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Amor ambivalente e individuación: El Soneto II de Fray Luis frente a Fairbairn y Jung
Bryant Creel
El propósito de este ensayo es explorar las implicaciones del conflicto presentado en el Soneto II Alargo enfermo el paso de Fray Luis de León y cómo la significación de ese conflicto contribuye al valor estético del poema. Intentaré aplicar al Soneto II ciertos conceptos de los esquemas microcósmicos metapsicológicos de Ronald Fairbairn y Cari Jung y después ideas de Jung y otros para sugerir brevemente algunas perspectivas macrocósmicas de índole cultural-histórica, axiológica y estética que parecen ser aplicables a ese poema. La obra es la siguiente: Alargo enfermo el passo, y buelvo, quanto alargo el passo, atrás el pensamiento; no buelvo, que antes siempre miro atento la causa de mi gozo y de mi llanto. Allí estoy firme y quedo, mas en tanto llevado del contrario movimiento, cual haze el estendido en el tormento, padezco fiero mal, fiero quebranto. En partes, pues, diversas dividida el alma, por huir tan cruda pena, desea dar ya al suelo estos despojos. Gime, suspira y llora dividida, y en medio del llorar sólo esto suena: «Quándo volveré, Nise, a ver tus ojos?» (237)
Al nivel literal, los términos en que Fray Luis presenta el asunto de su poema son altamente expresivos pero elípticos -son «líricos» en el sentido de que suscitan un máximo de pensamiento con un mínimo de palabras. Si bien nos impresiona la intensidad extrema de la angustia del poeta, no se nos dan detalles explícitos que pudieran aclarar por qué él se apartó de su dama ni ningún particular sobre ella o la relación entre ellos. Al alejarse de la dama, el poeta vuelve sus pensamientos atrás sobre ella, a quien él se refiere ambivalentemente como «la causa de mi gozo y de mi llanto». Entonces, se detiene para pensar en ella, y cuando sigue adelante, se siente agonizantemente roto en dos por el conflicto entre la necesidad, cualquiera que sea, que le mueve a partir y su deseo de volver. Al sentir tanto dolor, quiere morir, y «su alma» llora y suspira como un niño desamparado. Tanto su partida de Nise, como su deseo de volver a ella causan
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la angustia del poeta, pero las realidades interiores que subyacen a esa angustia tienen que ser interpretadas por el lector1. La ventaja del acercamiento de Fairbairn a la psicodinámica es que es un instrumento para interpretar tanto los orígenes post-natales del comportamiento psicopático como las ansiedades de los adultos normales que han experimentado problemas de adaptación. También, aunque sus teorías son fundamentalmente amplías y sencillas, pueden prestarse a complejidad del tipo que encontramos en el Soneto II. Fairbairn sostiene que el hecho fundamental de la naturaleza humana es «el amor», un empuje libidinal que tiene como meta relaciones con objetos buenos para así satisfacer nuestras necesidades de ser tratados como personas (lo que incluye la satisfacción de nuestras necesidades prácticas). La palabra «objeto» en este contexto se refiere a otras personas en el mundo exterior, a personas interiorizadas, o a «malas» y «buenas» partes de otras personas a quienes el ego de uno se relaciona después de separarlas defensivamente de un «objeto entero», original malo, que fue interiorizado para quitarlo de la realidad externa. El ego mismo se separa en partes que tienen relaciones entre sí y con sus objetos interiores enteros y parciales. Para Fairbairn el intento fracasado de abandonar la actitud de dependencia infantil es la causa fundamental de los trastornos de personalidad (120), y él ve la psicopatología como el estudio de relaciones del ego con objetos interiorizados. Cuando el ego experimenta ansiedad porque se enfrenta con un objeto que es excitante pero que no le satisface o le amenaza, usa cualquiera de las cuatro siguientes técnicas, o todas, para defenderse por medio de adaptar estructuras del ego a ese objeto: la fóbica, la obsesional, la paranoide y la histérica. Yo sostendré que la estructura fóbica es la que mejor describe el conflicto en el Soneto II. Al aplicar tales teorías a ese poema, hay que prestar atención especial a la cuestión de si tenemos fundamento para afirmar que la dama amada efectivamente deja de satisfacer las necesidades libidinales del poeta, ya que la aplicabilidad de las ideas de Fairbairn al poema se basa en esa premisa. Una interpretación basada en las teorías de Fairbairn sería que el ego (central) del poeta ha respondido al problema de su dependencia separando de sí un «ego libidinal» y un «ego anti-libidinal» (o «saboteador interno»). El objeto «excitante» (pero amenazador) de aquél es la dama mientras que el de éste es el aspecto de la dama que constituye un obj eto rechazante del que el poeta tiene que separarse para lograr una identidad adulta basada en relaciones con objetos diferenciados. No hay base en el texto para concluir que el poeta se aleje por alguna actitud o algún comportamiento por parte de la dama. Pero el texto sí permite la interpretación de que el poeta experimenta frustración con ella por el carácter desigual de la relación y la actitud que el poeta tiene de dependencia
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Los únicos críticos que han comentado específicamente el Soneto II son Lázaro Carreter (30, 36-7) y Ruiz Pérez (158), quienes coinciden en interpretar la pasión del poeta como una expresión de añoranza mística de lograr el ascenso espiritual simbolizado por Nise. (Quiero agradecer a Mary Baldridge por facilitarme estas referencias.) También cabe mencionar la interpretación de Coster, que ve en Nise una imagen de la Virgen María -opinión rechazada por el P. Ángel C. Vega, el P. Félix García y Lázaro Carreter (véase Lázaro Carreter 30).
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infantil, de «identificación primaria» (cuasi-simbiótica) con ella. El que el poeta tiene tal actitud es evidente en dos elementos del poema, el verso 12 y la metáfora del potro. En el verso 12, «[el alma] Gime, suspira y llora dividida» -en algunas versiones se sustituye «desvalida» por «dividida»- el poeta demuestra no sólo una actitud de pesadumbre ante la pérdida o la separación sino inseguridad emocional casi totalmente inhabilitante, la incongruencia de la cual resulta problemática. Dada la falta de alguna explicación para la partida del poeta, si él no experimentara más que el grado de dolor que corresponde al dolor ante la separación, no sería necesario dirigirse a la cuestión de la ambivalencia del poeta y sus implicaciones: su partida sería un valor negativo, su vuelta sería un valor positivo, y la idea central del poema sería la celebración de la fuerza del amor del poeta. Pero además del grado incongruo de dolor en el verso 12, el dolor severo que el poeta expresa con describirse como «extendido en el tormento» es un resultado del hecho de que el objeto con que él se identifica es equivalente a un objeto incorporado, de modo que separarse de ese objeto (de la dama) -hacer la transición a lo que Fairbairn llama la «dependencia madura»- es como separarse de una parte de sí mismo. Según Fairbairn, «el gran conflicto de la etapa de transición (...) se caracteriza tanto por esfuerzos desesperados (...) a separarse (...) del objeto como por esfuerzos desesperados a lograr reunión con el objeto. La ansiedad que acompaña la separación se manifiesta primero como un temor del aislamiento, y la ansiedad que acompaña la identificación se manifiesta como un temor de estar encerrado, encarcelado, o tragado» (43, traducción mía) -de ahí «alargo (...) el paso», que contrasta con el confinamiento anterior. Parece, pues, razonable suponer que la actitud ambivalente que el poeta muestra hacia la dama tiene su origen en los sentimientos de dependencia absoluta por parte de él y que la razón por la que el poema no da una explicación de la separación del poeta de la dama es porque el abandono de la dependencia infantil es una necesidad general impuesta por la vida y por la evolución natural del individuo, tanto biológica como psíquica. En los versos 10 y 11 («el alma, por huir tan cruda pena, desea ya dar al suelo estos despojos») el poeta sugiere que está a punto de morir. ¿Se trata de una referencia a la muerte real, o es que sus palabras son mera hipérbole? Si interpretamos más el esquema de Fairbairn y lo aplicamos -y lo adaptamos algún tanto- a la situación en el poema de Fray Luis, se puede ver al poeta en una etapa intermedia donde oscila entre la dependencia infantil y la dependencia madura y experimenta el típico conflicto fóbico entre huida hacia el poder del objeto y huida del poder del objeto. El principal problema con que el ego del poeta se ve enfrentado es, en este sentido, que tanto su aceptación de la dama como su rechazo de ella -tanto su libido como su agresión- constituyen una amenaza para él. Su única solución es agotar la mayor parte posible de su reserva de odio agresivo hacia el objeto que le frustra (por la dependencia excesiva que el poeta siente) y con ese fin atacar a la parte libidinal de su propio ego que quiere depender de ese objeto (Fairbairn 114-15). Es decir, el «ego central» encarga a una parte del ego (el ego libidinal) darse cuenta de («cathect with») lo que el ego original, («primariamente») dependiente, quiere en su objeto y espera conseguir de él. Además, encarga a otra parte del ego (el
