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Boletín Oficial de la Diócesis de Canarias Marzo-Abril de 2022

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- 313 - Noviembre - Diciembre 2019 Año CLXV Nº 6 - 1 - Marzo - Abril 2022 Mayo - Junio 2017 Año CLXVIII Año CLXIII Nº Nº 23


- 107 - Sumario I. IGLESIA DIOCESANA Pág. Documentación Episcopal Obispo de Canarias Homilía en la Ordenación del Diácono Permanente Francisco Javier López Armas (5-03-2022) .............................................115 Homilía en la Ordenación Episcopal de Mons. Cristóbal Déniz Hernández, Obispo Auxiliar de Canarias (26-03-2022)...............................................121 «Realmente Jesús es el Hijo de Dios». Carta pastoral ..............................128 Homilía en la Misa Crismal (12-04-2022)................................................131 Homilía en la Misa de la Cena del Señor (14-04-2022)............................138 Agenda.......................................................................................................143 Obispo Auxiliar Saludo en el momento final de la Ordenación Episcopal (26-03-2022) ...147 Cancillería Nombramientos...................................................................................... 159 Decretos...................................................................................................163 Crónica Diocesana ..................................................................................167 II. IGLESIA EN ESPAÑA Conferencia Episcopal Española Nota Doctrinal sobre la Objeción de Conciencia......................................193


- 108 - III. IGLESIA UNIVERSAL FRANCISCO Carta a los obispos para el acto de consagración al Corazón Inmaculado de María..............................................................217 Mensaje Urbi et Orbi. Pascua 2022 (17-04-2022) ....................................219


I. IGLESIA DIOCESANA


Documentación Episcopal


Obispo de Canarias


- 115 - HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN DE DIÁCONO PERMANENTE DE FRANCISCO JAVIER LÓPEZ ARMAS Sta. Iglesia Catedral, sábado 5 de marzo de 2022 Excmo. Obispo auxiliar electo y Vicario General; Ilmo. Sr. Dean y Cabildo Catedral; Vicarios Episcopales; Delegado para el Clero y responsable del Diaconado permanente; Sr. Rector del Seminario y Formadores; hermanos sacerdotes, Diácono, religiosos/as; querida Rocío e hijas, familiares y amigo de Franciscos, queridos todos en el Señor. Es una gran bendición de parte de Dios y una gran alegría para nuestra Iglesia diocesana poder celebrar esta ordenación al diaconado permanente. Es por ello que lo primero que hemos de hacer, querido Paco, es dar gracias a Dios por el don de tu vocación al ministerio ordenado, que es un auténtico y precioso regalo del Espíritu a su Iglesia. Al mismo tiempo, la Iglesia, por medio de este sacramento te llama y te capacita para la misión específica del servicio. Dos ideas centrarán mi atención: la esencia del diaconado permanente y la misión eclesial a la que estás llamados. Una vocación antigua para tiempos nuevos Es importante resaltar que la figura del Diacono permanente no es algo innovador que la Iglesia ha instituido recientemente. La Sagrada Escritura y la Tradición nos dan testimonio de este servicio. Como vemos en los Hechos de los Apóstoles, el diaconado existió en la Iglesia desde los primeros tiempos. Los Discípulos escogieron siete varones y los ordenaron, como auxiliares en el ministerio de la caridad (cfr. Hch. 6,1-6). De este modo, los apóstoles


- 116 - reservaban su tiempo para la oración y el ministerio de la Palabra (cfr. Hch 6,1-6). Estos primeros diáconos no se limitaron al servicio de distribuir alimentos a los pobres, servicio que hacían con diligencia y caridad. Eran hombres “llenos de Espíritu y sabiduría” (6,3) y pronto encontramos a Esteban, anunciando el Evangelio de Jesucristo y siendo el primero de los mártires (Hch 6,8 – 7,60). Desde entonces, el ministerio de los diáconos continuó presente en la Iglesia durante siglos. Es recordado especialmente San Lorenzo, que sufrió el martirio en Roma, en el siglo III, el 10 de agosto de 258. En la Iglesia latina, por diversas causas, el diaconado cayó en desuso como grado permanente durante más de un milenio. Sin embargo se conservó como paso previo al sacerdocio. Es el Concilio Vaticano II el que volvió a abrir la posibilidad de conferir el Orden del diaconado a hombres, incluso casados, que habrán de permanecer siempre en este grado del ministerio. Es por ello que podemos decir que es una vocación antigua para tiempos nuevos. El ser diaconal Y esa vocación conlleva ser configurado por los sacramentos del Matrimonio y del Orden, que tienen mucho que ver, pues si un sacramento te llama a ser servidor de la Iglesia universal el otro te ha hecho servidor de una Iglesia doméstica. Es por ello querido Paco que podemos afirmar que eres un hombre abierto al Espíritu, pues ha sido Él, el que te ha ayudado a construir, junto a Rocío, la Iglesia domestica y, te ha dado las fuerzas para amar, sirviendo en tu hogar, dinamizando tu amor esponsal y tu amor paternal. Es dicha acción del Espíritu lo que evidencia la presencia aquí de tu esposa e hijas y lo que conlleva que la Iglesia exija el consentimiento de la esposa para que su marido pueda acceder a este ministerio. Al mismo tiempo, hoy resuena con fuerza y de un modo nuevo en tu vida las Palabras de Evangelio en donde de forma


- 117 - concisa nos describe la vocación del apóstol S. Mateo. "Vio Jesús a un hombre llamado Mateo (…) y le dijo: sígueme. Él se levantó y lo siguió" (Mt 9,9). Así de sencilla es la vocación: una mirada del Señor, una invitación a seguirle y una respuesta inmediata. Mirada, invitación y respuesta que comenzó con el bautismo, se repitió en tu vocación a la vida matrimonial y hoy en esta asamblea resuena de forma especial llamándote al diaconado permanente. El sacramento del orden diaconal te infundirá el Espíritu Santo que te invitará como a Abraham a salir de tu tierra y emprender un nuevo camino para ejercer ese servicio, que ya no se reduce a la Iglesia domestica, sino que sus fronteras se verán ampliadas en la Iglesia universal, subiendo así, junto con tu esposa, un escalón en el servicio y en la humildad. Podemos decir que la ordenación que vas a recibir te comunicará la gracia del Espíritu Santo para amar a la Iglesia desde y con amor diaconal, que se traduce en crecer en la vivencia de tu doble sacramentalidad: marital y diaconal. No olvides que los diáconos permanentes son también “permanentemente diáconos”. No son unas personas diferentes cuando están sirviendo al altar o cuando están en su casa, cuando prestan un servicio pastoral en la parroquia o cuando están en su trabajo. Son la misma persona: el discípulo de Jesús, hombre de fe, ministro ordenado, que da testimonio de Cristo con su palabra, pero también con sus gestos, con la manera en que se conduce ante los hombres. Por tanto, querido Francisco, como diacono permanente tienes que presentarte ante Dios como hombre que quiere crecer en su ser esposo y servidor de la Iglesia. Al mismo tiempo tu familia, especialmente tú, Rocío, que por el sacramento del Matrimonio te hace “una sola carne”, participas también, en cierta forma, en el ministerio del diácono y lo haces especialmente con tu comprensión, apoyo y aliento; y otras veces, también colaborando directamente en el servicio.


