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ABU L-WALID AL WAQQASHI, ¿AUTOR DEL POEMA DE MIO CID?
El presente artículo se propone presentar la novedosa tesis de la investigadora Dª. Dolores Oliver Pérez, quien propone que el anónimo Cantar de Mío Cid fue escrito por Abu l-Walid Al Waqqashi.
En 2008, la profesora de la Universidad de Valladolid, Dª Dolores Oliver Pérez, publicó El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe, obra que atribuye la primera epopeya épica de la literatura castellana a un autor árabe conocido, Abu lWalid Al Waqqashi.
Hasta entonces, las investigaciones sobre la autoría de la obra convenían mayoritariamente en calificarla como anónima, y en cualquier caso, los estudios sobre el tema nunca se habían planteado que la composición pudiera haber sido creada por un árabe. Quizás por un prejuicio tradicional en nuestras letras de no aceptar la influencia de la literatura árabe en las obras maestras de la lengua romance castellana.
Sin embargo, la profesora Oliver, ha estudiado durante más de quince años en profundidad el texto del cantar y ha llegado a la conclusión de que el Mío Cid es un poema de propaganda política compuesto por el referido autor árabe en la corte de Rodrigo y que empieza a recitar en árabe y romance en Valencia en el año 1095.
La profesora también se aleja de la tesis mayoritaria que entiende que el Poema fue escrito en 1207. Oliver sostiene que la obra no pudo escribirse en dicha fecha, sino que se redactó en vida del Cid, época caracterizada por la tolerancia. De tal manera que la clave para datar el poema en 1095 y no en 1207 la encuentra la doctora en expresiones incluidas en los versos, como “amar a los moros”, que el Cid 1
dice. La investigadora de la Universidad de Valladolid concluye que el Cid hizo propaganda con el objetivo de que el pueblo lo quisiera.
Según Oliver, Abu l-Walid al Waqqashi, supuesto autor del Cantar del Mío Cid, aparece en las crónicas árabes y cristianas como ejemplo de tolerancia y con gran capacidad de relación social. Precisamente, fue esta actitud la que le llevó de Huecas (Toledo), de donde era natural, a Valencia, ciudad a la que huyó de la corte de Al-Qasim al-Mamun. Cuando el Cid tomó Valencia, Abu fue quien subió a la torre y anunció al pueblo el triste porvenir que les aguardaba. Además, fue el encargado de negociar la rendición de Valencia, momento en el que hizo un pacto con el Cid, por el cual el poeta le ayudaría a impartir justicia, le crearía una corte literaria y le compondría el Cantar para que fuera apreciado por sus súbditos. A cambio, el Cid se comprometería a respetar las leyes musulmanas, las mezquitas y las creencias de este pueblo. Entre los argumentos más llamativos de su tesis destacan las referencias a la primera parte del Cantar, donde el Cid se comporta como un verdadero “jefe de tribu” que ama a los “moros” y estos a él. También hace la doctora un análisis de la segunda parte del poema, en la que el Cid se comporta como un “rey de taifas” por el amor y respeto que profesa hacia su mujer, doña Jimena, y por el detalle de no participarla en el concierto de las bodas de sus dos hijas. Un tercer razonamiento que esgrime Oliver para atribuir la autoría al autor árabe propuesto es que el arte de la guerra descrito en el poema, donde aparece una técnica ecuestre de lucha, solamente era utilizado con éxito por los almorávides, definido en el cantar como una “arrancada”. La clave de las batallas que se relatan en el Cantar la encontramos en las fuentes árabes al pasar revista a los ardides de guerra de los conjuntos tribales. Ellos, al igual que el Cid, conciben las lides como estratagemas y gustan dividirse en dos grupos; tejen sus argucias a partir de maniobras bélicas conocidas, que combinan de forma distinta en cada enfrentamiento, para poder así, por un lado, sorprender a su enemigo, por otro, mostrar la inteligencia del clan que las ha proyectado; persiguen con sus campañas un doble objetivo: el económico de hacer botín para conseguir los medios de subsistencia y aumentar su poder, y el de infringir al adversario la humillación de la derrota y alcanzar para sí mismos la satisfacción moral de sentirse superiores.
