Sevilla y el Romanticismo

Sevilla y el Romanticismo Paseo literario y musical IES Carmen Laffón San José de La Rinconada Departamento de Lengua y Literatura Española Departame

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Sevilla y el Romanticismo Paseo literario y musical

IES Carmen Laffón San José de La Rinconada Departamento de Lengua y Literatura Española Departamento de Música

31 de mayo de 2005

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El mito de Carmen En cuatro actos, “Carmen” se desarrolla en Sevilla y sus alrededores, hacia el año 1830. Acto primero Una plaza de Sevilla, donde están situados el cuartel de los Dragones de Alcalá y una fábrica de cigarros. Un grupo de soldados conversa frente al cuartel. Llega hasta ellos Micaela, preguntando por el brigadier Don José, quien en ese momento no está, pero es informada de que llegará pronto con el cambio de guardia. Los soldados tratan de retenerla, pero la tímida joven se va señalando que volverá pronto. Precedidos por un grupo de niños que los imitan, llegan los soldados de la guardia de relevo. y entre ellos viene Don José. De la fábrica de cigarros salen las gitanas obreras, coqueteando con los hombres presentes. Estos preguntan por Carmen, la que de inmediato aparece para cantar alabanzas al amor libre. La gitana presta especial atención a Don José y le arroja una flor como muestra de admiración. Don José queda solo y recibe la visita de Micaela, quien trae una carta de su madre, a quien el soldado recuerda con nostalgia. Micaela se retira y Don José intenta leer la carta, pero su lectura es interrumpida por una riña entre las gitanas de la fábrica de cigarros. El Capitán Zúñiga ordena a Don José que averigüe el porqué de este alboroto. Carmen ha herido a una compañera y es traída por el brigadier. En actitud desafiante, Carmen se burla de todos, y mientras Don José se apresta para conducirla a prisión, ésta lo engatuza invitándole a divertirse y a reencontrarse en la taberna de Lílas Pástia. Con la expectativa de ese cita con Carmen, Don José la deja escapar, debiendo pagar con prisión esta falta a su deber. Acto segundo Taberna de Lílas Pastia, en las afueras de Sevilla. Carmen y sus amigas Frasquita y Mercedes cantan y bailan una canción gitana. Hasta el lugar llega el torero Escamillo, acompañado por un grupo de admiradores, a quienes les cuenta sus aventuras en el ruedo. Escamillo repara en la belleza de Carmen e intenta abordarla, pero la gitana no le corresponde sus galanteos. Llegan también hasta la taberna los contrabandistas Remendado y Dancairo para pedir a Carmen y sus amigas que los acompañen en su próxima faena. Carmen se niega a partir y señala que espera una visita. En ese momento se oye venir a Don José, quien ya ha dejado la prisión. Carmen aleja a sus amigos asegurándoles que tratará de convencer al soldado para que se una a ellos. La gitana está feliz de ver a Don José y baila para él. Pero a los lejos se escucha la retreta militar y el soldado debe partir al cuartel. Carmen se enfurece y Don José tiene que imponerle a la

