ANA PELLICER POEMAS FORJADOS

ANA PELLICER POEMAS FORJADOS Centro Cultural Clavijero Morelia, Michoacán, México Marzo - Junio 2010 Contenido Presentación Ana de Santa Clara Mer

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REFUERZO DE LOS FORJADOS
FORJADOS MIXTOS DE ACERO HORMIGÓN Conectores de perno CTF Conectores de estribo DIAPASON REFUERZO DE LOS FORJADOS FORJADOS DE ALTAS PRESTACIONES

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ANA PELLICER POEMAS FORJADOS

Centro Cultural Clavijero Morelia, Michoacán, México Marzo - Junio 2010

Contenido

Presentación Ana de Santa Clara Mercedes Iturbe 7

Prólogo Ana Pellicer, Artista universal y Tarasca por adopción Lily Kassner 9

La Máquina Enamorada Fernando Gamboa 12

Ana Pellicer: Escultora del Metal Mariana Frenk 14

El Metal en el Arte James Metcalf 15

Arte e Identidad Juan Soriano 17

La Libertad no es una Estatua Alain Joyffroy 18

La Pelota que Rebota Eduardo Matos Moctezuma 20

Obra 23

Ana Pellicer 109

Pr esentación

Ana de Santa Clara Mercedes Iturbe

Cobres luminosos enredados de historia, tradición fundida en el metal que al mezclarse con resinas, lleva el propósito de crear espacios inundados de luz. Ana Pellicer juega con el pasado y con el futuro, y con ambos va tejiendo sus conceptos y sus obsesiones que posteriormente vierte en las piezas, convertidas en el testimonio de su universo interior. Ana lleva más de 20 años en Santa Clara del Cobre, en donde, con su marido James Metcalf, ha desarrollado un proyecto creativo. Ambos viven involucrados con ese lugar y especialmente con la tradición del trabajo del cobre. Es en esa región de Michoacán en donde Ana ha gestado su trabajo escultórico y desarrollado su talento. Siempre me ha sorprendido el compromiso que el artista tiene con su trabajo. Ana se entrega a cada proyecto con absoluta pasión. Nunca se queda a la mitad del camino sino que lleva todo hasta sus últimas consecuencias. Una de sus características más fascinantes es su explosiva naturaleza, profundamente femenina y lúdica. No se trata en lo más mínimo de una artista atormentada, sino todo lo contrario. Copula con el metal, con la naturaleza. Genera sensualidad a cada instante a través de su mirada, de su risa, de sus ideas y por supuesto de su obra con la que nos revela el secreto de su mundo. Tiene una vitalidad única que le permite encontrar excitantes la mayor parte de sus actos cotidianos; alimenta su espíritu con la esencia profunda de la cultura tarasca, que combina con su interés y su curiosidad por las manifestaciones más vanguardistas del arte internacional. A pesar de vivir en un pueblo aparentemente alejado, ella y Jimmy están informados de todo aquello que trasciende en el arte contemporáneo. Su escultura se alimenta de estos dos universos aparentemente polarizados, pero que la han conformado como artista. Con el mismo interés con que escucha una pirekua de Michoacán, escucha la música de Prince.

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Ana Pellicer ama a México, al mundo y sobre todo a la vida. La vehemencia que habita su persona queda traducida en cada uno de sus pasos y en cada uno de los objetos fabricados con sus manos fuertes y su imaginación. Su última serie de esculturas –Concentración de luz en los albores del siglo 21–. Atestigua esa evolución que recoge en cada pieza su universo femenino integrado de sensualidad, de curiosidad, de reflexión y de esa asombrosa capacidad para conjuntar la tradición con la audacia de una visión conceptual profundamente moderna. Los títulos de cada escultura son también reveladores de un discurso que afirma las características de la escultora: “Flor del mal”, “Beso”, “Afrodita”, “El juego”, entre otras. Estas piezas representan las obsesiones de Ana Pellicer, que con su inagotable energía ha esculpido una vez más la magia que lleva en sus entrañas y el conocimiento acumulado en su espíritu. Las esculturas que ahora se presentan en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles son joyas, pero también son sueños de una mente alucinada que todo lo quiere convertir en luz. Ana es uno de esos seres excepcionales que redimen al mundo con su talento, con su vitalidad y con esa mirada que busca siempre generar la belleza. Lo logra con el solo hecho de existir. Mtra. Mercedes Iturbe Directora del Museo del Palacio de Bellas Artes 2002

