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LOS ORÍGENES DE CANTONA: PINTURA RUPESTRE EN EL CERRO LAS ÁGUILAS
Érika Morales Vigil*
Los orígenes de Cantona: pintura rrupestr upestr e upestre en el Cer Cerrro Las Águilas A principios de nuestra era, en la región actual de la cuenca de Oriental, en el estado de Puebla antiguos habitantes de aldeas y villas cercanas, así como posibles viajeros procedentes de otras regiones culturales, comenzaron a forjar lo que 600 años después se convertiría en una de las ciudades militares más grandes de Mesoamérica: Cantona. A escasos 300 m al suroeste de esta ciudad prehispánica, se localiza el Cerro Las Águilas, viejo testigo del desarrollo histórico de estos pobladores. En sus faldas, alberga restos arqueológicos que nos remiten a una estrecha relación entre esta ocupación y la de la ciudad vecina. Calles, terrazas, escalinatas, material cerámico y lítico; así como pinturas y grabados rupestres, guardan un milenio de producción humana acumulada durante la larga secuencia de ocupación del cerro. En el siguiente trabajo se trata el estudio de los primeros habitantes de este lugar, a partir de las investigaciones recientes realizadas en las pinturas rupestres del Cerro Las Águilas.
A lo largo de más de una década, las investigaciones realizadas en la cuenca de Oriental han arrojado distintos datos que nos ofrecen un mejor entendimiento acerca de los habitantes que ocuparon esta región antes de la llegada de los españoles. Sobre todo el estudio detallado de la ciudad prehispánica de Cantona y de los sitios aledaños, han aportado información acerca del patrón de asentamiento y de la producción material que caracterizó a los grupos que habitaron en este lugar (García Cook y Merino Carrión, 1996). Últimamente, los estudios realizados en las pinturas rupestres localizadas en el Cerro Las Águilas, nos han llevado a cuestionar la ideología de estos habitantes por medio del análisis de la poca información iconográfica que, hasta ahora, estas manifestaciones nos otorgan. Ubicación A escasos 300 m al suroeste de Cantona, se localiza el Cerro Las Águilas, conocido localmente como cerro de Cuauhtepec. Se trata de una elevación de origen volcánico que se desplanta a los 2,400 msnm, alcanzando los 2,740, compuesto por rocas ígneas extrusivas caracterizadas por vitrófido dacitico,1 tobas y basalto. Su vegetación está integrada por un bosque de coníferas en su parte alta, compuesto por pinos y encinos; y un matorral semidesértico sobre su ladera, * Escuela Nacional de Antropología e Historia.
[email protected] 1 Unidad de textura merocristalina vítrea compuesta por fenocristales de pagioclasa sódica (oligoclasa) y biotita oxidada, inmersos en una pasta vítrea, que contiene vesículas rellenas por cuarzo secundario, y exhibe tonalidades grises. Es compacta, tenaz, y el fracturamiento produce bloques. Estos vitrófidos fueron emitidos durante el Cuaternario y comprenden el único afloramiento situado en la zona. (Carta geológica Veracruz E14-3 1: 250,000).
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caracterizado por la presencia de sabinos, yucas, magueyes, biznagas, y distintos tipos de matorrales. Entre la fauna, principalmente se pueden encontrar ratones de campo, liebres, víboras de cascabel y águilas. Además, en toda su superficie alberga restos arqueológicos que lo distinguen como un viejo testigo del desarrollo histórico de los pobladores de Cantona, ciudad prehispánica a la que estuvo conectado por, al menos, una antigua calle (fig. 1).
miradores, o explotarlos como yacimientos de extracción para material de construcción.
2500
Por otro lado, siguiendo el perímetro del desplante del cerro, se localiza una calle prehispánica que lo rodea en algunos tramos. Esta vía se caracteriza por un camino enlajado con dos muros que lo delimitan a sus lados. La altura del testigo de los muros varía entre 30 y 90 cm, y en algunas secciones su contención se adapta a la pendiente del terreno, aprovechando los afloramientos naXaltipanapa turales. El ancho de la huella varía de 1 a 6 m, y en una parte del trazo oriente, el corredor interno desaparece para dar cabida a un muro de 4 m de anZona Arqueológica Cantona cho. Sobre este mismo lado, se localizaron los restos de la calle CERRO que cruza la planicie para coLAS ÁGUILAS nectarse con la ciudad de Cantona (García Cook, 2003b), así como grandes bloques careados L os P aredones Paredones que parecen provenir de un ya(Abandonada) cimiento de toba que se encuentra en la parte alta de esta t Fig. 1 Ubicación del Cerro Las Águilas. ladera. La ocupación prehispánica del cerro Alrededor de toda la pendiente del cerro se pueden observar una gran cantidad de terrazas distribuidas linealmente, con accesos en forma de escalinatas —con o sin alfardas—, que conducen a miradores ubicados en puntos estratégicos de la parte más alta del cerro. Es común la presencia de alineamientos circulares de 1 m de diámetro, y cuartos de 2 a 3 m2, localizados a un costado de las escalinatas y en algunas terrazas. Los muros de estas últimas, se encuentran muy erosionados debido a la pendiente pronunciada del terreno, la cual en algunas partes alcanza los 30 grados de inclinación; además de la destrucción causada por las barrancas que las cruzan perpendicularmente. En su mayoría, los afloramientos de toba fueron aprovechados para levantar grandes muros, adaptarlos como
