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TEMA 4: ARTE ROMANO. La historia de Roma se puede dividir en tres grandes periodos: la Monarquía (desde su fundación, 753 a.C. al 509 a.C.), la República (509 a.C. al 29 a.C.) y el Imperio (29 a.C. al 476 d.C.), este segundo periodo se puede dividir entre Alto Imperio (hasta el s-II) y el Bajo Imperio (ss-III-V) El arte romano tuvo dos influencias: la etrusca y la griega. Los etruscos, instalados en Etruria (Toscana), rindieron culto a los muertos a los que representaban con gran realismo. Los etruscos aportaron al arte romano el empleo del arco, en arquitectura. En su expansión hacia el sur (s-IV-III a.C.), Roma ocupó áreas de cultura griega (Magna Grecia y Sicilia). Cuando, en el s-II a.C., Roma conquistó Grecia muchas obras artísticas se llevaron a Roma. Artistas griegos acuden a Roma, como esclavos o voluntariamente, por la poderosa clientela que representan las clases altas romanas (patricios). Se produce una colonización cultural de los vencidos sobre los vencedores. A los romanos no les importa encargar la producción del arte, principalmente escultura, a talleres griegos, instalados frecuentemente en Italia, donde se realizarán centenares de copias de la plástica griega. Pero es un error creer que el arte romano es una imitación del arte griego, el arte romano desarrollará una personalidad propia, aunque su autonomía, respecto del arte griego, no será igual en todos los terrenos, mientras es muy temprana en arquitectura, no lo será tanto en la escultura, a excepción de los retratos. 1. LA ARQUITECTURA DE ROMA La arquitectura romana es heredera de la griega, de la que tomó tipologías de edificios y utilizó columnas dóricas, jónicas y corintias. Pero elaboró nuevos edificios, algunos inspirados en modelos griegos (anfiteatro del teatro y el circo del estadio), pero otros eran de nueva creación. La novedad más importante de la arquitectura romana fue el tratamiento del espacio interior. Los nuevos edificios (basílica o las termas) fueron dotados por primera vez en la arquitectura occidental de grandes espacios cerrados y diáfanos. La arquitectura romana sobresalió, además, por sus obras públicas (acueductos, puentes, calzadas) y en el de la planificación urbana. Roma utilizó la fundación de colonias como instrumento de control sobre los territorios sometidos. Estas ciudades de nueva planta adoptaron un trazado ortogonal basado en dos calles perpendiculares, derivadas de los campamentos militares que les dieron origen. Los dos grandes ejes eran la vía decumana (Este-Oeste) y el cardo (Norte-Sur); en el interior se encontraba el Foro, con sus edificios públicos. La arquitectura romana destaca por su tendencia al colosalismo que exalta el poder de Roma; el predominio de la regularidad y de la simetría (sistema axial); un sentido utilitario de la obra construida, lo que deriva en un arte funcional y de grandes avances técnicos El material que permitió estas innovaciones fue el hormigón romano, también llamado mortero romano (mezcla de trozos de piedra o ladrillo con un mortero líquido de cal utilizado para los cimientos de los edificios, y también para muros y otros elementos sustentantes). Este material requería la cubierta de los muros con otros materiales que ocultasen el hormigón. El tufo o toba se prestaba para ello, y fue empleado partiéndolo en trozos piramidales irregulares (opus incertum) o regulares (opus reticulatum). Utilizaron también el ladrillo (opus latericium). El hormigón permitió generalizar el uso del arco, la bóveda y la cúpula. Roma no inventó estos elementos que ya se empleaban en Oriente Próximo. Pero fue en Roma donde se emplearon para levantar construcciones de enorme tamaño con grandes espacios internos diáfanos. Su generalización hizo que columnas y entablamentos dejaran de jugar un papel esencial como elementos sustentantes y tendieran a convertirse en elementos ornamentales prescindibles desde el punto de vista estructural. Al mismo tiempo permitió multiplicar los vanos en los muros. De esta manera, el

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arco, la bóveda y la cúpula se convirtieron en los elementos más reconocibles de la arquitectura romana, presentes en sus construcciones más características. Aunque los romanos empezaron utilizando los órdenes griegos, inventaron órdenes romanos: el toscano (columna de fuste liso, con basa y capitel dórico) y el compuesto, con un capitel de dos filas de hojas de acanto y volutas de tipo jónico. El entablamento del orden compuesto estaba decorado con guirnaldas y bucráneos (adorno con forma de cráneo de buey). En los edificios de varios pisos se colocaba primero el orden toscano, seguido, en altura, del jónico, corintio y compuesto. 