Alimentación y economía en contextos habitacionales y funerarios del Neolítico meseteño

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Alimentación y economía en contextos habitacionales y funerarios del Neolítico meseteño Primitiva Bueno, Rosa María Barroso, Rodrigo BalbinA Manuel Campo, Armando GonzálezB Francisco Etxeberría, Lourdes HerrastiC Virginia GalvánD Jordi Juan-TresserrasE José Antonio López, Pilar López, Juan Carlos MatamalaF Juan José MillosG Beatriz Robledo, Gonzalo Trancho, Begoña SánchezH

Resumen La interpretación tradicional del Neolítico en las zonas interiores venía definida por su marginalidad demográfica y su relación exclusiva con grupos ganaderos muy poco sedentarios. Las especiales características de conservación de dos de los yacimientos más interiores en los que hemos intervenido recientemente, el dolmen de Azután y el túmulo del Castillejo, nos llevaron a emprender un programa específico de analíticas encaminado a argumentar los patrones económicos y alimenticios de estas poblaciones. Junto a los tradicionales análisis polínicos, hemos realizado cuenteo de esporas fúngicas en los suelos de habitación, con el fin de valorar la presencia de ganado, que ha sido afrontada además por el estudio de los huesos de fauna, de la materia prima de algunos objetos como las espátulas San Martín-El Miradero, y por el rastreo de elementos traza en los restos de los enterrados. La agricultura ha sido documentada a partir de los análisis polínicos ya mencionados, además de a través del rastreo de fitolitos sobre útiles de molienda, análisis del contenido de los vasos y estudio de la paleodieta de los enterrados. Los rasgos definidos mediante esta batería analítica conforman un diseño acerca de los sistemas alimenticios y de los aprovechamientos económicos de los grupos neolíticos del interior que los aleja bastante de las ideas manejadas hasta el momento y que permite proponer un modelo de explotación del entorno muy próximo al que valoramos para las áreas clásicas. Résumé LÊidée generalisée sur le Neólithique de lÊintérieur de la Péninsule Ibérique etait presidée par sa marginalité du point de vue démographique et par sa seul rapport avec des groupes bergers très peu sedentarisés. La conservation très bonne de deux gisements, les plus intérieurs où notre equipe a travaillé recentement: le dolmen dÊAzutan et le tumulus du Castillejo, nous ont poussé a developper un programme dÊanalyses dirigé à reflechir sur les patrons economiques et nourrisants de cettes groupes. En plus des analyses polyniques, nous avons réalisé des racontements des spores des sols dÊhabitat pour voir ses rapports avec la présence de troupeaux. Cet aspect a était-il aussi recherché à travers de lÊanalyse des ossements, de la matière première des spatules type San Martin-El Miradero et pour la recherche dÊoligoeléments sur les corps des défunts. LÊagriculture a été définie par les analyses du pollens fossiles,en plus de par la recherche de restes phitolitiques sur lÊutillage de molturage et à travers de lÊétude du contenu des vases cerámiques et de lÊanalyse de la nourriture des dépôts humaines. Tout ça désigne une idée sur les systèmes alimentaires et sur les profitements economiques des habitantes de lÊintérieur de la Péninsule Ibérique très élongé des idées traditionnelles et très proches des technologies reconnues aux aires classiques du Néolithique ibérique.

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Universidad de Alcalá de Henares Universidad Autónoma de Madrid C Sociedad de Ciencias Aranzadi. País Vasco D SEK, Segovia E Museo de Barcelona F CSIC, Madrid G Universidad de Vigo H Universidad Complutense de Madrid B

