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E

n Los Pinos la primavera se manifestó con uno de esos especiales días soleados donde también la lluvia aparece dando suaves golpeteos sobre uno de los salones que ocupaba José López Portillo, el presidente de México que durante los años 70 se vio envuelto en varios escándalos político-sexuales. Permitiéndose el atasque de nuestros recursos a manos llenas, hizo uno que otro trueque de puestos gerenciales con mujeres dispuestas a complacerle. Fue así como el presidente priista tuvo una relación sexual extramarital, y a la vez laboral, con Rosa Luz Alegría, Secretaria de Turismo en aquel entonces. También justo con la mujer que veía por el televisor. Su rostro aparecía en primer plano. Una belleza de ojos grandes, labios turgentes y carnosos. La piel blanca y el cabello negro. Una fichera del cine mexicano de origen yugoslavo. Concentraba nuestro presidente la mirada en la televisión. La cámara se alejó descubriendo esa figura femenina dotada de la mayor esteticidad en aquellos tiempos: cintura pequeña y nalgas amplias y redondísimas. Parece una muñeca de porcelana recargada en un rincón oscuro de una carnicería, como suculento trozo de carne colgada a punto de ser asaltada por las moscas. Tiene a su lado a un jovenzuelo-erectus con las manos apretándole morbosamente los pechos. Con la expresión iluminada recorre los jardines de porcelana hasta llegar a bosques más frondosos. Le acaricia con los dedos el peluchín y babeándole el cuello a la dama le dice: -¡Ay mamacita, hasta que se me hizo! La suelta brevemente mientras coloca una cobija en el piso del negocio sobre la cual se sientan. -¡Pero para la próxima juntas una lanita para irnos al hotel Juancho! En eso tocan fuertemente la cortina metálica de la carnicería: -¡En la madre, el patrón!- Juancho. -¡Ábreme hijo de la chingada, sé que estás ahí!-, una voz dice desde el exterior. -¡Abre la puerta, sin miedo al muy cabrón ahorita lo arreglo!- dice la fichera. Ya en el interior el carnicero a punto de regañar a su ayudante, es frenado por la fichera: -Mira pendejo, te me vas y nos dejas en paz o no te toca el viernes y aparte le platico a tu vieja. Él mismo cierra la cortina y se retira por las calles de La Merced con la cola entre las patas cual perrito callejero entre la mugre de la ciudad, dejando tras sus pasos los gemidos de la putita y los sonidos del pleno jamonazo que se oyen cuando choca la carne mojada contra otra carne. José López Portillo se caga de la risa por la inteligencia y picardía de la vieja. Apagando el televisor desea tener una así como la de la

película mexicana… La tendrá porque en este tiempo los presidentes y sus amigos son los únicos que pueden cumplir sus sueños en México. Tal como llegó a la presidencia sin competencia alguna, solo contra el PAN que mal compitieron, apenas se estaban organizando. JLP Duerme tranquilo aun presente la devaluación del 76, sabiendo que existía un fondo monetario internacional del cual podía tomar un préstamo en lo que rolaba su poder.

A

77 años de haberse estrenado Vámonos con Pancho Villa de Fernando de Fuentes, que según la revista Siempre! es la mejor película que se ha realizado en nuestro país, a 116 años de que el cinematógrafo llegó a México y a Querétaro, a 93 años de haberse estrenado El automóvil gris de Enrique Rosas, Joaquín Coss y Juan Canals de Homs, que es considerada como la primer película producida en México, a 81 años de que se estrenara Santa de Antonio Moreno, considerada la primer película mexicana con sonido, a 70 años que fue exhibida en las salas de cine Así se Quiere en Jalisco de Fernando de Fuentes, que fue la primera película en color, y a casi 30 años de la muerte de Luis Buñuel, Suplemento Panóptico dedica su edición número 40 a hablar del cine mexicano.

VIENE DE LA PORTADA

La importante tarea que tienen los directores de esta nueva ola que ha vendido empujando la producción cinematográfica en nuestro país necesariamente está asociada con todo lo que pasan actualmente sus habitantes. Desde que empezó a gestarse una corriente mexicana cinematográfica a nivel mundial desde la décadas de los 20 y 30, nuestro país ha transitado por caminos a veces espinosos e inciertos en cuanto a la realización y producción de cine, como el de ahora. De ahí la importante labor de encaminar un cine que vuelva a posicionarse en todos los ámbitos.

Tiempo antes de que él estuviera ahí ya existían Los Pinos. Las nubes tomaron múltiples formas mientras el tiempo entraba a través de los cristales pulidos. Sus muros que metafóricamente representan a la nación, literalmente han sido inescrutables para que alguien en el interior pudiera oír lo que la gente en el exterior demanda. Han rebotado tanto el murmullo de los vientos y las brisas sobre los mexicanos caminando, así como el sonido de los taxis y las rutas 100; los humos de las fábricas y la crisis. Duerme plácidamente nuestro representante priista, soñando construir un cine para que se exhiban exclusivamente las películas de su fichera favorita. Se cree en sus sueños el empleado del carnicero favorecido por ella. A pesar que se le cumplió el podrido sueño, de que se la cogió, de que tuvo amoríos con ella en la vida real y hasta se casaron… la realidad fue otra. Fue a ese presidente a quien desfalcaron y le quitaron el poder. Se transformó en el dueño de la carnicería. Estoico soportó todo hasta el momento en que de anciano fue a chillar anularan su matrimonio por maltrato. Y se lo merecía el ojete. Pues aparte de joder a los mexicanos, inmersarlos en una nueva crisis por sus correrías, el cine mexicano de los 70, apoyado por él, resultó el peor de la historia.

