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AYESA MEXICO CUMPLE DIEZ AÑOS (25-09-2013) Queridos amigos: Quiero agradecerles muy efusivamente su gentileza al acompañarnos en este acto tan trascendente para nosotros, y hacerlo con tanto cariño que nos mueve a sentirnos en casa. La gente de AYESA consideramos a México como nuestra segunda patria, y es reconfortante ver como ustedes contribuyen a ello al acogernos tan amistosamente. Como en las intervenciones anteriores ya se han dado todos datos importantes y ustedes tienen un buen conocimiento de lo que es nuestra empresa, creo que sería una buena idea que yo les descubriera el alma de AYESA. Todas las empresas tienen un alma que es la que les da el carácter y marca su manera de trabajar. Si buscáramos en nuestro espíritu nos llevaríamos una sorpresa, porque encontraríamos un corazón de AYESA lleno de sueños. Los hombres de hoy hablan poco de sueños, como si les pareciera infantil o rancio el hecho de soñar, pero lo cierto es que todos tenemos en nuestro interior un buen puñado de ellos. En la sociedad materialista que nos ha tocado vivir apenas se los menciona. Pero los sueños son el verdadero motor que impulsa a hombres, países y empresas. Un país sin sueños es un país condenado al fracaso. Y lo mismo cabría decir de una empresa. Para que conozcan bien los sueños que alimentan el alma de AYESA, voy a hablarles de tres clases de sueños: los de un niño, los de un adulto y por último de los de la gente. Comenzaré hablando de los sueños de mi infancia. Yo nací en una España asolada tras una guerra civil, en una dictadura y con una economía subdesarrollada. Veía a mi alrededor mucha necesidad y escasas esperanzas. Todo niño de mi barrio sevillano soñaba ent onces con levantar a su país y crear riqueza. Y yo, que ya era entonces un soñador, acabé siendo ingeniero porque un viejo profesor me dijo que los ingenieros eran unos héroes. Eran ni mas ni menos que los
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hombres encargados de conseguir una vida más amabl e para la humanidad. Aquellos eran años donde todavía el planeta se reconocía como un valle de lágrimas, con escasas comodidades y mucho más sufrimiento que alegrías. Mi profesor me decía que la vida era difícil no por crueldad del Creador sino por la exigencia de una Naturaleza que examinaba cada día a los seres vivos con pruebas de selección por aptitud. Y que había dos clases de especies en la Tierra, las que no sabían superar las dificultades y se extinguían, y las que encontraban la forma de vencer los obstáculos. Esas subsistían felices… hasta la próxima prueba. Mi profesor me contaba que el agua era fundamental para la vida, pero la Naturaleza la daba aparejada con la muerte: contaminada y dispersa en el espacio y el tiempo. Que a la vez que apag aba la sed, transmitía graves enfermedades. A veces venía en forma de riadas que asolaban todo a su paso y acababan con vidas y enseres. Tras las inundaciones venían las sequias y la gente moría de hambre y sed. ¡Que paradojas tiene la existencia! Pero a lo largo de la Historia, unos hombres especiales habían sido capaces de ingeniárselas para vencer esas dificultades, y crear defensas para proteger las ciudades de las crecidas, presas para almacenar los recursos y guardarlos hasta que hagan falta, canales para distribuirlos y depuradoras para purificar las aguas. Esos hombres eran los ingenieros, los responsables de superar las pruebas naturales de aptitud y convertir el mundo en un territorio más amable. Una especie de caballeros andantes que vivían una aventura épica para luchar contra los elementos y ayudar así a los necesitados. En estos días, México está sufriendo con los huracanes las pruebas de esa Naturaleza que parece ensañarse con la gente más brava, quizá porque le corresponde por capacidad superar pruebas más difíciles. También serán los ingenieros los encargados de restaurar esas heridas. Afortunadamente los ingenieros mexicanos son lo suficientemente valiosos como para enfrentarse con éxito a una Naturaleza tan desbocada como la que les toca padecer.
