Comunicación: Superimperialismo o ultraimperialismo en el capitalismo global

ÁREA TEMÁTICA: Economía Mundial Comunicación: Superimperialismo o ultraimperialismo en el capitalismo global Javier Martínez Peinado Universitat de Ba

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ÁREA TEMÁTICA: Economía Mundial Comunicación: Superimperialismo o ultraimperialismo en el capitalismo global Javier Martínez Peinado Universitat de Barcelona Introducción Hace más o menos un siglo, algunos teóricos significativos del socialismo marxista mantuvieron un debate sobre el futuro del capitalismo a partir de las tendencias implicadas en la dinámica imperialista de aquella época. Dicho debate enfrentó a autores como V.I. Lenin, R. Luxemburgo y N. Bujarin, entre otros, con Kautsky y otros marxistas que mantenían que el imperialismo podría llegar a un estadio estable y fundamentalmente no belicista entre las potencias capitalistas, denominado –entonces indistintamente- ultraimperialismo o superimperialismo. Las implicaciones políticas del debate en aquella coyuntura fueron de tal magnitud que acabaron abriendo una brecha y ruptura definitiva en la socialdemocracia marxista (con la creación de la IIIª Internacional y los partidos comunistas). Más que aquel debate, que se cerró obligadamente con las guerras mundiales, nos interesa destacar algunos de los razonamientos entonces esgrimidos para situar una interpretación de la situación actual, caracterizada paradójicamente como de crisis de hegemonía de EE.UU. (en el sentido que le dan autores como Wallerstein o Arrighi, de final de una etapa) a la vez que se evidencia una política global sumamente agresiva y unilateral por parte de dicha potencia, frente a la parálisis de un Japón estancado económicamente y una Unión Europea sacudida por disensiones que evidencian su caracterización como “gigante económico pero enano político”, y todo ello en el marco del proceso de globalización capitalista. Las hipótesis de que partimos son las de un agotamiento de la hegemonía unilateral de cualquier potencia del Centro del Sistema sobre el sistema en su conjunto, agotamiento que se debe a las características y necesidades de expansión del capitalismo global (la globalización), que modelan las relaciones intercentro; de hecho, la historia de las dos últimas décadas sería la de un proyecto ultraimperialista, configurando un mundo regido y dominado por los intereses de las grandes corporaciones internacionales, institucionalizados a través de acuerdos e instituciones (AMI, OMC,…) que diseñan la transición a la conversión del sistema capitalista de formaciones sociales en una Formación Social Capitalista Mundial, ünica

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y exhaustiva, en la que a una base económica mundializada corresponda una superestructura global capaz de regular la reproducción del conjunto. Esta hipótesis parece contradecirse con la realidad más reciente, puesto que después de los atentados del 11-S y la invasión de Irak parece que se asista a un retroceso de dicho proyecto ultraimperialista ante la respuesta de la Administración Bush en Oriente Medio, en una ofensiva apabullante del unilateralismo de EE.UU. que, prescindiendo de todo miramiento diplomático o formal, impone a sus aliados en cuestión de horas o días su papel de único gendarme mundial, su status de único protagonista con capacidad de decidir por sí mismo qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Si, como se hará más adelante, se caracteriza el superimperialismo como “la paz del más fuerte”, frente a la “paz entre iguales” propia del ultraimperialismo, cabe preguntarse si el 11-S marcó una inflexión en el proceso globalizador, que habría pasado de proyectarse con una gestión ultraimperialista a hacerlo con una superimperialista, con Estados Unidos como imperio único. Adicionalmente, cabe preguntarse si dicha inflexión se preparó incluso antes del 11-S. Del debate de los “clásicos” sobre el imperialismo destaca una idea fundamental: que la imposibilidad del ultraimperialismo pacífico y estable deriva de la contradicción entre las fuerzas productivas de carácter mundial y las relaciones de producción aherrojadas en el nacionalismo de las potencias imperialistas. La superación de esta contradicción, que es la fundamental en cualquier sociedad según el pensamiento marxista, era imposible en el marco capitalista según los marxistas revolucionarios, y llevaba a la guerra interimperialista, que sería por tanto la antesala de la revolución socialista. Frente a dicha idea clásica, cabe postular que, en la actualidad, la mundialización ha afectado tanto a las fuerzas productivas como a las relaciones de producción, es decir, que lo que se ha globalizado es la base económica del sistema capitalista mundial. En la fase

actual

del

capitalismo

global,

pues,

puede

consolidarse

un

proyecto

ultraimperialista siempre que se articule una superestructura a dicha base económica (infraestructura y estructura) mundializada. En otras palabras, no estamos ante una contradicción en la base económica, sino frente a una contradicción entre la base económica y la superestructura. Los obstáculos para la reproducción social (no sólo económica) del capitalismo global de un modo estable serían, entonces, de índole política, o más estrictamente, de índole superestructural. Por lo tanto, la diferencia principal de la situación actual con la que teorizaban los socialistas revolucionarios clásicos es que ellos destacaban la contradicción 2

mundial/nacional en la base económica, que se reflejaría, en la superestructura, como belicismo interimperialista (haciendo imposible la paz y la estabilidad capitalista), mientras que de lo que estamos en presencia hoy es de la contradicción base económica/supererstructura. Más en concreto, aquí se va a proponer que la coyuntura actual se puede caracterizar como la de la elección del modelo superestructural que puede asegurar la reproducción ampliada del capitalismo global, una vez superado el marco nacional e inter-nacional de la acumulación de capital. Esta caracterización de la época actual implica al menos tres ejercicios analíticos, que configuran un programa de investigación sobre la transición actual y sus alternativas: (i)

Dejar establecido, de una vez, la dimensión real de la globalización. Es decir, dar por sentada la realidad de mundialización de la base económica, desmarcada definitivamente de “intereses nacionales” e incluso, en una cierta medida (que cabe explicitar), de “bloques regionales”. Es una cuestión que, aunque no es sólo de carácter empírico, exige una sólida base al respecto, y una detallada descripción de la fábrica mundial, la globalización de la explotación de la Naturaleza, el carácter supranacional de las empresas multinacionales, etc. Se trata, en definitiva, de explicar el funcionamiento de la ley del valor y de sus agentes a escala mundial.

