BOLETIN DE LA SOCIEDAD. Por LOSE MARIA CAMACHO CAPITULO 1

70 BOLETIN DE LA SOCIEDAD EL PUEBLO AYMARÁ Por LOSE MARIA CAMACHO CAPITULO 1 EUMAMO.- El aborigen de la Meseta andina . - La primit;.ridad aymara .

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CAPITULO 1 La violencia privada LA VIOLENCIA PERVERSA EN LA PAREJA A menudo se niega o se quita importancia a la violencia perversa en la pareja, y s

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BOLETIN DE LA SOCIEDAD

EL PUEBLO AYMARÁ Por LOSE MARIA CAMACHO

CAPITULO 1 EUMAMO.- El aborigen de la Meseta andina . - La primit;.ridad aymara . - Hechos que abonan esta teoría. La expansión aymara en el Continente .. - Diversas opiniones sobre . los orígenes del pueblo aymara. La supuesta inmigración del norte. - La pretendida inmigración del sud. - El ' `Collismo " o autiaymarismo, - Temerarias aseveraciones contra la identidad y calidad de la raza. - Resultados con-

traproducentes que ha obtenido el antiaymarismc.--Ligero examen de la teoría "Coüís^. Establecido como se halla que las más antiguas

z oblaciones americanas fueron las de la Meseta andic, resta saber qué pueblo o raza la habitó primitiva:.,ente. Como se ve, volvemos otra vez a la cúestión .e los orígenes, la más ardua e intrincada de cuantas :orr,.prenaen las investigaciones prehistóricas. Del c :nulo de aserciones que sobre el particular se han emí. do, la sola que va resistiendo, aunque no todavía de manera decisiva, a las impugnaciones de la crítica, pues, dada la incipiencia.de estos estudios, nada hay oncluvente ni definitivo, consiste, en que desde les iempcs más remotos habitó la Meseta, sin desampararla nunca, una raza que ha prevalecido hasta nuesdías: la raza Aymara. Esta opinión cuenta con fuertes adhesiones y ro es nueva. La presumieron va los colonizadores y cc?e,.uistas españoles, así que recorrieron el Altiplano andino v tomaron conocimiento del país, de sus habi tcnter. de su modo de vivir y sus tradici

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traron allí, con no poca sorpresa run pueblo homogéneo y numeroso que se considerdba huari, que es como decir au ^ t nn. "hito de la misma tiezrr&', y que por , : t x'at`e demás puesus especius-s blos dei Perú: idioma, usos, costumbres, organización social, cultua", les eran peculiares % Cuando cayó bajo el dominio del Inca, hacía mucho tiempo que se enzontraba disgregado, aun podría decirse anarquizado, formando diversas agrupaciones independientes y entre sí hostiles; pero ni entonces ni después, perdió la conciencia de su antigua unidad, ni la uniformidad d sus hábitos, ni la persistencia de su carácter férreo y levantisco; pues, aunque aparentemente sumiso al nuevo régimen, se mantuvo separado por sus sentimientos y su sangre, del resto del gran Imperios Así ha vivido en forzada servidumbre, por largos siglos, pasando de amo en amo, y así vive actualmente; mas, tal es la tenacidad de sus distintivos raciales y tal su firmeza espiritual, que ni el tiempo, ni los hombres, ni ninguna otra stos--en-juego- para-,obrar sobre su índole y modalidades, le han hecho variar+ Fué el único pueblo, entre todos los del Perú, que opuso resistencia armada a la conquista española, defendiendo palmo a palmo su territorio, desde el Desaguadero hasta Chuquichaca, frente a los soldados de Hernando y Gonzalo Pizarro, cuando los demás se rendían pasivamente, como carneros. LEj dice llamarse Aymara, y aunque nunca llegará a explicar el por qué de este nombre, considera que su denominación y su lengua le separan absolutamente de los demás pueblos del continente. No tiene idea de que nación alguna le hubiese precedido en el suelo que habita, al cual está tan íntimamente adherido como si éste fuera parte de su propia personalidad. Al contestar a los Españoles que le inquirían de su pasado, se refería a los orígenes del mundo. (1) (1) ` 5' d ut a entender que es mucha l,i antigüedad de su. antepasa los; :;e ruin origen cuentan tantos diehos y f!ihulas, si lo sou. que no quiero detenerme en escribirlo". Cieza, (leLe,ío. ('ron. #1el Perú, n.'H'te 1, Csn. C.

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Mucho de lo que hasta aquí tenemos expuesto y otras circunstancias que se aducirán a su tiempo, ratifican el concepto muy borrado naturalmente, que de sí, de su vida remota y de la importancia o valor histórico de su tierra tiene el Aymara. Desde luego, las fábulas o mitos del mundo peruano , de que ya hemos tratado con la amplitud que nos ha sido posible. ateniéndonos a las informaciones de los historiadores primitivos y a otros testimonios o revelaciones, coinciden en señalar la localidad de los Aymaras como la cuna del hombre de estas partes , de su religión e instituciones , y concuerdan , asimismo , en declarar procedentes de ella a los fundadores del Imperio Cuzqueño -(2). De otro lado, los numerosos y famosos restos arqueológicos que cubren el suelo , y que ya hemos descrito también aunque no con la minuciosidad que merecen , corresponden a un estilo Peculiar de sello aymara característico, muy superior y mucho más antiguo que el incaico. Estos restos, dada su grandeza, denotan la indiscutible pericia de sus constructores, su fuerte espíritu guerrero - y su- sobresalier É cüTiura. Los rasgos principales de esta cultura, en todos los órdenes de la actividad humana compatibles con aquellos tiempos, y que aún se conservan en parte y se conservaban mucho más cuando advino la dominación de los Incas, sirvieron a éstos de tipo y modelo para la Durante el primer siglo de la Conquista , ó poeú en que podían recogerse las tradiciones de sus más puras fuentes, todos cuantos escribieron sobre la materia , convienen en este punto con una. rara uniformidad . - Y. Gúmara, Aist-, Gen, de las Indias, 155 ed de Vedia. - Betanzos, Suma y Nnrr, de los Incas. 1552. caps. i. y 31. - Cieza rle Leúu, Cren. del Perú, 1573, jpa••te 1. cap. CII1 . - Zárate, T.Iiato. del Dese. - Conq. del Perú. 1555, lib, f., cap. XIII. Pedro Pizarro, Rel. del Deseub, y ¿ onq. del Perú, 1571, ed. Urt. Rom. - Sarmiento de Gamboa, IIist. Indica . 1572, Parte 11, p. VI. - P. Molina. Páb. y Bit. ¿le los incas. 1573, págs. 4 y sigs., cd. 1 rt. Roan. - P. Acosta, J1 st. 'Mor ti Nat. de las Indias, 1590, üb. 1, cap. XXV. P. Morüa, Hist. dci Orig. de los Incas , 1590, lib. 1, cap. III. Gutiér z de Santa Clara, Wsto. de las Guerras, etc., del Perú 1303, lü.. 111, caps. XLIX y L. - Gareii. Gom. Real. P109. parte 1. XVI. etc., etc.