1.1. Tipología de edificios y de los espacios urbanos 1.1.1 Los templos. El templo romano es similar al griego, aunque con elementos distintivos Se levanta sobre un alto podio que la cella o naos (sala donde se encuentra la imagen de la divinidad) cubre casi por completo, salvo en la parte delantera ocupada por un profundo pórtico al que se accede por una escalinata central. El peristilo queda reducido a una sucesión de columnas adosadas al muro de la cella que prolongan las columnas exentas del pórtico alrededor del edificio. La mejor perspectiva de un templo romano es la frontal con el pórtico y la escalinata. Este punto de vista va unido a la ubicación del templo no en una posición aislada, sino integrado en un conjunto, en el centro de uno de los laterales de un foro. Uno de los más conocidos es la Maison Carré de Nimes (Francia) del sI. En España destaca el templo de Diana en Mérida (ss-I-II). También se dieron templo circulares como es el templo de Vesta en Roma (s-I-II a.C.) El Panteón de Agripa de Roma presenta un aspecto exterior tradicional con un amplio pórtico de columnas de granito sosteniendo el arquitrabe y el frontón. Sobre éste, existe una gran cúpula (43,3m) de hormigón, apoyada en un tambor de igual diámetro, también de hormigón. Para una mejor trabazón del tambor, se vertió el hormigón en hileras horizontales y se reforzó por medio de hileras horizontales de grandes ladrillos, cada 1'5 metros, además de nervios verticales construidos con ladrillos. El tambor se sostiene sobre 8 enormes pilones de 6 m de espesor, y sobre una serie de arcos de descarga entre los pilones, que sirven para transmitir el peso de la cúpula a estos pilones, auténticos soportes de aquélla. Este sistema, tan complejo en el reparto de sus cargas, explica la ausencia de contrafuertes exteriores, innecesarios, y permite el abrir en el muro, hacia el interior, siete exedras (vanos o nichos que terminan en una semiesfera), más la puerta de entrada. La cúpula, presenta casetones, que disminuyen de tamaño en altitud. Esto además de servir como un elemento decorativo, aligera el peso de la cúpula. Exteriormente el tambor estaría recubierto por placas de mármol. A su vez, la cúpula se recubriría por medio de tejas de bronce dorado. El templo, consagrado a todos los dioses como su nombre griego indica, Panteón, es en realidad un templo dinástico dedicado a Augusto y la casa imperial. El edificio actual, no es de tiempos de Augusto (29 a.C.-14 d.C.), sino una construcción realizada en la época de Adriano (118-125) y nuevo desde los cimientos. Algunos autores apuntan como arquitecto a Apolodoro de Damasco. 1.1.2. El foro. La hondonada entre el Capitolio y el Palatino, dos de las colinas sobre las que se desarrolló Roma, concentró gran parte de los edificios (basílicas, templos...), espacios públicos (mercados, áreas de reunión de las asambleas políticas) y monumentos (arcos de triunfo) más importantes de la ciudad, constituyendo el Viejo Foro Republicano, el crecimiento de Roma y de su Imperio hicieron necesaria su ampliación. Entre mediados del s-I a.C. y mediados del s-II d.C., los emperadores añadieron al viejo foro republicano nuevos espacios, los denominados Foros Imperiales, que se construyeron con un trazado regular y ordenado (el más importante de ellos es el mandado

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construir por el emperador Trajano, obra del arquitecto Apolodoro de Damasco, que era un espacio rectangular, pero cerrado en sus lados menores por dos exedras (espacios semicirculares que cerraban la plaza). El modelo de foro regular se generalizó durante el Imperio en diferentes ciudades. 1.1.3. La basílica La basílica fue una creación original de la arquitectura romana. Constaba de una gran sala rectangular, con un ábside en uno de sus lados menores. Estaba dotada de columnas interiores que separaban la nave central de otras laterales. La entrada se ubicaba en uno de los lados menores, contrario al ábside. Disponía de un lugar elevado o tribunal desde el que se presidía la audiencia y los juicios, función para la que era utilizada. Una de las basílicas más impresionantes de Roma fue la Basílica de Majencio, uno de los edificios más majestuosos de la arquitectura de hormigón, terminada por Constantino (313). Tenía una nave central más alta, cubierta por una gran bóveda de arista y dos laterales más bajas, cubiertas con bóvedas de cañón transversales al eje axial del edificio, que contrarrestaban el empuje de las bóvedas centrales. Estas bóvedas de cañón se apoyan sobre enormes contrafuertes. Eran tan grandes que sobresalían por encima de las naves laterales. Para aligerar esta parte de los contrafuertes, se perforó su grosor por medio de un arco, creándose un antecedente del arbotante gótico. Las bóvedas estaban decoradas con casetones octogonales; el revestimiento era muy lujoso con placas de mármol. La luz acentuaba aún más la sensación de amplitud. El esquema basilical lo utilizarán los cristianos para sus templos. 