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48 / El Viejo Topo 320/ septiembre 2014

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Bohumil Hrabal o el optimismo pesimista por Antonio Gracía Vila

C

uando en febrero de 1997 moría Bohumil Hrabal solo nos quedó a sus devotos lectores el consuelo de saber que aún restaban numerosas obras del autor checo por traducir: diecinueve tomos de obras completas. Falso consuelo.

Esta mañana he visitado el vertedero de la basura ¡Dios mío, qué belleza! VINCENT VAN GOGH

Hrabal nació, hace ahora un siglo, en Brno, la capital de Moravia, el 28 de marzo de 1914, el mismo día en que se reunían en Terst el emperador Guillermo II y el archiduque austriaco Francisco Fernando: los augurios no eran favorables. “Mi mundo se reduce a la vida en un vientre extramatrimonial y a una sensación de miedo permanente, que solo he intentado superar escribiendo”, aseguraba. Y es que, según cuenta, su madre, una bella joven entregada a su primer amor, cuando se decidió un domingo, por fin, a anunciar a su familia que estaba embarazada, el abuelo de Hrabal la arrastró hasta el patio y, apuntándola con una escopeta, rugió: ¡arrodíllate, te voy a matar de un tiro! Si la anécdota es cierta, no pasó a mayores, pues enseguida la madre de la chica apaciguó a su marido recordándole que la comida estaba ya lista y la sopa se enfriaba. Como siempre en el checo, algo entre trágico y cómico, que puede ser cierto o tal vez no. Pero él acarreó toda su vida una especie de sentimiento de culpa o de vergüenza que se convertía, también, en exhibicionismo o estrambote, según el estado de embriaguez o el favor de las musas. Hasta los tres años vivió con ese abuelo colérico –capaz de revolcarse por el suelo en sus

ataques y de destrozar bajo su furor todo lo que tuviera a su alcance, hasta que su mujer le ponía un hacha en la mano y le ofrecía algún mueble viejo para que se desahogara a trompazos– y su tranquilizadora esposa. El abuelo, convenientemente caracterizado, pasaría luego a las obras de su nieto, como el abuelo de Bernhard formaría parte esencial de sus escritos. Más tarde Hrabal fue a vivir a Polná con su madre y su marido, que adoptó al niño, del que se ocupó siempre con ternura y dedicación. Y a los seis años a Nymburk, el tópico paraíso de la infancia que haría soñar al checo. Allí vivía la familia en una fábrica de cerveza, de la que se ocupaba el padre, y daría comienzo su temprana devoción por la dorada y espumosa bebida, que trasegaba sin medida. La escuela le causaba pavor y siempre fue un mal estudiante. En cuanto podía huía al campo, a pasear, a correr, a tomar el sol y a bañarse: luz y agua, mucha luz y mucha agua. Las clases se le daban mal, pero escuchar a los parroquianos de las tabernas y echarse al coleto algún vaso que le ofrecieran se le daba de maravilla. * * * Se aficionó a los libros y, a pesar de su evidente torpeza para los estudios, aprobó el bachillerato –algunos decían que por influencia de su padre– y, más tarde, llegó incluso a doctorarse en Derecho, sin saber él siquiera muy bien por qué y sin ejercer