De esta manera Suplemento Panóptico se comprometa a ayudar, desde su trinchera, a que la gente se interese en la producción de cine mexicano, que si bien no lo pone en un alto peldaño de la historia del cine, sí considera conveniente intentar aportar una mirada hacia el interior. En las historias dramatizadas a través del sonido y el movimiento de las imágenes nuestro cine es lo más próximo que tenemos, es lo que habla -mejor que nadie- sobre los sueños, ilusiones, pasiones, desaires, traiciones, apatías, odios, fracasos y alegrías del mexicano. Es uno de los pocos buenos cines que no se tiene que estar leyendo (por aquello de los subtítulos). En esta edición podrán encontrar textos como el de Saga Lanut que habla del cine en la década de los 80, década de decadencia en nuestro país debido a las crisis económicas tan fuertes y al resquebrajamiento institucional del PRI, reflejado en el presidente López Portillo y su romance con Sasha Montenegro. Podrá también encontrar el lector textos sobre la lista que en 1994 publicó la revista Siempre! sobre las mejores 100 películas del cine mexicano, además podrán leer el texto “Irte a ver al cementerio” de Arno Camel, texto

que están inspirado en la película del chileno Alejandro Jodorowsky, Fando y Lis (1968), además el texto de “Chin chin el teporocho o el exilio de la existencia” de autor Abraham Cortés, quien hace una reseña-crítica de la película que en 1975 fue aclamada por el propio Luis Buñuel. Además ésta edición rescata textos de otra índole, concernientes a los procesos sociales que está viviendo nuestro país actualmente, tal es el caso de las elecciones presidenciales; Abelardo Rodríguez hace un examen y una crítica en esta situación y nos invita a reflexionar sobre el tema de la democracia. En la parte literaria podemos encontrar a David Martínez con los textos “WarriorsXoloscuintles” y “Caronte”, mismos que expresan lo más intrínseco de su autor, además de los poemas de Israel Flores Bravo y de Manuel Ortiz.

EL GRADO CERO DE LA POLÍTICA

C

uando se cerró el ciclo de la Revolución Mexicana, con la consumación de la Constitución de 1917, sellándose con ello los límites y alcances revolucionarios, la política, entendida ésta como el Poder Constituyente, es decir, como la capacidad y movilización de los pueblos para tomar decisiones colectivas en los asuntos fundamentales de la vida social, y no como su remedo actual, tuvo su grado máximo2 en la historia nacional. Es cierto que triunfó el ala más conservadora y burguesa de los movimientos revolucionarios, la cual asesinó a las cabezas de la rebelión popular, pero el alma de la Constitución la inspiraron los fantasmas de Zapata, Villa y los Flores Magón, con los artículos Tercero, Veintisiete, Treinta y nueve, Ciento veintitrés y Ciento treinta y nueve, que respectivamente se refieren a derechos fundamentales como la educación gratuita, la propiedad social de la tierra, la soberanía popular, el trabajo justo, digno y libre y la propiedad nacional de los recursos naturales. Aún resuenan en el viejo Teatro de la República las palabras rebeldes y apasionadas de los jóvenes indignados de entonces, como las de Francisco J. Múgica: “¡Si para que haya justicia, estorban las leyes, pues abajo las leyes!”. Después de este momento, la Larga Marcha de la burocratización revolucionaria, llevada a cabo por el PRI, se fue comiendo a cachos las conquistas sociales por las que murieron millones de mexicanos. Degradando la política hasta el grado cero en que se encuentra hoy, con la llegada de esta “democracia neoliberal”, a la que Noam Chomsky llamó, desde el corazón del imperio, como “curioso simulacro democrático”. Desvanecidas las esperanzas de una supuesta “transición democrática”, esperanzas que comenzaron con las postulaciones fallidas de Cuauhtémoc Cárdenas y que murieron con el sexenio de Vicente Fox, hemos sido testigos de la

“muerte ciudadana”, es decir, de cómo el “ciudadano”, como figura central y utópica de la “democracia”, se ha venido denigrando hasta poder declarar actualmente su inexistencia, pues la actividad política ha sido secuestrada y monopolizada por una partidocracia abyecta, cínica y corrupta, que legisla a su favor, a favor de sus patrocinadores oligárquicos y corporativos y muy frecuentemente en contra del “ciudadano”. Algunos de estos “politicastros” han dicho que no “se harán el harakiri” aprobando leyes que agrieten su monopolio político, como la revocación de mandato; pero además el voto, condicionado por prácticas clientelistas, corporativas y mediáticas, no “hace ciudadanía”, pues devino en un gesto ritual en donde se delegan absolutamente y sin control los destinos nacionales y locales a la casta burocrática en que se ha convertido la clase política. Los votantes no tienen las facultades para mandatar a sus políticos. René Lourau ha dicho: “Toda representación política es una ausencia”. Y efectivamente, el grado cero de la política es nuestra ausencia en la toma de decisiones fundamentales. Los que votaron por Calderón no votaron por su “guerra al narco”. La irresponsabilidad criminal, del que se dice presidente, ya arroja casi cien mil muertos, y fue una decisión que tomó él solito, como auténtico dictador. Como de dictadores han sido las decisiones que han tomado políticos de todos los partidos, y que nos han llevado a la catástrofe social que vivimos. Aún recordamos la contrareforma indígena que impusieron en 2001 tres políticos nefastos como Fernández de Cevallos, Jesús Ortega y Manuel Bartlett, que decidieron ignorar la “La marcha del color de la tierra”, que fue la movilización popular más importante que ha habido desde 1994, cuando surgieron de las sombras de la historia los zapatistas chiapanecos. Con esta contra-reforma, los tres partidos “grandes” cerraron el paso a Los Acuerdos de San Andrés, los cuales hubieran evitado en mucho la destrucción del tejido social que hoy sufre nuestro país. Ilustrativas de la sevicia de la clase política que mantenemos como fauna nociva, parasitando la vida social, son las palabras del senador Carlos Navarrete, quien dijo que de haber aprobado los Acuerdos de San Andrés, el PRD “hubiera perdido el espacio de la izquierda a favor del EZLN” o la ausencia de la bancada panista en el Congreso, cuando la

entrañable Comandanta Ramona ofrecía el diálogo entre los que habitaron el silencio de los 500 años y los que nunca oyeron ese dolor llamado México. De esta calaña son “nuestros” políticos porque apuestan a la desmemoria. En Querétaro la más reciente muestra de infra-política nos la dio el Congreso del Estado al nombrar a un oscuro policía, que incluso ha sido señalado con malos manejos cuando fue Delegado de la PGR en Aguascalientes, como el ombudsman estatal. En resumidas cuentas, en el mundo al revés del capitalismo, vivimos una “democracia” que en realidad es una dictadura del empresariado, operada por una casta burocrática que simula competencia electoral, una “democracia representativa” que no representa a nadie y una “democracia participativa” sin participación ciudadana. Y los costos de este grado cero de la política los estamos pagando muy caros. Por esto a los que se desgarran las vestiduras porque algunos planteamos anular el voto, les decimos: ¿No será que el sufragio de esta “ciudadanía” nula que legitima este nefasto sistema, es en realidad el verdadero voto nulo?