(ii)

Definir las categorías conceptuales que permiten estructurar (“relacionar de forma profunda y estable”) la base económica mundializada en la(s) sociedad(es) a escala planetaria. Al respecto, aquí se postula la idoneidad del concepto de formación social capitalista mundial, como estructura teórica que permite identificar las nuevas relaciones entre “el Estado” y el capital (global)1. Ello debiera permitir superar, de una vez, el debate sobre la supervivencia del Estado-Nación como forma estructurada de los poderes y de la explotación de clase, y avanzar en la definición de las nuevas formas de hacer política (desde el poder y contra él) características de la globalización.

(iii)

Esclarecer las relaciones concretas que se dan, en el proceso de estructuración de la nueva formación social mundial, entre los intereses económicos derivados de la mundialización económica (reflejados en los intereses del capital global, encarnado por las empresas multinacionales) y los intereses políticos derivados de los proyectos de poder y control de la

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El libro de Hardt y Negri: Imperio (Paidos, Barcelona, 2002) trata profundamente esta temática, aunque con otra terminología.

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“nueva” superestructura de dicha formación social mundial. Al respecto, es entonces útil, forzando la terminología clásica (que no los distingue claramente), considerar dos proyectos o posibilidades diferentes: a) el superimperialismo de EE.UU. y b) el ultraimperialismo institucional de las grandes corporaciones globales. Todo esto tiene que ver con la existencia de los supuestos bloques en la economía mundial y, más en concreto, con el proyecto de unión europea. Ambos proyectos, el superimperialista y el ultraimperialista, tienen

una evidente incidencia en la propia

definición del proyecto europeo, que a su vez puede influir en las contradicciones entre ambos. Efectivamente, la “Europa del Capital”, sustancialmente imbricada en el capitalismo global (ultraimperialista), es un proyecto política y socialmente imposible a medio plazo, pero las contradicciones que conlleva esa misma imposibilidad respecto a los intereses de amplísimos sectores de las sociedades europeas pueden suponer un freno al proyecto superimperialista norteamericano. El diagnóstico del futuro (ultraimperialista o superimperialista) puede tener, entonces implicaciones significativas para la acción sociopolítica de los movimientos sociales europeos. La única Europa Unida posible, que no es la de “el capital”, necesariamente será antisuperimperialista. Las siguientes reflexiones sobre estos temas están organizadas en lo siguientes apartados: - En primer lugar, se hará referencia al debate “clásico” y a su actualidad a partir de la conceptualización de una formación social capitalista mundial única. - A continuación, se distinguirá entre los conceptos de superimperialismo y ultraimperialismo, tal y como se desprende del análisis del imperialismo de los años 70, y se ilustrarán empíricamente, caracterizando la actual globalización como proceso ultraimperialista. - Por último, se extraen algunas conclusiones, que no pueden sino ser provisionales, sobre las hipótesis de partida, y que deben entenderse más como una invitación al debate y al desarrollo ulterior del programa de investigación implicado que como certezas derivadas del análisis.

Dos cuestiones en el debate clásico: la posibilidad económica-imposibilidad política del ultraimperialismo y su necesidad histórica Como es sabido, la crítica fundamental de Lenin y Bujarin a Kautsky y, en general, a la socialdemocracia alemana, fue su posición teórica y política respecto al imperialismo. 4

Para nuestros fines, de esta confrontación nos interesa destacar un par de aspectos. En primer lugar, la aceptación de la posibilidad teórica del super o ultraimperialismo por razones económicas junto con la argumentación de la imposibilidad práctica de su carácter pacífico (y por tanto, su imposibilidad, de hecho) por razones políticas. En segundo lugar, la necesidad histórica de las transformaciones en el capitalismo (la “necesidad histórica del imperialismo”). Lenin criticó “el sueño del capitalismo pacífico” de Kautsky, un “ultraimperialismo relativamente pacífico, relativamente desprovisto de conflictos y catástrofes”, “si llamamos ultraimperialismo a la unión internacional de los imperialismos nacionales (o con mayor exactitud, a los que actúan dentro de los marcos de los distintos Estados)”. Pero, por otra parte, y centrándose en el contenido fundamentalmente económico, admitía su posibilidad teórica: “Con un razonamiento teórico abstracto es posible llegar (...) a la misma conclusión a que llegó Kautsky (...) a saber: no está ya distante la unión mundial de estos magnates del capital en un trust mundial único, la cual sustituirá la competencia y la lucha entre los capitales financieros que actúan en el marco de los distintos Estados por el capital financiero unido internacionalmente (...). “No hay duda de que el desarrollo marcha en dirección a un único trust mundial, que devorará todas las empresas y todos los Estados sin excepción (...)” Ahora bien, inmediatamente advertía que esta posibilidad teórica en el terreno del desarrollo económico se vería frustrada en el terreno de las contradicciones políticas. La continuación de las sendas citas anteriores es la siguiente: “(...)Sin embargo, esta conclusión es tan abstracta, simplista e inexacta como lo era la análoga de nuestros ‘struvistas’ y ‘economistas’ de la década del 90 del siglo pasado, quienes del carácter progresista del capitalismo (...) extraían conclusiones ora apologéticas (sumisión ante el capitalismo, conciliación con el mismo, glorificación en cambio de lucha...), ora apolíticas (es decir, negaban lo político, o negaban la importancia de lo político, la probabilidad de conmociones políticas generales)” “(...). Pero, por otra parte, el desarrollo marcha en tales circunstancias, con tal ritmo, con tales contradicciones, conflictos y conmociones –no sólo económicas, sino también políticas, nacionales, etc.- que, inexorablemente, antes de que se llegue a un único trust mundial, a la unión mundial “ultraimperialista” de los capitales financieros nacionales, será inevitable que estalle el imperialismo y el capitalismo se convierta en su contrario”2.

