ARTÍCULOS DE H.P. BLAVATSKY

ARTÍCULOS DE H.P. BLAVATSKY ¿SUPERCHERÍA O MAGIA? ¿SUPERCHERÍA O MAGIA? S entencia sabia es la que afirma que el que trata de probar demasiado,

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Diálogos de la Logia Blavatsky
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ARTÍCULOS DE H.P. BLAVATSKY

¿SUPERCHERÍA O MAGIA?

¿SUPERCHERÍA O MAGIA?

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entencia sabia es la que afirma que el que trata de probar demasiado, no llega al fin a probar nada. El profesor W. B. Carpenter, F.R.S.1 (y con otros adornos alfabéticos además), nos da un ejemplo evidente en su contienda con hombres que valen más que él. Sus ataques acumulan rencores con cada nuevo periódico que hace órgano suyo, y a medida que aumenta sus injurias, sus argumentos pierden fuerza y evidencia. ¡Y, sin embargo, sermonea a sus antagonistas por su falta de calma en la discusión, como si él no fuese el mismísimo tipo de la nitroglicerina en controversia! Abalanzándose contra ellos con sus pruebas, que son incontrovertibles sólo en su propia opinión, él mismo se hace coger más de una vez. De una de tales cogidas pienso aprovecharme hoy citando algunas experiencias curiosas mías. Mi objeto al escribir lo presente está muy lejos de ser el de tomar parte alguna en esta embestida a las reputaciones. Los Sres. Wallace y Crookes pueden muy bien defenderse. Cada uno de ellos ha contribuido, dentro de su propia especialidad, al verdadero progreso de los conocimientos útiles, más que el Dr. Carpenter en la suya. Ambos han adquirido gloria por valiosas investigaciones y descubrimientos originales, mientras que su acusador ha sido tachado con frecuencia de no ser otra cosa más que un compilador muy hábil de las ideas de otros hombres. Después de leer las hábiles réplicas de los acusados y la destructora revista del aplastante profesor Buchanan, todos, excepto sus amigos los psicofobistas, pueden ver que el Dr. Carpenter está completamente por los suelos. Está tan muerto como el clavo de puerta tradicional (doornail). En el suplemento de Diciembre de The Popular Science Monthley, aparece (Pág. 116) la interesante concesión de que un pobre juglar indo puede ejecutar una suerte que ¡casi le corta la respiración al profesor! Comparados con ella los fenómenos mediumnísticos de Miss Nichol (Mrs. Guppy) no son nada. Dice el Dr. Carpenter: La célebre suerte del árbol –que la mayoría de las personas que han estado mucho tiempo en la india han visto– según la describen varios de nuestros funcionarios civiles y científicos más distinguidos, es verdaderamente la maravilla mayor que he oído hasta ahora. Que un mangle crezca de un golpe, primero a la altura de seis pulgadas en un trozo de terreno cubierto de hierba, no visitado antes por los exorcistas, debajo de un cesto cilíndrico invertido, después de haberse adquirido la certeza de que estaba vacío, y que este árbol parezca crecer en el transcurso de media hora, desde seis pulgadas hasta seis pies, bajo una sucesión de cestos más y más grandes, es cosa que deja pequeñita a Miss Nichol.

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Miembro de la Academia Real ó de Ciencias.

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Ciertamente que sí. En todo caso, pone fuera de combate todo cuanto cualquier F.R.S. (miembro de la Real Academia) pueda enseñar a la luz del día, o en la obscuridad, en la Institución Real, o en otra parte cualquiera. ¿No debería suponerse que semejante fenómeno atestiguado de tal modo, y teniendo lugar en condiciones que excluyen toda superchería, provocaría la investigación científica? De no ser así, ¿qué otra cosa podía promoverla? Pero obsérvese de qué modo un F.R.S. se escapa entre los dedos. Pregunta irónicamente el profesor: ¿Atribuye Mr. Wallace esto a una causa espiritual? ¿O cómo el mundo en general (por supuesto, refiriéndose al mundo que la ciencia ha creado, y al que vigoriza Mr. Carpenter) y los actores en el consabido juego de manos en particular, lo atribuye él a una habilísima superchería?

Dejando a Mr. Wallace, si es que sobrevive a este fulminante rayo joviano, que conteste por sí mismo, tengo que decir por parte de los actores que éstos contestarían con un No enfático a ambas preguntas. Los juglares indos no tienen la pretensión de que intervengan en sus operaciones agentes espirituales, ni conceden que sean juegos de manos hábiles. Lo que sostienen es que los fenómenos son producidos por ciertos poderes inherentes al hombre mismo, quien los puede usar con fines malos o buenos. Y lo que yo sostengo, siguiendo humildemente a aquellos cuyas opiniones están basadas en experimentos psicológicos y en conocimientos realmente exactos, es que ni el Dr. Carpenter, ni su séquito de hombres científicos, por más que sus títulos se extiendan tras de sus nombres como la cola tras de una cometa, tienen todavía la menor idea de estos poderes. Para adquirir, aunque no sea más que un conocimiento superficial de ellos, tienen que cambiar sus procedimientos científicos y filosóficos. Siguiendo a Wallace y a Crookes, tienen que comenzar con el A B C del espiritismo, al cual Mr. Carpenter –queriendo ser muy desdeñoso– denomina “el centro de la ilustración y del progreso”. Tienen que tomar sus lecciones no solamente de los fenómenos verdaderos, sino también de los falsos, de los que su autoridad suprema (la de Monsieur Carpenter, el archi–sacerdote de la nueva religión) clasifica debidamente como “engaños, absurdos y supercherías”. Después de estudiar todo esto como ha tenido que hacerlo todo investigador inteligente, puede que se obtenga algún vislumbre de la verdad. Es tan útil saber lo que no son los fenómenos, como averiguar lo que son. Mr. Carpenter tiene dos llaves de patente garantizadas para abrir todas las puertas secretas de los gabinetes mediumnísticos, las cuales tienen por rótulo expectación y preocupación. La mayoría de los hombres de ciencia tienen alguna llave maestra por el estilo. Pero no tienen aplicación para la suerte del árbol; pues ni sus distinguidos funcionarios civiles, ni los científicos, podían suponer que habían de llegar a ver a un indo fornido desnudo, en un terreno que le era extraño, haciendo crecer a un mangle desde la semilla hasta la altura de seis pies en el espacio de media hora, pues sus preocupaciones estarían todas en contra de tal hecho. No puede ser la causa espiritual; tiene que ser prestidigitación. Ahora bien, Maskelyne y Crooke, dos hábiles prestidigitadores ingleses, han tenido abiertos los Ojos y bocas de toda la población de Londres con sus representaciones espiritistas. Se codean con Mr. Carpenter ¿Por qué no 3

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los llama para que le expliquen esta hábil juego de manos, y hacer que los Sres. Wallace y Crookes se pongan rojos de vergüenza ante su propio idiotismo? Todas las triquiñuelas del arte les son familiares: ¿dónde podría encontrar la ciencia mejor ayuda? Pero tenemos que hacer hincapié en que las condiciones sean idénticas. La suerte del árbol no debe ejecutarse a la luz del gas en el escenario de ninguna sala de espectáculos, ni con los actores vestidos de rigurosa etiqueta. Tiene que ser a la luz del día, en un terreno que les sea del todo extraño, y que no hayan visitado antes. No debe haber maquinarias ni ayudantes; la corbata y el frac tienen que dejarse a un lado, y los campeones ingleses aparecer en la primitiva vestimenta de Adán y Eva: un vestido de piel estrechamente ajustado, con el sólo aditamento de un dhoti o de unos calzones de siete pulgadas de largo. Los indos lo hacen así, y sólo exigimos una justa igualdad. Si en estas circunstancias hacen desarrollar un renuevo de mangle, el Dr. Carpenter se hallará en perfecta libertad para hacer saltar con él los últimos restos de los sesos de cualquier chiflado espiritista que halle a mano. Pero hasta entonces, cuanto menos hable acerca de los juglares indos, tanto mejor para su reputación científica. No hay que negar que en la India, en China y en otras partes de Oriente, hay verdaderos juglares que hacen juegos de manos. Es igualmente verdad que algunos de ellos sobrepujan en sus habilidades a todo lo que conocen las gentes de Occidente. Pero éstos no son ni faquires ni los que llevan a cabo la maravilla del mangle, según la describe el Dr. Carpenter. Esta última suele ser imitada por adeptos indos y orientales, por habilidad de manos, pero bajo condiciones totalmente diferentes. Siguiendo modestamente a retaguardia a los distinguidos funcionarios civiles y científicos, voy a relatar algo que he visto con mis propios ojos. Hallándome en Caroupur de camino para Benarés, la ciudad santa, le robaron a una señora, compañera mía de viaje, todo lo que llevaba en un pequeño baúl. Joyas, vestidos y hasta su libro de notas, que contenía un diario que venía escribiendo con cuidado hacía más de tres meses, habían desaparecido misteriosamente, sin que la cerradura del baúl hubiese sido forzada. Habían pasado horas, quizás una noche y un día, desde el robo, pues habíamos salido al amanecer para visitar unas ruinas próximas, relacionadas recientemente con las represiones de Nana Sahib contra los ingleses. El primer pensamiento de mi compañera fue acudir a las autoridades locales; el mío recurrir a la ayuda de algún gossain indígena (un santo hombre a quien se atribuye que lo sabe todo), o por lo menos a un Jadugar o conjurador. Pero las ideas de la civilización prevalecieron y se perdió una semana en visitas inútiles a la chabutara (casa de la policía) y en entrevistas con el Kotwal, su jefe. Desesperada ya, se recurrió por fin a mi idea y se buscó a un gossain. Ocupábamos un pequeño bungalow al extremo de uno de los barrios en la orilla derecha del Ganges, desde cuya terraza se descubría una completa vista del río, que en este sitio era muy estrecho. Nuestro experimento se verificó en esta verandah en presencia de la familia de nuestro huésped –un portugués mestizo del sur–, de mí y de mi amiga, y de dos franceses recientemente llegados, que se habían reído ofensivamente de nuestra superstición. Eran las tres de la tarde. El calor era sofocante, pero sin embargo, el santo 4

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hombre –un esqueleto viviente color café– pidió que se suspendiera el movimiento del pankah (abanico suspendido que se movía por una cuerda). No dijo la razón, pero era porque la agitación del aire influye sobre todos los experimentos magnéticos delicados. Todos habíamos oído hablar de la marmita rotatoria como agente para el descubrimiento del robo en la India: una marmita común de hierro, la cual, bajo la influencia de un conjurador indo, rueda por su propio impulso, sin que nadie la toque, hasta el punto mismo en que los objetos robados se hallan ocultos. El gossain procedió de un modo distinto. En primer lugar, pidió algún objeto que hubiese estado últimamente en contacto Con el contenido del baúl, y se le dio un par de guantes. Los estrujó entre sus delgadas manos, y dándoles vueltas una y otra vez, los dejó caer al suelo y procedió a dar lentamente una vuelta sobre sí mismo, con los brazos y los dedos extendidos, como si estuviese buscando la dirección en donde se encontraba lo robado. De repente se detuvo con un sacudimiento, se dejó caer gradualmente al suelo y permaneció inmóvil, sentado con las piernas cruzadas y con los brazos siempre extendidos en la misma dirección, como si estuviese sumido en un estado cataléptico. Esto duró más de una hora, la que en aquella atmósfera sofocante fue para nosotros una prolongada tortura. De repente nuestro huésped saltó de su silla a la balaustrada, y comenzó a mirar fijamente hacia el río, en cuya dirección todos volvimos la vista también. De dónde y cómo venía, no podíamos decirlo; pero allí, sobre el agua y cerca de su superficie, se aproximaba un objeto oscuro. Tampoco podíamos descubrir lo que era; pero aquella masa parecía impelida por alguna fuerza interna a dar vueltas, primero con lentitud y luego más y más rápidamente, a medida que se aproximaba. Parecía como sostenida por un pavimento invisible, y su curso era en línea recta al modo que vuela la abeja. Llegó a la orilla y desapareció de nuevo entre la espesa vegetación, y presto, rebotando con fuerza al saltar sobre la baja pared del jardín, voló más bien que rodó hacia la verandah y cayó pesadamente en las manos extendidas del gossain. Un temblor convulsivo y violento se apoderó del anciano, al abrir, dando un profundo suspiro, sus ojos medio cerrados. Todos estábamos asombrados, pero los franceses miraban espantados el envoltorio con una expresión de terror idiota en sus Ojos. El santo hombre se levantó del suelo, desenvolvió la cubierta de lona embreada y dentro se hallaron todos los objetos robados, sin faltar la menor cosa. Sin decir una palabra, ni esperar a que le dieran las gracias, hizo un profundo salaam (saludo) a la reunión y desapareció por la puerta antes de que hubiésemos vuelto de nuestra sorpresa. Tuvimos que correr tras él largo trecho antes que pudiésemos obligarle a aceptar una docena de rupias, las cuales recibió en su cuenco de madera. Esta historia parecerá sorprendente e increíble a los europeos y americanos que no han estado nunca en la india. Pero tenemos la autoridad de Mr. Carpenter que nos avala, pues sus amigos, distinguidos funcionarios civiles y científicos, tan poco a propósito para sorber nada místico con sus narices aristocráticas, como el Dr. Carpenter para verlo en Inglaterra con sus ojos telescópicos, microscópicos y científicos de doble aumento, han presenciado el juego de manos del árbol que es todavía más maravilloso. Si lo uno es hábil prestidigitación, lo otro también. ¿Querrán los señores de corbata

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blanca y chaqueta con cola de la sala de espectáculos tener a bien enseñar a la Sociedad Real cómo se hace uno y otro?

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¿QUÉ SON LOS TEÓSOFOS? Traducido por Federico Climent Terrer, Mayo, 1926

¿QUE SON LOS TEÓSOFOS?

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on –como dicen– estudiantes de las Leyes Naturales, de la Filosofía antigua y moderna y aun de las ciencias exactas? ¿Son deístas, ateos, socialistas, materialistas, idealistas o tan sólo cismáticos del moderno espiritismo o meros visionarios? ¿Merecen alguna consideración? ¿Son capaces de discutir sobre Filosofía y de cultivar la Verdadera Ciencia o se les debe tratar con la compasiva tolerancia que se concede a los entusiastas inofensivos? La Sociedad Teosófica se ha visto acusada de creer en milagros y en la taumaturgia; de tener un fin político semejante al de los carbonarios; de ser espía de un zar autocrático; de predicar doctrinas socialistas y nihilistas y, ¡oh, extraña afirmación?, de estar en secreta connivencia con los jesuitas franceses para desbaratar mediante dinero el moderno espiritismo. Con igual violencia les han tildado de soñadores los positivistas norteamericanos; de adoradores de fetiches, algunos periódicos neoyorquinos; de restauradores de arcaicas supersticiones, los espiritistas; de infieles emisarios de Satanás, la iglesia cristiana; de diversos tipos de necia credulidad, el profesor W. B. Carpenter, individuo de la Real Sociedad; y finalmente, lo más absurdo es que algunos indos adversarios, con objeto de mermar la influencia de los teósofos, los acusan llanamente de valerse de demonios para la producción de ciertos fenómenos. De todo este cúmulo de opiniones se infiere notoriamente que la Sociedad Teosófica, sus miembros y sus objetos, tienen bastante importancia como para que se les acuse y discuta. Las gentes sólo calumnian a los que odian o temen. Pero si la Sociedad Teosófica ha tenido enemigos y detractores, también ha contado con amigos y defensores. Por cada palabra de vituperio ha habido otra de elogio. Comenzó con un grupo de unos doce miembros fervorosos, y al cabo de un mes había aumentado tanto su número que fue preciso alquilar un local público para celebrar las reuniones. A los dos años había establecido ramas en los países europeos. Posteriormente se alió con la inda Arya Samâj, presidida por el erudito pandit Dayânand Sarasvati Svânni y con los budistas cingaleses acaudillados por el erudito H. Sumangala, sumo sacerdote del Pico de Adán y director del Colegio Vidyodaya en Colombo. Quien seriamente desee profundizar en las ciencias psicológicas debe trasladarse a la sagrada tierra de la antigua Âryâvarta. Ninguna como ella tan vieja en Sabiduría Esotérica y civilización, por muy decaída que esté su pobre sombra, la india moderna. Considerando este país, según lo consideramos nosotros, como el fructífero plantío de 2

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donde procedieron todos los subsiguientes sistemas filosóficos, tenemos que una porción de nuestra Sociedad ha acudido a esta fuente de toda psicología y filosofía para aprender su antigua Sabiduría y solicitar la comunicación de sus recónditos secretos. La filología ha progresado lo bastante para que se necesite prueba demostrativa de la primogénita nacionalidad de Âryâvarta. La prejuiciosa e incomprobable hipótesis de la moderna cronología no merece detener en ella ni por un instante el pensamiento, y se desvanecerá con el tiempo como se han desvanecido muchas hipótesis incomprobadas. La línea hereditaria de filosofía, desde Kapila a James Mill pasando por Epicuro y desde Patanjali y Plotino hasta Jacobo Böehme, puede trazarse como el curso de un río a través de la campiña. Uno de los objetos de la organización de la Sociedad era examinar las opiniones demasiado transcendentales de los espiritistas con relación a las facultades de los espíritus desencarnados; y habiéndoles manifestado lo que, al menos en nuestro concepto, no son algunos de sus fenómenos, nos incumbe demostrar lo que son. Tan evidente es que en Oriente, y sobre todo en la india, se ha de buscar la clave de los pretendidos fenómenos sobrenaturales de los espiritistas, que así lo admite recientemente el Pioneer de Allahabad del 11 de agosto de 1879, diario angloindo, al censurar a los cientificistas porque “el intento de descubrimientos físicos durante algunas generaciones ha sido demasiado propenso a desdeñar la investigación suprafísica”. Alude dicho diario a “la nueva oleada de duda” (espiritismo) que “últimamente perturbó este convencimiento”. Añade que para un gran número de personas, incluso muchas de alta cultura e inteligencia, “lo sobrenatural vuelve a afirmarse como un apropiado objeto de investigadora inquisición, pues hay plausibles hipótesis en favor de la idea de que entre los Sabios orientales pueden hallarse en más alto grado que entre los más modernizados individuos occidentales, huellas de aquellas circunstancias personales, cualesquiera que sean, que se requieren como previa condici6n del fenómeno sobrenatural”. Después, sin saber que la causa que defendía es una de las principales aspiraciones y objetos de nuestra Sociedad, el articulista dice que es “la única dirección en la cual, a nuestro parecer, pueden ser provechosos los esfuerzos de los teósofos en la india. Sabemos que los principales miembros de la Sociedad Teosófica en la India son ya muy adelantados estudiantes de los fenómenos ocultos, y creemos que su declarado interés en la filosofía oriental encubre el reservado intento de llevar a cabo exploraciones de la índole que hemos indicado”. Aunque éste sea uno de nuestros objetos, no es el único; y el más importante es restaurar la obra de Ammonio Saccas y recordar a las diversas naciones que todas son hijas de “una misma madre”. En cuanto al aspecto trascendental de la antigua Teosofía, también debe explicarlo la Sociedad Teosófica. Por lo tanto, ¿con qué modalidad de la investigación de la Naturaleza, de la Ciencia en que buscaban a Dios los antiguos arios y los místicos y de las facultades de la moderna mediumnidad espiritista debe convenir la Sociedad? Nuestra respuesta es: con todas. Pero si se pregunta qué cree de ello la Sociedad, responderemos: como corporación, en nada. La Sociedad, como corporación, 3

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en conjunto, no tiene credo, porque los credos no son más que envolturas del Conocimiento Espiritual, y la Teosofía es de por sí Conocimiento Espiritual, la verdadera esencia de la investigación filosófica y teística. Como representante visible de la Teosofía universal, la Sociedad Teosófica no puede ser sectaria, de la misma manera que no lo es una Sociedad Geográfica, que se ocupa en las exploraciones del planeta prescindiendo de la religión que puedan profesar los exploradores. La religión de la Sociedad es una ecuación algebraica en la que, mientras no se admita el signo de igualdad (=), cada miembro es libre de substituir las cantidades que mejor le parezcan y se acomoden al clima y demás exigencias de su país nativo, a la idiosincrasia de sus habitantes y aun a la suya propia. Como quiera que nuestra Sociedad no acepta credo alguno, queda en expedita actitud de dar y tomar, de aprender y enseñar por experiencia práctica en contra de la pasiva y crédula aceptación de un dogma forzoso. La Sociedad aceptará toda conclusión que lógica y experimentalmente demostrada, presente cualquiera de las antedichas escuelas o sistemas. En cambio, nada puede aceptar por mera fe, sea quien sea el que lo proponga. Pero cuando los teósofos nos consideramos individualmente es cosa muy distinta. Los miembros de la Sociedad pertenecen a diversas nacionalidades y razas, y se han educado en los más disímiles credos religiosos y condiciones sociales. Unos creen en una cosa y otros en otra. Algunos se inclinan hacia la antigua Magia o Secreta Sabiduría enseñada en los santuarios, de todo punto opuesta al supernaturalismo o diabolismo. Otros prefieren el espiritismo moderno y el trato o comunicación con los espíritus de los Muertos. No faltan quienes se dedican al hipnotismo y magnetismo animal o a la investigación de las ocultas fuerzas de la naturaleza. Cierto número han adquirido una creencia definida, pero se mantienen en atenta expectación, y los hay que en determinado sentido se llaman materialistas. Sin embargo, no figura en nuestra Sociedad ningún ateo, ni fanático de ninguna religión, porque desde el momento en que alguien ingresa en la Sociedad, denota con ello que va en busca de la Verdad Final en cuanto a la ultérrima esencia de las cosas. Si acaso hubiera algún ateo especulativo, habría de aceptar los principios de causa y efecto, tanto en el mundo material como en el espiritual. Puede también haber miembros que, como el poeta Shelley, han dejado que su imaginación se remonte de causa en causa hasta lo Infinito, pues cada causa se transmuta lógicamente en un efecto que necesita otra causa superior hasta que sutilizan lo Eternal en una mera neblina. Pero ni siquiera son ateos en el sentido especulativo, aunque identifiquen las fuerzas materiales del Universo con los atributos que los teístas reconocen en Dios, porque desde el momento en que no pueden desechar el concepto del abstracto ideal de energía, causa, necesidad y efecto, únicamente cabe considerarlos como ateos respecto a la no creencia en un Dios personal, pero no con respecto al Alma Universal de los panteístas. Por otra parte, el sectario fanático que está circunvalado por un credo a manera de valla en cada una de cuyas empalizadas se lee el aviso: Se prohíbe el paso, no podrá salir de su redil para ingresar en la Sociedad Teosófica; ni aunque saliera hay lugar en la Sociedad para quien profesa una religión que prohíbe el libre examen. La idea capital y básica de la Sociedad es la libre e impávida investigación. 4

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Colectivamente sostiene la Sociedad Teosófica que son propiamente te6sofos todos los sinceros y originales investigadores del aspecto oculto de la Naturaleza, ya sean materialistas que ven en la materia la promesa y potencialidad de toda vida terrestre o espiritualistas que consideran el Espíritu como la fuente de toda energía y también de toda materia. Porque para ser teósofo no es necesario reconocer la existencia de un Dios o Deidad especial. Basta adorar el Espíritu de la Naturaleza Viviente y procurar identificarse con El. Basta reverenciar aquella Presencia, aquella invisible Causa que sin embargo se está siempre manifestando en sus incesantes efectos; el intangible, omnipotente y omnipresente Proteo, indivisible en su esencia y que a pesar de no tener forma subyace en toda forma, que está aquí y allí, en todas partes y en ninguna, que es TODO y NADA, ubicuo y sin embargo, uno; la Esencia que llena, liga, relaciona y contiene cada cosa y está contenida en todas. Me parece que ahora podrá inferirse que quienes así opinan, llámense teístas, panteístas o ateos, están intelectualmente emparentados. Sea lo que sea un hombre, en cuanto abandona el viejo y trillado camino de la rutina y entra en el solitario sendero de independencia de pensamiento que a la Verdad conduce, es teósofo, un pensador que por cuenta propia y propia inspiración va en busca de la Eterna Verdad para resolver los problemas del Universo. La Teosofía está aliada con todos cuantos investigan por su cuenta el conocimiento del Principio Divino, de sus manifestaciones en la Naturaleza y la relación del hombre con El. También está la Teosofía aliada con la ciencia legítima y honrada, en distinción de la que se titula ciencia física1 exacta y no entra en el terreno de la psicología y metafísica. Asimismo es la Teosofía amiga y aliada de toda sincera religión, es decir, de toda religión que consienta en ser juzgada con el criterio que aplica a las demás. La Teosofía considera inspirados, pero no revelados, los libros escriturarios que contienen evidentísimas verdades; pero en cuanto al elemento humano de dichos libros, los considera inferiores al Libro de la Naturaleza, para cuya acertada lectura y exacta comprensión es preciso haber actualizado muy altamente las innatas potencias del Alma. La facultad intuitiva basta para percibir las leyes ideales que trascienden los dominios de la argumentación y la dialéctica, pues nadie puede comprenderlas ni apreciarlas bien por las explicaciones que de ellas da otra mente, aunque pretenda haber recibido revelación directa. Y como la Sociedad Teosófica, que concede la mayor amplitud de pensamiento en los reinos del puro Ideal, no es menos constante en la esfera de los hechos, se muestra sinceramente respetuosa con la ciencia moderna y sus legítimos representantes. A pesar de su carencia de elevada intuición espiritual, es inmensa la deuda contraída por el mundo con los representantes de la moderna ciencia positivista. Por esto la 1

Cuando la maestra Blavatsky habla de ciencias exactas no se refiere a las matemáticas, que académicamente tienen esa denominación, sino al sistema científico de la escuela positivista, que supone verdad definitiva e incontrovertible el resultado de la observación y experiencia por el único conducto de los sentidos físicos. N. del T.

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Sociedad Teosófica se adhiere cordialmente a la noble e indignada protesta del culto y elocuente predicador, el Rdo. O.B. Frotteingham, contra quienes intentan menospreciar los servicios de nuestros eminentes naturalistas. En una conferencia dada recientemente en Nueva York decía: “Se tilda a la ciencia de irreligiosa y atea; pero la ciencia nos está dando una nueva idea de Dios, y a ella debemos el verdadero concepto del Dios vivo. Si no nos convertimos en ateos bajo los enloquecedores efectos del protestantismo, a la ciencia lo debemos, porque desvanece las horribles ilusiones que nos entorpecen y atormentan y nos coloca en camino de conocer racionalmente cuanto vemos…” Gracias también a los infatigables trabajos de orientalistas como sir W. Jones, Max Müller, Burnhouf, Colebrooke, Hang, St. Hilaire y muchos otros, tributa la Sociedad Teosófica igual respeto y veneración al hinduismo, budismo, mazdeísmo y otras antiguas religiones del mundo, y análogo sentimiento fraternal respecto de los miembros hinduistas, cingaleses, parsis, jainos, hebreos y cristianos como estudiantes individuales del ser humano, de la Naturaleza y de lo Divino en la Naturaleza. Nacida en los Estados Unidos de América, la Sociedad tomó por modelo de su constitución, la de su país materno, que omitió en su ley fundamental el nombre de Dios para no dar pretexto a que algún día se estableciera una religión oficial; pero que concede en sus leyes absoluta igualdad de trato a todas las religiones que contribuyen al sostén del Estado que las protege. La Sociedad Teosófica, modelada sobre la constitución estadounidense, puede llamarse la República de la Conciencia. Creemos haber expuesto con toda claridad por qué los miembros de la Sociedad Teosófica son individualmente libres de profesar o no éste o el otro credo religioso, con tal de que no pretendan monopolizar la conciencia e imponer a los demás sus opiniones. En este particular son muy estrictas las normas de la Sociedad Teosófica, y ajusta su conducta a la sabiduría del antiguo aforismo budista que dice: “Honra tu fe y no calumnies las ajenas”. Este aforismo repercute hoy día en la Declaración de principios del Brahma Samaj, que tan notablemente afirma que “ninguna secta debe ser vilipendiada, ridiculizada ni odiada”. En la Sección VI del reformado Reglamento de la Sociedad Teosófica, recientemente acordado en el Consejo General reunido en Bombay, se establece la siguiente norma:

Ningún dignatario de la Sociedad Madre podrá manifestarse hostil de palabra ni de hecho, ni mostrar preferencia respecto de ningún grupo de la Sociedad. A todos se les ha de considerar y tratar según los tres objetos de la Sociedad. Todos tienen el mismo derecho de exponer ante el justiciero tribunal de las gentes las esenciales características de sus creencias religiosas.

Cuando los miembros de la Sociedad se ven individualmente atacados pueden tal vez quebrantar esta regla; pero si desempeñan cargo oficial no les es lícito en modo alguno

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quebrantarla, ni tampoco la debe nadie quebrantar en las reuniones. Superior a todas las sectas humanas es la Teosofía considerada abstractamente, puesto que es demasiado amplia para estar contenida en cualquiera de ellas, y en cambio las contiene fácilmente a todas. En conclusión, cabe afirmar que en sus conceptos es más amplia y universal que cualquier sociedad científica, pues además de ciencia tiene fe en todo aquello que es posible y voluntad determinada para penetrar en las desconocidas regiones espirituales que, según la ciencia positiva, no tienen por qué explorar los investigadores científicos. Por otra parte, supera la Teosofía a todas las religiones en la circunstancia de no distinguir entre gentiles, judíos o cristianos. Con este espíritu se ha establecido la Sociedad Teosófica sobre el cimiento de la Fraternidad Universal. Independiente de todo sistema y partido político, la Sociedad apenas se ocupa del externo y humano régimen del mundo material. Todas sus aspiraciones se dirigen hacia las Ocultas Verdades de los mundos visible e invisible. Si el hombre físico está bajo el gobierno de un imperio o de una república, es cosa que compete exclusivamente al hombre material. Podrá estar esclavizado su cuerpo; pero en cuanto a su Alma, tiene el derecho de dar a sus gobernantes la digna respuesta de Sócrates a sus jueces. Los gobernantes no tienen dominio alguno sobre el Hombre Interno. Tal es, por consiguiente, la Sociedad Teosófica y tales sus principios, sus múltiples aspiraciones y sus objetos. No es extraño que se haya extraviado hasta ahora la opinión pública y que los enemigos de la Sociedad pudieran hallar el modo de menoscabarla en la estimación general. El verdadero estudiante ha estado siempre recluido en el silencio y la meditación. Tienen tan poco de común sus gustos y costumbres con los del mundo profano que mientras él estudia, sus enemigos y calumniadores no desaprovechan las ocasiones. Pero el tiempo todo lo remedia y son efímeros los embustes. Únicamente la Verdad es eterna. En otra ocasión hablaremos de los pocos miembros de nuestra Sociedad que han hecho grandes descubrimientos científicos y de aquellos otros a quienes los psicólogos y biólogos deben la nueva luz arrojada sobre los obscuros problemas del hombre interno. Nuestro actual propósito no ha sido otro que demostrar al lector que la Teosofía no es una doctrina novelesca ni una cábala política ni tampoco una de aquellas agrupaciones de entusiastas que nacen hoy para morir mañana. Que no todos sus miembros piensan de la misma manera, está demostrado por la circunstancia de que la Sociedad se halla organizada en dos grandes divisiones: la oriental y la occidental, y que esta última se divide a su vez en numerosas secciones según las razas y las creencias religiosas. El pensamiento de un hombre no puede abarcarlo todo en la múltiple variedad de sus manifestaciones. Debe necesariamente especular al mismo tiempo en una sola dirección, pues no tiene el don de ubicuidad; y una vez transpuestos los límites 7

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del positivo conocimiento humano, ha de vagar erráticamente porque infinitas son las ramificaciones de la única, central y absoluta Verdad. De aquí que de cuando en cuando veamos que aun los más insignes filósofos se extravían en el laberinto de la especulación y con ello provocan las censuras de la posteridad. Pero como todo propende a un solo y mismo objeto, o sea la liberación del pensamiento humano, son convenientes el desvanecimiento de las supersticiones y el hallazgo de la Verdad. Todos estamos conformes en que estos objetos pueden lograrse mejor convenciendo la razón y encendiendo el entusiasmo de las jóvenes generaciones cercanas a la virilidad, para que substituyan a sus prejuiciosos y reaccionarios padres. Y como todos han hollado la real calzada del Conocimiento, a todos los escuchamos y recibimos en nuestra compañía. Porque ningún sincero investigador vuelve con las manos vacías, y aun el que ha gozado del aura popular puede ofrecer su óbolo en el altar de la Verdad.

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NOCIONES ERRÓNEAS ACERCA DE “LA DOCTRINA SECRETA”

NOCIONES ERRÓNEAS ACERCA DE “LA DOCTRINA SECRETA” ET NUNC ERUDIMINI1

Creo muy conveniente en estos momentos, en que no pocos neoteósofos pretenden poner en tela de juicio, discutir y enmendar la obra magna de H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, piedra angular de las doctrinas teosóficas, publicar la siguiente correspondencia, no conocida en España, respecto a esa obra magistral, escrita por su inspirada autora en el año 1890. J.X.H.

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esde la publicación de La Doctrina Secreta, algunos estudiantes de Teosofía (fuera del círculo interno de las Ciencias Ocultas) se han quejado de que las enseñanzas contenidas en la obra no les satisfacían. Uno de ellos, mencionando la extensa y acerba crítica de aquélla, hecha por un antiguo y aunque insignificante, brutal enemigo, la emprende contra mí por dar lugar –dice– a semejante crítica, ya que no tengo suficientemente en cuenta la ciencia y el pensamiento modernos (!). Otro se lamenta de que no son completas mis explicaciones; así, dice: “Durante los diez últimos años he sido lector asiduo de la literatura teosófica. He leído y releído La Doctrina Secreta; he comparado y cotejado pasajes, y nada es tan desesperante, en el momento en que algunas de las más sabias explicaciones acerca de ciertos puntos ocultos comienzan a aclararse, como verse uno confundido por una cita relativa a alguna filosofía o religión exotérica que viene a cortar el hilo de las ideas, dejando la explicación sin acabar… Podemos comprender algunas partes, pero no podemos formarnos una idea concisa, particularmente acerca de las enseñanzas relativas a Parabrahman (lo Absoluto), al 1º y 2º Logos, al Espíritu, la Materia, Fohat, etc.”

Este es el resultado directo y natural del muy erróneo concepto que consiste en creer que en la obra que he titulado La Doctrina Secreta me haya propuesto coincidir con la ciencia moderna o explicar puntos ocultos. Me ocupaba –y aún sigo ocupándome– en los hechos más que en las hipótesis científicas. Mi principal y único objeto fue el de hacer resaltar el hecho de que los principios básicos y fundamentales de toda religión o filosofía exotérica, antigua o moderna, no eran, desde el primero hasta el último, sino 1

Abreviatura de una expresión bíblica: “Et nunc reges, intelligite; erudi mini qui judicatis terram”. (Ahora Pues, ¡oh reyes!, obrad prudentemente; dejaos persuadir, rectores todos de la tierra) (Salmos II, 10).

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Nociones erróneas acerca de “La Doctrina Secreta”

ecos de la Religión de la Sabiduría primitiva. Intenté demostrar que el ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO, como la Verdad misma, es Uno, y que aun cuando difiera el follaje en forma y color, el tronco, así como sus ramas principales, pertenecen todavía a ese mismo Árbol antiguo, a cuya sombra ha crecido y se ha desarrollado la Filosofía (ahora esotérica) religiosa de las Razas que precedieron en la Tierra a nuestra Humanidad presente. Creo haber logrado mi objeto, hasta donde era posible, en los dos primeros tomos de La Doctrina Secreta. No era la Filosofía Oculta de las Doctrinas, Esotéricas la que me propuse explicar al mundo en general (porque, en ese caso, la calificación de Secreta la hubiese convertido en el secreto de Polichinela, un secreto a voces como los apartes de las escenas teatrales) sino simplemente revelar aquello que podía ser revelado y compararlo con las creencias y dogmas de las naciones presentes y pasadas, señalando así su origen y poniendo de manifiesto hasta qué punto habían degenerado. Si mi obra, en esta época de afirmaciones materialistas y de iconoclastia universal, es demasiado prematura para las masas profanas, tanto peor para esas masas. Mas no era demasiado prematura para los estudiantes de Teosofía, atentos y celosos, sino quizá para aquellos que creían que un tratado acerca de correspondencias tan intrincadas como las que existen entre las religiones y filosofías del pasado, casi olvidado, y las de la edad presente, podía resultar una cosa tan sencilla como tomar un billete de ferrocarril a precio reducido. Hasta un solo sistema de Filosofia, bien sea de Kant o de Herbert Spencer, de Spinoza o de Hartmann, requiere algo más que un estudio de varios años. ¿No es lógico, pues, que una obra que compara varias docenas de filosofías y más de media docena de religiones mundiales, una obra que ha de poner al descubierto las raíces de aquellas con las mayores precauciones, ya que sólo puede sugerir, insinuar algunas veces ideas referentes a las Secretas Doctrinas, no pueda ser comprendida en una primera lectura, ni siquiera después de varias, como no elabore el lector para su propio uso, un sistema de estudio? Que esto puede hacerse, y se está haciendo, queda demostrado por los Dos Estudiantes de la E. S. 2. Están sintetizando ahora La Doctrina Secreta, y de la manera más clara y comprensible lo llevan a cabo en esta revista. Como los demás, tampoco comprendieron esa obra inmediatamente después de haberla leído. Pero con el mayor celo emprendieron su trabajo. Hicieron un índice para su uso particular, clasificando las materias en dos partes: la exotérica y la esotérica; y habiendo terminado esa labor preliminar, ofrecen ahora a los lectores en general la primera parte, conservando la última para su propia instrucción y beneficio. ¿Por qué no habría de hacer lo mismo todo teósofo animado de buen deseo? Existen distintos medios de adquirir el conocimiento: (a) Aceptar ciegamente los preceptos de la Iglesia o de la ciencia moderna. (b) Rechazar ambas y proponerse hallar uno mismo la Verdad. 2

“Esoterie School”. (Escuela Esotérica).

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Nociones erróneas acerca de “La Doctrina Secreta”

El primer método es fácil y conduce a la respetabilidad social y a la alabanza de los hombres; el otro es difícil y exige un amor a la Verdad poco común, una indiferencia completa respecto a todo beneficio personal y una inquebrantable perseverancia. Así era antiguamente, así es hoy día, salvo quizá, que ese amor a la Verdad ha sido más raro en nuestra época que lo era en días pasados. En verdad, la repugnancia del orientalista moderno a pensar por sí mismo es ahora tan grande como las exigencias y críticas del occidental respecto a los pensamientos de los demás. Pretende aquél para su Sendero todo el confort moderno; exige aceras asfaltadas, tren rápido y telégrafos, y hasta telescopios con que contemplar, cómodamente tendido, el trabajo de los demás y, mientras les critica, hallar un trabajo fácil; en estas condiciones, dispuesto está a hacer papel de ocultista y de estudiante aficionado a la Teosofía. Muy distinto es el verdadero Sendero que conduce al Conocimiento Esotérico. Obstruida está su entrada por infinidad de plantas espinosas, frutos de la negligencia y de la omisión; los disfraces de la Verdad, que tantos siglos de existencia cuentan, entorpecen el camino, obscurecido por el orgulloso desdén de la propia presunción y por todas las verdades alteradas y desviadas de su origen. Sólo penetrar en el umbral de este Sendero exige una incesante labor de años, no compensada muchas veces, y cuando ha logrado franquear la entrada, el abrumado peregrino ha de caminar con esfuerzo, porque la estrecha senda conduce a las cimas de montes inviolables, inmensurados e ignorados, salvo de aquellos que alcanzaron ya las nebulosas cumbres. Así ha de ascender, paso a paso, teniendo que conquistar cada palmo de terreno por sus propios esfuerzos; avanza guiado por extraños linderos, cuya naturaleza sólo puede reconocer descifrando en su camino las inscripciones medio borradas por los siglos, porque ¡ay de aquél, si en vez de estudiarlas se detiene, declarando a aquéllas indescifrables! La Doctrina del Ojo es maya; sólo la del Corazón puede hacer de aquél un elegido. ¿Ha de extrañar pues que tan pocos alcancen la meta? ¿Que sean tantos los llamados y tan pocos los elegidos? ¿Acaso no vemos explicado el motivo en tres líneas de la página 46 de La Voz del Silencio? Dicen éstas que “Mientras los primeros repiten orgullosos: “¡Ved!, ¡yo sé!”, los últimos, aquellos que humildemente han atesorado, confiesan en voz baja: “¡Así he oído!”, y, por lo tanto, se convierten en los únicos elegidos”.

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¿QUÉ ES LA TEOSOFÍA? Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

¿QUÉ ES LA TEOSOFÍA?

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e ha hecho tan frecuentemente esta pregunta y reina un exceso de ideas erróneas, que sería un descuido por parte de los editores de una revista dedicada a la presentación de la Teosofía del mundo, que apareciera su primer número sin llegar a un pleno entendimiento con sus lectores acerca de este tema. Pero nuestro encabezado involucra dos interrogantes adicionales: ¿Qué es la Sociedad Teosófica, y qué son los Teósofos? A cada una de ellas se dará una respuesta.

De acuerdo a los lexicógrafos, el término theosophia está compuesto por dos palabras Griegas –theos, “dios”, y sophos, “sabio”. Hasta aquí, esto es correcto. Sin embargo las siguientes explicaciones están lejos de dar una idea clara de lo que es la Teosofía. Webster la define de una manera por demás original corno “una supuesta comunicación con Dios y los espíritus superiores, y el consecuente logro del conocimiento súper humano, por medio de procesos físicos, como por las operaciones théurgicas de algunos antiguos Platónicos, o por medio de los procesos químicos de los filósofos del fuego Alemanes”. Esto, por no decir una cosa peor, es una explicación pobre, ligera e impertinente. El atribuir tales ideas a hombres como Ammonio Saccas, Plotino, Jámblico, Porfirio, Proclo –muestra una tergiversación intencional, o bien, la ignorancia del Sr. Webster acerca de la filosofía y motivos de los más grandes genios de la Escuela Alejandrina. El imputar a aquellos a los que sus contemporáneos lo mismo que la posteridad llamaban “theodidaktoi”, los enseñados por dios”– un propósito para desarrollar sus percepciones psicológicas, espirituales, por medio de “procesos físicos”, equivale a describirlos como materialistas. En cuanto al sarcasmo lanzado a los filósofos del fuego al final de la cita en cuestión, éste rebota desde ellos cayendo entre nuestro más eminentes hombres de ciencia modernos, aquellos, en cuyas bocas, el Rev. James Martineau pone la siguiente jactancia: “la materia es lo único que queremos, sólo dennos átomos, Y explicaremos el universo”. Vaughan ofrece una definición mucho mejor Y más filosófica. “Un Teósofo”, dice él, –“es uno que nos da una teoría de Dios o de las operaciones de Dios, y que tiene como base no una revelación, sino una inspiración propia”. Bajo este punto de vista todo gran pensador y filósofo, especialmente todo fundador de una nueva religión, escuela de filosofía, o secta, es necesariamente un Teósofo. De aquí que la Teosofía y, los Teósofos hayan existido desde que la primera luz vacilante del pensamiento naciente hizo que el hombre buscara instintivamente los medios de expresar sus propias opiniones independientes. Ya había Teósofos antes de la era Cristiana, no obstante que los escritores Cristianos atribuyan el desarrollo del sistema Teosófico Ecléctico, a la primera parte del tercer 2

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siglo de su Era. Diógenes Laértius considera que el origen de la Teosofía se remonta a una época que antecede la dinastía de los Ptolomeos, y menciona como su fundadora un Hierofante Egipcio llamado Pot–Amun, siendo este nombre Copto. el cual significa un sacerdote consagrado a Amun, el dios de la Sabiduría. Pero la historia muestra que fue revivida por Ammonio Saccas, el fundador de la Escuela Neo–Platónica. El y sus discípulos se llamaban a sí mismos “Philaletheians” –amantes de la verdad–; mientras que otros los denominaban “Analogistas”, debido a su método de interpretar todas las leyendas sagradas. mitos y misterios simbólicos. por medio de una regla de analogía o correspondencia tal. que los acontecimientos que hubieren ocurrido en el mundo externo eran considerados como expresión de las operaciones y experiencias del alma humana. Ammonio tenía como meta y propósito el reconciliar a todas las sectas, pueblos y naciones bajo una fe común una creencia en un Poder Supremo, Eterno, Desconocido e Innominado, que gobierna al universo por medio de leyes inmutables v eternas. Su objeto era probar la existencia de un sistema de Teosofía primordial, el cual al principio era esencialmente el mismo en todos los países; inducir a todos los hombres a hacer a un lado sus rivalidades y disputas, y unirse en propósito y pensamiento, como los hijos de una madre común; purificar las antiguas religiones, corrompidas y obscurecidas en diferentes grados, por toda la escoria del elemento humano, uniéndolas y enunciando las sobre principios puramente filosóficos. De aquí que, en la Escuela Teosófica Ecléctica hayan sido enseñados los sistemas Buddhista, Vedántico y Magiano, o Zoroastriano, junto con todas las filosofías de Grecia. De aquí también esa característica preeminentemente Buddhista e Inda entre los antiguos Teósofos de Alejandría de dar la reverencia debida a los padres y ancianos; un afecto fraterno por toda la raza humana; y un sentimiento compasivo para incluso los animales brutos. Si bien trataba de establecer un sistema de disciplina moral que hiciese hincapié en la gente. el deber de vivir de acuerdo a las leves de sus respectivos países. elevaba sus mentes por la búsqueda y contemplación de la única Verdad Absoluta; según creía él, su primer objeto en precedencia para lograr todos los demás. era el de extraer de las diferentes enseñanzas religiosas. como lo haría de un instrumento de muchas cuerdas, una melodía plena y armoniosa, que pudiese encontrar respuesta en todo corazón amante de la verdad. La Teosofía, es por lo tanto, la Religión de Sabiduría arcaica, la doctrina esotérica conocida alguna vez en todo país antiguo que haya merecido el título de civilizado. Todos los escritos antiguos nos enseñan a esta “Sabiduría” como una emanación del Principio divino, y la clara comprensión de ello es tipificada por nombres tales como el Buda, Indo, el Nebo Babilónico, el Thoth de Menfis, el Hermes de Grecia: también en la apelación de algunas diosas –Metis, Neitha, Athenea, la Sophia Gnóstica, y finalmente– los Vedas de la palabra “conocer”. Bajo esta designación, todos los filósofos antiguos del Oriente y Occidente, los Hierofantes del antiguo Egipto, los Rishis de Aryavarta, los Theodidaktoi de Grecia, comprendieron todo conocimiento de las cosas ocultas y esencialmente divinas. La Mercavah de los Rabinos Hebreos, las sucesiones secular y popular, fueron designadas de esta manera, sólo como el vehículo, la cáscara que contenía el conocimiento esotérico superior. Los Magus de Zoroastro recibieron 3

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instrucción y fueron iniciados en las cuevas y logias secretas de Bactria; los hierofantes egipcios Y griegos tenían sus aporrhêta, o di secretos, durante los cuales el Mystês llegaba a ser un Epoptês: un Vidente. La idea central de la Teosofía Ecléctica era la de una Esencia Suprema única, Desconocida e Incognoscible –ya que “¿cómo podría uno conocer al conocedor?” inquiere el Brihadaranyalka Upanishad. Su sistema estaba caracterizado por tres rasgos notables: la teoría de la Esencia antes mencionada; la doctrina del alma humana –una emanación de dicha Esencia y por lo tanto de la misma naturaleza; y su Theurgia. Es esta última ciencia la que ha[ hecho que no sean comprendidos los Neo Platónicos en nuestra era de ciencia materialista. La Theurgia, siendo esencialmente el arte de aplicar los poderes divinos del hombre a la subordinación de las fuerzas ciegas de la naturaleza, sus seguidores fueron primero denominado magos –una corrupción de la palabra “Magh”, que significa un hombre sabio, o erudito– y posteriormente ridiculizados. Los escépticos de hace un siglo habrían errado completamente si se hubiesen reído de la idea de un fonógrafo o de un telégrafo. Los ridiculizados y los “infieles” de una generación generalmente se convierten en los sabios y santos de la siguiente. En lo que respecta a la Esencia Divina y a la naturaleza del alma y del espíritu. la Teosofía moderna cree ahora lo mismo que la Teosofía antigua. El Diu popular de las naciones Arias era idéntico al Iao de los Caldeos, e incluso al Júpiter de los menos educados y filosóficos entre los Romanos. Y era “Tuisto” de los Nórdicos. el Duw, de los Britanos, y al Zeus de los Tracios. En cuanto a la Esencia Absoluta. al Uno al Todo –ya sea que a este respecto aceptemos la filosofía Griega Pitagórica. la Caldea Kabalística, o la Aria, esto nos conducirá únicamente a un sólo resultado. La Mónada Primigenia del sistema Pitagórico, la cual se retira a la obscuridad, siendo ella misma la Obscuridad (para el intelecto humano) fue hecha la base de todas las cosas: y nosotros podemos encontrar la idea en toda su integridad en los sistemas filosóficos de Leibnitz y Spinoza. Por lo tanto, ya sea que un Teósofo esté de acuerdo con la Kabala la cual, al hablar de En–Soph, plantea la pregunta: “¿Quién entonces, puede comprender–Lo, dado que Ello no tiene forma. y es In–Existente?” –o recordando ese magnífico himno del Rig–Veda (Himno 129, Libro 10)– se pregunta: “¿Quién sabe de dónde surgió esta gran creación? Ya sea que su voluntad la creara o hubiere estado muda. Quien lo sabe –o quizás incluso El no lo sabe”.

O, si por otro lado, acepta, la concepción Vedántica de Brahma, que en los Upanishads es representado “sin vida, sin mente, puro”, inconsciente, ya que Brahma es “Conciencia Absoluta” o, si finalmente. adhiriéndose a los Svâbhâvikas del Nepal. mantiene que nada existe salvo “Svâbhâvat” (la substancia o la naturaleza) la cual existe por sí misma sin ningún creador cualquiera de las concepciones arriba mencionadas sólo puede conducir a la Teosofía pura y absoluta. Esa Teosofía que movió a hombres como Hegel, Fichte y Spinoza a retomar los esfuerzos de los antiguos filósofos Griegos y a especular

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sobre la Substancia Una–la Deidad, el Todo Divino que procede de la Sabiduría Divina– incomprensible, desconocida, e innominada –por toda filosofía religiosa antigua o moderna, con la excepción del Cristianismo y del Mahometanismo. Por consiguiente, todo Teósofo, al mantener una Teoría de la Deidad “que no tiene como base la revelación. sino una inspiración propia”, puede aceptar cualquiera de las definiciones arriba mencionadas o pertenecer a cualquiera de esas religiones, Y sin embargo permanecer dentro de los límites de la Teosofía. Dado que ésta última considera que la Deidad es el TODO, la fuente de toda existencia, lo infinito que no puede, ni ser comprendido ni conocido y que sólo es revelado por el universo como Ello, o como algunos lo prefieren: El, dándole así sexo a aquello que es una blasfemia antropomorfizar. En verdad, la Teosofía aborrece la materialización brutal; ella considera que, el Espíritu de la Deidad, retirado dentro de sí mismo desde la eternidad, ni dispone ni crea; sino que, de la refulgencia infinita que avanza por todas partes desde el Gran Centro, eso que produce todas las cosas visibles e invisibles es sólo un Rayo que contiene en sí mismo el poder generativo y conceptivo, el cual a su vez produce aquello que los Griegos llamaban Macrocosmos, los Kabalistas Tikkum o Adan Kadmon, el hombre arquetípico, y los Arios Purusha, el Brahm manifestado o Varón Divino. La Teosofía también es partidaria de la Anastasis o existencia continua, y de la transmigración (evolución) o una serie de cambios en el alma1 los cuales pueden ser sostenidos y explicados bajo estrictos principios filosóficos, y solamente haciendo una distinción entre Paramâtna (el alma suprema, trascendental) y Jivâtma (el alma consciente o animal) de los Vedantines. Para definir plenamente la Teosofía, debemos considerarla bajo todos sus aspectos. El mundo interior no ha sido escondido de todos por una obscuridad impenetrable. Por medio de esa intuición superior adquirida por medio de la Theosophía o Conocimiento de la Deidad, la cual conduce a la mente, del mundo de la forma, al del espíritu sin forma, el hombre en toda época y en todo país, a veces ha sido capacitado para percibir cosas en el mundo interior o invisible. De aquí, el “Samadhi” o Dyan Yog Samadhi de los ascetas Indos; el “Daïmonion–photi”, o iluminación espiritual, de los Neo Platónicos; la “Confabulación sideral de las almas”, de los Rosacruces2 o filósofos del Fuego; e, incluso el trance extático de los místicos y de los mesmeristas y espiritistas modernos, son idénticos en naturaleza, aunque diferentes en cuanto a su manifestación. La búsqueda 1

En una serie de artículos intitulados: “Los Teósofos más grandes del Mundo”, trataremos de mostrar que desde Pitágoras, que obtuvo su sabiduría en la India, hasta nuestros mejor conocidos filósofos y teósofos modernos –como David Hume, y Shelley el poeta Inglés– incluidos los Espiritistas de Francia, muchos creyeron y aún creen en la metempsycosis o la reencarnación del alma no obstante lo poco elaborado que pueda ser considerado de manera imparcial, el sistema de los Espiritistas. [Esta serie de artículos nunca fue escrita por H. P. B., aunque parte del material publicado póstumamente en 1892 en El Glosario Teosófico, presenta cierta similitud con el propósito general que probablemente H.P.B. tenía en mente. Boris de Zirkoff]. 2

El lector no debe confundir las modernas organizaciones exotéricas con fines lucrativos así llamadas Rosacruces, con los auténticos y secretos Rosacruces, discípulos de Cristian Rosenkreuz y que florecieron en el siglo XV y XVII. – N. del T.

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del “ser” más divino del hombre, tan frecuente y erróneamente interpretada como comunión individual con un Dios personal, era el objeto de todo místico. Y la creencia en su posibilidad parece haber sido contemporánea de la génesis de la humanidad cada pueblo dándole otro nombre. Es así como Platón y Plotino llaman “Trabajo Noético” a lo que los Yogis y los Srotriyas3 denominan Vidya. Por medio de la reflexión, el conocimiento de sí mismo y la disciplina intelectual, el alma puede ser elevada a la visión de la verdad eterna. la bondad, y la belleza esto es, a la Visión de Dios y esto es la epopteia. decían los Griegos. “Para unir el alma de uno al Alma Universal”, dice Porfirio, “se requiere sin embargo una mente perfectamente pura. A través de la contemplación de sí mismo, la castidad perfecta, y la pureza del cuerpo podemos aproximarnos cada vez más cerca de Ello. recibir en ese estado, el verdadero conocimiento y un maravilloso discernimiento. Y Swami Dayânund Saraswati. quien no ha leído ni a Porfirio, ni a ningún otro de los autores Griegos pero que es un consumado erudito Védico, dice en su Veda–Bhâshya (upâsanâprakara ank. “Tara obtener Diksha (la iniciación más elevada) y Yog, uno tiene que practicar de acuerdo a las reglas… El alma en cuerpo humano puede realizar las mas grandes maravillas por el conocimiento del Espíritu Universal (o Dios) y poniéndose al corriente de las propiedades y cualidades (ocultas) de todas las cosas en el universo. Un ser humano (un Dikshita o iniciado) puede así adquirir un poder de ver y oír a grandes distancias”. Por último, Alfred R. Wallace. M. S. R.4, un espiritista y sin embargo, un reconocido gran naturalista, dice. con valiente candor: “Solamente el espíritu es el que siente, percibe y piensa– el que adquiere conocimiento. razona y aspira… no tan infrecuentemente ocurre que algunos individuos están de tal manera constituidos. que el espíritu puede percibir independientemente de los órganos corporales del sentido pueden, quizás, completa o parcialmente. dejar el cuerpo por un tiempo regresar a él de nuevo… el espíritu… se comunica con el espíritu de manera más fácil que con la materia. Podemos ver ahora. cómo después de haber transcurrido miles de años entre la época de los Gymnósofos5, y nuestra propia era altamente civilizada, a pesar de o quizás justamente por tal iluminación que vierte su radiante luz sobre los reinos psicológicos al Igual que físicos de la naturaleza. más de veinte millones de gentes bajo una forma diferente. creen ahora en esos mismos poderes espirituales en los que creían los Yogines, y los Pitagóricos hace casi 3.000 años. De esta manera, mientras que el místico Ario afirmaba tener el poder de resolver y desentrañar todos los problemas de la vida y la muerte, una vez que habla obtenido el poder de actuar

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Srotrivat (sk) La apelación de un Brahman que practica los ritos Védicos que él estudia, a diferencia del Vedavit, el Brahman que sólo los estudia teoréticamente. H.P.B., The Theosophical Glossary, 1892. The Theosophy Company, 1973 p. 308. – N. del T.

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M.S.R Miembro de la Sociedad Real, (F.R.S. Fellow of the Royal Sociely) se refiere a la Sociedad Real de Londres para el Avance de la Ciencia, una Sociedad por medio de la cual el Gobierno Británico ha apoyado la investigación científica desde 1662. Webster's Encyclopedic Unabridged Dictionary, p. 1249. – N. del T.

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La realidad de los Poderes del Yoga fue afirmada por muchos escritores Griegos y Romanos que llamaban a los Yogines Gymnósofos Indos: por Strabon, Lucan, Plutarco, Ciceron (Tuscul. Disp),Plinio (Nat. Hist.. VII. ii. 22). etc.

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independientemente de su cuerpo, a través de Atman –“el Sí” o “el alma”; y los antiguos griegos fueron en busca de Atmu –el Escondido, o Alma–Dios del hombre, con el espejo simbólico de los misterios Thesmophórios, así también los espiritistas de nuestros días creen en la facultad de los espíritus. o de las almas de las personas desencarnadas, para comunicarse visible y tangiblemente con aquellos que amaron en la tierra. Y todos estos, Yogis Arios, filósofos Griegos y espiritistas modernos afirman tal posibilidad argumentando que el alma encarnada y su nunca encarnado espíritu –el verdadero ser– no están separados por el espacio. ni del Alma Universal ni de otros espíritus, sino meramente por la diferenciación de sus cualidades, dado que en la extensión ilimitada del universo no puede haber limitación. Y que cuando ésta limitación es eliminada de acuerdo a los Griegos y Arios por medio de la contemplación abstracta, que produce la liberación temporal del Alma encarcelada; y de acuerdo a los Espiritistas, a través de la mediumnidad se hace posible una unión tal entre los espíritus. Fue así como los Yogis de Patajñali y, siguiendo sus pasos, Plotino. Porfirio, y otros Neo Platónicos, mantenían que en sus horas de éxtasis. se habían unido a, o más bien se habían hecho uno con Dios, varias veces en el curso de sus vidas. Esta idea errónea como puede parecer en su aplicación al Espíritu Universal era, y es, afirmada por demasiados grandes filósofos, como para descartarla considerándola totalmente quimérica. En el caso de los Theodidaktoi. el único punto controvertible, la mancha en esta filosofía de misticismo extremo era su pretensión de incluir aquello que simplemente es iluminación extática, bajo el título de percepción sensible. En el caso de los Yogines, que mantenían su habilidad para ver a Iswara “cara a cara”, esta pretensión fue derribada con éxito por la implacable lógica de Kapila. En cuanto a la afirmación similar hecha por sus seguidores Griegos, por una larga serie de extáticos Cristianos, y. finalmente, por los dos últimos pretendientes a “la visión de Dios” dentro de estos últimos cien años: Jacob Böhme, y Swedenborg; esta pretensión podría y debería haber sido cuestionada filosófica y lógicamente, si unos cuantos de nuestros grandes hombres de ciencia que son Espiritistas hubiesen tenido más interés en la filosofía que en el mero fenomenalismo del Espiritismo. Los Teósofos Alejandrinos estaban divididos en neófitos, iniciados, maestros. o hierofantes; y sus reglas fueron copiadas de los antiguos misterios de Orfeo, el cual, de acuerdo a Herodoto los trajo desde la India. Ammonio obligó a sus discípulos por medio de un juramento, a no divulgar sus doctrinas superiores, excepto a aquellos que hubiesen probado ser completamente dignos e iniciados, y que hubiesen aprendido a considerar a los dioses, los ángeles, y a los demonios de otros pueblos, de acuerdo a la hyponoia esotérica, o significado subyacente. “Los dioses existen, pero no son lo que los hoi polloi, la multitud ineducada, suponen que son”, dice Epicuro “No es un ateo el que niega la existencia de los dioses que la multitud adora, sino el que les imputa las opiniones de la multitud”. A su vez Aristóteles declara que, de la “Esencia Divina que penetra a todo el mundo de la naturaleza, lo que se designa como dioses son simplemente los primeros principios”. Plotino, el alumno de Ammonio el “enseñado por Dios”, nos dice, que la gnosis secreta o el conocimiento de la Teosofía, tiene tres grados –la opinión, la ciencia, y la 7

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iluminación.– “El medio o instrumento del primero es la sensación o percepción; del segundo, la dialéctica; del tercero, la intuición. A este último está subordinada la razón; es conocimiento absoluto, fundamentado en la identificación de la mente con el objeto conocido. “La Teosofía es, por así decirlo, la ciencia exacta de la psicología; se encuentra en la misma relación con la mediumnidad natural incultivada, como el conocimiento de la física por Tyndall6 se encuentra respecto al conocimiento de un niño de escuela. Ella desarrolla en el hombre una contemplación directa; aquello que Schelling denomina “una realización de la identidad del sujeto y del objeto en el individuo”; de tal forma que bajo la influencia y el conocimiento de la hyponoia el hombre concibe pensamientos divinos, ve todas las cosas como ellas son realmente, y finalmente, llega a ser receptor del “Alma del Mundo”. para usar una de las expresiones más bellas de Emerson. “Yo. el imperfecto adoro a mi propio Perfecto” –dice él en su magnífico Ensayo sobre La Super Alma. Además de este estado psicológico, o estado del alma, la Teosofía cultivó toda rama de las ciencias y artes. Estaba plenamente versada en lo que ahora es comúnmente conocido como mesmerismo. La Theurgia práctica o “magia ceremonial” a la que tan frecuentemente recurre el clero de la Iglesia Católica en sus exorcismos era descartada por los Teósofos. Sólo Jámblico fue el único que, trascendiendo a los otros Eclécticos añadió a la Teosofía la doctrina de la Theurgia. Cuando el hombre es ignorante del verdadero significado de los símbolos divinos esotéricos de la naturaleza, es capaz de calcular mal los poderes de su alma, y, en vez de comulgar espiritual y mentalmente con los seres celestes, superiores, los buenos espíritus (los dioses de los Theurgios de la escuela Platónica), inconscientemente evocará los poderes obscuros, malos que están al acecho alrededor de la humanidad, las imperecederas y siniestras creaciones de crímenes, y vicios humanos, y caer así de la theurgia (magia blanca) a la goëtia (o, magia negra hechicería). Sin embargo, ni la magia blanca ni la negra son lo que la superstición popular entiende por el término. La posibilidad de “evocar los espíritus” de acuerdo a la clave de Salomón, es el colmo de la superstición y la ignorancia. Sólo la pureza de acción y de pensamiento pueden elevamos a una comunicación “con los dioses” y alcanzar para nosotros la meta que deseamos. La Alquimia, que tantos consideran haber sido una filosofía espiritual así como una ciencia física, perteneció a las enseñanzas de la escuela teosófica. Es un hecho notable que ni Zoroastro, Buddha, Orfeo, Pitágoras, Confucio, Sócrates, o Ammonio Saccas, hayan consignado nada por escrito. La razón de esto es obvia. La Teosofía es un arma de dos filos, inapropiada para el ignorante o el egoísta. Como toda filosofía antigua tiene sus seguidores entre los modernos; pero hasta hace poco en nuestros propios días, sus discípulos eran pocos en número y de las más variadas sectas y opiniones. “Completamente especulativa, y sin haber fundado escuela alguna, no obstante, han ejercido una influencia silenciosa sobre la filosofía; y sin duda, cuando el tiempo llegue, muchas ideas propuestas de manera silenciosa podrán sin embargo, dar nuevas direcciones al pensamiento humano”, hace notar el Sr. Kenneth R. H. Mackenzie IXº… él mismo un místico y un Teósofo en su vasta e invaluable obra, The Royal Masonic 6

John Tyndall (1820–1893), eminente físico británico. N. del T.

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Cyclopedia [La Real Enciclopedia Masónica] (artículos “Theosophical Society of New York” y “Theosophy”, P. 731).7 Desde los días de los filósofos del fuego, nunca se han agrupado ellos en sociedades, ya que, han sido perseguidos como bestias salvajes por el clero Cristiano, y el haber sido conocido como Teósofo frecuentemente equivalía, escasamente hace un siglo, a una sentencia de muerte. Las estadísticas muestran que, durante un período de 150 años, no menos de 90,000 hombres y mujeres fueron quemados en Europa por supuesta brujería. Sólo en la Gran Bretaña, desde el año 1640 a 1660 D. C. en apenas 20 años, se ejecutaron a 3,000 personas por pacto con el “Diablo”. Fue tan sólo recientemente en el presente siglo, en 1875, que algunos místicos y espiritistas progresistas, insatisfechos con las teorías y explicaciones del Espiritismo, [o Espiritualismo] provenientes de sus fervientes partidarios, y encontrando que ellos estaban muy lejos de cubrir todo el terreno de la amplia variedad de fenómenos, formaron en Nueva York, América, una asociación que hoy en día es ampliamente conocida como la Sociedad Teosófica. Y ahora, habiendo explicado qué es la Teosofía, explicaremos, en un artículo separado, cual es la naturaleza de nuestra sociedad, la cual también es llamada “Hermandad Universal de la Humanidad”.

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The Royal Masonic Cyclopedia of History Rites, Symbolism and Biography. Editada por Kenneth R.H. Mackenzie IXº. (Cryptonymus) Miembro Honorario de la Logia Canongate Kilwinning, Nº 2, Escocia. Nueva York, J.W. Bouton, 706 Broadway, 1877.

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UN CASO DE OBSESIÓN

UN CASO DE OBSESIÓN

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ecibimos la carta de un médico inglés en la que nos detalla los pormenores del sufrimiento de un paciente víctima de una posesión. Extraemos algunos párrafos:

“Me tomo la libertad de dirigirme a usted por la causa de la humanidad, con la intención de despertar su interés y obtener toda la ayuda que pueda proporcionar en un caso de “control”. Usted comprenderá que este caballero, por haber asistido a unas pocas sesiones con el propósito de presenciar “materializaciones”, está siendo un médium contra su deseo. Desde entonces ha estado más o menos sujeto a una serie de persecuciones por parte del espíritu “controlador” y, a pesar de todos sus esfuerzos por alejar la influencia, ha llegado a sufrir de muchísimas maneras y bajo circunstancias sumamente molestas y agraviantes, penosas y vergonzosas, especialmente al haber sido forzados sus pensamientos hada canales prohibidos sin causa externa presente, anulando las funciones corporales, incluso motivado a morder su lengua y carrillos mientras come, etc., y estando sujeto a todo tipo de nimias irritaciones que sirven como medio para que el “control” (desconocido) sostenga y establezca el contacto. Los detalles en sus rasgos distintivos son tales que no se los puedo relatar; pero si usted conociera algún medio para desviar la influencia, y si de alguna manera fuese necesario ser más explícito en mi descripción, le enviaría toda la información que poseo”.

En la India se conoce tan poco la última y asombrosa fase de los fenómenos mediumnísticos occidentales, –“la materialización”–, que se hacen necesarias unas palabras explicativas para comprender este caso. Brevemente diremos entonces, que durante varios años se han visto en presencia de ciertos médiums en América y Europa, –frecuentemente bajo buenas condiciones de prueba–, apariciones de muertos que desde todos los puntos de vista parecen seres humanos vivos. Estos caminan, escriben mensajes a los amigos presentes y ausentes, hablan de forma audible en las lenguas que les eran familiares cuando estaban vivos, aun cuando el médium prueba desconocerlas, y visten las ropas que llevaban cuando estaban vivos. Es cierto que han sido detectados muchos casos de personificación fraudulenta de los muertos; algunas veces presuntos médiums han engañado a los crédulos durante años; y otros, verdaderos médiums cuyos poderes psíquicos al parecer han sido probados fuera de toda duda, “fueron atrapados” posteriormente haciendo trucos en alguna mala hora subyugados bien por el amor al dinero o la notoriedad. Sin embargo, aun teniendo todo esto en cuenta, hay un residuo de casos reales de materialización, y casos en que los retratos de personas muertas se hacen visibles, tangibles o audibles. Estos fenómenos maravillosos han sido considerados de diversos modos por los investigadores. La mayoría de los espiritistas 2

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han visto en ellos las pruebas más preciosas de la supervivencia del alma; mientras que los esoteristas, conocedores de las opiniones de los antiguos teurgistas, y de los aún más antiguos filósofos arios, los han considerado, a lo más, como erróneos engaños de los sentidos, cargados de peligro para las naturalezas físicas y morales tanto del médium, como del espectador, sobre todo si resulta ser susceptible a ciertas influencias psíquicas. Estos estudiantes del Ocultismo se han dado cuenta que a través de las materializaciones han arruinado los médiums demasiadas veces su salud, agotando sus facultades y hundiéndose moralmente. Los esoteristas han advertido al público aficionado al espiritismo, una y otra vez, que el mediumnismo es un don sumamente peligroso y sólo tolerable bajo grandes precauciones. Y por esto han recibido muchos improperios y pocos agradecimientos. Con todo, debe cumplirse el propio deber a toda costa, y el caso que tenemos ahora ante nosotros proporciona un texto valioso para dar, una vez más, un consejo amistoso. No necesitamos detenernos a discutir la cuestión de, si las llamadas formas materializadas arriba descritas son o no son las de los difuntos a los que se parecen. Esto puede reservarse hasta que se entiendan mejor los últimos hechos de la ciencia psíquica oriental. Ni tampoco necesitamos discutir la existencia de auténticas materializaciones. Las experiencias londinenses de William Crookes, miembro de la Royal Society y las americanas del Coronel Olcott, ambas tan conocidas y de carácter tan convincente, nos dan una base real suficiente para sostenerlo. Asumimos la realidad de las materializaciones y tomamos el ejemplo citado por el médico inglés como un caso a diagnosticar. El paciente es calificado como “estando bajo control” desde que concurrió a “círculos” donde se realizaban materializaciones, y como habiéndose convertido en el esclavoenlace de algún poder maligno que, a pesar de su resistencia, le fuerza a decir y hacer cosas penosas e incluso repugnantes. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo puede obligarse a un hombre a actuar contra su voluntad? ¿Qué es la obsesión? Son tres breves cuestiones, pero sumamente difíciles de explicar para un público no iniciado. Sólo aquel que ha sondeado las profundidades de la filosofía hindú puede comprender bien las leyes de la obsesión. La única pista que posee Occidente del secreto está en esa ciencia sumamente benéfica: el Magnetismo o Mesmerismo. Este enseña la existencia de un fluido vital dentro y alrededor del ser humano, el hecho de las diferentes polaridades humanas, y la posibilidad de que una persona pueda proyectar este fluido o esta fuerza a voluntad hacia y sobre otra persona diferentemente polarizada. La teoría del Barón Reichenbach sobre la fuerza ódica u odílica nos muestra la existencia del mismo fluido en los reinos mineral y vegetal así como animal. Y, para completar la cadena de evidencias, el descubrimiento de la facultad psicométrica1 en el hombre, realizado por Buchanan, nos permite probar que el hombre ejerce una influencia sutil sobre la casa e 1

Habilidad que tiene el hombre cuando entra en contacto con un objeto para descubrir características de ese objeto o de una persona conectada con el objeto.

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incluso la localidad en que vive, sobre el papel en que escribe, sobre la ropa que viste, sobre la porción de Eter Universal (el Akása 2 ario) en que existe, sobre todo objeto con el que entra en contacto, y ésta es una influencia permanente, perceptible incluso desde la más remota Antigüedad, tiempos en los que el hombre conocía y usaba esta influencia. En una palabra, podemos decir que los descubrimientos de la ciencia occidental confirman plenamente las sugerencias lanzadas por los sabios griegos y las teorías más definidas de ciertos filósofos hindúes. Hindúes y budistas coinciden en creer que son materiales los pensamientos y los actos, que estos sobreviven, que los deseos malos y buenos de un hombre lo envuelven en un mundo de su propia creación, que estos deseos y pensamientos toman formas que se hacen reales para él después de la muerte, y que no puede alcanzarse el Moksha (según los hindúes), y el Nirvana (según los budistas), hasta que el alma desencarnada haya pasado completamente a través de este mundo de sombras de los pensamientos obsesivos y se haya despojado hasta de su última mancha terrenal. El avance de los descubrimientos occidentales en esta dirección ha sido y debe ser muy gradual. Desde los fenómenos de la materia burda hasta los de la más sublimada, y desde allí hasta los misterios del espíritu, va el duro y áspero sendero al que nos obligan los “preceptos” de Aristóteles. La ciencia occidental descubrió primero que el aliento expirado está cargado de ácido carbónico y que este, en exceso, es fatal para la vida humana; luego, que ciertas enfermedades peligrosas pasan de una persona a otra por medio de los esporos lanzados al aire por el cuerpo enfermo; luego, que el hombre proyecta sobre cualquier cuerpo y cualquier cosa que encuentre un aura magnética, muy peculiar de él; y finalmente se postula ahora la perturbación física que se da en el Eter durante el proceso de la evolución del pensamiento. Otro paso adelante será el darse cuenta del mágico poder creativo de la mente humana, y del hecho de que las “infecciones” morales son tan transmisibles como las físicas. Se comprenderá entonces que la “influencia” de malas compañías implicará un magnetismo personal degradante, siendo más sutil que las impresiones que se transmiten al ojo o al oído por la vista o por la audición de una compañía viciosa. Estas últimas impresiones se pueden repeler evitando resueltamente ver u oír lo que es malo; pero lo primero envuelve al hombre sensitivo y penetra su mismo ser, si no se detiene donde el veneno moral está flotando en el aire. Las obras, El Magnetismo Animal de Gregory, Investigaciones de Reichenbach, y El Alma de las Cosas de Deton explican al investigador occidental con toda claridad gran parte de esto, aunque ninguno de los autores relaciona su rama favorita de la ciencia con el tronco paterno de todas ellas: la Psicología Hindú. Volviendo al caso presente, vemos a un hombre altamente susceptible a las impresiones magnéticas, ignorante de la naturaleza de las “materializaciones” –y por ello, incapaz de protegerse a sí mismo contra las malas influencias–, llevado a relacionarse con círculos promiscuos, donde el médium impresionable ha sido largo 2

Ver Glosario Teosófico.

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tiempo núcleo inconsciente del magnetismo negativo, encontrándose saturado por las emanaciones de los supervivientes pensamientos y deseos de aquellos que están vivos y muertos. Como clara exposición de este tema de las almas atadas a la tierra o Pisâchas 3 , remitimos al lector a un interesante artículo del Juez Gadgil de Baroda, titulado Ideas Hindúes acerca de las Comunicaciones con los Muertos. “Se considera –dice el autor– que al encontrarse el alma en este estado, privada de los medios de disfrute de los placeres sensuales a través de su propio cuerpo físico, se encuentra perpetuamente atormentada por el hambre, el apetito y por otros deseos corporales, y sólo puede obtener placer experimentando por medio de otro, entrando en los cuerpos físicos de los demás, o absorbiendo las esencias más sutiles de las libaciones y oblaciones ofrecidas en su propio provecho”.

¿Qué hay de sorprendente en el hecho de que un hombre de temperamento susceptible y polarizado negativamente, absorba el insidioso veneno tan rápidamente como la cal viva la humedad, hasta que se satura de él cuando es llevado repentinamente dentro de la corriente de emanaciones sucias de alguna persona viciosa, quizás viva aún, o quizás muerta? De este modo absorberá un cuerpo sensible el virus de la viruela, del cólera o del tifus, y bastará traer esto a la memoria para apreciar la analogía que la Ciencia Oculta afirma como cierta. Cerca de la superficie de la Tierra pende sobre nosotros, por usar un símil adecuado, una vaporosa niebla moral, compuesta de las exhalaciones no dispersas de los vicios y las pasiones humanas. Esta niebla penetra a los “sensibles” hasta el mismo centro de su alma; su yo psíquico la absorbe como la esponja absorbe el agua, o como la leche fresca a los tóxicos en el cuerpo. Entumece su sentido moral, llama a la actividad a sus instintos más bajos, subyuga sus buenos propósitos. Así cómo los vapores de una bodega de vino atolondran el cerebro, o la humedad sofocante de una mina ahoga la respiración, de esta misma manera lleva la pesada nube de influencias morales al “sensitivo” más allá de los límites del autocontrol y éste se convierte en “obseso”, como nuestro paciente inglés. ¿Qué remedio debemos aconsejar contra ello? ¿No lo indica nuestro mismo diagnóstico? El sensitivo debe destruir su susceptibilidad; debe cambiar la polaridad negativa en positiva; debe tornarse activo en vez de pasivo. Podrá ser ayudado por un magnetizador que comprenda la naturaleza de la obsesión, y que sea moralmente puro y físicamente sano; deberá ser un magnetizador poderoso, un hombre de imponente fuerza de voluntad. Pero la lucha por la libertad tendrá que ser librada, después de todo, por el paciente mismo. Su poder de voluntad deberá imponerse. Tendrá que expulsar el veneno de sí, centímetro a centímetro deberá ganar el terreno perdido. Debe darse cuenta que se trata de una cuestión de vida o muerte, de salvación o ruina, y que tendrá que afanarse por la victoria como alguien que hace un último y heroico esfuerzo para 3

Ver Glosario Teosófico.

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salvar su vida. Su dieta deberá ser lo más simple; no deberá comer alimento animal, ni usar ningún estimulante; deberá alejarse de las compañías en que exista la más mínima posibilidad de que provoquen pensamientos impuros. Deberá estar solo lo menos posible, pero sus compañías deberán ser cuidadosamente elegidas. Tendrá que hacer ejercicio y estar mucho tiempo al aire libre; usar fuego de leña y no de carbón. Deberá afrontar cualquier indicio de que aún está obrando la mala influencia en él como un desafío, para controlar sus pensamientos e impulsarle a meditar sobre temas elevados, puros y espirituales, bajo cualquier circunstancia y con la determinación de sufrir cualquier cosa antes que rendirse. Si este hombre puede infundirse de tal espíritu, y si su médico puede asegurarle la benevolente ayuda de un fuerte y sano magnetizador de carácter puro, podrá ser salvado. Un caso similar a éste, sólo que el paciente era una señora, llegó a nuestro conocimiento en América; se dio el mismo consejo arriba mencionado y seguido por la enferma fue expulsado el “demonio” obsesivo, que se ha mantenido fuera desde entonces.

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EL PAÍS DE LOS SUEÑOS Y EL SONAMBULISMO Traducido del Inglés por J. Rodros. Fundación Blavatsky, México

EL PAÍS DE LOS SUEÑOS Y EL SONAMBULISMO

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uestros sentidos físicos son los agentes por medio de los cuales el espíritu astral o “aquel algo consciente” al interior, es llevado, por contacto con el mundo exterior a un conocimiento de la existencia real; mientras que los sentidos espirituales del hombre astral son los intermediarios, los hilos telegráficos por medio de los cuales se comunica con sus principios superiores, y obtiene de allí las facultades de clara percepción y de visión en los reinos del mundo invisible. El filósofo Buddhista mantiene que por la práctica de las dhyanas uno puede alcanzar “la condición de mente iluminada la cual se manifiesta por el reconocimiento inmediato de la verdad sagrada, de tal manera que con simplemente abrir las Escrituras (¿o cualesquiera otros libros?) su verdadero significado resplandece de inmediato en el corazón”. [Beal, Catena, p. 255]… Al soñar o durante el sonambulismo, sólo partes del cerebro están dormidas, y éste puede entrar en acción por la mediación de los sentidos externos, debido a alguna causa peculiar como puede ser: una palabra pronunciada, un pensamiento, o una adormilada imagen retenida en una de las células de la memoria, despertada por un ruido repentino, como puede ser la caída de una piedra que sugiere instantáneamente a la fantasía soñolienta del durmiente, muros de mampostería, y así sucesivamente. Cuando uno es repentinamente asustado en su sueño sin llegar a estar plenamente despierto, no comienza y termina su sueño con el simple ruido que parcialmente lo despertó, sino que frecuentemente experimenta en su sueño, una larga sucesión de acontecimientos concentrados en el breve espacio de tiempo que ocupa el sonido, y que son atribuibles solamente a ese sonido. Generalmente los sueños son inducidos por las asociaciones que del estado despierto las preceden. Algunas de ellas producen una tal impresión, que la más mínima idea relacionada con algún tema asociado con un sueño particular, puede traer su recurrencia años después. Tartini, el famoso violinista italiano, compuso su “Sonata del Diablo” bajo la inspiración de un sueño. Mientras se encontraba dormido pensó que el Diablo se le aparecía y lo retaba a un duelo de habilidades sobre su violín personal que le había sido traído de las regiones infernales. Tartini aceptó el reto, y cuando despertó, la melodía de la “Sonata del Diablo” estaba tan vívidamente impresa en su mente que allí mismo la anotó; pero al llegar al finale todo recuerdo adicional se le borró súbitamente, teniendo que guardar la pieza de música inconclusa. Dos años después, volvió a soñar la misma cosa y trató en su sueño de recordar el finale al despertar. El sueño se repitió debido a que un músico callejero tocara su violín debajo de la ventana del artista. Coleridge compuso de igual manera en un sueño su poema “Kublai Khan”, el cual, al despertar, lo encontró tan vívidamente impreso en su mente que escribió las famosas líneas que aún se preservan… El sueño se debió a que el poeta cayó dormido en su silla al estar leyendo en la

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Hatha Yoga

“Peregrinación” (“Pilgrimage”) de Purcha las siguientes palabras: “Y aquí, el Khan Kublai ordenó que se construyera un palacio… circundado por una muralla”. La creencia popular que entre un vasto número de sueños sin sentido hay algunos en los que frecuentemente se dan pasajes de acontecimientos por venir, es compartida por muchas personas bien informadas, pero de ningún modo por la ciencia. Sin embargo, hay innumerables ejemplos de sueños bien confirmados que fueron verificados por acontecimientos subsecuentes, y los cuales, por lo tanto, pueden ser denominados proféticos. Los clásicos Griegos y Latinos rebosan de registros de sueños extraordinarios, algunos de los cuales han llegado a ser históricos. La fe en la naturaleza espiritual del sueño estaba tan ampliamente diseminada entre los filósofos paganos como entre los padres de la iglesia Cristiana, y la creencia en la adivinación e interpretaciones de los sueños (la oneiromancia) tampoco se limitó a las naciones paganas de Asia, puesto que la Biblia está llena de ellas. Esto es lo que Eliphas Levi, el gran Kabalista moderno, dice de tales adivinaciones, visiones y sueños proféticos1. “El sonambulismo, las premoniciones, el conocimiento del futuro son sólo una disposición, ya sea accidental o habitual, para soñar, despierto, o durante un sueño voluntario, autoinducido, o hasta natural, para percibir (y barruntar por intuición) los reflejos analógicos de la Luz Astral… Los adornos, atavíos e instrumentos de adivinación son simples medios para la comunicación (magnética) entre el adivinador y aquél que lo consulta; ellos sirven para fijar y concentrar dos voluntades (que se inclinan en la misma dirección) sobre el mismo signo u objeto; recogiendo los reflejos del fluido Astral, con la ayuda de esas figuras patéticas, extrañas y complicadas. Es así como uno es capaz de ver, a veces, en los sedimentos de una taza de café, o en las nubes, en la clara de un huevo, etc., etc., formas fantásticas que sólo tienen su existencia, en lo translúcido (o la imaginación del vidente). El ver visiones en el agua es producido por la fatiga del nervio óptico deslumbrado, el cual termina por ceder sus funciones a lo translúcido, evocando una ilusión cerebral, la cual hace parecer como imágenes reales los simples reflejos de la luz astral. Es así que las personas más idóneas para esta clase de adivinación son aquellas de temperamento nervioso cuya vista es débil y su imaginación vívida, siendo los niños los más adaptados de todos para ésto. Pero que nadie malinterprete la naturaleza de la función atribuida por nosotros a la imaginación en el arte de la adivinación. Indudablemente vemos a través de nuestra imaginación, y ese es el aspecto natural del milagro; pero nosotros vemos cosas reales y verdaderas, y es en ésto en donde reside la maravilla del fenómeno natural. Apelamos para corroborar lo que decimos al testimonio de todos los adeptos”.

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Rituel de la Haute Magie. Vol. I, pp. 356-7.

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¿SON LOS SUEÑOS SÓLO VISIONES INÚTILES? Traducido del Inglés por J. Rodros. Fundación Blavatsky, México

¿SON LOS SUEÑOS SOLO VISIONES INÚTILES?

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a naturaleza humana es un abismo, el cual la psicología y la ciencia humana en general, han sondeado menos de lo que algunos que nunca han oído pronunciar la palabra psicología. Nunca están más perplejos los eminentes censores de las Sociedades Científicas, que cuando son llevados cara a cara con ese misterio insoluble, la naturaleza interior del hombre. Sin embargo, la clave de ésto, está en el ser dual del hombre. Es la clave que ellos rehúsan usar, bien conscientes de que una vez echada por tierra la puerta del adytum, ellos estarán forzados a dejar caer una a una sus acariciadas teorías y conclusiones finales –habiéndose probado más de una vez que no habían sido nada mejor que falsos pasatiempos, como todo lo construido sobre, y comenzado desde premisas falsas e incompletas. Si debemos quedarnos satisfechos con las medias explicaciones de la psicología en lo referente a los sueños sin sentido, ¿Cómo explicar en tal caso los numerosos hechos de sueños verificados? El decir que el hombre es un ser dual; que en el hombre –para usar las palabras de Pablo– “Hay un cuerpo natural, y hay un cuerpo espiritual” y que, por lo tanto, el debe, por necesidad, tener un doble conjunto de sentidos –es equivalente en la opinión del escéptico educado, a pronunciar una falacia imperdonable, y de lo más acientífica. Sin embargo, tiene que ser pronunciada– a despecho de la ciencia.

El hombre está innegablemente dotado de un doble conjunto: con sentidos naturales o físicos –y que dejamos bajo la protección de la fisiología para que los estudie; y, con sentidos sub–naturales o espirituales, los cuales pertenecen enteramente al dominio de la ciencia psicológica. Que quede bien entendido, que la palabra Latina “sub”, se usa aquí en el sentido diametralmente opuesto al que, por ejemplo, se le da en química. En nuestro caso no es una preposición, sino un prefijo como en “subatómico”. En efecto, así como se ha demostrado que el sonido agregado de la naturaleza es un sólo tono definido, una nota tónica que vibra desde y a través de la eternidad; y que tiene per se una existencia inegable, aunque posea un tono que sólo puede ser apreciado por el oído refinadamente agudo”1 –de la misma manera la precisa armonía o disonancia de la naturaleza externa del hombre es vista por el observador, que depende enteramente del carácter y de la nota tónica tocada para el hombre exterior por el interior. Es el EGO espiritual o Centro de conciencia Espiritual el que sirve como base fundamental, determinando el tono de toda la vida del hombre –ese instrumento, el más caprichoso, incierto y variable de todos, y el cual, más que ningún otro necesita de una afinación constante; es solamente su voz, la cual como los registros graves del pedal de un órgano

1 Los especialistas consideran que ese tono es el Fa intermedio, del piano. – Ed. del Theosophist. [H.P.B.] 2

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está por debajo de la melodía de toda su vida –ya sea que sus tonos sean dulces o desagradables, armónicos o desenfrenados legato o pizzicato. Por lo tanto, nosotros decimos, que el hombre, además del cerebro físico tiene también un cerebro espiritual. Sí el grado de receptividad del primero depende totalmente de su propia estructura física y desarrollo, por otro lado, está completamente subordinado al segundo, en tanto que es sólo el Ego Espiritual el que puede impresionar más o menos vívidamente al cerebro exterior, con la percepción de las cosas puramente espirituales o inmateriales, ya sea que el Ego se incline más hacia sus dos principios más elevados, o hacia su concha física. De aquí que dependa de la agudeza de los sentimientos mentales del Ego interior, del grado de espiritualidad de sus facultades, el que pueda transferir la impresión de las escenas que percibe su cerebro semimaterial, las palabras que escucha y lo que siente, al cerebro del hombre exterior. Mientras más fuerte sea la espiritualidad de las facultades del cerebro semiespiritual, lo más fácil será para el Ego el despertar los hemisferios dormidos, mover a la actividad a los ganglios sensores y al cerebelo, y grabar en el cerebro físico, –siempre en completa inactividad y descanso durante el sueño profundo del hombre– la vívida imagen del asunto asi transferido. En un hombre sensual, no espiritual, en uno cuyo modo de vida, propensiones y pasiones animales han desconectado completamente su Ego animal, astral de su “Alma Espiritual” superior; lo mismo que en aquél cuya dura labor física ha desgastado de tal manera al cuerpo material, haciéndolo temporalmente insensible a la voz y al tacto del Alma Astral, –durante el sueño los cerebros de ambos hombres permanecen en un estado completo de anemia o completa inactividad. Tales personas rara vez, o quizás jamás en su vida, tendrán algún sueño, y menos aún “visiones que lleguen a ocurrir”. En el primer caso, al acercarse el tiempo para despertar, y el sueño se hace más ligero, comienzan a ocurrir cambios mentales, que constituyen los sueños en los cuales la inteligencia no jugará parte alguna; su cerebro semidespierto sólo sugerirá imágenes que únicamente serán grotescas reproducciones borrosas de sus hábitos desenfrenados de vida; mientras que en el segundo caso –al menos que esté fuertemente preocupado con algún pensamiento excepcional– su instinto siempre presente de hábitos activos lo despertará al instante a la completa vigilia, sin ningún interludio, y sin permitirle permanecer en ese estado semidormido, durante el cual, al comenzar a regresar la conciencia, vemos sueños de varias clases. Por otro lado, mientras más espiritual sea un hombre, lo más activa será su fantasía, y tendrá mayores probabilidades de recibir en visión, las correctas impresiones que le sean comunicadas por su Ego que todo lo ve y que siempre se encuentra despierto. Los sentidos espirituales de éste último al no estar impedidos por la interferencia de los sentidos físicos, están en intimidad directa con su principio espiritual supremo; y éste último, aunque per se sea una parte cuasi inconsciente de lo completamente inconsciente, debido a que es totalmente lo Absoluto2 inmaterial 2 Respecto a estas enseñanzas, los Teistas argüirán toda clase de salvedades y los Espiritistas darán lugar a varias objeciones. Es evidente que no se puede esperar de nosotros el que demos, dentro de los estrechos límites de un corto artículo, una explicación completa de esta doctrina sumamente abstrusa y esotérica. El decir que la Conciencia Absoluta sea inconsciente de su conciencia, y que por tanto deba ser 3

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–tiene sin embargo en sí mismo capacidades inherentes de Omnisciencia, Omnipresencia y Omnipotencia las cuales, tan pronto como la esencia pura llega en contacto con la materia pura sublimada, y (para nosotros) imponderable– imparte hasta cierto punto estos atributos al Ego Astral en la medida de su pureza. De aquí que las personas altamente espirituales verán visiones y sueños cuando están durmiendo y aún en sus horas de vigilia; esos son los sensitivos, los videntes nacidos naturalmente, ahora vagamente denominados “mediums espirituales”, sin que se haga ninguna distinción entre un vidente subjetivo, un sujeto neurypnológico, y un adepto, alguien que se ha hecho independiente de sus idiosincrasias fisiológicas y que ha sojuzgado enteramente al hombre exterior por medio del interior. Aquellos espiritualmente menos dotados, verán tales sueños pero a muy contados intervalos, dependiendo la precisión de esos últimos, de la intensidad de su sentimiento en relación al objeto percibido. Es así como, en este tema de la verificación de los sueños, así como en muchos otros, la ciencia se encuentra ante un problema no resuelto, cuya naturaleza insoluble ha sido creada por su propia terquedad materialista, y su sistema rutinario acariciado por largo tiempo. Porque, o bien, el hombre es un ser dual, con un Ego interior en él, siendo este Ego el “hombre real”, distinto de, e independiente del hombre exterior en proporción a la preponderancia o debilidad del cuerpo material; un Ego el alcance de cuyos sentidos se extiende mucho más allá del límite otorgado a los sentidos físicos del hombre; un Ego que sobrevive al deterioro de su cubierta exterior –al menos por un tiempo, aún cuando un mal rumbo de vida lo haya hecho fracasar en lograr una unión perfecta con su Centro Superior de Conciencia espiritual, esto es el unir su individualidad con Âtma, (en cada caso desvaneciéndose la personalidad); o bien– el testimonio de millones de hombres abarcando varios miles de años; la evidencia proporcionada en nuestro propio siglo por cientos de los hombres más educados –frecuentemente por las luminarias más grandes de la ciencia– toda esta evidencia, decimos, no valdría nada. Con la excepción de un puñado de autoridades científicas, rodeadas por una ansiosa multitud de escépticos y semisabios con conocimientos superficiales que nunca han visto algo, y por lo tanto demandan el derecho a negar todo, –¡el mundo se encuentra condenado como si fuese un gigantesco Manicomio! Tiene sin embargo un departamento especial, y está reservado para aquellos, que. habiendo probado estar en su cabal juicio, por necesidad, deben ser considerados como IMPOSTORES Y MENTIROSOS. ¿Pero, es que el fenómeno de los sueños ha sido entonces estudiado tan a fondo por la ciencia materialista, que ella ya no tiene nada más que aprender, dado que habla en tonos tan autoritarios sobre esta materia? Nosotros decimos que de ninguna manera. Los fenómenos de la sensación y la volición, del intelecto y del instinto, se manifiestan todos ellos desde luego a través de los canales de los centros nerviosos, siendo el cerebro el más importante de ellos. Respecto a la peculiar substancia a través de la cual tienen lugar estas acciones – una substancia cuyas dos formas son la vesicular y la fibrosa, se considera que ésta última es simplemente el propagador de las impresiones

inconciencia Absoluta para el intelecto limitado del hombre, puede parecer como estar hablando de un triángulo cuadrado. – Ed. de Theosophist [H.P.B.] 4

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enviadas hacia y desde la materia vesicular. Sin embargo aunque la ciencia distingue esta función fisiológica, o es dividida en tres clases –la motora, sensoria y conectora– la misteriosa operación del intelecto permanece tan misteriosa e incomprensible para los grandes fisiólogos como lo era en los días de Hipócrates. La sugerencia científica de que podría haber una cuarta serie asociada con las operaciones del pensamiento no ha ayudado a solucionar el problema, ha fracasado en arrojar el más mínimo rayo de luz sobre el insondable misterio. Ni jamás lo podrán sondear al menos que nuestros hombres de Ciencia acepten la hipótesis del HOMBRE DUAL.

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¿SON LOS CHELAS “MÉDIUMS”?

¿SON LOS CHELAS “MÉDIUMS”?

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egún la última edición del The Imperial Dictionary, de John Ogilvie, Doctor en Leyes:

“Un médium es una persona a través de la cual se dice que se manifiesta y transmite por magnetismo animal la acción de otro ser; o una persona a través de la cual se afirma que se realizan manifestaciones espirituales; especialmente alguien de quien se dice que es capaz de mantener relaciones con los espíritus de los muertos.”

Como los ocultistas1 no creen en comunicación alguna con los “espíritus de los difuntos” en la acepción ordinaria del término, por la sencilla razón de que saben que los espíritus de los “difuntos” no pueden descender y comunicarse con nosotros, ni lo hacen; y, como la expresión arriba utilizada, “por magnetismo animal”, probablemente habría sido modificada si el editor del The Imperial Dictionary hubiera sido un ocultista, sólo nos ocupamos de la primera parte de la definición de la palabra “Médium”, que dice: “Un médium es una persona a través de la cual se dice que se manifiesta y transmite la acción de otro ser”; y nos gustaría que se nos permitiera añadir: “Tanto por la voluntad activa conciente como por la inconsciente de ese otro ser.” Sería extremadamente difícil encontrar un ser humano en la tierra que no pueda ser influenciado más o menos por el “Magnetismo Animal”, o por la Voluntad activa de quien manda ese “Magnetismo”. Si un general, admirado y querido, cabalga a lo largo del frente, los soldados se convierten todos en “médiums”. Se llenan de entusiasmo, le siguen sin miedo y toman por asalto la batería mortífera. Un impulso común impregna a todos; cada uno se convierte en un “médium” de otro, el cobarde se llena de heroísmo y sólo aquel que no es en absoluto médium, y por ello insensible a las epidémicas o endémicas influencias morales, será la excepción, afirmará su independencia y saldrá corriendo. El “predicador evangelista” se levantará en su púlpito y aunque diga el disparate más incongruente, si sus acciones y el tono de lamento de su voz son lo suficientemente 1

Artículo publicado en la revista The Theosophist, en junio de 1884. En su exposición del antiguo Bodhi–Dharma, esto es, la Religión de la Sabiduría, H. P. Blavatsky distinguía entre el médium pasivo y el adepto positivo. Cada ser humano es un canal, conciente o inconsciente, para las fuerzas buenas o malas de la Naturaleza. El fenómeno de la mediumnidad parece similar al de los Chelas, pero el médium y el Chela se están moviendo en direcciones opuestas; el primero degenera rápidamente en un instrumento pasivo de peligrosas influencias exteriores; por el contrario, el Chela continuamente está aprendiendo a controlarse a sí mismo y a todas sus potencias inferiores, desarrollando su propia alma para llegar a ser un Maestro entre el Universo de Luz y este mundo de sombras.

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¿Son los Chelas “Médiums”?

impresionantes conseguirá “un cambio en el corazón”, por lo menos en la parte femenina de su congregación, y si es un hombre poderoso, incluso los escépticos que venían a mofarse, se quedarán a rezar. La gente va al teatro y vierte lágrimas o se “desternilla” de risa según el carácter de la función, de acuerdo a si es una pantomima, una tragedia o una farsa. No hay hombre alguno, a excepción de los genuinos zopencos, cuyas emociones, y consecuentemente acciones, no puedan ser influenciadas en un sentido u otro, y por ello se manifieste y transmita a través de él la acción de otro ser. Por eso, todos los hombres, todas las mujeres y niños son médiums, y la persona que no lo sea, es un monstruo, un aborto de la naturaleza; porque queda fuera de los límites de la humanidad. Por ello, la expresión arriba mencionada apenas puede considerarse suficiente para expresar el significado de la palabra “médium” en la acepción popular del término, a menos que añadamos unas pocas palabras y digamos: “Un médium es una persona a través de la cual se dice que se manifiesta y transmite la acción de otro ser en medida anormal, mediante la voluntad activa conciente o inconsciente de ese otro ser.” Esto reduce el número de “médiums” en el mundo hasta un límite proporcional al espacio alrededor del cual trazamos la línea entre lo normal y lo anormal, y será tan difícil determinar quién es un médium y quién no, como decir dónde termina la cordura y dónde empieza la locura. Todo hombre tiene su pequeña “debilidad” y todo hombre tiene también algo de “médium”; es decir, algún punto vulnerable por el cual puede ser cogido de improviso. Por tanto, el uno no puede ser considerado realmente loco; ni el otro puede ser llamado “médium”. Las opiniones sobre si un hombre es demente o no, frecuentemente discrepan, y así pueden también diferir en cuanto a su mediumnismo. Ahora bien, en la vida diaria puede un hombre ser muy excéntrico, pero no es considerado loco mientras su locura no alcance tal grado que ya no sepa lo que está haciendo y sea por ello incapaz de cuidar de sí mismo y de sus asuntos. Podemos aplicar la misma línea de razonamiento a los médiums y decir que sólo deben ser consideradas médiums las personas que permitan a otros seres influirlos en la manera arriba descrita, hasta tal punto que pierden su autocontrol y ya no tengan más poder o voluntad para regular sus propias acciones. Ahora bien, tal abandono del autocontrol puede ser activo o pasivo, conciente o inconsciente, voluntario o involuntario, y difiere según la naturaleza de los seres que ejercen la mencionada influencia activa sobre el médium. Una persona puede conciente y voluntariamente someter su voluntad a la de otro ser y convertirse en su esclavo. Este otro ser puede ser un ser humano y el médium será entonces su obediente servidor y puede ser utilizado por él para fines buenos o malos. Este otro “ser” puede ser una idea, tal como el amor, la codicia, el odio, la envidia, la avaricia o alguna otra pasión, y el efecto sobre el médium será proporcional a la fuerza de la idea y al grado de autocontrol que quede en el médium. Este “otro ser” puede ser un elementario2 o un elemental y el pobre médium se convierte en un epiléptico, un 2

Almas desencarnadas de las personas depravadas.

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maníaco o un criminal. Este “otro ser” puede ser el propio principio superior del hombre, tanto solo como puesto en concordancia con un rayo distinto del principio colectivo universal espiritual, y el “médium” será entonces un gran genio, un escritor, un poeta, un artista, un músico, un inventor, etc. Este “otro ser” puede ser uno de aquellos seres elevados llamados Mahâtmâs, y el médium conciente y voluntario será llamado entonces su “Chela”. Por otra parte, una persona puede no haber oído nunca en su vida la palabra “médium” y sin embargo ser un enérgico médium, aunque completamente inconsciente de ese hecho. Sus acciones pueden estar más o menos influenciadas inconscientemente por su entorno visible o invisible. Puede convertirse en víctima de los elementarios o elementales, aun sin conocer el significado de estas palabras, y, en consecuencia, puede transformarse en un ladrón, asesino, violador, borracho o estrangulador; ya ha sido suficientemente probado que los crímenes con frecuencia llegan a convertirse en epidemias; y otras veces, ciertas influencias invisibles pueden hacer que lleve a cabo actos que no concuerdan en absoluto con su carácter, tal como se lo conocía previamente. Puede ser un gran mentiroso, pero ser inducido por alguna influencia oculta a decir por una vez la verdad; puede ser normalmente muy miedoso, pero cometer en alguna gran ocasión, por el estimulo del momento, un acto de heroísmo; puede ser un ladrón y vagabundo, pero repentinamente realizar un acto de generosidad, etc. Además, un médium puede conocer las fuentes de las que procede la influencia, –en términos más explícitos, “la naturaleza del ser, cuya acción es transmitida a través de él”–, o puede no conocerlas. Puede estar bajo la influencia de su propio séptimo principio e imaginar estar en comunicación con Jesucristo en persona o con un santo; puede estar en concordancia con el rayo “intelectual” de Shakespeare y escribir poesía shakespeariana e imaginar al mismo tiempo que el espíritu personal de Shakespeare está escribiendo a través de él, y el simple hecho de creer esto o aquello, no hará que su poesía sea ni mejor ni peor. Puede estar influenciado por algún Adepto para escribir una gran obra científica y desconocer enteramente la fuente de su inspiración, o imaginar quizás, que fue el “espíritu” de Faraday o de Lord Bacon el que escribía a través de él, mientras que todo el tiempo estuvo actuando como un “Chela”, aunque ignorante del hecho. De todo esto se sigue que el ejercicio del mediumnismo consiste en la mayor o menor entrega del autocontrol, y que este ejercicio sea bueno o malo depende completamente del uso que se haga de él y del fin para el que se hace. Esto nuevamente depende del grado de conocimiento que posee la persona médium con respecto a la naturaleza del ser a cuyo cuidado abandona durante un tiempo voluntaria o involuntariamente, la custodia de sus poderes físicos o intelectuales. Una persona que confía esas facultades indiscriminadamente a la influencia de cualquier poder desconocido es sin duda un “chiflado”, y no puede ser considerada menos demente que la que confía su dinero y sus objetos de valor al primer extraño o vagabundo que se lo pidiera. Ocasionalmente encontramos a tales personas, aunque son comparativamente raros, y generalmente son 4

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conocidos por su mirada idiota y por el fanatismo con que se adhieren a su ignorancia. Tales personas deberían ser compadecidas en lugar de culpadas, y si fuera posible deberían ser instruidas con respecto al peligro en que incurren; pero el que un Chela, que concientemente y con buena voluntad entrega sus facultades mentales durante un tiempo a un ser superior, a quien él conoce y en cuya pureza de fines, honestidad de propósito, inteligencia, sabiduría y poder tiene plena confianza, pueda ser considerado un “médium” en la acepción vulgar del término, es una cuestión que ha de dejarse para que el lector, después de una debida consideración de lo mencionado, decida por sí mismo.

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CHELAS REGULARES Y CHELAS LAICOS Extraído del libro Los Mahatmas y las Pruebas Iniciáticas Federación Teosófica Interamericana

CHELAS REGULARES Y CHELAS LAICOS

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hela es la persona que se ofrece a un Maestro como discípulo para aprender los misterios de la naturaleza y poner en práctica los poderes psíquicos latentes en el hombre. El Maestro que lo acepta se llama en la India “Guru” y el verdadero Guru es siempre un adepto de la ciencia oculta; un hombre de profundo saber exotérico y sobre todo esotérico, que ha sometido a la esclavitud su naturaleza carnal y desarrollado en si mismo el poder (Siddhi) de dominar las fuerzas de la naturaleza, y sondear sus misterios por medio de poderes antes latentes y al presente activos en su ser. Ofrecerse como aspirante al Chelado es relativamente fácil. Desarrollarse hasta lograr el Adeptado es la tarea más difícil que el hombre puede emprender. Hay muchas personas que nacen poetas, matemáticos, estadistas, etc., pero un adepto “de naturaleza” es imposible, porque si bien a veces oímos hablar, con muy raros intervalos, de personas naturalmente dotadas de extraordinaria aptitud para la adquisición de la ciencia y de los poderes ocultos, estas tienen forzosamente que pasar por las mismas pruebas y la misma educación que sus menos favorecidos co–aspirantes. Sobre todo, en este punto, cabe decir con razón que no hay camino real para los favorecidos. Aparte de un grupo hereditario adscrito al gonpa (templo), los chelas fueron, durante siglos, escogidos por los Mahatmas del Himâlaya en persona, entre la clase de místicos naturales, muy numerosos en el Tíbet. Solo ha habido excepciones en favor de occidentales como Fludd, Thomas Vaughan, Paracelso, Pico de la Mirándola, el Conde de Saint Germain y otros, cuya afinidad de constitución para esta elevada ciencia forzó, hasta cierto punto, a los Adeptos a entrar en relación personal con ellos y así obtuvieron una porción más o menos extensa de la verdad completa, en relación con el ambiente social que los rodeaba.

En el libro IV del kni–to, capítulo sobre las leyes de los upasanas, encontramos las cualidades exigidas al chela, Son las siguientes: 1º Perfecta salud corporal. 2º Absoluta pureza física y mental. 3º Deseos inegoístas, caridad universal, compasión por todos los seres animados. 4º Constancia y fe inquebrantable en la ley del Karma, independiente de la intervención de poder alguno de la naturaleza; ley cuyo curso no puede desviar intermediario alguno, ni detenerla ningún ruego, ni ceremonia propiciatoria exotérica, 5º Indomable valor ante todo suceso, así sea la muerte. 2

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6º Percepción intuitiva de que nuestro ser es el vehículo del Avalokiteswara manifestado o Espíritu Divino Âtma. 7º Indiferente calma, pero a la vez justa apreciación de todo lo que constituye el mundo objetivo y transitorio y sus relaciones con las regiones invisibles. Tales deben ser las cualidades esenciales del que aspire a ser chela perfecto. Invariablemente se ha insistido en cada uno de estos puntos con excepción del primero, que puede haber sido modificado en raras y excepcionales ocasiones. El chela debe haber desarrollado en mayor o menor grado todas estas cualidades en su naturaleza íntima, por “sus propios esfuerzos y sin ayuda ninguna”, antes de ser “puesto a prueba”. Cuando el asceta en vía de espontáneo desarrollo, bien en el seno de la actividad mundana o bien fuera de ella, según su natural aptitud, se ha adueñado y elevado por encima de: a) el cuerpo, sharira; b) los sentidos, indriya; c) el dolor, dukkha; cuando esté presto a ser uno con Manas, su mental, Buddhi, la inteligencia espiritual y Âtma, el Alma Suprema, el Espíritu; cuando esté dispuesto, en fin, a reconocer en Âtma el absoluto Gobernador del mundo de las percepciones, y la Voluntad como poder ejecutivo o suprema energía, puede entonces, siguiendo las reglas consagradas por el tiempo, ser admitido por un iniciado e introducido en el misterioso sendero. A su término se obtiene el infalible discernimiento del “fruto de las causas producidas” (Phala), y los medios de alcanzar Apavarga, emancipación de la miseria de renovados renacimientos (Pretyabhava), en cuya determinación no se escucha al ignorante. Desde el advenimiento de la Sociedad Teosófica, una de cuyas difíciles tareas es despertar en el espíritu ario la dormida memoria de la existencia de esta ciencia y de las trascendentales facultades del hombre, han sido ligeramente relajadas, con ciertas miras, las reglas de selección de los chelas. Varios miembros de la Sociedad, que de otro modo no habrían sido llamados a ser chelas, por medio de pruebas practicadas han formado convicción sobre los puntos precedentes, pensando, con bastante razón, que toda vez que otros habían alcanzado la meta, también ellos podrían alcanzarla aprovechándose de sus naturales disposiciones y siguiendo el mismo camino, solicitaron impacientemente el favor de ser aceptados como candidatos. Como quiera que rehusarles la ocasión de, a lo menos, comenzar, hubiera sido intervenir en su karma, se les otorgó permiso. Los resultados hasta el presente han sido poco animadores, y para mostrarles las causas de su fracaso, así como para impedir que otros se precipitaran imprudentemente en semejante destino, se ha dado orden de escribir el presente articulo. Aunque bien advertidos por adelantado los candidatos en cuestión del peligro, padecieron el error y tuvieron el egoísmo de perder de vista su pasado, mirando sólo hacia el porvenir. Olvidaron que no habían hecho nada para merecer el raro honor de ser elegidos, nada que pudiera darles ni el derecho de esperar tal privilegio y que no podían prevalerse de alguna de las cualidades antes enumeradas. Gentes de un mundo egoísta y sensual, casados o célibes, comerciantes, empleados, militares o profesionales, se habían formado en un ambiente del todo propio para 3

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asimilarse la naturaleza animal, en vez de desarrollar sus potenciales facultades espirituales. Todos y cada uno tuvieron bastante vanidad para suponer que en ellos se haría una excepción en la ley por siglos imperante, como si en su persona hubiera nacido al mundo un nuevo Avatar. Todos esperaban que se les enseñasen las cosas ocultas y se les concediesen poderes extraordinarios porque… habían ingresado en la Sociedad Teosófica. Debemos hacer justicia diciendo que algunos estaban sinceramente resueltos a enmendar su vida abandonando sus malos hábitos. Al principio todos fueron rehusados, empezando por el mismo Presidente de la Sociedad, el señor Olcott, quien no fue formalmente aceptado como chela hasta haber sido puesto a prueba durante más de un año de devotos trabajos y de una determinación que no podía rechazarse, pues envolvía seguridad de propósito. Llovieron entonces quejas de todas partes, así de los indos, que debieron estar más advertidos, como de los europeos, que no estaban en favorables condiciones para conocer lo relativo a las reglas vigentes. Era el clamor general que no podría subsistir la Sociedad Teosófica a menos que se diese ocasión de probar algunos de sus miembros. Dando al olvido todos los nobles y generales objetivos de nuestro programa; las obligaciones del hombre hacía sus prójimos y hacia su país; su deber de iluminar, animar y elevar a los más débiles o menos favorecidos, todo ello fue ciegamente hollado en un insensato impulso hacia el Adeptado. Por todas partes se oía el grito: “fenómenos”, “fenómenos”, y estorbados los fundadores en su seria labor, se les importunaba y hostigaba para que intercediesen cerca de los Mahatmas, contra quienes iba el agravio, si bien eran sus pobres mandatarios los que recibían los golpes. Las autoridades superiores acordaron que se accediese a las peticiones de algunos de los más insistentes candidatos. El resultado de la experiencia prueba mucho mejor que los más extensos discursos lo que es un chela, y cuales son las consecuencias del egoísmo y de la temeridad. A todos los candidatos se les advirtió que deberían, en todo caso, esperar algunos años antes que se comprobara su aptitud y que deberían pasar por una serie de pruebas que sacarían a plena luz todo lo que en cada uno hubiese, tanto de malo como de bueno. Siendo casi todos casados, fueron designados con el nombre de chelas laicos, término nuevo en lenguas occidentales, pero que durante largo tiempo tuvo su equivalente en las asiáticas. Chela laico es simplemente un hombre de mundo que afirma su deseo de adquirir sabiduría en las cosas espirituales, y virtualmente lo es todo miembro de la Sociedad Teosófica que ha suscripto el segundo objeto de los tres declarados en nuestros Estatutos. Sin pertenecer al número de los verdaderos chelas, puede llegar a serlo porque ha franqueado la frontera que lo separa de los Mahatmas, y se ha colocado, por así decirlo, al alcance de sus observaciones. Entrando en la Sociedad y prometiendo ayudarla en su obra se obliga, hasta cierto punto, a obrar concertadamente con los Mahatmas por cuyo mandato fue instituida la S.T., y bajo cuya protección permanece condicionalmente. Así, ingresar en la Sociedad equivale a serles presentado; lo demás depende absolutamente del mismo miembro. En vano esperará aprovecharse ni un solo ápice del favor de uno de nuestros Mahatmas, o de cualquier 4

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Chelas Regulares y Chelas Laicos

otro Mahatma del mundo que consienta darse a conocer, si tal favor no ha sido plenamente ganado por su mérito personal. Los Mahatmas son los servidores, no los árbitros de la ley del Karma. La admisión de un individuo como chela laico no le confiere otro privilegio que el de trabajar en su desenvolvimiento bajo la observación de un Maestro, y bien vea o no a éste, no hay la menor diferencia en el resultado, porque sus buenos pensamientos palabras o acciones producirán sus frutos, así corno los malos acarrearán los suyos. Envanecerse y hacer ostentación del título de chela laico es el más seguro medio de reducirlo a un nombre sin sentido en las relaciones con el gurú, porque es una prueba manifiesta de vanidad e ineptitud para progresar. Hace ya muchos años que por todas partes enseñamos esta máxima: “mereced primero, después desead” la intimidad con los Mahatmas. Obra al presente en la naturaleza una ley terrible e inalterable, cuya actuación explica el aparente misterio de elección de ciertos chelas que han llegado a ser triste muestra de moralidad durante los últimos años. Puede que el lector recuerde este antiguo proverbio: “No toquéis al perro que duerme”. Contiene un gran significado oculto. Ninguna persona, hombre o mujer, conoce su fuerza moral antes de haberla ensayado; son miles los que el mundo disputa por muy dignos y respetables porque jamás fueron sometidos a prueba. Esta es, sin duda, una vulgar verdad, pero con adecuada aplicación al caso presente. Al emprender uno el camino de chela, despierta a latigazos todas las dormidas pasiones de su naturaleza animal. Comienza un terrible combate con enemigos que no piden ni dan cuartel. De una vez para siempre se trata de ser o no ser; vencer, es el adeptado; sucumbir, es un innoble martirio, porque fracasar víctima del orgullo, la lujuria, la avaricia, la vanidad, el egoísmo o cualquier otro sentimiento es, en efecto, innoble a los ojos de todo hombre digno de su hombría. El chela no solo ha de afrontar todas las malas inclinaciones o latentes en su naturaleza, sino también la velocidad adquirida por las fuerzas siniestras acumuladas por la comunidad o la nación de que forma parte, porque él es parte integrante de estas colectividades y las causas que afectan, sea al individuo, sea al grupo (ciudad o nación), reaccionan unas sobre otras. La lucha por el bien de nuestro héroe arroja la discordia sobre todo el cuerpo del mal que le rodea y atrae su furor. Mientras él se contente con marchar al paso de sus vecinos y ser, poco más o menos, como ellos, un poco mejor o un poco peor que el término medio, nadie se ocupará de él; pero en cuanto se sepa que ha sido capaz de descubrir el irrisorio vacío de la vida social, la hipocresía, el egoísmo, la sensualidad, la concupiscencia y otros rasgos que la desfiguran, y que ha resuelto elevarse a superior nivel, enseguida el odio y todo cuanto mora en las naturalezas perversas, gazmoñas o malévolas, le rodearán de una corriente contraria. Si posee una gran fuerza innata se desembarazará de ellas como el potente nadador se lanza y atraviesa la corriente que arrastra al débil; pero si en esta batalla moral tiene el chela una sola tara disimulada, haga lo que hiciera, saldrá ésta a la superficie. El barniz de las conveniencias sociales de

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Chelas Regulares y Chelas Laicos

que todos estamos cubiertos debe perder hasta su última capa, y el yo interno debe manifestarse sin el menor velo que encubra su desnudez. Las costumbres sociales mantienen a las gentes, hasta cierto punto, en límites morales que las obligan a pagar tributo a la verdad apareciendo como buenos, séanlo o no. Estas costumbres son de tal naturaleza, que todas las ha de superar, trascendiendo sus limitaciones, en el esfuerzo que acompaña al desenvolvimiento del chela. El vicio reviste su más seductora forma y las tentadoras pasiones atraen el inexperto chela hacia las profundidades de la degradación psíquica. No se parece su posición a la pintada por un gran artista en que Satanás juega al ajedrez con un hombre cuya alma ha ganado, pero que tiene al lado al ángel guardián para ayudarlo en sus consejos. En nuestro caso, la lucha se entabla entre la voluntad del chela y su naturaleza carnal, y el karma prohíbe e impide que ni ángel ni guru alguno intervengan hasta conocer el resultado. Bullver Lytton ha idealizado este hecho en su Zanoni, obra que siempre tendrán en estima los ocultistas. En su “Extraña Historia” ha mostrado, con no menor relieve, el aspecto negro de las investigaciones ocultas y sus mortales peligros. Un Mahatma definió el proceso de formación de los chelas diciendo: “es un disolvente psíquico que consume todas las escorias y solo deja el oro puro”. Si el candidato tiene latente la pasión por el dinero, la baja política, el escepticismo materialista, la ostentación, la mentira, la crueldad, o por concupiscencia de cualquier otra especie, crecerá el germen poco a poco; sucediendo lo mismo con las cualidades nobles de la naturaleza humana. Se revela el hombre real . ¿No sería, pues, el colmo de la locura abandonar el llano sendero de la vida a ras de tierra, para escalar las escarpadas rocas del chelado, si no está razonablemente seguro, de poseer en sí mismo la conveniente vestidura? Dice bien la Biblia: “El que está de pie tenga cuidado de no caer”, texto que los aspirantes a chelas deben considerar antes de arrojarse de cabeza a la pelea. Algunos de nuestros chelas hubieran hecho bien en reflexionar más de una vez antes de arrostrar las pruebas. Recordamos varios deplorables fracasos ocurridos en el último año. En un caso, el aspirante perdió el juicio retractándose de los nobles sentimientos que acababa de profesar algunos días antes, e ingresando como miembro de una religión cuya falsedad había demostrado con profundo desdén e irrebatibles argumentos. Otro, cometió un abuso de confianza y desapareció con los fondos de su patrón, que también era teósofo. Un tercero se entregó al más desenfrenado libertinaje, confesándolo al gurú que había escogido, con inútiles lágrimas y suspiros. Un cuarto se unió con una persona de distinto sexo, rompiendo con sus más sinceros y queridos amigos. Otro mostró signos de aberración mental y fue acusado ante los tribunales por su vergonzosa conducta. Un sexto, se levantó la tapa de los sesos para escapar a las consecuencias de un acto criminal a punto de ser descubierto; y aún podríamos continuar la lista. Todos eran, en apariencia, sinceros investigadores de la verdad, y pasaban en el mundo por personas respetables. En apariencia eran dignos de ser elegidos como candidatos al chelado, pero por dentro todo era podredumbre y sepulcros blanqueados. El mundano barniz era bastante espeso para ocultar la ausencia del verdadero oro, y al obrar el disolvente 6

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mostró al candidato en cada caso que sólo era una dorada estatua de escorias morales, desde la epidermis al corazón. En todo cuanto antecede sólo nos hemos ocupado de los chelas laicos que fracasaron, pero también algunos obtuvieron éxito y se hallan en camino de pasar gradualmente a través de las primeras fases de su prueba, haciéndose algunos útiles a la Sociedad Teosófica y al mundo en general, por sus buenos ejemplos y enseñanzas. Si perseveran, tanto mejor para ellos y para nosotros; los asaltos contra ellos son terribles, pero después de todo “nada hay imposible para quien quiere”. Jamás serán menores las dificultades para el chela, a menos que cambiase la naturaleza humana y evolucionase un nuevo orden de cosas. San Pablo puede que aluda al chelado cuando dice: “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido a sujeción del pecado. Por que lo que hago no lo entiendo, ni lo que quiero hago; antes, lo que aborrezco, aquello hago”. (Romanos 7–15). Y el sabio Keratarjurinjam de Bharavi ha escrito: “Los enemigos difíciles de vencer (las malas pasiones) que se levantan en el cuerpo, deben ser virilmente combatidos. ¡Aquel que los venza se iguala al conquistador de los mundos!”

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CHELAS Extraído del libro Los Mahatmas y las Pruebas Iniciáticas Federación Teosófica Interamericana

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pesar de los muchos artículos que sobre ese mismo asunto han aparecido en esta revista, todavía prevalece mucha incomprensión y muchos puntos de vista falsos. ¿Qué son Chelas y que poderes tienen ellos? ¿Tienen faltas ellos, y en que sentido son diferentes de los que no son Chelas? ¿Ha de tornarse corno un evangelio de verdad toda palabra que pronuncie un Chela? Estas preguntas provienen de que muchas personas han mantenido por algún tiempo ideas muy absurdas acerca de los Chelas, y luego, al descubrir que tienen que modificar esas ideas, la reacción ha sido muy violenta en varios casos. La palabra Chela significa simplemente un discípulo; pero se ha cristalizado en la literatura teosófica, y para muchas mentes tiene tantas definiciones como la palabra Dios. Algunas personas han llegado al extremo de decir que cuando un hombre es un Chela, queda de hecho colocado en un plano en el cual cada palabra que desgraciadamente pronuncie es tomada como ex cathedra, y no se le permite ni el pobre privilegio de hablar como una persona corriente. Si se descubre que cualquier declaración la hizo bajo su propia responsabilidad y cuenta, se le culpa de extraviar a sus oyentes. Esta errónea idea debe corregirse de una vez por todas. Hay Chelas y Chelas, así como hay MAHATMAS y MAHATMAS. De hecho hay MAHATMAS que apenas son los Chelas de otros que están más alto. Pero nadie, por un instante, debería confundir a un Chela que está empezando su penosa jornada con uno de aquellos Chelas mayores que es un MAHATMA. En realidad el Chela es un hombre infortunado que ha entrado en “un camino no manifiesto”, y Krishna dice “que ese es el camino más difícil”. En vez de ser el constante portavoz de su Guru, el Chela se encuentra más solo en el mundo que los que no lo son, y su camino está rodeado de peligros que desanimarían a muchos aspirantes si los vieran en sus colores naturales; en vez de aceptar a su Gurú y pasar un examen de ingreso con el fin de convertirse en bachiller del Arte del Ocultismo bajo la constante y amistosa guía de su maestro, el Chela, en verdad, se introduce a la fuerza en un recinto custodiado, y desde ese momento tiene que luchar y conquistar… 1

Este artículo se publicó por primera en The Theosophist, Vol. VI, Octubre 1884, Pág. I, presenta ideas que son tan importantes hoy como lo fueron entonces.

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o perecer. En vez de ser él quien acepta, tiene que merecer su aceptación. Ni tampoco ha de ofrecerse él mismo. Uno de los Mahatmas ha escrito recientemente: “Nunca trates de hacerte aceptar para el Chelado; espera hasta que descienda sobre ti”. Y una vez aceptado como Chela, no es cierto que él sea meramente el instrumento de su Guru. Habla como un hombre corriente, entonces como antes; y solamente cuando el maestro envía por intermedio del Magnetismo del Chela una carta escrita de verdad, es cuando puede decirse que ha venido una comunicación por medio de él. Puede acontecerles, como alguna vez pasa con cualquier autor, que preparen declaraciones bellas o verdaderas, pero no por ello ha de sacarse en conclusión que durante esa declaración el Guru estaba hablando por medio del Chela. Si en su mente había el germen de un buen pensamiento, la influencia del Guru puede, como la suave lluvia sobre la semilla, hacer que ese germen crezca y fructifique fuera de lo normal; pero esa no es la voz del maestro. En realidad son raros los casos en que los Maestros hablen por medio de un Chela. Los poderes de los Chelas varían según su progreso; y toda persona debería saber que cuando un Chela tiene algunos poderes, no se le permite usarlos excepto en casos raros y excepcionales, y jamás puede hacer alarde de poseerlos. Por lo tanto los que apenas son principiantes no tienen más poderes que el hombre corriente. En realidad, la meta colocada ante el Chela no es la adquisición de poder psicológico; su tarea principal es desprenderse de ese dominante sentido de personalidad que constituye el tupido velo que oculta nuestra parte inmortal; el hombre real. Mientras retenga ese sentido, permanecerá clavado fijo en la misma puerta del ocultismo, incapaz de adelantar un solo paso. El sentimentalismo, pues, no hace parte del equipo de un Chela. Su labor es dura, su camino es pedregoso, la meta está bien lejos. Con simple sentimentalismo no avanzará nada. ¿Para qué esperar que el maestro le pida que demuestre su valor, precipitándose por un abismo, o escalando con coraje los escarpados y fríos Himalayas? Falsa esperanza; no es así como ellos le llamarán. Y por tanto, puesto que el Chela no ha de revestirse de sentimentalismo, el público no deberá echar un falso velo de sentimentalismo sobre todas sus acciones y palabras cuando quieran pensar en él. Mostremos, por lo tanto, desde ahora en adelante, un poquito más de discernimiento al referirnos a los Chelas.

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CRECIMIENTO ESPIRITUAL Traducido por Josefa Frias, Marzo, 1998

CRECIMIENTO ESPIRITUAL

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as muy conocidas frases de Christina Rossetti: ¿Llega hasta la cima el camino que serpentea la montaña? Sí, hasta el mismo tope. ¿Se toma todo el largo día completar el viaje? Desde la mañana hasta la noche, mi amigo.

Son como el resumen de la vida de aquellos que están verdaderamente trillando el camino que conduce a cosas más elevadas. Cualquiera de las diferencias a encontrarse en las varias presentaciones de la Doctrina Esotérica, ya que en cada época se viste de fresco atavío, diferentes ambos color y textura a la que precedieron; pero aun así, encontraremos que siempre coinciden totalmente en un solo punto: el camino hacia el desarrollo espiritual. Una sola regla inflexible se ha impuesto siempre a los neófitos, tal como se impone ahora: el completo dominio de la naturaleza inferior, por la naturaleza superior. Desde los Vedas y Upanishads hasta la recientemente publicada Luz en el Sendero, investigación que nos permitimos hacer sobre la Biblia de cada raza y culto, y encontramos únicamente un solo camino, duro, penoso, difícil, por el cual el hombre puede obtener el verdadero conocimiento espiritual. ¿Y cómo pudiera ser de otra manera, ya que todas las religiones y todas las filosofías no son más que variantes de las primeras enseñanzas de la Única Sabiduría impartida al hombre en el comienzo del ciclo por el Espíritu Planetario? El verdadero Iniciado, el hombre desarrollado, siempre hemos dicho, se hace asimismo, no puede ser enseñado. El proceso es por lo tanto, el de crecer a través de la evolución, y esto necesariamente debe involucrar cierta cantidad de dolor. La principal causa del dolor, se basa en nuestra perpetua búsqueda de lo permanente en lo impermanente, y no sólo búsqueda, sino actuando como si ya hubiésemos encontrado lo inalterable en un mundo en el cual solamente la única cierta cualidad que podemos afirmar es su constante cambio; y que siempre, justo cuando nos imaginamos que tenemos un firme asimiento de lo permanente, nos sorprende el cambio sin el menor aviso y el dolor aparece.

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Crecimiento Espiritual

De nuevo la idea de crecer, envuelve la idea de disgregación, el ser interior debe continuamente abrirse paso de su escondida concha o confinamiento, y tal disgregación debe también estar acompañada de dolor, no físico pero sí mental e intelectual. Y así es como es, en el curso de nuestras vidas. Las tribulación que nos llega es siempre justamente, la que sentimos es la más dolorosa que pudiese pasarnos, es siempre la única cosa que sentimos no poder soportar. Si miramos esto desde un amplio punto de vista, veremos que estamos tratando de abrirnos paso a través de nuestra concha, desde su punto mas vulnerable; que nuestro crecimiento, para que sea un verdadero crecimiento, y no el resultado colectivo de una serie de calamidades, debe progresar a un mismo nivel, justo como el cuerpo de un niño crece, no primero la cabeza y luego una mano, seguida quizás por una pierna, sino en todas las direcciones a la vez, regularmente e imperceptiblemente. La tendencia del hombre es cultivar cada área separadamente, mientras descuida las demás, cada insoportable dolor es causado por la expansión de alguna área descuidada, cuya expansión se hace mas difícil debido a los efectos de la cultivación acumulada en otras áreas. La maldad es frecuentemente el resultado de una sobre-ansiedad y el hombre está siempre tratando de abarcarlo todo. No hay satisfacción en dejar que el bien se realice solo, en hacer justo lo que la ocasión exija y nada más; ellos exageran cada acción y así se produce el karma que surtirá efecto en un próximo nacimiento. Una de las más sutiles formas de maldad es la esperanza y el deseo de recompensa. Muchos hay quienes la albergan con frecuencia inconscientemente, echando a perder así todos sus esfuerzos, al abrigar esta idea de la recompensa y permitiendo que se convierta en un activo factor en sus vidas, dejando así la puerta abierta a la ansiedad, la duda, el temor, el abatimiento, el fracaso.  La meta del aspirante a la sabiduría espiritual es la entrada a un plano superior de existencia, se tiene que convertir en un nuevo hombre más perfecto en todo sentido de lo que es actualmente y si lo logra, sus capacidades y facultades recibirán el correspondiente incremento de alcance y poder, justamente como en el mundo visible, encontramos que cada nivel en la escala evolucionaría está marcada por un incremento de la capacidad. Es así como el Iniciado se ve dotado con maravillosos poderes que son tan frecuentemente descritos, pero el principal punto a recordar es, que estos poderes son el natural complemento de una existencia en un plano superior de evolución, tal como las ordinarias facultades humanas son el natural complemento de una existencia en el ordinario plano humano. Muchas personas parecen pensar que llegar a ser un Iniciado no es en mucho el resultado de un desarrollo radical de continuado crecimiento; ellos se imaginan que un Iniciado es un hombre, quien siguiendo un cierto definido curso de entrenamiento, consistente de una minuciosa atención a una serie de reglas arbitrarias, adquiere primero un poder y luego otro; y cuando el ha obtenido un cierto número de estos poderes es inmediatamente consagrado como un Iniciado. Actuando bajo esta idea errada, ellos se imaginan que la primera cosa a hacer para lograr ser un Iniciado es

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Crecimiento Espiritual

adquirir “poderes”, clarividencia y el poder de dejar el cuerpo físico y viajar a remotos lugares son algunas, entre las cosas que más fascinan a la mayoría. Para aquellos que desean adquirir tales poderes para su propia ventaja personal, no tenemos nada que decir; ellos caen bajo la condenación de todo aquel que actúa por fines puramente egoístas. Pero hay otros, quienes erradamente tomando los efectos por causa, honestamente piensan que la adquisición de poderes paranormales es el único camino hacia el avance espiritual. Estos miran a nuestra Sociedad solo como el medio disponible para capacitarlos a obtener conocimiento en esa dirección, considerándola como una suerte de academia de lo oculto, una institución establecida para extender facilidades para la enseñanza de posibles hacedores de milagros. A pesar de las repetidas objeciones y advertencias, hay algunas mentes en quienes esta idea parece inalterablemente fija y ellos escandalizan con sus expresiones de desencanto, cuando se dan cuenta de que lo que se les había advertido previamente, es la absoluta verdad; que la Sociedad fue fundada para enseñar no un nuevo y fácil camino para la obtención de “poderes”; y que su sola misión es la de encender la antorcha de la verdad, largamente apagada para muchos, excepto para muy pocos, y mantener esa verdad viva a través de la formación de una fraternal unión de toda la humanidad, el único terreno fértil donde la buena semilla puede crecer. La Sociedad Teosófica en verdad desea promover el crecimiento espiritual de cada individuo que este cercano a su influencia, pero sus métodos son aquellos de los antiguos Rishis, sus dogmas aquellos del antiguo esoterismo; no es la distribuidora de una medicina patentizada compuesta de incontrolables ingredientes, que ningún vendedor honesto se atreve a usar. En este tenor advertimos a todos nuestros miembros, y a otros quienes buscan conocimiento espiritual, que tengan cuidado de aquellas personas que ofrecen enseñarles métodos fáciles para adquirir dones psíquicos, tales dones (laukika) son en verdad comparativamente fácil de adquirir por medios artificiales, pero se desvanecen tan pronto como el estimulante nervioso se consume asimismo. El verdadero buscador e iniciado, quien se complementa de verdadero desarrollo psíquico (Lokothra), una vez alcanzado, nunca lo pierde. Parece ser que varias organizaciones han surgido a la luz, desde la fundación de la Sociedad Teosófica, beneficiándose del interés despertado a los mencionados más arriba, en materia de investigación psíquica y desesperados por ganar miembros les prometen fácil adquisición de poderes psíquicos. En la India por largo tiempo nos hemos familiarizamos con la existencia de pretendidos lugares de disciplinas religiosas de toda posible descripción, y tememos que existe un nuevo peligro en este sentido, aquí, lo mismo que en Europa y América. Esperamos que ninguno de nuestros miembros atraídos por deslumbrantes promesas, se dejen usar de semejantes ilusos soñadores, o mas bien redomados timadores. Para justificar la real necesidad que existe de nuestras declaraciones y advertencias, debemos mencionar que hemos visto recientemente, adjuntas a una carta de Benarés, copias de un anuncio puesto a circular por un llamado “Mahatma”. El solicita “ocho hombres y mujeres que hablen bien ingles y cualquier otro dialecto Hindú”; y concluye 4

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diciendo que cualquiera que quiera detalles sobre las particularidades de este trabajo y el salario a percibir “deberá enviar solicitud a su dirección, e incluye sobre de correos sellado”. Sobre la mesa ante nosotros descansa una copia de The Divine Pymander, publicado en Inglaterra el año pasado, el cual contiene la información de que: “Los Teosofistas quienes pudiesen haber sido engañados en sus esperanzas de obtener la Sublime Sabiduría que dispensan libremente “MAHATMAS HINDÚES”, cordialmente son invitados a enviar sus nombres al editor, quien los verá , y “después de una breve prueba”, serán admitidos en la Hermandad Oculta quienes les “enseñaran gratuitamente y SIN NINGUNA RESERVA a todos aquellos que sean merecedores de ser aceptados”. Como cosa curiosa en la misma publicación aludida, Hermes Trimegistos dice: “Es aquí el único camino que conduce a la Verdad, el cual, verdaderamente, nuestros antepasados han trillado, y por el cual arribaron hasta la obtención del Bien. Este camino es bello y tranquilo; más sin embargo, es difícil para el alma caminarlo mientras este inmersa dentro de la prisión del cuerpo… Por lo tanto, absténgase de la multitud ya que por medio de la ignorancia el vulgo puede ser mantenido en su lugar por medio del temor a lo desconocido”.

Es absolutamente verdad que algunos teosofistas han sido (no por culpa de nadie, sino de ellos mismos) grandemente defraudados, porque no les ofrecimos ningún camino fácil hacia el Yoga Vidya, y hay otros quienes desean que se les hagan trabajos prácticos. Y mas que significativo, están aquellos quienes sin haber hecho nada por la Sociedad son los que más prestos están a encontrarle faltas. Ahora bien, ¿por que estas personas y todos nuestros miembros capacitados para poder hacerlo, no toman en serio el estudio del mesmerismo? El Mesmerismo ha sido llamado la Llave de la Ciencia Oculta, y tiene la ventaja de ofrecer la peculiar oportunidad de hacer el bien a toda la humanidad. Si en cada división hemos podido establecer un dispensario homeopático, con la adicción de sanación mesmerica, tal como ya ha sido hecho con gran éxito en Bombay, bien estaríamos contribuyendo a poner la ciencia de la medicina en este país en una base sólida, y que sea el medio de incalculable beneficio para la gente en el futuro. Hay otras divisiones, además de la que hay en Bombay, que han hecho buen trabajo en este sentido, pero todavía queda lugar para infinitamente más que hacer de lo que ya se ha hecho. Y lo mismo es en el caso de varios otros departamentos de trabajo de la Sociedad. Sería muy bueno si los miembros de cada división juntaran sus cabezas y seriamente se pusieran de acuerdo sobre los firmes pasos a dar para ampliar los ya declarados objetivos de la Sociedad. En muchos casos los miembros de la Sociedad Teosófica se contentan con un estudio superficial de sus libros, sin hacer ninguna real contribución al trabajo activo. Si la Sociedad es para llegar a ser un poder del bien en esta y en otras tierras, solo se puede obtener este resultado con la activa cooperación de cada uno de sus miembros, y nosotros fervorosamente apelamos a cada uno de ustedes para que consideren cuidadosamente que posibilidades de trabajo están dentro de sus facultades, y luego prepararse para llevarlo a cabo fervorosamente. Pensar bien 5

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Crecimiento Espiritual

es una gran cosa, pero el pensar solamente no cuenta para nada a menos que no se traduzca en acción. No hay un solo miembro en la Sociedad que no este capacitado a hacer algo para ayudar a la causa de la verdad y la hermandad universal; solo depende de su propia voluntad, hacer de ese algo un hecho realizado. Una vez mas reiteramos el hecho de que la Sociedad no es un jardín de infancia para iniciados incipientes; no hay maestros para ir de un lado a otro a impartir instrucciones a las varias divisiones de los diferentes objetivos inherentes al trabajo investigativo de la Sociedad; las divisiones deben estudiar por si mismas; los libros son para tenerlos y el conocimiento puesto en ellos debe ser prácticamente aplicado por los diferentes miembros: Así serán desarrollados confiables y razonables poderes. Les sugerimos hacer esto urgentemente; ya que se nos ha solicitado que todo material enviado a las divisiones deben prácticamente estar versados en psicología experimental y clarividencia (por ejemplo, mirar espejos mágicos y adivinación del futuro, etc.) Ahora bien consideramos que tales experimentos deben originarse entre los miembros mismos, si es que son de algún valor en el desarrollo de cada uno o lo habilitan a tener algún progreso en su “escarpado” camino, y por lo tanto honestamente recomendamos a nuestros miembros hacer esto por si mismos.

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LA GRAN PARADOJA Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

LA GRAN PARADOJA1

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egún parece, la paradoja es el lenguaje natural del ocultismo. Más aún, parecería que ésta penetra profundamente en el corazón de las cosas, y por ello es inseparable de cualquier intento para poner en palabras la verdad, la realidad que subyace por debajo del drama exterior de la vida. Y la paradoja no sólo se encuentra en las palabras sino en la acción, en la misma conducción de la vida. Las paradojas del ocultismo deben vivirse, no sólo proferirse. Aquí se encuentra un gran peligro, ya que es demasiado fácil llegar a perderse en la contemplación intelectual del sendero, y así olvidar que el camino sólo puede conocerse caminándolo. El estudiante encuentra desde el comienzo mismo una paradoja sobrecogedora, que lo confronta con formas cada vez más nuevas y extrañas a cada vuelta del camino. Uno como él ha buscado quizás el sendero deseando encontrar una guía, una pauta de lo que es apropiado para la conducción de su vida. El aprende que el alfa y el omega, el comienzo y el fin de la vida es el altruismo o el no egoísmo: y siente la verdad del adagio. que solamente en la profunda inconsciencia del olvido de sí, puede revelarse la verdad y, la realidad del ser a su anhelante corazón. El estudiante aprende que ésta es la ley del ocultismo y al mismo tiempo la ciencia y el arte de vivir, la guía hacia la meta que él desea alcanzar. Encendido de entusiasmo entra valientemente en la senda de la montaña. Luego encuentra que su maestro no alienta sus ardientes arranques de sentimiento; su anhelo de olvido total por lo infinito –sobre el plano exterior de su vida y conciencia actuales. Al menos, si ellos de hecho no desalientan su entusiasmo, le trazan, como primera tarea indispensable, el conquistar y controlar su cuerpo. El estudiante encuentra que lejos de incitarlo a vivir en los pensamientos encumbrados de su cerebro, e imaginarse el haber alcanzado ese éter en donde existe la verdadera libertad –olvidándose de su cuerpo, de sus acciones y de su personalidad exterior- se le pone una tarea mucho más cercana a la tierra. Toda su atención y vigilancia son requeridas en el plano exterior; nunca debe olvidarse de sí mismo, nunca perder la atención sobre su cuerpo, su mente, su cerebro. Debe incluso aprender a controlar la expresión de cada rasgo, verificar y refrenar la acción de cada músculo, ser maestro del más mínimo movimiento involuntario. Se le señala como el objeto de su estudio y observación, la vida diaria alrededor y dentro de él. En vez de olvidar lo que usualmente se llaman las pequeñas bagatelas. los pequeños descuidos de lengua o de memoria. se le fuerza a hacerse cada día más consciente de esas 1

Este articulo fue firmado por H.P.B. bajo el pseudónimo de Fausto.

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equivocaciones, hasta que finalmente éstas parecen envenenar el mismo aire que respira, entiesándolo, creyendo incluso haber perdido de vista y comunicación con el gran mundo de libertad hacia el cual ha estado luchando, hasta que cada hora de cada día parece estar llena del sabor amargo de sí mismo y, su corazón se enferma cada vez más por el dolor y la lucha de la desesperación. Y la obscuridad se hace aún más profunda por la voz, que al interior de él mismo clama sin cesar diciendo: “olvídate de ti mismo”. ¡Cuidado! no sea que te hagas egocéntrico y la gigantesca hierba mala del egoísmo espiritual se enraíce firmemente en tu corazón; ¡cuidado, cuidado, cuidado! La voz remueve su corazón hasta lo más profundo ya que siente que las palabras son ciertas, su batalla diaria y a cada minuto le está enseñando que el egocentrismo es la raíz de la miseria, la causa M dolor, y su alma está llena del anhelo de ser libre. Es así como el discípulo se desgarra por la duda. El confía en sus instructores, ya que sabe que a través de ellos habla la misma voz que escucha en el silencio de su propio corazón. Pero ahora profieren palabras contradictorias; una, la voz interior, le pide olvidarse completamente de sí mismo en servicio de la humanidad; la otra, la palabra hablada de aquellos de los que busca la guía en su servicio, le piden primero conquistar su cuerpo. su ser exterior. Y a cada hora él se da cuenta mejor que nadie qué tan mal se conoce a sí mismo en esa batalla con la Hydra, y ve crecer de nuevo siete cabezas en el lugar que había cercenado a cada una. Primero oscila entre las dos, obedeciendo ahora a una, y luego a1a otra. Pero pronto aprende que esto es inútil. Porque el sentido de libertad y ligereza, que en un principio llega cuando deja su ser exterior sin vigilar, en busca de] aire interior, pronto pierde su agudeza y un repentino sobresalto le revela que se ha resbalado y, caído en el sendero ascendente. Entonces, en su desesperación se arroja sobre la traicionera serpiente de sí, y, trata de matarla estrangulándola; pero su constante movimiento en espirales elude su alcance, la insidiosa tentación de sus resplandecientes escamas ciega su visión y de nuevo se vuelve a enredar en la agitación de la batalla. la cual le gana día con día, y parece finalmente llenar todo el mundo. borrando todo lo demás fuera de su conciencia. Se encuentra cara a cara con una paradoja abrumadora, cuya solución debe vivirse antes de que pueda realmente comprenderse. En sus horas de meditación silenciosa. el estudiante encontrará que hay, un espacio de silencio dentro de él en donde puede encontrar refugio de sus pensamientos y deseos. de la agitación de los sentidos y de los engaños de la mente. Hundiendo su conciencia profundamente en su corazón puede alcanzar ese lugar al principio solamente cuando se encuentra sólo, en el silencio y, la obscuridad. Pero cuando la necesidad de silencio ha crecido suficientemente, volverá a buscarlo, incluso en medio de la lucha consigo mismo. y lo encontrará. Sólo que no debe dejar libre a su ser o sí exterior. o a su cuerpo. debe aprender a retirarse a su ciudadela cuando se haga más fiera la batalla. pero hacerlo sin perder de vista la batalla: sin dejarse engañar a sí mismo creyendo que por hacer esto haya logrado la victoria. La victoria se gana solamente cuando todo está en silencio tanto afuera como adentro de la ciudadela interior. Peleando de esta manera.

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desde adentro de ese silencio. el estudiante encontrará que habrá resuelto la primera gran paradoja. Sin embargo la paradoja aún lo persigue. Cuando de esta manera logra primero tener éxito en retirarse dentro de sí mismo. sólo busca allí refugio de la tempestad de su corazón. Y cuando lucha para controlar los arrebatos de la pasión y, del deseo, se da cuenta de manera más plena, de lo enorme de los poderes que se ha jurado a sí mismo conquistar. Aún se siente separado del silencio, más cerca y afín con las fuerzas de la tormenta. ¿Cómo podrá con sus mezquinas fuerzas, hacerle frente a esos tiranos de la naturaleza animal? Esta pregunta es difícil de contestar en palabras directas; si es que en verdad puede darse una semejante respuesta. Pero la analogía podría indicarnos el camino en donde encontrar la solución. Al respirar tomamos cierta cantidad de aire en nuestros pulmones y, con esto podemos imitar en miniatura al poderoso viento de los cielos. Podemos producir una débil semblanza de la naturaleza: una tempestad en un vaso de agua. un ventarrón que pude arrastrar e incluso hacer zozobrar a un barco de papel. Y podemos decir. “Yo hago esto; es mi aliento”. Pero no podemos soplar en contra de un huracán. y mucho menos contener un ventarrón en nuestros pulmones. Si embargo los poderes de los cielos están dentro de nosotros; la naturaleza de las inteligencias que guían la fuerza del mudo está unida a la nuestra, y si sólo pudiésemos darnos cuanta de esto, olvidándonos de nuestros síes o seres exteriores, los vientos mismos serían nuestros instrumentos. De igual manera es en la vida. Mientras que el hombre se apegue a su ser exterior.-sí, incluso a cualquiera de las formas que asume cuando es desechado este “cuerpo mortal” –seguirá tratando de disolver un huracán con el aliento de sus pulmones Tal empresa es inútil y vana; ya que tarde o temprano los grandes vientos de la vida. deberán barrer con él Pero si cambia su actitud en sí mismo, si actúa con 1 fe de que su cuerpo. sus deseos, sus pasiones. si cerebro, no son él mismo aunque él esté a cargo de ellos y sea responsable de ellos: si intenta tratarlo como partes de la naturaleza. entonces podrá espera llegar ser uno con las grandes marcas del ser, y alcanzar por fin, el apacible lugar sin peligro del olvido de sí mismo.

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EL CONOCIMIENTO DE SÍ Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

EL CONOCIMIENTO DE SÍ

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o primero que se necesita para obtener conocimiento de sí, es llegar a estar profundamente consciente de la ignorancia, el sentir en cada fibra del corazón que uno se engaña incesantemente a sí mismo.

El segundo requisito es la convicción aún más profunda que tal conocimiento –el conocimiento intuitivo y cierto– puede obtenerse con esfuerzo. El tercero y más importante es una determinación indomable para obtener y encarar ese conocimiento. Ese tipo de conocimiento de sí no puede alcanzarse por lo que los hombres llaman ordinariamente “autoanálisis”. No se logra por razonamiento o por ningún proceso cerebral; ya que es el despertar a la conciencia de la naturaleza Divina del hombre. El obtener este conocimiento es un logro más grande que el de regir los elementos o conocer el futuro.

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LA VOLUNTAD Y EL DESEO Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

LA VOLUNTAD Y EL DESEO

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a voluntad es posesión exclusiva del hombre en este nuestro plano de conciencia. Lo divide del bruto en el que sólo está activo el deseo instintivo.

El deseo, en su aplicación más amplia, es la fuerza creativa en el Universo. En este sentido es indistinguible de la Voluntad: pero nosotros los hombres nunca conoceremos el deseo bajo esta forma mientras sólo permanezcamos como hombres. Por consiguiente, la Voluntad y el Deseo son considerados aquí como opuestos. Es así como la Voluntad es la progenie de lo Divino. del Dios en el hombre, el Deseo es la fuerza motriz de la vida animal. La mayoría de los hombres viven en y por el deseo, confundiéndolo con la voluntad. Pero aquél que quiera lograr la realización, deberá separar la voluntad del deseo, y hacer de su voluntad el gobernante, ya que el deseo es inestable y, siempre está cambiando mientras que la voluntad es firme y constante.

Tanto la voluntad como el deseo son creadores absolutos. que forman al hombre mismo y, las circunstancias que lo rodean. Pero la voluntad crea inteligentemente –mientras que el deseo ciega e inconscientemente. Por lo tanto, el hombre se hace a sí mismo a la imagen de sus deseos, a menos que se cree a sí mismo a la semejanza de lo Divino. a través de su voluntad, la hija de la luz. Su tarea es doble: despertar la voluntad. reforzándola por el uso y la conquista, para hacerla regidora absoluta dentro del cuerpo: y en paralelo a esto, purificar el deseo. El conocimiento y la voluntad son las dos herramientas para el logro de esta purificación.

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LA SOCIEDAD TEOSÓFICA: SU MISIÓN Y SU FUTURO Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

LA SOCIEDAD TEOSÓFICA: SU MISIÓN Y SU FUTURO1

Es la culpa de otro, el ser ingrato; pero es la mía si yo no doy. Para encontrar a un hombre agradecido tendré que servir a los que no lo son. SENECA.

“… ¡Se ha rasgado el velo que me cegaba! Soy como todos esos hombres que claman a sus dioses y no son escuchados, o no son atendidos ¡empero debe haber ayuda! ¡Para ellos, para mi y para todos debe haber ayuda! o quizás los mismos dioses necesitan ayuda también siendo ésta tan débil cuando claman los labios tristes que no pueden salvar! ¡No dejaré que uno solo llore que yo pueda salvar!…” La luz de Asia, fin del Libro III

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uantos de cada uno de los miembros [de la Sociedad Teosófica], cuantas de sus Ramas, han seguido los preceptos contenidos en las nobles palabras de un Maestro de Sabiduría, [cuando dice] que:

“AQUEL QUE NO PRACTIQUE EL ALTRUISMO: AQUEL QUE NO ESTE PREPARADO A COMPARTIR SU ÚLTIMO BOCADO CON UNO MÁS DÉBIL O MÁS POBRE QUE EL: AQUEL QUE DESCUIDE AYUDAR A SU HERMANO HOMBRE, DE CUALQUIER RAZA, NACIÓN, O CREDO, CUANDO QUIERA Y DONDE QUIERA QUE ENCUENTRE SUFRIMIENTO. Y QUE SE HAGA EL SORDO ANTE LOS LLANTOS DE LA MISERIA HUMANA: AQUEL QUE ESCUCHE CALUMNIAR A UNA PERSONA INOCENTE, YA SEA O NO UN HERMANO TEÓSOFO, Y NO HAGA SU DEFENSA COMO HARIA LA SUYA: NO ES UN TEÓSOFO”2. 1

La mayor parte del contenido de este artículo fue presentado por H. P. B. en otro artículo en Francés en la Revista Le Lotus, bajo el título Teosofía y Buddhismo, por tal razón, solo se presentan aquí algunos pasajes que no aparecen en ese último artículo. el cual aparece completo en el Suplemento Nº 2 de Atma Vidya, pp. 16–20.

