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Conflictos y fantasías en el machismo
EDUARDO DE LA FUENTE ROCHA
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l fenómeno machista, abordado desde algunos aspectos psicoanalíticos, puede ofrecer diversos enfoques de análisis; algunos de ellos están relacionados con las etapas estructurantes por las que atraviesa el sujeto desde su infancia y con su contexto sociohistórico. El análisis de estos elementos esclarece la relación entre etapas psicosexuales del sujeto con actitudes que podríamos catalogar de machistas.
Introducción ADEMÁS DE QUE LAS ETAPAS PSICOSEXUALES pueden otorgar elementos para analizar la cuestión machista, conviene incluir una revisión tanto de las fantasías como de aquellos puntos que se encuentran entrelazados con los conflictos psíquicos individuales, pues ahí se pueden analizar afectos psíquicos provenientes de las etapas psicosexuales por las que los sujetos presentarán resistencias, negaciones u otros mecanismos de defensa relacionados con el machismo, manifestándose en las principales problemáticas de su personalidad. Algunas expresiones machistas que podemos identificar en la cotidianidad, pueden ser el egocentrismo, la posesividad, la agresión o la anulación de los otros. El machismo, extendido en la sociedad mexicana, está teñido de características peculiares que posibilitan su identidad, misma que desde su configuración psicosexual guarda cierta individualidad e interacción con las fantasías particulares de cada sujeto. Cada varón con expresiones machistas tiene una conexión con el resultado de su proceso desde las etapas tempranas que lo van definiendo; éstas son los momentos donde ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2007 • UAM-X • MÉXICO • 2008 • PP. 404-417
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podemos encontrar una clara conexión entre expresiones machistas y conflictos resultantes. Cada momento específico por el que cursa el sujeto puede favorecer un tipo de expresión. Es por este motivo que a continuación vamos a revisar momentos, dentro del desarrollo psicosexual, donde podemos encontrar germinaciones que relacionan el proceso del sujeto con expresiones machistas que lo van a distinguir en su vida posterior como adulto. A continuación presentamos tres momentos del desarrollo psicosexual que anudan expresiones machistas; en primer lugar mencionamos narcisismo y fijaciones en la etapa oral, en segundo lugar nos referimos a feminización en la etapa anal, finalmente retomamos la castración y feminización en la etapa fálica; cada momento está relacionado respectivamente con expresiones machistas.
Narcisismo y fijaciones en la etapa oral En el proceso de desarrollo psicosexual machista, el narcisismo se caracteriza porque el sujeto no existe ni se reconoce como tal, sino que se halla inmerso en una relación de amor originario con la madre, la cual cumple todas sus necesidades y deseos. Las actitudes posesivas de la madre —por las que ha tratado de resolver su propia castración mediante la gestación de un hijo varón— pueden mantener sólida e inmutable la fase diádica madre-hijo. En esta díada ambos se sienten idílicamente completos. El sujeto varón con fijaciones narcisistas y machistas puede bordear o estar inmerso en la psicosis. Este tipo de machismo es violento, impositivo y carente de juicio de realidad; se trata de sujetos que creen más en la propia omnipotencia, son egoístas, egocentristas, ignorantes de las necesidades de los otros, aprovechados, movidos por una gran necesidad de posesión y carentes de tolerancia a la frustración. El sujeto con fijación narcisista cree que puede utilizar a los otros no por el placer pulsional que produce una relación de objeto, sino para generar una imagen grandiosa de sí como en el caso del machismo; con lo cual la sexualidad queda sobresignificada como signo de la potencia del sujeto.
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La sexualidad es activada o desactivada sobre la base de la gratificación o de la ansiedad narcisista que produce. Una expresión de este tipo de fijación es el clásico Donjuanismo, en donde no se busca el compromiso sino la mera satisfacción inmediata.