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saboteador interno o ego anti-libidinal) darse cuenta de cómo el objeto amenaza al ego original, ya que al aceptar la dependencia del poeta, le «rechaza» como persona madura. Entonces el ego anti-libidinal ataca al ego libidinal mientras que el ego central ataca tanto al ego libidinal como anti-libidinal y a los objetos de ellos. El objeto del ego central es el «objeto aceptado», ya sin sus aspectos excitantes y amenazadores. En cualquier caso, el resultado es que la necesidad original de relacionarse con el «objeto bueno» (necesitado, excitante, pero que no satisface) se vuelve un deseo regresivo de relacionarse con lo que ahora es un objeto rechazado, de modo que la relación original perturbadora y regresiva con un objeto amenazador queda reducida y reemplazada por un deseo progresivo de repudiar esa relación. La dependencia infantil ahora podría superarse. Sin embargo, si el apego del ego libidinal a su objeto es muy fuerte, puede ser necesario que el asalto del ego anti-libidinal sea tan violento que destruya no sólo la porción del ego libidinal que es regresiva sino al ego libidinal completamente. Como la libido es el empuje vital primario de perseguir objetos, tal pérdida de libido es sin duda una especie de muerte. En las palabras de Fairbairn, «Esta retirada de libido puede llevarse a todo extremo. Puede ser llevada al punto en que se renuncie a todo contacto emocional y físico con otras personas, y hasta puede tener tanto alcance que se renuncie a todo vínculo con la realidad externa, que decaiga todo interés en el mundo exterior, y que todo se vuelva vacío de sentido» (50, traduccción mía). Parece, pues, que la muerte que el poeta teme es real, aunque no sea física. Volviéndonos ahora a Jung, la mejor manera de sugerir la relación entre Fairbairn y las observaciones de Jung sobre la individuación sería quizás decir que lo que Fairbairn caracteriza como el conflicto entre huida al objeto y huida del objeto es, en términos junguianos, el conflicto entre huida de la individuación al objeto y huida del objeto a la individuación. Para Jung, la individuación es el proceso mediante el cual la identidad individual humana llega a nacer, a través de un doloroso problema en la adaptación, seguido por los efectos autorreguladores de establecer polaridades y equilibrio entre los contrarios opuestos de conciencia e inconsciencia, pensamiento y sentimiento. Lo que para Farbairn sería el objeto que el poeta ha dividido e interiorizado (la dama) y sus estructuras dinámicas correspondientes (el ego libidinal y el ego antilibidinal) sería, en términos junguianos, la imago del ánima ambivalente del poeta -su inconsciente femenino, que está dividido entre una porción proyectada en un objeto exterior (la dama) y una porción que queda sin proyectarse. Una manera de entender el carácter ambivalente del ánima es verla como una imago-madre con dos mitades: su mitad inferior es la dimensión donde la libido regresiva del poeta busca el apego infantil pero se lo obstruye el tabú contra el incesto, y su mitad superior es su aspecto de novia celestial (Jung V, 213-17). En cualquier caso, una posible interpretación junguiana del Soneto II sería la siguiente. Por alguna razón desconocida el poeta tiene que separarse de la dama en la que proyecta su ánima y adaptarse a la ausencia de ella. Su ego no diferenciado y dependiente es protegido del choque de ese suceso por el siguiente proceso. Para buscar fuerzas renovadas, su libido corre hacia atrás en pos de la añoranza de una forma de
