America s Cup: Una turbulenta victoria

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America’s Cup: Una turbulenta victoria Después de dos semanas de dura competición, esta regata tuvo un desenlace épico. Nunca en su historia la America's Cup había tenido una lucha tan apasionante. Texto de Meehna Goldsmith Fotos: © ACEA / Gilles Martin-Raget

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o único que sabía de la America's Cup era que se llevaba a cabo en la bahía de San Francisco y que el Team New Zealand había retado al defensor de la Copa, el Oracle Team USA. Antes de que comenzara la contienda necesitaba un poco de contexto para entender qué hacía que varias naciones entraran en una encarnizada batalla para llevarse la Copa a casa.

Un poco de historia Lo que comenzó como un desafío entre Inglaterra y Estados Unidos se ha convertido ahora en una de las regatas más prestigiosas del mundo. Corría el año de 1851 y la magnífica flota de Gran Bretaña dominaba los mares. Jóvenes y arribistas, los Estados Unidos decidieron retar a su “padre” a una regata de 53 millas náuticas alrededor de la isla de Wight en Inglaterra, compitiendo contra 15 yates del Real Escuadrón de Yates. La reina Victoria, acomodada en la línea de meta, trataba ansiosamente de ver a través de la espesa neblina cuando de repente surgió victoriosa la goleta America, capitaneada por el comodoro John Cox Stevens. Su premio fue una copa, nombrada la America’s Cup en honor a la embarcación. En un gesto de genero-

sidad, Cox la donó al recientemente establecido New York Yacht Club, del cual él mismo era socio fundador. Desde entonces la Copa ha sido disputada por un buen número de retadores. Armada de historia, comencé mi viaje de la America’s Cup. Aún cuando no me encontraba en la bahía, con su aire salado rozando mi cara, mi mente estaba ahí virtualmente. Rodeada de la televisión, los tweets en vivo y un sinnúmero de reportajes en internet y revistas, era como si me encontrara ahí, junto a las multitudes, mientras se desarrollaba el drama.

A 162 años de edad todavía se ve a la goleta que participó en la primera regata paseando por la bahía de San Francisco.

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La legendaria America’s Cup se ha convertido en símbolo de orgullo para Estados Unidos.

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Altas expectativas Drama. Ésa era la palabra clave. Pero, ¿dónde estaba el drama? Debo confesar que parecía la competencia de 162 años de edad se estaba volviendo un poco rancia y apolillada. Aunque los Estados Unidos eran los defensores de la Copa, muchísima gente –yo, entre ellas– no estaba emocionada por el encuentro deportivo... o siquiera sabía de su existencia. Pero las reglas establecen que los defensores escogen la sede y el tipo de botes. Larry Ellison, dueño del Oracle Team USA, estaba determinado a devolver la emoción a la competencia. Acostumbrado a la controversia, quiso que la America’s Cup empezara con bombo y platillo. Ellison encargó botes nuevos que nunca antes se habían construido. Los competidores navegarían un catamarán AC72 de ala rígida, capaz de aerodeslizarse y alcanzar una velocidad máxima de 43 nudos. (Hay que considerar que la America’s Cup de 2007 vio un promedio de velocidad de sólo 12 nudos.) ¿Era siquiera posible esta locura? Por medio de la determinación y el ingenio, los diseñadores construyeron el sueño de Ellison, redefiniendo los límites de la tecnología en el proceso.

Engañosa fortuna El escenario estaba dispuestos para la contienda. En sus marcas, listos, ¡fuera! Pero sucedió lo imprensable. El Team USA, capitaneado por Jimmy Spithill en colaboración con el táctico estadounidense John Kostecki, perdió las primeras cinco de seis carreras, incluso después de utilizar la inusual táctica de posponer la sexta carrera con el fin de reagruparse. No olvidemos, además, que Estados Unidos tenía que ganar 11 carreras para remontar el marcador de -2 que obtuvo por hacer trampa en las regatas de calentamiento. La tarea no se antojaba nada sencilla. Por su parte, el capitán neozelandés Dean Barker y el táctico Ray Davies, los primeros en lograr que su bote se elevara con viento en popa, atravesaban el circuito con velocidad y aplomo. Parecía que la Copa iba a cambiar de casa sin demasiado bombo y platillo. No voy a negarlo. Claro que me gustaba ver cómo la espuma de mar salpicaba a los chicos mientras estos cruzaban el océano a toda velocidad. Ese grupo de marineros guapos que bien podrían estar en una película de Hollywood. Pero no era eso lo que esperaba. ¿Dónde había quedado la emoción que Ellison había prometido?

