Cómo ahorrar para tu viaje. Este libro no es sobre finanzas personales, mucho menos de viajes, es un libro sobre cómo hacer realidad tus sueños

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Cómo ahorrar para tu viaje





Este libro no es sobre finanzas personales, mucho menos de viajes, es un libro sobre cómo hacer realidad tus sueños.



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Cómo ahorrar para tu viaje



Derechos de Autor ©2016 por Alejandro Núñez Hernández Editado por Adolfo Barraza Número de registro: 03-2016-022911153300-01 Todos los derechos reservados. Con excepción de pequeñas cuotas usadas para artículos o criticas, ninguna parte de este libro puede ser usada o reproducida sin el permiso escrito del autor, Alejandro Núñez Hernández El puede ser contactado en [email protected] ADVERTENCIA: La reproducción o distribución no autorizada de este trabajo protegido con derechos de autor es ilegal. Ninguna parte de este libro puede ser escaneado, cargado o distribuido por internet o cualquier otro medio electrónico o impreso sin el permiso del autor. Cualquier infracción de derechos de autor, aún sin ganancia explicita, es investigada y castigada por la ley. Por favor compra sólo ediciones electrónicas o impresas autorizadas, no participes en fortalecer la piratería electrónica de material con derechos de autor.

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Índice Derechos de Autor

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Introducción

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Capítulo 1 – El viaje de tus sueños Seis meses de vida

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Sueños calculados

17

Mide los riesgos de tus sueños

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Sueños y realidades

22

Los primeros pasos de tu sueño

24

Fechas límite para tu sueño

27

La culpa la tienen los hábitos

29

Cómo mantener vivo tu sueño, el barbero de Estambul

31

El poder de las imágenes

35

Todo comienza con una alcancía

36

El peor enemigo de tu sueño eres tú mismo

38 41

Capítulo 2 - ¿Dónde está tu dinero? El poder de escribir

43

Cómo registrar tus gastos

47

Consejos para registrar tus gastos

49

Categoriza los gastos

54

Reflexión - ¿Quién es el culpable de que no puedas viajar?

57

Herramienta de registro de ingreso y gasto

59

Capítulo 3 – Reducir tus gastos y eliminar tus deudas Reasignar prioridades

61

La historia de fracaso de todos los años

63

Cómo cambiar tus gastos

66

El poder de la acumulación

69

Consejos para reducir gastos específicos

73

Cómo ahorrar para imprevistos

86

Qué hacer cuando tienes otro tipo de ahorros

88

Blindar tus ahorros, el poder de la automatización

90

Elimina tus deudas

93 93

Psicología de las deudas y el uso de tarjetas



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Cómo ahorrar para tu viaje Eliminar deudas

96

Consejos adicionales para eliminar tus deudas

98 100

Reflexión final- Estar encerrado en una cueva









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Introducción No recuerdo exactamente la edad que tenía, quizás unos 8 o 9 años. Lo que sí recuerdo es que íbamos en el coche de una amiga de mi mamá, era de noche y acabábamos de cruzar la frontera de Ciudad Juárez a El Paso, Texas. En la línea para cruzar migración, mientras las personas esperan dentro de los coches, cientos de vendedores pasan caminando ofreciendo productos o entregando publicidad. A nosotros nos dieron una serie de catálogos con promociones de diferentes tiendas, las cuales me adjudiqué inmediatamente. Frunciendo el ceño y enfocando mi mirada en los objetos y precios que aparecían en las hojas de los catálogos (los cuáles se iluminaban cada vez que el coche pasaba por debajo de la luz del alumbrado público), intentaba determinar cuál sería mi próxima compra. En los semáforos, el coche se iluminaba por completo e intentaba repasar los precios y hacía cálculos mentales de cuánto me costaría comprar todo lo que quería.

—Mamá, ¿de cuánto es el IVA en El Paso? —pregunté. Mi mamá, para facilitarme los cálculos me dijo que el 10%, así que tenía que agregar un 10% al total que había calculado mentalmente, ya que en Estados Unidos el IVA jamás está incluido en los productos. Siempre fui bueno en matemáticas o en cualquier ciencia que involucrara un razonamiento lógico, y ahí estaba yo a mis 8 años de edad tratando de calcular el IVA de mis juguetes. Ir de compras a Estados Unidos es, y siempre ha sido, algo común para las personas que viven en los estados fronterizos de México. Soy de Chihuahua, por lo que hacer este viaje dos o tres veces al año era algo habitual. El problema es que las fechas en las que podíamos venir de compras eran las fechas en las que todo el mundo va de compras, puentes de días festivos y periodos vacacionales. Durante estas fechas la línea para cruzar puede ser tan larga y lenta que puede tomar hasta cuatro horas. Era un ritual el sintonizar las estaciones de radio tan pronto entramos a Ciudad Juárez para escuchar qué tanto tiempo tendríamos que esperar en la línea del puente o cuál sería el punto de acceso más desahogado.

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En aquella ocasión habremos durado unas dos o tres horas en la fila. A esto le sumamos que nuestra última comida había sido un par de horas previas, en un pequeño pueblo en medio del desierto reconocido por sus quesos estilo asadero con los que se elaboran sus famosas quesadillas y burritos: Villa Ahumada. Todos en el coche estaban hambrientos. Pero yo no. Realmente estaba impaciente pensando en los juguetes que quería comprar y mi mente seguía haciendo cálculos mentales. Si compro estos cinco juguetes entonces quizás le pueda pedir a mi mamá que me compré este otro, ya que no es mucho dinero. En cambio, si sólo compro estos tres de menor precio entonces puedo pedir este otro que es mucho más caro. Son menos juguetes pero creo que es mejor. Pensaba todo el tiempo en el automóvil.

—Mamá, ¿cuánto dinero me puedo gastar? —grité desde el asiento trasero del coche. Estresada, cansada y hambrienta, creo que mi mamá no lo pensó mucho o no sabía el impacto de lo que estaba por suceder.

—No sé, unos ochenta dólares —me dijo. Una vez más volví a repasar los catálogos para ver los juguetes y mi mente comenzaba a hacer sumas y restas tratando de ver cuál sería la mejor compra con esos $80 dólares. En ese momento, confundido, cansado de tantos ejercicios mentales y con hambre, se me ocurrió una idea que facilitaría la vida de todos.

—Mamá, te propongo algo: para que tú puedas hacer tus compras tranquilamente y no tengas que estarme siguiendo cada vez que yo quiera comprar algo, ¿qué tal si tú me das esos $80 dólares y yo los administro y compro lo que necesite? No sé si fue la lógica irrefutable de un niño de ocho años, que mi mamá quisiera usarlo como experimento para medir mi nivel de responsabilidad, o si simplemente tenía hambre y quería acallar mis incesantes cuestionamientos sobre a cuáles tiendas iríamos después de cenar, cuánto podría gastar por tienda y otras preguntas varias; pero al final accedió a darme mi primer presupuesto de viaje.



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Me encontraba feliz. Por fin tendría mi dinero para poder comprar lo que yo quisiera, sin que nadie me juzgara o me pusiera límites. Pero no podía gastarlo en cualquier cosa, tendría que elegir lo mejor o lo que me diera el mayor valor por menos dinero. Los días siguientes fueron exclusivamente de compras. Pasamos de tienda en tienda, de un centro comercial a otro, y mi única misión era cuidar celosamente mi presupuesto de forma que lo gastara lo mejor posible. Era una gran responsabilidad. ¿Qué tal si gastaba todo mi dinero en un juguete de esta tienda? Cuando fuera a la siguiente podría encontrar algo mejor pero ya no tendría dinero. Mi mente ya había localizado todas las posibles tiendas en donde podría encontrar lo que quería. Incluso ya había comparado precios en los diferentes catálogos de las tiendas. En esta época el internet era inexistente así que la única forma de comprar precios era revisar los catálogos de las entradas o ir de tienda en tienda, algo que yo hacía frecuentemente. Jamás compraba algo sin haberlo buscado en al menos tres tiendas. Los centros comerciales eran una misión más complicada, pero divertida. Como si se tratara del ejército, primero haría una misión de reconocimiento, iría tienda tras tienda de juguetes revisando los anaqueles y estantes para ver en dónde estaban los juguetes que quería, o si podía encontrar algo que no estuviera en los catálogos. Mi mente hacía un listado de todos los juguetes con sus precios. Una vez que ya había revisado tiendas, promociones y catálogos, entonces hacía cálculos de qué comprar y cuánto me gastaría. Siempre que hacía esto consideraba algo: Es necesario que sobre dinero. No podía gastarme todo. En lugar de gastar cada centavo de mi presupuesto en cosas que quizás no me serían tan divertidas, mejor podría guardar ese dinero para el próximo viaje de compras en unos cuatro o cinco meses. Diez dólares guardados entonces serían noventa para el presupuesto del siguiente viaje que podría gastar. Eso me permitiría comprar cosas más grandes o de mayor tecnología.



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Al final de los días de compras, regresaba a Chihuahua con un poco de dinero que le pedía a mi mamá que me guardara para el próximo viaje y con la satisfacción de que había comprado únicamente lo mejor a menor precio. A partir de este viaje la historia se repetiría cada vez que íbamos de compras. Se me asignaba un presupuesto y yo lo hacía rendir. Mi familia y amigos siempre se sorprendían por la cantidad de cosas o curiosidades que compraba. Cuándo crecí no fue diferente. Mucho antes de siquiera comenzar a estudiar la Licenciatura en Administración Financiera, yo ya tenía un control muy estricto de mis finanzas personales. Había comenzado a trabajar desde los 12 años en el restaurante de una de mis primas. A los 16 trabajé vendiendo helados y aguas de sabor en una heladería. Después fui mesero, vendí cursos de computación puerta en puerta, y muchos otros oficios y trabajos que he desarrollado a lo largo de mi vida. Los hice porque sabía que me traerían dinero. Sabía cómo administrar mis finanzas personales, ahorrar, trabajar para conseguir más dinero. Pero, sobre todo, sabía priorizar mi gasto. Jamás compré cosas que no fueran absolutamente necesarias. Cada persona asigna prioridades de formas diferentes. Para algunas personas comprar un chocolate sería un gasto innecesario, mientras que para otras es una necesidad. Desde pequeño aprendí a identificar estas prioridades y saber cuándo es un gasto sin sentido o cuándo ese gasto me traería más valor. Sin saberlo aprendí un término que en finanzas conocido en inglés como ROI (return of investment) o el retorno de tu inversión. Por cada peso gastado, ¿qué beneficio obtienes a cambio? En las empresas este beneficio se mide a través del dinero que obtienes. En la vida cotidiana se mide en la felicidad que te causa comprar o gastar en algo. El dinero por sí solo no te traerá felicidad. Tener grandes cantidades de dinero acumulado en el banco u oculto bajo el colchón no hará nada por ti. No contribuirá al retorno de tu inversión.



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Saber invertir y hacer cosas con ese dinero es lo que te dará beneficios, pero también puede contraer pérdidas. Cientos de veces te has sentido enfadado o decepcionado contigo mismo por haber comprado algo que sabías que no debías haber comprado. En este ejemplo no se trata de si tienes dinero o no, se trata de la decisión que tomaste. Durante el momento que tomabas la decisión de comprar ese objeto, algo sencillo cómo un chocolate, el beneficio que percibías era grande, lo suficientemente grande como para acceder en gastar tu dinero y comprarlo. Una vez que lo compraste, lo disfrutaste y se terminó; el beneficio remanente es nulo. La gratificación “postcompra” es prácticamente inexistente y es probablemente eso lo que traerá remordimientos. La gratificación postcompra, aquellos sentimientos de felicidad que sientes al comprar algo nuevo, tiene fecha de caducidad. La satisfacción recibida desaparece eventual e irremediablemente. Hay muchos factores que afectan la intensidad de gratificación postcompra. Si compras algo que te costó mucho esfuerzo obtener, la gratificación de comprarlo será mucho mayor que para las personas que no se esforzaron. Un niño que trabajó todo el verano para ahorrar dinero y comprar un videojuego estará mucho más feliz con él que el niño que lo recibió de regalo. Las experiencias generadas durante la compra también tienen una relación con la gratificación postcompra. Si vas a cenar con tus amigos y pasas un rato agradable y al final tú pagas la cuenta, ese gasto te dará mayor gratificación que el pagar la cuenta de unos desconocidos. Cada uno de estos beneficios es subjetivo y se basa en las prioridades de cada persona. Tú mejor que nadie sabes lo que te hace feliz; a algunas personas les hace feliz el chocolate y a otras la vainilla. Pero independientemente de tus preferencias, cada experiencia o cosa que compres te traerá una gratificación que eventualmente caducará o dejará de existir. Esto es el inicio de cualquier argumento relativo a las finanzas personales. Debes comenzar a identificar y tomar consciencia del beneficio que obtendrás de cualquier gasto que hagas. No se trata del dinero, se trata de tener un buen retorno de inversión o en otras palabras, ser feliz.



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Estudié durante años cómo manejar el dinero. Después de terminar los estudios comencé a trabajar con diversas empresas elaborando proyecciones financieras y presupuestos, pero sobre todo valuando proyectos. Cuando entras a una reunión con los directores de cualquier empresa las discusiones se centrarán principalmente en cuál es el ROI de algo. Están determinados en encontrar y medir el beneficio que van a obtener por cualquier proyecto o gasto de la empresa. Mi labor durante años fue identificar, medir y encontrar la forma de aumentar ese beneficio. No había proyecto en donde no se midiera el beneficio para determinar si valía la pena lanzarlo o no. Trabajé haciendo esto para cientos de proyectos, entre ellos la adquisición de otra empresa. Trabajar haciendo presupuestos, proyecciones y valuaciones financieras para otras empresas me ayudó a desarrollar una habilidad para poder organizar información abstracta de manera simple y entendible. Básicamente tenía que ponerle un signo de pesos a todo lo que afectara el proyecto. En los viajes esto no es la excepción. Viajar te traerá una serie de beneficios que justificarán inmediatamente la inversión que has hecho. Por algo se escucha tanto aquella frase que dice que “viajar es el único gasto que te hace más rico”. Las personas que ya han viajado son conscientes de esto. Pueden claramente ver el beneficio obtenido en comparación con la inversión que tienen que hacer, y sin dudarlo se empeñarán en administrar su dinero de forma tal que puedan seguir invirtiendo en viajes. En el momento que decidí irme de viaje por tiempo indefinido me pareció lo más natural organizar este nuevo proyecto: había muchas variables que medir y proyectar, calcular todas esas cosas que no pueden planearse pues cambiarán durante el viaje, etc. Pero nada de esto era muy diferente a lo que había venido haciendo durante años. Comencé a elaborar el presupuesto y la proyección de viaje. A todo lo que considerara que afectaría mi viaje le ponía un signo de pesos y calculaba cuánto me costaría. La ventaja de esta planeación fue que el retorno de la inversión ya lo conocía. Sabía que sin importar la cantidad de dinero que costara llevar a cabo mi plan, el beneficio que obtendría a cambio de esta inversión sería mucho mayor. El beneficio sería mi felicidad.



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Esta guía no se trata de convencerte de viajar; creo que si lo has adquirido es porque ya estás convencido. Aquí encontrarás toda la información que necesitas para poder hacer realidad ese sueño tuyo. La guía cuenta con diferentes capítulos enfocados cada uno en un tema diferente y específico sobre ahorrar. La información que encontrarás dentro de cada uno serán historias personales, ejercicios prácticos y, en caso de que te interese adentrarte más, la teoría detrás de cada tema. Puedes leer cada capítulo por sí solo, pero te aconsejo que leas todo el libro de forma continua. Ya terminado podrás regresar, seleccionar y trabajar en las partes que creas que te hagan falta recalcar. Con todos mis escritos, ya sea en el blog de Mi Viaje por el Mundo o ahora con esta guía, busco motivarte y enseñarte la forma en la que puedes hacer realidad tus sueños de viajar. Yo sólo te enseño el camino, un camino que recorrí y sigo recorriendo, pero dependerá de ti decidirte a hacerlo realidad. Espero que esta guía logre cambiar tu forma de ver el uso del dinero, pero sobre todo anhelo que te ayude a viajar a esos lugares a los que siempre has deseado viajar. Por último, no queda más que decirte que no será fácil, pero nada que valga la pena en esta vida lo es. Nos vemos en el camino, Alejandro N



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Capítulo 1 – El viaje de tus sueños Seis meses de vida Amo los parques de diversiones. Desde niño me encantaba subirme a todos los juegos que encontraba. Creo que mi primer parque de diversiones fue en un viaje que hice a Guadalajara con mi mamá, una tía y mis primos. Los únicos juegos mecánicos que conocía entonces eran los de las ferias de pueblo, y a mi mamá nunca le interesó ir a ese tipo de eventos. Así que fueron pocas las ocasiones en las que pude vivir estas experiencias. Lo malo de los parques de diversiones no son las interminables filas para subirse a un juego, sino el momento final cuando escuchas la voz del operador, “El juego terminó. Favor de retirarse por la salida”. Detesto ese momento. No sólo en los parques de diversiones, en general. Y no es que sea impaciente; no tengo problema alguno en esperar para conseguir algo. Esperé tres años para poder viajar sin tener una fecha de regreso. Una fila de dos horas no me detendría para disfrutar un paseo. Pero eso no evita que odie el final. El momento en el que todo acaba. Similar a los parques de diversiones es la vida: eventualmente terminará. Sin importar la creencia religiosa o espiritual que tengas, va llegar un momento en el que tendrás que escuchar, aunque sea en tu cabeza, la frase: “Se acabó el paseo. Gracias por tu visita.” Cuando llegue ese momento más vale que lo hayas disfrutado, pues no hay forma de volver hacer fila para subirse otra vez. Pero, ¿por qué hablo de la vida y la muerte en un libro de finanzas personales para viajeros? ¿Qué tiene que ver esto con ahorrar para un viaje? Todo está relacionado. Quizás estoy siendo un poco dramático para ilustrar mi punto, pero en situaciones como estas es necesario serlo. Si quiero que éste sea el libro que haga que tomes el control de tu vida, mejores tus finanzas y salgas a viajar, tengo que ser lo más drástico y realista posible. Es la única forma.

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Continuando un poco con este realismo, hagamos un rápido ejercicio: Deja todo lo que estás haciendo. Olvídate de tus pendientes, pon en silencio tu celular, aléjate de las distracciones por unos minutos, cierra los ojos y piensa: Si un día te dieran la noticia que te quedan seis meses de vida, ¿qué harías? ¿Cómo vivirías esos últimos seis meses? ¿Qué cambiarías? Probablemente habrás pensado en pasar el mayor tiempo posible con la familia, decirles a todos cuánto los amas, intentar disfrutar al máximo cada momento con los hijos, etc. Pero estoy seguro que más de uno ha pensado en hacer todas esas cosas que siempre quisieron hacer: comer esas comidas que les causaban curiosidad, viajar a esos lugares que parecían lejanos, escribir ese libro que jamás han comenzado, hacer esa actividad que parecía extrema, y cuestiones similares. Intentarían vivir la mayor cantidad de experiencias posibles en esos seis meses restantes. Ahora, ¿cómo sabes que realmente no te quedan seis meses de vida? Vivimos con miedo al momento en que nos dirán “El juego terminó. Por favor pase a la salida. Gracias por su visita”. Nos hemos olvidado de vivir en su totalidad. No intentaré convencerte de cuál es la mejor forma de llevar tu vida; cada persona es feliz a su manera, viviendo diferentes experiencias. Pero lo que sí te diré es que pase lo que pase no olvides de vivir la vida, pues cuando menos te lo esperes se habrá acabado. Es fácil hablar de vivir tus sueños cuando sólo te quedan seis meses de vida, pues ya no debes preocuparse por el futuro. Puedes gastar todos tus ahorros en ese tiempo sin remordimientos, atreverte a hacer las cosas más aventuradas y arriesgadas sin temor al resultado final. Pero es importante no confundir hacer realidad tus sueños con ser irresponsable. Honestamente jamás he comprendido (¡y vaya que le he dedicado varias horas a pensar sobre el tema!) la asociación mental común que se hace entre vivir tus sueños y ser un vagabundo irresponsable. No sé si fueron los años setentas —los hippies y su discurso de amor, paz y vive la vida— aquellos responsables de establecer esta idea tan peligrosa para la humanidad.



