Casuística y novela : de las malas burlas a las burlas buenas

Casuística y novela : de las malas burlas a las burlas buenas por Monique JOLY (Universidad de Lille III) La reciente publicación en Cí-ó-t-tcón del

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Casuística y novela : de las malas burlas a las burlas buenas

por Monique JOLY (Universidad de Lille III)

La reciente publicación en Cí-ó-t-tcón del artículo de Marc Vitse sobre burla e ideario en la época de Felipe III me ha movido a proponer a esta revista unas páginas extractadas de un trabajo inédito (1), en el que he tratado con cierta extensión de algunos de los problemas que plantea la relación entre burla y novela a comienzos del siglo XVII. Ya en la época en que fueron redactadas estas páginas, tuve plenamente conciencia de las divergencias que separaban mi tratamiento del tema del que encontramos en la serie de trabajos publicados bajo la dirección de A. Rochon ( 2 ) . Estas divergencias radican, como

(1) La bourle et son interprétation. Recherches sur le passage de la facétie au roman (Espagne XVIènie-XVIIèroe siècles) , tesis doctoral leida en Montpellier, 1979; para Marc Vitse, véase Salas Barbadillo y Gongora : burla e ideario de la Castilla de Felipe III, en Criticón, 11, 7 9 8 0 , pp. 5-142. (2) Estos estudios, a los que Vitse se refiere en el preámbulo gue pone

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fácilmente se advertirá, en la prioridad dada por mi a loa aspectos léxicos y formales de un Fenómeno del que sin embargo creo, con Rochon y sus colaboradores — y ahora, con Vitse— que ofrece un terreno privilegiado para el examen de las tensiones propias de las épocas en las que be&da y bwila llegan a ser masivamente aprovechadas en las letras italianas o españolas. Esta preocupación compartida por el significado histórico de un fenómeno al que nos acercamos por diferentes caminos es lo que, en mi opinión, puede dar interés a una confrontación entre uno y otro método.

El entremés de El vA.zccU.no fingido se inicia con el intercambio de las insólitas réplicas que siguen : SÛLÛRZANÛ

i*ta* ¿on la* bolóa*, y, a. lo quz paAecen, -ion bien patecida*, y la* cadena* que van de.ntn.o, ni vía* ni. me.no*; no hay *íno que. vo* acudai* con m¿ intento; que., a paA de. la taimeAÍa. dejsta. -ievillana, ha de. quedan. vez buAlada.

QUIÑONES

i Tanta, howia. -óe adquieAt, o tanta habilidad ¿e muZAtAa en engaña* a. una mujeA, que lo tomáii con tanto ahinco, y pontii tanta solicitud en tilo ?

SÛLÛRZ/WO

Cuando loi mujeAe^s ion como éditai, e¿ g zl bwilaJUUu,; cuanto m¿u>, quz eMa baila, no ha de. paMA de IOA tejado* atiiiba; quieAO dzciA, que. ni ha. de. AZA con ajenia de Vio*, ni con daño de la bwilada; que no -ion buAlai la* que redundan en dzApiecio ajeno.

Cualquier estudioso del Siglo de Oro sabe que con frecuencia se citan las palabras sobre la burla que "no ha de pasar de los tejados arriba", sin tener presente el comentario poco edificante que pre-

a su propio trabajo, han sido recogidos en los dos tomos de Formes et significations de la "beffa" dans la littérature italienne de la Renaissance, Paris, Université de la Sorbonne Nouvelle, 1972 y 1975.

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cede ("Cuando las mujeres son como éstas, es gusto el burlallas") (3). ti estudio que sigue parte de esta observación y de los problemas de fondo que a su propósito se plantean. Antes de engolfarme, sin embargo, en una discusión que me alejará de la escena de exposición que acabo de citar, quisiera insistir en la relación que ésta presenta con el resto de la obra. La hibridez que encontramos en la respuesta bimembre de Quiñones es en efecto la que volvemos a encontrar en el desenlace, puesto que si las palabras de paz con las que la burlada convida a cenar a sus burladores están en armonía con la idea de burla sin ofensa ni daño de nadie, el sarcástico romance que sella el triunfo de los engañadores muestra que, incluso si se relega al segundo plano más o menos onírico de un interludio musical, no ha sido eliminada la cínica perspectiva conforme a la cual es justo que el burlador quede burlado y engañado el engañador. Semejante hibridez está, por otra parte, perfectamente acorde con la que se observa al nivel de la trama argumentai. Temáticamente, en efecto, el engaño que consiste en hacer pasar una joya falsa por otra legítima, previamente tasada por un platero, es de los que suelen representarse como muy mortificantes para el burlado. No es ocioso recordar que ocupa, como tal, un lugar destacado en la serie de estafas mediante las cuales se venga Guzmán de sus ricos parientes genoveses (4), y que López de Ubeda, tal vez con la intención de hacer de su Pícara una émula digna de Guzmán, da por su parte un relieve singular a una versión apenas retocada de la misma burla (5), al hacer que se convierta, al cabo de nueve año-ó, en tema de la contienda epistolar que sostienen Justina y el bachiller Marcos Méndez Pavón (6). La reciente actualidad que dos libros que, como sabemos, fueron leídos polémicamente por Cervantes, acababan de dar a un engaño que procede al parecer de los cuentistas italianos (7) autoriza a pensar que no

(3) Véase por ejemplo_lo dicho por R. de Balbín :"Hay en estas palabras, lúcidas y rectas /• ._^/" (Los entremeses de Cervantes, en RFE, 32, 1948, p. 428). (4) G.de A., 2a, II, 8. En un artículo que ha tenido la amabilidad de mandarme, H. Recoules ya se refirió al texto de Alemán como a una de las fuentes posibles del entremés cervantino (Las cadenas del "Vizcaíno fingido", en ACerv, 15, 1978, pp. 249-256). (5) La picara Justina, 2a Parte del L. II, cap. 2, NÚm. 2° (De la vergonzosa engañadora). (6) Ibid., cap. 3 (De las dos cartas graciosas). (7) Véase E. Cros, Contribution a l'étude des sources de "Guzmán de Alfarache", Montpellier, s.a., pp. 99-105. CRITICÓN. Núm. 16 (1981). Monique JOLY. Casuística y novela: de las malas burlas a la ...

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es fortuita — n i está desprovista de segundas intenciones— la elección de la misma estafa para el modelo de burla ejemplar que "no ha de pasar de los tejados arriba". Visto así, este fingido entremés de vizcaíno cobra un valor experimental y legítimamente puede tornarse como punto de partida de una reflexión de conjunto sobre la burla.

He hablado varias veces de hibridez al referirme a las razones de Solórzano, sin detenerme a analizar sus paradojas. Si las volvemos a examinar, vemos que la crudeza de la primera sentencia procede de la forma elíptica, pero significativamente generalizadora, en la que se destaca, a título de circunstancia atenuante, la ya mencionada condición de la mujer contra quien va dirigida la burla. La referencia inmediatamente anterior a la "taimería desta sevillana"(8) está en la línea de las justificaciones explícitas o medio implícitas que con abundancia se encuentran tanto en las comedias como en la llamada picaresca "menor"; además, como señala Asensio, la burla que un caballero cortesano urde contra una buscona está en la época perfectamente codificada y entra en la categoría de los peAAOA rtwLAtoA ( 9 ) . Lo que es excepcional no es que se satisfagan con semejante argumento las exigencias de una moral que muy poco tiene que ver con la moral cristiana, sino que esta satisfacción sea a un tiempo tan sobria y tan analítica, y, sobre todo, que sin más transición que el uso de una correlación que en el caso no parece congruente, esté asociada con unas redundantes protestas de ortodoxia. Como muy preocupado de doctrina cristiana aparece en efecto un burlador que,antes de referirse expresamente a su deseo de no ofender a Dios, emplea una lexía que en

(8) Los contextos en que solían emplearse, tratándose de mujeres, tanto el substantivo taimería,como la forma femenina del adjetivo correspondiente, son a este respecto elocuentes. £ f . la cita de Guevara que corresponde, en el DCELC, a la primera documentación de la palabra ("como viene uno de nuevo a la Corte, luego le encandila, le regala y la acaricia alguna cortesana taimada") y la referencia a la "taimería putesca" de las dos mujercillas con las que están respectivamente amancebados el alguacil y el escribano del Coloquio de los perros (CC, 36, p. 261). (9) Véase la introducción de E. Asensio a su edición de los Entremeses, Madrid, 1970, CCast., p. 28. "Dar perro muerto. Dízese en la Korte, kuando engañan i burlan a una dama enamorada, dándole a entender ke uno

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el uso común estaba asociada con las contiendas teológicas (10). Se advertirá que la perspectiva trascendente así insistentemente evocada al principio del entremés está en cambio eludida en la segunda parte del Quijote., en el momento en que el narrador destaca que las burlas ideadas por don Antonio Moreno habían de ser sin perjuicio para don Quijote "porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan si son con daño de tercero" (II, 62). Acabo de referirme a otro texto cervantino, pero creo que sólo una confrontación extendida a otros autores permite apreciar la desorbitada tensión creada por la yuxtaposición de argumentos que mutuamente se excluyen, o tendrían que excluirse, al comienzo de una obra que además pertenece a un género en el que semejante expresión de disconformidad con los mecanismos tradicionales de la burla resulta aún más paradójica.

