BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL BOXEO Y EL DERECHO Considerations on boxing and the law

Faculdade CNEC Ilha do Governador TeRCi Artigo Científico BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL BOXEO Y EL DERECHO Considerations on boxing and the law

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Faculdade CNEC Ilha do Governador

TeRCi

Artigo Científico

BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL BOXEO Y EL DERECHO Considerations on boxing and the law

Luis Ariel Salanueva Brito Abogado por la Escuela Libre de Derecho (ELD), México Litigante y socio del despacho “Sánchez Medal” fundado por Don Ramón Sánchez Medal en 1942 Titular de la cátedra “Ética y Argumentación Jurídica” en la Escuela Libre de Derecho (ELD), México [email protected]

Resumen: A través de una reflexión, el autor determina analogías entre el Derecho y el boxeo, donde da fe de las coincidencias que en cuestión de habilidades se presentan en ambas tareas, en ambos compromisos; haciendo de la abogacía, una profesión naturalmente relacionada con el pugilismo.

Palabras clave: Boxeo; Derecho; Estudios jurídicos.

Abstract: The paper is about analogies between law and boxing, which attests to the coincidences that within skills are presented in both tasks, in both commitments; making the legal profession naturally related to boxing.

Keywords: Boxing; Law; Legal studies.

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Luis Ariel Salanueva Brito ISSN 2317-7764

Introducción I. Del boxeo y del derecho

A mi padre Ariel Salanueva Camargo (q.e.p.d.)

Una noche, cuando era un niño pequeño, caminaba con mi padre por la colonia Balbuena. Algunos tramos de las calles estaban oscuros y otros pobremente iluminados. Al doblar una esquina, vimos a un señor que caminaba en nuestra dirección; tendría unos cincuenta años, usaba bigote y tenía el pelo negro, algo canoso y ondulado. Al verlo, mi papá se emocionó y lo saludó con mucho respeto: “Buenas noches”, le dijo. Él contestó con voz grave “Buenas noches, señor”, me dirigió una ligera inclinación de cabeza y continuó su camino. Luego de avanzar unos pasos mi pasos, mi papá me dijo que era Raúl “el Ratón” Macías, uno de los mejores boxeadores de México.

Mi padre, si bien era un hombre cortés, pocas veces saludaba a alguien con esa mezcla de admiración, respeto y emoción. Por lo que hace a los deportes, seguía el futbol pero las veces en que verdaderamente lo vi emocionarse fue cuando un boxeador conectaba un buen golpe. Por eso me gustaba mucho ver con él las peleas de box que trasmitían los sábados por la noche. Hace algunos años, visité con mis socios el gimnasio “El Nuevo Jordán” ubicado en la calle del Buen Tono, en la colonia Centro. Ambos gustan del boxeo y uno de ellos tiene un conocido francés que vino a México a perfeccionar su técnica. Nosotros fuimos a ver uno de sus entrenamientos. Me encantó el lugar. El gimnasio está ubicado en el último piso. El suelo es de vieja madera gastada y esta manchado en algunas partes. Los costales y peras lucen cinta plateada que cubre las partes rotas por el uso. Viejas fotografías de boxeadores famosos adornan las paredes y en una de ellas se encuentra la de un altar a nuestra Virgen, pues todo boxeador aprendió del Ratón Macías que “Todo se lo debe a su manager y a la Virgencita de Guadalupe.” Los gimnasios de box tienen un olor característico que es una mezcla de sudor y ambición. Uno no puede dejar de sentirse motivado cuando ve a los jóvenes boxeadores golpear el costal o la pera con toda la concentración del mundo. Muchos no tienen nada, salvo su cuerpo y el hambre de ser alguien.

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En ese entonces había perdido el contacto con el box, salvo el literario: había leído algunos cuentos de Hemingway, uno de los mejores escritores del siglo XX, quién era aficionado a la cacería, a los toros, a las mujeres, al licor y por supuesto al boxeo. El decía: "Mi escritura no es nada, mi boxeo es todo."

Así, unos meses después de mi primera visita, me inscribí en el gimnasio para aprender a boxear. Compré unos guantes negros de la marca Cleto Reyes, unas vendas para las manos, pagué la inscripción y renté un locker.

En el gimnasio hay varios entrenadores y cada uno tiene su grupo de pupilos. El mío es un entrenador muy experimentado, Don Mariano Badillo quién curiosamente usa un aparato para la sordera por lo que recuerda un poco a Mickey Godmill, el entrenador de Rocky,

y tenía paciencia para enseñar a los principiantes. De el aprendí los golpes

elementales del boxeo y a nunca bajar la guardia. Me fui soltando poco a poco y luego de un tiempo entendí que los golpes no se dan sólo con el puño, sino con todo el cuerpo.

