AHORA ES TIEMPO DE GRACIA (2 Cor 6,2b)

“AHORA ES TIEMPO DE GRACIA” (2 Cor 6,2b) Semana de retiro a los Hermanos de la Instrucción Cristiana Nanclares de la Oca, 26 de marzo al 1 de abril d

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“AHORA ES TIEMPO DE GRACIA” (2 Cor 6,2b)

Semana de retiro a los Hermanos de la Instrucción Cristiana Nanclares de la Oca, 26 de marzo al 1 de abril de 2010 P. Fidel Aizpurúa

“Siendo, pues, colaboradores, os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él dice: En el día propicio te escuché y en el día de la salvación te ayudé. Ahora es tiempo de gracia, ahora es día de salvación” (2 Cor 6,1-2).

“Ahora es tiempo de gracia” (2 Cor 6,2b)

2 Introducción: •

Abrimos el retiro de esta semana de retiro con esta frase de san Pablo: “Ahora es tiempo de gracia”. Así lo entendemos y así lo vivimos. Los nuestros son momentos de gracia, de experiencia nueva, de reinterpretación personal y comunitaria, de necesario discernimiento. Son tiempos de reanimar la luz, de abrir las ventanas, de templarse. No son tiempos de gracia mecánicamente, sino en la medida en que uno los interpreta así. Y si tal se hiciere, seguro que esta semana de retiro no será estéril. En gran parte, la pelota está en nuestro tejado.



Hemos de reiterar la certeza de que la VR, incluso en nuestra “vieja Europa”, está mejor que nunca para la vivencia del Evangelio. Es cierto que en materia vocacional, sufrimos mucho y por eso deducimos que nuestro futuro es oscuro. Pero en medios para vivir el Evangelio somos más ricos que nunca: tenemos una estupenda espiritualidad eclesial (PC, VC, documentos como los del último Congreso Internacional de VR), mejor formación que nunca (humanista y religiosa), mejor ambiente y buena relación en nuestras casas, mejor integración que nunca de los valores humanos en el proceso cristiano, vivencia más realista de los compromisos eclesiales (votos), etc. El discernimiento desde aquí puede salir adelante.



Estos tiempos nuestros son tiempos de gracia para poner el acento donde hay que ponerlo, en los valores del Evangelio (no tanto en los de la piedad o en otros asuntos). La VR está viendo que la causa de la persona débil es la verdadera causa de Dios. Y a ello se está dando con ahínco y círcu los muy amplios de personas que adquieren compromisos sociales, del tipo que sea.



Sería una pena desaprovechar los “tiempos de gracia” que Dios nos va dando; sería tremendo que los despreciáramos por su modestia, por su irrelevancia, por su sencillez. Al contrario, es en ese lenguaje de lo sencillo donde mejor se vierte la gracia del Señor (siempre ha sido así). No hay que ser providencialistas exagerados, pero no podemos dudar que Jesús ha guiado nuestros pasos hasta este momento, hasta este encuentro.



Que tomemos y sean realmente estos días tiempo de gracia para cada uno, para nuestras comunidades. Hacemos este retiro en épocas de discernimiento. El cultivo de la espiritualidad puede ayudarnos a ello. Hacerlo en comunidad y al inicio de la Semana Santa puede ser una buena preparación para la Pascua.

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I. TIEMPO DE GRACIA PARA NUESTRAS COMUNIDADES: 1. “Con solo tocarle, me curo” (Mt 10,20-22)

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Una mujer, que padecía hemorragias desde hacía doce años, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, 21pues se decía: “Con solo tocarle, me curo”. 22Jesús se volvió, y, al verla, le dijo: “Ánimo hija, tu fe te ha curado”. Y la mujer quedó curada desde aquel momento”. a) Reflexión bíblica •

Los milagros de Jesús son, más que curaciones físicas, trabajos por resituar a la persona, por reorientarla, por ofrecerle una nueva dirección en la vida. En este sentido, releer milagros, es estar dispuesto/a a una reorientación, a algo nuevo. Si no, mejor dejarlo.



El trabajo curativo de Jesús no se detiene ante situaciones crónicas (doce años), ante planteamientos que se han hecho viejos, casi inamovibles. Él piensa que siempre hay una posibilidad; queda siempre un resquicio para la esperanza, para el cambio, para lo nuevo.



Midamos lo que supone de lejano al planteamiento social y religioso de la época el que la protagonista sea una mujer y, además, en continua hemorragia, en continua impureza. Es situar al personaje en el lado opuesto a la realidad de Jesús. Pues bien, se está queriendo decir que es desde esos “lados opuestos” desde donde se puede establecer la conexión con el Evangelio. Por eso, no hay situación personal tan “opuesta” a la que el Evangelio no tenga algo que decirle.



Se nos pide, más que fe, un esfuerzo de acercamiento, de creer que siempre existe alguna posibilidad, de ceder al atractivo del Mensaje, de Jesús. Sin acercarse, sin sacudir la desgana y levantarse, sin asomarse una y mil veces a la realidad del Evangelio, las posibilidades de curación, de futuro nuevo, de sentido, se esfuman.



Tocar es decisivo. Tocar a Jesús, la realidad, la propia persona, la comunidad. Tocar, pringarse, implicarse, estar metido en el asunto. Desde la lejanía, a distancia, todo resulta imposible. Porque tocar es importante, Jesús se sitúa en una dimensión donde puede ser tocado. Nada de peanas, de lejanías, de nimbos religiosos. En la calle, al alcance de quien quiera tocarle. Porque sin tocarle, sin mezclarse a él, nada que hacer. Mientras no haya implicación, es muy difícil hacer ver para qué sirve el Mensaje. Recuperar el anhelo de implicación; he ahí un propósito que nos lleva a la curación.



La orla del manto, lo más humilde, lo que con frecuencia toca el polvo…el manto, el espíritu, el valor de la persona. Tocar a Jesús con humildad, en lo sencillo, en lo oculto, en lo contemplativo, en lo secular, en lo modesto, en lo irrelevante, en lo significativo. Es difícil que la curación se dé en el triunfo, en el éxito, en el aplauso, en la relevancia. La gracia va envuelta en el silencio, en lo modesto, en lo menor.



Jesús no es insensible. Se vuelve, la ve, se fija en ella. La oferta de Jesús, la gracia, la posibilidad, brota de él con facilidad. No hay que rogarle. Está deseando darla. No considera para nada que el gesto de la mujer haya sido una vulneración de la Ley que prohibía a las menstruantes tocar nada, y menos a un hombre, para que no quedara afectado de impureza legal. Se deja tocar consciente-

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mente y pasa por alto todo lo que afecta a las cuestiones legales. Hay en este asunto una realidad de vida, ¿cómo andarse con disquisiciones legales? •

La que le ha tocado es “hija”, hija de Abrahán, de Dios. La mecánica religiosa excluye de la filia ción a una “mujer impura”. Pero para Jesús, es hija, sujeto de plenos derechos, persona íntegra, con todo su valor. Porque no hay limitación histórica que haga perder el valor a la persona. Mucho menos, a causa de las imposiciones legales que se inventan los humanos. Hija como todos/as, por encima de cualquier limitación, persona íntegra, de dignidad intocable, de derechos comunes.



¿Qué fe es la que ha salvado a la mujer? ¿La fe en Jesús? Más bien la fe en un Dios que ha decidido que los humanos nos curemos los unos a los otros. La fe en un Dios que cura, que quiere la cu ración integral de la persona y que da los medios para ello. La fe en un Dios que no abandona a la persona por muchas que sean las limitaciones que tiene o que le impongan. La fe en un Dios que acompaña curando, que muestra su “poder” reinsertando, reorientando, abriendo horizontes, ofreciendo nuevos caminos.



Desde aquel momento queda curada. Más bien, desde aquel momento se percata de su curación, porque ya estaba “curada” incluso cuando su limitación le aquejaba. Porque la existencia humana es una realidad curada en ella misma, sana en medio de tanta limitación. Esta obra de curación es la que se ha hecho con la creación. Jesús nos lo ha desvelado así. Porque no se nos ha dado una realidad enferma en sí misma, sino con su núcleo curado, aunque sigan brotando aún las lágrimas y las limitaciones.

b) Derivaciones: •

Para entender el momento presente como tiempo de gracia para la persona, quizá haya que comenzar por caer en cuenta de que, sin exagerar pero con certeza, este momento es decisivo, el más decisivo para el futuro de nuestra VR. Depende de cómo nos situemos para que el futuro nos sea mucho mejor, más iluminado, más posibilitador. ¿Podrías decir: no me interesa el futuro? O lo que es lo mismo: ¿no me interesa un presente con más sentido, más interesante, más lleno de vida, de disfrute, de fraternidad? ¿A quién no le interesa algo de esto? Porque cuando hablamos de futuro, de gracia, de posibilidad, no estamos hablando de cuestiones abstractas. Estamos hablando de lo más concreto de nuestra vida.



Hay que luchar contra cansancios crónicos, contra estados de vida que no necesitan de la ilusión para vivir, contra maneras de percibir la realidad que se hacen desde el gris sobre gris. Esas sí que son “enfermedades graves” que se van colando día a día, sin ruido, de incógnito. Pero, como se instalen en nuestra casa, no hay quien pueda con ellas. Los cansancios crónicos se curan con el trabajo diario, con fidelidad creativa, con pequeñas acciones ilusionantes que impidan acercarse al desaliento.



Podría alguien decir: he ido demasiado lejos, ya no tengo posibilidad de reverdecer, estoy demasiado quemado, ya no hay manera de ilusionarme. Aun si esta fuera la situación de este calibre, el Evangelio es mezclable a tal situación. Más aún, quizá sea justamente medicina para tales situaciones. ¿No dice que ha venido “para los que se encuentran mal”? Jesús te mira con particular interés cuando te encuentras mal. Ese es mi terreno, esa mi casa, viene a decir.



Porque siempre hay posibilidad. Toda persona tiene recursos inagotables que ella misma ignora. El problema no es, pues, que no se tenga recursos, sino cómo animarse a ponerlos en marcha. A la esperanza le basta una pequeña grieta para renacer. No habrá que cansarse de darle oportunidades a esa esperanza. Tras muchos “fracasos”, puede venir el éxito. A veces nos vendría bien una dosis

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de imaginación para ver que las posibilidades están ahí. Hay que saber “despertarlas”, soplar en esas brasas, animarse una vez más. La gracia pasa necesariamente por el ánimo. La misma fe pasa por ahí. Porque lo que realmente se opone a la fe no es la increencia sino el miedo, el desaliento, el hastío, la rutina. •

Pero hay que animarse a “tocar”, a implicarse, a meterse en el fregado. Nuestras situaciones desaliento, de “enfermedad”, van mezcladas a una lejanía, a un distanciamiento, a una no implicación. Con ello, no hacemos sino aumentar más la densidad de nuestra “enfermedad”. Es preciso estar dispuesto a tocar, a ser tocado/a. No hay que temer el riesgo de la implicación. Lo que habríamos de temer sería la lejanía y el desentendimiento.



Y todo esto en el marco de lo humilde. Porque la gracia se vierte en lo sencillo, en lo menor, en lo poco relevante. Nuestra enfermedad está a veces hecha de nuestro deseo de brillo, de aplauso, de reconocimiento, de felicitación, de cargos con honor. En ese sentido, habría que resistir, si es que se da el caso, a tentaciones de brillo, de relevancia. La gracia se vierte en lo sencillo. ¿No ha sido así en el caso de Jesús?



