MACHISMO MASCULINIDAD MILITANCIA

MACHISMO MASCULINIDAD MILITANCIA — Charla de formación interna para círculos y Consejos Ciudadanos de PODEMOS SOBRE ESTE TALLER Desde el Área de
Author:  Alba Río Ojeda

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MACHISMO MASCULINIDAD

MILITANCIA

— Charla de formación interna para círculos y Consejos Ciudadanos de PODEMOS

SOBRE ESTE TALLER

Desde el Área de Mujer e Igualdad del Consejo Ciudadano Estatal venimos observando que entre las bases de PODEMOS hay un gran desconocimiento sobre qué es la desigualdad de género y sobre en qué consiste la lucha contra ella. Conceptos como “machismo”, “feminismo” o “igualdad” parecen escucharse desde una serie de prejuicios y preconcepciones que imposibilitan la adecuada escucha sobre tales temas y enrocan a lxs escuchantes en malinterpretaciones prestablecidas de las que es difícil sacarlxs. Preconcepciones que es preciso, pues, desactivar para evitar lo que ya nos estamos encontrando: que existe un desfase entre la ideología de algunos sectores de la militancia y el pensamiento, propuestas y perspectiva de gobierno de los órganos directivos de PODEMOS en términos de género. Por otro lado, muchas de vosotras nos habéis comunicado la presencia de multitud de conductas machistas en los Círculos y Consejos Ciudadanos que sabotean continuamente la igual participación política de las compañeras y, en general, de cualquier ciudadana que se acerque a participar; un problema urgente ante el que debemos dar una respuesta inmediata si queremos que el partido que estamos formando pueda conducirnos a una verdadera democracia. En otras palabras: hace falta formación. Hace falta formación, y esta es una de las tareas primordiales de todas las Áreas de Mujer e Igualdad. Es decir, nuestra tarea: os pedimos que, como responsables en vuestros respectivos Consejos Ciudadanos, forméis en vuestros territorios a los y las compañeras tanto de los círculos como de los Consejos también. Para asistir a esta labor, hemos creado el presente taller que está formado por dos partes. Por un lado, una presentación Prezi cuidadosamente elaborada para hacer la charla más amena, estética y atractiva y que sirve también para facilitar la exposición de a quien corresponda impartirlo. Por otro lado, la charla propiamente dicha en las páginas que aquí siguen. No obstante, el texto que abajo encontraréis no es más que un ejemplo, una propuesta de cómo podría relatarse un guión de ideas que corre paralelo a la progresión de diapositivas de la presentación Prezi. Aunque pudiera ser simplemente leída mientras la presentación Prezi avanza, no recomendamos tal opción. La idea es que una vez comprendida la estructuración de ideas en relación a la presentación visual, cada una (o uno) de vosotras puede relatarlas con su propia improvisación, como más le guste. La charla tiene dos partes claramente diferenciadas (entre las cuales

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se recomienda hacer un descanso): en primer lugar, una explicación de qué es el machismo y cuáles son sus raíces en nuestra cultura; en segundo lugar, una breve exposición sobre la identidad masculina, sus mecanismos y características, que finaliza con algunas propuestas para deconstruirla y generar relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres. Todo ello, naturalmente, dentro del marco de la militancia política y en referencia a ella, que es lo que aquí nos ocupa y preocupa. Hemos creído necesario incidir en el tema de la masculinidad porque son principalmente los hombres y, en particular, nuestros compañeros hombres, quienes perpetúan y activan las desigualdades de género en nuestra sociedad y partido. Ayudarlos a desactivar sus mecanismos internos de subordinación y desigualdad es paso obligado para que conquistemos relaciones plenas e igualitarias en PODEMOS y en la sociedad en general. La presentación Prezi no precisa de conexión a Internet: basta ejecutar el archivo que os adjuntamos en formato digital. Para quienes no conozcáis Prezi, es un programa de presentaciones parecido a Power Point sólo que mucho más dinámico y flexible. El funcionamiento es el mismo: un clic, un paso adelante. Cada clic no siempre equivale a un paso de diapositiva, sino que a veces equivale a la aparición de nuevos elementos dentro de la misma diapositiva. En el presente texto, cada párrafo va debajo o al lado de la imagen de la diapositiva a la que corresponde. En ocasiones puntuales en los que puede haber dudas, y especialmente al principio para que se vea cómo es la dinámica entre texto y presentación, hemos especificado cuándo y respecto a qué concepto hay que hacer un clic de ratón y dar lugar al elemento visual al que esa idea haga alusión1; pero por lo general la progresión de la presentación y la progresión de la charla tienen una correlación bastante obvia, de modo que comprenderéis en seguida cómo coordinar ambas para que transcurran paralelamente, ilustrándose la una a la otra. Si tenéis alguna duda o necesitáis ayuda, no dudéis en escribirnos a [email protected]

¡Gracias compañeras, que juntas podemos!

1 Esos clics de ratón que especificamos, junto con otros comentarios que no son parte de la charla sino anotaciones para enriquecer esta, aparecerán subrayados y entre corchetes [ ]. 4

Sobre este taller

Área Estatal de Mujer e Igualdad Mucho ganado, mucho por ganar

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PRELUDIO

Si preguntamos a cualquier persona si sabe qué es el machismo y que lo defina, nos responderá con total seguridad, sin dudar de su conocimiento al respecto. No hay nadie que no haya oído hablar hasta la saciedad del machismo, y creemos saber perfectamente en que consiste. Sin embargo, el conocimiento que solemos tener es o bien una imagen bastante errónea (difundida por los medios de comunicación) o, en el mejor de los casos, una muy abstracta y superficial que no ve el problema sino sólo algunos de sus rastros. Veamos qué nos arroja Google imágenes si buscamos “machismo”: imágenes que remiten continuamente a dos conceptos, “violencia física” y “ámbito doméstico”.

