Bendecidos - Parte 1

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Bendecidos - Parte 1 Bendición o maldición Pastor Erich Engler Te invito a ir conmigo al libro de Efesios cap. 6 vers, 1. Allí encontramos el texto principal para nuestra nueva serie. Hace un tiempo que estamos hablando del tema obediencia y rebelión, y de alguna manera no podemos dejarlo de lado, así que mientras el Señor no nos indique lo contrario, vamos a seguir en esa dirección. El Señor produce cambios positivos en nuestras vidas. Yo estoy agradecido por ello. Él me ayuda a mí, a comprender más, sobre lo que realmente significan temas como: la obediencia; la rebelión; la sumisión; la autoridad; o la desobediencia. El Señor nos otorga una valiosa ayuda con estos temas. Él prepara su esposa para su venida. Todos nosotros, los creyentes, ya sea como iglesia local o universal, somos su esposa. El Señor desea que seamos una iglesia obediente y es por eso que nos enseña, por medio de su Palabra, como llegar a serlo. Dios prepara a aquellos que se ponen a disposición. Hay ciertas cosas que no puede hacer con determinados grupos o instituciones, porque Él sabe que ellos no están preparados todavía para ejecutar su plan. Sin embargo, nuestro deseo como iglesia local, es ponernos a disposición para que Él nos pueda usar en su plan. No queremos que haya nada que estorbe o que nos descalifique para su propósito. No deseamos causar demora en sus planes por falta de preparación. Este es el propósito de esta nueva serie: estar preparados para lo que Él nos quiera usar, y poner a su servicio todos nuestros talentos, nuestras finanzas y todo lo que tenemos. Este es el motivo por el cual ponemos todas las predicaciones a disposición para que puedan ser descargadas gratuitamente. Este ha sido un proceso que duró aproximadamente dos años hasta que estuvimos preparados para obedecer lo que el Señor nos pedía en ese aspecto. Si hubiésemos comprendido antes más sobre el tema, posiblemente hubiéramos hecho este paso de fe mucho antes. De todos modos, no miramos hacia atrás, sino que nos expendemos hacia lo que está adelante, y nos gozamos por ello. Ahora estamos preparados para eso, y queremos estar más dispuestos aún a lo que Él nos pida. Por esa razón es que debemos escuchar enseñanzas sobre estos temas. Hoy deseo tocar el aspecto de la bendición que hay en la obediencia. 1

En Efesios 6: 1 nos dice: “Hijos, obedeced en el Señor, a vuestros padres, porque esto es justo”. La palabra obediencia no es una mala palabra, tampoco lo es la palabra sumisión. ¿Cuántos saben que cada palabra que está escrita en la Biblia tiene una razón de ser? No falta ninguna palabra, ni hay ninguna que esté de más. Toda palabra de Dios es buena. Aún aquellas que están escritas en el antiguo testamento, y que parecen tan duras por las consecuencias que acarrean, al final siempre son provechosas para nosotros. La obediencia es algo bueno. Sumisión es algo bueno también. Hay muchos que no quieren oír estas palabras y las consideran como una afrenta cuando el pastor habla sobre ellas. Repito: ¡obediencia y sumisión es algo bueno! “Hijos, obedeced en el Señor, a vuestros padres, porque esto es justo (=es bueno). (2) Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; (3) para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. Evidentemente, la obediencia acarrea bendición. Habíamos estado abordando el tema: “matrimonio y crianza de los hijos”, y allí dijimos que nosotros, como padres y jefes de familia, tenemos la responsabilidad de enseñarle lo correcto de la Palabra de Dios a nuestra familia, a nuestros hijos, y por sobre todas las cosas vivir de acuerdo a lo que decimos. Cuando se habla del tema educación de los hijos, debemos preguntarnos ¿qué es lo que les enseñamos? De acuerdo a este pasaje, es evidente que hay bendición en la obediencia. ¿Qué es lo que les enseñamos, o qué les mostramos a nuestros hijos respecto a la obediencia? Al hablar de obediencia, corresponde decir que no, de vez en cuando. La palabra “no” es una señal de sumisión. Independientemente si la palabra procede de otra persona, o de uno mismo, siempre atañe al sometimiento de la voluntad y no nos agrada mucho. Cuando le decimos que no a nuestros hijos, en cualquier aspecto o situación que sea, esta palabra es un test que está denotando un acto de obediencia, o en el peor de los casos, de rebelión. Nosotros les enseñamos a nuestros hijos, y para ello necesitamos usar bastante la palabra “no”. Pero no todo consiste en dar la orden de que los niños nos obedezcan y nada más, sino que este mandamiento contiene una promesa. ¿Enseñamos esto a nuestros hijos? ¿Tienes tú, como padre o madre, el valor y la fe suficientes como para explicarles a tus hijos que hay beneficio en la obediencia? Demasiado a menudo, les decimos a nuestros hijos lo que no deben hacer, o lo que no pueden hacer, usando como pretexto que eso que hacen no le agrada a Jesús. Si bien es cierto, que a veces es necesario usar ese tipo de argumento, no puede ser la constante. Si les enseñamos solo lo que no pueden ni deben hacer, les estamos transmitiendo a nuestros hijos una imagen parcial de Dios. 2