1.1.4 Teatros, anfiteatros y circos. Los edificios para espectáculos públicos Los teatros griegos contaban con una escena elevada en la que se colocaban los actores, bajo ella una orquesta circular utilizada por el coro y una cávea o graderío para el público. Los teatros romanos, basados en los griegos, diferían de éstos en que la altura del muro situado tras la escena era mucho más elevada, alcanzado la altura de la parte superior de la cávea, por delante de este muro se situaba el scaenae frons, decorado con columnas y arquitrabes, formando varios pisos, y que servía para ambientar de forma monumental la representación; la orquesta no tenía tanta importancia y quedaba reducida a un semicírculo; la cávea era también semicircular. Los teatros romanos se construyeron de fábrica de hormigón y piedra, no apoyados en una ladera, con arcadas superpuestas en la fachada exterior, galerías abovedas en el interior y cada ciertos tramos muros radiales que servían para sustentan el graderío. Destaca por su conservación el Teatro Romano de Mérida (s-I-II). El anfiteatro, destinado fundamentalmente para las luchas de gladiadores, era el resultado de la unión de dos teatros, dando lugar a una planta ovalada. Fue una de las creaciones arquitectónicas romanas. En el anfiteatro se pueden distinguir tres partes: la arena (lugar donde se desarrolla la lucha), el graderío (destinado al público) y un alto podio (que separa la arena del graderío). Los primeros anfiteatros fueron de madera. Vespasiano inició la construcción del primer anfiteatro de piedra en la ciudad de Roma, el Coliseum (Coliseo) (s-I). Su fachada exterior es un ejemplo de la reducción de los tres órdenes griegos a funciones ornamentales, pues está constituida por tres arquerías de medio punto superpuestas y un ático, decorados respectivamente mediante columnas adosadas dóricas, jónicas y corintias, y pilastras corintias en el ático. El problema constructivo fundamental que planteaba el Coliseo era la sustentación del enorme y pesado graderío de mármol. Esto se logró mediante un sistema de bóvedas de cañón de hormigón sostenidas por 80 muros radiales que arrancaban de la arena.

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La extensión de la arena (75 x 44m) estaba cubierta por tablas de madera sobre las que se esparcía arena, ocultando dependencias subterráneas. Había un gran corredor central dotado de una guía de madera que servía para arrastrar los escenarios y elevarlos hasta la superficie. A cada lado existían otros tres corredores dotados de trampas y montacargas que, accionados mediante poleas, permitían hacer ascender fieras y gladiadores hasta la arena. El circo era el edificio para carreras de carros (inspirados en los stadiums griegos). Se requerían espacios de no menos de 400 a 500 metros de longitud, el mayor de ellos, el Circo Máximo de Roma, superaba los 600 metros (la mayor construcción para espectáculos de todos los tiempos). Eran de planta rectangular con uno de los extremos ovalados y el otro prácticamente cuadrangular en el que se situaban las carceres o caballerizas, y los graderíos en derredor (construido aprovechando las laderas contrapuestas de algún valle existente o edificado de fábrica). La arena, que podía alcanzar los 100 metros de anchura, estaba dividida en sentido longitudinal por un muro, la spina (con decoración escultórica u obeliscos), en torno al cual giraban los carros. Ninguno ha llegado a la actualidad en buen estado de conservación. 1.1.5. Las termas. Las termas son otra de las construcciones emblemáticas de los romanos. En Roma las primeras termas públicas datan del reinado de Augusto. Las termas eran edificios destinados a la higiene corporal, al ejercicio y al esparcimiento. Existía un espacio abierto para realizar ejercicio físico, un frigidarium para baños de agua fresca que en ocasiones contaban con una piscina (natatio) y salas caldeadas graduadas desde el tepidarium con una temperatura tibia hasta una auténtica sauna (laconicum) pasando por el caldarium dotado de piscinas de agua caliente. Un vestíbulo o apodyterium y unas letrinas solían completar las instalaciones. La calefacción de las estancias se resolvía mediante conducciones de aire caliente que corrían bajo el suelo y -hipocaustum-, también corría aire caliente por el interior de las paredes. Las termas contribuyeron al desarrollo de la cúpula, pues la humedad reinante en ellas aconsejaba prescindir de techumbres de madera y sustituirlas por el hormigón y la cúpula. Las termas mejor conservadas son las de Caracalla (s-III). Tenían una planta axial y simétrica con las salas principales a lo largo de un eje central con una gran natatio al aire libre, un frigidarium que es una basílica abovedada (bóvedas de aristas), un pequeño tepidarium y un gran caldarium de planta circular cubierto por una cúpula. A ambos lados de este eje y simétricas se encontraban las restantes estancias. Hay una novedad importante; en alguna de las salas se emplea por primera vez la pechina, triángulo semiesféricos, que sirven para sustentar cúpulas. También hay que mencionar las termas de Diocleciano en roma de finales del s-III 1.1.6. La casa y los palacios La casa romana o domus se caracteriza por estar volcada