Breve ojeada a la retórica clásica 1

ANÁLISIS LITERARIO Rafael Castillo Camacho Breve ojeada a la retórica clásica1 NACIMIENTO La retórica en la Grecia Antigua no es un asunto aislado,

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ANÁLISIS LITERARIO

Rafael Castillo Camacho

Breve ojeada a la retórica clásica1 NACIMIENTO

La retórica en la Grecia Antigua no es un asunto aislado, surgió por una necesidad. La democracia como forma política de gobierno fue un punto clave para generar juicios legales y discursos de políticos. De esta manera la retórica se convirtió en la herramienta más valorada para persuadir. Tanto para defender y acusar ante la justicia, como para los políticos que querían votos a su favor. El significado de la palabra fue peculiar en la cultura griega, porque tiene dos sentidos: la defensa ante las injusticias y los argumentos verosímiles buscando encubrir a un culpable. Lo que por una parte produjo defensas ante las injusticias que algunas veces eran positivas, otras se tornaban en alegatos que terminaban siendo la búsqueda de los argumentos verosímiles y no verdaderos. De igual forma la filosofía impulsó las largas charlas en busca de la verdad. El ejemplo de la filosofía no fue seguido de la mejor manera. Como se mencionaba anteriormente el método social para encontrar la verdad no era el idóneo. De la literatura se aporta su oralidad y el saber utilizar la palabra. En la antigua Grecia no era muy bien vista la escritura, Platón (2005: 245) nos recuerda la leyenda de Teut, creador de la escritura; y Tamus, rey egipcio, quien no se sorprendió ante el invento de Teut que prometía hacer a los hombres más 1

Este escrito, más que aportar nuevos conocimientos sobre la retórica clásica es evidencia de mi proceso de comprensión respecto del tema. Lo agrego porque puede servir de referencia para el modelo neorretórico, básicamente al mostrarnos los errores que cometió esta disciplina en la antigüedad, para de esta manera no repetirlos.

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sabios, porque para el monarca escribir fomentaría la pereza mental, propiciaría el olvido de las raíces del pueblo y provocaría pérdida de la memoria; además advertía que los sabios no lo serían más, se convertirían en eruditos en lugar de inteligentes. Sobre el tema nos explica López Eire que entre los médicos de la época era un poco peligroso publicar discursos sin ser visto como sofista y por lo tanto ser desprestigiado por gustar del alegato sin sentido (2002: 172). La retórica surge también como necesidad de un arte para la elaboración de discursos elocuentes. Hesiodo plantea la importancia de relacionar la elocuencia con la ética y la política(en López Eire 2002: 123). Al igual que Homero crea algunos de los elementos prerretóricos como el ejemplo y el argumento de la probabilidad. Pero la retórica propiamente dicha, dice López Eire (2002:175), nace con Sófocles y Eurípides, quienes plantean discursos con elementos totalmente retóricos, es decir, con estrategias retóricas planeadas de antemano.

SOFISTAS

En el 490 a.c. nacen Protágoras y Gorgias: ellos encabezarían la primera generación de retóricos. Las ideas relativistas del primero centran al hombre como la medida de todas las cosas, ya que los valores son convencionales y las ideas son subjetivas. Por esto deduce que no hay verdades absolutas y universales. El relativismo le impide establecer un criterio de verdad porque todo puede ser verdadero o falso y por otra no hay por qué da la posibilidad de justificar como verdadero todo. Él fundó una escuela de retórica en donde se enseñaba a los alumnos a defender las perspectivas adversas de un mismo

