Conquista de Chile (1541-1561)

Historia de América. Independencia. Guerra de Arauco. Valdivia

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COLEGIO CLARETIANO ASIGNATURA : Historia y Ciencias Sociales PROFESOR : Cristian Villagran. T LA CONQUISTA DE CHILE (1541−1561) Autor : Cristian Pusic Curso : 2° Medio A −2000− INDICE Introducción...........................................................................................1 Capitulo I: Entre dos épocas y nuevos horizontes I.I España y su gente............................................................................2 I.3 El conquistador...............................................................................5 I.5 La empresa de conquista...............................................................6 Capitulo II: Los castellanos en Chile II.1 Primeros contactos........................................................................7 II.2 La hazaña de Valdivia y sus hombres.........................................9 II.3 Expansión de la conquista..........................................................11 II.4 La interminable guerra de Arauco............................................12 Capitulo III: Los origenes de la nacionalidad III.1 La ciudad: base del asentamiento español..............................14 III.2 El cabildo: órgano representativo de la comunidad...............15 III.3 La encomienda: sistema de trabajo y protección...................16 III.4 El reparto de tierras..................................................................17 III.5 Gobierno García Hurtado de Mendoza...................................18 Conclusiones.......................................................................................19

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Bibliografía.........................................................................................20 Vocabulario........................................................................................21 INTRODUCCIÓN. Desde hace miles de años que el territorio actual de Chile, al igual que el de la mayor parte de América, ha estado habitado por diversas agrupaciones humanas que vivían fundamentalmente de la caza y la recolección. En una tierra grande y diversa, estas agrupaciones evolucionaron y se relacionaron entre sí, desarrollando diferentes culturas y formas de vida, dependiendo para su vivir de los abundantes recursos naturales, animales y vegetales aquí existentes. A la llegada de los españoles, pueblos diferenciados, con lenguas, religiones, formas de subsistencia y organización social propias, y con una población superior al millón de personas, residían desde el extremo norte hasta Tierra del Fuego. Así por ejemplo, algunos pueblos, como los Aymará y los Atacameños en el norte vivían de la agricultura (cultivo de papa) y la ganadería de auquenidos (llamas y alpacas). Otros, como los changos en la costa norte, los rapa−nui en Isla de Pascua, los chonos, los alacalufes y los yámana o yaganes en los canales australes, vivían fundamentalmente de la pesca y la recolección de moluscos. Finalmente los mapuches, que habitaban entre el Choapa por el norte y las islas de Chiloé por el sur, los tehuelches de la Patagonia y los sélknam de la isla de Tierra del Fuego, vivían del producto de la caza y la recolección. Sus formas de organización social también diferían unas de otra. Así por ejemplo, los aymara se organizaban en ayllus que eran unidades territoriales formadas en base al parentezco, los que a su vez podían agruparse en confederaciones de ayllus o "señoríos". Los rapa nui, que habrían estado divididos en diversos grupos a tribus hasta el siglo XVI o XVII, tenían un sistema jerarquico de jefes a "ariki" y "cortes reales" que habría persistido hasta fines del siglo pasado. Para los mapuche, en tanto, la familia −compleja y extendida− bajo el liderazgo del cacique (lonco, ulmen), habría sido, en tiempos de paz, la organización fundamental. Bajo la dirección de este cacique, a quien se recurría para resolver conflictos, la familia compartía un territorio, habitaba en una o más viviendas (rucas), y procuraba la alimentación sus integrantes. CAPITULO I I.1 España y su gente: Al iniciarse