COMPORTAMIENTOS DE MASAS Y MODELOS DE CIUDADANO

COMPORTAMIENTOS DE MASAS Y MODELOS DE CIUDADANO Giacomo Sani Universidad de Pavía Los estudios sobre actitudes de masas y sobre el comportamiento ele

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COMPORTAMIENTOS DE MASAS Y MODELOS DE CIUDADANO Giacomo Sani Universidad de Pavía

Los estudios sobre actitudes de masas y sobre el comportamiento electoral representan desde hace muchos años un filón bastante nutrido de investigaciones, en el cual se han introducido una variedad de nuevos conceptos y métodos cada vez más sofisticados. No obstante los esfuerzos que se han realizado en muchos países, hay muchos aspectos del fenómeno sobre los cuales nuestros conocimientos son todavía limitados e imprecisos. Sucede a menudo que frente a los resultados de una elección particular nuestros datos y nuestros instrumentos conceptuales y metodológicos no están en condiciones de aportar explicaciones satisfactorias. En otras circunstancias sucede, por el contrario, que el mismo fenómeno se interpreta por parte de los observadores y estudiosos de forma muy distinta, con el resultado de que surgen dudas acerca de la validez de las interpretaciones avanzadas. Se podrá objetar que el cuadro pintado es demasiado pesimista. Después de todo, en años recientes las encuestas demoscópicas han permitido anticipar de manera razonablemente precisa los resultados de diversas elecciones. Sin embargo, es posible acercarse considerablemente al éxito. Pero la precisión de los sondeos —por otra parte no sin alguna equivocación sonada— no puede considerarse como una demostración convincente de nuestras capacidades interpretativas. Una forma es anticipar sobre la base de indicadores que la experiencia ha demostrado que son eficaces instrumentos de proyección y otra forma es explicar, es decir, comprender cuáles son los factores relevantes y cómo se interrelacionan entre ellos. Desde este punto de vista me parece que puede afirmarse que los progresos han resultado un tanto modestos. En este escrito me propongo, en primer lugar, resumir las diversas razones que están en la base de este estado de cosas y después sugerir que una parte de nuestras dificultades está vinculada a la existencia de Revista del Centro de Estudios Constitucionales Núm. 13. Septiembre-diciembre 1992

\2.1

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concepciones diversas del actor político de masas, concepciones que se aplican indistintamente a todos los ciudadanos. La argumentación se acompaña de los análisis de datos bastante recientes relativos a España e Italia, que lleva a la propuesta de una tipología de los electores que refleja la diversidad de sus relaciones con el mundo de la política. I. DIFICULTADES EN EL ANÁLISIS DE LOS COMPORTAMIENTOS DE MASAS ¿Qué explica el hecho de que nuestros modelos interpretativos de voto y, más en general, de las actitudes y comportamientos de masas, sean incapaces de aportar explicaciones teóricamente plausibles y empíricamente confirmables? A mi juicio, los motivos son múltiples, algunos afectan a la naturaleza misma del fenómeno, mientras que otros afectan más estrechamente a aproximaciones más comúnmente adoptadas y a los datos utilizados en los análisis. Sobre todo es necesario hacer cuentas de los diversos significados que se atribuyen a los resultados de una elección dada. Puede darse que la ambigüedad y la incomparabilidad de los modelos dependa precisamente de la óptica en la cual se sitúa. En algunos casos a lo que se da relieve es al significado sistémico del resultado, a la inñucncia del voto sobre las relaciones de fuerza entre los diversos grupos políticos, que puede comportar una alternancia en el poder o un cambio en la fórmula de coalición. Desde un segundo punto de vista el significado de una confrontación electoral puede investigarse en la relación entre algunos factores (sociales, económicos, políticos) y la distribución de los sufragios entre los diversos partidos. No hay que olvidar, por último, que hay también una dimensión objetiva, la del significado (o mejor de la multiplicidad de significados) que los actores de masas pueden atribuir a su comportamiento en el momento de votar. Desembrollar y tener separados estos tres niveles de significado es una operación que no siempre se consigue. Existen, en segundo lugar, las dificultades derivadas de la sobreposición de efectos de factores que despliegan su influencia en tiempos diversos. Algunos de éstos (ámbitos subculturales, estratificación social, identificaciones partidistas, etc.) son factores a largo plazo con efectos continuados en el tiempo aunque no necesariamente con igual intensidad. Otros, sin embargo, son factores coyunturales vinculados a elementos específicos de una elección particular como el clima político del momento, el cuadro internacional, la marcha de la economía, la presencia de issues particulares, y así sucesivamente. Si la identificación de dos órdenes de factores es de por sí difícil, aún más difícil es la tarea de establecer el peso y de comprender cómo los factores estructurales (o remotos) interactúan con los coyunturales. ¿Cómo incide sobre el resultado electoral una coyuntura económica negativa en un contexto político en el cual el cleavage de clase está fuertemente enraizado? 128