fuerza que le escuche sus declaraciones de amor. Carmen le responde que la única manera de probarle su amor sería que se uniera a ella y sus amigos contrabandistas en una expedición en las montañas. En ese momento irrumpe el Capital Zuñiga, quien ha venido en busca de Carmen. Don José y su superior pelean y los gitanos logran desarmar a Zúñiga, obligando con esto a Don José a escapar uniéndose a ellos. Acto tercero Un lugar en las montañas, cercano a Sevilla. Contrabandistas y gitanos descansan en un recodo. Carmen comienza a aburrirse del amor de Don José, quien no consigue adaptarse a esta vida de libertad. Se acerca a Mercedes y Frasquita, que están leyendo su futuro en las cartas, y Carmen decide hacer lo mismo. Una y otra vez los naipes le dan la misma respuesta: la muerte. El grupo sale para intentar pasar el contrabando y Don José queda en la retaguardia. Sin ser vista, Micaela ha llegado hasta este lejano lugar en busca de Don José. Ante un disparo que lanza éste, la joven se oculta. El disparo iba dirigido a un extraño que se acerca y que resulta ser Escamillo. Sin conocer la identidad de Don José, el torero cuenta que viene en busca de Carmen. Don José lo reta a duelo y Carmen aparece junto a los gitanos para separarlos. Antes de despedirse, Escamillo invita a los presentes a las próximas corridas de toros de Sevilla. El Remendado descubre a Micaela y la trae ante el grupo. La muchacha dice a Don José que su madre está agonizando y lo insta a partir con ella, para felicidad de Carmen. Don José parte, luego de amenazar a Carmen diciéndole que pronto habrá de regresar. Acto cuarto Exterior de la Plaza de Toros de Sevilla. La muchedumbre se agolpa ante los preparativos de la próxima corrida. En medio de aclamaciones y vítores aparece Escamillo junto a Carmen, ahora su amante, elegantemente vestida. Luego de reiterarle su amor, Escamillo deja a Carmen y parte al ruedo. Mercedes y Frasquita recomiendan a Carmen que se aleje del lugar, pues Don José se encuentra entre la multitud. Sin embargo, ésta resuelve enfrentarlo. Todos los ruegos y posteriores amenazas de Don José hacia Carmen resultan vanos. La gitana repite una y otra vez que ahora ama al torero. Se escucha cómo la muchedumbre aclama a Escamillo y Carmen intenta entrar en la Plaza, pero Don José, presa de la ira y de los celos, la mata a puñaladas. Luego, sollozando, Don José la invoca desesperadamente, confiesa su crimen y se deja arrestar.

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El mito de la ciudad como lugar exótico Al Mutamid de Sevilla fue uno de los poetas arábigo-andaluces más importantes de su tiempo y un buen ejemplo para acercarnos a algunos de los temas de la lírica andalusí y, de paso, comprender por qué los románticos europeos convirtieron la ciudad en uno de sus espacios míticos. “El poeta es un mentiroso...” ¿Hasta qué punto es sincera la poesía en ningún pueblo? El problema es difícil de resolver, pero no lo es afirmar que entre los árabes la falta de sinceridad o, mejor tal vez, el convencionalismo, está más acentuado que en otras literaturas. Los poetas, desde antes de empezar a componer, son ya esclavos de los símbolos y tópicos creados por sus predecesores, así como son también esclavos de unas estrofas y versos establecidos. Ibn Hazm, por ejemplo, describirá largamente su llanto en un poema, pero advertirá a continuación en prosa que no ha llorado nunca. Emilio García Gómez, Poemas arábigoandaluces.

EL AMOR Y LA BELLEZA El deseo de disfrutar de la presencia de la amada es un tema que se repite en la poesía arábigo-andaluza. En estos poemas que siguen encontrarás cómo el poeta sufre por no contar con la mujer, por no tenerla más que en sueños... TE HE VISTO

EN SUEÑOS

Te he visto en sueños en mi lecho, Y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada; Era como si me abrazases, y sintieses El amor y el desvelo que yo siento; Era como si te besase los labios, la nuca, Las mejillas y lograse mi deseo. ¡Por tu amor! Si no me visitase tu imagen, en sueños, a intervalos, no dormiría más.

En sueños tu imagen presentó a la mía, mejilla y pecho; Recogí la rosa y mordí la manzana; Me ofreció los rojos labios y aspiré su aliento: Me pareció que sentía el olor a sándalo. ¡Ojalá quisiera visitarme cuando estoy despierto...! Pero entre nosotros pende el velo de la separación: ¿Por qué la tristeza no se aparta de nosotros, por qué no se aleja la desgracia?