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Mi barrio de Triana se inundaba cada invierno con las crecidas del Guadalquivir, y yo soñaba con que algún día llegaría un ingeniero a proteger mi casa y las de mis amigos. Cuando en 1966 fundé AYESA, con un ingeniero bastante mayor que yo, Andalucía no estaba mucho más desarrollada que en mi infancia, y nos propusimos hacer realidad los sueños de mis paisanos. Desde aquella modesta ingeniería, contribuimos con nuestro esfuerzo a desarrollar nuestra tierra para que dejara de ser un valle de lágrimas y se convirtiera en un lugar donde se viviera feliz y en paz. Con los años AYESA fue creciendo en tamaño y, a medida que ayudaba a arreglar los problemas locales, fuimos extendiendo nuestra actividad a otros lugares donde la gente nos necesitaba para hacer realidad sus sueños. Primero en España y después en di stintos países, AYESA se dedicó a hacer más amable el entorno, en u na tarea profesional que para mí no tiene otro calificativo que el de hermosa. Estos eran más o menos mis sueños de niño, que como ven, AYESA se encargó de convertir en realidad. Para cont arles mis sueños de adulto vamos a situarnos treinta años más tarde. Para entonces AYESA ya tenía el suficiente tamaño como para afrontar el reto de adaptarse a las necesidades del mundo tecnológico que se nos venía encima. A final del siglo XX ya se intuían épocas convulsas de cambio y las empresas debían plantearse como querían enfrentarse a los nuevos tiempos. Para ello, acompáñenme con la mente a Lima, en el año 1996. En un gran hotel de la capital peruana se celebraba la reunión anual de la FEPAC. Yo asistía en mi condición de presidente de ASINCE, la asociación española de ingenierías independientes, que desde 1994 formaba parte de la asociación americana. Durante toda la jornada se produjo un intenso debate en torno a la globalización. En aquel año ya comenzaba a materializarse la realidad de un planeta lleno de oportunidades en todos sus rincones y para todas sus empresas. También las de ingeniería. La voz cantante la llevaban las consultoras estadounidenses que preconizaban la necesidad de cambiar las ingenierías tradicionales, enfocadas en sus mercados locales, para transformar sus estructuras, mercados y objetivos con la vista puesta en la apertura de puertas de la humanidad.
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El discurso de entonces es conocido por todos ustedes, porque es también el discurso actual en muchos ámbitos económicos. En el mundo globalizado que nos ha tocado vivir, las empresas con vocación de crecimiento necesitan extenderse por todo el planeta. Los mercados se quedan pequeños, la humanidad se uniformiza y demanda l os mismos productos y servicios en cualquier rincón del globo. Los países necesitan intercambiar riqueza con los demás para equilibrar sus balanzas de pagos. Esa supresión de fronteras lleva implícita la oportunidad de utilizar mercados laborales muy diferentemente retribuidos, y una multinacional puede dispersar su fabricación por cuarenta sitios buscando la mano de obra más barata. Ese año, en Lima, los estadounidenses defendían también ese modelo para las ingenierías. Lo que podíamos llamar la ingenier ía low-cost. Empresas compitiendo por todo el mundo, que podían tener la delineación concentrada, por ejemplo, en Marruecos, el software en la india, el proyecto en un gestor documental compartido en la red, e ingenieros de diferentes sitios trabajando si multáneamente en aspectos parciales del mismo como si se tratara de una cadena de producción. Un consultor llegó a decir que nuestras empresas deberían copiar el modelo NIKE. Yo, en mi intervención, fui enormemente crítico con esa filosofía. Tengo un concepto demasiado elevado de la ingeniería y su responsabilidad social como para equipararla a una fábrica de zapatillas que elabora la suela en Thailandia, los cordones en Vietnam y la confecciona en Angola. Ese día defendí el concepto de ingeniería con la que yo soñaba, una empresa tecnológica que debía abordar el reto de la globalización apoyándose en los siguientes cuatro objetivos:
1 SENSIBILIDAD POR EL TERRITORIO Y SUS HOMBRES. Defendí la idea de la ingeniería como servicio público comprometido con el lugar donde realiza su trabajo. Empresas con personas que tienen cerebro, personalidad, cara y ojos, gente creativa y preocupada por su territorio. Compañías capaces de entender la idiosincrasia del Pág. 4
lugar donde han de actuar, y buscan la solución más integrada con el paisaje y las peculiaridades sociales de sus futuros usuarios. Cada vez que veo un puente emblemático, en una ciudad cualquiera, que no se identifica de forma expresa con la misma, pienso que es una oportunidad perdida. Los puentes del Sena hacen permanente referencia a París, como los de Manhattan a New York o el Golden Gate a San Francisco. Según la filosofía de la ingeniería tipo Nike, un puente en DF sería el mismo que otro en Sevilla o Kuala Lumpur, un producto de catálogo sin otra misión que la de no caerse. Sería una ingeniería que contribuiría a un mundo despersonalizado, de paisaje gris y carente de cualquier raíz. Y yo soñaba por aquel entonces con una ingenier ía que redactase sus proyectos pensando en la sensibilidad del escenario natural donde se incardinan y en la huella que dejarán para siempre.
