ÁFRICA GENITRIX. Las migraciones primordiales. Mitos y realidades

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Ar c hi v oGe ne r a l del aNa c i ón Vol ume nCCXXXVI I I

LASMIGRACIONESPRIMORDIALES MITOSYREALIDADES

DECEWELXA

I I I

ZAKARI DRAMANI-I SSI FOU DECEWELXA

ÁFRICA GENITRIX Las migraciones primordiales Mitos y realidades

Archivo General de la Nación Volumen CCXXXVIII

Zakari Dramani-Issifou de Cewelxa

ÁFRICA GENITRIX Las migraciones primordiales Mitos y realidades

Santo Domingo 2015

Título original en francés: Africa genitrix. Les migrations primordiales. Mythes et réalités Traductor: Bernard Fouques Revisión de la traducción al español: Clara Báez

Cuidado de edición: Daniel García Santos Diagramación: Yahaira Fernández Vásquez Diseño de cubierta: Engely Fuma Santana Motivo de cubierta: Composición fotográfica que representa las migraciones humanas salidas del espacio común africano como fundamento primordial de la evolución del hombre y de su diversidad étnica.

© Zakari Dramani-Issifou de Cewelxa De esta edición: © Archivo General de la Nación, (vol. CCXXXVIII) Departamento de Investigación y Divulgación Área de Publicaciones Calle Modesto Díaz no. 2, Zona Universitaria, Santo Domingo, República Dominicana Tel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110 www.agn.gov.do

ISBN: 978-9945-586-34-3 Impresión: Editora Búho, S. R. L. Impreso en República Dominicana/Printed in the Dominican Republic

Índice Presentación Roberto Cassá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Prólogo Zipizape al este y oeste del Gran Rift Valley . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Introducción A las fuentes de la aventura humana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

Capítulo 1 East Side Story . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 De Homos: del Homo habilis al Homo erectus. . . . . . . . . . . . . . . . 29 El rol del medio ambiente: las primicias de la reflexión y del lenguaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

Capítulo II Líneas migratorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Las tres fuentes mayores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Migraciones y teoría hamítica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

Capítulo III Los oscuros tiempos de las migraciones africanas del Paleolítico al Neolítico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

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Capítulo IV Genética y diferenciaciones étnicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

Capítulo V Escenario probable y nuevas conjeturas sobre las últimas migraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 Los grandes movimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 Indicios antropológicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 El rol de Sáhara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 Últimos retoques . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 Conclusión Emigrados todos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Índice de mapas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

Presentación Desde hace años, Zakari Dramani-Issifou es colaborador del Archivo General de la Nación. Él es nativo de Benín, profesor de la Universidad de París y un prominente especialista en historia de África. Dentro de su extenso currículo académico se encuentra su participación en la Historia general de África patrocinada por la UNESCO, un proyecto de vastas proporciones en que colaboraron investigadores de primera categoría de variadas procedencias. El doctor Dramani nos hace el honor de entregar este texto revisado que aborda la reconsideración de tesis que se han expuesto a lo largo del siglo xx acerca del origen del ser humano. Este es y seguirá siendo el tema más importante de la historiografía universal, aunque, como él expone, no sea del dominio exclusivo de historiadores, por cuanto incorpora competencias de antropólogos, genetistas y otros especialistas. De lo que se responda acerca de las interrogantes sobre la génesis de la humanidad depende en buena medida toda consideración acerca de la historia en su conjunto. Dramani lo pone de relieve de manera lúcida y aguda. Se desprende, en primer término, la pregunta capital de si el género humano se conformó a partir de un tronco único o si las llamadas razas descienden de especies distintas de hombres fósiles. El problema entraña visiones contrapuestas acerca de la igualdad de los pueblos o su división entre «históricos» o «estacionarios», con lo que se valida la superioridad de unos y la falta de dignidad de otros. Más aún, ¿existe una sola 9

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historia universal o bien tantas historias como pueblos, razas o cualesquiera otras categorías pretendidamente irreductibles? El autor de este opúsculo parte de un punto de vista muy claro acerca de la igualdad de los seres humanos como consecuencia de la conclusión de que existe un origen común, no demasiado distante en el tiempo, del cual provienen todos los humanos. Es un punto de vista todavía no producto de una demostración categórica, aunque suficientemente fundamentado a la vista de los hallazgos de restos de humanoides en el continente africano. De todas maneras, está en el centro de su exposición la afirmación categórica de que África, genitrix, es la cuna única de la humanidad. Todavía, en el estadio de los estudios existentes al final del siglo xx, no se está en condiciones de establecer las líneas genealógicas entre las razas de humanoides que se han hallado en el Valle del Rift, una franja alargada que atraviesa de norte a sur la porción oriental del continente, y sitios cercanos, en los cuales se concentran los descubrimientos de los eslabones hasta ahora conocidos de esta evolución de millones de años. Dramani examina algunas de las teorías expuestas sobre el particular. Combate, armado de argumentos contundentes, la explicación de especialistas alemanes de inicios del siglo xx, que consideraban que el poblamiento de África habría sido producto de un pueblo hamítico, proveniente de Asia. Además de los rastreos del estado de la cuestión respecto a los homínidos conocidos más antiguos, en este opúsculo se traza una panorámica extremadamente útil y fundamentada acerca de la formación de las comunidades existentes en el continente africano. Hasta donde establece Dramani, gracias a los estudios arqueológicos, es factible obtener un mapa básico de los procesos formativos de los grandes conjuntos humanos actuales del continente. No afirma lo mismo en lo relativo a los homínidos. Él registra que todavía quedan muchos huecos por llenar en las líneas evolutivas de los ejemplares obtenidos en torno al Rift, como el Homo habilis y el Homo erectus. De todas maneras, apoyándose en autoridades en la materia, no duda en aseverar que

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el Homo sapiens, el ser humano del presente, es nativo de África y no de otra parte. Por esto acoge en principio el paradigma científico de la etnogénesis, que afirma un origen común, aunque no de manera que descarte la validez de otras propuestas. Presta atención a la cladogénesis o cladismo, que afirma la variedad de mezclas de grupos humanos, pero cuestiona su validez para épocas recientes, a no ser que se formulen aclaraciones, por dar curso a la perspectiva racista de los investigadores alemanes de inicios del siglo xx. Sobre esta base, aunque afirma la cercanía del proceso común del Homo sapiens, Dramani no descarta en abstracto posibles mezclas y otras interacciones entre ramales en un proceso evolutivo del cual no se han hallado aún los eslabones que permitan dibujar un mapa completo. Aunque convencido de sus perspectivas, Dramani recoge el hecho de que aún falta mucho por descubrir para que se elabore una teoría suficientemente fundada acerca de los procesos que condujeron a la formación del Homo sapiens. Deposita esperanzas en que el desarrollo de la genética y, en particular, de los estudios de ADN, posibilitarán en un futuro próximo aclarar procesos que hasta la fecha quedan en planos inciertos. Mientras tanto, es categórico acerca de los procesos del poblamiento actual del continente africano, sustentado en evidencias arqueológicas suficientes. Acepta matizadamente el difusionismo para plantear lo innecesario de las migraciones para el desarrollo de las colectividades. Con esto abre un camino a razonamientos acerca de la historia de África, temática de interés para todos los humanos pero con mayor peso para los descendientes de quienes estaban radicados ahí en el umbral de la época moderna, cuando comenzó la espantosa trata negrera por los portugueses en el siglo xv. Es de desear que a partir de esta entrada a la evolución de África el profesor Dramani haga entrega de otros materiales relativos a la evolución de estos antepasados de los dominicanos y latinoamericanos en sentido general. Roberto Cassá

BÎ YA hon FO («Lo que el día de ayer debe al día de hoy y viceversa») Refrán dendi de Djugú Recogido en octubre de 2014

No hay diferentes razas sino diferentes climas

Prólogo Zipizape al este y oeste del Gran Rift Valley No soy especialista de prehistoria, ni arqueólogo, ni antropólogo, ni paleoantropólogo. Soy un historiador nada más, pero atento a todas las formas de saber y de conocimiento que se interesan en los diferentes aspectos de la aventura humana, en la emergencia del hombre sobre nuestro planeta, en su proceso de desarrollo que lo condujo a la bipedia y al actual Homo sapiens. Mi propósito, cuando emprendí este breve estudio, era y sigue siendo honrar África a título de Tierra Madre y como punto de partida de cuanto ha producido, desde lo más complejo a lo más sencillo, para la existencia del homínide. El caso es que este libro tuvo su aventura que terminó en un «happy end», como suele llamarse, puesto que ve la luz en la forma en que, estimados lectores, lo tienen hoy en sus manos. En efecto, ha sido gracias a la curiosidad científica de los responsables del Archivo General de la Nación (AGN) de Santo Domingo, que concluye felizmente dicha aventura. Por otra parte, este estudio, dado su contenido, podría herir la susceptibilidad purista de algunos científicos versados en los temas prehistóricos. Reconozco de antemano la legitimidad de sus puntos de vista. Como contrapartida, puede que esta obra reciba el gran favor de inducir a los lectores a leer o releer alguna que otra obra de esos científicos, con el objetivo de establecer puntos de comparación, o simplemente a 15

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modo de pasatiempo, como lo hice yo mismo unos años atrás y aun en la actualidad. Así, mientras redactaba este preámbulo, en Djugú (Benín), me he deleitado con la lectura de La presencia del pasado en tercera potencia: Noticias de la prehistoria, del imprescindible Yves Coppens; del sutil y taimado Michel Brunet, De Abel a Tumaï: Nómada, buscador de huesos; y, por fin, de Al comienzo era el hombre: De Tumaï al Cro-Magnon, del sabio pedagogo Pascal Picq.1 A decir verdad, todos son eminentes sabios a quienes debo, igual que a otros que no he citado, mis muy libres peregraciones por la prehistoria. Me han inspirado, entre otras, una idea descabellada, en medio de tantos trabajos excepcionales; idea que evoca las rudas rivalidades que los animan haciéndolos avanzar en las búsquedas más especializadas e inesperadas. Esta idea, pues, es la que mejor traduce esta clase de competencia, a veces violenta, a la que se entregan los paleoantropólogos en revistas científicas de altísima categoría, como Science y Nature, la cual mucho se parece a lo que califico, con su poco de humor y mucha pretensión, de «zipizape» entre el este y el oeste del gran Rift Valley sobre el planeta paleoantropológico. Pascal Picq es, a mi entender, quien mejor traduce este ambiente paradójico de emulación competitiva entre investigadores y escuelas de pensamiento cuando escribe en su «Prólogo»: «Al comienzo era el hombre…».2 «Orrorín, tal es el nombre del fósil milenario anunciado al fin del año 2000; proviene de sedimentos kenianos viejos de seis millones de años y, por tanto, viene a confirmar la hipótesis de los orígenes del linaje humano arraigados en la parte oriental de África, al este de los valles del Rift, la famosa East Side Story de Yves Coppens. Pero he Y. Coppens: Le présent du passé au cube: Des nouvelles de la préhistoire, Paris, Odile Jacob, 2013; M. Brunet: D’Abel à Toumaï: Nomade, chercheur d’Os, Paris, Odile Jacob, 2006; P. Picq: Au commencement était l’homme: de Toumaï a CroMagnon, Paris, Odile Jacob, 2003. La traducción de los títulos dentro del texto es nuestra. 2 Véase nota 1. 1

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aquí que llega Tumai, otro fósil hallado, por así decirlo, del lado malo del Rift,3 a unos 2,500 kilómetros al oeste. Anunciado a principios del verano 2002, este descubrimiento considerable nos obliga a revisar todas las ideas que teníamos sobre los orígenes de nuestro linaje evolutivo.4 «¿Dónde vamos a parar con tantos huesos?».5 No sería inútil tener algunos elementos clarificadores suplementarios sobre Orrorín para captar mejor el desarrollo en curso. En efecto, es el equipo de la profesora Brigitte Senut (paelontóloga del Museo de Historia Natural de Paris), a quien se debe el descubrimiento, en el año 2000, de los huesos de un homínide: Orrorín tugennensis en el Valle del Rift en Kenia. Dataría de seis millones de años. Se trata, presumiblemente, de diferentes partes de cuerpos provenientes de individuos distintos, cuyo sexo es indeterminado. La forma y el tamaño de los fémures serían característicos de aquellos de los homínides. Debían de ser bípedos. Se trata de un conjunto de trece osamentas aprisionadas entre dos capas de lava volcánica fechadas con certeza. Constituyen un descubrimiento capital.6 Efectivamente, esos famosos huesos van a plantear un problema, suscitar acerbas polémicas, dudas, con respecto a su edad, su sitio de encuentro, la validez de su datación, de la certificación de los laboratorios en que fueron analizados. En una palabra, dudas sobre la autenticidad de su descubrimiento. De momento, Abel y Tumai salieron malparados, sin embargo acabaron plenamente reconocidos por la comunidad científica internacional. Entonces Michel Brunet pudo escribir a propósito de dichos hallazgos: «Parecían imposibles, improbables y hasta inconcebibles».7 La cursiva es nuestra. Ídem. 5 P. Picq: Op. cit., p. 9. 6 «Cuaderno Pedagógico sobre las Trazas del Hombre: Encuesta sobre la prehistoria». Una exposición realizada por CAP Sciences en el Centro de Cultura Científica de la ULB, del 22/09 al 22/12/2002, p. 31. 7 M. Brunet: Op. cit., p. 9. 3 4

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La polémica amenazaba seguir cuestionando los resultados de las investigaciones de sus colegas. Una vez más el acicate era Tumai. Subido el tono, Brunet tuvo que poner los puntos sobre las «íes» a sus detractores que colocaban en tela de juicio el carácter humanoide de las osamentas de Tumai, pese a las validaciones de Nature (10 de octubre de 2002). Contraatacó en estos términos: «En mi respuesta he conminado a mis detractores a que publiquen otra cosa que sensaciones o afirmaciones sin fundamento científico, en una revista internacional, y traigan la prueba de que existe un solo carácter derivado compartido entre los gorilas y Tumai. Con mi equipo seguimos esperando que se publique sobre este carácter anatómico, por el mero hecho de que Tumai no comparte el más mínimo carácter derivado con los gorilas y los chimpancés. Desde Tokio, donde estaba comisionado, he escrito en Nature (10 de oct. 2002) para contestar su carta que “¡querer tomar a Tumai como un paleogorilita es como comparar un sable de samurai con el mortero de un pilón”».8 Mi estudio, que no va más allá del año 1995, se enriquece con todos los hallazgos logrados en el continente africano, tanto al este como al oeste, por investigadores que hacen progresar la paleontología y la paleoantropología sobre los orígenes de la especie humana. Dista mucho de ser clausurado el debate surgido a partir de la tormenta desencadenada por el descubrimiento de Dumai. Equipos de investigadores se interesan desde entonces por los espacios meridionales libios, al norte de Chad, sin duda con la secreta esperanza de descubrir algún hallazgo más antiguo que el de Tumai, de siete millones de años de antigüedad cuando menos. Al fin y al cabo, la que saldrá vencedora de esta carrera a los orígenes de nuestra especie será la ciencia. Ibídem, p. 207. Los detalles de estas polémicas pueden leerse entre las páginas 182-215.