Como vamos a ver, lo que caracteriza al machismo es su invisibilidad. Es como un animal invisible que, al caminar, deja huellas en la tierra, algunas especialmente visibles (mujeres asesinadas, violaciones, palizas, amenazas...), de modo que sólo nos fijamos en estas huellas y creemos que son lo único que hay porque son lo único que vemos y, así, seguimos sin ver ni conocer al animal. Intentamos borrar sus huellas, pero él sigue caminando. En este rato vamos a intentar hacerlo visible y ver así que el problema es mucho más grande y complejo que sus huellas, aunque llame menos la atención que ellas. 7

Para comprender el machismo tenemos que hablar, primero, de cultura del género. Sexo y género son cosas distintas. El sexo es una cuestión biológica que refiere al cuerpo mientras que el género es una cuestión cultural que refiere a la identidad. La cultura del género es la creencia establecida de que los hombres y mujeres, además de ser hombres y mujeres son, además, masculinos y femeninas. Y no es lo mismo ser mujer [clic: fotos de mujeres] que ser femenina [clic: fotos de anuncios comerciales femeninos] ni ser hombre que ser masculino. Esta cultura, por tanto, consiste en creer que hombres y mujeres son esencialmente diferentes en sus identidades, conductas, maneras de pensar, maneras de ser y que esto es así biológicamente; en tal medida, inevitable. ¿A qué se debe esta creencia? [clic: interrogaciones] Para desentrañar este interrogante, primero vamos a hacer un poco de arqueología para llegar hasta las raíces de esa cultura del género y poder comprender realmente el machismo. Y es que, como veremos adelante, si intentamos superar el machismo sin visibilizar y superar la cultura del género, lo que haremos no será más que reformular el machismo bajo nuevas formas. Y, en tanto que nuevas, no reconocibles, es decir: mucho más peligrosas.

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Preludio

Primera parte

ARQUEOLOGÍA DEL MACHISMO

La cultura occidental se caracteriza por comprender la realidad bajo una lógica binaria, dicotómica.

Todo se entiende bajo pares que son, además, opuestos [leer la lista] Cada polo cobra significado: primero, al oponerse a su contrario; segundo: al ser referido y subsumirse bajo otras tres dicotomías que son fundamentales y presiden toda la cultura occidental: Mente-alma/Cuerpo, Bueno/Malo y Masculino/Femenino.

Estas tres están, a su vez, relacionadas entre sí de tal modo que (dadas las religiones patriarcales) se da lugar a la siguiente estructuración de la realidad:

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Primera parte Arqueología del machismo

Mente/Alma — Cielo (Dios padre) — Razón — Superior/Bueno — Hombre

Cuerpo/Animal — (Madre) Tierra — Emoción — Inferior/Malo — Mujer Cada polo de (casi) toda otra dicotomía se entenderá como formando parte de uno de esos dos ámbitos. Así, todo en nuestra cultura no sólo está ordenado según una estructura dicotómica sino que esta es (a) jerárquica y (b) sexualizada. Las cosas son superiores o inferiores según sean masculinas o femeninas.

Decimos que el sexo es biológico y el género es cultural, es decir, son dimensiones propias del mundo de los sujetos. Además, en tanto que cultural, el género es una creencia subjetiva, no universal (en la India, por ejemplo, no comparten esta visión; ahí comprenden un tercer sexo o tercer género: lxs hijrah, personas intersexuales) Pero con esta “generización” de la realidad por la que las cosas mismas de la naturaleza resultan masculinas o femeninas, la diferenciación de géneros aparece como algo natural, propio del mundo de los objetos independientemente de los sujetos. Deja de parecer, así, un constructo cultural (subjetivo) y aparece como algo objetivo y, por tanto, ineludible: como algo tan indiscutible y tan de sentido común como que la tierra gira. Esto también afecta a las características humanas que, al ser también sexualizadas, podríamos decir que resultan “deshumanizadas”. ¿Qué quiere decir esto? El abanico de características humanas tenemos es inmenso [clics: serie de palabrasejemplo que aparecen en la presentación] y podemos encontrarlas en cualquier persona porque son nada más que eso, humanas [clic: imagen de la huella]. En tal medida, son accesibles para cualquiera, y cualquier puede comportarse de esos modos libremente, con independencia de su sexo.

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Pero han pasado ha ser pensadas como adecuadas sólo para uno de los dos sexos. Así, dejan de aparecer como humanas para convertirse en o masculinas o femeninas. La riqueza de la expresión humana es, así, constreñida y desgarrada en dos. Repartidas en dos paquetes opuestos e impermeables entre sí, ya no son accesibles libremente para todo el mundo y a cada persona se le impide expresarse con comportamientos “impropios” de su sexo, de su “paquete”. Y no sólo se le impide eso, sino que se la obliga a ser fiel al paquete al que ha sido adjudicada [leer/ comentar las dos tablas]. CONSECUENCIAS:

Diferentes potenciaciones: diferente educación hacia diferentes tipos de actividades y conductas. Mientras que a los hombres se los prepara y educa para la política, el liderazgo y la vida pública, a las mujeres no se les dota de esas habilidades — Se les enseña a rehuir y generar rechazo hacia esos ámbitos, dejando vía libre a los hombres.