Victoria nebulosa Aunque frustrados con sus primeros resultados, el Team USA continuó practicando y haciendo ajustes a su bote y tripulación –incluyendo la in-

corporación de Ben Ainslie, el exitoso campeón olímpico, como táctico del equipo–. Los estadounidenses habían diseñado el AC72, y si los kiwis –como llaman a los neozelandeses– podían hacer que su catamarán se deslizara, ¿qué les impedía a ellos hacer lo mismo? Entonces ocurrió la magia... ¡comenzaron los fuegos pirotécnicos y las palpitaciones del corazón! Con una ventaja 6 a -1 sobre los estadounidenses, los neozelandeses entraron en la octava carrera tomando la delantera. Pero el innovador AC72 es una nave irritable, rápida pero no necesariamente ágil. Virar el bote es un reto. Cuando Oracle cerró la brecha casi vuelca al catamarán neozelandés, que fue penalizado y perdió el liderazgo de la prueba. La novena regata tampoco sopló en la dirección del equipo retador. Aunque parecía que los kiwis iban a cruzar la línea de meta primero, las

condiciones de viento excesivo obligaron a posponer la regata –sobre todo después del trágico accidente que en mayo cobró la vida de Andrew Simpson, miembro del equipo sueco–. Al día siguiente, cuando se corrió la regata, la victoria fue para los estadounidenses. Por fin tenían su primer punto oficial en el marcador. ¿Tal vez tendrían una oportunidad después de todo? Mis esperanzas se esfumaron cuando el Team New Zealand arrasó con las regatas 10 y 11. Estaban a una carrera de distancia del mágico número 9 y de reclamar la Copa. Confieso que perdí un poco la fe en los chicos de rojo, blanco y azul, especialmente después de la imponente milla de ventaja que aseguraría la victoria del Team New Zealand. Pero los estadounidenses se libraron por un golpe de suerte. La victoria se les escapó a los neozelandeses por exceder el límite de tiempo de 40 minutos.

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La lucha por definir al campeón mantuvo a todos los espectadores en vilo durante 17 carreras.

Bien está lo que bien acaba

Resultó espectacular cer cómo los catamaranes se deslizaban entre el mar y el aire.

Pero los estadounidenses creemos en la suerte, el ánimo y la fuerza. Adoramos las victorias difíciles y, sin importar las probabilidades, nunca nos rendimos. Como recordaba Jimmy Spithill una y otra vez, esto no se acaba hasta que se acaba. Una carrera a la vez. De manera milagrosa, los estadounidenses ganaron las siguientes ocho carreras para quedar con los neozelandeses 9-8 en la más larga y más espectacular America’s Cup a la fecha. La America’s Cup no se corre por el incentivo de un premio económico sino por la gloria para una nación. (No hay dinero para el vencedor, aunque para conformar un equipo se requiere la espléndida suma de aproximadamente 150 millones de dólares y años de preparación.) Aunque los estadounidenses se mantienen como los defensores de la Copa, ésta realmente pertenece a la comunidad marina que se enfrenta en una amistosa competencia internacional. Si bien el Team New Zealand no ganó en esta ocasión, también comparte la victoria del Team USA en ayudar a revivir la competencia con espíritu, suspenso y confianza en lograr lo imposible. Cuando los momentos culminantes de la carrera se hayan desvanecido en la historia, la Copa permanecerá. Apenas concluyó la 34a edición de la America’s Cup cuando ya había otro reto en puertas. El Hamilton Island Yacht Club de Australia se las verá con los estadounidense en la próxima edición. No puedo esperar.

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