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Citado por H. P. B. en su artículo “Que todo hombre demuestre su trabajo” H. P. B. Collected Writings Vol X., p. 171. Se podrá notar que existen pequeñas diferencias en el texto respecto al que aparece en el artículo “La Teosofía y el Budismo”. Esto se debe a que el texto Inglés no es exactamente igual al Francés N. del T.

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La Sociedad Teosófica: su misión y su futuro

Y sin embargo ¡muchos que se consideran a si mismos Teósofos! nunca han compartido ni siquiera lo superfluo –ya no se diga su último bocado con los pobres; continúan haciendo una diferencia en sus corazones entre un hermano de color y uno blanco y como si fuese rocío celestial en sus resecos labios, hacen comentarios maliciosos en contra de sus semejantes, así como chismes no caritativos e incluso calumnias bajo la más leve provocación. No es ciertamente la culpa de la minoría de verdaderos Teósofos, que tratan de seguir el sendero que hacen esfuerzos desesperados por alcanzarlo, sí la mayoría de sus colegas no lo hacen. No es por lo tanto a estos a los que está dirigido esto, sino a aquellos que, debido a su intenso amor de sí, y por su vanidad, en vez de tratar de llevar a cabo el programa original en la medida de sus posibilidades. siembran las semillas de la disensión entre los miembros; a aquellos cuya vanidad personal, descontento y amor por el poder, que frecuentemente termina en ostentación, desmienten el programa original y el lema de la Sociedad. En verdad, esos objetivos originales de la PRIMERA SECCIÓN de la Sociedad Teosófica bajo cuya recomendación y guía la segunda y tercera se fundieron en una sola, cuando fueron fundadas inicialmente, nunca será demasiado insistir, el volverlos a traer a la consideración de nuestros miembros. El espíritu de esos objetivos está claramente expresado en una carta de uno de los Maestros, citada en el Mundo Oculto en las páginas 71 y 73. Es así que. aquellos Teosofías, que en el transcurso del tiempo y de los acontecimientos llegasen o se hayan alejado de los objetivos originales y en vez de cumplir con ellos hayan y sugerido nuevas políticas de administración desde el fondo de sus conciencias interiores, no están cumpliendo con sus compromisos. Sin embargo, algunos han afirmado orgullosamente que: “Siempre hemos trabajado siguiendo los lineamientos trazados originalmente para nosotros”. “Esto no es cierto”, llegó la respuesta de aquellos que saben más de lo que Uds. saben acerca de los verdaderos fundadores de la S. T. entre bastidores o que jamás llegarán a saber si siguen trabajando en este talante de auto engaño y autosuficiencia. ¿Cuáles son las líneas trazadas por los “Maestros”? Escuchen las auténticas palabras escritas por uno de ellos en 1880 al autor del Mundo Oculto: “En nuestra concepción, entonces, estos motivos, sinceros y merecedoras de toda seria consideración desde el punto de vista mundano, son egoístas, (tendrás que perdonar lo que podrías ver como crudeza de lenguaje, si es que realmente tu deseo es el que tu profesas –de aprender la verdad y obtener instrucción de nosotros– que pertenecemos a un mundo totalmente diferente de aquél en que te mueves). Ellos son egoístas porque debes estar consciente de que el objeto principal de la S. T [Sociedad Teosófica] no es tanto el de gratificar las aspiraciones individuales sino el de servir a nuestros semejantes: y el verdadero valor de este término egoísta, el cual puede molestar tus oídos, tiene un significado peculiar con nosotros el cual no puede tenerlo contigo; por lo tanto y para comenzar, no debes aceptarlo salvo en su primer sentido. Quizás, podrías apreciar mejor 3

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La Sociedad Teosófica: su misión y su futuro

nuestro significado si te digo que desde nuestro punto de vista las aspiraciones más elevadas por el bienestar de la humanidad llegan a mancharse de egoísmo, si, en la mente del filántropo se asoma la sombra del deseo por el beneficio de sí o una tendencia a ser injusto, aún cuando éstas, existan de manera inconsciente para él mismo. Sin embargo, siempre has tratado de suprimir la idea de una Hermandad Universal, cuestionando su utilidad y has aconsejado remodelar a la S. T bajo el principio de un colegio para el estudio especial del ocultismo. Y esto, mi respetado y estimado amigo y hermano: nunca podrá ser. Pero hay otra carta, escrita también en 1880, la cual es,… un reproche directo dirigido a aquellos Teósofos que descuidan la idea principal de Hermandad… o que: buscan eliminar “el título sentimental” y hacer de la Sociedad solo una arena para “la aparición de tazas o para hacer sonar campanas astrales”3.

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Dicha carta fue el resultado de una conversación tenida entre el Maha Chohan y el Maestro K.H., la cual se puede leer en el Nº 6 de la revista Atma Vidya, pero que no incluimos por no ser un texto de H.P.B.

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¿ES LA TEOSOFÍA UNA RELIGIÓN? Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

¿ES LA TEOSOFÍA UNA RELIGIÓN?

“La religión es la mejor armadura que el hombre puede tener, pero es su peor capa” BUNYAN

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o es exagerado decir que nunca ha habido –por lo menos durante el presente siglo –un movimiento, social o religioso, tan terrible y absurdamente mal comprendido, o sobre el que se hayan dicho más disparates que la TEOSOFÍA –ya sea que ésta sea vista teóricamente como un código de ética, o prácticamente en su expresión objetiva, como la Sociedad conocida por ese nombre. Año tras año, y día tras día nuestros dirigentes y miembros han tenido que interrumpir a mucha gente, y protestar de una manera más o menor enfática por referirse al movimiento teosófico como a una “religión”, y a la Sociedad Teosófica como una especie de iglesia o le organización religiosa. Y lo que es peor, frecuentemente se habla de ella como de una ¡nueva secta! ¿Será esto acaso un prejuicio muy enraizado, o un error. o quizás ambos? Lo más probable es que sea esto último. La gente de mente más obtusa y que incluso son notables por su falta de justicia. andan en busca de un pretexto plausible, de un gancho del cual colgar sus pequeñas observaciones nada caritativas y sus calumnias inocentemente pronunciadas. ¿Y qué pretexto es más sólido para ese propósito, y más conveniente que un “ismo” o una “secta”?La gran mayoría estaría muy apenada al salir del error compelida finalmente a aceptar el hecho de que la Teosofía no es ninguna de las dos. El nombre les acomoda y pretenden no estar conscientes de su falsedad. Pero también hay muchas otras personas, mas o menos amigables, que se encuentran sinceramente bajo el mismo engaño. A éstas, nosotros les decimos: ¡Sin duda el mundo ya ha sido hasta aquí suficientemente maldecido con los extintores intelectuales conocidos como credos dogmáticos para tener que infligirlo con una nueva forma de fe! En verdad, son demasiados los que llevan puesta su fe, como Shakespeare dice: “sólo como la manera en que se ponen su sombrero” siempre cambiándolo “a cada esquina”. Además la verdadera raison d'etre (razón de ser) de la Sociedad Teosófica ha sido, desde su comienzo, el expresar una fuerte protesta y llevar a cabo una guerra abierta en contra del dogma o de cualquier creencia basada en la fe ciega. Podría parecer raro y paradójico pero es verdad el decir que, hasta ahora, los trabajadores más aptos en la Teosofía práctica, sus miembros más devotos, fueron

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¿Es la Teosofía una Religión?

aquellos reclutados de las filas de los agnósticos o de los materialistas. Ningún genuino y sincero buscador de la verdad podrá ser encontrado jamás entre los ciegos creyentes de la “Palabra Divina”, ya sea que estas últimas pretendan venir de Alláh, Brahmi o Jehovah, o de sus respectivos Corán, Pûrana y Biblia. Puesto que: “La fe no es labor de la razón, sino su reposo”.

Aquel que cree en su propia religión por fe, considerará la de todo otro hombre como una mentira, y la odiará por esa misma fe. Además, al menos que ella encadene a la razón y que ciegue por completo nuestras percepciones de todo lo que está fuera de nuestra fe particular, esta última no será de ninguna manera una fe, sino una creencia temporal, el engaño bajo el cual nos encontramos en algún momento particular de la vida. Además, “la fe sin principios es solo una frase lisonjera para referirse a la absoluta terquedad o a las sensaciones corporales fanáticas”, de acuerdo a la inteligencia de definición de Coleridge. ¿Qué es entonces la Teosofía y cómo puede ser definida en su última presentación, en esta parte final del siglo XIX? Nosotros decimos que, la Teosofía no es una religión. Sin embargo como todos saben, hay ciertas creencias, filosóficas, religiosas y científicas, que han llegado a estar tan estrechamente asociadas en años recientes con la palabra “Teosofía”, que han llegado a ser tomadas como teosofía por el público en general. Además, se nos dirá que esas creencias han sido aducidas, explicadas y defendidas por esos mismo fundadores que han afirmado que la Teosofía no es una religión. ¿Cuál es entonces la explicación de esta aparente contradicción? y se nos pregunta. ¿cómo puede ser etiquetado como “Teosofía” un cierto cuerpo de creencias y enseñanzas, de hecho, una elaborada doctrina, y ser aceptada tácitamente como “Teosófica” por nueve décimos de los miembros de la S.T. si la Teosofía no es una religión? El propósito de la presente protesta es explicar esto. Primero que nada, quizás sea necesario decir, que la afirmación de que “La Teosofía no es una Religión”, de ninguna manera excluye el hecho de que “La Teosofía es la Religión” misma. Una religión en el verdadero y único sentido correcto de la palabra, es un lazo o vínculo que une a los hombres– y no un conjunto particular de dogmas y creencias. Ahora bien, la Religión per se, en su aceptación más amplia es aquello que liga no sólo a todos los HOMBRES, sino también a todos los SERES y a todas las cosas en el Universo entero, en un gran todo. Esta es nuestra definición teosófica de la religión. pero la misma definición vuelve a cambiar con cada credo y País. y ni siquiera los Cristianos la consideran de la misma manera. Esto lo encontramos en más de un eminente autor. Así es como Carlyle definió la Religión Protestante en sus días. con un notable ojo profético hacia este sentimiento siempre creciente en nuestro tiempo presente:

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¿Es la Teosofía una Religión?

En su mayor parte es un juicioso y prudente sentimiento, establecido sobre un mero calculo; un problema, como todos los demás lo son ahora, de conveniencia y utilidad: por el cual algún pequeño quantum de gozo terrenal, pueda ser intercambiado por un quantum mucho más grande de gozo celestial. De esta manera la religión, también es ganancia, un trabajo por un salario: no es reverencia, sino una esperanza vulgar o miedo.

A su vez la Sra. Stowe ya sea conscientemente o no, parece haber tenido en su mente al Catolicismo más que al protestantismo, al decir de su heroína que: Ella veía a la religión como un boleto (con el número correcto de indulgencias compradas y pagadas), el cual, una vez comprado y cómodamente guardado en un libro de bolsillo, hay que presentarlo a la entrada celestial, y conseguir así acceso al cielo…

Pero para los Teósofos (y aquí nos referimos a los Teósofos genuinos) que no aceptan mediación por representante, ni salvación por medio del derramamiento de sangre inocente, y que tampoco se les ocurriría “trabajar por un salario” en la religión Una y Universal, la única definición a la que podrían subscribirse y aceptarla plenamente es aquella dada por Miller. El la describe certera y teosóficamente, al mostrar que: …La verdadera Religión Es siempre suave, benigna y humilde No juega al tirano, no planta la fe en sangre Ni tampoco carga destrucción sobre las ruedas de su carroza, Sino que se inclina para pulir, socorrer y desagraviar, y construye su grandeza sobre el bien público.

La anterior es una definición correcta de lo que es la verdadera teosofía, o de lo que debería ser. (Entre los credos, sólo el Buddhismo es una filosofía que en verdad une los corazones y a los hombres, porque no es una religión dogmática). A este respecto, ya que es el deber y la tarea de todo teósofo genuino, el aceptar y llevar a cabo estos principios, la Teosofía es RELIGIÓN y la Sociedad es una iglesia Universal; el Templo de la Sabiduría de Salomón1 durante cuya edificación “no se escuchó en la casa ni un martillo, ni una hacha ni tampoco ninguna herramienta de hierro” (I Reyes, VI, 7); ya que este “templo” no está hecho con ninguna mano humana, ni tampoco está construido en

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Cuyas 700 viudas y 300 concubinas, por cierto, son meramente las personificaciones de los atributos del hombre, sus sentimientos, pasiones y sus diferentes poderes ocultos: lo cual es mostrado claramente por los números Kabalisticos 7 y 3. El mismo Salomón, es además. simplemente el emblema del Sol –el “iniciado Solar” o Cristo-Sol, es una variante del “Vikarttana” Indo (el Sol) despojado de sus rayos por Visvakarman, su Hierofante-iniciador que de igual forma trasquila de su dorado resplandor al, candidato Chrestos. y lo corona con una aureola neura obscurecida –la “corona de espinas” (ver La Doctrina Secreta para la explicación completa). Salomón nunca fue un hombre vivo. Tal como es descrito en el Libro de los Reyes, su vida y obras son una alegoría de las pruebas y la gloria de la Iniciación.

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¿Es la Teosofía una Religión?

alguna localidad de la tierra –sino que, en verdad se erige sólo en el santuario interior del corazón del hombre en donde únicamente reina el alma despierta. Por eso, nosotros decimos que la Teosofía no es una Religión. sino la RELIGION misma, el único lazo de unidad. que es tan universal, y todo abarcante que ningún hombre así como ni la más pequeña partícula –desde los dioses y los mortales hasta los animales, la hoja de pasto y el átomo– ninguno puede estar fuera de su luz. Por lo tanto, cualquier organización o cuerpo con ese nombre debe ser necesariamente una FRATERNIDAD UNIVERSAL. Si fuese de otro modo, la Teosofía sólo sería una palabra añadida a otros cientos de palabras semejantes tan rimbombantes como pretenciosas y huecas. Vista como una filosofía, la Teosofía en su trabajo práctico es el alambique del alquimista Medieval. Ella trasmuta lo que aparentemente son metales bajos de todo credo ritualista y, dogmático (el Cristianismo incluido) en el oro de la realidad y la verdad, produciendo de esta manera, verdaderamente una panacea universal para todos los males de la humanidad. Por eso es que, cuando se hace una solicitud de admisión a la Sociedad Teosófica a nadie se le pregunta a qué religión pertenece, ni tampoco cuáles son sus puntos de vista teístas. Estos puntos de vista son de su propiedad personal y no tienen nada que ver con la Sociedad. Ya que la Teosofía puede ser practicada por Cristiano o Pagano, Judío o Gentil, por un Agnóstico o por un Materialista, o incluso por una Ateo. con tal de que ninguno de estos sea un fanático intolerante, que se rehúse a reconocer como a su hermano a cualquier hombre o mujer fuera de su propio credo o creencia. El Conde León N. Tolstoi no cree en la Biblia, la Iglesia o la divinidad de Cristo, y sin embargo ningún Cristiano lo sobrepasa en el sostenimiento práctico de los principios que se afirma fueron predicados en la Montaña. Y esos principios son los de la Teosofía; no porque hayan sido pronunciados por el Cristo Cristiano. sino porque son una ética universal y, fueron predicados por Buddha y Confucio. Krishna y todos los grandes sabios. miles de años antes de que se escribiera el Sermón de la Montaña. De aquí que, una vez que vivimos en conformidad con una tal teosofía. ésta se convierte en verdad en una panacea universal ya que cura las heridas infligidas por las groseras asperezas de los ismos Eclesiásticos. en el alma sensitiva de todo hombre naturalmente religioso. ¡Cuantos de aquellos que, por el impulso reactivo de la decepción en la estrecha área de la creencia ciega y que habían sido impelidos Violentamente hacia las filas de la árida incredulidad, han sido traídos de vuelta a una aspiración llena de esperanza, por el simple hecho de haber ingresado a nuestra Fraternidad: si. tan imperfecta como ésta es! Si, como contrapartida a esto, se nos recuerda que varios miembros prominentes han dejado la Sociedad decepcionados de la Teosofía así como lo han estado de otras asociaciones. esto no nos desalienta en lo más mínimo. Ya que con muy, muy pocas excepciones en la primera etapa de las actividades de la S.T. cuando algunos se fueron porque no encontraban misticismo practicado en el Cuerpo General tal como ellos lo entendían, o porque “los líderes” carecían de Espiritualidad, eran “antiteosóficos y por consecuencia desleales a las reglas”, la mayoría se fueron porque casi todos ellos eran ya sea indiferentes o tenían una opinión demasiado exagerada de sí mismos –una

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iglesia y un dogma infalible en ellos mismos. Algunos se marcharon, por pretextos en verdad muy. superficiales, por ejemplo “porque el Cristianismo (es decir el Eclesiastismo, o falso Cristianismo) era tratado con demasiada rudeza en nuestras revistas”– ¡como si otras religiones fanáticas hubiesen sido alguna vez tratadas algo mejor, o que hubiesen sido defendidas! Por ello, todos aquellos que nos han dejado han hecho bien en irse, y nunca los hemos echado de menos. Además, debe agregarse también lo siguiente: el número de aquellos que se han ido difícilmente podrá compararse con el número de aquellos que han encontrado todo lo que esperaban en la Teosofía. Si sus doctrinas son seriamente estudiadas, estimulan los poderes de razonamiento de uno y despiertan lo interior en el hombre animal, haciendo surgir todo poder para el bien, hasta entonces dormido en nosotros así como también la percepción de lo verdadero y lo real, en oposición a lo falso e irreal. Al desgarrar con mano segura el grueso velo de la letra muerta con el cual toda antigua escritura religiosa estaba encubierta, la Teosofía científica, docta en el sutil simbolismo de las edades, revela al que se burla de la antigua sabiduría, el origen de las fes y ciencias del mundo. Ella abre nuevas vistas más allá de los viejos horizontes de las fes despóticas, cristalizadas e inamovibles: convirtiendo la fe ciega en un conocimiento razonado fundamentado en la ley matemática, –la única ciencia exacta– ella le demuestra, bajo aspectos más profundos y filosóficos, la existencia de aquello que él había abandonado como un cuento para niños. repetido Por la grosera forma de su letra muerta. Ella da un objeto claro y bien definido, un ideal por el cual vivir, a todo hombre y mujer sinceros, sin importar cuál sea su situación en la Sociedad y cuál sea su cultura y grado de intelecto. La Teosofía práctica no es una Ciencia, sino que abarca toda ciencia en la vida moral y física. En resumen, ella puede propiamente ser considerada como “el entrenador universal”, un tutor, de conocimiento y experiencia mundial, y de una erudición que no sólo asiste y guía a sus alumnos hacia un examen exitoso en todo servicio científico y moral en la vida terrena. sino que los capacita para las vidas por venir, con tan sólo que esos alumnos quieran estudiar el universo y sus misterios dentro de ellos mismos, en vez de estudiarlos a través de los anteojos de la ciencia y religiones ortodoxas. Que ningún lector malinterprete estas afirmaciones. Es sólo en relación a la Teosofía per se, que se reclama una tal omnisciencia universal, y no hacia algún miembro de la Sociedad , ni siquiera a un Teósofo. Las dos –la Teosofía y la Sociedad Teosófica– así como la vasija y la olla podrida2 que contiene, no deben de confundirse entre sí. Una es, como ideal, Sabiduría divina, la perfección misma; la otra, una pobre cosa imperfecta, tratando de correr bajo, si no es que dentro de sus sombra en la Tierra. Ningún hombre es perfecto; ¿por qué entonces, debería esperarse que todo miembro de la S.T. fuese un parangón de todas las virtudes humanas? ¿Y por qué criticar a toda la organización y 2

Olla, es una vianda preparada con carne, tocino, legumbres y hortalizas, principalmente garbanzos y papas, a la que se añade a veces algún embuchado y todo junto se cuece y sazona. Es en España el plato principal de la comida diaria. Olla podrida es la que además tiene en abundancia jamón, aves, embutidos y otras cosas suculentas. (Diccionario de las Real Academia Española) N. del T.

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culparla por las faltas, ya sean reales o imaginarias, de algunos de sus “Asociados”, o incluso de sus Líderes? La Sociedad como cuerpo concreto nunca ha estado libre de culpa o pecado –errare humanum est– como tampoco lo ha estado ninguno de sus miembros. Por ello se debería culpar más bien, a aquellos miembros –la mayoría de los cuales no querrán ser guiados por la Teosofía. La Teosofía es el alma de su Sociedad; siendo esta última el cuerpo grosero e imperfecto de la primera. De aquí que, a aquellos modernos Salomes que quieran sentarse en la silla del Tribunal y hablar de lo que no saben nada, los invitamos, antes de que calumnien a la Teosofía o a cualquier teósofo, a conocer primero a ambas en vez de llamar ignorantemente a una: “fárrago de creencias locas” y a la otra: “secta de impostores y lunáticos”. Haciendo caso omiso de esto, amigos y enemigos hablan de la Teosofía como si fuese una religión o incluso una secta. Veamos cómo las creencias especiales que han llegado a asociarse con la palabra, han llegado a ocupar esa posición y como es que su derecho a ésta es tan legítimo. que ninguno de los líderes de la Sociedad jamás ha pensado en repudiar sus doctrinas. Hemos dicho que nosotros creemos en la absoluta unidad de la naturaleza. La unidad implica la posibilidad para una unidad en un plano, de llegar a hacer contacto con otra unidad sobre, o de otro plano. Nosotros creemos en ella. La apenas publicada Doctrina Secreta mostrará cuáles eran las ideas de toda la antigüedad respecto a los instructores primitivos del hombre primordial y de sus tres primeras razas. La génesis de esa RELIGION DE SABIDURIA, en la que creen todos los teósofos, data de ese período. El origen del así llamado “Ocultismo”, o más bien la Ciencia Esotérica, tiene que ser buscado en esos Seres que, conducidos por Karma habían encarnado en nuestra humanidad, haciendo sonar así la nota tónica de esa Ciencia secreta que incontables generaciones de subsecuentes adeptos, han expandido desde entonces en toda época, al mismo tiempo que corroboraban sus doctrinas por observación y experiencia personales. El grueso de esta doctrina –que ningún hombre es capaz de poseer en su plenitud– constituye lo que nosotros llamamos ahora Teosofía o “conocimiento divino”. De aquí que, la unidad de todo en el universo implique y justifique nuestra creencia en la existencia de un conocimiento al mismo tiempo científico, filosófico y religioso que demuestra la necesidad y la realidad de la conexión del hombre y de todas las cosas del universo entre sí; el conocimiento de lo cual por consiguiente, se convierte esencialmente en RELIGIÓN, y debe ser llamado en su integridad y universalidad por el nombre distintivo de RELIGION DE SABIDURIA. Es de esta RELIGION DE SABIDURIA que todas las (erróneamente así llamadas) Religiones “individuales” han surgido, formando a su vez vástagos y ramas, y también todos los credos menores basados y siempre originados a través de alguna experiencia personal en psicología. Toda semejante religión, o vástago religioso, ya sea considerado como ortodoxo o herético, sabio o disparatado, comenzó originalmente como una corriente clara e inalterada proveniente de la Fuente Madre. El hecho de que cada una se haya contaminado con el tiempo con las especulaciones puramente humanas e 7

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incluso invenciones, debido a motivos interesados, no impide que cada una de ellas haya sido pura en sus primeros comienzos. Hay algunos de esos credos –que no llamaremos religiones– que son ahora irreconocibles, debido a las incrustaciones del elemento humano; otros muestran apenas los primeros signos de decadencia; ninguno ha escapado a la mano del tiempo. Sin embargo, cada uno y todos son de origen divino. por ser éste, natural y verdadero, y esto es así tanto con el Mazdeismo, el Brahmanismo, el Buddhismo, así como con el Cristianismo. Son los dogmas y el elemento humano en estos, lo que directamente condujo al Espiritismo o Espiritualismo moderno. Desde luego, habría un clamor proveniente de ambos lados, si dijésemos que el Espiritismo moderno per se, limpiado de las enfermizas especulaciones que fueron basadas en las afirmaciones de dos pequeñas niñas y de sus “Espíritus” muy poco confiables– es, no obstante, mucho más verdadero y filosófico que cualquier dogma eclesiástico. El Espiritismo carnalizado está cosechando ahora su karma. Sus innovadoras primitivas, las susodichas “dos pequeñas niñas” de Rochester, la Mecca del Espiritismo moderno, han crecido y se han hecho viejas desde que los primeros toquidos producidos por ellas, abrieron de par en par las puertas entre éste y el otro mundo. Fue a partir de su “inocente” testimonio que comenzó y resultó el elaborado esquema de una Tierra de Veraneo sideral, con su activa población astral de “espíritus” siempre con un pie en su “Tierra Silenciosa” y otro en nuestra vocinglera y chismosa tierra. Y ahora las dos Mahomas femeninas de] Espiritismo Moderno se han convertido en apóstatas y se burlan de la “filosofía” que ellas hablan creado, pasándose al enemigo. Ellas desenmascaran y denuncian al Espiritismo práctico como el fraude de todos los tiempos. Los espiritistas –(salvo un puñado de notables excepciones)– se habían regocijado, uniéndose a nuestros enemigos y calumniadores cuando estos, que nunca habían sido Teósofos, nos engañaron sacando la maligna pata hendida denunciando a los Fundadores de la Sociedad Teosófica como fraudulentos e impostores. ¿Reirán a su vez los Teósofos, ahora que las “reveladoras” originales del Espiritualismo se han convertido en sus “vilipendiadoras”? ¡Esto, nunca! Ya que los fenómenos del Espiritismo son reales. y la traición de las “niñas Fox” sólo nos hace sentir de nuevo lástima por todos los médiums, y confirma ante todo el mundo, nuestra constante afirmación de que no se pude confiar en ningún médium. Un verdadero teósofo nunca reirá y mucho menos se regocijará, ante la derrota de incluso un contrincante. La razón de esto es muy simple: Porque nosotros sabemos que seres de otros mundos superiores a los nuestros, conversan con algunos mortales electos, ahora como siempre; aunque ahora mucho más raramente que antaño, ya que la humanidad, a cada generación civilizada, se hace peor en todo respecto. La Teosofía –debido, en verdad, al levantamiento en armas de todos los Espiritistas de Europa y América ante las primeras palabras pronunciadas en contra de la idea de que toda inteligencia que se comunique sea necesariamente el Espíritu de algún ex-mortal de esta tierra –no ha dicho su última palabra acerca del Espiritualismo y de los “Espíritus”. Aunque puede ser que algún día lo haga. Mientras tanto. una humilde sierva 8

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de la teosofía, la Editora, declara una vez más su creencia en Seres, mucho más grandes, más sabios y más nobles que cualquier Dios personal, los cuales están más allá de cualquier “Espíritu de los Muertos”. de los Santos o de los Ángeles alados, los cuales no obstante lo anterior, sí condescienden en toda época a ocasionalmente proteger a contados sensitivos excepcionales frecuentemente completamente desconectados con la Iglesia, el Espiritismo o incluso la Teosofía. Y creyendo en seres Espirituales elevados y santos ella también debe creer en la existencia de sus opuestos– los “espíritus” inferiores. buenos, malos e indiferentes. Por lo tanto cree en el espiritismo o espiritualismo y sus fenómenos, algunos de los cuales son tan repugnantes para ella. Esta es sólo una observación de paso y una digresión, únicamente para mostrar que la Teosofía incluye al Espiritismo entre sus ciencias, basadas en el conocimiento y la experiencia de incontables épocas. Pero al Espiritismo como debería ser, no como es ahora. No hay ninguna religión digna de ese nombre que no haya comenzado de otra manera que como consecuencia de semejantes visitas de Seres de planos superiores. De esta manera nacieron todas las religiones prehistóricas, lo mismo que todas las históricas, como el Mazdeísmo y el Brahmanismo, el Buddhismo, el Cristianismo, el Judaísmo y el Mahometanismo; y en resumidas cuentas todos los “ismos” más o menos exitosos. Todos son verdaderos en el fondo y falsos en su superficie. El revelador, el artista que imprimió una parte de la Verdad en el cerebro del vidente, era en todo caso un verdadero artista que divulgó verdades genuinas; pero el instrumento demostró ser también en todo caso, solamente un hombre. Inviten a Rubinstein y pídanle que toque una sonata de Beethoven en un piano que tenga que afinarse a si mismo, con la mitad de las teclas con parálisis crónica y con las cuerdas sueltas colgando; y entonces verán que, no obstante el genio del artista, serán incapaces de reconocer la sonata. La moraleja de la fábula es que un hombre –aunque sea el más grande de los médiums o de los videntes naturales– será siempre sólo un hombre; y el hombre abandonado a sus propios recursos y especulaciones debe estar desafinado con respecto a la verdad absoluta, no obstante que recoja incluso algunas de sus migajas. Dado que el Hombre es sólo un Ángel caído, un dios por adentro, pero que tiene un cerebro animal en su cabeza, más sujeto a los resfriados y a los vapores del vino mientras está en compañía de otros hombres en la tierra, que a la recepción sin falla de las revelaciones divinas. De aquí los dogmas multicolores de las iglesias. De aquí también las mil y una así llamadas “filosofías” (algunas contradictorias. incluyendo a algunas teorías teosóficas); y las abigarradas “ciencias” y esquemas, Espiritual, Mental, Cristiano y Secular; el Sectarismo Y el fanatismo y especialmente la vanidad personal y el fatuo engreimiento de casi todo “Innovador” desde la edad media. Todos estos, han ennegrecido y escondido la misma existencia de la VERDAD– la raíz común de todos. ¿Imaginarán nuestros críticos que nosotros excluimos las enseñanzas teosóficas de esta nomenclatura? Desde luego que no. Y aunque las doctrinas esotéricas que han sido y son expuestas por nuestra Sociedad, no son impresiones mentales o espirituales provenientes de algún “desconocido, desde arriba”. sino el fruto de enseñanzas que nos han sido dadas por hombres vivientes, sin embargo, excepto aquello que ha sido 9

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dictado y escrito por esos mismos Maestros de Sabiduría, estas doctrinas pueden estar en muchos casos tan incompletas e imperfectas, como desearían que estuviesen, cualesquiera de nuestros enemigos. La Doctrina Secreta, una obra que divulga todo lo que puede ser divulgado durante este siglo, es un intento de poner al descubierto en parte, el cimiento y la herencia comunes de todos los esquemas religiosos y filosóficos ya sean grandes o pequeños. Se encontró que era indispensable arrancar toda esta masa de conceptos erróneos y prejuicios concretos que esconden ahora el tronco paterno de: (a) todas las grandes religiones mundiales; (b) de las sectas más pequeñas; y (c) de la Teosofía tal como se encuentra ahora, –no obstante lo velada que esté la gran Verdad, por nosotros y nuestro limitado conocimiento. La costra del error es gruesa, no importa que mano la haya puesto; y porque nosotros personalmente hemos tratado de eliminar algo de ella, el esfuerzo se convirtió en el reproche constante en contra de todos los escritores Teosóficos e incluso de la Sociedad. Muy pocos de nuestros amigos y lectores han dejado de caracterizar nuestro intento por desenmascarar el error en las revistas The Theosophist y Lucifer como “ataques muy poco caritativos en contra del Cristianismo”, “de acometidas antiteosóficas”, etc., etc. Sin embargo todo esto es necesario, más aún indispensable, si queremos cortar al menos las verdades aproximadas. Hemos tenido que dejar las cosas al descubierto y, estamos listos para sufrir por ello, como siempre. Es inútil prometer dar verdades, y luego dejarlas mezcladas con el error por mera pusilanimidad. Que el resultado de semejante política puede solamente enlodar la corriente de hechos, ha sido plenamente mostrado. Después de doce años de labor incesante y de lucha con enemigos provenientes de los cuatro puntos cardinales del globo. no obstante nuestras cuatro revistas mensuales –The Theosophist, The Path, Lucifer y el Francés Le Lotus– nuestras débiles protestas moderadas en ellas. nuestras tímidas afirmaciones, nuestra “magistral política de inactividad”, y el estar jugando al escondite a la sombra de una aburrida metafísica. solamente han hecho que la Teosofía sea seriamente considerada como una SECTA religiosa. Por la enésima vez se nos dice: ¿Cuál es el bien que está haciendo la Teosofía?” y en cambio. “¡vean cuánto bien están haciendo las Iglesias!”. Sin embargo es un hecho seguro que la humanidad no es un ápice mejor en moralidad. y en algunos aspectos es diez veces peor ahora, que jamás lo fue en los días del Paganismo. Además durante el último medio siglo. desde ese período en que el Librepensamiento y, la ciencia le ganaron a las Iglesias el Cristianismo pierde anualmente más adherentes entre las clases cultivadas que los prosélitos que gana en los estratos inferiores. la escoria del Paganismo. Por otro lado la Teosofía ha traído de vuelta desde el materialismo y vacía desesperación, a la creencia (basada en la lógica y la evidencia) en el Ser o Sí divino en el hombre, y la inmortalidad de este último, a más de uno de aquellos que la Iglesia había perdido por el dogma, la exacción de la fe y la tiranía. Y si se probara que la Teosofía sólo ha salvado a un hombre entre los miles de aquellos que ha perdido la Iglesia ¿no sería la primera un factor más elevado para el bien, que todos los misioneros juntos? Como ha sido afirmado repetidamente por escrito y de viva voce por sus miembros y dirigentes, la Teosofía procede por líneas diametralmente opuestas a las que sigue la 10

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Iglesia: y la Teosofía rechaza los métodos de la Ciencia ya que sus métodos inductivos sólo pueden conducir al materialismo craso. Sin embargo, de facto, la Teosofía sostiene que es ambas: “RELIGIÓN” y “CIENCIA” puesto que la Teosofía es la esencia de ambas. Es en razón y por amor de las dos abstracciones divinas a saber: la religión y la ciencia teosóficas, que su Sociedad ha llegado a ser el barrendero voluntario tanto de la religión ortodoxa como de la ciencia moderna; así como también la implacable Némesis de aquellos que han degradado las dos nobles verdades a sus propios fines y propósitos y luego las han divorciado con violencia una de otra, aunque las dos son y deben ser una sola. El probar esto es también uno de los propósitos del presente artículo. El Materialismo moderno insiste en una abismo impasable entre las dos, señalando que el “Conflicto entre la Religión y la Ciencia” ha terminado con el triunfo de esta ultima y la derrota de la primera. La Teosofía moderna. por el contrario se niega por completo a ver semejante abismo. Si tanto la Iglesia como la ciencia afirman cada una buscar la verdad y sólo la verdad. entonces cualquiera de las dos debe estar equivocada, y acepta la mentira por la verdad. o ambas. Cualquier otro impedimento para su reconciliación debe ser asentado como puramente ficticio. La verdad es una, aún si se la busca o se persigue desde dos extremos distintos. Por tanto, la Teosofía afirma poder reconciliar a los dos enemigos, diciendo como premisa: que la verdaderamente espiritual y primitiva religión Cristiana es. tanto como las otras grandes y aún más antiguas filosofías que la precedieron –la luz de la Verdad– la vida y la luz de los hombres”. Pero también lo es la verdadera luz de la Ciencia. Sin embargo. como la primera, está ahora obscurecida por dogmas examinados a través de los vidrios ahumados por las supersticiones producidas superficialmente por las iglesias. dicha luz difícilmente puede penetrar y encontrar a su rayo hermano en una ciencia, igualmente llena de telarañas producidas por las paradojas y, la sofisteria materialista de la época. Las enseñanzas de las dos son incompatibles. y no pueden estar de acuerdo mientras que ambas, la filosofía Religiosa y la Ciencia de la (y en filosofía falsa) naturaleza física y externa. insistan en la infalibilidad de sus respectivos fuegos fatuos o quimeras. Estas dos luces tiene rayos de igual magnitud en lo que respecta a sus falsas deducciones por lo que, sólo podrán extinguirse mutuamente produciendo una peor obscuridad. Sin embargo, las dos pueden ser reconciliadas, a condición de que ambas limpien sus casas, una, de la escoria humana acumulada por los siglos y la otra, de la horrible excrecencía del materialismo y ateísmo modernos. Y ya que ambas rechazarán hacer lo anterior, la cosa más meritoria v mejor a hacer es precisamente lo que sólo la Teosofía puede hacer y hará; esto es, señalarles a los inocentes engañados por la trampa de esas dos asechanzas –que en verdad son como los dragones de antaño, uno que devora los intelectos y el otro las almas de lo hombres –que su supuesto abismo es solo una ilusión óptica; que. lejos de serio, es sólo un inmenso montón de basura erigido respectivamente por los dos enemigos, como una fortificación en contra de sus ataques mutuos. Por ello, si la Teosofía no hace más que señalar y seriamente llamar la atención del mundo respecto al hecho de que el supuesto desacuerdo entre la religión N, la ciencia está condicionado por un lado, por los materialistas inteligentes que con razón le dan 11

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patadas a los dogmas absurdos, y por el otro lado por los ciegos fanáticos y clérigos interesados quienes, en vez de defender a las almas de la humanidad, pelean simplemente con todo su empeño por su propio sustento diario y autoridad –aún entonces, la Teosofía demostrará que es la salvadora de la humanidad. Esperamos haber mostrado hasta aquí lo que es la verdadera Teosofía y, lo que son sus partidarios. La una es Ciencia Divina y un código de Ética tan sublime que ningún teósofo es capaz de hacerle justicia; los otros son hombres débiles pero sinceros. ¿Porqué entonces juzgar a la Teosofía por las limitaciones personales de algún líder o miembro de nuestras 150 ramas? Uno bien puede trabajar por ella en la medida de sus capacidades y, sin embargo nunca elevarse a las alturas de su reclamo y aspiración. Esta será su desgracia, y nunca culpa de la Teosofía o incluso de la asociación en su conjunto. Sus fundadores no pretenden otro mérito que el de haber puesto en movimiento la primera rueda teosófica. Si acaso se les llegase a juzgar. deberán ser juzgados por el trabajo que han hecho, y no por lo que de ellos puedan pensar los amigos, o lo que digan los enemigos. No hay lugar para personalidades en un trabajo como el nuestro; y todos deben estar listos, como los Fundadores lo están, en caso necesario, para que individualmente y por el bien de todos, los aplaste el carro de Jagannâth. Sólo será en los días del borroso futuro, cuando la muerte haya puesto su fría mano sobre los infortunados Fundadores y detenido por ello su actividad, que sus respectivos méritos y deméritos. sus buenos y malos actos y acciones y su trabajo teosófico tendrá que ser pesado en la balanza de la posteridad. Sólo entonces. después de que los dos platillos de la balanza con sus cargas contrastantes hayan alcanzado el equilibrio y el carácter del resultado del sobrante neto haya llegado a ser evidente para todos en su pleno e intrínseco valor, sólo entonces la naturaleza del veredicto emitido habrá sido determinado con algo semejante a la justicia. Por el momento, excepto en la India, esos resultados están demasiado esparcidos sobre la faz de la tierra, demasiado limitados a un puñado de individuos para que puedan ser fácilmente juzgados. Ahora, esos resultados pueden apenas percibirse y mucho menos ser escuchados en medio del estrépito, y estruendo hecho por nuestros prolíficos enemigos, y de sus diligentes imitadores –los indiferentes. Sin embargo, no obstante lo insignificante que puedan parecer estos resultados, y aunque sólo una vez se hubiese demostrado que son buenos, aún así todo hombre que se preocupe en verdad por el progreso moral de la humanidad, le debe ahora un agradecimiento a la Teosofía. Y como, la Teosofía fue revivida y traída frente al mundo, vía sus indignos siervos, los “Fundadores”, si su trabajo fue útil, sólo él deberá ser su defensor, sin importar el estado presente de su saldo en la caja chica de la contabilidad de karma en donde cuenta la “respetabilidad” social.

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¿ES NUESTRO DEBER CENSURAR A LOS DEMÁS? Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

¿ES NUESTRO DEBER CENSURAR A LOS DEMÁS?

“No condenes a ningún hombre en su ausencia; y cuando te veas forzado a censurarlo, hazlo frente a su cara, pero suavemente y con palabras llenas de caridad y compasión. Ya que el corazón humano es como la planta–Kusûli; que abre su cáliz al suave rocío de la mañana, y lo cierra ante un fuerte aguacero” –PRECEPTO BUDDHISTA

“No juzgues, para que no seas juzgado” –AFORISMO CRISTÍANO

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os da pena escuchar que no pocos de nuestros Teósofos más serios, se encuentran entre los cuernos de un dilema. Las causas pequeñas pueden producir a veces grandes resultados. Hay algunos que estarían bromeando bajo la más cruel de las operaciones y que permanecerían impasibles si se les amputara una pierna, pero que en cambio armarían un tumulto y renunciarían a su merecido lugar en el reino de los cielos si, para preservarlo, tuviesen: que permanecer callados cuando alguien los ofende. En el número 13 de la Revista Lucifer (Vol. III Septiembre, p. 63), se publicó un ensayo sobre “El significado de un Compromiso”. De entre los siete artículos que constituyen el compromiso completo (sólo seis fueron divulgados), el lº, 4º, 5º y especialmente el 6º, requieren una gran fuerza moral de carácter, una voluntad de hierro además de gran altruismo, pronta disponibilidad para la renunciación e incluso abnegación para llevar a cabo semejante pacto. Sin embargo gran número de Teósofos han firmado alegremente esta solemne “promesa” de trabajar por el bien de la humanidad olvidándose de sí mismos, sin un sola palabra de protesta –salvo en un punto; cosa extraña, la tercera regla la cual en casi todo caso, hace dudar al solicitante y lo hace mostrar la pluma blanca. Ante tubam Trepidat: el mejor y más amable de entre ellos se siente alarmado–,

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¿Es nuestro deber censurar a los demás?

como si estuviese intimidado por el toquido de la trompeta, de esa tercera cláusula, como si temiese para él ¡el destino de las murallas de Jericó! ¿Cuál es entonces esa terrible promesa, cuyo cumplimiento parece estar por arriba de las fuerzas de mortal común y corriente?. Simplemente es esto: “ME COMPROMETO A NUNCA ESCUCHAR SIN PROTESTAR, CUALQUIER COSA MALA QUE SE DIGA DE UN HERMANO TEOSOFO Y A ABSTENERME DE CONDENAR A LOS DEMAS”. El practicar esta regla de oro parece bastante fácil. El escuchar algo malo dicho en contra de alguien, sin protestar, es una acción que ha sido menospreciada desde los días más remotos del paganismo. “Es una maldición el escuchar una calumnia manifiesta, pero es algo peor el no encontrar una respuesta…”

Dice Ovidio. Al menos, quizás por una cosa, como sutilmente hace notar Juvenal, ya que: “La calumnia, el peor de los venenos, siempre encuentra una fácil entrada en mentes bajas…”

Y porque en la antigüedad, muy pocos querían que se les tomará por semejantes mentes ¡Pero ahora! De hecho, el deber de defender a un congénere picado por una lengua ponzoñosa durante su ausencia, y el abstenerse en general “de censurar a los demás” es la vida misma y el alma de la teosofía práctica, porque una acción de esta naturaleza es como la doncella que lo conduce a uno hacia el Sendero angosto de la “vida superior”, esa vida que nos lleva hacia la meta que todos anhelamos alcanzar. La Misericordia, la Caridad y la Esperanza son las tres diosas que presiden sobre esa “vida”. El “abstenerse” de censurar a nuestros semejantes es la aserción tácita de la presencia en nosotros de las tres Hermanas divinas; el censurar basándose en “rumores” muestra su ausencia. “No escuches al chismoso o al calumniador”, decía Sócrates. “Porque así como descubre los secretos de otros, así lo hará a su vez con los tuyos”. Ni tampoco es difícil evitar al traficante de calumnias, pues en donde no existe demanda, se acabará muy pronto la oferta. Dice un proverbio que “cuando la gente se abstenga de escuchar el mal, entonces, los maledicientes tendrán que abstenerse de murmurar”. El censurar es glorificarse a uno mismo sobre aquél al que uno censura. Los fariseos de toda nación han estado haciendo esto constantemente desde la evolución de las religiones intolerantes. ¿Vamos a hacer nosotros lo mismo que ellos? Se nos podría quizás decir, que nosotros mismos somos los primeros en quebrantar la ley ética que estamos defendiendo. Que nuestras revistas teosóficas están llenas de “acusaciones” y que la revista Lucifer, baja su antorcha para arrojar luz sobre todo mal, en la medida de sus habilidades. Nosotros respondemos, que esto es totalmente otra 3

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cosa. Nosotros denunciamos con indignación los malos sistemas y organizaciones, sociales y, religiosas, y sobre todas las cosas la mojigatería y la hipocresía; nos abstenemos de censurar a las personas. Estas últimas son hijas de su siglo. víctimas de su medio ambiente y del Espíritu de la Época. El condenar y deshonrar a un hombre en vez de sentir lástima por él y, tratar de ayudarlo, por haber nacido en una comunidad de leprosos, convierte en leproso al que lo condena. Es como si maldijéramos una habitación por estar obscura, en vez de encender con tranquilidad una vela para disipar las tinieblas. “Las acciones nocivas se duplican acompañadas de una mala palabra”, ni tampoco puede evitarse o suprimirse un mal general, haciendo el mal uno mismo. escogiendo un chivo expiatorio para la remisión de todos los pecados de la humanidad. De aquí que, nosotros acusemos a esas comunidades, pero no a sus unidades; señalamos la podredumbre de nuestra jactanciosa civilización, indicando cómo conducen a ella sus perniciosos sistemas de educación, mostrando los fatales efectos de estos sobre las masas. Tampoco somos más parciales con nosotros mismos. No obstante que estamos preparados para entregar cualquier día nuestra vida por la TEOSOFÍA –esa gran causa de la Hermandad Universal por la cual vivimos y respiramos– y que estamos dispuestos a proteger a todo teósofo si fuese necesario, con nuestro propio cuerpo, sin embargo, nosotros denunciamos abierta y virulentamente toda distorsión de las líneas generales sobre las que primariamente fue edificada la Sociedad Teosófica, así como el gradual relajamiento y socavamiento del sistema original, por la sofistería de muchos de sus más altos dirigentes. Cargamos con nuestro karma por nuestra falta de humildad durante los primeros días de la Sociedad Teosófica; debido a nuestro aforismo favorito: “Vean , como esos Cristianos se aman unos a los otros” lo cual ahora ha sido parafraseado diariamente y, casi a cada hora de la siguiente manera: “Contemplen, como nuestros teósofos se aman unos a los otros”. Y temblamos al pensar que, al menos que enmendemos muchas e nuestras formas de actuar y de nuestras costumbres en a Sociedad Teosófica en general y que las suprimamos, la Revista Lucifer tendrá algún día que poner en evidencia más de un manchón en nuestro propio blazón, como es: el culto a la personalidad, la falta de caridad, y el hecho de sacrificar a la vanidad personal el bienestar de otros Teósofos de manera más “feroz” de lo que lo hacen las diferentes Iglesias de estado y la Sociedad Moderna, a las cuales hemos acusado de disimulación y abusos de poder. Con todo, hay algunos Teósofos que olvidan la viga que tienen en su propio ojo, creyendo seriamente que es su deber el denunciar toda paja que perciben en el ojo de su vecino. Es así como, uno de nuestros miembros que estimamos muchos, y, que es un gran trabajador y de mente noble, escribe en relación a la mencionada 3ª cláusula: El “compromiso” obliga al que lo toma, a nunca hablar mal de nadie. Pero creo, que hay ocasiones en que la acusación severa es un deber para con la verdad. Hay casos de traición, falsedad, bellaquería en la vida privada que deben ser denunciados por todos aquellos que están ciertos de ello; y hay casos en la vida pública de venalidad y envilecimiento que los buenos ciudadanos están obligados a fustigar sin piedad. La cultura Teosófica no sería una bendición para el mundo si favoreciera la falta de hombría, la debilidad, y la flacidez del tejido moral…

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Nos duele sinceramente el encontrar a un hermano tan valioso, sosteniendo tales puntos de vista equivocados. Primero que nada, pobre sería la cultura teosófica que no lograra transformar a un simple “buen ciudadano” de su propio país nativo, en un “buen ciudadano” del mundo. Un verdadero teósofo debe ser un cosmopolita de corazón. Debe abrazar a la humanidad, a toda la humanidad, en sus sentimientos filantrópicos. Es más elevado, y con mucho, más noble, el ser uno de aquellos que aman a sus semejantes, sin distinción de raza, credo, casta o color, que ser meramente un buen patriota, o aún menos un partisano. El medir con una medida a todos, es más santo y más divino que, ayudar a su país en sus ambiciones privadas de agrandamiento, lucha o guerras sangrientas en nombre de la CODICIA y el EGOISMO. Se nos dice que “la censura severa es un deber para con la verdad”. Y esto es así; a condición, sin embargo, de que uno censure y luche en contra de la raíz del mal y no gaste su furia tratando de derribar las flores irresponsables de su planta. El horticultor prudente desenraizará las yerbas parásitas, y a penas perderá su tiempo usando las tijeras de su jardín para cortar las puntas de las yerbas venenosas. Si un teósofo, fuese por casualidad funcionario público, juez o magistrado, abogado o incluso predicador, entonces sería desde luego el deber para con su país, su conciencia y con aquellos que han confiado en él, “el denunciar severamente” todo caso de “traición, falsedad y bribonería” aún en la vida privada; pero –nota bene– solo si se le pide o se le llama a ejercer su autoridad legal, y, no de otra manera. Esto no sería ni “hablar mal” ni “condenar”, sino trabajar verdaderamente por la humanidad; tratando de preservar a la sociedad de la cual es parte, para que no sea engañada y protegiendo la propiedad de los ciudadanos confiada a su cuidado como funcionario público, para que no le sea arrebatada temerariamente. Pero incluso entonces el teósofo podrá hacer valer sus derechos como magistrado. mostrando su misericordia al repetir como el severo juez de Shakespeare: “Demuestro mucho más cuando muestro justicia”. Pero ¿qué tiene que ver con los delitos de sus semejantes un miembro “común y corriente” de la Sociedad Teosófica, independiente de cualquier función pública o puesto y que no es ni juez ni fiscal público. Ni tampoco predicador? Sí un miembro de la S.T. fuese culpable de alguno de los crímenes enumerados más arriba. o de incluso un crimen aún peor, y si otro miembro contara con evidencia irrefutable respecto a esto podría llegar a ser su penoso deber de hacerlo del conocimiento del consejo de su Rama. Nuestra Sociedad tiene que ser protegida, así como sus numerosos miembros. Esto asimismo, sólo sería simple justicia. Una enunciación natural y veraz de hechos no puede ser considerada “hablar mal”, o como acusación de un hermano. Sin embargo entre esto, y una calumnia o murmuración hay un gran abismo. La cláusula 3 sólo se refiere a aquellos que, no siendo de ninguna manera responsables de la acciones de sus semejantes o de su modo de vida, no obstante, los juzgan y condenan en toda oportunidad. Y en tales casos esto sé convierte en “difamación” y “hablar mal”. Así es como entendemos la cláusula en cuestión; ni tampoco creemos que al hacerla valer “la cultura teosófica” “está promoviendo falta de hombría, debilidad o flacidez en el tejido moral”, sino todo lo contrario. Creemos que el verdadero valor no tiene nada que ver con la acusación; hay poca hombría en criticar y condenar a nuestros semejantes 5

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por detrás de sus espaldas, ya sea por algo malo que hayan hecho a otros o por agravios hacia nosotros. ¿Consideraríamos como “falta de hombría” las virtudes sin paralelo inculcadas por Gautama el Buddha, o el Jesús de los Evangélicos? Entonces la ética predicada por el primero; ese código moral que el profesor Max Müller, Burnouf e incluso Barthélemy Saint–Hillaire han declarado unánimemente como el más perfecto que haya conocido el mundo, no sería nada mejor que unas palabras sin sentido, y más valdría que nunca se hubiese escrito el Sermón de la Montaña. ¡Considera entonces nuestro correspondiente como debilidad y falta de hombría la enseñanza de no resistencia al mal, de bondad hacia “todas” las criaturas y del sacrificio de sí mismo por el bien de otros?¿Y debemos ver los mandamientos de, “No juzgues para que no seas juzgado” y Envaina tu espada… porque el que vive por la espada perecerá por la espada”, como “flacidez del tejido moral” o como la voz de Karma? Pero nuestro correspondiente no es el único que piensa de esta manera. Son muchos los hombres y mujeres, buenos. caritativos, abnegados, y, que aceptarían sin dudar todas las otras cláusulas del “Compromiso”, que no se sienten a gusto y casi tiemblan ante este artículo especial. ¿Pero por qué? La respuesta es fácil: simplemente porque temen incurrir en PERJURIO, inconsciente (para ellos), y casi inevitable. La moraleja de la fábula y su conclusión son sugerentes. Es una bofetada directa en la cara de la educación Cristiana y de nuestra sociedad moderna civilizada en todos sus círculos y en toda tierra Cristiana. Este hábito de hablar de manera no caritativa de nuestros semejantes y hermanos a toda oportunidad; es un cáncer moral que la corroído tan profundamente el corazón de todas las clases de la Sociedad desde la más baja hasta la más alta, ¡que ha conducido a sus mejores miembros a sentir poca confianza en sus propias lenguas! Por la mera fuerza de hábito, no se atreven a confiar en ellos mismos, que se abstendrán de criticar a otros. Este es un “signo de los tiempos” totalmente siniestro. En verdad, la mayoría de nosotros, de cualquier nacionalidad, hemos nacido y hemos sido criados en una densa atmósfera de chismes, críticas no caritativas y censura al por mayor. Nuestra educación en esta dirección comienza en la casa de cuna. donde la enfermera en jefe odia a la aya. esta última odia a la institutriz y a las demás enfermeras y sin importar la presencia de los “bebés” Y de los niños, refunfuñan incesantemente en contra de los jefes, criticándose entre sí, y haciendo observaciones descaradas de cada visitante. El mismo entretenimiento nos sigue en el salón de clases, ya sea en casa o en la escuela pública. Alcanza la cima del desarrollo ético durante los años de nuestra educación e instrucción religiosa práctica. Somos embebidos hasta los tuétanos con la convicción de que, aunque hayamos “nacido en pecado y total depravación”, nuestra religión es la única que pude salvamos de la condenación eterna, mientras que el resto de la humanidad está predestinado desde las profundidades de la eternidad al inextinguible fuego del infierno. Se nos enseña que el calumniar al Dios de todo otro pueblo y religión es un signo de reverencia para con nuestros propios ídolos y es una acción meritoria. Se inculca sobre nuestras mentes plásticas jóvenes, la figura de un

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“Señor Dios”, el “Absoluto personal” siempre difamando y condenando aquellos que ha creado, maldiciendo a los testarudos Judíos y tentando a los Gentiles. Por años las mentes de los jóvenes Protestantes son periódicamente enriquecidas con una selección de maldiciones, tomadas del oficio religioso del Miércoles de Ceniza, denominado De la Amenaza (Commination), en el cual “se proclama la ira de Dios y el juicio de los pecadores”, además de la condenación eterna para la mayoría de las criaturas; por su parte el joven Católico desde su nacimiento escucha constantemente las amenazas de maldición y excomunión de su Iglesia. Es en la Biblia y en el libro de oraciones de la Iglesia de Inglaterra que los muchachos y muchachas de todas las clases conocen la existencia de vicios, la mención de los cuales, en las obras de Zola, caen bajo la prohibición de la ley como inmorales y depravadas, pero ante cuya enumeración y maldición en las Iglesias, jóvenes y viejos tienen que decir “Amén”, después del ministro del manso y humilde Jesús. Este último dijo, no jures. no maldigas, no condenes sino que “ama a tus enemigos, bendice a los que te maldicen, haz el bien a los que te odian y persiguen”. Pero el canon de la iglesia y, del clero les dice: De ninguna manera. Hay crímenes y vicios, “por los que vosotros afirmáis con vuestras propias bocas que es legítima la maldición de Dios” (Ver los oficios religiosos “De la Amenaza” (Commination). No es de extrañar entonces que posteriormente en la vida, los. piadosos Cristianos traten de emular a “Dios” y al sacerdote. ya que en sus oídos aún suenan las palabras, “Maldecido será aquel que remueva las mojoneras de su vecino” y “Maldecido será el que haga aquello o lo otro. Incluso, aquel que ponga su confianza en el hombre”(¡!), y con el juicio y condenación de “Dios”. Ellos juzgan y condenan a diestra y siniestra dando rienda suelta a la calumnia y a la “amenaza” (Comminating) al por mayor, por su propia cuenta ¿Acaso se olvidan de que en la última maldición –el anatema en contra de los adúlteros y borrachos, idolatras y extorsionadores, –van incluidos también “los CRUELES y los CALUMNIADORES”?¿Y que al haberse unido al solemne “amén” después de este último rayo Cristiano, han afirmado “con sus propias bocas que se cumpla la maldición de Dios” sobre sus propias cabezas pecadoras? Pero esto no parece preocuparle mucho a nuestra sociedad de difamadores. Porque tan pronto como dejan sus bancos de escuela, los niños educados religiosamente, hijos de padres que frecuentan la iglesia, son tomados de la mano por aquellos que los precedieron. Aleccionados por las lenguas más viejas y de mayor experiencia para pasar su examen final, en esa escuela de escándalos, llamada el mundo, y obtener su Maestría en Humanidades en la ciencia de la hipocresía y la amenaza, un miembro respetable de la sociedad sólo tiene que afiliarse a una congregación religiosa: y convertirse en mayordomo de una cofradía o dama protectora. ¿Quién se atrevería a negar que en nuestra época, la sociedad moderna en su aspecto general, se ha convertido en una vasta arena para semejantes crímenes morales, realizados entre dos tazas del té de las cinco de la tarde y entre alegres bromas y risas? La sociedad es ahora más que nunca una especie de matadero internacional bajo las ondulantes banderas de las reuniones sociales: y el Cristianismo clerical y la cultivada charla ociosa del mundo, en las que cada uno se convierte a su tumo, tan pronto como

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da la espalda, en la víctima sacrificial y ofrenda de pecado para expiación, cuya carne chamuscada es percibida con deleite por las narices de la Sra. Grundy, una dama mojigata orgullosamente apegada al convencionalismo. “Recemos hermanos y demos gracias al Dios de Abraham y de Isaac porque ya no vivimos en los días del Cruel Nerón”, ¡oh!, y también agradezcamos que ya no vivimos bajo el peligro de ser lanzados a los leones, en la arena del Coliseo, para morir una muerte comparativamente rápida bajo las fauces de una hambrienta bestia salvaje! El Cristianismo se jacta de que nuestras formas de vivir y costumbres han sido maravillosamente suavizadas bajo la benéfica sombra de la Cruz. Sin embargo, sólo basta que entremos a una reunión moderna para que encontremos una representación simbólica, verdaderamente real, de las mismas fieras salvajes gozando de un festín y deleitándose , con los restos de huesos destrozados de sus mejores amigos. Miren a esos grandes gatos llenos de gracia y tan feroces, quienes con dulces sonrisas y ojos inocentes afilan sus garras color de rosa en preparación para jugar al gato y al ratón. ¡Hay del pobre ratón en el que se fijen esos orgullosos felinos de Sociedad! El ratón estará sangrando por años antes de que se le permita desangrarse para morir. Las víctimas tendrán que sufrir un martirio moral inaudito, enterándose por medio de los periódicos y los amigos que han sido encontrados culpables en uno u otro tiempo de la vida, de todos y cada uno de los vicios y crímenes enumerados en el oficio religioso de la Amenaza (Commination Service), hasta que, para evitar ser perseguidos, los susodichos ratones se convierten a su vez en feroces gatos de sociedad, haciendo temblar a su turno a otros ratones. ¿Cuál de las dos arenas será preferible. mis hermanos: la de los antiguos paganos o la de los países Cristianos? Addison no tuvo palabras de desprecio suficientemente fuertes para reprender este chisme de Sociedad de los Caínes mundanos de ambos sexos. ¿Qué tan frecuente puede acabarse con la honestidad y la integridad de un hombre [se exclama él] por medio de una sonrisa o un simple encogimiento de hombros? ¿Cuántas acciones buenas y generosas se han hundido en el olvido por una mirada desconfiada, o han sido estampadas con la imputación de proceder de malos motivos, por un misterioso y oportuno susurro dicho al oído? Miren… que porción tan grande de castidad se pierde en el mundo por insinuaciones distantes– movimientos de cabeza y crueles guiños de ojos significando sospecha, provocados por la envidia de aquellos que se encuentran más allá de toda tentación. Qué tan frecuente se hace sangrar la reputación de una criatura inocente a través de un reporte –el cual aquellos que se toman el trabajo de propagarlo dicen con gran piedad y, simpatía, ¡que lo sienten mucho y esperan en Dios que no sea cierto!

De Addison pasamos a Sterne el cual trata este tema y, parece continuar esta imagen diciendo que: Tan fructífera es la calumnia en variedad de recursos para saciar, al igual que para disfrazarse, que si esas armas tan sutiles cortan con tanto dolor; ¿qué Podríamos decir del escándalo abierto y desvergonzado, sujeto a ningún recato y restringido a ninguna limitación? Si la primera como una flecha disparada en la obscuridad. causa sin embargo tanto daño secreto, este último, como la peste, que con rabia ataca al medio día. barre con todo lo que encuentra arrasando por igual lo bueno y lo malo: un millar cae frente a él y diez

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mil a su derecha; todos caen, tan desgarrados y hechos pedazos en la parte más tierna de ellos mismos, y tan despiadadamente masacrados que a veces nunca se recobran de las heridas o de la angustia del corazón que les han ocasionado.

Tales son los resultados de la calumnia y la difamación y desde el punto de vista de Karma, muchos de esos casos equivalen a más que un crimen a sangre fría. Por lo tanto, aquellos de entre los “Miembros trabajadores” de la Sociedad Teosófica que quieran llevar la “vida superior”, deben sujetarse a esta promesa solemne, o permanecer como miembros haraganes o parásitos. No es a estos últimos a los que se dirigen estas páginas, ni tampoco se sentirán interesados por esta cuestión, ni tampoco es un consejo que se ofrezca a todos los miembros de la S.T. en general. Ya que el “Compromiso” bajo discusión es solamente tomado por aquellos Miembros que han comenzado a ser referidos en nuestros círculos de las “logias” como miembros “trabajadores” de la S.T. Todos los demás, esto es, aquellos miembros que prefieren permanecer como ornamentos, y pertenecer a los grupos de “admiración” mutua; o aquellos que habiéndose afiliado por mera curiosidad, y sin cortar su conexión con la Sociedad se han ido calladamente; o por otra parte, aquellos que sólo han preservado un interés (si aún lo hubiere) superficial, una simpatía tibia por el movimiento –y estos constituyen la mayoría en Inglaterra– todos estos no necesitan agobiarse con semejante promesa. Habiendo sido por años el “Coro Griego” en el bullicioso drama escenificado. ahora conocido como la Sociedad Teosófica, ellos prefieren permanecer como son. Considerando. su número, el “coro”, sólo tiene que ser, como en el pasado, un espectador de lo que pasa en la acción de las dramatis personae y sólo se requiere que exprese ocasionalmente sus sentimientos. repitiendo las gemas finales de los monólogos de los actores, o permanecer callado –de acuerdo a lo que elija. “Los filósofos de un día”– como los llama Carlyle, no desean, ni tampoco deseamos que “se afilien”. Por lo tanto, aún si estas líneas encontraran sus ojos, se les pide respetuosamente recordar que lo que se ha dicho no se refiere a ninguna de las clases de miembros enumerados más arriba. La mayoría de ellos se ha afiliado a la Sociedad como habrían comprado un libro barato. Atraídos por lo novedoso de su encuadernación. lo abrieron: Y después de darle un vistazo al contenido y al título al lema y a la dedicatoria, lo han arrinconado en una repisa escondida. no volviendo a pensar más en él. Tienen derecho al volumen, en virtud de haberlo comprado pero se referirán a él, no más de lo que lo harían de un mueble anticuado relegado como un armatoste al cuarto de trastos viejos, porque su asiento no es suficientemente confortable, o está fuera de proporción respecto a su estatura moral e intelectual. En uno de cada cien, esos miembros no verán ni siquiera Lucifer porque ya se ha convertido ahora en un asunto de estadísticas teosóficas, que más de dos tercios de sus suscriptores no son teósofos. Ni tampoco son más afortunados que nosotros, el Theosophist de Madrás, el Path de Nueva York, el Le Lotus Frances y, ni siquiera el maravillosamente barato e internacional “T.P.S.” (Theosophical Publishing Society, de 7, Duke Street, Adelphi). Como todos los profetas, no carecen de honores y buen nombre, salvo en sus propios países, y sus voces en los campos de la Teosofía, son verdaderamente “como la voz del que clama en el desierto”. Esto no es una exageración. 9

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Entre los respectivos suscriptores de esas diferentes publicaciones Teosóficas, los miembros de la S.T. de los cuales ellas son sus órganos y para cuyo único beneficio se pusieron en marcha (sus editores, directores y todo el personal de colaboradores constantes que trabajan gratis y que además pagan de sus propios y generalmente muy escasos bolsillos, a los impresores, a los editores y ocasionalmente a los colaboradores) son en promedio el 15 por ciento. Este es también un signo de los tiempos, y muestra la diferencia entra los Teósofos que “trabajan” y los que “descansan”. No debemos terminar sin dirigimos una vez más a los primeros. ¿Quién de estos asumiría la responsabilidad de mantener, que la cláusula 3 no es un principio fundamental del código de ética que debe guiar a todo Teósofo que aspire a convertirse en uno de verdad? ¿Siendo una asociación de hombres y mujeres tan grande. compuesta de nacionalidades, caracteres, credos y formas de pensar de lo más heterogéneas, está expuesta por esa misma razón, a encontrar excusas fáciles para disputas y rivalidades. Por ello, la cláusula en cuestión debe llegar a ser parte integrante de las obligaciones de cada miembro –trabajador u ornamental– que se adhiera al movimiento Teosófico. Nosotros pensamos así, y lo dejaremos a la futura consideración de los representantes del Consejo General que se reunirán en el siguiente aniversario en Adyar. En una Sociedad que pretende seguir un elevado sistema de ética –la esencia de todos los códigos anteriores de ética– y la cual confiesa abiertamente sus aspiraciones a emular y avergonzar por su ejemplo práctico y forma de vida a los seguidores de toda religión. un compromiso como éste, constituye el sine qua non del éxito de esa SOCIEDAD. En una agrupación en donde “cerca de la malsana ortiga florece la rosa”, un compromiso de tal naturaleza es la única salvación. Ninguna ética vista como una ciencia de deberes mutuos –ya sean sociales, religiosos o filosóficos– de un hombre a otro hombre podrá considerarse completa o consistente, al menos que tal regla se ponga en vigor. Y no sólo esto, sino que, si no queremos que nuestra Sociedad se convierta de facto y de jure en una gigantesca farsa que desfila con pompa y ostentación bajo su insignia de la “Fraternidad Universal” –cada vez que se viole esa ley de leyes, deberá seguirse la expulsión del calumniador o difamador. Ningún hombre honesto. y menos aún un Teósofo. podrá pasar por alto las siguientes líneas de Horacio: Aquel que insulta o se burla de sus amigos ausentes, O que no los defiende al oír que los difaman: Anda contando chismes y causa el descrédito de sus amigos. Ten cuidado de él, porque de seguro ese hombre es un BRIBON

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LA TEOSOFÍA Y EL BUDDHISMO Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

LA TEOSOFÍA Y EL BUDDHISMO

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l Sr. Emile Burnotif, el bien conocido Sanskritista, acaba de publicar en la Revue de DeuxMondes(Vol.88, 15 de julio, 1888) un artículo intitulado “El Buddhismo en Occidente”, en el cual expone sus puntos de vista sobre la misión y el porvenir de la Sociedad Teosófica. Esta tiene tan rara vez la suerte de recibir un tratamiento tan cortés y de consejos tan llenos de simpatía, y firmados por un nombre tan querido por todos aquellos que aman el Oriente, que creemos que nuestros lectores se verán complacidos por la exposición de estas críticas de un pensador serio y de estas palabras de aliento de un hombre de corazón. Este artículo prueba que la Sociedad Teosófica finalmente ha tomado el lugar que le corresponde, en el pensamiento del Siglo XIX, y que ella va a entrar en una nueva era. El amerita por lo tanto el respeto y la atención de todos aquellos que han comprendido nuestra obra o que están dedicados a ella. El Sr. Burnouf estudia sucesivamente al Buddhismo, al Cristianismo y a la Sociedad Teosófica. “…Tres religiones o asociaciones de hombres que tiene doctrinas idénticas, un mismo fin, y se remontan a una fuente común. Esta fuente, que es oriental, en tiempos pasados no era aceptada; en nuestros días ella ha sido plenamente puesta a la luz por las investigaciones de los sabios, particularmente de los sabios ingleses y por la publicación de textos originales. Entre esos sagaces escrutadores, bastaría citar los nombres de Sayce, de Poole, de Beal, de Rhys–David, de Spence–Haray, de Bunsen: sería difícil agotar la lista” [p.341]

La primera parte del artículo está consagrada a la biografía del príncipe de Kapilavastu, a una breve exposición y, a un resumen histórico del Buddhismo hasta la era Cristiana. La vida de Sâkyamuni es demasiado conocida para que nosotros la reproduzcamos aquí; pero debemos señalar algunas palabras que prueban que Nirvâna no quiere decir aniquilación. No discutiré aquí la naturaleza del nirvâna. Solamente diré que la idea de la nada es absolutamente extraña a la India, que el objeto de Buddha fue el de sustraer a la humanidad de las miserias de la vida terrestre y de sus retornos alternos; que finalmente él pasó su larga existencia luchando contra Mara y sus ángeles, que él mismo llama la Muerte y la armada de la muerte. Es cierto que la palabra nirvâna quiere decir extinción, por ejemplo el 1

de una lámpara sobre la que se sopla; pero también quiere decir ausencia de viento . Yo

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El hecho que Nirvâna no quiere decir aniquilación ha estado afirmado y reportado en Isis Develada en donde la autora ha discutido el sentido etimológico dado por Max Müller y otros, y ha mostrado que “la extinción de una lámpara” no implica ni siquiera la idea de que Nirvâna sea “la extinción de la consciencia” (ver Vol. I. pp. 290. y Vol. II. pp. 1166 –17. 286. 320. 566. etc.

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pienso por lo tanto que el nirvâna no es otra cosa que ese requies aterna, esa lux perpetua que los cristianos también piden para sus muertos. Es en este sentido que es entendido en el texto birmano publicado hace unos cuantos años en Rangún, en inglés, por el reverendo Bigandent [p. 343]

Pocas concepciones han sido tan mal comprendidas como la de Nirvâna, a excepción quizás de la divinidad. Entre los Judíos y otros Semitas, entre los antiguos Griegos y Romanos y aún entre los Brahmanes, el sacerdote es el intermediario entre el hombre y Dios. … El transmite a Dios la ofrenda y la adoración del fiel; Dios otorga a cambio su gracia y su ayuda en la vida: en el día de la muerte, Dios recibe al fiel entre sus elegidos. Para que este intercambio sea posible, es necesario que Dios sea concebido como un ser individual, como una persona, en cierta medida como el rey, del universo, distribuyendo sus favores según su voluntad. y sin duda según. la justicia… Sin embargo nada de algo parecido existe en el Buddhismo. Como no hay Dios personal, no hay santo sacrificio, no hay intermediario… [P. 344] …Ese Buddha no es alguien al que uno implora, él fue un hombre que llegó al grado supremo de la sabiduría y de la virtud… En cuanto a la naturaleza del principio absoluto de las cosas que las otras religiones denominan Dios, la metafísica buddhista lo concibe totalmente de otra manera y no lo hace un ser separado del universo… En segundo lugar Buddha abrió su iglesia a todos los hombres, sin distinción de origen, de casta, de color, de sexo: “Mi ley, decía él, es una ley de gracia para todos”. Era la primera vez que aparecía en el mundo una religión universal. Hasta entonces, cada país había tenido la suya, de la cual los extranjeros estaban excluidos. Se puede sostener que, durante los primeros años de su predicación, el reformador no contemplaba la destrucción de las castas, ya que el admitía como derecho legítimo el poder real y no luchó para nada en contra de él. Pero la igualdad natural de los hombres fue una de las bases de su doctrina; los libros buddhistas están repletos de disertaciones, de narraciones y parábolas cuyo objetivo era el de demostrarla… La consecuencia de esto era la libertad. Ningún miembro de la iglesia podía obligar a otro a permanecer en ella en contra de su voluntad … [P.P 345–46] … No se nacía Buddhista, sino que se llegaba a serlo por una elección voluntaria y después de una especie de tiempo de prueba a la que todo pretendiente debía someterse. Siendo una vez miembros de la Asamblea, no se diferenciaban para nada de los demás hermanos; la única superioridad que podían lograr era la de la ciencia y la virtud… Este amor mutuo, esta fraternidad, se extendía a la mujeres y hacía de la Asamblea, una especie de familia… [P.346]

Después de haber narrado los progresos del Buddhismo en el Sur y Norte de la India, entre los Mazdeos v los Judíos, el Sr. Burnouf señala que estos últimos tomaron del Buddhismo su idea del Mesías. La influencia Oriental ha estado claramente reconocida en la historia judía después del cautiverio; la doctrina de la reencarnación también viene de la India. Se considera que los esenios forman la liga y punto de encuentro entre los rabinos, los gnósticos judíos, los platónicos o pitagóricos por un lado, y por el otro los parseos y el budismo… Ellos condenaban los sacrificios sangrientos, como el Buddha y la Sinagoga, reemplazándolos por la meditación y el sacrificio de las pasiones… se abstenían de la carne y

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del vino… Practicaban la comunidad de bienes, la limosna, el amor a la verdad, la pureza de las acciones, de las palabras y de los pensamientos… proclamaban la igualdad de los hombres, proscribían la esclavitud y reemplazaban la discordia por la caridad… los primeros cristianos eran esenios… [p.p 3.52–53]

Al comparar la vida de Jesús con la de Buddha, puede verse que sus biografías se dividen en dos partes, la leyenda ideal y los hechos reales. Ahora bien, la parte legendaria es idéntica en las dos. Desde el punto de vista teosófico, esto es fácil de explicar dado que esas leyendas están basadas en el ciclo de la iniciación. Finalmente el autor compara esta parte legendaria, con los rasgos correspondientes de otras religiones, como la historia védica de Visvakarman entre otras. Según él, fue solamente en el concilio de Nicea que el Cristianismo rompió oficialmente con el Buddhismo Eclesiástico; sin embargo él considera al Credo adoptado por el concilio, como el desarrollo de la fórmula: “El Buddha, la ley, la iglesia” (Buddha, Dharma, Sangha). Algunas páginas son consagradas a las ramificaciones de la secta de los Esenios, que no habían sido absorbidos completamente por la religión de Cristo. Tal es el caso de las sectas de los Mandeos, los Sabeanos o Maniqueos: finalmente los Albigences por un lado y por el otro los Paulicianos, cuya influencia sobre el protestantismo puede detectarse, representan los últimos vestigios de la influencia Buddhista en Occidente. Los Maniqueos eran, en su origen Samanos o Zramanas, ascetas buddhistas, cuya presencia en Roma a mediados del siglo III, es mencionada por San Hipólito. El Sr. Burnouf explica su dualismo en relación a la doble naturaleza del hombre, el bien y el mal, siendo el mal Mara, el de la leyenda Buddhista. Muestra que los Maniqueos derivaron sus doctrinas del Buddhismo de manera más directa que los cristianos; como resultado surgió una lucha a muerte entre los dos, cuando la Iglesia cristiana se consolidó y pretendió poseer sola y exclusivamente la verdad. Esta idea contradice directamente las concepciones fundamentales del Buddhismo y aquellos que la profesaban. tendrían que ser enemigos despiadados de los Maniqueos. Es así como el espíritu judío de exclusión es el que arma el brazo secular de los Estados cristianos en contra de los Maniqueos. La persecución fue terrible “ellos fueron aniquilados a tal grado. que sus multitudes, en aquel tiempo inmensas, se disiparon como el humo”. Los teósofos pueden entonces considerar las persecuciones eclesiásticas como una de las partes más nobles de su herencia. Ninguna sociedad ha sido más ferozmente calumniada y perseguida por el odium Theologicum, que la asociación teosófica y sus fundadores. desde que las iglesias cristianas fueron reducidas a no emplear otra arma que la lengua. Habiendo seguido este excelso recorrido desde la India, a través de Palestina hasta Europa creemos que deberíamos citar completamente algunos párrafos que el Sr. Burnouf consagra a la Sociedad Teosófica: El análisis nos muestra en nuestra sociedad contemporánea dos cosas esenciales: la idea de un Dios personal entre los creyentes, y entre los filósofos la desaparición casi completa de la caridad. El elemento judío ha retomado el control, y el elemento buddhistico del cristianismo se ha esfumado.

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Es por lo tanto uno de los fenómenos más interesantes, si no es que el más inesperado de nuestros días, la tentativa hecha en este momento de suscitar y de constituir en el mundo, una nueva sociedad apoyada sobre los mismos fundamentos que el buddhismo. Aunque sólo esté en sus comienzos, su crecimiento es tan rápido que nuestros lectores estarán complacidos al dirigir su atención a este tema. Ella está aún en cierta medida en un estado de misión y su propagación se realiza sin ruido y sin violencia. Ella no tiene ni siquiera un nombre definitivo; sus miembros se agrupan bajo nombres orientales, Isis, Lotus, Sphinx, Lucifer. El nombre común que prevalece entre ellos por el momento es el de Sociedad Teosófica. Esta sociedad es muy joven; sin embargo ella tiene ya una historia. Fue fundada en 1875, en Nueva York, por un muy pequeño grupo de personas, preocupadas por la rápida decadencia de las ideas morales en la época actual. Ese grupo se intitula: “Sociedad Teosófica aria de Nueva York” el epíteto de aria indicando suficientemente que la Sociedad se separaba del mundo semítico, especialmente de los dogmas judíos; la parte judía del cristianismo debía ser reformada, ya fuese por una simple amputación, o como de hecho ha ocurrido, por la vía de la interpretación. En todo caso, uno de los principios de la Sociedad era la neutralidad en materia de sectas, y la libertad del esfuerzo personal hacia la ciencia y la virtud… La sociedad no tiene ni dinero ni protectores: ella actúa con sus propios recursos eventuales. Ella no tiene nada de mundano. No tiene ningún espíritu de secta. No adula ningún tipo de interés. Ella se entrega a un ideal moral muy elevado, combatir el vicio y el egoísmo. Ella tiende a la unificación de las religiones, a las cuales considera idénticas en su origen filosófico: pero reconoce la supremacía de la verdad. La revista mensual Le Lotus, que ella publica en París, ha tomado por epígrafe el lema sânskrito de los maharajás de Benarés: Salyân nâsti paro dharma, no hay, tina religión más elevada que la verdad. Con esos principios y en los tiempos en los que nos encontramos, la sociedad casi no podía imponerse perores condiciones de existencia… Sin embargo, ella ha progresado con una rapidez asombrosa… [P. P 366–67]… En América, la sociedad ha logrado una gran expansión durante estos últimos tiempos, sus ramas se han multiplicado y después se han federalizado en cierta forma alrededor de una de ellas, la rama de Cincinati. Como el segundo objeto que se propone la Asociación es el estudio de las literaturas, de las religiones, de las ciencias arias y orientales, y como una parte de sus miembros se dedica a la interpretación de los antiguos dogmas místicos y de las leyes no explicadas de la naturaleza, se podría ver en ella una especie de academia hermética, bastante ajena a las cosas de la vida. Sin embargo, uno es traído rápidamente a la realidad por la naturaleza de las publicaciones que ella hace o que recomienda y por la declaración contenida en la revista Lucifer, publicada en Londres, y reproducida en Le Lotus del mes de enero pasado: “No es un Teósofo aquél que no practique el altruismo, (lo contrario al egoísmo); que no esté preparado a compartir su último bocado con uno más débil o más pobre que él; que descuide ayudar al hombre, su hermano, cualquiera que sea su raza, su nación o su creencia, en cualquier tiempo y en cualquier lugar que él lo vea sufriendo. y que preste oídos sordos al llanto de la miseria humana; y que finalmente escuche calumniar a un inocente, teósofo o no, sin tomar su defensa, como la haría para él mismo”. Esta declaración no es cristiana, dado que no tiene en cuenta las creencias, que ella no hace proselitismo para ninguna comunión, y que de hecho los cristianos han empleado ordinariamente la calumnia en contra de sus adversarios, como por ejemplo en contra de los maniqueos, los protestantes y los judíos. Ella es aún menos musulmana o brahmánica–. Ella es puramente buddhistica: las publicaciones prácticas de la sociedad son. ya sean libros buddhisticos traducidos, o bien obras originales

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inspiradas por la enseñanza de Buddha. La Sociedad tiene por lo tanto un carácter buddhistico. Ella se defiende un poco por miedo a tomar un color sectario y exclusivo. Sin embargo no tiene razón: el buddhismo verdadero y original no es una secta, es apenas una religión. Es más bien una reforma moral e intelectual, que no excluye ninguna creencia, pero que no adopta ninguna. Esto es lo que hace la Sociedad Teosófica… [P.P. 368–69]

Al hablar del Buddhismo, el Sr. Burnouf tiene constantemente a la vista al Buddhismo primitivo, esta magnífica eflorescencia de virtud, de pureza y amor de la cual el cisne de Kapilavastu arrojó las semilla sobre el suelo de la India, sobre ese punto nosotros estamos de acuerdo con él. El código de moral establecido por Buddha es el más grande tesoro que haya sido dado a la humanidad: ésta religión, o más bien esta filosofía se aproxima a la verdad o ciencia secreta, mucho más que ninguna otra forma o creencia exotérica. Nosotros no podemos proponer un ideal moral más elevado que esos nobles principios de fraternidad, de tolerancia de desprendimiento, y la moral buddhista representa poco más o menos exactamente la moral teosófica. En una palabra no nos podrían hacer un honor más grande al llamamos buddhistas, si no tuviésemos ya el honor de ser teósofos. Pero la Sociedad Teosófica se defiende muy seriamente, y no solamente por la forma, de haber sido creada “para propagar los dogmas de Buda”, Nuestra misión no es de propagar dogmas no más buddhistas que védicos o cristianos; nosotros somos independientes de toda fórmula, de todo ritual, de todo exoterismo. Ante las tentativas de invasión hechas por cristianos fervorosos pero cristianos, hemos podido parangonar los nobles principios de la ética buddhista. Los dirigentes de la Sociedad han podido declararse personalmente buddhistas, lo cual les ha sido bastante reprochado; uno de ellos ha consagrado su vida a la regeneración de esa religión en su tierra de origen. Que le arrojen la primera piedra aquellos que no comprendan las necesidades de la India actual y no deseen el restablecimiento de esta antigua patria de virtudes. Pero eso no compromete al cuerpo Teosófico, como tal, frente al buddhismo eclesiástico, como tampoco el cristianismo de algunos de sus miembros no lo compromete respecto a ninguna iglesia cristiana. Precisamente porque el Buddhismo actual necesita ser regenerado, desembarazado de todas las supersticiones y de todas las restricciones que lo han invadido como plantas parásitas, cometeríamos un gran error al tratar de injertar un botón joven y sano sobre una rama que ha perdido su vitalidad, aunque esté quizás menos seca que las otras ramas. Es infinitamente más sabio ir de inmediato a las raíces, a las fuentes puras e inalterables de donde el mismo Buddhismo ha sacado su poderosa savia. Nosotros podemos iluminarnos directamente de la pura “Luz de Asia”; ¿qué objeto tendría detenernos bajo su sombra deformada? A pesar del carácter sintético y teosófico del Buddhismo primitivo, el Buddhismo actual se ha convertido en una religión dogmática y se ha fragmentado en sectas numerosas y heterogéneas. La historia de esa religión y de las otras está allí para prevenimos en contra de las disposiciones a medias. Vean la reforma parcial denominada Protestantismo: ¿Son los resultados lo suficientemente satisfactorios como para comprometemos en remiendos?

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La misma Arya Samaj no es después de todo que un esfuerzo nacional, mientras que la posición esencial de la Sociedad Teosófica es la de afirmar y mantener la verdad común a todas las religiones, la verdadera verdad, que no han podido ensuciar las invenciones, las pasiones, ni las necesidades de las épocas, y de invitar a ella a todos los hombres, sin distinción de sexo, de color o de posición, y además de creencia. El Sr. Burnouf nos pone en guardia en contra de la indiferencia. ¿Y de dónde viene ésta? Primero que nada de la indolencia. ese azote de la humanidad, y después del desaliento. Y si el hombre está cansado de símbolos y ceremonias de las cuales el sacerdote nunca da la explicación, pero de las que saca muy buenos beneficios, no será substituyendo nuestras capillas por bonzerías que sacudiremos ese embotamiento. Ha llegado el momento en que todos los campanarios no tiene más que una tonada: están tocando al aburrimiento. Pretender reinstalar la religión de Buddha sobre la ruinas de la de Jesús, sería tanto como querer sostener al árbol muerto con un palo seco. Nuestro amigo nos advierte él mismo que la humanidad está cansada hasta de las palabras Dios y religión. Hacemos notar, a este propósito, que el término teosofía, el cual significa sabiduría divina, no implica necesariamente la creencia en un dios personal. Creemos que la doctrina de los teósofos ha sido suficientemente expuesta como para necesitar insistir en este tema. Ammonio Saccas, Plotino, Jámblico, Porfirio, Proclo eran teósofos; y si tan sólo fuese por respeto a esos nombres. nosotros podemos muy bien conservar ese título. No, la Sangha de los Buddhistas no puede ser restablecida en nuestra civilización. En cuanto, al Buddha mismo, nosotros lo veneramos como al más grande sabio y, más grande benefactor de la humanidad, y nunca perdemos ninguna ocasión para reivindicar sus derechos a la admiración universal. Pero. ante la presencia de esta terrible ley, que hace siempre degenerar la admiración en adoración y a ésta en superstición. en presencia de esta cristalización desesperante que se opera en los cerebros dispuestos a la idolatría y, que excluye de ellos todo aquello que no sea el ídolo, ¿sería prudente exigir para el hermano mayor de Jesús el estrecho lugar en donde este último sufre un culto sacrílego? ¡Hay! ¡Será posible que haya hombres tan egoístas para sólo poder amar a un ser, tan serviles para sólo querer servir a un maestro a la vez! Queda entonces Dharma: ya hemos dicho en qué alta estima tenemos a la moral buddhista. Pero la Teosofía se ocupa de algo más que de reglas de conducta: ella realiza el milagro, de poder reunir una moral pre–buddhista, con una metafísica pre–védica y, con una ciencia pre–hermética. El desarrollo teosófico hace entrar en juego a todos los principios del hombre, a sus facultades intelectuales así como a sus facultades espirituales, y, los dos últimos objetos de nuestro programa tienen más importancia de lo que El Sr. Burnouf parece concederles. Podemos asegurarle que si nuestra Sociedad recibiera la adhesión de muchos hombres de su valía, ella seria el canal de un torrente de ideas nuevas tomadas de fuentes antiguas: un torrente de innovaciones artísticas, económicas, literarias y científicas lo mismo que filosóficas, fecundo para el porvenir de manera diferente al primer Renacimiento. Allí habrá más de una coloración académica: la misma academia aprenderá el alfabeto que permite leer claramente, entre líneas, el

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sentido tan obscuro y frecuentemente tan insignificante en apariencia, de las escrituras antiguas. Esta clave está al alcance de aquellos que tienen el valor de levantar la mano para tomarla, y esta clave la poseía Buddha, ya que él era un adepto de alto rango. Es verdad que no existen misterios o esoterismo en las dos principales iglesias buddhistas, la del Sur y la del Norte. Los Buddhistas pueden muy bien contentarse con la letra muerta de las doctrinas de Siddhârtha Buddha, ya que hasta este día, afortunadamente no existe una más noble; no hay ninguna que pueda producir efectos más importantes, sobre la ética de las masas. Pero aquí está el error más grande de los orientalistas. Hay una doctrina del cuerpo exterior del Buddhismo eclesiástico. Este último, puro, casto e inmaculado como las nieves vírgenes de las cúspides de los Himalayas, está sin embargo igualmente tan frío y tan desolado en lo referente a la condición del hombre post mortem. El sistema secreto era enseñado sólo a los Arhats, generalmente en el subterráneo de Saptapama (Sattapani de Mahavamsa, conocido por Fa–hian bajo el nombre de gruta cheta cerca del monte Baibhâr en Pali Webhâra), en Rajagriha, antigua capital de Magadha; era enseñado por el mismo señor Buddha, entre las horas de Dhyâna (contemplación mística). Es de esta gruta, llamada en tiempos de Shâkyamuni, Saraswati o cueva de los bambúes, que los Arhats iniciados en la sabiduría secreta, llevaron consigo su instrucción y su ciencia más allá de los Himalayas, en donde la doctrina secreta es enseñada hasta la fecha. Si los Indos del Sur, los invasores de Ceilán no hubiesen “amontonado en pilas tan altas como la copa de los cocoteros” las ollas de los buddhistas y no las hubiesen quemado, al igual que los Cristianos quemaron todos los archivos secretos de los Gnósticos y de los iniciados, los Orientalistas tendrían la prueba de esto, y no tendríamos necesidad de afirmar ahora ese hecho bien conocido. Los tres objetos del programa teosófico pueden resumirse en tres palabras: Amor, Ciencia, Virtud, cada una de las cuales es inseparable de las otras dos. Revestida con ésta triple armadura. la Sociedad Teosófica realizará el milagro que le pide el Sr. Burnouf y echará por tierra al dragón de la “lucha por la existencia”. Ella lo hará, no negando la existencia de la ley, en cuestión. sino asignándole su lugar adecuado en el orden armónico del universo. develando su naturaleza y significado; mostrando que esta pseudo ley de vida es en realidad una ley de muerte, una ficción de las más peligrosas. en lo que respecta a la familia humana. Bajo tales premisas, la “conservación de sí” es un suicidio lento y seguro, una política de mutuo homicidio. Por su aplicación Práctica, los hombres se hunden y retroceden de más en más hacia el grado animal de evolución. La lucha por la existencia, aún sobre las nociones de la economía política, que no se eleva por arriba del plano material, sólo se aplica al ser físico y para nada al ser moral. Ahora bien, es bastante creíble a primera vista, para aquél que ha penetrado un poco en la constitución de nuestro universo ilusorio en pares de contrarios, que, sí el egoísmo es la ley del extremo animal, el altruismo deba ser la ley del otro extremo; la fórmula del combate por la vida es cada vez menos cierta a medida que se suben los grados de la escala, esto es, a medida que uno se aproxima a la naturaleza espiritual: pero para aquellos que no han desarrollado las facultades de esta parte de su naturaleza, las leyes que la rigen deberán permanecer en un estado de convicción sentimental. La Teosofía nos indica la ruta a seguir para que ésta intuición se cambie en certeza; por ello. el 8

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progreso individual que ella pide a sus discípulos es la única salvaguarda en contra del peligro social del cual nos amenaza nuestro critico; para reformar la sociedad hay que comenzar reformándose a uno mismo. No es la política de la conservación de sí, ni los intereses de una u otra personalidad, bajo sus formas finita y física las que podrán conducirnos al fin deseado y resguardar a la Sociedad Teosofía en contra de los efectos del huracán social, no obstante que esta personalidad representará el ideal humano, y aunque ésta égida o protección fuese la del mismo Buddha en persona. La salvación está en el debilitamiento del sentido de separación entre las unidades que componen el todo social: por ello ese resultado sólo puede lograrse por medio de un procedimiento de iluminación interior. La violencia jamás asegurará el pan y, el confort para todos; y tampoco será por medio de una fría política de razonamiento diplomático que será conquistado el reino de paz y, de amor, de ayuda mutua y de caridad universal, la tierra prometida donde habrá “pan para todo el mundo”. Cuando se comience a comprender que es precisamente el egoísmo personal y feroz, el gran resorte de la lucha por la existencia, que en el fondo es la única causa de la miseria humana. que una vez más es el egoísmo nacional esta vez y la vanidad de Estado lo que provoca a los gobiernos y, a los individuos ricos, a enterrar enormes capitales y, a hacerlos improductivos al erigir espléndidas iglesias, y entreteniendo a un montón de obispos perezosos, verdaderos parásitos de sus rebaños: sólo entonces la humanidad tratará de remediar el mal universal por medio de un cambio radical de política. Sólo las doctrinas teosóficas pueden realizar este cambio de manera pacífica. Es por la unión estrecha y fraternal de los Síes (o Seres) superiores de los hombres, por el crecimiento de la solidaridad del alma, por el desarrollo de ese sentimiento que nos hace sufrir al pensar en el sufrimiento del prójimo, que podrá ser inaugurado el reino de la igualdad y de la justicia para todos, y que se establecerá el culto del Amor, de la Ciencia y de la Virtud, ¡definido en este admirable axioma!: “No hay religión más elevada que la verdad”.

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EL ORIGEN DEL MAL

EL ORIGEN DEL MAL

“El auténtico mal procede de la inteligencia humana, y su origen yace enteramente en el hombre razonador que se desune de la Naturaleza. La Humanidad, sólo entonces, es la verdadera fuente del mal.” K.H

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l problema del origen del mal sólo puede ser abordado filosóficamente si se toma la arcaica fórmula inda como base de argumentación. Sólo la Sabiduría Antigua resuelve el problema de la presencia de la maldad universal de una manera satisfactoria. Aquélla atribuye el nacimiento del Cosmos y la evolución de la vida a la disgregación de la Unidad primordial manifestada en Pluralidad o gran ilusión de la forma. Habiéndose transformado la Homogeneidad en Heterogeneidad, se crean naturalmente los contrastes: de ahí nació lo que llamamos el Mal, que desde entonces es el único soberano en este “valle de lágrimas”. La mal denominada filosofía materialista occidental no ha dejado de sacar provecho a este gran principio metafísico. Incluso la Ciencia Física, con la Química a la cabeza, se ha centrado recientemente en la primera proposición y canaliza sus esfuerzos a probar con datos irrefutables la homogeneidad de la materia primordial. Pero ahora entra en escena el Pesimismo materialista, una doctrina que ni es filosofía ni ciencia, sino solamente un aluvión de palabras sin sentido. El Pesimismo, en su expresión más reciente, ha dejado de ser panteísta y, habiéndose unido al Materialismo, se prepara a sacar partido de la antigua fórmula inda. Pero el pesimismo ateo no se eleva más que el homogéneo plasma terrestre de los darvinistas. Para el Pesimismo, la última Thule es tierra y materia, y más allá de la materia prima sólo ve un horroroso vacío, una inexistente nada. Algunos de los pesimistas tratan de poetizar su idea a la manera de los sepulcros blanqueados, o de los cadáveres mejicanos cuyas espectrales mejillas y labios están espesamente cubiertos de rojo. La decadencia de la materia penetra la máscara de la vida aparente, a pesar de todos los esfuerzos en contra.

El materialismo utiliza ahora las metáforas e imágenes retóricas de la india. En una nueva obra del Dr. Mainländer sobre el tema, (Pessimism and Progress), se dice que el Panteísmo de la india y el Pesimismo alemán son idénticos, y que es la disgregación de la materia homogénea en materia heterogénea, la transición de la uniformidad a la multiformidad, lo que ha producido un Universo tan desdichado. Según dice el Pesimismo: 2

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“Esta (transición) es precisamente el error de principio, el Pecado Original que toda la creación ha de expiar ahora mediante grandes sufrimientos; es justamente ese pecado, el que habiendo arrojado a la existencia todas estas vidas, las ha hundido en las profundidades abismales del mal y de la miseria. Para escapar de esta última sólo hay un medio posible, y es dejar de ser uno mismo”.

Esta interpretación de la fórmula oriental, a la que se atribuye la primera idea de escapar de las miserias de la vida “poniendo un fin al ser” –tanto si ese ser es considerado como todo el Cosmos o sólo como vida individual– es un concepto muy equivocado. El panteísta oriental, cuya filosofía le enseña a discriminar entre Ser o Esse y la existencia condicionada, difícilmente consentirá una idea tan absurda como ésa. El sabe que sólo puede poner fin a la forma, no al ser, y eso únicamente en este plano de ilusión terrestre. Ciertamente sabe que matando en sí mismo Tanhâ (el deseo insatisfecho de existir, o la voluntad de vivir) escapará gradualmente del curso de renacimientos y de la existencia condicionada. Pero también sabe que no puede matar o “poner fin” ni a su propia y pequeña vida salvo como personalidad, que es, después de todo, como un cambio de vestimenta. Y creyendo solamente en la Realidad Una, –que es el eterno Ser, la Causa sin causa de la que se ha exiliado para penetrar en un mundo de formas– considera sus manifestaciones temporales y progresivas en el estado de Maya (cambio o ilusión), verdaderamente como el mayor mal; pero al mismo tiempo como un proceso natural, tan inevitable como los dolores del parto. Es el único medio para pasar desde estas limitadas y condicionadas vidas de dolor a la Vida Eterna, o a ese absoluto “Ser”, expresado tan gráficamente por la palabra sánscrita Sat 1. El “pesimismo” del panteísta hindú o budista es metafísico, abstruso y filosófico. La idea de que la materia y sus manifestaciones proteicas son la fuente y el origen del mal y dolor universales es muy antigua, aunque Gautama Buddha fue el primero en darle su expresión definitiva. ¡Pero el gran Reformador de la India seguramente nunca pretendió hacer de ésta un asidero al que el pesimista moderno pudiera agarrarse, o un sostén donde el materialista pudiera apoyar sus distorsionados y perniciosos principios! El Sabio y Filósofo, que se sacrificó por la Humanidad viviendo por ella para salvarla, enseñando a los hombres a ver la existencia sensible de la materia sólo como miseria, en su profundo pensamiento filosófico nunca tuvo la idea de premiar el suicidio; sus esfuerzos estaban dirigidos a liberar a la Humanidad de su apego demasiado fuerte a la vida, lo cual es la causa principal del egoísmo, de aquí que sea creador de sufrimiento y dolor. Particularmente, Buddha nos dejó un ejemplo de fortaleza a seguir, viviendo y no evadiéndose de la existencia. Su doctrina muestra el mal inmanente, –no en su substancia que es eterna sino en las ilusiones creadas por ella– a través de los cambios y transformaciones de la materia que genera vida, ya que estos cambios son condicionados y tal vida es efímera. Al mismo tiempo se nos muestran tales males no sólo como inevitables, sino también necesarios. Pues si quisiéramos discernir el bien del mal, la luz de la oscuridad, y apreciar el primero podríamos hacerlo sólo a través de los 1

La única y siempre presente Realidad en el mundo infinito; la Esencia divina que es, pero de la cual no se puede decir que existe, por cuanto es lo Absoluto, la Seidad misma. Ver Glosario Teosófico.

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contrastes entre ambos. Mientras que la filosofía de Buddha en su letra muerta apunta sólo a la parte oscura de las cosas en este plano ilusorio; su esoterismo, su alma oculta, aparta el velo y desvela al Arhat todas las glorias de la Vida Eterna en toda la Homogeneidad de Conciencia y de Ser. Otro absurdo, sin duda, a los ojos de la ciencia materialista y aun del idealismo moderno, a pesar de ser un hecho para el Sabio y Panteísta esotérico. Sin embargo, la idea original de que el mal ha nacido y se ha generado en las crecientes complejidades de la materia homogénea, que adopta formas y se diferencia más y más a medida que ésta se hace físicamente más perfecta, tiene un aspecto esotérico que parece no habérsele ocurrido al pesimista moderno. De cualquier modo, su aspecto formal, exotérico, su letra muerta, se convirtió en objeto de especulación de todas las naciones cultas de la Antigüedad. Incluso en la india, el primitivo pensamiento que subyace bajo la forma ya citada, ha sido desfigurado por el sectarismo y ha llevado al ritualismo puramente dogmático de los Hatha Yogis, a diferencia del Raja–Yoga vedantino filosófico. Las especulaciones exotéricas paganas y cristianas, e incluso el ascetismo monástico medieval, han extraído todo lo que pudieron de esta idea originariamente noble, y la subordinaron a sus estrechas y sectarias opiniones. Las falsas concepciones de los cristianos acerca de la materia les han llevado desde el primer día a identificar a la mujer con el Mal y con la materia, a pesar de la veneración de la iglesia Católica Romana a la Virgen. Pero la última aplicación de la malentendida fórmula inda por parte de los pesimistas alemanes es bastante original y un tanto inesperada, como veremos. Trazar alguna analogía entre una enseñanza altamente metafísica y la teoría de la evolución física de Darwin, parece, en sí misma, una tarea imposible. Más aún cuando la teoría de la selección natural no predica ninguna aniquilación concebible del Ser, sino por el contrario, un progreso continuo y siempre creciente de la vida. N o obstante, la ingenuidad alemana ha logrado darle una apariencia de verdad filosófica mediante paradojas científicas y muchos sofismas. El antiguo dogma indo no ha escapado a la controversia en manos del Pesimismo moderno. El feliz descubridor de la teoría de que el origen del mal data desde la ameba protoplásmica –que se dividía a sí misma para la procreación, y perdió así su inmaculada homogeneidad– ha reclamado la arcaica fórmula aria en su nuevo libro. Al mismo tiempo que ensalza su filosofía y la profundidad de las concepciones antiguas, declara que debería ser considerada “como la verdad más profunda, preconcebida y saqueada por los antiguos sabios del pensamiento moderno”. Así se deduce que el “pensamiento moderno” identifica y sitúa el panteísmo profundamente religioso del filósofo hindú y budista, al mismo nivel que las ocasionales extravagancias del materialista pesimista. Se ignora el infranqueable abismo entre ambos. Poco importa, al parecer, que el panteísta no reconozca ninguna realidad en el cosmos manifestado y que considerándolo como una simple ilusión de sus sentidos, tenga que considerar también su propia existencia sólo como un manojo de ilusiones. Cuando habla de los medios de escapar a los sufrimientos de la vida 4

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objetiva, su manera de considerar esos sufrimientos y su motivación de poner un final a la existencia son completamente diferentes a los del materialista pesimista. Para él, tanto el dolor como las penas son ilusiones debidas al apego a esta vida y a la ignorancia. Por ello, aspira a una vida eterna, inmutable y de absoluta conciencia en el estado de Nirvana; mientras que el pesimista europeo, tomando los “males» de la vida como realidades, aspira –como él mismo expresa–, cuando tiene tiempo de anhelar algo más que esas mencionadas y mundanas realidades, a la aniquilación del “ser”. Para el filósofo sólo hay una vida real, el éxtasis nirvánico, que es un estado que difiere no sólo en clase sino también en grado de cualquier otro de los planos de conciencia en el universo manifestado. El pesimista denomina al “Nirvana” superstición y lo explica como la “cesación de la vida”, ya que la vida comienza y termina para él en la Tierra. El primero ignora en sus aspiraciones espirituales incluso la homogénea unidad integral, de la que saca ahora tanto partido el pesimista alemán. El conoce y cree solamente en la causa directa de esa unidad, eterna y siempre viva por ser el Uno increado, o más bien, no evolucionado. De ahí que todos sus esfuerzos vayan dirigidos hacia la más rápida reunión posible, y retornar a esa condición pre–primordial después de su peregrinaje a través de estas series ilusorias de vidas imaginarias, con su irreal fantasmagoría de percepciones sensorias. Tal panteísmo sólo puede ser calificado de “pesimista” por alguien que cree en una providencia personal; por alguien que contrasta la negación de la realidad de todo lo “creado” –es decir, condicionado y limitado– con su propia creencia ciega y antifilosófica. La mente oriental no se ocupa de extraer el mal de cualquier ley esencial y manifestación de la vida, ni de multiplicar cada cantidad fenoménica por las unidades de males muchas veces imaginarios; el panteísmo oriental simplemente se somete a lo inevitable y trata de eliminar de la sombra de su vida tantos “descensos al renacimiento” como sea posible, evitando crear nuevas causas kármicas. El filósofo budista sabe que la duración de las “series de vida” de todo ser humano se da alegóricamente en los 49 días que pasó Gautama el Buddha bajo el árbol Bodhi, salvo en el caso de que alcance el Nirvana “artificialmente” (“conquistar el reino de Dios violentamente”, en lenguaje cabalístico). Y el Sabio hindú es conciente, a su vez, de que tiene que encender primero y extinguir después las 49 llamas 2 antes de alcanzar la liberación final. Conocido esto, tanto el filósofo como el sabio esperan pacientemente la hora natural de la liberación; mientras que su infeliz imitador, el pesimista europeo, está siempre presto a cometer suicidio así como a predicarlo. ignorando la hidra de muchas existencias, es incapaz de sentir el mismo desdén filosófico por la vida que por la muerte y, por lo tanto, de seguir el sabio ejemplo de su hermano oriental. 2

En el Buddhismo Esotérico de A.P. Sinnet se hace referencia al 7 x 7 de los 49 días, y las 49 llamas. Esotéricamente la alegoría se refiere a las siete Razas–raíz consecutivas con sus siete subdivisiones. Agni, sus tres hijos Pavaka, Pavamâna, y Suchi, y los 45 nietos suman las 49 llamas, del hinduismo. (La Doctrina Secreta, tomo IV, Ed. Kier. Buenos Aires, 1982, págs. 130 y ss.). Cada mónada ha nacido en la Primera y obtiene la liberación en la última Séptima Raza. Sólo un Buddha puede alcanzarlo en el curso de una vida.

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Así, el panteísmo filosófico es muy diferente del Pesimismo moderno. El primero está basado en la correcta comprensión de los misterios del ser; el último es en realidad un sistema más del mal, añadido a una ya larga lista de males sociales por la enfermiza fantasía. Verdaderamente, no es una filosofía, sino simplemente una sistemática difamación de la vida y de la existencia; unas biliosas declaraciones de un dispéptico o de un hipocondríaco incurable. No puede establecerse ningún paralelo entre ambos sistemas de pensamiento. Las semillas del mal y del dolor fueron, por supuesto, el resultado y la consecuencia primera de la heterogeneidad del Universo manifestado. Con todo, no son sino una ilusión producida por la ley de contrastes que, como ha quedado descrito, es una ley fundamental de la Naturaleza. Ni el bien ni el mal existirían si no fuera por la luz que ellos mutuamente se proyectan. Habiéndose observado que el Ser ofrece desde la creación del mundo estos contrastes, sea bajo la forma que sea, y que el mal predomina en el Universo debido a la adoración del ego o egoísmo, la rica metáfora oriental señala la existencia del ser expiando el error de la Naturaleza; y el alma humana (psyche) ha sido considerada por ello como cabeza de turco y víctima del Super–Alma inconsciente. Pero no es al pesimismo al que dio nacimiento, sino a la Sabiduría. La ignorancia sólo es martirio voluntario, pero el conocimiento es el maestro del pesimismo natural. Este último se hizo gradualmente innato en el hombre mediante el proceso de herencia o atavismo. Está siempre presente en nosotros, por muy latente y silenciosa que haya sido su voz en un comienzo. En medio de las primeras alegrías de la existencia, cuando aún estamos pletóricos de las energías vitales de la juventud, cada uno de nosotros somos ya capaces de acusar a la Vida, sentirla como una carga, y frecuentemente de maldecir nuestro ser por las primeras punzadas de dolor recibidas después de un fracaso, o por la súbita aparición de una “oscura nube”. Esto muestra la existencia de pesimismo en nuestra sangre, al mismo tiempo que la presencia de los frutos de la ignorancia. A medida que se multiplica la humanidad –y con ello el sufrimiento, que es resultado natural de su creciente número–, se intensifican los dolores y las penas. Vivimos en una atmósfera sombría y de desesperación, pero esto es debido a que nuestros ojos están abatidos y clavados en la tierra, con todas sus groseras manifestaciones físicas y materiales. Si en vez de esto, el hombre, al seguir su viaje por la vida, mirara no hacia el cielo –lo cual es sólo una expresión del lenguaje–, sino dentro de sí mismo, y centrara su punto de observación en el hombre interno, entonces escaparía pronto de los “anillos de la gran serpiente de la ilusión”. Su vida, desde la cuna hasta la tumba, sería entonces soportable y digna de vivir, aun en sus peores fases. El pesimismo, ese recelo crónico de estar el mal acechando en todas partes, es así de naturaleza dual y da frutos de dos clases. Es una característica natural en el hombre físico y se convierte en maldición sólo para el ignorante. Es un favor para el hombre espiritual, puesto que hace que vuelva a la recta senda y le lleva al descubrimiento de otra verdad igualmente fundamental; y es que todo en este mundo es sólo preparatorio por ser transitorio. Es como un resquicio en las oscuras paredes de la prisión de la vida terrena, a través del cual entra un rayo de luz de la mansión eterna que, iluminando los sentidos internos, susurra al prisionero en su caparazón de arcilla el origen y el misterio 6

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dual de nuestro ser. Al mismo tiempo, es una prueba tácita de la presencia en el hombre de aquello que sabe, sin haber sido instruido, es decir, que hay otra y mejor vida una vez que se ha vivido de principio a fin la maldición de las vidas terrestres. Esta explicación del problema y origen del mal, siendo como ya se ha dicho, de naturaleza enteramente metafísica, no tiene nada que ver con las leyes físicas. Perteneciendo, como pertenece, totalmente a la parte espiritual del hombre, es mucho más peligroso tratarlo superficialmente que ignorarlo. Pues, al encontrarse en la misma raíz de la ética de Gautama Buddha y al haber caído ahora en manos de los modernos filisteos del materialismo, el confundir ambos sistemas de pensamiento “pesimista” sólo puede llevar al suicidio mental, si no lleva a algo peor. La sabiduría oriental enseña que el espíritu ha de pasar por la experiencia penosa de la encarnación y la vida, y recibir su bautismo de materia, antes de poder alcanzar la experiencia y el Conocimiento. Sólo después de esto recibe el bautismo del alma, o auto–conciencia, y puede retornar a su condición original, la de un dios, experiencia, que finaliza con más omnisciencia. En otras palabras, sólo puede volver a su estado originario de homogeneidad, de esencia primordial, mediante la suma de los resultados del karma, que es lo único que permite crear una deidad absolutamente conciente, separada sólo un grado del Todo Absoluto. Incluso de acuerdo con el texto de la Biblia, el mal debe haber existido antes de Adán y Eva, quienes son por ello inocentes de la calumnia del Pecado Original. Pues si no hubiera existido mal o pecado antes que ellos, no podría haber existido ni Serpiente tentadora ni Arbol del Conocimiento del Bien y del Mal en el Edén. Las características de ese manzano se muestran en el verso en que la pareja ha probado su fruto: “Sus ojos se abrieron y ellos conocieron” muchas cosas además de reconocer que estaban desnudos. Demostrando que demasiado conocimiento acerca de la materia es un mal. Pero así es, y nuestra tarea es examinar y combatir esa nueva y perniciosa teoría. Hasta ahora se ha mantenido el pesimismo dentro de los límites de la filosofía y la metafísica, y no había mostrado la pretensión de invadir el dominio de la ciencia puramente física, tal como hace el Darvinismo. La teoría evolucionista ha llegado a ser hoy en día casi universal, y no hay escuela –salvo las dominicales y misioneras– en que no se enseñe con más o menos modificaciones sobre la idea original. Por otra parte, no hay doctrina de la que se haya abusado y aprovechado tanto como la de la evolución, especialmente por medio de la aplicación de sus leyes fundamentales a la solución de los problemas más complejos y abstractos de la existencia multifacética del hombre. Allí donde la psicología y aun la filosofía “teme pisar fuerte”, la biología materialista aplica contundentemente sus analogías superficiales y prejuzgadas conclusiones. Lo peor de todo es que pretendiendo el hombre ser sólo un animal superior, sostiene este derecho como pertenencia innegable al campo de la ciencia evolucionista. Las paradojas en estos “dominios” llueven sobre mojado. Como “el hombre es la medida de todas las cosas”, es medido y analizado por el animal. Un materialista alemán pretende que la evolución espiritual y psíquica sea una propiedad legítima de la fisiología y biología; siendo únicamente los misterios de la embriología y de la zoología –según se dice– capaces de 7

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resolver los de la conciencia en el hombre y los del origen de su alma3. Otro encuentra justificación para el suicidio en el ejemplo de animales que, cuando están cansados de vivir, ponen fin a su existencia mediante la inanición4. Hasta ahora, el Pesimismo había tenido un punto débil –a pesar de la abundancia y brillantez de sus paradojas– y ha sido la ausencia de alguna base real y evidente sobre la que apoyarse. Sus seguidores no tuvieron un pensamiento vívido ni guía que les sirviese de faro y les ayudase a salvar los escollos de la vida –reales o imaginarios– que ellos mismos sembraron tan profusamente en forma de denuncias contra la vida y la existencia. Todo lo que pudieron hacer fue confiar en sus representantes –quienes ocuparon su tiempo muy ingeniosa, si no provechosamente, en unir los muchos y variados males de la vida a proposiciones metafísicas de grandes pensadores alemanes como Schopenhauer o Hartmann– de la misma manera que niños pequeños atan coloreadas colas a los cometas de sus mayores y se regocijan viéndolas en el aire. Pero ahora el programa va a cambiar. Los pesimistas han encontrado algo más sólido y autorizado, si bien menos filosófico, a que unir sus lamentaciones y cantos fúnebres, que las cometas metafísicas de Schopenhauer. Los días en que ellos coincidían con las ideas de este filósofo, que señalaba a la Voluntad Universal como responsable de todo el mal en el mundo, han pasado para ya no volver más. Tampoco quedarán satisfechos con el indeterminado “inconsciente” de Hartmann. Han estado buscando diligentemente un suelo más agradable y menos metafísico sobre el que construir su filosofía pesimista, y han sido recompensados por el éxito, ahora que han encontrado la causa del Sufrimiento Universal en las leyes fundamentales del desarrollo físico. El mal ya no será asociado por más tiempo al nebuloso e incierto fantasma llamado “Voluntad”, sino a un hecho real y obvio: los pesimistas serán llevados en lo sucesivo a remolque por los evolucionistas. El argumento básico de su representante ha sido dado en la frase que abre este artículo. El Universo y todo lo que contiene, apareció como consecuencia de la “disgregación de la Unidad en Pluralidad”. Esta interpretación más bien oscura de la fórmula inda no hace referencia, a juicio del pesimista, a la Unidad una, a la abstracción vedantina llamada Parabrahman; de otra manera, ciertamente, yo no hubiera utilizado la palabra “disgregación”; ni tiene tampoco mucho que ver con Mûlaprakriti o el “Velo” de Parabrahman; ni siquiera con la materia primordial primeramente manifestada, a no ser por inferencia, como se deduce de la exposición del Dr. Mainländer, sino sobre todo con el protoplasma terrestre. Se ignora totalmente en este caso al espíritu o la deidad, evidentemente por la necesidad de mostrarlo todo como “un dominio legítimo de la ciencia física”. En suma, se pretende que la fórmula clásica tenga su base y encuentre su justificación en la teoría de que “a partir de unas pocas formas, o quizás de una sola, de la naturaleza más simple han evolucionado gradualmente todos los diferentes animales y plantas que 3

HæckeI.

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Leo Bach.

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existen y todos los organismos que han existido en la Tierra” (Darwin). Se nos dice que este axioma de la ciencia es el que justifica y demuestra el dogma filosófico hindú. ¿Cuál es este axioma? Pues es el siguiente: la ciencia enseña que las series de transformaciones a través de las cuales la simiente acaba convirtiéndose en árbol, o el óvulo en un animal, en cualquier caso, no consisten en otra cosa que en la transformación de la estructura desde la forma homogénea a la heterogénea o compuesta. Esta es entonces la verdad científica que verifica la fórmula inda por medio de la evolucionista, la que identifica a ambas y exalta de este modo la sabiduría antigua, reconociéndola merecedora de la atención del moderno pensamiento materialista. Esta fórmula filosófica –explica nuestro pesimista– no es corroborada simplemente por el crecimiento y desarrollo individual de especies aisladas, sino que se demuestra en lo general y en lo particular. Se encuentra justificada tanto en la evolución y crecimiento del Universo como en el de nuestro planeta. En suma, el nacimiento, crecimiento y desarrollo del mundo orgánico en su íntegra totalidad están ahí para demostrar la sabiduría antigua. Descendiendo desde lo universal a lo particular, se ha descubierto que el mundo orgánico está sujeto a la misma ley de eterna y creciente elaboración, de transición de la unidad a la pluralidad como “fórmula fundamental de la evolución de la vida”. Aun el crecimiento de las naciones, de la vida social, de las instituciones públicas, el desarrollo de las lenguas, artes y ciencias, todo sigue inevitable y fatalmente la omniabarcante “ley de la disgregación de la unidad en la pluralidad y de la transición de lo homogéneo a lo multiforme”. Pero al seguir la sabiduría inda, nuestro autor exagera esta ley fundamental a su manera y la distorsiona. llega a relacionar incluso esta ley con los destinos históricos de la Humanidad. Hace de estos destinos algo subordinado a la exactitud de la concepción inda y lo toma como demostración de ésta. El sostiene que la Humanidad, como un todo íntegro, deriva cada vez más lejos de su originaria y saludable unidad armónica a medida que se desarrolla y progresa en su evolución y se separa en partes, convirtiéndose cada una en rama, independiente de la unidad. Las complejidades de las fuerzas sociales, de las relaciones sociales, as! como de las individuales, conducen todas ellas a un debilitamiento de la potencia vital, a una relajación de la energía de sentimientos y a una destrucción de esa unidad integral, sin la cual no hay armonía interna posible. La ausencia de esa armonía genera una discordia interna que se convierte en causa de la mayor miseria mental. El mal tiene sus raíces en la misma naturaleza de la evolución de la vida y de sus complicaciones. Cada uno de sus pasos hacia adelante es, al mismo tiempo, un paso hacia la disolución de su energía y conduce a una pasiva apatía. Tal es el resultado inevitable –dice él– de cada complicación progresiva de la vida, ya que la evolución o desarrollo es una transición de lo homogéneo a lo heterogéneo, una dispersión del todo en lo múltiple, etc. Esta terrible ley es universal y se aplica a toda la Creación, desde lo infinitamente pequeño hasta el hombre, pues como él dice, es una ley fundamental de la Naturaleza. Ahora bien, es justamente por esta consideración unilateral de la naturaleza física, que el autor alemán acepta –sin ninguna referencia a su aspecto espiritual y psíquico– que 9

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su escuela se ve condenada al fracaso. No se trata de si la mencionada ley de diferenciación, y sus fatales consecuencias, pueden aplicarse o no en ciertos casos al crecimiento y desarrollo de las especies animales, e incluso al hombre; lino simplemente, puesto que es la base y el apoyo principal de toda la nueva teoría de la escuela Pesimista, de si es realmente una ley universal y fundamental. Queremos saber si esta fórmula básica de evolución abarca todo el proceso del desarrollo y crecimiento en su totalidad; y si está dentro del campo de la ciencia física o no. Como dice Mainländer, si “no es más que la transición desde el estado homogéneo al heterogéneo”, entonces queda por probar si el proceso mencionado “produce todas las complicadas combinaciones de tejidos y órganos que forman y completan al animal perfecto o a la planta perfecta”. Como ya han hecho notar algunos críticos en Pesimismo y Progreso, el pesimista alemán no lo duda un instante. Su supuesto descubrimiento y su doctrina “descansan completamente en la certeza de que el desarrollo y la ley fundamental del complejo proceso de la organización representa sólo una cosa: la transformación de la unidad en la pluralidad”. De aquí la identificación del proceso con la disolución, decadencia y debilitamiento de todas las fuerzas y energías. Mainländer tendría razón con sus analogías si esta ley de diferenciación de lo homogéneo en lo heterogéneo representara realmente la ley fundamental de la evolución de la vida. Pero esta idea es totalmente errónea, tanto metafísica como físicamente. La evolución no sigue una línea recta, no más que cualquier otro proceso de la Naturaleza, sino que marcha cíclicamente, como todos los demás. Las serpientes cíclicas engullen sus colas como la Serpiente de la Eternidad. Y así la fórmula inda, que instruye como doctrina secreta que es, se corrobora claramente por las Ciencias Naturales y especialmente por la Biología. Esto es lo que leemos en las Cartas Científicas de un anónimo autor y crítico ruso: “En la evolución de individuos aislados, en la del mundo orgánico, en la del Universo, así como en el crecimiento y desarrollo de nuestro planeta –en suma, en todas partes en que tiene lugar alguno de los procesos de progresiva complejidad– encontramos además de la transición de la unidad ala pluralidad, de la homogeneidad a la heterogeneidad, una transformación inversa, una transición de la pluralidad a la unidad, de lo heterogéneo a lo homogéneo… Una minuciosa observación del proceso mencionado de progresiva complejidad ha mostrado que lo que tiene lugar en éste no es sólo una separación de partes, sino también su mutua absorción… Mientras que en una porción de células, éstas se fusionan unas en otras y se unen en un todo uniforme, formando fibras musculares, tejidos musculares, otras son absorbidas en tejidos óseos y nerviosos, etc. Lo mismo tiene lugar en la formación de las plantas…”

En este caso lo que es de naturaleza material repite la ley que actúa en la evolución de las naturalezas psíquica y espiritual: ambas descienden para volver a ascender y fusionarse en el punto de partida. La homogénea masa formativa o elemento diferenciado en sus partes, se transforma gradualmente en heterogénea; entonces, fundiéndose esas partes en un todo armónico, recomienza un proceso inverso, o reinvolución, y retornan asimismo gradualmente a su estado primitivo o primordial.

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Tampoco encuentra el Pesimismo un mayor apoyo en el Materialismo puro, ya que hasta ahora está teñido de una predisposición decididamente optimista. Sus principales partidarios nunca han vacilado, claro está, en hablar con desprecio de la adoración teológica de la “gloria de Dios y de todas sus obras”. Büchner lanza reproches al panteísta que ve en un mundo tan “disparatado y malo” la manifestación del Absoluto. Pero en general, los materialistas admiten un equilibrio del bien sobre el mal, quizás para amortiguar cualquier tendencia “supersticiosa” a buscar y esperar uno mejor. Por estrecho que sea su punto de vista y por limitado que sea su horizonte espiritual, no ven motivos en general para desesperar por el transcurso de las cosas. Los pesimistas panteístas, sin embargo, nunca han dejado de insistir en que la desesperación del ser conciente es el único resultado legítimo de la negación ateísta. Esta opinión es, naturalmente, axiomática, o debería serlo. Si “en esta vida sólo hay esperanza”, entonces la tragedia de la vida está absolutamente sin ninguna raison d'être (razón de ser) y una perpetuación del drama es tan necia como infructuosa. El hecho de que las conclusiones del Pesimismo hayan sido finalmente asimiladas por una cierta clase de escritores ateístas, es un hecho notable de hoy en día, y otro signo de los tiempos. Ello ilustra el tópico de que el vacío creado por la moderna negación científica no puede jamás ser llenado por las frías perspectivas ofrecidas como solacium (alivio) a los optimistas. El “comtiano” entusiasmo de la Humanidad es un concepto lo suficientemente pobre de tal modo que, “como los fuegos solares que lentamente mueren” (si en efecto mueren de algún modo), se basa en la futura aniquilación de la Raza para contentar a la ciencia física en este momento. Si todos los dolores y sufrimientos presentes –la feroz lucha por la existencia y todos los horrores que conllevan– no sirvieran para nada, y si el Hombre fuera un mero ephemeron (efímero), juguete de ciegas fuerzas, ¿por qué asistir a la perpetuación de la farsa? La “incesante rutina de materia, fuerza y ley”, no hará más que precipitar a un eterno olvido, a los millones de seres humanos que pululan y finalmente no dejará huellas o vestigios del pasado, cuando las cosas retornen a la nebulosidad de la bruma de fuego de donde surgieron. La vida terrestre no es un fin en si misma. Está cubierta de tenebrosidad y miseria. No es de extrañar entonces que el “negacionista” de alma ciega prefiera el pesimismo de Schopenhauer al infundado optimismo de Strauss y de sus seguidores que, a la vista de sus enseñanzas, recuerdan la fogosidad animal de un joven asno después de una buena comida de cardos. No obstante, una cosa es clara: la absoluta necesidad de tener alguna solución que acepte los hechos de la existencia bajo una perspectiva optimista. La sociedad moderna está saturada de un cinismo creciente y aversión a la vida. Este es el resultado de una completa ignorancia de las actuaciones del Karma y de la naturaleza de la evolución del Alma. El Pesimismo ha crecido indebidamente por una equivocada lealtad a los dogmas de la mecánica y falsa teoría de la evolución. Una vez que se ha comprendido el funcionamiento de la Gran Ley –¿y qué filosofía puede proporcionar mejores medios para tal comprensión y solución final, que la doctrina esotérica de los grandes sabios de la India?–, no queda locus standi posible para las recientes enmiendas al sistema de pensamiento schopenhaueriano o para las sutilezas metafísicas, urdidas por el “filósofo 11

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del inconsciente”. Sólo el estudio de la filosofía originaria –ahora esotérica– puede probar lo razonable de la existencia conciente. Y ella dice que “no hay vida ni muerte pues ambas son ilusorias; el Ser (o la Seidad) es, la única realidad”. Esta paradoja fue repetida miles de años después por uno de los mayores fisiólogos que han existido. “La Vida es Muerte”, dijo Claude Bernard. Los organismos viven porque sus partes están siempre muriendo. La supervivencia del más apto está basada seguramente en este principio. La vida de todo lo superior requiere la muerte de lo inferior, dependiendo de la muerte de las partes y estando subordinadas a ella. Y así como la vida es muerte, la muerte es vida y todo el gran ciclo de vidas forman no más que una Existencia cuyo peor día transcurre en nuestro Planeta. El que sabe, se impondrá. Pues hay un amanecer para cada ser; una vez liberado de la ilusión y de la ignorancia mediante el Conocimiento, proclamará en verdad y con plena Conciencia a Mahâ–mâyâ: “¡DESTRUIDA ESTA TU CASA Y EL TECHO HUNDIDO! ¡LA ILUSIÓN LA FORJO! A SALVO PARTO DE ALLÍ PARA OBTENER LA LIBERACIÓN…”

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“¡Genio! ¡Tú, don del Cielo, tú luz divina! En medio de qué peligros estás condenado a brillar. Frecuentemente la debilidad del cuerpo refrenará tu fuerza, frecuentemente ahogará tu vigor e impedirá tu curso; y los nervios temblorosos te fuerzan a refrenar tus más nobles esfuerzos de luchar con dolor ¡O la Miseria, triste huésped!…” CRABBE

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e entre1 los muchos problemas hasta ahora no resueltos en el Misterio de la Mente resalta de manera destacada la cuestión del Genio. ¿De dónde viene y qué es el genio, cuál es su raison d´être, cuáles las causas de su excesiva rareza? ¿Es de veras un “don del Cielo”? Y si es así, ¿por qué tales dones para unos, siendo la torpeza intelectual o incluso la idiotez el hado de otros? El considerar la aparición de hombres y mujeres de genio como un mero accidente, como un premio de la ciega suerte o dependiendo de causas exclusiva mente físicas, es concebible sólo para un materialista. Como certeramente dice un autor, sólo queda entonces esta alternativa: estar de acuerdo con el creyente en la existencia de un dios personal “para referir la aparición de todo individuo singular a un acto especial de la voluntad divina y de la energía creadora», o “reconocer en toda la sucesión de tales individuos un gran acto de alguna voluntad, expresado en una eterna ley inviolable”. El genio, como Coleridge lo definió, es desde luego, –según todos los indicios externos–, “la facultad de crecimiento”; sin embargo para la intuición interna del hombre la cuestión es: si es el genio –una aptitud anormal de la mente– el que se desarrolla y crece, o es el cerebro físico, su vehículo, el que a través de algún proceso misterioso se hace más apto para recibir y manifestar desde dentro hacia el exterior la naturaleza innata y divina del alma superior del hombre. Acaso los filósofos de la Antigüedad, en su sabiduría no sofisticada, estaban más cerca de la verdad que nuestros modernos sabiondos, cuando dotaron al hombre de una deidad tutelar, un Espíritu al que llamaban genius. La substancia, por no decir la esencia –observa la diferencia, 1

Artículo publicado en la revista Lucifer, en noviembre de 1889.

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lector– de esa entidad y la presencia de ambas, se manifiesta según el organismo de la persona con la que comunica. Como dice Shakespeare, lo que percibimos de la “substancia” del genio de los grandes hombres “no está aquí”: “Porque lo que ves no es sino la parte más pequeña… Pero si estuviera toda su figura aquí, Seria de una altura tan espaciosa y encumbrada Que tu techo no sería suficiente para contenerla …”

Esto es precisamente lo que enseña la Filosofía Esotérica. La llama del genio no es encendida por ninguna mano antropomórfica, excepto la del propio Espíritu de uno. Es la naturaleza misma de la Entidad Espiritual, de nuestro Ego, la que sigue tejiendo nuevas tramas de vidas en la tela de reencarnaciones sobre el telar del tiempo, desde los inicios hasta el final del gran Ciclo de Vida2. Esta es la naturaleza que se impone, más fuerte que la de la personalidad en el hombre común; de modo que lo que llamamos «manifestaciones de la genialidad» en una persona, son sólo los esfuerzos más o menos exitosos de ese Ego para hacerse valer en el plano exterior de su forma objetiva –el hombre de barro–, en la prosaica vida diaria de este último. Los EGOS de un Newton, Esquilo o Shakespeare son de la misma esencia y substancia que los de un palurdo, ignorante, loco o inclusive idiota; y la autoafirmación de sus genius informantes (espíritus tutelares) depende de la construcción fisiológica y material del hombre físico. Ningún Ego difiere de otro en cuanto a su primordial u original esencia y naturaleza. Lo que hace de un mortal un gran hombre y de otro una persona vulgar y tonta es, según se dice, la calidad y naturaleza de su cascarón y envoltura física, y la capacidad o incapacidad del cerebro y del cuerpo de transmitir y dar expresión a la luz del hombre interno, real; y esta aptitud o inaptitud es, a su vez, resultante del Karma. O, usando otro símil, el hombre físico es el instrumento musical y el Ego, el artista ejecutante. La potencialidad de la perfecta melodía del sonido está en el primero –el instrumento–, y ninguna habilidad del último puede despertar una armonía impecable en un instrumento roto o mal hecho. Esta armonía depende de la fidelidad de transmisión al plano objetivo, del inexpresado pensamiento divino que se encuentra en las mismas profundidades de la naturaleza subjetiva o interna del hombre, mediante palabra o acto. Siguiendo nuestro ejemplo, el hombre físico puede ser, un inapreciable Stradivarius, un violín barato y agrietado, o nuevamente una mediocridad entre ambos, en las manos de un Paganini que lo “anima”. Todas las naciones antiguas sabían esto. Pero aunque todas tenían sus Misterios y sus Hierofantes, no a todos podía enseñarse por igual la gran doctrina metafísica; y mientras unos pocos elegidos3 recibían tales verdades en su iniciación, a las masas sólo se les permitía acercarse a éstas con la mayor cautela, dentro de los límites –siempre lo 2

El período de un Manvantara completo, que comprende 4.320.000.000 de años solares.

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Los que ya habían alcanzado el nivel evolutivo necesario para “entender”, y eran concientes de ello.

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más lejanos posible–. “Del DIVINO TODO procedió Amun, la Divina Sabiduría… no la des a los indignos”, dice un Libro de Hermes. San Pablo, el “sabio Maestro Constructor”4 , no hace más que imitar a Thot–Hermes cuando dice a los Corintios: “Nosotros decimos la Sabiduría entre los que son perfectos (los iniciados)… hablamos sabiduría divina en MISTERIO, la Sabiduría oculta”5. A pesar de ello, todavía en nuestros días se acusa a los antiguos de blasfemia y de fetichismo, por su “culto a los héroes”. ¡Pero han profundizado los historiadores modernos alguna vez en la causa de tal “adoración”! Creemos que no. De otra manera ellos serían los primeros en darse cuenta de que lo que era “adorado”, o, más bien, a lo que se rendía honores no era ni al hombre de barro ni a la personalidad –el “héroe” o “santo fulano de tal”, que aún prevalece en la Iglesia de Roma, una iglesia que beatifica el cuerpo más que el alma–, sino al Espíritu divino prisionero, al “dios” exiliado dentro de esa personalidad. ¿Quién en el mundo profano sabe que incluso la mayoría de los magistrados (Arcontes de Atenas, mal traducidos en la Biblia como “príncipes”) –cuya tarea oficial era preparar la ciudad para tales procesiones–, ignoraba el verdadero significado del “culto” alegado? Ciertamente tenía razón San Pablo al declarar que “Nosotros decimos Sabiduría… no la sabiduría de este mundo… que ninguno de los Arcontes de este mundo (profano) conocía, sino la sabiduría oculta de los MISTERIOS.” Pues como de nuevo da a entender la Epístola del Apóstol, el lenguaje de los iniciados y sus secretos no los conoce ningún profano 6, ni aún un “Arconte” o gobernante fuera del templo (lugar) de los sagrados misterios; nadie “salvo el Espíritu del hombre (el Ego) que está en él” 7. Si se hubieran traducido los capítulos II y III de la I Epístola a los Corintios con el espíritu en que estaban escritos –incluso su letra muerta está ahora desfigurada–, el mundo podría percibir asombrosas revelaciones. Entre otras cosas habría una clave para los hasta ahora inexplicables ritos del antiguo Paganismo, uno de los cuales es el misterio de este mismo culto a los Héroes. Y mostraría que si las calles de la ciudad que honraba a uno de tales hombres estaban llenas de rosas esparcidas para el paso del héroe de ese día; si todos los ciudadanos estaban llamados a inclinarse reverentemente ante aquel que era tan festejado; y si el sacerdote y el poeta rivalizaban entre sí en su celo por inmortalizar el nombre del héroe después de su muerte… La filosofía oculta nos dice la razón de ello. “Contempla”, dice ésta, “en toda manifestación del genio –cuando está combinado con la virtud–” en el guerrero o en el bardo, en el gran pintor, artista, estadista u hombre de ciencia, que lo eleva por encima de las cabezas del vulgo en manada, “la innegable 4

Un término absolutamente teúrgico, masónico y oculto. Usándolo, Pablo se declara a sí mismo como Iniciado, teniendo el derecho de iniciar a otros. Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios III, 10. 5

Ibídem II, 6–8.

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Fanum, lugar sagrado. Pro–fanum (profano), fuera del lugar sagrado.

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Primera Epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios II, 11.

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presencia del exiliado celeste, el divino Ego cuyo carcelero eres tú, ¡oh hombre de materia!” Así, lo que denominamos deificación se aplica al Dios inmortal que está dentro, no a las paredes muertas o tabernáculo humano que lo contiene. Y esto fue hecho en reconocimiento tácito y silencioso de los esfuerzos realizados por el divino cautivo que, aún bajo las más adversas circunstancias de encarnación, logró manifestarse. El Ocultismo por tanto, no enseña nada nuevo al afirmar el axioma filosófico arriba mencionado. Tratando con más extensión el amplio tópico metafísico, sólo le da un último toque explicando ciertos detalles. Enseña, por ejemplo, que la presencia en el hombre de varios poderes creativos –llamados genios en general–, no es debida a ninguna suerte ciega, a ninguna cualidad innata a través de tendencias hereditarias, –aunque lo que se conoce por atavismo puede frecuentemente intensificar estas facultades–, sino a una acumulación de “antecedentes experienciales” individuales del Ego en su vida (y vidas) precedentes. Pues, aunque omnisciente en esencia y por naturaleza, aún necesita experimentar a través de sus personalidades las cosas de la tierra, terrestres en plano objetivo, para poner en vigor por medio de ellas la realización de esa omnisciencia abstracta. Y añade nuestra filosofía que el cultivo de ciertas aptitudes a través de una larga serie de encarnaciones pasadas, debe culminar finalmente en alguna vida, en un florecer perenne como genio, en una u otra dirección. Por ello, los grandes Genios, si son verdaderos e innatos y no meramente una expansión anormal de nuestro intelecto humano, nunca pueden copiar o rebajarse a imitar, sino que siempre serán originales, sui generis en sus impulsos creativos y realizaciones. Como esos lirios gigantes de la India que brotan súbitamente, acunados por las nubes, en las grietas y fisuras de las desnudas rocas de las altas mesetas en los montes Nilgiri, así también el verdadero Genio necesita solamente una oportunidad para mostrarse en la existencia y florecer a la vista de todos en el suelo más árido, pues su estampa es siempre inconfundible. Usando un dicho popular, el genio innato al igual que los crímenes, saldrá a la luz tarde o temprano y cuanto más se haya querido suprimir u ocultar, mayor será el torrente de luz arrojado por su súbita irrupción. Por otra parte, el genio artificial, tantas veces confundido con el anterior y que en realidad no es más que el resultado de prolongados estudios y preparación, nunca será, por decirlo así, más que la llama de la lámpara encendida fuera del portal del templo; puede lanzar una larga estela de luz de una parte a otra de la carretera, pero deja el interior del edificio a oscuras. Y como toda facultad y propiedad en la Naturaleza es dual –esto es, puede hacerse que sirva a dos fines, tanto a uno bueno como a otro malo–, de este modo se delatará el genio artificial a sí mismo. Nacido del caos de las sensaciones terrenales, de las facultades perceptivas y retentivas, todavía de memoria finita, siempre será esclavo de su cuerpo; y ese cuerpo, debido a su inconstancia y a la tendencia natural de la materia hacia la confusión, llevará incluso a los considerados “grandes genios” de regreso a su propio elemento primordial, que es el caos, el mal, o la Tierra.

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Así, entre el genio verdadero y el artificial, uno nacido de la luz del Ego inmortal, el otro de los efímeros fuegos fatuos del intelecto terrestre o puramente humano y del alma animal, media un abismo, sólo salvable para quien aspira ir siempre hacia adelante; quien nunca pierde de vista, aun en las profundidades de la materia, esa estrella guía del Alma Divina y de la Mente, lo que llamamos Buddhi–Manas. Este último no requiere, al contrario que el primero, cultivarse. Las palabras del poeta afirman que la lámpara del genio: “Si no es protegida, podada y alimentada con cuidado Pronto muere, o llega a derrocharse con vacilante luz.”

Estas palabras pueden aplicarse solamente al genio artificial, resultante de la cultura y de una agudeza puramente intelectual. No es la luz directa de los Mânasaputras, los Hijos de la Sabiduría, pues el verdadero “Genius”, alumbrado por la llama de nuestra naturaleza superior o Ego, no puede morir. Es por ello que es tan sumamente raro. Lavater calculó que “la proporción de genios (en general) respecto a hombres ordinarios es de uno por un millón; pero para genios sin tiranía, sin presunción, que juzgan al débil con equidad, al superior con humanidad, y a los iguales con justicia, esa proporción es de uno entre diez millones.” Esto verdaderamente es interesante, aunque no demasiado lisonjero para la naturaleza humana si por “genio”, entendía Lavater sólo la clase más alta del intelecto humano, desarrollado por el cultivo, “protegido, podado y alimentado”, y no el genio del que hablamos nosotros. Además tal genio es siempre capaz de conducir hasta los extremos del infortunio o del bienestar, a aquel a través de quién se manifiesta esta luz artificial de la mente terrestre. Al igual que los genios (deidades, espíritus tutelares) buenos y malos de los antiguos, con quienes comparte tan apropiadamente el nombre, el genio humano coge a su desvalido poseedor de la mano y le conduce un día a los pináculos de la fama, la fortuna y la gloria, para sumergirle al día siguiente en un abismo de deshonra, desesperación y frecuentemente de crimen. Pero, de acuerdo con el gran fisonomista, en este mundo hay más genios de este último tipo, ya que, como enseña el Ocultismo, es más fácil para la personalidad, con sus agudos sentidos físicos y tatwas8, tender hacia el cuaternario inferior que remontarse a su tríada; la filosofía moderna, no sabe nada de su más elevada forma espiritual, “uno por cada diez millones”, aunque es bastante entendida en conformar genios inferiores. Así es natural que confundiendo uno con otro se hayan equivocado los mejores escritores modernos al definir el verdadero genio. Como consecuencia, oímos y leemos continuamente muchas cosas que a los ocultistas les parecen bastante paradójicas. “El genio necesita cultivarse”, dice uno; “el genio es vano y autosuficiente”, dice otro; mientras un tercero seguirá definiendo la luz divina no más que para empequeñecerla en el lecho de Procusto de su propia estrechez intelectual de miras. Hablará de la gran excentricidad de los genios, emparentándola como norma general 8

“Aquello” eternamente existente, los diferentes principios de la Naturaleza, en su significado oculto. Ver Glosario Teosófico.

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con una “constitución inflamable”, aun lo mostrará como “¡presa de cualquier pasión, pero rara vez de inclinaciones delicadas!” (Lord Kaimes). Es inútil discutir con estos, o decirles que los genios originales y grandes apagan los más deslumbrantes rayos de intelectualidad humana como el sol apaga la luz de una llama de fuego en un campo abierto; que nunca es excéntrico; aunque siempre sui generis; y que ningún hombre dotado de verdadero genio puede jamás abandonarse a sus pasiones físicas animales. En la opinión de un humilde ocultista sólo un gran carácter altruista como el de Buddha o el de Jesús, y el de sus pocos imitadores fieles, pueden ser considerados en nuestro ciclo histórico como GENIOS completamente desarrollados. De ahí que el verdadero genio tenga pocas posibilidades de recibir su reconocimiento en nuestra era de convencionalismos, hipocresía y contemporización. A medida que el mundo aumenta en civilización se expande su fiero egoísmo, y apedrea a sus verdaderos profetas y genios en beneficio de sus sombras remedadas. Sólo las agitadas masas de millones de ignorantes, el gran corazón de la gente, son capaces de sentir intuitivamente a una verdadera “gran alma” llena de amor divino por la humanidad, de compasión divina por el hombre sufriente. De aquí que sólo el pueblo llano es aún capaz de reconocer al genio, como que sin tales cualidades ningún hombre tiene derecho a ese nombre. Ningún genio puede encontrarse ahora en la Iglesia o el Estado y eso lo prueba su propia confesión. Parece que hubiese pasado mucho tiempo desde que en el siglo XIII el “Doctor Angélico”9 desairó al Papa Inocencio IV, quien haciendo alarde de los millones obtenidos por la venta de absoluciones e indulgencias, hizo a Santo Tomás de Aquino la siguiente observación “¡la era en que la Iglesia decía: 'Plata y oro no tengo', ha pasado!” “Cierto,” fue la rápida contestación; “pero también ha pasado la era en que podía decir a un paralítico, ¡Levántate y anda!” Y sin embargo, desde aquel tiempo y desde mucho, mucho antes hasta nuestro días no ha cesado en ningún instante la crucifixión de su Maestro ideal por la Iglesia y el Estado. Mientras cada Estado cristiano rompe con sus leyes y costumbres, con todo mandamiento dado en el Sermón de la Montaña, la Iglesia cristiana se justifica y aprueba esto a través de sus propios obispos que desesperadamente proclaman: “Un Estado cristiano sobre principios cristianos es imposible” 10. De ahí que no sea posible un modo de vida semejante al de Cristo (o Buddha) en los Estados civilizados. El ocultista, entonces, para quien “el verdadero genio es sinónimo de mente auto–existente e infinita”, reflejado más o menos fielmente por el hombre, no encuentra en las definiciones modernas del término nada que se aproxime a lo correcto. Por su parte, los modernos seguramente recibirán con irrisión la interpretación esotérica. La misma idea de que cada hombre con un “alma” dentro de sí es el vehículo de un genio, parecerá supremamente absurda aun para los creyentes, mientras que los materialistas se pondrán a malas con ella llamándola “crasa superstición”. Por lo que se 9

Nombre con el que era denominado Santo Tomás de Aquino, y Escuela Angélica, la que seguían sus discípulos o tomistas. Ver José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo IV, Alianza Editorial. Madrid, 1981, página 3271.

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Ver “Going to an Fro”, primer artículo (Lucifer, nov. 1889).

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refiere al sentimiento popular –el único aproximadamente correcto ya que es puramente intuicional (no intelectualizado)– ni será tenido en cuenta. El mismo epíteto elástico y cómodo de “superstición” será usado, una vez más, para explicar por qué no ha habido nunca aún un genio universalmente reconocido –tanto de un tipo como de otro– sin una cierta cantidad de cuentos y leyendas misteriosas, fantásticas y, frecuentemente extraordinarias relacionadas con ese carácter tan único, acompañándolo en su vida y aun sobreviviéndole. Con todo, son sólo los no sofisticados, las denominadas masas “ignorantes”, los que –justamente a causa de esa falta de razonamiento sofisticado– cada vez que toman contacto con un carácter anormal, fuera de lo común, sienten que hay en él algo más que el mero hombre mortal de carne y atributos intelectuales. Y sintiéndose ellos mismos en presencia de lo que en la inmensa mayoría está siempre oculto, de algo incomprensible para sus mentalidades prosaicas, experimentan el mismo temor reverencial que las masas populares sintieron antiguamente cuando su fantasía, muchas veces más infalible que la razón cultivada, hizo dioses de sus héroes, enseñando: “… Al débil a inclinarse, al orgulloso a rezar a los poderes nunca vistos y más poderosos que ellos…” Esto ahora se llama SUPERSTICION…

¿Pero qué es superstición? Es cierto que tenemos miedo de aquello que no nos podemos explicar claramente. Como niños a oscuras, tanto los cultos como los ignorantes, somos todos propensos a poblar esa oscuridad con fantasmas de nuestra propia creación; pero esos “fantasmas” no prueban de ningún modo, que esa “oscuridad” –que es sólo otra forma de denominar lo “invisible” y “oculto”– está realmente vacía de cualquier presencia salvo la nuestra propia. De manera que si en su forma exagerada es la “superstición” un extraño íncubo11, como una creencia en las cosas “más arriba y más allá” de nuestros sentidos físicos, no obstante es también un modesto reconocimiento de que hay cosas en el Universo, y alrededor nuestro, de las que no sabemos nada. Bajo este sentido no se convierte la “superstición” en un sentimiento irrazonable, mitad asombro, mitad pavor, mezclado con la admiración y la reverencia, o con el miedo, según los dictados de nuestra intuición. Y esto es mucho más razonable que repetir con los sabiondos demasiado doctos: que no hay nada, “nada en absoluto en esa oscuridad”, ni puede haber nada allí ya que ellos no han acertado a percibirlo. ¡Eppur si muove! Donde hay humo, ahí debe haber fuego; donde hay vapor húmedo allí debe haber agua. Nuestra reclamación descansa sobre una verdad axiomática eterna: nihil sine causa. El genio y el sufrimiento inmerecido son prueba del Ego inmortal y de la Reencarnación en nuestro mundo. Por lo demás, es decir, por lo que se refiere a las calumnias y burlas con las que se encuentran tales doctrinas esotéricas, Fielding –también una suerte de genio, a su manera–, dio cuenta de nuestra respuesta un siglo 11

Dícese del espíritu, diablo o demonio que, según la opinión vulgar, tiene comercio carnal con una mujer, bajo la apariencia de varón.

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antes. Nunca pronunció una verdad mayor que el día en que escribió que “Si la superstición hace del hombre un tonto, el ESCEPTICISMO LO CONVIERTE EN UN LOCO”.

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Como este material sobre el tema de los sueños no es fácilmente asequible a los estudiosos de los escritos de H. P. B., y dado que este tema no ha sido tratado con tanta amplitud en ninguna otra parte de la literatura teosófica, lo reproducimos aquí tomado de The Transactions of the Blavatsky Lodge, las cuales se editaron originariamente en forma de opúsculo, en 1889. A los estudiantes les interesará saber que esas “Transactions” fueron compiladas de los apuntes taquigráficos tomados de las propias palabras de H.P.B., siendo por lo tanto, los de la Filosofía Esotérica, tal como fueron dados por la misma H. P. Blavatsky.

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REGUNTA: ¿Cuáles son los “principios”1 que están activos durante el sueño?

RESPUESTA: El “principio” activo durante el sueño ordinario –el cual debe distinguirse del verdadero sueño, y al cual se le llama sueño frívolo– es “Kama”, el asiento del Ego personal2 y del deseo, despertado a la actividad caótica por las adormecidas reminiscencias del Manas inferior. P: ¿Qué es el “Manas inferior”? R: Generalmente se le llama alma animal; (el Nephesh de los Kabalistas hebreos). Es el rayo que emana del Manas superior o Ego permanente, y ese “principio” es el que forma la mente humana y, en los animales, el instinto, porque los animales también sueñan3. La acción combinada de “Kama” y del “alma animal” es, sin embargo, meramente mecánica. Es el instinto, no la razón, lo que está activo en ellos. Durante el sueño del cuerpo, mecánicamente reciben y envían descargas eléctricas hacia y desde diversos centros nerviosos. El cerebro es apenas impresionado por ellas, y la memoria las almacena, naturalmente, sin orden ni secuencia. Al despertar, estas impresiones se borran gradualmente, como ocurre con cualquier sombra fugaz que no tiene ninguna base real o sustancia que la respalde. La facultad retentiva del cerebro, sin embargo, sólo podrá registrarlas y conservarlas siempre que hayan sido fuertemente impresas. Pero, por regla general, nuestra memoria registra solamente las impresiones fugaces y deformadas que recibe el cerebro en el momento de despertar. Este aspecto de los

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Principios: Son los elementos o esencias originales, las diferenciaciones fundamentales, sobre y de las que se han formado todas las cosas. Empleamos dicho término para designar los siete aspectos individuales y fundamentales de la Realidad única universal en el Kosmos y en el hombre. Se han expuesto diversas clasificaciones de los Principios humanos. Tenemos la división en dos, tres, cuatro, cinco, seis y hay por último la clasificación esotérica, o mejor dicho semiesotérica, llamada septenaria, cuyos siete Principios, empezando por el superior, se enumeran generalmente de este modo: 1. Âtman (Espíritu); 2. Buddhi (alma espiritual); 3. Manas (mente o alma humana); 4. Kâmarûpa (alma animal, asiento de los instintos, deseos ni pasiones); 5. Prâna (vida, o sea la porción de Jîva [ vida en el sentido de lo Absoluto] que el cuerpo físico se ha apropiado); 6. Linga Sarîra (cuerpo astral o doble etéreo, vehículo de la vida: y 7 Sthûla Sarîra (el cuerpo físico, moldeado sobre el Linga Sarîra). En rigor, sólo deben contarse seis principios, porque el Âtman o Âtma no se ha de considerar como tal, puesto que es un rayo del Todo Absoluto y es la síntesis de los seis. – (Salvo la nota 3, que es del editor del original inglés, todas las demás notas son del editor de esta versión española, y son tomadas del Glosario Teosófico por H. P. Blavatsky, edición española del año 1916).

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Ego. La Filosofía Esotérica enseña la existencia de dos Egos en el hombre, el mortal o personal, y el superior, divino e impersonal. Al primero se le llama “personalidad”, y al segundo “individualidad”.

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La palabra “soñar” significa realmente “dormitar”; esta última función es denominada en ruso dreamâtj. – N. del editor original.

