CIENCIA Y ARTE EN LA CONSTRUCCIÓN. Carlos Chanfón Olmos. División de Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, UNAM

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CIENCIA Y ARTE EN LA CONSTRUCCIÓN Carlos Chanfón Olmos División de Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, UNAM

En la Arquitectura, consideraba como fenómeno integral que expresa los modos de vida de un grupo humano, resulta difícil distinguir los aspectos puramente científicos, de los exclusivamente artísticos. Si examinamos, en cambio, la preocupación experimentada por las sociedades occidentales a partir del renacimiento, por dar una preparación adecuada a sus constructores, podremos captar los pasos importantes de un proceso de evolución. La intelectualización de las Artes Liberales, lograda en el curso del siglo XV, impuso una separación drástica entre el diseño como creación artística, y la construcción como técnica de ejecución. Las Academias de Arte primero, y las Academias Militares después, fueron las instituciones en cuyo seno se discutieron y se pusieron en práctica criterios nuevos en la formación de artistas y constructores. Mientras las primeras, las de Arte, se preocuparon por el desarrollo de la sensibilidad artística, las segundas, las Militares, consagraron sus esfuerzos al fomento de la técnica y de la ciencia. Los nuevos criterios en la formación de constructores, desarrollados en el seno de las Academias Militares, se concentraron a finales del siglo XVIII en dos grandes aportaciones. Una de ellas fue el cálculo analítico, aplicado a la construcción y que tuvo el nombre inicial de Teoría Mecánica de las Construcciones. La otra, de importancia más universal, la constituyó la creación y difusión de la Geometría Descriptiva, que influyó poderosamente en el diseño, no sólo de la Arquitectura, sino de todo tipo de artefactos y máquinas, tan importantes para la Revolución Industrial del siglo XIX. A estas dos aportaciones dedicamos los siguientes párrafos. La Teoría Mecánica tiene antecedentes muy remotos. Quizá los testimonios más antiguos sean los dos tratados de origen helenístico pero de autor desconocido, manejados durante la Alta Edad Media, cuyos títulos más comunes –pues se transcribieron bajo distintos nombres- son el De Canonio, o tratado de las balanzas, y el De Incidentibus in Humido, o tratado sobre los cuerpos sumergidos en líquido. Ambas obras pueden expresar la división establecida por el pensamiento antiguo, entre la Estática y la Dinámica, distinguiendo el estudio de los cuerpos en reposo y en movimiento. Pero en el Catálogo de las Ciencias compuesto Al-Farabi en el siglo X, ya aparecen ambos estudios reunidos en una sola ciencia, llamada De los Pesos. Un paso muy importante se dio en el siglo XIII con la aparición de las obras de un famoso autor, de cuya vida no se conocen detalles, excepto que sus contemporáneos lo comparaban con Euclides y Arquímedes. Su nombre fue Jordanus de Nemore, autor del tratado Elementa super Demostrationem Ponderum (Elementos sobre la Demostración de los Pesos). En ésta – una de sus múltiples obras- crea el concepto de “gravedad posicional”, diferenciando la gravitas secundum situm o peso natural de un cuerpo en caída libre, de la gravitas in descendendo, o