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Ahora me toca agradecerles a los profesores Roberto Cassá y Raymundo González de Peña su indefectible interés por mis investigaciones y trabajos científicos desde hace ya numerosos años en la República Dominicana; al profesor Bernard Fouques, mi fiel traductor, cuyas juiciosas y acertadas opiniones constituyen un constante estímulo a mi trabajo de investigador. Tampoco me olvido de agradecer la muy alentadora eficacia profesional de los responsables del Área de Publicaciones del AGN. Otras personas a las que no he citado nominalmente por haberme prestado su auxilio en un momento dado de la elaboración de este librito, se reconocerán en la gratitud que les debo manifestar, ilustrando así el carácter complejo y multiforme que rodea el nacimiento de un libro. Zakari Dramani-Issifou de Cewelxa Djugú, Benín, 3 y 6 de septiembre de 201423 de noviembre de 2014; Saint-Rémy, Francia, Enero 2015.

Introducción

A las fuentes de la aventura humana Son esenciales el conocimiento y la explicación de las migraciones humanas en África para comprender la historia del continente negro así como la de toda la humanidad, ya que, en el actual estado de la investigación y de las hipótesis de casi todos los especialistas, se considera África como la cuna de la humanidad, o sea, del género humano, desde el descubrimiento del Australopithecus afarensis como el eslabón perdido o que faltaba después de los «hombres» de Java y de China. Parece obvio, pues, que desde esta África genitrix,9 según la acertada expresión del historiador británico Basil Davidson,10 Inicialmente concebido como capítulo de una obra colectiva que debía salir publicado en 1995 con el título de «Tierras de promisión» en la editorial Armand Colin. Este texto, que por razones ajenas a la voluntad del autor, no pudo ser publicado, ha sido ligeramente retocado a la luz de trabajos arqueológicos y paleontólogicos recientes, aunque, en lo esencial, se atiene al estado de la investigación vigente en 1995. 10 Medio siglo de investigaciones y descubrimientos extraordinarios (1924-1974) van a dar cuerda a los relojes. Después de las «cunas sobre ruedas» asignadas a la especie humana (China, Java, Europa, Lemuria), el origen único del Hombre se ubicó durante largos años en el África Oriental. Creo imprescindible referirme a los recientes trabajos dirigidos por el Pr. Michel Brunet y a su libro publicado en 2006, De Abel a Tumaï: Nómada, buscador de huesos (véase supra), los cuales arrojan una luz nueva sobre los primeros hombres aparecidos en África y ponen en tela de juicio la ubicación de la cuna de la humanidad en la parte oriental del continente. A continuación, unas cuantas fechas importantes de este medio siglo de excavaciones, análisis e interpretaciones: 9

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Mapa 1* Principales sitios de homínidos primitivos en África Oriental y Austral.

* Es en África donde se encuentran los principales sitios paleontológicos que han dado restos de homínidos primitivos. En África del Sur no se conocen más que dos especies de Australopitecos: el africanus y el robustus, esta última más especializada que la primera. Están datados entre 1,5 a 2,8 millones de años y son considerados como los primos primitivos del hombre pertenecientes a una línea desaparecida. Los silos de Olduvaï (Tanzania), Koobi Fora (Kenya) y de Omo (Etiopía) han permitido descubrir los restos del Homo habilis, el más antiguo representante de nuestro género Homo, y del Austrolopithecus boisei (muy próximo al robustus). La presencia de estos en el este de África muestra que diferentes especies de homínidos vivían al mismo tiempo, hace alrededor de 1,8 millones de años. Los másantiguos homínidos fueron descubiertos en los silos de Hadar, en Etiopía, y de Laetolli, en Tanzania, y más recientemente en el Middle Awash, en Etiopía. Estos fósiles datan de aproximadamente 3,5 a 4 millones de años y pertenecen a una misma especie, la del Austrolopithecus afarensis. Todo parece indicar que son ancestros comunes de los otros Australopitecos y de la línea que conduce hasta el hombre moderno.

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se inició toda la aventura humana en forma de grandes corrientes migratorias que se fueron desarrollando poco a poco, de una etapa a otra, a costa de mil vicisitudes, para completar, hoy en día, la colonización de nuestro espacio planetario. Hago mía la opinión de Marcel Reinard según la cual «la prehistoria de la población se plantea en términos de migraciones». Consideradas como invasiones reales o supuestas, o míticas algunas de ellas, dichas migraciones se describen a veces en cierta literatura histórica como especies de aplanadoras impávidas que lo arrasan todo al pasar, sembrando ruinas y desolación. Al examinarlas más detenidamente uno se da cuenta que, las más de las veces, no son sino adelantos progresivos, lentos, generalmente pacíficos, hacia los El Dorado soñados o tierras prometidas por no se sabe cuál espíritu o dios complaciente, o hacia algún que otro puerto de paz para ponerse a salvo de los fenómenos climáticos, de las hambrunas u otras formas de violencia. Así, pues, en forma de movimientos de repulsión o atracción, estas migraciones han movilizado a lo largo de los milenios, de buen o mal grado, masas cada vez más importantes de hombres, mujeres y niños, abriéndoles horizontes nuevos, conforme iban enriqueciendo sus experiencias y conocimientos. Pero es de interés para la memoria colectiva entender por qué esas migraciones se produjeron a partir de las grandes áreas 1924: Descubrimiento del Australopithecus africanus por R. Dart en Taungs (Sudáfrica). 1963: Descubrimiento del Homo habilis en Olduvaï, alias Oldoway (Tanzania). Luis y Mary Leakey, paleontólogos kenianos de origen británico, hacen cundir la voz de que África es la cuna de la humanidad. 1974: Descubrimiento de «Lucy» o «Birkinesh» («persona de gran valía» para los etíopes), en el valle del Omo, por un equipo internacional de investigadores integrado por T. Grayn, J. Kalb, M. Taie, Y. Coppens y D. Joanson. A este último se debe la reconstitución de «Lucy» y su clasificación en la especie Australopithecus afarensis. 1978: Descubrimiento por Mary Leakey de pisadas de Australopiteco en Laetolli (Tanzania), testimonio irrefutable de la bipedia de esta especie, datada desde hace unos 3,6 millones de años.

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de dispersión, las diversas formas que tomaron, cuáles fueron las zonas de posibles asentamientos y sus distintas implicaciones, etc. Buscan huellas más o menos fieles de aquella gigantesca aventura humana, con el rigor que otorga la renovación permanente de sus contenidos y métodos, disciplinas como la arqueología, la paleoantropología, la prehistoria, la etnología, la lingüística, y desde hace poco la genética, entre otras. Hay más: apoyándose en modelos factuales ilustrativos del origen de los homínidos hace ocho millones de años y de la especie humana hace más de tres millones de años,11 por una parte, y en el modelo cultural de evolución del pensamiento por otra, los trabajos de Yves Coppens y otros especialistas de la paleontología humana12 permiten rastrear las peregrinaciones de los descendientes de Lucy por el continente africano. Son una verdadera epopeya humana, una suerte de gigantesca East Side Story,13 aquellas migraciones por sabanas, montes, desiertos y selvas. Las lentas y largas peregrinaciones de la especie humana por el mundo a partir de aquella África genitrix, ponen en tela de juicio ciertos fundamentos históricos y culturales de las teorías racistas y, de un modo general, de la pretendida jerarquía de los pueblos y civilizaciones.

Sabido es que este esquema ha caducado veinte años después. Ver nota 5. B. Davidson: Madre África, París, PUF, 1965, p. 1. 13 Tomamos esta expresión de Y. Coppens, quien la propuso en 1982 para explicar el episodio tectónico que originó la formación del Rift Valley, cuyas consecuencias son fundamentales para el destino de la especie humana. Véase El Correo de la Unesco, febrero 1994, pp. 5-6. 11 12

Capítulo I

East Side Story Seguir al Hombre,14 es decir, al humano, desde su aparición en las mesetas esteafricanas hace más de tres millones de años hasta hoy, siguiendo los caminos que lo llevaron a tomar prístina posesión del continente africano, y pasar el Mediterráneo y el Medio Oriente para conquistar Asia y Europa, no es nada fácil. Por más espectaculares que hayan sido los adelantos de la investigación prehistórica, el África antigua no ha librado todavía sino una ínfima parte de las informaciones fundamentales sobre la primitiva ubicación de sus poblaciones. De ahí la necesidad del enfoque pluridisciplinario arriba evocado. Las migraciones africanas más antiguas por ser mal conocidas constituyen objetos de interpretaciones tan diversas como violentamente contradictorias entre los especialistas en paleontología, antropología, paleoantropología, arqueología y genética, que son disciplinas rigurosas en sus funciones de observación directa y comparada, pero tienen que apelar a la imaginación para compensar lo fragmentario de su información. Describir, reconstituir e interpretar, asociando certidumbres, convicciones e hipótesis, son por cierto ejercicios bastante arriesgados. En atención a consideraciones de género, siento el deber de precisar que, en adelante, cuando digo «el hombre», me refiero al género humano, o sea, tanto al hombre como a la mujer.

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Mapa 2

Los datos de la paleontología, de la arqueología, de la lingüística y de la genética han permitido reconstruir la historia del poblamiento del mundo por nuestros ancestros.

Escenario probable de la historia de la población humana.

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Un esquema sumamente depurado, limitado a los datos básicos de las migraciones humanas primordiales, permite destacar las fases siguientes: Proceso de hominización. Fractura del Gran Rift esteafricano. Nuevas condiciones climáticas. Nuevos biótopos. Problemas de adaptación. Dispersiones concomitantes (hacia el África Austral, el lago Chad, Sáhara, el Valle del Nilo, etc.). El paso a la condición de humanidad, que podría llamarse punto de no retorno de la hominización, no parece definirse exclusivamente por criterios anatómicos, tales como la postura vertical y la capacidad cerebral, sino por un criterio mucho más significativo, imaginativo y comportamental: la capacidad de fabricar utensilios. Hasta la fecha, esta invención se atribuyó al Australopiteco aparecido en el África Oriental entre 3,3 y 2,4 millones de años, específicamente en Etiopía y en Tanzania (Valle del Omo y Oldoway). El profundo cambio climático que se produjo en aquella época, caracterizado por una sequía prolongada, fue precedido por la formación del Gran Rift (el Rift Valley de los anglosajones). Reunidas las condiciones esenciales de la hominización, prepararon al parecer a los primeros hombres para iniciar el proceso de las migraciones. Así, la fractura de la corteza terrestre, la profunda modificación del medio ambiente y, sin duda, el aumento consecutivo de la población, provocaron la gran dispersion original que engendrará, a partir del Paleolítico medio, al Hombre moderno.

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Mapa 3 Red genética de la población humana.

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De Homos: del Homo habilis al Homo erectus ¿De quién descendería el Hombre moderno? Mejor que del Australopiteco, del género Homo por cierto. Pero ¿de cuál? ¿Del habilis en honor a sus útiles, o del erectus bien parado en sus piernas? Andrés Leroi-Gourhan decía que la humanidad «comenzó por los pies».15 A este Homo erectus lo tienen algunos por un verdadero «globe trotter» [«trotamundos»], responsable de la hominización del resto de la tierra. Por tanto es de preguntarse si el habilis y el erectus son del mismo género, o si forman una, dos o tres especies distintas. Si no pasan de una sola, ¿qué sentido tienen los vocablos erectus (no olvide la primacía taxonómica del Homo erectus), habilis, sapiens?, y ¿a qué nivel entran sus respectivos representantes en la estirpe directa de la humanidad moderna? Compiten tres hipótesis, agudizando la polémica entre especialistas. Unos hacen del Homo erectus nuestro antepasado común. Pero abogan por una evolución multirregional: el paso al hombre moderno sería una larga historia iniciada con la aparición del Homo habilis en el África Oriental hace más de 2,5 millones de años. A partir del continente africano, en su forma habilis o erectus, este Homo habría colonizado, hace como dos millones de años, el Mundo Antiguo. Habría evolucionado, mientras tanto, local y gradualmente hacia la forma sapiens. Así, pues, se puede deducir que el origen de los grupos humanos actuales sería muy antiguo. Para los partidarios del esquema monocéntrico, que hacen hincapié en los datos genéticos, el origen del hombre moderno es reciente: se remonta a unos 200,000 años. Inicialmente concentrado en una población escasa radicada en África, se expandió por todo el continente y fuera de él, sustituyendo a las

A. Leroi-Gourhan: Le geste et la parole, t. 1, Albin Michel, Paris, 1964, p. 163.

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Mapa 4 Migración de los neandertalenses.