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“sueños”, sin embargo, ha sido suficientemente observado, y correcta y suficientemente descrito en las modernas obras de fisiología y biología, dado que tales sueños humanos no difieren mucho de los sueños de los animales. Lo que es enteramente terra incognita para la ciencia son los verdaderos sueños y experiencias del Ego superior, a los que también se denomina sueños, pero que no deberían denominarse así, o se debería cambiar el nombre de las otras “visiones” del sueño. P: ¿En qué difieren éstas? R: La naturaleza y funciones de los sueños verdaderos, no pueden ser comprendidos a menos que admitamos la existencia de un Ego inmortal en el hombre mortal, independiente del cuerpo físico, pues el asunto se vuelve totalmente incomprensible a menos que creamos –lo cual es un hecho– que durante el sueño queda solamente una animada forma de arcilla, cuyos poderes de pensar independientemente están enteramente paralizados. Pero si admitimos la existencia de un Ego superior o permanente en nosotros –el cual no debe ser confundido con lo que llamamos “Yo superior”– podemos comprender que aquello que a menudo consideramos como sueños, generalmente aceptados como frívolas fantasías, son, en verdad, páginas sueltas, arrancadas de la vida y experiencias del hombre interno, cuyo confuso recuerdo, ha sido deformado más o menos por nuestra memoria física, en el momento de despertar. Esta última capta, mecánicamente, unas pocas impresiones de los pensamientos, de los hechos presenciados, y de los actos realizados por el hombre interno durante sus horas de completa libertad. Porque nuestro Ego vive su propia vida independiente dentro de su prisión de arcilla todas las veces que se libera de los estorbos de la materia, como ser: durante el sueño del hombre físico. Es este Ego el actor, el hombre real, el verdadero ser humano. Pero el hombre físico no puede sentir ni ser consciente durante los sueños; porque la personalidad, el hombre externo, con su cerebro y aparato pensante, está hasta cierto punto paralizado. Podríamos muy bien comparar al Ego real, con un prisionero, y a la personalidad física, con el carcelero de su prisión. Si el carcelero se duerme, el prisionero escapa, o, por lo menos, traspone las paredes de su prisión. El carcelero está semidormido y mira, cabeceando, todo el tiempo fuera de la ventana, a través de la cual sólo puede captar vislumbres ocasionales de su prisionero, como si se tratara de una vaga sombra que se estuviera moviendo enfrente de él. Pero, ¿qué puede percibir, o qué puede conocer él de las verdaderas acciones, y especialmente de los pensamientos, de aquél a quien custodia? P: Los pensamientos del uno ¿no se imprimen sobre el otro? R: No, por lo menos durante el sueño; porque el Ego real no piensa del mismo modo que su efímera y transitoria personalidad. Durante las horas de vigilia, los pensamientos y la voz del Ego superior llegan, o no llegan, hasta su carcelero, el hombre físico; pues ellos constituyen la Voz de la Conciencia, pero durante su sueño, ellos son, absolutamente, la Voz en el Desierto. En los pensamientos del hombre verdadero, o de la “individualidad” inmortal, las imágenes y visiones del Pasado y del Futuro están como 4

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Presente; y sus pensamientos no son como los nuestros, imágenes subjetivas en nuestra cerebración, sino actos y hechos vivientes, realidades del tiempo presente. Son realidades, así como lo eran cuando el habla, sólo expresada en sonidos, no existía; cuando los pensamientos, eran cosas, y los hombres no necesitaban expresarlos en palabras; porque instantáneamente ellos mismos se resolvían en acciones mediante el poder de Kriya–Sakti4, ese poder misterioso que instantáneamente transforma las ideas en formas visibles, y éstas eran tan objetivas para el “hombre” de la primitiva tercera raza5 como los objetos visibles lo son ahora para nosotros. P: ¿Cómo explica, entonces, la Filosofía Esotérica, la transmisión de algunos fragmentos, aunque sean pocos, de esos pensamientos del Ego a nuestra memoria física, la cual, a veces, los retiene? R: Todos ellos se reflejan en el cerebro de la persona que duerme, cual las sombras exteriores que se proyectan sobre las paredes de lona de una tienda de campaña, las cuales el ocupante ve al despertar. Entonces, el hombre piensa que ha soñado todo eso, y lo siente como si lo hubiera vivido por conducto de algo, mientras que en realidad son los pensamientos–acciones del verdadero Ego lo que él ha percibido vagamente. A medida que va despertando plenamente, sus recuerdos se vuelven, a cada minuto, más deformes, y se mezclan con las imágenes proyectadas por el cerebro físico, bajo la acción del estímulo que obliga a despertar al que duerme. Estos recuerdos, por el poder de asociación, ponen en movimiento varios órdenes de ideas. P: Es difícil comprender cómo el Ego puede actuar durante la noche en sucesos que han ocurrido hace tiempo. ¿No quedó establecido que los sueños no son subjetivos? R: ¿Cómo podrían ser subjetivos cuando el estado de sueño, es él también, para nosotros, y en nuestro plano, de todos modos, algo subjetivo? Para el que sueña (en este caso, el Ego), en su propio plano, las cosas de ese plano son tan objetivas para él, como nuestros propios actos lo son para nosotros.

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Kriya–SakIi. El poder del pensamiento; una de las siete fuerzas de Naturaleza. La potencia creadora de los yoguis perfectos. Es aquel misterioso y divino poder latente en la voluntad de cada hombre, y que, si no es llamado a la vida, avivado y desarrollado por la práctica del yoga, permanece inerte en los 999.999 de cada millón de hombres, por cuya razón se llega a atrofiar. Es aquel misterioso poder del Pensamiento que, en virtud de su propia energía inherente, le permite producir resultados fenomenales externos, perceptibles. Los antiguos sostenían que una idea cualquiera se manifestará exteriormente si la atención (y la voluntad) de uno está profundamente concentrada en ella. De igual modo, una volición intensa será seguida del resultado apetecido. En el Libro de Dzyan, segunda parte, estancia VII, Nº 21, se lee: “La tercera Raza vino a ser el vehículo de los Señores de la Sabiduría. Creó hijos de la Voluntad y del Yoga, mediante el Kriya–Sakti los creó…”

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Tercera raza. Las razas humanas son siete. Admitida la séptuple naturaleza del hombre, cada uno de sus principios guarda relación con un plano, un planeta y una raza. Las razas humanas nacen la una de la otra, crecen, se desarrollan, envejecen y mueren. De las siete razas cinco han aparecido ya y han completado casi, su carrera terrestre y otras dos tienen que aparecer todavía en esta Ronda. Nuestra quinta Raza–madre existe ya como raza sui géneris y por completo independiente de su tronco padre, desde hace un millón de años. En la tercera (Lemuriana) se desarrolló el órgano de la vista.

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P: ¿Cuáles son los sentidos que actúan en los sueños? R: Los sentidos del que duerme reciben choques ocasionales, y son despertados por la acción mecánica; lo que oye y ve es, como se ha dicho, un reflejo deformado de los pensamientos del Ego. Este último es altamente espiritual y está ligado muy estrechamente con los principios superiores: Buddhi y Âtmâ. Estos elevados principios están inactivos por completo en nuestro plano, y el mismo Ego superior (Manas) está más o menos inactivo durante el estado de vigilia del hombre físico. Este es, particularmente, el caso de las personas de mente muy materialista. Están inactivas las facultades espirituales porque el Ego está tan impedido por la materia, que apenas puede prestar toda su atención a las acciones del hombre, aun cuando el último cometa pecados por los cuales ese Ego –cuando se reúna con su Manas inferior – tenga que sufrir, de mancomún, en el futuro. Son, como he dicho, las impresiones proyectadas en el hombre físico por este Ego, lo que constituye eso que denominamos “conciencia”; y en la proporción en que la Personalidad, el Alma inferior (o Manas), se una a su conciencia más elevada o Ego, es que la acción del último sobre la vida del hombre mortal se caracteriza más. P: ¿Este Ego, entonces, es el “Ego superior”? R: Sí; es el Manas superior iluminado por Buddhi; el principio de la autoconciencia, el “Yo–soy–yo”, en síntesis. Es el Kârâna–Sarîra, el hombre inmortal que pasa de una encarnación a otra. P: ¿Es el “registro” o “tabulario de la memoria”, en el verdadero estado de sueño, diferente al del estado de vigilia? R: Puesto que los sueños son, en realidad, las acciones del Ego durante el sueño físico, ellos naturalmente, están registrados en su propio plano y producen sus pertinentes efectos sobre éste. Pero, debe recordarse siempre, los sueños son, en general, tales como los conocemos: simplemente nuestros recuerdos brumosos de esos hechos, en el estado de vigilia. Indudablemente ocurre con frecuencia, que no recordamos haber soñado nada, pero más tarde, en el transcurso del día, la reminiscencia del sueño surge, de improviso, en nosotros. Acerca de esto existen varias causas. Se asemeja a lo que algunas veces nos ocurre a cada uno de nosotros: frecuentemente una sensación, un olor, hasta un ruido casual, o un sonido, nos traen de pronto a la mente sucesos durante mucho tiempo olvidados, escenas y personas. Algo de lo que ha sido visto, hecho, o pensado por el “actor nocturno”, el Ego, se imprimió en aquel momento en el cerebro físico, pero no fue llevado a la consciente y alerta memoria, debido a alguna circunstancia u obstáculo físico. Esta impresión se registra en el cerebro, en su correspondiente célula o centro nervioso, pero, debido a alguna circunstancia accidental, le “falla el tiro” por así decir, hasta que algo le da el impulso necesario. Entonces, el cerebro la introduce inmediatamente dentro de la memoria consciente del hombre despierto; pues tan pronto como las condiciones requeridas le han sido proporcionadas, ese particular centro entra en actividad y realiza el trabajo que tenía que cumplir pero que, en aquel momento, estaba impedido de completar. 6

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P: ¿Cómo se realiza este proceso? R: Existe una especie de consciente comunicación “telegráfica” que actúa incesantemente, día y noche, entre el cerebro físico y el hombre interno. El cerebro es algo tan complejo, tanto física como metafísicamente, que puede compararse a un árbol cuya corteza podéis quitar, capa tras capa, siendo cada capa diferente de todas las demás, y teniendo cada una su propio y especial trabajo, su función, y sus propiedades. P: ¿Qué es lo que distingue a los estados de la memoria e imaginación “que sueñan”, de aquellos de la conciencia despierta? R: Durante el sueño, la memoria física y la imaginación son, naturalmente pasivas, porque la persona que sueña está dormida: su cerebro está dormido, su memoria está dormida, todas sus funciones se encuentran durmiendo y en reposo. Solamente cuando se las estimula, como os he dicho, despiertan. De este modo, la conciencia de la persona que duerme no está activa, sino pasiva. El hombre interno, sin embargo, el verdadero Ego, actúa independientemente durante el sueño del cuerpo; pero es dudoso que cualquiera de nosotros –a menos que esté completamente familiarizado con la fisiología del ocultismo– pueda comprender la naturaleza de su acción. P: ¿Qué relación tienen la Luz Astral 6, el Akâsa 7 con la memoria? R: La primera es el “tabulario de la memoria” del hombre animal; la última, la del Ego espiritual. Los “sueños” del Ego, lo mismo que los actos del hombre físico, están todos registrados, desde que ambos son acciones basadas en causas que producen sus efectos. Nuestros “sueños”, siendo simplemente el estado de vigilia y las acciones del verdadero Yo8, deben, naturalmente, estar registrados en alguna parte. Leed el artículo “Visiones Kármicas”, publicado en Lucifer, y reparad en la descripción del verdadero Ego, el cual permanece sentado como un espectador delante de la vida del héroe, y hallaréis quizá, algo que os llame la atención. P: ¿Qué es, en realidad, la Luz Astral? R: Como la Filosofía Esotérica nos lo enseña, la Luz Astral, es simplemente la escoria del Âkâsa o Ideación universal, en su sentido metafísico. Aunque invisible es, no obstante, y por así decir, la radiación fosforescente de la última, y el intermediario entre ella y las facultades pensantes del hombre. Son estas últimas las que mancillan la Luz Astral y la hacen lo que es: el almacenamiento de todas las iniquidades humanas, y de 6

Luz astral. La región invisible que rodea nuestro globo, como rodea a todos los demás, y corresponde, como segundo “principio” del Kosmos (siendo el tercero la Vida, de la cual, es vehículo), al Linga Sarîra o Doble astral del hombre. Es una esencia sutil, visible sólo para un ojo clarividente. Físicamente, es el éter de la ciencia moderna. Metafísicamente, y en su sentido espiritual u oculto, el éter es mucho más de lo que suele imaginarse.

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Âkâsa. La sustancia primordial erróneamente identificada con el éter, puesto que es al éter, lo que el espíritu respecto a la materia

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Self, en inglés. El Ego superior, el Pensador, el hombre inmortal, diferente del yo personal, el Ego inferior.

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modo especial, de las psíquicas. En su formación primordial, la Luz Astral, como radiación, es completamente pura aunque, cuanto más hacia abajo desciende, y se aproxima a nuestra esfera terrestre, más se diferencia, convirtiéndose, como consecuencia de ello, en impura en su mismísima constitución. Pero el hombre contribuye de modo considerable a esta corrupción y restituye su esencia mucho peor de lo que la recibió. P: ¿Podría explicarnos de qué modo se relaciona ella con el hombre, y cuál es su acción en la vida de sueño? R: La diferenciación en el mundo físico es infinita. La Ideación universal (o Mahat, si lo preferís), envía su radiación homogénea al mundo heterogéneo, y éste alcanza a las mentes humanas o personales por medio de la Luz Astral. P: Pero, ¿no reciben nuestras mentes su iluminación directamente desde el Manas superior por medio del Manas inferior? Y, ¿no es el primero la pura emanación de la Ideación divina: los “Mânasa–Putras”, los cuales encarnaron en los hombres? R: Lo son. Los Mânasa–Putras 9 individuales o Kumâras son las radiaciones directas de la Ideación divina; son “individuales” en el sentido de una posterior diferenciación, debido a innumerables encarnaciones. En suma, ellos son la totalidad colectiva de esa Ideación, que se convierte, en nuestro plano, o desde nuestro punto de vista, en Mahat, del mismo modo que los “Dhyân Chohans” son, en su conjunto o totalidad, la PALABRA o “Logos”, en la formación del mundo. Si las Personalidades (Manas inferiores o mentes físicas) estuvieran inspiradas e iluminadas únicamente por sus elevados alter Egos, pocos pecados existirían en este mundo. Pero no lo están; y, al hallarse apresadas en las redes de la Luz Astral, se separan cada vez más de sus padres, los Egos. Leed y estudiad lo que dice Eliphas Lévi acerca de la Luz Astral, a la que él denomina Satán y la Gran Serpiente. La Luz Astral ha sido tomada demasiado literalmente para que signifique alguna especie de segundo cielo azul. Este espacio imaginario, sin embargo, en el que están impresas las incontables imágenes de todo lo que siempre fue, es y será, no es más que una demasiado triste realidad. Se convierte en (y es para el hombre, si es algo psíquico, ¿quién no lo es?) un Demonio tentador, su “ángel malo”, y él inspirador de todas sus peores acciones. Actúa aún sobre la voluntad del hombre mientras duerme, mediante visiones impresas sobre su adormecido cerebro (visiones que no deben ser confundidas con los “sueños”), y estos gérmenes dan sus frutos cuando el hombre despierta. P: ¿Cuál es el papel desempeñado por la voluntad en los sueños? R: La voluntad del hombre externo, nuestra volición, está naturalmente dormida e inactiva durante el sueño; pero una cierta inclinación puede dársele a la adormecida voluntad mientras dura su inactividad, y ciertos resultados posteriores, desarrollados por la acción recíproca –producida casi mecánicamente– mediante la unión de dos o más “principios” en uno, de modo que actúen en perfecta armonía, sin ninguna fricción, 9

Mânasa–Putras. Nombre dado a aquellos Egos superiores antes que se encarnaran en la humanidad.

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sin ninguna nota falsa, cuando despierte. Pero, este es uno de los recursos de la “magia negra” que, cuando se usa con buenos propósitos, pertenece al adiestramiento del Ocultista. Debe estar uno muy adelantado en el “sendero” para tener una voluntad que pueda actuar conscientemente durante el sueño físico, o actuar sobre la voluntad de otra persona durante el sueño de esta última; por ejemplo: dominar sus sueños, y de este modo, dominar sus acciones cuando despierte. P: Se nos ha enseñado que el hombre puede unir todos sus “principios” en uno solo: ¿qué significa esto? R: Cuando un Adepto10 alcanza éxito en hacer tal cosa es un Jivanmukta 11 y, virtualmente, ya no es más de esta tierra; se convierte en un Nirvâni 12 pudiendo entrar en Samadhi 13 a voluntad. Generalmente se clasifica a los Adeptos según el número de “principios” que tienen bajo su perfecto dominio, porque aquello que denominamos voluntad, tiene su asiento en el Ego superior, y este último, cuando está libre de su personalidad cargada de pecados, es divino y puro. P: ¿Qué papel desempeña el Karma 14 en los sueños? En la India dicen que todos los hombres reciben la recompensa o el castigo de todos sus actos, ya sea en el estado de vigilia, o durante el estado de sueño. R: Si eso dicen, es porque han conservado en toda su pureza, y la recuerdan, la tradición de sus antepasados. Ellos saben que el Yo es el verdadero Ego, y que él vive y actúa, aunque en plano diferente. La vida externa es como un “sueño” para este Ego, mientras que la vida interna, o sea la vida en lo que denominamos “plano del sueño” es, para él, la vida verdadera. Por eso los hindúes (los profanos, naturalmente), dicen que Karma es generoso y recompensa al hombre verdadero durante el sueño, del mismo modo que lo hace la falsa personalidad en la vida física. P: ¿Cuál es, “kármicamente” la diferencia entre los dos? R: El hombre físico animal es tan poco responsable como un perro o un ratón. Para la forma corpórea, todo termina con la muerte del cuerpo. Pero el verdadero Yo, el que proyectó su propia sombra o inferior personalidad pensante, que desempeñó su papel y 10

Adepto es aquel que, mediante el desarrollo espiritual, ha conseguido el grado de Iniciación y ha llegado a ser Maestro en la ciencia de la Filosofía Esotérica. 11

Jivanmukta. Un Adepto que ha llegado al último estado de santidad y se emancipado de la materia. Literalmente: un liberado o emancipado en vida. 12

Nirvâni, que ha alcanzado el Nirvâna o estado de conciencia nirvánica.

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Samadhi. Es un estado en que la conciencia se halla tan disociada del cuerpo, que éste permanece insensible. Es un estado de enajenamiento o de éxtasis, en que la mente es por completo consciente de si misma y del cual vuelve ésta al cuerpo con los conocimientos o experiencias que ha adquirido en aquel estado superfísico, recordándolos una vez que se ha sumergido en el cerebro físico.

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Karma. Ley de causa y efecto o de Causación ética. El Karma no crea ni designa nada. El hombre es quien traza y crea las causas y la ley kármica ajusta los efectos y este ajustamiento no es un acto, sino la armonía universal que tiende siempre a recobrar su posición primitiva. El Karma no castiga ni recompensa; es simplemente la Ley Única universal

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tiró de los hilos durante la vida del autómata físico, tendrá que sufrir, juntamente con su factotum y alter ego, en su encarnación próxima. P: Pero ambos, el Manas superior y el inferior, son uno: ¿no es así? R: Lo son, y sin embargo, no lo son; y ese es el gran misterio. El Manas superior o Ego es esencialmente divino, y, por consiguiente, puro; ningún desdoro le puede mancillar, ni tampoco ningún castigo puede alcanzarle, per se, puesto que es inocente y no interviene en las deliberadas transacciones de su Ego inferior. Empero, a pesar del hecho de que es dual, y que durante la vida, el Ego superior es distinto del inferior, “el Padre y el Hijo” son uno; por ello, al reunirse con su progenitor el Ego, el Alma inferior fija e imprime en él tanto sus malas como sus buenas acciones; ambos tienen que sufrir. El Ego superior, aunque inocente y sin tacha, tiene que padecer el castigo de las malas acciones cometidas por el Yo inferior, junto con él, en una futura encarnación. La doctrina de la expiación en su totalidad está fundada sobre este viejo principio esotérico; porque el Ego superior es el prototipo de aquello que, en la tierra, es el tipo, o sea la personalidad. Para los que la comprenden es, una vez más, la vieja historia védica de Visvakarman, demostrada en forma práctica. Visvakarman, el omnividente Dios–Padre, que está más allá de la comprensión de los mortales, termina, como hijo de Bhuvana, el Espíritu Santo, por sacrificarse él a sí mismo, para la salvación de los mundos. En la filosofía hindú, el místico nombre del Ego superior es Kshetrajna, o sea el “Espíritu encarnado”, aquello que conoce y da forma a kshetra, “el cuerpo”. Averiguad la etimología del nombre y hallaréis en él, el término aja, “primogénito”, y también el de “cordero”. Todo esto es muy sugestivo y podrían escribirse varios volúmenes sobre el desarrollo pregenético y postgenético del tipo y del prototipo: Cristo–Kshetrajna, el “Dios–Hombre”, el Primogénito, simbolizado en el “cordero”. La Doctrina Secreta muestra que los Mânasa–Putras o Egos encarnantes, han tomado sobre sí mismos, voluntariamente y a sabiendas, la carga todos los futuros pecados de sus futuras personalidades. Por eso, es fácil entender que no es el señor A, ni el señor B, ni ninguna de las personalidades que periódicamente viste el Auto–Sacrificado Ego, quienes son los verdaderos sufrientes, sino en realidad el inocente Christos, dentro de nosotros mismos. De aquí que los místicos hindúes digan que el Yo Eterno, o el Ego (el uno en los tres y los tres en el uno), es el “Auriga” o conductor; siendo las personalidades los temporarios pasajeros; mientras que los caballos son las pasiones animales del hombre. Por lo tanto, es exacto decir, cuando permanecemos sordos a la Voz de la Conciencia, que crucificamos al Christos dentro de nosotros. Pero, volvamos a los sueños. P: Los llamados sueños proféticos, ¿son indicio de que la persona que sueña tiene señaladas facultades clarividentes? R: Puede decirse, en el caso de las personas que verdaderamente tienen sueños proféticos, que ello se debe a que su cerebro y memoria físicos, están en más estrecha relación y simpatía con su Ego superior, que en la generalidad de los hombres. El Yo–Ego tiene mayores facilidades para impresionar a la cáscara física y memoria en aquello que es de importancia para tales personas, que en el caso de otras personas menos dotadas.

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Recuérdese que el único Dios con el que el hombre se pone en contacto, es su propio Dios, llamado Espíritu, Alma y Mente, o Conciencia, y que estos tres son uno. Pero hay malezas que deben ser destruidas para que crezca una planta. Debemos morir, dijo San Pablo, para poder vivir de nuevo. Es mediante la destrucción que podemos adelantar, y las tres fuerzas: la conservadora, la creadora y la destructora, son otros tantos aspectos de la divina chispa que existe en el hombre. P: Los Adeptos, ¿sueñan? R: Ningún Adepto adelantado sueña. Adepto, es alguien que ha logrado el pleno dominio sobre sus cuatro principios inferiores, incluso el cuerpo, no permitiendo, por lo tanto, a la carne, que siga sus inclinaciones propias. El, simplemente, paraliza su Yo inferior durante el sueño, y se convierte en un ser completamente libre. El sueño, tal como nosotros lo entendemos, es una ilusión. ¿Cómo podrá soñar un Adepto, entonces, cuando se halla exento de toda otra ilusión? Durante el sueño, él vive simplemente en otro plano más real. P: ¿Existen personas que nunca soñaron? R: Según mi conocimiento, no existen en el mundo tales personas. Todas sueñan, quien más, quien menos; solo que, en la mayoría de las personas, los sueños se desvanecen súbitamente al despertar. Esto depende de la condición más o menos receptiva de los ganglios del cerebro. Los hombres poco espirituales y los que no ejercitan sus facultades imaginativas, o aquellos que están extenuados por las labores manuales, de suerte que sus ganglios no actúan, ni aún mecánicamente, mientras reposan rara vez sueñan, si acaso lo hacen, con alguna coherencia. P: ¿Cuál es la diferencia entre los sueños de los hombres y los de los animales? R: El estado de sueño, es común no solamente a todos los hombres, sino también a todos los animales, por supuesto que desde los más elevados mamíferos hasta las aves más diminutas, y aún hasta los insectos. Todo ser dotado de cerebro físico, o de órganos que se le asemejen, puede soñar. Todo animal, grande o pequeño, tiene, más o menos, sentidos físicos; y aunque estos sentidos estén aletargados durante el sueño, la memoria sigue, por así decir, obrando mecánicamente, reproduciendo las sensaciones pasadas. Que los perros, los caballos y el ganado sueñan, todos lo sabemos, como así también los canarios, pero tales sueños son, así lo creo, simplemente fisiológicos. Cual las últimas brasas de un fuego que se extingue con espasmódico destello y ocasionales llamas, así actúa el cerebro al entregarse al sueño. Los sueños no son, como dice Dryden, “interludios creados por la fantasía” pues ello puede referirse únicamente a los sueños fisiológicos provocados por la indigestión, o por alguna idea o acontecimiento que se haya impreso sobre el cerebro en actividad durante las horas de vigilia. P: ¿Cual es, entregarse al sueño? R: Este, en parte, ha sido explicado por la fisiología. El Ocultismo sostiene que es el agotamiento periódico y regulado de los centros nerviosos, y especialmente de los ganglios sensorios del cerebro, los cuales se rehúsan a seguir trabajando en este plano, y 11

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(a no ser que se vuelvan inadecuados para el trabajo) son compelidos a recuperar sus fuerzas en otro plano o Upâdhi. Primero viene Svapna o estado de sueño, y este conduce al de Sushupti15. Debe recordarse ahora que todos nuestros sentidos son duales y que obran según el plano de conciencia sobre el cual la entidad pensante enfoca su energía. El sueño físico depara la mayor facilidad para su acción en los diferentes planos; al, mismo tiempo, es una necesidad, con el fin de que los sentidos puedan recuperarse y obtener así una nueva probabilidad de vida para Jagrata, o estado de vigilia, desde Svapna y Sushupti. Según el Râja–Yoga, Turîya 16 es el estado más elevado. Así como el hombre, agotado por determinado estado de fluido vital, busca otros, como, por ejemplo, cuando está agotado por el aire cálido y se refresca con el agua fría: así el sueño es un sombrío rincón, en el asoleado valle de la vida. El sueño es un indicio de que la vida de vigilia se ha vuelto demasiado fuerte para el organismo físico, y de que la fuerza de la corriente vital debe romperse, cambiando el estado de vigilia por el de sueño. Pedid a un buen clarividente que os describa el aura de una persona vitalizada mediante el sueño, y el de otra, momentos antes de dormirse. La primera se verá bañada por las vibraciones rítmicas de las corrientes vitales: doradas, azules y rosadas, como si estuviese envuelta en un vaho de intenso tinte oro–anaranjado, compuesto de átomos que giran con vertiginosa y casi increíble rapidez, demostrando que la persona comienza a estar muy fuertemente saturada de Vida; la esencia vital es demasiado fuerte pava sus órganos físicos, y debe buscar alivio en el lado sombrío de esa esencia, el cual es el elemento del sueño, o sueño físico, uno de los estados de conciencia. P: Pero ¿qué es el sueño? R: Eso depende del significado del término. Podéis ”soñar” o como solemos decir, ver visiones, ya estéis despierto, ya dormido. Si se recogiese la Luz Astral en una taza o vaso metálico, mediante la fuerza de la voluntad, y se fijaran los ojos en algún punto de ella, con fuerte voluntad de ver, el resultado sería una visión de vigilia o “sueño”, si la persona fuera bastante sensitiva. Los reflejos en la Luz Astral se ven mejor con los ojos cerrados, y en el sueño, son aún más nítidos. Desde un estado de lucidez, la visión se vuelve translúcida; desde un estado de conciencia orgánica normal, se eleva a un estado de conciencia trascendental. P: ¿A cuáles causas, principalmente, se deben los sueños? R: Como todos sabemos, existen muchas clases de sueños. Dejando a un lado los “sueños producidos por la digestión”, existen sueños cerebrales y sueños recordatorios; visiones mecánicas y visiones conscientes. Los sueños de admonición y los premonitorios, requieren la activa participación del Ego interno. Los sueños se deben 15

Sushupti. Sueño profundo; sueño sin ensueños; aquel estado de ánimo en que las manifestaciones de la mente, experimentadas en el ensueño, están en reposo. 16

Turiya. Un estado de éxtasis (trance) más profundo. Es el cuarto estado de conciencia, el que excede al de sueño sin ensueños, el superior a todos, un estado de elevada conciencia espiritual. (La Voz del Silencio, de H. P. Blavatsky).

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también, a menudo, a la participación consciente o inconsciente de los cerebros de dos personas vivientes, o de sus respectivos Egos. P: ¿Qué es, entonces, lo que sueña? R: Generalmente, es el cerebro físico del Ego personal, el asiento de la memoria, que emite y arroja chispas, cual las agonizantes brasas de un fuego. La memoria del durmiente se asemeja a un arpa eolia de siete cuerdas, y su estado mental puede compararse al viento que se desliza por entre las cuerdas. La respectiva cuerda del arpa responderá a uno de los siete estados de la actividad mental en que se encuentre el durmiente, antes de que éste se entregue al sueño. Si se tratara de una suave brisa, el arpa será afectada apenas; si de un huracán, sus vibraciones serán proporcionalmente más poderosas. Si el Ego personal está en contacto con sus principios superiores y los velos de los planos más elevados se le descorren, ello está bien; si por el contrario, es de una materialista naturaleza animal, es probable que no haya sueños; o si la memoria capta, al azar, el hálito de un “viento” de un plano superior, viento que será impreso a través de los ganglios sensorios del cerebelo, y no por la influencia directa del Ego espiritual, recibirá imágenes y sonidos tan torcidos e inarmónicos, que aún una visión devachánica parecerá una pesadilla o una caricatura grotesca. Por lo tanto, no hay sólo una respuesta a la pregunta: “¿Qué es lo que sueña?”, porque todo depende de cada individuo, cuál de sus principios es el motor principal de los sueños, y si los recordará u olvidará. P: ¿Es la aparente objetividad del sueño, verdaderamente objetiva o subjetiva? R: Si se admite que es aparente, es natural entonces que sea subjetiva, La pregunta debería ser: ¿para quién y qué, son las imágenes o representaciones en los sueños, ya sean objetivas o subjetivas? Para el hombre físico, o persona que sueña, todo lo que vea con los ojos cerrados y, sea dentro o a través de la mente, es naturalmente subjetivo. Pero, para el Vidente que está dentro del que sueña físicamente, siendo subjetivo ese mismo vidente para nuestros sentidos materiales, todo lo que ve es tan objetivo, como lo es él para sí mismo, y para otros como él. Los materialistas probablemente sonreirán, y dirán que hacemos de un hombre una entera familia de entidades, pero no es así. El Ocultismo enseña que el hombre físico es uno, pero que el hombre pensante es septenario, ya sea que piense, actúe o sienta; y que vive en siete diferentes estados de existencia o planos de conciencia; y que para todos estos estados y planos, el Ego permanente (no la falsa personalidad) tiene una serie distinta de sentidos. P: ¿Pueden distinguirse estos diferentes sentidos? R: No, a menos que seáis un Adepto o un Chela altamente adiestrado y por completo familiarizado con estos diferentes estados. Ciencias tales como la biología, la fisiología y aún la psicología misma (de las escuelas dé Maudsley, Bain y Herbert Spencer), no tratan el tema. La ciencia nos instruye respecto a los fenómenos de la volición, la sensación, el intelecto y el instinto, y dice que todos ellos se manifiestan a través de los centros nerviosos, el más importante de los cuales es el cerebro. Nos podrá hablar de la sustancia o agente peculiar a través del cual tienen lugar estos fenómenos, como los 13

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tejidos vasculares y fibrosos, y explicar su recíproca relación, dividiendo los centros ganglionares en motores, sensitivos y simpáticos, pero jamás revelará una palabra de la misteriosa acción del intelecto propiamente dicho, ni de la mente y sus funciones. Ahora bien, ocurre, con alguna frecuencia que somos conscientes y sabemos que estamos soñando; esto es muy buena prueba, de que el hombre es un ser múltiple en el plano del pensamiento; de modo que no sólo es el Ego, u hombre pensante, Proteo, una entidad multiforme, siempre cambiante, sino que también es, por así decir, capaz de separarse él mismo en el plano de la mente o del sueño, en dos o más entidades; y en el plano de la ilusión que nos sigue hasta el umbral del Nirvâna. El es semejante al Ain–Soph hablando con Ain–Soph, dialogando consigo mismo y hablando a través de, y a sí mismo. Y este es el misterio de la inescrutable Deidad del Zohar, como así también de las filosofías de la India; lo mismo en la Kabbala, en los Purânas, en la metafísica Vedantina, y aun en el llamado misterio cristiano de la Divinidad y Trinidad. El hombre es el microcosmos del macrocosmos; el dios sobre la tierra está edificado sobre el modelo del dios en la naturaleza. Pero la conciencia universal del verdadero Ego transciende un millón de veces la auto–conciencia del Ego personal o falso. P: ¿Es aquello que se denomina “celebración inconsciente” durante el sueño, un proceso mecánico del cerebro físico, o es una operación consciente del Ego, cuyo resultado sólo se imprime en la conciencia ordinaria? R: Es lo último; por que, ¿cómo es posible recordar en nuestro estado consciente, lo que tuvo lugar cuando nuestro cerebro trabajaba inconscientemente? Esto es, aparentemente, una contradictio in adjecto. P: ¿Cómo puede suceder que personas que nunca han visto montañas, en la naturaleza, a veces las vean claramente en el sueño y sean capaces de observar sus rasgos característicos? R: Probablemente, porque han visto representaciones de montañas; o también, porque hay alguien o algo en nosotros que las ha visto con anterioridad. P: ¿Cuál es la causa de esa experiencia en el sueño, en la cual el soñador parece estar siempre esforzándose por algo, sin que nunca lo alcance? R: Es porque el yo físico y su memoria, están impidiendo la posibilidad de saber lo que hace el verdadero Ego. El que sueña, sólo recoge débiles vislumbres de las acciones del Ego, cuyas acciones producen los llamados sueños, en el hombre físico, pero no es capaz de seguirlas consecutivamente. Un enfermo que delira al recobrar la razón, guarda, con la enfermera que lo cuidó y atendió durante la enfermedad, la misma relación que la del hombre físico con su verdadero Ego. El Ego actúa con tanta conciencia dentro y fuera de él, como lo hace la enfermera que atiende y cuida al hombre enfermo. Pero, ni el paciente, después de abandonar su lecho de enfermo, ni el que sueña, al despertar, serán capaces de recordar algo, excepto vislumbres y eso a intervalos. P: ¿En qué difieren el sueño y la muerte?

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R: Hay, en verdad, cierta analogía entre ambos, pero también una gran diferencia. Durante el sueño existe una conexión, aunque débil, entre la mente inferior y la superior del hombre, reflejándose la última, más o menos, en la primera, por más que sus rayos puedan desviarse. Pero, una vez que el cuerpo ha muerto, el cuerpo de ilusión, o Mâyavi Rûpa, se convierte en Kâma–Rûpa, o alma animal, y queda abandonado a sus propios recursos. Por lo tanto, existe tanta diferencia entre el fantasma y el hombre, como la hay entre el animal, denso y grosero, aunque sea sobrio mortal, y el hombre inveteradamente ebrio, incapaz de distinguir los contornos más salientes; entre un hombre encerrado en una habitación a oscuras, y uno en una habitación iluminada, aunque sea imperfectamente, por alguna que otra luz. Los principios inferiores, son semejantes a las bestias salvajes, y el Manas superior, es el hombre racional que los somete y subyuga, con más o menos éxito. Pero, una vez que el animal se libera del dueño que la mantenía en sujeción, no bien ha cesado de verlo y oírlo, parte otra vez a la selva y a su antigua guarida. Se requiere, sin embargo, cierto tiempo para que un animal vuelva a su estado original y natural, pero estos principios inferiores o “fantasmas” retornan instantáneamente, y tan pronto la Tríada Superior ha entrado en el estado devachánico, la Duada inferior vuelve a ser lo que era desde el comienzo: un principio dotado de instinto puramente animal, hecho más feliz aún, por el gran cambio. P: ¿Cuál es la condición del Linga Sarîra, o cuerpo plástico, durante los sueños? R: La condición de la forma plástica es la de dormir con su cuerpo, a menos que sea proyectada por algún deseo impetuoso, engendrado en el Manas superior. En los sueños no desempeña parte activa, sino que por el contrario, es completamente pasiva, siendo el involuntario testigo semidormido, de las experiencias a través de las cuales los principios superiores están pasando. P: ¿En qué circunstancias se ve ese espectro? R: A veces, en casos de enfermedad o pasión muy fuertes, de parte de la persona vista o de la que ve, la posibilidad es mutua. Una persona enferma, de modo especial en el momento de morir, es muy probable que vea en sueños o visiones, a aquellos a quienes ama o en quienes está pensando continuamente; y lo mismo ocurre con una persona despierta que esté pensando intensamente en alguien que está dormido en ese momento. P: ¿Puede un Mago evocar a esa entidad que sueña y ponerse en comunicación con ella? R: En la magia negra no es raro evocar el “espíritu” de una persona que duerme; el hechicero puede entonces conocer, de la aparición, cualquier secreto que desee, y el durmiente ignorar completamente lo que ocurre. Bajo tales circunstancias, lo que aparece es el Mâyâvi Rûpa; pero siempre existe el peligro de que la memoria del hombre viviente conserve los recuerdos de la evocación y la recuerde como un sueño vívido. Si no está, empero, a una gran distancia, el Doble o Linga Sarîra puede ser

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evocado, pero éste no puede hablar ni dar información, existiendo siempre la posibilidad, de que el durmiente muera debido a esta separación forzada. Muchas muertes repentinas durante el sueño han ocurrido de esta manera, sin que el mundo lo haya advertido. P: ¿Puede existir alguna comunicación entre una persona que sueña y una entidad del Kâmaloka? 17 R: El que sueña con una entidad del Kâmaloka podrá con toda probabilidad, provocar sobre sí mismo una pesadilla; o correr el riesgo de llegar a ser “poseído” por el “fantasma” así atraído, si se trata de un médium, o de una persona que se ha hecho a sí misma tan pasiva durante las horas de vigilia, que hasta el Yo superior es actualmente incapaz de protegerlo. Esta es la razón por la cual el estado mediúmnico de pasividad sea tan perjudicial y, con el tiempo, incapacite al Yo superior para ayudar o aún advertir a la persona que duerme, o que se halla en trance. La pasividad paraliza la comunicación entre los principios inferiores y los superiores. Es muy raro hallar ejemplos de médiums que a la vez que permanecen pasivos a voluntad, con el propósito de comunicarse con alguna inteligencia superior, algún espíritu extraterreno (no desencarnado), conserven suficientemente su voluntad personal, como para no romper toda comunicación con el Yo superior. P: ¿Puede una persona, mientras duerme, estar “en rapport” con una entidad del Devachán? R: El único medio posible de comunicación con las entidades del Devachán, mientras se duerme, es por medio de un sueño o una visión, o durante el estado de trance. Ningún ser devachánico puede descender a nuestro plano; somos nosotros, o más bien, nuestro Yo interno quien tiene que ascender hasta el suyo. P: ¿Cuál es el estado mental de un beodo, durante el sueño? R: No es de verdadero sueño, sino de un pesado estupor; no es un descanso físico, sino algo peor que el insomnio y que rápidamente mata al beodo. Mientras dura ese estupor, como también durante su ebriedad, en el estado de vigilia, todo gira y da vueltas en su cerebro, produciendo en su imaginación y fantasía horribles y grotescas formas, en continuo movimiento y contorsiones. P: ¿Cuál es la causa de las pesadillas, y por qué los sueños de las personas que sufren de consunción avanzada, son a menudo placenteros? R: La causa de las primeras es simplemente psicológica. La pesadilla proviene de la opresión y dificultad en respirar; y la dificultad en respirar creará siempre una sensación 17

Kamaloka. El plano semi–material, subjetivo e invisible para nosotros, donde las “personalidades” desencarnadas, las formas astrales, permanecen hasta desvanecerse del todo, gracias al completo agotamiento de los efectos de los impulsos mentales.

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de opresión y producirá una sensación de inminente calamidad. En el segundo caso, los sueños se vuelven placenteros porque el consuntivo se siente cada día más separado de su cuerpo material y, en proporción, más clarividente. A medida que la muerte se aproxima, el cuerpo se consume y cesa de ser un impedimento o barrera, entre el cerebro del hombre físico y su Yo Superior. P: ¿Es bueno cultivar los sueños? R: Es mediante el cultivo del poder denominado “sueño” que se desarrolla la clarividencia. P: ¿Existe algún medio de interpretar los sueños, como por ejemplo, las interpretaciones dadas en los libros de sueños? R: Ninguno, excepto la facultad clarividente y la intuición espiritual del “intérprete”. Cada Ego que sueña difiere de los demás, del mismo modo que ocurre con nuestros cuerpos físicos. Si todo en el Universo tiene siete claves para su simbolismo en el plano físico, ¿cuántas más claves no tendrá en los planos superiores? P: ¿Existe algún método para clasificar los sueños? R: De un modo general, podemos dividir los sueños en siete clases, y a su vez, subdividir éstas. Los dividiríamos así: 1) Sueños proféticos. Estos son impresos en nuestra memoria por el Yo superior y, por lo general, son sencillos y claros: ya se trate de voces oídas o del vaticinio de futuros acontecimientos. 2) Sueños alegóricos; o confusas vislumbres de realidades captadas por el cerebro y deformadas por nuestra fantasía. Estos, por lo general, son verdaderos a medias. 3) Sueños enviados por Adeptos, buenos o malos; por los mesmerizadores; o por los pensamientos de mentes muy poderosas que se empeñan en que hagamos su voluntad. 4) Sueños retrospectivos; de acontecimientos que pertenecen a pasadas encarnaciones. 5) Sueños de prevención; en los que se trata de advertir a otros por su incapacidad de ser impresionados. 6) Sueños confusos; cuyas causas han sido tratadas precedentemente. 7) Sueños que son meras fantasías e imágenes caóticas; debidos a la deficiente digestión, a alguna perturbación mental, o a parecidas causas externas.

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MEMORIA EN EL AGONIZANTE Traducido por Edgard Mauricio Cartagena Burgos, Junio, 1998

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ncontramos en una carta muy antigua de un MAESTRO, escrita años atrás a un miembro de la Sociedad Teosófica, las siguientes líneas sugestivas sobre el estado mental de un hombre agonizante:

“En el último momento, la vida entera es reflejada en nuestra memoria y emerge de todos los rincones y esquinas olvidadas, cuadro tras cuadro, un evento tras otro. El cerebro agonizante desaloja su memoria con un fuerte y supremo impulso; y la memoria restablece fielmente cada impresión que le ha sido confiada durante el período de actividad del cerebro. Esos pensamientos e impresiones que fueron los más fuertes, naturalmente se vuelven los más vívidos, y sobreviven, por así decirlo, a todos los demás, los cuales ahora se desvanecen y desaparecen por siempre, pero reaparecerán en el Devachan. Ningún hombre muere demente o inconsciente, como unos fisiólogos afirman. Igualmente un hombre loco o uno en un ataque de delirium tremens tendrán su instante de perfecta lucidez en el momento de la muerte, aunque sean incapaces de decírselo a los que estén presentes. El hombre frecuentemente podría aparentar estar muerto. Todavía desde la última pulsación, y entre el último latir de su corazón y el momento cuando la última chispa de calor animal abandone el cuerpo, el cerebro piensa y el EGO vive, en estos pocos segundos, vive su vida entera de nuevo. Hablad en voz baja, tú que le asistes en su lecho de muerte, y te encuentras ante la solemne presencia de la muerte. Especialmente guardad silencio, después que la muerte ha puesto su mano fría sobre el cuerpo. Hablad en voz baja os digo, para que no perturbes la silenciosa onda de pensamiento e impidas el arduo trabajo del Pasado proyectando su reflexión sobre el velo del futuro…”

La declaración precedente ha sido más de una vez opuesta intensamente por los materialistas; la Biología y la Psicología (científica), insistían en oponerse juntas a la idea, y mientras la última no tenía datos que tendieran a demostrar tal hipótesis, la anterior rechaza la idea como una “superstición” vacía. Mientras tanto, incluso la biología esta limitada a progresar, y esto es lo que de sus últimos logros hemos aprendido. El Dr. Ferré ha comunicado muy recientemente a la Sociedad Biológica de París una muy curiosa nota sobre el estado mental del agonizante, la cual corrobora maravillosamente las líneas antes expuestas. Por que, es este fenómeno especial de la reminiscencia de la vida y del súbito resurgir de las paredes vacías de la memoria, de todo su largo abandono y olvidados “rincones y esquinas”, de “cuadro tras cuadro”, que el Dr. Ferré atrae la atención de los Biólogos.   Debemos prestar atención especial a dos de entre los numerosos casos dados por este científico en su Informe, que muestra como científicamente correctas las enseñanzas que recibimos de nuestros Maestros Orientales.

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Memoria en el Agonizante

El primer caso es el de un tísico moribundo cuya enfermedad desarrolló a consecuencia de una afección espinal. Ya la conciencia había dejado al hombre, cuando fue llamado a la vida por dos inyecciones sucesivas de un gramo de éter, el paciente levantó ligeramente su cabeza y empezó a hablar rápidamente en Flamenco, un idioma que nadie de alrededor ni tampoco él mismo, entendían. Le ofrecieron un lápiz y un pedazo de cartón blanco, escribió con gran rapidez varias líneas en ese idioma –muy correctamente,  como se determinó posteriormente–; calló de espalda y murió. Cuando se tradujo, se encontró que el escrito se refería a un asunto muy prosaico. Él había repentinamente recordado y escrito que le debía a cierto hombre una suma de 15 francos desde 1868 –hacía más de veinte años– y deseó que le fuera pagado. ¿Pero, porqué escribió su último deseo en flamenco? El difunto era nativo de Antwerp, pero había salido de su país de niño, sin nunca haber aprendido el idioma, y habiendo vivido toda su vida en París, hablaba y escribía solamente en Francés. Evidentemente su conciencia retornó, esa última llamarada de memoria se desplegó ante él, como un panorama retrospectivo de toda su vida, aun para el hecho fútil de haber pedido prestado veinte años atrás unos francos a un amigo, esto no emanó de su cerebro físico solamente, sino que de su memoria espiritual, del Ego Superior (Manas o Individualidad Reencarnada). El hecho de hablar y escribir en Flamenco, un idioma que había escuchado una vez en su vida cuando todavía no podía pronunciarlo, es una prueba adicional. El EGO es casi omnisciente en su naturaleza inmortal. De hecho la materia no es nada más que “el último grado y como la sombra de la existencia”, como Ravaisson, miembro del Instituto Francés, nos dijo.   Pero, a nuestro segundo caso.   Otro paciente, agonizando de un consumo pulmonar e igualmente reanimado por una inyección de éter, giró su cabeza hacia su esposa y rápidamente le dijo: “Tú no puedes encontrar el prendedor ahora, todo el piso ha sido renovado desde entonces”. Esto era en referencia a la pérdida de un prendedor de bufanda dieciocho años atrás, un hecho tan insignificante que casi se había olvidado, pero que no falló en ser revivido en el último pensamiento del moribundo, quien habiendo expresado en palabras lo que vio, de repente se detuvo y respiró por última vez. Así uno de los miles de pequeños eventos diarios, y accidentes de una larga vida parecerían ser llamados a la conciencia fluctuante, en el supremo momento de la disolución. ¡Una larga vida, quizás, vuelta a vivir en el espacio de un corto segundo!   Un tercer caso al que podemos prestar atención, que corrobora todavía más fuertemente esa aserción del Ocultismo que localiza tales recuerdos en el poder–pensamiento de la individualidad, en lugar del EGO personal (inferior). Una joven muchacha, quien había sido sonámbula hasta sus veintidós años, ejecutó durante sus horas de sueño sonámbulo las funciones más variadas de vida doméstica. De las que no tenía ningún recuerdo al despertar. Entre otros impulsos síquicos que se manifestaron únicamente mientras ella dormía, estaba una tendencia sigilosa bastante ajena a su estado de vigilia. En este último ella era franca y sincera hasta cierto punto, y muy descuidada en su propiedad personal; 3

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pero en el estado sonámbulo tomaría artículos que le pertenecían o que estuvieran a su alcance y los ocultaría con ingeniosa habilidad. Este hábito siendo conocido por sus amigos y parientes, y estando al cuidado de dos enfermeras, las cuales observaban con atención sus acciones durante sus paseos nocturnos por años, nada desapareció que no se pudiera restaurar fácilmente a su lugar usual. Pero en una noche sofocante, la enfermera calló dormida, la joven se levantó y fue al estudio de su padre. Este último, un notario de fama, había trabajado hasta muy tarde esa noche. Y fue durante una ausencia momentánea de su cuarto que la sonámbula entró, y deliberadamente tomó posesión de un testamento dejado sobre el escritorio, y también de una suma de varios miles de libras en bonos y notas. Luego procedió a ocultarlos en la cavidad de dos pilares huecos colocados en la biblioteca para hacer juego con los pilares sólidos, y robándoselo del cuarto antes del regreso de su padre, regresó a su habitación y cama sin despertar a la enfermera que aún estaba dormida en el sillón.   El resultado fue, que, como la enfermera negó categóricamente que la joven dejara el cuarto, la sospecha fue desviada del real culpable, y el dinero no pudo ser recuperado. La pérdida del testamento implicó una demanda legal la cual casi empobreció a su padre y arruinó por entero su reputación, y la familia calló en grandes aprietos. Cerca de nueve años más tarde la muchacha quien, durante los últimos siete años no había sido sonámbula, cayó dentro de un consumo del cual finalmente murió. En su lecho de muerte, el velo que había colgado delante de su memoria física se levantó, su discernimiento divino despertó; los cuadros de su vida vinieron de repente ante su ojo interno; y entre otras cosas vio la escena de su robo sonámbulo. De repente despierta del letargo en el que había quedado por varias horas, su rostro mostró señales de una terrible emoción dentro de ella, y lloró exclamando “¡Ah! ¿Qué he hecho?… fui yo quién tomó el testamento y el dinero… Vayan a buscar en los pilares huecos en la biblioteca, yo he… “ Ella nunca terminó su  oración, pues la propia emoción la mató. Pero la búsqueda se realizó y el testamento y el dinero fueron encontrados dentro de los pilares de roble como ella había dicho. Lo que hace este caso más extraño es que, los pilares estaban tan altos que, aún parándose en una silla y con suficiente tiempo a su disposición, en lugar de sólo unos pocos minutos, la sonámbula no podría haber alcanzado y haber dejado caer los objetos dentro de las columnas huecas. Se debe notar, sin embargo, que el extático y el convulsivo (Vide the Convulsionnaires de St. Médard et de Morizine) parecen poseer una facilidad anormal para escalar paredes y saltar aún a la cima de los árboles.   Tomando los hechos como se han dicho, ¿no podrían inducirnos a creer que el personaje sonámbulo posee una inteligencia y memoria propia aparte de la memoria física del despierto Ego inferior; y que es la anterior la que recuerda in articulo mortis, el cuerpo y los sentidos físicos cuando en el último caso cesan de funcionar, y la inteligencia gradualmente fabrica su escape final a través de la avenida de la psiquis y por último de toda la conciencia espiritual? ¿Y porqué no? La ciencia materialista comienza ahora a conceder  a la psicología más de un hecho que hubiera vanamente suplicado reconocimiento veinte años atrás. En “La Existencia Real”, Ravaisson nos dice, “la vida de la cual cada otra vida es un imperfecto bosquejo, un boceto débil, es aquella 4

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del Alma”. Esa que el público en general llama “alma”, nosotros la llamamos “Ego reencarnado”. “Ser, es vivir, y vivir es voluntad y pensamiento”, dice el científico francés. Pero, si de hecho el cerebro físico es sólo un área limitada, el campo para contener las rápidas llamaradas del ilimitado e infinito pensamiento, ni la voluntad ni el pensamiento se puede decir se generan dentro de él, aun de acuerdo a la ciencia materialista, la grieta intransitable entre la materia y la mente ha sido ya confesada por Tyndall y muchos otros. El hecho es que el cerebro humano es simplemente un canal entre los dos planos –el psíquico–espiritual y el material— por medio del cual cada idea abstracta y metafísica se filtra desde el plano Manásico a la más baja conciencia humana. Por consiguiente, las ideas sobre el infinito y el absoluto no son, ni pueden estar, dentro de las capacidades de nuestro cerebro. Ellas pueden ser reflejadas fielmente únicamente por nuestra conciencia Espiritual, por lo tanto son más o menos una débil proyección en los índices de nuestras percepciones en este plano. Así mientras frecuentemente se borran archivos de eventos importantes de nuestra memoria, ni siquiera la más trivial acción de nuestras vidas puede desaparecer de la memoria del “Alma”, porque no hay MEMORIA para ello, sino una siempre presente realidad en el plano que esta fuera de nuestras concepciones de espacio y tiempo. “El hombre es la medida de todas las cosas”, dijo Aristóteles; ¡y ciertamente él no quiso decir por hombre, una forma de carne, huesos y músculos!   De todos los profundos pensadores Edgard Quinet, el autor de La Creación, expresó mejor esta idea, hablando del hombre, lleno de sentimientos y pensamientos de los cuales no tiene conciencia del todo, o de los cuales él siente solamente una opaca o nublada impresión, muestra que el hombre se da cuenta realmente sólo de una pequeña porción de su ser moral. “Los pensamientos que pensamos, pero que no somos capaces de definir y formular, una vez rechazados, buscan refugio en la misma raíz de nuestro ser”… Cuando son alcanzados por el esfuerzo persistente de nuestra voluntad, “se retiran ante ello, más allá, aún más profundo de –quien sabe – que fibras, pero donde se mantienen para reinar e impresionar en nosotros aún sin ser invitados y desconocidos…” Sí; ellos se vuelven tan imperceptibles y tan inalcanzables como las vibraciones del sonido y el color cuando estos superan el rango normal. Sin ser vistos y eludiéndose, trabajan todavía, y así de esta manera ponen los fundamentos de nuestras acciones y pensamientos futuros, y obtienen dominio sobre nosotros, aunque nunca pensaríamos en ellos y a menudo ignoráramos su mismo ser y presencia. En ninguna parte Quinet, el gran estudiante de la Naturaleza, parece ser más acertado en sus observaciones que, cuando habla de los misterios de los cuales estamos todos rodeados: “Los misterios ni de tierra ni del de cielo, sino aquellos presentes en la médula de nuestros huesos, en las células de nuestro cerebro, en nuestros nervios y fibras. Esos no faltan”, él agrega, “para investigar lo desconocido, nos perdemos en el reino de las estrellas, cuando aquí, cerca de nosotros y en nosotros, descansa lo inalcanzable. Así como nuestro mundo está en su mayor parte formado de seres imperceptibles que son los verdaderos constructores de sus continentes, así también es el hombre”.  

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Memoria en el Agonizante

Verdaderamente, desde que el hombre es un manojo oscuro, y para sí mismo de percepciones inconscientes, de sentimientos indefinidos y emociones mal interpretadas, de memorias por siempre olvidadas y conocimientos que llegan a ser sobre la superficie de su plano –la ignorancia. Sin embargo, mientras la memoria física en un hombre saludable es a menudo obscurecida, un hecho fuerte deja fuera otro débil, ahí en el momento del gran cambio que el hombre llama muerte a eso que llamamos “memoria” parece regresar a nosotros con un vigor y frescura total. ¿Podría esto no ser debido como se dijo, simplemente al hecho que, por unos pocos segundos al menos, nuestras dos memorias (o más bien los dos estados, el superior e inferior de conciencia) se mezclan, y en consecuencia forman uno, y que el ser agonizante se encuentra en el mismo plano en el qué no hay pasado ni futuro, todo es presente? La memoria, como todos sabemos, es más fuerte con respecto a sus primeras asociaciones, en aquel tiempo cuando el hombre del futuro es solamente un niño, y más de una alma que de un cuerpo; y si la memoria es una parte de nuestra Alma, entonces, como Thackeray ha dicho en alguna parte, la memoria debe ser por necesidad eterna. Los científicos niegan esto; nosotros, los teósofos, afirmamos que esto es así. Ellos tienen para lo que sostienen sólo pruebas negativas; nosotros tenemos, para apoyarnos, innumerables hechos por el estilo citados, en los tres casos descritos por nosotros. Los eslabones de la cadena de causa y efecto con relación a la mente son, y deben quedar siempre como una terra incognita para los materialistas. Pues si ya han adquirido una profunda convicción que como dice el Papa: Calma en las innumerables cámaras del cerebro. Nuestros pensamientos están unidos por muchas cadenas ocultas…

y si todavía son incapaces para descubrir estas cadenas, ¡cómo esperan desenredar los misterios de la más alta, Espiritual, Mente!

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LOS ORÍGENES DEL RITUAL EN LA IGLESIA Y EN LA MASONERÍA Traducción de Salvador Valera

Ni Infieles ni Ateos El Símbolo de la Virgen María Origen de la palabra “Dios” Las Verdades de la Religión de la Sabiduría El Símbolo del G.A.D.U. Los Altares y las Piedras Cuadradas Del Mito Solar Los Grandes Misterios Decadencia de los Misterios Significado del Descenso a los Infiernos El Cristianismo se deriva de la Masonería La Representación de Baco y de Ceres Las Letanías de la Virgen María Los Constructores del Templo Superior

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CAPÍTULO I

NI INFIELES NI ATEOS

L

os teósofos han sido acusados de infieles y hasta de ateos frecuente e injustamente, con lo cual se ha incurrido en un grave error, especialmente en lo que se refiere a esta última acusación, porque poco lugar le queda al ateísmo en una Sociedad importante formada por miembros pertenecientes a tantas razas y nacionalidades diferentes; en una asociación en que se deja a cada cual en libertad de creer en lo que uno prefiera y de seguir o no la religión en la que uno ha sido educado y en la que ha nacido. En cuanto a la acusación de “infiel” no es más que un contrasentido y una fantasía cuyo absurdo se puede demostrar fácilmente pidiendo a quienes nos difaman que nos muestren una persona del mundo civilizado que no sea considerada como “infiel” por personas pertenecientes a una creencia diferente a la suya. Esto lo encontraréis tanto si frecuentáis los círculos altamente respetables y ortodoxos, como si os ponéis en contacto con la sociedad de los que se llaman a sí mismos “heterodoxos”. La acusación es mutua, tanto que se exprese tácita como abiertamente; viene a ser una especie de juego de raquetas en el que cada cual devuelve la pelota con elegante silencio. En realidad, no puede tildarse de “infiel” al teósofo ni al no teósofo; sin embargo, hemos de confesar que no hay un ser humano que no pueda ser tildado de “infiel” por un sectario cualquiera. En cuanto a la acusación de ateísmo, es harina de otro costal. ¿Qué es el ateísmo? ¿Consiste en no creer en la existencia de un Dios, o de unos dioses y en negarla, o simplemente en negarse a aceptar una deidad personal, según la definición algo violenta de R. Hall, quien explica el ateísmo diciendo que es un “sistema feroz que no deja nada por encima de nosotros (?) que nos infunda terror, y nada a nuestro alrededor que pueda despertarnos sentimientos de ternura”(¡)? Si aceptáramos la primera definición no podríamos aplicarla a la mayoría de nuestros miembros, puesto que los de la India, Birmania, etcétera, creen en dioses o seres divinos y sienten mucho temor de ellos. Lo mismo les ocurre a muchos teósofos occidentales que no dudarían en confesar que creen profundamente en espíritus planetarios o del espacio, fantasmas o ángeles. Muchos de los nuestros aceptan la existencia de inteligencias superiores e inferiores y de Seres tan sublimes como cualquier Dios “personal”. Y esto no es un secreto recóndito pues la mayor parte de nosotros creemos en la supervivencia del Ego espiritual, en los Espíritus Planetarios y en los Nirmânakâyas, esos grandes adeptos pertenecientes a pasadas edades que, renunciando a sus derechos al 3

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Nirvana, moran en las esferas en las que vivimos y no como “espíritus”, sino como Seres espirituales, enteramente humanos. Siguen siendo lo que fueron, salvo en lo que atañe a su envoltura corporal y visible, la cual han abandonado para prestar ayuda a la pobre humanidad, en todo cuanto esta ayuda puede prestarse sin chocar con la ley kármica. En esto es en lo que consiste “la Gran Renunciación”: en un incesante y constante sacrificio a través de eones y de edades, hasta que llegue el día en que se abran los ojos a la ciega humanidad y en que todos y no sólo un reducido número de hombres, reconozcan la Verdad universal. Si estos Seres quisieran que el fuego que anima nuestros corazones cuando pensamos en el más sublime de los sacrificios se abrasara en adoración y se ofreciera en un ara levantada en su honor, podrían ser considerados como Dios o como Dioses: pero no anhelan semejante cosa, porque el templo devocional que se erige en lo recóndito del corazón, lejos de toda ostentación profana, es el más hermoso. Examinemos ahora quienes son los demás Seres invisibles, unos de los cuales se encuentran más elevados que otros en la escala evolutiva. Nada tenemos que decir acerca de estos últimos; y en cuanto a los primeros, nada nos pueden decir a nosotros porque para ellos no existimos. Lo homogéneo no puede tener conocimiento de lo heterogéneo y por lo tanto no podemos abrigar la esperanza de reconocer su naturaleza real, a no ser que aprendamos a evadirnos de nuestra envoltura mortal y a comunicarnos “de espíritu a espíritu”. Todo verdadero teósofo sustenta la Idea de que el Yo divino superior existente en el hombre mortal es de la misma esencia que el de los dioses. El Ego encarnado, dotado de libre albedrío que, por lo tanto, tiene mayor responsabilidad, es superior, si no más divino que cualquier Inteligencia espiritual que no haya reencarnado todavía. Lo cual es fácil de comprender desde el punto de vista filosófico para los metafísicos de la Escuela oriental. El ego encarnado ha de luchar con dificultades inexistentes para la Esencia divina pura, la cual, por el hecho de serlo, no está asociada con la materia. Esta esencia carece de mérito personal, mientras que el Ego encarnado se encuentra en camino de llegar a su perfección final, pasando por las pruebas de la existencia, el dolor y el sufrimiento. Es imposible que la sombra del Karma caiga sobre lo que es divino, simple y tan diferente de nosotros que no puede tener relación alguna con nosotros. Y por lo que se refiere a las divinidades del Panteón esotérico hindú que son consideradas como finitas y que, por consiguiente, se hallan sujetas al Karma, jamás filósofo alguno digno de este nombre, consentirla en adorarlas ya que no son más que signos y símbolos. ¿Se nos tildará de ateos porque, creyendo en las Falanges Espirituales –en esos seres que han llegado a ser adorados en colectividad como si se tratase de un Dios personal– nos negamos en absoluto a creer que representen al Uno desconocido, o porque afirmamos que el Principio eterno, el Todo en todo del Poder Absoluto, de la Totalidad, no puede expresarse con palabras limitadas, ni tener por símbolo ningún atributo condicionado y calificador? Además, ¿es que no vamos a protestar contra la acusación de idolatría que han lanzado contra nosotros los católico–romanos, cuya religión es más pagana todavía que cualquiera de las que profesan los adoradores de los elementos y 4

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del sistema solar? Nadie menos calificado que los católicos para acusar, puesto que su momificado y estrecho credo lo han copiado de creencias más antiguas que la suya, y sus dogmas y ritos son Idénticos a los de todas las naciones idólatras, si es que existen naciones de esta clase.

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CAPÍTULO II

EL SÍMBOLO DE LA VIRGEN MARIA

E

n toda la superficie del planeta, desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, desde los helados golfos de los países nórdicos hasta las tórridas llanuras de la India meridional y del corazón de América, desde Grecia hasta Caldea, el Fuego Solar ha sido adorado como símbolo del Poder Divino creador del Amor y de la Vida. La unión del Sol (el elemento masculino) con la tierra y el agua (la materia–elemento femenino) se ha conmemorado en los templos esparcidos por el Universo entero. Nueve meses antes de llegar el solsticio de invierno, los paganos celebraban una fiesta conmemorativa de esta unión en la que se decía que Isis había concebido; pues bien, los cristianos hacen lo mismo, pues celebran nueve meses antes de la Navidad el grande y santo día de la Anunciación, día en que la “Virgen María” recibió el favor de (su) Dios y concibió al “Hijo del Altísimo” ¿De dónde proceden la adoración del Fuego, de las luces y de las lámparas que se colocan en las iglesias? ¿Por qué se hace esto? Porque Vulcano, el dios del Fuego, se unió con Venus, diosa del mar. Por esta misma razón los Magos y las Vírgenes–vestales cuidaban del Fuego sagrado. El Sol era el “Padre” de la Naturaleza; o sea, de la eterna Virgen–Madre. La relación de aquel con ésta se repite en la dualidad Osiris–Isis y en la de Espíritu–Materia, la cual fue adorada bajo tres estados por los paganos y los cristianos. He aquí de dónde proceden esas Vírgenes vestidas con un traje azul salpicado de estrellas, que pisan una luna creciente, símbolo de la naturaleza femenina (en sus tres elementos: aire, agua y fuego), fecundada anualmente por el Fuego o Sol masculino con sus radiantes rayos, (las “lenguas de fuego” del Espíritu Santo). El Kalevala, que es el poema más antiguo de Finlandia, cuya antigüedad precristiana es indiscutible para los eruditos, habla de los dioses finlandeses del aire y del agua, del fuego y de los bosques, del cielo y de la tierra. El lector podrá encontrar en la magnífica traducción al inglés de J.M. Crawford, Rume L (Vol. II) la leyenda entera de la Virgen María, de Mariatta, hermosa joven, Virgen–Madre de las Tierras nórdicas (pág.729).

Ukko, el gran Espíritu que moraba en Yumala (el Cielo o Paraíso), eligió a la Virgen Mariatta con objeto de que le sirviera de vehículo para encarnarse por su medio en 6

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forma de Hombre–Dios. Quedó ella encinta al comer una baya roja (marja). Repudiada por sus padres dio a luz a un Hijo inmortal en el pesebre de un establo, pero el “Santo Niño” desapareció inmediatamente y Mariatta se lanzó en su búsqueda. Preguntó a una estrella –”la estrella guía de los países nórdicos”– dónde se ocultaba “El Santo Niño”, pero ésta le repuso irritada: Aunque lo supiera, no te lo diría: porque tu hijo fue quien me creó en el frío para que brillase eternamente…

Y la estrella no dijo nada a la Virgen. La dorada luna no consintió tampoco en ayudarle, fundándose en que el hijo de Mariatta la había creado dejándola en el anchuroso cielo: Aquí me dejó para que durante la noche vagase en completa soledad por las tinieblas y luciera para bien ajeno…

Únicamente el “Argentado Sol” se compadeció de la Virgen–Madre y le dijo: Allá lejos está el Niño adorado. Allí reposa tu santo Hijo, durmiendo oculto con agua hasta la cintura entre cañas y juncos…

Y Mariatta se lleva al Santo Niño a su casa y mientras que ella le llama “Flor”. Otros le dicen Hijo del Dolor. ¿Nos encontramos, en este caso, ante una leyenda post–cristiana? De ninguna manera, pues ya dije antes que es una leyenda de origen esencialmente pagano, siendo creencia que es anterior al cristianismo. De esto se sigue que, con semejantes datos literarios en la mano, pierden su finalidad las acusaciones dé ateísmo e idolatría que se repiten sin cesar. Por otra parte, el término idolatría es de origen cristiano, pues sabido es que esta palabra fue aplicada por los nazarenos primitivos durante los dos primeros siglos de nuestra era y la primera mitad del tercero a las naciones que utilizaban iglesias, templos, estatuas e imágenes, porque los primeros cristianos no tenían templos, ni estatuas, ni imágenes, cosas que ellos aborrecían en extremo. El término “idólatras” podría aplicarse con más propiedad a nuestros acusadores que a nosotros, como lo demostraremos en este escrito. El católico que coloca Madonas en cada encrucijada y fabrica estatuas de Cristo, de ángeles de toda especie e incluso de Santos y Papas, no puede acusar de Idólatras a los hindúes y budistas. A continuación demostraremos en qué nos basamos para decir esto.

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CAPÍTULO III

ORIGEN DE LA PALABRA “DIOS”

C

omencemos con el origen de la palabra Dios, God en inglés.

¿Cuál es la significación verdadera y primitiva de este término? Sus significados etimológicos son tan numerosos como variados. Según uno de ellos, la palabra se deriva de un término persa antiquísimo y muy místico: Goda el cual quiere decir “El mismo”, o algo emanante por sí mismo del Principio absoluto. La raíz de esa palabra es Godan de donde se derivan Wotan, Woden y Odín; de forma que la radical oriental no ha sido casi alterada por las razas germánicas que formaron con ella la voz Gotz, de la cual derivaron el adjetivo Gut, “Good” (bueno en inglés) y el término Goda o ídolo. Las palabras Zeus y Theos de la antigua Grecia dieron origen a la palabra latina Deus. Goda, la emanación, no es ni puede ser idéntica a aquello de lo que emana y, por consiguiente, es tan sólo su manifestación periódica y finita. Cuando el antiguo Arato dijo que “Todos los caminos y mercados frecuentados por los hombres están llenos de Zeus; llenos de El están los mares y también los puertos”, no limitaba la Idea de Dios a un mero reflejo temporal suyo sobre nuestro plano terrestre, como lo es Zeus o su antecedente Dyao, sino que daba a la palabra la extensión de un Principio universal y omnipresente. Antes de que Dyao, el deslumbrante dios (el cielo) hubiera atraído la atención del hombre, existía ya el védico Tat –”aquello”– (that en inglés), el cual no tiene ni para el filósofo ni para el iniciado nombre alguno definido, porque es la noche absoluta, oculta bajo toda la radiante luz manifestada. Pero no se pudo evitar que el Sol, primera manifestación en el mundo de Maya e hijo de Dyao, fuese llamado por los ignorantes “El Padre” como lo fue también el mítico Júpiter, última y significativa reflexión de Zeus–Surya. De manera que el sol llegó rápidamente a ser sinónimo de Dyao y fue confundido con él. Para unos, era el Hijo; para otros, “el Padre”, que mora en el radiante cielo. Sin embargo, Dyao–Pitar, el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, tiene origen finito, puesto que le fue concedida la Tierra como esposa. Durante la gran decadencia de la filosofía metafísica fue cuando comenzó a representarse a Dyâvâ–prithivî, “el Cielo y la Tierra”, en forma de padres universales y cósmicos, no sólo de los hombres, sino también de los dioses. El poético y abstracto concepto original de la causa Ideal acabó por corromperse. Dyao, el Cielo, llegó a ser rápidamente Dyao el Paraíso, la morada del “Padre” y, finalmente, el mismo Padre. En seguida el Sol fue transformado en símbolo

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del Padre y recibió el título de Dína Kara “el que crea el día”, y de Bhâskara “el que crea la luz”, siendo desde ese momento el Padre de su Hijo y viceversa. A partir de entonces se estableció el reino del ritualismo y del culto antropomórfico que terminó por envilecer al mundo entero, extendiendo su supremacía hasta nuestra época llamada civilizada. Una vez se ha visto que éste es el origen común, sólo nos resta establecer el contraste entre los dos dioses –el dios de los gentiles y el de los judíos– y deducir intuitivamente, basándonos en su propia revelación y juzgándoles de acuerdo con su definición, cuál de los dioses se encuentra más cerca del ideal más sublime.

Citemos al coronel Ingersoll el cual ha establecido un paralelismo entre Jehová y Brahma. Jehová, oculto tras las nubes y tinieblas del Sinaí, dice a los judíos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te prosternarás delante de sus imágenes, ni las honrarás, porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me aborrecen, a fin de que me teman”.

Compárense estas palabras con las que pone un hindú en boca de Brahma: “Yo soy el mismo para todos los seres. Quienes sirven honradamente a los otros dioses, me adoran involuntariamente. Yo soy el que participa en toda adoración; yo, la recompensa de todos los adoradores”. Compárense ambos párrafos, El primero es un lugar oscuro en que se insinúan cosas que nacen del fango: el otro, grande como el firmamento, cuya bóveda está sembrada de soles. El primero es el dios que atormentaba la imaginación de Calvino, cuando añadía a su doctrina de la predestinación la del infierno tapizado de cráneos de niños no bautizados. Las creencias y los dogmas de nuestras iglesias son tan blasfemas por las ideas que implican como las de los paganos que se hallan sumergidos en las tinieblas… Ya pueden disfrazar y enjalbegar cuanto quieran al Dios de Abraham y de Isaac, que nunca serán capaces de refutar las palabras de Marción, quien niega que el Dios del odio pueda ser el mismo Dios que el “Padre de Jesús”. Sea como sea, herejía o no, el “Padre que está en los cielos” ha seguido siendo, a partir de esa época, una criatura híbrida, una mezcolanza del Jave (Júpiter) de los paganos con el “Dios celoso” de Moisés, Dios que, exotéricamente, es el sol, cuya morada se encuentra en los cielos y, esotéricamente, es el cielo. ¿No da El nacimiento a la luz “que brilla en las tinieblas”, al día, al brillante Dyao, al Hijo, y no es El, acaso, el Altísimo Deus coelun? ¿Y no es Terra, la Tierra, la Virgen eternamente inmaculada que, engendrando sin descanso, fecundada por el ardiente abrazo de su “Señor” –los vivificantes rayos solares– se convierte en madre de todo cuanto vive y respira en el vasto seno de la esfera terrestre? Esto explica el carácter sagrado que tiene en el ritual lo que ella produce: o sea, el pan y el vino. De ahí también

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la antigua messis, el gran sacrificio ofrendado a la diosa (Ceres Eleusina, es decir, la tierra) de las cosechas (de la mies): messis para los iniciados, missa para los profanos1 que ha llegado a ser hoy en día la misa o liturgia cristiana. La antigua ofrenda de los frutos de la Tierra hecha al Sol, al Deus Altissimus, el símbolo del G.A.D.U. de los francmasones contemporáneos, llegó a ser la base más importante del ritual entre las ceremonias de la nueva religión. Las parejas místicas2 Osiris e Isis (el sol y la tierra) de los egipcios, Bel y la cruciforme Astarté de los babilonios; Odín o Thor y Freya, de los escandinavos; Belén y la Virgo Paritura de los celtas; Apolo y la Magna Mater de los griegos, las cuales tenían idéntica significación, pasaron como representación corporal a los cristianos y fueron transformadas por ellos en el Señor–Dios o el Espíritu Santo que desciende sobre la Virgen María. El Deus Sol o Solus, o sea el Padre, llegó a confundirse con el Hijo: el “Padre” que brilla deslumbrador en la hora del Mediodía, se transformaba al amanecer en “Hijo”, en cuyo momento se decía el que “había nacido”. Esta idea recibía su gran apoteosis anualmente el día 25 de diciembre, durante el solsticio de Invierno, cuando, según se decía, el sol –acabado de nacer– era igual para los dioses solares de todas las naciones. Natalis solis invicte. Y el “precursor” del Sol resucitado, crece y se fortalece hasta el equinoccio de primavera, que es cuando el Dios–Sol comienza su curso anual bajo el reinado de Ram o del Carnero (Aries), la primera semana lunar del mes. En toda la Grecia pagana se conmemoraba el día primero de marzo, cuyas neomenia se consagraban a Diana. Por idéntica razón, las naciones paganas celebran su fiesta de Pascua el primer domingo siguiente a la luna llena del equinoccio de primavera. El cristianismo, no sólo ha copiado las fiestas del paganismo, sino también las vestimentas canónicas, cosa que es imposible negar. Eusebio confiesa en su Vida de Constantino, diciendo quizás la única verdad proferida en su vida, que “con el fin de hacer que el cristianismo fuera más atrayente para los gentiles, los sacerdotes (del Cristo) adoptaron las vestimentas externas y los ornamentos utilizados en el culto pagano, y podría haber añadido que habían hecho lo mismo con sus rituales y sus dogmas.

1

De pro, “delante” y fanum, “el templo”; es decir, los que no están iniciados, los que se encuentran ante el templo sin atreverse a entrar.

2

La Tierra y la Luna su pariente, son similares. Por eso todas las diosas lunares eran también símbolos representativos de la Tierra. (Véase “Simbolismo” de La Doctrina Secreta).

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CAPÍTULO IV

LAS VERDADES DE LA RELIGIÓN DE LA SABIDURÍA

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unque no se pueda recurrir al testimonio de la historia, es un hecho histórico –pues una gran cantidad de hechos relatados por los escritores de la antigüedad vienen a corroborarlo– que el ritual de la Iglesia y de la Francmasonería surgieron de la misma fuente y se desarrollaron paralelamente. En sus orígenes, la Masonería fue un gnosticismo arcaico o cristianismo primitivo; el ritual de la Iglesia era y es el de un simple y puro paganismo exotérico remodelado, ya que no podemos decir reformado. Leed a Ragón, estudiad, relacionad los hechos accidentales y, no obstante, son muchos los que se encuentran en los textos de los autores griegos y latinos, de cuyos autores algunos eran iniciados y la mayoría neófitos, instruidos y participantes en los Misterios; leed por último, las calumnias cuidadosamente elaboradas por los Padres de la Iglesia contra los gnósticos y contra los Misterios y sus Iniciados y acabaréis por deducir la verdad de que los verdaderos fundadores de la religión moderna fueron unos cuantos filósofos desterrados por los acontecimientos políticos de la época, acosados y perseguidos por los fanáticos obispos del cristianismo primitivo que todavía no tenía ritual, ni dogma, ni Iglesias. Esos filósofos, mezclando de forma irreligiosa las verdades de la religión–sabiduría con las ficciones exotéricas tan gratas a las masas ignorantes, pusieron los primeros fundamentos ritualísticos de las iglesias y de las logias de la francmasonería moderna. Este último hecho ha sido demostrado por Ragón en su Ante–Omniae de la Liturgia moderna comparada con los antiguos misterios, mostrando el ritual puesto en práctica por los primeros francmasones. Nuestra primera afirmación puede comprobarse comparando las vestimentas en uso en las iglesias, los vasos sagrados, las fiestas de las iglesias latinas, con las mismas cosas de las naciones paganas. Pero las iglesias y la francmasonería han disentido por completo desde el día en que dejaron de constituir una sola entidad. Y si alguien se asombra de que haya un profano que conozca esto, le responderemos que el estudio de la antigua Francmasonería y de la Francmasonería moderna es obligado para todo ocultista oriental. La Masonería, a pesar de sus innovaciones y accesorios modernos (particularmente la introducción del espíritu bíblico), hace el bien en los planos físico y moral; así es, por lo 11

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menos, como obraba apenas hace diez años. Entonces era una verdadera ecclesía en el sentido de unión fraternal y de ayuda mutua; era la única “religión” del mundo, si consideramos que esta palabra se deriva del verbo “religare” (unir), puesto que une a todos los hombres que pertenecen a ella como si fueran “hermanos”, sin hacer distinción de razas ni de creencias. No es Incumbencia nuestra el saber si podía haber hecho mucho más de lo que ha hecho con las portentosas riquezas que tenía en su poder. No sabemos que esta institución haya producido daño alguno y nadie, excepto la Iglesia romana, la acusó de haber hecho tal cosa. ¿Puede decirse lo mismo de la Iglesia? Que la historia profana y la eclesiástica respondan a esta pregunta. Desde luego, la iglesia ha dividido a la humanidad en Caínes y Abeles; ha perseguido a millares de hombres en nombre de Dios, un Dios que, en realidad parece ser el Dios de los ejércitos, el feroz Jehová Sabbaoth, y en lugar de proporcionar una fuerza impulsora a la civilización de la que, orgullosamente, se glorifican sus fieles, la ha retrasado durante toda la larga e insípida Edad Media. Sólo bajo las continuas embestidas de la ciencia cuyas consecuencias fueron la rebelión de los hombres amantes de la libertad, fue cuando la Iglesia comenzó a perder terreno y no pudo evitar por más tiempo la entrada de la luz ¿Es cierto, tal vez, que ella haya suavizado, como afirma, “el espíritu bárbaro del paganismo”? No; digamos con todas nuestras fuerzas que no… ¿Acaso fueron los césares paganos, de tan refinada crueldad, con tanta sed de sangre como los modernos potentados y sus ejércitos? ¿En qué época se encontrarían más miles de proletarios hambrientos que en la nuestra? ¿Cuándo ha derramado más lágrimas la Humanidad y cuándo ha sufrido más que ahora? Sí; hubo un tiempo en que la Iglesia y la Francmasonería fueron una. Fue en los siglos de Intensa reacción moral; período de transición, época de lucha en la que el pensamiento era denso como una pesadilla. Así que, cuando la creación de nuevos ideales condujo al derribo aparente de los viejos templos y a la destrucción de los antiguos ídolos, la cosa terminó reconstruyendo estos templos con ayuda de los antiguos materiales y erigiendo los mismos ídolos con nombres nuevos. Aquello no fue más que una reorganización, un blanqueo universal llevado a cabo únicamente “a flor de piel”. Jamás nos dirá la historia cuántos semi–Hierofantes y altos iniciados se vieron obligados a pasar por regenerados para asegurar la supervivencia de los secretos iniciáticos. Praetextux, procónsul de Arcadia, es digno de fe cuando dice, en el siglo IV de nuestra era, que “privar a los griegos de los misterios sagrados que unían a la Humanidad en un solo cuerpo equivalía a privarles de la vida”. Quizás los iniciados lo comprendieron así, puesto que se unieron nolens volens con los partidarios de la nueva religión que había llegado a dominar, y obraron en consecuencia. Algunos judíos gnósticos helenizantes, hicieron lo mismo; y así fue como más de un Clemente de Alejandría –quien aparentemente se convirtió, aunque seguía siendo un ardiente neoplatónico y un filósofo en el fondo de su corazón–, llegó a ser el instructor de los ignorantes obispos cristianos. En una palabra, el que se convertía a su pesar,

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mezclaba las dos mitologías externas –la antigua y la nueva–, y aleccionando a la multitud guardaba para sí las verdades secretas. El ejemplo del neoplatónico Sinesio demuestra quienes eran estos extraños cristianos. Este discípulo favorito de Hipatía –la virgen filósofa y mártir, víctima del infame Cirilo de Alejandría– no estaba bautizado todavía cuando los obispos de Egipto le ofrecieron el arzobispado de Ptolemaida. Todos los eruditos saben que cuando, después de haber aceptado el cargo que le ofrecían, consintió en que le bautizaran, concedió tan poco valor a esta ceremonia que no firmó realmente su consentimiento hasta que le fueron aceptadas todas las condiciones que él consideraba indispensables y garantizados sus privilegios futuros. Entre estas condiciones había una, la principal, realmente curiosa: la de que le fuera permitido sine qua non el abstenerse de profesar las doctrinas cristianas en las cuales no creía el nuevo obispo. Y por eso sucedió que, a pesar de haber sido bautizado y ordenado en los dogmas del diaconado, del sacerdocio y del episcopado, no se separó jamás de su mujer ni abandonó nunca la filosofía platónica, ni menos aún sus diversiones (deportes), las cuales les estaban prohibidas a los demás obispos. Esto sucedía nada menos que en el siglo V. En esta época se hicieron numerosas concesiones como ésta entre los filósofos iniciados y los sacerdotes reformados del judaísmo. Los primeros trataban de ser fieles a los juramentos prestados en los Misterios y de no perder su dignidad personal; y para conseguirlo se vieron obligados a recurrir a un triste compromiso con la ambición, la ignorancia y la creciente marea del fanatismo popular. Ellos creían en la Unidad Divina, en el Uno o Solus incondicionado e incognoscible y, no obstante, consintieron en rendir homenaje público al Sol que se movía entre sus doce apóstoles, los doce signos del zodíaco, dicho de otra manera, los doce hijos de Jacob. Los hoi polloi (la plebe) seguía ignorando la existencia del Único y adoraba al sol rindiendo cada cual en sí mismo homenaje al Dios que honraba antiguamente. Transferir esta adoración de las divinidades solares y lunares y demás deidades cósmicas a los Tronos, Arcángeles, Potestades y Santos, no era cosa difícil, sobre todo teniendo en cuenta que las divinidades solares habían sido admitidas en el canon cristiano con sus nombres antiguos, sin experimentar cambio alguno. Así se explica que el “Gran Elegido” renovase en voz baja durante la misa su absoluta adhesión a la Unidad Suprema Universal del “Obrero incomprensible”, y pronunciase en voz alta y solemnemente la palabra sagrada, mientras que su acólito continuaba cantando con fastidiosa retahíla los nombres de los seres siderales inferiores que debían ser adorados por la masa. Los catecúmenos profanos que pocos meses o semanas antes oraban al Buey Apis, a los santos Cinocéfalos, al Ibis sagrado y al Osiris de la cabeza de gavilán, observarían que el águila de San Juan3 y la Paloma divina (que se cierne en el bautismo sobre el 3

Se comete un doble error cuando se dice que Juan el Evangelista no llegó a ser el Santo Patrón de la Francmasonería hasta después del siglo XVI. Existe una gran diferencia entre Juan el “Adivino”, el “Vidente”, autor de la Revelación, y el Juan Evangelista, al cual se representa actualmente acompañado de un águila, puesto que este último Juan es, como el cuarto evangelio, una creación de Ireneo. Tanto el uno como el otro fueron el resultado de la disputa del Obispo de Lyon con los gnósticos, y nadie podrá decir

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cordero de Dios), no eran sino la evolución natural, la continuación de su propia zoología nacional y sagrada, a la que desde la infancia les hablan enseñado a prestar adoración.

jamás quién fue el autor real del más hermoso de los evangelios. Lo único que sabemos de cierto es que el águila es la propiedad legal de Juan, el autor del Apocalipsis, cuyo origen se remonta a los siglos anteriores a Jesucristo, habiendo sido reeditado al recibir la hospitalidad canónica. Este Joan o Johannes, era el patrón aceptado por todos los gnósticos griegos y egipcios (que fueron los primeros constructores y masones del Templo de Salomón, como ya antes lo habían sido de las pirámides). Su atributo, el águila –que es el más arcaico de los símbolos– era el Ah el ave de Zeus, que todos los pueblos antiguos consagraron al Sol. E incluso entre los mismos judíos fue adoptado por los cabalistas iniciados como símbolo del Sephirad Tiph–e–reth, el Éter espiritual o aire, tal como lo dice Myers en la Kabbalah. Entre los druidas el águila era el símbolo de la Divinidad suprema, relacionándose también una parte del símbolo con los Querubines. Adoptada por los gnósticos pre–cristianos podía verse al pie del Tau egipcio antes de que hubiera sido colocada en el grado de Rosacruz al pie de la cruz cristiana. El ave del sol, el Águila, va esencialmente unida a todo dios solar, y es el símbolo del vidente que mira en la luz astral y ve en ella la sombra del pasado, del presente y del futuro con tanta facilidad como el águila mira al sol.

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CAPÍTULO V

EL SÍMBOLO DEL G.A.D.U.

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e manera que puede demostrarse que la Francmasonería moderna y el ritual de la Iglesia descienden por línea directa de los gnósticos iniciados, de los neoplatónicos y de los hierofantes renegados de los misterios paganos, cuyos secretos han perdido aquellas instituciones; pero han sido conservadas por quienes no aceptaron compromisos. Si la Iglesia y la Masonería quieren olvidar la historia de su verdadero origen, los teósofos no hacen lo mismo, pues repiten que la Masonería y las tres grandes religiones cristianas han heredado los mismos bienes. Las “ceremonias y palabras de paso” de la Masonería, y las oraciones, dogmas y ritos de las religiones, no son sino copias mal interpretadas del paganismo puro y de la teosofía neoplatónica. Asimismo, las “palabras de paso” relativas a “la tribu de Judá”, los nombres de “Tubal–Caín” y de otros dignatarios zodiacales del Antiguo Testamento empleadas actualmente por los masones bíblicos, no son sino las que aplicaban los judíos a los antiguos Dioses de la plebe pagana, y no los Dioses de los hierográmatas, intérpretes de los verdaderos misterios. Prueba de ello es lo que vamos a decir a continuación. Los buenos de los hermanos masones difícilmente podrían negar que, por lo menos de nombre, son solícolas o adoradores del sol celeste, en el cual veía el erudito Ragón un símbolo magnifico del G.A.D.U., como lo es, sin duda alguna. Pero Ragón se hubiera visto en un apuro si hubiese tenido que demostrar que el GAD.U. no es más bien el Sol del pescado menudo de los profanos que el solus del Gran Epoptai. Pues el secreto de los fuegos de Solus, el espíritu que brilla en la Estrella flamígera, es un secreto hermético, y si el masón no estudia la verdadera Teosofía no podrá comprender este secreto, ni tampoco las pequeñas indiscreciones del Ttshuddi. Actualmente, tanto los masones como los cristianos, santifican el día del sabbat, al cual dan el nombre de “Día del Señor”. a pesar de que saben mejor que nadie que el “Sunday” y el Sonntag de los protestantes ingleses y alemanes significan el día del sol, es decir, lo mismo que hace dos mil años. Y en cuanto a vosotros, reverendos padres, sacerdotes y obispos que dais a la Teosofía el nombre de “idolatría” y condenáis ferozmente a sus prosélitos al fuego eterno, ¿os podéis jactar acaso de poseer un solo simple rito, una sola vestimenta o un vaso sagrado perteneciente a la Iglesia o al Templo, que no proceda del paganismo? No; sería demasiado peligroso el tener la osadía de afirmarlo, no sólo ante la historia, sino también ante las confesiones de los funcionarios sacerdotales. 15

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Recapitulemos, aunque no sea más que para justificar nuestras afirmaciones. Dice Du Choul que “Los sacrificadores romanos” tenían obligación de confesarse antes de sacrificar. Los sacerdotes de Júpiter se tocaban con un alto bonete negro de forma cuadrada que era el objeto con que se cubrían la cabeza los Flamines (véase el sombrero de los sacerdotes armenios y griegos modernos). La sotana negra de los sacerdotes católicos es la negra hierocaracia o amplia vestidura que usaban los sacerdotes de Mitra, la cual recibía este nombre por ser del color de los cuervos “corax”. El rey–sacerdote de Babilonia poseía un sello o anillo de oro que llevaba en el dedo. Llevaba pantuflas que besaban los potentados sometidos a su dominio, un manto blanco y una tiara de oro de la cual pendían dos cintas. Los Papas poseen pantuflas y un anillo que tiene el mismo uso, un manto de raso blanco en el que se ven bordadas unas estrellas de oro, una tiara con dos cintas cubiertas de piedras preciosas, etc.… La vestidura de tela blanca “alba vestis” es idéntica a la de los sacerdotes de Isis, los sacerdotes de Anubis se afeitaban la coronilla (Juvenal), de cuya costumbre se deriva la de la tonsura; la casulla de los “padres” cristianos es copia de la vestimenta con que se cubrían los sacerdotes del culto judío, vestidura denominada colarisis, que iba sujeta al cuello y descendía hasta los talones. La estola de nuestros sacerdotes ha sido tomada del vestido femenino que llevaban las Galli o bailarinas del templo, cuya función era la del Kadashim judío (véase el Libro II de los Reyes, cap. XXIII, 7); su cinturón de castidad procedía del ephod de los judíos y de los cordones de los sacerdotes de Isis, quienes hacían voto de castidad (si se quieren más detalles que confirmen lo expuesto léase a Ragón). Los paganos antiguos utilizaban el agua bendita o lustral para purificar sus ciudades, campos, templos y hombres, exactamente como se practica ahora en las regiones católico–romanas. A la puerta de los templos había pilas bautismales llenas de agua lustral, que recibían los nombres de favisses y aquiminaria. El pontífice o curión (de aquí se deriva el nombre español de cura) sumergía en el agua lustral una rama de laurel antes de ofrecer el sacrificio y acto seguido rociaba con ella a la piadosa congregación; lo que entonces recibía el nombre de lustrica y aspergilium se llama hoy en día aspersorio o hisopo. E1 hisopo de las sacerdotisas de Mitra era el símbolo del lingam universal, que se sumergía durante las ceremonias en leche lustral, rociando con ella a los fieles, con lo cual trataba de representarse la fecundidad universal; por lo tanto, el empleo de agua bendita en el cristianismo es un rito de origen fálico. Además, la idea que preside este hecho es puramente oculta y pertenece al ceremonial mágico. Las purificaciones se verifican por medio del fuego, el azufre, el aire y los elementos. Se recurría a las abluciones para llamar la atención de los dioses celestes; y para conjurar y alejar a los dioses inferiores, se empleaba constantemente el aspersorio purificador. En muchas iglesias griegas y romanas se suele pintar la bóveda de los templos de color azul y con estrellas doradas para representar la bóveda celeste, costumbre que no es más que una copia de los templos egipcios, en donde se adoraba al sol y a las estrellas. En Oriente se rinde el mismo homenaje que las arquitecturas masónica y cristiana

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rindieron al paganismo. Ragón demuestra plenamente este hecho en sus volúmenes, hoy en día desaparecidos. La “princeps porta”, la puerta del mundo y del “Rey de la Gloria”, cuyo nombre designaba antiguamente al sol y hoy en día se aplica al Cristo, su símbolo humano, es la puerta de Oriente encarada hacia ese punto cardinal en todo templo o iglesia. Por esta “puerta de la vida”, a través de la cual entra diariamente la luz en el cuadrado oblongo4 de la tierra o Tabernáculo del Sol, es introducido el recién nacido en el templo y llevado hasta la pila bautismal. Las pilas bautismales se colocan hoy en día a la izquierda del edificio (el sombrío norte de donde parten los “aprendices” y en donde sufren los candidatos la prueba del agua) que es, precisamente, el lugar en que se ponían antiguamente las piscinas de agua lustral, lo cual se explica sabiendo que las antiguas iglesias habían sido antes templos paganos. Los altares de la pagana Lutecia fueron enterrados y descubiertos bajo el coro de Nuestra Señora de París; el pozo en donde se conservaba el agua lustral existe todavía en esa iglesia. Casi todas las grandes iglesias antiguas del continente, anteriores a la edad media, habían sido antes, templos paganos sobre cuyos emplazamientos fueron construidas aquellas por orden de los obispos y de los Papas. Gregorio el Grande dio sus órdenes al monje Agustín de la manera siguiente: “Destruid los ídolos, pero nunca los templos, los cuales debéis rociar con agua bendita, colocando reliquias en ellos, para que los pueblos adoren en donde tienen por costumbre hacerlo”. Basta consultar las obras del cardenal Baronio para encontrar la siguiente confesión hecha en el año XXXVI de sus Anales: “Le ha sido permitido a la Santa Iglesia apropiarse de los ritos y ceremonias utilizados por los paganos en su culto idolátrico, porque ella (la Iglesia) los regeneró por medio de la consagración”. Leemos en las “Antíquités Gauloises”, de Fauchet, que los obispos de Francia adoptaron las ceremonias paganas con objeto de convertir a los paganos al cristianismo. Esto aconteció cuando los galos eran todavía paganos. ¿Se realizan esos ritos y ceremonias en la Francia cristiana con espíritu de gratitud y de reconocimiento a los paganos y sus dioses?

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Término masónico, símbolo del arca de Noé, de la Alianza del Templo de Salomón, del tabernáculo y del campamento de los israelitas; todos los cuales fueron construidos en forma de “cuadrado oblongo”. Los romanos y griegos representaban a Mercurio y a Apolo por cubos y cuadrados oblongos; lo mismo ocurre con la Kaaba, el gran templo de la Meca.

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CAPÍTULO VI

LOS ALTARES Y LAS PIEDRAS CUADRADAS

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asta el siglo cuarto no hubo altares en las iglesias, pues hasta esta época el altar consistía en una mesa, que se colocaba en el centro del templo para tomar la comunión o ágape fraternal (La Cena como misa se decía al principio por la noche). La mesa que actualmente se pone en la “Logia” para celebrar los banquetes masónicos con que terminan ordinariamente las actividades de una Logia, durante las cuales los Hiram Abif resucitados, “los hijos de la viuda”, ennoblecen sus brindis por medio de fining (un modo masónico de transubstanciación), que es una continuación de esa costumbre. ¿Debemos dar el nombre de altares a las mesas de los banquetes masónicos? ¿Por qué no? Los altares se copiaron del Ara Maxima de la Roma pagana. Los latinos colocaban junto a las tumbas unas piedras cuadradas u oblongas a las que daban el nombre de Aras (altares), consagrándolas a los dioses Lares y a los Manes. Nuestros altares tienen su origen en estas piedras cuadradas, que eran otras formas de mojones, los cuales recibían el nombre de dioses Término, Hermes y Mercurio, de donde proviene aquello de los Mercurios “quadratus, quadrifons, etc…”; o sea, los dioses de cuatro caras, de quienes estas piedras cuadradas son símbolos desde la más remota antigüedad. La piedra en la que se sentaban los reyes de Irlanda era un altar de esta clase. En la abadía de Westminster hay también una de estas piedras, a la cual se atribuye, además, una voz. De manera que todos nuestros altares y tronos descienden directamente de los mojones fronterizos y priápicos, los dioses Término.

Quizás los lectores fieles a las enseñanzas de la Iglesia se indignen si les decimos que los cristianos no adoptaron la moda pagana de adorar en los templos hasta el reinado de Diocleciano; pero ésta es la verdad, ya que hasta esa época experimentaron horror por los altares y los templos, a los que durante 250 años miraron como cosa abominable. Y es que los cristianos primitivos eran verdaderos cristianos. Los modernos son más paganos que ningún idólatra antiguo. Los primitivos se parecían a nuestros teósofos actuales; pero, a partir del siglo IV se convirtieron en heleno–Judaicos, en gentiles, en todo menos en neoplatónicos. Véase lo que decía a los romanos Minicio Félix en el siglo III: “Vosotros os creéis que los cristianos os ocultamos lo que adoramos, porque no tene mos templos ni altar. Pero, ¿qué imagen de Dios podemos construir cuando hasta el mismo hombre no es más que una imagen suya? ¿Qué templos vamos a erigir a la divinidad, si el Universo, que es obra suya, no puede apenas contenerla? ¿Cómo colocaríamos en un solo

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edificio el poder del Omnipotente? ¿No es preferible, acaso, que consagremos un templo en nuestro corazón y en nuestro espíritu a la divinidad?”

Pero es que en esa época, los cristianos del tipo de Minucio Félix tenían presente en la memoria los mandamientos del Maestro iniciado, de que no hay que rezar en las sinagogas y en los templos como hacen los hipócritas, para “que los vean los hombres”; y recordaban la declaración de Pablo, el Apóstol–Iniciado, Pablo el “Maestro Constructor”, de que el hombre es el único templo de Dios en que mora el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios. Ellos guardaban los verdaderos preceptos cristianos, mientras que los cristianos modernos obedecen únicamente a los arbitrarlos cánones de sus respectivas iglesias y a las reglas que les dejaran sus Hermanos mayores. “Los teósofos son notoriamente ateos. Ninguno de ellos asiste al servicio divino… Odian a la Ig1esia”, escribe en la Church Chronicle un periodista que, dejándose llevar de su cólera, la vierte sobre los infieles y paganos M.S.T. El hombre de la Iglesia moderna lanza también piedras contra los teósofos, como hicieron los fariseos de la “Sinagoga de Libertinos”, antepasados suyos, cuando lapidaron a Esteban porque había dicho lo que ahora dicen muchos teósofos cristianos; o sea, que “El Altísimo no mora en un templo construido por manos de hombres”, y no vacilan, como tampoco vacilaron aquellos inicuos jueces, en sobornar a testigos para acusamos…

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CAPÍTULO VII

DEL MITO SOLAR

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enemos tal hartazgo de “mito solar” que ya nos produce náuseas, pues lo oímos repetir desde los cuatro puntos cardinales del orientalismo y del simbolismo, aplicándolo sin discernimiento a todo y a todas las religiones, salvo a la Iglesia cristiana y a las religiones del Estado. No cabe duda de que el sol ha sido, desde tiempo inmemorial, el símbolo de la divinidad creadora, no sólo entre los Parsis, sino también en cada nación. Lo mismo ocurre con todos los cultos ritualistas: como era antes es hoy todavía. Nuestro astro central es para los Pro–Fanes el “Padre” mientras que para los Epoptai es el Hijo de la Divinidad Incognoscible. Ragón, el masón que ya hemos citado antes, nos dice que “el Sol era la imagen más sublime y natural del Gran Arquitecto, así como la más ingeniosa de las alegorías con que el hombre moral y bueno (el verdadero sabio) ha simbolizado la Inteligencia infinita e ilimitada”. Aparte de esta última afirmación, tiene razón Ragón, pues nos demuestra que el símbolo se va alejando del ideal concebido y representado, hasta que sus ignorantes adoradores lo confunden con el mismo sol y no con su símbolo. El gran autor masónico prueba en seguida que los cristianos primitivos creían que el sol físico era al propio tiempo el Padre y el Hijo; y exclama: “Oh, Hermanos iniciados, ¿podéis echar en olvido acaso la gran lámpara que arde noche y día en los templos de la religión existente? Suspendida está de cara al altar principal, en donde se ha depositado el arca del sol. Ante el altar de la Virgen madre, arde otra lámpara como emblema de la claridad lunar”. Clemente de Alejandría nos enseña que los egipcios fueron los primeros en establecer la costumbre religiosa de las lámparas… El deber más sagrado y terrible se confiaba a las vestales. Si los templos masónicos están iluminados por tres luces astrales (el sol, la luna y la estrella geométrica) y por tres luces vitales (el Hierofante y los dos obispos o vigilantes) es porque uno de los padres de la Masonería, Pitágoras, sugirió hábilmente la idea de que no debemos hablar sobre las cosas divinas si no nos ilumina una lámpara. Los paganos celebraban en honor de Minerva, Prometeo y Vulcano, la fiesta de las lámparas, llamadas “lampadophorias”. Pero Lactancio y algunos de los primeros Padres de la nueva religión se lamentaban de que se hubieran introducido lámparas paganas en las iglesias. Lactancio escribe: “Si se dignaran contemplar la luz que llamamos sol, no tardarían en convencerse de que Dios no necesita sus lámparas para nada”; y Vigilanto añade: “Con el pretexto de religión, la Iglesia ha establecido la costumbre de los gentiles de encender mezquinas candelas, mientras luce el sol esplendoroso. ¿Es ésta

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manera de honrar al Cordero de Dios, al sol así representado que, hallándose en el centro del Trono (El Universo), lo llena con la radiación de su majestad? Estos párrafos vienen a demostrar que la Iglesia primitiva adoraba al Gran Arquitecto del Universo en su imagen, el Sol Único, el único de su especie (La Misa y sus Misterios). Los candidatos deben pronunciar el juramento masónico vueltos hacia Oriente, en donde se encuentra el “Venerable” (porque los neófitos hacían lo propio en los Misterios): la Iglesia ha conservado, a su vez, este mismo rito. Durante la misa mayor (el ara máxima) con el tabernáculo o pyx (la caja en la que se guarda el Santo Sacramento) y con seis lámparas. El significado exotérico del pyx y de su contenido, símbolo del “Cristo Sol”, es la representación de la resplandeciente luminaria, y los seis cirios, la de los seis planetas (los primeros cristianos sólo conocían ese número), tres de los cuales se colocan a la derecha y otros tres a la izquierda, con lo cual no se ha hecho más que copiar el candelabro de los siete brazos de la sinagoga, cuya significación es idéntica. Sol est dominus Meus, “el Sol es mi Señor”, exclama David en el salmo XCV, lo que se ha traducido ingeniosamente en la versión autorizada diciendo: “El Señor es Dios grande; y Rey grande sobre todos los dioses” (vers.3), quienes en realidad no son sino los planetas. Agustín Chalis es más sincero cuando dice en su Filosofía de las Religiones Comparadas que: “Todos son dev (demonios) en esta tierra, salvo el Dios de los Videntes (Iniciados); y si en Cristo no veis nada más que el sol, adoráis a un dev, a un fantasma, como lo son todos los Hijos de la noche”. Teniendo en cuenta que el Este es el punto cardinal de donde surge el astro del día, Gran Dispensador y sostén de la vida, creador de todo cuanto existe y respira en el Globo, no nos extrañará que todas las naciones de la tierra hayan adorado en él al Agente visible del Principio y de la Causa invisible, ni de que se diga la misa en honor del que es el dispensador de las messis (mieses) o cosechas. Pero entre la adoración del Ideal en si y la del símbolo, media un abismo. Para los egipcios doctos, el sol era el ojo de Osiris, pero no el mismo Osiris; lo mismo creían los sabios adoradores de Zoroastro. El sol llegó a ser la divinidad in toto para los primeros cristianos; y por la fuerza de la casuística, del sofisma y de los dogmas, cuya discusión se prohíbe, han terminado las iglesias cristianas por obligar a las personas cultas a aceptar esta opinión, hipnotizándolas con la creencia de que su Dios es la única divinidad viva, la creadora del Sol y no el Sol, el cual es un demon adorado por los paganos. Pero, ¿qué diferencia existe entre un mal demon y el Dios que, si no es invocado por los pobres, los desesperados y los ignorantes, cuando “el temor les oprime como una desolación” y “la destrucción cae sobre ellos como un torbellino”, amenaza con palabras como éstas: “Me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando viniere lo que teméis”? (Proverbios, I,27). Compárese este Dios con el Gran Avatar sobre el que se basa la leyenda cristiana al cual identificamos con el Gran Iniciado que dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”, y ¿cuál es el resultado de la comparación? Pues que con ese Dios puede Justificarse el diabólico júbilo de Tertuliano, quien se sonreía regocijado sólo de pensar que un próximo pariente suyo, que por más señas era “infiel”, se tostara en el fuego del infierno; y el consejo dado por Jerónimo a un cristiano 21

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convertido de que pisara con sus pies el cuerpo de su pagana madre, si ésta trataba de impedir que la abandonase para siempre con objeto de seguir al Cristo…

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CAPÍTULO VIII

LOS GRANDES MISTERIOS

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l ritual del cristianismo primitivo se deriva de la antigua Masonería, como ya está suficientemente demostrado. Esta, a su vez, es la heredera de los Misterios, casi desaparecidos en esta época, sobre los cuales vamos a decir unas palabras.

Todo el mundo sabe que todas las naciones de la antigüedad tenían sus secretos ocultos conocidos con el nombre de Misterios, los cuales existían al margen de la adoración popular que se nutría de letra muerta y de las vacías formas de las ceremonias exotéricas. Estrabón es uno de los autores que da testimonio de este aserto (Georg. Lib X: “Nadie era admitido a los Misterios si no se había preparado antes por medio de un entrenamiento particular. Los neófitos a quienes se instruía en la parte superior de los Templos eran iniciados en las Criptas en el Misterio final”. Estas instrucciones constituían el último patrimonio, la última supervivencia de la sabiduría antigua. Los misterios se representaban bajo la dirección de los Grandes Iniciados. Y empleamos a propósito el término representar porque las instrucciones orales, dichas en voz baja, únicamente se daban en las criptas con secreto y silencio solemnes. Las lecciones relativas a la teogonía y a la cosmogonía se expresaban por medio de representaciones alegóricas. Todo se comunicaba simbólicamente, tanto el modus operandi de la evolución gradual del Kosmos como el de la de los mundos, de nuestra tierra, de los de Dios y de los hombres. Las grandes representaciones públicas que se realizaban durante las fiestas de los Misterios eran presenciadas por la multitud, la cual adoraba ciegamente las verdades allí simbolizadas; pero tan sólo los Grandes Iniciados, los Epoptai, comprendían el verdadero significado de su lenguaje. Los sabios conocen esto y mucho más. Todas las naciones de la antigüedad han pretendido saber que los Misterios reales relativos a lo que tan antifilosóficamente se denomina creación, fueron enseñados en los tiempos prehistóricos a los elegidos de nuestra raza (la quinta) por las primeras dinastías de Reyes Divinos – ”Dioses encarnados”, “encarnaciones divinas” o “Avatares”. En las últimas estancias de Dzyan citadas en La Doctrina Secreta se habla de los que reinaron sobre los descendientes “salidos del Santo Rebaño”, que “descendieron de nuevo, hicieron las paces con la Quinta raza y la enseñaron e instruyeron”. La frase “hicieron las paces" es prueba de que antes debió haber habido una querella. El destino de los atlantes en nuestra filosofía y el de los prediluvianos en la Biblia 23

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corroboran esta idea. Esto volvió a repetirse muchos siglos antes de que apareciera Ptolomeo, pues los iniciados del santuario egipcio abusaron también de la ciencia sagrada. Y aunque las enseñanzas secretas de los Dioses habían sido conservadas en toda su pureza durante siglos innumerables, la ambición personal y el egoísmo de los iniciados terminaron por corromperlas. El significado de los símbolos se vio frecuentemente profanado por interpretaciones inconvenientes y pronto los misterios de Eleusis fueron los únicos que se vieron libres de toda alteración y de toda innovación sacrílega. Estos misterios se celebraban en Atenas en honor de (Ceres), Démeter o la Naturaleza; en ellos fueron iniciados los intelectuales más célebres de Grecia y Asia Menor. Zósimo dice en su cuarto libro que estos iniciados pertenecían a toda la Humanidad5. y Arístides opina que los Misterios constituyen “el Templo común de la tierra entera”. Para conservar algunas reliquias de este “templo” y reconstruirlo cuando fuera oportuno, fueron elegidos algunos de los iniciados. El Gran Hierofante realizaba esta selección todos los siglos, en cuanto las alegorías sagradas mostraban los primeros síntomas de profanación y decadencia, con el fin de restaurarlas a su pureza primitiva. Pero los Grandes Misterios de Eleusis participaron del mismo destino de los otros. Su superioridad primera y su finalidad primitiva las describe Clemente de Alejandría, quien manifiesta que los Grandes Misterios divulgaban los secretos y la forma de construcción del Universo, enseñanza que era el principio, el fin y el objeto último del conocimiento humano. En ellos se mostraba al Iniciado la naturaleza y todas las cosas tal como son en sí. (Estromata 8ª). La gnosis pitagórica estribaba en lo mismo: en “el conocimiento de las cosas tal como son en si”. Epicteto habla de estas instrucciones encomiásticamente: “Nuestros Maestros son los autores de todo lo establecido en ellas con objeto de instruir a los hombres y de corregir nuestras costumbres” (apud. Arriam Dissert, lib. cap. 21). Platón dice lo mismo en Fedon, pues, según este filósofo, el objeto de los Misterios consistía en restablecer la pureza primitiva del alma, en volverla al estado de perfección que había perdido.

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Cicerón dice en su De Nat. Deorum libr. I: “Omito Eleusinem sanctam illam et augustam ubi initiatur gentes ororum ultime”. “Y omito aquella santa y augusta religión eleusina en la que son iniciadas gentes de las tierras más distintas y lejanas”.

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CAPÍTULO IX

DECADENCIA DE LOS MISTERIOS

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legó una época en que los Misterios se desviaron de su pureza, como ocurre con las religiones exotéricas. Esta desviación comenzó a producirse cuando, siguiendo el consejo de Aristigón, el Estado decidió obtener de los Misterios de Eleusis una fecunda y constante fuente de ingresos. A este efecto, se dictó una ley según la cual nadie podría ser iniciado sin pagar cierta suma por este privilegio. De modo que lo que hasta entonces sólo podía lograrse a costa de un esfuerzo constante y casi sobrehumano hacia la virtud y hacia la perfección, pudo adquirirse ya con oro. Una vez aceptada esta profanación, los laicos y los sacerdotes perdieron el respeto antiguo por los Misterios internos, lo cual condujo a la profanación de la ciencia sagrada. El desgarrón hecho en el velo fue haciéndose más grande en cada siglo, y los sublimes hierofantes, temerosos como nunca de que los secretos más sagrados de la naturaleza fueran divulgados y profanados, se esforzaron por eliminarlos del programa interno, limitando su conocimiento a un reducidísimo número de elegidos. Estos, que fueron puestos aparte, eran los únicos guardianes del divino patrimonio perteneciente a las eras pasadas. Siete siglos más tarde, escribía Apuleyo en el “Asno de oro”, a pesar de su sincera inclinación por la magia y la mística, una amarga sátira contra la hipocresía y libertinaje de ciertas órdenes de sacerdotes semi–iniciados. También cuenta este autor que en su época (siglo II de nuestra era), los misterios se habían hecho tan comunes que se iniciaba a todo el mundo, a personas de todas las condiciones y clases, tanto hombres como mujeres y niños. En aquellos tiempos, la iniciación era tan necesaria como lo es hoy el bautismo para los cristianos: una ceremonia sin significación y de pura fórmula. Algún tiempo después, los fanáticos de la nueva religión descargaron su pesada mano sobre los Misterios. Los Epoptai los “que ven las cosas tal como son”, desaparecieron uno a uno, emigrando a regiones inaccesibles para los cristianos. Los Mystes (o velados), “los que ven las cosas tal como parecen ser”, no tardaron en convertirse en los únicos dueños de la situación.

Los primeros, los puestos aparte, son quienes han conservado los verdaderos secretos, mientras que los Mystes, o sea, los que sólo conocen las cosas superficialmente, son los que colocaron la piedra fundamental de la Francmasonería moderna. De esta fraternidad primitiva de masones, semipaganos, semiconversos, ha nacido el ritual cristiano y la mayoría de los dogmas. 25

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Los Epoptai y los Mystes reciben, a su vez, el nombre de masones (constructores) porque todos ellos, fieles al juramento prestado a sus Hierofantes o “Reyes” desaparecidos desde hacía mucho tiempo, reconstruyeron su Templo; los Epoptai, “inferior”, y los Mystes, “superior”, pues con estos nombres se designaban irrespetuosamente en ciertas regiones de la antigüedad, así como en nuestros días. Sófocles habla en su Electra de los fundamentos de Atenas –el emplazamiento de los Misterios eleusinos– diciendo que constituyen “el edificio sagrado de los Dioses”; es decir, construido para los Dioses. La iniciación se describía como “un paseo dentro del templo”, y la “purificación” o “reconstrucción del Templo” se refería al cuerpo del Iniciado en la última y suprema prueba (véase el Evangelio de San Juan. capítulos XI y XII). La doctrina exotérica se designaba a veces con el nombre de “Templo”, y la religión exotérica popular con el de “ciudad”. Construir un templo significaba fundar una escuela esotérica; construir un templo en la ciudad era establecer un culto público. Por consiguiente, los verdaderos supervivientes de los Masones son los del Templo inferior o cripta que era el lugar sagrado donde se verificaba la iniciación; ellos son los únicos guardianes de los verdaderos secretos masónicos hoy en día perdidos para el mundo. No tenemos inconveniente en otorgar a la moderna fraternidad de los masones el título de “constructores” del “Templo superior”, si bien es tan ilusoria la superioridad dada a priori por el adjetivo como la llama de la zarza mosaica que arde en las Logias de los Templarios.

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CAPÍTULO X

SIGNIFICADO DEL DESCENSO A LOS INFIERNOS

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a mal comprendida alegoría conocida con el nombre de descenso a los infiernos ha hecho no poco daño. La “Fábula” esotérica de Hércules y Teseo descendiendo a las regiones infernales; la del viaje a los Infiernos de Orfeo, quien encontró su camino gracias al poder de su lira (Ovidio, “Metamorfosis”); la de Krishna y, finalmente, la del Cristo que “descendió a los Infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos”, han sido desfigurados por los “adaptadores” profanos de los ritos paganos al transformar los confusamente en ritos y dogmas de la Iglesia. Desde el punto de vista astronómico, este descenso a lo infiernos es un símbolo del sol durante el equinoccio de otoño, pues antiguamente se creía que este astro abandonaba las altas regiones siderales, librando un combate con el genio de las tinieblas, quien se adueñaba de lo mejor de nuestra luz. Se creía que el sol sufría entonces una muerte temporal y descendía a las regiones infernales. Pero desde el punto de vista de la mística esta alegoría simboliza los ritos iniciáticos, realizados en las criptas del Templo, que recibían el nombre de “mundo inferior” (Hades). Baco, Heracles, Orfeo, Asclepio y todos los demás visitantes de la cripta descendieron a los infiernos, de donde salieron al tercer día, porque todos eran iniciados y “constructores del Templo inferior”.

Las palabras que dirige Hermes a Prometeo encadenado sobre las áridas rocas del Cáucaso –Prometeo uncido a la ignorancia y devorado por el buitre de las pasiones– se aplicaban a todos los neófitos, a todos los Chrestos, durante las pruebas: “No esperes término a tu suplicio antes de que Dios (o un Dios) aparezca, te releve de tus dolores y descienda contigo al sombrío Hades, a la niebla profunda del Tártaro” (Esquilo, Prometeo), lo cual significa, sencillamente, que hasta que Prometeo (o el hombre) pueda encontrar al “dios”, o Hierofante (el Iniciador) que consienta en descender con él a las criptas de la Iniciación y lo dirija alrededor del Tártaro, no cesará el siniestro y potente buitre de las pasiones de devorar los órganos vitales6. 6

La región oscura de la cripta en la cual se suponía que el candidato a la iniciación abandonaba para siempre sus malas pasiones y perversos deseos. De esta idea derivan todas las alegorías contenidas en las obras de Homero, Ovidio, Virgilio, etc., tomadas al pie de la letra por nuestros sabios. El Flegeton era el río del Tártaro, en donde el Hierofante sumergía tres veces al iniciado, después de lo cual se daban por terminadas las pruebas. Entonces se consideraba que el hombre había vuelto a nacer; había dejado para

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Los orígenes del ritual en la Iglesia y en la Masonería

El iniciado Esquilo no pudo ser más explícito. Pero Aristófanes, menos piadoso o quizás más audaz que Esquilo, divulga este secreto a los hombres que no se ven cegados por prejuicios de fuerte raigambre en su inmortal sátira relativa al “descenso de Heracles a los infiernos” (Las Ranas). En esa obra se habla del coro de los bienaventurados (los Iniciados), de los Campos Elíseos, de la llegada de Baco (el dios Hierofante) con Heracles, de la recepción con las antorchas encendidas, emblema de la NUEVA VIDA, y de la RESURRECCIÓN desde las tinieblas de la ignorancia humana a la luz del conocimiento espiritual; o sea, a la VIDA ETERNA. Todas las palabras de la brillante y significativa sátira atestiguan la intención secreta del poeta: Animaos, oh ardientes antorchas… , porque tú, Iaccos, estrella fosforescente del rito nocturno, vienes sacudiéndolas en tu mano…

Las iniciaciones finales se verificaban siempre durante la noche. Por consiguiente, cuando se decía que alguien había descendido a los Infiernos, se quería dar a entender que había llegado a ser un Iniciado perfecto. Y si alguien se siente impulsado a rechazar esta interpretación, no hay mas que preguntarle si puede explicar el significado de una frase contenida en el libro sexto de la Eneida virgiliana. ¿Qué quiere dar a entender el poeta, sino lo que más arriba hemos explicado cuando, al introducir al venerable Anquises en los Campos Elíseos, le obliga a aconsejar a su hijo Eneo que marche a Italia… en donde tendrá que combatir con el pueblo rudo y bárbaro del Lacio; “pero”, añade él, “no te aventures en tan atrevida empresa hasta que hayas “descendido a los infiernos”; es decir, hasta que se haya iniciado. Los buenos de los clericales que, en cuanto les provocan un poco nos envían al Tártaro y a las regiones infernales, no se percatan de cuán buenos son sus deseos, ni de cuánta santidad de carácter deberíamos tener para lograr la entrada en un lugar tan sagrado. Los paganos no fueron los únicos que tuvieron Misterios. Belarmino (de Eccl. Triump. lib. II, cap. 14) asegura que los primeros cristianos copiaron la costumbre de los paganos de reunirse en la Iglesia durante las noches precedentes a sus fiestas, para celebrar vigilias o “veladas”. Al principio cumplieron las ceremonias con pureza y edificante santidad; pero no tardaron en deslizarse en sus asambleas tales abusos inmorales, que los obispos juzgaron conveniente abolirlas. Hemos leído docenas de libros en los que se habla de la licencia reinante en las fiestas religiosas de los paganos. Cicerón (de Leg. libr.II, capítulo 15) cuenta que Diágonas el Tebano no halló mejor remedio contra semejantes abusos que la supresión de los Misterios. No obstante, cuando comparamos las dos suertes de celebraciones, es decir, los misterios paganos santificados por los siglos y los ágapes cristianos de una religión que, apenas nacida, pretendía ejercer sobre sus conversos tan

siempre en la sombría corriente al antiguo pecador y, cuando al tercer día salía del Tártaro, era sólo individualidad porque la personalidad había muerto. Cada alegoría, como por ejemplo las de Ixión, Tántalo, Sísifo, etc., es la personificación de una pasión humana.

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enorme influencia purificadora, no podemos sino lamentar la ceguera mental de sus defensores y citar esta pregunta de Roscomón: ¿Por qué vuestra finalidad es tan mezquina y baja, cuando comenzáis con tanta pompa y ostentación?

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CAPÍTULO XI

EL CRISTIANISMO SE DERIVA DE LA MASONERÍA

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omo el cristianismo primitivo era una derivación de la Masonería primitiva, tenía también sus signos, sus palabras de paso y sus grados iniciáticos. “Masonería” es un término antiguo y su empleo no se remonta muy lejos en nuestra era. Pablo se llama a sí mismo “Maestro Constructor”.

Los antiguos Masones recibieron nombres diferentes: la mayor parte de los eclécticos de Alejandría, así como los teósofos de Amonio Saccas y los últimos neoplatónicos eran virtualmente masones. Todos estaban ligados por un juramento al secreto. Todos se creían hermanos y tenían sus signos de reconocimiento. Los eclécticos o filaleteos contaban en sus nutridas filas entre todos los sabios más capaces y más eruditos de la época, a varias testas coronadas. El autor de la Filosofía Ecléctica se expresa de la siguiente manera: “Sus doctrinas fueron adoptadas por los paganos y por los cristianos de Asia y de Europa, y durante algún tiempo la cosa pareció favorable a una fusión general de creencias religiosas. Los emperadores Alejandro, Severo y Juliano abrazaron su doctrina; pero su influencia predominante en las ideas religiosas despertaron los celos de los cristianos de Alejandría; por cuyo motivo la escuela fue trasladada a Atenas, siendo cerrada 7

inmediatamente después por Justiniano. Sus profesores se retiraron a Persia en donde se hicieron numerosos discípulos”.

Hay algunos detalles más bastante interesantes. Ya sabemos que los Misterios de Eleusis sobrevivieron a todos los demás y que, mientras que los cultos secretos de los Dioses menores, como por ejemplo los Curates, los Dactíles, los adoradores de Adonis, de Kabiri y hasta los mismos del antiguo Egipto desaparecían bajo la mano vengadora del implacable Teodosio8, los Misterios de Eleusis no pudieron ser suprimidos con tanta facilidad; porque, en realidad, constituían la religión de la Humanidad, y brillaban con todo su antiguo esplendor, aunque no con su primitiva pureza. Entonces fue cuando aparecieron en escena, por primera vez, los “Constructores del Templo Superior o del Templo de la Ciudad”, quienes trabajaron sin reposo con objeto de introducir su dogma y ritual particular en la naciente Iglesia, siempre querellante y combativa. El Triple 7

Y podríamos decir que más lejos aún, es decir, a la India, al Asia Central, ya que encontramos rastros de su influencia en todas las regiones asiáticas. 8

El asesino de los tesalónicos, que fueron muertos por orden de este piadoso hijo de la Iglesia.

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Sanctus de la misa de la Iglesia católica es el S.S.S. de los masones primitivos, el prefijo moderno de sus documentos y de toda “plancha”9, que se comienzan con las iniciales de Salutem o Salud. Un masón ha dicho secamente que: “Este triple saludo es el más antiguo de los saludos masónicos” (Ragón).

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“Plancha” término masónico que significa trabajo escrito. N. del T.

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CAPÍTULO XII

LA REPRESENTACIÓN DE BACO Y DE CERES

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ero los injertos masónicos hechos en el árbol de las religiones no se limitan tan sólo a esto. Durante los Misterios de Eleusis el vino representaba a BACO, y el pan o trigo10, a Ceres.

De modo que Ceres o Démeter era el principio productor y femenino de la tierra, la esposa del padre Eter o Zeus; y Baco, el hijo de Zeus–Júpiter, era su padre manifestado. En otras palabras, Ceres y Baco eran personificaciones de la sustancia y del espíritu de los dos principios vivificantes existentes en la naturaleza y en la tierra. Antes de hacer la revelación final de los Misterios, el Hierofante presentaba simbólicamente a los candidatos el vino y el pan, que él comía y bebía para testimoniar que el espíritu tenía que vivificar a la materia; es decir, que la Sabiduría Divina del Yo Superior debía penetrar al Yo interno o alma, tomar posesión de ella, revelarse a sí misma. La Iglesia cristiana adoptó este rito. El Hierofante que entonces recibía el nombre de “Padre” se ha convertido hoy día –excepto en conocimiento– en el sacerdote “padre” que administra la misma comunión. Jesucristo se llama viña a sí mismo y califica de Viñador al “Padre”. Su parábola de la Última Cena demuestra que conocía perfectamente la significación simbólica del pan y del vino, así como su identificación con los logoi de los antiguos. “El que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna…” Y añade: “las palabras (rhemata o palabras secretas) que os digo son Espíritu y 10

Baco es, Indudablemente, de origen hindú. Pausanias cuenta que Baco fue el primero en conducir una expedición contra la India y colocar un puente sobre el Eufrates. “Aún hoy en día se muestra el cable que servía para unir las dos riberas opuestas, dice un historiador; está tejido con cepas de viña y ramas de hiedra” (XXXIV, 4). Ariano y Quinto Curcio explicaban la alegoría de Baco surgido de la pierna de Zeus, diciendo que había nacido en el Monte Meru. Todos sabemos que Eratóstenes y Estrabón creían que el Baco hindú había sido inventado por los cortesanos de Alejandro con el único objeto de halagar a su soberano, pues éste se complacía pesando que, como Baco, había conquistado la India. Pero, por un lado, Cicerón dice que este dios era hijo de Tione y de Nisos; Dionisos significa el Dios Dis, del monte Nys existente en la India. El Baco coronado de hiedra o Kissos no es otro que Krishna, uno de cuyos nombres era Kissen. Dionisos era, sobre todo, el Dios que liberaba a las almas de los hombres de su prisión carnal, la cual es el Hades o Tártaro humano en uno de sus sentidos simbólicos. Cicerón llama a Orfeo “un hijo de Baco”, y aquí encontramos una tradición que no sólo representa a Orfeo como venido de la India (se decía que era moreno y de tez atezada), sino que, además, lo identifica con Arjuna, el hijo adoptivo de Krishna. (Véase Cinco Años de Teosofía).

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Vida” y lo son porque “el Espíritu es el que vivifica”. Estas rhemata de Jesús son, en verdad, las palabras secretas de un iniciado. Pero entre este noble rito, tan antiguo como el simbolismo, y su última interpretación antropomórfica hoy en día conocida con el nombre de transubstanciación, media un enorme abismo de sofismas eclesiásticos. Cuánta fuerza tiene la exclamación “¡Desgraciados de vosotros, hombres de Ley!” porque habéis rechazado la clave del conocimiento (y no permitís tan siquiera que la gnosis sea dada a los demás), a lo cual añado yo que jamás pudieron aplicarse con mayor propiedad estas palabras que en nuestros días.

Sí; vosotros no “dejáis que la gnosis penetre en vosotros; habéis impedido que la alcancen quienes la deseaban” y seguís impidiéndolo. Pero este vituperio no recae únicamente sobre los sacerdotes modernos, pues los masones, descendientes o sucesores de los “constructores del Templo superior” existente en tiempos de los Misterios y que deberían tener mejor conocimiento, escarnecen y se burlan de sus hermanos que recuerdan su verdadero origen. Podríamos citar a muchos grandes sabios y cabalistas modernos pertenecientes a la Masonería, cuyos estudios son mirados con verdadera indiferencia por sus hermanos. Es la historia de siempre. Hasta el mismo Ragón, el más erudito de los masones actuales, se lamente en los siguientes términos: “Todos los antiguos relatos demuestran que las iniciaciones se realizaban en la antigüedad con un imponente ceremonial que se ha hecho memorable para siempre debido a las grandes verdades que divulgaron y al conocimiento resultante de las mismas. Y a pesar de esto, algunos masones modernos que pasan por pseudo sabios califican de charlatán a todo aquel que, por ventura suya, recuerda las antiguas ceremonias y quiere explicárselas”. (Curso Filosófico).

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CAPÍTULO XIII

LAS LETANÍAS DE LA VIRGEN MARIA

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ANITAS VANITATUM: Nada hay nuevo bajo el sol. Las Letanías de la Virgen Maria vienen a demostrar la verdad de las palabras de Salomón. El Papa Gregorio I estableció la adoración de la Virgen María, y el Concilio de Calcedonia la proclamó Madre de Dios. El autor de las letanías no teme (quizás por su falta de inteligencia) embellecerlas con títulos y adjetivos paganos, como ahora voy a demostrar. No hay ni un solo símbolo, ni una sola metáfora en estas famosas Letanías que no pertenezca a una multitud de diosas: todas ellas son Reinas, Vírgenes o Madres. Estos tres títulos se aplican a Isis, Rea, Cibeles, Diana, Lucifera, Luciná, Luno, Tellus, Latona, Triformis, Proserpina, Hécate, Juno, Vesta, Ceres, Leucotea, Astarté, la celeste Venus y Urania, Alma Venus, etcétera, etc. Paralelamente al primitivo significado de la Trinidad (significado esotérico, o sea, Padre, Madre e Hijo), encontramos la Trimurti occidental (Dios de tres caras) que, en el Panteón masónico se representa por medio del “sol, la luna y el Venerable”, trinidad que es una ligera alteración de la constituida por el Norte o fuego germánico, el Sol y la Luna. Tal vez fue el conocimiento íntimo de esto lo que indujo al Maestro Ragón a escribir la siguiente profesión de fe: “Tengo para mi que el Hijo es idéntico a Horus, el hijo de Osiris y de Isis; es decir, el Sol que salva todos los años al mundo de la esterilidad y a todas las razas de la muerte universal”.

Y luego, continúa hablando de él, de las letanías de la Virgen María, de los templos, fiestas, misas y servicios de la Iglesia, peregrinaciones, oratorios Jacobinos, franciscanos, vestales, prodigios, ex–votos, nichos, estatuas, etc. El famoso hebraísta De Malville, traductor de la literatura rabínica, observa que los judíos dan a la luna todos los nombres que se encuentran en las Letanías, los cuales son utilizados para glorificar a la Virgen. Este autor encuentra en las Letanías de Jesús todos los atributos de Osiris –el sol eterno– y de Horus –el sol anual. Y lo demuestra así: 34

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Mater Christi es la madre del “Redentor” de los antiguos masones, o sea del Sol. Los hoi polloi egipcios pretendían que el Niño, o símbolo de la gran estrella central (Horus), era el Sol de Osiris e Isis, cuyas almas habían pasado a animar después de la muerte al Sol y a la Luna. Los fenicios dieron a Isis el nombre de Astarté, nombre con el que adoraban a la Luna, a la cual personificaban como una mujer adornada con cuernos que simbolizaban el cuarto creciente lunar. Cuando en el equinoccio de otoño el esposo de Astarté (el Sol) era vencido por el Príncipe de las Tinieblas y descendía a los infiernos, los fenicios representaban a la diosa llorando por la pérdida del esposo que era, al mismo tiempo, su hijo, como llorara también Isis por la de su esposo, hermano e hijo (Osiris–Horus). Astarté sostiene en la mano una varita cruciforme, una cruz regular, y pisa llorosa el cuarto creciente lunar. La Virgen María suele ser representada en la misma actitud: de pie sobre la luna nueva, rodeada de estrellas y llorando a su hijo: Justa crucen lacrymosa dum pendebat fitius (véase Stabat Mater Dolorosa). ¿No es acaso la Virgen la sucesora de Isis y de Astarté?, se pregunta el autor. Basta escuchar las Letanías de la Virgen recitadas en la Iglesia católico–romana para percatarse de que no se hace otra cosa que repetir los encantamientos dirigidos a la diosa Adonaia (Venus), la cual fue madre de Adonis, el dios solar de tantas naciones; a Milita (la Venus asiria), diosa de la naturaleza; a Alilat, simbolizada por los árabes con dos cuernos lunares; a Selene, mujer y hermana de Helios, el sol dios de los griegos; o a la Magna Mater… honestissima, purissima, castissima Madre Universal de todos los seres, porque es la MADRE NATURALEZA. Maria es, indudablemente, la Isis Miriónimos, la diosa madre de los diez mil nombres. Y así como el sol, que era Febo en los cielos, se convertía en Apolo en la tierra y en Plutón en las regiones inferiores (después de ponerse el sol), así también la Luna, que era Feba en los cielos y Diana en la tierra (Gaya, Latona, Ceres), se transformaba en Hécate y Proserpina al llegar al Hades. Y ¿cómo nos ha de extrañar que María sea llamada regina virginum, “Reina de las vírgenes” y Casttissima, si hasta las oraciones que se le ofrecen a la sexta hora de la mañana y de la tarde están copiadas de las que cantaban los gentiles (paganos) a las mismas horas en honor de Feba y de Hécate? Sabido es que el verso “Stella Matutina” de las Letanías de la Virgen es una copia fiel del que se encuentra en las Letanías de las Triformis paganas. El Concilio condenó a Nestorio por haber sido el que, por primera vez, dio a María el nombre de “Madre de Dios”, Mater Dei. Más adelante diremos algo acerca de estas famosas letanías de la Virgen y demostraremos a satisfacción cuál es su origen. Tomaremos nuestras pruebas de los clásicos y modernos a medida que avancemos, y completaremos la cuestión con los Anales de las Religiones existentes en la doctrina esotérica. Pero, mientras tanto, podemos añadir algunas ideas y dar la etimología de los términos más sagrados del ritual eclesiástico.

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CAPÍTULO XIV LOS CONSTRUCTORES DEL TEMPLO SUPERIOR

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restemos unos momentos de atención Asambleas “Constructores del Templo Superior” existentes en los primeros tiempos del cristianismo. Ragón ha demostrado plenamente el origen de los términos siguientes:

a) La palabra “Misa” se deriva de la latina Messis (cosecha, la siega, las mieses y frutos recogidos), de la cual viene la palabra Mesías, el que hace las cosechas y mieses, o sea, el “Cristo–Sol”.

b) La voz “logia” utilizada por los masones, endebles sucesores de los Iniciados, tiene por raíz a loga (loka en sánscrito), que significa una localidad y un mundo, y a la palabra griega logos, el Verbo, el discurso, cuyo significado total es un lugar en el que se discuten ciertas cosas. c) Las reuniones de los logos de los masones primitivos terminaron por recibir el nombre de synaxis, “asambleas” de Hermanos, cuyo objeto consistía en orar y celebrar la Cena, y donde únicamente se utilizaban ofrendas no manchadas de sangre, como frutos y cereales. Poco después, estas ofrendas recibieron la denominación de hostiaem u hostias puras y sagradas, por contraste con los sacrificios impuros (como los prisioneros de guerra, hostes o rehenes) y porque las ofrendas consistían en frutos de la cosecha, las primicias de las messis. Y ya que no hay ningún padre de la Iglesia que mencione, como lo habrían hecho ciertos sabios, que la palabra “misa” viene de la hebrea Missah (oblatum, oblación, ofrenda), esta explicación es tan buena como la otra. (Léase la investigación relativa a Missah y Mizda expuesta en Los Gnósticos, de King.) Ahora bien, la palabra synaxis tenía entre los griegos su equivalente en la voz agyrmos (reunión de hombres, asamblea), la cual estaba relacionada con la iniciación en los Misterios. Las dos palabras, synaxis y agyrmos11 cayeron en desuso, conservándose en cambio el término missa. Los teólogos, deséosos de velar por la etimología del término “Mesías” (Messiah) dirán que se deriva de la palabra latina Missus (mensajero, el Enviado); pero en tal caso, también podría aplicarse esta palabra al Sol, que es el mensajero anual, enviado para aportar una nueva vida a la tierra y a su producción. La palabra hebrea Mesías, o Masiah

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Hesiquío da el nombre de agyrmnos al primer día de la iniciación en los Misterios de Ceres, diosa de las mieses, y habla también de él bajo el nombre de synaxis. Antes de que los cristianos aceptaran las palabras misa denominaron a esta ceremonia y a la celebración de sus misterios synaxis, palabra compuesta de sun (con) y ago (yo conduzco), de donde viene la voz griega synaxis o asamblea.

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(el ungido, de mashak ungir), difícilmente podría aplicarse en el sentido eclesiástico, ni justificarse su empleo como auténtico, como tampoco puede defenderse que la palabra latina Missah (misa) se derive de la voz latina míttere, missum “enviar”. Y como el servicio de la comunión, corazón y alma de la misa, se basa en la consagración y oblación de la hostia (sacrificio), la cual consiste en un pan ácimo (pan delgado como una hoja) que representa el cuerpo de Cristo en la Eucaristía, ese pan de flor de harina es un desarrollo directo de la cosecha u ofrenda de cereales. Además, las misas primitivas no eran sino cenas o sencillas comidas de los romanos en donde “ellos hacían abluciones”, eran ungidos y llevaban un vestido senatory. Estas misas fueron consagradas con el tiempo a la memoria de la última cena del Cristo. Los judíos conversos se reunían en tiempo de los apóstoles en sus synaxis para leer los evangelios y la correspondencia (epístolas). San Justino dice en el año 150 de nuestra era que estas solemnes asambleas se celebraban el día llamado “sun (el día del Señor; y en latín, dies magnus). En esos días se cantaban salmos, y se hacía la “colación” del bautismo con agua pura, y el ágape de la Santa Cena con “agua y vino”. ¿Qué tiene, pues, que ver esta híbrida combinación de comidas romanas y paganas erigida en misterio sacro por los inventores de los dogmas eclesiásticos, con el Messiah hebreo “el que debe descender al abismo” (o Hades),o con Messias (que es su traducción griega)? Nork ha demostrado que Jesús nunca fue ungido como Gran Sacerdote, ni como rey y por esta razón, su nombre de Messías no puede derivarse de la palabra hebrea equivalente, mucho menos cuando la voz “ungido” o “frotado con óleo”, término homérico, es Chis y Chrio, cuyas dos palabras significan ungir el cuerpo con aceite 12. Las siguientes frases debidas a un masón de grado elevado, el autor de la Source des Mesures, resuelven este embrollo secular en unas cuantas líneas: “el hecho es” –dice él –”que existen dos mesias: uno de ellos que desciende por propia voluntad al abismo con objeto de salvar al mundo13 es el sol despojado de sus dorados rayos y coronado con rayos, negros como espinas (con lo que se quiere simbolizar su pérdida); el otro, es el Mesias triunfante que ha llegado a la cima del arco celeste y se personifica por el León de la Tribu de Judá. En los dos casos, el Mesias tiene una cruz…” Cuando se celebraban las Ambarvales, fiestas dadas en honor de Ceres, el Arval o ayudante del Gran Sacerdote, vestido con un traje de inmaculada blancura, colocaba sobre la Hostia (o sea, sobre las ofrendas del sacrificio) un pastel de trigo, agua y vino; cataba el vino de las libaciones y lo daba a probar a los demás. Entonces, el Gran Sacerdote elevaba la oblación (u ofrenda), la cual simbolizaba los tres reinos de la naturaleza: el pastel de trigo (el reino vegetal), el vaso del sacrificio o cáliz (el reino mineral) y el pall (la banda) del Hierofante, cuya extremidad descansaba sobre la copa 12

Véase el Lucifer de 1887: “The Esoteric Meaning of the Gospels”, o sea, “El Significado Esotérico de los Evangelios”. 13

Desde tiempo inmemorial, tanto en la antigüedad como en nuestros días, todo iniciado pronuncia antes de entrar en la prueba suprema de las iniciaciones las siguientes palabras sacramentales: “y juro dar mi vida por la salvación de mis hermanos que constituyen el conjunto de la humanidad, si semejante cosa se me pidiera, así como morir en defensa de la Verdad…”

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que contenía el vino de la oblación. Esta banda se fabricaba con lana pura y blanca de vellocino de cordero. Los sacerdotes modernos repiten los actos del culto pagano, gesto por gesto. Ellos elevan y ofrecen el pan para la consagración, bendicen el agua que ha de verterse en el cáliz, echan encima el vino, inciensan el altar, etc. etc. y cuando vuelven al altar, se lavan los dedos diciendo: “Yo me lavaré las manos entre los Justos y daré la vuelta a tu altar”. Y hacen esto porque el sacerdote pagano obraba de la misma manera diciendo: “Me lavo las manos (con agua lustral) entre los Justos (los hermanos completamente iniciados) y doy la vuelta a tu altar, ¡oh, Gran Diosa (Ceres)!” El Gran Sacerdote daba vueltas alrededor del altar, llevando las ofrendas y elevando por encima de su cabeza el cáliz cubierto con la extremidad de su faja fabricada con lana de cordero, blanca como la nieve… La vestidura consagrada, llevada por el papa, el pallium tiene forma de faja y banda y se fabrica con lana blanca bordada con cruces de color de púrpura. Los sacerdotes de la Iglesia griega tapan el cáliz con la extremidad de la banda que llevan puesta sobre los hombros. Los Grandes Sacerdotes de la antigüedad repetían tres veces durante el servicio divino su “O Redemptor Mundi”, en honor de Apolo, el Sol: su “Mater Salvatoris” en honor de Ceres, la Tierra; su “Virgo Paritura” en el de la diosa Virgen, etc., y pronunciaba siete conmemoraciones ternarias (¡oh, masones, prestad atención!) El número ternario, tan reverenciado en la antigüedad como en nuestros días, se pronuncia siete veces durante la Misa; es decir, que se dicen tres Introibo, tres Kyrie Eleison, tres Dominus vobiscum, cuyas series parecen verdaderas series masónicas. Y si añadimos a las mismas los tres et cum spiritu tuo, completaremos las siete conmemoraciones triples de la misa cristiana. Paganismo, Masonería y Teología, tal es la trinidad histórica que gobierna al mundo sub rosa. Y podemos terminar este estudio con un saludo masónico, diciendo: “Ilustre dignatario de Hiram Abif, Iniciado e “Hijo de la Viuda”, el reino de las tinieblas desaparece rápidamente; pero todavía existen regiones que los sabios no han explorado y que son tan sombrías como la noche de Egipto”. “Fratres sobrii estote et Vigilate”.

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PENSAMIENTOS SOBRE LOS ELEMENTALES

PENSAMIENTOS SOBRE LOS ELEMENTALES

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uien estas líneas escribe, ha dedicado años enteros al estudio de estos seres invisibles –y por completo insensibles– llamados por varios nombres en todos los países bajo el sol, y conocidos con el genérico de espíritus. Sólo la nomenclatura aplicada a estos naturales de las esferas por la iglesia Católica –buenos o malos– no tiene fin. La gran cronología de sus nombres simbólicos, es un estudio. Abrid cualquier relato de la creación en el primer Purâna que os venga a la mano, y mirad la variedad de apelaciones conferidas a estas criaturas divinas y semi–divinas (producto de dos clases de creaciones: la Prakrita y la Vaikrita o Padma, la primaria y la secundaria), evolucionadas todas del cuerpo de Brahmâ. Solamente el Urdhwasrota 1 de la tercera creación abraza una variedad de seres con características e idiosincrasias suficientes para el estudio durante toda una vida. Lo mismo sucede con los relatos egipcios, caldeos, griegos, fenicios o cualquiera otros. Las huestes de estos seres son innumerables. Los antiguos paganos, sin embargo –y especialmente los neoplatónicos de Alejandría–, conocían lo que creían, y distinguían sus diferentes órdenes. Ninguno los consideraba bajo el punto de vista sectario como lo hacen las iglesias cristianas. Se ocupaban de ellos, por el contrario, con un conocimiento mucho mayor, pues hacían una distinción mucho más acertada de las diferentes naturalezas de estos seres, que los Padres de la iglesia lo hicieron nunca. Con arreglo a la línea de conducta que estos últimos se habían trazado, todos los ángeles que no habían sido reconocidos como servidores del Jehovah de los judíos, eran proclamados demonios. Los efectos de esta creencia, más tarde erigida en un dogma, los encontramos ahora afirmándose en el Karma de los muchos millones de espiritistas educados y mantenidos en las respectivas creencias de sus iglesias. Aun cuando un espiritista se haya divorciado hace mucho tiempo de las creencias teológicas y clericales; aunque sea un cristiano liberal o antiliberal, un deísta o un ateo, que haya sabiamente rechazado toda creencia en los demonios, y que demasiado razonable para considerar a sus visitadores como ángeles puros, haya aceptado lo que crea un justo término medio, sin embargo, no reconocerá a otros espíritus que los de los muertos. Este es su Karma y también el de las iglesias colectivamente. En las últimas, es natural un fanatismo tan obstinado y un tal prejuicio: es su regla de conducta; pero en el 1

Los Urdhwasrota, los Dioses, llamados así porque la sola vista de los alimentos tiene para ellos el lugar de comida; “pues hay satisfacción en la sola contemplación de la ambrosía”, dice el comentador del Vishnu Purâna.

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Pensamientos sobre los Elementales

espiritismo libre, es imperdonable. No puede haber dos opiniones sobre este asunto. Tiene que ser, o la creencia completa o la absoluta incredulidad en los espíritus. Si un hombre es escéptico y descreído, nada tenemos que decir; pero una vez que cree en los fantasmas y espíritus, cambia la cuestión. No hay hombre ni mujer que esté libre de todo prejuicio y de ideas preconcebidas, que pueda creer que en un infinito de vida y de ser –digamos sólo en nuestro sistema solar–, que en todo este espacio sin límites, en el cual los espiritistas sitúan su Paraíso 2, haya solamente dos ordenes de seres conscientes: los hombres y sus espíritus, mortales encarnados e inmortales desencarnados. El futuro guarda para la humanidad extrañas sorpresas, y la Teosofía, o más bien sus partidarios, serán del todo vengados en días no muy lejanos. No hay por qué tratar de una cuestión que ha sido tan discutida por los teósofos, y que solamente ha acarreado oprobio, persecución y enemistad a los escritores. Por lo tanto, no nos saldremos de nuestra senda para decir mucho más. Los elementales y los elementarios de los kabalistas y teósofos, han sido suficientemente ridiculizados. Desde Porfirio hasta los demonologistas de los siglos pasados han aportado hechos tras hechos y han aglomerado pruebas sobre pruebas; pero con tan poco efecto como el que pudiese tener un cuento de hadas relatado a niños. Raro libro, en verdad, el del vicio Conde de Gabalis, inmortalizado por el Abate de Villars, y traducido y publicado ahora en Bath. Aconsejo a los que tengan inclinaciones humorísticas, que lo lean y reflexionen sobre él. Doy este consejo con objeto de hacer un paralelo. La que estas líneas escribe, lo leyó hace años y lo ha vuelto a leer ahora con más atención aún que la primera vez. Su humilde opinión con respecto a la obra, si a alguien le importa saberla, es que se puede buscar durante meses, sin encontrarla nunca, la demarcación entre los Espíritus de las secciones espiritistas y las sílfides y ondinas de aquel satírico francés. Hay algo que suena de una manera siniestra en los sarcasmos joviales y en las chanzas de su autor, quien a la vez que señalaba con el dedo del ridículo lo que era creencia suya, tenía probablemente el presentimiento de su propio y acelerado Karma3, bajo la forma del asesinato. La manera con que presenta al Conde de Gabalis, es digna de atención: “Cierto día me asombré al ver entrar a un hombre de una apostura de las más dignas, quien saludándome gravemente, me dijo en francés, pero con acento extranjero: –Adora, hijo mío, adora al Dios más grande de los Sabios; y no te llenes de orgullo porque envíe a ti uno de los

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Summer Land, literalmente, “tierra de verano”. Debe advertirse que estos espiritistas son los de la escuela americana, que no creen en la reencarnación, y que su Summer Land es un lugar situado en los alrededores de la Vía Láctea (sic), en donde los espíritus se casan, tienen hijos, se educan, tienen Congreso, casinos, etc. Los espiritistas de la escuela de Allan Kardec creen en la reencarnación y son algo más serios que los primeros con sus antifilosóficos y materialistas conceptos. N. del T.

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La obra fue publicada en París en 1670 y en 1675; fue cruelmente asesinado el autor en su viaje a Lyon desde el Languedoc, su país natal.

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Pensamientos sobre los Elementales

hijos de Sabiduría para convertirte en un miembro de la Sociedad y hacerte participar de las 4 maravillas de la Omnipotencia” .

No hay más que una contestación que dar a aquellos que, haciendo hincapié en obras semejantes, se ríen del Ocultismo. Servitissimo la da con enojada frase en su introducción Cartas a mi Señor en la obra arriba nombrada. “Yo lo hubiera persuadido (al autor del Gabalis) de que cambiase por completo la forma de su obra –escribe–, pues esta forma burlona de llevarla adelante no me parece propia del asunto. Estos misterios de la Kábala son cosas serias que muchos de mis amigos estudian muy seriamente;… los brujos son ciertamente demasiado peligrosos para ser tratados en burla”. Verbum sat sapienti. Son peligrosos sin duda alguna. Pero desde que la historia empezó a registrar pensamientos y hechos, media humanidad se ha burlado de la otra media, ridiculizando sus más caras creencias. Esto, sin embargo, no puede cambiar un hecho en una ficción, ni tampoco destruye a las sílfides, ondinas y gnomos de la Naturaleza, si los hay; pues estos últimos, ligados con las salamandras, podrían destruir a los incrédulos y perjudicar a las compañías de seguros, a pesar de que éstas creen menos en las salamandras vengativas que en los incendios causados por casualidad y por accidentes. Los teósofos creen en los espíritus tanto como los espiritistas, pero creen que son tan diferentes en sus variedades como las tribus aladas en el aire. Hay entre ellos halcones sanguinarios y murciélagos vampiros, así como hay palomas v ruiseñores. Ellos creen en ángeles, porque muchos los han visto “…a la cabecera del enfermo, ¿De quiénes eran la voz tierna Y los pasos silenciosos? En donde los corazones afligidos destilaban como el sauce Vagaban ellos entre los vivos y los muertos”.

Pero no eran éstas las materializaciones con tres dedos en los pies de los modernos médiums. Aun cuando nuestras doctrinas fuesen todas pasto para las chanzonetas de un Villars, esto nada probaría en contra de las pretensiones de los ocultistas de que sus enseñanzas son hechos históricos y científicos, cualquiera que sea la forma con que se las presenten al profano. Desde que comenzaron a reinar los primeros reyes por la gracia de Dios, han pasado innumerables generaciones de bufones, nombrados para divertir Majestades y Altezas; la mayoría de estos despreciados individuos tenían más sabiduría en el fondo de sus gibas y en la punta de los dedos, que todos sus reales amos juntos en sus vacíos cerebros. Solamente ellos tenían el privilegio inestimable de decir la verdad en las cortes, y estas verdades han sido siempre causa de risa… 4

Sub–Mundanos o los Elementarios de la Kábala; es la historia de los Espíritus, vuelta a imprimir del texto del Abate de Villars, Physio–AstroMystic, en donde se asegura que existen en la tierra criaturas racionales además del hombre. Robert H. Fryer. Bath, 1886.

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Esta es una digresión; pero obras tales como la del Conde de Gabalis, tienen que ser analizadas despacio, y mostrado su verdadero carácter, pues de lo contrario se las haría servir como martillo de fragua para pulverizar aquellas obras que no toman el tono humorístico al hablar de cosas misteriosas, ya que no sagradas del todo, y que dicen lo que es del caso. Se asegura de la manera más positiva que se dicen más verdades en las ingeniosas railleries y gasconnades de aquella “Sátira, llena de hechos eminentemente ocultos y reales, de los que la mayoría de las gentes, y especialmente los espiritistas, pueden figurarse”. Un solo hecho, como ejemplo, cuya existencia actual se demuestra en el momento presente entre los médiums, bastará para probar que tenemos razón. Se ha dicho en otra parte que la Magia blanca difiere muy poco de las prácticas de hechicería, excepto en los efectos y resultados, consistiendo todo en si la intención es buena o mala. Muchas de las reglas y condiciones preliminares para entrar en sociedades de Adeptos, ya sean del sendero Derecho o del Izquierdo, son también idénticas en muchas cosas. Por esto dice Gabalis al autor: “Los Sabios jamás os admitirán en su sociedad si no renunciáis desde este momento a una cosa que no puede permanecer en competencia con la Sabiduría. Tenéis que renunciar a toda relación carnal con las mujeres” (página 27).