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INTRODUCCIŁN

neolíticas y calcolíticas peninsulares. Podíamos jugar con factores de tan alto interés como su estratégica situación en las zonas con mejores facilidades de paso entre todas las áreas peninsulares. Nuestros muestreos polínicos fueron los primeros realizados sistemáticamente sobre sedimentos tumulares y pretumulares en el sector, del mismo modo que nuestros cortes amplios junto a la superficie de los túmulos proporcionaron los primeros indicios sobre poblamiento anexo a las construcciones megalíticas del suroeste, como fue el caso de la cabaña junto al dolmen de Huerta de las Monjas, de las evidencias ante la entrada del dolmen de las Datas 2 (Bueno 1988) o ante los dólmenes de la necrópolis de Alcántara (Bueno et al. 1999 y 2000). Ello sirve para definir nuestros propósitos en relación con los dos puntos básicos arriba mencionados: los realizadores de megalitos no eran tan extremadamente pobres, ni marginales como se deducía de su exclusiva dedicación ganadera, ni sus enclaves respondían a la idea de escasez demográfica que presidía las interpretaciones al uso, más aún de considerar la reiterada relación entre monumentos y áreas de habitación. Si la reconstrucción económica y paleoambiental que pretendíamos con los muestreos polínicos era interesante, no lo era menos poder demostrar que los megalitos eran el punto visible de áreas domésticas lo que explicaría la abundante presencia de molinos y otros objetos de trabajo agrícola en sus proximidades o sobre los propios túmulos (Bueno 1988, 1991 y 2000, Bueno et al. 2002). La inserción de estas construcciones en una red ideológica más amplia que tenía abundantes documentos en la Península y en todo el sur de Europa (Bueno y Balbín 1992 y 2002) es otro factor a considerar con el interés de la gran abundancia de evidencias gráficas en el sector que nos ocupa, evidencias que consideramos claro indicio de la posición de los grupos neolíticos y calcolíticos en estos territorios (Bueno y Balbín 2000 a y b). Por tanto, nuestra hipótesis parte de una situación muy diferente a la prevista en las hipótesis tradicionales para los grupos interiores. Los primeros datos aportados por nuestros trabajos en Valencia de Alcántara (Bueno 1988) y Santiago de Alcántara (Bueno 1994), apuntaban a la constatación de una representación demográfica tan válida como la de otros sectores del suroeste, a la posibilidad de poblamiento anexo a los túmulos arriba comentada y a la importancia económica de la explotación de la dehesa en los territorios del interior. La verificación de fechas neolíticas en la factura de estos monumentos (Bueno 1991) fue recibida de modos diversos. Para los prehistoriadores europeos suponía una constatación más del polimorfismo y de la antigüedad propuesta por Renfrew en todos los grupos atlánticos (Briard 1995: 193), para los peninsulares pasó sin pena ni gloria hasta el extremo de que síntesis recientes (Juan y Martí 2002, Rubio 2000) sobre el Neolítico que hacen especial mención al interior, desconocen o ignoran las

Desde nuestro primer análisis del dolmen de Azután (Bueno 1990 y 1991) fuimos conscientes de la necesidad de localizar argumentos para proponer una reconstrucción de los modos de vida de unos pobladores que en aquel momento se definían como pequeños grupos de pastores al margen de la dinámica cultural de la zona costera de la cuenca. Las fechas de Azután (Bueno 1991), con sus problemas (Bueno et al. e.p), manifestaban la construcción neolítica de este gran monumento y argumentaban una población interior que poseía otras referencias más al norte (Delibes 1984). La calidad arquitectónica de los sepulcros y la antigüedad de sus fechas permitían, además, suponer una base poblacional en el contexto de un Neolítico más antiguo, como hemos defendido en más de una ocasión (Bueno 1991, Bueno et al. 1995, Bueno 2000). Afortunadamente los datos que se acumulan en los últimos años, conocidos en gran parte gracias a estos Congresos sobre el Neolítico, vienen a darnos la razón y a revalorizar la posición de los megalitos como arquitecturas realizadas en el Neolítico Medio de las regiones interiores que ahora nos ocupan (Bueno et al. 2002).Y lo que es más interesante, apuntan a la existencia de una secuencia hábitat-enterramiento que conecta estas construcciones con un sistema recurrente de uso de las mismas tierras que en un momento determinado se reivindican mediante la elevación de grandes construcciones tumulares. Por tanto, los megalitos de la Meseta no son la primera intervención humana en la Prehistoria reciente de la región, como se mantuvo durante algún tiempo, sino la evidencia fáctica de su ocupación desde épocas antiguas. A los datos de la Meseta Norte (Delibes y Rojo 1997), podemos añadir hoy los procedentes de la Meseta Sur, especialmente de los yacimientos de Azután y El Castillejo en Toledo, con el interés de presentar arquitecturas muy diferentes en momentos culturalmente similares (Bueno et al. 2002). HIPŁTESIS DE TRABAJO Nuestra línea de investigación, centrada en el análisis de las sociedades productoras y metalúrgicas de la cuenca interior del Tajo, nos ha situado en un sector teóricamente marginal de los procesos de la neolitización y de la metalurgia. Dicha marginalidad se sustentaba en dos ideas básicas: la escasez demográfica y, por tanto, la necesidad de contingentes humanos externos para explicar fenómenos culturales complejos, y el desconocimiento de la agricultura del trigo. Desde nuestras primeras intervenciones en este vasto territorio nuestra metodología se dirigió a la comprobación de las pautas ecológicas y geográficas de los asentamientos megalíticos en el ámbito de propuestas integradoras que situasen los grupos interiores en las redes