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Las citas pertenecen al Prólogo de Lenin a la obra de Bujarin: La economía mundial y el imperialismo. Cuadernos de Pasado y Presente., México, 1971, pp. 25 y 29, respectivamente.

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En El imperialismo, fase superior del capitalismo, había expresado esta crítica de otra manera: “Si se entiende por punto de vista puramente económico la ‘pura abstracción’, todo cuanto se puede decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carente de todo contenido, como la indicación de que ‘el desarrollo va hacia’ la producción de los artículos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la ‘teoría’ del ultraimperialismo es tan absurda como lo sería la de la ‘ultraagricultura’”3 Bujarin, por su parte, es muy claro en esta distinción entre lo económico y lo político para argumentar la imposibilidad de la alternativa ultraimperialista al belicismo imperialista: “[Del proceso de internacionalización de la vida económica] no puede, sin embargo, seguirse (...) que la evolución social haya entrado en una era de coexistencia, más o menos armoniosa, de los Estados ‘nacionales’. La internacionalización de la vida económica no significa la de los intereses capitalistas (...) Es por eso que solamente aquellos que no se dan cuenta de las contradicciones del desarrollo capitalista y que toman cándidamente la internacionalización de la vida económica por una Internationale Tatsachen, es decir, la internacionalización anárquica por una internacionalización organizada, solamente ellos pueden creer en la posibilidad de una fusión armoniosa de los grupos capitalistas nacionales en una “unidad superior” del capitalismo mundial (...) La internacionalización de la vida económica puede agravar y agrava, en el más alto grado, el antagonismo que reina entre los intereses de los diversos grupos nacionales de la burguesía”.4 La contradicción entre ambas esferas, que es la que incapacita al ultraimperialismo como alternativa posible, se alimenta de las diferencias nacionales, o dicho en otros términos, de la involucración de las superestructuras (nacional-estatales) en la competencia intercapitalista (que deviene en interimperialista)5, utilizando como armas (en aquella época) las políticas arancelarias. Ahora bien, ¿qué ocurriría si los capitalistas superasen sus intereses nacionales? Bujarin se refirió precisamente a esta posibilidad como la única del ultraimperialismo: “La concurrencia por la posesión de las esferas de inversión de capitales puede resultar feroz. Solamente en un caso la solidaridad de intereses se afirma, y es cuando se trata de coparticipación y cofinanciamiento, es decir, cuando, gracias 3

V.I. Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, 1947, pág. 122. 4 Bujarin, op.cit. pág.79 5 Bujarin también es pionero en este aspecto, al introducir en esta obra la terminología del “Capitalismo de Estado” para expresar la “estructuralización” del estado capitalista en la fase monopolista del capitalismo.

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a la posesión común de títulos de valores, se crea sobre un solo y mismo objeto una propiedad colectiva de capitalistas de diferentes países”6. También exigió tanto “una igualdad aproximada de posiciones en el mercado mundial” como “condición necesaria de la formación de una entente más o menos sólida”, como la misma igualdad de fuerza política, puesto que si hubiera demasiadas diferencias en este último aspecto, la potencia más poderosa tendería a querer ejercer ese poder7. Por eso veía tan difícil, en la práctica, el proyecto ultraimperialista como estadio pacífico del desarrollo capitalista (que Lenin veía imposible8). Pero, tras todo su análisis, también concluye que: “Es cierto a’fin de cuentas’ la tendencia a la internacionalización; se impondrá, sin embargo, pero solamente después de un largo período de áspera lucha entre los trusts capitalistas nacionales”.9 Ese largo período, ¿fue el de las dos guerras mundiales? El modelo posbélico, Bretton Woods, etc.¿significó la conclusión de la competencia interimperialista, guiada por la hegemonía de EE.UU.? Lo que le parecía inconcebible a Lenin, y sólo una posibilidad a Bujarin, ¿no empezó a configurarse con la respuesta sistémica capitalista del Nuevo Orden Económico Internacional (acuerdos entre las potencias con desarme arancelario), haciendo frente, además, al bloque soviético? ¿Y no se ha transmutado, tras la crisis de ese “orden”, en el actual proceso de globalización? Porque precisamente hemos definido la globalización como una mundialización de las relaciones estructurales capitalistas, entre ellas las de la posesión del capital, ejercido por corporaciones multinacionales que precisamente devienen por ello en empresas “globales”, que no son emisarias del poder de su país, sino que atienden fundamentalmente al interés de sus accionistas, que son capitalistas financieros de diferentes países (¡algunos incluso de la Periferia del Sistema!). Y, por otra parte, y desde finales de los años 60, la importancia económica de los “bloques” tiende a equilibrarse. Así, la posibilidad que Bujarin atribuyó al imperialismo y las condiciones que le impuso son precisamente algunos de los contenidos e la globalización, tal como nosotros la planteamos10. La “globalización 6

Bujarin, op.cit., pág. 80 Ibídem, págs 173-174. Pero este no sería el superimperialismo al que aquí nos referimos, puesto que no sería una articulación pacífica y estable en el Centro del sistema. 8 Lenin: El imperialismo..., especialmente pp. 156 y ss. 9 Bujarin, op.cit. pág. 176. Cursivas en la fuente original. 10 J..M. Vidal Villa: Mundialización. Diez Tesis y otros artículos. Icaria, Barcelona 1996, y “El futuro del estado en el capitalismo global” en Estay, Caputo y Vidal: Capital sin fronteras. Icaria, Barcelona, 2001; .J. Martínez Peinado: El capitalismo global. Límites al desarrollo y la cooperación. Icaria, Barcelona, 1999. 7