peso del cuerpo descendiendo en plano inclinado. Para analizar los factores dinámicos del equilibrio, Jordanus ideó un sistema de explicación, cuyas consideraciones se aplicaron posteriormente al análisis de una viga en equilibrio.1 Pero estos primeros balbuceos – a los que habría que añadir el Tractatus de Ponderibus, escrito en el siglo XIV por Blasius de Parma- eran eminentemente teóricos y faltaba aún mucho para que pudieran ser aplicados a la práctica constructiva. A partir del Renacimiento, todo pequeño paso dado en los antecedentes de lo que sería la Teoría Mecánica, tendrá que considerarse como parte del gran movimiento hacia la ciencia deductiva experimental. Su verdadero desarrollo vendría a ser patente en la culminación del sentimiento científico renacentista, convertido en pensamiento científico del siglo XVIII. No sería éste el lugar para entrar en la descripción de detalles y en el comentario de las aportaciones de un Copérnico, un Galileo o un Descartes, a la Revolución Científica del siglo de las Luces. Baste decir que la aplicación a la construcción surgió ya como necesidad a inicios del siglo XVIII y es detectable en el tratado de puentes escrito en 1716 por Gautier, quien se queja de que los savants no se preocupen por la mecánica de los arcos mientras los arquitectos sólo piensan en la estética del diseño. Destaca en el primer tercio del siglo Bélidor (1697-1761), autor de numerosas obras, entre ellas la más famosa, reimpresa innumerables veces y vigente más de cien años después de su aparición original en 1729, titulada La Science des Ingénieurs. Tanto Gautier como Bélidor eran ingenieros militares, y puede decirse que durante todo ese siglo y gran parte del siguiente, la Teoría Mecánica sería tratada, desarrollada, ampliada y difundida por este cuerpo castrense casi con absoluta exclusividad. Otros ingenieros militares distinguidos de la época fueron, Coulomb (1736-1806) revisor de los conceptos de Bélidor sobre las vigas simplemente apoyadas, las reacciones del terreno en las cimentaciones y las cargas en muros de contención; Jean Rodolphe Perronet (1708-1794), diseñador de una máquina para hacer pruebas de resistencia en materiales pétreos; Louis Marie Navié profesor del Politécnico, comentarista y revisor de las obras de Bélidor; Girard, redactor del primer tratado sobre resistencia de materiales; Chézy (1718-1798) autor de fórmulas para evaluar el caudal de una corriente.2 Surgió también –aunque un poco más tarde- un nuevo arte de construcción práctica de caminos. El trazado recto había preocupado ya a los ingenieros militares de Luis XIV desde el siglo anterior, pero poco o nada se había hecho en cuanto a nivelación o recubrimiento, quizá por el costo y la premura de las campañas militares. Fue hasta 1764 que Trésaguet (17161796) ideó la manera de recubrir con sillares tallados puestos verticalmente en forma de arco muy abierto, sistema que después copió Inglaterra con el nombre de Telford. Antes de este momento, la práctica usual en Francia, era contratar mujeres y niñas para que con los pies compactaran los caminos recién abiertos. Gautier, el diseñador de puentes, lamentando esta práctica, aconsejaba recubrir con materiales locales tales como gravilla, arena o tierra, para dejar que el tránsito y la lluvia hicieran la compactación.3

Al respecto cabe comentar que después de la alta tecnología imperial romana en la construcción de caminos, nada se había hecho en Europa que pudiera comparársele hasta finales del siglo XVIII. La maquinaria para compactación, aparecería hasta bien entrado el siglo XIX. Sin embargo, hay un ejemplo extraordinario en la tecnología utilizada por la cultura maya de Mesoamérica entre los siglos VI y VII. Estos habitantes de la península de Yucatán trazaban caminos absolutamente rectos en tramos que llegaron a alcanzar en algún caso, los 200 kilómetros, minuciosamente nivelados con rellenos compactados mecánicamente a través de enormes rodillos de piedra y con sub-base pétrea y recubrimiento también mecánicamente compactado. Nada sabemos sobre sus diseñadores y constructores, pero no sería absurdo pensar que también en su tecnología hubo la participación de militares, aunque su uso principal era el comercio. Estos caminos indígenas, reciben el nombre de Sacbés, derivado del material sascab, abundante en toda la península yucateca, y que es una piedra de origen marino, rica en cal, de modo que, el recubrimiento de los caminos, con la compactación y la lluvia, se convertía en una auténtica carpeta de gran resistencia. En España, la Teoría Mecánica tuvo antecedentes inmediatos de gran importancia, entre los cuales, algunos siguieron utilizándose en Nueva España hasta los inicios del siglo XIX. El Compendio Mathemático de Tomás Vicente Tosca es uno de ellos y quizá habría que mencionar también la Arquitectura Civil Recta y Oblicua de Juan Caramuel; ambos autores como difusores de los conocimientos matemáticos necesarios para la comprensión de la Teoría Mecánica. Como recopilar directo del avance científico del siglo XVIII francés, las obras de Benito Bails tuvieron una enorme importancia para los alumnos mexicanos y tanto la Academia de San Carlos como el seminario de Minas, seguían utilizándolas hasta mediados del siglo pasado. Pero el autor más importante que cierra el ciclo, vehículo de la adopción definitiva de la Teoría Mecánica en el medio de la construcción, fue sin duda el Teniente Coronel Celestino del Piélago a través de su obra Teoría Mecánica de las Construcciones, editada en Madrid en 1837. En la primera década del presente siglo, todavía era utilizada por los alumnos mexicanos.4 La Teoría Mecánica fue una gran aportación, porque impuso el cálculo analítico y transformó los criterios de diseño, reformando no solamente los de la Arquitectura, sino los de todo tipo de construcción, originando una amplísima producción de manuales, textos y tratados generales y especializados en cada una de las áreas y géneros afectados. El caso de la Geometría Descriptiva, cuenta con antecedentes aún más remotos que los de la Teoría Mecánica. El más antiguo es quizá la representación de la planta de un edificio que aparece en el tablero sobre las rodillas del rey Judea de Sumeria en la estatua que se conserva en el Museo de Louvre, datando del tercer milenio antes de nuestra Era. Esta planta es en términos actuales, una auténtica proyección ortogonal horizontal; el instrumento graduado que aparece en la parte superior –antecesor de la moderna “regla T”- nos parece un buen argumento para pensar en que la representación es a escala.