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¿Qué efectos puede tener en una sociedad lacerada por una profunda fractura laico-religiosa la explosión del problema de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas? ¿Cómo interactúan una estructura de comunicación y un clima político de alta polarización? Todos son difíciles interrogantes, pero cruciales desde el punto de vista de la interpretación de los comportamientos electorales. Con todo, los datos de los que normalmente disponemos resultan inadecuados para la tarea. Los datos más fiables, esto es, las estadísticas electorales, permiten describir también minuciosamente los resultados de una elección en las diversas zonas geográficas y efectuar confrontaciones temporales. Pero los datos agregados no permiten estudiar directamente los comportamientos individuales y ponerlos en relación con las características sociodemográficas y políticas de los particulares o de estudiar las elecciones efectuadas en dos elecciones distintas. Naturalmente, si se conocen la composición socioprofesional en una cierta unidad (secciones electorales, municipios, etc.) y la distribución en éstas de los sufragios para los diversos grupos políticos es posible poner en relación dos fenómenos. Pero se trata de resultados que valen a nivel de la unidad considerada y que no permiten inferencias aplicables a cuanto sucede a nivel individual. Para superar estas dificultades en los últimos decenios se han perfeccionado algunas técnicas estadísticas particulares para permitir inferencias relativas a los comportamientos individuales sobre la base de datos agregados. Aún no se ha resuelto el problema de manera satisfactoria y continúa el debate entre los expertos sobre la validez de estos métodos. Pero independientemente de este límite se subraya que las estadísticas electorales no resultan muy iluminadas en lo que respecta a toda una serie de aspectos interesantes del comportamiento electoral como las motivaciones subyacentes a la elección del partido, la participación o el abstencionismo, la percepción de los candidatos, el conocimiento de los programas, etc. Sobre estos puntos resultan mucho más útiles las informaciones de las encuestas demoscópicas, sobre todo las más serias y profundas, sobre patrones de electores durante y tras la campaña electoral. Sin embargo, el recurso a este tipo de datos comporta a su vez otros problemas. Se trata de problemas relativos a la modalidad de construcción de los patrones, a la calidad de los entrevistadores, a la naturaleza en un cierto sentido artificial de las respuestas obtenidas mediante una serie de entrevistas. El límite principal de estos datos es que, en última instancia, la bondad de los resultados depende de la disponibilidad de los ciudadanos a hacerse entrevistar, de su sinceridad al responder a las preguntas y también de su capacidad para recordar cómo se han comportado en el pasado. Estas condiciones no siempre están presentes en todas las culturas políticas: en aquellas caracterizadas por un notable grado de reticencia hacia los temas políticos como las del sur de Europa, el recurso a las encuestas demoscópicas presenta serias dificultades. Para completar el cuadro vale la pena recordar la dificultad de 129

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transferir esquemas interpretativos de un contexto nacional a otro, dificultad vinculada a las características particulares de los diversos contextos que los hacen en un sentido únicos. Entre estas características un peso particular viene dado por la naturaleza de las «reglas del juego» (sistema electoral, sistema político federal o unitario, etc.) y a la composición y configuración del sistema partidista. La diversa combinación de estas características en los distintos países caracteriza de forma distintiva el esclarecimiento de las fuerzas en campo y por tanto lo que puede llamarse la «oferta política». Las consecuencias para las elecciones electorales son evidentes: donde existen subsistemas de partido de base regional (como en el caso español) la estructura de la elección no puede ser muy diversa de aquella de contextos como el italiano en el cual la oferta política no difería, al menos hasta hace algún tiempo, de zona a zona del país. De ello resultan configuraciones diversas y en consecuencia «mercados políticos», en un cierto sentido únicos, lo que obviamente limita las posibilidades de exportar modelos interpretativos de un país a otro. Cuanto menos hace poco fructuosa una transferencia mecánica de esquemas explicativos de un contexto a otro. II. EL PROBLEMA INTERPRETATIVO: ¿MODELO O MODELOS? En el curso de los últimos decenios se han introducido, poco a poco, conceptos y propuestas de esquemas interpretativos de los comportamientos electorales. No es ésta la sede para hacer una reseña de los diversos conceptos utilizados y de los modelos paulatinamente propuestos. Algún dato es aún necesario para introducir la argumentación que se presentará más adelante. En la literatura sobre los comportamientos electorales ocupan un puesto de notable relieve las interpretaciones que se refieren a una vinculación entre el voto y los diversos cleavag.es socioeconómicos relevantes cada vez en las distintas sociedades consideradas. Los análisis que adoptan este filón de investigación ponen el acento o bien sobre variables como la clase social, tanto en sentido objetivo como subjetivo, o la religiosidad, o la identificación de tipo étnico, lingüístico y regional. En estas interpretaciones la elección se contempla como un ordenamiento inspirado en la defensa o la afirmación de determinados intereses o valores. La posición del único respeto a un cierto cleavage determinaría con ello, en gran medida, la expresión del voto, inclinando el voto hacia las fuerzas políticas que tradicionalmente se inspiran o, en todo caso, hace referencia a valores o intereses. En este modelo el papel de los factores explícitamente políticos está notablemente reducido y en cualquier caso no es autónomo sino derivado. Un segundo tipo de interpretación pone de relieve la existencia de tradiciones políticas que se forjan de generación en generación a través de mecanismos de socialización (familia, grupos de pares, comunida130

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

des). Aquí las raíces del voto se entroncan en la existencia de conjuntos de orientaciones y de actuaciones difusas y reforzadas por redes organizativas, conjunto que hacen el voto no tanto una elección meditada, sino más bien la afirmación de la propia «pertenencia», una proyección sobre el plano político de la propia identidad de grupo, una identidad fuertemente radicada y modificable sólo a largo plazo. En esta concepción el elector está envuelto, por así decirlo, en el manto de una subcultura que lo separa del resto de la sociedad e influencia las actuaciones y los comportamientos en medida sustancialmente independiente de la coyuntura política que sólo marginalmente afecta la dirección de su voto. Decididamente distinta es la concepción de quien ve en el voto «una respuesta a una propuesta»: aquí el actor político de masas se ve como un agente especialmente informado y racional que responde de forma apropiada a los estímulos del contexto, efectúa un cálculo y escoge en función de las ofertas que le llegan del mercado político. En el prototipo de esta especie de interpretación, la originariamente formulada por A. Downs, el elector minimiza la distancia entre su posición y la de los diversos grupos políticos y éstos, a su vez, se colocan en el espacio político a la búsqueda de una maximización, o al menos de una optimización, de los consensos. Aunque también originalmente formulada con referencia a una dimensión (el clásico continuum izquierdaderecha), la propuesta puede ampliarse hasta comprender todas las dimensiones relevantes aun cuando, naturalmente, el cálculo de la «distancia menor» del elector de los diversos grupos políticos presenta dificultades no indiferentes. En el modelo más complejo elaborado por la «escuela de la Universidad de Michigan» encuentran lugar tanto elementos coyunturales, como la personalidad de los candidatos y los temas del debate durante la campaña electoral, como fenómenos de más largo alcance, como la identificación del partido, además de algunas características sociodemográficas de los votantes. La utilización de este esquema interpretativo más allá del contexto en el cual se ha desarrollado originalmente, ha encontrado algunos límites en la menor visibilidad de los candidatos y en la dificultad de «medir» de forma adecuada la existencia y la intensidad de formas de identificación partidista. Sin embargo, el modelo ha abierto la vía a interpretaciones de tipo múltiple que han permitido valorar la importancia de los diversos factores atribuyendo un cierto peso a cada uno de ellos. La utilización de los diversos modelos ha conducido a resultados diversos más o menos satisfactorios según las circunstancias y los contextos. Un punto que hay que subrayar es que los esquemas interpretativos difieren en la relevancia que dan a las diversas variables, ellos tienen en común la idea de que el modelo que tenga carácter general, sea aplicable, pues, al conjunto del electorado. Así, por ejemplo, en el esquema de Downs el asunto de que el elector elige el partido más cercano vale para todos los electores. Análogamente, un modelo 131

