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CATEQUESIS Y BIBLIA: CATEQUISTA ORANTE DE LA PALABRA “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. (Lc. 11, 28) Dios nos ha manifestado su amor en Jesús y en la medida en que contemplemos a Jesús, iremos descubriendo la intensidad de cuánto nos ama Dios. La persona de Jesús ha de estar muy íntimamente ligada a nosotros, los catequistas; de ahí, bajo la acción del Espíritu Santo, la imitación de Jesús como proyecto de nuestra vida cristiana. Si “catequizar es descubrir en la persona de Cristo el designio eterno de Dios” y el fin de la catequesis es “conducir a la comunión con Jesucristo” (CT. 5), es necesario entrar en relación amorosa con Jesús para conocerlo, amarlo cada día más y así poder servirlo cada día mejor en nuestros hermanos. Para esto, es preciso ir alimentando nuestra vida espiritual constantemente, esa es la clave: “Vivir de cada Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4), es la fuente de la espiritualidad cristiana, y hoy “Dios nos sigue hablando por medio de su Hijo” (cf. Heb. 1, 1-3). Estamos llamados a anunciar la Palabra de Dios, a ser capaces de interpretar los acontecimientos actuales a la luz de los textos bíblicos. “La fuente de donde la catequesis toma su mensaje es la misma Palabra de Dios: “La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Sagrada tradición y la Sagrada Escritura constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia” CT 27.” (DGC 94). Es la “primera Mesa” donde se comparte el pan de la Vida. Dejarnos interpelar por la misma Palabra, personalizar el mensaje, que traspase la propia vida y se convierta en testimonio creíble de fe. Para nuestra formación espiritual existen muchas formas de oración, pero la oración con la Biblia es fundamental. El conocimiento y la formación bíblica son esenciales para esto, sin embargo, lo que más debiera procurarnos en nuestra espiritualidad bíblica es que nos lleve a un cambio de corazón, iluminando la propia vida desde la Palabra y a partir de ahí reflejar esa presencia divina en actitudes. El Concilio Vaticano II nos exhorta insistentemente a acudir con frecuencia a la Sagrada Escritura… “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo (San Jerónimo). Recuerden que la oración debe acompañar la lectura de la Sagrada Escritura, para que se entable diálogo entre Dios y el hombre, porque “a él le hablamos cuando oramos y a él oímos cuando leemos las divinas palabras (San Ambrosio).” (DV. 25). También los Obispos nos recuerdan “La Iglesia en sus diversas expresiones y el Magisterio en particular, insisten en la necesidad de la lectura orante de la Biblia o Lectio Divina.”(1). 1
“Un itinerario antiguo con posibilidades nuevas” nos dicía Juan Pablo II, beato, refiriéndose a la lectura orante. Y “El Sínodo ha vuelto a insistir más de una vez en la exigencia de un acercamiento orante al texto sagrado como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, en los diferentes ministerios y estados de vida, con particular referencia a la lectio divina. En efecto, la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana.” (VD. 86). No hay auténtico discípulo misionero si no hay escucha de la Palabra de Dios y la oración con la Biblia necesita ocupar el primer lugar en nuestra espiritualidad catequística. Sólo la oración pone en contacto con Dios, por eso la lectio divina es esencialmente lectura orante que lleva a una experiencia de vida en Jesús, una lectura meditada de la Biblia prolongada en oración contemplativa. La práctica de la lectio divina nos llega a partir del monacato, sin embargo, si nos detenemos en las mismas Sagradas Escrituras, precisamente en el Antiguo Testamento, notaremos que muchos textos contienen “lectura orante” o relecturas de textos anteriores que se hacen presentes y se actualizan en la comunidad para que iluminen desde Dios esa nueva realidad (Neh.8, 1-18; Dt. 6, 6-9)). También aparece lectura orante cuando Daniel leyendo al profeta Jeremías se vuelve hacia Dios en oración (Dn 9, 2-3). La Sagrada Escritura desde sus orígenes es experiencia de lectio divina. A partir de estas relecturas intra-bíblicas se entienden y son iluminados también algunos textos del Nuevo