Feminización en la etapa anal Uno de los momentos cruciales en la vida psíquica del sujeto es aquel en el cual éste vive su erotismo anal. Se trata de un momento estructurante tanto para la vida sexual adulta, como para el conflicto que la persona presenta en sus interrelaciones con los demás. Un caso presentado por Freud fue el de “El hombre de los lobos” (1918:9-111), donde Freud discute el erotismo anal. En este caso de estudio el sujeto cuando niño tenía miedo de tener sangre en su excremento, como repudio a identificarse con la madre en la escena sexual. Su miedo se gestó por haberse colocado a sí mismo en el lugar de su madre, envidiando la relación con su padre. El ano era el órgano mediante el cual el paciente podía expresar su identificación con las mujeres y su actitud homosexual pasiva hacia los hombres. En etapas posteriores, este sujeto rechazó la castración y se mantuvo en su teoría del contacto sexual a través del ano. La identificación de su padre con el castrador fue importante por ser fuente intensa de hostilidad inconsciente hacia él y de un sentimiento de culpa, que lo llevaba a reaccionar contra la hostilidad. Podemos identificar que el erotismo anal y el posterior complejo de castración en la vida psíquica infantil ponen en juego una sexualidad indefinida, por mencionarlo de algún modo, pues esta sexualidad no es necesariamente la que el sujeto tendrá como expresión consciente en la vida adulta —pues es posible que los restos de la sexualidad reprimida prevalezcan en el inconsciente—, que en el caso particular de “El hombre de los lobos” —y siguiendo la cita—, su sexualidad devendría homosexual. Sabemos que la homosexualidad es rechazada por el macho, de aquí que convenga seguir la búsqueda para comprender cómo en el machismo se rechaza algo que puede ser estructurado desde etapas tempranas.
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Tener el control sobre sexualidad y la satisfacción de ejercerlo por parte de estos sujetos constituye una de sus actitudes principales; controlar siempre su hombría sobre los otros y principalmente sobre las mujeres hace que se repitan y reproduzcan acciones de las fijaciones en esta etapa.
Castración y feminización en la etapa fálica De acuerdo con la teoría freudiana, la diferencia de sexos alcanza su primera expresión psicológica durante el complejo de edipo, donde el sujeto varón —entrado en la etapa libidinal fálica— desea poseer el objeto que le brinda satisfacción —la madre—, y para ello necesitará saber qué es lo que desea la madre; respecto al padre, el niño lo ama y lo odia; al tiempo que lo reconoce poseedor del falo, protector y modelo de identificación a seguir, le odia —, pues el padre encarna para el infante al temido rival que impide la realización de sus deseos incestuosos con la madre, frustrando toda esperanza en el hijo de llegar a poseerla al quedarse con ella. Ante la amenaza de ser castrado por el padre, el hijo se someterá a la voluntad del progenitor, se identificará con él como una forma de convertirse en el padre y con ello incorporará en sí las normas y limitantes que el padre impone —que hará propias e integrará como parte de sí mismo—, simultáneamente quedará significado como sujeto fálico sometedor del hijo y éste quedará sumiso al mismo, asimilado a lo femenino en esta lucha contradictoria. Paradójicamente, en lugar de integrar el acatamiento a las leyes como una forma viable de desarrollo, el sujeto machista rechazará el sometimiento constituyendo esta posibilidad como un peligro a vencer, pues en ello le va en juego la hombría. Dentro de la estructura psíquica del hijo quedarán representados ambos roles: la parte pasiva en el yo y la dominante en el superyó; lo anterior provoca un proceso de estructuración deficiente, un conflicto entre ambas partes donde el sujeto actúa en algunas ocasiones en forma sometedora y en otras con gran sumisión. De esa manera quedan inscritas en el sujeto formas activas y pasivas en conflicto, mismas que socialmente serán reconocidas como formas o actitudes masculinas o femeninas; así se conforma