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que sirva de bisagra sobre las diferencias de clase (o sobre las religiosas o regionales) se presenta como relevante y, en consecuencia, aplicable a todos los ciudadanos. En esta óptica de tipo generalizante se habla a menudo de electores y de votantes sin otra especificación; como si los ciudadanos de las poliarquías contemporáneas constituyeran una categoría homogénea, se comportaran en la esfera política todos de la misma forma. Naturalmente, en casi todos los análisis se introducen diferenciaciones dentro del electorado, pero éstas afectan, a menudo, a características sociales (el voto de los trabajadores), demográficas (el comportamiento de los jóvenes), geográficas (la fluidez electoral en el sur) u otras del mismo tipo. Cuando la diferenciación tiene naturaleza más estrictamente política, hace referencia con frecuencia a las preferencias para este o aquel partido (el voto democristiano) o a las orientaciones de sectores particulares del electorado (el voto de izquierda). Una posición distinta es la asumida por los estudiosos que hipotizan con la posibilidad de lógicas de voto distintas para sectores diversos del electorado. Así, Parisie y Pasquino presentaron una clasificación del voto en términos de «pertenencia», «cambio» y «opinión», que tenía su propio fundamento en la distinta naturaleza del comportamiento e (indirectamente) del actor. Al primer tipo (pertenencia) se le negaba, por añadidura, la naturaleza de elección; al segundo se le atribuía una elección fundada sobre la relación entre voto y beneficio personal; a la tercera se le atribuía una valencia «sociotrópica». Una aproximación del mismo tipo, aunque con categorías muy diversas, es la presentada por el que suscribe y por R. Mannheimer hace algunos años y que parte de la consideración de un distinto grado de vinculación de las elecciones. En sustancia se sostiene que para comprender el voto es necesario comprender la naturaleza de la elección, es decir, su grado de vinculación (de autovinculación). Según este punto de vista, hay electores más o menos vinculados (tanto positiva como negativamente) por factores diversos como vínculos privilegiados con un partido, exclusiones en relación con otros, identificaciones de área política. Si es así sería absurdo pretender aplicar a todos estos distintos segmentos una misma lógica. Pero ¿cómo identificar los sectores del electorado a quien aplicar lógicas distintas? La propuesta de quien escribe es que esta diferenciación ha de tener en cuenta la distinta relación que puede instaurarse entre ciudadanos y política. III. LA RELACIÓN ELECTORES-POLÍTICA EN ITALIA Y ESPAÑA Cuando se interroga sobre los comportamientos políticos de un ciudadano, o de un grupo de ciudadanos, llegan a la mente toda una serie de cuestiones: cuáles son sus posiciones sobre los temas del día, cómo valoran a los líderes del partido y a los otros protagonistas de la vida política, cómo juzgan la actuación del sistema político, cómo se colocan en el espacio político, cuáles son sus preferencias para con los 132

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

distintos partidos, cuáles son los valores en los que creen y así sucesivamente. Estas y otras interrogantes de la misma naturaleza justamente han constituido el objeto de muchas investigaciones sobre las conductas y sobre los comportamientos políticos de masas y podrían ciertamente ser tomadas en consideración en la predisposición de una tipología de ciudadanos. Todavía me parece que puede racionalmente sostenerse que además de estos aspectos específicos hay dos dimensiones más generales que pueden servir de ejes conductores de una clasificación de los ciudadanos. Se trata de la dimensión cognitiva y de la «afectiva», o de los sentimientos. La primera pregunta que puede hacerse es, por tanto, ésta: ¿cómo se relacionan en un determinado momento histórico los ciudadanos con su sistema político tanto afectiva como cognitivamente? A esta pregunta intentaremos dar una primera respuesta explorativa sobre la base de investigaciones demoscópicas llevadas a cabo simultáneamente en la primavera de 1985 en Italia y España en el ámbito de un proyecto internacional de investigación sobre la cultura política del sur de Europa que comprendía también a Grecia y Portugal. Con una finalidad de control se ha utilizado también una tercera encuesta realizada en Italia en una época más reciente (enero de 1990). Puesto que el estudio de 1990 se ha llevado con criterios (y preguntas) en parte distintos, una confrontación de resultados en sentido estricto no resulta posible. Sin embargo, la coincidencia de resultados en los datos de las tres investigaciones hace pensar que los fenómenos analizados tienen una estructura sustancialmente similar no obstante las diferencias temporales y de contexto. Comenzando por la dimensión afectiva o de los sentimientos podemos preguntarnos: ¿qué evoca en la mente de los ciudadanos italianos y españoles la idea de la política? Una respuesta, aunque superficial, aparece en los datos de la tabla 1, que recoge los resultados de las tres investigaciones citadas arriba con referencia a la pregunta «¿qué siente TABLA 1

Aburrimiento Entusiasmo Rabia Interés Indiferencia Pasión Disgusto Compromiso Desconfianza Total