Testamento, como el anuncio del Ángel Gabriel a María en Lc. 1,31-33. Se visualiza cómo el Nuevo Testamento está colmado de alusiones y de citas del Antiguo (intertextualidad). La Iglesia de los orígenes continuó orando la Palabra en la misma vida de Jesús, en la doctrina y la práctica de los Apóstoles y en los Padres de la Iglesia. El primero en utilizar la expresión lectio divina fue Orígenes (185-254), afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. Después del fecundo período patrístico, el pueblo cristiano se aleja de la práctica de la lectio, siendo asumida en el ámbito monástico y sustituida por la ‘lectura espiritual’, más orientada al estudio y a cierta reflexión piadosa (devoción moderna). El noveno prior de la Gran Cartuja de la ciudad francesa de Grenoble, Guido II, alrededor de 1150, recoge y sistematiza la lectura de la Escritura que se realizaba en los monasterios, sobre todo en los cistercienses y victorinos. Su escrito “Scala claustralium” (escalera de los monjes), que guarda el esquema: lectura meditación - oración - contemplación, ha llegado a ser un verdadero compendio de espiritualidad bíblica, subiendo desde la tierra al cielo para la unión con Dios. El Magisterio de la Iglesia, al servicio de la Palabra de Dios y leyendo los signos de los tiempos, ha recuperado esta práctica e insiste en su necesidad. Ya el cartujo Guido expresaba: “La lectura sin meditación se torna árida; la meditación sin lectura cae en error; la oración sin meditación es fría; la meditación sin oración, infructuosa. La oración fervorosa lleva a la contemplación, mientras que el don de la contemplación sin oración es raro.” (Scala claustralium 13). 2
Las condiciones de la civilización moderna no favorecen la oración, lo sabemos, pero la dificultad más profunda está relacionada con la mentalidad. Es necesario entrar en una actitud de silencio, de acogida, adquiriendo un alma de discípulo para que la oración se haga posible. Disponerse a la lectura orante es colocarnos ante la presencia de Dios, lejos de nuestras preocupaciones para que Su presencia nos inunde con su paz y su amor. Crear un clima propicio para la escucha: un lugar tranquilo, lejos de ruidos; una posición cómoda, “sacar las sandalias de los pies” (cf. Ex. 3,5), es decir, despojarse de todo cuanto impida la comunicación con el Señor; una velita encendida; una música muy suave… El ambiente interno es el corazón que escucha, para eso, pedir el don del Espíritu (Jn. 16,13), invocándolo ya sea con una oración, un canto o una alabanza… Cerrar nuestros ojos para que se abran los ojos de la fe y recibir la Palabra como Palabra de Jesús. Si la lectio se realiza comunitariamente, la entronización de la Palabra cobra una especial significación, es la presencia misma de Dios que la hacemos centro de nuestras vidas. Es un acto donde Dios se revela en el lugar más solemne de la comunidad reunida en torno a su Palabra, por lo tanto, organizar y disponer de toda nuestra creatividad es fundamental… Un ambón, cirio, velas para los grupos, jarrón con flores… ambientar con los recursos que tengamos son medios para alabar a Dios. Música suave, carteles con las cuatro etapas de la lectio, telas de diferentes colores que broten desde la Palabra o desde lo alto hacia la Palabra, velitas que representen a cada comunidad, etc. Al llevar en alto el Libro de la Palabra hacia el ambón, presentándolo a la comunidad, el resto del grupo también elevar sus Biblias como signo de alabanza y respeto hacia la Palabra. La lectio divina requiere de una catequesis sencilla, es mucho más que un método, es un proceso o camino espiritual, lo más usual es seguir los cuatro peldaños o pasos: 1- Lectura (lectio): Cuántas veces, he realizado lecturas superficiales de textos diciendo: ‘esto ya lo leí’, ‘esto ya lo sé’, ‘este pasaje ya lo conozco y lo trabajé varias veces’ y…tantas expresiones parecidas. Desde hace un tiempo, comenzando con la práctica de la lectio, mi mirada ha cambiado. Trato de disponer de cierto tiempo, leo y releo varias veces el texto, incluso en voz alta si es posible. Subrayo con lápiz una palabra, frase o idea que me haya impactado. Veo el ambiente, el contexto histórico, personajes, sentimientos, imágenes, la dinámica de la acción, textos paralelos. Re-conociendo el texto bíblico para descubrir realidades nuevas, utilizando subsidios o comentarios que me ayuden, es decir entrar en la Palabra y escuchar al Señor. Es darle tiempo a Dios… el mejor tiempo, ya que es en la oración como uno se abre al Misterio. Dios nos habla a través de toda la Biblia, siempre tiene algo para decirnos. Leemos la Biblia a partir de la fe en Jesús vivo y presente en la comunidad, 3
