Bipartidismo colombiano

Partidos Liberal y Conservador. Regeneración. Conclusión

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Introducción El bipartidismo, está definido como un sistema político basado en la existencia de dos partidos. Un partido político es, de manera general, un grupo social que busca el apoyo de la población con el fin de ejercer directamente el poder y que se organiza de manera durable en el plano nacional y local; haciendo énfasis en tres elementos principales: La fundamentación del partido, la organización y la misión. Según Benjamin Constant, un partido político es “una reunión de hombres que profesan la misma doctrina política”. Para Marx, es el instrumento que utiliza una clase para prolongar la lucha social en el plano político. En Colombia, el bipartidismo, más que un sistema político ha sido una tradición de más de un siglo de vida, desde La Independencia, a mediados del siglo XIX.

Justificación

Este trabajo fue hecho con la intención de conocer nuestra historia política, ya que, no podemos saber a donde vamos si no conocemos de donde venimos. El bipartidismo, lejos de ser sólo una doctrina política tiene una historia fascinante, y, a nosotras como estudiantes, nos hizo aprender mucho sobre quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos, además de cambiar nuestra visión de la política, que era tan sólo corrupción e intereses particulares.

El Bipartidismo en Colombia Nacimiento de los partidos Liberal y Conservador

A mediados del siglo XIX, los sectores dirigentes, conformados por terratenientes, comerciantes y caudillos militares, habían dirigido al país sin necesidad de crear verdaderos partidos políticos, pero, por factores internos y externos, se dio lugar a la creación de estas agrupaciones políticas. Estas agrupaciones, reflejaban el deseo de darle cabida a las “masas” en la política, ya que, las élites, eran ahora conscientes de la dificultad de continuar imponiendo sus intereses particulares sin el respaldo del un pueblo que empezaba a mostrarse menos sumiso. Además, la clase dirigente era también consciente de la situación general del país: Más del 80% de la población vivía en el campo, en pésimas condiciones; Las continuas guerras entre las élites desde la Independencia, en torno al tipo de orientación que había que darle al país; El atraso tecnológico, la precariedad del transporte, la débil demanda interna, la inexistencia de créditos y el analfabetismo, por mencionar sólo algunas de las condiciones en las que se hallaba sumido el campesinado. Éstas eran sólo algunas de las dificultades en el camino del tan anhelado desarrollo y progreso, y para superarlas, era necesario introducir reformas de fondo, por lo cual, era esencial conformar agrupaciones políticas más organizadas y mejor estructuradas que las existentes. Desde el principio, los partidos Liberal y Conservador contaron con sus respectivos programas políticos, oséase, cada uno tenía su propia visión del estado y la sociedad, así como respuestas distintas para las dificultades enfrentadas por el país en aquel entonces. El Partido Liberal Recién fundado, ganó las elecciones presidenciales de 1849, y permaneció en el poder hasta comienzos de 1880. Copió los modelos constitucionales de Francia e Inglaterra, las dos principales potencias del mundo en el siglo XIX. En el plano económico, favoreció la privatización, eliminando los monopolios comerciales y reduciendo las tarifas aduaneras, incentivó las exportaciones de productos agrícolas y materias primas como quina, añil, tabaco, y más tarde café, que se convirtieron en el motor de la economía colombiana. En la política, se concedieron libertades que beneficiaron al individuo y las regiones; además, como en Francia, implementaron en Sufragio “Universal” directo, según el cual, todo individuo mayor de 21 años podía votar (antes, sólo podían los hombres adinerados y cultos, es decir una minoría). En el plano religioso, limitaron drásticamente a la Iglesia católica, ya que sus tierras pasaron a ser propiedad del Estado, la educación dejó de ser monopolizada por la Iglesia, se estableció por primera vez en el país, la libertad religiosa. La regeneración La regeneración llego al país de manos de la constitución de 1886, con cambios visiblemente diferentes entre las cartas políticas, otorgando un gran poder al presidente, recortando muchas libertades para asegurar un orden mayor, reconociendo nuevamente la importancia de la Iglesia católica. El final del siglo XIX se vio enmarcado por la peor guerra civil en la historia colombiana, la Guerra de los Mil Días (1899-1902). Desde el final de ésta hasta 1930, el partido conservador llevó las riendas del poder político, por lo cual este período se conoce como la “Hegemonía Conservadora”, época en la cual la sociedad colombiana conoció cambios muy profundos, pero, el partido conservador no supo interpretar la nueva realidad y finalmente perdió el poder en 1930.