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tema intentando que se argumentara persuasivamente en cada uno de los polos. También enseñó que se pueden defender tesis contrarias al mismo tiempo y de esta forma corrompió la búsqueda de la verdad. El relativismo es algo que Gorgias de Leontinos retomó fuertemente en su retórica. Sus principales tesis son: 1) Nada existe. 2) Si algo existiera, sería incognoscible. 3) Si fuera conocible, sería incomunicable. La razón por la que se imposibilita la comunicación es porque tanto la filosofía como el razonamiento verbal son un tejido de palabras que no concuerdan exactamente con la realidad. Un argumento que demuestra que las palabras no son la realidad son las oraciones que no pueden ser contrastadas con el exterior: “llegaron las sirenas”, por ejemplo o “el perro habla inglés”. Por ello, al explicar la realidad no estamos sino haciendo uso del lenguaje a nuestra conveniencia. El lenguaje es una telaraña en la que hemos caído y de la que no podemos salir aunque queramos. Bajo este argumento los sofistas deciden abandonar la búsqueda de la verdad para representarla a su conveniencia, viendo en el lenguaje simplemente una herramienta de persuasión, un arrastrador de almas. Esto hace que Gorgias se burle de todo los filósofos obsesionados por encontrar la verdad, dentro de éstos figura Sócrates. Es indudable que la retórica le debe mucho a los sofistas, pues bien podrían ser llamados padres de esta disciplina.

PLATÓN

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Sócrates fue gran opositor de los sofistas, es esta una de las razones por las que no escribió discursos, pues sólo los usaban los retóricos “los hombres más poderosos y de mejor posición en nuestras ciudades se avergüenzan de componer discursos y de dejar escritos, temiendo pasar por sofistas a los ojos de la posteridad” (Fedro o del amor: 276). Fue Platón el que plasmó la filosofía de su maestro en sus famosos diálogos. En ellos está presente la eterna riña del filósofo con los sofistas. “Gorgias o de la retórica” es un diálogo en el que el filósofo critica la retórica de su tiempo. En él acusa a Polo, alumno de Gorgias, de discurrir mucho pero no contestar claramente (esta crítica bien podría servir para cualquiera de sus seguidores). Los sofistas ponen todo el empeño en la elaboración de los discursos. Para ellos la verdad no está en la inteligencia sino en la persuasión. Sócrates hace una distinción entre dos tipos de persuasión: una de creencia con ciencia y la otra de creencia sin ciencia. Es a la última a la que pertenece la retórica sofista puesto que, más que encontrar los argumentos de la verdad, busca la verosimilitud en su persuasión: “La Retórica, al parecer, es la autora de la persuasión, que hace creer y no de la que hace saber respecto de lo justo y de lo injusto” (Gorgias o de la Retórica: 206). Los sofistas para colmo se vanaglorian de ser verdaderos liberadores de hombres gracias a la persuasión de los jueces en los tribunales. Si quisiéramos encontrar un juicio verdadero, la retórica no es el camino, pues lo que se busca es encontrar la verdad y de esa forma hacer justicia. Los sofistas con su relativismo bien podrían estar defendiendo al culpable sin que ello les causara ningún remordimiento, dice Platón a Fedro en uno de sus diálogos al referirse a los sofistas: “Se dice, mi querido amigo, que es justo abogar hasta en defensa del lobo” (Fedro o del amor:290). Es pues la retórica una herramienta que debe utilizarse en compañía de la