recordando que el gusto por la Escritura es un don del Espíritu y necesitamos pedirlo (Lc. 11, 13. Jn. 14, 17). “Leer la Biblia con el mismo Espíritu con que fue escrita” (cf. DV. 12). La soledad material, sea individual o en comunidad, es una condición privilegiada para favorecer el silencio interior, ya que el silencio crea un clima adecuado para que Dios pueda hacer oír su Palabra (Sab. 18, 14-15ª). Elías intuyó la presencia divina no en un huracán, ni en un terremoto, ni en el fuego, sino en el ‘susurro de una brisa suave’ (1 Rey. 19,12) y adoró a Dios en esa teofanía silenciosa. Abrir el texto bíblico para descubrir el pensamiento de Dios y no el nuestro. Leer en actitud de escucha y releerlo buscando ‘en los rincones’, incluso si el texto nos resulta conocido, adueñarse de la Palabra, familiarizarnos con sus frases buscando a Dios en cada una de ellas. Observar los personajes, sus actitudes, lo que hacen, lo que dicen. El texto es mucho más rico de lo que aparenta a primera lectura. Tratar de descubrir el mensaje de fe que encierra. En definitiva respondemos a la pregunta ¿Qué dice el texto? 2- Meditación (meditatio): La Palabra desciende a lo íntimo del corazón, como María que iba conservando los sucesos en su corazón, modelo de meditación (Lc.2, 51). Es buscar el sabor de la Palabra, “rumiarla” para descubrir mejor el sentido del caminar de hoy. La meditación es una de las actividades más elevadas de la vida espiritual, nos hace descubrir a Dios presente. Es cerrar los ojos ante el Señor y confrontar el texto con la vida y plantearse preguntas: ¿Qué me dice el texto? ¿Qué me sugiere? ¿En qué me orienta? ¿Qué actitudes puedo modificar?... Siempre confrontándola con la vida y, si es posible, que resuene a lo largo de la jornada, como hacía aquel ‘peregrino ruso’ en sus relatos. Descubrir en este momento de meditación la actualidad permanente de la Palabra para dar pasos de acuerdo al proyecto de amor de Dios. No fijarse en una única idea del pasado, sino al releer el pasado con ojos renovados, descubrir mejor el sentido del caminar de hoy. La meditación comunitaria ayuda a la búsqueda común actualizando el texto y aproximándolo a la vida cotidiana, comparando situaciones y a qué desafíos nos invita, siempre a la luz del Espíritu Santo. 3- Oración (Oratio): La meditación se va transformando en oración, si bien todo el itinerario de la lectio divina está impregnado de oración. Dios nos habló en su Palabra y ahora es momento de responderle, es ponernos bajo la mirada de Dios y hablarle. “Orar es hablar de amistad con quien sabemos que nos ama”, nos dice Sta. Teresa de Jesús. Y el Padre J. Manuel Martín-Moreno sj, en su libro(2), nos comenta que la oración como incienso (Sal. 141,2), no sólo sube hasta el cielo, sino que también deja la Iglesia perfumada, como aquella sala de Betania (Jn. 12, 3). Y luego de que el incienso se haya apagado, el aroma sigue un tiempo 4
permaneciendo en la habitación como si se pegara a las paredes, así imaginemos nuestra oración. Y el autor agrega: “¡Qué perfumada estaría la Iglesia si orásemos más!” Toda la vida puede transformarse en oración si se vive bajo la mirada de Dios: “Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre.” (Col. 3, 17). Las preguntas que orientan este tercer momento serán: ¿Qué le digo a Dios? ¿Qué me hace decirle a Dios este texto? Según lo que haya provocado el texto, la oración puede ser de súplica, de alabanza, de queja respetuosa, de acción de gracias, de bendición… pero siempre abierta a la realidad. También hacer oración desde la misma Palabra de la Escritura: una frase bíblica o un Salmo. El Salmo de la escucha de la Palabra es el 118, es el Salmo de la lectio: “Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz para mi camino”. (v. 105). El silencio es también respuesta en oración, respuesta de fe, de confianza, de obediencia… Si la lectio es comunitaria se pueden proponer algunas formas que involucren a todos: oración común libre, encendido de velas, material con textos bíblicos u oraciones, actitud de rodillas, unidos de manos, etc. Al terminar nuestra oración no dejamos a Dios, lo llevamos en nuestro interior. 