L AS O T RAS P O L Í T I C A S Es una falacia el dilema que vende la izquierda electoral y que insistentemente menciona su candidato López Obrador, acerca de que solo hay de dos sopas: “La lucha armada o la lucha electoral”, ignorando a propósito toda una saga de otras políticas, resistencias y luchas que no son ni armadas ni electorales, y que significan el verdadero cambio social. En México, en los sótanos de la nación e invisibilizados por el circo electoral, la gente lucha sola en el extenso campo de batalla que el capitalismo ha abierto contra la Humanidad. Las juntas de buen gobierno en Chiapas, los municipios indígenas que luchan por su autonomía para preservar su propia vida, como los de Cherán, Copala, Atenco, los Cucapás, las luchas de las víctimas de la narco guerra y la corrupción (Sicilia, la Guardería ABC), y los

miles de jóvenes organizados en pequeños colectivos que enfrentan la amplia gama de agresiones neoliberales: Mineras contaminantes, monopolios corporativos, como Wall Mart, represión política contra luchadores sociales, atentados reaccionarios a la laicidad, violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, etc, etc. Todos ellos resisten la destrucción y son una red de esperanzas y rabia contra un sistema depredador, contra un mal gobierno. Y es precisamente aquí donde podemos ubicar el destino de México, la salida de esta amarga pesadilla que actualmente vivimos como sociedad. Particularmente importante es la lucha por la recuperación de la autonomía y soberanía políticas que los pueblos indígenas están llevando a cabo, pues este es el umbral de futuro que tenemos todos los mexicanos y no es una utopía decirlo, pues están operando en la realidad, aquí y ahora, aunque no salgan en el “Canal de las estrellas”. Estas resistencias, con su capacidad de crear una respuesta a la agresión, de no quedarse “en shock”, son un arma pacífica, cargada de esperanzas. Quizá lo más emblemático en estos aciagos momentos sea Cherán, el municipio indígena purépecha, en Michoacán. Enfrentan al mal gobierno en su expresión más descarnada: en el marco de la mal llamada y llevada “guerra al narco”. Ante la complicidad de políticos y criminales, tuvieron que tomar en sus manos no solo las tareas de seguridad, sino todas las tareas de un auto- gobierno. Luchan, casi solos, contra el narco y contra un Estado que se hace de la “vista gorda”. La última agresión que sufrieron así lo demuestra. Agresiones que son muertos con nombres y apellidos. Y sin embargo, están tomando en sus propias manos las decisiones fundamentales de su comunidad. Ya no pueden delegarlas a una clase política que los traicionó y los ha puesto en peligro de muerte. Las luchas indígenas por autonomía y libertad con justicia son nuestro referente más claro para la liberación nacional, pero

P

ara los que les gusta y les interesa un poco el cine mexicano, principalmente aquel de los años 40, 50 y principios de la década de los 60, no les ha de ser extraña la lista que en julio de 1994 público la revista Siempre!, con motivo de su número 100, publicó. Esta lista que dio a conocer la revista contenía 100 películas que a consideración de 25 especialistas de la filmografía mexicana eran las mejores de nuestro cine, entre ellos destacaban críticos como Jorge Ayala Blanco, Nelson Carro y Tomás Pérez Turrent; historiadores de la talla de Eduardo de la Vega Alfaro y Gustavo García; también se encontraban Carlos Monsiváis y el propio Gabriel Figueroa. Esta lista contiene películas que se estrenaron desde 1919 (El Automóvil gris de Enrique Rosas, Joaquín Coss y Juan Canals de Homs) hasta 1992 (Cronos de Guillermo del Toro). Sin duda es un gran esfuerzo el que hizo la revista Siempre! en ese tiempo por poner en un solo compendio lo mejor que se había realizado en México en 70 años de producción cinematográfica. Pero a 20 años de esta lista uno se pregunta si todavía está vigente. Son 20 años en los que el cine mexicano ha mutado hacia una nueva concepción de ver las cosas, han surgido muchos nuevos directores como Ernesto Contreras, Alejandro González Iñárritu, Jorge Fons que ha tomado su segundo aire, Alfredo Gurrola, Luis Estrada, Carlos Bolado o Gerardo Naranjo, entre otros. Ha cambiado el cine mexicano. En la década de los 80 cayó en un bache donde se realizaban una gran cantidad de películas (nunca la historia del cine mexicano ha tenido tanta producción como en esta década), pero fueron películas de muy mala calidad. La lista que se menciona sólo recoge seis películas de esta época: Los confines (1987) de Mitl Valdez, Frida, naturaleza viva (1983) de Paul Leduc, Doña Herlinda y su hijo (1984) de Jaime Humberto Hermosillo, Amor a la vuelta de la esquina (1985) de Alberto Cortés, Los motivos de Luz (1985) de Felipe Cazals, y Nocaut (1983) de José Luis García Agraz. Todas estas películas fueron realizadas con recursos independientes pues Margarita López Portillo, quien era la Directora General