En un texto de Salas, cuya publicación es en seis años posterior a la de los entremeses cervantinos (El coKtZM.no dZMCOKtÓJ,, 1621), también encontramos, junto a palabras en las que resuena el eco de la teoría aristotélica de la risa, unas protestas destinadas a subrayar la estricta ortodoxia de la perspectiva en la que ha de ser ejecutada una burla. La ponderación tanto estética como moral de la burla adquiere en este caso un relieve tanto mayor cuanto que corre a cargo de dos damas principales, es decir de aquellos actuantes cuya participación en una burla representa por excelencia un asunto vidrioso. Una de las dos damas, doña Lucrecia, al verse solicitada por la otra, doña Cristina, para colaborar en la ejecución de una burla Aid-ícala Z ingeniosa que el primo de ésta está urdiendo contra el odioso don Luis, COAtZM.no diACOAtZA — s e advertirá que la iniciativa de la burla incumbe, significantemente, a un protagonista masculino— contesta que acepta, porque "si es buena la burla y no se logra, me dará mucha pena". Respuesta que inmediatamente suscita los siguientes comentarios : VOÑA CRISTINA En glande, obligación o-ó ZAtán loi

ii

y

til

es un gran señor", G. Correas, Vocabulario de refranes, ed. de L. Combet, Bordeaux, 1967, p. 680 b. Véase también el testimonio de L. Franciosini, citado en TLex, s.v. dar. (10) "Hablar de las tejas abajo, no meterse en teologías quien no lo entiende", S. de Covarrubias, Tesoro, s.v. teja.

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VOÑA LUCRECIA

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Mitad : cuando ¿on zntAztzn-Lda* y no pziaúa¿, paAticu-ùxA dzlzitz izclbo con l

(11)

Algo más adelante, en el momento en que se alude intencionadamente a la puntualidad con la que las dos damas cumplen con sus obligaciones religiosas, 'el intercambio de pareceres sobre la burla se cierra de este modo :

PONA CRISTINA

Vaxzczmz que notoVicu, podAzmo* ixno¿ a. YMML : dzmo¿ lo principal dzl día a leu ¿mpoAtantZA VZAOA, quz ya. Lt>teu> ion did bl

VOÑA LUCRECIA

Si p&nMAa quz zn zlla¿ habla $ al cizlo, no ¿alo Hn-oJ la¿ zjzcutaAa., pzâo aún zl intznto ¿zvzAamzntz AzpAZndiiACL. (12)

Es cierto que en la fase que precede ha sido abundantemente ejemplificado el loco comportamiento de don Luis, cuya vanidad ha de quedar castigada con la burla tramada contra él. En la medida, sin embargo, en que la cargazón de tintas con la que se nos presenta su conducta supone que los valores que infringe son de los que suscitan una adhesión unánime y sin reservas (13), aquella primera fase es escasamente analítica. Se encuentra en cambio una visión analítica al menos embrionaria en los comentarios que distinguen las burlas ¿ngznÁ-OAaA, Mt¿lz¿ y ZYitAZtZvúdaA de las pZMdoA. Semejante uso de los calificativos, que en el texto que examinamos cobra un relieve singular debido a la proliferación de epítetos cargados de connotaciones positivas, no es un hallazgo personal de Salas, ni una innovación de los escritores de la época de Felipe III. Es en cambio propio de dicha época la elevada frecuencia con la que quedan dé este modo positiva o negativamente tasadas las burlas que han sido o van a ser ejecutadas. En un artículo escrito hace ahora más de cuarenta años, un estudioso norteamericano ya llamó la atención sobre la importancia que el fenómeno tiene en las comedias de Tirso, refiriéndose además de paso a este propósito a la teoría aristotélica de la risa :

(11) A.J. de Salas Barbadillo, El cortesano descortés, en Dos novelas de..., ed. de P. de Uhagón, Madrid, 1894, p. 49. (12) Ibid., p. 75. (13) Véase M. Vitse, loe, cit., especialmente en las pp. 11-38.

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L-tfee •Cau.gfiíeA -¿tie-^ ihi bwila. my be Kílaxzá QK t&vuz and bnne.vol.znt OK QMIÍÍ; it may, on th& ont kand, be. dCA¿b que Iz hi.ci.Vion. Y dz¿puz¿ otAa en Halagan. |la, II, S) 2) No hallando Guzmán de Al(¡aAachz lo¿> panlzntzi que 6a4ca6a en Genova, lo. híclzAon una. bujila. y ¿e ¿ue huyendo a Roma. {1a, III, 7) 3) No -áab-tewdo una matAona Koma.no. cómo HbA.aA.AZ buAÙu, del ciego se evocan antes de contarse la burla final del poste, mientras que las burlas e.nd¿abíada¿ de Lazarillo se mencionan en el polo opuesto de la trayectoria iniciática, cuando todavía no ha sido contada más burla que la primera. Pero la simetría del contraste es estructural, no semántica. Del ciego, aunque se da a entender que sabe más que el diablo, no sería posible decir que urde burlas e.nd-ia.b£ada¿. El hecho de haber usado de una expresión lexicalizada para hablar de las burlas del amo, y de haber acudido para las del criado a una creación léxica que, además, ha de interpretarse a la luz del consejo epigramático dado para que entre mejor la lección de la calabazada contra el toro de piedra, muestra que la ponderación del arte de burlar se hace aquí con matices que no hallamos en la exaltación de las "malas artes" de algunas de las figuras más destacadas del folklore. Matices a pesar de los cuales no llega a invertirse la tendencia al parecer espontánea de las narraciones tradicionales a presentar las manifestaciones virtuosistas de ingenio de aquellos protohéroes con un vocabulario negativamente connotado (19).

(18) La celebración de la sagacidad, de la sutileza, o de las buenas mañas nos sitúa en el terreno de las capacidades virtualmente requeridas de todo experto burlador, y no en el de la realidad de la burla ya ejecutada. (19) Me refiero aqux a una tendencia que parece común a los cuentos populares de la tradición "moderna". Digo esto pensando en la situación que en cambio nos presentan M. Détienne y J.-P. Vernant, en Les ruses de l'intelligence. La métis des Grecs, Paris, 1974.

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La introducción, no sólo de otro estilo de burlas, sino de otro metalenguaje para hablar de ellas, aparece, pues, como una de las consecuencias directas del salto dado por el p-LcaAO aoitZM.no alemaniano (20) a unas esferas no representadas en la obra del anónimo precursor. El cambio de escenario no resuelve, sin embargo, el problema mismo de la representación de las burlas que expresamente se dan por buznaA, como lo dan a entender tanto la escasez de las referencias a burlas donoACíé o gAccc pe-iadaA Guzmán y el rico y avariento mercader a quien dejará aquél burlado al final del episodio : -/M-cte VuzAtAa. UeAced lo que dice ! —le volví, a decÁJi— que paAa buAlcu> bastan, y -ion QAtau> muy pzAadcu, pctAa quien le. (¡alta gu¿to. -¡E-io e&tá. bueno ! —me dijo—. Leu, de Vue¿,tA.a MeAced lo .ion /7. .7. (2a, 11, 6; edT cit., p. 659)

(29) No se ha concedido tradicionalmente la debida atención al carácter altamente simbólico de los episodios degradantes con los que se da fin,por una parte, a la serie de fracasos eróticos de Guzmán en Toledo y Malagón (1a, II, 8),y por otra,a la burla de Fabia,la matrona romana que procura librarse de sus importunas solicitaciones. Mientras que en aquel caso aprovecha Alemán magistralmente el tema de la confusión nocturna entre una mujer sexualmente apetecible y una borrica, nos muestra en éste a Guzmán montado a horcajadas en un cebón, que le deja encharcado y embarrado a la vista de un número importante de testigos (2a, I, 6) .

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Es cierto que una valoración de conjunto de Guzmán deceptoK supone que se tomen en cuenta otras lexías, y en particular las que remiten a las varias formas del ingenio tracista, del fraude y del engaño. Pero el examen de las burlas semiótica y léxicamente diferenciadas de las demás muestra claramente que no sin recelo hizo Alemán de su picaro un experto burlador. La invención de soluciones narrativas que, de un modo u otro, ponen a salvo la responsabilidad del protagonista —como el hecho de que las burlas magistrales ejecutadas en casa del cardenal o en la del embajador se hagan so capa de las libertades generalmente reconocidas a los bufones ( 3 ü ) — y de otras que, en cambio, agravan lo afrentoso de unos encuentros con personajes femeninos claramente ideados como otros tantos "castigos", ha de verse como una muestra original, por el logro novelístico que representa, de total adhesión a la compleja casuística desarrollada en torho a la burla. Veremos que¿ extendido a otros autores, el escrutinio comenzado a propósito de la obra de Alemán permite aportar útiles complementos a las consideraciones tipológicas más corrientes en torno a la picaresca como género. Pero el orden más adecuado no es en este caso el orden cronológico, sino otro que nos llevará de la consideración de autores cuyo uso casuístico de las burlas, aunque distinto del alemaniano, no supone una subversión de la casuística misma, a la de otros, en cuya obra esta casuística está subvertida, o trascendida.

El McVicoA de ObAzgón, de Espinel, presenta dos casos de buAùl peAada, y sólo en uno de ellos está el papel de burlador asignado al protagonista. Tanto esta parquedad, como la omisión de toda referencia a la buJiía bae.no., en la narración autobiográfica de un protagonista que, por otra parte, es un modelo de cortesanía, han de interpretarse a la luz de los comentarios que, en los dos casos de bvJiZa. pZMda. a los que me he referido, se ponen en boca del mismo Marcos.

(30) Las prestaciones de servicio, con frecuencia raoralmente reprensibles, de Guzmán criado diligente de sus varios amos (como las exacciones cometidas por él cuando sirve al capitán, la, II, 10) son, a mi modo de ver, lo que más le distinguen del mozo de muchos amos tal como había de desarrollarlo la picaresca ulterior. No cabe duda de que su punto de partida está en cierto sentido en el tercer tratado del Lazarillo, pero la reelaboración de Alemán y su uso reiterado del tema son en realidad inconfundibles.