La curación, el gozo, el sosiego, viene emparejado a la conciencia de dignidad, de filiación. No hay ninguna situación, ni personal, social o comunitaria, que nos pueda desposeer de este componente de nuestra dignidad, de nuestra filiación. Ése es nuestro verdadero tesoro que siempre hemos de guardar, que siempre hemos de verlo también en los/as demás. ¿Quién nos va a impedir ser hijos? Nadie, ya lo decía el final de Rom 8. Somos mucho más que nuestras limitaciones. La gracia del Padre nos ha hecho valiosos, interesantes, realidad que nunca pierde su valor. Habría que volver muchas veces a esta gracia original, a este soporte básico, a este valor que siempre está ahí.



Quizá entendamos nuestra situación como una situación de gracia si “tocamos a Jesús” constantemente, si nos acercamos a su Palabra, a su mesa, a su historia, a su presencia en los signos de los tiempos. Tocar a Jesús es curarse y, desde ahí, podemos entendernos lo que pasa y lo que nos pasa como tiempo de gracia personal, como vida nueva que se vierte en el cauce sencillo de cada uno de nuestros días.

Para la oración/reflexión: - Relee personalmente el texto de Mt 10,20-22 (o en sus paralelos Mc 5,25-43/Lc 8,40-56). - Pregúntate: ¿En qué situación personal me encuentro? ¿Qué puede decirme Jesús? ¿Cómo “curarme” de mis cansancios? ¿Dónde encontrar fuerza para seguir implicándome? ¿Cómo puedo tocar a Jesús cada día? - Pide a Jesús estar junto a él en los duros momentos de su pasión; así entenderemos que él nos acompaña en nuestras “pasiones”.

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2. “Se dedicaba a hacer buenas obras” (Hech 9,36-41) 36

En Jafa había una discípula llamada Tabita, que significa “gacela”, la cual se dedicaba a hacer buenas obras y muchas limosnas. 37Por aquellos días cayó enferma y se murió. La lavaron y la pusieron en la estancia de arriba. 38Como Lida está cerca de Jafa, los discípulos enviaron dos hombres para pedirle que fuera rápidamente a Jafa. 39Pedro se levantó y se fue con ellos. Cuando llegó lo subieron a la estancia de arriba. Allí lo rodearon todas las viudas, mostrando las túnicas y mantos que les hacía Gacela cuando vivía con ellas. 40Pedro echó fuera a todos; luego se arrodilló y se puso a orar; se acercó después al cadáver y le dijo: “Tabita, levántate”. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los fieles y a las viudas y se la presentó viva. a) Reflexión bíblica: •

Puede entenderse este relato como un relato de resurrección (quizá así lo haga Hechos). Pero cobra otro sentido cuando se lo lee como un relato en que se devuelve a la comunidad la vida cuando se instala en ella la solidaridad perdida. Una comunidad sin solidaridad, sin amparo, sin socorro, es una comunidad muerte. Por eso, una comunidad vive en tiempo de gracia cuanto más florece en ella el amparo, la acogida, la preocupación por el otro.



Tabita hace el bien a su comunidad. Ésa es su función. No solamente hace obras de caridad sino que, con ellas, deja ver que hacerse el bien es la finalidad de toda comunidad fraterna, que la gracia del Padre se vehicula en la comunidad por el cauce de la bondad. Una comunidad que no se hace el bien contradice el trabajo del Padre de darse con amor a la historia.



Tabita hace muchas limosnas, pone lo económico al servicio de la comunidad, de la persona débil. Así, reorienta lo económico en la línea que marca el Evangelio: vende y dalo a los pobres, acompaña con los bienes la debilidad del pobre. No se trata únicamente de ser compasivo y generoso, sino de dar una orientación nueva a los planteamientos económicos, tan decisivos en la vida de los grupos humanos.



Cuando muere Tabita, muere la solidaridad. Y si la solidaridad muere, la comunidad entra en una fase peligro, porque la comunidad se define por la ley del servicio y la solidaridad (como queda plasmado en Jn 13). Una comunidad sin amparo, sin acogida, sin solidaridad, sin cuidado mutuo, es una comunidad en peligro.



Se la coloca en la sala de arriba, en el lugar de la intimidad, de la oración, del discernimiento. Revela la gran preocupación que es para la comunidad cristiana la situación de una comunidad con la solidaridad muerta. Si eso ocurre, hay que recurrir a la oración, al silencio, al discernimiento, a la búsqueda de soluciones.



Pedro acude enseguida a la llamada, porque también él entiende que la cosa es urgente, que la comunidad está en peligro. No le importa ni el lugar, ni la casa, si es pagana o no (los judíos no podían entrar en casa de paganos). Acude pronto a la llamada porque sabe que ahí se juega el futuro de la comunidad (más que en aspectos ideológicos).



El coro de viudas es el reflejo del grupo de los más desvalidos de la comunidad. Ellos son los primeros que comprenden que si la solidaridad y el amparo no vuelven a la comunidad, su situación es muy delicada. Una comunidad que no toma sobre sí la causa de sus miembros más débiles hace peligrar la vida de éstos. Una comunidad que funciona únicamente al ritmo de los fuertes termina por alejarse de los parámetros de la comunidad cristiana.

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Pedro sustituye el llanto funerario por la oración resurreccional. Apela a la fuerza del resucitado para que dé vida a la comunidad en peligro. Por eso recuerda el hacer resurreccional de Jesús (Tabita, levántate) creyendo que si él no da la fuerza a la comunidad, la empresa de una vida fraterna acogedora y abrazadora, es difícil.



Esa oración resurreccional surte efecto: se abren los ojos de Tabita, se analiza la realidad, se discierne, se vuelve sobre la situación de los pobres. Y se incorpora, se decide a actuar. Volver a reconsiderar la causa de los pobres y decidirse a colaborar en ella es dar vida a la comunidad. Poner a los débiles en el centro, volver a acogerlos, ordenar la vida de la comunidad en dirección a ellos y empezar un camino práctico de acogida, de amparo, de servicio, es devolver la vida al hecho comunitario.



Pedro se la presenta viva a la comunidad, le devuelve lo que ya tenía y, por lo que sea, la ha dejado perder. La devuelve con nuevas perspectivas, con nuevas fuerzas, porque la comunidad que recupera la acogida es más humilde y más fuerte a la vez. Se abre un camino nuevo, se ha dado un paso adelante. La crisis, el sufrimiento, han sido constructivos.

b) Derivaciones: •

Una comunidad fraterna está viva en la medida en que tiene activada la acogida, el amparo, la solicitud, la preocupación por los más débiles, de dentro y de fuera. La comunidad vive un tiempo de gracia cuando vive el amparo al débil (eso es lo que hace el Padre con nosotros). Por eso mismo, el “tesoro” de la comunidad no lo forman, en primera instancia, ni sus obras, ni su número, ni su prestigio social, ni su relevancia. El tesoro está hecho del cuidado a los débiles y del esfuerzo que se pone para amparar, abrazar, sostener, apoyar.



Decidirse a hacernos el bien puede ser un estupendo ideal de vida fraterna. A estas alturas, puede parecernos cosa superada. Pero nada de lo que podamos planear como colectivo religioso será fecundo si no está a la base este simple deseo de hacerse bien. La comunidad experimenta un tiempo de gracia cuando ve que quien convive con uno quiere hacerle el bien, está determinado a ayudarle a vivir bien, con sentido, con disfrute, con hondura.



Por eso mismo, la muerte de la comunidad, la paralización de la gracia, es el individualismo. Cuando cada uno empieza a tirar por derroteros individualistas porque ya la referencia común no le dice nada, la comunidad entra en crisis. Y no solo eso, los débiles se echan a temblar (lo sepan o no), porque su futuro depende de la comunidad y casi nunca del hacer individualista.



Cuando este peligro aparece, hay que ser ágiles para volverse al hecho comunitario, para recuperar la senda de la fraternidad. La comunidad es más que sus limitaciones y, por eso, siempre habrá posibilidad de reencauzar las sendas cuestionables y de volver de nuevo a la gracia de la comunidad a favor de los débiles. La agilidad para volver a tomar la senda de la comunidad es promesa de esperanza para la comunidad y, como decimos, para los más débiles que se apoyan en ella.



Muchos desamparados tienen solamente esperanza en la comunidad, ya que el individualismo nunca ha sido techo bajo el que se han cobijado. Una comunidad fraterna responde a la gracia y genera un tiempo de gracia en la medida en que va arbitrando respuestas de socorro, acogida y apoyo a los sectores más heridos de la sociedad. La gracia cobra así un rostro histórico y se aleja el peligro de que todo quede en nada, en espiritualismos.



¿Qué hará la comunidad creyente para ser tiempo de gracia para los débiles? Traer al recuerdo y al corazón la vida curativa, acompañante y entregada de Jesús a los caminos de los débiles. Orar al

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Jesús que dio rostro histórico a favor de los débiles de la gracia amorosa del Padre, puede ser un apoyo espiritual importante para vivir el tiempo de gracia de una comunidad curativa. •

A veces creemos que nuestras comunidades está necesitadas de vida, que su caminar es lánguido, que sus actividades son rutinarias, que sus servicios no tienen valor. Pues bien, todo lo que se haga orientándolo al mundo de los débiles, de dentro y fuera del grupo fraterno, todo lo que construya de acogida y de amparo para quienes andan al margen de la sociedad, no solamente es beneficioso para el débil sino que también lo es para la misma comunidad. Porque la gracia de Dios a favor del débil, se torna sentido para la misma comunidad, sentido y horizonte. Gracia nueva.

Para la oración/reflexión: - Relee el texto de la mañana o este otro: 1 Jn 3,17-8. - Pregúntate: ¿Eres amparo real para los miembros débiles de tu comunidad? ¿Crees que vas siendo amparo para los débiles sociales? ¿Qué tendrías que hacer para abrazar más, para sostener más, para acompañar más? ¿Es Jesús un ánimo para tus actuaciones con los débiles? ¿Cómo puedes colaborar a dar vida a tu comunidad para que este tiempo sea, en realidad, un tiempo de gracia? - En esta víspera del Domingo de Ramos trata de acercarte a la debilidad de Jesús agradeciendo la fuerza que dimana de su entrega.

3. “Se ha manifestado la gracia” (Tit 2, 11-15) 11

Pues se ha manifestado la gracia de Dios, fuente de salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la maldad y a los deseos inhumanos del mundo y a llevar una vida sobria, honrada y religiosa, 13mientras aguardamos activamente el feliz cumplimiento de lo que se nos ha prometido y la manifestación plena del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, 14 que se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos y hacer de nosotros un pueblo escogido, limpio de todo pecado y dispuesto a hacer siempre el bien. 15Esto es lo que tienes que enseñar, predicar y defender con toda autoridad. Que nadie te haga de menos. 12

a) Reflexión bíblica: •

Las cartas pastorales son “prácticas”, apuntan a comportamientos concretos. Pero, a veces, como en este caso, dan fundamentaciones espirituales que apoyan una manera de vivir como cristianos. Aquí dice que en Jesús se ha manifestado la gracia, el derramarse del Padre a la historia. No es que el Padre no se hubiera dado a la historia antes de Jesús. No, la historia es salvada toda ella, de principio a fin. Pero, por Jesús hemos conocido este modo de ser del Padre con toda claridad. Razón de más para mirar a la historia, a la sociedad, como un ámbito salvado. No es justo, ni Dios lo quiere, que miremos con recelo al hecho histórico. Es realidad salvada, ámbito de vida, lugar donde el amor del Padre se derrama, casa donde Dios viva. La sociedad es ámbito de gracia.

