el primero ubicado en Extremadura, en La Mancha el segundo. Con guarniciones de arrumbados buques se formó el 3.° y con la de

barco de una catástrofe, contra el parecer de gente del mar con mucha más edad y experiencia. En 1762 viajó a Filipinas, haciendo durante la travesía notables estudios trigonométricos sobre latitudes y longitudes. En 1799, siendo teniente general, se opuso a los planes despóticos de Napoleón, por lo que

dejó, eventualmente, la Marina. Reingresado, aquél, conociendo su valor y talento, lo atrajo a su causa, que sirvió de buena fe, trabajando y favoreciendo a la Marina, dentro de sus posibilidades, logrando que el Emperador no se llevase a los pocos barcos existentes en el Ferrol a! ser ocupada esta Plaza por los mariscales franceses Soult y Ney. En actividades ajenas a la Marina, realizó una gran obra social con los sordomudos. Autor de numerosos tratados, falleció en Madrid en 1812.

28

Cartagena el 4.° y 5.°, situando el 6.° en Galicia a las órdenes del general español de origen irlandés Joaquín Blake (43).

¿Qué sucedía mientras tanto en América con nuestra Marina? Resulta in cuestionable que la guerra en la piel de toro contra el invasor francés absorbía por completo los recursos de la nación, pero no es menos cierto que la presencia española en el nuevo continente se vio comprometida seriamente al desencade narse en la Península la crisis del poder político y un sector de criollos pretender

hacerse con la autoridad por medio de acciones revolucionarias o bélicas, que en condiciones tan delicadas como aquéllas ni la Junta Suprema ni posteriormente

la Regencia se hallaban en condiciones de reprimir, y allá, al otro lado del Atlán tico, a miles de kilómetros de la metrópoli, quedaron marinos y militares huérfa nos de una Marina que dominando la mar llevase tropas y material uniendo sus diferentes y distantes puertos.

Una vez firmada la paz con el vecino del norte, ¿qué razones se expusieron para continuar manteniendo a la Marina en el olvido? Se podía alegar que el

Tesoro Público se encontraba en bancarrota y que no se trataba de la desaparición de España, absorbida por Francia, lo que se hallaba en juego; pero sí algo tan trascendental -máxime considerado bajo la óptica de su tiempo- como la pérdida

de las colonias con la consiguiente merma de riquezas, prestigio, demografía y valor estratégico, y la desaparición de nuestra vieja nación como potencia de primer orden.

No era de esperar idéntico esfuerzo agotador al exigido durante la Guerra de

la Independencia, pero sí el necesario para revitalizar a una moribunda Marina. Sin una fuerte y numerosa no se dominarían los mares y sin su supremacía el futuro colonial estaba listo para sentencia. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, los movimientos secesionistas provocaron la chispa que incendió el polvorín de la insurrección en los cuatro

virreinatos, alzándose contra una metrópoli exasperadamente alejada para las tro pas realistas y sus autoridades. Y si en la costa occidental del virreinato de la Plata, el porvenir se presentaba cubierto de negros nubarrones, el que se adivina

ba en el Pacífico bien podía calificarse de inquietante en extremo. Las expedicio-

(43)

Blake, Joaquín: Nació en Málaga en 1759. Ideó la creación en España del Estado Mayor

que, con varias vicisitudes se estableció definitivamente por decreto de 09/01/1838. Estuvo en la

ocupación de Portugal con los franceses, y por no servir a los invasores pidió la baja. En julio de 1807 se hallaba encuadrado en el ejército de Galicia, derrotando a los invasores en la batalla de Medina de Río Seco. En 1809, inspector general de infantería y Presidente de la 2.a Regencia. Ascendido a capitán general por su brillantísimo comportamiento en la batalla de Albuera. Prisionero de los franceses desde

1812, al regreso del Deseado, presidente del consejo de Estado y director general de Ingenieros. Se retiró del ejército tras la invasión de los Cien mil Hijos de San Luis en 1823, falleciendo en Valladolid 4 años más tarde.

nes de socorro y ayuda desde la Península, según nos cuenta el historiador militar conde de Clonard (44) se hicieron más esporádicas, disminuyendo el número de

hombres, armas y material, hasta quedar reducidos a la nada. Según el conde,

desde el 30 de julio de 1798, cuando 600 hombres del regimiento "África" em

barcaron en Santander rumbo a Puerto Rico, no volvió a hacerse a la mar otro

cuerpo expedicionario hasta el 4 de mayo de 1811, en que, igual número de

fuerzas del 3." batallón del regimiento "León" partió desde Cádiz hacia Monte video (45).

El factor determinante distancia exigía larguísimas navegaciones; como bo tón de muestra hay que decir que un buque de cierta entidad empleaba no menos

de 140 jornadas en trasladarse desde Cádiz a Lima y de 30 a 40 en hacerlo a La Habana. Travesías que quebrantaban -como más adelante se verá- la salud de los tripulantes y viajeros, carentes de las más precisas necesidades, hasta el extremo

de ser diezmados por las pésimas condiciones higiénicas, sanitarias y alimentarias, convirtiéndose en fácil presa de las enfermedades, en especial el temido es corbuto.

Otro elemento de extraordinaria importancia lo constituía el tiempo: cuanto más transcurriera menores serían las posibilidades de recuperar los territorios en

poder de los patriotas. En aquéllos donde continuaba ondeando nuestra bandera, las ansias de independentismo se propagaban como manchas de aceite, amena

zando fundirse en una sola donde la presencia española no tuviese cabida, que dando relegada al papel histórico de testimonio del pasado. A principios de la segunda década del siglo que nos ocupa, la lucha por la emancipación comienza a dar los primeros frutos. Vuelto -tras 38 años de ausen cia- de Inglaterra el conspirador Francisco de Miranda (46), reunido el congreso

(44)

Serafín María de Sotto, conde de Clonard: Barcelona, 1773. Ingresó como cadete de

Guardias españolas. Participó en la Guerra de la Independencia. Mariscal de campo en 1836, emigrando a Francia entre 1840-43, siendo nombrado al año siguiente Director del colegio militar de Toledo y ascendido a teniente general en 1846. Titular de Gobernación durante el llamado "gabinete relámpago"

(19 y 20 de octubre de 1849) inspirado a la reina por sor Patricia y el confesor P. Fulgencio; la indignación popular causó su caída, viéndose la reina obligada a llamar de nuevo a Narváez. Fue ministro

de la Guerra y director de general de infantería. Falleció en 1886 siendo presidente de la Sección de Guerra y Marina del Consejo Real.

(45)

Clonard

: Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería. Imprenta a

cargo de Francisco del Castillo. Madrid, 1858. Tomo VII, p. 173.

(46)

Miranda Rodríguez, Francisco de: Caracas, 1750. En 1771 se hallaba en Cádiz como

capitán del ejército de Carlos III. Su vida es una pura aventura, pero al mismo tiempo fue un hombre de vasta cultura; hablaba correctamente inglés, francés e italiano y comprendía el alemán, griego y latín. De

él escribió Uslar - Prietri: "el hombre más culto y más universal de la América Latina de su tiempo".

Luchó a favor de la corona de España en el norte de África y América, pero una crisis de conciencia y una falsa acusación -de la cual fue absuelto 18 años después con todos los pronunciamientos favorablesle empujaron a desertar de las filas realistas. Entre agosto de 1786 y septiembre del siguiente permaneció

30

de manifiesto lo trasnochadores que eran los peruanos y la escasa fidelidad que guardaban a sus esposas: "... que nadie lleve de noche mujer a caballo montada delante de la silla y abrazada, so pena de cuatro meses trabajando en obras públi cas y pérdida de bestias y montura". El 44 decía así: "... se manda a los casados... se restituyan a los domicilios de sus mujeres propias, y si no lo hacen en tres días, sean arrestados" (126).

Vista de la ciudad de Lima (Perú) desde las inmediaciones de la Plaza de Toros, (Museo Naval, Madrid, sig. 2.995).

Reorganizado el ejército realista, creyó Pezuela llegado el momento de in tentar pasar a la ofensiva en Salta, tropezando con los planes de Serna, que con sideraba poco prudente dejar desguarnecida la región del norte. Por razones

de disciplina y ordenanza se impuso el criterio del primero. Serna, al frente de tres mil infantes inició la marcha comprobando con preocupación como, a medi da que avanzaba, se desmembraban sus unidades, obligadas a guarnecer puntos importantes. La situación empeoró por causa de deserciones en gran escala y

"hasta las mujeres se confabularon para debilitar a las fuerzas, pues las de Juijui, trabajaban de todos modos contra los españoles y seducían a los soldados, por lo cual Serna hizo prender a las más tildadas de dedicarse a tan poco moral ocupa ción" (127).

(126)

Historia de América, su colonización, dominación e Independencia. Montaner y Simón

editores. Barcelona, 1896, tomo III, p. 197. (127)

Opuscit., p. 201.

deficiencias. Prácticamente independientes sus homónimos de Nueva Granada y del Río de la Plata, llegó a ser una quimera hacer llegar hasta Lima u otros puer

tos de aquel virreinato, hombres y medios llegados desde la península. El único recurso, dependía de barcos obligados a realizar largas, costosas y peligrosas travesías, tanto por la distancia como por las enfermedades. En 1815 el teniente general Fernando de Abascal (1743-1827) -"hombre

extraordinario, prudente, activo, impasible en medio de las desgracias, político profundo, que parecía regirse por la opinión de los demás cuando realmente la dominaba" (123)- uno de los más prestigiosos virreyes del Perú, dotado de una integridad tan extraordinaria que a su fallecimiento no legó a su hija más que lo estrictamente necesario para vivir y el marquesado de la Concordia, solicitó en reiteradas ocasiones y obtuvo al fin de S.M. el relevo del cargo que venía desem peñando desde 10 años atrás. Nombrado sucesor el teniente general Venegas,

declinó el honor, recayendo sobre el del mismo empleo Joaquín de la Pezuela; oficial de reconocido mérito por su prestigio y valor, obtuvo contra los insurrectos varios triunfos, siendo el más sonado el de Viluma, que le valió el título nobilia rio del mismo nombre. En julio de 1815, el gobierno lo designó para tan elevado cargo: "adornaban a Pezuela prendas de gran valía, pero acaso no reunía en tan alto grado como su antecesor, aquella suma de fortaleza y perseverancia indis pensables para hacer frente a situaciones desesperadas" (124).

El 7 de julio de 1816 se hacía cargo de modo oficial del virreinato. Poco tiempo después llegaba de la Península, para mandar el ejército del Perú, el gene

ral de la Serna, "activo, inteligente, pundonoroso, humanitario, amante del solda do hasta el último punto de la disciplina... Pezuela y él son las dos grandes perso nificaciones del último período de la dominación española en el Perú. ¡Lástima que estuviesen separados por un sentimiento de deplorable rivalidad!" (125).

Una de las primeras medidas que tomó Pezuela fue reforzar el ejército del Perú, enviando allí la mayor parte de las tropas que, procedentes de la Península, habían desembarcado en fecha reciente: un total de 1.200 hombres del regimien to de "Voluntarios de Cataluña y de Gerona". Al tropezar con casi insalvables dificultades económicas para hacerlos llegar a sus puntos de destino, se vio obli

gado a contraer empréstitos, aceptándose incluso -para engrosar un donativo ge neral en el Perú- alhajas de señoras.

Era costumbre de los virreyes, al tomar posesión del cargo, dictar un bando

llamado de "buen gobierno", orientado a dar normas de comportamiento y moral. El expedido por Pezuela contenía 44 arts., entre los que entresaco dos que ponen

(123)

Clonard: Opus cit., tomo VII, p. 73.

(124)

Opus cit., p. 95.

(125)

Opus cit., p. 96.

87

cualquier otro punto de la costa, sea para defenderse de ataques por mar o tierra, sea para transportar a tierra firme tropas capacitadas para acudir en socorro de otras unidades ubicadas, en mayor o menor proximidad del mar.

Entre los numerosos refugios marítimos, destacaban tres por su inmejorable situación: Valparaíso. Valdivia y Talcahuano, todos objeto de disputas cuyo pre mio era obtener su posesión.

Justamente el apresamiento del Reina María Isabel en aguas de este último puerto, llevaría la inquietud a todo el territorio nacional, sembrando la alarma y el desconcierto. Una vez Talcahuano en poder de los patriotas, sin barcos dueños del mar, la ruta Cádiz. El Callao, había firmado su partida de defunción y con ella la llegada de hombres, material y barcos. La falta de visión de los políticos más que la de posibilidades económicas, cerró el paso a una -forzoso es reconocerlohipotética recuperación de los territorios perdidos. Permanecía todavía en pie, aunque tambaleante, la posibilidad de hacer lle gar a las costas venezolanas las expediciones provenientes de la Península; even

tualidad cada vez más remota, costosa -conllevaba traslados de los combatientes a sus nuevas y lejanas unidades- y complicada. Las llamadas Provincias Unidas de Venezuela se hallaban en la fase final de consolidación de la Independencia, imponiendo que la última expedición desde la metrópoli —partida de Cádiz el 1 de

octubre de 1817, transportando 800 hombres del II.° Bon. del Rgto. Burgos en 21 buques, convoyados por la fragata de guerra Descubierta- tuviera como lugar de arribada la ciudad de Puerto Cabello. Olvidemos temporalmente a la Reina María Isabel; jamás volverá a surcar nuestras aguas, si bien -como se relatará- proseguirá hasta 1826, prestando,

con otros nombres y bajo el pliegue de las banderas de dos nacientes repúbli cas -Chile y Argentina- sus inestimables servicios y ¡quién lo hubiera pensado al darse a la vela en Cádiz!, ahora contra tropas y barcos de la enseña que todavía ondeaba en su popa. Abordemos esquemáticamente las condiciones en que se desenvolvía la Marina del Pacífico y la situación del virreinato meses antes de la arribada a

Talcahuano de la Reina María Isabel, así como las causas que propiciaron su captura por los patriotas.

La contribución de la Marina representó -en la última fase de la emancipa ción- el factor determinante. En sus tiempos de poderío y dominio del mar, la presencia española estaba asegurada; pero al sentirse abandonada a su suerte, olvidada y su número de embarcaciones reducido hasta cifras meridianamente

exiguas, de poco sirvió el coraje, sacrificio y profesionalidad de sus miembros. Con una marina fuerte, protectora del mar, las fuerzas de tierra desempeñarían un importante papel. Sin ella, perecerían. A mi entender, fue el virreinato del Perú el que más sufrió estas carencias y 86

CAPITULO V

La Reina María Isabel continúa su navegación hacia Talcahuano. - El virreinato del

Perú. - La Marina en el Pacífico: su papel dominante. - El virrey Fernando de Abascal. - Su sucesor, Joaquín de la Pezuela y los enfrentamientos con el general de la Serna. - Toma de

Salta. - San Martín y la victoria de Chacabuco. - El brigadier Osorio y la expedición de la Esmeralda. - Críticas unánimes a su designación para el mando de una División. - Opiniones

de Clonard. - Imprudencia de Osorio: su avance hacia Santiago. - Éxito en Cancharrayada y fracaso en Maipú. - Triste final de los prisioneros españoles en esta derrota. - Osorio regre sa a Talcahuano, abandonando su defensa para embarcarse hacia El Callao. - El coronel

Sánchez. - Llegada de la Reina María Isabel. - Preparativos chilenos para formar una escua dra. - Manuel Blanco Encalada y su paso por la Escuela Naval de San Fernando. - Su deser ción y su valor en el combate. - Nombramiento de Comandante General de Marina en

Valparaíso. - Llegada y apresamiento de la Reina María Isabel en Talcahuano. - Blanco Encalada expresa su admiración por la fragata capturada. - Exposición chilena. - Versiones españolas.

Octubre tocaba a su final: meses atrás la Reina María Isabel navegaba rum

bo a Chile y el Perú, desconocedora de la sublevación que había estallado en la Santísima Trinidad y de las muy trascendentales repercusiones que su apresa

miento iba causar a nuestra debilitada Marina. Su pérdida, conmocionó a toda la nación, como no tardaremos en comprobar. Conveniente es que conozcamos de antemano algunos aspectos de la vida en el virreinato del Perú, cuya influencia adquiere durante los dos últimos lustros de dominación española, caracteres ex cepcionales, al tratarse del centro neurálgico de operaciones militares terrestres y marítimas; sin desdeñar su trascendencia económica de vital importancia para el reino de España. Así se explica la inusitada preocupación que producía en la

Corte de Madrid todo lo que afectaba a la costa hispano-americana del Pacífico. Dentro de este virreinato se encuadraba el territorio de la actual Chile, cuya pertenencia se juzgaba de trascendental interés para la metrópoli. Sus excelentes puertos naturales, regalo de un ciclópea orografía, estaban reputados como ver daderos puntos estratégicos, de fácil defensa, desde donde era posible -siempre que se contase con una Marina superior, capaz de disuadir con sus cañones al

enemigo- hacer llegar, en corto espacio de tiempo, barcos, hombres y material, a 85

Anoche la fragata de guerra rusa, de 44 cañones, la Ligera; el comodoro Ragmanu y comandante Stamissig, de Cronstadt, en 13 días. Fragata de guerra idem, de 36 cañones la Veloz; capitán Plater, de idem en 13.

Hoy la fragata de guerra idem Pronta; capitán Staniske, de idem en 13". Con la misma fecha el almirante jefe de Departamento de la ciudad, remite al Ministro del ramo el escrito siguiente: "Tengo el honor de participar a V.E

haber fondeado en bahía, dos de las tres fragatas rusas, habiéndolo hoy verificado la tercera, las cuales, según los informes que acabo de recibir del capitán de fra gata D. Joaquín de Toledo, traen de dotación, en total 40 oficiales y 696 hombres, dos meses de víveres y repuestos militares y marineros, en general, superiores a

nuestros reglamentos; pero como éstos han de deducirse del examen y reconoci

miento que es preciso efectuar en su entrega, que se procurará se haga con la prontitud posible, he nombrado para que interinamente se hagan cargo y reciban

dichas fragatas, al Capitán de aquella clase D. Joaquín de Toledo, para la nom brada Ligera, de porte de 46 cañones,; al de la misma clase, D. Nicolás de Meñaca, para la nombrada Pronta, de 36, y para la de igual clase y nombre Viva, al Tenien te de navio graduado D. Francisco de Hoyos.- San Fernando 12 de octubre de 1818.- Baltasar Hidalgo de Cisneros". En ambas versiones de la misma noticia -bien que la segunda, por razones obvias, sea más digna de crédito- se observan pequeñas diferencias: la Ligera, de acuerdo con el Diario Marítimo de la Vigía, llegó artillada con 44 cañones. Eran 40. A otra fragata se la denomina Veloz o Viva; ambas traducciones son correctas ya que la lengua rusa, al igual que la nuestra, es extraordinariamente rica en

sinónimos. Sin embargo añadiré, que en todos los documentos de nuestra Marina figura, invariablemente, como Viva.

Quizás a los lectores pueda extrañar que el escrito del Departamento de Cádiz venga firmado por Hidalgo de Cisneros, nombrado ministro el 14 del ante

rior mes. Vázquez de Figueroa nos acerca la explicación: "Tomaron mi consejo de nombrar ministro a Cisneros; pero nunca tomó posesión del Ministerio; se puso Eguía a la cabeza de él, dirigido por el brigadier de la Marina D. Juan Alonso Espino ..."(122).

(122)

S4

Vázquez de Figueroa: Opus cit., p. 460.

el ministro de Marina real decreto autógrafo mandándole entregarse de los bajeles y aplicarlos inmediatamente a la gran expedición de ultramar. «Grandemente sorprendido Vázquez de Figueroa, más que por el hecho, por

lo que significaba en relación con su persona y con la entidad de la Armada, procedió, sin embargo, al cumplimiento del mandato, entendiendo se verificara con las formalidades prescritas en la ordenanza; es decir, previo reconocimiento técnico por una Junta compuesta de jefes de ingenieros y de comandantes de buques; del que resultó que los barcos rusos no traían más que lo que estaba a la vista, care

ciendo de lo que en los de guerra constituye el respeto de velas, jarcias, motonería y toda especie de pertrechos, y peor que esto era la evidencia de estar podridas las maderas en las obras muertas, haciendo sospechar del estado de las sumergidas. «Afligido el Ministro con la información, puso en manos del Rey los partes originales, y la noche misma en que lo hizo, sacado de su casa en coche con escolta, fue conducido a Santiago de Galicia, quedando exonerado, lo mismo que Salazar, su antecesor, lo fue; caso en verdad no raro, siendo segundo en el despa cho de la Secretaría de Marina, ya que se contaban nueve en el de Hacienda durante el período de dos años y medio que tenía la restauración. »No paró en esto: estimándose que las disposiciones del Almirantazgo en el particular de los navios rusos no se acomodaban a los deseos de S.M., quedó disuelto y extinguido el Cuerpo, siendo desterrado el general decano Don Juan

María de Villavicencio, y todavía porque, nombrados comandantes de los dichos bajeles el brigadier Don Francisco de Berángery el capitán Don Roque Guruceta, solicitaron respetuosamente que fueran reconocidos los fondos, sin otra diligen

cia de averiguación ni trámite de proceso se les dio de baja en las listas de la Armada, siendo de advertir que el primero mandaba la fragata Soledad en el viaje

de venida de la Reina desde Brasil, y que acababa de prestar distinguidos servi cios en América en señalada acción de guerra" (121).

Al relato de este episodio se le dedicará amplia información, por ser uno de los más tristes e injustos del tema a tratar en este libro.

O

El 11 de octubre teníamos concertada una nueva cita en la bella y marinera

"tacita de plata". Y acudimos puntuales a ella. Veamos lo que nos cuenta el Dia rio Marítimo de la Vigía en su primera página: "... Entra una fragata, que es la comandanta, y quedan haciendo por este puerto otras dos de guerra rusas: dista, la que más, 4 leguas". Un día después: "Han entrado las embarcaciones siguientes:

(121)

Fernández Duro, C: Opus cit., tomo IX, pp. 136 - 137.

83

De todos modos, viendo aquella noche a Vigodet, que vivía en mi propia casa, le

dije: No tengo duda de que nos echan muy pronto.- También me aseguró que no ... Cuando estaba [yo] cenando, viene el hijo de Eguía a traerme el oficio de la destitución; destierro, y antes del amanecer, a Valencia con mi familia. Respondí que mi mujer estaba en víspera de parir y pedí el permiso de que

permaneciese en Madrid ... Mandé pues, tomar un tiro carísimo para ir con mi coche, por causa de mi mujer y busqué escolta ... Calmé a mi esposa; recibí la respuesta de Eguía: que siendo tarde no podía dar cuenta a S.M..- En Valdemoro, mi mujer se sintió amenazada de parto... pidiendo al Rey permiso de que ella se volviese a Madrid, o todos [le acompañaba su suegra] quedásemos allí hasta verificar el par to... decidimos seguir el camino. En Valencia fue preciso al instante preparar la casa para el próximo parto, que sucedió inmediatamente ... Entonces recibí la respues ta al oficio de Valdemoro, en el que Eguía me decía "si era cierto que mi esposa estaba de parto, pariese allí, pero que yo siguiese al instante mi camino ..." (119).

Vázquez de Figueroa nos lo cuenta de este modo: "Enteré a S.M., tan suave mente como pude, de lo que uno por uno arrojaban los reconocimientos hechos [a

los barcos] por consecuencia de su Decreto. No puedo decir el efecto que... cau sarían en le ánimo de S.M.; sólo sé que me oyó atento, serio, sin [concluidas las

mías sobre este asunto] articular otras palabras que las de: "Déjame aquí estos papeles", cuando el trato ordinario del Rey es muy afable. Eso fue para mí una señal de que ya estaba fuertemente prevenido contra mi persona, a pesar de que, como en todos los despachos, me regaló dos mazos de muy buenos cigarros ...

Ésta [la camarilla] decidió e intrigó con el Rey para mi exterminio, que yo desea ba hasta el punto de ser separado del Ministerio, pero no de ser sorprendido y desterrado a media noche al insaluble Santiago de Compostela, debiendo salir, como salí, antes del amanecer del 15 de septiembre de 1818, en virtud de un oficio u orden de Eguía, cual podía darse a un canalla, previniéndome que no

dejara aquí a mi familia, que toda era una hija de dos años ... Sí, partí custodiado por una escolta de Caballería, no sé si como preso o libre. Partí poco menos que como un pillo... solamente pude preparar, en las tres o tres y medias horas que se me concedieron para mi salida, el baúlillo y hacer liar mis colchones en las cortinas de mis balcones ... Salí abandonando mi casa, mis papeles, mis libros,

mis intereses y cuanto tenía ... ¡Qué multitud de vejaciones! ¡Qué degradación en un instante! (120)".

Oigamos la versión de Fernández Duro: "Había de mantenerse secreto el arreglo [del convenio], y lo estuvo, en efecto, hasta llegar a Cádiz la escuadra rusa, al mando del almirante Muller, momento en que por primera noticia recibió

82

(119)

García de León: Opus cit., p. 325.

(120)

Vázquez de Figueroa: Opus cit p. 454.

A mediados de septiembre se produce en la Corte un "pequeño terremoto

político". La Gaceta de Madrid publica en un Artículo de oficio, las exoneraciones de tres ministros (118), que, ¡simple casualidad!, eran a los que hubiese corres pondido, contando con una lógica que brilló por su ausencia, sacar adelante las

conversaciones que cristalizaron en el Convenio naval. Echemos una ojeada a los textos: "El Rey, nuestro Señor se ha servido expedir los Reales Decretos siguientes. 1.° - Teniendo por conveniente exonerar a D. Joséf García de León y Pizarro del cargo de mi secretario de Estado y del Despacho, nombro para sucederle interinamente al marqués de Casa-Irujo, mi consejero de Estado honorario. Tendreislo entendido... Rubricado de Real mano. Palacio, 14 de septiembre de 1818. - A Don Francisco de Eguía.

2° - He venido a exonerar a Don Joséf Vázquez de Figueroa... y nombro para que le sirva en propiedad al teniente general D. Baltasar Hidalgo de Cisneros....

y hasta su presentación en esta Corte desempeñareis Vos interinamente dicho ministerio... Palacio, 14 de septiembre de 1818. A D. Francisco de Eguía. 3.° - Atendiendo a la quebrantada salud de Don Martín de Garay y para que pueda verificar su restablecimiento, he venido a exonerarle del cargo de mi secre tario de Estado y del Despacho de Hacienda y de Indias; y quiero que lo desempe

ñe interinamente Don Joséf Imaz... Palacio, 14 de septiembre de 1818". A D. Francisco de Eguía.

Nobleza obliga a reconocer que en el último Decreto, la fulminante expul

sión se suaviza recurriendo al estado de salud del Sr. Garay, que, por cierto, falle ció 4 años más tarde en la Almunia de Doña Godina (Zaragoza), víctima de uno de los azotes más mortales de la época: la tuberculosis. Bien puede decirse que la destitución se hizo por "la puerta de servicio" y a empellones, demostrando el carácter vil de un monarca atrabiliario al descargar su frustración contra tres honrados servidores, ajenos al -según lo denominó Don Manuel de Saralegui en su citado relato— "escandaloso negocio". Sumamente interesante resulta conocer este incidente a través de las Memo

rias de los dos primeros; Martín de Garay, que yo tenga noticia, no escribió más libros que un tratado sobre Hacienda. Oigamos, de forma sucinta, en primer lu gar, las impresiones del Sr. García de León: "A la noche de irme a casa, pasé por Hacienda; vi a Garay y le dije riendo: ¿cuándo nos echan? - Dijo: no sé. Yo, por mí, tengo motivos de seguridad, y un asunto que siempre me había salido mal en el Despacho, hoy lo he sacado bien.- Yo me fui, felicitándolo de su confianza... (118)

En aquellos tiempos los Ministerios se reducían a siete: Estado, Gobernación de la

Península, ídem de Ultramar, Gracia y Justicia, Hacienda, Guerra y Marina. Nota del autor.

81

El tiempo no se detiene; su andar es pausado pero inexorable. Casi un semes tre ha transcurrido desde aquel 21 de febrero y un único barco entró en la que podíamos denominar "situación activa de servicio": la fragata Reina María Isa bel, quién, en aquellos meses, debería estar navegando frente a las costas del virreinato de la Plata camino de Chile y el Perú. Los restantes, por extraño que parezca, amarrados, esperando, nadie sabe qué concretamente. Pero en lo que sí

todo el mundo conviene, es que no fueron comprados para convertirse seguida mente en colosales esqueletos de madera pudriéndose al sol y la lluvia del suave y húmedo clima gaditano. ¿A qué inexplicables circunstancias se debe esta situación? En pocas pala

bras: no se consideran, hoy por hoy, aptos para navegar. La condición del Alejan dro I ya es conocida: aguardando órdenes. El Femando Vil, en espera de ser carenado. El Tres Obispos (posteriormente Velasco) y la fragata Astwlabio a la expectativa "que luego que haya 200.000 reales de que poder disponer, pasen al Departamento de Ferrol para que allí se realice su reconocimiento y habilitación" (115). Uno y otro deseo no superarán nunca la fase de proyecto calenturiento. El Alejandro I llevará a cabo su primer y... penúltimo servicio: con los guardiamarinas, deberá: "... hacer [el servicio] a la Real Persona de la Serenísima Señora Infanta Doña Luisa Carlota" (116). Y aún restan tres naves que duermen el sueño de los justos: Lubek, Nord-Adler y Mercurio -después, respectivamente Numancia, España y Mercurio- atados a los norais acelerando su ya de por sí avanza do estado de pudrición de los cascos.

Entre las escasas buenas cualidades de Rey -pocas, muy pocas se le conocie ron; pero, como humano que era, algunas atesoraría- no destacaba la de la gratitud. El

envío de los barcos -malos, sí; o buenos, si se dio la callada por respuesta- a su recepción, exigía, por imposición no sé si legal o diplomática o, cuando menos, de mera cortesía, la remisión de un escrito expresando el agradecimiento de la más alta

autoridad del imperio; pero hasta pasados seis meses, no tomó Femando la decisión de manifestar su gratitud a S.M.I. valiéndose de una Real Orden que -a través de los

embajadores en París y Aquisgrán- hizo llegar a nuestro ministro Plenipotenciario en la corte del Zar: "El Rey N.S. quiere que V.S. manifieste del modo más expresivo la gratitud personal al Emperador por todo el negocio de la venida de los buques y en la generosidad manifestada ... Al mismo tiempo, expresará V.S. la gratitud y reverente admiración de S.M.C. para con S.M.I.-... Madrid, 26 de agosto de 1818 ..." (117).

80

(115)

Saralegui: Opus cit., p. 127.

(116) (117)

Archivo General de Marina. El Viso del Marques (Ciudad Real). M.S. 1427. Honores 27-5. A. H. N. Embajada de Rusia, año 1818. Legajo 6127, caja 1, Sección Estado.

ingreso en el ejército de Alejandro I, quien, por cierto, no lo miraba con ninguna

simpatía, conociendo sus antecedentes liberales y la persecución de que fue obje to por parte del Tribunal de la Inquisición.

Líneas atrás se mencionaba un documento informando a Cea que los tres marinos podían realizar su viaje de regreso a Cádiz aprovechando la salida de las tres fragatas cedidas a Fernando VIL

El documento, redactado en francés, viene firmado por el canciller del Cole

gio Estatal de Asuntos Exteriores, Nesserolde, y dice así: "Señor Caballero.- Me apresuro a informarle que, conforme a las órdenes de S.M. el Emperador, van a darse de inmediato a la vela tres fragatas para Cádiz, a fin de completar la escua dra cedida a Vuestra Augusta Corte en el año de la fecha. El envío de estos barcos parece ofrecer al Sr. capitán Toledo, así como a los otros oficiales que le han acompañado, una ocasión favorable para regresar a su patria. La presencia de estos marinos a bordo de las tres fragatas, podría incluso ser de utilidad durante la travesía.

Si Vd., Señor Caballero, comparte este criterio y por otra parte resulta del agrado de los señores oficiales españoles, las órdenes relativas a su embarque,

serán transmitidas inmediatamente al Sr. ministro de la Marina. Nada complacería tanto a Su Majestad Imperial como proporcionar a su

augusto amigo una muestra de su sincera amistad, mandando ejecutar, sin la me nor dilación, todas las medidas tendentes al cumplimiento de los deseos de la Corte de Madrid.

Sírvase, Señor Caballero, recibir las muestras de mi consideración más dis tinguida. - San Petersburgo, 11 de julio de 1818. - Al Señor Caballero de Zea Bermúdez"(113). La invitación es aceptada y los tres marinos embarcan. El día 30, Cea

Bermúdez, al final de un largo escrito, informa a Madrid: "Las tres fragatas no han salido todavía para Cádiz, pero lo verificarán, Dios mediante, a mediados de la semana próxima" (114).

El 11 de octubre estaremos en este puerto esperando su llegada; es una cita que, en forma alguna, podemos rechazar.

(113)

A. H. N. Correspondencia con el ministro de Asuntos Extranjeros. Legajo 6127.

Expediente n." 3/1818. (114)

Ibidem(caja 1).

79

gozó de gran renombre como inventor de máquinas hidráulicas. En 1808 Napoleón, conocedor de su valía, lo presentó a Alejandro I en Erfurt, recibiendo de éste tentadoras ofertas para trasladarse a Rusia, como así hizo al año siguiente, ingre sando en el ejército con el sorprendente grado de Mayor General. Digo sorpren dente porque era costumbre en la Rusia zarista que el extranjero admitido en sus fuerzas armadas conservase el grado que poseía en su patria o perdiese uno o dos, según la importancia de la nación de origen; los españoles descendían un esca lón. Y hablo en plural ya que no fue José Antonio de Saravia (111) el primero que sirvió en las filas rusas. Años atrás, el ministro Plenipotenciario de Rusia en Madrid, Stépan Zinóniev, enviaba a su Canciller Osterman este despacho: "la

feliz noticia recibida aquí acerca del permiso concedido por S.M.I. a unos oficia

les españoles [únicamente he podido identificar al que más tarde alcanzó el grado de teniente general, Francisco de Taranco y de Llano] para servir en nuestros ejércitos, en calidad de voluntarios, ha sido grata a S.M.C.; como consecuencia de ello... Madrid 10/21 de junio de 1.788" (112). Betancourt, transcurrido un año, fue ascendido a teniente general, ocupando simultáneamente el cargo de director general del departamento de Vías de comu nicación del Imperio. Casado con una inglesa dejó tres hijas y un varón que al canzó también idéntica graduación que su padre y el importante cargo de ayudan

te del zar Nicolás II. Don Agustín falleció en San Petersburgo -donde puede visitarse su tumba en el cementerio de la Lavra de Alejandro Nevski- en 1824. Fue un hombre muy respetado y querido; ayudó y arrastró consigo hacia Rusia a otros compatriotas y, sin la menor duda, a él debió Juan Van Halen su

(111) Saravia, José Antonio de: Villanueva del Fresno (Badajoz), 1790. En 1806 se traslada a Madrid para cursar estudios de Derecho. Al estallar la Guerra de la Independencia, se enrola como

voluntario en el ejército. En junio del mismo lo hallamos como teniente del Batallón de Voluntarios de Aragón en el primer sitio de Zaragoza, donde tuvo una distinguida y valiente participación. Toma parte en las batallas de Alcañiz y María, donde cae herido. En abril de 1810, en Lérida, es hecho prisionero y trasladado a Francia, logrando evadirse y reincorporarse a su unidad. El 14 de abril de 1812, da muerte a un capitán de su batallón por cuestiones, se cree, relacionadas con su paternidad: era hijo de un sacerdote extremeño; se ve precisado a desertar, pero antes de ganar la frontera francesa es capturado, siendo amnistiado en octubre de 1814. El dos de enero del siguiente emigra a Francia, residiendo en Metz, donde malvive hasta ser admitido en el ejército ruso de ocupación con el grado de segundo teniente. En 1818, en Rusia, participa a lo largo de su dilatada carrera profesional, en guerras contra la Sublime Puerta, Bulgaria y Polonia. Ascendido a coronel-por méritos de guerra- en 1832, se le confiere el mando del 6.° regimiento de Infantería. Con 47 años contrae matrimonio con Larisa Ivánova, que le dio tres hijos, ninguno de los cuales le sobrevivió. El 31 de octubre de 1843 es nombrado Inspector General de las Academias Militares. Fallecida su esposa 9 años después, obtiene el retiro por falta de salud. Fallece en Kremenets -hoy Polonia- a la edad de 81 años. Nunca regresó a España, a pesar de sus deseos manifestados a sus familiares en cartas que hoy conserva su descendencia. Su vida la recogió en un excelente relato, su paisano Diego Hidalgo, notario y ministro de la Guerra con la 2.a República. Veasé bibliografía.

(112)

7S

Corpus diplomático hispano-ruso. Opus cit., p. 316.

A primera vista, esta última posibilidad parece marchar de acuerdo con la

lógica, pero de la lectura de un documento -remitido a Zea- que se transcribirá páginas más adelante, parece deducirse con meridiana claridad, que el ofreci miento de repatriación en favor de aquéllos, se debió exclusivamente a iniciativa de la Corte imperial, sin intervención directa ni indirecta del gobierno español. Pero ¿qué hacen nuestros tres marinos en la apartada Rusia? Podemos figurárnoslo, sin excesivos esfuerzos de imaginación.

Beneficiándose de la proximidad de Cronstadt -ubicada en la isla del mis mo nombre, visible los días luminosos desde la costa rusa- es fácil suponer que

durante los dos meses de estancia dedicaron largas horas a visitar más notables bellezas de la llamada "Ciudad de Pedro", gozando, en el aspecto climático, de la más hermosa estación del año. si bien la lluvia, de vez en cuando, haría acto de presencia, contribuyendo a mantener parques, jardines y la colindante campiña con un restallante verdor. Esto sucedía en junio y julio y por consiguiente pudie ron vivir las inolvidables noches blancas; jornadas en las que el sol -precipitán dose al oculto abismo situado tras las aguas oscuras del mar Báltico- no descien de más de 9o al otro lado del horizonte. Noches mágicas -es cierto lo que algunos aseguran: puede leerse un periódico- cuyo cénit alcanzan el 21 de junio, día cuya duración se alarga hasta 18 horas y 53 minutos.

En sus paseos por los malecones del Neva, a buen seguro, se acercarían hasta el Pequeño y el Viejo Ermitage. Por llevar uniforme se les permitía visitar el ya entonces extraordinario pero desierto Museo. Como escribió Catalina la Grande refiriéndose a las bellezas y soledad que encerraba -abierto para ella y sus cortesanos; cerrado para visitantes que no llevasen frac o uniforme-: "gozan sólo de tanta belleza los ratones y ... yo".

Como profesionales de los temas del mar no dejarían de acercarse, sobre el Neva, a un pequeño barco de madera de 18 metros de eslora, el Elizaveta; primer barco ruso de vapor construido en los astilleros de la ciudad tres años antes. Y si

la noche les sorprendía en las amplias avenidas petersburguesas, se admirarían al verlas iluminadas por farolas alimentadas con aceite de cáñamo, que, además de desprender un olor pestilente eran causa de preocupación para los transeúntes, pues, al chisporrotear, arrojaban fragmentos de grasa causantes de leves quema duras y, lo que era más temible, partículas incandescentes que podían estropear el mejor de los trajes.

Visitas obligadas fueron sin duda las mantenidas con un español singular: Agustín de Betancourt y Molina; nacido en Puerto de la Cruz en 1758, de familia noble, ingresó muy joven de cadete, alcanzando poco después el grado de capitán de las Milicias Provinciales de Canarias. Becario en Inglaterra y Francia, recibió en Madrid el título de Ingeniero de Caminos, Canales y puertos. Por desavenen

cias con Godoy se vio obligado a abandonar España, residiendo en París donde 77

El ministro, conocedor del carácter del Monarca, barruntaba que algún día no muy lejano, éste, sintiéndose engañado por los rusos y en el fondo de su ser,

máximo responsable del Convenio, descargaría sobre él su enojo e irritación, cesándolo en el cargo. Y, como se sabía ajeno a la desastrosa adquisición, desea ba dejar bien clara la transparencia de su conducta e inocencia en la tan desgra ciada gestión.

Con impaciencia aguardó el dictamen de los ingenieros: "Ello fue que se dio

tiempo suficiente para que Hidalgo de Cisneros me enviase los reconocimientos, hechos y firmados, que le había pedido. Y he aquí el desalentador balance: Habrá uno de ellos (buenos servidores del Rey) que crea que el mismo Cisneros, que tantos encomios me había hecho verbalmente y probablemente haría lo mismo al

Rey, de los buques rusos, ponga bajo su firma, autorizando con su visto bueno y reforzando con él, el dictamen de los ingenieros y maestros mayores, que todos y cada uno de ellos estaban totalmente inútiles, más o menos podridos en sus cas cos, con necesidades de jarcias ... en una palabra, incapaces de navegar, excepto

una fragata que después nombró María Isabel y el navio Alejandro, que para ir a Barcelona a hacer el recibimiento de la Señora Infanta Doña Luisa Carlota, nece sitaba un millón o millón y medio que se propuso para que pudiese hacer esta navegación"(109).

Efectivamente, por real orden de 29 de julio, el Rey ordena: "... el pronto apresto del citado navio, para el cual está dispuesto por la vía de Hacienda, la

entrega de un millón de reales por la Tesorería de Cádiz o la de ese Depar tamento, cuya cantidad debe considerarse a cuenta de la consignación de Mari na" (110).

O

Cuando las hojas del calendario del mes de mayo estaban a punto de agotar se, dejábamos en Cronstadt a Joaquín de Toledo, Francisco de Hoyos y José Hi dalgo de Cisneros, una vez reintegradas a su base de partida las tripulaciones rusas. Hoy, habiéndose dilatado más de lo que parece normal su vuelta a Cádiz,

nos podemos preguntar: ¿Por qué no utilizaron para su regreso la vuelta de algu no de los doce barcos mercantes que hicieron el viaje a Cronstadt? Conociendo las intenciones de Alejandro I de ceder a España tres nuevas fragatas de guerra, ¿dieron como cierto nuestras autoridades que los marinos serían invitados a repa triarse en alguna de ellas? Si tal hicieron, o jugaron con ventaja o arriesgaron mucho.

(109)

Opus cit., pp. 435 - 36.

(110)

Saralegui: Opus cit., p. 131.

trativa se iba a convertir en algo tan delicado como jugar con una granada de espoleta retardada.

Extractaré de las Memorias inéditas de Vázquez de Figueroa el relato de este episodio en el que se advierten repetidas incorrecciones -aquí salvadas- de orden cronológico que a veces lo distorsionan, haciendo pensar que debieron ser redactadas bastantes años después cuando una parte considerable de los recuer dos habían perdido la lozanía por el paso inevitable del tiempo.

El Rey le ordenó previniese al capitán general del Departamento de Cádiz,

se personase de inmediato en la Corte. Verificado el viaje, se presentó al minis tro; tras un breve encuentro, éste le acompañó hasta el despacho del Monarca

donde -sin la presencia de V. de Figueroa- ambos celebraron una entrevista. Concluida, el capitán general fue de nuevo al encuentro de su ministro, con quien

comentó el estado de los barcos rusos objeto de su entrevista con el Soberano. Vázquez de Figueroa escribe textualmente: "Mis preguntas se ciñeron solamente a asegurarme de este punto y me admiré no poco al oírle afirmar que se hallaban

en el de hacer cualesquiera navegaciones, aunque fuesen ir a Lima montando el cabo de Hornos" (106).

Como el ministro cuenta, no existía el más mínimo paralelismo entre estas

afirmaciones y el texto de las insultantes cartas anónimas que había recibido semanas atrás. Seguidamente añade haber tenido entrada en su correspondencia,

días más tarde, un Decreto: "... escrito de Real mano ...", en el que, "... con las siguientes o semejantes palabras se decía: Figueroa, a Cádiz han llegado cinco navios y tres fragatas ... encárgate o entrégate de estas embarcaciones; te advier

to, bajo tu responsabilidad, que cuando se hayan de emplear algunas de estas dos clases, sean éstas [Alejandro ¡, Femando Vil y Mercurio] las preferidas" (107). La frase "bajo tu responsabilidad", confiesa, le preocupó hondamente, por

lo que pensó en tomar sin dilación, todas las medidas a su alcance a fin de dar exacto cumplimiento al Real Decreto. De inmediato trasladó a Hidalgo de Cisneros una copia de éste "previniendo en consecuencia que dispusiese se hiciese un prolijo reconocimiento por algunos Ingenieros de la Marina y por los maestros

mayores de las ramas respectivas del arsenal, de los cascos de los navios y fraga tas indicados, de la especie y estado de su madera, del de la vida en que cada cual debía considerarse ... de sus arboladuras, velamen, artillería... cuyo examen debía venir firmado, bajo su responsabilidad, por los ingenieros y maestros mayores... y autorizado bajo la firma de S.E." (108).

(106)

Vázquez de Figubroa, José. Memorias, p. 433.

(107)

Opus cit., p. 434.

(108)

Ibidem.

75

final: "Tan desastroso fin tuvo este malhadada expedición, debido principalmen te al horrendo crimen del sargento Remigio Martínez, el cual... no tardó en sufrir castigo providencial, muriendo ahogado al pasar un río, a la vista de sus antiguos compañeros de armas" (102).

Dejemos a lo largo de unos días a este convoy, depositario de tantas espe ranzas que paulatinamente se irán desvaneciendo. Para la Reina María Isabel

-casi con certeza la mejor de todas las naves rusas- el presente viaje se converti rá en el primer y único servicio a la Corona española.

Cinco meses habían transcurrido desde la arribada de los barcos del autocrático Alejandro I, y, a la hora de la verdad, nadie conocía exactamente su verdadero estado. Existe un escrito del capitán general del Departamento de Cádiz, donde Hidalgo de Cisneros hace saber a su ministro: "... debiendo decir a VE. que estos buques, excepto el nombrado Tres Obispos, los considero capaces de todo servicio, luego que se le haga las obras que expresan sus presupuestos... (103)". Desgraciadamente estos documentos han debido extraviarse o, quizás, alguien los hizo desaparecer de forma deliberada. Pero, como dice más adelante

el Sr. Saralegui "... es verdaderamente afirmación que obliga a poco, dado que tales y tan grandes pudieron ser las obras proyectadas, que significasen la decla ración de inutilidad para el navio o navios en que debiera practicarse" (104).

El 14 de junio, el Soberano por un real decreto ordenó a su secretario de Estado y Despacho de Guerra: "... habiéndose verificado el arribo y entrega de la

referida escuadra, quiero que desde hoy quede a cargo y cuidado de mi Secretaría y Despacho de Marina ... a fin de habilitar dos navios, nombrados Alejandro I y el que lleva mi real nombre, como asimismo la fragata Mercurio, con preferencia a todos los demás, para que estos buques sean los primeros que hagan mi real ser vicio, por ser así mi decidida voluntad ..." (105).

Como puede observarse, este oficio no hace referencia más que "al arribo y entrega de la escuadra", eludiendo, de forma totalmente inhabitual, los obligados reconocimientos. Al cumplimentar este real decreto el ministro de la Marina reci bía y se hacía cargo de unas naves cuyo estado constituía todo una incógnita; aquello que en un principio aparentaba ser una cuestión de mera rutina adminis-

74

(102)

Fuenzalida: Opus cit., p. 81.

(103)

Saralegui: Opus cit., p. 69.

(104)

Ibidem.

(105)

Saralegui: Opus cit., p. 128.

D. Baltasar Hidalgo de Cisneros de La Torre (1758-1829), teniente general de la Real Armada. Oleo sobre lienzo, 84 x 63 cm, c. 1822, de autor anónimo (Museo Naval, Madrid, sig. 222).

73

Perú; el subteniente Manuel Abreu fue expulsado de las filas rebeldes y teniendo

la osadía de volver a España, sufrió la pena de 10 años de presidio con retención". El mismo autor aclara que: "la fuerza desembarcada fue repartida como si gue: dos oficiales regresaron a la Península, cuatro oficiales y veinte individuos quedaron al servicio del gobierno argentino, dos oficiales y otros 20 hombres marcharon a incorporarse al ejército de Chile, licenciándose los 130 restantes" (100). Sobre Abreu sí se puede dar una más amplia información. A la vista de una oficio que seguidamente se reproduce, en mi opinión personal se trata de un hom

bre valeroso, arrepentido de su criminal conducta; de otra forma no hallo explica ción a su arriesgado proceder, personándose de forma espontánea a los ministros de

S.M. en Río de Janeiro y Lisboa, quienes le previnieron de la obligación que contraía de presentarse a la máxima autoridad militar de la provincia española por donde entrase a territorio nacional; imposición que acarreaba el inmediato ingreso en prisión, la apertura de una causa prevista larga, el consiguiente juicio y la emisión de un veredicto que muy bien podía conllevar la aplicación de la pena capital. He aquí su texto: "Ministerio e la Guerra. 1.a División, Secretaria de despa

cho. 5.a Sección.- Excmo. Sr. al Sr. secretario de despacho de Estado digo con esta fecha lo siguiente: el Rey, a quien ha dado cuenta de los oficios de V.E. de

fechas 20 y 16 de sept. último en que con referencia a otros del ministro de S.M. en el Janeyro, y encargado de negocios en Lisboa, participaba la salida de aquel puerto y llegada a dicha capital con dirección a esta corte, del subteniente del Rgto. de inf.a de Cantabria, D. Manuel Abreu, uno de los que se hallaban en el transporte Trinidad, perteneciente a la desgraciada expedición de la fragata de

guerra Isavel, cuya sublevación de parte de la tropa, puso aquel buque a disposi ción de los disidentes de Buenos Ayres, a donde se dirigió, y que teniendo las mayores sospechas a que el espresado Oficial fue uno de los que mayor parte

tubieron en el atentado, le había prevenido el indicado ministro, al espedirle el pasaporte, se presentase al capitán general de la provincia donde entrase en Espa

ña; se ha servido [S. M.] resolver se diga, como lo ejecuto con esta fecha, al Comandante General de Extremadura, que arreste a Abreu al presentársele, dan do cuenta de haberlo verificado y se pidan al Ministerio de cargo de V.E. y al de Marina, los antecedentes que existan de la sublevación y pérdida de los buques en cuestión. - De Real Orden... Palacio, 15 de octubre de 1821. E. Salvador.- Sr. secretario del despacho de Marina" (101).

Del sargento Remigio Martínez nos ha llegado su temprano y desgraciado

(100)

Fernández Duro, C. Opus cu. P. 203.

(101)

Archivo General de Marina. El Viso del Marqués (Ciudad Real). Expediciones a Indias.

Legajo 69 - 3939 - 31.

72

El 24 del mismo las autoridades argentinas remitieron de inmediato los do cumentos y datos entregados por los sublevados; atravesando la atormentada oro grafía de los Andes y salvando una considerable distancia -los "propios" debie ron reventar muchos caballos-, ocho o nueve días después se hallaban en manos del ministro chileno Miguel Zuñartu. Sin perder un instante, al día siguiente, el director supremo, Bernardo CTHiggins, insta al cabildo de Santiago a abrir una suscripción popular con objeto de recabar fondos para la naciente escuadra na

cional, recaudándose: "cerca de 60.000 pesos, que permitieron por entonces dar cima a aquella empresa. Cantidad insuficiente, sin duda, para atender a... pero

que, manejada con la discreción y economía ... fue un valiosísimo auxilio y per mitió entonces dar cima a aquella empresa" (97). Los mandos chilenos comenzaron a hacer planes para capturar a la Reina María /, pero "a pesar de la prohibición de que ninguna nave saliera de los puer

tos chilenos por espacio de un mes, la goleta de bandera norteamericana Macedonia se escapó del surgidero de Valparaíso, con el propósito de llevar al Perú la noticia de los preparativos chilenos destinados a oponerse al paso del convoy

procedente de Cádiz. Acusábase a su capitán Smith de estar en inteligencia con el virrey Pezuela" (98).