En la poesía árabe la mujer, igual que sucede en la literatura occidental, funciona como símbolo de belleza. Esa mujer aparecerá descrita mediante una serie de metáforas mediante las cuales se la compara con diferentes elementos de la naturaleza. La peculiaridad de la poesía arábigo-andaluza reside en que esos elementos de la naturaleza no son propios de nuestra geografía, sino que son característicos de las tierras africanas o asiáticas, de donde procede la cultura árabe. Es un antílope por su cuello, Una gacela por sus ojos, Un jardín de arriates por su fragancia, Una rama de sauce por su talle. En otras ocasiones se compara a la mujer con la luz... El relámpago la asustó, cuando en su mano El relámpago del vino resplandecía. ¡Ojalá supiera cómo, si ella es el sol de la mañana, se asusta de la luz!

EL VINO La religión musulmana prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas, pero entre los poetas de Al Ándalus, el canto al vino, a su color, a

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su sabor, a sus efectos y a las reuniones en las que se consumía se convirtió en tema literario repetido por diferentes poetas. EL COPERO, LA COPA Y EL VINO

EL REFLEJO

Apareció, exhalando aromas de sándalo, Al doblar la cintura por el esbelto talle, ¡Cuántas veces me sirvió, aquella oscura noche, en agua cristalizada, rosas líquidas!

El reflejo del vino atravesado por la luz Colorea de rojo los dedos del copero, Como el enebro deja teñido el hocico del antílope.

LA GUERRA Estamos en la Edad Media, no lo olvidemos. La guerra, la violencia, es una realidad constante de la época que, como es lógico, se refleja también en la literatura. Igual que en la poesía de los reinos cristianos aparecen héroes, batallas, victorias y derrotas, en la poesía árabe también tendrán cabida esas actividades. En el siguiente poema Al Mutamid nos habla de sí mismo y de la conquista del reino taifa de Córdoba al que presenta personificado como una mujer. Su intención es autoengrandecerse como guerrero: ¿Quién entre los reyes ha llegado a los extremos de este rey valiente? ¡Largo! ¡Ha llegado a vosotros el reino del Mahdí! Pedí en matrimonio a Córdoba, la bella, cuando había Rechazado a los que la pretendían con espadas y lanzas. ¡Cuánto tiempo estuvo desnuda!, más me presenté yo y se cubrió de bellas túnicas y joyas. ¡Boda real! Celebraremos nupcias en su palacio, mientras los otros reyes estarán en el cortejo del miedo. ¡Mirad, hijos de puta, que se acerca el ataque de un león envuelto en una armadura de valor! Pero en el mundo andalusí los guerreros y gobernantes tan pronto triunfaban como fracasaban... Al Mutamid, rey de Sevilla, rey de uno de los taifas más poderosos de su época, acabó perdiendo su reino y teniendo que salir de Al Ándalus. En el siguiente poema se recuerda a sí mismo en los buenos tiempos y se nos presenta al final de su vida, en sus malos tiempos: Yo era amigo del rocío, señor de la indulgencia, Amado de las almas y de los espíritus; Mi diestra regalaba el día de los dones, Y mataba, el día del combate; Mi izquierda sujetaba todas las riendas que dominaban A los corceles en los campos de batalla. Hoy soy rehén, de la cadena y de la pobreza Apresado, con las alas rotas.