Un extraordinario análisis de la evolución de las representaciones gráficas para la construcción, ha sido recientemente publicado en España bajo el título Traza y Simetría de la arquitectura en la Antigüedad y Medievo, siendo el autor José Antonio Ruiz de la Rosa. Esta obra reúne todos los datos conocidos, interpretándolos en una forma más equilibrada, razonable e imparcial que todas las demás que con anterioridad se habían ocupado del tema.5 No debe olvidarse que la Geometría Descriptiva, creada por el Ingeniero Militar Gaspard Monge, sistematizó todos los procedimientos gráficos de representación utilizados para el diseño y la construcción. La definición clara del concepto de proyección, subdividida en cónica o cilíndrica, ortogonal u oblicua, afectó no sólo la Estereotomía –motivo inmediato de su creación- sino la perspectiva, el trazado de sombras y en general, la representación convencional de cualquier objeto aún no existente, con todos los detalles de forma y dimensiones necesarios para su construcción. Antes de Monge, cada obrero, aparejador o arquitecto, utilizaba soluciones particulares para cada problema, sin que existiera relación alguna, o idea de generalización entre los distintos métodos usados, que eran enseñados y aprendidos en los talleres como “recetas” individuales. Todos estos procedimientos aislados se englobaban en lo que se llamó Porturatura, o bien Arte del Trazo, o también Arte de la Montea. Villard de Honnecourt, en su famoso manuscrito del siglo XIII, habla de la Portraiture y del Art du Trait, que debe seguir las reglas de la Geometría. También habla de la Montée, pero con tal nombre designa sólo las proyecciones verticales de edificios. En general, todas las obras que se ocupan del tema hasta el siglo XVIII, guardan el mismo espíritu de colección de casos particulares. En Francia son conocidas las obras de Philibert Delorme (1576), de Mathurin Jousse (1642), de Derand (1643) y de Delarue (1728), que con distintos grados de claridad y amplitud, conservan la misma idea de recopilación de recetas. Pero el auténtico predecesor de la síntesis de Monge es ya un ingeniero militar que ocupó el cargo de Director de las Fortificaciones de Bretaña. Su nombre es Frézier y publicó en 1737 un libro, en tres volúmenes, bajo el título de Théorie et Pratique de la Coupe des Pierres et des Bois en él, propone el nombre de Estereotomía y describe el concepto de proyecciones verticales y horizontales, pero ahí se detiene, sin aclarar principios generales de aplicación y cae en un recetario semejante al de sus antecesores. Sin embargo, el título mismo de Théorie, indica su intención de sistematizar.6 En la sistematización de Monge, tiene gran importancia –tras la definición de proyecciones, jerarquizando la representación de elementos geométricos- la identificación de los movimientos auxiliares, como procedimientos de apoyo para estar en posibilidades de describir forma y magnitud de cualquier detalle necesario para la realización material de lo diseñado. Entre los movimientos auxiliares, tanto las rotaciones como los cambios de planos eran de muy antigua tradición, aunque limitados aisladamente al carácter de recetario. En cambio, los abatimientos por giros alrededor de ejes horizontales o frontales, pueden ser creación de Monge, pues no aparecen en obras anteriores. Con el apoyo de los movimientos auxiliares, el autor pudo enfrentar y dar solución precisa a los complejos problemas de intersecciones, de paralelismo y