Esta versión la corrobora F. Duro: "el virrey del Perú recibió muy poco después la información por capitán de un bergantín-goleta americano, de gran

marcha, que, estimando el valor del anuncio, salió de noche de Valparaíso y lo llevó en rapidísima travesía, brindándose a volver atrás con las instruccio

nes que la autoridad quisiera dar al convoy, o, vender su buque, el más velero que se conocía en el Pacífico, si el virrey prefería enviarlo a cargo de otra persona de su confianza ... El general de la Pezuela, que, seguramente lo ten dría preocupado [el ánimo] con otras noticias, ni aceptó las ofertas, ni dio crédi to a la noticia; el propósito capital de economías le indujo a no tomar resolución alguna, dejando, por consiguiente, entregados a su suerte a los buques expedicio narios" (99). Líneas adelante, al relatar el juicio contra Dionisio Capaz, se incluirán otras serias y graves acusaciones contra el virrey Joaquín de la Pezuela. ¿Qué sucedió con las tropas y marinos que, ajenos a la sublevación, cayeron

en poder de los patriotas? He aquí algunas de las respuestas: "Cuatro oficiales que quedaron con vida, sometidos a la terrible presión de las circunstancias, acep taron el grado que le ofrecieron los disidentes para atraerlos a su causa; más dos de ellos, Francisco Bringas y Francisco Alborna, se fugaron al Brasil y pasaron al

(97)

Fuenzalida: Opus cit., pp. 78 - 79.

(98)

Ibidem.

(99)

Fernández Duro, C. Opus cit., p. 191.

71

entrega de mando, que, recayó en el oficial más antiguo: el teniente de navio Dionisio Capaz. (Por favor, retengan este nombre: va a protagonizar una serie de sucesos relacionados con la fragata que acabamos de citar y de los que se hablará con amplitud en páginas posteriores.)

En cuanto al barco que "perdía bastante agua", se trataba del Todos Santos.

Su estado no debió inspirar temores cuando «salió para Cádiz con la goleta Rosa y otros mercantes comboyados por la corbeta Fama y la goleta Galga. En el

Todos Santos regresó a la península el capitán de navio del Castillo, que, por cierto se recuperó de sus dolencias, un "aire perlático", para continuar prestando servicio e incluso, en 1821 publicar un "Manifiesto de D. Manuel del Castillo en justificación de su conducta y opiniones políticas». Los días se suceden y el convoy empieza a disgregarse; aun no siendo mari no es fácil imaginarse la imposibilidad de mantener enlazados -ni siquiera por la

vista- a más de 20 barcos de distintas velocidades, como fragatas, goletas, ber gantines e incluso uno llamado barca -el Nuestra Señora de la Regla, alias Car

lota-, fletado para La Guaira y Maracaibo. Sospecho que la fragata llamada a proporcionar protección trataría de acompasar su marcha a la de la mayoría de los restantes navios, es decir, de aquéllos que iban -como escriben los documentos y textos de la época- en conserva.

El viento, las pequeñas reparaciones, el oleaje y la niebla, hicieron que, tras

más de dos semanas de navegación, buen número de barcos se distanciasen y perdiesen a la Reina María /como punto de referencia. Entre ellos se encontraba

la fragata Santísima Trinidad; la oportunidad surgida fue aprovechada, el 25 de julio, para que los desleales -encabezados por el sargento Remigio Martínez, los del mismo empleo Francisco Moreno y Francisco Miranda y el cabo José Velascose alzasen en armas, asesinando al capitán jefe de la fuerza, Francisco Bandarán, a los de igual clase Manuel de la Fuente y Cosme Miranda y subtenientes José Apoitia (o Azpeitia), José de Burgos y Nicolás Sánchez Tembleque. La insurrec ción, llevada a cabo de forma inesperada, sorprendió a los oficiales; un heroico sargento y dos cabos -la historia no olvidó sus nombres: José Reyes, Antonio Fernández y Miguel Lorite-, fieles a su juramento, luchando con singular valor, trataron de volar la santa bárbara para hundir la nave antes que cayese en poder

de los enemigos, pero abrumados por su superioridad, fueron hechos prisioneros cuando estaban a punto de coronar su hazaña y de inmediato ejecutados. Los amotinados obligaron al capitán del barco a poner rumbo a Buenos

Aires, donde fondearon en la ensenada de Barragán el 16 de agosto. Las autorida des locales acogieron de forma entusiasta a los sublevados, de quienes recibieron los pliegos reservados de derrota de la expedición, instrucciones, plan de señales de reconocimiento, puntos de recalada y de reunión; todo en extremo comprome tedor para el futuro de sus compañeros y la suerte de la Reina María I. 70

María, compuesto de 22 velas, distante 20 leguas del cabo Cantín y 100 de

Tenerife". La del 16 es ésta: "José Buesa, capitán del bergantín-goleta Centella, procedente de Tenerife en 15 días, dice que a los dos días de su partida encontró a 7 leguas de Lanzarote el comboy de la fragata María Isabel, y dos días después una fragata que la cree del mismo comboy". Posiblemente un viajero no alertado, difícilmente hubiese observado anor malidad alguna en el comportamiento general de las tripulaciones y tropas que transportaba el convoy. Sin embargo, bajo esta calma aparente se fraguaba una sedición: "cuando se estaban reuniendo en Cádiz estas tropas, algunos indivi duos del regimiento Cantabria, alentados por ideas liberales que comenzaban a minar la autoridad del Rey, se pusieron de acuerdo para sublevarse durante la travesía" (94).

A su vez, Fernández Duro hace esta observación: "Díjose entre el vulgo que tanto los oficiales de este buque [Reina María Isabel] como los de los cuerpos

que formaban parte de la expedición, habían sido elegidos entre los desafectos al Monarca; en otros términos, entre los que se habían significado por opiniones liberales, utilizando el medio que se ofrecía de alejarlos" (95). El 31 de mayo el convoy arroja anclas en el puerto de la capital de la isla de Tenerife, donde descansarán los hombres por unos días: "Santa Cruz de Tenerife, 9 de junio.- En 31 del anterior arribó a este puerto la expedición marítima con

destino al Mar del Sur, convoyada por la fragata R. María /; por hallarse grave mente enfermo su comandante Don Manuel del Castillo. Habiendo repuesto to dos los buques su aguada consumida hasta entonces, desde su salida de Cádiz y trasbordada la tropa, víveres y demás efectos de un trasporte que hacía bastante agua a los otros buques, volvió a hacerse a la vela la expedición el 7 del actual con viento favorable" (96).

Antes de la partida sucedieron los hechos que el escritor chileno Fuenzalida nos ha relatado de forma breve; entre los hombres que formaban parte de la cons piración -y al parecer su dirigente- se encontraba el sargento Remigio Martínez.

Autorizada la bajada a tierra en Santa Cruz, le fue denegada a éste -pre sumiblemente objeto de vigilancia-, desencadenándose un soterrado malestar entre los conjurados sin que existiesen manifestaciones exteriores de protesta o des contento.

Asimismo es de reseñar que, según la Gaceta de Madrid, el comandante de la Reina María I, había caído gravemente enfermo, precisando la evacuación y

(94)

Fuenzalida Bade, Rodrigo: La armada de Chile. Instituto de Historia de Chile. Tomo I,

(95)

Fernández Duro, C. Opus cit., p. 189.

(96)

Gaceta de Madrid, n.° 92 de 01/08/1818.

p. 78.

69

— Fragata idem, Nuestra Señora de los Dolores, capitán D. José de la Quintana.

— Fragata idem Especulación, capitán D. Miguel Silaniz. — Fragata idem Santísima Trinidad, cap. D. Pedro Laredo. — Fragata idem Santa María, cap. D. Domingo Doborán.

— Fragata idem la Rosalía, alias la Xerezana, cap. D. Andrés Menchaca. — Fragata idem de la Real Cía. de Filipinas Ntra. Sra. de Atocha, alias la Reyna María Isabel; M.D. José Camerino. — Fragata idem Todos Santos; M.D. Martín Eloriaga.

— Fragata idem de dicha Real Cía.. San Fernando, alias el Príncipe de Asturias; M.D. Antonio Xavier Prina.

— Fragata La Carlota, de Bilbao. D. Antonio de Múxica; todos para Lima, y la fragata Atocha sigue desde allí a Manila.

— Fragata Xaviera; M.D. Francisco Xavier de los Ríos, para Arica y Lima" A esta lista se agregan ocho barcos diversos cuyos puertos de arribada están

fijados en Veracruz (Méjico), la Guaira y Maracaibo (Venezuela) y el colombia no de Santa Marta. A continuación se insertan estas líneas del Diario Mercantil: "En la fragata de guerra y en los nueve buques (omite tres en relación a la Vigía)

siguientes van dos batallones del Regimiento de Infantería de Cantabria, 1 Cuer

po de Cazadores Dragones, 1 Compañía de Zapadores y el competente número de artilleros al mando del teniente coronel del Rgto. de Cantabria D. Faustino del Hoyo. Las fragatas Atocha y Todos Santos llevan también registro. - En total 2.080 hombres".

Antes de proseguir el relato es conveniente recordar que una vez conseguida por el puerto gaditano la prioridad para el comercio y la navegación con HispanoAmérica, se convirtió en la ventana de España hacia Europa, por donde penetra ron los aires liberales imperantes en buen número de los reinos y estados del

Viejo Continente. Esta corriente ideológica fue acogida, en cuanto a la milicia se refiere, con sincero entusiasmo por parte de los oficiales y suboficiales, quienes dejaron caer la semilla en medio de una tropa nada preparada culturalmente, pero campo abonado a las nuevas ideas de renovación y libertad.

Entre los mandos a las órdenes del Tcol. de Hoyos, figuraban hombres deci didos a imponer sus ideas liberales, aunque sea una paradoja, por la fuerza de las armas.

Tras este inciso, unámonos al convoy que navega cerca de las costas de las Islas Canarias. Las escuetas y escasas noticias nos las trae el Diario Mercantil de

Cádiz correspondiente a los días 15 y 16 de junio; en sendas notas de la Capitanía del puerto: "el patrón P. Falec del místico Concepción, procedente de Santa Cruz de Tenerife en seis días, dice que el pasado 28 vio al comboy de la fragata Reina 68

CAPITULO IV

Salida para Lima de una expedición militar convoyada por la Reina María Isabel. - El sargento Remigio Martínez. - Motín en la Santísima Trinidad y asesinato de varios oficiales. - Su llegada a Buenos Aires. - Suscripción popular a fin de recaudar fondos para formar una escua dra chilena. - Continúa la incertidumbre sobre el verdadero estado de la escuadra rusa. - Llega

da a Madrid de II. de Cisneros y su entrevista con el Monarca. - Preocupación de Vázquez de Figueroa. - Desolador informe de H. de Cisneros sobre el estado de los barcos. - Los marinos españoles comisionados a Rusia esperan la repatriación. - Agustín de Betancourt. - El Empera

dor les invita a regresar a España en una fragata de guerra imperial. - Salida hacia Cádiz. - ¿Qué misiones realizan los ex barcos rusos? - Fernando VII agradece al Zar el envío de la escua dra. - Ruin exoneración de Martín de Garay, García de León y Vázquez de Figueroa. - Salida de estos dos últimos de Madrid en forma humillante. - Disolución del Almirantazgo. - El

brigadier Francisco de Beránger y el capitán de navio Roque Guruzeta solicitan el reconoci miento de los fondos de dos navios. - Baja fulminante de la Armada. - Llegada a Cádiz de las tres últimas fragatas cedidas por Alejandro I. - Designación de sus respectivos mandos.

En el puerto de Cádiz reinaba en la segunda decena de mayo una actividad

superior a la normal como consecuencia de la inmediata salida de un convoy hacia América -el último lo había hecho el año anterior- con tropas que aliviasen la comprometida situación naval y militar de unos territorios donde, más o menos

furtivamente -pero de forma inexorable-, se iba arriando la bandera española para ser sustituida por otras que simbolizaban las nuevas repúblicas. A pesar de los reveses, la Corte estimaba posible reconquistar aquellos virreinatos con el apoyo de una numerosa escuadra y la presencia de un poderoso ejército. Los dos periódicos de la ciudad nos acercan la noticia. El Diario Marítimo de la Vigía, informa el 21: "Han salido los buques siguientes:

— Fragata de guerra la Reyna María Isabel; el capitán de navio D. Manuel del Castillo.

— Fragata transporte Elena, capitán D. Antonio Zubiaga. — Fragata idem la Magdalena, alias Dos Amigos, capitán D. Pedro Se villa. 07

para su coraje, en espléndidas compensaciones... tan fáciles de presumir, como

difíciles de comprobar, y que, de no haberse puesto entonces en claro, es posible que queden para siempre tras el velo del misterio más impenetrable" (93).

Contando que Fernando VII se encuentre ya gozando de la paz de los justos -él, que tan injusto fue con buen número de sus subditos- y por tanto privado de la posibilidad de defenderse contra las imputaciones que sobre él recayeron en este vidrioso tema, romperemos una lanza a su favor poniendo en práctica el mandato de Jesús: "Dad, por tanto, al César lo que es del César y a Dios lo que es

de Dios". Sobre S.M. llovieron, conjeturas y sospechas, muchas; pero, reconoz camos en conciencia, pruebas, ninguna. Concedámosle, al menos, el beneficio de la duda. Esperemos que algún día la Historia diga su última palabra.

(93)

66

Saralegui: Opus cit., pp. 52 - 53.

negociación de la escuadra rusa, para que S.M. pudiera arrancarlos de la Secreta

ría de Estado y liberar por ese medio a Ugarte de la horrible persecución de que hubiera sido objeto" (91). Cronológicamente este nombramiento tuvo lugar en 1823, por lo que, per

sonalmente, estimo un tanto inexacta esta versión. Si Fernando no sintió ningún rubor en apartar de las conversaciones de la firma del Tratado de los barcos, a tres ministros afectados -exonerándolos de forma humillante, como veremos, en septiembre de 1818- ¿quién o qué le hubiese impedido hacerse, a su debido tiem po, con todos los documentos existentes sobre la cuestión de la escuadra, supo niendo, y lo juzgo improbable, que desde el primer instante no se encontrasen

custodiados en su despacho real? El entonces titular de la Secretaría de Estado

(1818) García de León y Pizarro, hombre íntegro, asegura en sus Recuerdos, que jamás tuvo noticias directas de estas conversaciones; en consecuencia es difícil pensar que pudiesen, cinco años después, encontrarse en sus antiguas dependen cias.

Pero conozcamos otras opiniones sobre responsabilidades. Para el citado marqués "la pública maledicencia supuso, con fundado motivo, que parte no pe queña de aquellos fondos, se la repartieron amigablemente Tatischev, Ugarte y

hasta el Rey llegaron las salpicaduras, porque Fernando no gozaba ni entre los extranjeros ni entre los españoles fama de incorruptible. El embajador inglés en Madrid, Mr. Lamb, que era hombre de ingenio mordaz y agudo, decía sin amba ges, que fuera del infante don Carlos y del duque del Infantado, no había en

España quien no se vendiera, incluso el Rey, por un puñado de libras esterlinas; por lo que, para resolver las dificultades que pudieran presentarse, no necesitaba que su gobierno le enviara instrucciones, sino cheques" (92).

Quizás el más acerado crítico sea Manuel de Saralegui, casualmente quien con más profundidad estudió e investigó este tema. Conozcamos su opinión: "¿No parece más lógico admitir que todo ello [conociendo la nulidad de la escuadra, la incomprensible inhibición del Rey, no exigiendo a nadie responsabilidades que, sin duda, existieron] la existencia de algo así como un valor entendido de que fuera principal explotador el Soberano? ¿A qué si no, el minucioso afán con que se procuró la desaparición de los documentos ... hasta el extremo que hoy no

conoceríamos el Tratado de no haber visto luz pública una copia? El justificado descrédito que tan bochornoso contrato arroja sobre su gobierno, las sombras y

las desconfianzas que proyectaba sobre su propia corona, fueron, a no dudar, motivos más que suficientes para provocar la rencorosa indignación del Rey, lle vándole a las más fáciles determinaciones de no haber existido frenos poderosos

(91)

Villa-Urrutia: Fernando Vil. Tomo I, p. 62.

(92)

Villa-Urrutia: Opus cit., tomo I, p. 91.

negros". Y sus razones tienen aquellos que alzan sus voces airadas: suceden he

chos de difícil explicación y peor aceptación. Los obligados reconocimientos no se han practicado en ninguno de aquéllos y al menos cinco permanecen pasiva mente amarrados a los norais. Se murmura en voz alta y sin tapujos, acerca de reparaciones que podrían exceder, con mucho, al precio de adquisición. Con la superioridad que hoy nos proporciona el conocimiento del ruinoso

resultado ofrecido por la escuadra rusa y las irregularidades cometidas a lo largo de unas negociaciones cuyo denominador común fue la opacidad en las gestio nes, nos está permitido preguntarnos cuáles fueron las responsabilidades de S.M.

y de Tatischev y qué papeles jugaron en un asunto que en nuestros días, tras casi dos siglos, se encuentra ensombrecido por la sospecha.

El juicio del marino e investigador Fernández Duro es: "Difícilmente se encontrará en la historia de la administración negocio que merezca parecidas censuras. Tratado sigilosamente, se procuró que no dejara huella por donde lle

gar algún día a rastrearse, haciendo desaparecer los documentos de los archivos de los ministerios en que debieron radicar. Alguno ha aparecido, sin embargo, fuera de España, que no tiene desperdicio; el asunto se orilló en la cámara real, mediando un tal Antonio Ugarte, secretario privado del Rey y favorito suyo y el ministro de Rusia, Tatischev, persona sagaz que había sabido granjearse el vali miento de Palacio... Por raro que parezca ni se consultó el particular con el Almi rantazgo ni al ministro del ramo se le comunicó el secreto de las negociaciones,

en las que se contaba con sumas de dinero que habían de producir conferencias distintas entabladas con la Gran Bretaña" (88).

Al parecer de Martínez de la Rosa "el misterio con que se llevó a cabo este extraño negocio y no por el ministro a quien correspondía -el Rey solía obrar por sí en algunos negocios y aún encargar a sus Ministros lo que no era de su ramo, de lo cuál provenía el desorden y descrédito- así como haber desaparecido todos los

documentos oficiales, incluso el mismo tratado, aún cuando no sea necesario para calificar [la negociación] del modo más severo que merece", añadiendo más

adelante que Tatischev "ofreció al Rey surtirle de buques en menor plazo e infe rior costo que construyéndolos en arsenales españoles o extranjeros" (89). En cuanto a la desaparición de los documentos oficiales, el marqués de Vi-

lla-Urrutia asegura que Fernando VII, a instancias de Ugarte "nombró al conde de Ofalia (90) para Gracia y Justicia, queriendo así Ugarte pagarle el favor que durante la etapa constitucional le hizo Ofalia de salvar todos los papeles de la

(88)

Fernández Duro, Cesáreo: La armada española desde la unión de los reinos de Castilla

y de Aragón. Museo Naval. Madrid, 1971, tomo IX, p. 135.

64

(89)

Martínez de la Rosa: Bosquejo... Tomo I, cap. XI, p. 105.

(90)

Ofalia. Ver Narciso Heredia.

Con fecha 24 mayo/5 junio, este otro: "Tengo el honor de notificar a V.E. la feliz llegada a Reval en 16/28 de abril de dos buques-transportes españoles nom brados San Felipe, su capitán G. C. Berg y la Infanta de España María Francis

ca, con su capitán Felipe Colombo, habiendo enseguida desembarcado la marine ría rusa que conducía a bordo...".

Y una última con noticias ciertamente luctuosas: "Excmo. Sr.: anteayer lle gó a Cronstadt la fragata española Santo Tomás, alias Rodión o el Intrépido, que es uno de los trasportes que proceden de Cádiz con los tripulantes de los buques

rusos; pero el viaje de este barco no ha sido tan feliz como los otros que han llegado hasta ahora, en punto a salud de la gente que conducía, pues según acabo de saber, ha tenido muchos enfermos y no pocos muertos, cuyo número fijo no me consta todavía.- San Petersburgo, 27 mayo/8 junio de 1818". No lleva firma ni antefirma y el pie va dirigido al secretario de Estado, es decir, a García de León y Pizarra (87).

Pero como el tópico de la mala suerte reiterada parece, algunas veces, con

vertirse en realidad, si el viaje de ida del Santo Tomás estuvo marcado por la desgracia, el intento de regresar a su puerto de origen alcanzó caracteres de trage

dia. Dejemos que nos lo cuente el Diario Mercantil de 3 de marzo de 1819: "Bue nos Ayres, 21 de noviembre de 1818. El 6 del corriente llegó la fragata de trans

porte española Santo Tomás que de San Petersburgo a Cádiz fue apresada por el corsario de este puerto Vigilancia'.

Del resto -dicho sea con deseo de resaltar el temple de aquellos esforzados marinos- manifestaré que las fragatas que antes retornaron a Cádiz, fueron la San Fernando, San Josef, Amable María y Nuestra Señora del Carmen; unas con madera de Rusia y otras transportando habichuelas o lastre, fondearon en la bahía

el 22 de septiembre. Incluso una, la San Ignacio de Loyola no lo hizo hasta el 7 de noviembre cargando alquitrán, brea y efectos navales, desde algún puerto ruso, con escala en Vigo. Su viaje había durado casi siete meses.

o

Abandonemos, momentáneamente, a nuestros tres marinos en la capital del Imperio zarista esperando la repatriación -cuyo relato se incluye en otro capítu lo- que se llevará a cabo en una de las tres fragatas cedidas posteriormente por

Alejandro I. Regresemos a Cádiz, donde, al igual que en Madrid, crece el clamor de descontento fundado en el convencimiento del pésimo estado de los "barcos

(87)

A. H. N. Correspondencia con el Ministerio de Negocios extranjeros. Caja 1, legajo 6.127,

exp. n.° 3.

63

Dichos buques conducen al Norte las tripulaciones de la escuadra rusa.

Encargado de la conducción del convoy, el capitán de fragata D. Joaquín de Toledo a bordo de la fragata San Femando, en la que va también el contralmirante Moller con sus ayudantes.

Igualmente ha salido escoltando hasta determinada altura, la fragata de gue rra Diana; su comandante, el de igual clase D. Francisco Grandallana". El convoy, como atenazado por la nostalgia de Cádiz que va quedando atrás,

se da a la vela y horas más tarde desde los puentes de mando, la alta silueta de la Torre Tavira comienza a difuminarse hasta confundirse con la costa marina. Días después, al rebasar la gallega, España no será más que un inolvidable recuerdo. En lo sucesivo nos irán llegando, con cuentagotas y de forma casi telegráfi ca, noticias; las tres primeras desde la Gran Bretaña y publicadas en el Diario Mercantil. Aquí van. Inserta el día 8 de junio: "Extracto del Lloyd de 1 de mayo. Deal 28 de abril. De Cádiz llegaron 10 transportes españoles con destino a Rusia, que conducen la oficialidad y tripulaciones de la escuadra rusa comprada por el gobierno español".

El día 12: "Extracto del Lloyd de 5 de mayo. Deal 2 de mayo. Salieron los

transportes españoles para Rusia".

Y finalmente el 16: "Extracto del Lloyd de 8 de mayo. Portsmouth 5 de mayo. Llegó de Cádiz la fragata Unión con destino a Cronstadt". La Gaceta de Madrid, en un suelto fechado en Copenhague el 30 de mayo, señala: "Los buques españoles que llevan a Rusia la tripulación de la escuadra de aquel Imperio, cedida a España, han pasado el Sund. El almirante ruso Moller y el capitán de fragata español Joaquín de Toledo, van a bordo de la fragata San Fernando'7 (85).

Esta noticia nos tranquiliza. De ella se desprende que la fragata Unión, que

había llegado rezagada, ha logrado integrarse en el convoy.

A partir del 29 de mayo nuestro cónsul en San Petersburgo, Francisco Colombí, nos irá informando. Para no ser repetitivo tan sólo trascribiré algunos partes: "Desde mi última de 14/26 de diciembre del pasado, han llegado al puerto de Cronstadt, entre otros varios buques, quatro de Nuestra Nación; a saber: el San Fernando, Nuestra Señora del Carmen, San Josefy la Empresa, que forman parte del convoy que conduce de regreso a este país a los tripulantes rusos procedentes de Cádiz; lo que me apresura a comunicar a V.E.... San Petersburgo 17/29 de mayo de 1818.- Francisco Colombí.- Excmo. Sr. Don Josef García de León y Pizarra" (86).

(85)

(86)

Gaceta de Madrid, n.° 76, de 25/06/1818.

Archivo Histórico Nacional. Correspondencia consular. San Petersburgo 1.1.3 - 188.

Legajo 2.050.

62

Retrato del Jefe de Escuadra Francisco de Hoyos y Laraviedra (1786-1834), que se conserva

en el Museo Naval de la Armada en Madrid (óleo s/lienzo de 125 x 9 cm, de autor anónimo del siglo XIX. N.° de inv.° 1484).

59

Y entre los más de 5.000 marinos de la escuadra no podían dejar de estar repre sentados cada uno de estos ejemplares.

Otros preferirían sentarse -en una de las muchas tabernas que fueron y otras que aún existen- alrededor de un grueso tonel apoyado sobre un lateral a modo de mesa y saborear el vino de la tierra, mientras que, no rara vez, una bella voz entonaba una canción rusa despertando la nostalgia de su lejano país. A su regreso a la patria, ¡cuántas conversaciones continuarán girando en torno al encanto de la mujer gaditana!, ¡conque añoranza evocarán los días pasa dos en el inolvidable Cádiz, para ellos un mundo inédito e insospechado! Pero dicho sea de paso, este descubrimiento de Andalucía en general y Cádiz

en particular-al estilo de los viajeros románticos del siglo: T. Gautier, R. Ford, P. Mérimée, A. Dumas, Ch. Davilier, G. Borrov, su compatriota A. Botkin, etc.- no era totalmente desconocido en Rusia para un puñado de marinos y comerciantes.

La presencia eslava en aquélla, no constituía un hecho aislado ni anecdótico; tanto asi que, dejando para mejor ocasión el casi inédito capítulo protagonizado por una veintena de guardiamarinas rusos en 1719, ya Pedro el Grande nombró cónsul en Cádiz a Yákov Yevréimov en noviembre de 1723: "... te otorgamos,

instituimos y asignamos en calidad de cónsul nuestro, de la nación de Rusia, en Cádiz y demás lugares y posesiones de S.M. el Rey de España ... a fin de que nuestros subditos que allí viven, al igual que los que arriben a expedir sus mer

cancías, puedan encontrar protección.... y deberás prestar ayuda en todos los ca

sos a todos nuestros subditos comerciantes que se encuentren allí, si fuesen rete nidos o juzgados, excepto si ello sucediese por causa criminal". Al nombramiento se acompaña una Instrucción de la que entresaco algunos párrafos, por considerarlos de interés: "Se da el caso de que en España, en la

ciudad de Cádiz, residen cónsules de todas las naciones europeas y mercaderes que comercian con productos de los países del Norte y tan grande agrupación de mercaderes saca de dicha ciudad grandes sumas de oro y plata, enriqueciéndose con ello y su comercio más importante consiste en troncos, tablones y otras mer cancías forestales que se utilizan para la construcción de casas y de barcos y también... que se hayan con abundancia en Rusia.

Y la flota que va de España a América se compone de 20 ó 30 barcos de los que todos llevan 40 ó 50 cañones y tales barcos se los venden los ingleses y

holandeses, de lo que sacan no poco beneficio, puesto que primero los usan du rante 10 ó 12 años en su país, y después los llevan a España y los venden a expensas del rey o de los particulares, por lo que reciben una considerable canti

dad de dinero y se considera que casi toda la flota se compone de tales barcos, comprados y no hechos de encargo.

Por ello, deberás ir a España con el príncipe Iván Scherbátov, ambos so capa

de buscadores de fortuna, como fueron antes muchos rusos y en cuanto lleguéis a 58

de llamar la atención a todos los convidados ... quienes correspondieron a los brindis que se hicieron por ambos soberanos" (82).

Para no ser menos, la Corte de Madrid, por medio de su periódico oficial, desea expresar su alta estima al jefe de la escuadra y un deferente Fernando VII:

"... se ha servido conceder la gran cruz de la Real y distinguida orden española de Carlos III. al caballero Muller, contra-almirante de la armada Imperial de Rusia y encargado de la conducción de la escuadra .... y de lo satisfecho que se halla del acierto con que el expresado contra-almirante ha desempeñado la comisión pues ta a su cuidado" (83).

Los marinos del Zar permanecen a la espera de la repatriación. Lo que en un

principio se consideraba un trámite a resolver en pocas horas, a lo sumo escasos

días, de acuerdo con el Art. 4.° del Convenio -"inmediatamente después de la llegada serán embarcados en buques de transporte, que estarán preparados en

dicho puerto para restituir a aquellos a su patria"- experimenta inesperadas dila ciones; pienso que recibidas, por gran parte de los marinos de Alejandro, con cierto júbilo.

Para ellos la fecha de partida continúa siendo una incógnita; mientras tanto los días prosiguen su lento ritmo de crecimiento. El sol anuncia la próxima llega da de la primavera, a menudo tan agradable a las orillas del Atlántico. Los barrios de la Viña, el Pópulo, Santa María, la recoletas plazas de la Mina y la hoy llamada de Castelar, las apretadas calles y los pequeños jardines cubiertos de florecillas primaverales, sin duda los más sugestivos y populares

lugares de la época, los que hoy luchan por mantener su identidad, conservando su encanto y sabor y no perecer engullidos en las fauces de alguna amenazante

excavadora, conocen los pasos y quizás los amores, de los marinos eslavos. Nada

difícil resulta hallarlos, solitarios o generalmente en grupo, deambulando sin rumbo fijo por callejuelas donde, tras las rejas y celosías de los pisos bajos, se adivina, en la penumbra interior de la irisada luz, la silueta de una mujer de cálida mirada, cautivada por la galanura de muchos de estos jóvenes marinos. Tampoco constituiría una sorpresa tropezar con otros caminando -a pesar

de las severas órdenes- solos o en grupo con el vacilante andar característico de los que han bebido una copa de más. En casi toda reunión de rusos -la experien cia me la ha enseñado- es dudoso que falte un bebedor, un cantante o un músico.

(82)

Diario de Zaragoza, n.° 53 de 24/03/1818.

(83)

Gaceta de Madrid, n.° 33 de 1818.

57

El 24 de febrero, las posibilidades de celebrarlo empiezan a tambalearse. En un oficio del Ayuntamiento, del que el escribano da fe, se lee: "la Diputación nombrada en Cabildo ... dio cuenta que habiendo pasado a ver a S.E. [el goberna dor] ... éste le había manifestado, que en razón a que ha ocurrido la llegada [de la escuadra rusa] en el tiempo de Quaresma, tenía consultado a la superioridad si habrá o no de verificarse y esperaba la resolución ..." (79). Los días se suceden entre la confianza y la desesperanza. ¿Qué decisión tomará Fernando VII? En verdad, no se hacen demasiadas ilusiones; conocen el

carácter cerril de su monarca y la enorme autoridad de la Iglesia. La respuesta alcanza a Cádiz el 5 de marzo: "en vista de lo que V.E. expone... de que en tiempo de quaresma, según los ritos de nuestra religión, no es permitido ejecutar el baile con que debía festejarse al almirante y oficiales rusos, que han conducido la Es

cuadra, se ha conformado S.M. que la casualidad de haber arribado en una época tal, le prive... pero se les podrá convidar a comer ..." (80). A buen seguro que la noticia hizo resbalar más de una lágrima de desilusión por las mejillas de un buen número de gaditanas; y en cuanto a los marinos rusos,

la contrariedad no debió ser menor: se desvanecía la posibilidad de pasar una cautivante velada en gratísima compañía.

Sin embargo, el 12 de marzo se abren las negras nubes y penetra un rayo de esperanza: el regidor de la ciudad, José María de Lila, no se da por vencido, manifestando en un escrito al marqués de Castelldosrrius que: "creía conveniente

se consultase [a la autoridad] si permaneciendo en Cádiz la oficialidad de la es cuadra Rusa después de pasada la quaresma, había de verificarse el baile que por

Real Orden de 21 último estaba mandado suspender por aquel motivo ..." (81). Los marinos partieron, como veremos, el 5 de abril; el pretendido y suspira do baile pasó al terreno de lo anecdótico.

A pesar de todo se celebra un acto protocolario en honor de aquéllos: "hoy ha dado el Excmo. Sr. marqués de Castelldosrrius, capitán general de la provincia y gobernador militar y político de esta Plaza, un convite en su casa para obsequiar

al Excmo. Sr. Bailío Tatischev (ministro plenipotenciario de S.M. el Emperador de todas las Rusias), el Sr. contralmirante Moller y demás gefes de la escuadra de dicha nación, a cuyo convite concurrieron... La mesa estaba dispuesta con el mejor gusto y elegancia ... en cuyo centro se elevaba una columna de alabastro de 8 cuerpos, en todo semejante a la que mandó construir S.M. el emperador Alejan

dro con las piezas de artillería tomadas a los franceses ... lo cuál no pudo menos

56

(79)

Ibidem.

(80)

Ibidem.

(81)

Ibidem.

Empero, el uno y el otro tenían sus días contados en los respectivos cargos;

no pasarían muchos meses hasta que el Soberano descargase su zafia ira sobre estos dos rectos e íntegros servidores -quizás pecaron de dóciles- destituidos de forma vejatoria y sin guardar las más elementales normas de corrección.

Marzo acaba de dar sus pasos iniciales. Regresamos a Cádiz, donde -lo hemos visto líneas atrás- desde los primeros días de enero, en cuanto fue conoci da extraoficialmente la llegada de la escuadra, las autoridades locales se afanaron en organizar un baile que, sin duda, se presentaba como un extraordinario aconte cimiento social. Conozcamos este episodio anecdótico.

Sin confirmar la noticia, pero convencidos de ella, se reunió en cabildo el Ayuntamiento gaditano al objeto de designar las comisiones encargadas de coor dinar los actos y, punto más delicado, recabar recursos económicos, que ayer

como hoy, siguen siendo un problema. El primer punto se aprueba de inmediato

sin dificultad alguna. En cuanto al dinero "... ni el ayuntamiento ni la Intendencia local pueden disponer de ningún fondo público para este objeto sin expresa orden del Rei ... y estando tan exhaustos los fondos de todos los ramos públicos ... nada parecía más justo ni más correspondiente al decoro de la España, que obsequiar en el primer puerto a las personas ... que se esperan de nuestro generoso aliado ... pero que el recibimiento que le hagamos como españoles y no como gaditanos,

no debía sufragar los costos sólo Cádiz, sino que debían salir de cualquier ramo que perteneciese a la nación" (76).

Tras breve debate, una comisión se trasladó a consultar con el Gobernador,

qué gestiones era preciso realizar para la obtención de los fondos, acordando el uno y la otra "dirigir a S.M. una representación solicitando permiso para costear

el baile en los términos siguientes: ... a pesar de las dolorosas circunstancias que tanto afligen a esta ciudad (77) por el deplorable estado en que se encuentra su

comercio, quisiera el ayuntamiento disponer un obsequio ... y entiende serlo un vaile público a que concurran las clases más destacadas del pueblo, pero ... como

el ayuntamiento no puede hacer uso de los caudales públicos ... recurre a V.M....

para que se sirva concederle licencia para hacer el uso necesario de los fondos públicos con que se pueda costear [el baile]..." (78).

(76)

Ibidem.

(78)

A. H. M. Cádiz. Ibidem.

(77)

Cádiz perdió en los 30 primeros años del siglo XIX, casi un tercio de población. (N. del A.).

55

Excmo. Ayuntamiento de ella compuesto del Sr. D. José María de Lila, Regidor Perpetuo Decano ... se procedió a la celebración de una extraordinaria citando la orden del Excmo. Sr. Gobernador de esta Plaza, en que se trató y acordó lo si guiente:

El Sr. D. José María de Lila manifestó que el Excmo. Sr. Gobernador, había mandado nombrar este Cabildo con motivo de tener noticias extraoficiales de que S.M. había indicado ser su voluntad que a la llegada de la escuadra rusa, que se espera en este puerto, además de los obsequios que a la persona Real y oficiali

dad de su bordo hagan los capitanes generales de la Provincia y Departamento, les diese la ciudad un baile de etiqueta con la posible decencia, pero sin lujo, para conciliar la economía ..." (75).

Pero si el Secretario de Estado estaba pasando su particular purgatorio, al Ministro de la Marina le esperaba un calvario. D. José Vázquez de Figueroa, brillante marino, de singular valía y competencia, durante su larga vida (17701855) ocupó cargos como los de secretario y consejero de Estado, de Despacho interino de Hacienda y, en distintas épocas, por tres veces, ministro de Marina. En sus Memorias inéditas relata como llegaron a su conocimiento las primeras noticias acerca del Convenio hispano-ruso: "Falsísima me parecía la noticia que

por Madrid corría, de que nuestro Gobierno había comprado al de Rusia varios navios de línea y, teniéndola por tal, contestaba en este sentido a algún que otro

amigo que me suscitaba la especie; habiéndola leído en los papeles públicos fran ceses, empecé a darle algún crédito y más cuando en ellos se referían los porme

nores de haber arribado a los puertos de Inglaterra de los de aquel imperio, los navios y fragatas en cuestión con pabellón ruso ... entretanto tomaba más en mí la

idea de la compra de las embarcaciones, por efecto de algunas cartas del Departa mento de Marina de Cádiz, en que me lo refería; cartas a que cuidé jamás de contestar, porque yo había ya empezado a presumir que este suceso sería, como

luego se vio, algún manejo que se ocultaba de mi Ministerio ... en las cartas se me

instruía del malísimo estado en que se hallaban, que sus cascos estaban entera mente podridos, que eran de madera de pino, que su construcción era antiquísima y mala ... Suponían que [yo] había engañado al Rey, pues no había tomado medi

das para asegurar el buen estado de las embarcaciones compradas, me llamaban ladrón, atribuyéndome que me había embolsado muchos de los millones que se

dice nos habían costado. Mas, felizmente para mi personal reputación, se puso en una de las Gacetas de aquellos días, un artículo en el que se anunciaba al público que el Rey, por sí mismo, había hecho la adquisición".

(75)

54

Archivo Histórico Municipal. Cádiz. Libro capitular, tomo I, acta n.° 10.181, año 1818.

El secretario de Estado, en sus Memorias (73) narra sus primeras noticias acerca de la polémica gestión: "He aquí como fui conociendo el asunto: estába mos en la Granja, llegó Tatischev muy campante y solícito, con papel del caballe ro Cea para mí y me rogó que diera cuenta al instante, que era la concesión de buques de guerra para nuestra expedición [a América], añadiéndome que, para

hacer más agradable la sorpresa a S.M., convendría que yo mismo me manifesta se sorprendido. El oficio del Sr. Cea no contenía más que la cesión de cuatro [sic] navios como acto de amistad íntima por parte del Emperador y sin la más remota expresión que anunciase compra o venta ... No tuve inconveniente en leer el des pacho y felicitar a S.M. Sin embargo después empecé a meditar: esta concesión hecha a traición del Ministerio mío, que no podía menos de aprobarla, si era

inocente; el encargo de la sorpresa ... el público ve negociación en el extranjero y colige que es cosa del ministro de Estado; ve que es un negocio malísimo, luego el ministro, por medio de la Gaceta, se pone a cubierto cargando todo en la cuen ta de S.M. Poco después Narciso Heredia me trajo un artículo (sin duda el de 27 de febrero) para la Gaceta trabajado por Ugarte de su propia Minerva (alude a la

pequeña máquina impresora a pedal); la cosa más idiota en concepto, estilo y forma que pudiera salir de las manos del último mozo de cuerda" (74).

Tras unas consideraciones excesivamente empalagosas hacia el Rey, prosi gue así: "Es curioso referir que la en opinión general de España fue y aún hoy lo es en gran parte, que esta desgraciada negociación era mía (aquí hay una nota donde se lee: "otros la imputan a Figueroa") y que el artículo citado de la Gaceta

es una diestra sugestión mía para ponerme a cubierto de las resultas.... Yo no he visto el Convenio, que estará en Guerra, ni he sabido más que lo dicho en este asunto ...".

Sin duda estas palabras merecen todo el respeto y credibilidad del lector,

pero... pienso que García de León no refiere toda la verdad. En mi modesta opi nión un secretario de Estado no podía dejar de leer la Gaceta -ni siquiera enton ces de diaria publicación- y si él no lo hacía personalmente, algo que considero ilógico pero posible, esta tarea rutinaria estaría encomendada a sus secretarios, colaboradores o ayudantes, quienes no iban a dejar de informarle. Además, a

altos niveles gubernamentales, el rumor de la pronta arribada de los buques circu laba de despacho en despacho. Si así no fuese, ¿que explicación dar a este escrito que transcribo literalmente de su original, depositado en el Archivo Histórico

Municipal de Cádiz?: "En la ciudad de Cádiz siendo la una y media de hoy, cinco de Enero de 1818, se reunió en la Sala Capitular de esta Casa Consistorial, el

(73)

García de León: Opus cit., p. 163.

(74)

Recordemos que, en su juventud, Ugarte se ganaba la vida como esportillero en los

mercados públicos.

53

en caracteres cirílicos continuaron figurando en espera de disposiciones reales, que, en este caso, se dilatarán.

Los nombres de los barcos que figuraban en periódicos e incluso documen tos de la época, no eran -nada extraño por otra parte- los correctos. Normalmen te sus transcripciones al castellano debieron ser tomadas al oído. A continuación se expresan en nuestro idioma, acompañados de los puertos de botadura y años de entrada en servicio:

Lubek (ciudad alemana de Lübeck).

Arcángel

1813

Nord-Adler (del alemán Norte-Águila).

Arcángel

1812

Drezden (ciudad alemana de Dresde).

San Petersburgo

1813

Tri Sviatítielia {Tres Obispos).

Arcángel

1813

Neptun (Neptuno).

San Petersburgo

1813

Patrikn (Patricio).

San Petersburgo

1816

Mercúrii (Mercurio).

San Petersburgo

1815

Astroliabna (Astrolabio).

Arcángel

1812

En el mundo oficial de la "tacita de plata" todo debían ser agasajos en honor

de las tripulaciones y su contralmirante. Sin embargo se adivina que, entre nues tros marinos profesionales, se cruzarían miradas y gestos de incredulidad y sos pecha: aquellos barcos recibidos con tantas ilusiones no aparentaban responder a las esperanzas depositadas. Posiblemente se preguntarían: ¿cuál es el estado real de la escuadra? Estos navios, ¿son aptos para darse a la vela y alcanzar el Mar de las Antillas o las remotas costas de la América bañada por el Pacífico? ¿Resulta lógica la pretensión de conocer el verdadero estado de una embarcación sin izarla a dique seco para comprobar el carenado? ¿A qué tipo de reparaciones se les sometió durante su relativamente dilatada permanencia en puertos ingleses? Mu chas preguntas; respuestas, ninguna.

De las caras risueñas de los anfitriones pasamos a las largas de Madrid, donde dos hombres de probada rectitud experimentan un duro ataque a su hones tidad por causa de la compra de los barcos, al considerarlos implicados en este disparatado negocio: José García de León y José Vázquez de Figueroa. 52

CAPITULO III

Visita de las autoridades civiles gaditanas al contralmirante Muller. - Acto de entrega

de la escuadra. - Primeras sospechas sobre su mal estado. - Duros ataques a la integridad de García de León y Vázquez de Figueroa, que se declaran ajenos a la compra. - Interés por organizar un baile de etiqueta en honor de los marinos. - Suspensión por coincidencia con la cuaresma. - Llegada a Cádiz de Tatíschev. - El marqués de Castelldosrrius ofrece en su ho nor una recepción. - Concesión al contralmirante Muller de la Gran Cruz de Carlos III. Dilatación del regreso de los marinos. - Presencia rusa y nombramiento de un cónsul en Cádiz desde los tiempos de Pedro I el Grande. - Salida para Cronstadt de las tripulaciones. Los marinos españoles Joaquín de Toledo, Francisco de Hoyos y José H. de Cisneros, comi sionados a Rusia. - Accidentado viaje de algunos barcos. - Se acentúa el descontento por el estado de la escuadra. - Responsabilidades de Fernando VIL

De nuevo Cádiz reclama nuestra atención. Sus autoridades civiles y milita res obsequian a los marinos del Zar. El 26 de febrero, según nos cuenta el Diario

de Zaragoza: "... los Señores Don José de Lila, Don Miguel López y Don Joaquín Antonio Gutiérrez de la Huerta pasaron el día de ayer en Diputación (personas

nombradas como representación de un cuerpo), en virtud de acuerdo del Excmo. Ayuntamiento, a bordo del navio Dresde, para cumplimentar al Señor contra almirante Muller y demás oficiales de la escuadra rusa, de quienes fueron recibidos con particular distinción, saludándoles con cinco cañonazos a su des pedida" (71).

Pasadas veinticuatro horas "tiene lugar el acto de entrega a España de la escuadra rusa, sin que le precediera reconocimiento ni examen facultativo sufi ciente a imprimir cierto carácter de garantía al exacto y formal cumplimiento del contrato, cambiando todos los buques solemnemente por la española, la bandera del imperio que en sus popas tremolaba" (72). Sin embargo sus denominaciones,

(71)

Diario ele Zaragoza, p. 299 de 1818.

(72)

Saralegui: Opus cit., p. 60.

51

D. José Vázquez de Figueroa en traje de ministro. Óleo sobre lienzo de autor anónimo, de 125 x 104 cm, pintado en 1818 (Museo Naval, Madrid, sig. 5.277).

50

los fieles vasallos de S.M. en algunas de sus posesiones de Ultramar porfalta o retardo de socorros oportunos que los preserven de la anarquía y del desorden originados en las desgraciadas circunstancias de la época anterior.

El medio lento de construcción y reparación de buques, aunque encamina

do al objeto, y no omitido, no satisface enteramente los eficaces deseos del Rey, dirigidos a proporcionar remedio con la mayor celeridad; pero la sabiduría de S.M. lo ha hallado todo en su paternal corazón, y en la sincera amistad de su augusto aliado el Emperador de todas las Rusias; y entendiéndose directamente

sobre ello con S.M.I. en una negociación que el Rey ha entablado y continuado por sí mismo hasta su feliz conclusión, ha adquirido para España la propiedad de la referida escuadra, debida a sus desvelos, sin otro sacrificio que el de su justo pago en dinero efectivo del valor legítimo de los buques de que se compo ne; y aún para este desembolso ha buscado S.M. el medio de irlo efectuando en términos que no haya sido preciso gravar con dicho objeto a sus vasallos. El augusto Soberano de todas las Rusias, que con gloria inmortal ha coope rado eficazmente para salvar a la Europa de un yugo ignominioso y restablecer en ella el orden y la legitimidad, contribuirá también por este medio a ahuyentar

los piratas de nuestros mares, defender a los fieles vasallos que en los dominios de Ultramar son víctimas de la anarquía y el desorden, a restituir a la Europa las ventajas de que carece por efecto de las turbulencias de América. Si la Providencia favorece, como debemos esperar, los justos designios de S.M. en ésta y en las demás medidas tomadas para llevar a efecto sus rectas

intenciones, se verá renacer el comercio con la seguridad; prosperar la agricul tura e industria, con la fácil salida de sus productos; crecer las rentas del Esta do, restablecer el orden en los dominios de América, y los españoles de ambos hemisferios, todos unidos y todos hermanos, bendecir al Soberano, a cuya sabi duría y desvelos serán deudores de tantos beneficios; y que desde el extremo

meridional de Europa, simpatizando con los sentimientos nobles y generosos del augusto Emperador del Norte, ha sabido buscar en tan apreciable amistad un auxilio necesario para remediar los males de su pueblo.

49

una nueva ordenanza sobre este punto, dando a conocer: "la costumbre hasta aquí establecida era que la fortaleza de Cádiz, saludase a los barcos de guerra extran

jeros que entraran en el puerto, con igual número de cañonazos que correspondie sen al grado de los comandantes de los barcos o de las escuadras, pero desde las convenciones establecidas con Rusia, este uso ha cambiado.- Madrid, 15 de di

ciembre de 1776". Con la misma fecha, el ministro de la Guerra, conde de Riela, remite un

oficio al capitán general de las provincias de Andalucía, manifestándole: "El Rey ordena que todo barco ruso que entre en los puertos de dominio español, sea saludado con las mismas salvas de cañón que él haya disparado a su entrada". La ordenanza concluye matizando: "Este acuerdo hecho con Rusia no debe ser con siderado como una distinción concedida por España para ella [Rusia] sola, ya que se trata igual a todas las naciones en general".

La noticia, "por [correo] extraordinario, ganando horas", según el léxico de la época, vuela hacia Madrid y la Gaceta de 27 de febrero publica un "Artículo de

oficio" plagado de sonrojantes alabanzas hacia el Soberano. Éste es su texto: Artículo de oficio.- El 21 del corriente, a la una del día, fondeó en la bahía

de Cádiz una escuadra rusa al mando del Contraalmirante Moller, compuesta de cinco navios de línea y tres fragatas de 44, en completo estado de armamento y pronta para poder emprender largas navegaciones. La llegada de esta escuadra

a los puertos de España, es un efecto de los incesantes desvelos del Rey nuestro señor en beneficio de sus pueblos y del comercio y prosperidad de sus vasallos de Europa y de Ultramar. Durante el largo período de la guerra desoladora que sufrió la Península, exigió la necesidad que los conatos de los Gobiernos provi

sionales que regían el reino en ausencia de S.M. se dedicasen enteramente a repeler la pérfida invasión extranjera, aplicando todos los recursos a la organi zación de las fuerzas terrestres que debían salvar a la nación en tan peligrosa crisis.

Esta atención preferente y cuasi exclusiva por su naturaleza, debió produ

cir, y produjo, un considerable menoscabo y deterioro en las fuerzas navales, que habiendo llamado desde el principio la soberana atención del Rey, vino a ser uno

de sus mayores cuidados y llegaron éstos a redoblarse luego que por la indicada causa se empezaron a experimentar notables perjuicios en el comercio nacional,

cuyas expediciones han sido frecuentemente interceptadas por los piratas en los mares de Europa y América.; añadiéndose a estos graves daños los que sufren 48

sorprendida multitud, empezaron a entrar en la bahía, una tras otra, las ocho na ves que, en la proximidad, los gaditanos -habituados a su presencia con pabello

nes de las más diversas nacionalidades- reconocieron como rusas por las bande ras y grafías cirílicas.

Dejemos ahora que sean los dos periódicos locales los que nos cuenten la noticia. El Diario Marítimo de la Vigía escribe con laconismo: "Han entrado las embarcaciones siguientes:

— Navio ruso de 74 cañones Dresde; el contralmirante Muller y capitán

Ternepsky.

&k

«^Avo /

— Navio idem de 74 cañones Norte Adier; el comodoro Hamilton. E

— Navio idem de 74 cañones Neptuno; capitán Mossat. F^x«uü¿o V i f — Navio idem de 74 cañones Tronchswastitil; capitán Torderen. Vá> — Navio idem de 74 cañones Lubeck; capitán Stepanof. — Fragata idem Mercurio; capitán Novilskox.

