ABUELO VAMOS A JUGAR!

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Author:  Juana Blanco Lara

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ABUELO… ¡VAMOS A JUGAR!

FÉ HERNÁNDEZ BELLO.

ABUELO… ¡VAMOS A JUGAR!

ABUELO… ¡VAMOS A JUGAR!

FÉ HERNÁNDEZ BELLO.

ABUELO… ¡VAMOS A JUGAR!

Lo conocí en una colonia como hay muchas en esta enorme ciudad, los primeros días que pasé por el lugar, lo observé sentado solo en una banca del parque, contemplando el ir y venir de las personas que agitadas corrían a alcanzar el camión para ir a trabajar o realizar alguna actividad, al atravesar el parque, se ahorraban unos cuantos minutos, que con la agitación matutina, resultan ser oro; él saludaba a cada una de las personas que por ahí pasaban con gesto muy cordial y quitándose el sombrero, cosa que llamó mi atención pues conocía a todas las personas por su nombre sin importar si eran de su generación o no, esto no es muy común en nuestros días, los transeúntes disminuían su paso al escuchar su nombre y le contestaban el saludo con una sonrisa y los buenos días, ese saludo podía hacer la diferencia entre comenzar el día de mal humor o hacerlo recargándose de buena energía. Sentado tomaba el sol en aquella banca, con una humeante taza de café recién preparado que solía traer consigo desde casa, hojeaba su periódico, analizando una a una las noticias, tanto buenas como malas, aunque a decir verdad, siempre hay más noticias que lamentar que festejar; conforme pasaba las hojas su mente divagaba en no sé qué cosas, tal vez imaginando cuánto ha cambiado el mundo en el trascurso de su vida, cambios tan repentinos que no nos da tiempo de reflexionar sobre ello y cuando nos damos ya hemos brincado a una etapa más compleja, agitada o avanzada tecnológicamente. Pasado un tiempo doblaba cuidadosamente su periódico, lo colocaba bajo el brazo y comenzaba a caminar lento pero constante, admirando las plantas y árboles que le hacían compañía, el canto de las aves era una dulce melodía, constante y maravillosa que alegraba su andar. Al principio noté que los niños no se acercaban a él, imagino que le tenían miedo, y se alejaban de donde estaba para evitar pasar cerca de él, la curiosidad de los pequeños es infinita y con el paso de los días, me fui dando cuenta que los niños comenzaron a acercarse poco a poco hasta él. Don Luis los observaba y sabía que en cualquier momento comenzaría una nueva amistad con los pequeños. Toño fue el primero, el más valiente y audaz, por no decir curioso; los demás, a lo lejos lo miraban para ver la reacción de aquel viejo; por si era necesario echar a correr muy lejos de ahí. Al llegar cerca de Don Luis, los pasos de Toño se hicieron pausados, por un momento pensé que daría marcha atrás, sin embargo se detuvo, tomó aire y retomó su andar; ¡ven pequeño, ven junto a mí!, no tengas miedo, la voz amable y serena del viejo lo invitaba a sentarse junto a él, en aquella banca del jardín. Toño primero se asombró, luego volteó a ver a sus amigos, quienes desde lejos lo observaban expectantes; nuevamente la

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voz de Don Luis lo hizo regresar la vista hacia el lugar y como hechizado sin pensarlo más, comenzó de nuevo a caminar. ¡Ven, siéntate junto a mí!, no te haré daño pequeño, ¡ven, siéntate aquí! Toño sintió el latir de su corazón tan fuerte que parecía se le iba a salir, pero al estar cerca del viejo, la paz que rodeaba aquella delgada y frágil figura logró tranquilizar su corazón y por fin se pudo sentar en la banca del jardín. - Yo me llamo Luis, dijo amablemente aquel anciano, ¿cómo te llamas tú? - Me llamo Toño, bueno así me dicen de cariño, porque mi nombre verdadero es Antonio; todos mis amigos me dicen Toño, tú también me puedes decir así. ¿Qué haces aquí solito? - Vengo a tomar el sol todas las mañanas, a leer mi periódico y a saludar a mis amigos que de repente andan por aquí. Vivo en la casa de aquí enfrente, ¿ves aquella casita de color anaranjado? - ¿Aquella de tejitas en el techo y macetas en las ventanas? - Si, esa de ahí, justo donde estás mirando, ahí vivo yo. ¿Tú dónde vives Toño? - Yo vivo del otro lado del parque, atravesando por este caminito, la casa de los pajaritos, a mi abuelita le gusta cuidar y criar pajaritos, ella es viejita como tú. No hay otra casa igual, el canto de los pajaritos se escucha desde muy temprano al salir el sol. Ella se levanta tempranito a traer el pan, el alpiste y la vaina de los canarios y los periquitos, lo primero que hace es limpiarles las jaulas, les cambia el agua, y les pone su comida, mientras les platica uno a uno, ¿sabes? Todos ellos tienen nombre y nunca se confunde, siembre sabe cuál es cuál. ¡Mi abuelita es increíble! - Mmm…Debe ser la casa de Luchita…. ¡La conozco, la conozco!, ¡tú debes ser su nieto! - Síiiiiiii, mi abue se llama Luchita, entonces…¿Tú la conoces? . Siiiiiii, ¡qué casualidad, cómo no conocerla!, ¡si jugábamos juntos de niños y después de jóvenes! - ¡No puedo creer que tú jugaras! mucho menos que mi abue jugara, ¡si está bien viejita!; ya camina despacito, a veces con un bastón, otras se apoya en mí. - Pues aunque no lo creas, también fuimos niños. - Cuáles juegos tienes? ¿Juegas en la computadora?,! tal vez en el celular!, ¿en tu tele? - Jejejeje, ¡cómo crees!