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poblaciones locales de tipo sapiens arcaico y neandertalense16 que por nada entrarían en nuestro patrimonio genético y quedarían sin descendencia. Aquí, cuando nos referimos a los neandertalenses es difícil no evocar a los desinovianos. En efecto, unos y otros son primos cercanos que partieron del continente africano hace unos 400,000 años. Uno de los intereses de esta evocación reside en la secuenciación del ADN de los huesos del denosoviano descubierto en el 2003. Un artículo de Laurent Abi-Rached, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford en California, publicado en la revista Science de agosto de 2011, muestra los detalles y las extraordinarias consecuencias sobre el patrimonio genético del hombre moderno. A partir de este estudio, los cruzamientos entre denisovianos y neandertalenses se habrían desarrollado y permitido al hombre heredar genes que estimularon su sistema inmunitario. Estos genes, denominados HLA, son determinantes para nuestro organismo, porque su función es identificar y destruir los agentes patógenos. ¿Cuáles serían los aportes de los denisovianos en el patrimonio genético de los africanos?17 La tercera hipótesis estriba en un esquema que se pretende consensual: el del «gran mestizaje». Confrontando datos paleontológicos y genéticos, los especialistas proponen modelos más complejos que admiten la idea de una fuente africana predominante, aunque, al mismo tiempo, reconocen la posible contribución de ciertas poblaciones no africanas, oriundas de Asia y de Europa. (Véase mapa 3 de la red genética). Según una reforma oficial de la ortografía, que data de 1901, en Alemania, el término «valle», que se escribía «thal», en adelante se escribió «tal». Al parecer esta reforma escapó a la vigilancia de ciertos investigadores. De ahí que aún en los textos y documentos posteriores a 1901 «Neardental» (lense) se escribe «Neardenthal» (lense). 17 Homínide del género Homo, desubierto en la gruta de Denisova (sur de la Siberia) en 2008. Fue identificado mediante análisis genéticos en 2010. Los científicos piensan que esta especie vivió entre un millón y cuarenta mil años en las regiones pobladas por el Hombre de Neardental y el Homo sapiens. 16

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Mapa 5 Zonas de población importante en los primeros tiempos del Paleolítico.

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Este rompecabezas genético patentiza que no ha concluido el debate; mientras, sigue la historia con sus dudas sin resolver. Así y todo, ¿en qué momento se juega el destino del Hombre en nuestro planeta? Las primeras ubicaciones conocidas se verifican en África a lo largo del Paleolítico. Esta no deja de aparecer como una etapa importante de la historia de la humanidad y, por supuesto, de África.

El rol del medio ambiente: las primicias de la reflexión y del lenguaje Los múltiples sitios prehistóricos descubiertos e inventariados por toda la extensión del continente africano atestiguan la presencia del hombre en el Paleolítico, exceptuando las zonas forestales de Guinea, Zaire, el Cuerno de África, Namibia. Quien se interese por las condiciones de vida de los homínidos que se sucedieron en el África Oriental, se percatará de que ahí el medio ambiente no ha sido estable. Al parecer, la dinámica general de su evolución ha fluctuado sin cesar de lo húmedo a lo menos húmedo. Yves Coppens hace observar que la sabana arbolada de la Etiopía meridional se ha clareado de manera sensible desde hace unos tres millones de años y de manera muy impresionante hace 2,2 millones de años, hasta volverse una verdadera estepa. Acto seguido, los paleontólogos han constatado una correlación evidente entre el proceso de desecación, la aparición del Australopiteco boisei y el desarrollo del Homo habilis. Todo ha pasado como si este cambio climático, al modificar el paisaje, fuera un factor esencial de selección entre estos homínidos que vivían muy vulnerables en un medio abierto y peligroso. Llevando este razonamiento a mayor escala espacio-temporal, quién sabe si este mismo cambio climático no está en el origen del hiato «entre nuestros primos y nosotros mismos»18 en el Y. Coppens: Le Singe, I ´Afrique et L´Homme, Fayard, Paris, 1985, p. 114.

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Mapa 6 Aparición del Rift y nuevo reparto entre fauna y flora.

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seno de la primera humanidad, y eso desde el Mioceno superior. La cobertura forestal se extendía en aquel entonces del Atlántico al Océano Índico. El derrumbamiento del Rift Valley pudo haber perturbado, al alzarse sus riberas, el régimen de las precipitaciones. El oeste quedaría abierto, mientras el este, en cambio, vería encogerse su selva y descubrirse su paisaje. Los «occidentales» de nuestra familia habrían quedado en un medio ambiente húmedo y arbolado, manteniendo o mejorando su adaptación a la vida, tanto a ras de tierra como en los árboles. Por otro lado, la conjunción de la gran fractura —el Gran Rift— con el progresivo cambio climático hubiera forzado a los «orientales» a adaptarse a un medio ambiente cada vez más seco y desforestado. Yves Coppens sugiere que, por una parte, gorilas y chimpancés representarían a los descendientes de nuestros antepasados que se mantuvieron en un paisaje cubierto, y que, por otra parte, Australopitecos y hombres serían los descendientes de nuestros antepasados que, aislados por un accidente tectónico convertido poco a poco en barrera ecológica, se hallaron confrontados a un clima que se degradaba sin cesar y debieron adaptarse a un paisaje abierto. En estos nuevos espacios va a medrar de golpe el Homo habilis. Dicha dinámica deja traslucir la relación existente entre el desarrollo del Homo y el proceso de aridificación ocurrido hace unos 2,2 millones de años. Esta fase de la marcha del Homo hacia el Hombre es fundamental: preside la constitución de la herencia esteafricana de la humanidad; a saber: la conciencia reflexiva, la vida social, la emoción, el lenguaje, todo esto relacionado sin duda con el medio difícil al que, en adelante, el hombre se hallará expuesto. Apremiado a protegerse, tiende cada vez más a no quedarse solo. La vida social se vuelve más estrecha. Madre e hijos viven juntos un tiempo más largo, se organiza la caza en grupo, se comparte la comida. Todo está puesto en obra «naturalmente» para vivir, preservar la especie, proteger a la prole.

Mapa 7 Los grandes movimientos migratorios africanos en el Neolítico.

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Puede objetarse que lo anteriormente dicho es mera especulación. Es verdad, pero, al fin y al cabo, si estas destrezas son hoy en día propias del hombre, es porque existían condiciones para que aparecieran en cualquier momento, aunque, a decir verdad, el desarrollo de utensilios rudimentarios, reproducidos después de una manera más elaborada y adaptados al uso preciso al que se destinaban, bien parece resultar de una sensata transmisión de las habilidades. Del mismo modo, la organización de múltiples actividades colectivas implica la necesidad de un lenguaje. Sí, sin duda, pero aquí se trata de una forma de lenguaje, y esta manera de ver parece probablemente poética. Pero ni la reflexion ni el lenguaje se han fosilizado. Yves Coppens opina que el Homo habilis hace 1,5 millones de años estaba ya en posesión de estas facultades. (Pensar en el Homo tchadanthropus sahelensis). Presenta sus conclusiones en estos términos: «Sin embargo mi largo acercamiento al Homo habilis me da a pensar que a él se debe la cuestión de saber quiénes éramos, de dónde veníamos y adónde íbamos. Su triunfo repentino, pese a las condiciones de existencia que le vimos, comiendo “ingeniosamente” de todo, construyendo cabañas y adaptando útiles, diversificando las formas mientras iba diversificando sus actividades, me parece tan brillante, tan extraordinario y tan novedoso que de buen grado he elegido esta especie, esta época y esta región del mundo para situar la aparición de la reflexión y del lenguaje». De manera muy esquemática se podría decir, pues, que un primer Hombre aparece como un «primate» superior de las sabanas secas, bípedo, omnívoro oportunista, buen artesano y sociable, astuto y prudente, sensato y de mucha labia. He ahí, por cierto, al Hombre con todas sus características funcionales y comportamentales. Así dotado, está listo para salir, primero, al encuentro de los vastos espacios del continente africano, y después a la conquista de Asia y Europa, las otras dos partes del Viejo Mundo.

Mapa 8 Conquista del Viejo Mundo.

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Capítulo II

Líneas migratorias Oscilantes y meridianas, obedientes ora a la presión del sur, ora a la de las glaciaciones del norte, las migraciones originaron aquí y allá, a lo largo de milenios, un sinfín de mezclas y mestizajes ininterrumpidos de civilizaciones nacientes. El estudio de los movimientos migratorios internos o externos al continente africano, consta de tres regiones que juegan un papel de polos preponderantes en épocas distintas, que van del Paleolítico al Neolítico a lo largo de los tiempos históricos.

Las tres fuentes mayores La primera fuente está conformada por un conjunto que comprende las mesetas esteafricanas, y va de la Etiopía actual a las riberas del río Orange en Sudáfrica, o sea, los territorios situados entre el Rift Valley y el Océano Índico. Fue el primer centro de difusión de todos los movimientos migratorios que irían a regar el resto del mundo. Después del derrumbe del Valle del Rift, coincidente con un periodo de sequías, unas oleadas centrífugas se dirigieron hacia zonas más clementes —los otros dos polos—: la región del Sáhara, alrededor del lago Paleochadiano, infinitamente más extenso hacia el este que el lago actual, y el Valle del Nilo. 39

Mapa 9

Sáhara en el Neolítico: hipótesis sobre las migraciones.

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Los principales sitios o estaciones prehistóricos: Valle del Omo, Oldoway, Broken Hill, Asselar (este sitio parece más reciente), Ternifine, etc., previo estudio de las características antropológicas de los fósiles, de sus herramientas y de su edad, permiten descubrir las direcciones de las principales migraciones a partir de reconstituciones, del todo aproximativas, las que tuvieron lugar durante el Paleolítico, y menos conjeturales, al parecer, las que se produjeron a fines del mismo y sobre todo durante el Neolítico. A decir verdad, los científicos se han interrogado ampliamente sobre el proceso de poblamiento del ámbito terrestre, el origen de los grupos humanos concernidos, los diferentes ejes de circulación, los puntos de ruptura que están en el origen de las corrientes secundarias, etc. Sobre esas antiguas migraciones que iniciaron la diferenciación de las poblaciones africanas en las grandes comunidades étnicas hoy conocidas, no faltaron hipótesis. Una de ellas tendía a acreditar la idea de que las civilizaciones negras de África se desarrollaron esencialmente sobre la base de aportes exteriores. Elaborada científicamente por sabios alemanes, a la vuelta de los siglos xix y xx, pretendía explicar de manera definitiva las principales fases de la ocupación del suelo africano a partir de un substrato autóctono «mejorado» por sucesivas oleadas migratorias provenientes de Asia y Próximo Oriente.

Migraciones y teoría hamítica Con arreglo a las tesis de Hegel (1770-1831), que dividía el mundo en «pueblos históricos» factores de progreso y «pueblos no históricos» que eligieron ser pasivos y, por lo tanto, se mantuvieron al margen del dearrollo espiritual de la humanidad, Europa ha avanzado la idea de una jerarquía de pueblos y civilizaciones diseminados por el mundo. Ampliamente retrasadas, esas tesis están hoy consideradas como no científicas y uno de los acicates de las teorías racistas.

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Cuadro de la población por olas migratorias según Stuhlmann (1910) Pueblos migrantes y autóctonos

Elementos de cultura y de civilización

ÁRABES (¿Arabia?)

Introducción de nuevos elementos de civilización del todo desconocidos por las poblaciones anteriores

1) HYKSOS-HEBREOS (¿Medio Oriente?) 2) HABASHAT-MEHRI (¿Medio Oriente?) 1. Egipto 2. Etiopía SEMITAS (¿Medio Oriente?) Egipto cuya civilización habrían fundado

Cultivo de los cereales Uso del arado Utilización del bronce

Antepasados de los fulbe, masaï, bari, galla, somali, khoi khoi

HAMITAS (estepas del Asia Occidental) Paisajes descubiertos (¿de sabanas?)

Ganadería de cornudos Uso de la lanza, del cuero, del broquel

PROTO-HAMITAS (Asia) Mestizados con negros

Uso de la azada: sorgo Cría del ganado menor cornudo Idiomas aglutinantes con clases nominales

NEGROS (S-E asiático)

Agricultura rudimentaria: bananos, colocasias

Sabanas sudanesas (más tarde selva ecuatorial)

Utensilios de madera, arcos y flechas Bohíos redondos o cuadrados Lenguas de tipo aislante

BANTUS

Proto-hamitas y negros

PIGMEOS-SAN (autóctonos) De una y otra parte de la línea ecuatorial(?)