- 118 - Y para poder vivir de acuerdo con vuestro ser matrimonial y diaconal es imprescindible la oración. Y yo diría más: la necesidad que tenéis como esposo y esposa de ejercer el ministerio diaconal en comunión con la oración de la Iglesia, esto es, el oficio divino. Y me atrevería a decir que si para los esposos el rezo del oficio divino es una mera invitación, para vosotros matrimonios que desempeñáis el ministerio diaconal es como una obligación que brota de vuestro ministerio. La misión Por último todo ministerio en la Iglesia está instituido para la misión y no para engrandecer mi ego. Es ese servicio o misión lo que ahora quiero profundizar con vosotros. En la ordenación al diaconado, sólo el obispo impone las manos, significando así que el diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su “diaconía” (Cf. San Hipólito Romano, Traditio apostolica 8) (nº 1569). Y esa vinculación se traduce en la llamada a desarrollar en su vida por medio del Espíritu Santo una triple función. En primer lugar tiene el oficio de enseñar, pues está llamado a proclamar la Escritura, la Palabra de Dios, e instruir y exhortar al pueblo. Por otra parte tiene el oficio de santificar, ya que su ministerio se desarrolla por medio de la oración y en la administración del sacramento del bautismo, en la distribución de la Eucaristía, en la asistencia y bendición de los matrimonios, en presidir el rito de los funerales y de la sepultura y en la administración de los sacramentales. Y por último el Diacono tiene el oficio de regir, que se manifiesta particularmente en el servicio, pues se ejerce de forma especial en las obras de caridad y de asistencia, así como en la animación de comunidades a vivir la caridad (cfr. Normas Básicas, 9). Al hablar de sus funciones el mismo Catecismo afirma: “Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo


- 119 - de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad (cf LG 29; cf. SC 35,4; AG 16)” (nº 1970). Y para llevar adelante este empeño hay que vivir de forma permanente la Diaconía de la Palabra de Dios, invitando a todos a la conversión y a la santidad. Esto implica, como tantas veces nos repite el Papa Francisco, que debes tener un contacto íntimo con Cristo a través de su Palabra para que la comuniques de manera eficaz y de forma integral en la comunidad a la que vas a servir. De manera especial deberás predicar la Palabra de Dios con el ejemplo en el ambiente en el que te desenvuelves, en tu familia, en tu trabajo, en todo lugar (cfr. Directorio, 23-27). Este es el mandato de Jesús antes de su Ascensión “Id al mundo entero y anunciad el evangelio”. También debes de vivir la Diaconía de la Liturgia. Debes ayudar a que el pueblo se santifique, sabiendo que la liturgia es fuente de gracia y de santificación. Así mismo, debes familiarizarte con el rezo de la liturgia de las horas, ya que a través de ella te unes a la oración de la Iglesia y pides por ella (cfr. Directorio, 28-36). Y por último deberás vivir la Diaconía de la Caridad, asemejándote a Cristo el pastor que ve las necesidades de los que le rodean, es por eso que estás llamado a servir a todos sin discriminaciones y prestando particular atención a los que más sufren y a los pecadores (cfr. Directorio, 37-38). La práctica de las obras de caridad deberá ser tu punto de referencia y tu itinerario de vida como Diácono Permanente, buscando realizar lo que Jesús declaró de su misión “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc. 10, 45; Mt. 20, 28). Esta vocación en la que al igual que Mateo comienza hoy, significa el seguimiento de Jesús en actitud de humilde servicio que no se manifiesta sólo en las obras de caridad, sino que afecta y modela toda tu manera de pensar, de vivir y de actuar, por lo tanto, si tu ministerio es coherente con este servicio, pondrás más claramente de manifiesto el rasgo distintivo del rostro de Cristo: el servicio, para


- 120 - ser no sólo “siervos de Dios”, sino el de ser siervos de Dios en los propios hermanos” (cfr. Directorio, 45). Es el Espíritu el que te concederá poder tomar tu propia vida y, por amor y con amor, ponerla a disposición de quien la pueda necesitar. Es ésa la auténtica libertad: hacerse esclavo unos de otros por amor; libertad que sólo Dios puede inspirar y verificar, pues sólo Cristo nos puede dar esa libertad. Pues bien querido Francisco y Rocío, ánimo y abrid de par en par las puertas del corazón para recibir la gracia del Espíritu Santo que os ayudará a vivir con fuerza vuestra vocación marital y diaconal. Pido a la Sagrada Familia de Nazaret por vosotros para que os ayude en vuestra misión de servir a todas las personas y especialmente a los más pobres. Que así sea.


- 121 - HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE MONS. CRISTÓBAL DÉNIZ HERNÁNDEZ, OBISPO AUXILIAR DE CANARIAS Sta. Iglesia Catedral, sábado 26 de marzo del 2022 Excmo. Sr. Nuncio Apostólico. Excmo. Sr. Arzobispo Metropolitano de nuestra Provincia Eclesiástica de Sevilla, Excmos. Sres. Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Diáconos, Seminaristas. Excmas. e Ilmas. Autoridades civiles, académicas, militares y judiciales. Queridos fieles asistentes, familiares y amigos del Obispo auxiliar, especialmente saludo a sus padres y hermanos en este momento de tantas emociones. Tengo presente especialmente a los enfermos y a todos los que nos estáis siguiendo por la TV Canaria, Trece TV, COPE, Radio María y por la emisora Diocesana. Queridos Hermanos todos en el Señor. Con gran gozo y alegría, acogemos en esta celebración, la consagración episcopal de nuestro hermano Cristóbal que, mediante la oración y la imposición de las manos, recibirá el ministerio episcopal para ser testigo del amor de Dios y enviado, como recoge el profeta Isaías en la primera lectura, a anunciar la Buena Noticia a los pobres. Es una gracia del Señor que esta Iglesia Diocesana tenga un obispo auxiliar, haciendo posible que el ministerio episcopal pueda estar más presente en nuestra Diócesis que, como sabéis, comprende las islas de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y la Graciosa. Expreso públicamente por ello a su Santidad el Papa Francisco mi gratitud y adhesión. Igualmente mi reconocimiento agradecido a mis predecesores y especialmente a los más inmediatos, D. Ramón Echarren que en paz descanse y D. Francisco Cases, que me acompaña como consagrante. Hoy recogemos el fruto que ellos sembraron en el seminario y su apuesta por tener un clero formado.