perpendicularidad, de tangencia y de superficies regladas, que hasta entonces se resolvían de forma empírica y aproximada en al mayoría de los ejemplos. El caso de los antecedentes españoles reviste gran interés y –en nuestra personal opinión- la investigación contemporánea, no le ha concedido la importancia que tiene. Por principio, todo desarrollo de las técnicas gráficas de representación para la construcción, en la edad Media, tiene que estar directa o indirectamente ligado a la construcción hispanomusulmana, en especial la carpintería, cuya ejecución es imposible sin un detallado proyecto previo que defina forma y dimensiones de cada pieza. Este fenómeno es independiente del número y calidad de los documentos gráficos que se conozcan, dado que el testimonio principal y definitivo, lo constituyen los monumentos mismos conservados hasta el presente. Las dos obras escritas más importantes sobre carpintería mudéjar, son las de Diego López de arenas (1633) y la de fray Andrés de San Miguel (c. 1634). Ambas contienen dibujos muy semejantes y dan base para suponer la existencia de un documento anterior en el que pudieran haberse inspirado, dada la simultaneidad de su aparición. Aun el manuscrito, antecedente del libro de López de Arenas, publicado por Don Manuel Gómez Moreno y fechado en 1619, deja buenas posibilidades, puesto que fray Andrés residía en México des los últimos años del siglo XVI, y no es probable que pudiera poseer copia de este manuscrito que evidentemente no se difundió.7 En el caso de los manuscritos sobre el Arte de la Montea, el fenómeno español es de primerísimo importancia y no tiene paralelo en ningún otro país. Quizá por capricho o circunstancia, los impresores no se interesaron por publicar una gran serie de obras escritas con la intención de ser editadas. Es el caso de los manuscritos de Vandelvira, de Ginés Martínez de Aranda, de portor, de fray Andrés de San Miguel, de Hernán Ruiz el Joven, todos ellos datados entre la segunda mitad del XVI y la primera mitad del XVII. En conjunto y en particular, estas obras superan tanto en calidad como en amplitud, todo lo publicado en Francia, aún después de este periodo. La superioridad técnica de estos manuscritos, sólo puede explicarse, en nuestra opinión, por el antecedente hispanomusulmán. No hay pues suficientes bases para considerar que la Estereotomía francesa antecede en desarrollo y calidad a la española, según sugerencia de investigadores contemporáneos como Geneviève Barbé o Jean-Marie Pérouse de Monclos. Aún la influencia en el léxico especializado que propone la señora Barbé, solamente es definitiva hasta el siglo XVIII, cuando la iniciativa y organización quedó en manos de los ingenieros militares franceses.8 En cuanto a la idea expresada por Pérouse de Monclos, de que fue Philibert Dolerme, quien demostró por primera vez la validez del método de representar la bóveda en el proceso de construcción, habría que aclarar: Delorme tiene el mérito indiscutible de haber sido el primero en publicar, pero no de demostrar ni difundir, puesto que a quienes interesaba conocer, ya estaban enterados y todo lo que publicó era práctica muy interior a la fecha de impresión de su libro. Para destacar la importancia de las aportaciones de la Geometría Descriptiva, es necesario hacer algunas distinciones. Independientemente del nombre que la Estereotomía haya recibido