la época de los grandes descubrimientos, España emergía como un estado centralizado. La unificación interna había sido un largo proceso conocido como la Reconquista y había significado una guerra persistente contra los invasores árabes. Desde el siglo VII diferentes reinos cristianos habían emprendido tal tarea: León, Aragón, Castilla, Navarra, cada uno con personalidad cultural propia. En el año 1474 el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón selló la unificación de los reinos españoles y poco tiempo más tarde (1492) se expulsó definitivamente a los moros de su territorio: España era ahora una nación. La unidad fue sin embargo un proceso más complejo. Era necesario lograrla desde diferentes ángulos: el político administrativo, el religioso, el cultural, el judicial. 2

A lo largo del reinado de los Reyes Católicos, tal propósito empezó a cristalizarse. Así por ejemplo la Santa Hermandad, curioso sistema de justicia ambulante recorrió el país en enormes carros y aplicó la ley judicial a nombre de la corona; el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición estableció la uniformidad de la fe, con la exclusión absoluta de otros credos, produciéndose la expulsión masiva de los musulmanes y judíos, con evidente menoscabo en las actividades económicas y culturales; paulatinamente se fue anulando el poder de las órdenes de caballería, bastiones de la nobleza, que pasaron a depender de la corona, y sistemáticamente se debilitaron los fueros municipales, que invadió cada vez más el poder real. La monarquía se organizó sobre la base de consejos, cuerpos consultivos, directamente ligados a la autoridad del Rey. La lengua castellana, por último se impuso como idioma oficial. Al finalizar el siglo XV, España sin prejuicio de sus peculiaridades regionales, aparecía como una potencia centralizada, burocrática y uniformemente estructurada en torno a una religión y una cultura. La sociedad española, dada su secular lucha contra el Islam, había creado un arquetipo que representaba todos sus ideales: el hidalgo, modelo de virtudes y del valor, cuya tarea esencial consistía en el guerrear. El hidalgo debía vivir con honra y ser de linaje limpio, es decir, no tener en sus venas sangres de moros o judíos. A su lado, el religioso tuvo también un papel fundamental. La guerra contra los musulmanes fue una cruzada y junto a la espada, la cruz infundió una mística religiosa, elemento esencial para entender los valores en los cuales se movió la vida española. Jorge Manrique, el más famoso de los poetas castellanos del siglo XIV nos dice en las coplas que escribió a la muerte de su padre que: El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales ni con vida deleitable en que moran los pecados infernales; mas los buenos religiosos gánalo con oraciones y con lloros, los caballeros famosos con trabajos y aficciones contra moros. La sociedad estaba organizada sobre base jerárquica. En primer lugar estaba la alta nobleza, la grandeza de España formada por poderosos señores, cabezas de sus casas y familias que ostentaban antiguos blasones y vivían rodeados de pequeñas cortes en palacios y castillos. Disfrutaban de enormes privilegios y llevaban con orgullo altisonantes títulos de duques, condes y marqueses. En general, estuvieron ausentes en la conquista de América y su acción política y guerrera se encontró en Europa en donde fueron piezas claves de la política internacional del imperio español. Venían luego los >>Hidalgos<<, que no era sólo un arquetipo caballeresco sino también una categoría social, constituían la baja nobleza de grandes pretensiones pero de escasos medios de fortuna: Hombres para la guerra, acostumbrados al ocio y la aventura, esperaban con ansias las empresas militares o los 3