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GEOGRAFICA DE LA PAZ 73 mejor organización y bienandanza de su imperio. Y en cuanto a la expansión que alcanzó la raza , no hay lti sino que observar, para abonarla. las denominaciones geográficas de las numerosas y extensas comarcas del Perú precolombino , así como los nombres tocantes a la religión, usos, costumbres y objetos primitivos, todos genuinamente aymaras, o cuando menos de más fácil atimologización en esa lengua que en la. kheshua o en otras. (3) Siguiendo este hilo lingüístico y utilizando los datos que la etnología en todas sus fases de observación pudiera suministrarnos, no sería difícil fijar en su extensión y detalles, las pgsiciones geográficas de este pueblo en los tiempos de su mayor florecimiento; porque hubo una época, bien lejana por cierto, en que los Aymaras alcanzaron un vasto desarrollo y se extendieron y desparramaron por el norte y por el sud, entre el mar y los Andes orientales, sobre una dilatada faja territorial que tenía de largo más de veinticinco grados geogra ecos,-y cibarccaón e consiguienfa, lós países que hoy- forman el Ecuador, el Perú y Bolivia y las regiones septentrionales de Chile y la Argentina Investigaciones de este linaje se han ensayado, y los resultados, siempre satisfactorios , han dado no pocas sorpresas. Así, partiendo hacia el Norte, desde la cuenca del Titicaca, la región indiscutiblemente ay-

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(3) Mindendorff, Introil. a la. Gran Ayymara, Leipzig, 1891. Este autor se contrae particularmente a determinar la extensión del dominio aymara en el mundo americano, deduciendo de los nombres de lugares la población primitiva de los mismos, ya que es común que los nombres geográficos primitivos se conservan aun cuando los pobladores que los impusieron, hayan sido expulsados o aniquilados . Mediante un prolijo examen, cuya reproducción aquí sería fatigosa, Middendorff suficientemente capacitado para esta clase de observaciones, pues que ha escrito las gramáticas aymara y kheshua con plena posesión de la materia, demuestra que el dominio del Aymara, eu época muy remota, se extendió tanto como no alcanzó la lengua kheshua. Aunque en la etimologización de tal cual nombre no siempre anda enteramente acertado, este trabajo puede ser tenido por una de las mejores contribuciones prestadas al terna en los últimos años del pasado siglo.

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mara y doblando la sierra de Vilcanota (Huillcahuta), encuéntrase en todos los distritos de la actual república del Perú, esto es en pleno dominio lcheshua, gran número de poblaciones, y aun en el mismo Cuzco algunos de sus barrios , con nombres de origen aymara (4). Estas huellas aymaras se advierten igualmente en el Perú central, 'en el departamento de Ancash, en el alto Marañón. En esta última comarca, en Chachapoyas, los nombres indígenas de aquellas notables ruinas de Quelap o Cuelap, como otros escriben y que se las cree congéneres de las de Tihuanacu, son la Mallca y Aymara-pampa (5). Luego en el Ecuador, donde sus principales montañas se llaman Loja, Pampanaarea, Cotop=i, Colla na, Chilla, etc., etc., voces absolutamente aymaras. Hasta en Colombia, si bien escasos ya estos rasgos, no por eso son menos patentes. Un buen número de sus quebradas, páramos, y cerros, llevan nombres aymaras. Así fuera de Cundinamarca, que es todo un departamento, el más central e importante si se quiere, tenemos las quebradas-d co*a -Amper;Ara----ca. el páramo de Achupallas, la ciénaga de Amaya, etc., etc. (6). Y si se dirige la mirada observadora a . (4) Así el barrio de Colicampata (Bolea-pata) y el enserio del Quenco (Benko). (.,) Por mucho tiempo nos intrigó esta denominación de Quelap o Cuelap, atribuida a las ruinas de Chaehapoyas, deseubiert:,.s cu 134. Según Middei dorff. no es tal el nombre indígena, sino Mallca, que bien puede ser Marca , lugar o pueblo, o Mallka, garguero, que es lo que 3liddendorff prefiere, pues asegura que las entradas de la fortaleza tienen la forma de gargüero o de .gasnate. Introd. a la Gram, Aym. Otro investigador, Bandelier, tan fidedigno como' el anterior, hace una observación análoga: "Es extrafio, dice, que una de las ruinas entre Cliachapovas y Kuelap, se llama Aymara-bamba '' (llanura de los aymaras. y que la palabra misma de Chachapoyas puede ser etimolo_izada ron más facilidad por el amara que por la lengua quichua ". /Vebb Hodge. Bandelier y sus investigaciones eientíf, Boston. 1897. (:i) v. Mosquera, Diccionario Geográf. de Colorhia. De los 4-19 nami>res de que consta la letra A, solamente 11-3 son indí?enas. pero de estos 26 tienen estructura visiblemente aymaraica, aonno se ve en los ejemplos que damos en el texto, lo que ner.^n u. u reentaje digno de per tomado en cuenta.

GEOGRAFICA DE LA PAZ 75 las regiones meridionales, encuéntranse estas mismas muestras en todo el norte argentino hasta la provincia de Catamarca, y en Chile hasta la provincia de Coquimbo. (7) Aunque no siempre es seguro este terreno de las etimologizaciones por los errores a que da lugar muchas veces la casual identidad de voces, deberemos convenir, sin embargo en que estos ensayos no carecen de valor, mayormente si, como en el caso actual, se puede verificar en cualquier momento la exactitud de los ejemplos propuestos, los cuales, por otra parte, no son los únicos ni los más claros, pues de intento los hemos cogido a granel, del montón, procurando el menor número para no producir fatiga. Pero, ¿quiénes son y de dónde procedieron estos Aymaras que aparecen domiciliados desde épocas tan remotas en el Altiplano andino y que desde su centro principal de civilización o sea el circunlitoral del Ti'¡caca se extendieron a tan enormes distancias y han prevalecido hasta nuestros días con su índole y su ?dioma, a despecho e a accion estructora ó trásn-formadora del tiempo y las conquistas? Aquí las conjeturas. Quienes suponen que surgieron de hecho a la consociación, al trabajo y la estabilidad local, por la naturaleza y disposición misma del país, que no se adapta a la vida nómade o silvestre, y quienes, que fueron un pueblo advenedizo, arro-

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(7) ¡Muchos nombra geográficos de las provincias de Jujuy, Sota, Catamarca, del noroeste argentino, incluso el mismo nomen re de esta última provincia, sor de origen aymara, y afirma iebenedetti, que los restos arqueológicos allí encontrados, tienen una fuerte vinculación con el arte y la cultura de Tihuanacu. - La provincia' más septentrional de Chile es Copiapó, llamada Copayapu (Cupa-yapu ) por 'los historiadores primiti--os. Los Cupayapus constituían una de las tribus más importande aquel país, y su procedencia aymara es manifiesta. El nis!no Debenedetti asienta, que en Elqui, en los valles de ('oquimbo, hánse hallado idénticas muestras precolombinas, reacionadas con el arte de Tihuanacu. - "Si no se encuentra la raza de los antiguos dominadores (los Kheshuas) en el Chile septentrional. a lo menos se ha descubierto allí la de sus riales, los Avmaras". E. Reclus, \ouv, Geog.r, Univ., vol. XVIII, árrafo VI.

78 BOLETIN DE LA SOCIEDAD nas, tanto que sus habitantes, los Aymaras, que habían perdido toda noción de sus antepasados y su historia, a causa del larguísimo transcurso de los tiempos, no podían dar ninguna noticia sobre este particular a los solícitos requerimientos del Inca. (9) Menos atendible que la que acabamos de objetar, -es todavía aquella otra versión que hace . aparecer a los Aymaras como procedentes de las regiones australes del Continente, ya que el mismo autor que de ellq, trata y que también es el único, deja la responsabilidad de la noticia a su poco autorizado informante, un Cacique de Chucuito. Según este, los pobladores del Titicaca vinieron de los valles de Coquimbo y ocuparon el litoral y las islas, después de exterminar a sus primitivos habitantes , que eran gentes blancas y barbadas ( 10). Lo cierto sobre este puntoes lo contrario , pues los Aymaras. en su carrera de expansión, siguiendo las costas del Pacífico , llegaron por el sud hasta Coquimbo. []VPnR

r.es, por mucho que estén fuera de sentido , no deben inquietar a los que procuran establecer la verdad de la Historia, porque si bien entorpecen en cierto modo la labor del investigador serio e imparcial , al fin sus un mayor interés y obligan a más profundos-citan e studios. Pero en este terreno se ha ido todavía mucho más lejos. No solo se le ha negado al Aymara, como aca(:t) Angrand, Lettres sur las Antiq . de Tiaguaneo.- Chalon, 1,s Edif. del Ant. Perú. - Middeudorff, Introd. a la Gram. A-n:. - Tschudy refuta victoriosamente estas opiniones . v. Contaib. a la. Hist . etc.. del Perú Ant. (10) "También cuentan lo que yo tengo escripto en la Primera Parte, que' en la isla de Titicaca , en los siglos pasados hubo unas gentes barbadas. blancas como nosotros, y que saliendo del valle de Coquimbo un capitán que tenía por nombre Cari,

allegó a donde agora es Chucufto , de donde, después de haber hecho algunas nuevas poblaciones pasó con su gente a la isla, y di!> tal guerra a esta gente que digo, que los mató a todos. Chiriguanae , gobernador de aquellos pueblos, que son del Emperador, me contó lo que tengo escripto ". Cieza de León, Crón. del Perú. parte II, cap. IV.

