CERVANTES Y EL ENTREMÉS DE LA CÁRCEL DE SEVILLA: AUTOBIOGRAFÍA Y AUTORÍA

Margarita Peña Muñoz Margarita Peña Muñoz Universidad Nacional Autónoma de México CERVANTES Y EL ENTREMÉS DE LA CÁRCEL DE SEVILLA: AUTOBIOGRAFÍA Y A

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Margarita Peña Muñoz

Margarita Peña Muñoz Universidad Nacional Autónoma de México

CERVANTES Y EL ENTREMÉS DE LA CÁRCEL DE SEVILLA: AUTOBIOGRAFÍA Y AUTORÍA En Madrid, 1615, aparecieron impresos Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, de Miguel de Cervantes. A estos últimos, Alonso Zamora Vicente les ha llamado “obritas minúsculas y prodigiosas” (Zamora Vicente 2007: 1). No se incluía entre ellos el entremés que se le ha atribuido, La Cárcel de Sevilla, reivindicado como obra de Cervantes hasta los siglos XVIII- XIX. Tres veces encarcelado –Argel, 1575-1580; Castro del Río, 1592; Sevilla, fines de 1597 –abril de 1598 –1 no es mera coincidencia que Cervantes haya sido tentado por el ambiente del hampa como objeto de una estética literaria que podríamos llamar expresionista y lo haya recreado en ese entremés, amén de dar vida a personajes de estirpe carcelaria en algunas de sus novelas ejemplares, en el episodio de los galeotes en el Quijote y en entremeses como El rufián viudo llamado Trampagos. Hay que adelantar que la experiencia del cautiverio en la vida de Miguel de Cervantes no siempre estuvo –como en Argel, con la batalla de Lepanto a sus espaldas– imbuida de un halo heroico y paliada por el trato con ocasionales amigos cristianos, religiosos hombres de letras tales los benedictinos Sosa-Haedo, presunto autor y editor, respectivamente, de la Topographia e Historia General de Argel. Veinte años más tarde, 1597, el confinamiento en la cárcel de Sevilla estará marcado por la sordidez del entorno y la presencia de delincuentes simples como pudieran ser el ladrón de una canasta de colada; el estudiante burlador de doncellas; el alcahuete, o un “bellaco” ladrón, el mismo Ginés de Pasamonte. Estamos, pues, ante dos clases de cautiverio cervantino: el cautiverio heroico (Argel), y el cautiverio infamante (Sevilla, la prisión por malas cuentas, la casi sospecha de fraude: el fraude comprobado estaba penado con la muerte)2. Sevilla 1597: mundo e inframundo Si en 1615 Cervantes había dado a la estampa estas “obritas […] prodigiosas”, como les ha llamado Zamora Vicente, entre 1591 y 1592 Cristóbal de Cháves, procurador de la Audiencia sevillana, y a decir de la crítica moderna, “el más solicitado, el que a más presos defendía” (Hernández Alonso / Sanz Alonso 1999: 218) escribía las partes Primera y Segunda, mientras que en 1598, alguien redactaba la Tercera parte de la Relación de la cárcel de Sevilla, viva reproducción de tipos humanos, usos y costumbres, vicios de presos, corrupción de las autoridades, y de un local ubicado por entonces en la Calle de Las Sierpes. No es casual que Cervantes haya escrito textos inigualables sobre el hampa sevillana de extracción carcelaria: en 1597 tuvo varios meses para observarla de cerca. Por otro lado, la crítica moderna –César Hernández Alonso y Beatriz Sanz Alonso– ha reparado en que Cervantes y Mateo Alemán pasaron por la cárcel de Sevilla, y establece la diferencia entre las dos primeras partes de la Relación en las que “el estilo de Cháves es torpe, acumulativo, algo descuidado […] Por contra, la tercera parte […] ofrece una buena vitrina de personajes esbozados […]” y se repara en que: “[el autor] sabe narrar con un estilo suelto y ágil, como conocedor del oficio.” (Hernández 1 “1598: desde finales de este año hasta abril del siguiente, sufre prisión por deudas en la cárcel de Sevilla. Durante este período se dedica a escribir con intensidad y probablemente comienza a escribir también el Quijote” (Mc Kendrick 1986: 297). Véase también Mc Kendrick 1986: 123-124 para el camino tortuoso que siguió su encarcelamiento y la afirmación de que “el 28 de abril [de 1598], Cervantes firmó la declaración que le proporcionaba la libertad”. 2 El Tribunal de Cuentas sentenció a muerte el 22 de diciembre de 1598 a varios funcionarios por delitos tales como la apropiación de suministros destinados a las guarniciones españoles del norte de África (Mc Kendrick 1986: 111).