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Estigmatizamos todo un conjunto de ideales de vida basados en la imagen de una generación, y lo seguimos haciendo. Las palabras “amor y paz”, la icónica imagen de la carita feliz amarilla, todo lo asociamos inmediatamente con los hippies. Pero son ellos los que se atrevieron a vivir sus sueños, a levantar la voz por sus ideales y enfrentarse a un sistema establecido. Desafortunadamente el mensaje se degeneró con el tiempo y ahora se le asocia con las personas despreocupadas, sin responsabilidades; gente que no se toma la vida en serio, que viven en comunas, usan ropa vieja, no se bañan en días ni se preocupan por su vejez. Honestamente creo que estas imágenes se crearon basadas en una desinformación del tema. Los seres humanos catalogan lo que no entienden para crear y asociar un significado dentro de su realidad. En la antigüedad, sin conocimientos previos de astrología, un eclipse era presagio del fin de los tiempos. Hoy en día no entender realmente lo que significa vivir una vida plena sin necesidad de lujos (pues lo único que agrega valor son las experiencias de vida y no las adquisiciones materiales) es el presagio de una mentalidad hippie. Pero vivir tus sueños no significa ser irresponsable ni preocuparte por el futuro. Significa simplemente eso: hacer realidad tus sueños. El problema con los sueños es que tienen un precio muy alto, el cual viene en forma de sacrificios y trabajo adicional. En ocasiones tendrás que arriesgar todo lo que tienes para conseguir lo que anhelas. Pocos lo hacen, pues no son capaces de aceptar una derrota sin importar lo grande que puede llegar a ser el premio en caso de ganar. Sangre, sudor y lágrimas son el precio de cualquier sueño. Bueno, quizás sangre no, —¿Recuerdas que dije que tengo que ser dramático?—. Sin embargo el sudor y las lágrimas sí son una realidad. Personalmente he trabajado jornadas irreales y en más de una ocasión he llorado de frustración y enojo. Pero también puedo decirte que siempre después de lograr cada meta que me he propuesto siento que ha valido la pena. Te advierto, no será un camino sencillo. Al final, después de tantos sacrificios al acabar tu viaje, escucharás la voz del operador diciendo, “Gracias por subirte. El juego ha terminado”. Lo único que pasará por tu cabeza será el pensamiento de “¿Dónde está la fila? Quiero volverme a subir aunque tenga que pasar por lo mismo”.



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Sueños calculados ¿Cuál es tu realidad en este momento? Antes de siquiera comenzar a soñar es necesario analizar la realidad que te rodea; saber exactamente la posición en la que te encuentras en este preciso momento. Una vez que sabes dónde estás es más fácil encontrar el camino a tomar. Cuando comenzamos a soñar con lograr cosas espectaculares, increíbles y únicas inmediatamente nos autosaboteamos al creer que son arriesgadas, locas o imposibles, ya que la situación actual no lo permite. Pero, una vez más, dime, ¿cuál es tu situación actual? El mal comprendido científico de su generación, Nikola Tesla, dijo alguna vez: “Cuando miro los eventos de mi vida pasada me doy cuenta de lo sutiles que son las influencias que marcan nuestros destinos”. Las pequeñas influencias en nuestra vida generan cambios exponenciales en nuestro futuro que son difíciles de ver en su momento. Mira hacia atrás y podrás darte cuenta que los puntos de inflexión, o momentos de cambio, generalmente fueron situaciones que sucedieron un día cualquiera y que jamás consideraste relevantes. Así es como generalmente vivimos la vida. Cuando soñamos en lograr algo más grande de lo que somos nos parece imposible porque, de entrada, no sabemos siquiera cómo llegamos a donde estamos en este preciso momento. Si la vida es un cúmulo de eventos fortuitos no quiere decir que debamos dejar todo al destino y ver qué sucede. Al contrario. Los eventos inesperados son los que te abren un mundo de posibilidades, pero tú decides si enfrentarlos o no. Estás leyendo esta guía porque quizás encontraste la página de Facebook de Mi Viaje por el Mundo un día cualquiera en que estabas esperando el autobús para ir al trabajo y alguien compartió una foto o un artículo que te pareció interesante. Si el autobús hubiera llegado antes, si tu amigo no hubiera compartido la foto, si hubieras decidido leer un libro en vez de revisar Facebook, o cualquier otra situación insignificante, quizás no estarías leyendo esta guía el día de



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hoy. Ahora que lo estás haciendo, tu vida ha dado un pequeño giro; uno tan pequeño que parece inofensivo. ¿Qué riesgo tiene leer lo que escribo? Al final no te estoy obligando a nada, la decisión de actuar, es tuya. Vivimos la vida a través de múltiples decisioncitas de bajo riesgo. En su mayoría son imperceptibles y jamás nos detenemos a analizarlas. En decisiones más grandes sucede lo contrario: intentamos dedicarle aunque sea un par de días para tomar la decisión. En finanzas existe un término que se usa frecuentemente en las inversiones o cuando se decide evaluar si un proyecto será rentable o no: medir el riesgo. En pocas palabras es una aproximación de cuánto dinero se puede llegar a perder si el proyecto fracasa. Lo que se intenta es tomar una decisión de inversión en donde las personas se sientan cómodas con el dinero que pudiera llegar a perderse. Si inviertes $100,000 pesos puedes ganar $500,000, pero también puedes perder $50,000. Si decides aceptar este riesgo, quiere decir que tomaste un riesgo calculado. Los sueños, al igual que la vida, son un cúmulo de pequeñas decisiones que conllevan un riesgo. Si los has calculado y has tomado la decisión, entonces yo los llamo “sueños calculados”. El beneficio que obtendrás de hacer realidad tu sueño ya lo sabes, pero ¿qué perderías si no sucede así? O en otras palabras, ¿cómo mides el riesgo de tu sueño?



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Mide los riesgos de tus sueños Dejar todo para viajar por el mundo parece arriesgado, pero la verdad es que no lo es; sólo depende de cómo mides este riesgo. Tomemos tu situación actual: quizás tienes hijos, tal vez no tienes dinero ahorrado, tienes un negocio que no puedes dejar, estás pagando la hipoteca de tu casa, etc. Desde esa perspectiva, dejarlo todo para viajar no sólo es arriesgado, sino irresponsable y estúpido. En eso estoy de acuerdo. Pero las cosas no suceden siempre así. Recuerda que la vida es el cúmulo de pequeñas decisiones de bajo riesgo, o por lo menos el riesgo que estamos dispuestos a tolerar. Cuando comprendas esta idea podrás determinar el camino que has seguido para llegar hasta donde te encuentras hoy y, mejor aún, podrás ver el camino que necesitas seguir para lograr tus sueños. Cada decisión que tomes, por mínima que sea, conlleva un riesgo. La ciencia ha comprobado que normalmente actuaremos en base a la decisión de menor riesgo. Somos adversos a éste. Cuándo tengas que tomar una decisión grande, en lugar de ir por la decisión lógica como alejarte del riesgo, mejor piensa: ¿qué es lo peor que puede suceder? Te comparto dos ejemplos personales. Cuando vivía en Chiang Mai me encontraba trabajando el día entero sin parar. Conocí a pocas personas durante esta época pues estaba concentrado únicamente en el trabajo. Una noche salí a cenar a mi restaurante favorito y ahí se encontraba un señor de unos 65 años, cenando y tomando una botella de vino. Despeinado, de barba larga y mal cortada, ropa arrugada y vieja, leía periódicos de la semana pasada y hacía anotaciones en un cuaderno. No le di importancia y me senté en la única mesa libre a un lado de la suya. Al poco tiempo de haberme sentado el señor comenzó a sacarme conversación y me invitó a su mesa. Accedí. ¿Qué es lo peor que podía suceder si compartía una comida con él?



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La conversación fue de las más interesantes que había tenido en mucho tiempo. Su profesión era periodista, lo cual aumento mi interés, pero jamás le di mucha importancia ya que estaba sumamente metido en la conversación. Al finalizar la cena me invitó a tomar algo con sus amigos. Iríamos en su motoneta. Un hombre de 65 años o más que ha bebido vino, conduciendo a través del tráfico de Chiang Mai y que pesa menos de la mitad de mi peso (afectando el equilibrio y control de la motoneta) no suena como una de las mejores ideas del mundo, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Al final, ¿qué es lo peor que podía suceder? Esa noche fue la primera de varias que pase con este grupo de personas. Todos fácilmente me doblaban la edad, pero sus vidas estaban llenas de experiencias, aventuras e historias únicas. Reporteros de guerra, editores de vídeo para la BBC, extraficantes de drogas durante los setentas, trotamundos y millonarios, eran algunos de los muchos que conformaban este grupo tan diverso de personas. Cada historia que escuchaba hacía que ese pequeño riesgo calculado que tomé de subirme en una motoneta con un desconocido que acaba de conocer valiera más la pena. El segundo ejemplo es sólo el argumento que me decía a mí mismo para continuar con lo que para muchos podría parecer una locura: renunciar a mi trabajo, vender mis cosas y decidir viajar sin fecha de regreso. Cada vez que la duda de continuar con el plan rondaba por mi cabeza repasaba una y otra vez la respuesta a la pregunta, ¿qué es lo peor que podría suceder si mi viaje falla por alguna u otra razón? La respuesta era sencilla: me regreso a México, busco un trabajo, un departamento y comienzo a establecerme una vez más. En otras palabras, regresaría al punto en donde me encontraba en ese momento. Estaba viviendo mi peor escenario, lo que hacía que la decisión fuera más sencilla. En tu caso tienes que encontrar la respuesta a esa pregunta. Si la respuesta no te satisface, entonces esos son los obstáculos en los que tienes que trabajar para llegar al punto en donde hayas disminuido o eliminado el riesgo de cumplir tus sueños. Es imposible eliminar todos los riesgos, siempre habrá algo, pero sí puedes disminuirlos hasta que sean tolerables.



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¿Tienes miedo de quedarte sin dinero? Entonces tendrás que ahorrar un poco más. ¿No viajas porque tienes que pagar una hipoteca? Tendrás que hallar el modo de reducir primero esos pagos para que te quede dinero para ahorrar. ¿No viajas porque no tienes dinero? Tendrás que trabajar para ganar ese dinero que necesitas. ¿Nunca has salido del país y te da miedo? Comienza a hacer viajes cortos a otros países en donde hablen el mismo idioma. Cada sueño tiene un riesgo, cada riesgo se convierte en una excusa y cada excusa hará que te conformes con tu situación actual, aun cuándo sabes que no es lo que te hace feliz.



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Sueños y realidades El cuerpo cubierto de sudor, mi corazón agitado, sufriendo un estado de pánico y totalmente desconcertado sobre dónde estoy o lo que está sucediendo. Más de una vez me he despertado en estas condiciones de pesadilla. Una vez que sales del estado de choque y te das cuenta de que todo ha estado en tu mente, tu cuerpo seguirá afectado. Esta sensación quizás dure todo el día. No fue real, te repites una y otra vez a modo de consolación. La contraparte de cualquier sueño son las pesadillas. Te alegra saber que las pesadillas no son reales pero te entristece en gran medida saber que los sueños tampoco. A menos de que hagas algo. Ambas suceden en tu imaginación. En un mundo de fantasía todo es posible. Pero si quisiéramos traer un sueño a la realidad, ¿qué tendríamos que hacer? La imaginación y la realidad son dos mundos diferentes. No están gobernados bajo las mismas reglas. En tu imaginación puedes volar, en el mundo real existen leyes físicas que lo hacen prácticamente imposible. No porque sean mundos aparte quiere decir que no puedan interactuar entre ellos. Para hacer tu sueño de viajar una realidad tendrás que traerlo del mundo de tu imaginación al mundo real. El arte de viajar Según el diccionario, el arte es una “actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas, valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”. Viajar es un arte y todos podemos ser artistas.



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En esta ocasión recrearás tu viaje. A través de imágenes lo sacarás de tu cabeza para plasmarlo de modo que se vuelva real. No, no te voy a pedir que pintes un cuadro de los canales de Venecia ni del Taj Mahal. Sólo te voy a pedir que lo escribas. Las letras son símbolos que, acomodados en cierto orden, nuestro cerebro ha aprendido a identificar y asociar con alguna situación de la realidad. Cuando aprendes un idioma nuevo realmente estás aprendiendo el significado de estos nuevos símbolos y cómo ordenarlos. Es necesario que escribas, pues es la única forma de hacer tuyo el sueño. No es lo mismo ver revistas con imágenes de lugares increíbles que te gustaría ver que tomar un lápiz, papel y escribir con tu puño y letra el nombre de estos lugares. Estás evocando tu sueño desde tu mente a la realidad, recreando tu realidad a través de símbolos. Deja volar tu imaginación. Primero escribe todos los nombres de esos lugares con los que has soñado. Cierra los ojos o mira al vacío pensando en el nombre de todos esos lugares con los que sueñas. No importa que no recuerdes el nombre de la ciudad o el país en dónde se encuentra, sólo escribe lo que recuerdes: como crees que se llama o las imágenes que te vienen a la mente. “Playa paradisiaca en Asia” es un lugar totalmente válido para soñar y escribir, al igual que “Festival de colores”. Lo que aquí importa es que no te detengas. Cuando comienzo a escribir algo nuevo me toma unos minutos de concentración poder enfocarme completamente y que mi mente deje fluir las palabras libremente. Aquí es similar. Sueña, imagina y escribe el nombre de los lugares a donde te gustaría viajar. Después de unos minutos de pensar y escribir te quedarás con las ganas de conocer más. Querrás seguir escribiendo, soñando y viendo estos lugares. Hazlo. Ahora sí es momento de acceder a internet desde tu computadora y comenzar a buscar otros lugares. Puedes hacer búsquedas en internet de cosas sencillas cómo: “Las 10 mejores playas del mundo”; “Los mejores castillos de Europa”, “Lugares que debes ver antes de morir”, etc. Todo depende de tus gustos. Selecciona los lugares que te llamaron la atención y escríbelos en tu lista.





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Los primeros pasos de tu sueño Cuando regresé a México volando desde Madrid, después de haber estado un año viviendo y viajando por Europa, me sentía triste pues había cientos de lugares que me faltaron de ver; miles de cosas por vivir y experimentar. Es imposible ver, hacer y probar todo en poco tiempo, y esto genera un sentimiento de frustración. ¿Qué tal si hubiera caminado un poco más rápido para ver más lugares? Tal vez si hubiera pasado una noche menos en tal ciudad podría haber visto otro lugar más. No dejes que estos sentimientos se apoderen de ti. Viendo por la ventana del avión, recordando todo lo que había vivido, comprendí que si fui capaz de ver y hacer todo eso tendría la capacidad de repetirlo o hacer algo más grande después. Sabía que eventualmente volvería a Europa. Y, seis años después, tras recorrer otros países, volví nuevamente a poner pie en aquel continente. “Hay más tiempo que vida”, dice mi madre a cada rato, y cuánta razón tiene. Una vez que logres cumplir tu primer sueño habrás ganado la experiencia y el conocimiento necesario para hacer realidad tus sueños subsecuentes. Siempre el primer paso será el más difícil. Quizás tu primer viaje serán un par de semanas a Grecia. Después de esas dos semanas habrás ganado mucha experiencia. Te habrás comprobado a ti mismo que eres capaz de logar eso y mucho más, por lo que tu siguiente viaje será de un mes, luego de seis meses, de un año o toda la vida. Con esta idea en mente, evita agobiarte cuando veas tu lista de infinidad de lugares por ver. Comienza a priorizar y a construir tu sueño de viaje un lugar a la vez. De toda tu lista de lugares a los que quieres viajar, hay varias formas de organizarte y poder elegir tu primer destino basado en tus preferencias y facilidad de viajar.



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1. Organiza tu lista basándote en tus preferencias He hecho algunos viajes con mi madre, y básicamente yo me he encargado de toda la planeación y ejecución del viaje. Ella sólo se dedica a disfrutar. Siempre que ella dice, “Quiero hacer un viaje, ¿me acompañas?”, se traduce en “Quiero irme de viaje pero quiero que tú te encargues de todo”. Mi pregunta es, de la región a la que me estás mencionando que quieres viajar, ¿qué lugares te gustaría ver? Esto lo hago porque no es lo mismo decir, “quiero viajar por Sudamérica” —el cuál es inmenso— a tener puntos específicos dentro del continente. Después de hacer la pregunta, ella hace una lista de todos los lugares que le gustaría visitar y yo empiezo a armar la ruta. Ella soñaba con ver Japón, el Taj Mahal y la muralla China. Así fue como planeé el inicio de mi ruta por Asia. Viajé con ella teniendo en cuenta sus preferencias. Independientemente de la cantidad de lugares que hayas puesto en tu lista, debe de existir uno o varios que tengan un lugar especial. Estos son sin duda en los que deberías de enfocarte de ahora en adelante. 2. Organiza tu lista con base en lugares cercanos uno del otro Jamás tengo una preferencia particular de un lugar a otro, simplemente quiero conocer el mundo entero. La forma en la que lo he ido haciendo es centrándome en la cercanía de los lugares. En una ocasión, platicando sobre la planeación de mi viaje con mis compañeras de la oficina, una me dijo que debería ir al campo base del Éverest. No tenía ni idea que eso fuera posible, mucho menos cómo hacerlo. Pero revisando la información vi que una de las dos temporadas de montañismo que existen en la región era justo durante las fechas que yo estaría dejando India.



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Nepal e India son vecinos. No podía estar en esa parte del mundo sin hacer una pequeña desviación y cumplir esta meta. Así fue como decidí emprender el que para mí ha sido el mejor viaje de todos. 3. Organiza tu lista por temas Muchas personas no tienen lugares de ensueño específicos a los cuales quieren viajar, pero tienen metas de cosas que ver, hacer o aprender. Para algunos podrá ser visitar todos los sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, para otros será visitar todos los parques nacionales de Estados Unidos, o quizás recorrer los países que atraviesan la ruta de la seda, hacer el Camino de Santiago, recorrer la Ruta 66 en motocicleta, tomar cursos de yoga en India, etc. Si este es tu caso entonces comienza a hacer una lista de esas cosas que te gustaría hacer, aprender o ver, y ubícalas en un mapa. Por ejemplo, la ruta de seda recorría desde Turquía hasta China, y la Ruta 66 recorre de este a oeste los Estados Unidos. Ya ubicados en el mapa, puedes empezar a determinar cuáles serán tus siguientes destinos. En este punto el presupuesto o ahorro aún no es importante. De eso trata este libro: independientemente del tamaño de tu sueño, puedes organizar tus finanzas para hacerlo realidad. Por ahora enfócate únicamente en soñar con tus destinos sin que te importe el costo.





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Fechas límite para tu sueño Uno de los mejores profesores que he tenido fue aquel que impartía álgebra básica en preparatoria. Durante sus clases, cada que anunciaba con que algún tema vendría en el examen final, todo el salón al unísono expresaba su inconformidad, a lo que él respondía, “No hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla”. Para tu viaje será lo mismo. Ya has creado tu sueño y determinado en dónde comenzará, pero si no le pones una fecha de vencimiento jamás sucederá. Frases como, “Viajaré cuándo tenga dinero”, “Ahora no puedo viajar porque tengo muchas deudas” y “Ya llegará el día cuando pueda cumplir mis viajes” son meras justificaciones que pueden postergar indefinidamente cualquier cosa. Lo mismo sucede con cualquier proyecto que quieras comenzar. Jamás será el momento adecuado para hacerlo realidad. Siempre habrá algo que haga que no sea ideal. Pero lo he dicho una y otra vez: los momentos perfectos no suceden, los creamos. De haber esperado a que sucedieran las condiciones adecuadas para hacer mi viaje aún estaría en México esperando poder viajar. Poner una fecha de realización es la única forma en la que podrás enfocarte en hacer realidad tu sueño. No es lo mismo decir, “Estoy ahorrando de vez en cuando porque quiero viajar en un futuro cuando tenga tiempo”, a decir “Me quedan sólo dos meses antes del viaje, necesito ahorrar más”. Has tomado la decisión de viajar y le has puesto una fecha. Esto lo convierte en un evento inevitable, porque “No hay plazo que no se cumpla…” El último paso para poder tornar un sueño de fantasía a realidad, es darle cierta temporalidad. Es como asignarle un cuerpo en el cual habitará tu sueño. Basándote en tu vida actual determina cuántos días durará tu sueño. Ese pequeño momento que piensas vivir y que se acumulará en tu memoria para darle forma a tu vida, tiene un inicio y un fin.



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Ahora has determinado cuándo será el inicio, pero es necesario determinar el final. Quizás en tu trabajo sólo tengas dos semanas de vacaciones. Quizás tu negocio te permita ausentarte un mes en el verano durante las vacaciones de tus hijos. Quizás has renunciado tu empleo y antes de tomar otro quieres tomarte un par de meses para reflexionar. La decisión que tomes aquí es lo que te ayudará a determinar los pasos necesarios en tus finanzas para hacerlo realidad. Este es tu punto de inflexión, el momento en que toda tu vida cambiará para trabajar en torno a tu sueño. Definir a dónde, cuándo y por cuánto tiempo viajarás son decisiones pequeñas y que no conllevan ningún tipo de riesgo tomar. Bueno, la verdad es que sí tienen un riesgo, pero es tan imperceptible que has decidido aceptarlo, pues el beneficio de tomarlas es mucho mayor. Hasta aquí has determinado tu sueño calculado.