de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), les negaba apoyos a este tipo de producciones “anarquistas” que en sus imágenes dejaban ver un panorama desalentador de las crisis que México enfrentaba en ese entonces. Al regresar a la historia reciente de nuestro cine, podemos decir que los directores actuales se encuentran con el gran legado que se les ha heredado desprendido de directores como Fernando de Fuentes, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel (que no era mexicano, pero como si lo fuera), Roberto Gavaldón, Jame Humberto Hermosillo, Alejandro Galindo o Juan Bustillo Oro. Estos directores se encargaron que México se diera a conocer en Latinoamérica y en todo el mundo. Al mismo tiempo de que es una gran herencia la que se les ha dejado también representa un reto. Con el avance en las nuevas técnicas en producción cinematográfica, de las académicas de actores que surgen por doquier, además del impulso que recientemente se le ha inyectado al cine mexicano, los nuevos directores tienen la tarea de retratar a una sociedad mexicana del siglo XXI. Sería interesante hacer una encuesta en donde se le preguntara a la gente cuáles son las películas que ha visto recientemente y de qué país es la producción. Seguramente todos dirían que en Estados Unidos, responderían que también les gusta el cine mexicano pero que hay pocos lugares donde se exhibe y cuando se hace apenas y dura una o dos semanas. En cambio las mega producciones extranjeras llegan a irrumpir con sus efectos especiales impresionantes, sus chicas exuberantes y con el enojo que queda después de ver cada una. Llega e irrumpe sobre las propuestas más formales sobre la realidad que se realizan en México. Por ejemplo, en la lista “Las 100 mejores películas del cine mexicano” las diez primeras versan sobre un estridente México en constante transformación. El puesto número uno lo ocupa una película que también a mi consideración es la mejor: Vámonos con Pancho Villa (1935) de Fernando de Fuentes, en el segundo se encuentra Los olvidados (1950) de Luis Buñuel, el tercero otra vez lo ocupa Fernando de Fuentes con El compadre Mendoza (1933), Aventurera (1949) de Alberto Gout ocupa el cuarto y Una familia de tantas (1948) de Alejandro Galindo el

quinto, Nazarín (1958) y Él (1952) de Luis Buñuel tiene el sexto y séptimo puesto respectivamente, La mujer del puerto (1933) de Arcady Boytler se encuentra el número ocho, El lugar sin límites (1977) de Arturo Ripstein en el nueve, y Ahí está el detalle (1940) de Juan Bustillo Oro es la última de las diez mejores películas en esta lista. Como se podrá advertir, la (des)ilusión que sembró Revolución Mexicana, la industrialización de México en la mitad del siglo XX, los negocios turbios y trata de personas, la familia mexicana, la fé católica, la doble moral, el problema de la prostitución, la putería, la homosexualidad, y hasta la risa y diversión podemos encontrar en esta lista. El cine mexicano ha sido por antonomasia crudo, frío y desolador. Una extraña sensación invade al que termina de ver una película rodada en nuestro país. Párpados azules (2007) de Ernesto Contreras, o Año bisiesto (2010) de Michael Rowe, son películas en las que los directores dejan atrás la violencia del México actual, así como los problemas de inseguridad, de política y familiares para centrarse en algo mucho más universal: la soledad como vacío existencial, o el engaño y simulación de las formas. El recurso que ha tomado el cine mexicano se centra precisamente en eso: en su vacío como una forma de universalidad. Donde hay vacío existe el ser humano, la crueldad lo acompaña, así como el amor y el dolor, la sagacidad y la destrucción, la invisibilidad. Al terminar de ver estas dos películas necesariamente uno se siente hueco y al mismo tiempo inundado. En vez de estar tomando elementos del cine “jolibudense” hay que rescatar la tradición que la lista que Siempre! nos regaló. De ella deberían partir los directores mexicanos. Lo que cabría preguntarse es si esta lista actualmente necesita de modificaciones, si es necesario quitar algunas películas y poner otros títulos, si sirve o se deshecha, o si hay que hacer otra al margen de ésta. Considero que así está bien y que mejor hay que hacer una nueva que parta de películas realizadas después del 1994, pero entonces ¿cuáles podrías tú, que has visto bastantes y que eres un buen crítico, qué películas merecen estar ahí para que la demás gente las conozca? Si eres demasiado duro tal vez dirías que ninguna porque el cine mexicano no vale la pena, que hay se ha secado el arrollo o que ni siquiera te interesa porque estás siguiendo la nueva ola mundial en donde los mexicanos ni existen. Te invito a reflexionar sobre nuestro cine: ¿Qué películas podrías en la nueva lista?

Por Arno Camel

Y

a está preparando su alcoba, gustosa por recibir a aquel imbécil. Lo imagina cruzando la puerta y se humedece. No hace mucho le conoció casi por casualidad en la vieja estación del tren, junto al andén y el bullicio de la gente, siendo notable el hecho de que aquel tren era de carga, no había pasajeros que lo abordaran, sólo curiosos reunidos por el espectáculo presentado en una amplia sala del lugar, viéndose interrumpido aleatoriamente por el estruendo del pitido acercándose. Corren, pues, como locos a saludar al maquinista, sorprendido de ver tanta gente hace chillar a la bestia sin objeción alguna cada que se lo piden. ¿Y si estrechara tu mano hasta destrozarla? ¿Si pudiera despedazarte y comerte en el más salvaje acto de canibalismo? Mantendría mi promesa

hasta el final. Sólo la digestión nos podría separar. Y puede que ni eso. Nutrientes, los aprovechables, en fibra para tejidos podrían verse convertidos. Perfecto crimen. Nadie busca en las heces. No en el caño. No en mi corazón. La proteína llenando huecos: músculos que de no forzarse a trabajar terminarían flácidos, como el orgullo aquella ocasión frente al museo. Divertido era entonces. Hoy ya no sé. Yo no sé. Soy todo eso que no sabe qué hacer. Un tramo similar a un puente colgante. Un puente como en cualquier sierra de cualquier planeta. El primer paso sería como en todo, el más difícil. No se mira atrás.