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Cervantes y el entremés de La cárcel de Sevilla: Autobiografía y autoría

Alonso / Sanz Alonso 1999: 220). Es decir, Hernández Alonso y Sanz Alonso dejan abierto el camino a la suposición de que cualquiera de aquéllos pudo haber sido el autor de la Tercera Parte, de 1598. Llegan, incluso, a afirmar que Cristóbal de Cháves y su Relación se pierden durante diecisiete años para aparecer posteriormente en Barcelona, porque “la propia justicia, conocedora de la Relación, y molesta con el autor, le removiera de su puesto, le castigara o condenara, y le prohibiera seguir escribiendo” (Hernández Alonso / Sanz Alonso 1999: 220). La Relación es, pues, un texto de crítica social; la embestida de un testigo ocular contra la venalidad reinante en un reclusorio dantesco. Obviamente, por las similitudes de personajes, tipos, nombres propios con aquellos de su producción teatral entremesil, es Cervantes el que se impone cuando se habla de una coautoría a distancia en el tiempo y el espacio, con Cháves (Cháves 1999), en la redacción de esta crónica o relación singular, además de escasamente conocida, de acuerdo con los editores modernos. Estos se han basado en dos versiones manuscritas existentes en la Biblioteca Colombina y el Archivo Municipal de Sevilla para la edición de la obra (Hernández Alonso / Sanz Alonso 1999: 216). Se ha esbozado la hipótesis de que habiendo desaparecido Cháves, otro haya decidido continuarla. Es por lo menos, lo que sugiere, a decir de los editores, un “manuscrito dieciochesco” (entre 1756 y 1762) “que data las partes primera y segunda en 1591 y 1592, respectivamente; mientras que no lo hace con la parte tercera, que titula Tercera parte de las cosas de la Cárzel de Sevilla, añadida a la que hizo Cristóbal de Cháves.” (Hernández Alonso / Sanz Alonso 1999: 216). Transcribo, a continuación, algunos fragmentos que ilustran respecto al lugar, la atmósfera, el contexto en el que Cervantes estuvo confinado aproximadamente seis meses, que pudieran haber inspirado el entremés. Vayamos a la descripción de la cárcel en el texto de Chávez: Ase de considerar que la cárcel de Sevilla está en lo mejor della, junto a las audiencias superiores e ynferiores; la qual es muy grande y tiene muchos aposentos altos y bajos; donde ay un patio quadrado con seys pajas de agua de treinta pasos de ancho y treinta de largo, a una parte del qual está en lo alto una capilla de mucha devoción y ornamento, con capellán que cada día dice missa a los presos, que suelen pasar de mil y ochocientos de ordinario... […].. (Cháves 1999: 227)

Respecto a la manera de ingresar en ese antro del espanto, el texto prosigue: Tiene la cárcel tres puertas antes de llegar a los corredores y patio. A la primera, llama la gente mordedora la puerta de oro, por el aprovechamiento que tiene el que la guarda; que, como es la primera, recibe mugeres y honbres; y de allí se reparten a el lugar que merecen sus culpas, o el poco o mucho dinero que da[n]. (Cháves 1999: 228-229)

Como es de esperar en una prisión, a los presos les “pasaban lista”, por decirlo de algún modo. Apunta Chávez: Y así, le dan la voz conforme a los delitos, diciéndolos por cifras: si es amancebado, por lo que se usa; si es ladrón, por ar[r]ugador o murcio; y si es somético [sodomítico], porque contaba; si es rufo, por germán”. (Cháves 1999: 230)

A la puerta de oro sigue en la Relación la de cobre: Y en lleuándolo[al reo]- para que sepa la cárcel por qué vino preso- si es por herida, o pendencia, o deuda, o causa liuiana, le dan dos golpes como relox; por resistencia, tres; por ladrón, quatro- y entrando, es despojado hasta de la camisa; por muerte, cinco; por el peccado [nefando] seis; y por galeote siete.” . (Cháves 1999: 230-231)

