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Comentario de texto (adecuación) de “La inteligencia resuelta” de J. A. Marina
1. Localización. El texto que vamos a comentar pertenece a la obra El vuelo de la inteligencia (2000) de José Antonio Marina, Marina es probablemente el más conocido de los pensadores españoles de la actualidad. En su larga trayectoria, ha compaginado la investigación filosófica con el trabajo como profesor de Filosofía en un instituto de enseñanza secundaria madrileño. En su obra, Marina acerca al gran público los grandes temas filosóficos, centrándose sobre todo en la teoría de la inteligencia, la fenomenología y la lingüística. Entre sus publicaciones dedicadas a la inteligencia cabe destacar Teoría de la inteligencia creadora (1995), Ética para náufragos (1996), El laberinto sentimental (1998), Diccionario de los sentimientos (1999) y nuestro El vuelo de la inteligencia (2000), que cierra por lo tanto el ciclo. Otros títulos sobre temas diversos son El rompecabezas de la sexualidad (2002) y Dictamen sobre Dios (2002). Muestra de su exitosa carrera son los Premio Anagrama y el Premio Nacional de Ensayo. 2. Elementos de la comunicación. En el texto, los elementos de la comunicación son los siguientes: El emisor es el propio autor, que da a conocer sus ideas acerca de la inteligencia humana y su maravillosa evolución desde la prehistoria (mensaje). El destinatario del texto, es decir, el lector tipo en quien piensa Marina al componer su obra, es el público general, un de espectro amplio, no necesariamente especializado en temas científicos, de neurología o antropología. Esto se deduce del código utilizado, que, como veremos en el siguiente apartado, es el lenguaje escrito, sin apenas tecnicismos ni expresiones científicas, y con un tono y un léxico comunes, salpicados de algunos aciertos literarios. El canal a través del cual se produce la comunicación es el medio impreso, si leemos la obra en su edición en papel, o bien medio electrónico si la leemos en un ebook o en un ordenador. 3. Intención comunicativa o funciones del lenguaje MÉTODO DEDUCTIVO: de lo general a lo particular. En nuestro texto se dan cita (como es habitual en casi todos los textos) diversas funciones del lenguaje. Pero podemos afirmar que la preponderante es la FUNCIÓN APELATIVA O CONATIVA, ya que, al tratarse de un texto argumentativo, la intención comunicativa del autor es influir en el receptor, en este caso convencerlo de sus opiniones sobre la inteligencia humana, persuadirlo sobre su maravillosa evolución desde los primates. 1
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Así, es constante la aparición de léxico valorativo o subjetivo, en que el filósofo vierte sus opiniones y se aleja de la pretendida objetividad del científico. Por ejemplo, el determinismo genético animal es para Marina “tiranía de los estímulos” (línea 4). Los distintos gritos y gemidos animales son para él “aburridos cacareos…” (24). Y los chimpancés le parecen de “una inteligencia cautiva”.
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Otra forma de convencer al lector es hacerlo copartícipe de las opiniones del autor, cómplice de sus ideas. Para ello, Marina “nos mete a todos los lectores en el saco” utilizando constantemente la primera persona del plural en verbos y pronombres. La primera palabra del texto, de hecho, es “Somos los actuales protagonistas de un vuelo…”. Luego, Marina menciona nuestras facultades en una elocuente enumeración “Andamos, corremos, volamos, buceamos, nos deslizamos…” (20). No faltan, por supuesto, ejemplos de pronombres: el autor afirma que “Los chimpancés son primos nuestros” (14) y habla de cuando “nos abandonamos” y “retornamos a la selva” (36).