Las tres primeras décadas del siglo XX, fueron décadas de muchos cambios, tanto económicos, como sociales, políticos y culturales. En la economía, el aumento en las exportaciones de café a finales del siglo XIX, aumentó el poder adquisitivo de un gran número de colombianos y gracias al aumento de recursos la demanda también creció. En ese contexto favorable la industria nacional conoció un desarrollo significativo: se consolidaron fábricas de textiles, bebidas y de alimentos, entre otras. La explotación petrolera empezaba a tomar importancia, no sólo como fuente de ingresos para el estado, sino también como una alternativa de trabajo. En la política, durante estas décadas aparecieron nuevos partidos políticos, que decían representar los intereses de los sectores pobres, afirmando, que el bipartidismo no se preocupaba de la suerte de obreros y campesinos. En el plano social, apareció una nueva clase social, el proletariado urbano, conformado por los empleados de las fábricas, vinculado al desarrollo de la industria nacional. En los años veinte, llegaron al país el automóvil y la aviación; el uso de los electrodomésticos se popularizó y se extendió la industria eléctrica. Durante los años 1930 al 1946, el partido liberal retomó el poder, siendo Alfonso López Pumarejo el mandatario que mas se destacó, por sus reformas tanto sociales como económicas y religiosas. Desde 1946 a la actualidad Durante los años 30, las tensiones bipartidistas que de cierta manera y medida habían desaparecido desde el final de la guerra de los Mil Días (1902), volvieron a aparecer, ya que gracias al desarrollo económico del país, el Estado fue creciendo, y, los recursos de sus arcas también. En ese contexto, el control directo del poder resultaba ahora mucho más atractivo para la clase política, pues quien tuviera el mandato, podía disponer de los cargos que ofrecía una burocracia cada vez más compleja, y, por consiguiente, podía también administrar los crecientes recursos del Estado. De esta manera, los miembros del bipartidismo se enfrascaron en luchas en las que se disputaban los puestos oficiales. Estos conflictos y tensiones por el poder desembocaron en lo que se conoce como “La Violencia”. Los liberales y conservadores no sólo se enfrentaron por el control del poder, sino también por defender e imponer sus creencias y propias ideas. Los liberales, que buscaban una mayor modernización del Estado y de la sociedad, chocaron con los conservadores y el clero, que veían en las ideas liberales una amenaza para el país, ya que, diversos sectores estaban convencidos de que las reformas sociales y el apoyo del gobierno liberal a los trabajadores, acabaría tarde o temprano en una lucha de clases y, en una revolución que pondría fin a los principios democráticos de la sociedad colombiana. Una visión un poco apocalíptica y exagerada, a decir verdad, ya que las reformas liberales eran, lejos de ser revolucionarias, bastante moderadas. En los años treinta y cuarenta el partido liberal estaba profundamente divido, y, hablando en términos generales, de tres tendencias principales: La corriente radical y minoritaria, representada por Jorge Eliécer Gaitán; un ala en cierta medida progresista, liderada por Alfonso López Pumarejo, que poco a poco fue perdiendo poder; y, en el otro extremo una corriente muy moderada, que, finalmente resulto ser la vencedora, con ideas muy parecidas al conservatismo. Por otra parte, el partido conservador también estaba fraccionado en dos grandes bandos: los ospinistas, liderados por Ospina Pérez, que buscaban mantener contacto con los liberales; y los laureanistas, seguidores de Laureano Gómez, uno de los políticos más influyentes de la historia política colombiana del siglo XX, y, enemigo principal del partido liberal.