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Y la gracia es “para todos los hombres”, e incluso, para todo el cosmos. Entender la realidad como realidad salvada ha de llevar al creyente a adquirir una mirada nueva sobre el hecho social: aquella que percibe lo que existe como incluido todo ello en el proyecto del Reino de Dios. O mejor, ha de entender la realidad como cuerpo de Dios, como realidad indisolublemente mezclada al amor del Padre. Por eso, Dios cuida su “cuerpo” a través de nosotros. Ello lleva a mirar toda la realidad de manera nueva, fraterna, benigna, marco donde se derrama la salvación del Padre, su amor constante y fiel.



Es difícil, según Pablo, percibir esta cualidad de la realidad salvada en su totalidad si no se lleva una vida sobria. La “sobriedad” nos ayuda a centrarnos, a no dispersarnos en mil impresiones que, a la postre, nos conducirían a no entender el mundo, la sociedad, como realidad salvada. No es una sobriedad ascética, sino de sentido. Entender la sociedad como realidad salvada requiere centrarse en el Reino como una utopía única, por la que se opta. Esa es la sobriedad que nos pide. Para ello, habrá que ser “honrados” con esa sociedad, con ese mundo del que hacemos parte. Es la honradez de quien ama y de quien, por tanto, no engaña. No engañar al mundo, a la sociedad. Y desde ahí, una religión, una experiencia espiritual centrada en el Reino y fraterna con la vida. Que el hecho religioso, espiritual, no sea nunca engaño para el mundo al que se ama, para la sociedad a la que se pertenece, sino ayuda fraterna, socorro bienhechor.



Esta visión nueva de la realidad se consigue si se “aguarda” la manifestación plena de Jesús. Pero es un aguardar activo, colaborador, participativo. No se puede aguardar esa plenitud pasivamente y, menos todavía, luchando contra la sociedad, en disensión con ella, en oposición continuada. El Evangelio no puede ir contra la sociedad (excepción hecha de sus lados inhumanos). Aguardar la plenitud del Reino solamente es posible, en los parámetros evangélicos, si se colabora activamente en el hecho social.



Así surgirá el pueblo nuevo, bien dispuesto, constructor del bien. El creyente está llamado a contribuir de manera directa a la construcción de la nueva sociedad, del pueblo de la fraternidad, de la “ciudad de los seres humanos”, como decían los antiguos monjes. ¿Cómo va a ser posible la nueva sociedad sin la nueva fraternidad, sin la nueva relación? Hay que hacer a la vida sujeto de gracia. Y, para ello, es preciso ser hermano con ella. Si no, imposible.



La “autoridad” con la que habrá que ofrecer estos planteamientos no es otra que la autoridad de la fraternidad, del aprecio, de la entrega. No puede ser hecha desde la supuesta autoridad de la norma, de la obligación, de la imposición. El creyente deriva su autoridad de su amor. Si esto no existe, su autoridad se vuelve inaceptable autoritarismo. Por eso, cuanto más evangélico se es, menos rigorista es la manera de comportarse con la sociedad.

b) Derivaciones: •

Hay que aceptar la historia social como ámbito de gracia. Ello ha de llevar a retomar el espacio social como marco natural de la vivencia de la gracia del Padre. Lo que ha de empujarnos a recuperar los espacios públicos como marco de gracia. Es preciso contrarrestar la tendencia (envejecedora) a apartarnos de los marcos sociales por considerarlos como “no nuestros”. Por decirlo de otra manera: la calle es el ámbito de la gracia. Si se recupera la calle, se podrá verter ahí la certeza de que el Padre se derrama en la historia. La recuperación de la calle tiene que ver con la participación ciudadana, con la colaboración con organizaciones, con el disfrute popular.



Si toda persona, toda realidad, entra en la dinámica de la historia salvada, es preciso trabajar la es piritualidad de las puertas abiertas a todos, de la mezcla con cualquier clase de personas, de las re-

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laciones plurales con personas que no son de “nuestra cuerda”. Hay aquí todo un trabajo por hacer para evitar que nuestras estructuras religiosas sean estructuras cerradas. •

Uno de los mayores enemigos de la espiritualidad de la gracia derramada en el hecho social es el consumo, porque su base de pensamiento no es ninguna salvación común sino el lucro de las multinacionales a costa de eliminar el gozo en lo público. El consumo es el gozo de lo privado, gozo que lo da la capacidad adquisitiva y que conlleva el desentendimiento de quien no puede acceder a esos bienes de consumo. Por eso, cuanto más se controle el consumo y su manera de pensar, más fácil será mantener activa la espiritualidad de gracia derramada en la sociedad.



Podría parecer que esta clase de planteamientos son cosas para selectos. Pero, en realidad, toda persona, por sencilla que sea, puede aportar algo a esta espiritualidad de la sociedad como marco para la gracia del amor del Padre. Puede hacerlo si mira a la persona con benignidad, si se siente en la calle como en casa, si abre la puerta/la mesa/el corazón a otros, si cree en la posibilidad de mezcla de cultura, si “disfruta” con los débiles, si crea un ambiente de benignidad y buen humor en torno a ella. Cualquier aportación es válida. No hace falta poseer ciencia ni títulos académicos. Basta con tener buen corazón y el deseo explícito de ser hermano de lo creado.



Y todo ello para crear una sociedad con las características un pueblo bien dispuesto, fraterno, limpio, solidario. Es decir, se trata de contribuir a humanizar las relaciones ciudadanas que, por causa de individualismo que nos afecta, se van volviendo inhumanas, poco relacionales. La sociedad nueva no ha de brotar por planes de urbanismo, sino por corazones que creen en la relación. La VR habría de ser una instancia que contribuye a humanizar la ciudad.



El religioso no tiene más autoridad que nadie para hacer esta clase de planteamientos. No pretende que, a priori, sean aceptados. La autoridad le viene de su cercanía, de su entrega, de su carencia de pretensiones, de su disponibilidad y, en su suma, de su carga de fraternidad. Su autoridad para contagiar estos valores le viene de la práctica que el mismo hace de tales valores. Por eso, su difusión de la certeza del amor del Padre al hecho social, le viene del amor que tiene a ese hecho social, de su hermandad con la sociedad, de su fraternidad social.

Para la oración/reflexión: - Puedes releer orantemente el texto comentado o este otro: Lc 14,12-14. - Puedes preguntarte: ¿Te cuesta ver la sociedad como ámbito de gracia? ¿Por qué? ¿Cómo tener una visión positiva, global, disfrutante de nuestro ser parte de la sociedad? ¿Cómo ir controlando el consumo, el individualismo social? - Acércate al Jesús que comienza la dura secuencia de su entrega en este Domingo de Ramos. Relee la pasión no como una derrota, sino como el triunfo del amor.

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4. “No tengáis miedo, pequeño rebaño” (Lc 12,32) 32

No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino. 33Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo, donde no entra ningún ladrón, ni roe la polilla; 34porque donde está vuestra riqueza, allí está vuestro corazón” (Lc 12,32-34). a) Reflexión bíblica: •

Aunque el grupo de seguidores sea pequeño, pobre, desvalido, expuesto, puede alejar el temor porque su fuerza está en la decisión del Padre de acompañarlo siempre. Si el Padre lo acompaña, será fuerte a pesar de cualquier debilidad. Así puede alejar el miedo, porque, según el Evangelio, a la fe no se opone la increencia sino el miedo. Quien cree en la Palabra de Jesús que dice que el Padre ha decidido acompañar al grupo débil y pequeño, aleja el miedo y cobra ánimo. Saber que el Padre acompaña, he ahí la fuente del ánimo, el cimiento de que la comunidad, aunque pequeña, es objeto de la gracia, del amor de Dios.



Esta confianza que aleja el miedo es la que da fuerzas para poner a funcionar el mecanismo de “vender y acompañar” (vender y darlo a los pobres, como en el encuentro con el joven rico). La certeza de que el Padre sostiene al grupo ha de ser la fuerza para tomar decisiones que comprometan y que impliquen. El Padre es quien nos guarda, no nuestros planes y nuestras reservas. Por esos e es libre para “vender”, para implicarse, para apostar. Es la capacidad de riesgo de quien ha decidido poner a funcionar la confianza en el apoyo del Padre. La gracia del amor del Padre entra en los parámetros del compromiso creyente.



Las “riquezas inagotables en el cielo” no es algo únicamente de la vida eterna, sino de la vida histórica. Son las riquezas que la comunidad encuentra cuando apuesta por el débil, cuando vende para acompañar. Las riquezas de la persona reconstruida, de la coherencia que crece, del disfrute común, del sentido plenificado. Es que la comunidad que confía no se empobrece; todo lo contrario. Entenderse en estos modos de ser comunidad apoyados en la decisión del Padre es un indudable enriquecimiento para la fraternidad.



Todo esto es una interpelación al corazón de la comunidad y de la persona. Hace la pregunta elemental: ¿dónde está el corazón? ¿Dónde están los verdaderos apoyos del grupo? ¿Qué es lo que realmente nos sostiene como comunidad cristiana? Son preguntas no para la turbación y el desconcierto, sino para asentar sobre un cimiento sólido, el de la confianza sin límites en el amor del Padre, la obra fraterna.

b) Derivaciones: •

No ha de ser obstáculo para animarse, para hacer pequeños planes de vida, el que el grupo sea reducido, débil. Habría de ser obstáculo el que el grupo no tuviera confianza en el Padre, o que no hubiera confianza en las mismas personas de la Congregación. La clave de muchos planteamientos (pequeños o grandes) está en la actitud profunda de confianza.



Es preciso que vuestro grupo mantenga la sencillez fundacional no como una carga, sino como un tesoro. Desde ahí se ha de construir el apoyo que reciben los débiles. Y aunque lo que se hace sea muy modesto, no importa. Lo que importa es desde dónde se hace, desde la apuesta por el pequeño.

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Es preciso tratar de controlar los miedos irracionales que acompañan los períodos de discernimiento: ¿nos va a faltar techo, comida, trabajo, compañía, fraternidad, socorro espiritual? Sabiendo que no, habríamos de arrostrar los posibles cambios con buen ánimo, diciéndonos que en cualquiera de nuestras nuevas casas el seguimiento con Jesús será posible. Y si eso es posible, ¿por qué temer otras cosas?



Hemos de superar la “filosofía de la caverna” que cree que el único sitio posible para vivir es “mi” casa. Hemos de superar la idea de que lo habitual ha de ser siempre de una forma, de que no se puede estar a gusto en otros sitios distintos. Hemos de superar la idea de que los intentos de remo delación son modas pasajeras y de que la estabilidad, lo de siempre, es lo mejor.



Más aún, vivir en una época de cambios ha de ser considerada como una suerte, un momento de verdad, de poner el acento en lo decisivo, de volver la vista a lo esencial. No hay que mirar esta época como un tiempo de problema, de complicación inútil.



Que la certeza de que Jesús acompaña nuestra vida mitigue nuestros miedos y nos dé el ánimo que todos necesitamos para acompasar nuestra vida a los tiempos que corren.

Para la oración/reflexión: - Orar con el texto reflexionado o con Hechos 4,34. - Preguntarse: ¿Qué respuesta hay en mi interior a la certeza de que el Padre cuida de la Congregación? ¿Cómo mantenerse en la sencillez? ¿Cómo colaborar todas en la animación fraterna? - Tener un momento de sosiego personal ante este Jesús, rey de pobres, que se entrega en su pasión. Que la tarde del Domingo de Ramos nos sea benigna.

