Ciegos prisioneros. Dos jóvenes universitarias disfrutan del paisaje del Chaltén. Deciden escalar el monte Fitz Roy

Ciegos prisioneros. Dos jóvenes universitarias disfrutan del paisaje del Chaltén. Deciden escalar el monte Fitz Roy. Observan el maravilloso paisaje.

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Ciegos prisioneros.

Dos jóvenes universitarias disfrutan del paisaje del Chaltén. Deciden escalar el monte Fitz Roy. Observan el maravilloso paisaje. De pronto, una figura, llena de misterios, emerge de la nieve. Es un alpinista. —Mi nombre es Tomas Ballack. Con sus jardineros de tela gastada y una barba que delataba su pronta llegada a la vejez, las miraba con una sonrisa. —Recuerdo que estaba llegando a la cima. Resbalé y caí. ¿Cuánto tiempo pasó? Las amigas se miraron. El hombre era muy extraño. —Es hermoso el paisaje ¿No lo creen? —Sí. Nosotras vinimos aquí liberándonos de las presiones sociales. —Ah, son citadinas. Interesante. Creía que las personas de ciudad no disfrutaban de la naturaleza. Las muchachas reflexionaron. — ¿De dónde provienes, Tomas? —Yo, vengo de Londres, Inglaterra. Trabajo en una fábrica. Me tomé unas vacaciones para deleitarme con estos paisajes, para alejarme del agobio que me supone pasar los días en el pueblo, que está a punto de convertirse en ciudad. Mi único consuelo es la filosofía, a la que me dedico por las noches. Desde el principio habían percibido algo extraño en aquel alpinista. —Creo que le sería conveniente saber que nos encontramos en el siglo XXI. La tecnología avanzó mucho. — ¿Qué dicen? Considero extraño que dos jóvenes en edad de casarse estén paseando por la montaña, pero supuse que serian huérfanas. Sin embargo, lo que me están diciendo es una locura. —Pues debe creernos, porque es la verdad ¿Por qué le mentiríamos? —Lo que plantean es inconcebible. —Pero si le mostramos la realidad tal vez cambie de opinión. Las amigas decidieron llevar al alpinista a Londres, para que viera los avances de la tecnología y comprendiera el “viaje en el tiempo” que había realizado sin proponérselo.

— Señor Ballack, decidimos llevarlo de vuelta a su ciudad. Viajaremos en avión. Debido a que el aeropuerto esta muy lejos, iremos en automóvil. — Esos maravillosos aparatos modernos. No sabía que ustedes pertenecían a una alta estirpe, como para poseer un automóvil. —En realidad, hoy en día son muy accesibles. — Hay un término que desconozco, “avión”. —Es un novedoso medio de transporte. Permite a las personas viajar en multitud, a grandes velocidades, volando. — ¡Ah! ¡Se refieren a un tipo de barco! —Algo así. —Tenemos que abastecernos de alimento para el largo viaje. Estaremos embarcados tres meses, como mínimo. —Oh, no será necesario. Es un viaje muy corto, apenas unas horas. —Eso es imposible. Cualquier viaje de tanta distancia ocupa un tiempo de meses, incluso años. Llegaron al estacionamiento. El alpinista se quedó maravillado ante la visión. — ¿Qué son estos? —Son los vehículos mencionados. Supongo que habrán evolucionado mucho desde su época. — Son aparatos muy extraños. Empiezo a considerar que su idea es válida. Las amigas sonrieron. Sabían que estaban cerca de cumplir su objetivo. Después de unas horas de viaje, llegaron a destino. El pobre hombre no daba crédito a lo que veían sus ojos. Fascinado, contemplaba las grandes máquinas. — ¿Qué son estos aparatos? ¿Dónde están los barcos? —Estos son los aviones. — ¡No creo ni una palabra! No lo haré hasta verlo con mis ojos. —Como quieras.

En el avión, el alpinista observó a la azafata, que se paseaba entre los asientos. —Jovencita, disculpe: ¿Es usted consciente de lo que lleva puesto? La mujer lo miro, extrañada. —Sí, es mi uniforme de trabajo. ¿Por qué? —Pues entonces, mis disculpas, pero es usted una muchacha con malos modales. Ese vestido es muy corto. Una de las estudiantes le explica al alpinista: —La moda cambió mucho. Un vestido de ese largo es considerado normal. El hombre se sorprendió. —Por lo que me comentas, debo preguntarme si esta mujer es más libre que yo. Rendida, la estudiante vuelve a su asiento. Más tarde, los televisores insertados en los asientos se encendieron. Tomas se sorprendió mucho, e indagó a sus dos compañeras de viaje. —Son televisores. Transmiten imagen y sonido. — ¡Es imposible! Lo más cercano a eso que he oído es el fonógrafo de Tomas Edison. —Aunque usted no lo crea, es verdad. — ¿Y ustedes están seguras de que estos aparatos ayudan totalmente a la sociedad? — El avión y la televisión nos facilitan la vida, pero también nos pueden desinformar y matar. Un ejemplo es el avión de guerra, o la televisión, que abstrae de su vida a millones de personas alrededor del mundo. —Creo que es terrible que eso exista. Un total retroceso de la sociedad, me temo. Las dos amigas se limitaron a asentir. Luego de horas de viaje, desembarcaron en el aeropuerto de Londres.