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barros de ver, su condición de pueblo o nación aborigen, sino que al reforzar esta negación se ha llegado a discutirle hasta la propiedad del nombre que lleva. Cuando más, como una generosa concesión permiten que se llame Colla (con K), ya que él mismo, según sus detractores, que los tiene a porrillo, no sabía quién era ni cómo se llamaba... En los días en que esta peregrina especie salió a luz, no habían avanzado todavía gran cosa, ni mucho menos, los estudios etnográficos, como que tampoco había entonces mayor afición por ellos, de manera que el público, el grueso público desde luego, le acogió como una preciosa novedad. Creyóse, además, que al ser patrocinada por eruditas autoridades peruanistas, fuera de dejar demostrada en - forma inconcusa la insignificancia de este pueblo y la ilegitimidad de su nombre, aportaba sobre tales bases, nuevas nociones o derroteros, que nos pusieran en camino de esclarecer no poco aquel confuso ciclo de los i -Renodóz-pr _h ist¿ os;--de pro tA por sus nore xiones con la tesis principal, el bien obscuro punto que anteriormente-hemos tocado, o sea el relativo a las primeras sociedades que por aquellos tiempos florecieron en estas partes. Tan fuerte fué la influencia de su solo enunciado, que nadie se atrevió a objetarle. Muchosse confesaron incursos en el error secular de haber llamado Aymaras a los Aymaras, y, dóciles al nuevomandamiento, dieron en desbautizarles de su legendarlo nombre e imponerles el muy peregrino de Collas. (11)

No siguieron naturalmente éstas aguas los pocos

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/,11) V. R. Markh am, Las Posesiones Geogr. de las Tribus -juc forman el Imperio de los Incas , con un Apéndice sobre el nombre _\ymara, 1871, Cap. II. - Este erudito peruanófilo, que durante su larga permane*eia en América gustó mucho de la historia de los Incas no halla en el Perú cosa de importancia:. que no sea del Cuzco o que no la atribuya a sus sobeT onos. Clasifica a estos en Incas míticos o prehistóricos e Incas históricos. y dentro del período de los míticos, que le resulta an'•.ba, elástico y cómodo, mete y apila cuanto sus ojos miran y su erudición no expliea.

80 . BOLETIN DE LA SOCIEDAD entendidos en la materia. Para ellos, el "Collismo ', que así llamaremos a esta proposición antiaymara , era incapaz de resistir, por absurda, al más ligero examen, pues los fundamentos en que decía apoyarse , carecían de calidad y peso, y estaban en pleno desacuerdo con la lógica, la tradición y la historia. Tampoco podía servir para rectificar ni desentrañar nada, ni traía tal propósito . Lo que el Collismo pretendía en el fondo, llevado de cierto prejuicio sectario, porque también en estas esferas se anidan tales flaquezas, era cambiar de nombre a un pueblo viejo , y poner con esta maniobra en tela de juicio su identidad, a fin de restarle los prestigios de su primitiva cultura y su participación prominente en la vida y desarrollo del Perú ancestral. Su objeto era atribuir a otros pueblos la preeminencia que bajo estos aspectos pudiera corresponderle. En este empeño no solo se limitó a sofisticar, valiéndose de una argumentación especiosa, sino que. cegado por la pasión y ya perdida la sereniaa• fue mucho más allá de lo que acaso en un prin= # cipio pensaba , pues llegó a los inverosímiles extremos de vilipendiar a la raza , airadamente y - sin miserikcordia. Todo lo malo que pudiera atribuirse a un pueblo le colgó sin vacilación. Los aymaras eran a su juicio las tribus más salvajes de los Andes . Su idioma que no pasaba de ser un pobre dialecto inca o kheshua, ,era de tal modo áspero e inculto , que no se le enten,día, y ellos, los Aymaras , tan bárbaros, que apenas podían hablarle . Con muy pocas palabras para expresar ideas abstractas , sin ninguna para expresar cosas indispensables en los principios de la vida civilizada, su sistema de numeración era tan deficiente e imperfecto, que apenas alcanzaba a 4, si es que llegó a 3, puesto que este mismo número era ajeno. Ni valía más la tierra que sus habitantes . Una región inadecuada . para la civilización , montuosa, quebrada y estéril, que no producía sino raíces y pastos ordinarios para las llamas y allpacas, y solo ocas, papas y c uinua para la gente . Los únicos restos de su his-

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toña primitiva, eran las .chullpas rudimentarias y unas paredes rústicas de piedra, erigidas para fortalezas. Ni las obras de Tihuanacu escaparon del ataque. Negó, desde luego , que fueran suyas. Dijo que las empezaron los primeros Incas, para conmemorar una conquista poderosa y ocupar a un enemigo vencido. Y en cuanto a las admirables esculturas de la Puerta del Sol, las calificó de excesivamente rudas y muy inferiores a los diseños incaicos de períodos posteriores .. . En resumen, para el "Collisrno" los Aymaras no fueron sino una raza de pastores bárbaros, sin que hubiese existido jamás forma alguna de civilización en la cuenca del Titicaca, antes de estar sometidos a la influencia humanitaria de sus conquistadores Incas. (12) Es admirable cómo en tan pocas líneas el autor de esta tesis hubiese acumulado tantas falsas aseveraciones contra la fama del pueblo que nos ocupa; y más admirable todavía, cómo muchas de las gentes que convivían con dicho pueblo y tenían motivos de conocerlo, se -hubiesen dejado paralogizar con---ellas. Pero asi son las cosas, y no deben sorprender. Más fácilmente prenden, -sobre todo- en el vulgo, las proposiciones absurdas, que las dictadas por la razón y el buen sentido; y aunque tales proposiciones, por la habilidad con que son planteadas o por la porfía con que son sostenidas, estorban o complican en cierto modo el trabajo de las reconstituciones históricas, tan poco el perjuicio es mayor ni permanente . Por el contrario, sirven de acicate para emprender más cuidadosos y completo] estudios, los cuales, a la larga, aca-. Dan por restablecer o afirmar la verdad, que en ello estamos. Justarnente es esto lo que ha ocurrido o va ocurriendo ahora. El. "Collismo" que por su misma novedad despertó no escaso interés en el mundo científico, suscitó- al propio tiempo, como era consiguiente, no pocas dudas o reparos. Tales circunstancias indujeron :_) s erteuecen exclusirnnlente a M rkLam los r„ ere Trinos crce^^tos que acabamos de Consignar cu el texto. Posirinnes Geo_r:,` •, C. Pomero, ean, IT.