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Prólogo

Ana Pellicer, Artista universal y Tarasca por adopción Lily K assner

La artista y maestra del arte tridimensional, Ana Pellicer, de preclara estirpe, ha cumplido más de cuarenta años de vivir y convivir con los artesanos de esa peculiar locación michoacana, de raíz purépecha, llamada Santa Clara del Cobre, cuna de uno de los personajes literarios mexicanos más entrañables de nuestro país que es, al mismo tiempo, receptáculo de características nacionales y ha configurado muchos de los rasgos de nuestra común identidad, “Hilo lacre”, “Pito Pérez.” Pero aparte de esta referencia literaria, estamos hablando de que Ana Pellicer, en compañía de James Metcalf, con quien hace escultura desde 1968, lleva más de cuarenta años de residir y trabajar en Santa Clara del Cobre: y lo celebra con esta exposición en que muestra una selección antológica de sus aportaciones que ha compartido con los artesanos cobreros en esta zona de extracción tarasca, donde también ha estado totalmente involucrada en el proceso de producción de las piezas tradicionales, muchas de uso doméstico, cazos, platones, jarras, floreros, etc., cuyas técnicas de realización provienen desde la época prehispánica. Extraordinaria variedad de objetos de arte elaborados en este metal, mezclado con resinas u otros materiales, maleable al calor, por manos indígenas y mestizas; trabajo que ha enriquecido con su propia sensibilidad en el contacto directo en la elaboración de la obra de los artesanos aborígenes, a quienes, generosamente, ha otorgado sus amplios conocimientos del arte contemporáneo, revelándoles tendencias artísticas de nuestros días que, sin embargo, están acordes con su propia capacidad creativa. Una vertiente de ello es la creación de joyas en cobre de inspiración prehispánica, como una nueva especialidad en la comunidad de mujeres indígenas que, en una escala gigantesca, propone para ornar la estatua de la libertad neoyorquina, cuyo verdadero nombre es “La libertad iluminando el mundo”, en el doble centenario de su erección junto a la desembocadura del río Hudson. 9

Pues recordemos que esta pieza monumental, obra de Frédéric-Auguste Bartholdi, fue regalada a Estados Unidos por Francia el año de 1886. Ana Pellicer propone diversos adornos femeninos para engalanar en su bicentenario cumpleaños al icono por antonomasia de Nueva York: arracada, prendedor, cadena, anillo y collar. Mitológicamente, de alguna forma esto también nos corresponde, dado que entre los anteriores Soles o edades –pues vivimos en el Quinto sol–, hay el antecedente de que alguna vez la tierra estuvo habitada por gigantes, si bien no fueron del todo aceptados por los dioses que los crearon y fueron finalmente desechados, antes de que Quetzalcóatl formara con barro a los hombres actuales y les infundiera vida con su propia sangre, en un ritual de auto sacrificio. Si bien aquí hay que recordar, como nos dice James Metcalf, “a los mitos de la creación de pueblos tan apartados como los griegos del Egeo y los tarascos de Michoacán, que creían que el primer hombre fue hecho de metal por un dios forjador”. En esta faceta creativa, libertaria, femenina y feminista de Ana Pellicer, se incluyen asimismo otras interesantes piezas emblemáticas de simbología localista: La Libertad Purépecha, en cobre martillado, vidrio, madera y textil; La Libertad de Ocumichu, en cobre, fibra de vidrio, latón y acero y, aunque no en la misma temática pero con otras cualidades expresivas de alto dramatismo, su Homenaje a Frida, en los mismos materiales de la primera citada en este párrafo. Entre otras piezas que rememoran el ritual cósmico del juego de pelota ancestral: yugos, hachas, anillos, ruedas y hasta la misma representación de la cancha y los adminículos de su ejercicio, incluida una Pelota que rebota, de hule esculpido y base de mimbre, también en este último caso en un homenaje de gigantescas proporciones, encontramos creaciones en que la forma circular se reitera con diversas variantes, como en Andrógino, Cíclope de Tacuchi, Él y Ella, sus Estudios sobre la rueda, entre otras. Otra de monumental formato, conformada por dos enormes discos cuasi empalmados y concéntricos, muy peculiar y original, en cobre martillado y forjado, titulada La máquina