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Margarita Peña Muñoz

Detengámonos para considerar que Cervantes (prisión por deudas, generadas en la quiebra casi inmediata del banquero, en Sevilla, tras el depósito del dinero de los impuestos hecho por el escritor) recibiría, de entrada, dos golpes. Prosigue la Relación con la tercera puerta: […] Y a esta llaman la puerta de plata, porque el portero della manda echar y quitar grillos, encerrar o desencerrar presos[...]. No se desencierra preso ni quita prisiones sin propina. La qual lleua el portero que llaman de plata. Y es hacienda conocida del alcayde, porque de las puertas de oro y plata lleua cada día dos ducados de cada una –más o menos, como son los tienpos-[...]. Tiene la cárcel quatro tabernas y bodegones, a quatorce y quince reales cada día, y suele ser el vino del alcayde y el agua del bodegonero, porque ay siempre baptismos, sin las tablas de juego, que suele aver de mucho aprobechamiento, donde se jura y reniega un poco; y dos tiendas de verdura, fruta, papel y tinta, azeite y vinagre. (Cháves 1999: 232)

No deja de apreciarse el pintoresquismo caótico del micromundo carcelario que a Cervantes le tocó vivir. Podía incluso comprar papel consiguiendo el dinero, quizás, en las “tablas de juego” que dejaban “aprobechamiento” al alcalde. Por lo demás, el encierro era, hasta cierto punto, virtual. Dice Chávez: Las puertas nunca están serradas [...] Y todo el día y noche, como hormiguero y procesión , entran y salen honbres y mugeres con comida y camas; y hablan con los presos sin preguntarles a qué entran ni detenerlas [...]. Y así, con industria de esconderse y no parecer y saliendo vestidos como novios, se an ydo muchos.. (Cháves 1999: 233)

Es obvio que algunos de los entremeses cervantinos hubieron de ser posteriores a 1597 y a la experiencia de la cárcel: El rufián viudo llamado Trampagos, por ejemplo. Pareciera que a cada etapa de la vida de Cervantes corresponde un “corpus” literario preciso. El cautiverio de Argel está en comedias y novela ejemplar (El trato de Argel, Los baños de Argel, El amante liberal); la cárcel de Sevilla, en entremeses y novelas ejemplares. La traslación de la realidad del encierro es fidedigna en cuanto a ese “hormigueo” humano que debió aturdirlo; a tramas, anécdotas, personajes y contextos que brotaban en el denso pantano. Es difícil que Cervantes haya podido escribir el Quijote, como se ha supuesto, en medio de ese mundo al revés que recuerda a Jerónimo Bosco. Y es factible que, en todo caso de haber intentado la redacción del Quijote, esto haya funcionado como una estrategia existencial para sobrevivir. Era una manera de fugarse al reducto de una Edad Dorada imaginada, que por momentos lo rescataba del segundo purgatorio de su vida: la cárcel de Sevilla (o tercero, si consideramos la Batalla de Lepanto, fuera de toda idealización heroica, como una fiesta sangrienta). A través de su literatura Cervantes se nos muestra, en gran medida, como un tránsfuga de la realidad. De no haber contado con el refugio de la escritura, habría sido quizás un loco catatónico tal el reo que se cubre de boñiga y que describe Cháves en la Relación de la cárcel de Sevilla. Cervantes y el entremés “atribuido” la cárcel de Sevilla Hay que mencionar la existencia del entremés con atribución a Cervantes en la colección de entremeses que lleva por título Teatro completo, tomo III, publicada en la Biblioteca Clásica, aparecida en Madrid a fines del XIX, principios del XX (Cervantes s/f)3. No se le incluye en ediciones modernas tales la de Eugenio Asensio para Castalia, aunque sí figura en la de Porrúa, por A. Souto (Cervantes 1989: 127-142). El contexto de la obra corresponde por entero al del hampa y la valentónica sevillana, similar al de Rinconete y Cortadillo y otras obras con parámetros similares. El ingenio cervantino se percibe algo desmañado, los hechos son expuestos 3

Las citas corresponden a esta edición.

