Confiando en la bondad de Dios. (Habacuc)

lección 8 18 al 24 de mayo Confiando en la bondad de Dios (Habacuc) «Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra d

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lección 8 18 al 24 de mayo

Confiando en la bondad de Dios

(Habacuc)

«Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor». Habacuc 2: 14

Ser lanzado al aire puede ser una experiencia atemorizante para un niño, en caso de que no confíe plenamente en su padre. Debemos confiar por completo en nuestro Padre celestial, recordando siempre que lleva las riendas de todo. 76

sábado Salmo 25: 15; 34: 17-20; Isaías 41: 10

Introducción

18 de mayo

Intentando confiar

—Confía en mí. —Pero, ¡no puedo ver nada! ¡Necesito ver! —Mírame. No es fácil decirle a la gente, especialmente a los jóvenes, que necesitan confiar en un Dios que es invisible. ¿Cómo podremos poner a prueba su confiabilidad? ¿Cómo podemos compararlo con algo, o encontrar si existe alguna otra alternativa? No es posible. No obstante, con la ayuda del Espíritu Santo y confiando en Dios desarrollaremos una dependencia salvadora de él. Si lo hacemos, entenderemos que no habrá necesidad de cuantificar su bondad y su Palabra.

¡No abras los ojos para atisbar! Mantener nuestra mirada fija en el Señor no será fácil, especialmente cuando la mayor parte de nosotros poseemos la misma capacidad de atención que un niño de dos años. Sin embargo, nos daremos cuenta de que al concentrarnos en él nuestros temores se desvanecerán. Esto puede deberse a varias razones, pero quizá las más importantes sean las siguientes: 1. No existe nada negativo respecto a Dios, por lo tanto, cuando lo contemples a solas, únicamente podrás ver el lado bueno de cada situación ¡incluso en medio de un conflicto! «Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar» (Sal. 119: 165). 2. Dios es amor y su amor es fidedigno. Así que si te concentras en él, en vez de hacerlo en tus problemas, «él te librará». Aunque quizá a menudo intentemos determinar cómo ha de salvarnos. «Bien, Señor, quizá puedes abrir el mar para que yo pase pisando tierra seca. O a lo mejor me puedes proporcionar un pequeño bote para que yo cruce. ¿No podría ser mediante un helicóptero?» Desde luego, no nos concierne en absoluto decidir cómo él realiza los rescates. Solo hemos de pedir fe para aceptar cualquier ayuda que él nos brinde. Al considerar la lección de esta semana, así como nuestras vidas, tratemos de confiar en Dios en formas prácticas, aun con nuestros problemas ocultos y pesadas cargas. Ojalá que a diario podamos ser consolados por la siguiente promesa: «Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa» (Isa. 41: 10). Tratemos con más fuerza de cerrar nuestros miopes ojos, confiando más en él cada día. ¡Sin abrirlos para atisbar!

Lisa Munroe, Kingston, Jamaica

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domingo 19 de mayo

Logos

Fieles a Dios en un mundo de injusticia

Salmo 13: 1; Habacuc 1: 12-17; 2: 2-4; 3: 13; Romanos 1: 16, 17; Gálatas 3: 10-14; Filipenses 4: 11; Hebreos 10: 38

Dios observa las injusticias (Hab. 1: 12-17)

Habacuc comienza diciendo a Dios: «¡Tú, Señor existes desde la eternidad! ¡Tú, mi santo Dios, eres inmortal!» (Hab. 1: 12). El profeta luego reitera, como si lo recordara, su conocimiento del juicio de Dios aplicado a quienes se han apartado de él. Sin embargo, el estilo de Habacuc carece de convicción. De inmediato procede a cuestionar a Dios respecto al maltrato de quienes lo rodean a manos de aquellos que han dejado de temer al Señor. Como muchos de los profetas, Habacuc vivió en un país que se había apartado del Señor. Confiar en él no era fácil cuando no se observaba señal alguna de su presencia. Las injusticias se acumulaban haciendo que Habacuc clamara en forma desesperada; aunque en última instancia él no abandona su fe en el poder del Señor para rescatar a los oprimidos. ¿Acaso no es esa una elevada expresión de fe? Habacuc fue fiel hasta el último momento de su vida, aunque no pudo ver el cumplimiento de las promesas de Dios. El profeta demostró que es posible tener fe en Dios aunque parezca que no está haciendo nada para corregir el mal. Habacuc escribe al final de su libro: «Saliste a liberar a tu pueblo, saliste a salvar a tu ungido. Aplastaste al rey de la perversa dinastía, ¡lo desnudaste de pies a cabeza!» (Hab. 3: 13). Aunque él no vio evidencias de sus oraciones en su vida diaria, Habacuc perseveró, redactando en la conclusión de su libro una predicción de la victoria final de Dios sobre el mal. Cómo vivir por fe (Hab. 2: 2-4; Rom. 1: 17)