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Primera parte Arqueología del machismo

Diferentes represiones sociales según el sexo de cada cual: somos condenados y reprimidos si asumimos comportamientos “impropios” de nuestro género. A los hombres se los enseña a reprimir sus emociones mientras que a las mujeres se les enseña a reprimir todas sus capacidades que tengan relación con el poder (y por tanto, con la política).

Evidentemente, esta división genérica de la realidad no queda aquí: los ámbitos de actividad humana son igualmente marcados como masculinos o femeninos: división sexual del trabajo (principal transmisora de la cultura del género) en la que todo lo público y, en especial, la política, es un ámbito masculino. Así, las mujeres son relegadas al ámbito privado, doméstico, asumiendo las labores de cuidado no remuneradas y quedando en una zona socialmente oculta, “invisible”. Esto conduce a que, [clic: borrado del símbolo femenino y resalte del masculino] en primer lugar, sólo los hombres se convierten en iconos y referentes de liderazgo político; en segundo lugar, se produce una ausencia de referentes femeninos para que otras mujeres puedan identificarse con ellas así como para que los hombres las acepten en ese terreno. Todo esto refuerza esa asociación mental entre política y masculinidad y la creencia de que las mujeres no pueden ser líderes. Por tanto: Se refuerza la costumbre de los hombres poderosos de pasar o compartir su poder sólo con otros hombres. Se refuerza la costumbre de las mujeres a pensarse como incapaces para la política y no dar el paso.

Si unos ámbitos de actividad humana son pensados como masculinos, se considera que todas las conductas o cualidades humanas pensadas como femeninas son impropias de tales ámbitos.

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Toda una serie de cualidades humanas necesarias para la política son excluidas de la misma. Es así que nuestro modelo político-económico coincide perfectamente con el modelo hegemónico de masculinidad (competitividad, dominio, lucha jerárquica por el poder, desvinculación de las emociones y la empatía, etc.). La consecuencia de esto no es otra que el capitalismo. El capitalismo es comprensible como un ritual de competición y dominación masculina entre líderes que se pasan la vida midiéndosela entre ellos y para ello disponen libremente del dinero, los recursos, la vida y la dignidad de las personas. El problema del capitalismo es (entre otras cosas) un problema de género.

Volvamos a aquella separación en dos ámbitos. En tanto que los seres humanos nos hemos definido como no-animales, identificamos la humanidad con aquel ámbito superior-espiritual. Pero resulta, recordemos, que éste ámbito es masculino y el ámbito terrenal, femenino. En otras palabras: lo humano queda identificado con lo masculino. Así, cuando hablamos de humanidad de lo que realmente estamos hablando es de hombres. Esto lo podemos ver tanto en el lenguaje [clic: bocadillo de diálogo] en el que el masculino supone el género neutro y en el que la palabra “hombre” equivale a “ser humano”. Y también lo podemos ver en la icónica popular [clics: imágenes], donde encontraremos ejemplos tan cotidianos como que en los semáforos las personas están representadas por la forma de un hombre, nunca de una mujer (y se evidencia que ese muñequito no es asexuado sino masculino porque coincide con el que hay en las puertas de los aseos de hombres); también otros ejemplos de la historia del arte como el famoso dibujo de Da Vinci, El hombre de Vitrubio, también conocido como El canon de las proporciones humanas. Si el canon de las proporciones humanas es un cuerpo de hombre, ¿qué ocurre con el cuerpo de las mujeres? ¿Acaso está desproporcionado? ¿Es anormal? ¿No es tan ejemplar para representar lo humano? No sin razón se dice que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza: y es que Dios es un hombre. Las mujeres, de múltiples modos, son representadas como menos humanas, como menos “canónicas”. 14

Primera parte Arqueología del machismo

Por tanto, entre masculino y femenino no hay una mera oposición entre diferentes maneras de ser, sino, aún más: la construcción del límite entre lo normal y lo anormal. Esto tiene dos consecuencias:

PRIMERA CONSECUENCIA: Las mujeres resultan una especie de desviación, de anormalidad, de paso intermedio entre la humanidad y la animalidad (más corporales y sexuales / menos racionales). Así las cosas, en la medida en que lo femenino equivale al ámbito inferior-corporal, la cosa no se limita a un reparto 50/50 de las cualidades humanas sino que [clic: resaltado en rojo de las características negativas] todo lo inferior o negativo es atribuido al polo femenino. Pero, al mismo tiempo: 1. [clic: segundo resaltado en rojo] Características que en principio no eran negativas se vuelven negativas o “de segunda”, menos portadoras de prestigio social, por el hecho de ser atribuidas al polo femenino. 2. Las mismas características o comportamientos son juzgados de modo distinto si vienen de un hombre que si vienen de una mujer. Un magnífico ejemplo de esto es el de la asertividad:

