Autora: MARÍA VARONA

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Autora: MARÍA VARONA

PREÁMBULO Había una vez un niño huérfano que vivía con su abuela. Era un día de verano por la noche, David se iba a dormir: - Abuela, ¿me vas a contar una historia? - Sí - ¿Cómo se titula? Preguntó David - Se titula Rafael y Carolina – dijo la abuela - Comienza, comienza – dijo el niño - Está bien, está bien – contestó la abuela

CAPÍTULO I: COMIENZA LA HISTORIA. Esta historia sucedió en el año 1.961 en un pueblo llamado San Clemente del Valle. Es un pueblo de la provincia de Burgos situado en la ladera de una montaña. Desde la parte baja del pueblo se puede contemplar una montaña con un bosque espeso, lleno de animales como osos, corzos, jabalís, conejos .... A la entrada del pueblo vive una niña llamada Carolina y su hermana Marta. Carolina tiene doce años y su hermana ocho, tiene el pelo liso y largo y siempre lleva unas trenzas que la cubren la espalda. Su familia es rica y trabaja en la industria. Un poco más allá vive Samuel, un niño de catorce años. Tiene el pelo liso, corto y de color castaño; tiene los ojos azules. Su familia es pobre y trabaja en el campo. En el centro del pueblo vive la familia Pérez que tiene un niño muy travieso llamado Rafael. Es muy moreno y tiene trece años. Su familia también es pobre y trabaja cosiendo ropa. Ya a las afueras del pueblo vive Carlos, un niño alto y delgado, de ojos marrones que tiene también trece años. Su familia tiene una serrería y se dedica a cortar leña.

CAPITULO II: PREPARANDO LA HUÍDA Era un día de verano por la mañana, Carolina estaba jugando con su hermana, cuando de repente oyó un ruido. Carolina fue a ver que pasaba: - Papá ¿Qué haces buscando entre mi ropa? – dijo - Nada – dijo el padre - Pero ¿es que no confías en mi, papá? - Claro que si cariño. Diciendo esto, su padre se fue de la habitación. Carolina se puso a llorar. Como quería contárselo a alguien se levantó y fue al teléfono a llamar a sus amigos: TIN, TON, TIN, TON, TIN - ¿Está Samuel? – dijo Carolina - Si, ahora se pone. - Dígame – dijo Samuel - Soy Carolina y te voy a contar algo importante. Ayer me enfadé con mis padres y hoy se ha vuelto a repetir la historia, estoy harta ¿a ti no te pasa lo mismo? - Si – dijo Samuel - ¿Entonces porqué no nos marchamos de casa por unos días? - Buena idea, llamaré a todos ¿ Qué te parece si quedamos esta noche a las cinco en la esquina de tu casa? - Vale, adios. Así Samuel comunicó a todos sus amigos lo que había hablado con Carolina. Por la noche a las cinco estaban todos en la esquina de la casa de Carolina. Dispuestos a salir, Carolina dijo: - Esperad un momento, aquí falta algo ¿y las provisiones? - No hemos traído nada - Entonces ¿cómo vamos a sobrevivir? Volved a casa, estaremos unos días buscando comida y dinero. Cuando lo tengamos nos iremos de verdad. Se fueron a casa a dormir. Esa noche Carolina fue a buscar paja para hacer una cama, después iría a buscar unas gallinas, unos conejos y algún otro animal que les ayudara a sobrevivir.

Se acordó de una casa deshabitada donde sabía tenían gallinas y conejos y entró en ella para cogerlos. Carolina se llevó con ella a su hermana Marta que iba casi dormida. La planta de arriba estaba destruida. Al abrir la puerta de la casa se oyeron ruidos extraños, no como los de las películas sino que parecía como si hubiera pasado un huracán. La puerta chirriaba. Marta muy asustada dijo: - ¿Crees que es una buena idea robar? ¿no sería mejor pedírselo a mamá? - No tonta, si se lo decimos a mamá se dará cuenta que nos queremos ir. Tú si quieres vete a casa, yo seguiré buscando. - Vale, yo me iré - dijo Marta. - No te entretengas – dijo Carolina - Adiós - Adiós Carolina siguió andando. Había un patio. Parecía un cementerio. Había cruces clavadas en el suelo con el nombre de los muertos. Asustada empecé a correr, pisé una madera podrida y empecé a hundirme. Yo grité, pero nadie me oía. - Mamá, mamá – grité desconsolada. De repente vi aparecer un fantasma, me froté los ojos pero no estaba soñando, se acercó a mí. Se agarró a mí y de repente, no os lo vais a imaginar, era mi hermana Marta que había salido sonámbula y había venido con la sábana echada a la cabeza. ¡Qué susto! Por fin encontré los animales y la paja. Los llevé a casa junto con mi hermana Marta. Parecía cansada. Cuando llegamos a casa subí las escaleras como pude y metí a mi hermana en la cama. Había costado conseguir esto pero al final lo había logrado y me quité un peso de encima. Nada mas meterme a la cama me quedé frita. Mis padres me habían estado buscando, pero yo no sabía nada.

