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Denken Pensée Thought Mysl..., Criterios, La Habana, n° 69, 1° noviembre 2014
apitalismo con adjetivos, o Abordajes críticos de los nuevos capitalismos de la periferia de Europa* Yuriy Dergunov
A pesar de que el proceso de transición al capitalismo sobre las ruinas de las sociedades de tipo soviético comenzó ya hace más de veinte años, el significado de esa transición permanece en considerable medida sin captar no sólo en la conciencia social, sino también en las ciencias sociales. Hasta el concepto mismo de capitalismo está casi desplazado de las reflexiones teóricas de los científicos postsoviéticos sobre la naturaleza de los cambios sociales en los territorios del antiguo campo soviético.1 Y aunque las ideas de la linealidad e inevitabilidad del «tránsito» y la «modernización» no raras veces son relevadas por el profundo pesimismo que suscita el carácter de las economías nacionales, los regímenes políticos o las estructuras sociales, ese pesimismo en realidad nunca problematiza las relaciones sociales básicas de la sociedad capitalista como fuente de las enfermedades sociales a las que está dirigida la crítica. Por otra parte, en los medios políticos de izquierda de los países postsoviéticos existe una idea más o menos general de la naturaleza capitalista 1
En el presente artículo evito conscientemente discutir sobre la naturaleza social de las sociedades que precedieron a las transformaciones capitalistas de las últimas décadas. * «Kapitalizm iz prikmetnikami, abo Kritichny pydjodi do novij kapitalyzmyv na periferyi Evropi», Spilne, nº 7, 2014, pp. 38-54.
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de las respectivas sociedades y la necesidad de una alternativa anticapitalista a ellas, pero esa idea la mayoría de las veces no pasa de ser correcta en abstracto, sin salir del marco de la idea de la producción de plusvalía por el trabajo asalariado. Con frecuencia considerablemente menor se está de acuerdo en cuanto a los rasgos específicos de ese capitalismo. Sin embargo, es importante reevaluar los significados de los rasgos concretos que determinan las particularidades del desarrollo y la reproducción y la dinámica político-económica general del capitalismo en Ucrania y otros países del antiguo «campo socialista», para determinar las contradicciones sociales clave y, después, las perspectivas y tareas de la lucha política. Por eso, esa investigación de los rasgos específicos del capitalismo ucraniano es un trabajo que aún han de hacer los intelectuales ucranianos de izquierda como «intelectualidad orgánica de la clase obrera». El objetivo del presente artículo es mucho más modesto, pero en cierta medida también necesario. Este texto es un intento de pasar revista a los trabajos teóricos que examinan los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y de Europa Central y Oriental (ECO) desde el punto de vista de las particularidades que los distinguen de otras sociedades capitalistas, entre ellas también en el plano de las diferencias en las trayectorias de la formación del capitalismo directamente entre los diferentes países de esas regiones, y también de la consolidación y reproducción de sus formas subregionales. Es oportuno que, en conjunto, los trabajos dedicados a este tema sean divididos con arreglo a la pertenencia a la tradición teórica institucionalista y la marxista —aunque aquí, a pesar de la diferencia radical en los casos de representantes «puros» de las respectivas teorías, las fronteras entre esos abordajes son bastante desvaídas, y no raras veces éstos las cruzan. Se puede estar de acuerdo con Katharina Bluhm (Bluhm 2010) en que los principales abordajes para la investigación del capitalismo en los países de la Europa Central y Oriental y la !omunidad de Estados Independientes son el de «las variedades de capitalismo» (varieties of capitalism, VoC) y la teoría de la dependencia y el análisis de los sistemas-mundo, aunque una considerable masa de trabajos se halla en la línea fronteriza entre esos abordajes, uniendo sus rasgos de manera bastante contradictoria. En el artículo primeramente se examinarán el abordaje de las VoC y las tentativas de aplicar a la investigación de las sociedades capitalistas en la Europa Central y Oriental y Comunidad de Estados Independientes sus formulaciones «ortodoxas». Después caracterizaré las tentativas de sinte-
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tizar ese abordaje con las teorías de la dependencia y examinaré las variantes «duras» de la teoría de la dependencia y del abordaje de sistemasmundo. Después de eso, se realizará una comparación de los abordajes gramsciano y polanyano a la formación del capitalismo como proceso dinámico, que ha de complementar la caracterización más estática de los resultados de la transición al capitalismo desde las posiciones del enfoque de las VoC y de la teoría de la dependencia.
«Las variedades del capitalismo»: a la sombra de «los gemelos viables» Durante las últimas décadas (después de la publicación de la fundamental recopilación de Hall y Soskice [2001a]), el abordaje de las VoC ha adquirido el estatus de ortodoxia teórica en las investigaciones comparativas de los capitalismos nacionales y, después, ha devenido un punto de referencia para toda clase de trabajos —incluso puramente críticos hacia él— dedicados a lo específico espacial del desarrollo capitalista. El éxito académico de ese abordaje está ligado a contradicciones bastante interesantes que se hallan en su base: el mismo une la entrega «al imperialismo de la ciencia económica», que consiste en la «colonización» de las ciencias sociales por los métodos de la teoría económica neoclásica (Fine y Milonakis 2009) —o sea, la pertenencia al mainstream metodológico—, con las actitudes escépticas hacia la ideología neoliberal, que postulaba la inevitabilidad de la convergencia de los capitalismos nacionales sobre los principios de una política de un solo tipo. En otras palabras, el abordaje de las VoC devino la encarnación teórica de la idea socialdemócrata sobre la existencia de alternativas viables al capitalismo liberal anglosajón (pero de alternativas que están en el plano de otras formas de capitalismo, y no de alternativas al capitalismo como orden social integral —en esto reside tanto cierto elemento de criticidad de ese abordaje al «espíritu de la época» como el fundamental carácter limitado de esa criticidad). El prototipo de tal teorización pasó a ser un trabajo de Michel Albert (1998 [1991]), en el que están contrapuestos los modelos «angloamericano» y «renano» (franco-alemán, socialdemócrata) de capitalismo, al tiempo que el segundo es considerado como más eficaz socialmente, pero condenado a perder en la competencia económica global. El abordaje de las VoC que iniciaron Peter Hall y David Soskice, devino una rehabilitación teórica de la eficacia económica de la socialdemocracia. Como
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señalan irónicamente Dorothee Bohle y Bela Greskovits: «El abordaje de las VoC devino una variación sobre el antaño popular tema del “fin de la historia” de Fukuyama, en particular gracias a su esperanzadora afirmación de que cuando todo se termine, habrá no una sola “última persona”, sino una pareja de gemelos viables: un neoliberal y un socialdemócrata» (Bohle y Greskovits 2009: 382). En conjunto, el abordaje de las VoC parte de las siguientes premisas teóricas (Hall y Soskice 2001b): 1. La firma es la institución central de la economía capitalista, que participa en una serie de relaciones sociales fundamentales, que tienen en conjunto como objetivo coordinar la interacción entre los agentes principales de la economía capitalista: en las relaciones laborales (en lo que respecta a la coordinación de las negociaciones sobre las condiciones de trabajo y el salario con los representantes del trabajo organizado y otros empleadores); en la preparación profesional y la educación (lo que ha de garantizar su fuerza de trabajo); en la dirección corporativa (lo que tiene como objetivo garantizar el acceso a las finanzas); en las relaciones entre las firmas (ante todo, con los suministradores y los clientes, con el objetivo de garantizar la salida estable de la producción y el acceso a la tecnología); en las relaciones con los colaboradores (con el objetivo de asegurar su participación eficaz en el trabajo). 2. Existe la tendencia a la complementariedad entre las acciones de las firmas en diferentes esferas de las relaciones sociales —en otras palabras, cierto modo de conducta en una esfera por lo regular corresponde a cierto modo de conducta en otra. De esa manera, se forman variedades nacionales de capitalismo, que se basan en diversas configuraciones complementarias de coordinación entre las acciones de las firmas en diferentes esferas de las relaciones sociales. La ausencia de complementariedad, la hibridez entre diversas esferas, conducen a la ineficacia de la variedad nacional. 3. Dos formas de variedades complementarias (y por ende eficaces) de capitalismo son la economía de mercado liberal (que se basa en la concentración de las negociaciones en lo que respecta al nivel del salario al nivel de compañía, la ausencia de coordinación interramal en esta cuestión, el limitado papel de los sindicatos; en un débil sistema de preparación profesional e instrucción con participación de las firmas en presencia de un poderoso sistema de instrucción superior; en la limitación de los vínculos entre las firmas a relaciones en lo fundamental mercantiles; en la ines-