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se contagie y extienda. Su referencia vital será su tío Pepín, representado en Las desventuras del viejo Werther, para él su auténtico “padre”, y sus locuras y extravíos acompañados siempre por un permanente asombro: ¡Qué bonito es el mundo! Los borrachos divertidos, los charlatanes, los palabristas, los tipos superficialmente grotescos que pululan por las historias de Hrabal, como brillantes lombrices surgiendo de una tierra húmeda y fértil, son individuos que, lejos de producir lástima o incluso rechazo (aunque Hrabal recibió no pocos insultos por retratarlos) en el lector pasmado, le enamoran y absorben, le hacen reír con sus extravagancias, compadecerse con sus desdichas y envidiar su ingenuidad, como inevitablemente sucede con la obra maestra de su compatriota Jaroslav Hasek y su desquiciado, hilarante, demoledor e inocentemente astuto soldado Schwejk. Los discursos, banales o certeros, de esos hombres y mujeres nos dejan fascinados, como si a nuestro lado tuviéramos, como tuvo Hrabal a su tío, a un desbocado pariente lejano y vividor que, de vez en cuando, se acerca a nuestra casa para deslumbrarnos con su panoplia de fabulosas anécdotas y exageraciones que nos creemos a pesar de saber, con certeza, que no son más que espléndidas mentiras y mixtificaciones. En una figura como Hanta, por ejemplo, el reciclador de papel de Una soledad demasiado ruidosa, con sus manos negras y encallecidas por el tajo, buscando un ratoncillo aplastado por la Un jovencísimo Hrabal prensa, Hrabal trenza a la perfección lo anodino y lo fascinante. Pudiera ser una reflexión filosófica sobre la soledad y la pronunca. Empleado de ferrocarril, vendedor de seguros, viajante pia existencia: “La vida es una defensa continua contra lo que de comercio, poeta, metalúrgico, reciclador de papel viejo, traha de llegar quieras o no. ¡Qué raro que no haya más suicidios”, moyista, Bohumil Hrabal fue, sobre todo, un escritor, uno de y de hecho hay constantes acercamientos a los filósofos de esos prodigiosos escritores que han conseguido crear una obra cabecera de Hrabal: Kant, Lao-Tse, Schopenhauer, Nietzsche, y, con ella, un mundo absolutamente propios –y quizá por ello Hegel o Novalis, mas el ajustado lirismo de su autor, su método, universales–, reconocibles y fascinantes desde las primera lo convierten en puro arte: “Con cada bala doy sepultura a una páginas de sus libros. Un universo que irradia vitalismo y aupreciosa reliquia, al ataúd de un niño cubierto de flores martenticidad, una alegría de vivir atravesada, sin embargo, por la chitas, con orla de aluminio y cabello de ángel”. Del mismo tristeza y el dolor, por la incomprensión y la excentricidad, pues modo que, “nosotros que hemos servido Hrabal es una especie de optimista al rey de Inglaterra”, dormimos las escamelancólico, de pesimista gozoso. Un Hrabal es una especie de optimista sas horas que nos permite nuestro trabaRabelais schopenhaueriano veteado de action painting: “En el fondo soy un melancólico, de pesimista gozoso. Un jo de camareros en los sedosos brazos de pesimista optimista y un optimista Rabelais schopenhaueriano veteado amables prostitutas maduras, convencidos, eso sí, de que algún día cambiará pesimista. Soy anfibio, vivo en dos de action painting. nuestra cochina suerte. Otras veces casas al mismo tiempo. La risa ra acompañamos a Hrabal, siguiendo a su belaisiana, el llanto heraclitiano. Y es responsable y meticuloso padre, en sus visitas comerciales a las que… el gran SÍ y el gran No van juntos”. Sus personajes, tan omnipresentes cervecerías, auténticos templos donde se proparecidos y próximos a él mismo, son sin duda héroes cotidiaduce la comunión impía de lo sublime y lo más ordinario, nos cuyo valor radica, justamente, en asumir su propia vida gris alfombradas de serrín y escupitajos, frecuentadas por inverosíy absurda, su finitud, miseria y dolor, con la convicción íntima miles parroquianos que resultan ser muy parecidos a algún tipo y profunda de que, a pesar de todo, merece la pena aprovemedio borracho con el que has charlado en alguna ocasión. ¡Oh charla por completo y, al tiempo, conseguir que esa convicción

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la cerveza!, maravilloso y salutífero néctar que Bohumil trasegaba infatigable, jarra tras jarra, a pesar de que, al día siguiente, las malditas resacas le atormentaban, le llenaban de remordimientos, vergüenza y culpa, aunque estas últimas, siempre le rondaran. Las depresiones le tumban, el malhumor le ciega e insulta hasta a sus más queridos amigos, hasta que vuelve a sumergirse en el alcohol o la escritura y todo cobra, de nuevo, vida. Piensa en Pollock: “Me dije a mí mismo que no hay nada más bello que la elección de mi querido Jackson Pollock, el pintor que, después de haber pintado los lienzos más hermosos que haya visto jamás, después de haber bebido cisternas de whisky y fumado tantos cigarrillos Pall Mall que su humo envolvería todo el globo terráqueo, entonces fue a cenar al bar Cedar 5 y lanzó su coche de tal manera que con su cuerpo y alma experimentó lo que yo quisiera hacer para detener mi destino perdido: chocar contra la pared y morir en el acto”. Y así, más o menos, sería.