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II. TIEMPO DE GRACIA PERSONAL 1. Encontrar sabiduría en los fracasos No resulta fácil, porque el fracaso nos marca a fuego. Ese dolor hace que no podamos entrar en el fondo del mismo. Y al quedarnos en la superficie, el dolor se perpetúa. Pero, si fuéramos capaces de adentrarnos en el fracaso, encontraríamos cosas sorprendentes. Quizá desde ahí se podría resurgir. Ya lo decía el viejo poema chino: “¿Qué es el éxito, qué el fracaso? La canción del pescador se sumerge en las aguas”. Para entender ambos, fracaso o éxito, es preciso “sumergirse en las aguas”, hacer un itinerario de ahondamiento. a) Un fracasado que no se derrumba A la persona de Jesús le ha acompañado una fuerte dosis de fracaso, aunque a nuestro ensalza miento religioso de Jesús le parezca casi imposible entenderlo en el paradigma del fracaso. Pero lo cierto es que Jesús no solamente no se hundió en su fracaso sino que fue más él mismo, más reafirmado en sus propias opciones. El duro fracaso con quienes se ama: “Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud de gente que no podían ni comer. Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio” (Mc 3,20-21). Parece que el Jesús evangélico tuvo serias dificultades con su familia. Inicialmente, según este texto, creían que había perdido el juicio (quizá por haber empezado su actividad mesiánica con toda la vida hecha). Posteriormente, esperando lucrarse de su posición de mesías aclamado por la muchedumbre, los familiares de Jesús siempre mantuvieron intactas sus pretensiones de beneficio y lucro. Este afán les acompañará siempre, tal como lo muestra la actitud de la familia de Jesús, María incluida, que dibuja Hech 1,12-14: la familia de Jesús espera tras su muerte el advenimiento del Señor en gloria que tendrá lugar en Jerusalén. Pedro, viendo la jugada, coopta a Matías antes de que el Espíritu venga sobre la comunidad (Hech 1,15-26). Así se conjura el peligro de que uno de la familia entre con su ambición en el grupo dirigente de la comunidad. La ambición fue el mayor fallo de su clan fa miliar. Jesús murió sin haber podido transformar esa actitud. Cuando la amistad no sabe desprenderse de la ambición: “Intervino entonces Pedro: -Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? (Mt 19,27) Parecida situación de fracaso experimentó Jesús con su propio grupo de seguidores. Es cierto que, como dice Mc 10,28, los discípulos habían dejado todo por seguir a Jesús. Pero, en realidad, no habían dejado su ambición, pegada a ellos como una sombra. En Hech 1,6 (“¿Es en esta ocasión cuando vas a instaurar el reino para Israel?”), o en el increíble texto de Mc 9,38-41 en que el discipulado quiere impedir hacer obra de liberación a uno que anda por ahí haciendo el bien “porque no nos seguía” se percibe esa tensión que mantiene alerta al discipulado: entienden el reino como un modo de colmar su ambición. Jesús ha tenido motivos más que sobrados para despedir a su grupo inicial de seguidores/as vista su incapacidad congénita para entender los mecanismos de la utopía del reino y habiendo comprobado su tremenda capacidad manipuladora. Pero no lo despidió. Encajó con una paciencia sin límites la debilidad de su grupo. Retiro 2010

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El fracaso con quien se detiene en la apariencia: “Al oír aquello, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad y lo condujeron hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificada su ciudad, para despeñarlo” (Lc 4,28-29). La dureza del fracaso con sus compaisanos queda de manifiesto en la escena de Lc 4,1430: Los de su pueblo no pueden aceptar que el mesianismo de Jesús sea una oferta para todos, sin condena, ni siquiera para los paganos. De ahí su violenta reacción (“lo condujeron hasta un barranco…para despeñarlo”) ante los dos ejemplos ofensivos, Naamán-viuda de Sarepta, con los que les está indicando que ellos son peores que los paganos. Un pueblo refractario porque es un pueblo imbuido de las doctrinas nacionalistas. Sus paisanos quedaron enredados en sus ideas tradicionales y en su visión externa de las cosas. No supo Jesús hacerles ver la otra cara de la realidad, la posibilidad que el Reino abría también para ellos. Tuvo que asumir ese fracaso. El lógico fracaso con los extranjeros: “Dejó Jesús la comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis” (Mc 731) Por extraño que nos parezca, Jesús, hebreo marcado por la mentalidad tremendamente nacionalista del bajo judaísmo, viajó a países extranjeros (Tiro y Sidón, la Decápolis, etc.). Llevó a la práctica en cuanto pudo y, como hemos dicho, con la gran oposición de sus propios seguidores el inusitado ideal de “ir a la otra orilla” (Mc 4,35). Pero allí, en el territorio de los paganos, más allá de la buena acogida de la mujer sirofenicia (Mc 7,24-31), la presencia de Jesús en esas tierras está rodeada de silencio, cuando no de rechazo. Los judíos se habían ganado a pulso este rechazo de los paganos. Jesús tiene que encajar ese fracaso de su pueblo llamado a ser alternativa, y con ello hermano, de las naciones. Rotundo fracaso con las autoridades: “-Vosotros no tenéis ni idea; ni siquiera calculáis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo antes que perezca la nación entera…Así aquel día acordaron matarlo” (Jn 11,50-53). Con las autoridades de Israel, tanto civiles como religiosas, el Jesús histórico únicamente contabilizó fracasos. No solamente lo muestra la evidencia de que la expulsión de los mercaderes del templo, el tocar el sistema económico, fue la gota que colmó el vaso y que llevó a un fin desastroso (Jn 2,1-11). Las clases dirigentes no estaban dispuestas a abandonar su estatus por la utopía que viene de un paria. Tramaron su muerte fríamente y lograron llevar a cabo su propósito. El sistema imperante siempre sería refractario a la propuesta de Jesús. Ahí, solamente hubo fracaso, aunque quizá fuera el fracaso que menos le costara a Jesús, porque el fracaso del sistema injusto era síntoma del triunfo cierto del Reino. ¿Murió como un fracasado?: “A media tarde gritó Jesús muy fuerte: Elí, Elí, lemá sabaktaní. Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46).

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Hay quien se pregunta, vista la terrible muerte de Jesús, no sólo si murió como un fracasado sino, peor aún, si murió o no con fe. La respuesta es claramente positiva: murió con fe porque vivió con fe. Su dura muerte no invalida nada de la riqueza, de las opciones, de su vida. Por eso, aunque muriera como un fracasado, en ese fracaso estaba la vida por la que había luchado y trabajado toda su vida. Fracaso histórico y éxito de cara al reino se mezclaban en la realidad de Jesús. Todo ello no mermó ni un ápice la dureza de su tremenda muerte, la soledad en la que iba envuelta y el abandono que experimentó con tanta agudeza. Derivaciones •

El egoísmo familiar, institucional, es uno de nuestros mayores fracasos. Lo importante en un discernimiento no es que “lo mío”, lo “nuestro” salga a flote, sino que salgan a flote los pobres, los débiles, la familia humana. El egoísmo es un fracaso que nos deja en la más dura soledad.



La ambición pone en riesgo cualquier plan de vida cristiana o comunitaria. La ambición es el rostro de nuestros mayores fracasos, porque no solamente muestra la realidad de una persona que va a lo suyo, sino que se aprovecha de los demás para sus logros. Esto hace peligrar cualquier esfuerzo de vida fraterna y cualquier discernimiento posible.



La lectura de la realidad desde las apariencias lleva al fracaso de la relación y la convivencia. Porque ya sabemos que las apariencias engañan y engañan mucho. El fracaso nos ronda, personal y comunitariamente, cuando funcionamos por apariencias, por mera superficialidad.



Si se cultiva una cerrazón continua con la sociedad, con la persona, con la Congregación, no se puede luego pretender un contacto satisfactorio. Es preciso abrirse para que los otros entren, en la confianza de que cuando entra la persona a mi núcleo personal yo salgo fortalecido y enriquecido.



El fracaso ante el sistema es garantía de posibilidad humana y cristiana. Por eso no hay que temer que ciertas actitudes y comportamientos nuestros no sean entendidos en una sociedad de lucro, de imposición, de violencia, de individualismo.



En el fondo del fracaso está sembrada la semilla de la esperanza. Porque el fracaso nos hace volvernos sobre nosotros, sobre nuestra verdad, si logramos que no nos amargue. Al final, tomamos más impulso y es posible saltar a un plano de novedad y de vida.

Para la reflexión/oración: • Lee el texto correspondiente a la primera lectura de la eucaristía de hoy Is 42,1-7. • Pregúntate: ¿Voy asimilando con paz mis fracasos? ¿Veo en ellos una posibilidad de crecimiento? ¿Contagio optimismo o amargura? ¿Creo que el futuro de nuestra Congregación puede mejorar si nos damos a la tarea? • Acércate a Jesús que camina hacia Jerusalén para su entrega en este Lunes Santo.

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2. Hacia una pedagogía para afrontar los fracasos Teniendo en cuenta la iluminación de la Palabra, tratemos de sistematizar la experiencia cristiana del fracaso ahondando en algunas perspectivas. a) La experiencia de fracaso como componente del hecho histórico Así ha sido en el caso de Jesús. La cruz no es solamente un desgraciado accidente producto de un juez venal y descuidado con el derecho como dicen algunos que lo fue Pilato. Es también el resultado de una opción, aquella que Jesús ha tomado, desde el principio del ministerio, eso significa el bautismo (Mc 1,9-13 y par.), una opción por el lado herido de la vida, un pacto entre derrotados, como diría Sábato. Jesús ha entendido que ser solidario con los derrotados era su verdadera vocación, no solo intentar “quitar el pecado del mundo” sino abrazarlo, compadecerlo y acompañarlo. Por todo ello, “la cruz es la muerte del ‘dios’ que manifiesta su poder en el progreso aparentemente indiscutible de la existencia”. Porque la experiencia de fracaso no es solamente derrota sino percepción vívida de que la existencia camina hacia su plenitud, aunque sus pasos sean lentos y torpes. Pretender eludir el fracaso dando un rodeo es arriesgarse a vivir en modos superficiales, poco adultos. Mirar la vida, con su dosis de fracaso, como una posibilidad, el éxito del planteamiento humanista y creyente. b) La experiencia de fracaso como aprendizaje del sufrimiento Así lo muestra Heb 5,5-15: Jesús es constituido sacerdote no por la línea del culto sino por el aprendizaje, duro aprendizaje, del sentido del sufrimiento. “La carta a los Hebreos ha sido escrita para decir a la comunidad cristiana que el laico Jesús ha llegado a ser sacerdote cuando ha asumido la carne de sus hermanos, carne de sufrimiento, cuando ha asumido su grito y lo ha trasformado en plegaria delante de Dios. Este Jesús ha aprendido la obediencia, aunque era hijo, a través del sufrimiento. Es una cosa grandiosa, un Jesús que llega a ser sacerdote porque asume el sufrimiento de su gente, y esta asunción del sufrimiento de su pueblo, trasformada en grito delante de Dios, llega a ser la gran oración delante del Abbá”, dice A. Zanotelli. La experiencia de fracaso ha sido un elemento importante en ese aprendizaje, comenzando por el propio fracaso y sumando luego la larga experiencia de fracaso que Jesús ha “tocado” en su vida. De esa manera, el fracaso no es mera esterilidad sino camino de grandes aprendizajes. Entre ellos, el no fácil aprendizaje de asumir la pérdida con equilibrio, no como quien se de derrotado por ella, sino como quien sabe convivir con ella y proyectarse hacia el horizonte. c) La experiencia de fracaso como camino al corazón: Ya Porfirio se preguntaba en el s.II por qué llamaron divino a uno que en realidad era un paria. Quizá, podría responderse, por su increíble facilidad para llegar al corazón, al secreto de los nombres, a los trasfondos donde se asienta la verdad de la persona. La experiencia de sufrimiento le ha valido, sin duda, para hallar ese camino al corazón porque, como decía O. Wilde, “donde hay sufrimiento hay suelo sagrado”. En el sufrimiento se asienta una parte importante de nuestra verdad. Por ello, y de nuevo, es preciso reconocer que la experiencia de sufrimiento en Jesús y en la persona puede ser fecunda, exitosa, y de hecho lo es, en el difícil acceso a la verdad propia y a la ajena, verdad que se instala en los pliegues del alma. Sentirse unidos en el fracaso, cuando este no es tomado como mera negatividad, es una forma estupenda de entreverar corazones, de andar la senda de la hondura del hermano. d) La experiencia de fracaso como experiencia del acompañamiento de Dios: Jesús ha experimentado la soledad y el fracaso en que sus amigos “se dispersen cada uno por su lado y le dejen solo” (Jn 16,32). Pero el mismo texto corrige: “Aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. El fracaso también ha contribuido a una percepción más vívida de la presencia acompaRetiro 2010

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ñante de Dios. Nunca Dios estuvo tan cercano a Jesús como en las horas de su profunda soledad y abandono. Del tal modo que el innegable fracaso de su muerte histórica ha sido la manera como él mismo entonces y nosotros luego hemos descubierto a Dios como fuente, acompañante y final de la existencia, por vulnerable que esta se quiera. Experimentar al Dios cercano por vía del éxito es mucho más peligroso, más expuesto a trampas y engaños. Quien es capaz de encontrar a Dios cercano en su fracaso, entiende de verdad al Dios que acompaña la debilidad de la existencia.