Al norte y al oeste, a 2,600 msnm, se localizan dos grupos de pozas naturales. Además, sobre toda la superficie se observa material cerámico y lítico, el cual se concentra principalmente sobre la planicie aluvial, proveniente de los asentamientos que ocuparon esta parte del terreno (estos sitios sufren actualmente de un alto grado de destrucción causada por el paso del arado). Cabe mencionar que el sistema constructivo de todos los restos arquitectónicos de este lugar sigue el patrón presente en Cantona, o sea, muros levantados piedra sobre piedra, sin argamasa, elaborados directamente sobre el terreno natural del cerro (García Cook y Merino Carrión, 1996). Por último, el cerro resguarda varios acantilados, dos de los cuales albergan pinturas rupestres. El primero, conocido localmente como Voladero del Coyote, se encuentra ubicado al
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oriente. El segundo, el Acantilado del Águila, se orienta al poniente. Las pinturas rupestres del Cerro Las Águilas Con el objetivo de ampliar el conocimiento sobre el desarrollo cultural de los antiguos habitantes de Cantona, el Proyecto Norte de la Cuenca de Oriental2 ha incluido durante varias temporadas de campo el registro de las manifestaciones rupestres encontradas en la región, principalmente aquellas localizadas en el Cerro Las Águilas. Metodología Nuestra estructura metodológica “se basa en un enfoque que establece las tareas a realizar en cuatro niveles: el primero de registro, donde se recoge y documenta la información; un segundo nivel de análisis, donde se establecen los datos; un tercer nivel de síntesis, donde se generan propuestas basadas en los aspectos cuantitativos y cualitativos de los datos provenientes del nivel anterior; y un cuarto y último nivel, interpretativo, en el cual se trata de asignar posibles significados culturales, en función de lo recuperado en el proceso de la investigación…” (Consens, citado en Castellano y Consens, 1995: 134). En cuanto al registro, considerando que no todos los sitios con manifestaciones rupestres presentan las mismas características, este proceso se adaptó a las condiciones particulares del medio ambiente y del proyecto. Esto depende de la conformación y ubicación tanto del soporte como de las pinturas, así como de las herramientas, tiempo y presupuesto con el que se cuenta. En este caso, el registro consistió en el dibujo de cada uno de los motivos a escala 1:5, a mano alzada sobre papel milimétrico, y de su ubicación topográfica sobre el afloramiento por medio de brújula y cinta métrica. Para
acceder a los motivos más altos, se utilizó una escalera de 7 m y un sistema improvisado con una cuerda y una cubeta para subir la herramienta necesaria (cámaras, tabla Munsell, entre otras). Cabe señalar que en todo momento se evitó el contacto directo con las pinturas con la finalidad de evitar un mayor deterioro y contaminación, tomando en cuenta que “el contacto directo con el arte rupestre provoca que los aceites presentes en las manos aceleren el proceso de degradación natural de la roca, lo cual puede contribuir a la destrucción del sitio y causar una contaminación que entorpecerá futuros análisis químicos de las figuras. Debido a que son sustancias abrasivas, los aceites de las manos manchan y desgastan el arte rupestre” (Greer et al., 2004: 10). Por otra parte, para optimizar el análisis, al momento del registro “se denominó ‘conjunto’ al grupo de elementos que por su proximidad guardaran alguna relación entre sí. A cada conjunto se le asignó una letra mayúscula consecutiva y a cada elemento un número progresivo dentro de su conjunto. La letra y el número asignado no corresponden a un orden jerárquico específico, sino simplemente al orden en que fueron registrados” (Morales y Lara, en prensa). Esto nos permitió organizar la información de manera objetiva, a modo de no asignar a los elementos denominaciones a priori que posteriormente derivaran en interpretaciones adelantadas. Antecedentes El primer informe conocido de las pinturas, corresponde a la visita que hizo Paul Gendrop, en 1938, a la Hacienda de Xaltipanapa.3 Aquí únicamente se mencionan algunos de los motivos del Voladero del Coyote, que corresponden al registro actual de las figuras F1, G1, G3-G6, G9, y uno de los rostros del motivo G7. Posteriormente, el señor Limón4 basa su interpretación del origen de Cantona en estas mismas 3
2
Proyecto apéndice del Proyecto Arqueológico Cantona, iniciado en diciembre de 1997.
4
Población ubicada a 500 m al noreste del Cerro Las Águilas. Poblador vecino de Tepeyahualco, actual cabecera municipal localizada a 7 km al sur del Cerro Las Águilas.
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figuras; las que junto con otros motivos del conjunto G y E5 —a excepción de la E1—, se trata de pinturas que al contrario del resto, mantienen su intensidad cromática intacta, llegando a conservar hasta 2 mm de espesor en su pigmento. Esto, aunado a que algunos de los motivos se encuentran pintados sobre una pátina de sedimento —que no parece haberse acumulado sobre la roca mucho tiempo atrás—, nos lleva a cuestionar la elaboración en época prehispánica de estas pinturas (fig. 2).