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fechas de V milenio cal BC del dolmen de Azután (Bueno 1990 y 1991) o del túmulo del Castillejo (Bueno et al. 1999).

mientos neolíticos muy interiores, como apuntaban Mesegar del Tajo (Rojas y Villa 1996) o La Deseada (Díaz del Río y Consuegra 1999) y como verifican los recientemente publicados en tramos del Manzanares y del Jarama (Jiménez 2001, Muñoz 2001). Nuestro trabajo sobre los mencionados yacimientos, que reúnen funcionalidades varias de habitación y de enterramiento, propone varios elementos de reflexión. El primero, la evidencia de que los fantasmagóricos realizadores de los dólmenes se asentaron mayoritariamente bajo y junto a los megalitos, por lo que la situación de las arquitecturas dolménicas ha de valorarse como la de los hábitats de los grupos que las construyeron (Bueno et al. 2002), con los matices derivados de las relaciones topográficas que pueden analizarse en el largo decurso de construcción y uso de los monumentos a los que nos referimos. Si los dólmenes pueden proporcionarnos información de los hábitats, hemos de encarar el análisis de sus evidencias desde esa perspectiva. Por ello nuestro acercamiento al tema ha partido de esa base. Todos los rasgos definidos mediante esta batería analítica han podido contrastarse en los resultados de la paleodieta de los enterrados, en un ejemplo hasta ahora único de las opciones que ofrece este tipo de sistemáticas en lugares como la Meseta Sur, a la que se negaba cualquier evidencia de agricultura del trigo, relacionando este factor con la movilidad de los grupos productores y metalúrgicos del sector.

METODOLOG¸A Nuestro objetivo se ha dirigido a obtener evidencias sobre los modos de subsistencia de los grupos neolíticos del interior integrando diversos sistemas de análisis en el entramado de una investigación arqueológica que cuenta con el contraste de datos estratigrafiados y datados por C14. A los tradicionales análisis polínicos hemos sumado los de esporas fúngicas producidas por las heces del ganado, desarrollados por J.A. López y P. López en el Laboratorio de Palinología del CSIC de Madrid, que nos han permitido demostrar la existencia de animales estabulados en los niveles bajo túmulo del dolmen de Azután o en las cabañas anexas al enterramiento tumular del Castillejo. Los restos de fauna han sido analizados por B. Sánchez del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. La documentación de vasijas tanto en el interior de los depósitos funerarios como en las áreas habitacionales siempre ha sido relacionada con su valor de contenedor, sin que hasta el momento  se hayan argumentado propuestas sobre su contenido a excepción de elucubraciones mejor o peor argumentadas. Nosotros estamos realizando un muestreo sistemático de contenidos de las vasijas a partir de la metodología desarrollada por J. Juan-Treserras y su equipo en el Laboratorio del Museo de Barcelona, contrastado con análisis de procedencia de las pastas realizado en el Laboratorio de la Universidad de Vigo con la ayuda de V. Galván y que, a la espera de resultados más definitivos, proponen que algunos tratamientos como la almagra pudieron ser funcionales y estar relacionados con contenidos con cierta cantidad de líquido. Los datos procedentes de los análisis mencionados han gozado de un tipo de contraste poco común por la escasez de materiales óseos en ámbitos megalíticos del interior peninsular. Nos referimos a los restos humanos que han sido valorados por Campo, González, Etxeberría y Herrasti y cuyos rasgos mineralógicos han sido definidos por Trancho y su equipo de la Universidad Complutense de Madrid. Estas evidencias analíticas se insertan en dos yacimientos de enorme interés para la reconstrucción de las costumbres funerarias y habitacionales del V y IV milenio cal BC en la cuenca interior del Tajo: el dolmen de Azután y el túmulo del Castillejo. El primero, viejo conocido de la investigación del interior que tuvimos oportunidad de excavar en los años 80 y de reexcavar recientemente (Bueno et al. e.p.) y el segundo, afortunado descubrimiento casual en un sector más interior de Toledo (Bueno et al. 1999) y, por tanto, más interesante de cara a valorar la realidad de asenta-