Pipsi, su esposa. Foto de Péter Kocsis

* * * Está la muerte, claro, pero también tenemos el amor. Bodas en casa (así llamaban a las fiestas y comilonas que preparaba la pareja Hrabal en su casa del Muelle de la eternidad) es, de hecho, una de las más hermosas novelas de amor que se pueden disfrutar. Pocos personajes tan tiernos, tan fuertes, tan irresistibles, como esa pareja alegre y dramática que tanto revela del autor. Unos zapatos rojos bastan para ver el mundo de manera distinta, para justificarlo, para recuperar el ánimo y salir a pasear o a nadar en las frescas y sucias aguas primaverales; para acudir a cualquier merienda popular olvidando las convenciones y el aburrimiento de nuestro discurrir cotidiano. Una vida cotidiana que, sin embargo, en Hrabal siempre es un poco mágica, especial, única. Elegante hasta el extremo, dandy en su juventud, también era capaz de vestir un uniforme e ir descalzo: extravagante, exagerado, baudelairiano sin la amargura rencorosa del francés, Hrabal, del mismo modo, es una especie de poeta de sí mismo, una curiosa obra de arte encarnada en una persona logorreica, culta y campechana, pues el checo pronto entendió que, a pesar de su frecuentación, la felicidad no se encontraba en los libros. Estaba en otra parte. Los libros eran un sustituto, de los hijos, por ejemplo: “¿Pero qué haces si no tienes hijos? No te queda más remedio que colgarte

Y con su cuñado. Foto de Péter Kocsis

o ponerte a escribir”. Y Hrabal se ponía a escribir. Admite que es un voyeur que observa y se queda maravillado ante lo que ve, y luego teclea enfebrecido su máquina: “No paro de mentir, no veo la verdad ni con gafas ni a través de la valla entrecortada, elaborada de mentiras y semimentiras, en la que me he encerrado. Pero lo cierto es que un gamberro y un infame, cuando habla de su realidad infame y vil, se acerca más a la verdad que un moralista, que suele ser un hipócrita…”. Hrabal habla, no para de hablar, pero lo que dice siempre tiene sentido. Le guste o no está comprometido con su época. En el 45, junto con su amigo Marysco, redactó el Manifiesto del Neopoetismo, y poco más tarde se sintió identificado con el “Grupo 42”, formado en torno al poeta y artista plástico Jirí Kolár, pero sus influencias eran muchísimas: de todo se empapaba. No se le escapaba