Esto es sine qua non para los ocultistas prácticos, ya sean rosacruces o yoguis, europeos o asiáticos. Pero lo es también para los dugpas y tadoos, de Bután y de la india y para los vudús y naguales, de Nueva Orleáns y de México5; pero con una cláusula adicional, sin embargo, en los estatutos de estos últimos. Y es ésta el tener relaciones carnales con djins, elementales, o demonios, llámeseles como se quiera, varones o hembras6. “No os hago conocer ninguna otra cosa que los Principios de la antigua Kábala”, explica Gabalis a su discípulo. Y le informa de que los elementales (que el llama elementarios), los habitantes de los cuatro Elementos –esto es, las sílfides, ondinas, salamandras y gnomos–, viven muchas edades, pero que sus almas no son inmortales. “Respecto de la Eternidad… tienen finalmente que disolverse en la nada…” “Nuestros padres los filósofos –continúa diciendo el soidisant rosacruz–, hablando a Dios cara a cara, se quejaron a El de la desgracia de esta gente (los elementales) y Dios, cuya Misericordia no tiene límites, les reveló que no era imposible encontrar un remedio 5

Hablamos aquí de los bien conocidos antiguos estatutos de la Hechicería de los asiáticos, así como de la demonología de Europa. La bruja tiene que renunciar a su marido, y el brujo a sus derechos maritales sobre la esposa humana legítima, del mismo modo que el dugpa renuncia hasta el presente todo comercio con mujeres humanas, como lo hace también el vudú, de Nueva Orleáns, durante el ejercicio de sus poderes. Todos los kabalistas saben esto.

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Los kabalistas judíos de Polonia y de Galitzia llaman en su ayuda al espíritu hembra de nergal, cuando se dedican a alguna venganza, para que infunda poder en ellos. El hechicero musulmán llama a un djini hembra; un koldoon ruso a una bruja muerta (vyedma); el hechicero chino tiene una houen en su casa, bajo sus órdenes. Este comercio se dice que proporciona poderes mágicos y una fuerza sobrenatural.

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para este mal. Les inspiró que del mismo modo que el hombre, por la alianza que con Dios había contraído, había sido hecho partícipe de la Divinidad, las sílfides, los gnomos, las ninfas y las salamandras, por la alianza que podían contraer con el hombre podían hacerse partícipes de la inmortalidad. Así, pues, una ninfa o una sílfide se hace inmortal, y capaz de alcanzar la dicha a que nosotros aspiramos, cuando tiene la fortuna de casarse con un sabio; un Gnomo o un silfo cesa de ser mortal desde el momento en que se casa con una de nuestras hijas”. Después de haber soltado este hermoso ejemplar de buen consejo sobre hechicería práctica, el sabio termina de la siguiente manera: “¡No, no! Nuestros sabios no han cometido nunca el error de atribuir la caída de los primeros ángeles a su amor por las mujeres, como tampoco creen que hayan puesto a los hombres bajo el poder del Diablo… No hubo nada criminal en todo esto. Eran silfos que trataban de hacerse inmortales. Sus inocentes pretensiones, muy lejos de escandalizar a los filósofos, nos han parecido tan justas, que todos nosotros, de común acuerdo, estamos resueltos a renunciar por completo a las mujeres para entregarnos a la inmortalidad de las ninfas y sílfides (pág. 33).

Y así hacen ciertos médiums, especialmente en América y Francia, quienes se alaban de tener por maridos o esposas a espíritus. Conocemos personalmente a tales médiums, hombres y mujeres, y no serán los de Holanda los que negarán el hecho, dado cierto suceso reciente entre sus colegas y correligionarios, fresco en su memoria, concerniente a algunos que escaparon de la locura y de la muerte haciéndose teósofos. Siguiendo nuestros consejos fue como pudieron finalmente librarse de sus consortes de ambos sexos. ¿Se nos dirá también en este caso que esto es una calumnia y una invención? Pues entonces, que los que, como los espiritistas, estén inclinados a ver nada más que un inocente pasatiempo en estas diarias y nocturnas relaciones con los llamados espíritus de los muertos, se dediquen a observar. Que los que ridiculizan nuestros avisos y nuestra doctrina, y se burlan de ella, expliquen, después de analizado desapasionadamente el misterio y la razón de hechos tales como la existencia, en las mentes de ciertos médiums y sensitivos, de su matrimonio real con espíritus varones y hembras. Las explicaciones de locura y alucinación no significan nada, cuando se las pone frente a frente con los hechos innegables de las MATERIALIZACIONES DE ESPÍRITUS. Si hay espíritus capaces de tomar té y vino, de comer manzanas y pasteles, y de besar y palpar a los concurrentes a las sesiones espiritistas, hechos que han sido probados, así como también la existencia de estos mismos visitadores, ¿por qué no habrían de ejecutar estos mismos espíritus los deberes matrimoniales del mismo modo? ¿Y qué son estos espíritus y cuál es su naturaleza? ¿Se nos dirá por los espiritistas, que los fantasmas de Mme. de Sévigné o de Delfina –una de cuyas autoras nos abstenemos de nombrar por consideración a sus parientes que sobreviven– son los espíritus reales de estas difuntas señoras; y que la última sentía una afinidad espiritual por un médium canadiense, idiota, viejo y sucio, hasta el punto de hacerse su feliz esposa, como él se alababa públicamente, siendo el resultado de esta unión un rebaño de hijos espirituales engendrados con este santo espíritu? ¿Y quién es el marido astral –el consorte 6

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nocturno– de una señora médium de Nueva York muy conocida, y a quien la escritora conoce personalmente? Que el lector tome cuantos informes pueda sobre este último desarrollo de las relaciones espirituales (?!); que piense seriamente sobre esto, y que lea después el Conde de Gabalis, especialmente el apéndice con sus partes latinas, y entonces quizás podrá apreciar mejor toda la gravedad de la supuesta chanza en la obra en cuestión7, y comprender el verdadero valor que encierra la burla en ella. Entonces podrá ver claramente la horrible relación que hay entre los faunos, sátiros e íncubos de San Jerónimo, las sílfides y ninfas del Conde de Gabalis, los elementarios de los kabalistas, y todas las Lillies poéticas y espirituales de la Comunidad Harris, los Napoleones astrales y otros don Juanes que han partido y se hallan en el Summer Land (tierra de verano), o sea las afinidades espirituales de más allá de la tumba del mundo moderno de los médiums. A pesar de la horrible multitud de hechos, se nos dice semana tras semana en los periódicos espiritistas, que, a lo más, no entendemos una palabra de lo que decimos. Platón (un seudónimo por cierto muy presuntuoso para ser usado), ex–teósofo descontento, dice a los espiritistas (véase el Light del 1º de Enero de 1889) que no solamente no hay reencarnación, porque el espíritu astral de un difunto amigo suyo se lo dijo (verdaderamente es un testimonio valioso y digno de confianza), sino que está probado que toda nuestra filosofía no tiene valor por este mismo hecho. Se nos notifica que el Karma es una necedad mayúscula. “Sin el Karma, la reencarnación no tiene razón de ser”; y puesto que su informante astral se ha informado en el reino de su presente existencia de la teoría de la reencarnación, y dice que no puede encontrar un solo hecho, ni siquiera el rastro de uno, respecto de aquella verdad… este informante astral tiene que ser creído. El no puede mentir. Pues un hombre que ha estudiado la química, tiene derecho a una opinión, y se ha ganado el de hablar sobre sus varias teorías y hechos… especialmente si durante su vida terrestre fue respetado y admirado por sus investigaciones en los misterios de la Naturaleza y por su amor a la verdad8. Es de esperar que los astrales de eminentes químicos, tales como Mr. Crookes y Buderof, cuando desencarnen, se abstendrán de venir a menudo a hablar con los mortales; pues habiendo estudiado la química tanto y tan bien, sus comunicaciones post 7

Sub–Mundanes, o The Elementaries of the Cabala, con un apéndice ilustrado de la obra Demoniality o Incubi and Succubi, por el Rvdo. Padre Sinistrari de Amando. La contestación dada (pág. 133) por un supuesto diablo a San Antonio, respecto a la corporeidad de los íncubos y súcubos, sería ahora quizás oportuna. Habiendo preguntado el bendito San Antonio quién era él, el pequeño enano de los bosques contestó: “Soy un mortal y uno de los habitantes de los desiertos, a quienes los gentiles en sus diferentes errores, adoran bajo los nombres de faunos, sátiros e íncubos”; o espíritus de los muertos, pudo haber añadido este elemental, vehículo de algún elementario. Esta es una narración de San jerónimo, quien creía del todo en ella, y nosotros también, aunque con algunas variantes. 8 Los argumentos y testimonios que se presentan contra la filosofía de oriente, son muy curiosos, Seguramente esto es una buena prueba de que los ocultistas tienen razón en decir que la mayoría de estos espíritus no son ni siquiera espíritus mentirosos, sino simplemente cascarones vacíos y sin sentido, que adquieren conciencia sólo con la ayuda de los cerebros de los asistentes y del cerebro del médium, como medio de relación.

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mortem adquirirían una reputación de infalibilidad tal, que quizás llegarían a perjudicar el progreso de la humanidad y el desarrollo de sus poderes intelectuales. Pero la prueba es suficientemente convincente, sin duda alguna, para la presente generación de espiritistas, puesto que el nombre usado por el “director astral de un amigo”, era el de un hombre honrado y amante de la verdad. Parece, pues, que una experiencia de más de cuarenta años con espíritus, que dicen muchas más mentiras que verdades, y hacen mucho más daño que bien, nada significan. Y de este modo los esposos y esposas espirituales tienen también que ser creídos, cuando dicen que son esto o aquello. Pues como Platón (el seudónimo) con razón arguye: “No hay progreso sin conocimiento”, y el conocimiento de la verdad que se funda en hechos, es un progreso del grado más elevado; y si los astrales progresan, como lo afirma este espíritu, la filosofía del Ocultismo respecto de la reencarnación, es errónea en este punto; ¿y cómo podemos saber que los demás puntos son correctos, puesto que no hay pruebas de ellos? Esto es lógica y filosofía elevadas. “El fin de la Sabiduría es la consulta y la discusión” con espíritus, debió de haber añadido Demóstenes si hubiera sabido donde encontrarlos; pero todo esto deja sin resolver la cuestión de quiénes son estos espíritus; pues “cuando los doctores no están de acuerdo”, tiene que haber lugar a dudas; y además del hecho saliente de que los espíritus están divididos en sus opiniones sobre la reencarnación, lo mismo que lo están los espiritualistas y los espiritistas, “todos los hombres no son a propósito para ser campeones de la Verdad, ni para recoger el guante en su causa”, según dice Sir F. Browne. Esto no significa ninguna sátira irrespetuosa para Platón, quien quiera que él sea; no es más que un axioma. Un hombre de ciencia eminente, el profesor W. Crookes, dio una vez una definición muy sabia de la verdad, demostrando cuán necesario es distinguir entre la verdad y la exactitud. Una persona puede ser amante de la verdad –dijo– esto es, puede sentirse lleno de deseo de recibir la verdad como de enseñarla; pero a menos que esta persona tenga gran poder natural de observación, o haya sido educada por medio de alguna clase de estudio científico en el trabajo de observar, anotar, comparar y dar cuenta con toda exactitud y detalle, no podrá dar una relación exacta ni digna de confianza –y ni por tanto verdadera– de sus experiencias. Sus intenciones pueden ser sinceras; pero si tiene una chispa de entusiasmo, puede estar expuesto a proceder a generalizaciones que sean a la vez falsas y peligrosas. En resumen: como dice también otro eminente hombre de ciencia, Sir John Herschel: “La gran –y ciertamente única– cualidad de la Verdad, es la de ser capaz de sufrir la prueba de la experiencia universal, y de salir sin cambio alguno de cualquier clase de discusión sincera a que se la sujete.” Ahora bien; pocos son los espiritistas, si es que hay alguno, que reúnan las preciosas cualidades requeridas por el profesor Crookes; en otras palabras, su veracidad se halla siempre neutralizada por su entusiasmo, que los ha conducido al error durante los últimos cuarenta años. En contestación a esto se nos dirá –y hay que confesar que con gran justicia– que esta definición científica es un arma de doble filo; esto es, que los teósofos están, por lo menos, en el mismo caso que los espiritistas; que son entusiastas y, por tanto, crédulos también. Pero en el presente caso la situación cambia. La cuestión no consiste en lo que los espiritistas o teósofos puedan pensar sobre la naturaleza de 8

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los espíritus y su grado de veracidad, sino lo que dice la experiencía universal requerida por Sir John Herschel. El espiritismo es una filosofía –si lo es, lo que nosotros negamos– de ayer. El Ocultismo y la filosofía de Oriente, ya sean verdad en absoluto o sólo relativamente, son enseñanzas que vienen a nosotros con una antigüedad inmensa; y puesto que –tanto en los escritos y tradiciones del Oriente, como en los numerosos fragmentos y manuscritos que nos han dejado los teósofos neo–platónicos; en las observaciones de sabios, tales como Porfirio y Jámblico, en las de los teósofos de la edad media, y así sucesivamente ad infinitum– puesto que encontramos en todos éstos el mismo idéntico testimonio de la naturaleza, extremadamente variada y a menudo peligrosa, de todos estos genios, demonios, dioses, lares y elementarios, todos confundidos ahora en un haz bajo el nombre de espíritus, no podemos menos que reconocer en todo esto “algo que reporta victoriosamente la prueba de la experiencia universal, y que “resulta sin cambio” después de toda clase de observaciones y experiencias. Los teósofos dan tan sólo el producto de una experiencia que procede de la más remota antigüedad; los espiritistas sostienen sus propias opiniones nacidas hace cuarenta años, y basadas en su entusiasmo perenne y en su emocionalismo. Pero que se le pregunte a cualquier testigo imparcial y de buena fe, que presencie los hechos de los espíritus en América y que no sea ni teósofo ni espiritista: ¿cuál puede ser la diferencia entre la novia vampira de quien se dice que Apolonio de Tyana libró a un joven amigo suyo, a quien el súcubo nocturno estaba matando lentamente, y las esposas y esposos espíritus de los médiums? Ninguna, seguramente, sería la contestación correcta. Aquellos que no se estremezcan ante esta horrenda resurrección de la demonología y brujería de la edad media, pueden en todo caso comprender la razón de por qué, entre los numerosos enemigos de la Teosofía –que desgarra el velo de los misterios del mundo de los espíritus, y quita la máscara a los espíritus disfrazados bajo nombres eminentes–, ningunos son tan mordaces ni tan implacables como los espiritistas de los países protestantes y los países católico–romanos. Monstrum horrendum informe cui lumen ademptum… es el epíteto más a propósito que debe aplicarse a la mayoría de las Lillies y Joes del mundo de los espíritus. Pero no queremos con esto sostener en modo alguno –no imitando a los espiritistas que están determinados a no creer en otros espíritus que en los de los queridos difuntos– que no existan otros espíritus que los espíritus de la Naturaleza o elementales, cascarones o elementarios, dioses y genios de los reinos invisibles, o que no hay ningún espíritu santo ni elevado que se comunique con los mortales; pues esto no es así. Lo que los ocultistas y kabalistas han dicho siempre, y los teósofos repiten ahora, es que los espíritus elevados o santos no visitan ninguna promiscua sesión espiritista ni se casan con hombres ni mujeres. La creencia en la existencia de visitantes invisibles, aunque demasiado a menudo presentes, de mundos mejores y peores que el nuestro, está demasiado arraigada en los corazones de los hombres para que pueda ser arrancada tan fácilmente por la fría mano del materialismo, ni aun de la ciencia. Los cargos de superstición acompañados del 9

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ridículo, han servido más bien para engendrar nuevas hipocresías y disimulos sociales entre las clases educadas. Pues hay pocos hombres, si es que hay alguno, en el fondo de cuyas almas no exista latente la creencia en tales criaturas sobrehumanas y suprapersonales, la cual puede despertarse a la primera oportunidad. Muchos son los hombres de ciencia que, habiendo abandonado a la vez que los cuentos de las nodrizas, las creencias en los reyes de sílfides y reinas de hadas, y que se ruborizarían de ser acusados de creer en brujerías, han caído, sin embargo, víctimas de la astucia de los Josés, Catalinas y otros fantasmas y directores. Y una vez que han cruzado el Rubicón, ya no vuelven a temer el ridículo. Estos científicos defienden tan desesperadamente la realidad de los espíritus materializados y otros, como si fuesen una ley matemática. Las aspiraciones del alma que parecen innatas en la naturaleza humana, y que duermen tan sólo para despertar con mayor energía; los deseos de cruzar el límite de la materia, que hacen que muchos escépticos se vuelvan creyentes rabiosos a la primera apariencia de lo que para ellos es una prueba innegable; todo esto completa el fenómeno fisiológico del temperamento humano. ¿Han encontrado nuestros modernos fisiólogos su clave? ¿Permanecerá el veredicto non compos mentis o será “víctima del fraude y de la psicología, etc. Cuando decimos que los incrédulos no son sino un puñado, esta afirmación no es exagerada; pues los más escépticos no son los que más alto clamorean contra las supersticiones degradantes, contra la locura ocultista, etc., etc. A la primera oportunidad serán de los primeros entre los que caen y se rinden. Y cuando seriamente se cuentan los millones siempre crecientes de espiritistas, ocultistas y místicos en Europa y América, no hay por qué lamentarse como lo hace Carrington de la marcha de las hadas. Se han marchado, dice el poeta:

Han volado Las hermosas ficciones de nuestros padres, tejidas En la tela de la Superstición cuando el Tiempo era joven. Tiernamente amadas y queridas. Han volado Delante de la vara de la ciencia

Afirmamos que no han hecho semejante cosa, y que antes al contrario, son estas hadas –y mucho más las hermosas que las horribles– las que amenazan seriamente, bajo sus nuevas máscaras y nombres, desarmar a la ciencia y romper su vara. La creencia en los espíritus es legítima porque le basa en la autoridad de los experimentos y de la observación; además reivindica otra creencia considerada también como supersticiosa, o sea el Politeísmo. Este último está basado sobre un hecho de la Naturaleza. Espíritus que han sido tomados por dioses, han sido vistos en todas las edades por los hombres –de aquí la creencia en muchos y varios dioses–. El monoteísmo, por otro lado, se funda en una pura abstracción, ¿Quién ha visto a Dios? 10

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(nos referimos a aquel Dios Infinito y Omnipotente de que hablan tanto los monoteístas). El politeísmo –una vez que el hombre reclama el derecho de intervención divina en favor suyo– es lógico y de conformidad con las filosofías de Oriente, todas las cuales, va sean panteístas o deístas, proclaman la abstracción Una e infinita, un Algo absoluto que sobrepuja totalmente a la concepción de lo infinito. Seguramente un credo semejante es más filosófico que aquella religión cuya teología, a la vez que por un lado proclama a Dios un Ser misterioso y hasta Incomprensible, a quien “ningún hombre puede ver ni oír” (Éxodo XXXIII, 20), lo muestra por otro tan humano y tan pequeño como para ocuparse de los calzones de sus escogidos9 ¡mientras que descuidaba el decir algo definido sobre la inmortalidad de sus almas o sobre su supervivencia después de la muerte! Así, pues, la creencia en una hueste o huestes espirituales que moran en varios pueblos y esferas del Universo, o sea, en realidad, en Seres conscientes intra Kósmicos, es lógica y racional, mientras que la creencia en un Dios extra Kósmico es un absurdo. Y si Jehovah, que eran tan celoso por sus judíos, y ordenaba que no debían tener otro Dios que El, fue tan generoso que otorgó Moisés a Faraón (“Mira; yo he hecho de ti un Dios para Faraón y a Aarón… tu profeta”, Éxodo, VII, 1) como deidad para el monarca egipcio, ¿por qué a los paganos no se les ha de permitir que elijan sus dioses? Una vez que creemos en la existencia de nuestros Egos, bien podremos creer en la de los Dhyân Chohans. Pues como dice Haré: “el hombre es un ser compuesto, estando hecho de un cuerpo espiritual y de otro carnal; los Ángeles son Espíritus puros, y por tanto, más próximos a Dios, sólo que son creados y finitos por todos los conceptos, mientras que Dios es infinito e increado”. Y si Dios es lo último, entonces no es un Ser sino un Principio incorpóreo al que es una blasfemia el antropomorfizar. Los ángeles o Dhyân Chohans, son los Vivientes; aquel Principio existente por sí mismo, la Causa eterna y compenetradora de todas las causas es tan sólo el nóumeno abstracto del Río de Vida, cuyas olas, siempre rodando, crean los ángeles lo mismo que los hombres; los primeros siendo sencillamente “hombres de naturaleza superior”, como instintivamente lo observaba Young. Las masas de la humanidad tienen, pues, razón en creer en la pluralidad de dioses; no son las naciones cristianas menos politeístas que sus hermanos los paganos, por llamarles ahora espíritus, ángeles o demonios. Los veinte o treinta millones de espiritualistas o espiritistas que existen actualmente, ofician a sus muertos con tanto celo como los chinos e indos modernos ofician a sus houen 10, bhoots y pisachas; los paganos, sin embargo, lo hacen para tenerlos tranquilos y que no hagan daño post mortem. Aun cuando se dice que estos dioses son “superiores al hombre en algunos conceptos”, no se debe decir por esto que las potencias latentes del Espíritu humano sean en modo 9

“Y tú le harás calzones de lienzo para que cubran su desnudez, que alcanzarán desde sus lomos a sus muslos” (Éxodo XXVIII, pág. 42 y siguientes.) ¡¡Dios un mercader de lienzos y un sastre!! 10

El houen en China es “la segunda alma, o vitalidad humana; el principio que anima a la aparición”, según lo explican los misioneros de China; simplemente el astral. El houen, sin embargo, es distinto del Antecesor como los bhoots lo son de los Pitris en la India.

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alguno inferiores a las de los devas. Sus facultades están más desarrolladas que las del hombre ordinario; pero en último resultado, este desarrollo tiene un límite prescrito, lo que no sucede con el espíritu humano. Este hecho ha sido bien simbolizado en el Mahâbhârata por la victoria que por sí sólo obtuvo Arjuna, bajo el nombre de Nara (hombre) sobre toda la hueste de los devas y deva–yo–nis (elementales inferiores). También encontramos la referencia a este mismo poder del hombre en la Biblia, pues, San Pablo dice claramente a su auditorio: “¿No sabéis que juzgaremos a los Ángeles?” (I Corin. VI, 3), y habla del cuerpo astral del hombre, el soma psychikon, y del cuerpo espiritual, soma pneumatikon que “no tiene carne ni huesos” pero que, sin embargo, tiene una forma externa. El orden de seres llamados devas –cuya variedad es tan grande que su descripción no puede intentarse aquí– se da en algunos tratados ocultos. Hay devas superiores e inferiores, elementales superiores y muy inferiores al hombre y aun a los animales. Pero todos éstos han sido o serán hombres, y los primeros volverán a nacer en planetas superiores y en otros Manvantaras. Una cosa puede, sin embargo, mencionarse. Los Pitris, o nuestros antecesores lunares y la comunicación de los mortales con ellos, han sido varias veces mencionados por los espiritistas como un argumento de que los indos creen efectivamente en espíritus, y que hasta los adoran. Esto es un gran error. No son los Pitris individualmente los que hayan podido ser consultados, sino su Sabiduría en conjunto; mostrándose esta Sabiduría, mística y alegóricamente, en el lado luminoso de la luna. Lo que los brahmanes invocan, no son los espíritus de los antecesores difuntos; puede encontrarse el completo significado de este nombre en el vol. II de la Doctrina Secreta, en donde se da la génesis del hombre. Los espíritus humanos más desarrollados y elevados declararán siempre al dejar su vivienda de barro: nacha purarâvarti, “no volveremos”; y de este modo se colocan fuera del alcance de ningún hombre vivo. Pero para comprender completamente la naturaleza de los antecesores lunares y su relación con la luna, se necesitaría la revelación de los secretos ocultos que no están destinados para el conocimiento del público. Por tanto, no se dará más que las pocas insinuaciones siguientes: Uno de los nombres de la luna en sánscrito es Soma, que es también el nombre, como es bien sabido, de la bebida mística de los brahmanes, y demuestra la relación entre las dos. Un bebedor de Soma alcanza el poder de ponerse en relación directa con el lado brillante de la luna, tomando así inspiración de la energía intelectual concentrada de los benditos antecesores. Esta concentración, y el ser la luna un depósito de esta energía, es el secreto cuyo significado no puede ser revelado más allá del mero hecho de mencionar el continuo derrame sobre la tierra de cierta influencia desde el lado brillante de la esfera. Esto que parece una corriente (al ignorante) es de naturaleza doble: una que da vida y sabiduría, y la otra que es letal. Aquel que puede separar la primera de la segunda, como Kâlahansa separó la leche del agua que estaba mezclada con ella, demostrará así gran sabiduría y tendrá su recompensa. La palabra Pitri significa, sin duda alguna, el 12

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antecesor; pero lo que se invoca es la sabiduría lunar, esotéricamente, y no al antecesor lunar. Esta sabiduría era la que invocaba Qutamy, el caldeo, en el Nabathean Agriculture, quien escribió “las revelaciones de la Luna”. Pero existe el otro lado de esto. Así como la mayoría de las ceremonias religiosas brahmánicas están relacionadas con la luna llena, de la misma manera las siniestras ceremonias de los hechiceros tienen lugar en la luna nueva y en su último cuarto. Del mismo modo, cuando el ser humano perdido, o hechicero, llega a la consumación de su carrera depravada, todo el mal Karma, y la mala inspiración cae sobre él, como un negro íncubo de iniquidad, desde “el lado oscuro de la luna”. El hechicero, el dugpa, que ejecuta siempre sus ritos infernales en el día de la luna nueva, cuando la influencia benévola de los Pitris está en su más bajo nivel, cristaliza parte de la energía satánica de sus predecesores en el mal, para sus propios viles fines, mientras que el brahmán, por otro lado, persigue un fin benévolo correspondiente con la energía que le otorgan sus Pitris… Por tanto, éste es el verdadero espiritismo, cuyo corazón y alma han sido tan erróneamente comprendidos por los modernos espiritistas. Cuando llegue el día de la revelación completa, se verá que las llamadas supersticiones del brahmanismo y de los antiguos paganos en general, eran simplemente ciencias naturales y físicas, veladas a los Ojos profanos de las multitudes ignorantes, por temor a la profanación y al abuso, por medio de disfraces alegóricos y simbólicos que la ciencia moderna no ha podido descubrir. Afirmamos pues que ningún teósofo ha creído jamás en supersticiones degradantes ni ha contribuido a propagarlas más que lo que ha podido hacerlo cualquier sociedad filosófica o científica. La única diferencia entre los espíritus de otras sociedades, sectas o instituciones y los nuestros, consiste en sus nombres y en los asertos dogmáticos con respecto a su naturaleza. En aquellos a quienes los millones de espiritistas llaman los espíritus de los muertos, y en quienes la Iglesia romana ve los demonios de Satanás, no vemos nosotros ni lo uno ni lo otro. Los llamamos Dhyân Chohans, devas, Pitris, elementales superiores e inferiores, y los conocemos como los dioses de los gentiles, a veces imperfectos, nunca santos. Cada orden tiene su nombre, su sitio, sus funciones, que la Naturaleza le ha asignado; y cada hueste es el complemento y la coronación de su propia esfera particular, lo mismo que el hombre es el complemento y la coronación de su globo; de aquí que sean una necesidad natural y lógica en el Kosmos.

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FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFÍA ESOTÉRICA según los escritos de H.P. Blavatsky

Prologo Una Ley Fundamental Cuatro Ideas Básicas Tres Proposiciones Fundamentales Seis Párrafos Numerados Cinco Hechos Comprobados Tres Nuevas Proposiciones La Doctrina Secreta: Conclusión Isis sin Velo: Resumen en Diez Puntos Apéndice A: La Doctrina Secreta y su Estudio

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FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFÍA ESOTÉRICA

PROLOGO

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a tarea particular que Madame Blavatsky emprendió con sus escritos fue la de llamar la atención del mundo occidental hacia las enseñanzas de la tradición de la Sabiduría, la Ciencia Sagrada de Oriente. Reiteradamente ella confirmó tanto la antigüedad como la universalidad de estas enseñanzas, conocidas desde los primeros siglos de nuestra era, como Teosofía. Para ella misma se adjudicó únicamente el papel de escritora y transmisora. El modo como ella veía su tarea queda claramente especificado en el Prefacio de su obra más importante, La Doctrina Secreta, publicada en 1888: Estas verdades no deben ser consideradas en ningún sentido como una revelación; ni tampoco la autora pretende el papel de reveladora de la enseñanza mística, hecha ahora pública por primera vez en la historia del mundo. Pues lo que está contenido en esta obra puede encontrarse esparcido en todos los millares de volúmenes que componen las escrituras de las grandes religiones asiáticas y las primitivas europeas, oculto bajo símbolos y jeroglíficos e inadvertido hasta ahora a causa de este velo. De lo que hora se trata es de reunir las doctrinas más antiguas y formar con ellas un conjunto armonioso y completo.

El trabajo de reunir y publicar todos los escritos de Madame Blavatsky está ahora llegando a su fin, para formar un total de unos 19 o 20 volúmenes importantes. El recopilador de esta “Collected Writings” (Colección de Escritos), su sobrino–nieto Boris de Zirkoff, comunica al lector que una carta publicada en el Daily Graphic de Nueva York el 30 de octubre de 1874 fue el primer artículo claramente reconocido como de su pluma. En 1877, su primera gran obra Isis sin Velo apareció en dos grandes volúmenes. Fue seguida, once años más tarde, por los dos volúmenes de La Doctrina Secreta. Sus últimos libros, La Voz del Silencio y La Clave de la Teosofía se publicaron en 1889. Si se recuerdan sus largos y frecuentes viajes y el mal estado de su salud, con períodos de grave enfermedad, esta enorme producción literaria en menos de diecisiete años, y en una lengua que no era la suya propia, parece poco menos que milagroso. Debe hacerse observar que, aunque algunas cartas y artículos están esperando la publicación en la “Collected Writings”, los grandes libros han ido publicándose continuamente durante los ciento y pico de años que han transcurrido desde su primera aparición. Con semejante cantidad de material, en el cual los temas abarcan desde el simbolismo bíblico a la teoría darwiniana, desde un examen de la flora y la fauna antediluvianas, a 3

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las citas de los textos sagrados del Hinduismo y de la Kábala, así como de los filósofos, los teólogos y los científicos del siglo XIX; sería difícil, si no imposible para el lector, extractar la estructura esencial del sistema teosófico. Sin embargo, la misma Madame Blavatsky acude en socorro del estudiante exponiendo aquí y allá en numerosas declaraciones los principios sobre los cuales está basado ese sistema. La serie de estas declaraciones presentada aquí se trata de que sirva como hilo de Ariadna a través del amplio laberinto de información, descripción, exposición, crítica, comentario e instrucción personal que constituye su poco menos que inagotable dádiva a la posteridad. ¿Dónde debería empezar el estudiante? Durante los últimos años de Madame Blavatsky, se reunían a su alrededor, en Londres, un grupo de miembros entusiastas de la Sociedad Teosófica que se dedicaban seriamente al estudio de La Doctrina Secreta, interrogándola y apremiándola para una mayor elucidación de la enseñanza. Felizmente para nosotros, mucha de esta instrucción oral fue anotada y más tarde publicada en las “Transactions of the Blavatsky Ladge” (Memorias de la Rama Blavatsky), formando ahora la segunda mitad del Volumen X de la “Collected Writings”. Además de esto, existe una pequeña, pero inapreciable colección de notas, escritas por entonces por un miembro del grupo, el Comandante Robert Bowen, y dadas a conocer unos cuarenta años más tarde por su hijo, el Capitán P. G. Bowen. Publicadas inicialmente en 1932 en Theosophy in Ireland (La Teosofía en Irlanda) estas notas han sido publicadas desde entonces, por separado, como un folleto titulado “Madame Blavatsky en Cómo estudiar Teosofía”; están reproducidas aquí en el Apéndice A. De estas notas es de las que aprendemos no solamente el modo como, según ella, deberíamos acercarnos al estudio, la actitud y las expectativas que se deberían tener para ello, sino además, el orden en el cual las declaraciones esenciales tienen que ser tomadas antes de embarcarse en la totalidad del trabajo. Además, pone ante el estudiante las ideas básicas que debería tener presentes constantemente. Su presentación de estas ideas, junto con las partes de la obra hacia las cuales llama especialmente la atención, forman la mayor parte de esta presente serie. “Isis sin Velo” es, hay que admitirlo, una dilatada y desordenada recopilación que revela una extraordinaria erudición en una mujer que no había tenido una educación formal y cuya biblioteca itinerante parece haber consistido en no más de dos o tres docenas de volúmenes. Es una gran cantidad de curiosidades, de información y de comentarios críticos sobre una verdadera amplia gama de temas, de profundo conocimiento de la tradición oculta en sus muchas formas, pero el material está presentado algo confusamente y, a menudo, en un tono francamente polémico, que retrata su ambiente contemporáneo. Al final del Volumen II, Madame Blavatsky resume en diez apartados numerados los elementos esenciales de las enseñanzas que ella ha tratado de exponer ante el lector. Aunque este fue su primer intento de emprender una relación ordenada dé los principios fundamentales de la filosofía esotérica enunciada en su obra, esta parte a que nos referimos se da aquí al final, por la razón de que, tal como se verá, en aquella época ella no había hecho una distinción expresa entre los 4

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principios esenciales y la parte secundaria, es decir, el desarrollo de los principios en particular. Hablando de sus instructores ocultos utilizaba el nombre de Maestros, porque era de ellos, como explícitamente hace constar en La Clave de la Teosofía, que obtuvo todo su conocimiento del sistema teosófico. Sin embargo, se dejó enteramente a su criterio hacer uso del conocimiento que se le había comunicado lo mejor que pudiera, ordenando el material y desplegando habilidad literaria en el esfuerzo. Al preparar los pasajes para esta recopilación, se han consultado las tres ediciones en inglés actualmente en circulación, con la edición española de la Biblioteca Orientalista, de La Doctrina Secreta actualmente en circulación, y se dan referencias de las tres, por orden de aparición, así: Primera Edición 1888 / Tercera Edición 1893 / Ediciones Adyar en 6 Volúmenes. Para la edición española de esta recopilación hemos utilizado la edición de la Biblioteca Orientalista de 1923. Como que el objeto aquí es presentar la enseñanza básica en la forma más legible, se ha procurado discretamente modificar el uso de la puntuación, las letras mayúsculas y la letra en bastardilla donde se ha considerado apropiado para facilitar el primer contacto con el texto. Cada extracto va precedido de una nota introductoria y en el Apéndice B se da un Glosario de vocablos. La enumeración de aquellas ideas que deben ser consideradas como fundamentales para el sistema teosófico, es en cierto modo, arbitraria. Así pues, encontramos que Madame Blavatsky presenta al estudiante de teosofía tres proposiciones fundamentales, cuatro ideas básicas, un resumen de seis puntos numerados, otros cinco hechos comprobados y los diez apartados resumiendo los elementos esenciales de Isis sin Velo. Sin embargo, por encima y más allá de toda lista y enumeración de principios, tiene que haber siempre la afirmación del UNO, la Realidad sin nombre de la cual y en la cual todas las cosas tienen su existencia. Como sea que no puede existir ninguna comprensión de la Teosofía sin una constante y reiterada referencia a esta Unidad fundamental, la inequívoca declaración de la Unidad ha sido puesta la primera en esta selección de extractos. I.H.H.

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UNA LEY FUNDAMENTAL1

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a unidad radical de la esencia fundamental de cada parte constituyente de los componentes de la Naturaleza –desde la estrella al átomo mineral, desde el más elevado de los Dhyân Chohans al más diminuto de los infusorios, en la completa acepción de la palabra, y aplicado tanto al mundo espiritual como al intelectual o al físico– esta unidad, es la única ley fundamental en la Ciencia Oculta. La Doctrina Secreta I, 120; I, 145; I, 179 (Edición española B.O.) I, 239–240

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La filosofía esotérica insiste que debajo del variado mundo de nuestra experiencia hay una sola Realidad, el origen y la causa de todo lo que siempre fue, es y será. El gran divulgador de la tradición Védica, Shri Shankarâchârya, lo expresa sencillamente: No importa la forma que se de al barro moldeado, la realidad del objeto sigue siendo siempre barro, su nombre y su forma no son más que apariencias transitorias. Del mismo modo todas las cosas, habiendo emanado del Uno Supremo, son en sí mismas ese Supremo en su naturaleza esencial. Desde lo más elevado a lo más bajo, desde lo más amplio a lo más diminuto, los infinitos prodigios del universo manifestado son el Uno, arropado en un nombre y una forma. Esta enseñanza de la Unidad fundamental es el sello distintivo del sistema teosófico. Se comprende que ninguna doctrina basada en una dualidad fundamental –de espíritu y materia separados para siempre, de Dios y el hombre como esencialmente distintos, del bien y del mal como realidades eternas –pueda tener cabida en la Teosofía.

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CUATRO IDEAS BÁSICAS2

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bservar las siguientes reglas: Sin importar lo que uno pueda estudiar en la Doctrina Secreta, que la mente se identifique, como base de su ideación, con las siguientes ideas:

a) LA UNIDAD FUNDAMENTAL DE TODA LA EXISTENCIA. Esta unidad es una cosa por completo diferente del concepto común de unidad –como cuando decimos que una nación o un ejército están unidos; o bien que este planeta está unido a aquel por campos de fuerza magnética o cosas por el estilo. La enseñanza no es esa. La enseñanza es que la existencia es UNA COSA, no un conjunto de cosas reunidas. Fundamentalmente hay UN SER. El SER tiene dos aspectos, positivo y negativo. El positivo es Espíritu o CONCIENCIA, el negativo es SUBSTANCIA, la materia de la conciencia. Este Ser es lo Absoluto en su primaria manifestación. Siendo absoluto no hay nada fuera de él. El es indivisible, de otro modo no sería absoluto. Si una parte pudiera separarse, la que quedara no podría ser absoluta, porque en seguida surgiría la cuestión de la COMPARACIÓN entre ella y la parte separada. La comparación es incompatible con cualquier idea de absoluto. Por consiguiente, es evidente que esta EXISTENCIA UNA fundamental, o este Ser Absoluto, tiene que ser la REALIDAD en cada forma que existe. El Átomo, el Hombre, el Dios, son cada uno por separado, lo mismo que todos colectivamente, Ser Absoluto en sus componentes determinantes, esa es su VERDADERA INDIVIDUALIDAD. Esta es la idea que debe retenerse siempre en el fondo de la mente para formar la base de cada concepto que surja del estudio de la Doctrina Secreta. En el momento en que uno lo abandona (y es mucho más fácil hacerlo así cuando andamos metidos en cualquiera de los muy intrincados aspectos de la Filosofía Esotérica), se presenta la idea de la SEPARACIÓN y el estudio pierde su valor. b) La segunda idea a retener es que NO HAY MATERIA MUERTA. El más pequeño de los átomos está vivo. No puede ser de otro modo puesto que cada átomo es fundamentalmente en sí SER Absoluto. Por consiguiente no existen cosas tales como 2

En el transcurso de la instrucción oral dada a sus estudiantes en Londres y recogida en las notas del Comandante Bowen (véase el Apéndice A), Madame Blavatsky repitió muchas veces que el estudio de La Doctrina Secreta no podía proporcionar ninguna imagen definitiva y completa del universo. Su destino es, decía, GUIAR HACIA LA VERDAD. Como ayuda para una progresiva comprensión, esbozó entonces cuatro ideas básicas que el estudiante no debería perder de vista jamás. Habiendo sido dadas espontáneamente, estas ideas se exponen en un lenguaje más sencillo que el utilizado en las grandes obras y por esta razón pueden servir como preparación para alguna de la más compleja fraseología de las exposiciones más completas.

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“espacios” de Eter o Âkâsa, o llamadle como gustéis, en el cual los ángeles y los elementales se deslicen como peces en el agua. Esa es una idea corriente. La verdadera idea demuestra que cada átomo de sustancia, no importa de qué plano, es en sí mismo una VIDA. c) La tercera idea básica a retener es la de que el Hombre es el MICROCOSMO. Si es así, entonces todas las Jerarquías de los Cielos existen dentro de él. Pues en realidad no hay ni Macrocosmo ni Microcosmo sino UNA EXISTENCIA. Lo grande y lo pequeño son así únicamente cuando se mira desde una conciencia limitada. d) La Cuarta y última idea básica a retener es la que se expresa en el Gran Axioma Hermético. En realidad resume y sintetiza todas las demás. Como es lo Interno, así es lo Externo; como es lo Grande, así es lo Pequeño; como es arriba, así es abajo; no hay sino UNA VIDA Y UNA LEY: y el que actúa es UNO. Nada está Dentro, nada está Fuera; nada es GRANDE, nada es Pequeño; nada es Superior; nada es Inferior; en la Economía Divina. Sin importar lo que uno toma como estudio en la Doctrina Secreta, tiene que relacionarlo con esas ideas básicas. Cómo Estudiar Teosofía

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TRES PROPOSICIONES FUNDAMENTALES3

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ntes de que el lector pase a considerar las Estancias del Libro de Dzyan que constituyen la base de la presente obra, es absolutamente necesario que conozca los pocos conceptos fundamentales que sirven de asiento y que penetran todo el sistema de pensamiento al cual su atención es invitada. Estas ideas fundamentales son pocas en número, pero de su clara percepción depende la inteligencia de todo lo que sigue; por lo tanto, no es necesario encarecer al lector que lo que importa es familiarizarse con ellas desde el principio, antes de comenzar la lectura de la obra. La Doctrina Secreta establece tres proposiciones fundamentales: I. Un PRINCIPIO Omnipresente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y sólo podría ser empequeñecido por cualquier expresión o comparación de la humana inteligencia, Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del Mândûkya es “inconcebible e inefable”. Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente estas ideas, debe comenzar con el postulado de que hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna, oscuramente formulada en lo «Inconsciente» y en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente, es la Raíz sin Raíz de “todo cuanto fue, es o será”. Se halla, por descontado, desprovista de toda clase de atributos y permanece esencialmente sin ninguna relación con el Ser manifestado y finito. Es la “Seidad”, más bien que Ser, Sat en sánscrito y está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación. Esta Seidad se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos aspectos. Por una parte, el Espacio Abstracto absoluto, que representa la mera subjetividad, lo que ninguna mente humana puede excluir de concepto alguno, ni concebir en sí mismo. Por otra parte, el Movimiento Abstracto absoluto, que representa la Conciencia Incondicionada. Los 3

En las notas de Bowen, Madame Blavatsky aconseja al estudiante que “lo primero que hay que hacer, aunque tome años el hacerlo, es conseguir alguna comprensión de los Tres Principios Fundamentales que se dan en el Proemio”, el magistral preludio de La Doctrina Secreta. La exposición de los tres principios está introducida con una insistencia similar sobre su primordial importancia y, de nuevo, cuando concluye su presentación, Madame Blavatsky afirma que éstas son las ideas básicas de la tradición teosófica. La Doctrina Secreta es en gran parte un comentario sobre estancias seleccionadas de una antigua obra, el Libro de Dzyan. De acuerdo con la tendencia actual, el título de su libro se pone siempre en bastardilla, mientras que sus referencias a la antiquísima filosofía esotérica se han dejado, como en la edición original, con las iniciales en mayúsculas, la Doctrina Secreta.

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mismos pensadores occidentales han hecho ver que la conciencia es inconcebible para nosotros sin el cambio, y lo que mejor simboliza el cambio, es el movimiento, su característica esencial. Este último aspecto de la Realidad Una, se simboliza también por el término el Gran Aliento, símbolo suficientemente gráfico para necesitar otra explicación. Así pues, el primer axioma fundamental de la Doctrina Secreta, es esta metafísica UNA Y ABSOLUTA SEIDAD, simbolizada por la inteligencia finita en la Trinidad teológica. .....................................................

Parabrahman, la Realidad Una, lo Absoluto, es el campo de la Conciencia Absoluta; esto es, aquella Esencia que está fuera de toda relación con la existencia condicionada, y de la cual, la existencia consciente es un símbolo condicionado. Pero en cuanto salimos, en nuestro pensamiento de ésta, para nosotros Absoluta Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu (o Conciencia) y Materia, Sujeto y Objeto. El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo, deben ser considerados, no como realidades independientes, sino como los dos símbolos o aspectos de lo Absoluto. Parabrahman, que constituyen la base del Ser condicionado, ya sea subjetivo, ya objetivo. Considerando esta tríada metafísica como la Raíz de la cual procede toda manifestación, el Gran Aliento toma el carácter de Ideación precósmica. El es la fuente y origen de la fuerza y de toda conciencia individual, y provee de inteligencia directora al vasto plan de la Evolución cósmica. Por otra parte, la Sustancia–Raíz precósmica (Mûlaprakriti) es el aspecto de lo Absoluto que sirve de fundamento a todos los planos objetivos de la naturaleza. Así como la Ideación Precósmica es la raíz de toda conciencia individual, así también la Sustancia Precósmica es el sustratum de la Materia en sus varios grados de diferenciación. Por lo dicho se verá con claridad, que el contraste de estos dos aspectos de lo Absoluto es esencial para la existencia del Universo Manifestado. Separada de la Sustancia cósmica, la Ideación Cósmica no podría manifestarse como conciencia individual; pues sólo por medio de un vehículo (upâdhi) de materia, surge esta conciencia como “Yo soy Yo”; siendo necesaria una base física para enfocar un Rayo de la Mente Universal a cierto grado de complejidad. A su vez, separada de la Ideación Cósmica, la Sustancia Cósmica permanecería como abstracción vacía, y ninguna manifestación de Conciencia podría seguirse. El Universo Manifestado, por lo tanto, está informado por la dualidad, la cual viene a ser la esencia misma de su Existencia como manifestación. Pero así como los polos opuestos de Sujeto y Objeto, de Espíritu y Materia, son tan sólo aspectos de la Unidad Una, en la cual están sintetizados, así también en el Universo Manifestado existe “algo” que une el Espíritu a la Materia, el Sujeto al Objeto. 10

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Este algo, desconocido al presente para la especulación occidental, es llamado Fohat por los ocultistas. Es el “puente” por el cual las Ideas que existen en el Pensamiento Divino, pasan a imprimirse sobre la Sustancia Cósmica, como “Leyes de la Naturaleza”. Fohat es así la energía dinámica de la Ideación Cósmica; o considerado bajo su otro aspecto, es el medio inteligente, el poder directivo de toda manifestación, él “Pensamiento Divino” transmitido y hecho manifiesto por medio de los Dhyân Chohans, los Arquitectos del Mundo visible. Así, del Espíritu o Ideación Cósmica, viene nuestra Conciencia; de la Sustancia Cósmica los diversos Vehículos en que esta Conciencia se individualiza y llega al yo, a la conciencia de sí mismo o conciencia reflexiva; mientras que Fohat, en sus manifestaciones varias, es el eslabón misterioso que une la Mente y la Materia, el principio vivificador que electriza cada átomo para darle vida. El siguiente resumen ofrecerá al lector una idea más clara: 1. LO ABSOLUTO: el Parabrahman de los vedantinos o la Realidad Una, SAT, que es… al mismo tiempo, Absoluto Ser y No–Ser. 2. El Primer Logos: el Legos impersonal, y en filosofía, no manifestado, el precursor de lo “manifestado”… 3. El Segundo Logos: Espíritu–Materia, VIDA; el “Espíritu del Universo”, Purusha y Prakriti. 4. El Tercer Logos: La Ideación Cósmica, MAHAT o Inteligencia, el Alma Universal del Mundo; el Noúmeno Cósmico de la Materia, la base de las operaciones inteligentes en y de la Naturaleza… La REALIDAD UNA; sus aspectos duales en el Universo condicionado. Además, la Doctrina Secreta afirma: II. La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites; periódicamente “escenario de Universos innumerables, manifestándose y desapareciendo incesantemente”, llamados “las Estrellas que se manifiestan”, y las “Chispas de la Eternidad”. “La Eternidad del Peregrino” es como un abrir y cerrar de ojos de la Existencia por Sí Misma, según dice el Libro de Dzyan. “La aparición y desaparición de Mundos, es como el flujo y reflujo regular de las mareas”. Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es la universalidad absoluta de aquella ley de periodicidad, de flujo y reflujo, de decadencia y crecimiento, que la ciencia física ha observado y consignado en todas las esferas de la Naturaleza. Alternativas tales como Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia, son hechos tan comunes, tan perfectamente universales y sin excepción, que será fácil comprender como vemos en ellas una de las Leyes absolutamente fundamentales del Universo. Enseña también la Doctrina Secreta. III. La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz Desconocida; y la peregrinación obligatoria 11

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para todas las Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación, o de Necesidad, conforme a la Ley Cíclica y Kármica, durante todo el término de aquel. En otras palabras: ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina) puede tener una existencia consciente independiente, antes de que la chispa que brotó de la Esencia pura del Principio Sexto Universal, o sea el ALMA SUPREMA, haya pasado por todas las formas elementales pertenecientes al mundo fenomenal de aquel Manvantara, y adquirido la individualidad, primeramente por impulso natural, y después por los esfuerzos propios conscientemente dirigidos y regulados por su Karma, ascendiendo así por todos los grados de inteligencia desde el Manas inferior hasta el superior; desde el mineral y la planta al Arcángel más santo (Dhyâni–Buddha). La Doctrina fundamental de la Filosofía Esotérica no admite en el hombre ni privilegios, ni dones especiales, salvo aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito personales a través de una larga serie de metempsícosis y reencarnaciones. Por esto dicen los hindúes que el Universo es Brahmán y Brahmâ; porque Brahmán está en todos los átomos del Universo, siendo los seis principios de la naturaleza la expresión, o los aspectos diversamente diferenciados, del SÉPTIMO y UNO, única Realidad en el Universo, sea cósmico o microcósmico; y también porque las permutaciones psíquicas, espirituales y físicas del Sexto (Brahmâ, el vehículo de Brahmán) en el plano de la manifestación y de la forma, se consideran por antífrasis metafísica, como ilusorias y mayâvicas. Pues aunque la raíz de todos los átomos individualmente, y de todas las formas colectivamente, es este Séptimo Principio o la Realidad Una, sin embargo, en su apariencia manifestada, fenomenal y temporal, todo ello es tan sólo una ilusión pasajera de nuestros sentidos.

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Tales son los conceptos fundamentales en que se apoya la Doctrina Secreta. La Doctrina Secreta I, 13–20; I, 42–48; I, 79–85 (Ed. Española B.O.) I, 76 a 83–86

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SEIS PÁRRAFOS NUMERADOS4

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a escritora de estas afirmaciones tiene que hallarse preparada de antemano para encontrar gran oposición, y aun la denegación de lo que presenta esta obra. No es que exista pretensión alguna a la infalibilidad o a la exactitud perfecta en todos los detalles de cuanto se dice en ella. Los hechos a la vista están, y difícilmente pueden ser negados. Pero, debido a las dificultades intrínsecas de las materias que se tratan y a las limitaciones casi insuperables de la lengua inglesa, como de todos los demás idiomas europeos, para la expresión de ciertas ideas, es más que probable que la autora no haya logrado presentar las explicaciones en su forma mejor y más clara; aunque todo cuanto podía hacerse, bajo las más adversas circunstancias, ha sido hecho, y esto es lo más que puede exigirse a cualquier escritor. Recapitulemos y, por lo vasto de los asuntos expuestos, se demostrará cuan difícil, si no imposible, es hacerles plena justicia. 1º La Doctrina Secreta es la Sabiduría acumulada de las Edades y, solamente su cosmogonía, es el más asombroso y acabado de los sistemas, aun velado como se encuentra en el esoterismo de los Puranas. Pero tal es el poder misterioso del simbolismo oculto que los hechos que han ocupado generaciones innumerables de videntes y profetas iniciados para ordenarlos, consignarlos y explicarlos a través de las intrincadas series del progreso evolucionario, se hallan todos registrados en unas pocas páginas de signos geométricos y símbolos. La contemplación luminosa de aquellos videntes que han penetrado el alma de las cosas, allí donde un profano ordinario, por sabio que fuese, tan sólo hubiera percibido la actuación externa de la forma. Pero la ciencia actual no cree en el “alma de las cosas”, y por lo tanto, desechará todo el sistema de la antigua cosmogonía. Inútil es decir que el sistema en cuestión no es fantasía de uno o de varios individuos aislados; que es el archivo no interrumpido, durante millares de generaciones de videntes, cuyas experiencias respectivas se llevaban a efecto para comprobar y verificar las tradiciones, transmitidas oralmente de una raza antigua a otra, acerca de las enseñanzas de los Seres superiores y elevados que velaron sobre la 4

El estudio de las Tres Proposiciones Fundamentales, advierte Madame Blavatsky, debería ser seguido por el de los párrafos numerados del Resumen final del Volumen I (Parte I). Parecería haber sido su primera intención reunir en unos cuantos párrafos ordenados, las características principales de la Doctrina Secreta presentadas hasta aquí. Empieza, sin embargo, en el primero de los párrafos numerados, con una referencia otra vez a la Introducción de la obra, en la cual ella había reunido una gran cantidad de evidencias que establece, más allá de cualquier duda, la existencia de una tradición esotérica. Además, al llegar al párrafo número seis, rehúsa limitarse a una mera recapitulación y añade una considerable cantidad de información explicativa sobre aquellas Jerarquías de Seres por medio de cuya intervención “el Universo es moldeado y guiado”. Aún así, insiste más de una vez sobre la ley fundamental de todo el sistema, es decir, sobre la Unidad esencial de la existencia.

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infancia de la humanidad; que durante largas edades, los “Hombres Sabios” de la Quinta Raza, pertenecientes a los restos salvados y librados del último cataclismo y alteraciones de los continentes, pasaron sus vidas aprendiendo, no enseñando. ¿Cómo lo hacían? Se contesta: comprobando, examinando y verificando en cada uno de los departamentos de la Naturaleza las antiguas tradiciones, por medio de las visiones independientes de los grandes Adeptos; esto es, de los hombres que han perfeccionado hasta el mayor grado posible sus organizaciones físicas, mentales, psíquicas y espirituales. No era aceptada la visión de ningún Adepto, hasta ser confrontada y comprobada por las visiones de otros Adeptos, obtenidas de modo que se presentasen como evidencia independiente y por siglos de experiencia. 2º La Ley fundamental en ese sistema, el punto central del que todo ha surgido alrededor y hacia el cual todo gravita, y del que depende toda su filosofía, es el PRINCIPIO SUSTANCIAL, Uno, Homogéneo y Divino: la Causa Radical Única. …Unos pocos, cuyas lámparas resplandecían más, han sido guiados de causa en causa al manantial secreto de la Naturaleza, y han descubierto que debe existir un primer Principio…

Es llamado “Principio Sustancial”, porque se convierte en “Sustancia” en el estado del Universo manifestado: una ilusión, mientras continúa siendo un “Principio” en el ESPACIO visible e invisible, sin comienzo ni fin, abstracto. Es la Realidad omnipresente; impersonal, porque lo contiene todo y cada una de las cosas. Su impersonalidad es el concepto fundamental del sistema. Está latente en todos los átomos del Universo, y es el Universo mismo. 3º El Universo es la manifestación periódica de esta Esencia Absoluta y desconocida. Llamarla “Esencia” es, sin embargo, pecar contra el espíritu mismo de la filosofía. Porque aunque el nombre pueda ser derivación en este caso del verbo ese, “ser”, no obstante no puede identificarse con un “ser” de ninguna especie concebible por la humana inteligencia. Se describe mejor AQUELLO como no siendo Espíritu ni Materia, sino ambas cosas a la vez. Parabrahman y Mûlaprakriti, son Uno en realidad, si bien Dos en el concepto Universal de lo Manifestado, incluso en el concepto del Logos Uno, su primera manifestación, a la cual… “AQUELLO” aparece desde el punto de vista objetivo, como Mûlâprakriti, y no como Parabrahman; como su Velo, y no como la Realidad Una oculta tras del mismo, la cual es incondicionada y absoluta. 4º El Universo, con cada una de las cosas que contiene, es llamado MAYA, porque todo en él es temporal, desde la vida efímera de una luciérnaga, hasta la del sol. Comparado con la eterna inmutabilidad del UNO, y con la inmutabilidad de aquel Principio, el Universo, con sus formas efímeras en cambio perpetuo, no debe ser necesariamente, para la inteligencia de un filósofo, más que un fuego fatuo. Sin embargo, el Universo es lo suficientemente real para los seres conscientes que en él residen, los cuales son tan ilusorios como lo es él mismo. 5º Cada una de las cosas en el Universo, a través de todos sus reinos, es CONSCIENTE; esto es, se halla dotada de una conciencia de su especie propia y en su propio plano de 14

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percepción. Debemos tener presente que, sólo porque nosotros no percibamos señal alguna de conciencia en las Piedras, por ejemplo, no por eso tenemos derecho a decir que ninguna conciencia existe allí. No existe semejante cosa como materia “muerta”, o “ciega”, como tampoco existe ninguna Ley “ciega” o “inconsciente”. Tales ideas no encuentran lugar alguno entre los conceptos de la Filosofía Oculta. Esta jamás se detiene ante apariencias superficiales, y para ella poseen más realidad las esencias noumenales que sus contrapartes objetivas; pareciéndose en esto a los nominalistas de la Edad Media, para quienes las universales eran las realidades, y las particulares existían tan sólo de nombre y en la imaginación humana. 6º El Universo es elaborado y dirigido, de dentro afuera. Tal como es arriba es abajo, así en los cielos como en la tierra; y el hombre, el microcosmo y la copia en miniatura del macrocosmo, es el testimonio viviente de esta Ley Universal y de su manera de obrar. Vemos que cada movimiento externa, acción, gesto, sea Voluntario o mecánico, orgánico o mental, es precedido y producido por un sentimiento o emoción internos, por la voluntad o volición, y por el pensamiento o mente. Pues ningún movimiento o cambio exterior, cuando es normal, en el cuerpo externo del hombre, puede tener lugar a menos de que sea provocado por un impulso interno, comunicado por una de las tres funciones citadas; y lo mismo sucede con el Universo externo o manifestado. Todo el Cosmos es dirigido, vigilado y animado por series casi interminables de Jerarquías de Seres sencientes, teniendo cada uno de ellos una misión que cumplir, y quienes (ya se les llame por un nombre o por otro, Dhyân–Chohans o Ángeles) son “Mensajeros” en el sentido tan sólo de ser agentes de las Leyes Kármicas y Cósmicas. Varían hasta el infinito en sus grados respectivos de conciencia y de inteligencia; y el llamarlos a todos Espíritus puros, sin mezcla alguna terrena, “sobre la que el tiempo hará presa algún día” es tan sólo tomarse una licencia poética. Pues cada uno de estos Seres, o bien fue, o se prepara para convertirse en un hombre, si no en el presente Manvántara, en uno de los pasados o en uno de los futuros. Cuando no son hombres incipientes, son hombres perfeccionados; y en sus esferas superiores menos materiales, difieren moralmente de los seres humanos terrestres tan sólo en que se hallan libres del sentimiento de la personalidad y de la naturaleza emocional humana: dos características puramente terrenas. Los primeros, o sea los “perfeccionados” han quedado libres de aquellos sentimientos, porque (a) ya no poseen cuerpos carnales, carga siempre entorpecedora para el Alma; y (b) no encontrando, obstáculos el elemento espiritual puro, o estando más libre, se hallan menos influidos por Mâyâ que el hombre, a menos de que éste sea un Adepto que conserve sus dos personalidades (la espiritual y la física), separadas por completo. Las Mónadas incipientes, no habiendo tenido aún cuerpos humanos, no pueden tener ningún sentimiento de personalidad o de Egoísmo. Siendo lo que se pretende significar por “personalidad” una limitación y una relación, o como lo ha definido Coleridge, “la individualidad existente en sí misma, pero con una naturaleza como base”; la palabra no puede aplicarse, por supuesto, a entidades no humanas; pero como hecho acerca del cual insisten generaciones de Videntes, ninguno de estos seres, elevados o ínfimos, posee individualidad o personalidad como Entidades separadas, o sea en el sentido en que el hombre dice “Yo soy yo y nadie más”; en otras palabras, no 15

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tienen conciencia de tan manifiesta separación como existe en la tierra entre los hombres y entre las cosas. La Individualidad es la característica de sus respectivas Jerarquías, no de sus unidades; y estas características varían tan solo con el grado del plano a que esas Jerarquías pertenecen: cuanto más próximo se halle a la región de la Homogeneidad y a lo Divino, tanto más pura y menos acentuada será la individualidad de aquella Jerarquía. Son finitas bajo todos sus aspectos, con la excepción de sus principios más elevados (las Chispas inmortales que reflejan la Llama Divina Universal), individualizadas y separadas tan sólo en las esferas de Ilusión por una diferenciación tan ilusoria como el resto. Ellas son “Los Vivientes”, puesto que son las corrientes proyectadas desde la VIDA ABSOLUTA sobre el lienzo Cósmico de la Ilusión; Seres en quienes la vida no puede quedar extinguida antes de que el fuego de la ignorancia sea extinguido en aquellos que sienten estas “Vidas”. Habiendo brotado a la existencia bajo el poder vivificante del Rayo increado –reflejo del gran Sol central que irradia sobre las orillas del Río de la Vida –el Principio Interno en ellos es lo que pertenece a las Aguas de la inmortalidad, al paso que su vestidura diferenciada es tan perecedera como el cuerpo del hombre. Por lo tanto, razón tenía Young al decir que Los ángeles son hombres de una especie superior…

y nada más. No son los Ángeles “ministros” ni “protectores”, ni son tampoco “Heraldos del Altísimo”, y todavía menos los “Mensajeros de la cólera” de ningún Dios, tal como los creados por la imaginación humana. Apelar a su protección, es una necedad tan grande, como la de figurarse que se puede alcanzar su simpatía, gracias a cualquier especie de propiciación; pues ellos, lo mismo que el hombre, son los esclavos y criaturas de la Ley Kármica Kósmica inmutable. La razón para ello es evidente. No poseyendo elemento alguno de personalidad en su esencia, no pueden estar dotados de cualidades personales ninguna, tales como las que los hombres, en sus religiones exotéricas, atribuyen a su Dios antropomórfico (un Dios celoso y exclusivo que se regocija y siente cólera, que se complace con sacrificios y que es más despótico en su vanidad que cualquier hombre frívolo y finito). El hombre…, siendo un compuesto de las esencias de todas estas Jerarquías celestiales, puede, como tal, lograr hacerse superior, en un sentido, a cualquier Jerarquía o Clase y hasta a una combinación de las mismas. “El hombre no puede ni propiciar ni mandar a los Devas” –se ha dicho– Pero, paralizando su personalidad inferior, y llegando con ello al pleno conocimiento de la no separatividad de su Yo Superior del Uno y Absoluto SER, puede el hombre, aun durante su vida terrestre, llegar a ser como “Uno de Nosotros”. Así, alimentándose del fruto del saber que disipa la ignorancia, es como el hombre se convierte en uno de los Elohim, o Dhyânis; y una vez en su plano, el Espíritu de Solidaridad y de Armonía perfecta que reina en cada Jerarquía, debe extenderse sobre él y protegerle en todos sentidos. La dificultad principal que impide a los hombres de ciencia creer en los espíritus divinos, así como en los de la Naturaleza, es su materialismo. El principal obstáculo que ante sí encuentra el espiritista, y que le impide creer en lo mismo, conservando a la vez una creencia ciega en los “Espíritus” de los difuntos, es la ignorancia general en que se halla todo el mundo (excepto algunos ocultistas y kabalistas) respecto a la verdadera 16

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esencia y naturaleza de la Materia. En la aceptación o no aceptación de la teoría de la Unidad de todo en la Naturaleza, en su última Esencia, es en lo que principalmente se apoya la creencia o la incredulidad en la existencia en torno nuestro de otros seres conscientes, además de los Espíritus de los muertos. En la justa comprensión de la Evolución primitiva del Espíritu–Materia, y de su esencia real, es en lo que tiene el estudiante que apoyarse para la mejor dilucidación de la Cosmogonía Oculta, y para obtener la única clave segura que puede guiarle en sus estudios subsiguientes. A la verdad, según se acaba de demostrar, cada uno de los llamados “Espíritus” es, o bien un hombre desencarnado o un hombre futuro. Así como desde el Arcángel más elevado (Dhyân Chohan) hasta el último Constructor consciente (la clase inferior de Entidades Espirituales), todos ellos son hombres que han vivido evos hace, durante otros Manvantaras, en esta o en otras Esferas; asimismo los Elementales inferiores, semi–inteligentes y no inteligentes, son todos hombres futuros. El hecho tan sólo de que un Espíritu se halle dotado de inteligencia, es una prueba para el ocultista de que aquel Ser debe haber sido un hombre, y adquirido su saber e inteligencia a través del ciclo humano. Sólo existe una Omnisciencia e Inteligencia indivisible y absoluta en el Universo, y ésta vibra a través de cada uno de los átomos y de los puntos infinitesimales de todo el Kosmos, que carece de límites, y al que las gentes llaman ESPACIO, considerado independientemente de cualquiera de las cosas que en él se hallan contenidas. Pero la primera diferenciación de su reflejo en el Mundo manifestado, es puramente Espiritual y los Seres generados en la misma no se hallan dotados de una conciencia que tenga relación con aquella que nosotros concebimos. No pueden poseer conciencia o inteligencia humanas, antes de que la hayan adquirido personal e individualmente. Puede ser esto un misterio; sin embargo, es un hecho para la Filosofía Esotérica, y muy aparente por cierto. Todo el orden de la Naturaleza demuestra una marcha progresiva hacia una vida superior. Existe designio en la acción de las fuerzas, al parecer más ciegas. La evolución completa, con sus adaptaciones interminables, es una prueba de ello. Las leyes inmutables que hacen desaparecer a las especies débiles, para dar lugar a las fuertes, y que aseguran la “supervivencia de los más aptos”, aunque resulten tan crueles en su acción inmediata, actúan todas en dirección de la gran meta final. El hecho mismo de que tienen lugar adaptaciones; de que los más aptos son los que sobreviven en la lucha por la existencia, demuestra que lo llamado “Naturaleza inconsciente” es, en realidad, un conjunto de fuerzas manipuladas por seres semi–inteligentes (Elementales), guiados por Elevados Espíritus Planetarios (Dhyân Chohans), cuya agregación colectiva forma el verbum manifestado del LOGOS Inmanifestado, y constituye a la vez la MENTE del Universo y su LEY inmutable. La Doctrina Secreta, I, 272–278; I, 293–298; I, 316–320 (Ed. Español B.O.) I 474 a 483

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CINCO HECHOS COMPROBADOS5

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ualquiera que sea el destino que el porvenir remoto reserve a estos escritos, esperamos haber probado los hechos siguientes:

1º La Doctrina Secreta no enseña Ateismo alguno, excepto en el sentido que encierra la palabra sánscrita Nâstika, no admisión de los ídolos, incluyendo a todo Dios antropomórfico. En este sentido, cada ocultista es un Nâstika. 2º Admite un Logos o un “Creador” colectivo del Universo; un Demi–urgos en el sentido que se implica al hablar de un arquitecto como “creador” de un edificio, aunque el arquitecto no ha tocado jamás una piedra del mismo, sino que habiendo proporcionado el plano, deja todo el trabajo manual a los obreros; en nuestro caso, el plano fue proporcionado por la Ideación del Universo, y el trabajo de construcción quedó a cargo de las Huestes de Fuerzas y de Poderes inteligentes. Pero aquel Demiurgos no es una deidad personal, esto es, un Dios extracósmico imperfecto, sino sólo la colectividad de los Dhyân Chohans y de las demás Fuerzas.

3º Los Dhyân Chohans son dobles en sus caracteres, estando compuestos de (a) la Energía bruta irracional, inherente en la Materia, y (b) el Alma inteligente, o Conciencia cósmica, que guía y dirige a aquella energía, y es el Pensamiento Dhyân Chohánico, reflejando la Ideación de la Mente Universal. El resultado es una serie perpetua de manifestaciones físicas y de efectos morales en la Tierra, durante los períodos manvantáricos, estando todo subordinado a Karma. Como este proceso no es siempre perfecto, y puesto que por muchas que sean las pruebas que exhiba de una Inteligencia directora tras del velo, no por eso dejan de presentarse brechas y grietas, y aun con mucha frecuencia fracasos evidentes, por tanto, ni la Hueste colectiva (el Demiurgos), ni individualmente ninguno de los Poderes que actúan, son temas a propósito para el culto u honores divinos. Todos tienen derecho, sin embargo, a la reverencia agradecida de la Humanidad; y el hombre debe esforzarse siempre en favorecer la evolución divina de las Ideas, convirtiéndose, en todo lo que pueda, en cooperador de la Naturaleza, en su trabajo cíclico. Sólo el siempre ignorado e incognoscible Kârana, la Causa sin Causa de todas las causas, es quien debe poseer su tabernáculo y su altar en el recinto santo y 5

Una vez más, Madame Blavatsky trata de remarcar algunos aspectos importantes de la enseñanza recalcando los que ya han sido explicados y ampliando la exposición de los fundamentales con más comentarios y referencias. Así pues, a los seis párrafos numerados del Resumen Final se añaden cinco apartados más que se insertan como “hechos comprobados”. Las palabras entre paréntesis cuadrados se dan así en el texto, siendo de Madame Blavatsky la aclaración de los pasajes mencionados.

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jamás hollado de nuestro corazón; invisible, intangible, no mencionado, salvo por “la voz tranquila y queda” de nuestra conciencia espiritual. Quienes le rinden culto, deben hacerlo en el silencio y en la soledad santificada de sus Almas; haciendo a su Espíritu único mediador entre ellos y el Espíritu Universal, siendo sus buenas acciones los únicos sacerdotes, y sus intenciones pecaminosas las únicas víctimas visibles y objetivas sacrificadas a la Presencia. “Y cuando ores, no seas como los hipócritas … sino entra en tu cámara interior, y cerrada la Puerta, ora a tu Padre que está en secreto” Mateo, VI, 5–6. Nuestro Padre se halla dentro de nosotros “en secreto”, nuestro Séptimo Principio en la “cámara interna” de la percepción de nuestra alma. “El Reino de Dios” y de los Cielos se halla dentro de nosotros –dice Jesús– y no fuera. ¿Por qué permanecen los cristianos tan en absoluto ciegos al patente significado de las palabras de sabiduría que se complacen en repetir mecánicamente? 4º La Materia es Eterna. Es el Upâdhi o Base Física, para que en ella construya la Mente Universal e Infinita, sus ideaciones. Por lo tanto, sostienen los esoteristas que no existe en la Naturaleza ninguna materia “muerta” o inorgánica, siendo la distinción que entre las dos ha establecido la Ciencia, tan infundada como arbitraria y desprovista de razón. Sea lo que fuere lo que la Ciencia piense –y la Ciencia exacta es mujer voluble, como todos sabemos por experiencia– el Ocultismo sabe y enseña lo contrario, como lo ha hecho desde tiempo inmemorial, desde Manu y Hermes hasta Paracelso y sus sucesores. Así Hermes, el Tres veces Grande, Trismegisto, dice: ¡Oh, hijo mío! la materia llega a ser; primeramente era; porque la materia es el vehículo para la transformación. El venir a ser es el modo de actividad del Dios increado o previsor. Habiendo sido dotada la materia (objetiva) con los gérmenes de la transformación, es conducida al nacimiento; pues la fuerza creadora la moldea de acuerdo con las formas ideales. La Materia, todavía no engendrada, no tenía forma; ella llega a ser, cuando es puesta 6

en acción .

A esto, la difunta Anna Kingsford, la hábil traductora y recopiladora de los Fragmentos Herméticos, dice en una nota: “El Dr. Menard hace observar cómo en griego la misma palabra significa nacer y venir a ser. La idea es aquí, que el material del mundo es en su esencia eterno, pero que antes de la creación o del “venir a ser”, se halla en una condición pasiva o inmóvil. Así es que “era”, antes de ser puesto en operación; ahora “llega a ser”, esto es, es móvil y progresivo. Y añade ella la siguiente doctrina, puramente vedantina, de la filosofía hermética de que “La Creación es, por lo tanto, el período de actividad [Manvantara] de Dios, quien, según el pensamiento hermético [o lo que según el vedantino] posee dos modos: Actividad o Existencia, Dios desenvuelto (Deus explicitus); y Pasividad del Ser [Pralaya], Dios envuelto (Deus implicitus). Ambos modos son perfectos y completos, como lo son los estados de vigilia y de sueño en el 6

The Virgin of the World.

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hombre. Fichte, el filósofo alemán, distinguía el Ser (Sein) como Uno, que conocemos sólo por medio de la existencia (Dasein), como el Múltiple. Esta opinión es enteramente hermética. Las “Formas Ideales”… son las ideas arquetípicas o formativas de los neoplatónicos; los conceptos eternos y subjetivos de las cosas subsistentes en la Mente Divina antes de la “creación” o llegar a ser”. O, como en la filosofía dé Paracelso: “Todas las cosas son el producto de un esfuerzo universal creador… Nada existe muerto en la Naturaleza. Todas las cosas son orgánicas y vivas, y por lo tanto el mundo entero 7 parece ser un organismo viviente”.

5º El Universo ha sido desarrollado de su plan ideal, sostenido a través de la Eternidad en la Inconsciencia de lo que los vedantinos llaman Parabrahman. Esto es prácticamente idéntico a las conclusiones de la filosofía occidental más elevada, “las Ideas innatas, eternas y existentes por si mismas” de Platón, reflejada ahora por Von Hartmann. Lo “Incognoscible”, de Herbert Spencer, sólo tiene un parecido muy débil con aquella Realidad trascendente en que creen los ocultistas, apareciendo con frecuencia tan sólo como la personificación de una “fuerza tras de los fenómenos” (una Energía infinita y eterna, de la cual todas las cosas han procedido); al paso que el autor de la Filosofía de lo Inconsciente, se ha aproximado tanto (en este sentido únicamente) a la solución del gran Misterio, como puede hacerlo un mortal. Pocos han sido, ya sea en la filosofía antigua o en la de la Edad Media, los que se han atrevido a tratar de la cuestión o sugerirla siquiera. Paracelso la menciona incidentalmente, y sus ideas se hallan de modo admirable sintetizadas por el Dr. F. Hartmann, M.S.T., en su Paracelsus, que acabamos de citar. Todos los kabalistas cristianos han comprendido bien la idea oriental fundamental. El Poder activo, el “Movimiento Perpetuo del Gran Aliento” despierta el Kosmos a la aurora de cada nuevo Período, poniéndolo en movimiento por medio de las dos Fuerzas contrarias, la centrípeta y la centrífuga, que son lo masculino y lo femenino, positivo y negativo, físico y espiritual, constituyendo las dos la Fuerza Primordial una, y siendo de este modo causa de que se objetive en el plano de la Ilusión. En otras palabras, este movimiento doble transfiere el Kosmos desde el plano del Ideal eterno al de la manifestación finita, o desde lo Noumenal a lo Fenomenal. Todas las cosas que son, fueron, y serán, SON eternamente, hasta las mismas Formas innumerables, que son finitas y perecederas tan sólo en su aspecto objetivo, pero no en su Forma ideal. Ellas han existido como Ideas en la Eternidad y cuando desaparezcan, existirán como reflexiones. El Ocultismo enseña que no puede darse a nada ninguna forma, sea por la Naturaleza o por el hombre, cuyo tipo ideal no exista ya en el plano subjetivo. Más aún: que ninguna forma o figura es posible que entre en la conciencia del hombre, o se desenvuelva en su imaginación, que no exista en prototipo, al menos como una aproximación. Ni la forma del hombre, ni la de ningún animal, planta o piedra, ha sido 7

Paracelso, Franz Hartmann.

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jamás “creada”; y tan sólo en este nuestro plano es donde ha comenzado a “venir a ser”, esto es, a objetivizarse en su estado material presente o expansionarse de dentro hacia afuera; desde la esencia más sublimada y suprasensible, hasta su aspecto el más denso. Por lo tanto, nuestras formas humanas han existido en la Eternidad como prototipos astrales o etéreos; con arreglo a cuyos modelos, los Seres Espirituales o Dioses, cuyo deber era traerlas a la existencia objetiva y vida terrestre, desarrollaron las formas protoplásmicas de los Egos futuros, de su propia esencia. Después de lo cual, cuando este Upâdhi o molde fundamental humano estuvo dispuesto, las Fuerzas terrestres naturales comenzaron a actuar sobre aquellos moldes suprasensibles, que contenían, además de sus elementos propios, los de todas las formas pasadas vegetales y futuras animales de este Globo. Por lo tanto, la envoltura exterior del hombre ha pasado por cada uno de los cuerpos vegetales y animales, antes de asumir la forma humana. La Doctrina Secreta, I, 279–282; I, 300–303; I, 322–325 (Edición española B.O.) I, 486 a 491

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TRES NUEVAS PROPOSICIONES8

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a Ciencia moderna insiste en la doctrina de la evolución; lo mismo hacen la razón humana y la Doctrina Secreta, y la idea está corroborada por las antiguas leyendas y mitos, e incluso por la misma Biblia cuando se lee entre líneas. Vemos una flor desarrollándose poco a poco desde un brote, y el brote, desarrollándose poco a poco desde la simiente. Pero, ¿de dónde ésta última, con todo su programa predeterminado de transformación física, y sus fuerzas invisibles y por consiguiente espirituales, que desarrollan gradualmente su forma, su color y su olor? La palabra evolución habla por sí misma. El germen de la actual raza humana tiene que haber pre–existido en el padre de esta raza, como semilla, en la cual yace oculta la flor del verano siguiente, y se desarrolló en la cápsula de su padre flor; el padre no puede ser más que ligeramente distinto, pero difiere todavía de su futura progenie. Los antepasados antediluvianos del elefante y del lagarto actuales fueron, tal vez, el mamut y el plesiosauro: ¿por qué los progenitores de nuestra raza humana no podrían haber sido los “gigantes” de los Vedas, del Voluspa, y del Libro del Génesis? Mientras resulta totalmente absurdo creer que la “transformación de las especies” haya tenido lugar según algunas de las opiniones más materialistas de los evolucionistas, no es sino natural pensar que cada especie, empezando con los moluscos y terminando con el hombre, se ha modificado desde su propia forma primordial y característica. Isis sin Velo, I, 152–3 (ed. ingl.) (Ed. Española B. O.) I, 231–232

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El primer volumen de La Doctrina Secreta tiene como contenido del tema la creación del Cosmos –“Cosmogénesis” El segundo volumen (Vol. III de la Edición de Adyar en seis volúmenes) trata del advenimiento del Hombre –“Antropogénesis” Su primera parte, así como la del volumen precedente, está basada en las estancias sacadas de los mismos anales arcaicos que las Estancias sobre “Cosmogonía”. Como orientación de su tema principal, las Notas Preliminares que sirven como introducción a ulteriores estancias y comentarios, van precedidas de un pasaje de Isis sin Velo. Provocativo y desafiador para los líderes del pensamiento contemporáneo científico y religioso, el extracto prepara al lector para las, aparentemente, revolucionarias ideas, sobre la historia del Hombre que se ofrecen en los anales ocultos. En las notas de Bowen, Madame Blavatsky dirige la atención del estudiante hacia estas Notas Preliminares, que empiezan con una explicación de tres nuevas proposiciones relativas a la evolución del Hombre.

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NOTAS PRELIMINARES Las Estancias con sus Comentarios que se dan en este volumen, están sacadas de los mismos Anales Arcaicos que las Estancias sobre Cosmogonía del volumen I… Respecto a la evolución de la humanidad, la Doctrina Secreta postula tres proposiciones nuevas que se hallan en contradicción directa con la ciencia moderna, lo mismo que con los dogmas religiosos corrientes. Enseña ella: (a) la evolución simultánea de siete Grupos humanos en siete distintas partes de nuestro globo; (b) el nacimiento del cuerpo astral, antes que el físico, siendo el primero un modelo del último; y (c) que el hombre, en esta Ronda, precedió a todos los mamíferos –Incluso los antropoides –en el reino animal. [Una nota a pie de página, a esta proposición señala la amplia gama de antiguas tradiciones de las cuales puede deducirse la corroboración de los Anales Arcaicos. Se lee:]

Véase el Génesis II, 19. En el versículo 7 se forma a Adán y en el 19 se dice: “El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del aire; y las presentó a Adán para ver como las quería llamar”. Así pues, el hombre fue creado antes que los animales, pues los animales mencionados en el cap. I, son los signos del Zodíaco, mientras que el hombre “macho y hembra” no es el hombre, sino la Hueste de los Sephiroth, FUERZAS o Ángeles “hechos a su (de Dios) imagen y semejanza”. El Adam, hombre, no es hecho a esta semejanza, ni así se asegura en la Biblia. Por otra parte, el Segundo Adán es esotéricamente un septenario que representa siete hombres, o más bien grupos de hombres. Pues el primer Adam, el Kadmon, es la síntesis de los diez Sephiroth. De éstos, la Tríada superior permanece en el Mundo Arquetipo como la futura “Trinidad”, mientras que los siete Sephiroth inferiores crean el mundo material manifestado; y este septenario es el Segundo Adán. El Génesis y los misterios sobre los cuales está basado, vinieron de Egipto. El “Dios” del primer capítulo del Génesis es el Logos y el “Señor Dios” del segundo capítulo son los Elohim Creadores, los Poderes inferiores. La Doctrina Secreta, II, XVI, I; II, XX, 1; 14,15 (B. O. Ed. Española) III, 1/2

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LA DOCTRINA SECRETA CONCLUSIÓN

NOTA

La Doctrina Secreta incluye en su vasta amplitud no solamente la impresionante metafísica de la tradición esotérica, sino también la historia de la evolución de todas las formas de vida en nuestro planeta y una perspectiva del futuro que aguarda a la humanidad. Más allá de los hechos válidos para la ciencia, puesto que está limitada al uso de sus medios tradicionales, están otros hechos, salvaguardados en los anales ocultos y recuperables por aquellos que desarrollarán en sí mismos las facultades requeridas. Al proporcionar vislumbres de la tradición secreta a una época en la cual las fuerzas de una ciencia materialista estaban luchando contra las afianzadas posiciones de la religión supersticiosa, Madame Blavatsky buscaba demostrar las limitaciones de la una y la ceguera de la otra. El quíntuple objetivo de su obra quedó claramente expuesto en el Prefacio: demostrar que la Naturaleza no es una “fortuita concurrencia de átomos”, y asignar al hombre su verdadero lugar en el esquema del Universo; rescatar de la degradación las verdades arcaicas que son la base de todas las religiones; revelar hasta cierto punto, la unidad fundamental de la cual todas ellas arrancan; finalmente, demostrar que el lado oculto de la Naturaleza jamás ha sido abordado por la Ciencia de la moderna civilización! Las últimas páginas de su obra analizan algo del tema abarcado en sus tentativas de conseguir ese objetivo. Las notas de Bowen remiten al estudiante a la Conclusión (Vol. II), lo cual parecería indicar las páginas finales del segundo volumen original, Sin embargo, el párrafo siguiente de las notas se refiere claramente a la parte denominada Conclusión que finaliza la Parte I, Antropogénesis, del Libro II. Por esta razón, se dan selecciones de esta parte de la obra antes del pasaje que finaliza el segundo volumen. En la frase final, Madame Blavatsky alude a ulteriores volúmenes “casi terminados”, pero no se ha encontrado ningún material manuscrito que responda a tal descripción. Algunos papeles dejados por ella fueron publicados en 1893 por Annie Besant como el volumen III (Vol. V de la Edición de Adyar9) en el cual están incorporados algunos escritos que originalmente circularon privadamente entre los estudiantes de su Escuela Esotérica.

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Vol. VI de la edición española.

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CONCLUSIÓN: VOL. II, PART. I (ED. ADYAR) CONCLUSIÓN: VOL. III (EDICIÓN ESPAÑOLA B.O.)

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a falta de espacio nos impide decir algo más, y esta parte de la Doctrina Secreta tiene que cerrarse. Las cuarenta y nueve Estancias y los pocos fragmentos de los Comentarios que se han dado, es todo lo que puede publicarse en estos volúmenes. Estos, con algunos Anales aun más antiguos (que sólo están al alcance de los más elevados Iniciados), y toda una biblioteca de comentarios, glosas y explicaciones, forman la sinopsis del Génesis del Hombre. De estos Comentarios es de donde hasta ahora hemos citado y tratado de explicar el sentido oculto de algunas de las alegorías, señalando así los verdaderos conceptos de la Antigüedad Esotérica sobre la Geología, la Antropología, y hasta la Etnología. En el tomo siguiente trataremos de establecer una relación metafísica más estrecha entre las primeras Razas y sus Creadores, los Hombres Divinos de otros Mundos; acompañando las declaraciones que se hagan con las demostraciones más importantes de las mismas en Astronomía y Simbolismo Esotéricos. La duración de los “períodos” que separan en espacio y tiempo a la Raza Cuarta de la Quinta (en los principios históricos (231), y hasta los legendarios de la última), es demasiado enorme para que ofrezcamos, ni aun a un teósofo, datos más detallados de ellos. Durante el curso de las Edades Postdiluvianas, marcadas en ciertas épocas periódicas por los más terribles cataclismos, nacieron y perecieron demasiadas razas y naciones, casi sin dejar rastro, para que se pueda ofrecer una descripción de las mismas que presente el menor interés. Si los Maestros de Sabiduría tienen una historia completa y consecutiva de nuestra Especie, desde su estado incipiente hasta nuestros días; y si poseen los anales no interrumpidos del hombre, desde que se desarrolló su ser físico completo, convirtiéndose así en el rey de los animales y dueño de esta Tierra, no puede decirlo la escritora. Lo más probable es que sea así, y tal es nuestra convicción personal. Pero si es así, este conocimiento es sólo para los más altos Iniciados, los cuales no confían estas cosas a sus discípulos. La escritora por tanto no puede exponer sino lo que le han enseñado, y no más, y aún esto parecerá al lector profano un sueño extraño y fantástico, más bien que una verdad posible. Esto es muy natural que suceda, pues durante años ésta fue la impresión de la misma humilde escritora de estas páginas. Nacida y educada en países europeos, que presumen de civilizados y de positivistas, se asimilaba lo que se ha expuesto con gran dificultad. Pero hay pruebas de cierto carácter, que son irrefutables e innegables a la larga, para cualquier mente deseosa de saber y libre de prejuicios. Durante una serie de años tales 25

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pruebas le fueron presentadas, y ahora tiene la completa convicción de que nuestro presente Globo y sus Razas humanas han debido nacer, crecer y desarrollarse de este modo, y no de ningún otro. ………………………………………….

Ya se ha dicho bastante para demostrar que la evolución en general, los sucesos, la humanidad, y todo lo demás en la naturaleza, proceden por ciclos. Hemos hablado de siete Razas, cinco de las cuales casi han completado su carrera terrestre, y hemos declarado que cada Raza–Raíz, con sus subrazas y divisiones innumerables de familia y tribus, era completamente distinta de la Raza precedente y de la subsiguiente. Esto será negado, bajo la autoridad de la experiencia uniforme, en lo que respecta a la Antropología y Etnología. El hombre (exceptuando el color y el tipo, y quizás particularidades faciales y capacidad craneal) ha sido siempre el mismo en todos los climas y en todas las partes del mundo, dicen los naturalistas; más aún, hasta en estatura; mientras que, por otra parte, sostienen que el hombre desciende del mismo antecesor desconocido que el mono; aserto que es lógicamente imposible sin una diversidad infinita de estatura y forma, desde su primera evolución en bípedo. Las mismas lógicas personas que sostienen ambas proposiciones, no nos molestan con sus opiniones paradójicas. Nuevamente manifestamos que nos dirigimos solamente a aquellos que, dudando que los mitos se deriven de “la contemplación de las obras visibles de la naturaleza externa”, creen. Menos difícil suponer que estos relatos maravillosos de dioses y semidioses, de gigantes y de enanos, de dragones y monstruos de todas formas, sean transformaciones, que creer que sean invenciones.

La Doctrina Secreta sólo enseña precisamente tales “transformaciones”, tanto en la naturaleza física, como en la memoria y conceptos de nuestra humanidad presente. Confronta ella las hipótesis puramente especulativas de la Ciencia Moderna, basadas en la experiencia y las observaciones exactas de hace apenas unos cuantos siglos, con la tradición y anales no interrumpidos de sus Santuarios; y desechando ese tejido de teorías a modo de telarañas, fabricadas en la oscuridad que encubre un período de unos cuantos miles de años, que los europeos llaman su “historia”, la Antigua Ciencia nos dice: Escuchad ahora mi versión sobre los recuerdos de la humanidad. Las Razas Humanas nacen unas de otras, crecen, se desarrollan, se tornan decrépitas y mueren. Sus subrazas y naciones siguen la misma regla. Si vuestra Ciencia Moderna, que todo lo niega, y la llamada Filosofía, no rebaten que la familia humana está compuesta de una variedad de tipos y razas bien definidos, es sólo porque el hecho es innegable; nadie osaría decir que no hay diferencia externa entre un inglés, un negro africano y un japonés o chino. Por otra parte, la mayoría de los naturalistas niegan formalmente que las razas humanas mezcladas, esto es, los gérmenes de otras razas completamente nuevas, se sigan formando en nuestros días, aunque esto último lo han sostenido con buenas razones De Quatrefages y algunos otros. 26

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Sin embargo, nuestra proposición general no será aceptada. Se dirá que cualquiera que sean las formas por las cuales haya pasado el hombre en el dilatado pasado prehistórico, ya no sufrirá más cambios en el futuro, exceptuando ciertas variaciones, como en el presente. De aquí que nuestras Sexta y Séptima Razas–Raíces sean una ficción. A esto se contesta también: ¿Qué sabéis vosotros? Vuestra experiencia se limita a unos cuantos miles de años, a menos de un día en toda la edad del género humano, y a los tipos presentes de los continentes e islas actuales de nuestra Quinta Raza. ¿Cómo podéis decir lo que será o no será? Interín, tal es la profecía de nuestros Libros Secretos y de sus declaraciones nada inciertas. Desde el principio de la Raza Atlante han pasado muchos millones de años, y sin embargo, vemos a los últimos Atlantes todavía mezclados con el elemento ario, hace 11.000 años. Esto demuestra la enorme superposición de una Raza sobre la Raza que le sigue, dado que en caracteres y tipo externo la más vieja pierde sus cualidades características, y asume los nuevos rasgos de la Raza más joven. Esto está probado en todas las formaciones de razas humanas mezcladas. Ahora bien; la filosofía Oculta enseña que aun actualmente, ante nuestra misma vista, la nueva Raza y razas preparan su formación, siendo en América donde la transformación se verificará, y ya ha empezado silenciosamente. De anglo–sajones puros hace apenas trescientos años, los americanos de los Estados Unidos se han convertido ya en una nación aparte; y debido a la mezcla acentuada y al mutuo cruce de diferentes nacionalidades, se han transformado en una raza sui generis, no sólo mental, sino también físicamente. Citando a De Quatrefages, dice: “Toda raza mezclada, cuando es uniforme y fija, ha podido representar el papel de raza primaria en los cruzamientos nuevos. La humanidad, en su estado actual, se ha formado así ciertamente, en su mayor parte, por cruzamientos sucesivos de un número de razas hoy indeterminadas. (The Human Species)”.

Así pues, los americanos se han convertido, en sólo tres siglos, en una “raza primaria”, temporalmente, antes de convertirse en una raza aparte, y acentuadamente separada de todas las demás razas que hoy existen. Son ellos, en una palabra, los gérmenes de la sexta subraza, y en unos cuantos cientos de años más, se convertirán decididamente en las avanzadas de la raza que deberá suceder a la presente quinta subraza europea, en todas sus nuevas características. Después de esto, dentro de unos 25.000 años, entrarán ellos en la preparación de la séptima subraza; hasta que, a consecuencia de cataclismos –la primaria serie de aquellos que deberán un día destruir Europa y aun más tarde toda la Raza Aria (afectando así a las dos Américas), así como a la mayor parte de las tierras directamente relacionadas con los confines de nuestro continente e islas –la Sexta Raza–Raíz aparecerá en el escenario de nuestra Ronda. ¿Cuándo será esto? ¡Quién lo sabe! Sólo quizás los grandes Maestros de la Sabiduría; y estos permanecen tan silenciosos respecto al asunto, como los nevados picos que contemplan. Todo lo que sabemos, es que vendrá ella silenciosamente a la existencia; tan en silencio, a la verdad, 27

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que durante milenios, sus avanzadas, los niños especiales que se desarrollarán como hombres y mujeres peculiares, serán considerados como lusus naturae anómalos, rarezas anormales físicas y mentales. Luego, a medida que aumenten y su número se haga cada vez mayor con cada edad, se encontrarán un día en mayoría. Entonces los hombres presentes empezarán a ser considerados como bastardos excepcionales, hasta que, por último, desaparecerán de los países civilizados, sobreviviendo tan sólo en pequeños grupos de islas (las mesetas de las montañas de hoy), en donde vegetarán, degenerarán, y por último se extinguirán quizás dentro de millones de años, como se han extinguido los Aztecas, y como se están extinguiendo los Nyam–Nyam y los enanos Moola Koorumba de Nílghiri Hills. Todos estos son los restos de las que fueron una vez razas poderosas, el recuerdo de cuya existencia se ha extinguido por completo de la memoria de las presentes generaciones, lo mismo que nosotros desapareceremos de la Sexta Raza de la humanidad. La Quinta Raza se superpondrá a la Sexta durante muchos cientos de miles de años, transformándose con ella, más lentamente que su sucesora, cambiando todavía en estatura, en el físico en general, y en mentalidad, del mismo modo que la Cuarta se superpuso a la Raza Aria y la Tercera se superpuso a los Atlantes. Este proceso de preparación para la Sexta gran Raza debe durar todo el tiempo de la sexta y séptima subrazas. Pero los últimos restos del Quinto Continente no desaparecerán sino algún tiempo después del nacimiento de la nueva Raza; después que otra nueva morada, el Sexto Continente, haya aparecido sobre las nuevas aguas en la faz del Globo, para recibir al nuevo huésped. A él también emigrarán, y allí se establecerán todos aquellos que tengan la fortuna de escapar al desastre general. ¿Cuándo sucederá esto? La escritora, como ya se ha dicho antes, no puede saberlo. Sólo que, como la naturaleza no procede por impulsos ni saltos repentinos, así como el hombre no cambia repentinamente de niño a hombre maduro, el cataclismo final será precedido de muchos hundimientos y destrucciones más pequeñas, tanto por las olas como por fuegos volcánicos. La vida exuberante latirá fuertemente entonces en el corazón de la raza que ahora se halla en la zona americana, pero no habrá ya americanos cuando la Sexta Raza comience; como no habrá europeos; pues entonces se habrán ellos convertido en una nueva Raza y en muchas naciones nuevas. Sin embargo, la Quinta no morirá, sino que sobrevivirá por cierto tiempo, sobreponiéndose a la nueva Raza durante muchos cientos de miles de años, y como ya hemos dicho, se transformará con ella más lentamente que su sucesora, aunque cambiando por completo en mentalidad, en lo físico en general, y en la estatura. La humanidad no volverá a desarrollar cuerpos gigantescos como los de los Lemures y Atlantes; porque, al paso que la evolución de la Cuarta Raza condujo a esta última hasta el fondo mismo de lo material en su desarrollo físico, la presente Raza se halla en su arco ascendente; y la Sexta se irá libertando rápidamente de los lazos de la materia, y hasta de la carne. Así pues, la humanidad del Nuevo Mundo, más viejo con mucho que el Antiguo de Patala –hecho que los hombres habían también olvidado– (los Antípodas, o el Mundo Inferior, como la América es llamada en la India), es la que tiene la misión, y el Karma de sembrar las simientes de una Raza futura, más grande y mucho más gloriosa que todas las que hasta ahora hemos conocido. Los Ciclos de Materia serán reemplazados por 28

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Ciclos de Espiritualidad, y por una mente por completo desarrollada. Con arreglo a la ley de la historia y de las razas paralelas, la mayor parte de la humanidad futura estará compuesta de Adeptos gloriosos. La humanidad es hija del Destino Cíclico, y ni siquiera una de sus unidades puede escapar a su misión inconsciente, ni librarse de la carga de su trabajo cooperativo con la Naturaleza. De este modo la Humanidad, raza tras raza, llevará a cabo su Peregrinación Cíclica marcada. Los climas cambiarán, y ya han principiado, con cada Año Tropical después de cada subraza extinguida, pero sólo para engendrar otra raza superior en el ciclo ascendente; al paso que, una serie de grupos menos favorecidos, los fracasos de la Naturaleza, se desvanecerán, como ciertos hombres individuales, de la humana familia, sin siquiera dejar un rastro tras de sí. Tal es el curso de la Naturaleza, bajo la influencia de la Ley Kármica; de la Naturaleza Siempre presente y Siempre transformándose. Pues según las palabras de un Sabio, conocido tan sólo de algunos Ocultistas: El Presente es hijo del pasado; el Futuro, engendrado por el Presente. Y, sin embargo, ¡Oh, momento presente! ¿no sabes tú que no tienes padre, ni puedes tener un hijo; que tú solo estás siempre engendrándote a ti mismo? Antes que ni siquiera hayas principiado a decir: “yo soy la progenie del momento que fue, el hijo del pasado”, tu te has convertido en ese pasado mismo. Antes de que pronuncies la última sílaba, ¡mira! ya no eres el Presente, sino en verdad ese Futuro. Así son el Pasado, el Presente y el Futuro, la Trinidad en Uno por Siempre y viva – el Mahamaya del “ES” Absoluto. La Doctrina Secreta, II, 437–438; II, 455–457; III, 434–435 III, (Ed. Española B.O.) págs. 725 a 727 II, 443–446; II, 462–466; III, 440 a 444 III, (Ed. Española B.O.) págs. 736 a 742

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CONCLUSIÓN

Y

ahora como conclusión:

Nos hemos ocupado de los antiguos anales de las naciones, de la doctrina de los ciclos cronológicos y psíquicos, de los cuales son prueba tangible estos anales; y de muchos otros asuntos que, a primera vista, pueden parecer fuera de lugar en este libro. Pero son necesarios a la verdad. Al ocuparnos de los anales secretos y tradiciones de tantos países, cuyos mismos orígenes no han sido comprobados nunca con fundamentos más seguros que suposiciones deducidas, al exponer las creencias y filosofía de razas más que prehistóricas, no es tan fácil tratar de asuntos tan complejos, como lo sería si sólo nos ocupáramos de la filosofía y evolución de una raza especial. La Doctrina Secreta fue propiedad común de los innumerables millones de hombres nacidos bajo diversos climas, en tiempos de los que la Historia no quiere ocuparse, y a los cuales las Enseñanzas Esotéricas asignan fechas incompatibles con las teorías de la Geología y Antropología. El nacimiento y evolución de la Ciencia Sagrada del Pasado, se pierden en la noche misma del Tiempo; y, aún aquello que es histórico –o sea lo que se encuentra esparcido aquí y allá en la literatura clásica antigua– se atribuye, en casi todos los casos, por la crítica moderna, a falta de observación en los escritores antiguos, o a la superstición hija de la ignorancia de la antigüedad. Es, por tanto, imposible tratar este asunto como se trataría la evolución ordinaria de un arte o de una ciencia, en alguna nación histórica bien conocida. Sólo presentando al lector pruebas abundantes, tendiendo todas a demostrar que en las diferentes edades, bajo todas las condiciones de civilización y conocimiento, las clases ilustradas de cada nación se han hecho eco, más o menos fiel, de un sistema idéntico y de sus tradiciones fundamentales, es como puede hacérsele ver que tantas corrientes de una misma agua, deben haber tenido una fuente común de la cual partieron. ¿Qué era esta fuente? Si se dice que los sucesos futuros proyectan previamente su sombra, los sucesos pasados no pueden por menos que dejar su impresión tras de sí. Esas sombras del remoto Pasado y sus fantásticas siluetas sobre el lienzo externo de todas las Religiones y Filosofías, son pues las que nos permiten, comprobándolas y comparándolas a medida que avanzamos, encontrar finalmente el cuerpo que las produjo. Tienen que existir la verdad y el hecho en aquello que todos los pueblos de la antigüedad aceptaron, y constituyó el fundamento de sus religiones y creencias. Además, cómo dijo Haliburton: “Oíd sólo a una parte y permaneceréis en la oscuridad; oíd a las dos partes, y todo se aclarará”.

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El público sólo ha conocido y ha oído a una parte, o mejor dicho, las opiniones parciales de dos clases de hombres diametralmente opuestos, cuyas proposiciones prima facie o premisas respectivas difieren grandemente, pero cuyas conclusiones finales son las mismas: los hombres de ciencia y la Teología. Y ahora nuestros lectores tienen la ocasión de oír a la otra, y de conocer así la justificación de los acusados y la naturaleza de nuestros argumentos. Si se han de dejar al público sus antiguas opiniones, a saber: de una parte, que el Ocultismo, la Magia, las leyendas de antaño, etc., son todas producto de la ignorancia y superstición; y de la otra, que todo lo que se encuentra fuera de la esfera ortodoxa, es obra del demonio, ¿cuál será el resultado? En otras palabras: si la literatura teosófica y mística no hubiese sido oída en estos últimos años, la obra presente hubiera tenido escasísimas probabilidades de obtener una consideración imparcial. Hubiera sido proclamada, y lo será aún por muchos, un cuento de hadas, tejido con problemas abstrusos, y equilibrado y basado en el aire; construido con burbujas de jabón, y deshaciéndose al menor toque de la reflexión seria, sin fundamento en que apoyarse. Ni aún los escritores clásicos antiguos “supersticiosos y crédulos” dicen una palabra de ello en términos claros e inequívocos, y los símbolos mismos no presentan indicación alguna de la existencia de semejante sistema. Tal sería el fallo de todos. Pero cuando se pruebe de un modo innegable que la pretensión de las naciones asiáticas modernas de que poseen una Ciencia Secreta y una Historia Esotérica del mundo, está basada en hechos; que aun cuando hasta ahora desconocidos de las masas, y siendo un misterio velado hasta para los ilustrados –porque nunca han poseído la clave para una comprensión exacta de las abundantes indicaciones lanzadas por los antiguos clásicos –no son, sin embargo, un cuento de hadas, sino una realidad; entonces la presente obra será tan sólo la precursora de otras muchas de la misma clase. La declaración de que hasta ahora, aún las claves descubiertas por algunos grandes eruditos han resultado demasiado oscuras, y que no son más que los testimonios silenciosos de que existen efectivamente misterios detrás del velo, los cuales son inasequibles sin una nueva clave, se halla apoyada por demasiadas pruebas, para que pueda rechazarse fácilmente… Pero aunque hemos señalado muchos símbolos mal comprendidos que se refieren a nuestra tesis, queda todavía más de una dificultad que vencer. El más importante entre varios de estos obstáculos, es el de la cronología. Pero esto no podía evitarse. Metida entre las cuñas de la cronología teológica por un lado, y la de los geólogos por el otro; acosada por todos los antropólogos materialistas, que asignan fechas al hombre y a la naturaleza que sólo se amoldan a sus teorías, ¿qué podía hacer la escritora sino lo que ha hecho? Dado que la Teología coloca el Diluvio a 2.448 años antes de Cristo, y la Creación del Mundo a hace sólo 5.890; y dado que las investigaciones minuciosas por los métodos de la Ciencia “exacta”, han inducido a los geólogos y físicos a asignar a la incrustación de la Tierra entre diez millones y mil millones de años (véanse Sir William Thompson y Mr. Huxley) (¡diferencia insignificante en verdad!); y puesto que los antropólogos, para variar su diferencia de opinión acerca de la aparición del hombre, exigen entre 25.000 y 500.000 años, ¿qué puede hacer el que estudia la Doctrina Oculta, sino presentar valientemente ante el mundo los cálculos Esotéricos? 31

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Pero para hacer esto ha sido necesaria la corroboración, siquiera sea a través de unas cuantas pruebas “históricas”, aunque todos sabemos el verdadero valor de la así denominada “evidencia histórica”. Pues, ya apareciese el hombre hace 18.000 o 18.000.000 de años, importa poco a la historia profana, toda vez que sólo principia un par de mil años antes de nuestra Era, y dado que, aún así, se agita desamparada entre el ruido y atolondramiento de las opiniones contradictorias que mutuamente se destruyen a su alrededor. Sin embargo, a causa del respeto por la ciencia exacta en que la generalidad de los lectores han sido educados, hasta ese corto Pasado permanecerla sin sentido, si las Enseñanzas Esotéricas no fuesen corroboradas y apoyadas en el acto, siempre que fue posible, por referencias a nombres históricos de un llamado período histórico. Esta es la única guía que puede darse al principiante antes de que le sea permitido lanzarse entre las, para él, desconocidas revueltas de ese oscuro laberinto llamado las edades prehistóricas. Esta necesidad ha sido atendida. Se espera tan sólo que el deseo de hacer esto, que ha inducido a la escritora a presentar constantemente pruebas antiguas y modernas como corroboraciones del Pasado arcaico y por completo no histórico, no le acarreará la acusación de haber mezclado lamentablemente, sin orden ni método, los diferentes y muy distanciados períodos de la historia y de la tradición. Pero la forma y métodos literarios tenían que sacrificarse a la mayor claridad de la exposición general. Para llevar a efecto la tarea propuesta, la escritora ha tenido que recurrir al método poco usual de dividir cada estudio en tres partes; la primera de las cuales es tan sólo la historia consecutiva, aunque muy fragmentaria, de la Cosmogonía y de la Evolución del Hombre sobre este Globo. Al tratar de la Cosmogonía y después de la Antropogénesis de la humanidad, era necesario demostrar que ninguna religión, desde la más antigua, se ha fundado jamás por completo en la ficción; que ninguna ha sido objeto de revelación ,especial, y que sólo el dogma es lo que siempre ha matado la verdad primordial; finalmente, que ninguna doctrina de humano nacimiento, ninguna creencia, por más santificada que esté por la costumbre y por el tiempo, puede compararse en santidad con la religión de la Naturaleza. La Llave de la Sabiduría que abre las macizas puertas que conducen a los arcanos de los más recónditos santuarios, puede encontrarse oculta, sólo en su seno; y este seno se halla en los países señalados por el gran vidente del siglo pasado: Emmanuel Swedenborg. Allí se halla el Corazón de la Naturaleza, esa urna santa de donde salieron las primeras razas de la Humanidad primitiva, y que es la cuna del hombre físico. Hasta este punto se han indicado los toscos bosquejos de las creencias y doctrinas de las primeras Razas arcaicas, contenidas en sus, hasta aquí, Anales Secretos de las escrituras. Pero nuestras explicaciones no son en modo alguno completas, ni tampoco pretenden representar el texto todo, o haber sido leídas con la ayuda de más de tres o cuatro claves del manojo de siete de la interpretación Esotérica; y aún esto sólo se ha cumplido en parte. La tarea es demasiado gigantesca para emprenderla cualquier persona, y mucho más para llevarla a efecto. Nuestro principal objeto ha sido tan sólo preparar el terreno. Esto, esperamos haberlo conseguido. Estos cuatro volúmenes sólo constituyen la obra de un explorador que se ha abierto violentamente camino en la 32

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maleza casi impenetrable de los bosques vírgenes de la Tierra de lo Oculto. Se ha iniciado un comienzo al derribar, arrancándolos de raíz, los mortíferos árboles ponzoñosos de la superstición, del prejuicio y de la vanidosa ignorancia, de modo que estos volúmenes deberían formar para el estudiante un preludio a propósito para otras obras. Hasta que la broza de las edades no desaparezca de las mentes de los teósofos a quienes están dedicadas estas páginas, es imposible que sea comprendida la enseñanza más práctica contenida en los volúmenes quinto y sexto. Por consiguiente, de la acogida que entre los teósofos y místicos tengan los volúmenes I, II, III, y IV, dependerá la publicación del V y VI y último, aunque están casi terminados10. NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD

La Doctrina Secreta, II, 794–798; II, 838–842; IV, 362–366 (Edición Española B.O.) IV, 588 a 595

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El contenido de los dos últimos volúmenes apareció en Londres el año 1897 después de haberse agotado dos ediciones de los volúmenes anteriores y estar en venta la tercera edición de los mismos.

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ISIS SIN VELO RESUMEN DE DIEZ PUNTOS11

“El problema de la vida es el hombre. La Magia, o mejor dicho, la Sabiduría, es el conocimiento evolucionado de las potencias del ser interno del hombre; cuyas fuerzas son emanaciones Divinas, así como la intuición es la percepción de su origen, y el inicio de nuestra instrucción en ese conocimiento… Empezamos con el instinto; el final es la Omnisciencia”. A. Wilder

D

emostraríamos por nuestra parte poco discernimiento si imagináramos que habíamos sido seguidos hasta aquí, a través de esta obra, por cualquiera que no sea un metafísico, o un místico de cualquier especie. Si no fuera así, tendríamos que aconsejar, ciertamente, a estas otras personas, que se ahorren la molestia de leer este capitulo; pues, aunque no se dice nada que no sea estrictamente verdad, no dejarían de considerar la menor de las narraciones como absolutamente falsa, sea lo que fuere lo que justifiquen. Para entender los principios de la ley natural involucrados en los varios fenómenos más adelante descritos, el lector debe tener presente las proposiciones fundamentales de la filosofía oriental que hemos elucidado sucesivamente. Recapitulemos muy brevemente: 11

Parece como si Madame Blavatsky hubiera tenido presente constantemente, al preparar su primera obra importante para la publicación, la necesidad de demostrar al lector cultivado de su tiempo, que lo que ella tenía que decir no era evidentemente “ninguna nueva pretensión para suscitar la atención del mundo”. Cada capítulo de Isis sin Velo, es introducido por una selección de extractos de respetadas fuentes antiguas y contemporáneas, las cuales demuestran que, tanto las actitudes expuestas como la información dada por ella tenían precedentes. El capítulo final está encabezado por varias de esas referencias de las cuales se da aquí una. El capítulo empieza con el intento de resumir las principales características de la filosofía oriental tal como se presentaron en los dos volúmenes de Isis. Sin embargo, como se ha indicado antes, Madame Blavatsky estaba en este período experimentando con la gran cantidad de material a su disposición y tratando de encontrar el modo de darlo al mundo. Por consiguiente, no hay ninguna clara selección de principios fundamentales de detalles secundarios e ilustración. El contraste entre este primer intento de un resumen numerado y las últimas exposiciones de La Doctrina Secreta pone en evidencia su propio desarrollo tanto de discípula como de instructora.

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1º No existen los milagros. Todo lo que ocurre es el resultado de la ley, eterna, inmutable, siempre activa. Un milagro aparente no es sino la operación de fuerzas antagónicas a las que el doctor W. B. Carpenter, F. R. S., –hombre de gran erudición pero de poco conocimiento –denomina “las bien conocidas leyes de la naturaleza”. Como muchos de su clase, el doctor Carpenter desconoce el hecho de que pueden haber leyes “conocidas” alguna vez, ahora desconocidas para la ciencia. 2º La Naturaleza es trina y una; hay una naturaleza visible, objetiva; una naturaleza invisible, inherente, impartiendo energía, el modelo exacto de la otra naturaleza y su principio vital; y por encima de estas dos, el espíritu, fuente de todas las fuerzas, el solo eterno e indestructible. Las dos naturalezas inferiores cambian constantemente; la tercera, la superior, no cambia. 3º El hombre también es trino y uno; tiene su cuerpo físico objetivo; su vitalizante cuerpo astral (o alma), el hombre real; y estos dos están cobijados e iluminados por el tercero –el soberano, el espíritu inmortal. Cuando el verdadero hombre consigue fundirse con los anteriores, se convierte en una entidad inmortal. 4º La magia, como ciencia, es el conocimiento de estos principios y del modo mediante el cual la omnisciencia y la omnipotencia del espíritu y su control sobre las fuerzas de la naturaleza puede ser adquirido por el individuo mientras está todavía en el cuerpo. La magia, como arte, es la aplicación de este conocimiento en la práctica. 5º El conocimiento arcano utilizado inadecuadamente es hechicería; utilizado con fines beneficiosos, es verdadera magia o SABIDURÍA. 6º La mediumnidad es lo contrapuesto al adeptado; el médium es el instrumento pasivo de influencias extrañas, el adepto se controla activamente a sí mismo y a todos los poderes inferiores. 7º Todas las cosas que siempre fueron, que son o que serán, tienen su registro en la luz astral, o memorándum del universo invisible; el adepto iniciado, al utilizar la visión de su propio espíritu, puede conocer todo lo que ha sido conocido o todo lo que puede conocerse. 8º Las razas de los hombres difieren en las facultades espirituales lo mismo que en el color y en la talla o en cualquier otra cualidad externa; entre algunos pueblos prevalece, de un modo natural, la clarividencia; entre otros la mediumnidad. Algunos están entregados a la hechicería y transmiten la práctica secreta de sus costumbres de generación en generación, con una gama de fenómenos psíquicos más o menos amplia, como resultado. 9º Una fase de habilidad mágica es el voluntario y consciente repliegue del hombre interno (la forma astral) desde el hombre externo (cuerpo físico). En los casos de algunos médiums tiene lugar el replegamiento, pero es inconsciente e involuntario. Con estos últimos, el cuerpo está en estado más o menos cataléptico en tales ocasiones; pero con el adepto, la ausencia de la forma astral no se notaría, pues los sentidos físicos están

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alerta y el individuo parece únicamente como en un estado de abstracción –“un ensimismamiento”– como algunos lo llaman. ……………………………………………… 10º La piedra angular de la MAGIA es un profundo conocimiento práctico del magnetismo y de la electricidad, de sus cualidades, correlaciones y poderes. Se requiere especialmente una familiaridad con sus efectos en y sobre el reino animal y el hombre. Existen propiedades ocultas en muchos otros minerales tan sorprendentes, igualmente, como las que existen en el imán, las cuales todos los que practican la magia deben conocer y de las cuales la denominada ciencia exacta está completamente al margen. Las plantas también tienen una especie de propiedades místicas en un grado de lo más maravilloso, y los secretos de las hierbas, de los sueños y de los encantamientos, están perdidos únicamente para la ciencia europea, y huelga decir, además, que son desconocidos para ella, excepto con muy raras excepciones, tales como los del opio y del hachís. Sin embargo, los efectos psíquicos de incluso estas excepciones, sobre el sistema humano, se consideran como la evidencia de un desorden mental pasajero. Las mujeres de Tesalia y Epiro, las hierofantas de los ritos de Sabazius, no se llevaron sus secretos con la caída de sus santuarios. Todavía están a salvo, y aquellos que están informados de la naturaleza del Soma, conocen también las propiedades de otras plantas. Para resumirlo en unas pocas palabras, la MAGIA es SABIDURÍA espiritual; la Naturaleza, el material aliado, discípulo y sirviente del mago. Un principio vital común penetra todas las cosas, y esto es controlable por la voluntad humana perfecta. El adepto puede estimular los movimientos de las fuerzas naturales en las plantas y en los animales a un nivel preternatural. Tales experimentos no son obstrucciones de la naturaleza, sino aceleraciones; se dan las condiciones de una acción vital más intensa. El adepto puede controlar las sensaciones y alterar las condiciones de los cuerpos físicos y astrales de otras personas que no sean adeptos; también puede gobernar y utilizar como desee los espíritus de los elementos. No puede controlar el espíritu inmortal de ningún ser humano, vivo o muerto, porque todos esos espíritus son igualmente chispas de la Esencia Divina y no están sujetos a ningún dominio extraño. Isis sin Velo, II, 587–590 (Ed. Española B.O.) IV, 270 a 273

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APÉNDICE LA DOCTRINA SECRETA Y SU ESTUDIO12

H

. P. B., estuvo particularmente interesante al hablar de La Doctrina Secreta durante la pasada semana. Me esforcé para tratar de ponerlo todo en orden y conseguir trasladarlo fielmente al papel mientras está fresco en mi mente Como ella misma dijo, puede resultar útil para alguien dentro de treinta o cuarenta años. Ante todo pues, La Doctrina Secreta es únicamente tan sólo un pequeño fragmento de la Doctrina Esotérica conocida por los miembros superiores de las Fraternidades Ocultas. Contiene, dice ella, tan sólo lo que puede ser recibido por el Mundo en este siglo que va a empezar. Esto dio pie a una pregunta, la cual ella contestó de la siguiente manera:

“El Mundo” quiere decir el Hombre que vive en la Naturaleza Personal. Este “Mundo” encontrará en los volúmenes de la Doctrina Secreta todo lo que su máxima comprensión pueda alcanzar, pero no más. Pero esto no quería decir que el Discípulo que no está viviendo en “El Mundo” no pueda encontrar nada más en el libro que lo que el “Mundo” encuentra. Cada forma, no importa lo tosca que sea, contiene la imagen de su “creador” oculta en su interior. Así pues, del mismo modo, la obra realizada por un autor, no importa lo humilde que sea, contiene la imagen oculta del conocimiento del autor. De este dicho deduzco que la Doctrina Secreta debe contener todo lo que la misma H.P.B., sabe, y mucho más que eso, reconociendo que mucho de ello procede de hombres cuyo conocimiento es inmensamente más amplio que el de ella. Además, ella da a entender inequívocamente que otro puede muy bien encontrar conocimiento en ella (la Doctrina Secreta) el cual ella misma no posee. Es un pensamiento estimulante considerar que es posible que yo mismo pueda encontrar en las palabras de H.P.B., conocimiento del cual ella misma no es consciente. Ella insistió mucho en esta idea. X dijo después: “H. P. H., debe estar perdiendo su seguridad”. queriendo significar, supongo, que estaba perdiendo la confianza en su propio conocimiento. Pero Y y Z y yo mismo también, vemos mejor lo que ella quiere decir, me parece. Está diciéndonos, sin lugar a duda, que no nos aferremos a ella como a una autoridad definitiva, ni a nadie más, sino que confiemos enteramente en nuestras propias ilimitadas percepciones.

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Notas recogidas por el Comandante Robert Bowen en 1891, menos de tres semanas antes de la muerte de Madame Blavatsky.

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(Nota posterior sobre lo anterior: Yo tenía razón. Se lo expuse a ella directamente y ella asintió con la cabeza y sonrió. ¡Es una cosa valiosa conseguir su sonrisa aprobadora! (firmado, Robert Bowen). Al final nos las hemos ingeniado para lograr que H.P.B. nos sitúe adecuadamente en la cuestión del estudio de la Doctrina Secreta. Voy a anotarlo mientras está todo fresco en mi memoria. Leer la Doctrina Secreta página por página tal como se lee cualquier otro libro (dice ella) sólo desembocará en la confusión. La primera cosa que hay que hacer, aún cuando lleve años, es conseguir alguna comprensión de los “Tres Principios Fundamentales” que se dan en el Proemio. Persistid en eso a través del estudio de la Recapitulación –los párrafos numerados en el Resumen del Vol. I (Parte l). Después tomad las Notas Preliminares (Vol. II) y la Conclusión (Vol. II). H.P.B. parece muy precisa sobre la importancia de la enseñanza (en la Conclusión) relativa a los períodos de la llegada de las Razas y Sub–Razas. Expresa más claramente que de ordinario, que en realidad no hay tal cosa como una futura “llegada” de razas. No hay ni “LLEGADA” ni “DESAPARICIÓN”, sino un ETERNO DEVENIR, dice ella. La Cuarta Raza Raíz está todavía activa. Lo mismo ocurre con la Tercera y la Segunda y la Primera, es decir, sus manifestaciones en nuestro plano actual de sustancia están presentes. Yo sé lo que quiere decir, creo, pero está más allá de mi traducirlo en palabras. Así también, la Sexta Sub–Raza está aquí y la Sexta Raza Raíz, y la Séptima e incluso gente de las RONDAS futuras. Después de todo, eso es comprensible. Discípulos y Hermanos y Adeptos no pueden ser gente de la Quinta Sub–Raza común, porque la raza es un estado de evolución. Pero ella no deja lugar a duda, por lo que afecta a la humanidad en general, de que estamos a centenares de años (en el tiempo y en el espacio) incluso de la Sexta Sub–Raza. Pensé que H.P.B. demostraba una particular ansiedad en su insistencia sobre este punto. Hizo alusión a «peligros y desengaños» al sostener ideas de que la Nueva Raza se había iniciado claramente en el mundo. Según ella la duración de una Sub–Raza para la humanidad en general, coincide con la del Año Sideral (el círculo del eje terrestre, unos 25.000 años). Esto sitúa la nueva raza a una distancia muy dilatada. Hemos tenido una memorable sesión sobre el estudio de la Doctrina Secreta durante las pasadas tres semanas. Tengo que ordenar mis notas y proceder a examinar tranquilamente los resultados antes de que se me olviden. Habló mucho más sobre el “PRINCIPIO FUNDAMENTAL”. Ella dice: Si uno se imagina que va a conseguir una imagen satisfactoria de la constitución del Universo por medio de la Doctrina Secreta, solamente obtendrá confusión de su estudio. No nació para dar cualquier veredicto final sobre la existencia, sino para GUIAR HACIA LA VERDAD. Repitió esta última expresión muchas veces.

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Es más que inútil dirigirse a aquellos que imaginamos que son estudiantes adelantados (dijo ella) y pedirles que nos den una “interpretación” de la Doctrina Secreta No pueden hacerlo. Si lo intentan, todo lo que dan son cercenadas y pesadas interpretaciones exotéricas que ni remotamente se parecen a la VERDAD. Aceptar semejante interpretación significa permanecer anclados en ideas fijas, mientras que la VERDAD se encuentra más allá de cualquier idea que podamos formular o expresar. Las interpretaciones exotéricas están todas muy bien, y ella no las condena mientras se consideren como orientadoras para principiantes, y no sean aceptadas por ellos como nada más. Muchas personas que están, o que estarán en el futuro, en la ST. son, desde luego, incapaces potencialmente de cualquier adelanto más allá del alcance de un vulgar concepto exotérico. Pero hay y habrá otros, y para ellos, ella expuso el siguiente y verdadero modo de aproximarse a la Doctrina Secreta. Llegad a la Doctrina Secreta (dice) sin ninguna esperanza de conseguir de ella la Verdad definitiva de la existencia, o sin ninguna otra idea que la de ver cuán lejos puede conducir HACIA la Verdad. Ved en el estudio un medio de ejercitar y desarrollar la mente jamás afectada por otros estudios. Observad las siguientes reglas: Sin importar lo que uno pueda estudiar en la DS, que la mente se identifique como base de su ideación, con las siguientes ideas: a) LA UNIDAD FUNDAMENTAL DE TODA LA EXISTENCIA. Esta unidad es una cosa por completo diferente del concepto común de unidad –como cuando decimos que una nación o un ejército están unidos; o bien que este planeta está unido a aquel por campos de fuerza magnética o cosas por el estilo. La enseñanza no es esa. La enseñanza es que la existencia es UNA COSA, no un conjunto de cosas reunidas. Fundamentalmente hay UN SER. El SER tiene dos aspectos, positivo y negativo. El positivo es Espíritu o CONCIENCIA. El negativo es SUBSTANCIA, la materia de la conciencia. Este Ser es lo Absoluto en su primaria manifestación. Siendo absoluto no hay nada fuera de él. El es la EXISTENCIA TOTAL. Es indivisible, de otro modo no sería absoluto. Si una parte pudiera separarse, la que quedara no podría ser absoluta, porque en seguida surgiría la cuestión de la COMPARACIÓN entre ella y la parte separada. La comparación es incompatible con cualquier idea de absoluto. Por consiguiente es evidente que esta EXISTENCIA UNA fundamental, o este Ser Absoluto, tiene que ser la REALIDAD en cada forma que existe. Dije que aunque esto estaba claro para mí, no creía que muchos en las Ramas lo entendieran. “La Teosofía”, dijo ella, “es para aquellos que pueden pensar, o para aquellos que pueden esforzarse en pensar, no para perezosos mentales”. H.P.B. se ha vuelto últimamente muy indulgente. “Cerebros obtusos” acostumbraba a ser su expresión hacia el estudiante mediocre. El Átomo, el Hombre, el Dios (dice ella) son cada uno por separado, lo mismo que todos colectivamente, Ser Absoluto en sus componentes determinantes, esa es su VERDADERA INDIVIDUALIDAD. Esta es la idea que debe retenerse siempre en el fondo de la mente para formar la base de cada concepto que surja del estudio de la

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Doctrina Secreta En el momento en que uno lo abandona (y es mucho más fácil hacerlo así cuando andamos metidos en cualquiera de los muy intrincados aspectos de la Filosofía Esotérica), se presenta la idea de la SEPARACIÓN y el estudio pierde su valor. b) La segunda idea a retener es que NO HAY MATERIA MUERTA. El más pequeño de los átomos está vivo. No puede ser de otro modo puesto que cada átomo es fundamentalmente en sí SER Absoluto. Por consiguiente no existen cosas tales como “espacios” o Eter, o Âkâsa, o llamadle como gustéis, en el cual los ángeles y los elementales se deslicen como peces en el agua. Esa es una idea corriente. La verdadera idea demuestra que cada átomo de sustancia, no importa de qué plano, es en sí mismo una VIDA. c) La tercera idea básica a retener es la de que el Hombre es el MICROCOSMO. Si es así, entonces todas las Jerarquías de los Cielos existen dentro de él. Pues en realidad no hay ni Macrocosmo ni Microcosmo sino UNA EXISTENCIA. Lo grande y lo pequeño son así únicamente cuando se mira desde una conciencia limitada. d) La Cuarta y última idea básica a retener es la que se expresa en el Gran Axioma Hermético. En realidad resume y sintetiza todas las demás. Como es lo Interno, así es lo Externo; como es lo Grande, así es lo Pequeño; como es arriba, así es abajo; no hay sino UNA VIDA Y UNA LEY: y el que actúa es UNO. Nada está Dentro, nada está Fuera; nada es Grande, nada es Pequeño; nada es Superior, nada es Inferior; en la Economía Divina. Sin importar lo que uno toma como estudio en la Doctrina Secreta, tiene que relacionarlo con esas ideas básicas. Se me ocurre que esta es una clase de ejercicio mental que tiene que resultar excesivamente fatigoso. H.P.B. Sonreía y asentía con la cabeza. Uno no tiene que ser loco (dijo) y precipitarse en el manicomio por esforzarse demasiado al principio. El cerebro es el instrumento de la despierta conciencia y cada imagen mental consciente que se forma, significa cambio y destrucción de los átomos del cerebro. De ordinario, la actividad intelectual se mueve sobre bien trillados caminos en el cerebro, y no exige súbitos reajustes ni destrucciones en su sustancia. Pero esta nueva clase de esfuerzo mental requiere algo muy distinto: el trazado de “nuevos caminos cerebrales”, la alineación en un orden distinto de las pequeñas vidas cerebrales. Si se le fuerza imprudentemente, puede producirse un daño físico serio al cerebro. Este modo de pensar (dice ella) es lo que los hindúes llaman Jnâna Yoga. Cuando se progresa en Jnâna Yoga, se descubren conceptos que, aunque se sea consciente de ellos, no se pueden expresar ni siquiera formular como cualquier clase de imagen mental. A medida que transcurre el tiempo, estos conceptos se transformarán en imágenes mentales. Esta es una época para mantenerse en guardia y rechazar el ser engañados con la idea de que la recién encontrada y maravillosa imagen debe representar la realidad. No es así. Cuando uno trabaja encuentra que la imagen en otro tiempo admirada se difumina, dejando de satisfacerle, desvaneciéndose finalmente y siendo desechada. Este es otro punto peligroso, debido a que, en el momento en que uno se 40

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queda en el vacío, sin ningún concepto que le sostenga, puede sentirse tentado a resucitar la imagen desechada por falta de una mejor a la que asirse. Sin embargo, el estudiante sincero trabajará desinteresadamente y de inmediato llegan ulteriores destellos sin forma, los cuales, a su vez, se convierten en una imagen más amplia y más bella que la anterior. Pero el principiante sabrá ahora que ninguna imagen representará jamás la VERDAD. Esta última imagen maravillosa se formará y desaparecerá como las demás. Y así el proceso sigue, hasta que al fin la mente y sus imágenes son trascendidas y el principiante entra y se instala en el Mundo de la NO FORMA, pero del cual todas las formas son pálidos reflejos. El Verdadero Estudiante de La Doctrina Secreta es un Jñânî Yogi, y este Sendero de Yoga es el Verdadero Sendero para el estudiante Occidental. Para facilitarle los postes indicadores en ese Sendero, es para lo que ha sido escrita La Doctrina Secreta. (Nota posterior: He leído este testimonio de su enseñanza a H.P.B., preguntándole si merecía su aprobación. Me ha llamado tonto Cerebro Obtuso por imaginar que nada pueda jamás ser expresado adecuadamente en palabras. Pero sonreía y movía la cabeza al mismo tiempo, y dijo que en realidad yo lo había conseguido mejor de lo que otro cualquiera lo hubiera conseguido jamás, y mejor de lo que ella misma pudiera conseguirlo. Me pregunto porqué estoy haciendo todo esto. Debería ser transmitido al mundo, pero soy ya demasiado viejo para hacerlo. Me siento como un niño ante H.P.B., sin embargo, tengo veinte años más que ella en la actualidad. Ella ha cambiado mucho desde que la vi hace dos años. Es maravilloso de qué manera se sostiene ante la terrible enfermedad. Si uno no conociera nada y no creyera en nada, H.P.B. le convencerla de que ella es algo aparte y más allá del cuerpo y del cerebro. Siento, especialmente durante estos últimos encuentros en que se ha vuelto corporalmente tan desvalida, que estamos consiguiendo enseñanza de otra y superior esfera. Nos parece sentir y SABER lo que dice mejor que oírlo con nuestros oídos corporales. X dijo algo parecido la última noche. 19 de abril de 1891. (Firmado, Robert Bowen) Comand. R. N.

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HATHA YOGA Traducido del Inglés por J. Rodros. Fundación Blavatsky, México

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1. Corpus Callosum 2. Quinto Ventrículo 3. Tercer Ventrículo 4. Arbor vitæ del Cerebellum 5. Cuerpo Pituitario 6. Pons Varolii

7. Glándula Pineal 8. Médula Oblongata 9. Cerebrum 10. Cuerpo Guadrigémino superior 11. Cuerpo Guadrigémino Inferior 12. Infundibulum

¿ES BENÉFICA LA PRACTICA DE LA CONCENTRACIÓN?

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al es otra de las preguntas de los miembros de la sección Esotérica, a la cual contesto: Genuina concentración y meditación, consciente y precavida sobre nuestro Yo inferior a la luz del hombre divino interior de las Pâramitâs, es una cosa excelente. Pero “sentarse en Yoga” con sólo un conocimiento superficial y frecuentemente distorsionado de la verdadera práctica, es si invariablemente fatal; ya que en el cien por ciento de los casos el estudiante desarrollará en si mismo poderes mediúmnicos, o perderá el tiempo y quedará hastiado tanto de la práctica como de la teoría. Antes de que uno se precipite en un experimento tan peligroso y busque ir más allá de un examen minucioso de su propio Yo inferior y de su condición de vida, o aquello que en nuestra fraseología es llamado “El libro Mayor de la Vida Diaria del Chela”, haría bien en aprender al menos la diferencia entre los dos aspectos de la “Magia”, la Blanca o Divina, y la Negra o Diabólica, y estar seguro de que al “sentarse en 2

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Yoga”, sin experiencia alguna lo mismo que sin ningún guía que le muestre los peligros, no está cruzando diariamente y a cada hora las fronteras de lo Divino para caer en lo Satánico. Sin embargo, la forma de conocer la diferencia es muy simple; uno sólo tiene que recordar que ninguna de las verdades esotéricas enteramente develada jamás será dada públicamente de manera Impresa, ya sea en libro o revista. En el Libro de Reglas, aconsejo a los estudiantes obtener ciertas obras, ya que tendré que referirme a ellas y a citarlas repetidamente. Nuevamente aquí, reitero el consejo y les pido que consulten The Theosophist, Vol. IX de Noviembre de 1887. En la página 98 que encontrarán el comienzo de un excelente artículo del Sr. Râma Prasâd sobre “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza”1 El valor de esta obra radica, no tanto en su mérito literario, aunque ganó para su autor la medalla de oro del The Theosophist, sino en su análisis de principios hasta ahora escondidos en una obra Sánskrita rara y antigua sobre Ocultismo. Pero el Sr. Râma Prasad no es un Ocultista, sino solamente un excelente erudito Sánskrito, un graduado de una universidad y un hombre de una extraordinaria inteligencia. Sus Ensayos están casi enteramente basados en obras sobre Tântra, las cuales sí se leen indiscriminadamente por un novato en Ocultismo, conducirán a la práctica de la más absoluta Magia Negra. Ahora bien, ya que la diferencia fundamental y más importante entre la Magia Blanca y Negra es simplemente el objeto con el que es practicada, y en cambio es de importancia secundada, la naturaleza de los agentes e ingredientes usados para la producción de resultados fenoménicos, la línea de demarcación entre los dos es muy, muy delgada. El peligro es aminorado solamente por el hecho de que todo, así llamado, libro oculto, es oculto sólo en un cierto sentido; esto es, el texto es oculto meramente por razón de sus velos. El simbolismo tiene que ser entendido concienzudamente antes de que el lector pueda llegar al sentido correcto de la enseñanza. Además, éste nunca es completo debido a que sus diversas porciones están cada una bajo un título diferente y cada una condene una porción de otra obra; así que sin una clave a éstas, ninguna de tales obras divulga toda la verdad. Aún el famoso Saivágama, sobre el cual la obra, “Las Fuerzas más Finas de la Naturalezas está basada uno se encuentra en ninguna parte en forma completas, como el mismo autor nos lo dice. De esta manera, al igual que todas las

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Las siguientes referencias a “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza” se hacen respecto a los ocho artículos que aparecieron en las páginas de The Theosohist Vol. IX, Noviembre de 1887; Febrero, Mayo, Junio, Agosto de 1888: Vol. X, Octubre, Noviembre, de 1888; Marzo 1889, y no a los quince ensayos y a la traducción de un capítulo del Saivâgama, los cuales están contenidos en el libro llamado Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza. El Saivâgama en sus detalles es puramente Tántrico, y el seguir prácticamente sus preceptos, sólo podría tener como resultado un grave perjuicio. Quisiera disuadir de la manera más enérgica a cualquier miembro de la Sección Esotérica para que se abstenga de intentar cualquiera de estas prácticas de Hatha Yoga, porque el que las haga, o se arruinará a sí mismo completamente, o él mismo se hará retroceder tan atrás que será casi imposible que pueda volver a ganar el terreno perdido en esta encarnación. La traducción a la que nos hemos referido ha sido considerablemente expurgada y aún ahora difícilmente podría ser apta para publicación. En ella se recomienda Magia Negra de la peor clase, y está en las mismísimas antípodas del Râja–Yoga espiritual. ¡Cuidado, les digo! 3

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demás, esta obra trata de sólo cinco Tattvas en vez de las siete de las enseñanzas esotéricas. Ahora bien, siendo las Tattvas simplemente el substrato de las Siete fuerzas de la naturaleza, ¿ cómo puede ser esto? Hay siete formas de Prakriti, como lo enseñan el Sânkhya de Kapila, el Vishnu–Purâna y otras obras. Prakriti es la naturaleza, la materia (primordial y elemental); por lo tanto la lógica demanda que las tattvas deban ser también siete. Porque, ya sea que las Tattvas signifiquen, como el Ocultismo enseña, “fuerzas de la naturaleza” o, como el docto Râma Prassâd explica, “la substancia a partir de la cual el universo es formado” y “el poder por el cual es sostenido”, todo es lo mismo; ellas son fuerzas y materia, Prakriti. Y si las formas, o más bien los planos, de esta última son siete, entonces sus fuerzas deben ser también siete; esto es, los grados de la solidez de la materia y los grados del poder que le dan el alma deben ir mano en mano. “El Universo está hecho a partir de la Tattva, está sostenido por la Tattva, y desaparece en la tattva, dice Siva, tal como es citado del Saivâgama en “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza”. Esto pone fin al asunto; si Prakriti es septenario, entonces las Tattvás deben ser síete, Porque, como ya se ha dicho, ellas son al mismo tiempo substancia y fuerza, o materia atómica y el espíritu que les da el alma. Esto se explica aquí para permitir al estudiante leer entre líneas los así llamados artículos sobre la filosofía Sánskrita, por los cuales no debe de ser desencaminado. Todo Esoterista que haya leído The Theosophist recordará qué tan ácremente Subba Row, un letrado Brahman Vedântin, se levantó en contra de los principios septenarios en el hombre. El bien sabía que yo no tenía el derecho y que no me atrevería a explicar en The Theosophist, una revista pública, la verdadera numeración, y él simplemente se aprovechó de mi forzado silencio. La doctrina de las siete Tattvas (los principios del universo como también del hombre) era considerada muy sagrada, y por lo tanto era tenida en secreto por los Brahmanes en la antigüedad, para quienes la enseñanza está ahora casi perdida. Sin embargo ella es enseñada hasta nuestros días en las escuelas más allá de la Cordillera de los Himalayas, aunque ahora sea difícilmente recordada o escuchada en la India, excepto a través de contados Iniciados. La regla ha sido cambiada gradualmente; a los Chelas se les comienza a enseñar sus líneas generales, y al advenimiento de la Sociedad Teosófica en la India, en 1879, se me ordenó enseñarla en su forma esotérica a uno o dos, y obedecí. A los que están comprometidos se las doy ahora esotéricamente. Sabiendo que algunos de los miembros de la Sección Esotérica, tratan de seguir algún sistema de Yoga de acuerdo a su propio entender, guiados solamente en esto por las contadas insinuaciones que encuentran en libros y revistas Teosóficas las cuales deben ser naturalmente incompletas. He seleccionado una de las mejores exposiciones jamás escritas sobre obras ocultas antiguas, “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza”, a fin de señalar qué tan fácilmente puede ser uno conducido a error por sus velos. El autor parece haber estado él mismo engañado. Los Tântras leídos esotéricamente están tan llenos de Sabiduría como las más nobles obras ocultas. Estudiados sin una guía y aplicados a la práctica pueden conducir a la producción de varios resultados 4

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fenoménicos, sobre los planos moral y fisiológico. Pero sí alguien llegase a aceptar la letra muerta de sus reglas y prácticas, o si tratase de llevar a cabo los ritos allí prescritos, teniendo a la vista algún motivo egoísta, entonces estará perdido. Seguidos con un corazón puro y una devoción sin egoísmo meramente por pura devoción, no habrá resultados posteriores, o si los hubiere sólo harán que retroceda el ejecutante. ¡Hay de aquel! que por egoísmo busque desarrollar poderes ocultos sólo para alcanzar beneficios terrenales o venganzas, o para satisfacer su ambición; ya que con gran celeridad se seguirá a los terribles resultados Kármicos del aficionado a la Magia, la separación de los Principios Superiores de los Inferiores y la separación de Buddhi–Manas de la Personalidad del Tântrista. En el Oriente, en la India y en China, hombres y mujeres sin alma son frecuentemente encontrados lo mismo que en el Occidente, aunque el vicio esté en verdad, mucho menos desarrollado allá, de lo que lo está aquí. Es la Magia Negra y el olvido de su Sabiduría ancestral lo que los lleva a esto. Pero de ello hablaré posteriormente, simplemente agregando ahora que deben de ponerse en guardia y conocer el peligro. Mientras tanto, en vista de lo que sigue, debe de ser bien estudiada, la verdadera división oculta de los Principios con sus correspondencias con las Tattvas y otras fuerzas menores.

LAS CORRELACIONES Y SIGNIFICADO TATTVICO

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n la naturaleza, encontramos entonces, siete Fuerzas, o siete Centros de Fuerza y todo parece responder a ese número, como por ejemplo la escala musical septenaria, o Sonidos, y el espectro septenario de los colores. En la Doctrina Secreta no he agotado su nomenclatura y sus pruebas, sin embargo bastante se ha dado para mostrar a todo pensador que los hechos aducidos no son coincidencias, sino testimonios de mucho peso. Hay varias razones de por qué solo se han dado cinco Tattvas en los sistemas Indos. Una de ellas ya la he mencionado; otra es que, debido a que nosotros sólo hemos alcanzado la Quinta Raza y estando dotados (de acuerdo a lo que la Ciencia ha alcanzado a averiguar) de sólo cinco sentidos, los dos sentidos restantes estando aún latentes en el hombre, sólo podrá probarse su existencia basándose en evidencia fenoménica, la cual, para el materialista, no es ninguna evidencia. De esta manera, se hace que los cinco sentidos físicos correspondan con las cinco Tattvas inferiores, los dos sentidos aún no desarrollados en el hombre, y las dos fuerzas, o Tattvas, olvidadas por los Brahmanes y aún no reconocidas por la ciencia, son tan subjetivas, y la más elevada de ellas es tan sagrada, que sólo puede ser reconocida por, y a través, de las más elevadas ciencias ocultas. Es fácil ver que estas dos Tattvas y los dos sentidos (el sexto y el séptimo) corresponden con los dos Principios Humanos más elevados, Buddhi y la 5

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Envoltura Aurica, impregnados con la luz de Âtma. Al menos que abramos en nosotros mismos, por entrenamiento oculto, el sexto y séptimo sentidos, nunca podremos comprender correctamente sus modelos correspondientes. De esta manera, la afirmación en la obra “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza” de que, en la escala táttvica la Tattva más elevada de todas es Âkâsa2, (seguida por sólo cuatro, cada una de las cuales se hace más densa que la precedente), es errónea desde el punto de vista esotérico. Porque una vez que Âkâsa, un principio casi homogéneo y ciertamente universal, es traducido por Eter, entonces Âkâsa es empequeñecida y limitada a nuestro universo visible, ya que sin lugar a dudas ella no es el Eter del Espacio. El Eter, sin importar lo que la Ciencia pueda inferir sobre él, es substancia diferenciada; y Âkâsa, no teniendo atributos salvo uno, el SONIDO, del cual es el substrato no es substancia ni siquiera exotéricamente y en las mentes de algunos Orientalistas3 sino más bien Caos, o el Gran Vació Espacial4 Esotéricamente, sólo Âkâsa es Espacio Divino, él cual deviene Eter solamente en el más bajo y último plano, o nuestro Universo visible y Tierra. En este caso el velo está en la palabra “atributo”, la cual es dada como ¡sonido! No es de ninguna manera un atributo, sino la correlación de Âkâsa; su manifestación primordial, el Logos, o la Ideación Divina hecha Palabra, y esa “Palabra” hecha carne. El sonido puede ser considerado un “atributo” de Âkâsa sólo bajo la condición de antropomorfizar a esta ultima. No es una característica de ella, aunque ciertamente sea tan innata en ella como la idea de “Yo soy Yo” es innata en nuestros pensamientos. El Ocultismo enseña que Âkâsa contiene e incluye a los siete Centros de Fuerza, por lo tanto a las Siete Tattvas de las cuales Âkâsa es la séptima, o más bien su síntesis. Pero si Âkâsa fuese tomada como creemos que lo es en este caso –representando únicamente la idea exotérica, entonces él estaría en lo correcto; porque (como Âkâsa es universalmente omnipresente), de acuerdo a las limitaciones Puránicas él sitúa su comienzo, para la mejor comprensión de nuestros Intelectos finitos, sólo más allá de los cuatro planos de nuestra Cadena Terrestre5, estando las dos Tattvas más elevadas tan escondidas del mortal común y corriente, como el sexto y séptimo sentidos lo están para la mente materialista. Por lo tanto, mientras que la filosofía Inda, Sánskrita y Puránica hablan de sólo cinco Tattvas, los Ocultistas nombran siete haciéndolas corresponder con todo septenario en la naturaleza. Las Tattvas se presentan en el mismo orden que las siete Fuerzas macro y microcósmicas. Esto es enseñado en el Esoterismo de la siguiente manera: (1) ÂDI TATTVA, la Fuerza universal primordial, emitida al comienzo de la manifestación (o período creador) a partir del eterno inmutable SAT, el substrato de 2

De acuerdo al Saivâgama, el susodicho autor enumera las correspondencias de la siguiente manera: Âkâsa (o Eter) es seguido por Vâyu (Gas), Tejas (Calor), Apas (líquido), y Prithivî (sólido). 3

Ver las notas sobre el Vishnu–Purâna de Fitz–Edward Hall.

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El par que nosotros referimos como la Vida Una, la Raíz de Todo, y Âkâsa en su período prediferenciado corresponde al Brahma (neutro) y Aditi de algunos Indos y se encuentra en la misma relación como el Parabrahman y Mûlaprakriti de los Vedantinos.