MarCu^ o

— Fragata idem Patricio; capitán Toloubief. l^í>kA KaaaV — Fragata idem Astrogele; capitán Rody. ¡\ $ WoW¿\ o Todos de Revel, Gotemburgo y Portsmouth en 15 días". El Diario Mercantil es un tanto más explícito: "Cádiz 21. En la mañana de

este día un numeroso concurso ha frecuentado el campo y murallas de esta ciudad para ver la escuadra rusa, compuesta de cinco navios y tres fragatas, al mando del contra-almirante Moller y son los siguientes: ... (misma relación que la anterior con la salvedad de asignar a cada fragata 44 cañones)". El texto concluye: "A la una del día saludaron a la Plaza con once cañonazos y ésta les correspondió en iguales términos".

No resulta nada extraordinario que, a veces, los hombres, dejándose llevar por un prurito de vanidad o altivez suscitan dificultades por asuntos triviales. Concretamente, hablo de los 11 cañonazos disparados por la escuadra rusa y con testados con idéntica cifra por la batería de la Plaza.

Tan baladí cuestión, acarreó durante el reinado de Catalina la Grande (172996) una queja de tipo diplomático, según conocemos por la nota 145 del "Corpus Diplomático hispano-ruso". La Corte Imperial manifestó su disconformidad a ciertas ordenanzas espa ñolas -generalmente de tipo fiscal o aduanero, consideradas lesivas para sus inte reses- a través de unas "Notas" entregadas al Gobierno de Madrid por su cónsul general Juan Federico de Brandemburgo. Entre ellas se incluía una acerca de los

honores que, a su entender, debían tributarse a las escuadras y barcos de guerra rusos al arribar a puertos españoles. Se alcanzó un acuerdo y Carlos III emitió 47

Plano y vista del puerto y bahía de Cádiz, ejecutado por Mariano Cal vay Pereyra en 1839. Inserta en el margen inferior, una perspectiva del puerto de Cádiz con barcos fondeados (Museo Naval, Madrid. 64 x 04 era. Sig. E-52-40),

y lista para ser entregada a otro estado -tras unas negociaciones de compra y no una graciosa donación- navegue con desesperante lentitud por mares no excesi vamente peligrosos, viéndose obligada a atracar en puertos ingleses, para sufrir reparaciones cuyo alcance desconocemos pero adivinamos, conocidos los poste riores resultados. ¿Qué hados influyeron para emplear ¡146! jornadas en trasla

darse desde la ciudad de Cronstadt a la de Cádiz, cuando -posteriormente lo

conoceremos- en el viaje de repatriación, efectuado en 12 fragatas mercantes y con una corta escala, tan sólo se necesitaron 55? Es decir, tres meses menos. No hay duda, algo fallaba.

En el Ínterin, en Cádiz, a la tensión de la larga espera se agrega la impacien cia de la curiosidad insatisfecha. El tan deseado día coincide con el 21 de febrero de 1818. Desde la tarde anterior se divisaban borrosamente en la lejanía bañada por la bruma, las siluetas de ocho negras embarcaciones. Por eso no tiene nada de extraño que -a causa del color de la pintura de los cascos- en las conversaciones e incluso documentos, se la nombre o cite, en algunas ocasiones, como la "escua

dra de los barcos negros".

En la primera mitad del sábado día 21, en medio de la expectación de una 46

"Londres, 3 de enero. La escuadra rusa que se hallaba en Spithead se com pone de los siguientes barcos ... Necesitando algunos de estos buques repararse y

abastecerse de agua y víveres, se supone que la escuadra no saldrá para Cádiz hasta pasados 12 días" (67).

Diez días más tarde, nueva información: "Londres, 13 de Enero de 1818. La escuadra rusa que entró en Portsmouth el 21 de diciembre, está todavía en Sipthead,

a causa de los vientos contrarios. Mister Burton conducirá los navios hasta Cádiz y volverá con los transportes destinados al regreso de los marineros. Luego que el viento sea favorable se hará la escuadra a la vela" (68).

El 29 de enero los navios continúan en Gran Bretaña: "Londres, la escuadra rusa está aún detenida en Sipthead a causa de los vientos contrarios" (69). El caprichoso dios Eolo y los barcos, tras varios días de mutuas desavenen

cias, llegan a un acuerdo amistoso y de inmediato el contralmirante Muller -su verdadero grado- ordena zarpar: "Porstmouth, 4 de febrero. Reparada ya com pletamente de sus averías, la escuadra rusa que se hallaba anclada en este puerto,

acaba de hacerse a la vela en el día de hoy para los de España con viento favora ble y a las órdenes del almirante Muller" (70).

La lectura de estas líneas con especial interés, despierta nuestras dudas. Entre las numerosas preguntas que me asaltan, ha aquí una: ¿Se considera normal que una escuadra de guerra partida de Cronstadt el 27 de septiembre, atravesando el Gran Belt -por peligroso que fuese- no alcanzase las costas de la Gran Bretaña hasta el 9 de diciembre? Nada menos que 72 días.

Analicemos con cierto detenimiento las noticias acerca de la estancia de la

escuadra en puertos ingleses. Llegó a Deal el citado 9 "desde donde luego se dará a la vela para Cádiz". Ninguna alusión a averías. El 3 de enero del año siguiente "necesitando algunos de estos buques repararse ... no saldrá [la escuadra] hasta pasados 12 días". Diez más tarde, no abandonan Spihead "a causa de vientos contrarios". Vientos que no han aplacado su furia el 29. Y al fin, el 4 de febrero, abandonan el puerto: "reparadas ya completamente sus averías ... acaba de hacer se a la vela en el día de hoy ...".

Una sencilla suma arroja la cifra de 57 días de estancia en tierras inglesas, señalándose como causantes de la demora el viento y las reparaciones. Evidente mente, a principios de aquel siglo y con barcos de madera, las averías debían ser

relativamente frecuentes y aquéllas largas de efectuar, más, a pesar de todo, cabe pensar, dentro de cierta lógica, si es usual que una escuadra equipada, pertrechada

(67) (68) (69)

Diario de Zaragoza, n.° 28 de 28/01/1818. Gaceta de Madrid, p. 126 de 03/02/1818. Diario de Zaragoza, n.° 37 de 22/02/1818.

(70)

Gacela de Madrid, p. 194 de 21/02/1818. 45

efectivas: el Tratado de abolición de la esclavitud se firmó en septiembre de 1817 y el de compra de la escuadra, lo había sido un mes antes.

El texto del Convenio, sellado y firmado, yace sobre la mesa de despacho del Rey que lo contempla ensimismado, meditabundo, soñando con barcos que a toda vela transporten hasta América un poderoso ejército encargado de recuperar para la Metrópoli los territorios en poder de los insurrectos; para él, el acuerdo con Alejandro es la culminación de un sueño, hijo de sus desvelos y amor hacia un pueblo, incapaz a veces de valorar sus sacrificios. Conocida es su frase: "Mis subditos son como los niños, lloran cuando los lavan". Las noticias desde la capital imperial tardan incluso meses en alcanzar Ma

drid; se esperan con indisimulada impaciencia las de Cea Bermúdez, nuestro en cargado de Negocios. Al fin anuncia desde San Petersburgo, con fecha 27 de septiembre la salida del puerto de Reval, de una escuadra compuesta de cinco navios de 74 cañones y tres fragatas de 44 (64) A partir de aquí podemos seguir con bastante precisión los pasos seguidos por la escuadra, valiéndonos de la Ga ceta de Madrid o el Diario de Zaragoza. Conozcámoslas: "Copenhague, 25 de octubre. Ayer por la mañana ancló en esta rada la fragata rusa San Patricio, uno de los buques de la escuadra de cinco navios y tres fragatas que, al mando del almirante Muller, navega con destino a Cádiz. El objeto de la venida de este buque ha sido pedir al gobierno dinamarqués que los prácticos de este país permanezcan a bordo de la escuadra hasta desembarcar en el canal de la Mancha, para evitar así todo motivo de detención y, habiendo accedido a ello inmediatamente el Gobierno, ha vuelto a hacerse a la vela la fragata para reunirse con los restantes buques, los cuales son muy buenos, de nueva construcción y muy veleros. El almirante Muller ha preferido el paso del Gran Belt por ser el más seguro para los navios de línea; y cuando el viento fue ayer y continúa hoy favorable, se supone que su escuadra se hallará a estas horas en el Mar del Norte" (65).

"Londres 10 de Diciembre de 1817. La escuadra rusa compuesta de... (se citarán a la arribada a Cádiz) llegó ayer a Deal, desde donde dará luego la vela para Cádiz" (66).

44

(64)

Saralegui: Opus cit., p. 58.

(65)

Diario de Zaragoza, del 02/12/1817.

(66)

Gaceta de Madrid, p. 1415 de 1818.

cierto que la casi totalidad del territorio polaco se hallaba bajo el poder de los zares e incluso, Constantino, hermano de Alejandro I, había sido nombrado co mandante general del ejército polaco en 1812. Lo mismo sucedía con Abo (hoy Turku, Finlandia). Grandes extensiones de lo que hoy se llama Finlandia habían sido ocupadas por Rusia. ¿Quisieron hacernos pagar gastos adicionales en el hi potético caso de un desembarco en alguno de estos puntos? Concluyo con otra pregunta: ¿qué causas motivaron a Fernando VII, como

se ordena al final del convenio, a exigir "el presente arreglo se conservará secreto"?

Firmado el Convenio, restaba ponerlo en práctica abordando la cuestión más delicada: satisfacer a Rusia las sumas acordadas, con una hacienda al borde de la ruina. Dinero no había, pero no era S.M. hombre que se parase en barras cuando había tomado una decisión. "Si bien Inglaterra había sido abanderada y realizado grandes esfuerzos para convertir la trata de esclavos en un comercio monopolizado por ella, desde algún tiempo la opinión pública se había declarado absolutamente en contra, sin diferencia de partidos políticos, habiéndose enta

blado largos debates en el seno del Parlamento... contra los abusos y horrores de tan inmoral tráfico" (62).

Nuestra nación se oponía ya que lesionaba los intereses, ciertamente espu

rios, de un sector de sus subditos -reducido en número pero significativo en po der e influencia- que se lucraba de tan odioso comercio. "Pese a todo, nuestro gobierno no tenía otra alternativa que la de ceder a tan elevadas presiones, de un notable número de países partidarios de la supresión, exponiéndose en caso de negativa, a quedar aislado por las naciones firmantes del Tratado" (63). Finalmente se alcanzó un acuerdo: la Gran Bretaña entregaría a España

400.000 libras esterlinas en concepto compensatorio. Es casi ocioso decir que cumpliendo el Tratado al pie de la letra, la suma acordada debía distribuirse entre los, digamos eufemísticamente, damnificados, al objeto de superar las trabas y obstáculos que, se adivinaba, opondrían al cumplimiento de lo acordado. Pero el Rey, con el desenfado que le caracterizaba, hizo una vez más caso omiso a las voces de la justicia y la razón y dispuso que las libras esterlinas tomasen directa mente rumbo a la capital del imperio zarista, incluso antes de haber sido hechas

(62)

Martínez de la Rosa, Francisco: Bosquejo histórico..., p. 103.

(63)

Ibidem..

43

Del detallado análisis del Convenio se concluye que fue redactado -a nadie se le oculta su autoría- por un experto negociador, empeñado en "barrer desca radamente para casa"; postura, por lo demás, que juzgo encomiable si la parte contraria se lo toleró o demostró incapacidad para sacar adelante otro texto menos oneroso para sus intereses. No recuerdo quién es el autor de esta cono

cida frase: "La diplomacia es el arte de repartir la tarta alzándose con la mejor porción, mientras los demás comensales abandonen las mesas con idéntica sensa ción".

En lo tocante a la cuestión económica -casualmente la de más elevado nú mero de artículos y mayor extensión-, los artículos 5° a 8.° son casi modelos de precisión. De entrada, el gobierno español se obligaba a pagar 400.000 libras esterlinas que debía entregarnos el inglés. El abono de las cantidades restantes "la España se obligaba a pagar a la Rusia, a buena cuenta, sumas indeterminadas, conforme lo permita el estado del Tesoro español [como vemos, estos negociado res fueron los inventores del actual, pague usted en cómodos plazos]... Sin em bargo, los pagos de dichas sumas... de modo que se hayan completado para 1.° de marzo de 1818".

Sería interesante saber: ¿quién fijó el precio de la escuadra? ¿Conocían los tasadores el verdadero estado de la misma? ¿Seleccionaron los rusos los barcos entre los de peor estado? ¿Estaba enterado el Zar de la verdad o -como creo- se la ocultaron? ¿Qué razones, por parte nuestra, se alegaron para no comisionar a un ingeniero naval -que los teníamos, y excelentes- hasta Cronstad, base habi tual de los barcos rusos, y conocer a pie de astillero la auténtica realidad? Prosigamos con el Convenio y sus irregularidades, por cierto consentidas por S.M., sabedor al detalle de la marcha de las conversaciones. Suya, a mi enten der, es gran parte de la responsabilidad -compartida en menor grado con la cama rilla y por otros que optaron por callar cuando debieron hablar- de este disparata do negocio formalizado por servidores, si no corruptos, cuando menos incompe tentes y, con toda seguridad, inferiores en inteligencia, conocimientos y persona lidad al ladino y lúcido Tatischev.

Pasemos a examinar los artículos 4.° a 8.°, verdaderos modelos en su géne ro, donde nada se dejó al azar, dentro de las disponibilidades y carencias de la

época. Quizás porque son los que atenazaban a la parte contraria y en consecuen cia se descendía a pequeños detalles en lo tocante a desembarco, estancias, ma nutención, asistencia médica, fletes y repatriación.

Por si algo no quedaba claro, en el 9.° se puntualiza: "en el caso que no fuese posible desembarcar en las costas del Imperio, serán conducidos a Dantzig", apun tando en el párrafo siguiente: "España pagará los gastos que causen en su viaje por tierra hasta las fronteras de la Rusia", en clara alusión a aquel puerto. La verdad es que la frontera real del imperio ruso no lo alcanzaba, pero no es menos 42

nes de Banco no se eleve a mayor tasa que la de 50.000 libras esterlinas; pero si prefiriese España pagar una parte de la deuda en dinero contante, la Rusia con

sentirá en este modo de pago, evaluando cada escudo colocado en San Petersburgo a razón de 4 rublos 50 copecs.

Art. 9." Si al regresar los marinos rusos a su país, la estación no les permi tiese hacer su viaje a Cronstadt, se dirigirán a Abo, Suaburgh, Reval o Riga, o a

uno de los puertos de Curlandia (hoy región letona); y aún en el caso de que no fuese posible acercarse a las costas del Imperio ruso, serán conducidos a Dantzig y entregados al agente ruso que estuviese allí acreditado, el cual tomará las disposiciones necesarias para que continúen el camino por tierra, conforme a las órdenes que haya podido recibir de su Gobierno.

España pagará los gastos que ocasione el desembarco de los marineros rusos y los que causen en su viaje por tierra hasta las fronteras de la Rusia, tan luego como se hayan formado las cuentas y se hubieren presentado a quien co rresponda.

El presente arreglo se conservará secreto; pero en cuanto a su ejecución, en lo relativo a España, tendrá efecto desde que sea aprobado por S.M.C.; y por

parte de la Rusia, desde que haya obtenido la sanción de S.M.l. En fe de lo cual, los infrascriptos, hemos firmado el presente convenio y sellándole con nuestros sellos.

Madrid, 11 de Agosto de 1817. - Eguía. - Tatistschejf (61).

(61)

Al pie de página hay una Nota, en el libro de Don Antonio del Cantillo, Tratados, convenios

y declaraciones de paz, guerra y comercio, s. d., Madrid, 1843, que dice: "este tratado se ha traducido de una copia publicada en uno de los números del periódico ingles Morning Cronicle de diciembre de 1823. Se ha buscado en los archivos del Ministerio de Estado, pero sólo se encontró la convicción de que no existía en él ni en los demás ministerios. Quizás el mismo Fernando VII lo extravió, para evitar los cargos que amagaron por parte de las Cortes contra Eguía y Ugarte, ambos favoritos de aquel Monarca, y de los cuales, el primero firmó el Tratado actual, y el segundo, el Convenio complementario de 27 de septiembre de 1819, que había sido copiado de un papel presentado por el Ministerio de Rusia, con motivo de reclamar el pago total de las sumas estipuladas. En estos negocios, no parece que hubo la limpieza necesaria, por lo que no es extraño hayan desaparecido los comprobantes, y con ellos los papeles de una y otra negociación".

41

sión de municiones de guerra y demás objetos precisos para el servicio de la artillería, como también de provisiones de boca para cuatro meses. Art. 3." Luego que llegue el presente "Convenio" a San Petersburgo, la

escuadra dará la vela y se dirigirá con la posible celeridad a Cádiz, donde se

hará su entrega a los comisarios que al efecto nombre Su Majestad Católica. Art. 4."Los marineros rusos que hubieren conducido dicha escuadra a Cádiz,

inmediatamente después serán embarcados en buques de transporte, que estarán preparados en dicho puerto para restituir aquéllos a su patria. El flete de dichos

buques y la manutención de lo referidos marineros rusos, será a cuenta del Go bierno español. Si entre ellos hubiera algunos que cayeren enfermos de modo que no puedan soportar las fatigas de un nuevo viaje, se les desembarcará y pondrá en paraje decente, asistidos de Médicos y provistos, en fin, de todo lo que fuere preciso para regresar a Rusia, adonde se les conducirá después del resta blecimiento, a expensas del Gobierno español. Art. 5."La escuadra, armada, equipada y con provisiones, municiones, etc., conforme se ha dicho en el art. 2. °, se evalúa en 13.600.000 rublos, en inscripcio nes del Banco.- S.M.C. se obliga a pagar esta suma y ponerla en manos o a

disposición del Ministro ruso que ha sido nombrado y autorizado para firmar el presente Convenio, cuyo reembolso se hará del modo y en los términos indicados en los artículos siguientes.

Art. 6." Para cumplir las estipulaciones del precedente artículo, S.M.C. cede a S.M.I. la suma de 400.000 libras esterlinas, concedida a España por la Ingla

terra a título de indemnización por la abolición del tráfico de negros; y para

poder disponer de esta cantidad, S.M.C. se obliga para con S.M.I. a concluir, tan luego como fuere posible, el Convenio propuesto por la Inglaterra, y a insistir al ratificarle en que se entreguen 200.000 libras esterlinas al hacerse el canje de

las ratificaciones; y en cuanto al pago de las otras 200.000 libras esterlinas, se haga pasados que sean seis meses, término señalado para la conclusión del trá fico de negros.

Art. 7." Para completar el resto de la cantidad convenida de 13.600.000 rublos en inscripciones de Banco, la España se obliga a pagar a la Rusia, a

buena cuenta, sumas indeterminadas, conforme lo permita el estado del Tesoro y S.M.C. juzgue conveniente fijarlas. Sin embargo, los pagos de dichas sumas em pezarán con la brevedad posible y de modo que se hayan completado para 1° de Marzo de 1818.

Art. 8. ° Como los plazos en que deben pagarse las 400.000 libras esterlinas que ha de dar la Inglaterra, y lo mismo las sumas restantes, se han fijado en una época más lejana de lo que se creía, y como el cambio entre Londres y San

Petersburgo está sujeto a alteraciones, porque no existe cambio directo entre ambas plazas, se ha convenido también en que un millón de rublos en inscripcio40

Convenio de compra de una escuadra rusa

Los notables sucesos que acaecieron en la invasión de España y las calami dades que después de esta época memorable desolaron y desuelan aún esta Mo

narquía, no sólo destruyeron la Marina española, pero hasta aniquilaron todos los medios y recursos que eran necesarios para restaurarla.

S.M. el Rey de España y de las Indias, bien convencido de este hecho y de la necesidad de remediarlo, si se han de precaver los incalculables males que resul tarían si las costas de España y las colonias de esta grande y poderosa Monar quía, en otro tiempo tan opulenta, quedasen privadas de seguridad y protección, se ha visto obligado a recurrir a S.M. el Emperador de todas las Rusias, su amigo y aliado, y rogar a su dicha Majestad, haciéndole ver la urgente necesi dad en que se halla su reino (vista la situación actual de sus posesiones de Ultra

mar) ponga a su disposición una escuadra de cuatro navios y ocho fragatas, de 74 cañones ¡os primeros y de 40 las segundas. S.M. el Emperador Alejandro, deseando secundar en esto y otro cual quier caso los nobles esfuerzos de su augusto amigo y aliado en el restableci miento del poder español, se apresura a entrar en las miras de S.M.C., y da su asenso a la propuesta, con todo el interés y la solicitud que toma en los asuntos de España. Al efecto, S.M.I. ha autorizado al Senador Tatischeff, su consejero íntimo,

Chambelán, Caballero del Toisón de Oro y de otras muchas Ordenes, y su envia do extraordinario y Ministro plenipotenciario cerca de S.M.C., para entrar en

negociación y estipular las condiciones con que puede venderse a España dicha escuadra. Para el propio fin, S.M.C. dio su plenipotencia al Excmo. Sr. D. Fran cisco de Egida, Teniente General de los reales Ejércitos, Consejero de Estado,

primer Secretario de Estado y de la Guerra, gran cruz de las Ordenes de San Fernando y San Hermenegildo; y los dichos Ministros, después de haber confe

renciado entre sí, han ajustado el presente acto de venta por medio de los artícu los siguientes: Artículo 1." Como el número defragatas rusas actualmente estacionadas en los puertos del Báltico no es bastante considerable para poder ceder ocho de ellas a la España, se la venderán solamente tres, añadiendo un navio de línea de 74 cañones, en reemplazo de las otras cinco que se han pedido; de manera, que le escuadra vendida a España se compondrá de cinco navios de línea de 74 cañones y tres fragatas, cuyo porte no se ha determinado todavía.

Art. 2." Se entregará dicha escuadra completamente armada y equipada, y en estado de poder hacer un viaje de largo curso. Será provista de suficiente

número de velas, de áncoras, de cables y otros utensilios necesarios, con inclu39

Carlos, hombre notable por sus costumbres inmorales, hipocresía y adulación; Francisco de Córdoba, encumbrado desde modesto guardia de corps, en cuatro años, al ducado de Alagón; el citado Antonio Ugarte, quien partiendo de la hu milde ocupación de esportillero se aupó a los salones de palacio. Y, para no can sar al lector, mencionaremos, como último miembro, a Pedro Collado, llamado "Chamorro": de aguador de la -en aquellos tiempos famosa por la calidad de sus aguas- fuente del Berro, ingresó en la servidumbre de Fernando cuando era todavía Príncipe. El marqués de Villa-Urrutia escribe sobre él: "De tal suerte dependía el Rey de sus habilidades y gracias que no podía vivir sin su compañía" (59).

No tardó en incorporarse a la camarilla y ejercer gran influencia con desdo ro del Soberano que representaba, el bailío -Caballero de la Orden de Maltaruso Tatíschev; tuvo la destreza suficiente para persuadir a nuestro Rey de las

ventajas de su íntima alianza con Rusia para sostener su Gobierno absoluto. Bajo sus auspicios, el "Deseado" entabló una cordial correspondencia con el Empera

dor que sirvió para mantener la influencia rusa predominante en este reinado (60). El marqués de las Amarillas, que lo trató personalmente en distintas ocasio nes, afirma, en sus Recuerdos, que fue él quien engañó al Rey en el Convenio de los barcos.

Sin vacilaciones se puede asegurar que en la antecámara real se fraguó -por iniciativa real y con la connivencia de Tatíschev- el Convenio de compra de la escuadra rusa. Hasta la arribada de los barcos a la bahía gaditana, la documenta

ción cruzada entre ambas delegaciones, al menos la que a España concierne, se llevó a cabo de forma clandestina. Hoy se cree que el Monarca ordenó su destruc ción, quizás avergonzado de su ineficacia y prácticamente nulos servicios a la Corona.

El Convenio -de inmediato se dará a la lectura- se firmó en Madrid en agosto de 1817, rubricándolo, por parte del Gobierno español, el primer Secreta

rio de Estado y de la Guerra D. Francisco de Eguía, comisionado al efecto para este acto; dócil instrumento de la camarilla pasaba por extremado en sus opinio

nes hacia las cosas antiguas, hasta tal punto que usaba aún coleta y polvos, siendo por ello conocido en la Corte bajo el .apodo de coletilla. En representación del Zar lo hizo su encargado de Negocios y ministro Plenipotenciario en Madrid, Dmítri Pavlóvich Tatíschev.

Pero antes de seguir adelante con el relato, el lector debe conocer el texto original del tratado. Dice así:

38

(59)

Opus cit., p. 64.

(60)

Opus cit., p. 66.

CAPITULO II

La camarilla; su composición y la influencia de Tatíschev. - Firma, en agosto de 1817, de un Convenio de compra de una escuadra. - Extraña desaparición de documentos oficiales. - El tratado de Abolición de la esclavitud. - Puesta en práctica del Convenio: 400.000 libras esterlinas se transfieren a San Petersburgo. - Primeras noticias de la salida de la escuadra rusa desde el puerto de Reval. - El paso del Gran Belt. - Arribada a puertos ingleses; su larga y

sospechosa estancia en ellos. - Impaciencia en Cádiz por la llegada de la escuadra. - Su entrada

en el puerto el 21 de febrero de 1818. - Composición de la misma. - Ditirámbico artículo de oficio en la Gaceta de Madrid.

El reinado de Fernando VII, durante el sexenio absolutista, se halla íntima

mente ligado al papel protagonizado por la camarilla cuya influencia se dejó sen tir en no pocas de las decisiones reales, normalmente, en este caso, perjudiciales para los intereses de España, sus reinos y subditos. En el capítulo de los barcos comprados a Rusia, su participación no ofrece duda alguna, sin que por ello pue da verse reducida la responsabilidad de un Soberano acostumbrado al ciego cum

plimiento de sus deseos; salvo honrosas excepciones, persona alguna de su entor no se permitió discutirlos, ponerlos en tela de juicio y, por supuesto incumplirlos. Hablemos de la camarilla. Criados y ordenanzas de servicio esperaban las órdenes del Soberano en la antecámara real, conocida vulgarmente por camarilla.

En ausencia de éste, pero, claro está, con su anuencia, se reunían en ella los hombres que a menudo —por su amistad e influjo sobre la persona real- fueron

arbitros de los destinos de una nación supeditada a sus incapacidades, caprichos e incluso personales intereses. Componíase en un principio -a medida que iban cayendo en desgracia surgían numerosas aspirantes a la sucesión- de, por citar los más conocidos, Pedro Gravina, nuncio del Papa, "un corazón de tigre, auda cia y mucho tacto en la intriga" (58); Blas de Ostalaza, confesor del Infante Don

(58)

Villa-Urrutia: Recuerdos de la vida y reinado de Fernando VII. Imprenta de Repulles.

Madrid. S. d., tomo I, p. 62.

37

otros ramos están ya ocho meses sin pagas; los mismos oficiales de Marina reci

ben sus pagas pero sin orden, con atraso y siempre que cobran una lo hacen con la duda de si le pagarán la siguiente..." (carta de febrero de 1818) (55).

Entiendo que la mejor síntesis de este aciago periodo, en cuanto a la Marina se refiere, se recoge en las páginas del "Libro de Sesiones" correspondientes a diversas intervenciones en las Cortes. En mayo de 1814 el Sr. Vargas, de la Comi sión de Marina, solicitó la creación de un Almirantazgo «para que de una vez se logre que la Marina nacional no padezca las intermitencias que hasta aquí, en tanto perjuicio de los españoles de ambos mundos». Aprobada la petición por el

Soberano, la Vicepresidencia recayó en su hermano Antonio, considerado por sus contemporáneos como el más simple de los Borbones. En 1820, en un análi sis retrospectivo, el señor Cangas, Secretario de Estado y de Despacho Universal de Hacienda, se lamentaba que: "... la Marina española no llegó a un grado de

verdadera grandeza hasta los gloriosos reinados de los Sres. D. Fernando VI y don Carlos III; decayó en el del Señor D. Carlos IV y al acabarse la heroica y noble lucha sostenida contra Napoleón, quedó reducida a un esqueleto de mise ria, poco menos triste que el que ofrecía a la muerte del Sr. Carlos II" (56). Y el 15 de julio, el secretario de Estado y Despacho de Marina, señor D. Juan Jabat, exponía: "Ya en marzo de 1814 se lamentaba el ministro de la Marina

por última vez ante el Congreso Nacional, de la decadencia y nulidad de este ramo tan útil como necesario, manifestando el estado deplorable a que se mira ban (sic) reducidos los arsenales, bajeles e individuos ... terminaré esta exposi

ción llamando la atención del Congreso sobre el lastimoso estado en que se en cuentran los individuos de los tres Departamentos, reducidos a la mendicidad por los enormes atrasos que experimentan en sus pagas, el cual exige de justicia que a lo menos se les satisfagan los del presente año" (57).

36

(55)

Archivo Histórico Municipal. Zaragoza. Opus cit., exp. 54-7/94.

(56)

Diario de sesiones de Corles. Apéndice al n.° 9, p. 79.

(57)

Opus cit. Apéndice 2." al n.° 11, p. 159.

concluyó este venerable anciano en la mansión de la pobreza y en el asilo de los desvalidos.

De limosna se hubiese enterrado a este respetable general, si el comandante general del Departamento Don Tomás de Ayalde, noticioso del estado en que se encontraba a su fallecimiento, no hubiese salido personalmente al frente de los gastos de toda especie que se ocasionaban en dicho acto" (52).

Al objeto de no alargar este angustioso pero significativo episodio, daré fin trascribiendo párrafos de las cartas que Escoiquiz (53) escribió al general Palafox,

con quien intercambió correspondencia. Por hallarse desterrado en la isla de León vivió de cerca el problema de la extrema pobreza que atenazaba a los marinos y familiares; indigencia hasta tal punto, que. como escribió el profesor Ba llesteros y Beretta: "era proverbial el tipo de soldado de Marina casi desnudo y sin pan" (54).

La correspondencia de Escoiquiz con Palafox corresponde a los años 181719 y muestran la preocupación del primero por alguno de los problemas de su

tiempo. En cuanto a los de los marinos, he aquí algunos párrafos: "...se creyó firmemente que se iba a pagar a los marinos la primera mesada. Qual no ha sido

el espanto y la indignación, quando en lugar de librar o remitir cosa de 900.000 reales, que era el ascenso de los presupuestos para satisfacer a estos infelices que se mueren de miseria y cuentan los minutos, ha remitido el Ministerio de Marina sólo la suma de 500.000 reales, y estos todos, no en metálico sino en 14 letras

pagaderas al término de 90 y 60 días y las más prontas al de 30, según se dice aquí como incuestionable... no sólo en la infeliz Marina sino en todo el público que

satisface ya la nueva contribución, pregunta ahora que para qué se le ha cargado, si no se han de cubrir y arreglar las atenciones más precisas del Real erario públi co" (carta de 7 de octubre de 1817). "Ahora mismo se le deben a las infelices viudas de Marina dos trimestres y

no ai traza de que se les pague" (carta de diciembre del mismo). "Hablando sin metháfora, las viudas de los generales y oficiales y algunos

(52)

Pavía y Pavía, Francisco de Paula: Galería biográfica de los Generales de la Marina. Imp.

a cargo de López. Madrid, 1873, tomo II, pp. 332-333.

(53)

Escoiquiz, Juan: nació en Navarra en 1762. Paje de Calos IV abrazó la carrera eclesiástica

obteniendo una canonjía en Zaragoza. Intrigante, astuto, servil, miembro de la camarilla, falto de escrúpulos, conquistó la voluntad de Fernando VII siendo príncipe, a quién, más que enseñarle ciencias y libros, cuidó de inspirarle su inquina a Godoy. Acompañó a Fernando a Valencay. Cayó en desgracia y debió retirarse a Zaragoza, donde, presumiblemente, trabó amistad con el general Palafox. Recobrada la confianza del rey, regresó a la Corte desempeñando fugazmente otra cartera gubernamental, para ser destituido y desterrado a la isla de León (hoy San Fernando) desde donde escribió con gran regularidad al duque de Zaragoza. Autorizado más tarde a trasladarse a Ronda, falleció allí en 1820. (54)

Ballesteros y Beretta, Antonio: Historia de España v su influencia en ¡a Historia

universal. Salvat editores. Barcelona, 1934. Tomo VII, p. 615.

35

trataba de un simple espejismo. Nuestra presencia llegaba al final del difícil ca mino, si bien la agonía imperial se prolongaría hasta ese 1898 de tan triste recuer do. La historia repetiría de forma invariable otro de sus ciclos: iba a desaparecer la que durante siglos había sido la más grande potencia del mundo. En la península, marinos y militares coincidían -con las naturales reservas y lógicos matices- en que únicamente el envío de un poderoso Cuerpo expedicio nario, auxiliado y protegido por una potente escuadra, estaría capacitado para interrumpir los éxitos de los patriotas y reconquistar el terreno perdido. Obvia mente se precisaban hombres y, lo que constituía el nudo de la cuestión, navios. Carecíamos de ellos y las arcas del Estado se confesaban exhaustas. A pesar de tantas adversidades y contrariedades, su compra no admitía dilaciones. El factor tiempo una vez más jugaba una baza decisiva: aplazar la adquisición de los bar cos equivalía a aceptar el final del imperio colonial americano y el abandono a su suerte de miles de compatriotas empeñados en mantener izada la bandera bajo cuyos pliegues deseaban continuar cobijándose.

Líneas atrás se hacía alusión al incalificable estado económico que ahogaba a los marinos sin importar sus graduaciones; situación compartida en mayor gra do por viudas y huérfanos. El general Pavía, al que acudiré con frecuencia, cuen ta en su libro biográfico algunos casos con pelos y señales. Citaré dos. El primero

tiene como protagonista -¡funesto protagonismo no buscado!- al teniente de na vio Lavadores. Su fallecimiento sobrevino a causa de inanición; es decir," ha

blando en román paladino para que me entienda todo vecino": este oficial murió de hambre. ¡Como si se tratase de un famélico perro callejero! La hambruna impuesta por el Deseado -pero, ¿por quién?- alcanzó a un

oficial general: el jefe de escuadra José Jordán y Maltes. Pavía lo relata así: "...ni sus achaques ni su escasez de recursos le permitían cosa que concluir sus días en su pobre y miserable domicilio. Vivía el general en una humilde casa del barrio del Cristo; quien esto escribe recuerda perfectamente que siendo ayudante de la mayoría general del Departamento, le llevaba el santo al general y visitaba como era consiguiente su triste albergue, en el que, por no haber, no tenía en invierno

esteras ni un mal felpudo, llevando el general siempre en la mano un corcho que se ponía a los pies cuando se sentaba. Agravados sus males crónicos, sin recursos de ninguna especie por el atraso de

124 (sic) mensualidades que sufría sin tener quién le fiase para su precisa sub sistencia, solicitó el general Jordán su baja para el hospital militar, con cuya es tancia, que se le facilitaba adelantada, atendía a lo indispensable a la vida. Así 34

consecuencias la plaza de su mando, si bien, desde la batalla de Ayacucho (09/12/ 1824), triunfal para el bravo Sucre, la guerra había concluido. Sin embargo, en cuanto a la lucha emancipadora chilena -proclamada en 1818 su independencia haciéndola coincidir con el primer aniversario victorioso de la batalla de Chacabuco- preciso será dedicarle cierta amplitud pues una de las fragatas vendidas por Rusia a España, desempeñó un importante papel en la guerra hispano-chilena.

En 1814 los patriotas proseguían su avance amenazando arrojar en no muy largo período, a las fuerzas realistas. ¿Cuántos españoles afectados directamente o conocedores de la problemática, conservaban la esperanza de desandar el cami

no? Nunca se sabrá. Por su singularidad-y posiblemente atinado juicio y conoci miento del tema- reproduzco un documento hallado en la correspondencia del

general Palafox. Es una especie de carta-memorial de dos folios, que alguien con excelente letra y ortografía de su tiempo, dirige, sin duda, al duque de Zaragoza.

El escrito carece de encabezamiento, firma y destinatario: "... medios que juzgo oportunos para que las Américas reconozcan a la Madre Patria, según las ob servaciones de 30 años en aquél país.- A la posible brevedad enviar ... 3.000 hom bres a Caracas y de 8 a 10 mil a cada América de buenos oficiales y tropa. Pero si ésta fuera de Galicia, Asturias, Castilla la Vieja o Extremadura, me

jor, pues son propensos a la agricultura, se casan fácilmente y lejos de bejar al pueblo contribuyen a su prosperidad ... Indulto de sargento inclusibe a sol dado que haya servido en los ejércitos insurgentes, aunque sean prendidos con las armas en la mano; con pronto castigo en el acto a todo Gefe y oficiales que hayan tomado parte en la rebelión, sin distinción de Eclesiásticos que más que otra clase la han fomentado ... cuidar que los virreyes y Presidentes sean

militares de inteligencia y política ... que a los Indios se les guarden las preheminencias ... pues aunque tienen defensores con sueldo ... en lugar de defender los, piensan en oprimirlos ... corregir los muchos y escandalosos abusos de los Curas que estafando al infeliz indio, engrasan las rentas de sus curatos de 4-8 y hasta 16 mil pesos anuales, para sostener el juego y otros vicios menos decentes a su estado y contra el espíritu de los Cánones ... Convendría que todos los ayuntamientos sean

electivos por mitad de criollos y europeos.- Cádiz 21 de julio de 1814" (51) A pesar de los contratiempos sufridos por las tropas de Fernando VII, en 1816 la insurrección parecía dominada en todo el continente, a excepción del virreinato de la Plata. En un próximo futuro parecía brillar la luz de la esperanza, se vislumbraba un feliz final para la contienda, pero la realidad demostró que se

Terminó su vida militar ocupando los cargos de virrey de Navarra y capitán general de Extremadura, Valencia, Aragón y Castilla la Nueva. Falleció en 1853.

(51)

Archivo Histórico Municipal. Zaragoza. Temática Palafox. Caja 8231, exp. 54-1/28.

33

nos se han ensañado con su memoria [de Miranda] por los sucesos de 1812 para explicar la conducta de Bolívar. Pero son pocos" (49).

Las primeras manifestaciones de agitación independentista en el virreinato de la Plata surgen en 1809, poco tiempo después de haber hecho su entrada oficial en Buenos Aires el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, personaje que va a ocu par parte de este relato, por hallarse, años después, relacionado con la adquisición

de la escuadra rusa cuando ejercía el mando del departamento marítimo de Cádiz. Como simplemente corresponde esbozar en estas páginas, a vuela pluma, las diferentes vicisitudes de la lucha de los patriotas argentinos hasta alcanzar la independencia, me limitaré a reseñar que a Hidalgo de Cisneros le correspondió vivir tiempos difíciles, siendo depuesto de su cargo, encarcelado en Buenos Aires y embarcado a viva fuerza para la Península. Unos años más tarde, en 1816, los

patriotas proclamaron su independencia en la ciudad de Tucumán. Otra bandera española que se arriaba en tierras que habían sido hispanoamericanas. En el virreinato de Méjico, en 1810, el cura Hidalgo lanza el conocido "gri to de Dolores" (hoy Dolores de Hidalgo, en el estado de Guanajuato): "¡Viva para siempre nuestra Sta. Madre de Guadalupe! ¡Viva para siempre América y mueran los malos gobiernos!". Capturado y ejecutado por los realistas, le sucede su discípulo, el también sacerdote José María Morelos, bajo cuya presidencia en

1813 se reunieron en Chipalcingo (hoy Chipalcingo de los Bravos, estado de Guerrero) 42 diputados dando a conocer la Declaración de Independencia. No

obstante, la contienda -con dispares alternativas- se prolongará varios años hasta acceder los mejicanos a la verdadera independencia.

El del Perú fue el último virreinato en aquietar las ansias independentistas. El 12 de julio de 1821 el general José de San Martín -ascendido a teniente coro nel por su bravura en la batalla de Bailen y a coronel, por idénticos méritos, en la de Albuera- hizo su entrada oficial en Lima proclamando la independencia con estas palabras: "El Perú es, desde este momento, libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende.

¡Viva el Perú! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!". A pesar de ello, la presencia hispana en el virreinato continuaba 5 años después; el valiente briga dier José Ramón Rodil (50), gobernador de El Callao, defendía hasta las últimas

(49)

Madariaga, Salvador de: El auge y el ocaso del Imperio español. Espasa-Calpe. Madrid

1986, p. 627.

(50) Rodil, José Ramón: Lugo, 1789. Estudiaba Derecho al comenzar la Guerra de la Independencia, dejando los libros para enrolarse en el llamado "batallón literario", distinguiéndose por su valor. Concluida aquélla pasó al Perú, del que fue gobernador. Adoptó medidas muy rigurosas haciendo fusilar a 36 conspiradores. Vuelto a la Península, tomó partido por Isabel II y al estallar la Guerra Carlista, ésta le nombró jefe del Ejército del Norte, donde no alcanzó los éxitos esperados, siendo relevado. Durante la regencia de Espartero fue presidente del Consejo, apartado y de nuevo reintegrado. 32

caraqueño, declara unilateralmente la independencia de las Provincias Unidas de Venezuela el 5 de julio de 1811. Al año siguiente, tras la llegada de refuerzos realistas -en 1812 salieron 9 expediciones para América desde Vigo y Cádiz, con

un total de 5.944 hombres (47)- el capitán de navio Domingo Monteverde, auxi liado psicológicamente por un terremoto que asoló casi toda Caracas y en el que las gentes sencillas creyeron ver la mano de Dios, da comienzo su imparable avance que ni siquiera el nombramiento de Miranda -con todo su prestigio y su indudable talento militar- como dictador y generalísimo de las ejércitos, es capaz de detener. En el mes de junio, Bolívar, bajo la presión de los hombres del valiente Monteverde, se ve obligado a evacuar el punto estratégico de Puerto Cabello.

Miranda, tras tomar una controvertida decisión y alcanzar unas decorosas

capitulaciones que, en verdad, Monteverde no respetó en su totalidad, se rinde el 25 de dicho mes y como resultado de la determinación de Bolívar, es entregado a Monteverde que lo envía a España en calidad de prisionero, siendo encerrado en

una mazmorra de la prisión militar de La Carraca (Cádiz), donde fallece en el verano de 1816.

El episodio de la entrega de Miranda por Bolívar a Monteverde ha hecho correr mucha tinta. Me limitaré a reproducir lo que ciertos historiadores venezo lanos silencian.

Por creerlo de importancia para la verdad histórica, transcribo unas líneas

del escritor francés Jules Mancini, quizás el más devoto y apasionado biógrafo de Bolívar: "cualesquiera que fueran los motivos que determinaron a los conjurados del 30 de julio de 1812 a arrestar al más digno de sus compatriotas... es imposi ble, sin embargo, no ver la negra atrocidad de semejante acto. Y el papel que en él

vemos representar a Bolívar parece particularmente odioso. ¿No era la pérdida de Puerto Cabello, de la que, después de todo, era responsable Bolívar, la que había

reducido al generalísimo a la desesperación? ¿No era él, Bolívar, quien había provocado el regreso de Miranda a Venezuela? ¿No había sido su confidente, su discípulo predilecto, no llevaba él, consciente o inconscientemente, lo más puro del pensamiento del "Precursor"? Tu quoque fili" (48). A su vez, Salvador de Madariaga escribe: "algunos historiadores venezola-

en Rusia; muchos escritores han fantaseado sobre unas presuntas relaciones con Catalina II, con la cual, verdad es, mantuvo cierto grado de amistad, y de la que obtuvo subsidios para la lucha de la independencia de Venezuela. Participó en la Revolución francesa y su nombre se halla esculpido en el

Arco de Triunfo parisiense. Tras su arresto y entrega a España por Bolívar, pasó a Puerto Rico y más tarde a Cádiz, donde falleció -olvidado de casi todos- en julio de 1816. (47)

Clonard: Ibidem.

(48)

Mancini, Jules: Bolívar: la emancipación de las colonias españolas. S. N. París, 1914.

Reproducido del libro de Madariaga.

31

Grandes dificultades causó la toma de Salta; tras tenaces combates los rea listas se posesionaron de ella. Triunfo de escaso valor; en el fondo el objeto prin cipal de la progresiva marcha era favorecer y enlazar con las tropas que en Chile sostenían un duro empeño para defender la menguante autoridad española. Sin

embargo, después de la significativa victoria de San Martín en Chacabuco y del apoteósico recibimiento tributado en Santiago, el mando realista estimó conve niente interrumpir el avance en auxilio del virreinato de La Plata. La mayor parte de las tropas que permanecían en la que había sido capitanía general de Chile, cesaron en su resistencia, concentrándose ésta en el puerto de Talcahuano, pro

vincia de la Concepción, "cuya guarnición, al mando del brigadier Ordóñez, re sistió con gloria el apretado sitio que le hicieron los generales O'Higgins y de las Heras, rechazando su obstinado asalto" (128); a pesar de haber participado en él, tras el relevo de los dos últimos citados, el teniente general y Par de Francia,

Miguel Brayer, un veterano de las campañas napoleónicas, manteniendo el ase dio nueve infructuosos meses.

Dispuesto Pezuela a recuperar Chile, ordenó organizar una División, con las tropas llegadas de Cádiz en la expedición apoyada por la fragata Esmeralda y

pequeños refuerzos, designando para el mando a su yerno el brigadier Mariano Osorio.

Pezuela actuó con gran decisión y coraje ante una situación que llegó a ser

crítica, pues debía comprometerse en la guerra del Alto Perú, contener el avance de los chilenos -resueltos a enviar al Perú una expedición para la que se agencia ron tropas y barcos- y sofocar el espíritu de insurrección que de forma acelerada se apoderaba del ánimo de los habitantes del virreinato. Y, por si estas dificultades no fueran pocas, sus tropas -con los generales al frente- se habían escindido en

dos bandos irreconciliables: liberales y absolutistas. La discordia entre los militares prendió también en la sociedad civil, formándose en Lima dos partidos enfrenta dos, fomentando los constitucionalistas la animosidad contra el virrey. La designación del brigadier Osorio como mando superior de la expedición encargada de recuperar Chile ha sido criticada con rara unanimidad. Fernández Duro se expresa así: "... organizando una expedición de más de 3.000 vetera

nos..., fuerza europea apta para cualquier empuje, a tener buena cabeza, que no la tuvo, habiendo elegido a su yerno Osorio, sí afortunado en la campaña del 14 [derrotó en Roncagua, 1 y 2 de octubre, a los generales Carreras y O'Higgins, apoderándose de inmediato de Santiago de Chile, cuyo resultado inmediato fue la

pacificación del Perú], jefe a quién el concepto público, por desgracia comproba do, no concedía las cualidades requeridas para tan importante empresa" (129).

(128) (129)

Guiu Martí, Estanislao: El año militar. Revista científico-militar. Barcelona, 1887, p. 14. Fernández Duro, C: Opus cit., p. 183.

89

Por su parte el conde de Clonard, comenta así la designación de Osorio: "no

se consideraba la reputación de Osorio al nivel de la empresa que se le había confiado y los más suspicaces entre los españoles creyeron reconocer en este

nombramiento, el sello del favoritismo injustificable. Desgraciadamente la expe riencia vino a justificar tales suspicacias... aunque no parecía verosímil que Pezuela al acometer misión tan ardua y delicada a la que estaba íntimamente enlazada su honra, reconociese otro móvil que el interés de la causa que defendía... Lo cierto

es que Osorio se mostró intempestivamente audaz y circunspecto cuando las cir cunstancias aconsejaban el opuesto uso de estas cualidades" (130). El reducido ejército fue organizado en Lima, embarcando en El Callao: "El 10 del corriente salieron los buques siguientes con cerca de 4.000 hombres al mando del brigadier Osorio para la reconquista del reino de Chile: fragata de

guerra, la Esmeralda, con 300 hombres, fragata mercante Milagro, con 540" (131), y así hasta completar los 10 barcos y un total de 3.600 hombres. Para alcanzar esta modesta cifra fue preciso contar con tropa de 11 unidades distintas, entre ellas tres procedentes de las que embarcaron en Cádiz el 6 de mayo de 1817. Llegado el convoy a Talcahuano el 20 de enero, se le agregaron tropas de la

guarnición hasta completar 5.000 hombres. "Los sitiadores, al ver el aspecto de nuestras tropas, levantaron el campo y se replegaron en buen orden hasta la veci na Talca, para ponerse en contacto con el general San Martín" (132). La prudencia aconsejaba a Osorio permanecer en Talcahuano esperando la

llegada de la expedición de la Reina María Isabel, cuya noticia estaba confirma da en Lima, pero, harto confiado, sin comprender la astucia de sus adversarios, apenas desembarcado avanzó con resolución hacia Santiago, vadeando el cauda

loso Maule, que separa las provincias de Santiago y la Concepción, animado por la retirada de Brayer, tras haber ordenado al capitán de fragata Luis Coig, coman dante de la Esmeralda hacerse a la mar para bloquear Valparaíso auxiliado por el bergantín Pezuela.

Rebasado el Maule se aproximan a la llanura de Cancharrayada, alejándose cada vez más de su verdadera base de operaciones, aventurándose camino de la capital chilena. En aquélla le esperan O'Higgins y las Heras con sus tropas, dis tando ambos contendientes cerca de una legua y maniobrando el uno a la vista del

otro. Osorio tiene noticias de que el ejército enemigo cuenta con fuerzas muy superiores a las suyas: 7.000 infantes y 1.500 caballos con 30 piezas de artillería; efectivos muy superiores a los españoles y además enardecidos por la gran victo ria de Chacabuco.

La acusada desigualdad causó preocupación en el ánimo de Osorio. ¿Qué (130)

90

Clonard: Opus cit., tomo VII, p. 98.

(131)

Gaceta de Madrid. N.° 72 de 16/06/1.818.

(132)

Clonard: Opus cit., tomo VII, p. 99.

solución dar a tan comprometida situación? Empeñarse en un combate equivalía a correr la peor de las suertes. Emprender la retirada vaticinaba un suicidio te niendo a la espalda un ancho río y sintiéndose acosados por un enemigo muy superior. Ante tan angustiosa situación convocó el brigadier una junta de jefes, acordando atacar a los rivales aquella misma noche, según el parecer de Ordóñez,

quien ordena formar tres columnas, recayendo el mando de la situada a la dere cha en el jefe de Estado Mayor coronel Primo de Rivera, la de la izquierda, en el teniente coronel de la Torre, reservándose Ordóñez la del centro. Efectuados los preparativos, cayeron por la noche sobre un enemigo valero so en extremo, pero desconcertado por tan inesperado e impetuoso ataque, ce

diendo terreno ante el ímpetu realista, abandonando el 19 de marzo armas y mu niciones. En el ampuloso lenguaje de los vencedores de la época, la Gaceta de

Madrid, n.° 117, de 23 de octubre de 1818, da cuenta de la victoria: "... el fruto de esta memorable jornada consiste en 28 piezas de artillería, más de 600 cajas de munición de todas armas, sus víveres y equipajes, correspondencia ... También fueron presa nuestra las más de las banderas ... el número de muertos ha sido

crecidísimo y se han presentado muchos insurgentes ... y en los tres días que estamos aquí ya se han agregado 80 ... siendo los más prisioneros de nuestro

ejército en Chacabuco, a casi todos los cuales forzaron a tomar las armas". Al triunfo le sucede lo inesperado; la lógica y las enseñanzas militares im ponían a Osorio, de inmediato, perseguir sin descanso al adversario hasta arrojar

lo fuera de Chile, pero, en contra del parecer de Ordóñez -desgraciadamente eran rivales- sus fuerzas permanecieron inactivas en Talca 8 ó 9 días, concediendo un

tiempo precioso a los hombres de San Martín para reorganizarse. Al fin decide Osorio proseguir la marcha, levantando el campo y dirigiéndose a Santiago: "la demora de Osorio y sus desavenencias con Ordóñez favorecieron a sus contra rios, quienes, lograron reunir unos 5.000 hombres" (133). Camino de la capital encuentran formadas en los llanos de Maipó -otros historiadores escriben Maypú- a las tropas, en muy superior número, del general San Martín. Una hora fue suficiente -a pesar de la bravura que derrocharon las

unidades- para que nuestro ejército sufriese un verdadero descalabro, dejando en el campo de batalla 2.000 muertos o heridos y 3.500 prisioneros. El bravo Ordóñez se retiró, con sus unidades, hasta la "Hacienda del Espe jo", para —machacadas sus posiciones por la artillería enemiga- con la mayor parte de sus tropas verse forzado a la rendición. Con la aplastante victoria de los patriotas queda definitivamente consolidada -si bien no todavía de modo for

mal- la independencia de Chile.