Para la oración reflexión: • Para la oración: Además de los citados en la primera parte de la reflexión: 2 Cor 16,16-33; Hech 27; Gál 2,11-21. • Pregúntate: ¿Voy aprendiendo el camino de asumir con paz mis fracasos cotidianos? ¿Puedo ayudar a que los fracasos de nuestra comunidades se conviertan en trampolín para su renovación?

3. Nombrar con sabiduría los éxitos Los éxitos no son únicamente necesarios para una correcta autoestima. Si son éxitos que contribuyen al crecimiento y a la madurez (si no son éxitos de oropel, de escaparate), se convierten en caminos de identidad, en confirmación de las propias búsquedas. Gestionar los éxitos con cordura es uno de los grandes trabajos de la sabiduría. Logró un indudable éxito, aunque tardío No cabe duda de que Jesús, más allá de sus fracasos, logró indudables éxitos, el mayor de todos la implantación del Reino. Pero una nota común a sus éxitos es que fueron tardíos, aunque eso no mermara un ápice el valor de los mismos. Los éxitos de la profecía siempre son tardíos. a) A pesar de todo, su familia entró en la dinámica del Reino: “¿Acaso no tenemos derecho a comer y a beber?, ¿acaso no tenemos derecho a viajar en compañía de una mujer hermana como los demás apóstoles, incluyendo a los parientes del Señor y a Pedro?” (1 Cor 9,4-5). Pablo y Bernabé se defiende; ellos también son apóstoles; podrían ir haciendo misión por ahí con una “mujer hermana”. Los “parientes del Señor” también hacen misión así. 1 Cor es del año 56. La fami lia de Jesús entró en la dinámica de la misión, luego entró en la dinámica del Reino. Solamente tras una larga purificación, la familia de Jesús logrará entender de qué se trata con la oferta de Jesús. María es un ejemplo excepcional: según Lc 1,26-38, texto pospascual que es preciso leer al final del proceso, no al principio, María termina siendo no una sierva del Señor sino la sierva del Señor, el Israel que ha entendido el señorío de Jesús en el “imposible” de una humanidad destinada a ser “hija del Altísimo”. Ha entendido que el éxito pasa no por la ganancia y el lucro sino por una comprensión ahondada de la débil, fraca sada, historia humana. Las semillas del Reino que Jesús sembrara, empezaban a dar fruto. No todo fue fracaso. Retiro 2010

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b) Cuando los discípulos empezaron a vivir como Jesús: “Si Dios quiso dar a los paganos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús Mesías, ¿cómo podía yo impedírselo a Dios?” (Hech 10,17) Pedro termina por entender lo más nuclear de la oferta del Reino yendo a ofrecerla a un pagano, Cornelio, iniciando así el increíble proceso de la primitiva misión cristiana, misión de oferta de la fe a los paganos. El fracaso, largo y penoso, termina por convertirse, una vez asumido, como éxito para el mismo discipulado y para otros/as. Los discípulos empiezan a vivir como vivió Jesús: él acogía a los pecadores y se sentaba a la mesa con ellos, queriendo indicar la absoluta universalidad del Reino. Pedro, y con él muchos seguidores/as, comienzan, desde Antioquia de Siria, a acoger al paganismo, a ir a su mesa. Es el na cimiento de una fe nueva. Aquellos discípulos tan reacios a los mecanismos del Reino, terminan por ponerlos en práctica ellos también y se produce el milagro de la primitiva misión cristiana, fundamento de la fe. Ni el mismo Jesús histórico habría dado crédito a este éxito, con el “material” con que él trabajó. c) Cuando el corazón del pueblo se abre: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” (Hech 2,37). El pueblo de Hech 2,14-40 (“judíos y todos los que residís en Jerusalén”), es población hermana a la de Nazaret, unida en las mismas ideas de exclusión. Estos son los que, escuchando el valiente kerigma de Pedro, se sienten tocados de novedad (“estas palabras les traspasaron el corazón”) y hacen la pregunta base de quien está dispuesto a entrar por la senda nueva del Evangelio: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos? (v.37). El fracaso del rechazo, de la exclusión, del particularismo queda asumido y brota la posibilidad nueva de la apertura, de la oferta, de la generosidad. Es cierto que el judaísmo se cerró al Mensaje de Jesús, pero fue, como siempre, porque los dirigentes, temiendo perder su estatus, mol dearon el corazón del pueblo, su ideología, para el rechazo. Pero cuando el corazón del pueblo (la verdad del grupo social) se abre, la posibilidad de conectar con los postulados del Reino es fácil. d) Cuando los “pájaros” anidan en el árbol de mostaza: “Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que un hombre sembró en su campo; siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas” (Mt 13,31-32). Los “pájaros” eran los paganos que amenazaban el “huerto” privado de Israel. En el reino, los pájaros vendrán a quedarse, los paganos harán suya la heredad universal del reino de Dios. Se puede decir que el gran éxito de la primitiva fe fue justamente el arraigo de la oferta de Jesús en el ámbito pagano. Nadie hubiera podido imaginar, como lo reflejan textos tan importante como Hech 15,6-12, que a los paganos se les diera el Espíritu de Jesús “igual que a nosotros”. Lo que tenía todas las posibilidades de ser un fracaso tremendo, así lo pensaba la comunidad de Jerusalén con Santiago y los de su grupo al frente, se convirtió en un éxito sin precedentes, susceptible de ser repetido en épocas posteriores. e) Su éxito con los desheredados: “Si lo dejamos seguir así, todos van a darle su adhesión y vendrán los romanos y quitarán de en medio nuestro lugar sagrado e incluso nuestra nación” Jn 11,48). Las autoridades rechazaron a Jesús, fracasó con ellas. Pero quizá fue un fracaso paliado por la afección de los desheredados que, de una u otra forma, siempre le fueron fieles no sólo en el primer momento sino en una actitud que se mantuvo viva hasta el final. Como dice J.M.Castillo, “Jesús expresaba y Retiro 2010

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trasmitía algo que entendían los pobres, los analfabetos y los miserables de aquella sociedad”. Fue la masa privada de importancia política o cultural, el óchlos, quien entendió a Jesús y guardó fidelidad a su utopía. El fracaso en el sistema tuvo el contrapeso del éxito entre los pobres. f) El éxito de la resurrección: “Ahora, si de Cristo se proclama que resucitó de la muerte, ¿cómo decís algunos que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido y vuestra fe tampoco” (1 Cor 15,12-14). Es sin duda el mayor de los éxitos. Tras es el demoledor fracaso de la muerte violenta de Jesús no solamente fue posible un nuevo comienzo (¿cómo fue posible?: los que “le habían amado desde el princi pio”, dice Josefa, dijeron que estaba vivo), sino que, además, en pocos años (1 Cor es del 56), se había llegado a una convicción sólida den las primitivas iglesia sobre la resurrección de Jesús. No hubiera pensado nunca Jesús este cambio fundamental. Su muerte fracasada cosechó un éxito de vida increíble. Derivaciones •

Reconciliarse con lo débil de la historia es la puerta para entender el futuro del Reino. Por eso, todo discernimiento pasa por encajar bien lo real, dado que eso real es, con frecuencia, débil. El éxito no se puede lograr sin contar con ese aspecto.



Cuando se vive al estilo de Jesús, la fe adquiere futuro; si se vive al estilo de la institución el fracaso es más amenazante. Por eso, las épocas de discernimiento tienen que mirar con más intensidad al Jesús de los Evangelios. De ahí van a venir los cristerios, más que de planteamientos institucionales. El éxito de la VR está más en relación con el Evangelio que con estrategias de conservación institucional.



La sociedad puede entender que sus aspiraciones y los postulados del Reino coinciden en muchas cosas. Ése es el trabajo que se le encomienda a la VR como testigo de las “realidades futuras”. Si la sociedad entiende algo de eso, podríamos decir que hemos “triunfado”.



La universalidad y la apertura son garantías de éxito para el futuro del Evangelio y, por lo mismo, para lograr éxito en planteamientos nuevos de VR. Pretender conseguir éxitos creyentes sin apertura y sin universalidad es prácticamente imposible.



Si los pobres tienen éxito, el Evangelio también lo tiene. Por eso, para “medir” el éxito hay que mirar en dirección a las pobrezas. Si nuestros grupos religiosos colaboran a ese logro, van por buen camino.



Cualquier “muerte” histórica puede tener una lectura resurreccional, exitosa porque los lados oscuros encierran luces, amor. Por eso, es preciso mirar con profundidad los lados débiles de la historia, de las comunidades, de las personas.

Para la reflexión y la oración: • Lee el texto de la primera lectura de la eucaristía de este Martes Santo: Is 49,1-6. • Pregúntate: ¿Cómo mido mis éxitos? ¿Qué éxito prendería para mi congregación? ¿Cuáles serían los éxitos de los pobres? ¿Cómo ver algo de luz en nuestros lados oscuros? • Sitúate “cerca de Jesús” en este Martes Santo. Trata de leer su “fracaso” como un éxito que nos abre la puerta a nosotros.