Italia 1990

Italia 1985

España 1985

12,2 1,2 15,1 18,1 20,0 1,4 9,5 4,8 13,9

12,0 1,5 17,1 19,1 21,1 0,9 10,4 4,0 17,7

22,8 0,2 6,5 25,7 23,7 0,6 4,5 1,9 12,3

100

100

100 133

Gincomo Sani

cuando oye nombrar la política?». Como puede fácilmente ver, la «respuesta» de los entrevistados al estímulo «política» no es precisamente muy positiva ni en Italia ni en España. Prevalecen, en efecto, en las respuestas de los ciudadanos entrevistados entre los términos propuestos por la pregunta aquellos de sabor negativo como la «indiferencia», la «rabia», el «aburrimiento» o la «desconfianza». Naturalmente, no faltan las personas que han indicado sentimientos de interés y, en bastante menor medida, «compromiso», «entusiasmo» o «pasión». Pero en conjunto puede decirse que este segmento del electorado es decididamente minoritario en ambos países. La evolución del índice conjunto de la figura 1 muestra claramente esta prevalencia de respuestas orientadas hacia el polo negativo. Por otra parte, la confrontación temporal entre las dos investigaciones italianas muestra que a cinco años de distancia no han habido cambios significativos en las opiniones de aquel electorado. Las respuestas ofrecidas en 1990 son ligeramente más pesimistas, pero se trata de diferencias que bien podrían explicarse por el error estadístico o de calificación. Lo que significa que el instrumento de medida, en cuanto que rudimentario, registra orientaciones de fondo escasamente influenciadas por la coyuntura política. Por último, merece la pena observar que existen algunas diferencias entre el conjunto de respuestas aportadas en España y en Italia: por ejemplo, la expresión «disgusto» se usa con mayor frecuencia en Italia

FIGURA 1 Sentimientos evocados por la política (índice resumido) Porcentaje 60 50 40 30 20 10

Negativos

Positivos Italia 1985

134

España 1985

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

que en España. Es posible que estas diferencias se deban a una no completa equiparación del perfil lingüístico y cultural de los términos usados en los dos países. En cualquier caso se trata de diferencias relativamente modestas, como muestran los perfiles aportados en el gráfico de la figura 1. Puede ciertamente sostenerse que la imagen evocada por la política en los dos países es fundamentalmente la misma. Por lo que respecta a la dimensión cognitiva, las dos investigaciones de 1985 no contenían indicadores explícitos de conocimiento. Sin embargo, sabemos por otros estudios que el grado de información relativo a fenómenos políticos es en gran medida reconducible tanto a variables socioeconómicas (y en particular el título de estudio) como al grado de inserción del ciudadano en la estructura de la comunicación y particularmente de aquella de los mass media. Por tanto, es posible sin demasiado arbitrio utilizar indicadores de exposiciones a los flujos de la comunicación como medida, aunque sea indirectos y aproximativos de la posición de los particulares con respecto a los fenómenos políticos. Los resultados de estos análisis se recogen en la tabla 2 y en la figura 2. La primera afecta a la exposición a los cuatro canales de los instrumentos de comunicación de masas y demuestra la existencia de una notabilísima diferenciación en el interior de las dos sociedades. Hay ciudadanos fuertemente integrados en la estructura de la comunicación y otros que pueden definirse tranquilamente como marginales. Los instrumentos de comunicación de masas (y en particular la televisión) penetran ciertamente en amplios estratos de la población, pero al

FIGURA 2 Exposición a los «mass media» (índice resumido) Porcentaje

20 _ 10

Mínimo

Máximo Italia 1985

España 1985 135

Ciacomo Sani

TABLA 2

Exposición a los «mass media» Italia 1990

Italia 1985

España 1985

33,6 8,7 14,2 11,4 32,1

32,6 15,6 12,0 14,9 24,8

25,9 17,8 15,6 18,6 21,2



0,1

0,6

Televisión Todos los días 3-4 veces a la semana Una vez a la semana Raramente Nunca N.C

71,7 14,2 9,4 4,7 — —

83,8 10,0 1,8 2,7 1,3 0,4

80,8 11,2 2,7 3,6 1,4 0,3

Radio Todos los días 3-4 veces a la semana Una vez a la semana Raramente Nunca N.C

— — — — — —

46,5 14,3 5,2 17,4 16,6 —

57,5 16,7 6,0 12,4 6,6 0,8

— — — —

31,1 27,4 40,7 0,8

19,5 34,2 45,6 0,7

Todos los días 3-4 veces a la semana Una vez a la semana Raramente Nunca N.C

Periódico

Frecuentemente Algunas veces Nunca o casi nunca N.C

mismo tiempo es también verdad que hay amplios sectores que no disfrutan de las informaciones difundidas por estos canales. Esto es particularmente cierto para la prensa diaria y periódica, cuya difusión está limitada a un sector que va de un tercio a la mitad de la población. También con respecto a estas variables se subraya la semejanza entre los dos países, que presentan configuraciones generales sustancialmente similares aun cuando subsisten algunas diferencias de detalle; por ejemplo, a mitad de los años ochenta había una mayor difusión de diarios y periódicos y una menor audición de radio en Italia. Esta sustancial semejanza de estructura resulta bien visible cuando se pasa a considerar el fenómeno del disfrute múltiple de los diversos canales. Según indica la tabla 3, existe un cierto grado de correlación entre la lectura de la prensa y de los periódicos y la audición de radio y televisión tanto en Italia como en España. Esto significa que mientras algunos sectores sociales gozan de una exposición múltiple, otros están en posición externa con respecto a los canales de comunicación. Sin embargo, el 136

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

Correlación

A) Italia 1985 Diarios Radio Televisión Periódicos B) España 1985 Diarios Radio Televisión Periódicos

TABLA 3 entre indicadores de exposición

a los

«media»