favores de los grandes de los señores y del rey, viviendo entre tanto sin destino fijo, y a salto de la mata. Elemento inestable y orgulloso, ajeno a la vida económica y el trabajo, que su honra le prohibía, estaban siempre dispuestos para ir dondequiera que la lucha ofreciese aventura, prestigio o botín. Para ellos América se habría como una nueva posibilidad, ofreciéndoles el cumplimiento de sus sueños, por sobre todo la riqueza que como realidad o fantasía surgía en las nuevas tierras para darles la calidad de grandes señores que su propio suelo les negaba. Estaban por últimos los villanos y plebeyos, gente de variadas ocupaciones acostumbrados a ganarse la vida como labriegos y pastores en los campos o artesanos y mercaderes en as ciudades. En ellos descansaba toda la actividad económica y su existencia estaba alejada de honores y halagos. América también fue para ellos un vasto campo que les permitió alcanzar mejor situación y albergar deseos señoriales, obtener a caso la categoría de hidalgo y antepones a su nombre un sonoro >>don<< , que en España jamás lograrían. Los villanos y plebeyos más esforzados y afortunados dieron origen a una burguesía pujante de labriegos enriquecidos, mercaderes, prestamistas, dueños de talleres y armadores de naves, que representaban el nuevo poder económico y que como elemento dinámico fueron impulsores de empresas comerciales que se confundían con las expediciones militares de exploración y conquista. I.3 El Conquistador El español que pasó a América fue principalmente el súbdito castellano, pues fue la corona de Castilla y sus posesiones naturales las que recibieron la donación papal de las nuevas tierras. Pertenecía principalmente a las categorías de hidalgo y villano; pero las diferencias sociales tendían a desaparecer en América, donde los sufrimientos y peligros hermanaban a los hombres y sólo el valor, el esfuerzo y la audacia contaban para destacarse sobre los demás. El conquistador fue un hombre de dos mundos: Medievo y Renacimiento. Tuvo sed de gloria, deseos de >>dejar fama y memoria de sí<<. Lo inundó de orgullo la expansión de España y una de sus motivaciones fue acrecentar el imperio. Pero también fue hombre de profundas convicciones religiosas y el clima beligerante de la contrarreforma católica terminó por envolverle: La conquista tuvo también fisonomía de Cruzada y hubo momentos en que toda la vieja tradición de lucha contra el infiel pareció revivir. Fue un hombre audaz y mezcló en sus concepciones conceptos de la teología medieval e ideas capitalistas: arriesgó su hacienda por lo imprevisto, y aún cuando quiso salvar de la idolatría a los indios, cometió con ellos las mayores crueldades, torturas y tropelías. Lo animó sin embargo, una ambición superior que le llevó a recorrer vastísimos territorios de climas y paisajes diferentes. En los años iniciales de la conquista vivió peligrosamente, en lucha diaria por su existencia. El incentivo fue siempre la extensión de nuevas tierras, que ante sus ojos no solo aparecerían cubiertas de oro, sino de seres mitológicos que imaginaba en su mente afiebrada de aventuras. Ante ello cualquier sacrificio fue válido y todas las seguridades se abandonaron. I.4 La Empresa de Conquista La tare de ocupar las nuevas tierras no fue una actividad organizada por el estado, salvo por excepción, hubo una que otra expedición equipada por la corona y confiada a servidores de la corte. Por regla general, el rey no incurría en gastos y dejaba entregada la organización y realización de la empresa a los capitanes de la conquista, que se comprometían a correr con su financiamiento, reunir soldados, mar naves y en fin lograr éxito en ella. 4

El estado señalaba el territorio que debía conquistarse y delegaba en el capitán algunos de sus atributos: gobernar la nueva jurisdicción, administrar justicia, repartir tierras y encomiendas. Al mismo tiempo le otorgaba privilegios tales como sueldo, participación en las ganancias y distinciones honoríficas, todo lo cual se ponía en práctica siempre que la conquista se llevase a buen término. Aunque la conquista fue concebida como una empresa privada, el Estado reservó el derecho de dictar normas para que se realizara de acuerdo con sus intereses y obtener también el logro de algunos altos ideales. Entre los primeros debe mencionarse la manifestación de la soberanía real en los nuevos territorios y la adecuada percepción de los tributos, y entre los segundos, la difusión de la fe cristiana y la protección de los indígenas, cuya vida y adoctrinamiento en fines importantes para la corona y la Iglesia. En este sentido, la legislación general y las