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- ¡Juan, Pedro, Lupe, Sarahí, vengan! ¡No muerde, tampoco es un viejo gruñón! ¡vengan, vengan a escuchar lo que me va a contar! ¡Corran, corran! Al ver que los niños se acercaban a Don Luis, sentí una extraña pero agradable mezcla de sentimientos, una gran satisfacción invadió todo mi ser al ver que el rostro de aquel señor se revitalizaba al estar rodeado de tantos pequeños sonrientes y alegres. - Hola señor, yo soy Juan, - Yo me llamo Pedro, ella es Lupe y la más pequeña es Sarahí. - ¡Qué gusto me da conocerlos!, seguido los veo jugar. Siempre me han dado ganas de acercarme, pero sabía que me tenían miedo y no los quería asustar. -¿Tiene nietos señor? - No, bueno si……. pero ya son unos jovencitos. Cuando eran pequeñitos los traía a jugar aquí, todas las tardes así como ustedes, ahora ya son grandes, tienen que estudiar. El tiempo de los juegos se quedó muy atrás. - ¡Cuéntenos, dijo Toño, me iba a contar a qué jugaba con mi abuelita! - Con tu abuelita y con otros muchos niños que nos juntábamos aquí en el parque, tal vez alguno de ellos sea su abuelo como ocurre con Toñito. - ¿Y a qué jugaban? ¿tenías computadora? - No! Jejejeje! Cuando éramos niños no había computadoras, ¡bueno! Ni pensar que pudieran existir. ¡Imaginen, ni luz había! Jejejeje - ¡No puede ser! Cuando se va la luz, no podemos jugar, mi mamá se desespera, mi hermano también. - Nosotros no teníamos luz eléctrica, de noche, prendíamos una vela, como cuando se nos va ahora la luz. - Y qué hacían al oscurecer? - ¡Ah! Nos dábamos una buenas divertidas, jugábamos haciendo sombras en la pared con las manos y la luz de la vela. -¿Cómo?, no entiendo, ¿jugaban con las sombras? - Si mira; pon tus manos así, y en el piso podrás ver que aparece un conejito.