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La culpa la tienen los hábitos ¿Alguna vez te has puesto a pensar cómo se forman las veredas y caminos en los pueblos o zonas rurales? Inicialmente no hay nada, son sólo pasto o arbustos. Un día decides que es necesario cruzar ese campo lleno de hojas, ramas y hierbas para llegar a tu destino. El primer viaje quizás no sea el mejor. El pasto cubrirá hoyos, piedras e imperfecciones que tendrás que evitar. El camino de regreso no será más sencillo, es como tener que volver a cruzar por primera vez. No hay rastros ni señas. La tercera vez tendrás una noción vaga de cuál es la mejor ruta. Tal vez puedas reconocer algunos puntos y será más sencillo. La cuarta vez quizá ya haya un par de huellas en el pasto que te permitirán retomar la ruta más fácilmente… Cada vez que recorres este camino dejas una marca más, marcas cada vez más profundas. Eventualmente tus huellas se habrán convertido en una vereda y cualquier persona podrá retomar o seguir esta ruta sin problema. El cerebro humano funciona de la misma manera. Sin entrar en mucho detalle científico, y para hacerlo lo más simple posible, todo pensamiento, recuerdo y habilidad es controlado por el intercambio de neurotransmisores entre dos neuronas. Cuando estás aprendiendo algo nuevo, este intercambio de neurotransmisores es débil pues jamás había existido un intercambio similar entre esas neuronas. Cuando este mismo intercambio se realiza de forma constante, entonces el lazo entre esas neuronas se fortalece y permite un intercambio más estable de neurotransmisiones. De la misma forma en que se crea un camino, basado en la repetición de una ruta, es como se aprende algo nuevo o se genera un hábito. En las finanzas personales saber ahorrar, gastar, generar dinero, etc., son hábitos que se crean. Nadie nace sabiendo sobre finanzas, mucho menos a ahorrar correctamente. Es algo que tenemos que aprender a lo largo de nuestra vida.



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Necesitamos crear la conexión en nuestro cerebro para el ahorro. No te culpes si no eres capaz de ahorrar o administrarte aún, es sólo que todavía no has creado la vereda necesaria para ello.







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Cómo mantener vivo tu sueño, el barbero de Estambul No saber el idioma de un país no es, ni debería ser una excusa, para no viajar, sino todo lo contrario. Es parte de la experiencia misma. La carencia de un idioma en común ha hecho que pueda experimentar cosas que de otra forma me hubieran sido imposibles. La más entretenida de aquellas fue un día que fui a cortarme el cabello. En un restaurante es relativamente sencillo explicar cuando no te gusta algo pero, ¿cómo explicar cómo quieres tu corte en otro idioma? Mi juego de caras y gestos para explicar mi corte de cabello ha terminado en cosas curiosas como un masaje de cabeza relajante en India, una sesión de fotos con unos estilistas fanáticos de la actriz Talía en Filipinas, un estilista en Vietnam que le pedía la opinión de mi corte a mi exnovia sin siquiera mirarme a mí, como si yo no existiera. He dicho innumerables It’s ok, no problem (“Está bien, no hay problema”) en Tailandia cuando veo la cara de sorpresa de los estilistas cuando creen que han cortado demasiado, y en más de una ocasión he terminado sin barba debido a que mi “Tan sólo recorte un poco de la barba” se traduce en un “Rasúramela toda” en su idioma. Esto me lleva a una de las historias que más recuerdo, la del barbero de Estambul. Los turcos, al igual que la mayoría de las personas de Medio Oriente, son de barba abundante (la gente siempre cree que soy árabe y no mexicano), y en Turquía abundan las barberías tradicionales —afeitado de espuma y navaja de mano, nada de rastrillos ni aparatos eléctricos—. Mi primera experiencia en una barbería de este estilo fue en la Ciudad de México y quise volver a vivir algo similar. Así que decidí ir a cortarme el pelo, y además recortar y delinear mi barba. Deambulaba por las callejuelas del barrio de Taksim y decidí meterme a la primera barbería que encontré. Era un lugar limpio pero muy antiguo, y los muebles ya mostraban que el tiempo había hecho de las suyas. No le di importancia pues generalmente los lugares que han sobrevivido al paso de los años son los que mejor conservan su autenticidad.



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—How much for a haircut and a trimmed beard? (¿Cuánto por un corte de pelo y un recorte de barba?) –pregunté, haciendo la señal universal de las tijeras en la cabeza y trazando una línea invisible en los bordes de la barba para marcar un delineado. El barbero entendió inmediatamente lo que quise preguntar, pero hablaba muy poco inglés. Así que prefirió sacar una pluma y papel y escribir una cantidad en él. —Cut? Hair? —dijo. Asentí y volví a señalar la orilla de mi barba. —Ok, ok —asintió al tiempo que escribía “25” en un papel. Entonces, 25 liras turcas equivalían a unos $130 pesos mexicanos. Comparado con lo que pagué en México hace unos años estaba muy bien de precio. Después de cinco minutos de preparación entre lo que me colocaba la bata y preparaba sus instrumentos extrayéndolos de un cajón viejo y rechinante, empezó con el corte. Él era un hombre de baja estatura, complexión delgada, anteojos y de una cabeza de abundante, aunque cano, cabello. Su rostro era el de una persona de edad avanzada, pero su actitud jovial y su ancha sonrisa hacían complicado determinar su edad. Sus manos temblaban en estado inmóvil —lo cual me asusto en un inicio—, pero una vez que sostenía las tijeras y decidía hacer un corte sus movimientos eran precisos y confiados, como un cirujano haciendo una incisión milimétrica. Años de experiencia, pensé. Cortaba hábilmente pero su técnica era diferente a la de cualquier otro estilista. Continuamente cerraba y abría las tijeras aunque no estuviera cortando nada. De cada cinco cortes que hacía, sólo uno atinaba sobre mi cabello y los cuatro restantes daban al aire, como si estuviera calculando la fuerza, intensidad y el lugar del corte. El sonido constante de las tijeras hicieron que mi cabeza empezara a divagar en posibles escenarios donde perdería un pedazo de oreja, o peor. Para apaciguar mis nervios a causa de un



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posible error de cálculo de su parte, decidí enfocar mi atención en analizar el lugar. Si me cortaba un pedazo de oreja prefería sólo sentirlo que observar todo el proceso. Recorrí el lugar con la mirada, intentando identificar las formas y figuras que se mostraban en los reflejos de los espejos. Algo captó mi atención en una esquina. Todo el lugar carecía de cuadros, pinturas o decoración alguna, las mesas de trabajo se encontraban únicamente cubiertas por un cristal y se notaba el desgaste natural del tiempo en la pintura. Pero esa esquina era diferente. Cubierto por el cristal y debajo de una tetera eléctrica para calentar agua, entre periódicos viejos, una botella de alcohol y un par de instrumentos de barbería, se encontraba un cartel con imágenes de un hotel de lujo, piscina y playa. Parecía uno esos anuncios de revistas en donde los hoteles promocionan sus destinos. Quizás lo era. ¿Por qué un barbero guardaría algo así? Normalmente las barberías y salones de estilismo están cubiertos de carteles de diferentes estilos de cortes, de los productos que venden y cosas propias a su profesión. Este no. Carecía de todo aquello y sólo tenía ese cartel frente a mi silla. Me causaba mucha curiosidad. Fácilmente podía pasar desapercibido por cualquier persona que estuviera ahí, pero una vez que lo notabas, el contraste hacía que la vista regresará una y otra vez. Esperé un momento de tranquilidad —no quería distraerlo, menos cuando tuviera las tijeras en sus manos—. Después de unos minutos entró su compañero a la barbería. Lo supe porque ambos vestían las mismas largas batas blancas y portaban un muy buen corte de pelo y afeitado al ras. En ese momento decidí hacer mi pregunta. Sabía que él no hablaba inglés y entendería sólo unas palabras, así que intenté hacer una mezcla de mímica y palabras básicas. — ¿Eso qué es? ¿Dónde es? Acompañé las palabras con gestos de las manos, señalando el lugar y una cara de duda. Inmediatamente entendió lo que estaba preguntando y tardó unos segundos en responder, como si intentara encontrar las palabras adecuadas en inglés dentro de su limitado diccionario mental. —Dream (Sueño), —me respondió, al tiempo que posaba las manos sobre su pecho en señal de pertenencia—. Travel. Dream (Viajar. Sueño).



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Inmediatamente sabía a lo que se refería. Se le iluminaba el rostro sólo con intentar explicármelo. Abrí la boca para dejar salir un sonido de exclamación. Intentaba decir “¡Oh! Ok” pero no dije nada pues justamente en ese momento fue introducido en mi boca, sin previo aviso, un pedazo de durazno. El otro barbero había entrado al local a buscar un durazno para comer, cortó un trozo y me lo puso en la boca. No me quedó más que sonreír y asentir con la cabeza en señal de agradecimiento. Quería preguntarle más cosas pero sabía que sería imposible, así que me limité a comer el durazno, masticando lentamente para evitar movimientos bruscos en mi rostro ya que había cambiado las tijeras por una navaja antigua de afeitar y comenzaba a delinear la barba.



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El poder de las imágenes Si entras a la página web o a cualquier red social de Mi Viaje por el Mundo, notarás que en el 90% de las imágenes que publico no aparezco en ellas. Yo soy yo el que las toma, el que está viajando y viendo esos paisajes, pero quiero que seas tú el que sueñe con estar ahí. Hace muchos años platiqué con un vendedor de bienes raíces quien me contó que uno de los primeros consejos que se le da a alguien que quiere vender una casa es que saquen todos los muebles del lugar. Es necesario mostrar la casa vacía para que las personas que van a verla puedan imaginarse ahí. Ellos son los que imaginarán dónde irá la cama, qué color de cortinas pondrán, la sala, el comedor, etc. Cuando dejan los muebles dentro es difícil permitir que las personas sueñen, porque estarán viendo tu sueño hecho realidad, no el suyo. Sucede lo mismo con los viajes. Quiero que te imagines todos esos lugares que puedes ver. Cuando veas una foto quiero que puedas decir, “Quiero estar ahí”, y que te llenes de energía para lograrlo. Así como el barbero de Estambul, tú también selecciona, imprime o recorta las imágenes de tu viaje soñado. Pégalas en tu habitación u oficina, de fondo de pantalla de celular o computadora, en tu auto, cartera, o cualquier lugar en donde te sea imposible ignorarlo. Entre más grande sea tu sueño mayor será el recordatorio que tendrás que hacer para continuar. Recuerda que te va a costar sudor y lágrimas; y eso que aún no has comenzado. La clave para mantener la motivación, continuar con tus buenos hábitos de ahorro, levantarte y seguir cada vez que aparece un obstáculo, está en tu poder de imaginarte que lo puedes lograr. La verdadera motivación no viene del exterior, sin importar cuantas palabras de aliento recibas. Si tú no eres capaz de imaginar que lo lograrás, difícilmente podrás hacerlo. Coloca las imágenes de tus viajes e imagina que estás ahí, viendo con tus propios ojos ese lugar que tanto soñaste.



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Todo comienza con una alcancía Hace unos años se puso de moda el reto del ahorro con monedas de $10 pesos. Recuerdo que muchos de mis amigos, compañeros de trabajo y conocidos comenzaron a poner sus alcancías y depositar únicamente monedas de $10 pesos. Desconozco quién lo inventó o por qué se puso de moda este método, pero me pareció muy interesante la determinación con la que las personas ahorraban. Por aquellos días mi jefe había comenzado a ahorrar de esta forma, y pese a que trabajaba en una institución financiera de prestigio (nos dedicábamos a los fondos de inversión y promovíamos el ahorro), él seguía motivado a conseguir como fuera esas monedas de $10 pesos. Él siempre me preguntaba si traía monedas de $10 para cambiármelas por algún billete, y cuando pagaba la cuenta intentaba pedir el cambio en monedas así. Cuando comencé a ahorrar para mi viaje me había puesto metas muy agresivas de reducción de gastos y ahorro. Realmente vivía en la austeridad, pero sabía que era por un objetivo mayor. Varias veces me cruzó por la mente comenzar también con la alcancía, pero afortunadamente estaba cumpliendo las metas de ahorro mes a mes. Hice los cálculos de cuánto sería lo máximo que podría ahorrar con una alcancía y el resultado era bajo o sin sentido. Jamás vas a poder ahorrar más de lo que ganas. Era muy simple: Tu capacidad de ahorro es igual a tu ingreso menos tu gasto. Si sumaba mis gastos del mes y lo que ahorraba, me daba de resultado lo mismo que ganaba de sueldo. Unos pocos pesos en monedas sueltas no harían gran diferencia, ¿o sí? Estuve ahorrando durante tres años y el último año comencé a sentir la presión de que me faltaba poco tiempo antes de irme y que quizás no me alcanzaría el dinero. Fue por eso que decidí intentar lo de la alcancía. Depositaría todas las monedas y billetes mayores a $5 pesos. Durante todo ese año estuve depositando las monedas que traía conmigo. Lo interesante fue que aunque sabía que el ahorro sería marginal la motivación se incrementó exponencialmente. Estar viendo día con día la alcancía en el buró frente a mi cama era un recordatorio tangible del propósito de mi ahorro. Mi alcancía se volvió como uno de esos retratos

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de personas colgados en la pared y que parecen seguirte con la mirada; su presencia me seguía a todas partes recordándome mi misión. Una alcancía quizás no sea la mejor forma de ahorro si tienes metas muy grandes, pero es una excelente técnica para recordarte ahorrar. Hoy en día lo recomendable sería ahorrar en un fondo de inversión o una cuenta de banco que te genere intereses, pero este dinero no se encuentra visible para ti. Sólo revisarías los estados de cuenta una vez cada quince días cuando fueras a depositar parte de tu pago quincenal como ahorro, pero nada más. Es fácil olvidarte del ahorro en estas circunstancias. La alcancía estará ahí todo el tiempo, recordándotelo. Al final del año logré ahorrar $6,000 pesos en monedas, una cantidad nada desdeñable. Si quieres buscar ese recordatorio constante de ahorro para poder lograr tu sueño de viajar, considera comenzar con una alcancía. No será tu principal fuente de ahorro pero sí puede llegar a ser tu fuente de motivación. Decora tu alcancía con fotos del lugar a donde quieres viajar y ponla en un lugar de tu casa en donde estés obligado a verla día y noche. De eso se trata.







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El peor enemigo de tu sueño eres tú mismo Entre más grande sea tu sueño más dudas tendrás de que es lo correcto. Es normal, estuve ahí. Llevaba menos de un año ahorrando para mi viaje. Era una idea general que honestamente jamás pensé que se volvería realidad. No tenía una disciplina concreta de ahorro y mucho menos tenía la motivación para continuar. Eventualmente me distraje con otras opciones. Durante todos estos años trabajé en una de las empresas financieras más grandes de Latinoamérica. Resulta que una de las personas con las asistía a reuniones era la mano derecha del director de riesgos financieros de la región. Era un argentino muy simpático pero sumamente inteligente, capaz de encontrar un error en un modelo financiero en cuestión de segundos. En la firma de sus correos electrónicos siempre incluía todos los títulos profesionales que poseía, y el que más me llamó la atención era CFA (Chartered Financial Analyst). Para las personas que se dedican a las finanzas este es el grado de especialización más importante que pueden obtener. Después de ello sería conseguir un doctorado y dedicarse a la investigación. Pero si trabajas en finanzas y quieres llegar a ser director financiero de una empresa este título te abriría las puertas en el mundo entero. Obtener el CFA es un gran reto y era bastante tentador ya que literalmente podría, si lo quisiera, aplicar a un trabajo en finanzas en cualquier parte del mundo. Mis sueños de viajar los cumpliría de otra manera, así que bajo esta idea comencé a estudiar. El CFA es un programa de autoestudio de tres niveles, una vez que te inscribes te envían los libros que debes estudiar y al final tienes que presentar un examen por nivel. Se recomienda estudiar mínimo seis meses por nivel, o sea que podría llevar entre dos y tres años obtener el título, si no se reprueba ningún examen. Durante meses no hacía otra cosa más que estudiar. Mis horarios eran muy variables y los únicos momentos del día que realmente controlaba eran las mañanas, por lo que me despertaba a las seis de la mañana, me iba a la oficina y estudiaba de 7 a 9., antes de comenzar a trabajar. Hice esto por seis meses.

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Después de meses de estudio por fin llegó el día del examen. Me había tomado una semana de vacaciones previas para dedicarme únicamente a estudiar. Llegué al lugar, me sentía confiado, contesté todas las preguntas y después de tres horas salí feliz de que había acabado. En esos momentos no me importaba si aprobaba o no, lo único que me importaba era que al fin había acabado ese periodo de estudio. Una semana después llegaron los resultados: Fallé. Reprobé el examen por muy pocos puntos. No sabía qué pensar. ¿Debería volver a intentarlo? ¿Por qué había fallado? ¿Mis sueños de obtener el título se vendrían para abajo? Después de varios días de darle vueltas en mi cabeza me sentí sumamente agradecido y feliz con el resultado. Haber reprobado el CFA fue el último empujón que me hacía falta para decidirme a buscar lo que realmente quería. Fue como un balde de agua fría, o de realidad. De haber aprobado el primer examen hubiera comenzado a estudiar para el segundo y eventualmente para el tercero. Desde ese momento en adelante las decisiones de mi vida y profesionales dependerían enteramente de los resultados de un examen y era algo que no me motivaba del todo. Quería viajar y ser dueño de mi tiempo, trabajo y esfuerzo. Tener esta certificación era una especie de seguridad para obtener un empleo de finanzas en alguna compañía en otra parte del mundo, pero en lugar de facilitar mis planes de viajar los estaba complicando. Primero tenía que certificarme, después tenía que elegir un lugar a dónde viajar, comenzar a enviar aplicaciones y hacer entrevistas. Salir a conocer el mundo lo iba a decidir primero un examen, el cual nada tenía que ver con viajes, y posteriormente lo haría una persona dentro del departamento de recursos humanos de la empresa a la que estuviera aplicando. La única seguridad que tienes de hacer algo realidad es cuando lo haces por ti mismo y no depende de nadie más.



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Obtener el CFA podrá ser para muchos una meta y una forma de obtener una seguridad, pero no para mí. No lo había visto antes, pero obtener el CFA habría hecho que me desviara de mi propósito original con la ilusión de obtener mi sueño por otros medios. Si hubiera pasado ese examen probablemente tú no estarías leyendo este libro. Después de ese momento decidí cambiar y enfocarme en lo que realmente quería: viajar. Esa fue la meta desde el inicio. Pondría todo mi esfuerzo y dedicación en hacerlo realidad. Sólo tú eres el responsable de tus acciones y reacciones. ¿Quieres ahorrar dinero para viajar? Sólo tú lo puedes hacer. ¿Te sucedió algo que se escapa de tu control? Sólo tú decides cómo reaccionar ante esa situación. La única persona que debería ser responsable de tu vida eres tú mismo. Eso te convertirá en tu mejor aliado o tu peor enemigo. El dinero no es lo más importante de un viaje, mucho menos de un proyecto. Lo más importante de todo es que seas consciente del impacto de tus acciones en tu vida. De eso se trata este capítulo, de ayudarte a abrir los ojos a todo lo que implica emocional y racionalmente hacer un viaje.







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Capítulo 2 - ¿Dónde está tu dinero? Imagina que durante tu juventud comienzas a sentir un pequeño dolor en el pecho. Nada grave o de qué preocuparse mucho, pues sucede esporádicamente. Conforme vas creciendo le comentas sobre este dolor de pecho a tus amigos y los comentarios que recibes suelen ser: “Qué curioso, a mí a veces me pasa lo mismo”, “Unos meses sí y otros no” o “No te preocupes, al rato se te pasa. Sólo has un poco de ejercicio y come más sano”. Pasan los años, el problema va y viene pero jamás logras deshacerte de ese dolor en el pecho. Hay meses cuando se vuelve insoportable y otros donde no lo es tanto; pero siempre está ahí. Un día decides tomar el control de la situación y lo primero que haces es ir a consultar a un experto. Vas con el cardiólogo. Llegas al consultorio, te sientas frente a su escritorio y el doctor te pregunta qué te sucede. Lo primero que dices es: —Sabe doctor, vengo porque traigo un dolor en el pecho, lo que sucede es que... Inmediatamente el doctor te interrumpe sin dejarte terminar.

—No se diga más. Lo que usted necesita es una cirugía a corazón abierto. Te quedas perplejo, ¿será cierto? ¿Realmente es necesaria una cirugía? Pero, ¿por qué? Ni siquiera ha sacado su estetoscopio. ¿Qué tal si no es el corazón sino los pulmones? En tu ingenuidad y desconocimiento del tema le haces caso, ya que se supone que él es el experto. Ahora imagina que esta historia no se trata de un dolor en el pecho sino de tus finanzas personales. Conforme vas creciendo, el control (o descontrol) de tu dinero se irá haciendo más grande. Habrá meses en que gastes mucho y otros donde todo esté más tranquilo. Cuando platiques con tus amigos sobre el tema lo primero que escucharás será: “No debes de gastar tanto, debes de ahorrar más.” Dentro de ti sabes que quizás sea cierto pero, como desconoces totalmente el tema,



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no sabes ni por dónde comenzar o te dejas llevar por el típico artículo en internet de “Baje de peso con estos 5 pasos” —el cual en este caso sería “5 tips para salir de deudas”—. Cuando escuchas que debes de gastar menos, a lo mejor te preguntarás, ¿cómo es posible gastar menos si ni siquiera sabes qué es en lo que gastas? De esto trata este capítulo. Aprenderás la importancia de crear un diagnóstico previo de tus finanzas para ver el panorama completo y poder asignar prioridades. En este caso esa prioridad será tu viaje. Pero, ¿cómo comienzas a hacer un diagnóstico de tus finanzas? Muy sencillo, anotas todo lo que gastas.