4- Contemplación (Contemplatio): Guido, el cartujo, nos dice: “La lectura es un ejercicio exterior. La meditación, un acto de la inteligencia interior. La oración, un deseo. La contemplación, algo por encima de los sentidos. El primero es el grado de los que comienzan. El segundo, de los que progresan. El tercero, de los devotos. El cuarto, de los bienaventurados.” (Scala claustralium). La contemplación es permanecer en la presencia de Dios, sentados en actitud de discípulos. En este momento desaparece la preocupación por el texto, ya no hay preguntas que responder, hay ausencia de palabras. No es fruto de carismas especiales, es un don del Espíritu, que sopla donde quiere (Jn. 3, 8), es conocer a Dios con la experiencia del corazón, es descansar sólo en Jesús. Es mirar en silencio el misterio de Dios-Padre, el de Jesús-Amigo y el del Espíritu-Amor. La contemplación ante el Santísimo es ideal o simplemente frente a una cruz o imagen y un cirio encendido como al comenzar la lectio. Esta experiencia ha de llevar al compromiso, a la misión, a la evangelización, al servicio… a la decisión de elegir y actuar según los valores evangélicos y “se enraíza en la celebración litúrgica” (CATIC 1177). Quiero exponer en este trabajo la experiencia de lectura orante que venimos realizando en el Seminario Catequístico San Pío X de Morón: En la primera etapa del itinerario kerigmático litúrgico-catecumenal realizada en tiempo de Cuaresma y Pascua (Iluminación y Mistagogia), se apunta a renovar la 5
vida cristiana recorriendo las distintas etapas de la Iniciación Cristiana, donde se van adecuando las celebraciones propias de cada tiempo haciendo experiencia de comunidad. Tanto el itinerario de la Iluminación como la Mistagogia, giran en torno a la Palabra de Dios de los domingos cuaresmales y pascuales, esto ayuda a que cada uno lo celebre más provechosamente en su comunidad: “Por eso, en la lectura orante de la Sagrada Escritura, el lugar privilegiado es la Liturgia, especialmente la Eucaristía, en la cual, celebrando el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el Sacramento, se actualiza en nosotros la Palabra misma. En cierto sentido, la lectura orante personal y comunitaria, se ha de vivir siempre en relación a la celebración eucarística, así también la lectura orante personal y comunitaria prepara, acompaña y profundiza lo que la Iglesia celebra con la proclamación de la Palabra en el ámbito litúrgico. Al poner tan estrechamente en relación lectio y liturgia, se pueden entender mejor los criterios que han de orientar esta lectura en el contexto de la pastoral y la vida espiritual del Pueblo de Dios.” (VD 86). Siendo la metodología sumamente vivencial, buscando un contacto directo con la Palabra, el momento más importante del encuentro es la lectura orante. Durante el tiempo de Cuaresma se comienza con el anuncio kerigmático para luego realizar la lectura orante; en el tiempo de Pascua, dado que la catequesis es mistagógica, centrada en el misterio pascual, se realiza primeramente la lectio y a continuación el desarrollo catequístico. Comunitariamente lo experimentado en la lectura orante con la Palabra suele ser un momento muy fuerte, dado que lo compartido sale del corazón de cada uno con libertad y espontaneidad. Expongo en este trabajo textualmente algunas de las experiencias que recibimos de los catecúmenos del Seminario: “La práctica de la lectura orante me ha hecho descubrir otra forma de leer la Palabra de Dios; una forma mucho más pausada, meditada y encarnada. Ya no sólo leo un pasaje de la Biblia, sino que degusto cada uno de sus versículos y trato de escuchar lo que me está diciendo en ese preciso momento Dios a mí. Es un verdadero encuentro entre Él y yo. A través de esta práctica de interpretación del mensaje me he replanteado actitudes egoístas y aislantes que yo tenía con los demás. He comprendido que no sólo debo vivir con la alegría de Jesús Resucitado, sino que tengo que transmitir la Palabra con mi actitud en cada momento y en todo lugar. Él sólo nos pide que nos amemos y lo anunciemos. Actualmente comienzo cada encuentro de catequesis con la lectura de un texto bíblico y trato de que los chicos solos descubran lo que Jesús nos está diciendo y de ahí en más Él mismo va hilando el encuentro.” Graciela Suárez