En este período, además, los sectores populares tomaron mayor protagonismo en el escenario colombiano, El campesinado y el proletariado urbano, ya mejor organizados a través de sindicatos y respaldados por nuevos partidos políticos, como el Partido Comunista, se hicieron mas exigentes en sus reivindicaciones, y, formando grupos de alzados en armas que mientras se defendían de los ataques de los terratenientes, exigían al gobierno una reforma agraria que les permitiera trabajar su propia tierra. La militancia y expectativas de estos sectores, se vieron fortalecidas por el gobierno de López Pumarejo, pero, sin ninguna duda, quien mas alimento las esperanzas y combatividad de las clases populares fue Jorge Eliécer Gaitán, un destacado líder, tanto político, como social. Este hombre, perteneciente al partido liberal, se hizo conocer por sus discursos a favor de los sectores más humildes y por sus condenas abiertas y contundentes a la clase dirigente del país, ya que, para Gaitán, la culpa de todos los grandes problemas que enfrentaba el país era responsabilidad de la “oligarquía”, que se había apropiado del poder y de todos los beneficios políticos y económicos; Gaitán se presentaba como el único y el verdadero abanderado de los intereses de los pobres y marginados; por lo cual, según la opinión de muchos colombianos, Gaitán represento la corriente mas progresista del partido liberal, aquella que no temía hablar de la cuestión social y proponía soluciones, supuestamente, un poco mas audaces. Este “mesías” para algunos y amenaza para otros, fue asesinado el 9 de abril de 1948, habiéndose convertido en el candidato oficial del partido liberal para las elecciones presidenciales. Tras la muerte de Gaitán estallaron múltiples revueltas populares en diferentes sectores del país, mientras que los principales líderes del bipartidismo condenaron abierta y tajantemente a las clases bajas, a la “chusma”, como llamaban despectivamente a las clases populares. Un levantamiento espontaneo que en cierta medida reflejaba la frustración de los sectores populares, fue presentado muy hábilmente como una conspiración internacional dirigida por el comunismo para ponerle fin a la democracia colombiana. A finales de los años cuarenta, poco antes de que Laureano Gómez llegara al poder, la situación política del país era bastante delicada, ya que, además del clima de violencia generalizada había también una profunda crisis institucional: el congreso estaba cerrado desde noviembre de 1949 por orden del presidente Ospina; se había establecido la censura de prensa y regía el estado de sitio, que le daba facultades extraordinarias al poder ejecutivo para afrontar los problemas de orden público en detrimento de las libertades individuales. Algunos de los cambios que Laureano Gómez introdujo en la constitución, fueron implementados con el objetivo de fortalecer el Estado confesional, aumentando los muchos privilegios de la Iglesia católica; y, fortalecer la rama ejecutiva, o sea, el poder presidencial, recortando las funciones de los cuerpos representativos, el Congreso y el Senado, y, restringiendo los derechos políticos como el ejercicio de voto y la libertad de prensa. Las medidas implementadas, claramente opositoras al espíritu democrático, fueron tajantemente rechazadas por el partido liberal, que además criticaba sin tregua al gobierno por la violencia oficial que afectaba a la población liberal del país. Debido a estos y otros sucesos, los dirigentes políticos, exceptuando, claro, a los laureanistas optaron a mediados de 1953, por ofrecer el poder a las Fuerzas Armadas, cuya relativa neutralidad durante el conflicto bipartidista constituía su principal ventaja. Este, fue el único golpe de estado que se dio en Colombia durante todo el siglo XX, que además marcó el inicio del gobierno militar liderado por el General Gustavo Rojas Pinilla, que, si bien en un principio se pensó sería un gobierno transitorio, que cedería el poder al bipartidismo en 1954, los dirigentes anteriormente mencionados comprendieron poco a poco que Rojas no estaba dispuesto a abandonar fácilmente el cargo presidencial, y que, además contaba con el apoyo de algunos sectores sociales

gracias a logros obtenidos al inicio de su gobierno, como la pacificación en algunas regiones del país, gracias a la amnistía otorgada por el gobierno, lo cual finalizó enfrentamientos bipartidistas en amplias zonas del país; y, el desarrollo de grandes obras públicas, como el aeropuerto El Dorado, la Autopista Norte, el Hospital Militar, además de la llegada de la televisión al país. Alentado por el prestigio obtenido por logros en cuanto a pacificación y desarrollo económico, Rojas insistía en que su gobierno debía alargarse mas allá del plazo inicial, ya que, con mucha razón, afirmaba que si se realizaban nuevas elecciones lo más seguro era que el país volviera a caer en la violencia bipartidista. Debido a este suceso, liberales y conservadores comprendieron el serio golpe a sus intereses, reunificando las élites bipartidistas en torno a dos ideas claves: derrocar el “dictador” e instaurar un régimen que permaneciera al abrigo de las eternas luchas entre liberales y conservadores por el poder: El Frente Nacional. El Frente Nacional, un pacto bipartidista que se basó en alternarse el poder entre los partidos tradicionales durante un periodo de dieciséis años, distribuyéndose equitativamente todos los puestos públicos entre esos dos mismos partidos. Este acuerdo fue presentado a la opinión pública en diciembre de 1957 para que a través del voto, decidiera si lo aceptaba o no. El apoyo fue masivo en unas elecciones que por primera vez contaron con la participación de la mujer, y, a partir de 1958, el Frente Nacional entró en vigencia y, finalizó los enfrentamientos bipartidistas y de régimen militar, y el regreso a la democracia, pero no cualquier clase de democracia, pues muchos ven en el Frente Nacional la fuente de numerosos problemas que entorpecieron el desarrollo de una verdadera democracia en el país, ya que, el FN favoreció exclusivamente los intereses de los dos partidos tradicionales. Debido a factores como la exclusión política, ya que quien no fuera liberal o conservador quedaba relegado a un segundo plano, el autoritarismo y la indiferencia por lo social, ya que el FN se preocupó únicamente por el reparto del poder, muchos enemigos del FN consideraron que el único camino que le quedaba a la oposición era la vía armada, pues la democracia había quedado completamente viciada. El meollo del asunto, radica en que, primero, el FN no fue tan cerrado, ya que surgieron durante su vigencia nuevos partidos, como la ANAPO (Alianza Nacional Popular), liderada por Rojas Pinilla, y, el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), encabezado por Alfonso López Michelsen, hijo de López Pumarejo, y, segundo, sin contar ciertos factores, el FN no podía equipararse a una verdadera dictadura, ya que el poder ejecutivo estuvo siempre limitado por los órganos representativos. Lo que sí parece claro, es que el FN marcó el inicio de una profunda crisis del bipartidismo, ya que, el bipartidismo, mas motivado por la repartición milimétrica del poder perdió capacidad para solucionar los problemas sociales que se planteaban en el país. El gobierno del liberal Carlos Lleras Restrepo (1966 – 70) fue, sin duda, el que mostro mayor interés por resolver viejos problemas que afectaban a la población, particularmente el problema agrario, pero, sus esfuerzos no fueron suficientes y la demandas del campesinado, siguieron sin encontrar una verdadera solución. Misael Pastrana (1970 – 74), por su parte, en lugar de buscar el apoyo de los sectores rurales, intentó acercarse a las masas urbanas, que habían crecido notablemente en los últimos años y que no se sentían representadas por el FN. En los años setenta y ochenta, ya finalizado el Frente Nacional, la crisis bipartidista persistió y se agravó en medio de una situación cada vez más crítica: el Estado se veía amenazado ya no sólo por las guerrillas sino también por el narcotráfico y sus innumerables secuelas (corrupción, violencia, impunidad, cultivos ilícitos y economía ilegal). Cada gobierno ensayó distintas estrategias para hacer frente a tantas amenazas: el conservador Belisario Betancur (1982 – 86) propuso a las guerrillas un proceso de paz que, debía conducir a estos grupos en la sociedad, y, llevó a cabo un proceso de