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El poder de escribir Sí, lo sé. Suena bastante obvio y estarás pensando, “¿Qué acaso pagué dinero para que me vengan a decir que para cambiar mis finanzas sólo tengo que anotarlo?” Pues no exactamente… pero sí. En cualquier libro de finanzas personales encontrarás que la única forma de hacer un diagnóstico real de tu situación financiera actual es anotando todo lo que gastas. Esto es cierto, pero intentaré ir un paso más allá y explicarte el porqué de la importancia de hacerlo, cómo hacerlo y, sobre todo, cómo evitar que falles en el proceso. Comencemos con por qué es importante escribir tus gastos: •

No olvidar. Nuestro cerebro está expuesto continuamente a diversos estímulos: oír,

ver, sentir, probar, etc., y él debe decidir qué hacer con ello. ¿Debería guardar esta información o desecharla? Desafortunadamente no tenemos control de lo que almacenamos en nuestra memoria. Terminaremos recordando una estúpida canción pero olvidaremos nuestro aniversario de bodas. La única manera de recordar algo que podría llegar a considerase tan trivial como un gasto es escribiendo. •

Comparar. Para estar seguros de que estás avanzando o retrocediendo se necesita

tener una medición exacta. Si anotas tus gastos continuamente sabrás si realmente estás gastando más o menos. Es fácil creer que este mes gastaste menos porqué te sobró dinero en la cuenta de débito, cuando en realidad lo único que hiciste fue introducir los gastos en la tarjeta de crédito. •

Evitar autoengañarte. Nuestro cerebro no es una herramienta confiable para

recordar lo que gastamos, por ello no tenemos forma de comparar. Entonces es muy sencillo incurrir en gastos continuos y, peor aún, justificarnos por ellos. Piensas, ¿Sería tan malo comprarme esta blusa? Llevo 2 meses sin comprarme ropa, cuando en realidad la semana pasada fuiste a comprar unos pantalones. Como seres humanos nos encanta autoengañarnos para hacernos creer que lo que hacemos es lo correcto todo el tiempo. En este caso, autojustificas los gastos minimizando



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su relevancia o asignando una excusa para que el remordimiento emocional de lo que estás haciendo sea menor. Si anotas los gastos no habrá forma de autoengañarte. •

Ser consciente. Esto queda un tanto implícito en el punto anterior pero quería

remarcarlo. La parte más importante es anotar todo porque te haces consciente de la situación. El ser consciente de lo que sucede te incitará al cambio, incluso a un nivel inconsciente, y generalmente así es cómo vivimos nuestras vidas: inconscientes de lo que sucede. Como desconocemos el impacto real de cada acción que realizamos (por más pequeña que sea) en el día a día, generalmente no hacemos nada al respecto. En el momento en que somos conscientes de lo que sucede y su importancia comenzamos a trabajar por ello. Te pondré dos ejemplos en donde el simple hecho de conocer el impacto real de las acciones impulsó cambios. El primer ejemplo trata de situaciones en las cuales una vez que estás enterado del impacto de tus actos decides tomar una acción consciente. Para que entiendas este punto usaré un reportaje que hizo el periódico New York Times1 a Steve Lochner, quien en 2009 pesaba 152 kg. (337 libras) y que para 2014 bajó a 84 kg. (185 libras). Durante 2015 se ha mantenido en 90 kg. (200 libras) en promedio. ¿Cómo logró ese cambio? Comenzó a anotar y rastrear cada una de las comidas que hacía. Sin importar si era saludable o no, anotaba cada cosa que entraba en su organismo. El simple hecho de ser consciente de lo que comía le dio la información que necesitaba para tomar decisiones. Comenzó a cambiar sus hábitos alimenticios poco a poco. En lugar de comer pizza y hamburguesas comenzó a comer más saludable. Todo esto fue posible porqué sabía lo que representaba cada comida en su peso.

1 Sun, Albert. Diary of a Food Tracker. 2015. New York Times. http://www.nytimes.com/interactive/2015/11/17/health/wiredwell-food-diary-super-tracker.html Consultado: 11 de diciembre de 2015

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Lo mismo sucede en el caso de las finanzas personales. ¿Quieres ver un cambio real en tu bolsillo? Comienza a registrar tus gastos. El segundo ejemplo es todavía más importante ya que refleja el poder real de ser consciente de tus acciones, incluso aunque no tomes alguna acción directa o drástica. Si de todas las herramientas, consejos y sugerencias que voy a poner en el libro tuvieras que elegir sólo uno, te recomendaría que ese fuera anotar tus gastos. Ya te explico por qué. La Universidad de Harvard realizó un estudio2 en el cuál se tomó a un grupo de 84 recamareras (las personas que limpian habitaciones) de siete diferentes hoteles. A cada una de estas mujeres se les tomaron medidas de salud (peso, porcentaje de grasa corporal, presión cardiovascular, etc.) y se dividió el grupo en dos. Al primer grupo se le informó que la labor que desempeñan limpiando las habitaciones tenía muchos beneficios en la salud, incluso entraba bajo las recomendaciones generales de salud para una vida activa. Además, se les dio ejemplos específicos de cómo cada actividad que realizan dentro del trabajo era considerado un ejercicio. Al segundo grupo no se les brindó nada de esta información, pues fue usado como grupo de control. El comportamiento habitual de las mucamas del estudio no cambió, es decir, ellas informaron que sus actividades continuaron como siempre sin tomar acción consciente al respecto. Después de cuatro semanas se tomaron una vez más las medidas y el resultado fue que el grupo al que se le había informado de los beneficios de salud de su trabajo habitual mostró una mejoría en su peso corporal, medidas, presión cardiovascular e índice de masa corporal. Es decir, bajaron de peso y mejoraron su salud siendo únicamente conscientes de la situación sin cambiar nada en su estilo de vida. 2 Crum, Alia J., and Ellen J. Langer. 2007. Mind-set matters: Exercise and the placebo effect. Psychological Science 18, no. 2: 165-171. http://nrs.harvard.edu/urn-3:HUL.InstRepos:3196007 Consultado: 11 de Diciembre del 2015

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El propósito real de la investigación era para medir o saber si verdaderamente existe el reconocido efecto placebo en las personas. Es decir, una vez que estás enterado del posible impacto de algo en tu vida, saber influye sólo por el hecho de estar consciente. Podemos usar esto como un claro ejemplo del impacto que puedes tener con tu dinero si eres consciente de cómo lo estás gastando. Entonces, después de estos dos ejemplos, ¿entiendes por qué debes anotar todo lo que ganas y gastas? Si es así, ahora te explicaré cómo hacerlo.





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Cómo registrar tus gastos Aprendí a andar en bicicleta cuando tenía 24 años. Estaba viviendo en Ciudad de México y tenía como meta personal aprender, así que me lo propuse y lo hice. Lo curioso de esto no es que aprendí a una edad que podría ser considerada “demasiado grande” para andar a bicicleta, sino el saber por qué no había aprendido antes. De pequeño era el menor de todos mis primos y siempre me comparaba o quería ser como ellos. Mi mamá me regaló una bicicleta y, como buena madre, le puso unas rueditas de entrenamiento para evitar que me cayera. Todos mis primos tenían su bicicleta pero ninguno usaba rueditas de entrenamiento, así que en mi afán de parecerme a ellos pedí, quizás con un berrinche, que me quitarán las rueditas de mi bicicleta. Creo que no bastaron más de tres caídas para qué jamás quisiera volverme a subir a una bicicleta. Conforme fui creciendo jamás tuve la necesidad, oportunidad o el deseo de aprender; siempre encontraba alguna excusa para no hacerlo. Lo que a mí me pasó con la bicicleta a ti te puede pasar con el registro de tus gastos. Antes de saber algebra necesitas aprender matemáticas. Antes de querer usar aplicaciones de celular, hojas de cálculo de Excel, programas de computadora e incluso cuadernos de contabilidad, tienes que comenzar con lo básico: generar el hábito de escribirlo todo. Para hacer esto, durante un mes registrarás todos tus gastos en una hoja de papel. No te preocupes si están ordenados, clasificados, o si es en una hoja en blanco, de cuaderno, una libreta o hasta servilletas. Lo importarte es que intentes anotar todos y cada uno de los gastos que tengas durante el mes en el mismo lugar. Todas las herramientas que encontrarás en internet son simplemente eso, herramientas. Si no aprendes a usarlas no servirán de nada. Puede que muchas de ellas tengan funciones o análisis avanzadas que no sabes para qué sirven o cómo interpretarlos. Cuándo las personas no entienden cómo funcionan las cosas, dejan de usarlas. En cambio, si comprendes la base y cómo funciona, en el momento en el que comiences a usar una herramienta más avanzada podrás sacarle muchísimo más provecho, y lo único que hará será facilitarte las cosas.



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Si lo sé, no estoy hablando de física cuántica ni biología molecular sino de algo mucho más sencillo: finanzas personales para viajeros. Pero quiero hacer mucho hincapié en esta parte pues algo tan simple, como anotar constantemente tus gastos, tiene el poder de cambiar tu vida. Esta es la base de todas las finanzas personales. Una vez que tienes la información podrás tomar decisiones, comprender a dónde se está yendo el dinero, en qué estás gastando de más, cuál gasto es más alto de lo que creías, etc. Eventualmente podrás hacer análisis más profundos al respecto y tomar decisiones más avanzadas, pero ese no es el objetivo de este libro. Aquí pretendo ayudarte a tener los fundamentos para construir tu sueño de viajar. Así que comienza por anotar cada centavo que gastas. Si compraste un chicle o una computadora, sin importar el monto, anota ambas.



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Consejos para registrar tus gastos Ahora que has entendido la importancia de registrar los gastos puedes seguir estos consejos para hacerlo; te facilitarán todo el proceso. Elige una hora al día Registrar tus gastos debe de hacerse parte de tu rutina diaria. Debe ser igual que cepillarte los dientes antes de dormir. La forma más sencilla de hacer esto es designando una hora y un lugar para hacerlo. Cada noche antes de dormir vas al baño a cepillarte los dientes. El día que por alguna razón se te olvida te sientes incómodo o mal. Así deberá suceder con tus gastos. Mi consejo es que lo hagas en la mañana al llegar a la oficina. Este momento es ideal pues aún no comienzas de lleno con tus labores y te permite tener mayor flexibilidad. Si no tienes un trabajo de oficina o eres ama de casa puedes hacerlo mientras desayunas. Aprovecha cualquier pequeño momento de soledad para ir recordando y anotando todos los gastos que hiciste el día previo. Lo mejor de las mañanas es que si haces transacciones bancarias por internet podrás hacerlo sin interrupciones y de manera inmediata. El dinero es causante de estrés en muchas personas, entonces ¿qué mejor forma de comenzar tu día sabiendo que estás poniendo al corriente tus finanzas personales? Guarda los recibos Existen dos tipos de personas en el mundo, las que guardan todos y cada uno de los recibos de las cosas que compran y los que no guardan ninguno. El problema es que ambos se encuentran en los extremos. La persona que guarda los recibos probablemente jamás hará nada con ellos y eventualmente tendrá en su cartera un montón de recibos y papeles que no recuerda de qué son, algunos de ellos ya ni siquiera tendrán nada escrito pues la tinta se habrá desvanecido. Y claro, quien jamás los guarda tampoco recordará en qué gastó.



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Es necesario guardar los recibos pero a, menos de que sea una garantía de algo, no tienes por qué guardarlos más de un día. Haces el gasto, guardas el recibo, al día siguiente registras el gasto y en ese momento tiras el recibo. Así de simple. Organiza tus días de pago de servicios Una parte importante de tener un control de tu gasto es tener organizados los días de pago, así podrás estar preparado y anticiparte al gasto. Por lo general las personas pagan el celular el día 2, la electricidad el día 7, la renta el día primero de mes, el banco el día 10, el seguro el día 25, etc.; se tiene un descontrol total de cuándo se tienen que hacer los pagos y eso, además de generar estrés, no te permitirá controlarlos. Toma el teléfono y comienza a llamar a las empresas que te brindan el servicio, es muy sencillo pedir que te cambien los días de pago. Si tu pago del trabajo es quincenal podrás dividir el pago de servicios de acorde a esto. Es muy sencillo y te permitirá incluso registrar anticipadamente el gasto que tienes que hacer, pues ya sabes que cada 1º o 15 de mes tienes que pagar ciertos servicios. Usa tarjetas de crédito y débito Las tarjetas por sí mismas no son malas, pero nuestros hábitos al usarlas pueden serlo, y hasta creemos que la tarjeta o los bancos son los culpables de todas nuestras desgracias financieras. Usar las tarjetas te dará muchos beneficios y te permitirá automatizar tus finanzas (Ya hablaré de la automatización en el siguiente capítulo), pero por el momento aprovecha los sistemas de banca en línea. Ahí podrás ver en tiempo real los gastos que has hecho. Estos sistemas deberían ser un apoyo para tu sistema de registro, no la base de todo. No creas que porque ya se registró en internet ya no tienes que registrarlo por tu cuenta, estás equivocado. Es necesario volver a anotar con puño y letra el gasto que realizaste con la tarjeta. El proceso mental no es el mismo al visualizarlo que al anotarlo. Además, aunque intentes pagar todo con tu tarjeta, habrá gastos pequeños que se tendrán que pagar con efectivo, y te recuerdo que es necesario registrar cada uno de los gastos que hagas, incluso si son centavos. Usa el mismo método siempre



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¿Recuerdas del capítulo anterior cómo se generan los hábitos? Bueno, esto es también un hábito que tendrás que construir, y la forma más sencilla de hacerlo es ser consistente. Al inicio intenta hacerlo de manera simple, usa una pequeña libreta y un lápiz, eso es todo. Entre más sencillo sea, menos trabajo te costará acostumbrarte. Evita registrar algunos gastos en una hoja, otros en tu celular, un cuaderno, un pizarrón y unos cuantos en una servilleta que encontraste por ahí. Lo importante es que estén anotados todos (o al menos la mayoría) en un solo lugar para que puedas ver el panorama completo de la situación. Si no te acostumbras a hacerlo de esta forma y comienzas a anotarlos por todos lados lo único que sucederá es que trabajarás tres veces: primero anotando el gasto, después tratando de recordar y encontrar todos los lugares en dónde lo anotaste y una última vez pasando todos a un solo lugar. Registrar todos tus gastos será difícil al inicio, ahora imagina hacerlo todavía más difícil por tener que trabajar doble. Dejarás de hacerlo antes de que siquiera acabes el mes. Continúa registrando sin importar qué Cuando comiences a registrar tus gastos te encontrarás con dos situaciones que pueden hacer que te detengas. La primera es la más obvia y la más probable: lo olvidarás. Registrar los gastos es un hábito que hay que forjar. Mientras trabajas en ese hábito habrá días en que olvides registrar un gasto o dos, o quizás el día entero. Durante los fines de semana es más probable que esto suceda ya que en la semana tendrás una rutina establecida: despertar, desayunar, ir al trabajo, registrar los gastos, trabajar, regresar a casa y descansar. Los fines de semana no tienes esa rutina; te despiertas más tarde, vas de compras, sales a comer con los amigos, de fiesta en la noche, etc. Si no tienes el hábito de hacerlo lo vas a olvidar. Si esto sucede, no te detengas. No creas que por no anotar un gasto o un día entero arruinarás todo. Lo importante es ser consciente de esos pequeños y grandes gastos que suceden durante el mes. Por una o dos veces que lo olvides no sucederá nada y nadie te va a juzgar por olvidarlo. Intenta recordar, siendo lo más preciso que puedas, en qué gastaste. Si no recuerdas en qué al menos anota el monto. Puede ser algo tan general como “Salida de fin de semana: $500 pesos”. Quizás esos $500 pesos se compongan de $200 pesos de una comida, $50 pesos de un café y $250

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pesos de una camisa. Eventualmente comenzarás a desglosar ese gasto pero por el momento eres consciente de la totalidad de dinero que salió de tu bolsillo ese fin de semana. Si eres de las personas que durante los fines de semana se olvidan de todo y sólo quieren enfocarse en hacer y disfrutar todo lo que no hicieron durante la semana, entonces la forma de controlar un poco tus gastos es separar el dinero que usarás o que piensas usar esos días. Toma un poco de efectivo y ponlo en un sobre o cartera. Eso será el dinero que gastarás. Deja las tarjetas en tu oficina o en algún lugar en donde no puedas acceder a ellas fácilmente. De esta forma no sólo sabrás exactamente cuánto gastaste sino que tendrás un control de ello al no poder gastar de más. No justifiques el traer contigo las tarjetas por si “sucede alguna emergencia”. Honestamente, ¿cuándo fue la última vez que necesitaste sacar dinero para una emergencia? Normalmente las verdaderas emergencias se solucionan con un buen seguro de accidentes o enfermedades. Además, si es una emergencia de verdad tendrás tiempo para solicitar o encontrar la forma de cubrirla. Normalmente las “emergencias” que tengas los fines de semana serán zapatos en oferta o pagar las copas extras de los amigos. Otra ventaja de hacer esto es que podrás gastar sin culpa. Cuando estás en proceso de ahorro y quieres reducir tus gastos, al no tener un control estricto de tus finanzas, cada gasto te hará sentir culpable. “Uy, no me debí haberme gastado esos $50 pesos”. No es necesario sentirte culpable si destinas un dinero libre de culpas. No está mal gastar, es necesario para vivir. Lo que sí está mal es no tener un control de ello y hacerlo sin sentido. Si separas el dinero y sabes que tu presupuesto te permite gastarte $500, $1,000, $2,000 o $5,000 pesos por fin de semana, hazlo sin remordimiento. Si te sobró dinero, tienes dos opciones totalmente válidas: ponerlo en tu ahorro para el viaje o aumentar tu gasto sin culpa del siguiente fin de semana. Si sabes que dentro de dos fines de semana tienes un evento que te hará gastar, es mejor programarte antes, reducir tu gasto los fines de semana anteriores y poder gastar sin culpa el día que llegue el evento. Controlar tu dinero es cuestión de planeación, no es para sentirte culpable de haber gastado en algo que no debías.



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El segundo escenario que te puede pasar cuando comienzas a anotar todos tus gastos es que te darás cuenta de que has gastado mucho más dinero del que ganas y que aún no acaba el mes. Al ver que tu gasto es mayor que tu ingreso podrás entrar en pánico, pensar que estás haciendo algo mal y no querer continuar porque “lo hiciste mal” o “no funciona”. Si haces esto lo único que harás es mentirte a ti mismo y evitar ver la realidad. La idea de este ejercicio es justamente ver la situación en la que te encuentras. Podrás crearte ideas en la cabeza de lo que “crees que gastaste” pero no puedes engañar a los números que están escritos en un papel. La única forma de salir del hoyo en el que caíste es primero saber qué tan profundo es. Al terminar el mes podrás ver el panorama claramente en donde se encuentran esas grandes fugas de dinero, y eventualmente podrás determinar un plan de acción para controlarlas. Nota: La única forma de gastar más de lo que ganas es porque estás usando tus tarjetas de crédito. Si gastas al mes $15,000 pesos pero sólo ganas $10,000, lo más probable es que esos $5,000 faltantes estén en la deuda de tus tarjetas. Recuerda, evita sentirte culpable por gastar de más u olvidar anotar un gasto. Continúa registrando día tras día. Tener el registro de 25 de 30 días del mes es mucho mejor que no tener ninguno.





