CARTAS DE BARTOLOMÉ BLANCO

CARTAS DE BARTOLOMÉ BLANCO Este es el texto completo de la conmovedora carta que Bartolomé escribió a su novia antes de ser fusilado el 2 de octubre d

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CARTAS DE BARTOLOMÉ BLANCO Este es el texto completo de la conmovedora carta que Bartolomé escribió a su novia antes de ser fusilado el 2 de octubre de 1936 (Summarium super martyrio, pp. 427-428).

Prisión Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936. Maruja del alma: Tu recuerdo me acompañará a la tumba y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en Él. Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte. Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico, van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola; miro la muerte de cara y en verdad te digo que ni me asusta ni la temo. Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa ante el Tribunal de Dios; ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto, y al intentar perderme, me han salvado. ¿Me entiendes? ¡Claro está! Puesto que al matarme me dan la verdadera vida y al condenarme por defender siempre los altos ideales de Religión, Patria y Familia, me abren de par en par las puertas de los cielos. Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén; cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará. ¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma! No olvides que desde el cielo te miro, y procura ser modelo de mujeres cristianas, pues al final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales, si no acertamos a salvar el alma. Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti todo mi amor sublimado en las horas de la muerte. No me olvides, Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima aspiración. Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos. Bartolomé.

Carta escrita desde la prisión de Jaén antes de ser fusilado el 2 de octubre de 1936. (Summarium super maryirio, pp. 425-426)

Prisión Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936. QUERIDAS TÍAS Y PRIMOS: Cuando me faltan horas para gozar de la inefable dicha de los bienaventurados, quiero dedicaros un último y postrer recuerdo con esta carta. ¡Qué muerte tan dulce la de este perseguido por la justicia! Dios me hace favores que no merezco proporcionándome esta gran alegría de morir en su Gracia. He encargado el ataúd a un funerario y arreglado para que me entierren en nicho; ya os comunicarán el número de dicho nicho. Hago todas estas preparaciones con una tranquilidad absoluta; y claro está que esto, que sólo puede conseguirse por mis creencias cristianas, os lo explicaréis aún mejor cuando os diga que estoy acompañado de quince Sacerdotes, que endulzan mis últimos momentos con sus consuelos. Miro a la muerte de frente, y no me asusta, porque sé que el Tribunal de Dios jamás se equivoca y que invocando la Misericordia Divina conseguiré el perdón de mis culpas por los merecimientos de la Pasión de Cristo. Conozco a todos mis acusadores; día llegará que vosotros también los conozcáis, pero en mi comportamiento habéis de encontrar ejemplo, no por ser mío, sino porque muy cerca de la muerte me siento también muypróximo a Dios Nuestro Señor, y mi comportamiento con respecto a mis acusadores es de misericordia y perdón. Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia que quiero vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal. Si alguno de mis trabajos (fichas, documentos, artículos, etc.) interesara a alguien y pudieran servir para la propagación del catolicismo, entregárselos y que los use en provecho de la Religión. No puedo dirigirme a ninguno de vosotros en particular, porque sería interminable. En general sólo quiero que continuéis como siempre: comportándoos como buenos católicos. Y sobre todo a mi ahijadita tratarla con el mayor esmero en cuanto a la educación; yo, que no puedo cumplir este deber de padrinazgo en la tierra, seré su padrino desde el cielo e imploraré que sea modelo de mujeres católicas y españolas.Si cuando las circunstancias lleguen a normalizarse podéis, haréis lo posible porque mis restos sean trasladados con los de mi madre; si ello significa un sacrificio grande, no lo hagáis. Y nada más; me parece que estoy en uno de mis frecuentes viajes y espero encontrarme con todos en el sitio a donde embarcaré dentro de poco: en el cielo.

Allí os espero a todos y desde allí pediré por vuestra salvación. Sírvaos de tranquilidad el saber que la mía, en las últimas horas, es absoluta por mi confianza en Dios. Hasta el cielo. Os abrazo a todos. Bartolomé.