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una de las modalidades del machismo, la cual resulta una estructuración psíquica conflictiva en la fase edípica. Dentro del proceso edípico el sujeto machista puede desear la muerte del padre, deseo que en algunas ocasiones llega a cumplirse; además, consideramos otra posibilidad: en respuesta al proceso edípico el sujeto puede resistirse a las normas mediante el rechazo al representante de ellas, en general al padre. Este conflicto se ve agravado por la intervención de la madre. La mujer ha padecido la castración y la ha convertido en envidia del pene, lo cual la conduce fácilmente a acatar por una parte los lineamientos del padre en forma sumisa y en contraposición a rebelarse a ellos, criticando ante los hijos las actitudes y las decisiones del mismo, con la finalidad de validarse y disminuir su propio sentimiento de minusvalía e impotencia. La madre ve en los hijos varones a un posible rival del padre que podrían estar de parte de ella, contribuyendo ambos a una resistencia a la ley. Estas conductas favorecen y alientan en el hijo el rechazo a las decisiones del padre. El deseo de muerte de éste, experimentado por el hijo, se dirige no a todo el sujeto que ocupa el lugar del padre como tal, sino a las formas que el infante percibe castrantes en contra de él. Es esta una manera en que puede reforzarse y dar continuidad a la conformación de una expresión del machismo ligada a etapas psicosexuales en hijos varones. La madre simboliza para el hijo la femineidad, símbolo de martirio y sometimiento; esta figura puede ser percibida como una forma de santificación. Las significaciones religiosas del mártir como figura de alta santidad son sobrepuestas a la figura materna, quien le significa el acatamiento de los lineamientos propuestos por el padre a modo de sometimiento. De ahí se deriva la percepción de la madre como la figura de la “santa” e intocable. Queda depositada de esta manera la feminidad y la sumisión del varón en la figura intocable de la madre, la que no puede ser atacada y menos ultrajada. Así, el macho en tanto hijo es una figura sometida a la madre sumisa. La sumisión es una manera de enfocar la pérdida de la creencia en la propia omnipotencia. El juicio de realidad impone la necesaria aceptación de las propias limitaciones. Es propio del infante rechazar los límites y acatarlos; el rechazo espontáneo puede expresarse en odio a los límites y el niño podrá desplazarlos hacia quienes considera que son los culpables de LOS EFECTOS DEL PODER EN EL PROCESO DE LA SUBJETIVACIÓN
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la negación de su omnipotencia. El pequeño considerará las prohibiciones como lineamientos castrantes que tienen por finalidad someterlo, por ello odiará la sumisión y se sentirá angustiado, pues verá en la castración el peligro de su propia feminización. El machismo suele hacer notar su fuerza y valentía, que externamente se oponen a la feminidad; sin embargo, resulta interesante observar al macho sumiso, incapaz y pasivo. Los machistas se muestran sumisos ante los poderosos, ante los ídolos masculinos, como si la fuerza del ídolo o del poderoso fuera de él, exterior; concretamente lo que apreciamos es una actitud sumisa. El macho sumiso es incapaz de poseer lo propio, se sabotea, se traiciona; pues no puede superar al padre, agrede a lo femenino que existe en él. Paradójicamente, esta parte femenina sumisa se hace notar cuando es masoquista, soportando los embates de la vida y quejándose de éstos, pero sin hacer nada por cambiar su situación.
Fantasías inconscientes del machismo De igual modo a la relación entre los diferentes procesos por los que atraviesa el sujeto y sus expresiones machistas, encontramos que otro aspecto fundamental lo constituyen las fantasías, mismas que participan en la definición de expresiones machistas; es por ello que hacemos la conexión entre sus fantasías y las expresiones sociales concretas que podemos apreciar en él. Freud usa el concepto de Phantasie en distintos niveles: consciente, subliminal e inconsciente.1 La obra psicoanalítica describe la fantasía como 1 Sueños diurnos, escenas, episodios, novelas, ficciones que el sujeto se forja y se narra a sí mismo en vigilia. En los “Estudios sobre la histeria” (1895), muestra con Breuer la frecuencia y la actividad fantaseadora en el histérico, y la describen como frecuentemente inconsciente. En “La interpretación de los sueños” (1900) las describe basándose en el modelo de sueños diurnos, las analiza como formaciones de compromiso y muestra que su estructura es comparable a la del sueño. Freud considera a las fantasías precursoras de los síntomas histéricos, como ocurre en el artículo “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, publicado en 1908, donde las fantasías inconscientes se describen en íntima conexión con los sueños diurnos, y en relación más íntima con el inconsciente, como podemos apreciar en el capítulo VII de la “Interpretación de los sueños”.
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CONFLICTOS Y FANTASÍAS EN EL MACHISMO [...] el guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término, de un deseo inconsciente. La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias [Laplanche, 1993:138].