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El mito de Don Juan La figura del Don Juan, creada por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla y recreada por José Zorrilla en el siglo XIX en su Don Juan Tenorio ha sido una de las aportaciones más productivas de la literatura española a la cultura europea: una opera, el Don Giovanni de Mozart, un poema sinfónico de Richard Strauss, el Don Juan de Molière o el de Lord Byron son muestra suficiente de la influencia que este personaje ha tenido a lo largo del tiempo en todos los campos de la creación. El Don Juan, el burlador, debía de existir ya en el imaginario popular antes de cobrar cuerpo literario y su pervivencia como mito se debe en realidad a un talante moralizador y profundamente católico que pretende mantener dentro del orden establecido la vida y el pensamiento del pueblo. Lo que representa Don Juan es la ruptura absoluta de todas las normas y reglas preestablecidas. Ni la moral de la iglesia ni la justicia de los hombres tienen valor alguno, únicamente la vida como juego y disfrute tiene sentido. Ese es posiblemente uno de los sueños más antiguos del ser humano: una vida vivida en absoluta libertad, y esa es la mayor pesadilla imaginable para la rígida mentalidad de la España de la Contrarreforma. El burlador de Sevilla acaba trágicamente con un Don Juan abrasado por el fuego del infierno, el Don Juan de Zorrilla muere tras arrepentirse, redimido por el amor. Su conducta ha sido errónea y es justamente castigada. Argumento Primera Parte: Don Luis ha perdido la apuesta que hizo con Don Juan hace un año. Ahora Don Juan le apuesta a Don Luís que le quitará su prometida, Doña Ana de Pantoja, y además conquistará a una novicia. Oye el desafío el Comendador D. Gonzalo de Ulloa, padre de Dña. Inés, quien debía casarse con D. Juan, y deshace el matrimonio convenido. D. Juan le jura a D. Gonzalo que le quitará su hija, que vive en un convento de novicias. Por la noche, D. Juan engaña a Dña Ana haciéndose pasar por su prometido D. Luís. Más tarde D. Juan escala el convento donde está encerrada Dña. Inés y la rapta. D. Juan se enamora locamente de Dña. Inés y ella de él. D. Luís y D Gonzalo se enfrentan a D. Juan y ambos mueren a manos del Tenorio, quien huye a Italia. Segunda Parte: Cinco años mas tarde D. Juan vuelve a Sevilla y visita el panteón familiar de los Ulloa donde está enterrada Dña. Inés, quien murió de amor, así como el Comendador y D. Luís. Dña. Inés tambien ha hecho una apuesta -- pero con Dios: si ella logra de D. Juan el arrepentimiento, los dos se salvarán, pero si no lo consigue los dos se condenarán eternamente. D. Juan invita al Comendador a cenar y este le convida, a su vez, a compartir mesa de piedra con él en el panteón. Pero justo cuando el Comendador está a punto de conducir a D. Juan al infierno, Dña Inés interviene y le ruega a D. Juan que se arrepienta. Dña. Inés gana la apuesta y los dos suben al cielo en una apoteosis de ángeles, cantos e imágenes celestiales. Don Juan y Don Luis DON JUAN ¿Estamos listos? DON LUIS Estamos. DON JUAN Como quien somos cumplimos. DON LUIS Veamos, pues, lo que hicimos. DON JUAN Bebamos antes. DON LUIS Bebamos. (Lo hacen.) DON JUAN La apuesta fue... DON LUIS Porque un día dije que en España entera no habría nadie que hiciera lo que hiciera Luis Mejía.

DON JUAN Y siendo contradictorio al vuestro mi parecer, yo os dije: «Nadie ha de hacer lo que hará don Juan Tenorio». ¿No es así? DON LUIS Sin duda alguna; y vinimos a apostar quién de ambos sabría obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año; juntándonos aquí hoy a probarlo. DON JUAN Y aquí estoy. DON LUIS Y yo. CENTELLAS ¡Empeño bien extraño, Sevilla y el Romanticismo.- 5