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La asertividad y seriedad necesarias en la política: • Si se ven en un hombre, se ven como signos de autocontrol, seguridad, clarividencia y decisión, es decir, de racionalidad y, por tanto, de credibilidad y fiabilidad. Una persona con la mente fría que sabe lo que hace y la que hay que seguir. • Pero en una mujer, se ve como signo de enfado (la feminidad está relacionada con la sonrisa, inocencia, infantilidad, amabilidad, inofensividad, de modo que esa asertividad/seriedad resultan impropias. Es decir: son inconcebibles en una mujer más que como estado de excepción de su natural carácter: como enfado). Así pues, totalmente al contrario que en un hombre, se perciben como signos de descontrol de las emociones, inseguridad, ofuscación e inestabilidad (histérica), irracionalidad, falta de credibilidad y fiabilidad. Una persona alterada no puede saber lo que hace. Todas sus propuestas son así desestimadas. Todo lo que diga cae en descrédito. Con este ejemplo vemos cómo, se les veta el acceso a comportamientos masculinos; pero si hacen lo contrario y se comportan como femeninas (amables, sonrientes, etc) se las considera de nuevo incapaces de liderar. Se exige que para liderar las personas tengan características “masculinas”, pero cuando las mujeres las desarrollan, se las arroja al descrédito porque en ellas no funcionan adecuadamente. Da igual lo que hagan, porque las cualidades que se están buscando en la política se comprenden como propias sólo de un tipo de cuerpos. En definitiva: no se buscan personas hábiles para la política, se buscan hombres. Por eso es tan importante la paridad. El principal argumento contra cuotas o listas cremallera es que lo que hay que buscar es a la persona más cualificada. Pero esas cualidades que se buscan en la política están culturalmente asociadas a ser un cuerpo de hombre. De tal manera, las mujeres nunca parecerán personas cualificadas. Para que nos puedan parecerlo es necesario que rompamos esa vinculación cultural y conceptual entre “virtudes políticas” y “masculinidad” y, para eso, es 16

Primera parte Arqueología del machismo

necesario generar referentes políticos femeninos que nos hagan ver que las mujeres no son menos adecuadas para la política.

Todo esto conduce a que la mitad de la población está siendo privada de su derecho a la autorrepresentación política y es, así, ninguneada e invisibilizada, por tanto sin plena ciudadanía: falsa democracia (no representativa y excluyente). Esto supone una pérdida incalculable. Al tirar a ese 50% de la sociedad a la basura, perdemos una cantidad inimaginable de promesas políticas, de grandes cerebros y personalidades. Imaginemos que hubiera sido al revés: no habríamos conocido a ninguno de los grandes genios (Einstein, Da Vinci, Marx, etc.). Pues eso es exactamente lo que ha pasado, sólo que no conocemos a las genias desperdiciadas y por eso no nos da pena. Hemos tenido la mitad de progreso que hubiéramos podido tener.

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SEGUNDA CONSECUENCIA: Masculino = género (a) Neutro e (b) invisible (Anécdota Kimmel1). Lo masculino aparece como sin género y se confunde con lo simplemente humano, de igual modo que la gente blanca no es blanca, simplemente es gente y sólo lxs no blancxs aparecen como racializados. Cualquier eje de desigualdad es sólo visible en lxs subalternxs porque en ellxs esos ejes funcionan como marcas de diferencia, de desviación de lo normal. Consecuencia de esa neutralidad: [clic subtítulo “política excluyente”] La política y todo ámbito de acción pública son hechos por y para las personas neutras o normales: hombres adultos blancos heterosexuales de clase media etc. Exclusión de todxs lxs “anormales”. Consecuencia de esa invisibilidad: [clic subtítulo “inconsciencia”] “Masculino” equivale a “superior”. Por tanto, ser hombre implica privilegios. Pero si “masculinidad” equivale a “humanidad”, esos privilegiostambién invisibles. Son vividos por los hombres como mera condición humana. Sólo son evidentes para quienes no los tienen. Como los hombres no los vemos y nos son tan invisibles como el aire que respiramos (están naturalizados), nos cuesta ver que disfrutar de ellos implica la subordinación de la otra mitad de la población. Es así que muchas veces, sin necesidad de mala intención, perpetuamos esa subordinación porque seguimos haciendo uso (inconsciente) de esos privilegios. Vemos como, a través de la anterior construcción cultural, el machismo existe porque resulta invisible. Esto nos lleva al modelo mediático del machista. 1 Hay una anécdota que es muy útil contar aquí: Michael Kimmel, investigador de masculinidades, estaba una vez dando un seminario en EEUU sobre género y feminismo. Debatían, ese día, si la opresión patriarcal unía a todas las mujeres por encima de todas sus diferencias. Una mujer (que era blanca) afirmó vehementemente que por supuesto que sí. Otra mujer (que era negra) no podía estar más en desacuerdo y le dijo a la anterior: “cuando te miras al espejo por la mañana, ¿qué ves?” “Una mujer”, respondió la otra. “Ese es el problema: yo veo una mujer negra. Para mi la raza es visible cada día, porque la raza es cómo no soy privilegiada en nuestra cultura. Para ti la raza es invisible porque consiste en cómo tú eres privilegiada.” Esta anécdota muestra como las marcas sociales sólo son visibles y obvias en aquellas personas a quienes perjudican; en quienes beneficia, se vuelven invisibles, confundiéndose con la “normalidad”. Esta anécdota puede encontrarse en el artículo de Kimmel, Invisible Masculinity (Albany: University of New York Press, 2005). 18