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En el primer caso, con la perspectiva que le han dado loe años, censura el narrador una burla hecha por él en sus años mozos, mientras que en el segundo dirige una advertencia a un grupo de cortesanos que están urdiendo una burla en cuya ejecución se niega Marcos a intervenir : Uo alabo yo zl habzA hecho «Ata. pzsada buAla, que ai &in ¿ae venganza, cosa indigna cíe an valzAoso pecho, y que. Azalmente en esta edad no ¿a hicieAa; puno quien hace mal a quizn no sz ¿o me/tece ¿ qui espeta sino venganza y castigo ? Estos hombAes vagamundos y ociosos, que. sz quieten sustentât de sangtz ajena, mA bwiÙL ZtívadeAa paita uno, ¿>ejií pata otjto muy pecada; y lcu> buAlaA no ¿e han de. juzgan. poA malas o peo/tei de paxte. de, quien las hace, sino de paAtz de qa-cen las -tec-ebe; y si U las tomoAZ bizn, bizn se/íán de. SU^AÍA., y si las tomaAZ pzsadomzntz, szAan pzsadisijnas n._J- Qae de buAlas pesadas vemos cada, día AzsultaA agAavios quz no sz pznsaJion. (I. 23; ibid., p. 312) (31)

(31) En la versión francesa de Vital d'Audiguier, este fragmento se distingue por la variedad de soluciones ideadas para paliar la ausencia de un equivalente exacto del sintagma burla pesada, y para expresar el contraste que, partiendo de la existencia lexicalizada de este grupo nominal, desarrolla Espinel : "Ces cassades doivent être rares, et sans préjudice du tiers, et telles que celui même auquel on les donne y prenne plaisir. Nous ne savons pas la capacité d'un chacun : les traits qui seront tolerables à l'un seront insupportables à l'autre, et les moqueries ne se doivent pas juger de la part de ceux qui les font, mais de ceux qui les reçoivent, s'ils les trouvent bonnes, elles sont bonnes, s'ils les trouvent mauvaises, elles sont mauvaises. Que d'offenses nous voyons tous les jours de ces moqueries, qui ne méritent pas qu'on y pense ?" (Les Relations de Marc d'Obregon, Paris, 1618, pp. 391-393). He conservado la puntuación original y he modernizado la ortografía. En las líneas que siguen, la burla pesada se convierte en baye y luego en fourbe (subst. ) .

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Partiendo de la lectura —obligada para la época— del Q-OKtHM.no y del GaXaZo.0 eApañot, y movidos por el mismo escrupuloso recelo de narradores por otra parte igualmente fascinados por una traza bien urdida, Alemán y Espinel idean unos sistemas narrativos que integran en la exposición misma de la burla el descargo total o parcial de algunos de los burladores, y señaladamente de sus respectivos protagonistas. A esto, sin embargo, se limitan las semejanzas. Por variadas que sean las soluciones inventadas por Alemán para atenuar la responsabilidad de su arrepentido picaro — s e dan casos en los que Guzmán, burlado, se ve vengado por la intervención providencial de un substituto que puede ser otro burlador, o la justicia (32), y otros en que traza y ejecuta burlas que divierten, benefician o dejan vengados a sus amos del momento, valiéndose para algunas de ellas de las libertades concedidas a los bufones—, no toman nunca la forma de una reflexión teórica sobre la burla misma. En la perspectiva alemaniana, tampoco es concebible que la dialéctica que rige la construcción misma del Guzmán, a saber la del pecador arrepentido que se vuelve hacia el pasado, esté aprovechada para unos fines tan anecdóticos como la censura de una burla en la que el protagonista tuviera, de joven, un papel severamente enjuiciado por él a poitíAioii. La conciencia de Espinel en materia de burlas es tan quisquillosa que, incluso cuando aprovecha el consabido esquema de burla conforme al cual la víctima de un hurto recobra lo hurtado por haber dado a entender al ladrón que, devolviéndolo, podría sacar una ganancia mayor (33), se cree en la obligación de disculpar a su protagonista por haber tenido que usar de fraudes y de engaños (34). La única burla que, al parecer, suscita de su parte una adhesión sin reservas es la que no sólo cumple con la circunstancia usualmente tenida por sobradamente justificadora de que el burlador hurta a un ladrón, sino que presenta por encima un caso en que el poco escrupuloso precepto

(32) Como ocurre, respectivamente/ a propósito de las dos ventas en las que se le han servido a Guzmán una tortilla de huevos empollados y muleto por ternera. (33) Este engaño está catalogado en el Motiv-Index de Stith Thompson (K 1667) . (34) "Yo me vi rematado y perdido, no sintiendo tanto él agravio de la persona como la falta del dinero que tanta me había de hacer; y así no fue el ingenio quien me dio la traza, sino la necesidad, por verme pobre y en tierra ajena, y que por ningún camino lícito y fácil podía deshacer mi agravio, sino por otro engaño semejante o peor". (Op. cit., t. Il, pp. 175-176).

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según el cual quien kobo, al ¿adAÓn gana c¿zn año-t> dz peAdón se ve en cierto sentido "moralizado", en la medida en que el hurto de Marcos le permite restituir lo hurtado a su dueño legítimo. Estamos, de este modo, frente a una burla que se conforma con las exigencias teológicas en materia de restitución, exigencias a las que en forma muy explícita alude la conclusión del episodio : HoigámonoA mucAo con zí ÍUCZAO, de maneta que IOA> mzAc.adzAz¿ ¿o quzA-áin OÍA poi momznto-b, qnz ¿zgún poJie.dó, hcüLtoAon mái d-íneAO dzntAo de -£aá zuAA.onz¿ que habían dzjado; y con donaÁAZ dzcÁa. zt ano dzZloi : "No qu-LeAa P-to-ó que. yo Zlzvz dinexo ajzno en mi podeji, gcu¡iz-iz poA zí camino era pzAdlce* y conzjO'i, que no qu.izn.0 tznnA quz iZAtltult" fl.J. [I, 13; éd. cit., t. 7, p. 2241 Pero queda en cambio muy lejos la perspectiva del Guzmán, en el que, a pesar de hacerse prolijamente uso de la circunstancia atenuante para poner a salvo la responsabilidad del protagonista, dentro de una perspectiva estrictamente inmanente, se deja entera su responsabilidad a largo plazo y con respecto a las exigencias de una justicia trascendente .

Estos sutiles juegos, en los que cabe suponer que influyó . tanto el tratamiento teológico del tema de la Zu.tAa.pZÍia,, tal como lo hallamos divulgado en los manuales de confesión, como la doctrina de los tratados de urbanidad — e n la medida en que es posible distinguir entre una y otra fuente por lo que respecta al fondo común de ideas sobre las burlas lícitas e ilícitas—, son totalmente ajenos a unos libros cuyos protagonistas son un bachiller TKa.pa.za., una Niña de los Em6u4-te-6, o una GaAduña. "racional". No quiero decir con esto que en tales libros no volvamos a encontrar ocasionales menciones de bunio* bue.na¿> o — p o r supuesto— pZMdaA. Pero la diale'ctica queda reducida, en su caso, a que los para o semidelincuentes que protagonizan estas novelas, y a cuyo propósito proliféra sobre todo el vocabulario del fraude y del engaño (35), suelen estar sistemáticamente confrontados

(35) Este vocabulario también está masivamente aprovechado en La desordenada codicia de los bienes ajenos, obra que su autor nos presenta como un testimonio sobre "los enredos y marañas de los que no se contentan con su parte" (en A. Valbuena, La novela picaresca española, 1946, p. 1156). CRITICÓN. Núm. 16 (1981). Monique JOLY. Casuística y novela: de las malas burlas a la ...

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con adversarios que su perversidad o sus errores designan a la reprobación de los entendidos. De ahí que las buAla¿ pZMdoU, que se les reserva no estén necesitadas de paliativos, y que las biVitaA g-íac-co-ócuó o MzonadaA (36) ejecutadas por Trapaza y compañía se confundan con sus (37). En algunos casos excepcionales, la degradada condición de los actores confrontados en aquellas novelas justifica un uso pre-esperpéntico del sintagma bu/tia + zp-itzto, como ocurre cuando a un delincuente que está agonizando se le declara que si se muere en su cama, y de muerte natural, hará una "graciosa burla" al corregidor que está decidido a prenderle y ahorcarle (38). Semejantes sarcasmos recuerdan algunos de los despiadados juegos del romancero de germanía (39).

Merece un lugar aparte El JM-btUL coidovéA PedAO diiofi de. MU pexb f g la. coYiveAMxción y Kz^iexe Vedjio la. donoia buAla, que aAmó a un Ma.eit>io de eignima un Corchete. Llama en particular la atención la liberalidad con la que se le asignan burlas gA.ac.ioMU o donOMti a un protagonista que lleva el significativo nombre de UKdemalaA. No podemos dudar de que el contraste fuera muy del gusto de un autor que, al ano de haber publicado El Míbtil..., saca a luz una novela titulada La Mxbia. FloAa. MalMibidilùi, y que juega parecidamente del vocablo en el título de otras obras suyas (41). Además de tener interés para el tema que aquí nos ocupa, la asignación de unas burlas buznai a un protagonista llamado UAdem.lai tal vez se ofrezca como una vía de acceso privilegiada para una interpretación de conjunto de estos juegos en un autor cuya visión del mundo es singularmente maniquea. Me he referido varias veces, en lo que precede, a las relaciones entre cortesanía y eutKcupeJtia.. El hecho de que estas relaciones se den teóricamente por sentadas no significa, por supuesto, que en la práctica de los textos, que a este respecto indudablemente reflejan la práctica de la vida, muchas de las variantes de la buAla. 6uena, y especialmente las burlas g-taccctócu, MÍXÁZZA, ingenioMU> o

Jerónimo de Salas Barbadillo. Contribution à l'étude du roman en Espagne au début du XVIIème siècle. Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, 1979, 853 p . ) . (41) El cortesano descortés y Las fiestas de la boda de la incasable mal casada, que se publicaron respectivamente en 1621 y 1622.