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tabilidad de los acuerdos entre los accionistas, la orientación a las inversiones de capital riesgosas, la permisibilidad de las fusiones inamistosas) y la economía de mercado coordinada (que se basa en la coordinación interramal del nivel del salario y un importante papel de los sindicatos; en un poderoso sistema de preparación profesional e instrucción con la participación de las firmas en presencia de un sistema bastante limitado de instrucción superior; en las relaciones consensuales entre firmas en la esfera del desarrollo tecnológico, la contención de la competencia en el mercado interno; en las relaciones estables entre los accionistas, la evitación de las inversiones de capital riesgosas, la limitación de las fusiones inamistosas). Un resultado de esas diferencias es la especialización en dos diferentes tipos de innovaciones: radicales en el caso de las economías de mercado liberales y graduales en el caso de las economías de mercado coordinadas. Las economías de mercado liberales se correlacionan con los países anglosajones, y las coordinadas, con los europeos continentales. Las variedades exitosas de capitalismo tienden a la reproducción, por eso son poco probables los cambios bruscos de los factores fundamentales del funcionamiento de la variedad nacional. Los primeros intentos de aplicar las VoC a la puesta de manifiesto de lo específico del capitalismo en los territorios de estados del Antiguo Pacto de Varsovia consistieron en la utilización acrítica de los conceptos originales de economías de mercado liberales y coordinadas y de la clasificación de los correspondientes países entre los dos tipos. Después, los investigadores consideraron como su tarea determinar la semejanza de tal o cual país euroriental a patrones de la configuración de las relaciones sociales propios de los principales estados capitalistas. En particular, Clemens Buchen y Magnus Feldman examinaron Estonia y Eslovenia como países que representaban, respectivamente, las economías de mercado liberal y coordinada (Buchen 2007; Feldman 2007). Mark Knell y Martin Srholec, apoyándose en los indicadores de la cohesión social (el nivel de desigualdad social, los impuestos máximos a los ingresos personales y la ganancia corporativa, el nivel de los gastos estatales), de la regulación de los negocios y el mercado del trabajo, propusieron una clasificación más compleja de los países: incluyeron Bielorrusia, Ucrania, Eslovenia, Croacia, Rumanía, Chequia y Uzbekistán en las economías de mercado coordinadas, y Bulgaria, Georgia, Moldavia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Estonia y Rusia, en las liberales (Knell y Srholec 2007). Se debe hacer mención aparte también del investigador progresista de origen ucraniano Vlad Mykhnenko, quien,
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en su comparación de la formación del capitalismo en Ucrania y Polonia sobre la base de la tipología ampliada de los capitalismos de Bruno Amable (Amable 2003), llegó a la conclusión de que en el momento de la investigación esos países representaban un tipo híbrido de capitalismo, uniendo en sí las peculiaridades institucionales de sus diferentes variedades. Pero ellos no formaban ninguna variedad «euroriental» o «postcomunista» aparte, mostrando tendencias a una evolución hacia ejemplos «clásicos» —el mediterráneo en el caso de Polonia y el eurocontinental en el caso de Ucrania (Mykhnenko 2005, 2007a, 2007b). En conjunto, las tentativas de aplicar acríticamente las variedades de capitalismo dadas de antemano del arsenal de las VoC no resultaron exitosas, lo que está ligado tanto a limitaciones teóricas generales como a lo específico de la formación del capitalismo en Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes. En particular, los investigadores que tienden al marxismo o las variantes críticas del institucionalismo, hacen énfasis en las deficiencias generales del paradigma teórico de las VoC que obstaculizan la adecuada comprensión de la esencia del capitalismo, de sus divergencias espaciales y transformaciones: 1. El funcionalismo y el economicismo en la comprensión del capitalismo como sistema de producción. La identificación del capitalismo con los aspectos técnicos de la coordinación dirigida a la complementariedad eficaz de las instituciones, conduce a una ruptura con la tradición clásica de la investigación del capitalismo como sistema de explotación, conflicto de clase y poder, condenado a una desestabilización periódica —una tradición propia de la mayoría de las corrientes históricamente existentes de la ciencia social (Ebenau 2013; Streeck 2010). En particular, la tentativa de examinar una variedad de capitalismo como resultado de la complementariedad institucional, incluida la complementariedad también en la esfera de las relaciones laborales, conduce a que el funcionamiento eficaz del capitalismo sea considerado como un interés común tanto del capital como de los trabajadores asalariados. Esto conduce a la pérdida de la comprensión de las diferencias entre las formas nacionales de capitalismo como, entre otras, de las diferencias en el balance de fuerzas en el curso del conflicto de clases entre el trabajo y el capital (Pontusson 2005). Como resultado, al poner de manifiesto muchas diferencias entre las economías nacionales, el abordaje de las VoC de hecho no dice nada sobre el capitalismo como tal (Bohle y Greskovits 2009; Bruff 2011; Streeck 2010).
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2. El nacionalismo metodológico, esto es, la tendencia a examinar el capitalismo sólo dentro de las fronteras nacionales. Para tal abordaje, las variedades de capitalismo se materializan como esencias plenamente autónomas. Como resultado, tiene lugar una pérdida de la comprensión del capitalismo como sistema global, cuya diferenciación espacial está condicionada por sus leyes internas de desarrollo. En vez de eso, es necesario examinar, no las variedades de capitalismo, sino el «capitalismo diversificado» (Jessop 2012; Peck y Theodore 2007), partiendo de la toma de conciencia de la existencia de diversos niveles del capitalismo (global, regional, nacional, subnacional) y tomando en cuenta tanto la especificidad como la dependencia y condicionamiento mutuo de los mismos. Al nacionalismo metodológico está estrechamente ligado también el eurocentrismo de ese abordaje, su poca adaptabilidad para la investigación de las sociedades que no figuran entre los principales países capitalistas. Se debe señalar que los autores del abordaje de las VoC, al clasificar los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, excluyeron conscientemente del examen a México, «puesto que éste sigue siendo un país “en vías de desarrollo”]» (Hall y Soskice 2001b: 21). Así pues, tratar de extender la tipología básica a otros países es un empleo de la fuerza en lo que respecta a la lógica misma de ese abordaje. 3. La antihistoricidad. El énfasis en la estabilidad de las variedades mediante la insistencia en la eficacia de las configuraciones complementarias, en realidad excluye la posibilidad de examinar el proceso de cambios (Ebenau 2013; Streeck 2010). En particular, con esto se puede explicar también cierta apologética socialdemócrata, propia del abordaje de las VoC, puesto que las limitaciones metodológicas no permiten ver la tendencia a la «neoliberalización diversificada» (Brenner et al. 2010), que transcurre de diferentes maneras en los diferentes países, pero es una tendencia general del desarrollo del «capitalismo diversificado». Aún menos oportuno es aplicar la versión ortodoxa de las VoC en las investigaciones de la formación del capitalismo en los territorios del antaño bloque oriental, porque este abordaje en principio es aplicado para la investigación de variedades constantes, y no del proceso de surgimiento (Bohle y Greskovits 2009). Todas estas limitaciones objetivas condicionaron un abandono de las tentativas de meter la realidad de los capitalismos eurorientales en el lecho de Procusto del esquema binario de Hall y Soskice. Sin embargo, esto no siempre significó un rechazo de la lógica básica de la teoría como tal: toda una serie de autores decidieron salir del marco de una tipología mani-
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fiestamente inconveniente, lo que, a pesar de todo, permitiría incluir los casos de la Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes en un contexto teórico más general. Las versiones considerablemente ampliadas del abordaje de las VoC se basan en la síntesis con otra autoproclamada teoría crítica de la época del «fin de la historia», que tiene un vínculo regional mucho más fuerte con Europa Oriental.