hacia el interior, en torno al atrium (patio central), a través del cual recibe la iluminación, se ventila y se aprovisiona de agua, pues en el centro se instala una pileta o impluvium para recoger el agua de lluvia. La planta suele ser geométrica y axial (en torno a un eje). Las habitaciones, cerradas al exterior, se disponen en torno al atrio, en el que se ubicaba el Lararium o altar de culto doméstico: en el lado opuesto a la entrada o fauces se ubica el tablinum, el despacho con los documentos familiares en el que recibe el señor de la casa, completamente abierto al atrio y, a los lados, se encuentran los cubicula, pequeños dormitorios, y las alae, salas abiertas al atrio. A partir de este esquema básico, las variaciones son numerosas en función de la riqueza de los propietarios, del espacio disponible. En las casas señoriales suelen existir dos patios rodeados de columnas (peristilos), a los que se abren las distintas dependencias, como el oecus o amplio salón

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que podía utilizarse como comedor en lugar del triclinium, habitación con cabida para tres lechos dispuestos en forma de U sobre los que se comía reclinado. Las casas más lujosas podían disponer de baños privados que adoptaban la forma de pequeñas termas. En las grandes residencias de los emperadores se dieron importantes innovaciones. Destacaba la Domus Áurea (s-I) de Nerón, que abarcaba un gran espacio en el centro de Roma. Era enorme proporciones y lujosamente ornamentada. El emperador Domiciano (de la dinastía Flavia) aprovechó parte de la Domus Áurea para construir su propia residencia, la Domus Flavia o Palatium, en su denominación vulgar, por estar situada en el Palatino, de donde surge el término “palacio”. Mención especial merece la Villa Adriano de Tivoli, un ejemplo de la villa campestre en la que los romanos acomodados disfrutaban de la naturaleza. En ella, destacan el llamado -Teatro Marítimo-, isla artificial de planta circular rodeada por un pórtico, y la Piazza d'Oro, con patios con fuentes dominadas por un juego de curvas y contracurvas, de luces y sombras, muy original. 1.1.7. Los monumentos conmemorativos y los monumentos funerarios El monumento más característico de las ciudades romanas fue el arco de triunfo. Su origen se encuentra en el engalanamiento de las puertas de la ciudad para recibir a los generales victoriosos que entraban en Roma. El arco de triunfo refleja el sentido con que el romano emplea la arquitectura como testimonio de la grandeza, para perpetuar sus gestas. Los romanos parten de los monumentos helenísticos, pero mientras éstos eran de forma prismática, el arquitecto romano une dos elementos prismáticos por medio de un arco de medio punto. Los arcos de triunfo podían tener un vano o varios Los pilares y arcos debían alcanzar la misma altura para compartir un entablamento. El más antiguo conocido en la ciudad de Roma es el Arco de Tito (s-I) que conmemora su victoria sobre Jerusalén. Otros arcos son el Septimio Severo (s-III) y el Arco de Constantino (s-IV) Otro monumento fue la columna conmemorativa que corresponde a la tradición romana de situar la estatua del triunfador a una altura superior. Tanto arcos como columnas estaban cubiertos por relieves simbólicos y/o narrativos. Una de las columnas más celebradas es la de Trajano (s-II), y, también destaca la de Marco Aurelio (s-II). En la zona del Campo de Marte, suburbio de la ciudad de Roma, situó Augusto la tumba familiar que, inspirada en el Mausolo de Halicarnaso de época helenística, adoptó el aspecto de un sepulcro dinástico de grandes dimensiones y planta circular. En relación con este monumento, en el Campo de Marte, junto a un reloj solar monumental, el gnomón, se levantó el Ara Pacis, un altar monumental, mandado construir por Augusto, entre el 13 y el 9 a.C, para conmemorar la pacificación de Galia e Hispania. Se trata de un pequeño quiosco rectangular abierto levantado sobre un podio, que en su interior alberga un altar. En los lados mayores del receptáculo se abren dos puertas, precedida la principal por una escalinata que da acceso al interior y a otra escalera que sube al altar central. Otro mausoleo de planta circular fue el de Adriano, el actual Castillo de Sant´Angelo. Los romanos creían que no existía paraíso alguno después de la muerte, razón por la que la única esperanza de supervivencia que albergaban era la de ser recordados por la posteridad. La oportunidad de avivar la memoria de generaciones futuras era grabar el nombre de manera permanente sobre un epitafio de piedra y esperar que fuera leído. Por esto, los accesos a las ciudades se poblaron de monumentos funerarios. A lo largo de la Vía Apia de Roma o en la Vía de los Sepulcros de Pompeya se levantaron multitud de monumentos funerarios que competían por llamar la atención de los viandantes y atraerlos hacia su epitafio. Los modelos que tuvieron mayor éxito fueron los monumentos consistentes en un alto zócalo coronado por un templete.