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Categoriza los gastos Una vez pasado el mes de registrar los gastos, puedes sentarte y comenzar a categorizarlos. Esto te ayudará a entender un poco más tus finanzas. Usa el menor número de categorías posibles, de lo contrario en ocasiones pondrás un gasto en dos categorías diferentes o un gasto bastante alto no parecerá porque está distribuido en dos categorías. Supongamos que te gusta salir a comer con tus amigos, ir por café o algún bar por las noches. Cuando comiences a catalogar tus gastos quizás las salidas a cenar y las copas del bar los pondrás dentro de “Salidas con amigos”, mientras que el café de la tarde con los amigos lo colocas en “Café”, o peor aún en una categoría que llamas “Varios”. Cuándo comiences a analizar los gastos pensarás: “No sé en qué se me va el dinero si sólo me gasto $1,500 al mes en salidas con los amigos y $1,500 en Varios”. Pero si observas bien, tus salidas del mes realmente representan $3,000 pesos. Ahí es a dónde se va tu dinero. Las categorías que te recomiendo para tu presupuesto son: 1. Renta/Hipoteca. Aquí incluirás, como su nombre lo indica, el gasto mensual que hagas por rentar o pagar la hipoteca de tu casa. 2. Servicios del hogar. Electricidad, internet, gas, teléfono, servicio de limpieza, agua, etc. Todos los servicios que necesitas para vivir estarán incluidos aquí. 3. Supermercado. El gasto que tendrás que hacer de compras semanales. También aplica si vas más de una vez a la semana al supermercado. 4. Transporte. Taxis, Uber, gasolina, metro, autobús, etc. Cada gasto que tengas por trasladarte de un lugar otro irá en esta categoría. Para vivir de un modo minimalista no necesitas gastar en nada adicional de lo incluido en las categorías de arriba: Una casa habitable, comida y transporte. Si realmente quieres ser extremista en tu presupuesto, concéntrate en no generar gasto adicional del anterior; pero como no va a ser así, entonces aquí hay otras categorías para los gastos que tendrás durante el mes:



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5. Colegiaturas y membresías. Gimnasio, Crossfit, Pole Dancing, spinning, karate, yoga, meditación, revista de negocios, Netflix, Spotify, clases de francés, clases de pintura, etc. Entiendes la idea, ¿no? 6. Pago de seguros. Este libro no pretende abarcar todos los temas financieros existentes, pero el hacerte de un seguro es un buen consejo financiero, al menos de gastos médicos personales y, si tienes familia, seguro de vida. Si piensas dejar un patrimonio a tus hijos, un seguro de vida es de las mejores inversiones que puedes hacer. En esta categoría pondrás estos gastos. 7. Médico, dentista y/u hospital. Los accidentes y enfermedades son inevitables. Prevenibles pero inevitables. Así que si vas a consultas médicas, compras medicinas y debes hacer pagos de hospital, incluye aquí estos gastos. 8. Ocio y diversión. Una vida plena es aquella que incluye momentos de ocio y diversión. Estos son necesarios para cualquier persona, así que no los evites o te sientas mal si suceden. Sólo ten un control de estos colocando aquí estos gastos. Aquí incluirás cualquier cosa que sea ocio o diversión: renta de películas, salidas al cine, cenar, comer con los amigos, bar, teatro, festivales, conciertos, etc. 9. Varios. Esta categoría se compone principalmente de dos tipos de gastos: los gastos extraordinarios durante el mes que no sabrás en dónde incluir (como comprar una licuadora nueva) y los pequeños gastos recurrentes pero que no tiene caso hacer una categoría para ellos (como un corte de cabello). Los gastos anteriores no son necesariamente obligatorios para vivir pero son gastos que irás teniendo. Sí puedes tener más control sobre ellos, pero si realmente quieres saber a dónde se va tú dinero, entonces crea y controla minuciosamente las siguientes categorías: 10. Pago de tarjetas. Los gastos que incluirás aquí son todos aquellos pagos mensuales que haces a tus tarjetas. Probablemente serán de cosas que compraste hace unos meses a atrás. Importante: Si pagas algo con la tarjeta de crédito no lo incluyas aquí. Ese gasto deberá ir en la categoría correspondiente. Aquí sólo incluirás tu pago mensual que haces a las tarjetas de crédito o departamentales. Es decir, si compras un sillón nuevo, deberá ir registrado en “Varios”, ya que es un gasto extraordinario y no va en pago de tarjetas.



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11. Celular. Me impresiona muchísimo la cantidad de dinero que las personas están dispuestas a gastar, no sólo en su celular nuevo, sino en las mensualidades por tener internet o llamadas. La mayoría de las personas gastan dinero pagando un plan mensual el cual supera por mucho sus necesidades. Anota aquí tu gasto mensual de celular y, cuando veas lo que representa en tu gasto mensual, quizás vayas a querer reevaluar tus opciones. 12. Automóvil. A diferencia de la categoría de transporte, aquí incluirás todos los gastos relacionados por tener un automóvil: refacciones, seguros, impuestos, estacionamientos, multas, etc. Eventualmente te darás cuenta de que, aunque un automóvil brinde comodidad, no siempre es la mejor decisión desde el punto de vista financiero. 13. Café. Esta categoría puede ser llamada café o cualquier otra obsesión que tengas y que represente un gasto considerable en tu presupuesto (podrían ser cigarros o chocolates). En mis finanzas el gasto de café es bastante alto, por lo que tengo que tener un control de éste. Y no me refiero al café que me tomo con amigos, es al café que tomo durante el día. 14. Gastos hormiga. Una coca cola, un chocolate en la tienda de la esquina, un antojo de un helado o cualquier otro gasto que sea menor a $100 pesos deberá ir incluido aquí. Al final de mes te sorprenderá la cantidad de dinero que sea va en cantidades relativamente menores. 15. Compras innecesarias. Esta es la categoría que va a tener más carga emocional, pues entre más alto sea el monto que incluyas aquí será un reflejo directo de tu fuerza de voluntad. Una camisa, un bolso, unos zapatos o ese Playstation nuevo no pueden ir dentro de la categoría de “Varios”. No intentes disfrazar la realidad. Es necesario que todas esas compras estén incluidas en una categoría independiente. Este ejercicio se trata de ver tu realidad y ser honesto contigo mismo. No se trata de justificar tus gastos como algo necesario o que “no volverá a suceder”. Una vez clasificados cada uno de tus gastos del mes, es momento de ver el panorama de tus finanzas. ¿Se ven bien? ¿Ya notaste a dónde se va el dinero? ¿Qué puedes controlar y qué no? Espero que este ejercicio te haya abierto los ojos a la realidad de tus finanzas. A partir de este momento y en los siguientes capítulos, hablaré sobre cómo mejorar tu situación sin importar qué tan mal se vea, lo que te permitirá eventualmente lograr el viaje de tus sueños.



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Reflexión - ¿Quién es el culpable de que no puedas viajar? Continuamente escucho cosas cómo: “La culpa es de los salarios. Son tan bajos que por eso no me alcanza”. “La culpa la tiene el gobierno que no da más apoyos”. “La culpa la tienen los mercados financieros que hacen que las inversiones bajen”. “La culpa la tiene el precio del dólar”. “La culpa la tienen las empresas que pagan muy poco”. “La culpa es del país que está tan mal porque no hay trabajo”. “La culpa es de todo que está tan caro pues ya no me alcanza para vivir”. “La culpa es de las escuelas que tienen las colegiaturas muy altas”. “La culpa es de las compañías de telefonía que ponen los planes tan altos”. “La culpa la tienen los intereses que no me dejan terminar de pagar mi tarjeta.” Es tan sencillo echarle la culpa a alguien más sin ver lo que sucede. La culpa de que no puedas ahorrar o viajar jamás será del gobierno, de las empresas, los mercados financieros, las escuelas, la inflación, etc. La culpa de lo que sucede en tu vida jamás ha sido ni será de alguien externo. Lamento ser yo quién te lo diga pero la culpa de tu situación financiera actual es tuya y de nadie más. En los siguientes capítulos hablaré sobre cómo reducir tu gasto una vez que lo has identificado. Pero en este momento es necesario que te enfoques en ver la situación en la que te encuentras. Cada uno de los gastos que has registrado fueron decisiones que tú tomaste. Nadie te obligó. Si después de haber registrado tus gastos durante un mes, sigues creyendo que tus problemas financieros se deben a alguien más o a alguna situación externa, entonces te pido por favor que no

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sigas leyendo. Incluso te respetaré la garantía de devolución de dinero de este libro. Envíame un correo y de forma sincera dime: “Registré durante un mes cada uno de mis gastos y después de ver en todo lo que he gastado no creo que la culpa sea mía sino de ___________________”. Sin importar el motivo que pongas al final, si realmente crees que no es tu culpa entonces te devolveré tu dinero. No quiero ser una excusa más en la lista de tus problemas financieros y hábitos de gasto. Al contrario, espero que para ahora tus ojos se hayan abierto porque, como lo dije en el capítulo anterior, tú eres el único responsable de tu vida y de tus acciones.





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Herramienta de registro de ingreso y gasto Al momento de comprar tu libro venía incluida una herramienta de registro de ingreso y gastos. Esta herramienta te ayudará a anotar todos los gastos que tienes durante el mes, clasificarlos y, al final, compararlos. Su ventaja es que también podrás incluir tu ingreso. Posteriormente hablaremos de formas de aumentar tu ingreso. Así como es necesario saber cuánto gastas, también es necesario saber cuánto ganas. El panorama completo de tus finanzas personales se compone de ingresos y gastos. Esta herramienta está para ayudarte. La puedes descargar gratuitamente en la misma página en dónde descargaste este libro.



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Capítulo 3 – Reducir tus gastos y eliminar tus deudas Desde que comencé a ahorrar seriamente en 2011 para mi viaje, muchos de mis amigos me catalogaron como codo, avaro, tacaño y cualquier otro adjetivo relacionado con el dinero. Muchos de ellos aún lo siguen haciendo. A partir de este momento, si realmente te comprometes a reducir tus gastos, estarás sometido a una presión social impresionante. Es difícil estar consciente de esto hasta que lo estás viviendo, pero una decisión tan simple como no tomarse otra cerveza, puede catalogarte como el tacaño entre tus amigos. Evita ceder a la presión social. Eventualmente las personas que te catalogarán como alguien “cuidadoso con el dinero” (o peor), serán las mismas que te preguntarán, “¿Cómo logras viajar tanto?”. Cuando les expliques lo que has hecho recibirás la típica respuesta de, “Yo no podría, es que tengo muchos gastos…”. Esa respuesta la he escuchado miles de veces. Es incluso la frase más frecuente que recibo entre las más de 1,500 personas que han respondido mi cuestionario de finanzas personales en la pregunta de “¿Qué te impide viajar?”. El problema de esta respuesta es que lo que realmente limita tu dinero y tus viajes no es que tengas muchos gastos, lo que pasa es que tomas malas decisiones. Tienes un leve o muy serio problema de malas decisiones. En este capítulo abordaré cómo evitar y sustituir esas malas decisiones, de una por una, incluyendo al final el tema de cómo eliminar deudas.



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Reasignar prioridades Antes de continuar con el resto del capítulo me gustaría explicar algo que podría haberte pasado desapercibido. Pese a que el nombre indica lo contrario, este capítulo no trata sobre reducir gastos, trata de reasignar prioridades. La mayoría de los consultores, libros, artículos y expertos en finanzas hablan sobre las diversas formas que existen en reducir tus gastos —incluso mencionaré algunas que podrán sonarte familiares—, pero lo que quiero hacerte entender es que, si buscas reducir gasto sólo porqué sí, entonces estarás destinado al fracaso. Había obviado un poco este tema porque si adquiriste este libro es porque tienes la meta de viajar y quieres cambiar tus finanzas personales para hacerla realidad. Sin embargo, antes de adentrarme de lleno en el tema de reducción de gastos, debes entender que todo lo que haces es meramente reasignar tus prioridades y enfocarlas en viajar. Pero reasignar prioridades no tiene que ser exclusivamente viajar, puede ser que te apasionen muchas otras cosas y no está mal gastar en ellas. Al hacer el ejercicio de anotar todos tus gastos eres consciente de lo que gastas mes a mes. Así podrás empezar a observar qué cosas puedes reasignar y qué cosas pretendes seguir gastando tal cual. No quiero que vivas una vida de austeridad extrema, ya que de limitarte en todo no podrás disfrutar del día a día. Desconozco cuáles son tus prioridades por lo que hablaré de todos los gastos por igual. Toma el consejo que mejor te acomode de acuerdo a tus necesidades, pero al terminar de leer este capítulo quiero que puedas reasignar conscientemente tus gastos. Lo repito una vez más por si no quedó claro: Gastar no está mal. Si eres de las personas que aman salir de fiesta, entonces no dejes de hacerlo, pero hazlo de manera consciente. Reasigna tus prioridades, elimina gastos innecesarios o que no hagan diferencia en tu vida y determina un presupuesto para los gastos que sí harán una diferencia en tu vida, o que te hagan feliz.



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Eventualmente podrás decir que prefieres bajar el gasto de tu celular, eliminar estos gastos hormiga y reasignar ese dinero a tu fondo de viaje. Si te sobra entonces lo asignarás en algo que te gusta mucho, como salir a comer. Es mejor gastar libre de culpa cuando sabes exactamente cuánto dinero puedes gastar. En ocasiones otras personas lo considerarían una tontería, pero como lo tienes controlado no afectará tus finanzas. Para algunos gastar $8,000 pesos o más al mes en salidas a cenar podrá parecer mucho dinero, e incluso estúpido. Pero no dejes que te juzguen. Si ganas bien, pagaste todos los gastos básicos de vivir (renta, servicios, transporte, etc.), no te interesa pagar membresía de un gimnasio o ir a clases de yoga, tu plan de celular es justo el que necesitas, no tomas café ni fumas, depositas el dinero necesario para ahorrar para tu viaje, haces depósitos para el ahorro para tu retiro y el único placer que te das es salir a cenar fuera, entonces hazlo. Reasignaste tus prioridades y puedes gastar el dinero que determinaste para salir a cenar, totalmente libre de culpas. Es tu dinero, tus finanzas y tu vida. Una vez aclarado el punto anterior quedó claro que cada gasto que hagas o dejes de hacer debe ser porque te acercará más a tu meta de viajar. Sin un objetivo claro es fácil perderse y creer que lo que haces no sirve para nada. Si olvidas el propósito pensarás que no funciona, que viajar es imposible y habrás regresado a la situación inicial. Esto es exactamente lo que sucede año con año con tus propósitos de año nuevo.



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La historia de fracaso de todos los años Una vez que ha pasado el 25 de diciembre y se han terminado todas las reuniones con amigos, tienes unos días para reflexionar, no sólo en lo que hiciste o dejaste de hacer en el año, sino en todo lo que te gustaría hacer el año siguiente. Analizas tu situación actual y con gran determinación decides hacer algunos cambios: quieres dejar de fumar, tomar menos alcohol, comer más sano, ir al gimnasio, ser mejor padre o madre, mejor hijo o hija, esposo o esposa. Simplemente decides que el siguiente año será el año de transformación y mejoras. Honestamente considero todos estos propósitos perfectos; necesitamos mejorar constantemente. Pero lamento desilusionarte y decirte de antemano que vas a fracasar rotundamente. Probablemente ya lo has intentado antes pero te rehúsas a creer que esta es la vida que te tocó y que realmente sí puedes cambiar. Todos los fracasos que tienes se deben generalmente a dos situaciones. La primera ya le he abarcado ampliamente a lo largo de los capítulos anteriores, e incluso un poco al inicio de este capítulo, necesitas un propósito específico para hacer las cosas. En esta ocasión es sencillo, ya que si vas a reducir gastos lo harás porque quieres viajar. Pero sin este propósito claro no llegarás muy lejos. Hace unos años un amigo comenzó un régimen de dieta y ejercicio. A él no le importaba reducir una talla o dos de ropa, le daba igual mejorar su calidad de vida o su salud y jamás había ido con un médico o nutriólogo ni tenía pensado hacerlo. La única razón que tenía para hacer dieta y ejercicio era que quería verse bien cuando estuviera desnudo frente a una mujer. Tenía un propósito claro y se tomaba fotografías frente a un espejo de cuerpo completo semana tras semana para ver su avance. Pero tener un propósito claro de por qué haces las cosas es sólo la mitad del trabajo. La mayoría de las veces dejas de lado todo lo que estás haciendo porque simplemente se acabó tu fuerza de voluntad. Es cierto, se puede agotar tu fuerza de voluntad.



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En 1998 un grupo de psicólogos de la Universidad Case Western Reserve en Ohio llevó a cabo un estudio3 para medir algo que se conoce como agotamiento del ego (ego depletion, en inglés). En el estudio se realizaban cuatro pruebas totalmente diferentes pero con un recurso en común: la fuerza de voluntad. En los ejercicios se les pedían cosas como comer rábanos en lugar de galletas de chocolate, dar un discurso favorable sobre un tema del cual no estuvieran de acuerdo, tomar una fuerte decisión personal o realizar una tarea que requiriera de gran control mental. Una vez que realizaban estas actividades se les pedía que intentaran resolver un rompecabezas o acertijo que no tenía solución, con el fin de medir qué tan pronto se daban por vencidos. Los resultados indicaron que las personas que eran sometidas con anterioridad a algún tipo de actividad de toma de decisiones o control de emociones se daban por vencidas mucho más rápido que aquellas que no. Lo cual indica que ambas actividades, aunque no estuvieran directamente relacionadas, hacen uso de un mismo recurso: control personal o fuerza de voluntad. Cada uno de tus propósitos de año nuevo requiere de fuerza de voluntad para llevarse a cabo. Si intentas hacer uso de tu fuerza de voluntad limitada es obvio que te darás por vencido mucho antes de lo que esperas. Una de las cosas que también encontró el estudio fue que la fuerza de voluntad no sólo se agota, sino que se regenera e incluso se puede aumentar. Es como un pequeño músculo que tienes que ir trabajando poco a poco y fortalecerlo. Al inicio te será difícil, y tomar una decisión como comerte una ensalada en lugar de una pizza requerirá muchísima fuerza de voluntad; pero conforme pase el tiempo estas decisiones se harán más sencillas y podrás decidir comer saludable en todo momento. Lo mismo sucede con tus finanzas personales y tu control de gastos. Una vez que has visto la lista enorme de gastos sin sentido que no te permiten ahorrar, no intentes cambiar radicalmente tus hábitos de gasto. Tu fuerza de voluntad no te lo permitirá. 3 Baumeister, R. F.; Bratslavsky, E.; Muraven, M.; Tice, D. M. 1998. "Ego depletion: Is the active self a limited

resource?" (PDF). Journal of Personality and Social Psychology. https://www.psychologytoday.com/files/attachments/584/baumeisteretal1998.pdf Consultado el 21 de diciembre de 2015.



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De hacer esto tus finanzas personales tendrán el mismo destino que tus propósitos de año nuevo a la tercera semana de enero: Se estancarán, dejarás de hacerlo y volverás a gastar como lo habías hecho antes.



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Cómo cambiar tus gastos Cada uno de los gastos en tu lista fueron decisiones que tomaste porque en su momento considerabas eran la mejor opción o te generaron algún tipo de beneficio. Si tienes muchos gastos en salidas los fines de semana es quizás porque disfrutas hacerlo, lo mismo en la ropa que compras, salidas a comer e incluso gastos pequeños que puedes tener (como comprar comida chatarra o café durante el día). Cada gasto tiene la función de satisfacer una necesidad, incluso los que se generaron por impulso. Sería ilógico pedirte que elimines todos los gastos que no sirven de forma inmediata. Pero lo que sí te voy a pedir es que selecciones un gasto de tu lista y trabajes en cambiarlo por un mes. Intentar eliminar cinco gastos que has venido haciendo durante años constantemente sólo hará que agotes tu fuerza de voluntad y que renuncies al propósito antes de lo pensado. Para eliminar el gasto debes elegir uno que sea significativo. Al inicio de estos ejercicios estarás sumamente motivado. Aprovecha esa motivación a tu favor eliminando un gasto que no sólo sea significativo en cantidad, sino emocionalmente. ¿Qué es lo que realmente te costaría dejar y que además te está quitando mucho dinero? Una vez que logres eliminar ese gasto te habrás dado cuenta de que no era tan difícil como pensabas, y podrás continuar. La mejor forma de motivarte para continuar es que cada vez que vayas a realizar el gasto que estás pensando eliminar, separes ese dinero y lo pongas en un lugar especial, ya sea una alcancía, una cuenta bancaría independiente, un sobre, etc. Imaginemos que estás tratando reducir tus gastos de salidas a cenar. Vas al restaurante con tus amigos pero en lugar de ordenar una cena completa sólo pides un café o algo de tomar para acompañarlos. Al final de la noche intenta ver cuánto dinero hubieras pagado por la cena completa y cuánto pagaste por tus bebidas. La diferencia de esto lo pones en una alcancía. Si en lugar de pagar $300 pesos por cenar sólo pagas $100 por la bebida, los $200 van a una alcancía. Pero realmente necesitas hacer este ejercicio, es decir, físicamente tomar los $200 pesos de tu cartera y ponerlos en un lugar aparte.



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En caso de que estés tratando de reducir tu ingesta de café, haz esto cada vez que tengas antojo o que vayas a comprar uno. En lugar de ordenar esa taza, toma el dinero que gastarías normalmente en el café y ponlo en otro lugar. Al finalizar el mes, revisa cuánto dinero hay en esa alcancía, sobre o cuenta de banco. Ese dinero que está ahí es el dinero que pudiste separar y ahorrar. Ver tangiblemente el fruto de tus acciones te dará aún más motivación para seguir adelante. Será dinero que de otra forma no habrías visto o no sabrías siquiera que estabas gastando. Cuando comiences con estos ejercicios te pido por favor que realmente lo sigas al pie de la letra, sobre todo la parte de separar el dinero para poder verlo tangiblemente. Cada cosa que está aquí escrita es para asegurar tu éxito. Podrá ser laborioso o complicado, pero es la única forma de asegurarte de que podrás transformar tus finanzas personales para viajar. Pero, ¿qué sucede si no puedes eliminar el gasto completamente? En ocasiones tienes un apego emocional muy fuerte a ese gasto y eliminarlo por completo sería imposible. Incluso este apego no necesariamente es sobre el objeto en sí, sino en lo que implica comprarlo. Salir a cenar o a tomar un café con los amigos trata menos de la comida o el café y es más sobre reunirte con ellos. Comprar ropa nueva tiene poco que ver con el hecho de tener otra pieza en tu armario sino con el sentimiento de satisfacción de tener poder adquisitivo. En estos casos, si la emoción es muy fuerte, entonces al menos al inicio no la elimines, pero sí sustitúyela por una opción más barata o reduce su frecuencia. No es lo mismo comprar tres blusas al mes que comprar una. No es lo mismo salir a cenar una comida que sólo pedir una copa de tomar. No es lo mismo pedir un capuchino preparado con leche de soya saborizante de vainilla, que sólo pedir un café americano sencillo. No es necesario privarte realmente de todo lo que haces, sólo es cuestión de adaptar esas decisiones a tus prioridades.