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ética, nos dice Platón. Es irónico pensar que una persona común pueda creer más sobre su salud a un retórico que a un médico, sin embargo, para nada es descabellado pues la fuerza de la palabra es incontenible. La verosimilitud no es la verdad aunque tanto se parezcan. Platón intenta suplir la retórica por el método socrático. El primer paso es demostrar la equivocación del otro (eléntica) y después encontrar la verdad (mayéutica). Es este un método dialéctico que resulta más útil cuando lo que se busca es la verdad. Pero los juicios legales no cambiaron en la antigua Grecia y la dinámica era la misma antes y después del filósofo; la verdad la tenía quien encontrara más testigos, aunque estos fueran comprados. Es imposible fundamentar la verdad en algo que no se tiene la certeza que sea real, nos dice el filósofo: “El que pretende poseer el arte de la palabra sin conocer la verdad, y se ha ocupado tan sólo en opiniones, toma por un arte lo que no es más que una sombra risible.”( Fedro o del amor: 281). Aunque Platón no apoya a la retórica hace algunos comentarios que enriquecen el estudio del discurso y que después serán retomados por su alumno Aristóteles: “El discurso debe, como un ser vivo, tener un cuerpo que le sea propio, cabeza y pies y medios y extremos exactamente proporcionados entre sí y en exacta relación con el conjunto” (Fedro o del amor: 284). Acto seguido hace una enumeración de las partes que convienen al discurso legal: 1) exordio 2) narración 3) deposición de los testigos 4) pruebas 5) presunciones. Después seguiría la confirmación, subconfirmación, refutación y subrefutación. En lo concerniente a la persuasión, Platón resalta por tomar en cuenta al oyente; se interesa por su personalidad para poder lograr bien su finalidad: “El arte oratorio no es más que el arte de conducir las almas, es preciso que el que quiera hacerse orador sepa

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cuantas especies de almas hay” (Fedro o del amor: 291). Esta idea será retomada por Aristóteles agregando al estudio de la retórica la clasificación de dichas almas.

ARISTÓTELES

La importancia de Aristóteles es la importancia del conciliador. Él es quien sintetiza todo lo que hasta ese momento se había dicho de retórica. Anteriormente a su retórica existió un libro perdido de nombre Colección de artes retóricas en el que Aristóteles hace un compendio de las retóricas anteriores (López Eire: 202-203). Él conoció a fondo este arte, por ello tuvo la capacidad de sintetizar todo lo que de retórica se había dicho hasta su tiempo. Así es que logró unir las ideas de los sofistas con las de Platón. Es obvio que simpatiza más con las de su maestro, pero a diferencia de Sócrates no sataniza a los seguidores de Gorgias, en cambio sí los satiriza, por poner tanta importancia a la persuasión. La retórica de Aristóteles es un esfuerzo por conciliar la razón, la filosofía y la ética. Lo que hace Aristóteles es una retórica en busca de la verdad, no de la verosimilitud, por eso usa la dialéctica como herramienta al lado de la retórica. La primera línea ya lo delimita: “La retórica es correlativa de la dialéctica” (2002: 83). Su intención es corregir lo que su maestro tanto les criticó a los sofistas formulando una retórica emparentada con la ética, que busca ante todo la justicia. El filósofo griego comprendió bien que el uso de la retórica puede ser de gran utilidad como de gran daño. Mientras los sofistas hacen sus discursos por intención, los dialécticos los hacen por ética: “sea, pues, la retórica la facultad de discernir en cada

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circunstancia” (2002: 86). Es pues esta retórica de Aristóteles una forma lógica de llegar a la verdad, o quizá únicamente a la verosimilitud pero de una manera honesta. Así que en lugar de los argumentos sofistas propone los etimemas (silogismos retóricos) y paradigmas (inducciones retóricas) que no son sino la búsqueda por dar una respuesta, no sólo a la creencia sino también a la inteligencia por medio de la lógica racional. La retórica de Aristóteles está dividida en tres libros: En el primero encontramos nociones generales y finalidades concretas de la retórica, así como estrategias de lógica argumentativa. El segundo libro está centrado en el oyente es un estudio de las almas a persuadir(tal como Platón lo proponía), sus pasiones (ira, serenidad, amor, amistad, odio, temor, valor, vergüenza, compasión, indignación, envidia, emulación), sus edades (joven, anciano, maduro), sus circunstancias (nobleza, poder) los tópicos de persuasión. El tercer libro está dedicado a la elocución, tema que a continuación abordaré. Para Aristóteles, son tres los asuntos a tratar en el discurso: los “motivos” (que tiene que ver con la inventio), la “estructura del discurso” (dispositio), y la “elocución” (elocutio). La necesidad del estudio de la última parte es explicada por el filósofo de la siguiente manera: “No basta saber lo que hay que decir, antes bien es necesario decirlo como conviene” (2002: 197). El significado del discurso debe de ser claro para que sea perfectamente entendido pero debe adornarse para causar admiración en el oyente. Las figuras literarias quedan fuera de la retórica de nuestro filósofo por su falta de claridad, a excepción de la metáfora que es idónea para este tipo de discursos: “La metáfora posee, como ninguna otra cosa, la claridad, lo agradable y el giro extraño; y esta es posible aprenderla de otra persona” (2002: 200). Es obvio que la claridad depende de la metáfora, pues habrá algunas que su relación semántica no sea tan clara; sin embargo, pensemos en las nominan nuestra vida diaria, como “la falda del cerro” o