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4. Hacia una pedagogía para saber crecer asimilando los éxitos Lo que identificamos como éxito apunta al núcleo de nuestra identidad. El éxito de llegar a ser quienes somos. Es preciso dejarnos educar por la sabiduría evangélica del éxito para poder nombrar, asimilar y crecer desde los éxitos. a) Un éxito en beneficio de otros: El aguijón venenoso que tiene el éxito entendido como éxito personal o nacional queda desactivado en el Evangelio. El suyo es un éxito para otros, para la plenitud de todos, singularmente para beneficio de los débiles. Jesús lo ha sentido con una enorme viveza: “Bendito seas, Padre, porque si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 10,25). Eso que se ha revelado a los sencillos no es ninguna realidad arcana, sino la elemental certeza de que el horizonte de la vida es la dicha de pertenecer a una sola familia y la verdad clara de que nadie puede quedar excluido, por nada del mundo, de esa fiesta común. El éxito privatizado es la ruina del mismo, puesto que deja de ser éxito hasta para el egoísta. Hacer de la vida comunitaria un campo para el logro de éxitos individuales, es ponerla en riesgo de falta de sentido. b) Un éxito sin juicio ni dominio: Porque llevamos dentro un juez (Rom 2,1ss) y no controlamos nuestro espíritu de dominio (Mt 18,28). El éxito del Evangelio es llegar a crear una comunidad de hermanos, de iguales, antisistémica, ya que son los sistemas los que juzgan, antijerárquica, ya que son las jerarquías las que dominan: “Uno es vuestro Padre y todos vosotros sois hermanos” (Lc 22,26). Ese éxito solamente es buscado por quien entiende la vida y la comunidad como una realidad de comunión, no de dominio. “Es posible que la iglesia en cuanto tal tenga que dejar la inmensa mayoría de las obras propias (universidades y colegios, hospitales y posesiones), para mostrar mejor lo que es: comunión gratuita de personas, sin nada propio (sin bienes ni posesiones al modo del sistema)…De esa forma, la iglesia se ocupará de las cosas de Dios, pero podrá dialogar con el sistema que se ocupa de las cosas del César), promoviendo instituciones en línea de gratuidad y ayuda social pero sin identificarse con ellas, ni identificarlas con su más honda verdad, pues ella es comunión gratuita, signo de perdón y de amor liberador” (X. Pikaza). c) Éxito para una utopía Con lo que también al éxito se le arranca la marca del lucro, ya que la utopía de Jesús es que los pobres cuenten ya en el devenir de la historia, como lo señala el texto fundacional de Mt 25,31-46. Este ha sido el gran sueño de Dios que, como es lógico, deriva en grandes repercusiones sociales: “Dios sueña para su pueblo una economía de igualdad: lo que significa que los bienes de este mundo deben servir a una mayoría de personas no a una minoría. La economía está en el primer lugar (hay que reconocer a Marx el haberlo visto así) porque hoy la primacía de la economía es clarísima. Dios sueña que los bienes de la tierra hay que dividirlos con igualdad” (A Zanotelli). Cuando esto comience a funcionar, cuando los pobres comiencen a contar, será la aurora de la utopía del Jesús, del reino, su éxito soñado. d) Éxito para curar Porque la actividad mesiánica de Jesús puede ser entendida y resumida en su acción curativa. Lo dice J. Chittister: “El seguidor ha de vivir como Jesús vivió: tocando leprosos, sacando asnos de la zanja Retiro 2010

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en sábado, cuestionando lo incuestionable y relacionándose con mujeres”. La actividad es una actividad curativa en todos los sentidos. El tema evangélico de la “expulsión de demonios” significa la curación de las estructuras más hondas, ideológicas, afectivas, desiderativas, orientado el deseo hacia el Reino y desviándolo del lucro al que tienden. A eso, efectivamente, se le llama al seguidor según el Evangelio, ése es su éxito (Mc 3,15). e) Control y reorientación: Porque la sed de éxito es muy grande en nosotros/as, es preciso ejercer un continuo control sobre ella para que no nos desborde, para que no demos por normal el logro de éxito como realidad de dominio, de lucro, de poder. Y el mejor modo de controlarlo es pretender que sea la comunidad, todos/as, el conjunto fraterno o social, quien tenga éxito, quien alcance la dicha. El camino comunitario desactiva el veneno del egoísmo. f) Significatividad versus relevancia: Los grupos comunitarios anhelan, a veces, ser relevantes, importantes, conocidos, exitosos. Ese anhelo nos lleva a poner nuestra gloria en nuestras obras, en nuestros centros, en el número, en nuestros estilos de vida, en nuestra relevancia social. Pero el éxito de la comunidad de seguidores es que sea significativa, que esté llena de sentido, que tenga planes de vida próximos al Evangelio, que, aunque la sociedad no valore los componentes evangélicos, ella ancle su vida ese campo del Reino.

Textos: • Para la oración: Además de los ya citados en la primera parte de la reflexión: Hech 16,25-40; Rom 15,14-21; 2 Tim 2. • Un poemilla de León Felipe: Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo. • Ponte ante un Jesús que se aproxima a su total entrega en la celebración de esta Semana Santa que se avecina.

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III. UN DISCERNIMIENTO CON HORIZONTE 1. El esfuerzo de amanecer Para algunas personas, Jesús de Nazaret ha sido un trabajador del amanecer. Sus sueños mantenidos, sus noches encajadas, sus utopías nunca sofocadas, sus amores tenaces, sus fidelidades mantenidas, sus amarguras alejadas, sus palabras preñadas de futuro, sus abrazos amplios, éstos han sido sus trabajos por hacer amanecer la vida. ¡Y sobre todo su resurrección! Trabajo final y premio definitivo. Porque para nosotros/as la resurrección no es una cuestión de sobreviva ni siquiera una idea religiosa. Es, antes que nada, la confirmación de la vocación al amanecer, la suya y la nuestra. Es la certeza confirmada de que los trabajos por amanecer no son trabajos estériles, falsos, fantásticos. Decir la resurrección, celebrarla, acogerla, aceptar su dinamismo, es, en definitiva, una especie de honda profesión de fe en la verdad, en los contenidos del amanecer. Es difícil hacer trabajos de discernimiento Congregacional si, a la vez, no se cultiva el sueño, el anhelo, la utopía, el horizonte. ¿Para qué sirve el horizonte?, se pregunta Galeano: para caminar. a) Un sueño que viene de lejos (Zac 12-14) Expurgado de su nacionalismo judío, de su componente militarista y violento, de su indudable coactividad, el texto de Zacarías es un ejemplo bíblico de profecía que ha trabajado por alumbrar un nuevo amanecer en el a fe vieja de Israel. Con esas salvedades, podemos emplearlo nosotros para apreciar y vivir la espiritualidad de la resurrección de Jesús. Efectivamente, en el aquel día de la profecía de Zacarías reconocemos este día de la resurrección de Jesús, el viejo sueño que ha iniciado el camino de su cumpli miento. • “Voy a hacer de Jerusalén una copa embriagadora” (12,2): Hay un cierto vértigo cuando se trata del amanecer, del futuro, de lo porvenir. Pero es preciso entrar en esos torbellinos con paz y con esperanza para que pueda brotar lo nuevo. •

“Haré de Jerusalén una piedra caballera” (v.3): Piedra sobre piedra, porque el amanecer se monta sobre otros amaneceres. Todos valen, pero el último, el hoy, apunta al futuro. Querer volver a la base de la piedra caballera negándose al estremecimiento del futuro es darse contra un muro.



“Los vecinos de Jerusalén cobran fuerzas” (v.5): Porque para hacer brotar el amanecer hacen falta muchas fuerzas, de dentro, de estructura, de hondura personal. Darnos fuerzas para situarnos en el amanecer, gran tarea fraterna.



“Jerusalén será habitada” (v.6): Porque no es pequeño el pueblo del amanecer, el colectivo de quienes miran al futuro. Puede parecer que se está aislado, pero no; hay quien ha decidido echar su suerte en el futuro, en lo nuevo, sin añoranzas de lo antiguo.



“Escudará el Señor a los vecinos de Jerusalén” (v.9): Cree la estructura que, por serlo, goza del amparo del Señor. Pero Dios escuda a quien sueña, a quien amanece, a quien mira al horizonte. Son el germen de lo nuevo.



“Derramaré un espíritu de compunción y de pedir perdón” (v.10): Porque el amanecer demanda un corazón en paz que solamente puede lograrse habiendo perdonado y sabiéndose perdonado. Y el perdón ha de versar sobre todo no tanto por lo mal hecho sino por el anhelo escaso, por el sueño apagado, por el cambio vivido como imposibilidad.

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“El luto será grande…y hará duelo el país” (v.11-12): Porque el amanecer requiere asumir las pérdidas, elaborar el duelo, encajar el luto de nuestras ausencias, de nuestras lejanías. Un luto que cure, no que hunda.



“Se alumbrará un manantial” (13,1): El manantial de una nueva posibilidad, de una creatividad activada, de unas intuiciones que comienzan a cobrar cuerpo. Un manantial de aguas no bebidas, escondidas, distintas, no contaminadas por la dinámica de la estructura.



“Extirparé del país los nombres de los ídolos” (v.2): Porque el amanecer está reñido con los ídolos del sistema, de la estructura consagrada, de la pertenencia al orden establecido de antemano. Ídolos que miran más a la noche que a la aurora.



“No se vestirán mantos peludos para engañar” (v.5): Porque el amanecer está del lado de la sinceridad, lejos de los vestidos con piel de lobo, gente y realidad que oculta su verdadero interior, sus intenciones reales.



“Se repartirá botín en medio de ti” (14,1): Porque habrá “botín”, porque el amanecer está preñado de realidades, y su núcleo no está hecho únicamente de intuiciones y olfateos sino de realidades tocables.



“Al atardecer seguirá habiendo luz” (v.7): Un amanecer que se prolonga hasta el atardecer, hasta hacer del conjunto del día un amanecer prologado. El brillo de la luz primera se fundirá con la luz última y la transformará. Así se llegará a la increíble realidad de un amanecer continuado, perenne.



“Todo el país se allanará” (v.10): Porque lo llano es símbolo de un amanecer ancho, para todos, generoso. Anchura para poder escapar del sistema atosigante, anchura para respirar, anchura para no detenerse en planteamientos miopes.



“Ya no habrá mercaderes” (v.21): Porque en el amanecer nuevo todo será común. Y no habrá lugar para el lucro que privatiza, para la ganancia particular, para la acumulación de poder. b) Caminos personales

El amanecer, que es el rostro del futuro, llama a la puerta de cada cual porque hay en todo esto un componente personal ineludible. Vamos a sugerir algunos caminos personales de amanecer: • Respiro: Dar y vivir el respiro, la anchura, la mentalidad amplia, la capacidad para relativizar, es una forma de amanecer. •

Sinceridad: Vivir en verdad, en posturas lo más claras posible, saber discernir, no tener doblez, no temer mostrar las cartas, son formas de amanecer.



Cautivación: Sentirse cautivado, tener capacidad de admiración, disfrutar con novedad de lo bello, es camino de amanecer.



Deseo: Mantener vivo el deseo, unificarlo, darle una orientación humana y fraterna, no caer en desalientos estériles, son formas de amanecer.



Quietud: Vivir en sosiegos, saber controlar los desajustes, hacer esfuerzos por volver al propio interior para serenarse y recobrar fuerzas, son maneras sutiles pero interesantes de amanecer.

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Vigor: Renovar fuerzas, tener capacidad para recomenzar, encontrar razones sencillas para mantenerse vivo/a, emprender el camino con aliento, son modos óptimos de entrar en el atractivo del amanecer.



Esperanza: Creer que hay muchas soluciones, maneras posibles múltiples, caminos variados, estrategias complementarias, son cosas que ayudan a vivir en estado de amanecer.



Secreto: Porque hay algo en el amanecer que no se llega a captar, aprender el arte del secreto y del misterio que no se agota con una mirada, hacer preguntas sin cansarse, quedarse quieto/a y regocijado incluso ante lo que no se entiende pero se presiente.



Trasvase: Porque hay en el amanecer un testase de vida, de fuerza e ilusión: aprender poco a poco los modos del trasvase de corazones, de vidas, de colaboraciones.