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enamorada, nombre que parecería un oximoron, pues ninguna máquina tiene el ánimo vital, pero ésta, provista de cifras misteriosas, también guarda en su interior la efigie de una pareja humana, producto indiscutible del amor. Feliz celebración y homenaje a su desprendimiento y generosidad en la que Ana Pellicer se muestra como la mayor escultora de técnica directa en metal de nuestros días, basada en una sensibilidad que a pesar de los años transcurridos puede decirse prehispánica. Dra. Lily Kassner Autora de la Enciclopedia de Escultores Mexicanos Primavera de 2010

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La Máquina Enamorada Fernando Gamboa

Estamos aquí reunidos en torno a esta bella escultura que acaba de instalarse en el Museo. Es obra de una joven artista, Ana Pellicer, cuyo talento es evidente. Ana viene de una de las familias que mayor lustre le han dado a México. Es el más reciente retoño de ese frondoso árbol de gentes valiosas cuyo primer brote fue Carlos Pellicer, uno de los más grandes poetas latinoamericanos de nuestro siglo. Ana, una artista de plena vocación a la que puede predecírsele un gran porvenir en el terreno de la escultura mexicana. Ana es culta, ha viajado mucho, tiene ideas claras sobre el arte. Ha trabajado intensamente y ha tenido la fortuna de ser guiada por un maestro, por un gran artista como es el escultor norteamericano James Metcalf. La técnica en que Ana ha realizado su obra, con sus ayudantes de Santa Clara, es pues antigua. Se sirvió de ella para dar expresión a su específica voluntad de forma de artista moderna, y a su concepción espiritual. “La Máquina Enamorada”, ese título tan ingenioso como sugestivo, alude a la idea y los ideales de la escultora en torno a la función de la máquina. Cree ella que la máquina en lugar de avasallar al hombre, perjudicar y acosarlo, debe ayudarlo a liberarse del trabajo esclavizante y a emplear mejor su creatividad. Y para ayudarlo debe amarlo, debe ser, como dice Ana Pellicer, “Una máquina enamorada. La “Máquina Enamorada” de Ana Pellicer no tiene precisamente la forma de máquina, sus formas son orgánicas, florales o frutales. “Por supuesto no me jacto de ser original. En la historia del arte –prosigue Ana Pellicer– sobre todo del arte moderno, ha habido muchos artistas que han representado la esencia de la máquina, algunos exaltándola, Fernand Leger, otros ironizándola. Sí, ahí está Duchamp-Villon y también Jean Tingueli. Duchamp hizo la representación del mecanismo. Jean Tingueli representa la máquina que se destruye a sí misma. Pero hay otro artista muy importante para mí. Es Fontana, porque Fontana no pinta la tela, la viola. Yo, siguiendo su 12

ejemplo, le pongo números electrónicos a “La Máquina Enamorada”, que tiene formas orgánicas, que parecen estar a punto de moverse. Esto es como una especie de violación del objeto de uso, puesto que “La Máquina Enamorada” repito, es una obra de arte que representa un concepto, ya no un uso”. Mtro. Fernando Gamboa Subdirector Técnico del INBA y Director del Museo de Arte Moderno México, D. F. a 2 de agosto de 1975

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Ana Pellicer: Escultora del Metal Mariana Frenk

La escultura en cobre tiene en México una larga tradición. Se remonta a la prehispánica, a los tiempos en que los artífices purépechas confeccionaban con este metal, en gran escala, las hachas ceremoniales que, igual que las de piedra de la región del Golfo, eran imágenes de las hachas del dios de la lluvia y las tormentas, con las que éste hendía las nubes para abrir camino a los relámpagos y los truenos. Entre los pocos artistas que hoy en día trabajan el cobre, Ana Pellicer ocupa un rango destacado. Viviendo desde hace muchos años en Santa Clara del Cobre, en el estado de Michoacán, ha estudiado a fondo la naturaleza de este material y la técnica empleada por los forjadores del lugar, que no ha cambiado desde la época del México antiguo. Mientras alrededor de la artista los artesanos purépechas producen sus obras de bellas formas tradicionales -platos, jarras, vasijas, candeleros-, Ana crea sus esculturas, las pequeñas y las monumentales, ambas inspiradas tanto en el arte popular de la comarca, como también en ideas plásticas de tiempos y latitudes muy diferentes, que a veces combina con gran imaginación escultórica, como en el prendedor “etrusco-cuanajense” o en las joyas -prendedor, anillo, collar, cadena, arracada-, adecuadas para engalanar a gigantes; ese maravilloso y temible linaje, que según la mitología de muchos pueblos, vivía en épocas remotas sobre nuestra tierra, cambian, gracias al enorme aumento del tamaño, su condición de objetos de adorno, de la que partió la concepción del artista y adquieren un rango de escultura y un aspecto fantástico, de sugestiva irrealidad. Estas obras impresionantes por su originalidad, por la belleza de sus formas y de su material, son muestras elocuentes del poder creativo y la maestría técnica de la joven artista. Dra. Mariana Frenk Sub Directora del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Mexico Ciudad de México, 1985 14