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Cervantes y el entremés de La cárcel de Sevilla: Autobiografía y autoría

sin preámbulo alguno, abruptamente, y aparece al final –al igual que en el entremés del Rufián viudo llamado Trampagos– el célebre Escarramán, personaje creado por Quevedo en una de sus jácaras y adoptado por Cervantes. El ambiente es un ambiente jácaro (“Ya está metido en la trena / tu querido Escarramán / que unos alfileres vivos / lo prendieron al pasar […], habría dicho Quevedo”). Algunas alusiones remiten directamente a la imagen de la cárcel según la Relación de Cristóbal de Chávez, lo que permite suponer que el autor del entremés y quizás de la tercera parte de la Relación fuera el mismo: Cervantes, alguien que conocía de cerca la prisión y sus habitantes. Existen varias coincidencias entre Relación y entremés. Por ejemplo, los nombres de los personajes de la obrita son también citados por Cháves en la Relación. Dice éste: “[…] los valientes a quien se acude con el provecho: El Paisano, Baragán [...] Garay y otros nombres […]” (Cháves 1999: 238). Al principio del acto único, el alcaide visita a los presos encerrados y con grilletes, y estos claman en lo que Jesús G. Maestro ha llamado “diálogo de personajes homologables”4: Garay.- Abre aquí, alcalde, que nos comen chinches. Solapo.- Abra aquí, so alcalde, que nos comen garrapatas. Paisano.-Sáquenos a mear, seor alcaide.” [...] Garay.- Loado sea Dios, que veo el cielo de Cristo Solapo.- Loado sea Dios que veo el nubífero. Paisano.- Loado sea Dios, que veo el Sempiterno. (Cervantes 1989: 239)

La alusión a los parásitos que devoran a los presos anticipa la imagen del preso Juan Ozerto quien, de acuerdo con la Relación, inmóvil en el patio de la prisión, “hervía de piojos i chinches que hacían nido en él como si fuera pared […]” (Cháves 1999: 258). En otra parte dice Cháves: […] en los entresuelos son los más seguros presos y de menos calidad de delitos. (Cháves 1999: 232)O sea que, los prisioneros viven, prácticamente, en tinieblas.

De ahí que en el entremés, al salir a la luz, Garay vea el “cielo de Cristo” (un cielo metaforizado); Solapo, “el nubífero”, las blancas nubes, y Paisano contemple nada menos que “al Sempiterno”. La gradación es amplificadora: del “nubífero” a Dios. Es decir, que se sienten en la Gloria. Paisano exclama: […] pero en saliendo del purgatorio desta cárcel al cielo de la calle, todo hombre avizor […]. (Cervantes 1989: 239)

De nuevo la oposición purgatorio / cielo referida a cárcel; calle, relacionada con la antítesis prisión / libertad. Oposiciones obvias, si se quiere, pero que encuentran su equivalente en el resto del teatro de Cervantes: el “infierno” de los baños argelinos, frente al cielo que el verdadero cristiano –llamado Sayavedra (alusión evidentemente autobiográfica) en El trato de Argel– alberga en su interior. Las partidas de juego y su argot ocupan varios parlamentos de la obra (“¡ah, sotas putas!”, “prendas”, “voacé...baraje”, “me cubro la delantera con una hoja de higuera” (Cháves 1999: 244-245). No sabemos hasta qué punto la cárcel haya sido para el escritor escuela del juego en la que se graduó, contando ya con una preparación anterior (los años de trasegar por 4 “[…] aquel tipo de diálogo que puede establecerse entre personajes que desarrollan una misma acción, es decir, de personajes que actúan de forma pareja o conjunta, como si se tratara de una sola individualidad. Y que comparten por ello una misma funcionalidad en la obra, al encontrarse en sincretismo actancial.” (Maestro 2007: 3)

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Andalucía como recaudador en los que, según Melveena Mc Kendrick, “trapicheaba” para conseguir su sustento), y de la que va a salir maestro. Seguirán luego en su deambular, los garitos de Valladolid y de Madrid. En la obra, el grato ocio del juego es interrumpido por el escribano, personaje que viene a comunicar un fallo: la condena a la horca del valentón Paisano. La respuesta retadora de éste encierra la crítica (¿de Cervantes?) a la retórica oficial y la prosopopeya del funcionario menor (un escribano), que únicamente ansía pronunciar la sentencia de muerte: “que muera este hombre”. La contestación de Paisano al escribano se escucha definitiva y tajante: ¿No es mejor decir que muera este hombre, y ahorrar tanta guarnición? . (Cháves 1999)

El tono pesimista del condenado suena sobrecogedor: ¿Como se va voacé [el escribano] después que queda un hombre cargado hasta las entrañas?. (Cháves 1999: 244-245)

Pero es roto por el comentario que le sigue y que mueve a risa: “Ponga ahí voacé que apelo treinta veces”. Típico de Lope de Rueda en sus pasos (que tanto gustaban a Cervantes), la mezcla de lo serio y lo cómico. El escepticismo cervantino resuena en las razones un tanto cínicas del condenado: “Apelo para Dios; que si yo apelo para esos señores padres de la Audiencia, remediadores de los fallos, pienso que no tendré ningún remedio”. (Cervantes 1989: 246)