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neoliberal” que arranca, en los años 80, tras la crisis del llamado “modo de desarrollo fordista” y de la hegemonía económica de EE.UU, sería, en este sentido, nada más y nada menos que el proyecto ultraimperialista del capitalismo global. Ahora bien, las superestructuras estatal-nacionales siguen existiendo, y aunque demuestran su ineficacia e incluso ineficiencia, no han podido ser sustituidas como instrumentos de regulación. Porque, de nuevo aquí, el ámbito económico que podría organizarse o regularse de forma ultraimperialista (AMI, OMC) ha chocado con la ausencia de un consenso mínimo para la regulación política: lo que le ha fallado al sistema ha sido la formación de una superestructura sistémica, marcadamente en el ámbito político, ya que el ideológico se está cubriendo con el lema “mercado más democracia”. Pero el sistema inter-nacional no parece el marco adecuado para imponer la nueva superestructura: demasiadas voces discordantes (frenos al AMI, críticas a la OMC), demasiados votos en las Naciones Unidas, demasiadas exigencias de democracia real a escala planetaria, demasiadas críticas al mercado. Y aquí aparece la segunda cuestión que interesa retomar del debate clásico, y que concierne a la necesidad histórica. Los marxistas revolucionarios argumentaron que, como fase o política del “capitalismo desarrollado”, el imperialismo era una “necesidad histórica” del mismo, pero que ello no debía entenderse como aceptación o apología (en las que derivaba la posición de Kautsky y en general, de la socialdemocracia), sino como comprensión de sus raíces: el capitalismo necesariamente deviene en imperialista. De forma similar, cabría plantearse que el desarrollo del capitalismo global ha llevado a la necesidad de reestructurar la articulación entre la base económica mundializada y los mecanismos e instrumentos de regulación política y social. En otros términos, frente a los cambios estructurales que la globalización supone en el modo de producción, se hacen “necesarios históricamente” cambios superestructurales en el modo de dominación. Pero esa nueva articulación entre base económica y superestructura, tal como la exige el nuevo capitalismo global, no es la de un sistema de formaciones sociales. Es la propia de una formación social, en este caso mundial. Y, considerando la experiencia histórica de las construcciones superestructurales en las formaciones sociales capitalistas, es previsible que ahora también se exigirán cambios enfocados hacia una centralización y concentración real del poder. Cabe detenerse brevemente en la cuestión, de carácter conceptual-metodológico, de la diferenciación entre “formación social (mundial)” y “sistema de formaciones sociales”.

8

La comprensión de la economía mundial es bien compleja, porque tiene que abarcar simultáneamente el funcionamiento del capitalismo global y la estructura y dinámica de las economías nacionales. Nosotros argumentamos la existencia de una economía mundial como un espacio de la valorización del capital que se autonomiza a partir de una determinada inflexión en la dinámica, hasta entonces nacional, del proceso de acumulación de capital. Por ello hemos utilizado dos categorías estructurales, la formación social y el sistema de formaciones sociales, para analizar la dimensión estatal-nacional

del

capitalismo

y

la

dimensión

sistémica

mundial

de

la

internacionalización del capital, respectivamente11. Es decir, para entender el desarrollo histórico del capitalismo tal y como tiene lugar durante la formación de mercados internos, incluyendo la articulación imperialista (las colonias son una parte específica del mercado interno de cada metrópoli), lo conveniente es utilizar el concepto de formación social. Pero tras la IIª Guerra Mundial y los procesos de descolonización, se hace evidente que con tal estructura teórica no se puede entender la compleja red de interconexiones establecidas entre las formaciones sociales, porque lo que ocurre en cada formación social está determinado por la posición de su base económica en la economía mundial, posición que puede ser central o periférica. Es a partir de aquí que planteamos la utilización de la categoría de sistema económico mundial para poder recoger analíticamente las articulaciones y determinaciones entre los diversos ámbitos de la realidad: el económico, el institucional, el social, etc. En otras palabras, consideramos que la realidad mundial de la época sólo se puede entender a través del estudio del sistema en su conjunto, que comporta el de sus tres dimensiones: la explotación de los recursos mundiales (infraestructura sistémica) mediante la organización económica de la producción, el comercio y los flujos financieros internacionales (estructura sistémica), dirigida por las instituciones y articulaciones de hegemonía, dominio y subordinación existentes entre las formaciones sociales que componen el sistema (superestructura sistémica). Ahora bien, también hemos argumentado que la superestructura del sistema no estaba acabada, que incluso su formación es contradictoria (con oposición entre la lógica sistémica y la lógica inter-nacional, lo que es bien visible en los procesos de integración subsistémicos). En este sentido, la superestructura iría retrasada respecto a la base económica. 11

Martínez Peinado y Vidal Villa: Economía mundial. McGraw Hill, 1995 y 2000; y Estructura económica y sistema capitalista mundial. Pirámide, Madrid, 1987 y 1990.

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Este retraso se manifiesta muy claramente en la crisis estructural que pone fin al llamado modo de desarrollo fordista, o modelo post-bélico, o como se le quiera llamar. La reestructuración que emprende el capital a través de las sucesivas crisis en el Centro y en la Periferia, con la ofensiva final contra el modelo soviético y con el Consenso de Washington, modela un proceso de hegemonía indiscutible del capitalismo global en la conformación definitiva de una base económica sistémica mundializada con una nueva y profundizada dinámica de polarización entre los centros, las semiperiferias y las periferias (más o menos significativas en la economía mundial según su disposición de recursos). Y a partir de ahí cabe entender que el propio concepto de sistema internacional (de formaciones sociales) ya no sirve para expresar, para abarcar, los cambios cualitativos en las interconexiones entre las instancias del sistema. El capitalismo global, mundializada la base económica de una manera fulminante, exige un modo de dominación, unas regulaciones, también globales, adecuadas a esta mundialización (y a la polarización que conlleva), y la superestructura inter-nacional no se la proporciona. Con una base económica mundializada y una superestructura ineficaz e ineficiente, es el propio sistema como categoría estructural el que entra en crisis. Lo que está exigiendo el capitalismo global no es un sistema internacional, sino una nueva formación social, que estructure la regulación y acumulación de un único mercado interno mundial. La categoría “sistema de formaciones sociales” ya no es útil para abarcar los agentes y relaciones básicas del mundo. Si en su momento se pasó de la formación social nacional al sistema inter-nacional, ahora se pasa del sistema inter-nacional a la formación social mundial12. Hay que volver a la categoría de la formación social. Pero entonces hay que plantear más nítidamente cómo se configura la superestructura de la misma, porque de lo contrario es indefinible. Aquí es donde viene el segundo reto metodológico, y es donde se inserta más claramente el debate superimperialismo-ultraimperialismo: si la nueva superestructura se hereda de la potencia más poderosa o si se da a luz a un nuevo conjunto de instancias políticas, jurídicas y de coerción.