CAPITULO III: LLEGA LA HORA DE ESCAPARSE Al día siguiente cuando se levantó estaba llena de rasguños. Ni ella misma se acordaba de lo de ayer. Le dolía la espalda y no sólo eso sino que tenía gotas de sangre seca en la cabeza y en los brazos. Fue al baño, se desinfectó y limpió las heridas, se echó mercromina y se puso unas gasas con esparadrapo. - Mamá, preparame el desayuno. - Mamá, ¿es qué estás sorda o que? Al ver que nadie respondía bajo a la cocina. Se preparó ella misma el desayuno y se lo tomó. Subió a su habitación y al coger las deportivas que tenía debajo de la cama empezaron a salir gallinas y conejos llenos de paja. - ¿Qué es todo esto? – dijo

-

¡Ah! Ya me acuerdo, son los animales que he recogido para irme de casa. Recogió bien la habitación y metió los animales debajo de la cama.

TIN, TON, TIN, TON, .... - Es mama. - Hola – dijo su madre ¿Qué te ha pasado en la cara? Estás hecha un desastre. - No me ha pasado nada mamá, me he caído – dijo Carolina - Me voy a trabajar, sube a tu habitación, te lavas la cara y recoges tu habitación. Se lavó la cara y llamó a sus amigos. TIN, TON, TIN, TON, … - ¿Está Samuel? - Sí – dijo su madre - Samuel ¿Tienes todo preparado? - Si - Avisa a los demás. Ahora nos iremos de verdad. Llevaré a Copo de nieve, mi perro, con nosotros . - De acuerdo - Adiós Una vez mas los cuatro niños y el perro estaban en la esquina de la casa de Marta. Eran las diez de la mañana. Se pusieron en camino hacia el monte. Había mucha niebla. Al cabo de un buen rato: - Hermanita, creo que deberíamos acampar aquí, yo no veo nada. Si seguimos andando nos perderemos – dijo Marta - Si, creo que tienes razón, acamparemos – dijo Carolina - Sacad la tienda, la montaremos aquí. Vosotras meteos dentro, nosostros la ataremos – dijo Samuel Las chicas se metieron dentro y los chicos no tardaron en hacer lo mismo, una vez sujeta la tienda. -

Tengo frío y miedo – dijo Marta. ¿Qué es esa luz? No lo sé – dijo Carolina Nos pueden haber seguido – dijo Carlos Dejémonos de bobadas y abramos – dijo Samuel Abre tú Veis, sólo es una linterna , creo que la dejé encendida Menudo susto – dijo Marta

Al cabo de un buen rato y después de haberse comido unos bocadillos, desapareció la niebla, salió el sol y marcharon de nuevo. Después de andar un buen rato: - Mirad, este árbol es perfecto para hacer una caseta – dijo Carlos - Si, dijeron todos - Vayamos a buscar madera para prepararla - Carolina se echó a correr y se tropezó

- ¡Ay! - ¿Estás bien? - No muy bien la verdad Y dicho esto se desmayó

CAPíTULO IV: LA CASA MISTERIOSA Pasado un rato de despertó. - Hola, ¿donde estoy? ¿qué hacemos aquí? - ¡Ah! Ya recuerdo. Creo que me daré un paseo y así me despejare un poco. Y dicho esto se puso a andar. Cuando volvió les dijo: - Este lugar es espectacular ¿y este cartel?

CASETA LOS CHULOS Mientras Carolina se daba un paseo, sus amigos habían acabado la caseta, y habían colocado un hermoso cartel. Como hacía un día muy bueno, decidieron darse un paseo. Andando y andando se encontraron de pronto, escondida entre los árboles, una casa muy misteriosa. Parecía un templo destruido. Había muchos símbolos en las paredes, pero no consiguieron descifrarlos - Creo que este símbolo significa muerte – dijo Carlos - ¡Qué raro¡ ¿Quién habrá escrito esto? – dijo Marta - ¡Venid¡ - dijo Carolina, aquí hay un ciervo herido en el suelo - La sangre está reciente – dijo Carlos - Si y le han puesto un símbolo en la pata. Es muy raro - dijo Carolina, le llevaremos a la cabaña.