Fotograma de la cinta Chin chin el teporocho (1976)

teporocho (1975) establece un diálogo profundo con nuestras vísceras, las ataca, las muerde, las saborea, es el comunicador que hace que nos ensimismemos en nuestras existencia y no sepamos hacia dónde sino que nos aceptemos como extraños, como dualidad ajena dentro de nosotros mismos y así cambiemos de piel cual víbora citadina en pausas cíclicas. Dicha película (libro) irrumpe ante un México crudo que va hacia la incertidumbre, un color folcklorico que raya en la pluralidad de la apertura y un sinsentido que deja ver nuestra incapacidad racional. Precisamente cuenta Gabriel Retes que dicha filmación tuvo el agrado de muchos pero en especial de un hombre a quien él admiraba, menciona que al término de una de las tantas proyecciones de Chin chin el teporocho irrumpió un hombre a su set preguntado a todos los que se encontraban ahí que quién había filmado dicha película, el hombre se acercó a Retes y le dijo que después de los Olvidados, Chi chin el teporocho era un película que retrataba

los problemas sociales en México, así como las insuficiencias de una sociedad en proyección, que se sentía muy orgulloso de que un joven mexicano y de corta edad (27

años) pudiera haber filmado tan tremenda cinta. Le dio un beso en la mejilla y se fue. Dicho hombre se hacía llamar Luis Buñuel y estaba a pocos años de su muerte.

Fotograma de la cinta Chin chin el teporocho (1976)

C

iudad de México, finales de los 60, barrio de Tepito. Las vecindades muestran las lagunas del proteccionismo, las calles y banquetas se sumergen en la cotidianidad del albur. La filantropía y la gandalles son dos vertientes en las que puedes colocar tu moralidad. Explotación, cloacas y tequila. La mentira aunada por un amor esquinero en que la indiferencia del yo fue un sacrificio hacia la muerte. Gabriel Retes, mediante la arrabalera pluma de Armando Ramírez, nos lleva esta historia a la pantalla con bastantes limitantes económicas pero con astucia y deleite para el espectador. Proyecta cada guiño popular en tiempo espacio oportuno, irremediablemente es una novela oscura que adolece de la falta de… Es carencia total del hombre en circunstancias que no quiere, análogamente su comportamiento es una hoja de papel que poco a poco va empujando el viento, el hombre no se resiste sino que disfruta cada soplo, es un despertar que sin explicaciones ofrece una monotonía que desconoce hasta que inmiscuido maldice su exilio entre las llagas que lo carcomen. Chin chin el

no el único. Alrededor del mundo se dan otros movimientos liberadores como Los Indignados de Estados Unidos y Europa, Los sin tierra brasileños, las luchas indígenas latinoamericanas (Mapuches, Quechuas, Aymaras, Caucas), los estudiantes chilenos que luchan por su educación pública y los miles de colectivos microscópicos que en conjunto agrietan el muro de las imposibilidades del capitalismo. En este escenario, lo local y lo global se trenzan en una lucha entre el 99 % de la Humanidad contra el 1 % de mega ricos explotadores que están a punto de colapsar al planeta. Las condiciones para un cambio global están dadas. Immanuel Wallerstein dijo “que a partir del sesenta y ocho, el capitalismo entró en su fase terminal”, a la cual no da más de cincuenta años. Pero de ninguna manera auguró el fin del capitalismo “por muerte natural”. Wallerstein habla más bien de una bifurcación, una oportunidad para que la Humanidad “alce la voz” y de un golpe de timón hacia otro sistema más justo y humano o, por el contrario, dejé pasar esta

oportunidad y permita que el capitalismo se recomponga y reine por un tiempo más, lo suficiente para terminar con el planeta. La postal que nos acaba de regalar el Rey de España, escopeta en mano, decrépito y al pie del cadáver de un (este sí) majestuoso elefante, no puede ser más ilustrativa de “la moral” del capitalismo. España y el mundo podrán caerse a pedazos, pero estos rufianes que viven chupando la sangre de los trabajadores, ni se dan por enterados. En este marco, no resulta exagerado el aviso de otro científico norteamericano, como Stephen Hawks, quien recientemente daba a la Humanidad no más de mil años para “cambiar de planeta”, declarando a la Tierra como un mundo “en vías de extinción”. Todo esto que refiero parece tomado más de las visiones apocalípticas de un movimiento profético y milenarista, que de lo más actual de las Ciencias Sociales. Sin embargo, es desde esta perspectiva de un “sistema-mundo”, desde donde debemos partir para analizar nuestras realidades nacionales y locales. Esto para no caer en el constreñido mundito de las coyunturas y los jueguitos bobos de las grillas nacionales y provincianas, como las del repulsivo show mediático del PRI y el PAN o las ocurrencias locuaces de la intelectualidad neoliberal del cuadrado Quadri, como esa de que México “no es un país de pobres, sino clasemediero” (ja, ja, ja), y cuya patética irrupción en la real politic, hizo visibles las entrañas conservadoras, ñoñas y oportunistas de nuestros doctores Conacyt. Pues en la infrapolítica, como en la pirinola, gane quien gane, todos perdemos.

A N U L A R E L VO T O , A N U L A R EL SISTEMA Hasta el momento el abstencionismo y la anulación del voto han permanecido fuera de la Infra-política y de las Otras políticas. En el campo infra-político no son opción. Particularmente para la Izquierda electoral resulta un problema pues suponen que les resta votos. En 2006 no pocos obradoristas acusaron a los zapatistas