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mente vigilados fue editado originalmente en 1965 y es el resultado de la reelaboración de una narración anterior, “La leyenda de Caín”, y adquiriría una notable popularidad en parte gracias a la película rodada un año después por Jirí Menzel, que obtendría el Oscar a la mejor producción extranjera en 1967. La breve novela es un escrito bello, conciso, más tradicionalmente estructurado de lo que es habitual en las demás obras de su autor, más libres, más “caóticas”, con infinitas digresiones. Es una historia narrada en primera persona, de final trágico pero en absoluto triste, una historia de asunción de la propia vida, de maduración, de orgullo y dignidad ejemplares: la historia de Milos Hrma, un joven Fotograma de Trenes rigurosamente vigilados aprendiz de factor que, a finales de la Segunnada: escuchaba a la gente, a cualquiera, pero de igual modo da Guerra Mundial, reconoce su condición de hombre y, con leía a los más grandes filósofos, a los mejores poetas y narradoella, acepta su muerte. Tras un fallido intento de suicidio debires. Seducido por el surrealismo, por el método paranoico/crído a un fracaso sexual, Milos experimenta por primera vez el tico de Dalí, por los collages que descubría en los despojos y las placer intenso que su virilidad le ofrece –deliciosa la escena en ruinas de su barrio, por Joyce, le deslumbraban las nuevas técla que solicita franca e ingenuamente la ayuda de la esposa del nicas pictóricas, la música le hacía llorar o exaltarse hasta el histórico Jefe de Estación– y tras ello, la calma y la seguridad delirio. Escribía con una rapidez asombrosa, casi automáticanecesarias para cometer un sabotaje ferroviario contra un tren mente, mezclando historias, en círculos, repitiendo anécdotas nazi cargado de municiones y armas, de previsibles y dramátique había escuchado en algún sitio, recomponiendo fragmencas consecuencias. Bohumil Hrabal conocía el paño. Son en tos, pegándolos, en un peculiar “realismo total”. esta ocasión pocos los personajes que salen a escena, pero todos ellos están magníficamente dibujados. Cien páginas de her* * * mosa literatura, de bellas imágenes engarzadas en un estilo libre, encantador, festivo, llano y sugerente. Son, como no podía Publicó su primera obra con cuarenta y nueve años, Una ser menos en Hrabal, algo más de cien páginas de ilusión, plaperla en el fondo, y empezó a ser valorado por críticos y lectocer y, por supuesto, dolor. Consciente de lo horrible, Hrabal, sin res. Fue, sin embargo, una novela atípiembargo, es capaz de convertirlo todo ca –atípica para Bohumil Hrabal– la en una especie de placer absoluto, en El malhumor le ciega e insulta hasta a una apuesta en la que, a pesar de todos que más fama le proporcionó; una sus más queridos amigos, hasta que los pesares, el sí ganara, casi siempre, al novela lineal, “convencional”, su única novela, como señalara él mismo, engavuelve a sumergirse en el alcohol o la no. A la postre encuentra siempre alguna gé: Trenes rigurosamente vigilados. No justificación para levantarse por la maescritura y todo cobra vida. es, desde luego, la mejor, o al menos yo ñana y acariciar a un gato o conversar en no la elegiría, pero sí le situó en la órbila cervecería con cualquiera que tamta de los escritores “profesionales” a los que se invita a charlas, bién haya logrado evadirse de la penumbra de las oficinas, de la conferencias, congresos, etc., y a los que, incluso, se les conceimpostada seriedad de los malhumorados profesionales, de los de algún cargo. En España la publicó primero Península y devotos de lo anodino. Con los libros del checo siempre teneluego, en el 2000, la recuperó Muchnik presentada por Monika mos a nuestro alcance a uno de esos compañeros comprensiZgustová, traductora de muchos de sus textos y autora, a su vez, vos, pacientes y habladores que han descubierto el amargor y la de un hermoso libro perfecto para acercarse y familiarizarse dulzura de sus vidas, y saborean ambos. Intuimos lo que es la con la vida y la obra de este peculiar escritor: Los frutos amarverdadera literatura e intuimos lo que es la verdadera vida. gos del jardín de las delicias (Destino, 1997). Trenes rigurosaSu “reconocimiento” duró poco, sin embargo. La invasión