Para la reflexión/oración: • • • • • •

Como un trabajo “contemplativo”, proponerse la creciente contemplación de amaneceres: Contemplar el amanecer de la luz, del mundo, de la tierra, del campo… Contemplar el amanecer de un proyecto, de una idea, de algo que empieza a forjarse… Contemplar el amanecer de un proyecto de vida, de un plan, de una colaboración… Contemplar el amanecer de gestos sencillos, de una sonrisa nueva, de una palabra afectuosa, de una caricia repetida con amor… Contemplar el amanecer de un hecho social, de un movimiento del pueblo, de una orientación de un gran colectivo… Contemplar el amanecer de un proyecto de espiritualidad, de un camino creyente que se renueva…

2. ¿Pequeñas virtudes? Bastantes de nosotros/as, por circunstancias diversas, vivimos, bien que mal, un cristianismo laico, de vuelta ya de muchas expresiones y experiencias religiosas. Pero hay cosas que nunca abandonaremos: la seguridad de que la palabra (la humana y la bíblica) es instancia de iluminación; la reconfortante certidumbre de la presencia amigable de Jesús; la evidencia de que somos muchos/as quienes creemos como podemos, pero creemos; la seguridad de que en grupo nos podemos amparar mucho; la intuición de que vamos caminando hacia modos más vivos y plenos de fe; etc. Cualquiera de estas realidades, y por supuesto su conjunto, sería suficiente para animarse a trabajar, a buscar, a soñar, a vivir. Desde esta certeza podemos pensar que los trabajos de discernimiento tienen que ver con las pequeñas virtudes, con los caminos sencillos, con la cotidianeidad. Es preciso abandonar una mentalidad “mesianista” y situarse en los caminos concretos, polvorientos y cansados, pero únicos y hermosos.

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a) Cuando soñar es vivir También la profecía bíblica ha soñado y ha propuesto caminos para el logro de esos sueños. Vamos a verlo en uno de los más grandes soñadores de la Biblia: el profeta Ezequiel. Todos sus “sueños” corresponden a la segunda época de su actividad profética, cuando aprendió a asumir la amargura de un pueblo que no funcionaba en la pureza y la espiritualidad que él hubiera deseado. Cuando ve que ya no hay nada que hacer, humanamente hablando, recurre a la utopía que es el rostro de la fraternidad en mo mentos duros. Estos son algunos los sueños de este hombre duro, sufridor y decepcionado, pero fraterno: * El sueño de un pueblo con buenos dirigentes (Cap.34): Su sueño versa sobre los pastores de Israel. No puede menos de ver la corrupción que inunda a las clases dirigentes. Pero sueña un tiempo en que Dios mismo se va a arremangar y va ponerse, él, a pastorear a su pueblo. No tendrá empacho en ir detrás de ellas (no delante), buscándolas por donde se hallen, las cuidará, las alimentará sin pedirles nada a cambio, sin echarles en cara su maldad, sin queja ninguna. Más aún, les dará un pastor único, entregado, que se desvivirá por el pueblo. Por todo ello, la alianza será renovada y el amparo de Dios seguirá con el pueblo con el mismo amor de siempre, con la misma libertad a la que tenía destinado al pueblo. * El sueño del corazón de carne (36,16-38): Increíble sueño. Ezequiel sabe que el pueblo ha sido, es y será inconverso, pecador, incumplidor de la Ley. Por eso, su corazón será siempre “de piedra”. De ahí que si Dios mismo no viene a hacer un trasplante de corazón (osada metáfora) y cambia el corazón de piedra por uno de carne, el pueblo siempre estará fuera de la Alianza. Dios hará esa increíble operación y el pueblo aprenderá lo que es la sensibilidad, la ternura, el amor. * El sueño de los huesos que reviven (37,1-14): La visión de los huesos secos que comienzan de nuevo a funcionar. La certeza de que cualquier imposibilidad puede ser retomada, que la persona es más que su limitación, que siempre hay oportunidad y camino nuevo, que no se agota lo que somos con nuestros propios fracasos. * El sueño de un templo nuevo (40-42.47): Un templo del que mana una fuente de vida, capaz de renovar el todo de la vida de la persona y de la misma creación. Un templo en el que el culto vacío ya no existirá, en donde el rito no se llevará la parte del león sino que lo más importante será realmente el en cuentro de la persona, de la comunidad con Dios. * El sueño de un pueblo nuevo (48): Una realidad que nunca ha existido, un pueblo en plenitud y libertad. Pero el sueño está sembrado: todos tendrán cabida en ese nuevo pueblo. Más allá del fuerte nacionalismo ezequieliano, se puede leer también ahí el sueño de una sociedad nueva. Podrían parecer sueños de alucinado. Pero Ezequiel da también unos cauces para hacer posible esos sueños desde la misma situación en que se halla la persona, aunque sean tiempos de derrota: -

La fidelidad a la Palabra, a los “preceptos y mandatos”. Si se mantiene la Palabra viva y operante, la utopía es posible. Fidelidad a la Palabra de Dios y a la humana, porque ambas hacen parte de la vida de las personas. Seguir cantando y creyendo en el amor: Ezequiel es un “coplero de amoríos” a quien nadie hace caso. Pedro seguir cantando al amor, al de la persona y al de Dios, es la única manera de mantener vivo el fuego sagrado de la utopía y del anhelo. Fe por encima del desencanto: porque aunque la decepción sea mucha, se puede seguir siendo fraterno, se puede continuar amando la comunidad, se puede creer que hay resortes en el otro/a para que se dé un cambio. Sentido de comunidad: porque nada de lo que se haga fuera de lo común se pierde, porque toda entrega que se hace a la comunidad, aunque sea desde el dolor, tiene sentido, porque si la comuni dad vive, uno/a también vive.

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b) Diez caminos “virtuosos” para nuestro hoy 1. La virtud de creer en la acogida curativa: Porque no se trata únicamente de ser educado sino de abrir el corazón a quien tiene heridas (¿quién no?) y tratar de verter un poco de bálsamo en ellas como quien no hace grandes cosas: el bálsamo de escuchar, de sintonizar, de asentir, de confirmar en lo positivo, de relativizar lo negativo… 2. La virtud de una vida ascéticamente simple: Porque no está la cosa de moda, pero es cierto que las muchas cosas nos ahogan, nos sofocan, nos cansan y nos inmunizan a la justicia. Ser austero no es solo no gastar, es saber que se puede ser feliz con lo necesario. Y que el resto puede ir so brando, Trabajo que nos ahorramos. 3. La virtud de una alegría que es gratis: La que cuesta poco, la popular, la común, la sencilla, la que huye de asuntos refinados, la que no pone el acento en la exclusividad, la que no sigue los dictados de una moda vacía y extraña, la que se alegra con quienes gozan en la calle, en la pla za, en el pueblo, en lo público. 4. La virtud de plantar cara a la obscena inhumanidad: a la inhumanidad de quien desprecia al extranjero sin tapujos, de quien maltrata sin que le importe el público, de quien trata mal a quien debiera atender bien (por oficio o por familia), de quien se ríe a las claras del débil. Plantar cara con desplantes sencillos a esta inhumanidad es una virtud necesaria. 5. La virtud de sorber la luz y el tiempo: Sorberla en el paseo, en la luz de la mañana y de la tarde, en la oscuridad que preludia un amanecer, en la evidencia de que el tiempo es el mejor regalo por frágil que sea. 6. La virtud de asimilar soledades sin rencor: Sin culpabilidad, sin culpabilizar, sabiendo que hay una soledad beneficiosa, llena de sentido, creadora de espacio interior. Asimilar las soledades de otros acompañando, sosteniendo, estando ahí aunque a veces sea una pesadez. 7. La virtud de ver al distinto desde lados positivos: Pasando por encima de detalles enojosos, de palabras inadecuadas, de posturas poco discernidas. Creer que más allá, a veces mucho más allá, hay un valor que merece ser respetado. Conservar la calma, los nervios, para no devolver con la misma moneda. 8. La virtud de las palabras secretas: Las de la oración, las de la lectura sosegada, las de la escucha con acogida, las del consuelo necesario, las que mitigan el dolor, las que abren horizontes, las que relativizan despistes. 9. La virtud de un saber comprensivo sobre el alma: Sobre sus debilidades y sobre sus posibilidades, sobre sus quejas y sus gritos de júbilo, sobre sus trampas y su candidez, sobre su mal humor y sus gozos. Saber sobre la propia alma para saber sobre las de los demás. 10. La virtud de soñar con los pies en tierra: Soñar por necesidad vital, hacerlo con la sencillez de quien no abandona el polvo del camino. Soñar para tener activada la utopía, hacerlo con facilidad para encajar el desencanto. Soñar para creer en el futuro, hacerlo en la verdad de las pequeñas colaboraciones.

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Para la reflexión/oración: 1. ¿Qué sueños de estos te “tocan” más: 1.- El sueño de una comunidad dirigida por el amor: Más que por las normas, por las costumbres, por lo establecido. Que el amor, limpiamente, sea el que guíe nuestras relaciones. 2.- El sueño de una comunidad “de carne”: Acogedora, abrazadora, donde los argumentos de la estructura “carnal”, humana, tengan cabida. 3.- El sueño de una comunidad en la que siempre se pueda crecer: Porque nunca se acaba el proceso humano de crecimiento, porque siempre es posible avanzar si se aporta lo que uno/a puede aportar. 4.- El sueño de una nueva espiritualidad: Menos ritual, menos de fachada, más experiencial, más personalizada, más anclada en la realidad. 5.- El sueño de una comunidad para hoy: Más mirando al futuro que al pasado, más fiel a lo que se le ha prometido que a lo que ella ha prometido, más conectada con la realidad de la que hacemos parte. 2. Un poema inspirado: ¡Otros días vendrán, será entendido el silencio de plantas y planetas y cuántas cosas puras pasarán! ¡Tendrán olor a luna los violines! El pan será tal vez como tú eres: tendrá tu voz, tu condición de trigo, y hablarán otras cosas con tu voz: los caballos perdidos del Otoño. Aunque no sea como está dispuesto el amor llenará grandes barricas como la antigua miel de los pastores, y tú en el polvo de mi corazón (en donde habrá inmensos almacenes) irás y volverás entre sandías. (P. Neruda)

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IV. LA PASCUA COMO TIEMPO DE CRECIMIENTO EN LA COMUNICACIÓN La Pascua es tiempo de palabras vibrantes, llenas de vida, la vida del Resucitado, de todos los resucitados de la historia, de todas aquellas personas que han pasado de la muerte a la vida, de grandes apuros a sosiegos hermosos. Su palabra vale su peso en oro, en vida. Las palabra de los resucitados son palabras que anuncian la posibilidad de la vida, el horizonte de la dicha, la cosecha del triunfo. ¿Por qué no hacer de la Pascua un tiempo para palabras grávidas de vida, de fraternidad, de amparo, de consuelo? Dice Gen 50,21 que aquel José de Egipto, cuando su padre Jacob murió y sus hermanos temían que revocase su perdón en el momento en que el patriarca ya no controlaba el clan, que José mantuvo el perdón dado a sus hermanos aunque el padre ya no estaba. Y que calmó su temor y temblor en sosiego y tranquilidad diciéndoles “palabras que les llegaron al corazón”. Esas son las palabras del Resucitado, de todos los resucitados, de quienes quieren vivir, ya desde ahora, en clave resurreccional. Queremos terminar nuestra semana apuntando hacia la Pascua que es la meta de la Semana Santa y de la vida cristiana. Desde ahí podemos vivir una rica espiritualidad para nuestro tiempo de discernimiento. a) Las palabras del Resucitado: Vamos a repasar las palabras del Resucitado Jesús en los cuatro Evangelios. Son bastantes. En el fondo, son las mismas que dicen todos/as los resucitados/as, aquellos que van pasando a ámbitos de vida desde lugares de muerte. Enumerémoslas:



Una palabra para contener llantos y hacer brotar la alegría: Así lo vemos en Mt 28,9 (alegraos) y Jn 20,15 (¿por qué lloras?). Un Resucitado es el mejor antídoto contra la tristeza porque desvela el gozo de que hay justicia y amor por encima de cualquier desconsuelo. Una palabra que consuela y alegra es el idioma de todo resucitado.



