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ORIENTACIONES METODOLÓGICAS Una actividad fundamental dentro de la animación a la lectura es la narración oral. Escuchar cuentos nos gusta a todos, a los chicos y a los grandes. Pero a veces, el deleite depende mucho de la pericia del narrador. Para ayudaros un poco a disfrutar de esta actividad, a la vez que proporcionáis placer a vuestros oyentes , os doy una serie de consejillos prácticos, extraídos de la experiencia de contar cientos de cuentos al público infantil, agradecido pero implacable (si le gusta lo que le ofreces, se entrega; si no, te lo hace saber enseguida). Espero que os resulten útiles. ¡Ah!, al final os añado el cuento navideño La estrella Lucinda, del libro Leer, contar y jugar (CCS). ¡A disfrutar!
CÓMO CONTAR CUENTOS Estoy convencida de que todos vosotros habéis vivido más de una vez una experiencia placentera contando un cuento a los niños. Ver sus caras de embeleso, observar cómo se meten en la historia, cómo la viven y la disfrutan, gozar de esa especie de encantamiento que se produce durante los minutos que dura la narración puede ser una vivencia de lo más gratificante. Claro que lo más probable es que todos también guardéis en la memoria algún intento de narración frustrado. Probablemente, en alguna ocasión habéis llegado llenos de ilusión al aula, con la intención de contarles un cuento que acabáis de descubrir y en cuyo éxito confiabais plenamente. Sin embargo, al comenzar la narración, habéis sido incapaces de captar su atención y el grupo se ha terminado alborotando, por lo que no habéis tenido más remedio que dar por concluida la actividad. Los maestros sabemos que en la escuela no todo es previsible y controlable, y que, por
muy
bien
que
te
prepares
una
actividad,
hay
muchas
circunstancias que van a influir en que se pueda llevar a cabo satisfactoriamente y que no dependen de ti. Es sano asumir esta premisa para evitar disgustos inútiles. Pero también es verdad que para narrar cuentos hay una serie de consideraciones que, si no garantizan el éxito, sí pueden ayudar a mejorar los resultados. Con el objetivo de ayudaros en vuestra tarea de narradores orales y de que disfrutéis lo más posible de ella, voy a enumerar una serie de consejos prácticos que debéis tener en cuenta a la hora de narrar. 1.- Elegir bien el relato. Tan importante es este punto que lo desarrollaré en un capítulo aparte en una próxima entrada. 2.- Estimar el cuento que se va a contar. En el acto de narrar hay una transmisión de emociones y es evidente que no se puede contagiar lo que no se siente. Si a ti no te gusta el texto, difícilmente vas a conseguir que les guste a los niños que te escuchan. 3.-Conocer bien el cuento antes de contarlo. No se trata de memorizarlo (esto podría restar espontaneidad a la narración), sino de asimilarlo. En algunos casos resulta muy útil prepararse un sencillo esquema con la estructura del cuento. Sí conviene aprender de memoria las fórmulas que se repitan y las canciones o rimas que aparezcan en él. 4.- Contar el cuento, en lugar de leerlo. Aunque se hará con el libro por delante y mostrando las lustraciones a los niños. 5- Crear un ambiente agradable y relajado. Personalmente, prefiero que los niños se coloquen en semicírculo, mirando al narrador y sentados en sillas. Antes de empezar hay que asegurarse de que los pequeños estén cómodos y en silencio. 6.- Para no interrumpir el clima mágico creado, evitar parar la narración para reñir. Si hay algún alumno que está molestando, un
truco es desplazarnos hasta su sitio y seguir narrando dirigiéndonos a él. Otro truquito es meter al niño en cuestión en la narración para captar su atención: “Y Fulanito, que pasaba por allí, vio cómo Caperucita se encontraba con el lobo”. Se trata sobre todo de atraer, de fascinar, y no de imponer. Por eso tenemos que recurrir a todos nuestras artes de encantamiento. 7.- Usar una expresión y un vocabulario sencillos, pero correctos, e introducir fragmentos literarios. Para ello podemos seleccionar trozos del texto que nos resulten característicos o especialmente bellos y memorizarlos. Hay que intentar no infantilizar la forma de narrar, huyendo del abuso de diminutivos y de la ñoñería. 8.- Dramatizar. Al narrar modularemos la voz, cambiaremos a menudo el tono, acompañaremos la narración con expresiones faciales y gestos de las manos, introduciremos onomatopeyas... Pero sin exagerar, no hagamos nada que nos haga sentir incómodos. Debemos actuar con naturalidad y no convertirnos en histriones. 9.- No gritar. A veces sucumbimos a la tentación de alzar mucho la voz para captar así la atención de los alumnos. Esto, además de perjudicar nuestras cuerdas vocales y producir desagrado en el oyente, resulta contraproducente a la larga, ya que el niño se acostumbra a atender sólo cuando se le grita y cada vez es necesario hacerlo con más intensidad. En mis lecturas literarias, el público es a veces de más de ciento cincuenta niños y algunas de las actividades lúdicas que llevo implican mucho movimiento y terminan por alborotarlos. Para calmarlos, después de tanto ajetreo, la técnica que utilizo es, precisamente, contarles un cuento. Empiezo a hacerlo en un tono de voz bajo y nadie me escucha. Los maestros y bibliotecarios, para socorrerme, intentan poner orden; yo les pido, por favor, que no lo hagan. Ante sus caras de asombro, los niños se van callando poco a poco y en un minuto, de manera casi mágica, la