Se suceden las alusiones a la “enfermería”, en donde, según la Relación de Cháves, se preparaban los condenados para bien morir. Garay, Solapo, el Paisano y Beltrana mencionados por Cháves son también personajes del entremés. Pareciera que una misma persona (¿Cervantes acaso?) hubiera escrito ambos textos, el entremés y la crónica. Por lo demás, el escenario del Patio de Monipodio, de Rinconete y Cortadillo, se traslada, en sentido figurado, a la cárcel; a los hombres y a los personajes femeninos, Beltrana y Torbellina: ya llorosas; fieles o infieles; ya decididas, ya huérfanas de amante y acobardadas. La súbita aparición en escena de Escarramán – valentón, jaque, jayán como Paisano, que se jacta de las muertes, los mancos y los perniquebrados en su haber– nos recuerda que Cervantes lo utiliza también en el desenlace de El rufián viudo llamado Trampagos, configurándose como un dato más para apuntalar la autoría cervantina de La cárcel de Sevilla. Aparición significativa en este caso, aun cuando Escarramán fuera un personaje popular en la escena teatral del Siglo de Oro5. Ambos entremeses –El rufían viudo… y La cárcel…– presentan varios puntos de contacto, y como hemos visto, también los tienen el entremés La cárcel de Sevilla y la crónica escrita por Cháves. No dudamos de que Cervantes sea el autor del entremés en donde, como en las comedias sobre Argel, recoge la impronta visual, auditiva, olfativa del confinamiento y la traslada a la página escrita. Buen

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Significativa por las alusiones a Escarramán en la obra cervantina, amén de su configuración como personaje en los entremeses mencionados. Ejemplos: el parlamento de Leonarda en el entremés de La cueva de Salamanca, cuando pronuncia: “Pues, en verdad, que tengo yo mis puntas y collar escarramanescos […] ”(Cervantes 1989: 99). Don Quijote afirmará casi lo mismo: “que tengo yo mis puntas y collar escarramanescos […]” en alguna parte del Quijote. Y Cervantes escribirá, refiriéndose a la popular jácara del Escarramán: […] a las Indias llegaron tus meneos”. Más alusiones se encontrarían si intentáramos la búsqueda del tópico “Escarramán” en la amplia obra del autor. Respecto a la última, cabe señalar que en el “Cartapacio poético” –colección formada por el sevillano Mateo Rosas de Oquendo con poesía propia y ajena, entre Perú y México, entre 1598 y 1612– figura una “Jácara del Escarramán a la Méndez”atribuida a Quevedo, así como un “Escarramán a lo divino”. ¿Será esta colección a la que se refiere Cervantes cuando alude a la presencia de la jácara en las Indias? La reiteración “escarramanesca” en Cervantes y la introducción de Escarramán como personaje casi al final de la obrita permiten, nos parece, apuntalar la autoría cervantina del entremés La cárcel de Sevilla.

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Cervantes y el entremés de La cárcel de Sevilla: Autobiografía y autoría

conocedor de la germanía sevillana y carcelaria se muestra el autor cuando dice, por boca de Barragán: Por cierto, seor Solapo, que si Paisano muere, que pierde Barragán el mayor amigo del mundo, porque era grande archivo y cubil de flores para pobretos. Oiga lo que faltará si muere: la corónica de los jayanes, murcios, madrugones, cerdas, calabazas, águilas, aguiluchos, levas, chanzas, descuernos, clareos, guzpátaros, traineles. (Cervantes 1989: 247)