Ningún elemento cultural

Olas migratorias y población del continente africano según la teoría de la Escuela Alemana de orientación histórico-cultural (F. Stuhlmann) Lugar de origen; zona de asentamiento

Cf. D. Olderogge, Historia general de África, vol. I, 1980, p 303.

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En efecto, mucho antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania ejercía sobre el discurso de las llamadas ciencias humanas (historia, etnografía, estudio de las lenguas africanas, etc) una fuerte preeminencia. Impregnadas de la teoría de Hegel según la cual Asia era la cuna de la humanidad, obras publicadas en Gran Bretaña, Bélgica y Francia sostuvieron que los pueblos africanos estaban desprovistos de historia. En el mismo orden de ideas, los lingüistas alemanes inventaron la famosa teoría hamítica, que atribuye el desarrollo de la civilización en África a la influencia de los hamites oriundos de Asia. Contra la teoría evolucionista de R. Taylor y de L. H. Morgan, tachada de aberrante, relevantes especialistas —el inglés Stow, los alemanes H. Frobenius, Ankermann— defendían la teoría hamítica de la escuela alemana de orientación histórico-cultural. Para ellos, no hubo un desarrollo uniforme para el conjunto de la humanidad, sino círculos de civilizaciones diferenciadas; la difusión de los conocimientos culturales se hizo mediante las migraciones. Asociando migraciones y expansión lingüística, F. Stuhlmann es el especialista que ha detallado mejor el proceso de las prístinas olas migratorias salidas al escenario del continente africano. Sobre un sustrato considerado autóctono y compuesto de pueblos de estatura baja —¿enanos?—, como los pigmeos y los san, carentes de cultura, vinieron los de piel morena y pelo crespo originarios del sudeste asiático. Estos primeros inmigrantes ocuparon las sabanas sudanesas y luego la selva ecuatorial, y practicaron una agricultura muy rudimentaria. Serían los inventores de los utensilios de madera, del arco, de las flechas, de los bohíos redondos. La segunda ola migratoria fue la de los llamados protohamites, originarios también del Sudeste Asiático, un poco más al norte. Estos iniciarían el uso de una herramienta tan esencial como la azada. Habrían introducido también el cultivo de sorgo y la crianza del ganado menor. Mestizados con los negros, estarían en el origen de los pueblos bantúes.

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El siguiente movimiento migratorio comprendería a los hamites de característica piel clara. Sus vías de acceso serían o bien el istmo de Suez, o bien el estrecho de Bab-el-Mandeb al sur del Mar Rojo. Habrían introducido el ganado mayor, el uso de objetos de cuero y del broquel. Estos hamites serían, además, los antepasados de los peul, masaï, galla, etc. Llegados después, los semitas, que serían los fundadores de la civilización egipcia antigua, llevaron consigo el cultivo de los cereales, el uso del arado y el trabajo del bronce. El penúltimo grupo lo componen hyksos, hebreos, habashates, mahrís. Los unos emigraron hacia Egipto y los otros hacia las tierras altas de Etiopía. La última ola fue la de los árabes, que penetraron en África en el siglo vii, única fecha atestiguada de todos esos procesos migratorios. Así pues la génesis de la civilización africana procede de aportes sucesivos esencialmente exteriores al continente. Paralelamente a esta teoría defendida por Stuhlmann, la lingüística dio a la luz un conjunto de tesis cuyo instigador fue C. Meinhof. Este calca casi enteramente sus argumentos de la estructura antropológica de la población africana descrita por Stuhlmann. Los san y sus antepasados pigmeos hablaban lenguas de «clics». Los negros, en tanto autóctonos de la zona tropical y sudanesa, hablaban lenguas llamadas «aislantes». Los pueblos hamitas venidos de Arabia y llegados a la zona sudanesa, pasando por África del Norte, aportaron las riquezas insospechadas de sus lenguas de «flexiones» al sutrato evidentemente pobre de los negros y los bantúes, cuyas lenguas, beneficiándose del mestizaje con los hamites, tomaron un carácter «aglutinante». En otras palabras, las lenguas hamíticas son en todo punto superiores a las lenguas negroafricanas. Solo que la paleoantropología y la arqueología, desde 1924, han tratado de desmantelar la teoría hamítica de la población africana. Los descubrimientos posteriores —Lucy (1974) y el hijo de Lucy (1994)— han dado al traste

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con tan atrevidos montajes y especulaciones, así como con su carácter europeocentrista sesgado de panindoeuropeismo. Así, pues, está superado el antiguo esquema de la ubicación de los pueblos de África y de las otras dos partes del Viejo Mundo. Por tanto, debe reconocerse el rol de África como primer punto de diseminación de los hombres, técnicas y civilizaciones, desde luego, en los periodos más remotos de la historia, o sea, desde el Paleolítico inferior. En el transcurso de las épocas ulteriores, vemos aparecer corrientes migratorias inversas, de vuelta hacia el continente negro. Pero ¿cuáles son las directrices de estos movimientos en el Paleolítico?

Capítulo III

Los oscuros tiempos de las migraciones africanas del Paleolítico al Neolítico Durante mucho tiempo los frescos de Lascaux y los fósiles de Cro-Magnon han acreditado la idea de un origen europeo del Homo sapiens sapiens. Desgraciadamente, los artistas que pintaron esas cuevas no eran sino migrantes tardíos recién llegados de África o del Próximo Oriente.19 Eso supone que estas poblaciones salieron del continente africano por lo menos en dos direcciones más o menos simultáneas: hacia el nordeste para Medio Oriente y hacia el noroeste para la Península Ibérica y Europa. Pero las pinturas parietales de Europa son de edad relativamente reciente. Las más antiguas se situarían entre 30,000 y 25,000 años antes de nuestra era. Ahora bien, lo que nos interesa en este capítulo es lo que ocurrió antes, o sea, al fin del Plioceno o al principio del Pleistoceno,20 hace un poco más de cuatro millones de años. Los problemas más preocupantes en lo relativo al origen de las migraciones humanas en África llevan a interrogarse primero sobre el final de la hominización a partir de los primates —sabido es que son muy frágiles las fronteras entre las fases prehominal y hominal—, luego sobre el pasaje del Australopiteco Véase nota 11. Véase sobre este tema el expediente preparado por Sciences et Avenir, no. 522, agosto de 1990, intitulado «Los orígenes del Hombre», pp. 17-33.

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al Homo y, por fin, sobre el sitio donde se produjo el arranque inicial del proceso migratorio, desde la presunta cuna esteafricana hacia las otras partes del continente y, más allá, hacia las otras tierras del Viejo Mundo. Habría que explicar también por qué son tan abundantes y ricos los testimonios prehistóricos en África y mucho menos en otras partes. Hay varios motivos. Primero, la diversidad del habitat en un vasto continente que se extiende a ambos lados de la línea equinoccial hasta las regiones templadas del norte y del sur. De ahí la variedad climatológica. Las tierras altas de la zona ecuatorial introducen asimismo una dimensión suplementaria. Es un verdadero polo interior el que se eleva desde la franja costera del Océano Índico mediante una serie de mesetas, hasta cordilleras y picos, cubiertos algunos de ellos de nieves eternas a pesar del calor y de la aridez del clima.21 Desde luego, las alturas variables generan diferentes microclimas, cuyo frescor va aumentando con la altitud. De producirse efectivamente estos cambios climáticos, dada la constancia de sus factores, África parece haber ofrecido siempre una vivienda apropiada al hombre. Así, pues, cuando se ponía demasiado caliente o frío algún sitio, era posible desplazarse a escala regional hacia un medio ambiente más favorable. Estos fueron muy probablemente los tiempos oscuros de las primitivas migraciones humanas durante el Pleistoceno o el Paleolítico inferior. Ha sido cuestionado este último término, sobre todo cuando se aplica al continente africano. En efecto, los vocablos «paleolítico», «epipaleolítico» y «neolítico» son más frecuentemente usados en África del Norte y en Europa. Los arqueólogos del África subsahariana han estimado desde hace mucho tiempo que era más acertado utilizar una terminología propia. Esta ha de fundarse en El autor (Sylvestre Huet) no dice el origen de este grupo autóctono de pigmeos y de san. ¿Generación espontánea o fin de un proceso evolutivo? Pero ¿cuál? Este es sin duda uno de los puntos flacos de esta teoría de la escuela alemana de orientación histórico-cultural.

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la realidad del continente y no en un sistema europeo impuesto desde fuera.22 Así fue decidido oficialmente a instancias del III Congreso Panafricano de Prehistoria en los años sesenta.23 Prevalecerá pues la terminología anglosajona: en vez de «Paleolítico» deberá decirse «Early Stone Age»; «Middle Stone Age» y «Late Stone Age» sustituirán sucesivamente a «Epipaleolítico» y «Neolítico». Los límites cronológicos de estas divisiones de la Edad de Piedra varían algo de una región a otra, lo cual añade complejidad y relatividad a todas estas cuestiones de datación. Aproximadamente se establece un periodo de 2,500,000 a 50,000 años antes de nuestra era para el Early Stone Age; de 50,000 a 15,000 años para el Middle Stone Age, y de 15,000 a 500 años para el Late Stone Age. Gracias a los progresos y a la acumulación de nuevos conocimientos, escalas y dataciones tan sencillas como esas llegan a ser modificadas y necesitan una presentación más completa. El uso mismo del término «neolítico» aplicado al África subsahariana resulta cada vez más objeto de críticas. Se trata en efecto de un término que se considera ambiguo, del que no se sabe muy bien si remite a una tecnología, a un tipo de economía o a ambas cosas. Para los no especialistas, un cuadro de concordancias es a veces necesario para seguir los múltiples caminos abiertos por el africano prehistórico a lo largo de sus migraciones.

La datación en paleontología humana, pese a sus técnicas cada vez más afinadas, sigue aproximativa. No es de extrañar pues que los investigadores atribuyan a los periodos ya clásicos fechas distintas. Además, en los documentos que he consultado los autores usan sistemas tan diferentes como los adoptados en materia de cronología prehistórica. 23 Se leerá con interés el cap. 16 de Histoire générale de l’Afrique, Vol. I, J. KiZerbo, Jeune Afrique-Stock-UNESCO, Paris, 1980, pp. 395 y ss., y 643-644. 22

Capítulo IV

Genética y diferenciaciones étnicas El deseo de comprender mejor las migraciones originarias nos induce a abordar el contexto general en que se produjeron los movimientos de estos primeros hombres esencialmente caracterizados por su bipedia. Los valles del este africano ofrecieron, si los hacemos desfilar ante nosotros al unísono de los descubrimientos, entre 3,5 y 1,6 millones de años, la serie de Australopithecus afarensis, Africanus robustus, boisei, los Homo habilis y erectus. ¿Qué mecanismos evolutivos son susceptibles de explicar las modificaciones observadas entre cada uno de ellos? El surgimiento de los Australopitecos y luego de las variantes robustus y boisei parece coincidir con los cambios climáticos. La falla del Rift (más bien sería un desmoronamiento, pues se trata de una serie de fosos) y un enfriamiento general provocan el desecamiento del este africano y el reemplazo de la selva por la sabana arbolada. Alrededor de dos millones de años antes de nuestra era, las glaciaciones cuaternarias vuelven a desecar y enfriar esta región. Estos son, desde luego, los indicios que algunos paleontólogos han invocado a modo de teoría explicativa. Esos cambios climáticos favorecerían por una parte la adaptación de robustus, tratándose del fornido vegetariano y, por otra, la del omnívoro oportunista de cerebro más desarrollado que es el Homo habilis. Pero un principio de selección 51

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no hace una evolución. Solo puede favorecer una forma en detrimento de otra. Para explicar la aparición de formas diferentes, se debe apelar a la genética. En primer lugar, estudiar las posibles mutaciones del patrimonio genético, luego las de los genes mismos, inclusive el programa de su desarrollo durante la embriogénesis y, en segundo lugar, tomar en cuenta las que ocurren a lo largo del crecimiento juvenil. Pero frente a los problemas clásicos conocidos de los especialistas, debe apelarse a lo que Stephen Jay Gould llama las «puntuaciones», o sea, aceleraciones o bien discontinuidades en la evolución,24 que afectan a un reducido número de individuos y se propagan debido a la ventaja lograda y de manera más rápida si los grupos de primates tienen una organización a base de macho dominante. Como este proceso es relativamente rápido y suele implicar un número escaso de individuos, la probabilidad de rastrearlo es casi nula. Así y todo, las principales dificultades son otras, porque los orígenes del hombre y de los animales no pueden equipararse de igual modo. Quien procura encontrar los orígenes de una cultura cuya evolución sigue un ritmo que no es exactamente el de las transformaciones biológicas, corre un permanente riesgo de confusión. ¿Háblase del origen de la cultura o del género Homo? ¿Puede definirse la especie Homo sapiens con criterios únicamente morfológicos? Tanto más paradójicas son estas preguntas cuanto que los cambios culturales en materia de herramientas, por ejemplo, no parecen coincidir con los cambios morfológicos. Resulta que en los procesos migratorios la compleja cuestión de la aparición de un verdadero lenguaje está sin resolver. En estas condiciones la antropogénesis puede considerarse como una encrucijada del animal y del hombre, de lo biológico y de lo social. Así es para Michel Sakka, del Museo del Hombre de París, quien estima además que el diagnóstico Léase «La teoría del equilibrio puntuado», desarrollada por N. Eldrige y S. Gould, en T. Schops (ed.), Models in Paleobiology, Cooper Publishers, 1972.