ANIMALES DOMESTICADOS, ANIMALES CONSUMIDOS La situación mixta hábitat-enterramiento que traslucen los yacimientos megalíticos que nos ocupan incide en la presencia de especies faunísticas en ambos contextos, si bien destaca su mayoritaria asociación a contextos habitacionales. De ahí que la mayor cantidad de fauna en la muestra que podemos valorar proceda de las cabañas bajo túmulo de Azután y de las situadas en torno al depósito mortuorio del Castillejo. Las esporas fúngicas de ambas instalaciones domésticas demuestran sin lugar a dudas la estabulación de ganado, lo que en el caso de Azután se confirma con los restos óseos de Ovis y Bos y con la de espátulas realizadas sobre ovicaprino en la agrupación funeraria del Castillejo. Si a estos datos sumamos la vegetación de pastos detectada en los análisis polínicos y los datos de la paleodieta de ambos yacimientos, podemos afirmar que los constructores del dolmen de Azután y del túmulo del Castillejo tenían animales domésticos, especialmente ovejas y bueyes, y se nutrían de ellos en un porcentaje más significativo en el caso de Azután que en el caso del Castillejo. Aunque los datos no son muy abundantes parecen marcar una cierta tendencia al predominio del binomio

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suroeste (Oliveira 2000) y del interior (Senna-Martinez 1996, RuizGálvez 2000) se basan en esta asunción. Hemos recogido polen de trigo en el túmulo de Azután, se ha triturado harina de trigo en un molino recuperado al pie del monumento, se han comido gachas de trigo en la Cabaña 1 del Corte 2 del túmulo del Castillejo (Bueno et al. 2002), hemos recuperado Vicia faba en esta misma cabaña y sabemos que los enterrados en Azután y el Castillejo ingirieron cereal, más los segundos que los primeros y legumbres de modo claro en el Castillejo (fig. 1).

Bos-Ovis entre los grupos neolíticos de la cuenca interior del Tajo (Diniz 1999: 239). La presencia de vanadio en los restos humanos, que se asocia a una ingesta significativa de lácteos, incide en el tema de la explotación de los productos secundarios en contextos del Neolítico Medio ibérico. Estos datos no desentonan en la cultura megalítica, viniendo a sumarse a la propuesta de contenedores de piel en los megalitos del Norte (de Blas 1999: 140) y a la verificación de mantequilla de vaca como aglutinante de las pinturas megalíticas (Bello y Carrera 1997: 824), cuyos primeros indicios hay que fijar igualmente en el Neolítico Medio (Bueno y Balbín 1992 y 1998). La función de los restos animales es más difícil de establecer cuando se asocian a los ajuares funerarios. B. Sánchez ha identificado restos de Ovis y Oryctolagus con los restos humanos detectados bajo el fragmento caído de cubierta del dolmen de Azután (Bueno et al. 2002, Bueno et al e.p). La presencia de conejo permite dudar de su posición antrópica pero la verificación de restos consumidos en la cabaña GTS bajo túmulo del dolmen de Azután y el notorio lecho de lagomorfos depositado en el nivel inferior de la Velilla (Bellver 2002) nos lleva a integrar estos animales en la dieta de los constructores de megalitos del interior peninsular. Por tanto, ovejas y bueyes domésticos, estabulados, consumidos en la dieta diaria en forma de carne o leche y ofrecidos a los muertos, constituyen la evidencia de los usos del ganado en el Neolítico Medio de la cuenca interior del Tajo a tenor de los datos del dolmen de Azután y del túmulo del Castillejo. Otros animales constituyeron parte de la dieta de estos conjuntos. Nos referimos al índice Sr/Ca detectado por Trancho y Robledo que lo interpretan como indicador de un cierto consumo de peces y crustáceos, lo que coincide con los datos recientemente obtenidos del yacimiento de Xarez 12 (Gonçalves 2003) en el que se cocinaron mejillones de río. La proximidad de ambos yacimientos a arroyos y ríos propiciaría la recogida y consumo de diversos tipos de peces y conchas comestibles. De hecho, en el mismo enclave del Valle de Huecas tenemos documentada durante el Calcolítico la ingesta de guisos de pescado de agua dulce como el barbo.