(133)

Ballesteros y Beretta, Antonio: Historia de España y su influencia en la historia

universal. Salvat editores, Barcelona 1934, tomo VII, p. 411.

91

Osorio y escasos efectivos -se dice su escolta- "con señas de celeridad de fugitivo, se salvó casi de milagro, llegando con grandes dificultades a Talcahuano". El mismo autor de esta frase, añade: "en gran parte la derrota es imputable a la inoperancia de Osorio; basta recordar la frase de San Martín antes de co

menzar la pelea, cuando Osorio desarrollaba una marcha de circunvalación por el flanco del ejército de los patriotas: "Osorio es más inepto de lo que yo pensaba. El sol que comienza a asomar en la cordillera, va a ser testigo de nuestra victoria" (134).

-V,-

Es posible que alguien se formule esta pregunta: ¿Qué sucedió con los pri sioneros tomados por los patriotas en Maipú? Hasta nosotros ha llegado -entre

las de otros muchos valientes- la triste suerte del brigadier Ordóñez y del coronel Joaquín Primo de Rivera.

Los cautivos de Maipó fueron trasladados y confinados en el desierto de San Luis (Buenos Aires), "donde eran tratados con la mayor inhumanidad por el gobernador de dicho punto Dupuy, francés de nación, y por su segundo el criollo Monteagudo, hombre no menos cruel. No pudiendo sobrellevar por más tiempo

tan triste situación, formaron el proyecto de evadirse, señalando el aciago día 8 de febrero para dar el golpe. A las siete de la mañana de dicho día, dividida la fuerza en tres pelotones, se dirigió el primero a forzar la puerta de la cárcel donde se hallaban 53 soldados prisioneros; otra partida debía apoderarse del cuartel y de las armas que allí se custodiaban, y el tercer grupo debía proceder a la captura

de Monteagudo. Mas, desgraciadamente, fracasó la empresa, y aquellos desdi chados encontraron en la muerte el término de sus sufrimientos al querer recobrar

la libertad, pues unos perecieron en la tentativa de evasión, otros fueron asesina dos, alguno se suicidó de un pistoletazo viendo la suerte que le aguardaba, y los demás fueron fusilados". Entre las víctimas sacrificadas se encontraban el brigadier Don José Ordóñez y el coronel Don Joaquín Primo de Rivera. "En

total, un brigadier, tres coroneles, un intendente, un comisario, dos tenientes co roneles, nueve capitanes, cinco tenientes, siete alféreces, un sargento, dos solda dos y diez paisanos" (135).

Dolorosa impresión causó en el ánimo del virrey la noticia del desastre de Maipó -humanamente pesarían, y no poco, razones de tipo familiar- intentando

92

(134)

Opus cit., p. 411.

(135)

Guiu: Opus cit p. 371.

por todos los medios acudir en ayuda de las tropas de su yerno, pero, limitándose, por imposibilidad material, a enviarle refuerzos de tropas. Desde El Callao des pachó, el 23 de junio, la fragata Presidenta, con armamento, víveres y una redu

cida ayuda económica, en espera que la anunciada expedición del Reina María Isabel alcanzase las costas chilenas. En el Ínterin Osorio se esforzó en agrupar las tropas de la provincia de Concepción, con el propósito de hacerse fuerte y recha

zar los ataques insurgentes, valiéndose de la ayuda de barcos surtos en la bahía de Talcahuano, cuyo mando ejercía el ya citado capitán de fragata Luis Coig, co mandante de la Esmeralda.

Pasadas unas semanas sin recibirse en Lima noticias de la expedición parti

da de Cádiz el 21 de mayo, conocidos los proyectos del gobierno chileno contra ella y la creación de una escuadra para llevar la guerra a lo largo de toda la costa del virreinato, consideraron los realistas que para acudir en defensa del Perú, lo más acertado era evacuar la provincia de Concepción, dejando únicamente redu cidas tropas en torno a las cuales imaginaban concentrarían los patriotas su aten

ción. Estas consideraciones del virrey fueron debatidas en una "junta de guerra", en Talcahuano, poniendo a votación la retirada a El Callao. La junta en la que participaron asimismo el gobernador del puerto y los comandantes de tres barcos de guerra, celebrada el 25 de agosto, con discrepancia de pocos votos, dejó al arbitrio del brigadier Osorio determinar el momento oportuno de evacuación, que éste decidió. "Allí se fue Osorio, abandonando la empresa que se le había confia do, el reino de Chile y los intereses de la nación, sin que al juicio público satisfaciera las razones de su alegato, quizás por la grave trascendencia que su resolución tuvo" (136).

Severamente añade Fernández Duro: "no pesó en el ánimo ni en el de la mayoría de los jefes, por lo visto, la disposición y fortaleza del lugar... como tampoco la consideración de estar en el mar, y próxima a llegar a aquel puerto, la expedición militar que había salido de España" (137).

Creo que más grave y sobre todo, como comprobaremos, más compromete dora para la llegada del Reina María Isabel, fue la decisión de destruir las bate

rías, desmantelar la plaza, y llevarse los cañones y pertrechos. Él mismo, con su estado mayor y 700 hombres de tropa embarcó el 7 de septiembre, "dejando en la

Concepción al coronel Don Francisco Sánchez, con 1.500 hombres de todas ar mas sacados de los cuerpos del país". Para todo ello "estaba facultado por las

instrucciones de campaña del virrey; así que éste dio completa aprobación a lo ejecutado" (138).

(136)

Fernández Duro, C: p. 186.

(137)

Ibidem.

(138)

Fernández Duro, C: p. 80.

93

Quince días después Osorio y sus hombres ponían los pies en el muelle del Callao. En Talcahuano quedaba un desvalido coronel Sánchez. Conocida en Santiago la noticia de la próxima llegada de la Reina María

Isabel a las costas chilenas, incrementaron los patriotas sus preparativos navales que, por cierto, ya arrancaban de tiempos atrás, conscientes de que los logros de las fuerzas a pie, resultarían baldíos si no poseían el dominio del mar. Hacerse con una escuadra de superior potencia a la española llegó a ser una exigencia imperiosa y a ella se entregaron considerando que todo sacrificio era pequeño en

comparación con el objetivo perseguido: "a los patriotas chilenos no ofuscó la satisfacción del triunfo en las batallas terrestres, ni el reconocimiento de su po

breza y falta de recursos" (139). En opinión de Fuenzalida: "España aún se halla ba asentada (1818) en Chiloé, Valdivia y Talcahuano, y el virrey del Perú era todavía poderoso en el Pacífico. Se hacía pues necesario contar con una compe

tente escuadra para evitar que tropas provenientes de la península pudiesen expedicionar nuevamente a Chile y reforzar con ellas las que restaban aún en el país", y todo ello pese a que: "el erario estaba exhausto y las fortunas particulares arruinadas con las exigencias y desastres de una larga guerra" (140). Una vez lograda la victoria de Chacabuco, Chile era poseedora de una inci piente marina; meses atrás había comisionado a Londres y Washington agentes con órdenes de contratar y adquirir -siendo prioritaria la rapidez- al costo que fuese, barcos, oficiales y suboficiales con la ineludible exigencia de ser de proba da competencia. Tanto fue la actividad y el celo desarrollados, que en septiembre del 18 contaban ya con 5 barcos. El primero en llegar fue el Windham, uno de los buques nombrados, en general, Indiaman -voz que nuestros marineros, imagino que en una variante por corrupción, transformaron en Inchiman- cuyo nombre

cambiaron de inmediato por el Lautaro, en recuerdo a la logia gaditana. En el verano del 18, la marina chilena podía envanecerse -considerando el

gigantesco esfuerzo realizado- de poseer, además de este último, la fragata Chacabuco, los bergantines Araucano y Galvarino, el navio San Martín y el Pueyrredon -antigua nave española- primera captura de los chilenos. El mando de esta flota recayó, inicialmente, en un marino muy vinculado a España: Manuel

Blanco Encalada. Nacido en Buenos Aires en 1790, chileno de adopción, hijo del oidor Blanco Cicerón y de la chilena Mercedes Encalada, realizó sus primeros

estudios en Madrid, a donde llegó cuando contaba once años. En 1806 sentó plaza como guardiamarina en la Escuela Naval de la isla de León (desde 1810 San Fernando). El 20 de agosto de 1808, en nombre del Rey, la Suprema Junta del

Gobierno de Sevilla: "atendiendo a lo bien que ha servido el Guardia Marina de

94

(139)

Opus cil., p. 184.

(140)

Opus cit., p. 70.

mi Real Armada Don Manuel Blanco Encalada y a que lo continuará con el mis mo zelo, he tenido a bien nombrarlo alférez de fragata" (141).

En el período de la Guerra de la Independencia comprendido entre 1808 y 1811, fue puesto al frente de las lanchas cañoneras del fondeadero de Cádiz. En noviembre del último: "... El alférez de fragata don Manuel Blanco y Encalada me ha presentado la adjunta instancia en solicitud de licencia absoluta para poder pasar a Santiago de Chile...". El capitán general del departamento de Cádiz, la

devuelve con esta nota marginal: "... Como puede haber procedido el alférez de fragata Blanco Encalada en solicitud que comprehende la instancia que V.E. me dirige... sin conocimiento del estado de la provincia de Chile, para donde pide licencia absoluta, la devuelvo a V.E. para que reconbiniendo al interesado pueda proceder con mejor acomodo, seguro de que en las actuales circunstancias no puede dejar de ser del desagrado del consejo de regencia semejante resolución". A pesar de la desalentadora respuesta y del "tirón de orejas", meses después logra ser destinado a la Flora para servir con posterioridad como ayudante de la Comandancia del Apostadero de El Callao. En esta época, el proceso emancipa

dor se hallaba en plena efervescencia, por lo que, el virrey del Perú, Abascal, a quien sus servicios de información debieron alertar por las relaciones que la

familia de Blanco mantenía con los disidentes, consiguió fuese de nuevo devuel to a Cádiz, encargándose, por segunda vez, de las lanchas cañoneras. Sin em bargo -resuelto a regresar a América- se hallaba a primeros de 1812 a bordo de la Paloma operando en aguas del río de La Plata, para seguidamente embarcar en el paquebot Casilda en Montevideo, desde la cual, el 29 de septiembre, el coman dante general de Marina del Apostadero remite este parte: "el alférez de fragata

don Manuel Blanco, embarcado de dotación en el paquebot Casilda, según parte verbal que me dio su comandante, con fecha 13 del que corre, faltó dicho día a la guardia, y por más diligencias que he mandado practicar para indagar su parade ro, no he podido adquirir la menor noticia de él, y creo positivamente se ha pasa

do a Buenos Aires donde reside su señora madre y hermanos; lo que... - Miguel de la Sierra. - Excmo. Sr. secretario de Estado y del Despacho Universal de Ma rina" (142).

Desde la Argentina pasó a Chile ofreciendo -como chileno- sus servicios al Gobierno, obteniendo el nombramiento de capitán de artillería por sus conoci mientos adquiridos en Cádiz al frente de las lanchas cañoneras. Consumado el desastre de Roncagua, cayó prisionero del coronel Elorriaga; deportado a la isla de Juan Fernández, obtuvo la libertad tras la victoria de Chacabuco. Valiente marino-militar participó activamente en las batallas de Cancharra-

(141)

A. G. de M. Cuerpo General. Legajo 620/150.

(142)

Ibidem.

95

yada y Maypú "donde hizo prodigios de valor, sentando reputación de valiente y

experto jefe, cuya serenidad en el peligro era proverbial. Con tales antecedentes, fijaron en él la atención del director supremo O'Higgins para que atendiese los problemas de la primera flota en formación" (143). En junio, el Gobierno decre taba el establecimiento en Valparaíso de la Comandancia General de Marina,

cuyo mando recayó en el antiguo alférez de fragata en Cádiz. El 30 de agosto se aprestaba la escuadra chilena para salir al encuentro del convoy que se suponía próximo al cabo de Hornos. Anteriormente el Gobierno tuvo que cortar de raíz las rivalidades surgidas entre tripulantes de distintas na cionalidades; algunos ingleses, engreídos por lo que ellos consideraban impor

tantes servicios, menospreciaban a los chilenos, afanados, por primera vez, en prácticas marinas. Asimismo, el de la misma nacionalidad, jefe de la flotilla y

comandante de la Lautaro Higginson, disconforme con el nombramiento de Blanco, acabó insubordinándose. O'Higgins lo mandó relevar, le concedió el retiro, con

firmando el mando a Blanco como jefe de la escuadra y comandante de aquel buque.

En los primeros días de octubre se dieron por concluidos los trabajos prepa ratorios y los barcos estaban listos para hacerse a la mar, quedando fijada la fecha para el día 10 desde Valparaíso. Desde una elevación del terreno presenció O'Higgins la salida del San Martín, acompañado del Lautaro, Chacabuco y Araucano, tripulados por 1.109 hombres y artillados con 142 cañones, pronun

ciando ante la comitiva que le acompañaba la frase que la historia ha recogido: "tres barquichuelos despachados por la reina Isabel dieron a España el continente americano; estos 4 barcos que acabamos de preparar, le arrancarán su importante presa".

La llegada de la Reina María Isabel es inminente; los patriotas, como se ha

dicho, conocían el derrotero del convoy, las fechas aproximadas de paso por el cabo de Hornos y las costas chilenas donde debían agruparse antes de alcanzar el Perú. Corramos a su encuentro para conocer cómo y en qué circunstancias fue

apresada. Existen dos versiones -chilena y española- que no difieren en lo subs tancial, si bien, cada una arrima el ascua a su sardina. La española, poco extensa,

se reduce a narrar "el texto conforme con las piezas del proceso -del que se tratará con cierta amplitud- formado al comandante Capaz". La exposición de la

otra parte -de inmediato se va a conocer- es sensiblemente más larga y en mi opinión, escrita con razonable objetividad. Dice así: «La escuadra salió con vien to del S.E. y puso rumbo al oeste hasta perder de vista la costa. Blanco abrió a las once de la mañana el pliego cerrado recibido antes de salir de Valparaíso y se

(143)

96

Fuenzalida: Opus cit., p. 71.

impuso de las instrucciones en él contenidas. Sin pérdida de tiempo se dirigió a la isla Mocha, a cuya altura debería esperar el convoy español proveniente de cabo de Hornos. »En la noche del 14 se separó la Chacabuco, quedando rezagada y no se

reunió a la escuadra sino sólo el 31. El 26 de octubre, a mediodía, la flotilla se hallaba frente a Talcahuano, distante diez o doce leguas (30 a 36 millas) de la isla Quinquina (144). A esa hora, Blanco destacó el Araucano para explorar la boca del puerto y dirigirse enseguida a la isla Santa María, sobre la cuál gobernaron las dos naves restantes, el San Martín y la Lautaro, recalando en ella anochecido el día siguiente, con sus mástiles exhibiendo largas banderas españolas. Allí estaba fondeada desde hacía diez días la fragata ballenera inglesa Shakespeare cuyo capitán expresó a Blanco que la María Isabel había pasado el día 22 para Talcahuano, escasa de víveres y con su tripulación enferma, dejando en tierra cinco hombres. Estaba el jefe de la escuadra imponiéndose de tan gratas nuevas, cuando estos cinco tripulantes llegaron en un bote al San Martín, a quien tomaron

por uno de los buques del convoy y entregaron varios oficios que el comandante Capaz les había encargado para los demás transportes, señalándoles como punto de reunión el puerto de Talcahuano.

»Por estos mismos marineros se supo la llegada a Talcahuano, antes que la María Isabel, de cuatro naves de la expedición, quienes habían desembarcado

allí la tropa que conducían. De estas noticias podía deducirse que la escuadra había salido de Valparaíso con atraso para interceptar el convoy español frente a la Mocha, su primer punto de reunión y sobre cuyo paralelo llevaba órdenes ex presas de cruzar.

»Dice Blanco en su parte: "Hice venir a bordo al comandante del Lautaro, le dije mis instrucciones y juntando al comandante del navio, les manifesté mi plan de ataque, que, aprobado por ellos, no pensé más que en ejecutar". »Con estos importantes datos, el San Martín y el Lautaro no perdieron ins tante alguno en dar la vela y partir a Talcahuano, pero la débil brisa reinante en las islas los acompañó sólo hasta la Quiriquina, sobreviniendo calma durante la noche y los buques permanecieron detenidos junto a ella. »E1 día 28 alboreó con neblina. Las naves chilenas arrumbaron entonces hacia la boca chica, hasta las ocho, hora en que aparejaron en demanda del puer to. Tres horas más tarde, el San Martín y el Lautaro pasaban frente a la boca chica y divisaban en el surgidero a la María Isabel, que disparó un cañonazo

(144)

Sita al lado oeste de la bahía de Talcahuano, a la cual cierra por este costado, se extiende

desde cerca del extremo norte de la península de Tombes, hacia el noreste, teniendo 5 kilómetros de largo

por 1 '5 de anchura máxima y estrechándose en los extremos. Altura máxima: 120 metros; costas altas y recortadas. Terreno bastante quebrado.

97

mientras izaba una bandera roja al tope del palo mayor. El navio San Martín

contestó el disparo izando la bandera inglesa. (Estos cañonazos eran de fogueo, sólo como medios de identificación). »A1 mediodía, nuestros buques doblaban la punta septentrional de la

Quiriquina y favorecidos por el viento, bracearon al aparejo en dirección al fon deadero, entrando por la boca grande. La María Isabel estaba sola. »Cuando el San Martín se hallaba a la cuadra de Punta Arenas, en el extre mo sur de la Quiriquina, la María Isabel izó el pabellón español y disparó otro cañonazo, contestado por el San Martín con otro igual. La fragata española, ani mada de serias sospechas, no obstante que los barcos que llegaban mostraban la bandera inglesa, disparó entonces un tiro a bala. El San Martín, en lugar de con testar, aferró sus juanetes e igual maniobra hizo la Lautaro, indicando así sus propósitos de fondear. Minutos después volvió la fragata española a disparar y

sus proyectiles pasaron silbando entre la arboladura del San Martín. Éste y la Lautaro izaron la bandera chilena y sin disparar un tiro pusieron resueltamente rumbo sobre la fragata con la clara intención de abordarla. El comandante de la María Isabel, adivinando esta maniobra, descargó toda su batería de estribor so bre el San Martín y, considerándose perdido ante su inferioridad en fuerzas, re solvió encallar su buque ante una captura que veía inminente y por ello orientó el

foque y sobremesana, cortó sus cables y se fue contra la playa. Su tripulación ocupó inmediatamente los botes para ganar tierra y aún algunos se arrojaron a

nado, quedando a bordo una compañía de fusileros que mantuvo un nutrido tiro teo desde el alcázar de popa. »Blanco ordenó a Wilkinson fondear y romper el fuego, ejecutándose esto con la mayor presteza, dándole a la nave enemiga una descarga en la orzada. Dio

asimismo orden a la Lautaro de seguir aguas al navio. La fragata española arrió su bandera en señal de rendición. Acto seguido Blanco Encalada envió a dos tenientes de marina, con 50 marineros, a tomar posesión de ella y tratar de desvararla. Hallaron a bordo 60 hombres, un teniente del regimiento Cantabria y

cinco pasajeros. Izada la bandera chilena y presos los españoles, se procedió de inmediato a la maniobra de desvarar el buque. »Por los prisioneros, Blanco supo que el coronel español Sánchez tenía mil

hombres veteranos y siete piezas de artillería en Concepción; por ello dispuso el desembarco de 150 soldados de marina y algunos artilleros a cargo del mayor Miller, para ocupar la plaza del puerto y rechazar así la llegada de los cañones de Concepción, que pudieran impedirle sacar la fragata, cuya tarea de desvararla se había tornado lenta por arreciar el viento del norte. «Desembarcó esta tropa con la orden de retirarse en el caso de ser atacada

por fuerzas muy superiores, para lo cual quedaron los botes, a cargo de un oficial de Marina, listos para el reembarco. 98

»A la media hora de haber saltado a tierra y antes de llegar al portón de la plaza, fueron atacados por una fuerza extremadamente mayor, enviada por el coronel Sánchez desde Concepción, compuesta por parte sustancial por la tropa desembarcada de los transportes llegados antes que la María Isabel y que, una

vez dejada la tropa en tierra, habían partido oportunamente para el Perú. »De los soldados venidos de la península, agotados y enfermos por las pena

lidades sufridas a lo largo de la travesía, Sánchez había seleccionado aquellos más vigorosos cuyas condiciones físicas los hacía más aptos para, reunidos en un número superior a los de Miller, rechazar la pequeña hueste patriota.

»Ésta, por su parte, se batió con un valor singular, sosteniendo el tiroteo con señalada bizarría. Fueron ayudados por la acción de los cañones de proa de la capturada María Isabel, pues ni el San Martín ni la Lautaro podían hacer fuego hacia tierra sin ofenderlos ellos mismos, por hallarse casi en la línea de tiro. »De este desembarco y el reembarque consecuente, quedó en tierra el mayor Miller, a quien Blanco había enviado, además, en calidad de parlamentario, con la misión de proponer un tratamiento generoso a las fuerzas realistas, si ellas

decidían rendirse. Pero las intenciones de Blanco fracasaron y Miller, muy mal recibido por el jefe realista, estuvo a punto de ser pasado por las armas. Gracias a la oportuna llegada de un teniente de Marina, sumado ello a las enérgicas obser vaciones formuladas a Sánchez por los jefes realistas Loriga y Cabanas, sobre el carácter de inmunidad que correspondía a Miller, éste pudo regresar al buque insignia chileno.

»La noche obligó a suspender el fuego de ambos bandos, mas no los esfuer zos que se hacían a bordo de la apresada fragata para sacarla a flote; el viento norte se hizo más recio, llegándose a perder la esperanza de retirar la nave de la

playa. A las doce de la noche comenzó a llover, cesando cerca de las dos de la mañana, junto a la disminución notoria del viento, que a esa hora era ya muy flojo. »Como podía esperarse otra acción enemiga, destinada a recuperar el bu

que, Blanco hizo correr al San Martín hasta situarlo por la aleta de la María Isabel, quedando así en mejor posición para defenderla con su artillería. »En efecto, con la primera claridad del alba del día 29, la infantería realista inició un tiroteo sobre la cubierta de la nave varada y poco después rompía el fuego la artillería del castillo de San Agustín sobre el San Martín. »Se entabló, en consecuencia, un duelo de artillería entre los de tierra y los

buques chilenos, entre ellos la fragata María Isabel, aunque de poca importancia. En pleno tiroteo, a las once de la mañana, la marinería de esta fragata, al primer

intento logró zafar su presa y dejarla a flote. La sorpresa del enemigo fue tal que cesó su fuego repentinamente e igual cosa se hizo en los buques y unos y otros no

hacían más que mirar a la fragata, hasta que un grito estruendoso: ¡Viva la Pa tria!, estalló simultáneamente en barcos y botes chilenos. 99

»En cuanto se vio flotar a

la María Isabel, el San Martín largó el anclote que tenía sobre tierra y se alejó fuera del alcan ce efectivo de los cañones adver sarios, y con ello el enemigo de sistió de disputar la presa que tan audazmente se le arrancaba de sus manos.

»Esta significativa jornada, la rendición de la María Isabel y su rescate de la playa de la isla

de los Reyes, donde estuvo va rada, había costado a los patrio tas 27 muertos y 22 heridos. »Con la mayor celeridad, Wilkinson procedió a amarinerar

la fragata apresada y a las tres de la tarde, el San Martín, la Lautaro y la María Isabel zarpa ban entre el humo de 21 cañona zos de saludo a la bandera tricolor. «Durante la noche, salien

do de Talcahuano, calmó el vien to, hasta ese momento muy fa vorable.

»Salvado un ligero contra El vicealmirante Manuel Blanco Encalada. Óleo de A. Kühl, perteneciente a la pinacoteca del Club Naval de

tiempo sufrido por el San Mar

tín, los buques navegaron rum

Valparaíso (Chile). Primer comandante general de Mari

bo a la isla de Santa María, don

na y bajo cuyo mando la Primera Escuadra Nacional cap

de fondearon el 31 de octubre,

turó, el 28 de octubre de 1818, en la primera salida a la

enarbolando nuevamente la ban

mar, la fragata española Reina María Isabel, surta en el puerto de Talcahuano.

dera española y apostándose convenientemente para apresar

el resto de la expedición realista, la cual, según las instrucciones caídas en manos de Blanco, debía llegar a la isla» (145). Tras la captura, un exultante Blanco Encalada escribía a un amigo: "La Rei na María Isabel está en mi poder, es hermosísima y de un andar admirable. En el

(145)

100

Fuenzalida: Opus cit., pp. 91-92 y 93.

mar del Sur no hay buque que ande como ella y con dificultad en el mundo. En fin, es una alhaja". Y con loable modestia y generosa sinceridad, concluía: "Sólo la suerte puede haberla presentado encerrada en el puerto, pues en el mar, no la tomamos jamás" (146).

¿Se dan grandes diferencias entre esta versión y la española de Fernández Duro? Para mí, ambas, son las crónicas de un acontecimiento relatado por dos cronistas -de bandos rivales- sin excesivos apasionamientos. En lo esencial la

una y la otra concuerdan y se complementan, salvando lógicos matices. Doy copia a la versión española: «... doblado el cabo de Hornos, fondeó en la parte sur de la isla de Santa María [la Reina María Isabel], donde estaban dos españoles, comisionados por el gobernador de la Concepción, para instruir a los

bajeles del convoy que se dirigieran a Talcahuano, donde ya habían fondeado cuatro. Comunicó allí Capaz con el capitán de un ballenero inglés; dejó a los españoles instrucciones cerradas y selladas para los buques que faltaban, y pasó

al mencionado puerto, donde fondeó el 24 de octubre. Se había visto en la preci sión de poner a su gente a media ración, lo cual contribuyó tal vez al desarrollo del escorbuto de que estaba atacada, tanto la marinería como la tropa, y aun así, al dejar caer el ancla, quedaba a bordo alimento para siete días. «Intranquilo Capaz al enterarse de la situación indefensa del puerto, tenien

do casi toda la tripulación enferma, pidió al gobernador Sánchez víveres y auxi lios con que volver a la mar, sin que aquel jefe le complaciera. Sus actos dan a sospechar el deseo de retener a la fragata en aquellas aguas, creyéndola elemento de mayor fuerza de la que realmente tenía.

»E1 27 de octubre descubrió el vigía, entre neblina, sobre la isla de Santa María dos buques grandes, que se conceptuaron de los del convoy, y un bergantín que se dirigía hacia el puerto, pareciendo fuese alguno de los de guerra del apos

tadero del Callao. Al siguiente día, disipada la niebla, aparecieron los dos barcos grandes en demanda del fondeadero, con banderas inglesas. En la María Isabel

había a la sazón 96 hombres en aptitud de prestar servicio, por lo que el coman dante juzgó prudente pedir refuerzos al jefe de la plaza y llamar a la lancha ocu pada en la costa en hacer aguada. Tendió en el Ínterin un calabrote y afirmó la bandera disparando cañonazos con bala. Los entrantes contestaron del mismo modo, manteniendo el pabellón de la Gran Bretaña y yendo flechados al bordo. »No llegando el auxilio de tierra, con ocho cañones que podían servir la

gente, rompió el fuego la fragata por breve tiempo; cuando los enemigos estuvie ron encima, picó el cable del norte, cazó la sobremesana en facha y se dejó ir hacia tierra, varando, bajo los disparos de ambos bajeles. Capaz mandó arriar la bandera y se fue a tierra con toda la gente que admitía el bote, estaba la marea (146)

Opus cit., p. 94.

101

baja por suerte de los chilenos asaltantes, que eran el navio San Martín y la fraga ta Lautaro; a la creciente consiguieron poner a flote a la María Isabel y llevársela como trofeo, de que no poco se envanecieron.

»Los tres buques fondearon en la isla de Santa María, a donde se le unieron la corbeta Chacabuco y los bergantines Galvarino, Araucano e intrépido. Todos arbolaron la bandera española, esperando a los transportes que habían de recalar en aquel sitio, según las instrucciones y pliegos que los chilenos estaban entera

dos, y dispersos, como fueron llegando, apresaron sin dificultad a las fragatas Dolores, Magdalena, Helena, Jerezana y Carlota, como que ellas mismas fon dearon al costado de la María Isabel, obedeciendo a las señales de este buque, su capitana reconocida» (147).

Existe una tercera versión cuyo interés radica en ser obra del principal pro tagonista -por parte española- del aprisionamiento de la nave: Capaz. Imposible exigirle la misma objetividad que escrito en tercera persona, pero el caso es que sus líneas guardan un notable paralelismo con la versión chilena. Hasta nosotros

ha llegado el relato a través de un memorial que la esposa de aquél dirigió al Rey en abril de 1820, cuando el ex comandante de la Reina María Isabel continuaba en tierras del virreinato del Perú. Forzosamente, doña Josefa, se limitó a transcri bir literalmente el texto que su esposo le había hecho llegar: «D.a Josefa Berenguer de Capaz, vecina de ... hago presente: Que mi expre sado marido haviendo cumplido el tiempo de la confinación de dos años en uno

de los castillos de la plaza de Cádiz, a que V.M. le destinó, con el motivo de ser Diputado por esta provincia en las Cortes ordinarias de 1814, obtuvo de V.M. la

gracia de segundo comandante de la fragata Reyna María Isabel, que fue destina da al mar Pacífico para escoltar la expedición que devía defender el Reyno de

Chile y del Perú. Pero habiendo sido acometido de enfermedad mortal cerca de las Yslas Canarias, el primer comandante capitán de navio Don Manuel del Cas

tillo, recayó con arreglo a ordenanza el mando en mi marido, y V.M. se sirvió aprovarlo, y conferirle la propiedad. La navegación fue una de las más horrorosas

que se han visto por los fornidables temporales que sufrió a la altura del río de la Plata y cabo de Hornos, el que a costa de infinitos trabajos y penalidades pudo

montar en la estación más rigorosa de aquel emisferio. Llegó por fin al mar Pací fico y con arreglo a las órdenes del conde del Abisval, general en Gefe que era del ejército de Ultramar, se dirigió al puerto de Talcahuano, punto designado de re

unión para el desembarco de las tropas expedicionarias, ignorando mi marido que estubiese abandonado del ejército que lo defendía, y por consiguiente, entre

gado a discreción de los Ynsurgentes.

(147)

102

De la Pezubla: Reproducido por Fernández Duro, p. 144.

»E1 estado en que llegó la fragata María Isabel después de un viaje cruel de 5 meses, su evidencia era el más triste, casi sin víveres, escorbutado y enferma la mayor parte de la tripulación, y exánime la poca gente que estaba sana, y pudo libertarse de la muerte; echó en tierra lo que pudo perteneciente a la espedición, mandando un comisionado a la Concepción de Chile, que ocupaba momentáneamente la división del coronel comandante Sánchez, de quien no recibió mi marido instrucciones del estado de fuerzas marítimas que

tenían los ynsurgentes. ni los auxilios de víveres que necesitaban aquella crí tica situación.

»En tal incertidumbre e ignorancia, a los dos días de estar fondeada la Ma ría Isabel en Talcaguano, se presentaron a atacarla un navio de 64 cañones y una fragata de 46, ambos ynsurgentes, y no obstante la desigualdad de fuerzas y corto

número de gente disponible, se batió dos oras mi marido, baró la fragata, y la hubiera incendiado si los sentimientos de humanidad no se lo resistieran por ra zones de más de setenta enfermos que tenía a bordo, que no podía salvar en aquellos momentos de premura. »No obstante los más de los sanos a costa de muchos peligros y entre la metralla y fuego de los insurgentes, pudieron ampararse de la orilla, siendo uno

de ellos mi marido, después de haver agotado todos los recursos del arte y de las débiles fuerzas que tenía, defendiendo hasta el último período el honor del pabe llón. Apenas pisó la tierra quando el referido comandante Sánchez con su divi sión abandonó la provincia de la Concepción a los ynsurgentes; y en esta situa

ción quedó mi marido aislado con los individuos que se salvaron, para emprender la marcha a un punto de seguridad ...» (148).

La Reina María Isabel dejaba de pertenecer a la Marina española para capi tanear la chilena, con otros nombres y objetivos. Durante varios años sus inter venciones y logros -tratados aquí- ocuparán líneas en los libros de la común historia hispano-chilena.

(148)

Damián Isern: Reproducido por Fernández Duro en p. 186.

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CAPITULO VI

Destino de las naves convoyadas por la Reina María Isabel. - Reconocimiento de las fragatas llegadas el 12 de octubre. - Ascensos y condecoraciones a Joaquín de Toledo, F. de Hoyos y J. H. de Cisneros. - Conmoción en España por el apresamiento de la Reina María Isabel. - La División del Mar del Sur. - Enfrentamiento del brigadier Porlier con el Soberano. Hidalgo de Cisneros ofrece el mando del Alejandro I y Fernando VII a cuatro brigadieres y cinco capitanes de navio. - Razones que éston invocan para no aceptarlos. - Solicitud de reco nocimiento de los navios por F. de Beranger y R. Guruzeta. - Estado de ánimo de II. de Cisneros. - Llega a manos reales el expediente abierto a los nueve marinos. - Soluciones para el problema. - Resolución de Fernando VIL - Durísimas sanciones a Beranger y Guruzeta. Clamor popular. - Restablecimiento en sus empleos del brigadier y del capitán de navio.

¿Qué sucedió con las 12 fragatas mercantes convoyadas por la Reina María Isabel? Precedentemente se relató que el Todos Santos -por hacer mucha agua-

regresó a Cádiz desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife; asimismo conocemos que la Santísima Trinidad fue entregada por los amotinados a las autoridades bonaerenses. Veamos ahora la suerte que corrieron las diez restantes. Las primeras fragatas en doblar el cabo de Hornos -incluso antes que la Reina María Isabel lo hiciese— fueron Especulación, San Fernando, Atocha y

Santa María. La primera, desobedeciendo el comandante que mandaba las tropas terrestres, las órdenes recibidas, forzó al capitán de la nave, Pedro Siloniz, a poner proa rumbo a El Callao, evitando la obligada escala en Talcahuano. Los tres siguientes entraron en este puerto, desembarcando la tropa y, tras cargar tri

go, partieron para aquel puerto, en cuya ensenada anclaba la Especulación. El destino de las restantes —negro por cierto— nos lo van a relatar los histo riadores Fuenzalida y F. Duro. Cedamos la pluma al primero: "los transportes

rezagados del convoy de Cádiz fueron llegando a la isla de Santa María -islote de

25 km2 de superficie baja y arbolada- en el curso de las dos semanas siguientes a la captura del María Isabel.

El 10 de noviembre fondeó la fragata Dolores, cuya gente, casi toda enferma de escorbuto, presentó un cuadro asaz lastimero a los marinos chilenos que fue-

105

ron a bordo a notificarles su condición de prisioneros. La nave era toda un hospi tal donde en lugar de haber soldados que presentaran sus armas, había aquí y allá hombres tendidos, agobiados por el mal y algunos en lucha terrible con la muerte. Blanco hizo trasladar convenientemente los enfermos a los demás buques para atenderlos con el esmero digno de la compasión y la hidalguía del marino noble. El 12 cayó en poder de los patriotas la fragata Magdalena y el 14 la Helena, a cuyos tripulantes se trató con los cuidados que requería su estado de salud. Estos tres transportes apresados, incluyendo la Dolores, habían zarpado de Cádiz con 642 hombres, incluidos 36 oficiales, de los cuales 213 habían muerto a con secuencia del escorbuto contraído en las inmediaciones del cabo de Hornos, y nada menos que 217 eran los enfermos con que fondearon en la isla Santa María. En la noche, la escuadra y sus presas, aprovechando el viento del sur, pusie

ron rumbo a Valparaíso, dejando a la Chacabuco en el fondeadero de la isla. Ésta, a los pocos días, el 18 de noviembre, capturó las fragatas Jerezana, de cuya dotación de

180 hombres venían 80 de baja, Carlota, con 40 tripulantes y Rosalía, todas ellas con bastante armamento, ferretería y mercaderías surtidas en sus bodegas. Tal fue el fin de esta famosa expedición que había partido de España ufana

y confiada en el buen éxito. De sus 2.000 hombres de tropa, cerca de 200 se entregaron en el Trinidad, 400 perecieron en la navegación. 700 cayeron en po der de la escuadra chilena y otros 700 lograron desembarcar en Talcahuano y en El Callao y, de los doce buques que salieron de Cádiz, sólo cuatro lograron llegar,

a duras penas, a El Callao, con sus tripulaciones diezmadas y enfermas" (149). La exposición de Fernández Duro es limitada: "El 1.° de noviembre, ancló la escuadra chilena con la fragata apresada entre la isla de Santa María y la tierra, donde se le incorporó el bergantín Galvarino, de 18 cañones, y la corbeta Chacabuco salió a cruzar enfrente de Talcahuano. En el transcurso de una sema na llegaron sucesivamente 7 transportes, y como veían izada la bandera española en todos los buques, obedecían la señal de anclar a popa de la María Isabel. A

proporción que llegaban, se vio a los oficiales apresurarse a ponerse de uniforme para cumplimentar a su jefe a bordo de la fragata, y una porción de soldados, mujeres y niños, se asomaban desde los transportes llenos de gozo y se congratu laban recíprocamente por haber terminado una larga y penosa travesía de 6 me ses. Así que anclaban, un tiro de fusil disparado del navio que montaba el jefe de la escuadra, servía de señal para sustituir la bandera patriota a la española. Al descubrir su error, un grito espantoso y la mayor confusión reemplazaban a su

alegría, y tanto más, cuanto todos creían que los patriotas no daban cuartel. Una cuarta parte murió en la travesía, y a lo menos una mitad del resto de la

gente se hallaba fuera de servicio por los efectos del escorbuto. Los transportes

(149)

106

Fuenzalida: Opus cit., p. 199.

estaban sumamente sucios y tan grasientas las cubiertas, que era difícil mantener se en pie. Lo triste de este espectáculo lo aumentaba aún la vista de muchos

desgraciados que, consumidos por el escorbuto, estaban tendidos sobre los porta lones con las agonías de la muerte" (150).

Cádiz. Esta vez el reconocimiento -aunque somero, según se desprende de escrito- de las fragatas venidas el 12 de octubre, no sufre demoras. Pasadas cua tro jornadas, el capitán general del Departamento Marítimo envía al ministro interino del ramo, el siguiente escrito: "... por resultas de haber pasado ayer a visitar y examinar las tres fragatas últimamente llegadas de Rusia, debo informar a V.E. ... que dichos tres buques, aunque sus maderas no son de calidad y dura

ción de las nuestras, y lo bien dispuestas y pertrechadas que se hallan -según informes de sus comandantes- los considero en estado de utilidad para emplear los desde luego que se verifique su entrega (principiada ya) y se le provea de nuestras dotaciones, en los destinos que el Rey nuestro Señor tuviese a bien.- San

Fernando 16 de Octubre de 1818" (151). Efectuados los relevos, parten para Rusia las tripulaciones. Veamos la noti cia en el Diario Marítimo de la Vigía, correspondiente al 1 de noviembre: "Han salido los buques que siguen: — Fragata española Nuestra Señora del Carmen, alias la Esmeralada; D. Juan Manuel Patrón, para Rusia. — Fragata idem San José; D. Pedro Icaro, para idem.

— Fragata sueca Dolphin; Holeff Hakanson, para idem. — Fragata dinamarquesa Graic; Hans Nielsen. para idem. Estas cuatro fragatas conducen las tripulaciones de las fragatas de guerra rusas que entraron en este puerto el 11 de octubre". Como se puede cotejar, la Nuestra Señora del Carmen y la San José habían participado en la repatriación de las tripulaciones rusas llegadas al mismo puerto

el 21 de febrero. Una vez más, ¡y son tantas!, la tragedia vendrá a arrebatar las vidas de estos valientes marinos. Para la primera de las cuatro citadas naves esta navegación va

a concluir de forma funesta; la noticia nos la proporciona el Diario Mercantil de Cádiz en su edición de 19 de enero de 1919: "Copia de una carta de Skagen del cónsul español en Elseneur con fecha 30 de noviembre: Ayer naufragó en Skagen

(150)

Fernández Duro, C: Opus cit., pp. 203 - 204.

(151)

Saralegui: Opus cit., p. 126.

107

(un asterisco aclara: Skagen es una punta de tierra muy peligrosa a la entrada del Cattegat, situada en Insland, donde perecen todos los años infinidad de buques)

la fragata transporte española Ntra. Sra. del Carmen; su capitán Juan Manuel Patrón, procedente de Cádiz a Rusia, con 13 oficiales y 190 hombres de marine ría rusa. El capitán y parte de la tripulación han perecido, como también un capi tán, un Tte. y 17 hombres rusos. El buque está hecho pedazos y la mayor parte ha desaparecido. Hemos podido salvar al piloto y ocho marineros con mucho traba jo y eminente riesgo de nuestras vidas". Otra noticia posterior de la misma fuen te, confirma: "El buque Ntra. Sra. del Carmen, de Cádiz, a Rusia, estaba perdido en la costa cerca de Schaw, el 30 pasado". Todo había concluido para estos esforzados de la mar.

No siempre se mostró el Monarca indiferente a los méritos de sus marinos, como se puede comprobar por este escrito dirigido al secretario del Despacho de Marina y capitán general del Departamento de Cádiz: "El Rey N.S., muy satisfe cho del buen desempeño de la comisión que su Majestad puso hace días al cuida do del capitán de fragata D. Joaquín de Toledo, comisionado principal para con ducir las tripulaciones que vinieron con la escuadra que cedió a S.M. su augusto amigo y aliado, el Emperador de todas las Rusias, así como también del buen comportamiento de su segundo D. Francisco de Hoyos y su ayudante D. José

Hidalgo de Cisneros, se ha servido S.M. conceder al capitán de fragata D. Joa quín de Toledo, el grado de capitán de navio; a D. Francisco de Hoyos, que tiene la graduación de teniente de navio, se le concede la propiedad en el mismo grado y al alférez de navio D. José Hidalgo de Cisneros se le asciende al grado efectivo de teniente de fragata ... Palacio, 3 de noviembre de 1818" (152). Escasos días después, a los mismos interesados, se les comunicaba: "El Rey

N.S. ha concedido su permiso para que el capitán de fragata D. Joaquín de Toledo pueda usar la Cruz de Santa Ana de segunda clase con brillantes que le ha conce dido el Emperador de todas las Rusias y lo mismo podrán hacer el teniente de navio D. Francisco de Hoyos y el alférez de navio D. José Hidalgo de Cisneros. para que usen la de San Waldimir [error; es Vladimir] de 4.a clase con que el mismo Soberano les ha agraciado; exonerándoles de satisfacer el servicio con que debían contribuir todos los que obtienen permiso para usar las condecoracio

nes extranjeras. Lo que participo ... - Madrid, 27 de octubre de 1818" (153).

108

(152)

A. G. de M. Expedición a Indias. Legajo 250.

(153)

Ibidem.

Captura de la fragata Reina María Isabel (28 de octubre de 1818). Olcu de Tilomas

Somerscales, perteciente a la pinacoteca del Club Naval de Valparaíso (Chile).

Como consecuencia de la natural lentitud de la época, la noticia y confirma ción del apresamiento de la Reina María Isabel en Talcahuano, no alcanza Ma

drid hasta el 2 de marzo de 1919, provocando una desusada conmoción y sem brando la zozobra en las más altas esferas del Gobierno, consciente del peligro que amenaza al virreinato del Perú y su incierto futuro. Estos sentimientos se traslucen en la nota que el marqués de Casa-Irujo hace llegar al ministro de la

Guerra y recuérdese - interino- del Despacho de Marina, Eguía: "Acabo de reci bir, por el Brasil, la confirmación indubitable del apresamiento de la fragata Isa

bel y tres transportes más, en el puerto de Talcahuano, evacuado antes por las tropas del Rey, a donde se metieron equivocadamente al ver tremolar la bandera del Rey. Los resultados de este desgraciado accidente, sea con relación a la opi

nión pública que tiene tanta influencia, sea por la seguridad del Perú, pueden ser incalculables. No he dado todavía cuenta a S.M. de estas melancólicas noticias, a consecuencia de las quales me parece sería muy propio: que sin perder un mo mento nos juntásemos para tomar en consideración el estado de las cosas en el Mar del Sur y consultas sobre las medidas que podrían adoptarse en el estado presente de las cosas. Tenga Vm. la bondad de hacerme saber sus intenciones por el portador, pues esta noche tengo despacho y me es preciso informar a S.M. de esta ocurrencia.- Palacio, 2 de marzo de 1819" (154).

(154)

A. G. de M. E. a Europa. Legajo 250.

109

No puede decirse que anduviese descaminado el marqués de Casa-Irujo. La

inquietud se había apoderado de todos cuantos tenían responsabilidades; un clari

vidente Pezuela, apesadumbrado por el futuro del virreinato -y puede que por el suyo propio-, consciente que sin unas fuerzas navales capaces de imponer su

supremacía, nuestra continuidad en el territorio de su vineinato era cuestión cuyo desenlace llegaría a marchas forzadas, escribía al soberano: "Mediante la prepo tencia que por el apresamiento de la María Isabel acaban de adquirir los insurgen tes, queda constituido este virreinato en el más inminente peligro, porque en las

ventajas de las fuerzas del mar consistía la principal defensa de esta latísima cos ta, así como de la tranquilidad de ella depende la de las provincias interiores. Tan comprometida situación exige medidas terrestres muy extraordinarias de que me ocupo con incesante actividad; pero sean cuales fuesen las que en totalidad pue den emplearse, ninguna alcanzaría a producir efecto seguro, permanente y decisi vo, mientras no tengamos la preponderancia marítima en el pacífico" (155).

Un notable sector de escritores interesados en el final de la contienda del virreinato, manifiesta idénticas opiniones en cuanto a la necesidad de poseer una Marina prevaleciente; de no ser así, el camino no tiene salida. Veamos lo que a este propósito opinan dos escritores: "cosa es averiguada que estuvieron más

tiempo en nuestro poder aquellas colonias en que la defensa terrestre de nuestra soberanía estuvo apoyada en fuerzas navales, que las otras en que no lo estuvo. Así sucedió en Chile, donde España recobró por su poder naval el dominio perdi

do, y lo perdió a su vez definitivamente cuando aquel naciente Estado dispuso de un poder naval superior al que España tenía en aquellas costas; así sucedió tam

bién en el Perú, cuya dominación conservó España mientras tuvo de su parte la superioridad del poder naval en aquellas costas, y cuya dominación perdió en cuanto perdió aquella superioridad" (156), según Damián Isern.

Rotunda y lúcidamente ha escrito C. E. Calwell: " el único hecho prominen te que subsiste en la guerra de Independencia de la América española para

dejar obscurecidos a todos los demás, es el inmenso influjo que desde el prin cipio hasta el fin ejerció en el curso de la historia de aquella guerra, el poder naval" (157).

Volvamos con Eguía y conozcamos su respuesta al marqués de Casa-Irujo. De inmediato le envía ésta: "Mi estimado Compañero y Amigo: Ya se puede Vm.

figurar le que me havrá incomodado la noticia que Vm. me da, porque considero en el eminente riesgo en que se halla el Virreinato del Perú y bajo de este concep to no encuentro otro remedio para atender a evitar semejantes males, que el que (155)

Fuenzalida: Opus cit., p. 141.

(156)

De la defensa nacional. Imp. de los sucesores de Minuesa. Reproducido por F. Duro.

(157)

Importancia del dominio marítimo en las campañas terrestres.

Reproducido por Fernández Duro.

110

El Ferrol,

1901.

por extraordinario se prevenga suspenda su salida de Cádiz, la expedición para Lima, si es que no lo huviese verificado como es provable y que se manden habi litar dos navios de Guerra, aquéllos que más prontamente estén listos ... y si hu biesen salido la alcancen siguiendo su derrotero ... - No paso a ver a Vm. por estar algo constipado, espero que se sirva Vm. hacerlo presente a S.M. y si le parece bien, avisármelo al momento para realizarlo con el sigilo que conviene para estos casos... - Hoy 2 de marzo ..." (158).

En el mismo escrito figuran con letra del marqués de Casa-Irujo, tres lineas: "El Rey acepta lo que propone el Sr. Eguía en todas sus partes. Comunique al instante las órdenes correspondientes por correo extraordinario. Fecho a 2 de Marzo ..." (159).

Ambos documentos se acompañan de un tercero - no lleva firma ni antefirma, pero, por estar escrito con la misma mano que el anterior, pertenece, sin duda, a Eguía - en cuyo margen superior izquierdo se lee: "Mui reservadísimo.- El Rey N.S. ha tenido la desagradable noticia de haver sido apresada la fragata de guerra

María Isabel en el puerto de Talcahuano con algunos de los transportes que escoltava, habiendo sido antes evaquado dicho puerto; este acontecimiento ha puesto en el mayor peligro la seguridad del importante Virreynato del Lima, y,

para acudir a su remedio ha resuelto S.M. que si el Comboy que devía de ese puerto salir para aquellos Dominios con el Navio de Guerra San Telmo y la fraga ta Diana, no lo hubiera verificado, suspenda su salida hasta nueva orden; y que bien ... quiere [S.M.] se trabaje en la rehabilitación de dichos Buques día y noche ... Quiere S.M. que V.E. no manifieste a persona alguna el objeto del citado Ar mamento, sino que únicamente se diga que es para una Comisión reservada al servicio, en el concepto de que ni aún los comandantes de los citados Navios deben saberlo hasta el momento de salir al Mar.- Madrid, 2 de Marzo de 1819.-

Sr. D. Baltasar Hidalgo de Cisneros" (160). Unos días después, por extraordinario, llega la respuesta: "La expedición para Lima no se ha hecho a la Mar". A nuevas situaciones, distintos planteamien tos. Eguía da cuenta a Hidalgo de Cisneros y a la Comisión de Reemplazos de las órdenes del Monarca: "S.M. se ha dignado resolber que salgan inmediata mente y se pongan corrientes los tres navios FernandoVll, Alejandro I y San Telmo ... quedándose, por ahora, en este puerto la fragata Diana... para que

lebanten el bloqueo del Callao, dominen la Mar del Sur y la limpien de Piratas, buscando además donde quiera que se halle, la escuadra insurgente y la destruyan,

librando al mismo tiempo de la consternación y el peligro que podrá hallarse el Perú ... - Madrid. 12 de Marzo de 1819 ..." (161). (158)

E. a Europa. Legajo 250.

(159)

Ibidem.

(160)

Ibidein.

(161)

Ibidem.