G1
El Voladero del Coyote Se trata de un peñasco de formación conglomerada, que mide 36 m de largo por 20 m de altura, levantado sobre la ladera media del cerro. Se ubica a 19° 33’ 11.5’’ de latitud, y 97° 30’ 03.4’’ de longitud, a 2,563 msnm (fig. 3). Alberga en la parte baja y media de su perfil, diez conjuntos de pinturas rupestres en distintas tonalidades de rojo (7.5R 3/4, 3/6, 4/4, 4/6, 4/8, 5/8), representando motivos antropomorfos, fitomorfos, geométricos, zoomorfos y amorfos. Su estado de conservación no es muy bueno, ya que aparte de la erosión eólica y pluvial, este lugar ha sido objeto de prácG2 ticas de tiro al blanco y de montañismo, eventos que han G3 derivado en el derrumbe y desprendimiento de algunas partes de su superficie. Además, G4 la orientación del acantilado permite la intensa exposición G5 al Sol durante varias horas al día, lo que ha provocado el desteñimiento de las pinturas. G6
G9 G8
G7 E1 t Fig. 2 Posibles pinturas contemporáneas ubicadas en el Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales). 6 5
El motivo E1 aparenta estar elaborado con pintura vinílica.
El conjunto A, localizado a 3.5 m de altura,6 se compone de tres elementos. Los dos primeros (A1, A2) se encuentran pintados sobre un bloque que en relación con el contexto rocoso, asemeja un nicho. El primero se trata de una elipse, mientras que el segundo se caracteriza por una línea vertical central, en forma de tallo, de donde salen doce líneas curvas a manera de largas hojas. El tercero (A3) se encuentra aislado y también se trata de una línea vertical —más ancha que la anterior— de donde salen dos líneas curvas, con una línea horizontal debajo.
Altura aproximada en promedio a la ubicación de todos los elementos de un mismo conjunto.
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movimiento, y con una especie de tocado en la cabeza conformado por una línea vertical y un círculo. A su lado inferior izquierdo se encuentra una línea vertical (D6), y a su derecha un rectángulo abierto (D5). El séptimo (D7) se trata de otra mancha. El conjunto E, localizado a 2.5 m de altura, se compone de tres elementos. El primero (E1), a partir de una serie de líneas y manchas nos remite a un rostro pintado de manera esquemática. Arriba de este, se encuentra una cruz inclinada con el eje vertical dos veces más largo que el horizontal (E2), y una
t Fig. 3 Voladero del Coyote.
El conjunto B, localizado a 2.5 m de altura, se compone de dos elementos. El primero, posiblemente se trata de una figura humana esquemática, incompleta (B1); y el segundo, una mancha (B2). El conjunto C, localizado a 4 m de altura, se compone de dos elementos y algunas manchas pequeñas. El primer motivo (C1) alude a un antropomorfo esquemático con los brazos y piernas abiertas, y vientre de contorno amplio. Se encuentra al lado izquierdo de una figura geométrica, de forma fálica, con tres manchas pequeñas debajo que seguramente forman parte de este motivo incompleto (C2). El conjunto D, localizado a 3.5 m de altura, se compone de siete elementos pintados en distintos accidentes rocosos, en un área conjunta. Los dos primeros se encuentran juntos. Tratan de un conjunto de líneas que se conjugan en un elemento ramiforme invertido (D1), y una línea vertical (D2) que podría pertenecer al mismo motivo. El tercer elemento (D3) está compuesto por una serie de líneas que figuran un peine invertido. El siguiente (D4) representa a una figura humana esquemática, con la pierna y los brazos flexionados como en actitud de
mancha (E3). El conjunto F, localizado a 50 cm de altura, lo integra un personaje con el rostro de perfil y la boca abierta, mostrando la dentadura, mirando en dirección sur. Presenta pintura facial en forma de una línea vertical que baja desde la sien, atravesando el ojo —el cual a su vez tiene pintado un contorno— hasta el labio superior. Lleva en la cabeza una especie de cinta en forma de atadura para el cabello. A su derecha se observa un objeto alargado, decorado con líneas inclinadas paralelas, base circular, un adorno de plumas o cintas en la punta, y un rectángulo abierto en un extremo. De su cuello sale una especie de pechera, adornada con tres círculos pintados a manera de “chalchihuites”, y dos líneas que salen del medio de éstos. Del otro lado, frente a su cara, hay dos objetos incompletos. El conjunto G, localizado a 5.5 m de altura, se compone de nueve elementos pintados sobre distintos conglomerados que forman tres grupos. El primer elemento se encuentra aislado, y parece representar una especie de coyote o perro (G1). En el segundo bloque se agrupan cinco elementos; el que parece representar un
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cráneo esquemático de perfil (G2), un círculo sencillo (G3), dos círculos concéntricos (G4, G5), y un óvalo (G6). Y por último, en el tercer grupo se observan dos rostros de perfil y un círculo sencillo (G9). El primer rostro (G7) tiene el ojo formado por dos círculos concéntricos, nariz redondeada, la boca abierta mostrando la dentadura, y un óvalo alargado con cinco puntos, saliendo de ésta. En el mentón se aprecia una hendidura a manera de “v” invertida; debajo de ésta, se encuentran varios puntos y un círculo con dos líneas verticales paralelas que salen de su parte superior. A la derecha, saliendo de su oreja, tiene una figura trapezoide con líneas, círculos y puntos en su interior. Por su parte, el segundo rostro (G8) presenta pintura facial a manera de una línea vertical que atraviesa desde su ojo hasta debajo de la oreja, semejante a la del personaje del conjunto F. Tiene la boca abierta mostrando la dentadura y una especie de orejera. Ambos se encuentran plasmados de perfil izquierdo (fig. 2). El conjunto H, localizado a 3.5 m de altura, se compone de cuatro elementos aislados. El primero sugiere la forma de un hacha apuntando hacia el norte (H1), el segundo es un círculo concéntrico doble (H2), el tercero (H3) integra varias líneas y figuras geométricas incompletas que al parecer formaban parte de un motivo similar al personaje del conjunto F (fig. 4), y el cuarto se trata de un óvalo incompleto (H4).