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En términos de los regulacionistas como De Bernis, que por otra parte siempre han negado la existencia de la economía mundial, diríamos que pasamos de los sistema productivos nacionales a un sistema productivo mundial o global (“un sistema productivo es un conjunto de procesos de producción y de relaciones de producción capaces de generar un excedente con vistas a su reproducción ampliada”). Véase De Bernis: El capitalismo contemporáneo. Ed. Nuestro Tiempo, México,1998. En este caso, como en el de otros regulacionistas como Boyer o Lipietz, con su persistencia en el carácter nacional de las economías centrales, se hace imposible salir de lo que no sea una perspectiva de competencia inter.nacional como expresión de la competencia intercapitalista.

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Recapitulando: del debate histórico destacamos dos cuestiones que acaban convirtiéndose en una: dada la importancia de la esfera política en la posibilidad del ultraimperialismo, su definición no-nacional lleva a la necesidad de construir una superestructura mundial si es que el capitalismo mundial pretende seguir organizando el progreso y el crecimiento económico (haciendo frente, además, a las consecuencias de la polarización que conllevan), una vez superado el antagonismo económico entre las potencias. Y esa superestructura mundial, en comparación con el conjunto institucional sistémico actual, concentrará y centralizará mucho más poder sobre la globalidad de la base económica: recursos, actividades económicas, clases y agentes sociales, incluso más que el que una potencia todopoderosa militarmente pude pretender imponer por sí sola en el momento presente. En teoría, como superestructura de una formación social única mundial, tendría que ejercer todo el poder sobre la forma de organizarse y progresar de la humanidad en su conjunto. La cuestión es si tal superestructura la impone la potencia más fuerte o deriva del consenso entre las potencias “relativamente iguales”.

Superimperialismo, ultraimperialismo e igualdad de posiciones Merece la pena considerar un poco más detenidamente dos cuestiones que no están claramente establecidas en el debate clásico y que ahora sí deberían estarlo. Nos referimos a la distinción entre “superimperialismo” y “ultraimperialismo” y a la “igualdad de posiciones en la economía mundial”. En el debate de los clásicos se utilizaron indistintamente los dos términos13, pero posteriormente les fueron adjudicados diferentes contenidos, a través de análisis que profundizaban en la relación entre el Estado y el capital. A finales de los años 60, en un debate en la New Left Review, B. Rowthorn propuso tres posibilidades respecto a la “unidad del bloque imperialista” y la autonomía de sus elementos constituyentes: ”El super-imperialismo de los EE.UU., en el cual todos los estados capitalistas están dominados por los Estados Unidos y tienen comparativamente poca libertad para escoger sus políticas y controlar sus economías de forma contraria a los intereses del estado americano. América actúa como el organizador del capitalismo mundial, preservando su unidad frente al socialismo (...) El ultraimperialismo, en el cual una coalición dominante de países imperialistas relativamente autónomos desempeña el papel organizativo necesario para preservar la unidad del sistema (...) 13

Por ejemplo, Lenin, en El imperialismo..., pp. 155 y ss. Bujarin, op. cit, en el título del Cap XII y el texto subsiguiente, etc.

11

La rivalidad imperialista, en la que los estados relativamente autónomos no llevan a cabo por mucho tiempo el papel organizativo necesario o lo hacen tan mal que estallan serios conflictos entre ellos y resulta amenazada la unidad del sistema. Para que esto suceda los antagonismos entre los estados deben ser graves”,14 Frente a los “tercermundistas” que, en sus análisis de finales de los 60 y primeros 70, centraban la esencia del imperialismo en la contradicción entre un Centro no antagónico, liderado por EE.UU:, y la Periferia (en la tradición, en cierto modo, de Kautsky, plasmada en la división internacional del trabajo: industria-centro/ agricultura y minería-periferia), los trotskistas insistían en que la competencia internacional de capitales arrastraba el antagonismo entre los Estados (del Centro). Tras la crisis del modelo fordista y del NOEI, parece que a la postre los segundos iban desencaminados: el capitalismo anglosajón ha dirigido tanto el proceso de reestructuración en el Centro, como la derrota y destrucción del sistema soviético, como la readaptación de la Periferia a las nuevas directrices del capitalismo global (apertura, privatización y extraversión), acelerando, además, el proceso de globalización, que a su vez redefine el capitalismo periférico (fábrica mundial, mundialización del capital variable, etc., ahora en contra de las tesis de Kautsky de la Periferia agrícola) en el que se desarrolla una nueva polarización, con semiperiferias industrializadas y periferias en permanente peligro de marginación. A partir de aquí, vuelve a plantearse si, en el capitalismo global, la competencia intercapitalista se traslada a los Estados o, dado el creciente grado de monopolización internacional, los acuerdos entre las grandes empresas pueden regular los conflictos entre ellas (dejando, pues, relativamente pequeño, o en todo caso secundario, el papel de los estados e “intereses nacionales”). Se trata de argumentar si el proceso de acumulación de capital, en su carácter nacional y/o mundial, enfrentado a las contradicciones políticas que de tal carácter se derivan, exige el enfrentamiento (como planteó Lenin) o posibilita el acuerdo. Y dicho acuerdo, de ser posible, puede hacerse, o bien a través del superimperialismo (supremacía absoluta de una potencia imperialista sobre todo el mundo) o bien a través del ultraimperialismo (gobierno mundial que impone las regulaciones derivadas de los intereses económicos del capital monopolista mundial).