Al caminar por las calles, Tomas iba al borde del colapso. La transformación de su ciudad natal escapaba a su entendimiento. — ¿Qué sucedió aquí? ¡Esto no es Londres, se los aseguro! — Afirmaba con desesperación. — Tomas, esto es lo que intentamos explicarte desde el principio. Estuviste congelado en el hielo durante siglos. Todo ha cambiado, la moda, la tecnología. Ya nada es como antes. “Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad” (1). Un joven bastante estrafalario pasa junto al grupo, interrumpiendo la conversación. Lleva ropajes negros, está bastante maquillado y su pelo forma extrañas figuras. — ¡Es el colmo! — Exclamó Ballack, exasperado— No puede ser. Este joven se viste como si estuviera de luto, se maquilla cual mujer y sus cabellos son un desastre. ¿Qué tipo de sociedad es esta? — Recientemente leí algo de Morin— dijo una de las jóvenes. — Él afirma: “Una sociedad se autoproduce sin cesar porque se autodestruye sin cesar” (2). Creo que te haría bien ir al barrio donde vivías. Tal vez allí las cosas no hayan cambiado tanto. — ¿Morin? No me convence, pero deseo visitar mi barrio natal. Luego de caminar varias cuadras, la comitiva llegó a un pintoresco barrio en el corazón de Londres. Las calles estaban desiertas. Ningún niño jugaba en la calle, ningún adolescente caminaba con sus amigos, ninguna madre caminaba al mercado. En la mente de Tomas resonaban las palabras de la joven, “autoproduce”, “autodestruye”. — ¿Dónde están todos? —Mira bien, Ballack. Mira adentro de las casas. Efectivamente, a través de los vidrios de las ventanas, se distinguía a los habitantes de aquel barrio. Algunos estaban utilizando computadoras, otros la televisión. Los niños jugaban con su play station, los jóvenes hablaban a través de sus celulares. Todos estaban abstraídos por la tecnología, eran almas prisioneras de sus propias invenciones. —No entiendo— Pronunció el alpinista— ¿Por qué están todos ocupados con esos extraños aparatos? ¿Por qué no salen? Es terrible. —Tal vez, asistir a una feria tecnológica te ayudaría a comprender todo. Un rato después, el grupo se encontraba en una importante feria tecnológica de la ciudad.

Celulares novedosos, televisores súper planos. — ¿Cuál es el fin de todos estos aparatos? — preguntó Ballack. —Son productos tecnológicos, fueron creados para facilitar nuestra vida, la vida de la sociedad. Es todo un proceso de evolución, la tecnología humana abarca desde la primera herramienta, hecha de piedra hace miles de años, hasta el último televisor con tecnología 3D. Todo se reinventa permanentemente. Todo cambia, las cosas que hoy son nuevas y súper modernas mañana pasan a ser viejas y anticuadas. Es así, una evolución no natural, no biológica, sin embargo de crucial importancia para la raza humana. Estos aparatos nos dan libertad. Eso es, simplemente, la tecnología. —Estoy de acuerdo en todo, exceptuando tu afirmación de que la tecnología los hace libres. Partiendo de mis observaciones en la ciudad y en el avión, he llegado a la conclusión de que la tecnología los hace ciegos prisioneros, títeres inconscientes de la soberbia humana. Deberían tomar conciencia, de que la naturaleza se ofrece maravillosa, todos los días. No hace falta poseer nada nuevo para disfrutarla. Sin embargo ustedes, la desaprovechan, tomando como valioso lo material, lo novedoso. Recuerdo que alguien dijo “Mil máquinas nunca harán una flor” (3). Le llaman perfección a lo nuevo, a lo moderno, cuando la perfección absoluta se encuentra en la naturaleza desde el principio de los tiempos. Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha. Lo peor es que no siempre fue así, antes las personas escuchaban. Ahora están sordas, sordas de todos los sonidos de la vida. “Solo cuando se haya secado el ultimo río, cuando se haya envenenado al último pez y haya caído el último árbol, el hombre se dará cuenta de que no puede comer el dinero” (4). Sabias palabras de un sabio hombre. En mis tiempos, la naturaleza era más valorada. Los niños jugaban afuera, las unidas familias se paseaban por la vida apreciándolo todo. Los adultos trabajaban mucho, encerrados muchas horas, pero solo con el propósito de ver felices a sus niños. Nada me causa más dolor que darme cuenta que todo ha cambiado. Y no estoy seguro si para bien. Solo espero dejarles una enseñanza. Porque “La naturaleza no hace nada en vano sin propósito o sin utilidad” (5). —Pero Ballack, ¿Los avances tecnológicos no son parte de nuestra naturaleza?

—Son parte solamente de la intrincada naturaleza humana, de la avaricia, la soberbia, la sed de dinero. La tecnología es su prisión, lamento decirlo. Su condena que, irónicamente, fue creada por sus propias manos. Se escucharon los aplausos. Un grupo de curiosos se habían reunido alrededor de Tomas Ballack, para escuchar sus sabias palabras. Para oír las sabias enseñanzas que un antiguo alpinista, descongelado por obra del destino, les ofrecía. Solo hacia falta prestar oídos, y abrir el alma. FIN Dreamers. Bibliografía: 1.

Zarzuela “La Revoltosa”, Madrid (1897) (Don Hilarión).

2. Edgar Morin, “El paradigma perdido: la naturaleza del hombre.” Editorial Kairós. (1971) 3. Luis Fernando Finat. 4. Gran jefe Seattle. 5. Aristóteles.

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