H3
representar la figura esquemática de un animal antropomorfizado, sosteniendo un bastón. Quizá la cabeza nos remita a una máscara. El conjunto J, localizado a 2 m de altura, se compone de cuatro elementos. El primero y el tercero se tratan de manchas (J1, J3). El segundo parece aludir a otro elemento compuesto por una línea vertical central y varias líneas curvas a manera de hojas (J2), y el cuarto se trata de una “Y” invertida, que podrían ser las extremidades inferiores y el tronco de un antropomorfo esquemático incompleto. El Acantilado del Águila Se trata de otro conglomerado de toba, que alcanza los 150 m de largo por 100 m de altura, y que alberga seis conjuntos de pinturas rupestres a lo largo de 80 m. Se localiza a 19° 33’ 19’’ de latitud, 97° 30’ 58’’ de longitud, con una altura de 2,580 a 2,600 msnm (fig. 5). Se ubica al poniente del Cerro Las Águilas, asociado a una calle que rodea el cerro por la ladera baja hasta llegar a las pinturas, específicamente al conjunto B. Entre los motivos se encuentran figuras geométricas, antropomorfas, zoomorfas, y fitomorfas; así como manchas que parecen haber pertenecido al diseño de otros motivos. La mayoría se encuentran pintados en distintas tonalidades de rojo (7.5R 3/4, 3/6, 4/6, 6/6; 10R 6/6), a excepción de tres manos negras en negativo. En la cima del acantilado, en su extremo sur, se encuentran una serie de pozas naturales que almacenan el agua en época de lluvias. Al parecer, en otros tiempos, estas pozas alimentaban la caída de agua que se encuentra 29 m al sur del conjunto D.
F 0
10 cm
t Fig. 4 Representación del dios Xipe Totec. Comparación entre las pinturas H3 y F del Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales).
El conjunto I, localizado a 2.5 m de altura, está integrado por un elemento aislado, que parece
El estado de conservación de las pinturas varía según su ubicación. El conjunto B es el más deteriorado, presentando huellas de picoteo en su superficie y una alcayata para escalar clavada en una de las grietas. Por otro lado, a partir del mediodía, el Sol comienza a pegar directamente sobre los motivos de los conjuntos A, B, C,
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dos antropomorfos (C5, C12); dos círculos rellenos (C7, C9); líneas (C1, C8, C11); un dedo (C10); manchas (C2, C4); y la figura C3, muy similar al motivo A3 del Voladero del Coyote, de nuevo conformada por una línea vertical central y líneas curvas que salen de ésta.
t Fig. 5 Acantilado del Águila.
El conjunto D se encuentra dentro de un nicho natural, 28.6 m al norte de la caída de agua, a 4 m de altura. Aquí se localizan dos manos derechas (D1, D2), y una mano izquierda (D6), impresas en negro, al negativo. En-
E, F; lo que ha provocado su decoloración. En cambio, el conjunto D se mantiene bien conservado gracias a su altura y a la protección solar que recibe del pequeño nicho en el que se encuentra. El conjunto A, localizado a 2 m de altura, se compone de tres elementos. El primero se trata de un círculo concéntrico que se encuentra pintado dentro de un nicho natural (A1). Los otros dos son, una cruz (A2) y un dedo impreso (A3). Ambos se encuentran aislados y al parecer incompletos. El conjunto B, que abarca del suelo a los 2.5 m de altura, se trata de un gran panel en el que se conservan veinte motivos, entre los que se observan manos (B3, B5); dedos (B4, B6, B8, B18); zoomorfos (B9); fitomorfos (B7); un motivo ramiforme ( B14); círculos (B11, B12, B13); manchas (B2);y figuras no identificadas o incompletas (B1, B10, B15, B16, B17, B19, B20). Cabe destacar que el motivo B17 fue localizado al excavar la segunda capa geológica del sondeo realizado al pie de este acantilado (fig. 6). El conjunto C se compone de doce elementos de un rojo muy tenue, pintados sobre una superficie lisa, a 4 m de altura. Aquí se presentan
B17 0
5 cm
t Fig. 6 Motivo rupestre encontrado debajo de la capa II, en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
tre éstas se localiza un bloque careado en donde se observan tres motivos rojos, compuestos por distintas líneas rectas pintadas en cada una de sus caras (D3, D4, D5). El conjunto E se trata de un grupo de cinco manchas rojo oscuro, que se localizan en una de las paredes, al extremo norte del acantilado, a 3 m de altura. El conjunto F comprende dos motivos aislados; dos dedos impresos en positivo (F1), y una figura geométrica conformada por una línea recta horizontal al centro; y una línea curva en sus dos extremos (F2); localizados a 2 m y 1 m de altura, respectivamente.