Discurso político Social Cristiano de Bartolomé Blanco En el año 1933 Bartolomé actuó en propaganda electoral para las elecciones que en dicho año se llevaron a efecto; como aquí en Pozoblanco no había más partidos de derechas que defendieran la Religión, que el de Acción Popular, Bartolomé actuó a favor de ese partido, y uno de sus discursos fue el que a continuación le transcribió al pie de la letra:

Discurso pronunciado en el mitin de Acción Popular Agraria, verificado en Pozoblanco el día 5 de noviembre de 1933 por el joven obrero Bartolomé Blanco Márquez: ... “Señoras y Señores: Es ésta la primera vez que me dirijo a un auditorio tan selecto y tan extenso, y la primera vez también, que soy escuchado por personas tan sabias y tan cultas como son los Señores que a continuación han de resarciros del mal gusto, de la molestia que mis desaliñadas palabras han de ocasionaros. Por lo tanto, por ese abuso que voy a hacer de vuestra benevolencia y de vuestra buena fe, no puedo ni debo empezar, sin pediros perdón anticipado por mi atrevimiento, y sin daros las gracias, seguro y confiado en que me lo habéis de otorgar. En cuanto a los oradores que me sucederán en el uso de la palabra, deseo me permitan una objeción: Que no juzguen las mías con el criterio de su elevada inteligencia, porque resultarían ridículas; sino que vean en ellas el desbordamiento consciente de un entusiasmo, de un ideal, sentido y arraigado en un corazón de joven, que pone todo su optimismo y toda la franca alegría de su edad prematura, para contagiar de ella a todas aquellas almas no avezadas a la lucha, no forjadas en el yunque del trabajo y de las contrariedades, sino nacidas y desarrolladas en un ambiente de apatía de ostra ridícula, que se movían perezosamente en el ambiente cargado del casino, o en la tenebrosa y confusa maquinación electoral. Mi alma de joven, siempre inquieta, siempre anhelante de lucha y conquista, se rebela contra esa pereza suicida de quienes esperan el hombre providencial que lo haga todo, que lo resuelva todo, que les devuelva todas las comodidades y despreocupaciones de que gozaban; y, eso, señores, es vivir de una quimera, es acariciar una ilusión producida por el deseo. Aquellos tiempos pasaron y han sobrevenido otros; hay que despertar de ese sueño hipnótico y mirar a la realidad; y esta realidad pide trabajo y sacrificios, que han de ser reparación, que serán olvido de todo y propósito firme de una vida nueva, sin la existencia de tantos egoísmos y tantas ambiciones, exclusiva y monopolio del miramiento propio sin preocuparse de la desgracia y miseria de los demás. Hay que ir hacia una sociedad más justa y más proporcionada, donde los caprichos del azar, no pongan a una clase sobre otra, sino donde todos y cada uno de los españoles tenga lo que en justicia le pertenece; porque no hay derecho, ni es cristiano, ni siquiera humano, que un hombre que trabaja de sol a sol, no ganara siquiera lo suficiente para atender a las necesidades más perentorias de la vida, y que, como premio a este proceder abnegado obtuviera el gesto despegado y huraño del señorito, que lo miraba como hubiera podido hacer con una maquinaria cualquiera de su propiedad. No y mil