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1.1.8. Acueductos, puentes y calzadas. El abastecimiento regular de agua era una condición básica del estilo de vida urbano imperante en el Imperio. Para que el agua corriese, era preciso que la toma de agua se encontrara a una cota más alta, lo cual hacía necesario abastecer desde el exterior incluso a las ciudades que se encontraban junto a ríos caudalosos. El agua traída de zonas elevadas circundantes era transportada mediante acueductos hasta un punto elevado de la ciudad, en donde se organizaba su distribución. Mientras el terreno lo permitía la conducción se excavaba en la roca, con una pequeña bóveda de ladrillo o piedra para resguardar el agua, pero cuando se presentaba un desnivel importante, para mantener el conducto a la altura era precisa la construcción de una obra de fábrica sustentada sobre arquerías. El acueducto de Los Milagros (Mérida), del s-I, consiste en una serie de grandes pilares de hormigón revestidos de piedra y ladrillo enlazados por hasta tres arquerías superpuestas. Entre los acueductos sobre arquerías más importantes se cuentan el de Segovia y el llamado Pont du Gard, (Nimes, Francia) y que se alza hasta 49 m sobre el nivel del río. La obra consta de tres arquerías superpuestas, las dos inferiores con arcos iguales de mucha luz -llegan a alcanzar más de 24 m- y la superior con arcos mucho más reducidos. Toda la fábrica es de sillares de piedra. La necesidad de mantener comunicadas las diferentes ciudades del Imperio llevó a Roma a tender una tupida red viaria. Las carreteras con mucha frecuencia eran de tierra, pero las principales se pavimentaban con grandes losas de piedra asentadas sobre diversas capas de cantos, tierra y hormigón dispuestas sobre un lecho previamente excavado. Las secciones más espectaculares de estas vías son las que atravesaban sobre puentes de piedra, ríos u otros desniveles, en estos casos los arquitectos romanos recurrieron al arco. (El puente de Alcántara, sobre el Tajo, del s-I). 2. LA ESCULTURA ROMANA. En la antigua Roma buena parte de las esculturas tenían una finalidad conmemorativa, para perdurar. Aspiración comprensible en una sociedad que creía que tras la muerte todo se extinguía y la supervivencia se basaba en ser recordado. Por esto, retratos y estatuas se realizaban en materiales duraderos, capaces de resistir el paso del tiempo. En otras ocasiones la conmemoración adoptaba un lenguaje distinto y, en lugar de hacer hincapié en los rasgos físicos de un individuo, se centraba en sus actos, narrando su participación en campañas militares, en ceremonias religiosas o en escenas cotidianas que, esculpidas en relieve, se incorporaban a monumentos o edificios. Retrato y narración continua en relieve son los géneros más característicos de la escultura romana. Pero también existe en Roma una escultura que no persigue la conmemoración, sino lo decorativo, adornar edificios y espacios públicos y privados. Es en este aspecto de la escultura donde se seguirán utilizando los diferentes modelos de la escultura griega. Las clases altas romanas (los patricios y caballeros), deslumbradas por el Arte griego, compraron estas estatuas como objetos de colección. Esto generó tan gran demanda que ya no bastó con el expolio de Grecia para alimentarla y fue preciso recurrir a la elaboración de copias de las grandes creaciones helenas realizadas en talleres griegos y orientales primero y después en la misma Roma, realizadas por artesanos helenos. 2.1. Un precedente: la escultura etrusca Los etruscos rindieron culto a los muertos y decoraron sus tumbas con frescos de escenas de la vida cotidiana, caracterizados por su realismo en la representación de los difuntos, de los que se realizaban efigies que reposaban semiacostadas sobre los sarcófagos (Sarcófago de los esposos de Villa GIulia). Las efigies son de gran realismo, es un retrato real, no idealizado. También fueron excelentes orfebres y trabajadores del metal. La Loba Capitolina de bronce, símbolo de Roma, es una obra etrusca. También es destacable la Quimera de Arezzo (s-IV a.C.)