“Al principio leía el Libro de la Palabra de Dios como un libro histórico o instructivo, para conocer el origen del hombre, la vida de Jesús y sus enseñanzas. 6
Luego buscaba en él las verdades de la fe. En otro momento creí que debía leer la Biblia para tener más conocimientos sobre Dios y evangelizar repitiendo los versículos y que todos aprendieran lo que Dios decía. Ahora he cambiado mi actitud, comencé a hacer la verdadera lectura orante y me di cuenta que lo primero que debía saber es qué me dicen a mí las Santas Escrituras; quienes son los personajes que allí aparecen y en qué tiempo fueron escritas, para entender mejor. Pero lo más importante fue descubrir cómo aplicar el mensaje a la vida diaria. Cada vez que realizo la lectura orante me sorprende que lo que leo es lo que necesito saber en ese momento para seguir adelante, me da fuerza y mucha luz. Actualmente he comprendido que para que una lectura personal sea eficaz debo abrir mi mente, mi corazón y pedir que el Espíritu Santo actúe para escuchar el mensaje que Dios me quiere transmitir y aún es más eficaz si la comparto en comunidad dentro de la liturgia.” Patricia M. Sosto
“A pesar de que hace muchos años que practico la fe y soy catequista, recién este año descubrí lo importante que es la lectura diaria del Evangelio y su análisis. Yo leía la Palabra y buscaba acomodarla a una situación de mi vida o a algún problema que tenía y encontraba la respuesta… mi respuesta, la que quería escuchar. Este año escuchando a Mons. Luis Guillermo decir: ‘miraron a Jesús a los ojos frente a frente’, comencé a mirar a Jesús a los ojos y todo cambió. También aprendí qué era eso de la lectio divina, que había escuchado y no sabía qué significaba, y el cambio de este modo de catequesis me llevó a modificar mi actuar. Por la mañana, antes de ir a trabajar hago la lectura del día y durante las horas del día la voy rumiando, la voy analizando, y luego en mi momento de oración descubro en qué estoy bien y en qué debo cambiar. Di un giro de trescientos sesenta grados, a mí sí la lectio divina me ayudó a hacer mío el Evangelio y poder ponerlo en práctica.” Nora Ravina
“Hablar de lectura orante es hablar de una nueva experiencia en la oración; una oración profunda, de contacto íntimo y directo con el Señor. El primer paso que se refiere a la lectura y relectura del texto, era el que más me costaba, ya que cuando leía, automáticamente interpretaba lo que Dios me parecía que me decía. A pesar de reiterados intentos me veía frustrada porque la Palabra no actuaba en mi vida. No porque Dios no quisiera, sino porque me creía una gran ‘explicadora’ de la Palabra. Pero Dios respeta nuestros tiempos y esperó a que por fin entendiera. La lectura orante es escuchar atentamente qué dice Dios a los hombres de aquel tiempo con la mirada puesta en este tiempo. Cuando logro hacer carne su Palabra todo viene por añadidura. Primero lo escucho, lo escucho y lo escucho, para entender qué dice; después medito qué 7
me dice para luego dar mi respuesta en oración; por último contemplo para que mi oración sea respuesta en la acción, mi respuesta para Dios. Muchas veces me preguntaba ¿Cómo hacer para atraer a las familias, padres, niños, jóvenes, a la vida sacramental? ¿Cómo hacer para que sientan el gusto por las cosas de Dios, que asistan por amor a la Misa dominical? La respuesta está en la Palabra de Dios, cuando se hace carne en la vida, cuando somos testigos y la anunciamos con ardor. La lectio divina es un camino que el cristiano comienza a recorrer y su recorrido nunca termina porque es de conocimiento y encuentro con el Señor. Me llena el alma de gozo cuando escucho la Palabra y siempre descubro algo nuevo, algo que antes había pasado desapercibido y que ahora cobra nueva vida en mi vida. Así como María proclamó las grandezas del Señor, me uno hoy: “y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador.” Doy gracias a nuestro Padre Obispo Luis Guillermo, quien amorosamente e insistentemente nos prepara y nos alienta en el ejercicio espiritual de la ‘lectura orante’. Y gracias a Dios por la diversidad de dones y carismas de este Seminario.” Graciela Juárez de Armando Formadora del Seminario