La «sociología neoclásica»: la crítica «bufonesca» La «sociología neoclásica» debe su aparición ante todo al conocido libro de Iván Szelényi, Gil Eyal y Eleanor Townsley, La construcción del capitalismo sin capitalistas (Szelényi et al. 2008 [1998]), que devino una de las más conocidas investigaciones de la formación de clases sobre las ruinas de las sociedades de tipo soviético. Antes de pasar al aspecto de contenido del análisis de la formación del capitalismo en la Europa Central y Oriental propuesto por estos autores, vale la pena detenerse en su credo metodológico, en el que ellos explicaron detalladamente su posición política y su comprensión del papel de la teoría crítica en las condiciones del capitalismo actual (Eyal et al. 2003). Ellos enfatizan que una característica clave del momento actual es la falta de una alternativa socialista realista al capitalismo, y esto genera inevitablemente interrogantes sobre las perspectivas de una ciencia social crítica. En su opinión, los científicos sociales pueden ser clasificados en cuatro tipos: los «sacerdotes», que critican la sociedad existente desde la posición de la alternativa utópica de un orden social mejor; los «reyes-filósofos», que aspiran al orden social ideal, que se basa en sus ideas de lo debido, pero no tienen una función crítica en lo que respecta a la sociedad existente; los «ingenieros» o los «hechiceros», que realizan investigaciones empíricas al servicio de los intereses de sus clientes; y los «bufones», que unen la dedicación a las investigaciones empíricas con el abordaje crítico de la sociedad existente, que se manifiesta en la demostración del carácter casual y la índole absurda de las configuraciones supuestamente naturales e invariables de la misma, pero no aspiran a su transformación radical. A la posición metodológica que corresponde al punto de vista del «bufón» ellos la llaman análisis irónico: Precisamente porque el analista irónico no utiliza el «punto de vista crítico», él o ella no tienen que formular afirmaciones positivas sobre las soluciones más deseables o las mejores. El análisis
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irónico sólo ha de convencer de que existe una serie de soluciones posibles, y acepta y clasifica esas soluciones como deseables. Así pues, la ironicidad es lo opuesto de la seriedad. La seriedad presupone la fe en la superioridad del punto de vista propio. El analista irónico no tiene tal posición de alta moral y quiere convencer a los otros de que ellos tampoco tienen fundamentos para ella. (Eyal et al. 2003: 9) Esta ironía se manifiesta, en particular, en el escepticismo en lo que respecta a las extendidas ideas sobre la fuerza homogeneizadora de la globalización y la pretensión de la ciencia económica de ser apta para la descripción universal de la conducta. En cambio, ellos proponen el programa investigativo de la sociología neoclásica como un regreso a la investigación del capitalismo (que era el principal objeto de la sociología clásica) con una toma en cuenta de las diferencias entre las instituciones sociales y las relaciones de clase en las diversas sociedades capitalistas de resultas de las diferencias en los procesos de génesis del capitalismo, y también con la incorporación activa de un peculiar análisis de clase. El análisis de clase que utilizan Szelényi, Eyal y Townsley, se basa en la unión de las teorías de Max Weber y Pierre Bourdieu: en el deslinde de los conceptos de clase y estatus y la diferenciación de las formas del capital (económico, político, cultural), cuya influencia es diferente en las diferentes sociedades. En su investigación de la formación de clases en Europa Central y Oriental ellos trataron de demostrar que la formación de las relaciones capitalistas fue una transición, de una jerarquía de estatus de la sociedad comunista (¡sic!), que se apoyaba en la dominación del capital político, a la estructura de clases postcomunista en la que el capital cultural desempeña un papel principal. En el proceso de transición al capitalismo desempeñó un papel clave la «burguesía cultural» (o sea, el estrato de la inteliguentsia que identificó conscientemente su papel con el favorecimiento de la transición al capitalismo), que tuvo su origen en la alianza de los intelectuales disidentes y los gerentes tecnócratas. Un resultado de tal configuración de clases llegó a ser la falta de la importante capa de la gran burguesía, y, después, la formación de un «capitalismo sin capitalistas»: aquí el capital económico está representado predominantemente por las corporaciones extranjeras.2 Por otra parte, la variante de 2
Véase una versión, marxista por su retórica, de este argumento en Tamás 2011.
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Rusia y, en general, de la Comunidad de Estados Independientes ellos la consideraron como una sociedad de «capitalistas sin capitalismo», o sea, una unión del gran capital con la ausencia de las instituciones básicas de la sociedad capitalista (Szelényi et al. 2008 [1998]). Se debe señalar que el análisis propuesto en este libro fue limitado conscientemente, porque evaluó cierto estado intermedio de la formación del capitalismo. En particular, como subraya Szelényi en un trabajo aún reciente, al evaluar el estado actual de las nuevas sociedades capitalistas, el concepto de «capitalismo sin capitalistas» ya no es apto para caracterizar a Europa Central por la persistente formación de una «burguesía de propietarios», y el concepto de «capitalistas sin capitalismo» ya no se puede aplicar a Rusia (Szelényi 2010: 2). Sin embargo, la óptica teórica de los autores de La construcción del capitalismo sin capitalistas tenía problemas mucho más fundamentales que la simple no correspondencia de la situación de mediados de los años 90 pintada en el libro al momento en curso: 1. Ante todo, se debe hablar de una verdadera sustitución de la investigación del capitalismo como tal por las investigaciones de su génesis. Además, en sus formulaciones clásicas la sociología neoclásica realmente no dice nada sobre el carácter de la reproducción del capitalismo y sus contradicciones sociales (Burawoy 2003 [2001]). 2. Como en el abordaje de las VoC, la sociología neoclásica no está libre del nacionalismo metodológico, porque evita el examen del capitalismo como sistema global. Esto conduce a que tras «la pluralidad de capitalismos» se pierden las diferencias entre «núcleo y periferia, desarrollo y ausencia de desarrollo» (Burawoy 2003 [2001]: 27). Además, el concepto mismo de «capitalismo sin capitalistas» confunde más de lo que aclara. La ausencia temporal de una «burguesía de propietarios» de origen nacional en la Europa Central y Oriental no es ausencia de una clase capitalista, porque el proceso de formación de clase aquí tuvo un carácter transnacional, y el contenido teórico de los conceptos de clase y formación de clase no permite poner entre paréntesis el papel del capital extranjero (Holman 2010). Precisamente la necesidad de tomar en cuenta el «segundo» factor causó el viraje activo a la categoría de dependencia en las investigaciones del capitalismo en los países del otrora bloque soviético.
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De las instituciones a la dependencia Tal vez el primer ejemplo de síntesis del abordaje de las VoC y la sociología neoclásica que llegó a la problemática del carácter dependiente de por lo menos las formas particulares de capitalismo en Europa Oriental, fue el trabajo de Lawrence King (King 2007). En general, King se caracteriza por una actitud bastante crítica hacia los principios básicos del abordaje de las VoC (King 2010), que se une a la conservación de la terminología propia de ese abordaje. King parte, con razón, de que el traslado mecánico de la contraposición de las economías de mercado liberales y coordinadas y la búsqueda de correspondencias a esos «tipos ideales» en sociedades concretas de la Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes son improductivos —ante todo, porque a esas sociedades las unen muchas más cosas que las que las separan. En particular, rasgos importantes de esas sociedades son la desmovilización política de la clase obrera y el atraso tecnológico en comparación con los países capitalistas principales. Por eso los factores principales de la delimitación entre los países que no hace mucho pasaron al capitalismo llegan a ser, para King, la existencia de un Estado burocrático racional (en la comprensión weberiana) y qué fuerza social desempeña en la sociedad el papel de gran burguesía (el capital extranjero o las camarillas de patronos y clientes; es fácil ver en esto tanto un desarrollo como una herencia de la teoría de Szelényi). De resultas, King distingue dos variedades fundamentales de capitalismo en los territorios del otrora bloque soviético: el capitalismo dependiente liberal (del cual son propios la dominación del capital extranjero; las formas mercantiles de coordinación; las instituciones políticas liberales; la especialización para la exportación industrial) y el capitalismo patrimonial (del cual son propios la dominación de los grupos industrial-financieros de origen nacional, la formación de los cuales es política en una considerable medida; la unión de la coordinación mercantil con la extra-mercantil; el autoritarismo multipartidista; la especialización en exportación de materia prima). La formación del capitalismo patrimonial, desde el punto de vista de King, es resultado de la política neoliberal radical del «capitalismo desde arriba» al comienzo de la transición al capitalismo (la liberalización de los precios, la privatización masiva): el declive económico provocado por la desintegración de los vínculos económicos y por el carácter limitado de la ingerencia estatal, condujo al descontrolado «saqueo de los activos» (con
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una consolidación ulterior de los grupos industrial-financieros), el desalojo parcial de los trabajadores en la economía natural y el aumento del papel de los vínculos personales con la gerencia (lo que condujo regularmente al declive de la conciencia de clase). Por otra parte, la estrategia del «capitalismo desde abajo», propia de las economías dependientes liberales de la Europa Central y Oriental, tendía más al neoliberalismo al nivel de la retórica, pero lo introdujo menos en la práctica (lo que se manifestó, por ejemplo, en el proceso limitado y diferido de la privatización masiva). Otra variante del abordaje no-marxista de la dependencia la propuso Béla Greskovits (Greskovits 2009 [2005]). Este autor parte de la demarcación de la región en países del seminúcleo (los países de Visegrád, es decir, Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría), de la semiperiferia (los países del Báltico y la Europa Suroriental) y de la periferia (aquí él incluye los países de la Comunidad de Estados Independientes, que no examina detalladamente). Greskovits correlaciona la pertenencia de los países a tal o cual zona de la economía mundial con los sectores principales, a través de los cuales ella se integra en el mercado mundial, distinguiendo sectores «básico pesado», «complejo pesado», «básico ligero» y «complejo ligero». Mientras que los sectores complejos dan la posibilidad de crear una configuración de fuerzas sociales que puede conducir a la formación de un «estado flexible que favorece el desarrollo», los sectores básicos se tropiezan con las «trampas del desarrollo». El sector «básico ligero» está representado por producciones que es muy fácil trasladar a otros países; así pues, se apoya en la fuerza de trabajo barata y flexible y una exigua regulación estatal en la esfera de la defensa de los derechos laborales y la seguridad social. El sector «básico pesado», que es controlado por la gran burguesía, ejerce una influencia decisiva en la política estatal, inclinada por eso a bloquear cualquier cambio brusco que pueda romper esencialmente el balance de las fuerzas económicas y políticas. En otro trabajo, escrito en coautoría con Lászlo Bruszt (otro conocido representante de la sociología neoclásica), Greskovits coloca la experiencia euroriental en el contexto mundial del desarrollo dependiente y enfatiza que la dependencia dejó de ser la antítesis de la industrialización, y que el éxito de la política del desarrollo dependiente está condicionado en considerable medida por la capacidad regulativa del Estado y el carácter de su participación en los «regímenes de integración transnacionales». Precisamente esas dos circunstancias, en opinión de los autores, condicionan el relativo éxito de la Europa Central y Oriental en comparación con la Co-