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«es hombre» hecho sobre un fósil, no puede limitarse a los signos morfológicos o al parecido más o menos acusado con el hombre actual. En este orden de ideas, numerosos investigadores atienden a las huellas susceptibles de revelar la aparición y el desarrollo de la conciencia reflexiva, del lenguaje y de la organización social.25 Ahí están los caracteres ditintivos y exclusivos que separan a la humanidad de la animalidad. Por este mismo motivo, en la opinión de Mary Leakey, los criterios aplicables al hombre basados en una comprobada fabricación de herramientas son preferibles a los que se fundan en la morfología de tal o cual fósil. Concepción semejante nos induce a plantear dos variantes posibles de la visión del hombre prehistórico en el presente estudio. La primera, parte del animal y, andando el tiempo, sigue la evolución tal como sucedió y la estableció la ciencia de hoy. La segunda, parte del hombre y va desandando el tiempo. Restituye el delicado proceso de la hominización, de la dominación progresiva de lo cultural y lo social sobre lo biológico. Estamos en presencia de un punto de vista indispensable pero aventurado. Pues explicar el pasado por el presente siempre arriesga caer en una ilusión óptica. Otra vez invocaremos al biólogo genetista Stephen Jay Gould que nos llama la atención sobre nuestra relación con los orígenes; según él, el Homo sapiens no ha sido destinado a ser la cumbre de una escala que sube desde el principio hacia nuestra elevada posición. En otras palabras, la evolución —luego la emergencia del hombre— no debería confundirse con una película larga cuyo guión hubiera sido escrito de antemano. Ahí insistimos de nuevo sobre la complejidad del estudio de las migraciones, que ha de integrar irrebatiblemente las cuestiones de la hominización y de los orígenes de la cultura sobre el continente africano. Por lo tanto, la genética aparece cada vez más Este criterio ha sido confirmado por el VIII Congreso Panafricano de Prehistoria y de Estudio del Cuaternario que tuvo lugar en Nairobi (Kenia) en septiembre de 1977.

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como un precioso «auxiliar» de la paleontología humana. Así, pues, previo estudio de los grupos sanguíneos y de los cromosomas, los genetistas pueden rastrear los grandes movimientos de las poblaciones del mundo y demostrar que en cada uno de nosotros dormita un poco de África y de Asia. Pasado el difícil punto del Early Stone Age (Paleolítico), nuestras informaciones se vuelven más abundantes y precisas. A lo largo del Middle Stone Age y sobre todo del Later Stone Age (Neolítico), sale al escenario el Homo sapiens. La relativa abundancia documental no excluye la audacia de las hipótesis ni la violencia de las controversias. Destacan las de los biólogos genetistas. En un atlas genético informado por sus estudios, el Pr. Luigi Luca Cavalli-Sforza, de la Universidad de Stanford (California), confirma que el Homo sapiens es originario de África, de donde salió para lanzarse a la conquista del mundo, pasando por Medio Oriente y Europa. Consecuente con esa gran ola migratoria, los europeos de hoy contarían entre sus lejanos antepasados con un 65% de asiáticos y un 35% de africanos. De ahí que, genéticamente, los negros de África están más próximos a los blancos de Europa aun cuando su color sugiere lo contrario. ¿Cómo explicar, desde luego, la o las diversidades humanas tanto en África como en otras partes del mundo? La teoría de la etnogénesis sostiene, contra otras dos teorías rivales —la cladogénesis, o cladismo, y el difusionismo— que ningún grupo étnico tiene un origen único, trátese de su cultura, de su idioma o de sus genes.26 Con todo, dice John H. Moore, profesor de antropología en la Universidad de Florida, será necesario esperar para confirmarlo con los resultados de las investigaciones efectuadas sobre la diversidad del genoma humano. Ante la cantidad cada vez más abundante de datos acumulados y la ausencia casi total de una teoría para explicar la expansión de J. H. Moore: «Comment expliquer la diversité humaine?», en La Recherche, no. 277, vol. 26, juin 1995, pp. 621-627.

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los grupos humanos, antropólogos, etnólogos, arqueólogos y lingüistas tratan de elaborar a escala global nuevos modelos de interpretación. Primero Luigi Luca Cavalli-Sforza procuró dejar en claro la correlación entre los vínculos genéticos y lingüísticos; después, el arqueólogo británico Colin Renfrew quiso reconstituir la «dispersión indo-europea», valiéndose también de datos lingüísticos y genéticos. Por fin, Robert Sokal intentó reconstituir, en una síntesis ambiciosa, el genotipo de los primeros agricultores. Fueron criticadas todas estas «reconstituciones» por haberse valido de «modelos del siglo xix para interpretar datos del xxi», sobre todo cuando se apoyaban sobre la cladogénesis, cuyos elementos de explicación recuerdan a veces los esgrimidos por el conde Arturo de Gobineau para dividir la humanidad en distintas «razas». En efecto, la cuestión debatida por los antropólogos, los historiadores y los investigadores en lingüística es la siguiente: ¿En qué medida puede utilizarse analógicamente el modelo biológico de la cladogénesis para describir sucesos históricos o evolutivos referentes a la especie humana? En opinión general, esta analogía solo puede aplicarse al caso de poblaciones distintas, separadas por límites específicos y contiguos. Sin embargo, si son normalmente homogéneas y bien delimitadas las sociedades humanas, si todos sus miembros hablan el mismo lenguaje, se casan entre sí y tienen las mismas tradiciones, pueden observarse entonces evoluciones paralelas y constantes en sus repectivas lengua, cultura y estructura genética. Para los adeptos a la etnogénesis, el modo de vida en un mismo continente moldea poblaciones mixtas desde los puntos de vista genético, cultural y lingüístico, en conformidad con lo observado frecuentemente en los grupos humanos. Pero puede que conozcan a veces reorganizaciones radicales, a favor de las cuales vuelven a estructurar por completo su economía, sus instituciones políticas y sociales y hasta su lengua. Trátase de un proceso análogo al puesto de moda por la teoría del equilibrio puntuado, del que hemos hablado

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ya, y que vuelve a ilustrarse con frecuencia en las sociedades tadicionales. Por otra parte, los intercambios culturales, las alianzas y las influencias lingüísticas entre estos distintos grupos humanos son muy complejos y no pueden ser representados bajo la forma de un claro esquema cladista27. Al parecer, tribus o fracciones étnicas se mudaron de sitio, de lengua y de religión hasta dejarse absorber por etnias extanjeras. A este respecto Colin Renfrew avanza la idea de que la invención de la agricultura es un fenómeno relativamente reciente (entre 15,000 y 9,000 años antes de nuestra era). Los dos millones de años anteriores son caracterizados por modos de vida mucho menos sedentarios. Como advierte el Pr. John H. Moore, sería mucho más fácil mostrar que no se pueden establecer comparaciones de verdad entre las observaciones etnográficas y etnohistóricas hechas a lo largo de la historia, particularmente en el siglo xx, y los sucesos prehistóricos más antiguos. Estos últimos, mucho más lejanos en el tiempo, implican sociedades de tamaño más restringido. Cualquiera que sea la experiencia histórica y prehistórica real de los grupos humanos, al parecer estos se consideran siempre como absolutamente únicos desde los puntos de vista histórico y lingüístico. Del mismo modo, los hablantes de la lengua propia de un grupo creen hablarla correctamente, al contrario de los hablantes de una lengua allegada que no la usarían sino de una forma primitiva e incorrecta. Un ejemplo, entre otros muchos, en el África Occidental ofrecen los hablantes de la lengua sonrhaï (songhai), predominante en el valle medio del Níger, prácticamente desde Djenné hasta el norte de Benín. Es de notoriedad pública que el habla de Gao reivindica la etiqueta de autenticidad de la lengua sonrhaï, calidad que le cuestionan los hablantes de la región de homborí (Malí). Los zarma (djerma) de Níger no dicen otra cosa. Asimismo, al norte de Un «clade» es un grupo de especies formadas de un ancestro común y de todos sus descendientes. Por eso, el «cladismo» es una clasificación sitemática de seres vivos fundada sobre las relaciones filogenéticas.

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Benín, donde la lengua sonrhaï se ha difundido bajo la forma regional «dendí», el habla occidental (djugú) pretende ser el más auténtico —fiel al original del valle del Níger—, al contrario del habla oriental que resultaría adulterado. Por añadidura, los miembros de un grupo se consideran a menudo como una raza «pura», bien distinta de la de sus vecinos. Son víctimas sin duda de lo que los etnólogos llaman «amnesia genealógica», o sea, el ser incapaz de acordarse, en ausencia de documentos escritos, de sus ancestros pasado cierto número de generaciones (cuatro o cinco por lo general). Así se olvidan en breve los episodios de etnogénesis y de alianzas matrimoniales celebradas entre los diferentes grupos. En este contexto, una de las críticas dirigidas por los adeptos de la etnogénesis a la cladogénesis es que esta, al defender la idea de que las sociedades tradicionales están estrechamente delimitadas e ignoran las mezclas, remite a las creencias en materia de pureza lingüística y genealógica. Asimismo, la oposición entre cladistas y los partidarios de la etnogénesis conduce a la analogía entre los procesos étnicos recientes y los prehistóricos. Un hecho incontestable es que tanto las mezclas culturales y demográficas, como los cambios lingüísticos radicales, son característicos de la historia reciente. Pero, vaya a saber, por ejemplo, si las poblaciones africanas de hace unos 8,000 años o las poblaciones neolíticas y paleolíticas han conocido procesos semejantes. ¿Pueden interpretarse los datos arqueológicos y lingüísticos de manera análoga a los comportamientos de las poblaciones de tipo «tribal» moderno? Sería necesario añadir que el ritmo de los cambios lingüísticos y la ampliación de las relaciones entre los idiomas constituyen un problema particular. De hecho, es esencial partir de la oposición entre el modelo cladista y el de la etnogénesis para aprehender la interrelación de las poblaciones humanas. El cladismo privilegia un desarrollo a partir de un grupo antecedente único. La etnogénesis, al contrario, privilegia una continua recomposición de las sociedades. Sin embargo, todos concuerdan en reconocer que, una vez reconstituido, un «ethnos» tiende a la homogeneidad,

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como corresponde a la hegemonía ejercida por una lengua, un tipo de organización, una ideología social y el gradual desarrollo de todo ello. El difusionismo, por su parte, complica un poco este modelo de desarrollo social. Privilegiando la cultura material y técnica, los investigadores de las diferentes escuelas difusionistas28 han mostrado que las nuevas herramientas y las intervenciones culturales eran rápidamente adoptadas y que no necesitaban movimientos migratorios para difundirse. Ponen en tela de juicio el modelo migracionista, que explicaba la más mínima similitud entre culturas lejanas tomando como referencia las migraciones de los pueblos hebreo, egipcio, fenicio, etc. Nos consta que en este combate contradictorio los difusionistas llevaron a menudo la ventaja, y que hoy en día sus ideas forman parte del material teórico fundamental de los arqueólogos. De este modo se impuso a la genética el concepto de difusión, con el nombre de «teoría de la ola». Esta teoría parte de la idea que, en un proceso migratorio, un gene adaptativo, cuya tasa de ocurrencias está creciendo en un grupo dado, va a comunicarse rápidamente por cruzamiento o «flujo genético» a las poblaciones vecinas. Podría decirse que el más importante problema al que se enfrentan los investigadores en ciencias humanas es llegar a distinguir entre los efectos de proceso lento y los de proceso rápido. Tanto más cuanto que, en genética, es imposible decir si tal gene debe su presencia en una población a una migración repentina o a un «flujo genético» prolongado durante centenares o millares de años. Otro aspecto de estas interrogantes científicas, en el cual todos los investigadores se interesan, es la cuestión de cómo explicar el reparto global de las lenguas, de las culturas y de los genes, o sea, cómo resolver el problema complejo de las migraciones humanas. Entre ellos, F. Grachner, W. Schmidt, C. Wissler. Consúltese más particularmente a K. Weis, en C. Moscis-Taylor: Biological Aspects of Human Migration, Cambridge University Press.