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“la pata de la mesa”, en este momento ya son sintagmas fijos pero fueron metáforas que lograron perdurar a través de los siglos. Las tendencias literarias han mantenido viva a la metáfora a través del tiempo porque de otra manera perdería su actualidad. La metáfora no muere sino que rejuvenece con las nuevas tendencias que la harán envejecer para que vuelva a renacer. Su belleza así como su fealdad puede ser clasificada, según Aristóteles, en tres puntos: la sonoridad, la significación y la sinestesia. Las metáforas inadecuadas son por ridiculez, excesiva seriedad, tragicidad u oscuridad. Esta valoración estética literaria está fundamentada en la practicidad de un discurso retórico que sirva para la persuasión (quizá por eso deja fuera los elementos que se tomarían para la apreciación literaria y que más adelante se explicarán). La metáfora para Aristóteles no sólo se limita a la forma morfosintáctica, sino que abarca otras formas de expresión como la imagen -que en su composición es metáfora pero no propiamente porque nunca deja de ser una comparación o simil-. Un ejemplo de las diferencias entre estos conceptos es el siguiente “saltó como un león” es una imagen mientras que “saltó el león” una metáfora. Todas las imágenes pueden decirse como metáforas y viceversa, lo recomendable en la literatura es utilizar metáforas y no imágenes. Termina la retórica recomendando ensalzar al oyente como lo hace con maestría Gorgias, pero no enredarlo en un discurso vacío y algunas veces sin sentido. También recomienda el uso de la ironía como medio para atacar y satirizar lo que sea necesario: “La ironía es más propia del hombre libre que la bufonada, porque el irónico hace el chiste para sí mismo, el chocarrero para divertir a otro” (2002: 233).

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ALGUNAS RETÓRICAS POSTERIORES A ARISTÓTELES

A continuación enumeraré algunas de las retóricas que tuvieron más relevancia después de Aristóteles (López Eire): Retórica a Alejandro –Anónima– Es una carta dedicada a Alejandro Magno en la que de manera práctica y aplicada se hace un manual sofista con mucha experiencia, pero pocos conocimientos. Sobre la interpretación de Demetrio, este estudio está dedicado al estudio del estilo, por primera vez en la historia se clasifican figuras de Dicción y de Pensamiento. La Retórica de Dionisio es un estudio dedicado a encontrar las figuras de Dicción y de Pensamiento en los discursos más comunes.

ELEMENTOS DE RETÓRICA CLÁSICA EN LA LITERATURA La retórica nace como herramienta para litigar en los juzgados, pese a ello existen elementos básicos que han servido a la teoría literaria desde la época clásica. Es quizá la retórica la primera ciencia que hace lo que hoy se conoce como análisis del discurso. El estudio de la retórica en la actualidad es más útil para los analistas literarios que para los abogados, ya que en realidad estos últimos hacen de manera intuitivas el uso de los recursos literarios, mientras que los otros la utilizan como herramienta de estudio.