El gimnasio tenía una banca donde se sentaban algunos viejitos que nos daban consejos: “¡No bajes la guardia!”, “El puño como resortito, siempre regresa a su posición”, etcétera. En una ocasión platiqué con alguno de ellos y me hablaba sobre el tiempo que entrenaba en alguno de los míticos gimnasios de Tepito.

Luego de un tiempo, me lesioné las rodillas y dejé de ir a ese gimnasio. Cuando me recuperé, vi que a unos calles de allí, sobre la calle de Vértiz, en la colonia Doctores, Ana María Torres “La Guerrera”, que entrenaba en el Nuevo Jordán, abrió su propio gimnasio, el “REUCAM”, Reunión de Campeones. Platiqué con Luisa, la encargada, recorrí las instalaciones, y me di cuenta de que el gimnasio no era un pasatiempo de “La Guerrera”, sino la manera de continuar con su pasión por el boxeo más allá de las peleas profesionales. El equipo es de la mejor calidad (con sacos dorados, como una marca personal de “La Guerrera”) y lo más importante: los entrenadores aman su oficio, como Nefta, Don Sergio a quién todos llaman “Padrino” y Carlos.

Me inscribí el año pasado y he ido regularmente, salvo algunos periodos en que el litigio me absorbe tanto que no puedo regalarme las dos horas que puede durar una sesión de entrenamiento. A veces, cuando estoy demasiado enfrascado en algún problema jurídico, voy TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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a despejarme. Luego de entrenar acabo agotado, pero con la cabeza limpia y el corazón contento.

Me gusta mucho ver las peleas. Sobre todo la de jóvenes con hambre que boxean en los Guantes de Oro; frecuento este campeonato con mi hermano mayor, otro gran apasionado del boxeo. A veces los combates de campeones consagrados dejan mucho que desear, como la decepcionante “pelea del siglo” entre Floyd Mayweather, Jr. y Manny Pacquiao. A los campeones también se les puede acabar la chispa que alimenta su talento: ese deseo de honor y de gloria que, como Homero nos enseña, resulta esencial a los héroes.

II. Los abogados amamos el box

Cualquier encuesta revelaría que nuestro gremio tiene al boxeo entre sus deportes favoritos. En este sentido, muchos abogados de ficción, que reflejan y dramatizan nuestras aspiraciones y demonios, son también boxeadores. En una de mis series favoritas, la canadiense “Leyes de la Ciudad” que se transmitía hace unos años en el canal 11, Chuck, uno de los protagonistas practicaba ese deporte y era promotor. También en la serie norteamericana “Suits”, el abogado Harvey Spencer, va al gimnasio de box en las mañanas. Ambas series dedican alguno de sus capítulos a una pelea amateur entre sus personajes.

¿A qué se debe esta pasión de los abogados por el boxeo?

Estoy convencido, con Joyce Carol Oates (CAROL, 1990, p. 10), que la vida es una metáfora del boxeo y que el verdadero adversario es uno mismo. “Tampoco pienso en el boxeo en términos literarios como metáfora de algo más. Nadie cuyo interés haya nacido, como el mío, en la infancia —derivado del interés de mi padre— puede pensar en el boxeo como símbolo de algo que lo trasciende, como si su unicidad fuese una mera abreviación, una iconografía; aunque sí puedo aceptar la proposición según la cual la vida es una metáfora del boxeo —en uno de esos combates que siguen y siguen, asalto tras asalto, jabs o golpes rápidos, golpes errados, enganches, ninguna certidumbre, de nuevo la campana y de nuevo tú y tu adversario, en pelea tan pareja que es imposible no ver que tu adversario eres tú: ¿y por qué esta lucha en una plataforma elevada y cerrada por cuerdas como un corral, bajo luces calientes, crudas e inmisericordes en presencia de una muchedumbre impaciente?—, esa especie de infernal metáfora literaria. La vida es como el boxeo en muchos e incómodos sentidos. Pero el boxeo sólo se parece al boxeo.” TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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El Derecho, como parte de la vida, también es una metáfora del boxeo.