F. Israel Flores Bravo. Santiago de

y a La Otra Campaña, de haber perdido las elecciones presidenciables por no acudir a votar. Incluso una diputada perredista del Distrito Federal acusó al Sub Comandante Insurgente Marcos, aquí en Querétaro, de “ser esquirol de la derecha”. El grado de encono fue tal, que cuando Peña Nieto reprimió brutalmente a los de Atenco, con la complicidad del gobierno federal panista de Fox y del presidente municipal perredista de Texcoco, las amplias redes obradoristas y sus intelectuales guardaron un vergonzante silencio. Para ellos el abstenerse o el anular los votos beneficia a la Derecha. Por el otro lado, las Otras políticas y resistencias han mantenido cierta distancia acerca de estas dos “anomalías”. Incluso el zapatismo no ha hecho un llamado explicito a no votar o a anular el voto, aunque sí de manera implícita, con su contundente crítica a todos los partidos políticos. Y es desde esta lógica, de una muy otra política, en donde podríamos resignificar la carga negativa o neutra que tiene la propuesta de ir a las urnas a anular el voto. En primer lugar, consideramos que los “anuladores” representan el hartazgo y rechazo hacia todo el sistema político mexicano, es decir, hacia la nefasta infra-política, y este es un punto de partida fundamental en la construcción de una conciencia política y social más amplia. Es un signo de crítica profunda, de enojo justificado y de acción precisa. Los detractores dicen que es un “gesto que no cambia nada”, y tienen razón si solo se queda en la catarsis. Pero qué pasaría si se abre a otros objetivos igualmente radicales y pacíficos, como trazarnos la meta de alcanzar un 80% de anulación y abstención, convocando a ambas cosas, con el propósito de anular las elecciones, quitarles su legitimidad, no solamente moralmente hablando, sino legalmente y abrir con ello un debate nacional sobre la democracia que queremos y necesitamos. No hay que olvidar que los abstensionistas somos mayoría, una mayoría silenciosa que supera a la “ciudadanía” nula que sí vota. ¿Qué pasaría si asumimos que esta forma pasiva de resistir esta podrida realidad, debe convertirse en una resistencia activa que genere el fortalecimiento de todas las luchas anti-sistema?

Querétaro Querétaro, México. 1986. Músico y escritor dedicado al futurismo y a la dinámica experimental. Director del ensamble artístico Teatrofia, en Rashanzkyblunder: Los versos de la zombiónica, (2011). Compilado en el libro Besar de Lengua, muestra de poetas en Querétaro nacidos entre 1980 y 1993, (2011). Ganador del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Querétaro (2010), con la obra Rashanzkyblunder: Los versos de la zombiónica, (Poemario musicalizado en vivo, con adaptaciones de arte escénico y visual). Creador del género Cómic en el discurso poético-urbano, (La Nueva Poesía – Lalo cura a Lalus de la noche, de Israel Flores, a cargo del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2006), Realiza el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de Querétaro, SOGEM (Adolfo Torres Portillo), 2005. Ha tomado diversos talleres de poesía con maestros como Miguel Aguilar Carrillo, Raúl Renán, Martha Favila, Manuel Cruz, Sirac Calvo entre otros. Participe de la innovación en lecturas de poesía con dinámicas que desdoblan la percepción de la metáfora.

Nuestros detractores dirán de inmediato “que soñamos”, pero no se los refutaremos. Efectivamente, decidimos incrementar, junto a nuestra capacidad de indignación y rabia, nuestra imaginación social y política, para no quedarnos en el colmo del conformismo infra-político, vestido de izquierda, que ahora reza que hay que “votar por el menos peor, porque no votar no es opción”. Definitivamente nos negamos a este cínico y banal credo de realismo burgués. Nosotros no queremos las migajas de los poderosos. Nosotros si soñamos con lo mejor y lo mejor está en un mundo sin capitalismo.

EPILOGO Terminamos este texto citando el Artículo 39 de la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos (que ahora bien podríamos llamar: “Estamos Hundidos Mexicanos”): “La soberanía nacional reside esencialmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. (El subrayado es nuestro).

Nü Israel Flores Bravo Se deconstruyen a partir de cromo multiplicándose en la sangre más joven. La reliquia del universo asciende a la evolución. Los engranes de la naturaleza son neurocircuitos: la simbiosis en el homotronic. (Los fluidos irradian la frecuencia primaria). Uniones sintéticas a base de orgánicas muestran el infinito reestablecido ante el respaldo de la conciencia.

Por David Martínez Me subí al taxi lo más rápido que pude. Sin pensarlo dos veces le pedí al taxista que arrancara. Me preguntó a dónde quería ir. Le dije que no me importaba, que condujera rápido y lejos; mientras más lejos mejor; mientras más rápido... El taxista arrancó al instante y nos despegamos de ese horrible lugar para adentrarnos en la oscura garganta de la noche. Por un momento me sentí aliviado. Una corriente de aire caliente subió por mi pecho y se materializó en un suspiro. Pegué mi espalda al respaldo del asiento y comencé a hundirme, poco a poco, en su delgada piel de terciopelo gris. Traté de olvidarme de Ellos; Pero no podía dejar de mirar el retrovisor para garantizar que no estuvieran cerca, la sola idea de que aparecieran junto a nosotros en cualquier momento me parecía atemorizante y hacía que una capa de acidez recorriera mi esófago amenazando con transformarse en un vómito instantáneo. Con sólo imaginarme sus rostros tras la ventana, tuve para conseguir que los vellos se me erizaran y se estrellaran contra la ropa provocándome un dolor eléctrico y suave. Sin embargo, traté de calmarme. Ahora estaba seguro dentro de un taxi. Hacía mucho que los había perdido y sólo debía relajarme y esperar un poco más para seguir mi camino. El aire estaba empapado con el sonido de una cumbia que, lejos de ayudarme, cada vez me ponía más nervioso: su odioso sonido repetitivo y cargado de acordeonazos, sonaba más a marcha fúnebre que a música para entretenerse. Dejé la música de lado y, entonces, mi atención pasó al taxi. Estaba seguro de que observándolo me olvidaría de ellos y mantendría mi mente ocupada. Me equivoqué. El taxista, contra la naturaleza de su oficio, iba callado y tenía sus ojos negros puestos en el parabrisas. De cuando en cuando se llevaba un cigarro agonizante a la boca y, luego, lo sacaba y cambiaba alguna velocidad

de la forma más mecánica que uno pueda imaginar. Por un momento me pregunté si no sería ese hombre uno de Ellos y no estaría llevándome directamente al matadero, mas descarté la idea cuando noté que, de ser así, no habría aceptado arrancar y habría dejado que me encontraran. Seguí con mi recorrido por el taxi, no había mucho que mirar: los único adornos eran una estampa roja de la Santa Muerte que nos

taxista. Una vez con las monedas en su poder, vi cómo él las dejó sobre el tablero una por una. Bajé del taxi mientras le daba un tímido “gracias” al taxista que, sin contestar, aprovechó para encender su carro y desaparecer entre las tinieblas. Giré la cabeza y seguí con mi camino pero no alcancé a dar ni tres pasos cuando vi algo que hubiera deseado no haber visto jamás, sentí cómo se me congelaba el estómago y empecé a llorar: ahí estaban Ellos y me tenían rodeado.