Eso es lo que ha hecho la iglesia tradicional por cientos de años, nos enseñó solo los 10 mandamientos. Por eso repito, ¿tenemos suficiente valor como padres, para enfatizar el lado bueno de Dios en la crianza de nuestros hijos?, ¿somos capaces de explicarles a ellos, los beneficios que Dios promete como resultado de la obediencia?, y por sobre todas las cosas ¿tenemos la audacia y la confianza de enfatizar esto? Por eso te pregunto nuevamente, ¿qué es lo que les enseñas a tus hijos? Hablamos de tener confianza y audacia para enfatizar los beneficios de la obediencia en la crianza de nuestros hijos, y yo, como pastor de esta iglesia, tengo la responsabilidad de enseñarles a vosotros que la obediencia conlleva una gran bendición. Por otra parte, es necesario también, que yo les explique donde reside la maldición de la desobediencia. Este tema es de suma importancia, y lo podemos aplicar a la crianza de los hijos; al matrimonio; al terreno laboral; a la iglesia en general; o a cualquier otro ámbito con relación de dependencia. Vamos a ir al libro de Deuteronomio cap. 6, allí leemos desde el vers, 5 lo siguiente: “Y amarás a Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. (6) Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; (7) y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. (8) Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; (9) y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

(10) Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, (11) y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, Todas estas promesas, vienen luego de la indicación de repetirles las palabras del Señor constantemente a nuestros hijos. Unos versículos más adelante encontramos que dice: “para que tus días sean prolongados”, e inmediatamente después de esto, describe la bendición que en sí conlleva. ¿No vemos ya aquí lo que debemos enseñarles a nuestros hijos? No solo lo que deben hacer o no, sino por sobre todas las cosas, los beneficios que concede la obediencia. En el cap. 11 del mismo libro, desde el vers, 19 leemos: “Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, (20) y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas;

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(21) para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que el Señor juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra”. La tierra, representa aquí nuestra vida. Aquí vemos otra vez el concepto de repetir los preceptos divinos a nuestros hijos para enseñarles que los obedezcan, y en este caso el beneficio se hace extensivo a nosotros, y a nuestros hijos. …ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste… Todos los beneficios de la obediencia se van a manifestar de manera relativamente rápida. Debemos preguntarnos: ¿incorporamos en la enseñanza a nuestros hijos los beneficios que otorga la obediencia?, o les decimos simplemente lo que deben hacer o no. Si no vemos resultados de bendición, es evidente que estamos fallando en la enseñanza, ya que cuando ponemos énfasis en este aspecto, estos se manifiestan casi de manera inmediata. Tú debes, y puedes, tener el coraje suficiente para decirles a tus hijos que el Señor promete una vida larga y completa como resultado la obediencia. Esa es una promesa de la Palabra de Dios. ¡Dios es el que lo garantiza! El diablo, nuestro enemigo, siempre va a tratar de confundirnos para que no hagamos lo que Dios dice. Él ha logrado inmiscuirse en la iglesia cristiana haciendo que la enseñanza en la escuela dominical se centre casi exclusivamente en los 10 mandamientos. Los niños crecen con el concepto: “no debes”, “no puedes”. Es correcto conocer los 10 mandamientos, pero lo más importante es que los niños comprendan que Dios es un Dios bueno que está interesado en bendecirnos. El concepto de saber que en la obediencia hay bendición, es válido también para el matrimonio, tanto para los que recién comienzan la vida de a dos, o para aquellos que ya están casados por muchos años. Aún si las cosas no van de la mejor manera en tu vida, es tiempo que sepas que Dios es un Dios bueno y que desea bendecirte. Nosotros deseamos ser y permanecer obedientes a Él para gozar de lo mejor de la tierra. Si continuamos leyendo en el libro de Deuteronomio cap. 11 desde el vers, 26 encontramos lo siguiente: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: (27) la bendición, si oyereis los mandamientos del Señor vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, (28) y la maldición, si no oyereis los mandamientos del Señor vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido”. ¿Con qué están estrechamente relacionadas la bendición y la maldición? Con la obediencia o la desobediencia. Dicho de otra manera: ¿De qué dependen la bendición o la maldición? De ser obediente o desobediente. Ya mencioné la vez anterior, que mucha de la enseñanza sobre bendición y maldición en los círculos cristianos, no es para nada correcta, está extraída de su contexto y no es bíblica. A la luz de la Palabra, la bendición o la maldición, están estrechamente relacionadas con la obediencia o la desobediencia. El Señor me mostró hace unos días atrás, que cuando sucede algo malo hay muchos que piensan tener una maldición sobre ellos, y en lugar de eso deberían preguntarse, en primer lugar, si es que hay desobediencia en sus vidas. No pensemos en maldición como la causa de algo malo, sino más bien en desobediencia. Porque, ¿cuál es generalmente el factor desencadenante de una maldición? La desobediencia. Deberíamos tener en cuenta siempre eso. 4