En efecto, en esencia el Derecho es un instrumento para prevenir y resolver conflictos humanos. Una de sus herramientas más importantes, y sin duda la más interesante y apasionante, es el juicio. En él, dos abogados se enfrentan con el objetivo de ganar un caso; sus armas son conocimiento de los hechos y del Derecho, así como su astucia y su prudencia. La estructura del juicio es muy similar a la del boxeo donde los contendientes se enfrentan usando su cuerpo y esa forma de inteligencia corporal que a veces parece premonición de los movimientos del contrario. Tanto en las peleas como en los juicios hay terceros que vigilan el cumplimiento de las reglas, marcan los puntos y deciden quién gana y quien pierde. Existen diferencias evidentes como que en el litigio el abogado lucha para defender un interés ajeno: el de su cliente. Sin embargo, el conflicto es connatural al boxeo y al Derecho; en ambos subyace el deseo de ganar y la regla, casi absoluta, de que gana el que conserva la cabeza fría hasta el final del conflicto.

Hay quien sostiene que el boxeo es un deporte rudo, primitivo y que esta destinado a desaparecer; por ejemplo, en “Gigantes de Acero”, una película protagonizada por Hugh Jackman, los humanos ya no boxean, han sido sustituidos por robots. En este sentido parecería absurdo comparar al boxeo con el Derecho, que por definición intenta excluir la justicia privada.

Lo cierto es que excluir la violencia y el conflicto en la comprensión de lo humano nos deja tan ciegos como prescindir de la ternura y la paz. Y el Derecho, aunque a veces se les olvide a ciertas corrientes metodológicas, es ante todo humano.

En ocasiones, nuestra sociedad presume de ser más civilizada de lo que en realidad es y dice despreciar la violencia y el conflicto. Montaigne, gran conocedor de la naturaleza humana, critica esta hipocresía; en su ensayo “De la Experiencia” (MONTAIGNE, 2008, p. 1057) nos dice: “Quieren salirse de si y escapar del hombre. Locura es: en lugar de transformarse en ángeles, transformanse en bestias, en lugar de elevarse, rebájanse.”

Lo cierto es que el conflicto subyace en las formas mas elevadas de creación humana, como la literatura. En este sentido Philiph Roth, nos enseña en su novela “La mancha TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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Humana” (PHILIPH, 2001, p. 14), que la historia de la literatura europea comienza con una pelea: “–¿Sabéis cómo empieza la literatura europea? –preguntaba, tras haber pasado lista el primer día de clase–. Con una riña. Toda la literatura europea surge de una pelea –y entonces tomaba su ejemplar de la Ilíada y leía a la clase las primeras frases–: «Canta, diosa, del Peleida Aquiles la aciaga cólera... desde que una querella hubo de desunir a Agamenón, rey de los hombres, y al divino Aquiles». ¿Y por qué se pelean esos dos violentos y poderosos personajes? Es algo tan básico como un altercado en un bar. Se pelean por una mujer, una muchacha, en realidad. Una chica robada a su padre, raptada durante una guerra. “

Así las cosas, nada tiene de sorprendente que la el Boxeo tenga mucho que enseñarnos sobre el Derecho. Las lecciones son innumerables. A continuación comparto algunas contigo:

Primera lección

El boxeo nos enseña que los golpes se dan con todo el cuerpo. Lo primero que un boxeador aprende es que la fuerza del golpe depende de una buena técnica. En efecto, al pegar movemos todo el cuerpo, en especial los hombros y las piernas; lo que impacta es el puño, pero su fuerza se genera en todo el cuerpo.

A veces los abogados sobrevaloramos la demanda y su trámite; sin embargo no es lo único por más fundamental que llegue a ser. La demanda es sólo la punta del iceberg. Lo más importante es lo que no se ve, es decir todo el estudio fáctico, estratégico y jurídico (estudio de lo humano, en suma) que respalda una solución eficaz.

Segunda lección

El boxeo nos enseña que los golpes deben ser simples, directos, precisos y veloces. Algunas artes marciales son deliberadamente espectaculares, a veces parecen más una danza que un combate y el mundo cinematográfico se ha aprovechado de esta característica para filmar algunas de películas que nos han emocionado desde pequeños como la legendaria Operación Dragón de Bruce Lee.

En cambio, el boxeo es un deporte simple y directo. No hay patadas voladoras, ni las personas TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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dan saltos mortales antes de rematar al contrario. Repito, los golpes deben de ser simples, directos, precisos y veloces. Y eso esta bien. El objetivo es y será siempre golpear al contrario y lograr el knock-out.

A veces los abogados gozamos de mostrar al contrario y al juez cuan inteligentes y conocedores del Derecho somos. Esta manía causa que nuestros sean complicados, extensos y oscuros. Al proceder así olvidamos que nuestro objetivo no es el lucimiento personal, olvidamos que el objetivo de la abogacía es y será ganar la causa y a este objetivo sirven las soluciones simples, directas, precisas y, de ser posible, veloces. El lenguaje de la causa debe consistir en golpes de box, no en piruetas de mal karate.