¿Y la belleza?... la belleza se desvanece con un leve soplo de cotidianeidad, al final sólo quedan las fotografías del celuloide, la obsesión de una cultura que todo lo digiere, lo asimila y lo coloca en el diván de los fetiches. Hoy sé que la fuerza en tus labios apretados era un signo de constipación, de resistencia ante la vulnerabilidad aparente de la estulticia femenina y frecuentemente pienso que tu personalidad era una coraza, que tu no existías sino como la expresión final de una voluntad moral que inicia y termina en el imaginario colectivo de lo que es una mujer exitosa.

observaba desde arriba del retrovisor, y un tapete de ajedrez sobre el tablero, que servía como cementerio de cigarros. Un súbito acelerón me dejó clavado en el asiento. El taxi entró en una avenida de alta velocidad. Era obvio que Ellos ya no darían conmigo. El taxista sacó el cigarro de su boca y, sin despegar la vista del parabrisas, expulsó el humo y arrojó lo que quedaba de su cigarro sobre el tablero; por primera vez en todo el viaje lo escuché hablar: —Voy a tener que desviarme, patrón. --¿Desviarse co-co-como a do-dónde? —A otra calle porque hay harto tráfico más pa`lante y pos como usté quiere que me vaya en fá pos... —Ahh, jaja e-está preocupe don.

bien,

no-no

Para tus labios, el romance es la tragedia, un mito erótico cuyo vértigo está delineado por la dominación (entendida como la condición esencial de la convivencia humana), un credo fascinado por los grandes dogmas freudianos y por lo ineludible del inconsciente. Bebes de tu copa, te acomodas el cabello, la falda, el maquillaje impecable, encarnando, a tu idea, a la mujer emancipada, aquella que fuma lentamente y desprecia hombres con la mirada, una feminidad insatisfecha, vuelta masculinidad, definida por la violencia moral de la guerra de los sexos.

E

res dura con los demás, pero eres aún más dura contigo misma, en tus párpados se puede ver el filo de la autoridad, esa llaga feminista que arde y quema cada vez que un hombre se acerca para acechar tu cuerpo como un pedazo de carne sin dueño. Eres obstinada, pero tu vanidad no se origina de un prematuro desenfado por la vida sino todo lo contrario, te gusta el poder, el dominio del cuerpo.

Todos teníamos la necesidad de mirarte humillada, sufriendo como cualquier mortal, de conocer la última frontera de tu fragilidad impenetrable para entender y justificar la condición femenina tal y como nos la habían explicado… a veces me excitaba tu hermetismo, ese egoísmo que me resultaba tan familiar en los hombres, pero tan fascinante en las mujeres. Tómate otra copa, cuéntame más de vida, de tus amores, háblame de tu dolor, quiero entender tu indiferencia.

se

En seguida salimos de la avenida y fuimos a dar a una calle solitaria y llena de baches, donde los pocos postes, cada vez más separados entre sí, hacían su mayor esfuerzo por alumbrar sin conseguirlo. El taxista seguía mudo y mirando hacia adelante. La oscuridad era tan profunda que la cara ya no se le veía. Dimos vuelta por otras dos callejuelas así y, de pronto, el taxista se detuvo en lo que parecía ser una esquina. Yo me quedé esperando a que arrancara de nuevo. Las manos me temblaban. —Hasta aquí puedo dejarlo patrón. —¿Pero por qué?— El corazón me latía tan fuerte que podía sentir sus golpes. —Tengo otro jale más al rato, van a ser cincuenta pesos— El taxista mantenía su cara, casi muda, oculta tras un pequeño círculo amarillo que advertía la presencia del cigarro. Metí mi mano en la bolsa del pantalón y tanteé para encontrar cinco monedas de diez pesos. Mis manos estaban tan sudadas que las monedas se pegaron a mis dedos al tiempo que su helada textura me traspasaba los huesos. Tras dos expediciones más a la bolsa, junté las cinco monedas y se las entregué al

Fotografía: Rafael Gutiérrez

Vi en una conmovedora estampa al señor Leñero Mahfuz atravesando la calle de la mano de, ay, Susanita, y sentí la felicidad infinita del amor. Recorrí las calles de este país arruinado por huracanes y miedos y gobiernos y ladrones. Vi en Pénjamo la banqueta donde Edén Pastora, el mítico Comandante Cero, un día se sentó a llorar, desencantado porque no existía el Pénjamo que imaginó cuando en su Managua adolescente la canción de Méndez lo hizo ahorrar para viajar hasta este pueblo que resultó un mediocre y polvoso rancho del bajío cristero. Vi tantas cosas. Vi incluso cómo en el alma del viejo, que se mecía en la hamaca, la voz arrabalera de Alejandro Fernández se transfiguraba en un remolino inmenso cuando una “nube viajera” humedeció cada célula y cada poro y cada aleteo del hueco dejado por alguna ausencia.