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El extraordinario hallazgo genético según el cual los genes guardan la huella de las relaciones entre los seres humanos permitirá resolver un gran número de difíciles problemas históricos y teóricos: no solo los individuos históricamente próximos presentan una estructura genética similar, sino que un tipo particular de ADN, el de las mitocondrias, se hereda únicamente por línea materna. Dicho hallazgo dio lugar a una controversia basada en «alegatos según los cuales todos descenderíamos de una mujer, la Eva africana, que viviera hace unos 200,000 años según los resultados de un análisis de su ADN mitocondrial».29 Es de esperar que controversias semejantes vayan a generar los análisis en curso sobre el cromosoma Y propio de la línea paterna. ¡Acaso cundan voces para concluir que Adán sería natural del Cáucaso, de la India o de… África! Este debate tenía sentido hace poco más de 20 años; hoy está relativizado. Con todo, los investigadores en ciencias humanas quedan firmemente convencidos de que la genética permitirá resolver un gran número de problemas relativos a la evolución social y a los movimientos de los pueblos pehistóricos, incluso cuestiones tan controvertidas como el origen de los vascos, la expansión indoeuropea, de los bantúes y, por consiguiente, la del conjunto de las poblaciones del continente africano. Tampoco se olvidará que estos trabajos científicos muy especializados cuestan carísimo, y movilizan, más allá de la competencia entre los diferentes modelos, millones de dólares de ayuda. Se asignan así importantes fondos al Human Genome Diversity Project (HGDP).30 Investigadores, laboratorios e Consúltese P. Darlu: «Eve cherche toujours ses origines», en La Recherche, octobre 1992. Puede consultarse también el importante artículo de V. Barried, del Laboratorio de Prehistoria del Instituto de Paleontología Humana, Museo Nacional de Historia Natural, París, «Mythes et réalités de l’approche génétique», en La Recherche, no. 277, juin 1995, vol. 26, pp. 628-633. 30 Unos cuarenta años atrás, dando seguimiento a la «caza a los genes», se consideró necesario el acopio de información sobre la diversidad genética. En los setenta, el Programa Biológico Internacional y los grupos de trabajo sobre la Histocontabilidad (contabilidad sanguínea), han permitido abrir bancos de datos genéticos que provienen de centenares de 29

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institutos implicados confrontan Europa y Estados Unidos. Una vez más es manifiesta la marginación de África, dirán algunos, como la del anteriormente llamado Tercer Mundo. Señalemos que varios comités regionales e internacionales se han constituido y trabajan para definir los protocolos de centralización de los datos, tanto como las normas éticas que habrán de ser tomadas en cuenta en el proyecto. Es fundamental que un mismo tipo de datos sea recogido en cada grupo y que las poblaciones indígenas colaboren voluntariamente y saquen algún provecho de ello. Pero ¿cuáles serán los resultados? ¿Qué sociedades se revelarán semejantes y con qué vínculos históricos? Por fin ¿qué modelo teórico acabará por imponerse entre el cladismo, el difusionismo o la etnogénesis? De momento parece inclinarse la balanza hacia esta última. Una razón de orden ético podría favorecerla. En efecto, pese a que los biólogos nos han enseñado que los seres humanos son si no hermanos y hermanas, primos por lo menos, este hecho esencial ha sido encubierto demasiadas veces por las lucubraciones xenófobas y racistas. Así, pues, comparto con John H. Moore la idea de que los seres humanos hemos sido recortados todos en el mismo paño, y que todos tenemos antepasados comunes en un periodo no muy remoto. Dicha idea constituye a mi entender, como dice Moore, un antídoto poderoso contra las tendencias destructoras y racistas de la política moderna que pueden conducir al genocidio. Pero volvamos al Neolítico para examinar cómo el Homo sapiens colonizó África. millones de individuos, catalogados a título de muestras representativas de varias poblaciones del mundo entero. La urgencia de una investigación sobre las enfermedades genéticas ha permitido fomentar el programa HUGO (Human Genome Organization), cuyo objetivo es realizar una «secuencia tipo» del patrimonio genético humano. Desde 1992, se ha ido más lejos con el programa HUGO Diversity, netamente más ambicioso, pero cuya ejecución ha sido diferida hasta 1994-1995, dada la magnitud del problema y de su coste. Sin embargo, estudios pilotos han sido realizados en Estados Unidos por equipos provenientes de los Museos del Hombre de París, Ginebra y Stanford. Ha sido planeado también un programa europeo coordinado en Turín y Londres.

Capítulo V

Escenario probable y nuevas conjeturas sobre las últimas migraciones

Los grandes movimientos31 La paleoantropología, la arqueología, la etnología, la genética y la lingüística, brindan una aproximación menos azarosa de la expansión humana sobre nuestro planeta. Los progresos más notables atañen sobre todo a los principales movimientos de las poblaciones y las direcciones tomadas, conforme al esquema que mejor corresponde al estado actual de nuestros conocimientos, los cuales se benefician, por cierto, del más enriquecedor y no menos pasmoso aporte de la biología. Estos trabajos de vanguardia esbozan una cronología y hasta un auténtico mapa de la diseminación del Homo sapiens, en el que se vean desplazarse los grandes grupos, diferenciarse progresivamente unos de otros, a medida que se van adaptando a unos medios muy diversos. Los más antiguos fósiles de Homo sapiens —este hombre moderno que sucede a las otras especies, al Australopiteco en particular— han sido descubiertos en Etiopía e Israel (el hombre de Qafzeh). Tenían respectivamente entre 110,000 y 95,000 años de edad. Una toma instantánea abarca cuatro secuencias principales entre 150,000 años antes de nuestra era y el siglo x Véase mapa no. 2.

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de la nuestra. La primera ve a Homo sapiens instalarse sobre más de la tercera parte del continente, pricipalmente sobre toda la cuenca oriental de África, entre el Mar Rojo, el Océano Índico, el valle del Nilo y el Gran Rift hasta el extremo meridional del continente. Va de unos 150,000 a 100,000 años antes de nuestra era. La segunda interesa toda África del Oeste, engloba todo Magreb hasta Libia y se organiza en torno a un Sáhara húmedo y verdoso todavía, preso en una verdadera red de grandes lagos. Se sitúa entre 60,000 y 50,000 años antes de nuestra era. La tercera, alrededor de 30,000 años antes de nuestra era, da lugar a una oleada que se superpone en parte a las primeras dos e invade un espacio que va de la zona subsahariana hasta la cuenca septentrional del Zaire y de sus principales afluentes, el cual correspondería a África central. La última secuencia recorre el espacio guineo-ecuatorial a lo largo de las costas atlánticas desde Gambia hasta el Cabo de Buena Esperanza. Este asentamiento ocurrió alrededor de 6,000 años antes de nuestra era. Algunos especialistas piensan que la postrera población del continente africano data de 30,000 años antes de nuestra era, ya que, según los testimonios arqueológicos, fue solo hacia los 30,000 o 20,000 años antes de nuestra era cuando se hallan en el África subsahariana fósiles humanos parecidos a los actuales habitantes. Con todo, en numerosas regiones de África, durante el Pleistoceno, o sea, a principios de la era cuaternaria, las condiciones necesarias a la fosilización de los animales no estaban creadas debido a la muy elevada acidez y a la constante humedad de los suelos, inherentes a una fase pluvial de particular ahínco. Por consiguiente, aun en ausencia de vestigios, no hay motivo para concluir que en estas regiones no estaba presente el hombre.32 Nuevas investigaciones pueden todavía revelar nuevos sitios. Según el profesor Augustín Holl (Université Paris-Ouest Nanterre La Défense), este es el caso de Oujoungou, en Malí Véanse los trabajos del paleoantropólogo M. Brunet (cf. nota 1).

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(mensaje personal de enero de 2015). Por ahora, es imposible afirmar si estos humanos descienden de los primeros hombres modernos de Etiopía y de las altas tierras entre Rift Valley y el Océano Índico, o de los desconocidos que tallaron piedras en los mismos sitios, entre 10,000 y 30,000 años más tarde. Lo cierto es que numerosos argumentos, tanto genéticos o lingüísticos como paleontológicos, inducen a concluir que la postrera población de África del Oeste, del Este y de la zona sahariana tiene menos de 30,000 años. En cuanto a la población de África central y meridional, dataría de 6,000 a 3,000 años, cuando más (caso de Shum Laka y Fiye Nkwo). En cambio, el asentamiento de las poblaciones de los cazadores joï y san de la Namibia actual es más antiguo, aunque mal datado.

Indicios antropológicos Para quien desea entrar en el proceso de las migraciones, los indicios antropológicos constituyen en general jalones más constante y estables que los hechos lingüísticos, que sufren transformaciones rápidas, a veces en el espacio de pocas generaciones. A menudo se cita el caso de los negros de África que, tras una emigración forzada al que suele llamarse Nuevo Mundo, han conservado intacto su tipo antropológico original en un contexto geográfico muy distinto, como en Haití, Jamaica, la República Dominicana, Cuba, Venezuela, etc. Así, los hechos de que disponemos hoy permiten afirmar que el reparto de los llamados «tipos raciales» modernos sobre el continente, reproduce esencialmente el mapa antiguo de los grandes grupos antropológicos calificados a la ligera de «razas».33 En nombre de una biología mal comprendida, se han clasificado o descartado etnias calificadas de razas. Ahora bien, la ciencia de hoy mira el concepto de raza como una aberración. No hay grupo humano que corresponda a un tipo biológico puro. Por lo tanto, «blancos», «negros», «amarillos» no son razas. Desde el punto de vista biológico, una raza es un grupo de individuos genéticamente muy próximos. De hecho, los rasgos fenotípicos —color de la piel, del pelo, estatura, forma de la cara— son

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Mapa 10

Ensayo de reconstitución cartográfica de los lagos saharianos.

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Los distintos tipos de la raza mediterránea están representados al norte de África desde los tiempos más remotos. Al este, se encontraban poblaciones de tipo etiopide, hecho que confirman los descubrimientos paleontológicos en Kenia. La parte austral del continente estaba poblada por los grupos san. La selva ecuatorial y tropical se extendía antes sobre una superficie mucho más grande. Puede suponerse, pues, que ahí se diferenció un grupo original, el de los pigmeos, cuyo tipo debe mucho a la fuerte humedad y a la ausencia casi total de luminosidad de la selva. El grupo negro de tipo sudanés y congolés debió de individualizarse en las latitudes tropicales, esencialmente en África Occidental. Pero descubierto ya el Hombre de Asselar, se han sacado a la luz, tanto en Nigeria meridional como en Sáhara, esqueletos de tipo «negroide» que se remontaban a épocas variadas, tal vez en extremo antiguas. Dichos fósiles parecen designar esta región como foco originario de este tipo humano.

El rol de Sáhara Si la inicial población de Sáhara fue objeto de controversias, el estudio de las pinturas y grabados rupestres no deja lugar a duda sobre la dominación de la población negra en esta parte de África. En la medida en que los perfiles antropológicos se benefician de una notable constancia, a menudo plurimilenaria, no está prohibido extrapolar de la prehistoria algunos rasgos principales del ajedrez étnico actual. De todos modos, el proceso formativo de los grupos individualizados resulta de la interacción de múltiples factores que diferenciaron los rasgos heredados y heredaron a la vez los rasgos diferenciados. El gran desierto africano parece ser, desde luego, un importante crisol para la formación, el mestizaje y la posterior difusión de los pueblos hacia sus periferias. demasiado escasos para caracterizar de modo significativo, por sí solos, a un grupo humano. Desgraciadamente, los conflictos que se han valido de la raza como estandarte hacen hincapié en una verdad más profunda: el choque de ideologías, economías y culturas.

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En regla general se ignora casi todo acerca de la génesis de las razas del Late Stone Age (Neolítico). Los grupos humanos parecen haber progresado por el Sáhara a partir de cierto número de bases diferenciadas. Piensan los especialistas que pudo haberse producido, en la población del Sáhara de aquel entonces, un constante mestizaje que puso en juego a blancos y negros, comúnmente llamados «mediterráneos» por haber llegado del Medio Oriente. Dicha población provendría de cinco grandes olas migratorias. La ola más antigua, nacida a orillas del Nilo, en las cercanías de Jartum y de Es Shaheinab, al sur de la sexta catarata, es conocida, en otros tiempos, bajo el nombre de Neolítico de tradición sudanesa. Se ha movido del este al oeste, costeando los grandes lagos saharianos (lago Paleochadiano, lago de Tombuctú, lago de Arawán) hasta el andén atlántico (Adrar mauritano, Auker). Es de pensar que este grupo se adentró hacia el Hoggar (por Tilemsí y el Adrar de Ifohras). Un mapa de las pinturas y grabados rupestres de Sáhara da una idea precisa de la brillante civilización y del espacio conquistado por estas poblaciones de cazadores-pescadores-recolectores. Habría mucho que decir sobre las características de su cultura material (industria y sin duda proto-agricultura). La ola siguiente, calificada de Neolítico guineo, se va dirigiendo hacia el sur y ocupará la zona forestal de Guinea, donde fue identificada. Sigue la tercera, conocida un poco más tarde bajo el nombre de Neolítico de tradición capsiana. Nacida en las cercanías de la actual Túnez, se propaga rumbo al sur, hacia Mauritania y Hoggar (Hassi Meniet). Más cercana a los capsianos y puesta de relieve por la investigación, es la cuarta ola, formada por los iberomaurusianos, sobre la que se tiene poca información. Lo que sí se sabe es que han ocupado el litoral mediterráneo de Túnez a Marruecos, donde se «neolitizarían» en una época desconocida. La última ola ha sido identificada al Norte del Aïr, en Adrar Bous. De ahí su nombre de «Teneréico». Sobre su origen y sus características existen

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controversias entre los especialistas. ¿Sería representativa del Neolítico sahariano, como piensa J. D. Clarck y cuestiona H.G. Hugot, o estaría fuertemente influenciada por Egipto, como lo sugiere R. Vaufray? Según este ultimo, las estaciones de Teneré representan un apogeo de la industria neolítica sahariana que evoca irresistiblemente lo predinástico egipcio. Este Neolítico sahariano va del quinto al primer milenio antes de nuestra era. Durante este periodo, se piensa que el nivel de las aguas no cesó de bajar. La flora se degradó y el hombre volvió a emigrar con sus reses hacia otros horizontes. En total, estas olas migratorias han drenado, a través de Sáhara primero, hacia las regiones selváticas del sur y del centro-este después, a poblaciones cuyos itinerarios son hoy en día fácilmente detectables, ya que están jalonados por los muy numerosos materiales líticos y las artes rupestres descubiertos (artefactos de pesca, de caza, enseres domésticos, joyas, etc.). Los pricipales grupos humanos —o razas, si se quiere— del África contemporánea descienden de ellas. Podrían citarse, entre los más remotamente establecidos, los soninko, los sonrhai (songhai), los hausa, los sao, etc. Los itinerarios más seguidos por estas poblaciones corresponden a grandes valles fósiles de orientación general N-S y, a veces, E-O. Los especialistas distinguen dos grandes grupos (pastores de reses, negroides) y cuatro vías de dispersión. El itinerario del Azawak, que algunos llamaron Zarma o Duerma, sigue los valles bajos del Aïr y del Tassili-n-Ahaggar. Antes de desembocar en el Níger, forman el Dallol Bosso frente al conjunto Alibori, Mekrou y Sota en Benín. Fue en esta región donde los investigadores han descubierto las principales estaciones neolíticas del Benín septentrional. Este será por cierto un importante itinerario de migraciones, a la vuelta de los siglos xv y xvi, para los sonrhai disidentes camino del Dendí histórico. Después viene el itinerario del valle del Tilemsí que toma el relevo del Valle del Tamanrasset, en la orilla occidental del Hoggar. La celebridad del valle del Tilemsí se debe al descubrimiento en 1927 del

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Mapas 11 Principales emplazamientos de las pinturas y grabados rupestres saharianos.