Habacuc señala que quizá haya un tiempo de espera antes de que Dios rescate a su pueblo de manos de los malvados. «Pues la visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá» (Hab. 2: 3). La liberación divina marcha a su propio compás, no al nuestro. Él está en control de lo que nos afecta, por muy difícil que todo parezca. Dios enfatiza el hecho de que debemos permanecer fieles hasta el fin. Habacuc también compara dos actitudes que prevalecían en su tiempo: la fidelidad y la infidelidad. En el versículo 4 afirma que los malvados se sienten muy seguros de sí mismos y que sus almas no están enfocadas en Dios. Mientras tanto, quienes son fieles viven por la fe. Pablo se hace eco de esto en su carta a los romanos cuando afirma que «se revela la justicia de Dios por fe de principio a fin» (Rom. 1; 17). ¿Cómo podemos tú y yo ser parte del grupo de los fieles? Los infieles se apartan de Dios, son impacientes y no están dispuestos a esperar el cumplimiento de sus promesas. Por otro lado, los fieles se vuelven a Dios aun en las peores circunstancias y ponen su confianza en él. Confían en sus promesas, aunque no los libren de las tribulaciones. 78

¿Por qué no salva la ley? (Gál. 3: 10-14; Heb. 10: 36-38)

En Gálatas Pablo escribe que una maldición se cierne sobre todo el que confíe en la ley para que lo salve. Jesús asumió esa misma maldición cuando murió en la cruz. Pablo señala que somos justificados por la fe, ya que no podemos obedecer la ley. Mediante la fe recibimos al Espíritu Santo. A través de la fe es que Cristo nos redime. Sin embargo, la jornada de fe requiere que seamos perseverantes. Habacuc escribe respecto al dolor que significa observar personalmente numerosas injusticias sin que se vea al Señor obrar para enderezar el camino de aquellos que obran maldad.

¿Cómo podemos tú y yo formar parte del grupo de los fieles? En la Carta a los Hebreos leemos que el justo «vivirá únicamente por la fe» y que si alguien se aparta de Dios, esa persona se entrega a la injusticia y podría perderse para siempre a menos que se arrepienta. Necesitamos perseverar de manera que cuando hagamos la voluntad de Dios, podamos recibir lo que él ha prometido. La fe, por tanto, no implica que reconozcamos totalmente a primera vista que algo es verdadero, justo, correcto o probable. La fe más bien se relaciona con una marcha sin desmayar a través de esos períodos de la vida en que las respuestas y los motivos parecen estar nublados por la duda, la tristeza y el luto. La fe constituye un legítimo compromiso con Dios y con Cristo. Confianza en Dios a pesar de nuestras interrogantes (Sal. 13: 1; Fil. 4: 11-13)

Pablo aprendió la forma de estar gozoso en cualquier circunstancia: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4: 13). En mi propio caso, pienso a menudo que este versículo habla de alcanzar un gran ideal. Sin embargo, esa no fue la intención de Pablo. Él afirma claramente en el contexto del pasaje, que a pesar de las circunstancias en las que se encuentre, ha aprendido a gozarse y que el Señor puede darle la fortaleza para enfrentar cualquier desafío vital. El Salmo 13: 1 dice: «¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?». Esta pregunta nos la hacemos todos en algún momento. El Señor la escucha; pero como hemos visto en el caso de Habacuc, Dios decide cumplir sus promesas según su providencia. Nos corresponde permanecer fieles, aferrándonos por fe a dichas promesas. PARA COMENTAR

1. ¿De qué modo podríamos permanecer fieles a Dios en medio de alguna situación extrema que nos afecte? 2. Habacuc y muchos otros personajes de la Biblia cuestionaron a Dios. Nosotros también lo hacemos. ¿Por qué? 3. ¿Es apropiado cuestionar los tiempos de Dios, sabiendo que sus promesas se cumplirán? ¿Por qué?