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a los que en reste orden de materias s e consagran a estudiar la cuestión más a fondo y devotamente para desentrañar cuanto en ella había de verdad o de mentira. Desde luego , este examen hizo adelantar no poco las ideas sobre la etnografía peruviana, hasta entonces en mantillas ; la misma etnografía, en general, como ciencia de observación, ocupó para sus elucidaciones,'un campo más elevado, más amplio y más seguro; y en esta virtud las fronteras todavía confusas e indefinidas que separan a los dos pueblos , kheshua y aymara. fueron deslindadas con claridad y precisión, y se conoció mejor, en cuanto es dable, el papel que respectivamente jugaron dichas colectividades en los tiempos pretéritos. Por último y como resultado final, el "Collismo ' con gran desconcierto de sus abobados creyentes quedó exhibido en toda su desnudez, como un fajo de falsedades. Súpose de esta manera, que el pueblo aymara fué, una gran nación, -fuerte y-- conquistadora_regida por

instituciones que a nanñncr r i ysuperi .turra- social;---pudiendo afirmarse ahora, entre otras co-, sas, que fué ella quien echó las bases de Q civiliza= ción peruana y dió normas para el ejercicio regular de los tres órdenes de actividad que más agitan a los pueblos : el religioso, el militar y el civil. Aquel comunismo social agrario que tanto maravilló a los Europeos cuando ganaron el Imperio de los Incas, fué de origen aymara; aymara la institución de los Amautas o Consejo de Ancianos ; aymaras las distribuciones por rotación de los oficios o cargos públicos ; aymara, finalmente, el sistema tributario , tan productivo a la par que liviano, ya que resultaba una derivación de la vida en comunidad . Como los Romanos, que se helenizaron después de rendir a los Griegos , así los conquistadores Incas, con aquel espíritu de asimilación de que tan buen uso hacían, se aymarizaron, tomando las mejores partes de la legisiación aymara para el régimen de su Imperio.

Todo el argumento callista deriva de esta falsa aseveración : que los incas conocieron a estos pueblos des-

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GEOGRAFICA DE LA PAZ 83 de un principio, solamente bajo el apelativo de Collas, nombre que también le usaron de modo invariable los Españoles de la Conquista, no siendo el de Aymaras sino una invención posterior debida a estos últimos. (13) Pero la historia no dice esto. Lo que la historia dice, es que los Incas, cuando traspusieron la cordillera de Vilcaiota, en sus primeros avances hacia el sur desde su sede del Cuzco, viéronse delante, de un gran país que, rodeando los lagos de Titicaca y Poopó, se extendía sobre vastas llanuras , y estaba habitado por distintas provincias o naciones, no menos de ocho cada una con un particular nombre, pero todas sujetas a unas mismas costumbres y una misma lengua: La nación más septentrional era la de Ayaviri (Ajhahuiri), a la cual seguía la de :olla, y a esta la de Chuquíto o más propiamente Lupaca. Los linderos de la nación Colla en estos sus dos extremos, norte y sur, no han desaparecido, tampoco los de sus flancos óríental y occideñtaÍ.-doñde sé alzabcrtr i nación o provincias de Orkosuyu y Kollisuyu. Por todos lados se hallaba cerrada o _ encajonada, sin que pudiera ensancharse o dilatarse en ningún sentido. Sea por su posición geográfica, una de las más septentrionales del Altiplano como acabamos de decir, o porque sus habitantes, a la inversa de las otras,

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(13) Como liemos visto en notas anteriores, la teoría "Collista'' fué inventada por Markham, y aunque frágil ella, no han sabido substraerse a su influencia otros competentes peruanistas, entre ellos Tschudi y a veces aun el mismo Middendorff. \o pocos escritores nacionales, llevados de su veneración a los prestigios de Markham, o de un pueril snobismo, han aceptado sin examen sus erradas y apasionadas conclusiones , y . las sostienen con una fe digna de mejor causa, sin advertir que el propio Marluham no está enteramente seguro de su tema, pues en las mismas líneas en que lo propugna, incurre en esta fla-

ante contradicción: "Parece, dice, que los Incas dieron el nombre general de Collas a todos los habitantes de esta región, porque los Collas fueron la. primera tribu que encontraron después de entrar a la hoya del lago Titicaca, y los siguieron los primeros escritores Españoles, los que dieron el nombre de :' Collao" a la región que forma la hoya del Titicaca ". Posiciones 'Geográficas, cap. II.

84 BOLETIN DE LA SOCIEDAD se mostraron desde un principio dóciles y aficionados a los invasores, ello es que el pueblo Colla se hizo grato a los Incas, y cuando estos, poco después, dieron nombres a las cuatro grandes divisiones territoriales o Suyus del Imperio , que se determinaron observando los cuatro puntos cardinales, llamaron Collasuyo al distrito meridional, esto es a todas las comarcas que iban desde Vilcanota hasta los confines de Tucumán y Chile , no por cierto ni de ninguna manera a sus pobladores , a quienes les destinguieron siempre por sus genuinos nombres. Igual cosa ocurrió con los otros Suyus. Así, al del Poniente , le dijeron Cuntisuyu. por una muy reducida provincia de ese costado, próxima al Cuzco , llamada Cunti, sin que a nadie se le hubiera ocurrido como pretenden con la de Colla. hacer extensivo ese nombre a las numerosas provincias o naciones que comprendían aquel Suyu que llegaba hasta el mar, y mucho menos a sus moradores. (14) En este estado -encontraron los Españolesla-Topo-nimia .de estas partes y la adoptaron; mas, como no les sonase bien por lo largo el vocablo Collasuyu, le abreviaron por el de el Collao . y como tampoco le hallasen apropiado , a pesar de la abreviatura, para determinar todas las provincias meridionales , le aplicaron solamente a una fracción de ellas , llamando al resto Charcas, que era el nombre de una muy importante provincia situada a continuación de la de Paria. Pero estas denominaciones , así la impuesta por los Incas como las impuestas por los Españoles, en nada afectaron a la identidad e integridad de los pueblos sobre que recayeron, ya que nunca , por ninguna circunstancia, las aceptaron los aborígenes ; pues, como nación, se han considerado siempre y son ahora mismo Paca¡¡, Caranka, Umasuyu, Lupaca, Quill=a, etc., etc ., al modo de sus respectivas comarcas o distritos, y como entidad étnica o raza , todos se dijeron y siguen diciéndose Aymaras, y viven unidos por el ;_14', !.acii. Com. Real., lib. II, cap. XI.

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poderoso vínculo de una misma lengua, dentro de unos mismos usos y costumbres, manteniendo la más absoluta igualdad. Acaso no tan absoluta, por cierto detalle que deberemos consignar en este lugar; pues, cabalmente viene al caso: la nación Colla, dados sus hábitos licenciosos, su poca cultura y sus tradiciones menos ilustres, ocupaba una categoría inferior a la de sus congéneres. Despreciábanla los Umasuyus, y a tal punto la tenían por debajo de ellos, que le vedaron asistir a las fiestas o solemnidades del Santuario de Iticaca a que por derecho propio o privilegio concurrían aquellas (15). ¿Cómo, con este antecedente, podía halagar hasta ser adoptado; un nombre que todos repudiaban? Aun sin mediar esta circunstancia, ¿cómo. suponer que por solo el mandato de poderes extraños, se prestase el indócil y obstinado Aymara a mudar de condición, que no otra cosa importaba el tomar nombre ajeno, haciendo cobarde renuncia del suyo propio? (16) Aunque este-asunto ,-para ponerlo en su- sitioT nos --ha ocupado más espacio del que merecía, tendremos forzosamente que volver en breve sobre él, cuando tra-

temos de la lengua aymara, porque también los "Collistas" arremetieron contra el nombre de ella, con la misma o mayor intencionada vehemencia que contra la raza.