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Ver La Doctrina Secreta, Vol. I, Diagrama Nº. 3. 6

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TODO. Ella corresponde con la Envoltura Aurica o “Huevo de Brahmâ”, el cual circunda a todo globo, lo mismo que a todo hombre, animal y cosa. Es el vehículo que contiene potencialmente todo Espíritu y Substancia, Fuerza y Materia. Es a Âdi tattva a la que nos referimos en la cosmogonía Esotérica, como la Fuerza que procede del Primer Logos o Logos Inmanifestado. (2) ANUPAPÂDAKA TATTVA 6, la primera diferenciación en el plano del ser –la primera siendo ideal– o aquello que ha nacido por transformación de algo superior a sí mismo. Con los Ocultistas, la Fuerza procede del Segundo Logos. (3) ÂKÂSA TATTA. Es a este punto en el que comienzan todas las filosofías y religiones exotéricas. En ellas Âkâsa Tattva se explica cómo la Fuerza Etérica, el Eter. De aquí que a Júpiter se le otorgue el nombre, del dios más elevado, o Pater Æther, Indra, en una época el dios más elevado en la India, como el espacio etérico o espacio celeste, Urano, etc. Y el Dios Bíblico como el Espíritu Santo, Pneuma, el viento rarificado o el aire. Los Ocultistas llaman a la Fuerza del Tercer Logos, la Fuerza Creadora en el ya Manifestado Universo. (4) VÁYU TATTVA (Fuerza del Aire), el plano aéreo en donde la substancia es gaseosa. (5) TAIJASA TATTVA (de tejas, luminoso)el plano de nuestra atmósfera. (6) ÂPAS TATTVA, substancia o fuerza acuosa o líquida. (7) PRITHIVI TATTVA, substancia sólida terrestre –el espíritu o fuerza terrestre, el más bajo de todos. Todos estos corresponden con nuestros principios, y con los siete sentidos y fuerzas en el hombre. De acuerdo a la Tattva o Fuerza generada o inducida en nosotros, así actuarán nuestros cuerpos. Ahora bien, lo que tengo que decir aquí está dirigido especialmente a aquellos miembros que están ansiosos por desarrollar poderes “sentándose en Yoga”. Por lo que ya se ha dicho, podrán ver, que en lo que respecta al desarrollo del Raja Yoga, ninguno de los libros existentes hechos públicos, no son de ningún modo buenos; todos ellos pueden cuando más dar unas nociones vagas de Hatha Yoga, algo que puede desarrollar mediumnidad en el mejor de los casos, y en el peor agotamiento y extinción. Si todos aquellos que practican “meditación” y tratan de aprender la “Ciencia de la Respiración” quisieran leer atentamente “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza”, encontrarán que es solamente por la utilización de las cinco Tattvas que es adquirida esta peligrosa ciencia. Ya que en la Filosofía Yoga exotérica, en la práctica del Hatha Yoga, la Âkâsa Tattva es colocad en la cabeza (o cerebro físico) del hombre; Tejas Tattva e los hombros; Vâyu Tattva en el ombligo (el asiento de todo los dioses fálicos, “creadores” del universo y del hombre) Âpas Tattva en las rodillas; y Prithivi Tattva en los pies. De aquí 6

Anupapâdaka, en Pâli Opapâtika(Tibetano: Brdus–te–skyas–pa) significando el “sin padres”, nacido sin padre o madre, de sí mismo, como una transformación, esto es, el dios Brahmâ surgió del Loto (el simbolo del Universo) que crece a partir del ombligo de Vishnu. Vishnu tipificando espacio eterno y sin límites y Brahmâ el Universo y el Logos; el mítico Buddha también nace de un Loto. 7

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que las dos Tattvas más elevadas y sus correspondencias sean ignoradas y excluidas; y –como ellas son los factores principales en el Râja–Yoga– no puede tener lugar ningún fenómeno de naturaleza superior espiritual o intelectual; y como, simplemente se desarrolla el sistema psico–fisiológico, los mejores resultados que podrán obtenerse son fenómenos físicos y nada más. Y dado que los “Cinco Alientos” o más bien los cinco estados del aliento humano corresponden en Hatha Yoga a esos planos y colores terrestres, ¿qué clase de resultados espirituales pueden obtenerse? Ellos están en el mismísimo reverso del plano de Espíritu o del plano macrocósmico más elevado, reflejados como ellos lo están en la Luz Astral boca abajo. Esto es comprobado en la misma obra de Tântra, el Saivâ gama Comparemos. Primero que nada, recuerden que en Ocultismo el Septenario de la Naturaleza visible lo mismo que el de la invisible consiste de tres (y cuatro) Fuegos, los cuales crecen a cuarenta y nueve Fuegos. Esto muestra que así como el Macrocosmos está dividido en siete grandes planos de varias diferenciaciones de Substancia desde la espiritual, o subjetiva, hasta la plenamente objetiva o material, desde Âkâsa hacia abajo, hasta la atmósfera cargada de pecado de nuestra Tierra –así, a su tumo, cada uno de esos grandes planos tiene tres aspectos, basados en cuatro principios, tal como se ha expuesto más arriba. Esto parece ser totalmente natural, ya que aún la Ciencia moderna tiene sus tres estados de materia y lo que generalmente son llamados estados “críticos” o intermedios entre el sólido, el fluídico, y el gaseoso. Ahora bien, la Luz Astral no es un material universalmente difuso, sino que pertenece a nuestra tierra y a todos los otros cuerpos del sistema que se encuentran sobre el mismo plano que ella. Nuestra Luz Astral es, por así decido, el Linga Sarîra de nuestra tierra; solamente que en vez de ser su prototipo primordial, como en el caso de nuestra Chhâyâ, o Doble, ocurre lo inverso. Ya que mientras que en los cuerpos humanos y animales crece y se desarrollan de acuerdo al modelo de sus Dobles antitípicos, la Luz Astral es la que nace de las emanaciones terrenas, y crece y se desarrolla de acuerdo a su progenitor prototípico, y refleja todo invertido en sus traicioneras ondas (tanto desde los planos superiores como de su plano sólido inferior, la Tierra). De aquí la confusión de sus colores y sonidos en la percepción clariaudiencia del sensitivo que confía en sus registros –ya que ese sensitivo sea un Hatha–Yogi o un médium. El paralelismo entre las Tablas Esotérica y Tântra de las ttattvas en relación a los sonidos y a los colores muestra esto muy claramente en la tabla comparativa. Tal es, entonces, la ciencia oculta sobre la que los modernos ascetas y Yogis de la India basan el desarrollo de su alma y de sus poderes. Ellos son conocidos como Hatha–Yogis. Ahora bien, la ciencia del Hatha–Yoga se fundamenta en la “supresión del aliento” o Prânâyâma, a cuyo ejercicio nuestros Maestros se oponen unánimemente, ¿Porque qué es el Prânâyâma? Traducido literalmente, significa la “muerte aliento” (vital). Como se ha dicho, Prâna no es Jîva, la eterna fuente de vida inmortal, ni tampoco está conectada de ninguna manera con Pranava, como algunos piensan, ya que Pranava es un sinónimo de AUM en un sentido místico. Todo lo que se haya jamás enseñado públicamente y claramente acerca da ello, se encuentra en la obra “Las Fuerzas más Sutiles de la Naturaleza”. Sin embargo si se siguen tales direcciones, ellas sólo podrán conducir a la 8

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magia negra y a la mediumnidad. Vados chelas impacientes, que conocimos personalmente en la India, se metieron en la práctica del Hatha Yoga, a pesar de nuestras advertencias. De estos, dos desarrollaron consunción de la cual uno murió; los otros se pusieron casi idióticos; otro cometió suicidio; y uno se convirtió en un Tântriko cabal y ordinario, un mago negro, pero afortunadamente para él mismo, la muerte truncó su carrera. La ciencia de los cinco alientos –el húmedo, el ígneo, el aéreo, etc., etc. –tiene un significado doble y dos aplicaciones. Los tántricos los aceptan literalmente, como si estuviesen relacionados con la regulación de la respiración vital de los pulmones, pero de acuerdo con los antiguos Râja–Yogis ésta se refiere a la respiración mental o respiración de la “voluntad”, solamente la cual conduce a los poderes clarividentes más elevados, al funcionamiento del Tercer Ojo y a La adquisición de los verdaderos poderes ocultos del Râja–Yoga. La diferencia entre las dos es enorme. El primero, como se ha demostrado, usa las cinco Tattvas interiores; el segundo, comienza por el uso de sólo las tres más elevadas –para el desarrollo mental y de la voluntad– y el resto sólo cuando han dominado completamente las tres; de aquí que ellos sólo usen una, (Âkâsa Tattva), de entre las cinco tattvas Tântricas. Como bien se dice en la obra antes mencionada, “las Tattvas son las modificaciones de Svara”. Ahora bien, la Svara es la raíz de todo sonido, el substrato de la música de las esferas pitagórica, siendo Svara aquello que está más allá del espíritu en la acepción moderna de la palabra –el espíritu del espíritu, o como muy correctamente se traduce, la “corriente! de la oleada de vida”, la emanación de la Vida Una. El Gran Aliento del que se habla en el Volumen I de la Doctrina Secreta es ATMAN, la etimología de la cual es “movimiento eterno”. Ahora bien, mientras que el ascético–chela de nuestra escuela sigue cuidadosamente, para su desarrollo mental el proceso de la evolución del Universo, esto es, procede de los universales a los particulares, el Hatha–Yogi reinvierte las condiciones y comienza sentándose con el objeto de suprimir su aliento (vital). Y si tal como la filosofía Inda enseña, que al comienzo de la evolución cósmica, “Svara se arrojó el mismo en la forma de Âkâsa”, y de aquí sucesivamente en las formas de Vâyu (aire), Agni (fuego); Âpas (agua), y Prithivî (materia sólida)7, entonces es lógico que nosotros tengamos que comenzar por las Tattvas supersensibles más elevadas. El Râja Yogi no desciende a los planos de substancia más allá de Sûkshma (la materia sutil); mientras que el Hatha–Yogi desarrolla y usa sus poderes sólo en el plano material. Una buena prueba de esto se encuentra en el hecho de que el Tântriko localiza los tres “Nadis” (Sushumna, Idâ y Pingalâ) en la medula oblongata, la línea central de la cual él llama Sushumna, y a las divisiones a la derecha y a la izquierda, Pingalâ e Idâ y también el corazón, a cuyas divisiones aplica los mismos nombres. La escuela Trans–Himalâyica, de los antiguos Râja–Yogis indos, con los cuales los modernos Yogis de la India tienen muy poco que ver, localizan el Sushumna, el asiento principal de estos tres Nâdis, en el tubo central de la espina dorsal, y a Idâ y Pingalâ en sus lados izquierdo y derecho. Sushumna es el Brahmadanda. Es ese tubo (de los dos que existen a lo largo de la espina dorsal) de cuyo uso la fisiología no sabe más de lo que sabe del bazo y de la glándula pineal. Idâ y 7

Ver The Theosophist, Vol. IX, Febrero de 1988, p. 276. 9

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Pingalâ son simplemente los bemoles y los sostenidos de ese Fa (de la naturaleza humana), la nota clave y la clave media en la escala de la armonía septenaria de los principios los cuales cuando son tocados de la manera correcta, despiertan a los centinelas en ambos lados, al Manas espiritual y al Kâma físico, y dominan al inferior a través del superior. Pero este efecto tiene que ser producido por el ejercicio del poder de la voluntad, y no a través de la supresión científica o entrenada de la respiración. Tomen una sección transversal de la espina dorsal y encontrarán que las partes sombreadas muestran las secciones a través del tubo, uno de cuyos lados del tubo transmiten las órdenes volitivas, y el otro una corriente de vida de Jîva –no de Prâna, enviada hacia abajo para animar las extremidades inferiores del hombre– durante lo que es llamado Samâdhi y en estados semejantes. Aquel que haya estudiado ambos sistemas, el Hatha y el Râja–Yoga encontrará una enorme diferencia entre los dos: uno es puramente psico–fisiológico, el otro puramente psico–espiritual. El Tântrista, no parece ir más arriba que del sexto plexo visible y conocido, con cada uno de los cuales ellos conectan las Tattvas; y el gran énfasis que ponen en la más importante de ellas, la Mûladhara chakra (el plexo sacro), muestra la inclinación material y egoísta de sus esfuerzos hacia la adquisición de poderes. Sus cinco Alientos y cinco Tattvas se interesan primordialmente de los plexos prostático, epigástrico, cardiaco y laringeo. Casi ignorando la Agneya, son absolutamente ignorantes de los plexós faringeos sintetizadores. En cambio con los seguidores de la escuela antigua esto es diferente. Nosotros comenzamos por el dominio de ese órgano que está situado en la base del cerebro, en la faringe, y denominado por los anatomistas Occidentales el Cuerpo Pituitario. En las series de los órganos craneales objetivos, correspondientes con los principios tattvicos subjetivos, se presenta como el “Tercer Ojo” (la glándula Pineal) de la misma manera en que Manas se relaciona con Buddhi; la excitación y el despertar del Tercer Ojo debe realizarse por medio de ese órgano vascular, ese insignificante pequeño cuerpo, del cual, una vez más, la fisiología no conoce absolutamente nada. Uno de ellos es el Energetizador de la Voluntad, el otro el de la Percepción Clarividente, Aquellos entre los estudiantes de la Sección Esotérica –que son médicos, fisiólogos, etc., me comprenderán mucho mejor que el resto en la siguiente explicación. Ahora bien, en cuanto a las funciones de la glándula Pineal, o Conarium y del Cuerpo Pituitario, no encontramos ninguna explicación concedida por las autoridades clásicas. En verdad, mirando a través de las obras de los más grandes especialistas, es curioso observar como abiertamente se confiesa la gran y confusa ignorancia sobre la economía vital humana tanto desde el punto de vista fisiológico como psicológico. De hecho, lo siguiente es todo lo que ha podido juntarse de las autoridades, sobre estos dos importantes órganos. (1) La Glándula Pineal, o Conarium, es un cuerpo redondo, oblongo de tres a cuatro líneas de largo, de un fuerte color gris rojizo, conectado con la parte posterior del tercer ventrículo del cerebro. Está adherida a su base por dos delgados cordones medulares, los cuales se desvían hacia delante al Thalamo Óptico (o los ganglios cerebrales 10

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posteriores). Recordemos que éstos últimos de acuerdo a los mejores fisiólogos son los órganos de recepción y condensación de las incitaciones más sensitivas y sensoriales de la periferia del cuerpo (de acuerdo al Ocultismo, de la periferia del Huevo Aúrico, el cual es nuestro punto de comunicación con los Planos universales más elevados). Se nos dice además que las dos bandas del Thálamo Optico, las cuales se tuercen para encontrarse una a la otra, se unen en la línea media, en donde se convierten en los dos pedúnculos de la Glándula Pineal. (2) La Glándula Pituitaria o Hypophysis Cerebri es un cuerpo pequeño y duro alrededor de seis líneas de ancho, tres de largo, y tres de alto. Siempre está formado por un lóbulo anterior en forma de frijol, y de uno posterior y más redondeado, los cuales están uniformemente unidos. Sus partes componentes, se nos dice, son casi idénticas con las de la Glándula Pineal; sin embargo, ni siquiera la más pequeña conexión puede detectarse entre las dos. Esto, sin embargo, lo objetan los Ocultistas; ya que ellos conocen que hay una conexión, y que ésta existe incluso anatómica y fisiológicamente. Los disectores, por otro lado, tienen que tratar con cadáveres; y, como ellos mismos lo admiten, entre todos los tejidos y órganos, la materia cerebral es la primera que se colapsa y cambia de forma de hecho a muy pocos minutos después de la muerte. Cuando las pulsaciones de vida que expandían la masa del cerebro y llenaban todas sus cavidades, dándole energía a todos sus órganos, se desvanecen; entonces, la masa cerebral se encoge en una especie de condición pastosa, y los pasajes que alguna vez estuvieron abiertos se cierran. Pero la contracción y aún la intercombinación de partes en este proceso de encogimiento y el subsecuente estado pastoso del cerebro muerto, no implican que no haya conexión entro estas dos glándulas antes de la muerte. En lo tocante a los hechos, como el profesor Owen lo ha mostrado, existe una conexión tan objetiva como un canal y un tubo, en los cráneos de los fetos humanos y de ciertos peces. Cuando el hombre está en su condición normal, el Adepto introspectivo puede ver el Aura dorada en ambas glándulas, una pulsación, como la del corazón que nunca cesa a través de la vida: sin embargo, esta moción, bajo la condición anormal de esfuerzo para desarrollar las facultades clarividentes, se intensifica, y el Aura asume una acción vibratoria y pulsativa u oscilante más fuerte. El arco (de la Glándula Pituitaría) se incrementa hacia arriba, más y más, hacia la Glándula Pineal, hasta que finalmente la corriente la golpea así como cuando la corriente eléctrica golpea algún cuerpo sólido, el objeto durmiente es despertado y se pone todo encendido con el puro Fuego Âkâsico. Esta es la ilustración psico–fisiológica de dos órganos, sobre el plano físico, los cuales son los símbolos concretos y representan respectivamente, los conceptos metafísicos llamados Manas y Buddhi. Este último, a fin de poder llegar a ser consciente en este plano, necesita el fuego más diferenciado de Manas; pero una vez que el sexto sentido ha despertado al séptimo, la luz que irradia de él ilumina los campos de la infinitud: por un breve espacio de tiempo, el hombre se hace omnisciente; el Pasado y el Futuro, el Espacio y el Tiempo, desaparecen y para él se transforman en el Presente. En caso de ser un Adepto, guardará en su memoria física el conocimiento que haya ganado de esta manera y nada –excepto 11

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el crimen de entregarse a la Magia Negra– podrá borrado de su memoria. Si sólo fuese un chela, únicamente se imprimirán en su memoria porciones de toda la verdad, y por años tendrá que repetir el proceso, nunca permitiendo que una sola mácula de impureza lo manche mental o físicamente, antes de que llegue a ser un Adepto completamente iniciado. Podría parecer extraño, casi incomprensible, que el éxito principal en Gupta–Vidyâ, o Conocimiento Oculto, deba depender de tales destellos de clarividencia, y que ésta ultima deba depender en el hombre, de dos insignificantes excrecencias, casi imperceptibles en su cavidad craneal, dos verrugas callosas cubiertas de arena gris (acervulus cerebri); tal como es expresado por Bichant en su Traité d'Anatomie Descriptive; sin embargo así es. Pero esta arena no debe ser despreciada; de ningún modo, ya que en verdad, es sólo esta señal de la actividad interna, independiente del Conarium (la glándula Pineal) lo que impide que los fisiólogos la clasifiquen con los órganos atrofiados absolutamente inútiles, reliquias de una previa y ahora totalmente cambiada anatomía del hombre durante alún período de su evolución desconocida. Esta “arena” es muy misteriosa y desconcierta la investigación de todo materialista. En la cavidad de la superficie anterior de esta glándula, sólo en personas jóvenes, y en su substancia, en gente avanzada en años, se encuentra “una substancia amarillenta, semiansparente, brillante y dura, cuyo diámetro no excede una medía línea”8 Tal es el acervulus cerebri. Esta brillante “arena” es la concreción de la glándula misma, según dicen los fisiólogos. Quizás no, nosotros contestamos. La Glándula Pineal es aquello que los Ocultistas Oríentales llaman Devarksha, el “Ojo Divino”, o el “Tercer Ojo”. Hasta este día, es el órgano capital y primero de espiritualidad en el cerebro humano, el asiento de la genialidad, el Sésamo mágico pronunciado por la Voluntad purificada del místico, el cual abre todas las avenidas de la verdad para aquel que sabe cómo usarlo. La Ciencia Esotérica enseña que Manas, el Ego Mente, no realiza su plena unión con el niño antes de que él tenga seis o siete años de edad, antes de cuyo período, aún de acuerdo con el canon de la Iglesia y de la Ley, ningún niño es considerado responsable9. Sólo a esa edad, Manas e convierte en un prisionero, uno con el cuerpo. Ahora bien, hasta ahora, una cosa extraña ha sido observada en varios miles de casos por el famoso anatomista Alemán Wengel. Con unas pocas excepciones extremadamente raras, esta “arena, o concreción de color dorado, sólo es encontrada en sujetos después de haber cumplido su séptimo año; y está ausente de las cabezas de niños por debajo de los seis años. En el caso de los locos, estos cálculos son muy pocos; en idiotas congénitos están completamente ausentes. Morgani10 Greding11 y Günz12 fueron hombres sabios en su generación y lo son también hoy, dado que son los únicos fisiólogos, hasta ahora, que 8

S.T. von Sömmerring, De acervulo cerebri (1785). Vol. III, p. 322.

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En la Iglesia Oriental Griega no se le permite a ningún niño confesarse antes de los siete años, después de los cuales se le considera haber alcanzado la edad de la razón.

10

G.B. Morgagni, De sedibus, et causis morborum, etc., Vol. XII.

11

J.E. Greding, Adversaria medica practica.

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J.G. Günz, Prolusio capillos glandulae pinealis in quinque mente alienatis proponit, Lipsi ae, 1753. 12

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conectan estos cálculos con la mente. Al recapitular los hechos, vemos que los cálculos están ausentes en niños pequeños, en gente muy vieja y en idiotas, por lo que es inevitable concluir que deben estar conectadas con la mente. Dado lo anterior, y ya que todo mineral, vegetal y cualquier otro átomo es sólo una concreción de Espíritu cristalizado, Âkâsa, el Alma Universal, el Ocultismo pregunta, ¿por qué el hecho de encontrar que las concreciones de la Glándula Pineal están compuestas en último análisis de materia animal, fosfato de lima y carbonato, pueda servir de objeción a la afirmación de que ellas son el resultado del trabajo de la electricidad mental sobre la materia circundante? Nuestras siete Chakras están todas situadas en la cabeza y son estas Chakras Maestras las que gobiernan y dirigen los siete (porque hay siete) plexos principales en el cuerpo, y cuarenta y dos menores a los cuales la Fisiología rehúsa darles ese nombre. El hecho de que ningún microscopio pueda detectar tales centros en el plano objetivo no quiere decir nada; ningún microscopio jamás ha podido, ni jamás podrá detectar la diferencia entre los tubos nerviosos “motores” y “sensores”, los conductores de todas nuestras sensaciones corporales y psíquicas; y sin embargo sólo la lógica fisiológica podría mostrar que tal diferencia existe. Y si el término plexo en esta aplicación no representa para la mente occidental la idea transmitida por el término de los anatomistas, entonces llámenlas Chakras o Padmas, o las Ruedas, los Corazones de Lotos y Pétalos. Recuerden que la Fisiología, imperfecta como lo es, muestra grupos septenarios en todo el exterior y el interior del cuerpo; los siete orificios de la cabeza, los siete “organos” en la base del cerebro, los siete plexos (el faríngeo, laringeo, cavernoso, cardiaco, epigástrico, prostático y el plexo sacro), etc., etc. Cuando llegue el tiempo, se les dará a los miembros de la Sección Esotérica, minuciosos detalles acerca de las Chakras Maestras y se les enseñará como usarlas; hasta entonces, tendremos que aprender temas menos difíciles. Si se me preguntara sí los siete plexos, o centros Tattvicos de acción, son los centros donde vibran los siete rayos del Logos, la respuesta sería afirmativa, simplemente haciendo observar, en cuanto a esto, que los rayos del Logos vibran en todo átomo. En la Doctrina Secreta es casi revelado que los “Hijos de Fohat” son las fuerzas personificadas conocidas, de una manera general como Movimiento, Sonido, Calor, Luz, Cohesión, Electricidad o Fluido (Eléctrico) y Fuerza Nerviosa (o Magnetismo). Esta verdad, sin embargo, no puede enseñar al estudiante a armonizar y moderar el Kundalini del plano Cósmico con el Kundalini vital, el Fluido Eléctrico con la Fuerza Nerviosa, y al menos que él haga esto, es seguro que se matará a si mismo; porque uno viaja a una velocidad de 90 pies por segundo y la otro a una velocidad de 115,000 leguas por segundo. Los siete Saktis llamados respectivamente Para Sakti, Jnânâ–Sakti, etc., etc. son sinónimos de los «Hijos de Fohat”, ya que ellos son sus aspectos femeninos. En la etapa presente sin embargo, ya que sus nombres sólo serían confusos para el estudiante Occidental, es mejor recordar los equivalentes en Castellano (inglés)

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tal como son traducidos más arriba. Y como cada fuerza es septenaria, su suma, será desde luego, cuarenta y nueve. El asunto ahora debatido por la Ciencia, si un sonido es capaz de evocar impresiones de luz y color además de sus impresiones de sonido natural, ha sido contestada por la Ciencia Oculta, hace muchísimo tiempo. Todo impulso o vibración de un objeto físico que produzca una cierta vibración del aire –esto es, que cause la colisión de partículas físicas, cuyo sonido sea capaz de afectar al oído– produce al mismo tiempo un destello de luz, el cual asumirá algún color particular. Porque, en el reino de las Fuerzas ocultas, un sonido audible es tan sólo un color subjetivo; y un color perceptible, es sólo un sonido inaudible, ambos proceden de la misma substancia potencial, que los Físicos solían llamar eter, y a las que ahora se refieren bajo varios otros nombres; pero a la cual nosotros llamamos ESPACIO plástico, aunque invisible. Esto podría parecer una hipótesis paradójica, pero los hechos están allí para probado. La sordera absoluta, por ejemplo, no excluye la posibilidad de discernir sonidos; y la ciencia médica registra varios casos que prueban que estos sonidos son recibidos por, y transmitidos al órgano de la vista del paciente, a través de la mente, bajo la forma de impresiones cromáticas de color. El mismo hecho de que los tonos intermedios de la escala cromática musical hayan sido anteriormente escritos en colores, muestra una reminiscencia inconsciente de la antigua enseñanza oculta de que los colores y los sonidos son dos de entre los siete aspectos correlativos, sobre nuestro plano, de una y la misma cosa, a saber, la primera Substancia diferenciada de la Naturaleza. He aquí un ejemplo de las relaciones del color respecto a las vibraciones que bien vale la pena la atención de los Ocultistas. No sólo los Adeptos y Chelas avanzados, sino también el orden inferior de los psíquicos; tales como los clarividentes y psicometristas, pueden percibir un Aura de varios colores alrededor de todo individuo, la cual corresponde al temperamento de la persona al interior de ella. En otras palabras, los misteriosos registros dentro del Huevo Aúrico no son sólo la herencia de Adeptos entrenados, sino a veces también la de psíquicos naturales. Toda pasión humana, todo pensamiento y cualidad, está indicada en el Aura, por correspondientes colores y tonalidades, y algunas de estos son sentidos y experimentados, más que percibidos. El mejor de esa clase de psíquicos, como lo muestra Galton, puede también percibir colores producidos por las vibraciones de los instrumentos musicales, cada nota sugiriendo un color diferente. Así como una cuerda vibra y produce una nota audible, de la misma manera los nervios del cuerpo humano vibran y se conmueven en reciprocidad con varias emociones bajo el impulso general de la vitalidad circulatoria de Prâna, produciendo así ondulaciones en el aura Psíquica de la persona, lo cual resulta en efectos cromáticos. Entonces, el sistema nervioso humano como un todo, puede ser considerado como un Arpa Eolia, respondiendo al impacto de la fuerza vital (la cual no es una abstracción, sino una realidad dinámica) y manifestando los matices más sutiles del carácter del individuo en fenómenos de color. Si estas vibraciones de los nervios se hacen suficientemente intensas y son puestas en relación vibratoria con un elemento astral, el 14

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resultado será sonido ¿Cómo puede, entonces alguien dudar, de la relación entre las fuerzas microcósmicas y las macrocósmicas? Y ahora que he mostrado que las obras Tántricas tal como son explicadas por Râma Prasâd y por otros tratados de Yoga del mismo carácter que han aparecido de tiempo en tiempo en revistas Teosóficas, tienden a la Magia Negra y son de lo más peligrosos si se toman como guía para el auto adiestramiento –porque observen bien, que los tratados de verdadero Râja Yoga nunca son publicados. Espero que los Esoteristas Americanos estén alertas. Ya que, considerando que hasta el día presente ni siquiera dos autoridades están de acuerdo en cuanto a la verdadera ubicación de las Chakras o Padmas en el cuerpo, y viendo que los colores de las Tattvas tal como son dados están invertidos, esto es que:

(a) Âkâsa se indica en negro o sin color, mientras que por corresponder con Manas, es índigo; (b) Vâyu se pone en azul, mientras que por corresponder a Manas Inferior es verde. (c) Âpas se pone en blanco, mientras que en realidad es violeta, el color del Cuerpo Astral, con un substrato plateado, blanco semejante a la luna; Tejas, en rojo, es el único color que dan correctamente –tomando en cuenta tales consideraciones, yo diría que es fácil ver que esos desacuerdos son velos muy peligrosos. Además, como ya mostramos, la práctica de los Cinco Alientos resulta fisiológica y psicológicamente en una lesión mortal. Y todo esto es por cierto lo que se llama, Prânâyâma, o la “muerte de la respiración”, ya que, para el que la practica resulta, en muerte –en muerte moral siempre, y en muerte física muy frecuentemente.

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¿CIENCIA OCULTA O EXACTA?

¿CIENCIA OCULTA O EXACTA?

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CCE SIGNUM! He aquí el signo previsto para un porvenir más brillante; el problema llamado a ser la cuestión del siglo venidero, la pregunta que todo padre reflexivo y celoso se dirigirá a sí mismo respecto a la educación de sus hijos en el siglo XX. Diremos desde luego que por Ciencia Oculta no queremos significar ni la vida de un chela1, ni las austeridades de un asceta, sino simplemente el estudio de lo único que es capaz de darnos la clave de los misterios de la Naturaleza y de revelarnos los problemas del Universo y del hombre psico–físico, aun cuando no se sienta uno inclinado a profundizar más en el asunto. Cada nuevo descubrimiento llevado a cabo por la ciencia moderna indica las verdades de la filosofía arcaica. No conoce el verdadero ocultista un solo problema cuya solución no sea capaz de dar la ciencia esotérica, si se la estudia como es debido; mientras que las corporaciones científicas de Occidente no han podido hasta ahora llegar a la raíz de ningún fenómeno de las ciencias naturales, ni explicarlo en todos sus aspectos. Las ciencias exactas no pueden conseguirlo en este ciclo, por razones que más adelante daremos. Y, sin embargo, el orgullo de la época actual que se rebela contra la introducción de antiguas verdades en el dominio de la ciencia –especialmente cuando aquéllas son transcendentales– se va haciendo cada vez más intolerante. Pronto lo verá el mundo alzarse hasta las nubes de la propia vanidad, cual nueva Torre de Babel, para participar de la suerte que tocó al monumento bíblico. En una obra reciente sobre antropología2 se lee lo siguiente: “Al fin nos es dado conocer (¿), abarcar, manejar y medir las fuerzas con que Dios procedió, según se afirma… Hemos convertido a la electricidad en correo, la luz en geómetra, la afinidad química en jornalero”, etc. Estas palabras se encuentran en una obra francesa. El que está enterado de las perplejidades de las ciencias exactas y de los errores confesados diariamente por sus representantes, se siente inclinado, después de leído tan pomposo fárrago, a exclamar como el descontento de la Biblia: Tradidit mundum ut non sciant. Verdaderamente: “el mundo les fue entregado a fin de que jamás lo conociesen.”

El hecho de que el gran Humboldt mismo haya expresado axiomas tan erróneos como éste: “¡La Ciencia empieza para el hombre sólo cuando su inteligencia ha dominado la 1

Palabra sánscrita (lit. niño), que significa discípulo. El discípulo de un Guru o Sabio perteneciente a una escuela filosófica. 2

Bulletin de la Société d´Anthropologie, 3, fasc., pág. 384.

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Materia!”3, indicará hasta dónde llega la probabilidad de éxito para los sabios por ese camino. La palabra Espíritu en vez de materia, quizá hubiese expresado una verdad más grande. Pero si el término materia hubiera sido sustituido por el de Espíritu, Mr. Renan no hubiese felicitado al venerable autor del Kosmos en los términos en que lo hizo. Me propongo presentar algunos ejemplos para demostrar que el conocimiento de la materia sola, con las en otro tiempo fuerzas imponderables –sea cual fuere el significado que la Academia francesa y la Sociedad Real hayan atribuido al adjetivo, cuando fue inventado– no es suficiente para los objetos de la verdadera ciencia. Tampoco será suficiente jamás para explicar el fenómeno más sencillo, aun en la naturaleza física objetiva, sin contar los casos anormales que tanto interés inspiran actualmente a los fisiólogos y biólogos. Según expresó el Padre Secchi, el famoso astrónomo romano, en su obra4, “aunque sólo unas pocas de las nuevas fuerzas quedasen probadas, tendrían que admitir en su dominio (el de las fuerzas) agentes de un orden enteramente distinto a los de la gravitación”. “He leído bastante acerca del Ocultismo, y he estudiado los libros kabalísticos: ¡jamás entendí una palabra de ellos!” Esta observación la hacía recientemente un experimentador versado en la transmisión del pensamiento, colores de los sonidos, y demás. Es muy natural. Antes de poder deletrear y leer, o entender lo que se lee, es preciso estudiar el alfabeto. Hace cuarenta años aproximadamente, conocí a una niña de siete u ocho que inquietó muy seriamente a sus padres, diciendo: –Mamá mía, te quiero mucho. Hoy eres buena y cariñosa conmigo. Tus palabras son enteramente azules. –¿Qué quieres decir?– preguntó la madre. –Tus palabras son todas azules, porque son muy cariñosas; pero cuando me regañas, aparecen rojas, pero ¡tan rojas! Pero es aún peor cuando te encolerizas contra papá, porque entonces son de color naranja… horribles… como esto… Y la niña señalaba al hogar en el que ardía un gran fuego. La madre palideció. Más adelante observaron que aquella niña sensitiva asociaba a menudo los colores con los sonidos. Las melodías que tocaba su madre al piano producían en ella verdaderos éxtasis de placer; veía “arco–iris tan hermosos”, según explicaba; mas cuando tocaba su tía, eran “fuegos artificiales y estrellas”, “estrellas brillantes que disparaban pistolas y que después… estallaban…”

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Kosmos, vol. 1, pág. 3 y 76 (con las mismas ideas).

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Delle Forze, etc.

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Los padres se asustaron y temieron que la niña padeciese de algún trastorno cerebral. Llamaron al médico de la familia. –Exuberancia de imaginación infantil– dijo el médico. –Alucinaciones inocentes… No la dejéis beber té y obligadla a jugar más con sus hermanitos, a pelear con ellos, a hacer ejercicios físicos…– y se marchó. En una gran ciudad rusa, situada a orillas del Volga, existe un hospital del que forma también parte un asilo para lunáticos. Allí estuvo una pobre mujer encerrada más de veinte años –hasta la hora de su muerte– como sujeto inofensivo aunque demente. No se encontraron en los registros más pruebas de su demencia que el hecho de producirle las salpicaduras y el murmullo de las ondas del río los arco–iris divinos más hermosos; mientras que la voz del superintendente la hacía ver las cosas “negras y carmesí”… los colores del Demonio. En aquella misma época, poco más o menos, particularmente en 1840, se anunció en los periódicos franceses un caso parecido a aquel fenómeno. En aquellos días, pensaban los médicos que un estado de sentimiento tan anormal, sólo podía atribuirse a una razón: cuando semejantes impresiones se experimentaban, sin que pudiesen atribuirse a alguna causa determinada, indicaban una mente desequilibrada, un cerebro débil, capaz de llegar a la demencia. Tal era el decreto de la ciencia. La opinión de las personas piadosas, apoyadas por las afirmaciones de los curas de aldea, se inclinaba en el sentido opuesto. El cerebro nada tenía que ver con la obsesión, que era simplemente obra del Diablo; alguna malicia propia del tan calumniado y patihendido Pedro Botero, con sus relucientes cuernos. Desde el año 1840 los hombres de ciencia, así como las buenas y supersticiosas viejas, han tenido que modificar un tanto sus opiniones. Aun durante aquella época y antes de que la onda de espiritismo producida por el caso Rochester se hubiese extendido sobre una parte considerable de la sociedad civilizada de Europa, quedó demostrado que por medio de varios narcóticos y drogas, podían producirse los mismos fenómenos. Algunos, más atrevidos, que no temieron pasar por locos ni por cómplices del Diablo, hicieron experiencias, y públicamente declararon los resultados. Theophile Gautier, el célebre autor francés, fue uno de ellos. Pocas serán las personas conocedoras de la literatura francesa de aquella época, que no hayan leído la preciosa historia referida por aquel autor, en la cual describe los sueños de uno que comía opio. Para analizar las impresiones desde el primer momento, tomó una gran dosis de hashisch. “Mi oído –escribe– adquirió capacidades maravillosas: oía la música de las flores; los sonidos verdes, rojos y azules, penetraban en mi oído muy perceptiblemente, a manera de ondas de aroma y color. Un vaso al caer, el crujido de una silla, una palabra murmurada en tono bajísimo, vibraban y resonaban dentro de mí como truenos.

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Al más ligero contacto con los objetos –muebles, o cuerpos humanos– oía prolongados sonidos, suspiros semejantes a las vibraciones melodiosas de un arpa eólica”5. Los poderes de la imaginación humana son grandes sin duda; no cabe tampoco dudar que la alucinación y la ilusión pueden ser generadas durante un período de duración mayor o menor en el cerebro humano más sano, bien sea natural o artificialmente. Pero existen fenómenos naturales que no se hallan incluidos en esa clase anormal; y al fin se han impuesto forzosamente aun a los hombres de ciencia. Los fenómenos del hipnotismo, de la transmisión del pensamiento, de la provocación de los sentidos, fundiéndose, como sucede, unos en otros, y manifestando su existencia oculta en nuestro mundo fenomenal, consiguiendo al fin llamar la atención de algunos sabios eminentes. Bajo la dirección del famoso Dr. Charcot, del hospital de la Salpêtriêre en París, varios hombres de ciencia ilustres se han dedicado al estudio de los fenómenos en Francia, Rusia, Inglaterra, Alemania e Italia. Durante más de quince años han estado experimentando, investigando, teorizando. ¿Cuál ha sido el resultado? La única explicación que dan a los que ansían conocer la naturaleza real e íntima de los fenómenos, con su causa y génesis productora, es que los sensitivos que los manifiestan, son todos ellos ¡HISTÉRICOS! Nos dicen que son psicópatas 6 y neurópatas 7, no existiendo, según ellos, otra causa alguna de las variedades infinitas de manifestaciones, que la que depende de un carácter puramente fisiológico. ¡Satisfactorio es esto para el presente, y grandes esperanzas nos promete en lo futuro! La alucinación histérica está, pues, según parece, condenada a convertirse en el alfa y omega de todo fenómeno. Al mismo tiempo, la ciencia define la palabra alucinación como “un error de nuestros sentidos, de que participa nuestra inteligencia, a la cual ese mismo error se impone”8. Ahora bien; las alucinaciones objetivas de un sentido –la aparición de un Cuerpo Astral, por ejemplo– no sólo son perceptibles por la inteligencia del sensitivo (o del médium), sino que también participan de ellas los sentidos de las personas que se hallan presentes. Consiguientemente será natural deducir, que todos aquellos testigos son también histéricos. Según se ve, el mundo corre el peligro de convertirse, para fines de siglo, en un inmenso asilo de lunáticos, y quedarán sólo los sabios médicos formando la parte sana de la humanidad.

5

La Presse, lo de julio de 1840.

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Término griego compuesto, inventado por las Facultades rusas de Medicina.

7

De la palabra neurosis.

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Brierre de Boismont, Dictionnaire Médical.

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Entre todos los problemas de la filosofía médica, la alucinación, al paso que vamos, parece el de más difícil solución, el que presenta mayores obstáculos. No podría ser de otro modo; pues es uno de los resultados misteriosos de nuestra doble naturaleza el puente echado sobre el abismo que separa el mundo de la materia del mundo del Espíritu. Sólo los que están resueltos a pasar a la otra orilla pueden apreciar la alucinación y reconocer la causa de sus fenómenos. Sin duda alguna, una manifestación desconcierta por completo a todo aquel que por primera vez es testigo de ella. Aun probando al materialista la facultad creadora, la potencia del Espíritu humano; aun naturalizando ante el sacerdote el milagro y supernaturalizando, por decirlo así, los efectos más sencillos de las causas naturales; aun así y todo no puede ser aceptada la alucinación por lo que realmente es; y difícilmente podría imponerse su verdadero significado al materialista o al creyente cristiano, pues tan categórico es el primero en su negación, como lo es el segundo en su afirmación. “La alucinación –dice Brierre de Boismont9– es la reproducción del signo material de la idea.” Según se dice, la alucinación no respeta la edad ni el mérito; y si se ha de dar importancia a una experiencia fatal, “el médico que le prestase demasiada atención o la estudiase durante un tiempo excesivo, y con exagerada seriedad, terminaría seguramente su carrera entre el número de sus clientes.” Esto es una prueba más de que nunca se ha estudiado la alucinación con excesiva seriedad, pues la abnegación no es precisamente el rasgo característico de la época actual. Pero si tan fácilmente se transmite su contagio, ¿por qué no ha de sernos permitido indicar con valor y sin respetos que los biólogos y fisiólogos de la escuela del Dr. Charcot, están también alucinados por la idea científica unilateral que atribuye semejantes alucinaciones fenomenales al histerismo? Sea como fuere, sin embargo, ya se trate de una alucinación colectiva de nuestras lumbreras médicas o de la impotencia del pensamiento material, lo cierto es que el fenómeno más sencillo de los aceptados y comprobados por los hombres de ciencia en el año 1885, sigue tan sin explicación por lo que a ellos respecta, como lo estaba en 1840. Pero aun admitiendo en gracia del argumento que algunos entre el vulgo, efecto de su gran veneración, que a menudo se convierte en fetichismo por la ciencia y la autoridad, acepten la sentencia de los sabios de que todo fenómeno, toda manifestación anormal, debe atribuirse a las extravagancias del histerismo epiléptico, ¿qué hará el resto del público? ¿Va a creer acaso que el lápiz de Monsieur Eglinton, que se mueve espontáneamente, obedece del mismo modo que su médium a una crisis epiléptica cuando aquél no lo toca? ¿Van a creer también que las declaraciones proféticas de los videntes, de los grandes apóstoles inspirados de todas las épocas y religiones, eran 9

Dictionnaire Médical.

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simplemente el resultado patológico del histerismo? ¿Pertenecen también los milagros de la Biblia, los de Pitágoras, los de Apolonio y otros a la misma especie de manifestaciones anormales que las alucinaciones de la Srta. Alphonsine, del Dr. Charcot, y sus descripciones eróticas y sus poesías, consecuencia de la dilatación de su intestino grueso por efecto de los gases (sic)? Semejante pretensión no prosperará probablemente. Ante todo, la alucinación misma, cuando es realmente el efecto de una causa fisiológica, tendría que ser explicada; pero jamás lo ha sido. Tomando al azar algunas de entre los centenares de definiciones hechas por médicos franceses eminentes (pues no tenemos a mano las de los ingleses), ¿qué nos enseñan acerca de las alucinaciones? Hemos expuesto la definición del Dr. Brierre de Boismont, si es que puede dársele este nombre; veamos ahora unas cuantas más. El Dr. Lelut llama a la alucinación “una locura sensorial y perceptiva”; El Dr. Chomil, “una ilusión común del sensorium” 10; el doctor Leuret, “una ilusión intermediaria entre la sensación y el concepto” (Fragmentos Psicol.); el Dr. Michéa, “un delirio perceptivo” (ilusión de los sentidos); el Dr. Calmeil, “una ilusión debida a una modificación defectuosa de la sustancia nerviosa” (De la locura, volumen I) etc., etc. Me temo que lo que antecede no ha de instruir gran cosa al mundo. Por mi parte, creo que los teósofos procederán cuerdamente si se atienen a la antigua definición de las alucinaciones (teofanía) 11 y de la locura, definición formulada hace unos 2.000 años por Platón, Virgilio, Hipócrates, Galeno y las escuelas médicas y teológicas de la antigüedad. Existen dos clases de locura: una producida por el cuerpo, y la otra enviada por los Dioses. Cuando hace diez años aproximadamente fue escrita la obra Isis sin Velo, el objeto más importante que en ella nos proponíamos, era la demostración de los puntos siguientes: (a) la realidad de lo Oculto en la naturaleza; (b) su completo conocimiento por parte de ciertos hombres que ejercen dominio sobre tales ramas; (c) que difícilmente existe en nuestros días ciencia o arte alguno que no haya sido mencionado en los Vedas; y (d) que infinidad de cosas ignoradas por nosotros, los modernos sabios del siglo XIX, especialmente los misterios de la naturaleza, in abscondito, como los llamaban los alquimistas, eran conocidos por los arios del periodo anterior al Mahâbhârata. Nueva prueba de ello se nos está dando ahora. Algunas de las investigaciones recientes llevadas a cabo en Francia por sabios especialistas (?) respecto a la confusión

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Véase el Diccionario de términos médicos.

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Comunicación con los Dioses.

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que hacen sus neurópatas y psicomaníacos entre el color y el sonido, las impresiones musicales y las impresiones del color, ofrecen una nueva corroboración de lo afirmado. Por primera vez, en Austria, el Dr. Newbamer, en el año 1873, se ocupó en este fenómeno especial. Después empezó a ser objeto de serias investigaciones, en Alemania, por Blaver y Lepmann; en Italia, por Vellardi, Bareggi y unos cuantos más; y por fin, muy recientemente, en Francia, por el Dr. Pedronneau. Sin embargo, los datos más interesantes acerca de los fenómenos del color–sonido, pueden hallarse en La Nature (núm. 626, 1885, pág. 406, et seq.), en un artículo de A. de Rochat, quien los experimentó con un caballero a quien da el nombre de Mr. N. R. He aquí un breve, resumen de su experimento. N.R. es un hombre que cuenta 57 años aproximadamente; abogado de profesión, vive en uno de los faubourgs de Paris, gran aficionado a las ciencias naturales, que ha estudiado muy seriamente, amante de la música, si bien no es músico, gran viajero y lingüista notable. Jamás había leído N. R. cosa alguna tocante al fenómeno peculiar de que algunas personas asocien el sonido con el color, y al que él mismo estaba sujeto desde su niñez. Cualquier clase de sonido le sugería siempre la impresión de los colores. Así la articulación de las vocales producía en su cerebro los resultados siguientes: La letra A, le parecía rojo oscuro; la E, blanco; la I, negro; la O, amarillo; la U, azul. Las vocales dobles Ai, color castaño; Ei, blanco gris; Eu, azul claro; Oi, amarillo sucio; Ou, amarillento. Casi todas las consonantes tenían un tinte gris oscuro, mientras que una vocal, o una vocal doble formando una sílaba con una consonante, daba a esta última su propio color. Así, ba, ca, da, eran de color gris encarnado; bi, ci, di, color de ceniza; bo, co, do, gris amarillo y así sucesivamente. Cuando la S terminaba una palabra y se pronunciaba con silbido como en español los campos comunicaba a la sílaba que la precede un brillo metálico. De este modo el color de la palabra dependía del color de las letras que la componían, de manera que para N.R. el lenguaje humano aparecía en la forma de muchas cintas de colores o veteadas que saliesen de las bocas de las personas, cuyos colores estaban determinados por aquellas vocales que en las frases se hallaban separadas unas de otras por las rayas grises de las consonantes. A su vez los idiomas tenían un color común según las letras que en cada uno predominasen. Por ejemplo, el alemán que abunda en consonantes, le formaba en su conjunto la impresión de un musgo de color gris oscuro; el francés le aparecía como un gris muy mezclado de blanco; el inglés le parecía casi negro; el español tenía muchos colores, dominando el amarillo y el carmín; el italiano era amarillo, confundiéndose con carmín y negro, pero con tintas más armoniosas y delicadas que el español. Una voz de tonos profundos hacía en N.R. la impresión de un color encarnado oscuro que gradualmente pasaba al de chocolate, mientras que una voz aguda y sonora le sugería el color azul; y una que estuviese entre estos dos extremos, cambiaba inmediatamente estos colores en amarillo muy claro.

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Los sonidos de los instrumentos tenían también sus distintos colores especiales: el plano y la flauta le sugerían tintas azuladas; el violín negras, y la guitarra gris plateado, etc. Los nombres de las notas musicales pronunciadas en alta voz, influían a N.R. del mismo modo que las palabras. Los colores de una voz que cantara con acompañamiento, dependían de la voz y de su compás y altura y del instrumento que se tocase. Lo mismo le sucedía con los números que se pronunciaban; pero cuando se leían mentalmente, le reflejaban el color de la tinta con que estaban escritos o impresos. Por tanto, la forma no tiene nada que ver con estos fenómenos de colores. Estas impresiones no tenían generalmente lugar fuera de él, sino que funcionaban, por decirlo así, en su cerebro; por otro lado vemos a otros sensitivos que presentan fenómenos mucho más curiosos que los de N.R. Además del interesante capítulo de Galton sobre el asunto en sus Investigaciones de las Facultades y Desarrollos humanos, encontramos en el London Medical Record, a un sensitivo que describe de este modo sus impresiones: “Tan pronto como oigo los sonidos de una guitarra, veo cuerdas vibrantes envueltas en vapores de colores.” El piano le produce el mismo efecto: “imágenes de colores comienzan a flotar sobre las teclas”. Uno de los pacientes del Dr. Pedronneau en París12, recibe siempre la impresión de los colores fuera de sí mismo. “Siempre que oigo –dice– un coro compuesto de varias voces, siento un gran número de puntos de color flotando sobre las cabezas de los cantantes. Los siento, pues mis ojos no reciben ninguna impresión definida; sin embargo, me veo obligado a mirarlos, y al examinarlos me siento perplejo, porque no puedo encontrar estos puntos de brillantes colores en donde los miro, o más bien donde los siento”. Hay otros sensitivos que sienten de una manera inversa, y en quienes los colores evocan inmediatamente los sonidos; y otros hay en quienes se produce un fenómeno triple por medio de un sentido especial que genera otros dos. Hay sensitivo que no puede oír una charanga sin sentir un gusto de cobre mientras toca, a la vez que ve nubes de color dorado oscuro. La ciencia investiga tales manifestaciones, reconoce su realidad y… es impotente para explicarlas. “Neurosis e histerismo,” es la única contestación que se obtiene, y las “alucinaciones caninas” de los académicos franceses mencionados en Isis sin Velo, permanecen válidas hasta hoy como una explicación o disolvente universal de toda esta clase de fenómenos. Pero, con todo, es muy natural que la ciencia no pueda explicarse este fenómeno de luz y sonido, puesto que la misma teoría de la luz no ha sido absolutamente comprobada ni completa hasta el presente. Continúen, pues, nuestros adversarios científicos algún tiempo más jugando a la gallina ciega con los fenómenos, sin ningún otro fundamento a que agarrarse que su 12

Annales d´Ocultistique, Nov. y Dic. 1892. Journal de Médecine de l´Ouest, 40 trimestre 1882.

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eterna hipótesis fisiológica. No está quizás lejano el tiempo en que se vean obligados a cambiar de táctica o confesarse derrotados hasta por fenómenos tan elementales como los descritos. Pero digan y hagan los fisiólogos lo que quieran, y cualesquiera que sean sus explicaciones científicas y sus hipótesis y conclusiones en el presente o en el futuro, el fenómeno moderno está ejecutando su vuelta cíclica hacia su verdadera explicación, a los Vedas arcaicos y a otros libros sagrados del Oriente. Pues es fácil demostrar que los arios védicos estaban por completo familiarizados con todos estos misterios del sonido y del color. Las correlaciones mentales del sentido del sonido y el de la vista eran un hecho tan común en su tiempo, como lo es en el nuestro el de que un hombre vea, con sus ojos bien abiertos, las cosas objetivas en pleno día. Cualquier estudiante de Ocultismo, el más joven de los chelas que haya empezado a leer esotéricamente sus Vedas, puede sospechar lo que significa el verdadero fenómeno: la vuelta cíclica de los organismos humanos a la forma primitiva que tuvieron durante la tercera y hasta durante la cuarta Raza Raíz, lo que se conoce como períodos antediluvianos. Todo se conjura para probarlo; hasta el estudio de las ciencias exactas, tales como la filología y la mitología comparada. Desde los más remotos días de la antigüedad, desde los mismos albores de las grandiosas civilizaciones de aquellas razas que precedieron a nuestra Quinta Raza, y cuyos vestigios yacen en el fondo de los mares, era conocido el hecho de que se trata. Lo que ahora se considera como un fenómeno anormal, era, según toda probabilidad, el estado normal de la humanidad antediluviana. Estas no son vanas palabras, pues he aquí dos pruebas entre otras muchas. A consecuencia de los abundantes datos recogidos por las investigaciones lingüísticas, los filólogos comienzan a levantar su voz y a señalar hechos muy significativos aunque no explicados: 1º Todas las palabras que indican manifestaciones y concepciones humanas de la luz y del sonido, se ve que se derivan de los mismos fundamentos 13. 2º La Mitología demuestra a su vez la ley evidente –cuya uniformidad excluye la posibilidad de lo casual– que indujo a los antiguos simbologistas a representar a todos sus dioses del sol y deidades radiantes –tales como el Alba, el Sol o Aurora, Febo, Apolo, etc.– relacionados, ya de un modo ya de otro, con la música y el canto –con el sonido, en una palabra– y asociados con la brillantez y los colores14. Si esto no es todavía más que una deducción, existe una prueba aun mejor en los Vedas; pues en ellos los conceptos de las palabras sonido y luz, oír y ver están siempre asociados. En el Himno X, 71, verso 4º, leemos: “Aunque uno mire no ve el discurso, y otro que ve no lo oye.” También en el verso 7º, en el cual se presenta a una partida de amigos rivalizando en el canto, se les caracteriza con los dos epítetos, seguidos el uno del otro: Akshavanta y Karnavanta, o “uno dotado con ojos” y “uno dotado con oídos”. 13

Woyvodsky. Introduction á la Mythologie de l'Odysèe.

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Essay on the Bacchic Cults of the Indo–Eropean Nations.

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Esto último es natural: el cantante tiene un buen oído para la música, y el epíteto es comprensible en vista de la emulación musical. ¿Pero qué sentido puede tener en este caso el Akshavanta con su buena vista, a menos que haya en ello una relación y un significado que no están explicados porque probablemente el himno se refiere a días en que la vista y el oído eran términos sinónimos? Por otro lado, un filósofo, un orientalista en ciernes15, nos dice que la raíz sánscrita verbal Arc se usa para dar dos significados: (a) cantar y (b) brillar para lanzar rayos de luz. Los sustantivos rc y arka, derivados de la raíz Arc, se usan para significar primero canto, himno, y segundo brillo, rayo, sol… En el concepto de los antiguos, un discurso podía verse… así se explica. ¿Qué es lo que dice a esto la Doctrina Secreta, este verdadero disolvente universal de todas las dificultades científicas y de todos los problemas insolubles? Nos envía al capítulo de la Evolución de las Razas, en donde el hombre primitivo está presentado en su evolución especial, avanzando en el plano físico por medio del desarrollo de un sentido en cada raza (de las cuales hay siete) durante la Cuarta Ronda, en este Globo16. El lenguaje humano, como nosotros lo conocemos, comenzó en la Raza Raíz que precedió a la nuestra, la Cuarta o Atlante. En la Tercera Raza Raíz fue desarrollándose la vista como sentido físico, (no nos olvidemos que ya estaban desarrollados el tacto y el oído correspondientes a la Primera y Segunda Razas) mientras que los otros cuatro permanecieron en estado latente como sentidos físicos, aunque completamente desarrollados como facultades espirituales. El lenguaje se asoció con la vista, o en otras palabras, la gente se entendía entre sí y hablaba con sólo la ayuda de la vista y del tacto. “El sonido se ve antes de ser oído” –dice el libro de Kiu–ti–, el relámpago precede al trueno. Según pasaron las edades, la humanidad cayó con cada nueva generación más y más abajo en la materia; lo físico ahogando lo espiritual. Pero estamos en la Quinta Raza y hemos pasado ya el punto de vuelta del ciclo de nuestra sub–raza. Según lo prueban los actuales fenómenos y el incremento de los organismos sensitivos en nuestra época, esta humanidad está avanzando rápidamente en la senda que conduce a la espiritualidad pura y llegará al apogeo (de nuestra Raza) al final de la séptima sub–raza. Y es así, que la última mitad de nuestra Raza ha comenzado ya a recibir una vez más la sombra protectora de la renaciente espiritualidad primordial, la cual al final de la Séptima Ronda habrá casi eclipsado nuestra presente mentalidad, en el sentido de la fría razón humana. Según este principio, como se demuestra y explica de un modo completo en la Doctrina Secreta, la Humanidad civilizada comenzará pronto a mostrarse –aunque menos racional en el plano mundano– más bien como Deva que como mono según somos en la actualidad y por cierto en el grado más doloroso. Concluiré con la observación de que, puesto que nuestras propensiones naturales, que son todavía iguales a las del mono, nos hacen temer, individual y colectivamente, el ser lanzados por la opinión pública fuera de aquella región en que todos los cuerpos 15

Profesor Ovseniko Koulikovsky, el autor de Essay on Bacchic Cults.

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Véase Budhismo Esotérico, y la Doctrina Secreta, para las Rondas, Períodos del mundo y Sub–razas.

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menores gravitan hacia la lumbrera de nuestro sistema solar social –la ciencia y su autoridad–; algo tiene que hacerse para remediar tal desastre. Me propongo, por tanto, demostrar en mi próximo artículo que como estamos todavía sólo en la quinta sub–raza de la Quinta Raza, y como ninguno de nosotros vivirá para ver la Séptima –sucediendo las cosas de un modo normal– haremos bien en no fundar nuestras esperanzas en la ciencia, ya sea ortodoxa o semi–herética. Los hombres de ciencia no pueden impedir al mundo que comprenda la causa racional del fenómeno, el cual durante algún tiempo más en este ciclo, les será imposible explicar ni aun para sí mismos. No pueden comprenderla ni explicarla mejor que cualquier otro que no haya estudiado Ocultismo y las leyes ocultas que gobiernan la Naturaleza y dirigen la Humanidad. Los hombres de ciencia son impotentes en este caso, y es injusto acusarles de mala fe, ni tan siquiera de falta de voluntad, como se ha hecho a menudo. Su facultad discursiva (tomada en este caso en el sentido de intelectualidad y no de razón) no les permitirá nunca dirigir su atención al estudio oculto. Por lo tanto, es inútil exigir o esperar de los sabios de nuestra época aquello que son absolutamente incapaces de hacer por nosotros, hasta que el próximo ciclo cambie y transforme completamente su naturaleza interna por medio del mejoramiento de la estructura de sus mentes espirituales. Ya se ha demostrado que ni las facultades de medicina ni las corporaciones científicas de físicos han podido explicar nunca el primum mobile o rationale del fenómeno más sencillo, fuera de las causas puramente fisiológicas, y que, a menos que llamen en su ayuda al Ocultismo, tendrán que morder el polvo, antes de que el siglo XX haya avanzado mucho. Esto parecerá una afirmación temeraria. Sin embargo, está plenamente justificada por la de ciertas celebridades médicas: de que no es posible ningún fenómeno fuera del radio de las causas puramente fisiológicas y físicas. Esta declaración la debieran volver por pasiva y decir que, no es posible ninguna investigación definitiva bajo los aspectos de sólo las causas fisiológicas y físicas. Esto sería correcto. Pudieran añadir que, como hombres de ciencias exactas, no podían emplear otros medios de investigación, y por tanto, habiendo llegado con sus experimentos hasta ciertos límites, tenían que desistir y declarar su tarea terminada, debiendo entonces los fenómenos ser trasladados a la especulación de los trascendentalistas y filósofos. Si hubiesen hablado con esta sinceridad, nadie hubiera tenido el derecho de decir que no habían cumplido con su deber; pues habrían hecho todo lo que podían, dadas las circunstancias, y, como se demostrará pronto, no podían hacer más. Pero actualmente los médicos neurópatas no hacen sino poner trabas al progreso del verdadero conocimiento psicológico. A menos que exista un intersticio, por pequeño que sea, que dé paso a un rayo del Yo Superior del hombre, para expulsar de su inteligencia la oscuridad de las concepciones puramente materiales, y reemplazarla por la luz de un plano de existencia, por completo desconocido de los sentidos ordinarios, no podrá ser terminada su tarea satisfactoriamente. Y como para que tales casos anormales puedan ser claramente comprendidos por nuestros sentidos físicos, a la vez que por los espirituales, en otras palabras, hacerse objetivos deben tener siempre sus causas generadoras compenetrando las dos esferas o planos de existencia, esto es, el físico y el espiritual, es 12

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natural que el materialista sólo pueda distinguir aquellos que conoce, permaneciendo ciego para los demás. El ejemplo siguiente aclarará esto para el lector inteligente. Cuando hablamos de la luz, del calor, del sonido, etc., ¿qué es lo que queremos significar? Cada uno de estos fenómenos naturales existe per se, pero para nosotros no tienen realidad independiente de nuestros sentidos, y existe sólo en aquel grado que es perceptible al sentido que corresponde con él. Sin ser nada ciegos ni sordos, hay algunos hombres que están dotados de mucha menos vista y oído que los demás; y es un hecho muy conocido que nuestros sentidos, lo mismo que nuestros músculos, pueden ser desarrollados y educados por medio del ejercicio y del método. Es muy antiguo el axioma de que el sol necesita de un ojo para manifestar su luz; y aunque la energía solar existe desde la primera ondulación de nuestro Manvantara y existirá hasta el primer hálito de muerte del Pralaya, sin embargo, si cierta porción de esa energía no excitara en nosotros aquellas modificaciones que llamamos percepción de la luz, la obscuridad absoluta reinaría en el Kosmos, y negaríamos la misma existencia del sol. La ciencia hace una distinción entre la energía del calor y la de la luz; pero la misma ciencia nos enseña que la criatura o ser en quien las acciones externas correspondientes causasen una modificación homogénea, no podría encontrar diferencia entre el calor y la luz. Por otro lado, aquella criatura o ser en quien los rayos obscuros del espectro solar causasen las modificaciones que en nosotros producen los rayos brillantes, vería luz allí donde nosotros no vemos nada absolutamente. Mr. A. Buderof, profesor de química y científico eminente, nos da muchos ejemplos de estos fenómenos. Cita las observaciones hechas por Sir John Lubbock sobre el sentido del color en las hormigas. Este distinguido hombre de ciencia descubrió que las hormigas no dejan que sus huevos permanezcan bajo la acción de la luz, y que los transportan inmediatamente de los lugares en que da el sol a un sitio oscuro, pero que cuando un rayo de luz roja es dirigido sobre estos huevos (larvas), las hormigas no los tocan, como si estuviesen en completa obscuridad; colocan sus huevos lo mismo bajo la acción de la luz roja que en la obscuridad más completa. La primera no existe para ellas, pues no la ven, es para ellas obscuridad. La impresión que les hacen los rayos brillantes es muy débil, principalmente aquellos que se aproximan al rojo, los anaranjados y amarillos. Por el contrario, son muy impresionables a los rayos blancos, a los azul–oscuro y a los de color violeta. Cuando se alumbran sus nidos en parte con rayos de este color y en parte con rojos, transportan inmediatamente los huevos del campo de los primeros a los del segundo. Por lo tanto, para las hormigas es el rayo de color de violeta el más brillante de todos los del espectro solar, y por tanto, también, su sentido del color es completamente opuesto al del hombre. Este contraste resulta todavía más pronunciado en otro hecho. Además de los rayos de luz, el espectro solar contiene, como todos saben, los llamados rayos de calor (infrarrojos), y los químicos (ultravioletas). Sin embargo, no vemos ni los unos ni los 13

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otros, y a ambos los llamamos rayos oscuros, mientras que las hormigas los perciben claramente; pues tan pronto como se ponen sus huevos bajo la acción de aquellos rayos, la hormiga los transporta de aquel campo, que para nosotros es oscuro, al alumbrado por el rayo rojo, y, por tanto, el rayo químico es para ellas de color de violeta. Por esta razón, dice el profesor mencionado: “Debido a semejante peculiaridad, los objetos que ven las hormigas, deben de ser para ellas muy diferentes de lo que a nosotros nos parecen. Estos insectos es evidente que encuentran en la naturaleza tonos y colores, de los cuales no tenemos ni podemos tener la menor idea. Admítase por un momento la existencia en la naturaleza de objetos tales, que absorbiesen todos los rayos del espectro solar, y que sólo esparciesen los rayos químicos, y tendríamos que estos objetos serían invisibles para nosotros, mientras que las hormigas los percibirían perfectamente”.

Ahora que el lector se imagine por un momento lo siguiente: que exista una posibilidad dentro de las facultades del hombre, con la ayuda de las Ciencias Secretas, primero; de preparar un objeto (llámese talismán si se quiere), el cual, deteniendo por un período más o menos largo los rayos del espectro solar sobre un punto dado, haga que el manipulador sea invisible para todos, colocándose y manteniéndose dentro del radio de los rayos químicos u oscuros; y segundo; lo inverso, esto es, poder distinguir en la naturaleza, con la ayuda de estos rayos obscuros, lo que el común de los hombres, que no poseen semejante talismán, no pueden ver con sus ojos naturales. Esto, por lo que respecta a los hombres de ciencia, puede ser una simple suposición o una declaración muy seria, pues puesto que no protestan sino de lo que se dice sobrenatural, por encima o fuera de su naturaleza, no tienen el derecho de oponerse a la aceptación de lo suprasensible, si se demuestra dentro de los límites del mundo de los sentidos. Lo mismo sucede con la acústica. Observaciones numerosas han demostrado que las hormigas son completamente sordas a los sonidos que nosotros oímos; pero ésta no es una razón para suponer que son efectivamente sordas. Todo lo contrario; pues apoyándose en sus observaciones, el mismo hombre de ciencia cree necesario aceptar que las hormigas oyen sonidos, pero que no son los perceptibles para nosotros. Todos los órganos del oído son sensibles a las vibraciones de una frecuencia dada; pero en caso de seres diferentes, esta frecuencia puede fácilmente no coincidir. Y no sólo sucede esto en el caso de seres completamente distintos de nosotros los hombres, sino también en el de los mortales cuya organización es peculiar –o anormal según la llaman– bien sea por naturaleza, o bien por medio de prácticas especiales17. Nuestro oído ordinario, por ejemplo, es insensible a vibraciones que pasen de 38.000 por segundo; mientras que el órgano auditivo, no sólo de las hormigas, sino de algunos hombres que conocen la manera de defender el tímpano de todo perjuicio y el de producir ciertas correlaciones en el éter, puede ser muy sensible a vibraciones que 17

En Isis sin Velo se demuestra el caso de los naturales de Cachemira, particularmente de las muchachas que trabajan los chales. Perciben 300 tonos de color más que los europeos.

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excedan en mucho a las 38.000 por segundo, y de este modo, un órgano auditivo semejante –anormal solamente para la limitación de la ciencia exacta– puede, naturalmente, permitir a su poseedor, ya sea hormiga u hombre, gozar de sonidos y melodías de la naturaleza, de las cuales no se tiene idea con el tímpano ordinario. “Allí donde para nuestros sentidos reina un silencio de muerte, miles de sonidos de los más variados y mágicos pueden estar halagando el oído de las hormigas” dice el profesor ButIerof18 citando a Lubbock: “y estos pequeños e inteligentes insectos podrían, por lo tanto, considerarnos como sordos con el mismo derecho que nosotros los consideramos completamente incapaces de gozar de la música de la naturaleza, sólo porque son insensibles al estampido de un cañón, a los gritos y silbidos humanos, etc.”

Los ejemplos mencionados demuestran suficientemente que el conocimiento que tiene el hombre de ciencia de la naturaleza es incapaz de coincidir de un modo absoluto y completo con todo lo que existe y puede encontrarse en ella. Aun sin pasar a otras esferas y planetas diferentes, y manteniéndonos estrictamente dentro de los límites de nuestro globo, es evidente que existen en él miles y miles de cosas no vistas, ni oídas, ni palpadas por los sentidos ordinarios en el hombre. Pero admitamos sólo en gracia del argumento, que pueda haber –completamente aparte de lo sobrenatural– una ciencia que enseñe a los mortales lo que pudiera llamarse química y física suprasensibles, más claro, Alquimia, y la metafísica de la naturaleza concreta, no abstracta, y toda dificultad desaparecería. Pues como arguye el profesor mencionado: “Si vemos luz allí donde otro ser está sumergido en la obscuridad, y no vemos nada donde él siente la acción de las oleadas luminosas; si oímos una clase de sonidos y permanecemos sordos a otros, –oídos, sin embargo, por un pequeñísimo insecto– ¿no es claro como la luz del día que no es la naturaleza en su primitiva desnudez, por decirlo así, la que está sujeta a nuestra ciencia y a su análisis, sino tan sólo aquellas modificaciones, sentimientos y percepciones que en nosotros despierta? Sólo de acuerdo con estas modificaciones es como podemos deducir nuestras conclusiones sobre las cosas externas y sobre las acciones de la naturaleza, creándonos de este modo la imagen del mundo que nos rodea. Lo mismo sucede respecto de cada ser finito; todos juzgan por lo externo, sólo por las modificaciones que crean en él las apariencias.” Y éste, creemos, es el caso de los materialistas: pueden juzgar los fenómenos físicos solamente por su aspecto externo, y no surge ni podrá jamás surgir en él modificación alguna que abra su vista interna a los aspectos espirituales de aquéllos. A pesar de la gran autoridad de los eminentes hombres de ciencia, que, convencidos de la realidad de los fenómenos llamados espiritistas, se han hecho espiritistas; a pesar de que –igualmente que los profesores Wallace, Hare, Zöllner, Wagner y Butlerof– han expuesto sobre el asunto todos los argumentos que sus grandes conocimientos podían sugerirles, sus adversarios los han vencido hasta el presente. Algunos de éstos no niegan el hecho de los fenómenos, pero sostienen que el punto principal de la gran discusión 18

Cartas Científicas.

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entre los trascendentalistas del espiritismo y los materialistas, es sencillamente la naturaleza de la fuerza operadora, el primum mobile, o el poder que opera. Insisten en el punto principal siguiente: que los espiritistas no pueden probar que este agente proviene de los espíritus inteligentes de seres humanos fallecidos, de una manera que satisfaga las exigencias de las ciencias exactas o las del público incrédulo. Y considerado el asunto bajo este aspecto, su posición es inexpugnable. El lector teósofo comprenderá fácilmente que importa poco que la negación sea para el título de espíritus, puro y simple, o para cualquier otro ser inteligente, ya sea humano, sobre–humano o sub–humano, o para tan siquiera una fuerza, si de todos modos ha de ser desconocida y rechazada a priori por la ciencia; puesto que precisamente se pretende limitar tales manifestaciones sólo a aquellas fuerzas que están dentro del dominio de las ciencias naturales. En una palabra, se rechaza en absoluto la posibilidad de que se demuestre matemáticamente que tales fenómenos sean lo que los espiritistas pretenden que son, y se insiste en que ya han sido explicados. Es, pues, evidente, por lo tanto, que el teósofo, o más bien el ocultista, tiene que encontrarse en una posición aun mucho más difícil que la de los mismos espiritistas, respecto a la ciencia moderna. Pues no es el fenómeno per se lo que la mayoría de los hombres de ciencia combaten, sino la naturaleza del agente que se dice que obra; y si en el caso de los fenómenos espiritistas, éstos tienen solamente a los materialistas en su contra, no sucede lo mismo en el nuestro. La teoría de los espíritus tiene que combatir tan sólo contra los que no creen en la supervivencia del Alma humana. El Ocultismo tiene en su contra toda la legión de las Academias, porque, poniendo en segundo término, ya que no los deseche por completo, a toda clase de espíritus, sean buenos, malos o indiferentes, tiene el atrevimiento de negar varios de los dogmas científicos más vitales, y en este caso, tanto los idealistas como los materialistas científicos, se sienten igualmente indignados, pues unos y otros, por muy en desacuerdo que se hallen entre sí en sus opiniones personales, sirven, sin embargo, bajo una misma bandera. No hay más que una ciencia, aun cuando haya dos escuelas distintas, la idealista y la materialista, y ambas son igualmente consideradas como autoritarias y ortodoxas en cuestiones científicas. Pocos hay entre nosotros que, habiendo pensado en esto y habiéndose penetrado de su importancia, deseen obtener una opinión científica sobre el Ocultismo. La ciencia, a menos de reformar por completo sus moldes, no puede tomar parte en las enseñanzas ocultas. Siempre que los fenómenos ocultos se investiguen bajo el plan de los métodos científicos modernos, resultarán muchísimo más difíciles de explicar que los puramente espiritistas. Se trata ahora, después de seguir durante diez años los argumentos de muchos sabios adversarios nuestros que han combatido en pro y en contra del fenómeno, de presentar la cuestión de una manera exacta ante los teósofos. Ellos decidirán, después de leer hasta el fin lo que tengo que decir, y juzgando por sí mismos, si nos queda alguna esperanza de obtener en el campo científico, si no una ayuda eficaz, por lo menos una atención imparcial en favor de las Ciencias Ocultas aun siquiera de aquellos de sus 16

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miembros cuya vista interna les ha obligado a aceptar la realidad del fenómeno mediumnístico. Esto es natural. Sean lo que fueren, son hombres de la ciencia moderna antes que espiritistas; y si no todos, por lo menos algunos de ellos, preferirían renunciar a sus relaciones con los médiums y a sus creencias en espíritus, antes que a los grandes dogmas de la ciencia exacta ortodoxa. Y no serían pocos a los que tendrían que renunciar, si se hicieran ocultistas y se aproximasen al vestíbulo del MISTERIO con un espíritu justo de investigación. Estas son las dificultades que existen en el fondo de los últimos inconvenientes19 surgidos en el campo de la Teosofía; y no estarán fuera de lugar unas cuantas palabras sobre el particular, tanto más, cuanto que toda la cuestión se reduce a una pequeñez. Los teósofos que no son ocultistas, no pueden ayudar a los investigadores, aun prescindiendo de los hombres de ciencia. Los que son ocultistas trabajan dentro de ciertas líneas que no se atreven a traspasar; su boca está cerrada, sus explicaciones y demostraciones son limitadas. ¿Qué pueden, pues, hacer? La ciencia nunca se dará por satisfecha con una explicación a medias. Saber, osar, querer y permanecer silencioso, es un lema kabalista tan conocido, que el repetirlo aquí puede quizás parecer superfluo; pero, sin embargo, conviene recordarlo. Tal como están las cosas, o hemos dicho demasiado o muy poco; yo me temo mucho lo primero. Si es así, lo hemos expiado; pues hemos sido los primeros en sufrir por haber dicho demasiado. Aun este poco nos hubiera ocasionado disgustos mucho más serios un cuarto de siglo antes. La ciencia –quiero decir la ciencia occidental– tiene que proceder por métodos completamente definidos. Se vanagloria de sus poderes de observación, de inducción, de análisis y de inferencia. Cuando quiera que se presenta a su investigación un fenómeno de naturaleza anormal, tiene que analizarlo hasta su mismo fondo, o abandonarlo. Y al hacer esto, no puede, como hemos demostrado, proceder por otro camino que por el de los métodos inductivos, basados por completo en la evidencia de los sentidos físicos. Si éstos, ayudados por la penetración científica, no resultan eficaces, los investigadores recurren a la policía del país, la cual emplean sin escrúpulo, como ha sucedido en los casos históricos de Loudun, Salem, Wilchcraft, Morzine, etc.; la Sociedad Real acude a los policeman, y la Academia Francesa a sus mouchards; todos los cuales proceden, por descontado, con sus métodos policíacos, a ayudar a la ciencia en sus apuros. Se escogen dos o tres casos de un carácter en extremo sospechoso, por supuesto en el plano externo, y los restantes se declaran sin importancia, como contagiados por los que se eligieron. Las aseveraciones de los testigos presénciales se rechazan, y se aceptan como inatacables, las de las personas predispuestas en contra, que hablan de oídas. Que el lector ojee los veinte variados volúmenes en que están consignadas las obras de Mirville y de Mousseau y que abarcan más de un siglo de forzosa investigación por la ciencia sobre varios fenómenos, y estará en condiciones de 19

Este artículo fue escrito en 1886. N. del T.

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poder juzgar mejor los procedimientos que seguían en tales casos los hombres científicos, entre los que se contaban a menudo personas muy respetables. ¿Qué puede, pues, esperarse, ni aun siquiera de la escuela científica idealista, cuyos miembros están en tan escasa minoría? Son indudablemente hombres estudiosos, y muchos de ellos dispuestos sin ambigüedades a ir al encuentro de la Verdad. Aun cuando no tuviesen predilecciones personales que perder, en el caso de que se les demostrase el error de sus anteriores opiniones, existen, sin embargo, tales dogmas en la ciencia ortodoxa, que ni aun ellos se atreverían nunca a quebrantarlos. Tales son, por ejemplo, sus modernos conceptos axiomáticos sobre la ley de la gravitación y sobre la fuerza, la materia, la luz, etc., etc. Al mismo tiempo debemos tener presente el estado actual de la Humanidad civilizada, y recordar en qué situación se halla la clase ilustrada con relación a cualquier escuela idealista, abstracción hecha de toda cuestión de Ocultismo. A primera vista se ve que las dos terceras partes están a partir un piñón con lo que puede llamarse materialismo práctico grosero. “La ciencia teórica materialista no reconoce nada más que la SUBSTANCIA. La sustancia es su deidad, su único Dios.” Por otro lado se nos dice que el materialismo práctico se ocupa solamente en lo que conduce directa o indirectamente al beneficio personal. “El oro es su ídolo”, observa con exactitud el profesor Butlerof20 (un espiritista que, sin embargo, jamás ha podido aceptar ni aun las más elementales verdades del Ocultismo, porque no puede comprenderlas). “Una masa de materia –añade– es la sustancia muy amada de los materialistas teóricos, la que se transforma en una masa de cieno en las manos inmundas del materialismo ético. Y si los primeros conceden muy poca importancia a los estados internos (psíquicos), que no están perfectamente demostrados por su aspecto externo, el segundo los desprecia por completo. El aspecto espiritual de la vida no tiene significación para el materialismo práctico, estando todo reducido para él a lo externo. La adoración a lo externo tiene su fundamento principal de justificación en los dogmas del materialismo que lo ha legalizado”. Esto da la clave de la situación. Los teósofos, o en todo caso los ocultistas, no tienen pues que esperar nada de la ciencia ni de la sociedad materialistas. Aceptado tal estado de cosas para la rutina diaria de la vida –aun cuando lo que concierne a las más altas aspiraciones de la humanidad no vivirá según creemos mucho tiempo más– ¿qué podemos nosotros hacer sino mirar hacia adelante con la esperanza de un porvenir mejor? Mientras tanto, no debemos desanimarnos nunca, pues si el materialismo que ha despoblado el cielo y los elementos y ha preferido hacer del Kosmos ilimitado una tumba lóbrega y estrecha, en lugar de una mansión eterna, rehúsa toda relación con nosotros, no podemos hacer otra cosa más que abandonarlo a sí mismo.

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Cartas Científicas.

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Por desgracia esto no es eficaz. Nadie habla tanto como los materialistas, de la exactitud de las observaciones científicas, del debido uso de los sentidos y de la razón completamente libre de todo prejuicio. No obstante, tan pronto como se reclama el mismo derecho en favor del fenómeno, por alguno que lo ha investigado con este mismo espíritu de imparcialidad y de justicia, su testimonio deja de tener valor. “Sin embargo; si semejante número de inteligencias científicas”, dice el profesor Butlerof, “acostumbradas por años de práctica a la más minuciosa observación y determinación, atestiguan ciertos hechos, entonces hay una improbabilidad prima facie de que se equivoquen todos”. “Pero se han equivocado y de la manera más ridícula”, contestan sus adversarios, y esta vez estamos de acuerdo con ellos. Esto nos hace recordar un antiguo axioma de la Filosofía Esotérica: “nada que no exista en alguna parte, ya sea en el Cosmos visible o en el invisible, puede ser producido artificialmente, ni tan siquiera por el pensamiento humano.” “¿Qué teoría es esa?”, exclamó un teósofo discutidor cuando la oyó pronunciar. “Suponed que pienso en una torre viviente con habitantes y que tenga una cabeza humana, y que se acerque a mí y me hable, ¿puede haber tal cosa en el Universo?” “O loros empollados en almendras”, exclamó otro escéptico. “¿Por qué no?” fue la contestación; por supuesto no en esta tierra. ¿Pero cómo podemos saber que no hay tales seres como el que usted describe –cuerpos como torres con cabezas humanas– en algún otro planeta? La imaginación no es otra cosa más que la memoria de nacimientos anteriores, nos dice Pitágoras. Usted mismo ha podido ser ese hombre torre sin saberlo, conteniendo habitaciones en las cuales encontrase abrigo su familia, como los pequeñuelos del canguro. En cuanto a los loros empollados en almendras, nadie puede jurar que no haya habido tal cosa en la Naturaleza, en los tiempos remotos, cuando la evolución produjo monstruos mucho más extraordinarios. Un pájaro saliendo del fruto de un árbol, es quizás una de aquellas innumerables palabras de la Naturaleza, proferidas por la evolución en edades tan remotas, que los últimos susurros de sus ecos se perdieron en el fragor del Diluvio. “El mineral se convierte en planta, la planta en animal y el animal en hombre”, etcétera, dicen los kabalistas. Y ya que hablamos del testimonio de los sentidos y de la confianza en ellos, diremos que hasta los más elevados hombre s de ciencia han sido inducidos, no sólo a decir tales cosas, sino a enseñarlas como hechos científicos –a lo que parece–. “¿Cuándo sucedió eso?” –preguntó el incrédulo.– “No hace tanto tiempo, después de todo; unos doscientos ochenta años, y en Inglaterra.” La extraña creencia de que había una especie de ave marina que se empollaba en un fruto, no se limitaba a fines del mismo siglo XVI, tan sólo a los habitantes de las ciudades marítimas. Hubo un tiempo en que la mayoría de los hombres de ciencia creían firmemente que era un hecho, y por tanto lo enseñaban como tal. Ciertos árboles que crecen a orillas del mar –una especie de magnolia– con sus ramas generalmente sumergidas en el agua, tenían frutos, según se aseguraba, que se transformaban gradualmente por la acción del agua salada en una

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especie de formación crustácea de la cual salía, a su debido tiempo, un ave marina viva, conocida en la antigua Historia Natural como el ganso–bernicla. Algunos materialistas aceptan la cosa como un hecho innegable. Lo observaron e investigaron por algunos años, y “el descubrimiento fue aceptado y aprobado por las más grandes autoridades de la época, y publicado bajo los auspicios de una sociedad científica.” Uno de estos creyentes en el ganso–bernicla era John Gerard, botánico que notificó al mundo el asombroso fenómeno en una obra erudita publicada en 1596. Describe aquél y lo declara un hecho por el testimonio de sus propios sentidos. “El mismo lo vio, dice, tocó el fruto–huevo día tras día”, observó personalmente su crecimiento y desarrollo, y tuvo la suerte de presenciar el nacimiento de un ave de esta especie. Vio primeramente las patas del pollo saliendo de la cáscara rota, y después todo el cuerpo del pequeño ganso–bernicla que comenzó en seguida a nadar21. Tan convencido estaba el botánico de la verdad del fenómeno, que termina su descripción invitando a los que dudasen de la verdad de lo que él había visto, a venir a verle a él, John Gerard, y entonces haría que fuesen testigos presénciales de todo el proceso de formación. Roberto Murray, otro sabio inglés, y una autoridad en su época, afirma la verdad de la transformación que él también presenció personalmente22. Otros hombres de ciencia, contemporáneos de Gerard y Murray, como Funck, Aldrovandi, y muchos otros, participaban de esta convicción23 . Así, pues, ¿qué os parece este ganso–bernicla? Ahora bien: yo lo llamaría mejor ganso Gerard–Murray. Y no hay motivo para reírse de los errores de aquellos científicos nacientes. Antes de doscientos años tendrán nuestros descendientes motivos mucho mayores para burlarse de las presentes generaciones de M.S.R.24 y de sus partidarios. Sin embargo, el adversario del fenómeno que cita el caso del ganso–bernicla tiene mucha razón en este punto; sólo que este ejemplo tiene, por supuesto, dos filos, y cuando uno lo presenta como prueba de que hasta las autoridades científicas que creen en el espiritismo y en los fenómenos, pueden haberse equivocado burdamente con toda su observación y práctica científica, se puede volver el arma, usándola de otro modo: como una evidencia, con la misma fuerza, de que ningún ingenio ni medio alguno científico, puede probar que un fenómeno, sea fraude y credulidad cuando el testigo presencial que lo vio lo conoce, por lo menos, como un hecho. Esto sólo prueba que, hasta el testimonio de los sentidos científicos más prácticos y el de los poderes de observación más desarrollados, pueden fallar como los de cualquier mortal, principalmente en los casos en que se quiere refutar el fenómeno. 21

De las Cartas Científicas. Cartas XXIV. Contra el Testimonio Científico en la cuestión del fenómeno.

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Habla de esta transformación en las siguientes palabras traducidas del latín: En cada concha (o cáscara) que yo abría después de la transformación de los frutos de las ramas en cáscaras, encontraba la pintura exacta m miniatura del ave marina: un pequeño pico como el de un ganso, y ojos muy marcados; la cabeza, el cuello, el pecho, las alas y las patas ya formadas, con plumas de color oscuro muy marcadas en la cola, etc., etc. 23 Es evidente que esta idea estaba muy generalizada en la última mitad del siglo XVII, puesto que encontró un lugar en Hundibras, que era un exacto reflejo de las opiniones de la época. 24

Miembros de la Sociedad Real (Académicos) inglesa. N. del T.

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Hasta la misma observación colectiva no tendría valor cuando se trata de un fenómeno de un plano de existencia, llamado por algunos hombres de ciencia (de una manera impropia en su caso), la cuarta dimensión del espacio; y cuando a otros que lo investigan les falta el sexto sentido para comprenderlo. En una discusión literaria que tuvo lugar hace algunos años, entre dos profesores eminentes, se dijo mucho sobre esta famosa cuarta dimensión. Uno de ellos decía a sus lectores que a la vez que sólo aceptaba la posibilidad de las ciencias naturales terrestres, esto es, la ciencia directa o inductiva, “o la investigación exacta de sólo aquellos fenómenos que tienen lugar en nuestras condiciones terrestres de espacio y de tiempo”, nunca se permitiría pasar por alto las posibilidades del futuro. “Recordaré a mis colegas, –añade el profesor espiritista– que nuestras deducciones de lo que se ha adquirido ya por medio de la investigación, tienen que ir mucho más allá que nuestros sentidos de percepción. Los Emites del conocimiento sensible tienen que estar sujetos a una ampliación constante, y más todavía los de la deducción. ¿Quién se atrevería a marcar los límites del futuro?… existiendo en un espacio de tres dimensiones, sólo podemos dirigir nuestras investigaciones y hacer nuestras observaciones sobre lo que tiene lugar en estas tres dimensiones. Pero, ¿puede esto impedirnos creer en un espacio de más elevadas dimensiones, y construir una geometría correspondiente?… Dejando, por ahora, a un lado la realidad de un espacio con cuarta dimensión, podemos, sin embargo… seguir adelante observando por si se encontrase un fenómeno que sólo pudiese explicarse por la hipótesis de la cuarta dimensión.” En otras palabras: “debemos asegurarnos de si algo que pertenezca a las regiones de la cuarta dimensión, puede manifestarse en nuestro mundo de tres dimensiones… puede reflejarse en él.” El Ocultista contestaría que nuestros sentidos no sólo pueden penetrar en el mundo de la cuarta dimensión, sino también en el de la quinta y la sexta, pero que tienen que espiritualizarse lo suficiente para ello, siendo solamente nuestro sentido interno el que puede convertirse en el médium de esta transmisión. Así como la proyección de un objeto que existe en un espacio de tres dimensiones puede hacerse aparecer en la superficie plana de una pantalla de sólo dos dimensiones, del mismo modo los seres y cosas de cuatro dimensiones pueden ser reflejados en nuestro mundo de materia grosera de tres dimensiones. Pero como se necesitaría un físico muy hábil para hacer creer a su auditorio que las cosas, “reales como la vida,” que viese en esta pantalla, no eran sombras, sino realidades, asimismo sería necesario uno más sabio que cualquiera de nosotros, para persuadir a un hombre de ciencia –no hablemos de muchos– que lo que él ve reflejado en nuestra pantalla de tres dimensiones, puede ser a veces, y bajo ciertas condiciones, un verdadero fenómeno reflejado y producido por poderes de cuarta dimensión para su particular diversión y al objeto de convencerle. “Nada es tan falso en apariencia como la verdad desnuda” –es un adagio Kabalista–: “la verdad es a menudo más extraordinaria que la ficción” –es un axioma bien conocido. Se necesita ser algo más que un hombre de ciencia moderna para demostrar una posibilidad tal como la de la mutua relación entre los dos mundos –el visible y el invisible–. Se necesita una inteligencia altamente espiritual o sumamente 21

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impresionable para descifrar y distinguir intuitivamente lo verdadero de lo falso, la pantalla natural de la artificial. Sin embargo, nuestra época es reaccionaria y está incrustada en el mismo fin de la barahúnda cíclica, o lo que queda de ella, y esto explica la afluencia de los fenómenos así como la ceguera de cierta gente. ¿Qué contesta la ciencia materialista a la teoría idealista de un espacio de cuatro dimensiones? “¡Cómo! –exclama–; ¿se quiere que nosotros, mientras estemos circunscritos dentro del infranqueable círculo de un espacio de tres dimensiones, pensemos siquiera en un espacio de dimensiones superiores? Pero ¿cómo es posible que se crea en una cosa de la cual el pensamiento humano no puede imaginarse nunca ni aun el bosquejo más confuso? Se necesitaría un ser muy diferente del hombre; estar dotado de un organismo físico completamente distinto; en un palabra: no ser un hombre, para poderse representar en el pensamiento un espacio de cuatro dimensiones, una cosa que sea ancha, larga, de espesor y… ¿qué más?” Ciertamente; “¿qué más?”: Pues ninguno de los hombres de ciencia que abogan por él, quizás tan sólo porque son espiritistas y desean explicar el fenómeno por medio de este espacio, parece saberlo. ¿Es el paso de la materia por medio de la materia? Entonces, ¿por qué insisten en que es un espacio cuando es simplemente otro plano de existencia? Al menos esto es lo que debe significarse con ello, si es que significa algo. Nosotros los ocultistas decimos y sostenemos que si se necesita un nombre para satisfacer los conceptos materiales de los hombres en nuestro plano inferior, que lo llamen por su nombre indo Mahas, (o Mahaloka), el cuarto mundo del septenario superior que corresponde a Rasatala, el cuarto de la cadena septenaria de mundos inferiores; –los catorce mundos que “surgieron de los elementos quintuplicados”– pues estos dos mundos rodean, por decirlo así, nuestro presente mundo de la Cuarta Ronda. Cualquier indo comprenderá lo que esto significa. Mahas es un mundo superior, o más bien un plano de existencia; lo mismo que aquel plano a que pertenece la hormiga, de que hemos hablado, es quizás uno de los inferiores de las cadenas septenarias inferiores. Y si lo llamaran así, tendrían razón. A decir verdad, se habla de este espacio de cuatro dimensiones como si fuera una localidad; una esfera en lugar de ser lo que es –un estado de ser completamente distinto–. Desde que fue resucitado en la mente de las gentes por el profesor Zöllner, ha acarreado confusiones sin fin. ¿Cómo sucedió? Pues por medio de un análisis matemático abstruso; un hombre de ciencia, de mente espiritual, llegó a la conclusión de que nuestro concepto del espacio puede no ser infalible, ni tampoco está probado de un modo absoluto, que además de nuestros cálculos de un espacio de tres dimensiones sea matemáticamente imposible que haya espacios de mayores o menores dimensiones en el Universo. Pero, según lo expresó muy bien un escéptico: “la confesión de la existencia posible de espacios de dimensiones diferentes al nuestro, no nos proporciona (a los grandes matemáticos) el menor concepto de lo que son verdaderamente tales dimensiones. El aceptar un espacio superior de cuatro dimensiones, es lo mismo que aceptar el infinito; semejante aceptación no nos ayuda en lo más mínimo a imaginarnos

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lo que puede ser…; todo lo que sabemos de esos espacios superiores, es que no tienen nada de común con nuestro concepto de espacio.” (Cartas Científicas). Nuestro concepto significa, por supuesto, el concepto de la ciencia materialista, dejando de este modo ancho margen para otras mentes menos científicas, aunque más espirituales. Para demostrar la completa imposibilidad de conseguir que una mente materialista compruebe, o siquiera conciba de la manera más remota y hasta confusa, la presencia, en nuestro mundo de tres dimensiones, de otros planos de ser superiores, puedo citar algo de las interesantísimas objeciones de uno de los dos sabios contrincantes25 mencionados, respecto a este espacio. Pregunta: “¿Es posible que se de como explicación de ciertos fenómenos, la acción de un factor semejante, del cual nada sabemos de cierto, y de cuya naturaleza y facultades somos ignorantes?” Quizás exista quien sepa algo; quien no sea tan ignorante. Si se acudiese a un ocultista diría: No; pues la ciencia física exacta tendría que rechazar su misma manera de ser, tendría que hacerse metafísica. No se puede analizar tales fenómenos, ni por tanto, explicarlos por medio de datos biológicos, ni siquiera fisiológicos. Sin embargo, pudiera hacerse inductivamente, como sucede, por ejemplo, con la Gravitación, de la cual no sabéis más que sus efectos en cuanto son observados en nuestra tierra de tres dimensiones.” Además, se dice por los defensores de la teoría: 1º, que vivimos incondicionalmente en nuestro espacio de tres dimensiones; “quizás (incondicionalmente) por lo mismo que no podemos comprender otro, y que somos en absoluto incapaces, debido a nuestro organismo, de comprenderlo de otro modo que con las tres dimensiones.” 2º, En otras palabras. “Ni siquiera nuestro espacio de tres dimensiones es algo que exista independientemente, sino que sólo representa el producto de nuestro entendimiento y de nuestros conceptos.” A la primera declaración, el Ocultismo contesta que, aquellos “que son incapaces de comprender ningún otro espacio que el de tres dimensiones, harán bien en no ocuparse de los demás”. Pero no es “debido a nuestro organismo (humano),” sino sólo a la organización intelectual de los que no pueden concebir ningún otro; a organismos sin desarrollo espiritual, ni tan siquiera mental, en la debida dirección. A la segunda declaración contestaría, que el impugnador está completamente equivocado en la primera parte de su sentencia, así como está por completo en lo firme en la última. Pues aun cuando la cuarta dimensión –si debemos llamarla así– no existe más independiente de nuestros conceptos y sentidos que nuestro imaginado espacio de tres dimensiones, ni como localidad; sin embargo, es y existe para los seres evolucionados y nacidos en él 25

Cartas Cientificas. Publicadas en Nowye Vremya. San Petersburgo, 1883.

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como “producto de su entendimiento y de sus conceptos.” La naturaleza nunca traza líneas de demarcación demasiado rigurosas; jamás construye barreras infranqueables, y sus vacíos sin puentes existen tan sólo en los conceptos limitados de ciertos naturalistas. Los dos (y más) espacios o planos de ser están lo suficientemente compenetrados para permitir la comunicación entre aquellos de sus respectivos habitantes, que son capaces de concebir igualmente un plano superior que uno inferior. Puede haber seres anfibios intelectuales, como hay anfibios terrestres. El impugnador del plano de cuatro dimensiones se queja de que la sección de altas matemáticas, conocida actualmente como Metamatemáticas o Metageometría, ha sido maltratada y citada erróneamente por los espiritistas, que “se asieron a ella como a un áncora de salvación”. Sus argumentos son, por lo menos, muy curiosos: “En lugar de probar la verdad de sus fenómenos mediumnísticos –dice– se han dedicado a explicarlos bajo la hipótesis de una cuarta dimensión. Si vemos la mano de una Katie King que desaparece en un espacio desconocido, pues cuarta dimensión. Obtenemos nudos en una cuerda cuyos dos extremos están atados y sellados, otra vez la cuarta dimensión. Desde este punto de vista se considera al espacio como algo objetivo. Se cree que realmente hay en la naturaleza espacios de tres, de cuatro y de cinco dimensiones. Pero entonces, por medio del análisis matemático, podríamos llegar de este modo a una serie interminable de espacios. No hay más que figurarse lo que sería de la ciencia exacta, si para explicar los fenómenos, se recurriese a tales espacios hipotéticos. Si uno fallaba, podríamos evocar otro, y si no otro aún más superior, y así sucesivamente”. ¡Oh, pobre Kant! Y, sin embargo, se nos dice que uno de sus principios fundamentales era “que nuestro espacio de tres dimensiones no era absoluto; y que hasta con respecto a axiomas tales como los de la Geometría de Euclides, nuestros conocimientos y ciencias sólo pueden ser relativamente exactos y reales”. Pero, ¿por qué debe creerse que la ciencia está en peligro, sólo porque los espiritistas traten de explicar sus fenómenos en aquel plano? ¿Y de qué otra manera pueden explicar lo que es inexplicable, si lo tratamos de analizar por los conceptos de las tres dimensiones de la ciencia terrestre, si no es por el de las cuatro dimensiones? Ningún hombre cuerdo trataría de explicar el Daimon de Sócrates por la forma de la nariz del gran sabio, o de atribuir la inspiración de Luz de Asia al gorro de Mr. Ed. Amold. ¿Qué sería decir, a verdad, de la ciencia, si se dejasen explicar los fenómenos por dicha hipótesis? Nada peor, suponemos, que lo que le sucedió después que la Sociedad Real aceptó la moderna teoría de la Luz por la hipótesis de un Eter universal. El éter no es menos el producto de nuestro entendimiento que lo es el espacio. Y si el uno pudo aceptarse ¿por qué rechazar el otro? ¿Es porque el primero puede ser materializado en nuestro concepto, o más bien tenía que serlo, puesto que no podía evitarse; y porque el otro siendo inútil como hipótesis al objeto de la ciencia exacta, no se encuentra tan avanzado? Por lo que respecta a los ocultistas, están en completo acuerdo con los hombres de ciencia estrictamente ortodoxos, cuando a la oferta hecha de “experimentar y observar 24

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si podrían ocurrir fenómenos en nuestro mundo de tres dimensiones, sólo explicables por la hipótesis de un espacio de cuatro dimensiones”, contestan lo siguiente: “Bien. Suponiendo que la observación y el experimento den una contestación satisfactoria sobre la existencia real de un espacio superior de cuatro dimensiones, o nos resuelvan un dilema insoluble por donde quiera que lo consideremos; ¿cómo pueden la observación y los experimentos humanos, posibles tan sólo incondicionalmente dentro de los límites de un espacio de tres dimensiones, servirnos como punto de partida para el reconocimiento de fenómenos que sólo pueden explicarse, admitiendo la existencia de un espacio de cuatro dimensiones?” Estas objeciones son muy justas, por lo que creemos; y los espiritistas serían los únicos que saldrían perdiendo, si probasen alguna vez la existencia de tal espacio o su intervención en sus fenómenos; pues he aquí lo que sucederla: Tan pronto se demostrase, digamos, que un anillo pasa por medio de la carne y emigra del brazo del médium al del investigador que tiene cogidas las manos del primero, y también que se trajesen flores y otras cosas materiales a través de las paredes o de las puertas cerradas, y que por lo tanto, la materia puede, por efecto de ciertas condiciones excepcionales, pasar por medio de la materia; tan pronto se persuadiese del hecho la colectividad de los hombres de ciencia, toda la teoría de la acción espiritual y de la intervención inteligente se vendría abajo. El espacio de tres dimensiones no sería tocado, pues el paso de un sólido por medio de otro no tiene nada que ver con las dimensiones metageométricas, sino que la materia sería probablemente dotada por las sabias corporaciones con una facultad más, y las opiniones materialistas ganarían fuerza con ello. ¿Estaría por eso el mundo más avanzado en la solución del misterio psíquico? ¿Estarían las nobles aspiraciones humanas hacia el conocimiento de la verdad de la existencia espiritual, en aquellos planos del ser que se están confundiendo ahora con el espacio de cuatro dimensiones, más cerca de una solución, porque la ciencia exacta admita como una ley física la acción de pasar un hombre deliberadamente a través del cuerpo de otro hombre o a través de una pared de piedra? Las Ciencias Ocultas nos enseñan que al fin de la Cuarta Raza la materia que evoluciona, progresa y cambia, –lo mismo que lo hacemos nosotros, a la vez que los demás reinos de la Naturaleza– adquiere un cuarto sentido como igualmente adquirirá uno más en cada nueva Raza. Por lo tanto, no hay nada que pueda sorprender a un ocultista poseído de la idea de que el mundo físico esté desarrollándose y adquiriendo nuevas facultades; una simple modificación de la materia, nueva –a lo que parece para la ciencia– y tan incomprensible como lo era al principio el poder del vapor, de la electricidad, del sonido… Pero lo que le parece sorprendente es el estancamiento espiritual del mundo intelectual y de los más elevados conocimientos exotéricos. Sin embargo, nadie puede impedir ni precipitar el más pequeño progreso del ciclo. Pero quizás tenía razón el viejo Tácito al decir: “La Verdad se establece por medio de la investigación y de la tardanza; lo falso prospera por la precipitación. “ Vivimos en la

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época del vapor y de una loca actividad, y la Verdad apenas puede esperar ser conocida en este siglo. El Ocultista espera y se somete a su tiempo.

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¿TIENEN ALMA LOS ANIMALES?

¿TIENEN ALMA LOS ANIMALES?

“Continuamente empapada de sangre toda la Tierra, es sólo un inmenso altar sobre el cual todo cuanto vive tiene que ser inmolado sin cesar”. Compte joseph de Maistre (Soirées, I, II, 35)

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on muchas las anticuadas supersticiones religiosas del Oriente de las que con frecuencia se burlan las naciones occidentales en su ignorancia; pero ninguna causa tanta risa, y es tan despreciada en la práctica, como el gran respeto que los orientales sienten hacia la vida animal. Los comedores de carne no pueden simpatizar con los que se abstienen por completo de ella. Los europeos somos bárbaros civilizados, con sólo unos pocos millares de años entre nosotros y nuestros antepasados habitantes de las cavernas, que chupaban la sangre y el tuétano sin cocer. Por lo tanto, es natural que los que tan poca importancia dan a la vida humana en sus frecuentes y a menudo inicuas guerras, desprecien por completo las agonías mortales de la creación bruta, y sacrifiquen diariamente millones de vidas inocentes e inofensivas; y si bien somos demasiado epicúreos para devorar tajadas de tigre o chuletas de cocodrilo, no han de faltarnos ni tiernos corderos ni faisanes de plumaje dorado. Todo esto es solamente lo que corresponde a nuestra época de cañones Krupp y de vivisecciones científicas. Y no es cosa que deba causar gran maravilla el que el duro europeo se burle del dulce indo, el cual se estremece ante la mera idea de matar una vaca, o que se niegue a simpatizar con el budista y el jaina en su respeto por la vida de todas las criaturas sensibles, desde el elefante al mosquito. Pero, si el comer carne se ha convertido en una necesidad vital, o sea la defensa del tirano entre las naciones occidentales; si es necesario que en cada ciudad, pueblo y aldea del mundo civilizado, una multitud de víctimas sea diariamente sacrificada en templos dedicados a la deidad denunciada por San Pablo y adorada por hombres cuyo Dios es su vientre; si todo esto y mucho más no puede ser evitado en nuestra Edad de Hierro, ¿quién puede presentar la misma excusa en favor del sacrificio de animales por deporte? La pesca y la caza, las más fascinantes de todas las diversiones de la vida civilizada, son, ciertamente, las más censurables desde el punto de vista de la Filosofía 2

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Oculta; las más pecaminosas a los ojos de los fieles pertenecientes a aquellos sistemas religiosos que son producto directo de la Doctrina Esotérica: el brahmanismo y el budismo ¿Está acaso fuera de toda razón el que los seguidores de estas dos religiones, las más antiguas que hoy existen, consideren al mundo animal, desde el enorme cuadrúpedo hasta el insecto infinitamente pequeño, como hermanos más jóvenes por ridícula que la idea parezca a un europeo? Este punto será considerado debidamente más adelante. Sin embargo, por exagerada que la cosa pueda parecer, cierto es que pocos de nosotros somos capaces de representarnos, sin estremecernos, las escenas que tienen lugar todas las mañanas a primera hora en los innumerables mataderos del mundo que llaman civilizado y aun aquellas que tienen lugar durante la época de la caza. No ha despertado todavía el primer rayo de sol a la naturaleza dormida, cuando en todas partes se preparan miríadas de hecatombes para saludar al astro del día. jamás regocijó al Moloch pagano el grito de agonía de sus víctimas tanto como el lastimero gemido que en todos los países cristianos suena a manera de prolongado himno de sufrimiento a través de la Naturaleza entera, todos los días desde la mañana hasta la tarde. En la antigua Esparta, de cuyos austeros ciudadanos ninguno era por cierto insensible a los delicados sentimientos del corazón humano, un muchacho, convicto de atormentar a un animal por diversión, fue condenado a muerte, por ser su naturaleza demasiado vil para que se le permitiese la vida. Mas en la civilización europea, que progresa rápidamente en todo, salvo en virtudes cristianas, la fuerza es hoy día sinónimo del derecho. La costumbre, por completo inútil y cruel, de cazar por mera diversión aves y animales de todas especies, en ninguna parte es llevada a efecto con más fervor que en la protestante Inglaterra, en donde las misericordiosas enseñanzas de Cristo han ablandado escasamente los corazones humanos más de lo que lo estaban en los días de Nemrod, el poderoso cazador del Señor. La Ética Cristiana se halla tan trastornada, en razón de la propia conveniencia, por silogismos paradójicos como la de los paganos. A la que escribe estas líneas le dijo un día un cazador que desde el momento en que “ni un gorrión cae al suelo sin la voluntad del Padre, el que mata por diversión un centenar de gorriones, cumple cien veces la voluntad de su Padre”(!). Desdichada y dura es la suerte de los pobres animales, convertida en fatalidad implacable por la mano del hombre. El Alma racional del ser humano parece nacida para convertirse en asesina del alma irracional del animal; en el pleno sentido de la palabra, desde el momento en que la doctrina Cristiana enseña que el alma de los animales muere con su cuerpo, ¿no tiene acaso la leyenda de Caín y Abel una doble significación? Contémplese aquella otra desgracia de nuestra época culta: las científicas casas de matanza, llamadas salas de vivisección. Entrese en París en alguna de ellas y véase a Paul Bert, o a algún otro de esos hombres, tan justamente llamados los sabios carniceros del Instituto, ocupados en su horrible obra. Sólo tengo que traducir la enérgica descripción de un testigo ocular, de uno que ha estudiado por completo el modus operandi de aquellos ejecutores, un autor francés bien conocido:

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“La vivisección –dice –es una especialidad en la cual la tortura, científicamente economizada por nuestros académicos carniceros, es aplicada durante días, semanas y hasta meses enteros a las fibras de una misma víctima. Se emplean todas y cada una de las variedades de armas; se verifican análisis ante un auditorio sin piedad; se divide el trabajo todas las mañanas entre diez aprendices a la vez, de los cuales uno trabaja en el Ojo, otro en la pierna, el tercero en el cerebro, un cuarto sobre el tuétano; sus manos inexpertas han logrado, sin embargo, hacia la noche, después de un día de duro trabajo, poner al descubierto la totalidad de la carroña viviente que se les ha ordenado cincelar; la cual, por la tarde, es cuidadosamente guardada en la cueva, con objeto de que a las primeras horas de la mañana siguiente pueda trabajarse de nuevo sobre ella, con tal que le haya quedado a la víctima tan sólo un soplo de sensibilidad y de vida. Sabemos que los comisionados de la ley Grammont han tratado de rebelarse contra esta abominación; pero París se ha mostrado más inexorable que Londres y Glasgow”. Y sin embargo estos caballeros se jactan del gran objeto que se proponen, y de los grandes secretos descubiertos por ellos. “¡Horror y embustes! –exclama el mismo autor –En materia de secretos, excepto unas pocas localizaciones de facultades y de movimientos cerebrales, sólo conocemos un secreto que de derecho les pertenezca: el secreto de la tortura prolongada, al lado de la cual la terrible ley de autofagia, los horrores de las guerras, las alegres matanzas de la caza y los sufrimientos del animal bajo el cuchillo del carnicero, vienen a ser nada ¡Gloria a nuestros hombres de ciencia! Ellos han sobrepujado a todas las anteriores formas de tortura, y son ahora y seguirán siendo de un modo absoluto e incontestable, los reyes de la angustia artificial y de la desesperación”1. La razón invocada para despedazar, matar y hasta para torturar legalmente a los animales, como se hace en la vivisección, es un versículo o dos de la Biblia; y su mal digerida significación, desfigurada por el llamado escolasticismo, representado por Tomás de Aquino. Hasta el mismo De Mirville, el ardiente defensor de los derechos de la iglesia, llama a semejantes textos: “Bíblicas tolerancias, arrancadas por fuerza a Dios, después del Diluvio, como muchas otras, y basadas en la decadencia de nuestra fuerza”. Sea como quiera, semejantes textos se encuentran grandemente contradichos por otros en la misma Biblia. El comedor de carne, el cazador y hasta el vivisector, si es que entre estos últimos hay quien crea en una creación especial y en la Biblia, citan generalmente para su Justificación aquel versículo del Génesis, en el cual Dios da al dual Adán “dominio sobre peces, aves, ganados y sobre todas las cosas vivientes que se mueven sobre la Tierra” (Cap. I, v. 28); de aquí, según lo entienden los cristianos, el poder de vida y muerte sobre todos los animales en el globo. A esto, los brahmanes y budistas, mucho más filosóficos, pueden contestar: “No es así. La evolución comienza a formar humanidades futuras en el seno de los planos inferiores de la existencia. Por lo tanto, matando a un animal, aunque sea un insecto, detenemos el progreso de una entidad hacia su meta final en la Naturaleza: el HOMBRE”. Y el que esté versado en la Filosofía Oculta dirá Amén. Añadiendo a esto, que no solamente se retarda la evolución de 1

E. de Mirville. De la Resurrection et du Miracle.

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aquella entidad, sino que además se detiene la de la próxima y más perfecta raza humana que debe surgir en lo futuro. ¿Quién de los dos contrarios tiene razón? ¿Cuál de ellos es más lógico? La contestación depende principalmente, por supuesto, de las creencias personales del tercero, escogido para decidir la cuestión. Si cree en una así llamada, creación especial, entonces, en contestación a la franca pregunta de “¿por qué debe el homicidio ser considerado como el crimen más horrible contra Dios y la Naturaleza, y el asesinato de millones de criaturas vivientes mirado meramente como una diversión?” responderá: “Porque el hombre es creado conforme a la propia imagen de Dios, y mira hacia arriba, hacia su Creador, y al lugar de su nacimiento: el cielo (os homini sublime dedit). Al paso que la mirada del animal está fija en el lugar de su nacimiento, hacia abajo, en la Tierra”. Porque Dios ha dicho: “Produzca la Tierra las criaturas vivientes según su naturaleza, ganado y cosas que se arrastran, y bestias de la Tierra, según su naturaleza”. (Génesis, I, 24). Y además, porque el hombre se halla dotado de un Alma inmortal, y el mudo bruto no goza de inmortalidad alguna, ni siquiera de una corta supervivencia después de la muerte. Ahora bien, a esto podría contestar cualquiera que raciocine sin sofismas, que si la Biblia es para nosotros la autoridad en esta materia, no hay razón alguna para que se asigne al hombre como lugar de nacimiento el cielo y no se haga así con la última de las cosas que se arrastran; pues, por el contrario, encontramos en el Génesis que si Dios creó “al hombre” y “le” bendijo (Cap. I, v. 27–28), también creó “grandes ballenas”, y “las bendijo”, (21–22). Además, “el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (11, 7), y el polvo es con toda seguridad, tierra pulverizada. Salomón, el rey y orador, es indudablemente una autoridad, y por todo el mundo es cosa corriente, que fue el más sabio de todos los sabios bíblicos; el cual sienta una serie de verdades en el Eclesiastés (Cap. III) que deberían haber zanjado de una vez todas las disputas acerca del asunto. “Los hijos de los hombres… con hacer ver que son parecidos a las bestias” (v. 18)… “pues como el hombre muere, así mueren ellas (las bestias)… y el hombre, después del pecado, no tiene ninguna exención sobre la bestia” (v. 19)… “y todo va a parar a un mismo lugar… y en tierra igualmente o polvo vuelven a parar” (v. 20)… “¿Quién ha visto si el alma de los hijos de Adán sube hacia arriba y el alma de los brutos cae hacia abajo? (v. 21) ¡En verdad, quién es el que sabe! De todos modos, no es la ciencia ni “escuela teológica” alguna”. Si el objeto de estas líneas fuera predicar vegetarianismo, apoyándose en la autoridad de la Biblia o de los Vedas, sería el hacerlo una tarea muy fácil. Porque es completamente cierto que Dios dio al dual Adán, “el macho–hembra” del Cap. I del Génesis (el cual tiene muy poco que ver con nuestro débil antecesor del Cap. II), “dominio sobre toda cosa viviente”; sin embargo, en ninguna parte encontramos que el Señor Dios haya mandado a aquel Adán ni al otro devorar a la creación animal o destruirla por pasatiempo. Todo lo contrario: porque indicando el reino vegetal y el “fruto de un árbol produciendo semilla”, Dios dice muy claramente: “a vosotros (hombres) aquello servirá para alimento” (I, 29). 5

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Tan viva era la percepción de esta verdad entre los cristianos primitivos, que durante los primeros siglos, jamás tocaban la carne. En Octavio, Tertuliano escribe a Minucio Félix: “A nosotros no se nos permite ni presenciar, ni aun siquiera oir el relato de un homicidio; nosotros, los cristianos, que rehusamos probar platos en los cuales pueda haber sido mezclada sangre animal”. Pero no se trata de predicar vegetarianismo, sino de defender simplemente los derechos animales, intentando demostrar la falacia de despreciar estos derechos fundándose en la autoridad bíblica. Además, el discutir con aquellos que razonan apoyándose en interpretaciones erróneas sería por completo inútil. El que desecha la doctrina de la evolución encontrará siempre su camino lleno de dificultades; por lo tanto, jamás querrá admitir que está mucho más conforme con los hechos y con la lógica el considerar al hombre físico como el reconocido modelo de los animales, y al Ego espiritual que le anima como un principio intermedio entre el alma del animal y la Divinidad. En vano sería decirle que a menos de que acepte no sólo los versos citados para su justificación, sino también la Biblia entera, explicada a la luz de la Filosofía Esotérica –la cual reconcilia todas las contradicciones y absurdos aparentes de aquélla– jamás obtendrá la clave de la Verdad; pues no querrá creer en ella. Sin embargo, la Biblia toda rebosa caridad para con los hombres y compasión y amor hacia los animales. El texto original hebreo del capítulo XXIV del Levítico está lleno de ello. Los versículos 17 y 18, según están traducidos en la Biblia, dicen: “Y el que mate un animal ha de restituirlo, animal por animal”; el original dice: “vida por vida”, o más bien “alma por alma”, nephesh tachat nephesh 2. Y si el rigor de la ley no llegaba hasta el punto de matar, como en Esparta, el alma de un hombre, por el alma de un animal, sin embargo, se imponía al culpable un severo castigo. Pero esto no era todo. En el Éxodo (Cap. XX, 10 y Cap. XXIII, 12 y siguientes), el reposo durante el día del sábado se extendía al ganado y a todo otro animal: “El séptimo día es el sábado… no harás ningún trabajo, ni tú ni tu ganado; y el año sabático dejarás al campo descansar y permanecer tranquilo… para que tu buey y tu asno puedan reposar”3 –Mandato que, si algo significa, demuestra que hasta la creación bruta no estaba excluida por los antiguos hebreos de una participación en el culto de su deidad, y que era colocada en muchas ocasiones a la par del hombre mismo. La cuestión depende por completo de la idea errónea de que Alma –nephesh –es enteramente distinta de Espíritu –ruach–. Y sin embargo, claramente sentado está que Dios sopló en las narices (del hombre) el aliento de Vida, y el hombre vino a ser un Alma viviente –nephesh– ni más ni menos que un animal, porque el alma de un animal es también llamada nephesh. El Alma se convierte en Espíritu por desenvolvimiento, siendo ambos los peldaños inferior y superior de una misma escala, cuya base es el ALMA UNIVERSAL o Espíritu.

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Compárese también la diferencia entre la traducción de los mismos versículos en la Vulgata, y en los textos de Lutero y de Witte.

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Éxodo, XX, 11-12.

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Esta afirmación sorprenderá a las buenas gentes que, aun queriendo mucho a sus gatos y perros, están todavía demasiado apegados a las enseñanzas de sus respectivas iglesias, para que puedan admitir semejante herejía. “¡El alma irracional de un perro o de una rana, divina e inmortal como lo son nuestras almas!”, exclamarán a buen seguro. Pero así son. Y no es la humilde escritora del presente artículo quien lo dice; es uno que para todo buen cristiano debe ser una autoridad; es aquel rey de predicadores, es San Pablo. Nuestros adversarios, que con tanta indignación se niegan a oír los argumentos de la ciencia moderna o de la esotérica, quizás prestarán un oído más benévolo a lo que su propio santo y apóstol dice sobre la materia. Y la verdadera interpretación de sus palabras será dada también no por un teósofo, ni por enemigo alguno, sino por un cristiano tan bueno y piadoso como cualquiera; en una palabra, por otro santo, Juan Crisóstomo, el que explicó y comentó las epístolas paulinas, y el que es tenido en la mayor reverencia por los teólogos de ambas iglesias, la Católica Romana y la Protestante. Los cristianos han visto ya que la ciencia experimental no está de su parte; pueden todavía recibir una sorpresa mucho más desagradable al encontrarse con que ningún indo podría abogar con más ardor en pro de la vida animal de lo que lo hacía San Pablo al escribir a los Romanos. Los indos, a decir verdad, piden compasión para el mundo de los brutos, únicamente por razón de la doctrina de la transmigración, y por consiguiente, por la identidad del principio o elemento que a ambos, al hombre y al bruto, anima. San Pablo va más allá: muestra al animal “esperando y viviendo en la expectación de la misma liberación de los lazos de la corrupción”, corno cualquier buen cristiano. Las expresiones precisas del gran apóstol y filósofo serán citadas más adelante en el presente trabajo, y se demostrará su verdadero sentido. El hecho de que tantos intérpretes, Padres de la Iglesia y escolásticos hayan procurado eludir la verdadera significación de las palabras de San Pablo, no prueba nada en contra de su sentido íntimo, sino más bien contra la sinceridad de los teólogos, cuya inconsecuencia será demostrada con tal motivo; a pesar de lo cual, habrá quien defienda sus proposiciones, por erróneas que sean, hasta . el último extremo. Otros, reconociendo su equivocación primera, ofrecerán al pobre animal, corno Cornelio Lápide, categoría de honorable. Especulando, al tratar de la parte consignada por la Naturaleza a la creación bruta en el gran drama de la vida, dice: “El objeto de todas las criaturas es el servicio del hombre”. De aquí, juntamente con él (su dueño), están esperando su renovación: cum homine renovationem suam expectant 4. El servir al hombre no puede, seguramente, significar el ser atormentados, muertos, inútilmente cazados y maltratados; al paso, es casi innecesario explicar la palabra renovación. Comprenden por ella los cristianos la renovación de los cuerpos después de la segunda venida de Cristo y la limitan al hombre con exclusión de los animales. Los estudiantes de la Doctrina Secreta la explican por la sucesiva renovación y perfección de formas en la escala de la existencia objetiva y subjetiva; y durante una larga serie de transformaciones evolutivas del animal al hombre y hacia arriba…

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Commen. Apocal., cap. V, 137.

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Esto será por supuesto rechazado con indignación por los cristianos. Se nos dirá que no es así como la Biblia les ha sido explicada, y que no puede tener semejante significado. Es inútil insistir acerca de lo mismo. Muchas y tristes en sus resultados han sido las erróneas interpretaciones de lo que la gente ha tenido a bien llamar la “Palabra de Dios”. La sentencia: “Maldito sea Canaán: un siervo de siervos será para sus hermanos” (Génesis, IX, 25) ha dado origen a siglos de miseria e inmerecida angustia para los infelices esclavos negros. El clero de los Estados Unidos fue su más violento enemigo cuando surgió la cuestión antiesclavista, oponiéndose con la Biblia en la mano. Y sin embargo está demostrado que la esclavitud ha sido la causa de la decadencia natural de todos los países. Y la misma orgullosa Roma cayó, como Geyer justamente observa, porque “en el antiguo mundo la mayoría de los hombres eran esclavos”. Pero tan terriblemente imbuidos han estado en todo tiempo los mejores y más inteligentes cristianos de estas erróneas interpretaciones de la Biblia, que hasta uno de sus más grandes poetas, al tiempo que defendía el derecho del hombre a la libertad, no concede participación alguna en la misma al pobre animal. “Dios nos dio sólo a nosotros, sobre el animal, pez y ave, Dominio absoluto. Aquel derecho lo poseemos nosotros Por su donación. Pero al hombre de el hombre No hizo señor. Título tal para sí mismo Reservado, al humano dejó libre del humano.”

dice Milton. Pero como sucede en el caso del crimen, el error debe aparecer, y la incongruencia debe inevitablemente mostrarse siempre que se sostienen conclusiones erróneas, ya en contra, ya en favor de una cuestión preconcebida. Los adversarios del filozoísmo oriental ofrecen así a sus críticos un arma formidable para destruir sus más hábiles argumentos, gracias a tal incongruencia entre premisas y conclusiones, entre los hechos presupuestos y las deducciones sacadas de los mismos. El objeto de este ensayo es lanzar un rayo de luz sobre este asunto tan serio como interesante. Los escritores católico–romanos, al sostener la legitimidad de las muchas resurrecciones milagrosas de animales verificadas por sus santos, han hecho de ellas materia de interminables debates. El “alma de los animales” es, en opinión de Bossuet, “la más difícil y la más importante de todas las cuestiones filosóficas”. Puesta en parangón con la doctrina de la iglesia de que los animales, aunque sin carecer de alma, no la tienen permanente o inmortal, y que el principio que les anima muere con el cuerpo, se hace interesante el averiguar cómo los escolásticos y teólogos de la Iglesia reconcilian esta afirmación con aquella otra de que los animales pueden ser y han sido con frecuencia milagrosamente resucitados. Haciendo ver la inconsecuencia de las interpretaciones escolásticas y teológicas de la Biblia, me propongo en este ensayo, que es sólo una ligera tentativa, –Pues otra cosa 8

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exigiría algunos volúmenes– el convencer a las gentes de la gran criminalidad del hecho de arrebatar la vida a los animales, especialmente en la caza y la vivisección. Y de todos modos, mi objeto es hacer ver que, por absurda que sea la noción de que así el hombre como el bruto pueden ser resucitados después de que el principio de vida se ha escapado del cuerpo para siempre, semejantes resurrecciones, si fuesen ciertas, no serían mas imposibles en el caso de una bestia que en el de un hombre; porque o bien ambos están dotados por la Naturaleza de lo que en términos generales se llama alma, o bien ni uno ni otro poseen semejante cosa.

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II

“¡Qué quimera es el hombre! ¡Qué confuso caos, qué materia de contradicción! ¡Juez declarado de todas las cosas y sin embargo un débil gusano de la tierra! ¡El principal depositario y guardián de la Verdad y sin embargo un mero conjunto de incertidumbres! ¡La gloria y el escándalo del Universo!”. Pascal.

V

eamos ahora cuáles son las opiniones de la iglesia Cristiana respecto a la naturaleza del alma del animal; cómo reconcilia la discrepancia entre la resurrección de un animal y la suposición de que el alma muere con él, y a este propósito daremos noticia de algunos milagros relacionados con animales. Antes de dar el golpe final y decisivo a la doctrina egoísta, que llega al último extremo con las crueles y despiadadas prácticas usadas con los pobres animales, debe enterarse el lector de las primeras dudas de los mismos Padres de la iglesia, por lo que se refiere a la debida interpretación de las palabras de San Pablo, relativas a esta cuestión. Es divertido observar cómo el Karma de los dos defensores más infatigables de la iglesia Latina, Mrs. Des Mousseaux y De Mirville, en cuyas obras se encuentran los pocos milagros aquí citados, les ha conducido a proporcionar las armas empleadas en la actualidad en contra de sus propias opiniones, muy sinceras, pero también muy erróneas.5

Como el gran combate del porvenir debe librarse entre los creacionistas de una parte, o sea los cristianos y todos los que sostengan una creación especial y un dios personal, y los evolucionistas de otra, o sea, los brahmanistas, budistas, librepensadores, y, por fin, los más de los hombres de ciencia, será conveniente hacer una recapitulación de sus posiciones respectivas. 1. El mundo cristiano supone tener derecho sobre la vida animal, fundándose: (a) en los textos bíblicos anteriormente citados, y en las últimas interpretaciones escolásticas; (b)

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Es justo declarar aquí que De Mirville es el primero en reconocer el error de la Iglesia en este particular, y defender la vida animal, hasta el punto en que se atreve a hacerlo.

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en la ausencia de todo lo que se parezca a un alma divina o humana en los animales. El hombre sobrevive a la muerte, el bruto, no. 2. Los evolucionistas orientales, fundando sus deducciones en sus grandes sistemas filosóficos, sostienen que es un atentado contra la obra de la Naturaleza y el progreso el matar a cualquier ser viviente, por las razones indicadas en las páginas precedentes. 3. Los evolucionistas occidentales, armados de los últimos descubrimientos científicos, no oyen ni a cristianos ni a paganos. Algunos hombres de ciencia creen en la evolución, otros no. Unos y otros convienen, sin embargo, en un punto, a saber: que las investigaciones físicas y exactas no dan motivo alguno para presumir que el hombre esté dotado de un Alma inmortal y divina más que un perro. Así es que, mientras los evolucionistas asiáticos se conducen respecto de los animales de una manera consecuente con sus opiniones científicas y religiosas, ni la iglesia ni la escuela científica materialista son lógicas en la aplicación práctica de sus teorías respectivas. La primera, enseñando que cada una de las cosas vivientes es creada sola y especialmente por Dios, como puede serlo cualquier niño, y que se encuentra desde el nacimiento hasta la muerte bajo el ojo vigilante de una sabia y bondadosa Providencia, concede a la creación inferior solamente un alma temporal. La segunda, considerando tanto al hombre como al animal como producción inanimada de algunas, hasta ahora no descubiertas, fuerzas de la Naturaleza, establece, sin embargo, un abismo entre ambos. Un hombre de ciencia, el más determinado materialista, aquel que con la mayor sangre fría procede a ejecutar la vivisección de un animal, se estremecerá ante el pensamiento de mutilar, y no digamos nada de atormentar hasta la muerte, a un semejante suyo. Y tampoco se encuentra entre estos grandes materialistas ninguno que, mostrándose consecuente y lógico consigo mismo, se haya dedicado a definir el verdadero estado moral del animal en esta tierra, y los derechos del hombre sobre él. Citaremos algunos ejemplos para probar los cargos hechos. Dirigiéndonos a inteligencias serias y cultas, debe suponerse que las opiniones de las distintas autoridades aquí aludidas, no son extrañas al lector. Bastará, por lo tanto, hacer breve resumen de algunas de las conclusiones a que han llegado, empezando por los eclesiásticos. Como ya se ha dicho, la Iglesia exige que se crea en los milagros hechos por sus grandes santos. Entre los distintos prodigios verificados escogeremos ahora solamente los que de un modo directo se relacionan con nuestro asunto, a saber: las milagrosas resurrecciones de animales. Ahora bien; el que concede al hombre un Alma inmortal independiente del cuerpo que anima, puede fácilmente creer que por medio de algún milagro divino, puede el alma ser vuelta a llamar y obligada a entrar de nuevo en el tabernáculo que aparentemente abandonara para siempre. Pero ¿cómo podrá aceptar la misma posibilidad en el caso de un animal, desde el momento en que su fe le enseña que el animal no tiene alma ninguna independiente, desde el momento en que le dice que es aniquilada con el cuerpo? Porque durante algunos centenares de años, desde Tomás de Aquino, la iglesia ha enseñado autoritariamente que el alma del bruto muere

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con su organismo ¿Qué es, pues, lo que es atraído de nuevo a la arcilla para reanimarla? En este punto entra el escolasticismo, y tomando en sus manos la dificultad, reconcilia lo irreconciliable. Comienza sentando como premisa, que los milagros de la resurrección de animales son innumerables, y también probados y auténticos como “la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo”6. Los bolandistas citan un sinnúmero de ejemplos. Y el Padre Burigny, un hagiógrafo del siglo XVII, observa placenteramente, con referencia a las avutardas resucitadas por St. Remi: “Se me puede decir, sin duda alguna, que soy un ganso por dar crédito a tales 'cuentos azules'. Contestaré al que se burle diciendo que, si niega este punto, debe también borrar de la vida de San Isidoro de España la afirmación de que resucitó al caballo de su amo; de la biografía de San Nicolás de Tolentino, que devolvió la vida a una perdiz, en lugar de comérsela; de la de San Francisco, que arrebató a los carbones ardientes de un horno, por los cuales se hallaba rodeado, el cuerpo de un cordero, que resucitó inmediatamente; y que hizo también nadar en su salsa a peces cocidos, a los cuales resucitó, etc., etc. Sobretodo, el escéptico tendrá que recusar a más de 100.000 testigos de vista –entre los cuales, por lo menos, hay que considerar a unos pocos con sentido común –por ser unos embusteros o por haber sido engañados”. Una autoridad mucho mayor que la del Padre Burigny, a saber, el Papa Benedicto XIV, corrobora y afirma la evidencia anterior. Además, los nombres de los testigos presenciales de las resurrecciones de San Silvestre, San Francisco de Paula, Severino de Cracovia y de otros muchos, están todos mencionados por los bolandistas. “El (Benedicto XIV) añade únicamente –dice el Cardenal de Ventura que le cita –que como quiera que sea, para que la resurrección merezca el nombre de tal, requiere la idéntica y numérica reproducción de la forma”7, tanto como la del material de la criatura muerta y que como aquella forma (o alma) del bruto es siempre aniquilada con su cuerpo, según la doctrina de Sto. Tomás, Dios, en cada uno de semejantes casos, se ve obligado a crear, con motivo del milagro, una nueva forma para el animal resucitado. De lo que se deduce que el bruto resucitado no era completamente idéntico a lo que había sido antes de su muerte (nonidem omnino esse) 8. Ahora bien: esto presenta un aspecto tan terrible como una de las Mayas de la Magia. Como quiera que sea, aunque la dificultad no se explica en absoluto, se saca en claro lo siguiente: el principio que ha animado al animal durante su vida, y que es llamado alma, se ha disipado después de la muerte del cuerpo; y Dios entonces, con ocasión de un milagro, crea otra alma, una especie de alma informal, como el Papa y el Cardenal nos dicen: un alma que, además es distinta de la del hombre, la cual es una entidad independiente, etérea y eterna. 6

De Beatificatione, etc., por el Papa Benedicto XIV.

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En la filosofía escolástica, la palabra norma se aplica al principio inmaterial que informa o anima al cuerpo.

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De Beatificatione, etc., I, IV, cap. XI, art. 6.

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Además de la objeción natural que surge contra el nombre de milagro aplicado a semejante procedimiento puesto en práctica por un santo (pues es simplemente Dios quien detrás de aquél crea, para su glorificación, un alma enteramente nueva, lo mismo que hace con un nuevo cuerpo) la totalidad de la doctrina tomística es completamente refutable. Porque, como Descartes observa con mucha razón: “Si el alma del animal es tan distinta (por su inmaterialidad) de su cuerpo, será apenas posible dejar de reconocerla como un principio espiritual, y por tanto, un principio inteligente”. No es necesario recordar al lector que Descartes consideraba al animal viviente sólo como un autómata. “Un reloj bien construido, con su cuerda”, según Malebranche. Por lo tanto, el que acepte la teoría cartesiana acerca del animal tiene que admitir al mismo tiempo las opiniones de los materialistas modernos. Porque, desde el momento en que un autómata es capaz de sentimientos tales como el amor, la gratitud, etc., y está dotado sin ningún género de duda de memoria, todos estos atributos deben ser –como el materialismo enseña –propiedades de la materia. Pero si el animal es un autómata, ¿por qué no lo es el hombre? Las ciencias exactas, la anatomía, la fisiología, etc., etc., no encuentran la menor diferencia entre los cuerpos de ambos y ¿quién sabe –pregunta Salomón con justicia –si el Espíritu del hombre ha ido hacia arriba algo más de lo que ha ido el del animal? Así pues, encontramos al metafísico Descartes tan inconsecuente como cualquiera. Pero, ¿qué dice Sto. Tomás a todo esto? Concediendo un alma (ánima) al bruto, y declarándola inmaterial, le niega al mismo tiempo la calificación de espiritual. Porque, dice: “En tal caso implicaría inteligencia, una virtud y una operación especial que está reservada únicamente para el Alma humana”. Mas, como en el IV Concilio de Letrán se decidió que Dios ha creado dos substancias distintas, la corpórea (mundanam) y la espiritual (spiritualem) y que lo que es incorpóreo debe ser necesariamente espiritual, Sto. Tomás tuvo que recurrir a una especie de arreglo que únicamente puede librarse de ser llamado subterfugio por ser un santo el que lo emplea. Y así dice: “Esta alma del bruto no es ni Espíritu, ni cuerpo: es de una naturaleza media”9. Es ésta una aserción muy desdichada, puesto que, en otra parte, Sto. Tomás, dice: “que todas las almas, hasta las de las plantas, tienen la forma substancial de sus cuerpos”. Y si esto es cierto, en cuanto a las plantas, ¿por qué no lo es en lo referente a los animales? No están constituidos ciertamente ni por “Espíritu”, ni por pura materia, sino por aquella esencia a la cual llama Sto. Tomás “una naturaleza media”. Pero, ¿por qué una vez en el camino recto se niega la supervivencia, aun prescindiendo de la inmortalidad? La contradicción es tan flagrante que De Mirville, desesperado, exclamaba: “¡Aquí nos encontramos en presencia de tres substancias en lugar de dos, según decretó el Concilio Lateratiense!”, y procede en seguida a contradecir, en todo lo que Se atreve, al Angélico Doctor. El gran Bossuet, en su Traité de la Connaissance de Dieu et de soi même, analiza el sistema de Descartes y lo compara con el de Sto. Tomás. Nadie puede criticarle por 9

Citado por el Cardenal de Ventura en su Philosophie Crétienne, vol. II, pág. ~86. Véase también De Mirville, Resurrections Animales.

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preferir a Descartes en materia de lógica. El encuentra que la “invención cartesiana de un autómata salva mejor la dificultad que la de Sto. Tomás”, aceptada por completo por la Iglesia Católica; por lo cual, el Padre Ventura se siente indignado contra Bossuet por “aceptar un error tan miserable y pueril”. Y aunque concediendo a los animales un alma con todas sus cualidades de afección y sentido, fiel a su maestro Sto. Tomás, les niega también inteligencia y poderes de raciocinio. “Bossuet –dice– es culpable en el más alto grado, desde el momento en que él mismo dijo: Yo preveo que se está preparando una gran guerra contra la iglesia bajo el nombre de Filosofía Cartesiana”. Tiene razón en esto el Padre Ventura, porque de la materia sensible del cerebro del animal procede, de un modo completamente natural la materia pensante de Locke, y de ésta última todas las escuelas materialistas de nuestro siglo. Pero en lo que él fracasa es en sostener la doctrina de Sto. Tomás, la cual se encuentra llena de errores y de contradicciones evidentes. Porque si el alma del animal es, como enseña la iglesia Romana, un principio informal e inmaterial, entonces es evidente que, siendo independiente del organismo físico, no puede morir con el animal, ni más ni menos de lo que sucede al hombre. Si convenimos en que subsiste y sobrevive, ¿en qué aspecto difiere del Alma humana? Pero también es eterna, si admitimos la autoridad de Sto. Tomás en algún asunto, aunque en otro lugar se contradiga. “El Alma del hombre es inmortal, y el alma del animal perece.” (Summa, vol. V, pág. 164). Dice esto después de haber preguntado en el vol. II de la misma obra (pág. 256): “¿Existen algunos seres que vuelvan a la nada?”, y de haberse contestado a sí mismo: “No; porque en el Eclesiastés se dice (III, 14): “Todo lo que Dios ha hecho, existirá por siempre”. “En Dios no existe variabilidad ninguna” (Santiago, I, 17). Por lo tanto –continúa Sto. Tomás– ni en el orden natural de las cosas, ni por medio de milagros, existe criatura alguna que vuelva a la nada (que sea aniquilada): nada existe en la criatura que sea aniquilado, porque lo que manifiesta con el mayor resplandor la bondad divina es la perpetua conservación de las criaturas”10. Esta sentencia está comentada y confirmada en la anotación, por el Abate Drioux, su traductor. “No, –observa– nada es aniquilado; este es un principio que se ha convertido para la ciencia moderna en una especie de axioma”. Y si es así, ¿por qué ha de haber una excepción a esta regla invariable de la Naturaleza, reconocida por la ciencia y la teología, sólo para el alma de los animales? Y esto aun en el caso de que no tenga ninguna inteligencia, suposición que todo pensador imparcial evitará siempre hacer de buenas a primeras. Veamos ahora, pasando de la filosofía escolástica a las ciencias naturales, cuáles son las objeciones del naturalista a que el animal posea un alma inteligente y, por lo tanto, independiente del mismo. “Cualquier cosa que piense, que comprenda, que obre, es algo celestial y divino; y teniendo esto en cuenta, debe necesariamente deducirse que es eterno”. Esto escribió Cicerón hace cerca de dos mil años. Nosotros debemos comprender bien a Mr. Huxley cuando contradice la conclusión de que Santo Tomás de Aquino, el rey de los 10

Sto. Tomás. Summa. Edición Drioux, en 8 vol.

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metafísicos, creyó firmemente en los milagros de resurrección verificados por San Patricio11. En realidad, cuando pretensiones tan tremendas como las que los dichos milagros suponen, son dadas a luz e impuestas por la Iglesia a la creencia de los fieles, los teólogos deberían por lo menos tener más cuidado de que sus autoridades más elevadas no estuvieran en contradicción unas con otras, demostrando así ignorancia acerca de cuestiones que, sin embargo, han sido convertidas en doctrinas. El animal, pues, se encuentra limitado en su progreso e inmortalidad, porque es un autómata. Según Descartes, no tiene inteligencia ninguna, en lo que estaba de acuerdo con el escolasticismo de la Edad Media: no tiene más que instintos, que significan impulsos involuntarios, según afirman los materialistas y niega la iglesia. Federico y Jorge Cuvier han discutido ampliamente, como quiera que sea, acerca de la inteligencia y del instinto de los animales12. Sus ideas sobre el asunto han sido reunidas y publicadas por F. Conveur, el sabio Secretario de la Academia de Ciencias. He aquí lo que Federico Cuvier, Director durante treinta años del Departamento Zoológico y del Museo de Historia Natural en el Jardin des Plantes de París, escribe acerca de la cuestión: “Descartes estaba equivocado: el error general consiste en que nunca se ha hecho la suficiente distinción entre la inteligencia y el instinto. El mismo Buffon cayó en esta omisión, y debido a ello, todo es contradictorio e n su filosofía zoológica. Reconociendo en el animal una sensibilidad superior a la nuestra, así como la conciencia de su existencia real, le niega al mismo tiempo entendimiento, reflexión y memoria, y por consiguiente, toda posibilidad de tener pensamientos.” (Buffon. Discurso acerca de la naturaleza de los Animales, VII, pág. 57). Pero como era difícil detenerse aquí, admitió que el animal posee una especie de memoria activa, extensiva y más fiel que nuestra memoria humana. (Id., id., pág. 77). También, después de haberle negado todo grado de inteligencia, admite sin embargo que el animal consulta a sus amos, interrogándoles, y comprendiendo perfectamente las señales de su voluntad. (Id. id., vol. X, Historia del Perro, pág. 2).

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San Patricio, como se ha pretendido, convirtió al Cristianismo a la más diabólica región del globo, a Irlanda, ignorante en todo menos en Magia, haciéndola la Isla de los Santos, resucitando “a setenta hombres muertos años antes”. Suscitavit sexaginta mortuos (Lectio I. II. del Breviario Romano, 1520). En el manuscrito en que nos ocupamos está la famosa confesión de aquel santo que se conserva en la Catedral de Salisbury (Descript. Hibern., I. II. C. I.). Escribe San Patricio en una carta autógrafa: “A mí, el último de los hombres y el más grande de los pecadores, ha concedido Dios, sin embargo, contra las prácticas mágicas de este bárbaro pueblo, el don de milagros, tal como no le fue dado al más grande de nuestros Apóstoles, desde el momento en que El (Dios) ha permitido que entre otras cosas, como la resurrección de animales y seres que se arrastran, resucitase yo cuerpos muertos reducidos a cenizas hacia muchos años”. A decir verdad, ante semejante prodigio, la resurrección de Lázaro parece un incidente muy insignificante. 12

Más recientemente, el doctor Romanis y el doctor Butler han arrojado gran luz sobre el asunto.

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Difícilmente podrá esperarse de un gran hombre de ciencia una serie más magnífica de afirmaciones contradictorias. El ilustre Cuvier tiene razón, por lo tanto, al observar a su vez que “este nuevo mecanismo de Buffon es menos inteligible todavía que el autómata de Descartes”13. Según observa el crítico, la línea de demarcación debe trazarse entre el instinto y la inteligencia. La construcción de colmenas por las abejas y la construcción de diques por los castores, en el terreno seco las primeras, y en la corriente de las aguas los segundos, son actos y efectos del instinto, por siempre inmutables y jamás modificados; mientras que los actos de la inteligencia deben buscarse en acciones evidentemente pensadas por el animal, en las que entra en juego, no el instinto, sino la razón, evocada por la educación y por el proceso de desarrollo que la hace susceptible de perfección y desenvolvimiento. El hombre está dotado de razón, el niño, de instinto, y el animal joven da más señales que el niño de poseer ambas cosas. A decir verdad, todos los que discuten este problema saben tan bien como nosotros que así es. Si los materialistas se niegan a confesarlo, es por orgullo. Negando el alma, tanto al hombre como al animal, no quieren admitir que este último se halle dotado de inteligencia como ellos mismos, aunque en un grado infinitamente menor. A su vez, el clérigo, el naturalista que siente inclinaciones religiosas y el moderno metafísico, se resisten a confesar que así el hombre como el animal estén dotados de alma y de facultades que, aunque no sean iguales en desarrollo y en perfección, sean por lo menos lo mismo en nombre y en esencia. Todos ellos saben, o deben saber, que el instinto v la inteligencia son dos facultades del todo opuestas en su naturaleza, dos enemigos siempre enfrente uno de otro y en conflicto constante. Y si no quieren admitir dos almas o principios, tienen que reconocer, de todos modos, la presencia en el alma de dos potencias, cada una de las cuales tiene un lugar diferente en el cerebro –y por cierto bien conocido por ellos –desde el momento en que pueden aislarlas alternativamente, y destruirlas temporalmente, según el órgano o porción de órganos que atormenten en sus terribles vivisecciones. Es más que humano orgullo lo que hizo decir a Pope: “Pregunta con qué objeto los cuerpos celestes brillan y para quién sirve la Tierra. El orgullo contesta: ¡Es para mí. Para mí la Naturaleza bondadosa despierta su ingénito poder, hace brotar todas las hierbas y despliega todas las flores. Para mí producen las minas tesoros a millares. Para mí de mil fuentes brota la salud. Muévense los mares para transportarme, y los soles brillan para darme luz. La Tierra es mi trono; mi dosel los cielos!”.

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Cuvier. Biographie Universelle. (Art. sobre la vida de Buffon)

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El mismo orgullo inconsciente hizo pronunciar a Buffon sus paradójicas observaciones referentes a la diferencia entre el hombre y el animal. “La diferencia consiste en la ausencia de reflexión, porque el animal –dice –no siente lo que siente el hombre” ¿Cómo lo sabe Buffon? “El no piensa lo que piensa”, añade, después de haber dicho al auditorio que el animal recuerda y con frecuencia delibera, compara y escoge14¿Quién ha pretendido jamás que una vaca o un perro pudiesen ser ideólogos? Pero el animal puede pensar, y saber que piensa; y tanto más vivamente, cuanto que no puede hablar y expresar sus pensamientos. Pero ¿cómo pueden saberlo Buffon ni otro cualquiera? Sea de esto lo que fuere, una cosa está demostrada sin embargo por las observaciones exactas de los naturalistas; y es que el animal se halla dotado de inteligencia. Establecido esto, no tenemos más que repetir la definición que de la inteligencia da Tomás de Aquino: “la prerrogativa del Alma inmortal del hombre”, y ver si lo mismo corresponde al animal. Pero podemos demostrar a la verdadera filosofía cristiana que el cristianismo primitivo no predicó jamás tan atroces doctrinas, las cuales fueron causa de que se apartaran tantos hombres de los mejores Y de más elevada inteligencia, de las enseñanzas de Cristo y de sus discípulos.

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Discurso sobre la Naturaleza de los Animales.

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III

“¡Oh, Filosofía. Tú, guía de la vida y descubridora de la virtud!” Cicerón

“La filosofía es una modesta profesión; toda ella es realidad y franqueza. Yo aborrezco la solemnidad y las pretensiones, que sólo orgullo contienen en el fondo.” Plinio

S

egún las enseñanzas teológicas, el destino del hombre, ya sea brutal y parecido a una bestia, ya sea un santo, es 'la inmortalidad ¿Y cuál es el destino futuro de las innumerables huestes del reino animal? Varios escritores católico–romanos, el Cardenal Ventura, el Conde de Maistre y otros muchos, nos dicen que “el alma animal es una fuerza”. “Bien establecido está que el alma del animal –dice su eco– fue producida por la tierra, pues esto es bíblico. Todas las almas vivientes y movientes (nephesh, o principio de vida) proceden de la Tierra; pero compréndaseme bien: no solamente del polvo, del cual sus cuerpos, lo mismo que los nuestros, fueron hechos, sino además del poder y potencia de la Tierra, o sea de su fuerza inmaterial. Pues todas las fuerzas… las del mar, las del aire, etc., etc., son aquellas Potestades Elementarias (principautés élementaires) de las cuales hemos hablado en otra parte”15. Lo que el Marqués de Mirville entiende por la expresión subrayada, es que cada Elemento en la Naturaleza, es un dominio lleno de sus respectivos e invisibles espíritus, y gobernado por ellos. Los kabalistas occidentales y los rosacruces los han llamado sílfides, ondinas, salamandras y gnomos; los místicos cristianos, como de Mirville, les dan nombres hebreos, clasificándolos entre las varias especies de demonios al mando de Satán. Con el permiso de Dios, por supuesto.

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Cosmolatrie. Cap. XII. Esprits: 2 m. mcm.

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También se rebela contra la decisión de Sto. Tomás, el cual enseña que el alma animal es destruida con el cuerpo. “Es una fuerza –dice– lo que se nos pide que aniquilemos: la fuerza más substancial de la Tierra, llamada alma animal” 16. La cual, según el Rvdo. Padre Ventura, es “el alma más respetable después de la del hombre.” La había llamado justamente una fuerza inmaterial, y ahora él mismo dice “que es la cosa más substancial de la Tierra”17. ¿Pero qué es esta fuerza? Jorge Cuvier y Flourens, el académico, nos dicen su secreto: “La forma o la fuerza de los cuerpos (téngase presente que forma significa alma en este caso) –escribe el primero– es para ellos más especial que la materia, desde el momento en que ésta (sin ser destruida en su esencia) cambia constantemente, mientras que la forma prevalece eternamente”. A esto observa Flourens: “en todo lo que tiene vida, la forma es más persistente que la materia; porque lo que constituye el SER del cuerpo viviente, es identidad y parecido, es su forma”18. “Ser –como a su vez observa De Mirville– principio magistral, pacto filosófico de nuestra inmortalidad”19. Debe inferirse que quiere indicarse bajo este término engañador el alma humana y animal. Yo sospecho que es más bien lo que nosotros llamamos la VIDA UNA. Como quiera que sea, la filosofía, así la profana como la religiosa, corrobora esta afirmación, o sea que las dos almas, tanto del hombre como del animal, son idénticas. Leibnitz, el filósofo amado de Bossuet, parece dar crédito a la Resurrección Animal, hasta cierto punto. Siendo para él la muerte “simplemente una ocultación de la personalidad”, la compara a la conservación de las ideas durante el sueño, o a la mariposa dentro de su crisálida. “Para él –dice De Mirville– la resurrección20 es una ley general de la Naturaleza, llegando a ser un gran milagro cuando es verificada por un taumaturgo, sólo por razón de su carácter prematuro, de las circunstancias que la rodean y de la manera corno aquél la lleva a cabo”. En esto, Leibnitz es un verdadero ocultista, sin sospecharlo. El desarrollo y florecimiento de una planta en cinco minutos, en lugar de varias semanas, y la germinación forzada y crecimiento de las plantas, animales y hombres, son hechos conservados en los anales de los ocultistas. Son milagros únicamente en apariencia: las fuerzas productoras naturales obran con una intensidad mil veces mayor, por virtud de condiciones excitadas con arreglo a leyes ocultas, conocidas del iniciado. El rápido y anormal crecimiento se efectúa por las fuerzas de la Naturaleza, ya ciegas, ya adscritas a inteligencias menores, sujetas al poder oculto del hombre y dirigidas para que operen colectivamente en el desenvolvimiento de lo que se quiere hacer surgir del seno de sus elementos caóticos. 16

Cosmolatrie. Cap. XII. Esprits: 2 m. mcm.

17

Idem, pág. 158.

18

Longevidad: págs. 49 y 52.

19

Resurrecciones, pág. 621.

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Los ocultistas la llaman Transformación durante una serie de vidas, y a la Resurrección final, Nirvánica.

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Pero ¿por qué llamar al uno un milagro divino, y al otro un subterfugio satánico, o sencillamente una treta fraudulenta? Sin embargo, como verdadero filósofo, Leibnitz se ve obligado, en esta peligrosa cuestión de la resurrección de los muertos, a incluir en ella a todo el reino animal en su gran síntesis. Y a decir: “Creo que las almas de los animales son imperecederas… y considero que nada hay más a propósito para demostrar nuestra naturaleza inmortal”21. Apoyando a Leibnitz, Dean, el Vicario de Middleton, publicó en 1748 dos pequeños volúmenes acerca de este asunto. Para resumir sus ideas, dice que “las Santas Escrituras indican en varios párrafos que los animales vivirán en una vida futura. Esta doctrina ha sido sostenida por varios Padres de la Iglesia. Enseñándonos la razón que los animales tienen un alma, nos dice al mismo tiempo que deben existir en algún estado futuro. En ninguna parte se encuentra sostenido el sistema de los que creen que Dios aniquila el alma del animal, y no tiene ningún fundamento sólido en si mismo”,etc.22. Muchos de los hombres de ciencia del siglo pasado defendieron la hipótesis de Dean, declarándola en extremo probable, especialmente uno de ellos, el sabio teólogo protestante Charles Bonnet, de Ginebra. Ahora bien, este teólogo fue autor de una obra en extremo curiosa llamada por él Palingenesia 23, o el Nuevo Nacimiento, que tiene lugar, como procura demostrar, gracias a un germen invisible que existe en todo hombre. Y lo mismo que Leibnitz, no puede comprender por qué los animales han de excluirse de un sistema que con tal exclusión no sería una unidad, puesto que sistema significa una colección de leyes24. “Los animales –escribe– son libros admirables en que el Creador ha reunido los más sorprendentes rasgos de su Soberana inteligencia. El anatómico tiene que estudiarlos con respeto, y aun el menos dotado del sentimiento delicado y razonador que caracteriza al hombre moral, jamás pensará, al hojear estas páginas, que está manejando fragmentos de pizarra o rompiendo guijarros. jamás olvidará que todo cuanto vive y siente merece su compasión y piedad. Los hombres correrían el riesgo de comprometer sus sentimientos éticos, si se familiarizasen con los sufrimientos y con la sangre de los animales. Es esto una verdad tan evidente, que los gobiernos no deberían nunca perderla de vista. En cuanto a la hipótesis del automatismo, me sentiría inclinado a considerarla como una herejía filosófica, muy peligrosa para la sociedad, si no violase tan fuertemente el buen sentido y los sentimientos, hasta el punto de ser inofensiva, porque nunca será generalmente aceptada.

21

Leibnitz. Opera Philos, etc.

22

Véase vol. XXIX de la Bibliothéque des Sciences, primer trimestre del año 1768.

23

De dos palabras griegas: nacer y renacer otra vez.

24

Véase Palingenesia, vol. II. También… Resurrections, de Mirville.

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Por lo que hace al destino del animal, si mi hipótesis es justa, la Providencia le reserva las más grandes compensaciones en estados futuros…25. Y para mí, su resurrección es la consecuencia de aquella alma o forma que necesariamente nos vemos obligados a concederles, porque siendo el alma una substancia simple, ni puede ser dividida, ni descompuesta, ni tampoco aniquilada. No puede eludirse esta deducción sin caer en el automatismo de Descartes; y entonces, del automatismo animal, forzosamente llegaríamos muy pronto al automatismo del hombre.” La escuela moderna de biólogos ha llegado a la teoría del hombre autómata; pero sus discípulos pueden ser abandonados a sus propios medios y conclusiones. Ahora solamente trato de la prueba final y absoluta de que los más filosóficos intérpretes de la Biblia –por desprovistos que hayan podido estar de más clara percepción respecto de otras cuestiones– no han negado jamás, con la autoridad de aquel libro, un alma inmortal a los animales, para lo cual no han encontrado en dicho libro –y por lo que hace al Antiguo Testamento– más fundamento que para afirmar la existencia de un alma semejante en el hombre. No hay más que leer ciertos versículos de Job y del Eclesiastés (III, 17 y sig., 22) para llegar a esta conclusión. La verdad del caso es que ni una sola palabra referente al estado futuro de unos y otros se encuentra allí. Pero si sólo se encuentra en el Antiguo Testamento una evidencia negativa, en lo que al alma inmortal de los animales se refiere, en el Nuevo se halla tan claramente afirmada como la del hombre mismo. Vamos a dar ahora la prueba definitiva en beneficio de los que se burlan del filozoísmo indo, de los que afirman su derecho a matar animales a su placer y capricho, de los que les niegan un alma inmortal. Al final del primer capítulo sobre este asunto, se hizo mención de San Pablo, como defensor de la inmortalidad de toda la creación animal. Afortunadamente, no es esta afirmación de aquellas que puedan ser menospreciadas por los cristianos como interpretaciones blasfemas y heréticas de la Santa Escritura, hechas por un grupo de ateos y librepensadores. De desear seria que todas las palabras profundamente sabias del Apóstol Pablo, que ante todo fue un iniciado, fuesen tan claramente comprendidas como los párrafos que se refieren a los animales. Porque entonces, como se hará ver, la indestructibilidad de la materia enseñada por la ciencia materialista, la Ley de la Evolución Eterna, tan agriamente negada por la iglesia, la omnipresencia de la VIDA UNA, o la unidad del ELEMENTO UNO, y su presencia en te da la extensión de la Naturaleza, según las enseñanzas de la Filosofia Esotérica y el sentido secreto de las observaciones de San Pablo a los Romanos (VIII, 18–23), quedaría demostrado, sin dudas ni cavilaciones, que son una misma cosa. Pues a decir verdad, ¿qué otra cosa podía querer decir aquel gran personaje histórico, tan evidentemente imbuido por la 25

También nosotros creemos en estados futuros para el animal, desde el más elevado, hasta los infusorios –pero en una serie de renacimientos, cada uno de ellos en una forma más elevada hasta el hombre, y después más alta– En resumen, nosotros creemos en la Evolución, en el más completo sentido de la palabra.

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filosofía neoplatónica de Alejandría, con las siguientes frases que transcribo con comentarios hechos a la luz del Ocultismo, para dar una idea más clara de mi tesis? El Apóstol sienta sus premisas diciendo (Romanos, VIII, 16, 17) que: “El mismo Espíritu (Paramâtmâ) da testimonio con nuestro Espíritu (Âtman) de que nosotros somos hijos de Dios” y “como tales hijos, sus herederos”, herederos, por supuesto, de la eternidad e indestructibilidad de la eterna o divina Esencia en nosotros. Después, nos dice que: “Los sufrimientos de los tiempos presentes no son dignos de compararse con la Gloria que ha de ser revelada” (v. 18).

La Gloria, sostenemos nosotros, no es la Nueva Jerusalén, la simbólica representación del porvenir de las revelaciones kabalísticas de San Juan, sino los períodos Devachánicos y las series de nacimientos en las razas sucesivas, donde, después de cada nueva encarnación, nos hemos de encontrar nosotros mismos más elevados, tanto física como espiritualmente, y cuando por fin, todos nos hayamos convertido verdaderamente en Hijos de Dios al tiempo de la última Resurrección, ya la llamen las gentes Cristiana, ya Nirvánica, ya Parabráhmica, pues todas ellas son una y la misma. Porque a decir verdad: “La más ardiente expectación de la criatura es aguardar la manifestación de los Hilos de Dios” (v. 19).

Por criatura, se quiere dar a entender aquí el animal, como se demostrará más adelante con la autoridad de San Juan Crisóstomo. Pero, ¿quiénes son los Hijos de Dios, cuya manifestación anhela la creación entera? ¿Son los “Hijos de Dios” con quienes “Satán vino también” (véase Job I, 6), o los Siete Ángeles de la Revelación? ¿Se refieren a los cristianos únicamente o a los Hijos de Dios sobre toda la Tierra?26. Tal manifestación está prometida al final de cada Manvantara 27 o periodo del mundo, por las escrituras de todas las grandes religiones; y excepto en la interpretación esotérica de todas ellas, en ninguna parte se encuentra con tanta claridad como en los Vedas. Pues en ellos se dice que al fin de cada Manvantara sobreviene el Pralaya o la destrucción del mundo, de los cuales uno sólo es conocido y esperado por los cristianos, y allí quedarán los Sishtas o restos, siete Rishis y un guerrero, y todas las semillas para la próxima “oleada humana de la siguiente Ronda”28. Pero la cuestión que por el momento nos interesa no es 26

Véase Isis sin Velo, vol. I.

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Lo que en realidad se quiso significar por los “Hijos de Dios” en la antigüedad, está ahora plenamente demostrado en la DOCTRINA SECRETA, en su primera parte (sobre el Período Arcaico). 28

Esta es la versión ortodoxa hindú y la esotérica. En su Bangalore Picture “¿Qué es la Religión Inda?”, Dewan-Bahadoor-Raghunath-Rao de Madrás , dice: “Al final de cada Manvantara tiene lugar la aniquilación del mundo; pero un guerrero, siete Rishis y las semillas, son salvados de la destrucción. A ellos, Dios –o Bramâ– comunica la Ley, estatuto o los Vedas… Tan pronto como comienza el Manvantara, estas leyes son promulgadas y son obligatorias hasta el final de aquel Manvantara. Estas ocho personas son llamadas Shistas o restos, porque sólo ellos quedan después de la destrucción de todos los otros. Sus

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determinar qué teoría es más correcta, si la hindú o la cristiana, sino demostrar que los brahmanes, al enseñar que las semillas de todas las criaturas son conservadas, a pesar de la destrucción total, periódica y temporal de todas las cosas visibles, juntamente con los Hijos de Dios o los Rishis que deben manifestarse a la humanidad futura, no dicen ni más ni menos de lo que San Pablo predicaba. Tanto éste como aquéllos comprenden toda la vida animal en la esperanza de un nuevo nacimiento y en la renovación en un estado más perfecto, cuando todas las criaturas que ahora esperan gocen de la manifestación de los Hijos de Dios. Porque como San Pablo dice: “La misma (ipsa) criatura también debe ser libertada de la servidumbre de la corrupción”, lo que equivale a decir que el germen del alma animal indestructible, que no logra el Devachán mientras permanece en su estado elementario o animal, ingresará en una forma superior y seguirá adelante, juntamente con el hombre, debiendo progresar en estados y formas cada vez más elevados hasta el fin, “en la gloriosa libertad de los Hijos de Dios” (v. 21).