Diarios

Radio

Televisión

Periódicos



0,21 —

0,14 0,19 —

0,44 0,21 0,11 —



0,17 —

0,13 0,23 —

0,28 0,20 0,15 —

hecho de que los coeficientes de la tabla 3 sean bastante bajos hace sospechar que exista una cierta especialización en la audiencia o en la lectura. Observando los datos en su conjunto (figura 2) resulta que cerca de un tercio de la población de los dos países está fuertemente inserto en los circuitos informativos, mientras que el resto de la población disfruta de forma menos intensa y diferenciada de los flujos de la comunicación. Naturalmente, estos datos se refieren al disfrute genérico de los medios de información política. Por esto es útil considerar como parte de esta misma dimensión cognitiva también el aspecto del interés o de la vinculación personal expresamente declarada por los ciudadanos. Sobre este punto los datos de la tabla 4 confirman lo ya revelado en el pasado por otras numerosas investigaciones realizadas en los dos países. Resulta exiguo, aun cuando ligeramente más amplio en Italia, el estrato de ciudadanos que se declaran más interesados y que podríamos definir como «militantes». Es más amplio, pero también siempre limitado, el segundo estrato compuesto por los que declaran una cierta TABLA 4 Interés por la política

(En porcentajes)

Mucho Bastante Poco Nada N.C Total

Italia 1990

Italia 1985

España 1985

6,5 26,8 36,3 30,4 —

5,8 26,8 35,7 30,5 1,2

3,5 20,1 35,6 36,0 4,8

100

100

100

137

Ciacomo Sani

disponibilidad o curiosidad para el fenómeno. El grueso de la población en ambos países está constituido por una masa de ciudadanos que subjetivamente parecen vivir la política de manera fundamentalmente extraña a su mundo personal. Naturalmente, es difícil decir qué corresponde a las cuatro etiquetas «mucho», «bastante», etc. Sin embargo, parece razonable sostener que una declaración de interés o de escasa inclinación puede representar un elemento útil para caracterizar la posición de los simples ciudadanos con respecto a la esfera de la política. Un tercer grupo de indicadores nos parece útil a este mismo fin. Se trata de las respuestas a seis preguntas que afectan a los partidos políticos, su papel como canales de participación, vehículos de representación y componentes indispensables de la democracia. Tres de los seis items expresaban un punto de vista crítico en relación con los partidos políticos como estructuras inútiles, factores de división u otros. Considerando que los partidos ocupan una notable relevancia en el panorama político de los dos países, resulta razonable creer que también los juicios expresados por los ciudadanos sobre estos diversos puntos de vista constituyen un componente significativo de la relación entre electores y esfera política. También en este caso, como se ve en la tabla 5, la distribución de las respuestas está fuertemente recortada. Es evidente que las opiniones difieren fuertemente y que resulta difícil reencontrar elementos de consenso. Las respuestas pueden interpretarse como síntomas de contradicción. Finalmente, existe una sólida mayoría de personas que creen en lo indispensable de los partidos para la vida de un sistema democrático, pero también una mayoría que cree que los partidos, no obstante sus divergencias, son todos iguales. Nos parece probable que las respuestas expresen la ambigüedad del ciudadano con respecto a las diversas fuerzas políticas, una ambigüedad en la cual se someten a tensión por un lado el partido como institución, como debería ser, y por otro los partidos reales, aquellos de los que hablan diariamente los medios de comunicación. En cualquier caso, es evidente que también en relación con los partidos existen puntos de vista más o menos coherentes y tendencialmente positivos o negativos. Esto resulta de la distribución de un índice resumido que se ha construido utilizando conjuntamente las respuestas a las seis preguntas. Como se ve en el gráfico, es muy pequeña la porción de ciudadanos que ha expresado un juicio completamente positivo, como todavía más pequeña es aquella de quien ha juzgado negativamente a los partidos bajo todos los puntos de vista. El grueso de los electores, casi la mitad de las dos fracciones, se coloca en posiciones centrales que testimonian efectivamente la ambigüedad de la que se hablaba arriba. Notabilísima también en este caso la semejanza entre los perfiles de los dos países aun cuando conjuntamente los juicios de los italianos aparecen ligeramente más críticos (en la confrontación, no plasmado en la figura, eran más negativos en 1990 que en 1985). Queda por determinar cómo se han unido entre ellos los diversos 138

Comporlamienlos de masas y modelos de ciudadano

TABLA 5 Juicios sobre los partidos Italia 1990

Italia 1985

España 1985

N.C

18,3 32,8 29,1 19,5 0,3

13,3 36,7 29,4 11,4 9,3

7,5 29,9 33,5 11,3 17,8

2. Los partidos son necesarios para defender los intereses de los diversos grupos sociales Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo N.C

16,5 41,9 28,0 13,1 0,5

12,9 50,1 19,7 6,4 10,9

12,6 53,3 12,4 1,7 19,9

42,8 31,1 15,3 10,3 0,4

27,1 35,3 21,9 8,9 6,7

13,7 34,8 27,6 7,2 16,8

Gracias a los partidos la gente puede participar en la vida política Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo N.C

15,1 41,2 27,4 15,1 1,2

13,5 45,7 22,1 6,7 12,2

13,0 48,5 14,7 3,0 20,7

5. Sin los partidos no puede haber democracia Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo N.C

28,6 36,5 22,0 11,9 1,0

25,2 41,9 14,6 5,2 13,1

17,6 44,1 12,7 2,1 23,5

6. Los partidos no sirven ya para nada Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo N.C

12,9 19,3 33,8 32,1 0,9

6,8 14,9 38,4 28,5 11,4

5,2 12,7 38,0 24,3 19,8

1. Los partidos sirven sólo para dividir a la gente

Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo

3.

Los partidos se critican mucho entre ellos pero en realidad son todos iguales Muy de acuerdo De acuerdo En desacuerdo En absoluto de acuerdo N.C 4.