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dono-icUi (42) se emplearan para designar exclusivamente unas burlas situadas en un ambiente cortesano, o cuya iniciativa incumbiera a un cortesano. Inversamente, se dan numerosos casos de cruces tipológicos que autorizan a asignar a un cortesano, o a un grupo de cortesanos, una buAla pesiada. Varios de los ejemplos aducidos en las páginas que preceden, como los dos casos recientemente examinados de buAta. picada, del MCMCO-Ó di ObAigón, son a este respecto elocuentes. El interés del que ahora voy a presentar sucintamente está en que, además de estar sacado de otra obra de Salas, nos presenta una situación rigurosamente opuesta a la de las bvjilou, bueno* de un ÜKdmaZíU,, facilitándonos por lo mismo una comprensión de conjunto del problema. El último capítulo de la primera parte de El caballiAO puntual lleva el epígrafe que sigue : tocen loi poitai una tomidia di Aipintl, y in illa. Il dan paAti a nuutAo Ca.btti.liAo, di dandi ¿>i li ¿igui una bwila tan picada., qui (tilintado huye, di la CoAti, y muiAi dll ¿sQM.tAjnA.intO (43). Se ve que, a diferencia de la burla en cuya preparación aceptaban colaborar las dos damas de El C0itlM.no dOACOKtíi (véase -itip-ta), la burla urdida aquí contra un caballero espurio cumple, tal vez, con una ley que impone castigos semejantes al crimen — en la medida en que a este caballero se le castiga con una burla no cortesana—, pero no con las exigencias de las buAlaA CQKtlAavwJs. Además de estar justificada por una presentación del futuro burlado hecha con una cargazón de tintas mas negras todavía que las propias de semejantes casos en la novelística de Salas (44), la buAla picada que examinamos es obra de un actuante no expresamente designado como cortesano. Como el grupo de académicos que constituyen el público ordinario de Pedro en El iubíil coKdovbb, el grupo de poetas que castigan al caballero puntual tiene a su favor la circunstancia atenuante de que sus actividades se sitúan en el marco ritualizado de cenáculos cultos, en cuyo ambiente las actividades festivas han de alternar con las serias. A pesar de haber procurado atenuar de este modo lo grave del caso, al volver a evocarlo en el texto mismo de la novela, no vuelve Salas a hablar a su propósito de buAla pQMxda.; en vez de esta lexía, lo que encontramos es una acumulación de nuevas circunstancias atenuantes, a las que se da deliberadamente el carácter de leyes generales : "Cansados ya de sus impertinencias determinaron

(42) Creo que es distinto el caso de las burlas discretas, como lo es obviamente el de las burlas cortesanas. (43) El caballero puntual, Madrid, 1614. (44) Véanse a este propósito las interesantes reflexiones que Vitse dedica a los burlados (loe. cit., p. 11 y ss.).

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hacerle una burla digna de un loco, que tuviese mucho de afrenta, y nada de peligro, aunque para los cuerdos éste es el mayor" (45),

He procurado mostrar que, correcta o incorrectamente captada, la novedad del aporte alemaniano al género narrativo que constituye la introducción, en el Guzmán, de la casuística de las burlas, es un factor determinante en la emulación consciente o inconsciente que aquel libro clave suscita. Un rasgo común de las obras hasta ahora examinadas es que, por variadas e incluso divergentes que sean las formas con las que esta casuística llega a expresarse en ellas, en todas queda integrada sin ser desvirtuada ni cambiar por tanto de sentido. No ocurre lo mismo en un libro en muchos años anterior a algunas de las obras precedentemente mencionadas, pero cuyo examen quedó, por su margilanismo mismo, postergado. Este libro es La. P¿caAa, Ju&tÁna, a cuyo propósito contamos, sobre todo tratándose de burlas, con los estudios decisivos de Bataillon. Como los comentarios de Bataillon, oídos hace años en su forma oral, están en los orígenes'de las investigaciones que ulteriormente he llevado a cabo sobre la burla, me encuentro en la delicada postura de quien, al reconocer su deuda con un precursor justamente afamado, se ve en la precisión de hacer oír una voz a veces discrepante. El seguro instinto de Bataillon le llevó a dedicar una atención preferente al conflicto que opone Justina al bachiller Marcos Méndez Pavón. Como el episodio es largo y complejo (46), recordaré, aquí, ateniéndome a lo esencial, lo que es útil tener presente para la discusión que sigue : 1 - Justina, de camino para León, se encuentra en la situación festiva por excelencia del viaje con intercambio de paliai y chanzovKLtcU, con los demás viandantes (47).

(45) Op. cit., fol. 142 r°-v°. (46) Situado en la 2a Parte del L. II, el episodio se inicia en el Núm. 2 o del cap. I y termina con el cap. III, abarcando las pp. 369457 del segundo tomo de la edición de A. Rey Hazas (Madrid, Editora Nacional, 1977). (47) Sobre las pullas, véanse el artículo de J.P.W. Crawford, "Echarse pullas" : a Popular Form of Tenzone, en RR, 6, 1915, pp. 15O-164; y M. Joly, Nouvelles remarques sur un certain type de plaisanteries : "echar pullas", en CLR (13), pp. 843-857, trabajo que aparece reelabo-

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Sólo los estudiantes —aunque muchos de ellos siguen el mismo viaje—, escarmentados por los triunfos anteriores de Justina sobre la Bigornia, no toman parte en este intercambio de dichos festivos ritualizados. La situación de Justina es, pues, una situación de triunfo y superioridad hasta el momento en que se ve alcanzada por "un picaro, medio estudiante, medio rufián" (el bachiller Marcos Méndez Pavón) que, luego de haberle echado una pulla "mayor de la marca" (o sea, singularmente obscena), espolea su caballo, dejando a Justina en la situación desairada por excelencia de víctima de una agresión verbal que no puede desquitarse con otra agresión similar. 2 - Como el pretexto directo de la pulla fue un comentario sobre unas joyas (unos a g m w ) que Justina lleva al cuello, la Pícara decide vengarse con ellas de su burlador. Lleva a cabo su proyecto, aprovechando para la circunstancia la treta clásica citada al comienzo del presente trabajo, y que consiste en substituir una joya legítima, previamente tasada por un platero en presencia de la futura victima, o de un amigo o criado suyo, por otra de menos valor. 3 - Al cabo de nueve años, el conflicto "retoña", convirtiéndose en tema de un duelo epistolar que, para decirlo con palabras de Bataillon, recuerda "a la vez las CaAtcu, dtl CaballoAO de. la linaza., de Quevedo, y el juego de {¡'Liga y contAad-dga entre Perlícaro y Justina del comienzo del Libro Primero" (48). Volvamos ahora a las reservas con las que deben tomarse, a mi entender, los comentarios por otra parte tan sugestivos de Bataillon; aun cuando me lleven a tocar varios de los puntos incluidos en la sinopsis que acabo de presentar estas reservas, proceden en realidad todas de una discrepancia con el juicio reservado por Bataillon a la obra de Alemán, autor a quien sus ensayos críticos suelen dejar singularmente mal parado. Al cabo de un análisis en el que destaca con finura el virtuosismo de la estrategia de Justina convertida en "dama pudorosa y tímida", o la relación del duelo epistolar de Justina y de su contrario con otros juegos de estilo (véase -óap-ta), o la presencia de bromas que llaman la atención por su descaro (49), dice en efecto Bataillon :

rado, y espero que mejorado, en la tesis doctoral a la que me he referido al comienzo del presente ensayo. (48) M. Bataillon, Redescubrimiento de una obra literaria, en Picaros y picaresca, Madrid, 1969, p. 48. (49) "Encontramos en este episodio, con las bromas acerca del deber de restituir y con la falta de respeto hacia las joyas devotas convertidas en meros objetos de trueque y estafa, un aspecto típico,aunque

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CompaAcuU.vame.ntz, Guzrnin de MiaAache. no podtù. £~yanagloA.iaA-i,z_7 t,ino de tA-Lun^o* moduto* d& viAtuo-6¿6mo en e£ cwte de fiuAtaA (en il Palacio de£ Ccu.denal), y como "chocaAAZAO" de palacio (Segunda Parte, LibKO VAimeAO, c. 2, "En caM. dzl EmbajadoA") alcanza muy poco Kiliove.. Lo grave no es que la parcialidad de Bataillon a favor de La P-ccaAa Justina le hiciera pasar inadvertido que el trueque de los agnwi no es sino una versión retocada del engaño de las cadenas con el que burla Guzmán a uno de sus deudos genoveses, inadvertencia que puede achacarse a un olvido ocasional y de escasa trascendencia, sino que se le escapara que las burlas del Guzmán y las de La Picata Justina, son igualmente virtuosistas, pero que por tratarse en cada caso de un virtuosismo que responde a unas exigencias radicalmente distintas, no se les puede medir con el mismo rasero. A diferencia de las de Guzmán, que incluso si se llevan a cabo con estrategias verbales muy finas, son esencialmente buAlaA en acción (50), el "frenesí de burlar" que tiene poseída a Justina es ante todo un frenesí verbal. El mismo Bataillon, que a propósito de la burla del agnuU> señala que ésta culmina en el duelo epistolar que a continuación sostienen los dos adversarios — s e observará que el punto de partida de todo el episodio también es verbal, con la pulla del fullero—, llamó reiteradas veces la atención sobre el papel que en la obra de López de Úbeda llegan a desempeñar las pullas, matAacai, &ÍAga4 y contAa^iigai, y demás formas de la burla verbal. Esta preeminencia dada a un virtuosismo en su esencia verbal no sólo se observa en la selección de las burlas representadas en La V-ícaAa Justina. Tiene además una incidencia directa en lo que más arriba he llamado su mztaJLznguajZ. Importante en toda la obra, éste proliféra especialmente en las dos cartas del duelo epistolar, en las que además de volverse a evocar las circunstancias de las burlas en acción, y su repercusión o su efecto a distancia, se cambian argumentos para saber cuál de las dos burlas ha sido mejor y "más perfecta" . Desde las quintillas de pie quebrado que encabezan el capítulo, se advierte una proliferación vertiginosa, pero también totalmente heterodoxa, de ponderaciones hiperbólicas destinadas a destacar la

no muy conocido, de la época barroca en la que la Contrarreforma se supone que reina y en la que florece la casuística". Loe. cit., p. 47. (50) Tomo la expresión de Bataillon, que la emplea a propósito del trueque de los agnus (ibid., p. 46).