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En las secciones siguientes del capítulo hablaré de cómo puedes eliminar, sustituir o disminuir los gastos que tienes. Por el momento lo importante es que selecciones un gasto significativo (económico y emocionalmente) y separes el gasto que hacías en él. Después de un mes de hacer este ejercicio y concentrarte en un sólo gasto estás listo para aumentar un gasto más a la lista. El segundo mes, eliminarás el mismo gasto que venías eliminando el primer mes además del siguiente en la lista en cantidad y carga emocional. El tercer mes eliminarás los dos anteriores y uno adicional. Continuarás haciendo esto de forma indefinida y eventualmente se convertirá en parte de tu naturaleza el saber elegir, eliminar, reducir o sustituir. Serás tan consciente de lo que representa cada gasto que habrás creado un hábito en tu vida. Así es cómo se comienzan a cambiar las finanzas personales de cualquier persona. Un gasto a la vez.



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El poder de la acumulación Podrían parecer poca cosa, pero dejar de gastar $20 pesos diariamente equivale a $140 pesos semanales, $560 mensuales y $6,720 pesos al año (Exactamente $7,300 si multiplicamos $20 por 365). Ese dinero es más que suficiente para pasar una semana de vacaciones casi en cualquier lugar del mundo. Lo que te llevará a viajar son esas pequeñas y continuas decisiones. Para ilustrar mejor mi punto te pondré un ejemplo de lo que es el poder de la acumulación al empezar a eliminar un gasto innecesario a la vez. Supongamos que al mes ganas $16,000 pesos. Este es el nivel promedio de una persona entre 24 y 30 años de edad que terminó estudios universitarios y trabaja para alguna empresa. Si ganas más o menos es irrelevante. Al final puedes realizar este mismo ejercicio para medir qué tanto podrías llegar a ahorrar. Entonces, al final del mes el registro de tus gastos muestra lo siguiente:



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Asumiré que ya eres un adulto independiente —es decir, que no vives todavía con tus padres—, rentas una habitación, los gastos de la casa los compartes, incluyendo el internet y, salvo la renta, lo único que tienes de gasto fijo alto es la mensualidad que estás pagando del automóvil nuevo que sacaste hace unos meses. Haces la compra del supermercado cada semana, vas al gimnasio al salir del trabajo, en las mañanas te compras un café rumbo a la oficina, fumas unas dos cajetillas por semana, sales los fines de semana a cenar y tomas unas cervezas o vas al cine con tus amigos. Ninguno de los anteriores son gastos extraordinarios. Nunca gastas más de lo que ganas ya que cuando vez que el dinero de tu cuenta de débito empieza a escasear comienzas a limitarte y logras llegar justo a fin de mes. Jamás te sobra pero tampoco te falta. Entonces, ¿qué sucedería si comenzarás a cambiar un gasto por mes? Pasarían pequeñas cosas que podrían no representar mucho dinero, pero a la larga suman, y suman mucho. La siguiente tabla te muestra el poder acumulativo de ahorrar en todo un año o de disminuir los gastos en diferentes categorías.

El primer gasto que decides cambiar es el café. Normalmente comprabas un café rumbo al trabajo pero ahora has decidido mejor prepararlo en casa. Has logrado reducir $350 pesos ahora que sólo pagarás por el café molido para tu cafetera. Eso te da un ahorro al año de $4,200. El mes siguiente continúas con tu ahorro del café, pero decides reevaluar tus opciones de planes de celular. No te habías dedicado realmente a ver qué otros planes de renta mensual hay desde que sacaste tu celular hace casi dos años. Descubres que hay un plan más barato que

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prácticamente es igual al que tienes actualmente y pagarás sólo la mitad. Eso te da un ahorro de $2,200 al año. El tercer mes decides ir un poco más allá de los límites de tu comodidad e intentar disminuir el uso del automóvil para no gastar tanto en gasolina. Comienzas a alternar entre usar transporte público y tu propio auto. A pesar de que no lo sustituyes completamente a lo largo del mes, la gasolina te rinde más, por lo que terminas ahorrando $4,000 pesos en los siguientes diez meses. Estás decidido a continuar con el ejercicio de revisar los gastos y comienzas a ser más estricto en lo que gastas. Por lo que, de los $600 pesos que gastabas en tonterías durante el mes, te aseguras de que ahora sólo sean $400. Eso te libera $200 adicionales, y este dinero extra suma la cantidad de $1,800 en 9 meses. Lo más difícil para ti siempre ha sido dejar los compromisos sociales, tienes controlado el gasto pues jamás has gastado más de lo que te propones, pero has decidido ahorrar sólo $50 pesos por fin de semana. Esos $50 pesos representan dos cervezas menos para tomar o intentar reducir la cuenta del restaurante, lo cual parece bastante factible. En lugar de gastar $600, separas $550 y los colocas en un sobre para las salidas del fin de semana. Los otros $50 los guardas en un lugar aparte. Esto te da, tras ocho meses, otros $1,600 adicionales para tu viaje. Después de varios meses de hacer el ejercicio habrás notado que realmente no es nada extraordinario ni que tienes que limitarte al extremo, por lo que el último gasto que decides reducir tiene un doble beneficio, decides hacerlo por tu salud y por tu ahorro: intentarás fumar menos. Sabes que no puedes dejarlo por completo, así que sólo decides bajar la frecuencia con la que fumas. Comienzas a ahorrar otros $200 pesos adicionales cada mes, y al final de los siete meses tienes $1,400. Ya pasaron doce meses desde que decidiste comenzar con la reducción de tus gastos y estos seis gastos representan al final un ahorro de $15,200 pesos. Salvo por algunas cosas realmente no has cambiado mucho tu estilo de vida. Sólo te hiciste consciente de lo que gastabas y has comenzado a controlarlo.



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Ahora viene la mejor parte, ¿sabes qué puedes hacer con esos $15,200? Bueno, si ya hiciste tu presupuesto, puede ser el gasto de tu próximo viaje a Europa. En mi caso ese dinero fue lo suficiente para viajar y vivir durante un mes en algunas partes del mundo. Lo he comprobado, pues personalmente registro con pesos y centavos cada gasto que tengo. Por ejemplo, viajando por todo Vietnam gasté $14,638 durante un mes. En India gasté $30,304 durante dos meses ($15,152 por mes). Filipinas fue un poco más caro, con $18,555 por 27 días. Así como el control que haces día a día de tu gasto, lo mismo hago en cada lugar al que viajo. Llevo un control estricto de mis finanzas y los hábitos de ahorro y asigno prioridades de gastos que sigo aplicando aún en el camino. Quizás eso $20 pesos podrán parecer pocos, pero ahorrar ese dinero de forma constante durante un año, año y medio, dos o tres años, te darán el ahorro que necesitas para viajar a cualquier parte del mundo.



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Consejos para reducir gastos específicos Con tu registro de gastos listo y categorizado es momento de comenzar a reducirlos. Para ello aquí te dejo una serie de posibles ajustes, sustituciones o diminuciones en cada una de las categorías previas. 1.

Renta/Hipoteca. Este quizás sea el gasto más difícil de reducir, ya que una casa es reflejo de una decisión principalmente emocional. Desafortunadamente las emociones no siempre tienen la razón. Las casas no siempre son buenas inversiones. Pueden perder valor con el tiempo, son difíciles de vender en casos de emergencia, traen gastos que no tenías contemplados y, con todo esto, aún son consideradas falsamente como una opción para tener algo “seguro”. Pero aquí no me adentraré en el tema de si es buena idea comprar una casa o no (Para eso escribí un artículo detallado al respecto que puedes leer aquí). Pero si los gastos que tienes de renta o hipoteca te están carcomiendo las finanzas, entonces debes de ser totalmente honesto contigo mismo y darte cuenta de que quizás donde vives no sea la mejor opción. Este es un proceso complicado porque no es lo mismo pensar, “Gasto mucho en refrescos, tendré que dejarlos”, a decir “La casa en donde vivo es muy cara, tendré que mudarme”. Aún y cuando tu casa sobrepase tu nivel de vida no querrás ver la verdad y pensarás que en un futuro estará bien, pues te subirán de sueldo o podrás hacer sacrificios. El problema con este pensamiento a futuro es que lo único que va a ocasionar es que te llevará a un desastre financiero descontrolado. No tiene nada de malo vivir en una casa más austera y de menor tamaño, ni con compartir con otras personas un departamento, o incluso regresar a casa de tus padres mientras solucionas tus problemas financieros. Muchas personas verán esto como un retroceso, pero es todo lo contrario, es un paso muy grande en el reconocimiento del problema que tienes y que ahora estás haciendo algo por arreglar. Si estás rentando una casa analiza: •

¿Te puedes mudar a un lugar más barato? Aunque tengas que pagar la mudanza la diferencia de ahorro anual debe ser mayor. Supongamos que el costo de la mudanza es de $4,000 pesos. Si te mudas a una casa en donde al año pagas



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$500 pesos mensuales menos, esos serían $6,000 pesos de ahorro. Esto quiere decir que recuperaste tu inversión inicial y aun así ganaste dinero. Financieramente es una buena opción. •

¿Puedes negociar con tu casero para pagar meses por adelantado con descuento? Si tienes el dinero disponible entonces quizás puedas negociar algún descuento al pagar 3, 6, 9 o 12 meses por adelantado.



Si estás rentando todo el departamento para ti solo, tal vez podrías rentar alguna habitación para reducir el costo de la renta y además compartir servicios.

Si estas pagando una hipoteca analiza: •

La primera opción que debes de considerar es similar a la anterior; a lo mejor podrías rentar alguna habitación.



Si tus pagos de hipoteca son altos y mes tras mes encuentras difícil cubrirlos, entonces busca la forma de reducir su monto. Normalmente la recomendación que doy para hipotecas y deudas es reducir plazos. Pero en esta ocasión no. Si ya tienes una soga al cuello lo que debes de hacer, antes que nada, es encontrar la forma de aflojarla un poco para que te dé más espacio para respirar. Si tienes un poco de dinero ahorrado úsalo para pagar capital y reducir la mensualidad. Quizás logres reducir poco, unos $300 pesos del pago mensual, pero esa pequeña reducción ayuda muchísimo, sobre todo a largo plazo. (Revisa la parte anterior del capítulo sobre el poder de la acumulación) Si logras rentar alguna habitación de tu casa, usa ese dinero para hacer pagos adicionales a capital. No lo uses para otra cosa, ni para pagar otras deudas. El dinero de la renta debe ser exclusivamente para ayudarte a pagar la casa. Si cubres otros gastos no trabajarás en reducirlos, ya que pensarás que “te sobra un poco de dinero” o “tienes dinero adicional”.



Por último, considera la opción de mudarte a un lugar más barato. Hay quienes abren y cierran negocios porque no fueron redituables. No entiendo por qué las personas que compran una casa no hacen algo similar cuando las cosas se ponen mal. No tiene nada de malo vender tu casa, repagar tu



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deuda y replantar tus opciones. Es una decisión más sana para tus finanzas pues no tienes la presión mensual de tener que pagar la hipoteca. Como lo comenté al inicio, esta es quizás la parte más difícil de reducir del gasto ya que las personas tienen un apego emocional muy fuerte a su casa y evitarán hacer lo posible para no dejarla. Que no te suceda. Si no quieres vender tu casa pues sigues considerando que es una opción, entonces puedes mudarte a un lugar más barato y rentar la casa entera. El pago que recibes de renta deberá de cubrir la hipoteca y esto te permitirá poder encontrar un lugar más adecuado para tus finanzas. Esto suena bien, pero no es tan sencillo ya que es un cambio de perspectiva: antes vivías en una casa de dos plantas, cuatro habitaciones, patio trasero y jardín, y ahora quizás tengas que vivir en un departamento de dos habitaciones sin patio ni jardín. Notarás que no necesitas más que este espacio, pero el cambio de una casa a un departamento se sentirá como un retroceso, cuando ya quedamos que es justo lo contrario. 2.

Servicios del hogar. En esta sección se encuentran todos esos gastos en servicios que tendrás dentro de tu casa. Cosas como: electricidad, internet, gas, teléfono, servicio de limpieza, agua, etc. En este punto puedes ser tan extremista como lo desees, aunque personalmente intentaba ser cuidadoso. Cuando vives solo comienzas a notar cómo cosas tan sencillas —como revisar que estén las luces apagadas cuando no se utilizan— pueden sumar dinero. He conocido personas que se han ido al extremo —como intentar soportar lo más posible el frío o el calor intenso— con fin de ahorrar unos pocos pesos. Personalmente lo veo innecesario. Es bueno ser consciente del impacto que tiene tu gasto en servicios, pero tampoco es necesario sufrir en un lugar que en teoría debería ser el más cómodo de todos, tu hogar. Mientras el costo de los servicios vaya acorde con el uso que les das, creo que es un buen estándar. Por el contrario, si puedes eliminar servicios que pagas y no usas (probablemente el teléfono fijo de casa, que rara vez se usa y sólo lo tienes ahí para casos de “emergencia”), estarás gastando dinero que podrías usar para tu viaje. Lo mismo sucede con la televisión por cable. Con las nuevas tecnologías puedes prescindir de tener unos 500 canales disponibles de los cuales sólo ves dos y para el resto de películas o series usas servicios como Netflix.



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3.

Supermercado. El exceso en gasto en los supermercados se debe principalmente a dos cuestiones. La primera son los antojos. Estos se vuelven cada vez más fuertes cuando tienes hambre, así que no está de más recordarte que jamás debes ir al supermercado con hambre. La segunda, y quizás la más importante de todas, es ser totalmente honesto con lo que vas a cocinar. Si tienes la costumbre de cenar todos los días un sándwich porque es fácil y rápido de preparar, no cambiarás ese hábito ni comenzarás a cocinar algo más complicado como unas pechugas de pollo. Evita caer en las tentaciones del tipo, “Si compro estos ingredientes podría prepararme esta receta que vi”; “Debería comenzar a comer otras cosas, voy a comprar esto para alternar”. Lo único que provocan estos pensamientos es que termines con cosas que no usarás y eventualmente se desperdicien. Una vez que has logrado sobrepasar el tema de los antojos, la forma más sencilla de reducir el gasto en el supermercado es cambiar las marcas que compras. No es necesario que cambies todos tus hábitos de consumo, sólo tienes que cambiar algunas por marcas un poco más económicas. Esto aplica tanto en productos como en tiendas. Cuando viví en la Ciudad de México muy cerca de mi departamento se encontraba un supermercado el cual estaba enfocado a una demográfica de mercado alta; sin embargo, a una parada de transporte público había otro más barato, en donde podía encontrar exactamente los mismos productos y marcas que los que encontraba en el primero, pero más baratos. Esos quince minutos más de trayecto me ahorraban en ocasiones hasta $200 pesos en el total de la compra semanal. Esos son $800 pesos de ahorro al mes, $9,600 al año.

4.

Transporte. Debo de reconocer que este apartado quizás no sea tan sencillo como parezca, pues desafortunadamente el transporte público en la mayoría de las ciudades de México no se encuentra tan bien desarrollado. Optar por sustituir el automóvil por transporte público no es tan sencillo para muchas personas. En caso de que así sea, ¿has considerado la opción de usar bicicleta o caminar? No sólo te ayudará a trasladarte, sino que mejoraría tu salud. Lo sé, para muchos esta opción es impensable, pero lo es porque quizás no le has dado una oportunidad. Además, cada excusa que estás pensando en este momento para no



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hacer un cambio en tu forma de trasladarte probablemente sean solo ideas. Son tú “yo” interno luchando contra el cambio. Usar bicicleta o caminar no necesita ser algo de todos los días, pero es algo que podrías aplicar en distancias cortas para reducir tu uso del automóvil. He conocido personas que usan el automóvil para ir a la tienda de la esquina. Pero aquí te pongo otras opciones para reducir el costo del transporte, asumiendo que tienes automóvil: •

Comparte la ruta. Si conoces a alguien que hace la misma ruta que tú, ya sea para llevar a sus hijos a la escuela o al trabajo, podrías optar por alternar días o semanas.



Planea la ruta del día. Si tu trabajo involucra estar todo el día de arriba a abajo en la calle, quizás valga la pena tomarse unos minutos en la mañana para planear la lista de cosas por hacer y la forma más eficiente de trasladarse entre esos puntos. Evitarás dar vueltas innecesarias o traslados largos.



Mantén tu automóvil al día. Las personas que evitan ir al mecánico para revisar su automóvil y hacerle una afinación están incurriendo directamente en un gasto más alto de combustible. Cosas tan simples como tener las llantas propiamente infladas harán que tu coche consuma menos gasolina.



Evita los autolavados. ¿Qué tanto son $50 o $100 pesos para que alguien lave tu coche? Bueno, creo que no está de más volver a hacer el ejercicio de cuánto dinero puedes ahorrar al año si lo lavas tú.



Maneja tranquilo. Cosas como manejar rápido pueden costarte días de viaje en una playa de Filipinas. Evita acelerar innecesariamente y maneja tranquilo. Cada vez que presionas el acelerador al fondo imagina cómo tu cuenta de ahorros va disminuyendo.



Reevalúa tu seguro. ¿Cuándo fue la última vez que comparaste tu seguro y lo que pagas por él? Revisa otras opciones. Al igual que el seguro de gastos médicos, puedes pedir que te respeten la antigüedad. En caso de jamás haber tenido un accidente puedes trasladar los beneficios de esto a tu nueva compañía, o negociar con la actual algo más barato.



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Piensa bien antes de comprar. Si estás a punto de comprar un automóvil piensa detenidamente si realmente es el auto que necesitas y, sobre todo, si realmente necesitas comprar un auto nuevo recién sacado de agencia. El coche, como las casas, son símbolos de estatus social, y a las personas les gusta presumir “lo bien que les va”. Necesitas un auto para trasladarte y nada más. Es mejor presumir las fotos de tu viaje y las experiencias que viviste en otro país que el último modelo que compraste.



Considera el arrendamiento. Similar al punto anterior, si estás considerando cambiar de auto o comprar uno nuevo, evalúa la opción de arrendar. Puede que tu pago mensual, el cual lleva incluido seguro, sea menor. Al final de tu contrato no tendrás que quedarte con el auto y podrás decidir sacar uno diferente.

5.

Colegiaturas y membresías. En esta sección abarco todos esos pagos mensuales o anuales que haces a servicios o empresas como el gimnasio, revistas, entretenimiento, clases de idiomas, etc. Ahora, el consejo que te daré será totalmente lo opuesto a lo que podrías considerar que tiene sentido. Con el registro de tus gastos revisa el número de pagos mensuales o anuales en forma de membresías que realizas. Ahora piensa, ¿cuántas veces haces uso de esa membresía? Realmente en la mayoría de los casos aprovecharás muy pocas veces lo que pagas. Te pondré dos ejemplos: Supongamos que un gimnasio tiene dos opciones de membresías: una mensual de $600 y otra de $40 al día. En el supuesto de que eres muy deportista y vas de lunes a viernes, la membresía mensual te conviene, ya que en lugar de pagar $800 pesos ($40 pesos por cada uno de los 20 días que vas) estás pagando $200 pesos menos; pero, si eres algo inconsistente o sólo vas tres veces a la semana, quizás te convenga pagar por día ya que pagarías únicamente $480 pesos (Tres días por semana son 12 días al mes; 12*$40 = $480). El problema más frecuente aquí es que si te preguntara cuántas veces al mes fuiste al gimnasio responderías que en promedio fuiste unas tres o cuatro veces por semana. Estoy casi seguro de que si comparara tu respuesta con los registros de asistencia de tu gimnasio realmente sería menos. Quizás una semana fuiste todos los días y la siguiente ninguna, pero como fuiste una semana entera eso te hará creer que vas más veces de



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las que realmente fuiste. Tendemos a olvidar los errores. ¿Recuerdas la importancia de anotar todo? El segundo ejemplo sería en el supuesto de que pagaras una membresía anual de algo, por ejemplo una revista. Cada ejemplar de la revista, la cual tiene un tiraje mensual, tiene un costo de $60 pesos. Pero tienen una oferta, y si pagas una anualidad de $600 pesos recibirás los 12 ejemplares en tu casa a lo largo del año. Una vez más, ¿realmente lees las revistas cada mes? Quizás lo hagas porque ya están ahí en tu casa pero si no fuera así, ¿comprarías cada una para leerla? Las membresías mensuales o anuales únicamente hacen sentido cuando el uso que le das es tan alto que pagarlo por evento sería más caro. Es decir, en lugar de pagar por día de gimnasio mejor pagar la mensualidad, ya que asistirás toda la semana. El problema de lo anterior reside en que nos cuesta mucho trabajo comprometernos y ser constantes con algo. Nos dejamos llevar porque lógicamente hace sentido recibir “un ahorro” en una mensualidad en vez de los pagos por evento. Pero no porque algo tenga sentido quiere decir que sea lo mejor. Mi sugerencia sería entonces, en lugar de tener membresías mensuales o anuales, cancelar todas y sólo pagar por evento/unidad. El tener que pagar por clase, por revista, por renta de película, etc., te traerá dos beneficios, el primero es que no subutilizarás las cosas, es decir, pagarás realmente por algo que sí vas a utilizar y quieres. Es fácil llenarse de cosas que no usamos o necesitamos, sólo basta con darle una mirada a tu armario y ver el montón de ropa que compraste creyendo que las utilizarías mucho; lo mismo sucede con las membresías. El segundo beneficio es que podrás llevar un registro más exacto de estos gastos. Si únicamente pagas una vez al año o al mes es fácil olvidar que estás pagando por ello. Ser consciente de tu gasto hará que inmediatamente comiences a disminuir su frecuencia o usar lo que realmente consideres necesario —es decir, únicamente pagarás por las cosas que realmente tienen valor para ti—. No se trata de eliminar y privarte de todas las membresías en actividades o servicios. Continúa disfrutando tu vida normal pero sé consciente de qué es en lo que gastas y reasigna las prioridades de lo que no lo sea en tu cuenta de ahorros para tu viaje. 6.