Vamos a ir otra vez al libro de Deuteronomio cap. 11, donde leímos: (27)… la bendición, si oyereis los mandamientos del Señor vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, (28) y la maldición, si no oyereis los mandamientos del Señor vuestro Dios… La primera pregunta que deberíamos hacernos cuando hablamos de este tema, que lamentablemente tan a menudo ha sido tomado fuera de su contexto, es ¿de dónde provienen la bendición o la maldición?, ¿quién fue el primero que pronunció una maldición? Dios mismo. Vamos a ver lo que dice Génesis cap. 3 desde el vers, 12: (12) Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. (13) Entonces Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Uno se echaba la culpa al otro, nadie asumía su propia responsabilidad. (14) Y Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Habíamos visto que como resultado de la obediencia, Dios nos promete una larga y buena vida sobre la tierra. Aquí vemos la diferencia como resultado de la desobediencia. (15) Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (16) A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. (17) Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. (18) Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. (19) Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Hasta ese momento todo estaba bien. Dios había creado todo hermoso y bueno, y cuando hizo al ser humano dijo que era bueno en gran manera…, pero todo cambia en el momento en que el hombre desobedece. Si prestamos atención a este pasaje, vemos que la maldición está estrechamente ligada a la desobediencia. Aunque lo que sucedió en huerto del Edén parece de poca importancia, pues al fin y al cabo era solo el fruto de un árbol, sin embargo, Dios supo allí que el ser humano no le iba a obedecer de ahí en adelante tampoco. 5

Dios le dijo al hombre: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer”. En otras palabras le dice, que prefirió obedecer a su mujer más que a Él mismo. Esa es la razón por la cual la Biblia dice en un tono, que a veces parece un poco duro, que la mujer debe someterse a su marido. No es que Dios desee subyugar a la mujer, sino porque aquí comenzó el caos debido a que Adán obedeció a la voz de su mujer. Ese es el motivo por el cual la Biblia enseña que la mujer no debe señorear, o ejercer autoridad sobre su marido. Aquí Eva, sin darse cuenta, ejerce autoridad sobre Adán. Por otra parte, él está tan cegado que se deja convencer, y pone prioridad en obedecer la voz de su mujer por encima de la voz de Dios. No se trata de poner a la mujer en una posición de inferioridad en relación al hombre. ¡Por el contrario! Jesús dignificó a la mujer. Aquí, la consecuencia de la desobediencia, tiene que ver con un principio fundamental, el cual es: obedecer a otro ser humano antes que a Dios. Sería un grave error también, si una mujer pone prioridad en obedecer a su marido antes que a Dios. Un hombre no tiene ningún derecho a prohibirle a su mujer que ella vaya a las reuniones, que tenga comunión con otros creyentes, y que siga el camino del Señor sirviéndole en su reino. Dios posee siempre una autoridad superior. Yo siempre aconsejo, que cuando se está en una situación difícil frente a la disyuntiva de no saber que hacer, el que debe ser obedecido primero es Dios. Él es la autoridad final. Un hombre nunca podrá ejercer tanta autoridad sobre su mujer como para prohibirle su libertad espiritual. Este conocimiento te tiene que liberar de todo pensamiento de culpa y condenación por el hecho de que tú estás aquí en la reunión, y tu marido se quedó en casa. El tema que estamos hablando no trata de conflictos entre hombres y mujeres, sino de obediencia y desobediencia. Adán desobedeció a Dios, al darle prioridad a la voz de otro ser humano por encima de su voz. (17) Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. ¿Quién está hablando aquí? Dios mismo. Hay algo que es decisivo en cuanto al tema bendición o maldición, y que debemos saber. Una maldición no es algo diabólico en primer lugar, sino una consecuencia de la desobediencia. La maldición es siempre una consecuencia de la desobediencia, o de la rebelión, y el diablo aprovecha la oportunidad para inmiscuirse. En la mayoría de los casos, se presenta la maldición como algo que proviene en primera instancia del diablo, pero no es exactamente así como lo pintan. Por supuesto que el diablo se mete en la cuestión, pero la cosa es, que cuando desobedecemos los principios divinos, le estamos dando lugar para que el diablo actúe en nuestras vidas. Cuando él toma las riendas en la situación, la maldición (=consecuencia de la desobediencia) se torna mucho más terrible. El diablo aprovecha a inmiscuirse en el ámbito de la desobediencia para hacer su tarea destructiva. La Biblia nos dice en Efesios cap. 4 que no le demos lugar al diablo. El diablo no puede hacerte nada, a menos que tú le concedas lugar. Él no puede atacarte si tú no se lo permites. 6