veces no. Eso no es concepto cristiano de la propiedad ni comprensión católica de la vida, y dice muy mal que quienes tanto se preocupaban, o parecían preocuparse de cumplir sus deberes religiosos, vivieran tan distancialmente apartados de sus obligaciones sociales, tan claramente prescriptas en el Santo Evangelio y en varias Encíclicas Papales. Yo soy obrero, he nacido de padres que también lo eran, he vivido y vivo el ambiente de actividad, de estrechez y de trabajo de las clases humildes, y siento correr por mis venas exacerbada a veces por el fuego del entusiasmo juvenil, una protesta, una enérgica protesta, contra quienes creen que no somos hombres como ellos porque tuvimos la desgracia — quién sabe si la suerte — de nacer de la pobreza, de usar blusa y tener las manos ásperas y callosas Pero aclaremos conceptos: soy obrero y soy católico. Quizá a alguien no le habrán parecido de tal mis anteriores palabras, pero quien así lo crea, que lea y estudie profundamente el Evangelio en su parte social, y verá que nosotros, que Acción Popular como partido católico, no está en contra de las justas y reales aspiraciones de los obreros, de la justa redención de las clases proletarias, sino en contra de esa redención actual que se llama marxismo, y que es una utopía desacreditada mundialmente, porque trae consigo la ruina de la economía nacional y la desmoralización y la impureza del hogar y de la familia. Para otros, eso de católico y obrero les parecerá un sofisma, porque parece ser que todas las teorías modernas, se fundan en que para ser buen obrero es punto menos que indispensable ser anticatólicos y odiar profundamente la Religión, por ser una institución burguesa. Eso es un mito y una calumnia. ¿Por qué siendo obrero no he de poder ser católico? Si nuestro Dios y Señor Jesucristo fue el primero de ellos y empezó a sufrir desde los primeros instantes de su ser, ya que ni aún tuvo ropa con que resguardarse del frío de la estación invernal y tuvo que trabajar para ganar de comer, empuñado la herramienta del carpintero. Y cuando se dedicó a dar sus doctrinas al mundo, a llenar de su infinita inteligencia todos los ámbitos del Globo fueron sus alabanzas y sus preferencias para los pobres y para los humildes, y terminó su obra gloriosa enclavado en una cruz, con sus brazos descoyuntados y abiertos para abrazar a todos los pueblos, a todas las edades, a todas las clases sociales; y su cabeza coronada de espinas se reclina blandamente para promulgar la ley del amor, con un beso en la frente misma del pueblo que le crucifica, le escupe y le maldice. Ese es nuestro Jefe, y su doctrina, nuestro programa. Yo comprendo, no obstante, la parte de razón que tienen o creen tener algunos obreros para esa confusión; es la siguiente: Que los propagandistas de izquierdas se han aprovechado de las faltas que cometieron los católicos que nos han precedido, para envenenar al obrero, porque éste en su incultura no razona, que si aquellos hombres pecaron, a ellos la censura y el castigo, pero no a la idea de la cual indignamente blasonaban, puesto que ésta desde su principio fue pura, fue y es un poema de amor y de sacrificio donde están sintetizados los sublimes sentimientos de un Dios que se hizo hombre por salvar al género humano. Hemos pasado la mirada sobre los antecedentes de la revolución española, sobre aquella política sucia y degenerada, sobre aquel proceder egoísta y despiadado de las clases acomodadas para con las humildes; vemos aquellos políticos que dedicaban sus