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superioridad de la burla de Justina (El lulleAO Z*Oiibe ij pica / A la picata Justina; I Ella, pitando, teplica, I V con dutio*a bolina I Le. demuutta I Que *u buAla due. má* die*tn.a, I Lo otAO, má* piovecho*a, I Lo teJicejio, má* gn.acio*a, I En. iin, buAla de. mae*th.a, / En todo el mundo {¡amo*a. I V ainda. Ed. cit., t. II, p. 441). Pero en las cartas mismas es donde la defensa por los dos contendientes de sus burlas respectivas, y el correspondiente ataque de la burla del contrario, toma la forma de un verdadero delirio casuístico, del que me limitaré a citar una muestra : Oüioii, bien *abéi* que todo licoK mezclado no e* tan pexiecto en *u especie, como ti puno, y, pue* mi bwila due bwila de todo* cuatro contado-i, i>in biizna ni mezcla de vena*, ni de o{¡en*a, ni de venganza, &ue bwila mái perfecta en ¿u especie que. la vutitAa, la cual vino envuelta en un muy vzAdadeAo y averiguado latAocinio. Cieedme que, a¿>i como ¿>e tienen pon. malaA la¿ bwilxu del buKKo y otAoi animale* de 4u jaez, poAque no -óe ¿aben buAlaA t>in estampa*, uña* o pata¿, ai>i vue¿tAa bwila -óe ha de llamaA buAial, poA cuanto en ella •ieñalaAteA la* mano* y aun lou> uña*. {Ed. cit., t. II, p. 443} En este sangriento discreteo —supongo que se apreciará como es debido el sarcasmo con el que la lexía que solía asociarse con las investigaciones sobre limpieza de sangre queda aplicada a la investigación sobre la "pureza" de las burlas— no me parece dudoso que asoman una serie de indirectas contra la ponderación de las bwila* buena*, o la denuncia de las buAla* mala*, cuya presencia explícita o implícita se rastrea en todos los textos examinados en lo que precede. La alusión a la fábula esópica del perrillo faldero y del asno es, a este respecto, suficientemente clara : aunque arraigada de antiguo en las letras castellanas —aparece, por ejemplo, en el LibAO de Buen kmon.—, esta fábula está aprovechada por Castiglione, al criticar éste a los que "sin saber cómo, se meten en pláticas con señores" (51). Su interpolación en una especie de discreteo al revés sobre la burla aparece, pues, como un recuerdo paródico del CoA.te*ano.

(51) "Hallaréis uno a quien Dios habrá dado una gracia tan natural que no dirá ni hará cosa que no os haga reír con ella, y si otro que naturalmente tire algo a lo grave y a las cosas de seso, quisiere ponerse en hacer lo mismo, estará en la mano que por avisado que sea quedará frío, y tan desgraciado, que haga asco a quien lo haya, y en fin, sera como el asno, que por hacer lo que hacia el perro, retozan-

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Para esta interpretación divergente de la de Bataillon, ato muy conscientemente cabos sueltos de la suya, que estoy presentando en una nueva perspectiva. Al analizar los ataques de Justina contra el fullero, observa en efecto Bataillon que representan una clara infracción contra una de las reglas de oro del Galatío ZApañol (52). Creo que ha de extenderse este comentario a todo el episodio, deliberadamente concebido como un abreviado GaXa.te.0 (o CoAto^iano) al revés. No es mi intención mostrar aquí todo lo que se puede sacar de un reexamen minucioso del conflicto entre Justina y Marcos Méndez Pavón, aplicándole la clave interpretativa que acabo de proponer. Me limitaré a ilustrar con cuatro ejemplos las sistemáticas inversiones sobre cuya existencia sólo de un modo global he querido llamar la atención : 1 - En el momento en que da Justina comienzo a la burla del agnu-6, declara, refiriéndose a otra burla suya anteriormente narrada, que estas burlas "largas y discretas" no llegan a la noticia de ignorantones como el fullero (éd. cit., t. Il, p. 415). Afirmación que no podía ofrecérsele sino como una ocurrencia deliberadamente chusca a quien sabía que las burlas del discreto son, por definición,6-teve-ó (53). 2 - Otra intencionada yuxtaposición de contrarios es la que encontramos en las quintillas de pie quebrado, en las que se dice que la burla de Justina es, a un tiempo, g-Yac-to-óa y pA.ove.cho¿a. (véase •bupAa), aludiéndose con el segundo adjetivo no al provecho moral de una lección ejemplar, sino al producto muy material de un hurto artificiosamente urdido. Otro precepto cortesano era que las burlas del discreto no fueran interesadas, so pena de confundirse con las de los bufones (54).

do, puso las patas en los pechos de su dueño". A diferencia del fragmento citado en la n. 24, que rae pareció importante conservar en versión original, cito aquí la traducción de Boscán, tal como aparece reproducida en la edición del CSIC, Madrid, 1942, p. 133. (52) Loe, cit., p. 46. (53) Como se ve claramente por el siguiente fragmento de Luis Milán : "Dijo al Duque : —Tiene razón don Diego Ladrón, que las burlas no deben ser largas, aunque sean buenas, porque si duran mucho pueden hacer mal estómago, por ser de mala digestión el burlar,_y si son pocas, puédense digerir" (Libro intitulado El cortesano /•••/, Madrid, 1874, Colección de Libros Españoles Raros o Curiosos, VII, p. 60). He modernizado la ortografía. (54) Como vemos por la oposición recurrente trazada entre los que viven de decir chistes y "merecen ser premiados si dicen graciosamente"

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3 - Como la pulla del fullero, la burla de Justina es una burla mayo*, cíe la. maAca (éd. cit., t. Il, p. 441). Hemos visto que, empleada a propósito de la pulla en la que se engendra todo el conflicto, la lexía con la que se indicaba que una espada no cumplía con lo prescrito por la ley, y que por lo tanto estaba con frecuencia empleada a propósito de los delincuentes, da a entender que dicha pulla es de una procacidad que supera a la de las pullas usuales (téngase presente que, en las pullas, la obscenidad se consideraba normal). Al estar asimismo calificada con esta lexía, la burla de Justina está -tp-iO {¡acto excluida de las burlas discretas y cortesanas. 4 - El hecho de que las quejas de Marcos Méndez Pavón "retoñen" al cabo de nueve años también basta para que la burla de Justina quede clasificada como buAla. pesiada. El arte de burlar cortesano supone en efecto que la burla ha de ser tal que no deje ofendido al burlado. Precepto que, por otra parte, se recuerda paródicamente al final de la respuesta de Justina, cuando, observando ésta que la herida de su contrario no ha sanado, le prescribe una extraña receta para curarla : Va pzmí quz tinca. olvidada eAta. buAla, mou> paAZczmz quz tzgún batea ,contuzlot, no dzbz dz tznzA cuín b¿zn tana. ¿a. llaga. Ec.he.Za. un poco de. mattza y rnaAcunda., con un gianito de. tal dz nzclo, y luzgo ¿ancua. (Ed. cJÜL., t. 11, p. 455). Por vías inesperadas, pero nada extrañas, todo lo que acabo de decir desemboca finalmente en una conclusión que ha de relacionarse con otro de los comentarios de Bataillon. En "las bromas acerca del deber de restituir", en "la falta de respeto hacia las joyas devotas convertidas en meros objetos de trueque y estafa", vio éste una reacción contra el reinado de una casuística tenida por todopoderosa. Yo creo que es en efecto abrumador el predominio de la casuística, y que lo demuestra el hecho de que, para manifestar su disconformidad con ella,nos dé López de Úbeda una versión de la misma subvertida o invertida, pero rigurosamente calcada sobre su modelo. ¿Será fortuito que, en el momento en el que este juego se exacerba y se hace más virtuosista, se autodesigne Justina con el nombre de Guznoan puesto en femenino ? (55) Es lícito pensar que, al encabezar de este

y los perfectos cortesanos (vid. por ej. L. Gracián Dantisco, op. cit. p. 148). (55) "Yo, la licenciada Justina Diez, llamada por otro nombre la Guzraana de Alfarache /.../" (éd. cit., p. 447). CRITICÓN. Núm. 16 (1981). Monique JOLY. Casuística y novela: de las malas burlas a la ...