14

B. Rotwthorn: El imperialismo de los años 70: Unidad o rivalidad. A Redondo Ed..Barcelona, 1972, págs. 5-6. Incluye referencias a las aportaciones de otros muchos autores fundamentales en el debate sobre el imperialismo, como Sweezy, Magdoff, Hymer, Jalée, Warren,Varga, Mandel, Kidron, etc., a los que habría que añadir la escuela latinoamericana: Marini, Dos Santos, Caputo, Bambirra, Frank, etc.

12

¿Qué relación existe entre las empresas y entre los estados en el capitalismo actual? ¿Estamos, como exigía Bujarin para la posibilidad del ultraimperialismo, ante la “relativa igualdad”? Quizás es más importante responder a otra pregunta: ¿hay ahora más igualdad que en el momento “superimperialista” anterior a la crisis? Porque, en realidad, la terminología de la globalización no es nueva: hace treinta años ya se planteaba la cuestión, como evidencia la siguiente aportación de Hymer a un debate: “El rasgo más importante de la actual economía internacional es que las empresas capitalistas dirigentes han rebasado la economía nacional y son globales en sus perspectivas e intereses, aunque no, por supuesto, en su propiedad. Estas tendencias hacia las empresas multinacionales rompen la conexión simple entre el Estado-nación y la burguesía nacional que caracterizó al viejo imperialismo (...) ¿Serán capaces las empresas de erigir Estados supranacionales conmensurables con su propia envergadura multinacional de control? O, ¿el sistema irá a los tumbos porque la integración económica de la empresa capitalista ha ido más rápido que la integración política por parte de los Estados?”15 Si se supone que la economía mundial hasta los años ochenta (años de crisis y reestructuración) estaba caracterizada por el superimperialismo de EE.UU. (relaciones pacíficas bajo la hegemonía de una superpotencia), ¿que diferencias habría ahora respecto a la “igualdad de posiciones? Pueden hacerse algunas constataciones interesantes, en el bien entendido que no agotan, ni mucho menos, el tema, a partir de las cifras proporcionadas por la UNCTAD y el FMI. Las primeras se refieren sólo a la Inversión Extranjera Directa (IED), mientras que el FMI ofrece datos tanto para la IED como para la Inversión en Cartera (IEC) y otros movimientos financieros (OI), en los que tienen especial relevancia las operaciones bancarias. Según datos de la UNCTAD para 1999 de las cien primeras empresas multinacionales no financieras, la igualdad no hace sino acentuarse en la última década (Tabla 1), o incluso el equilibrio tiende a inclinarse a favor europeo. Las empresas

de las tres

primeras potencias de la Unión Europea tienen un peso similar al de las de EE.UU., y las japonesas ocupan una posición intermedia en términos de economías individuales, pero muy estable o ligeramente creciente. En comparación con fechas anteriores la “mayor igualdad” parece un hecho: en 1985, de las 100 primeras, 52 eran

15

S. Hymer, debate con V. Perlo y A. McEwan, en Sweezy, Wolf, Dos Santos y Magdoff: Economía Política del Imperialismo. Ed. Periferia, Buenos Aires, 1972, pp.94-95. Subrayado nuestro. No nos referimos aquí a la novedad de la globalización, debate ya superado. Baste con recordar que el capitalismo global se caracteriza, entre otras cosas, por la propiedad global.

13

estadounidenses, 11 japonesas, y el RUGB y Alemania estaban representadas, cada una, por 7, mientras que sólo había dos empresas francesas.

Tabla 1: Las 100 primeras multinacionales (porcentajes y número de registros) Participación

Activos

extranjeros

Número

de

empresas

1990

1995

1999

1990

1995

1999

UE

45.5

43.8

43

48

39

46

Francia

10.4

8.9

11.6

14

11

13

Alemania

8.9

12.2

12.3

9

9

12

RUGB

8.9

12.2

12.3

12

10

8

EE.UU.

31.5

33.3

33.3

28

30

26

12

15.1

15.4

12

17

18

Japón

Fte.: UNCTAD: World Investment Report 2001. Tabla III.5

Desde el punto de vista de la posición exterior (stocks acumulados de inversión directa, inversión en cartera y otras inversiones), la Tabla 2 muestra la equiparación entre los bloques de la Triada, , y es especialmente significativo que, durante el período, EE.UU. pasa de representar el 40 % de los activos al 35 %, mientras que aumenta su participación en los pasivos del 36 % al 46 %.

Tabla 2. Posición exterior: Stocks de inversiones extranjeras (millardos de $) EE.UU.

Gran Bretaña Francia

Alemania

Japón

1980

584

519.17



216

133.93

1990

2119.42

714.93

626.77

1016.88

2172.57

2000

7061.4

4310.68

2481.92

2593.54

3614.34

1980

500.84

507.67



224.03

147.13

1990

2458.58

1744.12

758

750.52

1528.52

2000

9377.25

4537.47

2287.54

2539.27

1861.05

Stock Activos

Stock Pasivos

Fte.: FMI: Estadísticas Financieras Internacionales, diversos números.

14

En relación a la IED en concreto, el Gráfico 1 muestra la progresiva equiparación de los componentes de la “triada” en el período 1980-2000: la parte del “queso” de EE.UU. disminuye en las salidas y aumenta en las entradas.

