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CASCOS: PROTECCION DE LA CABEZA Por Christina Mackenzie Los ejércitos de diversos países trabajan para minimizar las lesiones traumáticas del cerebro.
n los últimos años las investigaciones médicas han logrado grandes avances en el tratamiento de las lesiones cerebrales traumáticas, o TBI (Traumatic Brain Injury = lesiones cerebrales traumáticas). No obstante, en la actualidad, las fuerzas armadas buscan prevenir totalmente dichas lesiones mediante el uso de cascos más efectivos para la protección del cerebro de los soldados de los efectos de las explosiones. La empresa francesa MSA Gallet de Chatillon-sur-Chalaronne es líder en el desarrollo de cascos y la proveedora para el sistema Felin de modernización de soldados y parte del sistema de Cascos de Avanzada para Combates del Ejército Norteamericano, a través de su asociada MSA en Cranberry Township, Pennsylvania. Pierre Gindre, militar y gerente de ventas, sostuvo que es extremadamente difícil encontrar el casco ideal que brinde la mejor protección contra las explosiones y que, al mismo tiempo, sea liviano para brindar mayor confort. La mayoría de los cascos se fabrican con aramida (fibra) y otros materiales de alta tecnología, sepa-
rados en láminas para brindar la máxima protección balística y luego se moldean. Gindre agregó que los diferentes materiales se evalúan para lograr que los cascos no sólo sean más livianos sino que también mantengan sus propiedades protectoras, en particular, en la forma en que se deforman con una explosión. El factor más importante es la distancia entre el casco y el cráneo, de modo que cuando éste se deforme bajo la presión de una explosión, no toque el cráneo, agregó Gindre. Para ajustarse a todos los tamaños de cabezas, los nuevos cascos se fabrican en tamaños pequeños o grandes y se adaptan al usuario mediante almohadillas de suspensión. Estas también brindan mejor protección contra los impactos, ya que absorben parte del golpe. En el mes de abril, la empresa BAE Systems comenzará a entregar un item que las tropas norteamericanas en Afganistán utilizan dentro de sus cascos: el sensor de cascos de 2º generación Heads, diseñado para facilitar la identificación y diagnóstico de TBI. El Ejército Norteamericano invirtió US$ 17 millones en dicha tecnología.
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Los cascos que se utilizan en el Ejército Norteamericano están equipados con el sensor para la cabeza de II Generación de BAE que le alerta a las tropas si un soldado ha sufrido una explosión que supera el umbral permitido.
El diagnóstico de una TBI leve a moderada vinculada a un combate puede ser todo un desafío, sostuvo Joe Coltman, vicepresidente del área de Sistemas de Protección Personal de BAE. Por ejemplo, después de una explosión originada por una bomba sembrada a un costado del camino, en algunas ocasiones los soldados continúan con sus misiones, sin saber que las concusiones producidas por las explosiones pueden tener efectos retardados. El primer sensor Heads se introdujo en el año 2008; casi 7.000 cascos se equiparon con dicho sensor. Por otra parte, la Generación II incluye avances tecnológicos. Si bien ambos sensores miden la aceleración lineal y la presión de la explosión, el nuevo modelo también captura la aceleración rotativa. El sistema tiene una luz
indicadora LED que comienza a centellear cuando el sensor detecta una presión por explosión que excede un umbral específico, alertando así a los camaradas que un soldado que continúa con sus tareas, tratando de ignorar que se siente aturdido o confundido, puede haber sufrido un trauma cerebral. La TBI leve se caracteriza por un estado de confusión o desorientación que dura menos de 24 horas, pérdida de consciencia por un máximo de 30 minutos, pérdida de memoria por menos de 24 horas e imágenes estructurales del cerebro que muestran resultados normales. Las TBI son objeto de considerable atención. Según las cifras
Cascos: protección de la... brindadas por el Sistema de Vigilancia Médica y del Registro de Datos del Teatro Médico del Departamento de Defensa Norteamericano, en los primeros nueve meses del año 2010, a 19.393 soldados norteamericanos se les diagnosticó TBI leve, en tanto otros 2.794 sufrieron TBI moderadas, caracterizadas por confusión o desorientación durante más de 24 horas, pérdida de consciencia por más de 30 minutos pero menos de 24 horas, pérdida de memoria por más de 24 horas pero menos de siete días e imágenes estructurales del cerebro que muestran resultados normales o anormales. Algunos sostienen que hay una conexión entre la TBI y el desorden por estrés post-traumático (PTSD = Posttraumatic stress disorder). Los síntomas son similares y ello podría explicar parcialmente la diferencia en las cifras presentadas sobre las personas afectadas por el PSTD. Los
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veteranos norteamericanos de Afganistán sufren más de un 35% de incidencias de PSTD que sus contrapartes británicos y franceses, que tiene una incidencia de 4/10%. Un informe presentado en el año 2009 por la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale sugiere que ello podría deberse a que los psicólogos y psiquiatras con experiencia en PTSD no están incluidos en las herramientas para detección de TBI del Departamento de Oficina de Veteranos. El informe advierte que debido a que el TBI y PTSD se definen, en parte, por los mismos eventos y los mismos síntomas reportados por los damni-ficados, las herramientas para detección de TBI de la Oficina de Veteranos no distinguen entre estos dos diagnósticos comúnmente reportados … Un estudio publicado por la Universidad Monash de Australia
Los soldados británicos descubrieron que el apoyo grupal les ayuda a sobrellevar el trauma del combate.