en distintas épocas y lugares antes del siglo XVIII, el arte de tallar los materiales sólidos destinados a la construcción –definición en la que coinciden todos los tratadistas del tema- ha existido desde tiempo inmemorial. Problema distinto es el detectar el método auxiliar de representación gráfica que pudo utilizarse para definir la forma y dimensiones de cada una de las piezas que forman un elemento o parte del edificio. La forma del edificio debe quedar definida con precisión, antes de poder proceder a subdividirla en piezas, cuya forma y magnitud no puede variar. Este obligó a los constructores a buscar una sistematización que permitiera utilizar el mayor número posible de piezas iguales, dado que son muchos obreros los que deben tallar las piezas, cada una de las cuales debe embonar perfectamente en el lugar que le corresponde para formar una especie de enorme “rompecabezas”. El método práctico más conocido es el de suministrar a los obreros plantillas de cada una de las caras de cada sillar distinto que deban tallar. La sistematización busca elaborar el menor número posible de plantillas. Difícilmente podría eliminarse el método gráfico de dibujar cada cara de cada pieza, en el proceso de talla de los sillares; sobre todo como pueden ser las dovelas de un arco o de una bóveda. El método mismo de talla por escuadría, es reflejo de esta necesidad de proceder por etapas seguras, para lograr la máxima precisión. Estereotomía, la hubo –y de gran calidad- en las construcciones egipcias, griegas, romanas, incas o mexicas, tanto como en los edificios hispano-musulmanes, románicos o góticos, aunque no conozcamos el proceso gráfico que utilizaron para definir la forma y dimensiones de los sillares. El manuscrito de Villard de Honnecourt en el folio 32 r. muestra las secciones de cuatro tipos de pilares de la Catedral de Reims, con su subdivisión en sillares y más abajo, las plantillas para las ventanas de las capillas absidales. Las soluciones se han sistematizado para aplicarse a todo los pilares y a todos lo ventanales del mismo tipo. Los dibujos parecen estar en el piso del taller, pues en la parte superior del folio se ve un clavo, al cual haya atado un cordel que no pende o cuelga verticalmente, sino que “yace” describiendo curvas.9 Recientemente se han encontrado los trazos para las columnas del templo griego dedicado a Apolo en Dídyma. El investigador L. Hasalberger publicó los dibujos de gran precisión, trazados sobre un muro para definir las molduras de la basa, la altura de las columnas y en éntasis del fuste. En los trazos se utilizó un truco aún empleado hoy, consistente en cambiar la escala en las cotas para facilitar su trazo y su consulta. Las anchuras y alejamientos están en cambio a escala natural, así como las cotas de al basa. Estos interesantes trazos se conservaron porque el templo nunca se terminó; de haberlo sido, seguramente todos los dibujos auxiliares habrían sido borrados.10 El investigador Dieter Kimpel en su artículo Le Developpement de la Taille en Série dans I`Architecture Médiévale, ha demostrado cómo en la Catedral de Amiens se detecta un gran avance en la sistematización de sillares para muros y pilares empotrados, misma que llega a su máxima expresión en la Santa Capilla, pero que no se aplica en la obra de la Catedral de

Colonia, aunque es posterior. Tal sistematización, como proceso de trabajo, sólo puede iniciarse en la elaboración de monteas y plantillas. Otro ejemplo de alta sistematización con gran complejidad de concepción, es el registrado por Auguste Choisy para las decoraciones de la Alambra. En ella se combinan tres tipos de primas, a su vez subdivididos en tres variantes, para dar todas las decoraciones de estalactitas en al Sala de la Barca.11 Si examinamos la estereotomía del Partenón, nos daremos cuenta también, que la sistematización fue de carácter total y de una precisión absoluta, puesto que abarcó – recuérdese- las famosas correcciones ópticas, con sillares de mármol que ase ajustaron perfectamente, sin argamasa. Las sistematizaciones pues, no han sido propias de un solo estilo o de una sola época, sino que aparecen en distintos momentos de la Historia. Todas ellas suponen un trabajo previo en representaciones gráficas, donde se plantea la talla en serie, con todas las variantes necesarias. Por desgracia existen muy pocos datos que nos permitan conocer o inferir los detalles de su planeación. El mérito de la sistematización de todos los procesos de representación gráfica, corresponde a los ingenieros militares del siglo XVIII, en especial Gaspard Monge, quien preocupado por la enseñanza de la Estereotomía en la Escuela Militar de Mecieres, ideó la Geometría Descriptiva, con trazos geométricos para describir totalmente cualquier objeto. Su difusión fue inmediata, primero en las Academias Militares y después en todas las escuelas, dando un impulso extraordinario a todas las formas de diseño. Esta aportación –poco comentada, en general- fue plenamente prevista por Monge, quien en la introducción a su Curso de Geometría Descriptiva, pide que se enseñe en todas las escuelas de Francia, como condición para ganar a Inglaterra la carrera de la industrialización. Así sucedió, sólo que Inglaterra y los demás países occidentales también la adoptaron, impidiendo que el avance francés se destacara en forma especial. La superioridad sin embargo se aprecia en el número y calidad de los textos decimonónicos de Geometría Descriptiva. Las múltiples ediciones francesas de Adhémar, Leroy, Javary, Lefebure, Babinet, Rollat, Olivier, etcétera, superaron en difusión a las de Elizalde en España y Bustamente en México –todos ellos ingenieros, la mayoría militantes- que hasta mediados del presente siglo eran aún consultados como textos básicos de la materia. Cabe destacar, sin embargo, que antes de Monge, había habido intentos iniciales de sistematización. Albrecht Dürer en su libro Unterweysung der Messung, publicado el año de 1525 en Nürmberg, organizó el estudio de elementos geométricos, progresivamente, utilizando las proyecciones horizontales y verticales, aunque se perdió en los “recuerdos” para realizar los trazos de curvas. En su mentalidad de artista y pintor, aplicó las monteas a la representación del cuerpo humano, con dibujos de gran interés pero pocas posibilidades prácticas para los pintores. Llegó a idear la geometrización de la figura humana para obtener aristas y vértices que facilitaran las referencias en las diversas proyecciones. Al parecer, sus proposiciones