Figura 1. Propuesta de reconstrucción de la paleodieta de los enterrados en el dolmen de Azután y en el túmulo del Castillejo, a partir de los datos obtenidos en el estudio de Trancho y Robledo.

Por tanto, los constructores de megalitos del Neolítico Medio en el interior de la cuenca del Tajo eran agricultores de trigo y legumbres y cocinaban estos productos en forma de gachas o tortas, sistema bien conocido en los pueblos prerromanos. Estos cultivos se desarrollaron en un ambiente de dehesa aclarada por la acción humana, lo que queda demostrado por la existencia previa de una maquia de acebuche en ambos yacimientos que va desapareciendo mediante fuegos a favor de encinas, pastos y claros con cereal. Si la dehesa ha sido valorada en más de una ocasión como un paisaje antropizado a partir del Calcolítico y especialmente en el Bronce (Stevenson y Harrison 1992) en relación con la explotación masiva de los suidos, los datos que ahora presentamos vienen a sumarse a las críticas establecidas por otros autores (Díaz del Río 1995: 194, Nocete 2001: 74) para reivindicar la dehesa como un sistema de cultivo de origen neolítico, integrable en el marco de explotaciones del entorno perceptibles en toda Europa desde los inicios del Holoceno (Bogucki 1988) (fig. 2). No hay que olvidar que el trabajo de Zapata (2000) proponiendo tímidamente el papel de la bellota en las poblaciones neolíticas del norte de la Península casi no ha cumplido cinco años y ya podemos ofrecer un repertorio de yacimientos neolíticos con explotaciones sistemáticas de la misma con el objeto de su consumo humano. A los

LA DEHESA, UN CULTIVO NEOL¸TICO Quizá, como decíamos arriba, el elemento más claramente diferenciador desde el punto de vista económico del interior, en tanto que marginal, y la costa, en tanto que impulsora de cultura, ha sido la agricultura del trigo. La escasez de documentación (López 1986) no era ajena a una caracterización generalmente asumida la de la inexistencia de cultivos de trigo no sólo en el Neolítico sino en épocas posteriores- que justificaba lo innecesario de muestreos específicos. De hecho, parte de los modelos vigentes para la interpretación del megalitismo del

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Figura 2. Evidencias paleoeconómicas de los yacimientos habitacionales funerarios de Azután y el Castillejo a partir de los datos obtenidos por López y López, Juan-Treserras, Matamala, Trancho y Robledo.

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Figura 3. Yacimientos neolíticos peninsulares con datos sobre el consumo humano de la bellota junto con la práctica de la agricultura del trigo.

res de un modo muy distinto al aceptado hasta la fecha. Otro de los elementos a considerar en ese contexto de explotaciones de la dehesa es la presencia de miel en una vasija de la cabaña bajo túmulo del dolmen de Azután. La miel recuperada está hecha con la flora característica del biotopo de dehesa y se constituye en la muestra más antigua de miel en toda Europa, excepción hecha de representaciones gráficas interpretadas en relación con la elaboración de la miel como los recolectores de miel de la Araña, en Bicorp. Sin dejar de lado el uso evidente de pastos, bellotas y ramas para la nutrición del ganado, con lo que la dehesa constituiría uno de los sistemas de explotación más rentables en un modo de vida de carácter fuertemente mixto.