GRÁFICO 1. INVERSIÓN DIRECTA EXTRANJERA: STOCK DE ENTRADAS Y SALIDAS EN Y DESDE LAS POTENCIAS DEL CENTRO, 1980-2000 En definitiva, en la IED, EE.UU. ha ido perdiendo participación en las salidas pero la ha ganado en las entradas, lo cual se corresponde con la posición más vendedora que compradora en las fusiones y adquisiciones a la que después se hará referencia. Utilizando otra fuente, la UNCTAD, la “igualdad de posiciones” en la IED conseguida a través de la globalización se hace patente también, como muestran las tablas 3 y 4 referidas a los flujos y stocks, respectivamente (Japón muestra la importancia de su ajuste y estancamiento).

Tabla 3. Flujos de Inversión Extranjera Directa (volumen y porcentajes) Salidas Entradas 1989-94 1995-2000 1989-94 1995-2000 Promedios (millones $) 228281 680078 200145 705376 UE 46,1 61,5 38,3 40,1 RUGB 10,6 17,6 9,6 8,5 ALEMANIA 8,5 9,3 1,7 6,8 FRANCIA 9,0 10,4 6,2 4,5 USA 21,5 16,8 21,3 23,6 JAPÓN 13,0 3,7 0,5 0,7 Fte.: Elaboración sobre UNCTAD, op.cit., Tablas Anexas B.1 y B.2.

Tabla 4. Stocks de Inversión Extranjera Directa (% totales mundiales) Stock IED Salidas UE RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPÓN Stock IED Entradas UE RUGB ALEMANIA FRANCIA USA

1980 40,7 15,4 8,2 4,5 42,0 3,7

1985 41,4 14,2 8,5 5,2 35,5 6,2

1990 46,0 13,4 8,6 7,0 25,1 11,7

1995 45,6 10,6 9,0 7,2 24,3 8,3

1999 48,9 13,7 7,9 7,0 22,6 5,0

2000 52,1 15,1 7,4 8,3 20,8 4,7

30,2 10,2 5,9 3,7 13,5

26,5 7,2 4,1 3,8 20,7

39,2 10,8 6,3 5,3 20,9

38,5 6,8 6,6 6,3 18,2

35,3 7,1 5,5 4,6 18,6

37,6 7,6 7,3 4,2 19,6

15

JAPÓN 0,5 0,5 0,5 Fte.: Elaboración sobre UNCTAD, op.cit., Tablas Anexas B.3 y B.4.

1,1

0,9

0,9

Ahora bien, gran parte de la anterior IED (55 % de la IED en 1987, 85 % de la IED en 1999) está vinculada a operaciones de concentración y centralización de capital, mediante operaciones de fusiones y adquisiciones (F&A, muy mayoritariamente las segundas), más que a inversiones en planta. El análisis de estas operaciones ofrece unos resultados semejantes16: las megaoperaciones de F&A (de más de un millardo de $) han pasado, en los últimos años, a significar más de dos tercios de las F&A y casi el 60 % de la IED, y, dentro de ellas, las megaoperaciones de más de 2 millardos han pasado de representar el 43 % en 1995 a ser el 84 % en 1998 y el 86 % en 1999, y las superiores a 5 millardos han pasado del 27 % de 1995 al 64 % en 1998 y el 67 % en 1999. O sea, en la IED se está observando un proceso de gigantesca concentración y centralización de capital, que deriva, incuestionablemente, en un debilitamiento de la competencia. El análisis regional de las F&A redundaría en el carácter fundamentalmente vendedor de EE.UU, frente al sesgo comprador de la Unión Europea, agudizados ambos en los dos últimos años analizados (1998 y 1999). Respecto a las megaoperaciones 1995-1999, las empresas de la UE supusieron el 76 % del valor de las compras (11 % EE.UU.), mientras que EE.UU. suponía el 36 % del valor de las ventas (52 % la UE). Todos venden, y Japón (hasta la crisis) y la UE, además, compran mucho. En resumen: bien se puede concluir que, en lo que a los sectores productivos se refiere, la “igualdad de posiciones” ha sustituido a la hegemonía de EE.UU. Ahora bien, es bien conocido que una de las características del capitalismo global ha sido y es el predominio de los movimientos de capital-dinero en la esfera financiera, al margen de su vinculación productiva. Los promedios anuales de salidas en IEC fueron superiores a los de IED en más del 34 % en 1985-89, del 59 % en 1990-94 y del 52 % en 1995-99. Y, de nuevo, la regionalización de los movimientos de IEC apunta a la “igualdad actual de posiciones”, como indica la Tabla 5.

Tabla 5. Inversión Extranjera en Cartera (IEC) 1986-1999 (promedios anuales en millardos $) 1986-1990

1991-1994

1995-1999

16

R. Sánchez Tabarés y J. Martínez Peinado tienen en preparación la publicación de un estudio al respecto, y los datos sobre F&A proceden del mismo; G. Vidal ha publicado una investigación de estas operaciones para el caso de América Latina: Privatizaciones, fusiones y adquisiciones. Las grandes empresas en América Latina. Antrophos, Barcelona, 2001.

16

ENTRADAS TOTALES

172.3

338.9

730.1

EE.UU.

44.7

79.3

113.7

JAPÓN

26.9

36.8

104.5

EUROPA OCCIDENTAL*

100.7

222.9

511.9

SALIDAS TOTALES

182.7

292.2

878.4

EE.UU.