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(15) "No se permitía asistir a las fiestas a ningún indio Colla, porque la tal gente colla. era muy inmoral y lasciva!'. P. Ramos, Historia de .Copacabana, cap. XIII. - "La'función (el Huarachico) concluía con grandes bailes; y entonces y no antes, permitían entrar a los Collas. dándoles a comer unos bollos de maíz blanco, llamados sanco, amasados con la sangre de L .,s víctimas, .para significarles la fidelidad qué debían guardar al Inca y la limpieza cor} que debían asistir a esas fiestas ". Id., id., cap. XXI.

(16) Van ya para cuatrocientos años que la ciudad de La Paz fué fundada sobre la planta de un antiguo caserío indígena. y a pesar de tan largo lapso, el Aymara, como si no hubiera pasado un día, sigue llamándola de su nombre primitivo: Chuquiahu.

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CAPITULO II SUMARIO .-La genuina posición geográfica de los Aymaras.Distritos territoriales, provincias o naciones. Los distritos del Altiplano septentrional o las naciones del Titicaca . - Condición respectiva de estos distritos. - Ajahuiri y La Raya. - La nación Colla; su mala reputación social y su importancia pecuaria. - Umasuyn, asiento capital de la teogonía andina. - La nación Pacaji . - Los Lupacas. - Orkosnyu y Arikasa . - Solllsuyo. - La enconada enemistad entre Collas y Lupacas y sus caudillos Sapalla y Khari . - Solicitan la intervención incaica. - Una sangrienta batalla. -- Parcialidad del Inca. en favor de Khari, con quien ajusta estrecha alianza que no perdura. - El Inca domina Umasuyu y recorre todo el litoral del Lago y sus islas, recogiendo las enseñanzas del sacerdocio aymara. - Postrer tentativa de sublevación de los Aymaras.

Cualquiera que hubiera sido la extensión territorial ocupada por los Aymaras en los tiempos remot os o de su florecimiento, ya tan amplia como podría inferirse de los rastros que de ellos se- han observado en otras bien lejanas latitudes, ya tan restringida que no pasara de muy cortos límites como a otros se les ocurre, lo evidentemente cierto, lo incontrovertido es, que ese pueblo, en los días incaicos, se encontraba establecido y ejerciendo ab initio. los derechos de único dueño, señor o soberano, en una zona no pequeña qué propios y extraños reconocíanla de genuinamente suya. Tal anona comienza por el septentrión en la sierra de Vilcanota; se extiende entre las dos cordilleras, Real y Exterior, de los Andes; las trasmonta hasta las.gargantas de sus respectivos contrafuertes , y llega, por el oeste, al mar Pacífico, y por el sur y el este, al principio de los llanos, de manera que comprende toda la meseta andina y sus declives, y en la meseta, como foco central, la vasta' cuenca del lago de Titicaca.

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No hay para qué repetir que por esto mismo los núcleos aymaras más densos, más considerables, mejor organizados y que han dejado huellas perdurables de su civilización, fueron los que, circunscribiendo el gran lago, compartían del dominio de sus aguas. Aunque una sección, la mayor. de este inmenso depósito acuático y sus -riberas pertenecen ahora al Perú, el indígena que la habita conserva todavía, al igual de los demás que les son congéneres, todos sus carac terea étnicos - primitivos, y aun el propiq territorio, por su geografía y` por su historia, continúa siendo parte integrante del suelo netamente aymaraico. hoy patrimonio boliviano'.-Al pr-sertte, los Aymaras son más de un millón y medio de almas, cuyo mayor número vive en Bolivia y un pequeño resto en el Perú. (1)

En la época en que los Incas enderezaron los pasos por estas partes en son de cotquista, hallábanse In-, Aym=as en plena íinHacía-lar empo que la unidad política estaba alta y que se habían disgregadQ'-éñ al farzñá sús eñnéñtós componentes, que no sólo no reconocían ningún poder central, ni éste existía, sino que aun conviviendo dentro de ciertas divisiones territoriales, agrupadas por familias o linajes (las Marcas, de que pronto hablaremos), allí mismo, entre Yarca y Marca, las vinculaciones eran flojas. Apenas les ligaba, fuera de las afinidades de raza y la identidad de lengua, de organización social y de costurnbres, muy determinados intereses o tendencias. que obedecían, antes que a otros motivos, al obligado contacto proveniente de su mayor vecindad o comunidad ( 1) Sobre este particular son justas las observaciones dele geógrafo contemporáneo E. Recios : " Las fronteras comunes del Perú Y Bolivia , dice, coinciden poco más o menos con los límites etnológicos de Quichuas y Aforaras : sin embargo, el Perú, de su lado, invade sobre su vecino irás débil. Puno y otros pueblos armaras le pertencen : el limite geográfico natural , que ser..a el nudo de Vileanota , entre los afluentes amazónicos y la vertiente del lago de Titicaca , sobrepasa en mucho esta cima hacia el sud. Del propio modo, este mar interior de las altas mese(,.l Titicaca, ha sido dividido oblícuamente , dejando la maparte al Perú". \7ouv. Gcogr, Ltniv., vol. XVITT. p. VT.

88 -BOLETIN DE LA SOCIEDAD geográfica. Los Españoles calificaron de naciones, indistintamente, a estas provincias o distritos y a sus habitantes, y aunque en realidad no tenían el carácter de tales, puesto que no eran entidades étnicas diferentes, sino partes integrantes de una sola, la Aymara, nosotros también les llamaremos así, cediendo al uso. A más de veinte ascendía el número de estas naciones o provincias, las cuales para hacer menos confusa nuestra .descripción, podremos clasificarlas considerándolas por regiones , en aymaras septentrionales, aymaras cendales y aymaras meridionales, o de otra manera, en aymaras del Titicaca, aymaras del Poopó y áymaras montañeses. Formaban el primer grupo Aiahuiri, Orkosuyu, Colla, Lupaca, Umasuyu. Pacaji, Arikasa y Kollisuyu. De éstas, cinco eran ribereñas del Lago: Umasuyu, Orkosuyu, Kollisuyu, Lupaca y Pacaji. La más septentrional, sin contacto con el lago, Ajahuiri. La más oriental, detrás de Umasuyu y Orkosuyu, separada también del Lago y del mismo Altiplano, Arikasa.- La más occidental-confin te con Lúpaca, Colla---y Pacaji, doblando la sierra de Cochuna, al otro lado del maciso andino, Kollisuyu. Como se puede observar, tres de estas naciones llevan nombres en cuya composición entra el sustantivo aymara suyo, que significa parte, parcialidad, distrito, lote. No hay en el resto del Perú, nombres de composición igual , salvo aquellos que posteriormente y con la adición del mismo vocablo, fueron impuestos por los Incas a las cuatro grandes divisiones de su Imperio. De estas naciones así apeladas, sólo UmaSuyu conserva su nombre. Orkosuyu y Kollisuyu lo perdieron totalmente. Más tarde, no sabiendo los escritores españoles cómo llamar de modo particular a la nación o provincia Colla, para no confundirla con el distrito imperial de Collasuyu, la bautizaron con el poco donoso de El Collao, que no es aymara, ni kheshua, ni castellano, y que tampoco llenó su objeto, porque bien pronto, contrariando la intención de sus inventores, pasó a designar, de modo genérico, a todas las comarcas del Altiplano central y boreal indistintamen-

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te, y a sus habitantes , fuesen blancos, indios o mestizos. Nada ha contribuido tanto para enmarañar los fastos concernienteis a tales comarcas , como estas superfetaciones y deformaciones que padeció el nombre de una de ellas. Los propios cronistas que las promovieron o autorizaron , no supieron después, en sus descripciones y narraciones , cómo entenderse ni dejarse entender.- Cosa peor les ocurre naturalmente a los que ahora pretenden devanar hilo tan enredado, pues acaban por desistir, confesando su impotencia, si es que, menos escrupulosos, no agravan el caso, procediendo por adivinación, que es también otra manera de inventar o falsear. Por esto mismo, nunca recomendaremos lo suficiente , la utilidad de los estudios toponímicos cuando son realizados con honradez y a conciencia; porque fuera de su- valor intrínseco , prestan grande y positiva ayuda a los esclarecimientos de la geografía y de la historia.