yacimientos mencionados por Pereira y García (2002), podemos hoy añadir un listado que alcanza 23 enclaves, algunos de ellos con datos tan interesantes como Cova de lÊOr, donde se hicieron panes mixtos de harina de trigo y harina de bellota (Martí 1983: 42), lo que corrobora nuestra idea de la complementariedad de ambos recursos en tanto que estrategia planificada (fig. 3). La diferencia con lo que han propuesto otros autores (Zohary y Hopf 1988: 95) sobre el uso de los frutos secos en contextos neolíticos es la poca aleatoriedad de éstos, pues la bellota se „cultivó‰ en el sentido de que se limpiaron pastos, se podaron encinas y se recogieron sus frutos sistemáticamente convirtiéndose en un suministro regular que era objeto de almacenaje como demuestran los recintos de este tipo hallados en Buraco da Pala (Sanches 1996) y Nerja (Pellicer 1987). La documentación de bellota en contextos con trigo en el interior de la Península, caso de Peña de la Abuela (Rojo y Kunst 1999), los Barruecos (Cerrillo et al. 2002) o los toledanos que nos ocupan, indica lo extendido de un sistema económico que en los próximos años acabará por definir la economía de los grupos neolíticos interio-

EL TRABAJO DE LA TIERRA: MOVILIDAD Y SEDENTARIZACIŁN EN LOS CONSTRUCTORES DE MEGALITOS DE LA CUENCA INTERIOR DEL TAJO Una de las características más señaladas de la ubicación de Azután y el Castillejo es su proximidad al agua.

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La combinación del ciclo cereal/legumbres con recursos forestales como la bellota, la miel y otros propios del ámbito de la dehesa como los pastos, los aprovechamientos madereros, etc. junto con la ubicación de los yacimientos en sectores de fácil inundación, constituyeron una estrategia planificada para aprovechamientos económicos orientados a la obtención de rendimientos agropastoriles (fig. 4).

Tradicionalmente considerada en la Meseta Sur como una evidencia más a favor de las dedicaciones pecuarias, el agua se revela en nuestros yacimientos como un instrumento utilizado en el uso de una tecnología agrícola sencilla que se vale de las tierras inundadas para fomentar la producción sin el esfuerzo añadido de limpieza de bosque, pues las tierras de inundación suelen tener arbolado menos desarrollado (Fábregas et al. 1997). Así, el agua y la posición de los yacimientos en zonas llanas o de poca pendiente (Buxó 1997: 167) juegan un papel señalado en la agricultura antigua, lo que viene corroborado por el modelo de ubicación más común entre los megalitos de la Meseta Sur (Bueno et al. 2002). Sin descartar el papel que pudo desempeñar la agricultura de roza, cuya fundada crítica se recoge en un trabajo reciente (Fábregas et al. 1997: 471-474), la rotación de cultivos que propone la presencia cereal/legumbres es una importante baza para cuestionar ésta como el único sistema de apertura de claros, pues la combinación de trigo y legumbres favorecería la regeneración de nutrientes junto con el barbecho y el abono (Buxó 1997: 171). El papel de los bovinos en relación con el trabajo de la tierra no queda clarificado con nuestros datos, pero es importante señalar su presencia en ambos yacimientos, la propia variedad de cultivos que abogaría a favor del uso del arado sencillo y la constatación del uso de productos secundarios como los lácteos. Todo apunta a la atractiva hipótesis de que durante el Neolítico Medio del interior peninsular el arado simple hubiese sido un útil agrícola conocido como por ese momento lo es en otros enclaves neolíticos europeos (Lichardus et al. 1995) Los trigos identificados son trigos duros, lo que indica una agricultura cuyo fin fundamental no es conseguir excedente sino cumplir con unas cotas aseguradas de producción. Trigos duros se han detectado en muchos otros yacimientos megalíticos peninsulares (Diez Castillo 1996, Fábregas et al. 1997, Mujika y Armendariz 1991) por lo que su presencia es bastante generalizada. El trigo duro y la bellota son alimentos de otoñoinvierno, lo que, unido a la presencia de Malvaceae y Urticaceae, plantas relacionadas con asentamientos más permanentes (Muñoz 2001: 128) y al cultivo de las legumbres, pone en cuestión las cortas estancias normalmente adjudicadas a los constructores de megalitos. El modelo de mayor asentamiento que proponen los datos que valoramos no es incompatible con la trashumancia corta que, en nuestro sector, se resolvería con la subida a los pastos de la zona próxima de Gredos. Algunas evidencias derivadas de la presencia de hongos coprófilos en fechas del 6000 BP (Dorado 1993) y las referencias gráficas que se vienen señalando en los últimos años (Bueno et al. e.p.) corroborarían el tránsito por estos territorios de pie de sierra y su marcación como sistema de reivindicación de la propiedad y de reconocimiento de los itinerarios tradicionales (Bueno y Balbín 2000 a y b, 2001).