111

Aunque Fernando era un temible autócrata, rodeado -en gran parte de su

reinado- de autoridades serviles en elevado número, tropezó a veces con hom bres íntegros, que, anteponiendo sus principios y convicciones al medro perso nal, tuvieron la audacia de discutir las reales órdenes, exponiendo en voz alta sus contrapuestos pareceres, a pesar de que estos enfrentamientos conllevaban, en el

caso más favorable, la pérdida de la carrera y el desamparo económico que alcan zaba a toda la familia. Uno de estos ejemplos nos lo ofrece un marino "en quien

la Armada fundaba justísimas esperanzas por sus condiciones de inteligencia, militar esforzado y recto y cumplidor caballero: el brigadier D. Rosendo Porlier" (162). Seguidamente se citarán a varios condignos compañeros, enfrentados con el monarca por causas similares.

Porlier, nacido en Lima en el seno de una nobilísima familia, sentó plaza

de guardiamarina en 1786. El 23 de marzo de 1819 fue nombrado comandante del navio San Telmo y jefe de la División Naval, mostrando de inmediato su desacuerdo con el somero reconocimiento a que fueron sometidos los barcos que la componían, solicitando otro a fondo y por Ingenieros navales. Como segundo comandante del navio se eligió a otro prestigioso Jefe ya conocido: el capitán de igual clase D. Joaquín de Toledo. De justicia es de destacar que en otro marino, D. Antonio de Tiscar -reputado de honrado, entendido, exce

lente militar y modelo de pundonor- recayó provisionalmente el mando del navio Alejandro I.

División del mar del sur al mando del brigadier D. Rosendo Porlier Buque

Nombre

Callones

Comandante

Navio

San Telmo (insignia)

74

D. Rosendo Porlier

ídem

Alejandro 1

74

D. Antonio de Tiscar (provisional)

Fragata

Prueba

40

D. Melitón Pérez del Camino

Les acompaña la fragata mercante Mariana; capitán don José Bonifacio de Airarte, para San Blas de California, con escala en El Callao. La petición de Porlier fue rechazada: "... he dado cuenta al Rey de una re presentación que me ha dirigido para S.M. el brigadier D. Rosendo Porlier... el

cual insiste en la necesidad de ver el estado de los fondos de los buques de la (162)

112

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 243.

División de su mando e insiste también en que ésta se componga de los navios Fernando Vil, San Telmo, Guerrero y fragata Prueba. Y Su Majestad, enterado de todo, se ha servido desestimar ambas solicitudes y repetir que se lleve a puro y devido efecto la R. Orden que comuniqué a V.E. el 16 del corriente, por extraor

dinario, para que la División del mando de Porlier se componga de los navios San Telmo, Alejandro I y fragata Prueba con los demás que dicha R. Orden contiene

y la del 20 del presente mes sobre el mismo y S.M. buelbe a encargar a V.E. la responsabilidad para que ambas tengan su exacto cumplimiento, sin dar lugar a reclamaciones que entorpezcan la pronta salida de dicha Expedición. De R. Or den... - Madrid 23 de Abril de 1819.- Eguía" (163).

Cotejando esta orden con la anterior del 12 de marzo, se observa que en la última no se incluye entre los integrantes de la expedición, al Femando VII, ex cluido por decisión del Monarca, quien lo designó "para desempeñar la comisión que tiene en el Mediterráneo la corbeta Fama sobre las costas de Marruecos, Argelia y Túnez". El navio saldrá de Cádiz "el 2 de Mayo, no regresando, proce

dente de Mahón, hasta el 30 de julio, bajo el mando del capitán de fragata D. Francisco Grandallana", según informa el Diario Mercantil de Cádiz. Otro episodio -con activa participación de Porlier- aconseja suspender de momento el relato sobre la división del sur, cuyas vicisitudes conoceremos en páginas posteriores.

El soberano, al inicio de marzo de 1819, ordenó -como se ha dicho-, que entre otros, integrasen la expedición de Porlier a Lima, el Alejandro I y Fernando Vil. A fin de cumplimentar la decisión real, se precisaba designar los mandos: "pues carecían de comandantes en propiedad por la renuncia que, con anteriori dad a su último destino me habían hecho el brigadier Miguel A. de Irigollen y el capitán de navio Ortiz Otáñez" (164).

En este punto deseo hacer una aclaración: todos los documentos citados en

el presente episodio -que llamo plante de brigadieres y capitanes de navio al Monarca- están sacados del mismo fondo que el reseñado en la nota precedente; en caso contrario, se citarán las fuentes archivísticas.

Tras la puntualización, tomemos el hilo del relato. Ignoro las razones alega das por Irigollen para solicitar el relevo; en cuanto a Ortiz Otáñez, en septiembre del año precedente, había hecho llegar a manos del capitán general del Departa-

(163)

E. a Europa. Legajo 250.

(164)

E. a Indias. Legajo 66.

113

mentó, el presente escrito: "en oficio fecha de septiembre del año pasado, repre

senté a V.E. mi imposibilidad de seguir con el mando del navio Fernando VIL que por comisión puso V.E. a mi cargo para recibirlo de los Rusos; le manifesté lo

débil de mi estómago ... reiteré verbalmente a V.E. mi súplica al saber el último destino de este buque a la mar del Sur, cuya dura y dilatada navegación no podía soportar mi avanzada edad y quebrantada salud ...V.E. oyó ... mi justa exposición y me ordenó corriese con el armamento de dicho buque en tanto no me nombrase otro sucesor y estando concluido dicho armamento, suplico tenga a bien disponer

mi relevo ... - Cádiz, 22 de marzo de 1819". El tiempo apremia. De inmediato Hidalgo de Cisneros pone manos a la obra proponiendo a los brigadieres Francisco de Beranger y Rosendo Porlier para los respectivos mandos del Alejandro I y Fernando VIL El primero da su aprobación y recibe el nombramiento como comandante el día 8, para remitir, el 17, este escrito al capitán general del Departamento: "... Desde que el navio Alejandro I

de mi cargo, armó hace 5 años en el puerto de Arcángelo, no se han levantado ni reconocido sino superficialmente las encapilladuras de sus jarcias mayores, sien do por lo tanto imposible decidir con seguridad de su verdadero estado, tanto más cuanto que los rusos no las forran con las precauciones de que usamos los espa

ñoles, ni las precintan de modo alguno; por lo tanto están expuestas a la intempe

rie sin tener resguardo tan especial contra los roces y fricciones, como el viaje que va a emprender este buque además de poder ser muy largo, es crítico por las

circunstancias de la estación y de su objeto, sin arribada aún en caso el más apurado. Creo de mi dever el hacerlo presente a V.E. y que juzgo indispensable se

levanten las encapilladuras de los tres palos, se reconozcan y forren precintándolos como es devido y como lo exige la navegación que debe hacer; registrando al

mismo tiempo las cabezas de los palos en que asientan las encapilladuras para que se pueda navegar con entera confianza en la arboladura. = Me mueve tam

bién a incomodar la alta atención de V.E. los deseos del mejor éxito de la expedi ción a que está destinado este buque para el cuál desearía se tomasen las precau ciones que se han tomado siempre para los viages de esta naturaleza, para asegu rar su mejor resultado y precaver las ocurrencias que una vez acaecidas son irre mediables en las altas latitudes de la expresada navegación; y lo que antes no he

hecho presente a V.E. por que careciéndose de gente de mar era imposible practi car estos trabajos. = Dios guarde ... Navio Alejandro 1 en el caño de La Carraca, a 17 de marzo de 1819".

La respuesta no se hace esperar. Un agraviado y naturalmente dolido Hidal go de Cisneros, contesta 24 horas después por medio de este oficio de singular

reprobación, cuyos párrafos últimos no tienen desperdicio: "El navio Alejandro I fue aparejado hace más de 4 meses, precedido el reconocimiento correspondiente de su arboladura y jarcias por los ingenieros y maestros mayores del arsenal, 114

quienes la dieron por de entera satisfacción, sin que su anterior comandante me hubiese gestión en contra, ni aún después de haber variado S.M. hace más de dos meses la comisión de aquel bagel, destinándolo a la Grande Expedición y eligién

dolo el comandante General de ella para arbolar su insignia y transportar en él al General en Gefe del Egército expedicionario, circunstancia que exigiendo por su entidad la mayor seguridad de aquel buque en todas sus partes, sería agraviar los conocimientos y celo tan acreditados de los dos oficiales que lo han tenido a sus órdenes hasta haber pasado a la de V. S.. si creyese que considerando aquéllos de absoluta necesidad cuanto V. S. me expone en su oficio fecha de ayer solicitando nada menos que desaparejar enteramente en los críticos momentos de deber salir

a Bahía, no me lo hubiera hecho presente en el largo período que ha medido desde su armamento, y en que ha sobrado tiempo para haber ejecutado aquella penosa faena en caso de que hubiera accedido a ello, y aun en éste, si V. S. desde el día en que se posesionó del mando y debió, conforme a ordenanzas, enterarse por su antecesor del estado en total y en cada una de sus partes del buque que

tomaba a su cargo, me hubiera hecho presente sus recelos, en que era de mi cuida do el proporcionar los medios de desvanecerlos, si los encontraba fundados; y aunque es cierto que el nuevo destino de aquel navio merezca por su clase mayo res precauciones, estando ya tomadas cuantas previene la ordenanza, no me es

dable condescender con las que V.S. me propone por meros recelos en su citado oficio, pues que demoraría provablemente sin necesidad la urgente salida de la División que S.M. me tiene muy recomendada por el interesante objeto a que se

dirige. = El navio Alejandro Io lleva todos sus guíñales nuevos y cuantiosa jarcia de aquella clase en sus pañoles con la cuál puede V. S. aumentar ... = El Contra Almirante Moller, que condujo aquel navio donde arbolaba su insignia ..., me informó que es sumamente posante (sic) y nada trabaja por su arboladura;

todo lo que me decide a repetir a V.S. mi negativa y prevenirle que pasado mañana veinte, debe concurrir por sí o por su segundo a la elección de doscientos hombres de las matrículas que han ingresado en el arsenal, y que recibidos a

bordo proceda V.S. ... a recoger cuanto le quede en aquel sitio ... y pedir práctico para trasladarse a bahía, en la que, si el tiempo no lo impidiese, deberá hallarse

dicho navio dentro de cuatro días. = Dios guarde ... San Fernando, 18 de marzo de 1819".

Hoy diríamos que "a vuelta de correo", Beránger responde así: "Haviéndome

acometido unos vehementes dolores rehumáticos que me imposibilitan continuar con el mando del navio Alejandro /", lo hago presente a VE. esperando tenga a bien exonerarme de dicho mando, del que me es concebible hacer dimisión como

desempeñar por dicho ataque. Dios guarde ... - Navio Alejandro I en el Caño de la Carraca, a 20 de marzo de 1819".

Con no menos rapidez. Hidalgo de Cisneros ordena cause baja en el mando 115

del navio y le sustituya por designación real el del mismo empleo Martín Iriarte.

A pesar de que -como queda referido- ostentara Porlier el mando de la

División naval y del navio San Telmo, sin olvidar sus divergencias con el Monar ca por la cuestión de la inspección de los fondos de los barcos y la composición de la citada unidad, Hidalgo de Cisneros le brindó el del navio Fernando VII antes de partir para el Pacífico.

Veamos su respuesta: "El estado de mi quebrantada salud, y los intensos

dolores que padezco en todo el costado izquierdo particularmente con los fríos, los que no han cedido con los remedios que he practicado: me impiden poder obtener el mando que la bondad de V.E. me hace el honor de querer poner a mi cuidado.

Quedo sumamente reconocido a la memoria y distinción que V.E. dispensa a mi corta suficiencia, sintiendo no hallarme en disposición de corresponder a la confianza que le he merecido, por la que le doy las gracias más expresivas ... Cádiz, 10 de marzo de 1819".

En un extenso expediente de la Secretaría de Estado, circunscrito a esta

desairada situación, en particular para el Rey e Hidalgo de Cisneros, en la minuta aparece -tras exponerse la negativa de Porlier- esta acotación marginal: "V.M.

tiene conferido a Porlier el mando del navio Telmo y de todas las fuerzas de mar destinadas a Lima; y como aún no ha havido tiempo de recibir la contestación del Departamento, se ignora si esta distinción que V.M. se ha dignado hacerle, le hará hacer un esfuerzo a este pundonoroso oficial".

Si Porlier no fue exonerado de su mando de forma fulminante, se debió a la

proximidad de la partida de la expedición para Lima y a su notable ascendiente entre sus compañeros, cuando relevarlo del cargo hubiese supuesto para el Rey

tensar aún más la cuerda de los enfrentamientos con los marinos, dilatar una

marcha que se juzgaba como la última posibilidad de prorrogar la presencia espa ñola en el virreinato del Perú, y -si bien es dudoso que esto perturbase los sueños del soberano- acrecentar una impopularidad, si no temida, en forma alguna de seada.

Esta es la respuesta que el brigadier Martín de Iriarte da a la propuesta de

Hidalgo de Cisneros: "... si me hallo en estado de obtener un mando que exige prontitud, debo decir a V.E. que aprecio infinito su memoria, pero como estoy lleno de mil achaques, todos adquiridos en navegaciones largas, que a fuerza de cuidarme mucho susisto, por tanto no me es posible admitirlo ... - Cádiz, 16 de marzo de 1819".

Y escuchemos al último de los oficiales generales. Pedro de Mesa: "En con

testación al oficio de V.E. ... me veo en la triste precisión de decir a V.E. que desde fines de enero estoy padeciendo un ataque de dolores en los pies que con 116

Retrato del teniente general de la Armada D. Roque Guruceta y Aguado (1787-1854).

Óleo sobre lienzo de 77,5 x 62 cm, de autor anónimo de mediados del siglo xix (Museo Naval de la Armada en Madrid. N.° de inventario: 0015).

117

mucho trabajo me permiten dar algunos pasos, y por consiguiente, incapaz de encargarme del mando que exige brevedad. Me es muy sensible hallarme en estas

circunstancias ... - Puerto de Santa María, 17 de marzo de 1819". Llegado el turno de los capitanes de navio, cedamos la pluma a Tomás de Urrecha: "He recibido ... me previene me presente en ese Departamento, para ser empleado en atención importante del Real servicio. Me son sumamente sensibles las circunstancias del quebranto de mi salud en que me encuentro y que me imposibilitan por ahora a emplearme en ningún destino de la carrera activa; pues hace 9 meses que estoy padeciendo de unos

dolores reumáticos que me han tenido postrado en cama y, últimamente, hará unos 8 días que salí de ella por resultas de nuevos ataques del mismo síntoma ... y justificaré en caso necesario por los facultativos que me asisten... e inteligencia de que si la mente de V.E. es que me presente en el Departamento, lo haré a la menor insinuación de V.E. en el estado que me permita mi quebrantada salud

Sevilla, 20 de marzo de 1819". Andrés de Orive, desde San Fernando, el 22 de marzo, se justifica así: "El oficio de V.E. ... relativo a que indique si me hallo en aptitud de desempeñar un mando ... no me deja duda de que V.E. tiene presentes los achaques y falta de salud que con fecha de 21 de septiembre del año pasado, particularmente por escrito y de palabra, manifesté a V.E., y que por un efecto de su ilimitada bondad por si me hallaba de ellos restablecido, ha tenido presente mi inutilidad; pero Excmo. Sr., desgraciadamente siguen, según informe que podrá dar a V.E. el ac

tual médico que me asiste ... por lo qual me veo en la dura precisión de suplicar a V.E. me exonere de todo mando hasta mi total restablecimiento ...", La larga respuesta, recortada, de Pedro de Valencia, dice: "... confiriéndome el mando interino del navio Alejandro Ia, por enfermedad del brigadier don Fran cisco Beranger, hasta tanto que resuelva el Rey. En esta virtud devo decir a V.E. que hace un año y un mes hice entrega del navio Asia a don Joaquín Núñez, en virtud de Real orden fecha de 17 de enero de 1818, en atención a hallarme exce

dido del tiempo prefijado para estos destinos; bajo este dato me consideraba el último de mi clase para bolber a mandar, y como esperaba ver seguir el orden de escala consecuente a la Real orden, tomé disposiciones en mi familia... Cuando

vino la escuadra rusa se dieron los mandos sin contar con migo por ser el último que había mandado, y como hoy estoy en el mismo caso que en aquel entonces, considero que todos los de mi clase deven ser preferidos para que haya altematiba prefijada, y cumplida en mi caso con el relevo del mando ... pues desde principios de este año no he cesado de tener ataques, ya a la caveza, ya al vientre y ya a los nervios ... en cuyas circunstancias no estoy con toda la robustez necesaria para el desempeño del mando que V.E. ha tenido a bien conferirme ... - Cádiz, 23 de marzo de 1819".

118

En contraposición, la lacónica de José de Ibarra, con la misma fecha y lugar: "... me hallo padeciendo del estómago y vientre, habiéndose aumentado en estos días ... razón poique me beo en la absoluta imposibilidad de hacerme cargo del navio Alejandro Io, conque V.E. me ha ordenado; siendo muy sensible no poder corresponder a la gratitud...".

Y nos resta Roque Guruzeta; por cierto, junto a Francisco de Beránger, van

a pagar los platos rotos, como se explicará escasas líneas más adelante. Su oficio dice así: "Precisamente en el momento que recivo el oficio de V.E., de fecha de hayer tan honorífico para mí, en que me manifestaba V.E. haberme elegido para

encargarme interinamente del mando del navio Alejandro Io... estava escriviendo un oficio al brigadier don Francisco Mourelle, solicitando licencia para pasar a Ronda, al restablecimiento de mi salud, pues atacado hace algún tiempo de un mal de orina, se me ha mandado por los facultativos pasar allí a tomar aquellas

aguas. Mi intención hera aprobechar uno o dos meses que tardaría la Prueba de mi mando en su armamento ... este justo motivo, me impide el poder encargarme del mando del expresado navio, y lo pongo en la consideración de V.E. para que se sirva concederme la licencia que solicito y exonerarme del destino que V.E. tenía a bien conferirme. - Cádiz, 23 de marzo de 1819". No hace falta echar a volar la imaginación para comprender el estado de

ánimo del capitán general, sintiéndose defraudado, afligido y posiblemente bur

lado por la cascada de dolencias que, por cierto, me traen a la memoria la obra de Moliere, pero en estas circunstancias, con el título en plural: "Los enfermos ima ginarios". Se adivina que, junto al escrito de Beránger, tuvo que escocerle parti cularmente el de Guruzeta, quien no sólo rehusa el mando sino que al mismo

tiempo solicita uno o dos meses de licencia para trasladarse a Ronda a tomar aguas. Yo, que viví 10 años en esta inolvidable ciudad, a nadie oí hablar de aguas medicinales ... como no fueran las de la Fuente de los ocho caños, en el antiguo Barrio Real.

Recibido el oficio, Cisneros, sin dilaciones, responde con éste: "Por el co rreo de hoy doy cuenta a S.M. de cuanto V. S. me expone en oficio de esta fecha que recibo por contestación al mío de ayer, y entretanto que recaiga su

soberana resolución no tengo por conveniente ni exhonerar a V. S. del mando interino que le he conferido del navio Alejandro Io, ni concederle la licencia para separarse de esta capital que solicita. = Dios guarde a V. S. ... = San Fernando, 23 de marzo de 1819".

Simultáneamente comunica al jefe de la escuadra de la gran expedición al Pacífico, Francisco Mourelle: "Aunque me hallo bien penetrado de las recomen

dables cualidades que adornan al capitán de navio don Roque Guruceta para el desempeño de cualquier mando, atendiendo al interesante que tiene de la fragata Prueba, he omitido hasta ahora el removerlo de ella que recibidas las contesta119

ciones de todos los oficiales de las clases de brigadieres y capitanes de navio que por considerarlos en mejor aptitud y a propósito para desempeñar el mando del navio Alejandro Io, en la muy importante comisión a que S.M. lo tiene destinado,

les nombré y pregunté su estado de posivilidad; y manifestándome carecer de ella por sus quebrantadas saludes, exige imperiosamente el servicio de S.M. que refe rido capitán de navio don Roque Guruceta, pase inmediatamente a encargarse del mando interino del nombrado Alejandro Io, no dudando que este digno oficial se

presentará como deve a un nuevo servicio que al paso que deverá ser muy grato al Rey, cubra la sensación y disgusto que deven causar en su Real ánimo los acha ques de que adolecen aquellos oficiales que debían merecer su Soberana confian za en la comisión ardua e interesante a que está destinado aquel buque; eligiendo

V.S. y proponiéndome desde luego el oficial de su clase o el de otra inferior que en su concepto deva obtener el mando de la Prueba. =... San Fernando, 22 de marzo de 1819".

Entre el 22 y el 23 las gestiones se precipitan y suceden a un ritmo vertiginoso.

Indudablemente Hidalgo de Cisneros desea dar una rápida solución a esta crisis de carencia de mandos; dirige una carta, sin firma (pero por la endiablada letra y el asunto que trata no hay duda que pertenece a él) a Antonio Ugarte, el mismo 23. Doy

copia de parte de ella: «Mi estimado amigo: empiezan a berificarse los relevos según V.E. se enterará por el escandaloso parte que doy de Marina; ellos han creído que a la

voluntad de un Rey de España pueden oponerse obstáculos que la destruirán, pero se engañan. Podrán sí, conseguir entorpecimientos pero no anulación. Siento la impre

sión que deberá causar en el sensible corazón de S.M. la ingratitud de una porción de ombres que debían estarle reconocidos y que por desafecto o timidez a lo arduo de la empresa, han dado un testimonio público a la Nación y a los extranjeros (que no

dejarán de saberlo) de lo nada que se interesa en su felicidad. Siento muchísimo, como usted puede figurarse, el aberme de expresar así de unos indibiduos de mi

Cuerpo, pero Dios y el Rey son para mí, mi única atención y sobre este principio ... »E1 caso presente es arduo y con mucha trascendencia, si no se corta con una resolución correspondiente a su tamaño, que en mi concepto no hay otra que la de dar un ejemplo al brigadier Beranger como primer móbil, enbiándolo a su casa sin empleo; lo mismo con el de la fragata Prueba, -se refiere a Porlier- que

es aún más culpable y a los demás que se han excusado después de Beranger (a excepción de Ortiz Otáñez, que ya lo tenía pedido desde septiembre), bayan con

su retiro y se despeje a la Armada de unos oficiales que, lejos de serle útil, perju dican con sus producciones (sic): con esto y con facultarme el Amo, hasta que

salgan las dos expediciones, depositando en mí el Premio y el Castigo, todo está remediado a poca costa, pues quatro ascensos más o menos que pueda dar y que recaerán siempre en manos bien dispuestas, ¿qué comparación tienen con los beneficios que deben producir? 120

Le aseguro que los navios no quedarán en el puerto por falta de quien los mande y se corregirá la anarquía que empieza a fomentarse en el cuerpo de la Armada. »... Escrita ésta, se me asegura, por un sujeto que anda entre los comandan

tes renunciados, que el principal motibo de su repulsa, es el temor que tienen a los navios ex rusos, y que ay combinación entre ellos para sostener que no deben montar el cabo de Ornos sin hacerle algo más de lo que se necesitaría para acerlos

nuevos; esto es un falso pretesto para cubrir su falta de voluntad, porque los navios an sido recorridos y abilitados en debida forma ... »No puedo más, amigo, pues ace dos días que mi cabeza anda transtornada con este asunto que me quita el sosiego, no tanto por su entidad, que está reme

diada por los medios indicados, como por ser los de mi Cuerpo. ... Quedando de V.E. el que lo es de todo corazón ...". Se añade una posdata: "Tenga presente que el brigadier Beranger, en menos

de quatro años, a optenido dos cruces... y quarenta mil duros que hizo en la maes tría de plata, mandando la fragata Sabina; bea la prontitud con que corresponde al

mejor de los reyes...= Señor don Antonio de Ugarte". Sepamos qué se dice en el escandaloso parte, en versión reducida; alcanza 8

folios: "las consecuencias del funesto olbido que se tubo de la Marina en una nación que floreció por ella...; el abandono destruyó los barcos, y la miseria ani quiló a los que obraban en ellos. Los marinos, por la destitución (sic) de pagas en

más de 4 años, carecen de equipages, de libros, cartas e instrumentos de su cien tífica profesión y muchas veces hasta de alimentos: la mendiguez y la enferme dad, le separaron del estudio, les abreviaron la vida y les anticiparon la postra ción.

»La clase de Gefe, en razón a la mayor edad y obligatoriedad, fue la más afectada de la calamidad y por tan conocida como sensible situación, preveía yo

que había de notarse escasez de ellos para mandar navios; pero no podía recelar, cuando el número de éstos es tan inferior al de aquéllos, que degenerase e una

falta casi absoluta, al menos para mandar los que se destinan a una arriesgada y penosa empresa y para lo que se necesitan hombres que a su buena salud, reúnan los dotes que los califiquen en eminente grado de Pilotos, marineros y militares. »Los navios Alejandro Io y Femando Vil, que por ser los de más adelantada habilitación, forman con el Telmo la División del mar Pacífico, carecían de co

mandantes en propiedad ... y aunque para su reemplazo he invitado por escrito y de palabra a los de iguales clases que he considerado en aptitud para navegar, he

tenido el disgusto de ver sus escusas... me contraheré sólo de exponer a V.E. el estado en que me hallo, y proponerle para que V.E. se sirva elevarlo a S.M. la medida que la necesidad está dictando ...

»Ésta, pues, deverá ser, en mi concepto, la de sacar de las clases del Cuerpo 121

General de la Real Armada, en donde se encuentran los oficiales que... para man dar y dotar los referidos navios. De la División del mar Pacífico, pende la suerte del Perú y en consecuencia, la de toda la América meridional, y si hubiese acae

cido la desgracia de haberse subvertido aquel virreinato, la suerte de estos buques y sus numerosas tripulaciones, y la de la costa occidental de Nueva España, está íntimamente unida a la elección de los capitanes que deben mandarlos. »Cuando tantos y tan importantes objetos se interponen ... la prudencia acon

seja no violentar la repugnancia manifestada; S.M., recurriendo a las clases sub alternas, no agraviaría a los brigadieres y capitanes de navio, a quienes en este Departamento se ha esplorado antes, y así, cuando sus Reales Gracias recaigan en los valientes que pelean ...

»A1 tiempo que propongo a V.E. para la soberana resolución, el extraer de las clases donde se cuentan los oficiales que reúnen las cualidades ... devo tam bién manifestar que correspondiendo a un brigadier por los anticipos de cuatro

meses de gozos en plata, 30.117 reales de vellón, y a un capitán de navio 27.105, como el mando no recaiga en alguno que con fortuna propia pueda ayudarse, no

puede con aquellas sumas subvenir a los gastos de su apresto, por lo cual, si S.M. se dignase dejarlo a mi consideración, según las particulares circunstancias indi viduales, se hará el preciso aumento. »Si la confianza de S.M. ... me cupiese la especial autorización para ascen der en su Real nombre a los oficiales que voluntariamente se brindan a mandar y servir en la División del Pacífico y en la escuadra que ha de acompañar a la

Expedición grande, creo se conseguirá reunir la oficialidad necesaria y útil, cor tándose también el progreso de alguna causa menos digna que la de los achaques, si la pudiese haber ... = San Fernando, 23 de marzo de 1819». Las respuestas desde Madrid no se hacen esperar. El 30 están fechados un escrito y una carta particular, sin firma, pero con certeza de Antonio Ugarte para H. de Cisneros. Conozcamos la parte de ésta que nos afecta: "Mi estimado ami go: va la separación de Beranger y Guruzeta como Vd. desea. No se ha hecha con

los demás hasta ver si con este ejemplo recogen velas y porque está pendiente el nombramiento de Porlier y el de Iriarte, pero si a pesar de este distinguido favor

que el Rey les hace, insisten en no querer embarcarse, se repetirá la escena hasta que todos entren en carrera, pues si el Rey los ha de mantener toda la vida y no los

ha de tener quando los necesite, que se vayan a paseo; con que no hay que desma yar y lo que importa es mantenerse y hacer el servicio. Por Dios, haga usted que salgan los tres navios y la fragata para Lima, pues a pesar de las buenas noticias nunca se necesitan allí más que ahora para que lleguen a tiempo de evitar una desgracia que nos costará gotas de sangre, y luego nos quedaremos a la par con la grande Expedición". La misiva se acompaña de la decisión Real: "Excmo. Sr. capitán general del 122

Departamento de Cádiz. El Rey ha oído con el mayor disgusto el contenido de la carta de V.E. del 23 del corriente, en que manifestaba que habiendo nombrado sucesivamente a quatro brigadieres y cinco capitanes de navio, de los que se consideraban más en disposición para los mandos de los nombrados Alejandro I y Fernando VII, correspondientes a la División destinada al mar Pacífico, se han escusado todos a admitirlos, en razón de achaques y quebrantada salud. "S.M.. que conocía por efecto de la situación en que por las circunstancias en que se ha visto toda la nación, se halla toda la Marina, escasearía en las clases superiores de oficiales en aptitud y con robustez bastante para el rudo oficio de la

mar, no se persuadía sin embargo a que llegase al punto de la falta para el mando y dotación de los buques que se están habilitando y contaba en este caso a los mismos oficiales que V.E. hace mención.

Interesado S.M. de todo, se ha servido resolver que el brigadier don Francis

co de Beranger y el capitán de navio don Roque Guruzeta, queden separados del servicio enteramente y sin sueldo, pasando a vivir a sus casas, y que todos los

demás oficiales de la Armada, sea de la graduación que fuese, que en lo sucesivo se escusen a embarcarse, queden en el acto mismo de solicitarlo, relevados o juvilados con arreglo a Ordenanza, dándome V.E. de los que sean para expedirles

los despachos, o tomar las demás providencias que convengan al mejor servicio del Rey; disponiendo V.E. llegue a noticia de todos esta Real determinación para

que no aleguen ignorancia. - S.M. autoriza a V.E. para que elija para los mandos y dotaciones de los buques de la división del mar Pacífico, los oficiales que por

sus sobresalientes cualidades considere a propósito, aunque sean de clases infe riores a las que corresponden por reglamento, como V.E. a propuesto". ¡Alea iacta est!

La arbitraria y a todas luces desproporcionada disposición -tan en la línea

despótica del Soberano- bien que considero injusto hacer recaer sobre sus espal das toda la responsabilidad de la durísima sanción, aconsejada, todo hay que decirlo, por Hidalgo de Cisneros y jaleada, con sospechoso entusiasmo por Anto

nio Ugarte, provocó una desaprobación generalizada entre los miembros de la Marina. Bastantes meses hubieron de transcurrir hasta que las encrespadas aguas de la protesta volvieran a su cauce y el río recobrase su curso normal. Veámoslo:

"Ambos dirigen las adjuntas representaciones [Beranger y Guruzeta] sobre que V.M. se ha servido decretar, que yo le de cuenta. En ellas manifiestan sus senti mientos al considerar su triste situación y que V.M. no haya resuelto en sus ante riores exposiciones de 6 de abril, hechas por Gracia y Justicia, en que manifesta ron las razones que les asistían para pedir la reposición en sus empleos. Acompa

ñan las hojas de sus recomendables servicios por espacio de 33 y 32 años y rue gan a V.M. los reponga en sus empleos ... ". Tras un punto y aparte, en el centro de la línea siguiente aparece esta palabra 123

Nota. En el párrafo siguiente se lee: "Como de este expediente, contrahído a la falta manifestada por el capitán general del Departamento de Oficiales de corres pondiente graduación para el mando de los navios destinados al mar Pacífico, por haber expuesto los que se nombraron al efecto no hallarse en disposición de ha cer el viaje por el mal estado de su salud, no resulta cargo particular a estos dos oficiales, entre los 9 nombrados, ni en esta Secretaría haya otros antecedentes, ni se sepan las razones que pudieron presentarse a V.M. para la resolución que recayó; y por otra parte no existen ni han llegado a ella las representaciones hechas por Beranger y Guruzeta en que expondrían las que militaban a su favor, lo hago así presente a V.M. para la determinación que considere justa".

El subrayado es mío. Entiendo estas frases como velados reproches de la Secretaría de Marina. Algo irregular sucedió con la documentación de Beranger y Guruzeta. Alguna mano oculta y poderosa -no necesariamente la del Rey, exen

to de dar explicaciones- retuvo o desvió del conducto reglamentario las súplicas. ¿Quién andaba, creo que en Madrid, detrás de todo esto?

Como dice el proverbio: Las cosas de palacio van despacio. En octubre, el muro del mutismo Real sigue sin presentar ninguna figura. El día 12, Cisneros cuyo proceder con los dos marinos apartados me parece escasamente transparen te y contradictorio, a juzgar cómo se expresa en las cartas particulares y cómo en

las comunicaciones oficiales, si bien aquéllos merecieron algún tipo de sanción-

no sé, si por iniciativa propia o empujado por la costumbre de la época de dirigir se al Monarca en petición de alguna gracia en los más señalados acontecimientos

de la Corte, envía al ministro interino un escrito manifestando: "Por Real orden de fecha 30 de marzo último resolbió la justicia de S.M. privar de sus empleos a... Si estos jefes entibiaron entonces la obediencia militar que debe ser fiel... fue sin duda efecto de la indución de los declarados opositores a los buques ex rusos. La campaña de 100 días que ha hecho el referido Alejandro, les con vence de que recelaron sin riesgo y estimaron una violencia que no hubo y cuan

do media esta convicción es cuando mis sentimientos me deliveran a dar el testi monio más irrefragable a la Armada de mi celo e interés por la suerte de todos sus individuos.

... Y estando tan próximo el del feliz enlace de S.S.M.M. imploran su real clemencia, por la mediación de VE. ... se digne restituir a sus empleos a los men cionados... pues nunca aparece más hermosa la magnanimidad del Soberano ...San Fernando, 12 de octubre de 1819".

Calificar la travesía del Alejandro I de fracaso puede ser -si bien entra en el campo de lo discutible- algo temerario; pero lo que de ninguna manera puede exponerse como un logro, o, ni siquiera como cosa ordinaria, es que el navio

abandone el convoy, ponga proa a España con evidente peligro de zozobrar y

cuando llegue a la bahía cause estupor y lógicamente decepción y disgusto por su 124

inesperado y no deseado regreso. Se dirá, con razón, que Cisneros no podía adivi nar el futuro, pero creo que él, por su alto cargo, en octubre debía conocer ya la importancia de las averías del navio, cuya gravedad alcanzó tal magnitud que permaneció anclado en la bahía hasta ser más tarde llevado al arsenal donde, en

1822 -este pasaje se incluye más adelante- vendido en pública subasta. Concluyo este largo episodio reproduciendo las palabras de Pavía y Pavía: "Fue tal el clamoreo que en el público y en el Cuerpo de la Marina se levantó, que el gobierno que la dictó, luego que la admisión de los buques rusos fue un hecho consumado, le devolvió a don Roque Guruzeta su empleo de capitán de navio,

por Soberana resolución de 12 de noviembre del propio año". Es de justicia reco nocer que este desagravio comprendió al brigadier Beranger. Así lo testimonia la

Gaceta de Madrid de 30 de marzo de 1820: "El 12 de noviembre de 1819, fueron restablecidos de sus empleos el brigadier y capitán de navio don Francisco de Beranger y don Roque Guruzeta" (165).

(165)

Francisco de Beranger: Jerez de la Frontera. Entró a servir en el ejército como

subteniente en 1783, obteniendo el pase a la Armada 7 años después como alférez de fragata. Participó en numerosos combates contra las fuerzas francesas, de quien fue hecho prisionero; canjeado regresó a España. Alférez de navio en 1793 y teniente de fragata un año después. Por su distinguida participación en el combate de San Vicente mereció elogios y las gracias de S. M. Luchó en Santo Domingo a las órdenes del almirante Gravina. Rotas de nuevo las hostilidades contra Inglaterra estuvo -con el grado de capitán de fragata- en la derrota de Trafalgar. Durante la Guerra de la Independencia fue nombrado teniente coronel del 4.° Rgto. de Inf.* de Marina, participando con su batallón en diferentes combates en Cataluña a las órdenes del conde de la Bisbal; hecho prisionero de los franceses, no pudo restituirse a España más que hasta 1814, pasando al departamento del Ferrol. Capitán de navio en 1815, al mando de la fragata Soledad, condujo al teniente general Vigodet a los mares del sur para una misión reservada. Brigadier en 1816 salió de Cádiz en la Sabina para llevar un convoy de tropas a La Habana y Veracruz, regresando el 16 de octubre. Posteriormente obtuvo el mando de diversos navios y el los Tercios de

Valencia y Cádiz. En 1836 vocal del Almirantazgo, siendo jefe de escuadra en 1838. Falleció en Madrid en abril de 1841, cuando desempeñaba el cargo de vocal de la junta del restablecido Almirantazgo,

dejando en la Armada la reputación de un honrado y bizarro marino. Roque Guruzeta nació en Cádiz. Sentó plaza como guardiamarina en 1787; alférez de fragata, un año más tarde. Estuvo destinado en Siria para levantar el plano de sus costas. Con la escuadra del

almirante Lángara participó en la ocupación del arsenal y fortalezas de Tolón. Teniente de fragata en 1796 y de navio en 1802, luchando en Trafalgar. Salió de Cádiz en el San Justo llevando la declaración de guerra a Francia para Puerto Rico, La Habana y Veracruz, regresando con un cargamento de 9 millones de pesos fuertes. Durante la Guerra de la Independencia tuvo a su mando varios buques, encontrándose al final de ella en el Estado mayor de la

escuadra del general Villavicencio. Al mando del navio Asia estuvo en el sitio de Cádiz contra los

franceses en 1823 para seguidamente partir hacia las Malvinas y posteriormente alcanzar El Callao. Encontrándose en Filipinas con el citado Asia sufrió un motín por parte de la marinería, siendo herido de dos sablazos en la cabeza y sufriendo fractura de una pierna; atrepellando a la oficialidad, a la que encerraron en la cámara, quedaron los insurrectos dueños del buque, siendo desembarcados al día

siguiente y dejados en tierra mientras que aquéllos se dieron a la vela para América donde se entregaron

125

Aclaración final: el Alejandro I y el Fernando Vil recibieron en abril a sus nuevos comandantes. Para el denominado Alejandro se confirmó al capitán de fragata Antonio de Tiscar y para el segundo fue designado el brigadier José Rodríguez de Arias, quien, de inmediato, se hizo a la mar para salir al Medi terráneo.

con el barco a las autoridades insurrectas. Tras muchas peripecias logró regresar a España en julio de 1826, siendo ascendido a brigadier. Comandante general del apostadero del Ferrol, desbarató -en 1832los planes de Zumalacárregui -coronel del Rgto. Extremadura- de entregar la ciudad al pretendiente don Carlos. Vocal de la junta de la dirección general de la Armada, promovido a teniente general en 1843, consejero real y senador del reino, falleció en 1854.

126

CAPITULO VII

Salida de la expedición de Porlier para América. - Triste final del San Telmo. - Inesperado

regreso del Alejandro I. - Estado circunstanciado de los barcos. - Vicisitudes de las tres fragatas arribadas el 12 de octubre. - La Viva. - El Rey ordena pase a Cartagena de Indias. - El pronuncia miento de Rafael del Riego obliga a cambiar los planes reales. - La Pronta. - Nicolás de Meftaca y el lance con la Brunswick. - Queja diplomática británica. - Apertura de una causa. - Viaje a las Antillas. - Regreso a España convoyando 53 embarcaciones. - Llegada a Cádiz con una im portante carga de monedas. - Pérdida del mando y consejo de guerra a Goñy. - Corsarios insurgentes. - Las costas de Portugal. - Convoy al Cantábrico. - La Ligera. - Viaje a Galicia. - Su

integración en la pequeña División de Laborde. - Dionisio Capaz: sus servicios en el Perú. Regreso a España. - Juicio sobre su conducta. - Quejas del Gobierno ruso por impago de la

deuda. - Convenio complementario del anterior. - ¿Se hizo efectivo el pago de las sumas adeudadas a Rusia? - Enfriamiento de las relaciones hispano-rusas.

Porlier y sus barcos nos esperan en la bahía gaditana. Finalmente se cumpli mentan las órdenes de Fernando VII; en un escrito del 12 de mayo, el capitán

general del Departamento, desde San Fernando, avisa: "... que en la mañana del día 11 se dieron a la vela el navio San Telmo y la fragata Prueba ... y aunque el

Alejandro I tubo que detenerse por una ocurrencia que le sobrevino al tiempo de verificarlo, que fue remediada al momento, pero su celoso comandante no pudo

salir como quiso, por lo mucho que arreció el viento, y lo verificó el día 12 ... dirigiéndose a reunirse con el resto de la División que se halla a la vista". Minuta sin firma. Hay dos notas en el margen izquierdo donde se lee: "S.M. quedó ente rado" y debajo: "Fecho en 18 de Mayo de 1819, según minuta ..." (166).

Esta expedición, depositaría de tantas esperanzas, conforme fue transcu rriendo el tiempo, se convirtió para casi todos sus integrantes en durísima prueba

y, para el resto en una tragedia cuyo desenlace fue la muerte. Únicamente la Prueba y la María-Ana (algunos historiadores la denominan Mariana) alcanza ron, tras soportar increíbles penalidades, sus puertos de destino en el Pacífico al

(166)

E. a Europa. Legajo 250.

127

cabo de cinco meses de navegación. La Prueba, teniendo como segundo coman

dante a D. Francisco de Hoyos, arribó al puerto de Guayaquil (Ecuador) cuando octubre tocaba a su fin, plagada de enfermos, entre ellos el mismo de Hoyos. La María-Ana fondeó en El Callao (Perú) el 9 de octubre. Siguiendo los partes que

su comandante remitió al Virrey, conocemos las últimas noticias del San Telmo: "al separarse ambas embarcaciones observamos que el San Telmo tenía averías en el timón, en el tajamar y en la verga mayor; averías, que al parecer de su capitán podían remediarse a pesar de los temporales tan duros como los que ha bían encontrado" (167). Durante meses y aún años, sus compañeros se aferraron al cada vez más frágil hilo de la esperanza. Antonio Vacara, comandante del apostadero de El Callao, remite al Excmo. ... de Marina, este oficio de fecha 13 de mayo de 1820: "En cuanto al navio San Telmo que ya anteriormente, por la fragata mercante Mariana, que salió en convoy con la Prueba y entró en el Callao el 9 de octubre, tuvo noticias de que se habían separado de ella en 2 de septiembre, en cuya con serva venía, latitud 62° y 70° longitud, quedando con averías en el timón y verga mayor, sin haber podido remediar la primera y de más consideración por la dure za de los tiempos; que por esto cabe duda en que el navio pueda haber montado el cabo, y si lo hubiese conseguido es de recelar su arribada a los puertos de Chile o Valdivia a reparar" (168).

En otro escrito de la misma autoridad de 15 de julio, se dice: "Las noticias recibidas por la Mariana... me hicieron dudar desde luego que hubiese podido continuar en nabegacion a montar el cabo, siempre que una feliz combinación de

tiempos le hubiera conseguido, esperaba noticias suyas desde los puertos de Chiloé o Valdivia, donde regularmente arribaría a reponerse en lo posible para seguir al Callao; más la llegada del Paylebot de S.M., el Aránzazu, el día 25 de diciembre de regreso de su comisión a ambos puntos, desbanece aquella esperanza, pues, hasta el día 11 del mismo ni había llegado ni se tenían noticias suyas, así como las

que tenemos del Janeiro hasta el 11 de octubre tampoco hablan del navio; si bien pueden esperarse de que haiga llegado después, porque hasta la expresada sólo mediaron 39 días desde la separación de la Mariana, y según el estado del navio

y poca diligencia que podía hacer, no parece extraño que tardara más tiempo en la nabegacion a aquel punto" (169).

En el verano de 1821, el Rey ordena: "que S.M. no conviene en que aora se den de baja en la Armada el navio San Telmo y sus individuos. - Palacio, 29 de agosto de 1821" (170).

128

(167)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 84.

(168)

E. a Europa. Legajo 66.

(169)

Ibidem.

(170)

Ibidem.

Pero finalmente cuando el año agoniza también perece la esperanza: "En

consideración al mucho tiempo que ha transcurrido desde la salida del San Teímo del puerto de Cádiz en 13 de mayo de 1819 para el mar Pacífico, y a las pocas esperanzas que se tiene de que se haya salvado este buque, cuyo paradero aún se ignora, he resuelto que, según V.E. propuso en oficio de 16 de agosto último, sean

dados de baja en la Armada el referido navio y sus individuos ... comunicólo a V.E. para su inteligencia ... - Palacio, 27 de diciembre de 1821.- Sr. Director General interino de la Armada" (171).

En el proceloso mar que baña el cabo de Hornos concluyen, al unísono, las vidas de otros dos marinos ejemplares: el brigadier Rosendo Porlier y el capitán de navio Joaquín de Toledo.

Para dar por terminadas las vicisitudes de esta acariciada pero fallida expe

dición, resta por citar al Alejandro I. Como queda dicho empleó una jornada más que los buques restantes en abandonar Cádiz, a causa de una avería. Cual no sería la sorpresa de los gaditanos, cuando pasados tres meses de la partida, empezó a recortarse en el horizonte su silueta. La perplejidad hubo de

apoderarse de las autoridades dando paso a la más viva inquietud: ¿qué hacía allí el navio aparentemente en excelente estado? La respuesta no tardó en llegar: a poco de abandonar el puerto " sucedió un tropel de averías en masteleros, crucetas

y rifaduras de las velas, pues se rindió el mastelero del velacho ... sin que hubiese viento galeno (172) ni de marque lo justificara" (173).

A pesar del contratiempo decidió Porlier continuar el viaje observando:

"las dificultades del navio para obedecer las señales de la capitana y lo tardío de sus movimientos; pero, considerando que todo ello bien pudiera ser resul tado de la poca instrucción de la bisoña marinería ... se limitó a excitar el reconocido celo de su pundonoroso comandante (Antonio de Tiscar) aún a

riesgo de producir su descontento (174). De esta forma transcurrieron varias jornadas, "hallándose la división unos minutos al Sur del Equinoccial en bue nas circunstancias de mar y con viento que no pasaba de galeno, se rindió con estrépito el nuevo mastelero del velacho, produciéndose una seria avería que obligó a Porlier a tomar la sopesada decisión de ordenar que el barco regresa-

(171)

Ibidem.

(172)

Dícese del viento o brisa que sopla suave y apaciblemente.

(173)

Saralegüi: Opus cit. P. 84.

(174)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 86.

129

ra a su base, para no exponerlo a desconocidos y más importantes riesgos" (175). Normalmente la versión del retorno se atribuía a graves vías de agua, pero D. Manuel de Saralegui, reproduciendo partes de los Ingenieros navales,

demostró el error de tales afirmaciones. Conozcamos uno: "El comandante de este Cuerpo D. Diego de la Parra, con fecha 3 de septiembre de 1819, expone textualmente: ... y en contestación diré a V.E [Hidalgo de Cisneros] con la lisura que me caracteriza, que el navio Alejandro I arribó a la bahía de Cádiz estanco y con las averías que se detallan ... ". Asimismo acompaña una Ins

trucción sobre lo sucedido en la obligada arribada: "Si durante el viaje de regreso hizo un día este navio doce pulgadas de agua, fue a causa de la falta

de estopas que se observó en las obras muertas de la proa, debajo del bauprés y que luego de un día de calma se pusieron nuevas y calafatearon, no ha vuel

to el buque a hacer más agua que media y, algún día, una pulgada, que es probable y casi seguro, efecto de los baldeos del buque y los derrames de la pipería en que está el agua para la tripulación ..." (176).

Con posterioridad, tras haber sido recorrido y habilitado de nuevo, fue agre

gado a la escuadra del jefe de este grado Don Francisco Mourelle, que debía escoltar la expedición a Ultramar; operación abortada por el cambio político de 1 de enero de 1820, y una de cuyas inmediatas consecuencias fue la disolución de esta escuadra.

Doce y cinco meses, respectivamente, fueron quedando atrás a partir de la

llegada de las primeras y últimas naves de la escuadra de Alejandro I. De Madrid sale para Cádiz un escrito solicitando, con fecha 9 de marzo de 1819: "... estado circunstanciado de los navios ... existentes en todos los puertos ... y: — Qué composturas necesitan. — En cuánto tiempo podrán hacerse. — Y cuánto costará cada una".

En la respuesta que aquí se transcribe, se mencionan únicamente los barcos

procedentes de Rusia, omitiendo el elevado número restante. En cuanto a la in

formación solicitada en el punto segundo, se dio la callada por respuesta. Supon go que para no asustar al ministro. Aunque también me parece lógico que el

130

(175)

Ibidem.

(176)

Saralegui: Opus cit., p. 87.

firmante de las relaciones -dado el estado de los astilleros y su extremada penu

ria- fuese incapaz, ni de forma aproximada, de aventurar una fecha.

"Relación de buques ... que necesitan carenar, con expresión del importe a que ascenderá su composición, según las propuestas de cada uno (177). Porte

Departamento

Nombre de los barcos

Reales de vellón

en que se halla NAVÍOS 70

Cartagena

Fernando Vil (Neptuno)

No tiene presupuesto

74

Cádiz

Velasco {Tres Obispos)

Por sólo el ramo de ingenieros: 127.462

Fragatas 40

Cádiz

Astrolabio

Sin incluir el ramo de Subinspección: 110.135

Relación de los buques de la Real Armada con relación de sus portes; los que se hallan armados, desarmados y los que necesitan carena: Departamento

Porte

Nombre

Situación

Ubicación

Navíos Cádiz

74

Alejandro I (Dresden)

Armado

El Ferrol

74

España (Nord-Adler)

Armado

Cádiz

74

Fernando Séptimo (Neptun)

Armado

Cádiz

74

Numancia (Lubek)

Armado

Cádiz

74

Velasco (Tri Sviatitelia)

Armado

Mar Pacífico —

Mediterráneo —



Fragatas Cádiz

40

Astrolabio

Carena

Cádiz

40

Ligera (Légkii)*-

Armada

Cádiz

44

Mercurio (Merkurii)

Armada

Cádiz

36

Pronta (Provornií) -«.

Armada

Costa Cantábrica —

Cruzando el cabo S. Vicente

Cádiz

(177)

36

Viva (Pospeschnií) -

Armada

En el Pacífico

A. G. de M. Arsenales. Legajo 3.873.

131

Se puede comprobar que han dado de baja en las listas de la Armada, a la Reina María Isabel, apresada en Talcahuano, como vimos, en octubre del año anterior por los marinos chilenos.

Un error es ubicar al España y al Fernando Vil en El Ferrol y Cádiz, respec

tivamente. De esta equivocación se hablará en un capítulo posterior.

Atrás quedó el 12 de octubre, fecha de arribada de las tres fragatas rusas

cedidas, esta vez sí, graciosamente por Alejandro I. Pero ¿qué actividades desa rrollan? ¿Por qué mares navegan? La respuesta no produce más que perplejidad: permanecen amarradas a los muelles sin utilidad alguno. El viejo sueño de Fer nando VII se va desvaneciendo.

Es verdad que su estado a la llegada a España -por mucho que Hidalgo de Cisneros escribiese "las considero en estado de utilidad para emplearlas.... en los destinos que el Rey nuestro señor tuviese a bien"- no debía ser envidiable, cuan do en el Diario Mercantil de Cádiz del 11 de diciembre del 1818, se inserta un "Aviso" dando a conocer que, tras una Junta General [de la Cámara de Comer cio], esta Corporación local se declara dispuesta a aportar "los seis mil reales de vellón que el mismo comercio ha ofrecido para la indicada habilitación [de las fragatas de guerra Diana y Ligera] con los que se contaba para dar en convoy de ida y vuelta a la América septentrional".

Tres meses se fueron desde que la Viva alcanzó las aguas españolas, y allí continúa, amarrada a un par de norais, inactiva, esperando las voces de mando para desplegar las velas y lanzarse a la mar, objetivo que constituye su verdadera razón de ser.