El Metal en el Arte James Metcalf

A pesar del hecho reconocido de que el metal ha sido, sin comparación, el elemento más importante en el desarrollo humano durante los últimos tres mil años, la disciplina de las artes plásticas menos comprendida por los legos así como por los críticos, es sin duda la del trabajo en metal. Los dos principales motivos de esa situación son: primero, que el valor económico del metal por sí mismo explica el hecho de que nuestros museos carezcan de ejemplos adecuados para el estudio del desarrollo del arte del metal. Aunque este vacío existe en los tesoros de todas las culturas, en ningún lugar es tan grande como entre las casi increíbles descripciones de las magnificencias del arte del metal, que fueron contempladas por los primeros europeos que llegaron a América, y 1o que nos es dado ver hoy. Según el testimonio de artesanos de Santa Clara del Cobre, hubo épocas en el pasado en que la única materia prima para fundir y hacer cazos eran las hachas precolombinas de cobre y que algunas veces llegaban a ser toneladas. La segunda razón es que la creatividad del trabajador en metal fue la víctima principal de la revolución industrial; su talento fue pervertido hasta la extinción por las crecientes demandas impuestas al diseño Las piezas de Ana Pellicer que se muestran en esta exposición han sido escogidas siempre que ha sido posible, para ilustrar las diferentes etapas de la lucha de un artista para rectificar este mal entendimiento y reinstalar la escultura en metal en el lugar que le corresponde como medio creativo directo. Ninguna de estas obras debe su origen a un modelo hecho en otro material, como es este caso con la mayoría de las esculturas fundidas hoy, que son reproducciones de modelos en yeso o en arcilla. Tampoco son acumulaciones de objetos encontrados, soldados para formar un collage. Cuando en estas obras se utiliza la técnica del troquelado, tan frecuente hoy en día en la industria, las matrices han sido cortadas en acero por la artista, así como las matrices de otros materiales como el hule o la resina.

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Muchas de las esculturas de Ana Pellicer expuestas en esta exhibición tienen el tejo como forma primaria. Tejos besándose, tejos explotando y descubriendo parejas escondidas, un árbol de la vida con hojas hechas de tejos en forma de ombligos, hasta la maqueta de la máquina enamorada en donde se incorpora un juego de tres tejos. En otras piezas como en Ilusión de II dimensiones I, la simple superficie reglado de la hoja de metal empieza a asimilar la tensión y la vitalidad y la técnica se va haciendo más competente y menos obvia y empieza a someterse a la obra como un todo. La forma natural y casi automática en que el metal se presta a hacerse metáfora del cuerpo humano, me parece dar una sustancia literal a los mitos de la creación de pueblos tan apartados como los griegos del Egeo y los tarascos de Michoacán que creían que el primer hombre fue hecho de metal por un dios forjador. James Metcalf Escultor 2010

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Arte e Identidad Juan Soriano

Ana Pellicer es una de las artistas más singulares de su generación, su escultura a menudo inspirada en las culturas prehispánicas han estimulado su imaginación y su regocijo al crear sus obras. Ana ha realizado una extensa investigación en la utilización de diversos materiales por lo que en su obra existe una gran gama que va del metal, al hule y a las piedras semipreciosas y ha fusionado éstas con acontecimientos históricos. Hacer joyas tradicionales a la escala de la Estatua de la Libertad o esculturas que rebotan, inspiradas en el juego de pelota prehispánico, utilizando el hule de origen mesoamericano, han llevado a París y a Nueva York parte de la esencia de nuestra cultura. Ana ha vivido desde hace muchos años en un pueblo en el Estado de Michoacán, en donde dirige una escuela de artes y oficios, es esta experiencia, la razón por la cual su obra está profundamente enraizada en nuestra cultura. Tengo la confianza en el auge de sus futuros proyectos y considero que su trabajo y su larga trayectoria dan muestra de su talento y su singularidad. Juan Soriano Pintor y Escultor México, D.F., a 19 de junio del 2001