Tercera lección

El boxeo nos enseña que la pelea no sólo se libra en el ring, sino desde antes y sobre la mente del adversario. Antes del primer combate contra Liston (véase “El rey del Mundo” escrita por David Remmick, Debate 2001, páginas 191 y siguientes), Alí, entonces aún se llamaba Clay, aparentaba locura e insultaba a su rival. Esto fue un factor decisivo para ganar el combate ya que Liston subestimó a Alí y enfurecido quiso acabar con el desde el principio del combate. Nunca vio venir a su rival, un joven boxeador dotado de excepcionales reflejos y un estilo escurridizo: “Vuela como mariposa, pica como abeja” .

Si los abogados solo vemos el litigio y nos olvidamos de las personas muchas veces nos perdemos en el pleito y seremos derrotados. El litigio no es solo un conjunto de hojas que llamamos expediente. El litigio no es sólo el conjunto de argumentos que esgrimimos o atacamos. El pleito se integra por hombres de carne y hueso, como nosotros mismos, complejos y en ocasiones contradictorios.

Cuarta lección

El boxeo nos enseña que cuando uno se mete en una pelea debe de saber que uno va a golpear, pero también va a recibir golpes y hay que saber encajarlos. Que difícil es recibir un golpe poderoso y seguir combatiendo. Que difícil es caer en la lona, oír la cuenta inexorable, y levantarse para seguir pelando. Los boxeadores trascienden el instinto básico de conservación. Los abogados podemos aprender del boxeo que un revés en un juicio no tiene TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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porque desanimarnos ya que, como decía Yogi Berra: “Esto no se acaba hasta que se acaba”.

Quinta lección

El boxeo nos enseña que no hay mejor maestro que el rival. En el box, el rival es tan buen maestro que luego de la derrota existe la institución de la revancha. Por nuestra parte, los abogados ejercemos el Derecho con el fin de ganar asuntos; sin embargo, conocemos esta paradójica situación: una derrota nos enseña más que cien victorias.

Sexta lección

El boxeo nos enseña que siempre somos parte de un equipo. Alí, en uno de sus más grandes momentos de lucidez, dijo “Aunque yo era quién peleaba en el ring, siempre gané como parte de un equipo”.

Los abogados siempre tenemos un equipo al que debemos gran parte de nuestra fortaleza. En lo profesional son nuestros socios, secretaria, abogados y pasantes; en lo personal, tenemos a nuestra familia y a nuestros amigos. Nunca ganamos solos. Es árida y dura la soledad de la derrota, pero la victoria sin amigos con quienes compartirla lo es todavía más.

Séptima lección

El boxeo nos enseña la importancia de la humildad y la caballerosidad. Al final de cada pelea es común ver que los boxeadores se abrazan y felicitan mutuamente. ¿Acaso no resulta extraño? Dos hombres acaban de enfrentarse en el ring ante una multitud exaltada. Ambos dieron cientos de golpes, pero también los recibieron. Cada golpe recibido duele, cada golpe bien acomodado es una satisfacción. Y al final del combate, con las emociones a flor de piel, ambos contendientes se dan un momento para felicitar al rival, reconocerlo, reconocerse. Tal vez sea porque el ganador sabe, en su fuero interno, cuales fueron los golpes que más le dolieron y los momentos en que su victoria pudo convertirse en derrota. Si queremos, los abogados podemos aprender esta lección y sólo entonces seremos mejores. Festejaremos siempre las victorias, pero reconociendo, ojalá y sea lo más pronto en nuestra vida, con el viejo papá Hemingway, que “El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.” TerCi, v.06, n.02,Jul./Dez.2016

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III

Una conocida marca de cervezas promociona su producto en una serie de comerciales donde aparece Sylvester Stallone. La temática es siempre la misma: un joven esta por rentar una película lacrimógena, canta agudo en la regadera, o cualquier otra situación similar. Stallone lo mira despectivamente y le dice “Te hace falta ver más Box”. Esto nunca dejara de ser un buen consejo sobre todo si, además de ver, también practicamos el boxeo y aprendemos de él.

REFERENCIAS

Joyce Carol Oates. Del Boxeo, Alfaguara, 1990, página 10. Montaigne. “De la Experiencia” en Ensayos completos. Cátedra, 2008, p. 1057. Roth, Philiph. La mancha Humana. Alfaguara, 2001, página 14.

Recebido em: 19.05.2016 Aceito em: 30.06.2016

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