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munidad de Estados Independientes y la América Latina (Bruszt y Greskovits 2009; véase también Bruszt 2012). Más tarde Greskovits junto con Dorothee Bohle formuló una tipología polanyana de los «regímenes postsocialistas», uniendo el examen del desarrollo dependiente con el análisis de la incorporación política de las demandas sociales para la creación de formas estables de dominación política (Bohle y Greskovits 2012; véase una de las siguientes secciones del presente artículo). La mayor dedicación del abordaje de las VoC en su investigación de la dependencia en la Europa Central y Oriental la demostraron Andreas Nölke y Arjan Vliegenthart (Nölke y Vliegenthart 2009), al proponer la «economía de mercado dependiente» en calidad de tercera variedad, que se basa en las propiedades específicas de las esferas que caracterizan la esencia de las variedades. La principal característica específica en esto es la influencia determinante del capital extranjero, que está representado por las corporaciones transnacionales, lo que diferencia radicalmente la economía de mercado dependiente de las variedades de capitalismo en los estados capitalistas principales. En su opinión, esa variedad se basa en la dependencia respecto de las jerarquías corporativas en el seno de las corporaciones transnacionales como mecanismos de coordinación; en las inversiones extranjeras directas y los bancos con capital extranjero como factores de las inversiones; en el control por parte de las principales oficinas de la corporación como modos de dirección corporativa y transferencia intracorporativa de las innovaciones; en la disponibilidad del trabajo calificado, las relaciones con el cual se regulan al nivel de acuerdos internos, y los limitados gastos en su preparación en la esfera de las relaciones laborales y la instrucción. En conjunto, desde su punto de vista, tal variedad de capitalismo tiene una relativa ventaja institucionalmente determinada en la esfera de las plataformas recolectoras para las mercancías industriales semiestandarizadas. A pesar de los resultados económicos relativamente exitosos (en comparación con otros países eurorientales), esta variedad de capitalismo alberga contradicciones entre los sectores orientados a la exportación y «los que están excluidos o llevan sobre sí la carga provocada por los generosos estímulos que los gobiernos utilizan para atraer las inversiones extranjeras directas» (Nölke y Vliegenthart 2009: 696-697). En la Europa Central y Oriental esta definición de la economía de mercado dependiente corresponde plenamente sólo a los países del grupo de Visegrád (Polonia, Chequia, Hungría y Eslovaquia). Un problema de esta conceptualización es el tratamiento muy estrecho de la dependencia, que
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reduce la variedad de sus formas sólo al papel que desempeñan en el seno del país las inversiones extranjeras en el capital industrial (o sea, rechaza las formas comercial, crediticia y otras de la dependencia, y en general elude el examen de la esencia de ese fenómeno), por lo cual a esta comprensión de la dependencia corresponde una cantidad bastante insignificante de países en el mundo.3 En tentativas ulteriores de desarrollar este abordaje Cornel Ban subrayó que Rumanía también comenzó a corresponder a los criterios empíricos de inclusión en las economías de mercado dependientes según Nölke y Vliegenthart. Además, él hizo énfasis en la necesidad de tomar en cuenta los factores financieros de la dependencia (Ban 2013). La idea de la heterogeneidad interna en unión con la dependencia es apoyada activamente por Roderick Martin. Él insiste en la toma en cuenta del contexto histórico de la formación del capitalismo en la Europa Central y Oriental. Afirmando el punto de vista del carácter dependiente o periférico de la integración de esos países al capitalismo mundial (Martin 2013: 196), este autor, a la vez, considera que por sí sola esa caracterización es insuficiente para la evaluación omnilateral del desarrollo capitalista en la región. Al capitalismo en la Europa Central y Oriental lo considera como un capitalismo segmentado, o sea, un capitalismo que se compone de segmentos estatal, privatizado, recién creado e internacional vinculados entre sí de una manera relativamente débil. Por ende, lo propio del capitalismo dependiente en la Europa Central y Oriental no es el dualismo, sino una segmentación más compleja (Martin 2013: 221-242). Sin duda, la más amplia tipología de las formas de integración internacional y variedades de capitalismo propias de ellas en los países de la Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes la propusieron Martin Myant y Jan Drahokoupil (Myant y Drahokoupil 2011). Su abordaje se basa en la distinción de las formas concretas de integración a la economía mundial y la determinación de los factores institucionales que las formas señaladas favorecerían. En otras palabras, unas formas de integración dependiente son más exigentes que otras, lo que conduce a 3
Se debe señalar que, en opinión de Nölke, son propias de la mayoría de los países periféricos «economías de mercado penetradas por el Estado», caracterizadas por la dominación de «clanes» (cierta simbiosis de capital nacional y poder estatal), una limitada admisión de capital extranjero y un nivel extraordinariamente alto de desigualdad social (Nölke 2012; Nölke y Claar 2013).
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relaciones político-sociales cualitativamente diferentes de resultas de la dependencia. Myant y Drahokoupil distinguen las siguientes formas (Myant y Drahokoupil 2011: 302-310): — la dependencia respecto de las inversiones extranjeras directas en la producción compleja orientada a la exportación (la más exigente en cuanto a la estabilidad económica, la capacidad del Estado y la calificación de la fuerza de trabajo); — la dependencia respecto de la producción compleja orientada a la exportación sin inversiones extranjeras directas (el único ejemplo importante es Bielorrusia); — la dependencia respecto de las inversiones extranjeras o subcontratos de las compañías transnacionales en la producción simple (ropa, calzado, componentes simples; una exigencia clave es el bajo precio de la fuerza de trabajo, pero son importantes también ciertas garantías jurídicas); — la dependencia respecto de la exportación de materias primas (puesto que esta producción es bastante simple, no tiene exigencias especiales en cuanto al contexto social, por eso no favorece su desarrollo); — la dependencia respecto de las remesas y ayudas extranjeras (no tiene exigencias importantes en cuanto al desarrollo social); — la dependencia respecto del crecimiento financiarizado (no forma una variedad aparte, complementa otras formas de dependencia). El papel principal de tal o cual forma de integración internacional es fundamental para la formación de esas variedades de capitalismo (Myant y Drahokoupil 2011: 310-312): — economías de mercado secundarias dependientes de las inversiones extranjeras directas (el grupo de Visegrád) con sistemas políticos democráticos, integrados en la Unión Europea y con una producción industrial compleja, que posee una posición secundaria en las redes productivas internacionales; — economías de mercado periféricas (los países del Báltico y Europa Suroriental) con sistemas políticos democráticos, pero una especialización exportadora considerablemente menos estable, por lo cual esos países no raras veces dependen también de remesas y financiación externas; — capitalismo oligárquico o clientelista (la mayoría de los países de la Comunidad de Estados Independientes) con sistemas políticos autoritarios, fusiones íntimas de capital y poder, y un sistema no muy desarrollado de seguridad jurídica y social por su escasa importancia para la integración sobre la base de las materias primas;
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— «Estados de orden» (varios países de la Comunidad de Estados Independientes), que sólo realizaron reformas limitadas, que se caracterizan por el papel principal del Estado en las decisiones económicas fundamentales y un alto nivel de seguridad social, lo que condiciona el apoyo del régimen autoritario; — los estados dependientes de remesas y ayudas (los estados más pobres de la Comunidad de Estados Independientes y Europa Oriental); una posible evolución de estos países hacia las economías de mercado periféricas. Además, Myant y Drahokoupil demostraron estadísticamente un claro vínculo entre las formas de dependencia y el curso de la crisis económica del año 2008, puesto que precisamente la forma de integración es un factor fundamental de las sensibilidades a los shocks provocados por el mercado mundial (Drahokoupil y Myant 2012; Myant y Drahokoupil 2012). En general, la valoración de la dependencia como fenómeno clave para el desarrollo es bastante ambivalente, puesto que «algunas formas de “dependencia”, sin duda, son más deseadas que otras» (Drahokoupil y Myant 2012: 132). Los autores sobre cuyos trabajos se vierte luz en esta sección del artículo pudieron crear las valoraciones absolutamente más sólidas de las manifestaciones específicas del desarrollo capitalista (por lo menos en el caso de la Europa Central y Oriental —las investigaciones de otras regiones del otrora bloque soviético han sido, a pesar de todo, demasiado episódicas—). Más aún, se puede hablar de la formación de una peculiar variante euroriental de la teoría de la dependencia, lo que se diferencia mucho de los análogos clásicos por la especificidad no sólo regional, sino también metodológica. Si para los investigadores latinoamericanos las fuentes metodológicas fundamentales fueron la macroeconomía keynesiana (en el caso de la teoría estructuralista de la dependencia) o la economía política y la sociología marxistas (en el caso de la teoría marxista de la dependencia), un rasgo típico de la nueva variante euroriental de la teoría de la dependencia es la unión innovadora de las teorías socioeconómicas actuales con la problemática crítica de la dependencia. Estos investigadores delinearon de manera bastante precisa las formas específicas de dependencia propias de la región (aunque no raras veces restringieron el tratamiento de la misma), las divergencias entre las diversas variantes, el potencial y el carácter limitado del desarrollo capitalista de la región. Ya sólo eso los hace absolutamente indispensables para los científicos sociales críticos con una disposición anticapitalista.