instrucciones dadas a los capitanes, formaron un amplio y generoso cuadro de disposiciones protectoras. Las diversas estipulaciones entre el Estado y el jefe conquistador, quedaron consagradas mediante un contrato o capitulación, que ambas partes se comprometían a respetar. Sin embargo, no todos los territorios fueron incorporados sobre la base de capitulaciones, sino que muchos de ellos fueron conquistados por capitanes que habían alcanzado algún prestigio y poder en América y que realizaron sus empresas con autorización de otros jefes conquistadores que ya habían sometido un territorio y sus habitantes. Estos fueron los casos entre otros, de Hernán Cortés en México y de Pedro de Valdivia en Chile. CAPITULO II II.1 Primeros contactos La incorporación de Chile al imperio español fue un largo y complejo proceso que tuvo diversas etapas. El primero contacto de exploradores europeos con nuestro territorio se realizó por el extremo sur. El navegante portugués al servicio de España, Hernando de Magallanes, en su búsqueda de un paso a las islas Molucas, famosas por su riqueza, penetró al estrecho que lleva su nombre el 1° de noviembre de 1520. Después de un breve reconocimiento de la zona, prosiguió a través del Pacífico hacia aquella región. Su interés fue mínimo en las tierras que reconoció, no obstante ser el primer europeo que las visitara. La conquista de Chile comenzó muchos años más tarde, en 1541, desde el Perú como una prolongación de las empresas conquistadoras que se desplazaban hacía el sur por el Pacífico cuyo centro estaba en la ciudad del Cuzco, capital del imperio incásico. Correspondió iniciarla a Diego Almagro. Almagro había tenido una destacada actuación en los albores de la Conquista americana donde había participado en varias empresas. Rivalidades con el conquistador del Perú, Francisco Pizarro, que lo había propuesto en el reparto del botín y la ilusión de encontrar un imperio tan rico en oro como el recién conquistado, lo impulsaron a emprender la marcha hacia Chile. Su hueste, la más lucida y brillante de las vistas hasta ese momento, y que un cronista calificó como la flor de las indias, estuvo integrada por 500 españoles y varios miles de indios de servicio. El viaje de reconocimiento fue largo y desventurado: el camino recorrido fue del Altiplano boliviano y el de oriente de la Cordillera de los Andes en donde los europeos debieron sufrir todas las inclemencias del clima. Después de muchas penalidades descendieron de la meseta cordillerana en el verano de 1536 al valle de Copiapó, avanzado hasta el de Aconcagua, donde luego de asentarse diversos grupos emprendieron expediciones de reconocimiento. Así uno de sus capitanes, Juan de Saavedra, recorrió la costa descubriendo la bahía de Valparaíso. Mayor trascendencia tuvo el viaje de otro lugarteniente, Gómez de Alvarado quien logró llegar hasta las márgenes del Itata, sin encontrar las riquezas que 5

anhelaban y sin en cambio la dura oposición de lo naturales, con los cuales sostuvo ardua lucha en la batalla de Reinohuelén, la desilusión pronto prendió en la hueste y el Adelantado de Almagro decidió regresar al Perú, siguiendo esta vez el camino de los desiertos cercanos al la costa. La expedición había sido un fracaso y durante mucho tiempo prevaleció la idea de la pobreza y mezquindad de la conquista. Años más tarde correspondería a don Pedro de Valdivia el honor de ser en definitiva el conquistador de Chile. II.2 La hazaña de Valdivia y sus Hombres Pedro de Valdivia, sin lugar a dudas una de las figuras más notables de la Conquista española de América, inició su empresa en 1540. Había nacido en Extremadura (probablemente en la villa de Castuera) y provenía de modesto pero hidalgo linaje. Muy joven se había alistado en los ejércitos imperiales, donde había compartido la mística de su pueblo que se alborozaba con los éxitos políticos y militares que se sucedían día a día. En Valenciannes, en imponente revista militar, había divisado al emperador Carlos V, guardando para simpre su imagen imborrable. Luego las campañas de Italia, el sitio de Milán, la estrategia de su jefe, el marqués de Pescara, y el momento inolvidable en que Francisco I de Francia rindió su