Mientras esto ocurría en el bosque, Samuel había bajado al pueblo a buscar unas cosas que les faltaban. Cuando iba por una callejuela del pueblo, alguien vestido de negro le capturó y le llevó a su escondite. - ¿Quién eres? – dijo Samuel - Como que quien soy, ¿no me reconoces? - ¡Ah¡ si eres tú Rafael. ¿Qué quieres? - Ya sabes que ando un poco flojo de dinero y no me vendría mal una buena propina, dime ¿sabes tú como podría sacarme algo de dinero? - Buscandote una novia rica – dijo Samuel riéndose - ¿Como cual? - No se, por ejemplo Carolina - Es una buena idea, me lo pensaré – dijo Rafael riéndose también. Por cierto ¿sabes por casualidad donde está?, hace mucho tiempo que no la veo. - Si CAPÍTULO V: EL SECUESTRO Mientras ocurría esto en el pueblo; Carolina, Carlos y Marta trataban de curar al ciervo. Le vendaron la pata izquierda y le desinfectaron los rasguños con alcohol y gasas. Estando curando al ciervo, entraron en la cabaña unos traficantes de animales y se llevaron secuestrados a los niños y al ciervo. Estuvieron andando varias horas por estrechos senderos bordeados de altos pinos, abetos y hayas. A mitad del camino Carolina dejó caer su gorra blanca de la suerte, esperaba que sirviera como pista para que pudieran encontrarles. Por fin llegaron a su destino: la casa de los símbolos donde habían encontrado el ciervo herido. Entonces encontraron respuesta a las preguntas que se habían hecho cuando encontraron la casa. Los traficantes les encerraron en una oscura habitación que tenía una pequeña ventana en la parte superior. La ventana tenía unos barrotes de hierro macizo, por lo que era imposible intentar escapar por ahí. La habitación tenía dos camas, en una dormía Marta y Carolina y en la otra Carlos. Era un lugar oscuro y espantoso, animales pequeños como cucarachas y lombrices corrían por el suelo. Los traficantes tenían intención de tener retenidos a los niños sólo durante los días que pensaban dedicarse a cazar de forma ilegal. Después cuando acabaran les soltarían, aunque a los niños les habían dicho que si daban guerra les matarían.

CAPITULO VI: LA BÚSQUEDA Cuando Rafael y Samuel llegaron a la cabaña, los chicos no estaban. Pensaron que habrían salido a dar un paseo. Al atardecer como no regresaban decidieron salir a buscarles. - ¿Dónde crées que pueden estar? – dijo Rafael - No lo sé. Sólo sé que hay que encontrarlos – contestó Samuel. ¡Mira! ¿no es esa la gorra de Carolina? - Si, es su gorra de la suerte – dijo Rafael - Se acercaron y vieron que alrededor de la gorra había muchas pisadas. - Mira esas pisadas . Son grandes, de personas adultas ¿No te parece? – dijo Samuel - Si, parecen de adultos, dijo Rafael - A ver si les han secuestrado ¿Por qué lo habrán hecho? – dijo Samuel Como se hacía de noche y la niebla se estaba cerrando decidieron volver a la cabaña y reanudar la búsqueda por la mañana temprano, cuando hubiera mas luz. Era muy temprano cuando se decidieron salir a buscarles. Siguieron el mismo recorrido que el día anterior . Cuando llegaron donde estaba la gorra ya no había huellas, los traficantes las habían borrado. Fueron más adelante para ver si quedaba alguna pero no había ni rastro de ellas. Se pasaron todo el día buscándoles, pero no encontraron ni el menor rastro de ellos. Al anochecer muy desesperados decidieron volver a la cabaña. - Creo que mañana debemos bajar la pueblo para avisar a nuestros padres de esto – dijo Samuel - Si yo creo lo mismo – dijo Rafael, si no nos damos prisa en buscarlos, cuando vayamos los habrán matado. CAPITULO VII: LA PISTA DE LA ESPERANZA Era por la mañana y los dos chicos se habían levantado: - No puedo abrir los ojos de sueño – dijo Samuel ¿Por qué no bajamos al arroyo a lavarnos la cara? - Está bien, bajemos – dijo Rafael Fueron a lavarse al arroyo que discurría cerca de la cabaña. Ante su sorpresa encontraron el arroyo muy revuelto, sus aguas bajaban teñidas de color rojo. - Con esta agua tan sucia no me lavo la cara – dijo Rafael ¿QUÉ OCURRÍA? Como todos los días los traficantes de animales dejaban a los niños ir al arroyo para que pudiesen lavarse la cara. Por supuesto, estaban vigilados para que no escapasen. Este día Carolina tenía algo muy especial que hacer. Había fabricado unas bolas rojas con arcilla, arena y un tinte de color rojo que las daba el color. Las fue tirando una a una al arroyo y llevaba unas cuantas, pues tenía todos los bolsos llenos. Corriente abajo del arroyo se encontraban los niños: - Rafael, ¿tu recuerdas las bolas que fabricó Carolina? - No, dijo Rafael