TODOS LOS MIÉRCOLES A LAS 2:00PM

Epílogo Nube viajera Por Leonardo Peñaloza

F

ui a Comala porque al viejo le dijeron que ahí podía descansar de los males del cuerpo y de las agruras del alma. Lo acompañé unos días y, como el florentino en los círculos interminables de su travesía, en ese viaje vi todo. Lo instalé en el hostal Naranjo y caminé solo por todo Occidente. Vi la inmensa costa del Pacífico y el mar inmenso de Colima. Vi el gran velero encallado en la plaza de Mazamitla, blanco como una aparición en medio de la nada. Vi el circo y los cirqueros. Vi la noche y el amanecer y el velorio y los panteones y los ingenios azucareros y los camiones cargados de caña hasta arriba. Vi el Ceboruco y las orillas de Chapala. Vi divertido un tractor hecho una gran fuente brotante y a los gasolineros azorados huyendo de la explosión que parecía venir. Viví la sensación del extravío en las carreteras de la noche profunda, sin teléfono ni Guía Roji ni Google Maps. Ay, la sensación de inseguridad al pasar por Sahuayo y Jiquilpan. Ay, los pertrechos verde olivo, rastros visibles de la pesadilla de una guerra estúpida cuyo final sobrevendrá tras la derrota electoral que viene. Viví en esa costa el estrépito de un temblor, el sobrecogedor vaivén del planeta todo moviéndose como en un sillón durante la siesta de una tarde de junio. Tras el temblor vi el abrazo infinito entre un líder de pueblo y la matrona del pueblo, tramando alguna tranza de asamblea. Todo el corporativismo priista y toda la melcocha del falso afecto desparramado en las anchas espaldas de Eufrosina, ahí concentrados en una imagen que se escapó de una cinta de Galindo.

Viajé a las entrañas de Occidente, viajé a la sensación profunda de que los viajes deberían ser abolidos. “El viaje no existe, existe la compañía”. Ay, esta vez se me ablandó el esternón y no pude menos que obedecer el primero de mis mandamientos, que dice: tocarás los extremos, porque la ecuanimidad sólo la alcanzan los muertos. ¿Es cierto todo esto? ¿Qué de lo que digo es cierto? Nada importa, menos la verdad. No busques la verdad, busca la vida, me dijo el viejo Constantino, porque el que dice la verdad dice poco.

Año bisiesto

o la soledad de los tiempos modernos Por Horacio Duarte

L

os comentarios a esta película tienen que estar dirigidaos necesariamente a la excelente introspección que el director australianomexicano, Michael Rowe, da al espectador. Si bien el filme Año bisiesto (2010) no es la gran obra maestra del cine mexicano sí podemos enunciar que lo enriquece de una manera sustancial al proponer un nuevo concepto de realización y de producción poco común en nuestro país. Se deja atrás la violencia del México que nos ha tocado vivir, también los problemas de inseguridad, de política y familiares para centrarse en algo mucho más universal: la soledad como vacío existencial, o el engaño y simulación de las formas. La historia es muy simple. La película nos narra la vida de Laura, una periodista freelance que se ha ido a vivir a la Ciudad de México y cuya soledad la orilla a encontrar la paz en una relación sado-masoquista. Pero detrás de esta historia se encuentran muchos elementos que hasta podrían pasar por una crítica o retrato de la forma de vivir contemporánea. Es una historia que no le falta nada ni tiene elementos de más. La exactitud de las tomas y lo mesurado de los diálogos muestran también el pensamiento de Laura. Mientras se masturba viendo a sus vecinos hay de trasfondo un silencio, un manso y tierno silencio que únicamente se rompe con los gemidos apagados de la voz de Laura. Sus ojos de agua y su abyección quedan como un cántaro roto. No hay vacío sin el traspaso de la intimidad, no hay vacío si para la mirada están prohibidos los sitios que toca de forma panóptica. La mirada se abre al silencio y queda reflejada como una mueca de dolor, y no hay mayor dolor que no ser visto, de no saber que existes en y a través de las otras personas. Las personas son el reflejo de la mirada, un silencio diametralmente opuesto a las formas; el silencio – visto así- cae en el cuerpo voluptuoso de Laura como un escupitajo, ya ni siquiera sus senos o sus nalgas

pueden hablar por ella, porque siempre está desnuda. La apertura del cuerpo a la existencia misma y a la de los demás es la forma de estar tirado: abyección. Está abierta, ya no tiene nada que mostrar, todo lo ha dado y, en cambio, nada ha recibido que le reditué su desnudez. La carne es el traje que no se luce sino hay algo que esconder. En un primer instante se aprecia, luego se deshecha; el instante de la mayor soledad recae en el cuerpo y es cuando se siente frío y la náusea resbala en forma de escalofrío por toda la espalda o como líquidos derramados en la entrepierna mientras los otros se tocan y yo los veo y siento ganas y deseos de ser ellos. La soledad es una forma de aspiración, por eso Laura miente, por eso se quiere ir a Suiza, por eso dice que siempre platica con todos sus vecinos cuando en realidad ni siquiera saben que existe. La mayor parte de la comunicación la realiza de forma electrónica, ya ni siquiera le alcanza la humanidad para hablar cara a cara: el sexo habla por ella y cuando éste termina se instala otra vez el silencio entre las sábanas arrugadas y el lino crudo de las cortinas. Otra característica importante rescatable de la película es el realismo con que se muestra Laura. Ya no es el estereotipo ideal de belleza, ya ni siquiera es una persona agraciada y ni siquiera utiliza un lenguaje de película, es decir, pensado o sobre actuado. La rudeza de las palabras se siente cuando parecen faltas de todo contenido y expresan el interior de quien las dice: otra vez la nada. No hay belleza ni sentimentalismos baratos; es la cruda realidad que proyecta el largometraje lo que nos ocasiona poner atención. El espectador se siente atrapado porque sabe que hay algo en el personaje principal de Laura con el cual se siente identificado. Es la perversión de las formas y la fealdad real que se instala de pronto como una punta de cuchillo que recorre todo el cuerpo. Es el feo sonido de la voz y la emotividad dejada de lado. Laura nos enseña que su cuerpo es el nuestro y su voz la de nuestra época, aprendemos con su amargura que la nuestra es más grande y con sus mentiras que todo puede ser devastadoramente real.

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