- 122 - Querido Cristóbal, ha pasado casi un mes cuando me comunicaste la elección que el Santo Padre había hecho nombrándote obispo auxiliar. Y ya ha llegado el día en que vas a recibir plenamente el regalo de Dios de entrar en el episcopado, en esta tu catedral y en la Diócesis que te vio nacer. Casi doscientos años transcurre desde la última ordenación de un obispo en esta sede catedralicia. Esta circunstancia nos invita a realizar una mirada a la historia de nuestra Iglesia. Tres han sido los obispados instituidos en nuestra Diócesis. El 7 de noviembre de 1351, el papa Clemente VI erige el Obispado de la Fortuna o de Telde, designando como primer obispo al carmelita fray Bernardo Font. En este periodo llegarán los primeros misioneros mallorquines que llevaron a cabo una intensa labor evangelizadora. El 7 de Julio de 1404, festividad de San Marcial, el Papa Benedicto XIII crea la sede Canariense-Rubicense, con sede en Lanzarote, mediante la Bula Romanus Pontifex a petición de los conquistadores normandos y los misioneros Jean Leverrier y fray Pierre Boutier. La sede episcopal y catedral se establecieron en el castillo del Rubicón, al sur de la isla de Lanzarote. El 25 de agosto de 1435 el papa Eugenio IV aprobó el traslado de la sede a Gran Canaria mediante la Bula Romanus Pontificis Providentia, que lo formalizó el obispo D. Juan de Frías, una vez conquistada la isla en 1483. A lo largo de la historia, descubrimos que desde 1520 han sido ordenados 18 obispos nacidos en estas islas. De estos, 12 ejercieron su ministerio en Hispanoamérica (el último el recientemente fallecido Arzobispo de Sucre D. Jesús Pérez, natural de Juncalillo de Gáldar). Los otros 6 lo ejercieron en la Iglesia española y sólo uno de estos nació en la isla de Gran Canaria, Mons. Verdugo que ejerció el ministerio en el siglo XVIII (1796-1826). A partir de hoy te conviertes en el segundo obispo nacido en Gran Canaria, más concretamente de Valsequillo, que ejercerá su ministerio en la Iglesia española.


- 123 - Tú, querido hermano, sabes que el protagonista de esta historia ha sido el Altísimo, que ha dado una impronta misionera al pueblo de Dios que camina en estas islas. El Señor es también el protagonista de tu historia. Él te ha elegido, aunque tú te veas frágil y débil. Habrás podido comprobar en este tiempo en la vida de oración y en el silencio de la contemplación, cómo Dios te ha respondido ante la misión que ponía ante ti diciéndote: “¡Te basta mi gracia!”, y has descansado confiado, sabiendo que El está contigo hasta el fin de los tiempos. Esta breve mirada a las raíces de ésta, tu Diócesis, te ayudará a tener siempre ardiendo la luz de la vocación. Nos hace bien, como tantas veces ha recordado el Papa Francisco, volver a los primeros amores. Es necesario, como muestras en tu escudo episcopal, donde con el símbolo de la flor del almendro aludes a tu iglesia domestica y a tu pueblo, representada hoy aquí por tus padres y hermanos, tu parroquia y autoridades de Valsequillo, no olvidarnos de nuestros orígenes, de nuestras raíces para no perder lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor. Hace bien recordar siempre esa hora de la llamada, ese día clave en el que nos dimos cuenta de que el Señor esperaba algo más. La memoria de esa hora en la que escuchamos su invitación a seguirle para hacernos pastores de su Iglesia. La mirada a la historia también abre ante nosotros una Iglesia con un gran dinamismo misionero. Situada en la ruta del nuevo mundo, esta Iglesia tuvo siempre clara la importancia del anuncio del Evangelio. Misión que es precisamente donde el Pueblo de Dios halla su identidad, como hemos podido escuchar en el Evangelio, con el envío de los Apóstoles por el Resucitado y donde está enmarcada tu llamada al episcopado. Por ello en esta celebración queremos afirmar, con fuerza, que también hoy es la hora de la misión. Es esa misión que de forma magistral puso en nuestros corazones el Concilio Vaticano II, en las constituciones Gadium et Spes y Lumen Gentium que sigue siendo esperanza para la humanidad. Es la misión que no solo se reduce a missio ad gentes


- 124 - sino, como afirmaba Juan Pablo II en Redemptoris Missio, una misión ad intra o una nueva evangelización. En esta línea nos alentaba Benedicto XVI en Spe Salvi a ser testigos del amor de Dios en medio de un mundo sin esperanza y que también el Papa Francisco ha continuado con Evangelli Gadium, afirmando que una nueva evangelización es la urgencia mayor y el mayor de los servicios que la Iglesia puede, y debe, prestar hoy a los hombres de nuestro tiempo. Hoy nuestra sociedad sumergida en «una cultura líquida», superficial e inconsistente, vive un cambio profundo antropológico y cultural. El hombre postmoderno es un gigante técnico, pero con los pies de barro, ya que intenta encontrar la salvación y calmar la sed de eternidad con meras realidades terrenas. Es ésta su pobreza y es ello lo que nos mueve a ir a su encuentro, para hacer resplandecer con fuerza el tesoro que tiene la Iglesia: Cristo, única fuente de agua viva, capaz de saciar la sed de eternidad y de amor que tiene el hombre de todos los tiempos, también hoy. Es éste el gran reto pastoral que tenemos. Duc in altum (Lc 5, 4): Remad mar adentro y echad vuestras redes para la pesca. Esto lo dijo Jesús a Pedro y a sus compañeros cuando los llamó a convertirse en “pescadores de hombres”. Duc in altum te dice a ti, Cristóbal, y a todos nosotros el Señor en esta hora. Estás llamado a echar la red del Evangelio en el mar agitado de este tiempo para obtener la adhesión de los hombres a Cristo; para sacarlos, por así decir, de las aguas de la muerte y de la oscuridad de las profundidades en la cual la luz del cielo no penetra. Debes llevarlos a la tierra de la vida, en la comunión con Jesucristo. Y para ser buen pescador es necesario que no olvides nunca tu identidad sacerdotal y episcopal, que expresaremos en la liturgia y que, siguiendo las palabras del Papa Francisco dirigidas a los obispos italianos, podemos sintetizar en tres notas fundamentales: Hombres de oración, de anuncio y de comunión.


- 125 - Hombre de oración Según la Tradición apostólica, este sacramento se confiere mediante la imposición de manos y la oración. La imposición de manos se realiza en silencio y sigue la oración consagratoria. La ordenación episcopal es un acontecimiento de oración. Ningún hombre puede hacer a otro sacerdote u obispo. Querido Cristóbal, es el Señor mismo quien, a través de la palabra de la oración y del gesto de la imposición de manos, te asume hoy a su servicio. Él mismo te ha elegido y te concede la participación en su sacerdocio, para que su Palabra y su obra estén presentes en todos los tiempos. Será clave para ti, querido Cristóbal, tener una especial relación con el Señor en la intimidad de la oración. Como afirma el Papa Francisco “el obispo está llamado por Jesús para quedarse con Él y, por ello, delante del tabernáculo aprende a confiarse al Señor, porque allí encuentra su fortaleza y su confianza”. La oración no es para ti una devoción, sino necesidad; no es una tarea más entre muchas otras, sino un ministerio de intercesión indispensable para tu misión. Hombre de anuncio Durante la oración de ordenación se abre sobre ti el Evangeliario, el libro de la Palabra de Dios. Con este rito expresamos que el Evangelio debe penetrar en ti; la Palabra viva de Dios debe, por así decirlo, invadirte. Con la Palabra, la vida misma de Cristo debe invadir tu vida, de manera que te conviertas totalmente en una sola cosa con Él, que Cristo viva en ti y dé a tu vida forma y contenido. Es ese rito con el que expresamos que como obispo tienes que ser hombre de la Palabra y del anuncio. Como los Discípulos, debes llevar sanación, ayudar a curar la herida interior del hombre, su lejanía de Dios. Esto, como hemos escuchado en el Evangelio, reclama ir sin ningún miedo ni complejo, con plena libertad y valentía, con la alegría que viene de Dios y la dicha de saber que