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adaptación previa y más exitosa, una relación de dependencia infantil con la madre. El estado emocional de regresión radical en que el poeta se encuentra es el resultado de su partida de Nise, pero su propio desarrollo requiere que él se arranque de ese estado y que siga adelante. Para ello y con el fin de poder desviar la libido hacia un objeto nuevo, el ego del poeta ahora introyecta aNise y la identifica con la madre amenazadora, que en realidad es la tendencia regresiva del poeta mismo. Ahora su ego dirige agresión contra esta tendencia, de modo que el repudio por parte del poeta de la dama-madre se convierte en agresión contra sí mismo, en la medida en que él se agarra a su dependencia anterior: es decir, la agresión contra un objeto amenazador se convierte en la autoaflicción que él experimenta cuando sigue caminando hacia adelante. El poder de la dama -que ahora queda identificada con la madre pegajosa- se manifiesta en el deseo regresivo del poeta de volver a ella. El ego del poeta ahora ha redefinido la situación defensivamente: sus esfuerzos fracasados de lograr satisfacción con un objeto que le excita han sido refundidos como esfuerzos potencialmente exitosos de escaparse de un objeto que le amenaza. El ego así se protege de ser herido. De cualquier manera, es en esta situación, donde la libido del poeta intenta superar los efectos paralizantes de la aceptación fácil, proveniente de la madre, en la que el proceso de individuación tendría que ocurrir, haciendo así posible que la personalidad (lo que Fairbairn llama el «ego») suba a un poder moral superior al canalizar su energía volitiva en una dirección determinada y volver a los desafíos de adaptarse al mundo real. Las perspectivas de Fairbairn y Jung tienen muchas características en común. La dependencia infantil y la libido regresiva son elementos destacados en los dos. El «objeto excitante, necesitado» de Fairbairn es la «madre» de Jung, y lo que para Fairbairn es el ego anti-libidinal que ataca al objeto excitante, saboteando así al ego libidinal, es en Jung la libido progresiva que tiene que arrancarse de la madre. El «objeto amenazante, frustrante o rechazante» de Fairbairn es, en una interpretación junguiana del poema, la dama amada ante la cual el poeta inicialmente se veía amenazado con su propia dependencia. La dama amada, que Jung ve como una proyección del ánima del poeta, es el «objeto original» de Fairbairn. Tanto para Jung como para Fairbairn, adquirir una identidad diferenciada supone unificar las separaciones en la propia personalidad de uno: lo que para Jung es superar la regresión y volver a salir al mundo superior de la luz, volviendo a enfrentar adaptativamente las realidades contradictorias del mundo exterior y haciéndolo como un ego entero, integrado, autorrealizado, es para Fairbairn la transición de la dependencia infantil a la dependencia madura, tanto con el aumento de independencia que proporciona el ego integrado, como con «la sustición de un objeto entero por un objeto parcial» (48, tradución mía). A este respecto, parecería lógico deducir que en el último verso del poema, «¿Cuándo volveré, Nise, a ver tus ojos?», dos ojos son un símbolo de la unidad; y, ya que Nise es el inconsciente del poeta (su ánima) y los ojos de él miran a los de ella, el que él vea los ojos de ella tiene la significación de la integración por parte del poeta del orden del inconsciente en la conciencia. El proceso de superar la desintegración del ego tiene que ser acompañado no sólo por una relación psíquica con el inconsciente colectivo y (como diría Fairbairn) la integración
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de los objetos interiorizados con que varias partes del ego tienen relaciones, sino por relaciones conscientes, personales con personas enteras, egos unitarios en quienes el inconsciente se proyecta (Jung VII, 303). No sería, quizás, injustificado especular que el esquema de Fairbairn tiene una cierta deuda de gratitud con Jung. En cambio, en cierto modo la perspectiva de Fairbairn es fundamentalmente diferente de la de Jung y es hasta contraria a ella. Tanto en Fairbairn como en Jung el ego desempeña una función adaptativa e integradora, pero en Fairbairn el ego hace al objeto original menos deseable al volver ego contra libido y conseguir que una porción de libido sea suprimida. En Jung, en cambio, el proceso de adaptación e integración, que es equivalente a la individuación, supone una progresiva liberación de libido inconsciente (de energía psíquica del inconsciente) después de una fase regresiva necesaria en que se recuperan valores inconscientes previamente excluidos del proceso consciente de adaptación. En Fairbairn el ego central (moral) y el ego antilibidinal (primitivo y punitivo) funcionan como equivalentes poderosos del super-ego de Freud. Pero en el esquema de Jung no hay un super-ego, o censor, que es un elemento activo con una función progresiva inhibitoria; no hay más que la inhibición a la que los valores potencialmente