Pago de seguros. Este libro no pretende abarcar todo los temas financieros existentes pero es buena idea tener contratados seguros, al menos de gastos médicos personales



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y, si tienes familia, un seguro de vida. Si piensas dejar un patrimonio a tus hijos, un seguro de vida es de las mejores inversiones que puedes hacer. Ahora bien, revisa tus pólizas de seguros para saber exactamente qué es lo que te están cobrando y lo que no. Si piensas cambiarte de compañía de seguros porque te ofrecen mejores beneficios a menor precio, no olvides negociar que te transfieran la antigüedad, especialmente en el caso de seguro de gastos médicos, ya que algunos tratamientos tienen tiempo de espera. En el caso de automóvil, si no has tenido ningún accidente puedes negociar algún tipo de reducción en tu prima por ser de bajo riesgo. La mejor forma de mantener bajo el costo de tus seguros es revisar año con año las condiciones y costo de las pólizas. Sus políticas cambian sin avisarte o con un aviso que fácilmente pasa desapercibido en donde te pueden incrementar sustancialmente el costo. 7.

Médico, dentista y/u hospital. Soy de las personas que jamás escatima en temas de salud y la única forma realmente de reducir o prevenir este gasto es tener un seguro de gastos médicos de cualquier tipo. Eventualmente tendrás un accidente o te enfermarás, es inevitable; así que es mejor estar bien preparado para cuando algo suceda.

8.

Ocio y diversión. El salir de fiesta, ir a conciertos, convivir con amigos, etc., puede ser visto por muchos como un gasto excesivo. Escucharás constantemente comentarios como, “Me gasté más dinero del que debía ayer en el bar”. El problema es justamente eso, no es una cuestión de prohibición y limitación, es sólo de control. Al inicio del capítulo mencionaba cómo todo el tema del gasto trata sobre reasignar prioridades. Salir de fiesta no es una prioridad pues es de las que, una vez hecho el gasto, te da más “resaca financiera”, es decir, te sientes emocionalmente más afectado por haberlo hecho. En vez de vivir esta resaca financiera cada fin de semana, mejor planea con tiempo y asigna un presupuesto a tus salidas. Esto hará que tengas un mejor control y no te sientas mal. Debes llevar el control exacto de tus finanzas para saber cuánto dinero te puedes gastar. Para muchos podrá parecer exagerado pero no dejes que te afecten sus comentarios y gasta lo que creas sea conveniente. Por el otro lado, si realmente quieres vivir una vida de gasto minimalista, incluso en el tema del ocio y diversión,



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entonces lo mejor que puedes hacer es seguir aquellos típicos consejos financieros que encontrarás en cualquier página web sobre el tema. Pero ahora, para ahorrarte hacer la búsqueda en internet aquí te los pongo: •

Cena y toma antes de salir. El “precopeo” —tomar unos tragos antes de salir de fiesta— ya se ha vuelto una costumbre estándar de los jóvenes en la mayoría de los países, y la verdad es que es uno de los mejores consejos que te ayudarán a gastar menos cuando sales, sobre todo si tu plan es olvidar quién eres para la mitad de la noche. En cuestión de la cena, si te invitan tus amigos a cenar puedes comer antes en casa y únicamente ordenar algo de beber en el restaurante. De esta forma podrás aún convivir con todos sin tener que darle un golpe fuerte a tu ahorro.



Prepara algo para el regreso. Es curioso cómo uno puede seguir uno de los principales consejos de ahorro con el precopeo pero olvidan el preparar algo para cuando se regresa de la fiesta. Si de antemano sabes que algo delicioso te está esperando en casa, listo para cuando llegues del bar, eso evitará que te tengas que parar en el primer puesto de comida callejera que veas en la madrugada.



Evita el “Yo pago esta ronda”. Sé qué quizás este consejo no te hará de muchos amigos, pero si tienes un grupo grande, te salvará de gastar más dinero del que tenías pensado. Generalmente el pago de rondas es inequitativo, es decir, siempre alguien saldrá perdiendo y normalmente pagarás cosas que no tenías pensadas consumir. Mejor evítalo y controla tu propio consumo.



Olvida las tarjetas en casa. En verdad, sal únicamente con el efectivo que gastarás y nada más. Te aseguro que no las vas a necesitar.



Cambia el bar por tu casa. Después del consejo de cenar antes de salir, este el otro consejo que escucharás más. Pero es cierto, si lo que te interesa es convivir con tus amigos, bien puedes hacerlo en tu casa y que cada quien traiga sus bebidas.



Cambiar las salidas a cenar por cocinar en casa. Este es útil para parejas. En lugar de planear una salida romántica a algún lugar mejor busquen la forma de



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cocinar algo juntos. Recuerden que la palabra mágica para que sea divertido y autentico es que tienen que cocinarlo juntos. •

Pídelo para llevar. Si realmente quieres disfrutar la cocina de un restaurante entonces este punto te servirá de dos formas. La primera es que estando en el restaurante es sencillo que ordenemos más de lo que teníamos pensado — “¿Quién quiere postre?”—, si lo pides para llevar evitas que esto suceda pues te limitas a lo que ordenaste desde un inicio. Además, dependiendo del país, te ahorras la propina.



Revisa Groupon. Personalmente he encontrado muy buenas ofertas de restaurantes y bares, los cuales han ayudado a mi bolsillo en más de una vez.



Ten un fondo de ahorro para conciertos y funciones de teatro. Si eres de las personas que “tiene” que ir a todos los conciertos o a la mayoría de los espectáculos de sus artistas favoritos entonces, en lugar de que te tomen por sorpresa estos gastos, ten un fondo constante para conciertos. Si eres consciente de que al año vas por lo menos a tres conciertos, al tener un fondo especial para este gasto no tendrás que recortar tus gastos ni ponerlos en la tarjeta de crédito para poder pagarlo.

9.

Varios. Hablaré a detalle de esto dentro de este capítulo en la sección de Cómo ahorrar para imprevistos.

10.

Pago de tarjetas. Hablaré a detalle de esto dentro de este mismo capítulo, en la sección de Eliminando tus deudas.

11.

Celular. Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado que más es mejor. “Si me dan más llamadas por sólo un poco más de dinero, es mejor”. Las empresas lo saben y crean toda la mercadotecnia para ofrecerte más beneficios al menor precio o a un precio competitivo. Cuando terminas aceptando estos incrementos en beneficios por un precio relativamente más alto el resultado eventual es que tienes cosas que no aprovechas ni usas todos sus beneficios. El ejemplo más claro es el celular. Probablemente tengas un plan mensual de llamadas. Estos planes te ofrecen varios beneficios en llamadas, mensajes y uso de datos para internet, pero lo más probable es que estés pagando algo que no usas. La mayor parte del tiempo estás conectado a una red WiFi, por lo que los datos no son tan necesarios.



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Si prefieres tener datos entonces ya no necesitas tener mensajes o llamadas, pues la mayoría de las personas también tienen datos y pueden usar cualquier aplicación de mensajería para hacer una videollamada o audioconferencia. Revisa a detalle qué beneficios usas y cuánto estás pagando. Una vez que ya seas consciente de exactamente cuántas llamadas, mensajes y datos consumas al mes, investiga si no hay otro plan u otra compañía que te ofrezca exactamente eso a un precio menor. La mayoría de los planes de renta mensual cobran una penalización si se cancela el plan antes de finalizar el periodo del contrato. Si este es tu caso, entonces el ahorro que debes de tener por cambiarte de compañía debe de ser mayor que la penalización. 12.

Café. Esta categoría la denominé así debido a mi obsesión con esta bebida, pero lo tuyo pueden ser los refrescos, cigarros, chocolates, etc.; cualquier cosa que sea un gasto habitual en tu día a día que pueda representar un gasto considerable. Difícilmente podrás eliminar el gasto de una obsesión como ésta, pero sí puedes reducir su frecuencia o su forma. En el caso del café, yo me preparo todo el café en casa, o si no, opto por los lugares baratos. Si voy a tomar un café de calidad lo haré en mi casa a mi gusto. El resto es sólo por tomar café. Si esta categoría no es tan sencilla de sustituir, como lo sería el café, entonces busca la forma de limitarte en su frecuencia y crea un horario estricto de consumo. En lugar de dejar que tus antojos determinen cuándo vas a consumir tu próximo cigarro, chocolate o refresco, es mejor que tengas una hora específica para hacerlo, así no sólo programas el gasto, también lo limitas. Intenta apegarte dentro de lo posible a este horario. Por último, una vez que te has apegado a este horario, intenta comprar las cosas al mayoreo pues te ayudará a reducir el costo. Te recuerdo que no se trata de eliminar cosas ni vivir una vida minimalista; se trata de llevar el mismo nivel de vida pero programando el gasto en antojos o estos placeres de la vida.

13.

Gastos hormiga. Como mencioné previamente, los gastos hormiga son pequeños gastos que realizas que son menores de $100 pesos. Podrá parecer insignificante, pero eventualmente se vuelve una cantidad grandes. La mejor, y quizás la única forma, de eliminar estos gastos hormiga es identificándolos. Antes de llevar tu registro de gasto probablemente no sabes en qué se te va el dinero, o sabes que tienes muchos gastos hormiga pero crees que son muy diferentes como



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para identificarlos. Usualmente no resulta ser cierto. Una vez que hayas registrado tus gastos mes a mes notarás que incluso los gastos hormiga son muy similares. Eso hace muy sencillo eliminarlos. Por ejemplo, uno de los gastos hormiga podría ser que cada mañana al salir de casa te detienes en una tienda para comprar un chocolate, dulce, chicle, etc. Para prevenir este gasto mejor sal de casa ya con algo que lo sustituya. Lo mismo puede suceder durante el día. Dependiendo de tu rutina los gastos hormiga se transforman también en parte de ella. Entonces puedes hacer pequeñas acciones que evitarán que estos siquiera sucedan. Lo más probable es que desde el momento en que terminaste tu registro mensual de gastos fue tanta tu impresión de cuánto dinero se te iba en esta categoría que hará que tengas más cuidado. Con tus recordatorios constantes de ahorro y prioridad de viajar, cualquier gasto hormiga pierde su encanto cuando eres consciente de que ese dinero puede ser tu boleto de entrada para un castillo en Europa o para tu cena en algún restaurante a la orilla del mar. 14.

Compras innecesarias. Esta categoría es muy importante pues es quizás la que te afecte más directamente de manera emocional. Cada compra que hay en esta categoría se debe principalmente a dos factores. El primero son las compras de impulso. Te emocionas tanto de ver un producto nuevo que sin pensarlo dos veces lo compras. Así fue como gasté mucho dinero. Veía algo en internet o en una tienda y sin pensarlo dos veces ya lo había ordenado. Para evitar estas compras lo que hacía era primero respirar. Suena absurdo pero es cierto; respirar profundamente ayuda a calmarte, lo cual permite que pase la euforia momentánea y probablemente tu necesidad de comprar ese producto también habrá pasado. Algo que también me ayudó muchísimo a evitar las compras de impulso fue ponerlas en una lista de “cosas por comprar”. La lista actúa sólo como un amortiguador. Es decir, evitaba que comprará inmediatamente con la idea de que después podré comprarlo. Semanas después reviso la lista y me doy cuenta de que las cosas que parecían novedosas e increíbles ya no lo son tanto. Las cosas que aún tienen un efecto emocional en mí son porque realmente las necesito o quiero. No está mal gastar en cosas que después de un tiempo aún deseas, ya que son cosas que realmente vas a apreciar, usar y cuidar. No es algo que se quedará arrumbado o



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guardado al final del closet. Será algo que te traerá una satisfacción grande obtenerlo. Entonces, si puedes comprarlas en ese momento, hazlo. Si no tienes el dinero para comprarlo entonces intenta ahorrar o sustituir una prioridad hasta que la obtengas. No estoy diciendo que aunque el sentimiento aún permanezca tengas que comprarlo con deuda, no. Intenta reunir el dinero aunque te tome tiempo. Si lo has reunido después de unas semanas y aún lo quieres comprar entonces hazlo; de lo contrario deposita ese dinero en tu cuenta de ahorro para tu viaje. El segundo factor que hace de esta categoría un alto gasto es porque quizás seas adicto a gastar. Las compras traen satisfacción. El efecto se desvanece inmediatamente pero aun así es lo suficientemente grande como para que las personas sigan cayendo en este comportamiento. Si identificas que las compras innecesarias de tu lista caen en momentos en donde te sentías solo, triste o aburrido, entonces quizás tengas una pequeña adicción a gastar. Lo ideal sería que intentes descubrir qué cosas te hacen feliz y hacer eso en vez de comprar. Cosas tan simples como llamar a un amigo o familiar, comer una fruta, salir a dar un paseo, ver una película, ver un álbum de fotografías, etc., son suficientes para elevar el estado de ánimo y evitar caer en la necesidad de comprar. Lo importante es intentar sustituir el impulso de gastar momentáneo por esas actividades que te animarán. Si consideras que tu problema es más serio entonces te sugiero que consultes ayuda profesional. Intenté abarcar todos los posibles gastos que pudieras tener mes a mes y cómo lidiar con ellos, espero te hayan servido de ayuda. Como ya lo habrás notado, el gestionar los gastos de un presupuesto de finanzas personales se trata únicamente en priorizar. No está mal gastar si conscientemente sabes en qué gastas y cómo repercute eso en tu viaje. Después de haber leído esta sección quizás te sientas tentado a intentar más de un cambio en tus hábitos de consumo. No lo hagas. Detente ahora mismo si tienes esa idea. Recuerda, elige únicamente un gasto y enfócate en él por un mes, olvida el resto.



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Cómo ahorrar para imprevistos Cuando pregunto cuál es el mayor obstáculo que la gente tiene para no ahorrar, muchos mencionan que tienen varios gastos, y cuándo les pido me den un poco más de detalles al respecto, dicen: —Como tengo un presupuesto mensual muy limitado o no me alcanza el mes, cualquier imprevisto hace que tenga que endeudarme y termine pagando esa deuda por meses. Y es cierto. Un imprevisto, por más pequeño que sea, puede desajustar tus finanzas por meses. Pero lo curioso de los imprevistos es que pese a que su nombre indica que son cosas que no pudimos prever o prevenir, son exactamente todo lo contrario. Incluso los imprevistos son predecibles pero nos olvidamos de ellos. Los imprevistos son cosas que sucederán por el simple hecho de existir. Si tienes auto eventualmente chocarás, te multarán, se descompondrá, alguna llanta se ponchará, etc. O, ¿realmente pensaste que no tendrías que llevar tu auto al servicio cada año? Te vas a enfermar de algo en algún momento del año, tenlo por seguro. Incluso, dependiendo de la ciudad en donde vivas, puedes tener la mala suerte de ser víctima de un asalto o robo a tu casa. De todos estos imprevistos que mencioné habrán algunos que sean realmente impredecibles — como un asalto—, pero hay otros que realmente no lo son tanto. Por ejemplo, supongamos que por tu forma de conducir te multan un par de veces al año. Por su baja frecuencia considerarás que son un imprevisto, pero deja de ser un evento aleatorio cuando este se repite año con año. Entonces, si eres consciente de que existe el gran riesgo que te multen, ¿por qué no ahorras un poco para cuando eso suceda? Crea algo que se llame Fondo de imprevistos. Recuerda el poder que existe en la acumulación. Supongamos que cada día depositas en este fondo de imprevistos $5 pesos. Al cabo de un año tendrás $1,825 pesos, lo cual es suficiente para pagar una llanta desinflada, una multa por exceso de velocidad o algo que pudiera realmente afectar tus finanzas.



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Pero tal vez eres de esas personas propensas a los accidentes o al riesgo, es decir, descuidada. Primero que nada, no te sientas mal; es totalmente normal ser despistado. Pero no debes dejar que esta situación sea la que dicte el control de tus finanzas. En este caso, en lugar de depositar $5 pesos en tu fondo de imprevistos, deposita unos $10, $15 o hasta $20 dependiendo de tu historial de accidentes. Las personas que constantemente sufren de accidentes o pierden cosas por ser despistadas se sienten mal consigo mismas y continuamente se hacen el propósito de cambiar. Creo que después del tercer o cuarto intento de cambiar sin éxito ya debiste haberte dado cuenta de que no iba a suceder. Entonces, ¿por qué continúas haciendo lo mismo? Acepta la realidad. Ten un plan de contingencia para cuando algún accidente suceda debido a tu situación. Te dará mayor paz mental en vez de estar en estrés constante. Esas personas que están del otro lado y que no son tan despistadas quizás jamás lleguen a perder una llave o tener un accidente de ese estilo, pero eso no los hace menos propensos a otros riesgos. No porque jamás te haya sucedido quiere decir que no te vaya a suceder. Existen miles de cosas que se salen de tu control y eventualmente te sucederá algo, sin importar cuán cuidadoso hayas sido. Planea para ese momento. Así que ya lo sabes, no porque sea algo que sucede un par de veces al año quiere decir que no puedas planear para ello. Un evento que sucede de manera impredecible en una única ocasión puede tener la capacidad de arruinar tus finanzas —en eso se basa la industria aseguradora—. Tú estarás haciendo lo mismo a una escala menor.



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Qué hacer cuando tienes otro tipo de ahorros En este punto del libro creo que ya te debió haber quedado más que claro cuál es la forma de gestionar tus finanzas. Si no es así lo repetiré una vez más y lo seguiré haciendo hasta que la idea quede grabada en tu cabeza. No es malo gastar, es necesario. Puedes gastar en cosas que te gusten como salir a cenar, comprarte ropa o, el propósito de este libro, viajar. Lo importante de unas finanzas personales sanas es priorizar el gasto dependiendo de tus preferencias. Esta priorización hará que comiences a separar el gasto para diferentes cosas. Cuando sabes exactamente cuánto gastas al mes, al momento que llega tu quincena o recibes un poco de dinero lo separarás en diferentes cuentas: el ahorro para tu viaje, el gasto de la renta, el gasto de las membresías, e incluso el gasto que harás en salir de fiesta. Comienza por separar el dinero de las cosas que importan pero no olvides tu futuro. No hablaré a detalle del tema del ahorro para el futuro, pues no es ese el objetivo, pero es importante que lo consideres. Lo ideal sería que consideres tu ingreso mensual después de haber separado el dinero para tu ahorro. Es decir, aunque en tu recibo de nómina diga que recibiste o te depositaron $16,000 pesos —por decir un número—, mentalmente debes saber que no es cierto, realmente te depositaron $14,400, el 10% menos. El 10% debe ser el MÍNIMO de ahorro que debes de separar para tu futuro. A todos nos llegará un momento en el que no podremos trabajar y los sistemas de pensiones de hoy en día no están hechos para mantener a una población que cada vez vive más años. Antes el sistema de pensiones sólo se preocupaba por mantener a personas que vivían hasta los 75 años en promedio, hoy la esperanza de vida se extiende más allá de los 80 y se seguirá extendiendo, lo cual puede convertirse en un problema muy serio si no planeas bien desde ahora. La próxima vez que hagas el recuento de “¿Cuánto dinero tienes para gastar al mes?” acostúmbrate a que tendrás 10% menos.



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Sé que esto no puede parecer mucho, pero para eso será el siguiente capítulo: cómo aumentar tu ingreso. De momento quería hacer este pequeño paréntesis ya que me da pie para explicarte la parte más importante de todas las finanzas personales.