- 126 - Cristo está con nosotros hasta el fin de los tiempos. En esta tarea estoy seguro que te enseñará y te ayudará la vida de nuestro copatrón San Antonio Maria Claret, el Padrito, que junto con el obispo Codina, misionero Paúl, llegó a estas tierras, se entregó por completo a la misión anunciando a Cristo y pudo decir «estos canarios me han robado el corazón... No ceso nunca de dar gracias a Dios por haberme enviado a estas islas...» El envío implica salir de nosotros mismos y proclamar sin descanso el Evangelio, como afirmaba el Santo Padre a los obispos italianos “el Evangelio no se anuncia sentado, sino en camino… el auténtico pastor sale de sí mismo, no le gusta la comodidad, no le gusta la vida tranquila y no ahorra energías, sino que trabaja para los demás, abandonándose a la fidelidad de Dios. Si busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio”. Hay que cuidarse de la mundanidad, porque corren el riesgo de diluir la Palabra de salvación, proponiendo un Evangelio sin cruz y sin resurrección. Hombre de comunión Hoy una de las promesas que tú haces es edificar la Iglesia Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el orden de los obispos, bajo la autoridad del sucesor de Pedro. Promesa que se expresa con la entrega del Anillo, la Mitra y del Báculo, signo de fidelidad, santidad y ministerio pastoral. Es esto lo que te hace ser hombre de comunión, porque como afirma el Papa Francisco “a pesar de que un obispo no cuente con todos los “dones” y “carismas”, está llamado a tener el carisma del todo, es decir, a mantenerse unido, a cimentar la comunión”. La Iglesia necesita comunión, es lo que nos muestra el futuro sínodo en el que tú tan intensamente estas trabajando en nuestra Diócesis. Hacer crecer la comunión en nuestro presbiterio y entre todas las realidades eclesiales.


- 127 - No debes nunca olvidar que Jesús sintetizó todos estos múltiples aspectos de su sacerdocio en la única frase: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 45). Ser, no para uno mismo, sino para los demás, de parte de Dios y con vista a Dios: este es el núcleo más profundo de la misión de Cristo y, a la vez, la verdadera esencia de su sacerdocio. Es esto lo que te recomienda la Primera Carta de San Pedro, llamándote a apacentar el rebaño que te ha sido confiado no por interés, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que te han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño (1ª Pe 5,2). Servir y donarse en y con este presbiterio, con tus queridos hermanos sacerdotes, con los que has ido creciendo en tu ministerio y trabajando en la nueva evangelización. Gracias a Dios cuentas con un buen número de presbíteros que, a pesar de las dificultades del número y de la edad, son un testimonio de entrega y siguen dispuestos a trabajar por hacer crecer el Reino de Dios. Aprovecho para daros las gracias a todos y también a los religiosos, religiosas y laicos que, día a día, trabajáis por esta Iglesia de Canarias, afrontando los graves problemas socioeconómicos y nadando tantas veces contra corriente en un mundo que quiere eliminar a Dios e imponer el individualismo, difuminando la fraternidad y la atención a los más pobres y necesitados. Pedimos al Señor que te acompañe con su gracia y seas un siervo fiel y solícito, imagen del Buen Pastor. La mirada de la Virgen María, Madre de los Apóstoles te de fuerzas para seguir a su Hijo como Ella lo siguió, compartiendo su vida, su soledad, su oración, su entrega absoluta, su sacrificio hasta la muerte por la salvación de los hombres y como Ella ser un buen discípulo de su Hijo en la escucha de la Palabra. Que el Arcángel San Miguel, Patrón de Valsequillo, te proteja en la misión y la Santísima Virgen, Nuestra Señora del Pino, te acompañe siempre y llene de fecundidad tu ministerio para gloria de Dios. Así sea.


- 130 - La resurrección subraya el Papa Francisco, es una fuerza imparable, entraña una explosión de vida que ha penetrado en el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. En medio de la oscuridad siempre brota algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto abundantísimo. Es el Resucitado quien nos ilumina con su luz y nos alienta a seguir luchando y defendiendo la afirmación de la dignidad inviolable de todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural; la integridad de los derechos fundamentales que le son inherentes y la comprensión solidaria del bien común. Es él quien nos invita y nos llama a hacer crecer un amor compasivo con todos los que sufren; un amor suplicante para que ablande los corazones de todos los hombres endurecidos por el odio, la violencia, la intolerancia y la mentira; un amor esperanzado en la posibilidad de que crezcan jóvenes pensantes y defensores de la verdad y la paz. En estos días de Semana Santa estamos invitados a Acoger a María en nuestra casa como el discípulo amado para que nos enseñe la profundidad de los misterios de Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo. Ella, como Madre, nos confirma que Dios está de nuestra parte y con Ella, podemos comprobar, que Dios es nuestra fortaleza. Atravesado el pórtico del Domingo de Ramos os deseo que viváis con gran devoción el Triduo Pascual y con alegría desbordante la Pascua de Resurrección. ¡Feliz Pascua de Resurrección!


- 131 - HOMILÍA EN LA MISA CRISMAL Sta. Iglesia Catedral, Martes Santo 12 de abril de 2022 Sr. Obispo auxiliar, Sr. Dean y Ilmo. Cabildo Catedral; Vicarios episcopales; Queridos sacerdotes, Diacono, religiosos, religiosas, seminaristas, miembros de las Delegaciones y secretariados, queridos todos en el Señor: La “Misa Crismal” tiene -como sabéis- un profundo carácter sacerdotal: no sólo se consagra el santo crisma y se bendicen los óleos -de los catecúmenos y de los enfermos-, que luego serán utilizados en la administración de varios sacramentos en las diversas comunidades de nuestra Diócesis, sino que conmemoramos en ella el día en que el Señor confirió su sacerdocio a los Apóstoles. Por esta razón todos los sacerdotes renovaremos las promesas que hicimos ante el Obispo y ante el pueblo santo de Dios. Hoy, antes de nada damos gracias a Dios porque contamos con la novedad no sólo del obispo auxiliar, sino la presencia de nuestro diácono permanente Francisco, al que saludamos de forma especial y esperamos que pronto se vea acompañado en este presbiterio por más diáconos. Tiempos difíciles (cf. 2 Tim 3,1) Poniendo nuestra mirada en los tiempos que estamos viviendo, podemos afirmar que son unos tiempos turbulentos. Por un lado, la crisis post-pandemia y la guerra ucraniana. Por otro, una cierta manipulación contra la Iglesia como hemos podido comprobar con las inscripciones en el registro y la frecuente informaciones en los medios de comunicación sobre la conducta negativa de algunos hermanos nuestros. No hay duda que se dan situaciones -siempre deplorables-, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad y la traición de algunos de sus ministros. Sin embargo, frente a esos casos minoritarios, valoramos y agradecemos con gozo que la inmensa mayoría de los presbíteros viven su ministerio con fidelidad y son