Cuando él encuentra un lugar donde inmiscuirse, comienza a atacar y a destruir. En la lista de maldiciones que Dios mismo pronuncia al primer ser humano, está también la maldición de la tierra con las consecuencias que esta acarrea. Debemos ver que la maldición, no viene del diablo en primera instancia, sino que es una consecuencia de la desobediencia y la rebelión. Una maldición es una consecuencia de la desobediencia y la rebelión, y una bendición es consecuencia de la sumisión y la obediencia. A menudo sucede, que una persona ha vivido muchos años en desobediencia y por esa causa su vida se encuentra en una situación caótica. En el momento de aceptar a Cristo, esa persona trae ese caos consigo en la vida cristiana, y es necesario que pase un cierto tiempo para que ese caos se ponga en orden. Para esto, es decisivo que esa persona comprenda en primer lugar la obediencia al Señor y el sometimiento a su voluntad, por encima del hecho de ser salvo. A menudo vemos, que el primer paso, el de aceptar al Señor como salvador, se hace en obediencia, pero luego en la vida cristiana, hay mucha desobediencia. Es importante que veamos, que la maldición, cuyo origen atribuimos comúnmente solo al diablo, de acuerdo a la Palabra es la consecuencia de la desobediencia. ¿No estás agradecido por el pasaje que encontramos en el libro de Gálatas cap. 3 vers, 13? Allí leemos: “Cristo, (=el ungido) nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: maldito todo el que es colgado en un madero).” La salvación no implica solo el nuevo nacimiento, sino también salvación de la maldición. Es importante que veamos que Jesús nos redimió de la maldición, y en especial de la maldición de la ley. Él nos redimió, por sobre todas las cosas, de las duras consecuencias de la ley. Si Él no nos hubiera librado de dichas consecuencias seguramente no estaríamos vivos hoy, o nuestros hijos estarían muertos como resultado de haber violado la ley. Ser librado de la maldición de la ley, significa haber sido librado de las duras consecuencias que acarrea la infracción de la ley. Bajo la ley, si un niño no quería obedecer la enseñanza de los padres, y se comportaba continuamente con una actitud rebelde, al llegar a la edad de la adolescencia, debía ser apedreado, para que evitar que otros tomaran ejemplo de él. La historia nos muestra que hoy en día estamos sufriendo las consecuencias de la rebelión de los años 60, y eso es algo bastante malo. Durante el tiempo de la ley, debían ser implementadas esas duras consecuencias, para evitar que la rebelión pasara de una generación a la siguiente. Si esto sucediera hoy en día, nuestras iglesias serían cada vez más pequeñas, y probablemente ni yo estaría vivo, pero ¡gloria a Dios que fuimos liberados de eso! Sin embargo, Jesús no nos liberó de la responsabilidad de ser obedientes. Fuimos liberados de la maldición de la ley, y de las maldiciones familiares y/o generacionales, pero no fuimos liberados de tener que ser obedientes. 7