Las fantasías sirven para el propósito de la satisfacción sexual y corresponden a un regreso o una forma de satisfacción anterior; estos elementos surgen como un compromiso entre dos impulsos opuestos, afectivos e instintivos, que tienen siempre significación sexual; son la expresión, por un lado, de una fantasía masculina, y por otra, de una femenina, ambas sexuales e inconscientes, precursoras de síntomas histéricos que incluyen símbolos mnémicos sustitutos —una expresión de la satisfacción de un deseo y la realización de una fantasía inconsciente. En el macho, estas fantasías son distorsionadas, pues superpone lo masculino sobre lo femenino debido a su evitación en la aceptación de la castración. El sujeto machista ansía la posición del padre como punto de poder y fortaleza, desde él aspira a tener un menor número de limitaciones. No considera el lugar como el de la no castración, sino como el de la posibilidad de ejercer un poder más amplio. No es el hijo el que debe colocarse en el lugar del sometimiento, sino un otro que puede ser un hermano, un pariente, un amigo o cualquier interlocutor posible de someter. Lo mismo hará con la esposa, con la concubina o con los hijos; para él, el lugar del sometido es la feminización. Otros varones podrán ser llevados por él a ocupar este temido lugar; ello le permitirá comprobar que no ha sido castrado totalmente y que ocupa un lugar de poder. Dicho poder podrá estar mirado en dinero, conocimientos, posición, raza, etcétera. La aceptación de la significación que da a los lugares de sometedor y sometido como masculino y feminizado, respectivamente, lo harán envidiar a los que detenten el poder en cualquiera de las formas antes dichas y despreciar a los que considere poco poderosos, que para el macho carecerán de valor.
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El macho ante una dinámica conflictiva de fantasías relacionadas con aceptación o rechazo a la castración y reproducidos en luchas de poder, vive su masculinidad, paternidad y relaciones de pareja con violencia hacia lo otro; esto se da porque no existe una comprensión de otras necesidades más que las suyas, donde la violencia aparece como elemento conceptual asociado a la noción de dolor y un ejercicio de dominación mediante la fuerza para conseguir la sumisión del otro. El macho no tiene respeto por el otro, pues al no existir el reconocimiento ni el acercamiento real está atrapado en las fantasías, ahí él lo es todo, él es el centro o el que ocupa el lugar del falo; tales expresiones de estas fantasías las clasificamos de la siguiente manera:
Rivalidad entre lo masculino y lo femenino El sujeto inmerso en el machismo vive una lucha entre sus pulsiones masculinas y femeninas, es decir, su división interna fomenta el conflicto que tiene entre ambas partes. El macho lucha por afirmarse masculino en sus interacciones, amortiguando la energía de lo femenino. El conflicto que vive el sujeto machista está relacionado con la insatisfacción que vive de sí mismo y con su sentimiento de inferioridad asociado a lo femenino. En primera instancia respecto a la insatisfacción de sí mismo, el macho se percibe incompleto, con un hueco continuo que lo hace sentirse impotente; de aquí el sentimiento de inferioridad que vive, se siente minusválido, teme a la impotencia que sabe existe en su persona; estos miedos existen generando vergüenza ante la posibilidad de sentirse pasivo o inferior.
Rechazo a la comunicación Una de las grandes dificultades del macho es poder expresar sus sentimientos y comunicarlos, en vez de ello prefiere actuar de manera violenta y agresiva, para imponerse y no mostrar su vulnerabilidad. El macho es un sujeto que busca siempre comprobar ser lo que no es; ello lo lleva a una búsqueda continua y desesperanzadora, donde el sujeto no se muestra ni se acepta LOS EFECTOS DEL PODER EN EL PROCESO DE LA SUBJETIVACIÓN
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tal como es. Son personas que por sus deseos narcisistas dejan de lado profundas necesidades y deseos, relación, comunicación y apego para mostrarse a sí mismos que son independientes y potentes.
Agresión y violencia La agresión se encuentra de distintas maneras en el machismo: haciendo daño directo, encubriendo, evitando y desordenando, misma que puede dirigirse hacia los demás o incluso hacia sí mismo. El macho es visto por los demás como castrante, violento, destructivo, con interés por demostrar su fuerza a los demás, alegador, pendenciero, irritable, sádico, cruel, martirizador; la agresión hacia sí mismo ocurre cuando su yo punitivo lo encamina a la autodestrucción, llegando a ser contrafóbico a la muerte. El machista también trata de encubrir responsabilidades o enmascararse de poder ante los demás, con el objetivo de que su potencia sea sobrevalorada. El macho evade responsabilidades y compromisos, donde el desorden está relacionado con la agresión, anulando oportunidades de crecimiento para él y para quienes lo rodean.
Rechazo emocional El sujeto machista rechaza a lo femenino despreciando los afectos de los demás y de él mismo. Este sujeto es poco respetuoso de lo femenino y lo agrede; por ello las características femeninas en mujeres y en hombres serán motivo de burla, de chiste y de desprecio; no se detiene para traicionar a los demás o a sus parejas. Nuestra sociedad occidental considera que una de las cualidades femeninas es el afecto, cuestión que el macho desprecia; los afectos son rechazados por estos varones, quienes tienen incapacidad para sostener con fuerza emocional a sus personas amadas. Sus expresiones de afecto son mínimas o nulas, lo que lo perfila como un sujeto con afectos reprimidos en el inconsciente.