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La Libertad no es una Estatua Alain Joyffroy

Al realizar las joyas gigantes para la estatua de la Libertad, Ana Pellicer, que desde 1968 trabaja con el escultor James Metcalf, responde cien años más tarde al reto lanzado por Bartholdi con su “Libertad iluminando el mundo”. Al inspirarse, para estas joyas, en el arte de los Indígenas del México antiguo, tomando de ejemplo a los Tarascos, ella nos incita a reflexionar sobre la función simbólica del célebre monumento de Nueva York, que pretende confiscar el papel de defensor de la libertad mediante la representación de ésta en forma de mujer occidental. Además del contrasentido que implica la transformación de la libertad en estatua, del movimiento espontáneo en inmovilidad académica, nos olvidamos en efecto de pensar que la “Libertad iluminando el mundo” fue concebida para ocultar la realidad de todos los pueblos oprimidos por el colonialismo y el imperialismo occidentales. En un sentido amplio, la libertad no podría ser reducida a la definición que se le ha dado en Francia y en los Estados Unidos donde, como lo afirmó Régis Débray, la libertad ha precisado de esclavos para existir. Al crear un arete, un collar, una pulsera, un broche y un anillo gigantes que habrán de adornar esta estatua para cambiar el sentido en el momento de su centésimo aniversario, Ana Pellicer ha consumado el primer gesto simbólico de escultor con respecto a este monumento-sueño. Ella evoca al mismo tiempo que la mujer no podría confundirse con una alegoría y que por estas joyas, ella revela su identidad y cultura propias. En nuestros días, donde el racismo y la intolerancia religiosa se han despertado al mismo tiempo que los nacionalismos, un artista debe mostrar lo más claramente posible que nunca hay que ceder el poder de expresión a los más fuertes, sino al contrario, desviar los monumentos oficiales de sus fines mezquinos. La libertad no puede reducirse a una estatua de la academia occidental al igual que la revolución a un mausoleo en la Plaza Roja. Al vincularse con un grupo de mujeres indígenas e introducir la joyería en cobre como nueva especialidad en esta comunidad de artesanos cobreros, y formándolas de tal modo que ellas

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concibieron un nuevo estilo de joyas, Ana Pellicer hace funcionar la libertad de la mujer para fortificar su papel creador. James Metcalf recuerda a este respecto que Apollinaire pensaba que Marcel Duchamp iba a reconciliar el arte con el pueblo. Marcel Duchamp –demasiado irónico para asumir semejante utopía– con toda seguridad no llegó a ello. Pero desde 1968, los artistas están buscando otros caminos, otras fórmulas, otras formas de intervención para sacar a la pintura y a la escultura de sus perspectivas mercantilistas y museológicas. Estas búsquedas me incitan hoy a aprobar y a respaldar el trabajo y la iniciativa de Ana Pellicer: la revolución femenina –feminista o no– no ha pronunciado su última palabra. Mientras que la estatua de Bartholdi no sea revestida de “Esculturas anti-estatua” de Ana Pellicer, ésta continuará siendo lo que es: una abstracción vacía destinada a camuflar la verdad y la identidad de todos los pueblos. Es preciso recordar a este respecto que Bartholdi fue primero el autor de la estatua del general Rapp y del León de Belfort y que en 1886, año en que se inauguró la estatua de la libertad en Nueva York, Nietzsche escribió: “Más allá del bien y del mal” y que un auténtico artista creador, Antonio Gaudí, llevaba ya cuatro años trabajando en la “Sagrada Familia” de Barcelona. Alain Joyffroy Crítico de Arte 1986 Traducción: Reynol Pérez Vázquez. Dramaturgo

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La Pelota que Rebota Eduardo Matos Moctezuma