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Categorías morfológicas Mediante el análisis de los motivos, se lograron identificar cinco categorías morfológicas que derivaron en la siguiente clasificación: motivos antropomorfos, incluyen todas las representaciones de naturaleza humana. O sea, imágenes corporales completas, y algunas partes aisladas, como manos, pies, falos, etcétera. Los zoomorfos, engloban a todas las representaciones animales, incluyendo insectos, y fauna acuática y terrestre. Por su parte, las representaciones fitomorfas engloban a toda la flora identificable. Los motivos geométricos agrupan a todas las figuras de este tipo. Y por último, los amorfos se refieren a motivos conformados por manchas que, en algunos casos se tratan de motivos incompletos que fueron desapareciendo por distintas razones; y otros, que se consideran manchones intencionales, tal vez provocados por pruebas de pigmento. Motivos antropomorfos Así, tenemos que en el Voladero del Coyote las representaciones antropomorfas están caracterizadas por cuatro figuras humanas esquemáticas, con extremidades rectas extendidas, vistas de frente, y en actitud dinámica como si estuvieran bailando. Incluso una de ellas porta un tocado en la cabeza, que recuerda a aquel que se lleva en la danza de Los Quetzales ejecutada actualmente en la fiesta anual de San Miguel Tzinacapan, en la Sierra Norte de Puebla (fig. 7).
C1
Por otro lado, en el mismo afloramiento, este tipo de manifestaciones están representadas por tres rostros esquemáticos, vistos de perfil, en los cuales se observan varios atributos. Respecto al personaje del conjunto F (fig. 4), de acuerdo con un análisis comparativo con base en las imágenes iconográficas del Códice Borbónico y del Códice Vaticano, nos encontramos frente a una representación de “Xipe Totec, ‘Nuestro Señor el Desollado’, dios de las Enfermedades de la Piel y del Sacrificio de Desollar, patrono de los zapotecos. Se viste con la piel de un hombre sacrificado y desollado. Su pintura facial alternativa consiste en una raya vertical” (Anders et al., 1991: 98). Esta pintura facial representa la piel facial revestida de la víctima desollada; siendo la raya roja que pasa a través del ojo el corte hecho para levantar la piel, evento que se reconoce en la forma especial de los ojos y la boca. Además, lleva como tocado un moño con las puntas bifurcadas, el cual es típico en esta deidad (Spranz, 1973). Es posible, que los otros dos rostros tengan el mismo significado, en tanto el motivo G8 presenta la misma línea vertical que atraviesa el rostro, y el motivo G7 presenta huellas de desolladura y el corte de la piel alrededor del ojo. Sin embargo, no debemos olvidar que estas dos últimas representaciones podrían haber sido elaboradas en el siglo XX (fig. 2). Por otra parte, en el Acantilado del Águila, las manifestaciones antropomorfas están conformadas por restos de impresiones positivas de manos rojas (fig. 8), en las cuales debido al alto grado de erosión ha sido imposible identificar su cantidad, y si se trata de miembros diestros o zurdos. En cambio, las tres impresiones negativas de color negro, se conservan adecuadamente y se pudo identificar que se trata de dos miembros derechos y uno izquierdo (fig. 9).
B1
Motivos zoomorfos D4 J4 0
10 cm
t Fig. 7 Figuras humanas esquemáticas pintadas en el Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales).
En ambos afloramientos, los motivos zoomorfos están enfocados a la posible representación del venado y sus astas; considerando que las figuras ramiformes se asemejen a las cornamentas de estos animales y que el motivo I del Voladero
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del Coyote, pueda estar representando a un hombre con máscara de venado (fig. 10). Además en el Acantilado del Águila, también se ubicó una especie de cuadrúpedo no identificado (fig. 11).
B9
0
5 cm
t Fig. 11 Zoomorfo cuadrúpedo pintado en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
Motivos fitomorfos
0
Con respecto a los fitomorfos, se piensa que las figuras caracterizadas por una línea vertical central, en forma de tallo, de donde salen de dos a doce extensiones curvilíneas alternadas en cada lado, posiblemente representen la imagen de plantas de maíz en una etapa específica de su crecimiento (fig. 12). Por otro lado, en el Acantilado del Águila también se localizó lo que puede estar representando a una flor (fig. 13).
10 cm
t Fig. 8 Restos de la impresión de manos rojas en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
D1
D2
D6 0
10 cm
t Fig. 9 Impresiones de manos negras negativas localizadas en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
A2
C3
J2
A3 0
10 cm
t Fig. 12 Posibles representaciones de plantas de maíz en distintas etapas de crecimiento (dibujo: Erika Morales).
B14
I D1
F2 0
10 cm
B14 0
t Fig. 10 Posibles representaciones de venado y sus astas, localizadas en ambos afloramientos (dibujo: Erika Morales).