preferencias a favorecer a una clase, que era favorecerse a sí mismos, sin darse cuenta de que sembraban el descontento en las masas trabajadoras de donde nacía el odio a sus mayores. Bastó, pues, que unos cuantos hombres astutos se erigieran en caudillos de la masa proletaria, haciéndoles promesas irrealizables en nombre del socialismo, para que todos aquellos descontentos, todos aquellos oprimidos se agruparan en dicha bandera, ya que tanto bien les ofrecía y tantas felicidades les auguraban. Éste fue el momento anterior a la República. Ante el mal proceder de las derechas, aprovechado por la propaganda de izquierdas, el país entero semejó el gesto del náufrago que ve una tabla de salvación donde acogerse, y se volcó, por así decirlo, sobre la carcomida y vieja política, que llena de achaques, no pudo resistir aquel ímpetu revolucionario, cayendo desplomada a tierra bajo el peso de su propias culpas. Sobrevino la República, toda llena, toda preñada de esperanzas y alegrías. El católico creyó, según tantas veces se le había prometido, que la Religión sería respetada.... el industrial creyó en la baja de la contribución.... el financiero en la revalorización de la peseta y del crédito en el extranjero.... el obrero o artesano en un salario justo y diario, y el obrero del campo ¡oh paradoja! soñó con un cachito de tierra donde poder trabajar independientemente, sin amo ni patrono alguno. Pero ha pasado dos años y el desencanto ha sido tan total como en un principio fue la alegría. Se nos ofreció la libertad y en poco lo hemos notado cuando se trataba de un acto de orden. En cambio, la multitud halagada, ha confundido la tan cacareada y codiciada libertad, origen de tantas polémicas y de tantas luchas con el libertinaje más soez y descarado, reproducido a diario en atracos, crímenes, asesinatos, incendios de cosechas y destrucción de todo lo que no estaba a tono con sus salvajes instintos, sin que para ello hubiera nunca un “España número 5”, ni un calabozo en el Dueso, ni el ostracismo de Villa Cisneros. La Religión Católica será respetada — se nos decía — y como respuesta a este ofrecimiento tenemos el artículo 26 de la Constitución, el destierro del Cardenal Segura, mas la horrida quema de conventos, borrón que quedará impreso en la historia catastrófica de estos dos años, vergüenza y baldón de España ante las naciones civilizadas y punto negro en la vida política de algunos hombres, que por mucho que sea su esfuerzo, para borrarlo en mítines y conferencias, no lo conseguirán si no emplean en vez de la charla gárrula del escenario los actos de contrición y arrepentimiento que para lavar asuntos de tanta gravedad son necesarios. Estamos ya tan avezados a las predicaciones , fueron tantas las cosas que se nos ofrecieron y tan pocas las que se nos han cumplido, que ya cuando se nos habla y se nos ofrece, ponemos un parangón que va directamente desde las palabras a los hechos del orador; y al notar la diferencia que existe entre ambas cosas, miramos despectivamente a quien es tan osado y tan atrevido, que agobiado bajo el peso de sus culpas, aún quiere sobre un tablado o escenario para pregonar la felicidad de todo el que lo siga. Han sido suficientes dos años y medio para conocer el fracaso de toda la política izquierdista; dos años en los que nadie ha mejorado, ni el rico, ni el mediano, ni el pobre. Es decir, hay un sector de la sociedad mucho más beneficiado que en el régimen burgués: El de la enorme plaga de burocracia, aumentada considerablemente en todas