sala entera se queda en silencio, ¡y sin dar ni un solo grito! Sólo hace falta un poquito de paciencia y mucha serenidad y autocontrol para no dejarte llevar por el impulso de intentar conseguir un silencio inmediato. 10- Dar participación a los niños. Los cuentos de repetición les gustan especialmente. Los niños pueden memorizar la parte que se repite y tomar parte activa en la narración. 11-. El tiempo de la narración para niños de Infantil no superará los diez minutos. La duración de los cuentos se adaptará a la edad y características de los niños. Si están habituados a escuchar, la narración podrá ser más larga. Si se trata de niños muy pequeños o con la atención más dispersa, se empezará con cuentos muy breves. 12.- Repetir los cuentos. A los niños les encanta que les cuenten una y otra vez los mismos cuentos. Por ello, el maestro escogerá, de vez en cuando, relatos que ya haya narrado con anterioridad. 13.- Hacerlos protagonistas de los cuentos. Una técnica es introducir en la narración nombres de niños que estén entre el público. Esto, además de divertirlos muchísimo, garantiza la atención. 14.- Equivocarse aposta narrando cuentos conocidos por los alumnos. Por ejemplo: “Érase una vez una niña que tenía una caperuza verde...” Los niños gritarán enseguida: “No, verde, no, roja” 15.- Introducir en ocasiones títeres en la narración. El narrador usará uno o dos títeres que serán personajes del cuento y le servirán de apoyo. 16.-Tener confianza absoluta en lo que se está haciendo y no sentirse ridículos. Si conseguimos meternos en el cuento, si
disfrutamos
y
nos
divertimos
narrándolo,
existen
muchas
posibilidades de que los niños lo hagan también. Cuanto más vibremos nosotros con la narración, más lo hará nuestro público. Del libro Fomento de la lectura en el aula de Infantil (Carmen Gil, editorial SM) Y para terminar, como se acerca la Navidad, una sugerencia de cuento navideño
LA ESTRELLA LUCINDA La Estrella de la Tarde es muy importante, porque es la primera que aparece en el cielo para anunciar la llegada de la noche; pero Lucinda no era la Estrella de la Tarde. La Estrella Polar es muy importante, porque indica dónde está el Norte a los navegantes perdidos para que puedan volver a puerto; pero Lucinda no era la Estrella Polar. Las estrellas fugaces son muy importantes, porque cuando alguien las ve, cierra los ojos y se le cumple un deseo; pero Lucinda tampoco era una estrella fugaz. Lucinda era una sencilla estrelluela que vivía en la mitad del firmamento. Lo que más deseaba Lucinda en el mundo era ser una estrella importante, como las estrellas fugaces, como la Estrella Polar o como la Estrella de la Tarde.
Una vez, Lucinda quiso ser un cometa y se puso una cola de tul. Pero era tan larga, tan larga, que se le enredaba constantemente en los pies y hacía que se tropezara a cada paso. ¡Cuánto se reían los astros de una estrella tan patosa! Otro día, Lucinda quiso ser el Sol: se buscó una corona de oro y se la puso sobre la cabeza. Pero con tanto peso apenas podía moverse; así que pensó que eso de ser un rey no estaba hecho para ella. En otra ocasión Lucinda decidió ser la Luna, y se puso a comer y comer sin parar para volverse tan grande y redonda como la Luna Llena. Pero por mucho que lo intentó, no dejó de ser un pequeño astro estrellado. Una noche que Lucinda vagaba de aquí para allá, se acercó a un rincón del firmamento, atraída por unos cánticos celestiales: un coro de angelotes que ensayaba para no sé qué acontecimiento importante. -Tú, ponte en la esquina, que tienes un tono muy grave. -Lucas, tu vas a ser la primera voz, ¡pero apréndete de una vez la letra! -Y nosotras ¿qué?, ¿dónde nos ponemos?
Los ángeles andaban atareados y concentrados en su trajín y ninguno se dio cuenta de que Lucinda estaba allí. Bueno, ninguno no, porque Gabriel, un serafín travieso y coloradote, llevaba ya un buen rato jugando con la estrella. -Otra vez distraído, Gabriel. Ven aquí ahora mismo , coge tu lira y ponte a tocar- dijo el director del coro, un ángel con la cabeza llena de caracoles dorados. Entonces vio a Lucinda y la cara se le llenó de alegría. -¡Vaya!, una estrella, justo lo que andaba buscando. Tengo una misión muy importante para ti. ¡Qué contenta se puso Lucinda! ¡Por fin se iba a convertir en una estrella importante de verdad! -¿Querrías ir a Belén, a iluminar un pobre pesebre? ¿Y esa era la misión importante? ¡Vaya chasco! Si le hubiese pedido que diera luz a un gran palacio oriental, o a un barco de mercaderes que diera la vuelta al mundo… Pero ¿ir a iluminar un pesebre...? En fin, tampoco tenía nada mejor que hacer. Y como era una estrella de buen corazón decidió complacer a los ángeles y emprender el camino, rumbo a Belén. ¡Me cachis en la mar, qué lejos estaba el portalito de las narices! Y, para colmo, tres extraños individuos montados en camellos iban siguiéndola todo el rato. ¡Vaya misión tan extraña! Pero Lucinda se había comprometido con los ángeles; así que con lluvia, nieve o frío, siguió caminito adelante hasta llegar al pesebre. Allí se encontró con un niño que dormía entre sus padres, arropado por una mula y un buey. Lucinda supo enseguida que ese era el pesebre que
buscaba, se colocó encima, y le dio su mejor luz, la más alegre y la más brillante. Y así, en un pobre pesebre, entre pastores humildes, Lucinda se convirtió en la estrella más importante que haya existido jamás: la Estrella de Oriente.