5cm
t Fig. 13 Posible representación de una flor pintada en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
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Motivos geométricos
Motivos amorfos
En cuanto a las figuras geométricas, éstas se remiten principalmente a círculos sencillos y concéntricos, además de motivos cruciformes y un peine invertido localizado en el Voladero del Coyote (fig. 14). Aquí también se incluyen los motivos H1 y H3 de este perfil rocoso. En lo que se refiere al grupo de líneas pintadas sobre el bloque careado del Acantilado del Águila, podrían tratarse de los restos de algunas escenas integradas por figuras humanas esquemáticas que no logran identificarse debido a la decoloración del pigmento (fig. 15).
Como ya se mencionó anteriormente, en esta categoría se incluyen todos los motivos incompletos y no identificados —como la figura C2 del Voladero del Coyote y las B1, B10, B15, B16, B17, B19, y B20 del Acantilado del Águila—, así como las manchas.
H2
AI
A2
D3
E2 0
5 cm
t Fig. 14 Motivos geométricos de ambos afloramientos (dibujo: Erika Morales).
A manera de hipótesis, de acuerdo con la técnica de elaboración y la tonalidad e intensidad cromática de las pinturas, nos encontramos frente a tres estilos iconográficos distintos que a su vez podrían estar marcando tres etapas culturales y/o cronológicas diferentes. En primer lugar, tenemos tres impresiones negativas de manos, elaboradas colocando la mano en la pared, para luego rociar pintura negra. “Intentos de reconstrucción han demostrado que el rociado no se realizaba con la ayuda de una cerbatana sino directamente con la boca. De una forma extremadamente difícil se puede rociar con la cerbatana sólo una pequeña superficie manteniendo aquélla siempre en posición horizontal” (Domming, citado en Strecker, 1982: 48) (fig. 9). En segundo lugar, tenemos varios motivos de color rojo que fueron ejecutados bajo una técnica dactilar de tipo relleno y lineal. Dentro de este estilo podemos agrupar a todas las figuras humanas esquemáticas (fig. 7), a las representaciones zoomorfas, fitomorfas, geométricas y amorfas de ambos afloramientos, exceptuando los círculos simples y concéntricos del conjunto G del Voladero del Coyote.
D4
D3
Categorías estilísticas
D5
0
10 cm
t Fig. 15 Bloque careado localizado en el Acantilado del Águila, entre las manos negativas (dibujo: Erika Morales).
Por último, la tercera categoría estilística se compone de aquellos motivos rojos que fueron elaborados utilizando un instrumento posiblemente parecido a un pincel o usando una especie de hisopo o muñequilla. Aquí se incluyen los personajes del conjunto F y G del Voladero del Coyote, así como las representaciones geométricas de este último conjunto.
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Hasta ahora, se desconoce el origen certero del pigmento, pero es posible que la pintura roja se tratase del mismo tezontle utilizado en algunos detalles constructivos de Cantona, el cual abunda en la región. Asimismo, es probable que el pigmento negro se trate de ceniza. En cuanto a la cronología exacta, no podremos asegurar nada hasta que sea posible realizar un análisis comparativo regional; así como análisis químicos que nos permitan acercarnos tanto al estudio estilístico, como a la composición plástica de las pinturas.
0
2 cm
t Fig. 16 Puntas tipo Harrell localizadas en el Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales).
Las excavaciones Al pie del desplante de cada uno de los afloramientos se excavó un sondeo con la finalidad de recuperar información relacionada con la ocupación de éstos. Por lo que, al centro del peñasco que conforma al Voladero del Coyote, se excavó un pozo de sondeo de 3 x 3 m, en donde “en general la estratificación consistió en tres capas culturales en las que se obtuvieron tanto tiestos como desechos líticos de talla, lascas utilizadas, navajas prismáticas enteras y fragmentadas, huesos de animal y de humano; una cuenta de piedra pulida; varias puntas de proyectil de obsidiana (…); restos de carbón y ceniza, además lascas de basalto; artefactos en hueso —punzones o compresores, puntas de proyectil— y otros artefactos —raspador circular, fragmentos de cuchillos— y elementos elaborados en obsidiana verde, ausente tanto en Cantona como en la región en general” (García Cook, 2003a: 7). En la primera capa cultural, hasta ahora se han identificado: siete puntas tipo Harrell (fig. 16); una punta Tlatilco; un fragmento proximal de una punta Teotihuacan B; y una punta tipo Pelona (fig. 17). En la segunda capa, únicamente se localizó una Fresnitos y otra Harrell (García Cook, notas de campo 2003). Por otro lado, al pie del conjunto B del Acantilado del Águila, se excavó un pozo de sondeo en un área aproximada de 2 x 4 m. El área de excavación se estableció sobre una plataforma que nace del muro de la calle, el cual topa perpendicularmente con la pared del acantilado, en
0
2 cm
t Fig. 17 Punta tipo Pelona localizada en el Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales).
donde se forma un pequeño abrigo que sirve de soporte al conjunto B. Aquí se obtuvo una estratigrafía conformada por cinco capas naturales y tres niveles culturales que nos hablan de las diferentes ocupaciones humanas de este gran afloramiento rocoso. En el primer nivel cultural, se localizó una concentración de ceniza asociada a un fragmento de metate y a un fragmento distal de punta. La ceniza estaba delimitada por dos muros de rocas careadas, que formaban la esquina sureste de un cuarto, el cual al interior se encontraba empedrado entre los restos de la misma ceniza. En el siguiente nivel se localizó la esquina SE de un cuarto compuesto por un piso de lodo amarillo, un poste, fragmentos de una olla, y una laja. El muro se localizaba en dirección EW, formando esquina con el poste; este contexto esta asociado a una punta de obsidiana tipo Salado (fig. 18).