- Se extendía Ajahuiri desde los términos _ d_el_sfis trito Colla hasta el divortium aquarum de la cordillera de Vilcanota, que erd a la yez frontera y límite del dominio netamente aymara por estas partes (2)., De ahí a adelante estaban otras naciones . Hállase marcado este límite, en el espacio de algunos kilómetros, sobre el paso o abra de Santa Rosa , por un alto muro (2) No pocas equivocaciones padecen los antiguos cronistas al determinar los distritos del Imperio , pero sus fallas son mayores cuando se refieren particularment!i a los pueblos aymaras. Así, en este caso de Ajhahuiri: desconocen su calidad de nación o provincia , y le consideran como simple dependencia Colla o Cana. Garcilaso, que entendía mejor la materia , le da su verdadero valor. Hablando de las expediciones del tercer Inca, dice: ",Passó adelante hasta la nación y pueblo llamado Ajauiri. Los 'naturales estuvieron tan duros y rebeldes", etc. Com. Real, parte I, libro II, cap. XVIII. - En. otro lugar y para hacer más clara la distinción entre Ajhahuiris p Collas, se expresa de esta, manera: "De alli ( de Pucara ) embio sus mensajeros a Pauearcolla y Hatuncolla por quien tomó nombre el distrito llamado Collasuyu, requirioles como a los passados, y que no resistiesen como los de Aivauiri , que los auuia castigado el Sol", etc. Id., id., cap. XIX.

90 BOLETIN DE LA SOCIEDAD de piedra; el cual va - de cerro a cerro , a cosa de dos o tres kilómetros de un manantial o pequeña laguna, cuyas aguas, al echarse indistinta y simultáneamente a uno - y otro lado, según la mayor o menor dirección de los vientos, definen las -dos vertientes , norte. y sur, del macizo de Vilcanota. Se conoce ahora tan interesante demarcación por "La Raya °, y aunque sólo un autor antiguo la menciona, no obstante su notoriedad, -y son vagas las tradiciones que a ella se refieren, debe, suponerse que fué levantada de común acuerdo, en tiempos inmemoriales, a expensas de los pueblos fronterizos, los más directamente interesados, por su propia seguridad, en fijar en forma indubitable, la línea que les separaba. Algo de ello nos dice también el autor aludido (3). Viéndolo bien, La Raya no venía a ser en rigor -una línea divisoria étnica sino política trazada, si se nos permite la expresión , por un tiralíneas orográfico , porque los pueblos del otro lado de la Cordillera, como los Canas y - los Canches, fueron anteriormente aymaras, o por lo menos, más aymaras --que-3cheshuas. o de otro -modo,-estuvieron -antes, la3gotiempo, bajo . el dominio, aymara. (4)

No obstante esta precaución , nunca fuá tranquila la vida de los Ajahuiris, por causa de las constantes asechanzas de sus vecinos, establecidos al otro lado de Vilcanota, y.también por causa de sus propias provocaciones, pues, como todos los de la raza , eran belicosos y valientes. Tenían edificada, para proveer a su defensa, una gran fortaleza que hasta ahora con(3) ".Esta -pared dicen los viejos, se hizo por orden y concierto de paz, entre los Ingas y_ los indios del Collao ...; rompieron por su mal los Collas las paces y quisieron conquistar a los Ingas, mas los Ingas revolviendo sobre ellos los conquistaron y no pararon --asta Chile". Ob . Lizárraga , Descrip. del Perú , etc., -parte 1, cap. LXX_.M. (4) A no pocas confusiones dabau ' lugar a los observadores antiguos la. vecindad y estrechas relaciones - de estos pueblos. como se colige de esta afirmación de Cieza . " que la tierra de Ajahuiri fué entiguamente gran cosa y su pueblo de linaje y prosapia de los Canas ". Crón. del Perú, parte I, cap. XCVIII, ,Por este estilo , también los Canas podían ser de origen y pro-, sapia de los Ajhahuiris.

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serva su nombre. Pucara, muy notable por sus condiciones defensivas y teatro, cuando las guerras civiles españolas, de más de una reñida acción de armas. Grande esfuerzo hubieron de emplear los Incas para dominarlos, y no lo consiguieron sino después de dar fin con la mayor parte de sus defensores . Un cronista que de ello nos habla, manifiesta horrorizado haber encontrado todavía en esa comarca , a pesar del largo tiempo transcurrido , más tumbas que habitantes.. (5) Al sur de Ajahuiri estaba Colla, y al este Orkosuyu. País llano y uniforme, esencialmente ganadero por la excelencia y amplitud de sus dehesas , era Colla; y un tanto quebrado o montañoso con alguna variedad de climas y por ende de productos, Orkosuyu. Ambos llegaban hasta el Lago, pero no lo aprovechaban mayormente ; el primero, porque le hacía más cuenta la crianza de sus rebaños, y el segundo, porque le daban más utilidad sus labores agrícolas. Como --por su_ situación resultaba Orkosuyu no -poco- -apartado dé los núcleos centrales del Lago,.y queda-

- --ba, -asimismo , confinante con las- zonas -agr-estes---del otro lado de los Andes, y su población era escasa, pues fuera de Asankatu y Carahuaya , sus demás pueblos no tenían mayor importancia, padecía, respecto de los otros distritos o naciones , de relativa inferioridad o pobreza. No así el distrito de Colla, que sobre estar mejor situado , tenía gente numerosa y rica. Aunque libre de las acechanzas kheshuas , ya que por ahí le servía Ajahuiri de coraza y escudo , embargábanle otros cuidados tanto o más serios , pues tenía en la nación Lupaca un irreconciliable contendor. No nos dicen nuestras fuentes de Información , bajo qué clase de autoridades supremas se regían por lo general las naciones aymaras , y sólo excepcionalmente nos hacen saber, que al jefe o caudillo de Colla le nombraban sus súbditos , Sapalla (el Unico o Unico Señor), y al de Lu(5) Cieza de León, Crón. del Perú, parte I. cap. CIV. Id., id., parte -II, cap. ,LII.

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paca, Khari (el Varón o Varón Fuerte) (6). El Khari y el Sapadla no se pasaban, y esta enconada rivalidad, dió lugar, andando el tiempo , a sucesos muy notables, de que luego hablaremos , por ser lo más saliente de los fastos aymaras que la tradición ha podido conservar. Aunque no hay motivos para suponer que Colla, dadas sus condiciones, ocupara un nivel inferior al de los demás pueblos, lo cierto es que. sus gentes eran mal vistas y generalmente repulsadas a causa de sus relajadas costumbres. Los Umasuyus, que se predaban de muy religiosos, no les daban acceso a sus santuarios. Tampoco' los Pacajis tenían ningún trato con ellos, bien que contribuían a mantener esta interdicción, amén de la distancia , las otras naciones que se les interponían . Ni el dominio incaico , que les fue propicio, pudo mejorar su situación en este respecto: su mala fama y la repulsa consiguiente , persistieron. (7) Pero sólo en este respecto , que en lo demás, bajo el ,nuevo -regirnen,-no-tenían--u_quienes envidiar. A -la in=versa de -Ajahuiri y con la experiencia de est"ue i e por defé ide sü autodo= gos _se--u olovanamegi nomía, los Collas se habían rendido, mansos y humildes, a los primeros requerimientos del Inca, y héchose sus mejores súbditos y aliados (8). Aún se habían dado prisa en sustituir con la lengua kheshua su-nativa len(ti) Cieza de León, Crún. del Perú. Parte 1. cap. C. - Al Sipalla llama este autor, Zapana, y al Iihari; alguna vez (cap. CIV). C ariapasa. - Para Garcílaso , Sapalla es Chípana. y "éste y el Khari no son caudillos de Colla v Lupaca respectivamente, como afirma con todo acierto Cieza, sino ele Tapacari y Cocha-

(7) P. Ramos, Ilist . del Sant. de Copacabana, parte I, cap. XIII. - Id., íd., cap. XXI. (8) "Parecieadoles ( a los Collas ) que la plaga passada de Ayauuiri y Pueara hauuia sido castigo lel cielo, queriendo escarmentar en cabeza agena, respondieran el Inca que eran muy contentos de ser sus vassallos , y adorar al Sol, y abrazar sus leves y ordenanzas, c guardarlas . Dada esta respuesta salieron a recebirle con mucha. fiesta y solemnidad , con cantares y aclamaciones inventadas nuevamente para mostrar sus asimos". Careil..Com. Real, parte 1, lib. II, cap. XIX.