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Hombre de Asselar, cuyas afinidades negroides no son dudosas, aunque parece más cercano a los bantúes y hotentotes que a los negros de la actual África Occidental. Esta vía corresponde al trazado de la famosa «ruta de los carros», de la que Gao era el término. Sigue hoy siendo el más importante tramo de la Transahariana, entre Bechar, el Valle de la Saoura, el Tanezrouft y Gao. La vía del Azawad que R. Cornevin llama «itinerario de Tombuctú» debía de seguir el trazado de una especie de inmenso canal natural que comunicaba los paleo-lagos de Arawán y de Tombuctú. Un poco más al oeste se extiende, entre Aouker y el Adrar mauritano, un inmenso delta fósil del Níger medio antes de su represamiento. En esta región, los investigadores han descubierto un impresionante apero neolítico,34 señal de que ahí se encontraba un importante foco humano y un pasaje que desembocaba tanto en Senegal como en Níger. Fue también en esta parte del África Occidental subsahariana donde se desarrolló Ghana, el más antiguo imperio sudanés (del siglo iii al xiii). Este cuarto itinerario occidental tiene otras particularidades que le confieren esta calidad de vía de pasaje —para las migraciones de norte a sur y viceversa—. Se inscribe en el trazado de la «ruta de los carros» del Sáhara occidental, puesta en evidencia por R. Mauny. Además, los estudios hechos sobre el Neolítico mauritano por H. Hubert y P. Laforgue, han mostrado que «algunas de las herramientas recogidas en Aouker (Tichitt) o en la bahía del Lebrel (Tintán) provienen de los macizos del Adrar (que distan unos 300 km de Tichitt y 500 km de Tintán)».35 Esto nos permite adelantar que ahí se anudaron relaciones comerciales desde el Neolítico o, al menos, intercambios cuya índole queda por determinar. Ahí se hallaron miles de puntas de flechas o jabalinas, así como herrramientas de agricultores sedentarios: machacadores, morteros, muelas, pulidores, hachas, etc. 35 R. Cornevin: Histoire de l’Afrique, t. I, Paris, Payot, 1967, pp. 57-58. 34

Mapa 12

Sáhara central, oriental y valles fósiles de 7 000 a 4 000 aproximadamente. Periodo de los cazadores y pescadores arcaicos.

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Cabe subrayar por fin que en Sáhara tuvieron lugar los primeros mestizajes y un principio de jerarquización social de donde salieron varios grandes grupos étnicos sahelo-sudaneses, como los soniko, los sarakhollé, oriundos del este y del nordeste según unas leyendas de origen semejante a las de los otros pueblos del África negra subsahariana. Hubo pues en Sáhara, varios milenios antes de nuestra era, coexitencia y, desde luego, mezcla entre los principales grupos humanos que pueblan el África contemporánea (negros, afro-bereberes, afro-nilotes). Las migraciones en busca de tierras de caza y de cultivo, que eran el principal factor de evolución de las sociedades «sudanesas», comenzaron desde el Neolítico y se prolongaron hata el fin de la época colonial. En todo caso, fue en el curso del tercer milenio antes de nuestra era cuando el Sáhara, tras repetidos episodios de sequías, empezó a desertificarse. Se fue acelerando el proceso a fines del mismo milenio hasta volverse preocupante a fines del primero y suscitar un importante tránsito migratorio que lanzó hacia el norte, el sur y el este, rumbo al valle del Nilo, a importantes grupos humanos desamparados. Otros movimientos de menos alcance seguirán trayendo nuevos elementos, aunque salidos, como los primeros, de la misma cepa. El Sáhara, por tanto, no está despoblado de sus autóctonos negro-africanos, que subsisten en los oasis y las montañas del centro-este del gran desierto.

Últimos retoques Evocando con cierto humor el espectáculo que representarían estas migraciones humanas, J. Ki-Zerbo escribe:«El líder de la caravana que, acicalado de amuletos y armas, condujo el clan hacia el progreso o la aventura, es el antepasado epónimo propulsando a su pueblo historia adentro y cuyo nombre, nimbado de una veneración casi ritual, se transmitirá a lo largo de los siglos. En efecto, las migracciones eran esencialmente fenómenos de grupos, actos de componentes altamente

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sociales».36 Consecuencias de éxitos o de fracasos en su medio de origen, estos se saldarán con resultados ambiguos. Por una parte, crean el progreso porque sus flujos sucesivos y convergentes aseguran poco a poco la toma de posesión, si no el dominio del continente y, gracias a los intercambios suscitados, exaltan las innovaciones por una suerte de efecto acumulativo. Pero, en cambio, estas migraciones, al diluir la densidad de la población en un espacio desmesurado, le niegan la facultad de alcanzar el grado de concentración a partir del cual el hormiguero humano no tiene más remedio que sobrepasarse en invenciones indispensables a su supervivencia. Por cierto, la dilución de los primeros clanes africanos en el medio geográfico aumenta el apremio de este sobre sus descendientes y tiende a regresarlos hacia los oscuros orígenes, cuando el hombre, llagado por su doloroso parto a través de la corteza opaca del universo bruto, pugnaba por desandar lo ya andado. Este hecho ha sido acentuado y amplificado sobre todo el continente entre los siglos xvi y xx. En efecto, el doloroso reajuste que se produjo durante los siglos xvi, xvii, xviii y xix, con los consecuentes fenómenos de desorganización de los sistemas políticos y de destructuración de las sociedades y culturas —esclavitud, trata, proselitismo religioso y colonización mediantes—, han contribuido a exasperar poblaciones y pueblos. Sobre este continente «codiciado», convertido en teatro de cuatro siglos ininterrumpidos de violencias, las migraciones sufrieron sus últimos retoques. Guerras —civiles o extranjeras—, hambrunas, epidemias, accidentes climáticos, han guiado las poblaciones hacia zonas de refugio u otros remansos de paz, antepenúltimas etapas de los otros movimientos de fines del siglo xx y los del tercer milenio de nuestra era. De este modo, la trama de la evolución humana nos enseña al hombre prehistórico africano desprendiéndose penosamente de la naturaleza para sumirse de nuevo en lo colectivo en forma de grupos, comunidades originales J. KI-Zerbo: Histoire de l’Afrique Noire, 2da. Ed., Hatier, Paris, 1978.

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que se agregan o disgregan para volver a componerse bajo otras formas, con técnicas cada vez más basadas en utensilios o armas de hierro, en alianzas o conflictos que suscitan los primeros cantos de amor y los primeros choques de la Historia. Ahora bien, lo que llama la atención en este proceso es el trascender de las comunidades originales oriundas de la prehistoria, llevadas por el acontecer histórico, hacia el meollo del siglo xx y del xxi inclusive. África aparece así como un continente por el que han transitado hombres y mujeres que diríase aspirados por los inmensos horizontes de esta parte del Viejo Mundo. El inextricable embrollo que presenta hoy el mapa étnico africano es, según lo dicho a propósito por J. Ki-Zerbo, «el resultado de este movimiento browniano de los pueblos, de envergadura plurimilenaria».37

Ídem.

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Conclusión

Emigrados todos La genética, con sus progresos e interrogaciones, aumenta las facultades de los investigadores para despejar las incógnitas de los orígenes del Hombre. El polimorfismo del ADN de las múltiples poblaciones humanas constituye para ellos un verdadero caballo de batalla en el campo de la biología molecular. ¿Permitirá el ADN antiguo, entre tantos misterios, dar una respuesta definitiva al enigma del origen de la humanidad? Esto supone que el estudio conjunto de las secuencias fósiles y actuales venga respaldado por una sólida metodología de reconstrucción no específica de los datos moleculares, de la que a menudo carecieron los trabajos pasados. Hoy llama la atención el hecho de que esos movimientos de poblaciones han generado mezclas, mestizajes, diásporas, que son en definitiva la expresión del dinamismo, de la riqueza de las diversas culturas y civilizaciones. Todo esto se inscribe como argumentos contra las ínfulas egoístas y las preocupaciones pretendidamente tranquilizadoras de las sociedades industrializadas, que parecen haber olvidado por completo los valores humanistas del intercambio y de la repartición de los frutos del trabajo humano sobre nuestro planeta Tierra. En todo caso, las actuales disputas entre los partidarios de una filiación a partir del Australopiteco y quienes opinan que el género Homo se remonta más allá en el tiempo, no van cambiar 75

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nada de la presente constatación: África es la cuna de la especie humana y, por tanto, el punto de partida de la dispersión y de la diferenciación de los principales grupos humanos. De ahí se colige la colosal deuda que le debe a esta África genitrix el resto del mundo. No es de extrañar pues esta conmovedora confesión del profesor Eugène Pittard: «No me niego a admitir que corren en nuestras venas unas cuantas gotas de sangre africana».38 Desgraciadamente, de ahí se colige también cuánto perduran el incomprensible menosprecio y la marginación que sufren los pueblos africanos, así como sus culturas y civilizaciones, en el escenario internacional. Sin embargo, y nunca se insistirá demasiado sobre esto, el África es, gracias a estas migraciones, la fuente fecunda de donde brotó la conciencia de los hombres y un crisol generador de su pensamiento. Lo que más nos sedujo durante este largo recorrido a contracorriente hacia la matriz africana de la humanidad, no fueron tanto los anhelos profundos y los andares de millones de hombres y mujeres en busca de «tierras de promisión», sino la permanencia de sus migraciones, componentes irrefragables de la evolución humana, y el asentamiento más o menos definitivo de todos estos pueblos en el continente africano. En adelante, dígamoslo sin ambages, nos incumbe vivir con la idea de que es nómada nuestro planeta, todos los humanos somos genéticamente nómadas y siempre volveremos a las andadas. Sobre nuestra Tierra todos somos emigrados salidos del único ombligo, el ombligo africano. Por último, ¿qué más les voy a decir? Ironía de la historia —en particular de esta que pretendía dar fe de las «cunas sobre ruedas»39 de la humanidad—, la última etapa de esta carrera de relevos se sitúa hoy en Chad, a consecuencia del E. Pittard: Les races et l’Histoire. Introduction ethnologique à l’Histoire, Renaissance du Livre, Paris, 1924, p. 505. El autor estrenó la Cátedra de Antropología y de Prehistoria de la Universidad de Ginebra. A él también se debe la creación del Museo Etnológico de esta ciudad. 39 Véase nota 9. 38

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inesperado motivo de polémica que provocó el descubrimiento de Tumai. ¡Vaya paradoja que hace de Chad la primera cuna de nuestra humanidad! Con que Tumai viene a ser nuestro más lejano antepasado. ¿Por cuánto tiempo todavía? Bastante para que tengan serios motivos de inquietud los especuladores creacionistas de toda laya, y den al traste con la ilógica «lógica» de su raciocinio. Julio 1995. Con algunos retoques en abril-mayo de 2013. y septiembre/octubre de 1914. 29 de marzo de 2015.