El 21 de enero, el Consulado inserta en el Diario Marítimo de la Vigía un

Aviso al comercio: "en este mes dará convoy para La Coruña la fragata Viva y a su regreso traerá el de la costa de Cantabria que se reúna en aquel puerto". La misma publicación, el 5 de febrero advierte: "La fragata Viva recogerá de Bilbao, Santander, La Coruña y Vigo todos los buques del comercio que quieran venir en conserva para este punto".

Vencidas tres jornadas, nueva nota: "Ha salido la Viva escoltando los bu ques siguientes... [en total ocho]". Su regreso se efectuará el 22 de mayo, convoyando 23 naves.

En junio sale para cruzar, al mando de su comandante Antonio del Campo;

el regreso no se dilata: el día 1 de julio arría las velas en la "tacita de plata". De inmediato queda anclada en la bahía en espera de entrar en los astilleros; necesita reparaciones, cuya fecha inicial se desconoce, pero que no admiten dila132

ciones, tanto más cuanto que en la Corte proyectan -para paliar la difícil situa ción del ejército y la marina- hacerla llegar hasta las costas hispano-americanas, día a día más distantes y esquivas. Pero el Deseado alienta la esperanza de reco brar parte de aquellos territorios y para esta difícil tarea cuenta con la colabora ción de la Viva.

En marzo S.M. dispone: "pase a las órdenes del comandante del apostadero de Cartagena de Indias para perseguir y apresar o destruir a los buques piratas y corsarios enemigos que abundan en aquellos mares y en los de las Antillas, y para

auxiliar la operación militar del ejército de Costa Firme ... queriendo que dicha fragata abandone el puerto cuando lo verifique la división de cuatro buques de guerra destinados a Puerto Cabello ..." (178).

Transcurrido un mes un preocupado Fernando VII, insiste: "Siendo de la mayor importancia que salga con toda brevedad posible ... la división de quatro

buques compuesta de ... como también la nombrada Viva ... quiere S.M. se dis ponga cuanto sea necesario para la más activa y completa habilitación de estos buques ..."(179).

El 1 de enero se había producido un acontecimiento histórico trascendental para la nación: la situación política da un viraje de 180°, tras el pronunciamiento del comandante Rafael del Riego. Ante la presión popular, el Rey, por decreto de

7 de marzo: "... siendo la voluntad general del pueblo, me he decidido a jurar la Constitución promulgada por las Cortes Generales y extraordinarias en el año mil ochocientos y doce ...". El 19 se da a conocer el "Manifiesto a la nación española", una de cuyas frases ha pasado a la historia: "Marchemos francamente y yo el primero, por la senda constitucional ...". ¡Vivir para ver! Como consecuencia de este cambio se le asigna a la Viva otra misión: "...

recorrer todos los puertos de Costa Firme en que pueda fondear con seguridad, desde la parte noroeste de ella hasta el de su destino en Cartagena de Indias para

los fines... conduciendo los duplicados del Real decreto de convocatoria de Cor tes [prevista para el 6 de julio] y demás concernientes al nuevo régimen constitu cional de la monarquía ... quedando completamente habilitada-junto a la Consti tución- para hacerse a la vela ... el día 8 de mayo ..." (180).

Una cosa son los buenos deseos del Rey y otra -distante y distinta- la realidad. El capitán general del Departamento manifiesta: "... la fragata Viva no está en el caso de darse a la vela para su comisión con la premura que S.M. desea ...", añadiendo días después: "... debe manifestar a VE. que la Viva

(178)

E. a Indias. Legajo 66.

(179)

Ibidem.

(180)

Ibidem.

133

sigue su apresto con una constante actividad... en cuanto permite la absoluta falta de medios ..." (181).

Imposible resultó cumplimentar los deseos reales; la fragata se incorporó a mediados del otoño a la pequeña división que bajo el mando del capitán de fraga ta Ángel Laborde, salió para las Antillas el 11 de noviembre, fecha en la que volveremos a ocuparnos de ella.

Teniendo en cuenta que para la fantasía y la imaginación no existen ni fron teras ni obstáculos, subamos al puente de mando de la Pronta y acompañémosla durante su breve vida al servicio de Fernando VII.

Su primera salida la hizo el 24 de mayo de 1819, viéndose envuelta en un suceso -afortunadamente sin consecuencias para su comandante Nicolás de Meñaca- de alcance internacional. Navegando por aguas del cabo San Vicente, lugar infestado de corsarios insurgentes, en la noche del primero de julio, desde la fragata avistaron un barco que les seguía a popa, levantando fundadas sospe chas y obligando al comandante a ordenar el toque de generala. La otra nave se aproximaba cada vez más sin cambiar de rumbo; en tal situa ción ordenó Meñaca disparar un proyectil de fogueo, sin que aquélla diese mues tras de haber comprendido la advertencia. Media hora después marchaban ambos buques cada vez más próximos, comprobándose que se trataba de una goleta con batería corrida, tomándola por corsaria insurgente. Hallándose muy próximos pudieron entenderse a viva voz, en lengua inglesa desde la goleta. Desde la Pron ta se lanzó al agua un bote con un alférez y un marinero que conocía el inglés. Aquél intimó al capitán de la goleta a alejarse cambiando de rumbo. Vuelto el alférez a la fragata, no tardó su comandante en darse cuenta que el capitán de la goleta -por cierto inglesa y llamada Brunswick- hacía caso omiso a sus recomen daciones, por lo que de nuevo ordenó hacer fuego, esta vez con bala. En el acto se oyeron gritos en la goleta, que se puso en facha (disminuyó mucho la velocidad)

maniobrando para alejarse del navio español; de él partió otra vez la barca con un teniente de Marina y el marinero que servía de intérprete, interesándose por si había algún herido o averías de importancia, ofreciendo medicamentos, calafates o carpinteros. El capitán de la Brunswick manifestó no necesitar ayuda alguna, confesando su culpabilidad y pidiendo excusas.

La Pronta entró en el puerto gaditano el 26 de junio, y su comandante remi-

(181)

134

Ibidem..

tió a sus superiores el correspondiente parte, dando cuenta detallada de todo lo ocurrido.

Posteriormente, por vía diplomática, llegó una queja al Gobierno español, alegando que la bala de cañón había destrozado la cadera de un viajero inglés y chamuscado a dos marineros. Meñaca se vio obligado a entregar el mando de la fragata, desembarcar y ser sometido a un Consejo de Guerra de Generales, cele

brado en el Departamento de Cádiz en julio de 1821, "quedando libre de todo cargo y responsabilidad y que no le sirva de nota para obtener ascensos que

por escala le correspondan, ni menos para mandos de buques y demás que se expresa ..." (182).

Concluido el viaje: "se nombra su capitán al de navio don Joaquín Goñy. Debe salir escoltando buques del comercio para Veracruz.- Cádiz, 4 de agosto de 1820" (183).

En el Diario Marítimo de la Vigía, correspondiente al 30 de julio, aparece este Aviso: "del 15 al 20 del próximo mes de agosto, deberá dar a la vela la

fragata de la Armada Nacional nombrada la Pronta y goleta Galga, escoltando los barcos particulares que se presenten con destino a puerto Rico, La Havana y

Veracruz; lo que se notifica al Comercio. Cádiz, 29 de julio". En el mismo legajo, el escrito n.° 551 dice: "en la mañana de antes de ayer dieron la vela de esta bahía para su destino, la fragata Pronta y goleta Galga, escoltando los buques mercantes que expresa la adjunta relación... Cádiz, 1 de

septiembre de 1820". Los buques convoyados alcanzan la cifra de dieciséis. La misma publicación del 30 de agosto informa a los lectores: "Han salido los buques que siguen: — Fragata de guerra Pronta, su comandante el capitán de navio don J. Goñy, para La Havana y Veracruz.

— Goleta de guerra, la Galga, para idem.

— Estos dos buques van escoltando a los mercantes siguientes:...". En total dieciséis embarcaciones. Veracruz: primera escalada prevista; la siguiente es La Habana. Desde ésta

el comandante jefe del apostadero envía a Madrid este escrito: "La fragata de guerra Pronta, a su entrada en este puerto, procedente de Veracruz, el 17 del mes

de la fecha, tocó en uno de los bajos de ... perdiendo su timón y resultándole agua de alguna consideración, sin embargo del poco tiempo que permaneció sobre el bajo antes de caer a la canal. El mérito del sumario mandado instruir con arreglo

(182)

A. G. de M. Cuerpo General. Legajo 620/743.

(183)

E. a Indias. Legajo 66.

135

a Ordenanza... producirá las verdaderas causas de su origen. El adjunto expe diente, que en copia acompaño, instruirá a V.E. de los pasos... que emprendí bus cando arbitrar de lo que carezco para ocurrir a los indispensables costos que

necesariamente ha de erogar la habilitación y quilla indispensable que ha de su frir ... preparándose para ella con la mayor posible actividad que permitan las circunstancias de este apostadero ... no pudiendo hacerse otra manifestación del daño ... por no haber descubierto ni poder berificarse su exacto reconocimiento

hasta la oportunidad de descubrir la obra ... limitándome a dar ... la noticia de esta desgraciada ocurrencia ...- Habana, 22 de febrero de 1821 ... - ... Despacho de Marina" (184).

No debió revestir gran importancia la avería cuando pudo regresar a la Pe

nínsula. En caso contrario poco hubieran podido hacer en el apostadero de La Habana, una verdadera ruina; así se comprende que, meses más tarde, siendo su

jefe el capitán de navio Laborde, elaborara un informe al hacerse cargo, lleno de desolación: "... se necesita tener algún repuesto, por corto que sea, de betunes, sebos ... algún fondo para acopio de víveres y pago de Maestranza para recorrer y

aún carenar. En vez de eso sólo he encontrado el todo en un absoluto estado de nulidad y miseria ... Las tripulaciones las hallé reducidas a menos de su mitad; nunca han sido socorridas con su sueldo. Se encuentran en la mayor desnudez y sin más medios de subsistencia que emplearse, congregados, en la pesca, con la que abastecen al pueblo y prolongan su apurada existencia... La penuria de me dios no sólo ha ocasionado el que por atender a la parte material y actiba del serbicio se haya desatendido la personal, sin que lo mismo y con corta diferencia

ha sucedido en puerto Cabello, adonde a la marinería y tropa, en cuatro años, únicamente se le ha dado media paga" (185).

El 28 de abril abandona La Habana, poniendo proa a Cádiz. Desde San Fer nando el capitán general del Departamento remite al ministro copia de un escrito

que le envía el capitán de la fragata Galga: "... el 28 de mayo [evidentemente un error, fue de abril] salió de La Havana la fragata Galga con la Pronta, bergantín Jacinto y corveta Ceres y cincuenta y uno mercantes. La Galga tuvo que ponerse a la capa... Por un fuerte viento del sur con mar gruesa y cerrada de agua, la Pronta y el bergantín Jacinto siguieron su derrota con veintiséis embarcaciones

del convoy; desde mi separación no ha ocurrido nada de particular ..." (186). Naturalmente un convoy de cincuenta y una embarcaciones en conserva, protegidas por tres barcos de guerra en un viaje de casi 40 días, tenía forzosamen

te que perder su cohesión y disgregarse. Varias naves, empujadas por mareas y

136

(184)

E. a Indias. Legajo 68/49.

(185)

E. a Indias. Legajo 69-28.

(186)

lbidem.

vientos, arribaron felizmente a las no buscadas costas de Cantabria; sin duda el viaje careció de buena planificación. Goñy recibió una reprensión que, por cohe rencia, salpicó al comandante del apostadero de La Habana: "Por lo que V.E. se

sirve decirme ... quedo enterado que S.M. se ha servido declarar que hubo falta de previsión en el comandante de la fragata Pronta, capitán de navio don Joaquín

Goñi, porque debió haber hecho presente al comandante general de La Havana, la imposibilidad de escoltar con una sola fragata y la goleta Galga, un convoy de 53 velas... cuya falta es extensiva al referido general del apostadero, a quien no po día ocultársele semejante imposible ... - Madrid. 14 de agosto de 1821" (187). Goñy arriba a Cádiz el 7 de junio de 1821 con la Pronta, descargando: "... 2.805.504 pesos mejicanos, 6.000 en monedas provinciales, 77.632 onzas de oro, 22 barras de plata, 802 marcos de plata labrada ... para S.M.". {Diario Marítimo de la Vigía de la misma fecha).

La varada sufrida en el puerto de La Habana le va a acarrear contrariedades, bien que todo concluirá felizmente para su profesionalidad y su carrera. Conozca

mos los hechos: "En devido cumplimiento de lo que mandó S.M. en Real orden de 26 de junio anterior, que V. E: se sirvió comunicarme en carta de fecha 29 del próximo pasado, ha sido desembarcado el capitán de navio don Joaquín Goñi. entregando el mando que obtenía de la fragata Pronta al oficial más antiguo, que

es teniente de navio ... ínterin que se verifique el juicio en que ha de examinarse la conducta de Goñi con motivo de la varada ... en La Havana, para lo cual se proce

de a la formación de un proceso ... San Fernando, 17 de agosto de 1821" (188). El Consejo de Guerra se celebra en el verano de 1822. Tras conocerse el veredicto, Goñy dirige al monarca este escrito: "... capitán de navio de la Armada

Nacional... a V.M. hace presente que mandando la fragata Pronta... varó en la boca del segundo [La Habana] al tomarlo [el puerto]; ese acontecimiento se sir vió V.M. mandar examinarlo en el Consejo de Guerra de Generales ... El Tribunal especial de Guerra, ha tenido a bien declarar: no resulta cargo al que espone y que nada debe perjudicarle para sus ascensos, mandos y condecoraciones milita res... que al exponente se le confiera el mando de un buque proporcionado a su

clase, pues la fragata que montaba se encuentra desarmada ... Cádiz, 9 de agosto de 1822" (189).

La primera salida al mar de la fragata -recuérdese- concluyó en un inciden te protagonizado por un barco inglés tenido por corsario insurgente. No debe considerarse este lance como único o aislado; al contrario, la osadía de esta espe

cie de filibusteros -buen número de tripulaciones se componía de mercenarios o

(187)

E. a Indias. Legajo 69.

(188)

E. a indias. Legajo 650/518.

(189)

Ibidem.

137

aventureros, disfrazados, en gran parte, de patriotas- crecía incesantemente al no

hallar respuesta adecuada a sus asaltos, saqueos, crímenes y apresamientos. Las hojas del Lloyd de la época nos traen con frecuencia noticias de estas caracterís ticas.

La Marina, falta de medios, contemplaba impotente la posibilidad de ofre cer a los hombres del mar, de forma ininterrumpida, a lo largo de las costas que se extienden desde el golfo de Cádiz al de Vizcaya -ruta a lo largo de la cual florecía un tradicional comercio- la protección que demandaban. Compañías navieras,

capitanes de barco, hombres de negocios y armadores, gentes afectadas por difi cultades en el desarrollo de este comercio, recurrían a las autoridades solicitando garantías y escolta a fin de salvaguardar sus intereses. En 1821 se recrudecieron los actos de pillaje, acentuándose en el cabo de San Vicente y a lo largo de la costa portuguesa, donde nuestros vecinos se mostraban asimismo incapaces de atacar el mal de raíz.

En 7 de junio, el cónsul español en Faro, dirige un oficio al comandante del apostadero de Cádiz -publicado en el Diario Marítimo de la Vigía, del 18 del

mismo- transcribiendo un artículo de un periódico lisboeta: "... anteayer una cor beta y una goleta insurgentes atacaron ... frente a Cascaes a una fragata y un bergantín de guerra portugueses ... corren voces que el bergantín se ha ido a pique y la fragata de guerra se hallaba en mal estado. Me apresuro a comunicarlo a VE.

a fin de que le sirva de aviso para las fuerzas navales que deben venir a cruzar, a fin que tome las medidas necesarias a fin de que éstas, por inferiores, no sean espuestas a tales circunstancias y al mismo tiempo para que VE. tenga a bien comunicarlo al comercio para precaucionarse ...".

Pasados dos días los capitanes de los buques surtos en Cádiz, destinados a

los puertos de Galicia, solicitan a su Consulado del Mar: "... partir en conserva de algún buque de guerra para emprehender su viage con seguridades de los intere ses puestos a su cuidado ..." (190).

Vencidas cuatro jornadas, el Consulado se dirige al comandante general del

Departamento con idéntica solicitud. Ésta es la respuesta: "... he oficiado lo con veniente al comandante de la fragata Pronta, para que se apreste... para lo qual no

hay otro buque disponible por ahora; sin embargo, la falta de gente del mar... podrá retardar su salida, por la escasez absoluta que hay de reemplazarle, así como la dificultad que ofrecen las provincias que debían haber remitido el con tingente de las que le está designada ...".

El 9 de julio, el Consulado hace saber a los capitanes de las embarcaciones que deseen ser convoyadas, la disposición de la primera autoridad naval: "Con

(190)

138

Diario Marítimo de la Vigía, del 23/06/21.

esta fecha prevengo al comandante de la Pronta, que se apreste a escoltar ... convoyándolas hasta el cabo de la Roca y que después cubra el cruzero en las aguas de San Vicente ...". El 16, ésta saldrá de Cádiz para realizar el que se convertirá en su última

viaje, convoyando 20 barcos para Galicia, Asturias y Cantabria. El regreso a la bahía gaditana tendrá lugar el 8 de agosto, fecha de conclusión de sus servicios a la Armada española. En estas aguas, en compañía de otros ex rusos, esperará su triste final del cuál el lector recibirá cuenta puntual.

Nos corresponde ahora conocer en qué se ocupa la Ligera: Sus servicios a la Marina española -antes de partir para América- pueden contarse con los dedos de una mano -y sobran cuatro- ... En el Diario Marítimo de la Vigía de 25 de

junio de 1819, se inserta esta noticia: "Han salido los buques que siguen: fragata de guerra española la Ligera, su comandante el teniente de navio don Juan Espi no, para la costa de Galicia". En el correspondiente al 14 de agosto, en las entradas al puerto figura: "fra gata de guerra española Ligera, el teniente de navio .... de La Coruña y Vigo, en

5 días. Viene acompañando al: bergantín sueco Flora, del Ferrol, con marinería de transporte y la fragata mercante española Gertrudis, de La Coruña".

Y aquí se dan por finalizados sus servicios en la península, hasta que, por

orden de S.M., se incorpore a la pequeña División puesta al mando de Ángel Laborde, donde volveremos a encontrarnos con ella.

En poder de los enemigos la fragata Reina María Isabel, su comandante, Dionisio Capaz, quedó aislado al frente de un puñado de hombres viviendo mo mentos dramáticos en la bahía de Concepción, al no recibir ayuda del coronel

Sánchez; en verdad, este pundonoroso jefe contaba escasamente con 2.000 com batientes para defender el término de la provincia del mismo nombre, quedando imposibilitado para acudir y concentrar sus reducidos efectivos en un punto de terminado con la prontitud y cantidad de tropas solicitadas para hacer desistir al enemigo de sus proyectos.

La única posibilidad de Capaz y sus hombres de no caer en poder del adver sario, se cifraba en una aventurada fuga a través de un territorio donde si no eran recibidos con manifiesta hostilidad, a lo más que podían aspirar era a la indife-

139

rencia y el desdén de unos habitantes, incluso beneficiarios o simpatizantes de la acción española en América, pero severamente advertidos por agitadores bajo amenazas de graves represalias.

Emprendida la marcha hacia un puerto chileno donde continuase ondeando

la enseña nacional, según nos cuenta la esposa de Capaz: "en esta peregrinación de 5 meses, experimentó todos los rigores de la intemperie, de la desnudez y de la hambre, transitando los montes Araucanos, de cuyos Yndios havitantes no reci bió socorro, oponiéndose con frecuencia al paso y fue necesario muchas veces abrirlo con la fuerza; sin embargo llegó al puerto de Baldivia, en donde al poco

tiempo se embarcó para la costa del Perú, llegando a Lima el 21 de julio del año pasado, después de haber sido perseguido en esta travesía por las fuerzas ynsurgentes" (191).

En la capital del virreinato permaneció separado de servicio hasta finales de septiembre; posesionado del mando de la fragata Resolución -solicitado volun tariamente- contribuyó a la defensa de El Callao: "en la noche del 2 de octu bre, el almirante lord Cochrane (192), repitió con toda la escuadra [entre ella la Reina María Isabel, ahora O'Higgins] el ataque a El Callao que había in tentado ya anteriormente, haciendo un fuego nutridísimo con balas, bombas y cohetes. Los castillos y buques españoles contestaron enseguida con gran ener gía... Cochrane tuvo que desistir de la empresa, haciéndose a la vela con su escua dra el día 8" (193).

Agosto de 1820: finalizada la causa abierta para el apresamiento de la que

fue fragata de su mando, entregó la Resolución. Semanas más tarde, el virrey lo comisiona -en su calidad de Diputado Provincial por Cádiz- para formar parte de

la delegación española encargada de entrevistarse con la del general San Martín,

(191)

E. a Indias. Legajo 69.

(192)

Cochrane, Tomás: Décimo conde de Dundonald, 1775 - 1860. Entró en la Armada en

1793 y en 1800 obtuvo el mando de la corbeta Speedy con la cuál -en 15 meses-hizo más de 50 presas con 122 cañones. Apresado por los franceses fue canjeado y ascendido a alférez de fragata. Emprendió una enérgica campaña contra la corrupción de la Armada, lo que le valió la enemistad del ministro de Marina, siendo, en 1814, arrestado bajo la gratuita acusación de fraude y de divulgar noticias políticas con fines bursátiles. A pesar de su inocencia fue condenado a pagar 1.000 libras, dos años de prisión y una hora de exposición en la picota, si bien se le hizo gracia de esta última vergüenza. Se le dio de baja de la Armada, fue arrojado del parlamento y degradado de su título de caballero de la orden del Baño. Indignada la opinión pública, se puso contra el gobierno y sus selectores lo llevaron de nuevo al parlamento. En 1818 tomó parte en la Guerra de la Independencia sostenida por Chile y Perú contra

España, arrasando el fuerte de Valdivia, y enarbolando su insignia de vicealmirante acometió otras empresas notables dejando a Chile dueña de los mares. El rey Guillermo le concedió el grado de

contralmirante y lo admitió de nuevo en la orden del Baño. Ideó un sistema para destruir a escuadras más potentes y más fuertes, pero sometido al examen de una comisión militar fue rechazado por inhumano. En 1851 era almirante y tres años más tarde de toda la escuadra inglesa. (193)

140

Guiu Y Martí. El año militar español, p. 135.

Retrato del teniente general D. Dionisio Capaz y Rendón (1780-1855) que se conserva

en el Museo Naval de la Armada, en Madrid (óleo s/tela de autor anónimo, de 99 x 80,5 cm, n.° inv." 4.210).

141

en búsqueda de una solución pacífica para el virreinato. Concluidas, sin éxito, las conversaciones, recibió orden de abandonar el Perú; pero, viéndose de nuevo amenazado El Callao, solicitó y obtuvo una vez más el mando de la Resolución,

resignándolo con carácter definitivo, en noviembre e iniciando de inmediato su viaje a la Península.

El 16 de abril de 1821, el director general de Marina envía al ministro este despacho: "El comandante del Apartadero de Lima con fecha 14 de noviembre

del último me dice: - Excmo. Sr. = El teniente de navio don Dionisio Capaz sale de este puerto con la fragata americana Pantera, después de haberse acabado la

causa formada sobre el apresamiento de la fragata que era de su mando Reyna María Ysabel, en el puerto de Talcahuano, la cuál remito a V.E. formada para su resguardo. No ha podido hir antes por haber sido encargado por el señor virrey de las negociaciones con... que acababa de desembarcar en Pisco con un ejército de 4.500 hombres.

Le manifiesta V.E., con inclusión de la referida causa, la cual parece no se

ha examinado en Consejo de Guerra, sin que por el comandante del apostadero del Callao, se manifieste, como V.E. advertirá, los motivos que haya habido para que no se verificase. - Madrid, 16 de abril de 1821" (194).

Sin duda Capaz era un hombre envidiablemente arropado por sus amigos;

de acuerdo con las Ordenanzas de la Marina, su causa debía verse y juzgarse ante un Tribunal de Guerra de oficiales generales, formado en la jurisdicción militar del lugar donde sucedieron los hechos. Sin embargo: "Las Cortes, en considera ción a lo que de orden de S.M. nos manifestó V.E., con fecha del 20 último, han

tenido a bien dispensar la Ley, para que pueda celebrarse en esta Corte, sin em bargo de lo establecido en las Ordenanzas de la Armada, el Consejo de guerra

que debe juzgar sobre la pérdida de la fragata María Isabel a su comandante, el capitán de esta clase don Dionisio Capaz, mediante que habiendo venido con

pliegos para el Gobierno se halla aquí en la actualidad. Y lo decimos a V.E. en respuesta para los fines consiguientes ... Madrid, 26 de abril de 1821. - Sr. Secre tario ... del Despacho de Marina" (195).

El comportamiento de Capaz en Talcahuano ha sido juzgado-globalmentecomo correcto y digno. Mas no todos los historiadores coinciden plenamente en esta apreciación, no faltando aquéllos que no ahorraron críticas a su conducta. Dando por sentado que al fallo de un proceso, es el veredicto -con indepen

dencia de su aceptación o rechazo por una o ambas partes- quien tiene la última palabra y el que cuenta de verdad, la objetividad impone dar cabida a diferentes pareceres. Leamos algunos de ellos.

142

(194)

E. a Indias. Legajo 69 (4269-1).

(195)

Ibidem.

En un documento de la Dirección General de la Marina se escribe: "... pape

les que prueban sus [de Capaz] esfuerzos por libertar el buque del apresamiento, casi inevitable mientras se mantuviese dentro del citado puerto, al cual había llegado por sus instrucciones tres días antes de que lo atacasen los enemigos. Este

tiempo, aunque corto, podría sin embargo haber sido útil a la salvación del buque, saliendo a la mar, si después de tan dilatada navegación [172 días], en laque se le

aminoró notablemente la gente y los víveres, hubiera podido estar por sí mismo en actitud de tomar un partido o se le hubieran dado estos auxilios por el General del Ejército o el intendente de la provincia de Concepción, con las noticias de la totalidad de las fuerzas enemigas que navegaban por aquella costa y sus provables y posibles intentos; pero nada de esto sucedió, y la primera noticia que de ello llegó al Comandante Capaz, fue aparecerse la fragata y el navio apresadores en la

boca de la bahía con viento al Norte, tan favorable a sus intentos como contrario a la salvación de la fragata Isabel..." (196). Con la finalidad de clarificar la alusión al general del Ejército o el intenden te de la provincia de Concepción, sobre quienes más o menos veladamente apun

ta el autor del anterior párrafo, añadiré que el defensor de Capaz -capitán de navio Colmenares- acusó con duros y contrastados argumentos, en primer lugar,

al brigadier Osorio, jefe de las tropas, haciendo recaer el peso de las responsabi lidades en su suegro, el virrey D. Joaquín de la Pezuela. En un capítulo posterior se relatará el juicio y veredicto final; será llegado el momento de incluir las gra ves imputaciones que, lógicamente, debieron influir de forma decidida en el áni mo de los jueces el día de emitir sentencia. Conozcamos el relato del chileno Fuenzalida Bade: "El 25 de octubre llegó

a El Callao el transporte Especulación, con 200 hombres tan enfermos de escor buto que sólo 27 pudieron desembarcar por sí mismo, habiéndose arrojado al

agua 37 cadáveres. Posteriormente llegaron los otros tres transportes, pero sin tropa, pues la que traían, ascendiente a 500 hombres, fue desembarcada en Talcahuano, también enferma de escorbuto ..." (197). Lejos de adoptar una postura favorable u hostil a Capaz, ¿qué se podría lograr con tropas y marinería en un estado físico y anímico tan calamitoso y antagónico al de un combatiente? El virrey Pezuela escribió en un Memorial dirigido al Rey en 1825, solici tando desagravio: "... entre los cuales fue uno don Dionisio Capaz, a quien el exponente había mandado en Lima poner preso y la formación de una causa con arreglo a las Ordenanzas de Marina, por haber perdido vergonzosamente la fraga ta de guerra de V.M. María Isabel (198). (196)

Ibidem.

(197)

Fuenzalida: Opus cit., p. 199.

(198)

Fernández Duro, C. Opus cit., p. 207.

143

El tan citado en estas páginas brigadier de la Armada -en aquellos tiempos los grados del generalato eran en la Marina: brigadier, Jefe de escuadra y teniente general- Pavía y Pavía escribe: "... sea por falta de aviso de las autoridades de tierra, sea por poca vigilancia y orden en la fragata, fue atacada y apresada con una leve resistencia ...; ya, en la navegación desde Canarias a Lima, el comandan

te Capaz cometió faltas de suma gravedad, que no debieron quedar sin el corres pondiente correctivo ... La suerte de la expedición fue desastrosa; algunos trans portes arribaron a las costas del antiguo virreinato de Buenos Aires ya en poder

de los insurgentes [en verdad sólo uno, como hemos visto: la Santísima Trinidad] y fueron prisioneros" (199).

Se dice que el tiempo vuela. Cerca de dos años han transcurrido desde que se firmó el Convenio de compra de la escuadra y, por iniciativa del Colegio Esta tal de Asuntos Exteriores, canalizadas a través de Tatíschev, comienzan a llegar a Madrid las primeras muestras de desagrado del Gobierno zarista, trasmitiendo su malestar por el incumplimiento del Art.° 7.°, según el cual "que las indetermina

das sumas ... se hayan completado para 1.° de marzo de 1818". De los 13.600.000 rublos, que España debería haber satisfecho, tan sólo lo han sido 8.300.000, por lo que la deuda pendiente asciende a 5.300.000 rublos. Nuevas reuniones en Madrid entre el influyente y poderoso ministro de Ru

sia y, esta vez, por parte de nuestro Gobierno, Ugarte, reemplazando a el coletilla. Resultado de las conversaciones es el nuevo "Convenio complementario del an terior", fechado el 27 de septiembre y cuyo texto es el siguiente: Por las estipulaciones del acto de venta concluido el 11 de Agosto de 1817

entre los plenipotenciarios de S.M. el Emperador de todas las Rusias, etc., etc., y

de S.M.C. el Rey de España y de las Indias, se ha convenido que la Rusia cedería a la España cinco navios de línea de 74 cañones y tres fragatas de 40 cañones,

por la cantidad de 13.600.000 rublos en asignaciones del Banco de Rusia, paga deros en Londres en libras esterlinas, según la evaluación determinada por di cho acto de venta, y que esta suma sería totalmente pagada en 1." de Marzo de 1818.

Sin embargo, las circunstancias extraordinarias e inesperadas, habiendo

desviado los fondos de la Tesorería española hacia otros gastos que era indis-

(199)

144

Pavía y Pavía. Opus cit., p. 253.

pensable hacer; el plenipotenciario de S.M.I. no ha recibido más que una parte de la suma mencionada.

S.M.C. sensible a las atenciones con que su augusto amigo no ha dejado de mirar a las dificultades que han pesado hasta ahora sobre sus recursos pecunia rios, y deseando cumplir con las condiciones que ha contratado por el dicho acto de venta de 11 de Agosto de 1817, ha encargado a D. Antonio de Ligarte y Larrazabal, su Secretario íntimo, Caballero de la Orden de Santa Ana de segun

da clase con diamantes, Comendador de la Orden de Dannebrog, Caballero de la Estrella polar y [con] Decorado de la Flor de Lis de Francia y de la Cruz patriótica de Madrid, de liquidar las cuentas provinientes de la adquisición de la escuadra, y de convenir de modo y de tiempo para el reembolso total de las sumas que la Rusia alcanza aún de la España. Para cuyo efecto, el abajo firma do, enviado extraordinario y Ministro plenipotenciario de S.M.I., y el dicho Sr. D. Antonio de Ligarte, después de haber liquidado las sumas, según las cuentas que han arreglado en este día, han convenido los artículos siguientes:

Art. 1." Hasta la fecha de la presente convención, la España debe a la Rusia 5.300.000 rublos en asignaciones del Banco.

Art. 2." El papel moneda de Rusia, habiendo experimentado un alza no table, siendo probable una variación aún más considerable en el año próxi mo que viene, y su influencia sobre el giro del extranjero con San Petersburgo

siendo infalible, está convenido, para evitar los cálculos minuciosos, que la suma restante será reembolsada según está estipulado en los artículos si guientes:

Art. 3." La España entregará inmediatamente a la Rusia, sobre el dinero

que le toca aún [recibir] del Gobierno francés, y que hasta ahora está detenido por el dicho Gobierno, 2.605.000 francos.

Art. 4." En el curso del año 1820, empezando el día 2 de Enero, y después el 1.a de cada mes del dicho año, la España pagará a la Rusia, en letras sobre Londres, 14.166, 2/3 libras esterlinas, formando en total dichas doce cantidades 177.000 libras esterlinas divididas en doce pagos iguales, como arriba está di cho. Esta suma, siendo pagada antes del 30 de Diciembre del año 1820, sea cual fuere la variación del giro entre San Petersburgo y Londres, no se podrá exigir

de la España ninguna bonificación, ni excedente de la suma mencionada, y, por consiguiente, todas las cuentas sobre la cesión de la escuadra estarán conclui das y cerradas.

Art. 5." Si por cualquier motivo la entrega de los fondos que reclama la España del Gobierno francés no tuviese lugar o se retardase, está convenido que, dado el caso que los 2.600.000 francos estipulados por el art. 2.° no fuesen

entregados a la Rusia en el 1." de Enero de 1820, está suma sea convertida en libras esterlinas, según el cambio que existiese el 2 de Enero, de París sobre 145

Londres, dividida en doce pagos iguales, que serán efectuados en las épocas fijadas por el art. 4. °.

Art. 6° La ejecución de todas las estipulaciones contenidas en la presente convención, está confiada a los dos quefirman este acto. En fe de lo cual, hemos firmado la presente convención suplementaria, y hemos puesto en ella los sellos de nuestras armas.

Hecha en Madrid el 27 Septiembre de 1819.- Antonio de Ugarte Tatstschev.

La suma a la que se alude en el Artículo 3.°, procedía de los fondos que Francia se había comprometido a entregar a nuestro gobierno, como mezquina indemnización para atenuar los daños y perjuicios que durante la larga y agotadora Guerra de la Independencia hubiera sufrido la población española.

Hoy nos preguntamos: ¿se llevó a cabo lo acordado? Nada puede asegurar se, todo son conjeturas; pero los historiadores consideran que el cumplimiento de

lo estipulado en el Art.° 1° del Convenio de 1817, no se realizó. Cierto es que Rusia, a juzgar por los decepcionantes resultados que dieron los barcos, no era acreedora a otro comportamiento. No obstante, los tratados -sea cual sea el resul tado- deben firmarse con el íntimo y sincero propósito de ser ejecutados en todas sus partes.

A partir del año 1820, con el establecimiento del Trienio constitucional, las relaciones hispano-rusas se agriaron e incluso rompieron cuando los ejércitos de la Santa Alianza invadieron España. Posteriormente, en plena "Década omino sa", fallecido Alejandro I en 1825, el tema debió caer en el olvido. Presumiblemente, el Gobierno del nuevo Zar, Nicolás I, congeló la queja diplo

mática, dadas las casi nulas posibilidades de completar la suma acordada.

146

CAPITULO VIII

Estado de los barcos en 1820. - Preparación, en Cádiz, de la Gran Expedición para América. - La escuadra de Mourelle. - Levantamiento de Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan. - Disolución de la escuadra y de las unidades de la Gran Expedición. - Triste papel de varios barcos rusos. - Dionisio Capaz comparece ante el Tribunal Especial de Guerra y Marina. - Severas imputaciones contra el virrey de la Pezuela y el brigadier Osorio. - Senten cia del Tribunal. - Juicio contra Diego de León por los sucesos de Madrid en 1841. - Contro vertido voto de Capaz como Presidente del Consejo de Guerra. - Sentencia de muerte. - La

División naval de Costa-Firme. - El capitán de fragata Ángel Laborde. - Final de la Viva y de la Ligera en La Habana y Puerto Cabello.

Transcurrió más de un año desde que fue remitido a Madrid un parte cir cunstanciado acerca del estado de los buques objeto de estas líneas; ¿qué ha suce

dido en estos trece largos meses?, ¿qué novedades han surgido? Conozcamos el detallado informe que el capitán general del Departamento de Cádiz, con fecha 30 de abril de 1820, remite a su ministro: "En consecuencia de la resolución de S.M. que se sirvió V.E. prevenirme... para el destino de los navios de la escuadra que se hallen en menor disposición de navegar... debo exponer a V.E. que según

el estado en que considero a los navios Numancia, España y Femando 7o, no pueden emplearse para ninguna comisión sin que se reconozcan sus fondos en

dique, y se les haga los reparos conbenientes para su seguridad, tanto en los fon dos como de obras muertas y arboladuras, pues que según los daños que han ido descubriendo recíprocamente en el tiempo que están en nuestro poder y mala calidad de sus maderas, no se pueden emplear sin asegurarse de que se hallen capaces de desempeñar los destinos a que puedan comisionarse.

El nombrado Alejandro /"es de todos ellos el que aparece en mejor estado, pues aunque construido de pino, como todos ellos, a excepción del Femando,

que lo es de roble de inferior calidad, y todos se suponen construidos el año de 1813, menos el Numancia que lo fue el anterior, llevan ya siete años de servicio

siendo poco más lo que se puede contar con ellos sin hacer grandes dispendios en

147

repararlos, y sin que se consiga por esto la adquisición de unos navios buenos,

porque el Alejandro, que es el que más se ha probado en su desgraciada salida con la división destinada al Pacífico, acreditó ser de muy corto andar, y menos

aparente para ganar varlovento, por lo quál, el Telmo y Prueba, que lo acompañavan nabegaban constantemente con mucha menos vela que éste y se veían obligados

arribar sobre él continuamente, para que no se les separase. Éste es un defecto que debe consistir en la figura de sus fondos, de que hasta ahora no a podido

tenerse conocimiento por que no se han visto en dique. Por tanto, a ninguno de los expresados navios, lo considero aparente para el destino del mar Pacífico, porque aún suponiéndolos en el mejor estado, padecerían infinito con los mares del cabo de Hornos, y malograrían cualquiera empresa.

Por lo que respecta al destino de los cuatro navios Femando, Alejandro, Numancia y España a los Departamentos de Ferrol y Cartagena, no estará de más tener presente que lo muy lluvioso del Ferrol debe perjudicar considerablemente sobre la mala calidad de sus maderas, pues la menor omisión que se tenga en

cubrir sus costados y cubiertas con frecuentes recorridas y demás medios de evi tarlo, podrán quedar inutilizados en menos tiempo. En cambio de este mal que debe causarles el temperamento, hay la ventaja de buenos diques donde puedan repararse sus daños, siempre que no se trate de grandes carenas, porque más cuenta tendrá hacer un navio nuevo por buenos planos, que carenar uno malo de quien nunca se sacará buen partido.

Con los diques de Cartagena hay muy poco que contar por el mal estado en que se encuentran, el excesivo costo del achique, y dificultad de que se hagan las obras de la parte baja de los buques en seco. En tal concepto el navio más aparen

te para que desarme en aquel Departamento, será el Alejandro que es el que se considera con menor necesidad de obras por ahora... Si pareciese conbeniente mandar dos navios al Ferrol, podrán ser el Femando y España, quedándose aquí el Velasco, que se considera en muy mal estado, y el Numancia.

De las cinco fragatas que tenemos de esta especie, sólo se puede contar con tres que son la Ligera, la Pronta y la Viva para qualquiera comisión de Europa o

América septentrional. La Astrolavio necesita carena mayor, y por lo tanto se halla aquí desarmada, y la Mercurio, aunque en mejor estado y capaz de emplear se en comisiones de Europa haciéndole algunos reparos indispensables que nece

sita como levantarles el pabimento del pañol de pólvora, porque con el extraordi nario quebranto que ha adquirido, se le inutiliza constantemente todo lo que em barca, podrá servir algún tiempo si se necesita conservarla armada.

Para que estos buques puedan trasladarse a los puntos que se les destine y que los que queden armados se conserben en el estado militar y marinero que se

me encarga y conbiene para la mayor utilidad que deben prestar a la nación, es absolutamente indispensable que se proporcionen los medios competentes para

148

ello, porque de lo contrario la deserción de la marinería, que ya ha empezado a observarse desde que faltan los pagos, a pesar de las providencias eficaces que se han tomado para impedirla, llegará a fomentarse en término que será imposible mover un sólo buque del parage donde se halla fondeado. Todo lo que hago presente a VE. ...- Cádiz. 20 de abril de 1820" (200).

Exactamente dos meses después: "El Rey ordena que se desarmen en la Carraca los buques que según anterior orden debían verificarlo en Ferrol y

Cartagena supuesto el inconveniente que ofrece la falta de medios, a fin de dismi nuir los gastos ... A los capitanes generales de los Departamentos de Ferrol y Cartagena" (201).

Desde años atrás el Gobierno preparaba en Cádiz y su entorno, para 1819-

20, una Gran expedición- la última a Hispanoamérica había partido desde aquel puerto el 19/07/18 rumbo a La Habana, transportando 2.200 hombres de los bata

llones de los regimientos de Infantería "Voluntarios de Cataluña" y "Málaga" con idea de trasladar al virreinato del Río de la Plata, concretamente a Buenos

Aires, un significativo número de tropas -se barajan cifras entre 20.000 y 22.000 hombres- con un objetivo claramente definido: sofocar los continuos movimien tos de rebelión y reconquistar los territorios perdidos. Al frente de las tropas se encontraría el teniente general Enrique O'Donnell; el mando de la Escuadra en

cargada de dar escolta a los transportes se hizo recaer en otro excelente marino y prestigioso hidrógrafo: Don Francisco Mourelle (202). Este gallego, ascendido a

(200)

E. a Indias. Legajo 66.

(201)

Ibidem.

(202)

Francisco A. Mourelle de la Rúa nació en Corme (La Coruña), de familia noble pero corta

de fortuna. En 1776 era alférez de fragata y de navio en 1780. realizando varios viajes por América, Filipinas y China. Ascendido a teniente de fragata se integró en el Cuerpo General de la Armada. Acompañó a Alejandro Malaspina en su célebre expedición a bordo de las corbetas Descubierta y

Atrevida, que salió de Cádiz el 30 de julio de 1789. En el Diario general del viaje se le cita en varios

capítulos y siempre de forma muy elogiosa. Capitán de navio en 1806 tomó parte en la defensa de Cádiz contra la escuadra del almirante Rosilly. Brigadier en 1811. A partir de 1815 recibió en encargo de organizar, en las proximidades de Cádiz, una gran expedición de tropas, que debía pasar a sofocar la rebelión de las provincias del virreinato de La Plata. Para escoltarla se formó una escuadra de 5 navios, 9 fragatas y otras embarcaciones de pequeño porte, y el mando de ésta recayó en Maurelle que tanta fama de valiente y entendido había adquirido a lo largo de su honrosa carrera, siendo promovido al empleo de

jefe de escuadra en 1818. Vivió amargado sus últimos años a causa del pronunciamiento de Rafael del Riego, negándose a jurar la Constitución hasta tanto no lo hiciese el Rey. La disolución de la escuadra fue un duro golpe para él, quien herido y lastimado su carácter pundonoroso y honrado, que no es extraño

acabase los días de su existencia, falleció en Cádiz en mayo de 1820, dejando en la Armada "el justo y

149

Jefe de Escuadra desde el modesto empleo de pilotín del Cuerpo de la Armada, en noviembre de 1818, pasó a desempeñar su cometido, enarbolando su insignia, primero en la fragata Ligera y después en el Numancia, atracado -en espera de tiempos mejores que nunca conoció- en uno de los muelles de La Carraca. El proyecto original contemplaba la idea de formar una escuadra de 5 na

vios, 9 fragatas y otras embarcaciones de menor porte, pero paralelamente a las noticias que llegaban de América, fue ganando terreno y se impuso la de transfor marla en otra de considerable envergadura -se habla de 59 barcos guerra y 121 transportes- tarea a la que Mourelle, en palabras de Pavía y Pavía, "que tanta

fama de entendido y valiente había adquirido, se entregó con el celo y la activi dad que le eran propios, en el alistamiento de la expedición y el inmenso número

de barcos que la formarían; y cuando ya tocaba a su fin el apresto" (203), el 1 de enero de 1820, tuvo lugar en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el pronuncia miento del comandante Rafael del Riego.

merecido concepto de su mérito facultativo y de sus notorias y esclarecidas virtudes públicas y privadas", en palabras de Pavía y Pavía. (203)

150

Pavía y Pavía: Opus cit.. p. 480.

Escuadra fondeada en Cádiz al mando del brigadier D. Francisco Antonio Mourelle

Nombre

Cañones

Navio

Numancia (insignia)

74

D. Diego Butrón

ídem

Fernando VII

74

D. Francisco Grandallana

ídem

Guerrero

74

D. Antonio Ruiz Mateos

ídem

España

74

D. Marcos Guruzeta

Fragata

Mercurio

44

D. Rafael de Santibáñez

ídem

Sabina

40

D. Ramón Pardo

ídem

A retusa

36

D. Manuel Funes

Bergantín

Hiena

14

D. Eligió Croquer

ídem

Ligero

14

D. Juan José Martínez

ídem

Hércules

20

D. Jacobo Oreiro

ídem

Aquiles

20

D. Pedro Hurtado de Corcuera

Bergantín-goleta

Sorpresa

7

D. Benito La Rigada

ídem

Mágica

7

D. José Vargas Machuca

ídem

Diligente

7

D. José de Carracedo

ídem

Encantadora

7

D. Joaquín Blanco (S.I.C.)

Goleta

Riquelme

10

ídem

Mariana

5

Buque

Comandante

D. Ignacio Chacón D. Joaquín Blanco (S.I.C.)

Se puede observar en el recuadro, que de los 17 barcos, tres navios y una

fragata -cuyos nombres están escritos en negrita- procedían de la escuadra rusa. Repasemos a vuela pluma, este trascendente episodio de la historia nuestra que guarda connotaciones con la escuadra y los ex barcos rusos. A su vuelta de Francia, en marzo de 1814, Fernando —obligado a pedir mu

cho y a dar poco, a excepción de títulos vacíos- se rodeó de una corte de "palacie gos engañosos, curas intransigentes y antiguos señores; todos tan pobres como ambiciosos" (204).

(204)

Blanco White: España. P. 116.

151

El Excmo. Sr. D. Francisco Antonio Mourelle, comandante general en 1819 de la gran

expedición de ultramar. Olco/lienzo, 90 x 70 cm, de Augusto M. de Quemada (1864) (Museo Naval, Madrid, sig. 774).

152

El Ejército, consciente de su inmenso peso en la tornadiza política, se agita ba inquieto e insatisfecho ante una lamentable situación que le condenaba al aban

dono y a la más extremada pobreza; tanto así que no era infrecuente la estampa de encontrar por la noche en las calles, incluso a oficiales de elevada graduación,

ejerciendo la mendicidad apelando a la compasión de sus conciudadanos. Corto tiempo después: "debido a la equivocada prudencia de la Corte con respecto a la insurrección de las colonias, se presentó a sus enemigos la oportuni dad de restablecer la Constitución. En vez de pagar los atrasos del Ejército y la

Marina, único cuerpo de hombres que podía hacer una revolución, la ciega obsti nación de Fernando y de sus consejeros, emplearon todo el dinero que les había sido posible recaudar, en organizar una segunda expedición para reforzar a los realistas de Venezuela" (205).

Para jefe de la ahora llamada Gran Expedición, el Gobierno designó al ge neral Enrique O'Donnell, conde de La Bisbal (y no de la Abisbal, como errónea mente se le cita con frecuencia), eligiendo Cádiz y su entorno geográfico como

lugares de acantonamiento, hasta que, llegado el día propicio, pudiesen embarcar rumbo a Buenos Aires. O'Donnell fijó su cuartel general en aquella ciudad y el

general Sarsfield, su segundo, en Jerez, estacionándose el resto de las unidades, en Puerto Real, Puerto de Santa María, Sanlúcar y San Fernando. "Las tropas estaban desatendidas en las consideraciones y en la paga, aglo merados en los pueblos inmediatos a Cádiz, en mala disposición de alojamiento y expuestos al contagio de la fiebre amarilla y de la peste africana reinantes en la región..., en contacto con los que regresaban de las Indias por inutilidad física, transformados en espectros ambulantes; instados de continuo por los agentes de las sociedades secretas españolas y americanas..." (206). Según Blanco White aquel despliegue y el elevado número de tropas consti tuyó "una oportunidad tan favorable que en raras ocasiones se presentaría a los patriotas ante la presencia de una división militar, cuyos oficiales se inclinaban favorablemente por su causa y donde era patente un malestar general por el servi cio a que se les destinaba" (207).

Las intenciones del Rey y su Gobierno -suponiendo que alguno de sus miem bros estuviese autorizado para expresarla sin ser previamente recabada- era em

barcar a las unidades en el otoño de 1819. Sin embargo, el artero O'Donnell se había ofrecido voluntariamente para encabezar la revolución; en su residencia

tuvieron lugar reuniones secretas con la finalidad de organizar un Gobierno pro visional, dejando incluso fijada la fecha en que se proclamaría la Constitución. A

(205)

Blanco White: Opus cit., p. 123.

(206)

Fernández Duro, C: Opus cit., p. 140

(207)

Blanco White: Opus cit., p. 124.

153

pesar de sentirse molesto por la determinación de los conjurados de separar los poderes civiles y militares cuando se constituyese un nuevo gobierno, continuó al frente de aquéllos. Llegado a un acuerdo con el general Sarsfield para reinstaurar la Constitución, la doblez del conde burló a los conspiradores, cuyos máximos

representantes fueron de inmediato ingresados en prisiones, castillos y fortalezas militares, entre ellos hombres de gran prestigio como Antonio Quiroga, Arco Agüero y López Baños.

No obstante, el Rey -preciso es reconocer su astucia- no confundió la con ducta de O'Donnell con la verdadera adhesión a su persona y a la Corona, destituyéndolo y reemplazándolo por el conde Calderón, al parecer un mediocre militar, más conocido por su título que por sus proezas bélicas. Cádiz continuaba siendo el centro de los conspiradores a pesar de los es fuerzos de una agonizante Inquisición; las sociedades secretas organizaban re uniones e incluso celebraban mítines, burlando la rigurosa vigilancia de los esbi rros inquisitoriales por medio de un dinero que siempre les fue fácil. Por su situa ción geográfica, la "tacita de plata", brindaba a las numerosas e itinerantes unida des militares la posibilidad de sobornar a los oficiales dubitativos o indiferentes con las dádivas ofrecidas por buen número de ricos comerciantes, entregados con su fortuna y riesgos, a la causa constitucional. Los miembros de estas poderosas e influyentes sociedades -por cierto juga ron un papel que incluso puede catalogarse de determinante en la emancipación

de América- se esforzaron y lograron -¡poderoso caballero es don dinero!- obte ner la libertad o la evasión de la casi totalidad de los encarcelados comprometi dos en la común causa, entre ellos el coronel Antonio Quiroga, designado en principio para encabezar el mando de las tropas insurrectas. Ni del Riego era el encargado de proclamar la Constitución, ni la fecha -previsto para meses antes- del 1 de enero de 1820 era la acordada. Por razones de espacio es preciso omitir aquí este episodio, cuyo relato ocuparía varias pági

nas. Únicamente añadir que del Riego en una arenga pronunciada en la hoy plaza de la Constitución de Las Cabezas de San Juan, no dejó -por dos veces- de aludir al inquietante estado general de la escuadra entre la cual se incluían 4 navios de

procedencia eslava. En uno de los pasajes de su discurso, aseguró: "... yo no podía... consentir que se os llevara lejos de nuestra patria, expuestos a perecer en buques podridos para ir a hacer una guerra inútil...", para proseguir así en otro momento de la alocución: "... Los militares del ejército expedicionario deben estar convencidos de los peligros que corren si se embarcan en buques medio podridos, aún no desapestados, con víveres corruptos..." (208). (208)

154

Riego: Héroe de Las Cabezas. Pp. 62-63.