- 132 - modelo para su pueblo. Como afirma Francisco en su carta a los sacerdotes: Reconozco y agradezco vuestro valiente y constante ejemplo que, en momentos de turbulencia, vergüenza y dolor, nos manifiesta que Ustedes siguen jugándose con alegría por el Evangelio la vida… Estoy convencido de que, en la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en un futuro no lejano, muy fecundos. «¡No nos desanimemos! El señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a Sí. Nos permite experimentar la prueba para que entendamos que sin Él somos polvo. Ante esta realidad es un motivo de consuelo contemplar este presbiterio y descubrir que sois tantos los que desarrolláis vuestro ministerio con un esfuerzo gozoso, frecuentemente fruto de un heroísmo silencioso. Es por ello que, sin negar y repudiar el daño causado por algunos hermanos nuestros, sería injusto no reconocer vuestra entrega por el bien de los demás (cf. 2 Co 12,15). Por ello es de justicia comenzar esta celebración dando gracias a Dios y renovando nuestra gratitud a Él, que por el Espíritu Santo nos ha agraciado con el inestimable don del sacerdocio. ¡Cuántas maravillas ha realizado el Señor en nuestra existencia sacerdotal! Basta mirar a nuestro Presbiterio para sopesar toda esa grandeza: ¡Cuántas veces se ha hecho presente el Señor en la celebración de la Eucaristía! ¡Cuánto perdón ha derramado Dios mismo, a través de nosotros, mediante la absolución de los pecados que hemos otorgado en el sacramento de la Penitencia! ¡Y cuántos consejos y consuelos habrán salido de nuestros labios acompañando a los fieles, en momentos felices o difíciles de su historia, o bien en el último tramo que conduce a la eternidad! Al mismo tiempo también, ¡cuántas ansias, entusiasmos, alegrías y –¿cómo no?– cuántas amarguras, pruebas e incomprensiones habrán sido superadas gracias al amor fiel de Aquel


- 133 - que un día nos llamó a hacerlo presente “in Persona Christi”! En definitiva, ¡cuánto amor del Señor que nos ha elegido a nosotros– “vasos de barro”– que, aunque débiles y pecadores, somos cosa sagrada, instrumentos de Dios para llevar la salvación a los hombres! Ante ese don sólo podemos conmovernos, darle gracias al Señor por las maravillas que ha realizado en nuestra existencia y a mí como obispo manifestaros hoy públicamente mi gratitud y animaros a mirar con firme esperanza nuestro ministerio, volviendo a descubrir su sentido y su grandeza que siempre nos superan. Teniendo esto presente y dispuestos a renovar nuestras promesas sacerdotales es necesario que en la renovación de hoy pongamos por delante la frescura, la valentía y la disponibilidad que reinaba en nuestra vida cuando nos llamó el Señor. Es necesario volver a estar dispuestos a ofrecer la vida y ofrecerle al Señor aquel «sí» entusiasta, alegre y generoso que le dimos el día de nuestra ordenación, cuando por medio del Obispo nos constituyó sacerdotes para siempre, mediadores entre Dios y los hombres. Espero y pido al Señor que esta celebración sea para todos nosotros un antídoto contra la tibieza. Que esta Eucaristía nos ayude a “reavivar” nuestro ser sacerdotes y pastores. Y para ser pastores, decía el Papa Francisco dirigiéndose a los sacerdotes del Colegio Español de Roma, no nos podemos contentar con tener una vida ordenada y cómoda, que nos permita vivir sin preocupaciones, sin sentir la exigencia de cultivar un espíritu de pobreza radicado en el Corazón de Cristo que, siendo rico, se ha hecho pobre por nuestro amor (cf. 2 Co 8,9) o para enriquecernos a nosotros. Ser pastores conlleva dejarse sorprender cada día por el Señor y tener muy presente que nuestra consagración sacerdotal nos hizo instrumentos del Señor. Es Él, el que nos va hablando a través de los acontecimientos y de las personas que nos visitan cada día. Ser pastores es estar dispuestos a que Jesucristo pueda ejercer “su” sacerdocio por medio de nosotros. Implica renunciar a imponer nuestro rumbo y nuestra voluntad; en renunciar a nuestros deseos de llegar a ser esto o lo otro y en abandonarnos a Él, para ir


- 134 - donde sea y del modo que Él quiera servirse de nosotros. Ser Pastor es estar dispuesto a decir con fuerza AQUÍ ESTOY, indicando con ello que estamos abiertos a que Cristo disponga de nosotros. Consiste en aspirar a poder decir como San Pablo: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (cf Gál 2,20). Por último, quiero compartir con vosotros las recomendaciones del Papa Francisco, que con motivo de su 50 aniversario de ordenación, exponía las cuatro columnas constitutivas de nuestra vida sacerdotal y que definió como cercanía de Dios, del Obispo, de los sacerdotes y del Pueblo como ayuda práctica concreta y esperanzadora a reavivar el don y la fecundidad que un día se nos prometió. Cercanía a Dios La cercanía con Jesús nos invita a no temer miedo a nada y en las horas difíciles poner nuestra mirada en él, aferrarnos a su mano y gritarle: ¡Señor, no me dejes caer en la tentación! Hazme comprender que estoy viviendo un momento importante en mi vida y que tú estás conmigo para probar mi fe y mi amor» (C. M. MARTINI, La fuerza de la debilidad. Reflexiones sobre Job, Salterrae 2014, 84). El papa nos dirá que muchas crisis sacerdotales tienen precisamente origen en una escasa vida de oración, en una falta de intimidad con el Señor, en una reducción de la vida espiritual a mera práctica religiosa. Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la adoración, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sapiente de un guía, del sacramento de la Reconciliación, sin estas “cercanías”, en definitiva, un sacerdote es, por así decirlo, sólo un obrero cansado que no goza de los beneficios de los amigos del Señor.


- 135 - Cercanía al Obispo y entre los sacerdotes Esta lógica de las cercanías, afirmará el Papa, posibilita romper toda tentación de encierro, de autojustificación y de llevar una vida “de solteros”; e invita, por el contrario, a apelar a otras instancias para encontrar el camino que conduce a la verdad y a la vida. Es precisamente a partir de la comunión con el obispo que se abre la cercanía de la fraternidad. Jesús se manifiesta allí donde hay hermanos dispuestos a amarse: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20). También la fraternidad como la obediencia no puede ser una imposición moral externa a nosotros. El amor fraterno para los presbíteros no queda encerrado en un pequeño grupo, sino que se declina como caridad pastoral (cf. Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 23), que impulsa a vivirlo concretamente en la misión. La caridad pastoral supone salir al encuentro del otro, comprendiéndolo, aceptándolo y perdonándolo de todo corazón. Se trata de un desafío permanente para superar el individualismo, vivir la diversidad como un don, buscando la unidad del presbiterio, que es signo de la presencia de Dios en la vida de la comunidad. Es necesaria la comunión. No es posible la nueva evangelización si se vive el ministerio como una aventura individual. Es necesario un compromiso eclesial y una vivencia de la fraternidad sacerdotal que implica valorar a todos y Papa estar contentos de la pluralidad de la Iglesia. Es tener claro que todos somos necesarios y todos tenemos un puesto en la labor de cuidar. Es este el camino de la sinodalidad que hemos emprendido de la mano del Francisco.