139

Citicomo Sani

FTGURA .3

Juicios sobre los partidos (índice resumido) Porcentaje 60, 50 40 30 20

10

Negativos

Positivos Italia 1985

España 1985

aspectos de la relación ciudadano-política que hemos examinado arriba. Los coeficientes de correlación recogidos en la tabla 6 indican que existen conexiones sistemáticas, y en la dirección que se podría atender, entre las cuatro dimensiones que hemos considerado. En particular, el grado de interés declarado por la política se vincula al resto de los índices. Es clara también la vinculación entre sentimientos evocados por la política y juicios expresados acerca de los partidos, mientras que la relación entre sentimientos y exposición a los media es muy tenue, casi inexistente. En sustancia, las primeras tres matrices evidencian una estructura de actuación muy simple. La última evidencia, en el caso de Italia en 1990, que los índices relativos al grado de interés y a la exposición a los mass media están también efectivamente vinculados al grado de conocimiento de los fenómenos políticos, que en esta investigación afectaba al conocimiento de los titulares de los cargos de Presidente del Consejo, Ministro de Exteriores y Presidente de la Cámara de los Diputados.

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Comportamientos de masas y modelos de ciudadano TABLA 6

Correlaciones entre los cuatro índices

A) Italia 1985 Interés Media Sentimientos Partidos B) España 1985 Interés Media Sentimientos Partidos C) Italia 1990 (primer modelo) Interés Media Sentimientos Partidos D) Italia 1990 (segundo modelo) Interés Conocimiento Media Sentimientos Partidos

Interés

Media

Sentimientos Partidos



0,36 —

0.25 0,05 —

0.37 0,16 0,26 —



0,34 —

0,28 0,11 —

0,37 0,21 0,26 —



0,39 —

0,25 0,08 —

0,34 0,19 0,35 —

Interés Conocim. Media —

0,48 —

0,39 0,44 —

Sentim. Partidos 0,25 0,09 0,08 —

0,34 0,23 0,19 0,35 —

IV. ¿CUANTOS TIPOS DE CIUDADANOS? El punto que emerge con claridad de la breve reseña ahora efectuada es que en ambos países existen fuertes diferenciaciones entre ciudadanos, en lo que se refiere a su relación con la esfera de lo político. Hay ciudadanos muy expuestos a los flujos de la comunicación (y en consecuencia relativamente más informados) y otros que por el contrario ocupan una posición marginal. Hay ciudadanos que tienen una imagen positiva de la política y otros que expresan tanto sobre la política como sobre los partidos sentimientos bastante negativos. En términos más analíticos se podría decir que nuestros ciudadanos difieren en términos de «inserción-marginalidad» (comunicación política), «aprobación-crítica» (de los partidos), «implicación-indiferencia» (interés) y «aceptación-rechazo» (de la política en general). La presencia de diferencias significativas a lo largo de estos cuatro años también puede hacer pensar que existen «tipos» de ciudadanos caracterizados por una posición muy distinta con respecto a la política. Se trataría de subdividir al electorado en grupos relativamente homogéneos en su interior y lo más 141

Citicomo San i

diversos posible entre ellos en términos de relaciones con la política. Pero ¿cómo proceder en esta operación? ¿Y en cuántos grupos dividir a los electores de Italia y España? Una primera alternativa posible sería aquella de cruzar nuestros índices, recabando poco a poco subgrupos de entrevistados caracterizados por diversas combinaciones de las variables consideradas. Por ejemplo, tomando en consideración el grado de conocimiento y los sentimientos evocados por la política, en forma oportunamente simplificada se podrían identificar al menos cuatro tipos de electores: los «integrados» (informados y positivamente orientados en relación con la política), los «críticos» (informados pero negativamente orientados), los «confiados» (poco informados pero con actitudes positivas) y finalmente los «alienados» (caracterizados por su signo negativo para ambas variables). Este procedimiento, sin embargo, presenta algunas desventajas. En primer lugar, requiere que se simplifiquen de manera drástica los datos de partida en categorías más bien heterogéneas y, en consecuencia, con pérdida de informaciones. En segundo lugar, los tipos recabados reflejarían sólo una parte de los aspectos de la relación con la política. Por ejemplo, los cuatro tipos arriba citados no toman explícitamente en consideración ni el grado de interés declarado ni los juicios expresados sobre los partidos. En consideración a esto se ha preferido una segunda vía. Utilizando el análisis de los factores se ha determinado que los cuatro índices de la relación ciudadanos-política pueden sustancialmente reconducirse sin gran pérdida de informaciones a dos dimensiones principales (tabla 7). Hacen frente a la primera el interés explícitamente declarado por la política y el grado de inserción en los canales de comunicación de masas. Se reconducen en buena medida a la segunda los sentimientos evocados por la política y los juicios sobre los partidos. La existencia de una simple estructura facilita nuestra tarea porque reduce el número de las dimensiones en las que colocar a los electores de cuatro a sólo dos, lo que por otra parte permite también la representación gráfica del fenómeno en cuestión. Una vez simplificado el cuadro con la adopción de un espacio reducido permanece la cuestión en orden al número de los tipos: ¿«cómo» y «hasta qué punto» procedería la subdivisión de la clasificación en grupos? Tras haber considerado los resultados obtenidos con varias técnicas alternativas de clustering, se llega a la conclusión de que una tipología de ocho clases podría representar una solución «plausible» o «razonable» del problema tanto para la clasificación italiana como para la española en la investigación de 1985. La distribución de los entrevistados de los dos países en las ocho clases identificadas (véase tabla 8) es muy similar, lo que confirma, una vez más, la existencia de una estructura de los comportamientos en gran medida común a los dos países. Las características generales de los tipos identificados pueden describirse sintéticamente en los términos que a continuación se indican. 142

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

TABLA 7

Estructura de los datos sobre la relación electores-política Factor I

Factor 2

Italia 1985

Interés Media Sentimientos... Partidos

0,46 0,06 0,84 0,68

0,67 0,90 -0,09 0,35

España 1985 Interés Media Sentimientos... Partidos

0,49 -0,02 0,86 0,64

0,62 0,90 0,07 0,35

Italia 1990 Interés Media Conocimiento . Sentimientos... Partidos

0,70 0,79 0,82 0,02 0,24

0,37 0,07 0,01 0,86 0,75

TABLA 8

Ocho tipos de ciudadanos (En porcentajes) Frecuencia Tipos 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