“Verdaderamente el cambio más importante es que tengo la posibilidad de leer la Biblia sin que sea difícil de entender, porque puedo interpretarla de mejor manera. Ahora, cada vez que leo un texto, trato de bajarlo a la vida. Un ejemplo muy importante para mí, es que hace cinco sábados comencé a colaborar en catequesis para adultos por primera vez y ¡qué bravo es! Porque no sabía cómo hacer para llegar a ellos, ya que los adultos preguntan muchísimo de todos los temas y de la Palabra de Dios poco y nada. Pero tomando las lecturas de acuerdo a las fechas que transcurrían los encuentros, logramos bajarlas con este método de lectura orante a la vida actual, y las preguntas que me hacían eran mucho más fáciles de entender y responder. Además, al principio nadie llevaba la Biblia y ahora nadie se la olvida… y hasta todos traen un cuaderno para tomar nota de todo. Qué feliz estoy! Lo logramos Señor! Gracias Señor!!!” Eduardo D. Bernardo
“Si bien es cierto que me ha costado bastante (y todavía me cuesta), la lectura orante significa para mí un momento de encuentro con el Señor. Hasta el momento de comenzar en este Seminario, no había tomado conciencia de la importancia que la Palabra de Dios tiene para nosotros. Nuestro Padre nos deja un mensaje en cada una de las palabras escritas en la Biblia, y sólo abriendo mi corazón pude darme cuenta de eso. Estoy logrando, de a poco, la concentración, la interpretación y además, tomé un gusto muy especial por la lectura de la Palabra. Sin duda, la lectio divina se convirtió en una parte muy importante y fundamental de mi vida como hija de Dios.” 8
Vanesa Bernardo (29 años, hija de Eduardo)
Hemos cambiado de mundo y de sociedad, el modelo nuevo lo tenemos que ir intentando nosotros. Incorporar la lectura orante a nuestra vida y en nuestros encuentros catequísticos es otra propuesta favorable de anuncio para que la Palabra de Dios se asiente en el corazón con una profunda adhesión a Jesús. No faltemos a la cita un rato todos los días, hoy nosotros somos ‘la tienda del encuentro’, como esperaba Dios a Moisés en el Éxodo (Ex. 25, 22). Que junto a nuestras comunidades impulsadas por la Palabra renovadora, fuente de nuestra fe, lleguemos a ser verdaderos discípulos misioneros de Jesús Maestro. ¡Ojalá escuchemos hoy su voz! (Sal. 95,7).
(Canto) Todo el tiempo que yo viva seré anuncio de tu amor, cuando acaben las palabras seguiré oyendo tu voz. Cada vez que yo respire te daré gracias mi Dios, todo el tiempo que yo viva seré anuncio de tu amor… Ma. Isabel González de D’Aloisio Trabajo realizado con el aporte de la siguiente bibliografía: -
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Biblia del Pueblo de Dios. Juan Pablo II - Catechesi Tradendae. Sagrada Congregación para el Clero - Directorio General para la Catequesis. Concilio Vaticano II – Dei Verbum Benedicto XVI – Verbum Domini. Catecismo de la Iglesia Católica. Víctor Manuel Fernández - Cómo interpretar y cómo comunicar la Palabra de Dios. Pontificia Comisión Bíblica – La interpretación de la Biblia en la Iglesia. (1) Conferencia Episcopal Arg. – La Lectio Divina: Escuela de discípulos misioneros. Roberto Mercier, F., pss – Lectio divina y espiritualidad bíblica. Carlos Mesters y equipo bíblico CRB – Lectura orante de la Biblia. Giorgio Zevini – La lectio divina en la comunidad cristiana. (2) Juan Manuel Martín-Moreno, SJ – La Biblia, escuela de oración. 9
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Bernardo Olivera – Lectio divina. Jean Lafrance – Morar en Dios. Rocío García Garcimartín – La lectio divina. Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra – Lectio divina para cada día del año. María del Rosario Pavez Diez – Entronización de la Palabra en la lectio divina.
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