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modo la carta con la que su Pícara responde al fullero, sólo quisiera López de Úbeda señalar maliciosamente la fuente directa del engaño de los agnwá. Pero también cabe suponer que las segundas intenciones con las que se refiere entonces a la obra de Alemán fueran menos anecdóticas, y que implícitamente aludiera a una casuística de las burlas que sin duda es una de las fuentes de la compleja reacción anticortesana que acabo de señalar.

Iniciado con Cervantes, este trabajo se cerrará con él. De no ser así, no tendrían sentido las reflexiones con las que se procuró destacar el carácter artísticamente aleccionador del tratamiento que la burla recibe en El vizc.oú.n.0 fingido. Está claro, sin embargo, que, por delicados que sean los problemas que a este respecto plantea aquel entremés, son de otra magnitud los planteados por las burlas del Qu-tj'oíe. De ahí que, tal vez más que en cualquiera de los casos examinados en el presente ensayo, tenga interés un estudio limitado al examen de las burlas — q u e , como veremos, son pocas— a cuyo propósito disponemos de un comentario, siquiera reducido a la interpolación de un adjetivo. Los comentarios más extensos de Cervantes sobre la burla son los que pone en boca de su narrador a propósito de episodios que tienen lugar mientras están don Quijote y Sancho en contacto con los grupos respectivamente formados por los duques y sus criados, o por don Antonio Moreno y sus amigos. Están, por lo tanto, localizados en la segunda parte, y en relación directa con la introducción en la novela de una nueva problemática. Esta procede tal vez no de que Cervantes leyera o volviera a leer el CoKtZMno o el Gatatzo durante los años que median entre la publicación de VQ_ I y la de PQ. II, según quiere C.S. de Cortázar (56), sino de que, en esos diez años, la visión que

(56) "Entre la primera y la segunda parte del Quijote transcurren unos meses; en la realidad, diez años. En el espíritu de don Quijote y de su creador, diez largos años. Estos diez largos años de nuevas lecturas realizadas por Cervantes, se vuelcan sobre su personaje y configuran una personalidad sensiblemente distinta de la que nos era familiar. Si don Quijote hubiera rehecho su biblioteca, un nuevo escrutinio mostraría una sensible disminucidn de novela caballeresca y pastoril, y los lugares ahora libres de sus anaqueles estarían ocupados por algún Cortesano de Castiglione, o de Luis Milán, por algún Galateo. ¿ Don Quijote, caballero cortesano ? , en Universidad ¿^Universidad del Litoral, Santa Fe (Argentinajy7, Ï963, pp. 61-73. El fragmento citado está tomado de las pp. 70-71. CRITICÓN. Núm. 16 (1981). Monique JOLY. Casuística y novela: de las malas burlas a la ...

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tiene de sus personajes se modifica a la luz de reacciones como las que cuajan en el Quijote, apócrifo, o en el PuntuaZ de Salas (57). Entre otras muchas cosas, estas obras muestran en efecto que la recepción de la primera parte en los cenáculos cultos fue acompañada de una "recuperación", con la consiguiente transposición de las aventuras quijotescas a los ambientes cortesanos. El hecho de que la aparición de los comentarios teóricos del narrador sobre la burla esté tan directamente relacionada con esta nueva problemática explica que no hayan sido tomados en consideración por la crítica más que dentro de un examen de conjunto de la huella de Castiglione en la obra cervantina (58). Ofrece esto ventajas y desventajas, siendo la mayor de éstas que, como suele ocurrir con semejantes rastreos, lo que menos atención ha merecido es el uso propiamente cervantino de un cuerpo de doctrina cuya expresión literal queda reducido, en el Quijote, al uso de unos cuantos tópicos. La desatención a la que acabo de aludir queda palmariamente ilustrada por lo que ha ocurrido con el juicio más conocido que acerca del uso de las burlas tenemos en el Quijote. Me refiero a lo dicho al comienzo de II, 62, cuando se indica que : Don Antonio Mo/ieno ie llamaba eZ hutiped de. don Quijote, cabaZZeAo Aico y d-LiCAeto, y amigo de holgaAie a lo honesto y afable., el cual, viendo w iu caia a don Quijote, andaba buscando modo* cómo, iin iu pestjuicio, iacaie a plaza, iai loc.uA.ai; polque no ion buAlai Zai que dueZen, ni hay paia.tÀ.mpo& que valgan ii ion con daño de tzAceAo. [Ed. de M. de RiqueA, 196S, p. 1053) Casi todos los críticos que se refieren a este fragmento lo hacen

(57) Sobre este delicado problema, véanse las sugestivas reflexiones de C.S. de Cortázar, art. cit., pp. 66-69, que se escribieron antes de publicarse el estudio ahora clásico de A. Navarro, El Quijote español del siglo XVII, Madrid, 1964. Se hallará un planteamiento renovado de la cuestión, o de algunos de sus aspectos, en los trabajos más recientes de A. Close, The Romantic Approach to Don Quixote, Cambridge, 1978, pp. 25-26,. y de M. Vitse, art. cit., pp. 23-24. (58) La situación descrita por mí corresponde a la del artículo considerado básico de J.G. Fucilla, The Role of the "Cortegiano" in the Second Part of "Don Quijote", H, 33, 1950, pp. 291-296. Ho rae ha sido accesible el libro de L. Mades, The Armor and the Brocade. A Study of Don Quixote and the Courtier, New York, 1968.

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aplicándole el mismo criterio de selección que el aludido a proposito de la respuesta de Solórzano a Quiñones. Quiero decir que sólo recuerdan las consideraciones que les parecen de más importancia, porque son abultadamente teóricas, y no toman en consideración más que lo dicho a partir de "porque no son burlas las que duelen,(etc.)". Como mucho, destacan que esta preocupación por la buAla -ó-cn pzAjU-Lcio se atribuye, no sin redundancia, a un "caballero rico y discreto, y amigo de holgarse a lo honesto y afable". Lo que, en cambio, no ha llamado su atención es que las palabras empleadas para evocar los proyectos de don Antonio difieren radicalmente de las empleadas para evocar, al final de II, 33 y comienzo de II, 34, los designios del duque y de la duquesa. Dice allí Cervantes : _/T. .7 y entAZ loi doi dlexon tAaza y oKden de haCZA una ~b~u>ila a don Quijote., quz ¿ue¿e iamoia y vinizÍZ bizn con zí zitilo cabatlzAZico; en el cual Iz hicizton mucnoU), tan puopiai y diioiztca, qu& ¿on lai mejotizi avzntwiai que en Zita, glande. hiM.0K¿a ¿e contiznen . Glande. eAa eJL güito que. Ke.zebían e.1 duque y Za. duquesa, de. Za. convzA¿a.c¿ón de don Quijote, y de la. dz Sancho Panza; y con&vunándoAZ en la ¿ntencíón quz tznXan dz haczJilzi alguna* bunlai quz llzvaizn viilumbizi y apat-izncMu) dz aventusiai H-JJ • I Ed. cÚ:, pp. S4Z-S43) Se ve que la palabra omitida, al evocarse directamente los proyectos de don Antonio, es la palabra buAla, que sólo aparece en el comentario que, con significativo cambio de nivel discursivo, representa un juicio del narrador sobre lo narrado. De don Antonio Moreno, lo que se dice es, en forma bastante sinuosa, que "andaba buscando modos cómo H-J sacase ^~don Quijote_7 a plaza sus locuras". Y en efecto, a diferencia de los complejos montajes realizados por los duques o por sus criados, con intervención de tramoyas, disfraces, máscaras y efectos sonoros, las escenificaciones de don Antonio se hacen, si exceptuamos el episodio de la cabeza encantada, con una notable parquedad de recursos. En cierto sentido, don Antonio se parece a aquellos directores de teatro o de cine que un día quisieron librarse del peso de las tramoyas o de los decorados artificiales. Incluso la escenificación que requiere la exhibición de la cabeza encantada es de otra índole que la requerida por las burlas ducales, en la medida en que no está expresamente pensada para encajar en las aventuras quijotescas.-Uno de los aspectos nada marginales de esta depuración de la burla es que ésta puede escenificarse con la participación de un grupo selecto de parientes y de amigos (ei "respondiente" encargado de contestar a las preguntas dirigidas a la cabeza de bronce es

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"un sobrino de don Antonio, estudiante agudo y discreto", éd. cit., p. 1062), limitándose la de los criados a entretener a Sancho mientras sacan a pasear a don Quijote por las calles de Barcelona. De esto se sigue que, en la medida en que no escapan a su control, las burlas hechas con iniciativa de don Antonio no tienen el carácter de marcada chocarrería de muchas de las burlas ducales. Lo cual no significa que, durante su estancia en Barcelona, no sufra don Quijote una serie de agresiones cuya gravedad supera sin duda a la de las burlas chocarreras a las que me acabo de referir. El episodio, en efecto, está caracterizado por la intervención de agresores que no conocen, o no respetan, las reglas de las burlas cortesanas, y que por lo mismo suscitan la reprobación de los burladores discretos, y en particular del mismo don Antonio. Estas confrontaciones se inician en el momento mismo de llegar don Quijote a Barcelona, cuando la acogida de los caballeros amigos de Roque Guinart se ve perturbada por la malvada intervención de los muchachos, que colocan sendos manojos de aliagas debajo de las colas de Rocinante y del rucio; prosigue con las acerbas críticas del "consejero castellano", y culmina con la venganza de Sansón Carrasco, aZÁ£U> Caballero de la Blanca Luna. Si la diatriba seguida de rápida JtZÙiadtcutio del "consejero castellano" crea fugazmente un clima ajeno al universo codificado de las burlas, con éste están en cambio claramente conectadas tanto la intervención colectiva de los muchachos (59), como la individual de Sansón. En contradicción con el propósito curativo ostentosamente destacado por éste en su conversación con don Antonio Moreno (cjj. II, 65), las consecuencias que a corto y largo plazo tiene su intervención como Caballero de la Blanca Luna están tipológicamente conformes con las de una bivi-ta. pecada, e incluso muy pecada. Rápidamente esbozada, la tipología de las burlas pesadas es en efecto lo que sigue : a) Son, por definición, buxiaA pz¿adcu>