«Marginalts» «Furens» «Communis» «Fidens» «Tepidus» «Félix» «Alienalus» «Criticus»

Italia 1985

España 1985

10,6 14,8 23,4 4,6 16,8 13,1 10,1 6,5

10,3 13,9 24,1 4,8 16,5 13,2 11,2 5,9

143

(¡¡aconto Sani

1. «Civis felix» Es el ciudadano perfectamente integrado tanto cognitiva como afectivamente en el sistema. Lo distingue un fuerte interés declarado por los fenómenos políticos. Está plenamente inserto en los canales de la comunicación política y dispone de un buen grado de conocimiento de los fenómenos políticos. Ve a los partidos como instrumentos indispensables para la democracia y vehículos de participación. La política evoca sobre todo sentimientos de «interés», «compromiso» y, en algunos casos, también «pasión» y «entusiasmo». 2. «Civis tepidus» Muy parecido al primero en lo que respecta a la dimensión cognitiva, difiere relativamente en la segunda. Es un ciudadano caracterizado por sentimientos mixtos o neutrales, como la indiferencia, y que, reconociendo a los partidos importantes funciones en el sistema, expresa algunas reservas. 3. «Civis criticas» Lector asiduo de diarios, con un óptimo nivel de información y notable interés por los fenómenos políticos. Parecido en estos aspectos al tipo 1 y tipo 2, se diferencia por los sentimientos entre los que se incluyen muy frecuentemente rabia, desconfianza y también disgusto y por los juicios generalmente poco lisonjeros en relación con los partidos. 4. «Civis furens» Medianamente informado e interesado en la política, se caracteriza sobre todo por la hostilidad que expresa tanto frente a la esfera política en general, como por los juicios fuertemente negativos frente a los partidos. Parecido al tipo 3 desde este punto de vista, difiere por un menor grado de inserción con respecto a las estructuras de la comunicación política. 5. «Civis alienatus» Es un tipo «polar» (como el «felix») pero en el cuadrante opuesto. Entran en esta clase las personas poco informadas e interesadas. Esta carencia sobre el plano cognitivo no les impide sin embargo expresar 144

Comportamientos de masas v modelos de ciudailmio

juicios negativos sobre el mundo político o sobre los partidos. Parecidos a los ciudadanos de los tipos 3 y 4, se diferencian de ellos sobre todo en la falta de conocimiento. 6.

«Civis fidens»

Aunque relativamente poco expuesto a los influjos de la comunicación política y menos informado que la media, este tipo de ciudadano presenta un fuerte grado de integración afectiva con el sistema político expresando juicios generalmente muy positivos hacia los partidos y sentimientos igualmente positivos en relación con la política. Es muy parecido desde este punto de vista al «civis felix» descrito arriba. 7.

«Civis marginalis»

Lo caracteriza un altísimo grado de ajeneidad sobre el plano cognitivo y de la vinculación con respecto al mundo de la política. Sin embargo, a diferencia del ciudadano alienado, este tipo no expresa sentimientos negativos ni expresa hostilidad hacia los partidos políticos. 8. «Civis communis» La localización del núcleo de este tipo próximo a la intersección de las dos dimensiones lo caracteriza como tipo mediano caracterizado por una posición sólo ligeramente inferior a la media con respecto al aspecto cognitivo. Los sentimientos y los juicios sobre los partidos son mixtos o ambivalentes. Una visión de conjunto de la tipología aquí propuesta se presenta en el gráfico de la figura 4, que muestra la colocación de los ocho tipos en el espacio definido por la dimensión horizontal (cognitiva) y por la vertical (afectiva). Los puntos indicados en el gráfico son los núcleos de las diversas clases y se piensan como los centros en torno a cada uno de los cuales se disponen, a distancia más o menos corta, los casos clasificados como pertenecientes a un tipo particular. Cada uno de los ocho núcleos representa, pues, una particular combinación de orientaciones en relación con la esfera política. Las diferencias principales entre los tipos se resumen sintéticamente en el gráfico, que indica claramente cuáles son las relaciones de proximidad-distancia (y por tanto el grado de semejanza) entre los varios grupos con respecto a las dos dimensiones. Es evidente, por encima de todo, que existen parejas de tipos «polares», fuertemente diferentes entre ellos, sobre uno, sobre otro o sobre ambos ejes. Entre el «civis felix» y el «alienaíus» existe un verdadero y propio golfo que envuelve 145

Giíiconto Sani

FIGURA 4 5% «Fidens» 13% «Félix-

11% «Marginalis»

17% «Tepidus»

24% «Communis»

11% 6% «Criticus»

«Alienatus» 14% «Furens»

ambas dimensiones. Una fuerte distancia separa también el «civis tepidus» del «civis marginalis», pero aquí la diferencia corre sobre todo a lo largo del eje horizontal. En otros casos, aquellos de parejas de núcleos relativamente próximos (por ejemplo, el «civis furens» y el «civis criticus»), el grado de diferenciación es obviamente menor. Al valorar la tipología pueden resultar útiles algunas aclaraciones. Primero: por comodidad de referencia, cada tipo se ha distinguido mediante un nombre y los nombres se han elegido de forma que se reflexione, al menos en alguna medida, los caracteres distintivos de cada clase, pero estas etiquetas no pretenden, obviamente, condensar todas las características. Al leer la figura y la descripción que sigue se observa también que la asignación de nombres, si facilita las referencias, puede constituir una trampa e inducir a pensar en los tipos como 146