Si es que fuimos liberados de la maldición de la ley, pero tenemos la responsabilidad de ser obedientes, ¿dónde reside hoy la maldición? El mismo principio de obediencia y sumisión sigue siendo válido hoy en día, como lo fue antes ¿verdad? Cuando suceden cosas trágicas en la vida de las personas, no deberíamos pensar en primer lugar en una maldición, ya que el Señor nos liberó de dicha maldición, sino que estas vienen como lógica consecuencia de la desobediencia. ¿Cuál sería la maldición que sigue como consecuencia de la desobediencia bajo el nuevo pacto? Al desobedecer, nos perdemos la bendición. La desobediencia detiene la bendición. Leíamos en Efesios cap. 6 que la promesa de una larga vida venía como resultado de la obediencia. Allí no dice que si desobedecemos nos alcanza la maldición, sino que esa bendición es impedida o detenida como consecuencia de la actitud rebelde. Recuerdo que hace algunos años atrás, cuando estaba de pastor ayudante en otra iglesia, hacíamos escuela bíblica sobre sanidad en la semana, y como el grupo de personas que asistía era relativamente pequeño, teníamos la posibilidad de tomarnos tiempo, después de la enseñanza para conversar con los presentes. Así fue que una mujer, la cual siguió la enseñanza con mucha atención, me comentó que durante toda su vida había sufrido permanentemente una situación de escasez financiera. Ella me preguntó si es que yo creía que había alguna maldición sobre su vida. Yo le respondí que de acuerdo a Gálatas cap. 3 vers, 13 fuimos liberados de toda maldición por medio de Cristo. Yo tenía sumo interés en ayudar a esta mujer y por eso le expliqué el significado de este versículo. Ni bien comencé a explicar lo que dice este versículo, la mujer cambió de semblante y con tono de guerra me preguntó asombrada: ¿cómo, es que tú no crees en maldiciones? Yo repetí que Jesús nos liberó de la maldición de la ley con todas las consecuencias que esto podía acarrear para nosotros, tratando con esa respuesta de dirigir sus pensamientos hacia lo positivo, y sacarla del negativismo de la maldición. Mi intento fue en vano, ya que la mujer estaba llena de rebelión y eso se hacía palpable en sus rasgos faciales, su postura corporal e inundaba el ambiente en el que nos encontrábamos. Ella no tenía intenciones de cambiar su forma de pensar, y mientras yo le estaba explicando la verdad bíblica al respecto, se dio vuelta y se fue dejándome con la palabra en la boca. En un primer momento yo no podía comprender el porqué de su actitud tan descortés, y pensé que le había sucedido algo imprevisto por lo que tuvo que salir de inmediato, hasta que más tarde me di cuenta, que la mujer se fue enojada por mi respuesta y nunca más volvió. El Señor me enseñó una lección importante por medio de esa situación, la cual me fue útil más adelante en mi ministerio, y es que la rebelión y la falta de sumisión acarrean consecuencias nefastas. Un tiempo más tarde me informaron que dicha mujer acostumbraba a ir de iglesia en iglesia, para retirarse de allí en el momento en que no estaba de acuerdo con el pastor. Ella tenía una larga lista de iglesias visitadas, de las cuales se había retirado de la misma manera en que lo hizo cuando yo estaba intentando explicarle las bendiciones que trae la obediencia, y las consecuencias de la desobediencia. La forma en que ella se fue, y me dejó con la palabra en la boca, demuestra una falta de respeto total. En el momento en que una persona hace una pregunta es porque necesita una respuesta, y cuando uno la trata de ayudar a la luz de lo que dice la Palabra, de pronto se enoja y desaparece, ¡extraño totalmente! Lo peor de todo fue esa rebelión manifestada en 8