progresivos están sujetos a consecuencia del carácter dirigido y excluyente de contenidos conscientes -en el caso de un hombre, la inhibición del sentimiento por el pensamiento (Jung VIII, 34). ¿Cuál de estas dos perspectivas, la de Jung o la de Fairbairn, parece la más apta para interpretar el poema de Fray Luis? En comparación con lo que para Fairbairn es el papel director de los intereses del ego, la iniciativa independiente que para Jung ejerce la libido hace que su perspectiva sea más heroica y romántica. Esta cualidad está sin duda relacionada con la importancia que tiene la mitología en las ideas de Jung, ya que los personajes míticos tienen atributos heroicos y muchas veces son personificaciones directas de la libido. En el Soneto II, la intensa agonía no es una consecuencia de que el poeta se mantenga «firme y quedo» en un estado de indecisión mientras mira mentalmente hacia atrás; es una consecuencia del movimiento independiente de la libido, por el cual el poeta es «llevado del contrario movimiento». El poeta-persona en este poema es, por lo tanto, un exponente de la libido en desarrollo tal como la concibe Jung. La perspectiva de Fairbairn es más protestante; implica desconfianza en la dinámica ascendente de la libido, y su teoría no tiene un mecanismo para la recuperación de la libido perdida ni para el fortalecimiento de la libido. También, la perspectiva de Jung es más renacentista y humanista, ya que postula un realce de los poderes creativos innatos de la personalidad humana. La «personalidad integrada capaz de adaptación», según la concibe Fairbairn, se nos muestra como una personalidad, quizás, todavía algo infantil en el sentido de que está deslibidinizada y de ahí carente de dirección, si no dócil -a pesar de que esté menos dependiente. El estado integrado de Fairbairn tiene reminiscencias de la condición relativamente embotada en que Sireno, en la novela humanista de Montemayor, La Diana, se encuentra después de beber el «agua mágica» narcótica de la Sabia Felicia.
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Sin duda una fuente importante del valor estético del Soneto II de Fray Luis, desde un punto de vista temático, es que explora el papel complejo y contradictorio del ego libidinal (lo que en la época de Fray Luis se habría llamado «voluntad») en los procesos mentales y emocionales humanos. En este aspecto, el poema se puede ver como un precursor de las investigaciones de la psicodinámica que han llevado a cabo investigadores como Jung y Fairbairn. También anticipa la «ética de valores» moderna de autores como Nicolai Hartmann, en cuya Ética se lee, por ejemplo, «Toda valentía de actuar es (...) fortaleza en el sufrimiento, en la resistencia a las consecuencias, al desastre y a la culpabilidad» (II, 247, traducción mía). No hay necesidad de explicar la relación entre un interés por tales cuestiones y el resurgimiento del arte trágico en el Renacimiento, una época en que el desarrollo de la personalidad, de diferenciación y grandeza humanas, se valoraban más que nunca. Pero a fin de cuentas, no apreciamos el poema de Fray Luis por su interés clínico sino por la pura intensidad de la libido que retrata -una intensidad fatal que resulta tanto del gran poder de Nise como de la capacidad del poeta de oponerse a ese poder con resolución aun mayor por su parte. El Soneto II de Fray Luis va más allá de las convenciones de la poesía de elogio, pues representa a un hombre luchando por hacerse un individuo y abrazar su destino. La cuestión central en el poema es si el poeta puede recuperar suficiente intensidad de libido como para que su libido sobreviva después de haber renunciado a esa parte de sí misma que tiene una relación de dependencia infantil con el objeto del que se va separando. Esa conclusión combina las perspectivas tanto de Fairbairn como de Jung.
Bibliografía Fairbairn, W. Ronald D., Psychoanalytic Studies of the Personality, 1952, London, Routledge & Kegan Paul, 1976. Fray Luis de León, Poesía completa, ed. de José Manuel Blecua, Madrid, Gredos, 1990. Hartmann, Nicolai, Ethics, trans. Stanton Coit, 1926,3 vols., London, George Alien & Unwin, 1962. Jung, C.G., The Collected Works, 20 vols., Trans. R.F.C. Hull, London, Routledge & Kegan Paul, 1957-1979. Lázaro Carreter, F., «Los sonetos de Fray Luis de León», en Mélanges a la mémoire de J. Sarrailh, II, 1966,29-40. Ruiz Pérez, P., «Sobre los sonetos de Fray Luis de León», Edad de Oro, 11,1992,14960.
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