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2.1. El retrato romano Los aristócratas patricios gozaban del lus Imagium o derecho a exhibir en los funerales familiares máscaras de cera que reproducían con gran detalle la fisonomía de sus antepasados más ilustres y que se guardaban en armarios colocados en el atrio de la casa, lo que convirtió en habitual la contemplación de imágenes muy realistas de las personas. Esta costumbre romana junto a la influencia del retrato helenístico (desarrollado desde el s-IV a.C.), y que era de cuerpo entero y con cierta idealización; aunque también se pueden encontrar retratos helenísticos de un gran naturalismo, como el busto denominado Séneca (s-II a.C.)) confluyeron para generar el retrato romano que en ocasiones presenta, como el griego, versiones más o menos idealizadas del individuo, pero que en su variante más característica se inclina por el realismo absoluto, representando defectos y particularidades fisonómicas con todo detalle. Además, en Roma, junto a los retratos de cuerpo entero de tradición griega, propios de contextos honoríficos públicos, se desarrolló el busto que representaba la cabeza, el cuello y la parte superior del tórax, una amputación del cuerpo humano hacia la que la tradición naturalista helena no solía inclinarse. Buen ejemplo de este tipo de retrato es el Bruto Capitolino, obra en bronce de comienzos del s-III a.C. Otros retratos destacables de la etapa republicana son: el Bruto Barberini (s-I a.C.), Escipión el Africano (s-I a.C.); Catón el Viejo (s-I a.C.), Cicerón (s-I a.C.) y el grupo funerario de Catón y Porcia (s-II a.C.). Los retratos femeninos destacan por la variación de peinados según la moda de la época, lo que ha servido a los investigadores para la datación de estas esculturas. Durante el largo reinado de Augusto (29 a.C.- 14 d.C.) empezó a tomar forma el retrato imperial. Que revestía a la persona del emperador de un aura sagrada. Augusto promovió una representación de sí mismo que se alejaba con de las tendencias del retrato realista, pues combinaba la reproducción de sus rasgos físicos con las formas idealizadas de tradición griega. Son importantes dos de los retratos de Augusto, en los que aparece de cuerpo entero, según la tradición griega de la estatua honorífica: en uno como Pontífice Máximo, (máxima autoridad religiosa) se cubre la cabeza con la toga (el manto de lana blanca que cubría la túnica de los ciudadanos romanos); y, en el otro, aparece con coraza, como general victorioso. El valor de modelo que la figura del emperador adquirió hizo que la representación con toga se convirtiera en la forma habitual en la que en Roma y en las provincias se hicieron retratar altos cargos de la administración y magistrados municipales en contextos públicos y honoríficos. El hecho tiene trascendencia artística, pues dada la amplitud de la toga, sólo quedaban descubiertos pies, brazos y cabeza, con lo que se concedía primacía al valor simbólico de la identificación como ciudadano romano, que la toga implicaba, sobre la representación naturalista del cuerpo tan importante para los griegos. Por la misma razón, el enmascaramiento del cuerpo hace que, muy al gusto romano, la atención se concentre en la cabeza que reúne los rasgos fisonómicos del individuo. La segunda estatua, el Augusto de la Prima Porta, presenta al emperador como general victorioso, con el torso cubierto por una coraza y el manto descansando sobre la cadera y el brazo izquierdo, en el que porta una lanza (este tipo de estatua se denomina thorocata). A los pies, desnudos, aparece un pequeño Eros cabalgando sobre un delfín. La disposición del cuerpo se inspira con toda claridad en modelos griegos clásicos al estilo de El Doríforo de Polícleto, pero con la mano derecha alzada en la actitud de la adlocución a los soldados antes de la batalla. Los pies desnudos acercan la representación al modelo de los héroes y dioses griegos, al tiempo que el pequeño Eros alude a la descendencia de la diosa Venus que César y Augusto reivindicaban. En la coroza se representan relieves referidos a victorias militares y a las divinidades que favorecieron los triunfos de Augusto. Este modelo se siguió en la representación de emperadores posteriores

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2.1.1 La evolución del retrato. La fusión del retrato realista, privado y emanado de contextos funerarios, y el idealizado, propio de ambientes públicos y de tradición helenística, imperó durante el periodo de Augusto y los reinados de sus sucesores los emperadores Julio-Claudios. Este retrato mixto entre el realismo y la idealización cedió terreno bajo los emperadores de la dinastía Flavia que gobernaron a fines del siglo I d.C. en beneficio de la representación realista (retratos de los emperadores Vespasiano, Tito y Domiciano) apreciable en la exactitud con la que se reproducen los peinados femeninos (la Dama de la permanente). A partir del emperador Trajano (s-II d.C.), de la dinastía Antonina, volvió a