espada en Pavía, después de perderlo todo menos el honor. ¡Eso era respirar a pulmón lleno la gloria de su nación! Tras el guerrear europeo, el regreso al terruño, el matrimonio con Marina Ortiz de Gaete, vecina de Zalamea de la Serena, y luego la partida al nuevo mundo. Estuvo en Venezuela y más tarde pasó al Perú en los momentos en que la rivalidad entre los dos viejos conquistadores, Pizarro y Almagro, se decidía por el choque de las armas. Sirvió al primero como maestre de campo, obteniendo en recompensa a sus servicio, dos importantes mercedes una mina de plata en el cerro de Porco y uina riquísima encomienda de undios en el valle de la Canela. Con aquellas granjerías habría tenido para vivir en medio de la riqueza y la tranquilidad. La vida muelle no era, sin embargo, su meta. El dejar fama de sí, lo impulsó a abandonarla y a obtener permiso de Francisco Pizarro para llevar a efecto la conquista de Chile en calidad de su teniente gobernador. Los inicios de su empresa fueron pobres y difíciles y solo su ambición y tenasidad lograron revertir esta situación. Cuando Francisco Pizarro le dio esta empresa no había hombre que lo quisiese acompañar. En enero de 1540 partió del Cuzco con 8 a 10 hombres y unis cuantos indios de servicio. Aquí se integró el comerciante Francisco Martínez e Inés de Suarez. En la expedición se destacaron capitanes como Francisco y Pedro Villagra, Francisco de Aguirre, Rodrigo Quiroga, Jerónimo de Alderete y el bachiller Rodrigo González de Marmolejo, futuro primer obispo de Santiago. En el camino la naturaleza no fue el único problema, ya que Pedro Sancho de la Hoz fue el capitán que quiso abortar. Finalmente después de 1 años de la salida del Cuzco los expedicionarios habían aumentado a 154 españoles, llegó al valle del Mapocho, que ofrecía excelentes condiciones para establecer el centro de las operaciones: las aguas del río, los cultivos de los Mapuches y las arboledas dispersas, creaban un ambiente propicio. El 12 de febrero de 1541, Valdivia procedió a fundar la ciudad de Santiago del 6

Nuevo Extremo, piedra angular del asentamiento castellano en Chile. Valdivia procedió a instituir el Cabildo, Corporación que procedió algunos días más tarde a nombrarle gobernador del Reino. Los años iniciales fueron muy duro: pobreza, aislamiento, conspiración, descontento y principalmente levantamientos sucesivos. Los resultados de la gestiones de Valdivia a la larga fueron fructíferos y no solo se obtuvo materia, sino que también confirmaron al Conquistador como el Gobernador de Chile. La meta de Valdivia era llegar al Estrecho de Magallanes, para dar gran extensión a su gobernación. Para lograr este propósito, sucesivas expediciones recorrieron el territorio, las más importante fue la que estuvo a cargo de su Teniente de Capitán General en la mar, Juan Bautista Pastene, que exploró la costa sur hasta el grado 41 a la altura de la bahía de San Pedro y que permitió apreciar la magnitud del Reino. Desde 1547 en que se repobló La Serena, se desgranaron nuevas villas: Concepción, La Imperial, Valdivia, Villarica, Angol, los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. Este ritmo de fundaciones se detuvo en 1553, en que una formidable rebelión indígena costó la vida a Valdivia y obligó a los españoles a abandonar la ciudad de Concepción y algunos fuertes. Los años que siguieron fueron de Anarquía y defensa desesperada. A la muerte del Conquistador se vivieron momentos muy tensos. Después de este suceso chile se fragmento y se vio sin gobernador. II.3 Expansión de la Conquista En 1557 llegó al país el nuevo gobernador, don García Hurtado de Mendoza, joven capitán vinculado a la más alta nobleza de España, quien al frente de una lucida expedición desembarcó en la bahía de Talcahuano, actuando con celeridad y decisión, pronto reconstruyó Concepción y se introdujo en territorio araucano combatiendo a los indígenas, a quienes aparentemente sometió. Dos nuevas ciudades, Osorno y Cañete, aparecieron luego en el tosco mapa de Chile. Con el fin del gobierno de Garcia Hurtado de Mendoza, en 1561, se considera tradicionalmente concluido el proceso de Conquista. Los sucesores de don García debieron dedicarle toda su