Regresemos con Mourelle, aguardando en Cádiz el asalto de los hombres

del coronel Antonio Quiroga y del comandante del Riego: "secundado por otras tropas, marcha [Riego] con el coronel Quiroga a posesionarse de Cádiz, hacién

doles frente el general Mourelle, hombre fiel a sus principios, pues únicamente

juró la Constitución cuando el Soberano lo había verificado y mandado hacer a todos sus subditos" (209). Disuelta la expedición y ordenado el desarme de la Escuadra, el general

Mourelle desembarcó y arrió su insignia en el Numancia el 18 de abril. Según los planes previstos, de los cuatro navios incorporados a la Expedición, tres eran de procedencia rusa: el último citado, Fernando Vil y España. De las fragatas, una: Mercurio.

De inmediato Mourelle remite esta parte al secretario interino de Marina: "Excmo. Sr. Consecuente a la Real Orden que VE. se sirve comunicarme, se ha arriado la insignia de la escuadra de mi mando, que he entregado al brigadier don

Diego Butrón, como comandante más antiguo. Dios guarde ... - Navio Numancia, en la bahía de Cádiz a 16 de abril de 1820" (210).

Como se ha visto, la mayor parte de las naves rusas desempeñaron alguna actividad; otras, mínima e incluso nula. A la fragata Mercurio, Saralegui y otros autores le atribuyen "una corta expedición a varios puertos del Mediterráneo en

el verano de 1820, a las órdenes de Rafael Santistéban". Me atrevería a decir-por dos razones- que esta afirmación constituye un error. En la hoja de servicios de

este jefe, está anotado textualmente: «posesionándose del mando de la fragata Mercurio que le confirmó S.M. por Real Orden de 11 de septiembre de 1818, y

por otra Real Resolución de 11 de mayo de 1819, pasó a mandar la fragata Savina. »He consultado día a día -en los tan citados diarios de Cádiz- las entradas y salidas del puerto, correspondientes a los años 1819, 20 y 21, no encontrando ni

una sola mención de esta fragata que, como veremos, fue vendida en pública subasta en diciembre de 1822. »A mi parecer, este yerro tiene su origen en dar por realizado lo que nunca debió pasar de proyecto. Equivocación que se da en un documento oficial visto en páginas anteriores, cuando se asegura que el Fernando Vil se hallaba en los astilleros de Cartagena. »Del Numancia no existe más información que la de un solitario servicio,

(209)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 480.

(210)

E. a Indias. Legajo 3316/74.

155

digamos festivo'": "... el 18 del corriente se celebró en la escuadra surta en aquella bahía [Cádiz] el juramento de la Constitución política de la Monarquía, autori zando el acto el mismo capitán greneral del Departamento [capitán general de la Armada D. Juan María de Villavicencio) a bordo del navio Numancia con asis tencia de otros generales de la Marina ..." (211). Y no restan más que tres por reseñar: Astwlabio, Velasco y España. Su fin -en extremo decepcionante- se aproxima a pasos agigantados.

Agotada la paciencia de los mandos de la Marina y convencido Fernando VII de la esterilidad de su ventajosa adquisición, se autoriza a deshacerse de ellos: la Comandancia de la Marina de Cádiz inserta una Nota en el Diario Mer cantil de 13 de Diciembre de 1821: "Aprobado lo propuesto por la Junta de este Departamento para la venta de los navios Femando Vil, España, Alejandro I, Numancia, Velasco y (éste ajeno a Rusia ) Montañés, por su inutilidad para el servicio de la Marina Militar, ha acordado ... que desde luego se proceda a la venta de dichos buques y para ello se dé conocimiento al público, a fin de que las personas que les acomode tratar de sus respectivas compras, puedan pasar por el arsenal de la Carraca... después de lo cual deberán dirigir las solicitudes al... para que en conocimiento de ellos pueda fijarse el día de la pública subasta para el remate ... San Fernando, diciembre 7 de 1821.- Joaquín de Frías". El éxito no debió embargar a nadie de júbilo, toda vez que, un mes largo más tarde, en el mismo Diario, aparece otra Nota complementaria: "Capitanía Gene

ral del Departamento de Marina.- Los seis navios ... (se repiten los nombres) que se hallan excluidos para el servicio... y cuya venta se anunció al público por acuerdo de la Junta ... no se ha verificado su remate por falta de licitadores, y en

tal virtud ... ha acordado ésta [Junta] en consecuencia de haberlo autorizado S.M., para ceder dos de los espresados navios al que se haga cargo de deshacer los cuatro restantes; quedando los despojos a beneficio del estado en el arsenal de la Carraca; lo que se hace notorio a fin de que la persona que tenga a bien tratar ... San Fernando, 18 de enero de 1822.- Joaquín de Frías". Verificada la enajenación "en pública subasta el 12 de marzo... fueron adju dicados los navios Alejandro 1. España, Fernando Vil y Numancia ... en la suma de 285.000 reales de vellón, y el Velasco y Montañés en 20.000" (212).

156

(211)

Gaceta de Madrid, de 30/03/1.820.

(212)

Saralegui: Opus cit., p. 101.

A finales de año, por orden de 22 de noviembre nueva licitación '"de inme diato efecto, como así se ejecutó, adjudicándose ... la Astrolabio y Pronta en 73.900 reales de vellón y la Mercurio en 27.147" (213).

En el transcurso del relato se han ido dando a conocer las más notables

vicisitudes de los buques que componían la desgraciada "escuadra podrida". Su destino final podría resumirse así: Vendidos en pública subasta:

— Navios: Numancia, Fernando VII, Alejandro I, Velasco y España. — Fragatas: Astrolabio, Pronta y Mercurio. Desguazados en la isla de Cuba: — Fragatas: Ligera y Viva. Apresado en Talcahuano ( Chile ):

— Fragata: Reina María Isabel. Pasadas unas páginas conoceremos el verdadero final de la Reina María

Isabel, tras su captura, en octubre de 1818 por los patriotas, así como sus servi cios a las repúblicas de Chile y la Argentina.

En el capítulo precedente se daba cuenta de la llegada de Dionisio Capaz a Cádiz en abril de 1821 y su inmediata salida para la Corte, llevando importantes papeles del virreinato del Perú. Un mes más tarde el Tribunal de Guerra lo citó en comparecencia para juzgar su conducta y comportamiento en relación con la apre hensión de la Reina María Isabel en el puerto chileno de Talcahuano. En el mis mo capítulo se hacía alusión a graves imputaciones contra el brigadier Osorio y su suegro el virrey del Perú.

El mariscal de campo Jerónimo Valdés realizó una "Exposición que dirige al rey Don Femando VII el mariscal de campo ..., sobre las causas que motivaron la pérdida del Perú", recogido por su hijo el conde de Torata, en un libro intitulado "Refutación que hace el mariscal de campo don Jerónimo Valdés del manifiesto (213)

Ibidem.

157

que el teniente general don Joaquín de la Pezuela imprimió en 1821 a su regreso del Perú. Lo publica el antedicho conde, coronel Torata, coronel retirado de arti llería". A su vez Fernández Duro incorpora en su libro: Armada española desde...

v Aragón, algunos párrafos salpicados con comentarios personales acerca de lo concerniente al juicio contra Dionisio Capaz. Bien merece la pena leer estas com prometedoras inculpaciones: "por otro lado. Capaz hubo de dar cuenta de su pro

ceder en causa formada en Lima, siendo defensor el capitán de navio retirado don

José Ignacio de Colmenares. El escrito, aunque pecaba de largo (72 hojas de im presión, en folio), era hábil, intencionado y valiente, exculpando por entero al comandante y sosteniendo con copia de razones que los causantes de la pérdida de

la fragata María Isabel, y responsables por ende, eran, en primer lugar, el briga dier Osorio, por haber desmantelado y abandonado el puerto de Talcahuano sa biendo que habían de llegar a él de un día a otro los buques del convoy; en segun do lugar, el virrey del Perú don Joaquín de la Pezuela, no sólo por haber aprobado la resolución anterior, sino por desatender los avisos recibidos acerca del peligro en que los buques estaban por resultado de la traición de los sargentos del trans porte Trinidad y de los preparativos que se hacían en Valparaíso, y en tercer lugar, que viene a ser el principal, los que en España despacharon la expedición mal pertrechada, mal proveída y con escolta insuficiente" (214). Páginas adelante hace por sí mismo estos comentarios: "En su entender -el conde de Torata- fundado en las exposiciones de su señor padre (el mariscal de campo don Jerónimo Valdés), el virrey Pezuela, fue causante de la funesta cam paña confiada a su yerno el brigadier Osorio; lo fue sucesivamente de los males que sobrevinieron por no prevenirlos cuando se pudiera. A Pezuela se ofreció, en 50.000 pesos, el navio de la Compañía inglesa de las Indias, que posteriormente se llamó San Martín, y a igual comodidad de precios los demás buques que esta ban de venta y que formaron la escuadra de Chile. Aún después de malograda la ocasión se le propuso la construcción, en países extranjeros, de buques de guerra de superior fuerza a los que tenían los enemigos, más se empeñó en reiterar nega tivas por economía de algunos miles. Todo lo que se le ocurrió al virrey, teniendo ya por cierta la idea de los

enemigos contra la seguridad y conservación el reino, consistió en ordenar al comandante general de Marina, la salida de las fragatas y corbeta de guerra Ven ganza, Esmeralda y Sebastiana, la mercante armada Cleopatra y el bergantín Pezuela, para observar el puerto de Valparaíso y retirarse en caso de ser atacadas por fuerzas superiores. El Sr. conde se pregunta: ¿Cómo el virrey del Perú no pudo hacer lo que los disidentes, teniendo la poderosa base de dos o tres fragatas y otros buques meno-

(214)

158

Fernández Duro, C: Opus cit., pp. 205-206.

res? ¿Qué significaba para las cajas del reino la suma de 700.000 pesos que Chile invirtió en crear su escuadra, siendo tan pobre?" (215). Si graves en extremo son estos cargos, no menos resultan los que les imputa a suegro y yerno, el historiador Fuenzalida Bade; por cierto, incriminaciones que guardan un extraordinario paralelismo con las anteriores. Helas aquí: «Fuertes cargos hicieron los realistas al virrey Pezuela por el fracaso de la expedición:

falta de actividad para entorpecer los aprestos navales de Chile y haber ordenado inconsultamente al brigadier Osorio el abandono de sus posesiones y con ello levantar los elementos de amparo y resistencia de la plaza de Talcahuano. »A raíz del proceso militar a que posteriormente se sometió el comandante Capaz, su defensor, el capitán de navio José I. Colmenares, hizo caer la responsa bilidad de la captura de la María Isabel y de la mayor parte de los transportes, en

el brigadier Osorio, quien, sabedor de la expedición por comunicaciones envia das por su suegro el virrey, decidió no obstante, abandonar Talcahuano sin dar instrucciones al coronel Sánchez, ni dejarle buques que salieran al encuentro de la expedición y la reforzaran.

»Sin embargo. Colmenares atribuye aún mayor responsabilidad al virrey, por cuanto que habiendo tenido este aviso muy anticipado desde España, de estar

lista para zarpar la expedición, lejos de tomar medidas para recibirla, mandando buques que cruzaran su derrota y la condujesen a puerto seguro, insinuó a su yerno Osorio la idea de dejar Talcahuano, creyendo que en la tal expedición ven

dría algún favorito del Rey designado para sucederle en la Capitanía General de Chile, en consideración a su adversa suerte en la batalla de Maipó. »A ello se agregaba el hecho que poco después del arribo de Osorio a El Callao, el capitán Smith, del Macedonian dio al virrey noticias detalladas de los aprestos navales en Chile para batir el convoy español, ofreciéndose él mismo para zarpar con su buque y el pailebot Aránzazu al encuentro de éste, para preve

nirlo de que escapara de la escuadra insurgente; noticias y ofrecimiento que el virrey recibió con sumo desdén» (216). Volviendo de nuevo a Fernández Duro, oigamos el relato del proceso: "se vio en Madrid en mayo de 1821, habiendo ocurrido en la política cambios muy

favorables a Capaz. Compusieron el Consejo de Guerra de Oficiales Generales el director general de la Armada don José Bustamante y Guerra, presidente; el jefe de escuadra don Alonso de Torres y Guerra; brigadieres don Antonio Pilón, don

Francisco Osorio y don Joaquín Várela; capitanes de navio don Benito Vivero y don Felipe Bauza, actuando de fiscal el capitán de fragata don Marcelino Dueñas.

(215)

Fernández Duro, C: Opus cit., pp. 207-208.

(216)

Fernández Duro, C: Opus cit. P. 201.

159

Retrato de D. Ángel Laborde y Navarro (1772-1834). Jefe de Escuadra de la Real Armada. Óleo/lienzo, 95 x 72 cm. copia anónima de un original desconocido hecho en La Habana en 1813 (Museo Naval. Madrid, sig. 977).

160

De conformidad con éste fallaron unánimes, declarando a don Dionisio Capaz

libre de todo cargo y acreedor a las gracias que S.M. le considere digno por su buen desempeño facultativo militar y juicioso procedimiento, sin que le pueda servir de nota que le perjudique en la carrera, condecoraciones y honores a que se hiciese acreedor, tanto por sus servicios pasados como por los presen tes y futuros ... que a las autoridades de aquellos Dominios se les oiga respecto a

no haber prestado a Capaz las noticias y auxilios que les pidió ...". Estas dos líneas encierran, a mi parecer, un doble mensaje: se invita a las autoridades virreinales a manifestar sus razones o ejercitar su defensa, pero de forma indirecta, el mismo hecho del ofrecimiento, implica la presunción de posi bles faltas de negligencia.

"El Rey -concluye Fernández Duro- oído el parecer del Tribunal especial de Guerra y Marina, aprobó la sentencia en Real orden de 10 de julio de 1821 y promovió a Capaz al empleo de capitán de fragata, con antigüedad de 5 de no viembre de 1819 por el mérito contraído en la defensa del Callao" (217).

Pavía y Pavía expone con su habitual severidad: "Hemos tenido a la vista la causa en cuestión y otros antecedentes oficiales y extraoficiales, y el deber del

historiador biográfico nos impone el dejar consignado que en el Consejo de Gue rra de Generales que se celebró en Madrid, obró sobre los jueces la presión de

partido y no se consultaron los fueros de la justicia y de la razón", para añadir líneas adelante: "La Armada no puede presentarlo en el Catálogo de sus dignos y nobles capitanes generales, con los títulos y virtudes de la mayor parte de los que llegaron a esta elevada altura" (218).

LJ)

En el transcurso de la vida de cualquier ser humano se dan luces y sombras; en la de Capaz -hombre de innegable valía: senador por Toledo (1837), ministro de Marina (1842), vicepresidente del Almirantazgo (1855), elevado, este mismo año, al alto empleo y superior categoría de capitán general de la Armada- apare

ce un enorme borrón de negra tinta caído cuando -en tanto que presidente del Consejo de Guerra- juzgaba al general Diego de León. Como estimo que este episodio es uno de los más interesantes, voy a relatarlo -de forma abreviadapara quienes lo desconozcan o lo hayan encerrado en el desván de las cosas viejas.

(217)

Ibidem.

(218)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 256.

161

Antonio Diego de León y Navarrete (Córdoba, 1807), brillante general, hé roe de Belascoain, donde ganó el marquesado de este nombre, luchó en la prime ra guerra carlista en las filas de los defensores de Isabel II. En 1840 se exilió la reina María Cristina dando comienzo a la regencia de Espartero; Diego de León siguió los mismos pasos, regresando un año más tarde para participar en una conjura encaminada a raptar a la reina Isabel y a su hermana la infanta Luisa Fernanda, para trasladarlas al País Vasco, apoderarse de la persona del Regente, apartándolo de su cargo y restablecer en el trono a María Cristina, que sería de nuevo proclamada por los generales sublevados -Leopoldo O'Donnell, Diego de León, Gutiérrez de la Concha, Borso di Carminati y Montes de Oca- reina de España, ejerciendo un consejo de Regencia -el político Isturiz, el marino y polí

tico Montes de Oca y Diego de León- la autoridad suprema del Estado, hasta tanto que aquélla no hubiese regresado de París. Preveían articular el movimiento en dos acciones principales: pronuncia miento militar en Pamplona (Leopoldo O'Donnell) y asalto armado en Madrid (Diego de León y Gutiérrez de la Concha), con el propósito de introducirse en el Palacio Real, donde se hallaban la reina y su hermana protegidas por un retén del

regimiento de Alabarderos -al mando del teniente coronel Domingo Dulce- y un destacamento de la Milicia Nacional, cuya tenaz resistencia produjo "gran turba ción en las filas de los asaltantes; y sin saber qué partido tomar, continuó flojamente el combate, hasta que a cosa de medianoche se presentó el general Diego de León

con el brigadier Juan de la Pezuela. Aquél, aclamado por los soldados, mandó cesar el fuego y tocar llamada de honor, tratando de convencer a los alabarderos para que le franqueasen el paso; pero los impertérritos defensores de la escalera continuaron en la misma actitud y todo fue inútil. Considerado, pues, frustrado el golpe, en vista de que los regimientos de la Guardia Real, alojados en los cuarte

les del Soldado y San Gil, y otros cuerpos comprometidos que debían atacar el palacio de Buena Vista, donde vivía el Regente, no habían tomado parte en el movimiento, desistieron ya los conjurados de su intento y procuraron salvarse por la inmediata ribera del Manzanares, consiguiéndolo, de los que se hallaban en el palacio real, el general Concha, que se ocultó entre unos arbustos y regresó

por la tarde a Madrid; el brigadier duque de San Carlos... No tuvieron la misma suerte el infortunado Diego de León, hecho prisionero cerca de Colmenar Viejo, a 7 leguas de Madrid, por los mismos húsares de la "Princesa", que tanta gloria

había alcanzado bajo sus órdenes (219); los brigadieres Quiroga y conde de Requena...

(219)

Mandaba el escuadrón que le cogió prisionero el comandante don Pedro Laviña, el cuál,

antiguo ayudante de León, hizo cuanto pudo para que éste se pusiese a salvo, llegando a proponerle huir con él a Portugal.

162

Condenado a muerte Diego de León (220), no obstante la brillante defensa que leyó el general Federico Roncali (221), el Regente del reino fue inflexible, siendo inútiles cuantas gestiones se practicaron por las personas más influyentes de todos los partidos, hasta por la misma reina Isabel (222), para obtener el ansia do perdón.

A las doce de la mañana del día 14 se le leyó la sentencia, que oyó serena mente, diciendo sólo al terminar: "he aquí el premio de haber peleado 7 años por la libertad de mi patria"; escribió algunas cartas despidiéndose de su mujer, la marquesa de Zambrano, y de sus hijos, a los que aconsejó no siguiesen la carrera

de las armas; hizo testamento y recibió los auxilios espirituales. Al amanecer del 15 vistióse su gran uniforme de gala... y salió al mediodía de su prisión del cuar tel de Santo Tomás, en un carruaje descubierto, con su defensor y el sacerdote para dirigirse a las afueras de la Puerta de Toledo, donde debía verificarse la sentencia.

Ésta le fue nuevamente leída, no sin entrecortados sollozos, por el secretario de la causa, oyéndola serena y respetuosamente León, puesta la mano derecha en

la visera del schakó; abrazó después a Roncali y al confesor, y dirigiéndose al piquete con paso firme y la frente alta, púsose tres pasos delante y dijo a los

granaderos: ¡no tembléis; al corazón! Acto seguido dio él mismo la voz de "fue go", y cayó desplomado en tierra para no levantarse más. Así murió, a los 31 años de su edad el general don Diego de León, conde de Belascoain, el héroe legendario de la caballería española, herido por las balas de las mismas tropas que tantas veces había conducido a la victoria" (223).

(220)

Componían el Consejo de Guerra el teniente general y jefe de escuadra don Dionisio

Capaz, presidente por renuncia de don Fernando Gómez Butrón; los mariscales de campo don Nicolás Isidro, don Pedro Ramírez y don Pedro Méndez de Vigo; los de igual clase don José Cortinas, de ingenieros, y don José Grases, de artillería y el brigadier don Ignacio López Pinto, también de artillería.

Los tres últimos votaron a favor de la vida de León, y habiendo empate, el presidente decidió votando por la muerte.

(221)

La había escrito en algunas horas don Luis González Bravo. El día antes había recibido

Roncali un anónimo que decía: ¡ay de tí si se salva! Luis González Bravo, político y periodista (181171). Se dio a conocer como mordaz y violento escritor en el Guirigay; anduvo mezclado con todos los movimientos revolucionarios hasta fijar finalmente su orientación política en el partido moderado, en el que destacó por su talento. Fue diputado y presidente del Consejo de Ministros en 1843 y otra vez presidente del Consejo en 1868, en que se desencadenó la revolución con el destronamiento de Isabel II, y tuvo que emigrar a Francia donde murió. (222)

Echóse a sus pies la desolada esposa de León, y aunque la Reina le dio esperanzas, su tutor

don Agustín Arguelles se opuso a que transmitiese la petición de indulto al Regente. D. Domingo Dulce se presentó en el Real Alcázar llevando de la mano a las dos huérfanas del otro hermano de Diego de León, muerto gloriosamente en el campo de Barbastro, para interceder por su segundo padre, amenazado también de muerte.

(223)

Guiu: Opus cit., p. 161.

163

Este terrible suceso fue juzgado por Pavía y Pavía de la siguiente forma:

"sofocado el levantamiento y presos algunos, sino todos los jefes de la insurrec ción, se nombró por el gobierno del regente un Consejo de Guerra de Generales permanente, para fallar las causas que se formasen a los mismos, y el general

Capaz fue nombrado presidente del referido Consejo; es cierto que renunció a este cargo de palabra y por escrito; pero también lo es que cedió a la última

terminante prevención del gobierno, y pasó a ocupar su puesto. El general Capaz, antes de este caso, debió, en concepto de los hombres honrados de todos los partidos, dejar su posición oficial y hasta su empleo; esto lo demandaban razones de dignidad y de justicia a que el hombre no debe nunca faltar. No se había dado ejemplo en Madrid, ni después ha tenido ninguna copia, que un general de la Armada presidiese un Consejo de Generales para juzgar a

jefes del ejército: primero, porque siempre hay suficiente número de generales empleados en las diferentes armas del ejército, y, segundo, porque a falta de és tos, existen por lo menos 40 ó 50 oficiales generales de cuartel, propios para prestar tal servicio. Así que el nombramiento del general Capaz fue desusado.

A esta afirmación nos conduce el que habiéndose en el consejo del conde de Belascoain, empatados los votos entre la pena capital y la inmediata, el general

Capaz, con el suyo y contra lo que las leyes y la práctica de los procedimientos militares determinan para estos casos, decidió la muerte de aquel ilustre guerre ro... El general Capaz fue siempre considerado como ciego hombre de partido, pero hasta ahora no fue tenido por sanguinario" (224).

Descartada la Gran Expedición, el mando dispuso la creación de una reduci

da división naval en auxilio de los territorios ultramarinos del Caribe, golfo de

México y Costa Firme, situando al frente de ella al capitán de fragata D. Ángel Laborde, gaditano de 48 años y de elevada estima en la Marina, tanto así que, cuando la Real Compañía de Filipinas fletó el navio de guerra San Julián para realizar un largo viaje por estas islas, China y la India, sus superiores le confiaron

el mando. Vuelto a Cádiz en junio de 1819, su navio fue agregado a la escuadra de Mourelle, y, disuelta ésta, se le nombró comandante de la pequeña división -auxiliada por cuatro transportes- asignándole, alcanzada Venezuela, el mando del apostadero de Puerto Cabello.

(224)

164

Pavía y Pavía: Pp. 256-257.

División naval a costa firme al mando del capitán de fragata

D. Ángel Laborde Buque

Nombre

Cartones

Comandante

Ángel Laborde

Fragata

Ligera

36

Fragata

Viva

36

Alonso de la Riva

Bergantín

A re tusa

20

Martín Mendoza

Bergantín-queche

Hércules

14

Benito de la Rigada

La reducida división abandonó las aguas de la bahía el 11 de noviembre de

1820, arribando al puerto de La Guaira el 18 del siguiente los transportes, con la Viva que seguía para Cartagena de Indias.

A partir de este momento sigamos, por separado, los pasos a las dos fragatas ex rusas: comencemos por la Viva. El mando de la misma lo ostentaba D. Alonso

de la Riva, marino distinguido por sus navegaciones científicas; "siendo Jefe de escuadra, el movimiento insurreccional de Cartagena, de cuyo departamento era comandante general... los sucesos acaecidos ... [repercutieron] en su pundonor y

delicadeza, ofuscaron su razón de tal manera que atentó contra su vida, ponién dole fin el 5 de febrero de 1844" (225).

Tras este inciso, volvamos con la fragata ya en Cartagena de Indias, donde su comandante ordena un reconocimiento de la nave, hallando la urgente necesi dad de ser carenada, dando seguidamente cuenta al comandante militar del apos tadero: "... el mal estado en que se halla esta fragata de cuya verdad V.S. está bien combencido por el reconocimiento que de ella han hecho los maestros mayores

de este arsenal y conocimiento de su absoluta inaptitud ... se precisa que sin deten ción y a la mayor brevedad pase a componerse a la Havana inmediatamente ... Cartagena de Indias, 12 de enero de 1821" (226).

A su vez, el receptor del parte remite, al jefe superior político y militar de la provincia, una copia de éste junto a otro propio en el que, de forma respetuosa pero enérgica y valiente le -diríamos hoy- "enseña los dientes" y no se muerde la

lengua a la hora de cargar con posibles responsabilidades posteriores: "... se con venza [V.S.] de la urgentísima necesidad que tiene la referida fragata para su composición y remedio de sus averías, que es imposible verificarla en este Apos

tadero, por cuasi la absoluta carencia de todo lo necesario, cuando en poco tiem po puede verificarse en el arsenal de La Havana ... en el concepto de que en el

(225)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 311.

(226)

E. a Indias. Legajo 68-56.

165

estado en que se halla dicho buque, no permite su demora aquí, por más tiempo que el de quince o veinte días ... haciendo a V.S. responsable ante el referido Supremo Gobierno Nacional, si por no ascentir V.S. a la pronta salida de este

buque a dicho puerto ... sucediese, como miro conciguiente y necesario su utili dad para el servicio a que ha sido destinado, quedando arrumbado para siempre y

sólo pueda servir de leña dentro de poco tiempo ... cuando tomando esta medida que reclamo, hai buque para todo servicio para dos o tres años ... Cartagena de Indias ... Enero de 1821. - Manuel de Cordera. - Sr, Jefe ..." (227). La propuesta será aceptada; no obstante los días de la Viva están conta

dos. Don Alonso de la Riva ordena darse a la vela el 5 de febrero, pero el día 8, "forzado por un temporal y la mucha agua que hacía y no podían achicar las

bombas, arribó a Puerto-Velo (Portobelo; Panamá), donde reconocido por los carpinteros y calafates de su dotación, conceptuaron unánimes y conformes que

dicho buque no podía salir ya de allí por su fatal estado, por cuyo motivo recurrió por auxilios a La Havana" (228). Entre el ingente número de documentos que el

Archivo General de la Marina custodia en El Viso del Marqués (Ciudad Real), aparece uno, en este caso, revelador de la cruda situación del barco: el "Estado de Fuerza y Vida" fechado: "A bordo de la expresada en Portovelo, a 8 de febrero de 1821". En el apartado de Notas, se consigna: "1.° - Este buque hace aguas por las obras vivas y muertas, el palo del trinquete rendido, el mayor rendido por la espiga, igualmente que su berga por la cruz, sus jarcias necesitan examinarse... 5.° - Faltan al Reglamento un segundo calafate, 48 individuos de marinería, 24 idem de infantería y uno de artillería" (229). La totalidad de la tripulación, en aquel momento, era de 211 hombres.

Al no recibir ayuda de La Habana, consideró de la Riva que se hallaba ex puesto a caer en manos de los insurgentes "por la poca gente que le quedaba y que cada vez iba a menos por las enfermedades y deserción y que los víveres iban a faltar de un momento a otro; resolvió, a todo riesgo, dar la vela, librando, a la suerte de la mar, en un buque podrido ... en efecto, el 24 de mayo, sin suficiente gente aún para poder maniobrar, con las bombas en continuo ejercicio ..., salió de Puerto-Velo y a expensas de un constante desvelo y fatiga, consiguió llegar a la

Habana el 21 de junio" (230). De inmediato, de la Riva, enfermo, declinó el mando de la Viva, que, semanas más tarde, causó baja en la Marina excluida por inútil.

166

(227)

Ibidem.

(22S)

Ibidem

(229)

A. G. de M. Sección buques. Legajo 2237.

(230)

Pavía y Pavía: Opus cit., p. 315.

El estado de la Ligera, por mucho que continúe prestando servicio entre Puerto Cabello y las islas de Cuba y puerto Rico, es preocupante en extremo.

Laborde -un profesional irreprochable- no cesa de lanzar avisos a la superiori

dad, consciente de que si aquélla no sufre reparaciones que considera inaplaza bles, transcurrido un reducido espacio de tiempo quedarán tan sólo montones de tablones y palos.

Su preocupación no se reduce únicamente a la fragata que manda, se hace extensible a las naves cuya responsabilidad le incumbe como jefe de la pequeña

División o que puedan entrar a sufrir pequeñas reparaciones en el apostadero de Puerto Cabello, mando que también ostenta.

A lo largo de 1821 envía de continuo noticias a su ministro sobre la Ligera

y otros buques de su División. Desde puerto Cabello remite ésta el 22 de enero: «Con fecha 26 del pasado mes, participé a V.E. desde el puerto de La Guaira, la salida de la fragata Ligera y corbeta Aretusa para el puerto de Cádiz, escoltando a las fragatas ... Asimismo daré a V.E. la noticia de la salida de la Viva para Cartagena de Indias ...

»La Ligera es un buque ruso, es decir, que su duración es bien corta; hasta ahora, en la tranquilidad de su puerto, habría sido difícil graduar exactamente su

estado, a pesar de los repetidos reconocimientos que se han ejecutado de sus obras muertas e interiores, pues sus fondos no se han reconocido, a no ser los

cosederos que según dicen no hacían recelar mayor daño en la parte inferior de ellos ... pero sí puedo asegurar a V.E. «Embromar [reparar provisionalmente las costuras de un buque, introdu ciendo las estopas indispensables para que no se vaya a pique] algunas costerras

[hinchamiento entre cuadernas] para impedir sus infinitas e inevitables filtracio nes, es cuanto creo oportuno hacer en ella y, sacando el mejor servicio posible del Buque durante el poco tiempo que le queda de vida, conducirla y arrumbarla en La Havana o haciéndola regresar pronto a España; pues conceptúo que las pro piedades de esta fragata, no son de naturaleza que se emprenda el refundirlo de nuevo» (231).

En un largo escrito de seis folios -fechado el 8 de julio- se expresa así a la misma autoridad: "El estado de la obra muerta de la Ligera empieza ya a alarmar me y, sin jactancia, puedo asegurar que no muchos nabegarían en ella en el estado en que se halla, pero ni un sólo momento de descanso he logrado para emprender la obra de asegurar sus mesas de guarnición ... ... Yo, anteriormente, tengo pedido el reemplazo de la Ligera... y me tomé la

libertad de hacer demostrable al antecesor de V.E. mis ideas a cerca de lo perjudi-

(231)

E. a Indias. Legajo 69.

167

cial que creo sea la continuación de varios de nuestros apostaderos, entre los quales cuento el de Puerto Cabello" (232).

El mismo día lo abandona rumbo a puerto Rico, donde arriba el 26, remi tiendo un parte acompañado de una "Relación de buques que escolta la fragata de guerra Ligera desde Puerto Cabello a Puerto Rico: Bergantín goleta Rápido, car ga cacao ..." (En total treinta y cuatro embarcaciones). Tras relacionar clases de buques, nombres, cargas y puertos de destino, pues

desde el último un buen número de éstos continuaron viaje a España, concluye así: "A bordo de dichos Buques se conduce tres mil emigrados de Costa Firme, con sus equipajes y domésticos. Fragata la Ligera, a la boca de San Juan de Puerto Rico y a la vela el 26 de julio de 1821" (233). Ignoro la fecha de llegada de esta grata noticia para Laborde; debió ser a principios de diciembre cuando recibe una justa recompensa por su envidiable trayectoria profesional: "He dado cuenta a S.M. de su oficio ... en que V.S. parti

cipa las ocurrencias de una navegación desde su salida de puerto Rico ... habien do tocado en Santo Tomás para sacar el convoy de mercantes con destino a ... y S.M. se ha enterado con suma complacencia del mérito contraído por V.S. en tan

interesantes servicios, en justo premio a los cuáles se ha servido premiarle con un ascenso a capitán de navio de la Armada Nacional por orden de tres de este mes. Comunicólo ...- San Lorenzo, 31 de octubre de 1821" (234). En otro exhaustivo informe de 1822 -abarca varios folios de apretada letra y elegante caligrafía- detalla con precisión la situación presente y el futuro papel que prevee para cada uno de los barcos destinados a las Antillas; en estas páginas no tendrán cabida más que los comentarios que afectan a la fragata objeto de este

episodio: "la Ligera, como buque ruso y cansado de la última navegación, nece sitaba recorrerse; mi deseo de salir a la mar, me ha hecho dejar para mi regreso atender a esta urgencia que entonces será indispensable, pero debo advertir que aunque en el día me propusiera verificar dicha recorrida, como a esta operación

es anejo mudar varios tablones de cubierta, trancaniles y costados que están po dridos, y que no digo tablones sino una mera tabla no hay acopiada, ni dinero para comprar nada, resulta no podría verificarse la tal recorrida, pues si no se reemplazan estos tablones podridos con otros nuebos, ¿cómo es posible hacer aguantar las estopas del calafateo?

Regresaré pues de la mar, y si los efectos dichos no se encuentran acopiados, va a resultar que la Ligera, que después de recorrida puede aún prestar útiles servicios, queda inutilizada para siempre. Esto es un hecho, hago presente el mal

168

(232)

Ibidem

(233)

E. a Indias. Legajo 69-48.

1234)

E. a Indias. Legajo 69. Expediente 3700.

que a acaecer y lo verifico con la devida anticipación, propongo además el medio

de evitarlo a poca costa. ¿Quién con justicia me reconvendrá luego? El estado, vida y duración de la fragata, es conocido por la Superioridad; a mayor abundamiento se lo ha hecho presente desde aquí en última instancia, en la que, y en su reemplazo, pido otra, que estando en mejor estado de vida, obligue a menos gastos y queda rendir un servicio actibo. De seguro S.M. accederá a ello tan pronto como pueda encontrar oportunidad de verificarlo, pero, ¡qué justas

reconvenciones podrá hacernos si por falta de éstos, por ahora cortos auxilios,

dejamos de sacar de la Ligera el servicio que puede aún rendir activamente hasta esperar su reemplazo con el que cuento!" (235).

El final de 1822 y el de la Ligera van a coincidir cronológicamente: el 11 de enero del año siguiente, el comandante general de Marina de La Habana hace saber a su ministro: "... las adjuntas copias enterarán a V.E. del desgraciado acon tecimiento ocurrido a la fragata de guerra Ligera, cuyo resultado es la pérdida de un buque tan interesante en las circunstancias en que se halla en Costa Firme... la experiencia que se tiene de los barcos rusos y el ejemplo que hemos palpado de su compañera la Viva, no dejan duda de que es buque perdido y que por consi guiente era inútil destinar para el reconocimiento una comisión que tenía que andar 300 leguas ... Estoy haciendo las gestiones más fuertes para que se me

facilite la marinería necesaria con que tripular la corbeta Ceres, con el fin que vaya a recoger a la mayor brevedad, la gente y pertrechos que puedan aprove

charse de la Ligera y entretanto he dicho a su comandante, libre contra estas

Cajas de Marina hasta la cantidad de 10.000 pesos, para atender a sus actuales precisas necesidades; suma, a la verdad, de gran consideración con respecto a la situación del apostadero ..." (236). Sirviéndonos de un escrito que el ministro de Marina remite al Almirantaz go, reproduciendo -en tercera persona- un parte que le fue remitido por Laborde en tanto que comandante de la fragata Ligera y del apostadero de Puerto Cabello

con fecha 23 de febrero de 1823, podemos seguir las últimas horas de la fragata. Extractado el oficio, dice así: "... con fecha 22 de este último de diciembre... da cuenta que, hallándose cruzando sobre la punta Macoya (península venezolana de Paraguaná) con el objeto de proteger las operaciones de nuestras tropas, e

impedir a la escuadrilla enemiga... se vio en la dura necesidad de tener que aban donar el crucero después de haber oído a los Oficiales de que, echado a perder el

tiempo, aumentó el agua que hacía la fragata, progresivamente, hasta 200 ó 210 pulgadas; que la primera determinación fue de llegar a Curacao o Puerto Cabello; pero habiendo arreciado el viento la noche del 17 al 18 del citado diciembre,

(235)

E. a Indias. Legajo 69-26.

(236)

E. a Indias. Legajo 74-5.

169

previo el parecer de la Junta de Oficiales, determinó arrivar, recalando en la costa de Sto. Domingo ... sin experimentar ninguna disminución de agua, no obstante el abrigo de la tierra ... que en tan crítica situación y dudando poder coger el

puerto de Santiago de Cuba, cuando por otra parte sólo quedaba el duro partido de ponerse en absoluta dependencia del Gobierno de Haití; tal conflicto, dice, le obligó a reunirse de nuevo con sus oficiales para saber su modo de pensar, a

quienes encontró animados como siempre y decididos, conforme el mismo lo estaba, a abrazar el primer medio a toda costa; más dudando si la tripulación y guarnición se hallarían con la constancia y fuerzas para emprender la nueva tra vesía y si las bombas podrían aguantar, convocó toda la gente ... teniendo la satisfacción de que le interrumpiesen, por unanimidad de perecer, antes que po

ner a merced de los negros nada que perteneciese a la nación ... Llevada adelante

la empresa, consiguió la Ligera arribar a Santiago de Cuba el 12 de diciembre y que habiéndola alejada (descargado) de la aguada, víveres, artillería y menaje, sin que por esto bajara el agua de 110 a 112 pulgadas, se la situó en la ensenada de los Cocos después de haber sido reconocida por una Junta de peritos, con el fin de que se fuera a pique perjudicando el puerto lo menos posible ..., respecto al casco

sólo sirve para desguazarlo. Reitera su recomendación a favor de los oficiales y demás clases de la dotación de la fragata por sus por sus particulares servicios y fatigas ..." (237). No lleva ni firma ni antefirma, ni punto de origen, que, sin duda, es Madrid.

Debajo, con letra de otra mano, se lee: "S. M. quiere que el Almirantaz go de un dictamen y, no resultando cargo a Laborde, le conceda una de las cruces

de Carlos III que hay vacantes". El dictamen de tan alto organismo, como era de preveer, resulta acorde con los deseos de Fernando VII: "La Junta del Almiran tazgo no encuentra en el examen del expediente cargo que hacer a Laborde, opi nando que puede aprobarse su determinación de salvar al buque mediante la arrivada que ejercitó ... contando que Laborde ha dado parte en repetidas ocasio nes del deplorable estado en que se hallaba la Ligera, cuya total pudrición se demuestra hasta la evidencia ... aprobar la acertada determinación de Laborde en asegurar el buque en un punto de la tierra donde salvar su gente en tan arriesgada

situación ... 7 de mayo de 1823". Sin firma ni antefirma, pero, por el tratamiento final -"S.M. determinará"- se deduce que va dirigido al Soberano. A continua ción y en un texto escrito con la misma mano: "S.M. queda satisfecho del com

portamiento de Laborde y quiere se lleve a efecto la gracia que le concedió de la Cruz de Carlos 3.°" (238).

170

(237)

E. a Indias. Legajo 48-49.

(238)

E. a Indias, legajo 74-5.

CAPITULO IX

Pérdida de Chiloé, último bastión español en Chile. - El coronel Quintanilla. - Ruinosa situación económica del erario público chileno. - Disolución de su escuadra de guerra. - Venta, en

pública subasta, de la Reina María Isabel a la República Argentina. - Su partida hacia Buenos Aires. - Trágico final en aguas del cabo de Hornos. - Intento de derrocar en Rusia la dinastía de los Románov. - Insurrección de los "decembristas" en San Petersburgo, en 1825. - Participación de tres oficiales de marina de los llegados a Cádiz. - Represión del levantamiento y Consejo de

Guerra. - Identidad de los tres oficiales de Marina. - La familia Muráviev-Apóstol y su relación con España. - Conclusión.

Las tropas españolas que lograron salvarse de la derrota de Maipú, junto con los que consiguieron desembarcar en Talcahuano en la desgraciada expedi

ción convoyada por la fragata María Isabel, ocupaban todavía al finalizar 1818 la provincia de la Concepción, en número de 1.400 hombres al mando del brigadier Sánchez, mas, obligados a abandonarla en vista de la superioridad del enemigo,

se refugiaron en el puerto de Valdivia. Retirado a Lima el brigadier, quedó al mando de aquella ciudad el coronel Montoya, hombre de bastante edad y, como segundo jefe, el del mismo empleo Faustino del Hoyo, dedicado a reorganizar las escasas tropas en cuatro cuerpos. De poco sirvieron sus desvelos ya que, al atar decer del dos de febrero de 1820, fondeó tranquilamente en la bahía la escuadra chilena del almirante lord Cochrane, con bandera española, sin que a nadie se le ocurriese que pudiese ser enemiga; así es que desembarcando las tropas entrada la noche, empezó el ataque a las baterías y fuertes que cayeron sucesivamente en

su poder con escasa bajas, casi por sorpresa -por carencia de personal y exceso de fatiga, los servicios dejaban mucho que desear- quedando ya el día 4 los chilenos dueños de la Aguada del Inglés, el Piojo ... que contaban con un total de 128 cañones, encontrándose sus almacenes repletos de municiones de todas las clases.

El enemigo, siguiendo el curso del río, avanzó hacia la ciudad, previamente abandonada por nuestras tropas, en verdad, en medio del mayor desconcierto. De esta forma tan lamentable cayó Valdivia en manos de los chilenos. 171

Vencidas las huestes españolas en la desgraciada batalla de Ayacucho -09/ 12/1824- hizo el enemigo varias intimidaciones al gobernador de Chiloé -isla de 23.500 kilómetros cuadrados, es decir, ligeramente superior a la superficie de la Comunidad Valenciana- coronel Quintanilla, quien le rechazó con entereza y comprendiendo Freiré (239) que sólo por la fuerza podría someter a la isla, resol vió llevar a cabo una nueva tentativa -la tercera-, presentándose en enero de 1826 en la boca del puerto de San Carlos, seis buques de guerra, entre ellos la Reina María Isabel, y cuatro transportes con 3.000 hombres de desembarco, efec tuado con parte de las tropas en la ensenada del Inglés, y tomando por sorpresa la batería que defendía el fondeadero, la escuadra consiguió forzar la entrada del

puerto sin recibir importantes daños por los fuegos del castillo de Ahuí, gracias a la velocidad con que penetraron aprovechando la marea y viento favorables.

Quintanilla trató todavía de oponerse al desembarco, que al fin pudieron efectuar los enemigos bajo la protección del fuego de sus buques, obligando a los realistas a retirarse -por falta de víveres- al interior de la isla a fin de prolongar la resistencia hasta el último extremo. Mas el desaliento empezó a apoderarse de

sus filas, y al ver que las numerosas deserciones habían reducido los efectivos de las fuerzas a 125 hombres del batallón de veteranos, 60 dragones y 30 artilleros, con todos sus jefes y oficiales respectivos, comprendió el gobernador que se im ponía entrar en negociaciones; acordadas y pactadas éstas, el 19 de enero se fir mó una honrosa capitulación para las armas españolas. Quintanilla y los fieles

habitantes de Chiloé, habían sostenido durante nueve largos años una guerra ac tiva en medio de continuas privaciones y sufrimientos, sin recibir auxilio alguno,

siendo los últimos que arriaron el pabellón español en los territorios que habían pertenecido a la capitanía general de Chile.

Conquistada Chiloé desaparecía la base de operaciones albergue de los bu ques españoles que constantemente hostilizaban las costas de Chile. En opinión

de su gobierno, desaparecida la escuadra realista, cesaban las razones para con servar una flota cuyo mantenimiento exigía penosos sacrificios económicos al exhausto erario público, máxime cuando reinaba la paz en todo el territorio en el

que la pobreza generalizada se daba la mano con la indigencia.

(239)

Freiré: militar y político chileno (1787-1851). Luchó por la independencia (1811-20) y

siendo gobernador de Concepción se sublevó contra O'Higginns. Nombrado director Supremo (182326) renunció a su cargo que sin embargo volvió a ocupar interinamente en diversas ocasiones. Derrotado en Lircay (1830) se exilió a París y a su regreso (1836) fue desterrado a Sydney.

172

El 1.° de marzo de 1826 en la Tesorería general las existencias alcanzaban la cifra de 220.229 pesos, de los cuales, únicamente 22.704 eran dinero contante y sonante.

Tan inquietante era la penuria económica que la llegada el 13 del mismo de la escuadra de guerra a Valparaíso, supuso un verdadero quebradero de cabeza para los mandatarios, huérfanos de toda posibilidad de sufragar los gastos de manutención, sueldos, aprovisionamiento, etc. Ante tan desesperada situación, el comisario general de Marina, dirigió este escrito al comandante general de la misma Francisco de la Lastra: "Concluida ya felizmente la campaña y reconquis ta de Chiloé, regresa nuestra escuadra a fondear en esta bahía en donde, sin tener por ahora ni preverse para el futuro un objeto en qué ejercitarse en utilidad del Estado, va a consumir en el pago de sueldos y víveres ... la cantidad mensual de

22.000 pesos. Esta suma, que por ahora ofrece tantas dificultades para colectarse, en razón de las apuradas circunstancias del erario, en breve tiempo tomará esta misión, produciendo tan perjudiciales efectos, que no estará al alcance del go bierno el superarlos. En su consecuencia ... hemos creído de nuestro deber hacer a V. S. esta observación, que tiene por objeto el deseo de evitar el menoscabo de los intereses del fisco y propender a su conservación por cuantos medios nos sea posible ... Y si... se acordase alguna reforma o minoración de empleados, podrá

V.S. dignarse a hacer presente a S.E. que, si es posible, junto con decretar la separación, se decrete el pago de sus alcances, aun cuando sea sufriendo el Esta

do algún perjuicio en tomar dinero a interés; pues, por ahora no será tan gravoso ni compatible con el que experimentará, si por esta demora fuesen venciendo meses sobre meses ..." (240).

Frente a la adversa situación, cuyo desenlace constituía una verdadera in cógnita de la que podían esperarse consecuencias irreparables, de la Lastra, hace esta advertencia al gobierno: "Hoy me ha significado la comisaría de marina que

no hay absolutamente con qué pagar los víveres que se están suministrando en la presente semana a la escuadra, cuyo importe asciende a más de mil pesos y lo

cobra el proveedor con exigencia, pues sólo da este auxilio cuando se le abona semanalmente en metálico y no de otro modo ...Yo, para salvar responsabilida des, debo exponer a V. S. que todavía no he recibido el menor auxilio para salir de este apuro y que enteramente se carece de fondos para pagar los víveres de esta

semana, faltando aun quien los dé en lo sucesivo, si el Supremo Gobierno no toma providencias para ello a la mayor brevedad" (241).

Días después, agobiado por el peso de sus responsabilidades y hondamente preocupado por la asfixiante situación de los hombres del mar, dirigió al gobier-

(240)

Fuenzalida: Opus cit., p. 364.

(241)

Ibidem.

173

no esta desesperada petición, alejando de sí toda responsabilidad ulterior: "El adjunto oficio... impondrá a V. S. del infeliz estado a que me hallo reducido para subvenir a los gastos que demanda la manutención de las dotaciones de la escua dra... pues son tantas las quejas con que diaria y exigentemente recurren a mí los más de los empleados, haciéndome ver los muchos meses de sueldos que se les deben, que ya no tengo palabras con qué consolarlos ni darles esperanzas para

librarme de sus importunidades. Ellos tienen demasiada razón para reclamar sus

sueldos y yo no tengo más recursos que dirigirme a V. S. para que ponga remedio a unos males que, sobre acarrear amargura al que gobierna, producen seguramen

te perjuicios de mucha gravedad a los empleados que lo sufren" (242).

El Gobierno apremiado por la triste situación y la necesidad de hacer efecti vas a las tripulaciones las cantidades adeudadas, toma una determinación radical:

la venta de algunos buques. El director supremo de la República ordena cursar el siguiente decreto: "Expelidos de su último refugio los españoles que profanaban el territorio chileno, ha cesado el corso y piraterías a que últimamente se habían entregado los emigrados del archipiélago de Chiloé ... y nuestra fuerza marítima no es, en el día, de primera necesidad. Al organizaría, seguramente, no se atendió tanto a la duración de los buques que se adquirían ... sino a la prontitud en reunirla para disputarle el señorío que hasta entonces gozaba el gobierno español sobre nuestras costas ... asegurado el dominio del Pacífico, se retenía la llave de éste en manos de los opresores -en clara alusión a la isla de Chiloé- mas, arrancada de

ellas en el enero último ... es tiempo que, deshaciéndonos de la parte, por ahora superflua, de nuestra escuadra, consultemos por este orden la mejora de ella mis ma y los ahorros del erario. Con este fin he venido en decretar:

"1.° - Se procederá a la venta de los buques de guerra, fragata Isabel y corbe tas Independencia y Chacabuco.

2.° - La comandancia general de Marina dispondrá que su tasación se haga

inmediatamente por peritos de la mayor confianza e interesados en la prosperidad del Estado.

3.° - No se admitirá postura por menos cantidad de la tasación...

4.° - Los compradores ocurrirán a hacer sus posturas ante el comandante general del Departamento ...

5.° - El ministro de estado en el Departamento de Marina queda encargado de la ejecución del presente decreto".

En cumplimiento del mencionado decreto, la Comandancia General de Ma

rina procedió a la tasación de los buques a vender, con el siguiente resultado: (242)

174

Ibidcm

"Valoración aproximativa o cómputo por mayor de los buques: fragata María Isabel, corbetas Independencia y Chacabuco, en el estado en que actualmente se hallan:

Fragata María Isabel (O'Higgins)

Su casco, arboladura, cañones, embarcaciones menores, todo su pendiente de repuesto

$ 110.000

Corbeta Independencia

Lastra. - Valparaíso, abril de 1826.

Sacados a remate los buques, fueron comprados por el gobierno de las Pro vincias Unidas del Río de la Plata que, a la sazón, se encontraba en guerra con el Brasil" (243).

El Gobierno hace saber, con fecha 23 de mayo, al gobernador de Valparaíso: "De orden suprema tengo el honor de prevenir a V. S. que, debiendo los buques de guerra María Isabel... enarbolar dentro de pocos días la bandera de las Pro vincias Unidas del Río de la Plata, por haberlas comprado aquel gobierno, es necesario que V. S. dé las órdenes oportunas para que los castillos y escuadra nacional, le devuelvan el saludo que hagan al tiempo de enarbolar la nueva ban dera de su nación.