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Blindar tus ahorros, el poder de la automatización Haré una confesión. El eslogan de este libro es que te hará viajar a cualquier parte del mundo en un año, eso es cierto, pero no es algo sostenible a largo plazo. Toda la información que has leído y que leerás es como una dieta, te pondrá en forma y quizás te ayude a mejorar tus hábitos alimenticios pero, como es algo que requiere determinación y constancia, lo más probable es que después de tu primer viaje regreses a tus antiguos hábitos; que los cambios que has realizado fallen y pierdas tus hábitos nuevos. No te preocupes, no todo es tan malo como suena y tiene una solución. Después de un año de registrar constantemente tus gastos, de ser consciente de a dónde se te va el dinero, y de priorizar las cosas, habrás desarrollado un hábito. Pero incluso ese hábito puede fallar a largo plazo. No es sencillo mantener la costumbre de registrar todo, y mucho menos de priorizar. Esta parte del libro es la clave para convertir todo eso que vas a trabajar durante el próximo año en algo duradero y a prueba de fallos. Así como el comer saludable y hacer ejercicio debe ser un hábito que se mantenga a través del tiempo, lo mismo debe ser el tener unas finanzas personales sanas. No puedes ponerte a “dieta económica” cada vez que las cosas se salen de control o quieres viajar. Es mejor diseñar tu vida para que siempre funcione de esta forma. Pero cuando hablamos de hacer algo de por vida suena bastante abrumador. Imagina tener que prepararte tu café todos los días por el resto de tu vida por ahorrar unos pesos. Durante un año o dos hace sentido, ya que usarás ese dinero para un viaje, pero por el resto de tu vida puede llegar a ser ilógico. Entonces para transformar estos hábitos en algo duradero debes de automatizar el ahorro. Gasta en lo que amas y elimina lo que no. Después de un año o más de tener un registro y priorizar tus gastos debes de tener una idea muy clara de qué es lo que amas y cuánto gastas en ello. Has logrado eliminar casi por totalidad el resto



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de los gastos innecesarios, por ende ya conoces exactamente cuánto vas a gastar en cada cosa mes tras mes. Ahora es momento de hacerlo sin siquiera pensar en ello. Puedes programar en tu cuenta de banco transferencias automáticas de tu cuenta en donde recibes tu pago de nómina hacia tu cuenta de ahorro u otras cuentas bancarias. Supongamos que el día primero de cada mes recibes tu pago quincenal. De ese 100% ya sabes que el 10% se va automáticamente a tu cuenta de ahorro para el retiro. Una vez que se ha separado este dinero entonces puedes también programar que otro 20% se vaya a tu cuenta de viajes; 10% a tu cuenta de ocio y diversión; 5% a tu cuenta de imprevistos; 5% a tu cuenta de café, cigarros o a cualquier otro vicio que hayas designado; y el restante 55% a tu cuenta de gasto mensual. Tú asignas los porcentajes que desees basado en tus prioridades de gasto. En los bancos de México, en contraste con los bancos de otros países, no se pueden crear ‘subcuentas’ de ahorro, es decir, tener una cuenta de débito en la cual puedas tener cuentas dependientes de ella. Pero lo que sí puedes hacer, y es lo que yo hago, es tener cuentas de débito en otros bancos. En la Ley de las Instituciones de Crédito de México, en su artículo 48 Bis 24, se menciona claramente que todos los bancos deben de tener una cuenta de débito gratuita, conocida como producto básico. Esta cuenta quizás no te permita tener acceso a tu banca por internet o hacer transferencias electrónicas pero sí te permite recibir depósitos de otro banco y tener una tarjeta de débito para poder retirar dinero o pagar con ella. Así que puedes tener un producto básico (cuenta de débito) de Banamex —por ejemplo— para pagar tus salidas de los fines de semana. Cada mes depositarás lo que gastarás en esta tarjeta y lo usarás sin remordimiento al ir a cenar o irte de fiesta.

4 Artículo 48 Bis de Ley de Instituciones de Crédito. Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

http://www.cnbv.gob.mx/Normatividad/Ley%20de%20Instituciones%20de%20Cr%C3%A9dito.pdf. Consultado el 27 de diciembre del 2015.



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En caso del ahorro, puedes definir cuentas de inversión o fondos de inversión y renombrarlos como tú desees, puede ser “Ahorro para el viaje”, “Imprevistos”, etc. Hablaré más a detalle de los fondos de inversión en el siguiente capítulo. Lo importante de este punto es que todo quede automatizado, así no tendrás excusa para fallar. Mes a mes harás crecer tu ahorro para el retiro, tu cuenta de viajes y tu gasto de salidas, y el restante lo usarás para pagar la renta o la hipoteca (incluso puede automatizarse este pago). Todo esto es posible únicamente cuando ya tienes el hábito de registrar y priorizar. Ya que has automatizado tu ahorro y el pago de deudas, no tendrás que preocuparte de tus finanzas personales nunca más. Tus decisiones de gasto serán más sencillas pues ya sabrás cuánto dinero hay disponible y, mejor aún, habrás asignado un monto para poder gastar sin culpas. Ahorrar $20 pesos diarios de “Café” te hará viajar un año, pero automatizar tu ahorro de viajes te hará viajar cada año por el resto de tu vida. Este es el verdadero secreto de las finanzas personales de cualquier persona: identifica el gasto, asigna prioridades —gasta en lo que amas y elimina lo que no—, y automatiza el sistema para que funcione el resto de tu vida.



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Elimina tus deudas Psicología de las deudas y el uso de tarjetas Este no sería un buen libro de Cómo ahorrar para un viaje si te incitara a hacer un viaje cuando te estás ahogando en deudas, así que hablaré sobre cómo eliminarlas. Lo primero que debes de hacer es reconocer el problema, por más pequeño que sea. Sé que suena obvio, pero si has llegado a este punto del libro y viajar aún no se ha convertido en tu prioridad entonces difícilmente podrás avanzar. ¿Por qué mencionó viajar como una prioridad? Porque sin un objetivo claro para tu dinero es muy fácil gastar en cosas sin importancia o que no te harán tan feliz; no has priorizado tus gastos. Para bajar de peso, dejar de fumar, eliminar deudas o cualquier otro vicio que tengas y que desees cambiar, necesitas primero reconocer y aceptar la situación. En este punto no se vale decir, “No estoy tan mal, puedo pagar las deudas sin problema.” Esto es similar a decir, “Sólo fumo y tomo en las fiestas o con amigos”. Una deuda, sin importar el tamaño que sea, es un problema que se puede salir de control sin que te des cuenta, y trae consigo problemas muy serios. En esta ocasión, a diferencia de la introducción del libro, no estoy siendo extremista. Es verdad. El primer mito que debes de eliminar de tu cabeza es la idea de que algunos expertos de finanzas e instituciones bancarias te han vendido: “Las tarjetas de crédito, si se usan bien, son una excelente forma de adquirir bienes que de otra forma no serían posibles”. Esto es FALSO. Si no tienes la capacidad financiera de comprar esos bienes en el momento con efectivo, entonces no los compres. Eso es sólo un reflejo de una mala decisión personal de querer llevar un estilo de vida que no te corresponde. Esto aplica incluso para tu nuevo auto, casa o cualquier electrodoméstico que hayas comprado a “meses sin intereses” (de esos hablaré más en un momento).



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Cualquier deuda personal, sin importar qué tan grande o pequeña, es mala. Sé que muchos no compartirán mi opinión en este punto, pero es una realidad. No es malo comprar cosas, sobre todo cuando hay nuevas tecnologías tan tentadoras y disponibles. Si tu prioridad es adquirir constantemente el teléfono celular de último modelo, la nueva consola de videojuegos o el gadget del momento, entonces prioriza tu gasto y ahorra para eso. Es cierto, no podrás adquirirlo en el momento, pero cuando puedas adquirirlo quizás te convenga adquirir la nueva versión. La compra de objetos que no sean de necesidad básica es sólo un reflejo de nuestro ego. La mayoría de las veces compramos cosas para sentirnos bien. De forma inconsciente queremos probarle a los demás y a nosotros mismos que estamos creciendo profesionalmente, que tenemos un buen nivel económico, que somos exitosos y que por eso tenemos la capacidad de adquirir objetos materiales que no cualquiera puede. Tenemos la falsa noción de que el éxito nos traerá felicidad. La forma más tangible y sencilla de obtener el éxito momentáneo, y con ello felicidad, es a través de comprar algo nuevo. Desafortunadamente esta satisfacción es extremadamente fugaz. Las ciencias económicas y psicológicas han hecho estudios detallados sobre el tema. En economía hay algo que se conoce como la paradoja de Easterlin desarrollada por el economista Richard Easterlin. Anterior al desarrollo de esta paradoja, la teoría económica en su especialización de economía de la felicidad —Sí, hay una especialización en economía que estudia la relación de la economía con la psicología de las personas, entre ellas su felicidad— y afirmaba que entre mayor ingreso mayor felicidad. Era una relación lineal. Sin embargo, Easterlin realizó un estudio5 en donde confirmaba hasta cierto punto esta teoría, pero con una gran excepción: La felicidad aumenta con el ingreso, pero a largo plazo llega a un nivel en donde deja de aumentar. Más ingreso no necesariamente se traduce en mayor felicidad.

5 Easterlin, A. Richard.1974. Does Economic Growth Improve the Human Lot? Some Empirical Evidence. In Paul A. David and Melvin W. Reder, eds., Nations and Households in Economic Growth: Essays in Honor of Moses Abramovitz, New York: Academic Press, Inc.pdf. http://graphics8.nytimes.com/images/2008/04/16/business/Easterlin1974.pdf Consultado 28 de diciembre de 2014.



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En 2015 un par de psicólogos jugaron con esta teoría y quisieron averiguar qué era lo que afectaba la felicidad y el ingreso. En el estudio realizado6 descubrieron que las cosas materiales no traen felicidad, sino las experiencias. Aquellas vivencias que tengan un impacto significativo en tu vida, las cuales puedas recordar a través de los años te traerán una felicidad a largo plazo. Son las experiencias las que te permiten conectarte con las personas, ya que es más probable que tengas una conversación amena con alguien que viajó también a París que con alguien que también compró una televisión de 42 pulgadas. Entonces, ¿te interesa seguir comprando cosas o invirtiendo en experiencias? Aclarado el punto anterior, no creas que siempre es malo contraer una deuda o usar tarjetas de crédito. Una deuda únicamente debe adquirirse cuando el dinero obtenido del préstamo se va a usar para invertir en algo que te traiga más riqueza. El ejemplo más sencillo sería el de una empresa que necesita comprar maquinaria para aumentar la producción. Salvo por esas excepciones no es bueno adquirir un préstamo. ¿Por qué deberías de pagar intereses por algo que pierde valor a través de los años, como por ejemplo un auto nuevo? Estás perdiendo dinero dos veces: primero en la depreciación, pues ese auto sólo valdrá menos, y segundo, en los intereses que pagarás. Al final es dinero que no recuperarás. Por otro lado, las tarjetas de crédito tampoco son malas, siempre y cuando pagues su totalidad mes a mes. La mayoría de las tarjetas de crédito traen beneficios adicionales con sus programas de lealtad por el simple hecho de usarlas. Algunas de ellas se enfocan específicamente en viajes. Puedes obtener noches de hotel, boletos de avión, renta de autos y mucho más sólo con usarlas. Usa tus tarjetas de crédito para obtener estos beneficios pero liquida tu deuda al mes. Si haces esto saber qué banco tiene la mejor tasa de interés se vuelve irrelevante y sólo deberás enfocarte en averiguar qué banco te da más beneficios por usar su tarjeta. 6

Gilovich, T. & Kumar, A. (2015). We’ll always have Paris: The hedonic payoff from experiential and material investments. In M. Zanna

and J. Olson (Eds.), Advances in Experimental Social Psychology, Vol. 51 (pp. 147-187). New York: Elsevier http://www.kumaramit.com/s/Gilovich-Kumar-in-press-Always-Have-Paris-Advances.pdf Consultado: 28 de diciembre de 2015.



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Eliminar deudas La única forma de eliminar cualquier deuda es siendo honesto contigo mismo y comprometerte a hacerlo. Aquí te describo los pasos que te ayudarán a eliminar tus deudas de una vez por todas: 1.

Sé honesto y anota todas tus deudas. Al igual que tu ejercicio de anotar tus gastos mensuales, debes hacer lo mismo con tus deudas. Haz una lista de todas las deudas que tengas. Incluye las deudas de los bancos, tarjetas departamentales, pagos de hipoteca, pagos del auto, absolutamente todas. Anota el monto total de deuda que tienes en cada una, el pago mínimo mensual que realizas y la tasa de interés que te cobran. (Siendo teóricamente estrictos deberías de anotar también el costo anual total, pero con la tasa de interés es más que suficiente).

2.

Reacomoda tus prioridades. Si has hecho el ejercicio de enlistar tus gastos constantemente serás consciente en tu gasto diario del dinero sobrante; el cual debería ir exclusivamente a eliminar deudas. En este momento todo el dinero que logres no gastar en cosas innecesarias deberá enfocarse en su totalidad a pagar las deudas. Olvida por un tiempo tu viaje. Eliminar tus deudas te traerá una tranquilidad mental tan grande que podrás posteriormente enfocarte en otras cosas. Intentar ahorrar para un viaje y eliminar las deudas es una presión enorme, similar a intentar dejar de fumar mientras comienzas a ir al gimnasio. Tu fuerza de voluntad no es suficiente para hacer ambas al mismo tiempo.

3.

Con tu lista en mano, ¿con cuál deuda deberías comenzar? Hay dos formas de hacer esto, cada una tiene sus pros y sus contras así que elige la que más te convenga. a. Menor monto. Si eliges pagar la deuda en la que debes menos dinero podrás terminar antes de pagarla, lo que te ayudará muchísimo en tu autoestima pues verás tangiblemente la victoria de haber eliminado una deuda. La desventaja de hacer esto es que quizás no sea la deuda más barata y los intereses de las otras deudas sean mayores y podrán incrementar el resto de tus deudas. b. Mayor interés. Paga primero la tarjeta o deuda de mayor interés y hará que el costo total de tu deuda sea menor. Puede que esto te lleve más tiempo, dependiendo de cuánto dinero puedas eliminar de tus gastos diarios para saldar tu deuda.



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4.



Ya que has elegido alguno de los dos métodos, debes de pagar la mayor cantidad posible de dinero a esa deuda. Mientras, del resto de las deudas, debes pagar el mínimo. No dejes de pagar ninguna deuda pues eso hará que incurras en penalizaciones y termines pagando, además de los intereses, varias multas. Sé lo más estricto posible con tu gasto. Cualquier dinero adicional que puedas usar para pagar tus deudas será un gran beneficio a futuro.

5.

Una vez que hayas eliminado la primera deuda de tu elección, ya sea la de mayor interés o menor monto, usa todo ese dinero para pagar la segunda deuda de tu lista. No porque te sobre dinero de la deuda significa que puedes disminuir el esfuerzo y pagar menos en la segunda. Al contrario, es justo en este momento cuando debes celebrar la victoria pero mantener el esfuerzo.

6.

Continúa así hasta que hayas logrado pagar la mayor parte de tus deudas. Esto incluye la deuda que tengas de tu auto. La única deuda que te es permitido de cierta forma dejar es la de la hipoteca de tu casa, en caso de que tengas una.



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Consejos adicionales para eliminar tus deudas Además de los pasos anteriores, también es importante que consideres estos consejos: 1.

Esconde, congela, rompe o pon en hielo tus tarjetas. Debes de detener la hemorragia antes de que querer curar la herida. Si te cuesta mucho controlar tu gasto entonces rompe tus tarjetas para que no puedas usarlas. El argumento de tenerlas “Sólo en caso de emergencias” no es válido porque si revisas tus estados de cuenta mensuales seguramente habrás notado que lo único que aparece en ellos son gastos innecesarios y ninguna emergencia. Eso de congelar tus tarjetas es literal: Ponlas en una bolsa de plástico dentro de un vaso con agua en el congelador. No es broma.

2.

No uses tus ahorros. Usar tus ahorros para eliminar tus deudas es similar a comer solamente ensaladas una semana para bajar de peso. Podrá funcionar, pero en el momento en el que regreses a tus hábitos normales subirás igual o más peso. Es tentador usar tus ahorros pero no lo hagas. Es necesario que te esfuerces lo más posible para reducir todos esos gastos. Estás construyendo hábitos que te cambiarán la vida y esos sólo se construyen con el trabajo constante del día a día.

3.

Negocia la tasa de interés. Los bancos tienen un departamento que se especializa en cobranza. Puedes hablar con ellos para congelar tu deuda, pedir una tasa de interés menor y trabajar en un plan de pagos que te permita eliminar tu deuda lo antes posible. Para hacer esto posible el banco necesita ver que realmente existe un riesgo de que no les pagues. Si aun así no quieren aceptar esta opción, puedes mencionar la posibilidad de que vas a transferir tu deuda a otro banco con menor interés y cancelarás tu cuenta. Si piensas usar este argumento en tu negociación al menos investiga previamente qué opciones tienes y qué tasa de interés puedes obtener en otros bancos. Lo cual me lleva al siguiente punto.

4.

Transfiere tu deuda a un banco con menor interés. Los bancos obtienen su dinero de dos formas: comisiones e intereses. Cualquier banco aceptará con gusto la deuda que tengas de otro banco ya que ellos podrán cobrar intereses sobre esto. Por lo tanto, ningún banco quiere que un cliente transfiera su deuda porque es dinero que perderán.



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5.



Cambia de auto. Si el problema de deudas proviene de tu auto nuevo, entonces quizás deberías considerar seriamente la opción de venderlo y de, ser posible, repagar el crédito de alguna otra deuda. Compra un auto usado que se ajuste a tu presupuesto y necesidades. La sensación de estar detrás del volante de un auto nuevo no compensa el estrés y ansiedad ocasionada por entrar en una espiral de deudas sin control.

6.

Vende algo. Las deudas son como piedras amarradas a tus piernas mientras estás intentando nadar, poco a poco te irán hundiendo. Pero si ya estás debajo del agua y batallas para respirar, entonces necesitas cortar de emergencia una o dos de estas piedras. La forma más rápida es vendiendo algo para obtener algo de dinero extra. Hablaré más sobre esto en el capítulo siguiente, pero si tu problema es serio entonces vende una televisión, tu reloj, el celular, etc. Cualquier ingreso adicional, por pequeño que sea, que vaya directamente a disminuir tus deudas te dejará sacar la cabeza del agua para respirar un poco y empezar a poner orden la situación.





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Reflexión final- Estar encerrado en una cueva Me gustaría terminar esta guía con una alegoría usada por Platón en el libro La República para representar el estado del hombre y su relación con el conocimiento. Todo esta guía está centrado en una simple verdad: viajar es alcanzable para cualquier persona que se lo proponga. Una vez que descubres que eres capaz de lograrlo entonces comenzarás a ver el mundo de forma diferente y aprenderás que todo está a tu alcance. Pero para llegar a este punto es necesario dar el primer paso. La metáfora toma lugar en una caverna, de ahí su nombre, en donde se encuentra un grupo de prisioneros que ha estado en ese lugar toda su vida. Están sujetos de cuello y piernas, lo que les impide moverse y son forzados a ver siempre hacia el mismo lugar en la pared. Detrás de ellos se encuentra un muro. Detrás del muro hay un pasillo con una hoguera y al final del pasillo está la entrada a la caverna. La hoguera refleja en la pared todo tipo de sombras extrañas creadas por las personas que caminan por el pasillo y la entrada de la caverna. Los prisioneros no saben qué es lo que crea estas sombras pues no pueden voltear la cabeza y, de hacerlo, verían un muro que les imposibilita ver lo que hay detrás de él. Al no saber qué es lo que acontece, los prisioneros aceptan como verdad todo lo que ven y escuchan. Esa es la realidad a la que están sometidos. Desconocer lo que crea esas sombras hace que sus ideas, pensamientos, comportamientos, conversaciones y sueños giren en torno a ellas. Un día uno de los prisioneros fue liberado de sus cadenas y lo llevaron detrás del muro. Pudo ver la hoguera y todos los objetos que creaban las sombras. Se le presentó una nueva realidad, comprendió un poco más su entorno y lo que lo componía. Pero no fue suficiente, fue forzado a caminar por el largo y empinado pasillo hacia la salida, en donde la luz del sol lo cegó en un inicio. Allá afuera pudo ver cómo el mundo era iluminado por el sol. Pudo ver montañas, lagos, árboles, el cielo, nubes, animales, etc. Era tal su asombro que decidió regresar e intentar liberar a sus compañeros.



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Cómo ahorrar para tu viaje



Pero, ¿cómo explicas lo que jamás has visto? ¿Cómo describirías el sol a alguien que ni siquiera ha visto la luz? Sobre todo, ¿cómo le haces entender a alguien que lo que ha visto toda su vida es tan sólo una sombra creada por un pequeño fuego, y que eso es una fracción de algo mucho más grande? El prisionero lo intentó. Al inicio se rieron de él. Lo tacharon de loco y después, en su insistencia, sus compañeros se pusieron agresivos. Ellos no querían ser liberados. Con los viajes sucede lo mismo. Una vez que dejes tus cadenas y realices tu primer viaje, te darás cuenta que lo que habías creído toda tu vida son sólo sombras de una hoguera. Pero hay más que ver y hacer. Esta guía te dará las herramientas para liberarte de las cadenas, pero dependerá de ti levantarte y ver qué hay detrás del muro. Cuando estés viendo la hoguera espero que decidas subir hacia la salida de la caverna. No será sencillo, es un camino largo y empinado. Al salir la luz te cegará y todo lo que habías creído era una realidad verás que no son más que sombras. Ya no podrás regresar a estar encerrado e intentarás hablar de ello con más personas, pero sólo encontrarás resistencia. Cada persona tiene que liberarse de sus cadenas y aprender a ver la luz por sí misma. Tú lo has hecho o estás por hacerlo. Al inicio será terrorífico, te sentirás vulnerable, la luz te cegará y no sabrás qué sucede, pero es sólo parte del proceso que te permitirá ver el mundo fuera de la caverna. Ya que estés ahí, nos veremos en el camino. Alejandro N



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