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Por último, no podía faltar algún intento explícito de influir directamente sobre el lector con algunas apelaciones, órdenes o, al menos, sugerencias. Esta misión la cumple el modo imperativo del verbo, pero Marina utiliza una perífrasis más sutil: “Cada uno de nosotros tiene que tomar la decisión de proseguir o retroceder” (41). La frase aparece en la penúltima línea del texto, a modo de la conclusión, para dejar clara cuál es la intención comunicativa preponderante. Está también presente la FUNCIÓN REFERENCIAL, sin duda, pues además de
convencernos de sus ideas, es necesario que Marina aporte información objetiva, datos indiscutibles, hechos comprobables que validen sus argumentos. No son muchos sin embargo, y ello se debe sin duda a la propia naturaleza de la obra, más ensayística y argumentativa que científica y expositiva. Marina aporta sólo tres datos numéricos, no exactos sino aproximativos: según él “hemos inventado cinco mil lenguas y la ópera” (26) a lo largo de nuestra historia “que dura ya cinco mil años” ( 31). Y con los chimpancés “compartimos el noventa y cinco por ciento de los genes”. Otro rasgo propio de la función referencial es el uso de vocabulario especializado o léxico objetivo, algo que como vimos antes no ocurre en el texto. Sólo hay una expresión que tiene aspecto de tecnicismo: “rutinas biológicamente programadas” (17), y es de uso corriente. Debido a la naturaleza ensayística de la obra, antes mencionada, es muy importante la FUNCIÓN POÉTICA del lenguaje. El ensayo es entre los géneros didácticos el más influido por las otras ramas de la literatura, y en él es muy habitual la “voluntad de estilo”. Abundan por tanto las figuras retóricas: -
Las metáforas condicionan la interpretación del tema principal del texto, y el propio autor así lo declara al principio: “La especie humana se separó de la selva, física y metafóricamente” (2) y al final: “La selva metafórica de que hablo es siempre una claudicación” (38).
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Algunas metáforas son muy llamativas, como la definición de la inteligencia como “la facultad del despegue y de la liberación. Es una energía aeronáutica” (7). Dos figuras de dicción sirven para vertebrar la mitad final del texto, donde el autor argumenta sobre la gran evolución vivida por el ser humano: -
Tres enumeraciones muy seguidas, en apenas cuatro líneas. La primera, de nuestras facultades, ya citada: “Andamos, corremos, volamos, buceamos, nos deslizamos…” (20). La segunda, de los medios de locomoción que hemos inventado: “ruedas, zancos, esquís, globos, reactores” (22). Y la última de los lenguajes animales superados por nuestra pericia verbal: “los aburridos cacareos, zureos, berridos, bramidos y demás estridencias” (24)
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Dos listados de parejas de contrastes o antítesis. Uno, de artilugios que el ser humano ha inventado: “los instrumentos de música y los de tortura”, etc. Y otra de nuestras capacidades y estados de ánimo: “un indeciso juego de determinismo y libertad, de desánimo y exaltación”. Por último, cabe mencionar una última función del lenguaje, que acaso pueda explicar mejor
que ninguna la peculiaridad de este texto: la FUNCIÓN EXPRESIVA O EMOTIVA. José Antonio Marina estudia en esta obra, El vuelo de la inteligencia, la inteligencia humana, pero lo hace desde un punto de vista emotivo, de asombro y admiración indiscutibles por la gran capacidad creativa de nuestra especie. En realidad, Marina no había hecho otra cosa hasta el año 2000, fecha de publicación de nuestro texto, pues todas su obras abordan la inteligencia humana con idéntica actitud. Hay una frase en el texto, en la línea 15, que delata el estado de ánimo del filósofo ante el objeto de estudio: al recordar que los chimpancés y los humanos compartimos el noventa y cinco por ciento de los genes exclama: “y, sin embargo, ¡qué fantástica lejanía!”. Como sabemos, la exclamación es el signo de la emotividad en el lenguaje escrito. La combinación de las funciones del lenguaje analizadas hacen exitosa la intención comunicativa del texto, que no es otra que contagiar al lector la admiración que el autor siente por la inteligencia humana, convencerlo sobre su importancia y empujarlo a que la disfrute.
3. Intención comunicativa o funciones del lenguaje MÉTODO INDUCTIVO: de lo particular a lo general Vamos a analizar distintos aspectos del lenguaje utilizados por J. A. Marina en nuestro texto, para deducir de ello cuáles son las funciones del lenguaje preponderantes y, por lo tanto, cuál es la intención comunicativa del autor. En concreto, analizaremos los siguientes aspectos: Personas gramaticales; formas de dirigirse al lector; léxico objetivo o valorativo; figuras literarias; enumeraciones y ejemplificaciones.
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a.
Personas gramaticales.
Es constante y llamativa la presencia de verbos en primera persona del plural. El autor intenta con ello “meternos en el saco” de sus opiniones, convencernos de sus ideas, gracias a la función apelativa o conativa del lenguaje, que, creemos, es la más importante en el texto.