Igualmente debo prevenir a V.S. que, habiendo sido nombrado por su go

bierno el coronel don Ventura Vásquez, comandante jefe de dicha división, se le deberán guardar todos los honores debidos a los de su clase" (244). Este jefe, en el desempeño de su cargo, se ocupó activamente de hacer repa rar convenientemente para la navegación a los tres buques que deberían cruzar el cabo de Hornos. La fragata María Isabel, después de nominada O'Higgins y luego, nuevamente María Isabel, por enemistad entre Freiré y O'Higgins, pasó a denominarse ahora Buenos Aires.

El 25, en el transcurso de una emotiva ceremonia castrense, fue arriada la bandera de Chile siendo sustituida por la argentina, contestando desde tierra las

baterías a las salvas de cañón de las tres naves. El 8 del siguiente, éstas zarparon

del mencionado puerto. Reunidos en la Buenos Aires los capitanes, recibieron instrucciones entre las que se señalaban, como puntos de reunión, el puerto de la (243)

Ibidem

(244)

Opus cit., p. 366.

175

isla de la Soledad -la más oriental de las Malvinas- donde la espera no podría prolongarse más allá de diez días. El 11 se levantó temporal y la Montevideo (ex Independencia) envió señales de avería, aproximándose a la Buenos Aires. Al día siguiente, desde la Chacabuco no avistaron a ninguno de los otros dos navios,

pero sí el 23 a la Buenos Aires, continuando juntas hasta el 25, en que, a causa del mal tiempo.volvieron a distanciarse. El 27 se avistaron por tercera vez, sin em

bargo, a primeras horas de la tarde comenzó a nevar copiosamente haciendo im posible la visión más allá de unos centenares de metros, tornándose en extremo

difícil y peligrosa la navegación. Horas después cesó la nieve, pero un furioso vendaval azotó la nave amenazándola con zozobrar. Remontado, no sin tremen das dificultades, el cabo de Hornos, los durísimos golpes de una encrespada mar,

causaron diferentes averías y la Chacabuco comenzó de forma alarmante a hacer agua.

A pesar de todo, venciendo aquellos valerosos marinos con gran tenacidad y heroísmo los contratiempos y obstáculos, el buque costeó la isla de los Estados y, con felicidad, alcanzó el puerto de la Soledad -habitado de forma casi exclusiva por loberos y balleneros- que debió parecer a aquellos esforzados marinos, una isla poco menos que paradisíaca. A su espalda dejaban una dura navegación sor teando serios peligros en unos agitados mares donde la tragedia y la muerte eran asiduas compañeras de los navegantes.

Los días previstos de espera van sucediéndose en medio de una inquietud

tanto más acentuada cuanto más se aproxima el décimo. En las horas que la situa ción atmosférica lo permite -¡y eso sucede con rareza!- todos vuelven la vis ta al borroso horizonte en busca de velas, acrecentándose, jornada a jornada, el pesimismo que los invade. Pero como las órdenes -que no contemplan sentimen

talismos- están dictadas para cumplirse, transcurridos los diez días zarparon del archipiélago con el ánimo conturbado, dirigiéndose hacia el cabo Corrientes que avistaron el primero de octubre.

En el aire permanecía flotando la pregunta que a todos inquietaba pero evi taban formular: ¿que suerte habían corrido los otros dos barcos? La Montevideo, azotada por violentos temporales, se vio obligada a arribar a Talcahuano, donde

encalló; sus restos fueron reflotados más tarde y vendidos en 20.000 $ a un co merciante, quien, a su vez, los negoció con el Perú en 1828. Fue echada a pique, por inservible en 1831.

La ex Reina María Isabel, ni siquiera pudo avistar las costas de su nueva

patria; en ella, en el transcurso de algunas semanas mantuvieron viva la llama de la esperanza, que no tardó en trocarse en desaliento. Si bien no se conocen más noticias que las aportadas por la tripulación del Chacabuco, nadie pone en duda un naufragio en las proximidades del cabo de Hornos, desapareciendo su coman

dante y los 500 tripulantes. Otro nuevo tributo ofrendado a este temido mar, adonde, 176

desde la lejana San Petersburgo, había llegado la Reina María Isabel ajena al final que la acechaba.

Sólo la Chacabuco, mandada por el oficial chileno Bynon -autorizado por su Gobierno para pilotar la nave hasta Buenos Aires- pudo llegar a su destino para servir a la Argentina, pero en condiciones tan deficientes que prestó pocos o ningún servicio a su nueva patria.

En diciembre de 1825 tiene lugar en San Petersburgo un acontecimiento histórico -por primera vez unos hombres se alzan en armas tratando de derrocar el régimen zarista- que, por muy trascendente que fuese no tendría asiento en

este libro si no se debiera a que en él participaron directamente dos oficiales de Marina venidos a Cádiz en 1818 con la escuadra rusa. A ellos se agregó un terce ro, de idéntica graduación, llegado a aquélla en 1824. De los tres se hablará más adelante.

I

1



San Petersburgo. Vista del Almirantazgo y sus alrededores. Estampa calcográfica, aguafuerte.

55 x 76,2 cm. Segunda mitad del siglo XVII (Museo Naval, Madrid, sig. 3.742).

177

Escasamente aventurado resulta pensar que estos marinos se abrieron en la

"tacita de plata" a las corrientes ideológicas liberales de la época y quizás, entra ron en contacto con miembros de las sociedades secretas existentes. No puede ser

obra de la casualidad que uno de los referentes políticos de los "decembristas", apuntase a la Constitución de Cádiz, como puede leerse en el amplísimo informe

redactado por la Comisión de Pesquisa encargada de evaluar y juzgar las conduc tas de los insurrectos.

El estudio -por somero que sea- de este movimiento exige retrotraerse a los primeros años de la segunda década del siglo XIX, momento en que para grandes sectores del Ejército ruso sucede un hecho decisivo en sus vidas: las campañas en Europa en general y Francia en particular, durante la guerra de los años 1813-15,

cuando, tras la fuga de Napoleón de la isla de Elba, se presenta triunfante en París, para ser derrotado de inmediato en Waterloo e internado seguidamente en la lejana isla de Santa Elena.

Los hombres de Alejandro I ocuparon parte de Francia, entrando en contac to con casi todo lo que representaba la condición francesa, permitiéndoles fami liarizarse con costumbres, usos, ideas, cultura e incluso modas de un mundo que -no podía ser de otro modo- les fascinó, despertando en sus espíritus profundísi

mas transformaciones, dotándolos de valores críticos de independencia personal -desconocidos por dormidos o nunca contrastados- empujándoles a la rebeldía contra el régimen feudal imperante, la tiranía de la autocrática monarquía, la miseria generalizada de una masa campesina sumida -por conveniencia de los poderosos- a la incultura, a menudo compartida voluntariamente por grandes sectores de nobleza embrutecida, y la total ausencia de libertades que habían convertido la injusticia en norma de conducta.

¿Qué sucedió tras la repatriación del ejército? Por doquier, de boca en boca,

brotaban las preguntas: ¿por qué?, ¿qué somos nosotros?, ¿tan poco valemos? "En todos los grados de la milicia surgía la misma pregunta: ¿por qué no vivi mos como los franceses? - relató ante el tribunal de guerra uno de los decem bristas" (245).

Interrogación que, como el eco del trueno en un laberinto de atormentadas montañas retumbó a lo largo del inmenso imperio, alertando a la terrible "ojranka"

(léase "ajránka") que, ciertamente, nada hubiese tenido que envidiar a la servil e

inquietante K. G. B. (Comité de Seguridad afecto al Consejo de Ministros, es decir, al Estado; léase ka-gue-bé). Lo más mortificante y desolador -para las autoridades, claro está- era que, casualmente fueron los hijos de las más acomo dadas e influyentes familias, los patriotas exaltados, quienes con más énfasis la repetían día a día.

(245)

178

Golo-Mann y Heuss, Alfred: Historia universal. P. 648.

De las antiguas sociedades secretas surgieron los conspiradores, cuyas acti

vidades nunca había ignorado la odiada "ojranka", si bien, al menos de forma aparente, había hecho caso omiso a su potencial amenaza; error, posiblemente, cometido por una incorrecta estimación, considerando poco más o menos, que se

trataba de una locura de juventud, en paralelismo a la edad de la mayoría de los conjurados.

¿Objetivos de éstos?: difícil resumirlos en unas líneas, pues se discutieron soluciones dispares e incluso contradictorias. Sin embargo, a grandes rasgos, se

ñalaremos dos: los más radicales aspiraban a instaurar una república -con o sin eliminación del monarca y sin su familia- y, al otro lado se hallaban los partida rios de una monarquía de corte constitucional "manifestándose partidarios, ya de las leyes fundamentales inglesas, ya de la Constitución de España" (246).

Hasta 1821 los conspiradores no concibieron la idea de pasar a la acción

física, y es más que verosímil "se la sugiriese el ejemplo de las revoluciones de España, Ñapóles y el Piamonte" (247).

El 1/13 de diciembre de 1825 fallece Alejandro I -alrededor de su muerte se

ha tejido una leyenda acerca de su retiro y conversión en el extraño monje Kusmitch, que en Siberia, donde residió, fue objeto de frecuentes regalos de la casa imperial- en Taganrog (pequeña ciudad portuaria en las proximidades de la

desembocadura del Don, en el mar de Azov, muy conocida por los amantes de la literatura al haber sido la cuna del extraordinario escritor Antón P. Chejov), em pleando ocho días la noticia en alcanzar la capital. Según la ley fundamental de Pablo I, correspondía el trono al gran duque Constantino -hombre de ideas libe rales-, desde 1813 comandante en jefe del ejército polaco bajo dominio ruso. Tras divorciarse de su primera esposa, contrajo matrimonio morganático con una

dama polaca, renunciando, para sí y sus descendientes, al histórico trono de los Románov en 1823, de forma explícita pero secreta. La elección recaía, por tanto,

en otro de sus hermanos: el gran duque Nicolás, considerado extremadamente absolutista y ordenancista.

Resulta imposible reducir en pocas palabras las vicisitudes ocurridas entre

la renuncia de un hermano y la aceptación del otro. Me limitaré a señalar que finalmente Nicolás se mostró dispuesto a asumir las altas responsabilidades que como Zar le correspondían.

Estos imprevistos cambios sorprendieron a los conspiradores, incapaces de preveer el fallecimiento de Alejandro cuando sólo contaba 48 años, decidiéndose

-empujados por las circunstancias- a no retrasar los planes previstos dado lo

(246)

Informe presentado a S. M. el emperador de Rusia por la Comisión de Pesquisa sobre...

Imp. Real. Madrid, 1826. (247)

Opus cit., p. 36.

179

avanzado de los mismos. El día antes de la puesta en práctica de sus designios,

nombraron al coronel príncipe Trubetzkoy, hombre próximo al soberano, como cabeza visible o Dictador según los estatutos de su asociación secreta.

El 26 de diciembre, el Senado, a las 7 de la mañana juró fidelidad a Nicolás I;

horas más tarde se sucedían en los acuartelamientos idénticas ceremonias, negán

dose a prestar juramento unos 3.000 hombres bajo órdenes de los "decembristas", que, acudieron formados a la plaza del Senado -llamada desde 1925 de los

"decembristas"- con la pretensión de obligar a los senadores y diputados a lanzar un manifiesto al pueblo ruso, aboliendo la esclavitud, reduciendo el tiempo del servicio militar y declarando extinta la monarquía; momento en que un conjura

do, Bulatov, exclama: "ahora se verá si hay también en Rusia Brutus y Riegos" (248). Para desencanto de los insurrectos, como se ha dicho, el Senado había prestado juramento y de esta manera se desmoronaba el plan de dar a conocer el "Manifiesto". La desilusión se agudizó al no hallar en la plaza al coronel príncipe Trubetzkoy, quien, de acuerdo con lo previsto, debía esperar la llegada de las tropas.

Habiendo hecho acto de presencia el gobernador militar, general Miloradóvich, fue muerto de un pistoletazo en la cabeza. El Zar, advertido desde horas atrás del plan previsto por los alzados en armas, mandó rodear la plaza con sus tropas y, tras ligeras vacilaciones -alentaba la esperanza de convencer a los

"decembristas" y no deseaba comenzar su reinado con un baño de sangre- orde nó emplazar la artillería y hacer fuego, quedando en el suelo de la plaza y calles adyacentes más de 50 cadáveres de insurrectos. La conjuración había concluido; de inmediato empezaron los arrestos y detenciones. El 29, el Zar nombró una Comisión de Pesquisa formada por nueve miem

bros más dos altos dignatarios de la Iglesia Ortodoxa, para averiguar las respon sabilidades y depurar conductas. Aquella misma noche la casi totalidad de los implicados se hallaban en prisión a disposición del gobierno estrechamente vigi lados e incomunicados.

Más de 500 sospechosos fueron detenidos y unidades enteras -bajo sospe

cha de colaboración- arrestadas en los cuarteles. Órdenes de detención partieron de inmediato para Moscú y otras ciudades donde se conocía la existencia de célu

las conspiradoras. El Tribunal comenzó un largo, detallado y selectivo proceso hasta aislar a 121 conjurados, divididos en 11 categorías según la gravedad de sus faltas, solicitando finalmente 36 penas capitales, 17 a muerte política (consisten te en poner al reo con la cabeza bajo la cuchilla del verdugo o hacerle pasar

debajo de la horca) con destino a trabajos públicos de por vida y a otras penas tan severas e inhumanas como el destierro a las inhóspitas y frías tierras de Siberia. (248)

180

Opuscit., p. 105.

Formaban parte de este alto organismo dos miembros del Santo Sínodo, los cuáles, en la "Consulta dirigida al Emperador por el Supremo Tribunal de San Petersburgo", escribieron esta hábil fórmula que les permitía "lavarse hábilmente

las manos": "habiendo oído leer en el Supremo Tribunal las actas del proceso relativo a los reos de Estado, Péstel, Ryleiev y demás cómplices que han intenta do el regicidio, e introducir en Rusia el régimen republicano; después de haber visto sus delitos justificados hasta la última evidencia y confirmados por sus

propias confesiones, reconocemos que estos criminales merecen la pena capital; en su virtud no nos oponemos a la sentencia que se pronuncie contra ellos; más atendiendo a nuestro estado sacerdotal, no podemos añadir nuestra firma a conti nuación de dicha sentencia" (249). El Zar no ratificó las sentencias, reduciendo a 5 las penas de muerte -Péstel, Sergio Muráviev-Apóstol, Bestuzhev-Ruminey, Kajovski y Ryleiev- en un "ukás" (decreto) de 10 de julio de 1826. El 24 se cumplió el veredicto en una horca colocada en una de las numerosas islas en lo que hoy es el casco de San Petersburgo, levantado sobre tierras pantanosas y pequeñas islas. Los demás sentenciados fueron llevados al destino de sus con denas.

Dediquemos unas líneas a la familia Muráviev-Apóstol: el doble apellido

muestra su procedencia de una vieja familia rusa -los Muráviev- de noble abo lengo y distinguidos servicios; el segundo, Apóstol, provenía de un antiguo y destacado hetmán, caudillo militar, cosaco que luchó a favor de la causa rusa. El padre -Iván- representó diplomáticamente a Rusia en diferentes países

hanseáticos, pasando seguidamente, con el mismo cargo, a Italia, hasta que en el verano de 1802 se incorporó -como ministro plenipotenciario y encargado de

negocios de Rusia ante la Corte de Carlos IV- a Madrid, permaneciendo hasta el otoño de 1805, fecha en que le relevó el barón Stroganov.

Si bien no conozco ningún documento que lo avale, entiendo que no resulta nada aventurado pensar que los hermanos Muráviev-Apóstol, residieron tres años

en Madrid con sus padres; me inclino a creer que en un relativamente dilatado espacio de tiempo, la esposa y los hijos acompañaron al diplomático en la capital de España.

Y -¡dicen que el mundo es un pañuelo!- pasados unos años, allá por 1818-

19, fundó y dirigió la Escuela de Ingenieros de Vías de Comunicación, en San Petersburgo, nuestro compatriota Agustín de Betancourt. Entre los alumnos que

formaron la 1.a promoción se hallaba Sergio Muráviev-Apóstol, quien tuvo el honor de haber sido discípulo del gran ingeniero canario. Después del fallecimiento de dos hermanos -Sergio en al horca; Mateo se

suicidó en la Plaza del Senado una vez consumado el fracaso del levantamiento, (249)

Opus cit., p. 134.

181

de un tiro en la cabeza- y la condena del tercero, Alejandro, a degradación, 15 años de trabajos en obras públicas y posterior deportación a Siberia, su desgra ciado padre se negó a volver a Rusia, "no deseando seguir llorando sobre las cenizas de sus hijos"'.

¿Quiénes fueron los tres marinos incluidos entre los arrestados por su parti cipación en el levantamiento?: el teniente de Marina Vladímir P. Románov. Acer ca de su estancia en Cádiz escribió un relato intitulado: "Fragmento de las notas

de un viaje a España del teniente de marina Vladímir Románov". Los individuos, cuyos nombres iban en una lista separada -entre los que se encuentra el de este

marino- no conocían sino muy imperfectamente el fin de las asociaciones a que habían pertenecido o las habían abandonado por el conocimiento mismo de la

falta que habían cometido entrando en ellas. Al considerarlas leves, la Comisión resolvió limitarse a darlos a conocer "a V.M. Vos, Señor, os dignareis pronunciar

sobre su suerte, conforme a Vuestra equidad y clemencia" (250). Desconozco la sentencia, que, con toda seguridad, no le evitó ir a Siberia o a combatir en el Caúcaso, aunque fuese marino.

El teniente de navio Nikolái Aleksándrovich Bestúzhev, escritor romántico y pintor, amigo de Puschkin. a muerte política -en este caso pasar bajo la horca-

y obras públicas a perpetuidad. Posteriormente el Zar se la conmutó para ir a luchar en el Caúcaso.

Por último, Aleksándr Petróvich Beliáev. autor de unas "Memorias de los Decembristas". Alférez de navio, sufrió degradación, pérdida de nobleza, envia do a obras públicas por 12 años y después desterrado a Siberia.

O

Por si algún lector se siente empujado por la curiosidad, se dan a conocer los

nombres de los barcos de la escuadra rusa en caracteres cirílicos; nombre adopta do por las grafías rusas en honor de los hermanos -monjes griegos emigrados a Rusia en el siglo IX y más tarde canonizados por la iglesia ortodoxa- Metodio y Cirilo, considerados los creadores del alfabeto eslavo; de Cirilo, se deriva el ad jetivo cirílico.

Se incluye asimismo la traducción literal de los nombres de los barcos ru sos, añadiendo aquéllos que sufrieron en España transformación, es decir, los cinco navios y la fragata Patricio:

(250)

182

Opuscit., p. 141.

Navios y fragatas llegados a Cádiz el 21 de febrero de 1818 Nombres en ruso

Traducción literal

Nombres en español

JI,pe3jTeH

Dresde

Alejandro I

HopA-A,ruiep

Nord-Adler

España

JIy6eK

Lubeck

Numancia

HemyH

Neptuno

Fernando VII

TpH CBKTHTeJI«

Tres Obispos

Velasco

IlaTpHKHH

Patricio

Reina María Isabel

MepKypHH

Mercurio

Mercurio

Actpojih6k8

Astrolabio

Astrolabio

Fragatas 1 legadas a Cádiz el 12 de octubre de 1818

IIpOBOpHBIH

Pronta

Pronta

JlénCHH

Ligera

Ligera

nocneinHMH

Viva

Viva

Mantengo la esperanza de poder investigar, algún día, el tema de la escuadra desde la perspectiva rusa. Existen grandes posibilidades de que ello nos permitie se acceder a documentos -sin duda, los habrá- que viniesen a iluminar ciertos episodios en la actualidad oscuros. Pero hoy, el imperativo de la brevedad, exige colocar el punto final, que aquí llega.

183

NOTA PARA NUESTROS SUSCIPTORES El Instituto de Historia y Cultura Naval realiza periódicamente la revisión de la lista de suscriptores, que comprende, entre otras cosas,

la comprobación y depuración de datos de nuestro archivo. Con este motivo solicitamos de la amabilidad de nuestros suscriptores que nos

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hayan cambiado de situación o porque tengan un nuevo domicilio. Hacemos notar que cuando la dirección sea de un organismo o depen

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184

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187

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Cádiz.

Archivo Histórico Provincial

Cádiz.

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Granada.

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El Viso del Marqués (C. Real).

Archivo Central del Servicio Histórico Militar

Madrid.

Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores

Madrid.

Archivo del Museo Naval

Madrid.

Archivo Histórico Nacional

Madrid.

Archivo de la Diputación Provincial

Zaragoza.

Archivo Histórico Municipal

Zaragoza.

Archivo del "Dpto. de Estudios Históricos Navales"

Buenos Aires.

Fuentes bibliográficas Biblioteca Municipal

Algeciras (Cádiz).

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Cádiz.

Biblioteca Municipal

Cádiz.

Biblioteca Militar

Cádiz.

Biblioteca Univ. del Hospital Real

Granada.

Biblioteca de la Facultad de Derecho

Granada.

Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras

Granada.

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Granada.

Biblioteca Municipal

Zaragoza.

Biblioteca del Archivo Histórico Provincial

Zaragoza.

Biblioteca de la Academia General Militar

Zaragoza.

Biblioteca de la Diputación Provincial

Zaragoza.

Biblioteca del Archivo de Marina

El Viso del Marqués (C. Real)

Biblioteca del Museo Naval

Madrid.

Biblioteca del Archivo Central del S. H. Militar

Madrid.

Biblioteca Nacional

Madrid.

Biblioteca de "Caixa Vigo"

Vigo (Pontevedra).

Biblioteca de la "Fundación Penzol"

Vigo (Pontevedra).

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Teófilo Gautier.

"Frántsia-Rossía" (Francia-Rusia)

S. a.

"Ciudades españolas en el siglo XIX"

F. Quirós.

188

índice onomástico Abascal, Fernando de, virrey: 89, 97.

Blanco, Joaquín: 153.

Abisbal, por La Bisbal, conde de: 140 bis.

Bisbal, conde de. Ver O'Donnell, Enrique.

Abreu, ManeL: 74(4).

Bolívar: 32 (7), 33.

Alborna: 13.

Bonaparte, José: 22, 27.

Alejandro 1, emperador de Rusia: 13, 16, 18, 19, 21, 23, 25, 26, 41, 45, 46, 59, 64,78,80,81, 134, 147, 180, 181. Alonso Espino, Juan: 86. Amarillas, marqués de las: 40.

Bonifacio de Arrarte, marino mercante: 114.

Borrow, Georges: 60.

Borso di Carminad, general español: 163. Botkin, Vasili Petrovich: 60.

Ana Pavlóvna, gran duquesa: 16, 20.

Braganza, Isabel de, reina de España: 21.

Antonio, infante don: 20, 23, 25, 36 b.

Brandemburgo, cónsul de Rusia: 49.

Arco Agüero: 156.

Brayer, Miguel, par de Francia: 91, 92.

Ayalde, Tomás de: 36.

Azpeitia o Apoitia: 72.

Bringas, Francisco: 73. Buesa, José: 71.

Bulátov, decembrista: 182. B

Burgos: 72.

Ballesteros y Beretta, historiador: 30.

Burton, mister, marino: 47.

Bandarán: 72.

Butrón, Diego: 153, 157.

Bardají y Azara: 18, 19 (3), 20, 25, 26.

Bustamante, José: 161.

Bauza, Felipe: 161.

Bynon, oficial: 17.

Berenger, Francisco de: 85, 116, 119, 121 (2), 121 b (2), 124 (3), 125, 126 (2).

Berenguer, Josefa, esposa de Dionosio Capaz: 104, 105.

Betancourt, Agustín de: 79, 80 (2), 183. Beláev, AleksandrP. decembrista: 184.

Bestuzhev, Nicolai A., decembrista: 184.

Bestuzhev-Ruminey, decembrista: 183. Blanco Cicerón, magistrado: 96. Blanco Encalada, Manuel: 96, 97 (4), 98 (2), 99 (3), 100(3), 101(3), 103. Blanco White, José: 155, 159.

Cabanas: 101.

Calwel, C. E., escritor: 112. Camerino, José: 70.

Campo. Antonio del: 134. Cangas: 36b.

Capaz, Dionisio: 73, 98, 99, 102, 104 (3), 104 bis, 142, 142, 143 (4), 144 (5), 145, 160(2), 161, 162(4). 165(5). Carlos, infante Don: 20, 40, 66. Carlos II, rey de España: 36b. 189

Carlos III, rey de España: 36b.

Encalada, Mercedes: 96.

Carlos IV, rey de España: 13, 14, 15, 21,

Enrile, Pascual: 28. Escoiquiz: 36.

183.

Carlos III, Orden de: 49, 59,172.

Espartero, Baldomero: 163.

Carracedo, José: 153. Carreras: 91.

Casa-irujo, marqués de: 83, 111 (2), 113.

Falec, patrón barco: 70.

Castelldosrrius. marqués de: 58.

Fernández, Antonio: 72.

Castillo. Manuel del: 69. 71 (2). 72, 104b.

Fernández Duro: 65,71,73, 84,91,95. 102.

Catalina, gran duquesa: 20 (3), 21.

107. 108. 160, 161, 163.

Catalina la Grande: 13, 20. 49, 79.

Fernando VI. rey de España: 36b.

Cea (Zea) Bermúdez, Francisco de: 18 (2),

Fernando VII, rey de España: 13, 19, 20 (2), 21, 23, 26, 27 (3), 40 (3), 58, 59,

19. Ceballos, Pedro: 26.

61, 65, 66 (2), 68, 82, 114, 129, 135,

Cirilo, monje griego: 184.

136, 153, 173.

Clonard, conde de: 30, 92.

Ford, Richard: 60.

Cochrane, Tomás: 142, 173.

Francico don, infante: 116.

Coig, Luis: 92, 95.

Freiré: 173, 177.

Colmenares: 144. 160. 161 (2).

Frías, Joaquín de: 158.

Colombí: 63b (2).

Fuente, Manuel de la: 72.

Colombo, Felipe: 64.

Fuenzalida Bade, Rodrigo: 71, 96, 107,

Collado, Pedro, camarilla Fdo. VII: 40. Constantino, príncipe: 45. 181.

144.

Funes, Manuel: 153.

Cordera, Manuel de: 167.

Córdoba, Francisco, camarilla Fdo: VIL 40. Garay, Martín de: 83 (3). CH Chacón, Ignacio: 153.

García de León y Pizarro, José: 27, 54, 55, 63 b, 64, 66, 83 (2). Gautier, Teófilo: 60

D

Godoy: 16(2), 21.79.

Davilier, Charles: 60.

Goñy. Joaquín: 137 (2), 139 (60).

Díaz Porlier: 28.

Gómez Labrador: 20.

Doborán: 70.

Grandallana, Francisco de: 63b, 115.

Dueñas: 161.

Gravina, Pedro, nuncio: 37.

Dulce, Domingo: 163.

Guruceta, Roque. 85, 121 (3), 121b. 123,

Dumas. Alejandro: 60.

Dupuy, aventurero francés: 94.

124, 125, 126 (2). Gutiérrez, José Antonio: 53.

Gutiérrez de la Concha: 163. E

H

Eguía, Francisco de: 40, 41, 83 (3), 84 (3), 86 111, 112. 113(2), 115. Elorriaga, Matías: 70. 97. Emperador de Rusia: 15. 16 (3). 25,40, 58, 110.

190

Hamilton, comodoro: 49.

Heras, de las Heras, general chileno: 91, 92.

Heredia, Narciso. 55. Hidalgo, sacerdote: 33.

Hidalgo de Cisneros, Baltasar: 33 (2), 77,

Loriga, oficial: 101.

78 (2). 83, 86(2), 110, 111, 113, 116,

Lorite, Miguel, cabo: 72.

117, 118 (4), 121, 121b, 123, 124, 125,

Luisa Cañota, infanta: 78.

126. 132.

Luisa Fernanda, infanta: 163.

Hidalgo de Cisneros, José: 63, 78.

Luyando. José de: 18.

Hole Hakonson: 109.

HomePophan, sir: 18.

M

Hompechs, Fernando de: 14 (2).

Madariaga, Salvador de: 32.

Hoyos, Francisco de: 63, 78, 86, 110 (2),

Mancini, Jules: 32.

111, 130, 173.

Maria Cristina, reina de España: 163.

Hurtado de Corcuera: 153.

Martín de Iriarte: 118 (2).

Martínez de la Rosa, Francisco: 27, 65. I

Martínez, Juan José: 153.

Ibarra, José de: 115.

Martínez, Remigio, sargento: 71,72,74,75.

Icaro, Pedro: 109.

Mazarredo: 27.

Imáz, José: 83.

Mendoza Martín: 166.

Infantado, duque del: 60.

Meñaca, Nicolás de: 86, 136 (2), 137.

Iriarte: 123.

Menchaca, Andrés: 70.

Irigollen: 115.

Mérimée, Própero: 60.

Isern, Damián: 112.

Mesa, Pedro de: 118.

Isturiz: 163.

Metodio, monje: 184. Milorádovich, general: 182. Miller, mayor: 100, 101.

Jabat, Juan: 36b.

Miranda. Cosme: 72.

Jordán , José: 35.

Miranda, Francisco, sargento: 72.

Miranda Rodríguez, Francisco de: 31, 32 K

Kajovski, decembrista: 183.

(4). Monteagudo, criollo argentino: 94.

Keats, almirante: 22, 23.

Montes de Oca: 163.

Kindelan, Juan: 22.

Monteverde, Domingo de: 32 (5).

Knyf, coronel: 21.

Montoya: 173.

Koschelov: 18.

Morelos, sacerdote: 33.

Kusmicht, monje: 181.

Morillo, Pablo: 28. Mossat, marino: 49.

Mourelle, Francisco: 121 (2), 132, 151,

Laborde, Ángel: 136, 138, 165, 168, 169, 172 (2).

152, 157 (3), 165. Mújica, Antonio de: 70.

Laredo, Pedro de: 70.

Mullen 40,49,50,53,58, 59,63b, 84, 117.

Lastra, Francisco de la: 175.

Muraviev-Apóstol, Alejandro, decembrista:

Lavadero, teniente de navio: 35.

184.

León, Diego de: 162, 163 (7), 164 (3).

Muraviev-Apóstol, lván: 183.

Lila, José de: 53, 56 (2), 58.

Muráviev-Apostol, Mateo, decembrista:

López, Miguel: 53.

López Baños: 156.

183.

Muráviev-Apostol, Sergio, idem: 183 (4).

191

N

Pilón, Antonio: 161.

Napoleón, José: 21, 22 (2), 23, 26b, 180.

Plaschkin, profesor: 13.

Nesseirode, canciller: 20, 81.

Plater, marino: 86.

Nicolás I. Zar de Rusia: 147.

Porlier, Rosendo: 114 (3), 115,116,117 (3),

Nicolás II. Zar de Rusia: 70, 181 (2).

118(4), 121b, 123, 129, 131 (2).

Nielsen, Hans: 109.

Primo de Rivera, Fernando: 93, 94 (2).

Noviskov, marino: 49.

Prina, Antonio Javier: 70.

Nuñez, Joaquín: 119.

Príncipe de la Paz. Ver Godoy.

Q

O O'Donnell, Alejandro: 24.

Quintana, José de la: 70, 174 (3).

O'Donnell, Enrique: 151, 155 (3), 156.

Quintanilla: 174 (2).

O'Donnell, Leopoldo: 163 (2).

Quiroga, Antonio: 156, 157 (2).

Ofalia, conde de: 65. R

O'Higgins, Bernardo: 73,91 (2), 92,98 (3), 177.

Raggmanu, comodoro: 86.

Oldemburgo, príncipe de: 21.

Reyes, José, cabo: 72.

Ordóñez, general: 98, 93 (5), 94 (2).

Riela, conde de: 50.

Oreiro, Jacobo: 153.

Riego, Rafael del: 136, 151, 156(2), 182.

Orive, Andrés de: 119.

Rigada, Benito de la: 153, 166.

OrtizOtáñez: 115.

Ríos, Javier de los: 70.

Osorio, Francisco, brigadier: 161.

Riva, Alonso de la: 166, 167 (3).

Osorio, Mariano: 91 (3), 92 (6), 93 (3),

Rodil, José Ramón: 33.

94 (4), 95 (3), 96, 144, 159, 160 (2),

Rodríguez de Arias: 128.

161.

Rody, marino mercante: 49.

Ostalaza, Blas de: 37.

Románov, Viadimir, decembrista: 184 (2).

Ostermann, canciller: 70.

Roncah, Federico: 164 (2).

Ruiz Mateos, Antonio: 153. Ryleev, decembrista: 183.

Pablo I, Zar de Rusia: 13, 14 (2), 15 (2), 92,98(3), 181.

Palafox y Melci: 34.

Salazar, ministro de Marina: 85.

Pardo, Ramón: 153.

Saltikov, mariscal: 19.

Parra, Diego de la Parra: 132.

Salvador, E.: 74.

Patrón, Juan Manuel: 110.

San Carlos, duque de: 19, 163.

Pavía y Pavía: 35, 36, 126, 145, 152, 162,

San Martín: 53, 91, 92, 93 (2), 142m.

165. Pedro el grande: 60.

Sánchez, Francisco, coronel: 95, 96, 100, 101 (3), 103, 104b, 142, 173.

Pérez del Camino, Melitón: 114.

Sánchez Tembleque, Nicolás: 72.

Perignon, embajador: 21.

Santibáñez, Rafael de: 153.

Pestel, decembrista: 183.

Santisteban, Rafael: 157.

Pezuela, Joaquín de la, virrey: 73 (2), 89

Saralegui, Manuel de: 66, 132, 157.

(5), 90, 91, 111, 144(2), 160(4). Pezuela, Juan de la, brigadier: 163.

192

Saravia, José Antonio de: 80.

Sarsfield, general: 155, 156.

Saussaie, sacerdote: 21.

Urrecha, Tomás de: 119.

Schervatov, príncipe: 60. Schop Soler. Ana María: 16, 26. Serna, de la: 89, 90.

Vacaro, Antonio: 130.

Sevilla, Pedro de: 69.

Valdés, Jerónimo: 159 (2), 160.

Sierra, Miguel: 97.

Valepcia, Pedro de: 119.

Silaniz, Miguel de: 70,107.

Van Halen, Antonio: 28.

Smith, marino mercante: 73, 161.

Van Halen, Juan: 28, 80.

Speransky, Mijaíl: 25.

Várela, Joaquín: 161.

Stanissig, marino mercante: 80.

Vargas Machuca, José: 153.

Stepanov, idem: 49.

Vázquez de Figueroa, José: 28, 54, 55, 77

Stroganov, barón de: 20, 26, 183.

(4), 83, 84, 85, 86. Vázquez Ventura, coronel chileno: 177. Venegas, teniente general: 89.

Talleyrand: 20.

Villavicencio, Juan María de: 158.

Taranco y de Llano, Francisco de: 70.

Vivero, Benito: 161.

Tatíschev: 26,40 (3), 41,44,54, 58, 60, 65

W

(2), 145, 147. Tiscar, Antonio de: 114 (2), 128, 131.

Wurtemburg, príncipe real: 21.

Toledo, Joaquín de: 63 (2), 63b (2), 78, 81,

Wilkinson, marino inglés: 100, 102.

110(3), 114, 131. Toloubiev: marino mercante. 49. Torata, conde de: 15, 160 (3).

Yevreimov, Yakov, cónsul: 60.

Tordereau: 49 Torre, de la: 23.

Torres y Guerra, Alonso de: 161.

Zambrano, marquesa de: 164.

Truzbetzkoy, príncipe: 182 (2).

Zar de de todas las Rusias: 13, 16, 27, 40, 44,53,59,63, 182(2).

Tschudy: 23. U Ugarte: 40, 55, 65 (3), 66 (2), 12b, 122,

Zinoviev, diplomático: 70. Zubiaga, marino mercante: 69.

123, 124, 145, 146 (2), 147.

193

índice de buques Diligente: 153.

Alejandro I: 61, 75, 77, 78, 113, 114 (2), 115(2), 116(3), 117(3), 119, 121 (3),

Dolphin, fragata sueca: 109. Dresde(n): 53, 54, 185.

121b (2), 122, 125, 128 (2), 129, 131, 132. 133, 150(3), 157, 158, 159, 185. Amable María, alias, la Empresa: 63b.

E

Elena: 69, 104, 108.

Aquiles: 1531.

Elizavete: 79.

Aránzazu, pailebot: 130, 161.

Encantadora, bergantín goleta: 153.

Araucano: 98, 99, 104.

Esmeralda: 91, 92 (2), 95, 160.

Aretusa: 153, 166, 168.

España: 145, 150 (2), 158 (3), 159, 185.

Asia: 119.

Especulación: 70, 107. 144.

Astrolabio: 61, 82, 133, 150, 158, 159 (2), 185. Astrogele: 54.

Fair Americana: 71, 137, 138, 139. Fama: 71, 115. B

Buenos Aires: 177(2), 178. Brunswich: 136 (2).

Flora: 97, 142.

Fernando VII: 61, 77, 82 (2), 113,114,115 (3), 116(2), 118,122, 128, 133(2), 149

(20, 150 (2), 157 (2), 159, 185. Carlota: 104, 107. Casilda, paquebot: 97 (2).

Gertrudis, bergantín sueco: 142.

Ceres, corbeta: 138.

Guerrero: 153.

Cleopatra, mercante armado: 160. Concepción: 70.

H

Hércules, bergantín: 153, 166. CH

Hiena: 153.

Chacabuco, fragata: 96, 98, 99, 104, 108. I 1)

Independencia, fragata: 176, 177, 178.

Descubierta: 88.

Indianan: 90.

Diana: 113. 134.

Infanta de España: 63.

194

Presidente, fragata: 95. Jacinto, bergantín: 138 (2).

Prueba: 114, 115 (2), 121 (2), 121 b (2), 129(2), 130(2), 150.

Javiera: 70.

Pueyrredón: 96. R

Ligera: 61, 86 (2), 133, 134. 141 (3), 150, 152,159 (2), 169 (2), 170 (5), 172 (2). Ligero, bergantín: 153. Lübeck: 49, 54, 82, 185.

Rápido, bergantín goleta: 169. Reina María Isabel: 61, 69, 71 (5), 73, 74, 75, 78, 82, 87 (3), 88 (3), 92,95 (2), 96, 98,99 (3), 100 (2), 101 (3), 102 (5), 104

M

Macedonia: 73, 161. Magdalena, alias, Dos Amigos: 69, 104,

(4), 105, 106, 107 (3), 108,111 (3), 142,

143 (3), 144 (2), 159 (3), 160, 173, 174, 176, 177 (4), 178, 179, 185. Resolución, fragata: 142.

108. Mágica: 153.

Riquelme, goleta: 153.

María-Ana: 129, 130.

Rosa, alias. Arrogante: 71.

Mariana, goleta: 153.

Rosalía, alias Jerezana: 70, 104, 108.

Mercurio: 54,61,77, 82 (2), 133, 150, 153, 157, 159 (2).

Milagro, fragata mercante: 92.

Sabina: 122, 153, 157.

Mohawk: 63.

San Felipe: 64.

Montañés: 158 (2).

San Fernando, alias, Príncipe de Asturias: 63, 70, 107.

N

San Ignacio de Loyola: 63, 64.

Neptuno: 54,61, 185.

San José: 63, 109 (2).

Nord-Adier: 54,82, 185.

San Julián: 165.

Ntra. Sra. de Atocha, alias, Reina María

San Martín: 98, 99 (4), 100 (6), 101 (3), 102 (3), 104, 160.

Isabel: 70, 107. Ntra. Sra. del Carmen: 109 (2), 110.

San Patricio: 46.

Ntra. Sra. de los Dolores: 70, 104.

SanTelmo: 113 (2), 114 (2), 118 (2), 122,

Ntra. Sra. de la Regla, alias, Carlota: 70,

129, 130(4), 131, 150. Santo Tomás, alias, Intrépido: 64, 104.

72.

Numancia: 149 (2), 150 (2), 157 (3), 158

Santa María: 70, 107.

Santísima Trinidad: 70, 71, 74, 87, 107,

(3), 159, 185. Numancia: 82, 133, 152, 157 (3).

108, 145, 160. Sebastiana: 160.

O O'Higgins: 177.

Shakespeare, ballenera inglesa: 160. Soledad: 85. Sorpresa, bergantín: 153.

Paloma: 97.

Pantera, fragata norteamericana: 143.

Tronschwastitil: 54.

Patricio: 54,61, 184, 185.

Todos los Santos: 70 (2), 72 (2), 107.

Pezuela, bergantín: 92, 160.

Tres Obispos: 75, 82. 107, 185.

195

U

Unión: 63b.

Venganza: 160.

Viva: 61, 86 (2), 133, 134 (3), 135 (4), 150, 151 (2), 167, 168, 170, 185. V

Velasco: 82, 133 (2), 158 (3).

Veloz: 61.

196

W

Windhan, norteamericano: 96.

ÍNDICE TOPONÍMICO Los movimientos secesionistas: F. de Mi

América - Creación de un reino: 16.

randa: 30, 31.

Movimientos secesionistas: 28.

Bolívar: 31.

Francisco de Miranda: 30, 31.

Hambruna en la Armada: 36.

Bolívar: 31.

Llegada de la escuadra rusa: 49.

Motín en la Santísima Trinidad: 72 a 75.

Juicios sobre su adquisición: 54,55,56,57.

Virreinato del Perú: 87 a 90.

Designación de un cónsul de Rusia: 60.

Ejecución prisioneros de Maipú: 90.

Salida para Cronstadt de marinos repatria

Apresamiento Reina María Isabel: 100, 102, 102.

dos - Joaquín de Toledo - Especulacio nes sobre el Convenio: 67, 68.

Baja de la Viva: 167.

ídem Ligera: 172.

Partida para América del Reina María Isa bel: 69.

Pérdida de Chiloé: 173, 174.

Informe favorable sobre la escuadra: 75.

Disolución de la escuadra chilena: 173,174.

ídem contradictorio: 79.

Fin de Reina María Isabel: 178,179.

Llegada de tres nuevas fragatas: 85, 86.

Antillas, Mar de las: 54, 136.

Partida de los repatriados rusos a Cronstadt:

Arcángel: 54 (4).

109.

Argentina: 88.

Salida expedición de Porlier: 114, 115.

Asturias: 34.

Plante de brigadieres y capitanes de navio:

Arica: 70.

115 a 128.

Ayavucho, batalla de: 34.

El Alejandro I parte para América: 129. Su inesperado regreso: 134, 135.

B

Bailen, batalla de: 33. Báltico: 41, 79. Buenos Aires: 16, 33, 72, 96. Brasil: 73, 85, 111.

Vuelta de la Pronta: 142. Desarme de varios barcos rusos: 150, 151.

Formación de la escuadra del brigadier Mourrelle: 153, 154.

Gran expedición a América: 155,156, 157. Venta en pública subasta de varios barcos

Cabezas de San Juan, Las - Levantamiento de Rafael del Riego: 155, 156. Cádiz, La Armada en: 29, 30, 31.

rusos: 157,158.

La pequeña división al mando de Laborde: 165, 166.

197

Callao, El: 87, 91, 92, 95 (2), 96, 97, 104. 107, 108 (2). 113. Campo-Formio, Tratado de: 14. Cancharrayada, batalla de: 92.

Gran Belt: 46.

Gran Bretaña: 16, 22, 26, 45, 47, 63, 65, 79, 104.

Guaira, La: 70,71.

Caracas: 34. H

Cartagena de Indias, apostadero: 135. Concepción, provincia de la: 95 (2), 100,

Habana La: 31 - Pérdida de la Viva: 167. Hamburgo: 22.

104.

Colmenar Viejo. Aprehensión de Diego de

Hornos, cabo de: 77, 98, 104b, 108 Hundimiento de la fragata Reina María Isa

León: 163. Cronstadt: 24, 44, 47. 48, 63, 78 (20, 79.

bel: 178.

CH

Chacabuco, batalla de: 34,, 91, 92, 93 96

I

Inglaterra,ver Gran Bretaña.

(2), 97. Chile: 74, 82. 87 (2), 88, 90, 91 (40, 92, 92, 96 (2), 97 (3), 104b, 174.

Juan Fernández, isla de: 97.

Venta de la escuadra chilena: 174,175,177.

Chiloé: 96 Caída de Chiloé: 173, 174 (3).

León, isla de: 96. Lima: 31, 33 (2), 70, 77, 89. 91, 115.

D

Lisboa: 74.

Dantzig: 23, 44.

Londres: 46, 47 (3). 92 (2).

Dinamarca: 22.

Maipóo Maipú: 93, 94.

Deal: 46, 47.

Malta: 14.

Dolores de Hidalgo. Fusilamiento del sa

Madrid: 21, 25, 26. 43, 49, 56, 61, 66, 79,

cerdote Hidalgo: 33.

80, 81 (2), 82, 96, 111, 113, 115,147. Mancha, La: 28.

Mancha, canal de la: 46. Elseneur. Consulado: 110. España: 13, 14. 16, 22, 23, 24, 25, 26, 29,

Manila: 70. Maracaibo: 124.

34, 41 (7), 44 (2), 54, 51, 60 (4), 63, 74

Maule, río: 92 (2).

(3), 95, 112(2), 138.

Mocha, isla: 99.

Etruria, reino de: 22.

Montevideo: 89.

Extremadura: 28, 34.

Moscú: 25.

Faro, cónsul en: 140.

Ñapóles, reino de: 26.

Ferrol. El: 82.

Neva, río: 23, 79.

Finlandia: 45.

Norte, Mar del: 46.

Francia: 13. 14. 18,29,79.

Nueva Granada: 89.

N

G

Gotemburgo: 49.

198

Pacífico, gran expedición al: 12 (2).

París: 15, 79, 82.

Santander: 23, 31.

Peterhof, hoy Petrodvórets: 14.

Santiago de Compostela: 84, 85.

Perú, virreinato: 33, 73, 84, 87 (2), 88, 89, 91 (2), 95, 96, 104.

Santiago de Cuba: 172. Santiago de Chile: 90 (2). 92, 96.

Plata, virreinato de la: 21. 13.

Segovia: 24.

Portmouth: 47 (2), 49. 63b.

Sevilla: 15, 19.

Portugal: 122.

Siphead: 47 (3).

Puerto Rico: 31.

Skagen: 110(3).

Q

Smolenko: 23.

Quinquina, isla: 99, 100.

Suaburg: 43. T

R

Talca (Chile): 92, 93.

RevaloTallin:43, 46, 64.

Talcahuano: 88 (3), 91, 92 (2), 94, 99 (5),

Riga: 43.

102 (2). 105 (2), 107, 108,111 (2), 143,

Río de Janeiro: 74.

159, 160, 161, 173, 178.

Roncagua, batalla de: 91.

Tallin, ver Reval.

Rostock: 23.

Trafalgar, batalla de: 28.

Rusia: 14, 14 (2), 16, 18,19, 21 (2), 23 (2).

Tsárkoe-Seló, hoy Pushkin: 23.

24, 25, 27, 34, 40, 42 (2), 44 (3), 45, 50

Tucumán: 33.

(3), 51 (2), 58, 60 (3), 61 (2), 63b (3),

Turquía: 18.

109.

V

S

Valdemoro: 84 (2).

Salta (Argentina): 90, 91, 92 (2), 96 (2).

Valdivia: 88. 96, 173.

San Blas de California: 114.

Valencia: 84.

San Fernando: 96, 109.

Valparaíso: 73, 88, 92, 98, 99. 108.

San Ildefonso, La Granja de: 14, 21.

Venezuela: 32.

San Luis (Argentina): 94.

Veracruz: 70.

San Petersburgo: 14, 15, 18,19, 21, 23,25,

Vielikie-Luki: 18,25.

42, 43, 46, 54 (4), 63b (2), 64 (2), 80,

Viena: 20.

81,98.

Vigo: 32, 64.

Santa Cruz de Tenerife: 70, 71 (4), 107.

W

Santa Marta (Colombia): 70.

Wallone, iglesia reformada de: 21.

Santa María, isla chilena: 99,107,108.

Washington: 96.

Publicaciones periódicas Diario Marítimo de la Vigía, Cádiz: 49, 63,

Gaceta de Madrid: 21 (2), 46, 47 (2), 50.

69, 70, 85, 86. 109, 134, 137, 139, 140,

55 (2), 56, 59, 63, 71, 83, 92, 126,

141.

Diario Mercantil, Cádiz: 49, 63b, 64. 70. 115, 134, 158 (2).

Diario de Sesiones de las Cortes, Cádiz: 36(3).

158.

Cazeta de Zaragoza: 23, 46, 47 (2), 53, 59.

Le Conservateur Impartial: 23, 24. Morning Chronicle: 43. 199

CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL 1.- I JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTA LA ILUSTRACIÓN (Agotado) 2.- II JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA MARINA DE LA ILUSTRACIÓN (Agolado) 3.- SIMPOSIO HISPANO-BRITÁNICO

20.-

ESPAÑOLA

DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.- LA HISTORIA DESCONOCIDA (1599-16...)

21.- CICLO DE CONFERENCIAS 22.- LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL

CINCUENTENARIO DE SU TRASLADO (Agotado)

LA GRAN ARMADA (Agotado)

4.- III JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II) (Agotado)

23.- LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADA

ESPAÑOLA

24.-

XI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, EL

25.-

XII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

5.- IV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA ESPAÑA MARÍTIMA DE SIGLO XIX (II) (Agotado)

IX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

MARINO HISTORIADOR (1765-1844)

6.- FERNÁNDEZ DURO (Agotado)

ESPAÑOLA

7.- ANTEQUERA Y BOBADILLA

DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y

8.- V JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA MARINA ANTE EL 98.- ANTECEDENTES DE

26.-

ESPAÑOLA

UN CONFLICTO

9.- I JORNADAS DE POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y SUS

ALVARO DE MENDAÑA: EL PACÍFICO Y SU DIMENSIÓN HISTÓRICA 27.- CURDOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDAD

PROBLEMAS ACTUALES

COMPLUTENSE DE MADRID

MEDIDAS DE LOS NAVÍOS DE LA JORNADA DE

10.- LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SU

PROYECCIÓN HISTÓRICA 11.- VI JOSNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

INGLATERRA

28.-

ESPAÑOLA

LA MARINA ANTE EL 98.- GÉNESIS Y DESARROLLO DEL CONFLICTO

CIENTÍFICO XIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

29.-

XIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA D. JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA VICTORIA, EN LA ESPAÑA DE SU TIEMPO XV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

12.- MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990)

ESPAÑOLA

13.- I JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES

FERROL EN IA ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL

DE LA ARMADA (I)

SIGLO XIX 30.-

14.- II JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA CASTILIA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES

CRISIS DE CUBA (1895-1898)

DE LA ARMAADA (II)

15.- VII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

31.- CICLO DE CONFERENCIAS - MAYO 1998

LA CRISIS ESPAÑOLA DEL 98: ASPECTOS

ESPAÑOLA

NAVALES Y SOCIOLÓGICOS

POLÍTICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL TRAS EL DESASTRE (1900-1914)

16.- EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA 17.- VIH JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ESPAÑOLA EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y PROYECCIÓN HISTÓRICA 18.- EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO 1992 19.- EL CASTILLO DE SAN LORENZO DEL PUNTAL-

LA MARINA EN LA HISTORIA DE CÁDIZ

XVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA ESPAÑOLA ASPECTOS NAVALES EN RELACIÓN CON LA

32.- CICLO DE CONFERENCIAS - OCTUBRE 1998

VISIONES DE ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98 33.-

LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL EN

35.-

XX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

EL SIGLO XVIII JUAN DE LA COSA 36.- LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJANDRO IA FERNANDO Vil EN 1817

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