Primera parte Arqueología del machismo

Volvamos a esas imágenes del principio, las que arroja Google cuando buscamos por “machismo”. Como ya comentamos, todas refieren a escenas de ámbito doméstico y violencia física extrema. Es decir, condiciones anormales. Pero, como hemos visto en este rato, el machismo es algo que va mucho más allá de eso. No es algo anormal o extraordinario, ni siquiera violento sino, precisamente, la normalidad de nuestra cultura y de nuestro día a día más habitual [clics: imágenes muñeco semáforo y Hombre Vitrubio] Y, sobre todo, no es tampoco algo doméstico sino principalmente público y político: ese mecanismo por el que el poder se lo pasan unos hombres a otros, perpetuando generación tras generación la dominación masculina [clic: detalle de La creación de Adán]

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EL MODELO MEDIÁTICO DEL MACHISTA

Esta viñeta [clic: primera imagen de la diapositiva] define perfectamente al modelo mediático del machista: aquello en lo que la gente piensa sobre qué es un machista. Es verdad que, en determinadas circunstancias, el machismo alcanza cotas extremas por las cuales se hace evidente y ruidoso: asesinatos, violaciones, palizas, etc. Pero que sea evidente y ruidoso es prueba de que no es estructural sino extraordinario. Lo estructural siempre es invisible porque supone la atmósfera social en que vivimos: es omnipresente y por tanto no hay término de comparación respecto al cual llame la atención. Sólo lo anormal llama la atención. La violencia de género física es anormal, no porque tenga baja incidencia (que la tiene en comparación con otras formas de machismo, aunque en términos absolutos sea muy alta), sino porque no coincide con el modelo hegemónico de masculinidad: un “hombre de verdad” es aquel cuya autoridad es tan indubitable que no necesita hacer uso de la fuerza bruta para imponerla. Además, la masculinidad está intrínsecamente vinculada con la racionalidad y la contención de las pasiones: los hombres violentos han sido tradicionalmente vistos, en tanto que más animales, como poco masculinos (clases bajas, pueblos latinos y africanos, etc.). Así, los maltratadores suelen ser culturalmente representados como “poco hombres”. Sin duda, la masculinidad también guarda un vínculo con la violencia, pero esta es aceptada sólo en situaciones de excepción: en los relatos culturales, la violencia masculina aparece circunscrita a la guerra, en la cual es justificada moralmente en base a ideales racionales e ilustrados de defensa de la civilización contra los salvajes; fuera de ella, los hombres son siempre buenos y tranquilos ciudadanos. Y fuera de los relatos culturales, en la vida cotidiana, la violencia masculina es remitida a otra situación de excepción: el deporte, una práctica disciplinada con 20

Primera parte Arqueología del machismo

normas y reglas donde es así, de nuevo, racionalizada. La violencia sólo se acepta como verdaderamente masculina si supone orden, normas y autocontrol: racionalidad. Fruto de la decisión o el deber, nunca de la ira, de la violencia desatada, que siempre resulta peligrosamente parecida a la histeria femenina. En base a tal machismo ruidoso, se ha generado el mito mediático del “machista” como hombre hiperviolento, maltratador, violador, asesino de mujeres: — A él es reducido todo el machismo, cuando la realidad es que la mayor parte no coincide con él. — De tal modo, sirve para invisibilizar y perpetuar el machismo: para que los demás hombres, en comparación con él, nos veamos muy igualitarios y normales y podamos seguir perpetuando el machismo estructural con toda tranquilidad. Desproblematiza nuestra conducta e invisibiliza [clic veladura parte izquierda de la diaopsitiva], así, el machismo estructural. Incluso lo legitima al presentarlo como la conducta propia de todo un caballero, de los “hombres de verdad”, Por tanto, la cosa consiste en visibilizar el machismo estructural: el que no parece tal y todxs cometemos [clic borrado de la veladura.]

Por todo lo anterior, vemos que para acabar con el machismo sólo hay un camino: liberar la identidad, es decir, acabar con las identidades de género. De igual modo que sabemos que no puede estar subordinada a la raza, ¿por qué ha de estarlo al sexo? Nos suele parecer natural pensar que nuestra identidad y modo de ser depende del sexo de nuestro cuerpo, aludiendo argumentos supuestamente científicos que nos parecen fuera de duda. Sin embargo, nos parecería injustificable decir lo mismo en función de la raza y ni siquiera aceptamos fácilmente ya ese concepto (raza). En el s. XIX la ciencia intentaba justificar la diferencia y superioridad racial 21

con argumentos biologicistas que hoy día son insostenibles pero que, entonces, parecían muy sólidos. Los argumentos actuales a favor de la diferencia de género (como las hormonas y la diferencia neurológica) no están tan claros como parecen, el tema es científicamente polémico sin que se haya llegado a un consenso y, de hecho, numerosos estudios neurológicos han encontrado que se llegan a dar mayores diferencias entre personas de un mismo género que entre personas de género diferente, lo que indica que las diferencias que pensamos biológicas pudieran ser fruto de la cultura y la educación. Da igual estar en contra del machismo pero seguir pensando de acuerdo a la cultura del género. Pensar que nuestras cualidades y capacidades dependen de nuestro sexo es tan machista como racista es pensar que dependen de la raza. No cabe eso de las “nuevas masculinidades”: sólo darían lugar a nuevas desigualdades porque la masculinidad, cualquiera que sea, implica por definición una diferenciación jerárquica y una oposición a la feminidad. Nuevas formas, por tanto, de machismo, quizás menos agresivas y más amables, pero igualmente subordinantes. La masculinidad y la feminidad son, por definición, machistas. No admiten reforma. Sólo cabe abolirlas. Ojo: Abolir la masculinidad no significa que no podamos seguir teniendo ninguna de las características hasta ahora consideradas como masculinas, o que tengamos que ser femeninos. Significa que podemos romper los dos paquetes para que todas las cualidades humanas estén a disposición de todo el mundo, y cada cual coja las que quiera sin miedo a ser castigado socialmente.