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señala que hay una controversia en cuanto a determinar si la TBI leve producida por una explosión es diferente a otras causas de dicha TBI, y agrega que la ansiedad y los desórdenes afectivos tales como PTSD y la depresión son acompañamientos habituales de las lesiones por explosiones con una significativa superposición en el diagnóstico de PTSD con el síndrome post-concusión (PCS = post-concussive). Los autores señalan que la TBI leve puede haber sido sobrediagnosticada por las tardías revisiones retrospectivas de los hombres y mujeres que regresaban de las misiones, para las cuales se utilizaban criterios imprecisos. El estudio recomienda el temprano reconocimiento de los síntomas de PCS, PTSD y depresión y la destigmatización de las condiciones psicológicas del personal militar que regresa de los despliegues. El Coronel Christian Thiebault, jefe de la oficina de medio ambiente humano y condiciones del personal del Ejército Francés, sostiene el punto de vista mencionado anteriormente. Thiebault agregó que así como las heridas físicas que se sufren en combate se consideran gloriosas, las heridas psicológicas siguen siendo malinterpretadas. El PTSD tuvo su reconocimiento a partir del año 1980. Hasta entonces, se creía que un individuo sano, integrado a una unidad con alta moral y espíritu de cuerpo, resistiría los desórdenes psicológicos incluso después de sufrir sucesos que normalmente afectarían a un civil. El Capitán de Fragata Médico Neil Greenberg, psiquiatra y autor del
artículo La mente lesionada en las Fuerzas Armadas Británicas, publicada en la edición de enero de la publicación Philosophical Transactions of the Royal Society B : Biological Sciences, señaló: La creación de la nueva categoría de PTSD por la Asociación Psiquiátrica Norteamericana en el año 1980 marcó un cambio fundamental en la aceptación de las lesiones psicológicas por parte de las fuerzas armadas y la sociedad en general. No obstante, alertó que sería una demostración de optimismo suponer que este estigma vinculado a las enfermedades mentales es actualmente algo del pasado. Por consiguiente, el diagnóstico no debería depender de las respuestas a los cuestionarios ya que el personal podría no responder con honestidad por temor a las consecuencias. Con el propósito de eliminar estos temores después del incidente del Valle Uzbin el 18 de agosto de 2008, en el cual murieron 10 soldados franceses en una emboscada en Afganistán, las fuerzas armadas francesas crearon una red de apoyo psicológico para soldados en situaciones de combate. Este es similar al proceso de primeros auxilios psicológicos brindado por sus pares y denominado gestión de los riesgos de traumas. El sistema se basa en una preparación intensa. El Coronel Frederic Canini, neurobiólgo de IRBA, el Instituto de Investigación Biomédica de las Fuerzas Armadas Francesas sostuvo: Estamos trabajando en técnicas que optimicen el potencial del personal, como por ejemplo, el yoga, que ayuda a los soldados a controlar sus cuerpos, en particular su
Cascos: protección de la...
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Dos soldados conversan sobre sus experiencias en un patrullaje reciente.
respiración y por lo tanto, sus niveles de estrés. Thiebault agregó que en el teatro de operaciones siempre hay un soldado en cada unidad entrenado para monitorear de qué manera sus colegas enfrentan los eventos traumáticos. La idea es reducir el estigma vinculado a la búsqueda de ayuda médica, aunque, en el caso de ser necesario, se desplegarán un psicólogo y un psiquiatra para respaldar el apoyo de los pares, con asistencia profesional. Sabemos con certeza que cuando un soldado se siente aislado, pueden surgir los problemas psíquicos y por ello tratamos de evitar esas situaciones. Las Fuerzas Armadas Norteamericanas no han insertado puntos de contacto de este tipo en sus unidades, agregó Thiebault. Al igual que sus contrapartes británicas, los soldados franceses no
van directamente a sus hogares después de un despliegue. Tienen un período de 72 horas de descompresión en Chipre donde se hospedan en un hotel de cuatro estrellas para realizar una sesión informal informativa con sus compañeros. Pueden descansar, ir a la playa y realizar actividades culturales. Aunque puedan sentirse un poco reacios a este tipo de actividades ya que desean volver a sus hogares, algunos meses después todos ellos sostuvieron que este paso previo es indispensable, sostuvo Thiebault. Algo similar sucede con las tropas británicas, no así con las norteamericanas que no disponen de un período de descompresión. Además de estas medidas, se lleva a cabo una intensa investigación. Canini explicó que el objetivo es comprender de qué manera se pueden bloquear los traumas sin alterar la memoria. También informó que los
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escaneos cerebrales de aquellos que han sufrido PTSD muestran que sus amígdalas (centro de las emociones) tienen más actividad que la corteza cerebral frontal (control de las emociones) que se encuentra menos activa o incluso inactiva. Greenberg resumió el desafío de la investigación al escribir: Los comandantes de la I Guerra Mundial estaban en lo cierto cuando opinaban que la selección, capacitación y
liderazgo eran el elemento clave para prevenir los colapsos. No obstante, los comandantes de la II Guerra Mundial que llegaron a la conclusión de que, incluso con la mejor preparación, las enfermedades psiquiátricas sólo se podían reducir o manejar mejor, pero nunca eliminar, también estaban en lo cierto.
DE “DEFENSE TECHNOLOGY INTERNATIONAL”, MAR/2011
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