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Dominio y sumisión Los efectos de la amenaza de castración son múltiples e incalculables; atañen a todos los vínculos del muchacho con su padre y madre, y luego en sus relaciones con hombres y mujeres en general. La angustia de castración puede propiciar en el sujeto un yo débil, temeroso e impotente que será sustento de resentimientos. Las más de las veces la masculinidad del niño no resiste la primera conmoción de la castración y para salvarse de ella, renuncia de manera más o menos completa a la posesión de la madre. Si está presente en él un fuerte componente femenino, éste cobra mayor intensidad por obra del amedrentamiento de la masculinidad. El muchacho cae en una actitud pasiva hacia el padre, como la que atribuye a la madre. Es cierto que a consecuencia de la amenaza se puede resignar a la masturbación, pero no a la actividad fantaseadora que lo acompaña, siendo la única forma de satisfacción sexual que le quede, la que será cultivada más que antes y en tales fantasías lo identificarán todavía más con el padre, pero al mismo tiempo —y quizá de manera predominante— con la madre. El macho es emocionalmente débil pero ejerce un dominio basado en las fuerzas físicas o en el poder económico. En los hogares del macho por lo general la esposa o la madre son emocionalmente fuertes, pues este tipo de personas siempre buscan una esposa con carcterísticas muy maternales y que no sea otra cosa que la continuación de su madre. El macho domina a su esposa, pero al mismo tiempo depende de ella; no puede vivir sin su esposa-madre y aunque suele engañarla, agredirla y humillarla, no puede tolerar que lo abandone o que lo ignore.
Dependencia con la madre La resolución del conflicto edípico y la entrada a la vida neurótica o a la cultura, que de acuerdo con el psicoanálisis depende de la existencia de un tercero —el padre—, el cual, además de hacer el corte y separar al niño de la díada, será el encargado de introducir al niño a la cultura y a los límites dentro de ésta. Si bien es importante esta función separadora, cabe aclarar que no depende totalmente del padre que el sujeto logre la independencia, LOS EFECTOS DEL PODER EN EL PROCESO DE LA SUBJETIVACIÓN
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pues la madre será también responsable de que ello ocurra. Si ésta no es permisible con el padre, el niño no podrá acceder a la resolución de la dependencia materna. Por lo cual el sujeto quedará fijado a una relación materna que le permitirá funcionar de manera inadecuada, pues su forma de relacionarse será siempre desde el desafío al padre y la aparente completud fálica, por no haberse separado de la madre. Cuando ocurre la adolescencia en los sujetos surge una serie de fenómenos como la aparición de los caracteres secundarios, la atracción por el sexo opuesto, la necesidad de ser aceptado en su grupo de iguales, la búsqueda de una identidad propia y una mayor presión social para el cumplimiento de responsabilidades escolares, familiares y sociales. Ante estas circunstancias, el sujeto dependiente enfrenta un conjunto de presiones que le generan una gran angustia, conduciéndolo a un intenso malestar psicológico e intensa frustración al sentirse incompetente para satisfacer esas necesidades, por lo que las vivencias psicoafectivas muestran principalmente inseguridad y dependencia. Ello se debe a la inmadurez e infantilismo que generan estancamiento del crecimiento emocional y la persistencia de las dependencias por no haber soltado esa primera relación edípica. En nuestras sociedades, llamadas del “padre ausente”, la separación de la madre se da de manera sutil, pues finalmente se está siempre pegado a la madre como objeto de amor ideal, al mismo tiempo que objeto de amorodio. La dependencia que los machos presentan hacia el alcohol, algunas drogas o el tabaco, se encuentra ligada a esa relación materna que los hizo dependientes, únicamente hicieron la muda de la madre a las sustancias que los mantienen en dependencia.
Infidelidad, conquista y parranda El eterno conquistador, el Donjuan parrandero, está buscando insaciablemente que las mujeres —que lo critican y rechazan— tengan con él unos momentos de pasión para después abandonarlas, su rechazo llega a tornarse en general a los otros. El eterno conquistador busca insaciablemente el abandono, pues en él existe la ambivalencia entre la aceptación y rechazo de lo femenino en él mismo y la expresa mediante su actitud de conquisLOS EFECTOS DEL PODER EN EL PROCESO DE LA SUBJETIVACIÓN
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tador. Su rechazo es una expresión de un abandono de sí mismo que se manifiesta en parrandas, riñas, etcétera.