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Índice de mapas Mapa 1 Principales sitios de homínidos primitivos en África Oriental y Austral. Fuente: La Recherche, no. 138, novembre 1982, vol.13, p.1261.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22 Mapa 2 Escenario probable de la historia de la población humana. Fuente: TDC (Textes & Documents pour la Classe), no. 648, 1993. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26 Mapa 3 Red genética de la población humana. Fuente: La Recherche, no. 277, juin 1995, vol. 26, pp. 621-627.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Mapa 4 Migración de los neandertalenses, según Hugot Thilmans. Fuente: Collection d’Histoire Hatier: Des origines au VIIème siècle, 1964.. . . . . . . . . 30 Mapa 5 Zonas de población importante en los primeros tiempos del Paleolítico. Fuente: Collection d’Histoire Hatier: Des origines au VIIème siècle, 1964.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 83

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Mapa 6 Aparición del Rift y nuevo reparto entre fauna y flora. Fuente: Y. Coppens, Le Singe, l’Afrique et l’Homme, Odile Jacob, Paris, 1985, p. 115.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Mapa 7 Los grandes movimientos migratorios africanos en el Neolítico. Fuente: Collection d’Histoire Hatier: Des origines au VIIème siècle, 1964.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Mapa 8 Conquista del Viejo Mundo. Fuente: Y. Coppens, Le Singe, l’Afrique et l’Homme, Odile Jacob, Paris, 1985, p. 121. . . . . . . . . . . . . . . . 38 Mapa 9 Sáhara en el Neolítico: hipótesis sobre las migraciones. Fuente: R. Cornevin, Histoire de l’Afrique, t. 1, Payot, Paris, 1967, p. 55. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Mapa 10 Ensayo de reconstitución cartográfica de los lagos saharianos. Fuente: Collection d’Histoire Hatier: Des origines au VIIème siècle, 1964, p. 27.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Mapas 11 Principales emplazamientos de las pinturas y grabados rupestres saharianos. Fuente: Collection d’Histoire Hatier: Des origines au VIIème siècle, 1964, p. 31. Le Grand Atlas Universalis de l’Archéologie, 1985, p. 313. . . . . . 68

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Mapa 12 Sáhara central y valles fósiles de 7000 a 4000 aproximadamente. Periodo de los cazadores y pescadores arcaicos. Fuente: J. Ki-Zerbo, Histoire Générale de l’Afrique, vol. I, Jeune Afrique-Stock-UNESCO, Paris, 1980, pp. 54-55.. . . . . 70

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Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944. Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945. Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947. San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1946. Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Relaciones. Manuel Rodríguez Objío. Introducción, títulos y notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951. Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850. Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947. Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949. Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América. Escrita en holandés por Alexander O. Exquemelin, traducida de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953. Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956. Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957. Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García Roume, Hedouville, Louverture, Rigaud y otros. 1795-1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. 87

88 Vol. XV Vol. XVI Vol. XVII Vol. XVIII Vol. XIX Vol. XX Vol. XXI Vol. XXII Vol. XXIII Vol. XXIV Vol. XXV Vol. XXVI Vol. XXVII

Vol. XXVIII Vol. XXIX Vol. XXX

Vol. XXXI

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Publicaciones del Archivo General de la Nación Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959. Escritos dispersos. (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Escritos dispersos. (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Escritos dispersos. (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005. Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005. Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores, Santo Domingo, D. N., 2006. Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006. Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006. La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006. Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006. Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (16801795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2007. Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007. Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domingo, D. N., 2007. Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007. La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007. La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.

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Vol. XXXVIII

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Vol. XL

Vol. XLI Vol. XLII Vol. XLIII Vol. XLIV

Vol. XLV Vol. XLVI Vol. XLVII Vol. XLVIII Vol. XLIX Vol. L Vol. LI

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Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo xvii. Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007. Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2007. Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. Santo Domingo, D. N., 2007. Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Documentos para la historia de la educación moderna en la República Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007. Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N., 2007. Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007. Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007. La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo Domingo, D. N., 2007. Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2008. Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo Domingo, D. N., 2008. Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I. Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II, Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, Yanquilinarias. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

90 Vol. LII Vol. LIII Vol. LIV Vol. LV Vol. LVI Vol. LVII Vol. LVIII

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Vol. LXVI Vol. LXVII Vol. LXVIII Vol. LXIX Vol. LXX

Publicaciones del Archivo General de la Nación Prosas polémicas 2. Textos educativos y Discursos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 3. Artículos y Controversia histórica. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Textos reunidos 4. Cartas, Ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008. Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008. Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2008. El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2008. Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. Manual de procedimientos para el tratamiento documental. Olga Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008.

Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. LXXI Vol. LXXII Vol. LXXIII Vol. LXXIV Vol. LXXV Vol. LXXVI Vol. LXXVII

Vol. LXXVIII

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Vol. LXXX

Vol. LXXXI Vol. LXXXIII

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Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008. De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008. Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009. Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco Gregorio Billini. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009. Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio Osvaldo Garrido, Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009. Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009. Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009. Historia de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista, Santo Domingo, D. N., 2009. Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2009.

92 Vol. XC Vol. XCI Vol. XCIII Vol. XCIV Vol. XCV Vol. XCVI Vol. XCVII Vol. XCVIII Vol. XCIX Vol. C

Vol. CI Vol. CII Vol. CIII

Vol. CIV Vol. CV Vol. CVI

Vol. CVII

Vol. CVIII Vol. CIX

Publicaciones del Archivo General de la Nación Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009. Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009. Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009. Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2009. Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009. Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas. María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009. Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo Domingo, D. N., 2010. Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez, Santo Domingo, D. N., 2010. Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 1983-2008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010. Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CX Vol. CXI

Vol. CXII Vol. CXIII

Vol. CXIV Vol. CXV

Vol. CXVI Vol. CXVII Vol. CXVIII Vol. CXIX Vol. CXX Vol. CXXI Vol. CXXII

Vol. CXXIII

Vol. CXXIV Vol. CXXV Vol. CXXVI

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Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010. Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2010. Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. El exilio republicano español en la sociedad dominicana (Ponencias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica literaria. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010. Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010. Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Dominicana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010. Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen Durán. Santo Domingo, D. N., 2010. Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010. Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo Domingo, D. N., 2010. Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Paulino, Santo Domingo, D. N., 2010. Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domingo, D. N., 2010. Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. Octavio A. Acevedo. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documentos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010. Años imborrables (2da ed.) Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010. Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I, Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari DramaniIssifou, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVII La caña da para todo. Un estudio histórico-cuantitativo del desarrollo azucarero dominicano. (1500-1930). Arturo Martínez Moya, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXVIII El Ecuador en la Historia. Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia, 1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXL Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. Odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLI Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011. Vol. CXLIII Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.

Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CXLIV Vol. CXLV Vol. CXLVI Vol. CXLVII Vol. CXLVIII Vol. CXLIX Vol. CL

Vol. CLI

Vol. CLII Vol. CLIII Vol. CLIV Vol. CLV Vol. CLVI Vol. CLVII Vol. CLVIII

Vol. CLIX Vol. CLX Vol. CLXI Vol. CLXII

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Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011. Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011. Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011. De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011. Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011. Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida. Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2011. El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2011. Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011. El Ecuador en la Historia (2da ed.) Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2012. Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012. El Salvador: historia mínima. Varios autores, Santo Domingo, D. N., 2012. Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chantada, Santo Domingo, D. N., 2012. La telaraña cubana de Trujillo. Tomo I. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Cedulario de la isla de Santo Domingo, 1501-1509. Vol. II, Fray Vicente Rubio, O. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012. Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012. Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944. Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos, Santo Domingo, D. N., 2012.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Historia de la caricatura dominicana. Tomo I. José Mercader, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIV Valle Nuevo: El Parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano. Constancio Cassá, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXV Economía, agricultura y producción. José Ramón Abad. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVI Antología. Eugenio Deschamps. Edición de Roberto Cassá, Betty Almonte y Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVII Diccionario geográfico-histórico dominicano. Temístocles A. Ravelo. Revisión, anotación y ensayo introductorio Marcos A. Morales, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXVIII Drama de Trujillo. Cronología comentada. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXIX La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 1. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXX Drama de Trujillo. Nueva Canosa. Alonso Rodríguez Demorizi. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012 Vol. CLXXI El Tratado de Ryswick y otros temas. Julio Andrés Montolío. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXII La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). Tomo I, volumen 2. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIII La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 5. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXIV La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). Tomo III, volumen 6. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXV Cinco ensayos sobre el Caribe hispano en el siglo xix: República Dominicana, Cuba y Puerto Rico 1861-1898. Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVI Correspondencia consular inglesa sobre la Anexión de Santo Domingo a España. Roberto Marte, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVII ¿Por qué lucha el pueblo dominicano? Imperialismo y dictadura en América Latina. Dato Pagán Perdomo, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXVIII Visión de Hostos sobre Duarte. Compilación y Edición de Miguel Collado, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXIX Los campesinos del Cibao: Economía de mercado y transformación agraria en la República Dominicana, 1880-1960. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXX La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 3. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.

Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CLXXXI

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La dictadura de Trujillo: documentos (1940-1949). Tomo II, volumen 4. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXII De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): el proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo). Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXIII La dictadura de Trujillo (1930-1961). Augusto Sención Villalona, San Salvador-Santo Domingo, 2012. Vol. CLXXXIV Anexión-Restauración. Parte 1. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXV Anexión-Restauración. Parte 2. César A. Herrera, edición conjunta entre el Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXVI Historia de Cuba. José Abreu Cardet, et. al., Santo Domingo, D. N., 2012. Vol. CLXXXVII Libertad Igualdad: Protocolos notariales de José Troncoso y Antonio Abad Solano, 1822-1840. María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXVIII Biografías sumarias de los diputados de Santo Domingo en las cortes españolas. Roberto Cassá, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CLXXXIX Financial Reform, Monetary Policy and Banking Crisis in Dominican Republic. Ruddy Santana, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXC Legislación archivística dominicana (1847-2012). Departamento de Sistema Nacional de Archivos e Inspectoría, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCI La rivalidad internacional por la República Dominicana y el complejo proceso de su anexión a España (1858-1865). Luis Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCII Escritos históricos de Carlos Larrazábal Blanco. Tomo I. Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIII Guerra de liberación en el Caribe hispano (1863-1878). José Abreu Cardet y Luis Álvarez-López, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCIV Historia del municipio de Cevicos. Miguel Ángel Díaz Herrera, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCV La noción de período en la historia dominicana. Volumen I, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVI La noción de período en la historia dominicana. Volumen II, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVII La noción de período en la historia dominicana. Volumen III, Pedro Mir, Santo Domingo, D. N., 2013. Vol. CXCVIII Literatura y arqueología a través de La mosca soldado de Marcio Veloz Maggiolo. Teresa Zaldívar Zaldívar, Santo Domingo, D. N., 2013.

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Vol. CC Vol. CCI

Vol. CCII

Vol. CCIII Vol. CCIV Vol. CCV Vol. CCVI Vol. CCVII

Vol. CCVIII

Vol. CCIX

Vol. CCX

Vol. CCXI Vol. CCXII Vol. CCXIII Vol. CCXIV

Publicaciones del Archivo General de la Nación El Dr. Alcides García Lluberes y sus artículos publicados en 1965 en el periódico Patria. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, Santo Domingo, D. N., 2013. El cacoísmo burgués contra Salnave (1867-1870). Roger Gaillard, Santo Domingo, D. N., 2013. «Sociología aldeana» y otros materiales de Manuel de Jesús Rodríguez Varona. Compilación de Angel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2013. Álbum de un héroe. (A la augusta memoria de José Martí). 3ra edición. Compilación de Federico Henríquez y Carvajal y edición de Diógenes Céspedes, Santo Domingo, D. N., 2013. La Hacienda Fundación. Guaroa Ubiñas Renville, Santo Domingo, D. N., 2013. Pedro Mir en Cuba. De la amistad cubano-dominicana. Rolando Álvarez Estévez, Santo Domingo, D. N., 2013. Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles. Edición de Bernardo Vega, Santo Domingo, D. N., 2013. Pedro Francisco Bonó: vida, obra y pensamiento crítico. Julio Minaya, Santo Domingo, D. N., 2013. Catálogo de la Biblioteca Arístides Incháustegui (BAI) en el Archivo General de la Nación. Blanca Delgado Malagón, Santo Domingo, D. N., 2013. Personajes dominicanos. Tomo I, Roberto Cassá. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Santo Domingo, D. N., 2013. Personajes dominicanos. Tomo II, Roberto Cassá. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Santo Domingo, D. N., 2013. Rebelión de los Capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. 2da edición, Roberto Cassá. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Santo Domingo, D. N., 2014. Una experiencia de política monetaria. Eduardo García Michel, Santo Domingo, D. N., 2014. Memorias del III Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2014. El mito de los Padres de la Patria y Debate histórico. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2014. La República Dominicana [1888]. Territorio. Clima. Agricultura. Industria. Comercio. Inmigración y anuario estadístico. Francisco Álvarez Leal. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2014.

Publicaciones del Archivo General de la Nación Vol. CCXV Vol. CCXVI

Vol. CCXVII Vol. CCXVIII

Vol. CCXIX

Vol. CCXX

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Los alzamientos de Guayubín, Sabaneta y Montecristi: Documentos. José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Domingo, D. N., 2014. Propuesta de una Corporación Azucarera Dominicana. Informe de Coverdale & Colpitts. Estudio de Frank Báez Evertsz, Santo Domingo, D. N., 2014. La familia de Máximo Gómez. Fray Cipriano de Utrera, Santo Domingo, D. N., 2014. Historia de Santo Domingo. La dominación haitiana (1822-1844). Vol. IX. Gustavo Adolfo Mejía-Ricart, Santo Domingo, D. N., 2014. La expedición de Cayo Confites. Humberto Vázquez García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación, de República Dominicana y la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba, Santo Domingo, D. N., 2014. De súbditos a ciudadanos (siglos xvii-xix): El proceso de formación de las comunidades criollas del Caribe hispánico (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo). Tomo II, Jorge Ibarra Cuesta, Santo Domingo, D. N., 2014.

Colección Juvenil Vol. I Vol. II Vol. III Vol. IV Vol. V Vol. VI Vol. VII Vol. VIII

Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007. Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007. Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo Domingo, D. N., 2007. Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008. Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009. Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps (siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.

Colección Cuadernos Populares Vol. 1 Vol. 2 Vol. 3

La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009. Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo, D. N., 2009. Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó. Santo Domingo, D. N., 2010.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación Colección Referencias

Vol. 1 Vol. 2 Vol. 3

Archivo General de la Nación. Guía breve. Ana Féliz Lafontaine y Raymundo González. Santo Domingo, D. N., 2011. Guía de los fondos del Archivo General de la Nación. Departamentos de Descripción y Referencias. Santo Domingo, D. N., 2012. Directorio básico de archivos dominicanos. Departamento de Sistema Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2012.

Esta edición África genitrix. Las migraciones primordiales, mitos y realidades de Zakari Dramani-Issifou de Cewelxa, se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editora Búho, S. R. L., en el mes de junio de 2015, con una tirada de 1,000 ejemplares.

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