imponerse el retrato realista-idealizado aunque subrayando la condición humana del emperador. Sin embargo, las inclinaciones de los emperadores también contaban. El sucesor de Trajano, Adriano (s-II), un príncipe de gustos helenizantes, incorporó a los retratos sobre todo de su joven amante Antínoo, un nuevo modelo, muy clásico al gusto griego, en el que el joven aparecía desnudo, como un atleta o un dios, con un tratamiento muy pulimentado de las carnes que adquieren un brillo de porcelana y contrastan vivamente con el tratamiento del cabello a base de trépano, creando acusados claroscuros que pueden también apreciarse en los retratos oficiales de la época. Igualmente se impuso la costumbre de tallar la pupila y el iris de los ojos, dándoles una nueva expresividad. El retrato alcanza un gran barroquismo con los últimos Antoninos (finales s-II): la barba y la cabellera se rizan y entrecruzan desmesuradamente; se intensifican los efectos de claroscuros, conseguidos por el uso del trépano. De esta época son los retratos de Antonino Pío, de Lucio Vero, y de Marco Aurelio, sobresaliendo su estatua ecuestre (hacia el 170). En esta obra solemne, la única estatua ecuestre de un emperador romano que ha llegado hasta nosotros -salvada por haber sido identificado en el Medioevo con Constantino, el primer emperador cristiano-. Marco Aurelio aparece con vestimenta civil y en actitud de clemencia, plasmado una humanidad muy propia de su pensamiento. 2.2. El relieve. El relieve histórico. Los sarcófagos La atención por la realidad de los romanos y la inclinación hacia imágenes documentales y conmemorativas se plasman en el relieve y, en particular, en las grandes superficies de monumentos como los grandes altares, arcos de triunfo o columnas honoríficas que permiten una narración continua de hechos de distinta índole. Uno de los más excepcionales conjuntos de relieves es el Ara Pacis. Se trata de un altar monumental, rodeado por un recinto, que el Senado ordenó construir en honor de Augusto entre los años 13 y 9 a.C. en el Campo de Marte. Se trata de una obra realizada en mármol, de inspiración clasicista, neática (Atenas), en concreto basada en la procesión de las Panateneas de Fidias del Partenón la que servía de inspiración para el cortejo religioso que, encabezado por Augusto, aparece decorando el friso que ocupa la parte superior exterior de los frontales sur y norte del Ara Pacis. En este cortejo están representados Augusto, Agripa y otros miembros de la casa imperial presidiendo una procesión, integrada por sacerdotes y senadores, que se dirige a realizar el sacrificio a la Pax Augusta. Sólo los miembros de la casa imperial aparecen individualizados con retratos (aunque con cierta idealización), mientras que el resto son una representación colectiva de la clase dirigente del Senado. Se trata de rellenar todo el espacio, lo que se denomina “horror vacui”, con una técnica narrativa, clara y precisa, donde el nivel del relieve de las distintas figuras indica la perspectiva. Así las figuras del primer plano se representan en alto relieve mientras que las del segundo y tercer plano se realizan en medio y bajo relieve. Las actitudes de los personajes varían entre sí, lo que crea ritmo y movilidad en la composición, a pesar del número de personajes. En los dos recuadros superiores de la fachada principal (frontal oeste) a cada lado de la puerta,

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se representan a los gemelos Rómulo y Remo y el sacrificio de Eneas en Lavinium, respectivamente. Mientras en la pared opuesta (frontal este) en los relieves de los recuadros aparece la Diosa Roma sentada en armas y la Alegoría de la Tierra Pacificadora (Tellus Pax). En las zonas inferiores de las paredes externas, se representan motivos vegetales (hojas de acanto). En la parte interior, se representan la piedad y la prosperidad que aparecen simbolizadas en los bucráneos y las guirnaldas rebosantes de toda clase de frutos (motivo piadoso que se repite en otras obras). El relieve que narra episodios bélicos u otros acontecimientos relevantes sobre grandes superficies experimentó un gran desarrollo durante la segunda mitad del s-I y a lo largo del II d.C. Se realizan sobre los arcos del triunfo y las columnas conmemorativas. Ejemplo del mismo es el arco de triunfo de Tito, erigido en 81 d.C. Destaca el relieve en el que diversos soldados transportan el botín tomado en Jerusalén. El movimiento de las figuras, el juego de planos, el paisaje arquitectónico crean un ambiente participativo, un tipo de comunicación más directa con el espectador que se aleja de manera notable del severo y frío clasicismo neoático de época de Augusto. Muy importante es la Columna Trajana conmemorativa de la conquista de Dacia. Coronada por la estatua del emperador Trajano-substituida en el s-XVI por la de San Pedro-.Los relieves, que corren a lo largo de doscientos metros, muestran la aplicación de elementos formales de época helenística -paisaje, combinación de planos, conexión