Jeremy Vetter, Moscow, Idaho, EE. UU.

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lunes 20 de mayo

Testimonio Viviendo por fe

Habacuc 2: 4

«En el tiempo en que Josías empezó a reinar, y durante muchos años antes, los de corazón fiel que quedaban en Judá se preguntaban si las promesas que Dios había hecho al antiguo Israel se iban a cumplir alguna vez». […] »Estas preguntas llenas de ansiedad fueron expresadas por el profeta Habacuc. Considerando la situación de los fieles en su tiempo, dio voz a la preocupación de su corazón en esta pregunta: “¿Hasta cuándo, Oh Jehová, gritaré sin que tu escuches y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea tanta maldad? Por eso la Ley se debilita y el juicio no se ajusta a la verdad; el impío asedia al justo, y así se tuerce la justicia” (Hab. 1: 2-4).

«Dios respondió al clamor de sus hijos leales». »Dios respondió al clamor de sus hijos leales. Mediante su portavoz escogido reveló su resolución de castigar a la nación que se había apartado de él para servir a los dioses de los paganos. Estando aún con vida algunos de los que averiguaban acerca del futuro, ordenaría milagrosamente los asuntos de las naciones dominantes en la tierra, y daría ascendencia a los babilonios. Esa potencia caldea “formidable y terrible” (vers. 7), iba a caer repentinamente sobre la tierra de Judá como azote enviado por Dios. Los príncipes de Judá y los más hermosos de entre el pueblo serían llevados cautivos a Babilonia; las ciudades y los pueblos de Judea, así como los campos cultivados, serían asolados; nada quedaría ileso. […] »La fe que fortaleció a Habacuc y a todos los santos y justos de aquellos tiempos de prueba intensa, fue la misma fe que sostiene al pueblo de Dios hoy. En las horas más sombrías, en las circunstancias más amedrentadoras, el creyente puede afirmar su alma en la fuente de toda luz y poder. Día tras día, por la fe en Dios, puede renovar su esperanza y valor. “El justo en su fe vivirá”. Al servir a Dios, no hay por qué experimentar abatimiento, vacilación o temor. El Señor hará más que cumplir las más altas expectativas de aquellos que ponen su confianza en él. Les dará la sabiduría que exigen sus variadas necesidades».* PARA COMENTAR

¿Cómo podemos vivir por fe, incluso en los momentos más difíciles? *Profetas y reyes, cap. 32, pp. 257-259.

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Andrew Lawrence, Kingston, Jamaica

martes Habacuc 1: 12-17; 3: 16-19

Evidencia

21 de mayo

Un amor indisoluble. Un favor inmerecido

«Cuando los fundamentos son destruidos, ¿qué le queda al justo? El Señor está en su santo templo, en los cielos tiene el Señor su trono» (Sal. 11: 3, 4).

No existen límites para su gracia, amor y misericordia. David, un hombre «según el corazón de Dios» era considerado como «alguien más de su agrado» porque guardaba los mandamientos de Dios (1 Sam. 13: 14). A pesar de la relación de David con Betsabé y de su plan para asesinar a Urías, él aún sobresale no tan solo porque el prometido Mesías nacería de su descendencia, sino también porque David conocía a Dios y este a su vez lo conocía a él. Únicamente conociendo a Dios podemos aprender a confiar en él en cualquier circunstancia. Al establecer una relación personal con él aprendemos que él sigue siendo el mismo sin importar las dificultades que enfrentemos. En medio de disturbios civiles, desastres naturales o recesiones económicas Dios lo controla todo y sigue siendo el mismo. Debido a que Dios está en el cielo, el salmista no tiene nada que temer. Quienes son perseguidos tienen un Protector a quien siempre pueden acudir. El salmista contesta a sus adversarios con una inequívoca convicción: él conoce a Dios. David es un ejemplo de un fracaso humano que es borrado gracias al incomparable amor de Dios. Cuando el profeta Natán lo enfrentó, él no ofreció excusas. Más bien reconoció su transgresión (2 Sam. 12: 1-25). Dios requiere que confiemos y que nos sometamos a él sin importar las circunstancias, de forma que a diario podamos contemplar las evidencias de su divino amor y de su gracia. El amor de Dios no cambia. La única forma de descansar confiados en su amor es reconociendo diariamente que Dios nos está preparando para que pasemos la eternidad con él. Una diaria consagración a Dios, entregándonos a la dirección del Espíritu Santo, es la única forma de que el yo desaparezca y de que Dios entre en nuestras vidas. Recuerda que él no cambia a causa de las tormentas; que no se amedrenta por lo mismo que a nosotros nos causa temor; que tiene el poder para convertir cualquier tragedia en un triunfo. Lo que hizo con José cuando se encontraba en la cárcel puede hacerlo por cada uno de nosotros que somos prisioneros del pecado. No existen límites para su gracia, amor y misericordia (Sal. 3). PARA COMENTAR