Y esta gloriosa libertad únicamente puede ser alcanzada por medio de la evolución o progreso kármico de todas las criaturas. El animal mudo que ha evolucionado de la planta semi–sensible, se transforma por grados en hombre, Espíritu, Dios, y sucesivamente ad infinitum. Pues dice San Pablo: “Nosotros sabemos (“nosotros'” los Iniciados), que toda la creación (omnis creatura o criatura en la Vulgata), gime y sufre los dolores del parto hasta ahora”

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(v. 22).

Esto es decir claramente que el hombre y el animal sufren igualmente en la Tierra, en sus esfuerzos de evolución hacia la meta conforme a la ley kármica. Hasta ahora, significa hasta la Quinta Raza. Para declararlo mejor, el gran Iniciado cristiano, se explica diciendo: “No sólo ellos (los animales), sino también nosotros que gozamos de los primeros frutos del Espíritu, gemimos en nuestro íntimo ser, mientras esperamos la adopción, esto es: redimirnos de nuestro cuerpo.” (ver. 23).

Sí; nosotros los hombres, gozamos ya de los “primeros frutos del Espíritu”, o sea de la luz directa, de Parabrahman, que es nuestro Âtma o séptimo principio, lo cual debemos a la perfección de nuestro quinto principio (Manas), el cual está mucho menos actos y preceptos son, por lo tanto, conocidos como Shistacas. También se les designa con el nombre de Sadâchâra, porque tales actos y preceptos son únicamente lo que siempre ha existido”. Esta es la versión ortodoxa. La secreta habla de siete Iniciados que, habiendo obtenido la condición de Dhyân Chohans hacia el final de la Séptima Raza en esta Tierra, se quedan en ella durante su obscuración con el germen de todos los animales, plantas v minerales que no hayan tenido tiempo de evolucionar, hasta convertirse en hombre, para conseguirlo en la próxima Ronda o período del inundo. Véase A.P. Sinnet, Buddhismo Esotérico, Cap. VII, anotaciones, págs. 150, 152. 29

…ingemiseil et parturit usque adhuc en la traducción original latina.

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desarrollado en los animales. Como compensación, sin embargo, su karma es mucho menos pesado que el nuestro. Pero ésta no es una razón para que no hayan de alcanzar también en su día aquella perfección que da al hombre plenamente desenvuelto la forma de un Dhyân Chohan. Nada puede ser más claro, aun para un critico profano, no iniciado, que estas palabras del gran Apóstol, ya las interpretemos a la luz de la Filosofía Esotérica, ya a la del escolasticismo de la Edad Media. No sólo al hombre, sino a todas las criaturas vivientes cabe la esperanza de la redención, por la supervivencia de la Entidad Espiritual, libertada de la servidumbre de la corrupción o de la serie de las formas temporales dentro de la materia. Mas no hay que esperar que el compañero de los animales, proverbialmente injusto aun para con sus semejantes, consienta fácilmente en compartir sus aspiraciones con su ganado y sus aves domésticas. El famoso comentador de la Biblia, Cornelio Lápide, fue el primero que hizo la advertencia y acusó a sus predecesores por la consciente v deliberada intención de hacer todo cuando podían para evitar la aplicación de la palabra creatura a las criaturas inferiores de este mundo. Sabemos por él que San Gregorio Nacianceno, Orígenes y San Cirilo (el cual, probablemente se negó a ver una criatura humana en Hypatia y se condujo con ella como si hubiese sido un animal salvaje) insistieron en que la palabra creatura de los versículos antes citados, fue aplicada por el Apóstol simplemente a los Ángeles. Pero, como observa Cornello, el cual apela a Santo Tomás en corroboración de su tesis, “esta opinión es torcida y violenta en demasía (distorta et violenta); está además anulada por el hecho de que los Ángeles, como tales, están libres de los lazos de la corrupción” ¡No es tampoco más feliz la indicación de San Agustín, que presenta la extraña hipótesis de que las criaturas a que se refiere San Pablo, eran los infieles y herejes de todos los tiempos! Cornelio contradice al venerable padre de la iglesia con la misma frialdad con que se puso frente a los otros santos predecesores suyos. “Pues, –dice– en el texto citado, las criaturas de que habla el Apóstol, son evidentemente criaturas distintas del hombre, no sólo ellas, sino también nosotros mismos; y, además, lo que quiere significarse no es la liberación del pecado, sino de la muerte futura” 30. Pero hasta el valiente Cornelio se acobarda al fin ante la general oposición, y decide que por la palabra criaturas, San Pablo pudo haber significado, conforme San Ambrosio, San Hilario y otros han pretendido, los elementos (!!), o sea, el Sol, la Luna, las Estrellas, la Tierra, etc. Desgraciadamente para los santos especuladores y escolásticos, y afortunadamente para los animales, si es que estos han de sacar alguna vez provecho de las polémicas, se encuentran aquéllos dominados por una autoridad todavía mayor. Es ésta San Juan Crisóstomo, mencionado ya, a quien la Iglesia Católica Romana, según el testimonio del obispo Proclo, un tiempo secretario suyo, tiene en la mayor veneración. De hecho fue San Juan Crisóstomo, –si se nos permite aplicar a un Santo el término profano de nuestros días– el médium del Apóstol de los Gentiles. En sus Comentarios de las 30

Cornelio, edic. Pelagand. I. IX, pág. 114

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Epístolas de San Pablo, se considera a San Juan como directamente inspirado por el mismo Apóstol; en otras palabras, como habiendo escrito sus comentarios bajo el dictado de San Pablo. He aquí lo que leemos en estos comentarios acerca del capitulo III de la Epístola a los Romanos: “Debemos gemir siempre por la dilación impuesta a nuestra emigración (muerte); porque si, como dice el Apóstol, la criatura privada de razón (mente, no ánima, “Alma”) y de palabra (nam si haec creatura mente et verbo carens), gime y espera, ¡cuánta mayor será la vergüenza 31

de que dejemos nosotros de hacer lo mismo!” .

Desgraciadamente dejamos de hacerlo, y nos apartamos con gloria del deseo de emigrar a países desconocidos. Si las gentes estudiasen las Escrituras de todas las naciones e interpretasen su significación a la luz de la Filosofía Esotérica, nadie dejaría de sentirse, si no ansioso de morir, por lo menos indiferente a la muerte. Entonces emplearíamos con provecho el tiempo que pasamos en esta Tierra, preparándonos tranquilamente en cada nacimiento, por la acumulación de buen Karma, para el próximo. Pero el hombre es un sofista por naturaleza. Y hasta después de leer esta opinión de San Juan Crisóstomo (opinión que resuelve para siempre la cuestión del alma inmortal de los animales, o por lo menos así debería hacerlo para todo cristiano), tenemos el temor de que la lección no sea de provecho alguno para los pobres animales. En verdad, el casuista sutil, condenado por su propia boca, puede decirnos que, sea cual fuese la naturaleza del alma de los animales, todavía se les hace un favor, y se cumple una acción meritoria matando a la pobre criatura, pues se pone termino a sus gemidos por la tardanza impuesta a su emigración a la Gloria Eterna. No es la escritora de estas líneas tan inocente que vaya a creer que todo un Museo Británico, lleno de obras contra la alimentación carnívora, produciría el efecto de detener a las naciones civilizadas en la construcción de mataderos, o les haría renunciar a sus bistecs y pavos de Navidad. Pero si estas humildes líneas pueden hacer comprender a unos cuantos lectores el verdadero valor de las nobles palabras de San Pablo, y con ello dirigir seriamente sus pensamientos hacia todos los horrores de la vivisección, entonces la escritora se daría por contenta. Porque, ciertamente, cuando el mundo se sienta convencido –y no podrá evitarse que llegue algún día a tal convicción– de que los animales son criaturas tan eternas como nosotros mismos, la vivisección v otras torturas permanentes, diariamente infligidas a los pobres animales, obligarán a todos los gobiernos, después de dar lugar por parte de la sociedad en general, a una explosión de condenas y amenazas, a poner fin a estas prácticas bárbaras y vergonzosas.

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Homilía XIV, sobre la Epístola a los Romanos.

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LA TEOSOFÍA Y LAS IGLESIAS Traducido por J. Molina, Febrero–Marzo, 1895

LA TEOSOFÍA Y LAS IGLESIAS Carta al Arzobispo de Canterbury

SR. PRIMADO DE INGLATERRA:

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or medio de esta carta abierta, dirigida a Vuestra Gracia, nos proponemos daros a vos, al clero, a sus ovejas y a los cristianos en general –que nos consideran como enemigos de Cristo– una breve idea de la posición que la Teosofía ocupa, con respecto al Cristianismo; pues creemos llegado el tiempo para hacerlo.

Sin duda sabe Vuestra Gracia que la teosofía no es una religión sino solo una filosofía, a la par religiosa y científica; y que lo más importante de la Sociedad Teosófica se propone, es hacer revivir en cada una de las religiones el espíritu que las anima, fomentando y auxiliando la investigación del verdadero significado de sus doctrinas y preceptos. Saben los teosofistas que cuanto más profundamente se penetra en el significado de los dogmas y ceremonias de todas las religiones, mayor crece su aparente y fundamental semejanza. hasta que al fin se obtiene la percepción de su fundamental unidad. Esta base común no es otra que la Teosofía –La Doctrina Secreta de todos los tiempos, la cual, diluida y disfrazada para amoldarse a la capacidad de la multitud y a las exigencias de las diversas épocas, ha constituido el núcleo viviente de todas las religiones. –Las ramificaciones de la Sociedad Teosófica están constituidas respectivamente por budistas, indios, mahometanos, parsis, cristianos y libre pensadores, los cuales, unidos como hermanos trabajan en el terreno común de la teosofía; y precisamente por no ser la Teosofía una religión, y no poder constituir para la multitud una religión, el éxito de la Sociedad ha sido tan grande, no solo en lo que se refiere al nº de miembros y extensión de su influencia, sino también en lo relativo a la realización de la empresa comenzada: la reanimación de la espiritualidad religiosa, y el cultivo del sentimiento de FRATERNIDAD entre los hombres. Nosotros los teosofistas creemos que una religión es un incidente natural en la vida del hombre en su presente estado de desenvolvimiento, aunque en raras ocasiones puedan existir individuos que nazcan sin sentimiento religioso, toda humanidad debe tener una religión, o lo que es lo mismo, un lazo de unión, so pena de decadencia social y material aniquilamiento. Creemos que ninguna doctrina religiosa puede ser mas que una tentativa encaminada a representar a nuestra limitada comprensión actual, con los términos de nuestras experiencias terrestres, grandes verdades cósmicas y espirituales, las cuales, en nuestro estado normal de conciencia mas bien sentimos de un modo vago, que las percibimos y comprendemos realmente; y una revelación, si ha de revelar algo debe necesariamente a las exigencias mundanas de la inteligencia humana. Según nosotros, por tanto, ninguna religión puede ser verdadera en absoluto, ni puede ser en 2

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absoluto falsa. Una religión es verdadera proporcionalmente a la manera con que satisface las necesidades espirituales, morales e intelectuales de su época, y coadyuva al desarrollo de la humanidad en tales sentidos. Es falsa en proporción a lo que detiene aquel desarrollo, y ofende a la naturaleza espiritual, moral e intelectual del hombre. Las ideas trascendentalmente espirituales de los poderes que rigen al universo, sostenidas por un sabio oriental, serian una religión tan falsa para el salvaje africano, como el miserable fetichismo lo seria para el sabio, si bien ambas opiniones deben ser ciertas en sus grados respectivos, puesto que las dos representan las ideas mas elevadas sobre los mismos hechos cósmico–espirituales que respectivamente ambos individuos pueden concebir; hecho que, por otra parte, jamás podrán ser conocidos en su completa realidad por el hombre, mientras no sea mas que un hombre. Los teosofistas representan, por tanto, todas las religiones, y la moral religiosa de Jesús les inspira una profunda admiración. No podía ser de otra manera, desde el momento en que esas enseñanzas que hasta nosotros han llegado, son las de Teosofía. Hasta el punto, pues, en que el moderno Cristianismo mantiene bien sus pretensiones en cuanto a ser la religión práctica enseñada por Jesús, los teosofistas están con él en cuerpo y alma. En el punto en que es contrario a aquella moral pura y sencilla, los teosofistas son sus adversarios. Cualquier cristiano puede, si quiere, comparar el sermón de la Montaña con los dogmas de su Iglesia; y el espíritu que él mismo respira, con los principios que animan a la actual civilización cristiana y que gobiernan su propia vida, y entonces podrá juzgar por sí mismo hasta qué punto la religión de Jesús entra en su Cristianismo, y hasta qué punto, por tanto, él y los teosofistas coinciden. Pero los cristianos que de tales se aprecian, y especialmente el clero, repugnan hacer esta comparación. A modo de comerciantes que temen encontrarse en bancarrota, tienen el temor de descubrir en sus cuentas una discrepancia que no pueden corregir con el asiento de partidas efectivas para satisfacer responsabilidades espirituales. La comparación entre las enseñanzas de Jesús y las doctrinas de las iglesias, como quiera que sea, ha sido hecha con frecuencia – y repetidas veces con gran sabiduría y sagacidad crítica – tanto por aquellos que quisieran suprimir el Cristianismo, como por los que pretenden reformarlo; y el resultado total de estas comparaciones, como debe Vuestra Gracia saber perfectamente, viene a probar que, casi en todos sus puntos, las doctrinas de las iglesias y las practicas de los cristianos, están en directa oposición con las enseñanzas de Jesús. Acostumbramos decir al budhista, al mahometano, al indio o al parsi: “El camino hacia la Teosofía existe para vosotros por medio de vuestra propia religión.” Y decimos esto, porque las creencias de aquellos poseen una profunda significación filosófica y esotérica, que explica las alegorías bajo las cuales son presentadas al pueblo; pero no podemos decir lo mismo a los cristianos. Los sucesores de los Apóstoles no han tomado acta jamás de la doctrina secreta de Jesús – los “misterios del reino de los cielos” – los cuales solo era dado a ellos (sus Apóstoles) conocer ( Marcos IV, II. Mateo XIII, II, Lucas VIII, X) Aquellos misterios han sido descartados, desvanecidos, deshechos. Lo que la corriente del tiempo ha arrastrado hasta nosotros han sido las máximas, parábolas, alegorías y fábulas que Jesús destinaba a los espiritualmente sordos y ciegos; y para ser 3

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últimamente reveladas al mundo, las cuales el moderno Cristianismo, o bien toma literalmente, o las interpreta de conformidad con las fantasías de los Padres de la Iglesia secular. En ambos casos son como flores cortadas: encuéntrense separadas de la planta en que crecían, y de la raíz de donde aquella planta recibía la vida. Así, pues, si nosotros alentásemos a los cristianos, como hacemos con los fieles de otras creencias, al estudiar por sí mismo su propia religión, no sería la consecuencia el conocimiento de la significación de sus misterios, sino ya la vuelta a la superstición e intolerancia de la Edad Media, acompañada de una formidable irrupción de oraciones puramente vocales, como ha sucedido en la formación de las 239 sectas protestantes de Inglaterra, o ya un gran aumento de escepticismo, porque los fundamentos esotéricos del Cristianismo, no son conocidos de aquellos que lo profesan. Pues vos, mi Señor Primado de Inglaterra, debéis estar tristemente convencido de que no conocéis más, acerca de aquellos “misterios del reino de los Cielos”, que Jesús enseñaba a sus discípulos, que lo que sabe el más humilde y el más ignorante de los miembros de vuestra iglesia. Por tanto, se comprende fácilmente que los teosofistas nada tengan que decir en contra del sistema de la Iglesia Católica Romana de prohibir, o de las iglesias protestantes de desautorizar las investigaciones privadas sobre la significación de los dogmas “Cristianos”, lo cual corresponde al estudio esotérico de otras religiones. Con sus ideas y conocimientos actuales, los cristianos que de tales se precian, no se encuentran preparados a emprender un examen crítico de su fe con esperanza de buenos resultados. El efecto inevitable sería la paralización mas bien que el estímulo de sus sentimientos religiosos adormecidos, puesto que la exégesis bíblica y la mitología comparada, han demostrado de modo concluyente, por lo menos a aquellos que no tienen interés alguno preconcebido, espiritual o temporal, en el mantenimiento de la ortodoxia, que la religión cristiana, tal como en la actualidad existe, se compone de cortezas del judaísmo, de recortes del paganismo y de los mal digeridos residuos del gnosticismo y del neoplatonismo. Este curioso conglomerado que por sí mismo ha ido formándose gradualmente en torno de las sentencias de Jesús, consignadas en los Evangelios, ha comenzado ahora, después del transcurso de siglos, a desintegrarse y a desmoronarse en torno de las puras piedras preciosas de la Teosofía verdadera, a las que por tanto tiempo había agobiado y ocultado, aunque sin poder desfigurarlas ni destruirlas. Pero la Teosofía no solamente librará a aquellas piedras preciosas del destino que amenaza a los escombros, entre los cuales, durante un largo periodo se hallarán confundidas, sino que, además, salvará a estos mismos escombros de la completa condenación; pues demuestra que el resultado de crítica bíblica está muy dejos de ser el último análisis del Cristianismo, desde el momento en que cada una de las piezas que componen el curioso mosaico de las iglesias, perteneció en un tiempo a una religión que poseía un significado esotérico. Únicamente, cuando estas piezas se restituyan a los lugares que originalmente ocupaban, podrá ser percibida su significación oculta, y comprendido por tanto el verdadero significado de los dogmas del Cristianismo. El hacer todo esto, como quiera que sea, requiere un conocimiento de la Doctrina Secreta tal como existe en los fundamentos esotéricos de las demás religiones; y la razón de no hallarse este 4

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conocimiento en manos del clero, es que la Iglesia escondió la clave desde sus primeros tiempos, y desde entonces quedó perdida para sus secuaces. Vuestra Gracia comprenderá ahora por qué la Sociedad Teosófica ha adoptado como uno de sus tres “objetos” el estudio de aquellas religiones y filosofías orientales, que tanta luz arroja sobre la significación interna del Cristianismo, y esperamos percibirá Vuestra Gracia también que no nos conducimos como enemigos, sino como amigos de la religión enseñada por Jesús, el verdadero Cristianismo, en una palabra. Pues únicamente por medio del estudio de aquellas religiones y filosofías, pueden los cristianos llegar a la comprensión de sus propias creencias, a ver la significación oculta de las parábolas y alegorías que el Nazareno recitaba a los espiritualmente lisiados de Judea, las cuales, tomadas ya al pie de la letra, ya de modo fantástico por las iglesias, han caído por culpa de éstas en el ridículo y en el desprecio, y han puesto al Cristianismo en serio peligro de completa ruina, minado, como se encuentra, por la crítica historia y por las investigaciones mitológicas, además de estar quebrantado por el poderoso martillo de la moderna ciencia. ¿Deberán, pues, los cristianos considerar a los teosofistas como enemigos suyos, porque creen que el Cristianismo ortodoxo es un todo opuesto a la religión de Jesús, y porque tienen el valor de decir a las iglesias que son traidoras al MAESTRO a quien se vanaglorian en reverenciar y servir? Muy lejos de esto, a la verdad. Los teosofistas saben que el mismo espíritu que animó las palabras de Jesús, yace latente en los corazones cristianos, como existe naturalmente en los corazones de todos los hombres. El principio fundamental de sus doctrinas es la Fraternidad del Hombre, cuya realización final es solamente posible por medio de aquellos que mucho tiempo antes de Jesús se conocía como el “Cristo – espíritu”. Este espíritu existe en potencia en el corazón de todos los hombres, y se desarrollará obrando de un modo activo, cuando caigan las barreras de odio y de hostilidad levantadas por príncipes y sacerdotes, y queden libres de los seres humanos para comprenderse, apreciarse y simpatizar mutuamente. Sabemos nosotros que los cristianos en sus vidas se elevan con frecuencia por encima del nivel de su Cristianismo. Todas las iglesias cuentan en su seno muchos hombres y mujeres nobles, dotados del espíritu de sacrificio, virtuosos y fervientes para hacer bien a su generación, en proporción de sus luces y medios, y llenos de aspiraciones por cosas más elevadas que las de la tierra, secuaces de Jesús, en una palabra, a despecho de su Cristianismo. Por todos ellos sienten los teosofistas la más profunda simpatía; porque únicamente un teosofista o una persona de la delicada sensibilidad y grandes conocimientos teológicos de Vuestra Gracia, puede apreciar con justicia las tremendas dificultades con que tiene que luchar la tierna planta de la piedad natural, cuando violenta su raíz en el ingrato suelo de nuestra cristiana civilización, y trata de florecer en la fría y árida atmósfera de la teología. ¡Cuán duro, por ejemplo, debe ser “amar” a un Dios tal como el descrito en un párrafo muy conocido de Herbert Spencer! “La crueldad de un Dios Figiano, que al devorar las almas de los muertos, puede suponerse les causa torturas sólo mientras dura el banquete, es pequeña comparada con la crueldad de un Dios que condena a los hombres a torturas eternas... El descenso sobre los descendientes de Adán a través de centenares de generaciones, de castigos terribles, por una pequeña

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trasgresión no cometida por ellos; la condenación de todos los hombres que no se han aprovechado de un pretendido modo de obtener el perdón, acerca del cual la mayor parte de ellos no han oído hablar siquiera, y él hecho de efectuar la reconciliación, sacrificando a un hijo que era perfectamente inocente, para satisfacer la supuesta necesidad de una victima propiciatoria, son procedimientos que, atribuidos a un legislador humano, 1

inspirarían sólo expresiones de aborrecimiento” .

Vuestra Gracia dirá, sin duda alguna, que Jesús jamás enseñó el culto de un dios tal como éste. Lo mismo decimos nosotros de los teosofistas. Y sin embargo, este es el dios cuyo culto es oficialmente dirigido en la catedral de Canterbury, por vos, Sr. Primado de Inglaterra; y Vuestra Gracia seguramente convendrá con nosotros en que debe haber ciertamente una chispa divina de intuición religiosa en los corazones de los hombres que les permita resistir, también como lo hacen, a la mortal acción de una teología tan ponzoñosa. Si Vuestra Gracia, desde su elevado solio, lanza una mirada alrededor suyo, contemplará una civilización cristiana, en la cual una lucha frenética y despiadada de hombre contra hombre es no solo el rasgo distintivo, sino que además domina como principio reconocido. Es hoy día un axioma científico y económico por todos aceptado, que todo progreso se obtiene por medio de la lucha por la existencia y merced a la supervivencia del más adecuado; y los más adecuados para sobrevivir en esta civilización cristiana, no son por cierto los que poseen las cualidades que la moralidad de todas las épocas ha reconocido como las más excelentes –no el generoso, el piadoso, el de noble corazón, el que perdona, el humilde, el veraz, el honrado y el bondadoso– sino los fuertes en egoísmo, en astucia, en hipocresía, en fuerza brutal, en falsas pretensiones, en crueldad, avaricia: los que no conocen el remordimiento. El espiritual y el altruista son “los débiles”, a quienes las “leyes” que gobiernan al mundo dan por alimento al egoísta y al materialista “al fuerte”. Que la “fuerza es derecho”, es la única conclusión legítima, la última palabra de la ética del siglo XIX; porque el mundo se ha convertido en un enorme campo de batalla, al cual, los más adecuados, descienden a manera de buitres para vaciar los ojos y despedazar los corazones de aquellos que en el combate han sucumbido. ¿Pone fin la religión a la batalla? ¿Ahuyentan las iglesias a los buitres, o consuelan al herido y al moribundo? En general, la religión hoy día no pesa en el mundo lo que una pluma, cuando ventajas mundanas y placeres egoístas se colocan en el otro platillo de la balanza; y las iglesias son impotentes para hacer revivir el sentimiento religioso entre los hombres, porque sus ideas, sus conocimientos, su sistema y sus argumentos son los de las Edades Negras. Mi Sr. Primado, Vuestra Gracia está quinientos años atrasados con respecto a los tiempos. Mientras los hombres discutieron acerca de si éste o aquél dios era el verdadero, o sobre si el alma iba a éste o al otro lugar después de la muerte, el clero comprendía la cuestión y poseía argumentos a mona –el silogismo o el tormento, según el caso;– pero ahora, después de todo, lo que se pone en tela de juicio o se niega, es la existencia de 1

Religión: a Retrospect and a Prospect

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Dios o de cualquier especie de espíritu inmortal. La ciencia inventa nuevas teorías acerca del Universo, en las cuales se omite con desprecio la existencia de dios alguno: sientan los moralistas sus teorías éticas o relativas a la vida social, y en ellas no se presupone la existencia de ninguna vida futura; en física, en psicología, en derecho, en medicina, lo único que a cualquier profesor le da títulos para ser escuchado, es que no figure entre sus enseñanzas ninguna referencia, sea la que fuese con relación a la Providencia o a alma. El mundo es conducido rápidamente a la convicción de que Dios es una concepción mítica que carece de fundamento en el terreno de los hechos, que carece de lugar alguno en la Naturaleza; y que la parte inmortal del hombre es un sueño frívolo de ignorantes salvajes, perpetuado por los embustes y fraudes de los sacerdotes, los cuales obtienen una gran cosecha cultivando los terrores de los hombres, con la idea de que su mitológico Dios atormentará a sus imaginarias almas por toda una eternidad en un fabuloso infierno. En presencia de todas estas cosas, el clero permanece hoy mudo e impotente. La única contestación que conocía la Iglesia para responder a “objeciones” como éstas, era el potro y la hoguera; mas ya no puede en la actualidad hacer uso de tal sistema de lógica. Claro es que si el Dios y el alma que las iglesias enseñan son entidades imaginarias, entonces la salvación y condenación cristianas son meras ilusiones de la mente, producidas por el proceso hipnótico de aserción y sugestión, empleado en gran escala, obrando acumuladamente sobre generaciones de bondadosos “histéricos”. ¿Qué contestación tenéis para la teoría de la religión cristiana, sino la repetición de afirmaciones y sugestiones? ¿De qué medios disponéis para devolver a los hombres sus antiguas creencias, más que de la revivificación de hábitos antiguos? “construid más iglesias, recitad más oraciones, estableced más misiones, y vuestra fe en la condenación y en la salvación se revivirá, siendo el resultado necesario el renovar la creencia en Dios y en el alma.” He aquí el sistema de las iglesias, y su única contestación al agnosticismo y al materialismo. Pero debe saber Vuestra Gracia, que el parar los ataques de la ciencia y crítica modernas, con armas tales como la afirmación y la costumbre, es atacar cañones de posición con lanzas y escudos de cuero. Como quiera que sea, a medida que el progreso de las ideas y el desarrollo de los conocimientos van minando la teología popular, cada descubrimiento de la ciencia, cada nueva concepción del avanzado pensamiento europeo, aproximan más el siglo XIX a las ideas de lo Divino y Espiritual, conocidas por todas las religiones esotéricas y por la Teosofía. Pretende la Iglesia, que el Cristianismo es la única religión verdadera, y esta pretensión lleva consigo dos proposiciones distintas; a saber: que el Cristianismo es la religión verdadera y que excepto él, no existe ninguna religión verdadera. Los cristianos no caen jamás en la cuenta de que Dios y el Espíritu pueden existir en cualquier forma distinta de aquella bajo la cual son presentados en las doctrinas de su iglesia. El salvaje llama ateo al misionero, porque no lleva un ídolo en su equipaje; y el misionero llama a su vez ateo a todo el que no lleva un fetiche en su mente; ni el salvaje ni el misionero cristiano sospechan que pueda existir una idea mucho más elevada que la que ellos tienen, del gran poder oculto que gobierna el Universo, al cual el nombre de “Dios” es mucho más aplicable . 7

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Es muy dudoso, si las iglesias se toman mucho mas trabajo en probar que el Cristianismo “es verdadero”, o demostrar que cualquier otra especie de religión es necesariamente “falsa”; y las malas consecuencias de estas enseñanzas son terribles. Cuando las gentes desechan los dogmas, piensan haber descartado también el sentimiento religioso, y deducen que la religión es una cosa superflua en la vida; y al lanzar de si la carga creen que dan al viento fantasías terrenales que consumen la energía que con mas provecho debiera emplearse en la lucha por la existencia. El materialismo de esta época es, por tanto, consecuencia directa de la doctrina cristiana, de que no existe mas poder director en el Universo, ni otro espíritu en el hombre, que aquellos dados a conocer por los dogmas del Cristianismo. El ateo, pues, mi Señor Primado, es el hijo bastado de la iglesia. Mas no es todo, Las iglesias no han enseñado jamás a los hombres ninguna otra razón mas elevada para que sean justos, bondadosos y veraces, que la esperanza del premio y el temor del castigo; y desde el momento en que dejan libre el paso a la creencia en el capricho y en la injusticia divina, están minados los cimientos de su moralidad. Ni siquiera les queda la moralidad natural en que apoyarse con plena conciencia, porque el Cristianismo les ha enseñado a considerarla como indigna, en razón de la depravación natural del hombre. Por lo tanto el interés propio viene a ser el único motivo de su conducta; y el temor de que se descubra su culpabilidad, la razón única para huir del vicio. Así es que con respecto a la moral, lo mismo que en lo referente a Dios y al alma, el Cristianismo empuja a los hombres fuera del sendero del conocimiento; y les precipita en los abismos de la incredulidad, del pesimismo y del vicio. El última lugar a que acuden hoy DÍA los hombres en demanda de auxilio para librarse de los males y miserias de la vida, es la iglesia; pues saben que ni la erección de templos ni la recitación de letanías, influyen en lo mas mínimo sobre los poderes de la Naturaleza, ni sobre los consejos de las naciones. Sienten instintivamente que desde el momento en que las iglesias han aceptado el principio de la propia conveniencia han perdido su poder de mover los corazones, y solo les es dado en la actualidad obrar en el plano externo, como sostenedoras de los agentes de policía y de los hombres políticos. La función de la religión es consolar a la humanidad y darle alientos para la larga lucha que durante la vida tiene que sostener con el pecado y la miseria. Esto puede hacerlo únicamente presentándole nobles ideales de una existencia más feliz después de la muerte, y de una vida más digna en la tierra, conquistadas ambas por medio de esfuerzos conscientes. Lo que en la actualidad necesita el mundo, es que se le hable de la Divinidad y del principio inmortal del hombre, de una manera que por lo menos esté al nivel de las ideas y de los conocimientos de los tiempos. El Cristianismo dogmático no es apropósito para un mundo que razona y piensa. Únicamente aquellos que sean capaces de sumirse en un estado mental semejante al de la Edad Media, podrán reverenciar a una iglesia, cuya misión religiosa (en distinción de la social y la política) es mantener a Dios de buen humor, mientras los laicos hacen lo que creen que Él no aprueba, rogar por cambios de tiempo, y a veces dar gracia al Todopoderoso por los auxilios prestados para la matanza de enemigos. No son “hombres de medicina”, sino guías espirituales lo que el mundo ansía en la actualidad; un “clero” que le proporcione 8

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ideales apropiados a la inteligencia de este siglo, como lo eran el Cielo y el Infierno cristianos, y su dios y su demonio para los siglos de negra ignorancia y de superstición. ¿Cumple o puede cumplir este requisito el clero cristiano? La miseria, el crimen, el vicio, el egoísmo, la brutalidad, la falta de respeto y de dominio de sí mismo, cualidad característica de nuestra civilización, unen sus voces en un tremendo grito, y contestan: ¡NO! ¿Cuál es el significado de la reacción en contra del materialismo de cuyas señales está llena la atmósfera de nuestro siglo? Significa que el mundo ha llegado a estar mortalmente enfermo del dogmatismo, de la arrogancia, de la suficiencia propia y de la ceguera espiritual de la ciencia moderna, de aquella misma ciencia a quien los hombres todavía ayer saludaban como libertadora de la hipocresía religiosa y de la superstición cristiana, y la cual, a manera del diablo de las leyendas monacales, exige como precio de sus servicios, el sacrificio del alma inmortal del hombre. Y mientras tanto, ¿qué hacen las iglesias? Las iglesias reposan sumidas en el dulce sueño de los emolumentos y de las influencias social y política, en tanto que el mundo, el demonio y la carne, se apropian sus palabras de consigna, sus milagros, sus argumentos y su fe ciega. Los espiritistas, ¿oh Iglesias de Cristo! han robado el fuego de vuestros alteres para iluminar sus salas de sesiones; los Salvadores os han arrebatado el vino sacramental para embriagarse espiritualmente en medio de las calles; el Infiel os ha despojado de las armas con que un tiempo vosotras les vencisteis y triunfante os dice: “Lo que vosotras decís, se ha dicho antes con frecuencia.” ¿Ha tenido el clero alguna vez tan magnífica oportunidad? Maduros penden ya los racimos de la viña, esperando únicamente que los legítimos vendimiadores los recoja. Si dieseis vosotras al mundo alguna prueba, al nivel de la inteligencia moderna, de que la Divinidad –el inmortal Espíritu en el hombre– tiene una existencia real como un hecho de la Naturaleza, ¿no os saludarían los hombres como sus salvadores del pesimismo y de la desesperación, del enloquecedor y embrutecedor pensamiento de lo que no existe más destino para la humanidad que la nada eterna, después de unos pocos años de angustias, trabajos y miserias ¿No os considerarían como sus libertadores del afán aterrador de goces materiales y de progreso mundano, que es la consecuencia directa de mirar esta vida mortal como fin y totalidad de la existencia? Pero las Iglesias no poseen ni el conocimiento, ni la fe necesarias para salvar al mundo; y quizás vuestra Iglesia, mi Sr. Primado, menos que todas, con su piedra miliar de 8.000.000 de libras anuales colgada al cuello. En vano procuráis aligerar la embarcación lanzando al agua la carga de doctrinas que vuestros antecesores consideraron vitales para el Cristianismo. ¿Qué más puede hacer ahora vuestra Iglesia que correr el temporal a palo seco, mientras el clero trata débilmente de tapar las vías de agua con la “versión revisada” procurando con peso muerto social y político impedir que la embarcación zozobre, y que su cargamento de dogmas y de sueldos se vayan al fondo? ¿Quién ha construido la catedral de Canterbury, mi Sr. Primado? ¿Quién ha inventado y dado vida a la gran organización eclesiástica que hace un arzobispo de Canterbury 9

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posible? ¿Quién ha colocado los cimientos del vasto sistema de contribución religiosa, que os concede 15.000 libras al año, y un palacio? ¿Quién ha constituido las formas y ceremonias, las oraciones y letanías, que ligeramente alteradas y despojadas de arte y de ornamentación constituyen la liturgia de la Iglesia de Inglaterra? ¿Quién ha arrancado del pueblo los orgullosos títulos de “teólogo reverendo”, y de “Hombre de Dios”, que el clero de vuestra Iglesia con tanta confianza lleva? ¿Quién, después de todo, más que la Iglesia de Roma? Hablamos sin ningún espíritu de enemistad. La Teosofía ha visto el principio y el fin de muchas creencias religiosas, y de muchas más presenciará el nacimiento y la muerte. Sabemos nosotros que la vida de las religiones se halla sujeta a leyes fijas. Si vosotros heredasteis legítimamente de la Iglesia de Roma, o obtuvisteis lo que poseéis de modo violento, os dejamos lo decidáis con vuestros adversarios y con vuestra conciencia; porque nuestra actitud mental hacia vuestra Iglesia, se encuentra determinada por su utilidad intrínseca. Sabemos nosotros que si es incapaz de dar cumplimiento a la verdadera misión espiritual de una religión, será barrida sin remedio, aunque su deficiencia resida más en sus tendencias hereditarias y en el medio en que se halla colocada, que en sí misma. La Iglesia de Inglaterra, haciendo uso de una comparación vulgar, marcha a manera de un tren, gracia al movimiento adquirido antes de que se le quitase el vapor. Cuando dejó la vía principal, fue para tomar una lateral que a ninguna parte conduce. El tren ha llegado casi a una estación, y muchos de los pasajeros lo han dejado para tomar otros medios de transporte. Lo que en él quedan saben, en su mayor parte, que dependen de la pequeña cantidad de vapor que quedaba en la caldera cuando se apartó de los fuegos de Roma. Ahora sospechan que durante todo el tiempo pueden haber estado jugando al tren; pero el maquinista sigue haciendo sonar su pito, el revisor sigue examinando los billetes, los encargados de los frenos siguen haciéndolos funcionar, y después de todo no se pasa mal; pues los vagones son calientes y confortables, y el día es frió; y mientras los vehículos permanecen en buenas condiciones de comodidad y elegancia, todos los empleados al servicio de los viajeros, son muy amables. Pero aquellos que saben a donde necesitan ir, no están tan satisfechos. Durante algunos siglos, la Iglesia de Inglaterra ha estado llevando a cabo la difícil empresa de hacer propaganda en dos direcciones al mismo tiempo, diciendo a los católicos–romanos “¡Razonad”! y a los escépticos: ”¡Creed”! El haber equilibrado la fuerza de su doble golpe, ha sido lo que durante tan largo periodo la ha salvado de caer de su fortaleza. Pero en la actualidad, la fortaleza misma cede bajo sus plantas. El desengaño y el malestar están en la atmósfera. ¿Y qué es lo que hace vuestra Iglesia en su propio favor? Clama su utilidad. Útil es el poseer un número de hombres ilustrados, morales y apartados del mundo, esparcidos por todo el país, que han impedido que el mundo olvide por completo el nombre de religión, y que actúan a manera de centros de una obra benéfica. Pero la cuestión de que en la actualidad se trata, no es ya de repetir oraciones y dar limosnas a los pobres, como sucedía hace quinientos años. La raza ha llegado a la edad de reflexión; ya piensa por sí misma, y sus individuos han tomado en sus propias manos la dirección, no solo de sus asuntos privados y sociales, sino además

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de los espirituales; pues han convenido en que su clero no sabe más acerca de las “cosas de los Cielos”, que lo que saben ellos mismos. Pero se dice que la Iglesia de Inglaterra se ha hecho tan liberal, que todos deben apoyarla. Cierto es que puede uno asistir a una excelente imitación de la misa, o sentarse bajo un virtual Unitario, y pertenecer, sin embargo, a su rebaño. Esta tolerancia bella, como quiera que sea, únicamente significa que la Iglesia ha visto que era necesario convertirse en una comunidad abierta, en cuyo seno pudiese construir cada uno su propia choza y verificar sus especiales ceremonias, con tal de unirse a la defensa de sus emolumentos. La tolerancia y la libertad son contrarias a las leyes de la existencia de toda iglesia que crea en la condenación por decreto divino, y su aparición en la Iglesia de Inglaterra no es signo de una vida que se renueva, sino de próximo desmoronamiento. No menos engañosa es la energía demostrada por la Iglesia en la construcción de templos. Si esto nos diese la medida de la vitalidad religiosa, ¡qué época tan piadosa no sería la presente! Jamás ha estado también alojado el dogma como ahora, aunque millares de seres humanos duerman en las calles, y perezcan literalmente de hambre a la sombra de majestuosas catedrales, construidas en nombre de Aquel que no tenia una piedra en donde apoyar su cabeza. ¿Pero dice acaso Jesús a Vuestra Gracia, que la religión no reside en los corazones de los hombres, sino en templos fabricados con las manos? No podéis convertir vuestra piedad en piedra y usarla en vuestras vidas; y la historia demuestra que la petrificación del sentimiento religioso, es una enfermedad tan mortal como la orificación del corazón. Si las iglesias se multiplicasen cien veces más, y cada clérigo se convirtiese en un centro de filantropía, se lograría tan sólo la dispensa de cuidados que al pobre deben sus semejantes; pero no la instrucción espiritual, pues no es dado obtenerla de aquellos. Esto sólo conduciría a poner más de relieve la esterilidad espiritual de las doctrinas de la Iglesia. Aproxímanse los tiempos en que se pedirá al clero cuenta de sus servicios. ¿Estáis preparado, mi Señor Primado, para explicar a VUESTRO MAESTRO, el por qué habéis dado a sus hijos piedras, cuando a gritos os pedían pan? Os sonreís en vuestra imaginaria seguridad. Durante muchísimo tiempo los servidores han vivido en orgía perenne en los aposentos internos de la casa del Señor, y están en la creencia de que Él no volverá jamás. Pero Él os ha dicho que volvería a modo de ladrón durante la noche, y ¡hele aquí! Está ya viniendo en los corazones de los hombres. Él viene ya a tomar posesión del reino de Su Padre, en donde solamente su reino existe. ¡Pero vosotros no le conocéis! Si las iglesias mismas no se encontrasen arrastradas por el torrente de negación y de materialismo que ha barrido a la sociedad, reconocerían el germen del Cristo–Espíritu, que viva y rápidamente se desenvuelve en los corazones de millares, a quienes en la actualidad anatematizan como a infieles y locos. Reconocerían allí el mismo espíritu de amor, de sacrificio, de inmensa piedad por la ignorancia, por la locura y por los sufrimientos del mundo, que en el corazón de Jesús aparecerían en su pureza, como habían aparecido en los corazones de otros Santos Reformadores en otras épocas, y el cual es la luz de toda religión verdadera, y la lámpara por medio de la cual los teosofistas de todos los tiempos ha tratado de guiar su pasos a lo largo del estrecho

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La Teosofía y las Iglesias

sendero que a la salvación conduce, sendero que es recorrido por toda la encarnación de CHRISTOS o el ESPÍRITU DE VERDAD. Y ahora, mi Señor Primado, hemos puesto respetuosamente ante Vos los principales puntos de diferencia y discrepancia existentes entre la Teosofía y las Iglesias Cristianas, y os hemos declarado la unidad que existe entre la Teosofía y las enseñanzas de Jesús. Habéis oído nuestra profesión de fe y reconocido los abusos y quejas que exponemos a la puerta del Cristianismo dogmático. Nosotros, un puñado de humildes individuos, sin riquezas ni influencia mundana, pero fuertes con nuestros conocimientos, nos hemos unido con la esperanza de llevar a cabo la obra que decís os ha encargado vuestro MAESTRO, pero que está tristemente descuidad por ese rico y dominante coloso, la Iglesia Cristiana. ¿Llamaréis a esto presunción? ¿Os aventuraréis, en este país de opinión libre, de libre discurso, de esfuerzo libre, a no concedernos más muestra de reconocimiento que el acostumbrado anatema, que la Iglesia tiene en reserva para el reformador? ¿O podemos esperar que las amargas lecciones que la experiencia de aquella regla de conducta ha dado a las iglesias, habrá cambiado los corazones y aclarado el entendimiento de sus legisladores; y que el próximo año de 1888, será testigo de que amistosamente y con buena voluntad nos tienden su mano los cristianos? Esto seria el justo reconocimiento de que la relativamente pequeña colectividad, conocida con el nombre de Sociedad Teosófica, no es ningún precursor del Anticristo, ningún engendro del diablo, sino el auxiliar practico, quizás el salvador del Cristianismo; y de que trata solo de llevar a cabo la obra que Jesús, como Buda, y los otros “hijos de Dios” que le han precedido, ha mandado a todos su secuaces, la cual las Iglesias, por haberse convertido en dogmáticas, se encuentran imposibilitadas por completo de llevar a efecto. Y ahora, si Vuestra Gracia puede demostrar que nosotros somos injustos con respecto a la Iglesia, de la cual sois Cabeza, o a la Teología popular, prometemos reconocer nuestro error públicamente. Pero, QUIEN CALLA OTORGA2.

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La contestación todavía sé espera. – N. del T.

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LA MENTE EN LA NATURALEZA Traducido por Josefa Frias, 4 de febrero, 1998

LA MENTE EN LA NATURALEZA1

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randeza, es el premio de la Ciencia moderna y que sus logros sean incomparables. Los filósofos pre–cristianos y medievales, pueden haber dejado unas pocas señales en las inexploradas minas, pero el descubrimiento de todo el oro y joyas preciosas, solo se debe a la paciente labor del Sabio moderno. !Y aun más, ellos declaran que el genuino y real conocimiento de la Naturaleza, el Kosmos y del hombre, es todo de reciente descubrimiento. El actual y exuberante árbol del conocimiento, creció de las raíces muertas de la cizaña de la antigua superstición!

Todo esto sin embargo, no es el punto de vista de los estudiantes de Teosofía. Ellos dicen que no es justo solo hablar en detrimento de “Las incomprobables concepciones de un pasado primitivo”, como Mr. Tyndall y otros han hecho, y al mismo tiempo, esconder la base de la fuente intelectual sobre la cual la reputación de muchos modernos filósofos y científicos ha sido edificada. ¿Cuantos de nuestros distinguidos científicos no han obtenido honor y crédito simplemente por revestir las ideas de esos antiguos filósofos, a quienes ellos están siempre preparados para menospreciar? Hay que dejar a la imparcialidad de la posteridad la última palabra al respecto. Pero la arrogancia y opinión interesada ha tomado posesión como dos odiosos canceres en los cerebros de los hombres de mediana sabiduría, y éste es el caso especial de los Orientologos–Sanskritolos, Egiptologos y Asiriologos. Los primeros guiados (o tal vez pretendidamente guiados) por pasados eruditos en el Mahâbhârata y los segundos por interpretación arbitraria de papirus, conjuntamente con lo que éste u otro escritor griego dijo o no dijo, o por las inscripciones cuneiformes, destruidas a media, en cerámicas hechas por los Asirios de los escritos del “Accado” Babilónico. Muchos de ellos son muy dados a olvidar, en la más conveniente oportunidad, de que los numerosos cambios en el lenguaje, la fraseología alegórica y la evidente secretividad de los escritores místicos, quienes estaban generalmente bajo la obligación de nunca divulgar los solemnes secretos del santuario, pudiesen tristemente haber confundido a ambos, los transcriptores, y sabios antiguos. La mayoría de nuestros Orientologos, prefieren permitir que su vanidad conjuntamente con su lógica y poder de razonamiento decidan, antes de admitir su ignorancia, y orgullosamente reclaman, como el Profesor Sayce: que ellos han descubierto el verdadero significado de los viejos símbolos religiosos y que pueden interpretar los textos esotéricos mucho más correctamente que lo que pudieron los iniciados hierofantes de Caldea y Egipto. Esto quiere decir que los antiguos hierogramatistas y sacerdotes, quienes fueron los inventores de todas las alegorías que sirvieron de velo a las muchas verdades enseñadas 1

Traducido de The mind in Nature de H. P. Blavatsky

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La Mente en la Naturaleza

a las Iniciaciones, no poseían la clave de los textos sagrados, compuestos o escritos por ellos mismos. Todo esto es comparable con otras ilusas pretensiones de algunos sanskritologos, quienes a pesar de nunca haber estado en la India, reclaman conocer el acento sánscrito y su pronunciación, como también el significado de las alegorías vedicas, mucho más, que los más sabios entre los grandes pundits y expertos en Sánscrito de la India. !Después de todo esto quien no se asombraría de que los dialectos y códigos de nuestros alquimistas y Kabalistas medievales, sean también leídos literalmente por el estudiante moderno y que el griego y aun las ideas de Aechilles, sean “corregidas” y mejoradas por los sabios griegos de Cambrigde y Oxford, y que las parábolas vedadas de Platón, sean atribuidas a su “ignorancia”2. Si los estudiantes de las lenguas muertas en verdad supieran, debieran saber que el método estricto a la Ley de Causa y Efecto fué aplicado en la antigüedad así como también se hace hoy la moderna filosofía; es por eso que desde la primera aparición del hombre, la verdad fundamental de todo lo que se nos permite saber en la tierra estaba en las manos seguras de los Adeptos al Santuario; que la diferencia de credos y religiones practicadas era solamente externa; y que esos guardianes de la primitiva divina revelación, han sido quienes han resuelto cada problema que es posible de entender por el intelecto humano, y que estaban unidos por la universal hermandad de la ciencia y la filosofía, la cual formó una cadena interrumpible alrededor del globo. Es para la Filología y los Orientologos tratar de encontrar el final de la madeja. Pero si persisten en buscar en una sola dirección y en la dirección equivocada, la verdad y los hechos, jamás se descubrirán. Es por lo tanto un deber de la psicología y la teosofía ayudar al mundo a descubrir esas verdades. Estudien las religiones Orientales a la luz de la filosofía oriental – No occidental– y si llegasen a colocar un simple engarce del sistema de las viejas religiones, la cadena de misterios puede muy bien desenredarse. Pero para alcanzar este objetivo no se debe estar de acuerdo con aquellos que enseñan que es antifilosófico investigar en las primeras causas, y que todo lo que podemos hacer es considerar los fenómenos físicos. El campo de la investigación científica esta lleno de fenómenos por todos los lados, pero una vez el limite de la materia es alcanzado, la investigación debe detenerse y recomenzarse de nuevo. Como el Teosofista no quiere jugar a ser la ardilla que mueve la rueda, debe rehusarse a seguir las indicaciones de los materialistas. El, más que nadie, sabe que las

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Véase la Conferencia Hibbert 1887, Pagina 14–17, en el origen y crecimiento de la religión de los antiguos Babilonios, donde el Prof. A.H. Saycee, dijo que aunque “muchos de los textos sagrados habian sido escritos ex–profeso para ser entendidos solo por los “iniciados” (itálicas mías), provistos de las claves y glosarios”, no obstante muchos de estos, el añade, “están en nuestras manos”, ellos (los orientalistas) tienen la clave de las interpretaciones de esos documentos, cuyos documentos ni aún los sacerdotes iniciados poseían (p17). Esta “clave” es la contemporánea locura, tan querida para el Sr. Gladstone, en insistir hasta el aburrimiento, en querer percibir en cada símbolo de las religiones del viejo mito solar, convirtiéndolos, cuando la oportunidad lo requería, en sexual o emblema fálico. Mas sin embargo, lo dicho de que “Gisdhubar fue más que un campeón y conquistador de todos los tiempos” para los orientalistas, quien, “podía penetrar dentro de los mitos”, el no es más que un héroe solar, quien no fue más que el descendiente transformado de un humilde Dios de fuego (obr. cit p. 17).

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evoluciones del mundo físico, de acuerdo con la antigua doctrina, es seguida por la misma evolución en el mundo del intelecto, ya que la evolución espiritual en el universo se manifiesta en ciclos, exactamente como la física. ¿No vemos en la historia una alternación regular de ascenso y descenso en la marea del progreso humano? ¿No vemos en la historia universal y aun hallamos esto mismo en nuestras propias experiencias, de que los grandes imperios del mundo, después de alcanzar la culminación de su grandeza, descienden otra vez, de acuerdo con la misma ley por la cual ascendieron? Más aun, habiendo descendido a su punto mas bajo, la humanidad se surge de sus propios deshechos y asciende una vez más, hasta la altura de su misma esencia, de acuerdo a la ley de progresivo ascenso por ciclos, de alguna manera más alta, que el punto del cual descendiera una vez. Reinos e imperios están debajo de esta misma ley cíclica, como también las plantas, razas y todo lo que existe en el Kosmos. La división de la historia, en lo que los Hindúes llaman el Sattva, Treta, Dvâpara y Kali Yugas y a lo que los Griegos se referían como “las edades de Oro, Plata, Bronce y Hierro”, no es una ficción. Vemos lo mismo en toda clase de literaturas. Una edad de inspiraciones e inconsciente productividad, es invariablemente seguida por una edad de críticas y conciencia. Una le da a la otra el material de análisis y críticas al intelecto del otro. “El momento es más que oportuno, para que se revisen las viejas filosofías. Arqueólogos, filósofos, astrónomos, químicos y físicos están acercando el punto donde tendrán que considerarlas. La ciencia física esta alcanzando el limite del campo de su exploración: la teología dogmática ve la fuente de su inspiración secarse. El día esta llegando cuando el mundo recibirá la prueba de que solo las antiguas religiones estaban en armonía con la naturaleza, y la ciencia antigua alcanzaba todo lo que es posible conocer. “Una vez más la profecía hecha en Isis sin Velo, veintidós años atrás es reiterada. “Secretos largamente mantenidos serán revelados; libros por mucho tiempo olvidados y arte por mucho tiempo perdido, serán traídos a la luz de nuevo; papiros y pergaminos de inestimable importancia aparecerán en las manos de hombres, quienes pretenderán haberlos desenrollados de momias, o tropezarse con ellos en criptas enterradas; cerámicas y columnas, cuyas revelaciones esculpidas asombraran a los teólogos y confundirán a los científicos, están por descubrirse e interpretarse. ¿Quien conoce de las posibilidades del futuro? Una era de desencantamiento y reconstrucción pronto llegará –No– ya ha comenzado. El ciclo ha casi recorrido su curso; uno nuevo esta a punto de comenzar, y las futuras páginas de la historia contendrán toda la evidencia, y darán las pruebas reales de todo lo dicho.” Desde el día que esto fue escrito mucho ya ha acontecido, el descubrimiento de las cerámicas Asirias y sus cronologías, por si solo, han forzado a los interpretes de las inscripciones cuneiformes –ambos cristianos y libres pensadores– a alterar la mismísima edad atribuida al planeta3. 3

Sargón, el primer monarca “Semítico” de Babilonia, el prototipo del Moisés original, es ahora colocado 3.750 años A.C. (paf.21), y el Tercero de la Dinastía Egipcia “hace 6.000 anos”, por lo tanto algunos años antes del mundo ser creado, de acuerdo con la cronología bíblica (Conferencia de Vide Hibbert en Babilonia por A. H. Sayce, 1887, págs 21 y 33.)

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La cronología de los Purânas hindúes, reproducida en “la Doctrina Secreta”, es ahora menospreciada, pero llegara el tiempo cuando será universalmente aceptada. Esto puede ser tomado como una simple presunción, pero solo será en el presente. Es en verdad cuestión de tiempo. Todo el resultado del enfrentamiento entre los defensores de la antigua sabiduría y sus detractores –laicos y religiosos– descansa: a) en la incorrecta comprensión de la vieja filosofía, por la carencia de las claves que los Asiriólogos afirman haber descubierto y, b) en las meterialisticas y antropomórficas tendencias de la era. Esto en ninguna manera trata de impedir que darwinistas y filósofos materialistas de desentierren las minas intelectuales de los antiguos y se apoderen de las riquezas de ideas que estas poseen. Ni a los teólogos, de descubrir dogmas cristianos en la filosofía de Platón y llamarlas “presentimientos” como en el Libro del Dr. Lundy titulado Cristianeidad Monumental y otros tipos de trabajos contemporáneos. De tales “presentimientos” toda la literatura – o lo que queda de esa literatura sacerdotal– de la India, Egipto, Caldea, Persia, Grecia y aun Guatemala (Popul–Vuh), esta llena. Basada en el mismo fundamento –legado de los Misterios antiguos– las primitivas religiones, todas sin excepción, reflejan lo más importante de lo que una vez fue una creencia universal, que es, por ejemplo, un impersonal, universalmente divino Principio, absoluto en su naturaleza, incognoscible al intelecto del “cerebro”, o la condicionada y limitada cognición del hombre. Imaginar un testigo a esto, en el universo manifestado, que no sea otro que la Mente Universal, el Alma del universo, es imposible. Lo que por si se establece como una eterna y continua evidencia y prueba de la existencia de ese Único Principio, es la presencia de un innegable diseño en el mecanismo cósmico, nacimiento, crecimiento, muerte y transformación de todo lo que existe en el universo, desde la silenciosa e inalcanzable estrella, hasta el más insignificante liquen; desde el hombre hasta las invisibles vidas, ahora llamadas microbios. Es por tanto de una aceptación universal la “Mente Divina”, el Ánima Mundi de toda la antigüedad. Esta idea de Mahat (el grande) Âkâsha o el Aura de Brahma de transformación, de los Hindúes, del Alaya; “El Divino Ser de Misericordia y Compasión” de los místicos trans–himalayicos; “la eterna razón de la Divinidad”, de Platón, es la más antigua de las doctrinas hasta ahora conocida y creída por el hombre. Por lo tanto no se puede decir que se originó con Platón o con Pitágoras ni con ninguno de los demás filósofos dentro del periodo histórico. Los oráculos de Caldea dicen: “ El trabajo de la naturaleza co–existe con la intelecta [νοερω] luz espiritual del Padre. Porque es el Álma [ψυχε] la que embellece el gran Cielo y la que lo adorna después del Padre.” El mundo incorpóreo estaba ya completo, teniendo su asiento en la Divina Mente, “Razón,” dice Philo, quien es erróneamente acusado de obtener su conocimiento filosófico de Platón. En la Teogonía de Mochus, encontramos al Æther primero, y luego el aire, los dos principios de los cuales Ulom, el Inteligible [νοετος] Dios (el mundo visible de la materia) es nacido.

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La Mente en la Naturaleza

En los Himnos Órficos, Eros–Pan emerge del Huevo Espiritual, el cual el aliento etérico impregna con el esencial aliento, “el Espíritu de Dios”, quien se dice se mueve en el Aeter, “rumiando sobre el Caos”, la Divina “Idea”. En el Kathopanishad Hindú, Purusha, el Divino Espíritu, se une a la Materia original, y de esta unión emerge el gran Alma del Mundo, “Maha–Âtmâ, Brahmâ, el Espíritu de la Vida;” estas interpretaciones son idénticas a la del Alma Universal, o Anima Mundi y la de la Luz Astral de los Teurgos y Kabalistas. Pitágoras trajo sus doctrinas de los santuarios orientales y Platón las compilo dentro de una forma más inteligible, que los numerales misteriosos del Sabio –cuyas doctrinas el había totalmente abrazado– de manera que el Cosmos es “El Hijo” según Platón, teniendo como padre y madre a la Divina Mente y la Materia. La “Esencia Original” (Seres, según los Teosofistas, ya que ellos son la divina emanación de los Rayos divinos), es una emanación del Demiurgo o la Mente Universal la cual contiene desde la eternidad la idea de “el mundo a crearse” dentro de sí mismo, cuya idea el LOGOS inmanifestado produce por sí mismo. La primera idea “Nacido de la oscuridad antes de la creación del mundo” yace dentro de la mente no Manifestada; la segunda es la Idea emanando como una reflexión de la Mente (Ahora El LOGOS manifestado), revistiéndose de materia, y asumiendo una existencia objetiva

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¿EN QUÉ CONSISTE LA VERDAD?

¿EN QUE CONSISTE LA VERDAD?

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uando Pilatos preguntó a Jesús: ¿Qué es la Verdad?, éste no respondió. El silencio de Jesús en esta y en otras circunstancias, no ha impedido sin embargo a aquellos que se proclaman actualmente sus discípulos, obrar como si de El hubiesen recibido la Verdad última y absoluta. ignoran que las palabras de sabiduría que se les ha dado no contienen sino una parte de la Verdad que ha quedado escondida en parábolas oscuras, aunque de incomparable belleza. Con tal sistema, el dogmatismo se ha desenvuelto gradualmente en las iglesias, en las ciencias y por todas partes. Una apariencia de verdad, oscuramente percibida en las regiones de lo abstracto, como la que se deduce de las observaciones y experiencias en el régimen de la materia, ha sido impuesta bajo forma de revelación divina y de datos científicos a la multitud demasiado ocupada para pensar por sí. Pero desde Pilatos hasta nuestros días, la cuestión de saber si un grupo cualquiera de hombres puede poseer la Verdad absoluta, ha quedado siempre en pie; nuestra razón nos dice que ello no es posible. En el mundo finito y condicionado en el que el hombre se encuentra, la Verdad absoluta no existe sobre ningún sujeto; no hay sino verdades relativas sobre las cuales debemos basarnos lo mejor posible. En todos los tiempos ha habido sabios que alcanzaron la Verdad absoluta y que sin embargo no podían enseñar sino verdades relativas, pues en nuestra raza nadie puede dar a otro la Verdad total y final, que cada uno tiene forzosamente que encontrar por sí mismo y en sí mismo. Dos almas no son idénticas y por eso la luz suprema debe ser recibida por ellas mismas y no por intermedio de otra, según su capacidad. El más grande de los Adeptos1 no puede revelar de la Verdad universal sino tanto cuanto de ella es posible asimilar. El Sol es uno, pero sus rayos son innumerables, y su efecto es benéfico ó maléfico, según la constitución y la naturaleza de las cosas que los reciben. Cuanto más elevada es nuestra conciencia, más podemos impregnarnos de verdad. Pero la conciencia humana es como la flor: puede girar su faz hacia el lejano luminar, las raíces la mantienen unida al suelo y la mitad de su vida se pasa en la oscuridad. Sin embargo, sobre esta misma tierra, cada uno de nosotros puede alcanzar relativamente el sol de la Verdad y asimilarse los rayos más calientes y más directos, a pesar de la alteración que sufren a través de las partículas físicas del espacio. Hay dos métodos para llegar allí. Sobre el plano físico podemos emplear nuestro polarizador mental, analizar cada rayo y escoger el más puro. Para alcanzar el sol de la Verdad sobre el plano espiritual, 1

Hombres que han alcanzado su mayor desarrollo espiritual.

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¿En qué consiste la Verdad?

debemos trabajar de una manera absolutamente seria. Sabemos que paralizando gradualmente los deseos de nuestra personalidad inferior (voces de nuestra alma puramente fisiológica que depende de su vehículo, el cerebro físico) el hombre animal en nosotros puede dar lugar al Hombre espiritual; en este caso, los sentidos y las percepciones espirituales, una vez puestos en movimiento, se desenvuelven simultáneamente; y es esto lo que los Grandes Adeptos, los Yoguis del Oriente, hacen todavía en la actualidad. Antes de que pueda llegar a ser dueño de una verdad absoluta, el hombre debe conocerse a sí mismo y obtener las percepciones interiores que no engañan jamás. La Verdad absoluta es el símbolo de la Eternidad, y como ningún pensamiento finito comprende lo eterno, ninguna verdad perfecta podría desenvolverse en ese pensamiento finito. Es posible que se diga: “Desde que la comprensión de la Verdad absoluta es tan difícil, contentémonos, pues, con verdades relativas”. Seguramente muchas personas hablarán así; pero aun para aproximarse a la verdad terrestre, la primera cosa necesaria es el amor de la verdad misma, sin lo cual no se conseguirá ninguna cognición. Pero, ¿quién, en nuestro período, ama así la Verdad? ¿Cuántos entre nosotros están prontos a buscarla, a aceptarla y a seguirla, en un medio social donde todo lo que se llama éxito está basado sobre apariencias, no sobre la realidad, sobre convenciones y no sobre un valor intrínseco? No ignoramos los obstáculos que allí se encuentran. La Verdad divina no puede descender sino sobre un Alma imparcial, sin prejuicios, lo que raramente se ve en nuestros países civilizados. En nuestro siglo de vapor y de electricidad el hombre vive con velocidad prodigiosa que le deja apenas el tiempo de reflexionar, y pasa de la cuna a la tumba atado al lecho de tortura de las conveniencias y de los hábitos. El convencionalismo no es otra cosa que el simulacro del sentimiento, y por consecuencia no es la Verdad. Lord Byron decía muy bien que ésta se encontraba a una gran profundidad mientras que en la superficie todo era pesado por la balanza falsa de las costumbres. Aquellos que viven en medio del convencionalismo saben bien que a pesar de su más ardiente deseo, no se atreven a aceptar la verdad por miedo al feroz Moloch llamado Sociedad. Echemos, por todas partes, una mirada alrededor de nosotros: en la sociedad moderna, en la política moderna, en las religiones modernas, y en la vida moderna entera; observad la manera de proceder de todos los centros de civilización en los diversos países, allí donde el hombre blanco ha introducido su llamada civilización, y decid dónde está ese El dorado de felicidad en el que la Verdad es recibida como un huésped honrado, y en el que la mentira y la falsedad son tratadas como enemigas. ¿Podríais nombrarle? “Yo quiero la verdad –gritaba Carlyle– y no la mentira! ¡Que los cielos me aplasten si un país de estupidez celeste es la recompensa de la falsedad! ¿Pero quién, en nuestro siglo, osaría hablar como Carlyle? ¿La mayoría de los hombres no prefieren la pereza y el egoísmo frío, en los que creen encontrar la verdadera jauja?

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¿En qué consiste la Verdad?

El egoísmo, hijo de la ignorancia, es el resultado de la creencia de que para cada niño nacido es creada una nueva Alma, separada, y distinta del Alma universal. Este egoísmo forma la gran barrera entre el Yo personal y la Verdad; es la madre de todos los vicios; la mentira nace de la necesidad de disimular, y la hipocresía proviene del deseo de enmascarar una mentira. Es el cáncer que crece, roe y destruye todo de nuestra naturaleza y ese egoísmo es la única divinidad que de nuestra naturaleza y ese egoísmo es la sola divinidad que no tiene que temer ser renegada por sus discípulos; reina, por consecuencia, en nuestro mundo de conveniencias, en aquel que llamamos mundo respetable. Pasad revista de arriba abajo a la sociedad: por todas partes el egoísmo y la falsedad están en acción por el yo bien amado; hipocresía y falsedad en cada individuo, hipocresía y falsedad en cada nación. En el primer caso se ha convenido llamarlas virtudes domésticas; en el otro, patriotismo, aspiraciones nacionales. ¿Si el diplomático obtiene por engaño, astucia y mentira, lo que no puede obtener por la fuerza, debemos por esto aplaudirle? No es sino por su habilidad y no según la verdad que este diplomático consigue ventajas para su país, ventajas, por otra parte, que las procura en detrimento de un país vecino. Cada clase de la sociedad está basada sobre una mentira y sin esta mentira caería en ruinas. Las clases elevadas se sirven de ella para ocultar lo que llaman pecadillos y que nosotros llamamos grosera inmoralidad. Las clases medias están saturadas de falsas sonrisas, de falsas palabras. El amo va a misa para engañar a sus sirvientes; el cura predica lo que no cree, se inclina ante su obispo y éste ante su Dios. Los diarios engañan a sus lectores y aun la ciencia ha cesado de presentar los hechos tales como son; los hombres de ciencia prefieren ante todo imponer sus teorías e ideas personales a fin de añadir brillo a su nombre y aumentar su gloria. Un hombre científico es tan energúmeno para combatir testimonios que destruyan las hipótesis científicas del día, como el sacerdote para combatir la geología moderna y para tratar de mentir a la evolución. La mentira está de tal manera arraigada, que nuestra misma cronología nos fuerza a mentir, pues la manera de contar nuestras fechas, sea antes, sea después del Cristo, aceptada por judíos, paganos, cristianos, ateos, gnósticos, etc., es una mentira basada sobre otra mentira. ¿Dónde, pues, podemos encontrar ni la misma verdad relativa? Ya en el siglo de Demócrito aparecía bajo la forma de una diosa acostada en el fondo de un pozo profundo, tan profundo que ella tenía pocas probabilidades de salir de allí. Lo que nosotros, miembros de la Sociedad Teosófica, debemos hacer, es ceñirnos estrictamente a nuestra divisa: ¡No hay religión más elevada que la Verdad! No debemos reconocer como verdad lo que fácilmente es reconocido como mentira en práctica. Sin embargo, aceptemos en nuestro seno miembros de todas las creencias. La Teosofía es el Saber divino y el saber es la verdad; cada hecho verdadero, cada palabra sincera, forma una parte de la Teosofía. Aquel que conoce la Alquimia divina, o aun aquel que no posee sino una percepción aproximativa de la Verdad, reconocerán a ésta en los datos erróneos tan bien como en los datos correctos. Porque la cantidad de oro extraída de un montón de materias inútiles sea pequeña, no es por eso menos preciosa.

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¿En qué consiste la Verdad?

Algunas veces es tan útil saber lo que una cosa no es, como saber lo que es. Cada filosofía y cada religión, por incompletas y ridículas que sean en apariencia, están basadas sobre un fondo de verdad; nosotros las comparamos, las analizamos y discutimos las enseñanzas que están en ellas contenidas. Tenemos siempre que escoger entre los dioses que se encuentran del otro lado de ese diluvio que ha sumergido las facultades del Pensamiento y el Saber divino, y los dioses de los hábitos y de la mentira social, y ciertamente la Filosofía, que tiende a disminuir los sufrimientos humanos en vez de aumentarlos, tiene que ser la mejor. Para concluir diremos: Fuera de una cierta condición elevada y espiritual del Alma, por la cual el hombre es uno con el Alma universal, él no puede obtener sobre esta Tierra sino verdades relativas de cualquier religión o filosofía que sea; y aun, si la diosa que se encuentra en el fondo del pozo saliese de su prisión, no podría dar al hombre más de lo que él pudiera asimilar. Mientras tanto, cada uno de nosotros puede quedar en las orillas de ese pozo llamado el Saber y mirar en sus profundidades, esperando ver en sus sombrías aguas el reflejo de la imagen de la Verdad. Sin duda el investigador paciente podrá percibir de tiempo en tiempo el vago reflejo de alguna verdad, pero que tenga cuidado, el filósofo no descubrirá allí sino el de su propia forma. Para evitar tal calamidad, trataremos de no promulgar verdades que no sean sino reflexiones de nuestros propios cerebros. Queremos ser liberales y nos oponemos a la santurronería y a la intolerancia que terminan en el sectarismo. Pero dejando la mayor latitud a nuestros adversarios, estos no pueden abrigar la esperanza de encontrar el reflejo de sus figuras en las aguas límpidas de la Filosofía. En lo que concierne a las convicciones profundas y espirituales del verdadero teósofo, estas no son sometidas a la discusión pública; cada uno conserva este tesoro profundamente encerrado en los pliegues más secretos de su alma. Tales convicciones, tales creencias, no deben ser divulgadas y profanadas por la mano ruda del público indiferente o puramente crítico. Ciertas verdades teosóficas pasan los límites de la especulación y deben, por consiguiente, quedar escondidas a la vista pública, pues la evidencia de las cosas que no son ni vistas, ni entendidas, ni sentidas, no constituye la evidencia sino para aquellos que pueden verlas, entenderlas y sentirlas. Un rayo de la Verdad absoluta no podría reflejarse sino en un espejo puro, hecho de su propia llama y esta llama en nosotros es nuestra conciencia más elevada. “La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas de la ilusión no la perciben”.

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FILÓSOFOS ANTIGUOS Y CRÍTICOS MODERNOS

FILÓSOFOS ANTIGUOS Y CRÍTICOS MODERNOS

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n uno de los más antiguos sistemas filosóficos y religiosos de los tiempos prehistóricos, leemos que al terminar un Mahâ–Pralaya (disolución general), el Gran Alma, Param–Atma, el Yo Existente por Sí Mismo, aquello que sólo puede ser concebido por lo suprasensible, se hizo manifiesto a sí mismo1. Dan los indos a esa Existencia varios nombres, siendo uno de ellos Svayambhû o el Yo Existente por Sí Mismo. Este Svayambhû emana de sí mismo la facultad creadora, o Svâyambhuva –el Hijo de lo Existente por Sí Mismo– y lo Uno se convierte en Dos; éste, a su vez, evoluciona hacia un tercer Principio con la potencialidad de convertirse en Materia, que los ortodoxos llaman Virâj, o el Universo2. Esta Trinidad incomprensible se antropomorfiza más tarde, resultando la Trimurti conocida como Brahmâ, Vishnú y Shiva, los símbolos de los Poderes Creador, Conservador y Destructor de la Naturaleza, y al mismo tiempo de las fuerzas transformadoras o regeneradoras, o más bien, de los tres aspectos de la Fuerza Universal única. Es la Tridanda, la Unidad triple manifestada, la que dio origen al Aum, que para los ortodoxos es sólo una Trimûrti abreviada. Sólo bajo este triple aspecto pueden las masas profanas comprender el gran Misterio. Cuando el Dios triple se vuelve Shârira, esto es, reviste una forma visible, representa todos los principios de la Materia, todos los gérmenes de Vida; es el Dios de las Tres Caras o poder triple, la esencia de la Tríada Védica. “Conozcan los Brâhamanes la Sílaba Sagrada (Aum), las tres palabras de la Sâvitri, y lean diariamente los Vedas” 3. “Después de producir el Universo, Aquél cuyo poder es incomprensible desapareció de nuevo, absorbido en el Alma Suprema… Retirada en la primitiva obscuridad, permanece el Gran Alma en lo ignoto, careciendo de toda forma… Cuando nuevamente ha reunido los principios sutiles elementarios y se introduce en una semilla, bien sea vegetal o animal, asume en cada una nueva forma. Así es como, por medio de la vigilia y el sueño alternados, hace el Ser Inmutable revivir y 4

morir eternamente a todos los seres existentes, activos e inertes” .

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Véase Mânava Dharma Shâstra (Leyes de Manu), 1,5,6,7,8 y sig.

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Todo estudiante de Teosofía reconocerá en estas tres emanaciones consecutivas a los tres Logos de la Doctrina Secreta. 3 Compárese con Manu, IV, 125.

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Filósofos Antiguos y Críticos Modernos

Quien haya estudiado las especulaciones de Pitágoras sobre la Mónada que, después de dar lugar a la Duada, se retira al silencio y obscuridad, y crea así la Tríada, puede comprender dónde nació la Filosofía del gran Sabio de Samos, y tras él, la de Sócrates y Platón. La Década mística (1 + 2 + 3 + 4 = 10) es un modo de expresar esta idea. Uno es Dios; Dos la Materia; Tres, combinando a Mónada y Duada y participando de la naturaleza de ambas, es el Mundo fenomenal; la Tétrada o forma de perfección expresa lo vacuo de todas las cosas; y la Década, o suma total abarca al Kosmos entero. Veamos cómo concuerdan las ideas brahmánicas con las filosofías paganas pre–cristianas y con el cristianismo mismo. Preferible será que comencemos con la filosofía platónica, el compendio más completo de los abstrusos sistemas de la india antigua. Aunque han transcurrido veintidós siglos y medio desde la muerte de Platón, las grandes inteligencias del mundo todavía se ocupan de sus escritos. Era el intérprete del mundo, en el sentido más completo de la palabra, y el filósofo más grande de la era pre–cristiana; y reflejó fielmente en sus obras, con su expresión metafísica, el espiritualismo de los filósofos védicos que le precedieron en miles de años. Vyâsa, Jaimini, Kapila, Patanjali y muchos otros transmitieron sus indelebles huellas a través de los siglos, por conducto de Pitágoras, a Platón y a su escuela. Así queda confirmada la inferencia de que la Sabiduría revelada a Platón y a los sabios indos fue la misma. ¡Divina y eterna ha de ser la Sabiduría que así sobrevive a la acción del tiempo! Enseñó Platón que la Justicia reside en el Alma y que era el bien más grande de su poseedor. “Los hombres, en proporción a su inteligencia, admitieron sus transcendentales declaraciones”; sin embargo, sus comentadores rehuyen, casi unánimes, todo pasaje que implique que su Metafísica está fundada en terreno firme y no en conceptos ideales. Pero no podía Platón aceptar una Filosofía desposeída de la aspiración Espiritual; consideraba a ambas como una misma cosa. Para el antiguo sabio griego sólo había de alcanzarse un objeto: el VERDADERO CONOCIMIENTO. Consideraba como verdaderos filósofos o estudiantes de la Verdad sólo a aquellos que poseen el conocimiento de lo que existe en la realidad en oposición a los meros objetos de la percepción, de lo que eternamente existe, en oposición a lo transitorio, y de lo que existe permanentemente, en oposición a lo que aumenta, disminuye, se desarrolla y muere. Más allá de todas las existencias finitas y de las causas segundas, de todas las leyes, ideas y principios, existe una Inteligencia o Mente (Nous: el Espíritu), el Primer Principio de todos los principios, la Suprema Idea, en la que todas las demás ideas están basadas, la Sustancia Ultima de la que derivan su ser y esencia todas las cosas, la Causa Primera y eficiente de

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Compárese con Manu, I, 50, y otras slokas (versículos).

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todo orden, armonía, belleza, excelencia y bondad que anima al Universo, llamada por preeminencia y excelencia el Bien Supremo, el Dios (óqeòç), “el Dios sobre todas las cosas (ò 5

epi pasi qeòç)” .

No será difícil al teósofo reconocer en ese Dios: (a) la MENTE UNIVERSAL bajo su aspecto cósmico, (b) el Ego Superior en el hombre, bajo el microcósmico. Porque, como dice Platón, El no es la Verdad ni la inteligencia, “sino su Padre”; esto es, el Padre del Manas inferior, nuestra mente cerebral personal, dependiente en sus manifestaciones de los órganos de los sentidos. Aun cuando no sea esa Esencia Eterna de las cosas perceptible por medio de nuestros sentidos físicos, puede ser comprendida por la mente de aquellos que no son voluntariamente obtusos6. Vemos cómo Platón afirma claramente que todas las cosas visibles han sido creadas o evolucionadas por la VOLUNTAD invisible y eterna, y a su semejanza. Nuestro Cielo –dice– fue formado conforme al eterno modelo del Mundo Ideal, contenido, como todo lo demás, en el dodecaedro, el modelo geométrico empleado por la Deidad7 . El Ser Primordial es para Platón una emanación de la Mente Demiurga (Nous) que por toda la eternidad encierra en sí mismo la Idea del mundo por crear y produce esa idea de sí mismo8. Las leyes de la Naturaleza son las relaciones establecidas por esa Idea con las formas de sus manifestaciones. Dos mil años después, vemos al gran filósofo alemán Schopenhauer inspirarse en ese concepto al declarar que: “Esas formas son tiempo, espacio y causalidad. A través del tiempo y el espacio, varía la idea en sus innumerables manifestaciones”.

Así pues, si a menudo desfiguró la Teología a la antigua Teosofía, la psicología y ciencia modernas han desfigurado a la antigua Filosofía. Ambas se inspiraron, sin reconocerlo, en la Sabiduría antigua, y la vilipendiaron y rebajaron siempre que pudieron hacerlo. Pero por falta de comprensión de los grandes principios filosóficos y teosóficos, los métodos de la ciencia moderna, aunque exactos, han de acabar en la nada. En ninguna materia puede demostrar el origen y fin de las cosas. En vez de deducir el efecto de su origen primitivo, marcha en sentido contrario. Enseña que todas sus especies superiores han evolucionado de otras inferiores que las precedieron. Parte de lo bajo del ciclo, guiada paso a paso, en el gran laberinto de la Naturaleza, por un hilo de materia. En cuanto éste se rompe, pierde el norte y huye temerosa de lo Incomprensible, confesándose impotente.

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Cocker, Christianity and Greek Philosophy, XI, 377.

6

Ese Dios es la Mente Universal, Alaya, la fuente de donde ha emanado el Dios que está en cada uno de nosotros. 7

Platón. Timeo (Obras completas), pág. 1151. Ed. Aguilar. Madrid, 1977.

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Mover. Explanations, p. 268.

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No procedían así Platón y sus discípulos. Para ellos, como para nosotros, las especies inferiores son sólo las imágenes concretas de especies abstractas superiores. El Espíritu, que es inmortal, tiene un principio aritmético, así como el cuerpo lo tiene geométrico. Ese principio, como reflejo del gran Archæus Universal, se mueve por sí mismo, y desde el centro se difunde sobre el cuerpo entero del Microcosmos. ¿Es acaso la triste percepción de esta verdad, cuyo reconocimiento y adopción por parte de cualquier hombre de ciencia resultaría ahora fatal, la causa de que tantos sabios y estudiantes ilustres confiesen la impotencia de la ciencia física, aun tratándose del mundo de la materia?. Más de un siglo separaba a Platón de Pitágoras9; así es que no pudieron conocerse. Mas ambos eran iniciados, y no es extraño, por lo tanto, el hecho de que enseñasen la misma doctrina acerca del Alma Universal. Pitágoras enseñaba a sus discípulos que Dios es la Mente Universal difundida en todas las cosas, y que esa Mente, por la sola virtud de su semejanza con todas las cosas, podía comunicarse de un objeto a otro, y por medio del poder de voluntad del hombre, crearlas todas. También entre los antiguos griegos, Kurios era el Dios de la Mente (Nous). Ahora bien, Koros (Kurios) significa naturaleza, pura y sin mezcla, de la Inteligencia –la Sabiduría, dice Platón en el Cratilo–. Vemos pues que todos los grandes filósofos, desde Pitágoras, Timeo de Locria y Platón hasta los neoplatónicos, hacen derivar el Alma–Mente humana del Alma Mente Universal. Acerca de los mitos y símbolos, desesperación del orientalismo moderno, declara Platón en Gorgias y Fedro, que eran los vehículos de grandes verdades, perfectamente dignos de estudio. Pero en tan poca relación están los comentadores con el gran filósofo, que se ven obligados a reconocer que ignoran dónde “termina lo doctrinal y dónde comienza lo mítico”. Platón disipó las supersticiones populares referentes a la Magia y los demonios, y convirtió las exageradas nociones del tiempo en teorías racionales y conceptos metafísicos. Estos quizás no resistirían del todo el método inductivo de razonamiento establecido por Aristóteles; son sin embargo satisfactorios en sumo grado para los que conciben la existencia de la facultad superior del Conocimiento Interno o Intuición como criterio para descubrir la Verdad; porque pocos mitos existen en cualquier sistema religioso que no estén fundados sobre una base histórica y a la par científica. Como muy bien dice Pococke, los mitos han resultado ahora ser fábulas en proporción exacta a nuestra mala interpretación de los mismos, y verdades en proporción a su comprensión.

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Pitágoras nació el año 580 a.C. y Platón en el año 430.

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Nuestra ignorancia es la que ha convertido la historia en mito; y nuestra ignorancia es una 10

herencia helénica, resultado en gran parte de la vanidad helénica” .

Fundando todas sus doctrinas en la presencia de la Mente Suprema, enseñó Platón que, siendo “generado” el Nous, –el Espíritu o Alma Racional del hombre–, “por el Divino Padre”, posee una naturaleza parecida y hasta homogénea con la Divinidad, capaz de contemplar las Realidades Eternas. Esa facultad de contemplar la realidad de un modo directo e inmediato, sólo a Dios pertenece; la aspiración a este conocimiento constituye lo que se entiende verdaderamente por Filosofía: el amor a la Sabiduría. El amor a la Verdad es inherentemente el amor al Bien, que dominando a todos los deseos del alma, purificándola, y asimilándola a lo divino, gobernando así todos los actos del individuo, eleva al hombre hasta la participación y comunión con la Divinidad y le restaura en su semejanza a Dios. Dice Platón en el Teéteto: “Esa elevación consiste en hacerse semejante a Dios y esa asimilación es haber alcanzado la justicia y la Santidad con la Sabiduría”.

Siempre afirma que la base de esa asimilación es la preexistencia del Espíritu o Nous. En la alegoría del carro y los caballos alados, que encontramos en el Fedro, presenta a la naturaleza psíquica como compuesta o doble: el Thumos, o la parte epitumética, formada de las substancias del mundo de los fenómenos, y el thumoeides (qumoeideç), cuya esencia está unida al Mundo Eterno. La actual vida terrestre es una caída y un castigo. Habita el Alma en “el sepulcro que llamamos el cuerpo”, y en este estado encarnado, y previamente a la disciplina de la educación, el elemento noético o espiritual está dormido. La vida, más bien que realidad, es pues un sueño. Semejantes a los cautivos en la cueva subterránea descrita en la República, vueltos de espaldas a la luz, sólo percibimos las sombras de los objetos y las consideramos como realidades. ¿No es acaso esta idea de Maya, o la ilusión de los sentidos en la vida física, un rasgo muy saliente de la filosofía inda? Mas aquellas sombras, si no nos hemos entregado en absoluto a la naturaleza sensual, despiertan en nosotros la reminiscencia de aquel mundo superior que ya hemos habitado. Posee el Espíritu interior un vago y oscuro recuerdo de su estado espiritual prenatal, y algunas aspiraciones instintivas y prolépticas de regreso a aquel estado.

Misión de la disciplina filosófica es la de salvar el Alma de la esclavitud de los sentidos y elevarla hasta el Empíreo del puro pensamiento, hasta la visión de la Verdad, Bondad y Belleza eternas, uniéndola así al Espíritu.

10

India in Greece, Prefacio, p. IX.

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No puede el Alma entrar en la forma de un hombre, si jamás ha visto la Verdad. Esta es un recuerdo de aquellas cosas que anteriormente vio nuestra alma cuando vivía con la Deidad, despreciando las cosas que ahora decimos que existen y contemplando y mirando lo que existe en realidad. Por lo tanto, sólo el Nous o Espíritu del filósofo (o estudiante de la Verdad Superior) está dotado de alas, porque éste conserva en su mente, en cuanto le es posible, aquellas cosas cuya contemplación diviniza hasta la Deidad misma. Haciendo buen uso de esas cosas recordadas de la vida anterior, perfeccionándose constantemente en los Misterios Perfectos, se convierte en verdad en un hombre perfecto: un Iniciado en la Divina Sabiduría.

Nos asegura Porfirio, de la Escuela neoplatónica, que la Filosofía de Platón era la enseñada y practicada en los Misterios11. Muchos han puesto esto en duda, y hasta lo han negado; y Lobeck, en su Aglaophomus, llegó hasta el extremo de presentar las fiestas sagradas como poco más que unas ferias insubstanciales e insulsas para cautivar la imaginación. ¡Como si fuese posible que Atenas y Grecia hubiesen acudido cada cinco años a Eleusis, durante más de veinte siglos, para presenciar una solemne farsa religiosa! Agustín, obispo de Hipona, echó por tierra semejantes afirmaciones. Declara que las doctrinas de los platónicos alejandrinos eran las doctrinas esotéricas originales de los primeros discípulos de Platón y describe a Plotino como un Platón reencarnado. Explica también los motivos que tenía el gran filósofo para ocultar el sentido interno de lo que enseñaba. Podemos comprender pues por qué las escenas más sublimes de los Misterios tenían lugar siempre de noche. La vida del Espíritu interno es la muerte de la naturaleza externa y la noche del mundo físico marca el día del mundo espiritual. Por lo tanto, a Dionysos, el Sol de la noche, ríndesele mayor culto que a Helios, el astro del día. La condición preexistente del Espíritu y del Alma y la caída de esta última a la vida terrestre y al Hades, las miserias de esa vida, la purificación del Alma y su reintegración a la Divina Gloria o reunión con el Espíritu estaban simbolizadas en los Misterios. Compara Teón de Esmirna, con justicia, la disciplina filosófica con los ritos místicos; y sus opiniones, tomadas de Taylor, pueden sintetizarse como sigue: 11

Las acusaciones que se formularon contra Sócrates de introducir divinidades extranjeras y corromper a la juventud ateniense, justificaron ampliamente a Platón la ocultación de la doctrina secreta de sus enseñanzas. El tecnicismo especial de los alquimistas se empleaba, sin duda alguna, con el mismo fin. El calabozo, la rueda y la hoguera eran empleados sin escrúpulo alguno por los cristianos de todos los matices, particularmente por los católico–romanos, contra todos aquellos que simplemente enseñaban las ciencias naturales, cuando éstas eran contrarias a las teorías profesadas por la Iglesia. El papa Gregorio el Grande llegó a prohibir el uso gramatical del latín, considerándolo como pagano. Consistió la falta de Sócrates en revelar a sus discípulos los Arcanos de la Doctrina relativa a los Dioses, que se enseñaba en los Misterios, lo cual constituía un crimen capital. También fue acusado por Aristófanes de introducir en la república al nuevo dios Dinos como demiurgo o artífice y señor del Universo Solar. El sistema heliocéntrico era igualmente una doctrina de los Misterios, y por este motivo, cuando Aristarco el Pitagórico la enseñó abiertamente, declaró Cleantes que debieran los griegos haberle procesado y sentenciado por “blasfemia contra los dioses”. Pero Sócrates jamás había sido iniciado, y nada divulgó, por lo tanto, de lo que nunca se le había confiado.

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Puede llamarse Filosofía a la iniciación en los Verdaderos Arcanos de los Verdaderos Misterios y la instrucción en los mismos. Esa Iniciación se compone de cinco partes: I: La purificación previa. II: La admisión a la participación en los ritos secretos. III: La revelación epóptica. IV: La investidura o entronización. V: Producto de todas éstas, la amistad y comunión interna con Dios y el goce de la dicha que nace de las relaciones íntimas con seres divinos. …Llama Platón Epopteia, o vista personal, a la perfecta contemplación de las cosas que se conciben intuitivamente: las Verdades e ideas Absolutas. Considera también el acto de ceñir la corona como análogo al hecho de serle conferida a cualquiera la autorización, por parte de sus instructores, de conducir a otros a la misma contemplación. Del quinto grado nace la dicha más perfecta y, según Platón, la más 12

completa asimilación posible con la Divinidad a seres humanos .

Tal es el platonismo. “De Platón vienen todas las cosas que aún se escriben y discuten entre los pensadores” –dice Ralph Waldo Emerson–. Absorbió en sí las ciencias de su época: la de Grecia desde Filolao hasta Sócrates, la de Pitágoras en Italia y la que pudo aprender de Egipto y Oriente. Eran tan vastas sus ideas que toda la filosofía europea y asiática estaba comprendida en sus doctrinas y a la cultura y contemplación unía la naturaleza y cualidades del poeta. Los partidarios de Platón se adherían, generalmente de un modo estricto, a sus teorías psicológicas. Algunos sin embargo, como Jenócrates, se entregaron a más atrevidas especulaciones. Espeusipo, sobrino y sucesor del gran filósofo, fue el autor del Análisis numérico, un Tratado acerca de los Números pitagóricos. Algunas de sus especulaciones no se encuentran en los Diálogos escritos, mas como asistía a los discursos no escritos de Platón, la opinión de Enfield de que aquél no difería de su Maestro es sin duda alguna exacta. Aunque no lo nombra, era evidentemente el antagonista criticado por Aristóteles cuando citaba el argumento de Platón contra la doctrina pitagórica de que todas las cosas eran en sí mismas Números, o mejor dicho, inseparables de la idea de los Números. Trató particularmente de demostrar que la doctrina platónica de las ideas difería esencialmente de la pitagórica en que presuponía que los números y magnitudes existían aparte de las cosas. Afirmó igualmente que Platón había enseñado que no podía existir verdadero conocimiento si el objeto de ese conocimiento no se colocaba fuera o por encima de lo sensible. Pero Aristóteles no era un testigo seguro. Desnaturalizó el carácter de Platón y casi ridiculizó las doctrinas de Pitágoras. Existe una regla de interpretación que debiera guiarnos cuando examinamos una opinión filosófica cualquiera: “La mente humana ha sido obligada –efecto necesario de la operación de sus propias leyes– a concebir las mismas ideas fundamentales, y el corazón humano a experimentar los mismos sentimientos en todas las épocas”. Es cierto que Pitágoras inspiró la más profunda simpatía intelectual de su siglo y que sus doctrinas ejercieron una poderosa influencia en la mente de Platón. Su idea cardinal era la de que bajo las formas, los cambios y 12

Thomas Taylor. Eleusis and Bacchic Mysteries, pág. 47.

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otros fenómenos del Universo, existía un principio de unidad permanente. Afirmaba Aristóteles que aquél enseñó que “los Números son los primeros principios de todas las entidades”. Ritter expresó la opinión de que la fórmula de Pitágoras debía considerarse simbólicamente, lo cual es perfectamente exacto. Aristóteles asocia esos Números con las Formas e Ideas de Platón. Hasta declara que Platón dijo: “las Formas son Números”, y “las ideas, existencias substanciales, seres reales”. Platón, sin embargo, no lo enseñó así. Declaró que la causa final era la Bondad Suprema (to agaqón): “Las ideas son para la razón humana objetos de concepción pura y son atributos de la Razón Divina13”. Y tampoco dijo jamás que las “formas son números”. Lo que dijo puede encontrarse en el Timeo: “Dios (el Nous o Mente Universal) formó las cosas según aparecían al principio, de acuerdo con las Formas y los Números”. Reconoce la ciencia moderna que todas las leyes superiores de la Naturaleza asumen la forma de estado cuantitativo. ¿Qué significa esto sino una elaboración más completa o una afirmación más explícita de la doctrina pitagórica? Se consideraban los Números como las representaciones más perfectas de las Leyes de la Armonía que rigen el Kosmos. En química, la doctrina de los átomos y las leyes de combinación son definidas actualmente, y al parecer de un modo arbitrario, por los números. Según lo expresó Mr. W. Archer Butler: El mundo es pues, en todas sus partes, una Aritmética viviente en su desarrollo, una Geometría realizada en su reposo.

La clave de los dogmas pitagóricos es la fórmula general de la Unidad en la multiplicidad, lo Uno evolucionado a los muchos, y penetrando a los muchos. Esta es, en pocas palabras, la antigua doctrina de la emanación. Hasta el mismo Apóstol Pablo la admitió como verdadera: “Ez autou, Kai di autou, Kai eiç autou ta tiaqta”. De El, por medio de El y para El existen todas las cosas. Aunque el pronombre El, tratándose de la Mente Universal, difícilmente podía emplearse por un iniciado, por un Maestro Constructor. Se acusa de trivialidad y superficialidad en los conocimientos a los filósofos antiguos más profundos, por lo que se refiere a detalles de las ciencias exactas de que tanto se vanaglorian los modernos; y no se escapa Platón de la suerte común. No obstante, debieran tener presente los críticos modernos que el juramento del Iniciado en los Misterios le prohibía revelar sus conocimientos al mundo de una manera clara. Según dice Champollion: El sueño de su vida (de Platón) era escribir una obra y consignar en ella, de un modo completo, las doctrinas enseñadas por los Hierofantes egipcios; hablaba de ello con frecuencia, mas se veía obligado a abstenerse a causa del solemne juramento.

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Cousin. Historia de la Filosofía, I, pág. 9.

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Varios comentadores de Platón declaran que ignoraba por completo la anatomía y las funciones del cuerpo humano, que nada sabía acerca del papel que respecto a las sensaciones desempeñan los nervios y que en lo tocante a las cuestiones fisiológicas sólo se entregaba a vanas especulaciones. Pretenden que simplemente expuso generalidades sobre las divisiones del cuerpo humano y que para nada se ocupó de los hechos anatómicos. Siendo el Microcosmos, según él, la imagen del Macrocosmos en miniatura, sus opiniones sobre el cuerpo humano tienen que ser demasiado trascendentales para que los escépticos y materialistas les presten la menor atención. La idea de que el cuerpo, lo mismo que el Universo, está formado por triángulos, aparece eminentemente ridícula a varios de sus traductores. Entre estos últimos, sólo el profesor Jowett observa honradamente, en su introducción al Timeo, que el moderno físico filósofo apenas concede a sus nociones (de Platón) el mérito de ser “los huesos de los muertos”, desde los cuales se elevó a un Conocimiento Superior 14, olvidando lo mucho que deben las ciencias actuales a la Metafísica de la antigüedad. Si en vez de disputar a causa de la insuficiencia, y a veces de la carencia, de términos y definiciones estrictamente científicos de las obras de Platón, analizáramos éstas con atención, veríamos que sólo el Timeo encierra en su limitado espacio el origen de todos los descubrimientos modernos. La circulación de la sangre y la ley de la gravedad están claramente mencionadas, aunque el primero de estos hechos, por no hallarse claramente definido, quizás no podrá resistir victoriosamente los reiterados ataques de la ciencia moderna; porque, según el profesor Jowett, el descubrimiento especial de que la sangre circula, partiendo de un lado del corazón por medio de las arterias, y volviendo al otro lado por el conducto de las venas, era desconocido por aquél, aunque Platón sabía perfectamente “que la sangre es un fluido en constante movimiento”. El método de Platón, semejante al de la Geometría, procedía descendiendo de lo Universal a lo particular. La ciencia moderna busca en vano una Causa Primera entre los cambios de las moléculas, pero Platón la buscó y la halló en la marcha majestuosa de los Mundos. Le bastaba conocer el Gran Objeto de la Creación y hacer remontar por medio de sus cambios los movimientos más poderosos del Universo hasta sus primeras causas. Los detalles secundarios, cuya observación y clasificación han puesto a prueba la paciencia de los sabios modernos, ocupaban muy poco la atención de los antiguos filósofos. Así es que, si por una parte, un muchacho inglés que estudie segunda enseñanza puede disertar más científicamente que el mismo Platón acerca de los detalles de las ciencias físicas, por otra, el más torpe de los discípulos de Platón podría hablar mucho mejor sobre las Grandes Leyes Cósmicas y sus mutuas relaciones y demostrar un conocimiento y dominio de las Fuerzas Ocultas que rigen a aquéllas, mucho mayor que el del profesor más sabio de la academia más notable de nuestros días. Este hecho tan poco apreciado y jamás mencionado por los traductores de Platón explica la admiración que sentimos los modernos hacia nosotros mismos, disminuyendo

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Jowett, The Dialogue of Plato, II, 508.

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el mérito de aquél y de los demás filósofos de la antigüedad. Se abultan extraordinariamente sus pretendidos errores en anatomía y fisiología para satisfacer nuestro amor propio hasta que, arraigada en nosotros la idea de superioridad de nuestros conocimientos, perdemos de vista el resplandor intelectual de las edades pasadas como si un hombre aumentase imaginariamente las manchas solares hasta figurarse que eclipsan por completo al astro radiante. La acusación de que los filósofos antiguos sólo generalizaban las cosas y que en realidad jamás las sometían a sistema alguno no prueba su ignorancia, y además es falsa. Habiendo sido revelada toda Ciencia, al principio de los tiempos, por un Instructor divino, se convirtió de este modo en Sagrada, transmitiéndose únicamente durante los Misterios de la Iniciación. Por lo tanto, ningún Filósofo Iniciado –como Platón, por ejemplo– tenía derecho a revelarla. Sentado este hecho, queda explicada la supuesta ignorancia de los antiguos sabios y de algunos autores clásicos iniciados. De todos modos, aun una generación correcta es más útil que cualquiera de los métodos de las ciencias modernas, que sólo resultan acabados y completos gracias a un sinnúmero de hipótesis y conjeturas. La relativa inutilidad práctica de la mayor parte de las indagaciones científicas modernas se demuestra por el hecho de que, si bien tienen nuestros hombres de ciencia un nombre para designar la partícula más insignificante del mineral, de la planta, del animal y del hombre, los más sabios de aquéllos son incapaces de explicarnos cosa alguna definida, respecto a la fuerza vital que produce los cambios en aquellos diversos reinos. No es necesario buscar fuera de las obras de nuestras autoridades científicas más eminentes la confirmación de este aserto. Mucho valor necesita el hombre que ocupa una situación profesional elevada para hacer justicia a los conocimientos de los antiguos, ante un sentimiento público que sólo se satisface rebajando a los últimos. Cuando se nos presenta uno de estos casos, nos complacemos en reconocer la honradez y valentía del hombre de ciencia. Así sucede con respecto al profesor Jowett, rector del Colegio de Baliol, y profesor de griego en la Universidad de Oxford, quien en la traducción de las obras de Platón, hablando de la “Filosofía Física de los antiguos, considerada en conjunto”, le reconoce autoridad del siguiente modo: 1º. “La teoría de la nebulosa era la creencia corriente de los físicos primitivos”. No podía, por lo tanto, estar fundada en el descubrimiento hecho con el telescopio por Herschel, como afirma Draper15. 2º. “La evolución de los animales desde los anfibios que abandonan las aguas y la del hombre desde los animales, era una teoría sostenida ya por Anaxímenes en el siglo VI antes de Cristo”. Pudiera haber añadido el profesor Goroete que esa teoría existía ya muchos miles de años antes de Anaxímenes, por ser una doctrina conocida de los caldeos, quienes la enseñaban exotéricamente en sus cilindros y tablas, y esotéricamente 15

Conflict between Religion and Science, pág. 240.

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en los templos de Ea y Nebo –el Dios y Profeta, revelador de la Doctrina Secreta16–. Pero en ambos casos las afirmaciones son velos. Anaxímenes, discípulo de Anaximandro, que era amigo y discípulo de Tales de Mileto, el jefe de los Siete Sabios, –siendo los tres Iniciados– entendía por animales algo distinto de los animales de la teoría darwiniana moderna. Seguramente, los hombres con cabeza de águila y los animales de varias clases con cabeza humana pueden indicar dos cosas: la descendencia del hombre de los animales, y la descendencia de los animales del hombre, como enseña la Doctrina Esotérica. De todas maneras vemos que aun las teorías más importantes de la época actual no son enteramente originales de Darwin. Trata el profesor Jowet de demostrar “que la Tierra estaba considerada, hasta por Filolao y los primeros pitagóricos, como un cuerpo semejante a las demás estrellas que giran por el espacio”. Así es que Galileo –estudiando algunos fragmentos pitagóricos que, según demuestra Reuchlin, aún existían en tiempo del matemático florentino17–, estando familiarizado además con las doctrinas de los antiguos filósofos, sólo resucitó una doctrina astronómica que prevaleció en la India en la más remota antigüedad. 3º. “Pensaban los antiguos que existía un sexo en las plantas como en los animales”. Así pues, nuestros naturalistas modernos no tuvieron más que seguir las huellas de sus predecesores. 4º. “Las notas musicales dependían de la longitud o tensión relativa de las cuerdas que las emitían, y se medían con relaciones numéricas”. 5º. “Las leyes matemáticas llenaban el mundo, y se suponía que hasta las mismas diferencias cualitativas tenían su origen en los Números”. 6º. “Negaban la aniquilación de la materia, que consideraban sólo como una transformación”. “Si bien podría suponerse que uno de estos descubrimientos debía atribuirse a una feliz casualidad –añade el profesor Jowett– difícilmente podemos atribuirlos todos a simples coincidencias”. Creemos que no; pues por lo que en otro lugar dice, el profesor Jowett nos autoriza plenamente a creer que Platón revela (como en realidad lo hace) en el Timeo, sus conocimientos acerca de la indestructibilidad de la materia, de la conservación de la energía y de la correlación de las fuerzas. Dice el profesor Jowett:

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“La Sabiduría de Nebo, del Dios instructor mío, todo excelencia”, dice el versículo VII de la primera tabla, que describe la generación de los Dioses y la Creación. 17

Afirman algunos kabalistas que las sentencias griegas pitagóricas originales de Sexto, que según dicen se han perdido, existían en aquel tiempo en un convento de Florencia, y que Galileo conocía esos escritos. Añaden además que Galileo estaba en posesión de un tratado de Astronomía, un manuscrito debido a Arquitas, discípulo directo de Pitágoras, en el que estaban anotadas todas las doctrinas más importantes de su escuela. Si algún Rufino se hubiese apoderado de ese manuscrito, sin duda alguna lo hubiese alterado, como el presbítero Rufino alteró las sentencias de Sexto arriba mencionadas, reemplazándolas por una versión fraudulenta que trató de atribuir a cierto obispo llamado Sexto. Véase la introducción de Taylor a la Vida de Pitágoras, de Jámblico, pág. 17.

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“La última palabra de la filosofía moderna, es la continuidad y el desarrollo; pero esto es para Platón el principio y la base de la Ciencia”

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.

En una palabra: en la filosofía platónica imperaba el orden, el sistema y la proporción; abarcaba la evolución de los mundos y de las especies, la correlación y la conservación de la energía, la transmutación de la forma material y la indestructibilidad de la Materia y del Espíritu. La posición de los platónicos respecto a este último punto aventajaba con mucho a la ciencia moderna, y cerraba el arco de su sistema filosófico con tina clave maestra, a la vez perfecta e inmutable. Finalmente, pocos negarán la enorme influencia que las opiniones de Platón ejercieron en la formación y aceptación de los dogmas del cristianismo. Mas las creencias de Platón eran las de los Misterios. Las doctrinas filosóficas que en ellos se enseñaban son la prolífica fuente de la que surgieron todas las antiguas religiones exotéricas, incluso el Antiguo Testamento y en parte el Nuevo, hijas de las nociones más avanzadas de Moral y de revelaciones religiosas. Mientras se abandonaba el sentido literal al fanatismo de las clases inferiores de la sociedad, no razonadoras, las clases superiores, cuya mayoría se componía de Iniciados, continuaban sus estudios en el silencio solemne de los templos, y también seguían rindiendo culto al Dios Único del Cielo. Las especulaciones de Platón en el Banquete acerca de la creación de los primeros hombres y el tratado sobre la Cosmogonía en el Timeo, han de interpretarse como alegorías para ser aceptadas. Este sentido oculto pitagórico del Timeo, del Cratilo, del Parménides y de otras trilogías y diálogos, es el que los Neo–Platónicos se atrevieron a exponer, hasta el punto que les consentía el voto del secreto teúrgico. La doctrina pitagórica que afirma que Dios es la Mente Universal difundida en todas las cosas y el dogma de la inmortalidad del alma, son los rasgos característicos de esas enseñanzas, al parecer extrañas. La devoción de Platón, y la veneración grande que le inspiraban los Misterios, eran suficiente garantía de que no había de permitir a su indiscreción vencer ese profundo sentimiento de responsabilidad de que todo Adepto está penetrado. Según dice en el Fedro19, “perfeccionándose constantemente en los Misterios Perfectos, es únicamente como un hombre se convierte por ellos en verdaderamente perfecto”. No trató de ocultar su disgusto porque los Misterios hubiesen llegado a ser menos secretos que en épocas anteriores. En lugar de profanarlos, poniéndolos al alcance de las masas, hubiese querido ocultarlos celosamente a todos, excepto a los más dignos de sus discípulos20. A pesar de mencionar a los dioses en cada página, su Monismo

18

Diálogos de Platón, introducción a Timeo, I, 590.

19

Platón. Fedro, (Obras Completas), pág. 866. Ed. Aguilar. Madrid, 1977.

20

El mismo Platón corrobora claramente esta afirmación, cuando dice: “Decís que mi discurso anterior no os ha explicado suficientemente la naturaleza del Primero. Hablé intencionadamente de una manera enigmática, a fin de que en caso de sucederle algún percance a la tabla por tierra o por mar no fuese

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Panteísta es incuestionable, porque el hilo entero de su discurso indica que por el término dioses se refiere a una clase de seres muy inferiores en la escala de la Deidad Única, pero superiores en un grado al hombre externo. Hasta el mismo Josefo percibió y reconoció este hecho, a pesar del prejuicio natural de su raza. En su célebre ataque contra Apión, dice este historiador: “Sin embargo, aquellos griegos que filosofaban de acuerdo con la Verdad, no ignoraban cosa alguna… ni dejaban de darse cuenta de las superficialidades mezquinas de las alegorías mitológicas, por cuya razón las despreciaban con justicia… Inspirado en esto, Platón dice que no debe admitirse a ninguno de los poetas en la república, y rechaza suavemente a Homero, después de haberle coronado y haber derramado ungüentos sobre él, para que no 21

destruyese con sus mitos la creencia ortodoxa respecto al Uno (Deidad)” .

Por lo tanto aquellos que sean capaces de distinguir el verdadero espíritu de la Filosofía de Platón, difícilmente se contentarán con la apreciación que en otra parte de su obra somete el profesor Jowett a sus lectores. Nos dice que la influencia ejercida por el Timeo sobre la posteridad es debida, en parte, a una falsa interpretación por los neoplatónicos de la doctrina de su autor. Quisiera hacernos creer que los significados ocultos que ellos encuentran en este diálogo “difieren completamente del espíritu de Platón”. Esto equivale a suponer que el profesor Jowett comprende lo que en realidad era aquel espíritu, cuando su crítica acerca de este punto especial indica, por el contrario, que de ninguna manera lo penetra. Si, como nos dice, parece que los cristianos encuentran en aquella obra su Trinidad, el Verbo, la Iglesia y la Creación del mundo, en un sentimiento judaico, es porque todo esto está allí, y por consiguiente, es natural que lo hayan encontrado. El exterior del edificio es el mismo; pero el espíritu que animaba la letra muerta de la doctrina del filósofo ha huido, y en vano lo buscaríamos en los áridos dogmas de la Teología cristiana. La Esfinge es ahora la misma, igual a lo que era cuatro siglos antes de la Era Cristiana; mas el Edipo ya no existe. Ha muerto porque ha dado al mundo lo que el mundo no podía recibir, por no estar bastante maduro. El era la encarnación de la Verdad, y tenía que morir, como toda gran verdad, antes de –como el Fénix de la antigüedad– revivir de sus propias cenizas. Todos los traductores de las obras de Platón han observado la extraña semejanza que existe entre la filosofía de las doctrinas esotérica y cristiana, y todos ellos han tratado de interpretarla de acuerdo con sus propios sentimientos religiosos. Así, Cory, en su Fragmentos antiguos, intenta demostrar que sólo se trata de una semejanza externa y hace cuanto puede para rebajar la Mónada pitagórica en la estimación pública y elevar sobre las ruinas a la deidad antropomórfica posterior. capaz ninguna persona sin algún conocimiento previo del asunto, de comprender su contenido”. Platón. Cartas II, (Obras Completas) pág. 866. 21

Josefo. Against Apion, II, pág. 1079.

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Defendiendo a la primera, Taylor procede irrespetuosamente con el dios mosaico. Zeller se ríe francamente de las pretensiones de los Padres de la Iglesia, quienes, a pesar de la historia y de la cronología, y acéptelo o no la gente, insisten en que Platón y su escuela han robado al cristianismo sus rasgos característicos. Afortunadamente para nosotros, y desgraciadamente para la Iglesia Romana, es bastante difícil en nuestro siglo un escamoteo semejante al llevado a cabo por Eusebio. Era más fácil invertir la cronología, “con el propósito de hacer sincronismos”, en la época del Obispo de Cesarea que lo es ahora; y mientras exista la historia, nadie podrá impedir que sepan las gentes que Platón vivió 600 años antes de que Ireneo se empeñase en fundar una nueva doctrina, sacada de los despojos de la antigua Academia de Platón. Esta doctrina de la Mente Universal, difundida en todas las cosas, constituye la base de todas las antiguas filosofías. Las enseñanzas del Bodhismo o de la Sabiduría, que nunca se comprenden mejor que cuando se estudia la filosofía pitagórica –su fiel reflejo–, se derivan de aquella fuente, así como la religión indostánica esotérica y el cristianismo primitivo. El proceso purificador de las reencarnaciones –metempsicosis– aunque groseramente antropomorfizado en una época posterior, debe considerarse tan sólo como una doctrina suplementaria, desfigurada por la sofistería teológica, con el fin de dominar más completamente a los creyentes por medio de una superstición popular. Ni Gautama Buda, ni Pitágoras, ni tampoco Platón, pensaron enseñar esa analogía puramente metafísica de un modo literal. Ninguno de ellos se dirigió a los profanos, sino únicamente a sus seguidores y discípulos, que estaban bien familiarizados con la manera simbólica empleada aun durante la instrucción pública, como para dejar de comprender el sentido en que hablan sus respectivos Maestros. Así, sabían que las palabras metempsicosis y transmigración significaban sencillamente la reencarnación en diferentes cuerpos humanos, cuando esta doctrina se refería a un ser humano; y que las alusiones de tal o cual sabio, de Pitágoras, por ejemplo, relativas a haber sido una bestia en una existencia anterior, o de haber transmigrado a un animal después de la muerte, eran alegorías que se relacionaban con los estados espirituales del alma humana. No deben esperar los investigadores de la Verdad el encontrar en la letra muerta de la literatura mística sagrada la verdadera solución de sus sutilezas metafísicas. Estas últimas agotan el poder del pensamiento por la profundidad inconcebible de su razonamiento; y jamás está el estudiante más lejos de la Verdad que cuando se cree más próximo a descubrirla. Sólo puede conseguirse dominar todas las doctrinas de los difíciles sistemas budista y brahmánico, procediendo estrictamente según el método pitagórico y platónico: de lo Universal a lo particular. La clave de aquéllos se halla en las enseñanzas refinadas y místicas del influjo espiritual de la Vida Divina. “Todo aquél que conoce mi Ley y muere en tal estado, ha de volver a la tierra hasta que se convierta en un Samaneo perfecto” –dice Buda–. Para lograr este objeto, ha de destruir en si mismo la Trinidad de Mâyâ. Debe extinguir sus pasiones, unirse e identificarse con la Ley (las enseñanzas de la Doctrina Secreta), y comprender la Religión de la Aniquilación, o sea las leyes de la Materia, y las de Karma y de la Reencarnación.

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Reconoce Platón que al aparecer el hombre en este mundo de la materia, es juguete del elemento de Necesidad –que es Karma bajo otro nombre–. El hombre está influido por causas externas y esas causas son daimonia, como el de Sócrates. Feliz es el hombre físicamente puro, porque si su alma externa (el cuerpo astral, la imagen del cuerpo) es pura, vigorizará a la segunda alma (el Manas inferior), o la que aquél denomina el alma mortal superior, que aunque expuesta a errar por sus propios motivos, siempre estará de parte de la razón contra las propensiones animales del cuerpo. En otras palabras, el rayo de nuestro Ego Superior –el Manas inferior– posee la luz de aquél –la razón o los poderes racionales del Nous– para ayudarse en la lucha contra los deseos kármicos. Los apetitos carnales del hombre nacen a consecuencia de su cuerpo material perecedero: así sucede con otras enfermedades –dice Platón– mas, aunque considera los crímenes como involuntarios algunas veces, por ser resultado, como las enfermedades corporales, de causas externas, establece claramente una diferencia muy marcada entre esas causas. El fatalismo kármico que concede a la Humanidad no excluye la posibilidad de evitar aquéllos; pues aun cuando el sufrimiento, el terror, la cólera y otros sentimientos tocan en suerte a los hombres, efecto de la necesidad… si los dominasen, vivirían rectamente, y si fuesen por ellos dominados, vivirían 22

malamente .

El hombre dual –es decir, aquel que el Espíritu divino inmortal ha abandonado, dejando tan sólo la forma animal y la sideral, el alma mortal superior de Platón– queda entregado únicamente a sus instintos, porque ha sido dominado por todos los males arraigados en la materia23; por lo tanto, se convierte en dócil instrumento en mano de los invisibles seres de materia sublimada, que vagan por nuestra atmósfera y que están siempre dispuestos a inspirar a los que se hallan completamente privados de su consejero inmortal, el Espíritu Divino que Platón llama genio 24. Según este gran Filósofo e Iniciado: El que vivió bien el tiempo señalado, volverá a la morada de su estrella, y tendrá allí una existencia feliz. Mas si no logró conseguir esto, en la segunda generación, pasará al cuerpo de una mujer (se verá desamparado y débil como una mujer), y si no se apartase del mal en tal condición, se verá convertido en un animal, semejante a él en sus malas costumbres, y no cesarán sus sufrimientos y transformaciones (es decir, renacimientos o transmigraciones), hasta que no siga el principio original de igualdad y semejanza que dentro de él existe, y venza con ayuda de la razón, las últimas influencias de los elementos turbulentos e

22

Platón. Timeo (Obras Completas), pág. 1142. Ed. Aguilar. Madrid 1977.

23

Esta es la doctrina de la Filosofía Esotérica, y ha sido ligeramente bosquejada en Isis sin veló. Según Platón, sólo el hombre triple es perfecto; es decir, aquel cuyo Cuerpo, Alma y Espíritu se encuentren en íntima afinidad.

24

Y que los Teósofos llaman el Ego Superior o Buddhi–Manas.

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irracionales (demonios elementarios), compuestos de fuego y aire, y agua y tierra, y vuelva a 25

la forma de su primera y mejor naturaleza .

Estas son las enseñanzas de la Doctrina Secreta, de la Filosofía Oculta. Se enseñaba antiguamente la posibilidad de que el hombre perdiese su Ego Superior, efecto de su depravación, y esto mismo se sigue enseñando todavía en los centros del Ocultismo oriental. Y lo que precede demuestra claramente que Platón creyó en la Reencarnación y en el Karma exactamente como nosotros, aunque sus declaraciones respecto al asunto revestían una forma mística. No hubo filósofo alguno notable que no aceptase esta doctrina de la metempsicosis, según la enseñaban los brahmanes, los budistas y más tarde los pitagóricos en su sentido esotérico, expresándose de un modo más o menos inteligible. Orígenes y Clemente de Alejandría, Sinesio y Calcidio, creyeron en ella; y los gnósticos, a quienes la historia no vacila en considerar como hombres en extremo refinados, sabios y de grandes luces26, creían también en la metempsicosis. Sócrates participaba de opiniones idénticas a las de Pitágoras, y como castigo de su filosofía divina, sufrió una muerte violenta. Las turbas han sido lo mismo en todas las épocas. Aquellos sabios enseñaban que los hombres tienen dos almas de naturaleza completamente distinta: una de ellas, perecedera, el alma astral o el cuerpo interno, fluídico, que no debe confundirse con el cuerpo astral o doble; la otra, incorruptible e inmortal –el Augoeides, o parte del Espíritu Divino– Atma–Buddhi; y que el alma mortal o astral perece a cada cambio gradual, al ingreso en cada nueva esfera, purificándose más y más en cada transmigración. El hombre astral intangible e invisible para nuestros sentidos mortales terrestres está, sin embargo, constituido de materia, si bien ésta es sublimada. Ahora bien: si todo esto tiene alguna significación, quiere decir que la doctrina anterior acerca de las dos almas es exactamente la de los teósofos esotéricos, y aun la de muchos de los exotéricos. Las dos almas son el doble Manas: el alma astral inferior, personal, y el Ego Superior. La primera es el rayo de la última que cae dentro de la materia, es decir, que anima al hombre y hace de él un ser pensante, racional en este plano, y que después de haber asimilado los elementos más espirituales de éste con la esencia divina del Ego que se reencarna, perece en su forma personal y material, como Kâma–Rûpa, en cada cambio gradual, al entrar de nuevo en Devachân para proceder luego a una nueva reencarnación. Perece, porque se desvanece del todo con el tiempo –salvo su imagen impalpable y pasajera en las ondas astrales– fundida por la ley potente que siempre cambia, pero que jamás muere; mientras que el Alma Espiritual incorruptible e inmortal que llamamos Buddhi Manas y el Yo individual, se purifica en cada nueva encarnación. Todo lo que puede salvar del alma personal lo lleva al Devachán para darle el galardón de siglos de paz y bienaventuranza. No es ésta una nueva enseñanza; no es un nuevo desarrollo, como han tratado de demostrar algunos de nuestros adversarios; y aun en Isis sin Velo, la primera obra moderna sobre Teosofía, y 25

Platón. loc. cit., pág. 1142.

26

Véase Gibbon. Decline and Fall of the Roman Empire.

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por lo tanto, la más cauta de todas ellas, queda explícitamente declarado el hecho (Vol. II, pág. 31 y en otro lugar). No concede la Doctrina Secreta la inmortalidad a todos los hombres por igual. Declara con Porfirio que sólo por medio de la pureza y castidad más grandes nos acercaremos a (nuestro) Dios y obtendremos, por su contemplación, el Verdadero Conocimiento y la Intuición.

Si el alma humana ha dejado, durante el transcurso de su vida, de recibir la luz de su Espíritu Divino, nuestro Dios personal, entonces es difícil que el hombre grosero y sensual sobreviva por largo espacio a su muerte física. Así como no puede vivir mucho tiempo después de su nacimiento físico el monstruo, tampoco puede el alma existir después de su nacimiento en el mundo espiritual cuando se ha hecho demasiado material. Tan débil es la viabilidad de la forma astral que no puede haber cohesión firme entre sus partículas, una vez que ha abandonado la envoltura consistente del cuerpo externo. Obedeciendo gradualmente sus partículas a la atracción desorganizada del espacio universal, se esparcen al fin, siendo imposible una nueva agregación de las mismas. Cuando una catástrofe semejante ocurre, el individuo personal deja de existir; su glorioso Augoeides, el Yo inmortal, se ha separado de aquél para penetrar en Devachân, donde no puede seguirle el Kâma–Rûpa. Durante el período intermediario entre la muerte corporal y la desintegración de la forma astral, esta última, ligada por atracción magnética a su repugnante cadáver, vaga en su proximidad, y absorbe la vitalidad a víctimas susceptibles. Habiendo rechazado el hombre de sí todo lazo de luz divina, queda sumido en las tinieblas y, por tanto, se apega a la tierra y a lo terrenal. Ningún alma astral, ni aun la de un hombre puro, bueno y virtuoso, es inmortal en el sentido más estricto; “fue formada de los elementos, y a los elementos ha de volver”. Sólo que, mientras se desvanece el alma del depravado, y es absorbida sin remedio –esto es, que el muerto nada deja impreso de sí mismo en el Ego–Espíritu–, la de cualquier otra persona, aun moderadamente pura, cambia simplemente sus partículas etéreas por otras todavía más etéreas. Mientras quede en él una chispa de lo divino, el Ego personal no puede morir enteramente, puesto que sus pensamientos y sus aspiraciones más espirituales, sus “buenas acciones”, la eflorescencia de su yo, se han fundido con su Padre Inmortal. Proclo dice: Después de la muerte, el Alma (el Espíritu) sigue vagando en el cuerpo aéreo (forma astral) hasta quedar enteramente purificado de todas las pasiones iracundas y voluptuosas…; entonces abandona por medio de una segunda muerte al cuerpo aéreo como lo hizo respecto al terrestre. Por lo cual, dicen los antiguos que existe un cuerpo celeste siempre unido al alma, que es inmortal, luminoso y semejante a una estrella.

Repetidas veces se ha dicho que entre el panteísmo y el fetichismo no existe más que un paso insignificante. Afirmase que Platón era monoteísta. En cierto sentido lo era, sin duda alguna; mas su monoteísmo jamás le llevó al culto de un Dios personal, sino al de

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un Principio Universal y a la idea fundamental de que sólo es real la existencia absolutamente inmutable o exenta de cambio, siendo todas las existencias finitas y todo cambio únicamente apariencias, es decir, Mâyâ27. En sentir de aquel filósofo, el Ser era noumenal, no fenomenal. Si Heráclito admite una Conciencia del Mundo o Mente Universal, y Parménides un Ser Inmutable idéntico al Pensamiento universal e individual, y los pitagóricos, con Filolao, descubren el verdadero Conocimiento (que es la Sabiduría o Deidad) en nuestra conciencia de las relaciones inmutables entre los Números y las medidas –idea que más tarde desfiguraron los sofistas–, Platón fue quien expresó esta idea del modo más inteligible. Mientras la vaga definición de algunos filósofos acerca del eterno Venir a Ser es demasiado a propósito para llevar al hombre propenso a argumentar hacia un desesperado materialismo, el Ser divino de algunos otros sugiere un antropomorfismo igualmente antifilosófico. En vez de separar estos dos extremos, Platón nos demuestra la necesidad lógica de aceptar ambos, considerándolos bajo un aspecto esotérico. Lo que él llama la Existencia Inmutable o Ser, se llama Seidad en la Filosofía Esotérica. Es SAT, que se convierte en determinados períodos en la causa del Venir a Ser, no pudiendo, por lo tanto, considerarse este Venir a Ser como existente sino sólo como algo que tiende sin cesar, en su progreso cíclico, hacia la Existencia Una Absoluta, a existir en lo Bueno y unido a lo Absoluto. No puede la Causalidad Divina ser una Deidad personal, pues seda finita y condicionada, ni según Platón, ni según los vedantinos; pues aquél trata su asunto teológicamente, y en su investigación de las causas finales, va con frecuencia más allá de la Mente Universal, aun cuando la considera como un nóumeno. Los comentadores modernos han tratado en diversas ocasiones de demostrar que la idea de los neoplatónicos relativa al sentido secreto que constituye la base de las enseñanzas de Platón es falsa. Niegan la presencia de “huella alguna definida de una doctrina secreta” en sus Diálogos. Ni aun los pasajes sacados de las cartas platónicas (VII, pág. 341e, II, pág. 314c) contienen 28 prueba alguna .

Sin embargo, como nadie negará que Platón había sido iniciado en los MISTERIOS, ya no caben las demás negaciones. Hay centenares de expresiones y alusiones en los Diálogos que ningún traductor ni comentador moderno, excepción hecha de Thomas Taylor, ha entendido correctamente. Además, el hecho de aparecer en los discursos de Platón la doctrina pitagórica de los Números y la de los Números Sagrados, resuelve la cuestión de un modo concluyente. El que haya estudiado a Pitágoras y sus especulaciones acerca de la Mónada, que después de haber dado lugar a la Duada se retira al silencio y a la obscuridad, creando así la Triada, puede comprender de donde partió la filosofía del gran sabio de Samos, y después de él la de Sócrates y Platón. 27

Platón. Sofista loc. cit., pág. 1037.

28

Véase Hermann, vol. VI, págs. 544, 744, nota 755. Leipzig, 1851.

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Parece que Espeusipo enseñó que el alma psíquica o tumética es inmortal, como el Espíritu o Alma racional; y todo teósofo comprenderá el por qué. A menos que una personalidad sea aniquilada por completo –caso sumamente raro–, el alma tumética, o nuestro Manas inferior, es en cierto sentido, y en una parte de sí misma, inmortal, esto es, en la parte que sigue al Ego al Devachán. También aquél –como Filolao y Aristóteles, en sus disquisiciones acerca del alma– hace del Éter un elemento; de modo que habría cinco Elementos principales, correspondientes a las cinco figuras regulares de la Geometría. Esta fue también doctrina de la escuela de Alejandría29. Sin duda había mucho en las doctrinas de los filaleteos que no aparece en las obras de los platónicos más antiguos, pero que ciertamente fue enseñado en sustancia por el gran filósofo mismo; si bien, efecto de su habitual reticencia, no lo confió a la escritura por ser demasiado secreto para darlo a la publicidad. Espeusipo Y Jenócrates sostuvieron, como su gran Maestro, que el Anima Mundi, o Alma del Mundo, no era la Divinidad, sino una manifestación suya. jamás concibieron aquellos filósofos lo Uno como una naturaleza animada30. Lo Uno original no existe a la manera en que nosotros entendemos la palabra. Y hasta que El no se hubo unido con lo múltiple –la existencia emanada (la Mónada y la Duada)– ningún ser fue producido. El timion, (honrado) –el algo manifestado– está en el centro así como en la circunferencia; pero es tan sólo el reflejo de la Divinidad, el Alma del Mundo31 . En esta doctrina encontramos todo el espíritu del Bodhismo Esotérico o Sabiduría Secreta. Aunque algunos han considerado a Espeusipo como inferior a Aristóteles, el mundo le debe, sin embargo, la definición y exposición de muchas cosas que Platón, en su doctrina de lo Sensible e Ideal, había dejado a obscuras. Su máxima era que “lo Inmaterial se conoce por medio del pensamiento científico, lo Material por la percepción científica”32. Jenócrates expuso muchas de las teorías y enseñanzas no escritas de su maestro. También tenía en la mayor estima la doctrina pitagórica, con su sistema numérico y matemático. Reconociendo tan sólo tres grados de conocimiento –el Pensamiento, la Percepción, y la Consideración (o conocimiento por Intuición)– hacía de todo cuanto existe más allá de los cielos el objeto del Pensamiento; de la Percepción, las cosas que están en los cielos, y de la intuición, los cielos mismos. El origen de estas tres cualidades se encuentra en el Mânava Dharma Shâstra de la India al hablar de la formación (creación en lenguaje vulgar) del hombre. Brahmâ –que es Mahat, o el Alma Universal– saca de su propia Esencia y da al Espíritu el Soplo Inmortal que no perece en el ser humano, mientras que Brahmâ da al alma (inferior) de este ser, la Ahankâra, conciencia del Ego. Luego se le añade la inteligencia “formada de las tres cualidades”.

29

Theo. Arith., pág. 62. On Pythag. Numbers.

30

Platón. Parménides, loc. cit., pág. 968.

31

Véase Stobb. Ecl. I, 862.

32

Sexto. Matemáticos, libro VII, pág. 145.

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Estas tres cualidades son: el Entendimiento, la Conciencia y la Voluntad, que responden al Pensamiento, a la Percepción y a la Consideración (Intuición) de Jenócrates, que parece haber sido menos reticente que Platón y Espeusipo en su exposición del alma. Después de la muerte de su maestro, Jenócrates viajó con Aristóteles y fue embajador cerca de Filipo de Macedonia. Pero veinticinco años más tarde le vemos dirigiendo la antigua Academia desde la presidencia de la misma como sucesor de Espeusipo, que durante más de un cuarto de siglo había ocupado aquel puesto y dedicado su vida a los temas filosóficos más abstrusos. Se le tiene por más dogmático que Platón y por consiguiente debió de haber sido un enemigo más peligroso para las escuelas que le combatían. Sus tres grados de conocimiento, o las tres divisiones de la Filosofía, la separación y conexión de los tres modos de la cognición y comprensión, resultan más definidos que en Espeusipo. Para él, la Ciencia se refiere a “aquella Esencia que es objeto del pensamiento puro, y que no está comprendida en el mundo fenomenal”, lo cual está en oposición directa con las ideas aristotélicobaconianas; refiere la percepción sensible a lo que pasa en el mundo de los fenómenos y la concepción a aquella esencia, “que es a la vez el objeto de la percepción sensible, y matemáticamente, de la razón pura (la esencia del cielo y las estrellas)”. A pesar de toda su admiración, Aristóteles jamás hizo justicia a la filosofía de su amigo y condiscípulo. De sus mismas obras resulta esto evidente, siempre que se refiere a los tres modos de comprensión, según los explica Jenócrates; se abstiene de mencionar el método por el cual demostró el último que la percepción científica está relacionada con la Verdad. La razón de esto se desprende de lo siguiente, que encontramos en una biografía de Jenócrates: Es probable que lo que tenía de peculiar la lógica aristotélica no pasó inadvertido a Jenócrates; porque difícilmente puede ponerse en duda que la división de lo existente en lo que existe absolutamente y lo que existe relativamente, atribuida a Jenócrates, era opuesta a la tabla de categorías de Aristóteles.

Esto demuestra que no era Aristóteles mejor que algunos de nuestros hombres de ciencia modernos, que suprimen los hechos y la verdad, para que no choquen con sus extravagancias e hipótesis privativas. Jenócrates desarrolló la relación de los Números con las Ideas más ampliamente que Espeusipo, y sobrepujó a Platón en su definición de la doctrina de las Magnitudes invisibles. Reduciéndolas a sus elementos ideales primitivos, demostró que cada forma y figura tenía su origen en la línea invisible más pequeña. Que Jenócrates sostuvo las mismas teorías que Platón, por lo que se refiere al Alma Humana (que se supone ser un Número) es evidente, aunque Aristóteles lo contradice, como toda otra doctrina de este filósofo33. Esto demuestra que Platón expuso muchas de sus doctrinas oralmente, aun cuando se demostrase que Jenócrates, y no Platón, fue el primero que dio a luz la teoría de las Magnitudes invisibles.

33

Aristóteles. Metafísica, 407.

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Hace derivar el Alma de la primera Duada, y la llama un Número que se mueve por sí mismo34. Observa Teofrasto que aquél penetró y elaboró esta teoría del Alma más completamente que ningún otro platónico, porque consideraba la Intuición y las ideas innatas, dóxa, en un sentido más elevado que ningún otro, y colocaba las Matemáticas como intermedias entre el Conocimiento y la percepción sensible35. Entonces fundó sobre esta teoría del Alma la doctrina cosmológica, y demostró la existencia necesaria, en todos los puntos del Espacio Universal, de una serie sucesiva y progresiva de seres animados y pensantes, si bien espirituales36. El Alma Humana es para él un compuesto de las propiedades más espirituales de la Mónada y de la Duada, que posee los principios más elevados de ambas. Así, llama Deidades a la Unidad y la Dualidad (Mónada y Duada), presentando a la primera como una Existencia masculina, rigiendo los cielos como Padre–Espíritu y como Número impar; y a la última, como Existencia femenina, el Alma Madre, la Madre de los Dioses (Aditi), pues es el Alma del Universo37. Mas al referirse, como Platón y Prodico, a los Elementos como a Poderes Divinos, llamándolos dioses, no relacionaba idea antropomórfica alguna con esta denominación; y lo mismo acontecía a los demás filósofos. Krische observa que los llamaba dioses sólo para que no se confundiesen esos poderes elementarios con los demonios del mundo inferior38 (los espíritus elementarios). Como el Alma del Mundo penetra todo el Cosmos, aun los animales deben tener algo divino39. Esta es también la doctrina de los budistas y de los herméticos, y Manu concede un alma viviente a las plantas mismas y a la hierbecilla más diminuta, doctrina ésta absolutamente esotérica. Según esta teoría, los demonios son seres intermedios entre la perfección divina y la humanidad pecaminosa40, dividiéndose en clases, cada una de las cuales se subdivide en muchas otras. Pero declara terminantemente que el alma individual o personal es el demonio, guardián y guía de cada hombre, y que ningún demonio posee mayor poder sobre nosotros que el nuestro propio. Así, el demonio de Sócrates es el dios o entidad divina que le inspiró durante toda su vida. Del hombre depende el abrir o cerrar sus percepciones a la Voz divina. Como Espeusipo, Jenócrates concedió la inmortalidad a la zuch, el cuerpo psíquico o alma irracional. Pero algunos filósofos herméticos han enseñado que el Alma sólo tiene una existencia separada, continua, mientras en su paso a través de las esferas permanecen algunas partículas materiales o terrestres incorporadas a ella; y que cuando está absolutamente purificada, quedan estas últimas aniquiladas, uniéndose la quinta esencia del Alma solamente con su divino Espíritu, el Racional, no formando los dos, en adelante, más 34

Jowett. Apéndice al Timeo.

35

Aristóteles. De Interpretatione, pág. 297.

36

Stobb. Ecl., I, 62.

37

Stobb. Ibid.

38

Krische. Forsch., pág. 322, etc.

39

Clemente de Alejandría. Stromata, IV, 590.

40

Plutarco. Los misterios de Isis y Osiris, cap. 25. pág. 21, 22. Ed. Glosa. Barcelona, 1976.

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que una sola entidad. Difícil es dejar de reconocer en estas enseñanzas un eco directo de doctrinas indas mucho más antiguas –encarnadas hoy en las llamadas doctrinas Teosóficas– relativas al Manas dual. El Alma del Mundo, aquello que los Yogâchâryas llaman Padre–Madre 41, lo denominaba Jenócrates “Principio macho–hembra”, cuyo elemento masculino, el Padre, designaba como el último Zeus, la última actividad divina; que es exactamente como lo designan los estudiantes de la Doctrina Secreta, al llamarlo el tercer y último Logos, Brahmâ o Mahat. A este Alma del Mundo corresponde el dominio sobre todo lo que está sometido al cambio y al movimiento. La Esencia Divina –dijo– infundió su propio Fuego o Alma en el Sol y en la Luna, y en todos los planetas, en una forma pura: en la forma de los Dioses Olímpicos. Como poder sublunar, el Alma del Mundo habita en los Elementos, produciendo seres y poderes demoníacos (espirituales) que constituyen un lazo de unión entre los dioses y los hombres, estando relacionados con ellos “como lo está el triángulo isósceles, al equilátero y al escaleno”42. Declara Zeller que Jenócrates prohibió la alimentación animal, no porque observase en las bestias algo semejante al hombre, puesto que les atribuía una débil conciencia de Dios, sino por la razón opuesta, temiendo que la irracionalidad de las almas animales pudiese ejercer 43

de ese modo cierta influencia sobre nosotros .

Mas nosotros creemos que era más bien porque, como Pitágoras, había tenido por maestros y modelos a los Sabios indos. Cicerón pintó a Jenócrates despreciando por completo todas las cosas, excepto la virtud más sublime44, y describe la pureza y la severa austeridad de su carácter. El problema que tenemos que resolver es libramos de la dominación de la existencia sensual, vencer los elementos tiránicos de nuestra naturaleza terrestre, con ayuda de lo 45 Divino .

Zeller le hace decir: La pureza, aun en las secretas aspiraciones de nuestro corazón, es nuestro deber, y. 46

solamente la Filosofía y la Iniciación ayudan a la consecución de este objeto .

41

Ed. Zeller: Philos. der Griechen.

42

Cicerón: De Natura Deorum, I, 13. Stobb, o Pult., De Orac. De Jec., pág. 416, c.

43

Plato und die Alte Akademie.

44

Tusc., V, 18, 51..

45

Ibíd., Cf. pág. 559.

46

Plato und die Alte Akademie.

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Así se debe ser, pues vemos a hombres como Cicerón y Panecio, y antes que ellos a Aristóteles y Teofrasto, su discípulo, expresando el mayor respeto hacia Jenócrates. Sus escritos –tratados científicos acerca de la Metafísica, la Cosmología y la Filosofía– debieron ser numerosísimos. Escribió sobre la Física y acerca de los Dioses; sobre lo Existente, lo Uno y lo Indefinido; sobre los Afectos y la Memoria; sobre la Felicidad y Virtud; cuatro libros sobre la Realeza, y tratados innumerables acerca del Estado; escribió también acerca del poder de la Ley; sobre Geometría, Aritmética, y finalmente, sobre Astrología. Los escritores clásicos afamados que le citan y mencionan, se cuentan por docenas. Crantor, otro filósofo de los primeros tiempos de la Academia de Platón, concebía el Alma Humana formada de la sustancia primaria de todas las cosas, la Mónada o lo Uno, y la Duada o el Dos. Plutarco habla extensamente de este filósofo que, a semejanza de su Maestro, creía que las Almas eran asignadas a los cuerpos terrestres como un destierro y castigo. Heráclidas enseñaba la misma Ética, si bien creen algunos críticos que era estrictamente adicto a la filosofía primitiva de Platón47. Zeller le considera participando, como Hiceto y Ecfanto, de la doctrina pitagórica sobre la rotación diurna de la Tierra y la inmovilidad de las estrellas fijas; pero añade que ignoraba la revolución anual de la Tierra en derredor del Sol y el sistema heliocéntrico48. Mas tenemos pruebas evidentes de que este último sistema se enseñaba en los Misterios, y de que Sócrates murió a causa de su ateísmo, es decir, por haber divulgado ese conocimiento sagrado. Heráclidas adoptó en todo opiniones pitagóricas y platónicas acerca del Alma Humana, sus facultades y aptitudes. La describe como una esencia luminosa, sumamente etérea. Afirma que las Almas habitan en la Vía Láctea antes de caer en la generación o existencia sublunar. Sus demonios o espíritus son cuerpos aéreos y vaporosos. En el Epinomis está ampliamente expuesta la doctrina pitagórica de los Números, en relación con las cosas creadas. Como verdadero platónico, sostiene su autor que sólo puede alcanzarse la Sabiduría por medio de una investigación completa de la Naturaleza Oculta de la Creación; sólo esto nos garantiza una existencia de bienaventuranza después de la muerte. La inmortalidad del Alma es objeto de una extensa especulación en este tratado; pero su autor añade que sólo podemos adquirir ese conocimiento mediante una comprensión cabal de los Números; porque el hombre, incapaz de distinguir la línea recta de la curva, nunca poseerá la sabiduría bastante para hacer una demostración matemática de lo invisible; es decir, que tenemos que asegurarnos nosotros mismos de la existencia objetiva de nuestra Alma, antes de que podamos aprender que estamos en posesión de un Espíritu divino e inmortal. Jámblico dice lo mismo, añadiendo, además, que esto es un secreto que pertenece al más alto grado de la iniciación. El Poder Divino –dice– siempre se indignó con aquellos “que

47

Ed. Zeller. Philos. der Griechen.

48

Plato und die Alte Akademie.

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Filósofos Antiguos y Críticos Modernos

hicieron pública la composición del icostágono”, o sea, los que revelaron el método para inscribir el dodecaedro en una esfera. La idea de que los Números que poseen la mayor virtud producen siempre lo Bueno y jamás lo malo, se refiere a la justicia, a la Ecuanimidad y a todo lo que es armónico. Cuando habla el autor de cada estrella como de un Alma individual, sólo se refiere a lo que los Iniciados indos y los herméticos enseñaron antes y después que él; esto es, que cada estrella es un planeta independiente que, como nuestra Tierra, posee un alma propia –estando cada átomo de materia impregnado de la influencia divina del Alma del Mundo–, respira y vive, siente y sufre, así como goza de la vida a su modo. ¿Qué naturalista está dispuesto a poner esto en duda con pruebas evidentes? Debemos considerar, por lo tanto, los cuerpos celestes como imágenes de los Dioses; como participes en sustancia de los Poderes Divinos; y aunque en la entidad de su Alma no son inmortales, su acción en la economía del Universo es acreedora a honores divinos, semejantes a los que tributamos a dioses menores. La idea es sencilla, y verdaderamente mal intencionado ha de ser aquel que la falsee. Si el autor del Epinomis coloca a estos dioses ígneos a mayor altura que a los animales, a las plantas y aun a la Humanidad, a todos los cuales como criaturas terrestres les asigna un puesto inferior ¿quién podrá demostrar que se equivoca por completo? Necesario es, por cierto, penetrar mucho en las profundidades de la Metafísica abstracta de los antiguos filósofos para comprender que las diferentes envolturas de sus concepciones están, después de todo, basadas en una inteligencia idéntica de la naturaleza de la Causa Primera, sus atributos y métodos. Cuando el autor del Epinomis, de conformidad con muchos otros filósofos, coloca tres clases de demonios entre los dioses superiores y los inferiores, y puebla el Universo con huestes de sublimes Seres, es más racional que los modernos materialistas. Estos últimos, haciendo entre dos extremos –lo Desconocido e invisible (por lo tanto, de acuerdo con su lógica, lo No–Existente) y lo objetivo y sensible– un enorme hiato de ser y teatro de fuerzas ciegas, podrán esforzarse en explicar su actitud fundados en el agnosticismo científico; sin embargo, jamás conseguirán probar que este último es consecuente con la lógica, o siquiera con el simple sentido común.

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EL PRINCIPIO SEPTENARIO EN EL ESOTERISMO

EL PRINCIPIO SEPTENARIO EN EL ESOTERISMO

D

esde el día en que comenzó a exponerse la Doctrina Arhat esotérica, muchos de aquellos que ignoraban la base oculta de la filosofía inda, imaginaron que entre ambas había divergencia. Algunos, entre los más fanáticos, acusaron abiertamente a los ocultistas de la Sociedad Teosófica de propagar la herejía budista más caracterizada, y hasta llegaron a afirmar que en su totalidad el movimiento teosófico no era otra cosa que una propaganda budista disfrazada. Brahmanes ignorantes y sabios europeos dijeron que nuestras divisiones septenarias de la Naturaleza y de todo lo contenido en ella, incluso el hombre, eran arbitrarias y que los sistemas religiosos más antiguos del Oriente no las confirmaban. Nos proponemos ahora consultar brevemente los Vedas, los Upanishads, los Libros de la Ley de Manu y particularmente la Vedânta, a fin de demostrar que todos éstos apoyan nuestra creencia. Aun en su exoterismo vulgar aparece claramente la afirmación de la división septenaria. Pasaje tras pasaje podría citarse como prueba de ello, y no sólo puede leerse el misterioso número en cada página de las más antiguas Escrituras Sagradas arias, sino también en los libros más antiguos del zoroastrismo, en los anales que pudimos salvar de las antiguas Babilonia y Caldea, en el Libro de los Muertos y Rituales del antiguo Egipto y hasta en los libros mosaicos, sin hacer mención de las obras secretas judías, tales como la Kabalah. El limitado espacio de que disponemos nos obliga a ceñirnos a unas pocas citas breves, no permitiéndonos intentar siquiera extensas explicaciones. No es exageración asegurar que podría escribirse un tomo voluminoso acerca de cada una de las pocas alusiones que aparecen en los slokas citados. Desde el bien conocido himno al tiempo del Atharva Veda (XIX, 53) El tiempo, semejante a una brillante rueda con siete radios, Lleno de fecundidad, arrastra todo hacia adelante. El tiempo, cual carro de siete ruedas Y siete cubos, marcha hacia adelante, Las ruedas veloces son los mundos todos, su eje es la Inmortalidad.

hasta Manu, “el primero y el séptimo hombre”, los Vedas, los Upanishads y todos los sistemas de filosofía posteriores, todos abundan en alusiones acerca de este número. ¿Quién era Manu, el hijo de Svâyambhuva? Nos dice la Doctrina Secreta que ese Manu no era hombre, sino la representación de las primeras Razas humanas, evolucionadas con el auxilio de los Dhyân–Chohans (Devas) al principio de la Primera Ronda. 2

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El principio Septenario en el Esoterismo

Pero nos enseñan sus Leyes (I, 80) que hay catorce Manus para cada Kalpa o “intervalo entre creación y creación” (léase intervalo entre un Pralaya menor y otro), y que “en la presente edad divina hubo hasta ahora siete Manus”. Los que saben que hay siete Rondas, de las que tres han pasado, y que nos hallamos ahora en la cuarta, que hay siete auroras y siete crepúsculos o catorce Manvantaras, que al principio de cada Ronda y a su fin y sobre y entre los planetas, hay “un despertar a la vida ilusoria y un despertar a la vida real”; que existen además Manus–Raíces y lo que hemos de traducir imperfectamente por los Manus–Semilla –las semillas para las Razas humanas de la Ronda venidera (misterio que sólo a aquellos que han pasado el Tercer Grado en la Iniciación es divulgado)–; los que todo eso hayan aprendido estarán mejor preparados para comprender el significado de lo que sigue. Nos enseñan las Sagradas Escrituras indas que el primer Manu produjo otros seis Manus (siete Manus primarios entre todos), y esos a su vez produjeron cada uno otros siete Manus (Bhrigu, I, 61–63)1, resultando la producción de estos últimos en los tratados ocultos como 7 x 7. Claramente aparece, por lo tanto, que Manu, el último, el progenitor de nuestra humanidad de la Cuarta Ronda, ha de ser el séptimo, puesto que nos hallamos en nuestra Cuarta Ronda y que hay un Manu–Raíz en el Globo A y un Manu–Semilla en el Globo G. Así como cada Ronda planetaria comienza con la aparición de un Manu–Raíz (Dhyân Chohan) y termina con un Manu–Semilla, de igual modo aparecen respectivamente un Manu–Raíz y Semilla al principio y fin del período humano en cada planeta particular. Fácilmente se verá por la declaración anterior que un período Manu–antárico significa, como lo implica el término, el tiempo que transcurre entre la aparición de dos Manus o Dhyân–Chohans, y por lo tanto, un Manu–antara menor es la duración de las siete Razas sobre cualquier planeta particular, y un Manu–antara mayor es el período de una Ronda humana a través de la Cadena Planetaria. Además, como nos dicen que cada uno de los siete Manus crea 7 x 7 Manus y que hay 49 Razas–Raíces sobre los siete planetas durante cada Ronda, cada Raza–Raíz tiene, pues, su Manu. El séptimo Manu actual es llamado Vaivasvata, y aparece en los textos exotéricos como el Manu que en la india representa al Xisustro babilónico y al Noé judío. Mas nos enseñan los libros esotéricos que Manu Vaivasvata, el progenitor de nuestra quinta Raza, el que la salvó del Diluvio que casi exterminó a la cuarta (la Atlante), no es el séptimo Manu mencionado en la nomenclatura de los Manus–Raíces o primitivos, sino uno de los 49 “emanados de este Manu–Raíz”. Para mayor claridad, damos aquí los nombres de los 14 Manus en su orden respectivo y su relación con cada Ronda:

1

El hecho de declarar el mismo Manu que fue creado por Virâj, y produjo después los diez Prajâpatis, que a su vez produjeron siete Manus, los cuales dieron nacimiento a otros siete Manus (Manu, 1, 33–56), se refiere a otros misterios aun anteriores y constituye al mismo tiempo un velo respecto a la doctrina de la Cadena Septenaria.

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Primera Ronda

Segunda Ronda.

Tercera Ronda

Cuarta Ronda

Quinta Ronda

Sexta Ronda

Séptima Ronda

El principio Septenario en el Esoterismo

MANÚ

EN EL PLANETA

1ª (Raíz)

A.–Svâyambhuva.

1ª (Semilla)

G.–Svârochi o Svârochisha.

2ª (Raíz)

A.– Autami.

2ª (Semilla)

G.– Tâmasa.

3ª (Raíz)

A. – Raivata.

3ª (Semilla)

G.– Châkshusha.

4ª (Raíz)

A.–Vaivasvata (nuestro progenitor).

4ª (Semilla)

G.– Sâvarna.

5ª(Raíz)

A.– Daksha Sâvarna.

5ª (Semilla)

G.– Brahma Sâvarna.

6ª (Raíz)

A.– Dharma Sâvarna.

6ª (Semilla)

G.– Rudra Sâvarna.

7ª (Raíz)

A.– Rauchya.

7ª (Semilla)

G.– Bhautya.

Así pues, aunque séptimo en el orden indicado, Vaivasvata es el Manú–Raíz primitivo de nuestra cuarta Oleada Humana (siempre debe tener presente el lector que Manu no es un hombre, sino la Humanidad colectiva), mientras que nuestro Vaivasvata era tan sólo uno de los siete Manus menores que presiden las siete Razas de este planeta nuestro. Cada uno de éstos ha de ser testigo de uno de los cataclismos periódicos eternamente reproducidos (por el fuego y el agua alternativamente) que terminan el ciclo de cada Raza–Raíz. Y es este Vaivasvata –la encarnación del ideal indo, llamado respectivamente Xisustro, Deucalión, Noé y por otros nombres– el hombre alegórico que salvó a nuestra Raza cuando la casi totalidad de la población de un hemisferio pereció por el agua, mientras despertaba de su oscurantismo temporal el otro hemisferio. Aun comparando brevemente la undécima tabla de las leyendas de Izdubar sobre la historia caldea del Diluvio con los llamados libros mosaicos, desempeña el número siete un papel importante. Tanto en aquélla como en estos últimos, reviste grandísima importancia el número siete. Los animales, pues, son apartados en siete, en siete2 igualmente las aves; a Noé se le anuncia que lloverá dentro de siete días sobre la Tierra; así espera “otros siete días” y siete días más, mientras que en la versión caldea del Diluvio la lluvia cesó al séptimo día3.

2

Ver Génesis. Capítulo VII, 2–4, 10–12.

3

Poema de Gilgamesh, tablilla XI, 128–129, 146 y 157. Editora Nacional, Madrid, 1980.

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El principio Septenario en el Esoterismo

El séptimo día fue echada a volar la paloma; Xisustro coge por siete los Jarros de vino para el altar, etc. ¿Cómo explicar tales coincidencias? ¡Y sin embargo, pretenden los orientalistas europeos que creamos en ellos cuando juzgando las cronologías babilónicas y arias las tachan de extravagantes e ilusorias! A pesar de ello, como ninguna explicación nos ofrecen aquéllos, ni observaron jamás, que sepamos, la extraña identidad existente en los totales de las cronologías semítica, caldea e indo–aria, los estudiantes de la Filosofía Oculta consideran el hecho que sigue como sugestivo en extremo. Mientras se fija en 432.000 años4 el período del reinado de los lo reyes babilonios antediluvianos, también señalan 432.000 años de duración al Kali Yuga posterior al diluvio y los cuatro períodos, o el Mahâ Yuga, acusan en su totalidad 4.320.000 años. ¿Por qué siendo ilusorias y extravagantes presentan números idénticos, cuando seguramente ni los arios, ni los babilonios se han copiado unos a otros? Llamamos la atención de nuestros ocultistas para que se fijen en los tres números dados: 4, que representa el cuadrado perfecto, 3, la tríada (los siete principios universales y los siete individuales), y 2, el símbolo de nuestro mundo ilusorio, número ignorado y rechazado por Pitágoras. En los Upanishads, así como en la Vedânta, es donde hemos de buscar las mejores corroboraciones de las enseñanzas ocultas. En la doctrina mística, los Rahasya o los Upanishads –“el único Veda de todo pensador indo actualmente”, según confiesa Monier Williams–, cada palabra, como su nombre mismo implica5, ofrece un sentido secreto. Ese sentido sólo puede comprenderse por aquel que posee un pleno conocimiento de Prâna, la Vida Una, “el cubo del que parten los siete radios de la Rueda Universal” (himno a Prâna, Atharva Veda, XI, 4). Hasta los orientalistas europeos reconocen que todos los sistemas en la India consideran el cuerpo humano como compuesto de: (a) un cuerpo exterior o grosero (Sthûla Sharîra), (b) un cuerpo interno o vaporoso (Sûkshma o Linga Sharîra, el vehículo), unidos ambos por (c), la vida Jîva o Kârana Sharîra, el cuerpo causal) 6. El Sistema Oculto o Esotérico divide éstos en siete, agregándole además Kâma, Manas, Buddhi, y Atinan. La filosofía Nyâya, al tratar de los Prameyas (por medio de los cuales los objetos y sujetos de Pramâna pueden ser entendidos correctamente), incluye entre los 12, los siete principios raíces o fundamentales (véase Sûtra, IX), que son: (1) el Alma (Âtman); (2) su Espíritu superior (Jivâtman); (3) el cuerpo (Sharîra); (4) los sentidos (Indriya); (5) la actividad o voluntad (Pravritti); (6) la mente (Manas); (7) el intelecto (Buddhi). 4

Georges Smith. Babilonia, pág. 36 ¡Aquí también, como sucede con los Manus, los 10 Prajâpatis y los 10 Sephiroth en el Libro de los Números, se van reduciendo a siete!