Homenaje a Ana Pellicer Los dioses se convocaron en Xibalba para jugar a la pelota. Ese era el lenguaje de los dioses. De la lucha cósmica expresada a través de los mitos se daba paso a la lucha ceremonial en la cancha del juego de pelota de donde tendría que salir un vencedor y un vencido. Uno de ellos sería decapitado y de su cuello cercenado saldrían los torrentes de sangre representados en forma de siete serpientes y plantas floridas como canto sagrado en honor de los dioses. Así los vemos presentes en Chichen Itzá, en donde la pelota de hule se transforma en cráneo con todo su contenido simbólico ancestral. En uno de los juegos de pelota del Tajín. En uno de los juegos de pelota de El Tajín vemos, una vez más, la presencia de la muerte en uno de los contendientes que, acostado, espera ser sacrificado. Es nuevamente la reactualización de la lucha constante entre la noche y el día, entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, entre los poderes diurnos y nocturnos prevalecen en aquella pelota que no cesa de rodar y que lleva su giro la vida... Y también la muerte. Fue así como en aquel mundo de dualidades constantes el hombre supo dialogar con los dioses. Aquella lucha quedó plasmada en el juego de pelota. Canchas para el juego las vemos presentes a lo largo y ancho de Mesoamérica, lo mismo ocurre con la representación de jugadores. Desde las culturas más antiguas hasta el momento del contacto con los europeos van a proliferar estas presencias en el barro, en la arquitectura, en la piedra misma. Y algo insólito va a ocurrir: también se encuentran las pelotas de hule. Se han recuperado tanto del interior del Cenote sagrado de Chichen Itzá como del templo mayor de los Aztecas. ...Y en el siglo XVI llegaron otros hombres. Traían la destrucción en sus manos, en sus espadas de hierro. Todo lo fueron destruyendo. Los viejos códices que hablaban de la cuenta de los 20

días fueron quemados. Lo mismo ocurrió con los templos. Las esculturas de los dioses fueron mutiladas y la muerte se esparció por todas partes. Cesó la flor y el canto -in cuicatl, in xochitlpara dar paso a las cantigas coloniales. Pasaron los años y los siglos y surgieron los rostros de los nuevos hombres... ...Pero aquel pasado estaba latente, vivo, a flor de tierra. Poco a poco la tierra empezó a devolvernos a los viejos dioses, a los hombres que fueron. Aquel rostro ancestral empezó nuevamente a cobrar forma y se nos mostró en todas sus facetas: pequeñas figurillas de barro; máscaras de piedra; caras sonrientes que supieron perdurar en el tiempo; templos y palacios que encontraron la luz del día y murales policromados que nos muestran un mundo de color en el que el simbolismo quedó atrapado hasta en el trazo más sutil... ...y de aquellas vivencias presentes en el barro, en la piedra, en el muro hecho color, surgieron nuevas expresiones. Los actos de creación empezaron a repetirse y se buscaba en el tiempo para aprehender al tiempo mismo. Fue de esta manera como aquellas pelotas de hule que encerraban así la vida y la muerte empezaron a convertirse, a transformarse en enormes pelotas gracias a la acción creadora de manos que daban vida a lo muerto. Esas manos empezaron a moldear el hule, lo fueron tocando, amasando. A cada contacto el hule cobraba vida, renacía, Las manos prodigiosas creaban y creaban y la pelota crecía y crecía sin cesar. Allí; allí estaba con todo su contenido esencial: hule-cráneo-vida-muerte-tiempo. Al igual que los dioses, se había dado forma al tiempo... ...pero el tiempo permanecía estático. Era necesario que la vida se expresara en el movimiento y sólo las manos que habían realizado el prodigio podrían lograrlo. Una vez más aquellas manos acudieron a su poder creador y dieron el impulso indispensable para que el tiempo apresado en la pelota de hule empezara a moverse... ...poco a poco el tiempo empezó a girar, como aletargado de tantos años de espera. Fue rodando cada vez con más fuerza hasta que llegó el momento en que tal fue su velocidad que nada podía detenerlo. Rodó por las laderas y cayó en los valles; subió montañas y cruzó ríos; atravesó y

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llegó, finalmente, al juego de pelota preparando para que en él se llevara a cabo el juego ritual transformado en el ciclo vital de los días, de los meses, de los años... ...todo esto empezó un día en que las manos prodigiosas de Ana Pellicer decidieron atrapar el tiempo para convertirlo en una enorme pelota de hule... Eduardo Matos Moctezuma Director del Museo del Templo Mayor Solsticio de Verano de 1992