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Pero no se puede sobrevalorar el grado de criticidad de estos trabajos, que, a pesar de todo, siguen estando cautivos del «realismo capitalista». Los conocimientos positivos que obtienen estos científicos, es necesario unirlos con la perspectiva intelectual socialista, y criticar el capitalismo euroriental actual no sólo desde las posiciones de su perfeccionamiento mediante la adaptación a formas más «exitosas» de desarrollo dependiente, sino también desde el punto de vista de la posibilidad de su superación como orden social. Esto nos obliga a recurrir a las teorías sistema-mundiales y marxistas de los nuevos capitalismos.
El análisis sistema-mundial: ¿cautivo de las «largas duraciones»? Como teoría social, el análisis sistema-mundial parte de la necesidad de investigar los procesos de larga duración (longue-durée), en lo cual el principal objeto de análisis ha de ser el sistema-mundo como sistema con una distribución del trabajo cerrada. Hasta ahora existe sólo un sistema-mundo actual: la economía-mundo capitalista, uno de cuyos rasgos clave es la distribución axial del trabajo en zonas espaciales: el centro, la periferia y la semiperiferia como zona intermedia (véase, por ejemplo, Wallerstein 2006 [2004]). Así pues, en la investigación de países o regiones particulares este abordaje se concentra en los procesos de ingreso al sistema-mundo o de traslado entre diferentes zonas de la economía-mundo, y el examen de los procesos dentro del país está subordinado en considerable medida a su papel en la reproducción o el cambio de la situación sistema-mundial. Pero ¿cuán exitosas fueron las versiones «puras» de este abordaje en la investigación de lo específico del capitalismo en la Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes? De un lado, los partidarios del sistema-mundo lograron colocar exitosamente las dos últimas décadas en el contexto de las tendencias históricas de larga duración, demostrando cómo en el curso de los siglos cambió el carácter de la interacción de países particulares o de una región con los centros del sistema-mundo (Derluguian y Wallerstein 2012; Kagarlitski 2009; Komlosy y Hofbauer 2008; Derluguian 2011; Hofbauer y Komlosy 2000; Holubec 2010). En esto le prestaron una atención especial al fenómeno del sistema soviético como forma radical de dictadura del desarrollo nacional, que no devino socialista en la comprensión tradicional de esta palabra y no pudo rebasar los límites de la lógica del funciona-
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miento de la economía-mundo capitalista, pero pudo durante largo tiempo oponerse a las tendencias de periferización, volver a las cuales constituye precisamente el contenido social de las transformaciones. Un abordaje más matizado es el que propone Salvatore Babones (Babones 2013), para quien la transición al capitalismo en Rusia y los países del grupo de Visegrád devino un regreso a su situación presoviética «normal» en el sistemamundo, como a principios y a mediados del siglo xx respectivamente. Pero, como escribe Babones, la situación sistema-mundial de esos países en el período de existencia de los sistemas de tipo soviético en comparación con las tendencias históricas era diversa, porque para Rusia este período se caracterizó por una aceleración del crecimiento económico, y para los países de Visegrád, por su ralentización. Las deficiencias del abordaje del sistema-mundo son la prolongación regular de sus logros y lados fuertes, puesto que el carácter abstracto de las valoraciones del estado del capitalismo en la Europa Central y Oriental y la Comunidad de Estados Independientes, de las formas corrientes de su dependencia de los centros, de las fuerzas sociales y los conflictos sociales, no raras veces lo hacen poco informativo. Si por el libro del destacado estudioso sistema-mundial ruso Borís Kagarlitski, dedicado a la historia sistema-mundial de Rusia, uno puede enterarse por lo menos del exiguo contenido de los cambios políticos y económicos que diferencian el período de Putin del de Yeltsin (Kagarlitski 2009: 518-569; véase una perspectiva análoga también en Christensen 2013 y Simon 2009), los últimos trabajos del fundador y clásico del análisis sistema-mundial Immanuel Wallerstein y su discípulo Georgi Derluguian, dedicados a Rusia, no contienen siquiera eso, deshaciéndose casi por completo en las precondiciones históricas del estado de cosas actual. El único aspecto interesante de esos artículos que se aplica directamente al momento en curso, es el análisis de los obstáculos estructurales al mejoramiento de la situación sistema-mundial, entre los que figuran el agotamiento del poderío militar y geopolítico como factor de la pretensión a una posición central en el sistema-mundo mediante el desplazamiento del conflicto militar a la periferia; el agotamiento del campesinado como fuente de recursos que se pueden dirigir a la modernización; y la condición corrompida de la burocracia estatal (Derluguian 2011: 230-231). Por eso estos autores vinculan el mejoramiento de la situación sistema-mundial ante todo con la lucha contra la corrupción, pero la variante de las «purgas» desde arriba es limitada en cuanto a probabilidad y eficacia, y la variante de la presión desde abajo, que se
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inspiraría en la ideología liberal o socialdemócrata, poco compatible con la situación del sistema-mundo existente, mientras que la movilización nacionalista es potencialmente fatal para un país multinacional. Por eso la más probable variante de la movilización ideológica orientada a la racionalización del Estado, es el leninismo como ideología de la formación del estado y la modernización, capaz de oponer resistencia al chauvinismo (Derluguian y Wallerstein 2012: 51-56). El análisis histórico de la dinámica de la situación sistema-mundial de la Europa Central y Oriental, que propusieron Andrea Komlosy y Hannes Hofbauer, contiene un interesante análisis de las trampas con las que tropezaron las anteriores tentativas de superar la condición periférica, características también de la situación actual en la región (Komlosy y Hofbauer 2008). Los autores distinguen una trampa del crecimiento (vinculada a la orientación al desarrollo en persecución, que nunca llega a ponerse a la par del cambio de las principales tecnologías en los centros del sistemamundo), una trampa nacional (que consiste en el papel negativo del nacionalismo político respecto a la independencia económica nacional), una trampa de la deuda (que acompaña a la trampa del crecimiento y consiste en que la importación de tecnología es financiada a cuenta de préstamos de los centros) y la trampa de la militarización (que conduce al agotamiento de los recursos del desarrollo). Mucho más interesantes parecen las investigaciones estadístico-económicas sistema-mundiales que operacionalizan las categorías sistemamundiales en la apariencia de datos cuantitativos y dan un cuadro comparativo de la situación de los países que pertenecían a los estados de tipo soviético, en el contexto tanto de las transformaciones regionales como de los procesos generales para todo el sistema-mundo. József Böröcz parte de que la división del sistema-mundo en centro, periferia y semiperiferia ha de ser complementada también con la toma en cuenta de la importancia económica externa (Böröcz 2012). La pertenencia de un país a una zona del sistema-mundo se determina por su eficiencia económica, o sea, por la relación de su PIB per cápita con el PIB per cápita medio mundial. O sea, a la semiperiferia, convencionalmente, pertenecen los países con un PIB per cápita entre el 50% y el 200% del medio mundial. La importancia económica externa la determina el porciento del PIB mundial que ha sido producido en el seno del país. Como muestra Böröcz, desde mediados de los años 60 hasta comienzos de los 70 tuvo lugar una disminución tanto de la eficiencia económica
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como de la importancia económica global al nivel tanto del Consejo de Ayuda Mutua Económica y la Organización del Tratado de Varsovia (organizaciones que reunían a estados de tipo soviético) como de varios países del «socialismo de estado». O sea, el «socialismo de estado» perdió la competencia al nivel de los sistemas, y la erosión de la posición del bloque soviético precedió en considerable medida los cambios políticos y la transición al capitalismo. Si hablamos del período posterior al «socialismo de estado», los cambios de la eficiencia económica tuvieron lugar según la lógica de la V cursiva: una brusca disminución después de la cual tuvo lugar cierta restauración de la posición, no necesariamente al nivel anterior, mientras que la importancia económica de ninguno de esos países alcanzó el nivel del año 1989 (esto obliga a Böröcz a hacer la observación de que las ideas nacionalistas del canje de la importancia geopolítica de los estados federativos por el mejoramiento de la situación sistema-mundial de los estados independientes recién formados son, en general, falsas, y el único ejemplo de tal mejoramiento mediante la secesión llegó a ser Eslovenia; Böröcz 2012: 114). Otra conclusión importante de Böröcz es que el sistema-mundo está organizado según el principio del juego de suma cero. La pérdida de la importancia geopolítica por los países eurorientales del «socialismo de estado» en una escala de aproximadamente el 5% del PIB mundial fue absorbida casi completamente por el reforzamiento de la importancia geopolítica de China y la India en un 4,3%. Incluso se puede decir que esta declinación del bloque soviético debilitó el conflicto global por la redistribución entre el Asia oriental y los centros (Böröcz 2012: 118). En general, la investigación de Böröcz muestra la asombrosa analogía de los cambios en los parámetros sistema-mundiales fundamentales en todos, sin excepción, los países capitalistas surgidos de las ruinas del «socialismo de estado» (independientemente de su política y formas de dependencia), y esa igualdad no es posible compararla con la variedad de la tendencia propia del período soviético. Otra conclusión clave es que la dinámica de los indicadores sistema-mundiales de los países del otrora bloque soviético es radicalmente distinta de la de los «estados socialistas que favorecen el desarrollo»: China y Vietnam. Se debe hacer mención aparte de un investigador como David Lane (sus numerosos trabajos, publicados a lo largo de muchos años, están reunidos en Lane 2014). En conjunto, se trata de un autor muy ecléctico, que une elementos del abordaje de las VoC, análisis de sistema-mundo y de clase, pero lo examino en esta sección del artículo por su incuestiona-