las instituciones oficiales, en todos los Ministerios, en los Jurado Mixtos, en Institutos de Reforma Agraria. Y ahora que sale a la luz la dichosa reforma, inaplicable Reforma, aborto científico de Marcelino; la felicidad y la independencia del obrero campesino, según el entendido y genial agricultor Sr. Domingo, que conoce el campo cuando lo ve con anteojos desde el palacio de Madrid. ¿Dónde está esa independencia y esa felicidad del obrero del campo en la Reforma Agraria? Ciertamente, yo ni la encuentro ni la concibo: que a un hombre le dan una parcela de tierra, no ya en propiedad, sino como asentado, que el cabo del año, trimestre o semestre, tiene que abonar su impuesto de arrendamiento al Estado. Yo no veo tan clara esa felicidad, porque ¿qué más le da al obrero que su patrono sea un particular o que sea el Estado? Es decir: no le da igual, porque el particular puede ser bueno o puede ser malo, bien por la cosecha escasa, bien por alguna desgracia, al particular puede suplicarle para que le rebaje el arrendamiento, le dé plazo para el pago, etc. etc.; pero al Estado representado en un Juzgado o en un Agente ejecutivo, no se le puede ir con músicas, sino se le paga puntualmente, confisca o hipoteca. De suerte que la independencia es ésta: que en vez de ser el patrono don Fulano o don Mengano, es el Gran Señor Estado, que como decíamos dispone de jueces que embarga si el pago no es puntual y exacto, y bayonetas y guardias de asalto, para si se le desobedece, reprimir el desacato al estilo de Casas Viejas. Hemos entrado en el período electoral; ya todos los partidos y partiditos han movilizado sus huestes en propaganda varia; se trata del derecho al sufragio que tiene todo español mayor de 23 años. Dicho derecho ha de ser libre y sin coacción alguna: Es una tesis de la Democracia, fundada en la libertad de conciencia. Sin embargo, Lerroux por un lado y Prieto por otro, andan diciendo que de vencer la reacción se impone la guerra civil: y en uso de esa libertad y democracia, añaden que hay que quitar el triunfo a las derechas, sea de la forma que sea, aunque el pueblo soberano, el mismo pueblo soberano que votó a la República y derribó a la Monarquía se manifieste a favor de este sector político, de esta gran masa nacional que nació de las ruinas del tronco caído, a la sombra de lo único sano que quedaba, del estandarte de la Cruz; y que hay es la más genuina representación de toda la tradición y la historia gloriosa de nuestra patria, y la única esperanza de salvación de todo el que sienta preferencias y simpatías por los santos ideales de Religión, Patria, Familia, Orden, Trabajo y Propiedad. La guerra civil, o votar a las izquierdas es el problema que se nos plantea. Un atraco con todas las características. Pues bien; nosotros, los atracados, en uso de nuestro derecho ciudadano, hemos de manifestar el 19 de noviembre, como otros lo hicieron el 23 de abril, nuestra opinión en las urnas, aunque el malogrado señor Azaña tenga para nosotros otra frase de mal gusto, como la ya famosa de “Burgos Podridos”, y que los señores antedichos sepan, que no nos intimidan ni arredran sus jactancias; que antes, por el contrario, nos recuerdan un pasaje de la infancia, aquellas palabras que nos decían cuando niños para asustarnos: “Hijo mío, que viene el Coco”.

Mujeres españolas! Esposas amantes de vuestro hogar. Se ventila en esencia la unidad e indisolubilidad de matrimonio; está en peligro la educación católica de vuestros hijos; se os quiere hacer juguete del loco deseo, del impuro capricho de hombres y mujeres libres para divorciarse en cualquier momento del mal humor. Vosotras que lleváis en vuestras venas la sangre mística y santa de Teresa de Jesús y la heroica y gallarda de Agustina de Aragón, no os arredraréis ante amenazas, defenderéis la educación de vuestros hijos y el derecho a que sean vuestros, solamente vuestros, sin intervención ninguna del Estado; porque quien veló en las noches amargas de enfermedad a la cabecera de la cunita, quien le proporcionó ropas y pañales con que resguardarle del frío, quien miró si esto o aquello podía perjudicar a su salud, quien le estrechó sobre su pecho y entre caricias y besos, le proporcionó risas como perlas de plata al rodar por pendiente de cristal, fuisteis vosotras, fueron sus padres, fue el matrimonio unido en íntimo sentimiento de amor al recién nacido, a la carne de sus carne y sangre de su sangre; allí el Estado no había puesto nada y por lo tanto nada le pertenecía; y si los padres velaron por su salud del cuerpo, a ellos corresponde forjar su alma por medio de la educación cristina; y privarles de este derecho, es robarles algo que las mujeres católicas y españolas no están dispuestas a conceder. Hombres! Trabajadores que sois juguete y señuelo de todas las predicaciones, que sois los más halagados en los mítines y los más despreciados en la calle: Recapacitad sobre el momento actual, pensad en la obra que en dos años han realizado los dirigentes de los partidos obreros, ved que cada día hay menos trabajo y menos capital, y comprended que el obrero y el patrono, deben ser dos socios de una compañía a la cual uno aporta su esfuerzo manual y el otro su dinero y su inteligencia, que los beneficios de dicha sociedad, deben ser proporcionalmente repartidos según la aportación de cada cual. Aspirar a una sociedad fundada en el orden y la justicia, sin la constante agitación actual, sin la funesta lucha de clases, que pone frente a frente a seres humanos con antagonismo fratricida por el mero hecho de la diferencia de posición. Cuando el obrero tenga trabajo diario, un jornal justo que recompense su esfuerzo, con el cual pueda llevar lo necesario a su esposa y a sus hijos, no se acordará de la lucha de clases, ni del socialismo, ni de nada, y dará en tierra con los enchufes. Por eso a los paladines no les conviene que así sea. Y para terminar, tengo el honor de presentaros a don José Tomás Valverde, candidato independiente por la coalición de derechas por Córdoba, hombre que tiene todos sus méritos reflejados en la saña cruel con que se le persigue. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia. A continuación hará uso de la palabra don José Medina y Tagore, ilustre abogado y destacado periodista, también candidato por acá y que me está reprochando estas palabras ofendido en su modestia. Y por último y para cerrar con broche de oro este acto, don Antonio Royo Villanova, implacable defensor de la unidad nacional, ante la desmembración de ella por el Estatuto catalán, que con su fina elocuencia y peculiar gracejo, sembrará una esperanza fructífera en vuestros corazones, con todas las verdades que su nobleza aragonesa es capaz de prodigar. He dicho”.