por vida mía! DON JUAN Hablad, pues. DON LUIS No, vos debéis empezar. DON JUAN Como gustéis, igual es, que nunca me hago esperar. Pues señor, yo desde aquí, buscando mayor espacio para mis hazañas, dí sobre Italia, porque allí tiene el placer un palacio. De la guerra y del amor antigua y clásica tierra, y en ella el Emperador, con ella y con Francia en guerra, díjeme: «¿Dónde mejor? Donde hay soldados, hay juego, hay pendencias y amoríos». Dí, pues, sobre Italia luego, buscando a sangre y a fuego amores y desafíos. En Roma, a mi apuesta fiel, fijé entre hostil y amatorio en mi puerta este cartel: «Aquí está don Juan Tenorio para quien quiera algo de él». De aquellos días la historia a relataros renuncio; remítome a la memoria que dejé allí, y de mi gloria podéis juzgar por mi anuncio. Las romanas caprichosas, las costumbres licenciosas, yo gallardo y calavera, quién a cuento redujera mis empresas amorosas. Salí de Roma por fin como os podéis figurar, con un disfraz harto ruin, y a lomos de un mal rocín, pues me querían ahorcar. Fui al ejército de España; mas todos paisanos míos, soldados y en tierra extraña, dejé pronto su compaña tras cinco o seis desafíos. Nápoles, rico vergel de amor, de placer emporio, vio en mi segundo cartel: «Aquí está don Juan Tenorio, y no hay hombre para él. Desde la princesa altiva

a la que pesca en ruin barca, no hay hembra a quien no suscriba, y cualquiera empresa abarca si en oro o valor estriba. Búsquenle los reñidores; cérquenle los jugadores; quien se precie, que le ataje; a ver si hay quien le aventaje en juego, en lid o en amores». Esto escribí; y en medio año que mi presencia gozó Nápoles, no hay lance extraño, no hubo escándalo ni engaño en que no me hallara yo. Por dondequiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé, y en todas partes dejé memoria amarga de mí. Ni reconocí sagrado, ni hubo razón ni lugar por mi audacia respetado; ni en distinguir me he parado al clérigo del seglar. A quien quise provoqué, con quien quiso me batí, y nunca consideré que pudo matarme a mí aquel a quien yo maté. A esto don Juan se arrojó, y escrito en este papel está cuanto consiguió, y lo que él aquí escribió, mantenido está por él. DON LUIS Leed, pues. DON JUAN No; oigamos antes vuestros bizarros extremos, y si traéis terminantes vuestras notas comprobantes, lo escrito cotejaremos. DON LUIS Decís bien; cosa es que está, Don Juan, muy puesta en razón; aunque, a mi ver, poco irá de una a otra relación. DON JUAN Empezad, pues. Sevilla y el Romanticismo.- 6

DON LUIS Allá va. Buscando yo, como vos, a mi aliento empresas grandes, dije: «¿Dó iré, ¡vive Dios! de amor y lides en pos que vaya mejor que a Flandes? Allí, puesto que empeñadas guerras hay, a mis deseos habrá al par centuplicadas ocasiones extremadas de riñas y galanteos». Y en Flandes conmigo dí, mas con tan negra fortuna, que al mes de encontrarme allí todo mi caudal perdí, dobla a dobla, una por una. En tan total carestía mirándome de dineros, de mí todo el mundo huía, mas yo busqué compañía y me uní a unos bandoleros. Lo hicimos bien, ¡voto a tal!, y fuimos tan adelante, con suerte tan colosal, que entramos a saco en Gante el palacio episcopal. ¡Qué noche! Por el decoro de la Pascua, el buen obispo bajó a presidir el coro, y aún de alegría me crispo al recordar su tesoro. Todo cayó en poder nuestro; mas mi capitán, avaro, puso mi parte en secuestro; reñimos, yo fui más diestro, y le crucé sin reparo. Jurome al punto la gente capitán, por más valiente; jureles yo amistad franca; pero a la noche siguiente huí y les dejé sin blanca. Yo me acordé del refrán de que quien roba al ladrón ha cien años de perdón, y me arrojé a tal desmán mirando a mi salvación. Pasé a Alemania opulento, mas un Provincial jerónimo, hombre de mucho talento, me conoció, y al momento me delató en un anónimo. Compré a fuerza de dinero la libertad y el papel;