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gua aymara. Halagado el Inca con tanta adhesión, les colmó de mercedes , y dispuso que, en adelante, como ya dijimos, toda la parte meridional del Imperio tomase el nombre de Collasuyu, tanto las tierras conquistadas, que se extendían de Vilcanota al sur, como las tierras por conquistar, hasta donde éstas alcanzaran, así fuese hasta los confines del mundo (9). A fin de evitar equívocos con esta innovación Y. que` no se evitaron, o respondiendo a otras necesidades, dividió este pueblo en dos distritos o gobernaciones , con sus capitales Hatun Colla y Paucar Colla, como más tarde dividió Pacaji, en Hatun Pacc ji y Urin Pacaji . Eran divisiones de orden puramente administrativo , pero que no afectaban a la integridad de cada conjunto, ni alteraban sus linderos tradicionales , pues en este particular, Incas y vasallos, mostrábanse sumamente escrupulosos. De_las sirca naciones-ribereí s-del-Titicacu _}a= --mas-lacustre-venía a ser Vmaiuyu, como que su misuaYu pert mo nombre crs0o n^diccr fuma ag = trito). Comprendía, en efecto, el extenso litoral que corre desde Huaychu a Taraco, con más, en la costa opuesta, la península de Copacabana, y luego, las principales islas , entre ellas los célebres santuarios de Iticaca y Coati, es decir, toda la parte mejor y central, el riñón del Lago. Es aquí, justamente , donde luce sus mayores- atractivos este delicioso y pequeño ruar, el más alto del mundo , en cuyas linfas se reflejan rutilantes, trazando inimitables paisajes, las imponentes albas cumbres de la Cordillera Real. Agregaba Umasuyu a tan privilegiadas condiciones , los prestigios que le dió la fábula, como punto de arranque de la civilización peruana y asiento de los mitos que informaron la teogonía andina. De estos mitos y de la pintoresca región en que han sido localizados, hemos hablado ya bastante. (9) "Co, :Q el rey'no de Chile , que con estar míis de seis- rientas leguas al Sur de - la provincia Colla, era del partido

oliisuyyr ". C jr; il. ('om. Real, parte I, libro IX, eap. Tl.

96 BOLETIN DE LA SOCIEDAD andinas, la sede de los Cambas , a quienes por estas partes llamaban Chunchus, y por el noroeste y oeste hasta Orkosuyu. Acudían las gentes a Arikasa, en los años escasos, en demanda de víveres, pues por la exuberante fertilidad de sus generosas tierras, era para los pueblos vecinos una inagotable proveeduría. Contrariamente a lo que después veremos, entre Arikasas y Orkosuyus y sus confinantes Chunchus no había conflictos. Ya fuese porque estos últimos eran relativamente mansos, o porque aquellos tuvieron maña para ganarles su voluntad o confianza, nunca se dijo que los Chunchus hubieran irrumpido en tierras aymaras ni cometido latrocinios . Todos se llevaban bien, se buscaban periódicamente y traficaban con hon. radez. En cambio de los apetecidos cereales, los Chunchus les aportaban los raros y preciados productos que cogían en la selva, los más de los cuales eran ventajosamente colocados en el Altiplano, en calidad de drogas. Tanto se especializaron en este negocio y lo monopolizaron algunas Marcas, que llegó a ser para ellas un oficio, trasmitido de generación en generación, de donde les vino el nombre de Kollahuayus, vale decir "portadores de remedios '. De esta manera, los KoUahuayus, o como hoy se les apellida , Callahuayas, .cada día más prácticos en el expendio de sus medicamentos, acabaron por diagnosticar y curar, y finalmente, por constituir una especie de gremio sanitario, el único en todo el Perú antiguó. Sigue ahora mismo el Callahuaya, con el consabido saco de drogas al hombro, ejercitando su oficio por todas las ciudades y aldeas del Continente. Era Kollisuyu la nación o provincia más occidental , de este primer grupo, y abrazaba toda la región costera que se extendía por aquellas partes, desde la Cordillera al mar. De población muy escasa y desparramada, pues apenas eran habitables algunas tierras labrantías que se encontraban por trechos en los flancos del macizo, y tal cual. cañada provista de agua en el llano o los bajíos, sus caracteres guardaban, sin embargo, cierta analogía con los de Arikaso. Desde

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luego, como ya dijimos, carecía de tradiciones, y hacía pensar que tan sólo hubiese sido ocupada en tiempos no muy remotos, por colonos procedentes de las naciones del Altiplano , principalmente de Lupaca y Pacaji; y así como los Arikasas tenían por vecinos a los Chunchus y los frutos de la selva que éstos les proporcionaban eran para ellos una fuente de explotación, los Kollisuyus tenían por vecinos a los Changos, y los productos del mar que éstos obtenían servíanles grandemente para mercar con el Altiplano. Solamente en . un raro detalle diferían los dos pueblos. Ya hemos visto que los Arikasas curaban ; pues, los Kollisuyus a la inversa, hacían enfermar ... A lo menos, esa era su fama. Atribuíanles que el vitiligo o kara, que allí dicen, lo producían ellos mediante ciertos brebajes y hechizos. Aunque naturalmente sin ningún resultado , puesto que la imputación era indebida, persiguieron- rigurosos los Incas , en su- tiempo, a_ los presuntos maleficentes , y para tenerlos sujetos a una estricta y permanente policía, los redujeron a vivir en dos pueblos: Moquehua y Cochuna. Sólo Moquehua prevaleció. (12) Muchas circunstancias hacen suponer, que esta parcelación del viejo pueblo aymara en provincias o pequeñas naciones , se realizó en tiempos muy lejanos, cuando sobrevino la decadencia de la raza y se desraoronó el Imperio que un día floreciera en tomo de Tihuanacu. Por cierto que tal suceso no' debió ser instantáneo y mucho menos concertado en forma pací`ca y armoniosa. Mediarían grandes conflictos y te—les contiendas, antes de quedar los nuevos distritos definitivamente establecidos y demarcados. Pero una vez salvado este período crítico, que debió haberles cansado enormemente, la vida en ellos discurriría con relativa tranquilidad, aunque sin brillo, atendiendo tan sólo al cultivo de sus campos, el cuidado de sus rebaños y la guarda de sus linderos. Celosísimos eran en esta guarda.. No permitían que nadie, por ningún (12) (;aren. Coni. Real, parte 1, lib . III, -al). IV.