¿Cómo deconstruimos esos paquetes, en especial ese que ostenta el poder y el dominio? Para eso, vamos a ver brevemente en qué consiste eso de la masculinidad.

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Primera parte Arqueología del machismo

Segunda parte

LA(S) MASCULINIDAD(ES)

La masculinidad es plural. No hay una sola sino múltiples porque no consiste simplemente ser hombre, sino en ser hombre de determinado modo: un “hombre de verdad”. Esto sería la “masculinidad hegemónica”, la ideal, pero que haya una ideal implica que hay otras muchas masculinidades subordinadas a ella, inferiores, y que de hecho son las que encarnan la mayoría de los varones. Si no hay masculinidades inferiores o deficientes, aquélla no puede aparecer como superior y mejor. ¿En qué consiste la masculinidad hegemónica? Es un modelo conformado, en primer lugar, por los llamados “4 mandatos” — Nada de asuntos femeninos: La principal. Ser hombre significa no ser mujer. No ser parecido en nada a las mujeres. La masculinidad se define por lo que uno no es más que por lo que es. — Ten siempre el mando: Poder, éxito, posición social. — Sé duro como un roble: Sereno, fuerte, controlando las propias emociones. — Mándalos al infierno: Desprender un aura de constante agresividad, hostilidad, osadía.

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Segunda parte La(s) masculinidad(es)

En segundo lugar: decíamos que la masculinidad se diluía en la “humanidad”. Por tanto, debe coincidir con las otras dimensiones de lo que se ha considerado “el ser humano normal o ideal”: — Blanco — Adulto — Padre de familia — Clase media — Heterosexual — Exitoso

Todas estas exigencias deben ser cumplidas continuamente, todo el rato; una falla momentánea es juzgable como un desenmascaramiento: parecía masculino pero en realidad no lo era. En definitiva: Es un modelo bastante restringido que, en la práctica, es imposible de cumplir. Todos los que evidencien desviaciones respecto del modelo, aparecen como inferiores y deficientes. No son hombres de verdad: será que son de mentira.

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El ideal es como un dedo acusador que te señala recordándote que no estás a su altura y que lo sabes… [chascarrillo meme Julio Iglesias].

Que lo sabes y no quieres que los demás también lo sepan porque entonces perderías el carnet de hombre. Y quienes pierden el “carnet de hombre” — En primer lugar: No son aceptados en la comunidad masculina — En segundo lugar: aparecen como dominables → caen bajo la dominación/humillación de otros hombres, cuyos mejores ejemplos son la homofobia y la condescendencia racista y el desprecio/ dominación de clase (aclarar esto último, que puede dar problemas).

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Segunda parte La(s) masculinidad(es)

Por todo esto, la masculinidad es también un (a) orden de dominación entre hombres: o se domina o se es dominado. Y por tanto, un (b) espacio de competición entre hombres. Con otras palabras: se es hombre si se es más hombre que otro. Consecuencia: constante puesta a prueba y constante vigilancia (de todos contra todos y de cada uno sobre sí mismo). Es preciso demostrar que se cumple el modelo. Demostrar que se es un hombre. ¿Ante quiénes se demuestra? Ante otros hombres. Son sólo ellos quienes pueden otorgarnos el carnet de hombre al reconocernos como iguales: las mujeres no pueden hacerlo ya que ocupan el lugar subalterno. Por eso los hombres suelen ser más cretinos cuando están entre colegas que cuando están entre mujeres. Ellas no suponen la amenaza de desenmascararnos como falsos hombres (excepto en situaciones puntuales como el sexo). Pero el modelo es irrealizable [clic: imagen Padre made in USA]: por eso es preciso demostrar que se cumple, porque es esperable no cumplirlo. Esto conduce: A una incertidumbre crónica acerca de la propia valía, de la propia dignidad, de la propia identidad. Angustia de verse ante uno mismo como incapaz de cumplir el modelo, como deficiente. Por tanto, a una vulnerabilidad constante Por tanto, implica temor Y el temor, en la medida en que nunca desaparece porque la vulnerabilidad es constante, implica que esa necesidad de demostrar que sí se es viril se convierte en una necesidad compulsiva porque ninguna demostración resulta suficiente. Vemos cómo, en el fondo de la masculinidad, lo que reside es temor.

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LOS SENTIMIENTOS DE LA MASCULINIDAD: TEMOR Y VERGÜENZA

1. La masculinidad es, ante todo, temor. A. Miedo constante a no dar la talla y aparecer como deficiente, a no ser un “hombre de verdad” B. Miedo a los demás hombres: a. A ser aventajado por ellos b. A ser “desenmascarado” y humillado, dominado por ellos c. A no recibir de ellos la aceptación de que se es un hombre; no ser aceptado en la manada masculina Consecuencia: Demostraciones compulsivas y exageradas de virilidad para que no exista ni rastro de duda. Demostrar que se es un hombre. Esto, en la militancia política, se expresa de las siguientes formas: • Tener siempre la razón • Enseñar cosas; saberlo siempre todo (e inventarse cosas). Negarse a decir “no sé” o a aprender de otras personas (excepto si son superiores reconocidos), especialmente de mujeres. • Saber siempre cómo se hacen las cosas → Encontrar siempre la puntilla en lo que lxs demxs dicen; negarse a, simplemente, seguir las propuestas ajenas a no ser que provengan de una autoridad/ líder establecido e innegable. • Saber resolver todos los problemas, aunque de hecho no se sepa. • Hablar más tiempo, más alto o en último lugar. • Para disuadir a otros de que nos invadan, invadimos: cortar otros turnos de palabra, ocupar mucho espacio físico. • En definitiva, ser más que lxs demás y quedar por encima de lxs demás: la masculinidad es dominación. Demostramos que somos hombres si demostramos que somos más hombres que otro. La masculinidad implica el esquema dominante/dominado, no admite medias tintas.