- 136 - Cercanía al pueblo La cercanía del pueblo nos habla de misión y de bautismo. Hay que tener presente que la vida de un sacerdote es ante todo la historia de salvación de un bautizado. No debemos nunca olvidar que toda vocación específica, incluida la del Orden sagrado, es cumplimiento del Bautismo. A este respecto afirma el Papa: El sacerdocio ministerial es consecuencia del sacerdocio bautismal del santo pueblo fiel de Dios. Esto, no lo olviden. Si ustedes piensan en un sacerdocio aislado del pueblo de Dios, eso no es sacerdocio católico, no; ni tampoco cristiano” También les pidió: “Despójense de sí mismos, de sus ideas preconcebidas, de sus sueños de grandeza, de su autoafirmación, para poner a Dios y a las personas en el centro de sus preocupaciones cotidianas”. Es por ello que, para caminar por el camino sinodal, el bautismo debe de ponerse en el centro del ser y hacer de la Iglesia. Todos los bautizados tenemos una palabra y algo que decir en el caminar de la Iglesia. La cercanía del pueblo habla también de misión, que es nuestra razón de ser y nuestra fortaleza. Muchas veces, nos dirá el Santo Padre; he señalado como la relación con el Pueblo Santo de Dios no es para cada uno de nosotros un deber sino una gracia. «El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 272). Es por eso que el lugar de todo sacerdote está en medio de la gente, en una relación de cercanía con el pueblo. Es clave recordar que el Pueblo de Dios espera encontrar “pastores” al estilo de Jesús –y no tanto “clérigos de estado” o “profesionales de lo sagrado” –; pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con coraje capaces de detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección.


- 137 - Si la cercanía al pueblo siempre ha sido clave hoy podemos decir que es imprescindible. De hecho, una de las características cruciales de nuestra sociedad de “redes” es que abunda el sentimiento de orfandad. Conectados a todo y a todos falta la experiencia de “pertenencia” que es mucho más que una conexión. Con la “cercanía” del pastor se puede convocar a la comunidad y ayudar a crecer el sentimiento de pertenencia. Esta pertenencia, a su vez, proporcionará el “antídoto” contra una deformación de la vocación que nace precisamente de olvidarse que la vida sacerdotal se debe a otros ―al Señor y a las personas por él encomendadas―. Este olvido está en las raíces del clericalismo y sus consecuencias. El clericalismo es una perversión porque se constituye con “lejanías”. Cuando pienso en el clericalismo, pienso también en la clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña elite que entorno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental (cf. Gaudium et spes, 44). Recordemos que “la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273). Con la certeza de que la Virgen del Pino nos ayudará en la misión dispongámonos todos con humildad y presentemos de nuevo al Señor nuestro Sí y nuestra disponibilidad.


- 138 - HOMILÍA EN LA MISA EN LA CENA DEL SEÑOR Sta. Iglesia Catedral, Jueves Santo 14 de abril de 2022 Sr. Dean y Ilmo. Cabildo Catedral, Hermanos Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, representaciones de las Hermandades queridos todos en el Señor. Con esta celebración vespertina del Jueves Santo entramos en un tiempo sagrado. La Iglesia comienza el Triduo Pascual evocando aquella Cena en la cual el Señor, “la noche en que iba a ser entregado”, se ofreció a Sí mismo a Dios Padre “en rescate por muchos” (Mc 10, 45) y nos dejó el “memorial de su Pasión” -su Cuerpo y su Sangre- como “sacramento permanente” de su “sacrificio redentor”. La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar en el misterio de la Eucaristía, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, vivir de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo, La primera lectura nos ha recordado que esta noche era la más importante del año para el pueblo de Israel. Así estaba escrito y lo mandaba la Escritura. Todo estaba bien especificado para celebrarlo como correspondía. Porque no era un día cualquiera, “porque es la Pascua, el Paso del Señor”. Efectivamente, Dios pasó. Pero también hoy Dios pasa. Aquella noche Dios pasó “hiriendo a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados” y todo para salvar a su pueblo. Dios intervino en la historia para salvar a su pueblo. Por eso aquella noche también fue especial para Jesús y para sus discípulos. Hacía falta restaurar la alianza rota y Jesús lo iba a hacer, entregando su vida, para nuestra salvación. Pero antes, Jesús quiso celebrar su Pascua nueva, el paso de la muerte a la vida, con sus discípulos, para mostrarles que Dios volvía a pasar, y que se iba a quedar para siempre con ellos en aquel gesto de la fracción del pan.


- 139 - En aquella noche podemos decir que Jesús nos hace tres regalos. Instituye la Eucaristía, nos deja el testamento del mandamiento nuevo del amor e instituye el ministerio sacerdotal. Es la Eucaristía la que centra nuestra atención en esta celebración de la cena del Señor. Es curioso que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía no hablen del lavatorio de los pies, y Juan, que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía. La verdad es que los dos signos expresan exactamente la misma realidad significada: la entrega total de sí mismo. Por eso El Jueves Santo recordamos las dos tradiciones de la Última Cena. La tradición cultual, narración de la institución, de Pablo, Lucas, Mateo y Marcos, que nos ha narrado San pablo y la tradición testamento de Juan 13,17. Ambas tradiciones son necesarias. "Haced esto"… en el culto, en el sacrificio de alabanza y "Ejemplo os he dado"… en el diario sacrificio de la vida, en el servicio, en el lavatorio de los pies. Tomad y comed Podemos decir a la luz de las dos tradiciones que es inmenso el Misterio de Jueves Santo y es por ello que la Iglesia nos invita a profundizar en él. ¡Es tanto lo que encierra esta celebración , como bien se preguntaba el santo Cura de Ars: “¿Podremos hallar en nuestra santa religión un momento más precioso, una circunstancia más feliz, que aquel instante en que Jesucristo instituyó el adorable Sacramento de los altares? -No, no, puesto que esta circunstancia nos recuerda y atestigua el inmenso amor de un Dios a las criaturas”. Ya no se trata de la cena de Israel que -como hemos escuchado en la primera lectura-, era un memorial de la liberación de Egipto. Ahora celebramos una liberación más plena: de la esclavitud del pecado, pues Cristo ha establecido en su Sangre la “Nueva


- 140 - Alianza” entre Dios y el hombre. En ella el hombre ha recibido el perdón de sus pecados y ha sido constituido amigo de Dios. Ya no hablamos del maná, de un alimento corporal que se come y se vuelve a tener hambre, sino que Jesús nos da su Cuerpo y su Sangre, “verdadera comida y verdadera bebida”, que sacia el espíritu y nos permite realizar “obras de vida eterna”. Quien “come de este pan” puede entrar en el acto de amor de Cristo y en el dinamismo de su donación. Es esa otra gran dimensión de la Eucaristía: el Señor abre la posibilidad a todo hombre para “amar hasta el extremo” de dar su vida por los enemigos. Hasta el extremo nos amó El queriéndose quedar entre nosotros. Conociendo que “se acercaba el momento de volver al Padre” no pudo resignarse a dejarnos solos en la tierra en medio de tantos peligros como a El le amenazaron: “orad para no caer en tentación”. La Eucaristía es un alimento de fortaleza y de vida eterna. Como Yo os he amado Hoy es también es el día de la comunión fraterna. Jesús nos invita a vivir su amor en comunidad, fraternalmente, con las manos unidas a las de nuestros hermanos, a los que están a nuestro lado en este momento. Nos llama a afrontar solidariamente los retos de la vida, a ser Iglesia viva en el corazón del mundo, haciendo parroquia, haciendo Iglesia, haciendo comunidad. Y esta invitación nos la hace mediante el “lavatorio de los pies”. En él Jesús se hace el último, el esclavo, el más pequeño de la casa, que en definitiva son los encargados de los oficios más humildes. Pues bien, es con ese gesto con el que nuestro Señor nos sugiere el camino para ser como El, y hacer de nuestra vida una ofrenda: la humildad. Así nos lo dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he