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Los oradores buscaban la persuasión como la finalidad del discurso, en la literatura podemos sustituir este término por intención comunicativa y ambos funcionan de igual forma: como una meta a la que el escritor y el defensor jurídico quieren llegar por medio del discurso. La importancia de la verosimilitud en un juicio legal es igual que en la literatura, si bien ya sabemos que lo que es narrado en un cuento no es real tampoco vamos a creer cualquier tontería. La retórica estructura la producción del discurso de manera ordenada: las ideas se dan en la inventio, la dispositio las organiza de la mejor forma y la elocutio las hace discurso. Estas tres partes son básicas para el estudio literario; en la primera es la significación, la segunda y la tercera corresponden a la forma. Pese a que las tres partes retóricas son importantes para la literatura, la elocutio tiene especial relevancia para el análisis literario; debido a que, como menciona Lausberg: “es la expresión lingüística (verbal) de los pensamientos hallados en la inventio” (1993: 38) (lo anterior bajo las reglas de la gramática y la retórica). Las virtudes de la elocutio las enumera el teórico alemán de la siguiente manera: virtudes gramaticales, las puritas; virtudes retóricas, perspicuitas y finalmente el ornatus. Las puritas son el uso correcto de la lengua en todos los niveles tanto morfológico como sintáctico, la única licencia para romperlas son los tropos o algunas figuras de dicción. Las perspicuitas son lo que permite la comprensibilidad del discurso y por ende el éxito comunicativo, para que este se dé debe existir un equilibrio entre la claridad de pensamiento y la formulación lingüística. Por último, el ornatus, que en poesía es llamado maiesta: “debe su designación a los aderezos que adornan un banquete, siendo el discurso mismo concebido como plato que hay que comer” (Lausberg 1993: 92). El ornatus es el adorno en el discurso, la belleza del mismo, lo

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placentero. Existe ornatus de pensamiento y de lenguaje: en el primero están las figuras de pensamiento y en el segundo las de dicción.

Las figuras de dicción son una reformulación lingüística por medio de la adiecto, detractio, transmutatio, como también de sinónimos y tropos que se dan por la inmutatio. Los tropos son un cambio de cuerpo léxico pero no de indicador semántico (es obvio que también el significado sufre alteraciones pero esto no será tratado aquí), es decir una sustitución con significación. La metáfora (metaphora) es ejemplo de esta sustitución, pues gracias a la analogía podemos comparar y sustituir ciertas marcas léxicas (recordemos el ejemplo de Aristóteles: “saltó el león” por “saltó el guerrero”). La asociación entre conceptos no debe ser totalmente arbitraria, pues lo que pasaría es que nadie entendería la relación semántica, este defecto es lo que Aristóteles llama una metáfora “traída de muy lejos”.

El nacimiento de la retórica en la época clásica está condicionado a factores sociales propios de la Grecia antigua. En aquella época su uso principalmente era ser el método para llegar a la verdad en los juicios legales. Los sofistas fueron los primeros en realizar su estudio de manera formal, ellos argumentaban que el lenguaje es tan ambiguo que es imposible llegar a la verdad, debido a esto basaron su ciencia en la persuasión con argumentos verosímiles.

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Platón criticó mucho los pensamientos sofistas por no ser éticos, esto debido a que, según argumenta el filósofo, ellos defienden hasta al los lobos. El desprestigio de los sofistas fue tal, que Platón prefirió no publicar ningún texto escrito, no fuera a ser que lo confundieran con ellos. Aristóteles fue el encargado de conciliar las ideas sofistas con las de su maestro, compilando en su Arte retórica el estudio de la persuasión necesaria en los juzgados con la ética que tanto le enseñó Platón. Existen muchos estudios posteriores que se dedicaron a desarrollar más específicamente el uso del lenguaje literario, en lo que se llamó la elocutio. Lo que más interesa al estudio literario de la retórica se encuentra en este proceso, pues ha sido, a lo largo de la historia, donde se ha estudiado las figuras literarias que sirven a los poetas como ornamenta (ornatus) para embellecer el lenguaje.

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