Reflexiones finales En este escrito se trabajó con una específica caracterología del fenómeno machista, bajo la óptica de algunas importantes tesis psicoanalíticas que tocan puntos esenciales en común con el fenómeno. Se abordaron temáticas psíquicas fundamentales por las que transita el sujeto, las cuales le brindan una función estructural al mismo. Este acercamiento ofrece al lector una visión desde la constitución psíquica sexual y nos acerca al esclarecimiento del fenómeno machista con una percepción desbalanceada de lo masculino y lo femenino. La constitución psíquica configuradora de conflictos se encuentra en continua comunicación con las fantasías; algunas fantasías inconscientes son restos o nudos de fases del desarrollo psicosexual en las que quedó atrapado el sujeto y que resultan en expresiones machistas. Dentro de las primeras fases consideradas en este trabajo, pudimos vislumbrar los rasgos que se presentan en los sujetos con actitudes machistas, tales como egocentrismo, posesividad, agresión y desconocimiento de importancia del otro. En la etapa oral, los rasgos narcisistas pueden estar relacionados con una conducta cercana a la psicosis. El maltrato que pueden recibir otras personas, en especial las mujeres de tales sujetos, se presenta porque a nivel psíquico profundo no se ha diluido la díada madre-hijo, donde el sujeto se percibe como el falo de la madre, se cree omnipotente y desde su lugar se percibe acreedor a toda clase de consideraciones; en este contexto las mujeres no son más que parte de la madre, que debe estar dando satisfacción permanente a las demandas. Este tipo de sujeto narcisista está ubicado en las relaciones egocéntricas. Los sujetos machistas en la etapa anal, con fijaciones o regresiones desean y odian simultáneamente lo femenino; por lo que procuran ocultar esos impulsos o deseos homosexuales reprimidos. Cabe aclarar que las fijaciones y regresiones en esta etapa anal si bien pueden llevar a algunos individuos a prácticas homosexuales, éstas no son más que ejercicios por los que los LOS EFECTOS DEL PODER EN EL PROCESO DE LA SUBJETIVACIÓN
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sujetos tratan de llegar a controlar o a sentirse controlados. Por ello, las actitudes que expresan estos sujetos son aquellas que tienden a controlar a la mujer y a los hijos, por ejemplo los celos o la dependencia económica. Estas actitudes son consideradas por los sujetos como masculinas; en contraparte, los machos eludirán situaciones en las que se sientan controlados, pues ello lo asocian a una feminización. Por otro lado, en el trabajo se rescatan las expresiones machistas relacionadas con la fase edípica, están anudadas con los procesos de castración y feminización; estos aspectos a su vez están directamente relacionados con los procesos de identificación y desidentificación parental —principalmente con el poseedor del falo, al cuál renunciará el sujeto para acceder a la cultura, no sin antes insertarse en procesos de culpa, autocastigo y tendencias sadomasoquistas, por haber deseado ocupar el lugar del padre. La fase edípica de los sujetos nos es descrita incluyendo los procesos de castración y feminización, pues la identificación con el padre no es siempre una regla inquebrantable; además de que cuando éste es devorado y asimilado por el hijo, su presencia será simbólica, en el macho se atenúa más la culpa con el padre por haberlo tragado. El macho que se identifica en esta fase se encuentra en un dicotomía por el deseo de ocupar el lugar del padre y por temor y culpa por acceder a ese poder. De ahí que en algunas situaciones el sujeto se sentirá impotente, sometido y feminizado. Considerando entonces tanto el conflicto por el que transita el sujeto machista como sus fantasías, es posible identificar en él: rivalidad entre lo masculino y lo femenino, su rechazo a la comunicación, su agresión y violencia, su rechazo emocional, relaciones de dominio y sumisión, dependencia con la madre, infidelidad, conquista y parranda. Es posible elaborar otras caracterizaciones de las expresiones machistas desde diversas ópticas; sin embargo, consideramos que el psicoanálisis brinda elementos valiosos para construir las categorías desarrolladas en este trabajo, las cuales expresan parte de algunas prácticas y discursos que vemos y vivimos en la sociedad actual. En este trabajo, además de destacar la importancia que adquieren las etapas del desarrollo psicosexual en el macho, se coadyuva a una mayor comprensión de sus expresiones sustentadas en dicho desarrollo.
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