Este discurso fue el día ya citado en el Cine Moderno, Paseo de la Estación, ante unas cinco mil personas y con micrófonos instalados dentro del local. Todos los oradores que le sucedían dijeron que después de haber dicho Bartolomé lo que había dicho, ellos no tenían más que añadir. Ellos, o sea, los oradores, fueron los que se quedaron atónitos al ver a un muchacho con 18 años, sin ser nada más que un simple trabajador, que pudiera decir lo que dijo; así es que empezaron a decir que Bartolomé debía de marcharse al Instituto Social Obrero, y Bartolomé se marchó a dicho Instituto en enero de 1934, donde fue una excepción su ingreso porque para ingresar en el I. S. O. Se necesitaba tener 22 años cumplidos y Bartolomé tenía nada más que 19 recién cumplidos. Don Ángel Herrera, fundador de dicho Instituto, fue el que cuando lo interrogó y le hizo además hablar alguna cosa sobre algún tema, dijo que aunque no tenía la edad, Bartolomé tenía que ingresar, y así fue. Una vez en el I. S. O., no volvió a hacer propaganda política, sino toda Social-Católica. Terminados sus estudios, fue nombrado delegado de Sindicatos Católicos, teniendo su bufete en Córdoba, en cuya provincia fundó ocho sindicatos en el poco tiempo que estuvo en dicho cargo, ya que muy pronto fue llevado al Servicio Militar. Se organizó un viaje de estudios al extranjero por el Instituto a aquellas personas que por su capacidad lo consiguiesen, y Bartolomé es uno de los doce que salieron victoriosos, marchando pues al extranjero a su viaje de estudios; visitó entre otras naciones Francia, Bélgica y Holanda. Como antes le dijo, al poco tiempo de sus trabajos en la constitución de Sindicatos, Bartolomé es llamado a servir a la Patria, y su suerte lo llevó a Cádiz; al Regimiento de Artillería, esto era el día 2 de noviembre de 1935, y el día 30 de junio de 1936, le es concedido a Bartolomé un mes de permiso, llegando a casa dicho día. El 18 de julio, estalló el Glorioso Movimiento Nacional, y Bartolomé inmediatamente se pone a disposición de la Guardia Civil y durante los días que este pueblo estuvo en poder de las fuerzas Nacionales, Bartolomé obedeciendo órdenes de los Jefes Superiores, estuvo haciendo guardia en uno de los parapetos de las afueras del pueblo. El día 15 de agosto del mismo año, el Capitán de la Guardia Civil entrega el pueblo a los rojos, y éstos empiezan dicho día sus crímenes y robos; Bartolomé pudo estar dos días escondido, y posteriormente se entregó en la prisión del Partido, sitio donde decían que se encontraban con más seguridad.

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