- 141 - dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. (Jn 13, 13-15) Hoy Cáritas nos enseña que la fraternidad se consigue a base de compartir lo que uno tiene con el que lo necesita, a base de generosidad y solidaridad, especialmente con los más pobres de este mundo, donde Dios se nos acerca de manera especial. Es por eso que en este día del Jueves Santo, de la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, Cáritas está presente para decirnos que nada sirve si no hay amor entre nosotros, que es falso nuestro amor a Dios si no pasa por la fraternidad, la generosidad y la solidaridad con el hermano, especialmente con el que sufre y lo pasa mal. Vivamos profundamente todo el Misterio Pascual de Jesucristo. Y vivámoslo también con la Virgen María. Ella nos dio de su cuerpo y de su sangre al mismo Señor que la Iglesia nos da en el Sacramento de su Presencia. Ella lo acompañó hasta la Cruz. Allí nos encontraremos mañana para continuar esta celebración. Así sea.


- 143 - AGENDA MARZO: 2: Celebración del Miércoles de Ceniza en la S.I. Catedral Basilica de Santa Ana. 5: Ordenación de Diaconado Permanente del Rvdo. D. Francisco Javier López Armas en la S.I. Catedral Basílica de Santa Ana. 8: Eucaristía en la Memoria de San Juan de Dios en la Ciudad de San Juan de Dios. 10: Visita institucional de los Salesianos. 16: Charla en la Universidad del Atlántico Medio sobre “El papel de la iglesia en la sociedad civil”. 22: Encuentro en el Obispado con la Asociación ucraniana “Dos tierras, dos soles” en Gran Canaria. 26: Ordenación Episcopal de Mons. Cristóbal Déniz Hernández en la S.I. Catedral Basílica de Canarias.


- 144 - 28: Charla al grupo de Emaús, de mujeres, en la Parroquia de San Nicolás de Bari de Las Palmas de G.C. 31: Visita al Instituto Diocesano Santa Isabel de Hungría. ABRIL: 1: Visita del Movimiento Frater en el Obispado. 2 y 3: Visita a Lanzarote y La Graciosa. 4 y 5: Visita a los Institutos diocesanos Ntra. Sra. del Pilar y Santa Catalina. 10: Domingo de Ramos Misa en la Conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén en la S.I. Catedral Basílica de Santa Ana. 12: Misa Crismal en la S.I. Catedral Basílica de Canarias. 14: Jueves Santo Misa vespertina de la Cena del Señor en la S.I. Catedral Basílica de Canarias.


- 145 - 15: Viernes Santo Procesión del Cristo de la Sala Capitular y de Ntra. Sra. de los Dolores. Celebración de la Pasión del Señor en la S.I. Catedral Basílica de Canarias. Procesión Magna. 16: Solemne Vigilia Pascual en la S.I. Catedral Basílica de Canarias. 17: Domingo de Resurrección Solemne Misa de Pascua de Resurrección con Bendición apostólica en la S.I. Catedral Basílica de Canarias. 18: Participación en el Encuentro de Pascua organizado por la Delegación para el Clero. 21: Visita al Instituto de Educación Secundaria de Corralejo y al Instituto de Educación Secundaria de Antigua, en Fuerteventura. Por la tarde, administración del Sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Antonio María Claret, en Las Palmas de Gran Canaria. 22; Administración del Sacramento de la Confirmación en la S.I. Catedral Basílica de Canarias. 23: Asamblea Diocesana en el Colegio Claret de Tamaraceite, conclusión de la fase de consulta diocesana del Sínodo de los Obispos.


- 146 - 25 al 30: Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, en Madrid. 30: Encuentro con jóvenes universitarios en el Campus de Tafira.


Obispo Auxiliar de Canarias


- 149 - SALUDO EN EL MOMENTO FINAL DE LA ORDENACIÓN EPISCOPAL Sta. Iglesia Catedral, 26 de marzo de 2022 “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos”, es la cita que hemos escuchado en el Evangelio. ¡Qué alegría tan grande para la humanidad entera, y para cada uno de nosotros en particular, es descubrir el amor incondicional de Jesucristo, que nos trae el amor del Padre y mantiene su fidelidad eterna con el Espíritu Santo irradiando, continuamente, su fuerza favorable. Espíritu que nos ha creado y se ofrece para encaminar la historia y todos sus retazos, hasta aquellos hechos terriblemente mal encaminados, para traernos su consuelo salvífico. La alegría del Señor es nuestra fortaleza porque desea que nuestra alegría no sólo aspire a algunos momentos efímeros de placer, o al alcance de alguna conquista en el ámbito profesional o social, sino que sea realmente completa. Me cabe el gran honor y, sobre todo, la responsabilidad de haber sido llamado al episcopado como Obispo Auxiliar de nuestra Diócesis. Estoy realmente impresionado y muy agradecido por las enormes muestras de cariño recibidas. Muchas gracias, de corazón, a todos. Estoy viviendo este momento como una llamada a la conversión, a empezar de nuevo con la memoria agradecida por el recorrido realizado; pero con espíritu de aprendiz, de dejarme hacer más y mejor por el Señor y por su Iglesia representada en ustedes y en todo el pueblo de Dios.


- 150 - En esta realidad nueva de nuestra Diócesis y del ministerio que se me ha confiado, son muchas las preguntas y expectativas que no tienen respuesta inmediata. Pero sí deseo contribuir a ser instrumento de comunión afectiva y efectiva con nuestro Obispo Don José Mazuelos Pérez, al que le agradezco la inmensa confianza depositada en mi persona, así como con todas las realidades eclesiales, con todos los carismas y ministerios. Deseo contribuir, igualmente, a potenciar el espíritu sinodal en nuestra Diócesis y anunciar el Evangelio a nuestra sociedad, necesitada de relatos alegres y convincentes, con un entusiasmo que ayude a afrontar el futuro con esperanza, dando testimonio de la Iglesia en salida que el Santo Padre el Papa Francisco nos señala desde el principio de su pontificado. Doy, profundamente, gracias a Dios por el don de la fe que desde hace ya muchos años prendió, de forma extraordinaria, en el grupo de jóvenes de la parroquia de San Miguel de Valsequillo y en una comunidad cristiana con sabor a familia, donde el Señor iba delante y nos convertía a algunos en aliento entusiasta de los otros. Mi gratitud primera y más importante es al Señor, a quién descubrí como amor y alegría hace muchos años y, seguirlo y fiarme de él me conforta cada día y desde entonces, con una paz y una luz única. Por ello puedo decir con el salmista: “el Señor es el lote de mi heredad, me has enseñado el sendero de la vida, me has saciado de gozo en tu presencia, de alegría perpetua y con Nehemías la alegría del Señor es nuestra fortaleza”. Mi gratitud al Santo Padre el Papa Francisco por la confianza depositada en mi persona al solicitarme el ministerio episcopal y que, mediante la unción del santo Espíritu, haya sido agregado a los sucesores de los apóstoles, - un honor del que me siento sobrepasado