13.6

67.6

320

JAPÓN

85.9

61

81.4

EUROPA OCCIDENTAL*

83.1

163.6

477

Fte.: R. Sánchez Tabarés: Los movimientos transfronterizos de capital y el proceso internacional de concentración y centralización del capital. Mímeo. Cuadro 11

Resultados similares (o interpretables en la misma línea) obtendríamos del análisis pormenorizado de las otras inversiones, con el añadido de que suponen aún mayores volúmenes de flujos y stocks que en los casos de la IED y la IEC, como se desprende de la Tabla 6. Los comportamientos son similares en EE.UU., Japón y Alemania, donde el crecimiento de los stocks de activos salidas de IEC es muy superior al de los de pasivos en estos veinte años (se han multiplicado por 39, 58 y 44, respectivamente, los activos, y por 25, 20 y 28 los pasivos), siendo el caso contrario en el Reino Unido (se han multiplicado por 28 los activos y por 55 los pasivos). Por otra parte, cabe destacar cómo el rubro “otras inversiones” (que incluye significativamente los créditos y préstamos bancarios) sobrepasan, en determinados períodos, las operaciones bolsarias. Al respecto, cabría enfatizar que el crecimiento de los mercados de derivados, en los que se habrían manejado promedios anuales de casi doce billones de dólares en el período 1996-98, imprimen una de las características esenciales al actual capitalismo global: la primacía de la circulación y valorización del capital-dinero, que, más que ninguna otra forma del capital, representa la abstracción del valor frente a cualquier concreción nacional.

Tabla 6. Stocks externos de Inversión en cartera y otras inversiones (millardos $) 1980 EE.UU. IEC OI Japón IEC OI Francia* IEC OI

… …

Activos 1990

2000

1980

Pasivos 1990

2000

62,45 306,17

342,31 1045,35

2406,5 2187,14

175,54 242,25

929,27 989,71

4367,94 2272,44

21,44 92,88

595,84 980,89

1244,91 1124,52

42,55 101,31

395,97 1122,7

871,76 928,97

215,27 457,8

774,35 624,76

40,2 476,45

178,72 … 630,69 …

17

RUGB IEC 45,55 380,34 1280,33 28,15 364,69 OI 394,41 1071,85 2128,76 416,51 1160,58 Alemania* IEC 20,37 185,23 892,85 37,56 207,58 OI 164,58 706,69 960,98 161,13 467,49 * Las cifras para el corresponden a 1999. Fte.: FMI: International Financial Statistics, 2002

1540,04 2514,73 1070,67 946,85

Concluyendo: la “financiarización”, propia del capitalismo global, afecta por igual todas las “potencias imperialistas”, y las empresas globales han establecido, a través de este proceso, un entramado tan denso de concentración y centralización industrial y financiera, de propiedad y de tecnología, que parece arriesgado, cuando menos, cuestionar rotundamente la “igualdad de posiciones” que Bujarin exigía al ultraimperialismo, o pensar que la competencia intermonopolista se traspasa a los Estados. El capital financiero ya vive definitivamente en un mundo sin estados nacionales. Y teniendo en cuenta que los flujos financieros tienen un estatus más importante, en la globalización, que la circulación del capital-mercancía, hablar de “bloques comerciales” es sólo una parte, y ya no la más importante, de la estructura de economía mundial, sin contar con las estimaciones de que un tercio, al menos, del comercio internacional es intrafirma (entre matrices y filiales) y otro 30 o 40 % tiene lugar entre las principales empresas globales.

Algunas conclusiones La diferencia fundamental entre la situación que abordaron los marxistas clásicos y la actual es que, mientras que ellos destacaban la contradicción entre la mundialización y el carácter nacional en la base económica, en la actualidad dicha contradicción es entre la base económica mundializada y una superestructura todavía internacional. Ellos pensaban en una fase superior y última del capitalismo como modo de producción (puesto que la contradicción citada se daba en su seno), pero la perspectiva que se presenta ahora al capitalismo global para su mantenimiento como modo de producción hegemónico en el planeta es la construcción de una formación social capitalista mundial en la que se estructuren orgánicamente nuevos mecanismos de regulación superestructurales con la base económica ya mundializada (en los esencial). Dichos nuevos mecanismos de regulación pueden adoptar un carácter ultraimperialista si son elaborados y manejados por organizaciones globales supranacionales (empresas u organismos y tratados) o bien un carácter superimperialista si es una sola potencia las

18

que los impone y maneja. Esta última opción nos parece a medio plazo imposible de mantener, por la propia dimensión global de la base económica, en la que se ha alcanzado cierta igualdad de posiciones entre las potencias del Centro, tal como exigía Bujarin para que se diese el proyecto ultraimperialista. La hegemonía aplastante de EE.UU., en este sentido, sólo deriva de su poder militar, pero su mantenimiento a medio y largo plazo exigiría una hegemonía también económica que lo sustentase internamente, cosa que no es el caso o al menos parece muy difícil. La transición del sistema capitalista mundial de formaciones sociales a la formación social capitalista mundial se presenta sumamente azarosa precisamente por este enfrentamiento superimperialismo/ultraimperialismo, de consecuencias desconocidas pero, en el peor de los casos, terribles, ya que sería volver al enfrentamiento político y militar, en última instancia, entre las áreas económicas capitalistas (centrales, semiperiféricas y periféricas) en su proceso de acomodo en la nueva formación social mundial.. Las relaciones internacionales y las políticas de alianzas y de cooperación estarán marcadas, en el inmediato futuro, por este escenario. Desde esta perspectiva, la nueva concentración y centralización del poder sólo puede resistirse mediante la reivindicación activa de la democracia, y contra la nueva polarización sólo cabe la batalla por un mundo más policéntrico en el que no acabe de cuajar ni la marginación de miles de millones de personas ni el gigantesco despilfarro en aparatos superestructurales, mediáticos y militares que necesita el capitalismo global.

19

GRÁFICO 1

INVERSIÓN DIRECTA EXTRANJERA: STOCK DE ENTRADAS Y SALIDAS EN Y DESDE LAS POTENCIAS DEL CENTRO, 1980-2000

STOCK IED SALIDAS 1980

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

STOCK IED SALIDAS 1990

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

STOCK IED SALIDAS 2000

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

STOCK IED ENTRADAS 1980

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

20

STOCK IED ENTRADAS 1990

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

STOCK IED ENTRADAS 2000

RUGB ALEMANIA FRANCIA USA JAPON

21

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