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ble entrega al socialismo como alternativa viable al capitalismo postsoviético actual. Si resumimos su investigación de los capitalismos que se formaron sobre las ruinas del «socialismo de estado», entonces él parte del diferente grado de dependencia de los países de la Europa Central y Oriental — nuevos miembros de la UE— y los países de la Comunidad de Estados Independientes, ante todo Rusia y Ucrania. Los países de la Europa Central y Oriental son periféricos por una más fuerte dependencia de la exportación y la importación y del capital extranjero (como muestra otra comparación suya, los países de la América Latina, que son un ejemplo clásico de capitalismo periférico, según los indicadores estadísticos fundamentales de dependencia poseen una posición intermedia entre la Europa Central y Oriental y Rusia y Ucrania; Lane 2012). Esto le permite suponer la posibilidad de una transformación de Rusia y Ucrania en un contrapeso al núcleo del sistema-mundo, junto con China, lo que puede favorecer el desarrollo de esos países en una dirección socialista de mercado. Sin embargo, la posibilidad de evaluar adecuadamente la dependencia sólo sobre la base de los factores estadísticos, desvinculada de un análisis más de contenido de las relaciones sociales, es bastante dudosa. Ideas interesantes expresan también los autores de investigaciones que están menos apegados al análisis sistema-mundial ortodoxo y más cercanos a las formas clásicas de la teoría marxista de la dependencia. En particular, se pueden hallar fructíferas delimitaciones analíticas en un trabajo de Joachim Becker y Johannes Jäger (Becker y Jäger 2010). Ellos proponen una síntesis de la teoría francesa de la regulación (abordaje marxista que trata de explicar la relativa estabilidad del desarrollo capitalista mediante los conceptos de régimen de acumulación y modo de regulación) y la teoría clásica de la dependencia. La base para su tipología es la delimitación entre acumulaciones productivas y financieras, extensivas e intensivas (o sea, la producción de una plusvalía absoluta o relativa en la producción industrial), y orientadas al interior y orientadas al exterior. La síntesis de estos conceptos analíticos conduce a los investigadores a distinguir dos formas de regímenes de acumulación en el contexto del desarrollo dependiente en la Europa Central y Oriental: la industrialización dependiente (el cuarteto de Visegrád y Eslovenia) y la financierización dependiente (el Báltico y Europa Suroriental). Como mostró el curso de la crisis del año 2008, la industrialización dependiente como régimen de acumulación sensibiliza a la disminución de la demanda de producción para la exportación, y la financierización dependiente, a las crisis de la deuda y al
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brusco cese de la afluencia de capital especulativo. Se puede decir que las conclusiones de Becker y Jäger son bastante cercanas a las de los teóricos caracterizados en la sección anterior del presente artículo, o sea, sus ideas heurísticas se pueden fundamentar en categorías básicas de la teoría marxista. En general, muchos investigadores que es posible incluir en esta orientación un tanto convencional, se caracterizan por una mayor atención a los problemas de la dependencia financiera como factor principal de la dependencia de los países eurorientales en las condiciones actuales (Nesvetailova 2004; Raviv 2008; Samary 2010; Sommers y Berzins 2011; Vliegenthart 2010).
Marxismo sin dependencia Algunos teóricos marxistas tratan de explicar el capitalismo postsoviético sin utilizar la categoría de dependencia —y, en mi opinión, es esta velada crítica de las teorías de la dependencia no marxistas y marxistas la que en los últimos años permite pasar a una nueva síntesis en la comprensión teórica de la naturaleza y lo específico de las nuevas sociedades capitalistas. Hasta las negaciones radicales de la existencia del capitalismo en la Comunidad de Estados Independientes pueden conducir a conclusiones interesantes. Por ejemplo, Hillel Ticktin parte de que actualmente estamos observando no un capitalismo, sino una «desintegración del stalinismo» (la propia palabra «stalinismo» para él es un concepto genérico, que significa los regímenes parecidos al soviético; desde su punto de vista, esos regímenes son formas transicionales que se detuvieron en el desarrollo, porque no tenían leyes propias de movimiento semejantes a la ley del valor en las condiciones del capitalismo) (Ticktin 2002). El declive político del «stalinismo» no condujo a un restablecimiento de las relaciones de producción capitalistas, sino a la continuación de su desintegración, porque, como afirma Ticktin, aquí las categorías de valor, de capital, de clase, sólo pueden ser aplicadas formalmente (sin embargo, él no aclara qué relleno de contenido deben tener). Al examinar ante todo a Rusia, Ticktin observa que el régimen de Putin se apoya en los altos precios de los portadores energéticos, porque se caracteriza por la suspensión de la desintegración, pero no por el cambio del orden social en la situación postsoviética (Ticktin 2008). De los trabajos de Ticktin no se entiende mucho si tal suerte la corrió todo el «stalinismo», también en la Europa Central y Oriental, o sólo su continuación zombi en los territorios de la actual Comunidad de Estados Independientes.
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Una variante mucho más interesante de transición incompleta al capitalismo fue propuesta por el sociólogo de los movimientos obreros Simon Clarke (Clarke 2008). Éste afirma que el capitalismo ruso se caracteriza por una unión contradictoria de la globalización capitalista y las relaciones de producción soviéticas (que él considera un modo no socialista de producción aparte), y es pertinente describir el sistema existente como un sometimiento incompleto del trabajo al capital. Las ganancias de las compañías casi no se distinguen por inversiones productivas en la producción (esto es, lo que Marx caracterizó como plusvalía relativa y sometimiento real del trabajo al capital, a diferencia del formal), y la gerencia también se sigue basando predominantemente en las relaciones informales con los trabajadores, o sea, continúa en cierta medida tradiciones soviéticas. Por último, parece potencialmente muy interesante la incorporación de la idea de León Trotsky sobre el desarrollo desigual y combinado a la investigación de los casos nacionales de transición al capitalismo, pionera de la cual es Jane Hardy (Hardy 2007). Ella parte de que el desarrollo del capitalismo tiene un carácter desigual (ligado a la acumulación de pobreza en un polo del sistema, y de riqueza en el otro), combinado (entrelazado globalmente) y comprimido (lo que admite la posibilidad de saltos históricos, de una impetuosa superación de estadios, de la ventaja del atraso). Como sustrato socio-relacional del desarrollo desigual y combinado se considera la ley del valor. Como expresó otro partidario de este abordaje, «este relato hace énfasis en la importancia de las condiciones locales (las dimensiones y papeles históricos e institucionales del Estado) como clave para la variedad de la incorporación de esos países a la economía global» (Fabry 2011: 216). Aunque por ahora esta teoría sigue presente más bien como una idea heurística que como un instrumento metodológico de investigación, se puede suponer que tiene un gran futuro gracias al renacimiento general (y la saturación con nuevo contenido) de la concepción del desarrollo desigual y combinado en disciplinas tales como las relaciones internacionales y la sociología histórica (Anievas 2010). Algunas de las ideas examinadas en esta sección del artículo, influyeron en la más reciente generación de teorías marxistas, que unen dialécticamente la atención a la explicación de las formas peculiares de relaciones sociales que surgieron sobre las ruinas de los sistemas de tipo soviético —en particular, de las formas específicas del valor—, con la argumentación en favor de la importancia de la dependencia del capitalismo global
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como resultado de lo específico de esas relaciones básicas para la sociedad capitalista.