Paisano es (y Cervantes lo sabe y lo escribe) un jayán de pro. Cifra y suma de murcios y arrugadores (ladrones); “madrugones” (los que roban a sus propios huéspedes mientras estos duermen), guzpátaros (agujeran los muros para robar); calabazas (ganzúas), águilas y aguiluchos (ladrones y aprendices), descuernos (injurias), traineles (los criados de rufianes) (Covarrubias 1998). La referencia al valentón Paisano como “coronista”, o cronista, permite también pensar que Cervantes estuviera aludiendo veladamente a su contemporáneo, el propio Cristóbal de Cháves. “Cubil de flores” tendría que ver con considerar a Paisano como receptáculo de trampas en el juego (las famosas “flores de cantueso” o trampas de sobra conocidas en los garitos); por extensión, como compendio, en sí mismo, de historias y triquiñuelas. Es decir, si lo matan (si desapareciera como desapareció Cháves), se perdería un compendio de historias para entretener a los pobres (“pobretos”). A los maleantes de poca monta: los recaderos; los desdichados, los hombres de poco ánimo pero de buen natural, incluso a algún hombre inocente. Como lo fuera el propio Cervantes en la cárcel sevillana, en el cautiverio infamante de 1597. Resumiendo, extraemos de lo dicho como conclusión que el entremés se puede atribuir con justicia a Cervantes a partir de su propia experiencia de la cárcel de Sevilla entre 1597 y 1598. Autobiografía y autoría están entrelazadas. El que no lo haya incluido en la edición de su teatro de 1615 bien pudo deberse al deseo de no dejar huella en su expediente personal de un episodio vergonzante. Así, podría verse la breve pieza más bien como un desahogo, una suerte de catarsis. O como el mero impulso de retener un escenario imprevisto e insuperable, en cuanto a corrupción y pintoresquismo, de algunos ambientes de esa España finisecular que un autor voluntaria o involuntariamente testimonial (como en partes de su obra fue Cervantes) no podía dejar escapar. Casi un entremés de circunstancias referente a la decadencia del gobierno y las instituciones en los últimos años del reinado de Felipe II, que moriría en 1598 y para quien escribió el famoso “¡Voto a Dios que me espanta esa grandeza!”, soneto de burla y denuncia aparejadas. Fue quizás, por todo lo antes dicho, que no se esmeró en pulir el entremés. Más aun –y a reserva de confirmarlo mediante indagaciones futuras–, podría pensarse asimismo que bien pudo ser de Cervantes la Tercera Parte de la Relación de la cárcel de Sevilla, (de la que no se conoce el autor) cuyas dos primeras partes, de Cristóbal de Cháves, como vimos datan de 1591-1592. Por lo que se ha mencionado respecto a la desaparición de Cháves durante varios años, es improbable que él y Cervantes se hayan conocido hacia 1597. Pero, a no dudarlo, el texto de dicha Relación llegó a manos de Cervantes, quien fusionó su momento personal con elementos tomados de ésta, y entre 1598 y 1600, cuando deambulaba sin trabajo por la ciudad –la cual a su vez lloraba al soberano difunto– teniendo a sus espaldas el espectáculo reciente de la prisión, pudo escribir este entremés de La cárcel de Sevilla, antítesis de la magnificencia real y paródica visión de la humanidad sometida, encarcelada. Y quizás también, redactar la continuación de la crónica carcelaria de Cristóbal de Cháves, del, por entonces desaparecido, Cristóbal de Cháves.

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Margarita Peña Muñoz

Bibliografia -CERVANTES, Miguel de (1989): Entremeses, SOUTO, Arturo Souto (introd.). México: Editorial Porrúa. -CERVANTES, Miguel de (s/f): “La cárcel de Sevilla”, en Teatro completo de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid: Librería de Hernando y Compañía, tomo III. -COVARRUBIAS, Sebastián de / RIQUER, Martín de (ed.) (1998): Tesoro de la lengua castellana o español. Barcelona: Editorial Alta Fulla. -CHÁVES, Cristóbal de (1999): “La cárcel de Sevilla”, en HERNÁNDEZ ALONSO, César / SANZ ALONSO, Beatriz, Germanía y sociedad en los Siglos de Oro. Valladolid: Secretariado de Publicaciones e intercambio Editorial / Caja Duero. -HERNÁNDEZ ALONSO, César / SANZ ALONSO, Beatriz (1999): Germanía y sociedad en los Siglos de Oro. Valladolid: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial / Caja Duero. -MAESTRO, Jesús G. (2007): Construcción e interpretación del diálogo en los “Entremeses” de Miguel de Cervantes. Alicante: Biblioteca Virtual Cervantes. -MCKENDRICK, Melveena (1986): Cervantes, ZAMORA VICENTE, Alonso (prólog.). Barcelona: Salvat (Biblioteca Salvat de Grandes Biografías). -PEÑA, Margarita (2007): Rehén de la fortuna. Los cautiverios de Cervantes. Guanajuato: Centro de Estudios Cervantinos. -ZAMORA VICENTE, Alonso (2007): Presentación a los entremeses de Cervantes. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel Cervantes.

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