entre las escenas- para conformar una narración histórica, propia de los romanos, en la que se ocupa todo el espacio (el “horror vacui”). En los relieves el emperador aparece, sin exaltación ninguna, como primer funcionario de la administración del Estado. También hay que reseñar los relieves del arco de triunfo de Trajano en Benevento (sur de Italia). En ellos, entre otras representaciones, figura la institución por el emperador de los alimenta, pequeños préstamos concedidos a los agricultores, con cuyos intereses se sufragaban la instrucción de sus propios hijos. Es la primera vez que aparecen en un monumento oficial representados estos grupos populares campesinos. En la Columna de Marco Aurelio, se narran las Guerras Marcomanas, libradas victoriosamente contra germanos y sármatas que amenazaban las fronteras del Danubio. En estos relieves, predomina, frente al equilibrio de los de la columna de Trajano, un expresionismo y una plasmación de la angustia y del dolor, en sintonía con el inicio de la crisis del Imperio, con durísimos combates en la frontera norte, defensivos y no expansivos. Hay que destacar también los relieves del Monumento honorario de Marco Aurelio (provienen de un arco de triunfo y están en los Museos Capitolinos) A partir del s-II d.C. se generaliza otro soporte del relieve: el sarcófago. Habían convivido en Roma dos diferentes tratamientos del cadáver, la inhumación y la incineración. A partir del s-II d.C., la inhumación se impuso frente a la incineración, tendencia que el triunfo del cristianismo consolidaría en el s-IV d.C. Con ello se difundió el hábito de origen helenístico de depositar los cadáveres en grandes sarcófagos de piedra -mármol- con sus caras esculpidas, si bien en Roma sólo se decoraban tres de ellas, pues solían adosarse a un pared del sepulcro, mientras que los orientales, realizados sobre todo en Atenas o Asia Menor, se situaban en el centro y eran tallados por las cuatro caras. Dado el origen oriental de estos monumentos, abundan las representaciones abigarradas (“horror vacui”), plenas de movimiento, de temática trágica, en las que la muerte suele estar presente (trabajos de Hércules, batallas, primero mitológicas y a fines del s-II d.C., también alusivas a los combates contra germanos y otros pueblos que amenazaban las fronteras del Imperio romano). Más propiamente romanos son los sarcófagos que reproducen diversos momentos de la vida del muerto. Destacan el Sarcófago Ludovisi (s-II) y el Sarcófago Jovin (s-III).

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2.3. Hacia el fin del Arte antiguo. Los precedentes de la plástica medieval Tras la crisis del s-III d.C., los emperadores empezaron a prescindir de la tradición naturalista, para adoptar formas de expresión más directas y simplificadas, evolucionando hacia las formas propias del Arte bizantino, y medieval. En esta transformación, el triunfo del cristianismo desde comienzos del s-IV d.C. jugó un papel muy relevante. Esto se puede observar en el grupo escultórico que representa a los Tetrarcas (s-IV), los dos emperadores y los dos césares que gobernaban un Imperio dividido en dos. Aunque las figuras representan a personas concretas, sus rostros son indiferenciables, sin interés por los rasgos fisonómicos particulares de cada personaje, con lo que el grupo se convierte en un símbolo del poder imperial compartido. En la composición domina la frontalidad y la simetría, mientras que los cuerpos son figuras rígidas, sin indicación de los músculos. Igualmente significativa es la estatua de Constantino que presidía en Roma la basílica de Majencio. De grandes dimensiones, la estatua sedente del emperador, de la que sólo se conserva la cabeza -casi 3 m. de altura-, debía rebasar los 10 m. El rostro resulta geométrico e inexpresivo, sólo animado por los enormes e inquietantes ojos. Esta mole colocaba al monarca en un plano superior al común de los mortales y la asemejaba a una imagen de culto. Los emperadores sucesivos (hasta pleno siglo V caso del Coloso de Barletta, que representa a Marciano, emperador de la parte oriental del Imperio) recurrirán a la imagen colosal, rígida y frontal, para encarnar la autoridad sagrada del monarca. Otro ejemplo de la escultura del s-IV es el zócalo esculpido del obelisco que se levantaba sobre la espina del circo de Constantinopia, mandado erigir por Teodosio hacia el año 390. En una de las representaciones, a Teodosio le rinden pleitesía diversos bárbaros (extranjeros) arrodillados. En estos relieves, sobre cualquier pretensión narrativa o naturalista, predomina la función representativa (como en el arte egipcio), el deseo de colocar a cada uno en su sitio según su posición jerárquica: en la cúspide de la escena, el emperador, de mayor tamaño, rodeado por miembros de la casa imperial, todos ellos sentados; a los lados, en pie, los cortesanos y, tras ellos, en una segunda fila, la guardia; debajo, arrodillados y de perfil, los bárbaros.

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