¿Cómo puedes buscar constantemente el conocimiento de Dios y al mismo tiempo hacer que él te conozca?

Alexia Francis, St. Andrew, Jamaica

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miércoles 22 de mayo

Cómo actuar

La confiabilidad de Dios

Habacuc 2: 3; 3: 17, 18; Job 13: 15

En la actualidad muchos creen únicamente en aquello que pueden observar. Debido a esto, se les dificulta creer en Dios. ¿Cómo podrían esas personas, e incluso los que afirmamos creer en Dios, reconocer su presencia y confiabilidad? A continuación hay algunas actitudes que pueden ayudarnos a evaluar el fundamento de nuestra confianza en el Señor: Reconoce que lo primero es lo más relevante. La Biblia está llena de promesas que Dios hace a su pueblo. Él las cumple todas. En Habacuc 2: 3 aprendemos que en algunos casos sus promesas toman un tiempo para cumplirse. No obstante, él nos recomienda que seamos pacientes porque aunque se demoren, se cumplirán. Entiende la forma en que obra la salvación. La mayor parte de la gente está gobernada por un sistema de valores que implica recibir «un pago a cambio de todo». El mundo en que vivimos nos ha enseñado que debemos dar para recibir. Sin embargo, no hay nada que podamos hacer por Dios o darle, con el fin de ganar la salvación.

Él aprieta la tecla de «borrar», eliminando por completo nuestros pecados. Reconoce que lo que compartimos con Dios se queda con él. A veces le confiamos algo a quien creemos es un amigo o amiga, para luego descubrir que les han contando a los demás nuestros secretos. Sin embargo, cuando nos acercamos a Dios con un corazón humillado y contrito, confiando plenamente en él, no necesitamos preocuparnos porque «él podría contarlo a todo el mundo». De hecho, él hace precisamente lo opuesto: aprieta la tecla de «borrar», eliminando por completo nuestros pecados. El salmista lo presenta así: «Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente» (Sal. 103: 12; Isa. 38: 17; Miq. 7: 19). Una vez que nos arrepentimos contamos con una página en blanco. Recibimos el manto de la justicia de Cristo ¡para estar sin mancha delante del Padre! PARA COMENTAR

1. ¿En qué sentido la lección de hoy te ayuda a contemplar al Dios invisible, de una manera real? 2. ¿Por qué a veces encontramos que es necesario poner a prueba la confiabilidad de Dios? ¿Será que hacerlo es necesariamente un acto incorrecto?

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Lisa Munroe, Kingston, Jamaica

jueves Habacuc 3: 17, 18

Opinión

23 de mayo

Conservando la fe

En un mundo afectado por la depresión y el dolor es fácil sentirse desanimado y experimentar la desesperanza. Para algunos, la segunda venida de Cristo parece algo tan lejano que está fuera de su alcance. ¿Qué palabras de consuelo nos ofrecen Habacuc 3: 2, 13, Romanos 1: 17 y Gálatas 3: 11; respecto a permanecer firmes cuando todo parece haberse perdido?