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- ¿Así señor? Creo que no se ve muy bien. Preguntó Juan muy interesado. - Si más o menos así, solo necesitas estirar un poco más este dedito. -¡Ya pude! Ya pude! Gritaba Pedro entusiasmado. - A mí me salió un pajarito. Emocionada dijo Lupe. - ¿A qué más jugabas? Toñito preguntó de nueva cuenta. - ¡Ah! pues aprovechando la oscuridad dela noche, nos gustaba escuchar la radio en esos programas de cuentos de terror, la oscuridad y el silencio de la noche eran perfectos para hacer volar la imaginación, solo se escuchaba la voz del locutor, parecía que el ambiente se ponía de acuerdo con el narrador, le daba más dramatismo a lo que nos contaba, el menor ruido de la rama de un árbol sobre la ventana nos hacía temblar y gritar de miedo, los truenos y relámpagos le daban ese toque mágico a la noche, el murmullo lastimero del viento movía la ropa tendida que parecían fantasmas; a la mañana siguiente nos dábamos cuenta de que era un pantalón o algún vestido lo que nos había asustado la noche anterior, todos reíamos y corríamos al darnos cuenta de que nos habíamos sugestionado demasiado. - Por las tardes nos reuníamos después de hacer nuestros deberes escolares y quehaceres encomendados, libres de pendientes veníamos al parque y jugábamos con el yoyo, era todo un arte eso del yoyo, las competencias eran reñidas, también las había para de ver quién era el más diestro con el balero; las canicas eran mis favoritas, no había quien me superara a las canicas, hacíamos retadora y siempre ganaba muchas canicas, nos encantaba pintar carreteritas en el piso con un pedazo de ladrillo rojo, bueno, en las pocas calles pavimentadas que había aquí en la colonia, la mayoría de ellas eran de tierra, mientras más curvas tuviera la carretera, era mejor, ¡ah! que juegos aquellos con los carritos, recuerdo que en una ocasión no teníamos ladrillo y uno de nuestros amigos se había fracturado una pierna así que entre dos de los más grandes le arrastramos el pie por donde queríamos que pasara la carreterita, no sé qué fue más divertido si hacer la carreterita con el yeso de Juan o jugar en la carreterita que pintamos, lo que si es que el yeso quedó todo desgastado del talón de nuestro amigo, pero ¡cómo nos divertimos esa tarde! pues hasta él que no podía jugar a los cochecitos se sintió muy contento al colaborar con la pintada de la carreterita. Las niñas jugaban a brincar la cuerda, con una cancioncilla muy chistosa, mmm…como era…!ah… si! Chile, mole, pozole…chile, mole, pozole… y conforme iban saltando la cuerda se movía a más velocidad, había niñas que brincaban cientos de veces sin perder, era un gran ejercicio de coordinación y resistencia. También brincaban al resorte, jugaban a las muñecas, a la casita, cualquier sábana podía ser la casita, ¡ah! y que decir de los deliciosos pasteles de lodo, mmmm les quedaban bien ricos, al menos se veían muy bien, en ocasiones

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jugábamos juntos niños y niñas, como las escondidillas, al bote, al bolillo….!ah! ¡qué tiempos aquellos! - Qué dijo? Al bote? ¿Pues como es eso? - Ah! pues como aquí no había agua en las tuberías teníamos que acarrearla desde las fuentes o los pozos con los aguantadores y botes y luego la vaciábamos a unos tambos grandes, como esos que tienen los señores de los carritos de basura, bueno pues cuando esos botes se picaban ya no servían para guardar agua y los utilizábamos para jugar, como aquí la colonia tiene bajadas y subidas, pues nos metíamos en los botes y nos íbamos cuesta abajo, dábamos vueltas y vueltas, ¡hasta topar con pared! he de confesarles que terminábamos bien golpeados, arañados y sucios, pero muy contentos y mareados, luego entre todos empujábamos el bote cuesta arriba para volvernos a lanzar de nueva cuenta. También jugábamos al bolillo… - ¿Al bolillo? ¡Si ese es un pan! ¡No un juego! ¿Qué es eso? Interrumpió Lupe. - Es un juego con dos palitos, uno pequeño con puntas a los lados y otro grande con el que lo levantabas y luego le pegabas para ver hasta donde llegaba. -¿Como si fuera un bat? preguntó Pedro. - ¡Ándale!, como un juego de bat, el que más lejos lo lanzara era el ganador. - Con unos lazos gruesos y una llanta vieja nuestros padres nos hicieron unos columpios en las ramas de algún árbol, era muy divertido mecernos en ellos. No podía faltarnos un par de patines de esos de fierro, que he de confesarles que jamás aprendí a patinar, me daba miedo caerme porque el suelo estaba muy cacarizo. Yo observaba muy contento como los niños rodeaban a Don Luis y escuchaban atentos todo cuanto él les decía, no perdían ni un detalle de la conversación de don Luis, su semblante era de alegría, se sentía dichoso de estará con los niños, hacía tiempo no se veía tan contento como en aquel momento, las risas y el barullo de los pequeños lo recargaban de energía. Ese día no se sintió tan solo como le ocurría frecuentemente, resignado a su soledad porque a los viejos ya nadie los escucha, se desesperan con ellos y los olvidan en algún rincón de la casa. En eso los padres de los niños que observaban la escena desde lejos, los comenzaron a llamar, no se acercaron para no incomodar al amable señor, simplemente los fueron llamando por su nombre, pensando estarían molestando a Don Luis.