su rostro y en su mirada. La desobediencia se manifiesta con enojo con respecto a la verdad. Esta mujer esperaba que yo dijera lo que ella quería escuchar. Ella deseaba que yo afirmara que ella estaba bajo una maldición, que me apiadara de ella y que de alguna manera la liberara, pero para nada deseaba escuchar la verdad y ser enfrentada a que sus problemas venían como consecuencia de la desobediencia y la rebelión en su vida. Cuando ella desapareció de mi vista, así de repente y enojada, yo supe que si ella hacía así con otras personas como lo estaba haciendo conmigo, el Señor no podía añadir su bendición. Personas como esta mujer, que van de iglesia en iglesia buscando soluciones pero que no quieren cambiar de actitud, han recibido ya seguramente oración de todos los pastores y siervos de Dios que haya por los alrededores, pero queda sin fruto a causa de su actitud de rebelión. En cierta manera es como que ella amaba su “maldición” y de alguna manera la deseaba retener como excusa para buscar que se le prestara atención. En lugar de eso, tendría que haber ido delante del Señor reconociendo su actitud de desobediencia para recibir la bendición. Hay personas, a las que les es mucho más fácil decir que tienen una maldición encima, que tener que reconocer que tal vez haya una falla en ellas mismas. En el salmo 109 encontramos algo que se refiere a esta situación. En los vers, 17 y 18 leemos: “Amó la maldición, y ésta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él. (18) Se vistió de maldición como de su vestido, y entró como agua en sus entrañas, y como aceite en sus huesos”. Es más fácil decir que hay algo malo que viene de nuestros antepasados, y buscar algún tipo de liberación, que reconocer la propia rebelión delante del Señor. La forma irrespetuosa en que me trató esa mujer, y que seguramente había hecho con muchos otros pastores también mostraba a las claras su rebelión. La maldición, como consecuencia de la desobediencia, tenía a esa mujer bajo su yugo desde hacía muchos años y retenía la bendición sobre su vida. Si ella no decidió cambiar de actitud, estará buscando sin éxito hoy todavía, pastores que le oren para poder ser liberada. Por medio de esa experiencia, el Señor me mostró en aquella oportunidad, lecciones decisivas sobre el tema obediencia y rebelión. Como dije al principio, cuando escuchamos la palabra maldición deberíamos pensar, en primer lugar, en desobediencia y rebelión como factores desencadenantes. Para culminar vamos a ir al libro de Job cap. 36 vers, 11: “Si ellos escuchan y son dóciles (=obedecen), acaban sus días con felicidad y sus años llenos de dicha”. Aquí habla de la dicha o felicidad que trae la obediencia. Esta mujer, a la cual me referí antes, se veía avejentada a raíz de los rasgos de enojo y rebelión. Yo no estoy diciendo que la mujer estuviera poseída de demonios de rebelión o algo parecido, sino que su postura, y su propio espíritu humano rebelde, le hacía parecer mucho más mayor de la edad que tenía en realidad. Se podía notar en su aspecto que estaba completamente insatisfecha.

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Por una parte hablamos de la satisfacción que trae consigo la obediencia, y por otra parte, en el vers, siguiente leemos: “Pero, si no escuchan (=desobedecen), pasan a la fosa, perecen en momento imprevisto”. En otra versión dice: perecen en su ignorancia. Ese es otros de los aspectos de la rebelión, produce ignorancia y hace que te cierres a recibir ayuda o consejo. Es posible que hayas escuchado antes mucho respecto al tema bendición o maldición, pero deberíamos contemplar estos términos desde el punto de vista de la obediencia o la desobediencia. Esta mujer, que creía estar bajo una maldición financiera, era una situación molesta y fatigosa lo cual se reflejaba en su aspecto general, y evidentemente no podía sentirse dichosa. Si bien es cierto que el dinero no hace la felicidad, el hecho de estar en continua escasez es deprimente. El dinero, aunque no es todo en la vida, es importante y si se tiene al Señor se puede saber como manejarlo correctamente. No hay absolutamente nada malo en tener dinero, siempre y cuando este no nos maneje. Sé que hay algunos que se pueden escandalizar de una frase como esta, pero Jesús mismo habló del dinero y las posesiones, en 17 de las 28 parábolas que pronunció, lo cual representan cerca de dos tercios. Esta mujer de la historia, era creyente sin duda alguna, y tenía al Señor en su vida, pero a pesar de ello era desobediente y eso le hacía perder bendición. Se puede tener al Señor y al mismo tiempo ser desobediente. Sin embargo, se puede tener al Señor y su bendición como resultado de la obediencia y la sumisión, lo cual es mucho mejor. El Señor y su bendición es lo que llena de dicha nuestras vidas. Los creyentes desdichados no experimentan la bendición de Dios en sus vidas. Lo único que nos hace felices es la bendición del Señor. Él no viene a nuestras vidas para ocupar un lugar y nada más, sino que trae su bendición consigo. Que experimentemos esa bendición depende en gran parte de nosotros y nuestra obediencia. Por eso leíamos este versículos que nos muestra la dicha que trae consigo la obediencia. Algunos creyentes pueden tener problemas con el término “dicha”, pero a esto se refiere la Palabra, la dicha o felicidad bien entendida por cierto. ¡Sí Señor, deseamos ser dichosos en la vida! Mucho depende de nuestra obediencia y que dejemos de lado cualquier tipo de rebelión. Dios es un Dios bueno que desea hacerte dichoso. ¡Amén!

© Todos los derechos reservados - Traducción: Eduardo y Haydee Taron 10

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