descentralización, que se concretó en la elección de alcaldes populares que empezó a regir desde 1986. El liberal Virgilio Barco (1986v – 90), intentó adoptar diferentes medidas para reformar la constitución, más fallando en todos los intentos. Durante el gobierno de César Gaviria, se definió la convocatoria la integración, la organización, y el temario de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC); se consolidó la nueva constitución, el Ministerio de Defensa quedó en manos de un civil, la apertura económica se aceleró y terminó imponiéndose como un modelo económico que debía permitirle al país aumentar su eficiencia y, por consiguiente, su riqueza. Esta apertura económica consiguió: • Disminución de la protección que le brindaba el Estado a la industria y a la agricultura nacional. • Apertura económica y comercial a la competencia internacional. • Disminución de los derechos laborales de la clase obrera. • Venta de las empresas estatales al sector privado. Dentro de la historia constitucional del país, por primera vez una asamblea de este tipo era elegida popularmente, y, también, por primera vez la constitución dejó de ser un pacto impuesto por los sectores dominantes y se convirtió en el resultado de una negociación en la que participaron representantes de diversos sectores de la sociedad. La ANC buscó alcanzar objetivos como dar forma a una nueva constitución que permitiera resolver la crisis política y recomponer un sentido social desgarrado, a través de una serie de reformas relacionadas principalmente con cinco grandes áreas: el fortalecimiento de la democracia, la ampliación de los derechos, la lucha contra la corrupción pública (que iban encaminadas a conjurar el problema de la falta de legitimidad), la búsqueda de la paz y la modernización del Estado (que apuntaban hacia recomponer el tejido social). La crisis bipartidista se ha agudizado a partir de la constitución, ya que los dos partidos tradicionales se han fragmentado en facciones y grupúsculos que permiten hablar de atomización partidista, o sea, que en lugar de un partido relativamente unido alrededor de una o varias figuras destacadas a nivel nacional, los partidos se hallan divididos en un sinnúmero de tendencias, que, en su mayoría, responden a iniciativas individuales —y no partidistas— cuyo radio de acción es muy limitado, tanto por su escasa influencia, como por la debilidad de su programa político. Así, cada facción termina convirtiéndose en un proyecto aislado que en lugar de fortalecer a los partidos y a la democracia, los debilita. La crisis del bipartidismo tiene consecuencias muy serias para la democracia: si los partidos han caído en prácticas corruptas, si su preocupación mayor obedece a satisfacer intereses particulares si la población no se siente representada por ellos y si al mismo tiempo, no han surgido otras alternativas políticas para llenar el vacío que han dejado los partidos tradicionales, difícilmente las demandas de los ciudadanos pueden ser satisfechas.

Conclusión El bipartidismo colombiano, desde su creación a mediados del siglo XIX hasta nuestros días, ha tenido una gran trascendencia en la historia política colombiana, reflejada principalmente en su duración, su protagonismo, y, además, el impacto

ejercido en la sociedad colombiana, en la ideología e identidad colombiana desde sus inicios.

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