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En resumen, el Cid del Poema practica la guerra ligera de los árabes y lo hace porque, en la época en que vivió, no se podía concebir a un héroe que no dominara todas las arterías y habilidades de las que los moros se decían maestros y que no fuera capaz de superar y vencer en su propio terreno a esos hombres tan “sabidores de guerra”. Para Oliver, aunque el Poema haya sido escrito por un árabe, el Cid que retrata no se identifica plenamente con un beduino. Para la profesora, Rodrigo es una simbiosis de castellano y beduino que aúna dentro de su ser todo aquello que, en su tiempo, se consideraba positivo de uno y de otro. A pesar del apoyo que la tesis de la investigadora ha encontrado en arabistas como Juan Martos, Director del Departamento de Árabe de la Universidad Complutense de Madrid, los estudiosos medievalistas desmontan la atribución árabe del Poema, tal y como lo plantea Alberto Montaner, profesor de la Universidad de Zaragoza. Así, mientras que para sus colegas arabistas, como Luis Bernabé, profesor de la Universidad de Alicante, las batallas que muestra el Cantar dibujan a un Cid Arabizado, los medievalistas destruyen estos argumentos al afirmar que en la obra no hay rasgos que denoten que es una traducción del árabe al castellano. Desde el descubrimiento del manuscrito que contiene el Poema han sido muchos los intentos de los investigadores por hallar al autor de la obra. Sin embargo, el gran problema ha surgido al mezclar la figura histórica del Cid con la literaria. Según Juan Martos, “el Cid ha tenido la mala suerte de que fue convertido en el icono de la derecha. Es el símbolo del cristiano contra el infiel y por eso no se lee con objetividad”. Desde otra perspectiva, Guillermo Carnero, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante, lamenta que el libro de Ramón Menéndez Pidal
La España del Cid,, fuera estudiado en las academias militares durante el
franquismo. En cualquier caso, las tesis de Oliver han propiciado un debate sobre la influencia que tuvo la literatura árabe en la literatura castellana medieval. Como afirma Luis Bernabé: “la sorpresa que ha causado la tesis de Oliver en la universidad demuestra que todavía existe el prejuicio de que lo árabe es algo ajeno a los españoles”.
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Según Oliver en su artículo, “El Cid, simbiosis de dos culturas”, nuestro primer poema épico solo podrá comprenderse cuando arabistas y romanistas investiguen, de forma conjunta, los gérmenes árabes e hispanos que en él se dan cita. Desde un punto de vista didáctico, el enfrentamiento entre la tesis arabista y la medievalista puede ser eficaz a la hora de proponer actividades que promuevan un enfoque multicultural en las influencias recibidas por nuestra literatura española, tal y como sucede con el Cantar de Mío Cid, obra que, según la investigadora, recoge influencias de la literatura árabe. Así, deberíamos realizar una nueva lectura del Cantar considerando la posibilidad apuntada por Dolores Oliver de que el autor de la obra, tenida como una joya de la literatura española, sea un erudito árabe. Con toda seguridad, esta nueva revisión del poema enriquecerá nuestro enfoque tradicional acerca de la figura del héroe castellano. En conclusión, la reciente teoría propuesta por la profesora Oliver no ha dejado indiferente a ningún estudioso de la primera obra épica conservada en nuestra lengua. Además, la pretendida imagen conciliadora y tolerante que sostiene la investigadora se contrapone a la configuración tradicional del héroe que se ha sostenido como baluarte de la cristiandad.
BIBLIOGRAFÍA
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OLIVER PÉREZ, Dolores (2008) El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe, Fundación Ibn Tubayl. Almería.
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OLIVER PÉREZ, Dolores (1985). El Cid, simbiosis de dos culturas. Castilla: estudios de literatura. ( 9-10). Págs 115-128.
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INTERNET http://www.elpais.com/articulo/cultura/Cantar/Cid/obra/poeta/arabe/elpepucul/2009032 6elpepucul_7/Tes
http://www.webislam.com/?idt=12594#
http://ibntufayl.org/
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