Búsquedas de una nueva síntesis En la obra de Martin Upchurch (Upchurch 2012) se puede hallar un ejemplo de elaboración de una concepción del desarrollo desigual y combinado que traspasa en gran medida sus límites y se acerca a la teoría de la dependencia. Los problemas centrales que trata de esclarecer Upchurch son la falta de convergencia económica entre el Occidente y el Este de Europa y la considerable influencia de la «disfuncionalidad», en la que él incluye «las formas no eficaces de regulación de mercado, el trabajo informal y/o ilegal, la falta de atención a la supremacía de la ley, y también los problemas duraderos de la criminalidad, la corrupción y los modelos de gobernanza basados en la captura del Estado» (Upchurch 2012: 113) — esto es, lo que para muchos en general excluye la posibilidad de clasificar la sociedad como capitalista. Aduciendo una gran cantidad de datos que ilustran esas dos peculiaridades de las sociedades capitalistas eurorientales, Upchurch rechaza consecuentemente las explicaciones del mainstream («el colapso del mercado»), institucionales y marxistas («acumulación por desposeimiento» de David Harvey); en cambio, incorpora la teoría del desarrollo desigual y combinado a la solución de este problema. Él conviene con los representantes de esa teoría en que en la base de la explicación tiene que estar la ley del valor, que determina la competencia y el carácter desigual de los cambios tecnológicos. En su opinión, lo específico del funcionamiento de la ley del valor en las condiciones eurorientales es que el capital se apoya ante todo en la disminución de los gastos en fuerza de trabajo como principal mecanismo de la participación en la competencia global.4 Esto, por una parte, explica la falta de convergencia económica —porque este factor de la competencia se opone a la nivelación del desarrollo tecnológico. Por la otra, la minimización de los gastos en fuerza de trabajo es causa del ca4
Es curioso que aquí Upchurch de hecho repite ideas de algunos teóricos latinoamericanos de la dependencia que se apoyaban no en fenómenos externos, sino en la teoría del valor (Dussel 1993: 283-361; Marini 2008 [1973]). De hecho, Upchurch sacó de la teoría del desarrollo desigual y combinado conclusiones dependentistas que no se permitieron hacer los autores que postulaban la ley del valor, pero no estudiaron a fondo el mecanismo del funcionamiento de la misma.
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rácter informal y precarizado del trabajo, lo que necesariamente genera una propagación de la corrupción y otras formas de violación de la legalidad en la sociedad. El capitalismo «salvaje» surge no como una disfunción temporal, sino como un modus operandi normal de la transformación postcomunista (¡sic!). Las recetas ortodoxas no sólo profundizan los problemas del capitalismo salvaje, abriendo aún más las puertas a un comportamiento irregular de mercado y bloqueando la posibilidad de una convergencia económica. Lo más importante en el nivel de la estructura económica es que el proceso de transformación sigue estando indisolublemente ligado al modelo concreto de explotación del trabajo, lo que alimenta una asimetría económica más general entre el Este y Occidente. (Upchurch 2012: 126) Problemas parecidos trata de resolver Ruslan Dzarasov (su concepción está presentada con la mayor plenitud en Dzarasov 2013; para los lectores ucranianos, seguramente, será más sencillo recurrir a Dzarasov 2009, 2010, 2011). Un concepto clave que para él caracteriza lo específico del capitalismo postsoviético, es la renta de insiders, que él, mediante un descenso de lo abstracto a lo concreto, define como una forma concreta de la plusvalía, que desde el punto de vista de la economía política une en sí derivados de otro orden provenientes de la ganancia, el por ciento y la renta precapitalista con elementos de coerción extraeconómica. La renta de insiders como forma específica de la plusvalía está ligada a dos fuentes de la formación del capitalismo postsoviético: la degeneración del «Estado obrero deformado», cuya burocracia tuvo la posibilidad de disponer de la propiedad estatal con intereses de lucro, y la influencia del capitalismo global, en el que tuvo lugar la «revolución de los accionistas» en la dirección corporativa, la cual causó el fin de la delimitación del control gerencial y la propiedad, propia de las corporaciones occidentales a lo largo de varias décadas. La posibilidad de una apropiación de la plusvalía a través de la renta de insiders en el capitalismo postsoviético depende directamente de la existencia de una infraestructura de control, a la que pertenecen las estructuras de control externas («nubes offshore» de propiedad, vínculos políticos con la burocracia estatal, estructuras de protección externa de los derechos de propiedad) e internas (aprobación centralizada de decisiones, control y auditoría, servicios internos de seguridad) sobre las empresas por parte de los grandes insiders. En general, Dzarasov
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logra deducir de la renta de insiders como relación social toda una serie de rasgos específicos propios del capitalismo en los territorios de la otrora URSS: un alto nivel de control directo por parte de los propietarios, la ausencia de distinción de la propiedad respecto de la gerencia; un vínculo extraordinariamente estrecho de los negocios y su cobertura política; un bajo nivel de inversiones productivas en la producción (por una mala protección de la propiedad, el saqueo de las empresas por los insiders y los conflictos entre ellos; aunque en los últimos tiempos se puede hablar de ciertas inversiones, lo que obliga a Dzarasov a realizar una delimitación entre la renta de insiders absoluta y la relativa); una posición periférica en el marco del capitalismo global (por eso los más rentables en esas condiciones resultan los sectores más primitivos en el plano tecnológico). En mi opinión, las concepciones de Upchurch y Dzarasov son los mejores ejemplos de la transición dialéctica de los conceptos abstractos de la economía política marxista a la realidad concreta de las relaciones socioeconómicas y políticas en las sociedades capitalistas de Europa Oriental y sus vínculos con el sistema capitalista global. Pero sigue en pie la pregunta: ¿cómo explicar la relativa estabilidad y reproducción de ese sistema de explotación monstruoso y primitivo? A dar respuesta a esa pregunta ayudarán las teorías que desarrollan las ideas de Polanyi y Antonio Gramsci.
La política de la transición: el desarme de la resistencia La teoría del socialista no marxista Karl Polanyi (Polanyi 2002 [1944]) se basa en la idea del mercado como fuerza destructiva en el caso de que ella no esté «enraizada» o «incorporada», es decir, colocada bajo el control de la sociedad. Un primer ejemplo de la incorporación de las ideas de Polanyi a la investigación de las transformaciones postsoviéticas son los trabajos de Michael Burawoy (2000 [1999], 2009 [2001]). La «gran transformación» pintada por Polanyi, fue el resultado de la transformación económica de los medios de producción, de la transformación social (o sea, de las protestas de la sociedad contra la mercancificación), y de la transformación política como consolidación de un Estado nacional eficaz. La Rusia de los años 90, los procesos que trató de explicar Burawoy, se caracterizaron, en su opinión, por una «transición sin transformaciones» —en otras palabras, la introducción del mercado sin una reorganización
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capitalista de la producción, el dominio del capital mercantil, la desmercancificación no a través de una actuación activa de la sociedad, sino mediante una huida del mercado hacia la economía natural y el trueque. En conjunto, ahora es evidente que Burawoy trató de explicar la etapa inicial de la transición al capitalismo; por eso ciertos aspectos clave de su análisis se han vuelto un tanto obsoletos. Pero un ejemplo mucho más productivo de la aplicación de las ideas de Polanyi al capitalismo actual en la Europa Central y Oriental es el libro Variedades capitalistas en la periferia de Europa de Dorothee Bohle y Béla Greskovits (Bohle y Greskovits 2012).5 Al caracterizar las variedades de capitalismo que surgieron sobre las ruinas de los sistemas de tipo soviético, y las perspectivas de su supervivencia, Bohle y Greskovits señalan: «Las variedades viables, cuya cantidad y formas difieren dentro de los límites del orden mundial existente, deben consolidarse en cierto momento histórico y ser capaces de maniobrar en medio de un espacio rodeado por la desintegración social, la desorganización económica y/o la desintegración política, pero no acercarse peligrosamente a ninguno de esos límites» (Bohle y Greskovits 2012: 15). Esta idea conduce al concepto de régimen de democracia capitalista, que encierra las siguientes dimensiones: gobierno (su obligación de rendir cuentas o su condición de capturado); corporativismo (sistema de representación y mediación de intereses sociales); seguridad social;6 coordinación macroeconómica; mercado (grado de mercancificacion); democracia (sistema de representación política). Un grado diferente de intensidad de los respectivos indicadores de la democracia capitalista en los regímenes postsocialistas caracteriza los diferentes regímenes existentes. Bohle y Greskovits distinguen los siguientes regímenes:
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Los trabajos de Greskovits dedicados al problema del desarrollo dependiente fueron examinados en una de las secciones precedentes del presente artículo, y también Bohle dedicó una serie de trabajos al problema de la dependencia (Bohle 2000, 2003); metodológicamente, éstos eran radicalmente marxistas, pero encerraban no tanto un análisis de contenido como una tentativa de plantear el problema. Ellos utilizan el concepto de welfare state, que por lo regular se traduce al ucraniano como «estado de bienestar general». Sin embargo, en este caso no se trata de cierta cualidad, sino de una esfera de actividad; por ende, la traducción tradicional sería, evidentemente, errónea.