2 APUESTA POR LAS SEÑAS DE IDENTIDAD Ese día también defendí otro sueño para la ingeniería del siglo XXI. Global si, extendida por todo el planeta, pero con implantaciones locales capaces de aprovechar todo el saber que existe en esos territorios. Con ingenieros de todo el mundo, sin distinción de nacionalidad o religión, capaces de aportar aquello que saben mejor que sus colegas. Las empresas globales no tienen una sola bandera. Pero eso no significan que no tenga ninguna. Por el contrario poseen muchas, porque bajo sus siglas existen empleados de diferentes orígenes. Mi sueño era que los técnicos que trabajaran en ellas las blandieran todas a la vez. Una empresa es más rica y eficaz si ofrece simultáneamente a los mejores equipos de todos los lugares donde se implanta. Soñaba, y así lo conté, con que un día nuestros equipos buscarían lo mejor de la ingeniería española, mexicana, polaca, india o inglesa para elegir de entre ellos sus mejores directivos. Eso motivaría, por ejemplo, que el director de nuestra nueva oficina en Malasia pudiera ser un ingeniero mexicano.
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Marchamos inexorablemente hacia un mañana mejor en el que no habrá fronteras, el planeta entero será nuestro hogar, nuestra casa, y los hombres nos sentiremos hermanos de gentes de otros países. Y, sin embargo, esto no debe significar la pérdida de nuestros sentimientos nacionales. Más bien al contrario: en una Tierra abierta y compartida, las señas de identidad harán más falta que nunca. Pertenecer a un pueblo, poseer una lengua, una cultura y unas costumbres implican una filosofía de vida, un sentir en común y una manera de entender las cosas Esa forma de ser y sentir es enriquecedora. Aporta visiones y experiencias que son ajenas a los oriundos de otras sociedades. Equipos formados por mexicanos y españoles, trabajando codo con codo, serán sin duda mucho mejores que si están formados solo por los de una sola nacionalidad. Por eso, la filosofía con la que yo soñaba era la de enriquecer el producto a través de la hermandad entre técnicos de muy diversos orígenes capaces de aportar lo mejor de cada uno de ellos y de los países de los que procedieran.
3 ESCRIBIR EL FUTURO También defendí la necesidad de abrir la mirada a las nuevas posibilidades tecnológicas que iban a traer nuevas demandas sociales. Era evidente que el planeta evolucionaba a pasos agigantados. Acababa de abrirse Internet al mundo y , a pesar de la lentitud de las comunicaciones de entonces, era obvio que todo iba a cambiar radicalmente. Antes proyectábamos carreteras pensando solo en el trazado y el pavimento. Hoy el usuario viaja con un Smartphone que le sirve de navegador, elemento de pago en el peaje, informador de la ruta a seguir para evitar atascos, o herramienta de seguridad que le conecta con los servicios públicos. Estamos en la antesala de los sistemas inteligentes de transporte que incorporarán la conducción automática. Es obvio que la ingeniería del mañana debe ser otra cosa. El ciudadano quiere tener una vida más amable. Necesita nuevas infraestructuras que lo comuniquen, le traigan energía, agua y alimentos. Pero también quiere integrarse en la moderna sociedad de Pág. 6
la información. Las redes sociales pasarán de forma de expresión y comunicación a una herramienta indispensable que gestione los servicios públicos de abastecimiento, sanidad, educación, seguridad, hacienda y una administración electrónica. Las infraestructuras físicas estarán integradas con las informáticas. Y para dar respuesta a las necesidades de esa nueva demanda colectiva surgen las Smart Solutions, que integran la ingeniería tradicional con la consultoría de gestión. La nueva ingeniería será menos física y más virtual. Yo soñaba entonces con una ingeniería, basada en un departamento importante de I+D que desarrollase soluciones y herramientas nuevas para colaborar a escribir el futuro.
4 CAPAZ DE COMPETIR GLOBALMENTE Por último también soñé con una ingeniería competitiva, capaz de luchar en todos los mercados del orbe. Para eso iban a ser necesarias cuatro cosas: •
tamaño, para disputar los contratos a los pesos pesados de
la técnica global; •
diversificación, para soportar las evoluciones cíclicas de la
economía de años de vacas flacas, que no afectan simultáneamente a todos los sectores y para generar sinergias de conocimiento (la tecnología habitual en un sector de la economía puede ser novedosa y aportar mucho en otro); •
soluciones y productos de vanguardia que la distingan de los
competidores •
y entrega de los equipos técnicos para compensar el
aparente bajo costo de las ingenierías en serie.