y topando en un sendero al fraile, le envié certero una bala envuelta en él. Salté a Francia, ¡buen país!, y como en Nápoles vos, puse un cartel en París diciendo: «Aquí hay un don Luis que vale lo menos dos. Parará aquí algunos meses, y no trae más intereses ni se aviene a más empresas, que a adorar a las francesas y a reñir con los franceses». Esto escribí; y en medio año que mi presencia gozó París, no hubo lance extraño, ni hubo escándalo ni daño donde no me hallara yo. Mas como don Juan, mi historia también a alargar renuncio; que basta para mi gloria la magnífica memoria que allí dejé con mi anuncio. Y cual vos, por donde fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé, y a las mujeres vendí. Mi hacienda llevo perdida tres veces; mas se me antoja reponerla, y me convida mi boda comprometida con doña Ana de Pantoja. Mujer muy rica me dan, y mañana hay que cumplir los tratos que hechos están; lo que os advierto, don Juan, por si queréis asistir. A esto don Luis se arrojó, y escrito en este papel está lo que consiguió; y lo que él aquí escribió mantenido está por él. DON JUAN La historia es tan semejante que está en el fiel la balanza; mas vamos a lo importante, que es el guarismo a que alcanza el papel; conque adelante. DON LUIS Razón tenéis en verdad. Aquí está el mío; mirad, por una línea apartados traigo los nombres sentados Sevilla y el Romanticismo.- 7

para mayor claridad. DON JUAN Del mismo modo arregladas mis cuentas traigo en el mío; en dos líneas separadas los muertos en desafío y las mujeres burladas. Contad. DON LUIS Contad. DON JUAN Veintitrés. DON LUIS Son los muertos. A ver vos. ¡Por la cruz de San Andrés! Aquí sumo treinta y dos. DON JUAN Son los muertos. DON LUIS Matar es. DON JUAN Nueve os llevo. DON LUIS Me vencéis. Pasemos a las conquistas. DON JUAN Sumo aquí cincuenta y seis. DON LUIS Y yo sumo en vuestras listas setenta y dos. DON JUAN Pues perdéis. DON LUIS ¡Es increíble, don Juan! DON JUAN Si lo dudáis, apuntados los testigos ahí están, que si fueren preguntados os lo testificarán. DON LUIS ¡Oh! Y vuestra lista es cabal. DON JUAN Desde una princesa real a la hija de un pescador, ¡oh! ha recorrido mi amor toda la escala social. ¿Tenéis algo que tachar? DON LUIS Sólo una os falta en justicia. DON JUAN ¿Me la podéis señalar? DON LUIS

Sí, por cierto; una novicia que esté para profesar. DON JUAN ¡Bah! pues yo os complaceré doblemente, porque os digo que a la novicia uniré -[fol. 19r]la dama de algún amigo que para casarse esté. DON LUIS ¡Pardiez, que sois atrevido! DON JUAN Yo os lo apuesto si queréis. DON LUIS Digo que acepto el partido. ¿Para darlo por perdido, queréis veinte días? DON JUAN Seis. DON LUIS ¡Por Dios, que sois hombre extraño! ¿Cuántos días empleáis en cada mujer que amáis? DON JUAN Partid los días del año entre las que ahí encontráis. Uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas, y una hora para olvidarlas. Pero la verdad a hablaros, pedir más no se me antoja, porque, pues vais a casaros, mañana pienso quitaros a doña Ana de Pantoja. DON LUIS Don Juan, ¿qué es lo que decís? DON JUAN Don Luis, lo que oído habéis. DON LUIS Ved, don Juan, lo que emprendéis. DON JUAN Lo que he de lograr, don Luis. DON LUIS ¿Estáis en lo dicho? DON JUAN Sí. DON LUIS Pues va la vida. DON JUAN Pues va.