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Segunda parte La(s) masculinidad(es)

(Evidentemente, todo lo que estamos diciendo no se suele cumplir en una sola persona. Los hombres expresamos nuestra masculinidad a través de estos comportamientos, pero solemos tomar unos y otros no. Sólo en unos pocos individuos en los que su masculinidad es especialmente problemática encontraremos todas las características juntas.)

C. Miedo de todo aquello que ha sido caracterizado como nomasculino y que encontramos dentro de nosotros, amenazando con ser visto y desacreditarnos: vergüenza, otro de los sentimientos de la masculinidad (anécdota sobre la vergüenza masculina: una encuesta en USA, con la pregunta “¿qué es lo que más temes en la vida?” arrojó que el temor que más tenían las mujeres encuestadas era “ser violada y asesinada” mientras que el de los hombres era “ser motivo de risa”). Así, todo lo visto como femenino, infantil, homosexual o que, en definitiva, pueda ser interpretado como vulnerabilidad, es temido, reprimido y rehuido. Es odiado. Consecuencias: Demostrar que no se es un no-hombre: Diferenciarse de todo lo identificado como no-masculino (femenino, homosexual, infantil). Este es el inicio y raíz de la homofobia, en estrecha relación con la misoginia: A los hombres, de pequeños, según dejábamos de ser niños, otros varones (primero el padre, luego otros muchachos) vigilaban y evaluaban nuestra conducta, ridiculizando nuestros comportamientos femeninos y premiando los masculinos; tal “policía del género” se va internalizando hasta que nos convertimos en evaluadores, vigilantes y castigadores de nosotros mismos. Esto lleva a que odiemos la parte de nosotros que creemos que no deberíamos ser, de la que nos avergonzamos, y para desmarcarnos de ella y demostrar públicamente que no la tenemos dentro, despreciamos, humillamos, ridiculizamos, ninguneamos y maltratamos a aquellas personas que se muestran como encarnaciones de ella: mujeres, homosexuales y otros hombres 29

“no masculinos”. (Esta es la razón por la cual algunos hombres que a solas son tan normales y majos, cuando estrán con los colegas son homófobos, cuentan chistes machistas, hablan de mujeres despectivamente…) Esto, en la militancia, se expresa desestimando sistemáticamente las propuestas de las compañeras mujeres, no escuchándolas, cortándolas y sólo considerando las de otros hombres generando, así, una comunidad de camaradería masculina en la que unos se reconocen a los otros como hombres y se dan mutuamente aprobación masculina.

D. Miedo, en definitiva, a tener todos esos miedos, porque son la mejor prueba de que no cumplimos con el modelo. Esto conduce a conductas temerarias en un intento de negación de todo temor: líderes políticos y agentes económicos a menudo son imprudentes, toman decisión de gran calado sin consultar a nadie (consultar es signo de indecisión y, en tal medida, de vulnerabilidad) no reculan nunca, etc. Esto lleva: • A errores de grandes consecuencias que luego sufre toda la sociedad (en el ámbito financiero es especialmente evidente). • A dinámicas de grupo que acaban quemando a sus integrantes y socavan la lealtad del grupo hacia el líder. Es usual que los líderes consideren que no deben mostrarse vulnerables con su equipo, pero lo cierto es que lo que refuerza el grupo suele ser lo contrario (compartir vulnerabilidades y pedir apoyo refuerza el contacto humano y hace que la gente del equipo se sienta necesaria, imprescindible, no meras piezas. Esto refuerza el afecto y, en tal medida, refuerza el compromiso: la vinculación emocional, personal del grupo con el proyecto y con el o la líder)

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Segunda parte La(s) masculinidad(es)

CONCLUSIONES

Ojo, peligro: La Masculinidad es un modelo abstracto que se define en función de las exigencias de los contextos socio-históricos concretos a fin de cumplir sus elementos esenciales, que si recordamos, son: • • •

superioridad, autoridad, dominación oposición-distinción a la feminidad en tal medida: superioridad, autoridad y dominación sobre las mujeres

En cada contexto, el resto de características consideradas masculinas y de mecanismos para realizar eso esencial, cambian.