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t Fig. 18 Punta tipo Salado localizada en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
El último nivel cultural incluía una gran concentración de bloques de toba careados, y rocas de derrumbe; así como los restos de dos fogones asociados a fragmentos de huesos de animal quemados, un punzón de hueso, dos puntas de obsidiana Ensor y una Texcoco (figs. 19 y 20). Acercamiento interpretativo Se sabe que los primeros habitantes de Cantona ocuparon este sitio alrededor del año 600 a.n.e. Larga ocupación que se originó como un pueblo o pueblo grande, rodeado de villas y aldeas,
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t Fig. 20 Punta tipo Texcoco localizada en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
los cuales convivieron con otros pueblos ubicados al oriente de la cuenca de Oriental.7 Al inicio de nuestra era, la población de la ciudad se incrementó considerablemente, no solo con motivo de la explosión demográfica interna, sino también como resultado de la presencia de varios grupos de inmigrantes, provenientes de la región tlaxcalteca y del oriente y norte de la cuenca de Oriental, los que al surgimiento de Teotihuacan, Cholula y Cantona se trasladan a estos centros mayores. Entre el 550 y 600 d.n.e., se produce un golpe de Estado y la ciudad se transformó, perdiendo su carácter teocrático y consolidándose como un Estado militarista, hasta que desapareció al inicio del siglo XI (García Cook, 2003b). Después de un abandono temporal, es posible que los alrededores de Cantona presenciaran el paso de grupos norteños —específicamente chichimecas— que arribaron a la región a final 0
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t Fig. 19 Puntas tipo Ensor localizadas en el Acantilado del Águila (dibujo: Erika Morales).
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Categorías tomadas de García Cook y Merino Carrión (1991).
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del siglo XII y principios del XIII, según las fuentes históricas (Stresser-Péan, 1998). Es posible que una de las primeras ocupaciones prehispánicas del Cerro Las Águilas esté relacionada con las impresiones negativas de manos localizadas en el Acantilado del Águila. Si bien este tipo de manifestaciones “por tratarse de una figura común en casi todas las regiones del mundo, su simbología ocupa, desde hace mucho tiempo, el centro de distintos debates, … hasta la fecha no se ha realizado en Mesoamérica ningún estudio sistemático sobre este tema, ... la documentación disponible es muy incompleta…, los contextos en los cuales aparecen son mal conocidos, …(y) resulta difícil de interpretar” (Faugère y Darras, 2002: 41); sin embargo, se sabe también que éstas pueden ser muy tempranas, e incluso estar relacionadas con grupos cazadores-recolectores (Bosch-Gimpera, 1990; Messmacher 1990; Schobinger, 1997). Por lo que, tomando en cuenta el recurso acuífero de la caída de agua y la orientación del afloramiento rocoso, podríamos considerar la posibilidad de la antigua función de éste como resguardo y suponer su asociación tanto con las manos, como con el contexto encontrado en el primer nivel cultural de la excavación, lo cual podrá aclararse en cuanto se obtengan los resultados de las muestras de carbón tomadas en este estrato. En lo que se refiere a las pinturas, sería magnífico poder contar con un fechamiento directo del pigmento; sin embargo, nos enfrentamos a “la situación física de las pinturas rupestres frente a la intemperie, lo que provoca una contaminación constante,… independientemente de la destrucción parcial de cualquier pintura” (Valencia, 1992: 92), al tomar la muestra. En cuanto a las figuras fitomorfas que hemos considerado como representaciones de plantas de maíz en distintas etapas de crecimiento, es posible que estén relacionadas con la ocupación habitacional y agrícola protagonizada por los pueblos ubicados sobre la planicie aluvial al norte y poniente del cerro,8 entre las fases Can8
Actualmente ambos asentamientos se encuentran totalmente destruidos por los campos de cultivo.