(59) Una de las manifestaciones colectivas asumidas por este grupo juvenil era la de dar grita, especialmente a los locos (como hasta una época reciente seguía haciéndolo en las zonas rurales). Cf_. a este propósito otro testimonio cervantino, corroborado en este caso por el de Avellaneda : " /_. .¿/ volvió a la Corte, donde apenas hubo entrado cuando fue conocido de los muchachos; mas como le vieron en tan diferente hábito del que solía, no le osaron dar grita, ni hacer pregunta". (El Licenciado Vidriera, CC, 36, p. 80). _ _ "No pudo Sancho alcanzar a su amo /••_;_/ hasta la salida de la ciudad, donde le halló parado frontero el Aljafería, que, de corrido de la grita de J^os muchachos que llevaba tras sí, no se atrevió irle aguardando /_•._•/" (DQ, II» 14; ed. de M. de Riquer, Planeta, 1968, p. 1269). CRITICÓN. Núm. 16 (1981). Monique JOLY. Casuística y novela: de las malas burlas a la ...

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1 - las buAtcu, di mano-i, tradicionalmente asignadas a los villanos (60); 2 - las que suponen una infracción contra los preceptos divinos (61); 3 - cualquier forma de engaño que tenga implicaciones sexuales (62); 4 - las que ocasionan un perjuicio material o moral de suficiente gravedad para que la víctima : - tenga que encerrarse, - tenga que guardar cama, - tenga que abandonar el lugar en el que ha sido burlada, - muera del sentimiento (caso, éste, excepcional; pero hemos visto que así moría el Puntual, y así, en cierto sentido, muere también don Quijote). b) Dentro de una perspectiva festiva o jocosa, el concepto de baAÍa. peluda suele extenderse a una cantidad de tópicos satíricos tradicionales : será, por ejemplo, una buA¿a peMlda. recordarle a una mujer que tiene muchos años (63), u.ocasionar la inesperada visita de su suegra en casa de un conocido (64), etc. La omisión de toda referencia explícita a la buAÍa. peMlda., a propósito de una burla que en tantos aspectos lo es, representa, pues, un microfenómeno que ha de relacionarse con la ausencia de toda

(60) Como se desprende de la siguiente alusión : "Y por eso no me espanto que a los religiosos tan de veras se les haga tan terrible este acto tan de burlas, que aunque no son burlas de manos, no por eso dejan de ser burlas pesadas" (G. Lucas Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento, BAE, t. 36, p . 284 a) . (61) De ahí el uso reiterado que un predicador como A. de Cabrera hace de la lexía en sus sermones (véanse, en el t. III de la NBAE, 1907, los ejemplos de las p. 61 a, 348 b, 464 b ) . • (62) El caso de Anfitrión, engañado por Júpiter, se cita como ejemplo de burla pesada en A. López Pinciano, Philosophía antigua poética, . Madrid, 1973, t. II, p. 61. Véase otro ejemplo elocuente en el Sermón de Aljubarrota, BAE, t. 176, pp. 53-54. (63) Véase la conclusión en la que se comenta la fisga de Perlícaro; F. López de Ubeda, La picara Justina, L. I, cap. 1, Núm. 1°, éd. cit., t. I, p. 149. (64) A. de Salas Barbadillo, El cortesano descortés, Madrid, 1894, p. 105.

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referencia expresa a la butta en la sinuosa frase en la que se alude anticipadamente a los proyectos de don Antonio Moreno. Y también en este caso resulta aleccionador confrontar el tratamiento lexicográfico de las burlas barcelonesas con el de las burlas ducales. Se observará en primer lugar que, en el momento en que el narrador se refiere globalmente a los proyectos del duque y de la duquesa, cuando éstos, al ver en su palacio a don Quijote y a Sancho, deciden aprovechar la oportunidad para hacerles algunas burlas (65), no menciona en su descargo que las burlas que van a escenificar habrán de ser Mn pe-t/u-ic-to. Lo que implícitamente se aduce a título de circunstancia atenuante es que estas burlas no serán buA-taA, sino avznttxACU>, con una transición de una palabra a otra que volvemos a encontrar al final de la burla por excelencia carnavalesca (y pZMda.) del espanto cencerril y gatuno ("Los duques le dejaron sosegar, y se fueron, pesarosos del mal suceso de la burla; que no creyeron que tan pesada y costosa le saliera a don Quijote aquella aventura _/T..7", II» 46; éd. cit., p. 928). La burla se quijotiza de este modo no solo en su escenificación, sino en su metalenguaje. Pero el hecho de no haber incluido en el programa de sus buAtaA-avzntuAa-b la dimensión moral de la burla sin perjuicio tiene como consecuencia directa que dos de las burlas urdidas por los duques o por sus criados les salen, sin que lo hayan querido, pí4adcu>. Con una simetría que no deja de ser significativa, en la medida en que la víctima de la burla es en un caso don Quijote, y en el otro, Sancho, Cervantes aprovecha entonces las posibilidades semánticas del verbo pz¿aA, para convertir la buAZa. pe.Aa.da en arma de dos filos. Acabamos de ver que, al final del espanto nocturno por cuyo motivo tendrá don Quijote que estar "seis días sin salir en público" (II, 48; éd. cit., p. 938), se van los duques "pzMLAO-bOA del mal suceso de la burla", burla que en este caso queda piadosamente convertida en "pZAada. y costosa aMZn.tixM.cx.". No se toman las mismas precauciones a propósito del asalto nocturno de Barataria, pero la reacción de los criados del duque es en todo punto similar a la de sus señores, puesto que, según indica el narrador, "Ya les pZiaba a los de la burla de habérsela hecho tan pZAada." (II, 53; ed. cit., p. 987). A pesar de su evidente parecido con la famosa sentencia que presenta confundidos a los burlados y a los burladores ("Cada día se ven cosas nuevas en el mundo : las burlas se vuelven en veras y lo;; burladores se hallan burlados", II, 49; éd. cit., p. 949), los

(65) Véase la transición entre los capítulos 33 y 34, citada más arriba. Se observará que sólo en la cita que corresponde al comienzo del capítulo 34 está Sancho explícitamente incluido en el proyecto de los duques.

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juegos en torno a las posibilidades polisémicas de pe-6CM y de sus derivados no pueden considerarse como una mera variante de la misma. El contraste buA.Zad.Oh I buAíado es en efecto un contraste lexicalizado, prolijamente aprovechado por la literatura anterior y posterior a Cervantes, y que igualmente se puede referir a la situación tradicional, conforme a la cual los dos actuantes truecan respectivamente sus papeles, como a los sutiles juegos cervantinos, con los cuales se da a entender que el actuante burlador formado por el grupo de los duques y de sus criados es alternativamente di-iCAZto e in.d-UiCAe.to. Para apreciar plenamente lo que estos juegos representan, ha de tenerse presente además que, por lo mismo que engendra conflictos de excepcional gravedad, la bulla peAada suele dejar a burladores y burlados en posturas antagónicas desprovistas de toda ambigüedad, solución, como se ve, muy alejada de su conversión en arma de dos filos, que se revela al fin y al cabo, si no igualmente co-ó-to-óa, igualmente pziada para los unos y los otros. Acabamos de ver que lo propio de los episodios situados en el ambiente cortesano del palacio ducal, o de la casa de don Antonio Moreno, es que ambos van precedidos de unas declaraciones de conjunto con las que entran, o no, en conflicto las burlas que a continuación se ejecutan. En aquellas declaraciones preliminares es donde encontramos cuanto en el Quijote, se dice en relación con la buAla buzna. La buAÍa. maJta., en cambio, no sólo está presente, en forma de buAla peMuda, expresa o implícitamente designada como tal, en los dos episodios hasta ahora exclusivamente tomados en consideración. Vamos a ver que las conclusiones a las que es posible llegar tras un examen de las referencias ocasionales a la buAÍa. imJLa, o pesiada, que se encuentran en otros lugares del Quijotz corroboran las que ya dejamos medio esbozadas. En VQ_, I, encontramos, por ejemplo, dos referencias a la buAla peMxdoL, que se sitúan respectivamente al final del episodio de los batanes, y en el momento en que la metamorfosis de la bacía en yelmo y de la albarda en jaez se encuentra confirmada por el grupo de los mistificadores que apoyan con sus palabras la interpretación de don Quijote, provocando de este modo el asombrado escándalo de testigos que no están en el secreto de la superchería : En ei-to, comenzó a. UoveA un poco, y qui&izAa Sancho qui 4e zntAaAan en el molino de lo¿ batanea ; mcu> habialzA cobiado tal aboA.izciirU.znto don Quijote, pon. la. pesada burla, quz en ninguna. maneAa quiio zntAaA dzntxo n.J. (I, 27; éd. cit., p. 207) Uno de. lo¿ cuaüio dijo : - Si ya no ej, que. ei-to ¿>ea burla pesada, no me puedo pejiiuadiA que. hombAeA de. tan buzn zntendimiznto