Dios utiliza nuestras luchas para fortalecer nuestra fe en él. El libro de Habacuc fue escrito entre el 610 y el 615 a. C. Sin embargo, todos podemos identificarnos con el reclamo del profeta: «¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves?» (Hab. 1: 2). Es difícil tener fe cuando vemos sufrir a todos los que nos rodean, cuando vemos que los enemigos del evangelio prosperan mientras que el pueblo de Dios lucha para sobrevivir. Sin embargo, el mensaje de Habacuc es claro: «El justo vivirá por su fe» (Hab. 2: 4). Observa las señales del fin que se aproximan. La conclusión de la guerra espiritual está mucho más cerca hoy. Desde luego, en ocasiones nos complicamos tanto con nuestras luchas y tentaciones que olvidamos la gran victoria que se anticipa en el futuro. Hoy deberíamos sentirnos gozosos al servir al Señor y gozarnos en él como lo hizo el profeta (Hab. 3: 17, 18). ¡Nosotros estamos mucho más cerca de la segunda venida de Jesús que él! Al considerar eso deberíamos tener muchos más motivos para estar firmes en nuestra fe que lo que él tuvo. Si nos concentramos en nuestros temores y luchas, sopesando el estado actual del mundo, corremos el riesgo de perder la eternidad. Recuerda que Dios utiliza las pruebas para fortalecer nuestra fe en él. Por ende, en lugar de considerar las tensiones y dificultades de la vida como trampas, debemos verlas como ascensores que nos llevan a nuevas alturas espirituales. Sin lluvia jamás disfrutaríamos plenamente la luz del sol. Sin luchas jamás experimentaríamos el gozo que representa la salvación. PARA COMENTAR

1. ¿Qué tropiezos y luchas estás experimentando que podrían hacer que tu fe en Dios se debilite? 2. ¿Cómo puedes transformar esos temores y luchas en una reafirmación de tu fe? 3. ¿Cómo puede la situación actual inspirarte a tener fe?

Casey-Ann Brady, St. Catherine, Jamaica

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viernes 24 de mayo

Exploración Te alabaré en la prueba

Salmo 32: 6; Lamentaciones 3: 22, 23; Romanos 3: 3; Santiago 1: 2-4

PARA CONCLUIR

Aunque había muchos en el pueblo de Israel de aquel entonces que habían decidido alejarse de Dios, un grupo fiel se aferró a él con una actitud de esperanza. Quizá no siempre comprendamos por qué suceden algunas cosas sin sentido en este planeta; sin embargo, tampoco se nos pide que poseamos un perfecto entendimiento. Más bien, somos llamados a tener fe aunque nuestros ojos no puedan ver. Somos llamados a ejercer fe aunque parezca que el mundo se desploma a nuestro alrededor. Nuestra fe no puede ser algo subjetivo. Debe estar basada en la Palabra de Dios: un agente que debemos permitir que transforme nuestras vidas. La recompensa de dicha fe es la vida eterna.  nalizar o describir los componentes de la fe, incluyendo su objetivo final, su •A tema, su sustancia, la prueba de la misma, el fruto de ella, sus consecuencias y su recompensa. Utiliza textos de la Biblia para sustentar tus respuestas. •E  scuchar algunos himnos que hablen de alabar a Dios sin importar que nos sacudan las tormentas de la vida. Puedes buscar algunos en YouTube. •P  reparar un diálogo respecto a la actitud de Israel según se la describe en el libro de Habacuc. Pídeles a varios amigos que se unan a ti con el fin de planificar un significativo período de adoración. Pide al equipo pastoral de tu iglesia que les conceda una oportunidad para compartir lo que han preparado con la congregación. •D  ibujar una serie de tarjetas que ilustren el acto de tener fe en Dios. Compártelas con algunos amigos que estén atravesando por momentos difíciles. Trata de que sean un estímulo para ellos. • Organizar un debate respecto al tema de tener fe aunque no veamos a Dios obrando. Formar algunos equipos que defiendan sus puntos de vista: 1. ¿Por qué deberías hacerlo? 2. ¿Por qué seguir teniendo fe cuando las cosas se vean mal a tu alrededor? Luego del debate, discutan como grupo cómo la fe puede ayudarnos en los tiempos del fin. •C  omponer un poema respecto a tener fe en Dios en momentos de dificultad. Cuando lo hayas terminado encuentra la forma de compartirlo con los demás. PARA COMENTAR

P rofetas y reyes, cap. 32; El ministerio de curación, cap. 6, pp. 59-61; Palabras de vida del gran Maestro; Primeros escritos, cap. 17, pp. 103, 104.

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Deena Bartel-Wagner, Whitesboro, Nueva York, EE. UU.

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