Una palabra para controlar miedos y generar paz: Porque en el Evangelio lo opuesto a la fe no es la increencia, sino el miedo. En Mt 28,10 (no tengáis miedo) se alienta a contener el miedo; en Lc 24,36 se ofrece la paz (paz a vosotros); en Jn 20,16 se pronuncia el nombre con todo amor (María). Quien vuelve de lugares muerte con vigor interno, controla y enseña a controlar miedos y se desprenden de él fácilmente palabras que llevan a la paz. Lenguaje de resucitados/as.



Una palabra para “ir a”, para creer que el mundo es casa habitable: Ya que las palabras del resucitado son palabras de envío que supone una confianza básica en el hecho humano. Palabra, en Mt 28,10, sobre la posibilidad de recomenzar (id a Galilea), sobre la fe en la persona como capaz de acoger propuestas de dicha humana, como dice Mt 28,9 y Jn 21,19.22 (id y haced discípulos), una palabra, como Jn 20,21, de envío a cualquier lugar sabiendo que tal lugar puede ser casa propia. Los resucitados, quienes vienen del dolor al sosiego, tienen al mundo por casa propia y al corazón humano por amparo cierto.

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Una palabra que confirma una presencia y suscita promesas: Ya que estas realidades, las promesas y las presencias, son imprescindibles para poder vivir en gozo. Por eso, Mt 28,10 promete una presencia cotidiana (yo estoy con vosotros cada día) y una promesa del Espíritu, espíritu de humanidad, que toda realidad creada recibe, como se dice en Lc 24,49 (voy a enviaros la promesa del Espíritu). Si la palabra no flexibiliza el tema de las presencias, si no da cuerpo a las promesas no puede ser palabra de resucitado, de personas que saben de honduras.



Una palabra de honda comprensión: Palabra que ha eliminado el sentido de juicio y de apropiación del otro. Por eso, como en Lc 24,17 el Resucitado pregunta por la conversación del camino, ya que realmente le interesa para acercarse al corazón de quien camina (qué conversación traíais por el camino) y como dice también Lc 24,25 comprende la lentitud para la profecía, para entrever el sentido profundo de las cosas (qué lentos para acoger lo que dijeron los profetas). Una palabra que no comprende el lado débil de la existencia no puede ser la palabra de un resucitado, de quien ha vuelto de los lados oscuros de la existencia.



Una palabra que anima a tocar llagas: Para curarlas, para comprenderlas, para implicarse en su debilidad. Así queda claramente dicho en Lc 24,39 y, sobre todo, en Jn 20,27 (mirad mis manos y pies…mete tu dedo…mete tu mano). Las palabras que agrandan las llagas no son las palabras de un resucitado; las palabras curativas son las propias de quien ha gustado las amarguras de cualquier muerte y ha vuelto a la luz del amor y de la vida.



Una palabra de total familiaridad: Porque la palabra del Resucitado pretende generar familia entre los humanos y con toda la creación. El mensaje central del Resucitado es, según Jn 20,15ss la certeza de que entre el Padre, Jesús y la persona se ha establecido una alianza de raíces familiares tan fuertes que nadie podrá quebrarla (mi Padre…vuestro Padre/mi Dios…vuestro Dios). Los resucitados, quienes vuelven a la vida desde perspectivas nuevas, engendran familia creacional con sus palabras atinadas.

b) Los caminos de la comunicación en la comunidad fraterna El mundo de la comunicación, al decir de psicólogos y terapeutas, no es fácil, aunque siempre digan que es positivo. Hay que desearlo para la vida fraterna, para la vida familiar. ¿Es la vida comunitaria un espacio propicio para la comunicación? Creemos, sinceramente, que sí. Esbocemos algunos posibles caminos: 1) Pasión por la relación: No por las “relaciones públicas” o por enterarse de todos los chismorreos. La pasión por la comunicación es una especie fe, aquella que cree, sin apearse de tal convicción, de que cuando me comunico con otros y cuando ellos se comunican conmigo mi bienestar humano crece y mis días son más disfrutantes, con más sentido. Sin esta convicción, sin esta fe, concretar más los caminos de la comunicación resulta difícil. 2) No aferrarse a un pasado de incomunicación: Hoy cuela difícilmente el argumento (en parte verdadero) de que no fuimos educados para la comunicación, que no fue un valor que se nos inculcara desde niños. Es cierto, pero también lo es que desde hace muchos años y desde diversos lados se nos empuja a abrirnos, a relacionarnos, a fomentar la saludable relación. Las que se dicen “personas mayores” no habrían de encontrar aquí una excusa, porque lo cierto es que tales personas cuando quieren comunicarse con quien tienen interés, lo hacen. 3) Imposible sin dedicar tiempos y lugares: La comunicación demanda tiempos y lugares. Lograr una comunicación jugosa en cinco minutos es imposible. Hace falta mucho tiempo hasta que la puerta del corazón se abra por dentro. Y son también necesarios lugares apropiados. Si el runruneo Retiro 2010

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de la TV está siempre de por medio, la comunicación es difícil. Una comunidad que anhele la comunicación tiene que replantearse seriamente el uso adecuado de los medios de comunicación. 4) Una vida “reunida”: Hay personas que, habiendo hecho una opción de vida comunitaria, por diversas razones, han llegado a “odiar” las reuniones. Si por ellos fuera, no habría ni una, o muy pocas. Quizá han experimentado con mucha agudeza la esterilidad de no pocas de ellas. Pero, ¿por qué son estériles? Porque tal vez se va a ellas sin anhelo, sin preparación, dejando la responsabilidad sobre los hombros de los “responsables”. Si la mayoría del grupo va en tal actitud, no es de extrañar que nuestras reuniones resulten inadecuadas para una comunicación jugosa. Y ¿si fuéramos en otra actitud? ¿Si tomáramos en nuestras manos, como cosa nuestra, el fruto de una reunión? ¿Si no nos cansáramos de colaborar? Veríamos que para no pocas comunidades, una reunión con contenido es cauce principal de renovación. Y esto es así porque la comunicación produce cuando se la toma gozosa y responsablemente. Si se la enmarca en la rutina y el hastío, la cosa resulta totalmente ineficaz, incluso contraproducente. 5) Sobre la mesa de la comunidad: Sería estupendo despojarse de un cierto “pudor” (tras el que nos escudamos) para poner encima de la mesa de la comunidad y poder compartir esa serie de movimientos interiores que es el lugar donde se juega mucho de lo que somos: nuestros sentimientos ante las cosas y los acontecimientos, nuestras penas que nos acongojan, nuestros disgustos y asperezas, nuestras alegrías. Si todo este mundo interior es siempre de gestión privada, algo no va bien en la dinámica comunitaria. ¿Qué podemos perder si, con corrección y sencillez, eso sale sobre la mesa y se comenta, se valora, se comparte? Y si esto no es compartible ¿qué sentido tiene el habernos reunido en grupo, el haber tomado el camino de la comunidad? Cualquier paso que se diera en esa dirección es en la buena dirección de la comunicación en la que se anda. Naturalmente, esto habría de estar rodeado de una afectuosa discreción: lo que se entrega al corazón de la comunidad es de la comunidad, no del dominio público. Andar de aquí para allá con esas confidencias comunitarias es una siembra de sal sobre la comunicación fraterna. 6) Comunicaciones espirituales: Que no son comunicaciones teológicas, o “místicas”, sino aquellos valores hondos que van haciendo parte de mí. Por ejemplo: cómo supero los desalientos, cómo me siento en una iglesia que involuciona, qué camino estoy haciendo en la oración, cómo vivo los sacramentos después de tantos años, cómo vivo el futuro incierto de mi grupo religioso, qué lugar creo ocupar en el mundo, qué o quién me hace vibrar y me resulta imprescindible, donde están mis sueños, en quién descanso, etc. Esto es lo que compone el verdadero espíritu de la vida de una persona. ¿No puede ser algo de esto compartible, comunicable? ¿Hay que renunciar al triunfo antes de dar la batalla? 7) Comunicarse es alejar miedos: Porque el freno a la comunicación es, para empezar, un miedo atávico al otro como si los demás, en principio, iban a aprovecharse de mis comunicaciones para mi desdicha. ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué no pensar que, en la comunicación, todos salimos ganando? Y luego, los otros miedos: el miedo a perder prestigio, a que no cuenten conmigo para cargos, a que me etiqueten, a que me vean débil. Pero si esa es mi verdad, ¿no pueden entenderme mis hermanos en mi verdad? ¿Pues, entonces, en qué consiste realmente la fraternidad? 8) Posibles mediaciones: Puede ser que haya quien piense que esto es interesante pero imposible para mi grupo concreto dado el tipo de personas que somos. Quizá se podría intentar con alguna mediación: personas de fuera que nos ayuden durante un tiempo a desbloquear situaciones; pequeñas técnicas de comunicación que, bien usadas, podrían ayudarnos a mirar en la dirección del otro; lecturas comunes que nos puedan animar; días de relax, de excursión, de disfrute, de vacaciones que nos puedan acercar desde lados más humanos; días de “familia”, porque por medio de la familia se entra no pocas veces en el corazón de la persona. Retiro 2010

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9) Una ayuda humilde pero eficaz: Es la lectura en común de un libro o documento asequible a la comunidad y de un cierto interés para todos. Al principio puede parecer una cosa fría, teórica (y más entre gente de estudios teológicos). Pero si hay alguien que le da un cierto arraigo antropológico, una cierta humanidad, la cosa puede resultar como buen medio de comunicarse. 10) Libertad y silencios: La comunicación fraterna, como el amor, ha de estar presidida por la libertad. Si la comunicación es obligatoria se desfigura y se superficializa; se hace insoportable. Esa libertad es la que hace valorar los silencios de hermanos/as que, por lo que sea, tienen más dificultades. Quien se comunica bien ha de saber distinguir el silencio de quien está en el asunto aunque no hable y el silencio cansado, hastiados, que se duerme. El primero, a su manera, favorece la comunicación; el segundo la bloquea. Para la oración/reflexión:

• Lee Is 61,1-3ª. • Pregúntate: ¿Cómo ir creciendo en comunicación fraterna? ¿Qué me bloquea a la hora de comunicarme? ¿Cómo superar las dificultades para acercarse al hermano? • Pide a Jesús vivir este año la Pascua como tiempo de comunicación, de acercamiento, de acogida al otro. CONCLUSIÓN: Los tiempos de discernimiento, de búsqueda, de cambio, son tiempos propicios, de gracia, para un colectivo creyente si los toma desde el anhelo básico del seguimiento de Jesús. Desde ahí se pueden superar las incomodidades que conllevan. La Palabra, la fraternidad, los sacramentos, la oración son herramientas útiles para abordar estas épocas de cambio. Junto a ello, todas las estrategias comunitarias que pueden ayudarnos a crecer en fidelidad y en gozo. La Pascua de Jesús es tiempo de ánimo para la Iglesia. Desde ella se nos dice que nuestros días pueden ser vividos, personal y comunitariamente, en conexión con el Resucitado. Él los hará fecundos y luminosos.

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