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- Obedezcan el llamado de sus padres, que aquí estaré todos los días a la misma hora que hoy para platicar con ustedes cuando quieran hacerlo. Me da mucho gusto que hayan venido a sentarse junto a mí. ¡Ah! Pero recuerden que antes de venir, deben hacer la tarea ¿eh? ¡Primero lo primero! - ¡Siiiiii, Don Luis!, ¡aquí estaremos mañana! Para que nos cuente más historias. Los niños se despidieron y quedaron de acuerdo de regresar una vez más a platicar con él. El rostro de Don Luis había cambiado de una forma radical, su mirada destellaba, su sonrisa volvió a ser la de antes, podría decir que había encontrado algo que lo motivara a continuar. Después salieron corriendo hasta donde estaban sus padres, a quienes contaron lo ocurrido, los padres quedaron sorprendidos, lo contentos que habían regresado esa tarde sus pequeños, prometiéndoles traerlos de nuevo al día siguiente para platicar con Don Luis. A lo lejos vi con satisfacción el gusto con el que los niños escuchaban al viejo platicar; y como aquel hombre revivió con relatos como si volviera a jugar como niño nuevamente. - Abue, abue! ¿A que no sabes a quien encontramos en el parque el día de hoy? Toñito gritaba desde la entrada de su casa. - ¡Calma, calma! A quién viste Toñito, ¿a quién? - ¡A Don Luis! Dice que jugaba contigo cuando eran niños. - ¿A Don Luis? ¡No me digas! - ¡Síiiii abuelita! Es un señor muy amable y nos contó a qué jugaban cuando eran niños. Es sorprendente cuántas cosas puede contarte un viejito. - ¡Nos dábamos unas divertidas! Jejejeje, ¡qué tiempos aquellos hijito, qué tiempos aquellos! Luis era un niño muy travieso, siempre metiéndose en algún problema, jajajaja. También era bueno para hacer trucos de magia, andaba apareciendo y desapareciendo monedas detrás de su oreja, era bueno para los volados con los merengueros, siempre le ganaba y nos repartía entre toda la palomilla de niños que andábamos con él los deliciosos merengues que se iba ganando. ¡Mmm, ya se me antojaron! Recuerdo que también jugábamos a la gallinita ciega, ¡qué divertidas nos dábamos! Luis nunca nos podía atrapar, se mareaba muy fácil porque como le tapábamos los ojos, se norteaba mucho y cuando ya no podía atrapar a nadie terminaba sentándose en el piso muy enojado. ¡Ah! pero se desquitaba con todos nosotros cuando jugábamos coleadas, siempre nos hacía bien fuerte y el último terminaba todo lleno de tierra. ¡Ese travieso de Luis!... ¡qué ganas tengo de volverlo a ver! pensé que ya no vivía por aquí y mira ¡qué sorpresa!

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- ¿Sabes abue? Mañana me voy a apurar a hacer la tarea y vamos a ir con Don Luis para que nos cuente más. Entusiasmado decía Toñito sin poder estarse quieto. ¿Por qué no vienes mañana al parque a jugar con nosotros abue? ¡Anda!, te divertirás como lo hicimos hoy nosotros, tú y él son amigos, entre los dos recordarán muchas cosas a las que jugaban, ¡anda abue! - ¡Está bien, está bien, calma, calma Toñito!! - Ya quiero que sea mañana, hay tantas cosas que les quiero preguntar. En cada una de las casas de los niños ocurría lo mismo, los niños contaban a sus padres lo interesante que era escuchar aquella voz pausada pero alegre. Los niños esperaban con ansia el nuevo día y así volver al parque para ir a jugar, solo que ahora algunos de ellos lo harían acompañados de sus abuelitos, quienes, al saber que podía reencontrarse con los niños del ayer con quien habían compartido tantos y tantos juegos sus rostros dibujaban dulces sonrisas. No me hubiera perdido aquel hermoso reencuentro de las siguientes tardes en el parque, los niños brincaban, reían y corrían emocionados aprendiendo aquellos juegos que sus abuelitos les enseñaban, para los chicos eran juegos nuevos, para los abuelitos era volver a vivir aquellas tardes inolvidables de antaño, la emoción de encontrarse con sus amigos de infancia fue algo muy especial, se abrazaban con tanto cariño, sus pasos ahora lentos eran asistidos por bastones, andaderas, o simplemente el apoyo sobre el hombro de alguno de los niños, pero nada les impidió volver a jugar como niños; reír hasta llorar de tanta felicidad, no podían creer que a través de los juegos de ayer se volvieran a juntar los niños del ayer. Muchas fueron las tardes que asistí a la banca de parque a mirar esa hermosa imagen de niños y abuelos jugando por igual, sin brecha generacional y sobre todo, olvidándose un poco de tanta tecnología de los video juegos, las computadoras y todo aquello que poco a poco disminuye la creatividad de los niños al jugar. FE HERNÁNDEZ BELLO.

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