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Secr etos

Mujer Alada 2010 Cobre electroformado, repujado, yeso, madera y acrílico Dimensiones: 80x80x10 cm. Colección del Artista

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Las Guadalupanas 1997 Fibra de vidrio, vidrio y cerámica Dimensiones: 100x60 cm. Colección del Artista

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Quetzalcóatl bicéfalo 2010 Resina esculpida, cobre calado y amatista Dimensiones: 15x31x70 cm. Colección del Artista

29

Libro primero de arte 1970 Latón repujado, platico y papel Dimensiones: 25x24x12 cm. Colección del Artista

31

Er andipani 2009 Técnica Mixta: madera, oleo, yeso, metal y vidrio Dimensiones: 80x80 cm. Colección Particular

33

Recuerdo 2008 Cobre repujado y madera Dimensiones: 68x80x10 cm. Colección del Artista

35

Mujer es

La Tehuana 1996 Encaje electroformado, resina y fierro soldado Dimensiones: 210x69x30 cm. Colección Particular

39

La Libertad de Ocumicho 1990 Técnica Mixta, fibra de vidrio, cobre, latón y fierro esculpidos Dimensiones: 253x115x78 cm. Colección del Artista

41

Medusa 2010 Bronce fundido y cobre repujado. Mármol y madera Dimensiones: 24x24x30 cm. Colección Particular

43

La Libertad Purépecha 1987 Técnica Mixta, fibra de vidrio, yeso. Madera, textil, cobre y latón Dimensiones: 190x60x40 cm. Colección Particular

45

Homenaje a Frida 1989 Cobre electroformado, latón, textil. Madera policromada y resina Dimensiones: 205x77x88 cm. Colección del Artista

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Luz

Ilusión de II dimensiones I 1995 Cobre martillado, fierro y resina Dimensiones: 168x85x58 cm. Colección del Artista

51

La Reina 2000 Amatista y latón martillado Dimensiones: 168x62x28 cm. Colección del Artista

El Rey 2000 Amatista y latón martillado Dimensiones: 150x88x36 cm. Colección del Artista

53

ELLA 1996 Cobre martillado, cristal de roca, encaje electroformado y fierro Dimensiones: 150x77x25 cm. Colección del Artista

55

El 1996 Cobre y latón martillado, vidrio y fierro Dimensiones: 173x78x18 cm. Colección del Artista

57

Querubines 1998 Cobre repujado, resina y fierro Dimensiones: 164x51x51 cm. Colección Particular

59

Objeto encontr ado en la tumba de una Reina 1996 Cobre martillado, vidrio y mica templada Dimensiones: 164x60x40 cm. Colección del Artista

61

Ola Marina 1998 Vidrio emplomado y encaje electroformado Dimensiones: 120x80x30 cm. Colección del Artista

63

Ciclope en Tacuchi 1996 Cobre martillado, vidrio emplomado y fierro Dimensiones: 160x70x30 cm. Colección del Artista

65

Luna Creciente 1995 Latón martillado, resina y fierro Dimensiones: 150x50x40 cm. Colección del Artista

67

Poder

Mi Bander a Mexicana 2010 Cobre martillado y fierro esmaltado Dimensiones: 80x70 cm. Colección del Artista

71

La Maquina Enamor ada (maqueta) 1975 Cobre martillado, forjado y calado Dimensiones: 50x50x30 cm. Colección del Artista

73

El Querendal 1985 Técnica mixta; fierro, querenda, yeso y resina Dimensiones: 158x137x32 cm. Colección del Artista

75

El Beso 1995 Cobre martillado y repujado Dimensiones: 35x40x15 cm. Colección del Artista

77

El SIDA si da (detalle) 2010 Cobre repujado y hule esculpido Dimensiones: 25x60x60 cm. Colección Particular

79

Liberta d

Prendedor Etrusco-Cuanajense 1986 Latón martillado, repujado y granulado Dimensiones: 464x115x30 cm. Colección del Artista

83

Anillo Liliputense producto de Exportación 1986 Cobre martillado y resina Dimensiones: 116x79x20 cm. Colección del Artista