La primera palabra del texto, de hecho, es “Somos los actuales protagonistas de un
vuelo…”. Luego, Marina menciona nuestras facultades en una elocuente enumeración “Andamos, corremos, volamos, buceamos, nos deslizamos…” (20).
No faltan, por supuesto, ejemplos de pronombres: el autor afirma que “Los chimpancés son
primos nuestros” (14) y habla de cuando “nos abandonamos” y “retornamos a la selva” (36). b.
Formas de dirigirse al lector. Marina utiliza una perífrasis muy sutil para enviar al lector un mensaje de orden: “Cada uno
de nosotros tiene que tomar la decisión de proseguir o retroceder” (41). La frase aparece en la penúltima línea del texto, a modo de la conclusión, para dejar claro que la intención comunicativa preponderante es la apelativa. c.
Léxico objetivo o valorativo. Es constante la aparición de léxico valorativo o subjetivo, en que el filósofo vierte sus
opiniones y se aleja de la pretendida objetividad del científico. El léxico refuerza, por lo tanto, la función apelativa del lenguaje Por ejemplo, el determinismo genético animal es para Marina “tiranía de los estímulos” (línea 4). Los distintos gritos y gemidos animales son para él “aburridos cacareos…” (24). Y los chimpancés le parecen de “una inteligencia cautiva”. Hay un ejemplo, sin embargo, en que un adjetivo valorativo sirve a la función emotiva y no a la apelativa. En la línea 15, al recordar que los chimpancés y los humanos compartimos el noventa y cinco por ciento de los genes, J. A. Marina exclama: “y, sin embargo, ¡qué fantástica lejanía!”. Como sabemos, la exclamación es el signo de la emotividad en el lenguaje escrito. d.
Figuras literarias El vuelo de la inteligencia es una obra que, desde el punto de vista de los géneros literarios,
podemos clasificar en la categoría de ensayo, género didáctico en el que es muy habitual una cierta “voluntad de estilo” y, por consiguiente, el aprovechamiento de la función poética del lenguaje y de los distintos recursos retóricos del lenguaje. -
Las metáforas condicionan la interpretación del tema principal del texto, y el propio autor así lo declara al principio: “La especie humana se separó de la selva, física y metafóricamente” (2) y al final: “La selva metafórica de que hablo es siempre una claudicación” (38).
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Algunas metáforas son muy llamativas, como la definición de la inteligencia como “la facultad del despegue y de la liberación. Es una energía aeronáutica” (7). Dos figuras de dicción sirven para vertebrar la mitad final del texto, donde el autor argumenta sobre la gran evolución vivida por el ser humano: -
Tres enumeraciones muy seguidas, en apenas cuatro líneas. La primera, de nuestras facultades, ya citada: “Andamos, corremos, volamos, buceamos, nos deslizamos…” (20). La segunda, de los medios de locomoción que hemos inventado: “ruedas, zancos, esquís, globos, reactores” (22). Y la última de los lenguajes animales superados por nuestra pericia verbal: “los aburridos cacareos, zureos, berridos, bramidos y demás estridencias” (24). Todavía hay una cuarta enumeración en la lńea 37: “la selva de la brutalidad, del egoísmo...”.
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E incluso dos enumeraciones más, pero de parejas de contrastes o antítesis. Uno, de artilugios que el ser humano ha inventado: “los instrumentos de música y los de tortura”, etc. Y otra de nuestras capacidades y estados de ánimo: “un indeciso juego de determinismo y libertad, de desánimo y exaltación”.
e.
Enumeraciones y ejemplificaciones Enumeraciones y ejemplificaciones sirven para ordenar el discurso y da, por tanto, rigor a la
exposición de argumentos. Su aparición es propia en textos con función referencial o con función apelativa, como es el caso. Las enumeraciones analizadas en el apartado de figuras literarias son muy abundantes, y por lo tanto significativas. Conclusión Podemos afirmar por lo tanto, que la función del lenguaje predominante en el texto es la APELATIVA, con mayor abundancia de recursos literarios (función POÉTICA) que de datos objetivos o informativos (REFERENCIAL), aunque también los hay. No falta la expresión de la emotividad (función EXPRESIVA) que mueve al autor a escribir su obra e intentar contagiar al lector su admiración por la inteligencia humana, convencerlo sobre su importancia y empujarlo a que la disfrute, consiguiendo así su intención comunicativa.
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