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— el tipo neoliberal puro en los países del Báltico (a él tienden también los países de Europa Suroriental con arreglo a las características de la seguridad social, pero el nivel de su capacidad estatal es considerablemente más bajo); — el tipo neoliberal-incrustado en los países de Visegrád; — el tipo neocorporativista en Eslovenia. En general, la lógica de formación del régimen es la siguiente: — el nivel de capacidad estatal determina la estrategia inicial de las reformas o la ausencia de las mismas; — la estrategia de las reformas puede ser neoliberal o puede impugnar el neoliberalismo (conduciendo de ese modo a la variante neocorporativista, la cual se caracteriza por la unión balanceada de factores de legitimación materialistas e idealistas); — en el caso del neoliberalismo lo más importante es el carácter de la legitimación —materialista o idealista—, que condiciona la formación del régimen neoliberal o neoliberal-incrustado; — estos regímenes se incluyen en las estructuras de distribución internacional del trabajo a través de las correspondientes formas de dependencia, ya detalladamente caracterizadas en las anteriores secciones del artículo. Aquí lo más interesante es el deslinde entre regímenes neoliberales y neoliberales-incrustados. Los países del Báltico se apoyaron en la legitimación a través de la ideología nacionalista (un «pacto social nacionalista»), introduciendo elementos de etnocracia en la democracia capitalista y construyendo así un «capitalismo sin transacciones» en la esfera económico-social. Los países de Visegrád se vieron obligados a reaccionar a las consecuencias sociales negativas de la etapa inicial de la transición al capitalismo con una ampliación del sistema de seguridad social (un «pacto social welfare-ista»), lo que condicionó el carácter limitado e incrustado de la transformación neoliberal. Eslovenia se caracterizó por un poderoso movimiento obrero, que supo garantizar la representación institucional a nivel del Estado y no permitió el carácter neoliberal de las transformaciones. Por otro lado, en Eslovenia había un Estado fuerte y eficaz, capaz de llevar a cabo la correspondiente política, mientras que otros países balcánicos no lo tenían, por eso no pudieron construir un modelo neocorporativista y en general estuvieron largo tiempo en estado de desorganización. La posterior situación económica los obligó a andar por el camino de la convergencia con el modelo puramente neoliberal. En conjunto, el libro
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de Bohle y Greskovits es una interesante demostración de la influencia del Estado y del balance inicial de fuerzas en el carácter del capitalismo y de su legitimación y, por ende, también reproducción.7 En lo que respecta a los abordajes gramscianos de la transición al capitalismo y su legitimación, un concepto clave en ellos es el de revolución pasiva, o sea, el cambio de las formas de acumulación desde arriba, a través de las transformaciones y conflictos de las élites, sin el contexto hegemónico de la sociedad más amplia. En las investigaciones gramscianas, este concepto se usaba tanto en un contexto amplio, materialista-histórico, para la explicación de cambios de larga duración —por ejemplo, Kees van der Pijl (van der Pijl 1993) caracteriza como una serie de revoluciones pasivas la historia soviética y la transición al capitalismo, y Rick Simon (Simon 2010) examina desde esas posiciones la Perestroika—, como en un sentido más estrecho, para la caracterización de los procesos y sucesos que desempeñaron un papel clave en el mantenimiento de la dominación capitalista después de la transición al capitalismo. Aquí el más interesante es el segundo aspecto de ese uso. Por ejemplo, Pinar Bedirhanoglu (Bedirhanoglu 2004) distingue los siguientes estadios de la revolución pasiva en Rusia: — las reformas neoliberales radicales con el apoyo de Occidente; — la consolidación autoritaria cesarista del poder estatal por Yeltsin después del año 1993 como factor de la mediación de las contradictorias exigencias del FMI y la clase capitalista, que se hallaba en estadio de formación; 7
Se debe enfatizar que Bohle y Greskovits contraponen el neoliberalismo en Europa Central y Oriental y la !omunidad de Estados Independientes con arreglo al mecanismo de su formación. En su opinión, el neoliberalismo en Europa Central y Oriental es en considerable medida el resultado de una política consciente que partió de la toma en cuenta de las demandas de un estado capaz planteadas por la población, y en la que el paso a tales o cuales formas de dependencia se basó en el «contrato social» existente. El carácter distinto de los países de la CEI estribaba en que en ellos la formación del capitalismo transcurrió bajo la influencia directa de la integración en el mercado mundial, lo que generó poderosas fuerzas sociales interesadas en la conservación del estado de cosas existente. Lamentablemente, ellos sólo tocan de paso esa cuestión en su artículo anterior (Bohle y Greskovits 2007: 107-108, 111) y no regresan a esa contraposición en el libro dedicado enteramente a los regímenes del capitalismo democrático en Europa Central y Oriental.
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— la nueva victoria de Yeltsin y el reforzamiento de las exigencias del FMI en cuanto a la aplicación de una política neoliberal después de que se garantizó la continuación en el poder de ese presidente. Otro análisis de la revolución pasiva en Rusia, que parece más adecuado, fue propuesto por Owen Worth (Worth 2005, 2011). Worth parte de que el período de Yeltsin se caracterizó por una hegemonía mínima, mientras que Putin supo garantizar una hegemonía más fuerte mediante el transformismo (o sea, la toma en cuenta parcial de las demandas de la oposición y de las clases sometidas), mediante la reconstrucción de un Estado poderoso, la ejecución de una política populista de cesarismo, la limitación de la influencia política de la oligarquía y la pretensión de restaurar el estatus de gran estado en la arena internacional. Tal vez, el más interesante análisis de la dinámica de la revolución pasiva y la hegemonía lo propuso Stuart Shields (Shields 2008) en su investigación de la transición al capitalismo en Polonia. Shields muestra que este proceso transcurrió en varios estadios: — la afirmación de la hegemonía neoliberal en el contexto del plan Sachs-Balcerowicz; — la despolitización del neoliberalismo bajo la consigna de la «europeización», o sea, la incorporación a las estructuras de la Unión Europea; — la impugnación populista del neoliberalismo, que, sin embargo, no puso en duda los principios básicos del capitalismo polaco existente. En general, las teorías polanyanas y gramscianas existentes, que examinan detalladamente el aseguramiento de la dominación política de la clase capitalista en el curso de la transformación capitalista de las sociedades de tipo soviético, ilustran la justeza de la idea de Michael Burawoy sobre el «marxismo sociológico» como paradigma de teorización que tiene perspectivas (Burawoy 2003). En su opinión, el «marxismo sociológico» se basa en una síntesis de ideas de Gramsci y de Polanyi, cuyo resultado es la deseconomización del marxismo, la toma de conciencia del papel central de la sociedad tanto en la reproducción del capitalismo como en su superación.
Conclusiones A partir del análisis realizado de las teorías criticas del abordaje de las variedades de capitalismo en los países que antaño pertenecieron a sistemas de tipo soviético, se puede notar que ante los investigadores se hallan
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dos problemas, por así decir, Escila y Caribdis. Por un lado, existe el peligro del nacionalismo metodológico, que amenaza con la pérdida de la comprensión del contexto mundial del desarrollo capitalista en los niveles nacional y regional —este problema es propio del abordaje de las VoC y de la «sociología neoclásica». Por otro lado, existe también el peligro de la disolución de lo nacional en lo global, de resultas de lo cual se pierde lo específico de las relaciones sociales propias de las sociedades concretas —esto es característico de las formas ortodoxas del análisis sistema-mundial. Parece evidente que para una comprensión adecuada de la naturaleza de los capitalismos eurorientales es preciso evitar esas dos trampas metodológicas, esto es, unir la perspectiva global con una atención meticulosa a los balances de las fuerzas de clase, la naturaleza de los grupos dominantes y de las formas de dependencia que caracterizan los resultados de la transición al capitalismo en las sociedades concretas. Hasta ahora los mejores resultados en el plano de las investigaciones empíricas (a pesar de ciertas limitaciones) pudieron alcanzarlos los representantes de las teorías no marxistas de la dependencia, aunque el potencial de las teorías marxistas de la dependencia (enriquecidas con conceptos tales como el desarrollo desigual y combinado y la renta de los insiders) parece tener extraordinarias perspectivas. En este plano, los éxitos que han podido alcanzar los autores que unen las teorías institucionalistas con la concepción de la dependencia son un serio desafío que se plantea ante los marxistas de Europa Oriental, que todavía han de proponer visiones más convincentes del capitalismo en sus países, unidas a una perspectiva socialista. Esta necesidad no se reduce a victorias en polémicas puramente académicas —al contrario, es una necesidad práctica para los partidarios de las ideas anticapitalistas. Una comprensión más profunda de la naturaleza del capitalismo en nuestras sociedades es un paso necesario para la lucha por la conquista de la hegemonía, que es imposible sin teoría revolucionaria. Traducción del ucraniano: Desiderio Navarro
© Sobre el texto original: Yuriy Dergunov. © Sobre la traducción: Desiderio Navarro. © Sobre la edición en español: Centro Teórico-Cultural Criterios.
1278 Yuriy Dergunov © Sobre el texto original: Mikkel Bolt. © Sobre la traducción: Desiderio Navarro. © Sobre la edición en español: Centro Teórico-Cultural Criterios.Referencias
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