85

Arete de una gr an dama 1986 Latón martillado Dimensiones: 116x46x20 cm. Colección del Artista

87

Collar de Oaxaca 1986 Cobre martillado Dimensiones: 11 metros Colección del Artista

89

Cascabel Purépecha 2004 Cobre fundido Dimensiones: 64x20x20 cm. Colección del Artista

91

La Reconstrucción de Tzintzuntzan 1996 Técnica Mixta, Papel amate, tinta y cobre repujado Dimensiones: 125x244x4 cm. Colección del Artista

93

Ju eg o

Yugo marcador (detalle) 1994 Latón y hule esculpido Dimensiones: 200x100x40 cm. Colección Particular

97

La Pelota que rebota 1993 Hule esculpido y latón martillado Dimensiones: 80x80 cm. Colección del Artista

99

Cancha del Juego 1993 Hule esculpido, cobre electroformado y madera Dimensiones: 440x430x6 cm. Colección del Artista

101

Marcador Anillo rueda 1993 Latón, cobre, hule esculpido y madera Dimensiones: 270x100x30 cm. Diámetro del anillo: 110x 30 cm. Colección del Artista

103

Marcador Anillo rueda 1992 Cobre electroformado y hule esculpido Dimensiones: 270x100x30 cm. Diámetro del anillo: 110x 30 cm. Colección del Artista

105

Pelota de Base Ball 2000 Madera esmaltada y cobre Dimensiones: 80x80 cm. Colección del Artista

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Ana Pellicer Nace en la ciudad de México. Estudia Artes Plásticas en “The Arts Students League” y “The New School” en Nueva York. De 1973 a 1974, Directora de Producción Artesanal de FONART (Fondo Nacional de las Artes Populares), en la ciudad de México. Ha vivido en Santa Clara del Cobre, en Michoacán, durante muchos años en donde trabaja hasta la fecha. En 1976 funda el “Centro de Artes y Oficios Adolfo Best Maugard”, de Santa Clara del Cobre, el cual dirigió hasta junio del 2002. En 1975, creó una escultura monumental hecha en cobre con la técnica precolombina de la región, escultura que forma parte de la colección del Instituto Nacional de Bellas Artes y que se encuentra instalada en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México. Diseñadora del vestuario de tres piezas de teatro: “Pasiphae” de Monterland, en 1981 el Museo Rufino Tamayo, en 1994, “El León de Invierno” de James Goldman, en el teatro Julio Prieto y en 1999 “Nahui Olín”, durante el Festival del Centro Histórico en el Teatro de la ciudad. Ha hecho varias exposiciones tales como “Joyería de la Estatua de la Libertad”, en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México en 1981 “la Pelota que Rebota” en 1992 Museo del Templo Mayor en la ciudad de México. “Concentración de Luz en el Nuevo Milenio”, en 1995 en Casa de la Cultura “Jesús Reyes Heroles”, en la ciudad de México. “Cobre, Piedra y Fuego”, en el 2000 en Lincoln Center en Nueva York y “Tiempo, Piedra y Barro”. “Sirenas y Monstruos Marinos” en Lisboa Portugal en 1998. En 2002 en el Museo de Ciencias y Artes Muca, en la ciudad de México. En el 2009 Exposición colectiva “Las Mujeres de Michoacán” arte y artistas. En cada una de sus exposiciones individuales ha creado un Libro Objeto. Sus exhibiciones han sido presentadas en la ciudad de Morelia, Michoacán, México D. F., Nueva York, Chicago, Denver, Houston, Kentucky, Tennessee y también en París, Roma, Lisboa y Hannover.

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Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo Mtro. Leonel Gody Rangel Gobernador Constitucional Secretaría de Cultur a Mtro. Jaime Hernández Díaz Secretario Centro Cultur al Clavijero Vicente Guijosa Aguirre Director

Liviere López Ponce Coordinadora de Logística y Planeación Martha Estrada Soto Coordinadora de Servicios Educativos Pedro Cervantes Saavedra Museógrafo Vicente Guijosa Aguirre Eduardo Rubio Fotografía Santo Diseño Elizabeth Sanchez Gómez / René Iván Torres González Diseño y formación

Se terminó de imprimir en julio de 2010 en ImpresionArte, S.A. de C.V. en la ciudad de Morelia, Michoacán. El tiraje consta de 500 ejemplares.

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