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.motivo, se introdujese en su territorio , que lo consideraban absolutamente inviolable. Ay! del temerario que hollara el suelo ajeno. Al punto se encendía la guerra. Respetaron con grande escrúpulo los Incas estas divisiones; siguieron el ejemplo, a su turno , los Españoles, y con este doble reconocimiento, ratificado por siglos, quedaron éstas irrevocablemente consolidadas, como las vemos ahora. Como las intromisiones, sobre todo del ganado, en campos abiertos , eran inevitables, y los conflictos, por tal causa, muy frecuentes, el Aymara se veía obligado a estar permanentemente con el arma al brazo. Ni requería mayores estímulos para irse de encuentro con el vecino. En buenas cuentas, le gustaba la pendencia. Y este afán combativo, esta propensión guerrera, no podía reputarse como una peculiaridad exclusiva de tal cual pueblo. Belicosos eran todos, porque estaba en su sangre. Temibles se habían hecho en este concepto los Umasuyus. De bravos y soberbios eran calificados los Pacajis. Que éstos sostuvieron muchas -y- prolongadas guerras, lo prueban sus -campos, pues. en parte alguna como en el centro y sur de este distrito, hay más restos de construcciones militares. Toda una zona, la tierra de los Phasas, está materialmente erizada de fortalezas. Los mismos Lupacas. tenidos por afeminados por los Incas (13) y que tan apacibles se mostraban en los tiempos de España , cuando vivían bajo el régimen de los Jesuitas y Corregidores, no la pasaban de otro modo que sobre las armas, siempre de pelea con los Collas por causa de viejas rivalidades, o con los Umasuyus, por serles incómoda la presencia de éstos en Copacabana.

Conviene advertir, sin. embargo, que no obstante la perpetua enemistad en que vivían estas naciones, (13) "Los Lupacas eran muy lascivos- y afeminados en el vestir. El Inca usó de grandes castigos, y así muchas veces les quitó sus ganados y comidas, a fin de inclinarlos al trabajo, apurados por la necesidad y el hambre". P. Ramos, Hiat. del Saat. de Copacabana, parte 1, cap. XVIII.

GEOGRAFICA DE LA PAZ 99 sus guerras eran las manos frecuentes; las más comunes, aun diríamos, las de regla, eran las que se producían entre pueblos o Marcas colindantes, ya fuesen de la misma nación o de distintas; pero, como cada pueblo era, asimismo, una entidad autónoma dentro de la nación o distrito, tampoco el conflicto comprometía o envolvía a los otros. Estos podían permanecer neutrales, o plegarse -y ayudar, a voluntad; sólo que no les era permitido , sin incurrir en traición, auxiliar al pueblo de un distrito en perjuicio del connacional. Por otra parte, tales estados de beligerancia, aun en los peores casos, tenían sus obligadas intermitencias. La paz o la tregua se imponían automáticamente en las as, para todos unas mismas, de la siembra, la cosecha o el carneo. Pastores, ante todo, eran los Collas; agrícolas y pastores , indistintamente, los demás; y nadie po dí a dispensarse de acudir en su oportunidad a estas imperiosas labores , si no, quería correr el riesgo de morirse de hambre. --------Las relaciones—añt-re -ros-Aymaras -y-los -Kheshuas sólo comenzaron, por lo que -se- cuenta, en el segundo cuarto del siglo XIV, cuando aquellos sempiternos rivales, el Khari de Lupaca y el Sapalla de Colla, se hallaban en lo más agrio de sus tradicionales enconos (14). Engreído por sus éxitos militares estaba entonces el Khari; había invadido las islas del lago, puesto a saco todas ellas, aherrojado a sus habitantes y colmado a sus exhaustos pueblos de Hilahui, Xulli (o Chulli), Sipita y Pumata con el fruto de sus rapi(14) En no pocas inexactitudes incurre el celebrado autor de los "Comentarios Reales ", cuando relata los hechos de los soberanos peruanos . Según él, los primeros Incas que siguieron inmediata y sucesivamente a Manco Khápaj ; o sean Inca Ruca, f loke Yupanqui y Maita Khápej, fueron también los primeros que dieron principio, comenzando por los Aymaras septentrionales o del Titicaca que decimos , la carrera de conquistas con que tan rápida y afortunadamente engrandecieron su Imperio. Pero la verdad es otra. Ninguno de los nombrados acometió tales empresas, embargados como estuvieron en 'dominar a los pueblos vecinos o colindantes, principalmente a los irreductibles Alcahuisas, que eran los regnícoles del primitivo Cuzco. Las eonquis-

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las: aún había salido en cierta ocasión contra los Canas, al otro lado de Vilcanota, y vencídolos en dos sucesivas batallas, la primera en el mismo Cana y la segunda en Lurucachi , No menos potente y pendenciero se encontraba el Sapalla. Tenía _ dominadas las comarcas circunvecinas y disponía de tropas numerosas y, valientes. Contrapesados los dos caudillos, ninguno parecía superar, y este equilibrio de fuerzas infundía en el ánimo de ambos un recíproco temor y uni mayor odio. Los choques, reyertas y pendencias entre Collas y Lupacas eran de todos los días; aunque sin graves consecuencias. Mas, a nadie se le ocultaba que estas tentativas o escaramuzas habían de rematar en un próximo e inevitable incendio que los obrazase y consumiese. En vista de este in minente peligro que una elemental prudencia los inducía a conjurar , y aún . sin acordarlo, solicitaron del Inca Huirajocha, cuyos prestigios habían llegado hasta ellos, un fallo justiciero que los volviese a la concordia. Esíe1ieñ sP habr a- nzaducido con cualquier juez árbitro que no fuese ael desatinado monarca, el me-nos-u-piap^si pana o~mpeñarTáü -delicado papel. En efecto, mal influenciado por sus arúspices y antes de constituirse en el teatro del litigio, oír a las partes y estudiar l as alegaciones como anunció, se apresuró a demostrar su devoción y preferencias en favor del tas por este lado de Vilcanota, las acometieron los últimos lacas, una vez alcanzado el dominio de los pueblos que se extendían al norte y al oeste de su capital. As¡ -lo atestiguan las prolijas informaciones que otros cronistas más meticulosos reco;,ieron de fuentes autorizadas. Cieza entre ellos puso gran cuidado en este particular, y justamente al comenzar la relación cayo contenido vamos a aprovechar ahora, hace la siguiente protestación para que no se ponga en duda su veracidad: " áIuehas historias y acaecimientos pasaron entre los naturales destas provincias en estos tiempos ; mas, como yo tengo por costumbre de contar solamente lo que yo tengo por cierto según las opiniones de los hombres de aca y la relación qué tomé en el Cuzco, dejo lo que ignoro e muy claramente no entendí, y tratare lo que alcancé, como ya muchas veces he dicho . Y así, es público entre los orejones, que en este tiempo vinieron al Cuzco". etc. Crónica del Perú, parte II, cap. XLI.

GEOGRAFICA DE LA PAZ 10I KhaxY y agravio del. Sapalla , con lo que no hito sino atizar la hoguera en vez de apagarla. Irritados por esta desigualdad el Sapalla y sus Collas, y envalentonados por la misma causa el Khari y sus Lupacas, dejáronse de mediaciones y componendas y ciegos todos de furor bélico , echando sus destinos a la suerte de las armas, trabaron allá, en los campos de Paucarcolla, la más gigantesca y encarnizada batalla de aquellos tiempos. Ciento cincuenta mil soldados entraron en la acción, más de treinta mil sucumbieron ; los Collas fueron derrotados, y el Sanalla muerto. Tal violento desenlace que el Inca no esperaba, siendo así que era el fruto de su propia -torpeza. le contrarió no poco. El habría querido tener a los dos rivales frente a frente para sacar el mayor partido de su desavenencia . Pero, frustrado el plan por ese lado, y en la necesidad de contar con algún amigo de calidad en tierras aymaras. se contrajo a afianzar la adhesión de su favorito el Khari, que había vuelto a sus reales de Chucuíto ,- ufano por su victoria - y-car----------izd

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