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DON JUAN Cálmate, pues, vida mía; reposa aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor? Esta aura que vaga llena de los sencillos olores de las campesinas flores que brota esa orilla amena; esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando el día, ¿no es cierto, paloma mía, que están respirando amor? Esa armonía que el viento recoge entre esos millares de floridos olivares, que agita con manso aliento, ese dulcísimo acento con que trina el ruiseñor de sus copas morador llamando al cercano día, ¿no es verdad, gacela mía, que están respirando amor? Y estas palabras que están filtrando insensiblemente tu corazón, ya pendiente de los labios de don Juan, y cuyas ideas van inflamando en su interior un fuego germinador no encendido todavía, ¿no es verdad, estrella mía, que están respirando amor? Y esas dos líquidas perlas que se desprenden tranquilas de tus radiantes pupilas convidándome a beberlas, evaporarse a no verlas de sí mismas al calor, y ese encendido color que en tu semblante no había, ¿no es verdad, hermosa mía, que están respirando amor? ¡Oh! sí, bellísima Inés, espejo y luz de mis ojos; escucharme sin enojos como lo haces, amor es;

mira aquí a tus plantas, pues, todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor. DOÑA INÉS Callad, por Dios, ¡oh don Juan!, que no podré resistir mucho tiempo sin morir tan nunca sentido afán. ¡Ah! Callad, por compasión, que oyéndoos me parece que mi cerebro enloquece y se arde mi corazón. ¡Ah! Me habéis dado a beber un filtro infernal sin duda, que a rendiros os ayuda la virtud de la mujer. Tal vez poseéis, don Juan, un misterioso amuleto, que a vos me atrae en secreto como irresistible imán. Tal vez Satán puso en vos su vista fascinadora, su palabra seductora y el amor que negó a Dios. ¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!, sino caer en vuestros brazos, si el corazón en pedazos me vais robando de aquí? No, don Juan; en poder mío resistirte no está ya; yo voy a ti, como va sorbido al mar ese río. Tu presencia me enajena, tus palabras me alucinan, y tus ojos me fascinan, y tu aliento me envenena. ¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón, o ámame, porque te adoro. DON JUAN ¡Alma mía! Esa palabra cambia de modo mi ser, que alcanzo que puede hacer hasta que el Edén se me abra. No es, doña Inés, Satanás quien pone este amor en mí; es Dios, que quiere por ti ganarme para Él quizás. No; el amor que hoy se atesora Sevilla y el Romanticismo.- 9

en mi corazón mortal, no es un amor terrenal como el que sentí hasta ahora; no es esa chispa fugaz que cualquier ráfaga apaga; es incendio que se traga cuanto ve, inmenso, voraz. Desecha, pues, tu inquietud,

bellísima doña Inés, porque me siento a tus pies capaz aún de la virtud. Sí; iré mi orgullo a postrar ante el buen Comendador, y, o habrá de darme tu amor, o me tendrá que matar.

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Actividades ¿Has comprendido...?  ¿Con qué tipo de mujer de los descritos por Bécquer en sus rimas encajaría mejor Carmen? ¿Y Doña Inés? ¿Por qué?  ¿Qué crees que simboliza el personaje de Carmen? ¿Por qué? ¿Te parece un personaje romántico? ¿Por qué?  Imagina que Carmen no se hubiese convertido en novia del Escamillo, ¿cómo crees que hubiera terminado la historia?  ¿Crees que existe alguna relación entre el personaje de Carmen y el de Don Juan? ¿Por qué?  ¿Qué crees que simbolizan los personajes de Don Juan y Doña Inés? ¿Te parecen personajes románticos? ¿Por qué?  ¿Por qué crees que el pasado árabe de Sevilla interesó tanto a los autores románticos europeos?

Busca información...  ¿Quién fue Al Mutamid? Resume brevemente su biografía.  El mito de Don Juan lo han abordado bastantes artistas a lo largo de la historia, indica al menos cinco obras de diferentes autores

que hayan tratado el asunto, señalando en cada caso el país del autor y la época del texto.  ¿Qué diferencias existen entre la obra El burlador de Sevilla y Don Juan Tenorio? ¿Cuál te parece más romántica y por qué?  ¿Quién fue Bizet? Resume brevemente su biografía.

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