5

Upa–ni–shad significa, según las autoridades brahmánicas, “conquistar la ignorancia revelando el Conocimiento Espiritual Secreto”. Según Monier Williams, derivase el título de la raíz sad con las preposiciones upa y ni, e implica “algo místico que está bajo la superficie”. 6

Confunden con frecuencia los no iniciados ese Kârana Sharîra con el linga Sharîra, describiendo al primero como el embrión interno rudimentario o latente del cuerpo unido a él. Mas el ocultista lo considera como la vida (cuerpo) o Jîva, que desaparece a la muerte; es reabsorbido, dejando al primer y tercer principio desintegrarse y volver a sus elementos.

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Los siete Padârthas (exámenes o atributos de las cosas existentes) de Kanâda en el Vaisheshika, se refieren en la Doctrina Oculta a las siete cualidades o atributos de los siete Principios. Así: (1) la sustancia (Dravya) se refiere al cuerpo o Sthûla Sharîra; (2) la cualidad o propiedad (Guna) principio de vida, Jîva; (3) la acción o acto (Karman) al Linga Sharîra; (4) la comunidad o mezcla de las propiedades (Sâmânya) a Kâma–Rûpa; (5) la personalidad o individualidad consciente (Vishesha) a Manas; (6) la cohesión o relación íntima perpetua (Samavâya) con Buddhi, el vehículo inseparable de Âtman; (7) la no–existencia o no–ser en el sentido de la objetividad o sustancia (Abhâva), y como separados de la misma, a la Mónada más elevada o Âtman. Así pues, sea que consideremos el Uno como el Purusha Védico o Brahman (neutro), la “Esencia que todo lo penetra”; o como el Espíritu Universal, la “Luz de las luces” (Jyotishâm Jyotih), el total independiente de toda relación de los Upanishads; o como el Paramâtman de la Vedanta; o también como la Adristha de Kanâda, la Fuerza invisible o átomo divino; y finalmente, como Prakriti, “la Esencia eternamente existente” de Kapila; en todos estos principios impersonales universales hallamos la capacidad latente de evolucionar de sí mismos a “seis rayos” (siendo el séptimo el principio evolutivo). El tercer aforismo del Sânkhya Kârikâ, que dice, refiriéndose a Prakriti, que es la “raíz y sustancia de todas las cosas”, y no producto, sino productora ella misma de “siete cosas que, producidas por aquélla, se convierten también en productores”, ofrece un significado puramente oculto. ¿Qué son aquellos Productores evolucionados del Principio Básico Universal (Mûla–prakriti o la materia cósmica primera no diferenciada, que de sí misma evoluciona la conciencia y la mente, llamada generalmente Prakriti o Amûlam Mûlam, la “raíz sin raíz”, y Avyakta, “el Evolucionador no Evolucionado”, etcétera?) Ese Tattva primordial o “Aquello eternamente existente”, la Ignota Esencia, produce, según nos enseñan, como primer Producto a Buddhi –el Intelecto– sea que apliquemos este último al sexto Principio macrocósmico o al microcósmico. Ese primer producto produce a su vez (o es el origen de) Ahankâra, la “propia conciencia”, y Manas, la “mente”. Siempre habrá de tener presente el lector que Mahat o gran fuente de aquellas dos facultades internas, Buddhi per se, no puede poseer ni conciencia propia ni mente, esto es, sólo puede el sexto principio en el hombre conservar una esencia de propia conciencia personal, individualidad personal absorbiendo en sí mismo sus propias aguas, que han fluido por conducto de aquella facultad finita; porque Ahamkâra, esto es, la percepción del Yo o sentimiento de nuestra propia individualidad personal, exactamente representado por el término Ego–ísmo, pertenece al segundo, o más bien al tercer producto de los siete, esto es, al quinto principio o Manas. Este último es el que atrae al hilo de Prakriti, (el principio–raíz) cual tela de araña, los cuatro principios o partículas sutiles elementales –Tanmâtras, de los que la tercera clase, los Mahâbhûtas, principios elementales groseros, o más bien los Sharîras y Rûpas, han evolucionado–; Kâma, Linga, Jîva y Sthûla Sharîra. Las tres Gunas de Prakriti –Sattva, Rajas y Tamas

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(pureza, actividad pasional e ignorancia u obscuridad)– formando un triple hilo o cuerda penetran los siete, mejor dicho, los seis principios humanos. Del quinto, Manas o Ahamkâra, el Yo, depende convertir la cuerda Guna en un solo hilo, el Sattva, y formando así un solo todo con el Evolucionador no Evolucionado, alcanzar la inmortalidad o existencia consciente eterna. De otro modo, nuevamente se resolverá en su Esencia Mahâbhautica; mientras no esté desencordada la triple cuerda, el Espíritu (la Mónada Divina) queda esclavizado cual animal por la presencia de las Gunas en los principios (Purusha Pashu). El Espíritu Atinan o Jîvâtman (los principios séptimo y sexto), sea del Macrocosmos o Microcosmos, aunque esclavo de aquellas Gunas durante la manifestación objetiva del Universo o del hombre es, no obstante, ninguna, esto es, está completamente libre de ellas. De los tres productores o evolucionadores, Prakriti, Buddhi y Ahankâra, sólo el último puede ser hecho prisionero (tratándose del hombre) y destruido cuando es personal. La Mónada Divina es Aguna (exenta de cualidades), mientras que Prakriti, en cuanto el estado pasivo de Mûlaprakriti pasa al de Avyakta (un evolucionado activo), es entonces Gunavat, dotado de cualidades. Nada pueden tener que ver Purusha o Atinan con el último (siendo incapaces, por supuesto, de percibirle en su estado gunavâtico); con la primera –Mûlaprakriti o la esencia cósmica no diferenciada– sí tienen relación, ya que forman un solo todo con ella y son idénticos. El Atma–Bodha o “Conocimiento del Alma”, tratado escrito por el gran Shankarâchârya, habla claramente de los siete principios en el hombre (véase versículo 14). A estos los llama las cinco envolturas (Panchakosha), en las que está contenida la Mónada Divina, el Atman y Buddhi, los principios séptimo y sexto, o el alma individualizada cuando se ha diferenciado (bajo la acción de Avidyâ, Mâyâ y las Gunas) del Alma Suprema, Parabrahman. La primera envoltura, llamada Anandamaya –la envoltura de la Suprema Bienaventuranza–, es el Manas o quinto principio de los ocultistas, cuando está unido a Buddhi. La segunda es Vijñânana Maya Khosa, la envoltura de la propia ilusión, el Manas cuando se elude en la creencia del yo personal o Ego con su vehículo. La tercera, Manomaya, compuesta de la mente ilusoria asociada con los órganos de la acción y la voluntad, es el Kâma Rûpa y Linga Sharîra combinados, productores de un yo ilusorio o Mâyâvi Rûpa. Se llama a la cuarta envoltura Prâna–Maya, la vida ilusoria, nuestro segundo principio de vida o Jîva en el que reside la vida, la envoltura del aliento. La quinta Kosha lleva por nombre Anna–Maya, o sea la envoltura conservada por medio del alimento, nuestro cuerpo material. Todas esas envolturas producen a su vez otras menores, o seis atributos o cualidades cada una, siendo siempre la séptima la envoltura raíz o fundamental; y al Atman o Espíritu, que semejante a un hilo pasa a través de todos esos cuerpos etéreos sutiles, le llaman el alma–hilo o Sûtrâtman. Y ahora podemos dar por terminada la anterior demostración. En verdad que bien puede aplicarse a la Doctrina Esotérica el calificativo de doctrina del hilo, ya que como Sûtrâtman o Prânâtman, penetra y une a todos los antiguos sistemas filosófico–religiosos, y lo que es más aun, los reconcilia y explica. Pues aunque 7

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tan distintos exteriormente entre sí, descansan todos en una base única, cuya extensión, profundidad, amplitud y naturaleza son conocidas de aquellos que se han convertido, a semejanza de los Hombres Sabios del Oriente, en adeptos de la Ciencia Oculta.

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PROGRESO Y CULTURA

PROGRESO Y CULTURA

“Mated with a squalid savage –what to me were sun or clime? I, the heir of all the ages, in the formost files of time Not in vain the distance beacons. Forward, forward let us range. Let the great world spin for ever down the singing groves of change. Though the shade of the globe we sweep into the younger day Better, fifty years of Europe in a cicle of Cathay…” Tennyson.

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osotros, hombres del siglo que se denomina XIX de nuestra Era, estamos muy orgullosos de nuestro progreso y civilización –ambos atribuidos por la Iglesia y sus seguidores al advenimiento del cristianismo–. “Borrad al cristianismo de la historia del hombre –dicen–, ¿y cuáles hubiesen sido sus leyes? ¿cuál hubiese sido su civilización? No existe ley alguna cuya verdad y nobleza no estén inspiradas en el cristianismo, ni una costumbre que no deba su santidad y bondad al Evangelio”. ¡Qué absurda pretensión y cuán fácilmente se refuta! Para desacreditar semejantes afirmaciones basta recordar que nuestras leyes están basadas en las de Moisés (ojo por ojo y diente por diente); recordad las leyes de la santa inquisición, esto es, la quema por hecatombes de herejes y brujos a la menor provocación; recordad el pretendido derecho del más rico y más fuerte a vender sus siervos y semejantes, entregándolos a la esclavitud, no por llevar a efecto la maldición recaída sobre Cam, sino simplemente “para adquirir el lujo y voluptuosidades del Asia, abasteciendo el mercado de esclavos de los sarracenos”1, y, finalmente, las leyes 1

View of the State of Europe during the Middle Ages, por H.H.Hallam, L.L.D., F.R.A.S.,pág. 614. Añade el autor: “No era ese comercio peculiar a Venecia. En Inglaterra era muy común, aun después de la conquista, exportar esclavos a Irlanda, hasta que bajo el reinado de Enrique II llegaron los irlandeses a un arreglo referente a la no importación, que puso término a esa práctica”. Y agrega en una nota: “Acusa Guillermo de Malmsbury a la nobleza anglo–sajona de vender sus siervas, aun cuando estuviesen encinta, como esclavas a los extranjeros”. ¡Esa es la manera cristiana de conducirse en imitación de Abraham con Agar: la venganza!

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Progreso y Cultura

cristianas, sociales y políticas vigentes hoy en día en Inglaterra, llamadas leyes de incapacidades de las mujeres. Además, igual que en tiempo de nuestros abuelos, aquella bienaventurada época de ignorancia, contamos con una blague 2 de este género: “Hablamos de nuestra civilización, nuestras artes, de nuestra libertad y de nuestras leyes y olvidamos por completo la parte tan grande que en todo ello corresponde al cristianismo” (¡alzaos!). Exacto; “nuestras leyes y nuestras artes”, mas no “nuestra civilización” ni “nuestra libertad”. Nadie podría negar el hecho de que fueron alcanzadas éstas a pesar de la más terrible oposición de la iglesia durante largos siglos y de sus anatemas contra la civilización y la libertad, así como contra los defensores de ambas. ¡Y, sin embargo, a pesar de los hechos y de la verdad, constantemente oímos repetir que hasta la posición elevada (¡?) que ocupa la mujer cristiana, comparada con la de su hermana pagana, es obra por entero debida al cristianismo! Aunque fuese cierto, sólo resultaría un homenaje bien pobre tributado a una religión que pretende suprimir a todas las demás. Pero como no es verdad, habiendo demostrado Lecky, entre muchos otros autores serios y dignos de crédito, que “en toda la legislación feudal (del cristianismo) ocupaban las mujeres una situación legal muy inferior a la del imperio pagano”, cuanto antes y más a menudo se mencione este hecho, más ganará la Verdad. Además, como ya hemos dicho, nuestras leyes eclesiásticas están impregnadas de elemento mosaico. El Código Levítico es el creador e inspirador de la legislación, y no el Romano, al menos en los países protestantes. El Progreso –dice Carlyle– es el “movimiento viviente”. Es cierto; pero sólo es así a condición de que ninguna obra muerta, ningún cadáver, puedan impedir la libertad de ese movimiento viviente, y dadas su intransigencia conservadora, así como su falta de espiritualidad, la iglesia es un cuerpo muerto. Por lo tanto, impidió y sigue impidiendo el verdadero progreso. Mientras la Iglesia –el más encarnizado enemigo de la Moral de Cristo– se sostuvo en el poder, apenas si hubo progreso alguno. Sólo después de la Revolución Francesa la cultura y la civilización adquirieron desarrollo. Esas señoras que con tan sincera como apasionada elocuencia reclaman en los mítines de la Liga de la Libertad de la Mujer su legítima parte de derechos como madres, esposas y ciudadanas, y que todavía asisten a los oficios divinos, se entregan al entretenimiento, poco provechoso, de hacer agujeros en el agua. No debieran atacar a las leyes del país, sino a la Iglesia y a sí mismas principalmente. Es el Karma de las mujeres de nuestra Era. Se originó con María Magdalena, se manifestó prácticamente en manos de la madre de Constantino y halló una fuerza siempre renaciente en cada Reina y Emperatriz por la Gracia de Dios. Debe el cristianismo judaico su vida a una mujer, a una sublime hallucinée 3 como dice Renan. El moderno protestantismo y el catolicismo romano, deben también su ilegítima existencia a las mujeres beatas; a la 2

En francés en el texto. Locución que no tiene equivalente exacto en castellano, pero que pudiera traducirse por broma o mentira. N. del T. 3

En francés en el texto. N. del T.

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madre que enseña a su hijo su primera lección en la Biblia; a la esposa o hermana que obliga a su marido o hermano a acompañarla a la Iglesia, a la soltera emocional e histérica, admiradora de todo predicador popular. ¡Y, sin embargo, los predecesores de estos últimos degradaron a las mujeres desde el púlpito! En el Lucifer de Octubre del año 1889, en el artículo que lleva por titulo Las mujeres de Ceilán, podemos hallar la opinión del Director Donaldson L.L.D., de la Universidad de San Andrés, acerca de la degradación de la mujer por la Iglesia cristiana. He aquí lo que escribe en la Contemporary Review: “Que la mujer deba su elevada posición al cristianismo es opinión corriente; yo pensaba del mismo modo. Pero estudiando los tres primeros siglos de la iglesia, no logré convencerme de que hubiese ejercido el cristianismo influencia alguna favorable en la situación de las mujeres. y sí, por el contrario, de que tendía a rebajar el carácter y naturaleza de aquéllas y a limitar la esfera de su actividad.”

¡Cuán exacta es, por lo tanto, la observación de H. H. Gardener cuando dice que en el Nuevo Testamento “las palabras hermana, madre, hija y esposa” son sólo nombres sinónimos de degradación y deshonra! Que lo que antecede es un hecho puede comprobarse en varias obras y hasta en ciertos Semanarios. En su última Miscelánea, Saladin, que escribe en el Agnostic, nos ofrece elocuentes pruebas de ello, transcribiendo citas a docenas. He aquí unas cuantas: Escribe Mrs. Mary A. Livermore: “Los Padres de la primitiva Iglesia denunciaron a las mujeres como animales dañinos, males necesarios y peligros domésticos”. Lecky dice: “Invectivas feroces contra el sexo constituyen una parte importante y grotesca de los escritos de los Padres”. Dice Mrs. Stanton que tanto los Libros Sagrados como el clero enseñan que la mujer es la autora del pecado, la cual, en connivencia con el demonio, efectuó la caída del hombre. Recuerda Gamble que en el siglo IV santos varones discutieron seriamente la cuestión: ¿Debe llamarse a las mujeres seres humanos? Mas oigamos a los mismos Padres de la Iglesia. Tertuliano, dirigiéndose a la mujer, la alaba en estos términos: “Sois la puerta del infierno, la ladrona del árbol prohibido, la primera desertora de la Ley Divina; sois la que persuadisteis a aquél a quien no tenía el demonio bastante valor para atacar. Destruisteis la imagen de Dios, el hombre”. Exclama Clemente de Alejandría: “¡Causa vergüenza reflexionar acerca de la naturaleza de la mujer!” Dice Gregorio el Taumaturgo: “¡Entre mil, puede hallarse un hombre puro; a una mujer, jamás!” “La mujer es el instrumento del demonio”. –San Bernardo. “Su voz es el silbido de la serpiente”. –San Antonio. 4

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“La mujer es el instrumento que emplea el demonio para apoderarse de nuestras almas”. –San Cipriano. “La mujer es un escorpión”. –San Buenaventura. “La puerta del demonio, la senda de la iniquidad”. –San Jerónimo. “La mujer es hija de la falsedad, centinela del infierno, enemiga de la paz”. –San Juan de Damasco. “De todas las fieras la más peligrosa es la mujer” –San Juan Crisóstomo. “Posee la mujer el veneno de un áspid, la malicia de un dragón”. –San Gregorio el Grande. ¿Cómo extrañar, pues, que con semejantes instrucciones de los Padres a los hijos de la Iglesia cristiana, “no cuenten con la mujer ni la consideren igual a los hombres”? A pesar de eso, la mujer emocional, aun en estos tiempos de progreso, constituye, como siempre, el principal defensor de la iglesia. Más aun; ella es la causa única, si hemos de creer en la alegoría bíblica, de que existan cristianismo y templo alguno. Porque, ¿dónde estarían éstos de no haber escuchado nuestra madre Eva a la tentadora serpiente? Primero, no habría pecado; segundo, habiendo sido frustrado el demonio, no habría necesidad de redención alguna ni de que ninguna mujer tuviese “semilla” a fin de que “aplastara la cabeza de la serpiente”; y así no habría iglesia ni Satán. Porque, según la expresión de nuestro antiguo amigo el Cardenal Ventura de Raulica, Satán–serpiente es “uno de los dogmas fundamentales de la iglesia y sirve de base al cristianismo”. Suprimid esa base y el edificio entero se desploma, cayendo en las obscuras aguas del olvido. Por lo tanto, declaramos a la iglesia ingrata hacia la mujer, y a esta última la consideramos como un mártir voluntario, porque si exigían su emancipación y libertad, valor moral poco común hace un siglo, muy poco hace falta hoy, sólo una resolución firme. Por cierto que, si hemos de dar crédito a los escritores antiguos y modernos, la mujer de nuestro siglo, respecto a la verdadera cultura, libertad y dignidad, se ha colocado a sí misma muy por debajo de la antigua madre aria, la egipcia –que, según Wilkinson y Buckle, gozaba de la mayor influencia y libertad, bajo los puntos de vista social, religioso y político entre sus contemporáneos–, y aun de la matrona romana. Peary Chand Mitra demostró con las leyes de Manu hasta qué punto la antigua Âryâvarta respetaba y honraba a las mujeres. Nos enseña el autor de la obra Las mujeres del antiguo Egipto, que, desde los tiempos más remotos, gozaban las mujeres de Egipto de una libertad e independencia apenas soñadas por las naciones modernas. Volvamos a aquella Miscelánea. “La sociedad que conserve influencia alguna de instituciones cristianas –dice Sir Henry Maine– difícilmente devolverá jamás a las mujeres casadas la libertad personal que les concedía la ley romana”.

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La causa de los “derechos de la mujer” se defendía en Grecia cinco siglos antes de Cristo. Dice Helen H. Gardener: “Mientras la ley pagana la reconocía (a la esposa) como igual a su marido, la Iglesia suprimía esa ley”. Escribe Lecky: “En las leyendas de la Roma primitiva hallamos plena evidencia de la gran estimación en que se tenía a las mujeres y de su importancia en la vida romana. Revelan las tragedias de Lucrecia y Virginia una delicadeza respecto al honor, un sentimiento supremo de pureza tan elevado, que no pueden ser sobrepujados por nación cristiana alguna”. Sir Henry Maine, en su obra Ley Antigua, declara que “la desigualdad y la opresión referentes a las mujeres desaparecieron de las leyes paganas”. Y añade: “La consecuencia de ello fue que la situación de la mujer romana la convirtió en propietaria con una gran independencia personal; pero el cristianismo tendió desde un principio a limitar esa libertad”. Observa, además, que luchaban los jurisconsultos de aquellos días por la consecución de leyes mejores para las mujeres; mas prevaleció la Iglesia en muchos casos y promulgó las más opresivas. El Profesor Draper, en su obra Desarrollo intelectual de Europa, expone ciertos hechos relativos al trato ultrajante de que fueron víctimas las mujeres por parte de hombres cristianos –incluso el clero–, y aquéllos son de tal naturaleza que no me es permitido referirlos. “No existe más cruel capítulo en la historia que aquel que consigna el detenimiento por el cristianismo del natural desarrollo en la civilización europea tocante a las mujeres”, escribe Moncure D. Tonway. Neandro, historiador de la Iglesia, nos dice que “el cristianismo aminora la influencia de la mujer”. Así pues, queda sobradamente demostrado que en vez de una situación “elevada” fue una degradación lo que el cristianismo –o más exactamente la Iglesia– trajo a la mujer. Aparte de esto, nada tiene que agradecerle la mujer. Y ahora dos palabras de consejo a todos los miembros de ligas, asociaciones y demás sociedades relacionadas con los derechos de la mujer. En nuestra época de cultura y progreso, ahora que está demostrado que sólo en la unión yace la fuerza, y que sólo con sus propias armas puede vencerse a los tiranos; y finalmente, que nada produce resultados tan seguros como una huelga, según observamos, declárense en huelga todos los defensores de los derechos de la mujer y juren no pisar una iglesia o capilla hasta ver restablecidos sus derechos y reconocida su igualdad con el hombre por la ley. Profetizamos que antes del transcurso de seis meses todos los Obispos del Parlamento influirían activísimamente para que fuera votada la reforma y resultase ésta un hecho. Así quedaría deshecha la ley mosaica y talmúdica para mayor gloria de la MUJER.

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¿Pero qué son en realidad la cultura y la civilización? La idea de Dickens de que nuestros corazones han ganado con el pavimento tanto como nuestros zapatos, resulta más original bajo el punto de vista literario que el aforístico. En principio, no es cierto, y lo desmiente la Naturaleza por el hecho mismo de que existen muchos más hombres y mujeres buenos y generosos en aldeas sucias y miserables que en París o Londres, tan bien urbanizadas. La verdadera cultura es espiritual. Procede de dentro afuera; y de no luchar una persona naturalmente generosa y de elevados sentimientos en el plano espiritual antes de hacerlo en el físico o externo para alcanzar el progreso, no serán otra cosa cultura y civilización que sepulcros blanqueados llenos de podredumbre. ¿Y cómo puede haber alguna cultura espiritual e intelectual verdadera, cuando hay creencias dogmáticas que son religión de Estado y son impuestas bajo pena de oprobio, infligida por numerosas comunidades de creyentes? No puede ser progresista ningún credo dogmático. Como no sea un dogma la expresión de un hecho universal y comprobado en la Naturaleza, no es otra cosa sino una esclavitud mental e intelectual. Aquel que acepta los dogmas, fácilmente concluye por convertirse en dogmático. Y como bien dice Watts: “Un espíritu dogmático inclina al hombre a censurar a sus vecinos… Se inclina a despreciar a sus semejantes, considerándolos como inteligencias inferiores y limitadas porque no creen lo que él cree”. Diariamente encuentra lo que antecede su demostración en pastores protestantes, sacerdotes católicos y rabinos fanáticos. En Les Archives Israelites, principal órgano de los judíos franceses de París, que trata de estos últimos y del Talmud, con relación al progreso y cultura, hallamos algunos artículos extraordinarios. Demuestran de una manera tan evidente que el estancamiento de todo progreso es debido al fanatismo, que leídos varios trabajos firmados por hombres de tan reconocida cultura como F. Clemieux (Clericalisme et Judaïsme), A. Franck, miembro del instituto (Les Juifs et l´Humanité) y especialmente un artículo de Elie Aristide Astrue, Grand rabbin de Bayonne, grand rabbin honoraire de la Belgique, etc., Pourquoi nous restons juifs, nadie puede descubrir la más leve huella de progreso, o abrigar la más remota esperanza de conocer jamás lo que se complacen los cristianos en llamar la regeneración moral de los judíos. Ese artículo (por no citar otros), escrito por un hombre que goza por su ciencia y talento de reputación enorme, demuestra lo que es la cultura intelectual, mimes 4 la espiritualidad. Aquél se dirige a los judíos franceses, tenidos por los más progresistas de su raza, y hace la más ardiente y apasionada apología del judaísmo talmúdico, revelando ese escrito el fanatismo y terquedad más colosales. Nada puede compararse con las alabanzas que le prodiga. Excluye todo progreso y reforma, morales y espirituales, en el judaísmo; apela abiertamente a la raza, a fin de que ejerza ésta, más que nunca, un exclusivismo prudente; despierta el fanatismo más mezquino e ignorante. Si tales son las opiniones de los prohombres del judaísmo establecidos en Francia, centro de civilización y progreso, ¿qué esperanza podrá quedar en sus correligionarios de otras naciones?

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Pantomima, farsa, comedia.

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El artículo que lleva por título “Por qué seguimos siendo judíos”, es curioso. A. Astrue, autor ilustre de aquél, solemnemente notifica a sus lectores que tienen los judíos nolens volens que permanecer tales, ya que ninguna de las religiones existentes podría “satisfacer jamás el genio de la nación”. “Si nos viésemos obligados a separarnos del judaísmo –exclama– ¿dónde hallaríamos el credo capaz de guiar nuestras vidas?”. Habla de la estrella que en Oriente condujo a los Reyes Magos hasta Belén, y pregunta: “¿Podría el Oriente, cuna de las religiones, darnos ahora una nueva fe?” ¡jamás! Analiza después el islamismo y el budismo. Del primero dice que su dogma es demasiado seco y su forma excesivamente ritualista, y demuestra que nunca podría satisfacer la mentalidad hebrea. El budismo, con sus aspiraciones al Nirvana, considerado como la más completa realización de la bienaventuranza y “la más abstrusa conciencia del no ser”(?) parécele demasiado negativo y pasivo. No nos detendremos a discutir esa nueva fase en Metafísica, esto es, el fenómeno del no ser dotado de propia conciencia. Examinemos más bien el análisis que de las dos formas del cristianismo –catolicismo romano y el protestantismo– hace el autor. El primero con su trinitarismo y los dogmas de la Divina Encarnación y de la Redención, resulta incomprensible “para el libre espíritu del israelita”. El segundo está dividido en innumerables sectas y no puede aspirar a convertirse jamás en religión del porvenir. Ninguna de estas dos religiones “podría satisfacer a un judío”, dice ; por lo tanto aconseja el rabino a sus correligionarios que permanezcan fieles al judaísmo o ley mosaica, ya que esa fe es la mejor y mas salvadora de todas; es, en fin, según el autor, “la última y más elevada expresión del pensamiento humano religioso”. Este artículo ultrafanático llamó la atención de varios periódicos cristianos. Uno de ellos contesta duramente al autor, criticando su temor a los dogmas sólo porque la razón humana es incapaz de comprenderlos; y añade: “¡Como si pudiera fundarse Jamás en la razón fe religiosa alguna!” Bien dicho, y revelarían estas palabras un pensamiento progresista real y verdadero en la mente del crítico, si su definición de la creencia en dogmas no fuese una defensa bona fide de los mismos, lo cual dista mucho de revelar progreso filosófico alguno. El revistero ruso, lo consignaremos con satisfacción, sale en defensa del budismo contra los ataques del Rabino: “Desearíamos que comprendiese nuestro estimado amigo que al rebajar el budismo o considerarlo como hace, infinitamente inferior al judaísmo, parece que comete un error muy grande. Con sus aspiraciones espirituales y sus tendencias ascéticas, el budismo, a pesar de todos sus defectos, es innegablemente más espiritual y humanitario que jamás lo fue el judaísmo, en particular que el judaísmo moderno, con su rencoroso exclusivismo, su despótico Kahal, su ritualismo talmúdico mortal, sustituto judío de religión, y su odio resuelto a todo progreso”. (Nov. Vremya) ¡Bien está! Por lo menos 8

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demuestra un principio de cultura espiritual en el periodismo de un país mirado hasta ahora como semicivilizado, mientras la prensa de las naciones del todo civilizadas respira generalmente la intolerancia religiosa, cuando no el odio, siempre que se trata de filosofía pagana. Y después de todo, ¿qué significa nuestra civilización ante las grandiosas civilizaciones del pasado, hoy tan remotas y olvidadas, que permiten a nuestra moderna soberbia satisfacerse con la consoladora y agradable idea de que jamás existieron civilizaciones verdaderas algunas, anteriores al advenimiento del cristianismo? Consideran los europeos las razas asiáticas como inferiores porque, entre otras cosas, comen con las manos y no usan añuelo. Pero, ¿desde cuándo hemos dejado nosotros, cristianos, de comer con los dedos y empezado a sonarnos con un pañuelo? Desde que se fundaron las naciones, y hasta fines del siglo XVIII, ignoró la cristiandad el empleo del tenedor, o lo despreció. Y, sin embargo, en la Roma de los césares había alcanzado la civilización su más completo desarrollo, y sabemos que si en los banquetes de Lúculo, famosos por su lujo y magnificencia, cada invitado buscaba su suculento bocado metiendo los dedos en los platos de exquisitos manjares, lo propio hicieron los huéspedes de los reyes de Francia hasta el siglo pasado. Casi dos mil años separan a Lúculo y los césares paganos de los últimos Borbones; no obstante, prevalecieron las mismas costumbres personales. Lo mismo observamos en las cortes brillantes de Francisco I, Enrique II, Luis XIII y Luis XIV. El historiador francés Alfred Franklin, en su interesante obra La Vie privée d'autrefois, du XIIéme au XVIIIéme siècle, les Repas, etc. , nos facilita muchos datos curiosos, particularmente acerca de la etiqueta y educación en aquellos siglos. Aquel que en vez de emplear delicadamente los tres dedos para servirse, metía en el plato la mano entera, tan gravemente faltaba entonces a las leyes de la buena crianza, como el que en nuestros días se lleva el cuchillo a la boca. Tenían nuestros antepasados respecto al aseo reglas muy estrictas, por ejemplo: siendo los tres dedos de rigueur 5, no debían lamerse, ni enjugarse sobre la propia casaca, sino que debían limpiarse cada vez entre los servicios “sobre el mantel de la mesa”. El sexto tomo de la obra mencionada da a conocer al lector todos los detalles relativos a varios hábitos. La costumbre moderna de lavarse uno las manos antes de comer, que sólo existe ahora en Inglaterra verdaderamente, era estrictamente de rigueur, no sólo en la corte de los reyes de Francia, sino que era costumbre general y tenía que repetirse antes de cada servicio. Chambelanes y pajes cumplían ese oficio en la corte. Llevaban en la mano izquierda una jofaina de oro o plata y en la derecha un jarro del mismo metal, y vertían sobre las manos de los invitados agua templada aromática. Pero esto sucedía bajo los reinados de Enrique III y Enrique IV.

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En francés en el texto. N. del T.

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Dos siglos más tarde, ante el progreso y la civilización, vemos desaparecer esa costumbre que sólo se conservaba en las cortes entre la más alta aristocracia. Comenzó a caer en desuso durante el siglo XVI y hasta el mismo Luis XIV se contentaba para sus abluciones con una toalla mojada. Entre la bourgeoisie 6 había desaparecido casi del todo, y Napoleón I sólo se lavaba las manos una vez antes de comer. Hoy día ningún país, salvo Inglaterra, ha conservado esa costumbre. ¡Cuánto más limpios que nosotros son, comiendo, los pueblos primitivos, los indos, por ejemplo, y especialmente los brahmanes! No usan tenedores, pero toman un baño completo y cambian de ropa de pies a cabeza antes de la comida y se lavan las manos repetidas veces durante la misma. Ningún brahmán empleará jamás las dos manos para comer, ni se servirá de sus dedos para otro uso cualquiera mientras está comiendo. En cambio, se precisaba recordar a los europeos del siglo XVIII, según vemos en varias obras referentes a la etiqueta, ciertas reglas tan sencillas como la que sigue: “Se considera impropio y hasta indecente tocarse uno las narices durante las comidas, especialmente cuando están llenas de rapé” (loc. cit.). Sin embargo, los brahmanes son paganos y nuestros abuelos eran cristianos. En China se empleaban los tenedores del país (palillos) mil años antes de Jesucristo, como siguen empleándose hoy en día. ¿Cuándo se adoptó en Europa el tenedor? He aquí lo que nos dice Franklin: 7

Hasta principios de este siglo las carnes asadas se comían con los dedos. Observa Montaigne en sus Essais que más de una vez se mordió los dedos por la precipitación con que acostumbraba comer. El tenedor era conocido en tiempos de Enrique III, pero rara vez se empleó hasta fines del siglo pasado. La mujer de Carlos el Bello (1324) y Clemencia de Hungría llevaban en dote sólo un tenedor cada una, y la Duquesa de Tours poseía dos. En los inventarios de artículos de mesa de Carlos V (1380) y Carlos VI (1418) sólo figuran tres tenedores de oro para fruta. Tres tenía también Carlota d'Albret (1514), nunca usados, sin embargo. Alemania e Italia adoptaron el tenedor un siglo antes que Francia.

En extremo sorprendido quedó el inglés Cornet viajando por Italia en 1609 al ver una arma “extraña, tosca y peligrosa llamada tenedor”, usada para comer por la gente del país. En 1651 vemos a Ana de Austria negarse a emplear ese arma y comer, así como su hijo (Luis XIV), con los dedos. Sólo a principios de nuestro siglo se generalizó el uso del tenedor. ¿Dónde hemos de buscar, pues, la corroboración de la afirmación falsa de que debemos nuestra civilización y cultura, nuestras artes, ciencias y todo, en una palabra, a la elevada y benéfica influencia del cristianismo? Nada, absolutamente nada, le debemos, ni física ni moralmente. El progreso hasta ahora alcanzado se refiere en todos los casos a aplicaciones puramente físicas, a objetos 6

En francés en el texto. N. del T.

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Téngase presente que este artículo fue escrito en 1890. N. del T.

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y cosas, no al hombre interno. Gozamos ahora de toda suerte de comodidades para la vida, de todo aquello que halaga a nuestros sentidos y a nuestra vanidad, mas ni un átomo de progreso moral encontramos en el cristianismo, desde la fundación de la religión de Cristo. Así como el hábito no hace al monje, tampoco la renuncia a los antiguos dioses ha hecho a los hombres mejores que lo eran antes, sino quizá peores. Por lo menos ha creado una nueva forma de hipocresía, el cant; ni tampoco se ha extendido tanto como pretenden la civilización. Londres está civilizado, pero sólo lo está realmente en el West–end8. En cuanto al East–end9 con su población sucia y miserable, sus desolados desiertos de Whitechapel, Limehouse, Stepney, etc., es tan inculto y casi tan bárbaro como Europa en los primeros siglos de nuestra Era, y además, han adquirido sus habitantes una forma de brutalidad por completo desconocida en aquellos tiempos y que jamás soñaron los peores salvajes de las naciones paganas modernas. Y lo mismo ocurre en toda metrópoli cristiana, en cada ciudad, en cada pueblo: ¡Barnizados por fuera, brutales y podridos por dentro! ¡Frutos muertos, en verdad!. La verdad es sencillamente que la palabra civilización es un término muy vago e indefinido. Como el bien y el mal, la belleza y la fealdad, etc., la civilización y la barbarie son términos relativos. Porque aquello que a los ojos de un chino, de un indo y de un persa representa la más elevada cultura, es considerado por el europeo como falta de educación repugnante y como terrible violación de las reglas de etiqueta social. Al viajero en la India causa siempre asco el ver a los naturales del país emplear sus dedos en vez de pañuelo. Al chino le causa náuseas observar con cuánto cuidado conserva un europeo en el bolsillo el producto de sus glándulas mucosas. La inglesa puritana se sonroja cuando se cruza en las calles de Bombay con una mujer con la cintura descubierta y las rodillas y piernas al aire. Llevad a una brahmina a una sala de baile moderno, y aun a las recepciones de la reina de Inglaterra, y observad sus impresiones. Miles de años antes de Jesucristo bailaban en círculo las amazonas durante los Misterios, en derredor de la Gran Madre; las hijas de Shiloh, desnudas hasta la cintura, y los profetas de Baal, sin vestimenta alguno, giraban y saltaban de igual modo en las fiestas Sabeas. Era simplemente la representación simbólica del movimiento de los planetas en derredor del Sol, pero hoy día lo llaman danzas fálicas. ¿Cómo caracterizarán, pues, nuestros bailes modernos y el vals favorito, las generaciones futuras?. ¿Dónde estriba la diferencia entre las antiguas sacerdotisas del dios Pan, o las Bacantes, y todos los demás bailadores sagrados, y las modernas sacerdotisas de Terpsícore? 8

Parte occidental de Londres y barrio aristocrático. N. del T.

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Parte oriental de Londres. N. del T.

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Muy poca, en verdad. Estas últimas, desnudas casi hasta la cintura, también bailan su danza circular, dando vueltas en un salón de baile; la única diferencia entre ellas es que ejecutaban las primeras su danza sin confundirse con el sexo opuesto, mientras que las valsadoras dan vueltas enlazadas con desconocidos, con hombres que no son ni sus maridos ni sus hermanos. ¡Cuán insondables son tus misterios, oh esfinge del progreso, llamada civilización moderna!

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LA ALQUIMIA EN EL SIGLO XIX Traducción de P. Elola, Agosto–Septiembre, 1912

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l lenguaje que emplearon los antiguos químicos, es decir, los alquimistas, era simbólico, como lo ha sido siempre el de todas las religiones.

En La Doctrina Secreta se ha dicho que todo lo existente en el mundo de los efectos tiene tres atributos, o sea una triple síntesis de los siete principios: esto resultará quizás más claro, diciendo que todo cuanto existe en el mundo está construido sobre tres principios y cuatro aspectos, exactamente como se ha explicado en el caso del hombre. Así como el hombre es una unidad compuesta de un cuerpo, un alma racional y un Espíritu Inmortal, así cada objeto en la Naturaleza tiene una forma objetiva, un alma vital y una Chispa Divina, puramente espiritual y subjetiva. La primera parte de esta proposición tripartita no puede negarse;. la segunda se sostiene por sí misma después de que observemos y admitamos que los metales, ciertas plantas y algunas drogas poseen poderes, inherentes a ellos, capaces de producir efectos determinados en los organismos dotados de vida, como lo demuestra la práctica diaria de la ciencia oficial. En cuanto a la tercera, o sea, la referente a la presencia de una quintaesencia absoluta en cada átomo, el Anima Mundi, sólo es negada por el materialismo más ciego. Esta actitud agnóstica promete grandes rectificaciones: por nuestra parte dejamos que el tiempo obre sobre los que con ella comulgan, puesto que de la discusión jamás verán estos ciegos derivar luz alguna. Del mismo modo que son tres los constituyentes de todos los objetos naturales, así también en toda ciencia entran tres proposiciones fundamentales, siquiera el uso haga que no se mencione más que una. Antes existía la Alquimia como una ciencia, en la que la quintaesencia actuaba a la vez en todos los planos de la Naturaleza y en todas sus correlaciones, como ya tenemos repetidamente señalado. Cuando aparece en la Tierra un hombre dotado de una inteligencia superior, permite que este supremo e ilimitado Poder aprenda en él sus primeras lecciones. Todo cuanto ve, todo cuanto percibe, puede imitarlo. Pero cuando trata de reproducir alguno de estos efectos por un esfuerzo de su voluntad, se ve obligado a desarrollar en sí mismo una cierta facultad o poder, latente en la constitución humana, llamada Kriyâshakti en la fraseología oculta.

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Es ésta una facultad creadora, y es así simplemente porque no es más que el agente en un plano objetivo del primer Principio Creador. Es algo así como un radiante conductor que da una dirección definida y concreta a la creadora quintaesencia en su descenso a los planos inferiores, pero no debe olvidarse que el intelecto humano, considerado como canal por donde se vierte esta enorme radiación, está constituido con arreglo a un plan predeterminado. De este conocimiento fundamental nacieron la Alquimia, la Magia magnética y las demás ramas de la Ciencia Oculta. Cuando mediante el transcurso del tiempo fueron saturándose los pueblos de egoísmo y vanidad, llegando a considerarse superiores intrínsecamente a cuanto les rodeaba y a cuanto les precedió; cuando el desarrollo del Kriyâshakti se hizo difícil y la divina facultad desapareció de la Tierra, fueron olvidando poco a poco la sabiduría de sus antepasados. Entonces fue negada hasta la existencia del hombre antediluviano y con ella huyó el espíritu y el alma contenida en la más antigua de todas las ciencias. De los tres grandes atributos de la Naturaleza se ha aceptado solamente uno, la materia, y aun así, en su más ilusorio aspecto, por más que la existencia de una materia real o sustancia se presienta bajo sus conclusiones, y verdaderamente, al hablar así, tienen razón los materialistas, por más que sea muy vaga la concepción que de ella tienen. De este aspecto particular nació la química. El cambio es el constante efecto de la evolución cíclica. El círculo perfecto es Uno, un triángulo, un cuaternario y un quinario. El principio creador, emanado de la raíz sin raíz de existencia absoluta, sin fin posible y cuyo símbolo es la serpiente, o perpetuum mobile, mordiéndose la cola, no puede ser bien aprehendido, así como el ázoe de los alquimistas medioevales. El círculo se convierte en un triángulo, compenetrándose ambos mutuamente, como Minerva salió de la cabeza de Júpiter. Este círculo simboliza el Absoluto; la línea recta descendente de la derecha representa la síntesis metafísica, y la de la izquierda la física. Cuando la madre Naturaleza crea su cuerpo, estas dos líneas se unen en su base, representando el despertar de la Actividad Cósmica. Hasta este momento Purusha, el Espíritu, está separado de Prakriti, la sustancia material latente. Existe solamente en estado de potencialidad y aún no ha sonado la hora de que se convierta en las formas objetivas del mundo sublunar. Purusha no puede aún construir formas con esta materia, puesto que no está limitada y es menester para ello que el triángulo se cierre, que se limite la microscópica estrella. Una vez alcanzado este estado puede el pensamiento remontarse al momento en que el Ternario deviene Cuaternario; al instante en que se forma la cruz. Esta cruz se divide en cuatro partes llamadas Taro, Ator, Rota y Tora. Esta es la tierra virgen, la tierra de Adán, el Espíritu Santo de los antiguos alquimistas y de los Rosa–Cruces, de lo que los kabalistas hacen (según la nomenclatura moderna) Na2CO3, Carbonato de Sodio, y C2H6O, o sea Alcohol. ¡Ah, pobre Estrella Matutina, pobre Alquimia! Todo cuanto existe tiende a transformarse, y por ende a desaparecer; la eternidad de las cosas es una vana quimera. Los mundos cambian constantemente, y las palabras se desfiguran apenas salen de los

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labios; sólo la Idea perdura. La piel de zapa con que se reviste la Naturaleza para engañar a los necios, como en el cuento de Perrault, será la eterna verdad para los que no aprendan a distinguir lo verdadero de lo falso; el discípulo de los antiguos filósofos aprende a encontrar lo verdadero, bajo las sutiles apariencias que lo encubren y sabe que la materia es menos aun que el vestido con que se oculta la Naturaleza, la cual sólo se muestra a quien sabe sacrificar la forma en aras del conocimiento superior. Esto es lo que salvó al príncipe encantador e hizo su matrimonio con la Verdad. Pues bien, las modernas investigaciones apenas han hecho otra cosa sino otear el vestido de la Naturaleza creyendo que en él está la verdadera Ciencia. Se consuelan en su ignorancia, imaginando que con poner nuevos nombres a las cosas viejas, explican su esencia o han realizado verdaderos descubrimientos. Según ellos, la nigromancia de Moisés no es más que Espiritismo; la Ciencia de los iniciados en los antiguos templos es, si acaso, el magnetismo de los gimnósofos indos; el mesmerismo de Esculapio, el Salvador, queda reducido a hipnotismo o Magia negra, para denominarle con su verdadero nombre. Para los materialistas modernos, la Alquimia, con su cortejo de transmutación de los metales en plata y oro, no fue más que hábil charlatanismo. Los fundamentos son, según ellos, una superstición y no una ciencia, y todos cuantos creían o decían creer en ella eran engañados o impostores. Llenas están las enciclopedias de toda clase de epítetos acumulados sobre los alquimistas y ocultistas. Sin embargo, los miembros de la Academia Francesa están hoy día más imposibilitados que nunca para allegar una prueba inconcusa que destruya la posibilidad de la transmutación de los metales, puesto que han reconocido la existencia de una base metálica en los álcalis. Existen algunos científicos que no desesperan de poder llegar a reducir los elementos a su estado primitivo (véase, por ejemplo, Mr. Crookes y sus meta–elementos) y de éstos nadie se atreve a decir que son imbéciles engañados. Se admite generalmente la teoría ígnea en la formación de la Tierra, es decir, una masa homogénea primitiva de la que se derivaron los diferentes estados de materia, y no se quiere conceder que sea posible volver, mediante transmutaciones sucesivas, cualquier elemento a su estado original. Entiéndase que hablamos en el terreno de las posibilidades, pues la cuestión es tan ardua que resolverla sería hallar la clave de los procedimientos naturales. Por otra parte los químicos, y entre ellos Mr. Crookes, han probado suficientemente que la relación que existe entre los metales no es solamente la que proviene de si, origen común, sino de generación idéntica. Por lo tanto, no eran tan locos los alquimistas que buscaban un estado superior o sublimado en las cosas; y así se prueba (a quien sepa leer) en La Síntesis, de M. Berthold, uno de los químicos más profundamente versados en la materia. M. Chevreul, el venerable sabio que ha llegado a una edad tan avanzada en la plena posesión de sus facultades mentales, podría quizá decir mucho acerca de la utilidad práctica de los trabajos alquímicos a los estudiantes jóvenes que encuentran este camino tan difícil de seguir. No se alcanza una longevidad tan llena de luz y una

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instrucción tan grande corno la de este hombre, practicando farsas ridículas desprovistas de toda formalidad científica. El hecho es que el gran sabio, el padre de la química moderna, encontró y legó a la posteridad los numerosos trabajos que sobre la ciencia falsa existían en el Museo, lo cual nos demuestra la estima en que los tenía. Entre sus papeles se han encontrado grandes ensueños alquímicos que este hombre de ciencia se complacía en consignar. Pero es menester tener siempre presente que los libros herméticos tienen una clave, lo cual explica la jerigonza en que están escritos; la sabiduría que contienen no está al alcance del primero que negligentemente los hojee. Toda ciencia, repetimos, tiene tres aspectos; en todo cuanto vemos y comprendemos, podemos apreciar lo objetivo y lo subjetivo. Si lo primero, tendremos la gran serie de las transmutaciones alquímicas, con o sin el polvo de proyección; si lo segundo, se nos ofrecerán todas las especulaciones concernientes a la naturaleza de la mente. El tercero es un medio superior y espiritual. En La Doctrina Secreta hemos tratado de probar que toda la simbología tiene siete interpretaciones diferentes (correspondiendo los símbolos empleados a todas ellas) siendo tres las que aclaran los reinos de lo físico, lo psíquico y lo Espiritual, por lo cual sólo los grandes iniciados son capaces de descifrar correctamente el lenguaje laberíntico en que están escritas las obras de los filósofos herméticos; aun así hay mucho más de falso que de verdadero en las obras de los discípulos de Hermes. Los medios que ellos emplean no pueden aplicarse para resolver los problemas de la Alquimia práctica, si al mismo tiempo no se emplea el factor psicológico que ellos ponían en práctica. Kenneth Mackenzie expresa esto mismo cuando habla de las sociedades herméticas: “Para el alquimista práctico todo está comprendido en la producción de oro según las reglas peculiares de su Arte, siendo de importancia secundarla la evolución de la filosofía mística que, por otra parte, refiere a un sistema completo de teosofía; pero el sabio que ha alcanzado un plano superior de contemplación metafísica, desdeña sus estudios porque encontró allí la completa realización de sus aspiraciones” (Royal Masonic Cyclopaedia). Sin embargo, es evidente que la simbología dada como guía para alcanzar la transmutación de los metales, constituye el núcleo de lo que llamamos Química. No es posible ya considerar como impostores a hombres de la talla mental de Paracelso, Van Helmont, Roger Bacon, Boerhaave y tantos otros. Los académicos franceses se han burlado tanto de la Kábala como de los alquimistas (pero al mismo tiempo aprovechándose de los descubrimientos que realizaron) que sub rosa perseguían los secretos de la ciencia oriental. De hecho, la sabiduría oriental no brilló jamás en el Oeste; se la llamó siempre Magia. Sin embargo, cuantos alquimistas llegaron a comprender algo de su Arte, bebieron directamente en las fuentes del Este. Algunos pretenden que este movimiento ocultista no fue sino la última evolución de la Magia caldea, pero la Alquimia se remonta en su origen mucho más atrás en el tiempo. Olaus Borrichius, una autoridad en la materia, dice que es anterior a Egipto. 5

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¿Qué época puede atribuirse al origen de la Alquimia? Ningún escritor moderno puede decirlo con exactitud. Unos hacen de Adán el primer Adepto, otros hacen del momento del pasaje: “los hijos de Dios, viendo que las hijas de los hombres eran hermosas, las tomaron por mujeres”, el nacimiento del Arte. Moisés y Salomón fueron los últimos Adeptos de esta Ciencia, en la que se vieron precedidos por Abraham, el cual, a su vez, fue iniciado por Hermes. Avicena dice que la Tabla Esmeraldina (única indiscreción conocida en Alquimia) fue encontrada en el sarcófago de Hermes, el cual había sido enterrado en Hebrón por Sarah, mujer de Abraham. Sin embargo, Hermes no es el nombre de un hombre, sino un título genérico como los que después tuvieron los neo–platónicos y hoy el teósofo. Porque en resumen, ¿qué se conoce de Hermes Trimegisto o el Tres veces grande? Aproximadamente lo que se sabe de Abraham, de su mujer Sarah y de su concubina Agar, que San Pablo declara ser una alegoría. En tiempos de Platón, Hermes estaba identificado con Thot entre los egipcios, pero la palabra Thot no significa solamente inteligencia, sino también asamblea o escuela. Realmente Thot Hermes no es más que la personificación de la voz de la clase sacerdotal egipcia, es decir, la palabra del Gran Hierofante. Aun cuando sepamos que este estado de cosas es posterior al tiempo en que la gran raza sacerdotal florecía en tierra de Chemi, no habremos adelantado gran cosa en la resolución del problema. La antigua China, aunque no en tan gran escala como Egipto, tiene la reputación de ser la patria de la Alquimia trascendental, y probablemente así es. Un misionero residente en Pekín, William A. P. Martin, la llama la cuna de la Alquimia. Cuna es, quizás demasiado; pero ciertamente el Celeste Imperio puede considerarse como una de las naciones en que las antiguas escuelas de la Ciencia Oculta tuvieron su asiento. En cierta ocasión la Alquimia penetró en Europa desde China, según probaremos. Otro piadoso misionero, Hood, asegura solemnemente que la Alquimia nació en el jardín “que estuvo en el Edén, situado en Oriente”. Según él, es la producción de Satán, quien tentó a Eva, bajo la forma de una serpiente, pero el hombre olvidó seguir sus consejos y se quedó sólo con el final del nombre de la ciencia. Serpiente, en hebreo, es Nahah (plural Nahashim) siendo, pues, de la sílaba shim de la que se derivó el nombre de la Alquimia y de la química. Pero pasemos a las pruebas ofrecidas. Las más notables personalidades en los estudios acerca de las ciencias arcaicas, y entre ellas William Godwin, han llegado a la evidencia de que la Alquimia se cultivaba en casi todas las naciones de la antigüedad mucho tiempo antes de nuestra Era, siendo los griegos los últimos que, al aparecer el cristianismo, empezaron a estudiarla, haciéndola célebre mucho tiempo después. Esto en cuanto a su estudio en general, pues los Adeptos de los templos de la Magna Grecia la conocían desde el tiempo de los Argonautas. El origen europeo de la Alquimia es, pues, de esta época, como se desprende de la alegoría del Vellocino de Oro. Suidas habla en su Lexicón de la expedición de Jasón y los Argonautas para conquistar el Deraç (Deras) o Vellocino de Oro, partiendo hacia el Mar Negro con la ayuda de Medea, hermana de Eetes de Ea. Pero en vez de apoderarse de aquello que los poetas 6

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dicen, se posesionaron de un tratado escrito sobre una piel, demati, donde se explicaba la manera de hacer oro, valiéndose de procedimientos químicos. Los contemporáneos llamaron a esta piel el Vellocino de Oro, probablemente a causa del gran valor que para ellos tenían las instrucciones allí escritas. Esta explicación es mucho más sencilla y más probable, sobre todo, que las elucubraciones de los mitólogos modernos1, y siendo así, la Cólquida de los griegos será la moderna Meretia en el Mar Negro; el Rion, el río que corre por esta región, el Phasis antiguo, en el que aún hoy se encuentran yacimientos auríferos y, por último, corrobora esta orientación el hecho de que las tradiciones y leyendas de los pueblos aborígenes, mingrelianos, abhacianos y meretianos, están llenas de reminiscencias y recuerdos del famoso Vellocino. Sus antecesores decían que poseían el Arte transmutatorio que hoy llamamos Alquimia, y se daban a sí mismos el nombre de hacedores de oro. Cierto es que los griegos ignoraron las ciencias herméticas hasta la época de los neoplatónicos (entre los siglos IV y V), con la sola y natural excepción de los Iniciados, pues la verdadera Alquimia del antiguo Egipto no fue jamás divulgada sino mas tarde y en sus líneas más generales. Hacia el siglo III nos encontramos con el famoso edicto del emperador Dioclecíano mandando buscar en Egipto cuantos libros e inscripciones tratasen de la fabricación de oro, a fin de hacer de ellos un auto de fe público. W. Godwin nos dice que después de la publicación de este decreto y durante dos siglos, no se encontró ni se oyó hablar de trabajos alquímicos en el antiguo reino de los faraones. Añade también que la mayor parte de estas obras habían sido enterradas con las momias diez veces milenarias. El verdadero secreto de estos libros no podía ser descubierto, así como el del Vellocino de Oro, por un rebuscador superficial en las tradiciones faraónicas. pero la Sabiduría Secreta, encubierta bajo las alegorías de los papiros, no llegó a Europa con las ciencias herméticas. La Historia nos dice que la Alquimia se estudiaba en China más de dieciséis siglos antes de la Era cristiana, y que florecía en sus primeras centurias. Y fue hacia el final del siglo IV, cuando China abrió sus puertas al comercio de la raza latina, el momento en que la Alquimia penetró en Europa; Alejandría y Bizancio, los dos centros principales de este comercio, estaban poco tiempo después llenas de obras de transmutación. Comparemos ahora el sistema chino con la llamada ciencia hermética: I. El doble objeto que persiguen ambas escuelas es idéntico: hacer oro, prolongar la vida humana y rejuvenecer por medio del menstruum universale, y de la lapis philosophorum. El tercer objeto de la ciencia, o sea el medio real de verificar la transmutación, ha sido despreciado por los Adeptos cristianos; su creencia en la 1

M. de Gubernatis (Mythol. Zool., 1427) encuentra que porque “el carnero se llama en sánscrito mesha o meha”, el Vellocino de Oro de los griegos no viene a ser más que “el vapor que… se levanta de la superficie de las aguas”, y Mr. Schwartz compara la piel de un carnero con una noche tempestuosa y dice ser parecido el balido de este animal al chasquido eléctrico entre las nubes. Los vapores y las nubes están indudablemente en la cabeza del autor, y lo peor es que autores como M. P. Decharme (Mytologie de la Gréce antique) comparten semejantes opiniones. (H.P.B.)

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inmortalidad del Alma, puramente ortodoxa, hizo que jamás tocasen esta cuestión. Parte por negligencia, parte por costumbre, hicieron del semmum bonnum el todo en las naciones cristianas. Sin embargo, éste es el último fin que persigue el alquimista oriental. Todos los Adeptos iniciados desprecian el oro y tienen una profunda indiferencia por la vida, que consideran como muy pequeña para hacerla objeto primordial de sus desvelos. II. Ambas escuelas reconocen la existencia de dos elixires: el mayor y el menor. El uso del segundo en el plano físico transmuta los metales y rejuvenece. El gran elixir, que no es tal elixir sino simbólicamente, confiere la completa posesión de todo cuanto existe: la inmortal unión del Espíritu y la conciencia, el Nirvana como consecuencia de una precedente evolución, o Paranirvana o Absoluta Unión con la Esencia Única. III. Los principios básicos de ambos sistemas son también idénticos: unir en un germen reproductor la naturaleza de los metales y sus emanaciones. La letra tsing del alfabeto chino (germen) y t´ai (matriz), constituyen el fundamento general del vocabulario alquimista chino, el cual es la raíz de muchas palabras de uso frecuente entre los tratadistas herméticos. IV. El mercurio, el plomo y el azufre se usan lo mismo en Oriente que en Occidente, añadiéndoles diversas materias que ambas escuelas aceptan bajo un triple significado, pudiéndose asegurar que el último o tercero no ha sido comprendido nunca por los alquimistas europeos. V. Los alquimistas de ambos países aceptan conjuntamente la teoría de un ciclo transmutatorio, durante el cual los metales preciosos pasan a los elementos básicos. VI. Las dos escuelas de Alquimia mantienen estrechas relaciones con la Astrología y la Magia. VII. Finalmente, ambas usan una fraseología fantástica. El autor de Studies of Alchemy in China2 demuestra que el lenguaje de los alquimistas occidentales imita perfectamente la jerigonza metafórica de los chinos, hecho que concurre a probar que el origen de la Alquimia europea hay que buscarlo en Oriente. Sería conveniente que el lector no se dejara llevar del prejuicio que podría atraer el empleo de la palabra Magia, puesto que hemos dicho que la Alquimia tiene relación con ella y con la Astrología. Magia es un antiguo término persa que significa conocimiento, y abraza cuanto se refiere a todas las ciencias, tanto físicas como metafísicas, que se estudiaban en aquel tiempo. La sabia casta sacerdotal de los caldeos cultivó la Magia, de donde andando el tiempo vino el magismo y el gnosticismo. Abraham no fue considerado un caldeo. Y José no era un piadoso judío que hablase del patriarca de su raza en Egipto, sino de matemáticas o ciencias esotéricas, incluyendo la Ciencia de las Estrellas, es decir, un profesor de magismo y, por lo tanto, un astrólogo.

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Studies of Alchemy in China, por A.P. Martin, de Pekín.

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Pero sería cometer un gran error confundir la Alquimia de la Edad Media con la de los tiempos antediluvianos. Aquélla, como ésta, obraba mediante tres agentes principales: la piedra filosofal para la transmutación de los metales; el alkahest o disolvente universal y el elixir vitae que tenía la propiedad de prolongar indefinidamente la vida humana. Ningún verdadero filósofo o iniciado se ocupó jamás de este último. Los tres agentes forman la Trinidad una e indivisible, que únicamente cabe diferenciar desde el egotismo humano. La casta sacerdotal, al hacerse mala y ambiciosa, antropomorfizó el Uno y lo dividió en tres personas, como el falso místico separa la Fuerza Divina del Kriyasaka universal para convertirlo en tres agentes distintos. Bautista Porta dice claramente en su Magie Naturelle: “Yo no os prometo montes de oro, ni la piedra filosofal, ni el divino licor que hace inmortal al hombre… todo eso es ilusión; cuanto existe en el mundo está sujeto al cambio, y todo lo que ha nacido ha de ser aniquilado”. Geber, el alquimista árabe, es aun más explícito. Escribió las palabras que siguen con un espíritu verdaderamente profético: “Si te he ocultado algo, tú, hijo de la ciencia, no te sorprendas, pues no lo he ocultado precisamente por ti, sino que he empleado el lenguaje que oculta la verdad a cualquiera, para que los hombres que son injustos e innobles no la comprendan. Pero tú, hijo de la Verdad, busca y encontrarás el más preciso de todos los dones. Vosotros, hijos del placer, de la impiedad y de las obras profanas, cesad en vuestro afán de penetrar los secretos de esta ciencia; pues ellos os destruirán y os precipitarán en la mayor miseria”. Vemos, pues, que otros escritores son de la misma opinión en la materia. Pensaron que la Alquimia no era, en suma, más que una filosofía o metafísica basada en las ciencias físicas (en lo que están equivocados) y declaraban consiguientemente que la transmutación de los metales era una alegoría o forma de expresión de la transformación humana, la cual va poco a poco haciendo desaparecer cuantas enfermedades y causas de dolor existen en el cuerpo, conforme el hombre se va acercando a Dios3. Esto en cuanto a la síntesis de la Alquimia trascendental y a su principal objeto; pero no es esto todo. Aristóteles señaló algo cuando dijo en Alejandría que “la piedra filosofal no es solamente una piedra; cada hombre la posee en sí mismo y en todo tiempo ha sido llamada el Alma por los filósofos”. En la primera de estas afirmaciones Aristóteles se equivocó; no así en la segunda. En el plano físico el secreto del alkahest produce una sustancia que ha recibido el nombre de piedra filosofal; pero tal como es este oro, como dice el Profesor Wilder, no es otra cosa que el allgeist, el espíritu divino que disuelve la materia más dura… El elixir vitae es, según el P. Godwin, el agua de vida, “la medicina universal que tiene el poder de rejuvenecer al hombre y prolongar indefinidamente su existencia”.

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Hermetic Philosophy, por A. Wilder.

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El Dr. Kopp, alemán, publicó una Historia de la Química hace cuarenta años. Cuando habla de la Alquimia, que reconoce ser el origen de la química moderna, el doctor alemán nos da una explicación casi pitagórica y platónica del contenido de la ciencia: “Si –dice– sustituimos la palabra Mundo por el Microcosmos representado por el hombre, la dificultad más grave desaparece en la interpretación de las obras de Alquimia”. Ireneo Filaleteo declara que “la piedra filosofal representa el Gran Universo (Macrocosmos) y encierra todos los poderes del gran sistema, intensificados en ella. Su poder magnético está en correlación perfecta con el del Universo. Es la virtud celestial del pensamiento creador, pero reducida a su más mínima expresión, a fin de que pueda tener cabida en el hombre”. Alipile dice en una de sus obras: “Cuando conocemos el Microcosmos no podemos ignorar por mucho tiempo el Macrocosmos.” Esta verdad fue expresada por los egipcios, aquellos celosos investigadores de la Naturaleza, con la célebre sentencia: Hombre, conócete a ti mismo. Pero sus discípulos, cuyos poderes de apreciación eran menores, cambiaron las palabras en una alegoría, y en su ignorancia la hicieron grabar en sus templos. Pero yo os digo que si deseáis buscar en los secretos de la Naturaleza, averiguad lo que hay en el fondo de vosotros mismos; lo podéis hacer. Si queréis figurar en primera fila entre los estudiantes de la Naturaleza, investigad constantemente lo que existe en vosotros. Siguiendo el ejemplo de los egipcios, corroborado por mi experiencia personal, repito sus palabras y os digo con el alma: ¡Oh, Hombre, conócete a ti mismo, porque el tesoro de los tesoros está en ti!”. Ireneo Filaleteo, el cosmopolita autor hermético, escribía en 1659 acerca de los que pretendían lograr el conocimiento de esta filosofía: “Algunos principiantes creen que se trata de una materia fácil de asimilar, otros se preocupan por ello con exceso; pero mirando muy alto, ambicionando los tres objetos ofrecidos por la Alquimia, caminaremos con enorme velocidad y alcanzaremos el más alto…” Y, realmente, a esto aspiran los alquimistas. Viviendo en una época en la que las divergencias religiosas estaban tan acentuadas, en la que por una simple sospecha se acusaba de herejía y se proscribía a las gentes; cuando caía sobre esta Ciencia el estigma de la hechicería, el hombre que la cultivaba –dice el Profesor A. Wilder– se colocaba fuera de la ley. e inventaba, por consiguiente, un lenguaje simbólico que únicamente podía ser comprendido por sus correligionarios, puesto que su sangre era el precio de su indiscreción. El autor referido hace recordar la alegoría en la que Krishna ordena a su madre adoptiva que mire fijamente a su propia boca: ésta lo hizo así como se le mandaba, y vio con asombro el Universo entero. Esto concuerda exactamente con la enseñanza kabalística, la cual sostiene que el Microcosmos es únicamente la reflexión del Macrocosmos (es decir, casi su fotografía o su copia), o como dice Cornelio Agripa, el más conocido de todos los alquimistas:

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“Es una cosa creada que une los Cielos y la Tierra. Es un compuesto de los reinos animal, vegetal y mineral. Es el fundamento esencial, conocido de muy pocos, los cuales le han llamado por su nombre verdadero que no es ningún nombre; El está enterrado bajo los números, los signos, los enigmas sin cuento que ha de descifrar el alquimista o el mago antes de alcanzar la perfección”. Esta alusión se hace transparente cuando se lee cierto pasaje del Enquiridión de los Alquimistas (1672): “Ahora, quiero hacerte comprender la naturaleza esencial de la piedra filosofal, encubierta bajo un triple velo; piedra que descubre todos los secretos, maravilla en la Naturaleza que a muy pocos es dado conocer. observa bien lo que te comunico y acuérdate de que se encubre bajo un triple nombre: el Cuerpo, el Alma y el Espíritu”.

En otras palabras, esta piedra contiene: el secreto de la transmutación de los metales, el elixir de larga vida y de inmortalidad consciente. Este último secreto es el que los antiguos filósofos pretendían descifrar, y en cuya busca corrieron los tiempos sin que pueda afirmarse que se hayan descubierto más que los dos primeros. Este es la Palabra, el Nombre Inefable, del que Moisés dice que no es necesario para ver a, distancia, “porque la Palabra no es para ti; ella está en vuestra boca y en vuestra cabeza”. Filaleteo, el alquimista inglés, dice lo mismo con distintas palabras: “Nuestros escritores se sirven de sus propias palabras como de una espada de dos filos, con la que pretenden herir a sus ignorantes adversarios. En realidad esta conducta no puede censurarse, puesto que al fin tratan de velar por la pureza de la más elevada de las filosofías. Pero nosotros no seguimos su procedimiento aunque se nos censure; bien o mal escribimos en inglés y pensamos que harto mejor es para nuestros fines pedagógicos, que acudir al griego como ellos, aun sin estar muy fuertes en el; nos da esto mucha menos ocasión de error”. Espagnet sigue el mismo procedimiento. Recomienda a los estudiantes de la Naturaleza poca lectura y mucha meditación, esperándolo todo de la intuición. El lector debe dar rápidamente con el sentido oculto que el autor no hace más que insinuar, porque –añade– el pensamiento sólo vive en la obscuridad. Nunca están más lejos de decir la verdad los filósofos herméticos, como cuando hablan con claridad: cuanto más obscuros son sus conceptos, tanta más probabilidad existe de que en el fondo lata una enseñanza. La Verdad no puede ser dada al público, y hoy existe la misma razón para no hacerlo así que la que había para recomendar a los Apóstoles que no echasen las perlas a los cerdos. Estos fragmentos que hemos citado de la literatura alquímica prueban lo que al principio se dijo. Ninguna de las escuelas de Adeptos, casi inabordables para los estudiantes occidentales, y aun más en Europa, ha publicado jamás ni una sola palabra de Ocultismo, ni mucho menos de Alquimia; los tratados que de una manera clara tratan esta ciencia como una de las físicas, no son dignos de mención, pues se ocupan de 11

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una cosa que no es Alquimia. Las obras que se deben a la pluma de algún Adepto antiguo o moderno, tienen en su fondo grandes enseñanzas seguramente, pero su lenguaje es totalmente incomprensible para aquellos que no sigan uno de esos senderos: únicamente aquel que va hacia el Verdadero Conocimiento, es capaz de empezar a descifrar su oscuro significado. Comparando el intrincado estilo de los alquimistas orientales con el de los occidentales de la Edad Media, y con el diáfano de los escritores modernos, obtenemos dos conclusiones: primero, que éstos engañan a sus lectores y se engañan a sí mismos, que se previenen contra el charlatanismo considerando sus propias falacias. Verdad es que se encuentran obras semimodernas escritas con gran método y precisión acerca de estas materias, pero en ellas no se ve más que la idea personal que el autor se forjó al considerarlas; no puede decirse de ellas que traten de Ocultismo. Creemos que Eliphas Levi ha avanzado más que nadie de Europa en 1889; pero después de leer y releer las obras del P. Luis Constant y meditarlas largamente, ¿sabemos algo de Ocultismo práctico o de Kábala? Su estilo es poético y ameno, sus paradojas (y cada frase es una) son una revelación completa del carácter francés, pero al final de la lectura de sus voluminosos tomos, no habremos obtenido más beneficio que aprender la lengua francesa, si en ella leímos; de Ocultismo nada. Conocemos algunos discípulos del abate francés: un inglés, un francés y un alemán, todos ellos hombres ilustrados, de voluntad firme y que han sacrificado muchos anos al estudio de las Ciencias Ocultas. De uno de ellos, tomaba lecciones por correo una persona que mantuvo diez años su constancia, pagando 100 francos por cada carta. Al cabo de este tiempo, esta persona sabía de Magia y de Kábala tanto como un chela de diez años de edad de un astrólogo indo. En la biblioteca de Adyar tenemos sus cartas de Magia y algunos volúmenes y manuscritos, escritos en francés y traducidos al inglés, y desafiamos a los admiradores de Eliphas Levi a que nos enseñen el medio de formar un ocultista simplemente teórico, siguiendo la enseñanza del mago francés. ¿Cuál es, pues, la causa del silencio de los Iniciados? Sencillamente porque nunca tienen el derecho de iniciar a otro. Los que saben alguna cosa de Ocultismo saben que decimos la verdad; de aquellos que no estén en esas condiciones, no nos pesará que nos contradigan. Las Ciencias Ocultas, o por mejor decir, la clave para descifrar el idioma en que están escritas, no puede publicarse; el Edipo que adivine el enigma propuesto por la Esfinge, habrá de hacerlo solo. Un rosacruz decía de un viejo adagio de los filósofos herméticos: “La Ciencia de los Dioses se domina por la violencia, puede ser conquistada, pero jamás será del que la pida”. Esto concuerda exactamente con las palabras de Pedro a Simón el Mago en los Hechos de los Apóstoles: “Piensa que el don de Dios no puede ser comprado”. La Sabiduría Oculta jamás podrá ser comprada con dinero para ser empleada en fines impuros; únicamente en casos de excepcional importancia, cuando quizá la vida de un pueblo entero esté amenazada, puede hacerse uso de los conocimientos ocultos; todo lo demás

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es Magia negra. Por esto, mientras dure nuestra Raza, no es posible divulgar ningún secreto de Alquimia; es demasiado grande la pasión reinante por el oro. Se comprende fácilmente a los Adeptos como Paracelso y Roger Bacon. El primero fue uno de los grandes precursores de la química moderna, el segundo de la física, Roger Bacon es diáfano en su Tratado de las admirables fuerzas del Arte y de la Naturaleza. En esta obra encontramos el germen, el fundamento de lo que posteriormente han desarrollado las ciencias; habla del poder del cañón y predice el uso y aprovechamiento del vapor; describe la prensa hidráulica, la campana de buzo y el calidoscopio; profetiza la invención (le máquinas voladoras, de suerte que es fácil ver allí el globo moderno, movido por un ingenio a la manera de las alas de los pájaros4. Defiende a los alquimistas con las siguientes palabras: “La razón que existe para mantener en el secreto la Sabiduría, es la general indiferencia con que la masa de todas las naciones mira aquellos conocimientos de los que no puede obtener una utilidad inmediata sin tratar de profundizar y extenderse en ellos; pero cuando se les prueba su trascendental importancia y provecho, es tal el ansia con que se abalanzan a ello, que mucho de temer sería por la seguridad de los más si se dejase aprender a los no puros”. De aquí las precauciones puestas en juego por los alquimistas para enterrar sus enseñanzas bajo una incomprensible jerigonza, como por ejemplo, empleando únicamente consonantes o las primeras letras de cada palabra. Este género de criptografía fue usado por los judíos, caldeos, sirios, árabes y hasta los mismos griegos, y no es necesario ir muy lejos para hallar la prueba: los manuscritos hebreos del Pentateuco bastan si se les aplican los puntos masoréticos. No sucede lo mismo con los demás libros que tan celosamente conserva la Iglesia Católica. La clave kabalista, conocida de muy antiguo en Europa (la verdadera Kábala del Marqués de Mirville, el más piadoso autor católico hebreo), no sirve para confirmar el Nuevo y Viejo Testamento. Según los kabalistas modernos, el Zohar no es sino un libro de profecías modernas, hecho especialmente para confirmar los dogmas de la Iglesia latina, siendo la piedra angular del Evangelio; pero es menester considerar que, tanto en los Evangelios como en la Biblia, cada nombre es simbólico y cada historia, alegórica. Para terminar, es conveniente hacer un resumen de lo enunciado. No sé que efecto causarán las palabras dichas y los textos citados, pero de todos modos mucho era menester decir de los maestros al uso actual para poner en guardia a nuestros lectores contra sus muchas trapacerías y engaños que amenazan destruir la verdad. Sin embargo, Magna est veritas et prevalevit. I. La Alquimia vino a Europa desde China, y a causa del alejamiento de su origen, no era ya la pura Alquimia (y también Astrología) que se enseñaba en las escuelas de Thot Hermes de la primera dinastía.

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La descripción de Bacon conviene mucho más que a los globos, a los aeroplanos que Mme. Blavatsky no alcanzó a conocer. N. del T.

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II. El Zohar conocido en Europa no es el Zohar de Simón–ben–Jochai, sino una compilación de algunos pasajes de él y de algunas tradiciones, hecha por Moisés de León de Córdoba, en el siglo XIII, el cual, según Mosheim, ha seguido las interpretaciones de los gnósticos, cristianos de Caldea y Siria. Del verdadero Zohar, al que alude el libro caldeo de los Números, no quedan más que tres copias incompletas que poseen Iniciados rabinos. Uno de ellos vivió en Polonia y destruyó su ejemplar en 1817; el otro pertenecía a un rabí de Palestina que desapareció de Jaffa hace pocos años. III. De los libros herméticos, sólo resta un fragmento conocido con el nombre de Tabla Esmeraldina, pues todos los demás que contenían doctrinas ocultas fueron quemados por orden del Emperador Dioclecíano en el siglo III de nuestra Era. Los demás, incluso el Pymander, son trabajos de vaga reconstrucción de autores latinos y griegos. Respecto de las obras de los Maestros de la Edad Media, ya hemos visto que se llevaron a la tumba la clave para su interpretación. Esta únicamente puede ser encontrada en Oriente. Concluimos afirmando que la única clave del Esoterismo de la Sabiduría Antigua, está en que el hombre estudie por sí mismo las verdades primitivas.

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EL ADEPTO Y EL MÉDIUM

EL ADEPTO Y EL MÉDIUM

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l Adepto puede estimular en animales y plantas la acción de las fuerzas biológicas hasta más allá de los límites que ordinariamente llamamos naturales, sin por ello contrariar a la Naturaleza, sino favorecerla con la intensificación del Principio Vital. El Adepto es capaz de alterar la condicionalidad sensoria y emotiva del cuerpo astral de quien no sea Adepto; puede valerse a su albedrío de las entidades elementales o espíritus de la Naturaleza; pero de ningún modo le cabe dominar al Espíritu de hombre alguno ni encarnado ni desencarnado, porque todo Espíritu es Chispa Divina no sujeta a externas influencias. Hay dos modalidades de clarividencia: psíquica y espiritual. La clarividencia de los modernos sujetos hipnotizados difiere de la de las antiguas pitonisas tan sólo en los medios de producir el estado lúcido y de la mayor o menor agudeza de los sentidos astrales; pero ni unas ni otros llegan mucho a la perfecta y omnisciente clarividencia espiritual, sino que sólo pueden vislumbrar la Verdad a través del velo de la naturaleza física. El principio mental llamado Favâtma por los yoguis indos es el medianero entre los elementos espirituales y materiales del hombre, pues por una parte domina y por otra está sujeto al cerebro físico. La claridad y exactitud de las percepciones espirituales de la mente dependen, mientras está ligada al cuerpo material, de su grado de relación con el Principio Superior, y cuando esta relación le permite actuar independientemente de los principios inferiores y unida al Superior, entonces percibe la Verdad sin mezcla de error alguno. Este es el estado que los indos llaman Samádhi, o sea, la más elevada condición espiritual asequible para el hombre en la Tierra. Los vocablos sánscritos Prânâyâma, Pratyâhâra y Dhâranâ expresan otros tantos estados psíquicos. En el de Dhârânâ queda el cuerpo físico completamente cataléptico y la percepción del Alma liberada es subjetiva y clarividente; pero como no deja de funcionar el principio senciente del cerebro físico, las percepciones mentales estarán entremezcladas con las percepciones objetivas del mecanismo cerebral, y por ello se le representarán la memoria y la fantasía en vez de la visión perfecta. Pero el Adepto sabe como suspender el funcionalismo mecánico del cerebro y así sus visiones son claras, puras, verdaderas e inalterables. Al paso que mientras el vidente, incapaz de anular las vibraciones astrales, sólo percibe imágenes más o menos incompletas por medio del cerebro, el clarividente sujeta a su Voluntad todas sus potencias psíquicas y facultades 2

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físicas; y no puede tomar las sombras por realidades porque su percepción es directamente espiritual, sin que el Yo superior o subjetivo esté eclipsado por el yo inferior u objetivo. Tal es la genuina clarividencia espiritual que, según dice Platón, eleva el Alma más allá de los dioses menores hasta identificarla con el simple, puro, inmutable e inmaterial Nous. Tal es el estado que Plotino y Apolonio llamaron de unión con Dios, los antiguos yoguis, Ishvara y los modernos, Samâdhi. Sin embargo, la clarividencia espiritual es tan distinta de la videncia psíquica como una estrella de una luciérnaga. Ammonio Saccas, el Teodidaktos (enseñado por Dios), dice que la memoria es la única potencia que directamente se opone al don de profecía y previsión. El médium no puede subyugar voluntariamente sus cuerpos mental y físico, sino que necesita para ello la ajena intervención de una entidad desencarnada, de un hipnotizador terreno o bien de algún medio que artificiosamente le ponga en trance, mientras que a los Adeptos y fakires les basta para ello un breve rato de concentración y ensimismamiento. Entre los medios artificiales de que se valían los antiguos para determinar el estado de trance citaremos las columnas de bronce del templo de Salomón, las campanillas y granadas de oro de Aarón y sumos pontífices hebreos, las sonoras campanas que pendían alrededor de la estatua de Júpiter Capitolino, las tazas de bronce que se empleaban en los Misterios durante el Kora, y las copas de bronce pendientes en círculo de un doble aro de doscientas granadas que servían de chapaletas en el hueco de las columnas. Las sacerdotisas que en el norte de la antigua Germania actuaban bajo la dirección de los Hierofantes, sólo podían profetizar entre el tumulto de las olas del mar o mirando de hito en hito la rápida corriente de un río. Las sacerdotisas de Dodona se situaban al mismo efecto bajo el roble de Zeus y quedaban hipnotizadas al murmullo de las hojas del árbol o del arroyuelo que regaba sus raíces. Pero el Adepto no necesita valerse de estos artificiosos medios, pues le basta con la simple acción de su potencia volitiva. Según el Atharva–Veda, la actualización de la potencia volitiva es la forma superior de la oración, que entonces obtiene inmediata respuesta. Del grado de intensidad del anhelo depende su realización, y ésta a su vez de la pureza interior. Las entidades que se valen de la materia astral del cuerpo del médium, o de las auras de los circunstantes, son por lo general, los elementarios, o las entidades no purificadas todavía, porque los espíritus puros no quieren ni pueden manifestarse objetivamente. ¡Desgraciado del médium que cae en poder de las entidades astrales! De la misma forma que el médium en estado cataléptico proyecta espectralmente un brazo, una mano o una cabeza, es posible que proyecte todo su vehículo astral y aparezca el espectro de cuerpo entero. A veces esta proyección es efecto de la voluntad del Yo superior del médium, sin que de ello tenga conciencia el yo inferior; pero generalmente la voluntad del médium queda paralizada por la influencia de las

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entidades elementarias y elementales que se apoderan del cuerpo astral del médium y lo proyectan por efecto de una acción análoga a la del hipnotizador respecto del sujeto. Tiene razón Fairfield al afirmar que casi todos los médiums están aquejados de alguna enfermedad orgánica o desequilibrio psíquico, y en algunos casos transmiten estas dolencias a sus hijos. En cambio, se equivoca completamente al atribuir todos los fenómenos psíquicos a las morbosas condiciones fisiológicas del médium, pues los Adeptos de la Magia Superior gozan constantemente de robusta salud mental y física, y precisamente sólo ellos son capaces de producir a su libre voluntad fenómenos psíquicos. El Adepto tiene perfecta conciencia de su actuación y no está sujeto como los médiums a los cambios de temperatura de la sangre, ni a los síntomas morbosos, ni exige condiciones previamente establecidas, sino que opera los fenómenos en todo tiempo y lugar, y en vez de sujetarse a influencias ajenas, rige y domina las fuerzas psíquicas con su férrea voluntad. En el Adepto actúan armónicamente cuerpo, Alma y Espíritu, al paso que en el médium el cuerpo es una masa de materia cataléptica y el Alma y el Espíritu se ausentan casi siempre mientras dura aquel estado para prestar sus vehículos inferiores a las entidades psíquicas. Los Adeptos no sólo pueden proyectar espectralmente a voluntad una parte, sino todo su cuerpo astral. En cambio, el médium no actualiza fuerza de voluntad alguna, pues basta para la producción del fenómeno que antes de caer en trance sepa lo que de él esperan los investigadores. Cuando el Ego del médium no esté entorpecido por influencias ajenas, actuará fuera de la conciencia física con tanta seguridad como en los casos de sonambulismo, y sus percepciones objetivas y subjetivas serán de agudeza igual a las del sonámbulo, porque cuanto más sutil es el vehículo en que actúa el Ego, tanto más delicadas y agudas son sus percepciones. Es fama que el órfico Epiménides estuvo dotado de santas y maravillosas facultades, entre ellas la de desprenderse de su cuerpo físico siempre y durante el tiempo que quería. Muchos otros filósofos antiguos tuvieron la misma facultad. Apolonio de Tyana podía dejar conscientemente su cuerpo físico en cualquier instante y operaba fenómenos prodigiosos a la luz del día, como por ejemplo, cuando en presencia del emperador Domiciano y de multitud de circunstantes se desvaneció de repente para aparecer al cabo de una hora en la gruta de Puteoli. Tampoco necesitó de nadie el taumaturgo pitagórico Empédocles de Agrigento para resucitar a una mujer, ni exigió condiciones preestablecidas para desviar una tromba de agua que amenazaba caer sobre la ciudad. Estos teurgos eran magos, y por esto podían obrar a voluntad semejantes prodigios que no hubieran alcanzado si tan sólo fuesen médiums. De igual manera, no le era necesario a Simón el Mago ponerse en trance para elevarse por los aires en presencia de multitud de testigos, entre los que se hallaban los Apóstoles. Como dice Paracelso:

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No requieren estas obras conjuros ni ceremonias, ni formación de círculos ni quemas de incienso. Es tal la alteza del Espíritu humano que no acierta a expresarse con palabras. Si comprendiéramos debidamente hasta dónde alcanza su poder, nada nos sería imposible en la Tierra. Inmutable v eterno es como Dios el Espíritu del hombre. La imaginación se educe y robustece por la confianza en nuestra voluntad. La confianza debe confirmar la imaginación, porque establece la Voluntad.

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OCULTISMO O MAGIA Traducción de Federico Climent Terrer, Mayo, 1924

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ntre las numerosas ciencias cultivadas por el bien disciplinado ejército de fervientes estudiantes del siglo actual, ninguna recibe menos homenajes y más desaires que la más antigua de todas ellas, la Ciencia de las Ciencias, la venerable madre de todas nuestras modernas pigmeas. Ansiosos los sedicentes científicos positivistas de echar el velo del olvido sobre dicha Ciencia, siempre están a punto de interponer una formidable barrera de graves obstáculos al valeroso estudiante que intenta salir de los trillados caminos que le trazaron sus dogmáticos predecesores. Por regla general, el Ocultismo es una peligrosa arma de doble filo para quien la maneja con el fin de dedicarle enteramente su vida. El Ocultismo teórico, sin el auxilio de prácticas formales, será siempre, a los ojos de quienes con prejuicio miren tan impopular causa, una ociosa y vana especulación, que sólo sirve para hechizar las vidas de viejas ignorantes. Cuando echamos una mirada a nuestro alrededor y vemos el trato que durante estos últimos treinta años ha recibido el espiritismo moderno –no obstante las pruebas que cada día y a cada hora hablan a nuestros sentidos, se nos meten por los ojos y dejan oír su voz allende la profunda sima–, ¿cómo cabe esperar –digo yo– que el Ocultismo o Magia, cuya relación con el espiritismo es la de lo infinito con lo finito, de la Causa con el efecto, de lo Uno a lo vario, pueda ganar terreno en donde el espiritismo es desdeñado? Quien a priori rechaza la inmortalidad del alma humana o duda de ella, no puede creer en su Creador; y ciego para lo que le parece heterogéneo, será todavía más ciego para ver la procedencia de lo heterogéneo en la homogeneidad. Respecto a la Kábala o complejo texto místico de los grandes secretos de la Naturaleza, no conocemos a nadie en el presente siglo con la suficiente dosis de aquel valor moral que inflama el corazón del verdadero Adepto con la Sagrada Llama del Apostolado para obligarle a desafiar la opinión pública, demostrando que está familiarizado con aquella sublime obra. El ridículo es el arma más mortífera de la época, y aunque la historia nos habla de millares de mártires que en los pasados siglos arrostraron gozosamente la hoguera en defensa de sus místicas doctrinas, apenas hallaríamos en los presentes tiempos un solo individuo lo bastante impávido para desafiar el ridículo, determinándose formalmente a demostrar las capitales verdades contenidas en las tradiciones del pasado. 2

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Como ejemplo de lo dicho, mencionaré el artículo sobre rosacrucismo firmado por Hiraf. A pesar de algunos fundamentales errores que difícilmente advertirá quien no haya dedicado su vida al estudio del Ocultismo en sus diversas ramas de enseñanza práctica, dicho artículo, hábilmente escrito, indica con certeza al lector experto que –por lo menos en cuanto al conocimiento teórico– no ha de temer el autor a muchos rivales, no tan superiores. Su modestia, que no puedo apreciar demasiado en su caso, aunque se resguarda bastante tras el disfraz de su caprichoso seudónimo, no ha de infundirle aprensión alguna, pues pocos críticos hay en este país del positivismo que quisieran arriesgarse en un debate en el propio terreno de tan potente polemista. Las armas que parece tener reservadas en el arsenal de su prodigiosa memoria, su erudición, y la facilidad en proporcionar cualquier ulterior informe que se le pida, amedrentarán indudablemente a todo teórico, a menos que esté perfectamente seguro de sí mismo, cual lo están pocos. Pero la erudición libresca, en lo que al Ocultismo se refiere, por vasta que sea, resultará insuficiente aun para los entendimientos analíticos, acostumbradísimos a extractar la quintaesencia de la Verdad diseminada entre millares de contradictorias afirmaciones, a no ser que esté apoyada por la práctica y experiencia personal. De aquí que Hiraf sólo tenga probabilidad de discutir con quien por poseer algo de experiencia práctica, confíe en refutar alguna de sus atrevidas afirmaciones. Sin embargo, no vaya a creerse que estas líneas estén destinadas a criticar a nuestro demasiado modesto ensayista. Lejos de mí, pobre e ignorante, tan presuntuoso pensamiento. Mi deseo es sencillamente ayudarle en sus científicas –aunque como antes dije, hipotéticas– investigaciones, manifestándole algo de lo poco que aprendí en mis largos viajes por los ámbitos de Oriente, la cuna del Ocultismo, con la esperanza de corregir algunas ideas erróneas que parece sustentar y que podrían confundir a los sinceros investigadores no iniciados, deseosos de beber en la fuente de conocimiento que les ofrece el autor. En primer lugar, Hiraf duda de si, en Inglaterra o en otra parte, existen lo que llamamos colegios regulares para los neófitos de la Ciencia Secreta. Diré por personal conocimiento que existen tales colegios en la india, Anatolia y otros países de Oriente. Como en los primitivos días de Sócrates y otros sabios de la antigüedad, cuantos anhelen aprender la Magna Verdad, hallarán para ello ocasión con tal que procuren encontrar a alguien que los conduzca a presencia de quien sepa cuándo y cómo. Si Hiraf tiene razón respecto a la séptima regla de la Fraternidad de Rosacruces que dice que “el rosacruz ha de hacerse sin que nadie lo haga”, puede equivocarse en cuanto a las excepciones que siempre hubo en otras fraternidades dedicadas a la consecución del mismo Secreto Conocimiento. Además, cuando afirma que el rosacrucismo está casi olvidado, podemos responderle que no es extraño, y añadir entre paréntesis que en estricto rigor ya no existe el rosacrucismo, pues el último miembro de esta fraternidad murió en la persona de Cagliostro. Hiraf debió añadir a la palabra rosacrucismo la calificación de esta particular secta porque al fin y al cabo no era más que una secta, una de las muchas ramas del mismo árbol.

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Por olvidarse de especificar dicha particular denominación e incluir en el título de rosacruces a cuantos dedican su vida al Ocultismo y se congregan en fraternidades, incurre Hiraf en un error por el que involuntariamente puede inducir a las gentes a creer que, desaparecidos los rosacruces, ya no hay en la faz de la Tierra kabalistas que practiquen el Ocultismo. También es culpable de anacronismo al atribuir a los rosacruces la construcción de las Pirámides y otros majestuosos monumentos que indeleblemente exhiben en su arquitectura los símbolos de las grandes religiones del pasado, porque no hubo tal. Si bien toda la numerosa familia de los antiguos y modernos kabalistas tiene el mismo objetivo capital, difieren muchísimo los dogmas y rituales de las diversas sectas. Aunque una tras otra brotaron de la robusta matriz oriental, se esparcieron por el mundo entero, y deseosa cada una de ellas de aventajar a las otras, buceando más y más hondo en los secretos celosamente guardados por la Naturaleza, llegaron algunas a ser culpables de enormes herejías contra la primitiva Kábala oriental. Aunque los primeros discípulos de las Ciencias Secretas, enseñadas a los caldeos por naciones cuyo nombre nunca sonó en la historia, permanecieron estacionarios en sus estudios después de llegar al omega del conocimiento permitido al hombre, las sectas que de ellos se desgajaron, hostigadas por insaciable sed de mayor conocimiento, transpusieron los límites de la Verdad y cayeron en la ficción. Según dice Jámblico, logró Pitágoras, a pura fuerza de constancia y osadía, penetrar en los Misterios del templo de Tebas y obtener allí la Iniciación, estudiando después por tiempo de veintidós años las Sagradas Ciencias en Egipto. A consecuencia de ello, fueron admitidos más tarde muchos profanos a compartir el conocimiento de los sabios de Oriente, cuyos secretos quedaron de esta suerte divulgados. Posteriormente, por incapacidad de mantener los Misterios en toda su pureza, se adulteraron con ficciones y fábulas de la Mitología griega hasta el punto de falsear completamente la verdad. De la misma forma que la primitiva religión cristiana se dividió con el tiempo en numerosas sectas, así la Ciencia del Ocultismo dio nacimiento a variedad de doctrinas y diversas fraternidades. De este modo, los ofitas egipcios se convirtieron en gnósticos cristianos, de quienes derivaron los basilideanos del segundo siglo; y los primitivos rosacruces engendraron a su vez a los paracelsianos, filósofos del fuego, alquimistas europeos y otras ramas de su secta (Véase la obra de Hargrave Jennings titulada Rosacruces). Llamar indiferentemente rosacruz a todo kabalista es lo mismo que si llamáramos baptista a todo cristiano, porque son cristianos todos los baptistas. La Fraternidad de la Rosa Cruz se fundó a mediados del siglo XIII, y a pesar de las afirmaciones de Mosheim, no deriva su nombre de la palabra latina ros que significa rocío, ni de la cruz, símbolo de Luz. El origen de la fraternidad puede comprobarlo cualquier ferviente y genuino estudiante de Ocultismo que acierte a viajar por Anatolia si encuentra a algún individuo de la fraternidad y quiere dedicarse a la cavilosa tarea de descifrar un manuscrito rosacruciano, cosa la más ardua del mundo, porque está cuidadosamente guardado en los archivos de la Logia fundada por el primer kabalista rosacruz, pero que ahora funciona con otro nombre. El fundador de dicha Logia fue un 4

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caballero alemán llamado Rosenkreutz quien, después de adquirida muy sospechosa reputación por la práctica de la Magia negra en su pueblo natal, tuvo una visión que le movió a desistir de sus nefastas artes, y por voto solemne se marchó a pie a Palestina con objeto de confesar públicamente su pecado ante el Santo Sepulcro. Una vez allí, el Dios cristiano, el manso pero bien informado nazareno (puesto que había aprendido en la escuela superior de los esenios, los virtuosos descendientes de los astrólogos, botánicos y magos caldeos), se apareció a Rosenkreutz en lo que un cristiano llamaría visión y yo insinuaría que en forma de espíritu materializado. La finalidad de esta visita y el asunto de la conversación quedaron por siempre envueltos en el misterio para los hermanos; pero inmediatamente después desapareció el exhechicero y nada volvió a saberse de él hasta que fue añadida a la familia de kabalistas la misteriosa secta de los rosacruces, cuyos poderes llamaron la atención de las gentes aun entre los pueblos orientales, indolentes y acostumbrados como están a vivir entre prodigios. Los rosacruces se esforzaron en fusionar las variadísimas ramas de Ocultismo y no tardaron en ser famosos por la extrema pureza de su vida y sus extraordinarios poderes, tanto como por su completo conocimiento del Secreto de los Secretos. Proverbial fue su nombradía como magos y alquimistas. Posteriormente (no necesito darle a Hiraf la fecha exacta, pues bebemos en dos distintas fuentes de conocimiento), se derivaron de ellos los teósofos –a cuya cabeza estaba Paracelso– y los alquimistas, el más conspicuo de los cuales fue Tomás Vaughan, en el siglo XVII, quien escribió con el seudónimo de Eugenio Filaletes cosas sumamente prácticas sobre Ocultismo. Yo sé y puedo probar que Vaughan fue positivamente hecho antes de que él se hiciese. La Kábala rosacruciana no es más que un epítome de la judía y la oriental combinadas, siendo esta última la más secreta de todas. El único ejemplar completo que existe de la Kábala oriental práctica está cuidadosamente guardado en la residencia matriz de esta Fraternidad en Oriente, y puedo atestiguar seguramente que nunca saldrá de su poder. Muchos rosacruces europeos han dudado de su existencia. Quien desee llegar a ser ha de ir a la caza de su conocimiento por entre millares de desperdigados volúmenes y entresacar, fragmento tras fragmento, los hechos y las lecciones. A menos que siga el camino más cercano y consienta en ser hecho, nunca llegará a kabalista práctico, y con toda su erudición permanecerá en el umbral de la misteriosa Puerta. Hoy día no puede utilizarse la Kábala ni comunicarse sus verdades tan copiosamente como en la antigüedad; pero la misteriosa Logia de cuya existencia se duda a causa de su sigilo, existe todavía y no ha perdido nada de los primitivos poderes secretos de los antiguos caldeos. Las logias, pocas en número, están divididas en secciones, y sólo las conocen los Adeptos. Nadie tendrá probabilidad de encontrarlas a no ser que los Sabios consideren al neófito digno de la Iniciación. Los rosacruces europeos, a fin de llegar a ser y no ser hechos, han puesto constantemente en práctica las palabras del Evangelio de San Mateo (11, 12) que dicen: “… al Reino de los Cielos se hace fuerza y los valientes lo arrebatan”, y se han esforzados de por sí en robarle o arrebatarle violentamente a la Naturaleza sus secretos; pero, al contrario, los rosacruces orientales (así los llamaré por estar prohibido llamarlos por su verdadero nombre), en la serena beatitud de su divino conocimiento, 5

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están siempre dispuestos a auxiliar al fervoroso estudiante que lucha por llegar a ser, con enseñanzas prácticas que como celeste brisa disipan las más negras nubes de la escéptica duda. Razón tiene Hiraf al decir, refiriéndose a los rosacruces europeos, que “sabedores de que la divulgación de sus Misterios en el actual estado caótico de la sociedad, sólo produciría confusión y muerte, reservan para sí sus conocimientos”. Añade que como herederos de la primitiva Sabiduría Celeste de sus primeros antepasados, guardan, las llaves de los más recónditos secretos de la Naturaleza, que comunican tan sólo gradualmente y con las más exquisitas precauciones. Pero todavía los comunican algunas veces. Una vez en semejante círculo vicioso1 yerra igualmente Hiraf al establecer una comparación entre Cristo, Buda y Confucio, pues difícilmente cabe comparar a los dos sabios y espirituales Iluminados con el filósofo chino. Las altas aspiraciones y conceptos de los dos Cristos no tienen nada que ver con la fila y práctica filosofía de Confucio que anómalamente brillaba entre un pueblo por naturaleza tosco, pacífico y dedicado a la agricultura desde las primitivas épocas de su historia. No cabe ni la más leve comparación entre Confucio y aquellos dos insignes reformadores, porque mientras los principios y doctrinas de Cristo y Buda estaban destinados a abarcar todo el linaje humano, Confucio ceñía su atención sólo a su país, con el propósito de aplicar su profunda sabiduría a las necesidades de sus compatriotas, sin preocuparse del resto de la Humanidad. Intensamente chino en patriotismo y en ideas, sus doctrinas filosóficas carecen del elemento puramente poético que caracteriza las enseñanzas de Cristo y Buda, los dos, tipos divinos; así como las tendencias religiosas de China carecen de aquella exaltación espiritual que, por ejemplo, hallamos en la India. No tiene Confucio la profundidad de sentimiento y el leve esfuerzo espiritual de su contemporáneo Lao–tsé. Dice el erudito Ennemoser: La influencia espiritual de Cristo y Buda ha dejado eternas e indelebles huellas en toda la faz de la Tierra. Las doctrinas de Confucio sólo pueden mencionarse como el más brillante proceso del frió raciocinio humano.

Harvey ha descrito perfectamente a la nación china en estas pocas palabras de su Historia Universal: Su soñolienta, infantil, fría y sensual naturaleza explica las peculiaridades de su historia.

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Se refiere la autora al paralogismo resultante de que si por una parte dice Hiraf que los rosacruces reservan para sí sus conocimientos, claro está que no los comunican; y si después añade que los comunican, es evidente que no los reservan para sí. A este paralogismo o falso razonamiento se le llama en lógica círculo vicioso. N. del T.

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De aquí que resulte inadmisible toda comparación entre los dos Reformadores y Confucio, en un ensayo sobre rosacrucismo en el que Hiraf trata de la Ciencia de las Ciencias e invita al sediento de sabiduría a beber en su inagotable fuente. Más adelante, cuando nuestro erudito autor afirma tan dogmáticamente que el rosacruz aprende, aunque nunca lo utilice, el secreto de inmortalidad en la vida terrenal afirma lo que él mismo en su práctica inexperiencia juzga imposible. Las palabras nunca e imposible debieran eliminarse del diccionario de la Humanidad, por lo menos hasta la revelación de toda la Kábala, para aceptarla o rechazarla. El conde de Saint Germain. es aun hoy día un vivo misterio, y otro misterio el rosacruz Tomás Vaughan. Las innumerables autoridades que en literatura y en tradición oral (a veces más verídica) aseguran que este maravilloso conde fue visto y reconocido en varios países, prueban que no es un mito. Quien admita una de las verdades prácticas de las Ciencias Ocultas enseñadas por la Kábala, las admite tácitamente todas. Como dice Hamlet: “Ser o no ser”; y si la Kábala es verdad, no puede ser Saint Germain un mito. Pero esta disgresión me aparta de mi objeto, que es primeramente demostrar las ligeras diferencias entre la Kábala oriental y la de los rosacruces; y en segundo lugar decir que la esperanza manifestada por Hiraf de ver este asunto mejor apreciado en lo porvenir que lo ha sido hasta ahora, puede quizás llegar a ser algo más que una esperanza. El tiempo descubre muchas cosas; y hasta entonces agradezcamos cordialmente a Hiraf el haber disparado con tanto acierto este primer tiro contra los obstinados científicos fugitivos, quienes una vez ante la Verdad dudan en mirarla de frente y no se atreven a mirar tras ellos, por temor de ver lo grandemente que menguaría su presuntuosa suficiencia. Como discípula práctica del Espiritualismo Oriental, puedo esperar confiadamente la hora en que con el oportuno auxilio de quienes saben, el espiritismo norteamericano, que aun en su actual modalidad ha demostrado ser una espina clavada en el corazón del materialismo, se convierta en ciencia de matemática exactitud en vez de considerarlo como insensata ilusión de epilépticos monomaníacos. Simeón–ben–Iochai, que floreció en la época de la destrucción del segundo templo salomónico, fue el compilador de la primera Kábala cuando ningún mortal se había atrevido a explicar los mayores Misterios del Universo y mostrar las llaves “de las ocultas puertas de los reductos de la Naturaleza por donde nadie había podido pasar sin poner en pie a temibles centinelas nunca vistos del lado de acá de sus murallas”. Unos treinta años después de la muerte de aquel renombrado kabalista, su hijo, el rabino Elizar, y otros eruditos utilizaron los apuntes y manuscritos, que había tenido guardados como preciosísimo secreto, para componer con la compilación de dichos documentos la famosa obra titulada Zohar (El esplendor de Dios). Fue esta obra una mina inagotable y fuente de información y conocimiento para los kabalistas posteriores, de modo que todas las demás Kábalas auténticas fueron copias más o menos fieles de la primera. Antes de todo esto, las Doctrinas Secretas se habían ido

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transmitiendo en ininterrumpida línea de tradición oral, tan remota como las visibles huellas del hombre sobre la tierra. Escrupulosa y celosamente guardaron dichas doctrinas los sabios de Caldea, india, Persia y Egipto, comunicándolas un Iniciado a otro en forma tan pura como se las revelaron al primer hombre los Ángeles, estudiantes del gran Seminario Teosófico de Dios. Por vez primera desde la creación del mundo, las Secretas Doctrinas sufrieron leves alteraciones al pasar por Moisés, que se había iniciado en Egipto. A causa de la ambición personal de este gran profeta mediúmnico, logró hacer pasar su Espíritu familiar, el iracundo Jehovah, por el mismo Espíritu de Dios, y de esta suerte obtuvo inmerecidos lauros y honores. La misma influencia le movió a alterar algunos principios de la magna Kábala oral, a fin de acrecentar su secreto. Expuso simbólicamente estos principios en los cuatro primeros libros del Pentateuco, y por misteriosas razones no los incluyó en el Deuteronomio. Inició Moisés según le plugo a setenta ancianos, quienes sólo pudieron dar lo que habían recibido, y de esta suerte se preparó la primera oportunidad para la herejía y la errónea interpretación de los símbolos. Mientras la Kábala oriental permanecía pura en su primitiva forma, la mosaica o hebrea quedó mutilada, tergiversada la clave de la mayor parte de los secretos prohibidos por la ley mosaica. Sin embargo, todavía eran formidables los poderes conferidos por la Kábala hebrea a los iniciados, y de entre los célebres kabalistas fueron los más poderosos el rey Salomón y su mojigato padre David, no obstante sus Salmos penitenciales. Pero aún permaneció la Doctrina secreta y puramente oral, hasta los días de la destrucción del segundo templo salomónico, según dije antes. Desde el punto de vista filológico, la palabra Kábala está compuesta de dos voces hebreas que significan recibir, porque en los primitivos tiempos, los Iniciados la recibían oral y directamente de su maestro; y el libro de Zohar se escribió según la información recibida que habían transmitido en invariable tradición los orientales y que por ambiciones de Moisés alteraron los hebreos.

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LA ESTRELLA DE SEIS Y LA DE CINCO PUNTAS

LA ESTRELLA DE SEIS Y LA DE CINCO PUNTAS

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os más famosos kabalistas occidentales, tanto de la Edad Media como de la Moderna, representan o simbolizan el Microcosmos por medio del pentagrama o estrella de cinco puntas, y el Macrocosmos por el doble triángulo o estrella de seis puntas. Eliphas Levi (el abate Constant) y creemos que también Kunrath, uno de los más insignes ocultistas de pasados tiempos, dan la razón de ello. En la obra Rosacruces de Hargrave Jermings aparece la exacta relación del Microcosmos con el hombre en el centro del pentagrama. Se necesitaría un espacio mucho más amplio del que nos consiente un artículo para explicar con toda claridad el esoterismo de ambos símbolos. Los genuinos kabalistas occidentales saben que el Espíritu y la Materia están simbolizados por los respectivos colores de los dos triángulos enlazados, sin relación alguna con las líneas o lados de los triángulos. El filósofo kabalista y hermético considera trino todo cuanto existe en la Naturaleza; cada cosa es una multiplicidad y una Trinidad en la Unidad, por lo que representa estos aspectos por medio de figuras geométricas. Dice Platón que “Dios geometriza”. Los Tres Rostros kabalísticos son las Tres Luces y las Tres Vidas de Ain–Suph (el Parabrahman de los occidentales) llamado también el invisible Sol central. El Universo es su Espíritu, Alma y Cuerpo, sus Tres emanaciones. Esta Trina Naturaleza, la puramente Espiritual, la puramente Material y la intermedia (o Materia imponderable que constituye el Alma Central del hombre) está representada por el triángulo equilátero, cuyos tres lados iguales simbolizan que dichos Tres Principios están difundidos por todo el Universo en la misma proporción y que son eternos y coexistentes, según la ley natural de equilibrio perfecto. Así vemos que, con leve variación, la simbología occidental es la misma que la de los arios. El doble triángulo que simboliza el Macrocosmos o Universo mayor entraña las ideas de Unidad, de Dualidad (en los dos colores y los dos triángulos) de Espíritu y Materia, de Trinidad, de la Tetraktys pitagórica, del cuadrado perfecto, hasta el dodecágono y el dodecaedro. Los antiguos kabalistas caldeos, maestros e inspiradores de la Kábala judía, no tuvieron el antropomórfico concepto de Dios que se advierte en el Antiguo Testamento y subsiste en nuestros días. Su Ain–Supl, ilimitado e infinito, “tiene y no tiene forma” según dice el Zohar, aunque después explica esta aparente contradicción añadiendo: “El 2

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invisible asumió forma al poner el Universo en existencia”. Esto equivale a la idea puramente panteísta de que sólo es posible concebir a Dios en la naturaleza objetiva. Los tres lados de los triángulos simbolizan para los ocultistas, lo mismo que para los arios, el Espíritu, la Materia y la Naturaleza intermedia (identificada en su significado con el espacio), así como también simbolizan las Energías Creadora, Conservadora y Destructora representadas en las Tres Luces. La Primera Luz infunde vida inteligente y consciente en todo el Universo, en correspondencia con la Energía Creadora. La Segunda Luz construye incesantemente formas con la Materia Cósmica preexistente dentro del círculo cósmico y por ello es la Energía Conservadora. La Tercera Luz produce el conjunto universal de la materia física densa, que según se aparta de la céntrica Luz espiritual, pierde su brillantez y se convierte en tinieblas o en mal, que conduce a la muerte, por lo que es la Energía Destructora manifestada en lo mudable y perecedero de las formas. Los Tres Rostros kabalísticos del Anciano de los Ancianos que sin embargo no tiene rostro, son las divinidades arias llamadas Brahma, Vishnu y Shiva. El doble triángulo de los kabalistas está inscrito en un círculo formado por una serpiente que se muerde la cola (el emblema egipcio de la Eternidad) y a veces en un sencillo círculo geométrico. La única diferencia entre los símbolos oriental y occidental del doble triángulo –según explica Krishna Shankar Laishankar en el artículo publicado con el mismo título que el presente– consiste en omitir el profundo significado de lo que dicho autor llama el Cenit y el Cero. Según los kabalistas occidentales, el vértice superior del triángulo blanco se pierde en el Cenit1, en el Mundo de pura Espiritualidad o inmaculado Espíritu, mientras que el vértice inferior del triángulo negro se pierde en el nadir y simboliza, según prosaica expresión de los ocultistas medievales, la materia grosera, los desechos del Fuego Celestial (el Espíritu) caídos en el vórtice de aniquilación, en el mundo inferior, donde las formas y la vida senciente se dispersan para retornar a su fuente originaria, la Materia Cósmica. Según las enseñanzas puránicas, el punto central “es la sede de Brahma Avyakta o Divinidad inmanifestada”. En efecto, como el punto geométrico carece de dimensiones, es un símbolo apropiado del invisible Sol central, de la Luz de la Divinidad inmanifestada; pero los ocultistas trazan en la figura, en vez del punto geométrico, la Cruz Ansata o la Tau Egipcia, en cuya parte cenital dibujan un círculo como símbolo del ¡limitado e increado espacio. Así modificada, la Tan Egipcia tiene casi el mismo significado que la cruz mundana de los antiguos herméticos egipcios, o sea una cruz inscrita en un círculo.

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En la pirámide egipcia tiene el mismo significado. El notable arqueólogo francés, Dr. Rebold demuestra la gran cultura de los egipcios de 5000 años antes de la Era Cristiana, al afirmar, apoyado en varias autoridades, que en aquel tiempo existían no menos de treinta o cuarenta colegios de Iniciados que estudiaban Ciencias Ocultas y Magia práctica.

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La Estrella de seis y de Cinco Puntas

Por lo tanto, es erróneo decir que el doble triángulo sólo simboliza el Espíritu y la Materia, pues contiene muchos otros símbolos. Dice nuestro crítico: Si el doble triángulo sólo representa el Espíritu y la Materia, no se explica ni se rebate la objeción de que con dos lados no es posible trazar un triángulo, ni que el Espíritu y la Materia estén simbolizados por la distinción de blanco y negro de dos triángulos.

Creyendo ya haber explicado suficientemente algunas dificultades y expuesto que los kabalistas occidentales siempre vieron la Trinidad en la Unidad y la Unidad en la Trinidad, podemos añadir que los pitag6ricos rebatieron ya, hace 2500 años, la objeción levantada por el autor de las precedentes palabras. La idea cardinal de los pitagóricos era que, bajo las fuerzas y cambios fenomenales del Universo, subyace un permanente principio de Unidad. Los Sagrados Números de dicha escuela no incluyen el Dos o la Duada, pues los pitagóricos no reconocían este número ni como idea abstracta, fundándose en que geométricamente es imposible construir una figura con sólo dos líneas rectas; por tanto no puede identificarse el número dos con ninguna figura geométrica plana o sólida para simbolizar la Unidad en la multiplicidad, como puede simbolizarla una figura poligonal. Así es que los pitagóricos no consideraban el Dos como Número Sagrado, porque representado en geometría por dos líneas horizontales = y en numeración romana por dos verticales II, y careciendo la línea de anchura y profundidad, sin otra dimensión que la longitud, era necesario añadirle al dos otra unidad para emplearlo simbólicamente en figura de triángulo. Así resulta evidente por qué los herméticos emplearon dos triángulos enlazados para simbolizar el Espíritu y la Materia (el Alfa y el Omega del Kosmos) y representaron el triángulo que simboliza el Espíritu de color blanco y el de la Materia, de color negro. En cuanto a la pregunta de que si el vértice del triángulo blanco que se dirige hacia arriba simboliza el Espíritu, ¿qué simbolizan los otros dos vértices del triángulo blanco?, responderemos que, según los kabalistas, simbolizan el Espíritu caído en la generación, es decir, la pura Chispa Divina mezclada ya con la materia del mundo fenomenal. La misma explicación conviene al simbolismo de los dos vértices de la base del triángulo negro, cuyo tercer vértice representa la progresiva densificación de la Materia. Por otra parte, decir que “toda idea de ascenso y descenso, de arriba y de abajo en el sublime concepto del Kosmos no sólo es repulsiva sino falsa”, equivale a negar la posibilidad de que una idea abstracta esté simbolizada por una imagen concreta. Entonces, ¿por qué no invalidar toda clase de signos, incluso los de Vishnu y las eruditas explicaciones puránicas que de ello nos da el autor? Lo anteriormente expuesto da la clave de la fórmula pitagórica de la Unidad en la multiplicidad, del Único manifestado en muchos.

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La Estrella de seis y de Cinco Puntas

Esta idea está simbolizada en la Década (1+2+3+4 = 10) lejos de ser repulsiva es positivamente sublime. El Uno es la Divinidad. El Dos es la Materia, que por sí misma no puede ser una entidad consciente2. El Tres (el triángulo) resulta de la combinación de la Mónada y la Duada, participa de la naturaleza de ambas y es la Tríada o mundo fenomenal. La Tétrada o sagrada Tetraktys es la forma de la Perfección para los pitagóricos y expresa o simboliza al propio tiempo la ilusión fenomenal o Maya– La Década o suma total simboliza el Kosmos. Decimos en Isis sin Velo: “El Universo es la combinación de mil elementos; y sin embargo la expresión de un solo Elemento: del Espíritu o Absoluta Armonía. Es un caos para los sentidos y un perfecto Kosmos para la razón”.

Pitágoras aprendió filosofía en la india y de aquí la similitud entre las ideas fundamentales de los antiguos Iniciados brahmánicos y las de los pitagóricos. Al definir al Shatkon dice el autor que “representa el gran Universo (Brahmanda), el ilimitado Mahakasha, con todos los mundos estelares en él contenidos”. Con esto no hace más que repetir, en diferentes palabras, la explicación dada por Pitágoras y los filósofos de la estrella exagonal o doble triángulo, como anteriormente indicábamos. En cuanto a los restantes tres puntos de los dos triángulos, los tres lados de cada uno de ellos y el círculo en que están inscritos, como quiera que los herméticos simbolizaban todas las cosas visibles e invisibles, no podían menos que simbolizar completamente el Macrocosmos. Los pitagóricos incluían en su Década todo el Kosmos, pero aún reverenciaban mayormente el número Doce, porque representaba la sagrada Tetraktys multiplicada por tres, de donde resulta una Trinidad de cuadrados perfectos llamados Tétradas. Los filósofos herméticos u ocultistas, siguiendo los pasos de los antiguos Maestros pitagóricos, representaron el número Doce en el doble triángulo, el Macrocosmos, e incluyeron en él el pentagrama o Microcosmos, al que dieron el nombre de Universo menor. Dividiendo las doce letras de los ángulos externos en cuatro grupos de tríadas o tres grupos de tétradas, obtuvieron el dodecágono, un polígono regular de doce lados iguales con doce ángulos también iguales, que para los antiguos caldeos simbolizaban los doce Dioses mayores, y para los kabalistas hebreos los diez Sephiroth o Potestades Creadoras de la Naturaleza emanados de Sephira (la Divina Luz) que era jefe de los Sephiroth, emanada a su vez de Hakoma, la Suprema e Inmanifestada Sabiduría, y de Ain–Suph el infinito, esto es, tres grupos de tríadas de Sephiroth, y una cuarta tríada constituida por Sephira, Ain–Suph y Hakoma, que “no puede comprenderse por reflejo” y que “está oculta dentro y fuera del cráneo de Rostro Largo”, según consta en el Idra 2

Compárese este concepto de los pitagóricos con el del sistema Sankia de Kapila, en el que Purusha y Prakriti sólo pueden manifestarse en el mundo sensorio cuando están combinados tino con otro.

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La Estrella de seis y de Cinco Puntas

Rabba. La cabeza superior del triángulo de arriba forma los Tres Rostros kabalísticos que constituyen los doce. Además, las doce figuras dan dos cuadrados o la doble Tetraktys que en la simbología pitagórica representan los mundos físico y espiritual. Los dieciocho ángulos internos y los seis centrales dan además de veinticuatro, dos veces el Sagrado Número Macrocósmico; también las veinticuatro Divinas Potestades Inmanifestadas. Dice Jámblico que “las Divinas Potestades se indignan contra quienes revelan la manera de inscribir en una esfera el dodecaedro, uno de los cinco cuerpos sólidos geométricos, compuesto por doce pentágonos regulares”. El pentagrama situado en el centro del doble triángulo da la clave del significado para los filósofos herméticos y los kabalistas. Tan conocido es este doble signo que se ve en la entrada de los templos budistas, en las lamaserías y en los relicarios del Tíbet. Los kabalistas medievales nos dan en sus escritos el significado del doble triángulo con el pentagrama central. Dice Paracelso: “El hombre es un Microcosmos contenido en el interior del Macrocosmos, como un feto sostenido por sus Tres principales Espíritus en la matriz del Universo”.

Estos Tres Espíritus son dobles, a saber: 1º, el Espíritu de los elementos (cuerpo terrestre y Principio Vital); 2º, el Espíritu de las estrellas (el cuerpo astral y la Voluntad que lo gobierna); 3º, el Espíritu del mundo espiritual (las Almas animal y Espiritual). El séptimo Principio es un espíritu casi inmaterial, el divino Augoeides, el Âtma, representado por el punto central, que corresponde al ombligo humano. Este séptimo Principio es el Dios personal de cada hombre, según dicen los ocultistas orientales y occidentales. Al hablar de los cinco triángulos compuestos de cinco veces cinco o veinticinco puntos, dice el aludido autor que el pentagrama es un “número correspondiente con los veinticinco elementos constitutivos del ser humano”. Supongamos que el autor entiende por elementos lo que los kabalistas decían cuando enseñaban que las emanaciones de las veinticuatro Potestades Divinas e inmanifestadas, que con el inexistente o céntrico punto son veinticinco, constituyen un perfecto Ser Humano. Sin discutir el relativo valor de las palabras elementos y emanación, y teniendo en cuenta la observación adicional del autor de que “toda la figura” del Microcosmos es “el signo de Brahma o la deificada Energía Creadora”, resulta esta afirmación incongruente con el parecer de eminentes herméticos y kabalistas, para quienes las cinco puntas del pentagrama simbolizan los cinco miembros cardinales del cuerpo humano.

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La Estrella de seis y de Cinco Puntas

Aunque no pertenecemos a la escuela kabalística occidental, afirmamos que tienen razón en este punto, porque si los veinticinco elementos representados por la estrella de cinco puntas constituyen un ser humano, dichos elementos han de ser vitales, ya sean mentales o físicos, y si la figura simboliza la Energía Creadora, el concepto kabalístico resulta reformado. Los cinco elementos groseros: tierra, agua, fuego, aire y éter, entran en la constitución del hombre, y lo mismo da decir cinco órganos de acción que cinco miembros o cinco sentidos. En el Codex Nazaræus, el libro más kabalístico, Mano, el supremo rey de Luz y jefe de los Eones, emana de sí los cinco Eones que con Mano y el Señor Ferho (la Vida ignota y sin forma de la que surgió Mano) forman los siete, que simbolizan los siete Principios constituyentes del hombre. Los cinco inferiores son puramente materiales y semimateriales y los dos superiores casi inmateriales y espirituales. De cada uno de los siete Eones surgen cinco refulgentes rayos de luz, y en todos los antiguos ejemplares del Codex Nazaræus se ve que la cabeza, brazos y pies del hombre, están simbolizados en las cinco puntas del pentagrama.

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DIAGRAMA DE MEDITACIÓN Traducido del Inglés por J. Rodros. Fundación Blavatsky, México

Primero concibe la UNIDAD por Expansión en el espacio y en el tiempo infinito (ya sea con o sin autoidentificación) Entonces medita lógicamente y consistentemente sobre esto en referencia a los estados de conciencia. Luego los estados normales de nuestra conciencia deben de ser moldeados por:

ADQUISICIONES

Presencia perpetua en la Intentar continuamente una La Percepción de sólo imaginación, en todo el Espacio y actitud de la mente hacia todas Limitaciones en todos los seres el Tiempo las cosas existentes, que no sea ni corporales. amor, ni odio, ni indiferencia. De esto se origina un substrato de memoria que no cesa durante Diferente hacia cada uno en la el sueño o la vigilia. Su actividad externa, ya que en cada manifestación es el valor. uno la capacidad cambia. Mentalmente el mismo hacia todos. Con la memoria de universalidad todo miedo se desvanece durante los peligros y pruebas de la vida. Equilibrio calma constantes. Mayor facilidad para practicar “las virtudes”, que son realmente el resultado de la Sabiduría, ya que la benevolencia, la simpatía, la justicia, etc., surgen de la identificación intuitiva de la individualidad con los demás, aunque esto sea desconocido para la personalidad.

I

Critica sin alabar o culpar.

I

Nota: La adquisición es completada por la concepción “Yo soy todo el Espacio y el Tiempo”. Más allá de eso... (no puede ser dicho).

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Diagrama de Meditación

PRIVACIONES Rechazo constante a pensar en la realidad de:

Separaciones y Encuentros. Asociación con Lugares. Tiempos y Formas

I Anhelos fútiles. Expectativas. Recuerdos tristes. Desesperación

La distinción. Amigo y Enemigo

I Resultando en la ausencia de enojo y prejuicio. (Reemplazado por juicio)

Posesiones

Personalidad

I Vanidad Remordimiento Avaricia. Egoísmo. Ambición.

Sensación

I Glotonería, Lujuria, etc.

Nota: Estas privaciones son producidas por la perpetua imaginación –sin auto–engaño*– de “Yo soy sin”; el reconocimiento de que ellas son la fuente de esclavitud, ignorancia y conflicto. “La Privación es completada por la meditación de: “Yo soy sin atributos”. *No hay riesgo al auto engaño si deliberadamente se olvida a la personalidad. Nota General: Todas las pasiones y virtudes se mezclan entre ellas. Por lo tanto el diagrama solamente da insinuaciones generales. Este diagrama fue impreso por primera vez, como nos lo dice el Sr. J. Cooper, en “The Canadian Theosophist, de marzo de 1943, y después de esto en “The Theosophist” de enero de 1968. Entre los que recibieron este diagrama se menciona a E.T. Sturdy, miembro de la Sección Esotérica, y del Grupo Interno ambos fundados por H.P. Blavatsky. Aparentemente este diagrama formaba parte de las instrucciones esotéricas de H.P.B.

Tomado de: The Inner Group Teachings, of H.P. Blavatsky to her personal pupils (1890–91). A Reconstruction of the Teachings by H.J. SPIRENBURG with a Short Historical Introduction by J.H. DUBBINK, pg. 130. Point Loma Publications, Inc. Sn. Diego California 1985. Traducido del Inglés por J. Rodros.

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MANUSCRITO DEL PROGRAMA ORIGINAL DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA Traducido por J.R.S. Fundación Blavatsky, México

MANUSCRITO DEL PROGRAMA ORIGINAL DE LA SOCIEDAD TEOSÓFICA1

A

fin de no dejar lugar para equivocaciones, se le debe recordar a los miembros de la Sociedad Teosófica el origen de la Sociedad en 1875. Enviada a los Estados Unidos en 1873 con el propósito de organizar un grupo de trabajadores en el plano psíquico, dos años después, la escritura recibió órdenes de su Maestro e Instructor de formar el núcleo de una Sociedad regular cuyos objetos fueron enunciados de forma general de la siguiente manera: 1. Hermandad Universal;

2. No hacer distinción entre los miembros debido a razas, credos o posiciones sociales, sino que cada miembro tendría que ser juzgado y tratado por sus propios méritos personales.

3. Estudiar las filosofías del Oriente especialmente las de la India, presentándolas gradualmente al público en varias obras que interpreten las religiones exotéricas a la luz de las enseñanzas esotéricas.

4. Oponerse al dogmatismo materialista y teológico en toda forma posible, demostrando la existencia de fuerzas ocultas desconocidas para la ciencia, en la naturaleza; y la presencia de poderes psíquicos y espirituales en el hombre; tratando al mismo tiempo de ampliar los puntos de vista de los Espiritistas o Espiritualistas, demostrándoles que hay otros agentes, muchos otros, trabajando en la producción de fenómenos además de los “Espíritus” de los muertos. La superstición tenía que ser desenmascarada y evitada; y demostrar de la mejor manera posible, que hay fuerzas ocultas, benéficas y maléficas, que siempre están alrededor de nosotros y que manifiestan su presencia de diferentes maneras.

Tal era el programa en sus rasgos generales. No se les dijo a los dos Fundadores principales lo que tenían que hacer, o como tenían que lograr y alentar el crecimiento de la Sociedad y obtener los resultados deseados; ni tampoco se les dieron ningunas 1

En los Archivos de la Sociedad Teosófica en Adyar, India, existe un manuscrito de veinte y cuatro páginas en la escritura de H.P.B. firmado y datado por ella en Ostende, Bélgica, el 3 de Octubre de 1886. Este manuscrito es la contestación a un Memorandum escrito conjuntamente por Arthur Gebhard y Mohini Mohun Chatterji bajo el titulo de “Unas cuantas palabras sobre la Organización Teosófica” con fecha 23 de septiembre de 1886 y el cual contiene un áspero criticismo acerca de la Sociedad Teosófica y de su Presidente Fundador el Col. Henry S. Olcott. Nota de Boris de Zirkoff

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Manuscrito del Programa Original de la S. Teosófica

ideas definidas respecto a su organización externa, la cual fue dejada completamente en sus manos. Por lo tanto, ya que la abajo firmante no tenía capacidad para el trabajo mecánico de formación y administración de una Sociedad, la organización de esta última quedó en manos del Col. H. S. Olcott, allí mismo elegido por los fundadores y miembros primitivos como Presidente de por vida. Pero si no se les dijo a los dos Fundadores lo que tenían que hacer, claramente fueron instruidos acerca de lo que nunca deberían hacer, lo que tenían que evitar y lo que nunca debiera llegar a ser la Sociedad. Se mostraron como futuros contrastes de nuestra Sociedad a las organizaciones eclesiásticas y a las sectas Cristianas y Espiritualistas2, o dicho de manera más clara:

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Un Cristiano de pensamiento liberal, miembro de la S. T. que había objetado el estudio de las religiones Orientales y que dudaba que aún quedara espacio para una nueva Sociedad recibió una carta contestando a sus objeciones y preferencias por el Cristianismo, y cuyo contenido fue copiado para él; después de lo cual ya no negó más la conveniencia de una Sociedad como la de la Asociación Teosófica propuesta. Unos cuantos extractos de esta temprana carta mostrará claramente la naturaleza de la Sociedad contemplada en ese entonces y que solamente hemos tratado de seguir, y llevar a cabo de la mejor manera posible las intenciones de los verdaderos originadores de la Sociedad en esos días. Se le dijo al piadoso caballero que se decía ser un teósofo y tener derecho a juzgar a otras personas que: “…No tienes derecho a tal título. Tú sólo eres un filo–teósofo; ya que alguien que haya alcanzado la plena comprensión del nombre y naturaleza de un teósofo no se pondría a jugar a ningún hombre o acción… ¿Afirmas que tu religión es la más elevada y es el último paso hacia la Sabiduría divina en esta tierra y que ella ha introducido en las arterias del antiguo mundo decadente nueva sangre y vida, y verdades que habían permanecido desconocidas para los paganos? Si en verdad fuera esto así, entonces tu religión habría introducido las verdades más elevadas en todas las relaciones sociales, civiles e internacionales de la Cristiandad. En vez de esto, como cualquiera puede percibir, su vida social al igual que privada no está basada en una solidaridad moral común sino únicamente en una constante oposición mutua y en un equilibrio puramente mecánico de poderes e intereses individuales… Si fueras un Teósofo no deberías hacer lo que hacen aquel los que están a tu alrededor, que invocan a un Dios de Verdad y Amor y sirven a los obscuros Poderes de la Fuerza, la Avaricia y la Suerte. Nosotros miramos en medio de tu civilización Cristiana y vemos los mismos tristes signos de antaño: que las realidades de sus vidas diarias son diametralmente opuestas a sus ideales religiosos, pero ustedes no lo perciben; el pensamiento de que las mismísimas leyes que gobiernan tu ser ya sea en el campo de la política o de la economía social, choquen penosamente con los orígenes de tu religión no parece perturbarte en lo más mínimo. Pero si las naciones de Occidente están tan plenamente convencidas de que el ideal nunca puede llegar a ser práctico y que lo práctico nunca alcanzará lo ideal, entonces tienes que escoger, o bien tu religión es la que es impráctica y en ese caso no es nada mejor que un engaño vano y glorioso o quizás podría encontrar una aplicación práctica, pero son ustedes, los que no les importa aplicar su ética a su comportamiento diario en la vida… Por lo tanto, antes de invitar a otras naciones a la mesa del banquete del Rey de la cual tus invitados se levantan más hambrientos que antes de sentarse, deberías, antes de traerlos a tu propia forma de pensar, investigar cual es la comida que ellos te ofrecen a ti… Bajo el dominio e influencia de los credos exotéricos, sombras grotescas y tortuosas, de las realidades teosóficas, siempre habrá la misma opresión del débil y del pobre y la misma lucha titánica entre los ricos y poderosos… Es sólo la filosofía divina. la fusión espiritual y psíquica del hombre con la naturaleza, la que, al revelar las verdades fundamentales que yacen escondidas bajo los objetos sensibles, y de percepción, puede promover un espíritu de unidad y armonía. [Aquí termina el pie de página de H. P. B. Ver la continuación de esta carta en la última parte de este artículo bajo el título: “Algunas Palabras para la Vida

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(1)Los Fundadores tenían que ejercer toda su influencia para oponerse a cualquier clase de egoísmo, insistiendo en que hubiese sentimientos sinceros y fraternos entre los Miembros– por lo menos exteriormente; trabajando para lograr un espíritu de unidad y armonía, no obstante la gran diversidad de credos; esperando y exigiendo de los Asociados, una gran tolerancia mutua y caridad para con los defectos de los demás; ayuda mutua en la búsqueda de las verdades en todo campo –moral y físico– e incluso en la Vida diaria. (2)Ellos tenían que oponerse de la manera más fuerte posible a cualquier cosa que se aproximara a fe dogmática y fanatismo, contrarrestando desde el principio la creencia en la infalibilidad de los Maestros o incluso en la misma existencia de nuestros Instructores invisibles. Por otro lado, ya que se pedía un gran respeto por los puntos de vista privados y credos de todo miembro, cualquier Asociado, que criticara la fe o creencia de otro Asociado, hiriendo sus sentimientos, o haciendo valer su opinión no solicitada de manera arrogante y reprensible, incurría en expulsión. (Aunque el consejo mutuo amistoso, era un deber, al menos que éste no se aceptara). Tenía que ser alentado el más grande espíritu de libre investigación sin ninguna traba. --------------------------------------------------La Teosofía enseña para empezar, el cultivo, la enseñanza y el refinamiento mutuo antes que el cultivo y la enseñanza de sí mismo. La unión hace la fuerza. Es reuniendo a muchos Teósofos con el mismo modo de pensar, en uno o más grupos y haciéndolos que se unan estrechamente por el mismo lazo magnético de unidad fraterna y simpatía. que pueden lograrse mejor los propósitos de desarrollo mutuo y progreso en el pensamiento Teosófico. El “Cultivo de Sí mismo”, es para Hatha Yogis aislados, independientes de cualquier Sociedad y que tienen que evitar la asociación con seres humanos; y esto es un Egoísmo triplemente destilado. Ya que para que exista verdadero avance moral –allí “donde dos o tres estén reunidos” en nombre del ESPIRITU DE LA VERDAD– allí ese Espíritu de la Teosofía estará entre ellos. El decir que la Teosofía no tiene necesidad de una Sociedad –un vehículo y un centro para ella–, sería como afirmar que la Sabiduría de las Edades coleccionada en miles de volúmenes en el Museo Británico no tuviese necesidad ni del edificio que la contiene, ni de las obras en las que se encuentra… La S. T. [Sociedad Teosófica] no puede ser destruida como cuerpo. Esto no está en el poder de los Fundadores o de sus críticos; y ni amigos ni enemigo podrán causar la ruina de aquello que está condenado a existir, no obstante las equivocaciones de sus jefes. Aquello que fue generado a través de, y fundado por los “Maestros Superiores” y bajo su autoridad, por no decir bajo su instrucción DEBE EXISTIR Y EXISTIRA. Cada uno de nosotros y todos, recibiremos su Karma por ello, pero el vehículo de la Teosofía se mantendrá indestructible y sin poder ser destruido ya sea por la mano de hombre o diablo… Diaria escritas por un Maestro de Sabiduría”. No sabemos cual de los Maestros haya escrito estas líneas, las cuales son citadas por H. P. B. En este artículo N. del T.]

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“Primero la Teosofía y la organización después” son desde luego palabras de oro. Sin embargo, ¿quién habría escuchado ahora algo acerca de la Teosofía, si no se hubiese organizado su Sociedad de acuerdo a su Espíritu y que un deseo por ella hubiese penetrado en todo el mundo? Y habrían sido alguna vez enseñadas y estudiadas la filosofía Vedanta y otras filosofías Indas en Inglaterra, fuera de los muros de Oxford y Cambridge, si no hubiese sido por esa organización que las pescó como perlas olvidadas en el Océano del Olvido y la Ignorancia, y las presentó ante el mundo profano? Y lo que es más, queridos Hermanos y críticos, habrían sido alguna vez conocidos los exponentes Indos de esa sublime filosofía fuera de los muros de Calcuta, si no hubiese sido por los Fundadores, que, obedientes a las Ordenes recibidas, forzaron ante los dos centros más civilizados y cultos de Europa, Londres y París, el reconocimiento de la admirable erudición y filosofía de esos exponentes. Verdaderamente es más fácil destruir que construir. Las palabras “antiteosófico” y “antihermanable” siempre están sonando en nuestros oídos; sin embargo, será difícil encontrar en abundancia, actos y palabras verdaderamente teosóficos entre aquellos que usan ese reproche con mayor frecuencia. No obstante lo insignificante y limitado del camino de las buenas acciones, éste siempre será Teosofía y siempre tendrá más peso que el discurso hueco y jactancioso, puesto que las teorías sin ninguna aplicación práctica son en el mejor de los casos meramente filosofía. La Teosofía es una Ciencia todo abarcante; y son muchos los caminos que conducen a ella, tan numerosos de hecho como lo son sus definiciones, las cuales comenzaron en lo sublime, durante los días de Ammonio Saccas, y terminaron en lo ridículo, con el Diccionario Webster. No hay razón para que nuestros críticos se otorguen el derecho de conocer sólo ellos, lo que es la teosofía y definirla. Han habido teósofos y Escuelas Teosóficas durante los últimos 2,000 años, desde Platón hasta los Alquimistas medievales, quienes, cabe suponer, conocieron el valor del término. Por lo tanto, cuando se nos dice que “la cuestión a ser considerada no es si la Sociedad Teosófica está haciendo el bien, sino si está haciendo esa clase de bien que amerita llevar el nombre de Teosofía”, nosotros le damos la vuelta y preguntamos: “¿y quien va a ser el juez de esta cuestión debatida?” Hemos oído de uno de los más grandes Teósofos que jamás hayan vivido, asegurar a su audiencia que, cualquiera que diese un vaso de agua fría a un pequeño en su nombre (en el de la Teosofía), tendría una mayor recompensa que todos los Escribas eruditos y Fariseos. ¡”Hay del mundo por las ofensas”! Nunca se hizo un artículo de fe la creencia en Maestros en la Sociedad Teosófica. Pero para sus Fundadores, las ordenes recibidas por parte de Ellos cuando fue establecida, siempre han sido sagradas. Y esto es lo que uno de ellos escribió en una carta preservada hasta ahora:

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ALGUNAS PALABRAS PARA LA VIDA DIARIA (ESCRITAS POR UN MAESTRO DE SABIDURÍA) Es sólo la filosofía divina, la fusión espiritual y psíquica del hombre con la naturaleza, la que, al revelar las verdades fundamentales que yacen escondidas bajo los objetos sensibles y de percepción, puede promover un espíritu de unidad y armonía a pesar de la gran diversidad de credos antagónicos. La Teosofía, por lo tanto, espera y exige de los Miembros de la Sociedad una gran tolerancia mutua y caridad para con los defectos de los demás, ayudándose mutuamente, de buena gana y sin quejarse, en la búsqueda de verdades en todo departamento de la naturaleza –moral y físico–. Y este modelo ético debe aplicarse resueltamente a la vida diaria. La Teosofía no debe de representar meramente una colección de verdades morales, un manojo de éticas metafísicas, compendiado en disertaciones teóricas. La Teosofía debe hacerse práctica; y tiene por tanto que desembarazarse de digresiones inútiles, en el sentido de discursos solemnes inconexos y oratoria sutil. Si cada Teósofo solo hiciese su deber, aquél que puede y debe hacer, muy pronto la suma de miseria humana, dentro y alrededor de las áreas de cada Rama de su Sociedad, se vería visiblemente disminuida. Olvídense de si mismos, al trabajar por los demás y la tarea se convertirá en fácil y ligera para ustedes… No esperes con orgullo que tu trabajo sea apreciado y reconocido por los demás. ¿Qué objeto tiene que un miembro de la Sociedad Teosófica, con aspiración a llegar a ser un Teósofo, le otorgue algún valor a la buena o mala opinión de los demás respecto a él y su trabajo, mientras que él sepa que éste es útil y benéfico para otra gente? La alabanza humana y el entusiasmo son, en el mejor de los casos de corta vida; ya que es seguro que estos serán seguidos por la risa del burlón y la condenación del mirón indiferente, que tendrán por lo general mayor preponderancia que la alabanza de admiración del amigo. No menosprecies la opinión del mundo, ni lo provoques innecesariamente a una crítica injusta. Permanece más bien tan indiferente al insulto como a la alabanza de aquellos que nunca pueden conocerte como realmente eres, y quienes deberán encontrarte por lo tanto, impasible ante ambos. Siempre coloca la aprobación o condena de tu propio Ser o Sí Interior por arriba de la de las multitudes. Aquellos de ustedes que quieran conocerse en el espíritu de verdad, aprendan a vivir solos aún en medio de grandes multitudes que a veces puedan circundarlos. Busca comunión y comunicación solamente con el Dios dentro de tu propia alma; sólo presta atención a la alabanza o reproche de esa deidad que nunca puede ser separada de tu verdadero sí o ser, ya que ella es en verdad ese Dios mismo: llamado la CONCIENCIA SUPERIOR. Sin dilación pon en práctica tus buenas intenciones, sin dejar que una sola permanezca solamente como una intención, sin esperar mientras tanto, ninguna recompensa, ni siquiera el reconocimiento por el bien que hayas hecho. La recompensa y el reconocimiento están en tí mismo y son inseparables de ti, ya que es sólo tu Ser o Sí 6

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Interno el que puede apreciarlos en su verdadero grado y valor. Dado que cada uno contiene dentro del recinto de su tabernáculo interior la Corte Suprema –el fiscal, el defensor, el jurado y el juez– cuya sentencia es la única inapelable; ya que nadie puede conocerte mejor de lo que tu te conoces a ti mismo, una vez que has aprendido a juzgar a ese Ser o Sí, por la luz nunca titubeante de la divinidad interior –tu Conciencia Superior. Deja entonces que las masas, que nunca pueden conocer tu verdadero ser, condenen tu ser exterior de acuerdo a sus propias falsas luces… La mayoría del público Areópago está formada generalmente por jueces autonombrados que nunca han hecho una deidad permanente a ningún ídolo, salvo a sus propias personalidades –sus síes o seres inferiores; ya que aquellos que en su ocupación diaria, tratan de seguir su luz interior nunca se les encontrará juzgando y mucho menos condenando a aquellos más débiles que ellos mismos ¿qué importa entonces que estos te condenen o te alaben, te humillen, o te exalten sobre un pináculo? Ellos nunca te comprenderán de una o de otra forma. Podrán convertirte en un ídolo, mientras te imaginen como un fiel espejo de ellos mismos sobre el pedestal o altar que ellos han erigido para ti, y mientras que los diviertas o los beneficies. No puedes esperar ser para ellos más que un fetiche temporal, que sucede a otro fetiche recientemente derribado, y seguido a tu tumo por otro ídolo. Deja por lo tanto que aquellos que crearon ese ídolo lo destruyan cuando gusten, derribándolo con tan poco motivo como el que tuvieron para levantarlo. Tu sociedad occidental ya no puede vivir más, sin sus Califas de una hora. como tampoco puede adorar a uno por un período más largo: Y cada vez que rompe un ídolo y luego lo ensucia de lodo, no es al modelo, sino a la imagen desfigurada creada por su propia sucia fantasía y que ha dotado de sus propios vicios, lo que la Sociedad destrona y rompe. La Teosofía sólo puede encontrar expresión objetiva en un código de vida todo abarcante, completamente impregnado del espíritu de tolerancia mutua. caridad, y amor fraterno. Su Sociedad como cuerpo tiene una tarea frente a ella, la cual, al menos que sea llevada a cabo con la mayor discreción. hará que el mundo de los indiferentes y egoístas se alce en armas en contra de ella. La Teosofía tiene que combatir a la intolerancia, el prejuicio, la ignorancia y el egoísmo, escondidos bajo la capa de la hipocresía. Tiene que arrojar toda la luz que pueda desde la antorcha de la Verdad, la cual ha sido confiada a sus siervos. Debe hacer esto sin miedo o vacilación, sin temer reprobación o condenación alguna. La Teosofía, a través de su portavoz, la Sociedad, tiene que decir la VERDAD encarándose con la MENTIRA; enfrentando al tigre en su guarida, sin pensar o temer malas consecuencias, despreciando la calumnia y las amenazas. Como una Asociación, no sólo tiene el derecho, sino el deber de desenmascarar el vicio y hacer lo mejor posible para resarcir las injusticias, ya sea a través de la voz de sus conferenciantes elegidos o, por medio de la palabra impresa de sus revistas y publicaciones, haciendo sus acusaciones, sin embargo, lo más impersonal posible. Pero sus Asociados o Miembros, no tienen individualmente tales derechos. Sus seguidores primero que nada, tienen que poner el ejemplo de una moralidad firmemente delineada y firmemente aplicada. antes de que puedan obtener el derecho a señalar, aún en un espíritu de benevolencia, la ausencia de una unión, ética similar y 7

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Manuscrito del Programa Original de la S. Teosófica

sinceridad de propósito en otras asociaciones o individuos. Ningún Teósofo debe culpar a otro, ya sea dentro o fuera de la asociación; ni tampoco es lícito que arroje difamaciones sobre las acciones de otro o que lo censure, no sea que él mismo pierda el derecho a ser considerado como un Teósofo. Ya que, como tal, tiene que evitar estar viendo las imperfecciones de sus semejantes, y mejor centrar su atención sobre sus propios defectos, a fin de corregirlos y hacerse más sabio. Que no busque mostrar la disparidad entre lo que otro pretende ser y sus acciones, sino más bien, en el caso de un hermano, un vecino o simplemente de un semejante, que siempre esté ayudando a alguien más débil que él mismo, en el arduo camino de la vida. El problema de la verdadera Teosofía y de su gran misión es, primero, el de lograr desarrollar concepciones claras e inequívocas de ideas éticas y de quehaceres, que satisfagan de la manera más plena y mejor los genuinos sentimientos altruistas de los hombres; y en segundo lugar, moldear estas concepciones para su adaptación a aquellas formas de vida diaria, que ofrezcan un campo en donde puedan ser aplicadas con mayor equidad. Tal es el trabajo común antepuesto a todos aquellos que estén dispuestos a actuar bajo estos principios. Es una tarea laboriosa, que requerirá de un esfuerzo tenaz y perseverante; pero que deberá conducir insensiblemente a progresar y a no dejar espacio para aspiraciones egoístas fuera de los límites trazados… No te entregues personalmente a una comparación no hermanable entre la tarea lograda por ti y el trabajo no hecho por tus semejantes o hermanos. En los campos de la Teosofía a nadie se le pide desyerbar un terreno más grande del que le permitan sus fuerzas y su capacidad. No sean muy severos respecto a los méritos y deméritos de uno que busque admisión entre sus filas ya que la verdad acerca del estado real del hombre interior solamente puede ser conocida por Karma, y sólo puede ser tratado con justicia por esa LEY que todo lo ve. Pero incluso la simple presencia entre ustedes de un individuo bien intencionado y simpatizante puede ayudarlos magnéticamente… Ustedes son trabajadores voluntarios en el campo de la Verdad y como tales no deben poner obstáculos en el camino que conduce a ese campo. Los grados de éxito o de fracaso son los puntos de referencia que los maestros tendrán que seguir, ya que estos grados llegarán a constituir las barreras que, colocadas por tus propias manos, se interpondrán entre tú y aquellos que has pedido que sean tus instructores. Lo más próximo que estés de la meta contemplada lo más corta será la distancia entre el estudiante y el Maestro.

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LA CONCIENCIA Y LA CONCIENCIA DE SÍ MISMO Traducido por J.R.S., 1994. Fundación Blavatsky, México

LA CONCIENCIA Y LA CONCIENCIA DE SÍ MISMO1

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l ciclo de la conciencia. Se argumenta que no puede haber más de un objeto de percepción al mismo tiempo ante el alma, porque el alma es una unidad. El Ocultismo enseña que nuestra conciencia puede recibir simultáneamente no menos de siete distintas impresiones, e inclusive pasarlas a la memoria. Esto puede ser comprobado tocando al mismo tiempo siete tonos de la escala de un instrumento, –digamos de un piano– los 7 sonidos alcanzarán la conciencia simultáneamente; aunque la conciencia no entrenada no pueda ser capaz de registrarlos al primer segundo, sus vibraciones prolongadas percutirán los oídos con 7 distintos sonidos, cada uno con un tono más alto que el otro. Todo depende del entrenamiento y de la atención. Es así que la transferencia de una sensación a la conciencia a partir de cualquier órgano es casi simultánea si la atención se concentra en ella, pero si la atención es distraída por cualquier ruido, llevará varios segundos antes de que alcance la conciencia. El Ocultista debería entrenarse a sí mismo para recibir y transmitir toda impresión o impresiones simultáneamente en el sentido de las siete escalas de su conciencia. Aquel que más reduzca los intervalos del tiempo físico, habrá hecho el mayor progreso posible. 1. Los nombres y el orden de las siete escalas son: 2. Percepción de los Sentidos. 3. Percepción de Sí mismo (o apercepción). 4. Apercepción Psíquica, que lleva a la 5. Percepción Vital. 6. Estas son las cuatro escalas inferiores y pertenecen al hombre psicofísico. Luego vienen: 7. Los discernimientos Manásicos. 8. La percepción de la Voluntad y 9. La apercepción consciente Espiritual.

El órgano especial de la conciencia está desde luego en el cerebro, y se localiza en el aura de la glándula pineal2 en el hombre vivo. Durante los procesos de la mente o del 1

Este texto es posiblemente el comienzo inacabado de un artículo escrito por H.P.B. el cual existe en los Archivos de Adyar en un manuscrito de su puño y letra. Originalmente fue publicado en The Theosophist, Vol. XLVI, No. 11, agosto, 1925, pp. 632-34, el cual se reprodujo de acuerdo a C. Jinarâjadâsa, exactamente como lo escribió H.P.B. Nota de Boris de Zirkoff.

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La Conciencia y la Conciencia de sí Mismo

pensamiento manifestado a la conciencia, tienen lugar constantes vibraciones de luz. Si uno pudiese ver clarividentemente en el cerebro de un hombre vivo, casi podría contar (y ver con los ojos) los siete matices de las escalas sucesivas de luz, desde el más lánguido hasta el más brillante. Fisiológicamente nunca podrá ser definido lo que es la conciencia. Podemos clasificar y analizar sus obras y sus efectos, pero no podremos definirla al menos que postulemos un Ego distinto del cuerpo. La escala septenaria de los estados de conciencia se refleja en el corazón, o más bien en su aura, la cual vibra e ilumina los siete cerebros del corazón3 como lo hacen las siete divisiones o rayos alrededor de la glándula pineal. Esta conciencia nos muestra la diferencia entre la naturaleza y la esencia entre, por ejemplo, el cuerpo astral y el Ego. El primero es molecular, e invisible a menos que se condense otro es espiritual-atómico. (Ver el ejemplo del fumador en diez cigarrillos el humo de cada uno retendrá su afinidad). La idea del Ego es la única compatible con los hechos de la observación psicológica. La mente o Ego, el sujeto de todos y cada uno de los estados de conciencia es esencialmente una unidad. Los millones de diferentes sub-estados de conciencia son una prueba de la existencia de ese Ego. Hasta las células del cerebro nos proporcionan esos estados de conciencia que nos confirman que hay un alma inmortal, etc. Cada uno de los cinco sentidos aceptados actualmente fue primariamente un sentido mental. Un pez nacido en una caverna es ciego –pero si se le deja salir a un río, comenzará a sentir que ve, hasta que gradualmente el órgano físico de la visión evolucione y llegue a ver. Un hombre sordomudo oye internamente, a su manera. Conocer, sentir, querer, no son facultades de la mente sino sus colegas.

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Ver Atma Vidyâ Nº. 4, Diagrama del cerebro, p. 6 y las explicaciones acerca de la glándula pineal en pp. 10-12. (Editor).

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Ver Atma Vidyâ Nº. 2, pp. 27-28 (Editor).

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LOS SIETE PRINCIPIOS Traducido por J.R.S., 1994. Fundación Blavatsky, México

LOS SIETE PRINCIPIOS

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l “Misterio de Buda” es el de otros adeptos –quizás de muchos otros–. Todo el problema radica en el correcto entendimiento de ese otro misterio; tan abtruso y transcendental a primera vista. como lo es el hecho acerca de los siete principios en el hombre. los reflejos en el hombre de los siete poderes en la Naturaleza, físicamente, y de las siete jerarquías del Ser, intelectual y espiritualmente. Ya sea que un hombre sea dividido en material, etéreo, y espiritual para una comprensión más clara de su triple naturaleza (hablando de manera general). en grupos de acuerdo a uno u otro sistema. el fundamento y la cúspide de esa división será siempre la misma. Dado que en el hombre sólo hay tres upâdhis (bases), se puede construir sobre de éstos cualquier número de Koshas (envolturas) y sus aspectos. sin destruir la armonía de¡ todo. De esta manera, mientras que el Sistema Esotérico acepta la división septenaria, la clasificación Vedántica presenta cinco Koshas, y el Târaka Râja Yoga las simplifica en cuatro sintetizando los tres upâdhis en el principio más elevado: Âtma. Eso que apenas acaba de ser enunciado, podría sugerir desde luego la pregunta: “¿Cómo puede llevar una personalidad espiritual (o semiespiritual) una vida triple o hasta dual, mudando sus respectivos “Seres superiores” ad libitum, y ser aún la eterna Mónada una en la infinitud de una manvatara?” La respuesta a esto es fácil para el verdadero ocultista, mientras que para el profano no iniciado ésta debe parecer absurda. Los “siete principios” son, desde luego, la manifestación de un Espíritu indivisible, pero la unidad sólo aparece al final de la manvatara y cuando llegan a reunirse, en el plano de la Realidad Única; durante el viaje del “Peregrino”, los reflejos de esa Llama Una indivisible, los aspectos del Espíritu eterno uno, tienen cada uno el poder de acción, en uno de los planos de existencia manifestada –la diferenciación gradual del plano inmanifestado uno– al cual propiamente pertenecen. Al ofrece nuestra tierra toda clase de condición mayavica, se sigue que el principio egoístico purificado, el Ser astral y personal de un adepto, aunque en realidad forme un todo integral con su SER superior (Atma y Buddhi), para propósitos de misericordia y benevolencia universal, puede separarse a sí mismo de su Mónada divina de manera a llevar en este plano de ilusión y de ser temporal, una vida consciente independiente, distinta y propia bajo una forma ilusoria prestada, sirviendo de esta manera a un doble propósito la extinción de su propio karma individual, y la salvación de millones de seres humanos menos favorecidos que él mismo, debido a los efectos de la ceguera mental. Si se preguntase: “¿Cuándo tiene lugar el cambio descrito como el tránsito de un Buddha o de un Jivanmukt en Nirvâna, y en dónde continúa residiendo la conciencia original que animaba al cuerpo –en el Nirvâni o en las encarnaciones subsecuentes de los “restos” de éste último (el Nirmanakaya)?, la respuesta es que la conciencia aprisionada puede ser 2

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Los Siete Principios

un “cierto conocimiento obtenido por la observación y la experiencia”, como Gibbon lo pone, pero la conciencia desincorporizada no es un efecto sino una causa. Es una parte del todo, o más bien un rayo en la escala graduada de su actividad manifestada, de la Llama sin límites, que todo lo penetra, cuyos reflejos son los únicos que pueden diferenciarse; en sí misma, la conciencia es omnipresente, y no puede ser ni localizada ni centrada sobre o en ningún sujeto particular, ni tampoco puede ser limitada. Solo sus efectos pertenecen a la región de la materia, ya que el pensamiento es una energía que afecta de diferentes maneras a la materia, pero la conciencia per se, tal como es entendida y explicada por la Filosofía Oculta, es la cualidad más elevada del principio espiritual perceptivo en nosotros, el Alma Divina (o Buddhi) y nuestro Ego superior pertenece al plano de materialidad. Después de la muerte del hombre físico, si se tratase de un iniciado, la conciencia se transforma de una cualidad humana en el mismísimo principio independiente; el Ego consciente se hace consciencia per se sin ningún Ego, en el sentido de que éste último ya no puede por más tiempo ser limitado o condicionado por los sentidos, o inclusive por el espacio y el tiempo. Por lo tanto, sin separarse ni abandonar su posesor, que es Buddhi, es capaz de reflejarse a sí misma al mismo tiempo en su hombre astral que fue, sin estar sujeta a ninguna necesidad de localizarse a si misma. Esto se muestra grado en un mucho más bajo en nuestros sueños. Ya que sí la conciencia puede desplegar actividad durante nuestras visiones, y mientras el cuerpo y su cerebro material están profundamente dormidos y si aún durante esas visiones está sin embargo de manera omnipresente –cuanto más grande deberá ser su poder cuando se encuentre enteramente libre de, y ya no teniendo más conexión con nuestro cerebro físico.