estaban inspiradas en prácticas aprendidas en Italia, a las cuales no es ajeno Leonardo da Vinci, pero es evidente que el método, poco accesible a pintores, no prosperó. En España, Ioan de Arphe y Villafañe, en su tratado De Varia Commensuración, publicado en 1585, también aplicó las monteas a la figura humana, inspirándose en Durero. Utilizó proyecciones horizontales y verticales, añadiendo también la geotrización del cuerpo. Pero tampoco tuvo eco, por las mismas razones que hicieron admirar, pero no aplicar, la obra del gran grabador alemán. La representación en montea encuentra serias dificultades en las proyecciones de cuerpos sin aristas y vértices, porque el contorno aparente de las superficies curvas varía en cada proyección y la geometrización complica demasiado el proceso. Tanto Durero como Arphe, difundieron una explicación clara originada en Italia, al problema – importante para los pitnores- de definir los escorzos. Esta fue su gran aportación. Quizá también, el medio en que vivieron todavía no estaba preparado para una sistematización profunda de carácter científico, que ellos sólo vislumbraron, pero no concretaron. Una anécdota interesante aparece en el Prefacio del curso de Geometría Descriptiva publicado por el Ingeniero Militar Théodore Olivier, impreso por primera vez en el año de 1843. El texto al que aludimos dice así:

Todo el mundo sabe que fue hasta después de la Revolución del 89, luego de la destrucción de la Escuela de Mézières –tras la creación de la primera Escuela Normal que precedió la creación de la Escuela Central de Trabajos Públicos, que más tarde tomaría el nombre de Escuela Politécnica- que Monge publicó su Tratado de Geometría Descriptiva, en el que se encuentran reunidos todos los métodos gráficos, de los cuales la Escuela de Mézières había hecho un secreto. Y sin embargo, una obra menos completa ciertamente, había ya aparecido sobre este importante tema. Esta obra había sido publicada bajo el título de Complemento de Geometría, por Lacroix (que las ciencias acaban de perder), cuando era profesor en las escuelas de artillería. No carece de interés para la historia de las ciencias el recordad cómo el Complemento de Geometría fue escrito por Lacroix, y qué hecho le dio nacimiento. Un oficial Ingeniero, había venido de paseo a Besancon, donde existía una Escuela de Artillería; Lacroix era ahí profesor. Este oficial dejó en su cuarto la colección de sus dibujos, del tipo que llaman en términos escolares la gâche, y su ausentó por algunos meses. Los oficiales de artillería, que tenían el corazón lleno de bromas, muy inocentes sin duda, sobre su propia ignorancia acerca de los trabajos que se hacían en la escuela de Mézières, resolvieron apoderarse del tesoro de aquel oficial ingeniero. El Complot fue llevado a cabo; los dibujos robados calcados y los originales devueltos a su lugar. Pero grande fue su sorpresa cuando, terminando el trabajo, quisieron ponerse a descifrar los jeroglíficos de la Escuela de Mézières: ninguno entendió algo. Entonces fueron a buscar a Lacroix y le mostraron todas las calcas. Lacroix pudo descifrar lo relativo al punto, la recta y el plano, y redactó sobre este tema un pequeño tratado que publicó bajo el título de Complemento de Geometría. Esta fue su primera obra a la que deberían seguir más tarde un gran número de tratados notables y útiles.