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soviética tras la primavera praguense hará que la censura se régimen”. ¿Fue puro miedo, el deseo de volver a publicar en su endurezca hasta el absurdo y se le prohíba publicar. Los yanpaís, expresaba un sentimiento cierto? La verdad es que no quis, por su parte, bombardeaban Vietnam. El autor se sume en suena mucho a Hrabal, y él aseguraría más tarde que ese fraguna profunda depresión y el miedo le atenaza, pero en los años mento fue añadido por los periodistas y se lo presentaron para posteriores alumbrará sus mejores firmarlo, a lo que se negó, aunque salieobras: Yo que he servido al rey de InglaLas consecuencias fueron inmedia- ra igualmente bajo su nombre. Las conterra, en el 71, La pequeña ciudad donsecuencias fueron inmediatas: parte del tas: parte del público sospechó de él, de el tiempo se detuvo, en el 73, Una sopúblico sospechó de él, algunos amigos algunos amigos le esquivaron, teóri- le esquivaron, teóricos y críticos adverledad demasiado ruidosa, en el 76, y la cos y críticos adversos al régimen le sos al régimen le vituperaron e, incluso, trilogía Bodas en casa, en el 86, un año antes de que fallecieran su hermano y vituperaron e, incluso, algunos estu- algunos estudiantes quemaron obras Eliska, su esposa, un durísimo golpe suyas en la isla de Kampa y en la de Strediantes quemaron obras suyas. que dejaría al escritor noqueado, casi lecký. Y Hrabal se hizo tan arisco como fuera de combate. Y se produce el “caso” sus adorados gatos, pero la censura le Hrabal. El 8 de enero de 1975, según informa Zgustová en el permitió publicar algunos textos “aceptables”. Costaría, sin emlibro que mencionábamos antes, aparece en la revista Tvorba bargo, resituarle en el ámbito estrictamente literario. una entrevista que le traería de cabeza. En ella declara: “Sabe, en torno a mi persona se han acumulado tantas dudas y tantos * * * malentendidos que ignoro cómo ha podido suceder. En esta última época he reflexionado mucho y he descubierto que, retiCon el “deshielo” iría llegando la gloria y si bien no se recurándome en mí mismo, he obrado mal. Me gustaría que mis peraría de la muerte de Eliska el reconocimiento general y los lectores supieran que estoy con ellos y quiero que sepan lo que viajes, de los que disfrutaba enormemente, hicieron tolerables pienso. No quiero que mi nombre sea utilizado por nadie que sus últimos años. Seguía leyendo a Séneca y la idea del suicidio, no tenga las mejores intenciones respecto a nuestro país y a menudo presente en su vida, permanecía intacta: “Desde que nuestra gente, la gente entre la que vivo y a la que quiero como se ha muerto mi mujer, solo me queda… por la mañana, suiciellos me quieren a mí. No soy un hombre político”. Hasta ahí dio, por la tarde una cerveza, y otra hasta llegar a cuatro… y así todo correcto, y Hrabal no engaña a nadie: en efecto, él no es un hasta la noche. En la Nochebuena: por la mañana, suicidio… “hombre político”. El problema llega a continuación: “Tardo taedium vitae… en Europa Central lo mejor que uno puede hamucho en comprender las cosas, pero he entendido perfectacer es mantenerse en un estado constante de ebriedad leve y mente una cosa: que el XIV Congreso del Partido Comunista esperar que termine la película…” O apagar el proyector. Su Checoslovaco ha lanzado un reto a todos los escritores de este optimismo pesimista no le podía permitir dejarse matar, sin país, para que enriquezcan la vida de la gente. Ya sé que vosomás, por la naturaleza. Si con sus libros Hrabal consiguió elatros, los teóricos, lo diríais de otro modo y mejor; pero yo quieborar un magnífico mural del “buen vivir”, un vivir apurado ro expresar a mi manera que no tengo ganas de quedar al marhasta las más amargas heces, con su muerte nos ilustró con una gen, que a mi modo quiero hacer lo que pueda para que entre nueva lección del “buen morir”. No podía extinguirse sumido la gente las relaciones sean dignas y propias de una sociedad en una aséptica cama de hospital. Estuvo a punto. Mas Hrabal socialista. Creo que la asociación de Escritores Checos, acabareaccionó a tiempo: tenía que morir dando de comer a las paloda de restablecer, se esfuerza precisamente para lograr este mas, saltando al vacío desde la pasión y la coherencia de una objetivo: que todos los escritores checos honestos comprendan vida aparentemente dislocada que nunca agradeceremos basque lo más importante es cómo juzgarán sus obras sus lectores, tante nos haya dejado entrever –adornándola, mintiendo, exay no las radios extranjeras que emiten para nosotros, o medios gerando– en sus escritos. Se suicidó como había vivido, con un por el estilo. Yo también quisiera formar parte de este proyecto. gesto cotidiano y sin importancia, como una parte más, la últiOtra cosa muy distinta es si tengo éxito con lo que escribo. ma esta vez, de la misma obra absurda y deslumbrante. Y es que Sobre eso siempre existirán distintas opiniones entre distintos para el checo todo es precioso, tan precioso que anonada, a grupos de gente. Pero supongo que eso es bueno: lo único que pesar de que, en realidad, existan tantas cosas feas y oscuras. Y, quiero es que mis lectores sepan que soy honrado, tanto en mi después de tantos años ¿dónde demonios están todos esos relación con ellos como con el régimen socialista. Y es que no volúmenes de sus obras completas con los que sus huérfanos puedo imaginarme ni el día presente, ni el futuro fuera de este pretendíamos consolarnos? ■

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