- 151 - y que trataré de vivir siempre con humildad y profunda escucha, con disponibilidad a Dios y su pueblo-. Ruego al Señor Nuncio apostólico en España, Monseñor Bernadito Auza, al que agradezco mucho su acogida y disponibilidad, - desde el primer momento en el que me comunicó el nombramiento-, y le pido que haga llegar al santo Padre mi profundo agradecimiento por su confianza y mi deseo de servicio leal a la Iglesia en lo todo lo que pueda ofrecer. Mi agradecimiento sincero y afectuoso se hace extensivo a Don José Mazuelos Pérez, nuestro Obispo por su confianza con mayúscula y por su deseo que querer enriquecer nuestra Diócesis con más carismas y ministerios. Le agradezco, igualmente, su entusiasmo en la misión de llevar la alegría del amor que nace de la propuesta evangélica, a esta porción del pueblo de Dios que es nuestra Diócesis en las islas de la Graciosa, Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. Agradezco mucho la presencia y el trabajo compartido con Monseñor Francisco Cases y, en las responsabilidades solicitadas, su ocupación y su generosidad dejan en mi memoria a un testigo de la fe que trató con todas sus fuerzas de querernos, de dejar aquí lo mejor de sí mismo. Gracias don Francisco. Agradezco y encomiendo, especialmente, a Monseñor Ramón Echarren el Señor Obispo que ordenó a un grupo de sacerdotes en el año 1996 –entre los que me encontraba yo-. A pesar de su timidez en los grandes escenarios, supo ganarse el cariño de nuestra Iglesia y de nuestro pueblo siendo un referente entusiasta e introduciéndonos en la dinámica sinodal como una manera de entender la Iglesia. Un saludo muy agradecido a todos los hermanos obispos que, aún con agendas completas de compromisos, han tenido la generosidad de asistir a esta ordenación episcopal. Un saludo


- 152 - especial a Don Ángel Saiz Meneses, Arzobispo de Sevilla, responsable de la provincia eclesiástica a la que pertenecemos. Y un saludo, lleno de mucho afecto, a Don Bernardo Álvarez Afonso, Obispo de la hermana diócesis canaria de San Cristóbal de la Laguna, sus vicarios presentes en la celebración, así como algunos sacerdotes y laicos que me han acompañado en esta celebración, además de quienes han estado con nosotros, a través de los medios de comunicación. Gracias por tantos detalles de cercanía y afecto recibido. Que sigamos unidos y con la mejor colaboración en el anuncio de la buena noticia en nuestra sociedad canaria. Gracias reiteradas a todos los demás obispos por este gesto espléndido de acogida en el colegio de los apóstoles. Aquí un hermano más en nombre del Señor dispuesto a lo que el Señor quiera, y dispuesto a aprender de ustedes. Mirando con visión amplia cómo ha sido el paso salvífico de Dios por mi vida, descubro sus inicios en la niñez, en medio de mi familia, que de forma sencilla me mostró este camino desde el aprendizaje de oraciones angelicales, a la asistencia y participación en la misa. El Señor ha sido un miembro más de mi familia y la experiencia religiosa ha estado como una luz permanente en todos los momentos de mi existencia. Muchas gracias a mis padres Santiago y Magdalena por el don de la vida, por su constante protección, desvelo y generosidad. Ellos han sido el mejor abono para el semillero de sus hijos, quienes nos sentimientos muy agradecidos y orgullosos de ellos, porque han sabido realizar un programa de vida con sabor a evangelio desde el amor entregado en casa diariamente.


- 153 - Saludo, fraternalmente, a otra de mis familias: el pueblo de Valsequillo. En su entorno rural la vida va más despacio y me ha permitido captar mejor, a lo largo de mi historia, los detalles de la convivencia cercana y sencilla con sabor a hogar. Agradezco la presencia de este grupo numeroso que son mis vecinos y d vecinas, y del alcalde junto a algunos concejales. Saludo con la misma consideración a todas las autoridades presentes en esta celebración. Sepan que por mi parte, y sé que también del resto de esta Iglesia diocesana, tienen nuestra mejor disposición para colaborar por la causa del bien de nuestro pueblo de Canarias. Cuenten también con nuestra oración para que su gestión esté llena de aliento, fortaleza, buen discernimiento y buena actuación. Gracias y ánimo en estos momentos complicados de nuestra historia. Doy gracias a Dios por el Seminario, tiempo precioso de crecimiento y de confirmación en la vocación sacerdotal. El cuidado de la fe en la oración y los sacramentos, las reuniones formativas, la vida comunitaria, fueron pasos abundantes de Dios para llenar vacíos, purificar deseos y descubrir los mejores sueños para el futuro. Y algo más importante, querer a nuestro pueblo desde el corazón de Cristo buen Pastor, llevando la felicidad de su presencia. Quiero recordar hoy al sacerdote que en el momento oportuno me ayudó a descubrir que quien te quiere no te engaña y si te llama a una misión, no te abandona. De todo ello doy fe. Queridos hermanos sacerdotes compañeros de camino, mayores y menores en el ejercicio del ministerio, todos ustedes han sido y son valiosos para mi. Gracias a todos por tantas muestras de afecto sincero, lo que ha supuesto un gran aliento para esta nueva misión.


- 154 - Gracias por el hermoso testimonio de amor que han ido dejando, a pesar de nuestras debilidades, al anunciar a Jesucristo y contribuir para que muchos canarios hayan sentido el amor potente de Dios y hayan tenido mejores condiciones de vida. Quiero contribuir a ser cauce, junto a Don José, para seguir generando el mejor clima de comunión y esperanza en el Presbiterio y continuar realizando un ministerio sacerdotal fecundo pese a las dificultades. Gracias a tantos hermanos y hermanas en la vida consagrada y en la vida laical, que son compañía y aliento de Dios de los unos para con los otros y hacen posible hermosos sueños en nuestro pueblo. Ánimo a todos a descubrir la propia vocación en el amor al que Dios nos invita como gran compañero de camino. Un amor que se ofrece para perseverar y progresar en todas las facetas de la vida. La Iglesia en Canarias ha querido estar siempre muy cercana y comprometida con la sociedad. Hacer memoria agradecida de esta contribución histórica no es sólo hacer justicia, es también entregar un patrimonio de esfuerzo y generosidad, útil en estos tiempos complicados, en el que es importante el aliento espiritual para suscitar lo mejor de la condición humana. El pueblo canario se caracteriza por ser un pueblo abierto y acogedor con todos, doy fe y me siento muy a gusto en esa piel. Esa apertura es también para la trascendencia, para la apertura a la dimensión religiosa. Mirar nuestra historia, en ocasiones sufrida por numerosas dificultades, es edificante. La biografía de nuestros antepasados y mayores más recientes nos muestra una fortaleza extraordinaria que permanece en la fragilidad de los muchos años. Gracias por su ejemplo y la luz que nos dan a los que vamos detrás.


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