Debo confesarles que mi discurso de aquel año tuvo éxito y fue muy bien acogido. Allí había muchos ingenieros que entendían que nuestra Pág. 7
profesión era bastante más trascendente que un taller de productos en serie. Recuerdo a un californiano que se me acercó afectuosamente y me preguntó: -¿Usted es católico, verdad? Ha hablado de sueños de hermandad, de resolver problemas a los necesitados y construir un mundo mejor… Suscribo sus palabras. En el fondo yo me sentía orgulloso de ser ingeniero y de pertenecer a ese grupo de caballeros andantes que defienden a la humanidad. Y soñaba con que mi empresa fuera así. Y para terminar les hablaré de los sueños de la gente. En el planeta viven seis mil quinientos millones de criaturas. De ellos solo mil disfrutan de un mundo amable. El resto tiene toda clase de necesidades y continúa viviendo en un valle de lágrimas. Pero hay una gran diferencia, ahora con Internet es testigo de que existen otras formas de vida más agradables, y sueñan con ingenieros que les quiten la sed, el hambre, los comuniquen y gestionen su mundo con una sanidad, educación y justicia modélicas. Hoy, diecisiete años después, en un día como hoy, debo decirles que AYESA ha pasado el control de calidad de su capacidad de hacer realidad los sueños de la gente a través del conocimiento. Porque ha sido capaz también de haber hecho realidad los sueños de su presidente expuestos a contracorriente en Lima. Hoy AYESA trabaja en treinta países, es sensible en sus soluciones a la demanda de los usuarios de sus proyectos, tiene expertos de muchas nacionalidades que trabajan de forma integrada, sus equipos están entregados para dar el mejor servicio, invierte mucho en I+D, y está plenamente diversificada, desarrollando actividades en seis áreas: civil y arquitectura, consultoría y Outsourcing, industria, aeronáutica y defensa, Instalaciones TIC y Smart Solutions. AYESA es bastante más que una empresa de proyectos y supervisiones, hoy es una compañía de servicios tecnológicos integrales de vanguardia en el ámbito de la ingeniería, la consultoría y los sistemas informáticos, que proporciona soluciones a sus clientes en el mundo entero
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AYESA sabe que los hombres de la nueva era, de cualquier país, raza o credo, sueñan con infraestructuras, instalaciones, equipos, alimentos, agua, energía, gestión pública, sanidad, justicia, edu cación, seguridad, comunicaciones, ocio, tiempo real, un planeta inteligente y todos los logros de una sociedad desarrollada. Y AYESA pretende contribuir modestamente, en la medida de sus posibilidades, a dar respuesta a esas aspiraciones. Para ello, ofre ce la única herramienta que ha servido al hombre para superar la adversidad: el conocimiento, servicios tecnológicos de vanguardia, para convertir en realidad los sueños de los seres humanos en cualquier lugar del orbe. AYESA implanta sistemas informáticos para gestionar haciendas públicas, sanidad, educación o justicia; traza ferrocarriles de alta velocidad; delinea el ala de un avión; desarrolla instalaciones químicas, petrolíferas o mineras; teledirige sistemas de gest ión inteligente; diseña apps para tablets; o proyecta, supervisa e informatiza soluciones de transporte, regadío, abastecimiento o depuración de última generación, en pos de un mundo mejor y más justo. Nuestro nuevo lema pretende resumir este objetivo: AYESA es la empresa del conocimiento que hace realidad los sueños. Un buen ejemplo de todos esos sueños convertidos en realidad está en la AYESA MÉXICO de hoy. Después de diez años, nuestros equipos mexicanos, con más de trescientos técnicos repartidos en diversas filiales, no solo constituyen la sede más importante del grupo fuera de España sino que se han constituido como uno de los pilares más sólidos de nuestra empresa. La gran preparación de los ingenieros mexicanos, el nivel de sus universidades, su capacidad de trabajo y la estrecha hermandad con la que trabajan junto a nuestros expatriados han logrado que AYESA MÉXICO comience a trascender al exterior, adquiriendo una dimensión muy distinta a la que en principio parecía a estar destinada a ser sol o una delegación local. En esta década hemos tenido el honor de recibir la confianza de las autoridades mexicanas para participar en muchos proyectos emblemáticos de este país. Cuando un ingeniero aporta parte de su Pág. 9
mente a una infraestructura incardinad a en un territorio, se produce inevitablemente una transfusión en ambos sentidos que inocula, también en su alma, la del país que la recibe.
Es obvio, que después
de nuestra trayectoria en México, por nuestras venas corre ya sangre mexicana. No solo por las arterias de AYESA sino por las mías personales y las de mis hijos. Tampoco podríamos haber llegado a este día sin nuestra gente, técnicos españoles y mexicanos que trabajan cada día codo con codo para dar lo mejor de nosotros mismos y hacer realidad l os sueños de tantos. Como muchos de ellos están aquí en este acto, quiero que reciban mi gratitud, consideración y respeto. Y tampoco seríamos nada sin nuestros clientes. Gracias por haber confiado en nosotros. Muchos de ellos están aquí presentes en este acto. Quiero decirles que no traicionaremos nunca esa confianza. También deseo pedirles que continúen contando con nosotros para que dentro de otros diez años podamos repetir esta celebración, repasar los éxitos del trabajo conjunto y brindar de nuevo c on el único brindis que procede porque brota directamente del corazón: ¡Viva México! José Luis Manzanares Japón
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