atención y si bien se lograron ocasionalmente triunfos, su amenaza estaba demasiado viva como para descuidarla. Estos fueron por lo general aguerridos soldados con larga experiencia en la lucha como Francisco y Pedro Villagra, Rodrigo de Quiroga y Martín Ruiz de Gamboa, o militares de brillante carrera en Europa como Alonso de Sotomayor. Una excepción la constituyó la instalación de una Audiencia en la repoblada Concepción, que Aunque revestida de plenos poderes civiles y militares fue también incapaz de pacificar el territorio. Con don Martín García Oñes de Loyola se fue el siglo. Una formidable insurrección indígena sesgó la vida del gobernador y de sus compañeros. Chile debió centrarse en los márgenes norte del río Bíobío. II.4 La interminable Guerra de Arauco 7

El término de la conquista no significó de manera alguna la conclusión de la lucha contra los mapuches, la que habría de prolongarse durante siglos. Los araucanos situados al sur del río Bíobío opusieron una resistencia denodada a los invasores y constituyeron un problema permanente para el estado español que debió mantener destacamentos militares que incursionasen en su territorio. La intensidad de la Guerra de Arauco, su prolongación en el tiempo y las proyecciones que tuvo en la vida colonial, hacen de ella el fenómeno más destacado de la época, su constante histórica, con fuertes repercusiones en los campos económicos y sociales. Durante el siglo XVI la guerra fue una prolongación de la Conquista y se realizó dentro de modalidades similares o parecidas a las de aquella. Los conquistadores procuraron mantener las ciudades erigidas al sur del Biobío y someter a los indios comarcanos, mientras éstos defendían tenazmente su territorio y procuraban destruir los fuertes y las ciudades. Las fuerza militar de los castellanos se basaba en el ejército vecinal, constituido por los vecinos de las ciudades, que tenían la obligación de acudir a las armas ante cualquiera emergencia bélica y ponerse a las ordenes de un jefe designado por el gobernador o el cabildo respectivo. Cuando desaparecía el peligro, se dispersaban y volvían a sus ocupaciones habituales. No existía una organización continua, ni una preparación sistemática para la lucha. Incluso el equipo y armamento de que se disponía era, en general, el que aportaba cada hombre. El sistema obligaba al Gobernador y a los jefes militares que pretendían realizar alguna campaña, a apremiar a los vecinos para que contribuyesen con hombres y pertrechos. La guerra tenía un carácter constante, que cada año se repetía de casi igual manera. Al llegar el verano se reiniciaban las hostilidades que no terminaban hasta comienzos de otoño. Entonces los españoles se retiraban a sus fuertes y ciudades y los indígenas a sus tierras, donde podrían resarcirse para continuar la lucha al mismo ritmo monótono el año siguiente. Hubo momentos en que se alcanzaron triunfos ocasionales y se pudo ampliar la conquista a Chiloé donde Martín Ruiz de Gamboa fundo la ciudad de Castro. En 1598, el Gobernador Martí Garcia Oñes de Loyola, fue sorprendido en Curalaba en los márgenes del Lumaco y muerto junto a los 50 soldados que le acompañaban. Fue el comienzo de un levantamiento general que se prolongó varios años y significó que una tras otra, las ciudades del sur fueron arrasadas por la furia de los indígenas: Santa Cruz de Oñez, recién fundada, La Imperial, Valdivia, Angol, Villarica y Osorno. Desaparecía así toda la huella de ocupación española al sur del Bíobío. La catástrofe significó el fin de todo un sistema de guerra seguido desde la época de la Conquista y que tenía como fin la ocupación del territorio al sur del Bíobío. El error estratégico fue dispersar las pocas fuerzas de que se disponía en un territorio ta extenso y en la utilización del ejercito vecinal, de casa eficiencia militar. CAPITULO III: III.1 La Ciudad: base del asentamiento Español La penetración española en América tuvo un sentido permanente y definitivo y se manifestó a través de la fundación de ciudades. ciudad americana, a través de lo ocurrido en otras colonizaciones, estuvo por lo general enclavada en el interior de una región, manera muy manifiesta de señalar dicho carácter.