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como ion, o potAece.it, íodo-6 loi, que aqu-L z-*>tíLn, -óe attzvan a díziA y ali>imaA que uta aquélla albaAda H-JII, 45; ed. c¿t., p. 496)

no e¿ bacín, ni

Basta confrontar unas baJila.it p(U>a.dcU> cuyo efecto se confunde con el de un espejismo, con las buAÙU> píiadaA seguidas, en V(¿, II, 48 y 53, de "cinco días de encerramiento y cama" o de un desmayo, para apreciar la deliberada heterodoxia del empleo de la lexía en VQ., I. Es cierto que en el segundo caso,esta disconformidad con el esquema tradicional de la biuila pecada sólo se manifiesta en una forma atenuada. Además de ser obra de un actuante colectivo claramente definido como tal ("Y lo mismo confirmó Cardenio, don Fernando y sus camaradas; y aun el oidor, si no estuviera tan pensativo con el negocio de don Luis, ayudara, por su parte, a la burla £^•^7", ed. cit., pp. 493-494), la burla de los que se solidarizan con la visión quijotesca de yelmo y de jaez supone — o esto al menos es lo que se cree hasta el comienzo del capítulo que sigue— un perjuicio real para el burlado (sabido es que lo que a continuación ocurre es que, luego de haber hecho las paces con Sancho a propósito de la albarda, el barbero perjudicado recibe ocho reales por la bacía). Tendría en cambio que resultarnos altamente paradójico que la aventura de los batanes se designe como buA-ta pecada, en el momento mismo en que, descubierta la procedencia del ruido que ha tenido suspensos y espantados a don Quijote y a su escudero, ni siquiera en la imaginación de aquél subsiste —como en el caso de la aventura de los molinos— la sospecha de que unos malignos encantadores le hayan querido arrebatar una posible victoria. Desvanecida la presencia, siquiera ilusoria, de un agresor capaz de llevar a cabo una burla, y menos aún una buAÍa puada, la agresividad de las relaciones entre burlador y burlado se evoca allí pA.0 {,OAmá. Evocación que indudablemente está en consonancia con el carácter de una aventura que, si nos atenemos al conflicto reconocido por tal por amo y criado, a saber, a la oposición entre el grupo formado por ellos y el de los causantes del ruido que les infunde miedo a los dos, es la más inmaterial de cuantas se les han presentado y se les presentarán. No es en cambio tan improcedente la referida mención de la batía puada, si se tiene en cuenta que durante todo el episodio actúa Sancho como un perfecto substituto del agresor ausente. Las etapas de la actuación de Sancho como buAladon. p&Aado son respectivamente las que siguen : (a) inmoviliza a Rocinante trabándole las patas; (b) despertada la curiosidad de su amo, la deja defraudada, con la burla del cuento de la pastora Torralba; (c) le obliga a respirar los malolientes vapores que, "en

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linea recta", suben del lugar donde se há proveído (66); (d) saluda el descubrimiento de los batanes con una inmoderada explosión de regocijo, llegando incluso a utilizar en esta circunstancia excepcional la (j-cóga, arma predilecta de los burladores chocaM.ZA.oi, (67). El empleo de la lexía buAia puada, en el momento en que finaliza el episodio así globalmente designado, nos sitúa, pues, en el punto de convergencia entre el conflicto aparente, con los batanes, y el conflicto real —aunque sólo oblicuamente reconocido como t a l — entre amo y criado. Si se exceptúan las buAÙXA peJxx.daA que, mientras está don Quijote hospedado por los duques, se distinguen por la insastisfacción que inspiran a los que fueron sus instigadores o sus ejecutantes, los dos casos en que volvemos a encontrar el sintagma buAÙx. + adj. en VQ_, II, presentan significativos puntos de contacto con la puado. buA-ía de la noche de los batanes. Al comienzo del capítulo 11, vemos por ejemplo cómo don Quijote, al abandonar entristecido el Toboso, anda "considerando la mala burla que le habían hecho los encantadores volviendo a su señora Dulcinea en la mala figura de la aldeana" (éd. cit., p. 653). En este caso como en el de la aventura de los batanes, el miedo hace de Sancho el único personaje implicado como burlador en el asunto. A la complejidad del engaño urdido por él sobre la base del famoso soliloquio que sostiene luego de haberse separado de don Quijote corresponde, sin embargo, un triunfo que se expresa en una forma suficientemente disimulada para no ser captado como tal por su amo. Los progresos de Sancho como burlador están señalados por su paso de (S-óógón a ¿ocaAKÓn, vocablo que en la novelística cervantina queda reservado para caracterizar a unos expertos embaucadores (68). Se advertirá que a la atenuación de la violencia

(66) Se advertirá que antes de aludir a esta burla olfativa, sigue desarrollando Cervantes el tema de la burla auditiva, con la socarrona alusión al ruido producido por Sancho "bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo" (éd. cit., p. 201). (67) Como ya hemos visto al recordar el papel que fisgas y contrafisgas desempeñan en La Picara Justina. Son muy escasas las referencias cervantinas a las burlas verbales de las que tenemos tan abundantes muestras en la obra de López de Úbeda. De ahí el valor excepcional de fragmentos como el aquí estudiado, en el que encontramos la única fisga del Quijote. (68) Basta recordar que el papel de burlador socarrón está respectivamente desempeñado, en el Quijote, por el ventero-castellano de la primera venta (I, 3; ed. cit., p. 49), por Sansón Carrasco (II, 3; p.597

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aparente de la burla corresponde el empleo, excepcional en el Quijote., del sintagma IM£OL buA-ta, eufemístico en comparación con 6 U A Za puado., o con puado. buAla.. Casi al final de la obra, volvemos a encontrar la lexía buAÙL peMlda. en relación directa con el problema de la metamorfosis de Dulcinea en labradora. Mejor dicho, en relación con el problema de su desencantamiento, y de los azotes que para facilitarlo tiene que darse voluntariamente el escudero. Sabido es que Sancho, alentado por las promesas de don Quijote, que ha prometido pagarle cada azote al precio por él estipulado, comienza en efecto a pegarse animosamente; al cabo de seis u ocho azotes, sin embargo, se detiene, pareciéndole "pecada la. buAÍa y muy barato el precio de los azotes" (II, 71; éd. cit., p. 1118). Objetivamente, lo único que justifica en este caso el empleo de la lexía que venimos estudiando es la realidad del perjuicio material causado por los pocos azotes que llega Sancho a darse. Es cierto, en cambio, que con ella se destaca el escaso fervor de un disciplinante que se encuentra en la situación altamente paradójica de haber convertido la buA-ta pesiada que él mismo ha de llevar a cabo contra su persona en objeto de transacción mercantil. De ahí la socarronería de una correlación que, conforme a una de las líneas temáticas insistentemente desarrolladas a propósito de Sancho, da a entender que tan pesado se le antoja el perjuicio económico representado por una estimación ahora tenida por insuficiente, como el perjuicio físico de los azotes. Se observará que, a diferencia de las víctimas de las biut-da-6 pecada* tradicionales, que cuando sufren una pérdida económica restituyen en el fondo lo mal ganado, o lo torpemente aprovechado, el dinero que Sancho asocia en su imaginación con la buAla. peMida. es un dinero soñado, a cuyo propósito está, como la lechera del cuento, construyendo castillos en el aire antes de tenerlo (69). Hasta aquel momento, la única re-

y II, 7; p. 627), por el fingido labrador de Miguel Turra que presenta el retrato de Clara Perlerina (II, 47; p. 937 y II, 49; p. 946) y por el paje que visita a la familia Panza (II, 50; p. 965). Es cierto que, durante un acceso de furor, Sancho ya ha sido tratado por don Quijote de "socarrón de lengua viperina" (I, 30; p. 332) . Pero tal uso interlocutivo de la palabra es muy distinto del que, en la segunda parte, hace ocasionalmente a su propósito el narrador . (69) "Ellos —respondió Sancho— son tres mil y trecientos y tantos; dellos rae he dado hasta cinco : quedan los demás; entren entre los tantos estos cinco, y vengamos a los tres mil y trecientos, que a cuartillo cada uno, que no llevaré menos si todo el mundo me lo man-

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ferencia a una bwila pecada, ejecutada en perjuicio de Sancho había sido la del episodio nocturna de Barataria, que como hemos visto entra plenamente en la categoría de las buAtai píMldaA por lo que se refiere a las consecuencias que tiene para el molido gobernador, y sólo se distingue de ellas por lo pesada que resulta a los mismos burladores. La heterodoxia de la buAla. pecada que encontramos en uno de los últimos"capítulos de la obra ha de incluirse en la lista de las señales que denuncian la creciente complejidad de las relaciones tejidas en torno al escudero. # *

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El orden seguido en la exposición que precede no respeta la cronología interna de la novela. Partiendo de los fragmentos que usualmente han sido citados en los pocos estudios que han planteado el problema del uso de las burlas en el Quijote., he procurado demostrar que había que conectarlos con el uso o con la calculada omisión de la lexía bwila. pecada en los episodios que con ellos se inician, a saber las estancias respectivas de don Quijote en el palacio de los duques o en casa de don Antonio Moreno. De ahí, he dado un salto a los casos de buAZa. pesiada — y al único caso de mata buKÍa.— que encontramos en episodios no situados en un ambiente cortesano, episodios que son, respectivamente, en VQ_, I, el de los batanes y el de la burla colectiva contra el barbero poseedor del baciyelmo, y en PQ., II, el de la metamorfosis de Dulcinea en rústica aldeana, y la primera fase del de los azotes. Hemos visto que tanto estos episodios como los previamente examinados están en una relación tipológica conflictiva con la retórica y con los mecanismos usuales de la burla. A diferencia de las de López de Úbeda, las reticencias de Cervantes no tienen como objeto el discreteo cortesano en torno a las buAtaA buznaA o m&la

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