El peligro consiste en confundir la Masculinidad con un modelo concreto que sirve para realizarla en una época concreta. Puede que no nos identifiquemos con el modelo hegemónico de masculinidad, ni tampoco con el modelo mediático del machista, pero eso no significa que hayamos deconstruido la Masculinidad y no tenga que ver con

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Conclusiones

nosotros. De hecho, lo que está ocurriendo es que los hombres estamos desarrollando nuevos mecanismos distintos de los que son propios de ese modelo “clásico” (rudeza, insensibilidad, ser padre de familia, etc.) pero que siguen perpetuando un orden de dominación masculina que, de tal modo, se vuelve a hacer invisible (porque esos nuevos mecanismos no son reconocidos). Por esa razón, podríamos dar ahora un “paquete de medidas”, bastante obvias, como por ejemplo [para esta parte no hay diapositiva explicativa, es preciso improvisarla]: Que los hombres debemos: • Cuestionarnos el modelo de masculinidad que tenemos; darnos cuenta de lo peligroso que suele ser. Si tenemos un modelo basado en el poder y la competición, da igual los principios ideológicos que tengamos; no podremos cambiar nada porque una vez que lleguemos al poder, haremos lo mismo lo mismo de siempre (no pensar en la gente, sino en más poder). El cambio democrático es un cambio en la masculinidad. • No cortar a las compañeras cuando hablen y cuidar que los turnos de palabra (y sus duraciones) sean equilibrados. • Respetar el empoderamiento y ceder posiciones. Aprender a estar en la segunda línea y a ser liderado por mujeres. A no sentirse intimidados, ofendidos o molestos por el liderazgo femenino; saber apreciarlo del mismo modo que si fuera un hombre. • Respetar las cuotas para permitir la generación de referentes femeninos de liderazgo y romper así la disociación mental entre “autoridad/liderazgo” y “mujer”. Y por supuesto: • Para las reuniones hay que tener en cuenta los horarios de cuidados • Voluntariados de guardería en asambleas y actos • Para las parejas: que los cuidados de lxs niñxs estén repartidos a medias, y así ellas pueden venir a las asambleas y ser activas políticamente tanto como nosotros (si no, estamos siendo casta).

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Pero la solución no radica en medidas concretas, porque las conductas particulares nunca son la raíz sino maneras contextuales de llevar a cabo algo mucho más básico que puede encontrar nuevos modos de perpetuarse (y entonces habría que hacer nuevas medidas concretas, ad infinitum). La dominación masculina es extraordinariamente creativa y la masculinidad, mutante: genera una infinidad de mecanismos que ni imaginamos. Lo que hay que hacer es ver el problema en su totalidad, por encima de sus concreciones, para poder llegar a la raíz. Comprender que el problema reside:

• En que existe una cultura del género que nos hace creer que nuestras identidades y capacidades no pueden ser las mismas. Que nos impide, por tanto, desarrollar las mismas actividades y, en tal medida, restringe nuestra libertad. Que nos convence de que ser hombre consiste en algo más que tener un cuerpo de hombre y que, por tanto, puedes ser más o menos hombre y que serlo más es mejor [ejemplo anuncio ministerio: ¿qué pasa, según este anuncio? ¿qué se puede ser menos hombre y, evidentemente, es peor ser menos hombre que serlo más? Pero entonces, si ser hombre es mejor…¿las mujeres siguen siendo peores porque no son hombres?). Así que, de nuevo: no valen las nuevas masculinidades, porque sólo conducen a nuevas desigualdades.

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Conclusiones

• En que los hombres podemos comprender conceptualmente la igualdad, pero nos cuesta vivirla y actuarla, porque las reglas psicológicas de la masculinidad siguen el esquema dominantedominado:

Cuando entramos en situaciones de igualdad, vemos que no somos dominantes, de modo que nuestra interpretación automática (y no consciente) es que la única alternativa es que estamos siendo dominados o, como poco, que estamos mostrándonos como dominables, lo cual desencadena todos nuestros miedos y nos lleva, de nuevo, a dominar. (Paranoia de sumisión)

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Por tanto, soluciones: — Dejar de darle importancia al sexo de las personas, del mismo modo que a la raza o a la clase. — Desactivar esos miedos masculinos que conducen: • A la necesidad de convertirnos en “hombres de verdad”. Ver, en primer lugar, que aunque no desarrollemos esa necesidad de la manera “clásica”, sí lo hacemos de múltiples nuevas maneras. Y ver que esa necesidad es absurda. No tenemos que demostrar nada a nadie. • A la paranoia de sumisión; desactivar el esquema dominantedominado y así ser capaces de entrar en relaciones igualitarias sin malinterpretarlas como una amenaza.

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Conclusiones

Si logramos hacer esto, estaremos: • creando una verdadera democracia donde todas las personas tengan plena ciudadanía y el mismo derecho a participar en la construcción de su sociedad. • aprovechando la oportunidad de que todas esas mujeres valiosas que hasta ahora han sido siempre invisibilizadas y desperdiciadas, pongan su talento, virtud e inteligencia al servicio de todxs. • ganando toda una serie de valores humanos hasta ahora despreciados por ser considerados como femeninos de los que no podemos prescindir porque son indispensables si queremos construir una política para la gente, una política justa que se preocupe de las personas y no de las competiciones y ambiciones de unos pocos. • Pero además, los hombres estaremos librándonos de esas presiones absurdas a las que hemos sido sometidos desde niños. De esas exigencias que no nos llevan a ningún lado, no nos hacen felices y sólo nos traen la autoexigencia de cumplir modelos irrealizables y la culpabilidad de no cumplirlos. Y, por supuesto, estaremos alcanzando la libertad de poder realizarnos a través de toda la riqueza de valores humanos que ha sido arbitrariamente mutilada en dos partes. Dos partes que, separadas la una de la otra, pierden su equilibrio y llevan a enfermas descompensaciones y carencias, tanto en mujeres como en hombres. Trascender las barreras que impone el género y conquistar la libertad de la amplia variedad humana es una victoria de todas y todos.

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