Figura 4. Posibilidades económicas para un ciclo largo de estancia en los yacimientos de Azután y el Castillejo.

De este modo el „cultivo‰ de la dehesa se convierte en una de las mejores bazas para proponer un sistema equilibrado de relación entre hombre y medio en los grupos neolíticos peninsulares, actuando la agricultura del trigo como una estrategia más dentro de un amplio espectro producto del conocimiento del entorno de las poblaciones más antiguas. Los datos de los yacimientos toledanos que hemos referido definen a los pobladores del Neolítico Medio de la cuenca interior del Tajo como agricultores de trigo, cebada y legumbres, recolectores organizados de bellota, pastores de vacas y ovejas y conocedores de los sistemas de ordeño y elaboración de quesos y mantequillas. Parámetros económicos enmarcables en los descritos para otras zonas de Europa (Lichardus et al. 1995), en las que se reconoce la implantación de los productos secundarios, especialmente de los derivados del ganado (Bogucki y Grygiel 1993) como una consecución generalizada en el Neolítico Medio. La documentación de un sistema alimenticio de gachas y tortas con harinas de procedencia mixta, junto con el uso de la miel, proponen interesantes reflexiones acerca de las posibilidades de manutención infantil y de supervivencia senil. Todo ello, factor fundamental a la hora de explicar el mantenimiento progresivo y constante de unas bases demográficas favorecidas por una alimentación de mejor absorción para los individuos más débiles niños y ancianos y por la menor movilidad que justifican nuestros yacimientos.

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tensión creciente por la posesión de la tierra que requiere de símbolos visibles sobre los usos y propiedades de los distintos grupos. AGRADECIMIENTOS Una investigación como la que nos ocupa es necesariamente un trabajo a largo plazo que requiere de elementos analizables con buen contexto arqueológico y de una financiación constante, faceta esta última de enormes dificultades en el entramado administrativo actual, sobre todo en regiones con dificultades de recursos cuyos primeros recortes se establecen en las áreas culturales. Aún así, el interés manifiesto del Servicio de Arqueología de la Diputación de Toledo por nuestro trabajo, su apoyo constante y el de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla - La Mancha, han llevado a dinamizar en los cuatro últimos años nuestro programa de muestreos, que ha incluido además un inédito conjunto de fechas C14. De hecho, estas páginas son un avance al volumen en trámite de publicación dedicado a nuestros últimos trabajos en el dolmen de Azután y su contextualización en las evidencias de habitación y enterramiento en el sector interior del Tajo, y de otro volumen, esta vez dedicado a nuestra investigación sobre „Producción y Metalurgia en el Valle de Huecas (Toledo)‰, que esperamos vea pronto la luz.

Figura 5. Fechas calibradas de las ocupaciones habitacionales y funerarias del dolmen de Azután del túmulo del Castillejo.

La diferencia de fechas entre el nivel bajo túmulo de Azután y la cabaña del Castillejo podría representar el paso entre un sistema mixto con un peso específico de la ganadería y el establecimiento a inicios del IV milenio cal BC de modos de explotación plenamente agrícolas y más sedentarios (fig. 5). El Neolítico Medio supuso en la cuenca interior del Tajo la extensión de las prácticas agrícolas y ganaderas y del tipo de alimentación descrito provocando un aumento demográfico que explica la enorme cantidad de megalitos -entendidos éstos como áreas de habitación y de enterramiento-, y su necesidad en el marco de una

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Alimentación y economía en contextos habitacionales y funerarios del Neolítico Meseteño

BIBLIOGRAF¸A

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