Bueno, tú sigueme, probablemente este color se deba a las bolas que fabricó Carolina y que habrá arrojado al arroyo, es la única pista que tenemos. Si seguimos el curso del arroyo podremos encontrarles – dijo Samuel Siguieron andando durante unas horas hasta que divisaron a lo lejos la casa de los símbolos. Se acercaron poco a poco y se escondieron detrás de unos arbustos para escuchar lo que decían los traficantes: - Nosotros iremos a cazar, tú Clemencio, te quedarás aquí vigilando por si acaso se acerca alguien a la casa. Por lo que oyeron los niños, Clemencio tenía una voz ronca y grave y había sido legionario. Era muy corpulento, llevaba una gorra amarilla y sólo con mirarle les entraban escalofríos por todo el cuerpo. Como podrían deshacerse de este vigilante. Se pusieron a pensar un plan, - ¿Por qué no ponemos una trampa? – dijo Rafael - Está bien. Aquí al lado he visto un cepo para osos, probablemente le hayan perdido los cazadores – dijo Samuel Hicieron un hoyo bien hondo, metieron el cepo abierto en el fondo del mismo, y le taparon con ramas, piedras, tierra y por fin hierba de manera que quedó totalmente camuflado. -

CAPÍTULO IX: EL RESCATE Rafael empezó a llamar su atención: - Cara rosquilla, cara mono, bellaco .... El vigilante muy enfadado, se puso a correr detrás de Rafael: - Como te pille, te voy a romper los dientes de un trompazo, mocoso Iba tan enfurecido que no se percató de la presencia del hoyo y metió el pie de atrás en el mismo. El cepo se cerró y le atrapó el pie, causandole gran dolor. - Quitadme esto de encima, ¡que dolor¡ - gritaba Clemencio. Los niños aprovecharon que Clemencio estaba en el suelo y había tirado su escopeta para atarle con unas cuerdas que habían traído de la cabaña. Una vez hecho esto, quitaron el cepo al pobre Clemencio y le encerraron en un cuarto de la casa. Buscaron por toda la casa: - Carolina, Carolina, gritaban Por fin, les encontraron. - Estáis a salvo ¿Qué tal os encontráis? - Estamos bien gritaron y se dieron un fuerte abrazo - Vamonos de aquí rápidamente – dijo Samuel - No espera, hay que soltar a los animales de sus jaulas – dijo Carolina - Está bien, tú Carlos soltarás a los jabalíes, tú Carolina soltarás a los perros, tú Marta a los conejos, tú Rafael a los osos y yo soltaré a los corzos – dijo Samuel

Cada uno soltó sus animales. A Rafael tuvieron que ayudarle para soltar a los osos.. - Será mejor que corramos a avisar a nuestros padres, pero una pregunta: ¿cómo nos encontrasteis? – dijo Carolina - Vimos el río rojo y Samuel se acordó de que tenías unas bolas de ese color, después lo único que hicimos fue seguir el curso del mismo hasta encontrar la casa. Rápidamente atravesaron el monte hasta llegar al pueblo. - Mamá, mamá, que contenta estoy de verte. Unos traficantes de animales nos cogieron en el bosque y nos tuvieron secuestrados en una casa, hay que llamar inmediatamente a la policía, - dijo Carolina. - TIN, TON,TIN, TON …. Por favor la policía ....... Si en San Clemente del Valle unos malhechores, que se dedican a capturar animales de forma ilegal, han tenido secuestrados a unos niños. Vengan rápido por favor – dijo la madre de Carolina. - Cariño, hemos estado muy preocupados, no volváis a marcharos nunca mas. La policía llego muy pronto, capturó a los traficantes y los llevaron a la cárcel. Los padres de los niños celebraron una gran fiesta al lado de la fuente que en el pueblo llaman “la fuente del Cerro”. Se lo pasaron bomba Rafael se integró en el grupo y todas las tardes salía con la pandilla. A Marta no la dejaban salir todas las tardes pues era pequeña. La experiencia a la larga fue buena porque se hicieron más responsables y mas trabajadores, pero si una lección les quedó bien clara fue que nunca más se irían de casa. - Abuela ¿has terminado ya la historia? – dijo David - Si, ahora a dormir - Jo, que pena ¿mañana me leerás otro cuento? - Si, no te preocupes, ¡hasta mañana y que sueñes con cosas bonitas! Y diciendo esto apagó la luz y cerro la puerta.

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