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Fundar una ciudad significaba incorporar un nuevo territorio a la corona de Castilla implantando así la soberanía del Rey. Las numerosas mercedes que implicaba el cambio de condición no explica la aceleración en erigir poblados en caso de Chile. La ciudad americana del edicto de un capitán de conquista, previamente instruido por una legislación existente al respecto. Las leyes de Indias contenían numerosas disposiciones referentes al sitio y orientación de nuevas fundaciones. Obedecían por lo general a un trazado que diseñaba a la ciudad a la manera de un tablero de ajedrez. El plano primitivo de la ciudad americana contemplaba la construcción de murallas en su torno de objeto de defenderla de posibles ataques indígenas. Las ciudades chilenas en su primitiva forma presentaban el aspecto de un campamento militar. Las comunicaciones de la ciudad con el exterior, fuesen centros agrícolas o mineros, otras ciudades o puertos, se hacían a través de una arteria principal, muchas veces antiguos caminos indígenas. En Santiago el Camino del Inca cumplió esta función. La ciudad no solo estaba constituida por su núcleo urbano , sino que se englobaba también en ella sus llamados términos, que comprendían enormes extensiones de tierra. En la ciudad, el vecino recibía un solar para construir su casa; en sus alrededores algunos obtenían charcas que estaban destinadas a su subsistencia, donde se mantenía algún ganado y se cultivaban hortalizas y árboles frutales. III.2 El Cabildo, órgano representativo de la Comunidad Fundar una ciudad presuponía incorporarla a la monarquía castellana y como tal muchas de sus instituciones político−administrativas pasaron de España a América. Los cabildos fueron las que con mayor fuerza se arraigaron en la conciencia de los conquistadores, ya que fueron los voceros del pueblo. En España los cabildos tenían una ilustre genealogía que los hacía arrancar de la lata edad media peninsular. Habían surgido como organismos representativos de la comunidad. Los castellanos al venir en América lo implantaron de inmediato. Aquí, lejos de la tutela real, cobró una importancia que nunca antes tuvo en España. Pocos día después de fundar Santiago, Pedro de Valdivia procedió a designar el primer cabildo en Chile. El cabildo funcionaba como un cuerpo colegiado y al lado de los alcaldes que administraban la justicia local. El cabildo lo integraban también otros funcionarios que desempeñaban tareas específicas: el procurador, que hacía presente los problemas de los vecinos, un mayordomo que corría con el tesoro, un escribano a cargo de las actas y correspondencia, el alguacil mayor, especie de jefe policial que hacía cumplir los mandatos judiciales, el alférez real que cuidaba el estandarte del rey y el fiel ejecutor que vigilaba la naturaleza de los abastecimientos y controlaba los precios, pesos y medidas. El cabildo funcionaba de dos maneras: como cabildos cerrados en los que se trataban materias de rutina, y cabildos abiertos en los que se convocaba a los principales vecinos y se discutían problemas de relevante importancia. III.3 La Encomienda, sistema de trabajo y Protección.

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Al poco tiempo de fundada una ciudad el capitán señalaba a sus soldados más destacados, las encomiendas que le correspondían. Eran estos grupos de indígenas previamente individualizados, que en algunos casos alanzaban considerable número y que tenían la obligación de tributar para su encomendero bajo un sistema regulado por una legislación dictada por el Estado. La encomienda implicaba el interes de los españoles en la obtención de encomiendas fue el gran motor de la Conquista pues permitió utilizar enormes contingentes de masa indígena como fuerza de trabajo. La encomienda tuvo su origen en la Reconquista española, pero en América Adquirió modalidades propias, que inclusive la distinguieron de una región a otra. En chile prevaleció la encomienda de trabajo o servicio personal, ya que las condiciones sociales, culturales y económicas del indígena hacían engorroso y casi imposible la percepción de tributos. III.4 El Reparto de Tierras La concesión del dominio se asentó desde un comienzo en bases jurídicas muy sólidas. Estas arrancaban del derecho que a través de las Bulas de Donación había hecho el papa Alejandro VI a los reyes españoles. De acuerdo a ellas, la corona de Castilla era dueña de las tierras baldías, que en el lenguaje de la época se conocía como tierras de realengo. Se procedió a repartir la tierra entre los beneméritos, denominación, que como ya se dijo, designaba a los españoles y a sus inmediatos descendientes: el título originario del dominio fue la merced de tierra.

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