Comporiamienios de masas v modelos de ciudadana

si fueran personas. Las características adscritas a cada grupo son, en efecto, atributos de un grupo y no necesariamente de cada uno de los individuos que forman parte de él. Las etiquetas no deben llamar a engaño: por ejemplo, la afirmación de que el «civis crilicus» es un lector asiduo, se entiende en el sentido de que en esta clase de ciudadanos se registra un porcentaje muy alto de lectura cotidiana de periódicos. Segundo: hay que recordar que la descripción de los atributos de los diversos tipos se basa en los particulares indicadores utilizados: a los efectos de la clasificación un entrevistado ha sido considerado ciudadano expuesto a los flujos de la comunicación y por tanto probablemente más informado si ha respondido de una cierta manera a algunas preguntas, lo que no significa que lea noticias políticas o siga con interés los telediarios. Tercero: en la asignación de los casos a las diversas clases el punto de referencia es relativo: la afirmación de que el «civis furens» es un ciudadano enfadado quiere decir que los entrevistados asignados a esta clase manifiestan con mayor frecuencia sentimientos de rabia de lo que sucede con la clasificación conjuntamente considerada. Cuál sea su nivel absoluto de enfado o cuántos estén efectivamente furiosos y con qué intensidad no resulta de su atribución a esta clase. El lector se habrá ciertamente preguntado cuál es la lógica que está en la base de la tipología antes presentada. A este propósito se aclara enseguida que la determinación del número de las clases es el resultado de una elección y no surge espontáneamente de los datos. Por decirlo de otra manera, los tipos señalados no son clases «naturales» sino grupos construidos sobre la base de una determinada configuración de los datos y, por tanto, en una cierta medida grupos «artificiales». Pero si las cosas están así, ¿por qué se ha elegido una tipología de ocho tipos mejor que una que previera siete o doce clases? Hay que decir, por encima de todo, que la construcción de una tipología semejante está fuertemente condicionada por el nivel de «precisión-aproximación» deseado a la vista de los fines de una particular investigación y también justificada por la combinación y valoración conjunta de dos criterios: a) la parquedad, y b) la optimización de las diferencias entre grupos. El primer criterio no me parece que requiera ser subrayado. En efecto, resulta evidente que cuando el número de los tipos supera un cierto umbral la razón principal que aconseja la subdivisión de un universo en clases disminuye. Subdividir 45 millones de electores en 200 grupos puede ser un ejercicio plenamente justificado en principio, pero llevaría a resultados más bien insatisfactorios sobre el plano práctico. Después de todo, el fin de una tipología es también el de simplificar el discurso y de suministrar categorías útiles no sólo para comprender sino también para comunicar. El número de las clases se mantiene, pues, en los límites razonables porque cuando supera un cierto umbral la tipología, más que clarificar las ideas, las confunde. El segundo criterio (separación de los elementos en base a su diver147

(¡¡acornó Sani

sidad y creación de grupos homogéneos) es generalmente antitético con respecto al primero. El proceso de subdivisión de un conjunto de casos en clases que aumentan progresivamente la homogeneidad en su interior puede útilmente proseguir hasta que todos los casos asignados a un grupo tengan exactamente las mismas características; sean, pues, completamente iguales. A este punto, en efecto, la variación será «expulsada» de los grupos y las diferencias serán todas y sólo diferencias entre grupos. Para lograr este resultado, sin embargo, podrá ser necesario fraccionar el conjunto de un número más elevado de clases, el que esté en contraste con el primero de los dos criterios. Se trata, pues, de encontrar un punto de encuentro entre estas dos exigencias contradictorias. Y el punto no puede determinarse a priori, dependiendo en parte de la configuración conjunta de los datos, pero se descubre, de cuando en cuando, con un procedimiento de experimentación que confronte las ventajas derivadas del aumento de homogeneidad en el interior del grupo con los costes derivados del aumento de su número. Si el añadido de una clase más da lugar a un incremento muy modesto de la variabilidad atribuible a las diferencias entre grupos, ello debería hacer reflexionar sobre la oportunidad de ampliar ulteriormente el número de las clases. Una experimentación de este tipo efectuada sobre los datos aquí analizados demuestra que el incremento progresivo del número de las clases prima de 4 a 6, a 8 comporta un aumento de la variación sobre las dos dimensiones atribuibles a las diferencias entre grupos. Sin embargo, el rendimiento de esta operación disminuye y, desde un cierto punto en adelante, el aumento del número de las clases no compensa. El duplicado o en mayor medida la triplicación del número de los grupos (de 8 a 16 a 24) comportaría sólo un aumento relativamente modesto de sus diferencias o, contrariamente, de su homogeneidad interna. La solución adoptada, que «explica» respectivamente 1,83% de la variación sobre las dimensiones cognitivas y 1,80% de la afectiva, es una solución basada en un razonable compromiso entre el criterio de la parquedad, por un lado, y el de un buen grado de separación de los grupos, por otro. V. CONSIDERACIONES FINALES El punto de llegada de nuestro análisis no es, naturalmente, un verdadero punto de llegada sino, como máximo, una etapa intermedia en un camino articulado de análisis que deberían desarrollarse en el futuro. La tipología presentada es, en efecto, sólo una tentativa de describir un conjunto de comportamientos y de las relaciones que les vinculan; por sí misma no explica nada y puede en principio constituir un instrumento para futuras explicaciones de los fenómenos políticos de masas. Pero la tipología ya ha conseguido un primer fin: ha demostrado, en efecto, que existen verdaderamente grupos de «civis» relativa148

Comportamientos de masas y modelos de ciudadano

mente homogéneos en su interior pero bastante distintos entre ellos. Esto debería levantar más de una duda sobre la oportunidad de formular interpretaciones de los comportamientos de masas sobre la base de un único modelo generalizante de «civis». En efecto, ¿cómo pensar en poder utilizar las mismas categorías para comprender cómo razona y cómo toma la actitud un «civis fidens» y un «civis furens»?; ¿o cómo pensar en la aplicabilidad de la categoría del «voto de opinión» al «civis marginalis», o del «voto de pertenencia» al «civis aliénalas»? Permanecen, naturalmente, muchos interrogantes tanto en el plano normativo como sobre el empírico. La tipología aquí presentada no pretende en absoluto ser definitiva; puede ser revisada y eventualmente integrada por todos aquellos elementos que la puedan enriquecer y hacerla adecuada principalmente para interpretar las actitudes y los comportamientos de millones de ciudadanos. Si sirve para estimular ulteriores investigaciones en esa dirección, este escrito habrá alcanzado su fin. (Traducción de A. ELVIRA.)

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