tona I (600 a.n.e. —principios d.n.e.) y Cantona II (50 d.n.e. —550/600 d.n.e.). Probablemente, este tipo de motivos estén íntimamente ligados con ceremonias asociadas al ciclo agrícola del maíz, el cual debió haber formado parte indispensable de la dieta de una población que tuvo un crecimiento acelerado durante esta época y la cual contaba con poco terreno fértil que pudiera abastecer a más de 50,000 habitantes.9 Ante esto, cabe señalar que en la Estructura 1 del Conjunto Arquitectónico de Juego de Pelota 5, “al pie de la alfarda sur —fachada poniente, parte baja— se encontró una laja con pigmento rojo: con la representación de un tallo con una mazorca” (García Cook y Merino, 1997: 25), y “al pie del arranque del cuarto cuerpo —fachada poniente— y apoyado sobre el talud de dicho cuerpo superior y de la alfarda correspondiente, se encontró una gran laja … con la representación de una planta y su raíz dentro de la tierra” (ibidem: 27). Además, “se cuenta con 23 fechamientos de carbono catorce que colocan su utilización (la de la estructura) desde el inicio de nuestra era hasta alrededor del 600” (García Cook, en prensa), lo cual confirma que el tema de la fertilización de la tierra y el crecimiento del maíz eran puntos de interés para los habitantes de Cantona, por lo menos durante el periodo Clásico. Así también, se cree que esta época se relaciona con la explotación de los yacimientos de toba localizados en el Cerro Las Águilas, en donde puede ser que el motivo H1 (fig. 21), del Voladero del Coyote, esté representando una de las herramientas de extracción de esta materia prima, relacionada con el proceso de construcción de la ciudad de Cantona. Por lo que pensamos que todo este contexto histórico podría corresponder al segundo nivel cultural de la excavación del Acantilado del Águila, o sea al contexto doméstico asociado a la punta tipo Salado, la cual según MacNeish (1967) se puede encontrar en el Valle de México y en el de Tehuacán desde el Formativo. Sin embargo, esta situa9
Población inferida en Cantona en torno al 400 d.n.e. (García Cook, 2003).
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t Fig. 21 Posible representación de una herramienta de extracción de toba localizada en el Voladero del Coyote (dibujo: Erika Morales).
ción también está en espera de ser confirmada por los fechamientos de C14. Para Cantona III (600-900 d.n.e.), alrededor del golpe de estado —al igual que esta ciudad—, el Cerro Las Águilas también se fortificó por medio de la construcción de las terrazas y la adaptación de los afloramientos de toba como miradores. Es probable que los pueblos, villas, y aldeas aledañas al cerro hayan sido abandonados como zonas habitacionales y toda la población se replegara hacia la ciudad, permaneciendo en ella hasta finales del primer milenio de nuestra era. Para ello, el cerro adquirió un carácter defensivo, siendo posible que en él se instalaran puestos de vigilancia que nos remiten a los alineamientos circulares de 1 m de diámetro y a los cuartos de 2 a 3 m2, localizados a un costado de las escalinatas y en algunas terrazas; las cuales, también se supone tuvieron una función defensiva debido al poco sedimento acumulable en su superficie, situación que imposibilita su explotación agrícola. Puede ser que este momento se encuentre asociado al tercer nivel cultural localizado en la excavación del Acantilado del Águila, en donde las puntas Ensor y Texcoco podrían estar vinculadas con una función militar, tomando en cuenta que las primeras únicamente han sido encontradas dentro de contextos del Clásico y Posclásico del valle de Tehuacan y la segunda ha sido localizada en contextos del Posclásico del valle de México, Puebla y Oaxaca (MacNeish et al., 1967). Por otro lado, es posible que a pesar del conflicto interno que se vivió en la ciudad, el cerro no
haya perdido su carácter ceremonial y que la representación del dios Xipe Totec en este lugar esté vinculada con dos elementos: 1) con los acontecimientos sucedidos en la cima de la Estructura 1 del conjunto arquitectónico de Juego de Pelota 5, en donde fueron encontrados “varios enterramientos humanos —uno de ellos desollado—, y mezclados con algunos de estos restos óseos humanos se localizaron cuatro esculturas ‘matadas’ y fragmentadas, a las cuales se les desbastaron los rasgos de la cara y se les desprendió la cabeza” (García Cook, en prensa); y 2) con los hallazgos explorados al interior del basamento construido en la cima de la estructura conocida como El Palacio, en donde se encontró “un cráneo, con la parte facial hacia el oeste y con evidencia de tratarse de un decapitado, ya que contaba con las primeras vértebras cervicales” (Vackimes, citado en: García Cook, 2004: s/p); además de otro entierro integrado por tres individuos, en donde los restos óseos de uno de ellos “mostraban huellas de haber sido cremados, además de hallarse decapitado ...(y) otra cista más... (que) al interior contuvo cinco cráneos, con el maxilar inferior desmembrado y algunas vértebras en rededor” (idem). Puede ser factible que el contexto arqueológico localizado en las excavaciones al pie del Voladero del Coyote, nos remita a una serie de ofrendas para el dios Xipe Totec a lo largo de determinado tiempo, aunque no podemos afirmarlo con toda seguridad. En cuanto a las posibles representaciones de venado, cabe destacar su importancia por los abundantes hallazgos de restos de este animal —sobre todo escápula— localizados en varios contextos ceremoniales del Conjunto de Juego de Pelota 7 y la Plaza Central, estos últimos fechados entre los años 350 y 700 d.n.e. Comentario final En resumen, la ocupación prehispánica del Cerro Las Águilas abarcaría las cuatro fases de Cantona —desde el 600 a.n.e. al 1000 d.n.e.—; hasta la llegada de los chichimecas casi dos
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siglos después, y aunque no conocemos su temporalidad y composición plástica exacta, hasta ahora las pinturas estudiadas nos hablan de diferentes mensajes, en distintos momentos. Asimismo, vale la pena recalcar que muchas de las hipótesis aquí planteadas están en espera de ser confirmadas o refutadas; y que de ser posible continuar con el registro sistemático de otros afloramientos con manifestaciones rupestres presentes en la cuenca de Oriental, podrá llegar a plantearse una tipología regional. Bibliografía
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