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LOS MAHATMAS TEOSÓFICOS Extraído del libro Los Mahatmas y las Pruebas Iniciáticas Federación Teosófica Interamericana

LOS MAHATMAS TEOSÓFICOS

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on pena profunda y sincera, aunque sin sorpresa alguna, preparada como lo estoy desde hace años para declaraciones como esa, he leído en Occult World de Rochester, editado por la Sra. J. Cables, adicta presidenta de la Sociedad Teosófica en ese lugar, su editorial publicada en forma conjunta con el Sr. W. T. Brown. Este repentino cambio de sentimientos es quizás muy natural en esta dama –puesto que nunca ha tenido las oportunidades que tuvo el Sr. Brown– y su modo de pensar, cuando dice que después “de un gran deseo de entrar en comunicación con los Mahatmas Teosóficos, nosotros (es decir, ellos) hemos llegado a la conclusión que es inútil forzar la vista hacia los Himalayas…”, indudablemente es compartido por muchos teósofos. Que estas quejas estén justificadas y también que sean los Mahatmas o los mismos teósofos los culpables, es cosa que tiene que aclararse. Ha sido un caso que ha quedado pendiente por varios años y tendrá que decidirse ahora, ya que los dos quejosos declaran bajo sus firmas respectivas que “no necesitamos (es decir, ellos) correr tras los místicos orientales que niegan su capacidad para ayudarnos.” La frase subrayada tiene que examinarse con toda seriedad. Solicito el privilegio de hacer algunas observaciones al respecto. Para empezar, el tono de todo el artículo es el de un verdadero “manifiesto”. Condensado y expurgado de sus expresiones bíblicas, se llega a esta declaración parafrástica: “Hemos llamado a su puerta y no nos han contestado; hemos pedido pan y nos han negado hasta una piedra”. El cargo es muy serio; sin embargo, no es justo ni imparcial, como me propongo mostrar. Puesto que he sido la primera en Estados Unidos de dar a publicidad la existencia de nuestros Maestros, y habiendo dado los sagrados nombres de dos miembros de una Fraternidad hasta ahora desconocida en Europa y América (excepto para unos pocos místicos e Iniciados de cada época), empero sagrada y reverenciada en todo oriente, especialmente en la India, provocando con ello una especulación y curiosidad vulgar en torno a esos nombres benditos que finalmente llevó a una repulsa pública, creo que es mi deber contradecir la validez de esta opinión, explicando la situación en su totalidad, ya que me siento la culpable principal. Quizás pueda hacer bien a algunos e interesar a otros. No se crea, sin embargo, que salgo como un paladín o defensora de quienes, con absoluta seguridad no necesitan defensa alguna. Lo que persigo es sencillamente la presentación de “hechos”, y de este modo la situación podrá juzgarse de acuerdo a sus propios valores. A la simple declaración de nuestros hermanos y hermanas de quo han estado “viviendo de desperdicios”, “persiguiendo dioses extraños” sin ser admitidos, 2

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Los Mahatmas Teosóficos

podría yo preguntar a mi vez con igual simpleza: “¿Están ustedes seguros de haber llamado a la puerta que correspondía? ¿Tienen ustedes la certeza de no haber errado el camino al detenerse con frecuencia durante el viaje en portales extraños, tras los cuales están en acecho los enemigos más encarnizados de aquellos a quienes buscaban?” Nuestros MAESTROS no son “dioses celosos”, son simplemente mortales sagrados, empero, superiores a cualquier mortal de este mundo, moral, intelectual y espiritualmente considerados. A pesar de su santidad y de su adelanto en la ciencia de los Misterios, son, sin embargo, hombres, miembros de una Fraternidad, en la que son los primeros en observar sus correspondientes leyes y reglamentos. Y una de las primeras reglas exige que aquellos que inician su viaje hacia Oriente, como candidatos para ser observados y recibir los favores de los custodios de esos Misterios, deben marchar por el camino recto, sin detenerse en los desvíos y senderos laterales tratando de unirse a otros “Maestros” y profesores que con frecuencia pertenecen a la Ciencia Siniestra, para que adquieran confianza, y muestren fe y paciencia, además de otras condiciones que deben llenar. Fracasando en todo esto del principio al fin, ¿qué derecho le cuadra a cualquier hombre o mujer para lamentarse por la falta de ayuda de los Maestros? Verdaderamente, “Los Guardianes del Umbral están en el interior”. Una vez que el teósofo pueda llegar a ser candidato, bien para el “chelado” o para recibir favores, debe tener en cuenta el compromiso mutuo tácitamente o formalmente ofrecido y aceptado entre ambas partes, y considerar que tal compromiso es sagrado. Es un compromiso de siete años de prueba. Si durante ese tiempo, pese a los defectos humanos y a los errores del candidato (excepto dos que no es necesario especificar), el candidato, contra todas las tentaciones, permanece fiel al Maestro elegido, o a los Maestros en el caso de candidatos laicos, y fiel a la Sociedad fundada por sus deseos y bajo las órdenes de estos Seres, entonces ese teósofo será iniciado en… y desde ese momento se le permitirá comunicarse con su Gurú sin reservas. Todas sus flaquezas, excepto las que se han indicado, pueden ser pasadas por alto: pertenecían a su futuro, pero se las deja por el momento, libradas al juicio y discreción del Maestro. Este sólo es quien tiene el poder de juzgar si durante esos largos siete años el chela será favorecido, sin tener en cuenta sus errores y pecados, con ocasionales comunicaciones con y de parte del guru. Este último, completamente imbuido de las causas y motivos que llevaron al candidato a cometer pecados de omisión y comisión, es el único que puede juzgar acerca de la conveniencia o inconveniencia de darle más estímulos, puesto que es el único autorizado para ello, estando El mismo bajo la inexorable ley de Karma, que nadie, desde el salvaje zulú, hasta el más elevado arcángel puede evitar, puesto que cada uno tiene que asumir la gran responsabilidad de las causas creadas por sí mismo. De esta suerte, la principal y única condición indispensable que se requiere al candidato a chela a prueba, es sencillamente la fidelidad absoluta al Maestro elegido y a su propósito. Esta es una condición indispensable, no, como ya lo he dicho, por ninguna clase de celos, sino sencillamente, porque una vez roto el vínculo magnético entre los dos, se vuelve cada vez doblemente difícil restablecerlo, y por otra parte no es 3

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Los Mahatmas Teosóficos

justo ni razonable que los Maestros malgastaran sus poderes por aquellos cuyo futuro y deserción final con frecuencia preven claramente. Sin embargo, cuantos hay que esperando lo que llamaría “favores anticipados”, al quedar defraudados, en vez de repetir humildemente “mía es la culpa”, acusan a los Maestros de egoísmo e injusticia. Deliberadamente rompen el hilo de conexión diez veces al año y esperan cada vez que se les tome como al principio. Conozco a un teósofo –aunque no doy su nombre espero que se reconozca–, un joven inteligente, de naturaleza mística, que por su mal encaminado entusiasmo e impaciencia ha cambiado de Maestros y de ideas media docena de veces en menos de tres años. Primeramente se ofreció, fue aceptado a prueba y tomó el voto del chelado; alrededor de un año después le dio repentinamente la idea de casarse, pese a haber recibido varias pruebas de la presencia corpórea de su Maestro y otros tantos favores. Al fracasar su proyectado matrimonio, buscó “Maestros” en otros lugares y se convirtió en un entusiasta rosacruz; luego se volvió nuevamente hacia la teosofía corno místico cristiano; a continuación trató nuevamente de aliviar sus austeridades con una esposa, para abandonar la idea y hacerse espiritista. Y ahora, ha tratado una vez más de “ser tomado nuevamente como chela” (tengo su carta), y ante el silencio de su Maestro, ha renunciado a él, para buscar, dicho en los términos del citado manifiesto, “a su antiguo Maestro esenio y ponerse en contacto con los espíritus de su nombre”. El capaz y respetado editor del Occult World y su secretaria tienen razón, y han elegido el único sendero verdadero en el cual, con una muy pequeña dosis de fe ciega, están seguros de no encontrar decepciones ni contratiempos. “Resulta agradable para algunos de nosotros –dicen los nombrados– obedecer el llamado del “Varón de los Dolores”, que no nos rechazará por indignos o por no haber alcanzado cierto porcentaje de mérito personal”. ¿Cómo lo saben? A menos que acepten el cínico, terrible y pernicioso dogma de la iglesia protestante, que enseña el perdón del crimen más abominable, siempre que el criminal crea sinceramente, que la sangre de su “Redentor” le ha salvado… ¿qué es esto sino fe ciega sin filosofía alguna? Lo emocional no es filosofía; y Buda dedicó toda su larga vida de auto–sacrificio precisamente para arrancar a la gente de esta superstición mal engendrada. ¿Por qué entonces hablar de Buda bajo el mismo aspecto? La doctrina de la salvación por mérito personal y olvido de sí mismo es la piedra angular de la enseñanza del Señor Buda. Los dos autores a que me refiero pueden y muy probablemente han corrido “tras dioses extraños”, pero esos “dioses” no han sido nuestros MAESTROS. Ellos “los negaron tres veces” y ahora se proponen, “con pies sangrantes y postrado espíritu”, “orar para que El (Jesús) los tome (a ellos) una vez más bajo su amparo, etc.” El Maestro Nazareno “ha cumplido con ellos hasta aquí”. Sin embargo, “vivirán de desperdicios” más “fe ciega”. Pero en esto son ellos los mejores jueces y nadie tiene derecho a inmiscuirse en sus creencias privadas, estando en nuestra Sociedad, y quiera el cielo que en su nueva decepción no se vuelvan un día nuestros enemigos más acérrimos.

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Los Mahatmas Teosóficos

Empero, a esos teósofos que están descontentos con la Sociedad en general, nadie les ha hecho ninguna promesa imprudente; menos aún, ni la Sociedad ni sus Fundadores jamás les ofrecieron sus “Maestros” como premio a los de mejor conducta. Durante años, a cada nuevo miembro se le ha dicho que no se le prometía nada, pero que tenía que esperarlo todo de su propio mérito personal. El teósofo queda en libertad y sin trabas para realizar sus actos. Cuando se siente desconforme (alia tentanda via est), no se le impide que trate de buscar por otro lado, a menos que se haya ofrecido al Maestro y esté decidido a ganar Sus favores. Me dirijo especialmente a esos individuos y les pregunto: ¿Han cumplido ustedes sus obligaciones y compromisos? Ustedes, que echan toda la culpa a la Sociedad y a los Maestros, la encarnación estos últimos de la caridad, la tolerancia, la justicia y el amor universal, ¿han llevado la vida requerida y han cumplido las condiciones necesarias del que se considera candidato? Que el que sienta en su conciencia y en su corazón que nunca ha fracasado seriamente, que nunca ha dudado de la sabiduría de su Maestro, que nunca ha buscado otro Maestro o Maestros en su impaciencia por convertirse en ocultista dotado de poderes, que nunca ha traicionado su deber de teósofo en pensamiento o en hecho, que tal, repito, se levante y proteste. Puede hacerlo sin temores, no hay ningún castigo para eso, no recibirá reproche alguno, ni será excluido de la Sociedad la más liberal y tolerante, la más católica de todas las Sociedades conocidas o desconocidas. Me temo que mi invitación quede sin respuesta. Durante los once años de existencia de la S. T. he conocido, de setenta y dos chelas aceptados regulares a prueba, y de cientos de candidatos laicos, solamente tres que no han fracasado hasta ahora, y solamente uno que alcanzó completo éxito. Nadie obliga a nadie a seguir el chelado, ni se hacen promesas, no se hace nada, excepto el compromiso mutuo entre el Maestro y el futuro chela. Verdaderamente, muchos son los llamados, pero pocos los elegidos, o para decirlo de otro modo, pocos son los que tienen la paciencia de llegar hasta el fin amargo, si podernos llamar amarga a la simple perseverancia y unidad de propósito. ¿Y que diremos de la Sociedad en general, fuera de la India? ¿Quién, entre los tantos miles de miembros, lleva la vida requerida? ¿Puede decir alguien, porque sea estrictamente vegetariano (los elefantes y las vacas lo son), o porque lleve una vida de célibe, después de una tormentosa juventud en el sentido opuesto, o porque estudie el Bhagavad–Gîtâ o la filosofía yoga, al revés, que es teósofo según el dictado de los Maestros? Así como no es el hábito lo que hace al monje, no es el cabello largo que se vuelca poéticamente sobre la frente lo bastante para hacer de cualquiera un seguidor fiel de la Sabiduría Divina. ¡Mirad alrededor vuestro y observad lo que llamamos nuestra Fraternidad UNIVERSAL! La Sociedad fundada para remediar los evidentes males del cristianismo, para evitar el fanatismo y la intolerancia, la hipocresía y la superstición, y para cultivar el verdadero amor universal que alcance hasta el mismo bruto, ¿qué ha llegado a ser en Europa y en América en estos once años de prueba? Solamente en un punto podemos considerarnos como habiendo superado a nuestros hermanos cristianos, quienes, según 5

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Los Mahatmas Teosóficos

la gráfica expresión de Lawrence Oliphant, “se matan entre sí por la Fraternidad y combaten como demonios por el amor a, Dios”, y es que nosotros nos hemos apartado de todo dogma, y estamos con toda justicia y prudencia tratando de desprendernos de hasta el último vestigio de toda autoridad nominal. Pero en cualquier otro aspecto somos tan malos como ellos: calumniadores, difamadores, sin caridad, criticones, lanzamos gritos de guerra incesantes, y nos llenamos de mutuas imprecaciones hasta el punto de que el mismo infierno de los cristianos puede enorgullecerse con tales muestras. ¿Ayudarán Ellos a los que a su vez ayudan a otros en el camino de la salvación y la liberación del egoísmo, con puntapiés y escándalos? ¡Verdaderamente, constituimos un ejemplo para el mundo y somos perfectos compañeros de los santos ascetas de la cordillera nevada! Y ahora unas, palabras más antes de concluir. Se me preguntará: ¿Y quién es usted para encontrar faltas en nosotros? ¿Es usted, que sostiene mantener comunión con los Maestros y recibir a diario Sus favores, tan santa, tan impecable, tan digna? A esto, contesto: NO LO SOY. Imperfecta y defectuosa es mi naturaleza, muchos y notorios son mis errores y por esto mi karma es más pesado que el de cualquier otro teósofo. Es así (y debe serlo) desde que por tanto años estoy en la picota para blanco de enemigos y hasta de algunos amigos. Sin embargo, acepto la prueba alegremente. ¿Por qué? Porque se que tengo, a pesar de todas mis faltas, la protección del Maestro que se extiende sobre mí, Y si la tengo, la razón es sencillamente esta: por más de 35 años, desde 1851 en que vi a mi Maestro en cuerpo real y personalmente por primera vez, jamás le he negado ni dudado de El, ni aún en pensamiento. Jamás un reproche ni una queja en su contra se ha escapado de mis labios ni penetrado en mi cerebro por un instante, bajo las pruebas más duras. Desde el principio yo sabia lo que debía esperar porque se me había dicho, y no he cesado de repetírselo a los demás: tan pronto como uno entra en el Sendero que lleva al Ashrama de los venerados Maestros (los últimos y solos guardianes de la Sabiduría primitiva y de la Verdad), el karma personal, en vez de serle distribuido a través de toda la vida, le llega en bloque y lo aplasta con todo su peso. Aquél que cree en lo que profeta y en su Maestro, lo aguantará y saldrá victorioso de la prueba, el que duda, el cobarde que teme recibir lo que en justicia merece y trata de evitarlo, FRACASA. El tal, no escapará a su karma, de todos modos, pero perderá aquello por lo que se había arriesgado. Es por eso que, habiendo sido tan constante y despiadadamente golpeada por mi karma, que ha empleado a mis enemigos como armas inconscientes, he podido soportarlo. Me siento segura de que el Maestro no permitiría que yo perezca, que siempre aparecería en el momento culminante y así ha sido. Tres veces El me ha salvado de la muerte, la última vez contra mi voluntad, y he vuelto otra vez a este frío y malvado mundo, por amor a El, que me ha enseñado lo que sé y ha hecho de mi lo que soy. Por eso realizo Su trabajo y ejecuto Sus mandatos, y esto es lo que me ha dado la fuerza del león para soportar los golpes, físicos y mentales, que habrían matado a cualquier teósofo que hubiese puesto en duda la poderosa protección. 6

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Los Mahatmas Teosóficos

Devoción incondicional a Aquél que encarna el deber que me toca, y creencia en la Sabiduría (colectivamente, de esa grande, misteriosa, pero real Hermandad de hombres santos), es mi único mérito y razón de mi éxito en la filosofía oculta. Y ahora, parafraseando al Paramaguru (el MAESTRO de mi Maestro), el mensaje que El ha enviado a los que querían hacer de la Sociedad un club de milagros en vez de una Fraternidad de Paz, Amor y ayuda mutua, “Perezcan antes la Sociedad Teosófica y sus desventurados Fundadores”, yo digo: perezcan sus doce años de labor y sus propias vidas, antes que pueda ver lo que estoy viendo: teósofos sobrepujando “rings” políticos en busca de poder y autoridad personal; teósofos calumniándose y criticándose entre si, como lo harían dos sectas cristianas rivales; y finalmente, teósofos rehusando llevar la vida que predican y criticando y manchando la reputación de los más grandes y nobles de los hombres, porque atados por sus sabias leyes (venerables por sus años y basadas en milenios de experiencia de la naturaleza humana), los Maestros se niegan a interferir en el Karma y desempeñar una parte secundaria en el caso de cualquier teósofo que acuda a Ellos, merézcalo o no. A menos que rápidamente se introduzcan reformas en nuestras Sociedades Europea y Americana, me temo que dentro de poco no quedará más que un centro de Sociedades Teosóficas y de Teosofía en todo el mundo, y será en la India; a ese país doy todas las bendiciones de mi corazón. Todo mi amor y aspiraciones pertenecen a mis bien amados hermanos, los hijos de la antigua Âryâvarta, la tierra natal de mi MAESTRO.

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INSINUACIONES PRÁCTICAS PARA LA VIDA DIARIA

PREFACIO

L

as citas de que está compuesto este artículo no se entresacaron en un principio con el propósito de publicarlas; y por lo tanto pueden parecer algo deslabazadas.

Vieron primeramente la luz como una Miscelánea teosófica, con la esperanza de que el lector pudiera hacer las convenientes anotaciones para formar un dietario de extractos y tener un duradero registro de los libros leídos, de modo que allegara positivo provecho de su lectura. Siguiendo este método, el lector condensaría en un breve espacio todo cuanto le pareciera esencial en el libro. También se insinúa como de valiosa ayuda para el estudiante aplicado, el método de leer cada mañana cierto número de citas, a fin de practicarlas durante el día y meditar sobre ellas en los ratos desocupados.

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INSINUACIONES PRACTICAS PARA LA VIDA DIARIA I

L

evántate temprano, tan luego como te despiertes, y no te quedes perezosamente en la cama, medio despierto y medio soñando. Después ora fervorosamente por la regeneración espiritual del género humano, a fin de que cuantos luchan en el sendero de la verdad reciban positivo y vehemente aliento de tus oraciones, que tú te fortalezcas sin ceder al halago de los sentidos. Represéntate en la mente la imagen de tu Maestro arrobado en Samâdhi. Pónla delante de ti con todos sus pormenores; piensa reverentemente en él, y ruega por el perdón de todos los errores de acción y omisión. Con esto te será más fácil concentrarte, purificar el corazón y hacer mucho más. Reflexiona sobre los defectos de tu carácter, descubriendo por completo tus vicios y los fugaces placeres que te proporcionan, y determínate firmemente a hacer todo cuanto puedas para no ceder nuevamente a ellos. Este auto–análisis, que te lleve ante el tribunal de tu propia conciencia, facilitará tu progreso espiritual en un grado que no podrías imaginar. Mientras te laves o bañes, ejercita tu voluntad, deseando que las impurezas morales se eliminen al propio tiempo que las corporales. En tus relaciones con los demás observa las reglas siguientes: 1º Nunca hagas nada que no sea de tu deber; esto es, nada innecesario. Antes de hacer una cosa, reflexiona si debes hacerla. 2º Nunca hables palabras ociosas. Antes de pronunciarlas, piensa el efecto que pueden producir. Nunca quebrantes tus principios de conducta por consideraciones de amistad. 3º Que nunca ocupen tu mente vanos o inútiles pensamientos. Esto es más fácil para dicho que para hecho. No es posible desalojar de golpe la mente. Así, en un principio, procura evitar los malos u ociosos pensamientos, ocupando tu mente en el examen de tus faltas o en la contemplación de los seres perfectos. 4º Durante la comida, ejercita tu voluntad, deseando que el alimento te aproveche para construir un cuerpo en armonía con tus espirituales anhelos, y no engendrar malas pasiones ni malignos pensamientos. Come únicamente cuando tengas hambre y bebe cuando tengas sed, y nunca de otro modo. Si algún manjar especial halaga tu paladar, no cedas a la tentación de comerlo tan sólo para satisfacer el gusto. Acuérdate de que el placer que de ello obtengas no existía algunos segundos después, y cesara de existir

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Insinuaciones prácticas para la vida diaria

algunos segundos después, porque es un placer transitorio que se invertirá en dolor si te rindes a la gala. Considera que sólo da placer a la boca, y si te dejas seducir por aquel manjar y te conturba el apetito de saborearlo, no te avergonzarás de cometer cualquiera acción para obtenerlo. Repara en que hay otras cosas que pueden darte felicidad eterna; y por lo tanto y es evidente locura concentrar tus afectos en las transitorias. Advierte que tú no eres el cuerpo ni los sentidos; y por consiguiente no pueden afectarte realmente los placeres y dolores que el cuerpo goce o padezca. Practica la misma, serie de razonamientos en el caso de cualquiera otra tentación; y aunque a menudo fracases acabarás por lograr éxito seguro. No leas mucho. Si lees durante diez minutos, reflexiona durante algunas horas. Acostúmbrate a la soledad y a permanecer a solas con tus pensamientos. Asimílate la idea de que nadie sino tú mismo puede ayudarte a desviar gradualmente tus afectos de todas. las cosas. Antes de entregarte al sueño, ora como hiciste por la mañana. Pasa revista a las obras del día, y echa de ver en qué has faltado, y resuelve que no volverás a incurrir en la misma falta al día siguiente.

II

E

l genuino motivo de anhelar el conocimiento de sí mismo pertenece al conocimiento y no al Yo. El conocimiento de sí mismo merece que lo anhelemos a causa de que es conocimiento, y no porque pertenezca al Yo. El principal requisito para adquirir el conocimiento de sí es el amor puro. Anhela el conocimiento por puro amor y el conocimiento coronará eventualmente el esfuerzo. Cuando un estudiante se impacienta, es prueba segura de que obra por la recompensa, no por amor, lo cual demuestra también que no merece la gran victoria reservada a quienes verdaderamente obran por puro amor. El Dios en nosotros, esto es, el Espíritu de amor y verdad, de justicia y sabiduría, de bondad y poder, ha de ser nuestro verdadero y constante amor; nuestra única confianza; nuestra única fe, que firme como una roca nos apoyemos en ella; nuestra sola esperanza, que nunca nos engañará aunque todo perezca; y el único logro a que aspiremos con nuestra paciencia, esperando gozosamente hasta agotar nuestro mal karma y que la presencia del divino Redentor se revele en nuestra alma. El contento es la puerta por donde ha de entrar el Redentor, porque quien está descontento de si mismo, lo está también de la ley que lo ha hecho tal como es; y siendo Dios de por Sí la ley, no podrá revelarse en quienes estén descontentos de El. Si admitimos que nos hallamos en la corriente de evolución, debemos considerar que son para nosotros justas todas las circunstancias en que nos hallemos; y a esta consideración será nuestro mayor auxilio cuando fracasemos en el cumplimiento del deber, pues no podemos adquirir de ningún otro modo la serenidad que tanto

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recomienda Krishna. Si todo nos saliese a la medida de nuestro deseo, no echaríamos de ver ningún contraste. También es posible que por estar nuestros planes ignoradamente y en consecuencia erróneamente trazados, la benéfica Naturaleza no permite que los realicemos. No se nos vituperará por el plan; pero engendraremos mal karma si no nos resignamos a la imposibilidad de llevarlo a cabo. Si estás por entero abatido, será porque antes decayeron tus pensamientos. Puede un hombre estar encarcelado, y sin embargo trabajar en favor de una causa. Así os exhorto a que eliminéis de vuestra mente todo disgusto por las circunstancias en que os veáis, y si conseguís considerarlas según las miras de vuestro Yo superior, no sólo vigorizarán vuestros pensamientos, sino que se reflejarán en vuestro cuerpo y lo fortalecerán. Obrad activamente cuando sea hora de obrar, y entretanto esperad con paciencia que llegue esta hora. Colocaos en concordancia con el flujo y reflujo de los negocios de la vida, a fin de que apoyados en la naturaleza y en la ley y con la verdad y la bondad por faro, seáis capaces de obrar maravillas. La ignorancia de esta ley tiene por consecuencia alternativas de irreflexivo entusiasmo por una parte y de abatimiento y desconsuelo por otra, siendo así el hombre esclavo de la marea de la vida cuando debiera ser su dueño. Como dice La voz del Silencio: Ten paciencia, candidato, y no temas el fracaso ni solicites el éxito. La energía acumulada no puede aniquilarse, sino que se transmuta en otras modalidades de actuación; y como no es posible que permanezca por siempre inactiva, continúa existiendo. Por lo tanto es inútil resistir a una pasión que no podemos dominar. Si no derivamos por otros conductos su acumulada energía, se irá robusteciendo hasta que prevalezca contra la voluntad y la razón. Para dominarla es preciso conducirla por otro canal superior al por el que iba. Así la afición a una cosa vulgar puede transmutarse en afición a una cosa elevada, y el vicio puede revertirse a virtud con sólo invertir el propósito. La pasión es ciega; va a donde se la lleva, y la razón es para ella mucho mejor guía que el instinto. La cólera reconcentrada o el amor reprimido han de encontrar un objeto en que verter su energía, pues de lo contrario amenazan estallar con peligro de su poseedor. La calma sigue a la tormenta. Los antiguos decían que la naturaleza tiene horror al vacío. No podemos destruir o aniquilar una pasión, pues si la sofocamos vendrá a substituirla otra influencia elemental. Por lo tanto, no intentemos destruir lo inferior sin substituirlo por algo superior: el vicio por la virtud, y la superstición por el conocimiento1.

1

Véase Magia blanca y negra, por Hartmann.

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Insinuaciones prácticas para la vida diaria

III

S

abe que contra el deseo, la apetencia de recompensa y la miseria de la ambición, no hay otro remedio que fijar la vista y aplicar el oído a lo invisible e insonoro2.

Debe el hombre creer en su congénita facultad de progreso, y no atemorizarse al considerar su naturaleza superior ni dejarse arrastrar por la inferior3. La experiencia demuestra que las dificultades no han de abatir al hombre, ni mucho menos desesperanzarle, pues de lo contrario el mundo no gozaría de las maravillas de la civilización4. Esforzarse en seguir adelante es la primordial necesidad del que ha entrado en el Sendero. ¿De dónde extraer la fortaleza? Mirando alrededor, no es difícil echar de ver en donde encuentran otros hombres su fortaleza. Dimana de la profunda convicción5. Hay que abstenerse por ser de justicia, el abstenerse, no con el solo intento de mantenerse uno limpio6. Para pelear contra sí mismo y vencer en la batalla es preciso que el hombre conozca que en la pelea está haciendo lo que debe hacer7. “No resistáis al mal”; es decir, no os quejéis ni irritéis contra los inevitables infortunios de la vida. Olvidaos de vosotros mismos al trabajar en beneficio de los demás. Si alguien nos ultraja, persigue o injuria ¿a qué resistir? Con la resistencia provocaríamos mayores males. En toda obra, sea la que sea, hemos de considerar el mandato imperativo del deber, y no su relativa importancia o insignificancia. El mejor remedio para el mal, no es reprimir, sino eliminar el deseo; y esto puede con mayor eficacia cumplirse manteniendo la mente de continuo fija en las cosas divinas. El conocimiento del Yo superior queda invalidado cuando la mente se complace en los objetos de los desenfrenados sentidos8. Nuestra naturaleza es tan ruin, soberbia, ambiciosa, concupiscente y entercada en sus juicios y opiniones, que si las tentaciones no la restringiesen se arruinaría por completo. En consecuencia, nos acomete la tentación a fin de que aprendamos a conocernos y

2

Véase Luz en el Sendero.

3

Véase Comentarios a Luz en el Sendero

4

Por las Puertas de Oro.

5

Por las puertas de Oro.

6

Luz en el Sendero.

7

Por las Puertas de Oro.

8

Bhagavad–Gîtâ.

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seamos humildes. La mayor tentación es no tener tentaciones, y así debemos alegrarnos al vernos tentados, para con resignación, calma y constancia resistir a la tentación9. Considera que no has de hacer nada sólo para ti mismo, sino que has de cumplir los deberes prescritos por Dios. Anhela encontrar a Dios y no busques lo que Dios te pueda dar 10. Haz todo cuanto hayas de hacer; pero no con el propósito de recibir el fruto de la acción11. Si cumples todas tus acciones con el pleno convencimiento de que no te han de allegar provecho personal, sino que las haces porque es tu deber y está en tu temperamento el hacerlas, se debilitará gradualmente la personalidad egoísta hasta que, por completo apaciguada, brille en todo su esplendor el verdadero Yo y lo conozcas. No debes consentir que la alegría ni la pena te desvíen de tu resuelto propósito12. Hasta que el Maestro te acepte, trabaja abnegadamente por el progreso y adelanto de la humanidad. Esta es lo único que te proporcionará verdadera satisfacción. El conocimiento aumenta en razón directa de su uso; esto es, cuanto más enseñamos, más aprendemos. Por lo tanto, busquemos la verdad con la confianza de un niño y la voluntad de un iniciado, comunicando nuestro conocimiento a quien de él carezca, para confortarle en su peregrinación. El discípulo debe reconocer plenamente que los derechos individuales son el resultado ponzoñoso de la serpiente del egoísmo. Nunca puede recriminar ni censurar a nadie ni levantar la voz para defenderse o disculparse. Ningún hombre es nuestro enemigo ni nuestro amigo. Todos son por igual nuestros instructores 13. No hay que trabajar por apego al provecho temporal o espiritual, sino para cumplir la ley de la vida, que es la recta voluntad de Dios14.

IV

N

o vivas en lo presente ni en lo futuro, sino en lo eterno. La gigantesca hierba (del mal) no puede florecer allí. Esta mancha de la existencia se limpia en la atmósfera del pensamiento en la eternidad15. Para lograr el “Conocimiento del Espíritu” es requisito indispensable la pureza de corazón, que puede alcanzarse por dos 9

Molinos. – Guía espiritual.

10

Bhagavad–Gîtâ.

11

Bhagavad–Gîtâ.

12

Comentarios a Luz en el Sendero.

13

Luz en el Sendero.

14

Bhagavad–Gîtâ.

15

Luz en el Sendero, regla 4.ª

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medios principales: desechando persistentemente todo mal pensamiento, y manteniendo el ánimo sosegado en toda circunstancia, sin jamás agitarse ni airarse por nada. Estos dos medios de purificación reciben su mayor estímulo de la devoción y la caridad. No hemos de desmayar en nuestros esfuerzos. aunque nos sintamos todavía impuros. Que cada cual aspire a la pureza y se esfuerce en alcanzarla por el recto camino cuya primera etapa es la pureza de corazón. La mente ha de purificarse también cuando uno siente cólera o dice falsedades o sin necesidad descubre las faltas ajenas o dice o hace algo con propósito de lisonja, o cuando alguien queda engañado por la insinceridad de palabra u obra16. Quienes deseen salvarse han de evitar la lujuria, la cólera y la codicia; obedecer fielmente las Escrituras, estudiar la filosofía espiritual y perseverar en su realización práctica17. Quien obra por motivos egoístas no puede entrar en un cielo donde no existe el egoísmo. Quien no ansía el cielo, sino que está contento donde se halla, está ya en el cielo, mientras que el descontento clamará en vano por él. Libre y feliz es quien carece de personales deseos, y el “cielo” no puede significar otra cosa que un estado de liberación y felicidad. Quien hace las buenas obras con esperanza de recompensa, no es feliz hasta recibirla, y en cuanto la recibe cesa su felicidad. No caben descanso y felicidad permanentes, mientras haya qué hacer y cumplir. El cumplimiento del deber lleva en sí su propia recompensa18. Quien se cree más santo que otro y se jacta de no tener tal o cual vicio o flaqueza y presume de sabio y de superior en algo a sus prójimos es incapaz del discipulado. El hombre ha de volverse como niño para entrar en el reino de los cielos. Sublimes tesoros son la virtud y la sabiduría; pero si engendran orgullo y el sentimiento de separatividad respecto a los demás, serán las serpientes del egoísmo reaparecidas en distinta forma. La primera regla consiste en la entrega y sacrificio del corazón del hombre con todas sus emociones lo cual significa el logro de un equilibrio inalterable por las emociones personales. Pon sin demora en práctica tus buenas intenciones y no dejes ni una en sola intención. Nuestro único procedimiento verdadero consiste en que el motivo de la acción esté en la misma acción y nunca en su recompensa. No ha de incitarnos a la acción la esperanza del resultado ni tampoco hemos de mantenernos en la inacción. “Por medio de la fe 19 se

16

Bhagavad–Gîtâ.

17

Bhagavad–Gîtâ.

18

Hartmann. – Magia blanca y negra, pág. 40, ed. española. Biblioteca Orientalista, Barcelona, 1914.

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Se entiende aquí por fe el conocimiento adquirido mediante el ejercicio del altruismo y la benevolencia

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purifica el corazón de la insensatez y de las pasiones, con lo que se domina el cuerpo y por fin se subyugan los sentidos”20. Las características del sabio iluminado son: 1º Carencia de todo deseo, y conocimiento de que sólo el verdadero Ego o supremo Espíritu es felicidad y que todo lo demás es dolor. 2º Carencia de apego o repulsión a cuanto pueda sucederle, pues obra sin cálculo egoísta. Finalmente llega la subyugación de los sentidos, que no aprovecha gran cosa sin la primera característica, y es inútil y con frecuencia nociva, por engendradora de hipocresía y orgullo espiritual, sin la segunda característica21. Quien no practica el altruismo y no es capaz de compartir su último bocado con el más pobre o desvalido que él; quien repugna socorrer a su prójimo de cualquiera raza, nación o creencia, siempre y doquiera lo vea sufriendo; quien cierra sus oídos al clamor de las miserias humanas; quien oye calumniar al inocente y no lo defiende como se defendería a sí mismo, no es teósofo.

V

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adie obra bien si descuida los inconfundibles deberes de la vida resumidos en el divino mandamiento. Quien cumple con su deber pensando que de no cumplirlo le resultará perjuicio, o que su cumplimiento le allanará las dificultades que se le presentan en su camino, obra con la vista puesta en el resultado.

Pero hemos de cumplir con nuestro deber tan sólo porque lo manda Dios, quien puede en cualquier instante dispensarnos de su cumplimiento. Mientras no apacigüemos la inquietud de nuestra naturaleza, debemos obrar consagrando a Dios los frutos de nuestra acción y atribuirle el mérito de nuestras obras. La verdadera vida del hombre consiste en identificarse con el supremo Espíritu. Pero esta vida verdadera es del todo independiente de nosotros, porque es en sí la real verdad y no la actualiza ninguna de nuestras acciones. El reconocimiento de que cuanto se opone a esta verdad es ilusorio, es una nueva conciencia, y no una acción. La liberación de un hombre no está en modo alguno relacionada con sus acciones; porque las acciones son útiles en cuanto nos dan a conocer nuestra completa incapacidad para emanciparnos por nosotros mismos de la existencia condicionada. Transpuesta esta etapa, las acciones son más bien impedimentos que auxilios. Quienes obran en obediencia a los divinos mandamientos y saben que la facultad de obrar así es un don de Dios y no peculiar atributo de la 20

Bhagavad–Gîtâ.

21

Bhagavad–Gîtâ.

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conciencia personal del hombre, se libran de la necesidad de la acción. Entonces la verdad llena el purificado corazón y se percibe la identidad con Dios. Lo primero que debe hacer el hombre es desechar la idea de que obra él de por sí, pues todas las acciones tienen por esfera las “tres cualidades naturales” y no en modo alguno el alma. Reconocido esto ha de ejecutar con devoción todas sus acciones, esto es, sacrificarlas en aras del Supremo y no de su persona. Ha de ofrecer el sacrificio a si mismo o sea a su Yo superior, que equivale a sacrificarlas a Ishvara. Todos sus actos y aspiraciones han de estar consagrados a si mismo o al Todo. Aquí interviene la importancia del motivo. Porque si ejecuta valerosas hazañas o benéficas acciones o adquiere conocimientos para auxiliar a la humanidad, y a ello le mueve el único deseo de lograr la salvación, obrará en tales casos por su propio beneficio, y en consecuencia se ofrecerá sacrificios a sí mismo. Así es que ha de consagrarse internamente al Todo, reconociendo que él no es el actor sino tan sólo el testigo de la acción. Como quiera que reside en cuerpo mortal, le conturba la duda; y esto denota su ignorancia de algo, por lo que ha de disipar la duda con “la espada del conocimiento” pues si sabe responder a una duda, de seguro la disipará. Toda duda proviene de la naturaleza inferior y nunca de la superior. Así es que, a medida que aumente su devoción 22 , será mayor el conocimiento que adquiera de su naturaleza Sâttvika. Porque se ha dicho: “El perfecto de la devoción (o que perseverare en su ejercicio) adquiere con el tiempo espontáneamente conocimiento espiritual”. Y también se ha dicho: “El hombre de mente dubitativa no goza de este mundo ni del otro y ni logra la bienaventuranza final”. Esta última frase rebate la idea de que si existe en nosotros el Yo superior, acabará por triunfar de la necesidad de conocimiento, aunque seamos indolentes y recelosos, y nos conducirá a la bienaventuranza final con la colectiva corriente de la humanidad. La verdadera oración consiste en contemplar todas las cosas sagradas o aplicadas a los actos de la vida diaria, acompañadas del vehemente y cordial deseo de que sea más intensa su influencia para enaltecer y mejorar nuestra conducta, y que se nos conceda algún conocimiento de ellas. Todos estos pensamientos deben entretejerse con el conocimiento de la suprema y divina Esencia de que dimanaron todas las cosas. La cultura espiritual se logra por medio de la concentración, que debe ejercitarse diariamente, utilizándola en todo momento. Se ha definido la meditación diciendo que es “el cese de todo activo pensamiento externo”. Concentración es el enfoque de todo nuestro ser en determinado objeto. Por ejemplo, madre abnegada es la que ante todo y sobre todo procura por los intereses de sus hijos en todos sus aspectos; no la que piensa durante un día entero en una sola modalidad de los intereses filiales. El pensamiento tiene potencia reproductiva, y cuando la mente se posa en una idea, queda coloreada por ésta, y todas las demás ideas, asociadas con la principal, brotan 22

No se confunda esta virtud con el vulgar significado de la palabra, que para la mayoría de las gentes denota particular inclinación a confiar en tal o cual santo. Por devoción se entiende aquí lo que siempre debió entenderse, o sea la entrega voluntaria de todo nuestro ser al servicio del ideal. N. del T.

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entonces de la mente. Por esta razón el m1stico acaba por conocer todo objeto en el que constantemente piensa con detenida contemplación; y así dijo Krishna con mucho acierto: “Piensa constantemente en mí. Confía sólo en mi y con seguridad llegarás a mi”. La vida es el gran maestro. Es la gran manifestación del Ego, quien a su vez manifiesta al Supremo. De aquí que todos los métodos sean buenos y todos formen parte del sublime anhelo de la devoción, la cual, según el Bhagavad–Gîtâ, es “el éxito en las acciones”. Las facultades psíquicas, a medida que se vayan recibiendo, deben emplearse también porque nos revelan el conocimiento de algunas leyes; pero no hay que exagerar su valía ni tampoco desconocer sus riesgos. El que confía en sus facultades psíquicas es como quien se enorgullece y canta victoria por haber llegado a la primera estación de la cuesta que conduce a los picachos que se ha propuesto escalar.

VI

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s una ley eterna que el hombre no puede ser redimido por una potestad exterior a sí mismo 23. De ser esto posible, bastara con que hace muchísimo tiempo hubiera visitado la tierra un ángel que declarando verdades celestes y manifestando las facultades de la naturaleza espiritual, descubriese a la conciencia humana los mil hechos que ignoraba24. El crimen, lo mismo puede perpetrarse en pensamiento que en acción. Quien por cualquiera causa odia a otro, que gusta vengarse y no perdona las injurias, está poseído del espíritu del homicidio, aunque no se dé cuenta de ello. Quien se doblega a falsas creencias y somete su conciencia a una institución humana, blasfema de su divino ser, y por lo tanto “toma el nombre de Dios en vano” aunque no preste juramento alguno. Quien desea o simpatiza con los deleites sensuales, sea en el trato conyugal o fuera de él, es el verdadero adúltero. Quien no presta al prójimo los conocimientos, bondades y auxilios que prudentemente pudiera otorgarle, y vive para acumular riquezas materiales, es el verdadero ladrón. Quien difama, calumnia y rebaja el carácter de su prójimo con toda especie de falsedades, es también un ladrón y de la peor índole25. Si los hombres fuesen buenos consigo mismos y benévolos con los demás, se operaría un formidable cambio en su estimación del valor de la vida y de las cosas de esta vida26.

23

Este sí mismo se refiere al Yo superior. N. del T.

24

Spirit of the New Testament, pág. 508.

25

Spirit of the New Testament, pág. 50.

26

Theosophist, Julio de 1889, pág. 590.

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Educación del pensamiento. – Concentrad todas las fuerzas de vuestra alma en el empeño de cerrar las puertas de vuestra mente a todo pensamiento, sin permitir la entrada más que a los que prometan revelaros la irrealidad de los sentidos y de la vida corporal y la paz del mundo interior. Reflexionad noche y día sobre la irrealidad de cuanto os rodea y de vuestra misma personalidad. Los malos pensamientos no son tan nocivos como los ociosos e indiferentes, porque de los malos pensamientos podemos guardarnos una vez nos determinemos a combatirlos y vencerlos. Esta determinación robustecerá vuestra voluntad. Los pensamientos ociosos e indiferentes distraen la atención y malgastan energía. La primera y mayor ilusión que se ha de vencer es la identificación con el cuerpo físico. Pensad que este cuerpo no es más que una casa donde habéis de vivir temporalmente, y así no volveréis a ceder a sus tentaciones. Procurad también dominar las prevalecientes flaquezas de vuestro carácter, dirigiendo el pensamiento por el camino más a propósito para extinguir las pasiones. Después de los primeros esfuerzos, sentiréis un indescriptible vacío y desconsuelo en vuestro corazón; pero no os amedrentéis por ello, sino consideradlo como el suave crepúsculo precursor del naciente sol de la felicidad espiritual. La tristeza no es un mal. No os quejéis, porque lo que os parecen sufrimientos y obstáculos suelen ser en realidad los misteriosos esfuerzos de la naturaleza para ayudaros en vuestra obra si sabéis aprovecharlos. Considerad todas las circunstancias con la gratitud de un discípulo27. Toda queja es una rebelión contra la ley del progreso. Lo que hay que evitar es el dolor que todavía no ha sobrevenido. El pasado no puede mudarse ni enmendarse. Lo perteneciente a las experiencias presentes no puede ni debe evitarse; pero sí han de evitarse las preocupaciones sobre imaginarias desgracias, o los temores acerca del porvenir, así como todo impulso o acción que puede causar presente o futuro dolor a nosotros o a los demás28.

VII

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ada más valioso para quienquiera, que un excelso ideal hacia el que aspire de continuo y a él amolde sus pensamientos y emociones de suerte que regalen lo mejor posible en conducta. Si así se esfuerza para llegar a ser, más bien que a parecer como su ideal, no fracasará en el empeño de acercarse cada vez más a él. Sin embargo, habrá de luchar para este logro, y si su ideal es elevado y verdaderamente a alcanzarlo se encamina, no se envanecerá, sino que, por el contrario, se humillará de su rectitud, pues al descubrir ante si la posibilidad de mayor adelanto en planos todavía más elevados, no se engreirá de su progreso ni tampoco se entibiará su ardor. Precisamente el reconocimiento de las vastas posibilidades de la vida humana es necesario para disipar el tedio e invertir en celo la apatía. Así la vida no es odiosa, sino 27

Theosophical Siftings. Nº 3–vol. 2–89.

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Pantanjali.– Aforismos del Yoga.

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aceptable, cuando comprendemos claramente su finalidad y estimamos sus espléndidas oportunidades. El más recto y seguro camino para llegar a este elevado plano de conciencia es el ejercicio del altruismo, tanto en pensamiento como en acción. Estrecho es, en efecto, el campo visual limitado a la personalidad, que mide todas las cosas con la vara del interés egoísta, porque en semejante limitación no es posible que el ego conciba elevados ideales ni se acerque a los planos superiores de existencia. Las condiciones de adelanto están dentro y no fuera, y por fortuna son independientes de las circunstancias y condiciones de la vida terrena. Por lo tanto, a todos se les depara la ocasión de ir escalando cumbre tras cumbre, y cooperar así con la naturaleza en el cumplimiento de la evidente finalidad de la vida29. Si creemos que el objeto de la vida es la satisfacción y bienestar de la personalidad, y que el bienestar material confiere la suprema dicha, confundiremos lo inferior con lo superior y la ilusión con la verdad. Nuestra modalidad material es consecuencia de la constitución material de nuestros cuerpos. Somos “gusanos de la tierra” porque nuestras aspiraciones se arrastran por la tierra; pero si entráramos en un sendero de evolución donde fuésemos menos materiales y más etéreos, tomaría muy distinto cariz la civilización. Muchas cosas que ahora nos parecen indispensables y necesarias dejarían de serlo; y si pudiéramos transferir nuestra conciencia de un extremo a otro del globo con la velocidad del pensamiento, serían inútiles los actuales medios de comunicación. Cuando más profundamente nos hundimos en la materia, más medios de comodidad material necesitamos; pero el esencial y potente dios interno del hombre no es material ni depende de las restricciones peculiares de la materia. ¿Cuáles son las verdaderas necesidades de la vida? La respuesta está en relación con lo que cada cual crea necesario. Los ferrocarriles, los buques de vapor, la luz eléctrica, etc., nos son ahora necesarios; y sin embargo, millones de gentes han vivido largo tiempo felices sin conocerlos. Para uno serán necesarios una docena de palacios; para otro un carruaje; para otro una pipa o una botella de ron. Pero todas las necesidades de esta índole son facticias, constituyen el estado en que el hombre se encuentra satisfecho y le incitan a permanecer en él, sin desear algo superior, por lo que pueden ser estorbo más bien que impulso en su evolución. Si nos eleváramos a más alto estado que no exigiese nada artificioso, todas las cosas facticias dejarían de ser necesarias y no las desearíamos; pero la apetencia de placeres groseros en que tiene fijo su pensamiento, le impide al hombre entrar en la vida superior.

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J. Buck. – Man, pág. 106.

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MAGIA ANTIGUA EN LA CIENCIA MODERNA

MAGIA ANTIGUA EN LA CIENCIA MODERNA

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uede que se juzgue con demasiado entusiasmo, o no, al hinduísta francés, Paulthier, al decir éste que la India se le presenta como el gran foco primitivo del pensamiento humano, cuya firme llama ha terminado por comunicarse y prender a todo el mundo antiguo1. Sin embargo, él tiene razón al afirmar esto. La metafísica aria2, es la que ha despertado interés por el conocimiento oculto, –la Ciencia más antigua, madre de todas las demás, puesto que las contiene en sí–. Ha sido el Ocultismo –síntesis de todos los descubrimientos de la Naturaleza y, principalmente, de las potencias psíquicas que hay dentro y más allá de cualquier átomo físico de materia–, el vínculo primitivo que ha unido en una sola piedra angular los fundamentos de todas las religiones de la Antigüedad. La chispa primitiva ha prendido realmente en cada una de las naciones, y ahora la Magia yace en el fondo de toda fe nacional, tanto nueva como antigua. Egipto y Caldea son las primeras naciones que nos proporcionan mayor evidencia sobre la cuestión, incapaces como son de proteger sus reliquias paleográficas de la profanación –como hace la India–. Las turbias aguas del Canal de Suez llevan hasta aquellas que bañan las costas británicas, la Magia de los primeros días del Egipto Faraónico, para llenar con su desmenuzado polvo los museos británicos, franceses, alemanes y rusos. La Magia antigua, histórica, se refleja así en los registros científicos de nuestro siglo que todo lo niega. Ella fuerza a los científicos a actuar contra su propio deseo y cansa sus cerebros, riéndose de sus esfuerzos por interpretar su significado a su manera materialista, sin embargo, ayuda al ocultista a comprender mejor la Magia moderna, la nieta raquítica y débil de su poderosa y arcaica abuela. Difícilmente aparecerá un papiro hierático, exhumado junto con la momia de un Rey o un Sacerdote–Hierofante envuelta en vendas, o una inscripción indescifrable, curtida por la intemperie de los atormentados sitios de Babilonia o Nínive, o un antiguo cilindro–sello, que no proporcione información sugestiva o material nuevo para la reflexión al estudiante de ocultismo. Pero, no obstante, se niega la Magia y se la califica de “superstición” de los antiguos e ignorantes filósofos. Así, hay magia en todo papiro; magia en todas las fórmulas religiosas; magia embotellada en frascos herméticamente cerrados con miles de años de antigüedad; 1

Ensayo: Prefacio de Colebroke.

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A través de Mr. Barthelerny St. Hilaire, el mundo ha aprendido que “¡el genio hindú, ha permanecido siempre en una especie de subdesarrollo infantil, en lo que respecta a la metafísica!”

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Magia Antigua en la Ciencia Moderna

magia en obras modernas elegantemente encuadernadas; magia en la mayoría de las novelas populares; magia en reuniones de sociedad; la magia –peor que eso, la HECHICERIA– está en el mismo aire que se respira en Europa, América, Australia; cuanto más civilizada y culta es una nación, tanto más formidable y efectivo es el efluvio de magia inconciente que emite y guarda en la atmósfera circundante… Naturalmente, estando la magia ridiculizada y declarada tabú, no será nunca aceptada bajo su nombre legítimo; aunque no obstante, la ciencia oficial ha empezado a ocuparse ya, y no poco, si bien bajo máscaras modernas, de esta ciencia condenada al ostracismo. ¿Pero qué es lo que hay en un nombre? El que un lobo se defina científicamente como un animal del genus canis, ¿lo convierte en un perro? Los hombres de ciencia prefieren denominar la magia que fue investigada por Porfirio y explicada por Jámblico, hipnosis histérica, pero esto no la hace ser menos magia. El resultado y consecuencia de la primitiva Revelación que los Reyes–instructores de las “Dinastías Divinas” dieron a las tempranas razas, llegó a ser un conocimiento innato en la Cuarta Raza, la de los Atlantes; y este conocimiento, en sus raros casos de manifestaciones genuinas “anormales”, es llamado ahora mediumnismo. La historia secreta del mundo, preservada sólo en lejanos y seguros refugios, si se contara sin reservas, informaría por sí sola a las actuales generaciones, sobre los poderes que permanecen latentes en el hombre y en la Naturaleza y que son desconocidos para la mayoría. El tremendo abuso que hicieron de la magia los Atlantes fue lo que condujo a su raza a la destrucción total, –y al olvido–. La relación de sus hechicerías y de sus perversos encantamientos ha llegado hasta nosotros en trozos fragmentados, a través de escritores clásicos en forma de leyendas y pueriles cuentos de hadas atribuidos a remotas naciones. De allí el desprecio por la necromancia y la teurgia. En nuestros días, se ríen tanto de las “brujas” de Tesalia, como del médium moderno o del creyente esoterista. Esto, nuevamente, es debido a la hechicería, y uno debería tener siempre el coraje moral de repetir este término; la magia, de la que fatalmente se abusó, es la que forzó a los adeptos, “los Hijos de la Luz”, a enterrarla profundamente, después que sus pecaminosos devotos encontraran para sí una sepultura acuática en el fondo del océano; situándola de este modo fuera del alcance de los profanos de la raza que siguió a la de los Atlantes. El mundo debe “agradecer” entonces a la hechicería su ignorancia actual sobre la magia. ¿Pero quién o qué clase de gente en Europa o América creerá esto? Nadie, salvo una excepción; y esta excepción, la constituyen los católicos romanos, y su clerecía; pero aún ellos, obligados por sus dogmas religiosos a dar crédito de la existencia de la magia, le atribuyen un origen satánico. Es sin duda esta teoría la que ha impedido hasta ahora que la magia sea tratada científicamente. Sin embargo, nolens volens 3, la ciencia ha de ocuparse de ella. La Arqueología, a través de su departamento más interesante –la Egiptología y la Asiriología–, está fatalmente unida a ello, haga lo que haga. Pues la magia se encuentra de tal manera enraizada con la historia mundial que si esta última ha de escribirse alguna vez en su totalidad, 3

No queriendo, queriendo.

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Magia Antigua en la Ciencia Moderna

diciendo la verdad y nada más que la verdad, no parece que haya otro remedio. Si la arqueología cuenta todavía con descubrimientos e informes sobre escritos hieráticos que estén libres del odioso tema, entonces mucho nos tememos que la HISTORIA nunca será escrita. Uno puede imaginar la embarazosa posición y por ello simpatiza profundamente con algunos sabios y miembros de la Royal Society 4de entre los muchos académicos y orientalistas. Estos forzados a descifrar, traducir e interpretar viejos papiros enmohecidos, inscripciones en estelas y tablillas babilónicas, ¡se encuentran en cada momento cara a cara con la MAGIA! Ofrendas votivas, grabados, jeroglíficos, encantamientos –toda la parafernalia de esa odiosa “superstición”– les miran fijamente a los ojos, demandan su atención y les llenan de la más desagradable perplejidad. Pensemos por un momento cuáles tendrían que ser sus sentimientos al estudiar el siguiente caso: Se exhuma un papiro que tiene evidentemente un gran valor. Es el pasaporte post–mortem que se ha facilitado al alma osirificada5 de un Príncipe o incluso de un Faraón que ha partido recientemente, escrito con caracteres rojos y negros por un famoso y erudito escriba, pongamos por caso de la IV Dinastía, bajo la supervisión de un Hierofante Egipcio –una clase admirada en todas las épocas y considerada por la posteridad como la más elevada de entre los filósofos y sabios antiguos–. Las fórmulas ahí contenidas fueron escritas en las horas solemnes de la muerte y entierro de un Rey–Hierofante, de un Faraón y gobernante. El fin del documento es presentar al “alma” ante sus jueces en la temible región del Amenti, ahí donde se dice que una mentira tiene más peso que cualquier otro crimen. El orientalista toma el papiro y dedica a su interpretación días, quizás semanas de trabajo para encontrar en él la siguiente afirmación: “En el año XIII, y en el segundo mes de Schomoo, en el 28 día del mismo, nosotros, el primer Sumo Sacerdote de Amón, el Rey de los Dioses, Penotman, el hijo del delegado (o 6

sustituto) del Sumo Sacerdote Pion–ki–moan, y el escriba del templo de Sosser–soo–khons y de la Necrópolis Bootegamonmoo, comenzamos a vestir al fallecido príncipe Oozirmari Pionokha, etc., etc., preparándole para la Eternidad. Cuando la momia estaba concluida se le pidió que se levantara y agradeciera a sus sirvientes; igualmente se le pidió que aceptara un cubre elaborado para él por la mano de la “dama cantante”, Nefrelit Nimutha, que entró en la Eternidad en el año tal y cual”.

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Célebre e influyente sociedad dedicada a toda clase de investigaciones científicas para el adelanto de los conocimientos humanos. Ver Enciclopedia Universal Ilustrada, Editorial Espasa–Calpe. Barcelona. 5

Tendríamos que aclarar al lector que toda alma (que nace nuevamente después de la muerte del cuerpo que la animó, dentro de su ciclo de 8.000 años) se convertía en Egipto en “Osiris”, era Osirificada, esto equivale a decir que la personalidad se reducía a sus principios superiores, a un espíritu.

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“Sustituto”, era el nombre dado al padre del “Hijo” adoptado por el Sumo Sacerdote Hierofante; una clase de estos Hierofantes permanecían solteros, y adoptaban “Hijos” con el fin de la sucesión y transmisión de su poder.

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¡Unos cientos de años antes! Todo ello en jeroglíficos. Esta puede ser una lectura equivocada. Hay, sin embargo, docenas de papiros bien autentificados, que registran lecturas y narraciones más curiosas que la corroborada en éste por Sanchoniaton y Manetón, por Platón y Herodoto, por Sincello y docenas de escritores y filósofos que mencionan la cuestión. Aquellos papiros citan con harta frecuencia, tan seriamente como cualquier otro hecho histórico que no necesita una especial corroboración, dinastías completas de Reyes–Manes, es decir, de fantasmas y espectros. Lo mismo se encuentra en las historias de otras naciones. Todas ellas pretenden para sus primeras y más tempranas dinastías7 de gobernantes y reyes, lo que los griegos llamaban Manes y los egipcios, Ourvagan, “dioses”, etc. Rosellini ha tratado de interpretar la enigmática afirmación, pero en vano. Y dice: “Significando la palabra manes ourvagan, y este término en su sentido literal, imagen externa, si fuera posible situar esa dinastía dentro de algún período histórico, podríamos suponer que la palabra se referirla a alguna forma de gobierno teocrático, representado por imágenes de dioses y sacerdotes” 8. Una dinastía de reyes, a todas luces vivientes, y en todo caso, actuando y reinando, que resultaran haber sido simples maniquís e imágenes, requeriría para ser aceptada una dosis de credulidad moderna mucho mayor que incluso el creer en los “reyes fantasmas”. ¿Eran todos estos Hierofantes y Escribas, Faraones y Reyes–Iniciados tan locos o farsantes, cómplices y embusteros para haberse creído ellos mismos tales cuentos o para haberlos hecho creer a otros, si no había ninguna verdad en su fundamento? ¿Y ello durante una larga serie de milenios, desde la primera hasta la última Dinastía? De la Dinastía divina de los Manes trata más detalladamente el texto de la Doctrina Secreta; pero pueden mostrarse algunas de tales hazañas en papiros genuinos y descubrimientos arqueológicos. Los orientalistas han encontrado una tabla de salvación: aunque forzados a publicar el contenido de algunos papiros famosos, ellos los llaman ahora Romances de los días del Faraón fulano de tal. El recurso, si bien ingenioso, no es absolutamente honesto. Los Saduceos literarios pueden estar realmente contentos ante la situación. Uno de ellos es el llamado Papiro de Lepsius del Museo de Berlín, que éste ha adquirido ahora de los herederos de Richard Lepsius. Está escrito con carácteres hieráticos en la lengua arcaica egipcia (copto antiguo), y es considerado uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de nuestra época, puesto que 7

La Doctrina Secreta enseña que aquellas dinastías estaban compuestas por seres divinos, “las imágenes etéreas de criaturas humanas”, en realidad, “dioses” en sus cuerpos astrales luminosos; los Sistha de los Manvantaras precedentes.

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Rosellini, I monumenti dell' Egitto e della Nubia, vol. I, pág. 8. El dice además que Manetón y las viejas Crónicas están de acuerdo en traducir la palabra manes por nekhues. En las “Crónicas” de Eusebio de Cesarea, descubiertas en Milán y comentadas por el Cardenal Mai, se traduce la palabra nekhues también como ourvagan, “la sombra externa” o “imagen etérea de los hombres”; en suma, el cuerpo astral.

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proporciona datos de comparación y rectifica algunos errores en el orden de las sucesiones dinásticas. Desgraciadamente, faltan los fragmentos más importantes. Los eruditos egiptólogos, que tuvieron las mayores dificultades en descifrarlo, han concluido que era “un romance histórico del siglo XVI a.C.9, que refería sucesos que tuvieron lugar durante el reinado del faraón Keops, el supuesto constructor de la pirámide de este nombre, que tuvo su auge en el siglo XXVI (?) antes de nuestra era”. Muestra la vida egipcia y el estado de la sociedad en la Corte de este gran Faraón, casi 900 años antes de la “pequeña desavenencia entre José y la Sra. Potiphar”. La primera escena se inicia con el rey Keops en su trono, rodeado por sus hijos, a quienes manda que le entretengan con narraciones sobre la remota Antigüedad y sobre los poderes milagrosos que ejercían los célebres sabios y magos de la corte de su predecesor. El príncipe Kefren, contó entonces a la audiencia cómo un magus en la época del faraón Nebkha fabricó un cocodrilo de cera y lo dotó de vida y obediencia. Habiendo sido colocado por un esposo en la habitación de su esposa infiel, el cocodrilo atrapó entre sus fauces a los dos, mujer y amante, y los llevó dentro del mar. Otro príncipe contó una historia de su abuelo, el padre de Keops, el faraón Snefru. Sintiéndose éste agotado, mando llamar a un mago a su presencia, quien le aconsejó como remedio el espectáculo de veinte bellas doncellas de la corte divirtiéndose en una barca en el lago cercano. Las doncellas obedecieron y el corazón del viejo déspota se “refrescó”. Pero repentinamente una de las damas chilló y empezó a llorar fuertemente. Un valioso collar se le había caído al agua, que tenía una profundidad de 120 pies en ese lugar. Entonces, un mago pronunció una fórmula, llamó a los genii del agua y del aire en su ayuda y sumergiendo su mano en las olas, extrajo de ellas el collar. El Faraón estaba profundamente impresionado por la hazaña. Ya no miró a las veinte bellas, “despejadas de sus ropas, cubiertas de redecillas y con veinte remos hechos de ébano y oro”; sino que mandó se hicieran sacrificios para los manes de estos dos magos, cuando se murieran. A esto añadió el príncipe Gardadathu que el más elevado de tales magos no muere nunca, y que uno de estos vive hasta el día de hoy, en la ciudad de Deyd–Snefroo, más que centenario; que su nombre era Deddy; y que tenía el poder milagroso de volver a unir las cabezas cortadas a sus troncos y devolverles la vida, así como pleno dominio y autoridad sobre los leones del desierto. Deddy, sabía asimismo dónde procurarse los caros materiales necesarios para el templo al dios Thot (la deidad de la sabiduría), que el faraón Keops ansiaba levantar junto a su gran pirámide. Después de oír esto, el poderoso rey Keops expresó el deseo de ver al viejo sabio en su corte. El principe Gardadathu emprendió viaje al instante y a la vuelta trajo consigo al gran mago. Después de largos saludos, cumplidos mutuos y reverencias, según el papiro, siguió entre el Faraón y el sabio una larga conversación, que, resumida decía así: –“Me han contado, oh sabio, que eres capaz de volver a unir de nuevo las cabezas cercenadas a sus cuerpos”. 9

Supuestamente, durante la Dinastía XVIII, de acuerdo con las Tablas Sincrónicas de Manetón, desfiguradas hasta lo irreconocible por el hábil Eusebio, el obispo demasiado listo de Cesarea.

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–“Puedo hacerlo, gran Rey”, contestó Deddy. –“Que traigan aquí sin dilación a un criminal”, dijo el Faraón. –“Gran Rey, mi poder no se extiende a los hombres. Sólo puedo resucitar a los animales” –observó el sabio–. Entonces fue traído un ganso, su cabeza fue cortada y situada en la esquina oriental de la sala y su cuerpo en la parte occidental. Deddy extendió su brazo sucesivamente en las dos direcciones y murmuró una fórmula mágica. En el acto se levantó el cuerpo del ave y caminó hacia el centro de la sala, y la cabeza rodó hasta encontrarse con éste. Luego saltó la cabeza sobre el cuello sangrante; los dos fueron reunificados; y el ganso empezó a caminar, a pesar de la decapitación. Esta misma hazaña maravillosa la repitió Deddy con canarios y con un toro. Después de ello el Faraón deseó ser informado sobre el proyectado templo de Thot. El sabio–mago lo sabía todo sobre los viejos restos del templo, ocultos en cierta casa de Heliópolis, pero no tenía derecho a revelárselo al rey. La revelación debía venir del mayor de los trillizos de Rad–Dedtoo: “Esta es la esposa del sacerdote del Sol, de la ciudad de Saheboo. Ella concebirá trillizos del Dios–Sol, y estos hijos jugarán un papel importante en la historia de la tierra de Khemi (Egipto), ya que serán llamados a gobernarla. El mayor, antes de convertirse en Faraón, será Sumo Sacerdote del Sol en la ciudad de Heliópolis”. “Después de oír esto, el faraón Keops, a causa de su pesar rasgó sus ropas: ¡su dinastía sería derrocada por el hijo de la deidad, para la que efectivamente, estaba levantando un templo!”. Aquí el papiro está roto; y faltando una gran parte del mismo, a la posteridad le es negada la posibilidad de saber lo que emprendió el Faraón ante esta situación. El fragmento que sigue nos permite apreciar lo que es evidentemente el tema principal del arcaico documento, el nacimiento de los tres hijos del Dios–Sol. Tan pronto como Rad–Dedtoo sintió los dolores del parto, el gran Dios–Sol llamó a las diosas Isis, Neftis, Mesehentoo y Hekhtoo, y las envió para que ayudaran a la sacerdotisa, diciendo: “Ella va a dar a luz a mis tres hijos, que serán los que algún día, regirán esta tierra. Ayudadla y ellos levantarán templos en honor a vosotras, harán innumerables libaciones de vino y sacrificios”. Las diosas hicieron lo que se les pidió, y nacieron tres niños, cada uno de cerca de un metro de alto y con los brazos muy largos 10 . Isis les dió sus nombres, Neftis los bendijo, mientras las otras dos diosas confirmaron sobre ellos el glorioso futuro que iban a tener. Los tres jóvenes, se convirtieron con el tiempo en reyes de la V Dinastía, siendo sus nombres Ouserkath, Sagoorey y Kakäy. Después que las diosas hubieran retornado a sus mansiones celestes sucedieron algunos milagros importantes. El trigo que se había dado a las diosas madres volvió por sí mismo al arcón de los cereales de una dependencia del Sumo Sacerdote, y los 10

Los brazos largos eran en Egipto, como ahora en la India, un símbolo del estado de Mahâtmâ o Adepto.

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sirvientes dijeron que voces de seres invisibles, cantaban allí los himnos que se entonaban en el nacimiento de príncipes herederos, y se escucharon claramente los sonidos de la música y de las danzas que pertenecen a este rito. Posteriormente, este fenómeno puso en peligro las vidas de los futuros reyes –los trillizos–. Habiendo sido castigada una esclava en una ocasión, por la Suma Sacerdotisa, se fue corriendo de casa y habló así a las masas aglomeradas: “¿Cómo se atreve a castigarme ella, la mujer que dio nacimiento a tres reyes? Iré y se lo diré al faraón Keops, nuestro señor”. En este punto tan interesante, nuevamente está el papiro roto; y el lector se queda una vez más sin saber lo que resultó de la denuncia y cómo evitaron los tres pretendientes–niños ser perseguidos por el supremo gobernante11. Otro de estos sucesos mágicos nos los proporciona Mariette Bey (Mon. Dir. pl. 9, época persa), a partir de una tablilla del Museo Bulak12, concerniente al reino etíope fundado por los descendientes de los Sumos Sacerdotes de Amón, donde floreció la teocracia absoluta. Parece que fue el mismo dios, el que seleccionó los reyes a su antojo, y “la estela 114, que es un edicto oficial de la elección de Aspalout, muestra como tuvieron lugar tales hechos”. (Gebel–Barkal). El ejército formó cerca de la montaña Sagrada de Napata, eligió a seis oficiales que debían encontrarse con otros delegados propuestos por el estado, para proceder a la elección del Rey. “Venid”, dice la leyenda inscripta, “venid, elijamos un Señor que sea como un toro joven e irresistible”. Y el ejército comenzó a lamentarse, diciendo: “Nuestro Señor está con nosotros y no lo conocemos”. Y otros remarcaron: “Sí, pero podemos conocerlo, aunque hasta ahora nadie salvo Râ (el Dios), lo conoce. Que el gran Dios le proteja del mal, dondequiera que se encuentre”… En el acto gritó todo el ejército: “Pero existe ese 11

Esto es lo que más debemos lamentar, –dice el traductor del papiro–, “teniendo en cuenta que los detalles legendarios, contenidos en el Papiro de Lepsius están basados evidentemente en las tradiciones más antiguas y emanan en realidad de testigos oculares y de pruebas de primera mano”. Los datos en el papiro coinciden totalmente con los hechos conocidos, y están de acuerdo con los descubrimientos realizados por la egiptología y con la innegable información obtenida de la historia y de hechos remotos de esa “tierra del misterio y del enigma”, como Hegel la llamó. Por ello no tenemos ningún motivo para dudar de la autenticidad de la narración general contenida en nuestro papiro. Asimismo, nos revela hechos históricos enteramente nuevos. Así, nos enteramos en primer lugar de que Kefren, fue hijo de Keops; que la V Dinastía se originó en la ciudad de Saheboo; que los tres primeros faraones fueron tres hermanos y que el mayor de estos trillizos había sido Sumo Sacerdote Solar en Heliópolis antes de subir al trono. Por escasos que puedan parecer los detalles, adquieren bastante importancia en la historia de los sucesos distantes de nosotros más de 40 siglos. Finalmente, el Papiro de Lepsius, es un documento extremadamente antiguo, escrito en la antigua lengua egipcia, al tiempo que los hechos narrados en él, pueden, por su originalidad (¿magia?), ser parangonados con las mejores narraciones egipcias traducidas y publicadas por el famoso egiptólogo y arqueólogo Maspero, en su obra llamada Contes de l'Ancienne Egypte. 12 Bulak, barrio situado en el puerto del Cairo, donde estuvo situado desde 1858 hasta 1891 el Museo Egipcio, que fue trasladado posteriormente a Gizeh y en 1902 cerca del puente de Kars el–Nil, que une la margen derecha con la isla de Guézira. Ver Enciclopedia Universal Ilustrada, Ed. Espasa–Calpe. Barcelona.

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dios Amón–Râ en la montaña Sagrada, y él es el dios de Etiopía. Vayamos a él; no habléis en ignorancia de él, pues la palabra hablada en ignorancia de él no es buena. Dejémosle elegir a él, a ese dios, que es el dios del reino de Etiopía, desde los días de Râ… El nos guiará, ya que los reyes etíopes son todos obra suya, y él dará el reino al hijo que ama”. “Esto es lo que dijo todo el ejército: Son palabras excelentes, en verdad… un millón de veces.” La narración, muestra luego a los delegados debidamente purificados, dirigiéndose al templo y postrándose ante la enorme estatua de Amón–Râ, mientras formulan su petición. “Los sacerdotes etíopes son poderosos. Saben fabricar imágenes y estatuas milagrosas, capaces de moverse y de hablar para servir como vehículo de los dioses; es un arte que mantuvieron de sus ancestros egipcios.” Todos los miembros de la familia real pasaban en procesión delante de Amón–Râ, y ésta no se movía aún. Pero tan pronto como Aspalout se aproximó a ella, le saludó la enorme estatua con los dos brazos y exclamó con potente voz: “Este es vuestro rey, este es vuestro Señor que os hará vivir”. Y los jefes del ejército saludaron al nuevo Faraón. Este entró en el santuario y fue coronado personalmente por el dios con sus propias manos; luego se reunió con su ejército. La fiesta finalizó con la distribución de pan y cerveza.” (Gebel–Barkal). Hay una serie de papiros e inscripciones antiguas que prueban sin la menor duda que durante miles de años los Sumos Sacerdotes, los magos y los faraones –así como las masas– , creyeron en la magia, además de practicarla; siendo esta última propensa a ser atribuida a hábiles juegos malabares. Las estatuas tuvieron que ser fabricadas; pues, a menos que estuvieran hechas con ciertos elementos y piedras, preparadas bajo ciertas constelaciones, de acuerdo con las condiciones prescritas por el arte mágico, no se podía hacer actuar dentro de éstas los poderes divinos (infernales, si alguien lo quiere así), o las FUERZAS, que se esperaba animasen a tales estatuas e imágenes. Una batería galvánica, si se quiere que produzca sus efectos mágicos, ha de ser preparada con metales y materiales específicos, no al azar. Una fotografía ha de ser obtenida bajo ciertas condiciones especiales de oscuridad y con ciertas substancias químicas, antes de que produzca el efecto deseado. Hace unos veinte años 13 se enriqueció la Arqueología con un documento egipcio muy curioso que da los puntos de vista de esta antigua religión sobre el tema de los fantasmas (manes) y sobre la magia en general. Es el llamado Papiro Harris sobre Magia (Papyrus Magique). Es extremadamente curioso por su relación con las enseñanzas esotéricas, y además muy sugestivo.

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Recordemos que este articulo lo escribió H.P. Blavatsky, en 1886.

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LA BABEL DEL PENSAMIENTO MODERNO

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“Oh vosotros, señores de la verdad, que os estáis moviendo en ciclos por toda eternidad …salvadme de la aniquilación en esta Región de las Dos Verdades.” Ritual de los Muertos Egipcio

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l hecho de que el mundo se mueva por ciclos y que los sucesos se repitan en él, es una antigua –aunque siempre vigente– verdad irrefutable. En primer lugar, es nueva para la mayoría porque pertenece a un grupo que se caracteriza por aforismos ocultos in partibus infidelium, y porque nuestros rabinos y fariseos de hoy en día no aceptarán nada que provenga de esa Nazareth; y en segundo lugar, porque los que creen a ciegas cualquier cosa –siempre que proceda de autoridades ortodoxas y aceptadas– se molestarán por las pequeñeces más insignificantes –siempre que provengan de ambientes filosóficos–. Sin embargo, esta proposición sobre los ciclos del mundo y los sucesos siempre recurrentes, es muy correcta. Además, cualquier persona puede verificarlo fácilmente por sí misma. Naturalmente, las personas a las que aquí se hace referencia actúan según sus propios criterios; no nos referimos a aquellas que están satisfechas con quedar prendidas desde que nacen hasta que mueren por las creencias e ideas de la mojigata mayoría, como un cardo sujeto al faldón de un cura de pueblo.

No podemos estar de acuerdo con un escritor (¿fue Gilpin?), quien dijo que las mayores verdades son rechazadas frecuentemente “no tanto por la carencia de pruebas directas, como por la falta de inclinación a investigarlas”. Esto sólo es aplicable a unos pocos. Nueve de cada diez personas rechazarán las evidencias más contundentes, aun si se les presentan sin que les causen ningún problema a ellos mismos, sólo porque chocan con sus intereses personales o prejuicios; especialmente si proceden de fuentes impopulares. Vivimos en un ambiente altamente moral; dicho así suena muy bien ¿no? Sin embargo, si sometemos a prueba la moralidad de esta época, en cuanto a autenticidad y realidad, se verá que su naturaleza es como la piel del cómico disfrazado de negro: asumida para la función y la paga, y lavada al término de cada representación. La cruda verdad es que nuestros oponentes –partidarios de la ciencia oficial, defensores de la religión ortodoxa, y los tutti quanti de los detractores de la Filosofía–, que pretenden oponerse a nuestra labor basándose en la “evidencia” científica, en el “bien público” y la “verdad”, se parecen mucho a los abogados de nuestros tribunales, mal 2

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llamados de justicia. Estos, en su defensa de ladrones y asesinos, de adúlteros y falsarios, creen tener el deber de intimidar con amenazas, de confundir y difamar a todos los que atestiguan contra sus dientes, y de ignorar –o si es posible, suprimir– todas las pruebas que puedan inculparles. Déjese ocupar a la Sabiduría Antigua el puesto de los testigos, y probar que los bienes encontrados al prisionero que está en el banquillo, fueron tomados de su propia caja de caudales; y ella (la Sabiduría) se verá a sí misma acusada de todo tipo de crímenes, siendo afortunada si sale acusada como impostora común y se le dice que “en adelante tendrá que ser mejor…” ¿Cómo sorprenderse entonces de que en esta época nuestra –preeminentemente llena de engaños y apariencias–, las llamadas enseñanzas filosóficas parezcan ser hasta el presente el sistema más impopular de todos; o que el materialismo y la teología, la ciencia y la “filosofía moderna” se hayan unido ellos mismos en santa alianza contra los estudios filosóficos, quizás porque todos ellos están basados en pedazos y fragmentos sueltos del sistema primordial? Cotton se queja en alguna parte de que “los metafísicos han estado aprendiendo su lección durante los últimos cuatro (?) milenios”, y que “ya es hora de que empiecen a enseñar algo”. Pero tan pronto se ofrece la posibilidad de tales estudios –con la completa evidencia de que pertenecen a la doctrina más antigua de la filosofía metafísica de la Humanidad–, la mayoría se quejan, y en lugar de escucharlos imparcialmente, se apartan con una sonrisa de desprecio y con la fría observación: “¡Oh, ustedes deben haber inventado todo lo que dicen!”. Estimados señores, ¿no se les ha ocurrido pensar alguna vez, cuán verdaderamente grande y casi divino sería el hombre o la mujer que pudiera inventar o descubrir algo en este momento de la vida de la Humanidad, que no haya sido conocido e inventado en Edades anteriores? El cargo de ser tan gran inventor daría al acusado el derecho a los más altos honores. Muéstrennos, si pueden, ese mortal que haya enseñado en este ciclo histórico de nuestra Raza humana algo completamente nuevo. El Ocultismo –el verdadero Ocultismo de Oriente, o la llamada Doctrina Esotérica– contesta las arrogantes pretensiones de esta época a través de sus estudiantes más capacitados; todo el conocimiento del que hacen alarde es naturalmente sólo un acto reflejo del pasado. En el mejor de los casos, son ustedes los modernos popularizadores de ideas muy antiguas. Conciente e inconscientemente han despojado a los clásicos y filósofos antiguos, quienes a su vez, habían sido sólo compiladores superficiales de la Sabiduría Primitiva –cautelosos e inconclusos– debido a los terribles castigos que existían por divulgar los secretos de la Iniciación, enseñados durante los Misterios. ¡Fuera! Sus modernas ciencias y especulaciones no son sino los platos réchauffés (recalentados) de la Antigüedad: los huesos muertos –servidos con una sauce piquante (salsa picante) de craso materialismo, para enmascararlas– del alimento intelectual de los Dioses. Ragon1 1

Francmasón, distinguido escritor y gran simbologista, Ragón trató de retornar la Masonería a su originario estado de prístina pureza. Según se dice, poseía numerosos documentos que le habían sido entregados por el famoso conde de St. Germain, de quien adquirió sus notables conocimientos acerca de la Masonería primitiva. Escribió numerosas obras, aunque hoy en día es muy difícil conseguirlas. Ver Glosario Teosófico.

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estaba en lo cierto al decir en su Maçonnerie Occulte que “la Humanidad sólo parece progresar al lograr un descubrimiento tras otro, cuando en realidad, únicamente encuentra lo que había perdido. La mayoría de nuestras invenciones modernas por las que reclamamos tanta gloria, después de todo, son cosas conocidas por el hombre desde hace tres o cuatro mil años2. Perdida a causa de guerras, inundaciones e incendios, toda huella de su misma existencia quedó borrada de la memoria del hombre. Y ahora empiezan a “redescubrirlas” los pensadores modernos una vez más”. Permítasenos recapitular algunas de estas cosas y de esta manera refrescar la memoria. Nieguen, si pueden, que lo más importante de nuestras actuales ciencias era conocido por los antiguos. No sólo la literatura oriental y todo el ciclo de estas enseñanzas esotéricas –que un cabalista cristiano francés, extremadamente celoso, ha apodado justamente “las ciencias malditas”– llevarán a una negativa estúpida sino que también lo hará la literatura clásica profana. La demostración de eso es sencilla. ¿No son la Física y las Ciencias Naturales sino una reproducción ampliada de las obras de Anaxágoras, Empédocles, Demócrito y otros? Todo lo que se enseña ahora era enseñado por estos filósofos entonces. Pues ellos sostenían –incluso en los fragmentos aún existentes de sus obras– que el Universo está compuesto de átomos eternos que, movidos por un sutil Fuego interno, se combinan en millones de maneras diferentes. Según ellos este Fuego era el Aliento Divino de la Mente Universal, pero ahora, con los filósofos modernos, se ha convertido en nada más que una fuerza ciega e insensible. Además enseñaban que no había ni Vida ni Muerte, sino sólo una constante destrucción de la forma, producida por perpetuas transformaciones físicas. Esto se ha convertido ahora, mediante una transformación intelectual, en lo que se conoce como correlación física de fuerzas, conservación de la energía, ley de continuidad… en el vocabulario de la ciencia moderna. Pero ¿“qué importa el nombre”, o las palabras recién inventadas y términos complicados, una vez que se ha establecido la identidad de las ideas esenciales? ¿No estaba Descartes en deuda con los antiguos Maestros –con Leucipo y Demócrito, con Lucrecio, Anaxágoras y Epicuro– por sus originales teorías? Estos enseñaron que los cuerpos celestes estaban formados por una multitud de átomos, cuyo movimiento vortiginoso existía desde la eternidad; que se encontraron, y girando juntos, los más pesados fueron lanzados a los centros y los más ligeros a las circunferencias; cada una de estas concreciones fue llevada en una materia fluida que, al recibir un impulso de esta rotación, hacía que los más fuertes lo comunicaran a los más débiles. Esto parece una descripción muy semejante a la teoría cartesiana de los Vórtices Elementales, tomada de Anaxágoras y de algunos otros; ¡y se parece muy sospechosamente a los “átomos vorticales” de W. Thomson!

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El ilustrado masón belga acertarla más, añadiendo unas pocas cifras a esos cuatro mil años.

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Incluso Isaac Newton, el más grande entre los grandes, alude constantemente a una docena de filósofos antiguos. Al leer sus obras uno ve flotar en el aire las difusas imágenes del mismo Anaxágoras, Demócrito, Pitágoras, Aristóteles, Timeo de Locris, Lucrecio, Macrobio, e incluso de nuestro viejo amigo Plutarco. Todos ellos han sostenido una u otra de las siguientes proposiciones: a) que la más pequeña de las partículas de materia sería suficiente para llenar el espacio infinito, debido a su infinita divisibilidad; b) que existen dos Fuerzas emanadas del Alma Universal, combinadas en proporciones numéricas (las “fuerzas” centrípeta y centrífuga, de los modernos santos de la ciencia); c) que hay una mutua atracción de cuerpos, atracción que hace que estos últimos graviten, como ahora se dice, y se mantengan dentro de sus respectivas esferas; d) que hacían alusión de modo inconfundible a la relación que existe entre el peso y la densidad, o a la cantidad de materia contenida en una unidad de masa; y e) que la atracción (gravitación) de los planetas por el Sol está en relación proporcional a la distancia de esta luminaria. Finalmente, ¿no es un hecho histórico que la rotación de la Tierra y el sistema heliocéntrico fueran enseñados por Pitágoras –sin mencionar a Hicetas, Heráclides, Ecfanto, etc.– más de dos mil años antes del grito desesperado y ahora famoso de Galileo: “Eppur si muove”. Y mucho antes, ¿no conocían los sacerdotes de Etruria, y los Rishis 3 de la India, cómo atraer el relámpago, con muchos siglos de antelación a que se formara el astral de B. Franklin en el espacio? Euclides es respetado hasta hoy en día, quizás porque no se pueden falsear tan fácilmente las matemáticas y los números, como los símbolos y las palabras sostenidas en hipótesis improbables. Es posible que Arquímedes tuviese olvidadas en su época más cosas de las que jamás supieron nuestros matemáticos, astrónomos, geómetras, mecánicos, hidrostáticos y ópticos modernos. De no ser por Arquitas –el discípulo de Pitágoras– la aplicación práctica de la teoría de las matemáticas sería hoy en día todavía desconocida quizás en nuestra gran Era de invenciones y maquinaria. Inútil es recordar al lector todo lo que conocían los arios, por haberse consignado en otras publicaciones y obras nuestras que pueden obtenerse en la India. Sabio fue Salomón al decir que “nada nuevo existe bajo el Sol” y que todo lo que es “fue ya en los tiempos que nos precedieron”, excepto, quizás, las doctrinas teosóficas, de cuya “invención” acusan algunos a la humilde escritora del presente artículo. La procedencia originaría de esta cortés acusación es debida a los benévolos esfuerzos de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres. Tanto más lo hemos de agradecer a esta “mundialmente famosa y docta Sociedad” de “Investigaciones”, ya que sus escribientes son, según parece, incapaces en absoluto de inventar nada original por sí mismos, ni siquiera de fabricar una ilustración común.

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Sublimes personajes a quienes fueron desvelados los himnos védicos… distinguidos por su vasto saber y santidad. A pesar de haber completado su evolución como hombres, permanecen en las regiones superfísicas en contacto con la Humanidad, a fin de ayudarla en su progreso. Ver Glosario Teosófico.

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Así pues, ni los científicamente meticulosos catedráticos de Cambridge pueden prescindir de copiar algo de un libro antiguo; y no sólo omiten el reconocer la deuda, sino que incluso se toman la molestia de presentar el asunto al público como cosa original, sin tener siquiera el detalle de poner comillas. Y así, todo. En una palabra: puede decirse de las teorías científicas, que aquellas que son ciertas no son nuevas, y que las nuevas no son ciertas, o por lo menos son muy dudosas. Es muy fácil escudarse en “simples hipótesis”, pero lo es menos sostenerlas frente a la lógica y la filosofía. A fin de abreviar este importante asunto, sólo hemos de establecer una pequeña comparación entre las enseñanzas antiguas y las modernas. La ciencia moderna quiere hacernos creer que los átomos poseen propiedades innatas e inmutables. Lo que la filosofía oriental exotérica y esotérica llama divina Substancia Espiritual (Purusha–Prakriti )–o Espíritu–Materia eterna, inseparables el uno de la otra–, lo llama la ciencia moderna fuerza y materia, agregando como lo hacemos nosotros (ya que es un concepto vedantino) que, siendo ambos inseparables, la Materia es tan sólo una abstracción (más bien una ilusión). Los ocultistas orientales resumen y reducen las propiedades de la materia a la atracción y repulsión; los hombres de ciencia, a la gravitación y a las afinidades. Según esta doctrina, las propiedades de las combinaciones complejas no son más que los resultados necesarios de la composición de propiedades elementales; siendo las existencias más complejas los autómatas físico–químicos llamados hombres. La materia, que en un principio es dispersa e inanimada, engendra vida, sensación, emociones y voluntad, después de una serie completa de “intentos” consecutivos. Esta desafortunada expresión de Tyndall, obligó al escritor filosófico Delboeuf a criticar en términos muy irrespetuosos al científico inglés, y nos fuerza a convenir con el primero. La materia, o cualquier otra cosa condicionada del mismo modo, desde el momento que se la declara sujeta a leyes inmutables, no puede “andar a tientas”. Mas esto es una menudencia, en comparación con aquello de “la materia muerta o inanimada, produciendo vida y hasta fenómenos psíquicos propios de la mente más elevada”. Finalmente, un rígido determinismo reina sobre toda la Naturaleza. Todo lo que ha sucedido una vez a nuestro Universo automático, tenía que suceder, puesto que el porvenir de ese Universo está trazado en la más pequeña de sus partículas o “átomos”. Devolved –dicen– esos átomos a la misma posición y al orden en que se encontraban en el primer momento de la evolución del Cosmos físico, y se repetirán los mismos fenómenos universales, precisamente con el mismo orden, y el Universo volverá otra vez a sus condiciones presentes. A esto, contestan la lógica y la filosofía diciendo que no puede ser así, puesto que las propiedades de las partículas varían y se modifican. Si los átomos son eternos y la materia es indestructible, estos átomos nunca pudieron haberse originado; por lo tanto, no puede haber nada innato en ellos. Su substancia es la substancia homogénea Una (y nosotros añadimos divina), mientras que las moléculas

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compuestas reciben sus propiedades al principio de los ciclos de vida o Manvantaras 4 de dentro hacia fuera. Los organismos no pueden haberse desarrollado de la materia muerta o inanimada: en primer lugar, porque tal materia no existe; y en segundo lugar, porque la filosofía demuestra de manera concluyente, que el Universo no está “sujeto a la fatalidad”. La Ciencia Oculta enseña que el proceso universal de diferenciación se inicia de nuevo después de cada período de Mahâ–Pralaya 5; mas no hay razón alguna para creer que se repita servil y ciegamente. Las leyes inmutables duran tan sólo desde la fase incipiente hasta el final de la Vida Universal, siendo simplemente los efectos de una acción primordial, inteligente y completamente libre. Para los filósofos, como también para el Dr. Pirogoff, para Delboeuf y para otros muchos grandes pensadores actuales independientes, la Mente Universal (y para nosotros impersonal, ya que infinita), es el Demiurgo verdadero y primordial. ¿Qué ilustra mejor la teoría de los ciclos que el hecho siguiente? Unos 700 años aproximadamente a.C., se enseñaba en las escuelas de Thales y de Pitágoras la doctrina del verdadero movimiento de la Tierra, su forma y el sistema heliocéntrico completo. ¡Y en el año 317 d.C., encontramos a Lactancio –preceptor de Crispo César, hijo del emperador Constantino– enseñando a su discípulo que la Tierra era un plano rodeado por el cielo, y compuesto de Fuego y Agua! Además, el venerable Padre de la Iglesia ponía a su discípulo en guardia contra la doctrina herética de la forma globular de la Tierra, ni más ni menos como los “Padres Catedráticos” de Cambridge y de Oxford previenen ahora a sus alumnos contra las perjudiciales y supersticiosas doctrinas de la Filosofía Esotérica, tales como las de la Mente Universal, Reencarnación, y así sucesivamente. Muchos esoteristas actuales han resuelto tácitamente adoptar un proverbio del rey Salomón, parafraseado para su uso diario: “Más sabio es un hombre de ciencia a sus propios ojos, que siete filósofos capaces de aportar una razón”. Por eso, no se debe perder el tiempo en discutir con ellos; pero por otra parte, no debe ahorrarse esfuerzo alguno para poner de manifiesto sus errores y torpezas. El engreimiento científico de los orientalistas, en especial los que pertenecen a la rama más moderna –asiriólogos y egiptólogos– es verdaderamente fenomenal. Hasta ahora se había concedido alguna credibilidad a los antiguos –sus filósofos e Iniciados, en todo caso– de poseer conocimientos sobre algunas cosas que los modernos no podían volver a descubrir. Pero ahora, aun los más grandes Iniciados, son presentados al público como locos. He aquí un ejemplo: en la introducción de la obra del profesor Sayce, Hibbert lectures on the origin and growth of religion as illustrated by the religion of the ancient babylonians, publicada en 1887, sobre los antiguos babilonios, tropieza el lector con un acertijo capaz de hacer vacilar al más cándido admirador de la ciencia moderna. 4

Literalmente “Periodo entre Manús”. Período de manifestación del Universo equivalente a 306.720.000 años solares. Ver Glosario Teosófico.

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Literalmente “Gran Disolución”, la “Noche” que sigue al “Día de Brahmâ”. Es el gran reposo y sueño de toda la Naturaleza después de un período de activa manifestación. Es lo opuesto al Mahâ–manvantara. Ver Glosario Teosófico.

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Lamentándose de las dificultades y obstáculos que a cada paso encuentra el asiriólogo en sus estudios –después de presentar el “catálogo terrible” de las formidables luchas que ha de sostener el intérprete para encontrar un sentido a las inscripciones sacadas de fragmentos de ladrillos– el profesor confiesa que el estudiante que ha de leer esos caracteres cuneiformes, se ve frecuentemente expuesto “a emplear una construcción errónea respecto a pasajes aislados, cuyo contexto ha de suplirse con conjeturas”. ¡A pesar de lo cual, el sabio conferenciante pone “al asiriólogo moderno por encima del antiguo Iniciado babilónico”, en el conocimiento de los símbolos y de su propia religión! El pasaje merece citarse por entero: “Es cierto que muchos de los textos sagrados fueron escritos de modo que fueran inteligibles sólo para los Iniciados; pero los Iniciados estaban provistos de claves y aclaraciones, muchas de las cuales están en nuestras manos(?)… Podemos penetrar en el verdadero sentido de documentos que para ellos (el vulgo babilónico), constituían un libro cerrado. Pero aún hay más; las investigaciones que se han llevado a cabo durante el último medio siglo acerca de las creencias de las naciones del mundo, tanto pasadas como presentes, nos han suministrado indicios para la interpretación de esos documentos, que ni los mismos Sacerdotes Iniciados poseían”.

Lo que precede (la letra en itálica es nuestra) podrá apreciarse mejor presentándolo en forma silogística: Premisa mayor: Los antiguos Iniciados tenían claves y aclaraciones para sus textos esotéricos, de los que eran los Inventores. Premisa menor: Nuestros orientalistas poseen muchas de estas claves. Conclusión: ¡Ergo, los orientalistas tienen una clave que los mismos Iniciados no poseían! Y preguntamos ahora: en tal caso, ¿en qué estaban iniciados los Iniciados? ¿Y quién inventó los velos que ocultaban ciertas verdades? Pocos orientalistas podrían contestar a esta pregunta. Somos, sin embargo, más generosos, y quizás expongamos en páginas siguientes aquello en lo que jamás han sido iniciados nuestros modestos orientalistas, a pesar de todas sus pretendidas “claves”. “Sea pues; descendamos y confundamos su lenguaje de manera que no puedan 6

entenderse” .

Habiendo tratado ya de las ciencias físicas modernas, nos ocuparemos ahora de la filosofía y religiones occidentales. Todas ellas están igualmente basadas en el pensamiento pagano, y por otra parte exotérico, y de él derivan sus teorías y doctrinas. Pueden encontrarse fácilmente referencias a esto desde Schopenhauer y Herbert Spencer, hasta el Hipnotismo y la renombrada “ciencia mental”. Los filósofos alemanes modernizan el Budismo; los ingleses se inspiran en el Vedantismo; mientras que los 6

Gén. XI, 7.

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franceses, tomando de ambos, agregan a Platón con gorro frigio, y a veces, como hace Augusto Comte, el misterioso culto sexual o mariolatría de los antiguos extáticos y visionarios católico –romanos. Nuevos sistemas –llamados filosóficos– y nuevas sectas y sociedades surgen hoy día en cada rincón de nuestros países civilizados. Pero incluso las más elevadas entre ellas no concuerdan en ningún punto, a pesar de que todas aspiran a la supremacía. Y esto sucede porque ninguna ciencia ni filosofía, que son, como mucho, un trozo fragmentado de la Religión de la Sabiduría, puede existir por sí sola, ni ser completa en sí misma. Para que la Verdad sea completa, debe representar una continuidad ininterrumpida. No ha de tener huecos, ni han de faltar eslabones. Pero, ¿cuál de nuestras religiones, ciencias o filosofías modernas, está exenta de tales defectos? La Verdad es Una. Aun siendo como reflejo más pálido del Absoluto, no puede ser más dual que su propia condición de absoluto, no puede tener dos aspectos. Pero tal verdad no es para la mayoría en este mundo de ilusión, y en especial para aquellas inteligencias que carecen del elemento noético 7. Estas han de sustituir la plena y quasi absoluta verdad espiritual por la relativa que, teniendo dos lados o aspectos condicionados por las apariencias, conducen a nuestras “inteligencias cerebrales”, uno al intelectual materialismo científico, y el otro a la religiosidad materialista o antropornórfica. Pero al oponerse naturalmente con su contraria, incluso ese tipo de verdades no han de tener –si quieren presentar un sistema completo y coherente– ni lagunas ni contradicciones, ni eslabones perdidos 0 rotos, en la doctrina o sistema especial que trate de representar. A este propósito hay que hacer aquí una pequeña diferenciación. Estamos seguros de que algunos nos dirán que es precisamente ésta la objeción hecha a las exposiciones filosóficas, desde Isis sin Velo hasta La Doctrina Secreta. Conforme. Estamos plenamente dispuestos a confesar que esta última, en particular, aventaja en esos defectos a todas las demás obras filosóficas. Estamos prestos a reconocer las faltas que la crítica nos echa en cara: que está mal ordenada, que carece de método, que está sobrecargada de disgresiones mitológicas, etc. Mas no es un sistema filosófico, ni tampoco la Doctrina, llamada secreta o esotérica, sino sólo una relación de unos cuantos hechos que dan testimonio de aquélla. jamás ha pretendido ser la exposición completa del sistema que defiende en su totalidad, porque como la escritora no se jacta de ser una gran Iniciada, nunca hubiese podido, por lo tanto, emprender tan gigantesca obra; y además, porque de haber sido iniciada, hubiera publicado aún menos. Nunca nos hemos propuesto formar con las Sagradas Verdades un sistema íntegro, expuesto a las rivalidades y mofas de un público profano e iconoclasta. No pretende la obra dar una serie completa de explicaciones en todos sus detalles acerca de los misterios del Ser, ni trata de ganar la consideración de un sistema especial de 7

Por facultad noética entiende Hamilton la que suministra todos aquellos conocimientos que se originan en el espíritu mismo en oposición a la dianoética, facultad discursiva, elaborada o comparativa. La facultad noética se corresponde en la terminología escolástica con la inteligencia, potencia cognoscitiva de los principios o conocimiento inmediato, a diferencia de la razón, facultad de conocer mediante el raciocinio. Ver Enciclopedia Universal Ilustrada. Editorial Espasa–Calpe. Barcelona.

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pensamiento, como las obras de los señores Herbert Spencer, Schopenhauer o Comte. Al contrario, La Doctrina Secreta simplemente afirma que existe realmente un sistema conocido bajo el nombre de Religión de la Sabiduría, obra de muchas generaciones de Adeptos y Profetas; herencia sagrada de tiempos prehistóricos, conservada hasta hoy en el mayor secreto por los actuales Iniciados; e indica que varias corroboraciones de su existencia se encuentran hasta el presente en obras antiguas y modernas. Poniendo de manifiesto sólo unos cuantos fragmentos, demuestra cómo estos explican los dogmas religiosos de la presente época, y cómo pueden servir de señales a las religiones, a la filosofía y a la ciencia de Occidente a lo largo de los senderos no hollados del descubrimiento. La obra, esencialmente fragmentaria, expone hechos diversos enseñados en las escuelas esotéricas y guardados hasta ahora en secreto, por medio de los cuales se interpreta el simbolismo antiguo de varias naciones. No da las claves para descifrar el misterio, sino que se limita a levantar una punta del velo que oculta algunos de sus arcanos. No se establece en La Doctrina Secreta una nueva filosofía; sólo se presenta el significado oculto de algunas de las alegorías religiosas de la Antigüedad, aclarándolas con la luz de las Ciencias Esotéricas, y se indica la fuente común de la que han brotado todas las religiones y sistemas filosóficos del mundo. Su principal aspiración es demostrar que –por divergentes que puedan parecer en su aspecto externo u objetivo las doctrinas y sistemas respectivos de la Antigüedad– el acuerdo entre todos estos resulta perfecto en cuanto se examina el aspecto esotérico o interno de esas creencias y de su simbología, y se procede a una cuidadosa comparación. También se afirma que sus doctrinas y ciencias, que constituyen un ciclo íntegro de hechos cósmicos universales y axiomas y verdades metafísicas, representan un sistema completo y continuo; y que el hombre que sea bastante valeroso y perseverante –que se halle dispuesto a aplastar al animal que lleva en sí mismo y a olvidar suyo humano y sacrificarlo a su Ego Superior– puede hallar siempre el camino que le lleve a iniciarse en estos misterios. Esto es todo lo que sostiene La Doctrina Secreta. ¿No se encuentran en estos volúmenes unos cuantos hechos y verdades evidentes, –a pesar de todos los defectos literarios de la exposición– verdades que ya han sido probadas en la práctica en presencia de algunas personas, las cuales son mejores que: a) las más ingeniosas hipótesis “de Trabajo” propensas a desmoronarse en cualquier momento; b) los misterios inexplicables de los dogmas religiosos; c) las especulaciones filosóficas aparentemente más profundas? ¿Pueden las más imponentes de estas especulaciones ser realmente profundas, cuando desde el principio hasta el fin están limitadas y condicionadas por la mentalidad cerebral de su autor, y por lo tanto, empequeñecidas y mutiladas en aquel “lecho de Procrusto”8, reducidas a las limitadas percepciones 8

Monstruo mitológico, hijo de Poseidón, que robaba a los viajeros, les tendía sobre un lecho de hierro y les cortaba o estiraba las piernas si sobresalían o eran más cortas que éste. Teseo le sometió al mismo tormento y le dio muerte. “El lecho de Procrusto” se utiliza literariamente para calificar situaciones donde una persona es víctima de la violencia. Ver Pierre Grimal, Diccionario de Mitología Griega y Romana. Editorial Paidos. Barcelona.

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sensuales que no permiten a la inteligencia traspasar su círculo encantado? Ningún “filósofo” que considere los dominios espirituales como meras ficciones de la superstición, y las percepciones mentales del hombre simplemente como resultado de la organización del cerebro, puede ser jamás digno de ese nombre. El materialista tampoco tiene derecho al calificativo de filósofo, ya que significa “amante de la Sabiduría”; Pitágoras, que fue el que ideó este término compuesto, jamás limitó la Sabiduría a esta Tierra. El que afirma que el Universo y el Hombre son tan solo objeto de los sentidos, y encadena fatalmente el pensamiento al reino de la materia insensible, como hacen los evolucionistas darvinianos es, a lo más, un sofiófobo, cuando no un filosofastro 9, pero jamás un filósofo. Así es que, en esta época de materialismo, agnosticismo, evolucionismo y falso idealismo, no existe sistema alguno, por más intelectualmente que sea expuesto, capaz de mantenerse en pie, o que deje de ser criticado por otra escuela igualmente materialista; el mismo Herbert Spencer, el más grande de todos, es incapaz de contestar a ciertos ataques. Muchos recordarán la gran polémica que se entabló hace algunos años en los periódicos ingleses y americanos entre los evolucionistas, por una parte, y los positivistas, por otra. El tema de la disputa fue respecto a la posición y correspondencia que la teoría evolucionista mostraba hacia la religión. F. Harrison, el apóstol del positivismo, acusó a Herbert Spencer de limitar la religión a la esfera de la razón, olvidando que es el sentimiento y no el raciocinio el que juega el papel más importante en aquélla. También sacó a relucir Harrison “la falsedad e insuficiencia” de las ideas acerca de lo “Incognoscible”, según están desarrolladas en las obras de Spencer. Consideraba errónea la idea –por estar fundada en la aceptación del absoluto metafísico– y sostenía que era insuficiente, porque rebajaba la divinidad a la categoría de una abstracción vacía, desprovista de sentido10. A esto contestó el gran escritor inglés diciendo que jamás había pensado en ofrecer su “No conocido” e “Incognoscible” como objeto de culto religioso. Entonces entraron en escena los respectivos admiradores y defensores de Spencer y de Harrison, defendiendo unos la metafísica material del primer Pensador –si se nos permite emplear esta definición paradójica, aunque correcta, de la filosofía de Herbert Spencer–, y los otros, los argumentos del “Catolicismo romano sin Dios ni Cristo” de Augusto Comte11, recibiendo y dando ambos bandos duras quejas. Así, el conde d’Alviella12 descubrió de improviso que H. Spencer era una especie de deísta oculto, y sin embargo reverente, y comparó a Harrison con un casuista del Escolasticismo de la Edad Media. 9

Falso o pretencioso filósofo, que no tiene ni la instrucción ni la formación necesaria para ser considerado como tal. Ver Enciclopedia Universal Ilustrada. Editorial Espasa Calpe. Barcelona.

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Como lo que antecede se cita de memoria, no se pretende que sea literalmente exacto, sino presentar tan solo lo esencial del argumento. 11 El epíteto se debe a Huxley. En la conferencia que pronunció en Edimburgo el año 1868, The Physical Basis of Life, hizo observar que la filosofía de Comte podría describirse prácticamente como “Catolicismo menos Cristianismo”, y antagónica a la esencia misma de la ciencia. 12

Profesor de Historia Eclesiástica en la Universidad de Bruselas, en su filosófico Ensay on the Religions Meaning of the “Unknowable”.

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No citamos a los dos pensadores ingleses para discutir los méritos relativos del Evolucionismo materialista y del Positivismo, sino sólo con objeto de señalar un ejemplo de la confusión babélica del pensamiento moderno. Mientras los evolucionistas de la escuela de Herbert Spencer sostienen que la evolución histórica del sentimiento religioso consiste en la constante abstracción de los atributos de la Deidad –y su separación final de las primitivas concepciones concretas (la desaparición de los atributos humanos)–, los comtistas, por su parte, mantienen otra versión. Afirman que el fetichismo o culto directo de la Naturaleza, fue la religión primitiva del hombre; y que sólo después de una evolución muy larga, llegó al antropomorfismo. Su deidad es la Humanidad; y el Dios al que rinde culto es la especie humana, según creemos entenderlo. El único medio, por tanto, de poner fin a la disputa, es averiguar cuál de las dos teorías “filosóficas” y “científicas” es la menos perjudicial y la más probable. ¿Es cierto, según d’Alviella nos asegura, que lo “Incognoscible” de Spencer encierra todos los elementos necesarios de la religión; y que, como parece dar a entender aquel notable escritor, “el sentimiento religioso tiende a emanciparse de todo elemento moral”? ¿O debemos aceptar el otro extremo, y convenir con los conitistas, que la religión se irá uniendo gradualmente al altruismo, fundiéndose y desapareciendo en él, y en el servicio que presta a la Humanidad? Inútil es decir que la Filosofía Esotérica –si bien rechaza el aspecto exclusivo, y por lo tanto, limitado de ambas ideas– puede, sin embargo, reconciliarlas, tanto en el terreno metafísico como en el práctico. No es esta ocasión oportuna para exponer el modo de llevar esto a cabo, aunque todo esoterista, familiarizado con las doctrinas fundamentales de la Filosofía Esotérica, puede hacerlo por sí mismo. Nosotros creemos en un “Incognoscible” impersonal, y sabemos que los cultos basados en ideas antropomórficas, no se dirigen a lo Absoluto; la Filosofía Esotérica rechaza al “El” spenceriano, y lo sustituye por el pronombre impersonal “Lo”, siempre que habla de “lo Absoluto” y de “lo Incognoscible”, y enseña que el altruismo y el sacrificio de sí mismo, la fraternidad y la compasión hacia cada ser viviente, es la primera y principal de todas las virtudes, sin que por esto rinda culto al hombre o a la Humanidad. Además, el Positivismo no admite el alma inmortal en los hombres, ni cree en vida futura alguna ni en la reencarnación; semejante “culto” es peor que el fetichismo: es zoolatría, el culto de los animales. Porque sólo aquello que constituye el verdadero Hombre es, según las palabras de Carlyle, “la esencia de nuestro ser, el misterio en nosotros que se llama a sí mismo “Yo”… un soplo del Cielo; el Ser Superior se revela a sí mismo en el hombre”. Si esto se niega, el hombre no es más que un animal; “la vergüenza y el escándalo del Universo”, como dice Pascal. Es la antiquísima historia, la lucha de la materia y del espíritu, la “supervivencia del menos capaz” por ser el más fuerte y más material. Pero el período en que la humanidad naciente –obedeciendo a la ley de la evolución natural y dual– descendía junto con el espíritu a la materia, ha terminado. Nosotros, la Humanidad, estamos ayudando ahora a la materia a elevarse hacia el espíritu; y para hacer esto tenemos que ayudar a la 12

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substancia a librarse de la esclavitud de los sentidos. Nosotros, hombres de la Quinta Raza–Raíz, somos los descendientes directos de la humanidad primitiva de aquella Raza; aquellos que después del Diluvio nos esforzamos, recordándolo, en salvar la Verdad y la Sabiduría antediluvianas, y fuimos derrotados en nuestro empeño por el oscuro Genio de la Tierra –el espíritu de la materia a quien los gnósticos llamaban Ilda–Baoth, los judíos Jehovah–; ¿Pensáis acaso, que la misma Biblia de Moisés, el libro que tan bien conocéis y entendéis tan mal, dejó de consignar su testimonio sobre tal afirmación acerca de la Antigua Doctrina? No, ciertamente no. Permitidnos examinar un pasaje que os resulta familiar, para interpretarlo en su verdadero sentido. En un principio, o más bien en la infancia de la Quinta Raza, “toda la Tierra tenía una sola voz y un solo idioma”, dice el capítulo XI del Génesis. Esto leído esotéricamente, significa que la humanidad tenia una doctrina universal, una filosofía común a todos; y que los hombres estaban ligados por una religión, ya sea que este término se derive del verbo latino relegare, “reunir o estar unido” de palabra o de pensamiento, ya de religens, “reverenciar a los Dioses”, o de religare “ligar estrechamente”. Tomado en un sentido o en otro, significa indudablemente que nuestros antepasados aceptaron desde antes del Diluvio una verdad; esto es, que creían en el conjunto de hechos subjetivos y objetivos que forman el todo consistente, lógico y armónico, que llamamos Religión de la Sabiduría. Ahora bien; leyendo entre líneas los nueve primeros versículos del capítulo XI, tendremos lo siguiente: Sabios en su tiempo, nuestros primitivos padres, evidentemente conocían el axioma imperecedero que enseña que “sólo en la unión está la fuerza”, tanto en la unión del pensamiento como en la de las naciones, por supuesto. Por tanto, para no “ser esparcidos por la desunión sobre la faz de la Tierra”, y para que en consecuencia no fuese rota su Religión de la Sabiduría en mil pedazos, y para que ellos mismos –en vez de elevarse como hasta entonces hacia el Cielo, por medio del conocimiento– no comenzasen por causa de la fe ciega a gravitar hacia la Tierra, los Sabios, que “venían del Oriente” idearon un plan. En aquellos días los templos eran centros de enseñanza, no de superstición; los sacerdotes enseñaban la Sabiduría Divina, no dogmas inventados por el hombre, y la última palabra de su actividad religiosa no se centraba en las cajas de las limosnas, como ahora sucede. Así pues, dijeron: “edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide pueda alcanzar el Cielo, y pongámosle un nombre. E hicieron ladrillo cocido y lo emplearon en vez de piedra, y construyeron con él una ciudad y una torre”. Esta es una historia muy antigua, tan familiar para el mendigo que acude a las escuelas dominicales, como para Gladstone. Ambos creen sinceramente que los descendientes del “maldito Ham” fueron pecadores soberbios, cuyo objeto era el mismo que el de los Titanes: insultar y destronar a Zeus–Jehovah, escalando el “Cielo”, su supuesta mansión.

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Mas desde que encontramos esta historia en las Escrituras reveladas 13 debemos suponer que tiene, como todo lo demás en ellas contenido, su interpretación esotérica. En esto nos ayudará el Simbolismo Oculto. Todas las expresiones que hemos escrito con itálicas, leídas en el original hebreo, y de acuerdo con los cánones del Simbolismo Esotérico, presentarán una construcción por completo diferente. Así: “Y toda la Tierra (la humanidad) sólo tenía una voz (es decir, proclamaba las mismas doctrinas) y unas mismas palabras” (no un solo “idioma” como dice la versión autorizada). Ahora bien, el sentido cabalístico de los términos “palabras” y “palabra” puede hallarse en el Zohar y también en el Talmud. “Palabras” (Dabarim), significa “poderes”; y “palabra” en singular, es sinónimo de “Sabiduría”. Ejemplo: “El mundo fue creado por la enunciación de diez palabras” (Talmud). Aquí las “palabras” se refieren a los diez Sephiroth 14, Constructores del Universo. Además: “Por la Palabra (Sabiduría, Logos) de YHVH15 fueron hechos los Cielos”. “Y el hombre16, el jefe principal, dijo a su vecino: vamos, hagamos ladrillos (discípulos) y cozámoslos hasta quemarlos (iniciémosles, llenémosles del Fuego Sagrado); construyámonos una ciudad (establezcamos Misterios

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Palabra curiosa, o mejor dicho desgraciada, significa lo diametralmente opuesto al sentido que se le da. Porque la palabra “revelar” o “revelado” es derivada del latín revelare, “cubrir de nuevo con un velo” (y no “revelar” de “revelación”, mostrar lo que estaba oculto), o sea de re “de nuevo, nuevamente”, y velare, “velar u ocultar alguna cosa”, que a su vez se deriva de la palabra velum, “velo, o cubierta”. Así Moisés, en vez de descorrer el velo, lo que hizo fue velar una vez más las leyendas y alegorías teológicas de los egipcios y caldeos, en las que, como hombre «instruido en la Sabiduría de Egipto”, había sido iniciado. Sin embargo, no fue Moisés el primer revelador u ocultador, como observa muy bien Ragón. Miles de años antes veló Hermes los misterios indos, a fin de adaptarlos a la Tierra de los Faraones. Por descontado, ya no existe actualmente autoridad clásica alguna para satisfacer al filólogo ortodoxo: mas la autoridad oculta que sostiene que originariamente la palabra revelare significa “velar de nuevo”, y por consiguiente, que “revelación” significa echar un velo sobre un asunto, ponerle detrás de una cortina, es positivamente fortísima. 14

Según el Glosario Teosófico, “es el plural de Sephira. Son las diez emanaciones de la Deidad… El concepto de la Deidad contenido en las diez Sephiroth es muy sublime, y cada Sephira es para el cabalista una representación de un grupo de sublimes ideas, títulos y atributos, que el nombre sólo expresa débilmente”. Para más detalles, consúltese La Doctrina Secreta, vol.V, págs. 171–173. Ed. Kier. Buenos Aires, 1981. 15

Las cuatro místicas letras del nombre de Jehovah.– I(e) H(o) V(a) H. Por el significado simbólico de cada una de ellas, forman juntas el perfecto emblema bisexual, el símbolo masculino–femenino compuesto del lingam y del yoni indos. Teniendo a Dios por inefable, los rabinos en sus escritos evitaron pronunciarlo llamándole “el Nombre único”, “Adonai (Señor)”. Se le llamó además, Tetragrammaton, por constar de cuatro letras en lengua hebrea. Su verdadera pronunciación antigua es ahora desconocida. La prohibición de pronunciar el nombre de Jehovah fuera de algunos casos muy excepcionales es antiquísima siendo vigente ya en el principio de la Era Cristiana. Ver Glosario Teosófico. 16

Esto es traducido del original hebreo. “Jefe principal” (Rab–Mag) significa literalmente Maestro Mago, Maestro o Guru, como según vemos, lo fue Daniel en Babilonia

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y enseñemos la Doctrina)17 y una torre cuya cúspide pueda llegar al Cielo” (Ziggurrat) (el límite más alto que se puede alcanzar en el espacio). La gran torre de Nebo, de Nabi, en el templo de Bel, se llamaba “la casa de las siete esferas del Cielo y de la Tierra”, y “la casa de la fortaleza (o fuerza, tagimut) y la piedra angular del Cielo y de la Tierra”. Muestra la Simbología Oculta, que el cocer ladrillos para una ciudad, significa enseñar a los discípulos la Magia; una piedra “labrada” significa un Iniciado completo. La palabra griega Petra y la aramea Kephas (que significa piedra) tienen el mismo sentido, que es “intérprete de los Misterios”, un Hierofante 18. El “cocer con un gran fuego” se refería a la Iniciación Suprema. Así la sentencia de Isaías, “han caído los ladrillos, pero edificaremos (de nuevo) con piedras labradas”, resulta clara. Para la verdadera interpretación de los cuatro últimos versículos de la alegoría genesíaca acerca de la supuesta “confusión de lenguas”, podemos consultar la versión legendaria de los Yezidis 19 , y leer esotéricamente los versículos 5, 6, 7 y 8 en Gén. XI: 20

“Y Adonai (el Señor) descendió y dijo: He aquí, el pueblo es uno (el pueblo está unido en pensamiento y en hecho) y todos tienen un mismo lenguaje (doctrina). Y ahora principian a difundirlo y nada les será impedido (tendrán poderes mágicos completos y conseguirán todo aquello que deseen por medio de ese poder, Kriyâshakti

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de lo que han imaginado”.

Y ahora, ¿qué son los Yezidis y su versión, y qué es Adonai? Ad es “el Señor”, su dios ancestral; y los Yezidis son una secta musulmana herética, diseminados por Armenla, Sirla y especialmente Mosul, el sitio preciso de Babel (véase Chaldean Account of Genesis), los cuales son conocidos bajo el nombre extraño de “adoradores del Diablo”. 17

Cuando se dice de algunos héroes homéricos, tales como Laomedonte, el padre de Príamo, que construyeron ciudades, lo que fundaban en realidad eran los Misterios e introducían la Religión de la Sabiduría en países extranjeros. 18 Literalmente “el que explica cosas sagradas” el desvelador de la Ciencia Sagrada y Jefe de los iniciados. Título perteneciente a los más elevados Adeptos en los templos de la Antigüedad e iniciadores de los Grandes Misterios finales. El Hierofante representaba al Demiurgo. Era el único expositor de las doctrinas y arcanos esotéricos. Estaba prohibido hasta pronunciar su nombre delante de un no iniciado. Residía en Oriente y llevaba como símbolo de su autoridad un globo de oro colgado al cuello. Se le denominaba también Mistagogo. Ver Glosario Teosófico. 19

Pueblo de origen kurdo que habita en las montañas de Siujar, al N. de Mesopotamia, y que se halla esparcido por Kurdistán, Armenia y Cáucaso. Su particular religión es muy similar al Zoroastrismo siendo los elementos principales el Bien y el Mal en perpetua lucha. Enciclopedia Universal Ilustrada. Editorial Espasa–Calpe. Barcelona. 20

Significaba lo mismo que Adonis. Comúnmente traducido “Señor”. Astronómicamente es el Sol. Cuando en la lectura un hebreo llegaba al nombre de IHVH, llamado Jehovah hacía una pausa y los sustituía por Adonai (Adni). Ver Glosario Teosófico. 21 Es el poder del pensamiento, una de las Siete Fuerzas de la Naturaleza. Es la potencia creadora de los Siddhis (poderes) de los Yogis perfectos. Kriyâshakti es aquel misterioso y divino poder latente en la voluntad de cada hombre, que si no es avivado y desarrollado por la práctica del Yoga, sólo uno de cada millón de hombres consigue plasmarlo. Los Antiguos sostenían que una idea cualquiera se manifestará exteriormente si la atención (y la voluntad) de uno está profundamente concentrada en ella. Ibídem.

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Su profesión de fe es muy original. Reconocen dos poderes o Dioses: Allah y Ad (o Ad–onai); pero identifican el último con Sheitan o Satán. Esto es natural, puesto que Satán es también “un hijo de Dios”22. Según se declara en Hibbert lectures…, Satán el “Adversario”, era el ministro y el ángel de Dios. Por consiguiente, cuando se les interroga acerca de la causa del culto extraño que tributan al que ha llegado a ser la encarnación del Mal y del Negro Espíritu de la Tierra, explican la razón de ello de un modo, si bien irreverente, muy lógico. Dicen que siendo Allah el Bien Supremo, no ha de hacer daño a la más insignificante de sus criaturas. Por tanto, no necesita oraciones ni sacrificios de animales. Pero que siendo Ad o el Diablo, Todo Mal, cruel, envidioso, vengativo y orgulloso, necesitan –para su propia supervivencia– alcanzar su favor por medio de sacrificios ígneos que sean agradables a su olfato, y halagarle y adularle como quiera que sea. Preguntad a cualquier Cheij 23 de los Yezidis de Mosul qué tienen que decir respecto a la confusión de lenguas cuando Allah “descendió para ver la ciudad y la torre que los hijos de los hombres habían edificado”, y os dirán que no fue Allah, sino Ad, el dios Sheitan, quien lo hizo. El celoso Genio de la Tierra tuvo envidia de los poderes y santidad de los hombres (de igual modo que el dios Vishnu envidia los grandes poderes de los Yogis, aun cuando sean Daityas 24; y por lo tanto, esa deidad de materia y concupiscencia confundió sus entendimientos, tentó a los “Constructores” y les hizo caer en sus redes; y habiendo perdido así su fuerza, perdieron con ella también su saber y sus poderes mágicos; se casaron entre ellos y se “esparcieron sobre la faz de la Tierra”.

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Se ordena en el Eclo. XXI, 30, no maldecir a Satán, “so pena de perder la vida”. ¿Por qué? Porque en sus permutaciones “el Dios Señor”, Moisés y Satán, son uno sólo. El nombre que daban los judíos mientras estuvieron en Babilonia a su Dios exotérico, el sustituto del verdadero Dios de quien jamás hablaban, y acerca del cual nunca escribían, era el Mosheh asirio o Adar, el dios del Sol abrasador (el “Señor tu Dios, es una llama consumidora”) y por consiguiente, Mosheh o Moisés, brillaba también. En Egipto, Typhon (Satán) el rojo se identificaba a la vez con el asno rojo Typhon, llamado Set o Seth (al que rendían culto los hititas), el cual era el mismo que El (el Dios de los asirios y semitas, o Jehovah), y con Moisés, el rojo, también. Porque Moisés era de piel roja. Según el Zohar, B'sar d'Mosheh soomaq, es decir, la carne de Moisés era de color rojo oscuro, y las palabras se refieren al dicho: “La faz de Moisés era semejante a la faz del Sol”. Estos eran los tres aspectos del Dios manifestado (el sustituto de Ain Soph, la Deidad infinita) o la Naturaleza en sus tres reinos principales: el Ígneo o el Solar, el Humano o Liquido, el Animal o Terrestre. Jamás existió un Mosheh o Moisés antes del cautiverio y de Esdras (que compiló el Pentateuco hacia el 450 a. C.) el profundo cabalista; y lo que es ahora Moisés, tenía otro nombre dos mil años antes. ¿Dónde están los rollos o documentos hebreos anteriores a esa época? Además, en las Hibbert lectures… del Dr. Sayce, hallamos una corroboración de esto. Adar es el “Dios de la Guerra” asirio, o el Señor de las Huestes, y el mismo que Moloch. El equivalente asirio de Mosheh (Moisés) es Masu, el “doble” o el “gemelo”; y Masu es el título de Adar, que también significa un “héroe”. Nadie que lea con atención los discursos aludidos de Sayce, dejará de ver que Jehovah, Masu y Adar, con otros varios son permutaciones. 23

Grado superior de la casta sacerdotal de los Yezidis. Pueden celebrar las más elevadas ceremonias y casarse. Ver Enciclopedia Universal Ilustrada. Editorial Espasa–Calpe. Barcelona. 24

Gigantes, Titanes, y exotéricamente demonios, pero en realidad idénticos a ciertos Asuras, dioses intelectuales, adversarios de los inútiles dioses del ritualismo y enemigos de los Pújâ o sacrificios. Ver Glosario Teosófico.

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Más lógico es esto que el atribuir a “Dios” –que es el Bien Supremo– travesuras tan poco divinas como las que se le imputan en la Biblia. Además, la leyenda acerca de la Torre de Babel, y la confusión del lenguaje, como sucede con tantas otras cosas, no es original, sino que viene de los caldeos y babilonios. George Smith encontró el original en un fragmento mutilado de las tablillas asirlas, aunque nada se dice respecto a la confusión del lenguaje. En Chaldean Account of Genesis, dice: “He traducido con desconfianza la palabra lenguaje, jamás he visto la palabra asiria con ese sentido”. Cualquiera que lea la traducción fragmentaria hecha por G. Smith en el citado volumen, hallará la versión mucho más acorde con la de los Yezidis que con la del Génesis. Aquél cuyo “corazón era malo” y que era “perverso”, fue el que confundió los “designios de los hombres”, no su “lenguaje”, y quien destruyó “el Santuario… que encerraba la Sabiduría” y “ellos lloraron amargamente sobre Babel”. Y así debieran “llorar” todos los filósofos y amantes de la Antigua Sabiduría; porque desde entonces comenzaron las mil y una sustituciones exotéricas de la Doctrina Única Verdadera o Palabra, oscureciendo más y más la inteligencia de los hombres, y derramando sangre inocente con feroz fanatismo. Si nuestros filósofos modernos hubiesen estudiado los antiguos libros de la Sabiduría, la Kabalah, por ejemplo, en vez de burlarse de ellos, habrían encontrado desvelados muchos de los secretos de la Iglesia y del Estado antiguos. Mas como no lo han hecho, el resultado es evidente. El negro ciclo del Kali Yuga ha traído de nuevo una Babel delpensamiento moderno; la “confusión de las lenguas” nos parecerá incluso “armónica” si se compara con esta Babel. Todo es oscuro e incierto; no existen argumentos en parte alguna; ni en las ciencias, ni en la filosofía, ni en las leyes, ni siquiera en las religiones. Mas, “desgraciados aquellos que llaman al mal bien, y al bien mal; siembran tinieblas en vez de luz, y luz en vez de tinieblas”, según dice Isaías. Los elementos mismos parecen confundidos y cambiados los climas, como si los mismos Diez Superiores celestiales hubiesen perdido la cabeza. Todo lo que uno puede hacer, es sentarse tranquilamente y observar triste y resignado, mientras: “La floja vela cambia de una banda a otra; En el barco sin gobierno penetran las olas; Llevado adelante, arrastrado a la ventura, Rómpense los remos… el timón se pierde.”

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LA CAÍDA DE LOS IDEALES

LA CAÍDA DE LOS IDEALES “El mal nos llena de deudas a pagar, el Bien libera y redime, huye del mal, sigue el bien; ¡gobiérnate a ti mismo! Este es el Camino.” GAUTAMA BUDDHA

INTRODUCCIÓN

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l debate filosófico comenzó en nuestro articulo El Origen del Mal, y continúa en éste, que es reedición de un artículo que se publicó en la revista Lucifer, en 1889. Un cuidadoso estudio de estos dos artículos desvelará la verdad de las sabias palabras de un gran Adepto:

“Después de tener en cuenta los males que son naturales y no pueden ser evitados –y son tan pocos que yo reto a toda la hueste de metafísicos occidentales a que los llamen males, o que los conduzcan directamente a una causa independiente–, señalaré el mayor y principal motivo de casi los dos tercios de los males que persiguen a la Humanidad desde que éste se convirtió en poder: es la religión, cualquiera que sea su forma, y en la nación que sea; es la casta sacerdotal, el clero y las Iglesias; en esas ilusiones que el hombre tiene como sagradas, es donde se tiene que hallar el origen de esa multitud de males, los cuales son la mayor maldición de la Humanidad y de casi todas las agresiones del género humano. La ignorancia creó a los Dioses, y los astutos aprovecharon la oportunidad. Miremos la India, el Cristianismo, el Islamismo, el Judaísmo, y el Fetichismo. Es la imposición por parte de los sacerdotes lo que hace aparecer a esos Dioses tan terribles para el hombre. La religión ha convertido a éste en un hipócrita egoísta: el fanático que odia a todo hombre que no pertenezca a su propia secta sin otorgarle nada mejor ni más moral a cambio. Es la creencia en Dios y los Dioses, lo que ha convertido a las dos terceras partes de la Humanidad en esclavos de unos pocos, de aquellos que les engañan bajo la falsa pretensión de salvarlos. ¿No está el hombre siempre dispuesto a cometer cualquier clase de males si se le dice que su Dios o Dioses se lo piden?; víctima voluntaria será de un Dios engañoso, esclavo y abyecto de sus artificiosos ministros. Los campesinos irlandeses, italianos y eslavos morirían de hambre y verían a su familia sucumbir de inanición y desnuda, por alimentar y vestir a su “padre” y Papa. Durante dos mil años la India gimió bajo el peso de las castas, los brahmanes sólo se alimentaban de las riquezas de la tierra, y hoy los seguidores de Cristo y los de Mahoma se despedazan entre ellos, en el nombre de y por el engrandecimiento y la gloria de sus respectivos mitos. Recuerden que la suma de las miserias humanas no disminuirá hasta el día en que la mejor parte de la Humanidad destruya los altares de sus falsos dioses en nombre de la Verdad, Moralidad y Caridad Universal.”

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n un mundo de ilusión dirigido por la ley de la evolución, nada sería más natural que los ideales del Hombre (entendiendo a éste como la totalidad del género humano) estuvieran siempre cambiando. Una parte de la Naturaleza le rodea, esa proteica y siempre cambiante Naturaleza, y así como cada una de sus partículas es transformada incesantemente, mientras que el armonioso cuerpo permanece como un todo, siempre el mismo, el hombre estará continuamente cambiando, física, intelectual, moral, espiritualmente. En un momento dado, se encontrará en el punto más alto del desarrollo; en otro, en el más bajo. Y como alternativamente sube y baja tanto, su moral natural se expandirá y contraerá; así su código de moral unas veces reunirá los más nobles, altruistas y elevados ideales, mientras que en otras, la conciencia que lo dirige no será sino el reflejo del egoísmo, la brutalidad y la falta de fe. Pero esto, solamente es en lo externo, en el plano ilusorio. En su interior, o mejor dicho en su constitución esencial, tanto la Naturaleza como el hombre son lo mismo, porque su esencia es idéntica. Todo nace, se desarrolla y se dirige hacia la perfección en la matriz donde se originó su percepción externa, o como dijo un filósofo “siempre llegando a”. Pero en el último extremo de la esencia espiritual, todo es y por lo tanto permanece inmutable. Todo va hacia esa Esencia eterna, adonde cada cosa y cada ser tienden gradualmente, de manera casi imperceptible, pero con tanta seguridad como el Universo poblado de estrellas y mundos se mueve hacia un misterioso punto, al que la Astronomía aún no ha dado nombre, y que es llamado por los ocultistas el Sol Central Espiritual. Es señalado en casi todas las épocas históricas que un vasto intervalo –casi un vacío– dista entre el ideal de perfección y su aplicación práctica. A pesar de esto, cada cierto tiempo aparecieron en la Tierra grandes genios que enseñaron a la Humanidad a mirar más allá del velo de la ilusión, y el hombre aprendió que ante él no existía un abismo infranqueable, sino que la providencia que guía a la humanidad es quien, mediante sus más altas y espirituales razas, ha de rellenar cada vez más el gran hueco, en cada ciclo venidero. Pues, como una unidad, cada hombre tiene la facultad de poder llenar ese vacío con su propio mito. Sí, todavía existen hombres que, a pesar del presente estado caótico del mundo moral y los tristes despojos de los más altos ideales humanos, persisten en creer y enseñar que el actual ideal de perfección humano no es un sueño, sino una ley de naturaleza divina; y que la Humanidad aún deberá esperar quizás millones de años hasta que llegue el día en que se transforme en una raza de dioses. Mientras tanto, los periódicos ascensos y descensos de la naturaleza humana en su aspecto exterior apartan al hombre de su posición, pues la percepción media de la Humanidad es demasiado débil para ver que ambos procesos ocurren cada vez en un nivel más elevado que el precedente. Pero para tales transformaciones no siempre se

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necesitan siglos, pues algunos cambios externos son forjados por veloces fuerzas activas –por ejemplo: guerras, nuevas teorías, epidemias, devastación por hambre o fanatismo religioso–, y por lo tanto, las masas ciegas imaginarán que el hombre fue, es, y será el mismo. A nuestros ojos, la humanidad es como nuestro globo, aparentemente estacionario; sin embargo ambos se mueven en el espacio y en el tiempo con velocidad semejante, alrededor de sí mismos y avanzando. Además, cualquiera que sea el fin de esta evolución, el hombre era desde el nacimiento de su conciencia, y todavía lo es, el vehículo de un espíritu dual, el bien y el mal. Como las hermanas gemelas del gran poema póstumo de Víctor Hugo, Satanás –la progenie surgida respectivamente de la Luz y las Tinieblas–, el ángel “Libertad” y el ángel “Isis-Lilith”, han escogido al hombre como habitáculo en la Tierra, y ambos están en eterna disputa dentro de él. Las Iglesias dicen al mundo que “el hombre nace en pecado”, y San Juan (I Epístola III, 8) agrega que: “Aquel que cometa pecado es del mal, pues el mal pecó, desde el principio”. Aquellos que todavía creen en la fábula de “la costilla y la manzana”, y en «Satanás» –el ángel rebelde creen como consecuencia, por supuesto, en un Diablo personal como contraste –en una religión dualista– un Dios personal. Nosotros, filósofos esoteristas, no creemos en ninguno. Vamos, quizás, más allá de la letra muerta de la Biblia. Pues decimos que, como entidades extracósmicas, no hay diablo ni dios; no obstante ambos existen. Y añadimos que ambos habitan en la Tierra, en el hombre, el verdadero hombre en sí mismo, que es –como un ser físico– el diablo, el verdadero vehículo del mal, y –como una entidad espiritual– es Dios o el bien. Por lo tanto, al decirle a la Humanidad “tú tienes el diablo en ti” se dice tanto de verdad metafísica como cuando decimos a todos sus hombres “¿No conocéis a ese dios que habita en vosotros?” Ambas declaraciones son ciertas. Pero nosotros estamos en el punto crítico del gran ciclo social, y es la primera evidencia la que domina ahora. Sin embargo –parafraseando un texto de San Pablo– “hay muchos diablos… pero no hay más que un Satanás”; así, mientras nosotros tenemos una gran variedad de demonios constituyendo colectivamente la Humanidad, hay pocos, si los hay, de tan grandiosos caracteres satánicos como los descritos por Milton, Byron, y recientemente por Víctor Hugo. Por lo tanto, debido a tal mediocridad, los ideales humanos están cayendo, para permanecer irremplazados; una vida en prosa tan espiritualmente muerta como la niebla de Londres en noviembre, da tanta vitalidad al materialismo brutal y los vicios –de los que los siete pecados capitales no serían más que una pequeña parte– como esa niebla fomenta los microbios patógenos. Ahora raramente encontramos en el corazón humano aspiraciones dirigidas al ideal eterno, sino que, en lugar de ello, cada pensamiento tiende hacia la única y central idea de nuestro siglo, el gran “Yo”, que es para cada uno el único centro posible alrededor del cual todo el Universo está para girar y rodar. Cuando el emperador Juliano –llamado “el Apóstata” porque, al creer en los grandes ideales de sus antecesores, los Iniciados, no quiso aceptar la antropomorfización– vio por última vez a sus amados Dioses que se le aparecieron, lloró. 4

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¡Ay!, ellos no fueron los brillantes seres espirituales que él había adorado, sino sólo las decrépitas, pálidas y gastadas sombras de los Dioses que tanto amó. Tal vez ellos fueron las visiones proféticas de los ideales desaparecidos de su época, y también de nuestro propio ciclo. Estos “dioses” son ahora considerados por la Iglesia demonios, y así son llamados; mientras que quien les guarde un poético y dilatado amor es inmediatamente tachado como un Anticristo y un Satanás moderno. Bien, Satanás es un término elástico y nadie ha dado todavía siquiera una definición lógica aproximada del significado simbólico del nombre. El primero que lo antropomorfizó fue John Milton, él es un verdadero padre intelectual putativo, como está ampliamente admitido que el teológico Satanás de la Caída es el “Hijo de la Mente” del poeta ciego. Sin sus atributos teológicos y dogmáticos, Satanás es simplemente un adversario; no necesariamente un “diablo travieso” o un “perseguidor de hombres”, sino posiblemente también un enemigo del mal. El pudo, de ese modo, convertirse en el Salvador de los oprimidos, un paladín de los débiles y pobres, aplastado por los demonios, menores (los hombres), los demonios de la avaricia, egoísmo e hipocresía. Michelet lo llama el “Gran Desheredado”, y lo acepta en su corazón. El Satanás gigante del concepto poético no es, en realidad, sino el compendio de todos los descontentos y nobles entendimientos de la época. Pero Víctor Hugo fue el primero en comprender la oculta verdad. Satanás, en su poema así llamado, es una Entidad verdaderamente grandiosa, con la suficiente humanidad en él para poder ser comprendido por un intelecto normal. Entender el Satanás de Milton y de Byron es como intentar apresar un puñado de niebla: no hay nada humano en ellos. El Satanás de Milton pelea con ángeles que son especie de marionetas volátiles, sin espontaneidad, sacadas al escenario de la existencia y la acción por el hilo invisible de la predestinación teológica. El Lucifer de Hugo entabla una espantosa batalla con sus propias y terribles pasiones, y nuevamente se convierte en Arcángel de la Luz después de las agonías más pavorosas jamás concebidas por una mente mortal ni escritas por una pluma humana. Todos los demás modelos satánicos palidecen ante su esplendor. El Mefistófeles de Goethe es un verdadero diablo de la Teología; el Ahrimán del Manfredo de Byron es un personaje demasiado sobrenatural que incluso tiene poca afinidad con el elemento humano, y es tan elevado como fue el genio de su creador. Todas estas figuras se empequeñecen ante el Satanás de Víctor Hugo, quien ama tan intensamente como odia. Manfredo y Caín son las Protestas encarnadas de los oprimidos, agraviados y perseguidos individualmente, contra el “Mundo” y la “Sociedad” –aquellos demonios gigantes y monstruos salvajes de injusticia colectiva–. Manfredo es el modelo de una voluntad indomable, orgulloso, que no se doblega ante ninguna influencia terrenal o divina, que valora su absoluta libertad de acción por encima de cualquier sentimiento o consideración social, superior a la Naturaleza y a todo lo que hay en ella. Pero, tanto en Manfredo como en Caín, el sí-mismo, el “Yo”, es siempre prioritario, y no hay una chispa de amor redentor en ellos, sino de miedo. Manfredo tampoco se someterá al universal Espíritu del Mal; todavía permanece solo, cara a cara, con el 5

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oscuro oponente de Ahura-Mazda (luz Universal), Ahrimán y sus incontables huestes de la Oscuridad. Estos modelos nacen de un intenso preguntarse, de un asombro espantoso y atrevida actitud desafiante, pero que no mueve a resentimientos humanos; además, ellos son sobrenaturales. Byron nunca pensó en unificar a su Arcángel con aquella chispa imperecedera de amor, la cual constituye –y d e b e constituir– la esencia del “Primer–Nacido” fuera de la esencia homogénea de la eterna Armonía y Luz, y es el elemento de la piadosa reconciliación, incluso en su (según nuestra filosofía) última progenie terrenal, la Humanidad. La discordia es el compañero de la diferenciación, y Satanás estando en evolución, debe en este sentido, ser un adversario, un contraste, siendo un símbolo de la materia caótica. La esencia del amor no puede extinguirse, sino sólo pervertirse. Sin este poder salvador redentor, imbuido en Satanás, simplemente aparecería como un absurdo fracaso, de una omnipotente y omnisciente imbecilidad, lo cual es llamado, muy justamente, de manera desdeñosa, antagonista, por la teología cristiana. Con ello, él se convierte en una Entidad concebible: los Asuras de los mitos puránicos, los primeros alientos de Brahma quienes, después de pelearse con los Dioses y derrotarles, son finalmente ellos mismos derrotados y después arrojados a la Tierra donde encarnan en la Humanidad. De este modo la Humanidad Satánica se hace comprensible. Y después de moverse de un lado a otro en su ciclo de pruebas, puede –con las experiencias acumuladas por todo el dolor de la Humanidad– emerger de nuevo a la luz, como la filosofía oriental enseña. Si Víctor Hugo hubiera vivido para completar su poema, posiblemente con el discernimiento robustecido, habría combinado su concepto satánico con el de las razas arias, las cuales hacen que todos los poderes menores, buenos o malos, nazcan al comienzo y mueran al final de cada “Era Divina”. Como la naturaleza humana es siempre la misma y, sociológica, espiritual e intelectualmente, la evolución es una cuestión de superación paso a paso, es muy posible que en vez de apresar una unidad del ideal satánico como hizo Hugo, el siguiente gran poeta pueda hacerlo enteramente; haciéndose eco de su generación, con la eterna idea del equilibrio cósmico tan noblemente enfatizado en la mitología aria. La primera mitad de este ideal se aproxima suficientemente al ideal humano como para hacer las torturas morales del Satanás de Hugo completamente comprensibles para los filósofos esoteristas. ¿Cuál es el principal tormento de este Anarquista Cósmico? Es la agonía moral causada por tal dualidad en la Naturaleza, el desgarramiento del Espíritu del Mal y la Oposición por el inmortal elemento del amor originario en el Arcángel. Esta chispa de amor divino, de Luz y Armonía, que ningún odio puede descomponer totalmente, le causa una tortura mucho más insoportable que su Caída y exilio por protestar y rebelarse. Esta brillante y celestial chispa, que irradia Satanás en la negra oscuridad de su reinado de noche moral, le hace visible al lector intuitivo. Esto hizo que Víctor Hugo le viera sollozando con una desesperación sobrehumana, de manera que cada gemido estremecía la Tierra de un polo a otro. 6

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Primero, sollozos de ira al no poder él extirpar el amor por la divina bondad de su naturaleza; luego cambiando a un estado de desesperación por ser separado de ese amor divino que tanto anhela. Todo esto es intensamente humano. Este abismo de desesperación es la salvación de Satanás. En esta Caída una pluma se desprende de un ala, antes blanca e inmaculada, siendo iluminada por un rayo de resplandor divino, e inmediatamente transformada en un Ser brillante: el Ángel de la libertad. Esta es la hija de Satanás, la hija conjuntamente de Dios y del Ángel Caído, la progenie del Bien y del Mal, de la Luz y de la Oscuridad, y Dios reconoce esta común y “sublime paternidad” que los une. Es la hija de Satanás quien le salva a él. En la cima de la desesperación, al sentirse odiado por la LUZ, Satanás oye las palabras divinas: “No; yo no te odio”, dice la Voz. “Un Angel está entre nosotros, y sus obras te dan prestigio. El hombre sujeto a ti, por ello está ahora liberado”. “¡Oh Satanás, tu puedes ahora decir: yo viviré! Ven, el Ángel de la Libertad, es tu hijo y el mío. ¡Esta paternidad sublime nos une …!”

La concepción total es una eflorescencia de idealidad metafísica. Esta blanca flor de loto del pensamiento nace ahora, como en épocas anteriores, de la corrupción del mundo de la materia, generando Protesta y Libertad. Está naciendo entre nosotros mismos y ante nuestros ojos del fango de la civilización moderna, lecho fecundo de virtudes encontradas. En este sucio suelo crecieron los gérmenes que finalmente se convirtieron en protestones que lo niegan todo, ateístas, nihilistas y anarquistas, hombres del terror. Algunos podrán ser malos, violentos, criminales, pero ninguno igualará a Satanás; pero tomando esta descorazonada, desesperada, amargada porción de la Humanidad, colectivamente son Satanás mismo; pues él es la síntesis ideal de todas las fuerzas discordantes, y cada vicio humano por separado o pasión, no son sino un átomo de su totalidad. En lo profundo del corazón de esta humana-satánica totalidad, arde la chispa divina, a pesar de todas las negaciones. Se llama AMOR POR LA HUMANIDAD, una ardiente aspiración por un reino universal de Justicia, de aquí el deseo latente de Luz, Armonía y Bondad. ¿Dónde encontramos tal chispa divina entre los orgullosos y los ricos? En una sociedad respetable y con una correcta ortodoxia, así llamada por los creyentes, no se encuentra sino el predominio de un sentimiento de egoísmo y el deseo de riquezas a expensas del débil y el desposeído, de ahí el paralelismo entre la indiferencia ante la injusticia y el mal. Ante Satanás, la Protesta encarnada se arrepiente y reúne con los hombres en una Hermandad común, y todo motivo de protesta habrá desaparecido de la Tierra. Y eso sólo puede ocurrir cuando la avaricia, la marginación y los prejuicios desaparezcan ante elementos de altruismo y justicia para todos. Ahora mismo, la libertad no es sino una palabra vana en todo el mundo civilizado; libertad no es más que un sinónimo solapado de opresión de las gentes en nombre de las gentes y existe para castas, nunca para unidades. Para conseguir el reino de la libertad, tal como lo contempla el Satanás de Hugo, “el Angel de la Libertad” tiene que nacer simultáneamente, por mutuo amor y con el 7

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consentimiento de la más elevada clase dominante, y las clases inferiores –los pobres–; en otras palabras, convertirse en progenie de Dios y Satanás, y así reconciliar a ambos. Pero esto es una utopía en el presente. No puede acontecer antes de que las castas de los modernos levitas y su teología –el fruto del Mar Muerto de la espiritualidad– hayan desaparecido; y que los sacerdotes del Futuro hayan declarado ante el mundo entero en las palabras de su Dios: “Y yo oscurezco la noche siniestra, y ya no queda nada, ¡Satanás ha muerto, renace, oh LUCIFER CELESTE!”

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MAHATMAS Y CHELAS

MAHATMAS Y CHELAS

n Mahâtmâ 1 es un personaje que mediante una preparación y educación especiales ha desarrollado aquellas facultades superiores y ha alcanzado aquel conocimiento espiritual que, la humanidad común, adquirirá después de pasar a través de innumerables series de reencarnaciones durante el proceso de evolución cósmica, siempre que, como es natural, no vaya durante ellas en contra de los fines de la Naturaleza y cause su propia aniquilación. Este proceso de auto–evolución de los Mahâtmâs se extiende sobre un cierto número de “encarnaciones", aunque, comparativamente hablando, son muy pocas. Pero, ¿qué es lo que encarna? La Doctrina Secreta, hasta donde ha sido revelada, muestra que los tres primeros principios mueren más o menos con la llamada muerte física. El cuarto principio, junto con las partes inferiores del quinto donde residen las tendencias animales, tiene a Kâma–loka por morada, donde sufre la agonía de la desintegración en forma proporcional a la intensidad de los deseos inferiores; mientras que es el Manas superior, el hombre puro, el que está asociado con los principios sexto y séptimo, quien entra en el Devachan para disfrutar ahí los efectos de su buen Karma, y reencarnar después en una individualidad superior. Ahora bien, una entidad que está pasando por la instrucción oculta en sus sucesivos nacimientos, en cada encarnación tiene gradualmente cada vez menos de ese Manas inferior, hasta que llega el momento en que todo su Manas, siendo de carácter totalmente elevado, está centrado en su individualidad superior, es entonces cuando puede decirse que tal persona se ha convertido en un Mahâtmâ. En el momento de su muerte física perecen los cuatro principios inferiores sin ningún sufrimiento, pues estos son para él, de hecho, como un adorno superficial que se quita o se pone a voluntad. El verdadero Mahâtmâ no es entonces su cuerpo físico, sino ese Manas superior que está inseparablemente unido a Âtmâ y a su vehículo (el sexto principio), una unión efectuada por él en un período comparativamente muy corto, debido a que sigue el proceso de auto–evolución establecido por la Filosofía Oculta. Por eso, cuando la gente expresa el deseo de “ver a un Mahâtmâ”, realmente no parecen entender que es lo que piden. ¿Cómo pueden esperar ver con sus ojos físicos lo que trasciende a la vista? ¿Es el cuerpo –una mera cáscara o máscara– lo que imploran ver y tras lo que van? Y suponiendo que ven el cuerpo de un Mahâtmâ, ¿cómo pueden saber que tras esa máscara hay oculta una entidad elevada? ¿Bajo qué criterios van a juzgar si Mâyâ refleja ante ellos la imagen de un verdadero Mahâtmâ? ¿Y quién puede decir que lo físico no es Mâyâ? Las cosas

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Literalmente: “grande Alma o Espíritu”, se está refiriendo en este caso, a un ser que domina totalmente su personalidad o sus cuatro vehículos inferiores, y por ende, no necesita ya de ninguna experiencia en la Tierra. Ver Glosario Teosófico.

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Mahatmas y Chelas

elevadas pueden ser percibidas sólo mediante un sentido relacionado con esas cosas elevadas; por tanto quien desee ver a un verdadero Mahâtmâ deberá usar entonces su vista intelectual. Deberá elevar su Manas de tal manera que su percepción sea clara y todas las neblinas creadas por Mâyâ sean dispersadas. Su visión será entonces brillante y podrá ver a los Mahâtmâs dondequiera que esté; pues estando fusionados el sexto y el séptimo principio que son ubicuos y omnipresentes, puede decirse que los Mahâtmâs están en todas partes. Esto sería como encontrarnos en la cima de una montaña y tener a nuestra vista toda la llanura, y con todo, no estar enterados de cada árbol o lugar particular, ya que desde esa elevada posición todo lo que está debajo es casi idéntico, y así como nuestra atención puede ser atraída hacia algo que sobresale o desentona del entorno, de esta misma manera, aunque toda la humanidad está dentro de la vista mental de los Mahâtmâs, no se puede esperar de ellos que tomen nota especial de cada ser humano, a menos que éste atraiga su particular atención por sus actos especiales. Su preocupación esencial es el mayor bien para la humanidad en conjunto, pues ellos mismos se han identificado con esa Alma Universal que traspasa la Humanidad, y el que quiera atraer su atención debe hacerlo de esa manera, a través ,de esa Alma que se extiende por doquier. Esta percepción del Manas puede ser denominada “fe”, que no debe ser confundida con “creencia ciega”. “Creencia ciega” es una expresión usada a menudo para indicar la creencia sin percepción o comprensión; mientras que la verdadera percepción de Manas es esa creencia inteligente, que es el verdadero significado de la palabra “fe”. Esta creencia debe estar al mismo tiempo acompañada por el conocimiento, es decir, por la experiencia, pues “el verdadero conocimiento lleva consigo la fe”. La fe es la percepción del Manas (el quinto principio), mientras que el conocimiento, en el verdadero sentido de la palabra, es la capacidad del Intelecto, es decir, es percepción espiritual. En resumen, la individualidad superior del hombre, compuesta por su Manas superior, el sexto principio y el séptimo, debe trabajar como una unidad, y sólo entonces se puede obtener “la sabiduría divina”, pues las cosas divinas sólo pueden ser percibidas mediante facultades divinas. Así, el deseo que debe mover a alguien a pedir ser aceptado como chela, es el comprender las funciones de la Ley de Evolución Cósmica para poder trabajar en armonioso acuerdo con la Naturaleza, en vez de ir en contra de sus fines por ignorancia.

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