Popularizar la ciencia y así hacerla descender de las alturas para hacerla accesible a un gran número de personas fue uno de los pensamientos dominantes de Lacroix, y es de notarse que su iniciación fue no sólo popularizar una ciencia, sino arrancar de manos avaras, una ciencia eminentemente útil a todos los que se ocupan de trabajos ingenieriles. Lacroix había reflexionado bien antes de dar a su pequeño tratado el título de Complemento de Geometría; lo adoptó sólo después de reconocer que, en efecto, el nuevo método ampliaba la Geometría que nos habían legado los antiguos, permitiendo que nos ocupemos hoy con precisión, de problemas tridimensionales. Monge comprendió … que la nueva Geometría sirve al mismo tiempo para describir lo que el espíritu ve, pero también para escribir y fijar de manera invariable, lo que el espíritu ha visto. Por eso le dio el nombre de Geometría Descriptiva. Lacroix y Monge siempre consideraron a la Geometría Descriptiva como una ciencia, cuyo método fundamental, el de las proyecciones, era un nuevo medio de acrecentar nuestros conocimientos geométricos, a la vez que un procedimiento gráfico, apto para escribir las propiedades geométricas de un sistema tridimensional.12

Es posible que estos párrafos de Olivier, revelen celos profesionales ocultos que sutilmente tratan de disminuir los méritos de Monge, pero que al mismo tiempo descubren aportaciones previas de otros ingenieros militares, profesores de la Escuela de Mézières, menos famosos, pero que allanaron el camino para la sistematización integral de Gaspard Monge. Las aportaciones de la Teoría Mecánica de las Construcciones y de la Geometría Descriptiva, fueron la culminación de un proceso de separación en que las responsabilidades de los arquitectos se dividieron para dar paso a la Ingeniería. La separación de fato sobrevino como consecuencia de la intelectualización de las Artes Liberales y el desarrollo de las armas de fuego, fenómenos que tuvieron lugar durante el siglo XV. La separación de jure se dio más tarde, al consolidarse la organización de las academias Militares de origen francés, en el proceso, de unos doscientos años, para finales del siglo XVIII, los criterios experimentales y operativos se impusieron a los tradicionales –ante la exigencia funcional y práctica de la construcción militar- para engendrar la Ingeniería Civil. De este modo, el camino académico humanístico para formar a los nuevos arquitectos, vio desarrollarse paralelamente una nueva opción, de claras tendencias técnicas y científicas, para preparar constructores hábiles y eruditos.

Notas 1

Lindberg, David, Science in the Middle Ages, The University of Chicago Press, Chicago, 1978, pp. 190 y sig.

2

Kranzberg, Melvin y Pursell, Carroll, Historia de la Tecnología, 2 vols., Editorial Gustavo Gili, S. A., Barcelona, 1981, t. I, pp. 220 y sig.

3

Ibidem.

4

Piélago, Celestino del, Teoría Mecánica de las Construcciones, Imprenta de Miguel de Burgos, Madrid, 1837.

5

Ruiz de la Rosa, José Antonio, Traza y Simetría de la Arquitectura en la Antigüedad y Medievo, Serie Arquitectura, no. 10, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1987.

6

Chaix, J., Traité de Coupé des Pierres (Stereotomie), H. Chairgrasse Fils, Editeur, Paris, s. F., p. 1.

7

Gómez Moreno Manuel, Primera y segunda parte de las Reglas de la Carpintería, hecho por D. López de arenas en este año de JUDCXVIII, Instituto de Valencia de Don Juan, Madrid, 1966.

8

Wiebenson, Dora, et al., Los Tratados de Arquitectura de Alberti a Ledoux, Hermann Blume, Madrid, 1988, pp. 33 y 34, Antonio Bonet Correa cita a J. M. Pérouse de Monclos.

9

Chanfón Olmos, Carlos, El Libro de Villard de Honneccurt, manuscrito del siglo XIII, Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, México, 1978, pp. 264-265.

10

Haselberger, Lotear, “Planos del Templo de Apolo en Didyma”, en Investigación y Ciencia no. 113, Barcelona, febrero 1986, pp. 94 a 106.

11

Choisy, Auguste, Historia de la Arquitectura, 2 vols., Editorial Víctor Leru, Buenos Aires, 1944, t. 2, p. 88. Choisy cita como autor del análisis de los prismas y sus variantes a O. Jones.

12

Olivier, Thédore, Cours de Géomtrie Descriptive, Dunod Editeur, Paris, pp. vij y viij.

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